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CUERPO DIRECTIVO Director Miguel Ángel Mateo Saura Instituto de Estudios Albacetenses Don Juan Manuel, España Editor Juan Guillermo Estay Sepúlveda Editorial Cuadernos de Sofía, Chile Cuerpo Asistente Traductora: Inglés Pauline Corthorn Escudero Editorial Cuadernos de Sofía, Chile Traductora: Portugués Elaine Cristina Pereira Menegón Editorial Cuadernos de Sofía, Chile Archivo y Documentación Carolina Cabezas Cáceres Editorial Cuadernos de Sofía, Chile Portada Felipe Maximiliano Estay Guerrero Editorial Cuadernos de Sofía, Chile

COMITÉ EDITORIAL Dr. Hipólito Collado Giraldo Dirección General de Patrimonio Cultural de Extremadura, España

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Indización Revista Cuadernos de Arte Prehistórico, se encuentra indizada en:

REVISTA CUADERNOS DE ARTE PREHISTÓRICO ISSN 0719-7012 – NÚMERO 9 – ENERO/JUNIO 2020

DR. PHILIPPE COSTA

ISSN 0719-7012 / Número 9 / Enero – Junio 2020 pp. 114-159

PROPUESTA CRONOLÓGICA DE LA PRODUCCIÓN RUPESTRE EN EL SALVADOR

Y DEFINICIONES DE LOS TERRITORIOS Y DE LAS FRONTERAS CULTURALES EN TIEMPOS PREHISPÁNICOS

CHRONOLOGICAL PROPOSAL OF ROCK ART PRODUCTION IN EL SALVADOR

AND DEFINITIONS OF TERRITORIES AND CULTURAL BORDERS IN PRE-HISPANIC TIMES

Dr. Philippe Costa CEMCA (Centre d’Études Mexicaines et Centraméricaines)

[email protected]

Fecha de Recepción: 24 de junio de 2019 – Fecha de Revisión: 05 de septiembre de 2019 Fecha de Aceptación: 25 de octubre de 2019 – Fecha de Publicación: 01 de enero de 2020

Resumen

El arte rupestre de El Salvador constituye una herencia original enraizada en todas las regiones del país. La producción rupestre ha sido importante durante la época Prehispánica como lo ilustran los 70 yacimientos rupestres evidenciados por la investigación bibliográfica y los proyectos de campo llevados a cabo por el autor. Si las primeras publicaciones sobre el tema son del final del siglo XIX, el arte rupestre salvadoreño no fue objeto de un estudio sintético hasta recientemente. Años de trabajos en el campo nos permitieron registrar directamente más de la mitad de los yacimientos conocidos. Con el fin de aportar informaciones sobre el marco cronológico y cultural de las obras, 11 sondeos estratigráficos en yacimientos rupestres fueron realizados, más que todo en El Salvador, pero también en Honduras. Los levantamientos de los sitios visitados permitieron elaborar una clasificación tipológica de las manifestaciones rupestres. Toda esta información fue recabada en una base de datos conformando un sistema de información geografía (SIG). Por medio de esta herramienta, el análisis espacial revela tradiciones rupestres; conjuntos de yacimientos con características iconográficas y morfológicas comunes, cuya extensión geográfica conforma territorios cerrados. Retomando las informaciones arqueológicas, etnohistóricas, toponímicas y lingüísticas, el estudio busca establecer las tradiciones rupestres en su contexto crono-cultural. Se integran en la Historia de El Salvador y nos aportan informaciones nuevas sobre las fronteras culturales en la época Prehispánica en una zona de interacciones entre Mesoamérica y el Área Intermedia.

Palabras Claves

Arte rupestre – Arqueología – El Salvador – Fronteras culturale – Central América

Abstract

The rock art of El Salvador is an original heritage rooted in all regions of the country. Rock art production has been significant during the pre-Hispanic time as illustrate 70 rock art sites brought to light by bibliographic research and field projects carried out by the author. If the Salvadorian rock art has been matter of scientific papers since the end of the 19th century, it had not been subject to a synthetic study until recently. Years of field work allowed us to directly register more than half of the known deposits. In order to provide information about the chronological and cultural context of the works, 11 stratigraphic survey pits were made in those rock art sites, mostly in El Salvador, but also

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in Honduras. The survey of the visited sites allows for developing a typological classification of rock art. This information was gathered in a database creating a geography information system (GIS). Through this tool, the spatial analysis reveals rock art traditions; sets of sites with common iconographic and morphological characteristics, which geographical extension comprises closed territories. Taking up the archaeological, ethnohistoric, toponymic and linguistic data, the study seeks to establish the Chrono-cultural context of rock art traditions. They are included in the El Salvador history and provide us with new information about cultural boundaries in the pre-Hispanic time in an area of interactions between Mesoamerica and the Intermediate Area.

Keywords

Rock art – Archaeology – El Salvador – Cultural boundaries – Central America

Para Citar este Artículo:

Costa, Philippe. Propuesta cronológica de la producción rupestre en El Salvador y definiciones de los territorios y de las fronteras culturales en tiempos prehispánicos. Revista Cuadernos de Arte Prehistórico, num 9 (2020): 114-159.

Licencia Creative Commons Atributtion Nom-Comercial 3.0 Unported (CC BY-NC 3.0)

Licencia Internacional

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Introducción

El arte rupestre se conoce prácticamente en todos los países del mundo y en América Central es un fenómeno particularmente representado. En El Salvador, los diferentes grupos humanos que ocuparon el país durante la época prehispánica dejaron numerosos vestigios dentro de los cuales, una gran cantidad de yacimientos rupestres. Componen una herencia intrigante enraizada en todas las regiones y se integran en todos los paisajes salvadoreños. Ahora bien, los yacimientos aportan un conjunto de datos de primera importancia sobre sus creadores, creadoras y su cultura. El carácter in situ del arte rupestre implica una relación directa y profunda con el territorio, se inserta y juega un papel en la relación entre los grupos humanos y su entorno y más allá, un vínculo entre grupos culturales y territorio. El Salvador es un país mestizado por su mayoría y las poblaciones autóctonas reconocidas representan solamente 1% de la población total. A pesar de este número reducido, varios idiomas originarios se hablan aun como el pipil (de origen náhuat), el cacaopera (de origen misumalpa), el lenca (de origen chibcha), el poqomam y el qeqchi (de origen maya). Además, otros idiomas fueron hablados en el territorio salvadoreño como el chorotega, el chortí y el xinca. Por razones históricas, como el trabajo forzado reservado a los indígenas durante la Colonia y las masacres del siglo XX, poco autóctonos mantuvieron sus tradiciones. El Salvador no tiene una superficie extensa (21041 km2) y el estudio del arte rupestre del país no se puede limitar a sus fronteras que no corresponden con la ubicación de grupos culturales prehispánicos. Por lo mismo, nuestro marco de estudio (aproximadamente 70000 km2) incluye los países vecinos; además de El Salvador como foco principal, se tomó en cuenta el Centro y el Sur de Honduras, una porción del Oriente de Guatemala y el extremo noroeste de Nicaragua (Figura 1).

Figura 1

Marco de estudio considerado para la investigación del arte rupestre salvadoreño

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Por lo general, se distingue tres regiones en El Salvador que corresponden cada una aproximadamente a un tercio del país; el Occidente, el Centro y el Oriente (Figura 2). Se utilizan estas subdivisiones en arqueología; en 1939, Lothrop es el primero en proponer que el Occidente y el Centro han sido ocupados por los Mayas, mientras que el Oriente, al este del río Lempa que divide el país de norte a sur, ha sido ocupado por los Lencas1. Si el límite entre el Oriente y el Centro ha sido cómodamente ubicado sobre el rumbo inferior del rio Lempa, desde 1960, Haberland2 explica que el límite entre el Centro y el Occidente de El Salvador es el más delicado de definir al nivel cultural por la época prehispánica.

Figura 2

Mapa de las regiones arqueológicas de El Salvador, de Guatemala y de Honduras Son las cuestiones de fronteras culturales que han permitido determinar los límites geográficos del marco de estudio que incluye de oeste a este, sitios cuya iconografía es Mesoamericana (Piedra de Ayarza, Peñasco de los Migueles) hasta el yacimiento de Oropolí al extremo este, cuya iconografía es reconocida del Área Intermedia (Figura 1). Desde el estado actual de los conocimientos, se trata de analizar si el arte rupestre permite atestiguar de las dinámicas culturales en el marco de estudio. Se analizará si la posición geográfica de El Salvador en una zona de interacciones culturales tuvo consecuencias sobre sus producciones rupestres y si estas reflejan los fenómenos culturales que se sucedieron en el país. En todo caso, se busca si el arte rupestre puede atestiguar de grupos culturales y permitir rastrear su historia.

1 S. Lothrop, “The Southeastern Frontier of the Maya.” En American Anthropologist (1939), 48. 2 W. Haberland, “Ceramic Sequences in El Salvador”, Society for American Archaeology Vol: 26 num 1 (1960): 21.

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Primeras definiciones de las fronteras culturales El territorio salvadoreño se encuentra geográficamente entre dos áreas culturales cubriendo una extensión máxima relativamente similar (2600 km por Mesoamérica y 2300 km por el Área Intermedia). Los vestigios de El Salvador han sido abordados por los arqueólogos según dos puntos de vista interpretativos, o marco del pensamiento. Por una parte, se encuentran los investigadores que han querido ver en El Salvador un territorio periférico de Mesoamérica, reconociendo muy temprano sin embargo la especificidad cultural del espacio geográfico ubicado al este del Río Lempa (Oriente). La otra escuela de pensamiento consiste en reconocer en el territorio salvadoreño y en el Centro de Honduras, un espacio cultural autónomo e independiente que ha entretenido intercambios más o menos intensos con Mesoamérica según las épocas y las regiones, pero también con las culturas del Área Intermedia ubicadas más al sur. El término de Mesoamérica se refiere a un área cultural evidenciada por Paul Kirchhoff en 1943, con fronteras delimitadas para el siglo XVI. Un área cultural define grupos humanos y por esta razón, sus límites, como su homogeneidad, son relativas y evolutivas. Para Kirchhoff, Mesoamérica es un área cultural compuesta de cultivadores “superiores”, pero integra también ciertos grupos con un nivel de desarrollo “inferior” como los Lencas3, presentes históricamente en el sur del centro de Honduras y en el Oriente de El Salvador. Los términos de superior e inferior en esta definición aparecen hoy en día inoportuno y se preferirá simplemente tomar en cuenta la presencia de centros políticos de envergadura menor en el sur de esta región. A pesar de las diferencias étnicas de todos los grupos que la componen, existe en Mesoamérica una cierta comunidad. Esta propuesta ha sido criticada y todavía es a menudo objeto de debate, en razón de la diversidad de las culturas de Mesoamérica. Desde su definición, Kirchhoff incluye El Salvador adentro de los límites geográficos de Mesoamérica; la frontera sur se ubica en la península de Nicoya en Costa Rica. En 1966, Gordon Willey aporta una periodización para Mesoamérica y distingue 10 “sub-áreas culturales” en este amplio territorio4. El Salvador se encuentra en la Periferia Sur; una región ocupada por pueblos de idiomas diversos, en momentos diferentes5. Willey reconoce los grupos Maya, Pipil, Lenca, Jicaque y Chorotega y agrega que, en esta zona, las culturas de Mesoamérica se mezclan con culturas de la Baja América Central. En 1966, John Longyear propone un estudio arqueológico de El Salvador en el Handbook of Middle American Indians. Archaeological Frontiers and External Connections. Desde las primeras líneas, insiste sobre la dicotomía entre las dos regiones de El Salvador separadas por el rumbo inferior del Rio Lempa6. Afirma que esta división es sostenida por todas las investigaciones arqueológicas y explica que al oeste del río (Occidente y Centro) las poblaciones son mayas, probablemente poqomam, durante una buena parte de la época prehispánica, y son reemplazadas después por los pipiles, lo cual

3 P. Kirchhoff, “Mesoamérica Sus Límites Geográficos, Composición Étnica y Caracteres Culturales”, Suplemento de La Revista TLATOANI Vol: 3 (1960): 7. 4 G. R. Willey, “An Introduction to American Archaeology? Vol: I: North and Middle America” (New Jersey: Prentice- Hall, Englewood Cliffs, 1966), 86. 5 G. R. Willey, “An Introduction…”, 1966, 88. 6 J. Longyear, “Archaeological Survey of El Salvador.” En G. F. Ekholm y G. R. Willey (eds.), Handbook of Middle American Indians Vol. IV. Archaeological Frontiers and External Connections, (Austin: University of Texas Press, 1966), 132.

