cj 186: cambio de época. ¿cambio de rumbo?

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El mundo que hemos conocido durante las últimas décadas parece estar desmoronándose a marchas forzadas. Este cuaderno pretende centrarse en todas estas transformaciones, en su análisis pero también en las herramientas de transformación que estan surgiendo desde los movimientos sociales. Como señalan los autores otro mundo no sólo es posible sino que otro mundo “ya está siendo posible”, por lo que es importante continuar ayudándolo a nacer.

TRANSCRIPT

CAMBIO DE ÉPOCA ¿CAMBIO DE RUMBO?

APORTACIONES Y PROPUESTAS DESDE LOS MOVIMIENTOS SOCIALES

Oscar MateosJesús Sanz

1. INTRODUCCIóN ...............................................................................................................

2. ¿ÉPOCA DE CAMbIOS O CAMbIO DE ÉPOCA? ..........................................................3. «ALgO NUEVO ESTá ACONTECIENDO»: LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTE EL CAMbIO DE ÉPOCA .......................................

4. «¡Sí SE PUEDE!»: APORTACIONES Y PROPUESTASPARA UN NUEVO RUMbO SOCIAL .....................................................................................

5. CONCLUSIONES ...............................................................................................................

NOTAS ....................................................................................................................................

CUESTIONES PARA LA REfLExIóN ...................................................................................

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Edita Cristianisme i Justícia, Roger de Llúria, 13 - 08010 Barcelona Tel. 93 317 23 38 - [email protected] - www.cristianismeijusticia.netImprime: Ediciones Rondas S.L. - Depósito Legal: B-24.647-2013 ISBN: 978-84-9730-324-8 - ISSN: 2014-6509 - ISSN (ed. virtual): 2014-6574 Impreso en papel y cartulina ecológicos - Noviembre de 2013

Dibujo de la portada: Roger TorresRevisión y corrección del texto: Pilar de la HerranMaquetación: Pilar Rubio Tugas

La Fundación Lluís Espinal le comunica que sus datos están registrados en un fichero de nombre BDGACIJ, titularidad de laFundación Lluís Espinal. Solo se usan para la gestión del servicio que le ofrecemos, y para mantenerlo informado de nuestrasactividades. Puede ejercitar sus derechos de acceso, rectificación, cancelación y oposición dirigiéndose por escrito a c/ Roger deLlúria 13, Barcelona.

Oscar Mateos es responsable del área social de Cristianisme i Justícia. Profesor de laFacultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés (Universitat Ramon Llull).

Jesús Sanz es profesor de Antropología Social en la Universidad Complutense de Madridy activista en diversas iniciativas relacionadas con el consumo responsable y la soberaníaalimentaria. Miembro del equipo de Cristianisme i Justícia.

Con la colaboración del Ajuntament de Barcelona

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1. INTRODUCCIÓN

El mundo que hemos tenido bajo nuestros pies en las últimas décadasparece estar desmoronándose a marchas forzadas.

Esto no es una exageración si se tomanen consideración algunos aspectos queconfiguran nuestra realidad social, geo-política, económica o cultural actual:

– El aparente declive de Occidente,especialmente de Europa, y el apo-geo de los llamados países emergen -tes (los bRICS: brasil, Rusia, In dia,China y Sudáfrica) dan cuenta de unnuevo orden multipolar.– Las protestas que recorren desdeTúnez hasta brasil, pasando por lospaíses del sur de Europa (principal-mente España, grecia, Portugal eItalia), por Egipto, por Turquía, porMéxico o Chile e incluso por EEUU,indican un malestar global e inter-conectado.

– Las formas de organización e inte-rrelación de todas estas protestas po-nen de relieve la existencia de lo quealgunos han denominado como «mo -vimientos sociales en red»1 y el granpotencial de Internet. – Las recetas de «austeridad» im-puestas por determinados organis-mos internacionales a algunos paíseseuropeos están resquebrajando se-riamente los pilares del Estado delbienestar y de los principales dere-chos sociales que parecían indiscu-tibles hasta hace tan sólo unos años.– Y, por citar un ejemplo más, la so-beranía nacional que antaño ostenta-ban los Estados-nación, e incluso elsentido último de democracia, son

aspectos puestos claramente en en-tredicho si se tienen en cuenta la in-fluencia y el poder que tienen sobrenuestras vidas los mercados finan-cieros y, en definitiva, los interesesprivados de una reducida oligarquíade individuos y de empresas. Todas estas enormes transformacio-

nes, algunas de las cuales se han idoaderezando a fuego lento durante losúltimos años, indican lo que hoy día esya un lugar común: no estamos en unamera época de cambios sino en un cam-bio de época. O como matiza el ca te -drá tico de Ciencia Política, Joan Subi -rats, «en una situación de transición o deinterregno entre dos épocas», en el quese constatan discontinuidades significa-tivas entre lo que hacíamos y vivíamosy lo que estamos haciendo y viviendo,si bien no se vislumbran todavía conclaridad los escenarios de futuro.2

Este cuaderno pretende centrarse entodas estas transformaciones que estánaconteciendo, partiendo de un doble ob -jetivo. Por un lado, entender algunas delas características de la coyuntura ac - tual, así como de las causas que subya-cen en todos estos cambios. Por otro,aproximarnos a los movimientos socia-les actuales en este cambio de época,analizando sus rasgos definitorios y al -gunas de las herramientas de transfor -mación que utilizan. Tal y como destaca

el sociólogo Manuel Castells, analizarlos movimientos sociales es fundamen-tal –máxime en una coyuntura como laactual– al haberse constituido histórica-mente en palancas del cambio social.

Para ello, el siguiente texto se sub-divide en tres apartados. En el primerose analiza el contexto actual, argumen-tando que lo que en el fondo podríaestar sucediendo tiene que ver con laruptura de los dos «contratos sociales»que han regido nuestras vidas en lasúltimas décadas: el llamado consensokeynesiano (contrato fáctico entre elcapitalismo industrial y el trabajo tras laSegunda guerra Mundial); y, aterrizan-do en la realidad española, analizare-mos la crisis de la llamada cultura de la Transición. El segundo apartado ana-liza someramente la genealogía, lascaracterísticas y las novedades de losnuevos movimientos sociales. Si biennos centraremos en el papel del 15-M,también se hará referencia a otras expe-riencias sociales que han germinado endiferentes países del mundo, poniendode manifiesto algunas interconexionesexistentes entre estos movimientos y elpapel fundamental que Internet y lasredes sociales juegan en todos ellos.finalmente, el último apartado analizaalgunas de las propuestas que estánsiendo objeto de discusión y de debateen los movimientos sociales.

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Partiendo de esta definición genérica,podemos establecer que nuestras vidas,al menos en las últimas décadas, han venido condicionadas por dos contratossociales que se retroalimentan y que explicaremos a continuación: a nivel internacional, el contrato social de pos-guerra –refiriéndonos al contexto pos -terior a la Segunda guerra Mundial– entre capitalismo industrial y trabajo; ya nivel estatal, el contrato social resul-tante de la llamada Transición españolafundamentado en una Constitución ga-rante de determinados derechos políti-cos y sociales.

2.1. El fin del consenso keynesiano

El contexto de posguerra a partir de1945 favoreció en Europa una de lasépocas de mayor bonanza y prosperi-

dad socioeconómica de nuestra histo-ria. El pacto tácito entre capitalismoindustrial y trabajo, o lo que también seha denominado como consenso keyne-siano, germinó en los llamados Estadosdel bienestar que tenían como objetivola intervención de los poderes políticosen la economía en aras de compensarlos daños colaterales de la economía delibre mercado: desigualdad, polariza-ción social, pobreza, etc.

