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"Voces y letras" es una publicación que reúne cuentos escritos por jóvenes estudiantes del colegio Nicolás Gómez Dávila IED, en el marco del proyecto "Voces y letras: una ventana al mundo y a los sueños", liderado por la docente Yolanda Camacho de Ordóñez, en la localidad de Ciudad Bolívar. Esta publicación fue posible gracias al apoyo del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico —IDEP— y la Universidad Externado de Colombia, resultado de una experiencia de innovación pedagógica en el año 2008, implementada en la ciudad de Bogotá D.C., Colombia.

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Voces y Letras

Cuentos escritos por estudiantes del 4o Ciclo para el fomento de la lectura y la escritura

entre sus compañeros del Colegio San Francisco I La Casona I.E.D.

Publicado por: Facultad de Ciencias de la Educación,

Universidad Externado de Colombia.

Auspiciado por: Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo Pedagógico —IDEP—.

Derechos reservados: © Yury Andrea Santamaría González

© Laura Nataly Martín Castro

© María Alejandra Romero Vanegas

© María Helena Hernández Prieto

© Mónica María Perea Mosquera

© Yenny Paola Salazar Hernández

© Lorena Lozano Pérez

© Raúl Leonardo Peña García

© Edison Javier Loaiza Jajoy

© Ingrid Yulieth Aguirre Cano

© Leidy Tatiana Velandia

© Deysi Yohana Cordón Fuentes

© Tania Daniela González Triana

© Nury Alexandra Ruano Urrego

© Diego Fabián Cárdenas Castellanos

© Jhon James Motato González

© Jeisson Alexander Suárez Caro

Se autoriza la reproducción libre de esta publicación con fines educativos y otros

fines no comerciales, sin necesidad de un permiso escrito previo de quien posee

los derechos de autor, con tal que se cite la fuente. Se prohíbe reproducir esta

publicación con fines comerciales, si no se cuenta con un permiso escrito previo

de quien posee los derechos de autor.

ISBN: ##-####-######-###

Edición: Luis Antonio Merchán Parra y Eddy Ordóñez / Grupo Editorial Apsis

Diagramación: Eddy Ordoñez / Grupo Editorial Apsis

Impresión: Universidad Externado de Colombia

Impreso en Colombia

Printed in Colombia

Portada: Eddy Ordóñez

Fotografía: © UICN Mesoamérica. Niños Emberá en el Lago Alajuela del Parque Nacional Chagres, Panamá.

CONTENIDO

Presentación

Recuerdos

Mi regalo

Un amor que la plata acabó

Helena

Dos colores

A escondidas

Revelaciones

El joven Nelson

Colombia y su maldad

Amor prohibido

A primera luz…

Sueños hechos realidad

A quién no le ha pasado

La verdad de Kiara

La mujer de mis sueños

El cambio de personalidad

la vida en el Ejército hasta el día de mi muerte

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PRESENTACIÓN

...La lectura no es sino la disposición a entrar en lo

que ha sido abierto. El texto, ya abierto, recibe a

los que convoca, ofrece hospitalidad. Los lectores,

ya dispuestos a la lectura, acogen el libro en la

medida en que esperan y atienden.

Hospitalidad del libro y disponibilidad de los

lectores. Mutua entrega: condición de un doble

devenir.

Jorge Larrosa1

Una tarde, desde una ventana al mundo y a los sueños, me asomé yobservé a la populosa muchachada que con su júbilo desaforado colmabalas calles, convirtiendo a los cerros de Ciudad Bolívar en una gran manchaazul con cuadros blancos. Me cuestioné sobre el futuro de aquellos afana-dos jóvenes y sentí la necesidad de plasmar sus voces Sanfranciscanas enhojas para ser descifradas, escuchadas y debatidas en las jornadas de clase,con el ánimo de cautivar a todos aquellos que se acerquen al vehículo de lalectura y quieran viajar a esos mundos imaginarios, en apariencia descono-cidos pero tan próximos en la insignificante distancia que separa a cadaescritor novato de sus compañeros de aula, pasillo o patio de recreo.

Mi deseo se convirtió en un proyecto interdisciplinario al que se vincu-laron otros soñadores —Luisa Ángela Rincón (Ciencias Sociales), Rita Mer-cedes Bovea Charry (Inglés) y Carlos Julio Arias (Biología)— en una aventu-ra que denominamos Voces y Letras, cuya invitación fue aceptada con granexpectativa por un primer grupo de valientes adolescentes que cursan enla tarde los grados 8o y 9o, con quienes nos embarcamos para navegar unhermoso sueño literario, que tuvo por horizonte su formación como jóve-nes autores y como meta la publicación de sus escritos. A mi embarcación

[5]

1 Larrosa, Jorge. Sobre la lección (enseñar y

aprender en la amistad y la libertad). Publicado

por Asolectura en el boletín Leer y escribir No.

6 Año 2, Bogotá, noviembre de 2007.

[6]

arribó el apoyo del Instituto para la Investigación Educativa y el Desarrollo

Pedagógico —IDEP— y la Facultad de Ciencias de la Educación de la Uni-

versidad Externado de Colombia.

Hoy este sueño es una hermosa realidad, plasmada en esta primeraedición de cuentos e historias, producto de una ardua labor llevada a caboen los talleres de creación, edición y publicación de textos, impartidos porel Grupo Editorial APSIS. Cada lunes y viernes, durante el primer semestrede 2009, se dieron cita en contra jornada a sus crepusculares horas de clase,las plumas inquietas e inexpertas de los escritores en formación, ante lamirada curiosa y expectante de algunos compañeros docentes. Al comien-zo, surgieron borradores incipientes que se fueron moldeando con cons-tancia, mejorando la coherencia y la cohesión en los escritos.

Durante el proceso descubrí que la mayoría de los textos propuestospor los estudiantes, involucran expresiones populares y coloquiales pro-pias de su contexto sociocultural. De igual forma, evidencié en los jóvenessu deseo por abordar situaciones reales de gran crudeza, vividas por ellosmismos o por personas cercanas (familiares, vecinos o compañeros de co-legio), en donde el narrador establece una postura moral frente a la mane-ra como los personajes afrontan las circunstancias, haciendo juicios de va-lor que pretenden dejar una férrea lección en los lectores.

Esta primera edición se compone de dos títulos cuyo tiraje menor perosuficiente nos permite conocer esas voces arrojadas, que nos invitan a re-flexionar sobre nuestra realidad. Se brindan, en primer lugar, a toda la comuni-dad educativa del Colegio San Francisco I La Casona I.E.D., ya que tienen comoobjetivo apoyar el PILE en esta institución, y con los cuales quiero motivar a miscompañeros docentes Sanfranciscanos a que nuestra labor sea totalmenteinterdisciplinar, transversal y de carácter institucional, para que entre todosfortalezcamos las competencias lectoescriturales de nuestros educandos.

Agradezco de antemano su cuidadosa lectura y el apoyo brindado portodas aquellas personas que colaboraron e influyeron en esta edición deVoces y Letras, siempre recordando que “la persistencia vence lo que la

dicha no alcanza”, que un sueño puede cumplirse y que lo peor que puedepasar es dejar de soñar.

VOCES Y LETRAS

CUENTO S

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Hoy queda en este puerto mi embarcación, para ser abordada por todoslos que quieran viajar en una expedición hacia “la extensión de la memoria

y la imaginación”, como dijo Borges. De manera especial, convido a miscolegas y a todos los docentes, a dejar de ser espectadores para convertir-se en aventureros que exploren los caminos de la palabra escrita, promul-gada por las nuevas generaciones.

Yolanda Camacho De OrdóñezDocente de Lengua Castellana

VOCES Y LETRAS

CUENTO S

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RECUERDOS

Era invierno y, como de costumbre, mi abuelo apareció a las siete de lanoche sentado al lado derecho de sus cinco nietos, sobre la tumba del quehoy sería nuestro tío.

La casa estaba cubierta de neblina, la misma casa que hoy mantiene unacocina pequeña, un establo abandonado con la tierra totalmente seca y, enuna de sus cinco habitaciones, suspendida de un clavo, una vela derretidaque, por algún motivo, siempre se enciende a las doce de la noche y seapaga cuando amanece.

Hoy estaba un poco tembloroso, le sudaban las manos y no podía hablarmuy bien, porque la historia que empezó a contarnos no era fácil de recordar.

—En una noche como la de hoy, con una espesa neblina y una recialluvia que no dejaba de cesar, un profundo dolor me constriñó el alma.

Un hato de vacas que soportaba con paciencia el frío y espeso vahoblanco, llamó la atención del anciano.

—Mi esposa, su abuela, estaba a punto de tener su noveno hijo. Reunía mis tres hijas y a mis cinco hijos en la habitación principal. Ninguno sabía-mos nada de parto pues siempre habíamos trabajado en lo duro de campo.

Mi abuelo descansó un momento, pues le causaba mucha fatiga contaresta historia. Por algunos segundos, su voz se tornaba temblorosa y que-bradiza pero aún así continuo con su relato.

—Al ver que nadie podía hacer nada, decidí mandar a mi hijo mayor,José, con un caballo para que trajera del pueblo a la partera. Un profundosilencio nos consumía a todos. Pasó una hora y como no llegó José, decidíayudar a mi esposa. Le dije que extendiera sus piernas a lo largo de la camapara recibir al bebé, mientras ella gritaba sus plegarias a dios. Nuestroshijos se arrodillaron a rezar. Minutos después, el bebé nació pero el des-gastado y agotado cuerpo de mi mujer no soportó más y falleció.

Todos sentimos como si un frío helado nos abrazara. Mi abuelo juntó suspiernas y puso sus manos entre ellas. Su cuerpo empezó a temblar y vimoscómo la neblina lo atravesaba.

—Cuando vi que mi esposa estaba muerta, lancé patadas y tiré todas lascamándulas al piso, rechazando por completo la religión. Rabioso, les dijea mis hijos que salieran de la habitación. Desesperado, con el crío entre

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mis manos, no sabia con qué cortar el cordón umbilical. Miré a mi alrede-dor y sólo pude ver un machete viejo con el que cortaba la siembra. Cuan-do lo fui a coger, el niño se me resbaló y ahí murió, al lado de su madre.

Mi abuelo empezó a golpear la pared con su cabeza por algunos segun-dos, pero él y la pared seguían intactos.

—Al día siguiente no sabía qué hacer, pues nunca imaginé algo comoesto. Llegó José mojado y todo sucio. Le conté lo que había sucedido y élsólo pudo llorar.

Mi abuelo se inclinó e intento arrancar el pasto, pero sus manos choca-ban entre sí. Ninguno entendió por qué el abuelo no podía coger nada.

—En ese momento le dije que quería enterrar a mi esposa y a mi hijo enel mismo cajón. Mis hijas construyeron el ataúd y en compañía de mis hijoscavamos la tumba a la entrada de la casa. Pasaron varias horas y los enterra-mos en medio de llanto y flores.

