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Capítulo 3: El reinado de Isabel II (1833 – 1868) Un cambio incompleto El reinado de Isabel II significa para España su definitiva entrada en la modernidad. La incipiente revolución liberal iniciada en 1812, había sido abortada de forma abrupta por el reinado de Fernando VII y la vuelta al absolutismo. Los escasos y breves períodos en los que los liberales tuvieron el poder, no habían conseguido cambiar significativamente las estructuras políticas, económicas y sociales de España, que con matices seguía siendo un país anclado en el Antiguo Régimen. 1- Referencia: 50-689 “Isabel II niña” Óleo de Vicente López. Isabel II se convirtió en reina con solo tres años bajo la regencia de su madre María Cristina. Su turbulento reinado, marcó el inicio de la modernización de España. A lo largo de los treinta y cinco años de reinado de Isabel II, se van a producir importantes cambios en todos los aspectos: los liberales se instalarán definitivamente en el poder y desde él, instaurarán un Estado constitucional, que significa una ruptura con la organización política de la monarquía absolutista. Sin embargo, los liberales no llegan al poder a través de una revolución sino que lo hacen tras un compromiso con la corona, con la Iglesia y con la nobleza. No tenían fuerza suficiente como para derrotar a las fuerzas hegemónicas del pasado y se ven obligadas a aliarse con ellas. Es por esto que se habla de una “Revolución desde arriba”, los liberales llegan al poder llamados por la reina regente Maria Cristina, para apoyar a su hija frente a los carlistas. Por otro lado, el liberalismo español va a aparecer profundamente dividido en dos facciones: los moderados, herederos de los doceañistas, que respondían a la ideología liberal doctrinaria europea; y los progresistas, los antiguos exaltados, alineados con el liberalismo radical o democrático. Los primeros contarán siempre con el favor de la corona y permanecerán mucho más tiempo en el poder (treinta de los treinta y cinco años de reinado), por lo que frenarán o anularán muchos de los cambios impulsados por los segundos. El resultado será un sistema constitucional incompleto, en el que no se reconoce plenamente la soberanía nacional, la separación de poderes, los derechos individuales o la igualdad ante la ley. 1 - Cuadro anecdótico: “Las revoluciones de 1830” El cambio que se opera en España con la llegada al trono de Isabel II, se inscribe en un proceso general que afecta a toda Europa a lo largo del siglo XIX. La derrota de Napoleón en 1815, significó el establecimiento de un nuevo orden europeo marcado por el Congreso de Viena. En él las potencias absolutistas que habían vencido al que consideraban heredero de la Revolución Francesa se marcan una serie de objetivos como son: la restauración de las monarquías absolutas reinantes antes de 1789; frenar los movimientos nacionalistas y liberales, para lo que se establecerá el mecanismo militar de la “Santa Alianza”; garantizar el equilibrio y la concordia entre las potencias dando continuidad al sistema de Congresos y una serie de cambios de fronteras, favoreciendo a los reinos que más contribuyeron a la derrota de Napoleón y previniendo futuros intentos de expansión francesa. El Congreso de Viena ignoró los cambios que la Revolución Francesa había producido y que Napoleón había extendido.

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Capítulo 3: El reinado de Isabel II (1833 – 1868)

Un cambio incompleto

El reinado de Isabel II significa para España su definitiva entrada en la modernidad. La incipiente revolución liberal iniciada en 1812, había sido abortada de forma abrupta por el reinado de Fernando VII y la vuelta al absolutismo. Los escasos y breves períodos en los que los liberales tuvieron el poder, no habían conseguido cambiar significativamente las estructuras políticas, económicas y sociales de España, que con matices seguía siendo un país anclado en el Antiguo Régimen.

1- Referencia: 50-689“Isabel II niña” Óleo de Vicente López. Isabel II se convirtió en reina con solo tres años bajo la regencia de su madre María Cristina. Su turbulento reinado, marcó el inicio de la modernización de España.

A lo largo de los treinta y cinco años de reinado de Isabel II, se van a producir importantes cambios en todos los aspectos: los liberales se instalarán definitivamente en el poder y desde él, instaurarán un Estado constitucional, que significa una ruptura con la organización política de la monarquía absolutista. Sin embargo, los liberales no llegan al poder a través de una revolución sino que lo hacen tras un compromiso con la corona, con la Iglesia y con la nobleza. No tenían fuerza suficiente como para derrotar a las fuerzas hegemónicas del pasado y se ven obligadas a aliarse con ellas. Es por esto que se habla de una “Revolución desde arriba”, los liberales llegan al poder llamados por la reina regente Maria Cristina, para apoyar a su hija frente a los carlistas. Por otro lado, el liberalismo español va a aparecer profundamente dividido en dos facciones: los moderados, herederos de los doceañistas, que respondían a la ideología liberal doctrinaria europea; y los progresistas, los antiguos exaltados, alineados con el liberalismo radical o democrático. Los primeros contarán siempre con el favor de la corona y permanecerán mucho más tiempo en el poder (treinta de los treinta y cinco años de reinado), por lo que frenarán o anularán muchos de los cambios impulsados por los segundos. El resultado será un sistema constitucional incompleto, en el que no se reconoce plenamente la soberanía nacional, la separación de poderes, los derechos individuales o la igualdad ante la ley.

1 - Cuadro anecdótico: “Las revoluciones de 1830”El cambio que se opera en España con la llegada al trono de Isabel II, se inscribe en un proceso general que afecta a toda Europa a lo largo del siglo XIX. La derrota de Napoleón en 1815, significó el establecimiento de un nuevo orden europeo marcado por el Congreso de Viena. En él las potencias absolutistas que habían vencido al que consideraban heredero de la Revolución Francesa se marcan una serie de objetivos como son: la restauración de las monarquías absolutas reinantes antes de 1789; frenar los movimientos nacionalistas y liberales, para lo que se establecerá el mecanismo militar de la “Santa Alianza”; garantizar el equilibrio y la concordia entre las potencias dando continuidad al sistema de Congresos y una serie de cambios de fronteras, favoreciendo a los reinos que más contribuyeron a la derrota de Napoleón y previniendo futuros intentos de expansión francesa. El Congreso de Viena ignoró los cambios que la Revolución Francesa había producido y que Napoleón había extendido. Sin embargo estos habían sido demasiado profundos y solo cinco años después de la derrota de Napoleón, se iniciará una sucesión de oleadas revolucionarias en Europa, que golpe a golpe acabarán con el Antiguo Régimen a lo largo de la centuria.

La primera oleada se va a producir en 1820, afectando a reinos meridionales (España, Portugal, Nápoles) para los que la época napoleónica había significado un profundo cambio político y en los que los liberales no habían dejado de conspirar a través de sociedades secretas. Estas triunfaron inicialmente, pero la Santa Alianza cumplió su cometido y acabó en tres años con todos los regímenes constitucionales que se establecieron.

La siguiente oleada se iniciará en Francia, donde la revuelta de París conocida como las “Tres jornadas gloriosas”, derrocará a Carlos X, el último Borbón e instaurará una monarquía parlamentaria con Luis Felipe de Orleans como rey. La rebelión se extenderá a Bélgica, que consigue independizarse de Holanda y a Polonia, donde el levantamiento nacionalista será aplastado por el ejército ruso. En España y Portugal esta revolución tendrá unas características similares entre sí y distintas al resto de Europa. En ambos casos los liberales no llegan al poder tras una revolución en la que derrotan a las fuerzas del Antiguo Régimen, sino que un problema dinástico en sus respectivas monarquías, obliga a uno de los bandos a recurrir a su ayuda para frenar las aspiraciones de un pretendiente apoyado por los sectores más absolutistas del país. De ahí que se hable de “Revoluciones desde arriba”.

En resumen, las revoluciones de 1830 van a significar en aquellos países en las triunfan, la consecución por parte de la alta burguesía de sus objetivos políticos: el establecimiento de regímenes de tipo constitucional inspirados por el liberalismo doctrinario, que les garanticen la hegemonía frente a los anteriores estamentos privilegiados y faciliten la prosperidad de sus negocios. Estos regímenes liberales tan limitados, no satisfarán las aspiraciones de las clases medias y bajas, lo que creará un gran descontento social y preparará futuras oleadas revolucionarias. Estas revoluciones también dieron lugar a un contraste en lo

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que se refiere al régimen político entre la Europa Oriental absolutista (Rusia, Prusia, Austria…) y una Europa Occidental en la que se establecen monarquías parlamentarias en Bélgica, Gran Bretaña, Francia, Portugal y España. Estas cuatro últimas naciones consagrarán esta diferencia con la llamada “Cuádruple Alianza”. En lo económico, España se une al proceso que desde mediados del siglo XVIII se desarrollaba en Europa y al que se conoce como Revolución Industrial. Las leyes van a garantizar el pleno derecho a la propiedad privada. Aparecen las primeras industrias modernas, llegan al país avances como el ferrocarril, el barco de vapor, el telégrafo; la economía española se incorpora al capitalismo o libre mercado. Pero la industrialización de España será insuficiente y limitada a núcleos localizados de Cataluña, País Vasco, Asturias y Madrid. Va a ser una industria muy dependiente de la tecnología y capital extranjero por la escasa inversión e iniciativa interna. La red de ferrocarriles resultará tan insuficiente como jerarquizada en torno a Madrid y no conseguirá crear un mercado nacional unificado ni vertebrar el país de forma equilibrada. El país se moderniza, pero como potencia de segunda fila dentro del concierto europeo y las nuevas actividades (industria y servicios), no consiguen sustituir a la agricultura como actividad principal. La ausencia de cambios en ésta, retrasará el auténtico despegue económico de España hasta mediados del siglo XX.

2 - Referencia: 153-12414“Réplica del tren que cubría la línea Barcelona – Mataró” ésta reproducción construida con motivo del 150 aniversario de primera línea férrea de España, es todo un símbolo de los cambios económicos que se produjeron durante el reinado de Isabel II

La igualdad ante la ley, acaba con los privilegios que la nobleza y el clero disfrutaban en la sociedad estamental y convierte a España en una sociedad de clases. Pero la resistencia de estos grupos a perder sus prebendas y ventajas, arrancará de los liberales concesiones que perpetuarán el poder económico y político de ambos estamentos. La nobleza vio como desaparecían su jurisdicción sobre los señoríos, sus leyes especiales y los tributos que los campesinos les pagaban. Pero mantuvieron su influencia política a través de las llamadas “cámaras altas” que establecen las constituciones moderadas del siglo XIX y en la práctica del “caciquismo” que se impone en las elecciones locales. Por otra parte la nobleza será la principal beneficiaria de los procesos de desamortización y si bien pierde sus privilegios, aumenta sus propiedades y riqueza. Se ha dicho que la revolución liberal en España fue un acuerdo entre la burguesía y la nobleza para quedarse con las tierras de la iglesia.