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se atestigua después de la Conquista7. La región este (Oriente) es en cambio Lenca desde la época prehispánica y hasta la época Colonial. Para Longyear, El Salvador es más bien una extensión de otras áreas culturales. Su estudio se enfoca principalmente sobre los tipos de cerámicas encontrados. En 1970, Claude Baudez retoma las fronteras culturales definidas por Kirchhoff8 sin embargo, distingue los Sectores Norte y Sur en la Zona de tradición mesoamericana, con una frontera dinámica según las épocas. El Salvador se encuentra en la Zona Norte, cuyas culturas hacen “figuras de padres pobres” en comparación con las culturas propiamente dichas de Mesoamérica y de los Andes9. El postulado negativo atribuidos a las culturas salvadoreñas y hondureñas será objeto de un simposio que dará lugar a una publicación en 1992, donde Payson Sheets propone de definir los grupos culturales de la zona según características que desarrollaron y no en función de rasgos culturales que no alcanzaron10. A su vez, el término de Área Intermedia ha sido escogido porque se refiere a una región que se encuentra entre Mesoamérica y los Andes Centrales. Haberland fue quien uso por primera vez este término en 1957, para definir una región que incluye las Tierras altas de Ecuador, el Oeste de Colombia y Panamá, donde identifica un mismo estilo cerámico entre 1000 y 1450 d.C. 11. Willey fue quien dio autoridad al término, tomándolo en cuenta como área cultural con rasgos propios como la alimentación (maíz y yuca), el patrón de asentamiento (aldeas, aunque algunas ciudades pequeñas aparecieron en ciertos lugares), unidades sociopolíticas reducidas, patrón de enterramientos muy variado, cerámica de calidad, metalurgia temprana etc. 12. Agrega que el trabajo de la piedra es muy difundido pero la calidad de ejecución no es excepcional. El Salvador no pertenece al Área Intermedia según el mapa de Willey13. En 1966, Glass, Lothrop y Stone, en el Handbook of Middle American Indians Vol. IV. Archaeological Frontiers and External Connections proponen de considerar la Baja América Central como un área cultural que se extiende desde el Golfo de Fonseca, al este de El Salvador, hasta Panamá. El área llega a los límites de El Salvador sin incluirlo. En 1979, Lange y Helms proponen de considerar la Baja América Central como una zona de amortiguamiento (buffer zone), manteniendo relaciones con las dos áreas culturales que la limitan geográficamente14. La región adquiere una cierta autonomía y ya no se considera como un simple receptáculo de un difusionismo proviniendo del norte o del sur. En 1984, Willey integra la mayoría del territorio salvadoreño, Honduras y los demás países centroamericanos en la Baja América Central. Citando a Lange, explica que

7 J. Longyear, “Archaeological Survey… 134. 8 C. Baudez, Amérique Centrale (Genève: Nagel, 1970), 33. 9 C. Baudez, Amérique… 217. 10 P. Sheets, “The Pervasive Pejorative in Intermediate Area Studies.” En F. W. Lange (ed.), Wealth and Hierarchy in the Intermediate Area, (Washington DC, Dumbarton Oaks Research Library and Collection, 1992), 18. 11 W. Haberland, “Black-on-Red Painted Ware and Associated Features in Intermediate Area.” En Ethnos, Vol: 3-4 (1957): 159. 12 G. R. Willey, “An Introduction to American Archaeology, Vol. II: South America” (New Jersey: Prentice- Hall, Englewood Cliff, 1971), 278. 13 G. R. Willey, “An Introduction…”, 1971, 256. 14 F. Lange y M. Helms, “Theoretical and Descriptive Aspect of Frontier Studies”, Latin American Research Review Vol: 14 num 1 (1979): 224.

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los contactos (mesoamericanos o suramericanos) no han sido la cumbre cultural, o la principal motivación, de los factores de desarrollo15. En 1993, Hasemann y Pinto proponen de considerar una Zona Central, en el interior de la Baja América Central, incluyendo los territorios actuales de Honduras y El Salvador, así como la costa pacifico de Nicaragua. Esta zona se caracteriza como: “(…) un área que en definitiva desarrolló su propio mosaico de dinámicas sociedades fuera de la esfera de dominio directo de Mesoamérica propiamente dicha, pero también como un área que mantuvo una larga o intensa y periódica comunicación con este núcleo.” Proponen un mapa donde El Salvador aparece como parte de la Zona Central y a la vez; como parte de la periferia sur de Mesoamérica16. El estudio más reciente sobre las interacciones culturales al sur de Mesoamérica ha sido publicado en 2000 por Sheets. El autor reconstruye por periodo en mapas, las fronteras del sureste de Mesoamérica, tomando en cuenta su evolución en el trascurso del tiempo. Distingue una Zona de Fronteras más o menos extensa entre el límite sur de Mesoamérica y norte del Área Intermedia. Explica que una frontera es un territorio dinámico y no una línea; no es un espacio reducido homogéneo, pero puede presentar enclaves de sociedades autóctonas adentro de la frontera17. Retomando Lange (1986), explica que una frontera cultural es como el paso simultáneo de dos colores que se mezclan de forma disparata a lo largo de una línea de contacto18. Las herramientas utilizadas por los arqueólogos hasta ahora para definir las fronteras culturales en Centro América se basaron en su mayoría sobre el estudio de la cerámica. Se determinaron por ejemplo esferas de influencias cerámicas que ponen en relieve las similitudes entre los complejos e implica un alto grado de parecido al nivel tipológico19. Es el caso por ejemplo de la esfera de Influencia cerámica Providencia (500 a 300 a.C.) y Miraflores (300 a.C. a 200 d.C.), en las tierras altas de Guatemala, y asociadas a las poblaciones Mayas. Como el material característico de esta esfera de influencia cerámica se encuentra en el Occidente de El Salvador, se supone que esta región es parte de una misma área cultural, étnicamente y quizás lingüísticamente unida20.

15 G. Willey, “A Summary of the Archaeology of Lower Central America.” En F. W. Lange y D. Stone (eds.). The Archaeology of Lower Central America (Albuquerque: University of New Mexico, 1984), 342: “In other words, lower Central America, whatever its internal unity or disunity, is to be understood largely in terms of itself alone. Or, as Lang states, external Mesoamerican or South American - contacts were not the paramount cultural, or principal motivating, factors in development”. 16 G. Hasemann y L. Pinto, “La Zona Central: Regionalismo e Interacción.” En Historia General de Centroamérica. Tomo 1 (Madrid: Sociedad General de Centroamérica, 1993), 137. 17 P. Sheets, “The Southeast Frontiers of Mesoamerican”. En R. Adams y M. MacLeod (eds.), The Cambridge History of the Native Peoples of the Ameritas. (Massachusetts: Cambridge University Press, 2000), 408: “A frontier at a single time should not be assumed to be a uniform diminution zone, but often has pockets or enclaves of the expanding society and of the autochthonous society within the frontier”. 18 P. Sheets, “The Southeast Frontiers… 411. “In short, a culture frontier is not like a political frontier which can be definitely demarcated, but rather like the running together of two colors which blend to variegated hues along the line of contact”. 19 A. Demarest y R. Sharer, “Late Preclassic Ceramic Spheres, Culture Areas, and Cultural Evolution Int He Southeastern Highlands of Mesoamerica.” En Urban y Schortman (eds.), The Southeast Maya Periphery (Austin: University of Texas Press, 1986), 206. 20 A Demarest, “Political Evolution in the Maya Borderlands: The Salvadoran Frontier.” En E. Boone y G. Willey (eds.), The Southeast Classic Maya Zone (Washington DC, Dumbarton Oaks Research Library and Collection, 1988), 340.

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Metodología

La voluntad del trabajo es relacionar el arte rupestre y los datos arqueológicos por medio de varias herramientas metodológicas, y relacionarlos con los estudios pluridisciplinares etnohistóricos, toponímicos y lingüísticos. De esta forma queremos ver como la definición de tradiciones rupestres podría confirmar o reflejarse en las propuestas de la ubicación de grupos culturales y proponer una evolución diacrónica. Una de estas herramientas es estudiar sistemáticamente la proximidad entre los 113 yacimientos rupestres y los 95 asentamientos conocidos (Figura 3). Todos los sitios rupestres conocidos por lo menos por una fotografía o un dibujo fueron tomados en cuenta. En cambio, para los asentamientos, una selección se realizó tomando en cuenta los cetros más importantes (con vestigios arquitectónicos) y los más cercanos a los sitios rupestres. Si la presencia de un sitio de arte rupestre en el seno de un asentamiento es escasa, no tomar en cuenta la proximidad entre estos dos tipos de sitios es limitarse en el análisis. Aislar los yacimientos rupestres de los asentamientos tiene por consecuencia limitarse en las posibilidades de proponer una cronología para la producción del arte rupestre. La relación espacial con los asentamientos es un indicio adicional para permitir de restituir cronológicamente la producción rupestre. Esta relación debe ser analizada con cautela. Sin embargo, en una región donde todos los asentamientos conocidos son del Clásico Tardío, por ejemplo, y los asentamientos se encuentran no muy lejos de yacimientos rupestres, esto sugiere en si un vínculo que no parece fortuito.

Figura 3

Mapa de los 113 sitios rupestres conocidos y de los 95 asentamientos prehispánicos seleccionados

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Evidentemente, esta relación debe ser respaldada y la relación entre asentamiento y sitio rupestre es parte de los criterios perteneciendo a un conjunto de indicios que pueden aclarar la cronología de la producción rupestre. Esta relación proviene en gran parte de la hipótesis explicitada; es decir que si las tradiciones rupestres expresan influencias culturales que ocupan espacios geográficos limitados, pueden se relacionadas con los asentamientos de esta zona y eventualmente con los grupos lingüísticos de este mismo espacio. Asimismo, tomar en cuenta la proximidad entre asentamientos y yacimientos rupestres es solo una de las herramientas empleadas con el fin de contextualizar las tradiciones rupestres. El análisis sistemático de la iconografía, del estilo, de los contextos culturales propios a cada periodo, de los artefactos de los sondeos realizados en los sitios y el análisis en laboratorio de pigmentos son tantos instrumentos considerados con el fin de tratar de manera diacrónica la evolución de la producción rupestre. Como parte de la realización de una tesis de doctorado en arqueología en la Universidad de París 1 (Panteón-Sorbonna), el autor ha podido llevar un trabajo de campo profundizado. Se enfatizó en el registro de sitios; desde 2004, 32 yacimientos rupestres fueron registrados en El Salvador, 6 en Honduras y 2 en Guatemala. Diez nuevos sitios fueron localizados en El Salvador y 2 en Honduras, en todo caso gracias a la benevolencia de la población local. Además del trabajo de registro, 11 yacimientos fueron objetos de sondeos arqueológicos en El Salvador y uno en Honduras. Todas las informaciones fueron integradas en una base de datos de un Sistema de Informaciones Geográficas (SIG). Se retoma un conjunto de criterios propios a cada sitio rupestre, pero también de los asentamientos cercanos. Permitió llevar a cabo un análisis espacial relacionando sistemáticamente yacimiento rupestre y asentamientos y los yacimientos rupestres entre ellos. La definición de tradición rupestre se basa en gran parte sobre el estudio iconográfico, pero éste no aporta forzosamente indicaciones cronológicas sobre la producción rupestre. Es en particular el caso por las tradiciones locales que representan la mayoría de las tradiciones rupestres, donde el material iconográfico solo se compara difícilmente con motivos conocidos de la cerámica, por ejemplo. En este caso, la solución para aclarar la cronología ha sido llevar a cabo sondeos arqueológicos; la selección se enfocó a los yacimientos donde la cronología era problemática, y también en los sitios atípicos del punto de vista iconográfico. Fuera de nuestras investigaciones bajo los auspicios del CEMCA-AC, solo en Corinto, un abrigo rocoso con numerosas pinturas, se había llevado a cabo sondeos arqueológicos21. En nuestro caso, los sondeos se limitaron a ventanas de un metro por un metro para ser menos invasivos. Como máximo, dos sondeos con estas dimensiones se hicieron sobre un mismo sitio. El enfoque de los sondeos es vertical (estratigráfico) y pues cronológico. En ningún caso este esfuerzo buscó establecer excavaciones horizontales permitiendo una reconstitución etnográfica del sitio, lo que queda todavía por hacer en El Salvador. Además, la complejidad cultural de El Salvador implica tomar en cuenta las características etnolingüísticas de su territorio y de sus alrededores. El foco de interés

21 W. Haberland, “Informe Preliminar de Investigaciones Arqueológicas en La Gruta de Corinto y Sus Alrededores”, Mesoamerica, Vol. 21, (1991), 95–104; E. Coladán, “Nuevos Datos Sobre El Arte Rupestre de El Salvador” (San Salvador: Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzmán, 1998).

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para los arqueólogos entre los años 1939 y 1947 es la relación entre los grupos de idioma Maya al oeste y Lenca al este22. En 1975, Thompson estudia más precisamente los límites entre los grupos Maya (Chortí), Xinca y Pipil a la frontera noroeste con Guatemala y Honduras23. El mismo año, Lardé y Larin, sobre la base de un estudio toponímico y etnolingüístico, propone un mapa de El Salvador donde diferencia 8 grupos24. Después de los años 1980, los primeros estudios antropológicos llevados a cabo por Chapman permiten nuevas propuestas. En particular, distingue entre los Lencas varios dialectos diferentes entre los de El Salvador y de Honduras25. Finalmente, en 1993, Hasemann y Pinto diferencian también las principales lenguas indígenas habladas entre El Salvador, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. En El Salvador, distinguen grupos de lenguas mangue-chorotega, ulua y nahua al sur26. Definiciones de territorios y arte rupestre

Antes de establecer el vínculo entre arte rupestre y territorio, es conveniente primero de indagar sobre la definición de territorio. En esta perspectiva, el artículo de Guy Di Méo: De l’espace Aux Territoires: Éléments Pour Une Archéologie Des Concepts Fondamentaux de La Géographie 27, parece congruente, por su acercamiento analítico y sintético. El concepto de territorio, constituido por un lado por un espacio social, por otro lado por un espacio vivido, se compone según Di Méo de cuatro significados adicionales28:

- Permite de definir la identidad colectiva, es la “experiencia concreta del espacio social”.

