cuerpos emotivos: un debate sobre la naturaleza y la

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PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la función de la expresión emocional María Paula Sabogal Serrano Enero de 2014

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Page 1: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

PONTIFICIA UNIVERSIDAD JAVERIANA

Cuerpos Emotivos:

Un debate sobre la naturaleza y la función de la expresión

emocional

María Paula Sabogal Serrano

Enero de 2014

Page 2: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

2

María Paula Sabogal Serrano

Estudiante de la Facultad de Filosofía

Cuerpos Emotivos:

Un debate sobre la naturaleza y la función de la expresión

emocional

Trabajo de grado para optar por el título de:

Filósofa

Dirigida por:

Miguel Ángel Pérez Jiménez

Pontificia Universidad Javeriana

Facultad de Filosofía Bogotá, 31 de enero de 2014

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3

He descubierto que la expresión es ist gut [está bien] es pronunciada

entre nosotros de cinco maneras diferentes y cada vez con un significado distinto,

que encima suele estar muchas veces determinado por una tercera magnitud variable:

la expresión del rostro. [93]

Lichtenberg, Aforismos

Page 4: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

4

Contenidos

Pág.

Introducción 7

Capítulo primero

Darwin y el expresivismo teológico de Ch. Bell 11

1. Darwin y la fisiognomía teológica de Sir Charles Bell 12

2. Las ideas de Charles Bell sobre la expresión emocional 23

3. Recapitulación y prospectiva 34

Capítulo segundo

El antiexpresivismo evolucionista de Ch. Darwin 38

1. El origen evolutivo de las emociones 39

2. Las funciones adaptativas de las expresiones emocionales 46

3. Recapitulación y conclusión 56

Capítulo tercero

El expresivismo evolucionista de los postdarwinianos 59

1. La función comunicativa de la expresión emocional 59

2. La función regulativa de la expresión emocional 71

3. Recapitulación y conclusión 80

Consideraciones finales 83

Bibliografía 88

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5

Introducción

El tema del presente trabajo es la naturaleza y la función de la expresión emocional.

En él se realiza la exposición de un debate específico respecto de este problema, haciendo

alusión al desarrollo y recepción de la obra de Charles Darwin, La expresión de las

emociones en los animales y en el hombre (1872). En el trabajo sepretende exponer,

clarificar y comparar una serie de posturas teóricas respecto de la naturaleza y la función de

la expresión emocional.

La investigación comprende tres fases. En primer lugar, consta de una exploración

bibliográfica respecto del surgimiento de la obra de Darwin sobre la expresión. Allí

encontramos que la motivación central para su elaboración, fue dar respuesta a la obra de

Charles Bell Essays on the Anatomy and Philosophy of Expression (1806), en donde este

último sostenía que la naturaleza de la emoción era de origen teológico y que su función

era, en el caso del ser humano, comunicar a otros las pasiones del alma. Para Bell, la

expresión había sido insertada inteligentemente en nosotros a través de una anatomía y una

fisiología especial del rostro, que nos confería una riqueza expresiva inigualable,

completamente ajena a la animal, y aprovechable especialmente en el campo estético.

Darwin, sin duda, debía de ser capaz de responder a estas ideas para poder lograr dar una

explicación acorde a su teoría biológica, incompatible con los supuestos teológicos y la

exclusividad anatómica admitida por Bell.

En la segunda fase del trabajo encontramos que, para Darwin, era necesario dar una

explicación alternativa acerca de la naturaleza y la función de la expresión emocional. Este

capítulo es un estudio, ya no del surgimiento de la obra de Darwin, sino de sus ideas sobre

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6

la expresión. Después de haber argumentado a favor de la continuidad filogenética entre los

animales en El origen de las especies (1989), y, de forma similar, a favor de la ascendencia

animal del hombre en El origen del hombre (1871), debía poder dar cuenta de la

continuidad de los comportamientos en seres humanos y animales, entre ellos, el

comportamiento expresivo. Con su libro sobre la expresión, Darwin pretendía cerrar su

obra argumentando que existe una continuidad respecto de la expresión emocional en el

caso de los animales superiores y en el hombre. La expresión, así, para Darwin, debía de

tener un origen natural dado por la selección natural y la herencia, y, por lo tanto, no podía

regirse bajo un principio teleológico. En su teoría de la expresión, utilizó tres principios

para explicar por qué se habían preservado los rasgos expresivos y por qué había

similitudes en casos interespecíficos. Concluyó, de esta forma, que la expresión, observable

también en el ser humano, había provisto a los animales de ventajas adaptativas en el

pasado, y, entonces, no era la comunicación su función. Así, Darwin estableció quela

naturaleza de la expresión emocional es exclusivamente adaptativa y no posee ésta una

función expresiva.

En la tercera fase del trabajo, nos basamos en una documentación bibliográfica más

amplia para comprender la actualidad de este debate. Para ello, siguiendo a Cornelius

(1996), nos basamos en el estudio de autores e investigadores que llamamos

posdarwinianos, esto es, autores contemporáneos que han utilizado las hipótesis

darwinianas para estudiar la expresión emocional. En ellos encontramos algo

profundamente interesante: estos estudios han logrado conciliar las conclusiones de los

antitéticos Bell y Darwin. Los estudios posdarwinianos comprenden la expresión desde su

naturaleza adaptativa, como lo hacía Darwin, pero recobrando la importancia de la función

expresiva, que tanto interesó a Bell. Otorgan a la expresión dos funciones distintas: una

función comunicativa, derivada de la utilidad que tiene para un organismo social la

comunicación de los estados internos y las percepciones del mundo, y que otros pueden

reconocer, y una regulativa, que permite pautas de interacción entre individuos

filogenéticamente próximos, tanto en casos de interacción no-lingüística, como lingüística y

mixta. Esto nos permitió concluir que los estudios posdarwinianos entienden la naturaleza

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7

de la expresión como adaptativa, siguiendo a Darwin, pero, siguiendo a Bell, le otorgan

funcionalidad expresiva a la misma.

La motivación de este trabajo se vio permeada por el interés en ahondar en la

riqueza pedagógica, moral y estética que tienen algunas explicaciones naturalistas de la

emoción. Rebatiendo los argumentos de autores como Robert Solomon (2007) o Martha

Nussbaum (2001), que consideran que las explicaciones naturalistas despojan por completo

a la emoción de su potencial educativo o ético, nos interesamos en investigar si esta era

realmente una consecuencia directa de una concepción naturalista de la emoción1.

Estudiando la obra de Darwin, quien no posee propiamente una teoría de la emoción pero sí

de la expresión, logramos entrever una posible ruta de trabajo para contrarrestar estos

argumentos. Gracias al trabajo de Darwin, y a los estudios posdarwinianos que rescatan

parte de las ideas de Bell, logramos comprender el gran potencial comunicativo, regulativo

y estético que posee una teoría naturalista de la emoción y la expresión emocional. Este

potencial que logramos entrever, es el primer paso para lograr desarrollar nuestra

motivación principal: el estudio del logro estético, pedagógico y moral de una teoría

naturalista de la emoción y la expresión emocional.

Procurando no marginar esta motivación, en este trabajo estudiaremos un debate

concreto respecto de la naturaleza y la función de la expresión emocional. Sin embargo,

hemos señalado al final de cada capítulo y, en las consideraciones finales, algunos puntos

que no forman parte del contenido temático del texto: la aplicabilidad o utilidad extra

teórica. Nos interesa señalar los alcances estéticos, pedagógicos y morales que tiene una

comprensión naturalista de la emoción y la expresión emocional, aunque esté fuera del

alcance del trabajo un desarrollo cabal de los mismos.

1 Al darle prioridad al cuerpo, al sentimiento y a las reacciones causales en los procesos

emocionales, estos teóricos consideran que las teorías naturalistas no le brindan al juicio y a la

razón un lugar importante dentro del fenómeno emocional. Esto hace que se ligue

irremediablemente la emoción con una serie de respuestas involuntarias e inevitables, que eliminan

la responsabilidad por nuestras acciones y nuestras emociones. Las teorías cognitivas consideran

que este elemento propio de las teorías naturalistas, hace que sea profundamente difícil

comprenderlas dentro de un marco de referencia ético o pedagógico. Para un análisis completo de

este debate Cf. Solomon, 2007; Prinz: 2009; Vendrel, 2009.

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Estas motivaciones inspiran el epígrafe, que hace referencia a la relación estrecha

entre comunicación y expresión emocional. También inspiran el dibujo de la portada, que

ejemplifica una idea de Charles Bell respecto de la relación entre la estética, la función y la

naturaleza de la expresión emocional.

Los alcances de esta tesis, que apenas señalamos hacia el final de los capítulos y en

las consideraciones finales, es increíblemente rico. Comprender la expresión emocional

como un aparato biológico que nos permite producir e identificar emociones

universalmente, y, a veces, incluso en casos interespecíficos, nos acerca a pensar la

interacción afectiva como algo profundamente natural y común, que nos liga

empáticamente unos a otros. También entenderla como una fuente rica de comunicación,

regulación y expresión voluntaria, nos permite comprender todo el potencial pedagógico,

moral y estético detrás de la expresión emocional. Lamentablemente, esta tarea supera los

límites de este trabajo y queda como deuda para un estudio posterior.

Este trabajo se inscribe dentro del proyecto Aspectos éticos de la teoría cognitiva de

la emoción de Robert Solomon, registro 00005515 de la Vicerrectoría de Investigación de la

Pontificia Universidad Javeriana, que se desarrolló como parte del trabajo del grupo de

investigación De Interpretatione. Filosofía y ciencia de la interpretación de la facultad de

filosofía.

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Capítulo primero

Darwin y el expresivismo teológico de Sir Charles Bell

El libro de C. Bell debería ser meditado por todo aquel que intente decir

algo sobre el rostro humano, por los filósofos tanto como por los

artistas, pues bajo una apariencia muy superficial y bajo el

pretexto de la estética, es uno de los más hermosos

monumentos de la ciencia de las relaciones

entre lo físico y lo moral.

Albert Lemoine, De la Physionomie et de la Parole

El tema del presente capítulo es la obra de Charles R. Darwin, La expresión de las

emociones en los animales y en el hombre (1872). El propósito es exponer y comentar los

motivos que tuvo Darwin para embarcarse en el estudio de la expresión emocional. Como

se verá, esta obra de Darwin responde al libro Essays on the Anatomy and Philosophy of

Expression (1806), del neurólogo escocés Sir. Charles Bell. En dicha obrase desarrolla (i)

una explicación científica de la expresión emocional, (ii) basada en unos supuestos

filosófico-teológicos sobre la naturaleza de la expresión y (iii) orientada por un propósito

estético que sustentan la función propia de la misma. Sostenemos que en la obra de Darwin

sobre la expresión, se discuten los supuestos filosófico-teológicos de Bell sobre la

naturaleza de la expresión emocional, se aprovecha parte de su explicación científica a

pesar de algunas críticas, pero se desatiende por completo al propósito estético, que deriva

de la funcionalidad que otorga Bell a la expresión emocional. Para desarrollar esta tesis,

dividimos el capítulo de la siguiente manera: en la sección uno presentamos el origen del

interés de Darwin en la expresión emocional; en la sección dos exponemos brevemente la

obra de Bell; y, por último, en la sección tres realizamos un balance general de la respuesta

de Darwin, balance que abrirá el contexto general del resto del trabajo.

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1. Darwin y la fisiognomía teológica de Sir Charles Bell

Para comprender mejor cómo y por qué fue escrita la obra de Darwin sobre la

expresión, expondremos tres tipos de motivos que contribuyeron a la maduración de las

ideas del autor sobre este tema en particular. En primer lugar, recogeremos algunos

aspectos biográficos y personales que llevaron a Darwin a interesarse en la expresión

emocional. En segundo lugar, explicaremos motivos teóricos internos de su teoría

biológica, que habían surgido a partir de las dos obras principales de Darwin, ya publicadas

para 1872, y en donde el problema de la psicología humana y animal empezaba a exigir un

estudio más detenido. Por último, en tercer lugar, presentaremos un motivo teórico externo

fundamental, que es la necesidad de refutar la explicación anatómica y filosófico-teológica

de Sir Charles Bell.

El estudio de la expresión emocional no formó parte de la preocupación principal de

Darwin durante la mayor parte de su carrera y fue siempre accesorio. Sin embargo, hoy en

día sabemos que desde muy temprana edad sentía un interés marcado por la observación de

animales domésticos, en especial pájaros y perros, que siempre se manifestó en sus

numerosas anotaciones al respecto (Darwin, 1997, p. 61). Aunque también se dedicaba a

hacer ciertos experimentos informales con animales domésticos y cautivos en el zoológico

de Londres, a medida que iba creciendo, empezó a sentirse fascinado por los

comportamientos innatos de niños pequeños y, durante muchos años, observó y realizó

anotaciones sobre conductas reflejas que no podían verse afectadas por influencia

asociativa o cultural. Pero es hacia 1839, tras el nacimiento de su primer hijo, William, en

donde Darwin comenzó a trabajar en un proyecto paralelo a su obra principal: a saber, una

documentación detallada de la expresión emocional y las acciones reflejas de su hijo, que lo

fascinaban por ser estas naturales e instintivas.

En el Ensayo sobre el instinto y Apunte biográfico de un niño (1877) Darwin dice

que los movimientos que William realizaba, como protegerse los ojos, dar un respingo o

fruncir el ceño, no podían ser provocados por la experiencia o la asociación de ideas, ya que

el niño contaba sólo con pocos días de nacido. Darwin notó la aparición de ciertas

emociones que se manifestaban de forma gradual a medida que el niño crecía, y suponía lo

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que este sentía gracias a las expresiones faciales y corporales que manifestaba (Cf. Darwin,

1983, p. 84). “Cuando tenía once meses, si se le daba un juguete inoportuno, lo apartaba

con la mano y lo golpeaba; presumo que el golpear era un signo instintivo del enojo” (p.

87). Darwin colma su ensayo sobre el instinto de ejemplos similares a este para mostrar la

cantidad de expresiones instintivas del niño que parecen ser un indicio de sensaciones y

emociones que experimenta aún a tan corta edad. Así, William se relajaba y sus ojos

brillaban cuando se acercaba a una fuente de alimento, lo cual era presumiblemente una

manifestación de una sensación de placer (p. 89); golpeaba objetos, fruncía el ceño y su

rostro enrojecía, lo que parecía indicar que estaba enojado (p. 87); abría grandes los ojos, se

sobresaltaba y lloraba ante un ruido o aparición repentina, lo cual podría significar que

sentía miedo (p.88).

Darwin empezaba entonces a convencerse de que la expresión humana era un

fenómeno muy similar al instinto, debido a su carácter innato y, además, común a otros

animales. De hecho, aquí el autor parece extender esta conclusión a la emoción misma y no

sólo a la expresión: “¿No podíamos sospechar que los vagos pero reales miedos de los

niños, que son bastante independientes de la experiencia, son efectos heredados de peligros

reales y supersticiones abyectas de los antiguos tiempos salvajes?” (p. 89). La hipótesis que

Darwin desarrolló a lo largo de este tiempo era que la expresión emocional no era exclusiva

de los seres humanos y que más allá de ser fruto de un diseño especial o del aprendizaje,

había evolucionado junto con el resto de características que compartíamos con los demás

animales.2

2En la actualidad, los hábitos y características conductuales de los animales suelen ser objeto de

estudio de la etología y la psicología comparada, por lo que no es de extrañar que suela considerarse

a Darwin como uno de los padres de estas disciplinas. Sin embargo, es interesante observar que W.

H. Thorpe menciona en su Breve historia de la etología (1979) que esta ciencia apareció en Francia

a finales del siglo XVIII y se utilizaba para referirse a los actores o mimos “que representaban el

carácter de una persona.”. Después de esto, empezó a ser utilizada por filósofos como John Stuart

Mill para referirse a “la ciencia de la formación del carácter” y, por último, llegó a acercarse a su

definición actual a través de la obra de C. G. Leroy La inteligencia y la afectabilidad de los

animales desde un punto de vista filosófico, con unas pocas palabras sobre el Hombre (1764).

¿Pero por qué entonces Darwin es considerado pionero en el estudio comparado del

comportamiento animal? Niko Tinbergen define la etología como “el estudio biológico del

comportamiento” (Tinbergen, 1979). Dice, entre otras cosas, que Darwin se consolidó como uno de

los precursores de la etología, pues incluyó el comportamiento como una de las propiedades

psicológicas de los animales, que debían ser parte de su teoría de la evolución. La selección natural

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Hemos llegado entonces al momento en donde la expresión se convierte en un

problema interno a la teoría biológica global de Darwin, el segundo de los tres motivos que

estamos reseñando. Su obra célebre, El origen de las especies por medio de la selección

natural, o la preservación de las razas favorecidas en la lucha por la vida (1859), fue sin

duda una de las obras más controversiales publicadas en el siglo XIX, pues enmarcó el

origen de todas las especies que conocíamos dentro de una explicación exclusivamente

naturalista. Las especies que podíamos ver eran todas producto de miles de años de

modificaciones graduales de grupos poblaciones específicos, que habían dado como

resultado individuos con una capacidad de adaptación sorprendente, pero variable. La teoría

de la evolución de las especies contribuyó a comprender el origen común de todos los

organismos vivos, cuyas variaciones debido al entorno, la competencia o el uso y desuso de

ciertos órganos, había dado origen a una increíble diversidad biológica.

Sin embargo, la mayor contribución de Darwin a la biología fue la introducción del

concepto de la selección natural a las teorías evolutivas pre-darwinianas como la de Jean

Baptiste Lamarck o Robert Chambers. La teoría de la evolución por medio de la selección

natural explica, no sólo que los individuos evolucionan con el tiempo, sino cómo y por qué

se heredan las características concretas que producen variaciones entre las especies:

La teoría se entiende de la mejor manera por medio de la idea de las variaciones en las

aptitudes heredables. La aptitud es, por decirlo de una manera llana, la disposición a

debía, entonces, aplicarse a las propiedades estructurales y funcionales de los organismos vivos,

esto es, no sólo a las estructuras morfológicas de sus cuerpos sino también a la totalidad de

funciones que comprenden estas distintas estructuras. En El origen del hombre (1871), Darwin

utiliza por primera vez la psicología comparada como método para comprender los diferentes

comportamientos emocionales que tienen los seres humanos. Por esta razón, al entender la conducta

expresiva como un problema de naturaleza biológica, La expresión de las emociones en los

animales y en el hombre marca el origen de los estudios de etología. Los hábitos, entendidos en esta

obra como base de uno de los principios generales de la expresión emocional, debían haber sido

entonces útiles si se querían incluir las características psicológicas como parte de la teoría de la

evolución por selección natural, y con ello demostrar la ascendencia animal del hombre. Sin

embargo, estudiosos como Tomás Ramón Fernández Rodríguez, traductor y comentarista de la obra

en castellano de La expresión de las emociones en los animales y en el hombre (1984), o Alan J.

Fridlund, autor de Expresión facial humana; una visión evolucionista (1999), consideran que la

expresión emocional no sirve a Darwin como argumento para defender su teoría evolutiva y que, de

hecho, la contradice. Sobre este último punto, se ahondará en el segundo capítulo.

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producir prole que pueda sobrevivir. Si los organismos difieren en aspectos que dan origen

a esta disposición -es decir, difieren en aptitud-, algunos dejarán más descendencia que

otros. Si la aptitud es heredable, y los rasgos que determinan la diferencia de aptitud son

transmitidos de padres a vástagos, los rasgos que revelan aptitud se tornarán más comunes.

Por lo tanto, la evolución por selección natural producirá clases particulares de cambios en

las poblaciones de organismos, cambios que tienden a un mayor predominio de los rasgos

de mayor aptitud. (Durpé, 2006, p. 34)

A partir de la cita podemos ver cómo los rasgos morfológicos aleatorios que brindan

ventajas adaptativas a los individuos, pueden convertirse en rasgos de la especie en tanto

que se heredan y progresivamente predominan en ciertas poblaciones. Lo anterior puede

comprenderse mejor a través del clásico ejemplo del cuello de las jirafas. Supongamos la

existencia de una manada de lo que serían los antepasados evolutivos de las jirafas,

llamémoslas proto-jirafas. Su principal característica es que tendrían el cuello corto y, por

ello, su principal fuente de alimento sería el forraje bajo de la sabana. Sin embargo, como

en todas las poblaciones de animales, en esta población de proto-jirafas los individuos

presentarían pequeñas variaciones morfológicas, en este caso, respecto del largo de sus

cuellos. Las proto-jirafas con cuellos más largos lograrían alcanzar las hojas de las ramas

altas, por ejemplo, de las acacias, lo que les permitiría acceder más fácilmente al alimento

en tiempos desfavorables, como una sequía, o dada la reducción de alimento gracias a la

competencia entre miembros de su propia especie, y de otras.3 Ya que las proto-jirafas con

cuellos más largos, tendrían mayores probabilidades de sobrevivir y reproducirse,

progresivamente empezarían a ser más abundantes individuos con cuellos largos, mientras

que los de cuello corto llegarían a extinguirse. De esta manera, el concepto de selección

3Se sabe que una de las ideas que más influenció a Darwin para incluir el concepto de selección

natural en su teoría de la evolución, fue la de “leyes de población” introducida por Thomas Malthus

en su Ensayo sobre el principio de la población, publicado por primera vez en 1798. Allí, Malthus

desarrolla la idea de que el crecimiento exponencial de la población humana es inferior al

crecimiento de los recursos, por lo que progresivamente, y de forma inevitable, quienes no tengan

acceso a esos recursos morirán de hambre o de alguna condición derivada de esta escasez. La ley de

Malthus establece que, al crecer la población en proporción geométrica, duplicándose cada

veinticinco años, y, al aumentar los recursos sólo en proporción aritmética y lineal, no hay forma

posible de alimentar a toda la población (Malthus, 1846, p. 8). Darwin trasladó estas leyes, que se

aplicaban a poblaciones humanas, hacia poblaciones específicas de animales a lo largo del tiempo,

ya que la ley de Malthus posee un gran valor explicativo respecto de los cambios poblacionales.