En este sentido, el Estado se con-vertía de facto en un contrapoder quemediante un sistema fiscal de tipo re -dis tributivo o el despliegue de políticassociales y de pleno empleo, avanzabahacia la aspiración histórica de la equi-dad social y hacia un modelo políticobasado en derechos sociales considera-dos universales. Esto era posible, entreotras cosas, gracias al clima excepcio-nal que existía tras la Segunda guerra

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2. ¿ÉPOCA DE CAMBIOS O CAMBIO DE ÉPOCA?

En Ciencia Política entendemos por contrato social el acuerdo real ohipotético alcanzado por los miembros de un grupo en el interior de unasociedad.

Uno no puede ponerse del lado de quienes hacen la historia,

sino al servicio de quienes la padecen.ALbERT CAMUS

Mundial; a la creciente organizacióndel movi miento obrero (partidos y sin-dicatos), que desde finales del siglo xIxhabía sido capaz de contraponer el rela-to de los derechos laborales y socialesal del crecimiento económico, y al mie -do al comunismo de muchos gobiernos.

Todos estos factores propiciaronque, entre 1945 y 1975, la mayoría depaíses occidentales, y con grandes dife-rencias entre el modelo europeo y elamericano, alcanzaran cotas de bienes-tar social y de seguridad social nuncaconocidas. De hecho, en países comofrancia, esta etapa recibió el calificati-vo de Les Trente Glorieuses.3 Comoseñala el historiador Josep fontana, locierto es que la mayoría de estadoseuropeos presenciaron una notable pazsocial y la consolidación de una demo-cracia de clase media fundamentada en«un contrato social no escrito entre eltrabajo, los negocios y el go bierno» yen la adquisición gradual de derechossociales.4 Sin embargo, en Es pa ña, y enel conjunto del Sur de Euro pa, las cosasno fueron así, ya que todos estos paísesafrontaron dictaduras que ralentizaronenormemente el despliegue del Estadodel bienestar.5

2.1.1. De los Treinta gloriosos a la Gran divergenciaEste «ciclo virtuoso» de crecimientoeconómico y desarrollo social empezósu declive con la crisis del petróleo deprincipios de los setenta. La mayoría de países occidentales empezaron desdeentonces a experimentar fuertes recor-tes en el gasto social, privatización ymercantilización de importantes secto-res hasta entonces públicos (energía,

sanidad…) y un gran proceso de desre-gulación de ámbitos como el financie-ro. Este hecho fue especialmente inten-so, en un principio, en EEUU y ReinoUnido, y después se acabó trasladandoal conjunto de países europeos.

Las consecuencias sociales de estanueva situación fueron extraordinarias.En EEUU, por ejemplo, las desigualda-des socioeconómicas se incrementaronenormemente. Si en los años setenta el1% de la población estadounidense acu -mulaba el 9% de la riqueza total, en2012 ese 1% concentraba ya el 24% dela riqueza.6 Este hecho ha sido catalo-gado por Paul Krugman como «La grandivergencia», refiriéndose al paulatinoenriquecimiento de una minoría, en con -traposición al proceso de convergenciasocial y económica que EEUU habíalogrado con el New Deal en la décadade los treinta y cuarenta y Europa tras laSegunda guerra Mundial.7 Dicho pro-ceso ha llevado actualmente a EEUU aser uno de los países del mundo conmayor índice de desigualdad socioeco-nómica, con niveles equiparables a paí-ses del continente africano, traducién-dose en una grave fractura social.

Si insistimos en EEUU es porquerepresenta el epítome del proceso deruptura del contrato social, pero tam-bién porque Europa, si bien a muchadistancia todavía de las cifras estadouni-denses, parece dirigirse hacia esta reali-dad. En todo caso, los niveles de recor-te del gasto social, de privatización desectores como la sanidad o el incremen -to exponencial de las desigualdadessociales, también experimentaron unpunto de inflexión desde finales de lossetenta en Europa, ha biéndose acelera-

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do este proceso desde el inicio de la cri-sis con la puesta en práctica de las lla-madas «políticas de austeridad».

2.1.2. Capitalismo de casinoExisten al menos cuatro causas queayudan a explicar este giro político,social y económico que tuvo lugar apartir de los años setenta y que llegahasta la actualidad. Un primer factortiene que ver con el contexto de globa-lización y la mutación sufrida por el sis-tema capitalista, que, favorecido por elproceso de desregulación, ha pasado deser un capitalismo mayoritariamenteindustrial (de fábrica) a un capitalismofinanciero, o capitalismo de casino, enel que el 93% de la economía son finan-zas y juego especulativo. La concep-ción del capital de que las ganancias enla economía real son limitadas ha hechoque se avance en el proceso de finan-ciarización y mercantilización. Asimis -mo, como señala David Harvey, se haproducido un proceso de «acumulaciónpor desposesión» caracterizado por lamercantilización y privatización de bie -nes y servicios que, por su carácter pú -blico o comunal, estaban anteriormentecerrados al mercado.8

Un aspecto central en este nuevomarco es, sin duda, el papel del Estado-nación, el cual se ha bía erigido en elactor regulador clave en el contratosocial de posguerra. En el contexto deglobalización, el Estado-nación ha sidoincapaz de controlar y regular la activi-dad financiera promovida por los mer-cados. Así, mientras la política siguejugándose en el obsoleto mapa de losEs tados-nación, la economía tiene lugaren el mapa de las transacciones finan -

cieras internacionales: dos mapas, porlo tanto, incoherentes e incompatiblesentre sí. El sociólogo Zygmunt baumanha sintetizado este proceso indicandoque lo que se ha producido es, en defini -tiva, un divorcio entre poder y política:

«Hoy tenemos un poder que se haquitado de encima a la política y unapolítica despojada de poder. El po -der ya es global; la política siguesiendo lastimosamente local. Los es -tados nacionales territoriales son dis -tritos policiales de la ley y el orden,así como basureros y plantas localesde remoción y reciclaje de la basuraque ocasionan los problemas y ries-gos generados en el nivel global.»9

2.1.3. Refeudalización de las relaciones laboralesUn segundo factor, relacionado con elprimero, tiene que ver con las transfor-maciones experimentadas en el ám bitodel trabajo y con la demografía de mu -chos de los países occidentales. Por unaparte, la globalización ha incentivadoenormemente los procesos de deslocali-zación industrial, aumentando los nive-les de paro y alejando el horizonte delpleno empleo que auguraba el modelodel Estado del bienestar. Según el falle-cido André gorz, lo que estamos pre-senciando es una refeudalización de lasrelaciones laborales en los países occi-dentales, donde la mano de obra se estáprecarizando de nuevo con el único ob -jetivo de volver a competir con la manode obra barata de los países de la peri-feria. Los países occidentales –espe-cialmente los de la semiperiferia, comoEspaña– están dualizando sus merca-

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dos laborales entre una masa de preca-rios o outsiders y una minoría de insi-ders con ciertas perspectivas de estabi -lidad laboral.10 O en palabras del filóso -fo Slavoj Zizek, hoy nos encontramosante una masa de personas dispuestas adejarse explotar,11 que además han per-dido su identidad de clase (debido a losmúltiples tipos de contrato y a las con-diciones posfordistas del trabajo en lasque el trabajador ya no se socializa entorno a la fábrica) y no confieren al sin-dicato el papel de intermediador clási-co. Paradójicamente, y si comparamosesta situación con la que tiene lugar enlos países emergentes, asistimos a uncierto «proceso global de igualación ala baja» de los salarios, del poder ad -quisitivo y de las condiciones sociales.

finalmente, estas transformacionesinternas también deben incorporar aldebate el factor demográfico. Hasta cier -to punto se podría argumentar que losEstados del bienestar «han muerto deéxito», si se tiene en cuenta el aumentoen la esperanza de vida experimentadopor estas sociedades y el encarecimien-to que este hecho ha supuesto.