- Se caracteriza por una dimensión política, “garante de la especificidad y la permanencia, la reproducción de los grupos humanos que lo construyen”29.

- Constituye un “campo simbólico remarcable en el cual ciertos elementos, instaurados en valores patrimoniales, contribuyen en crear o reafirmar el sentimiento de identidad colectiva de los hombres que lo ocupan”30.

- La Historia juega un papel “en materia de construcción simbólica de los territorios (…)”31.

Cuando Di Méo evoca el “campo remarcable simbólico” componiendo el territorio, hace referencia a Halbwachs (1925)32 para quien el territorio se manifiesta “en formas materiales, de naturaleza a menudo simbólica o emblemáticas”. Habla entonces de

22 S. Lothrop, “The Southeastern Frontier… 48; J. Longyear, “Cultures and Peoples of the Southeastern Maya Frontier” En C.I.W. Theoretical Approaches to Problems, (1947), 70. 23 E. Thompson, “Historia y Religión de Los Mayas” (México, D.F.: Siglo XXI, 1975), 136. 24 J. Lardé y Larín, “Toponimia Autóctona de El Salvador Oriental” (San Salvador: Ministerio del Interior, 1976). 25 A. Chapman, “Los Hijos Del Copal y La Candela: Ritos Agrarios y Tradición Oral de Los Lencas de Honduras” (México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Antropológicas, 1992), Mapa 2. 26 G. Hasemann y L. Pinto, “La Zona Central… figura 3.18. 27 G. di Méo, “De l’espace aux Territoires: Éléments Pour Une Archéologie Des Concepts Fondamentaux de La Géographie”, L’information Géographique, Vol: 62 num 3 (1998): 99–110. 28 G. di Méo, “De l’espace… 107. 29 G. di Méo, “De l’espace… 108. 30 G. di Méo, “De l’espace… 108. 31 G. di Méo, “De l’espace… 108. 32 M. Halbwachs, Les cadres sociaux de la mémoire (Paris: Librairie Alcan, 1925).

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territorialidad simbólica con un papel social protagonista; según Halbwachs de nuevo, parece que “todo pasa como que si el pensamiento de un grupo no podía nacer, sobrevivir y volverse consciente de ella misma sin apoyarse sobre ciertas formas visibles del espacio”.

¿En esto mismo, el arte rupestre, o más bien las definiciones de tradiciones rupestres, podría constituir una base simbólica permitiendo de definir territorios identitarios? Cuando Di Méo define el territorio de una forma diferente, lo compara al término vecino de lugar; detalla: “Los lugares los más remarcables y los más apremiantes, los por los cuales la individuación, cuya identificación es menos problemáticas se abarcan con la mirada. Su unidad se detecta de una sola mirada.”33 Agrega que son:

“(…) espacios restringidos de prácticas y de representaciones dotadas de un alcance social, cargados de valores comunes (…)” donde se puede distinguir los “lugares representativos” portadores de un profundo sentido colectivo, constituyendo verdaderos “emblemas por la cuenta de los grupos sociales que lo crean y lo utilizan.” Y los lugares domésticos de carácter personal. Así, “el territorio agrupa y asocia lugares”34.

Siguiendo esta definición, concluye: “En estas condiciones, “territorializar” un espacio consiste, por una sociedad, a multiplicar lugares en este espacio, a instalarlos en redes a la vez concretos y simbólicos.”35 Retomando el concepto de “territorialización” y la definición de los lugares, como manifestaciones y soportes concretos de los territorios, nos aparece que los yacimientos rupestres deben ser considerados como “lugares representativos”, donde se adiciona los sentidos religiosos, simbólicos y sociales. El estudio de la ubicación de los yacimientos rupestres permite el análisis geográfico de la “territorialización” de las culturas, autores de estas manifestaciones. Para el autor, la ubicación de los yacimientos rupestres puede ser considerada como un testigo de “territorialización” inconsciente, cuando la selección del lugar no depende de la voluntad de marcar el territorio en función de otro grupo cultural. En cambio, puede ser calificada de testigo de “territorialización” consciente, cuando la ubicación se seleccionó con el fin de caracterizar el territorio respecto a otro grupo cultural. El arte rupestre es entonces cargador de una función complementaria; es una herramienta de “territorialización”. Como ya se explicó anteriormente, una herramienta indispensable para estudiar los territorios ha sido analizar sistemáticamente la proximidad entre asentamientos y yacimientos rupestres. La distancia de 6,5 km ha sido escogida como referencia ya que corresponde al tiempo de caminata de una a dos horas. Es decir que debajo de 6,5 km, la distancia entre un yacimiento rupestre y un asentamiento, o dos sitios rupestres, es considerada como baja. Un yacimiento rupestre puede estar a la vez a menos de 6,5 km de un sitio de asentamiento y rupestre. Si un yacimiento rupestre es a menos de un kilómetro de un asentamiento, la proximidad entre los dos lugares es considerada como

33 G. di Méo, “De l’espace… 108. 34 G. di Méo, “De l’espace… 108. 35 G. di Méo, “De l’espace… 109.

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directa. Para la selección de 6,5 km, hay que recordar que para sociedades de cazadores-recolectores, el territorio promedio de abastecimiento calculado sobre ejemplos actuales es de dos horas de caminata, o sea 10 km en terreno plano. Para sociedades de agricultores, es de una hora, o sea 5 km en terreno plano36. Se trata allí de medidas en relación con el abastecimiento en el marco de actividades cuotidianas. Ahora bien, en el caso del arte rupestre, las visitas sobre los sitios no son constantes. La distancia recorrida debería de poder sobrepasar ligeramente el territorio de abastecimiento stricto sensu. En el marco de estudio, tratamos principalmente con sociedades de agricultores, es pues razonable establecer una distancia de 6,5 km (30 % más que la distancia promedia establecida para el abastecimiento). De hecho, más de la mitad de los yacimientos rupestres de El Salvador (37 en total), se encuentran a menos de 6,5 km de un asentamiento. Definiciones de tradiciones rupestres, propuesta diacrónica y evolución de los territorios y de las fronteras culturales En El Salvador, los únicos vestigios del periodo Paleoindio (11500 a 8000 a.C.) son dos bases de puntas de obsidiana de tipo Clovis sin contexto37. Sin embargo, Haberland descubrió durante las primeras excavaciones controladas en un sitio de arte rupestre (Corinto en 1977), artefactos líticos en los estratos ubicados a 1,50 m de profundidad de sus sondeos38. Resalta que estos artefactos no tienen huellas de percusión controlada y no se halló ningún bifaz. En base a sus observaciones, define el complejo Zuncuyo que presiente de una época muy antigua (anterior a la cultura Clovis) por estos artefactos39. Aunque Haberland no asocia las pinturas rupestres con el supuesto complejo Zuncuyo, se ha asociado a las pinturas de Corinto una antigüedad exagerada. En realidad, la mayoría del material encontrado por Haberland es de la fase Lepa del asentamiento Quelepa (625 a 1000 d.C.) y es más probable que la producción de las obras pictóricas sea de esta época. Es más seguro que el inicio de la producción rupestre en El Salvador no debe ser considerado como tan antiguo. El Preclásico Medio (900 a 500-400 a.C.) El sitio rupestre más antiguo de El Salvador debe ser Las Victorias, ubicado en el Occidente del país, a 10 km al este de la frontera con Guatemala. Se encuentra en la Zona arqueológica de Chalchuapa que concentra numerosos asentamientos precolombinos (Figura 4). Si se observa la repartición de los asentamientos del Preclásico Medio al oeste del país, se encuentra El Trapiche y San Nicolás a menos de 6,1 m uno del otro. El principal sitio en esta época es Trapiche, a 1,5 km al noroeste de Las Victorias, donde la ocupación más antigua empieza en 1200 a.C. y cuyo periodo de auge se ubica alrededor de 900 a.C. En El Trapiche, la pirámide principal es circular, de la misma forma que la pirámide principal de La Venta en Veracruz en México, el principal sitio de asentamiento olmeca ubicado a 650 km al noroeste.

36 J. P. Demoule et alii, Guide Des Méthodes de l’archéologie (Paris: Éditions de la Découverte, 2005), 169. 37 S. Perrot-Minnot, La cultura Clovis en América Central (Guatemala Ciudad: CEMCA, 2013), 67. 38 W. Haberland, “Informe Preliminar... 99. 39 W. Haberland, “Informe Preliminar... 103.

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Figura 4

Mapa de los asentamientos del Preclásico Medio y de Las Victorias de estilo olmeca Ahora bien, Las Victorias presenta una clara iconografía olmeca (Figura 5)40. El siglo VIII a.C. ha sido propuesto para la producción del bajo relieve, durante una segunda época de influencia olmeca en El Salvador41. Son entonces influencias mesoamericanas, establecidas en el Occidente del país, que inauguran la producción del arte rupestre en el país, en conjunto con los primeros asentamientos monumentales donde se reconoce la misma influencia.

Figura 5

Fotografías de Las Victorias, una roca al aire libre con bajos relieves de estilo olmeca © Edy Barrios, 2012

40 S. Boggs, “‘Olmec’ Pictographs in the Las Victorias Group, Chalchuapa Archaeological Zone, El Salvador”, Notes on Middle American Archaeology and Ethnology Vol: 4 num 99 (1950): 90. 41 J. Albarracín y F. Valdivieso, “Pasado, Presente y Futuro de La Arqueología En El Salvador”, en Identidades num 6 (2013): 76.

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En este caso, es decisivo reconocer la relación entre el asentamiento El Trapiche y Las Victorias; los dos, representan a la vez el sitio de asentamiento y el yacimiento rupestre más al sur con explicitas influencias olmecas. Las características iconográficas olmecas han sido evidenciadas hasta Costa Rica, en la cerámica como en la lítica en objetos suntuarios. Sin embargo, estos artefactos muy preciados por la elite eran productos de intercambio de larga distancia y no atestiguan de patrones culturales olmecas. En cambio, la roca grabada de las Victorias es una manifestación directa e in situ de la cultura olmeca tal como lo es El Trapiche. En este caso, se ve como la arquitectura, al igual que el arte rupestre, permite delimitar un territorio de forma más evidente. Las piezas de cerámica o de lítica son por definición muebles y tienen fines comerciales y, por lo tanto, no pueden ser considerados como marcadores de territorio sino como marcadores de la extensión de redes de intercambio. No se pretende decir que fueron olmecas de Veracruz que realizaron la obra, sin embargo, traducen directamente la presencia de patrones de la cultura olmeca en El Salvador. En la época posterior, durante el Preclásico Tardío (500-400 a.C. a 150-250 d.C.), es un periodo de apogeo cultural en El Salvador con la aparición de numerosos asentamientos (Figura 6). Las influencias olmecas en el Occidente del país van a dejar lugar a la aparición de influencias de la cultura Maya, en particular con el sitio Casa Blanca. La talla de la piedra se encuentra en los principales centros de la época, bajo la forma de estelas talladas, estelas lisas, barrigones y escultura de la tradición cabeza de Jaguar. Se trata de esculturas y no de arte rupestre, integradas al urbanismo de los centros. Las esculturas de tradición cabeza de jaguar se encuentran únicamente en El Salvador, son un ejemplo de innovación local del sureste de Mesoamérica durante la gestación de la civilización Maya42. Ilustra la capacidad de las poblaciones del territorio salvadoreño, no solo en recibir influencias, pero también adaptar y crear herramientas iconográficas propias según las necesidades locales. El esfuerzo escultórico parece concentrarse sobre los centros urbanos del Occidente de El Salvador y el arte rupestre, fuera del sitio las Victorias más antiguo, es ausente a proximidad. En el Centro de El Salvador, centros importantes (como San Andrés) aparecen sin asociación con vestigios escultóricos. En el Oriente en cambio, el principal asentamiento es Quelepa, quien posee varios monumentos esculpidos como el Altar del jaguar (en realidad se trata de un estanque), integrado al urbanismo del sitio, donde se identifica influencia iconográfica mesoamericana43. Sin embargo, la existencia de un estanque grabado comparable no se encuentra en esta región. En base al estudio de la cerámica, Andrews propone que, en este momento, los grupos Mayas siguen la esfera cerámica Providencia (Occidente y una parte del Centro de El Salvador), mientras las poblaciones Lencas, ubicadas al este del país, se encuentran en relación con la esfera cerámica Uapala44 (Figura 6).

42 F. Paredes, “La Zona Nuclear de Las Cabezas de Jaguar Durante El Preclásico Tardío”, en Identidades num 8 (2015): 153. 43 W. Andrews, La Arqueología de Quelepa (San Salvador: Dirección de Publicaciones e Impresos, Ministerio de Cultura y Comunicaciones, 1986), 234. 44 W. Andrews, La Arqueología de Quelepa... 240.