Ahí comprendimos por qué el abuelo nos señalaba con su dedo paramostrarnos el lugar donde estábamos sentados. Justo ahí enterraron a laabuela y al tío.

—Ese mismo día decidí quemar todo recuerdo de mi esposa y del bebé.Eché las cenizas a una pequeña caja y la coloqué junto a esa vela que fue elúnico testigo que presenció nuestra tragedia familiar. Desde entonces, meenclaustré en ese cuarto para encontrar respuestas que aplacaran mi cul-pabilidad, hasta lograr el descanso de mi alma.

Esta confesión nos aclaró por qué el abuelo tardó tantos años en salir deallí. Lo hizo sólo cuando el tío José lo encontró, una mañana, descansandoen un profundo sueño del cual nunca despertó.

El abuelo se puso de pie y con su larga mano nos indicó hacia la ventanatratando de decirnos algo. Todos miramos y vimos cómo mi abuelo se acos-taba sobre la desvencijada cama. La vela adosada a la pared se apagó lenta-mente mientras del inerte cuerpo salía su alma que se iba desvaneciendopoco a poco en medio de la neblina. Desde lo más profundo de la espesura,su voz nos dijo:

—Morir no es igual a sufrir, la vida es para disfrutar y el morir noes para lamentar.

Yury Andrea Santamaría González

VOCES Y LETRAS

CUENTO S

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MI REGALO

En una casa del barrio Las Cruces vivía una familia integrada por Luis elpapá, Martha la mamá y Jessica la hija. A Luis le gustaba arreglarse muybien, era una persona muy feliz, trabajaba como ayudante de construccióny siempre le gustaba jugar al chance apostándole a la suerte. Martha traba-jaba una o dos veces a la semana en oficios varios y los desempeñaba conmucha responsabilidad y honestidad. Jessica, en las horas de la mañana, seiba a estudiar y se la pasaba con sus amigos que eran muy chéveres y sanos.Pero había algo que ella siempre deseaba para sus Quince: un vestido gran-de, hermoso, con un color rosado muy brillante.

Una mañana de febrero, mientras descansaba en su pieza, Martha lepreguntó a su esposo:

—Luis, ¿estás ahorrando para comprarle el regalo a Jessica?—Sí, con lo que gastaba en el chance lo estoy haciendo. —Aunque él

sabía que todas las noches, cuando pasaba por la tienda de doña Julia,revisaba los resultados del día anterior y le apostaba a la suerte conesperanza.

Jessica, en su cuarto, miraba fijamente el almanaque y contaba los díasque le faltaban para sus cumpleaños. Estaba feliz.

La noche del sábado, una semana antes de la celebración de su hija, Luisfue a la chancería de doña Julia a jugar el número 5868.

—Éste sí es el de la suerte —exclamó con ansiedad.Llegó y, agitado, le dio un cálido beso a Martha. La miró a los ojos y con

júbilo la saludó:—Hola mi amor.Martha, animada, le preguntó por el dinero ahorrado:—¿Cuánto tienes?Luis se quedó pensativo y se sentó. La miró, suspiró y le dijo:—Lo que pasa es que…—¿Ya le compraste el vestido a la niña?—No.—¿Pasó algo inesperado?

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—Todo el dinero me lo gasté.Las manos de Luis le sudaban, pero al frotarlas sentía alivio. Durante un

prolongado silencio, el hombre recabó la esperanza de su suerte y le exclamó:—Esta noche le aposté al número 5868 y tengo la certeza de que nos lo

vamos a ganar.Martha, con rabia y enfado, le dijo a su esposo:—¿Por qué hiciste eso? La niña ya está muy esperanzada. Más bien

acostémonos. —Su voz estaba llena de desengaño, sin ánimo—. Ojalá queese número sí sea el de la suerte.

Luis, acostado, pensó con optimismo: “Por fin me lo voy a ganar”.

Al otro día, Luis se levantó feliz, con entusiasmo, esperanzado en quese lo ganaría. Se arregló, como siempre, muy bien presentado. Salió de lacasa hacia su trabajo, pero en el camino pasó primero por la chancería dedoña Julia a conocer el número que había caído. Al llegar allí, vio escrito entiza blanca sobre el tablero negro el número 5 8 6 8. No lo podía creer. Miróotra vez y con júbilo gritó:

—¡Me lo gané! ¡Me lo gané! ¡Me lo gané!Exaltado, se regresó de inmediato a la casa. No sabía cómo contarles a

su esposa y a su hija esta grata noticia. Entró y lo primero que hizo fueabrazar a la adolescente. No podía hablar de la alegría. Alzándola, le dijocomo entre dientes:

—Le voy a poder comprar ese vestido que tanto ha querido tener.—¿Por qué, papito?—Me gané el chance.Martha, que estaba en la cocina lavando la loza, escuchó a su esposo.

Tiró los trastes y salió de inmediato. Lo miró y le dijo:—¡Qué alegría tan inmensa! Ahora sí vamos a comprarle el vestido a

nuestra hija y le celebraremos sus Quince con una fiesta muy elegante. Ypodemos hacerle los arreglos a la casa que tanto hemos deseado.

Laura Nataly Martín Castro

VOCES Y LETRAS

CUENTO S

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UN AMOR QUE

LA PLATA ACABÓ

No llevamos ni quince días de conocernos y ya estamos muy enamora-dos. Ella se llama Nataly y yo Brandon. Soy dueño de un negocio, me consi-dero una persona muy trabajadora y responsable. Cuando la conocí, la vipasar por delante de mi negocio y no sabía cómo acercármele para decirlealgo. Finalmente me dio mucha vergüenza y no pude decirle nada. Natalysabía lo que me estaba pasando, pero se burló de mí y se fue. Yo, achanta-do, cerré por ese día el negocio y me fui. Al otro día llegué nuevamente ami trabajo como si nada. Ella estaba allí. No le puse cuidado y seguí con lomío. De repente, ella se acercó y me pidió disculpas. Allí me di cuenta quele interesaba. Quise invitarla a almorzar. Le pregunté y ella me respondió:

—Deje que sea yo quien invite.Sorprendido, acepté. De inmediato cerré el negocio, me arreglé y nos

fuimos en el carro de ella. Me fijé que no le gustó para nada que yo mehubiera ido en el asiento de adelante, a su lado.

Llegamos al restaurante. Era muy fino y yo, sin saber qué pedir, pensé:“¿Será chicharrón o rellena? Pero aquí no venderán eso”. Nataly pidió algoque no entendí lo que era. Después me preguntó:

—¿Usted qué quiere?Yo le respondí:—Una picada.Nataly, con asombro, me dijo:—Eso no lo venden aquí. Además, eso engorda. Mire cómo está.Desconcertado, le dije:—Entonces yo no quiero nada.Ella terminó pidiendo por mí. Mientras esperábamos, noté que la gente

que llegaba al restaurante vestía muy elegante. Pensé que Nataly me re-chazaba porque no le gustaba mi actitud ni cómo me vestía; además, yo noera un hombre de plata. Los que estaban allí, murmuraban y me mirabande abajo hacia arriba.

Quise ir al baño y cuando me levanté, choqué con el mesero. Se cayójunto con el menaje que llevaba. Todos se rieron y se burlaron. A mí me

cayó la pasta en la cabeza. Por el piso se regó la sopa. Nataly se imaginóque eran vómitos y quiso salir corriendo, pero se resbaló y cayó debajode la mesa.

Nos sacaron del restaurante, obviamente sin antes limpiar y pagar loque se había dañado. A mí me tocó irme con la cabeza untada de pasta.Nataly, furiosa porque yo había destrozado todo, me dijo:

—No se va a subir a mi carro así de sucio. Se limpia o se va en bus o enzorra o yo qué sé.

Desde ese día, Nataly me hizo entender que la plata hace de todo y queun amor tan grande se puede llenar de desprecio y mucho dolor.

María Alejandra Romero Vanegas

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HELENA

Era mediodía. Helena se dirigía al centro comercial a realizar unas com-pras, porque esa noche celebraría su cuarto aniversario con su novio Joel.Al terminar sus diligencias, empezó a sentir mucho calor y sed. Decidió ir ala heladería más cercana. Al entrar, observó que allí estaba su novio encompañía de su amiga Sara, muy acaramelado. No sabía qué hacer en esemomento: si ir a reclamarle a su novio por el engaño o pelear por él. Elsentimiento que experimentaba hacia Joel era inexplicable. Estaba tanconfundida que salió corriendo del lugar.

Al llegar a su casa, Helena se encerró en su cuarto, embargada por unagran soledad, sin nadie que la acompañara en su dolor. Decidió cerrar losojos y llorar sobre su almohada, la única cómplice de su sufrimiento y des-ahogo. Empezó a sentir un fuerte dolor en el corazón. Los recuerdos deaquel lamentable momento invadieron su cabeza. Sabía que la habían en-gañado y que ya contaba entre sus pérdidas a una amiga en quien confiabay a un hombre al que le había entregado su amor. Helena, ya calmada,repasó en su mente las suficientes palabras que le diría a su novio durantesu encuentro. Se aproximaba la hora de la cita. Era una noche de tristeza ydolor que anunciaban la llegada de una despedida. El reloj corría y nopodía esperar más.

Joel, en su casa, estaba listo y la esperaba. Sonó el timbre. Abrió lapuerta y al recibir a Helena, notó que sucedía algo extraño. Intentó salu-darla pero ella lo esquivó, expresándole una mirada apagada, a la cual élpreguntó:

—¿Qué te pasa Helena?Ella no pudo contestar. Su corazón se agrandó en medio de un vacío

negro que la inundó en un llanto de lágrimas. Lo abrazó. Después de unlargo momento, se despidió. Él no sabía que pasaba y quería una explica-ción. Entendió su actitud y sólo pudo entregarle el regalo que tenía entresus manos. Helena, miedosa, tomó con fuerza aquel obsequio envuelto enpapel rojo intenso, su color favorito. Él la dejó ir.

Más tarde, estando en casa, Helena tomó una ducha y se recostó en sucama, pero no pudo dormir. Decidió levantarse y bajar a la cocina a preparar uncafé. Mientas lo hacía, pensó en lo que ocurriría mañana cuando enfrentara a

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su amiga Sara. Calmó su rabia con la bebida caliente. Regresó a su cuarto y,con los recuerdos fijos en su mente, tardó en quedarse dormida.

Al día siguiente se alistó muy temprano. Sentía que ya estaba preparadapara afrontar el encuentro con su amiga. Sabía que no podía cometer elmismo error que la noche anterior incurrió frente a su novio. Llorar delantede su rival demostraría la debilidad que tenía en ese momento. Salió an-siosa de su hogar.

Frente a la puerta, indecisa de tocar el timbre, Helena quiso devolversea su casa para pensar que no había ocurrido aquel engaño. Después de unlargo momento y con más calma, suspiró y timbró.

Sara, todavía en pijama, abrió la puerta y la miró. Observó que no seencontraba bien así que la hizo pasar.