2.1.4. Hegemonía del pensamientoneoliberalUn tercer factor es el teorizado porautoras como Susan george en El pen-samiento secuestrado12 o Naomi Kleinen La doctrina del shock13: el pensa-miento socialdemócrata que auspició elpacto social de posguerra se ha vistoideológicamente derrotado en los últi-mos treinta años por un pensamiento detipo neoliberal o ultraliberal. Para Su -san george esta derrota no ha sido ca -

sual sino parte de un programa organi-zado, orientado a cuestionar el papeldel Estado y que fue impulsado, desdefinales de los setenta, en el plano políti-co, por dirigentes como Ronald Reaganen EEUU o Margaret Thatcher en Rei -no Unido; en el plano mediático, por unoligopolio de empresas de comunica-ción al servicio de los intereses de susprincipales accionistas y, en el planoacadémico, por una serie de universida-des encargadas de legitimar las grandesdecisiones económicas. La hegemoníacultural del neoliberalismo, que tienemuy poco que ver con las ideas primi-genias del liberalismo promulgado porAdam Smith, ha sido rotunda y ha crea -do un nuevo sentido común en el que lapropia socialdemocracia se ha vistoatrapada.

2.1.5. Sociedad del hiperconsumoEl cuarto y último factor es de tipo cul-tural y está relacionado con el individuoresultante de la sociedad del hipercon-sumo, si utilizamos la terminología delsociólogo francés gilles Lipovetsky.14

Para dicho autor, la sociedad posmo-derna se caracteriza por un hedonismodesenfrenado o por una mercantiliza-ción cultural que responden a la exis-tencia de una segunda revolución indi-vidualista. Este neoindividualismo hasido el caldo de cultivo de un procesode atomización social que se ha idogestando en todos estos años y que,además, está relacionado con el procesode financiarización del consumo que seha producido en las clases trabajadorasante la progresiva disminución de lossalarios reales y por el deseo de alcan-zar un nivel de vida acorde con una

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clase media generalizada. Estos indivi-duos, señala bauman, han transitado de su condición de «ciudadanos» a la de«consumidores», desactivando y domes -ticando el papel crucial que el movi-miento obrero había tenido en el apun-talamiento de los derechos sociales enlos últimos decenios.

La interacción de todos estos proce-sos ha contribuido a las graves fisurasdel contrato social de posguerra. En fren -te, se ha consolidado un modelo de eco-nomía financiarizada, que aspira a auto-regularse detestando todo tipo de contra -poder y caracterizada por la generaciónimponente de desigualdades sociales.

2.2. La realidad española: ante la fractura social y la crisis de la cultura de la Transición

Es obvio que los aspectos más de tipoglobal y regional que acabamos de ana-lizar han afectado durante todo estetiempo a la realidad española. No obs-tante, como indicábamos al inicio, Es -paña, por sus circunstancias políticas ysociales, llegó tarde al «ciclo virtuoso»de crecimiento económico y desarrollosocial. Si bien la época del desarrollis moespañol ya supuso un primer proceso decrecimiento económico, los pilares delEstado social quedaron configuradoscon la Constitución española y los pac-tos previos y posteriores que se produje-ron en el contexto de la Transición.

2.2.1. La fractura social ya ha empezado…Durante los treinta años que siguieron ala Constitución, España fue desplegan-

do un conjunto de políticas sociales eincrementando el gasto social. Este pro-ceso no fue lineal. La crisis de princi-pios de los noventa, por ejemplo, supu-so un notable freno a lo iniciado unadécada antes. No obstante, si compara-mos el conjunto de la UE con la reali-dad española, se observaría que desdelos ochenta se inició un lento pero cons-tante proceso de convergencia social,también gracias a los fondos de ayudadestinados por las instituciones europe-as. Sea como fuere, la crisis iniciadaoficialmente en septiembre de 2008 havapuleado todo este proceso y ha hun-dido la economía y la sociedad españo-la en un abismo impensable unos añosantes, en plena burbuja inmobiliaria.Todos los informes, tanto nacionalescomo internacionales, apuntan en unamisma dirección:

– España ha incrementado dramáti-camente los índices de pobreza, queya afectan a una de cada cinco per-sonas, siendo el índice de pobrezainfantil (20%) uno de los más eleva-dos de Europa.– Casi un tercio de la población seencuentra en riesgo de exclusiónsocial, mientras que las desigualda-des de renta se han disparado, hastael punto de que la diferencia entrelas rentas más y menos elevadas hanaumentado un 30% desde 2006, he -cho que ha convertido a España enel país de la UE con mayor desi -gualdad de renta, por detrás inclusode Rumanía, según la OCDE.15

– Se está produciendo un cierto pro-ceso de descomposición de la clasemedia, que ha visto caer en picado

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su poder adquisitivo, sus niveles sa -lariales y sus condiciones de vida.Este proceso de desclasamiento hallevado a la cola de la asistenciasocial a miles de personas que nun -ca lo habían hecho, reconfigurando,por lo tanto, el rostro de la pobrezay de la exclusión en España.– Se está consolidando la figura del«trabajador pobre», es de cir, personasque aún teniendo un empleo no tie-nen ingresos suficientes para satisfa-cer las necesidades básicas y rozan laexclusión social. La tasa de pobrezalaboral ha pasado del 10,7% en 2007al 12,7% en 2012.16 Igualmen te, seestá produciendo un aumento signifi-cativo del denominado «precariado»,es decir, personas con formación cua-lificada que, sin embargo, viven enuna temporalidad y eventualidadconstante y no deseada.17

Tal y como la fundación foessa haseñalado, de 2003 a 2011, la pobreza seha hecho «más extensa, más intensa ymás crónica».18 Desde la propia OCDE,pero también desde organizacionescomo Cáritas, se ha alertado de queestas cifras no hacen sino postrarnoshacia una fractura so cial de graves con-secuencias: una so cie dad de ricos ypobres, con una clase media alarmante-mente depauperada, con un «ascensorsocial» que sólo funciona en direccióndescendente y sin un sector públicocapaz de compensar las crecientes desi -gualdades sociales. En este sentido, losprocesos de privatización de la sanidad,el aumento de tasas universitarias ojudiciales o bien la agresiva reformalaboral solo certifican la defunción de

la supuesta igualdad de oportunidadesque la Constitución de bería garantizar.Nos adentramos, así, en una sociedadcada vez menos basada en la cohesiónsocial y mucho más cercana al modelode vida estadounidense en el que, recor-demos, impera un cierto «darwinismosocial» ya que el american dream –y ala vista están los índices de desigualdadsocial interna– no funciona para todos.