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Figura 6

Mapa con los asentamientos del Preclásico Tardío, las Esferas de influencias Culturales Providencia-Miraflores y Uapala y los sitios rupestres conocidos

Ninguna tradición rupestre ha sido asociada a los centros de Preclásico tardío; los yacimientos conocidos son distantes de los centros de esta época a la excepción de tres sitios cuya iconografía corresponde sin embargo al desarrollo de tradiciones posteriores. El estudio del arte rupestre y su análisis e interpretación con el fin de sacar conclusiones sobre posibles interacciones culturales presupone obviamente la existencia de yacimientos rupestres. Como ya se ha explicado, las fronteras culturales son dinámicas y evolucionan en el tiempo. Ahora bien, no todos los periodos definidos por Mesoamérica fueron objeto del mismo empeño respecto a la producción rupestre en El Salvador. El periodo siguiente, el Clásico Temprano (150-250 a 625 d.C.), parece ser un periodo de continuación. Sin embargo, entre los siglos III y IV d.C., influencias de Teotihuacán se observan en la arquitectura y la cerámica del Occidente de El Salvador45 y es la fundación de Tazumal, uno de los sitios más importantes del país, en la Zona arqueológica de Chalchuapa46. Ubicado a proximidad, El Trapiche pierde su importancia. Los pocos indicadores de producción rupestre podrían encontrarse más bien en el Oriente, del país. En la cordillera de Nahuaterique, realizamos un sondeo en el abrigo pintado de la Peña de la Sirica donde se encontró material de la fase Uapala (500-400 a.C. a 150 d.C.) y Shila (150 a 625 d.C.) definidas por Quelepa, el principal sitio de asentamiento del Oriente, a 50 km al suroeste.

45 J. Albarracín y F. Valdivieso, “Pasado, Presente... 80. 46 R. Sharer et alii, The Prehistory of Chalchuapa, El Salvador (University of Pennsylvania Press, 1978), Vol. 1, 122.

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Figura 7

Mapa de los asentamientos del Clásico Temprano y de los posibles sitios rupestres por esta época.

Es un indicio por lo menos de paso en el abrigo en este momento. El yacimiento rupestre se encuentra en altura y domina una antigua vía de comunicación intensamente transitada en el Clásico Temprano, que va desde el este de El Salvador hasta el Valle de Comayagua en el Centro de Honduras. Si se confirma la antigüedad de las pinturas, deberían de considerarse como las primeras producciones rupestre pictórica en el país (Figura 8).

Figura 8

Fotografías (2011) de la Peña de la Sirica (Dstretch: yrd), un abrigo rocoso con pinturas

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Un momento clave en la Historia del territorio salvadoreño es la erupción del volcán Ilopango, cuyos depósitos tuvieron consecuencias planetarias47. Es el evento volcánico más potente conocido desde la ocupación por la humanidad del continente americano48. El volcán se encuentra en el Centro de El Salvador y, después de la erupción, todo el país ha sido cubierto por una capa de cenizas convirtiéndose en un “desierto blanco”, según la expresión de Stanley Boggs, considerado como el padre de la arqueología salvadoreña. A pesar de la amplitud de la catástrofe, grupos humanos se mantuvieron en todo el país sin dudas a cuesta de un esfuerzo importante49. En estas condiciones, es arriesgado suponer que estas poblaciones pudieron liberar tiempo para producir arte rupestre. Se enfocaron más bien a la sobrevivencia en un entorno profundamente trastornado. Por los arqueólogos en El Salvador, la capa blanca de las cenizas del volcán Ilopango, llamada Tierra Blanca Joven (T.B.J.), es un marcador cronológico central. Ahora bien, su cronología ha variado con las investigaciones científicas; en los años 1970, se ubicaba alrededor de 260 d.C.50, en 2001 se ubicó entre 420 y 435 d.C.51, y después en 2010, se determinó la fecha de 535 d.C. En nuestro caso, nos apoyaremos sobre los resultados más recientes, es decir la fecha de 535 d.C.

Figura 9

Mapa de los asentamientos del Clásico Temprano con la representación de los depósitos de TBJ del Ilopango después de su erupción en 535 d.C., según Dull, Southon, Kutterolf,

Freundt, Wahl y Sheets52.

47 R. Dull et alii, “Did the TBJ Ilopango Eruption Cause the AD 536 Event?”, en AGU Fall Meeting Abstracts 1 (2010). 48 R. Dull et alii , “Did the TBJ… 49 R. Cobos, Síntesis de La Arqueología de El Salvador (1850-1991) (San Salvador: Colección Antropología e Historia, CONCULTURA, 1994), 60. 50 R. Sharer et alii, The Prehistory of Chalchuapa… 210. 51 R. Dull et alii, “Volcanism, Ecology and Culture: A Reassessment of the Volcano Ilopango TBJ Eruption in the Southern Maya Realm”, American Antiquity Vol: 12 num 1 (2001): 31. 52 R. Dull et alii, “Did the TBJ…

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El Clásico Tardío (625 a 900 d.C.) Es un periodo de “florecimiento cultural” en varios puntos del país53. La recuperación de las tierras agrícolas se integra en un contexto aún más crucial que por doquier, un crecimiento demográfico considerable ha dejado vestigios arqueológicos (Figura 10). La época en la cual las tierras abandonadas después de la erupción del volcán Ilopango vuelven a poder cultivarse corresponde con un periodo de apogeo de la cultura Maya en las Tierras bajas (México y Guatemala) y hasta Copán en Honduras. Sin embargo, hacia el sur, la penetración de rasgos culturales de la cultura Maya se diluye progresivamente del Occidente hacia el Centro de El Salvador. En este contexto, se pudieron identificar seis tradiciones rupestres que cuentan con más de la mitad de los yacimientos conocidos en el país. Para definir las tradiciones, no se busca criterios que se reproducen de forma sistemática, sino más bien de sacar tendencias estadísticas desde el conocimiento que se tiene de los sitios.

Figura 10

Mapa de los asentamientos del Clásico Tardío y los sitios rupestres conocidos Influencias mayas En el noroeste de El Salvador, en el yacimiento Playa de los Petroglifos, antropomorfos grabados con cabeza en forma de hongo, fueron comparados con un motivo de la cerámica pintada de Copán de 600 d.C. 54. En el suroeste, un glifo Ajpu ha podido ser identificado en el seno de numerosas caras grabadas en el abrigo de Las

53 R. Cobos, Síntesis de La Arqueología... 67. 54 A. Stone, “The Carved Boulders at Lake Güija, El Salvador.” Vol. 2 (s.l.n.f.), 23.

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Caritas de Guaymango (Figura 11). En el Centro del país, una inspiración iconográfica de la cultura Maya se ha anticipado en La Cueva del Toro de Estanzuelas. Globalmente, se puede decir que la iconografía Maya es tenue en los sitios rupestres de El Salvador, aunque está claramente identificado en el sitio Los Venados, a 50 km al norte de Tazumal, en el sureste de Guatemala. Asimismo, no se puede hablar de una tradición rupestre Maya en El Salvador, sino más bien de influencias. Difícil de evocar el caso de una voluntad de “territorialización” frente a otro grupo cultural en este caso.

Figura 11

Fotografías (2008) de un posible glifo Ajpu en Las Caritas (Guaymango), un abrigo rocoso con grabados

La tradición Meandros La tradición rupestre más representada ha sido denominada Meandros, por la saturación en líneas onduladas de los paneles grabados (Figura 12). Se encuentra particularmente representada en el Centro y el Oriente de El Salvador. Los rasgos característicos de la tradición Meandros han sido descritos detalladamente en una conferencia en 201755, la cual está en proceso de publicación en las actas del XVIII Congreso UISPP. Por lo mismo, solo se describe a grandes rasgos esta tradición. Los yacimientos de la tradición Meandros son abrigos rocosos de toba volcánica o de ignimbrita, ubicados en borde de quebrada con una topografía inmediata accidentada. Los paneles grabados son oblicuos (más de 10°), se encuentra a proximidad de fuentes de agua y, de forma más escasa, cerca de cavidades naturales. Los abrigos permiten a más de 10 personas de encontrarse frente a las manifestaciones rupestre (superficie de acogida superior a 18m²).

55 Ph. Costa, Conferencia en el marco del XVIII Congreso UISPP (2018).

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Figura 12

Fotografía (2007) de la Pintada (San José Villanueva), un abrigo rocoso con grabados La técnica utilizada para realizar los grabados es la percusión seguida por un raspado para uniformizar los surcos. Finalmente, los surcos son pintados con pintura roja o negra. La cantidad promedia de grabados es de 276, es una cantidad considerable si se compara con el promedio de los demás sitios de El Salvador. El resultado es una saturación de los paneles, con superposiciones casi inexistente, sin embargo, lo que permite un resultado harmonioso a pesar de la densidad. Los motivos se encuentran a una altura comprendida entre 0 cm y 200 cm, la altura definida de comodidad (entre 60 cm y 160 cm) es privilegiada. La dimensión de los motivos, en su gran mayoría, no excede 30 cm, al alcance de una persona de pie sin moverse. Los motivos no-figurativos predominan sobradamente, en particular las líneas onduladas. En cambio, los motivos figurativos son escasos, pero aparecen en varios sitios. La cronología de la tradición Meandros se ubica en el Clásico Tardío. Además de dos sondeos en dos abrigos que realizamos al pie de las manifestaciones rupestres, se pudo establecer que, en la Cueva de los Fierros de San Isidro, los grabados están realizado en la altura de comodidad de un hombre de pie encima de una capa de dos metros de cenizas del volcán Ilopango56. Los grabados mismos descansan sobre una cinerita (cenizas volcánicas compactadas y endurecidas)57, es decir que el material proviniendo de la erupción ha adherido a la pared de andesita, y los grabados se superpusieron a esta capa. Son entonces posteriores a la erupción del Ilopango. Esta tradición ha sido acercada a los grupos Lencas de El Salvador, tradicionalmente ubicadas

56 Ph. Costa y E. Gelliot, “Dépôts d’éruptions Volcaniques et Datation Des Sites d’art Rupestre Au Salvador”, INORA Vol: 81 (2018): 27. 57 S. Touron, S., Resultados de Los Análisis de Pigmentos en Los Sitios Rupestres: Cueva de Los Fierros (Departamento de Cabañas) y Rosas Coloradas (Departamento de Usulután)”. (San Salvador: Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzmán, 2016), 24.

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en el Oriente. Gracias al estudio del arte rupestre, se puede afirmar que estos grupos lencas estuvieron presentes no solo en el Oriente, pero también en gran parte en el Centro. En el Occidente, los vestigios indican patrones de asentamiento y funerario comparable a los Mayas y la ausencia notable de arte rupestre. Parece ser que las tierras del Centro de El Salvador, después de un tiempo de resiliencia, han sido objeto de avidez por parte de los grupos Lenca del Oriente. La ubicación de los yacimientos de la tradición “Meandros” en el centro de El Salvador y de los asentamientos de influencia Maya del oeste, describen una línea a lo largo del Rio Acelhuate (Figura 13). A 6 km al oeste de este rio, se ubica El Cambio, un asentamiento con numerosos rasgos de la cultura Maya58 en las tierras fértiles del valle de Zapotitán (Figura 10). A casi la misma distancia del río, hacia el este, los asentamientos no están bien conocidos, en cambio el sitio rupestre La Cuevona, de la tradición Meandros, atestigua de un grupo cultural con una iconografía y una técnica profundamente vernácula. La tradición Meandros es interrumpida por la Meseta central, pero vuelve a aparecer más al sur, en la costa Pacífico. La Meseta central constituye en el Clásico Tardío una vía de comunicación entre una serie de asentamientos importantes y es aún hoy en día la zona más poblada en El Salvador. En este caso, podemos considerar una función de “territorialización” consciente de la tradición Meandros; las redes densas de yacimientos rupestres sugieren una voluntad de marcar o apropiarse un territorio frente a otro grupo cultural, de forma material y/o simbólica.

Figura 13

Mapa con las tradiciones, los sitios de asentamiento y rupestres en el Clásico Tardío y las fronteras culturales

58 J. L. Velásquez y B. Hermes, “El Proceso Evolutivo Del Centro de El Salvador: Su Secuencia de Ocupación y Relaciones”. En J. P. Laporte y H. Escobedo (eds.), IX Simposio de Investigaciones Arqueológicas en Guatemala (Ciudad de Guatemala: Museo Nacional de Arqueología y Etnología, 1996), 561.

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La tradición “Zoomorfo en relieve” En el Centro del país, en la Meseta central, en las faldas del volcán San Vicente (Figura 10), se conoce la tradición “Zoomorfo en relieve” incluyendo dos yacimientos. Se compone de rocas al aire libre, de andesita o basalto, en un terreno abierto, con una figura zoomorfa, una posible iguana, realizada en medio-relieve (León de Piedra) (Figura 14) y en alto relieve (Guadalupe). La técnica del relieve es muy escasa en El Salvador; el único otro ejemplo conocido es el bajo relieve de Las Victorias (Figura 5). Podría ser una representación de un Ctenosaura Similis, presente aun hoy en día en la región. Es la iguana más grande en El Salvador, es veloz y potente y quizás tuvo un cierto simbolismo para los habitantes de aquella época. Las dos rocas se encuentran a menos de 500 m de un asentamiento, Tehuacán por el León de Piedra y San Benito Piedra Gorda por Guadalupe (Figura 10). Esta proximidad es excepcional en El Salvador, es el caso de cinco sitios rupestres más, sobre los 70 tomados en cuenta en el país. Realizamos un sondeo al pie del León de Piedra para aportar informaciones sobre la cronología de la producción rupestre. El material encontrado demuestra una ocupación entre 400 y 1000 d.C., y casi imperceptible durante el Posclásico Temprano59. Corresponde con la ocupación adelantada para San Benito Piedra Gorda atribuida al Clásico Tardío60. La ocupación en Tehuacán es mal conocida.