2 - Esquema: Las etapas del reinado de Isabel II (1833 – 1868)Los historiadores han dividido el prolongado y complejo reinado de Isabel II, en una serie de etapas para facilitar su compresión. A grandes rasgos se puede dividir en dos partes, la minoría de edad de la reina, marcada por las regencias de su madre Maria Cristina y de Espartero, y otra a partir del momento en el que Isabel es nombrada mayor de edad, marcada por el dominio de los conservadores o moderados, salvo el breve paréntesis del Bienio Progresista.

Etapas- Regencia de Maria Cristina (1833 – 1840)- Regencia de espartero (1840 – 1843)- Década moderada (1843 – 1854)- Bienio Progresista (1854 – 1856)- 2º Período Moderado (o etapa de la Unión Liberal) (1856 – 1868)

Ésta por su parte se vio perjudicada y se sintió amenazada por el liberalismo progresista. Las desamortizaciones y el fin del diezmo, le arrebataron sus fuentes de riqueza y el laicismo, cuando no anticlericalismo liberal, la llenó de alarma. Pero los moderados llegaron a acuerdos con la Iglesia que se plasmaron en el concordato con la Santa Sede de 1851, por la que esta reconocía la legitimidad del régimen y aceptaba como inevitable la pérdida de sus posesiones. A cambio se estableció un Estado confesional en el que la iglesia mantendrá su influencia a través de un monopolio casi completo del sistema educativo. A los grupos postergados de la sociedad tradicional (campesinos y artesanos) y a la nueva clase social que va surgiendo junto con la industrialización (el proletariado), se les mantendrá apartados del juego político mediante el sufragio censitario y la corrupción del sistema electoral. Mientras, la burguesía emergerá al final de este período histórico como el nuevo grupo hegemónico de la sociedad española.

Estos cambios a medias, se irán realizando a lo largo del prolongado reinado de Isabel II, que tendrá un telón de fondo constante que perdurará más allá del derrocamiento de la reina: las Guerras Carlistas.

La 1ª Guerra Carlista (1833 – 1840)

Al morir Fernando VII se iniciará una guerra civil cuya causa aparente será el pleito dinástico y la división de la población del país entre partidarios de Carlos y los de Isabel, a los que en esta fase se denominará “cristinos”, ya que luchan por la reina

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regente. Pero el conflicto será también ideológico (liberales contra absolutistas), social (regiones urbanas contra el mundo rural), sentimental (modernidad frente a tradición) e incluso tendrá alcance internacional por los apoyos que reciben uno y otro bando. Los países europeos con régimen liberal (Gran Bretaña y Francia) apoyarán a los isabelinos formando la llamada Cuádruple Alianza en la que también se integraba Portugal. Las potencias absolutistas (Austria, Rusia, Prusia) y el Vaticano se alinearán con los carlistas, pero su apoyo fue menos determinante por razones económicas y por su alejamiento geográfico. 3 - Cuadro Anecdótico. “España y Portugal: historias paralelas”Las historias de Portugal y España durante el siglo XIX presentan un gran parecido y las situaciones políticas y enfrentamientos en uno u otro país discurren casi simultáneamente.Ya conocemos el caso español, pero el portugués reviste un sorprendente paralelismo: cuando en 1807 se inicia la invasión francesa de Portugal, la familia real portuguesa huye a su colonia de Brasil. Ante la inquietud de los criollos brasileños, contagiados por el movimiento independentista que se produce en las colonias españolas, Juan VI de Portugal designará a su hijo Pedro como Emperador de Brasil, desgajando así las dos coronas. Cuando Juan VI muere en 1826, Pedro I de Brasil renuncia a sus derechos sobre la corona portuguesa a favor de su hija María da Gloria (María II), que empezará a reinar en minoría de edad bajo la regencia de su tío el Infante Don Miguel. Pero éste, con el apoyo de los sectores absolutistas, se convertirá en rey absoluto desplazando a la joven reina y aboliendo todas las reformas liberales previas. Pedro I desde Brasil, recabará el apoyo de los liberales iniciándose así un ciclo de guerras civiles casi idéntico a de las Guerras Carlistas en España. Los liberales alcanzarán el poder para ya no abandonarlo, pero persistirá la inestabilidad por la resistencia de las fuerzas del Antiguo Régimen.

Los carlistas iniciaron un levantamiento que pretendía ser general en todo el país, apoyándose para ello en los “voluntarios realistas”. Pero éste tuvo un alcance menor de lo esperado, ya que casi ninguna unidad del ejército regular se unió al alzamiento. Aun así los carlistas se hicieron con el control de las zonas rurales de Navarra, País Vasco, La Rioja y el Maestrazgo y mantuvieron actividad de tipo guerrillero en Galicia, Cataluña, Castilla la Vieja y áreas aisladas de Extremadura y Andalucía. La proclamación de Carlos María Isidro como Carlos V de España en Tricio (La Rioja) en octubre de 1833 se considera el inicio oficial de la guerra.

4 - Mapa: “Las Guerras Carlistas”Las tres guerras carlistas se van a desarrollar casi en los mismos espacios geográficos. Los principales bastiones del carlismo serán el País Vasco, Navarra, El Maestrazgo y el interior de Cataluña. Sus “capitales” Estella (Navarra), Guernica (País Vasco), Morella y Cantavieja (Maestrazgo) y Berga (Cataluña). También habrá actividad carlista en el resto del norte (Galicia, Castilla – León, Asturias y Cantabria y en zonas aisladas de Extremadura, Castilla – La Mancha y Andalucía. Las “Expediciones Reales” intentarán sin éxito extender el conflicto al resto del territorio.

Aunque los carlistas no consiguieron conquistar ninguna ciudad importante salvo Logroño, las tropas enviadas para aplastar el levantamiento fracasaron en su intento y esto permitió que se consolidaran bases carlistas en el norte, al frente de las cuales se puso el coronel retirado Tomás de Zumalacárregui. El pretendiente designó la localidad navarra de Estella como capital en la que instalará una fantasmagórica corte. Durante el año 1834 se sucedieron las victorias carlistas, lo que les permitió mejorar su equipamiento con las armas capturadas al enemigo, acabar con las guarniciones liberales de País Vasco y Navarra (salvo en las capitales de provincia) y reforzar su moral. Pero el hecho de no controlar ninguna ciudad importante restaba credibilidad internacional al bando del pretendiente e impedía entre otras cosas, la concesión de créditos por parte de la banca europea, necesarios para continuar la guerra. Esto llevó a Zumalacárregui a intentar la conquista de Bilbao en 1835, intento que fracasó y en el que encontró la muerte el líder carlista. Durante 1836 la ciudad fue de nuevo sitiada en dos ocasiones con idéntico resultado. Será en la defensa de Bilbao en la que empiece a destacar el general liberal Baldomero Espartero, llamado a tener un importante papel histórico durante el reinado de Isabel II.

3 - Referencia: 50-5404“Tomás de Zumalacárregui” Grabado del siglo XIX.El coronel Zumalacárregui, demostró unas excelentes dotes militares y barrió a los cristinos de las zonas rurales de Navarra y País Vasco. Encontró la muerte en 1835 mientras intentaba sin éxito tomar Bilbao.

El fracaso en la toma de Bilbao y la situación de tablas en el frente vasco-navarro llevó a los carlistas a cambiar su estrategia e intentar extender la guerra al resto del territorio español, mediante la organización de expediciones militares desde sus bases del norte. La primera se produjo en 1836 dirigida por Miguel Gómez Damas, quien desde el País Vasco se dirigió hacia Asturias y Galicia, llegando a tomar Santiago de Compostela. Desde allí se dirigió a Andalucía tomando Córdoba y Almadén, pero el hostigamiento de los liberales y el escaso apoyo encontrado, le obligaron a volver a sus posiciones del norte. Al frente de la llamada “Expedición Real” de 1837 se puso el propio pretendiente Carlos, con el apoyo del general Ramón Cabrera. El recorrido de ésta se inició por Aragón recuperando Morella y Cantavieja y más tarde por Cataluña donde se conquista Berga, que se

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convierte el la capital del carlismo catalán. Se dirige desde allí a Madrid a través de Cuenca, enfrentándose a las tropas liberales a varias ocasiones. Pero la iniciativa pierde fuerza a las puertas de la capital. Un intento secreto de acuerdo entre el pretendiente y Maria Cristina, no llegó a cuajar y Carlos se vio obligado a retirarse.

La falta de éxito de las expediciones reales permitirá a los “cristinos” recuperar la iniciativa y llevar la guerra al mismo corazón de la zona carlista. El cauto general Luis Fernández de Córdoba fue sustituido al frente del ejército del norte por Baldomero Espartero, que contará con más fuerzas gracias a las convocatorias de nuevas quintas. Pese a la feroz resistencia, las tropas de Espartero empiezan a conseguir éxitos, lo que provocará una escisión en el bando carlista, apareciendo un sector que se plantea negociar con los liberales. El general Maroto, representante de esta tendencia, llega a un acuerdo de paz con Espartero conocido como el Convenio de Oñate, por el que los carlistas entregan las armas, se les ofrece la posibilidad de integrarse en el ejército y un perdón general. El “Abrazo de Vergara” entre ambos generales el 31 de agosto de 1839, sellará esta paz no aceptada por el pretendiente ni por muchos carlistas.

5 - Cuadro Anecdótico: Ramón Cabrera, “El Tigre del Maestrazgo” Ramón Cabrera y Griñó (Tortosa, 1806 – Wentworth (Gran Bretaña) 1877) Es sin duda el más importante caudillo militar carlista, por encima incluso de Zumalacárregui, por la rápida muerte de éste durante la 1ª Guerra Carlista.

Hijo de un marino mercante de Tortosa inició estudios religiosos pero no fue ordenado sacerdote por su falta de vocación. Se unió al levantamiento carlista en 1833, junto a las partidas que habían tomado Morella. Fue ascendiendo de grado hasta llegar a Comandante en Jefe del ejército del Bajo Aragón, convirtiendo la región del Maestrazgo en un feudo inexpugnable, contra el que se estrellaban los esfuerzos de los ejércitos “cristinos”. Demostró unas enormes dotes de organización convirtiendo su “capital”, la localidad de Cantavieja en el centro administrativo de la región, en la que se publicaban boletines oficiales y se llegaron a fabricar cañones y munición. Extendió una red de avituallamiento flexible que le permitía salir fuera de sus bases y ser imbatible en ellas. La frustración de los liberales ante las continuas derrotas que Cabrera les inflingía, llevó a Espoz y Mina, jefe de las fuerzas “cristinas” en el oeste, a ordenar el fusilamiento de la madre de Cabrera, a la que tenía presa. Este hecho dio un giro cruel a la guerra y el líder carlista abandonó su tradicional generosidad con los prisioneros a los que empezó a ejecutar de forma sistemática. Participó en las dos “Expediciones Reales” de los años 1836 y 1837, llevando a sus fuerzas a las puertas de Madrid. No aceptó el “Convenio de Oñate” y siguió luchando hasta que, derrotado en mayo 1840, se vio obligado a marchar a Francia, donde fue confinado seis años.