Así, la selección natural se establece gracias a la competencia en la obtención de recursos limitados

pues, al ser estos de menor cantidad que los individuos, los que posean ciertas características

ventajosas, tendrán más oportunidades de sobrevivir y dejar descendencia.

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natural ayuda a comprender por qué el cuello largo de las jirafas permanece tras miles de

años de evolución.

Hasta este punto, la teoría evolucionista de Darwin había sido revolucionaria pero

no escandalosa. La teoría de la evolución de las especies por medio de selección natural

llegó a su clímax teórico con la publicación de El origen del hombre y la selección en

relación al sexo (1871), en donde Darwin afirma que así como los animales inferiores

tienen un origen común entre sí, el hombre también forma parte de este proceso evolutivo,

que da como resultado diversas razas de seres humanos gracias a la selección sexual.

Entonces, además de poseer ancestros comunes con los demás animales, el ser humano

debía provenir, de hecho, de alguna forma inferior sujeta a la selección natural y en su

estadio más avanzado, a la selección sexual. Concluye esta obra diciendo:

La principal conclusión a la que aquí se ha llegado, y que actualmente apoyan muchos

naturalistas que son bien competentes para formar un juicio sensato, es que el hombre

desciende de alguna forma altamente menos organizada. Los fundamentos sobre los que

reposa esta conclusión nunca se estremecerán, porque la estrecha semejanza entre el

hombre y los animales inferiores en el desarrollo embrionario, así como en innumerables

puntos de estructura y constitución, tanto de importancia grande como nimia (los

rudimentos que conserva y las reversiones anómalas a las que ocasionalmente es propenso)

son hechos incontestables. (Darwin, 2009a, p. 800).

A través de la anatomía comparada, Darwin se dedicó a analizar las estructuras

físicas de los seres humanos respecto de las de los demás animales. Los embriones, por

ejemplo, en sus etapas iniciales, eran casi indistinguibles cuando se trataba de un bebé

humano o de un cachorro de perro o de simio, y muchos de los órganos se formaban de

igual manera en seres humanos y en peces o aves. De forma similar, la estructura de nuestro

esqueleto era increíblemente similar, a veces incluso idéntica, a la de algunos animales

inferiores con quienes compartíamos, por ejemplo, miles de enfermedades que

transmitíamos unos a otros o la capacidad para embriagarnos o sufrir de resacas (p. 6).

La comunidad científica de la época y la opinión pública en general, estaban

dispuestas a admitir que existían similitudes anatómicas y estructurales entre los diferentes

animales, incluyendo el hombre. Era evidente que poseíamos huesos, órganos y sistemas a

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veces incluso idénticos y que muchas de las reacciones ante estímulos eran

sorprendentemente similares en unos y otros. Sin embargo, la anatomía comparada no

podía dar cuenta de la evolución de ciertos mecanismos fisiológicos o de algo tan complejo

como lo eran las facultades mentales. Si Darwin quería que su teoría fuera consistente,

debía poder afirmar que, junto con las características morfológicas y anatómicas, las

facultades mentales y ciertos comportamientos también se heredaban y evolucionaban con

el tiempo gracias a la selección natural.4

El paso a seguir debía ser entonces, análogo respecto al método utilizado en El

origen de las especies. Si anteriormente la anatomía comparada había logrado señalar el

parentesco evolutivo entre los animales gracias a sus cuerpos, ahora, la psicología

comparada debía señalar un parentesco respecto de sus mentes. La primera parte de El

origen del hombre está dedicada a analizar la similitud de las facultades mentales que

compartimos con los animales, lo que le permitiría a Darwin establecer que las diferencias

4Lo que Darwin debía responder concretamente era cómo podían heredarse las facultades mentales

y de qué manera se veían influenciadas estas por la selección natural. Hacia 1837 empezó a

comprender la importancia de este tema tras leer el ensayo de Frédéric Cuvier “On the

Domestication of Mammiferous Animals”, en donde este naturalista francés señala que las

diferentes razas de animales domésticos pueden transformarse gracias al ejercicio de ciertos

comportamientos provocados (Richards, 1987, p. 90). En Los Cuadernos C y D (2009d), Darwin

comenzaba a desarrollar la idea de que los hábitos que un animal adopta para hacer frente a un

cambio del entorno, tras varias generaciones, lentamente se convierten en instintos que son,

básicamente, patrones innatos de comportamiento (p. 94). Así, si el comportamiento y el instinto,

tenidos aquí por facultades mentales, pueden ser heredados y son, de hecho, producto gradual de la

selección natural, Darwin lograría incluir tímidamente el resto de facultades mentales dentro de su

teoría. A pesar de no poder estar seguro de que las funciones del cerebro se correspondieran

necesariamente a su estructura, para él era suficiente lograr una explicación que lograra relacionar

al menos algunas funciones del cerebro, con las condiciones que permiten cambios evolutivos en las

especies:

Cuando movemos un músculo, el movimiento se convierte en algo habitual e involuntario. – cuando

un pensamiento es pensado muy a menudo, se vuelve habitual e involuntario, esto es memoria

involuntaria…Una recolección intencional de todo solamente por asociación, y la asociación es

probablemente un efecto físico del cerebro. (p. 96).

A pesar de lo problemático que parezcan estas aseveraciones, lo que pretendía lograr Darwin era la

consistencia entre la idea de la evolución a través de modificaciones morfológicas con la evolución

de las facultades de la mente y los rasgos del comportamiento. Al equiparar el comportamiento de

los animales, con el instinto, Darwin logra establecer que muchas otras facultades mentales pueden

operar como una “memoria inconsciente” que permite la continuidad de ciertos hábitos mentales

que pueden ser heredados.

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anatómicas y psicológicas entre ellos y nosotros eran de grado y no de tipo. Cuando Darwin

comparó las facultades mentales, como el instinto, la inteligencia, el razonamiento, el dolor

o el placer, rápidamente llegó a un punto en donde se encuentra con que las emociones

también parecen ser compartidas. Como nosotros, dice Darwin, los animales superiores

también sienten terror, timidez, rabia e incluso amor, y la forma en la que expresan estas

emociones es increíblemente similar a la nuestra:

El terror actúa sobre ellos de la misma manera que sobre nosotros, causando que los

músculos tiemblen, el corazón palpite, los esfínteres se relajen y que el pelo se erice. […]

Todo el mundo sabe lo propensos que son los animales a la cólera furiosa, y cuán

fácilmente la demuestran. […] Vemos muestras de amor materno en el más nimio detalle.

(p.87 -88).

Como vemos, la expresión de las emociones era un ejemplo excelente de cómo

anatomía y psicología podían verse relacionadas A pesar de que las observaciones de

Darwin sobre la expresión emocional fueran casi marginales respecto al resto de sus

estudios, hacia 1837 comenzó a recopilar sus notas y decidió publicarlas en una obra

independiente ya que eran muy numerosas para ser incluidas en El origen del hombre. En

1872, cuando al fin decidió publicar La expresión de las emociones en los animales y en el

hombre, Darwin contaba con suficientes elementos para cerrar con broche de oro su teoría

de la evolución, y así, lograr asestar un duro golpe contra las ideas que recorrían el

ambiente intelectual de la época respecto al origen y naturaleza de la expresión emocional

humana, lo que nos lleva a la última motivación de Darwin para escribir su obra, siendo

esta tal vez la menos conocida.

En una carta que escribió a Alfred Russell Wallace en marzo de 1867, Darwin

menciona a su amigo, respecto de su nueva obra, que:

El tema es, creo yo, más curioso y más susceptible de tratamiento científico de lo que usted

parece dispuesto a admitir. Quiero, de cualquier modo, trastocar el punto de vista de Sir C.

Bell…de que ciertos músculos le han sido otorgados al hombre únicamente para que pueda

revelar a los demás hombres sus sentimientos. Quiero tratar de mostrar cómo han surgido

las expresiones.5

5Texto original: “The subject is, I think, more curious and more amenable to scientific treatment,

than you seem willing to allow. I want anyhow to upset Sir C. Bell's view, given in his most

interesting work ‘the anatomy of Expression’ that certain muscles have been given to man solely

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Como se aprecia en la cita, la intención manifiesta de Darwin con la publicación de

su obra sobre la expresión es responder a las ideas de Sir Charles Bell que primaban en la

compresión de la expresión y la anatomía humana general de la época, a pesar de que en la

introducción de La expresión de las emociones en los animales y en el hombre fuese mucho

más sutil en su apreciación de los trabajos del anatomista y neurólogo escocés.6 La obra de

Bell aparece varias veces mencionada en la introducción del libro de Darwin, y es tenida

como uno de los trabajos que merecen mayor consideración. Sin embargo, la contundencia

de la cita radica en que pone de manifiesto el interés de Darwin en responder a dos

argumentos contra los que se enfrenta en su teoría general y en su libro concreto sobre la

expresión:

(i) Un argumento anatómico: que existen músculos faciales exclusivamente

presentes en el rostro humano dada su naturaleza creada.

(ii) Un argumento fisiológico: que dichos músculos tienen una función

exclusivamente expresiva.

En la introducción a esta obra, Darwin menciona que los trabajos escritos hasta el

momento de la publicación de la misma habían sido insuficientes para su investigación,

pues se referían principalmente a análisis fisiognómicos de la expresión emocional.7 La

obra de Le Brun y Petrus Camper aparecen como notables obras antiguas con agudas

that he may reveal to other men his feelings. I want to try and show how expressions have arisen.”

Darwin, Charles. Carta a Alfred Russell Wallace. 12-31 Marzo 1867. Darwin Correspondence

Project. Web. 30 mayo 2012. <http://www.darwinproject.ac.uk/entry-5440>.

6En su autobiografía de 1887 escribe: “Durante el verano del años siguiente, 1840, leí la admirable

obra de Sir C. Bell sobre las expresiones, y ello acrecentó considerablemente mi interés en el tema,

si bien no podía estar en absoluto de acuerdo con su convicción de que diversos músculos habían

sido especialmente creados para la expresión.” (Cf. Darwin, 1997, p. 135). 7 La palabra fisiognomía proviene del griego φυσιογνωμονια (φυσιο-naturaleza, γνωμονια- juzgar o

interpretar) que significa “el arte de juzgar por el semblante o aspecto físico”. En piscología la

fisiognomía es el estudio del carácter a través del aspecto físico o la fisonomía de un individuo

(RAE). La fisonomía o fisionomía, por su parte, proviene del latín physiognomĭa que se refiere al

aspecto particular del rostro de una persona. A pesar de que ambas palabras suelen usarse

indistintamente, al ser los estudios de los autores trabajados de carácter científico, en adelante

adoptaremos la palabra fisiognomía para referirnos al estudio de la psicología y el carácter a través

de la expresión facial y corporal. Consultar la Storia della fisiognomica, arte e psicologia da

Leonardo a Freud de Flavio Caroli.

Page 18: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

18

observaciones sobre el tema pero sin mayor impacto en las conclusiones darwinianas. Sir

Charles Bell aparece como el primer referente contemporáneo de Darwin, a quien el

naturalista otorga especial atención gracias a sus descubrimientos en fisiología y a la

descripción detallada de los movimientos musculares que ocurren en ciertas expresiones

emocionales. A pesar de dedicar gran parte de su libro a combatir los presupuestos de Bell

sobre el origen de la expresión, Darwin atesora muchas de las descripciones y

observaciones anatómicas que describe con sumo cuidado el anatomista escocés.

Para Darwin, las observaciones técnicas de Bell son, en su mayoría, importantes y

correctas, y destaca principalmente sus descubrimientos respecto a la relación del sistema

respiratorio con la expresión emocional (Darwin, 1999, p. 36). También reconoce el valor

de las observaciones de Bell respecto de las funciones del sistema circulatorio, que actúa

para estimular ciertas reacciones o proteger partes concretas del cuerpo. Por ejemplo,

reconoce con Bell, que las contracciones involuntarias de los músculos, especialmente de

aquellos alrededor de los ojos (Orbicularispalpebarum, Corrugatorsupercilii y

Pyramidalisnasi), durante esfuerzos respiratorios violentos, sirven para proteger a estos

delicados órganos de la presión sanguínea (Ver Figura 1).Sin embargo, Darwin encuentra

problemas técnicos en las observaciones de Bell, principalmente porque este último

consideraba que existía una amplia gama de músculos creados específicamente para la

expresión emocional en el rostro humano, tesis que Darwin no estaría dispuesto a admitir.

El naturalista discrepa con varias de las conclusiones que Bell extrae de este

presupuesto, como que a causa de esto, los animales poseen una capacidad expresiva

notablemente inferior a la del hombre (Bell, 1806, p. 60), sobre el control voluntario de

ciertos músculos (p. 42), y sobre que el músculo responsable del ceño fruncido

(corrugator) es exclusivo de los seres humanos (p.71).8 De esta forma, si Darwin quería

cuestionar los argumentos anatómicos y fisiológicos sostenidos por Bell, debía ser capaz de

mostrar la continuidad de los músculos en hombres y animales, y la función que la

expresión emocional cumplía dentro del marco de la teoría de la evolución.

8Ver Ekman 1999b, p. 8.

Page 19: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

19

Figura 1.1. Los músculos faciales. Diagrama de Jakob Henle tomado de la introducción del

libro de Darwin sobre la expresión.

Para Darwin, Bell no lleva sus observaciones tan lejos como hubiese podido. A

pesar de hacer un análisis exhaustivo de los músculos presentes en la expresión emocional,

que en su mayor parte Darwin estaba dispuesto a seguir, Bell no logra explicar

suficientemente el origen propio de la expresión y las particularidades de cada una de las

expresiones:

No intenta explicar por qué diferentes músculos son puestos en acción bajo ciertas

emociones; por qué, por ejemplo, cuando una persona sufre pena o ansiedad, los extremos

interiores de las cejas se alzan y los ángulos de la boca descienden. (Darwin, 1999, p. 36.).

Page 20: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

20

Aunque por el momento no se expondrán las tesis de Bell, el problema de fondo

consiste en que la explicación que este da a la pregunta por la expresión, se limita a exponer

cómo y cuándo funcionan los músculos bajo ciertos influjos de la mente, como emociones,

sensaciones e impresiones, y qué ocurre en el rostro humano al presentarse estos

movimientos. En la introducción a la tercera edición de La expresión de las emociones en

los animales y en el hombre, Paul Ekman señala que “Darwin también lidió con estas

[preguntas], pero fue uno de los primeros, y, durante mucho tiempo, el único científico que

se preguntó por el “por qué”: ¿por qué se producen las expresiones de una forma

particular?”(Ekman, 1999b, p. xxiv).9

La relevancia de la pregunta por el porqué de la expresión emocional, cobra sentido

si situamos esta obra de Darwin dentro de la discusión general acerca del problema del

origen del hombre y la teoría general de la evolución de las especies. Darwin debía, si

quería ser fiel a la idea que venía persiguiendo, probar a Bell ya los abanderados de la

teología natural, que los músculos de la expresión tienen algún otro uso que nos relacionara

con el resto del mundo natural y, en concreto, con los animales inferiores. La intuición de

Darwin era que no existían argumentos anatómicos o fisiológicos, que demostraran

anatomía y fisiología exclusiva respecto del resto de los animales. Esto es, que la naturaleza

de la expresión era biológica y que su función no era la expresión. Su idea era señalar:

(i) Respecto del argumento anatómico: que no existen músculos exclusivos del

rostro humano, dada la naturaleza biológica de la expresión.

(ii) Respecto del argumento fisiológico: que los músculos que sirven para la

expresión tienen alguna otra función o, de hecho, pueden ser accesorios e

inoperantes.

Si Darwin podía demostrar otro propósito, uno más práctico, para esos músculos faciales,

un propósito que nos vinculara claramente con el resto de la naturaleza, él podría debilitar el

9Texto original: “Darwin also deals with these, but he was one of the first and for a long time the

only scientist, to ask the ‘why’ question: Why do expressions occur in a particular form?”

Page 21: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

21

argumento de Bell y otros teólogos naturales, y consolidar el caso de la expresión como un

producto de la evolución. (Ekman, 1999, p. 8)10

2. Las ideas de Charles Bell sobre la expresión emocional

Una vez ha quedado claro que el principal motivo de Darwin para responder a la

obra de Bell, es darle robustez interna a su teoría biológica, podemos entrar a presentar los

pormenores de los argumentos del anatomista escocés. La obra que impactó tanto a Darwin

se titula Essays on The Anatomy of Expression in Painting. Bell La publicó en 1806 bajo

este título y contenía todos los resultados de los acercamientos a la expresión emocional

que había realizado hasta ese momento.11

Con ella, Bell vinculó dos grandes intereses que

marcaron su carrera: la anatomía y el arte. Durante toda su vida, sintió gran pasión por el

dibujo y desde los dieciocho años comenzó a realizar bocetos de anatomía humana y

animal, lo que motivó en gran parte la realización de su obra sobre la expresión (Cf I.S.L

Loudon, 1982, p. 1795). Bell se formó como cirujano y anatomista, pero siempre incluyó

en sus cursos sus dos pasiones, explicando anatomía a sus estudiantes a través de sus

dibujos y enseñando a dibujar a través del estudio anatómico del cuerpo.

En la “Advertencia” a la primera edición de los Ensayos Bell anuncia tres

propósitos respecto de su tesis anatómica:

10Texto original: “If Darwin could demostrate another, more practical purpose for such facial

muscles, a purpose that clearly linked us to the rest of nature he would weaken Bell’s and all other

natural theologians’ arguments and strengthen the case of expression as a product of evolution.” 11

La obra fue reeditada en al menos dos ocasiones, una en 1824 con más precisiones en el texto

pero menos dibujos, además de un relevante cambio en el título, añadiéndole un carácter filosófico

y reduciendo el énfasis en la pintura: Essays on the Anatomy and Philosophy of Expression; y otra

postumamente en 1893 en donde se eliminó la referencia ensayística en el título pero recuperó su

acento estético al hacer un nuevo y último cambio en el título: The Anatomy and Philosophy of

Expression: As connected with the Fine Arts. Karl Bühler en su Teoría de la expresión sostiene que

existe una tercera edición de 1844 y una cuarta de 1847, con lo que la de 1893 vendría siendo una

quinta edición; sin embargo estas parecen ser reimpresiones de ediciones anteriores. La edición de

1847 que Bühler utiliza, es realmente la misma de 1824 pero con un apéndice de Alexander Shaw,

colaborador de Bell, que recibió el encargo de escribir de nuevo un capítulo inédito que el escritor

había bocetado antes de morir, titulado “On the nervous system”.

Page 22: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

22

Su deseo [el del autor] es demostrar la importancia y los usos de la anatomía; multiplicar los

motivos del cultivo de esta ciencia; mostrar cuán interesantes son las deducciones que pueden ser

recogidas de la contemplación de la estructura animal. (Bell, 1806, p. vi).12

Con esta cita, es claro que el marco de referencia de la exposición de Bell es el de la

anatomía comparada. A través del estudio de la estructura de los cuerpos, es posible la

comprensión de las funciones de cada una de sus partes y de las diversas aplicaciones que

esta comprensión puede acarrear. Para Bell, además de este interés divulgativo médico y

científico, el estudio de la anatomía humana y animal posee un profundo impacto en la

pintura, la escultura y el arte en general. El propósito estético del libro era servir como guía

a los artistas para representar adecuadamente la expresión de las pasiones en sus obras, y

así lograr el efecto deseado en los espectadores. Sin embargo, en muchos apartes del libro y

en el prefacio a la segunda edición puede observarse que los estudios de Bell tenían un

alcance mucho mayor; este contenía un rico análisis de la expresión como problema

filosófico que sin duda marcó el camino del estudio de la emoción en años posteriores. Así,

la obra de Bell sobre la expresión es una obra compleja con pretensiones artísticas,

anatómicas y filosóficas, que tuvieron una notable influencia.13

A partir de lo dicho, podemos sostener que el libro de Bell incluye un proyecto de

tres dimensiones.

(i) Un propósito estético, que se deriva de su interés principal por dar sustento a las

obras artísticas a través de la anatomía aplicada y en donde se hace manifiesta la

función que da a la expresión emocional.

(ii) Un supuesto filosófico, que incluye presupuestos propios de la teología natural

sobre la naturaleza de la expresión emocional.

12

Texto original: “His wish is to demonstrate the importance and the uses of anatomy; to multiply

the motives for the cultivation of the science; to show how various and how interesting-are the

deductions which may be drawn from the contemplation of the animal frame.” 13

Su descubrimiento de la parálisis facial periférica, o parálisis de Bell, fue sólo uno de sus

muchos aportes al campo de la medicina. Cabe destacar, también, el impacto directo que

tuvo en pintores y artistas de su época como lo fueron William Turner, John Constable,

Édouard Manet, Paul Cézanne, Claude Monet o Pierre-Auguste Renoir (Rose, 2006, p.