Figura 14

Fotografías (2011) del León de Piedra (Tehuacán), una roca al aire libre con un medio-relieve

Los centros urbanos mayores (Tazumal, San Andrés, Antiguo Cuscatlán, Tehuacán, Los Llanitos y Quelepa), distribuidos a lo largo de la ruta comercial de la Meseta central, parecen haber concentrado el esfuerzo lapidario y sobre todo la actividad ceremonial, a costa de la producción de arte rupestre (Figura 10). Alejándose de este eje de comunicación mayor, el tejido urbano disminuye y a cambio la red de yacimientos rupestres se intensifica.

59 Ph. Costa et alii, Informe Final Del Proyecto Arqueológico Reconocimientos y Contextualización Del Arte Rupestre Salvadoreño 2013 (San Salvador: Museo Nacional de Antropología Dr. David J. Guzmán, 2016), 34. 60 http://guadalugaresturisticosyarqueologicos.blogspot.com/2016_04_01_archive.html

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En el Centro de El Salvador, la tradición “Zoomorfo en relieve” representa los límites de la expansión de la tradición Meandros (Figura 13). Los últimos asentamientos donde rasgos característicos de la cultura Maya es conocida se encuentran en el valle de Zapotitán. Se trata de El Cambio y en el valle de San Salvador, Antigua Cuscatlán61. Más al este, después del lago Ilopango creado por la erupción cataclísmica de 535 d.C., Tehuacán es el importante centro urbano siguiente. Ahora bien, desde este sitio y hacia el Oriente (Los Llanitos y Quelepa), los asentamientos enseñan una combinación ecléctica de tradiciones del centro de Honduras, tendencias generales mesoamericanas, estilos centroamericanos e influencias de Veracruz y del México central62. En Tehuacán, esta combinación se expresa en la tradición rupestre “Zoomorfo en relieve”, con la posible figuración de una iguana. Del otro lado del volcán, Guadalupe es de la misma forma una roca al aire libre con una iguana en alto relieve, pero con dimensiones más reducidas. Este mismo tipo de escultura se encuentra en la isla Zapatera en Nicaragua (a 380 km al sureste) y aunque el parecido podría ser fortuito, la semejanza acerca más estos yacimientos a tradiciones esculpidas del sur. La cantidad reducida de los yacimientos de la tradición no permiten adelantar una función de “territorialización” frente a otro grupo cultural. La tradición “Circulo-Línea-Zoomorfos” En el centro del país todavía, se ha diferenciado la tradición rupestre “Circulo-Línea-Zoomorfos”, en la parte norte del rumbo inferior del rio Lempa, y en la cercanía de sus afluentes (Figura 13). Se compone de seis yacimientos, la distancia máxima que separa los sitios es de 29,5 km. Se trata en la mayoría de los casos de rocas al aire libre, pero se conoce también dos abrigos. Los sitios se encuentran en la cercanía de los ríos, se trata de una proximidad indirecta (menos de 50 m). Los sitios se ubican sistemáticamente en la cercanía (menos de 6,5 km) de otros sitios rupestres o de asentamiento o los dos a la vez. Los yacimientos tienen una superficie de acogida inclusiva (más de 18 m). La mayoría de los sitios tienen más de 20 grabados (dos tienen entre 10 y 20). Se observa representaciones figurativas, la más común siendo el zoomorfo (cuatro sitios) (Figura 15) y pocos antropomorfos (dos sitios). Todos comparten líneas onduladas que representa un tercio de los motivos totales y círculos asociados a líneas.

Figura 15

Dibujo (Eric Gelliot) de un detalle de la Piedra Pintada de Titihuapa, un abrigo rocoso con grabados.

Ningún sondeo se llevó a cabo en estos yacimientos, sin embargo, se puede sacar conclusiones en base a la ocupación de los asentamientos alrededor. Los principales son El Junquillo (Clásico Tardío), Apastepeque (ocupación desde el Preclásico Medio al

61 J. L. Velásquez y B. Hermes, “El Proceso Evolutivo… 561. 62 A. Demarest, “Political Evolution… 359.

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Posclásico)63, Salto El Coyote (Clásico Tardío). Hay que resaltar que ningún de los motivos grabados indican una similitud con la iconografía tradicional del Posclásico, lo que hace pensar a una producción durante el Clásico Tardío. Se sabe que la densidad de población en la zona era muy baja al momento de la llegada de los españoles lo que supone una baja importante durante el Posclásico64. Los sitios de la tradición “Circulo-Línea-Zoomorfo” se encuentran a proximidad de la tradición Meandros, y están juntas en la Pintada de Titihuapa (sin superposiciones), pero son netamente diferentes. Podrían eventualmente ser relacionados con un enclave Chorotega conocida en base a la toponimia de la zona65. Se puede considerar una función de “territorialización” consciente; la ubicación de los sitios linda directamente al oeste con la tradición Meandros. Sugiere una voluntad de marcar o apropiarse un territorio frente a otro grupo cultural, de forma material y/o simbólica. La tradición Zoomorfos En el norte del Centro del país, en los contrafuertes de la Sierra Madre que separa El Salvador de Honduras, se encuentra El Ermitaño, un abrigo rocoso pictórico. Es parte de una tradición muy extensa que va desde los límites del Valle del Paraíso en El Salvador hasta el valle de Tegucigalpa en Honduras, cubriendo una buena porción de la Sierra Madre sobre una distancia máxima de 180 km de este en oeste (Figura 13). Ilustra las conexiones inter-valles en el seno de una paisaje montañoso y fragmentado que podría ser calificado de paisaje cultural Lenca (de Honduras) actualmente. Los 9 yacimientos de la tradición Zoomorfos se encuentran en pendiente de montañas o de cerro, aunque uno está en la cumbre, uno en borde de un barranco (El Ermitaño) y uno en borde de quebrada. El acercamiento con asentamientos ocurre en menos de la mitad de los casos y la proximidad con otro sitio rupestre es más escasa aún. En todos los casos, se trata de abrigos rocosos, a menudo con pared vertical (al menos la mitad de los casos), con pinturas (un único caso de pinturas y grabados). La topografía inmediata es en pendiente (tres casos) o accidentada (dos casos). En la mayoría de los casos, la superficie de acogida es inclusiva, menos en el caso de El Ermitaño. La relación con un punto de agua no es demostrada de forma estadística. Las paredes son de toba volcánica friable, menos en el caso del Ermitaño donde es ignimbrita. En tres sitios se observan superposiciones de tradiciones rupestres diferentes como en el caso de El Ermitaño. El trazado lineal es la técnica más común, además del uso del fondo liso y cuatro pinturas en negativos, aunque estas podrían ser de cualquiera de las diferentes tradiciones que se superponen a la tradición Zoomorfos en sitios compartidos. La cantidad de pinturas es inferior a 10, aunque se vuelve superior a 20 en algunos sitios donde se identificaron varias tradiciones. Las dimensiones de los motivos son de menos de 30 cm, aunque hay motivos más grandes, pero en este caso la iconografía sugiere que pertenecen a otra tradición.

63 W. Haberland, “Ceramic Sequences… 27. 64 W. Fowler, “La Población Nativa de El Salvador Al Momento de La Conquista Española”, en Mesoamérica Vol: 15 (1988): 112. 65 J. Lardé y Larín, Toponimia Autóctona de El Salvador Central (San Salvador: Ministerio del Interior, 1975), 413 y 429.

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Los motivos figurativos son sistemáticos y consisten en zoomorfos terrestres

(Figura 16). En escasos casos, un antropomorfo es asociado a los zoomorfos. El material iconográfico no-figurativo compartido por todos los sitios exclusivos de la tradición Zoomorfos se limita a líneas onduladas. En la Cueva Pintada de San Francisco, en 2012, llevamos a cabo un sondeo al pie de la pared pintada. Ha permitido evidenciar material del Clásico Tardío66. En cuatro ocasiones, la tradición Zoomorfas y el estilo Mixteca-Puebla se juntan. En El Ermitaño y en La Cueva Pintada de San Francisco, este estilo característico del Posclásico Tardío (1200 a 1537 d.C.) cubre motivos más antiguos de la tradición Zoomorfos. Cruzando estos pocos indicios, se podría atribuir a los Lencas de Honduras del Clásico Tardío la tradición Zoomorfos, cuya ocupación en la zona es actualmente aun importante.

Figura 16

Fotografía (Edy Barrios: 2013) del Ermitaño (Dstretch: lre) y dibujo de motivos zoomorfos de la Cueva Pintada (San Francisco, Honduras), los dos sitios son abrigos rocosos

con pinturas A pesar de lo extenso del territorio cubierto por esta tradición, se encuentra alejada de las demás tradiciones rupestres, menos al este donde linda con los yacimientos de la tradición “Círculos-Líneas-Zoomorfos” característica del Área Intermedia. El corazón de la tradición Zoomorfos es el valle del Río Negro y sus contrafuertes. La ausencia de otras tradiciones en la zona en esta época revela una “territorialización” inconsciente. La ubicación de los sitios en el territorio no sugiere una voluntad de marcar o apropiarse un territorio frente a otro grupo cultural, sino que marca el territorio material y/o simbólico del grupo Lenca hondureño en la Sierra Madre. La tradición “Figurativo en fondo liso” Ubicada en el extremo noreste del país, en los contrafuertes de la Sierra Madre (cordillera de Nahuaterique en El Salvador) (Figura 13), la tradición pictórica “Figurativo en fondo liso” es atribuida al Clásico Tardío.

66 E. Gelliot et alii, Informe Final Del Proyecto Arqueológico Lempira 2012 (Tegucigalpa: Instituto Hondureño de Antropología e Historia, 2014), 50.

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Tres yacimientos se encuentran en pendientes de montañas mientras uno está a la

cumbre de un cerro (Peña de la Sirica) (Figura 8). Once kilómetros apenas separan los sitios más alejados de esta tradición. Ningún asentamiento ha sido registrado en la zona. Los yacimientos son abrigos rocosos pintados con pared oblicua. La topografía es plana, menos en un la Cueva de los Fierros de Anamoros donde esta accidentada. Es, de la misma forma, el único yacimiento donde se encuentra un manantial a proximidad de la pared así que una cavidad natural. Eventualmente, esto podría explicar la selección de este lugar a pesar de las irregularidades del suelo. En todos los casos, la superficie de acogida es inclusiva, los abrigos podían recibir grupo importantes de personas (Figura 17). Solo en Corinto se encuentra cúpulas, es también el único sitio con algunos grabados. Corinto es un yacimiento excepcional en El Salvador, también es el único de la tradición “Figurativa en fondo liso” donde existe una saturación de los motivos y superposiciones (Figura 18). Además, son presentes todas las técnicas de pinturas conocidas en El Salvador; el trazado linear, el fondo liso, el negativo, el positivo y la policromía.