Organizó la 2ª Guerra Carlista por indicación del pretendiente Carlos VI, pero ya sin gran fe el la victoria. En 1848 se pone al frente de las partidas carlistas de Cataluña, practicando una guerra de guerrillas que fracasa finalmente, lo que le obliga de nuevo a salir del país y le lleva a un nuevo internamiento en Francia en 1849.

Se instaló en Inglaterra donde contrajo matrimonio con Marianne Catherine Richards, rica heredera de una familia de comerciantes británicos, instalándose junto a ella en Wentworth, cerca de Londres, hasta su muerte. Se dice que su mujer no le dejaba fumar en casa y que el “Tigre del Maestrazgo” se veía obligado a salir al jardín a fumar sus puros. Pese a esto seguía siendo una referencia para el carlismo y el nuevo pretendiente Carlos VII, le ofreció ponerse al frente de una nueva insurrección, cosa que Cabrera rechazó. Ya no creía en la rebelión como método de resolver la cuestión dinástica, pero su influencia seguía siendo tanta que su reconocimiento de Alfonso XII como rey, precipitó el fin de la 3ª y última de las Guerras Carlistas. Los elementos más recalcitrantes del bando derrotado resistirán hasta 1840 en el Maestrazgo donde Ramón Cabrera seguirá combatiendo. Pero finalmente tanto él, como Carlos María Isidro y los restos del ejército carlista, cruzan la frontera franco-española y abandonan la lucha. El primer asalto entre liberales y carlistas había concluido, pero dejaba la simiente de futuras confrontaciones. La regencia de Maria Cristina (1833 – 1840)

Mientras se desarrollaba la guerra, se constituía en España un nuevo régimen liberal, bajo el mandato de la reina regente Maria Cristina, por la minoría de edad de Isabel II, que al inicio de esta fase de su reinado contaba solo con tres años.

4 - Referencia: 50-209“María Cristina de Borbón” Retrato de Valentín Carderera. Museo Romántico de Madrid. María Cristina de Borbón Dos Sicilias (Palermo, 1860 – Sainte Adresse, 1878), es uno de los personajes más determinantes de la segunda mitad del siglo XIX en España. Su defensa a ultranza de los derechos de su hija, evitaron la vuelta al poder del absolutismo y ya anciana, consiguió que la dinastía Borbón recuperara el trono.

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La regencia de Maria Cristina va a estar marcada no solo por el conflicto carlista cuya duración coincide con la de este período, sino por el enfrentamiento y alternancia en el poder de progresistas y moderados, apoyados estos últimos por la reina en todo momento.

6 - Mapa: “La división provincial de Javier de Burgos”Una de las más duraderas aportaciones del reinado de Isabel II a la España actual, será la división provincial diseñada por Javier de Burgos. Se basaba en gran parte en las organizaciones territoriales de las Cortes de Cádiz y José Bonaparte. Por un lado intentaba delimitar los territorios de las provincias, siguiendo criterios históricos, pero por otro, intentaba que cada una de las nuevas unidades políticas constituyera a la vez una unidad económica casi autosuficiente. En ellas debía haber salida al mar o a un gran río, si esto era posible; llanuras para la práctica de la agricultura extensiva; vegas para cultivos hortofrutícolas y montañas para la explotación forestal y la ganadería. En el mapa se aprecian las variaciones, sólo de detalle, que esta división administrativa ha experimentado hasta nuestros días.

El gobierno será encargado inicialmente a Cea Bermúdez, que intentará que España se mantenga como una monarquía absoluta reformista al estilo del despotismo ilustrado. En este sentido realizará mejoras administrativas encaminadas a reforzar el poder del Estado frente al ejército, como la división provincial de Javier de Burgos, que reducía el poder de las capitanías en el control territorial del país. Esta medida alertara a los altos cargos del ejército, mientras que los liberales exigían reformas políticas como condición para dar su apoyo a la joven reina.

El descontento de estos sectores provocará la caída de Cea Bermúdez que será sustituido al frente del gobierno por el veterano “doceañista” Martínez de la Rosa, extremadamente moderado en cuanto a su postura política, pero avalado por una larga trayectoria liberal. A él se debe la organización política del nuevo régimen que se recoge en el “Estatuto Real” de 1834.

7 - Cuadro Anecdótico “El Estatuto Real de 1834”Se trataba de una “carta otorgada”, es decir un documento de tipo constitucional, impuesto de forma autoritaria por la corona sin la participación en su redacción o aprobación del pueblo o de sus representantes. En ella se establecía una soberanía compartida entre la reina y las Cortes. Estas serían bicamerales con poder legislativo limitado y sometido al poder ejecutivo reservado a la corona. En la Cámara Alta o de los próceres, ingresarían de forma automática los obispos, arzobispos, Grandes de España y “títulos” de Castilla, además de otros próceres designados por la corona entre los españoles con rentas superiores a los 60.000 reales anuales. Los “procuradores” de la cámara baja serían elegidos por sufragio censitario entre los españoles con rentas superiores a los 12.000 reales. Es significativo que estas rentas mínimas establecidas para elegir o poder ser elegido, tenían que ser de origen agrario, lo que obedecía al deseo de los latifundistas del Antiguo Régimen de perpetuarse en el poder y los recelos que seguía provocando entre ellos el “dinero nuevo” con origen en la industria o el comercio. La elección de los ayuntamientos que se establece, también obedecía al deseo de los moderados de asegurarse su control y que estos no se convirtieran en vehículo político de los liberales progresistas.

También se toman otras medidas para contentar a los más radicales, como el mantenimiento de la Milicia Nacional (más tarde Guardia Urbana y Guardia Nacional) restablecida por Cea, el apoyo a los liberales en la Guerra Civil portuguesa, una amnistía limitada y cierta libertad de prensa. Los progresistas se sintieron muy decepcionados por el poco alcance de las reformas y comenzaron a protestar desde la cámara baja y a provocar revueltas y desórdenes que alcanzan gran virulencia en 1835, coincidiendo con una serie de epidemias de cólera y malas cosechas. En estos motines se exigía la restitución de la Constitución de 1812, la extinción de los monasterios y medidas más duras contra el carlismo y la iglesia. El carácter anticlerical y antiabsolutista que las inspiraba, hizo que en ocasiones derivarán en matanzas de curas o de prisioneros carlistas. La situación se hizo insostenible y Martínez de la Rosa será sustituido primero por Toreno, también moderado y finalmente por el progresista Juan Álvarez Mendizábal.

5 - Referencia: 1-2935“Juan Álvarez Mendizábal” Óleo de Esquivel. Liberal de la facción progresista, tuvo una larga trayectoria política. Preparó el pronunciamiento de 1820 junto a Riego y ya ejerció puestos de responsabilidad durante el Trienio Liberal (1820 – 1823). Pasaba por ser el economista español más preparado y se recurrió a él para sanear las maltrechas cuentas del Estado español, objetivo que abordó mediante su célebre desamortización.

Si la reina aceptó a un progresista al frente del gobierno, fue sólo para aplacar la revolución que se desarrollaba en todo el país, organizada en Juntas provinciales que en algunos casos se convirtieron en embrionarios gobiernos locales provisionales. Mendizábal medió en el conflicto institucionalizando estas juntas como nuevos gobiernos legales, reforzando más tarde el control gubernamental sobre ellos y planteando importantes reformas, pero sin atacar frontalmente el antidemocrático Estatuto

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Real. Consiguió que se ampliara el derecho al voto (nueva ley electoral) y el reconocimiento de nuevos derechos y libertades para los ciudadanos. Pero el objetivo principal de su breve labor al frente del gobierno (años 1835 y 1836) fue el saneamiento de la Hacienda Real, para así conseguir los fondos necesarios para poner fin a la Guerra Carlista. En este sentido sus medida más célebre y trascendente será la desamortización de los bienes de la iglesia y otros grupos (explicada con detalle en el correspondiente cuadro anecdótico) lo que le permitirá movilizar una quinta de 100.000 soldados, casi duplicando los efectivos del ejército “cristino”, lo que junto al apoyo en hombres y dinero de Francia y Gran Bretaña, dará un vuelco a la marcha de la guerra. Esta movilización será “redimible”, es decir, los pudientes podían evitarla mediante el pago de ciertas cantidades de dinero, lo que disgustará a algunos progresistas por su carácter poco igualitario y antidemocrático, pero contribuirá a reducir aún más la deuda pública.

6 - Referencia: 50-5585“Ataque a un convoy carlista” Óleo de Jenaro Pérez Villamil. La acción que representa este cuadro pintado en 1838, se produjo durante la Batalla de Arlabán, en la 1ª Guerra Carlista. Este conflicto marcó el primer período del reinado de Isabel II y condicionó toda su política.

Pese a contar en ese momento los progresistas con el control simultáneo de la cámara baja y del gobierno, se planteará un conflicto institucional, ya que se constituye un grupo de procuradores moderados liderados por Francisco Javier de Istúriz tras abandonar este el bando progresista. Su oposición a la ley electoral y a dar a Mendizábal autorización para legislar en materia económica, servirá de excusa a la reina para destituirle y poner a Istúriz al frente del gabinete. Pero los moderados tendrán que hacer frente de nuevo a levantamientos progresistas en Madrid, Málaga y Cádiz, que exigían la vuelta de la constitución de 1812. A esta revuelta se unieron algunos miembros de la Guardia Real en lo que pasó a la historia como la “sargentada de La Granja” ya que fueron estos suboficiales los que finalmente obligaron a Maria Cristina a restituir la Constitución de 1812 hasta que las Cortes tomaran alguna decisión definitiva al respecto.

La revolución de 1836 llevó al veterano progresista Calatrava, último primer ministro del Trienio Liberal, a presidir el gobierno, desde el que restituyó toda la legislación aprobada en este período y en el del las Cortes de Cádiz. También purgó al alto clero con simpatías carlistas, aceleró la desamortización y dio poderes institucionales a las Juntas locales liberales. Pero su excesivo deseo de reconciliación con los moderados, le llevó a aceptar una nueva Constitución en 1837, que significaba un claro retroceso con respecto a la de 1812, por sus restricciones al voto y a las libertades. Esto, unido a su negativa a dar un giro social a la desamortización vendiendo las tierras expropiadas en lotes pequeños accesibles a los campesinos medios, provocó que empezaran a lloverle críticas desde el ala izquierda del liberalismo.

