conflictos entre la religiosidad familiar y la experiencia sacra de los

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CONFLICTOS ENTRE LA RELIGIOSIDAD FAMILIAR Y LA EXPERIENCIA SACRA DE LOS NAVEGANTES GRIEGOSI MIRELLA ROMERO RECIO Universidad Complutense de Madrid RESUMEN Una de las facetas peor conocidas de la experiencia sacra del navegante es su mundo ideológico en conexión con su entorno familiar. En este artículo se analizan los problemas ideológicos que en el ámbito familiar supone el hecho de que uno de sus miembros fallezca en el mar. Mediante este estudio es posible constatar que las relacio- nes de los navegantes con sus familiares fueron siempre conflictivas, incluso después de su muerte. ABSTRACT One of the most un known aspects of the religious experience of the mariner is the relation between his ideological world and his family environment. This article analyses ideological problems within the family that emerge when one of the members dies at sea. This study highlights the difficult family relationships of mariners even after death. El estudio de la navegación en el mundo griego es, sin duda, enri- quecedor para la comprensión del desarrollo histórico de las comuni- dades implicadas en dicha actividad. En este sentido es importante destacar cómo resulta posible analizar, por ejemplo, las transforma- ciones sociales que se suceden en una formación histórica determina- da mediante el estudio de la navegación, puesto que esta actividad funciona no sólo como una vía a través de la cual se acelera el proce- so de complejidad de las relaciones sociales, sino también como un medio gracias al cual una formación histórica es capaz de canalizar ciertas tensiones generadas a partir de diversos problemas, principal- mente de índole económica. Así pues, la investigación de este ámbito ofrece multitud de vías en las que adentrarse para completar el estudio de algunas facetas de la 1 Este trabajo se integra en el proyecto de investigación financiado por la DGICYT (PS94-0013): "Religiones orientales y religiosidad popular en el antiguo Mediterráneo occidental". ARMS. I, 1998.

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CONFLICTOS ENTRE LA RELIGIOSIDAD FAMILIAR Y LAEXPERIENCIA SACRA DE LOS NAVEGANTES GRIEGOSI

MIRELLA ROMERO RECIOUniversidad Complutense de Madrid

RESUMEN

Una de las facetas peor conocidas de la experiencia sacra del navegante es sumundo ideológico en conexión con su entorno familiar. En este artículo se analizan losproblemas ideológicos que en el ámbito familiar supone el hecho de que uno de susmiembros fallezca en el mar. Mediante este estudio es posible constatar que las relacio-nes de los navegantes con sus familiares fueron siempre conflictivas, incluso después desu muerte.

ABSTRACT

One of the most un known aspects of the religious experience of the mariner is therelation between his ideological world and his family environment. This article analysesideological problems within the family that emerge when one of the members dies atsea. This study highlights the difficult family relationships of mariners even after death.

El estudio de la navegación en el mundo griego es, sin duda, enri-quecedor para la comprensión del desarrollo histórico de las comuni-dades implicadas en dicha actividad. En este sentido es importantedestacar cómo resulta posible analizar, por ejemplo, las transforma-ciones sociales que se suceden en una formación histórica determina-da mediante el estudio de la navegación, puesto que esta actividadfunciona no sólo como una vía a través de la cual se acelera el proce-so de complejidad de las relaciones sociales, sino también como unmedio gracias al cual una formación histórica es capaz de canalizarciertas tensiones generadas a partir de diversos problemas, principal-mente de índole económica.

Así pues, la investigación de este ámbito ofrece multitud de vías enlas que adentrarse para completar el estudio de algunas facetas de la

1 Este trabajo se integra en el proyecto de investigación financiado por la DGICYT(PS94-0013): "Religiones orientales y religiosidad popular en el antiguo Mediterráneooccidental".

ARMS. I, 1998.

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historia griega que en muchos aspectos pueden ser reconsideradas porla riqueza de sus posibilidades.

Por lo que respecta al ámbito de lo ideológico, según la opiniónmás generalizada, el navegante es uno de los hombres más religiososdel mundo antiguo, pero esta religiosidad no se encuentra completa-mente adaptada a los moldes y a las instituciones oficiales; se tratamás bien de un conjunto de creencias particulares generadas a partirde unas necesidades muy concretas. El rigor de la vida en el mar, lafrecuente exposición a tempestades, naufragios, asaltos, etc., hicierondel navegante una persona especialmente vinculada a una religióncapaz de garantizar su supervivencia ante un mundo que se le ofrecíarepleto de peligros y manifestaciones insólitas.

He tratado de profundizar en una de las facetas peor conocidas dela experiencia sacra del navegante: su mundo ideológico en conexióncon su entorno familiar. La parquedad de las fuentes literarias y ar-queológicas dificulta enormemente un estudio de estas características,por lo que he optado para la realización de dicho análisis por intro-ducirme en el tema a partir del estudio de un aspecto muy concreto:los problemas ideológicos que en el ámbito familiar supone el hechode que uno de sus miembros muera en el mar. Mediante este estudiose observa que en el mundo de la navegación se produce una descom-posición de los lazos familiares como consecuencia del obvio distan

-ciamiento entre los distintos miembros.

