critica modelo agotado

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1 Comentarios a “Economía a contramano” de Alfredo Zaiat Por Federico Sturzenegger @fedesturze Alfredo Zaiat es, definitivamente, alguien que sabe lo que hace. Lo digo porque, a diferencia de un documento reciente de la Gran Makro, el cual terminaba defendiendo políticas contrarias a las implementadas por la Presidenta, Zaiat es bien consciente de lo que tiene que defender. Se puso, por ello, como objetivo, el interesante desafío de escribir un libro que defienda el corralito de pesos, el atraso cambiario, la política del Indec, la alta tasa de inflación, la reforma de la carta orgánica del Banco Central, el uso de reservas para pagar deuda, el direccionamiento del crédito en el sector financiero y las estatizaciones. Menuda tarea, en un momento en el que el modelo destruye empleo, las exportaciones caen y la economía está estancada con inflación creciente. Por supuesto que la crítica al neoliberalismo y a una ortodoxia complaciente con los grupos de poder es un latiguillo usado múltiples veces, el cual resulta un aliado comunicacional importante para el lector afín a un pensamiento similar y que por su repetición me hizo recordar al recurso que usó hace unos días Lady Gaga gritando “Buenos Aires” cada par de estrofas para animar al auditorio. Indudablemente, el libro tiene aciertos y muchos. Me gustó su férrea defensa de que el tipo de cambio no está atrasado comparando el costo de vida de Buenos Aires con el de otras ciudades del mundo. Resulta extraordinario cuando comenta que Martínez de Hoz fue el precursor de manipular las cifras del Indec con su índice de precios “descarnado” (sin carne). Es valiente cuando reconoce como un error el multar y procesar a la consultoras que elaboran índices de precios, cuando reconoce una inflación del orden del 20%, o cuando crítica los intentos de contener la inflación con los controles unipersonales del Secretario de Comercio. También considero que acierta en un todo cuando elabora la inutilidad del concepto de reservas excedentes en la post Convertibilidad o cuando defiende el pago de deuda con reservas internacionales (dos temas que he defendido en soledad dentro del Pro y ante economistas más ortodoxos). Es decir, definitivamente, hay muchas cosas para rescatar. Y, obviamente, muchas otras con las que no estoy de acuerdo. Creo que aquí lo más interesante y constructivo es discutir sobre estos puntos, más que volver a elaborar sobre las coincidencias. Desde un punto de vista metodológico, el libro usa con reiteración el recurso de las citas. Esto es, mencionar opiniones de mucha gente que abona el discurso o la idea que se propugna dando por sentado que esto es una argumentación. Encuentro este recurso un poco débil. Por un lado, porque algunas citas están descontextualizadas. Por ejemplo, Zaiat cita a mi ex colega de Harvard Dani Rodrik, que dice que los países exitosos no han seguido los lineamientos de la ortodoxia, pero omite mencionar que la política que más propugna Rodrik son los tipos de cambio ultra

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Comentarios a “Economía a contramano” de Alfredo Zaiat 

 

Por Federico Sturzenegger 

@fedesturze 

 

Alfredo Zaiat es, definitivamente, alguien que sabe lo que hace. Lo digo porque, a diferencia de un 

documento  reciente de  la Gran Makro, el  cual  terminaba defendiendo políticas  contrarias a  las 

implementadas por la Presidenta, Zaiat es bien consciente de lo que tiene que defender. Se puso, 

por ello,  como objetivo, el  interesante desafío de escribir un  libro que defienda el  corralito de 

pesos, el atraso  cambiario,  la política del  Indec,  la alta  tasa de  inflación,  la  reforma de  la  carta 

orgánica del Banco Central, el uso de reservas para pagar deuda, el direccionamiento del crédito 

en el sector  financiero y  las estatizaciones. Menuda  tarea, en un momento en el que el modelo 

destruye empleo, las exportaciones caen y la economía está estancada con inflación creciente. Por 

supuesto que la crítica al neoliberalismo y a una ortodoxia complaciente con los grupos de poder 

es un latiguillo usado múltiples veces, el cual resulta un aliado comunicacional importante para el 

lector afín a un pensamiento similar y que por su repetición me hizo recordar al recurso que usó 

hace unos días Lady Gaga gritando “Buenos Aires” cada par de estrofas para animar al auditorio.  