Figura 17

Fotografía de Corinto, un abrigo rocoso con pinturas y grabados, (2010)

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Figura 18

Fotografía de Corinto (Dstretch: lab), un abrigo rocoso con pinturas y grabados, (2010) En tres casos sobre cuatro, los lugares están cerca uno del otro, menos en el caso de la Peña de la Sirica ligeramente más alejada. Los materiales son de toba e ignimbrita con dureza diferentes. La cantidad de los motivos varía mucho, de menos de diez a más de 200 en Corinto. Las pinturas están a altura de hombre o en las partes altas, especialmente en Corinto. Su tamaño no exceda 30 cm, o entre 30 cm y 80 cm para Corinto y Cueva del Toro de Corinto. Los motivos figurativos predominan, sin embargo, no se identifica un contenido narrativo a pesar la posición dinámica de ciertas imágenes. Los antropomorfos son sistemáticos (figs. 10 y 18), manos en negativos, algunos zoomorfos y escasos antropozoomorfos en dos sitios. Los motivos no-figurativos son puntos, grupos de punto, círculos, pero las líneas onduladas son poco representadas. En Corinto, dos sondeos han sido realizados; un primero por Haberland en 197767 y un segundo en 1998 por Coladàn68. El material encontrado durante las primeras excavaciones (nueve sondeos) son de la fase Lepa del sitio Quelepa (625 a 1000 d.C.), es decir del Clásico Tardío y Terminal. Para corroborar la cronología del material de Corinto, realizamos un sondeo en la Peña de la Sirica. El material encontrado es del Clásico Temprano y si se relaciona con la producción rupestre, pareciera que la producción de las pinturas en la Peña de la Sirica es anterior a la de Corinto. Podría ser que Corinto, mucho más accesible, fue en un segundo tiempo privilegiado. Se distingue una evolución entre los dos sitios, las pinturas se vuelven más grandes en Corinto, son ubicadas más altas en la pared y las técnicas así que la paleta de colores se diversifica. La tradición “Figurativa en fondo liso” podría ser relacionada con la llegada en la región, del grupo Cacaopera. En principio, la cordillera de Nahuaterique debía ser territorio Lenca, pero como lo atestigua la lingüística, un grupo Cacaopera se instaló en la

67 Wolfgang Haberland, “Informe Preliminar… 68 Wolfgang Haberland, “Informe Preliminar… 97.

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zona a forma de un enclave69. Hoy en día, este reducido grupo Cacaopera permanece en la región. La difusión de esta tradición es muy limitada en relación con la cantidad de sitios, apenas 11 km, y su apogeo es manifiesto en Corinto. Parece que la llegada de los Cacaoperas se ubica en el siglo IX (en base a la glotocronología, es calculada alrededor de 848 d.C70 ). Sin embargo, si se considera una producción rupestre en la Peña de la Sirica desde el Clásico Temprano, y un vínculo entre la tradición “Figurativo en fondo liso” y los Cacaoperas, su llegada en la cordillera de Nahuaterique debería ser más antigua. Lo que parece más seguro es la concentración en Corinto de la actividad pictórica en la cordillera de Nahuaterique en el Clásico Tardío, lo que lo convierte en uno de los sitios más singular del país. Un mejor conocimiento de los asentamientos en los alrededores, particularmente ausentes hasta ahora, debería permitir de entender los fenómenos ligados a la llegada de los Cacaoperas. La parte norte del Oriente de El Salvador es la menos estudiada del país y nuestra comprensión de la región es rudimentaria. La tradición “Figurativo en fondo liso” sugiere una función de “territorialización” consciente; si se puede asociar a los Cacaoperas, un grupo cultural recientemente instalado en territorio Lenca, una voluntad de marcar o apropiarse un territorio frente a otro grupo cultural, de forma material y/o simbólica no puede ser descartada. Líneas onduladas paralelas La última tradición del Clásico Tardío en El Salvador incluye 4 yacimientos ubicados en el golfo de Fonseca, con 2 sitios insulares, y solo 17 km separan los dos sitios más alejados de esta tradición (Figura 13). Son rocas al aire libre, incluso un grupo de rocas al aire libre, a proximidad de otros sitios rupestres y de asentamientos. Es la misma técnica de grabado (picoteo y raspado) y los motivos no exceden la cantidad de 20, con tres sitios con menos de 10. Los paneles son saturados de motivos no-figurativos, sin superposiciones ni círculos concéntricos. Presentan a cambio círculos asociados a líneas. Las líneas onduladas forman una parte importante del registro y son paralelas, de forma recurrente, en todos los sitios (Figura 19).

Figura 19

Fotografía del Faro y dibujo de El Mapa, los dos son rocas al aire libre con grabados, (2011)

69 A. Constenla, Las Lenguas: Introducción a Su Estudio Areal (San José: Universidad de Costa Rica, 1991), 22. 70 A. Constenla, Las Lenguas del Área Intermedia… 29.

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En 2012 realizamos un sondeo que permitió encontrar dos fragmentos de obsidiana y algunos tiestos del Clásico Tardío. El principal asentamiento a proximidad es Teca, sobre la isla Conchaguita71 del Clásico Tardío y Terminal (625 a 1000 d.C.). En la cercanía se conoce también el conchero de Chiquirín, con una sepultura del Clásico Tardío72. A 16 km al norte, Asanyamba es un asentamiento del Clásico Tardío73. Por lo mismo, se considera que la cronología de la tradición “Líneas onduladas paralelas” podría ser del Clásico Tardío. La zona del golfo de Fonseca fue densamente poblada como lo ilustra la presencia de 24 concheros prehispánicos (se conocen 25 en total en el país) 74. La tradición “Líneas onduladas paralelas”, compuestas de rocas al aire libre con una iconografía hermética, evoca un ascendiente del Área Intermedia. La tradición “Líneas onduladas paralelas” aparece relativamente aislada en el Oriente, limitada a las faldas del volcán Conchagua y a las islas enfrente. Aun se conoce poco el arte rupestre de la zona. Tomar en cuenta una función de “territorialización” consciente, donde las rocas grabadas podrían ser considerada como mojones, no parece realístico. Es más seguro que la ubicación de los yacimientos no fue escogida en relación con una necesidad de afirmación frente a otro grupo cultural. Desde el momento en el cual el arte rupestre cubre todo El Salvador, va a permitir atestiguar de la diversidad de las culturas distribuidas en su territorio. La comparación con los asentamientos conocidos a la misma época permite dar una idea del mosaico de los grupos instalados. En el mapa (Figura 13), las líneas discontinuadas delimitan al oeste, el área cultural con influencias netamente mayas, entre estas dos líneas, es la Zona Central de interacciones culturales retomando la definición de Hasemann y Pinto 75. Se caracteriza por un ensamblaje de tradiciones rupestres limitadas geográficamente, donde se mezclan influencias mesoamericanas y locales. Quizás caracteriza la diversidad de los grupos Lencas, con un posible enclave Chorotega en el centro y un enclave Cacaopera en el noreste. Más que en ningún otro momento en la historia de El Salvador, las tradiciones rupestres expresan regionalismos con extensiones limitadas, frente a un conjunto más homogéneo al norte, posiblemente de los Lencas de Honduras. Al este, la línea discontinuada separa las tradiciones de la Zona de Interacciones y la del Área Intermedia (tradición “Líneas onduladas paralelas”). El Posclásico Temprano (1000 a 1200-1250 d.C.) El fin del Clásico es un periodo turbio donde se distingue el Clásico Terminal (900 a 1000 d.C.). Constituye un siglo durante el cual numerosas tradiciones desaparecen mientras nuevas están en gestación. El colapso maya en el siglo IX d.C. tuvo causas múltiples y consecuencias conocidas; para El Salvador significa la caída de la ocupación y

71 Progolfo, Proyecto Conservación de Los Ecosistemas Costeros de Fonseca. Reconocimiento Arqueológico Del Golfo de Fonseca. 2005. 72 M. Escamilla y S. Shibata, “Rescate Arqueológico En El Chiquirín, Golfo De Fonseca, La Unión, El Salvador.” En J. P. Laporte, B. Arroyo y H. Escobedo (eds.), XVIII Simposio de Investigaciones Arqueológicas En Guatemala, 2004. (Guatemala Ciudad: Museo Nacional de Arqueología y Etnología, 2005), 4. 73 J. Albarracín y F. Valdivieso, “Pasado, Presente… 87. 74 M. Escamilla y S. Shibata, “Rescate Arqueológico… 3. 75 G. Hasemann y Lara Pinto, “La Zona Central… 140: “(…) un área que en definitiva desarrolló su propio mosaico de dinámicas sociedades fuera de la esfera de dominio directo de Mesoamérica propiamente dicha, pero también como un área que mantuvo una larga o intensa y periódica comunicación con este núcleo”.

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pues de la red comunicando los grandes centros urbanos de la Meseta central. Es además el inicio de migraciones realizadas por olas sucesivas de grupos Nahuas-Pipiles, en proveniencia de México, que se van a instalar en El Salvador. Estos grupos van a reorganizar y rellenar rápidamente el vacío creado durante del Clásico Terminal. Además, van a llevar con ellos su bagaje cultural característico lo que se va a expresar en nuevas tradiciones rupestres.

Tradiciones de influencias mexicanas (Mesoamérica) Este tema ya fue detallado en un artículo sobre las influencias mexicanas en la iconografía rupestre del Posclásico en El Salvador76. Por lo mismo, solo se retoma la información claves del análisis sobre estas tradiciones sin describirlas a profundidad. Las tradiciones denominadas Tláloc, “Cabeza de zoomorfo” y Pre-Mixteca-Puebla para el Posclásico Temprano cargan motivos reconocibles de las culturas mexicanas. Es el caso por ejemplo de reconocibles motivos de serpientes emplumadas, aunque este motivo se conoce desde el Clásico en sitios rupestres hondureños. En el Posclásico, estas tradiciones se extienden desde el cuarto sureste de Guatemala, hasta el Golfo de Fonseca, pero principalmente en el Occidente y el Centro del país (Figura 20).

Figura 20

Mapa con las tradiciones, los sitios de asentamiento y rupestres en el Posclásico Temprano y las fronteras culturales

76 Ph. Costa, “Las Influencias Mexicanas en la Iconografía Rupestre del Posclásico en El Salvador y sus alrededores”, Mexicón Vol: XL num 4 (2018): 104–110.

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Un dato importante es el regreso de escenas narrativa en el arte rupestre ligado a

las influencias mexicanas en el Posclásico Temprano. La primera obra que presenta una escena narrativa en El Salvador es la roca al aire libre de Las Victorias del Preclásico Medio (Figura 5). Si se considera nuestra cronología, después de esta obra, habrá que esperar cerca de 1800 años para el regreso de escenas narrativas. En los dos casos, las escenas son el resultado de influencias mesoamericanas. La primera escena se encuentra en la Cueva de las Figuras (escena de adoración), al noreste del país y la otra en el Letrero de Guaymango, donde se aprecia una escena de sacrificio, al suroeste. Los dos sitios, a cada extremo del territorio salvadoreño, son abrigos rocosos muy amplios para acoger muchas personas y asociados a manantiales que brotan al pie del abrigo. En este periodo, los grupos Nahuas-Pipiles utilizan el arte rupestre como instrumento de “territorialización” consciente; los sitios se encuentran a los límites de su territorio, en la costa Pacifico y en las montañas (Figura 20). La producción se realiza sobre antiguos sitios rupestres, en el seno de otras tradiciones con grupos de sitios homogéneos y en lugares de paso. La imaginería es belicista (cabeza de animales con colmillos desproporcionados en El Farito) y ligada a las principales divinidades del panteón nahua-pipil como Tláloc. En este caso, parece ser la emanación directa de estos grupos.

Tradición “Espirales-Círculos concéntricos” Esta tradición agrupa seis sitios, todos ubicados alrededor del macizo montañoso de la Montañona, con un alejamiento máximo de 12,6 km (Figura 20). Son grupos de rocas al aire libre con grabados (con la excepción de una pared vertical cerca de una cavidad lo que podría explicar la selección de este sitio). Los yacimientos se encuentran a proximidad de otros yacimientos rupestres y de asentamientos. La técnica es siempre el picoteo asociado al raspado. La mitad de la muestra presenta motivos figurativos (antropomorfos, zoomorfos, caras simples) y círculos concéntricos. El tema más repetido es la espiral, ausente en un único sitio. Ningún sondeo ha sido realizado en estos yacimientos rupestres y los asentamientos son también poco conocidos. Un asentamiento particular, Cerro Vivo, que acoge arte rupestre, se encuentra en una posición defensiva en la cumbre de una montaña. Quizás es el contexto turbio del Clásico Terminal, asociado a la llegada de grupos Nahuas-Pipiles, cuyo principal centro urbano se encuentra a apenas 27 km al suroeste (Cihuatán), lo que explica quizás el refugio de una población originalmente Lenca en la montaña. Otros asentamientos, posiblemente en relación con Cihuatán, se encuentran a 3 km al pie de la Montañona. El aislamiento de la tradición y su poca extensión parecen traducir el desarrollo de un arte rupestre vernacular diseminado alrededor de un nuevo y reducido territorio, desde el Clásico Terminal hasta un cierto momento en el Posclásico Temprano. Progresivamente durante el Posclásico, la densidad de población disminuyó en gran parte en la región77. La tradición “Espirales-Círculos concéntricos” carga posiblemente una función de “territorialización” consciente. Aunque es quizás mucho adelantarse, pero se podría considerar que, a la diferencia de las otras tradiciones donde se determinó una “territorialización” consciente, con el fin de marcar o apropiarse un territorio frente a otro grupo cultural, en este caso podría existir también una función defensiva simbólica. El acceso a la cumbre de la Montañona se realiza por el sur y es donde están la mayoría de los sitios rupestres.

77 W. Fowler, “La Población Nativa de El Salvador... 112.

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La tradición “Círculos concéntricos-Puntos”

Incluye 8 sitios ubicados en el Oriente con una excepción (Piedra Labrada) en el Centro del país (Figura 20). Se trata de grupos de rocas al aire libre o de rocas al aire libre y un caso único de pared vertical (las Piletas) en el lecho de un rio. Todos los yacimientos permiten acoger muchas personas, se encuentran cerca uno del otro, pero parecen alejados de los asentamientos. La técnica es el picoteado asociado al raspado y en la mayoría de los casos existen más de 20 motivos. La mitad de los yacimientos presentan una saturación de las manifestaciones rupestres. Cuando se conoce el tamaño de los motivos, se puede decir que los dos tercios no sobrepasan 30 cm. El material iconográfico figurativo no es sistemático (ausente en tres casos) y consiste en caras simples, dos casos de zoomorfos, un antropomorfo y un podomorfo animal. El material no-figurativo, en cambio, es más abundante (Figura 21); círculos con puntos en el centro son los más presentes, después son los círculos concéntricos siempre asociados a círculos simples, también se ven círculos asociados a líneas y líneas onduladas y espirales (Figura 21).