—Buenos días, Helena.—Buenos días, Sara.—Ven, siéntate en el sofá —le dijo con el rostro sonrojado y con una

apariencia desarreglada—. Me disponía a tomar café. ¿Te preparo una taza?—Está bien, de igual forma ya no importa.Sara se dirigió a la cocina, prendió la estufa y puso la jarra de café a

calentar. Sirvió dos tazas. Regresó a la sala y le entregó el pocillo caliente asu amiga. Notó que ella no le añadió azúcar.

—¿A qué se debe esta visita tan inesperada?—Vengo a hablarte de mi novio —dijo Helena mirándola fijamente, sin

rodeos—. Tengo muchas preguntas.De manera fugaz, Sara se imaginó el instante en que su amiga la había

descubierto con Joel. Con voz contenida y tomando varios sorbos calientesde café, finalmente dijo:

—Para todo tengo respuestas. —Su rostro palideció al escuchar sus pro-pias palabras.

—Quiero saber la verdad.—La verdad es que todo comenzó hace algunos días, sus miradas me

enamoraron. Lo siento, pero de ese modo ocurrió lo inevitable.—Yo te consideraba como una hermana y lo sigues siendo. Por eso te

prevengo que él te hará lo mismo que me está haciendo a mí.Sara se quedó callada, pensando con detenimiento lo que iba a replicar.

Las palabras de Helena le revelaron el juego en que había caído. Con aho-go, sólo pudo decir:

—Lo siento. Perdóname.

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VOCES Y LETRAS

CUENTO S

Se levantaron del sofá y se dirigieron a la puerta. Sara abrazó a Helenacon la esperanza del perdón.

—Si te visita Joel, dale las explicaciones de este adiós. —dijo Helenamirándole sus manos—. Que disfrutes del café.

Sara abrió la puerta. Helena dio media vuelta y salió.

***

Años después, mientras caminaba por la avenida principal, Helena re-cordó lo sucedido con su amiga. Nunca más se había vuelto a enamorar.Descargaba en ese hecho la culpa de su eterna soledad. No tenía a nadiemás que a su mamá, ni siquiera a su hermano, a quien no veía hace muchotiempo porque se había ido a otro país, a cursar una carrera y finalmente sehabía quedado a vivir allí. Inquieta, se detuvo efusiva frente a una agenciade viajes. Se emocionó al recordar que una semana antes había terminadosus estudios de pregrado. Pensó en la invitación que su mamá le habíapropuesto años atrás para ir de viaje a visitar a su hermano. Sabía que ellaquería ese viaje. Reparó en su bolso el dinero que llevaba y entró.

Por la noche, al llegar a su casa, encontró a su mamá sirviendo la cena, asíque la acompañó durante la comida, conversando cada una sobre su día. Son-riente, Helena cogió su bolso que se encontraba colgado en la silla, y le dijo:

—Te tengo una pequeña sorpresa. —Sacó los dos tiquetes de viaje quetomaron por sorpresa a su mamá.

La anciana pensó en su hijo mayor y en lo cerca que empezaba a estarese lejano país.

—Quería viajar hace mucho tiempo —dijo con emoción— y ya que tedecidiste, es un buen momento para que lo hagamos.

—Así es mamá. Como sabía que ibas a aceptar, preparé todo para quemañana mismo nos vayamos. Sólo falta empacar maletas.

Durante el postre, hablaron sobre el viaje, observando los cambios queiban a asumir al tomar esa decisión. Hacia la media noche, cuando Helenaempacaba su equipaje, su mamá se despidió por teléfono de algunos co-nocidos.

A la mañana siguiente, mientras las dos mujeres compraban comidapara el largo trayecto y esperaban con ansias el vuelo, Helena vivenció unnuevo nacimiento para su vida. Abordaron el avión. Ella pudo observar, através de la ventanilla, el paisaje montañoso alejándose sin remedio como

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VOCES Y LETRAS

CUENTO S

todas aquellas cosas que pasaron años atrás. Llevaba consigo el recuerdode aquel último regalo de su primer y único amor, que nunca había abierto.Quiso saber de qué se trataba. Tomó una de sus maletas en su búsqueda. Alencontrarlo, acarició con sus manos el paquete y lo desenvolvió con cuida-do. Sonrió al saber que se trataba del cuaderno de apuntes que durantemucho tiempo le pidió a Joel que le regresara.

María Helena Hernández Prieto

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DOS COLORES

Sobre el marco dorado de una fotografía borrosa que conserva el retra-to de una mujer de piel morena, cabello corto y muy crespo, ojos cafésoscuros con mirada que pretende buscar verdades, varias lágrimas caen.Herminia es de esas pocas personas que les gusta reír en momentos llenosde tristeza y soledad, sin darse cuenta que casi siempre el llanto la agobiay la tristeza se desploma sobre ella.

Secando sus lágrimas, recordó la ausencia de alguien que la valoró entan sólo un instante. Cuánto deseaba tener un borrador en ese momentopara desaparecer el mundo infalible en el que vivía. Fijó su mirada enaquella fotografía y no pudo contener el llanto al darse cuenta que de sumadre tan sólo tenía una imagen y un perfume con aroma a rosas que lellenaban la memoria de recuerdos inexplicables.

En su escritorio, además del portaretrato, estaba un recipiente de alabas-tros que contenía arenilla jagua, ese maravilloso polvo cuyo brillo resplande-ciente le daba alegría al lugar. En una pared se sostenía un cuadro que enmarcabauna poesía. Cada vez que la leía, Herminia pensaba que la habían escrito sólopara ella. Se levantó de su sitio, salió de su habitación y llegó a su refugiodonde siempre dibujaba, con tanta dedicación, ese repetido jardín lleno delirios blancos y negros. Ella podía dibujar un día entero contemplando la her-mosura de una rosa en blanco y negro. Sus dibujos eran almacenados en aquelrincón, en donde una pequeña cascada le recordaba el sonido de la eternidady una suave pluma le encontraba su debilidad.

El estruendoso sonido del reloj, al marcar las tres de la tarde, la sacó desu trance para recordarle que tenía que pasar por un regalo para su tío,quien estaba de cumpleaños. Su amado tío Álvaro, el único que le habíabrindado alegría a su vida. Antes de salir, Herminia se miró al espejo yrepasó los versos de aquella poesía, deseando haber sido la inspiración delpoeta. Afuera, en la calle, hacía un día soleado.

Al llegar al paradero que se encontraba frente al aeropuerto, antes depasar la avenida, en medio de la masiva gente, la rapidez de los carros y elfuerte sonido del tráfico, un niño se le acercó y le dijo:

—Las palabras se las lleva el viento sin fin y las miradas tristes se lasqueda el tiempo a vivir.

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Por su lado derecho, pasó una señora muy elegante, expidiendo undulce vaho con aroma a rosas que le removió todos sus recuerdos. Herminiasabe que su vida es una alcancía de palabras, que con el tiempo se reunie-ron en un rincón lleno de fantasías y recuerdos, los cuales no puede des-truir porque seria como volver atrás para empezar sin enmendar erroresen su existir.

Mónica María Perea Mosquera

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A ESCONDIDAS

Ella tenía 17 años, ojos verdes, su cabello era lacio, su cuerpo firme ysu piel lisa como la arena del mar. Era tan bonita que cuando la mirabafijamente, al instante me paralizaba y era la burla de mis amigos. Esa chica,que cortaba todos mis sentidos, era la novia de mi peor enemigo. Aquelchico profundizaba mi odio cuando pasaba por mi lado. Era antipático, unmal partido para ella, engreído, lucido y lo peor, no merecía a esa chicalinda y especial que para mí lo era todo.

Cierto día, la mirada de mi amada me inspiró una idea como en aquellasocasiones cuando la veía reír. Empecé a escribirle notas de amor. Nuncaimaginé que una mujer me pondría a pensar así algún día. No alcanzaba aimaginar la cara que iba a poner mi musa al ver los montones de notas quetenía para ella. El mensajero llegó. Deposité en su canasta mis notas y lesupliqué que las llevara lo más pronto posible.

Al atardecer de ese hermoso día, los vi juntos, a ella y a su novio, toma-dos de la mano y no paraban de reírse,. Supuse que no las había recibido.Ella iba tan feliz que con sólo verla sonreír me alegraba tanto, así fueraagarrada de la mano de ese tipo. Algo me decía que él no era para ella, algose traía entre manos. Quise averiguarlo y me puse a la tarea. Pausé por untiempo mis notas de amor para resolver esta duda.

En una ocasión lo vi solo y sentí la necesidad de seguirlo. Pensé que erauna locura, pero lo hice por aquella hermosa mujer que aspiraba en mismúltiples deseos. No siendo más, y decidido, fui detrás de él. Se encontrócon un personaje muy particular. Llevaba una ropa deshilachada, rota ysucia y su cabello parecía que nunca había pasado por agua. Me asustémucho, tanto que llegué a pensar que traficaba con droga, que la consumíay que la exportaba. Pensé muchas cosas y me imaginé lo peor. Hablaron nomucho tiempo, se despidieron de manos y mi adversario siguió caminan-do. Llegó a un lugar solitario y frío. Me pregunté: “¿Vendrá a fumarla aquí?”.

No fue así. Noté que alguien se acercaba mirándolo fijamente. Detalléque era una chica. Se dirigía hacia él. Al llegar, la tomó por los brazos, labesó, la abrazó y se fueron juntos. Quedé con una reacción que dejó mi

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boca abierta y mis ojos bien grandes. No me imaginaba la cara de la niñabonita que para mi lo era todo, si hubiera presenciado ese espectáculo.Estaba triste pero a la vez feliz porque con ello podía conquistar a la mujerque tanto amaba. Quise averiguar más y vi que la pareja se iba de viajelargo. Tomaron un auto que los esperaba muy cerca de aquel lugar, conmochilas a bordo. Subieron y se marcharon. Pensé en ir a contárselo todo.Parecía un poco fuera de casillas, pero sentía que era lo correcto.

Y así lo hice. Al comienzo no sabía que hacer, tenia que ser muy discreto.Pensé: “¿Qué hago? Quizás convocarla a un lugar es bueno”. Escribí unanota, citándola esa misma tarde a las cuatro en el Parque Central de laciudad. Aquella nota la boté por debajo de su puerta. Nervioso y angustia-do, me dirigí a casa. No sabía que ponerme, cuáles zapatos y qué le diría.

Dieron las tres y treinta. Yo estaba en el lugar del encuentro, ansioso,indeciso en decirle lo que sabía o lo que sentía por ella. Miré mi reloj. Era lahora de que llegara. Miré hacia al frente. Venía acercándose con un vestidorojo, con su cabello liso y brillante, con una sonrisa en su rostro. Se paró enel centro del parque, esperando ver al hombre que la había citado allí. Nosabía cómo acercármele. Me dirigí hacia ella y le dije:

—Hola.—¡Eres tú! —me respondió.—Si, soy yo. Siéntate. ¿Quieres comer algo?—Sí, pero primero dime por qué me citaste aquí.—Te cité porque tengo algo que decirte y no puedo aguantar más. Hace

mucho tiempo que estás en mi mente. Cada vez que te miro me gustas másy más y no dejo de pensarte. Siempre me has gustado y más ahora. Noaguanto más. Por eso te cite aquí.