No obstante, y a pesar de que ni las fuentes documentales ni losdatos arqueológicos nos permiten conocer cuál era la situación de lasfamilias de los navegantes -cuestión básica si se pretende iniciar unestudio de la religión del navegante en conexión con su ámbito fami-liar- al menos en el plano del imaginario del hombre del mar, ya seamarinero o pescador, sí se constata un deseo por preservar a sus hijosde este tipo de vida caracterizada por una especial crudeza. Así quedareflejado en un texto epistolar de Alcifrón, cuyo mensaje avala inequí-vocamente las reflexiones anteriores:

" ¿Por qué razón, mujer no tomamos una determinación y, aunquela ocasión sea tardía, evitamos la vecindad de la muerte, máximedebiendo conservar la vida en pro de nuestros hijos? Y si por nuestrafalta de medios no les podemos ofrecer gran cosa, al menos, les pro-curaremos y haremos este favor: que no lleguen a conocer las furiasdel oleaje y los riesgos abisales y, en cambio, que crezcan en medio detierras de labor y disfruten de una existencia segura y ajena al miedo"(Alciphr. I, 3, 3; trad. E. Ruiz García en BCG, Madrid, 1988).

• Como ya se sabe, la vida del marinero es especialmente dura, pueslos riesgos, la mayoría de las veces, no compensan las ganancias queal final obtiene. Pero es que además de la dureza del trabajo en símismo, resulta particularmente penoso por dos razones: por un lado,el necesario distanciamiento del marinero y su familia, y por otro, los

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altísimos riesgos que conlleva la vida en el mart. Y es esta serie de cir-cunstancias la que ha provocado que a lo largo de toda la historia dela navegación se hayan dedicado a esta tarea las gentes más humildesque, en general, no contaban ni siquiera con un pequeño pedazo detierra que les permitiese subsistirá.

La añoranza que provoca la lejanía y la incertidumbre de si final-mente será posible el retorno a casa aparece en la literatura desdeépoca arcaica4 , pero también contamos con algunos testimonios epi-gráficos que confirman esta idea. En una taberna de Pozzuoli de haciael s. I d.C. apareció una serie de inscripciones, estudiadas por M.Guarducci 5 , donde los clientes, en su mayor parte marineros, indica-ban, con palabras de nostalgia que evocaban a sus países o a susparientes, la tristeza por tener que embarcar de nuevo. Esta nostalgiase refleja igualmente en las cartas escritas por los marineros egipciosa sus parientes y viceversa hacia el siglo II d.C.6 . Obviamente, sonsimilares a las que cualquier soldado solía escribir: cuenta si ha reci-bido los paquetes que le han enviado, realiza peticiones, informa acer-ca de su localización en el momento de redactar la misiva, destaca losdeseos de volver a casa, etc. Sin embargo, queda patente el temor a unpeligro añadido: el mar, y así, se deja constancia del agradecimientoque se debe a los dioses por mantener al marinero a salvo (por ejem-plo, Pap. Michigan, VIII, 490). En cualquier caso, y pese a que la labordel piloto -reconocida desde época homérica (II. X)UII, 316-318; Od.IX, 78)- junto con una buena organización de la tripulación (Xen. Oec.VIII, 8; Philostr. VA, IV, 9) sea fundamental para la buena marcha dela navegación, en los textos se constata la importancia otorgada al fac-tor suerte (Arist. EE. VIII, 1247a 5 ss. y 21 ss.). No hay más que echarun vistazo a la Interpretación de los sueños de Artemidoro, para obser-var la abundancia de presagios que se pueden relacionar con el desa-rrollo de esta actividad (I, 2; II, 16; II, 23; II, 38; IV, 53, etc.).

2 Acerca del mar como lugar de muerte y sufrimientos: A. Bernand, La Carte duTragique. La géographie dans la tragédie grecque, París, 1985, 363-398; S. Georgoudi, "Lamer, la mort et le discours des épigrammes funéraires", AION (arclheol), 10, 1988, 53-61;cf. Hes., Op., 687; Th., 872-877; Aesch. Choeph., 587; Proin. Encad., 582-583; Eurip.Hipp., 1208-1234; Stat. Sily, III, 2, 61-77; Artem. III, 16; Q.S., V, 365-369; IX, 270-272;Orph. Arg., 1182-1185; etc.

3 Cf. Plaut. Bacch., 342-344; Luciano, D. Meretr., XIV; Alciphr. I, 3, 1; I, 8, 2; J.Rougé, Recherches sur 1'organisation du commerce maritime en Méditerranée sous 1'em-pire romain, París, 1966, 295; E. Bourriot, "La consideration accordée aux marins dansl'Antiquité Grecque. Époques archaIque et classique", Revue d'Histoire Economique etSociale, 50, 1972, 7-41. Asimismo, sobre la preferencia de los trabajos agrícolas a lanavegación véase: Hes.. Op., 236; Anth. Pal., VII, 586, 636, 650.

4 Archil. D. 12 = fr. 4, p. 29, F. Rodriguez Adrados, Líricos griegos. Elegfacos y yam-bógrafos arcaicos, I, Madrid, Alma Mater, 1981; cf. Q.S., XIV, 63-66.

5 M. Guarduccí, "Iscrizione greche e latine in una taberna a Pozzuoli", Acta of theFifth international Congress of Greek and Latin Epigraphy, Cambridge 1967, Oxford,

1971, 219-223.6 Pueden verse algunos ejemplos en R. Chevallier, Voyages et déplacements dans

1'empíre romain, París, 1988, 93-94.