287).

Page 23: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

23

(iii) Una explicación científica, que es el contenido principal del texto, y cuyas

premisas sirvieron a Darwin para enriquecer sus observaciones técnicas sobre la

expresión.

Respecto del primer punto, Bell observaba que, en una tendencia por regresar a la

estética clásica, los artistas, en especial los pintores y los escultores, imitaban las

expresiones, posturas y semblantes que la literatura y el arte greco-romano ensalzaban. En

consecuencia, la anatomía representada era un reflejo de aquellos ideales clásicos de virtud,

poder e incluso divinidad, pero carecían de una comprensión anatómica acorde con las

posturas y aspectos naturales del cuerpo: “[E]sas formas ideales casi nunca pueden ser

transferidas a la representación del cuerpo humano; y un artista moderno que

indiscriminadamente siga este modelo, aplica erróneamente las más nobles lecciones de su

arte.” (Bell, 1824, p. 195)14

. Entonces, si el artista clásico representaba la virtud, pues le

interesaba transmitir ideales morales; el artista moderno debía representar el cuerpo, fiel a

su idea anatómica del mismo, cuya comprensión se facilitaba gracias a las herramientas que

le podían brindar la medicina y la ciencia.15

Así, gracias a esa ciencia moderna, la anatomía se había convertido en una ciencia

objetiva, capaz de explicar la estructura, relación de los diferentes componentes de los

cuerpos. Existe, según el naturalismo y la estética propios de la época, una forma objetiva

de representar el cuerpo humano y la obra de Bell se entiende mejor en este contexto. Esto

se debe, en parte, al estudio de la anatomía como una ciencia que aplicaba a todos los seres

humanos y a los animales, sin importar las distinciones accidentales de sus cuerpos. Había,

de hecho, una forma auténtica del cuerpo humano, y lo demás eran simples imperfecciones

de la naturaleza (Honderich, 2005, p. 644). Entonces, la naturaleza sigue una lógica que

brinda una cierta regularidad a los cuerpos y a los objetos, y es el Creador quien establece

14

Texto original: “But those ideal forms are scarcely ever to be tranferred to the representation of

the human body; and a modern artist who idiscriminately follows such a model, misapplies the

noblest lessons of his art.” 15

Lo que está a la base de esta triple relación es la idea de que entender el cuerpo humano es

entender el arte, la filosofía y las leyes de la naturaleza. Existe pues, una unidad entre la

comprensión metafísica del mundo, la comprensión científica y filosófica del mismo, y los ideales

del arte. (Caroli, 2012, p. 223-229).

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24

relaciones necesarias entre el cuerpo, sus facultades y los objetos que se presentan en el

mundo. La naturaleza de los cuerpos y sus funciones estaban dadas entonces gracias a la

Creación Divina. Esta idea propia del mecanicismo dominante de la época, suponía un Dios

universal que actuaba de una forma perfecta y constante, y que definía su Creación por

leyes fijas que aplicaba a todo el universo. Dios había dejado de definirse por su

providencia, amor y milagros, como lo definía la teología medieval, y había pasado a

convertirse en un Dios del cual podía comprobarse su existencia a través del análisis

racional y empírico de su Creación (Applebaum, 2000, p. 772). Esta idea es la base de la

segunda dimensión que estamos reseñando.

Al ser esta lógica que brinda regularidad a los cuerpos aplicable a todas las

criaturas, estas se encontraban diseñadas según la perfección que el Creador había impreso

en ellas, siendo el ser humano la obra más perfecta de la creación divina. Entonces, las

emociones y la expresión de las mismas, pasaban a ser parte de este gran aparato que tenía

como base la voluntad de Dios:

Él ha cultivado en cada ser inteligente, emociones que apuntan a Él, afectos con los cuales

nos sentimos atraídos a Él y los cuales descansan en Él como su fin. En la mente del

esclavo más rudo, abandonado a la educación de los meros elementos que lo rodean, los

sentimientos que desarrolla lo llevarán a un Padre y Creador. Estos sentimientos no pueden

atribuirse a ninguna fuente, son universales y no podemos deshacernos de ellos.(Bell, 1824,

p. 16).16

Pero todos estos sentimientos que Dios había impreso en nuestra constitución,

serían obsoletos en la vida mundana sino podían ser desplegados en un cuerpo concreto.

Por lo tanto, Él había creado también toda una maquinaria perfecta capaz de sentir y

expresar en un cuerpo cuyas partes estaban dispuestas de tal forma que ninguna de ellas

fuera obsoleta. El cuerpo humano, como parte de la totalidad de la creación, exhibía la

inteligencia divina y la perfección de los sistemas presentes en la naturaleza. Fuera a través

16

Texto original: “He has raised in every intelligent being emotions that point to him, affections by

which we are drawn to him, and which rest in him as their end. In the mind of the rudest slave, left

to the education of the mere elements around him, sentiments are developed which lead him to a

parent and creator. These feelings cannot be traced to any source, they rise spontaneusly, they are

universal, and not to be shaken off.”

Page 25: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

25

del escalpelo o del pincel, el ser humano debía conocer, honrar y representar la maquinaria

de los cuerpos de la forma más auténtica posible.

Entonces, señala Bell, la única autoridad que debían reconocer los artistas, era la de

la naturaleza. Conocer a fondo cómo era la naturaleza de la expresión, cómo se

relacionaban los músculos y los huesos, cómo se producían los gestos y cómo se gestaban

los movimientos que expresaban una u otra emoción, era importante para que la obra del

artista tuviera la riqueza suficiente que exigía una estética fiel a la naturaleza del cuerpo

humano17

. Para Bell, la pintura ya no debía limitarse a reproducir posturas o posiciones sino

que debía contener y transmitir la sensación de movimiento. La acción de los músculos era

vital para la comprensión de la totalidad de la expresión o del carácter que quisiera

imprimir el artista a su obra, después de todo era la motio lo que daba vida y dirección tanto

a los cuerpos, como a las obras artísticas.18

Respecto de la expresión, la anatomía servía

para examinar el aparato por medio del cual “la mente expresaba la emoción” (p, 96), lo

cual debía ser representado correctamente si se quería lograr una reproducción adecuada de

las actitudes, semblantes, movimientos y sentimientos que querían ser comunicados a

través del arte.

17

Bell presupone una concepción del arte como representación, lo que supone que el criterio de

estimación del arte se basa en el grado de aproximación entre que se logre entre lo que se representa

y la obra de arte misma. Si bien el tema no nos concierne en ese trabajo, y esta tesis puede o no ser

aceptada, para Bell el cuerpo es un criterio para la pintura. Lo que está a la base de este criterio es

que la anatomía es aplicable en muchos lugares y ciencias, pues esta tiene muchas funciones. Una

de ellas es la de mejorar el arte. 18

La idea de que el movimiento está intrínsecamente ligado con la vida lo encontramos ya en

Aristóteles: “Algunas cosas son por naturaleza, otras por otras causas. Por naturaleza, los animales

y sus partes, las plantas y los cuerpos simples como la tierra, el fuego, el aire y el agua —pues

decimos que éstas y otras cosas semejantes son por naturaleza. Todas estas cosas parecen

diferenciarse de las que no están constituidas por naturaleza, porque cada una de ellas tiene en sí

misma un principio de movimiento y de reposo, sea con respecto al lugar o al aumento o a la

disminución o a la alteración. Por el contrario, una cama, una prenda de vestir o cualquier otra cosa

de género semejante, en cuanto que las significamos en cada caso por su nombre y en tanto que son

productos del arte, no tienen en sí mismas ninguna tendencia natural al cambio; pero en cuanto que,

accidentalmente, están hechas de piedra o de tierra o de una mezcla de ellas, y sólo bajo este

respecto, la tienen. Porque la naturaleza es un principio y causa del movimiento o del reposo en la

cosa a la que pertenece primariamente y por sí misma, no por accidente.” (Aristóteles, Física, II,

192b)

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26

La expresión, que era el resultado del movimiento de los músculos faciales y

corporales, constituía entonces el vehículo por medio del cual las pasiones que ocurrían en

la mente se exteriorizaban: “La expresión es a la pasión lo que el lenguaje es a la razón”.

(Bell, 1824, p. 139)19

. Así, la expresión se convierte en el lenguaje de las pasiones y de la

mente; pues es a través del cuerpo como se exteriorizan los estados internos que pueden

incluso llegar a ser difíciles de describir por medio del lenguaje articulado. Dios había

puesto en nosotros una anatomía cuyo fin era expresar a otros nuestros sentimientos,

precisamente en eso consistía la función de la expresión emocional. En su afán de

comprender cómo ocurre esta exteriorización, Bell logra una explicación meticulosa de la

anatomía y fisiología del aparato expresivo, tercer propósito que hemos reseñado respecto

de su obra.

La teoría de Bell respecto de la expresión ha sido llamada, con frecuencia, una

teoría respiratoria. Considera este, que el sistema nervioso central se encuentra dividido en

tres secciones o dominios determinados por su función. El primero, llamado sistema

animal, que gracias a las conexiones entre los órganos motores y de los sentidos a la espina

dorsal y al cerebro, se encarga de proporcionar y satisfacer la necesidad alimento. El tercer

sistema, el simpático, se encarga de coordinar las funciones orgánicas primarias como la

secreción, la asimilación, la dilatación y la estimulación de ciertas glándulas. El segundo

dominio, intermedio entre estos dos, es introducido por Bell como parte fundamental de la

teoría de la expresión: el sistema respiratorio (respiratory-class) que regula la actividad

respiratoria, muscular y cardiovascular de corte expresivo y no expresivo (Bühler, 1980, p.

77):

Muestra Bell que un sistema nervioso con esa estructura hace posible un aparato

respiratorio que no hallamos en los animales inferiores, pero que se desarrolla

paulatinamente en la serie animal hasta tal punto, que en [sic] el hombre no sirve ya

únicamente para proporcionar el oxígeno a la sangre, sino también se torna en el órgano de

la voz y de la expresión. Este grupo inervatorio lo llama «sistema respiratorio». (Shaw

citado por Bühler, p. 77).

19

Texto original: “Expression is to passion what language is to reason.”

Page 27: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

27

La consecuencia de este análisis fisiológico es determinante en la teoría de Bell. Al

existir estructuras anatómicas exclusivas del ser humano, como lo son los nervios del

sistema respiratorio, se determinan ciertas funciones que no se encuentran en los demás

animales. La capacidad de utilizar la voz, y por ende el lenguaje, y la capacidad de tener un

aparato expresivo rico y variado, es producto de un sistema nervioso más desarrollado. Si la

capacidad expresiva del rostro humano, la mímica y su potencia expresiva y comunicativa,

se ven subordinadas a este sistema respiratorio, cuyo origen es la médula oblonga y que

comprende una gran variedad de músculos y nervios en la cabeza, el cuello y el pecho, el

ser humano podrá ser capaz de expresar sus emociones de una forma mucho más compleja.

Para demostrar lo anterior, Bell hace un estudio minucioso de la diferencia entre la

anatomía de los animales herbívoros, carnívoros y el ser humano para demostrar, entre

otras cosas, que existen estructuras corporales particulares de cada tipo de criatura que

determinan la riqueza o pobreza de su capacidad expresiva y, así mismo, su actividad

mental. Los animales, por ejemplo, pueden expresar ciertas emociones para comunicarse

entre sí o para facilitar algunas funciones del cuerpo, pero su capacidad expresiva se queda

corta a la hora de compararla con la humana. En el caso de los animales carnívoros, por

ejemplo, la boca posee una estructura que permite expresar ferocidad a través de los

gruñidos y la exhibición de los dientes, característica de la que carecen los animales

herbívoros (Bell, 1824, p. 59).

Los animales pueden expresar ciertas emociones para comunicarse entre sí o para

facilitar algunas funciones del cuerpo, pero su capacidad expresiva se queda corta a la hora

de compararla con la humana. Cuando un animal expresa ferocidad o fura, lo hace de

diferentes maneras dependiendo de la estructura anatómica de su rostro. Los animales

carnívoros, por ejemplo como dijimos anteriormente, enseñan sus dientes a través de la

contracción de los músculos del hocico, mientras que los herbívoros, al carecer de estos

músculos, asumen una posición pantomímica agachando su cabeza, abriendo las ventanillas

de la nariz y poniéndose en posición de ataque (Ver figuras 1.2 y 1.3). En el caso de los

seres humanos, además de poder mostrar toda esta capacidad expresiva propiamente

animal, entra también en funcionamiento los músculos de la frente y de las cejas, y el

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28

corrugatorsupercilii, “…músculo reservado a la expresión humana en donde las cejas

quedan arrugadas con un peculiar y energético significado, que, irresistiblemente, transmite

la idea del pensamiento y el sentimiento” (Bell, 1824, p. 69).

Figuras 1.2 y 1.3. Dibujos extraídos de la primera edición de Essays on The Anatomy of

Expression in Painting

El análisis que Bell hace de la expresión emocional es en términos de la acción de

ciertos músculos y el conjunto de la contextura (frame) del cuerpo, que entra en relación

con ciertos estados de la mente. Ya que la expresión se encuentra dentro de las funciones

del sistema respiratorio, todos los movimientos que parecen realizar hombres y animales

cuando se ven afligidos por una pasión fuerte, tienen como objetivo facilitar o contener la

respiración, siendo casi todos estos instintivos y ejecutados de forma automática. Cuando

sentimos miedo, por ejemplo, los hombros se levantan, los músculos de del cuello y la

garganta se recogen y las fosas nasales se expanden, todo ello para facilitar la respiración,

cuya función normal se ve afectada por el exceso de energía producido por este estado

mental.

Es interesante observar la forma como Bell caracteriza ciertas emociones con gran

precisión para distinguir las diferencias observables entre la capacidad expresiva de los

Page 29: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

29

animales y los seres humanos. En el ejemplo anterior, cuando observábamos qué ocurría en

el cuerpo en el caso del miedo, inmediatamente después Bell distingue ese miedo,

aparentemente compartido con otros animales, del terror y el horror. En estos dos últimos

casos, la expresión no parece ser un reflejo involuntario, sino que la mente ejerce una

influencia directa, a través de la imaginación, lo que hace que sea una emoción exclusiva de

los seres humanos. Es a través de la imaginación que podemos horrorizarnos frente a la idea

del sufrimiento futuro o incluso frente al daño que otros pueden recibir. Sin embargo, no

sólo es en el carácter propio de la emoción en donde nos diferenciamos de los demás

animales, sino que incluso los músculos, nervios y toda la estructura corporal es

radicalmente distinta a la del animal cuando este siente miedo:

Este es, en efecto, el único tipo de miedo que las bestias conocen. Los mayores grados de

miedo, en donde opera la mente, y que podemos caracterizar en el rostro por medio de una

expresión particular de la energía mental, no aparecen en ellos. (Bell, 1824, p. 105).20

Así, a diferencia de otros animales, los seres humanos poseen todos los mecanismos

necesarios para expresar cualquier estado mental que se les ocurra, incluso de manera

voluntaria, como es el caso de los actores. Mientras que la expresión emocional en los

animales es accesoria o reflejo de una necesidad fisiológica, en los seres humanos la

expresión de la emoción, así como el estado mental mismo, posee un grado de complejidad

mucho más elevado, basado en un aparato fisionómico y de expresión mucho más

desarrollado: “Se trata, en definitiva, sólo del hombre que podemos decir con estricta

propiedad que el rostro es un índice de la mente, teniendo una expresión correspondiente

con cada emoción.” (Bell, 1824, p. 139)21

.Los animales poseen emociones y pueden

expresarlas, pero con una gran diferencia de grado comparada con la capacidad expresiva y

emocional de los seres humanos, gracias a las diferencias anatómicas y fisiológicas de su

constitución. Entre otras cosas, por ejemplo, el ser humano es capaz de alterar sus estados

mentales a través de los movimientos y ejercicios del cuerpo: imitando los gestos que

20

Texto original: This indeed is the only kind of fear wich brutes know. The higher degrees of fear,

in wich the mind operatres, and wich we shall see characterized in the countenance by an

expression peculiar to mental energy, do not appear in them.” 21

Texto original: “It is, in short, of man alone that we can with strict proprietary say, the

countenance is an index of the mind, having expression corresponding with each emotion.”

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30

corresponden a algunas emociones, nos encontramos muchas veces sintiendo, de hecho, la

emoción que estamos imitando, como se aprecia en las figuras 1.4 y 1.5.22

Figuras 1.4 y 1.5. Dibujos extraídos de la primera edición de Essays on The Anatomy of

Expression in Painting

Esta anatomía y fisiología especiales son particularmente observables cuando

realizamos combinaciones de disposiciones anatómicas entre seres humanos y animales.

Atribuir a un ser humano, por ejemplo, las características propias de un animal alegre,

como lo es el batir de cola de los perros es, sin duda, animalizar al ser humano dado que no

poseemos esa disposición anatómica. Por su parte, cuando le atribuimos al animal

características expresivas propias del ser humano, lo humanizamos y caricaturizamos, como

bien demuestra Bell en el dibujo de un caballo con expresiones faciales propias de la

anatomía y la fisiología humana, como lo es la sonrisa y la mirada:

22

Bell ya consideraba esta capacidad algunas décadas antes de que William James desarrollara su

teoría perceptiva de la emoción.

Page 31: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

31

Figura 1.6. Dibujo extraído de la segunda edición de Essays on the Anatomy and

Philosophy of Expression.

Si estas posturas se aprecian tan artificiales, es porque estamos haciendo

combinaciones antinaturales respecto a la expresión emocional de cada tipo de criatura. El

arte, entonces, es un buen indicativo del logro o fracaso de la atribución de ciertas

características anatómicas y fisiológicas naturales respecto de la expresión emocional.

Caracterizarlas expresiones como exclusivas del ser humano, o del animal herbívoro, o del

animal carnívoro, hace parte del intento de Bell por lograr la comprensión de una anatomía

puesta al servicio del arte y viceversa.

En esta breve sección, hemos visto la complejidad de la obra de Bell sobre la

expresión. Antes de Darwin, Bell ya utilizaba la anatomía comparada para estudiar las

posibles diferencias y similitudes anatómicas, fisiológicas y hasta mentales entre seres

humanos y animales. Sin embargo, mientras Darwin se enfocó en las similitudes de todo

orden, Bell se dedicó a señalar la anatomía y fisiología particular del aparato expresivo

humano. Al enmarcar al hombre dentro de una concepción teística, Bell entendió que la

disposición funcional perfecta de cada una de las partes del cuerpo humano, se

correspondía a su lugar especial respecto del resto de los animales. A diferencia de ellos, el

ser humano había sido dotado, gracias a su anatomía, de la capacidad de hablar y expresar

sus estados mentales a través del cuerpo, de una forma rica y variada. La comprensión de

esta riqueza expresiva, debía dar a los artistas una gran cantidad de herramientas para

Page 32: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

32

representar de forma fiel a la realidad y conmovedora para los espectadores, la perfección

de la estructura y funciones del cuerpo humano.

3. Recapitulación y prospectiva

A lo largo de este capítulo hemos recogido los motivos que llevaron a Darwin a

desarrollar su obra La expresión de las emociones en los animales y en el hombre. Hemos

señalado que, motivado por profundos intereses de carácter personal y dispuesto a señalar

la continuidad evolutiva de las facultades anatómicas y psicológicas del ser humano, el

naturalista recurre a la obra de Sir Charles Bell para aprovechar, pero sobretodo discutir,

elementos claves de su propuesta anatómica y fisiológica. Darwin responde directamente a

dos argumentos: el de la anatomía especial que deriva en el argumento fisiológico que

otorga funciones fisiológicas y expresivas exclusivas en el hombre. También refuta el

argumento filosófico-teológico de Bell, que se encuentra basado en una comprensión

teística de la naturaleza de la expresión. Esto le permite comprenderla de una forma

exclusivamente biológica, que le obliga concluir que no existe expresión emocional. En

consecuencia, desatiende por completo al propósito estético que tanto había inquietado a

Bell y que se deriva de la funcionalidad que este último otorga a la expresión.

Respecto del argumento anatómico de Bell, Darwin parece dubitativo en su libro

sobre la expresión. No conoce bien, como sí lo hace Bell, la compleja estructura del sistema

nervioso y las funciones de cada departamento de nervios y órganos. Sin embargo, Darwin

no necesita de este conocimiento para advertir que los músculos presentes en el rostro

humano, también se encuentran presentes en muchos animales superiores. Al igual que los

perros o los simios, también nosotros apretamos los dientes y fruncimos el ceño cuando

sentimos ira, ¿no sería esto una prueba entonces de que ellos y nosotros poseemos

músculos dispuestos de manera casi idéntica, siendo tal vez unos más desarrollados que

otros? Las diferencias sutiles entre los músculos del rostro de unos y otros, sólo probaría,

según la teoría evolutiva de Darwin, que las diferencias son de grado pero no de tipo.

Page 33: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

33

El sistema respiratorio, que para Bell confería la capacidad exclusiva en el ser

humano de expresar emociones, en Darwin pone en funcionamiento los mismos tipos de

músculos en unos y en otros:

Pero el sencillo hecho de que los monos afines al hombre posean los mismos músculos

faciales que nosotros hace improbable el que esos músculos tengan en el hombre

exclusivamente la misión de una expresión facial; porque creo nadie querrá admitir que los

monos dispongan de músculos especiales al solo objeto de manifestar sus repugnantes

muecas.” (Darwin citado por Bühler, 1980, p. 120).

