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DANDISMO
Dandy también es la abreviatura científica del botánico inglés James Edgar Dandy.
Dandis franceses de la década de 1830. Un dandi (del inglés dandy)1 2 es un hombre que se considera elegante y
refinado, y cuya actitud ante la vida se caracteriza por la falta de deseo, la desgana, el aburrimiento y el desprecio
por los gustos del vulgo.3 La corriente asociada al dandi se denomina «dandismo» y tuvo su origen en la sociedad
inglesa de finales del siglo XVIII. El movimiento dandi es una doctrina de la elegancia, de la finura y la originalidad.
Su estilo afecta sobre todo al lenguaje y la vestimenta. La definición de un dandi podría ser la de un hombre de
andares preciosos, original y rebuscado, y de lenguaje escogido. Pero el dandismo no es una estética fija, sino más
bien proteica. Se le suele considerar como un ejemplo de elegancia, saber estar, clase, porte, estilo, buenas
maneras, una persona educada y cultivada. El dandismo constituye también una metafísica, una postura particular
respecto a la cuestión del ser y del aparecer, así como a la modernidad. Numerosos autores, la mayoría de las veces
ellos mismos dandys, se interrogaron sobre su sentido. Así, en un contexto de decadencia, Baudelaire identifica el
dandismo como la última hazaña posible, una búsqueda de distinción y de nobleza, de una aristeia ('excelencia') de
la apariencia. A menudo identificado, sin razón, como una simple frivolidad, antes bien el dandismo es concebido por
sus practicantes, sobre todo en el siglo XIX, como una ascesis y una disciplina extremadamente rígida y exigente.
Si bien durante la época victoriana este tipo de mentalidad ya había sido concebida por el movimiento artístico y
cultural de los Prerrafaelitas (entre cuyos exponentes cabe destacar al pintor Dante Gabriel Rossetti), el dandi más
famoso fue Georges Brummell, también llamado «beau Brummell» ('bello Brummell'), árbitro de la elegancia en la
corte inglesa. Sus más conocidos herederos fueron Barbey d'Aurevilly y Baudelaire en Francia, y Oscar Wilde en la
misma Inglaterra. Los grandes dandies de la historia fueron jugadores irresponsables, bebedores en exceso,
vivieron más allá de sus ingresos y conquistaron jóvenes implacablemente. De los excéntricos lores a los
terratenientes, de los que refulgían entre la creciente población urbanita a los ejemplares de la Regencia en sus
clubes de juego, de los hedonistas decadentes en sus salones de opio a los ejemplares de hoy en día, los grandes
dandies se posicionan como algunas de los más enigmáticas, más entretenidas y más marcadas personalidades en
la historia. Cada época ha tenido sus dandies, pero tal y como lo conocemos nació en el período de la Regencia
Inglesa, en la persona de un jovencito llamado George Bryan Brummell. En ésa época, los dandies desfilaron como
los principales actores en el escenario del Teatro de la Vida. A través del siglo XIX, el papel fue reescrito una y otra
vez según era recreado por cada sucesiva generación. Los Bohemios, con su vestimenta estrambótica, ofrecieron
una representación exagerada y cambiaron la vida en una especie de farsa. Fueron seguidos por los Decadentes,
quienes, regodeándose en la depravación, vieron la vida como una tragedia sin sentido. Sus excesos derivaron en
una comedia negra. Después de la muerte de la Reina Victoria, los Dandies Eduardianos ocuparon las candilejas
durante una o dos décadas antes de que aparecieran los Bright Young Things, con cócteles en sus manos y sus
breves epigramas en la punta de sus lenguas, y la vida se convirtió de nuevo en una excéntrica comedia.
El hecho de que el papel haya sido reescrito en numerosas ocasiones por tantos campeones del dandismo
demuestra que el Dandy es una criatura con múltiples facetas. Si miramos de cerca e ignoramos las diferencias
superficiales, podremos ver una filosofía pretenciosa, firme y contante. Todos los dandies comparten la misma visión
de la vida. Pero, ¿qué es el dandismo? Es una filosofía estética de rebelión y relax. Es pretenciosa en el sentido de
ser desvergonzadamente artificial y elaborada. Es siempre una pose consciente. Es estética, pero el Dandy se sonríe
a sí mismo con superioridad al transformar el slogan esteta del "arte por el propio arte" en su propio slogan de "estilo
por el propio estilo". El Dandy es un artista cuyo lienzo es él mismo, la personificación andante de la noción wildeana
del uno mismo como obra de arte. El Dandy es rebelde en el sentido de ser inconformista. Exhibe desdén por el
continuo discurrir de ideas y lo efímero de los gustos y modas de hoy en día. Y a causa de su necesidad de tener
algo contra lo que reaccionar, el Dandy define su época desafiándola, personificando su tiempo subvirtiendo las
expectativas predominantes. El Dandy es un rebelde con ninguna otra causa que no sea él mismo. El dandismo se
desarrolla y depende de una situación de "dolce far niente". Así, el Dandy es un sujeto básicamente desocupado,
libre de las anodinas obligaciones de la vida que tan frecuentemente interfieren con el estilo. El Dandy no trabaja.
Meramente existe, ignorando la moralidad, la pasión, la ambición y los otros factores mundanos de la existencia
humana que normalmente mueven a un hombre a la acción. En vez de esto, cultiva tranquilamente un cierto aire de
superioridad e irresponsabilidad. Con una mueca de superioridad, sorbe un trago de absenta. Como una expresión
externa de belleza interna y superioridad innata, el dandismo es la razón de ser del hombre al que los dioses han
concedido cualidades excepcionales que prueban su distinción del rebaño. ¿Arrogante? Desde luego, pero la
arrogancia es el derecho de nacimiento del Dandy. Entonces, ¿cuál es el propósito del dandismo? ¿Para qué
existe? Los dandies entretienen y son divertidos y esto sirve tan bien de justificación para su existencia como
cualquier otra cosa, aunque va mucho más allá. Los grandes dandies de la historia han sido todos unos
desarraigados. Intelectuales cínicos, artistas desencantados o jóvenes desafectados, todos han perdido el sentido de
la integración. Han sentido cómo la corriente social es incapaz de aceptarles. Algunos creyeron que el mundo era
incapaz de apreciar sus talentos. Otros se sintieron excluídos. Algunos vieron su religión o su sexualidad como la
causa de su exclusión. Pero sea lo que sea que se esconda tras ese sentimiento de diferencia, el dandismo ha sido
el método usado para colarse en el mundo visible. El dandismo es tanto un pedestal en el que subirse como una
máscara tras la que esconderse. Por tanto, el dios del dandismo pide a sus seguidores que sean más que
maniquíes de sastre animados. Su vestimenta es simplemente la punta del iceberg de su actitud, simbolizando
control, independencia, relax y libertad de pensamiento Decía el poeta y novelista Joachim Gasquet, conocido por
sus interesantes conversaciones con Cézanne, que el mundo es un inmenso Narciso en el acto de pensarse a sí
mismo. En ese sentido, Narciso es símbolo de una actitud introvertida y autocontemplativa. Pero es verdad que de la
resonancia del mito de Narciso nacerá la desesperación y admiración frustrante de Eco, antes de que Narciso se
ahogue en su propia imagen. Así, a modo de reverberación continua, surgirá años más tarde el concepto de dandi
decimonónico y su deriva contemporánea, actitud que Sur le dandysme aujourd’hui trata de reflejar en otras
iconografías que aparecen bien ilustradas ya desde el subtítulo de la muestra: Del maniquí en el escaparate a la
estrella mediática. La exposición, que nace en el hall del CGAC a modo de prólogo, comienza con una guillotina del
artista italiano Piero Golia en claro alegato a la revolución francesa, un juego de té de Cindy Sherman y un neón de
Tracey Emin que publicita lo privado. Del antiguo régimen se pasa así a esa metáfora de la profusión de imágenes
publicitarias que domina el mundo contemporáneo hasta convertirse, como ha insistido Jean Baudrillard, en una
actitud puramente iconoclasta, donde fabricamos una imagen sobre otra en una suerte de horror vacui. Pero aquí,
más que destrucción por miedo a la veneración vemos lo contrario, un continuo legado de representaciones
narcisistas que parten de la construcción del canon de la figura griega y su potencial andrógino hasta la construcción
de una iconografía que nos señala que actualmente los temas propios de la literatura del dandismo siguen vivos.
