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CUENTOS ADJETIVADOS 6ºCURSO 2016-2017 CEIP LÓPEZ DIÉGUEZ (CÓRDOBA) 1

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Page 1: CUENTOS - Junta de Andalucía

CUENTOS

ADJETIVADOS

6ºCURSO

2016-2017

CEIP LÓPEZ DIÉGUEZ

(CÓRDOBA)

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Page 2: CUENTOS - Junta de Andalucía

ÍNDICE 111 111111111

2. Esto no es cualquier campamento.

3. LA TARTA DE MI ABUELA. 44.. EEll IInnssppeeccttoorr ddee SSaabboorreess.. 5. De camping.

6. La obra de arte.

7. El miedo a las texturas de Sussi.

8. La vida colorida de Esmeralda.

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En un pequeño pueblo de Francia había una cocinera que estaba

haciendo las maletas para irse a un concurso de cocina en París; tenía pensado hacer su mejor plato, "Soupe a L’Oignon" o sopa de cebolla que se cocina con mantequilla pura y quesos de olor subyugante. Se subió al tren y se fue directa a París, al llegar se acomodó en un hotel que le recomendó su madre. El concurso era al día siguiente, estaba muy nerviosa, así que decidió irse a un Spa para relajarse. Llegado el momento, se fue al concurso y empezó a preparar su plato: primero derritió la mantequilla en el aceite aromático, echó la sal y el azúcar, agregó la harina y todo se convirtió en una masa pastosa, añadió el vino balsámico y el caldo. Puso el caldo en los cuencos y por encima distintos quesos de un inconfundible olor caprino. Terminó justo a la hora de sacar los platos y se los enseñó a los jueces, pero no sabía que le habían saboteado su plato, aunque se dio cuenta cuando los jueces le pusieron mala nota. Le dijeron que le había puesto colorante rojo y orégano, mezcla terriblemente hedionda. La cocinera interrumpió rápidamente y dijo que ella no le había echado colorante ni orégano, entonces el juez dijo que tenía que buscar el causante de los daños.

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Los jueces le dieron permiso para revisar todas las cocinas. Primero descartó a los que no tenían ni orégano ni colorante, después solo le quedaron dos, uno con colorante y otro con orégano, así que cuando ella vio que en cada cocina había un ingrediente diferente llamó a los jueces. Estos, inmediatamente descalificaron a los dos cocineros. A continuación le pidieron que hiciera otra vez la receta y se comprobó que ella no necesitaba sabotear ningún plato para ganar.

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Esto no es

cualquier

campamento. Era una mañana soleada y el cielo estaba azul claro. “Otro día en el

campamento. ¡Qué bien, se meterán conmigo otra vez!”-Pensaban Pablo, Dylan y Harry. No les gustaba el campamento y menos estar en la cabaña. Les parecía polvorienta y de color ceniciento. Además, no les gustaba su compañero, al que consideraban gordo y mimado, Dudley.

Por suerte, hoy era el mejor día de la semana, domingo. Llamarían a su madre para contarle lo que pasaba y se volverían a su casa. Pero sus padres dijeron, no, que les suponía una vergüenza tener unos niños con esa actitud. Después se juntaron los tres e idearon un plan para fugarse; cuando los monitores los llevaran al río de aguas limpias y cristalinas y además todos se distraían con los bonitos peces de colores: cobrizos, verdosos, grisáceos, irisados... Y algunos, luminosos y brillantes, se escaparían por la montaña.

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Así lo hicieron, caminaron mucho. Y cuando la oscura y tenebrosa noche iba llegando, se encontraron en un cementerio abandonado. De repente el tiempo cambió, poco a poco el cielo se volvió grisáceo, oscureció y empezó a llover.

Dentro del cementerio el cielo parecía más negro, a lo lejos divisaron una iglesia abandonada. Se metieron y caminaron entre negruzcos bancos. No sabían que hacer.

Al final tuvieron suerte, porque Dudley, preocupado, avisó a los monitores del campamento diciéndoles dónde podían estar. No era este chico muy rencoroso.

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LA TARTA DE MI

ABUELA

Era un día soleado, desde la calle llegaba un espléndido

olor a tarta. Debía ser de una jugosa y distinguida crema catalana.

¡Pero no te imaginas de donde venía el olor! ¡De la casa de mi abuela!

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Coincidió que por la calle pasaba un anciano que tenía mucha hambre, me compadecí. Me decidí a invitarle a la casa de mi abuela .A ella no le pareció mal, mi abuela estaba encantada con mi idea, por lo que regaló hasta el último pedazo de su delicada tarta.