Entonces, según la cita, si compartimos estructuras anatómicas y capacidades

expresivas similares, a veces incluso idénticas, con otros animales, el argumento fisiológico

de Bell también se derrumbaría. Si ciertos músculos y expresiones faciales existen

exclusivamente para expresar a otros nuestros sentimientos, sería necesario admitir, o que

los monos desean expresarse y comunicarse con otros a través del rostro, o, que, de hecho,

la expresión no existe para comunicarnos. Darwin, como ya es claro en este punto, se

inclinará por la segunda opción, la cual será parte fundamental de sus ideas sobre la

expresión y concluirá que la naturaleza biológica de la expresión hace que no ésta no tenga

una función expresiva

De esta forma, si ningún músculo del rostro podría estar diseñado para algún

propósito específico, tampoco podría tener una función expresiva en concreto. A diferencia

de Bell y, contradiciendo el argumento de la creación especial, Darwin sostiene que no

existe ningún músculo, nervio u órgano que existiese para alguna tarea específicamente

humana, si bien algunos de ellos nos proporcionan, de forma accidental, habilidades

particulares. Las expresiones emocionales entonces, se deben a la asociación de hábitos

útiles en el pasado, pero también muchas de ellas parecen ser meramente accidentales y

heredadas de forma casual a medida que se imprimen ciertas conductas antitéticas o

involuntarias en los individuos (Darwin, 1984, p. 59).

Bien sea que hagan parte de hábitos que tuvieron funciones adaptativas en el

pasado, sirvan como antítesis de cierto estado mental o sean parte de reacciones fisiológicas

involuntarias, la expresión emocional se origina en los procesos adaptativos en todos los

Page 34: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

34

mamíferos superiores. Así, los dos frentes de ataque de Darwin a la teoría de Bell, el

anatómico y el fisiológico, pretenden probar precisamente que los principios de la

expresión pueden aplicarse análogamente en seres humanos y animales y que,

independientemente de la intervención del Creador, la expresión emocional tiene un

carácter natural que nos vincula con el resto de los animales. No existen entonces músculos

exclusivos del rostro humano y tampoco poseen éstos una función expresiva especial que

no se encuentre presente en el resto de los animales, al menos, en los mamíferos superiores.

Sin embargo, hay un desequilibrio entre los frentes de trabajo de Bell y la respuesta

de Darwin. Este último responde a los argumentos anatómicos y fisiológicos, y

tangencialmente también ataca los presupuestos filosófico-teológicos de Bell, pero olvida

uno de los puntos más relevantes de la teoría del escocés: la aplicación de la teoría de la

expresión emocional en el campo estético. Darwin no se manifiesta respecto del increíble

potencial estético que tiene la expresión emocional, sobre todo en un nivel comunicativo.

Al relegar la comunicabilidad de la emoción a un plano casi accidental, la expresión

emocional como herramienta estética queda completamente opacada. Por el contrario, Bell

había mostrado que las capacidades comunicativas y mentales exclusivas en el hombre,

como la imaginación, la anticipación y la memoria, nos permitían comprender de forma

compleja las expresiones emocionales de otros, capacidad que podía ser aprovechada en el

plano estético o pedagógico para producir reacciones e provocar expresiones, emociones y

acciones concretas en los espectadores. El estudio del alcance estético y expresivo que

puedan tener los principios generales de la expresión propuestos por Darwin y el saldo de

esa deuda que tiene el naturalista con Sir Charles Bell, es una tarea que corresponde realizar

en estudios posteriores.

A manera de síntesis, el siguiente cuadro recoge las conclusiones a las que llega

Charles Bell respecto de la naturaleza y la función de la expresión emocional y que será

objeto de críticas en la obra de Darwin, objeto de estudio del siguiente capítulo:

Page 35: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

35

La expresión emocional según Charles Bell

Naturaleza Función Utilidad

Teológica

Expresiva:

Comunicativa

Estética

Estética

Abandonamos ahora la historia del libro, para entrar a la exposición de las ideas de

Darwin sobre la expresión. ¿Por qué Darwin abandona la funcionalidad de la expresión e

ignora la utilidad estética de la misma? A esto dedicaremos el segundo capítulo del trabajo.

Page 36: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

36

Capítulo segundo

El antiexpresivimo evolucionista de Charles Darwin

Pero el simple hecho de que los monos antropomorfos posean los mismos músculos faciales que

nosotros hace muy improbable que dichos músculos sirvan en nuestro caso tan sólo

para la expresión. Pues sospecho que nadie se inclinaría a admitir que

los monos hayan sido dotados con músculos especiales

sólo para exhibir sus horribles muecas.

Charles Darwin, La expresión de las emociones en los animales y en el hombre

El tema de este capítulo ya no es el surgimiento y contexto de la obra de Darwin,

sino sus ideas mismas sobre la emoción y la expresión emocional. El propósito es exponer

dichas ideas para comprender por qué se desestima la función expresiva y la utilidad

estética de la expresión emocional. La tesis que sostenemos es que, en su obra, Darwin

desarrolla dos conjuntos de ideas, algo difíciles de rastrear, sobre la emoción: (i) que los

seres humanos compartimos emociones con otros animales, dado que estas hacen parte de

facultades mentales comunes y (ii) que la expresión emocional es común a seres humanos y

animales superiores, incluso en expresiones específicas. Esto nos permite concluir que, para

Darwin, la emoción posee una naturaleza biológica pero no una función expresiva. Para

defender esta tesis, exponemos, en una primera parte, el estudio de la continuidad

filogenética de la emoción, contenida en los capítulos dos a cinco de El origen del hombre

y la selección en relación al sexo (1871), y, en una segunda parte, la continuidad

filogenética de la expresión emocional, contenida en La expresión de las emociones en los

animales y en el hombre (1872).

Page 37: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

37

1. El origen evolutivo de las emociones

En la introducción de El origen del hombre Darwin pone de manifiesto el problema

principal que supone el caso de las emociones y la expresión emocional para su teoría

biológica general: los argumentos anatómicos y fisiológicos de Sir Charles Bell que

negarían la ascendencia animal del hombre (Cf. Darwin, 1871, p. 5). Particularmente, nos

interesa rastrear el análisis de Darwin respecto de la naturaleza y la función de la emoción y

la expresión emocional. Para ello, nos basamos en los capítulos dos a cinco de El origen del

hombre, en donde el autor se propone analizar la continuidad de algunas facultades

mentales.

En el primer capítulo de El origen del hombre Darwin había logrado establecer la

relación de parentesco existente entre familias de animales a través de la comparación de

sus estructuras anatómicas. Había logrado probar, según le parecía a él, que la semejanza

del diseño anatómico era una prueba de que ciertos caracteres se desarrollaban y

perfeccionaban a través del tiempo, para dar origen a especies más evolucionadas y mejor

adaptadas (Cf. Le Gross Clark, 1971, p. 94). La similitud del cráneo, la dentadura o el

desarrollo embrionario de los animales vertebrados con el ser humano, podía demostrar la

posesión común de estructuras que revelan ascendencia común. Esto significa que podemos

rastrear el pasado evolutivo de los animales si comparamos la estructura y desarrollo de sus

cuerpos a través del tiempo.

Para esto, Darwin y los anatomistas de la época, se basaban en comparaciones

anatómicas de animales vivos, y también de los escasos registros fósiles, en donde se

pretendía buscar los caracteres diferenciales del ser humano. Sin embargo, el orden

explicativo de Darwin se invierte respecto, por ejemplo, del de Bell: en lugar de buscar

anatomía especial en el hombre, es decir, enfocándose en las diferencias estructurales entre

ellos y nosotros, Darwin se concentra en la anatomía compartida para demostrar, entre otras

cosas, que el ser humano constituye sólo una especie más respecto del resto de los animales

y que los principios utilizados para explicarlos a ellos, también se aplican a nosotros. Los

Page 38: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

38

órganos rudimentarios le dan a Darwin el ejemplo perfecto para refutar, dentro de la

estructura de su teoría, que el ser humano no tenga un linaje común con algunos primates.

Los órganos rudimentarios en el ser humano, como la movilidad de las orejas, los caninos,

el apéndice o las glándulas mamarias en los hombres, al carecer de una función, existen

como productos residuales de estructuras que se encuentran en proceso de eliminación

gracias a la selección natural (Darwin, 2009a, p. 19).

Con esto en cuenta, Darwin entra a argumentar a favor de la ascendencia animal del

hombre respecto de sus facultades mentales, tal vez el punto más controversial de su teoría.

Ya habiendo probado que los animales y los seres humanos poseen estructuras anatómicas

similares, debía ahora probar que también sus facultades psicológicas eran correlativas. Era

relativamente fácil admitir que nuestras manos, cráneos, dientes u órganos eran a veces

idénticos a los de otros animales, pero respecto de nuestras capacidades mentales

parecíamos diferir en grado sumo. Si hay una diferencia de tipo en nuestra anatomía

psicológica (cerebro) o nuestra fisiología (pensamiento, lenguaje, emoción) la ascendencia

animal del hombre podría ponerse en entre dicho, contradiciendo toda la teoría de Darwin.

Así las cosas, era necesario establecer si las facultades mentales se desarrollan de

forma gradual. Lo que está a la base de este problema es si, como con las estructuras

anatómicas, las facultades mentales también varían respecto a su grado pero siguen siendo

del mismo tipo. La apuesta de Darwin, ya desde el capítulo dos de El Origen del hombre, es

que no podía existir un argumento anatómico o fisiológico que desmontara esta teoría, ya

que seguramente no habría ninguna variación esencial entre el cerebro de un salvaje y el de

Newton o Shakespeare, pues simplemente se trataba de casos en donde ciertas facultades

estaban más o menos desarrolladas, teniendo la misma naturaleza (p. 35).La diferenciación

o variabilidad entre individuos de una misma especie es, para Darwin, una consecuencia

inevitable del proceso evolutivo, consecuencia que se aplica de igual forma en un nivel

interespecífico.

Si los individuos de una misma especie difieren bastante respecto de sus

características mentales, ¿por qué no podríamos suponer que este es el caso de las

Page 39: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

39

facultades mentales entre los simios y los seres humanos, por ejemplo? En los capítulos

subsiguientes, Darwin se dedica a intentar responder a esta pregunta rastreando el caso de

algunas facultades mentales, que son aparentemente exclusivas del ser humano, en los

animales inferiores. Para ello, se basa en la observación de comportamientos o hábitos que

tienen algunos animales, y que nosotros podríamos relacionar con estados o procesos

mentales que conocemos. El supuesto que está a la base de este método es que las

facultades mentales pueden ser rastreadas según los comportamientos de los individuos,

pues existe una relación directa y necesaria entre estas y aquellos.

Los biólogos y etólogos evolucionistas actuales llaman a este tipo de estudio, un

estudio de carácter homológico. Este se basa en establecer la relación que tienen dos

estructuras, normalmente anatómicas, cuando provienen de una misma línea filogenética y

cuyo paralelismo se debe a una ascendencia común. Es el caso, por ejemplo, de los brazos

humanos y las aletas de las ballenas, que, teniendo un origen común, han evolucionado en

dos especies diferentes y ejerciendo funciones específicas concretas y diferenciales. En

contraste, la homoplasia o analogía, se refiere a la comparación de estructuras que han

evolucionado de manera convergente pero adquiridas de una forma filogenéticamente

independiente. Es el caso, por ejemplo, de los diferentes tipos de alas que se encuentran en

el reino animal, como es el caso de las de los murciélagos, las aves o las mariposas, que se

desarrollan de forma similar, para ejercer una misma función, pero que no se evolucionaron

a través a ascendencias comunes.

Nótese que, tanto la homología como la analogía, suelen suponer una relación

intrínseca existente entre la estructura y la función que esta cumple en la vida del animal.

Como ya hemos visto, en la teoría de Darwin, esto parece estar supuesto a pesar de que los

órganos rudimentarios suponen un caso interesante en donde la homología no puede ser

atribuida al caso de estructuras residuales producto del desuso de las mismas o la selección

natural. Sin embargo, en El origen del hombre se pretende usar la homología para dos casos

especialmente problemáticos: el comportamiento y la psicología. El supuesto es que los

comportamientos son homólogos a las facultades mentales, así como a las estructuras

Page 40: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

40

anatómicas que los acompañan, con lo que se establecería una relación estrecha entre las

tres obras de Darwin.

Por un lado, nos encontramos con las estructuras morfológicas, tratadas

profundamente en El origen de las especies. Estas estructuras están íntimamente ligadas

con la función que poseen: algunas de ellas evolucionaron porque suponían ventajas

adaptativas y otras existes como vestigios inoperantes. Sin embargo, cuando entramos a

hablar de las facultades mentales en términos homológicos el problema se vuelve un tanto

más complicado. Efectivamente, se puede hacer una correlación entre las facultades

mentales, la función de estas y la morfología del cerebro, pero para ello deberíamos asumir

que (i) existe una conexión causal y (ii) siempre correspondiente entre las tres.

Normalmente, la homología se enfoca en el análisis de la función y de la estructura

en una tendencia por ligarlas irrevocablemente. Sin embargo, al hablar de comportamiento

no podemos hacer referencia directa a una conexión causal con las estructuras

morfológicas, ya que, evolutivamente hablando, pocas veces se conservan estas estructuras.

Para el caso del comportamiento, los estudiosos actuales consideran que el comportamiento

debe caracterizarse más bien en términos funcionales:

El ejemplo de la conducta aquí, representa algo más que sólo una analogía de las mentes,

tanto porque las mentes y los comportamientos que ellas producen están conectadas

causalmente como porque nuestras inferencias sobre el diseño de la mente se basan

únicamente en la interpretación de los patrones de comportamiento que podemos observar.

Y, como otros han argumentado convincentemente (p.j, Povinelli et al, 2000), la evidencia

de la similitud de comportamiento entre los organismos no constituye necesariamente una

evidencia de la similitud de la mente entre ellos. Así como, funcionalmente, similares

anuncios territoriales en diferentes taxones de primates pueden ser apoyados por estructuras

anatómicas diferentes, también podrían comportamientos sociales complejos similares en

varias especies ser apoyados por diferentes procesos mentales. (Rendal et al, 2007, p 67)23

23

Texto original: “But the example of behaviour here represents more than just an analogy for minds

both because minds and the behaviours they produce are causally connected and because our

inferences of mind design are generally based only on interpretations of the behaviour patterns that

we can observe. And, as others have compellingly argued (e.g. Povinelli et al., 2000), evidence for

behavioural similarity among organisms does not necessarily constitute evidence for mind

similarity among them. Just as functionally similar territorial advertisement in different primate taxa

can be supported by different anatomical structures, so too could similarly complex social

behaviours in various species be supported by different mental processes.

Page 41: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

41

A pesar de que, como se aprecia en la cita, hoy en día consideremos realmente

difícil realizar una homología necesaria entre las estructuras, la mente y el comportamiento,

para Darwin, debía existir una homología relativamente constante respecto de la

morfología, la psicología y la función de estas facultades psicológicas. Es decir, que, como

en el caso de las estructuras anatómicas, las facultades psicológicas debían ser observables

en el comportamiento de los animales y viceversa. Sería absurdo pensar entonces, que un

animal muestra un comportamiento temeroso sin tener la facultad psicológica de sentir

miedo o que el miedo no tenga ninguna influencia en el comportamiento del animal.

Respecto de la función que tiene el comportamiento, para nuestro estudio especialmente, el

comportamiento expresivo, Darwin debía recurrir a comprender la expresión bajo

principios funcionales netamente biológicos. Sin embargo, para el caso de la facultad

psicológica de tener emociones, objeto de estudio de esta sección, resulta evidente para

Darwin la relación necesaria existente entre estas tres partes, como se muestra en la figura:

Figura 2.1

Para desarrollar la tesis de la continuidad de las facultades mentales, tesis dada por

homología respecto de la morfología de los animales, Darwin debía poder sostener que

estas facultades se desarrollan desde los instintos más primarios. Este es un punto

Morfología (estructura)

Función

(comportamiento)

Psicología

(facultad mental)

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42

importante en la obra de Darwin, derivada de su teoría de la evolución por medio de

selección natural. El supuesto es que los hábitos se convierten en instinto y se heredan de

padres a hijos por selección natural o por variaciones de acciones instintivas. Así, las

facultades mentales se desarrollan (a) por la variabilidad de los órganos mentales o (b) de

forma accidental gracias a la selección natural. Estas reglas de variación son explicadas por

Darwin de forma detallada en el capítulo cuarto de El origen del hombre y serán explicadas

más adelante. Por ahora, nos interesa explicar que Darwin analiza la psicología animal y

humana bajo el supuesto de que las facultades mentales funcionan como el resto de

caracteres adquiridos por selección natural, o por hábitos e instintos sociales heredados.

La primera facultad mental a analizar es, sorprendentemente, la emoción. La

estructura explicativa de estos capítulos de El origen del hombre parece ir en orden

creciente respecto a la complejidad de las facultades mentales. Así, primero se dedica a

analizar las facultades que fácilmente parecen reconocerse como comunes, como la

emoción o los instintos sociales, hasta dar con las facultades que parecen ser más

exclusivas del ser humano como la razón o el lenguaje. Entonces, la emoción, en tanto

facultad mental básica, funciona a manera de instinto en casi todos los animales superiores.

Recordemos que en el Ensayo sobre el instinto Darwin ya había argumentado a favor de la

tesis de que algunas emociones, manifiestas en los niños desde que nacen, no podían estar

asociadas al aprendizaje o la cultura y que, por tanto, eran comunes en seres humanos de

forma universal. Ahora, esta tesis se extendería al caso de algunos animales superiores

gracias a la gradación de las facultades mentales comunes.

La tesis implícita de Darwin es, que si podemos observar comportamientos análogos

a los nuestros en los animales, presumiblemente estén experimentando sensaciones

similares, de tal manera que se puede afirmar, según este criterio, que los animales “son

excitados por las mismas emociones que nosotros” (Darwin, 2009b. 39).24

Así, la primera

emoción que Darwin reseña es la de la felicidad, manifiesta en el gusto que parecen sentir

los animales cuando juegan o son acariciados. El terror, dice, es la segunda emoción que

parece afectarlos dadas las señales visibles en su comportamiento como el temblor o el

24

Texto original: “…the lower animals are excited by the same emotions as ourserlves…”

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43

cambio en el color del cabello. Dice también que los animales sienten rabia pues gruñen y

asumen posturas furiosas, así como presupone rasgos de carácter en el caso de los perros y

los caballos, en donde algunos paren ser constitutivamente más malhumorados que otros. El

amor maternal es tal vez la emoción que más asume Darwin como existente en el caso de

los animales, el cual puede derivar en una profunda tristeza en el caso de la pérdida de los

hijos. Asume que existen otras emociones, que hoy ciertamente llamaríamos de otra forma,

como la sospecha, el coraje, la timidez, la necesidad de aprobación y desaprobación, el

orgullo, el aburrimiento, la curiosidad o la esperanza.

Gracias a la tesis homológica, Darwin admite fácilmente la existencia de las

emociones en el caso de los animales. Los comportamientos emocionales que poseen, como

asustarse frente a un ruido, recibir jovialmente al amo que regresa después de un viaje o el

cuidado de las madres hacia sus crías, son suficientes para asumir que la naturaleza los

animales poseen la capacidad de sentir temor, alegría o amor. La selección natural, al actuar

sobre el instinto, los hábitos y las facultades mentales, no seleccionaría la emoción si esta

no tuviese una utilidad en la vida del animal:

Ahora me he esforzado en mostrar que algunos de los caracteres más distintivos del

hombre, con toda probabilidad han sido adquiridos, ya sea directamente, o, más

comúnmente, indirectamente, a través de la selección natural. Debemos tener en

cuenta que las modificaciones en la estructura o constitución, que no sirven a un

organismo para adaptarlo a sus hábitos de vida, a la comida que consume, o

pasivamente, a las condiciones del entorno, no puedo haber sido adquirido.

(Darwin, 2009b, p. 151). 25

Como se aprecia en la cita, en la teoría de Darwin ningún elemento morfológico,

psicológico o etológico se adquiere sin que este suponga alguna utilidad para el animal. Las

mutaciones que no son útiles, simplemente desaparecen o hacen que una especie no logre

adaptarse y se extinga. De esta forma, la emoción ha evolucionado junto con el resto de

facultades mentales, porque provee a los animales de ventajas adaptativas. El miedo les

25

Texto original: I have now endeavoured tos hew that some of the most distinctive characters of

man have in all probability been acquired, either directly, or more commonly indirectly, through

natural selection. We should bear in mind that modifications in structure or constitution, which are

of no service to an organism in adapting it to its habits of life, to the food which it consumes, or

passively to the surrounding conditions, cannot have been thus acquired.

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44

ayuda a huir del peligro, la rabia les permite defenderse a sí mismos y a su territorio, y el

amor maternal les permite cuidar a sus crías y protegerse unos a otros (Cf. P. 40).