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Tanto los epígrafes hallados en Pozzuoli, como las cartas de losmarineros egipcios, constituyen unos de los pocos datos de los quedisponemos sobre la relación existente entre el navegante y su familia.Podemos imaginar que dichas relaciones no fueron fáciles, y que apesar de que pudiesen tener la posibilidad de fundar una familia, suscontinuas escalas en diversos puntos del Mediterráneo y las largasausencias les llevaban a contactar con otras mujeres 7 como prueba lapresencia en los puertos de prostíbulos 8 , incluso aunque éstos puedanpresentarse en ocasiones "camuflados' bajo la forma de santuariosdonde se practicaba una prostitución sagrada que justificase lasauténticas necesidades de sus adeptos9 . En las obras de Cantón deAfrodisias (I, 7, 3), Luciano (D. Meretr., XIV y XV, 324-325) y Alcifrón(I, 6) se hacen referencias a prostitutas que mantienen relaciones conmarineros y pescadores, alguna de ellas en torno al puerto. LaAntología Palatina alude a la existencia de unos barcos anclados en elpuerto que funcionaban como auténticos prostíbulos (IX, 415), algoque queda patente en el propio nombre de la nave, Hetaira (IX, 416).Alcifrón (I, 15) también se refiere a una costumbre propia de los jóve-nes ricos que consistía en embarcar a "muchachas de singular belleza"a bordo de naves alquiladas para viajes de recreo, en las que no sereparaba en gastos' °.

Pero en la Antología Palatina se encuentran más referencias a pros-titutas (V, 44, 161, 204), a las que se designa con el nombre de peque-ñas embarcaciones, en relación con los navegantes". Esta identifica-ción entre la mujer y el barco se encontrará también en la literaturalatina, sobre todo en la comedia de Plauto 12 . Es interesante la cone-xión que se establece entre prostitución y navegación, pues incluso el

7 La literatura también recoge las "tentaciones" que podía sufrir una persona cuan-do se desplazaba durante un largo período de tiempo (Achil. Tat. V, 15-16), lo que inclu-

so le podía llevar a ser padre de un hijo ilegítimo (Ter. Phonn., 567-681).8 Cf. Ar. Pax 165; schol. Ar. Pax 165; Poll., IX, 34; Paus., VII, 21, 14; G. Marasco, I

viaggi nella Grecia Antica, Roma, 1978, 36; J. M. André, M. F. Baslez, Voyager dans1'Antiquité, París, 1993, 514.

9 La prostitución sagrada se encuentra vinculada al culto de Afrodita, véase: Ch.Sourvinou-Inwood, "The votum of 477/6 B. C. and the foundation legend of LocriEpizefirii", CQ, 24, 1974, 186-198; eadem, "Due prottetrici della donna a Locri Epizefirii:Persefone e Afrodite", en G. Arrigoni (ed.), Le donne in Grecia, Bari, 1985, 216; M.Torelli, "I culti di Locri", Locri Epizefirii. Atti del XVI convegno di Studi Bulla MagnaGrecia, Taranto, 1976, Nápoles, 1977, 150-153; idem, "I1 santuario greco di Gravisca", PP,32, 1977, 429-433, 448; idem, Storia degli etruschi, Roma-Bari, 1981, 149; D. Musti,"Problemi della storia di Locri Epizefirii", Locri Epizefirii..., 65-71; H. Herter, "II mondodelle cortegiane e delle prostitute", en Arrigoni, Le donne in Grecia, 364; E. Cantarella,La calamidad ambigua, Madrid, 1991, 80-81; C. Salles, Les Bas-Fonds de I'Antiquité,París, 1982, 26-30; E. Greco, "I santuari", Magna Grecia, IV, Arte e artigianato, Milán,1990, 165; V. Vanoyeke, La prostitución en Grecia y Roma, Madrid, 1991, 37-41. Cf. Pind.Flog., 3; Hdt., 1, 199; Strab., VI, 272; VIII, 6, 20; XI, 14, 16.

10 Sobre embarcaciones fletadas para viajes de placer véanse los ejemplos citadospor Chevallier en Voyages et déplace»tents..., 110 -112.

I 1 Cf. A. J. Woodman, "The Craft of Horace in Odes 1. 14", CPh, 75, 1980, 60-67.12 Véanse los ejemplos aportados por H. D. Jocelyn, "Boats, women and Horace,

Odes, I, 14", CPh, 77.4, 1982, 334-335.

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mar es susceptible de ser comparado con una ramera, ya que "ofreceen un primer momento un trato agradable, pero, en cambio, despuésse comporta mal con la mayoría de los hombres" (Artero. Onir. III, 16).

Sin embargo, la relación del hombre de mar con el mundo de lareligiosidad doméstica se manifiesta asimismo en otros aspectos de laexperiencia vital y del pensamiento. En este sentido me atrae espe-cialmente, como ya he apuntado, el problema que generaría en lasfamilias el hecho de que uno de sus miembros falleciese durante lanavegación. La muerte en un naufragio es la peor de las muertes yaque los fallecidos quedan insepultos y se les priva de las honras fúne-bres que garanticen la paz a sus almas 13 . Según una tradición querecoge Sinesio de Cirene (ep. V, 108-1 17) "la muerte en el mar es el ani-quilamiento más absoluto", y algunos, como los militares, prefierenrecurrir al suicidio, pues lo óptimo es evitar morir bajo el agua (118-123). Las consideraciones de orden religioso son importantes, ya quese piensa que el náufrago era un hombre abandonado por los dioses,un ser maldito, como se observa claramente en la historia en la queOdiseo llega de nuevo a la isla de Eolo después de que sus compañe-ros hubiesen soltado los vientos y éste le manda partir inmediatamen-te porque lo interpreta como una señal inequívoca de que es aborreci-do por los dioses 14 . Los restos de los naufragios y los cadáveres sonaborrecidos incluso por el mar, que necesita purificarse arrojandosobre la playa todo aquello que le es ajeno (Str. I, 3, 9); en este senti-do, es necesario tener en cuenta el valor del agua del mar como ele-mento purificador, lo que le hace disponer de un importante papel enlas prácticas iniciáticas de la ciudad 15 .