Yo me sentí triste por no probar bocado, pero él lo necesitaba más que yo, que ese día aprendí una hermosa lección de vida e hice feliz a alguien.

Mi abuela, todavía me invitaría muchas veces a oler...y comer su maravillosa tarta de irresistible olor.

FIN Coral y Lucía.

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EEll IInnssppeeccttoorr ddee

SSaabboorreess..

En una ciudad contaminada había un crítico gastronómico muy estricto que se fijaba en todos los sabores y los olores. Se contaba que al salir de un restaurante de comida con sabores amargos y fétidos se fue andando hacia su casa. A la mitad del camino noto un picante y fuerte sabor en su boca.

Cuando se giró, se encontró un científico loco que le quitaba el olor y el sabor a la gente, dándose cuenta del error que había cometido al quedarse quieto, su vida de inspector de sabores se había acabado.

Reflexionando sobre su gran carrera, de repente se le ocurrió una idea: inventaría unas pastillas para devolverle el gusto y el

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olfato a la gente. Le costó mucho trabajo porque no podía saborear los ingredientes salados, dulces, amargos… sólo podía oler lo concentrado y espeso.

Pensando como repartiría las pastillas entre todos los afectados, pensó una idea fantástica: repartiría las pastillas por todos los comercios relacionados con estos dos sentidos; mercados, restaurantes, floristerías, perfumerías…

Poco a poco todo fue volviendo a la normalidad, todos estaban satisfechos de disfrutar de las grandes delicias de la vida. Detuvieron al científico loco y, adivinen donde acabó…………

El Inspector de Sabores. - Nacho, Liam, Jaime y Valentín.

Esto no me huele nada bien.

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De camping

El año pasado fui de viaje de fin de curso a un camping en la

campiña. Lo llamaban “el campamento de las texturas”. Pensé que era un nombre muy inusual, pero hay gustos para todo.

Cuando me bajé del autobús, me agaché a tocar la hierba, humedecida por el sol. ¡Qué textura tan aterciopelada tenía! El día continuó sin sobresaltos, y llegó la noche. Me acurruqué entre las lanosas sábanas, fatigado por la intensa jornada.

A la mañana siguiente, me levanté temprano para contemplar el sol durante el amanecer. Me reuní con mis amigos para desayunar en la cabaña principal. Estuvimos conversando una media hora, cuando la monitora nos propuso un juego: teníamos que pasear por el bosque que hay al norte del camping y buscar una serie de tarjetas con una palabra escrita: quien encontrara más, ganaba.

Tuvimos que esperar a que la directora encontrara trozos de papel rugoso. Luego, llamó al personal para distribuirlas. Acto seguido, fuimos individualmente a hallarlas.

Era increíble sentir el campo en el cuerpo. La pegajosa resina de los árboles, las ásperas venas de las hojas, el acolchado tacto de la tierra…

Pero no podía distraerme; tenía objetos que hallar. Tras decir esto, empezó a lloviznar con insistencia, pero fue chaparrón con escasas reservas, ya que dejó de chispear de golpe.

Toqué la corteza humedecida de un árbol y allí localicé el primer escrito. Tanto fue el esfuerzo de sacarlo, que me desplomé al suelo y me aguijoneé con el punzante herbaje.

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Seguí encontrando cartas hasta que el maestro nos citó. Todos habíamos encontrado gran cantidad de cartulinas, por lo que el premio iba a ser general.

-¿Y qué es el premio?-preguntamos al unísono.

-Es una sorpresa…-Respondió la directora.

Después, el maestro salió de una cabaña con una tarta y nos dijo que el premio eran los amigos.

Nos lo pasamos muy bien. Más tarde averigüé por qué se llamaba “el campamento de las texturas”: la directora se llamaba Lisa Mullídez.

Al caer la noche, me acurruqué entre las acolchadas sábanas. Los siguientes días me lo pasé muy bien. El camping me encantó.

Fin

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La obra de arte

Había una vez un hombre misterioso con

sombrero rojizo y descolorido, con ropas de color ceniciento con parches coloridos y sus botas eran grisáceas y destrozadas. Su cara era encarnada, su olor apestoso y su piel era liliácea.

El misterioso hombre estaba vagando por la oscura noche iluminada por las farolas, pegado a las paredes oliendo los variados olores penetrantes de la comida.

Un día realzado por el cielo azulado, se encontró por los suelos plomizos un cuaderno amarillento por el tiempo al lado de un charco ennegrecido, que tenía un bolígrafo con poca pero suficiente tinta para pintar un cuadro.