Ella quedó blanca, asombrada, no decía nada. Había llegado el momen-to que yo tanto soñaba. Me dijo:

—Esto es imposible porque tú también me gustas mucho. Nunca te lo dije,nunca lo expresé por miedo a que me rechazaras o que él se enfrentara contigopor mi culpa. Pero ahora que estamos frente a frente te lo digo.

Pasaron las horas y hacia la media noche decidimos partir del país, de-jándolo todo atrás. Nos fuimos para Londres a empezar la vida que tantoanhelábamos. “A escondidas”.

Yenny Paola Salazar Hernández

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REVELACIONES

Subí a mi cuarto, tomé mi pijama y me la puse. Levanté el cobertor yreposé sobre mi cama. Hacia la media noche, sentí una suave brisa quebailaba en mi mejilla. Miré hacia el espejo y en él se reflejó la ventana.Noté que estaba abierta y el frío se colaba entre mis cortinas. Una atmósfe-ra de crimen y muerte invadió el ambiente puro y limpio de mi cuarto.Escuché un llanto pero no le di importancia. Cerré la ventana y me dispusea seguir con mi sueño.

Mientras dormía, en mi mente se proyectó una película de imágenes deuna familia: un hombre fuerte, joven y muy simpático acompañado de unamujer esbelta, con larga cabellera y mirada dulce que transmitía ternura,alzaba entre sus brazos a una pequeña niña que sólo disfrutaba del amorde sus padres. Tanto, que se empalagaba con sus caricias. En ese momentose atravesó un perturbador sonido de llanto, lacónico y estridente. La es-cena se llenó de agua que salía a chorros del lavaplatos. Por encima, seasomó el rostro desconsolado de aquella mujer lleno de marcas de nudi-llos producto de una golpiza. Desperté sintiendo la ausencia de aquellospadres. Estaba confundida. No sabía si era un sueño o tan sólo un recuerdo.

Me levanté de mi cama. Abrí las cortinas. Afuera, el día se tornaba so-leado y bello. Me vestí con una bata para bañarme. Al momento de cerrar lapuerta del baño sonó el teléfono: ring-ring-ring... Noté que mi madre con-testó. Salí del baño reconfortada por el agua. En el pasillo, me topé con mimadre quien se tornó extraña, tal vez por aquella misteriosa llamada. Sumirada trasmitía una mezcla de rabia, odio y tristeza.

—¿Qué es lo que te ocurre? —pregunté.—Nada que te interese —me respondió de forma recia.—Madre, ¿qué te hice yo para que te hayas molestado conmigo o al-

guien te hizo algo?—¡Tú eres la desgracia de mi vida! Tú arruinaste mi vida... Eres el peor

error que he podido cometer.Mientras ella decía cuánto me odiaba sin saber cuáles eran sus motivos,

vi que sus bruscos ojos eran aquellos mismos ojos que en mi recuerdotransmitían dulzura y ternura. Entonces vino a mi mente esa película deimágenes y comprobé con asombro que aquella mujer esbelta y de larga

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cabellera era mi madre y esa pequeña niña que la acompañaba era yo.Estas revelaciones me sembraron una duda que se repetía en mi menteuna y otra vez: ¿Quién era el hombre del recuerdo?

Volví a la situación presente y me encontré sola, Al parecer, mi madreestaba abajo. Con aquella duda clavada en mi cerebro, descendí las escale-ras rápidamente, buscándola por todos los cuartos con decisión. Sólo mefaltaba la cocina. Allí, inclinada sobre el mesón de granito y con el grifoabierto, mi madre se restregaba con fuerza las lágrimas de su cara. Esamisma escena ya la había vivido. Le pregunté.

—¡Mamá! He recordado a un hombre muy fuerte y simpático que consus manos me elevaba hasta el cielo.

Mi madre se dio la vuelta y el llanto se hizo incontenible. Con ahogo,me respondió:

—Hija, ese hombre llamó hoy y quiso hablar contigo. Para él tú no exis-tes. Han pasado tantos años y hasta ahora se le ocurre aparecer.

—¿Quién es él? —pregunté desconcertada.—Perdóname por ocultarte la verdad tanto tiempo. Aquel hombre que

recuerdas es tu padre. Se llama Leandro.Al escuchar su nombre, un vacío, que nunca pensé que en mi corazón se

llenaría, estaba por fin completo.

Lorena Lozano Pérez

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EL JOVEN NELSON

Nelson era un muchacho de buen corazón y agradable carisma, a quienle gustaba ayudar a la gente sin esperar nada a cambio. Él soñaba con viajaren un tren pero no tenía dinero y por ese motivo nunca había salido de supueblo.

En una ocasión, mientras caminaba por las galerías de la plaza del mer-cado, se encontró un boleto de tren tirado en el suelo, y no lo pensó dosveces. Se fue corriendo a la estación y, adelante, se subió en el tren que lepareció más chévere. Durante el viaje, pensó en su familia y se preguntóde qué forma sus padres notarían su ausencia y se las arreglarían sin él.Experimentó una extraña sensación que mezclaba alegría y tristeza. Estabacomplacido porque su sueño se hizo realidad. El viaje duró todo el día y lanoche y aunque no se alejó de la ventana, el sueño lo venció. Una fuertesacudida y una voz gruñona lo despertaron. Un vigilante, de muy malagana, le recriminó:

—Vago, bájese del tren.Adormilado, Nelson miró por la ventana y se dio cuenta que había llega-

do a una gran estación de una ciudad desconocida. Angustiado, miró alvigilante y le preguntó:

—¿El tren no se devuelve?Sin emitir respuesta alguna, el corpulento gendarme lo tomó por deba-

jo de los brazos y lo lanzó de un empujón por la puerta del vagón. Nelsoncayó de rodillas y sus manos evitaron que su cara se estrellara contra elsuelo. Cuando levantó su cabeza, observó con asombro las grandes colum-nas que sostenían los pesados arcos de cemento, adornados con hojas yflores macizas que se perdían en hileras por entre los largos pasillos aba-rrotados de pasajeros, bien parecidos y vestidos de manera elegante. Des-consolado, se puso a llorar y sólo pensó en pedir dinero suficiente paracomprar el boleto que lo regresaría a su pueblo. Pero nuca se imaginó queen la ciudad costaba mucho más.

Ese día solamente consiguió para tomar un café y un pan. Al muchachole tocó dormir en una silla de la estación. Al día siguiente, nuevamente letocó pedir dinero; esta vez consiguió un poco más y ya conocía más de laciudad. En la noche, cuando se dirigía otra vez a la estación, el vigilante

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gruñón no lo dejó entrar. Era muy tarde. Al joven le tocó buscar un lugarpara dormir en las calles cercanas, pero los gamines le pegaron y lo sacaroncorriendo de allí.

Cansando, encontró una estación de policía y allí se quedó. Casi no pudodormir esa noche. A la mañana siguiente pidió un poco más de dinero peroesta vez no lo gastó. Compró varias cajas de betún y unos trapos, porque élsabía embolar zapatos.

Pensó en un lugar donde pudiera ganar mucho más dinero para devol-verse lo antes posible a su pueblo y se decidió por un juzgado. Ese díasolamente pudo embolar los zapatos de cinco personas. Entre ellas estabaFreddy, un joven de buen corazón y muy colaborador. Pasadas varias sema-nas, Nelson se había acostumbrado a dormir en la calle, se había hecho a unlugar fijo para hacer su trabajo y ya era amigo de Freddy. Un lunes, Freddydecidió alojarlo en su casa.

Ellos iban con frecuencia a una panadería cerca del juzgado. Allí Nelsonconoció a una hermosa muchacha quien tenía unos bonitos ojos azules yuna cara de ángel. Se llamaba María y era la hija del dueño del lugar.

***

Cierta tarde, como de costumbre, mientras conversaban en la panade-ría de salida para la casa, Nelson le preguntó a Freddy:

—¿Ser abogado es muy difícil?—Algunas veces sí es muy duro pero es muy chévere porque uno puede

resolver casos y hacer justicia. ¿Ya tienes el suficiente dinero para devol-verte a tu pueblo?

—Solamente tengo la mitad de lo que vale el pasaje.María los escuchó. De inmediato, le contó a Víctor, su padre, acerca de la

necesidad que presentaba su amigo Nelson y lo bien que le vendría alnegocio tener un ayudante. Él señor, quien era una gran persona pero muyprecavida, observó a los dos jóvenes. Se les acercó a la mesa y le preguntóa Nelson:

—¿Quieres trabajar aquí, en mi panadería?—Señor, muchísimas gracias. Acepto, porque así voy a poder regresar a

mi pueblo.El nuevo patrón colocó al joven a prueba. Se asombró de ver que el

muchacho aprendía muy rápido. Pasaron unos meses y Nelson ya tenía

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mucho más de lo que costaba el boleto para regresar a su pueblo. Perodecidió quedarse para estudiar leyes. Validó el bachillerato, se inscribióen la Universidad del Estado y años más tarde se graduó con honores.

***

Tiempo después, de forma inexplicable, Freddy, su amigo abogado,había sido incriminado en un hecho de corrupción y le pidió a Nelson quelo defendiera. Éste pudo ganar el caso. Después de conocer la sentencia afavor de Freddy, todos se reunieron en la panadería y, mientras celebrabanel logro de la justicia, Nelson pensó que ya era hora de devolverse a supueblo. Les agradeció a sus amigos la oportuna ayuda que le brindaron. Sedespidió de todos, especialmente de María.

Tomó el primer tren de la noche. Llegó a su pueblo. Habían pasado tan-tos años que ya no recordaba en dónde vivía. Después de preguntar envarias casas, encontró a sus padres, quienes ya estaban viejos y en unadifícil situación económica. Pasados unos meses, los sacó adelante. Pero aNelson le faltaba algo. Sentía la ausencia de su amor secreto.

Antes de finalizar el año, Nelson no aguantó más y se devolvió a laciudad. Llegó a la panadería y no encontró a María. Saludó a Víctor, quien loabrazó como si fuera su hijo. Le contó a su viejo amigo lo que sentía por suhija. María estaba de vuelta y antes de entrar lo vio. Su corazón se aceleró.Ella ya conocía el motivo de su regreso.