El naufragio siempre es una catástrofe que deja sumidos en la tris-teza a los familiares y amigos de las víctimas que viven la impotenciade no haber podido hacer nada, con el agravante de que temen quealguna vez pueda sucederles a ellos mismos 16 . El único consuelo queles queda es que el cadáver sea recuperado para poder ofrecerle loscorrespondientes ritos funerarios y una sepultura adecuada (Anth. Pal.

I3 Horn., /l. )OXI, 122-127; Eurip. Hel., 1208-1209; Hec., 796-797. Véase además: E.Vermeule, Aspects of Death in Early Greek Art and Poetry, Berkeley-Los Angeles, 1979,179 ss.; D. Ridgway, L'alba della Magna Grecia, Milán, 1984, 73-75 y fig. 10, crátera dePitecusa que representa un naufragio; F. Hartog, "Ulysse et ses marins", en Cl. Mossé(ed.), La Gréce ancienne, París, 1986, 37; A. Serghidou, "La mer et les femmes dansl'imaginaire tragique", Metis, 6, 1991, 65-66; André, Baslez, Voyager..., 440-441.

14 Od., X, 72-75; cf. Philostr. VA VII, 14. Véase: D. Schiappoli, "II 'ius naufragii'secondo it diritto della Chiesa", RDN, 4.1, 1938, 137-157; J. Rougé, "Le droit de naufra-ge et ses limitations en Méditerranée avant I'établissement de la domination de Roma",en R. Chevallier (ed.), Mélanges d archéologie et d'histoire offerts a André Piganiol, III,París, 1966, 1468; Bourriot, "La consideration....., 39; A. Pinzone, "Naufragi, fisco e tras

-porti marittimi nell'etá di Caracalla (su C.I., II, 6, 1)", QC, 7, 1982, 68-69.15 Serghidou, "La mer et les femmes....., 77; H. Duchéne, "Initiation et élément

marin en Gréce ancienne", en L'initiation, Actes du Colloque International de Montpellier1991, II, Montpellier, 1992, 119-133.

16 Archil. eleg., 9; D.12 = fr. 4, p. 29, Adrados I, 1981; D. J.0, 1-2 = Adrados fr. 5, p.

30, I. 1981; D. 11 = Adrados, fr. 6, p. 30, I, 1981; Xen. Eph., III, 2, 13; Q.S., I, 633-639.

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VII, 665, 738-739), pues éste es siempre el último deseo de] náufragocuando se rinde ante la evidencia de una muerte inminente: "Almenos, que la violencia del mar me arrastre a las orillas de Italia: serábastante si de esta suerte llego a manos de mi madre" (Prop. Eleg. III,7, 63-64, trad. A. Tovar, M. T. Belfiore en Alma Mater, Barcelona, 1963).Ahora bien, si los encargados de los funerales desean verdaderamenteagradar al difunto nunca le sepultarán en una roca junto al mar, puesla proximidad al medio que ha propiciado la muerte es algo que lasalmas no pueden soportar, como tan dramáticamente se muestra enlas quejas que al respecto aparecen en algunos epitafios de náufragosrecogidos en la Antología Palatina (VII, 267, 278-279, 283, 284, 287,382, 501). Sin embargo, el hecho de que aparezcan estos ejemplos,confirma que esta ubicación debía ser bastante usual, como se ve tam-bién corroborado por algunas estelas de Rhenea, en las que se repre-senta a un personaje que debe ser un marino o un esclavo, puesto queviste la túnica corta, con actitud triste y sentado sobre una roca 17 . Losmotivos representados en estas estelas (la mayoría de ellas fechablesen torno a finales del siglo II, comienzos del I a.C.) son variados: apa-rece la escena del naufragio (nl 341-343), el navío volcado (nl 348-350), la tempestad que precede a la tragedia (nl 347), soldados desa-parecidos en el mar (nl 351-359), personajes sentados sobre una nave(n1 345-347) 18 ; sin embargo hay unas que nos interesan especialmen-te y son aquellas en las que encontramos a los familiares directamen-te representados: la esposa (nl 336, 346), los niños (nl 332, 334, 335)o pequeños sirvientes (nl 331, 333, 335, 336) que permanecen de piejunto a la roca o la embarcación. Aunque no todos estos personajesfuesen navegantes profesionales, lo que sí parece claro es que hanperecido víctimas de un naufragio, y que su muerte ha sido especial-mente traumática, tanto para los implicados como para sus allegados,a los que se representa en actitud apesadumbrada.

Por otra parte, el muerto siempre es fuente de alteración familiarpues se le atribuye la capacidad de hostigar a los vivos 19 . Recordemospor ejemplo el caso de Aquiles que amenaza con desatar una tormen-ta en el mar si no sacrifican en su honor a Polixena (Tryph. 687-688;Q.S. XIV, 217-222, 243-245), amenaza que lleva a efecto gracias a laayuda de Posidón (Q.S. XIV, 246-251, 338-344). Incluso los dioses pue-den reclamar justicia para las víctimas de un crimen: Zeus hará nau-

17 M. Th. Couilloud, Les monuments funéraires de Rhénée, Exploration archéologi-que de Delos, 30, París, 1974, n1 327-340; el tema aparece también en Cízico y en Samos(ibidem, p. 297), pero el ejemplo más antiguo es de finales del s. VI en Laconia (p. 295,n. 3).

18 O. Cavalier "Funérailles d'une navigation tragique. A propos d'une stele funé-raire grecque du Musée Calvet", Realia. Mélanges sur les rélités du theátre antique,Cahiers du Gita, 6, 1990/91, 129-141, aporta algún ejemplo más aparecido en ámbitogriego.