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A las afueras de la ciudad avisto una grandiosa montaña verdosa por el musgo y con nieve blanquecina en el pico; le pareció una fabulosa idea de dibujarlo. Cuando termino de pintarlo, tan bonito que le salio, que con parte de sus ahorros decidió comprarse unos lapices de colores vivos. Lo pinto en claroscuro, y al terminar de pintarlo, decidió seguir.

Pinto muchos cuadros: desde temas domésticos a surrealistas, pasando por bodegones y cuadros

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impresionistas. Siguió dibujando, pero cuando un pintor se enteró de su éxito, le compro varios cuadros.

Con el dinero recaudado, compro montones de ceras y siguió pintando cuadros con colores como el caqui, el bermellón o el esmeralda. Siguió pintando cuadros, pero, un día, tuvo una idea: enseñarlo a la biblioteca. El bibliotecario se lo acepto, y al día siguiente había una cola tremenda para comprar el libro. El hombre se hizo rico, pero parte de su fortuna lo dono a los pobres.

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El miedo a las texturas

de Sussi

abía una vez, una niña llamada Sussi, le daba mucho asco las texturas de todos los tipos.

Un día estaba llorando en su habitación y sus padres

le preguntaron que cual era la razón para llorar tanto.

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Sussi les dijo que era porque había tocado una cosa demasiado rugosa. Sus padres le dijeron que no pasaba nada y que por ese “pegolete” no iba a morir. Otro día vio un flan muy gelatinoso que se movía y se desmayó.

Sus padres decidieron mandarla a una escuela interna

de verano durante seis semanas donde iban niños que tenían fobia a algo.

A ella no le apetecía nada, pero ya era el día de partir

en autobús a la escuela; estaba triste porque pensaba que no se lo iba a pasar bien y no quería estar sin sus padres. Se montó en el autobús, tenía los sillones suaves, eran de terciopelo. Al lado suyo tenía un niño de cabello liso y ojos azules, que le tenía fobia al agua: la del mar, la del río… Ambos hablaron todo el viaje.

Al llegar, ella se imaginaba el típico orfanato de las

películas de miedo, pero era una escuela normal y corriente, con otro edificio al lado, donde estaban las camas.

Como era la primera noche todos estaban muy

nerviosos, pero la directora les preparó una cena especial; les dijo a todos los niños que habían venido a esta escuela a divertirse. Después de la cena hicieron juegos de

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confianza para conocerse mejor y se fueron a la cama todos a la vez.

Día tras día hacían pruebas de sus fobias. El que tenía miedo a los insectos, se debía meter en una

habitación llena de hormigas hambrientas y asquerosas; para el que temía al agua, tirarse a una piscina. Sussi tendría que meterse en una habitación estrecha y llena de diferentes texturas.

Al principio los niños y niñas lo pasaban muy mal y

querían irse, pero, con el paso del tiempo, le cogieron cariño a la directora y se lo pasaban bien haciendo las pruebas con los amigos.

El último día hicieron una fiesta de despedida a la

directora, todos estaban tristes no se querían ir.

fin

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La vida colorida de

Esmeralda.

Era el 23 de diciembre, Esmeralda se levantó muy

emocionada. Fue al cuarto de sus padres y empezó a saltar en la cama blanca, sus padres que lógicamente estaban dormidos, se despertaron. Ellos muy cansados, bajaron al salón para que su querida hija abriera los regalos de cumpleaños. Estaban debajo del árbol, ya que dentro de dos días llegaría la Navidad. Allí estaban los regalos, envueltos en papel plateado con purpurina violeta. Esmeralda cumplía 7 años.

Empezó a abrir paquetes, ella lo que deseaba era algo que

tuviera muchos colores, como el arcoíris en miniatura. El primero que abrió eran unas zapatillas de suela azul grisáceo, los cordones rojos y el resto blanco. Otro era una pecera con dos peces, uno de color entre azul, negro y amarillo; en cambio, el otro, de de un gris muy soso. A Esmeralda no le pareció agradable tener en casa un pez de un color tan poco llamativo. Eso sí, siguió abriendo regalos.

Poco a poco iba llegando su familia, pero el que más le alegró

que llegara era su tío Álvaro, porque era tan alegre como ella. Tanto

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que había conseguido la profesión de , título honorífico de la ciudad. Llegó con un regalo enorme con un lazo dorado y envoltorio celeste. Inmediatamente lo abrió y se encontró con uno de sus amigos payasos saltando entre el papel.

Aquello no le gustó, se esperaba otra cosa, pero muy pronto

comprendió que había tenido el mejor de los regalos, Las personas que allí estaban con ella. Se sintió muy feliz.

Todos salieron al jardín a celebrar la maravillosa fiesta de los

colores, aquella noche llovió entonces salieron en el momento más oportuno del día.

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