8 - Cuadro Anecdótico: “La Reina Maria Cristina”Maria Cristina fue hija y nieta de reyes y madre y abuela de monarcas; reina consorte, reina absoluta, regente y reina constitucional. Con ella llegaron los liberales al poder en España, para no dejarlo ya durante el resto del siglo. De su mano aparecieron en la escena política los personajes más determinantes del reinado de Isabel II: Narváez y Espartero, quienes pese a las veces que chocaron, apreciaban a Maria Cristina. Su imagen va cambiando a lo largo del reinado: joven viuda asediada por las camarillas absolutistas, “madre coraje” defendiendo los derechos de su hijita frente al carlismo, apasionada mujer casada en secreto con Fernando Muñoz, codiciosa gobernante que aprovechó su situación en la corte para enriquecerse, reina madre en el exilio, conspirando y consiguiendo dar continuidad a la dinastía de su sangre.

María Cristina de Borbón – Dos Sicilias, hija de Francisco I de Nápoles y de Maria Isabel de Borbón hija de Carlos IV de España, nació en 1806 en Palermo (Sicilia), mientras las fuerzas de Napoleón ocupaban el resto del reino de Nápoles. No deja de ser curioso que alguien nacido en el exilio, pasara la mayor parte de su vida en este estado. En 1829 se convirtió en la cuarta mujer de su tío Fernando VII, a quién dio su esperada descendencia , primero Isabel en 1830 y luego Luisa Carlota en 1832. Ejerció la regencia entre 1833 y 1840 mientras se desarrollaba la 1ª Guerra Carlista. Aunque gobernó con moderados y progresistas, siempre favoreció a los primeros por lo que los otros la obligaron a marchar al exilio en dos ocasiones (1840 y 1854), permaneciendo ambas en Francia. Allí conoció el ambiente burgués y adquirió una desmedida afición al lujo y al mundo de los negocios, lo que llevó a los progresistas a llamarla “la reina ladrona”. No fue el único epíteto insultante que recibió. Los carlistas la llamaban la “princesa degradada” y el conservador González Bravo, la “ilustre prostituta”. Este último calificativo hace referencia a su boda a escondidas con el apuesto Fernando Muñoz, sargento de la guardia real e hijo de una estanquera de Tarancón. De este matrimonio morganático “secreto”, celebrado con el cadáver de Fernando VII aun caliente, nacieron siete hijos, lo que llevó a los carlistas a componer la siguiente letrilla:“Clamaban los liberales que la reina no paría, y les parió más “muñoces”, que liberales había…”

Por otro lado, un sector del ejército comenzó a estar irritado por las ingerencias del gobierno y las Juntas en asuntos militares y la destitución del competente general Rodil. Este era la cabeza visible de los denominados “ayacuchos”, veteranos de las guerras

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de independencia de las colonias americanas. Este grupo empezará a actuar de forma autónoma sin alinearse con ninguno de los bandos del liberalismo. Coincidiendo con la “Expedición Real” de 1837 el general Espartero, ya el más popular de los “ayacuchos” por su participación en la defensa de Bilbao, sublevará a las fuerzas que defendían la capital de la ofensiva carlista, provocando la caída de Calatrava y abortando de paso un posible acuerdo entre Maria Cristina y el pretendiente. Este hecho le permitirá consolidar su control sobre el ejército mediante el ascenso de sus compañeros de armas; su victoria en el norte, consagrada con el “Abrazo de Vergara” de 1839 le dará además una enorme popularidad entre las masas urbanas y ambas cosas le convertirán en el árbitro de la vida política española en los años siguientes. También creará envidias y resquemores dentro del ejército, en el que se consolidará un sector opuesto a Espartero y los “ayacuchos”, encabezado por el general Narváez.

7 - Referencia: 50-101“Baldomero Fernández Espartero” Acuarela de José Casado Alisal. De origen humilde, Espartero va a ser uno de los más significados “espadones” del reinado de Isabel II. Conseguirá una enorme popularidad tras doblegar a los carlistas en 1840 y se convertirá en el líder de la facción progresista. El “Príncipe de Vergara” ejercerá la regencia entre 1840 y 1843 y presidirá el gobierno entre 1854 y 1856. Tras la caída de Isabel II en 1868, se le llegó a ofrecer la corona de España, que él rechazó.

Los moderados, de nuevo en el poder y de acuerdo con la reina regente, se propusieron acabar definitivamente con el progresismo mediante una Ley electoral y una Ley de Ayuntamientos que acababan con la autonomía de éstos y privaban a sus oponentes políticos de las instituciones locales en las que basaban su poder e influencia. La resistencia de los progresistas a su extinción política, derivó en nuevos desordenes y levantamientos radicales. Los moderados intentaron acabar con ellos acudiendo al sector de militares que encabezaba Narváez, lo que unido a cierta complicidad con el carlismo moderado, causó un acercamiento gradual de Espartero a los progresistas. En 1840 la reina visitó a Espartero mientras dirigía la campaña del Maestrazgo para intentar atraerlo a sus posturas ofreciéndole la presidencia del Consejo de Ministros. La propuesta del general de una corregencia resultó inaceptable para Maria Cristina quién intentó recabar sin éxito ayuda del ejército, por lo que se produjo la ruptura entre ambos.

El mayor apoyo que encontró el “espadón” en el ejército, le convertía en el único capaz de frenar la revolución y esto obligó a la reina a abdicar y marchar exiliada a Marsella en compañía de Narváez, mientras España y la joven Isabel II de sólo once años, quedaban bajo la tutela del general Espartero.

9 - Esquema: Cronología del reinado de Isabel II (I)

- Regencia de María Cristina (1833 – 1841)1833 - Inicio 1ª Guerra Carlista - Gabinete de Martínez de la Rosa1834 - Estatuto Real

- (julio) Ola anticlerical, asalto a conventos- (agosto) España entra en la Cuádruple Alianza

1835 - Ministerio de Juan Álvarez Mendizábal- Inicio de la desamortización- Movilización de la “quinta de los cien mil”- Gobierno de Istúriz

1836 - (agosto) Motín de los sargentos de La Granja - Restauración de la Constitución de 1812

1837 - Nueva Constitución1840 - Ley de Ayuntamientos moderada

- Sublevación en Barcelona- (octubre) María Cristina marcha a Francia

1841 - Las Cortes votan entregar la Regencia a Espartero

La regencia de Espartero (1840 –1843)

Espartero pasaba por ser la figura más popular y notable del liberalismo progresista, pero desde el mismo momento en que llega al poder, provocará una división de este grupo político que acabará convirtiéndose en su principal oposición. En primer lugar entre trinitarios, partidarios de una regencia de tres personas que respetara a la Junta central salida de la revolución y unitarios, que apoyaban a Espartero como regente único. La actitud del general como gobernante, cada vez más autoritaria y personalista le irá restando apoyos entre sus teóricos aliados.

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10 - Esquema: Cronología del reinado de Isabel II (II)- Regencia de Espartero ( 1841 – 1843)1841 - (octubre) Sublevación de Quiroga y Diego de León - Ejecución de Diego de León1842 - Espartero disuelve las Cortes - Levantamiento y bombardeo de Barcelona1843 - (julio) Sublevación de los generales Serrano, Prim, Narváez y Concha - Dimisión de Espartero que marcha al exilio

Por otro lado estaban los moderados representados por militares como O’Donnell y Narváez y la propia Maria Cristina que nunca se resignaron a su alejamiento del poder. Conspiraron contra Espartero desde el primer momento, organizando pronunciamientos en los que se aliaron inicialmente con los carlistas en la defensa de los fueros navarros y más tarde en los progresistas atacando el autoritarismo del regente. Contarán con el apoyo de la Francia de Luis Felipe de Orleáns, en la que la reina y sus colaboradores estaban exiliados y donde se seguía con preocupación el acercamiento económico a Gran Bretaña que los progresistas impulsaban.

Y por último estaba la actitud del impulsivo general: favoritismo en los nombramientos, dureza en la represión y personalismo en la manera de gobernar. La narración de la Regencia de Espartero se convierte casi en la historia de la oposición a la misma. Su acción política siguió la línea de los anteriores gobiernos progresistas, continuando con la desamortización y la unificación administrativa lo que provocó las primeras reacciones en su contra protagonizadas por militares moderados en 1841, apoyados por el carlismo navarro y la iglesia. Fueron reprimidas con dureza, destacando las ejecuciones de militares como Montes de Oca o Diego de León.

Su política económica de tipo librecambista irritó por igual a obreros y empresarios de Barcelona, centro de la incipiente industria textil catalana, en la que estalló una rebelión exigiendo medidas proteccionistas frente a la competencia de las manufacturas británicas. Los sublevados consiguieron hacerse con el control de la ciudad y tomar la fortaleza de la Ciudadela, pero los restos de la guarnición se refugiaron en el castillo de Montjuic desde cuyas alturas bombardearon indiscriminadamente Barcelona hasta su rendición. Ante las críticas recibidas por la brutal represión se dice que Espartero contesto: “Barcelona necesita ser bombardeada al menos cada cincuenta años”. Cierta o no, la cita da una idea de la sensibilidad y talante del personaje.

8 - Referencia: 50- 10951“Barcelona desde el castillo de Montjuic” Litografía y dibujo de L.Lebreton. Barcelona se va a convertir en una de las ciudades más levantiscas del siglo XIX, por confluir en ella influencias carlistas, nacionalistas, liberales radicales y por la aparición en ella de las primeras organizaciones obreras de España. El militar Van Halen la bombardeó desde el lugar que muestra la imagen por orden de Espartero en 1842

Ante su pérdida de prestigio y apoyo popular dejó a los progresistas radicales de Joaquín Maria López formar gobierno, pero al convencerse estos de que el país avanzaba hacia una dictadura militar, pasaron de nuevo a la oposición y en 1843 organizaron un levantamiento revolucionario en toda regla, que se extendió por Andalucía, Galicia, Cataluña, Valencia y Aragón. Los progresistas llamaron a unirse a la rebelión contra Espartero, a todos los sectores políticos del país, cosa que ocurrió, pero con el resultado de que las Juntas revolucionarias perdieron su protagonismo en favor de militares tanto progresistas (Prim o Serrano) como moderados. Estos últimos se unirán a rebelión en el momento oportuno y será el general Narváez quien derrote a las fuerzas de Espartero en Torrejón de Ardoz, obligando al regente a huir de la capital y embarcarse en un crucero británico rumbo al exilio en Inglaterra.

Se sucedieron una serie de débiles gobiernos presididos por los progresistas, que lejos de darse cuenta de que habían metido “la zorra en el gallinero”, agudizaron su división interna, mientras Narváez y los moderados actuaban desde la sombra. Una vez que el general consolidó su posición con el apoyo de la facción progresista de González Bravo, fue nombrado presidente del gobierno en 1844. La decisión de las Cortes de adelantar la mayoría de edad de Isabel II, que sólo contaba con trece años, terminará con el período de las regencias.

9 - Referencia: 50-10705“Luís González Bravo (1811 – 1871)” Óleo de R. Monleón. Político que militó inicialmente en las filas del partido progresista al que traicionó en 1843, permitiendo así la llegada al poder de Narváez y el inicio de la Década Moderada. Presidió el gobierno en los últimos años de reinado de Isabel II y su política se caracterizó siempre por la feroz represión que ejerció sobre sus antiguos correligionarios.