Raúl Leonardo Peña García

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COLOMBIA YSU MALDAD

De madrugada, en un lugar de nuestra patria colombiana, la abuelaIrma se encontraba ocupada en mantener aseada su finca. A ella le gustabamadrugar, y como de costumbre se había levantado a las 4:30 de la mañanaa desayunar antes de realizar las labores cotidianas. Siempre comenzabarecogiendo agua de un pozo subterráneo, en compañía de Agapito, quienle colaboraba desinteresadamente. Ambos eran muy trabajadores, cultivabanmaracuyá y tenían muchas gallinas. Un vecino que pasaba les anunció:

—En el pueblo están los paramilitares.El pueblo quedaba a media hora de allí. Al escucharlo, la abuela Irma y

Agapito se preocuparon mucho porque la guerrilla llegaba sin falta a lassiete de la mañana a llevarse algunas gallinas y una parte del producido.Ella se atemorizó al suponer que los paramilitares podrían enfrentarse con losguerrilleros en su propia finca. Cuántos desastres sucederían. Incluso, podríanmorir varias personas… Y hasta acabar con su finca. Angustiada por esta even-tualidad, pensó primero en cómo salir de esta terrible situación. Le rezó a Diospara que los protegiera de todo mal y peligro; también le pidió que cuidara desu finca, pues con tanto esfuerzo la había logrado levantar al gusto propio,trabajando fuerte con Agapito para conseguir todos los materiales.

Unos disparos hicieron que saliera de sus pensamientos. Todo indicabaque la guerrilla ya se había encontrado con los paramilitares y los combatesiniciaban. La primera reacción de la abuela Irma y Agapito fue arrojarse alsuelo para que ninguna bala los fuera a impactar. Arrastrándose por el sue-lo húmedo empezaron a huir. Fueron saliendo poco a poco por la partetrasera hacia el monte, registrando con angustia cómo los paramilitares seadentraban más a su finca. Agapito estaba enfurecido al sentirse impoten-te para hacer algo. La abuela Irma estaba muy triste por tener que abando-nar sus pertenencias, en especial por abandonar su morada, donde siem-pre había vivido sus hermosos momentos, donde había logrado criar a to-dos sus doce hijos.

Después de caminar muchos días, llegaron a una hacienda donde logra-ron quedarse a cambio de trabajo, comida y un techo para descansar. Esa

noche, la abuela Irma, deprimida, pensó en todo el tiempo que le tocabaestar allí, en lo mucho que tenía que trabajar para cobrar por sus servicios ycon lo reunido poder hacerse a una finca como la que tenía. Comprendióque se iba a demorar mucho para ese momento, pero estaba decidida alograrlo.

Edison Javier Loaiza Jajoy

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AMOR PROHIBIDO

Mi historia te va a dejar en shock, ya que es de la vida real. A ti y a mínos puede pasar. Es un error, lo sé, pero lo único que descubrí con estahistoria es que el amor no tiene límites. Yo vi a este joven frente a mi casay me dio la impresión de haberlo visto antes. Ya no éramos unos niños,nuestros cuerpos y nuestras mentes habían cambiado. Cuando me asomé ala ventana, nos quedamos mirándonos fijamente a los ojos, su mirada fir-me y fría me hizo sentir muy bien. Luego me dijo:

—¿Yurany, eres tú?Quedé impactada después de sus palabras. En verdad se acordaba de

mí. Le respondí nerviosamente:—¡Siiiiiiiiiiiiiiiiii!Luego bajé y abrí la puerta. Empezamos a contarnos las cosas buenas y

malas de nuestras vidas, a recordar pequeñas aventuras del pasado.Le conté que mi abuela había muerto de un infarto y que mi ma-

dre estaba sufriendo de la misma enfermedad, hereditaria por de-más. Me dijo:

—Tranquila, todo va a estar bien. Igualmente puedes contar conmigo yten muy presente que yo sólo daré mi vida a la mujer que ame realmente.

—¿Por qué me dices eso? ¿Acaso tú qué sabes? Dime por qué lo dices.Se quedó callado y nervioso, Aunque no le puse mucha atención a eso,

ya que desde pequeño había sido muy bromista. Dejé el tema atrás y, antesde despedirnos, nos pusimos a hablar de mi fiesta de quince años. Lo invi-té de manera insistente pero especial, tanta que se comprometió conmigoa asistir como mi acompañante. Había química.

—¿Tú qué quieres de regalo? —me preguntó.—No sé, dime tú primero. Ten presente que tiene que ser único, que

nadie más en el mundo lo tenga.Entonces llegó mi gran día, pues estaba muy emocionada, tenía todo: a

este chico como la mejor persona, el mejor amigo, el mejor novio. Tenía amis padres. Y ese día todos mis amigos y familiares estaban allí.

Bailé el vals con mi papá y luego con él. Cuando desperté estaba en elhospital, rodeada de tubos, aparatos, doctores y enfermeras. Fue enton-ces cuando pregunté por él y nadie me dio razón. Luego no supe nada más,

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hasta el día siguiente cuando, mi madre, durante el tiempo de su visita enel hospital, me dijo:

—Nena, Cristian no sabía qué regalo darte, así que decidió donar sucorazón para que siguieras viviendo. Te dejó dicho que te ama, que nuncalo olvides.

Ingrid Yulieth Aguirre Cano

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A PRIMERA LUZ…

Aquella tarde con un sol brillante, solitario, él se miró al espejo. A sulado, se reflejó una hermosa y bella mujer. Asombrado, se frotó los ojos,giró su cabeza y vio que ya no se encontraba esa linda dama, la cual eraúnica ya que nunca la había visto en su vida. Pensativo, se dijo:

—¡Oh! ¿Será que fue mi imaginación o mi pensamiento? ¿Qué pudohaber sido, si no fue ninguna?

Dejando estos pensamientos a un lado, siguió en su labor diaria. Termi-nado el día llegó a su casa y notó que, frente a la puerta, ella se encontrabaesperando. Un poco nervioso, observó y vio que era en realidad de carne yhueso, como la había pensado. Sin embargo, titubeando le dijo:

—¿Cómo te llamas? ¿De dónde eres? Y, ¿qué quieres de mí?Ella, con ternura, le respondió:—Mi nombre es Antonieta, pero eso ahora no importa.Él sólo la miró, la miró y la miró. Ella, con una mirada sorpresiva y angus-

tiada le dijo:—Tu nombre es…—Rosendo, pero… —dijo él con un poco de sorpresa. Y se quedó sin

palabras.Dudando, la invitó a pasar. Ella siguió. Él le ordenó a Cleofe un café y

siguió con un poco de desconfianza. La observó con detenimiento. En supensamiento sólo se decía así mismo: “Qué mujer tan, pero tan hermosa”.Después de compartir algunas opiniones, y sin decir ni una sola palabra,ella se fue. Él se encerró en su cuarto y se quedó dormido.

Al día siguiente, él llegó a su trabajo y pasada la jornada laboral se retiróhacia su casa. Al llegar, Cleofe le abrió la puerta, entró y para su sorpresaella estaba sentada en la sala. Le dijo:

—¿Tú otra vez?Ella sonrió. Inquieta, se le acercó y le susurró al oído:—Sólo quiero que dialoguemos, pero…Ansioso, él la interrumpió con un marcado beso. Fue un beso que no se

supo cuándo terminó. Al despertar, se sintió un poco intimidado.—¿Qué pasó? —dijo él reparando en la tersura de las sábanas y en su

cuerpo desnudo.

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Ella, con un poco de risa, respondió:—¿No te acuerdas? Fue algo especial, súper, nunca lo olvidaré.—Pero, ¿te cuidaste?—¿Para qué? Eso no es tan necesario ya que lo hicimos con amor.Él, furioso, miró su reloj y detalló el poco tiempo que tenía para llegar a

su trabajo. Se levantó, se vistió y salió cerrando con fuerza la puerta princi-pal. Cleofe se acercó a la puerta de la habitación y la miró. Ella, llena defelicidad, se levantó bailando, cantando y gritando:

—¡Soy feliz! Hice lo que quería hacer.Él, al llegar de su trabajo y totalmente ensimismado por lo ocurrido,

entró a su casa. Cleofe ya estaba acostada en su habitación. Se acercó a lacocina y reparó en el plato de comida que se encontraba listo para calentaren el microondas. Decidió subir primero a su habitación. Al llegar allí, laencontró nuevamente en su cama. Con rabia le dijo:

—Pero… ¿tú?—Sí, yo me voy a quedar acá. ¿Qué te parece?—No lo sé, sólo sé que dormirás con Cleofe.—Bueno, eso no importa.Pasado un mes, un domingo de madrugada, ella gritó con alegría:—Soy feliz, estoy embarazada.Él, asombrado, le contestó:—¿Pero cómo si sólo fue una noche? —en su mente se preguntaba

“¿Qué será lo que quiere esa mujer? ¿Será un hijo y ya? ¿O será una estafa-

dora? ¿Qué hice mal en esta vida para merecer semejante destino?”.Finalmente, nació una niña a la que llamaron María. Cuando la bebé

llegó a la casa por primera vez, él la miró con desdeño de arriba abajo hastaque manifestó su inconformidad:

—Antonieta, hay que llevar a la niña a un genetista, ya que quiero sabersi de verdad es mi hija.

—¿Tú no crees en mí? Tú fuiste mi primer hombre. Pero, bueno, si así loquieres, vamos.

Los tres se fueron directamente al hospital universitario. Allí, después detomarles los exámenes, les dijeron que los resultados estarían en tres días. Deregreso a casa, ella, con la bebé entre sus brazos y un poco enojada, no ledirigió ni una sola palabra. Pasados los tres días él se acercó al hospital a cono-cer los resultados. En la recepción, lo recibió un médico de turno para infor-marle al respecto. Antes de abrir el sobre blanco, él le preguntó:

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—¿María sí es mi hija?—Por supuesto, los resultados salieron con un 62% de alelos iguales al

progenitor, lo que quiere decir que la niña es su hija.Él, muy contento, pensó que desde que ella nació nunca le había obse-

quiado algo. Decidió enmendar el hecho. Al llegar a su casa, tocó repetida-mente hasta que por fin Cleofe le abrió la puerta. Entró y gritó:

—Hija, te traje un regalo.Cleofe, con tristeza, le anunció:—Señor, María y Antonieta se han marchado. La señora estaba muy dis-

gustada porque Usted no le había creído.Él, angustiado, salió corriendo a buscarlas. Al anochecer, llegó a casa

llorando, ya que no las había encontrado y no sabía dónde podían estar. Nosabía cuál era la familia de Antonieta ni de dónde venía.

Con el pasar de los días, el aburrimiento y la tristeza empezaron a dejarhuellas en su alma. Decidió entonces marcharse a otro lugar en dondenadie lo conocía. Intentó vivir feliz, tratando de borrar cualquier recuerdode su hija y de Antonieta.

Leidy Tatiana Velandia

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SUEÑOS HECHOS

REALIDAD

Aquella niña, cuando tenía 7 años de edad, siempre se acostaba abra-zada a la muñeca de trenzas que su papá le había regalado en su segundanavidad. Rezaba en su compañía y al mirarla fijamente la embargaba unsueño profundo, en donde aparecían todas las cosas obsequiadas por supadre en medio de hechos trágicos. Veía a su papá robar, matar y hacercosas malas pero nunca imaginó que todo lo que soñaba formaba parte desu realidad.