19 Debían ser de sobra conocidas las observaciones de Artemidoro: "Los difuntosson nocivos incluso cuando hacen un ofrecimiento, salvo que se trate de alimentos, ves-tidos o dinero" (Onir., II, 57, trad. E. Ruiz García en BCG, Madrid, 1989).

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Tragar a los Argonautas si no se purifican por el asesinato de Apsirto(Apoll. Rhod. IV, 576-591; Apollod. Bibl. I, 9, 24). Así pues, si el miedoa los difuntos ya es general, aún más lo será hacia los navegantesmuertos que, conocedores de todos los secretos del piélago, contaríancon la posibilidad de acosar a aquellos parientes que no les hubiesenprestado las debidas atenciones de modo que pudiesen provocar, asi-mismo, su muerte en el mar. Es esta la sensación que parece transmi-tir Propercio en una de sus elegías mencionada anteriormente:"Volved su cuerpo a tierra, su vida yace en el abismo; vil arena, cubrea Peto con tu propio movimiento; y cada vez que un marino pase fren-te al sepulcro de Peto, diga: "Tu puedes atemorizar aun al audaz" (III,7, 25-28).

Pero la literatura griega también ofrece algunos ejemplos en losque los difuntos tienen la capacidad de auxiliar a los navegantes. Enla tumba de Esténelo Actórida, que había fallecido herido por undardo en un promontorio junto al mar (Apoll. Rhod. II, 911-914), losArgonautas realizan libaciones y ofrendas de ovejas degolladas almismo tiempo que honraban a Apolo "Salvador de navíos" (Apoll.Rhod. II, 924-928). También Apolonio de Rodas narra cómo Jasónofreció las amarras de la nave "en honor de la Tierra, los dioses habi-tantes y las almas de los héroes muertos" para que les protegiesen ensu viaje (II, 1271-1275). Sin duda alguna, en estos y otros ejemplos, seestá aludiendo a una práctica ritual que tiene como fin captar el favorde los difuntos -o al menos apaciguar su cólera- en los viajes maríti-mos.

Como se señalaba más arriba, cuando una persona muere víctimade un naufragio jamás reposará en paz (Anth. Pal. VII, 278, 382).Estará solo, no tendrá un lugar de sepultura, ni recibirá los ritos fune-rarios y por tanto no podrá llegar al Hades20 . En el mejor de los casos,podrá ser enterrado por algún extranjero (Anth. Pal. VII, 277, 278, 510,715; cf. Achil. Tat. VI, 9, 4), que generalmente será un raquero enbusca de beneficios (Alciphr. I, 10, 4-5; Anth. Pal. VII, 268). Si su cuer-po ha sido devorado por los peces21 se le sepultará con éstos a fin derecobrar parte del cuerpo mutilado22 . Esta medida tal vez deba poner-se en relación con los malos presagios asociados a los peces que afec-tan directamente a los marineros; por ejemplo, según Artemidoro,soñar con que se ve un pez en la cama augura naufragios (Onir. II, 18).

20 Prop. Eleg., III, 7, 9-12; Achil. Tat., III, 23, 3; V, 16, 2 (cf. V, 7, 5-9 y 8, 1); Anth.Pal., VII, 285, 497; cf. Hdt., I, 23. P. Bruneau, "Deliaca", BCH, 99, 1975, 297; J. P. Ver

-nant, "La belle mort et le cadavre outragé", en G. Gnoli, J. P. Vernant (dirs.), La mort, lesmorts dans les sociétés anciennes, Cambridge, 1990 (1982), 68; Georgoudi, "La mer, lamort...", 53-57. Si el cuerpo no ha sido sepultado, sea por la razón que sea, son las som-bras infernales las que le impiden su paso al Hades: Horn., Ii. XXIII, 71-79; Hld., II, 5, 2.

21 Horn., 11. XXI, 122-127; Prop. Eleg. III, 7, 7-8; Anth. Pal. VII, 273-275, 286, 288,

294, 383, 395; cf. Aesch. Ch. 587; Pr. 582-583. También por las aves: Tim. PMG 791, fr.

65, col. 1V= F. Rodriguez Adrados, Lírica griega arcaica, Madrid, Gredos, 1986, p. 450; cf.

Prop. Eleg. HI, 7, 9-12.22 Anth. Pal. VII, 276; Georgoudi, "La mer, la mort ... .., 60.

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46 MIRELLA ROMERO RECIO

Por otra parte, y para paliar de algún modo la ausencia de sepul-cro y de honras fúnebres, los familiares pueden erigir un cenotafio enel que se recuerde al desaparecido en el mar23 . En la novela Quéreas yCalírroe de Cantón de Afrodisias también aparece una práctica con-sistente en erigir un sepulcro a los desaparecidos (IV, 1; VIII, 8, 3) eincluso la posibilidad de realizar un simulacro de entierro. Esto seríauna especie de compensación tanto para el difunto, que podrá serrecordado por aquellos que lean su nombre (cf. GVI, 53, 1250, 1334),como para los familiares que de este modo encontrarán, si no suplidaslas obligaciones para con su pariente, sí al menos mitigadas las con-secuencias nefastas derivadas del hecho de que un miembro de sufamilia se vea abocado a la soledad eterna, y así, buscando la paz deldifunto recuperarán su propia tranquilidad, objetivo final de las pom-pas fúnebres.

La costumbre de llamar por su nombre a los desaparecidos tieneun origen muy antiguo y se basa en la idea de que es el nombre loúnico que aún les une a sus allegados, y que gracias a éste pervive enla memoria. Aparece ya en la Odisea (IX, 65 ss.), donde se les nombrahasta tres veces. También en el escolio del citado fragmento se aludeal valor de este acto: durante la celebración de las Nekúsia en Bitiniase llama por su nombre a las almas de aquellos que han muerto en elextranjero invitándoles a participar en el banquete funerario24 .