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La década moderada (1844 – 1854)

Si el sistema de regencias se había caracterizado por su inestabilidad y la alternancia en el poder de progresistas y moderados, este nuevo período del reinado de Isabel II, lo será por la continuidad en el poder de estos últimos con la figura de Narváez al frente.

10- Referencia: 153-21979“Estatua de Narváez en Loja” Ramón María Narváez (Loja, 1800 – Madrid 1868), también conocido como el “Espadón de Loja”. Autoritario político y militar que sostuvo enfrentamientos, primero con Espartero y más tarde con O´Donnell. Dispuesto a defender la monarquía “aun a costa de ella” tuvo choques con Isabel II, con la que también se le atribuyeron relaciones íntimas. Convertido en el principal apoyo de la reina, su muerte precipitó la caída de esta.

Durante estos diez años se consolidará en España un régimen liberal moderado, en que primaba el orden sobre la libertad y aseguraba a las clases altas tradicionales y emergentes su control sobre la sociedad. La alianza de la nobleza y finalmente el clero, con la nueva burguesía, se fraguará en este período arropada ideológicamente por el liberalismo doctrinario.

Es significativo que una de las primeras medidas del nuevo régimen fuera la disolución de la Guardia Nacional el elemento más activo de las revoluciones de tipo progresista y su sustitución por la Guardia Civil. Este cuerpo armado de carácter militar creado en 1844 por el Duque de Ahumada, se convertirá en el principal instrumento estatal de control del territorio. Sus sencillas ordenanzas que la separaban del pueblo incluso físicamente (casas cuartel aisladas), su organización jerárquica ramificada que abarcaba todo el país, la extracción mayoritariamente rural de sus fuerzas, a las que se destinaba fuera de sus regiones de origen y sus expeditivos métodos, la convertirán en una eficiente maquinaria en la defensa de la propiedad y el orden público, así como en la persecución y represión del bandolerismo, la delincuencia, la disidencia política y los incipientes movimientos de protesta de obreros y campesinos.

11- Referencia: 50-616“La Carga” de Ramón Casas y Carbó. Aunque la ilustración refleja acontecimientos posteriores a este capítulo, también lo es del papel que el nuevo cuerpo armado jugara a partir de 1844 en España. Si la Milicia Nacional había intentado ser una garantía de mantener un cuerpo armado democrático, la Guardia Civil será el engranaje más perfecto de control gubernamental.

Se va a producir un cambio del régimen político que se plasmará en la nueva constitución de 1854.

11 - Cuadro Anecdótico: “La Constitución de 1854” Esta “carta magna”, acentuará aún más el carácter conservador y antidemocrático de la de 1837 otorgando más poder todavía, al ejecutivo ejercido por la corona. El débil poder legislativo lo ejercerán unas cortes bicamerales que “colegislarán” con la corona. Su cámara alta (Senado) vitalicia y de designación real, estará reservada por ley a la nobleza, clero y altos cargos del Estado y su devaluada cámara baja, elegida por sufragio censitario muy restrictivo, que apenas incluía al 1% de la población. La estructura administrativa provincial quedaba en manos de los gobernadores civiles designados por el gobierno y los ayuntamientos serían nombrados por éste (ciudades importantes) o por el gobernador civil. Este monopolio de todos los escalones del poder permitía además el falseamiento de las elecciones, lo que se convertirá en un mal endémico durante todo el siglo XIX y parte del XX. De esta manera los moderados se aseguraban el control político del país impidiendo cualquier tipo de incursión progresista en la administración, bien estatal, provincial o local. Por otro lado se establecían fuertes limitaciones a la libertad de pensamiento, expresión, reunión, asociación e imprenta.

Durante la década moderada el Estado liberal y la Iglesia católica normalizarán sus relaciones. Estas habían estado plagadas de conflictos desde la época de las Cortes de Cádiz, debido sobre todo a la supresión de los privilegios e instituciones eclesiásticas y a la desamortización de los bienes de la Iglesia, que se convirtió en una gran enemiga de los liberales y empleó siempre que pudo su influencia sobre el pueblo para enfrentarlo con ellos. Como resultado, los liberales fueron desarrollando un creciente anticlericalismo que en ocasiones derivaba en asaltos a iglesias y conventos, acompañados a veces de matanzas de religiosos.

12- Referencia: 301-3318“Misa mayor en una iglesia andaluza” Óleo de Joaquín Fernandez Cruzado. El fervor religioso de una gran parte del pueblo español, convirtió a la Iglesia Católica en uno de los agentes sociales más influyentes en la política del siglo XIX. Su radical oposición a cualquier reforma de tipo liberal, provocó como reacción un furibundo anticlericalismo en otros sectores de la sociedad. Los liberales moderados llegaron a un acuerdo con esta institución normalizando las relaciones Iglesia – Estado.

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En el período de las regencias se dio una situación paradójica: la jerarquía eclesiástica aceptó e incluso colaboró con el régimen liberal, mientras el bajo clero animaba explícitamente a los carlistas desde sus púlpitos y el Vaticano se negaba a reconocer a Isabel II como reina. El largo periodo de gobierno moderado, permitió a estos ir limando asperezas al reconocer en la Constitución de 1854 el catolicismo como religión oficial y única, reservando puestos de senadores para obispos y arzobispos e interrumpiendo la desamortización iniciada en el período anterior. Esto permitirá llegar a la firma de un Concordato con la Santa Sede en 1851. La Iglesia reconocía finalmente a Isabel como reina, lo que arrebataba argumentos a sus oponentes carlistas y aceptaba como inevitable la pérdida de sus antiguas propiedades que ya habían cambiado de manos por causa de la desamortización. A cambio, los moderados se comprometían a sufragar los gastos eclesiásticos incluyendo una “dotación de culto y clero” en los presupuestos del Estado y entregaban a la iglesia el monopolio de la educación, convirtiendo a esta en un nuevo instrumento de control ideológico de la sociedad.

La continuidad en el poder de este período, permitió también introducir reformas que racionalizaban el Estado y mejoraban su funcionamiento como la adopción de un sistema único de pesos y medidas basado en el sistema métrico decimal, una ley de Instrucción pública (Plan Pidal de 1845), un nuevo Código Penal promulgado en 1848 y un Código Civil elaborado en 1851, que quedó en fase de proyecto hasta su aprobación a finales de siglo. Estos cambios básicos permitieron profundizar en la transformación de la estructura política y jurídica del país en aspectos no conseguidos en otros momentos de más agitación y alternancia en el gobierno.

12 - Cuadro Anecdótico: “La reforma Mon – Santillán”También hay que destacar la reforma de la Hacienda realizada por el ministro Alejandro Mon y su colaborador Ramón Santillán. La llamada ley Mon – Santillán de 1845, modernizaba y racionalizaba el sistema recaudatorio del Estado, simplificando y unificando los impuestos existentes siguiendo el principio de la igualdad ante la ley (nadie estaba exento del pago de impuestos) y proporcionalidad (cada contribuyente tributaría en función de sus rentas). Al agilizarse la recaudación, se podían elaborar Presupuestos Generales del Estado que clarificaban las cuentas de éste. Esta reforma se considera la más importante realizada en este aspecto hasta finales del siglo XX y contribuyó a la transformación del Estado según el modelo liberal. Pero el déficit de las cuentas públicas continuaba siendo crónico, por lo que se aumentaron los impuestos indirectos sobre artículos de primera necesidad como leña y alimentos. Estos nuevos tributos conocidos como “consumos” perjudicaban sobre todo a las clases populares y la oposición progresista al régimen incluirá la supresión de los mismos en sus programas políticos. Otra forma de paliar el déficit fue la emisión de Deuda Pública, que si bien aumentaba los ingresos de forma inmediata, a la larga producía más déficit por los intereses que generaba.

La relativa estabilidad política de la década moderada, unida a las políticas económicas seguidas y el orden que garantizaba su régimen autoritario, permitieron una cierta modernización de la economía española. Las nuevas elites se animaron a iniciar negocios ante la perspectiva de dinero fácil, sobre todo si mantenían buenas relaciones con los círculos del gobierno o la corona. No es que España se incorporara a la Revolución Industrial, ya que los cambios fueron muy limitados, pero este período está marcado por una serie de hitos económicos más simbólicos que significativos, como la aparición de las primeras industrias siderúrgicas en el País Vasco, Asturias y Málaga, el desarrollo de la minería, la mecanización del textil catalán, las primeras líneas férreas y astilleros de barcos de vapor, la aparición de la banca privada.

Sin embargo la tranquilidad nunca fue completa en ningún período del reinado de Isabel II y subsistían muchos factores de inestabilidad. Por un lado estaban los carlistas, que aunque derrotados en 1840 seguían manteniendo fuerza y presencia en sus feudos tradicionales. Se mantuvieron apaciguados en los primeros años de la década moderada por el acercamiento de posturas políticas y por la anunciada boda de Isabel con el hijo de Carlos María Isidro, el Conde de Montemolín. Pero esta boda, que habría acabado con el conflicto dinástico, provocó que afloraran las tensiones soterradas bajo la aparente unidad de los moderados y provocaron el enfrentamiento entre Narváez y la reina madre Maria Cristina por la elección del candidato a consorte. El resultado fue la caída del espadón y su sustitución por Istúriz quien optó por una solución de compromiso, casando a la joven reina con su primo Francisco de Asís en 1846.

13 - Referencia: 50-641“Francisco de Asís” por Vicente López. Rey consorte de España desde 1846 tras casarse con su prima Isabel II en 1846. Se trató de una boda de conveniencia, para zanjar las discusiones entre María Cristina y Narváez sobre el candidato más conveniente. El suyo no fue un matrimonio feliz, su probable homosexualidad y las continuas infidelidades de la reina convirtieron al consorte en blanco de las más brutales sátiras.

Los carlistas, decepcionados, organizaron un nuevo levantamiento que solo triunfó temporalmente en Cataluña (allí será conocido como el levantamiento de los matiners o madrugadores) y en el Maestrazgo, donde volverá a actuar el incombustible

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general Cabrera. La 2ª Guerra Carlista se desarrollará entre 1846 y 1849 y coincidirá con la llegada a España de la oleada revolucionaria de 1848 que sacudía Europa y que en España se plasmará en rebeliones urbanas en distintas ciudades destacando las de Madrid y Sevilla. En ellas saldrá a la luz una nueva fuerza política que las había organizado: el Partido Demócrata. Se trataba de una escisión por la izquierda de los progresistas. Aspiraban al sufragio universal, Cortes unicamerales, libertad religiosa y de asociación sindical, instrucción primaria gratuita e intervención del Estado en las relaciones laborales. Este nuevo liberalismo radical significará una ruptura con el anterior modelo político y un acercamiento de estas fuerzas a los sectores populares e incluso a posturas de tipo republicano y socialista.