Se llamaba Deysi y su candidez infantil estaba próxima a la adolescen-cia. Necesitaba saber por qué soñaba con cada uno de los obsequios que ledaba su padre, viendo cómo él los robaba para regalárselos. Una mañana,trasnochada por la pesada noche que había pasado, decidió preguntarle asu mamá.

—Mamá, ¿por qué será que en las noches me sueño con los regalos queme obsequió papá, y cada uno de ellos los está robando para mí?

La madre estaba en la cocina lavando la loza. Al escucharla, se pusopálida, fría, soltó un plato. Después de un momento, dijo:

—Hija... ¿Por qué me preguntas eso?—¿Qué pasa mamá? ¿Por qué reaccionas así?—Es algo duro para ti, pero te lo voy a contar. Vamos, siéntate aquí.—Mami... ¿Por qué estás llorando? No entiendo.—Hija, este momento es muy duro. Deseaba tanto que no llegara. José,

tu papá, desde pequeño, cogió muy malas mañas. Tantas, que llegó a dar ala cárcel porque él no respetaba ni las cosas que tenía su propio papá.

—¿Mi papá fue así con mi abuelo Marcos? ¿Por qué mamá?—Tu abuelo le daba todo lo que él necesitaba. Pero tu padre nunca lo

valoró. Al comienzo, siendo muy pequeño, cuando le ordenaban mirar lostoros, él los cogía, los amarraba de las patas y los mandaba a botes montañaabajo. Después, se aficionó a engañar en las tiendas del pueblo. Pedía un pan,pagaba con un billete didáctico y salía a correr. Pasaron lo años y él se vino paraBogotá. Como la ciudad es tan grande, empezó a robar a la gente que pasaba.

Deysi miró con asombro a su madre. A pesar de que su papá era tan sólo

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un recuerdo, siempre conservó una buena imagen de él. La mamá hizo unesfuerzo por continuar.

—Él fue cogiendo mañas y mañas. Por culpa de las malas amistades, seobsesionó por el dinero. Tanto que tuvo el descaro de robarle a mi papá.

—¿También le robó a mi abuelo Isidro?—Sí hija, a tu abuelo Isidro —La mamá agachó su cabeza. No pudo resis-

tir las lágrimas de su hija.—Sigue mami, no te preocupes por mi dolor porque ese dolor se sabrá

sanar.—Está bien. Él le robó a mi papá el dinero de un toro que había vendido

en una feria. Cuando mi papá reparó en el robo de esa plata, casi le da uninfarto.

—¿Un infarto? —la muchacha puso una mano sobre su boca.—Sí hija, un infarto. Y yo era inocente de las cosas porque en ese tiem-

po tu padre estuvo por fuera de la casa varios días. Empecé a darme decuenta cuando compró tu cama, la estufa que tenemos, la losa y la ropa. Enesa ocasión, yo le pregunté de dónde había sacado el dinero para comprartodo eso. Me dijo que había trabajado muy duro. Yo, de ingenua, le creípero de todas formas me quedó sembrada la duda.

Habían transcurrido cerca de dos años desde la última vez que Deysihabía visto a su padre. No sabía qué era ser huérfana, porque todo lo quecompartió con él en vida fue insuficiente para sembrar alguna cercanía consu progenitor. El amor que profesaba su madre hacia él, le transmitió lafortaleza que necesitaba en ese momento para afrontar la verdad. La ma-dre continuó con su relato.

—Después me enteré, por boca de tu abuelo marcos, que él seguíarobando, traficaba con “coca” y otras drogas. Un par de meses después, locogió la policía y lo apresaron. Duró dos años en la cárcel Modelo. La prisiónfue para él como la casa, porque siguió torciéndose más y más. Un día, a esode la media noche, llegó lavado en sangre de pies a cabeza pero lleno depaquetes de regalo. Le pregunté por qué estaba así y me respondió conincoherencias. Me dijo que a él lo iban a robar y por no dejarse, forcejeócon los ladrones y de manera accidental mató a un señor.

—¿Cómo? ¿Todo fue por unos paquetes? —indicó con asombro la joven.—Lo mismo le hice saber yo —señaló la mamá.— Él me dijo que dentro

de ellos estaba nuestro futuro. Le contesté que así no era mi futuro. Él sequedó callado. Yo cogí esas bolsas y las rompí. Estaban llenas de dinero,

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joyas y muchas cosas más. Al verlo convertido en asesino, le dije con rabiaque no quería cosas robadas. Que si para él lo más importante era vivir atener su familia tranquila, lo mejor era que se fuera. Él se quitó la ropa, sebañó la sangre, se vistió, guardó todo su dinero y se fue para siempre.

Deysi se sobrecogió al pensar que toda su ropa y todas las cosas quehabía en su cuarto habían sido robadas por su padre. Nada era producto deltrabajo honrado. Estaba ansiosa por conocer los motivos que lo llevaron ala muerte.

—Tiempo después, se organizó con una señora que se llama Luzdary,con quien tuvo un hijo llamado Camilo. Seis meses después, cuando ellaestaba recién embarazada, se robó una camioneta en el barrio Restrepo. Lapolicía investigó y dieron con su paradero. Lo condenaron a prisión dosaños y medio pero no alcanzó a cumplir su condena, porque el carro que lollevaba para la cárcel se volcó cien metros cuesta abajo. Una ambulancia dela policía lo trasladó al hospital más cercano. En el accidente, a tu padre sele calló una pierna, un brazo y una oreja. Luzdary fue la única persona quelo visitó antes de morir. Sus últimas palabras fueron que cuidara mucho alniño y que si no podía hacerlo me lo entregara a mí, porque pensó que yo loiba a criar como si fuera mi hijo.

Al escucharla, la adolescente pudo disculpar a su madre, porque reco-noció en ella a una persona ingenua y llena de amor.

—Ese es el significado de los sueños que has tenido con tu padre ytodas las cosas malas que ves en ellos.

Deysi no tenía más preguntas. Todo había sido claro y sin menoscabos.Empezó a sentir una profunda tranquilidad. Su madre continúo diciendo:

—Después de un largo tiempo, una mañana de domingo, la mujer quetuvo tu padre me contactó. Ella me dijo que deseaba mucho que tú cono-cieras a tu hermano. Ese mismo día... te acuerdas… te dije que te alistarasporque nos íbamos al parque. Fuimos y en ese lugar conociste a tu herma-no. Te pusiste a llorar porque se parecía mucho a ti cuando eras pequeña.Estabas muy impresionada. Después de ese día no volvimos a saber nadade tu hermano ni de ella. Y esa es toda la verdad.

Pasados varios años, Deysi decidió escribir y publicar su historia paraque todas las personas que la puedan leer, sepan que todo el mal quelleguen a hacer se paga hasta con la vida.

Deysi Yohana Cordón Fuentes

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A QUIÉN NO

LE HA PASADO

Todo empezó una mañana. Eliana despertó como de costumbre, peroesta vez se encontraba enferma, estaba pálida, no se podía parar de lacama. Enseguida llamó a su madre.

—Mami, ayúdame.—¿Qué tienes hija? Estás muy pálida.—No sé... tengo mareo, pero deja así, no es nada importante.—Mira cómo estás. Mejor te llevo al médico.—No mamita, deja así. Ya me pasará.—¿Señorita, no será que está embarazada? Donde usted me salga con

esas, su papá la echa de la casa.—¿Cómo crees? Ni te lo imagines.—Pero si sigues en ese estado, te llevo de urgencias.Pasaron tres días y Eliana seguía con los síntomas. Cada vez empeoraba

más. Al verla así, su madre decidió llevarla al hospital. El médico la vio muymal y ordenó que la pasaran a una camilla. Dio orden de practicarle unosexámenes médicos de rutina, incluida una patología, donde lamentable-mente resultó positivo.

El doctor llamó a sus padres y les dijo:—Eliana tiene principios de cáncer en el útero.Doña Andrea y Don Felipe se angustiaron mucho porque no podían en-

tender lo que estaba sucediendo. Doña Andrea empezó a llorar y el doctorle dijo:

—No se altere, esto tiene remedio. Vamos a iniciar con el tratamientoque tiene un costo de $2’000.000…

—¿Cómo? Nosotros no contamos con esa plata. ¡Ahora qué vamos hacer!Se quedaron un momento en silencio y dijeron:—Si es lo único para que nuestra hija se salve.—Bueno, doctor, vamos a hacer todo lo posible para conseguir esa plata.Angustiados, llamaron a doña Tata, quien era la madre de la señora

Andrea, y le contaron lo que estaba sucediendo. Doña Tata vivía en la Gua-jira, y le dijo a su hija:

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—¡Yo tengo la solución! Por mi nieta hago lo que sea. ¡Tráemela!—¿Cómo así que tienes la solución, mamá? —preguntó extrañada.—Sí, hija, ten fe. Tráeme la niña. ¡Lo más pronto posible!Al día siguiente partieron Don Felipe, doña Andrea y Eliana rumbo a la

Guajira. Tan pronto llegaron a la casa de la abuela, doña Tata ya tenía prepa-rado un remedio, elaborado con sangre de gallinazo; ella tenía fe de curar-la con eso. La abuela le dijo a su nieta:

—Eliana tómate esto.—¿Qué es? —preguntó la joven.Doña Tata le dijo:—No te preocupes, es un remedio que te va a curar y pronto desapare-

cerá tu enfermedad. Tómatelo con fe.Eliana se dijo para sí misma: “¡Lo dudo, sólo el tratamiento médico es mi

solución!”

La abuela insistió:—Elianita, tómatelo con fe en Dios y en este remedio que te he

preparado.La joven se dio la vuelta e hizo como si se tomaba el remedio, pero en

realidad lo escupió en una matera. Después le dijo a su abuela:—Listo, ya me lo tomé. Abuela, ¿esto si me curará?Pasadas unas horas Eliana seguía con los síntomas, mientras que doña

Tata se preguntaba: “¿Qué habrá sucedido, si ese remedio es efectivo?”.Preocupada, decidió preparar unas cápsulas de polvo de culebra cascabel.Duró 2 días en eso. El estado de salud de Eliana seguía empeorando. Cuan-do ya había preparado el remedio, le dijo a Eliana:

—Ten fe en este remedio, acuérdate que tu abuelo tuvo cáncer y fuecurado. Eso lo logró con la fe que le ponía al tomárselo.

Eliana recordó que su abuelo había sufrido de cáncer y que de un mo-mento a otro se había curado, gracias a los remedios de la abuela. Cuandose lo iba a tomar, se llenó de dudas nuevamente. La abuela, emocionada,le decía:

—Eliana, tómatelo, es por tu bien.Finalmente, Eliana dijo:—No abuela, definitivamente no voy a tomar eso. Yo sólo creo en los

tratamientos médicos.Después de cuatro días, Eliana se sintió bien y les dijo a sus padres:—Regresemos a la ciudad y vamos donde el médico para que me prac-

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tique nuevamente los exámenes. Quiero saber por qué me siento mejor.Cuando llegaron a Bogotá, lo primero que hicieron fue practicarle los

exámenes a Eliana. Una vez que tuvieron los resultados, fueron donde eldoctor. Él les dijo:

—Eliana está bien, realmente ella no tenía nada. Fue una equivocación mía.Doña Andrea se emocionó tanto que lloró de alegría. Pero el doctor,

exhortado por la actitud de la madre, continuó diciendo:—¡Andrea está embarazada!