Pero paradójicamente, morir en el naufragio no es la única des-gracia que le podía acaecer al marinero y a sus familiares. En derechoprimitivo se estimaba que los restos del naufragio, todos los objetosprocedentes de la nave o restos de cargamento, incluidas las personas,eran propiedad de aquel que los encontrase o del Estado si se tratabade un país organizado25 . Además, puesto que aún no existía una dife-renciación clara entre piratería y comercio y se consideraba enemigo

23 Anth. Pal. VII, 271-275, 291, 374, 392, 395, 495-497, 500, 539, 592, 651-654; GVI(W. Peek, Griechische Vers-Inschriften I, Grabepigramme, Berlín, 1955) 1746, 1562a;Couilloud, Les monuments funéraires de Rhénée, n1 345-346. Cf. Achil. Tat. V, 14, 4.Bruneau, "Deliaca", 297; Georgoudi, "La mer, la mort....., 59.

24 S. Georgoudi, "Commémoration et célébration des morts dans les cités grecques:les rits annuels", en Ph. Gignoux (dir.), Le Commémoration. Bibliotheque de l'Ecole desHautes Etudes, Section des Sciences Religieuses, 91, Lovaina- París, 1988, 75-77.

25 Rougé, Recherches sur 1'organisation..., 336; idem, "Le droit de naufrage....., 1467;J. Vélissaropoulos, Les naucléres grecs. Recherches sur les institutions maritimes en Gréceet dans !'Orient hellénisé, Génova-París, 1980, 156; L. Salvo, Economia privata e pubbliciservizi nell'!mpero Romano. I corpora naviculariorumt, Messina, 1992, 344. Esta formaprimitiva del derecho de naufragio pervivió hasta época romana íntimamante relacio-nada con el derecho de represalia que dio lugar al nacimiento de la legislación griegasobre el asilo: R. Dareste, "Du droit de représailles principalement chez les Grecs", REG,2, 1889, 305-321 = Nouvelles études d'histoire du droit, 20 ser., París, 1902, 38-47; Y.Garlan, 'Etudes d'histoire militaire et diplomatique", BCH, 89, 1965, 338-339: eade,n,"Signification historique de la piraterie grecque", DHA, 4, 1978, 8-9; Ph. Gauthier;Symbola. Les étrangers et la justice dans les cités grecques, Nancy, 1972, 210, 226; B.Bravo, "Sulán. Représailles et justice privée contre les étrangers dans les cités grecques",ASNP, 10.3, 1980, 675-987.

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a todo aquel que se presentase en una tierra extranjera fuera del puer-to, esta costumbre ofrecía la posibilidad de embargar la mercancía ysometer a los náufragos a la esclavitud (Archil. D. 79a; Hyg. fab. 188,2). La práctica de vivir de los restos del naufragio era frecuente enzonas como Salmideso en Tracia (Archil., D.79a; Xen. An., VII, 5, 12-14), el sur de Eubea (cf. Hdt. VII, 13; D. Chi: Eub., 2 y 7; Philostr. VA,IV, 15; Alciphr. I, 10, 3-5), o la Sirte (Str. XVII, 3, 20; Lucan., de bell.civ., IX, 438-444; Alciphr. I, 10, 3), en las que existían circunstanciasfísicas que provocaban estos desastres con demasiada frecuencia.

Un buen ejemplo de estas actividades se encuentra en la historiade Nauplio. Cuando Menelao convocó a los reyes para organizar laexpedición a Troya, Odiseo, que no quería participar, intentó hacerlescreer que se había vuelto loco, pero Palamedes, el hijo de Nauplio, ledescubrió y Odiseo se vió obligado a partir hacia Troya. Este últimourdió su venganza contra Palamedes: enterró oro en su tienda y dejócaer en el campamento una carta de traición, supuestamente escritapor Palamedes. Agamenón descubrió esta carta y, creyendo que eraverdadera, ordenó que lo lapidasen 26 . A consecuencia de este hecho,Nauplio decidió vengar la muerte de su hijo y cuando la flota de losgriegos regresaba de Troya, viéndola a punto de naufragar debido auna tempestad, encendió una hoguera en las rocas Cafereas parahacerles creer que estaban en las proximidades de un puerto, perocuando las naves se dirigían hacia allí, se estrellaron contra lasrocas27 . Nauplio era un provocador de naufragios que actuaba en lazona de Eubea, y vendía a los componentes de las tripulaciones afec-tadas como esclavos28 . El provocar naufragios era una forma de pro-ducción de la comunidad que revertía beneficios para todos, funcio-naba como un medio de subsistencia y era considerado como unaforma de piratería29 .

Así pues, parece obvio que a los familiares de las víctimas de unnaufragio no debía servirles de demasiado consuelo el hecho de pen-sar que podrían haber sobrevivido al accidente, pues desde luego noles esperaba un futuro demasiado esperanzador: perder la libertad ovivir como mendigos. Si no eran esclavizados, debían vagar por lascalles pidiendo limosna, llamando la atención de los transeúntes con

26 Sobre la supuesta locura de Odiseo y su desenmascaramiento por Palamedes:Lyc. Alejandra 815-819.; Apollod. Epit. III, 6-7; Luciano, Dom. 30; Hyg. lib. 95. Sobre lamuerte de Palamedes: Apollod. Epit. III, 6-8; VI, 8; Verg. Aen. II, 81-90; Hyg. fab. 105;schol. Eurip. Or 432.