TIPOS DE DANDISMO
Tras este prólogo, las obras se distribuyen siguiendo tres tipos de dandismo a partir de George Bryan Brummell,
Oscar Wilde y Charles Baudelaire. En el primero, la irrealidad de los cambios de uso de las cosas y esa tendencia a
la eliminación de su personalidad en la figura del dandi, nos lleva directamente al ready-made y a la apropiación que
define claramente el hacer de muchos artistas contemporáneos. De Duchamp, Ignasi Aballí, Juan Luis Moraza o
Suso Fandiño se pasa a la presentación del artista contemporáneo como reclamo publicitario. Así, enfatizando el
carácter continuista del dandismo y buscando evidenciar esa falta de rupturas de un concepto que se construye en
una suerte de efecto dominó, nos vemos inmersos en el dandismo wildeano, donde el narcisismo se expande por el
mundo de las estrellas mediáticas y en el brillo que se potencia al extremo en obras como las de Meredyth Sparks.
Finalmente, en el primer piso del CGAC, el universo de Baudelaire se lleva al propio montaje de la primera de las
salas, que se convierte en un guiño al mundo de los salones decimonónicos y un recuerdo constante de artistas
como Manet, homenajeado en varias obras. En la exposición, bien resuelta y documentada, se incluyen una serie
de textos que proceden de la literatura del dandismo. Una de esas citas nos recuerda cómo para Baudelaire es el
último destello de heroísmo en las decadencias, recordándonos que aparece sobre todo en las épocas transitorias en
las que la democracia no es todopoderosa. Y es verdad que en nuestra época parece que la figura del héroe está
completamente disponible. De ahí que también abunde el autorretrato, esa esencia narcisista de la pura mirada que
aquí se canaliza para el universo de un dandi que, como señala Estrella de Diego en el catálogo, es alguien que tiene
mucho por delante y a quien le preocupa poco cómo usarlo. Al final, entre tanto disfraz, nos vemos incapaces de
definir qué es el dandismo, esa figura que Barbey d’Aurevilly definió como el andrógino de la historia y que se
resuelve desde un mundo de contrarios, desde la paradoja.
Del genio atormentado al dandi
Sus enemigos los acusaban de ser maniquíes lujosos y perezosos, frívolos, artificiales y provocadores. Pero los
artistas que también fueron tocados por ese “mal del dandismo” se reafirmaban como personajes incómodos,
críticos, diferentes. Artistas al pie del abismo . Encabezados por Dalí, y, por supuesto, siguiendo la estela de
Baudelaire y Oscar Wilde, fueron muchos los que despreciaron la norma e hicieron del arte un artilugio mágico.
Duchamp (en la foto superior) le pintó bigotes a la Gioconda; Man Ray amplió los registros de la fotografía; Picabia
introdujo la ironía en el arte; Modigliani fue la perfecta definición de la bohemia parisina o Warhol, un calvo con
peluca rubio platino, frío y sarcástico que es, hoy por hoy, el paradigma del dandi contemporáneo. Se destaca al
dandismo como un paradigma de elegancia, saber estar, clase, porte, estilo y buenas maneras. Fue creado por un
grupo elitista, en torno al siglo XIX, como un estilo de vida y una serie de normas de conductas sociales y morales,
que debían cumplir de forma rígida. El dandismo fue la contraposición al Club Macaroni en Inglaterra, creado en
1760 por un grupo de jóvenes aristócratas al volver de Italia. Practicaban un estilo de vestir extravagante,
cargándose de encajes, puntillas y bordados con hilos de oro, además de llevar pelucas y tacones.
Un dandi era un hombre que se consideraba elegante y refinado, que prestaba mucha atención a su atuendo y a la
moda y era una persona educada y cultivada. El movimiento dandi fue una doctrina de la elegancia, la finura y la
originalidad. Su estilo afectaba principalmente al lenguaje y la vestimenta.
Pero lo que conocíamos como dandi tiene ahora otro significado. Ya no se refiere a personajes elegantes o
excéntricos, podemos distinguirlos como personas que convirtieron su vida en parte de su obra y que se apartaron de
las tendencias más generalizadas para alcanzar el refinamiento. Los movimientos de vanguardia del siglo XX
contribuyeron a una reconstrucción de la idea del artista y del dandy. Este concepto traspasó los límites de la llamada
alta cultura, para introducirse en la ficción, creando la imagen del hombre atractivo, seductor y cortés, de la mano de
estrellas del cine o la música. En el arte, encontramos el dandismo brummelliano, que confiere a los objetos un valor
que excede a su funcionalidad, aproximándolas a la idea de arte, y el artista se convierte en su propio anuncio
publicitario. Otra corriente es el dandismo wildeano que se inspira en el propósito de Wilde, de convertirse en obra de
arte creando su propio personaje.
DECADENTISMO
El decadentismo es una corriente artística, filosófica y literaria que tuvo origen en Francia entre 1880 y 1900 y fue
una manifestación del malestar con la vida social de la época. Decadentismo surgió como un término despectivo e
irónico utilizado por la crítica académica y lleva su nombre asociado a la revista “Le Decadente” fundada en 1886.
El decadentismo nació en una época de transición entre la economía de mercado libre, en la que el vendedor y el
comprador acordaban el precio y la economía de las grandes concentraciones financieras e industriales, es decir, el
capitalismo. El Decadentismo es una corriente artística, filosófica y, principalmente, literaria que tuvo su origen en
Francia en las dos últimas décadas del siglo XIX y se desarrolló por casi toda Europa y algunos países de América.
La denominación de decadentismo surgió como un término despectivo e irónico empleado por la crítica académica,
sin embargo, la definición fue adoptada por aquellos a quienes iba destinada.
Realidad económica y social El decadentismo fue el reflejo artístico de la transición de la economía basada en la
libre concurrencia a la economía de las grandes concentraciones financieras e industriales que se manifestó en un
estancamiento económico que daría lugar a la renovación del sistema productivo, a la represión de las masas
populares y la preocupación por las cuestiones de tipo social.
LA LITERATURA DEL DECADENTISMO
Literariamente el decadentismo tuvo su inspiración en las doctrinas poéticas postrománticas, denominándose
decadentes a todos aquellos escritores ligados a la herencia espiritual o formal de Baudelaire, considerado el padre
espiritual del decadentismo. Baudelaire descubrió la correspondencia entre perfumes, sonidos y colores y la
tenebrosa y profunda unidad de la naturaleza.
También influyó en el decadentismo Rimbaud, para quien el poeta debe hacerse vidente a través de un razonado
desarreglo de los sentidos. Se trata de registrar lo inefable y para ello es preciso una alquimia verbal que, nacida de
una alucinación de los sentidos, se exprese como alucinación de las palabras, al mismo tiempo, esas invenciones
verbales tendrán el poder de cambiar la vida.
Para algunos, la alucinación de los sentidos a la que hacía alusión Rimbaud no excluía el recurso de lo que
Baudelaire había definido como paraísos artificiales, es decir, las alucinaciones producidas por los estupefacientes.
Sin embargo, una de las mejores expresiones de este movimiento la refleja el verso de Verlaine: yo soy el imperio al
fin de la decadencia. Precisamente Verlaine estuvo durante algún tiempo a la cabeza del movimiento, especialmente
después de la publicación de Los poetas malditos (1884).
El decadentismo fue la antítesis del movimiento poético de los parnasianos y de su doctrina (inspirada en el ideal
clásico del arte por el arte), a pesar de que Verlaine, uno de sus máximos exponentes del decadentismo, había sido
en sus orígenes parnasiano. La fórmula pictórica y escultórica de los parnasianos (ut pictura poesis, según la norma
de Horacio), se sustituye en el decadentismo por el ideal de la poesía, que tiende a la cualidad de la música.
El decadentismo arremete contra la moral y las costumbres burguesas, pretende la evasión de la realidad cotidiana,
exalta el heroísmo individual y desdichado y explora las regiones más extremas de la sensibilidad y del inconsciente.
El esteticismo se acompañó, en general, de un exotismo e interés por países lejanos, especialmente los orientales,
que ejercieron gran fascinación en autores como el francés Pierre Louÿs, en su novela "Afrodita" (1896) y en sus
poemas "Las canciones de Bilitis" (1894). Así como en el también francés Pierre Loti o el inglés Richard Francis
Burton, explorador y traductor de una polémica versión de "Las mil y una noches".
Pero la máxima expresión del decadentismo lo constituye la novela "A rebours" (A contrapelo), escrita en 1884 por el
francés Joris Karl Huysmans, quien es considerado uno de los escritores más rebeldes y significativos del fin de
siglo. La novela narra el estilo de vida exquisito del duque Jean Floressas des Esseintes, que se encierra en una
casa de provincias para satisfacer el propósito de sustituir la realidad por el sueño de la realidad. Este personaje se
convirtió en un modelo ejemplar de los decadentes, de tal manera que se consideran descendientes directos de Des
Esseintes, entre otros, personajes como Dorian Gray, de Oscar Wilde, y Andrea Sperelli, de Gabriele D'Annunzio. "A
rebours" fue definida por el poeta inglés Arthur Symons como el breviario del decadentismo.