Tania Daniela González Triana

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LA VERDAD

DE KIARA

Hace poco descubrí una verdad que pensé que nunca tendría que verconmigo. Fue un golpe duro, algo que le dio un pequeño giro a mi vida. Amis 17 años me enteré que era adoptada, que toda mi infancia era unafarsa, empañada por una gran mentira. En ese momento llegaron a mi mentealgunas preguntas: “¿Quién era mi verdadera madre?, ¿por qué Lina y Juan

Pablo me habían adoptado?”.Todo comenzó una tarde de febrero. Llegué a mi casa, estaba un poco

agotada. Entré, cerré la puerta y escuché cuando mi padre dijo:—¡Kiara tiene que saber la verdad!Lina dio un grito, diciendo:—Nuestra hija nos odiaría, no entendería que es adoptada.Quedé inmóvil, demasiado asombrada. En ese momento se me caye-

ron los libros de la mano. Salí corriendo, abrí la puerta de la calle y la tiré. Alescuchar el portazo, mis papás se asomaron, pero sólo encontraron mislibros. Mientras tanto, yo me dirigí a la casa de mi prima. Al llegar, golpeéen la puerta; enseguida me abrió Laura y me dijo:

—¿Qué haces por acá, Kiara?Me quedé mirándola con tristeza, se me salieron las lágrimas y em-

pecé a llorar.—¿Qué te pasa?—No soy tu prima, soy adoptada.—Ja ja ja, nena. ¡Qué tonterías dices! ¿Hoy es el día de los inocentes?—¡Laura, te estoy diciendo la verdad! Nunca jugaría con algo así.—¿Tú crees que yo soy tonta? Ya deja la bobada.—Por lo visto no me crees.—Kiara, eso es imposible.De nuevo soltó la carcajada. Me dio tanta rabia, me di vuelta y le dije

manoteando:—¡Ah! Olvida lo que dije.—Pues sí, lo voy a olvidar. Además, no creo que algo así te pueda pasar.—Pero es verdad.

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—No entiendo.—Yo tampoco lo entiendo, pero es así, soy adoptada. Ya no sé qué voy a

hacer con mi vida. Mis padres… Lina y Juan Pablo son unos mentirosos… Losodio, no me van a volver a ver.

—Nena, no digas eso. Mis tíos han sido los mejores papás, ellos te amany, así no sean tus padres biológicos, te han dedicado toda su vida. Son unabendición de Dios.

—Pero Laura, ¿quién engaña a quien ama?—Cuánto quisiera yo el tener unos padres como los tuyos. Mira mis

papás: son verdaderos, pero no me dan amor, no me comprenden; lo peor,ni siquiera me corrigen. Es más, casi ni me veo con ellos.

—¡Pero no soy su hija biológica!—Si tan sólo escucharas a mi tía, la entenderías. Tuvo que pasar por una

situación muy dura.—¿Tú sabías?Laura, ruborizada, me respondió:—Perdóname, pero no te lo podía decir. Era algo que me hicieron pro-

meter que nunca lo diría.—Laura, pero hace un momento decías que no me creías. ¿Te burlabas

de mí?—Kiara, en verdad pensé que estabas bromeando, nunca me imaginé

que te fueras a enterar.—Todos son unos falsos, unos mentirosos. Yo soy la única estúpida que

no sé mi propia verdad. ¿Por qué no me contaron?En ese momento empecé a darle golpes a la pared, maldiciendo y gri-

tando descontroladamente. Mi prima me cogió fuertemente y me dijo:—Tranquilízate y afronta con madurez lo que te está pasando. Es difícil,

pero debes hacerlo.Tenía tanta rabia; estaba destrozada, hasta desorientada, pero estuve

dispuesta a escucharla. Ella continuó diciendo:—Siéntate que la historia es un poco larga.Me senté de mala gana.—Mira, hace 28 años aproximadamente, mi tía se enteró de que no

podía tener hijos. Fue algo muy duro para ella. Su mayor sueño era sermamá. Pero mi tía quiso seguir adelante con ese sueño y decidieron buscarotro medio para tener a su propia hija, porque ellos querían una niña.Buscaron en muchos orfanatos. Fue algo verdaderamente difícil. Por fin,

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un día te encontraron: vieron una bebé que tenía 25 días de nacida. Deacuerdo a lo que me contó mi tía, tu piel era blanca, tu cabello abundante,negro y liso; tus ojitos, azules. ¡Esa bebe eras tú! En ese mismo instantedecidieron que ibas a ser su hija. ¡Tú eres el único tesoro de ellos, la niñade sus ojos!

Al escucharla, me quedé pensativa y al mismo tiempo muy triste. Huboun breve silencio. Me abrazó y dijo:

—Sigue adelante. Piensa en tu pasado, si quieres, pero vive tu presente.Ve y habla con tus padres, deben estar muy preocupados.

—No soy capaz de darles la cara. Me fallaron.De pronto sonó el timbre. Laura se asomó a la puerta. Eran mis papás,

estaban angustiados porque ya era tarde y no llegaba a la casa. Laura lesdijo que siguieran, que yo me encontraba en la sala. Ellos, sin pensarlo, sedirigieron a donde estábamos. Al verme, me abrazaron muy fuerte, comosi me hubieran perdido para siempre.

Llorando, me pidieron perdón por nunca haberme contado, pero medecían que no me querían perder, que estuviéramos juntos. Me iban aexplicar cómo fue que me adoptaron. Sin embargo, no hubo necesidad,pues yo les dije que ya lo sabía todo, que los perdonaba, pero que sobretodo les agradecía por haberme hecho su hija, y que los admiraba por ha-berme hecho la mujer que ahora soy.

Ya han pasado 6 meses, tengo un hermoso hermanito y estoy decidida acontarle su propia verdad, porque la mentira es como una bola de nieve:cuantas más vueltas da, más grande se hace.

Nury Alexandra Ruano Urrego

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LA MUJER DE

MIS SUEÑOS

No siempre sueño con esa mujer. Me digo y me pregunto constante-mente si ella será la mujer que deseo tener. Es muy raro pensar, soñar ysuspirar por alguien a quien no se conoce realmente. No sé por qué, perocuando pienso en ella, me pongo nervioso.

En el lugar donde trabajo hay una secretaria linda, de ojos verdes ycabello liso. Es inteligente. Se parece mucho a la mujer que sueño todoslos días y por eso, cuando la miro o la saludo, me pongo nervioso y tiemblo.Se siente muy raro tenerla frente a mí. Es muy bella y cariñosa.

Creo que le voy a pedir una cita para preguntarle si tiene marido, aun-que me sentiría apenado interrogándola acerca de su vida. Puede parecermuy atrevido y quizá no me vuelva a hablar. Eso no me gustaría porquesomos compañeros de trabajo. Pienso si sería bueno entregarle una carta.No. Mejor sería decirle personalmente. Estoy nervioso, no sé cómo decir-le, siento miedo al pensar en que me rechace. ¿Qué hago? Necesito unamigo al que le tenga confianza para manifestarle lo que siento y que meaconseje. Se me acaba la paciencia. Bueno, no hablaré con un amigo ni conesa mujer, sino que lo consultaré con la almohada de mi cama. Ahora metomaré un café y después me iré al apartamento.

—Hasta luego a todos.Ella me dice:—Hasta luego, doctor. ¿Lo espero mañana por la mañanita?Me deja pensativo. Se queda mirándome por un instante y me dice:—¿Está bien, doctor?Yo rápidamente le respondo—Sí, hasta luego.Bajo por las escaleras y, al salir, suelto la maleta. Me tropecé con una

piedra que estaba en el andén. Recojo la maleta.—Taxiii… Gracias por parar. Vamos a los apartamentos de Compartir.Me dice el taxista:—Claro, doctor.Al llegar le pregunto:

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—¿Cuánto es?—¿Son como 6.000 pesos? —me responde.Le doy un billete de 10.000 pesos y le indico:—Quédese con el cambio.A lo lejos, Pacho, el celador, me observa y abre la puerta. Me recibe

bien. Primero me saluda.—Buenas noches, doctor. Le dejaron esta carta y me dijeron que se la

entregara personalmente a usted y que la leyera en su apartamento solo.Yo le digo:—Primero que todo, buenas noches, Pacho. Muchas gracias por la ra-

zón. Que tenga buena noche.—Que descanse —me dice Pacho.Oprimo el botón del ascensor, entro, selecciono el número 3 y subo.

Suena un timbre, se abre la puerta, salgo y me dirijo hacia la puerta de miapartamento. Busco mis llaves y entro. Me quito la maleta del hombro y lachaqueta del vestido de paño. Me pongo a leer la carta que dice así:

“Siga las instrucciones del amor y no desperdicie las opor-

tunidades. Debe tener los sitios bien pensados, no tan ele-

gantes ni tan feos. Sólo le digo esta información. No le pue-

do dar mi nombre, pero le doy una breve descripción: yo soy

un hombre que ayudo a mis amigos que sí creen en el amor.

Siga las instrucciones del amor verdadero”.Nada más decía la carta que me entregaron. Pienso que es una situación

muy rara. Miro el reloj que marca las 7:30 p.m. Aunque sentía que era mástarde, todavía es temprano. Descansaré y miraré televisión, como lo hagosiempre, hasta darme sueño. Repaso los canales. No hay nada bueno quever, sólo propagandas y novelas para señoras que sean fanáticas y un pocode películas repetidas que ya he visto. Mejor apagaré el televisor y pondréun poco de la música que más me gusta, por ejemplo rap porque conozcobastante. Mientras escucho algunos temas, tocan a la puerta dos veces.Tun… Tun. Pauso un momento la canción para mirar a quien llama a mipuerta. Abro y quedo asombrado al ver a la mujer que siempre aparece enmis sueños. Ella me dice:

—Esa carta que recibiste fue escrita desde el lugar de los sueños quehas tenido conmigo. Estoy aquí para darte el último adiós. Sé que es dolo-roso, pero así debe ser. Me despido para siempre y espero que me olvidescomo yo lo voy a intentar…

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Me despierto. Veo que estoy acostado en el sofá y ahora escucho tocarla puerta dos veces. Me dirijo hacia la entrada de la habitación y no sé porqué, pero me siento algo nervioso. Cuando la abro, el mensajero me en-trega una carta que dice: “Te doy gracias por este sueño en que me has

creado. Hoy me despido. Adiós y muchas gracias por todo”. Mi mente sólose apresta a pensar que tal vez volveré a soñarla alguna vez más.