27 Eurip. He!. 766 ss. y 1126 ss.; ¡ph. Au!. 198; Apollod. Bib!. II, 1, 5; Epit. VI, 7, 11;

D. Chr. Eub. 32; Q.S. XIV, 613-626; Hyg. fab. 116; cf. Prop. Eleg. III, 7, 39-42; se sabe ade-más que esta historia fue contada en los Nostoi y en el Palamedes de Esquilo.

28 Catreo, rey de Creta, entregó a sus hijas Aérope y Clímene a Nauplio para quelas vendiese como esclavas en el extranjero (Soph. Aj. 1295; Apollod. Bib!. I11, 2, 2), y

Aleo también le entregó a su hija Auge con el mismo fin (Apollod. Bib!. II, 7, 4; III, 9, 1;

D.S. IV, 33). Cf. H.A. Ormerod, Piracy in the Ancient World, Baltimore 1997 (1924) 69-

70, 77-79.29 El derecho romano asimila el pillaje al acto de piratería: Dig. XLVII, 9, 1.

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el pecho vendado como si estuviesen heridos (Mart. epigr. XII, 57) ocon un cuadro colgado del cuello en el que se representaba el naufra-gio que habían sufrido (Phaedr. fab. IV, 22; Ivv. sat. XIV, 300-302)30 . Yes que, a pesar de las súplicas de los supervivientes llegados a tierra(Apoll. Rhod., II, 1123-1133), no debía ser demasiado frecuente quelas poblaciones costeras los acogiesen, puesto que si ésto sucede, losafectados quedan gratamente sorprendidos31 . Según relata Fedro -fab.IV, 22-, después de que hubiese naufragado la nave en la que viajaba,Simónides fue acogido por un hombre de la ciudad de Clazómenasque era un admirador de su obra, pero no corrieron la misma suerteel resto de los embarcados, que se vieron obligados a mendigar des-pués de que les hubiesen robado todo aquello que habían logrado sal-var.

Por otra parte, también podemos buscar la interrelación de lafamilia y el navegante en otras actividades de carácter sacro en las queposiblemente interviniesen los parientes de los marineros, como porejemplo en las ceremonias vinculadas a la partida y a la llegada de losbarcos al puerto. La existencia de este tipo de prácticas se remonta amomentos muy antiguos de la historia griega, según confirman lostextos literarios32 . Pero es que además disponemos de alguna docu-mentación más tardía que lo corrobora, como un fragmento de unaley de Gortina procedente del s. V. a.C., en el que aparéce una cláusu-la relativa a la purificación de naves antes de la salida del puerto33 yun texto de Cefisodoro (ap. Poll. X, 109) también referente a las liba-ciones que se realizan en los barcos antes de partir. Asimismo, sabe-mos, tanto por las fuentes arqueológicas como por las literarias quelos marineros hacían ofrendas en los santuarios y en otros puntos quese habían convertido en lugares de especial importancia desde elpunto de vista ideológico. Por ejemplo, en el santuario de Posidón enPenteskufia (Acrocorinto), los navegantes depositaron placas conrepresentaciones de naves y figurillas como exvotos34 .

3o Las fuentes aportadas son latinas, pero -salvo algunas diferencias de detalle-reflejan una imagen que sin duda habría experimentado pocas diferencias en relación auna época anterior.

31 Od. XIV, 314-320; Apoll. Rhod. III, 320-331; cf. Hyg. fab. 3, 4; 21, 2. También escierto que las poblaciones costeras albergaban algún temor, respecto a que los supues-tos náufragos fuesen en realidad piratas dispuestos a asaltar sus costas: Hdt. IV, 103; Str.XVII, 1, 6-19; Philostr. VA U, 29; cf. Aja Sánchez, "Una investigación acerca del carácterde las acciones navales liparesas, etruscas e ilirias, en el marco del fenómeno de la anti-gua piratería mediterránea", ASS, 6, 1980, 22.

32 M. Romero Recio, "Limén y espacio sacro en el mundo colonial", Imágenes de laPolis: I Reunión Nacional de Historiadores del Mundo Griego Antiguo, Madrid, 23-25 denoviembre de 1994, ARYS 8, Madrid 1997, 389-406.

33 SEG, 1, 414 = Inscr. Cret., IV, 146, lín, 1; cf. Vélissaropoulos, Les naucleres grecs...,86, nt. 210.

34 0. Broneer, "Excavations at Isthmia: Third Campaign, 1955-1956", Hesperia, 27,1958, 35-36, nl 25, pl. 1lb; H. A. Geagan, "Mythological Themes on the Plaques fromPenteskouphia", AA, 85, 1970, 31-48.

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También son comunes en Grecia las inscripciones con deseos deeuploia. Parece que lo más plausible es que fuesen erigidas por los pro-pios navegantes antes de partir, aunque en algunos casos se baraja laposibilidad de que encargasen su realización los propios familiares oamigos de los viajeros 35 , como en el santuario de Aliki en Tasos36 o enla isla de Prote37 . Estas inscripciones aportan una gran cantidad deinformación pues en ellas se hace referencia a los dioses que gozaronde una mayor predilección entre los marineros y que en muchas oca-siones dieron su nombre a las naves.

Estas peticiones que tienen como fin garantizar la seguridad de losque viajan por mar gozan de tal importancia que, desde época hele-nística, se va a desarrollar un género literario, el propernpticon, que secaracteriza por ser un tipo poético que se dedica al que va a zarpar, ydonde se exhorta a los dioses para que le concedan su protección, almismo tiempo que se le desea una feliz travesía 38 . Es obvio que losallegados de los viajeros se sentían implicados en una dolorosa sepa-ración (Stat. Silv. III, 2, 50-60) que les llevaba inevitablemente a unacondena de la navegación (61-77), debido a los numerosos peligrosque en todo momento era necesario afrontar (78-100).