2.2.2. Economía del ladrillo, créditofácil y fraude fiscal Cabe preguntarse por las causas de estaderiva. Más allá de la explicación obviadel desempleo (27% de la población y57% de desempleo juvenil), existen almenos dos causas principales. La pri-mera tiene que ver con el «modelo» decrecimiento en el que se ha basado laeconomía española en las últimas dosdécadas. La «economía del ladrillo»impulsada por los dos grandes partidosen el gobierno (Partido Popular y Par -tidos Socialista Obrero Español) entre1994 y 2008 generó un aumento espec-tacular del valor del patrimonio de lasfamilias que creció el triple en tan sólodiez años, gracias a la continua alza delos precios de la vivienda (se gún laOCDE, en 2009, el precio de la vivien-da española se encontraba sobrevalora-do en un 41%).19 Esto se debió esen-cialmente a la existencia de un sistemade crédito fácil, incentivado por lasentidades financieras, así como a unclima político y social en el que la com-pra y venta de viviendas se interpretócomo la mejor de las inversiones defuturo. Paradójicamente, durante estasupuesta etapa de bonanza, el salario

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real, esto es, lo que verdaderamentecuesta vivir, de la mayoría de ciudada-nos se estancó e incluso presenció unacierta tendencia a la baja.20 Pocos secto-res sociales, y mucho menos políticos,criticaron con contundencia la fragili-dad económica y los graves problemaséticos y medio am bientales de todo estemodelo.

Tras los dos primeros años de crisis(2008-2010) se inició entonces, oficial-mente un 12 de mayo de 2010, la «erade la austeridad». El incremento de ladeuda pública –una parte importante dela cual era deuda privada nacionalizadatras el rescate a los bancos–21 alarmó,entre otros, al gobierno alemán y a lasinstituciones europeas que obligaron apaíses como grecia, Portugal, Italia oEspaña a recortar drásticamente elgasto público para aminorar la cantidadde la deuda, muchas veces con decisio-nes antidemocráticas que no tenían encuenta las decisiones de gobiernos oparlamentos supuestamente soberanos.Tras más de tres años de políticas deausteridad el resultado ha sido el incre-mento de la brecha social y el empeora-miento de la depresión económica.

La segunda causa que explica la de -función del pacto social en España es unreflejo de las problemáticas que hemosdetallado en el análisis del plano global:el modelo social español ha tendido afinanciarse mediante las rentas del tra-bajo, como consecuencia de la habili-dad y capacidad de las grandes rentasdel capital de evadir gravámenes. Unestudio del Sindicato de Técnicos deHacienda (gESTHA) cifraba reciente-mente el fraude fiscal en España en un23% anual. Esto quiere decir, que al

fisco español se le escapan unos 80.000millones de euros anuales, de los cualesla mayor parte corresponde a impuestosque evaden las principales compañíasdel íbex 35.22 Si tenemos en cuenta quelos recortes sociales han supuesto desdemayo de 2010 unos cuantos miles demi llones de euros, son obvios los bene-ficios sociales que podrían derivarse deun mayor control del gran fraude fiscalsi existiera una mayor voluntad y, sobretodo, una capacidad política para hacer-lo.

2.2.3. Crisis institucional, ¿crisis dela cultura de la Transición?Llama la atención que uno de los pri-meros gritos coreados por miles y milesde jóvenes en las plazas de toda Españaen aquellos días de mayo de 2011 fuerael de «No nos representan». En los de -bates, reflexiones, artículos e iniciativassociales que se han multiplicado desdeentonces ha imperado una profunda crí-tica a la llamada «partitocracia españo-la», haciendo especial referencia a losdos grandes partidos (PP y PSOE) quehan gobernado el grueso de las institu-ciones desde el inicio de la democracia.Asimismo, los datos del CIS indicanque este grito colectivo no es anecdóti-co: en los últimos años, y alentado porlos casos de corrupción, la clase políti-ca y los partidos políticos han sido lasinstituciones peor valoradas por la ciu-dadanía encuestada, además de situarsetambién entre los principales problemasdel país. El bipartidismo, que las asam-bleas del 15-M representaron con elacrónimo PPSOE para criticar las ínfi-mas diferencias que separaban a dospartidos teóricamente opuestos en el

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espectro ideológico, ha caído también aniveles históricos.23 La creciente desa -fección política e institucional es gravee indica un desgaste extraordinario delos partidos que hasta ahora han guiadolas instituciones democráticas.

Pero más allá de la realidad coyun-tural existe otra de tipo más estructural.El 15-M vino a envejecer, repentina einesperadamente, a los partidos políti-cos. El reclamo de una nueva manerade hacer política no parece haber sidoentendida por muchos de los principa-les partidos. Se produce, de este modo,una tensión entre «vieja» y «nueva» po -lítica, donde lo más preocupante es latozudez de la primera por negar o porno escuchar las demandas de regenera-ción de la segunda. Todo este proceso,que tiene un fuerte componente genera-cional, ha sido caracterizado por algu-nos autores como la crisis de la cul tu rade la Transición o como una «crisis derégimen».24 Dicha crisis apuntaría al

cuestionamiento y deslegitimación deun relato político construido en el quese hablaba de una «transición modéli-ca» basada en el pacto entre diferentesagentes sociales y políticos.

El 15-M se ha erigido en una expre-sión ciudadana que ha cuestionado losfundamentos de este relato, poniendoen entredicho la manera de hacer políti-ca o el rumbo de las instituciones polí-ticas. Este hecho conlleva, por lo tanto,una urgente revisión de lo existentepara que pueda ser repensado, recons-truido y legitimado por una generaciónque no se siente parte de las narrativasque conforman el modelo actual. Esteejercicio es urgente, no sólo por la frac-tura social que hemos detallado en elapartado anterior, sino porque las nue-vas coordenadas políticas deben dotar-se de nuevos consensos que sean ade-más elaborados de una manera nueva,contando con la participación de todos,desde abajo.

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Con esta idea burawoy quiere señalarque en los dos últimos siglos se han pro-ducido tres grandes momentos (sigloxIx, primera mitad del siglo xx y la eta-pa iniciada desde los años setenta) en losque determinadas cuestiones de la vidacomo el trabajo, la tierra, el conocimien -to o la salud han pasado a convertirse enmercancía, suponiendo un intenso pro-ceso de desposesión de bienes comuneshacia intereses privados. Para el soció-logo, estos procesos también se han ca-racterizado, al menos en las dos prime-ras etapas, por generar una reacciónsocial que ha intentado contrarrestar es-te proceso de acumulación: mientras enla primera ola de mercantilización el pa-pel del movimiento obrero habría sidoclave, en la segunda ola las regulacio nesestatales fueron el aspecto determinante.En este sentido, el autor se pregunta silos movimientos sociales actuales pue-

den ser la reacción a esta tercera ola demercantilización.

Teniendo presente la pregunta que seformula burawoy, lo que es obvio esque los movimientos sociales que hansurgido en este nuevo ciclo de protestaspresentan muchas novedades tanto en elcontenido como en la forma en que es-tas movilizaciones se producen. SegúnCastells, nos encontramos ante lo quedenomina como «movimientos socialesen red», si se tienen en cuenta su carác-ter tanto local como global y su manerade estar interconectados.26

3.1. ¿Una red global de movimientos sociales?

La revuelta en Túnez a finales de 2010(precedida por las protestas en Islandia)inició una etapa histórica de moviliza-

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3. «ALGO NUEVO ESTÁ ACONTECIENDO»: LOS MOVIMIENTOS SOCIALES ANTE EL CAMBIO DE ÉPOCA

A través de un análisis historiográfico y reflexionando sobre el trabajode Karl Polanyi La gran transformación, el sociólogo Michael Burawoyconsidera que la situación actual se inserta en lo que denomina comouna «tercera ola de mercantilización».25

Dos años después de 1848 parecía que todo habíafracasado. Pero a largo plazo no había fracasado.Un buen número de medidas liberales fueron im -plementadas. fue, por lo tanto, un fracaso inme-diato, pero a la larga fue un éxito, si bien no ya

en la forma de una revolución.ERIC HObSbAwM

ciones sociales a nivel global. A la caí-da de ben Alí (enero 2011) se han idosumando importantes movilizacionessociales en Egipto (por doble partida),Marruecos, Yemen, grecia, España,Italia, Portugal, EEUU, Chile, México,Turquía o brasil. Dentro de todos estoscontextos existen diferencias obvias,pero a la vez numerosas similitudes tan-to en el contenido de las protestas comoen las formas de movilización. Destaca -mos a continuación algunas caracterís-ticas que nos parecen significativas.