También son considerados decadentes los franceses postsimbolistas Jean Lorrain, Madame Rachilde, Octave-Henri-
Marie Mirbeau y, en cierta manera, Villiers De L'Isle-Adam, Stéphane Mallarmé y Tristan Corbière.
La revista Le Décadent, fundada en 1886 por Anatole Baju, sirvió como vehículo de expresión de este movimiento.
El decadentismo en Europa
En Gran Bretaña aparecen como representantes del decadentismo las figuras de Oscar Wilde, especialmente en su
novela El retrato de Dorian Gray (1891), su maestro Walter Pater, que publicó una novela sagrada para su
generación, Mario el epicúreo, y en 1887 Retratos imaginarios, Arthur Symons, autor del poemario El ángel rubio,
Ernest Dowson y Lionel Johnson.
El italiano Gabriele D’Annunzio cultivó el elemento aristocrático típico del decadentismo, en su obra El placer. En sus
poemas carga al mundo de sentimientos con una escritura fascinante, rica y sugerente.
El decadentismo en España y en Hispanoamérica
España e Hispanoamérica también se dejaron influir por esta actitud estético-literaria, y toda la poesía de fin de siglo
responde a los ideales artísticos del arte por el arte. Así puede considerarse el modernismo del nicaragüense Rubén
Darío y del mexicano José Juan Tablada. El decadentismo artístico fue mucho más persistente en América: Amado
Nervo, Leopoldo Lugones, Mariano Azuela, César Vallejo, Horacio Quiroga y otros llenaron muchos años de la vida
literaria suramericana y en ellos la nota francesa nunca estuvo ausente.
Esta renovación estética adquirió en España matices peculiares, y así aparece en las obras decadentistas de Manuel
Machado y de la primera época de Juan Ramón Jiménez (en algunas obras como Ninfeas 1900), Francisco
Villaespesa y el primer Valle-Inclán, en especial en su libro de versos Aromas de leyenda (1907), publicadas a partir
de las experiencias vividas en la madrileña plaza de Vázquez de Mella. Son decadentistas aún mal estudiados los
poetas Emilio Carrere y Alejandro Sawa; los novelistas Álvaro Retana, Antonio de Hoyos y Vinent y Joaquín Belda, y
el cuentista peruano Clemente Palma. Algunos bohemios, como el prosista y drogadicto francés Enrique Cornuty y
Pedro Barrantes también entrarían en este grupo.
Fin del decadentismo e influencia posterior
Hacia 1890,la revista el Mercure de France se manifestó a favor del simbolismo. A partir de entonces la trayectoria
del decadentismo, entendido como movimiento, se puede considerar terminada. Anteriormente, en septiembre de
1866, un artículo publicado por Moréas en Le Figaro, habló por primera vez de simbolismo, refiriéndose al bosque de
los símbolos. Las teorías del simbolismo aparecieron publicadas en la revista Le symboliste, mientras que los
decadentes continuaron usando a Le décadent como vehículo para difundir sus teorías. Se perfiló así la divergencia
entre decadentes, complacientes experimentadores en el campo de los sentidos y del lenguaje, y simbolistas, que
buscan los valores absolutos de la palabra y aspiran a expresar una armonía universal del mundo.
Sin embargo, a pesar de que el decadentismo se puede considerar concluido, no se puede decir otro tanto del clima
que el decadentismo difundió y alimentó. Desde hacía tiempo, los decadentes hallaban en la música de Richard
Wagner una analogía con sus premisas. En pintura se imponía el impresionismo; en las orientaciones del
pensamiento, la filosofía de Schopenhauer, que había contrapuesto apariencia y realidad, mientras Nietzsche
meditaba sobre el tema de superar al hombre, que forma la constante de la poesía de Baudelaire y de sus herederos.
El decadentismo como punto de encuentro
Más tarde, algunos críticos ampliaron el significado del término decadente como opuesto a los convencionalismos.
De esta manera, el decadentismo sería, en sus orígenes, antiacadémico en pintura, antipositivista en filosofía,
antinaturalista en literatura. Así, tendencias, escuelas y orientaciones, con frecuencia diversas y lejanas, acabaron
por confluir y hallarse comprendidas bajo la misma etiqueta.
Genéricamente se definen como decadentes aquellas formas de arte que superan o alteran la realidad en la
evocación, en la analogía, en la evasión, en el símbolo. La lista de los nombres puede incluir a Rainer Maria Rilke,
Constantino Cavafis, Paul Valéry, Marcel Proust, Franz Kafka, James Joyce, Thomas Stearns Eliot, o movimientos de
vanguardia, como el surrealismo, el imaginismo, el cubismo, o el realismo crítico de Thomas Mann.
Características generales del decadentismo
1. El decadentismo fue la antítesis del movimiento poético de los parnasianos y de su doctrina (inspirada en el ideal
clásico del arte por el arte), a pesar de que Verlaine, uno de sus máximos exponentes del decadentismo, había sido
en sus orígenes parnasiano. La fórmula pictórica y escultórica de los parnasianos (ut pictura poesis, según la norma
de Horacio), se sustituye en el decadentismo por el ideal de la poesía, que tiende a la cualidad de la música
2. El decadentismo arremete contra la moral y las costumbres burguesas, pretende la evasión de la realidad
cotidiana, exalta el heroísmo individual y desdichado, explora las regiones más extremas de la sensibilidad y del
inconsciente.
3. Los decadentes fueron estetas ciento por ciento y mantuvieron, buscando siempre lo aristocrático, lo
quintaesenciado, lo superrefinado, lo precioso, lo extraño, lo oculto, lo exótico (principalmente lo oriental) llevado a
los más prolijos y desmedidos extremos en un sentido exacerbante y enfermizo.
4. Los escritores decadentes tendieron a la descripción erudita e insistieron en plasmar los detalles de las cosas y de
las sensaciones.
5. Manifestaron un gusto exagerado por una originalidad artificiosa que se alejase del equilibrio y del buen decir de
los modelos literarios clásicos, ya que consideraban que tales ideales llevaban no más que al inmovilismo.
6. Los decadentes no sólo le dieron poca importancia al significado recto de los vocablos, sino que los enlazaban sin
sometimiento a ninguna ley sintáctica con tal de que ellos resultase alguna belleza a su manera, la cual podía ser
una algarabía para los no iniciados en sus gustos.
7. El decadentismo se interesó por plasmar en la obra literaria una suprarrealidad por vía de la introspección y el
escudriñamiento de un más allá por medio de los sueños y las sensaciones que dicta el inconsciente.
8. Para expresar la complejidad de sensaciones, de impresiones y de angustias que ceñían al hombre, los
decadentes estaban convencidos de que ya no se podía seguir repitiendo indefinidamente los moldes y los
esquemas del clasicismo y de la retórica tradicional, sino que el artista tenía que descomponerlos construyéndose un
lenguaje autónomo, personal, de gran plasticidad expresiva y sugestiva.
OSCAR WILDE
Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde (n. 16 de octubre de 1854, en Dublín, Irlanda, entonces perteneciente al Reino
Unido1 – 30 de noviembre de 1900, en París, Francia) fue un escritor, poeta y dramaturgo. Wilde es considerado
como uno de los dramaturgos más destacados del Londres victoriano tardío; además, fue una celebridad de la época
debido a su puntilloso y gran ingenio. Fue condenado a dos años de trabajos forzados tras un famoso juicio en el que
fue acusado de "indecencia grave" por una comisión inquisitoria de actos homosexuales. Luego de cumplir la
condena, abandonó el Reino Unido en dirección a Francia y no regresó jamás. Oscar Wilde nació el 16 de octubre,
de 1854, en Dublín, Irlanda, en el seno de una familia protestante irlandesa. Fue el segundo de los tres hijos que
tuvieron el médico Sir Williams Robert Wills Wilde y su esposa, Jane Francesca Elgee. Ella era escritora de éxito y
nacionalista de la causa irlandesa, conocida con el sobrenombre de Speranza. Su padre era un destacado cirujano
otorrinolaringólogo, además de un renombrado filántropo (dirigía un dispensario en Dublín destinado a la atención de
los indigentes). Además, escribió libros sobre arqueología y folklore.
Estudios
Oscar fue educado en casa hasta los nueve años. En 1864 ingresó en la Port Royal School de Enniskillen, en el
condado de Fermanagh (Irlanda), donde estudió hasta 1871. Durante esta etapa falleció su hermana Isola. Esta
muerte prematura inspiró a Wilde a escribir Requiescat, un delicado poema. En octubre de 1871 ingresó en el Trinity
College de Dublín, donde estudió a los clásicos hasta 1874. Su rendimiento sobresaliente lo llevó a ganar tres años
más tarde la «Medalla de Oro Berkeley», el mayor premio para los estudiantes de clásicos de este colegio, por su
trabajo en griego sobre poetas griegos. Gracias a una beca de 95 £ anuales, el 17 de octubre de 1874 ingresó en el
Magdalen College, de Oxford, donde continuó sus estudios hasta 1878. Durante su estancia en este colegio falleció
su padre, el 19 de abril de 1876. Su poema Ravenna le permitió adjudicarse el «Oxford Newdigate Prize» en junio de
1878. Finalmente, en noviembre de 1878 obtuvo el título de Bachelor of Arts, graduándose con la mayor nota posible.
Oscar permaneció en Oxford desde finales de 1874 hasta el verano de 1878, y en este período logró ser una persona
bastante conocida dentro del marco universitario por sus pintorescos gustos.