Al ser las emociones objeto de selección natural, estas se convierten en instinto

gracias a la herencia o la variabilidad de los órganos mentales. Esta es la razón por la cual

los animales no necesitan del aprendizaje o la cultura para desarrollar muchas de estas

capacidades mentales. La actuación de la selección natural sobre los hábitos, permite a los

animales nacer con la capacidad de sentir ciertas emociones. Esto le permitió a Darwin dar

cuenta del por qué existían emocionales que eran observables, tanto en animales como en

seres humanos, desde sus primeros días de vida. Sin embargo, Darwin aún debía dar cuenta

del argumento externalista, esto es, la función, no sólo de la emoción misma, sino de la

expresión de la emoción.

2. Las funciones adaptativas de las expresiones emocionales

En El origen del hombre, Darwin había sido capaz de rastrear la continuidad de

algunas facultades mentales comunes, entre ellas la emoción, utilizando la psicología

comparada. Si el medio para probar que compartimos emociones con los animales era la

comparación de la conducta emocional, Darwin debía ser capaz entonces de dar cuenta de

la continuidad de esta conducta. De este modo, si quería que el caso de la expresión fuese

consistente con el resto de su teoría y, además, lograr responder a la obra de Sir Charles

Bell, era necesario que Darwin diera una explicación concreta de la expresión emocional.

Así, rechazando las ideas de Bell que daban al hombre tanto una anatomía como una

fisiología exclusiva presentes en la expresión, Darwin debía poder explicar el común origen

de ésta, y el papel que juega en la vida de los animales, pero aludiendo a principios

explicativos diferentes a los del escocés.

Recordemos que en La expresión de las emociones en los animales y en el hombre

Darwin tenía el propósito explícito de responder a la obra de Charles Bell sobre la

expresión. Recordemos también, que debía, por razones internas a su teoría biológica,

poder responder a los dos argumentos centrales de la obra de Bell, (i) el anatómico: que

Page 45: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

45

existen músculos exclusivos en el rostro humano dada su naturaleza, y (ii) el fisiológico:

que existen músculos que están destinados exclusivamente para la expresión emocional.

Darwin intenta refutar a estos dos argumentos dadas las consecuencias derivadas de estos, a

saber, que la anatomía, la fisiología, y la naturaleza en general, operan bajo principios

teleológicos y que la expresión emocional posee una función orientada por un propósito

comunicativo.

Si se admite que existen músculos exclusivos en el rostro humano, se estaría

negando, tangencialmente, la ascendencia animal del hombre, aunque este no sea el punto

relevante para el trabajo de Darwin, ni el nuestro. Lo que es relevante de este primer punto

es que, al admitir que el hombre proviene de una forma de vida inferior, sus características

anatómicas podrían ser rastreables en otros animales. Los ojos, las manos o los órganos,

difieren en grado, dado que en nosotros algunas estructuras están más perfeccionadas, pero

tipológicamente son similares en casi todos los animales. Así las cosas, si bien en nosotros,

los músculos del rostro pueden llegar a ser más complejos, podemos rastrear los mismos

tipos de músculos en otros animales, especialmente en los primates superiores. Entonces,

no es que existan músculos exclusivos en el rostro de los seres humanos, sino que algunos

músculos, también presentes en otros animales, pueden ser más visibles o complejos dado

nuestro proceso evolutivo concreto. La naturaleza de la expresión entonces, obedece a

principios biológicos que están presentes en el resto de los seres vivos.

De forma similar, si admitimos que existen músculos destinados exclusivamente

para la expresión, se estaría dando por supuesto que la naturaleza opera bajo un principio

teleológico. Darwin debía demostrar que ninguna parte del cuerpo ha sido diseñada para un

propósito exclusivo, sino que todas hacen parte de estructuras que han evolucionado gracias

a la selección natural y, en ocasiones, gracias a ventajas adaptativas accidentales. Esto hace

que se niegue directamente que la expresión emocional exista por su función comunicativa,

como lo suponía Sir Charles Bell, pues tendríamos que estar dispuestos a admitir que los

animales poseen la facultad de tener expresiones emocionales para comunicarse con otros,

lo cual parece poco plausible y contrario a la teoría de la selección natural. Pero, de igual

forma, si admitimos que la expresión existe porque posee alguna utilidad adaptativa, los

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46

argumentos contra Bell decaerían, puesto que Darwin tendría que afirmar que existen

ciertos músculos destinados exclusivamente para la expresión. La intención de evitar esta

trampa argumentativa es explícita en la introducción de La expresión de las emociones en

los animales y en el hombre:

No cabe duda que, cuando el hombre y otros animales son vistos como creaciones

separadas, se levanta una barrera frente a nuestro deseo natural de investigar hasta

donde sea posible las causas de la expresión. Por medio de esa doctrina todas y cada

una de las cosas pueden explicarse con la misma facilidad, lo cual ha demostrado

ser tan pernicioso respecto de la expresión como respecto a cualquier otra rama de la

ciencia natural. Respecto del hombre, algunas expresiones tales como el erizamiento

del cabello bajo la influencia de un terror extremo, o el descubrir los dientes bajo la

influencia de una rabia salvaje apenas podrían comprenderse a no ser suponiendo

que el hombre existió en algún momento en una condición inferior, similar a la de

los animales. (Darwin, 1984, p. 43).

Como la anatomía, la psicología comparada podía dar cuenta de muchísimos

ejemplos de conductas que se manifiestan en expresiones que compartimos con algunos

animales, como la sonrisa o el temblor, que también parecían poder expresarlos monos y

otros mamíferos superiores. Pero, además de eso, Darwin también podía dar cuenta de la

universalidad de la expresión emocional comparando las diferentes expresiones de

individuos provenientes de pueblos primitivos, niños pequeños o discapacitados mentales.26

Esto le permitió, como lo vimos anteriormente, equiparar la expresión emocional al

instinto, e incluso a algunas acciones reflejas, tema en el que profundizaremos más

adelante. Ya en sus Cuadernos M y N, Darwin explicaba su comprensión de la emoción y la

expresión, basada en una regla general: “La conducta intencional practicada durante mucho

tiempo se convertiría en heredada e instintiva, a pesar de no tener ninguna función

biológica.”(Richards, 1987, p. 232). 27

26Es bien conocido el interés de Darwin por saber si las expresiones y gestos se presentaban de igual

manera en las diferentes culturas, razas y pueblos alrededor del mundo. Hacia 1867 había enviado a

colegas naturalistas y misioneros que vivían en colonias europeas en casi todos los continentes, un

cuestionario en donde pretendía saber si las expresiones de los europeos eran comunes a las de los

pueblos aborígenes más primitivos. Los resultados fueron conclusivos: los estados mentales

parecían expresarse de forma más o menos uniforme a través de todo el planeta. (Cf, Darwin, 1999,

p. 22). 27

Texto original: “[I]ntentional behavior long practiced would become inherited and instinctive,

even though it has no biological function.”

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47

Así las cosas, si la expresión emocional no puede explicarse por su utilidad

comunicativa ni por su utilidad adaptativa, debía existir algún principio que explicara la

existencia de la expresión emocional, tanto en el hombre como en el resto de animales. La

estrategia debía ser entonces, comprobar que la expresión emocional era más bien un efecto

de conductas intencionales en el pasado, que ahora son heredadas e instintivas a pesar de

que carezcan de una función adaptativa concreta. Para demostrar este principio general,

Darwin acude a especificar los mecanismos de la expresión a través de tres principios

específicos: (i) el principio de asociación de hábitos útiles, (ii) el principio de la antítesis,

(iii) el principio de la acción directa del sistema nervioso, con independencia de la voluntad

y en parte del hábito.

1.1. El principio de asociación de hábitos útiles

El principio de asociación de hábitos útiles dice que las acciones que en algún

momento fueron voluntarias, en especial para evitar sensaciones desagradables, han sido

asociadas a cierto estado emocional a través del hábito y han quedado fijadas en nosotros

gracias a la herencia y la asociación. Así, por ejemplo, el parpadeo automático o la

inspiración violenta cuando nos estremecemos frente a un ruido repentino, parecen estar

asociados con la necesidad de proteger los ojos y prepararse para algún esfuerzo violento,

respectivamente. Para explicar este principio, Darwin da dos tipos de argumentos

interconectados: el primero es un argumento fisiológico, que pretende explicar el por qué se

fijan los hábitos y cómo se producen las acciones reflejas, y el segundo es un argumento

psicológico, que pretende explicar cómo algunas expresiones comunes a hombres y

animales, han sido asociadas a estados emocionales.

Su primer argumento se basa en la noción fisiológica de que una de las razones por

las cuales algunos movimientos quedan fijados en la conducta a pesar de su poca o nula

utilidad, es que el uso continuo de ciertos músculos o nervios aumenta el poder de

transmisión de las señales nerviosas. Así, si realizamos un movimiento continuo, los

canales nerviosos estarán más propensos a transmitir esas señales cuando, en un futuro,

realicemos una acción asociada a este movimiento. Esta idea, que Darwin debe

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48

principalmente a Spencer (Cf. Fridlund, 1999, p. 37), tiene una importante consecuencia:

estos hábitos que han quedado fijos en el sistema nervioso, son heredables de padres a

hijos. El ejemplo característico de Darwin es el de la polilla, que inmediatamente después

de salir del capullo, empieza a desenroscar su trompa para alimentarse de las flores, sin que

nunca antes lo hubiese intentado o aprendido cómo hacerlo (Darwin, 1984, p. 63).

En el caso de las acciones reflejas, dice Darwin, la explicación fisiológica se da a

través de “[…] la excitación de un nervio periférico que transmite su influencia a ciertas

células nerviosas y éstas a su vez hacen entrar en acción a ciertos músculos o glándulas.”

(p. 66). Las acciones reflejas ocurren sin la influencia de la voluntad pero, en ocasiones,

tienen cierta utilidad, incluso cuando se ejercitan de forma consciente. Toser, por ejemplo,

acto reflejo presente en los niños desde que nacen, libera las vías respiratorias de objetos

extraños, y aclarar la garganta, acto en su mayor parte voluntario y que los niños aprenden

con el tiempo, tiene exactamente el mismo propósito. De esta forma, las acciones reflejas

tienen un carácter involuntario, heredado y natural desde que el animal nace, y un carácter

voluntario, alimentado por la imaginación, la cultura, la educación y la asociación.

La expresión emocional opera bajo este principio de hábitos que alguna vez fueron

voluntarios, y a veces útiles, pero que llegaron a ser involuntarios y asociados a respuestas

automáticas del sistema nervioso. Por ejemplo, cuando algunos animales se sienten

amenazados, agachan las orejas y las pegan a la cabeza. La explicación que Darwin da a

este comportamiento es que cuando los animales que tienen dientes luchaban y agachaban

las orejas, esto les brindaba una protección contra las mordidas de sus contrincantes. Como

resultado de este hábito, cada vez que estos animales se encuentren bajo un estado mental

agresivo, incluso artificial, como ocurre durante el juego de los cachorros de gato o perro,

sus orejas se dirigirán hacia atrás (Cf. p. 135).

Al observar estas conductas y sacar estas conclusiones, Darwin se dio cuenta que el

carácter expresivo de las emociones es derivado de esta asociación de hábitos útiles, con lo

que establece su argumento psicológico. En otras palabras, las orejas agachadas o el pelo

erizado son asociados a la ira o a una actitud amenazante y no al contrario. Debatiendo el

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49

argumento de Bell, la función comunicativa de la expresión se basaba en la asociación y la

costumbre, de tal modo que, si bien las orejas agachadas son útiles en una lucha, este hábito

confiere al animal una expresión agresiva, así no esté luchando con algún otro: “[Darwin]

sostuvo que entre nuestros ancestros, si un determinado estado mental a menudo se

acompañaba de acciones que portaron alivio o gratificación, entonces esas acciones después

acompañarían a ese estado mental.” (Richards, 2003, p. 110). El orden de la explicación

aquí entonces se invierte respecto de la explicación de Bell: las acciones reflejas que fueron

útiles, al acompañar accesoriamente a la emoción, se refuerzan gracias al hábito, y se

asocian con el estado mental mismo.

El principio de hábitos útiles señala entonces, que la expresión no posee una función

esencialmente útil o comunicativa. El carácter expresivo de la expresión es atribuido

gracias a la fuerza del hábito que, si bien alguna vez fue útil, es ahora sólo asociado con

cierto estado mental, lo cual permite conferir estados emocionales al observar expresiones

particulares. Cuando vemos palidecer a alguien que tiene sus ojos fijos en un objeto y tiene

temblores incontrolables, conferimos a esta persona un estado mental alterado,

presumiblemente asociado al terror. No palidece para comunicarnos su estado ni tiembla

porque esto le provea alguna ventaja adaptativa concreta en esa situación particular. Si bien

el temblor o el palidecer fueron útiles cuando nuestros antepasados se enfrentaban a

peligros en donde irrigar sangre a las extremidades era de vital importancia, para Darwin,

palidecemos y temblamos porque hemos heredado ese hábito así, en la mayoría de los

casos, no suponga ninguna utilidad y muchas veces sea infundado. La asociación del

palidecer o el temblor con el miedo, es una consecuencia, no una causa, de la expresión:

Nótese que Darwin, al rastrear las expresiones emocionales en sus presuntos patrones

de acción subyacentes, aseguró que las expresiones emocionales evolucionaron, no con

el propósito de expresar la emoción, sino para otros fines; es sólo porque acompañan

fiablemente a otras acciones asociadas con emociones fuertes (por ejemplo, morder a

un atacante), que las consideramos “emocionales”.(Cornelius, 1996, p. 24).28

28

Texto original: Notice that Darwin, by tracing emotional expressions to their presumed underlying

action patterns, claimed that emotional expressions evolved not for the purpose of expressing

emotion, but for other purposes; it is only because they reliably accompany other actions associated

with strong emotion (say, biting an attacker) that we consider them “emotional”.

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50

1.2. El principio de antítesis

El principio de la antítesis es derivado del principio anterior, pues establece que

cuando ciertas acciones están asociadas a un estado mental particular, la aparición de un

estado mental opuesto tenderá a generar un comportamiento de naturaleza contraria. Es

decir, que la conducta expresiva asociada a una emoción a veces ocurre por la influencia de

un estado mental antitético que genera una conducta expresiva opuesta. Con esto, se

establece que existen expresiones que se manifiestan no por un hábito útil asociado, como

en el caso del principio anterior, sino por la influencia de estados mentales opuestos que

generan conductas expresivas contrarias.

El ejemplo que utiliza Darwin es el más claro para comprender este principio.

Cuando un perro se encuentra en un estado mental agresivo, exhibe los dientes, gruñe, su

pelo se eriza, retrae las orejas y asume una postura amenazante. Sin embargo, si de repente

ve a su amo aproximándose hacia él, su estado mental cambia por completo y su cuerpo

cambia instantáneamente: se relajan los músculos, se ocultan los dientes, se aplaca el

pelaje, empieza a mover su cola y agacha la cabeza. Esta conducta expresiva, asociada a la

docilidad y, en Darwin, incluso al afecto, no poseen ninguna utilidad además de la

asociación que provocan movimientos opuestos como los que ocurren cuando intentamos

acercarnos o alejarnos de algo, por ejemplo, al halar o empujar un objeto: “Son explicables,

hasta donde yo puedo ver, únicamente como completa oposición o antítesis de la actitud y

movimientos que, por causas inteligibles, asume un perro que tiene la intención de luchar, y

en consecuencia expresan su cólera.” (Darwin, 1999, p. 56).29

El principio de la antítesis surge, en parte, de la necesidad de explicar la diferencia

entre expresiones emocionales diferentes en animales del mismo tipo, por ejemplo, en los

animales carnívoros. Si la asociación de hábitos útiles fuese un principio suficiente, podría

dar cuenta del por qué frente a un estado mental dócil y cariñoso, los perros arquean la

29

Texto original: They are explicable, as far as I can see, solely from being in complete opposition

of antithesis to the attitude and movements which, from intelligible causes, are assumed when a dog

intends to fight, and which consequently are expressive of anger.

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51

espalda hacia abajo, se agachan o mueven la cola, mientras que los gatos levantan el lomo,

ronronean y levantan la cola. El principio de la antítesis es un principio diferenciador, que

explica el por qué de ciertas expresiones emocionales, cuando estas no pueden ser

explicadas por el principio de hábitos útiles. Entre otras cosas, Darwin establece la utilidad

explicativa de este principio, sobre todo en el caso de expresiones universales o innatas,

manifiestas en los animales, frente a las expresiones artificiales que tienen a ocurrir en el

caso de los seres humanos, como las señas que hacemos con las manos o los signos del

lenguaje hablado (Cf. Bühler, 1980, p. 132).

Figura 2.2, extraída de La expresión de las emociones en los animales y en el hombre.

De cualquier forma, recordemos que la preocupación principal de Darwin en esta

obra es lograr comprender el origen natural de las expresiones. El principio de la antítesis,

muy relacionado con el primero, ayuda a comprender, para Darwin, el origen de ciertas

expresiones. Sin embargo, comentaristas como Loyd Morgan, Theodur Piderit, Alan

Fridlund y el mismo William James, han manifestado la dificultad de comprender este

principio e incluso el desconcierto que este genera frente al resto de la obra de Darwin

sobre la expresión (Fridlund, 1999, p. 37). Es ciertamente un principio un tanto extraño ya

que parece suponer (i) que los hábitos opuestos se generan por una necesidad de manifestar

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52

estados mentales opuestos a otros, o (ii) por una simple reacción contraria del sistema

nervioso. La apuesta de Darwin es, como se podrá suponer, por la segunda opción.

Karl Bühler, en su Teoría de la expresión, describe este segundo principio como un

principio de polaridad, muy ligado al segundo principio que nos falta reseñar. La polaridad

de este principio reside en el presupuesto de que existen estados mentales, y por supuesto

expresiones, de naturaleza contraria. Cuando hay un exceso de energía o señales del

sistema nervioso, el cuerpo incontrolablemente reacciona ante estas, normalmente de una

forma expresiva. Esto significa que, ante un estado mental opuesto, los músculos del rostro

y del cuerpo reaccionan de una forma opuesta, a la cual le otorgamos un carácter expresivo

opuesto. Lo interesante de este principio, bien señala Bühler, es la pregunta de si la

polaridad de ciertas expresiones puede generar, de hecho, expresiones nuevas o si estas

existen independientemente de la antítesis referida a una expresión anterior.

1.3. El principio de la acción directa del sistema nervioso, con

independencia de la voluntad y en parte del hábito

El último principio de la expresión es un principio de carácter fisiológico. Este

pretende explicar los fenómenos expresivos que no tienen relación con la polaridad o

antítesis expresiva, ni con los hábitos útiles asociados. Se basa, fundamentalmente, en las

reacciones del sistema nervioso en relación con la respiración, la circulación y los

movimientos de los músculos. Explica, por ejemplo, la relación del rubor con el exceso de

irrigación sanguínea al rostro (Darwin, 1999, p. 77) o de la saturación del sistema nervioso

respecto del temblor generado por el miedo (p. 81).

Este principio se basa en el presupuesto de que cuando el sistema nervioso se

encuentra excitado y hay un exceso en la fuerza nerviosa, esta se desborda en los músculos

del cuerpo, generando sensaciones incontrolables y movimientos violentos. Esta teoría,

relacionada estrechamente con el modelo hidráulico de las pasiones, se desarrolla bajo el

presupuesto de que el sistema nervioso, circulatorio y respiratorio, operan bajo una lógica

de excesos de fuerzas y efectos accesorios (Solomon, 2007, p. 199). Darwin asume que el

exceso en los estímulos del sistema nervioso se manifiesta en cambios corporales que

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53

asociamos como expresivos. Así, la expresión emocional es un efecto accesorio de cambios

corporales intensos.

Lo accesorio es, valga la pena aclarar, la asociación que le otorgamos a estos

cambios corporales con estados emocionales. Para las expresiones emocionales que no

podían ser explicadas por los dos primeros principios, Darwin debía dar una explicación

consistente con el resto de su teoría. Había algunas expresiones, como el temblor de los

músculos, los gritos producidos por la rabia o el llanto producido por el dolor, que no

tenían ni una utilidad asociada, ni consistían en expresiones antitéticas. Para ellas, Darwin

desarrolló el tercer principio de la expresión.

El caso del llanto es particularmente interesante. Para Darwin, el llanto viene

siendo una expresión de sufrimiento porque este ha sido asociado a los gritos y otras

acciones que someten a los ojos a una intensa presión. La contracción de los músculos

alrededor de los ojos, cuando existe una inspiración muy fuerte o una contracción en el

pecho, está íntimamente ligada con la irrigación de las lágrimas. En estos casos, la presión

producida ensancha los vasos sanguíneos estimulando las glándulas lagrimales y

produciendo entonces la secreción de las lágrimas. Esta secreción, protege a los sensibles

nervios del ojo y reduce la presión interna.

Entre más violento o histérico sea el llano, más grande será el alivio, - bajo el mismo

principio de las contorsiones del cuerpo completo, el rechinar de los dientes o los chillidos

punzantes, todos brindan alivio en la agonía y el dolor. (Darwin citado por Cornelius, 1996,

p. 27).30

Así, existen algunas expresiones que se producen por el esfuerzo intenso del sistema

nervioso. Esta tesis mecánica hizo carrera durante gran parte del siglo XX y aún hasta

nuestros días. William James, por ejemplo, señala que bajo este principio fisiológico

pueden explicarse muchísimas expresiones emocionales que antes eran atribuidas a

principios teleológicos. Señala, por ejemplo, que el apretar los labios mientras hacemos

30

Texto original: By as much as the weeping is more violent or hysterical, by so much will the relief

be greater, - on the same principle that the writhing of the whole body, the grinding of the teeth, and

the uttering of piercing shrieks, all give relief under an agony pain

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algún esfuerzo se produce por el exceso de presión que ocurre al retener el aire en los

pulmones y dar firmeza a los músculos del pecho.