Indudablemente, el  libro  tiene aciertos y muchos. Me gustó su  férrea defensa de que el  tipo de 

cambio no está atrasado comparando el costo de vida de Buenos Aires con el de otras ciudades 

del mundo.  Resulta  extraordinario  cuando  comenta  que Martínez  de  Hoz  fue  el  precursor  de 

manipular las cifras del Indec con su índice de precios “descarnado” (sin carne). Es valiente cuando 

reconoce  como un error el multar  y procesar a  la  consultoras que elaboran  índices de precios,  

cuando  reconoce una  inflación del orden del 20%, o  cuando  crítica  los  intentos de  contener  la 

inflación  con  los  controles  unipersonales  del  Secretario  de  Comercio.  También  considero  que 

acierta en un  todo cuando elabora  la  inutilidad del concepto de  reservas excedentes en  la post 

Convertibilidad o cuando defiende el pago de deuda con reservas internacionales (dos temas que 

he defendido en soledad dentro del Pro y ante economistas más ortodoxos).  

Es decir, definitivamente, hay muchas cosas para  rescatar. Y, obviamente, muchas otras con  las 

que no estoy de acuerdo. Creo que aquí lo más interesante y constructivo es discutir sobre estos 

puntos, más que volver a elaborar sobre las coincidencias. 

Desde un punto de vista metodológico, el libro usa con reiteración el recurso de las citas. Esto es, 

mencionar opiniones de mucha gente que abona el discurso o la idea que se propugna dando por 

sentado  que  esto  es  una  argumentación.  Encuentro  este  recurso  un  poco  débil.  Por  un  lado, 

porque algunas citas están descontextualizadas. Por ejemplo, Zaiat cita a mi ex colega de Harvard 

Dani Rodrik, que dice que los países exitosos no han seguido los lineamientos de la ortodoxia, pero 

omite  mencionar  que  la  política  que  más  propugna  Rodrik  son  los  tipos  de  cambio  ultra 

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competitivos, que es justo lo contrario de lo que defiende Zaiat (asesoramos juntos al Presidente 

de Sudáfrica, así que sé lo que digo). O, por ejemplo, cita la tesis doctoral de Rafael Correa, donde 

dice que hay que inflar y no ajustar, pero sin mencionar que Correa es un presidente que tiene su 

economía totalmente dolarizada! Para ser claros: en el Ecuador del revolucionario Correa no existe 

la moneda  local  sino que  circula  sólo el dólar  (que  Zaiat  intenta dibujar  como un monstruo en 

decadencia).  En  algunos  momentos  se  presentan  enunciados  como  “el  software  neoliberal 

siempre es el único que se reconoce como  legítimo, a pesar de sus patentes fracasos”. Pero esta 

cita,  planteada  como  una  verdad  revelada,  corresponde  a  un  sitio  de  internet  de  economistas 

heterodoxos que  tienen un manifiesto que  firmaron apenas algo más de 6.800 personas. En el 

ínterin, millones de personas votan esas políticas, supuestamente fracasadas. 

Sin embargo, este uso de las citas bien podría considerarse un recurso literario válido y opinable, 

sobre el cual no tenemos que explayarnos más. Pero no es así cuando las cifras son erróneas o los 

períodos  son  tomados  adrede  para  generar  un  determinado  resultado,  aún  sabiendo  que 

proyectarlo  a  la  actualidad  generaría  otra  conclusión,  o  cuando  el  análisis  metodológico  es 

incorrecto. 

Un ejemplo de errores en los datos es mostrar un crecimiento de 0,9% para el año 2009, cuando 

se sabe que fue más cercano a ‐3,5%. O decir que el plazo fijo es una mejor inversión que el dólar, 

mostrando  datos  hasta  2011,  a  sabiendas  que  al  incluir  el  año  2012  resultaría  en  números 

totalmente distintos (entre 2003 y 2011 la devaluación fue del 40% pero hasta el 2012 cercana al 

100%  si  tomamos  como  referencia  la  cotización  del  dólar  “blue”).  Otro  error  es  computar  el 

rendimiento de la venta de oro realizada en los años ´90 sólo considerando la variación de precios, 

sin tener en cuenta el retorno que se obtuvo con la inversión de esos fondos. También es erróneo 

mencionar que  los créditos que el BCRA obligó a  los bancos a prestar con un  interés del 15%  les 

deja a las entidades un margen del 4%, cuando se sabe que la tasa de captación de fondos ya está 

por encima del 15%. Y así, podrían seguir enumerándose otros cálculos equivocados. 