Figura 21

Dibujo de la Roca 7 de El Melonal, un grupo de rocas al aire libre con grabados La tradición “Círculos concéntricos-Puntos”, se establece en el Oriente con una red extensa; se compone de 8 sitios y de una extensión de por lo menos 57,7 km (sin contar Piedra Labrada aislado en el centro del país). Los grupos culturales de los cuales emano siguen siendo enigmáticos. Realizamos un sondeo en El Melonal, pero no se encontró ningún artefacto. ¿Esta tradición podría estar relacionada con un asentamiento mayor como Quelepa en el Oriente? Desde luego, Guayabito se encuentra apenas a 10 km al

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noroeste. Existe una ofrenda de cerámica encontrada en un escondite en Quelepa, de la fase Shila (150 a 625 d.C.), con motivos de círculos concéntricos en el fondo de un plato78, sin embargo, encontrar más comparaciones iconográficas está difícil. Por otro lado, el arte rupestre parece no relacionarse con los grandes centros urbanos de la Meseta central, los cuales estuvieron en relación con Quelepa. Si se hace referencia al siglo XVI, los Lencas no son los únicos habitantes del Oriente; según el mapa etnolingüístico de Lardé y Larín, se distingue además los Uluas y los Chorotegas en la región. Si el mapa no hace la diferencia entre los Cacaoperas (al norte) y los Uluas, los cuales son cercanos lingüísticamente (misma familia Misumalpa), la presencia del idioma ulua está además confirmado por los testimonios de los cronistas79. Una comparación con el arte rupestre conocido en territorio Ulua ayudaría, pero aún no fue objeto de un estudio generalizado. Por otro lado, la existencia de grupos Chorotegas es también atestiguada alrededor del Golfo de Fonseca, a la frontera con Honduras. Se reconoce el motivo de cruz concéntrica en El Melonal que puede aportar indicios (Figura 22). Recuerda la Cruz de Venus, símbolo mesoamericano identificado dentro de los glifos mayas, así como es conocido desde Nuevo-México en los Estados-Unidos hasta América del Sur, pasando por el Caribe80. A pesar de todo, los ejemplos más cercanos de cruz concéntrica no pertenecen a los mayas, pero a grupos de rocas al aire libre de Nicaragua, en los importantes yacimientos rupestre de Ometepe y Piedras Pintadas (Figura 22). Estos dos yacimientos comparten además zoomorfos similares (Figura 23). Sin embargo, la recurrencia de los círculos con un punto en medio y los escasos zoomorfos de la tradición “Círculos concéntricos-Puntos” no corresponden con el conjunto de motivos de las rocas donde se encuentra las cruces concéntricas conocidas en Ometepe y Piedras Pintadas en Nicaragua. Un acercamiento con un grupo cultural, ulua o chorotega, parece difícil de resolver en el estado actual de los conocimientos. Lo que se puede adelantar es una influencia más sureña que mesoamericana para esta tradición.

Figura 22

Fotografía (2011) de cruz concéntrica en El Melonal (a la izquierda) y fotografías (2010) del mismo motivo en Piedras Pintadas (Villa Sandino, Nicaragua), los dos sitios

son grupos de rocas al aire libre con grabados

78 W. Andrews, La Arqueología de Quelepa… 139. 79 J. Lardé y Larín, Toponimia Autóctona de El Salvador Oriental... 108. 80 D. Sánchez. El Símbolo Mesoamericano de Venus En El Arte Rupestre de Venezuela, Rupestre/web, 2002. http://rupestreweb.tripod.com/venus.html y Domingo Sánchez. El Símbolo de Venus En El Arte Rupestre de Perú, Chile y Norte de Argentina. Rupestreweb. 2008. http://rupestreweb.info/venus2.html.

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Figura 23

Fotografía (2011) de zoomorfos en Finquita (a la izquierda) y fotografía (2010) del mismo motivo en Piedras Pintadas (Villa Sandino Nicaragua), los dos sitios son grupos de rocas

al aire libre con grabados Los círculos concéntricos son presentes en la cerámica policroma de Estilo Nicoya y se encuentra incluso un énfasis, bajo la forma de ligeros relieves, sobre cuencos y estatuillas antropomorfas. En ausencia de otros indicios para la cronología de la tradición “Círculos concéntrico-Puntos”, se ubicará durante el Posclásico en relación con la distribución de la cerámica policromo de Estilo Nicoya entre 900 a 1300 d.C. Podría asociarse a la tradición “Zoomorfo grabado” en el Golfo de Fonseca; el Mono Acostado acoge tanto motivos zoomorfos, como círculos con un punto en medio (Figura 24).

Figura 24

Fotografía (2011) de un zoomorfo en Mono Acostado, una roca al aire libre con grabados

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La tradición “Círculos concéntricos-Puntos” es extensa pero no constituye una red densa de sitios. Evoca una “territorialización” inconsciente, según las necesidades rituales de los grupos instalados y la disponibilidad de los grupos de rocas al aire libre. La tradición “Zoomorfo grabado” Son 3 rocas al aire libre ubicados en el golfo de Fonseca, en las faldas del volcán Conchagua, distantes de apenas 3 km a la diferencia de la tradición precedente que cubre todo el Oriente del país. Se encuentra cerca de asentamientos. Si la técnica es la misma que la de la tradición precedente, se observan menos motivos (menos de 10) (Figura 24). El material iconográfico figurativo es homogéneo, consiste de zoomorfos, esencialmente monos (Figura 23). Dos sitios presentan motivos de la tradición precedente “Círculos concéntricos-Puntos”. En razón de la relación entre estas dos tradiciones, se propone una cronología Posclásico Temprano también para “Zoomorfo grabado”. Si en el caso de la tradición “Círculos concéntricos-Puntos” se reconoció el motivo de “Cruz de Venus” presente en Piedras Pintadas en Nicaragua, también parecidos existen entre “Zoomorfos grabados” y este mismo sitio (Figura 23) En todo caso, una vez más, una influencia sureña es más evidente. La tradición “Zoomorfo grabado” es muy reducida e incluye solo 3 yacimientos. Difícil de hablar de “territorialización”; la ubicación de los yacimientos no parece escogida en relación con una necesidad de afirmación frente a otro grupo cultural pero más seguramente por necesidades cultuales propias. La tradición “Antropomorfo de pie” Esta tradición se compone de dos rocas al aire libre con grabados, ubicados sobe islas separadas por 35,5 km, una en el golfo de Fonseca y la otra en la laguna de Olomega. La figura antropomorfa ocupa casi toda la altura del panel, lo que resalta su importancia. En los dos casos el antropomorfo tiene los brazos hacia arriba. La única fotografía de La Negra es a penas leíble y el antropomorfo de la Piedra del Diablo es literalmente desfigurado por vandalismo (Figura 25). Por lo mismo es muy aventurero adelantarse sobre su cronología.

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Figura 25

Fotografía (2011) de la Piedra del Diablo, una roca al aire libre con grabados La cantidad reducida de los yacimientos de la tradición no permiten adelantar una función de “territorialización” frente a otro grupo cultural, la ubicación sistemática en islas, adentro de un lago y en el mar, sugiere peregrinaciones náuticas. En el lago de Güija, en el noroeste del país, una peregrinación náutica, llevando una imagen de la Virgen en un barco, se realiza hoy en día anualmente. En Guatemala, se conocen también peregrinaciones náuticas anuales en el lago de Amatitlán. La densidad y la variedad del arte rupestre alrededor del volcán Conchagua (Figura 20) es el testiguo de la sacralización de esta montaña erguida sobre el mar (Figura 26). El volcán Conchagua es el último representante salvadoreño de la cadena volcánica reciente cuya última erupción es de 189281; es un volcán joven con un relieve imponente y bien conservado.

81 http://www.snet.gob.sv/Geologia/Vulcanologia/paginas/volcanesactivos.htm

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Figura 26

Fotografía (2011) del volcán Conchagua desde el Golfo de Fonseca El Golfo de Fonseca es un territorio de convergencia natural entre la vía de comunicación de oeste en este constituida por la planicie costera de la costa Pacífica y de norte a sur, en la continuación de la depresión de Comayagua. El Golfo conforma un nudo migratorio rodeado de pueblos de orígenes diversos y con historias removidas. Los Lencas, seguidos por los Chorotegas y en fin los Nicaraos se instalaron en la zona. Los topónimos, en cuanto a ellos, recuerdan los grupos Uluas82. Las tradiciones “Círculos concéntricos-Puntos”, “Zoomorfos grabados”, “Antropomorfos de pie” no presentan material iconográfico específico del Posclásico en relación con los Nicaraos. La tradición “Líneas onduladas paralelas” en cuanto a ella, es atribuida al Clásico Tardío, antes de la venida de estos grupos. Por el momento, nada permite relacionar estas tradiciones con uno de los grupos culturales instalados alrededor del Golfo de Fonseca. En todo caso, estas tradiciones reflejan semejanzas con sitios rupestres sureños y podrían relacionarse con los Chorotegas o los Uluas más que con los Lencas o los Nicaraos. En dirección del este, cubriendo el extremo noreste de El Salvador hasta el sur del valle de Comayagua, algunos sitios de la tradición Entrelazado, podría remontarse al Clásico Terminal y prolongarse a todo el periodo Posclásico (Figura 20). Durante este largo periodo, el motivo de entrelazado, característico de esta tradición, parece haber evolucionado. Tres sitios de esta tradición se encuentran en El Salvador. Cerro Corobán es un caso particular a proximidad de un asentamiento defensivo que podría ser del Clásico Terminal. El motivo es pintado y policromo (Figura 27).

82 J. Lardé y Larín, “Toponimia Autóctona de El Salvador Oriental... 39.

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Figura 27

Fotografía (2011) de Cerro Corobán (Dstretch: ybk), un abrigo rocoso con pinturas En el caso de la Cueva de las Figuras, el motivo ya compone el cuerpo de una serpiente policroma ubicada en las partes altas de la pared de un abrigo y es incorporado a una escena narrativa de adoración; domina un grupo de dos antropomorfos de perfil y de frente, en posturas dinámicas, la mirada dirigida hacia arriba83. Esta iconografía se puede acercar al Posclásico Temprano y se relaciona con influencias mesoamericanas. A pesar de sus calidades gráficas, no es tan acabada como los ejemplos posteriores del estilo Mixteca-Puebla del Posclásico Tardío. En cambio, los motivos entrelazados presentes en el cañón de la Cueva del Chumpe llevan motivos característicos del Posclásico Tardío al estilo Mixteca-Puebla84. Sin embargo, en la Cueva del Chumpe misma, se reconoce también el entrelazado, pero no conforma el cuerpo de un zoomorfo, en todo caso debe ser Posclásico (Figura 30). La llegada de los grupos Nahuas-Pipiles durante el Clásico Terminal y en el Posclásico se reconoce no solamente en el material cerámico y en la arquitectura de nuevos centros, pero también en el arte rupestre. Varias tradiciones son características del Posclásico Temprano, algunos han podido prolongarse hasta el Posclásico Tardío y otros son exclusivamente de este último periodo. En el Posclásico Temprano, si se juntan las tradiciones Tláloc, “Cabeza de zoomorfo” y Entrelazado, cubren casi todo el territorio salvadoreño, pero también el sureste de Guatemala y hasta el valle de Comayagua en Honduras. Sin embargo, su presencia es más fuerte en el Occidente y el Centro de El Salvador donde la mayoría de estas poblaciones estaban asentadas (Figura 20). Al norte del Centro del país, alrededor del Macizo de la Montañona, la tradición “Espirales-Círculos concéntricos”, con características de la Zona Central (iconografía vernácula extendida sobre un territorio limitado), colinda con la tradición Tláloc (Cueva de los Leones). A menos de 10 km al oeste de la Montañona, El Ermitaño enseña nuevos motivos que se pueden acercar a la panoplia de las representaciones de inspiración mexicana85, más específicamente atribuidos al Posclásico Temprano86.