Familia
Constance Lloyd, esposa de Wilde, y Cyril, su hijo. Después de graduarse en el Magdalen College, Oscar Wilde
regresó a Dublín, donde conoció y se enamoró de Florence Balcombe. Ella, por su parte, inició una relación con
Bram Stoker. Percatándose del enlace, Wilde le anunció su intención de abandonar Irlanda permanentemente.
Finalmente abandonó el país en 1878, a donde sólo regresaría en dos ocasiones y por motivos de trabajo. Los
siguientes seis años los pasó en Londres, París y en los Estados Unidos, a donde viajó para impartir conferencias.
En Londres conoció a Constance Lloyd, hija de Horace Lloyd, consejero de la reina. Durante una visita de Constance
a Dublín en la que ambos coincidieron (pues Oscar ofrecía una conferencia en el Teatro Gaiety), Wilde aprovechó la
ocasión para pedirle matrimonio. Finalmente, se casaron el 29 de mayo de 1884 en Paddington, Londres. Las 250
libras de dote de Constance permitieron a la pareja vivir en un lujo relativo. La pareja tuvo dos hijos: Cyril, que nació
en junio de 1885, y Vyvyan, nacido en noviembre de 1886. La pareja se separó a consecuencia del escándalo por su
procesamiento. Tras el encarcelamiento de Wilde, Constance cambió su nombre y apellido de sus hijos a Holland
para desvincularse del escándalo de Wilde, aunque nunca se divorciaron. También le obligaron a renunciar a la
patria potestad de sus hijos.
Esteticismo
Wilde recibió una profunda influencia de los escritores John Ruskin y Walter Pater, que defendían la importancia
central del arte en la vida. El propio Wilde reflexionó irónicamente sobre este punto de vista cuando en El retrato de
Dorian Gray escribió que «Todo arte es más bien inútil» («All art is quite useless»). De hecho, esta cita refleja el
apoyo de Wilde al principio básico del movimiento estético: el arte por el arte. Esta doctrina fue acuñada por el
filósofo Víctor Cousin, promovida por Théophile Gautier y adquirió prominencia con James McNeill Whistler.
El movimiento estético o Esteticismo, representado entre otros por Walter Pater, William Morris, Dante Gabriel
Rossetti y Stéphane Mallarmé, tuvo una influencia permanente en las artes decorativas inglesas. Wilde, en tanto que
uno de sus principales representantes en Gran Bretaña, llegó a ser una de las personalidades más prominentes de
su época. Aunque sus iguales en ocasiones lo tildaban de ridículo,[cita requerida] sus paradojas y sus dichos
ingeniosos y agudos eran citados por todas partes. Ya desde su período en el Magdalen College, Wilde adquirió
renombre especialmente por el papel que desempeñó en los movimientos estético y decadente. Comenzó a llevar el
pelo largo y a desdeñar abiertamente los deportes llamados «masculinos». Asimismo, comenzó a decorar sus
cuartos en el College con plumas de pavo real, lilas, girasoles, porcelana erótica y otros objetos de arte. Su
comportamiento excéntrico frente a la norma masculina le costó que lo zambulleran en el río Cherwell además de
que le destrozaran sus cuartos (que todavía sobreviven como salas de alojamiento de estudiantes en el College). Sin
embargo, este culto se propagó entre ciertos segmentos de la sociedad hasta un punto tal que las actitudes
lánguidas, las vestimentas exageradas y el esteticismo en general se convirtieron en una pose reconocida.
El esteticismo en general fue caricaturizado en la opereta Patience (1881), de Gilbert y Sullivan. Patience tuvo tal
éxito en Nueva York que al empresario Richard D'Oyly Carte se le ocurrió la idea de enviar a Wilde a los Estados
Unidos a dar un ciclo de conferencias. La gira se organizó cuidadosamente, produciéndose la llegada de Wilde en
enero de 1882. Wilde afirmó tiempo después que había dicho en la aduana «No tengo nada que declarar sino mi
genio» («I have nothing to declare except my genius»), aunque no existen más pruebas de la época (además de la
propia afirmación de Wilde) de que dicha declaración se produjese. D'Oyly Carte se sirvió de esta gira de
conferencias de Wilde para preparar la gira de Patience por los Estados Unidos, asegurándose de que el público que
compraría las entradas estuviera al tanto de la personalidad de este personaje británico.
En 1879 Wilde comenzó a enseñar valores estéticos en Londres. En 1882 viajó a los Estados Unidos y Canadá a dar
un ciclo de conferencias. La crítica se ensañó con él (The Wasp, un periódico diario de San Francisco, publicó una
caricatura ridiculizando a Wilde y al esteticismo) pero, por otro lado, fue muy bien recibido en un lugar rudo como la
ciudad minera de Leadville, Colorado. De regreso en Gran Bretaña, trabajó como revisor para la Pall Mall Gazette de
1887 a 1889. Después de este período, se convirtió en el editor de Woman's World (Mundo femenino).
En el plano político, Wilde apoyaba un tipo de socialismo anarquista, exponiendo sus ideas en el texto El alma del
hombre bajo el socialismo.
Envuelto en un escándalo
En 1895, en la cima de su carrera, se convirtió en la figura central de un proceso judicial que consiguió escandalizar
a la clase media de la Inglaterra victoriana.4 Wilde había mantenido una íntima amistad con Lord Alfred Douglas
(conocido como Bosie). Al enterarse el padre de éste, el marqués de Queensberry, le dejó una nota a Wilde en el
club que frecuentaba: "To Oscar Wilde posing as a somdomite." (SIC) (Traducción aproximada: "A Oscar Wilde, que
alardea de somdomita"), con todo y error ortográfico. El escritor, animado por Bosie, denunció al marqués por
calumnias, esgrimiendo la "amoralidad" del arte como defensa.5 Sin embargo, el marqués de Queensberry termina
absuelto y en cambio se empieza un nuevo juicio, esta vez en contra de Wilde, por sodomía y grave indecencia.
Condenado a dos años de trabajos forzados en el juicio celebrado en mayo de 1895, salió de la prisión arruinado
material y espiritualmente. Su peripecia en prisión fue descrita en dos obras: De Profundis, escrita a principios de
1897, que es una extensa carta llena de resentimiento dirigida a Lord Alfred Douglas al final de su estancia en
prisión, y The Ballad of Reading Gaol, poema donde el ahorcamiento de un compañero sirve como excusa para
describir íntimos sentimientos sobre el mundo carcelario.
Tumba de Oscar Wilde. Père Lachaise en París.
Desengañado de la sociedad inglesa, en mayo de 1897 Oscar abandona definitivamente la cárcel. Pasó el resto de
su vida en París, y se traslada ese mismo día a un pueblecito costero al norte de este país, viviendo bajo el nombre
falso de Sebastian Melmoth. Allí, y de la mano de un sacerdote irlandés de la Iglesia de San José, dicen los rumores
que se convirtió al catolicismo, fe en la que supuestamente murió.
Después de la muerte
Su primer hijo, Cyril, falleció en la Primera guerra mundial, en mayo de 1915, como miembro de las filas británicas
que lucharon en Francia. El segundo, Vyvyan, sobrevivió a la guerra y se convirtió en escritor y traductor, publicando
sus memorias en 1954. El hijo de Vyvyan, Merlin Holland, ha editado y publicado muchos trabajos sobre su abuelo.
