conte de sant jordi 2012

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Conte de Sant Jordi 2012

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rase que se era un Sant Jordi miedoso. Hace reír la idea que un caballero tan valiente que se enfrentase a un dragón pudiera ser miedoso. ¡Pues sí! A continuación descubriréis la historia de cómo pudo enfrentarse al dragón justamente por ser muy miedoso.

Todo empezó cuando murió su abuela. Era la madre de su papá y era una mujer fuerte y algo arro-gante. En su niñez Sant Jordi había tenido que aguantar en silencio muchas veces sus sermones sobre la necesidad de ser un buen niño y de no meterse en líos ni preocupar a sus padres. Sant Jordi no entendía el por qué de tantas reprimendas y sermones, puesto que él no hacía enfadar a nadie y menos a su padre al cuál temía. Don Geroncio, así se llamaba su papá, era un hombre de pocas pala-bras, si hacía o decía algo que no le iba bien, directamente le castigaba a un antiguo gallinero, que estaba oscuro, frío y daba mucho miedo.

Sant Jordi en vez de odiarlo le admiraba mucho, por qué pasaba poco tiempo en casa entre una campaña militar y otra, cuando llegaba se le veía siempre cansado o herido, pero jamás perdía su igura recta y llena de dignidad con su escudo y sus armas. Sant Jordi se embobaba mirando las armas, jamás se había atrevido a tocarlas, pero soñaba con ponerse un día la misma armadura que su papá.

¡Su padre sí que era valiente y parecía que no tenía miedo de nada, ni de estar a oscuras en un galli-nero cerrado!

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or eso le sentó fatal verle llorar tanto cuando su abuela murió. ¡Su padre lloraba! ¡Entonces no era tan valiente! El mundo se derrumbó a su alrede-dor, se le heló la sangre y no pudo moverse durante horas. La iebre subió de repente pero todo el mundo estaba tan ocupado con el funeral de la abuela, que nadie se cuidó demasiado de él. La iebre se fue

a los dos días de repente así como había venido.En los dos días de iebre alta no pudo dejar de pensar a las lágrimas del valiente Don Geroncio, unas lágrimas que le salían de la barriga y, pasando por los ojos se transformaban en sollozos.Con el tiempo Sant Jordi tuvo que aprender que su iebre solo era miedo y que había habido algo en aquel acontecimiento que le había despertado una vorágine negra, interna a su ser y profunda como el inierno, que nunca más se volvería a cerrar.

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arecía con el tiempo que se iba olvidando del asunto, cuando pasó lo peor de su vida: su padre murió en la guerra y su cuerpo, recuperado del campo de batalla, regresó a casa sin vida y sin aliento.Esta vez las lágrimas de su madre ya no le extrañaron tanto, ella era mujer y lloraba de vez en cuando, pero la vorágine

negra dentro de él volvió a tronar deseando tragárselo y otra vez el miedo fue insoportable y la iebre subió inexorablemente.No pudo ni ver la parada militar que acompaño el funeral, su mente divagaba en búsqueda de una salida al túnel negro que seguramente no llevaba a buen sitio.La iebre otra vez pasó a los dos días, pero esta vez ya no pudo olvidarse del tema!ElEl miedo volvía a aparecer de forma inesperada y en días aparentemente tranquilos, días en los cuales sin razón Sant Jordi tenía miedo de todo: de levantarse, de la lluvia, de ir hasta el pueblo a buscar el pan, de los carros, … y, en algunas ocasiones, la iebre acompañaba unos días de postración, encerrado en casa y a poder ser en la cama. El médico llamado por su madre preocu-pada, solo decía que era el crecimiento y que no le hicieran mucho caso. El hecho pero fue que ya crecido y largo como un esparrago, seguía teniendo su miedo a la vorágine negra. De repente algo le volvía a hacer sentir en peligro y el proceso se desencadenaba sin poder pararlo.

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asta que un día ya no pudo más.En Jerusalén, la ciudad donde vivía, había un sabio, una especie de brujo. Unos amigos le habían dicho que aconsejaba a la gente que no sabía qué hacer y cobraba por ello según el dinero que tenía el enfermo.

Decidió ir a verlo para contarle de sus penosas circunstancias: las crisis de pánico (pero el no sabía que se le llamaría así) le hacían desconiar de el mismo y ya no se atrevía a emprender viajes y vivía con una prudencia de tortuga, seguramente ajena al espíritu y las necesidades de la edad que tenía.

En la casa del sabio no había nadie aguardando y Sant Jordi pensó (mejor dicho, temió) que no debía ser muy bueno como brujo, puesto que nadie acudía a él. En realidad el hombre era simpático y sin saber ni cómo ni por qué Sant Jordi se encontró llorando y nadando en un río de lágrimas y palabras, en medio del cual le contó todas sus desgracias…

MientrasMientras hablaba se oyó decir que su padre aquel día había llorado su muerte que no tardaría en venir y no solo la muerte de su madre y que lo mismo le había pasado a él cuando murió su padre: era el mismo, Sant Jordi, que estaba estirado sin aliento, bueno que no lo estaba todavía, pero sí un día lo estaría y muy pronto como le había pasado a su padre que no había cumplido un lustro desde la muerte de su madre hasta la suya, que eso era algo terrible y que como podía uno vivir con la idea de tener que morirse y sin poder hacer nada, y que ese era un asunto sin salida puesto que no tenemos remedio a la necesidad de aceptar la muerte.

Aceptar,Aceptar, pues había dicho aceptar, sí sí lo había dicho, y se había sentido algo mejor, un poquito, tampoco mucho, pero lo suiciente para parar un poco el río y ver de entre las lágrimas que entorpecían el mundo un leve gesto de asentir del sabio, que pobre, todavía no había llegado a pronunciar la primera palabra.

Ni la llegó a pronunciar por qué en cuanto Sant Jordi dejó de sollozar lo acompañó a la puerta y le despidió pidiéndole un saco de monedas, que era mucho para él, ya que desde que su madre era viuda los fondos familiares habían ido menguando.

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l salir Sant Jordi pensó que no volvería nunca más a casa del sabio, ya que era una estafa que cobrara sin hacer nada de nada, pero lo cierto es que se encontraba algo mejor y que a partir de aquel día la vorágine aparecía menos y la iebre casi nunca.De hecho, a ser sincero del todo, no es que no apareciera, es

simplemente que pudo vivir al borde de ella, sentir el miedo a morir y aceptarlo como el más humano de los sentimientos.Es por eso que pudo hacerse soldado como su papá y hasta luchar contra un dragón con fuego y todo. Psss, ¿qué era eso para él en comparación con su vorágine oscura con la que convivía con respeto y sin vergüenza?

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Tel. 93 589 23 [email protected]

C/Sanatori 42 - 08196 Les Planes (BARCELONA)Bloc www.roaenaccio.wordpress.com

Autora Letizia Di Bartolomeo

Dibuixant Josep Canet

Maquetació Lilit D’Elia