Explica también, bajo este principio hidráulico, los efectos de la emoción en los

órganos se deben a estímulos ideopáticos que sólo tienen como función el regular fluidos y

la circulación de los estímulos nerviosos. Es el caso, por ejemplo, de la relajación de los

esfínteres en el caso del terror extremo, las perturbaciones en el hígado tras ataques

extremos de ira, la contracción de la vejiga en casos de ansiedad o sorpresa o el nudo en la

garganta que se siente antes del llanto.

Parece como si incluso los cambios habidos en la presión sanguínea pudieran no

estar determinados teleológicamente, sino ser resultado puramente mecánico o

fisiológico de vaciamiento por entre los canales de drenaje más accesibles; en

circunstancias ordinarias los nervios simpáticos y neumogástricos son tales canales.

(James, 1994, p. 941).

Con la inserción de estos tres principios a su teoría, Darwin logró explicar la

expresión emocional de una forma exclusivamente biológica aludiendo a la función

adaptativa que tuvo en el pasado. Esto le permitió dar cuenta de la razón por la cual

producimos expresiones emocionales de forma universal, sin caer en la trampa teleológica

que quería evitar respecto de la obra de Bell. Los tres principios, lograron explicar la

relación del comportamiento expresivo con las emociones y, a su vez, con la morfología.

Con esta triada, Darwin consideró que su teoría biológica, basada en la evolución por

selección natural, quedaba por fin completada, pudiendo responder a los argumentos con

los que debatió en su época.

3. Recapitulación y conclusión

La expresión de las emociones en los animales y en el hombre fue la última gran

obra de Charles Darwin. En ella respondió a los argumentos anatómicos y fisiológicos que

Charles Bell había dado para dar cuenta de la naturaleza y la función de la expresión

emocional. Su intención era demostrar, por un lado, que la expresión, como los órganos y

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55

las facultades mentales, poseía una naturaleza y un origen exclusivamente biológico, y, por

otro, que la función de la expresión no podía ser la comunicación de emociones.

Darwin dedujo la continuidad filogenética de las emociones estudiando la evolución

progresiva de las facultades mentales más básicas que compartíamos con otros animales, a

través de la anatomía y la psicología comparada. Para el primer caso, ello le permitió

cotejar las similitudes que existen entre los cráneos, huesos o extremidades de los distintos

animales, otorgándoles a todos funciones homológicas o analógicas, según el caso. Para el

segundo, le permitió deducir que los comportamientos emocionales de los animales se

debían a que efectivamente poseían la facultad mental de sentir emociones. Esto gracias a

la utilidad adaptativa de la emoción, es decir, la actuación de la selección natural, los

caracteres adquiridos y los hábitos heredados.

Así, Darwin había considerado que algunas facultades mentales del ser humano,

como el pensamiento o el lenguaje, se habían desarrollado de forma más compleja en

nosotros respecto del resto de los animales. Sin embargo, el caso de la expresión emocional

parecía ser inverso. En lugar de tratarse de una forma refinada de comunicar a otros

nuestros estados mentales, como lo suponía Sir Charles Bell, o de ser una característica que

nos provea de alguna ventaja adaptativa inmediata, la expresión emocional existe gracias a

que la selección natural tuvo influencia sobre ciertos hábitos y facultades mentales que

permitieron la adaptabilidad de los individuos.

Sin embargo, la función de la expresión emocional en la actualidad es casi nula.

Para Darwin, esto es otra prueba de que existen vestigios psicológicos de nuestro pasado

animal. Así como las patas palmeadas de algunos animales terrestres o anfibios constituyen

una prueba anatómica de su pasado como seres acuáticos, la expresión emocional debía

constituir una prueba psicológica del pasado animal del hombre. Como los órganos en

desuso, en lugar de desarrollarse con la evolución, le expresión emocional parece apagarse

progresivamente:

La expresión es el equivalente conductual de los órganos atrofiados que indican antiguas

formas de vida (tal como las patas palmeadas en los animales que ya no nadan). En

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56

consecuencia, la expresión no ha sido favorecida por selección natural gracias a su valor

adaptativo como herramienta comunicativa, sino como subproducto de otros mecanismos

biológicos. (Dupouy, 2011, p. 335).

La función comunicativa y expresiva, tan recalcada por Bell, no supuso ningún

interés para Darwin. A pesar de reconocer, de forma marginal, la utilidad de la expresión en

casos de cooperación entre animales (Darwin, 2009b, p. 162) o para complementar el

lenguaje humano (Darwin, 1999, p. 359), la tesis de Darwin seguía siendo que la naturaleza

y la función de la expresión emocional, obedecen a principios biológicos, accidentales y, en

el pasado, útiles.

A manera de síntesis, el siguiente cuadro recoge las conclusiones a las que llega

Darwin respecto de la naturaleza y la función de la expresión emocional:

La expresión emocional según Charles Darwin

Naturaleza Función Utilidad

Biológica

Ninguna (en la

actualidad)

Adaptativa (en el

pasado)

Ninguna

Reconociendo este desequilibrio entre la obra de Bell y la respuesta de Darwin,

entraremos entonces a presentar una síntesis que permite conciliar ambas posturas, tarea

propia de los estudios posdarwinianos. A esto dedicaremos el tercer capítulo del trabajo.

Page 57: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

57

Capítulo tercero

El expresivismo evolucionista de los posdarwinianos

Un yo puede engañar a otro, pero de vez en cuando hay

un tercer yo que ve la verdad .

Steven Pinker, Cómo funciona la mente

El propósito del presente capítulo es exponer la ampliación de las ideas de Darwin

sobre la expresión emocional que vemos en las teorías psicoevolutivas de la actualidad. La

tesis que sostenemos es que estas teorías logran reconciliar el expresivismo propio de las

ideas de Charles Bell, expuestas en el primer capítulo del trabajo, con las explicaciones

evolucionistas y adaptativas que da Darwin en su obra sobre la expresión, expuestas en el

segundo capítulo. Esto nos permite sostener que las emociones son expresivas,

precisamente por su carácter adaptativo. Para defender esta tesis, dividimos el capítulo de la

siguiente manera: en la sección uno exponemos la función comunicativa de la expresión

emocional, haciendo referencia al valor adaptativo que tiene la expresión cuando se

intercambia información. En la sección dos, exponemos la función social de la expresión

emocional, aludiendo a la función que cumple en las pautas regulativas de interacción entre

individuos. Por último, en la sección tres, hacemos un balance general del problema.

1. La función comunicativa de la expresión emocional

Recordemos que, para Darwin, la expresión emocional, en tanto epifenómeno, no

posee en sí misma un propósito expresivo. En ese sentido, la cualidad expresiva de la

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58

expresión es un accidente para ella misma, y, desde el punto de vista del intérprete, es una

mera asociación de movimientos faciales y corporales, con ciertos estados emocionales. A

pesar de que el propósito de Darwin, en su libro sobre la expresión era rastrear las

funciones no expresivas de ésta, no era ajeno al potencial comunicativo y social que tiene la

expresión. No dio argumentos al respecto, ni trató con cuidado este tema en su libro, pero

dejó el problema planteado para los futuros estudios sobre la expresión. Escuchemos a

Darwin:

Los movimientos de la expresión en la cara y el cuerpo, sea cual fuere su origen, son en sí

mismos de la mayor importancia para nuestro bienestar. Sirven como los primeros medios

de comunicación entre madre e hijo […] Por las expresiones de los demás percibimos con

facilidad su simpatía […] Los movimientos expresivos dotan de viveza y energía a nuestras

palabras y revelan los pensamientos y las intenciones de los demás mejor que las palabras,

que pueden ser falsas. (Darwin, 1984, p. 364).

Según esto, a Darwin poco le interesaba la función comunicativa de la expresión

pero, como se aprecia en la cita, tampoco la ignoraba. Los posdarwinianos31

aprovecharon

esta intuición marginal para resaltar las posibles consecuencias sociales de una teoría

adaptativa sobre la expresión emocional, como lo es la de Darwin. Del anti-expresivismo

darwiniano, estos autores pasan a reconocer el valor adaptativo de la función expresiva,

haciendo énfasis en el papel comunicativo y regulativo que esta cumple.

Los autores posdarwinianos reconocen que, más allá de las explicaciones científicas

que ofrece Darwin en su libro sobre la expresión, la utilidad de sus ideas para los estudios

posteriores consiste en tres puntos: (a) la utilización de la teoría de la evolución como

marco de referencia para comprender la expresión emocional32

, (b) los principios de la

31

Entendemos como posdarwinianos o neodarwinistas a los investigadores que, con el auge de la

genética mendeliana en el siglo XX, se dedicaron a integrar estos estudios genéticos con las

intuiciones biológicas de Darwin. Entre ellos es importante mencionar a Ernst Mayr, Thomas

Morgan, JulianHuxley y Ronald Fisher, entre otros. En esta sección, sin embargo, nos referimos

concretamente a quienes se dedicaron a estudiar el fenómeno de la expresión emocional, dentro de

un marco de referencia evolucionista, siendo importante destacar a algunos como Paul Ekman,

Caroll Izard, Silvan Tomkins, Tiffany Field, Joseph Hager, Wallace Friesen, Carol Magai, Robert

Plutchik, Tooby & Cosmides y Steven Pinker, entre otros. 32

Ahora bien, este es un punto polémico. Algunos autores afirman que la teoría de la evolución no

es compatible con el análisis de Darwin sobre la expresión. El hecho de que la función expresiva

sea no-adaptativa y esté sometida a la selección natural sólo de forma indirecta, hace que el caso de

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59

expresión utilizados para estudiarla y (c) el método utilizado para probar sus ideas sobre la

evolución de las expresiones (Cf. Cornelius, 1996, p. 21).

Utilizando las herramientas y los métodos de estudio actuales, los investigadores de

la expresión emocional han continuado estudiando las ideas que Darwin aventuró más de

un siglo atrás. Sorprendentemente, al menos dos de ellas, el punto a y c que reseñamos

anteriormente, todavía tienen total vigencia en el estudio de la emoción y la expresión

emocional (James, 1884; Alport, 1924; Ekman, 1973; Fernández, 1984, Matsumoto et al,

2008). Los posdarwinianos, al encontrarse dentro de un enfoque evolucionista, han sido

capaces de reconocer el valor adaptativo que tiene la expresión emocional, ya no como

epifenómeno de funciones útiles del pasado, sino respecto de su función propiamente

expresiva y comunicativa.

Entre Bell y Darwin, las teorías actuales reconocen que las expresiones emocionales

evolucionaron y persistieron en nuestro repertorio biológico, porque sirven para resolver

ciertos problemas sociales y, por ende, su carácter meramente expresivo reporta también

la expresión tenga un tinte lamarkista y no darwinista, al menos por dos razones. En primer lugar,

Darwin hereda de Lamark y de Spencer la idea de la herencia de caracteres adquiridos aplicados a

los hábitos repetitivos. Bajo una perspectiva lamarkista, la explicación del cuello de las jirafas

obedecería a una regla de repetición y de herencia: si las jirafas estiran repetidamente sus cuellos

para alcanzar las hojas de los árboles, sus hijos progresivamente nacerán con cuellos más largos.

Sin embargo, recordemos que la selección natural opera bajo un principio de aleatoriedad y

adaptabilidad: individuos con ventajas adaptativas aleatorias tendrán más probabilidad de sobrevivir

y dejar descendencia. El problema en el caso de La expresión de las emociones en los animales y en

el hombre es que Darwin comprende que las expresiones operan bajo este principio lamarkista y no

propiamente bajo selección natural, pues estas se entienden como hábitos, reflejos e instintos que

han quedado fijados, no por sus ventajas adaptativas, sino por la herencia de hábitos repetitivos que

tuvieron nuestros antepasados. En segundo lugar, Darwin también hereda de Lamark la idea del

desuso, que sugiere que cuando un órgano o estructura deja de ser útil para el animal,

progresivamente se atrofia hasta desaparecer. Por homología, Darwin asume que la expresión

emocional es una suerte de vestigio (como lo es el apéndice o las glándulas mamarias masculinas),

de hábitos que fueron útiles en el pasado. De esta forma, el medio tendría una incidencia directa

sobre la forma en cómo se modifican, no sólo los órganos, sino también los hábitos y, al dejar estos

de ser útiles, deberían atrofiarse hasta dejar de existir. Pero la expresión emocional no ha sufrido

ninguna de estas dos consecuencias del desuso, y, contrariamente, ha adquirido una función

comunicativa cada vez más rica, que es tomada por Darwin como un vestigio accidental de escasa o

nula utilidad adaptativa en el presente. De ser así, la función comunicativa de la expresión quedaría

relegada a un campo meramente accidental, que Darwin no explica suficientemente, en términos de

sus ventajas adaptativas en el caso de los animales sociales. (Cf. Fridlund,1999, p.30; Fernández,

1984, p. 15 y sigs).

Page 60: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

60

ventajas adaptativas propias. Así, encontramos dos tipos de funciones de la expresión

emocional: (i) la comunicativa, en donde las expresiones brindan información33

emocional,

comportamental, relacional y referencial, y (ii) la social, en donde sirven para ayudar a

coordinar interacciones entre individuos. (Cf. Matsumoto, et al, 2008, p. 212). Sobre esta

última función, hablaremos en la siguiente sección de este capítulo.

Para concentrarnos en lo que los estudios posdarwinianos consideran la función

comunicativa de la expresión emocional, es importante entender el argumento bajo el que

operan este tipo de estudios:

(a) Las emociones y las expresiones son fenómenos evolutivos.

(b) Si estos fenómenos son sujetos de evolución por selección natural, todos los

miembros de la misma especie exhibirán las mismas expresiones emocionales.

(c) Por lo tanto, la expresión emocional es universal en la especie humana.

La conclusión de este argumento, hipótesis ya supuesta por Darwin, inspiró a

psicólogos como Paul Ekman y Caroll Izard a estudiar la universalidad de la expresión

emocional en nuestra especie (Cf. Ekman, 1999d). A partir de los años setenta del siglo

pasado, estos investigadores iniciaron un estudio juicioso del reconocimiento de

expresiones faciales humanas, enfocándose principalmente en comunidades con escaso o

nulo contacto con individuos de otras culturas. Buscaban probar, con los mismos métodos

que utilizó Darwin, aunque perfeccionados por un siglo de críticas, que la cultura tiene

escasa influencia en la identificación y la producción de ciertas expresiones emocionales,

ya que, en tanto especie, algunas de ellas son compartidas. Gracias a la investigación

empírica, lograron concluir que, al menos un grupo determinado de emociones básicas

(alegría, tristeza, ira, miedo, repugnancia y sorpresa), son identificadas y producidas

33

En estos casos se habla normalmente desde una perspectiva de semántica informacional que

asume que la comunicación se basa en la transmisión de información. Una perspectiva

informacional acepta que los objetos del mundo portan información en sí mismos y son externos al

agente, en contraste con una perspectiva de semántica intencional como lo es, por ejemplo, la de

Paul Grice. (Cf. Moya, 1995, p. 241).

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61

transculturalmente, y que todos los individuos asignan las mismas expresiones emocionales

a situaciones similares.

Los estudios de Izard y Ekman, además de respaldar las hipótesis darwinianas,

lograron dar una mayor importancia a la influencia de la expresión emocional en nuestro

comportamiento social, característica aparentemente ignorada por Darwin. Así, lo que las

teorías actuales han añadido a las hipótesis darwinianas, respaldadas por investigaciones

empíricas modernas, es el papel que juega la expresión en el caso de especies

profundamente sociales como la nuestra. La mayoría de ellas han concluido que la

expresión posee funciones sociales en al menos tres sentidos, que ya habíamos señalado

previamente: (i) provee información sobre los estados internos de un individuo (Gómez,

2007, p. 235), (ii) provee información referencial sobre objetos y sucesos del mundo

(p.246) y (iii) inhibe y facilita pautas de interacción entre individuos (Knapp, 1982, p. 231).

Estas funciones juegan un papel adaptativo importante ya que, darwinianamente hablando,

la capacidad de los animales de comunicarse e interactuar entre sí, aumenta las

posibilidades de supervivencia para los individuos del grupo y, al ser las expresiones

emocionales patrones de respuesta a los estados internos, el entorno y los otros, comunican

a los demás información importante que permite tasas de supervivencia más elevadas.

Desglosemos entonces estos tres puntos. A la pregunta ¿qué es lo que comunica una

expresión? la primera respuesta tentativa que dan las teorías posdarwinianas, es que

comunican estados internos, que son principalmente emocionales. En estas teorías, existe

una covariación entre la expresión emocional y la experiencia subjetiva, por lo que se

admite con relativa facilidad que la expresión comunica estados emocionales internos.

Cuando sentimos asco, fruncimos los labios y los músculos de alrededor de la nariz,

independientemente de si estamos en una situación social o no. Para quien nos vea, el gesto

de asco es un signo casi verosímil de que estamos experimentando algún tipo de sensación

desagradable y esto es lo que comunicamos a otro con nuestra expresión. Darwin mismo

admitía las causas internas de la expresión con su segundo y tercer principio, en donde los

movimientos realizados por el individuo, se debían principalmente a fuerzas fisiológicas

que ocurrían dentro del sistema respiratorio, circulatorio o motor. Hoy en día, los

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62

científicos llaman a este tipo de estímulos, estímulos endógenos, que producen expresiones

excitadas por procesos orgánicos y exclusivamente internos (Cf. Garvey, 1985, p. 33).

Como Darwin, los posdarwinianos consideran que la covariación de la expresión

con algunas emociones, como la sonrisa cuando algo nos divierte, el llanto cuando sentimos

dolor o el fruncir las cejas cuando estamos molestos, es instintiva y permite la

diferenciación entre expresiones innatas y expresiones convencionales. Sin embargo, esto

no ocurre sólo por la sobre-excitación de procesos fisiológicos sino que también hacen

parte de respuestas que, en su conjunto, poseen valores adaptativos concretos. Piénsese por

ejemplo, en el valor funcional que tiene la dilatación de las pupilas cuando sentimos miedo

o la secreción de lágrimas cuando sentimos tristeza o dolor: “[p]or implicación, la

expresión facial no sólo debía estar relacionada con la experiencia emocional; debía estar

coordinada con otros componentes, como los cambios autónomos o endocrinos, que

permiten al organismo responder adaptativamente.” (Matsumoto et al., 2008, p. 219)34

Tal vez los científicos actuales que han estudiado con más detenimiento este

segundo aspecto de la expresión referida a estados internos, son John Tooby y Leda

Cosmides. Inscritos dentro del estudio de la biología evolutiva, estos dos investigadores

recurren a una teoría computacional de la mente para explicar la forma como el cerebro

opera bajo variables que permiten la priorización de estrategias determinadas. En esta

teoría, la regulación del comportamiento y, en general, de todos los elementos necesarios

para la adaptación del individuo al entorno, está determinada por el procesamiento de

información a través de inputs y outputs en el cerebro. Las emociones entonces, han

evolucionado como programas para regular y priorizar variables internas que ayudan a

resolver problemas adaptativos.

Según esta aproximación, sentimos miedo pues se dispara el programa de alerta del

cuerpo que nos permite adaptarnos a una situación de peligro para evitarla o confrontarla,

con lo que priorizamos lo que nuestro organismo debe o no hacer en una situación

34

Texto original: By implication, facial expressions not only should be related to emotional

experience; they should also be coordinated with other components, such as autonomic or

neuroendocrine changes, that enable the organism to respond adaptively.

Page 63: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

63

determinada. Si durante la confrontación con un oso, por ejemplo, sentimos hambre o

sueño, la emoción del miedo sirve para priorizar la respuesta de huida y permite “apagar” la

necesidad de alimento o sueño mientras se resuelve el conflicto que supone mayor riesgo

para nuestra vida. En otras palabras, la emoción funciona para elegir programas de

respuesta que sean más efectivos que otros, resolviendo conflictos entre inputs y outputs

que se activan simultáneamente, para permitir la coordinación de respuestas

adaptativamente ventajosas (Cf. Tooby & Cosmides, 2008, p. 166).

Al igual que la movilización de programas como las metas, las prioridades, la

recolección de información, la percepción, la memoria, la atención, las prioridades

motivacionales, el comportamiento, los reflejos e incluso los procesos fisiológicos, la

expresión emocional y su función comunicativa son movilizadas por la emoción misma (p.