13 - Esquema: Cronología del reinado de Isabel II (III)-Década Moderada (1843 – 1854)1843 - Gabinete de González Bravo - Disolución de la Milicia Nacional - Creación de la Guardia Civil - Regreso de María Cristina1844 - Gobierno de Narváez 1845 - Nueva Constitución1848 - Motines populares reprimidos1851 - Concordato con la Santa Sede - Gabinete de Bravo Murillo - Inicio del Canal de Isabel II1852 - Gabinete de Sartorius. Corrupción en la Corte1854 - (junio) “Vicalvarada”. Sublevación de los generales Dulce y O’Donnell - Revolución liberal en Madrid - Isabel Segunda llama a Espartero a formar Gobierno

La proverbial contundencia con la que Narváez actuaba, demostrada previamente con la ejecución sistemática de los militares implicados en pronunciamientos, le había dado un férreo control sobre el ejército, lo que le permitió abortar los levantamientos demócratas y acabar con la guerra carlista, reforzando su poder personal. Se dice que cuando en 1868 se encontraba en su lecho de muerte, el cura que le administraba los sacramentos preguntó a Narváez si perdonaba a sus enemigos, a lo que este respondió: “...no puedo, ...los he fusilado a todos”.

Pero la principal causa de inestabilidad del régimen moderado venía de dentro del mismo sistema. Por un lado el partido en el poder era una amalgama de grupos ideológicos dispares unidos solo por su deseo de aferrarse al poder. En él se integraban carlistas moderados, neoabsolutistas, liberales doctrinarios que deseaban un estado liberal con libertades recortadas y orden garantizado, los llamados “puritanos”, que deseaban lo mismo pero con respeto a las leyes, antiguos progresistas que habían cambiado de bando.... Ante la ausencia de oposición estos grupos se enredaban en luchas internas para conseguir la hegemonía, que se agravaban por las continuas injerencias de Isabel II y Maria Cristina, que seguía ejerciendo un importante papel en la corte. Muchas de las maniobras y conspiraciones obedecían más a los caprichos de las reinas, o a los deseos de enriquecimiento personal de advenedizos y oportunistas que se aprovechaban de ellas.

14 - Referencia: 50-175“Isabel II” Óleo de Federico Madrazo. Isabel II es descrita como una mujer de trato llano y campechano, rayando en ocasiones en la ordinariez. Al parecer con cierto atractivo en su juventud, mantuvo una agitadísima vida sentimental y sexual, muy contradictoria con su aparente religiosidad. Una vez alcanzó la mayoría de edad, interfirió de forma continua y caprichosa en la política nacional ya de por si muy conflictiva.

La ausencia de control político del gobierno por parte de las Cortes, en las que por otra parte no existía oposición, convirtió el gobierno de los moderados en un régimen profundamente corrupto, en el que la proximidad al gobierno y la corona aseguraban el enriquecimiento fácil a través de la obtención de concesiones o mediante la información privilegiada. Cuando llegaban momentos de crisis, todos olvidaban sus diferencias y se agrupaban en torno a la figura de Narváez, pero cuando el peligro de perder el poder pasaba, volvían las luchas intestinas. El poder del propio Narváez se resquebrajaba y empezó a perder el apoyo de los generales por los arbitrarios ascensos y degradaciones que ordenaba, el de los “puritanos” por su falta de respeto a la Constitución, el de los doctrinarios por su arrogancia y finalmente el de la propia Isabel II, irritada por los intentos de Narváez de poner orden en la desordenada vida de la corte, lo que la inmadura reina entendió como una injerencia en su agitada vida personal.

Abandonado finalmente por los suyos en 1851, fue sustituido por Bravo Murillo, uno de sus antiguos partidarios. Este curioso personaje intentó cambiar el corrupto régimen moderado y acabar con sus lacras, estableciendo una especie de despotismo

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ilustrado dirigido por tecnócratas, que garantizara el progreso técnico y económico, la decencia en el ejercicio del poder y el respeto a las leyes establecidas. Este idealista programa, carecía de realismo e irritó a todos los sectores del partido moderado, sobre todo cuando Bravo Murillo empezó a tomar medidas concretas contra la corrupción estatal, en la que en mayor o menor medida estaban casi todos implicados, empezando por la propia reina Maria Cristina y los distintos favoritos de Isabel.

Obligado a dimitir, le sucedieron una serie de débiles gabinetes hasta que Isabel optó por designar como primer ministro a Luis Sartorius, la cara opuesta de la moneda. Se trataba de un ambicioso periodista bien relacionado con la corona e implicado en escándalos financieros por la concesión fraudulenta de líneas férreas. La contestación contra el nuevo ministro fue creciendo en varios frentes y finalmente se producirá un pronunciamiento militar contra él en 1854, conocido como “La Vicalvarada”. En este confluirán las fuerzas del “puritano” O`Donnell con las del progresista Serrano y fracasará inicialmente. Pero paralelamente se había organizado una revolución, impulsada principalmente por los demócratas, que se extenderá por distintas ciudades españolas. Los enfrentamientos que se van a producir en Madrid alcanzarán tal virulencia y radicalismo, que la reina temiendo por su corona y por su vida, llamó al único personaje capaz de aplacar al liberalismo radical: Bartolomé Fernández Espartero.

15 - Referencia: 50-3860“Revolución de 1854 en la Puerta del Sol” Copia de Eugenio Lucas Velázquez. La corrupción del régimen moderado facilitó la revolución que llevó de nuevo a Espartero al poder, para que su figura aplacara a los más radicales. El partido Demócrata aparecerá como nueva fuerza política en esta revolución. En Madrid tuvo especial virulencia siendo quemados los palacios de Maria Cristina, Sartorius y el Marqués de Salamanca, que personificaban la corrupción del régimen para los sublevados.

El bienio progresista (1854 – 1856)

Si con la vuelta de Espartero al gobierno, los progresistas creían haber recuperado el poder, estaban equivocados. De momento porque van a tener que contar con los “vicalvaristas” O´Donnell y Cánovas del Castillo, redactores del Manifiesto de Manzanares, pistoletazo de salida de la revolución de 1854. Éstos constituían el ala izquierda del partido moderado y colaborarán con Espartero durante estos dos años, sólo en cuanto su figura permitía frenar los movimientos radicales. Esta colaboración cesará cuando el líder progresista pierda influencia sobre los revolucionarios y por tanto deje de ser útil. Los progresistas con propuestas más avanzadas y desde luego el recién constituido partido demócrata, quedarán marginados del gobierno y de las Cortes. En resumidas cuentas, el bienio progresista fue solo un período de transición, en el que se perdió de nuevo la oportunidad de dar un giro social a la transformación liberal de España, que marcó un basculamiento hacia la derecha del partido progresista y que consolidó a los demócratas como opción más a la izquierda dentro del espectro político español.

14 - Esquema: Cronología del reinado de Isabel II (IV)- Bienio Progresista (1854 – 1856)1854 - Se inicia la redacción de la nueva Constitución “Nonata”1855 - Desamortización de Madoz - Levantamientos obreros en Barcelona1856 - Motines de hambre en Aragón y Castilla - Dimisión de Espartero

Aun así, el nuevo gobierno presidido por Espartero y en el que O´Donnell ocupará el Ministerio de la Guerra, tomará una serie de medidas, que en gran parte serán solo recuperación de iniciativas del período de las regencias, restaurando la Ley de Imprenta, la Ley electoral y la de ayuntamientos de orientación progresista, así como una nueva reorganización de la Milicia Nacional.

También en este período se redactó una nueva Constitución conocida como la de 1856 o nonata (no nacida), ya que nunca llegó a promulgarse. Aunque era mucho más avanzada que la de 1845 a la que estaba destinada a sustituir, no iba más allá de la constitución de 1837: Cortes bicamerales elegidas por sufragio censitario, soberanía compartida entre el rey y las Cortes, ayuntamientos elegidos por sus vecinos y reconocimiento de libertades individuales como la de imprenta, conciencia y religión.

En el aspecto económico destaca la reanudación del proceso desamortizador protagonizado en este caso por Pascual Madoz y que será aun más amplia que cualquiera de los anteriores, ya que además de las tierras de la Iglesia no desamortizadas anteriormente, se incluían tierras comunales, de los ayuntamientos y del Estado. Aunque la medida fue un éxito desde el punto de vista presupuestario por los ingresos percibidos por el Estado, de nuevo perjudicó a los campesinos que no pudieron acceder a las tierras subastadas, al exigirse el pago inmediato del 10% de su valor. Al mismo tiempo, se les privaba del disfrute de pastos y dehesas comunales también privatizadas.

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15 - Cuadro Anecdótico: “La Desamortización”Se denominaba bienes “amortizados” o “en manos muertas” a aquellas tierras o edificios propiedad de instituciones como órdenes religiosas, clero regular, nobleza, ayuntamientos o el Estado, que no estaban sujetas al pago de impuestos. Estas tierras, ya amortizadas, se infrautilizaban ya que su propiedad no constituía ninguna carga para el propietario y además no contribuían a engrosar las escuálidas cuentas del Estado español. Desde el siglo XVIII e inspirados por teorías de tipo fisiócrata o liberal, los gobernantes del país pusieron su ojos sobre estas propiedades, pensando que su privatización sería el detonante para el despegue económico de España y la reducción de la deuda del Estado.

La medida consistía en expropiar estas tierras y venderlas en pública subasta, para así incrementar los ingresos del Estado. El nuevo propietario, intensificaría la productividad de estas tierras para compensar la inversión realizada. Carlos III y sus ministros Ensenada y Olavide fueron los precursores de la desamortización. Las primeras se hicieron efectivas bajo los mandatos de con Godoy y José I. La de Mendizábal, sin duda la más célebre, afectó sobre todo a los bienes de las órdenes religiosas. Pero la más importante (y no la más conocida) en cuanto al volumen de tierras desamortizadas, fue la de Madoz durante el Bienio Progresista. Afectó sobre todo a bienes del Estado y de los ayuntamientos y pese a ser duramente criticada por los moderados, estos dieron continuidad a su aplicación hasta bien entrado el siglo XX.La desamortización había producido un aumento de la superficie cultivada y de la producción neta de cereales, pero estas tierras habían sido compradas mayoritariamente por la nobleza e inversores urbanos ya que la tierra se subastó en grandes lotes fuera del alcance de los campesinos medios. La nobleza española había perdido algunos privilegios e ingresos del pasado, pero esto se compensó con la adquisición de nuevas propiedades agrarias. La burguesía por su parte invirtió en tierra para subarrendarla a campesinos sin posibilidades de invertir en mejoras o simplemente por el prestigio que la posesión de tierras seguía dando en los círculos económicos privilegiados. El crecimiento extensivo de la agricultura española evitó que se introdujeran en ellas las mínimas mejoras, mientras que una mano de obra abundante y barata retrasó la mecanización. El resultado fue que trabajo del campo mostraba bajísimos rendimientos, no creó capitales en la misma proporción que en otros países europeos, ni aportó los excedentes de mano de obra que la incipiente industria iba necesitando.