La discusión analítica 

Con  todo,  lo más  sustancioso  del  libro  de  Zaiat  es  la  discusión  analítica.  Aquí  plantea  algunos 

interrogantes  interesantes. Por ejemplo, argumenta que el dólar es una obsesión compulsiva de 

los argentinos (USD 50.000 millones circulando localmente) y se pregunta por qué Brasil no tiene 

el mismo  fenómeno  o  por  qué  persistió  en  Argentina,  aún  durante  el  largo  período  de  baja 

inflación de  la Convertibilidad. Son preguntas  interesantes, que entiendo tienen su respuesta en 

las  altas  tasas  de  interés  reales  ‐en  reales‐  que  Brasil  decidió  mantener,  así  como  en  el  ‐

probablemente equivocado‐  intento explícito de mantener una economía bimonetaria durante  la 

Convertibilidad.  Pero  de  allí  a  pensar  que  la  dolarización  no  tiene  nada  que  ver  con  la 

incertidumbre  que  el  argentino  asocia  al  peso,  resulta  un  salto  conceptual  que  no  queda 

demostrado. Más aún, plantear que  la tenencia de dólares es un fenómeno que  involucra sólo a 

unos pocos  (pareciera que  se  ve obligado a decir eso para dotar de una  lógica  “progresista” al 

cepo cambiario), es un argumento que se choca con el propio número de circulante que el mismo 

Zaiat nos ofrece. 

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Zaiat  argumenta,  también  correctamente,  que  una  devaluación  implica  una  redistribución 

negativa del  ingreso y que hay que evitarla a toda costa. Esto, sin embargo, choca con su propia 

visión de que un tipo de cambio competitivo es una “estrategia para alentar la industrialización”, 

el cual es planteado más adelante en el libro, a la vez que este punto se omite a la hora de explicar 

el atraso cambiario. En la visión de Zaiat, la devaluación sólo genera inflación y ganancias para los 

grupos  industriales  concentrados.  Una  duda  que  queda  por  responder  es  si  Carlos  Menem, 

Domingo Cavallo o  José Alfredo Martínez de Hoz hubieran  recibido una  felicitación de Zaiat por 

evitar un acomodamiento cambiario en sus respectivas gestiones. Suponemos que sí. Sin embargo, 

en esta discusión, el efecto del atraso cambiario sobre el empleo es ignorado completamente.  

Para justificar el atraso cambiario, Zaiat plantea que la devaluación no es aceptable por su impacto 

inflacionario  (aunque  luego  no  critica  la  inflación  en  el  capítulo  dedicado  a  este  tema).  Este 

argumento,  requiere, sin embargo, explicar por qué  la devaluación de 300% en 2002 no generó 

una inflación equivalente (la inflación en la 1ra mitad del 2002 fue del 40%). Zaiat argumenta que 

las  condiciones macroeconómicas  eran diferentes,  aunque hubiera podido  explicar  el  resultado 

fácilmente  si  hubiera  visto  que  la  cantidad  de  dinero  también  aumentó  un  40%  durante  ese 

período. 

En  la  visión  de  Zaiat,  además,  una  devaluación  sólo  incrementa  las  rentas  de  los  sectores 

monopólicos,  por  lo  cual,  si  hubiera  que  devaluar,  habría  que  hacerlo  de manera  sectorizada, 

priorizando a  los sectores más  ineficientes. Pero esta visión, si bien  tiene alguna aplicabilidad al 

concepto de  la  renta  a  la  tierra, no  tiene  asidero en  la  industria  competitiva donde no existen 

rentas. Y si existieran estos problemas de sectores monopólicos en el sector industrial la solución 

primaria sería forzar la competencia en el sector, no reducir los incentivos a que se desarrolle con 

los precios correctos.  