En 1950, durante el quincuagésimo aniversario de la muerte de Wilde, las cenizas de Robert Baldwin Ross (Robbie
Ross), crítico de arte, muy fiel amigo hasta la muerte de Oscar y que dijo ser su primer amante masculino, fueron
añadidas a su tumba en el cementerio Père Lachaise, donde descansan junto a las del escritor.[cita requerida]
Novelista, poeta, crítico literario y autor teatral de origen irlandés, gran exponente del esteticismo cuya principal
característica era la defensa del arte por el arte. Oscar Fingal O'Flahertie Wills Wilde nació el 16 de octubre de 1854,
en Dublín y estudió en el Trinity College de esa ciudad. De joven solía participar en las reuniones literarias
organizadas por su madre. Más tarde, siendo estudiante de la Universidad de Oxford, destacó en el estudio de los
clásicos y escribió poesía; su extenso poema Ravenna ganó el prestigioso premio Newdigate en 1878, y convirtió el
estilo bohemio de su juventud en una filosofía de vida. En Oxford, recogió la influencia de innovadores estéticos
como los escritores Walter Pater y John Ruskin. De carácter excéntrico, el joven Wilde llevaba el pelo largo y vestía
pantalones de montar de terciopelo. Su habitación estaba repleta de objetos de arte, como girasoles, plumas de pavo
real y porcelanas de china. Sus actitudes y modales fueron repetidamente ridiculizados en la publicación satírica
Punch y en la ópera cómica de Gilbert y Sullivan Paciencia. A pesar de ello, su ingenio y su talento le hicieron ganar
innumerables admiradores. Su primer libro fue Poemas (1881), y su primera obra teatral, Vera o los nihilistas (1882),
se representó por primera vez en Nueva York, ciudad en la que el autor se encontraba por entonces, de paso en una
larga gira de conferencias por los Estados Unidos. Tras ella, se estableció en Londres y, en 1884, se casó con una
mujer irlandesa muy rica, Constance Lloyd, con la que tuvo dos hijos. A partir de entonces, se dedicó exclusivamente
a la literatura. En 1895, en la cima de su carrera, se convirtió en la figura central del más sonado proceso judicial del
siglo, que consiguió escandalizar a toda la mojigata clase media de la Inglaterra victoriana. Wilde, que había
mantenido una íntima amistad con lord Alfred Douglas, fue acusado por el padre de éste, el marqués de
Queensberry, de sodomía. Se le declaró culpable en el juicio, celebrado en mayo de 1895, y, condenado a dos años
de trabajos forzados, salió de la prisión arruinado material y espiritualmente. Pasó el resto de su vida en París, bajo
el nombre falso de Sebastian Melmoth.
Entre sus primeras obras se cuentan dos colecciones de historias fantásticas, escritas para sus hijos, El príncipe feliz
(1888) y La casa de las granadas (1892), y un conjunto de cuentos breves, El crimen de lord Arthur Saville (1891). Su
única novela, El retrato de Dorian Gray (1891), es una melodramática historia de decadencia moral, que destaca por
su brillante estilo epigramático. Aunque el autor describe todo el proceso de la corrupción del protagonista y, a través
del sorprendente final, defiende la lucha contra la degradación moral, los críticos de su tiempo continuaron
considerándole un inmoral. Las obras teatrales más personales e interesantes de Wilde fueron las cuatro comedias
El abanico de lady Windermere (1892), Una mujer sin importancia (1893), Un marido ideal (1895) y La importancia de
llamarse Ernesto (1895), caracterizadas por unos argumentos hábilmente entretejidos y por sus ingeniosos diálogos.
A pesar de su escasa experiencia dramática, consiguió demostrar un talento innato para los efectos teatrales y para
la farsa, y aplicó a estas obras algunos de los métodos creativos que solía utilizar en sus restantes obras, como las
paradojas en forma de refrán inverso, algunas de las cuales han llegado a hacerse muy famosas: -Experiencia es el
nombre que cada uno da a sus propios errores- o -¿Qué es un cínico? Una persona que conoce el precio de todo y el
valor de nada-. En contraste con sus comedias, Salomé es una obra teatral seria acerca de la pasión obsesiva.
Originalmente escrita en francés, la estrenó en París en 1894 la reconocida actriz Sarah Bernhardt. Posteriormente,
el compositor alemán Richard Strauss compuso una ópera homónima basada en ella. Lord Alfred Douglas la tradujo
al inglés, en 1894, y el artista Aubrey Beardsley la ilustró. En la cárcel, Wilde escribió De profundis (1895), una
extensa carta de arrepentimiento por su pasado estilo de vida. Algunos críticos la han considerado una obra
extremadamente reveladora; otros, en cambio, una explosión sentimental muy poco sincera. La balada de la cárcel
de Reading (1898), escrito en Berneval, Francia, muy poco después de salir de prisión, y publicado anónimamente
en Inglaterra, es uno de sus poemas más poderosos. En él retrata la dureza de la vida en la cárcel y la
desesperación de los presos, con un lenguaje bello y cadencioso. Durante muchos años, el nombre de Oscar Wilde
sobrellevó el estigma impuesto por la puritana sociedad victoriana. En la actualidad, el artista que se esconde tras
ese nombre ha sido reconocido como un brillante crítico social, y sus obras mantienen una vigencia universal. En la
literatura en español su influencia se dejó notar en los escritores más esteticistas desde el español Ramón Gómez de
la Serna, pasando por el chileno Eduardo Barrios o el catalán Pere Gimferrer. El escritor y editor Ricardo Baeza ha
traducido casi toda su obra publicada, primero en España y después en Buenos Aires, donde se exilió durante la
Guerra Civil española. Se convirtió al catolicismo el 30 de noviembre de 1900, poco antes de morir de meningitis. ©
Textos:
De profundis (fragmento)El fantasma de Canterville (fragmento) El pescador y su alma (fragmento)
El príncipe feliz (fragmento) El retrato de Dorian Gray (fragmento) La balada de la cárcel de Reading (fragmento)
A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo
instante.
Un hombre puede ser feliz con cualquier mujer mientras que no la ame.
Las mujeres han sido hechas para ser amadas, no para ser comprendidas.
No hay nada como el amor de una mujer casada. Es una cosa de la que ningún marido tiene la menor idea.
No voy a dejar de hablarle sólo porque no me esté escuchando. Me gusta escucharme a mí mismo. Es uno de mis
mayores placeres. A menudo mantengo largas conversaciones conmigo mismo, y soy tan inteligente que a veces no
entiendo ni una palabra de lo que digo.
Lo menos frecuente en este mundo es vivir. La mayoría de la gente existe, eso es todo.
Si usted quiere saber lo que una mujer dice realmente, mírela, no la escuche.
La única ventaja de jugar con fuego es que aprende uno a no quemarse.
La experiencia no tiene valor ético alguno, es simplemente el nombre que damos a nuestros errores.
Uno debería estar siempre enamorado. Por eso jamás deberíamos casarnos.
Breve localización del autor en su época:
Destacó por su inteligencia y brillantez, y por su perfecta descripción de la aristocracia y la nobleza, podemos ver que
era admirado en ambos sectores, en los cuales se desenvolvía.
b) Breve biografía:
Nacido en Dublín en 1854, se formó en la universidad de esta ciudad y en la de Oxford, donde pronto comenzó a ser
famoso por su inteligencia e ingenio. Instalado en Londres y en París, viajó en varias ocasiones por Italia, Grecia y el
norte de África. Su brillantez y capacidad de expresión le llevó a cultivar varios géneros, dando muestra en todos
ellos de una extraordinaria calidad y capacidad creativa. Así, compuso poemas, obras dramáticas, novelas, ensayos
e incluso crítica literaria. Nacido en Dublín en 1854, se formó en la universidad de esta ciudad y en la de Oxford,
donde pronto comenzó a ser famoso por su inteligencia e ingenio. Instalado en Londres y en París, viajó en varias
ocasiones por Italia, Grecia y el norte de África. Su brillantez y capacidad de expresión le llevó a cultivar varios
géneros, dando muestra en todos ellos de una extraordinaria calidad y capacidad creativa. Así, compuso poemas,
obras dramáticas, novelas, ensayos e incluso crítica literaria. Ídolo de la nobleza, su amistad con Lord Alfred Douglas
está en el origen de su caída en desgracia. Ésta se produce en 1895, cuando es acusado de homosexualidad,
recayendo sobre él una condena de dos años de trabajos forzados. Tras salir de prisión, busca refugio en Francia,
sólo y sin apenas medios para sobrevivir. En 1900, después de tres años de abandono, se producirá su muerte en
París.
Obra: etapas y estilo.
Dictó una serie de conferencias en Estados Unidos sobre el escepticismo (1882). Continuando la línea iniciada por
Baudelaire, elaboró una teoría estética que propugnaba "el arte por el arte", lo que le puso al frente del movimiento
esteticista. En 1884 se casó con Constance Lloyd, matrimonio de corta duración pero del que nacerán dos hijos. En
1891 publicó dos de sus novelas más famosas, "El retrato de Dorian Grey" y "El crimen de Lord Arthur Saville". "El
abanico de Lady Windermere" (1892), "Una mujer sin importancia" (1893), "Un marido ideal" (1895) y "La importancia
de llamarse Ernesto" (1895). Durante su estancia en prisión, escribió el largo poema "De profundis" (1905) y "Balada
de la cárcel de Reading" (1898), en los que realiza un ejercicio de introspección y da muestras de su excelente hacer
en el género poético. Wilde destaca tanto por su calidad literaria como por su vida transgresora, más en una época y
lugar caracterizados por la más estricta moralidad y culto a la apariencia y las "buenas costumbres". Su proceso
sirvió de piedra de toque para medir la capacidad de la sociedad inglesa para adaptarse a los cambios.