También la desamortización fue responsable en parte de la falta de inversión interna, ya que los escasos capitales nacionales se canalizaron hacia la compra de tierras y en menor medida la construcción del ferrocarril, por lo que las industrias que podrían haber modernizado la economía del país no despertaron el suficiente interés. Por otro lado, la nobleza que seguía imponiendo su ideología y costumbres entre los círculos empresariales y esto incluía un cierto desprecio por todo aquel dinero que no tuviera su origen en rentas agrícolas. La nobleza invertirá su riqueza en ellas, pero también muchos burgueses compraron tierras para cubrir su riqueza de “respetabilidad” en los ambientes nobiliarios. Esta ausencia de inversión interna produjo una gran dependencia de los capitales extranjeros que se dirigieron sobre todo a la obtención de concesiones para la explotación de los recursos minerales del país como hierro, cobre, zinc y carbón. Si bien estas inversiones produjeron un cierto despegue de la minería española, se ofrecieron a las empresas extranjeras (sobre todo británicas y en menor medida francesas y belgas) una condiciones tan favorables que se hipotecaron a largo plazo la explotación de riquezas naturales como materias primas minerales, fuentes de energía o la explotación forestal.

Otras medidas económicas tomados por los distintos gobiernos de esta fase, fueron la eliminación de los “consumos” (como concesión a los más radicales) y las leyes bancarias de 1856, que pretendían modernizar el sistema financiero español y facilitar el crédito, dando lugar a la larga a la creación del actual Banco de España. La ley de Concesiones Ferroviarias de 1855 que permitiría a largo plazo la construcción de cerca de 5.000 kilómetros de trazado, gracias a las subvenciones previstas en ella y contribuyó a convertir España en un mercado unificado al reducir en tiempo la distancia entre sus regiones.

Sin embargo los progresistas, teóricamente en el poder, a fuerza de rebajar sus aspiraciones en nombre del pragmatismo político, acabaron aunando posturas con el sector de centro de los liberales moderados que representaba O´Donnell y su incipiente Unión liberal.

16 - Referencia: 50-249“Leopoldo O´Donnell” Óleo de J.G. Moreno. Tras los enfrentamientos entre Espartero y Narváez O´Donnel aspiró a convertirse en “bisagra” entre ambos y recuperar la unidad del campo liberal. Gobernó junto a Espartero en el Bienio Progresista y alternó en el poder con Narváez en la última fase del reinado de Isabel II. Su muerte, junto a la de Narváez, dejará sin apoyos sólidos a la reina dentro del ejército.

El malestar social estalló de nuevo en la primavera de 1856 en forma de huelgas de los obreros de Barcelona, descontentos por la falta de avances en la legislación laboral y motines de subsistencia en Castilla provocados por la subida del precio del pan. Esta se debía al aumento de las exportaciones de trigo provocadas por la Guerra de Crimen, que habían dejado desabastecido el mercado interior. Espartero y los progresistas mostraron una gran pasividad ante estos hechos, mientras que los sectores políticos a su derecha, con el apoyo de la reina impusieron medidas represivas cada vez más duras que acabaron por producir

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una dimisión en cadena de los progresistas del gobierno incluyendo al propio Espartero. Esto dejaba el poder en manos de O´Donnell, ministro de la guerra, quien tuvo que hacer frente a una tardía rebelión de los demócratas y la Milicia Nacional, sofocada finalmente por el ejército. El mismo personaje que había iniciado este período del reinado lo hace terminar y de la misma manera.

La vuelta al régimen moderado (1856 – 1868)

O´Donnell va a ser el personaje determinante de la última fase del reinado de Isabel II. Su objetivo será recuperar la unidad de las distintas familias liberales e integrarlas en una nueva formación política a la que bautizará con el significativo nombre de Unión Liberal. El éxito de esta iniciativa será solo parcial, aunque conseguirá que se fundan en ella el ala “izquierdista” de los moderados y la “derechista” de los progresistas en un intento de crear una tercera vía entre ambas formaciones enfrentadas durante todo el siglo XIX. Su objetivo era dar estabilidad a un régimen liberal pragmático, en el que imperara el orden, el respeto a las leyes y la confianza empresarial, para impulsar el desarrollo económico del país. Restaurará la limitadísima constitución de 1845, para tranquilizar a los moderados y a la propia Isabel II. Pero sus intentos por contentar a los progresistas preservando algunos de los cambios producidos durante el “Bienio”, como la continuidad de la desamortización de 1855, le harán perder la confianza de la reina y su sustitución por Narváez, quien acentuará el carácter conservador y represivo del nuevo régimen.

17 - Referencia: 50-309“Francisco Serrano y Domínguez” Retrato anónimo. Serrano se convertirá junto a Prim en la figura militar emergente de los últimos años de Isabel II como reina. Mantuvo una ambigua posición política entre los Unionistas y los progresistas y durante un tiempo fue amante de la monarca.

Esta alternancia en el poder entre la Unión Liberal de O´Donnell y los moderados de Narváez, será constante en este período hasta su crisis final, mientras que los progresistas, si bien seguían siendo legales, tenían tan limitadas sus posibilidades electorales por las antidemocráticas leyes restablecidas, que quedaron marginados del poder y con una presencia meramente testimonial en las Cortes. Pese a los intentos de O´Donnell de mantenerlos integrados en el sistema político, para disuadirlos de nuevas aventuras revolucionarias, se fue imponiendo dentro de esta formación la idea del “retraimiento” político, es decir, desmarcarse de la política oficial para aglutinar el descontento provocado por esta, ante la constancia de que la reina jamás favorecería su acceso a puestos de poder.

Los demócratas por su parte fueron perseguidos con dureza durante los mandatos de Narváez y apenas consentidos en los de O´Donnell. Esta falta total de complicidad con el régimen de Isabel II, los consagrará como auténtica oposición, pero solo en los años finales del reinado. Mientras carecerán de unidad de criterio político, con diferencias en cuanto al método a seguir para hacer caer a la reina (recuperar la unidad con los progresistas o recurrir a los levantamientos de masas), en cuanto al régimen que debía sustituir al de Isabel II (cambio dinástico o república) y en cuanto a la política social y económica (liberalismo o acercamiento a posturas socialistas). La división interna contribuirá a dejarlos fuera de juego y a facilitar cierta estabilidad del régimen.

La (casi) tranquila alternancia en el poder de unionistas y moderados, dio un cierto sosiego al país y la confianza de empresarios españoles e inversores extranjeros, produjo un discreto despegue económico. Este fue posible en parte por la aplicación de leyes aprobadas durante el Bienio Progresista como la Ley de Ferrocarriles o la de la Banca privada.

16 - Cuadro Anecdótico “El ferrocarril como símbolo del progreso económico”El ferrocarril se convertirá en esta época en el gran dinamizador de la economía: las múltiples concesiones, la liberalización para importar maquinaria y raíles, las facilidades bancarias para obtener préstamos, tuvieron como resultado la construcción de más de 4.000 kilómetros de vía férrea gracias a la inversión nacional y extranjera, quince veces superior que la destinada a la industria. Esta expansión del ferrocarril no tuvo los efectos esperados por los errores que se cometieron en la planificación y construcción de la red. La estructura radial de la misma en torno a Madrid, no articuló el país convenientemente y reforzó el carácter centralista de la red de comunicaciones heredada de los primeros Borbones. La mala calidad de los raíles del tendido provocaron un rápido deterioro de las vías que obligaba a reconstruirlas cada poco tiempo; se eligió un ancho de vía superior al europeo (se suponía que las locomotoras debían ser más grandes para superar los frecuentes desniveles de la orografía española) lo que dificultó la integración económica con Europa, y la mayor parte de la maquinaria y materiales para las vías se importaron por lo que la construcción del ferrocarril, no tuvo el efecto multiplicador sobre la industria que se esperaba de él y que había producido en otros países.

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También se inició en este período la construcción de los ensanches de Madrid y Barcelona, con lo que esto significó para el desarrollo del sector inmobiliario, así como importantes obras públicas como el canal de Isabel II que abastecería de agua a Madrid. La realización de estas obras estuvo rodeada de casos de corrupción, especulación y favoritismo lo que benefició sobre todo a constructores como el Marqués de Salamanca o el contratista Ángel de Pozas, que amasaron inmensas fortunas.

Este aparente despegue económico, era solo un espejismo. Los avances tecnológicos se celebraban como victorias y signos de cambio, que el régimen magnificaba a través de la prensa y los grabados de la época, pero España seguía padeciendo problemas estructurales profundos que impedían su desarrollo: la falta de transformaciones en la agricultura, ausencia de inversión interna, el endémico déficit en las cuentas del Estado, la corrupción y la manera en la que se llevó a cabo la desamortización en España.

El déficit en las cuentas del Estado, se había convertido en un mal crónico desde el reinado de Carlos IV, agravado posteriormente con la Guerra de la Independencia, los infructuosos intentos de evitar la emancipación de las colonias de América, las Guerras Carlistas y la poca eficiencia del sistema recaudatorio. Sólo las desamortizaciones habían conseguido un aumento significativo de los ingresos estatales y una reducción del citado déficit. Los gobiernos de la Unión Liberal, continuaron empleando este método, pero los beneficios de la venta de los bienes amortizados, se emplearon sobre todo en pagar la carísima política exterior de O`Donnell, marcada por las llamadas “Guerras de prestigio”, que se comerían estos ingresos. La continuidad de la desamortización provocaba además la indignación en los círculos religiosos de Isabel II, sobre la que influían para que, usando las facultades que la constitución la otorgaba, retirara su confianza en O´Donnell provocando así sucesivas caídas. Cuando los moderados de Narváez llegaban al gobierno, abandonaban la desamortización, lo que les obligaba a aumentar la presión fiscal sobre los más pobres con impuestos como los consumos y a los más ricos incrementando la contribución territorial sobre la tierra. Estas medidas causaban malestar en amplios sectores incluyendo a los propios apoyos sociales de los moderados.

17 - Las “Guerras de Prestigio”Uno de los aspectos más notables de este último período del reinado de Isabel II fueros las llamadas “Guerras de Prestigio”. Durante la segunda mitad del siglo XIX una serie de naciones iniciaron un proceso de conquista de territorios sin precedentes. Se trataba en todos los casos de aquellos países europeos (Gran Bretaña, Francia, Alemania, Bélgica, Italia…) o extraeuropeos (EE UU, Japón...) que habían realizado en mayor o menor medida la Revolución Industrial. Los imperios resultantes de este proceso de expansión llegarán a controlar a las tres cuartas partes de la población mundial y a ocupar el 60 % del territorio terrestre.