Más  exótica  es  su  defensa  del  cepo,  diciendo  que  es  –simplemente‐  similar  a  las  restricciones 

impuestas por el control de  lavado de dinero en Brasil y Chile, donde  las operaciones de cambio 

están  obligatoriamente  bancarizadas.  Pero  hay  un  trecho  larguísimo,  un  camino  casi 

infranqueable, entre bancarizar una operación y prohibirla lisa y llanamente. Para Zaiat estas cosas 

son  lo mismo. O, quizás, no  se  anima  a  explicitar  como  se  coarta  la  libertad  económica de  los 

argentinos. 

En el campo del Indec, Zaiat se mueve claramente con culpa. Sabe que  índices confiables son un 

activo que todo país debe tener. Si bien sorprende con una declaración respecto de que los índices 

de precios estaban artificialmente  inflados para pagar más deuda por CER  (¿tenían en mente el 

canje del 2005 quienes diseñaron el índice a principios de los ´90?), su argumento en defensa del 

Indec se basa en que  los  índices de  las consultoras son peores que  los oficiales (algo que resulta 

obvio,  ya  que  usan menos  datos),  que  no  pueden  utilizarse  los  índices  de  las  provincias  que 

correlacionaban fuerte con el  IPC bien medido porque el nuevo  índice de precios mide otra cosa 

(sic) o, directamente, que en todo el mundo se descree de las estadísticas oficiales. 

Es cierto que los índices de precios tienen problemas y que medir la calidad y variedad introduce 

sesgos (yo personalmente he trabajado mucho en el tema, encontrando importantes sesgos en la 

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medición  de  Argentina  previos  al  2007).  Pero  lo  cierto  es  que  una  cosa  es  tener  un  error  de 

muestreo, o usar menos datos,  y otra cosa es poner en un índice números que no se condicen con 

la realidad. Zaiat con valentía reproduce los reproches a este accionar por parte de un panel de la 

UBA.  Pero  luego  lo  desestima,  o  ignora,  como  si  con mencionarlo  ya  hubiera  cumplido  con  su 

conciencia. 

Sin lugar a dudas, el capitulo más flojo es el dedicado a la inflación. Todo el capitulo está orientado 

a demostrar que  la  inflación nada tiene que ver con  la emisión monetaria, sino con  la estructura 

productiva de  la Argentina o con el precio  internacional de  los alimentos. Curiosas explicaciones. 

La primera, porque la estructura productiva de Argentina no cambió tanto desde los años ´90 y, sin 

embargo, no había entonces  inflación. La segunda, porque ‐de ser cierta‐ debería entonces verse 

reflejada  en  todos  los  países  latinoamericanos  o, más  aún,  del mundo.  Pero  sólo  Argentina  y 

Venezuela  tienen estos niveles de  inflación en Latinoamérica, ubicándose nuestro país entre  los 

únicos 7 países del mundo con una tasa de inflación superior al 20%. 

Ahora bien, cuando va a testear  la hipótesis que dice querer refutar (la relación entre emisión e 

inflación), hace un ejercicio extraño. Muestra que  los niveles de monetización en Argentina  son 

bajos  relativos al PBI  (algo obvio, ya que en un país  con alta  inflación  la gente no quiere  tener 

moneda local). Pero eso nada dice respecto de la hipótesis que se quiere plantear. Lo que debería 

haber mirado era el crecimiento en la cantidad de dinero, particularmente, durante la presidencia 

de CFK. Habría visto, entonces, que mientras la base monetaria creció 170%, los precios lo hicieron 

en  otro  tanto.  Pero  está  claro,  si  Zaiat  hubiera  verificado  y  presentado  este  número,  la  base 

argumental del capítulo se desmoronaba. Pero para que no se crea que esto fue una particularidad 

de  estos  últimos  años,  vale  mencionar  que  la  emisión  desde  1980  a  esta  parte  fue  de 

48.000.000.000%  y  los  precios  se movieron  45.000.000.000%.  Sólo  en  la  imaginación  de  Zaiat, 

Kiciloff y Cristina la inflación nada tiene que ver con emisión. 