En primer lugar, todos estos movi-mientos han presentado una especifi -cidad local o estatal (es obvio que nopueden compararse las característicashistóricas o socioculturales de, por ejem -plo, Túnez y EEUU), si bien existe unacierta lógica transestatal y global al com -parar todas las protestas. Para algunosautores parece existir un patrón similaren el tipo de personas que protestan: per-sonas pertenecientes especialmente a unentorno urbano, movidas por el deterio-ro de las condiciones de vida, por unacreciente frustración ante la falta deoportunidades y que han puesto en en-tredicho la legitimidad del poder políti-co y de las instituciones. Es más, en ge-neral ha predominado claramente unperfil de jóvenes de clase media, quehan catalizado el malestar generalizadode la sociedad en cuestión.

Segundo, Internet y las redes socia-les han sido las herramientas clave enlas movilizaciones, pero no, como a ve-ces se confunde, la causa de éstas. Lasredes sociales como Twitter o Facebookhan servido como instrumentos de am-plificación y dinamización de las pro-testas, de coordinación, comunicación y

capacidad auto-organizativa, así comode contagio de las emociones y del es -ta do de ánimo de un lugar a otro. En todos estos contextos se ha producidouna complementariedad entre las redesy la pre sencia en las calles, destacandola ocu pación del espacio público comoágora de reflexión, de debate, de reivin-dicación y de resistencia. Un hecho sig-nificativo es que el 15 de octubre de2011 una red global de movimientosmo vi lizara a millones de personas en951 ciudades de 82 países del mundobajo un mismo lema: «Uni dos por uncambio global».

Tercero, las movilizaciones han ad-quirido una forma de organización muyhorizontal, descentralizada, distribuiday rizomática. Esta forma de organizarsese caracteriza por la interrelación e in-fluencia mutua de los diferentes nódu-los (individuos) que configuran esta redglobal. Asimismo, los individuos seconvierten en «autocomunicadores demasas», al difundir mediante tuits, pu-blicaciones en Facebook o vídeos enYoutube determinadas informaciones oideas que pueden adquirir un carácterviral y de mucho impacto.27 Cabe desta-car como en la Plaza del Sol de Madrid,en la Plaza Taksim de Estambul o en lascalles de Sao Paulo fueron las imágenesvirales de represión policial las que am-plificaron y dieron una enorme fuerza alas movilizaciones posteriores.

Un cuarto y último aspecto, es la ca-pacidad de estos movimientos de cons-truir un contrasentido común que tratade contrarrestar la información y el«sentido común» hegemónico, elabora-do por los poderes políticos o mediáti-cos, cuya máxima expresión, en el caso

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español, se encuentra en expresionescomo «no hay alternativa» o «hemos vi-vido por encima de nuestras posibili -dades». Así, los originales lemas de laspancartas en las plazas o las ideas queacaban circulando por las redes socialeshan tenido un fuerte componente sim-bólico capaz de influir en el imaginariocolectivo.

En definitiva, estos movimientos sociales en red son la expresión de unainsatisfacción con el status quo perotambién significan la demanda de unamayor y mejor democracia y un deseode emancipación social. Son el síntomade un proceso de creciente politizacióny empoderamiento social ante una rea-lidad global cada vez más antidemocrá-tica en la que actores tradicionales co-mo los partidos han perdido potestadante los mercados financieros y legiti-midad ante sus sociedades. Por otro la-do, ante el pragmatismo que a menudose exige a estos movimientos, es impor-tante entender todos estos procesos –to-davía incipientes– como un «aprenderhaciendo», en el que el propio procesose convierte en el mensaje a interpretar.Lo fundamental es ser conscientes deque los movimientos sociales han sidohistóricamente cruciales en la anticipa-ción de nuevos valores, convirtiéndoseen ocasiones en las palancas de los gran-des cambios sociales.28

3.2. «Dormíamos, despertamos»:algunos apuntes sobre el 15-M

Aterrizando en la realidad española, laprincipal reacción social en el contextode crisis ha sido el llamado 15-M. Másallá de la interpretación que se haga de

este complejo movimiento social, lo queparece estar claro es que el 15-M estásiendo sobre todo un «fenómeno repo-litizador». Con esto nos referimos a lagran capacidad social que ha tenido dedespertar conciencias que estaban dor-midas y de invitar a toda una nueva ge-neración joven –y no tan joven– de ciu-dadanos, a participar activamente en losasuntos públicos. «Dormíamos, desper-tamos» rezaba un cartel de la Puerta delSol de Madrid. Esta frase sintetiza el le-targo en el que vivíamos como ciuda-danos en medio de una burbuja inmobi-liaria y en una deriva consumista quesolo hemos sabido comprender, criticary cuestionar a posteriori.29 Un letargoque ha facilitado la paulatina coloniza-ción de la política por parte de los inte-reses privados. Si el 15-M ha hecho al-go es devolver a la sociedad nuevosdebates, obligarnos a pensar y a posicio-narnos, entender las fracturas y los pro-blemas actuales, así como dibujar entretodos posibles alternativas de futuro.

Es importante entender que el 15-Mno es un sujeto político homogéneo, convoz propia, sino más bien un espacio de entrada y de salida en que muchosciudadanos han participado. Algunasiniciativas como las Plataformas deAfectados por las Hipotecas (PAH) o lasdiferentes mareas en defensa de los ser-vicios públicos han sido amplificadaspor el 15-M. A su vez, numerosas ini-ciativas de creación de tejido social li-gadas al mundo asociativo, la economíasocial o el consumo responsable se hanvisto fortalecidas por este movimiento,a la vez que algunos viejos partidos sehan visto obligados –aunque no lo re-conozcan– a un ejercicio de introspec-

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ción y de revisión de sus prácticas y dis-cursos. El 15-M es un movimiento, porlo tanto, de fondo, que ya no está en lasplazas sino en pequeñas asambleas debarrios, en centenares de iniciativas ciu-dadanas y, en definitiva, en la manera depensar de muchas personas. El 15-M esun movimiento intergeneracional, sibien los más jóvenes son los que lo hanabanderado. Son jóvenes que formanparte del «precariado» y para los que el«ascensor social» que el relato oficialofrecía (estudiar una carrera universita-ria, conseguir un buen trabajo, lograrbienestar y estabilidad laboral y social),simplemente, se ha truncado.

Muchas de las características a lasque hemos aludido analizando los mo-vimientos sociales en otros contextospueden encontrarse también en el 15-M.Destaca, en este sentido, su forma deproceder. Entre otros aspectos puedenseñalarse el carácter no-violento, des-centralizado y autogestionado, donde haimperado la lógica del «hazlo tú mismo»a la hora de organizar asambleas y mo-vilizaciones; o bien su horizontalidad, yautorepresentatividad, rechazando lautilización de etiquetas identificativas ola visibilización de líderes concretos.