Literariamente, sus piezas albergan un estilo brillante, de alta calidad estética y formal y una temática novedosa. El
retrato de sus personajes y de la sociedad está hecho con certera precisión, mostrándose a veces implacable. Otras
obras suyas son "La duquesa de Padua", "El ruiseñor y la rosa", o una ingente producción de artículos periodísticos
que vieron la luz tanto en Europa como en Estados Unidos, entre los que merece la pena destacar "Los modelos en
Londres", "Impresiones de Yanquilandia" o "La invasión americana".
3.ANÁLISIS DE LA OBRA:
Propósito del ensayo: El propósito de Oscar Wilde al escribir este ensayo es dar a conocer que sin mentira no hay
arte. Critica al realismo por representar la realidad, ya que para él no tiene ningún mérito y dice que con el paso del
tiempo una obra realista no será verosímil, es decir, no será creíble. Nos cuenta que el arte no representa la
sociedad en la que se da, sino al individuo y su capacidad para mentir. Para Oscar Wilde el propósito del arte es la
mentira, es decir, dar a conocer cosas bellas y falsas. Para Oscar Wilde donde no hay mentira no hay belleza, por
eso critica a la naturaleza y a la vida.
Problemas y temas que trata el autor: Oscar Wilde nos cuenta como el amor de la humanidad por la verdad hará
que las obras no sean creíbles con el paso del tiempo. Nos dice y demuestra que la naturaleza y la vida son
imitaciones al arte, por eso las rechaza, porque no son originales ni mienten.
Corriente de pensamiento: Acepta todas las corrientes artísticas que sean imaginativas y sobretodo que busquen
la mentira. Rechaza fuertemente sobre todo el realismo.
Tesis defendida por el autor: "La mentira, contar cosas bellas y falsas, es el objetivo propio del arte". Es decir, sin
mentira no hay arte. También defiende el arte abstracto.
Justificaciones de la tesis: El arte no se pasa de moda, y si nos guiamos por la sociedad en la que nos
encontramos o por la naturaleza, con el tiempo, la obra de arte será anticuada y arcaica, ya que la naturaleza no
progresa, siempre presenta la misma forma, y la vida cambia muy rápidamente.
f)Autores con los que discute el autor: No discute con ningún autor, sólo nos muestra la conversación de dos
amigos en la que Cyril, pone en tela de juicio algunas tesis de Vivian y este, al argumentárselas lo convence casi
siempre.
Enfrentamientos: Cyril no cree que la naturaleza ni la vida imiten al arte, pero ras varios ejemplos Vivian logra
convencerlo de que es así.
Coincidencias: Coinciden en que el artista hace ver al público el mundo como el lo ve y no como lo ven ellos.
Estilo del autor: Oscar Wilde nos presenta este ensayo en forma de diálogo entre dos amigos. El lenguaje es
bastante sencillo.
Temática: Es una temática original y bastante interesante, pues tiene mucha razón en lo que dice y muy poca gente
habla de estos temas.
b) Justificación del estilo utilizado: Utiliza ese estilo porque va destinado a receptores muy diversos, de ahí la
sencillez del lenguaje, y el diálogo lo ameniza bastante.
Opinión sobre la obra: Me ha gustado bastante porque el tema es muy original, pero hay trozos en los que se hace
un poco pesada de leer porque se repite bastante.
Oscar Wilde, víctima de la represión victoriana Introspección en la vida y obra de este gran personaje
Por Jorge Queirolo Bravo, escritor, historiador, periodista y crítico literario
Introducción
Hablar de Oscar Wilde es referirse a toda una institución de las letras inglesas, es hablar de un escritor grandioso
que en su tiempo fue un incomprendido al que injustamente se reprimió, por algo que en su momento las estrictas
leyes de la era victoriana consideraron un delito. Los “pecados” de Wilde hoy en día no serían tales y no pasarían de
ser más que una simple forma de vida, como tantas otras que coexisten en el amplio espectro social en el que
habitamos. Lo malo es que este literato tuvo la desgracia de nacer en un tiempo en que el puritanismo regía las
normas de una sociedad hipócrita y mentirosa, en la que vivir de acuerdo con sus ideales y deseos fue una opción
por la que tuvo que pagar muy caro. Demasiado. Pero la seudomoral de esos años no admitía deslices de ninguna
clase frente a sus reglas y, cuando éstos aparecían en la conducta de un individuo, el castigo de rigor no tardaba en
ser impuesto de la manera más drástica e inhumana posible. Eso fue lo que le pasó a Oscar Wilde.
Su vida
Irlandés de nacimiento, vino al mundo en Dublín en 1854 y su nombre completo fue bastante más largo de lo que
conocemos y estamos acostumbrados a oír: Oscar Fingal O`Flahertie Wills Wilde. Sus estudios los realizó en el
Trinity College de la capital irlandesa, donde fue galardonado con una medalla de oro debido a su extraordinario
dominio del griego clásico, siendo que contaba tan sólo con 20 años de vida. No cabe duda que sus intereses eran
diferentes a los de un joven común y corriente que tuviera su misma edad. Su madre fue una escritora, feminista y
activista política notable, que organizaba tertulias literarias a las que Wilde asistía. Posteriormente se trasladó a
Inglaterra y asistió al Madalen College, perteneciente a la Universidad de Oxford, destacando allí en el estudio de los
clásicos de la literatura y donde además escribió una buena dosis de poesía.
Los primeros premios y enemigos
Ya en 1878 ganó un concurso de mucha trascendencia, adjudicándose el premio Newdigate gracias a la
presentación de un poema tan largo como bueno. Su estilo bohemio de vida generó entonces muchas habladurías y
chismes en un medio tan conservador como el de Oxford. Su pelo largo, su modo estrafalario de vestir, sus gestos,
no gustaban a las poco tolerantes autoridades del establecimiento, para las que este estudiante seguramente
resultaba un revolucionario en potencia y de los peligrosos. En dicha universidad Wilde recibió sus primeras
influencias importantes en el campo de las letras, acogiendo en su creatividad un notorio aporte de los escritores
Walter Pater y John Ruskin, así como del pintor Whistler. Su actitud conductual no pasó desapercibida y no faltaron
los que aprovecharon las circunstancias para ridiculizarlo en un pasquín plagado de sátiras, así como en una ópera
cómica llamada “Paciencia”, obra de Gilbert y Sullivan. Estos desagradables tropiezos, ocurridos totalmente al
margen de su descollante desempeño académico, no fueron un obstáculo para que se titulara con honores a los 24
años de edad.
Su obra literaria
Pese a la polémica que suscitaba, Wilde no paró de ganar admiradores entre sus congéneres, que se sentían
identificados con su estilo rebelde y poco avenido con lo tradicional. En 1881 publica su primer libro “Poemas” y no
mucho después se estrena en 1882 una obra con la que debutó en el mundo del teatro: “Vera o los nihilistas”. La
primera representación tuvo lugar en un teatro de Nueva York, en el marco de una gira en la que el autor daba por
los Estados Unidos, para dictar una larga serie de conferencias en las que el tema principal fue la filosofía estética. Al
llegar a este punto, es irrebatible que Wilde ya era el poseedor de un carisma intenso que a la postre le daría fama y
distinción. De vuelta en Inglaterra, se radicó en Londres y contrajo matrimonio con Constance Lloyd, irlandesa al
igual que él y, poseedora de una fortuna bastante envidiable para los ambiciosos del vil metal llamado dinero. Con
Constance procreó dos hijos y simultáneamente encontró la tranquilidad suficiente como para dedicarse a lo que
verdaderamente lo apasionaba: escribir. Éste fue su oficio en lo venidero y gracias a ello pudo legar una obra que
hasta ahora es el deleite de todo auténtico amante de las letras. Al cabo de poco tiempo ya se había convertido en
una celebridad admirada, a veces ocultamente, por la intelectualidad de esa Inglaterra victoriana y tan conservadora,
en la que todo desvío de lo aceptado como “normal” era visto con malos ojos. A sus hijos Cyrill y Vyvyan dedicó dos
de los primeros textos que escribió: “El príncipe feliz” en 1888 y “La casa de las granadas” en 1892. Salió también un
libro de cuentos en el que éstos eran de extensión corta pero irremediablemente bien escritos: “El crimen de Lord
Arthur Saville” (1891). Wilde se caracterizó por su capacidad de escribir cuentos en los que pudo expresar en poco
espacio una idea, concentrando el argumento, sin dar lugar a que surja el más leve atisbo de tedio o aburrimiento,
plasmándolo con todos los elementos necesarios para darle sentido, tornándolo comprensible y además ameno. Su
ingenio también se dejó sentir con fuerza en el mundo del teatro y es así como dejó las siguientes obras: La duquesa
de Padua (1891), Salomé (1891), El abanico de lady Windermere (1892), Una mujer sin importancia (1893), Un
marido ideal (1895) y La importancia de llamarse Ernesto (1895). Haber destacado como dramaturgo no lo hizo muy
prolífico en el género novelístico, en el que solamente escribió un libro: “El retrato de Dorian Gray” (1891). En este
texto el personaje principal es corrupto e inmoral. Esta novela nos entrega un final sorpresivo y que en el fondo
expresa el clamor de Wilde en contra de la amoralidad e hipocresía reinante.