En lo que respecta a su capítulo sobre la deuda, Zaiat muestra el crecimiento en el stock de deuda 

durante  distintos  gobiernos,  pero  inexplicablemente  deja  afuera  a  CFK.  Claro,  incluirla  hubiera 

mostrado una dinámica similar a la de otros períodos. Pero esto sería un pecado menor, ya que el 

nivel de endeudamiento se mide típicamente como porcentaje del PBI y su reducción es uno de los 

logros más importantes del kirchnerismo. 

Para  describir  al  sector  financiero  como  un  cuco,  Zaiat  comenta  que  el  canje  de  deuda  fue 

reprimido por  los mercados,  los que en represalia vedaron el acceso al financiamiento. Pero esta 

hipótesis  no  se  sostiene  en  la  realidad.  El  canje  generó  un  periodo  de  gran  optimismo  con 

Argentina, que  incluso  llegó a tener un muy bajo costo de fondeo, similar al de Brasil (Argentina 

llegó a  financiarse a 200 puntos básicos sobre  los bonos del Tesoro norteamericano, a  fines del 

año 2006). Pero ese encantamiento post restructuración (lejos del costo que presume Zaiat) se vio 

interrumpido  por  la manipulación  del  Indec,  por  el  que  se  implementó  el  primer  default  (por 

licuación del CER) en  la historia en una economía en  crecimiento. En definitiva  fueron nuestras 

propias políticas las que nos sacaron del mercado financiero internacional. 

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Sobre el final de este capítulo, Zaiat hace un panegírico del no acceso a los mercados de capitales. 

Yo en general estoy de acuerdo y apoyé mucho en estos años  la política del desendeudamiento. 

Sin embargo, en 2012, no puedo dejar de marcar que los costos del financiamiento internacionales 

han  bajado  tanto,  que  parece  una  picardía  no  acceder  a  estos  mercados  para  las  múltiples 

inversiones  que  el  país  necesita.  No  estoy  solo  en  este  cambio.  En  años  recientes,  han  sido 

gobiernos de izquierda como los de José Mujica y Evo Morales quienes han aprovechado los bajos 

costos  internacionales para acceder a  los mercados,  justamente con ese  fin. En este sentido, mi 

reflexión es que nunca una  idea es buena siempre e  independientemente de  las condiciones. Sin 

embargo, como ya dijimos, el  libro no busca un análisis abierto, sino una defensa cerrada de  las 

políticas implementadas. 

Tiendo a compartir la preocupación de Zaiat sobre una clase dirigente rentística y aprovechadora 

del  Estado.  Pero  discrepo  totalmente  con  la  propuesta  de  Zaiat  para  remediar  el  problema. 

Mientras  que  para mí  la  solución  es  el  trabajar  férreamente  para  asegurar  la  competencia  en 

todos  los  mercados  y  evitar  comportamientos  rentísticos,  Zaiat  reconoce  la  necesidad  de  

favoritismo  hacia  algunos  grupos  y  eventualmente  las  estatizaciones.  Dice  “las  tensiones  que 

fueron irrumpiendo con grupos económicos denominados amigos del gobierno…resultaba que no 

eran tan amigos, o en realidad, de lo que se trataba era de una política pública, no de amistad, con 

empresarios nacionales, en la búsqueda de una imaginaria burguesía local”. 

Reconoce que esta política fracasó, por lo que propone como solución la dominación de los grupos 

o –directamente‐  la estatización. Pero esto  lleva a absurdos tales como  la defensa de Aerolíneas 

Argentinas, una política que financia con impuestos regresivos una empresa que usan los más ricos 

y que es hoy un coto de caza de puestos bien remunerados para agrupaciones políticas. Ese es un 

ejemplo concreto de que hay un  largo trecho entre el enunciado del progresismo y su puesta en 

práctica (Uruguay vendió este año pasado su línea aérea de bandera, Pluna, ante los altos costos 

que acarreaba). 

En  síntesis,  el  libro  de  Zaiat  es  una  buena  referencia  sobre  un  libro  que  presenta  una 

argumentación militante de las políticas de un gobierno, haciendo caso omiso sobre si son aciertos 

o fracasos.