Otro rasgo constitutivo interesantees la agenda que el 15-M ha ido cons-truyendo. La novedad reside no tanto ensus demandas concretas sino en la for-ma en que ésta se ha ido configurando.Dicha agenda se caracteriza por «buscaruna salida de la crisis hacia un modo devida construido colectivamente», en elque todo el mundo puede hacer aporta-ciones y en el que los consensos, que enmuchos casos responden a demandastradicionales, son generados y construi-

dos nuevamente desde abajo, como sifueran un documento wiki, abierto a laparticipación, opinión, sabiduría y sub-jetividad de cada uno de sus participan-tes. Como algunos han dicho, el con-junto de iniciativas y acciones surgidasa raíz del 15-M se han convertido en unaescuela de aprendizaje político en la queconfluyen nuevas y viejas maneras dehacer, de entender la política y la socie-dad, o de convocar y organizarse.

Por último, un elemento fundamen-tal para entender el origen y el futuro delmovimiento 15-M es su dimensión vir-tual. En este trabajo colectivo ya no sóloimporta la presencia física como tradi-cionalmente ni tampoco los indicadoreshabituales para medir el éxito o fracasode una convocatoria determinada (nú-mero de manifestantes, etc.). Las callesy las plazas han sido un lugar impor-tante de visualización y reivindicación,pero la red ha sido clave en la articula-ción y como espacio de participaciónpolítica, desde el cual miles de personashan seguido por streaming las accionesconvocadas por los diferentes colecti-vos. Todo esto ha demostrado que la in-tensidad del intercambio y la comuni-cación presencial no tienen por qué ir endetrimento de la digital y viceversa. Asílas cosas, Internet se presenta como unespacio de discusión y articulación po-lítica clave para las transformacionessociales y políticas que están teniendolugar. Pero su centralidad también resideen la ruptura, seguramente irreversible,de un doble monopolio: el de la formade hacer política, a través de los parti-dos políticos y de las instituciones; y elde la forma de comunicar, mediante losmedios de comunicación de masas.

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Con este marco de fondo, este últimoapartado tiene como objetivo apuntar algunas de las principales aportacionesy propuestas que se están realizandodesde los movimientos sociales en elcontexto español pero con una miradainequívocamente global. Hemos agru-pado estas propuestas en cinco grandesejes: 1) aquellas que tratan de hacerfrente a la crisis de la representatividad;2) las que buscan hacer frente a la deu-da y el déficit fiscal; 3) algunas pro-puestas para abordar la preocupantemercantilización de la vida cotidianaque se está produciendo; 4) las que es-

tán relacionadas con el mundo del tra-bajo, y 5) aquellas centradas en la crisisecológica y de los cuidados.

Somos conscientes de que dentro deestos ejes no están todas las propuestasque son objeto de debate y que por ra-zones de espacio no podemos profundi-zar en las ideas aquí recogidas. Al igualque somos conscientes que ante el som-brío panorama actual algunas de estaspropuestas pueden ser vistas como po-co menos que irrealizables. Sin embar-go, las siguientes páginas pueden servirpara dibujar una panorámica general delas demandas y debates existentes en los

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4. «¡SÍ SE PUEDE!»: APORTACIONES Y PROPUESTAS PARA UN NUEVO RUMBO SOCIAL

Hasta el momento hemos subrayado dos tesis principales: 1) el esce-nario actual es en gran parte el resultado del resquebrajamiento de doscontratos sociales que han regulado nuestras vidas en las últimasdécadas y en el que cabe destacar muy especialmente un desplaza-miento del poder de lo político hacia lo financiero; 2) en un contexto dedeterioro socioeconómico y de crisis institucional, los movimientossociales actuales, tanto a nivel global como en la realidad española, sehan erigido en un actor clave, caracterizándose por su funcionamientoen red y por su demanda de mayor democracia y justicia social.

Yo no puedo decir que «otro mundo es posible»(aunque esa frase se repita mucho), sino que otro mundo es SEgURO.

JOSÉ LUIS SAMPEDRO

movimientos sociales, y mostrar quehay otras alternativas a las políticas im-perantes y explorar una posible hoja deruta que aliente un cambio de rumbo.

4.1. Frente a la crisis de la representatividad y la «democraciade baja intensidad»: la apuestapor la participación ciudadana yla democracia radicalLa crisis financiera, además de las terri-bles consecuencias que está generandosobre la población, está contribuyendoa socavar los mismos cimientos de lademocracia. Como ya se ha señalado,existe una creciente asimetría entre unapolítica todavía circunscrita al ámbitodel Estado-nación y un sistema econó-mico globalizado que a su vez se ha con-vertido en una amenaza a la soberaníade los estados, constituyendo de factouna «mercadocracia».

De la misma forma, estamos asis -tien do a una creciente diferenciaciónentre los espacios de representación dela ciudadanía (por ejemplo, el Parla -men to) y los lugares donde verdadera-mente se toman las decisiones (berlín,frank furt, etc.), así como a un vacia-miento creciente de la capacidad de laciudadanía para influir en la políticamás allá de su participación electoral.Todo ello hace que la crisis esté gene-rando una gran desafección social y estéahondando en la crisis de la democraciarepresentativa, aumentando la distanciaexistente entre gobernantes y electoresy entre la ciudadanía y los partidos po-líticos. E incluso, cabe preguntarse si esposible la existencia de la misma de-mocracia cuando apenas hay instru-

mentos de control sobre el capitalismofinanciero y cuando los estados a su vezcada vez tienen menos control sobre laeconomía.

Ante esta contradicción entre un ca-pitalismo en extensión y una democra-cia que cada vez se reduce más al planoprocedimental –es decir, ganar eleccio-nes–, cada vez más voces reclaman pro-fundizar en la democracia en todas lasdimensiones que afectan a la vida coti-diana pasando de una democracia tute-lada, restringida y «de baja intensidad»a una «democracia de alta intensidad»30.Una democracia que vaya más allá delas instituciones, que pueda ser aplicadaa muchos planos de la vida si la enten-demos como el reconocimiento de losderechos sociales, y que asuma que ha-blar de política es referirse a la capaci-dad de dar respuesta a los problemas co-lectivos. En esta reclamación por unademocracia más amplia o «real» queponga en el centro a la ciudadanía y losproblemas colectivos, cada vez existenmás propuestas que reivindican másparticipación en la gestión de los asun-tos comunes y otra forma de entender lopolítico.

Siguiendo a ángel Calle31 podemoscontraponer a la democracia representa-tiva la democracia participativa y la de-mocracia radical. La democracia parti-cipativa sería aquella que se basa enprocedimientos institucionales y gestio-nada «desde arriba» y que complemen-ta sus formas de decisión con aportacio-nes «desde abajo». Algunas propuestasque se relacionan con este modelo sonlos referéndums revocatorios de manda -to, las iniciativas legislativas populares,los ejercicios de rendición de cuentas,

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los consejos deliberativos, los presu-puestos participativos o las iniciativasque buscan una mayor transparencia enla acción política.32

Como complemento a ésta, segúnCalle, se encontraría la democracia ra-dical que englobaría aquellas propues-tas que se realizan «desde abajo», deforma deliberativa, basándose en la ho-rizontalidad y que buscan la satisfacciónconjunta de necesidades. Así, diversasiniciativas basadas en el asamblearismoy la democracia directa, algunas accio-nes que se basan en el uso de las nuevastecnologías encuadradas en la denomi-nada tecnopolítica, o incluso los dife-rentes «proyectos constituyentes» quebuscan reformular el contrato social«desde abajo», pueden ser vistos comoespacios y expresiones de experimenta-ción de esta democracia radical.

En todo caso, y más allá de esta dis-tinción, parece urgente la creación deformas de innovación política que ex-tiendan desde las instituciones la parti-cipación ciudadana a todos los niveles,a la vez que, como se viene insistiendodesde los movimientos sociales, se hacenecesario que los ciudadanos se rea pro -pien de aquellos asuntos de carácter colectivo que afectan a su vida cotidia-na.