El político
En lo político manifestó ser proclive a una ideología claramente socialista. Dicha idiosincrasia de alguna manera fue
el detonante que junto a su homosexualidad desencadenó las desgracias que vinieron en lo posterior. Que un
irlandés se permitiera promover ideas socialistas en suelo británico y para colmo fuera homosexual y escritor, era
simplemente demasiado para los poderes fácticos que se sintieron en la obligación de silenciar a tan atrevido
personaje. Para ello escudriñaron su lado débil hasta dar con un pretexto que les vino como “anillo al dedo”, para
aniquilar a alguien que bien podía convertirse en una “piedra en el zapato”. Decir esto no es una nimiedad, adquiere
especial validez porque Wilde soñaba con la independencia de su Irlanda natal y asociaba dicha aspiración con que
se estableciera allí un régimen socialista, en los términos en que el idealizaba aquella ideología. También es
importante recalcar, que Wilde fue muy sensible a las espantosas condiciones de miseria en que se desenvolvía la
vida de la clase trabajadora, en los bajos fondos de un Londres imperial. Esto no fue una pose únicamente teórica,
pues en múltiples visitas se empapó de la realidad cotidiana de unos seres reducidos a un estado de pobreza
impresionante, a los que el sistema ignoraba olímpicamente. No obstante, sería un grave error confundir las
tendencias socialistas de Oscar Wilde con una propensión a los conceptos de marxismo totalitario propugnados por
Marx o Engels.
El “proceso”
No todo fue dulce en la existencia de Wilde y, en 1895 fue la víctima de una de las más hábiles farsas judiciales que
un hombre pudiera conocer. Se le acusó de sodomía con lord Alfred Douglas, un jovencito de clase alta que fue más
que un simple amigo para el escritor. El acusador fue el padre del “noble” e “inocente” muchacho, quien no dudó en
ejercer todas las influencias posibles en su calidad de marqués de Queensberry, para lograr que Wilde fuera
encontrado culpable, lo que efectivamente aconteció. El tribunal hizo caso omiso de la presión que ejercieron muchos
escritores del resto de Europa y lo sentenció a dos años de prisión y trabajos forzados, al cabo de los cuales éste se
encontraba física y anímicamente destruido. Bien vale decir, pese a la redundancia, que en este caso la justicia no
fue nada “justa” y menos aún imparcial. La mente envilecida de un juez anquilosado en lo pretérito y obsesionado
con una ética dudosa, pero que le permitía convivir armónicamente con los elementos de cierta aristocracia de rancio
abolengo carente de toda humanidad, pudo más que la razón y la verdad esgrimidas. La estadía de Wilde en una
infame prisión, en la que fue tratado con una dureza exenta de toda indulgencia, no pudo detener el ímpetu ni la
inspiración para seguir escribiendo y durante ese lapso salió uno de sus últimas obras, “De profundis”, la que revela
en cierto grado su arrepentimiento por lo que fue su vida anterior.
El ocaso en suelo francés
Una vez en libertad, no quiso seguir viviendo en Inglaterra, que para Wilde era el símbolo de la desdicha y la
infelicidad, y prefirió trasladarse al continente europeo, eligiendo París como sede de su residencia. Se quedó en
dicha ciudad bajo el amparo de un nombre falso, Sebastián Melmoth, seudónimo con el que se identificó en lo que le
quedaba de existencia terrenal. Tuvo el tiempo suficiente como para escribir una obra en la que habla de su triste
experiencia en prisión, La balada de la cárcel de Reading (1898), que es un alegato feroz en contra de las terribles
condiciones en que se desenvolvía el cautiverio de unos presos, sometidos a un sistema altamente represivo y poco
respetuoso de los derechos humanos. Wilde permaneció en la capital gala hasta morir de una meningitis y
completamente empobrecido en 1900, justo con el advenimiento de un nuevo siglo que aparentemente traía aires de
esperanza y mayor tolerancia. Fueron insuficientes los tremendos esfuerzos y procedimientos kafkianos desplegados
para acallar a esta gran voz, perseguida por aquellos que consideraron que sus ideas eran un atentado en contra de
sus intereses y, hoy en día Oscar Wilde goza del reconocimiento y aceptación que sus detractores infructuosamente
le negaron en vida.
BELLEVILLE es uno de esos barrios parisinos en los que a duras penas trata de sobrevivir el espíritu bohemio de
antaño. El precio de las viviendas y de los artículos de primera necesidad amenaza la supervivencia de artistas en
esta zona, como ocurre con el célebre Montmartre. Sin embargo, sus calles estrechas y empinadas, y las preciosas
vistas que ofrece de la ciudad hacen de él un lugar excelente para encontrar inspiración y rincones de lectura.
En el cementerio de este distrito reposa Oscar Wilde, maestro de la ironía, el ingenio y el humor. Al observar el
monumento que cubre sus restos, no puedo evitar recordar las peripecias que terminaron llevándolo hasta la capital
francesa donde, pobre y olvidado, dejó huérfanos a lectores de todo el mundo.
Si la homosexualidad aún despierta ampollas y malestar entre los más conservadores, hace cien años este
sentimiento rozaba el paroxismo. La perdición de Wilde fue un joven presumido y amante del lujo y de las fiestas,
llamado Alfred Douglas. Bosie, que así lo llamaba Oscar cariñosamente, abusó de su confianza y de su dinero hasta
que fue descubierto por su padre.
Oscar y Bosie
Douglas nació en Ham Hill House, Worcestershire, y fue educado en el Winchester College y en el Magdalen
College, Oxford (que abandonó sin graduarse). Conoció a Oscar Wilde en 1891 y pronto empezó una relación con él.
Cuando su padre, el marqués de Queensberry, descubrió la relación homosexual de su hijo, insultó públicamente a
Wilde con una violenta nota dejada en el club que el escritor irlandés frecuentaba. La nota, la tarjeta de visita del
Marqués, llevaba impresa la siguiente frase: "To Oscar Wilde posing as a somdomite." (SIC) (Traducción
aproximada: "A Oscar Wilde, que alardea de sodomita") Wilde denunció, acto seguido, a Queensberry por
difamación e injurias. La confrontación fue violentándose y algunos creen que Douglas animó a Wilde a enfrentarse
con su propio padre. Wilde a su vez fue acusado de "grave indecencia", un eufemismo de la época para referirse a la
homosexualidad pública o privada, por ello fue llevado a juicio, el cual perdió y se convirtió en uno de los mayores
escándalos de la sociedad de la época. Wilde fue encarcelado durante dos años. Cuando salió se fue a vivir con
Douglas a Nápoles durante tres meses y posteriormente vivió en París, donde murió en soledad.
La relación entre Alfred Douglas y Oscar Wilde fue recreada por el novelista español Luis Antonio de Villena en su
obra El charlatán crepuscular.
Una vida problemática
Douglas, ferviente racista, tradujo Los protocolos de los Sabios de Sión en 1919. Fue la primera traducción al inglés
de este famoso libelo escrito por la policía secreta zarista con la intención de difamar el pueblo judío. Los últimos
años de su vida abandonó dichas ideas y se convirtió al catolicismo romano abrazando el ala más conservadora del
Catolicismo. Tuvo una vida llena de juicios, en los que se alternaba como acusador y acusado. El más notorio fue el
que tuvo con Winston Churchill en 1923, en él Douglas fue hallado culpable de difamar a Churchill y fue sentenciado
a seis meses de cárcel. Douglas propagó el rumor de que Churchill había formado parte de una conjura para
asesinar a Lord Kitchener, el Secretario de Estado británico para la guerra. Kitchener murió el 5 de junio de 1916,
durante una misión diplomática a Rusia. Douglas dijo que nunca se recuperó de su dura experiencia en la cárcel.
Mientras estuvo en la cárcel, en una irónica burla del texto De profundis de Wilde, escribió el que es considerado su
mejor poema: In Excelsis que contiene 17 cantos. Como las autoridades no le dejaron salir de la cárcel con el poema,
se vio obligado a reescribirlo de memoria una vez fuera de la cárcel, aunque algunos dicen que esto no fue más que
una nueva treta de Douglas y escribió el poema por entero fuera de la rigurosidad carcelaria.
OSCAR WILDE: (Dublín, 6 de octubre de 1854 - París, 30 de noviembre de 1900)
Novelista y comediógrafo inglés. Fue hijo de sir William Wilde, célebre cirujano irlandés. Hizo sus estudios en el
Trinity College, donde obtuvo notas brillantes. Después, en el año 1874, estudió en Oxford, obteniendo un premio de
poesía.