En relación con los deseos relacionados con una óptima travesía,es importante destacar la relevancia que tuvieron dos diosas, Afroditae Isis, íntimamente vinculadas a este ámbito y que muy frecuente-mente llevaron el epíteto de Euploia 39 . Es difícil saber hasta qué puntoestas divinidades pudieron tener un carácter doméstico, pero desdeluego es posible intuir una intervención activa de los familiares de losnavegantes en los cultos a estas diosas, que incluso contaron con san-tuarios en el propio puerto. Pausanias (I, 1, 3) habla del templo deAfrodita Euploia en el Pireo, instalación portuaria en la que tambiéntenía lugar en marzo un festival en honor de Isis llamado ploiaphesiao navigium Isidis40 . También Pausanias (II, 2, 3) hace referencia al

35 N. Sandberg, Etudes épigraphiques, Acta Universitatis Gotoburgensis, GdteborgsUniversitets Arsskrift, 60, 8, 1954, 10.

36 J. T. Bent, "Inscriptions from Thasos", JHS, 8, 1887, 409-438.37 J. H. W. Strijd, "Epigraphica. De Inscriptionibus in insula prote nuper inventis",

Mnemosyne, 32, 1904, 361-369.38 Call. Epigr. fr. 400 Pfeiffer; Theoc. VII, 52 ss.; Diosc. en Anth. Pal., XII, 171; Mel.

en Anth. Pal. XII, 52; Hor. Oda 1, 3; I1I, 27; epod. X; Cinna, fr. 1 Morel; Prop. Eleg. I, 8;Ov. am., II, 11; Stat. Silv. III, 2; Pavl. Nol. carro. XVII.

39 Ph. Bruneau, "Isis Pelagia a Delos", BCH, 85, 1961, 435-446; ídem, "Existe-t-ildes statues d'Isis Pélagia?", BCH, 98, 1974, 336-337; J. Vélissaropoulos, Les naucléresgrecs..., 88 (véanse las fuentes en las notas 220-224), 102; E. Miranda, "Osservazioni sulculto di Euploia", Miscellanea Greca e Romana, 14 (Studi pubblicati dall'lstituto Italianoper la storia antica, 45) Roma, 1989, 123-144; G. Pugliese Carratelli, "Sul culto diAfrodite Euploia in Napoli", PP, 47, 1992, 58-61. Cf. Anth. Pal., V, 11, 17.

4° Apul. met. XI, 5, 5 y 7-17; Lyd. Mens. IV, 45; cf. Veg. mil. IV, 39. V. Tran TamTinh, Le culte d'Isis á Pompei, Paris, 1964, 98-99; R. E. Witt, Isis in the Graeco-RomanWorld, Londres-Southampton, 1971; R. Garland, The Piraeus. From the Fifth to the FirstCentury B.C., Nueva York, 1987, 109, 112, 128; Miranda, "Osservazioni sul culto...",128 ss.

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templo de Isis en Céncreas, donde había asimismo uno dedicado aAfrodita41 , divinidad que contó con un santuario en Cnido donde reci-bía culto bajo el epíteto de Euploia42 . Estos son algunos ejemplos, perohubo más espacios sacros en honor de estas divinidades, y no sólo enterritorio griego, sino también en todo el ámbito de expansión heléni-ca.

Asimismo, es necesario mencionar en relación con Isis como pro-tectora de la navegación, la costumbre de ofrecer en sus templos unastablillas votivas en agradecimiento por haberse salvado de un naufra-gio43 . No se sabe exactamente qué es lo que se representaba en estastablillas, pero no es de extrañar que fuese la escena de la catástrofe,como era usual hacer en los cuadros que se colgaban del cuello losnáufragos para mendigar. Es bastante probable que estas tabellae voti-vae fuesen ofrecidas por los propios afectados, aunque no hay nadaque nos impida pensar que alguno de sus familiares también estuvie-se interesado en manifestar piadosamente su alegría, del mismo modoque había realizado previamente las correspondientes preces. Además,era común que una persona ofreciese una tablilla votiva con el fin depedir algo no para sí mismo, sino para otra persona, como por ejem-plo la curación de una enfermedad (cf. Ivv. sat. XII, 100-102).

En conclusión, se conoce poco acerca de las relaciones de los nave-gantes con sus familiares, pero desde luego hay algo que parece claro,y es que estas relaciones siempre -hasta después de la muerte- fueronconflictivas. Desde esta perspectiva, la religión se va a presentar comoel ámbito en el que esta conflictividad va a mostrarse de manera másclara. Sus temores, angustias y deseos pueden ser hoy conocidos gra-cias, sobre todo, a unas manifestaciones de carácter sacro que poco sediferencian de las que incluso en la actualidad se desarrollan.

41 R. Scranton, J. W. Shaw, L. Ibrahim, Kenchreai, Eastern Port of Corinth, I,Topography and Architecture, Leiden, 1978, 88-89.

42 Plin. HN XXXVI, 4, 21; Paus. I, 1, 3; Luciano, Am. 11 ss. LC. Love, "A Preli-minary Report of the Excavations at Knidos 1969", AJA, 74, 1970. 154 ss.; idenz, "A Pre-liminary Report of the Excavations at Knidos 1970", AJA, 76, 1972, 70 ss.; ideen, "APreliminary Report of the Excavations at Knidos 1970", ibidern, 393-405; ideen, "A Pre-liminary Report of the Excavations at Knidos 1972", AJA. 77, 1973, 419-424.

43 lib. I. 3, 27-28; Iw. sat. XII, 26-28; schol. Iw 27-28; Bruneau, "Isis Pelagia aDelos", 446.