4.2. Frente a la deuda y el déficitfiscal: la apuesta por las auditoríasciudadanas de la deuda y una fiscalidad justa

La crisis financiera se ha visto acompa-ñada de discursos que la interpretabancomo una suerte de fenómeno inevita-ble y que habría tenido lugar, entre otras

cosas, porque se había «vivido por en-cima de nuestras posibilidades». Este ti-po de afirmaciones están especialmentepresentes cuando se defiende la ortodo-xia presupuestaria a la vez que, frecuen -temente, y en nombre de la competitivi-dad y la eficiencia, se afirma que «nohay alternativa» a los recortes en el gas-to social. frente a esta visión, queremosdetenernos en las propuestas que desdediferentes instancias se vienen realizan-do sobre dos ámbitos económicos: ladeuda y la fiscalidad.

Para entender las propuestas que serealizan sobre la deuda, es preciso re-cordar, en primer lugar y como se señalóen el primer apartado, que la composi-ción de esta es fundamentalmente pri-vada. Por tanto, no parece ser cierto queel sector público sea el principal res-ponsable de la deuda total, como a ve-ces se ha señalado.33 Más bien ha sido labanca y las grandes corporaciones quie-nes se han endeudado excesivamentedurante los años de bonanza económi-ca. Por otro lado, hay que tener en cuen-ta que el Estado se ha endeudado a cos-ta de los contribuyentes para ayudar a labanca privada, que así está consiguien-do reconvertir su deuda privada en deu-da pública a través de diferentes meca-nismos y avales.34 Además, la recientereforma de la Constitución señala en suartículo 135.3 que «el pago de los cré-ditos para satisfacer los intereses y el ca-pital de la deuda pública gozarán deprioridad absoluta» sobre cualquier otrapartida de gasto (en sanidad, educacióno pensiones, por ejemplo), con lo quecon este cambio se blinda al capital fi-nanciero de un posible impago por par-te del Estado.

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Ante esta situación, dentro de losmovimientos sociales cada vez se plan-tea con más fuerza la opción de no pa-gar la deuda o, siguiendo la experienciade países como Ecuador,35 solicitar la realización de una auditoría ciudada-na36 sobre todas las deudas (pública ypri vada) que se encargase de determinarresponsabilidades, debatir sobre la legi-timidad de la deuda y fijar las condicio-nes de su pago.37

En lo que se refiere a la fiscalidad,cada vez existen más voces que ven ne-cesaria encaminar ésta hacia un modelomás justo y progresivo, tal y como pro-pone la Plataforma por una fiscalidadJusta,38 así como la necesidad de lucharcontra el fraude fiscal, los paraísos fis-cales y la especulación financiera. Unamirada a esta materia permite constatarque existe un trato muy desigual entreel trato que se da a las rentas del traba-jo y a las del gran capital. Así, mientrasla clase media y baja ha experimentadouna subida de impuestos a raíz de la re-cesión, se ha producido un manteni-miento de figuras como las Sociedadesde Inversión de Capital Variable (las SI-CAV) en las que el gran capital solo tri-buta al 1%. En cuanto al fraude fiscal ysu procedencia, existen numerosos da-tos que ponen de relieve la necesidad deregular y acabar con esta realidad. Uninforme reciente señalaba que el 94% delas empresas del Ibex-35 eludía im-puestos en paraísos fiscales,39 a la vezque organizaciones como Oxfam esti-maban que un total de 14 billones de dó-lares se escondían en paraísos fiscales,lo que suponía una pérdida de ingresosfiscales de 120.000 millones de dólaresanuales.40 La búsqueda de una fiscalidad

progresiva, por lo tanto, debe ir ineludi-blemente acompañada de la lucha con-tra los paraísos fiscales.

Conviene tener en mente estas cues-tiones cuando desde diferentes instan-cias se habla de la inevitabilidad de re-ducir el gasto social o cuando se afirmaque sólo «tendremos el estado de bienes -tar que podamos permitirnos»41. Y es quela fiscalidad y los recortes en gasto socialson las dos caras de un mismo debate:el debate sobre en quién recae el costede la crisis tanto a la hora de contribuira las arcas del estado, como a la hora dever quién sale perjudicado por los re-cortes. Y en ambos casos, los más per-judicados, están siendo los más débiles.

finalmente, frente a la lucha contrala especulación financiera, una de laspropuestas más conocidas es la recla-mación de la Tasa Tobin o, según otrasorganizaciones, «Tasa Robin Hood».Esta tasa, reivindicada en los últimosaños por organizaciones como ATTAC,pretende frenar la especulación que se produce en los mercados bancariosimponiendo un gravamen a las transac-ciones financieras y destinando lo re-caudado a fines sociales o al control delas crisis finan cieras.

4.3. Frente a la mercantilizaciónde la vida cotidiana: los bienescomunes y la soberanía alimentariaDentro de las propuestas que tratan dehacer frente a la mercantilización de losdiversos dominios de la vida cotidianay a todo aquello que es fundamental pa-ra la reproducción social encontramos laapuesta por los bienes comunes y la so-beranía alimentaria.

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Con la gestión de los bienes comu-nes o procomún42 se alude a aquellos sis-temas sociales y jurídicos que facilitanla gestión compartida y la administra-ción de un bien de acceso universal y quepertenece o es de usufructo gestionadode forma colectiva. Más allá de su régi-men de propiedad, el bien común debeser entendido sobre todo en términos re-lacionales. Así, un recurso es un «biencomún», mientras la gente se siente vin-culada a él tanto por poder hacer uso desu patrimonio como por estar interesadoen su conservación y/o ampliación, conlo que al llamar «común» a un recursocompartido se destaca que sobre estosbienes descansa una idea de inalienabi-lidad. Así, se considera que estos recur-sos pertenecen a la gente por lo que seacepta que su conservación a largo pla-zo es más importante que su maximiza-ción a precio de mercado.

Si se hace un repaso histórico, sepuede ver que la principal forma de ges-tión que se ha producido de forma comunal ha estado relacionada con lagestión de algunos recursos naturales(aguas, ríos, pastos, bosques, etc.)43 yque estas formas de gestión, tan exten-didas antes de la emergencia del capita-lismo,44 han pervivido en algunos casoshasta la actualidad. Sin embargo, el de-bate sobre estos bienes ha vuelto a ad-quirir gran fuerza recientemente por dosrazones. A nivel teórico, Elinor Ostrom,premio Nobel de Economía en 2009,45

mostró a partir del análisis de numero-sos casos de manejo de recursos colec-tivos, cómo se pueden crear institucio-nes de gestión colectiva que permitan elaprovechamiento sostenible de estosbienes de forma duradera si se parte al

menos de dos principios: el compromi-so de las partes involucradas y su capa-cidad de supervisión sobre las institu-ciones. De ahí que la gestión de losbienes comunes sea vista en ocasionescomo una expresión de la democraciaradical ya mencionada anteriormente.

Pero junto a esta vertiente teórica, hasido Internet quien ha permitido que losbienes comunes adquieran una nuevasignificación al convertirse en un campode experimentación para la innovacióncooperativa, la creación cultural colec-tiva y la generación de conocimientocompartido. Internet, además, ha pro -ducido una experiencia generalizada deabundancia de los bienes inmaterialesque contradice el presupuesto neoliberalde la escasez generalizada y de la aso-ciación de los mecanismos del mercadocomo mejor garantía de eficiencia. bastapensar en ejemplos como los diferentessistemas operativos libres, la wikipediao las licencias creative commons paramostrar cómo las lógicas basadas en lacooperación entre usuarios pueden sermás efectivas que otras formas guiadaspor criterios mercantiles.