126). Los posdarwinianos creen que, al ser la emoción parte de los sistemas involuntarios

del organismo, esta se encuentra estrechamente vinculada con procesos fisiológicos

relacionados socialmente con la expresión emocional, como lo es la sudoración, el rubor, la

palidez, el llanto o el temblor (Pinker, 2001, 533). En estos estudios se concluye que

muchas expresiones emocionales han sido escogidas por la selección natural, no sólo por

sus ventajas adaptativas (el temblor prepara los músculos para correr, la sudoración

refrigera el cuerpo) sino por su función social posterior, es decir, por su potencial para

comunicar a otros estados internos “[…] y son tan fiablemente informativas que los seres

humanos han coevolucionado como intérpretes automáticos de exhibiciones faciales de

emociones, que decodifican estas exhibiciones externas en el conocimiento del estado

mental de otros” (Tooby & Cosmides, 2008, p.126). 35

Una expresión emocional, según esta aproximación posdarwiniana, comunica,

principalmente, que: “[…] el programa emocional asociado ha sido activado en el

individuo, proveyendo a los observadores con información sobre el estado de los programas

35

Texto original: and these have been so reliable informative that humans have coevolved

automated interpreters of facial displays of emotions, which decode these public displays into

knowledge of other's mental states

Page 64: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

64

mentales y la fisiología de ese individuo.” (p. 126).36

Precisamente, al tener en cuenta el

papel de quien observa la expresión emocional, las teorías posdarwinianas dan un giro

novedoso respecto de las hipótesis de Darwin. Ya no sólo interesa lo que ocurre en el

individuo, su estado mental o fisiológico, sino también lo que ocurre en los observadores,

es decir, lo que otros perciben de esta expresión emocional: “[l]a presencia de formas

expresivas universales, tanto en el género humano como en los animales, enfatizó las bases

fisiológicas de la expresión y redujo el significado especial de los actos mentales

“privados”, a la hora de guiar, al menos algunos rasgos, de la relación hombre-hombre”

(Howard, 1982, p. 83).37

Es hora de reseñar la segunda función social de la expresión emocional. Como

hemos visto, al observar un rostro expresivo, este nos brinda información sobre el estado

emocional del individuo que porta la expresión. Sin embargo, recordemos que la teoría de

la expresión de Darwin es fundamentalmente ecológica, esto es, que supone que las

respuestas expresivas se dan fundamentalmente por cambios dados en el ambiente. La

respuesta emocional, y por tanto expresiva, se corresponde directamente con los objetos y

sucesos del mundo: nos asustamos por la presencia de un oso e inmediatamente nuestro

rostro adopta una expresión de miedo. Si un individuo nos está observando,

inmediatamente entiende que nos asustamos por algo y, seguramente, responderá

apropiadamente imitando nuestra conducta o, al menos, intentando identificar la fuente de

peligro. Entonces, no sólo los estímulos endógenos u homeostáticos disparan la respuesta

emocional y expresiva, sino también los estímulos exógenos. Esto tiene una gran

importancia biológica “puesto que [estos fenómenos] pueden influir sobre la conducta de

otros animales de la misma o de distinta especie. Cuando se influyen los miembros de la

misma especie, los cambios pueden denominarse ‘señales sociales’” (Barnett, 19671, p.

136).

36

Texto original: that the associated emotion program has been activated in an individual, providing

observers with information about the state of that individual’s mental programs and physiology. 37Texto original: The presence of universal expressive forms in mankind as in animals emphasized

the physiological basis of expression and reduced the special significance of 'private' mental

agencies in guiding al least some features of man's relationship with man.

Page 65: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

65

La expresión emocional provee información sobre objetos y sucesos en el mundo, lo

cual implica que las expresiones, no sólo pueden producirse por estímulos externos al

individuo, sino que incitan respuestas emocionales de otros. Esto ocurre, por ejemplo, con

la expresión de miedo que hacemos al ver al oso o un hombre armado en la calle. En este

caso, quien nos ve, no sólo recibe información sobre nuestro estado emocional interno sino

también sobre nuestra relación con el mundo. Al observar nuestra expresión facial, la

dirección de la mirada y los gestos que hagamos, quien nos observa puede captar en nuestro

rostro y cuerpo, información sobre el mundo. A esto se le llama información referencial,

capacidad que algunos estudios posdarwinianos, atribuyen también a algunos animales.

Asume

Por ejemplo, en el famoso experimento dirigido por los psicólogos Doroth y Cheney

y Robert Seyfarth, representado en la figura 3.1, se puso a prueba la posibilidad de

transmisión de información referencial en el caso de los monos tota. Se sabía que estos

animales emitían ciertos sonidos cuando veían a un depredador y que había el menos tres

tipos de sonido, para referirse a tres tipos diferentes de depredadores, y que suscitaban tres

tipos diferentes de respuesta. Se solía creer entonces, que con cada llamada, los otros

miembros del grupo imitaban el comportamiento del centinela. El experimento de Cheney y

Seyfarth consistió en poner a prueba la capacidad comunicativa de los tota instalando

altavoces que reprodujeran estos tres tipos de sonido, con lo que los demás miembros del

grupo no podían generar una respuesta por medio de la imitación. El resultado del

experimento fue sorprendente. Los monos reaccionaban apropiadamente a la llamada que

estaba siendo reproducida por el altavoz. No sólo huían, sino que se dirigían hacia el lugar

correspondiente a donde debían dirigirse en caso de que el tipo de depredador específico se

encontrara en la zona. Además de eso, parecían buscar al referente apropiado en cada tipo

de llamada, mirando hacia arriba cuando se trataba de un depredador aéreo o hacia abajo en

el caso de un depredador terrestre.

Cuando un simio emite cierta vocalización, haciendo referencia a un objeto del

mundo, los demás miembros del grupo son capaces de captar esa referencia y dirigir su

conducta apropiadamente. Los autores posdarwinianos creen que este tipo de conductas han

Page 66: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

66

evolucionado porque ayudan a resolver ciertos problemas sociales, pues proveen

información del entorno y evocan respuestas a partir de otros. Si los simios son capaces de

prevenir a los demás de un peligro, y, mediante la expresión, logran cuidarse unos a otros,

esto aumenta las posibilidades de supervivencia de los individuos del grupo. Ya Darwin

creía que la selección natural actuaba en los sistemas primarios de comunicación entre

animales, con funciones exclusivamente sociales. Consideraba, como consideran aún

algunos etólogos (p. 260), que este lenguaje referencial, que servía, entre otras cosas, para

prevenirnos del peligro, es una suerte de instancia evolutiva intermedia entre los sonidos

involuntarios de los animales y el lenguaje humano (Darwin, 2009b, p.56 y sigs).

Figura 3.1. Dibujo extraído de Gillam, 2012, figura 4.

Los actuales estudiosos de la expresión son más cautelosos. Consideran que, si bien

las expresiones informan a otros miembros del grupo sobre objetos del mundo, estos son

todavía formas de comportamiento rudimentario que, en la mayoría de las especies, no son

propiamente comunicativos. Para que el comportamiento sea debidamente comunicativo,

Page 67: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

67

este no sólo debe portar información referencial, es decir, dirigida a objetos, sino que

también debe lograr captar la atención del otro, es decir, dirigir la acción y la atención de

otros individuos.

Con este tipo de experimentos, los investigadores lograron concluir que simios,

como los tota, parecían reaccionar correctamente a una referencia comunicativa, incluso

haciéndose representaciones mentales de lo que comunica cierto llamado: a esto lo

llamaron semántica funcional. Esto significa que los monos pueden distinguir el significado

de diferentes tipos de llamada (semántica) de forma funcional, eso es, como si fueran

referenciales o referidas a objetos del mundo (Cf. Gómez, 2007, p. 246). Sin embargo, para

que la comunicación sea por completo referencial, debe poder hacer que el individuo dirija

la atención de otro hacia un objeto. En el caso de los simios, las vocalizaciones semánticas

se generan de forma parcial pues poseen una razón meramente ecológica, es decir, de forma

subordinada a las vocalizaciones referenciales. Esta forma de comunicación logra dirigir la

atención del otro pero sólo de forma subordinada para dirigir la acción. Cuando el tota

emite una vocalización o el gorila conduce al humano hacia una puerta, está

comunicándose para que este último haga algo.

Podemos aceptar entonces que los simios en cautiverio, como los gorilas o los

chimpancés, logran dirigir la atención de sus cuidadores humanos “comunicando”

intenciones. Los simios emiten gestos para pedir objetos, conducir al humano a ciertos

lugares u obtener ciertas recompensas, con lo que utilizan al humano como un medio para

lograr con éxito peticiones o funciones específicas. A este tipo de función comunicativa se

le llama protoimperativa, en donde la comunicación con el otro se limita a la petición y la

funcionalidad (Gómez, 2007, p. 249). Los bebés humanos, por su parte, a partir de los 9 a

12 meses de edad, comienzan a mostrar gestos referenciales, dirigidos a objetos, pero, a

diferencia de los simios, enriquecen su experiencia comunicativa dirigiendo, no sólo la

acción, sino también la atención del adulto. Esto significa que los bebés, no sólo logran

funciones comunicativas protoimperativas, sino también protodeclarativas, esto es,

mostrando cosas al adulto sin ninguna intención funcional además de la comunicación

misma (p. 249).

Page 68: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

68

Los bebés humanos entonces logran, como los simios, cumplir funciones

protoimperativas de forma funcional. Sin embargo, llega un punto en su desarrollo en

donde comienzan a comunicarse sin la intención de que el adulto haga algo. Señalan

objetos del mundo u a otros individuos sólo para compartir su experiencia: para que el otro

vea lo que él ve. Cuando hablamos de estas funciones comunicativas complejas referidas a

objetos, esto es, no sólo protoimperativas sino también protodeclarativas, estamos entrando

al terreno exclusivo de la comunicación humana. Emitimos señales desde muy pequeños,

como el señalar con el dedo, que tienen una función exclusivamente declarativa:

declaramos interés, sorpresa o miedo, no sólo para que otros hagan algo sino porque

queremos comunicar algo que creemos. La expresión emocional deja de ser una forma para

comunicar a otro que existe un peligro y que, por lo tanto, esperamos que huya, para

convertirse en una forma de complementar o incluso reemplazar nuestro repertorio

lingüístico.

Nos hemos centrado en las funciones comunicativas de la expresión animal e

infantil, pero vale la pena mencionar que el potencial comunicativo de la expresión

emocional adulta es casi que infinito. Como adultos sanos, nos comunicamos de formas

increíblemente complejas sólo a través de la expresión emocional: adjudicamos significado

a todas las expresiones faciales que vemos, creyendo distinguir las emociones genuinas de

las fingidas, incluso detectando expresiones complejas relacionadas con el sarcasmo o la

burla. En ocasiones nos hacemos vulnerables a otros, comunicando emociones ocultas de

forma involuntaria: se nos dificulta aguantar el llanto ante la ofensa y nuestro rostro

enrojece rápidamente ante la vergüenza, así intentemos evitarlo. Sin embargo, también nos

comunicamos expresivamente de forma voluntaria: revelamos desprecio a través de una

sonrisa sarcástica o disuadimos a alguien de revelar un secreto a través de una mirada

enjuiciadora. Así mismo, la expresión emocional se convierte en un elemento básico para

los actores e intérpretes para lograr producir efectos predeterminados en el público o captar

rasgos de carácter que constituyen los rasgos más identificables de una persona.

Page 69: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

69

Entonces, en pocas palabras, ¿qué comunica una expresión? En su sentido más

básico, una expresión comunica estados emocionales específicos y provee información del

entorno. Cuando nos referimos a formas de comunicación complejas, las expresiones

poseen una función comunicativa profundamente rica y diversa. No sólo logramos

comunicar estados internos de forma compleja, o logramos comunicar evaluaciones que

hacemos de objetos y del entorno de formas casi infinitas, sino que también logramos

establecer sutiles negociaciones no verbales con otros (Cf. Davis, 1973, p. 93). Logramos

comunicarnos a través del rostro, interpretando y siendo interpretados, pero también

logrando formas de interacción con otros. La expresión se usa en ocasiones para remplazar

el habla, transmitiendo mensajes, emocionales o no, que tienen traducciones verbales.

También complementa estas respuestas verbales, las aclara, las califica e incluso las

censura. La expresión también se usa para controlar los canales de comunicación: los

abrimos con una sonrisa y los cerramos con una expresión de apaciguamiento, o incluso de

desprecio, sugiriendo patrones de comunicación e interacción deseados. En suma, logra

establecer patrones de interacción y regulación del comportamiento de otros, tercera

función que estamos reseñando, y que amerita ser estudiada en una sección aparte.

2. La función regulativa de la expresión emocional

Como vimos en la sección anterior, la expresión emocional posee una función

comunicativa que, según los estudios posdarwinianos, obedece a la importancia biológica

que tiene la comunicación para las especies sociales. Algunos animales logran comunicar a

otros miembros del grupo su estado emocional, la presencia un peligro inminente o de una

fuente de alimento, a través de sus rostros y sus vocalizaciones. Sin duda, esto logra que

más miembros de la especie eviten peligros, obtengan beneficios como alimento o abrigo,

se fortalezcan ciertos lazos sociales, se garantice una mayor tasa de supervivencia de las

crías y los miembros del grupo se ayuden unos a otros en diferentes situaciones.

En estos últimos tres casos, estamos entendiendo que los miembros de una misma

especie se relacionan e interactúan unos con otros, bien sea para lograr tareas comunes

como la caza o la defensa del territorio, como también para establecer jerarquías sociales y

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70

vínculos filiales que garanticen protección y estabilidad reproductiva. Los animales hacen

esto de muchas formas, como acicalándose, emitiendo sonidos, luchando, dejando marcas

químicas en el entorno y, en algunas ocasiones, a través de la expresión emocional. Por

ejemplo, cuando un lobo alfa muestra sus dientes a un lobo de menor jerarquía, parece

establecer un patrón de comportamiento deseado. Con esto, logra que el segundo lobo se

retire para que él pueda seguir alimentándose, hace que el segundo lobo se prepare para

recibir una mordida o muestre una actitud sumisa que puede permitirle seguir comiendo

lejos del macho alfa.

Recordemos que las expresiones emocionales, en el caso de los animales, tienen una

función protoimperativa no referencial. Esto significa que la expresión del lobo alfa puede

servir para dirigir la acción de un miembro de su especie ya que, como hemos visto, los

animales sociales están provistos de mecanismos que les permiten responder

adaptativamente a su entorno. El emisor muestra los dientes estableciendo su dominio, pero

también el receptor percibe algo en la expresión que lo hace alejarse, luchar o asumir una

actitud sumisa. De ocurrir este tercer caso, el nuevo emisor, el segundo lobo, agacha las

orejas y pega su cuerpo al piso estableciendo sumisión y el nuevo receptor, el lobo alfa,

reacciona percibiendo algo en esta nueva expresión.

Dado este ejemplo de interacción primaria debemos preguntarnos qué es lo que

percibe el animal en una expresión emocional, que lo hace reaccionar apropiadamente en

casos de interacción. Las teorías posdarwinianas sugieren que el carácter evolutivo de la

emoción y la expresión emocional, dota al animal de una sensibilidad que le permite, de

forma primitiva, valorar el entorno y, así mismo, permite a otros animales de su especie,

valorar esa valoración (Cf. Plutchik, 2000, p. 74-75). A grandes rasgos esto significa que,

cuando un lobo ve un objeto amenazante, como lo son los dientes exhibidos de otro, el

primero logra, de forma rudimentaria y no conceptual, percibir este objeto como algo

peligroso. Ser capaz de percibir como peligroso, no sólo objetos del mundo como en el caso

de los tota, sino también expresiones específicas de otros miembros del grupo, permite

respuestas emocionales y adaptativas más eficaces y complejas.

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71

Los animales sociales entonces, asignan dos tipos primitivos de valoración: (i) a

objetos y (ii) a expresiones de miembros de su especie. Estas dos valoraciones les permiten,

a través del sistema expresivo que se activa en el cuerpo del animal, establecer pautas de

interacción rudimentaria. En el primer caso, el tipo de valoración que se haga depende de

los patrones evolutivos que han permitido al animal reaccionar adaptativamente frente a

objetos del mundo. La respuesta de “miedo”, por ejemplo, no se activará en el caso de un

león al ver a una gacela, como sí ocurrirá cuando este sea el caso contrario. A este primer

tipo de percepción le llamamos, percepción emocional directa (Pérez, 2013, p. 246).

Existe un segundo tipo de percepción valorativa, llamada percepción emocional

indirecta. Esta ocurre cuando un individuo percibe en otro una valoración emotiva respecto

del entorno y es capaz de reconocer la valencia de esta percepción. Esto quiere decir que, al

observar los cambios corporales que ocurren en un individuo ante una situación peligrosa,

un observador de su misma especie puede reconocer que hay algo peligroso en el entorno.

A través de esta interacción no conceptual, los animales logran evocar, de forma

involuntaria, respuestas en otros, lo cual implica el despliegue de un repertorio complejo de

respuestas adaptativas.

Sin embargo, y como ya vimos anteriormente, también existe la posibilidad de que

la expresión emocional se utilice de forma voluntaria para regular el comportamiento de

otros. Utilizar la expresión emocional de forma voluntaria implica que el individuo debe ser

consciente de que utiliza la expresión emocional para lograr algún tipo de propósito. Dado

que este proceso es fundamentalmente conceptual, sólo puede ser atribuido a seres con

lenguaje, es decir al caso del ser humano adulto y sano. Allí, la valoración emotiva que se

hace de los objetos del mundo es referencial e implica juicios complejos sobre sucesos,

objetos, relaciones, conveniencia, experiencias, comportamientos, deseos, proyecciones,

recuerdos, intenciones, etc.

Con ello, no sólo la experiencia emocional adulta es más compleja, sino también la

expresión misma. No sólo comunicamos estados internos y valoraciones de objetos, sino

que moldeamos la experiencia comunicativa de forma voluntaria. Ya como adultos

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72

funcionales, logramos establecer un entramado profundamente rico de expresiones

emocionales, que tienen infinidad de funciones comunicativas. Intercambiamos muchísima

información con las miradas, las sonrisas y los movimientos corporales: saludamos,

reprobamos, complementamos, cualificamos, evocamos, incentivamos y hasta jugamos

curiosos juegos privados con nuestros amigos que se basan en sonrisas, miradas o gestos.

Una expresión puede modificar el significado de nuestras palabras de forma radical: un solo

gesto basta para saber que alguien está siendo sarcástico o incluso que está mintiendo sobre

su estado emocional o sus intenciones. No es de extrañar que muchos posdarwinianos,

como Paul Ekman o Wallace Friesen, dediquen ahora gran parte de sus investigaciones al

estudio de las microexpresiones faciales cuando engañamos o mentimos (Cf, Ekman, 2009;

Ekman & Friesen, 2003).

Entonces, cuando los adultos lingüísticos se comunican expresivamente entre sí,

existe un potencial casi infinito, no sólo comunicativo, sino para hacer cosas con la

expresión. Con la interacción no verbal regulamos la conversación, abriendo canales de

interacción a través de la sonrisa y cerrándolos con gestos de apaciguamiento, suavizamos,

enfatizamos y clarificamos mensajes verbales abriendo los ojos, frunciendo el ceño o

guiñando un ojo y, en muchas ocasiones, el habla puede ser reemplazada por completo a

través de la expresión emocional. No necesitamos decir que un comportamiento social

indeseable nos produce repugnancia, pues con nuestra expresión comunicamos el mensaje a

otros, incluso a veces logrando trasmitir el mensaje de forma cortés. “Resulta característico

del comportamiento humano el hecho de que existan pocas relaciones simples y constantes,

si es que las hay, entre un gesto y su sentido o significación dentro de una situación

comunicativa.” (Garvey, 1985, p. 43).

Así, en el caso de la interacción humana, entran a jugar elementos muy complejos

dado el rico contenido conceptual, relacional y experiencial de la vida humana, que se

complejiza aún más en casos de interacción expresiva adulta. Un ejemplo sencillo pero

claro de esto, fue el realizado por Marvin Cline en los años 50, en donde se analizaba la

influencia del contexto en la percepción, valoración e identificación de expresiones faciales

en casos de interacción adulta. Con unas sencillas líneas que esbozaban una expresión

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73

facial, buscaba probar que la presencia de un rostro específico junto a otro, afectaba la

percepción total del contexto y lograba juicios distintos sobre la expresión que representaba

el rostro.

Figura 3.2, Dibujo extraído de Knapp, 1982, p. 248.

Representado en la figura 3.2, el sencillo experimento de Cline logró que los

intérpretes percibieran y valoraran la misma expresión emocional de forma variable según

el contexto en el que se encontraba. En el caso de la figura de la izquierda, colocada junto a

un rostro taciturno, la cara sonriente fue interpretada como dominante, sarcástica o

jovialmente burlona. Sin embargo, cuando se la colocó junto a un rostro con el ceño

fruncido, fue interpretada como amistosa y serena. Con estos resultados, Cline señaló que:

“Ciertas propiedades psicológicas de los dibujos parecían inherentes a los rostros con

independencia de la matriz social percibida, mientras que otras existían evidentemente, en

función de la naturaleza de la interacción” (Cline, M citado por Knapp, 1982, p. 249).

Sin embargo, existe un caso particularmente interesante en el caso de la expresión

emocional en casos de interacción: el caso de las interacciones mixtas. Hemos visto la

forma como opera la expresión emocional en casos de interacción entre animales de la

misma especie y, someramente, cómo opera en los casos de interacción entre adultos

lingüísticos. Sin embargo, un caso particularmente desafiante para los estudios

posdarwinianos de la expresión emocional consiste en los casos en donde un ser no

lingüístico, como un animal o un bebé pre-verbal, interactúa expresivamente con un adulto

con contenidos conceptuales. En teoría, se debe satisfacer la condición de la continuidad

propuesta por Darwin, en donde ciertos rasgos expresivos son instintivos y por lo tanto,

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74

compartidos. Esto significa que un ser no-lingüístico y uno lingüístico deben ser capaces de

interactuar expresivamente, al menos en algunas formas básicas, que logren modular el

comportamiento de ambos.