83 F. A. Lerma Rodríguez, “Temas y Estilos En Las Pinturas Rupestres de La Cueva de Las Figuras, El Salvador”. I Coloquio Regional de Arte Rupestre (San Salvador: Universidad de San Carlos de Guatemala-Universidad Tecnológica de El Salvador, 2010), 14. 84 Ph. Costa, “Las Influencias Mexicanas… 109. 85 Ph. Costa, “Las Influencias Mexicanas… 107. 86 M. Smith y F. Berdan, “Posctlassic Mesoamerica”. En M. Smith y F. Berdan (eds.), The Postclassic Mesoamerican World. (The University of Utah Press, 2003), 4; E. Boone y M. Smith,

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En resultado de estos fenómenos, se observa una contracción de la Zona de Interacción en el centro del país durante el Posclásico Temprano. Presiones se ejercieron y un nuevo orden se estableció. Los grupos Nahuas-Pipiles ocupan el Occidente y el Centro de El Salvador mientras al este, la frontera del Área Intermedia se extiende desde el Golfo de Fonseca hasta el territorio antiguamente controlado por Quelepa (Figura 20). La Zona Central de interacciones culturales se volvió más permeable. Las influencias mesoamericanas que se sienten en las Cueva de las Figuras y en la tradición Entrelazado, penetran el valle Comayagua. De la misma forma, se podría reconocer el ascendiente del Área Intermedia identificado en la Piedra labrada de San José Guayabal, de la tradición “Círculos concéntricos-Punto”, a 15,6 km al sur de Cihuatán, del otro lado del volcán Guazapa, en el Centro de El Salvador. El Posclásico Tardío (1200-1250 a 1534 d.C.) Solo 6 yacimientos fueron atribuidos a este periodo, la producción de arte rupestre disminuye fuertemente en El Salvador. La iconografía es característica del estilo Mixteca-Puebla por los historiadores de arte, también llamado complejo cultural Mixteca-Puebla por los arqueólogos. Como lo recuerda P. Gendrop87: “El refinamiento mixteca se manifiesta en múltiples aspectos: delicadas tallas en madera y en hueso, copas y estatuillas en cristal de roca, elaborados mosaicos de turquesa, concha, coral y otros materiales. La cerámica que desde tiempos preclásicos se ha distinguido en México por cuidadosa ejecución y por la riqueza de sus formas se cubre ahora con una ornamentación particularmente fina, aplicada con esmero. Algunas de las vasijas presentan tal minucia en su elaboración, que parece paginas arrancadas de uno de los afamados “códices” o manuscritos pintados de esta región (…).” A esta lista, se puede agregar las cuidadosas elaboraciones artísticas rupestres representadas tanto en grabado como en pintura identificadas en el marco del estudio en Guatemala, El Salvador y Honduras. La tradición Mixteca-Puebla ha sido detallada en otro artículo sobre las influencias mexicanas en la iconografía rupestre del Posclásico en El Salvador y sus alrededores88. Los últimos ejemplos de tradiciones rupestres de los grupos Nahuas-Pipiles, donde se va a expresar la tradición Mixteca-Puebla, constituye las obras rupestres pictóricas y esculturales las más acabadas. El reconocimiento de una Zona Central de interacciones culturales no tiene más fundamento (Figura 28). El estilo Mixteca-Puebla domina y es contemporáneo de tradiciones locales con extensiones reducidas, no se reconocen más fronteras culturales por medio del arte rupestre.

“Postclassic international styles and symbol sets”. En M. Smith y F. Berdan (eds.), The Postclassic Mesoamerican World 2003 (The University of Utah Press, 2003), 189. 87 P. Gendrop. Compendio de arte prehispánico (México D. F.: Trillas, 1987. Reimpresión 2004), 178. 88 Ph. Costa, “Las Influencias Mexicanas…104.

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Figura 28

Mapa con las tradiciones, los sitios de asentamiento y rupestres en el Posclásico Tardío En el Centro del país, la tradición Monoceja, a proximidad de asentamientos de grupos Nahuas-Pipiles en el momento de la Conquista, es propia del Posclásico Tardío (Figura 20). La tradición Monoceja se reconoce en 2 sitios, tiene una extensión máxima no muy extensa de 18 km. Se repiten los motivos de caras con monoceja y una línea vertical para forma la nariz y zoomorfos. A veces aparecen podomorfos de felinos. Un caso único de podomorfos humanos aparece en la Patada del Diablo donde los grabados simulan un caminamiento sobre el afloramiento rocoso. Recuerda motivos de caminamiento de los códices mixtecas de la tradición Mixteca-Puebla del Posclásico Tardío. Al suroeste, la Piedra Sellada enseña una tradición local, en un territorio pipil en la época de la Conquista: los asentamientos más cercanos son Cerro La Olla y Cerro Tegal (antiguo centro Pipil89). Sin embargo, se conocen zonas Xincas presentes en los alrededores (asentamiento Güisnay90). La iconografía original del yacimiento podría eventualmente ser relacionada con los Xincas; la iconografía de los grupos Nahuas-Pipiles del Posclásico es diferente. No se puede adelantar más sobre la afiliación cultural de la Piedra Sellada cuya cronología será sin embargo atribuida al Posclásico Tardío.

89 P. Amaroli, Recursos Culturales Del Parque Nacional El Imposible: Evaluación y Recomendaciones (San Salvador: Green Project, 1996), 7. 90 W. Fowler, The Cultural Evolution of Ancient Nahua Civilizations, The Pipil-Nicarao of Central America (University of Oklahoma Press, 1989), 47.

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Figura 29

Dibujo de la Piedra Sellada, una roca al aire libre con grabados En el centro sur, la Piedra Labrada de Zacatecoluca, de tradición “Cabeza de zoomorfo”, podría ser tanto del Posclásico Temprano como tardío. En el cuarto noreste del país, el excepcional sitio Cueva del Chumpe presenta las tradiciones Entrelazados (Figura 30) y Mixteca-Puebla en su cañón91.

Figura 30

Fotografía (2011) de un motivo entrelazado de la Cueva del Chumpe, un abrigo rocoso con grabados

En el cañón de la Cueva del Chumpe, la calidad de ejecución del grabado ha implicado la mano de un artista confirmado. Se ilustra por un grabado remarcable de un

91 Ph. Costa, “Las Influencias Mexicanas… 108.

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zoomorfo con un cuerpo entrelazado. Es la figuración del monstruo terrestre Cipactli, asociado al símbolo malinalli. Este último es un motivo central de la cosmovisión de los Mexicas y es ampliamente difundido en el Posclásico Tardío. El estilo Mixteca-Puebla se conoce en arte rupestre hasta Nicaragua; es el caso del sitio Asososca, en el lago de Nicaragua, a 150 km al sureste de El Salvador (fuera del marco de estudio). No se trata más de “territorialización”, el estilo Mixteca-Puebla es un estándar iconográfico de las elites mexicanas, pero es utilizado por grupos culturales diversos. Conclusión El reconocimiento de tradiciones rupestres en El Salvador con territorios cerrados es indiscutible y ha permitido dar cuenta de las dinámicas de la Zona Central. En el país, en las tradiciones rupestres se distinguieron rasgos Mesoamericanos (20 sitios), sureños (14 sitios) y sobre todo locales (41 sitios). La posición geográfica de El Salvador en una zona de interacciones culturales tuvo consecuencias sobre sus producciones rupestres. El arte rupestre es un rasgo característico de la ritualidad de las culturas que se sucedieron desde el Preclásico Medio, y más que todo durante el Clásico Tardío y en el Posclásico. En el Clásico Tardío, es el apogeo de las tradiciones rupestres locales donde se reflejan claramente una Zona central cultural autónoma. Estos grupos humanos emplean el arte rupestre más que las sociedades urbanizadas de Mesoamérica, en particular que sus vecinos mayas, pero menos que las sociedades del Área Intermedia. En esta área cultural, el arte rupestre debe de haber impregnado más directamente la vida cotidiana de sus habitantes. Basta con evocar las 1400 rocas grabadas de la isla de Ometepe (Nicaragua), o las decenas de imponentes rocas grabadas cubiertas de grabados de Piedras Pintadas (Villa Sandino en Nicaragua), para imaginar que la producción de arte rupestre era un fenómeno masivo. En la Zona central, la producción de arte rupestre es más ocasional. Tiene que haber sido reservada a momentos precisos y ser llevada a cabo por grupos restringidos de individuos. Los yacimientos rupestres reflejan algunos de los fenómenos culturales que se sucedieron en el país. Se reconocen las influencias extranjeras olmecas propias del Preclásico Medio, algunas semejanzas iconográficas mayas en el Clásico y claro ascendiente pipil-nicarao en el Posclásico. Del mismo periodo, una semejanza se reconoce entre algunos grafismos de los yacimientos rupestres y de la cerámica de la Gran Nicoya. El arte rupestre puede atestiguar de los territorios de los grupos culturales, sin embargo, no siempre se puede asociar. Cuando se pudo determinar una relación con un grupo cultural, el arte rupestre permite rastrear su territorio, sus creencias y su historia. Asimismo, es el caso de los Lencas de El Salvador; se ha adelantado que su llegada en el Oriente de El Salvador podría ser debido a la migración de una parte del grupo lenca de Honduras, por razones demográficas92. La primera fase de ocupación de Quelepa, el principal centro urbano asociado a los Lencas, empieza entre 500-400 a.C. a 150 d.C. (fase Uapala). En la fase siguiente, entre 150 a 625 d.C. (fase Shila), la arquitectura del importante centro “representa un florecimiento casi enteramente de inspiración local”93. Entre 625 a 1000 d.C. (fase Lepa), cambios radicales ocurren; Andrews explica94:

92 G. Hasemann y L. Pinto, “La Zona Central… 176. 93 W. Andrews, La Arqueología de Quelepa… 240.

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“Una tremenda cantidad de material cultural del Clásico Tardío se relaciona fuertemente al Clásico de Veracruz, y yo creo que la única explicación razonable es que un grupo fuertemente influenciado por esta última se inmigró al oriente de El Salvador cerca de 600 d.C.”

Para sustentar su propósito, añade:

“Si sólo objetos portátiles estuvieron involucrados (…), podríamos suponer comercio. Si en adición a esto notamos imposición de totalmente nuevos estilos arquitecturales y patrones de arreglos esculturales, nosotros tal vez podemos aceptar como hecho el control extranjero, presumiblemente por una elite poderosa con respaldo militar. (…) podemos considerar el grupo entrante como más que una pequeña élite.”95

Considero que después de estos eventos, ya que el Centro de El Salvador, después de la erupción del volcán Ilopango en 535 d.C., quedó abandonado, una parte de los Lencas del Oriente habrá migrado a reconquistar estas tierras. Que sea por razones demográficas, o por rechazo a la nueva elite instalada en Quelepa en el Clásico Tardío, la tradición Meandros parece atestiguar de la presencia de Lencas en el Centro del país, en la Costa de Bálsamo y en la cordillera de Cacahuatique-Corobán (Figura 13). El Junquillo, en el norte del centro del país, ilustra el tipo de asentamiento en el cual se instalaron estas poblaciones durante el único periodo del Clásico Tardío96. Faltan más artefactos que asociar a este grupo para hablar de cultura arqueológica, pero la tradición Meandros es suficientemente representada para traducir territorios. A menudo, pero no siempre, el arte rupestre en El Salvador tuvo una función de “territorialización” consciente, con la voluntad de marcar o apropiarse un territorio frente a otro grupo cultural, de forma material y/o simbólica. Durante el Preclásico Medio, es arriesgado hablar de “territorialización” consciente o inconsciente con un único yacimiento con iconografía olmeca. Otros yacimientos con iconografía olmeca existen en Guatemala y en México, pero su cantidad es muy reducida. En cambio, durante el Clásico Tardío, los yacimientos delimitan territorios a veces muy limitados. El promedio del largo máximo de las tradiciones de esta época es de 24 km; una distancia que podía ser recorrida en un solo día, incluso en un contexto montañoso, sobre todo en sociedades donde caminar era la única forma de locomoción terrestre. Las tradiciones reflejan el mosaico de grupos culturales instalados sobre territorios poco extensos en El Salvador donde cada grupo va a producir arte rupestre también con el fin de evidenciar su territorio respecto a los demás. Los territorios no son permeables, solo en algunos casos en los límites de los territorios entre dos tradiciones. Este mosaico de tradiciones variadas podría ser el resultado de la presión demográfica que se expresa en la reconquista de las tierras abandonadas después de la erupción del volcán Ilopango en 535 d.C. Parece que no existe la misma presión demográfica en la Sierra Madre en Honduras, allí los grupos Lencas ocupan un amplio territorio.

En el Posclásico es el apogeo de la influencia mesoamericana sobre la producción rupestre salvadoreña. El arte rupestre se vuelve una herramienta de “territorialización” consciente en un contexto bélico. Así es utilizado por los grupos Nahuas-Pipiles que se apropian un nuevo territorio; sus tradiciones marcan el límite de su propio territorio y además penetran el territorio de otras tradiciones. Si se quitan las tradiciones de esta

94 W. Andrews, La Arqueología de Quelepa… 244. 95 W. Andrews, La Arqueología de Quelepa… 244. 96 S. Perrot-Minnot, “El Junquillo: Un Sitio Del Clásico Tardío En La Zona de Titihuapa, El Salvador”, El Salvador Investiga Vol: 2 num 3 (2006): 52.

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época conformadas por 2 sitios únicamente, el largo máximo promedio es de 115 km; es casi 5 veces la extensión máxima de las tradiciones del Clásico Tardío. La voluntad de expansión de los grupos humanos trasparece en esta difusión, lo que ha sido facilitado por el vacío creado al final del Clásico Terminal con la caída de los grandes centros urbanos de la Meseta central. Más de la mitad de los yacimientos rupestres (37 en total) se encuentran a menos de 6,5 km de un asentamiento. En cambio, solo 5 asentamientos están a menos de 500 m de un sitio rupestre. La producción de arte rupestre en El Salvador se inscribe en una lógica de peregrinación de una duración promedia de una hora, hora y media, lo que acentúa su carácter sagrado. Peregrinaciones de este tipo se realizan aun en El Salvador (caso del Día de la Cruz de Lolotiquillo el 3 de mayo) y son atestiguadas desde el siglo XIX. En la época Prehispánica, estas peregrinaciones se dieron también regularmente. Sin dudas, el arte rupestre contribuyó a una “territorialización” acentuada, con el esparcimiento de los yacimientos a la forma de “lugares representativos”, dando un alto grado de autonomía (identidad) y de cohesión a los grupos humanos que lo produjeron.

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