OSCAR WILDE Y LORD ALFRED DOUGLAS: Alfred Douglas (1870-1945) consideraba a Oscar Wilde (1854-1900)
como la representación del éxito, la brillantez y el mundo artístico. Cuando se conocieron, Wilde no era muy atractivo,
se encontraba excedido de peso, fofo y tenia los dientes estropeados por el mercurio que había injerido para curar la
sífilis. Sin embargo, Oscar compensaba sus carencias con ingenio y una conversación brillante, en la que
abundarían comentarios como: «un cínico es alguien que conoce el precio de las cosas pero no su valor».
Alfred Duglas a quien llamaban Bosie, había sido acusado de no corresponder al amor de Wilde, de quien
aprovechaba su dinero y su generosidad. De igual manera, Alfred lo quiso a su manera y quizás su único error fue
ser demasiado joven. En 1891 se conocieron, Alfred apenas tenia 21 años mientras que Wilde 37. Juntos exploraron
el camino de la prostitución masculina en Londres durante la época victoriana. Al respecto Oscar Wilde comparaba
estas practicas con «cenar con panteras» aludiendo a su peligrosidad. En alguna ocasión, uno de estos chicos,
Albert Wood, se apoderó de algunas cartas que Wilde enviaba a Douglas y demandó una suma de dinero para
devolverlas. Alfred era un joven un tanto egoísta muchas veces propenso a las rabietas y otro tipo de escenas en
publico, las cuales irritaban a Oscar. Además tenia ojos azules y cara de niño. Incluso, absorbía la mayor parte del
tiempo de Wilde y le imposibilitaba escribir. Wilde disfrutó unos cuantos años de gloria, de 1892 a 1895, con el éxito
de obras como “El abanico de lady Windermere” o “La importancia de Llamarse Ernesto”. La vida de Wilde no fue
fácil, muchas veces parecía caminar hacia la autodestrucción, en el fondo vivia atormentado por su homosexualidad.
El escritor demandó en 1895 al padre de su amante, el marqués de Queensberry. El marqués presentó pruebas
referidas a la homosexualidad de Wilde (la cual era considerada un delito). A raíz de ello, Oscar fue sentenciado a
dos años de trabajos forzados por el crimen de sodomía. Sin embargo, tuvo la oportunidad de huir a Paris cuando se
supo que la sentencia le iba a ser desfavorable, pero, en contra de los consejos de sus amigos, no lo hizo.
Iniciación al sexo: La sociedad en la que vivio Wilde condenaba la homosexualidad, entonces, naturalmente, el
camino que tomaría Oscar seria el del matrimonio. Luego de tener varias novias, se casó en 1824 con Constance
Lloyd a los 29 años. Su esposa era una mujer bella y leal que intentó por todos los medios comprenderle. Con ella,
tuvo dos hijos que la estropearon por lo que él empezó a sentir horror ante cualquier contacto y la convenció para
que no tuvieran relaciones sexuales.
En 1886, la vida de Wilde cambió; le sedujo Robert Ross, un muchacho de diecisiete años que se convertiría en su
amigo incondicional hasta el final y en su albacea literario, y descubrió el placer y la alegría del sexo entre hombres.
PRUEBAS DE AMOR: esta carta de Wilde a Bosie habla por sí misma:
“Mi muchacho, Tu soneto es absolutamente delicioso, y es un portento que esos labios tuyos, rojos como pétalos de
rosa, hayan sido hechos tanto para la música o el canto, como para la locura de los besos. Tu alma delgada y áurea
camina entre la pasión y la poesía. Sé que Jacinto, al que Apolo tan locamente amó, fuiste tú en los días griegos”.
Durante su cautiverio escribió una bella carta a Bosie, De Pro fundis, que terminaba así: «Viniste a mí para aprender
el Placer de la Vida y el Placer del Arte. Acaso se me haya escogido para enseñarte algo que es mucho más
maravilloso, el significado del Dolor y su belleza. Tu amigo que te quiere, Oscar Wilde».
Al concluir su condena sólo consiguió producir una obra “La balada de la carcel de Reading”, basada en la historia
personal de un recluso que conoció allí, el cual había sido ejecutado por matar a su esposa. Wilde falleció en Paris
en 1900, su intento de reconciliación con Bosie no dio resultado...
SEXO COMPARTIDO: D. H. LAWRENCE y FRIEDA
David Herbert Lawrence (1885-1930) y Frieda von Richtofen (1879-1956) tuvieron un matrimonio lleno de pasión
desatada, violencia, sexo, infidelidad, homosexualidad y libertinaje, como una novela escandalosa más del autor de
El amante de lady Chatterley.
Lawrwence constituyó uno de los exponentes de la literatura inglesa del siglo XX. Creció en un pequeño pueblo
ingles, su padre era minero. Su obra se caracterizaba por contener escenas de sexo, pero también de ecologismo,
pacifismo y críticas a la civilización industrial. Debido a sus ideas y a su comportamiento extravagante fue marginado
por los intelectuales británicos. Incluso sus obras no le propiciaron ningun tipo de ganancia.
Lawrence conoció a Frieda, casada con un profesor de literatura, Ernest Weekly, en 1912 e inmediatamente se
hicieron amantes. Ella era de procedencia alemana, pariente del que sería as de la aviación alemana, Manfred von
Richtofen, el Barón Rojo.
Frieda era seis años mayor que el escritor, y poseía un largo historial sentimental: a los 19 años contrajo matrimonio
con Weekly. En 1907 se hizo amante del psicoanalista austríaco Otto Gross (amante de su hermana Else),
contemporáneo de Freud y Jung —que lo consideraban loco—, sostenía que «el único estado mental sano es la
inmoralidad sexual», y tenía un numeroso grupo de amantes con las que practicaba el sexo grupal. Frieda era su
amante preferida, su «pequeño caballo turco» (la llamaba así por su afición al sexo anal), su liberada «diosa del
sexo».
Lawrence obligó a Frieda a abandonar a su marido y a sus tres hijos. Se divorció en 1914. Durante la Primera Guerra
Mundial debieron exiliarse de Inglaterra, por el origen alemán de Frieda y el pacifismo de Lawrence. Luego se
casaron e iniciaron una vida casi nómada por todo el mundo.
Dos polos opuestos: Lawrence, alto, delgado y de aspecto siniestro, siempre estaba enfermo. Frieda era corpulenta,
atractiva y muy vital. La relación fue conflictiva y poco convencional. El endeble Lawrence golpeaba a su esposa y
era cruel con ella, pero se ocupaba de todas las labores del hogar, la mimaba y le servía habitualmente la comida en
la cama.
Teórico «del arte por el arte», sus bellas frases, llenas de ingenio, han dado la vuelta al mundo. Wilde ha dejado
algunas comedias ligeras, chispeantes, donde la risa recogió con frecuencia una severa crítica moral y social. Sus
versos pueden calificarse como técnicamente buenos. Sus cuentos, como «El fantasma de Canterville», son obras
en las que brillan la poesía, el humor y siempre sus estilo inconfundible, que algunos imitaron más tarde.
Lawrence estaba obsesionado con el sexo, sin embargo era prácticamente impotente y con fuertes tendencias homo
eróticas. Fomentó a su esposa a tener relaciones extramatrimoniales. Entre los amantes de Frieda se cuentan E. M.
Forster y Bertrand Russell. Frieda y Lawrence mantuvieron una relación cuadrangular con Katherine Mansfield y su
esposo John Middleton.
Por su parte, Lawrence tuvo algún escarceo con hombres y mujeres que previamente habían sido seducidos por
Frieda, pero su debilidad física siempre le impidió tener una vida sexual completa. Su vida se acabo tras sufrir de
tuberculosis.
RADIOGRAFÍA DE UNA RELACIÓN : El escritor odiaba a los homosexuales refinados y su obsesión se centraba en
los campesinos, los obreros, los soldados y las prostitutas. Soñaba con tener una relación triangular entre su esposa
y un hombre, con el que compartiría una vida activa practicando juegos y caza, que su estado de salud le impedía.
La relación entre Lawrence y Frieda queda perfectamente descrita en este párrafo de su biógrafa Catherine Carswell:
«A veces nos parecía que él había elegido una fuerza de la naturaleza —una fuerza femenina— más que a una
mujer individual. Para Lawrence, Frieda era —por turno— una brisa agresiva o sonriente, una lluvia curativa o una
enloquecida tempestad de estupidez, un sol radiante o un ataque indiscriminado de relampagueos. A veces se
odiaban. Había en ella cosas que lo escarnecían y lo enfurecían, cosas que nadie aguantaría. Pero en parte por esa
razón, ¡cómo la admiraba!».