Diego Fabián Cárdenas Castellanos

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EL CAMBIO DE

PERSONALIDAD

Después de 30 años, una pareja de esposos logró concebir un hijo.Habían esperado con suma paciencia este regalo de la vida. Durante elparto la madre, quien presentaba una edad avanzada, no aguantó la felici-dad al ver que no era uno sino dos hijos que daba a luz; su emoción fuetanta que minutos después del alumbramiento falleció. Pasaron las horasy el padre estaba agobiado y embargado por la tristeza al conocer que sushijos deberían permanecer un largo tiempo en el hospital. Una tarde, abru-mado por el frío y la soledad de su habitación, y confrontado por la felici-dad que sentía hacia sus dos hijos frente a la pena que le causaba la pérdidade su esposa, falleció.

Los pequeños huerfanitos se encontraban bien atendidos en el hospi-tal, pero era necesario que tuvieran unos padres. Las directivas del esta-blecimiento decidieron darlos en adopción. Para ello, eligieron a una pa-reja de extranjeros conformada por dos jóvenes millonarios que no podíanconcebir hijos. Ellos, sin pensarlo dos veces, los adoptaron y se los llevarona su país natal. Allí los chiquillos crecieron en medio del amor y la felicidad.

***

Después de muchos años, una mañana de primavera, la madre estabaen su habitación hablando con el padre. Preocupada como siempre, leexpresaba la angustia que había vivido durante todos esos años.

—Cumplirán 20 años —exclamó.—Despreocúpate mujer. Es cierto que no les hemos dicho la verdad

sobre su origen, pero ha sido por su bien. ¡Ellos están muertos! Si te datranquilidad, esta tarde les diremos la verdad.

Esa noche, durante la cena, el padre les contó todo a sus hijos, quienesindignados por lo acontecido, se refugiaron en sus habitaciones. Cansadosde llorar, los gemelos cayeron abatidos; de forma extraña, se quedarondormidos en un profundo sueño al mismo tiempo: a las 4:40 pm. Da lacasualidad que sus padres biológicos, aunque no fallecieron el mismo día,

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sí lo hicieron a la misma hora. Pasados 15 minutos, en sus sueños cada unose econtraba con el otro, y allí había algo o alguien que les encomendabauna misión muy extraña. Consistía en que ambos debían intercambiar suspersonalidades, así no lo quisieran hacer.

Ser el otro parecía tarea fácil pero aunque eran gemelos y se veían igua-les por fuera, eran muy diferentes por dentro. Michael, el mayor de los dospor haber nacido tan sólo cinco minutos, era un joven oscuro, de malapersonalidad y muy vanidoso. Él, por su dinero o por su estrato, quería quetodo el mundo estuviera a sus pies, nunca había hecho nada por nadie yvivía obsesionado con las computadoras y los juegos de video. Se desem-peñaba como ingeniero de sistemas y era especialista en el manejo deredes. Peter, su hermano menor, hacía todo lo contrario era noble y buenagente, respetaba a toda la gente sin importarle su condiciónsocioeconómica, amaba la naturaleza y era un buen líder entre sus amigos.Desempeñaba un cargo directivo en una organización internacional encar-gada de proteger animales y especies en vía de extinción.

Se despertaron sobresaltados y ambos se preguntaron acerca de lo so-ñado. Al comienzo ninguno de los dos quizo hacer el cambio de personali-dad pero esa noche, en otro sueño, les dijeron que si no lo hacían perde-rían nuevamente a sus padres y para siempre. Ellos, al saber lo que podríaocurrir, no tuvieron más alternativa, y aunque estaban muy dolidos e in-dignados con sus padres prefirieron salvarlos a quedarse de nuevo solos.

A la mañana siguiente, Michael fue a explorar con los compañeros dePeter en medio de la selva, mientras que Peter se encontró en la Universi-dad con los amigos de Michael para exponer una tesis ante la Facultad enpleno. Ambos estaban en problemas, ya que cada uno tenía una misiónespecial para salvar la reputación y la carrera de su hermano.

A Michael le correspondía salvar al último oso panda de su especie quevivía en esta parte de la selva. Un cazador estaba dispuesto a cazarlo y loacechaba armado hasta los dientes y sin escrúpulos. Peter había sido enco-mendado como primer representante para exponer la tesis de su herma-no. Frente a su público, él pensó actuar de la misma forma en que su her-mano lo haría, pero antes de comenzar se dijo así mismo: “Voy a hacer lo

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que yo haría si ésto me pasara en la selva”. Realizó la exposición y fue tantosu éxito que los demás compañeros no tuvieron que hacer nada; fueronexaltados como el mejor grupo de trabajo de todas las universidades de laciudad. Peter estaba muy feliz al haber dejado en alto el nombre de suhermano, a quien deseaba ver en ese momento: “¿Dónde estará Michael?”.Cuando recordó, su felicidad se desvaneció al saber que su hermano debe-ría estar enfrentando al peor de los cazadores.

El cazador tenía encarcelados al oso y a los amigos de Peter. Michael nosabía que hacer y estaba tan nervioso que por poco se da por vencido.Entonces empezó con su personalidad truculenta a engañar al cazador. Ledijo unas palabras tan conmovedoras sobre la vida en la naturaleza que nisiquiera el mismo Peter lo había expresado con tanto convencimiento. Deesta forma pudo contener por largo tiempo las funestas acciones del caza-dor. De pronto, Peter llegó al lugar con un grupo de la Asociación Protecto-ra de Animales y capturaron de inmediato al cazador. El peligroso hombre,antes de ser arrestado, pidió perdón y dejó libres al oso y a los jóvenesretenidos. Ambos hermanos se agradecieron mutuamente. Peter le dijo aMichael:

—Estuvo muy buena tu actuación.—No, lo que dije no fue algo inventado por mí sino que me salió del

corazón. Al principio quise hacerlo pero me dí cuenta de que también soyuna buena persona como tú.

Los hermanos se marcharon a casa. Después de descansar, hicieron unagran fiesta para celebrar los triunfos de ambos. Al caer la noche se queda-ron dormidos y cada uno soñó por aparte. En sus sueños, a Peter le dijeronque la misión había sido para comprobar su personalidad; a Michael paraque reaccionara y dejara salir el buen hombre que llevaba adentro. Al des-pertar se abrazaron con sus padres al saber que podrían vivir con ellos parasiempre. Durante toda su vida, los dos gemelos siempre se preguntaron: -¿Quién fue el que habló en los sueños? Y la lección quedó bien aprendida:“A veces ponerte en los zapatos del otro puede servir para ver los errores que

cometes cada día”.

Jhon James Motato González

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LA VIDA EN EL EJÉRCITO HASTA

EL DÍA DE MI MUERTE

Soy un joven que acabó de salir del colegio. Mi nombre es Miller y metrajeron al ejército para ser un hombre de bien. La primera noche, meacomodaron en una habitación en donde me tocó quedarme con dieciséissoldados más. Yo estaba un poco confundido, sentía alegría y nostalgiaporque, por una parte, iba a aprender cosas nuevas y, por otra, no iba a vera mi familia durante mucho tiempo. Cerré mis ojos y me llené de valor paraseguir mi vida. Allí me enseñaron las reglas del combate, a las que se de-ben seguir con atención para actuar con agilidad. Me impartieron cursos decontraguerrilla, lancero y paracaidismo.

En cierta ocasión, nos dijeron a todos que nos preparáramos porque elgran día había llegado, el momento de combatir en el Caquetá. Antes departir, mis compañeros y yo nos alistamos, nos uniformamos y nos dieronnuestras armas de dotación. Partimos del batallón montados en un heli-cóptero. En ese momento sentí alegría porque iba a poner en práctica todolo que había aprendido, pero a la vez sentí miedo porque de pronto meiban a matar. Al sobrevolar la zona del combate, sobre un caudaloso río, nostocó lanzarnos del helicóptero porque la guerrilla estaba presionando de-masiado. Salí del agua con mi Mayor disparando al enemigo. Aunque yoestaba un poco asustado, por mi mente sólo pasaba lo malo. Mi Mayor nosdijo que los rodeáramos y justo en ese momento llegó el apoyo del otroComandante con la Compañía. Mis otros compañeros y yo descansamosporque todo se había vuelto más fácil, pero todavía se veían muchos gue-rrilleros. Mi Mayor nos gritó:

—Avancen, sin miedo soldados. La victoria está cerca.

Dos de mis compañeros cayeron al suelo. Les habían disparado. Uno porimpacto de fusil y el otro por ametralladora. En ese momento llegó unsoldado que había estudiado enfermería. Logró salvar a uno pero el otro semurió porque las heridas eran muy profundas. A todos nos dio muy duro.

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Ya estábamos acostumbrados a convivir con él. Me llené de temor al pen-sar que me iba a pasar lo mismo. Desde ese día comprendí que la vida en elejército es muy dura porque se pierden muchas vidas humanas para que lacomunidad viva tranquila. A veces ni lo agradecen y dicen que los soldadosson malos. Al contrario, ellos son los que le brindan la paz al pueblo.

Después de un par de horas de descanso seguimos avanzando. Yo ya mehabía relajado un poco. Al cabo de unas semanas encontramos un campa-mento guerrillero. Pensamos que los teníamos rodeados. Pero no, era unatrampa. Cuando nos acercamos demasiado se escucharon tres estruendos,seguidos por tres impactos de fusil. No sabíamos qué hacer, estábamosrodeados. Pensé que moriría ahí pero mi Mayor nos dijo que disparáramoshacia el norte porque allí no habían tantos guerrilleros y nos podíamosrefugiar, mientras el clima cambiaba para que el helicóptero nos viniera arecoger. Agotada la munición, se escuchó por el aire la aeronave. Yo mellené de felicidad al saber que me había salvado e iba a volver a ver a mifamilia, a mis amigos y a mi novia. Pero todas mis ilusiones se derrumba-ron con la aeronave cuando los guerrilleros la derribaron con una bazuca.

Al caer, un minuto más tarde, escuché otros estruendos de granada.Volaron a cinco de mis compañeros y quedamos muy pocos y sin munición.Poco a poco nos estaban ganando terreno. Ya quedábamos sólo diez solda-dos. Estábamos retrocediendo cuando mataron a cinco más con un impactode bazuca. A ninguno de ellos los pudimos salvar. Yo iba con mis otroscompañeros y nos volvieron a disparar. Dos murieron y tres quedamos he-ridos. Los enemigos nos capturaron. Uno de ellos nos dijo: “Aquí viene miComandante”. Un hombre menudo y sucio se nos acercó. Nos dijo:

—Yo soy el Comandante Cristian y este es nuestro territorio. Ustedes selas dieron de héroes dizque a matarnos, pero no pudieron. Ahora van apagar por eso.

Yo les grité a mis compañeros:—Aunque nuestra misión fracasó, vamos a morir como héroes.Esas fueron mis últimas palabras antes de que nos llenaran todo el cuer-

po de balas.

Jeisson Alexander Suárez Caro

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