Pensemos en algunos ejemplos para entender mejor cómo podría ocurrir esta

regulación. En los casos de desarrollo infantil, como la aparición de las primeras sonrisas o

los primeros pasos para empezar a caminar, la interacción entre los padres y los bebés son

fundamentales para que se logren estos procesos satisfactoriamente. En el caso de las

sonrisas instintivas, los procesos fisiológicos endógenos permiten su aparición hacia la

cuarta o sexta semana. Es casi inevitable para la madre, reaccionar de una forma positiva

ante este hecho a lo cual ésta responde con otra sonrisa, la apertura exagerada de los ojos,

un tono de voz agudo y excitado, y mimos hacia el bebé. A medida que éste crece, la madre

relaciona los juegos y carantoñas con la producción de la sonrisa o la risa del bebé y, a su

vez, este comienza a valorarlas como algo divertido y satisfactorio (Cf. Garvey, 1985, p.

34). El niño comienza a aprender, poco a poco, que sonreír o reírse estimula los juegos y la

atención de la madre.

Ocurre algo similar cuando los niños están aprendiendo a caminar. Cuando el bebé

aventura sus primeros pasos, normalmente es alentado y motivado por su entorno social, de

forma similar a como cuando sonrió por primera vez. Estimulado por la celebración, los

abrazos y el júbilo de los adultos, el niño aprende a valorar positivamente sus intentos por

caminar y continúa haciéndolo hasta lograr sostenerse por sí solo:

Es como si el niño pensase: basta con que me ponga de pie para provocar una

emoción intensa, una celebración gestual de gritos y abrazos. Cuando mi entorno

percibe un esfuerzo por ponerme en pie, este acto motor se convierte en un

acontecimiento relacional extraordinario. (Cyrulnik, 2008, p. 42).

En el caso de los niños no socializados, como los niños ferales, no existe ninguna

función relacional que motive al niño a aprender a caminar. A pesar de contar con el

potencial anatómico para hacerlo, un niño que no encuentre pautas de interacción emotiva,

no encontrará una motivación que lo haga intentar ponerse de pie. La expresión facial

adulta, los gestos y reacciones que tenga éste con el bebé, hace que estos últimos modulen

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75

su comportamiento hasta tal punto de lograr o no, una función evolutiva básica como lo es

la bipedación. Así, en el caso de una especie tan profundamente social como la nuestra, la

capacidad de comunicar y regular nuestro comportamiento de forma intersubjetiva, provee

el verdadero detonante para funcionar de forma adaptativa.

Para que este tipo de interacciones ocurran, deben cumplirse algunas condiciones

que permitan la valoración afectiva tanto del bebé como del adulto, la continuidad de esta

valoración a través de la expresión y que permitan lograr modular las pautas de interacción

entre ellos. Eso significa que debe existir la capacidad de valorar el entorno de forma

afectiva, de que a través de la percepción emocional indirecta esa valoración se preserve y,

de que esta percepción bidireccional permita que se moderen y regulen los

comportamientos entre los individuos involucrados. Podemos hablar entonces de la

emoción, y en concreto de la expresión emocional, como un dispositivo normativo que

regula la interacción. (Cf, Pérez, 2013, p. 246).

La primera condición se cumple dada la capacidad biológica de los individuos de

especies sociales, sean estos lingüísticos o no, de valorar afectivamente su entorno. Como

ya lo hemos dicho, los animales son capaces de asignar valencias emotivas no conceptuales

a los objetos y responder adaptivamente a ellos de forma instintiva. Reconocen como

peligrosa a una serpiente y esto estimula una respuesta corporal consistente con un patrón

de respuesta adaptativamente ventajoso: el miedo, que dispara en la aceleración del ritmo

cardiaco, la dilatación de las pupilas, la sudoración, la tensión de los músculos y la

secreción de ciertas hormonas. Cuando otro miembro de la especie percibe esta conducta

emotiva, logra, a través de la percepción emocional indirecta, mantener la valoración que

dio el primer individuo. La segunda condición se cumple cuando el observador reconoce

que esta respuesta no es propia de la alegría o la ira, sino que contiene elementos

valorativos propios del miedo, es decir, que hay efectivamente algo peligroso.

Para que la tercera condición se cumpla, el individuo debe, además de reconocer la

valoración de la expresión, lograr que esta valoración se tome como un modelo de acción.

En el caso del tipo de interacción que estamos reseñando, esta valoración implica que el

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76

individuo con contenido conceptual asigna voluntariamente una valencia específica a un

objeto o suceso. Esto explica por ejemplo, la razón por la cual las culturas asignan la

valencias emotivas, como lo peligroso o lo repugnante, a objetos radicalmente distintos.

Cuando, en una cultura determinada, los adultos cargados de conceptos asignan un valor

negativo a un animal, digamos a una cucaracha, los niños aprenden desde muy pequeños

que ese animal se encuentra cargado de una valoración negativa. La expresión emocional

sirve al adulto para regular el comportamiento del niño. En lugar de explicarle

conceptualmente el por qué una cucaracha es sucia o puede transmitir enfermedades, el

adulto, al observar que el bebé incauto se lleva una cucaracha a la boca, hace un gesto de

sorpresa, asco e incluso terror, aleja al niño del animal y le muestra, con su cuerpo, que

debe evitarlo a toda costa.

Esto ocurre también, como vimos anteriormente, en el caso del bebé que está

aprendiendo a caminar. Con expresiones positivas, como la sonrisa, los abrazos, los gritos

de júbilo y los mimos, el adulto asigna una valencia positiva al acto de intentar ponerse el

pie. De forma similar, con expresiones negativas como el gesto de la tristeza, asigna un

valor negativo a la actitud del bebé que decide dejar de intentar caminar. El adulto es capaz

entonces de regular los comportamientos del niño a través de la expresión emocional,

asignando valencias positivas o negativas a objetos y sucesos diversos. Al ser el niño capaz

de percibir valorativamente esta expresión emocional, asignará la misma valencia al mismo

objeto. La valoración se preserva entonces, gracias a la capacidad perceptiva del niño de

captar la valencia de una expresión emocional.

El caso típico para ejemplificar este tipo de interacción, es el experimento del

precipicio visual, realizado por Eleanor Gisbon y Richard Walk en los años sesenta. Este

experimento consistía en poner a un bebé en una mesa de vidrio grueso cuya mitad llevaba

adherida una tela de cuadros que asemejaba suelo firme, mientras la otra mitad llevaba la

tela pegada a nivel del suelo. Esto hacía parecer que la mesa terminaba en la mitad de la

superficie y que la segunda mitad consistía en un precipicio. Al colocar al bebé sobre la

mesa, se le pedía a la madre ubicarse en el final de la misma, en donde, supuestamente, se

encontraba el precipicio y se le pedía comenzar a hacer gestos para que el bebé llegara

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77

hasta ella. Cuando la madre asignaba valoraciones positivas al “precipicio”, esto es,

sonriendo, extendiendo los brazos y llamando al niño, la mayoría de ellos continuaba

gateando sin importar que, según su percepción, la mesa terminara allí. Por el contrario,

cuando la madre asignaba valoraciones negativas, como cara de horror o de tristeza, la

mayor parte de los niños se detenían justo antes de llegar a la parte trasparente de la mesa.

Figura 3.3. Fotografía extraída de Gibson & Walk. 1960. Fotografía de William Vandivert.

Según este experimento, la valoración que hace la madre del entorno, se preserva en

la valoración que el bebé aprende a hacer del mismo.

En ese momento ella [la madre] realiza expresiones emocionales características portadoras

de valoraciones positivas, negativas o indeterminadas. El niño percibe que esas

valoraciones emocionales van orientadas al precipicio, se las apropia de la expresión

emocional de su mamá y se las asigna a su vez al precipicio Así, cuando el niño se apropia

de la valoración positiva de la madre, presente en la expresión de ella, y se la proyecta al

precipicio, este pasa de ser algo desconocido, a tener un valor cognitivo para el niño: es

algo seguro que puede usar para llegar hasta donde su madre, por eso continúa gateando.

Cuando la valoración es negativa, el bebé asigna al precipicio esa valoración y, por lo tanto,

la valora cognitivamente como un obstáculo para llega a donde su mamá, por eso se detiene

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78

[…] Por eso la regulación afectiva del comportamiento es una manera de aprender qué

facilita y qué dificulta la realización de determinada acción. (Pérez. 2013, p. 250)

La expresión entonces, sirve para que el adulto conceptual regule la valoración que

el niño da a los objetos o situaciones. Un ejemplo similar ocurre cuando, al intentar caminar

y caer en el suelo, el niño observa a su madre para conocer la valoración de su caída. Si la

madre responde negativamente, con preocupación o tristeza, el niño seguramente llorará,

asignando el mismo valor negativo a la caída. Si, por el contrario, la madre reacciona

calmada y positivamente, el niño seguramente se pondrá de pie y valorará su tropiezo como

algo positivo o neutro. Así, la expresión emocional de los adultos representa, para los

bebés, información cargada de valoraciones, a la cual responden a través de la modulación

de su comportamiento.

Este tipo de interacciones, permiten dar cuenta de la importancia que tiene la

expresión emocional en el desarrollo psicológico, afectivo y moral de un niño. Con la

regulación afectiva, mediada a través de la expresión emocional, se logra la trasmisión de

valoraciones que se le dan a los objetos, a los sucesos, a los otros y en definitiva, al mundo.

La normatividad propia de estas interacciones, esto es, la preservación de la valencia

asignada y la regulación de la acción futura de acuerdo a esta, permite que se logren

vínculos y pautas de acción constantes. Entre otras cosas, esto significa que la expresión

emocional juega un papel importantísimo a la hora de trasmitir valoraciones, esto es, de

enseñar y aprender.

3. Recapitulación y conclusión

En este capítulo, hemos expuesto brevemente las dos funciones principales que los

estudios posdarwinianos atribuyen a la expresión emocional. Hemos señalado que los

investigadores que se dedicaron a estos estudios, se enfrentaron al reto de dar cuenta de la

expresión emocional como algo más que un epifenómeno de segundo orden como pensaba

Darwin, para lograr entender las posibles funciones propiamente expresivas que esta tiene.

Gracias a las hipótesis de Darwin, encaminaron sus estudios a comprender la expresión

emocional como un fenómeno universal, presente en todas las culturas del mundo, lo que

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79

nos permitió comprender, gracias a la producción e identificación de las mismas

expresiones emocionales, el vínculo expresivo y emocional que poseemos en tanto especie.

Sin embargo, complementaron esta tesis darwinista estudiando la funcionalidad de

la expresión emocional. En primer lugar, estudiaron cómo la expresión tiene un papel

importantísimo en la comunicación entre individuos de algunas especies sociales, ya que

logra informar a otros sobre estados internos y valoraciones respecto a objetos del mundo,

que a su vez permite producir respuestas adaptativamente ventajosas por parte de otros

miembros del grupo. La función comunicativa de la expresión emocional constituye

entonces un elemento más del inmenso repertorio biológico que tienen los animales y que

les permite sobrevivir, reproducirse y adaptarse favorablemente como individuos y como

especie.

En segundo lugar, lograron reconocer que la expresión emocional permite regular el

comportamiento de los individuos y, en ocasiones, les brinda pautas de acción, lo cual les

permitió reconocer la función que esta tiene en casos de interacción y regulación afectiva.

En el caso de los animales, la percepción emocional directa permite que el individuo

otorgue valoraciones a los objetos del mundo y la percepción emocional indirecta permite a

otros miembros de la especie reconocer esa valoración en la expresión y otorgársela al

objeto. Por su parte, en la interacción humana adulta, la expresión emocional posee una

función inmensamente rica en donde entran a jugar un sinfín de elementos y en donde la

función de la expresión consiste en complementar y clarificar el lenguaje, abrir y cerrar

canales de interacción, resaltar y revelar intenciones, censurar, sugerir patrones de

comunicación, etc.

Como caso particularmente interesante, la función regulativa de la expresión

emocional, tiene un papel importante en casos de interacción mixta. En ellos se logra

conciliar la capacidad de identificar y producir expresiones emocionales comunes,

capacidad dada por la continuidad filogenética inter e intraespecífica, y la riqueza expresiva

que supone la adquisición de conceptos, lenguaje y expresión voluntaria, propios de la vida

humana adulta. En este tipo de interacción, el individuo lingüístico logra regular

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80

voluntariamente, a través de la expresión emocional, las acciones del individuo no

lingüístico. Esta pauta normativa permite que la valoración dada por el individuo

lingüístico se preserve en la expresión y sea adoptada por el individuo no lingüístico.

Los estudios posdarwinianos, entonces, encuentran en las funciones comunicativa y

regulativa de la expresión emocional, un ejemplo perfecto del adaptacionismo darwinista,

pero recobrando la importancia de la función expresiva, tan resaltado por teóricos como

Charles Bell. Gracias a esta suerte de fusión, se logra comprender la naturaleza biológica de

la expresión enmarcada dentro de una funcionalidad comunicativa y regulativa, de vital

importancia para la supervivencia de los individuos, pero también para la creación de

vínculos afectivos, el desarrollo infantil, la educación, el aprendizaje y la cultura.

A manera de síntesis, el siguiente cuadro recoge las conclusiones a las que llegan

los estudios posdarwinianos respecto de la naturaleza y la función de la expresión

emocional:

La expresión emocional según los posdarwinianos

Naturaleza Función Utilidad*

Biológica

Expresiva:

Adaptativa

Comunicativa

Regulativa

* La utilidad que los estudios posdarwinianos confieren a la expresión emocional es variada

y compleja. Sin embargo, señalar todos sus posibles matices supera los límites de este

trabajo y queda como tarea pendiente que se realizará en estudios posteriores.

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Consideraciones finales

A lo largo de este trabajo hemos presentado un debate respecto de la naturaleza y la

función de la expresión emocional. A través de una estructura dialéctica, hemos logrado

presentar una tesis: la expresión emocional es de naturaleza teológica y su función es

comunicativa (Bell); contrarrestada por una antítesis: la naturaleza de la expresión

emocional es biológica y su función no es expresiva (Darwin); y conciliada por una

síntesis: la expresión emocional es de naturaleza biológica (Darwin) y su función es

expresiva (Bell). Esta es la tesis que defienden los estudios posdarwinianos. En el cuadro 3

puede observarse un panorama global del debate presentado en este trabajo.

Dada la naturaleza dialéctica del trabajo, más que una conclusión, en esta última

sección presentaremos una recapitulación, una prospectiva y una evaluación crítica del

mismo.

Puesto que tiene una comprensión teística y teleológica de la expresión, Charles

Bell le otorga una utilidad especial a la expresión en el campo estético, campo que Darwin

ignoró por completo. Bell considera que el arte nos provee de un buen criterio para conocer

la naturaleza y, de la misma forma, es la naturaleza la que nos brinda las pautas de la

creación artística. Esto le permite decir que cada animal posee una anatomía propia, dada

para unas funciones específicas, que debe ser respetada por el artista. Como en el caso del

dibujo de nuestra portada, un caballo con sonrisa humana, al atribuir una anatomía

impropia a un animal, lo deformamos y caricaturizamos.

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Función

Naturaleza

Comunicativa Adaptativa Regulativa Ninguna

Biológica Posdarwinianos Darwin (en el pasado)

Posdarwinianos Posdarwinianos

Darwin (en la

actualidad)

Teológica Bell x x x

Cuadro 1: panorama global del debate presentado en este trabajo

Darwin, por su parte, se dedicó a hacer frente a las ideas de Bell negando la

funcionalidad teleológica de la expresión. Si bien, por ser producto de la evolución, la

expresión debió tener alguna función, no puede aceptar que sea ésta una función expresiva.

Concluye que la utilidad adaptativa que preservó la expresión emocional es inoperante en la

actualidad, haciendo que ésta no posea ninguna función o utilidad. De haber comulgado

con algunas de las ideas de Bell, Darwin debía haber aceptado que la sonrisa de los monos

o la risa de la hiena tienen como función el expresar a otros lo que sienten. Ante el caballo

deforme de la portada, Darwin seguramente hubiese preferido que Bell analizase la

expresión de animales filogenéticamente más próximos al ser humano, como en el caso de

la siguiente figura:

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83

Figura 4.1. Dibujo extraído de La expresión de las emociones en los animales y en el

hombre.

Esta posible respuesta de Darwin, sin embargo, se caería de su peso. Incluso con los

animales filogenéticamente más distantes a nosotros, somos capaces de reconocer

expresiones emocionales, que son muy distintas a las nuestras. Pensemos, por ejemplo, en

el caso del erizamiento del pelo de los gatos o hasta en las orejas caídas de un ratón.

Seguramente Bell, y muchos teóricos actuales, podrían decirnos que atribuimos estas

expresiones gracias a un proceso de antropomorfismo. De cualquier manera, reconocemos

que es un problema complejo y que requiere un estudio juicioso que supera los límites de

este trabajo.

Los estudios posdarwinianos, sin embargo, logran estudiar la expresión emocional

de una forma sintética, dando explicaciones más o menos satisfactorias respecto de este

problema. Estos estudios, operando bajo un marco de referencia evolucionista y, haciendo

énfasis en el papel adaptativo de la expresión (Cf. Adolphs, 2010), logran también captar la

utilidad que tiene la expresión en casos de comunicación intra e interespecífica, casos de

regulación afectiva mixta y dentro del despliegue infinitito de utilidad en casos de

interacción humana adulta. Así, se logra una conjunción dialéctica de las funciones y la

utilidad de la expresión emocional propuesta por Bell, bajo una comprensión adaptacionista

de la naturaleza de la expresión, que es la propuesta básica de Darwin.

Page 84: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

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Lo anterior nos permite decir que la expresión emocional opera gracias a una serie

de recursos biológicos, que nos permiten la producción e identificación de valoraciones de

estados internos y del mundo. La proximidad filogenética en casos de especies sociales, nos

permite reconocer estas valoraciones a través de la expresión y, también, regular nuestro

comportamiento de acuerdo a esta. Cuando se trata de casos de interacción mixta, esto es,

entre individuos lingüísticos y no lingüísticos, la expresión emocional sirve como el canal

principal de interacción que permite, a través de patrones normativos, regular el

comportamiento y asignar valoraciones al mundo, que, en los casos de la interacción

humana, implican los primeros pasos de la enseñanza y la trasmisión de valores culturales

(Cf. Shutz, 2007, Pérez. 2013).

Estas aproximaciones han permitido a numerosos estudiosos acercarse a la

expresión emocional desde una perspectiva naturalista, aplicando la utilidad extra teórica

del debate que hemos venido señalando. Muchos de ellos estudian el papel de la expresión

emocional y los recursos biológicos que poseemos para analizar el papel de éstos en las

artes y la estética, tal como lo propuso Bell (Cf. Hjort, 1997; Killin, 2013). Otros, se han

enfocado en el estudio de la función comunicativa y regulativa, sobretodo haciendo alusión

al papel de la expresión emocional dentro del campo de la pedagogía y la educación moral

(Cf. Prinz, 2004, 2006, 2009; Zambrana 2013).

Sin embargo, también debemos reconocer los límites que tienen este tipo de

estudios. Por lo general, las teorías naturalistas de la emoción y la expresión emocional, se

encuentran ligadas a concepciones causales del sentimiento y del cuerpo el general. Eso

dificulta la distinción de la especificidad de las emociones y las expresiones y, además,

quedan ligadas irremediablemente a nociones muy pobres de comunicación. Dado que se

rigen por una semántica informacional, los estudios posdarwinianos pueden llegar a incurrir

en el riesgo de considerar que lo único que se trasmite a través del cuerpo, e incluso de la

palabra, es información. En ese sentido, la función pedagógica, estética y moral, quedaría

relegada a una mera trasmisión de datos que puede hacer la expresión.

Page 85: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

85

Reconocemos que para que se logre una aplicación real de la expresión en estos tres

campos, dentro de una teoría naturalista, debemos superar esta perspectiva informacional

para dar campo a una comprensión más rica de lo que comunica y puede lograr una

expresión. Para ello, debemos reconocer la importancia que tiene un estudio mucho más

juicioso de la función comunicativa de la expresión pero, sobre todo, lograr una semántica

que pueda explicar mejor nuestra vida psicológica. Con esto en mente, abrimos paso a la

posibilidad de un estudio mucho más rico respecto de la expresión emocional, su

naturaleza, su función, y la utilidad estética, pedagógica y moral que pueda tener.

Así, para cerrar este trabajo nos gustaría advertir sobre el potencial de una

comprensión naturalista de la emoción dentro del campo estético, moral o pedagógico. Con

ello buscamos desmentir la inutilidad extra teórica de la que algunos teóricos cognitivistas

acusan a las teorías naturalistas de las emociones. Una buena compresión de la expresión

emocional no se limita a su naturaleza biológica, ni tampoco a su funcionalidad estética o

comunicativa. En ese sentido, la expresión emocional parece señalar nuestra más profunda

naturaleza, esa en la que somos lo suficientemente animales, como nos enseñó Darwin y lo

suficientemente divinos, como nos enseñó Bell. Esa en donde utilizamos la expresión para

comunicarnos y educarnos, valiéndonos a la vez de toda nuestra animalidad.

Page 86: Cuerpos Emotivos: Un debate sobre la naturaleza y la

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