El fenómeno tiene por un lado causas económicas como son la búsqueda de mercados, recursos naturales y lugares donde invertir. La Revolución Industrial multiplicó la capacidad de los países que la realizaron para producir manufacturas, alimentos y otros bienes y servicios. Este aumento en la capacidad de producción será responsable de las llamadas crisis de superproducción que van a caracterizar al sistema capitalista. Por lo tanto los países industrializados se verán empujados a buscar y controlar territorios en los que colocar sus excedentes de producción, es decir, a ampliar sus mercados. El control político y militar de estos territorios les permitiría obtener en ellos de forma barata los recursos naturales, que empezaban a escasear en su propio suelo por el aumento en su consumo producido por la Revolución Industrial. Inicialmente estos serán sobre todo materias primas (algodón, lino, minerales, productos tropicales...) pero a medida que las máquinas realizaban la mayor parte del trabajo cada vez tendrá más importancia la búsqueda de fuentes de energía (primero carbón y luego petróleo). Por otra parte la revolución industrial también generó una enorme cantidad de beneficios que las empresas y bancos debían invertir para que ese dinero no perdiera valor. Las posibilidades de inversión en el propio país se agotaron por lo que se vieron empujadas a buscar lugares (preferiblemente bajo su control político y militar) donde realizar inversiones. También existían razones de tipo demográfico para la expansión. Las mejoras en la agricultura y la alimentación (Revolución agrícola), en la higiene y en la medicina, provocaron durante el siglo XIX un crecimiento sin precedentes de la población europea. Esto creó en algunos países (Gran Bretaña, Francia...) una serie de problemas como paro, delincuencia y conflictividad social, por lo que también se hacia necesario conseguir territorios para asentar esos excedentes de población.

Pero España no necesitaba mercados, ya que su escasa industria no era capaz de producir manufacturas ni siquiera para cubrir su mercado nacional, habitualmente invadido de productos extranjeros. Tampoco era capaz de aprovechar sus propios recursos naturales, en muchos casos en manos de empresas extranjeras que los explotaban mediante ventajosas concesiones; carecía de capitales propios, necesitando de la inversión exterior para desarrollar su propia economía y su población no había crecido en la misma medida que la europea, por lo que si tenía un problema demográfico era de escasez y no de excedentes de población.

Aun así y de la mano de O´Donnell, España se embarcará en una serie de aventuras coloniales impulsada por un sentimiento nacionalista que le impedía percibir su situación real en el concierto internacional y aceptar que la pérdida de la mayor parte de su imperio era un hecho irreversible. Marruecos, Indochina, México, Santo Domingo o las costas del Perú y Chile, serán los escenarios de estas costosas y poco productivas expediciones.

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El problema de la corrupción generalizada durante el reinado de Isabel II, se mezcló con el del déficit en las cuentas del Estado, cuando en 1865 el gobierno de Narváez agobiado por las deudas y por la negativa de las Cortes a aprobar la solicitud de nuevos préstamos, acepto la propuesta de la reina de vender parte del patrimonio real. Tres cuartas partes de los beneficios se destinarían a paliar el agujero de la hacienda pública y una cuarta parte engrosaría el patrimonio personal de la monarca. Las críticas de Castelar hacia este supuesto nuevo caso de corrupción, llevaron a su cese y al cierre de su cátedra universitaria, lo que provocó fuertes protestas estudiantiles, duramente reprimidas por la Guardia Civil en el suceso que pasó a la historia como la “Noche de San Daniel”.

El colapso del reinado de Isabel II

18 - Referencia: 50-593“El general Prim seguido de los voluntarios catalanes y el batallón de Alba de Tórmes, atravesando las trincheras del campamento de Tetuán” Óleo de Francisco Sans Cabot. La Guerra de África provocó en España una explosión nacionalista, que llevo a muchos antiguos combatientes carlistas a alistarse en ella como voluntarios. En esta contienda creció el prestigio del general Prim, que se convertirá en el líder del partido Progresista y en el árbitro de la política nacional tras la caída de Isabel II

Desde 1865 España se encontraba en una profunda crisis económica. A los citados problemas estructurales de la economía española se unió una recesión generalizada en Europa, enmarcada dentro de las crisis cíclicas que el sistema capitalista empezaba a mostrar. Esto redujo las inversiones extranjeras, la caída de la bolsa, el cese de las exportaciones y el aumento del déficit al negarse a la banca a conceder nuevos créditos al Estado español. A esto se sumaron las inundaciones de 1866 que arruinaron varias cosechas y provocaron un alza en el precio del trigo y una crisis de subsistencia unida a los consiguientes “motines de hambre”.

18 - Cuadro Anecdótico “La Corte de los Milagros”Uno de los factores que precipitaron la caída de Isabel II fue el desprestigio que la reina había ido acumulando a lo largo de su reinado por su caprichosa actitud como gobernante, el ambiente entre reaccionario, corrupto y milagrero de su corte y su agitada vida íntima.

Se convirtió en reina con tres años y a los trece, Narváez consiguió que fuera declarada mayor de edad para terminar así con el sistema de regencias. Las constituciones de la época daban al monarca la potestad de designar gobiernos, responsabilidad para la que Isabel no estaba preparada por carácter ni por formación y ejerció esta función a veces influida por los sectores más conservadores de la corte y en otras por puro capricho. En 1843 tras designar a Salustiano Olozaga como Presidente del Gobierno, le acusó de haber conseguido su nombramiento con violencia, lo que llevó a su fulminante destitución y exilio y dio comienzo a la Década Moderada. Pero el fin de este período estuvo a su vez marcado por el nombramiento de Luís Sartorius en el cargo porque tenía negocios a medias con él. Hizo caer al gobierno en 1847, solo porque proyectaba nombrar Capitán General de Navarra a su amante del momento, el general Serrano, lo que lo alejaría de Madrid. La alternancia de O´Donnell y Narváez en el poder durante el último período de su mandato, estuvo marcada por las impulsivas decisiones de la reina y no por otras consideraciones políticas. Esta actitud acabó con su crédito como gobernante y terminó por agotar la paciencia de los políticos de todo signo ideológico.

La corte de Isabel II se llenó de personajes extraños como el Padre Claret, un religioso ultraconservador o Sor Patrocinio, monja visionaria que simulaba sufrir llagas en las manos como Jesucristo. Por su influencia, fueron infiltrándose en la Corte elementos próximos al carlismo, con el que el Estado seguía en guerra. La influencia de estos religiosos fue tal que Isabel llegó a designar durante unos días al conde Clonard, un reconocido absolutista, como presidente del gobierno, aunque se vio obligada a cesarlo fulminantemente ante el escándalo que se produjo en entre el resto de las fuerzas políticas del régimen. A este breve gabinete del año 1849 se le designó el “ministerio relámpago”. Junto a estos beatos, la corte se pobló de oportunistas, advenedizos y “hombres de negocios” que aprovecharon la proximidad a la corona para incrementar su fortunas de forma fraudulenta.

Otro asunto que fue motivo de escándalo y crítica, fue la vida íntima de la reina. A los 16 años contrajo matrimonio por razones de Estado, con su primo carnal Francisco de Paula. Todo parece indicar que el rey consorte era homosexual, o al menos no tenía el menor interés físico en las mujeres, lo que contrastaba por el desmedido interés que por los hombres manifestó siempre Isabel II. Se le atribuyen decenas de amantes entre ellos el citado general Serrano, José Ruiz de Arana, Miguel Tenorio de Castilla, Carlos Marfori y muchos otros, aunque la existencia cierta de tantos amantes, permitía a su enemigos atribuirla otros supuestos, sin que nadie fuera realmente capaz de negarlo.

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El descontento generado por la situación económica, encontró al régimen muy debilitado políticamente. Las relaciones entre la reina y O´Donnell se habían ido deteriorando progresivamente, por asuntos como la desamortización; el reconocimiento del nuevo reino de Italia, surgido en 1861 y al que se oponían los sectores eclesiásticos, y la retirada de Prim de México de la que se responsabilizaba a O´Donnell. Este sin embargo siguió fiel a la reina y tuvo que hacer frente a varias conjuras militares inspiradas por el propio Prim, como la rebelión del Cuartel de San Gil, que reprimió con dureza, fusilando a sus cabecillas. Este hecho provocó por un lado que algunos militares unionistas como Serrano, acercaran posturas al grupo que Prim aglutinaba y que preparaba un nuevo levantamiento, esta vez directamente contra la reina. Ésta aprovechó el descontento para cesar a O´Donnell y sustituirle de nuevo por Narváez.

Cuando O´Donnell Muere en 1867, lo que quedaba de la Unión Liberal se pasará al bando que preparaba la Revolución. El otro gran apoyo político de la reina, Narváez, morirá al año siguiente, dejando al frente del gobierno al desprestigiado “traidor” progresista González Bravo, quien intentará frenar la rebelión, deteniendo a todos los militares sospechosos de colaborar con ella y enviándolos exiliados a Canarias, lo que facilitó aun más la organización de los mismos.

En septiembre de 1868, Prim regresará de su exilio británico en una fragata española al mando del almirante Topete y juntos protagonizarán un pronunciamiento en Cádiz, al que se unirán los militares exiliados en Canarias y recibirá el apoyo político de unionistas, progresistas y demócratas, preparado de hacia tiempo por el llamado Pacto de Ostende.

Los sublevados, dirigidos por Serrano, conseguirán reunir un ejército que se enfrentará a las fuerzas leales a Isabel II en la Batalla del puente de Alcolea, en la que estas serán vencidas. Esta revolución a la que sus protagonistas bautizarán como “La Gloriosa” y conocida más popularmente como “la septembrina”, obligará a Isabel II a huir del país acabando así con treinta y cinco años de reinado.

19 - Referencia: 50-4703“Batalla del Puente de Alcolea” Óleo de J.M. Rodríguez Losada. Las tropas sublevadas dirigidas por el general Serrano derrotaron a las leales a Isabel II dirigidas por Pavía, lo que significó en fin del reinado de Isabel II.

19 - Esquema: Cronología del reinado de Isabel II (V)

- Segundo Periodo Moderado (1856 -1868)1856 - Gobierno de O’Donnell - Nueva disolución de la milicia Nacional - Restablecimiento de la Constitución de 1845 - Gobierno de Narváez. Alternancia en el poder1859 - Inicio de la Guerra de África1860 - Toma de Tetuán - Expedición a Indochina1862 - Expedición a México al mando de Prim1864 - Gabinete de Narváez 1866 - Gobierno de O’Donnell – Inicio Guerra del Pacífico - Sublevación del Cuartel de San Gil1867 - Muere O’Donnell1868 - Muere Narváez. Gobierno de González1868 - Pronunciamiento de Prim y Topete en Cádiz. Inicio de “La Gloriosa” - Batalla del Puente de Alcolea. Victoria de Serrano sobre las tropas de Pavía. La Reina huye a Francia. Caída de Isabel II.