De la misma forma, cada vez exis-ten más prácticas de innovación socialgeneradas en el entorno de los movi-mientos sociales que en mayor o menormedida se inspiran en esta noción delcomún y su racionalidad como sucedecon iniciativas como las monedas socia -les y complementarias, los huertos co-munitarios, las tiendas de ropa a costecero o las redes de reutilización de ob-jetos y de consumo colaborativo. O tam-bién de algunos equipamientos e infra -es tructuras como los centros socialesautogestionados, el cohousing o las coo -

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perativas de vivienda en derechos deuso.46

En definitiva, los bienes comunesson un interesante campo de innovaciónque buscan primar cubrir las necesida-des sobre el consumo, y priorizar el va-lor del uso del bien frente a su posiblevalor de intercambio en el mercado. Loque hace que desde algunas instanciasse vea en éstos una estrategia interesan-te para frenar el proceso de mercantili-zación de la vida cotidiana, cubrir lasnecesidades básicas de la población apartir de las relaciones comunitarias yconectar experiencias de resistencia a laprivatización y escasez artificialmenteimpuesta por el neoliberalismo.

Junto a los bienes comunes, otra propuesta para frenar el proceso de de-pendencia del mercado en un sector es-tratégico como la alimentación es la soberanía alimentaria. La soberaníaalimentaria puede ser definida como elderecho de los individuos, pueblos y co-munidades a definir sus políticas y es-trategias agrícolas y alimentarias para laproducción y distribución sostenible dealimentos. bajo esa idea general, esteconcepto se convierte en un paraguasque abarca a todos los aspectos vincu-lados a la alimentación al considerar queun sector como éste no puede dependerde los caprichos del mercado interna-cional sino que debe ser una cuestión deseguridad e independencia para los pue-blos.

Desde la soberanía alimentaria seapuesta por la producción y el consumolocal frente a las importaciones; las ex-plotaciones campesinas y familiares; seintenta asegurar precios justos para loscampesinos a través de alianzas entre

productores y consumidores; se buscagarantizar el acceso a la tierra, al agua,a los bosques y otros recursos producti-vos; y se favorece la inversión públicapara fomentar la actividad productivafamiliar y comunitaria.47 De igual for-ma, muchas iniciativas ligadas a la ali-mentación han encontrado un anclajeteórico en este paradigma como las ca-da vez más numerosas cooperativas deproductores y consumidores agroecoló-gicos, las tiendas de consumo responsa-ble, las redes de intercambio de semillasautóctonas, o las universidades y escue-las rurales que buscan revitalizar sabe-res autóctonos.48

De este modo, desde esta perspecti-va se considera que son los pueblos y nolos mercados los que deben tomar lasdecisiones relacionadas con la políticaalimentaria y deben ser éstos los que de-cidan qué y cómo producir. Para ello, seapuesta por la agricultura campesina co-mo la mejor garantía para la producciónde alimentos equilibrada, la sostenibili-dad ambiental y la gestión armoniosadel territorio rural.

4.4. Repensar el trabajo: repartir el salario y el empleo, la renta básica y el reconocimientode los trabajos invisibilizados

Actualmente, tenemos una capacidadproductiva mucho mayor que la que hapodido existir en cualquier época histó-rica debido a los avances tecnológicos yal enorme aumento de la productividad.Y, sin embargo, esta situación no se hatraducido en una mejora sustantiva delas condiciones laborales existentes, nien una progresiva reducción de los

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tiempos dedicados al trabajo asalariado.Más bien todo lo contrario. Esto es de-bido nuevamente a la hegemonía cultu-ral de una manera de entender la pro-ductividad y la economía en el contextode globalización. En este contexto, sehace fundamental repartir el empleo y lariqueza y repensar las relaciones que sedan dentro del mundo laboral, más auncuando contamos con una tasa de de -sempleo escandalosa.

En este sentido, vale la pena recogeralgunas de las propuestas que se estánplanteando desde los movimientos so-ciales dentro de este ámbito.

4.4.1. Una revisión profunda de las relaciones salariales En la actualidad el salario mínimo inter -profesional español asciende a 645 € almes, lejos de los 1425 € que presenta elsalario mínimo francés.49 Un dato, ade-más, que adquiere otro significado si secontrasta con las diferencias salarialesexistentes en el interior de las empresas.Según un estudio de la federaciónEuro pea de Empleadores,50 España erael cuarto país europeo con mayor bre-cha salarial, solo por detrás de Ruma nía,Ucrania y Rusia.51 Se hace necesaria,por lo tanto, una revisión al alza del salario mínimo, así como el estableci-miento de horquillas salariales másequitativas en el interior de las empre-sas siguiendo el ejemplo de Suiza don-de la iniciativa 1:12 (una ley que limitela brecha salarial a un máximo de 12 ve-ces entre el salario mayor y el menordentro de la misma empresa) ha sido re-cientemente aprobada en referéndumpor una amplia mayoría.52

4.4.2. Reparto del empleo a través de la reducción de la jornada laboralCon unas tasas de desempleo tan eleva-das como las actuales, una medida dejusticia razonable pasaría por el repartodel empleo a través de la reducción dela jornada laboral.53 Pues bien, en esta lí-nea de reparto del empleo, desde la NewEconomics Foundation se apuntaba laposibilidad de establecer una jornadasemanal de 21 horas54 con el fin de fa-vorecer la justicia social, liberar tiempopara la realización de actividades crea-tivas y relacionadas con el ámbito de loscuidados y al mismo tiempo reducir elconsumo de recursos naturales.

4.4.3. Una apuesta decidida por el cooperativismo y la economía social Las cooperativas cuentan con una ma-yor democracia interna y participaciónde los trabajadores en las decisiones queafectan a la empresa, se rigen por prin-cipios de democracia interna y transpa-rencia y cuentan con menor brecha salarial (que rara vez llega a una pro-porción de 5 a 1). Además, este tipo deempresas han destruido mucho menosempleo que otras empresas convencio-nales en el marco de la crisis, con lo quese ha evidenciado su mayor capacidadde adaptación y flexibilidad ante circuns -tancias adversas. Por ello, no es utó picopensar que estas empresas tienen ungran potencial en la construcción de otraeconomía. Más aún si se desarrollan si-nergias entre éstas y se crean espaciosde intercambio basados en lógicas decooperación como está sucediendo enlos mercados sociales desarrollados endiferentes ciudades.55

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4.4.4. Establecimiento de una rentabásica de ciudadaníaOtra propuesta que está generando cadavez más eco es el establecimiento deuna renta básica de ciudadanía. La ren-ta básica puede ser definida como «elreconocimiento como derecho de todociudadano a percibir una cantidad pe-riódica que cubra, al menos, las necesi-dades vitales sin que por ello deba con-traprestación alguna». Según DanielRaventós, el establecimiento de estamedida en una situación de crisis per-mitiría afrontar de forma menos angus-tiosa la pérdida involuntaria del empleoy la situación de gran inseguridad eco-nómica y vital que genera, además deayudar a mitigar la pobreza y a ser unelemento de protección para no caer enella. Además, esta iniciativa facilitaríala autoocupación y, entre otras cosas, sería un estabilizador del consumo fun-damental para sostener la demanda entiempos de crisis, especialmente entrelos grupos más vulnerables.56 Para ello,se apuesta por financiar esta prestacióna través de la integración de la políticafiscal y social, lo que supondría, a suvez, una considerable redistribución dela riqueza. En Cataluña, varios colecti-vos han puesto en marcha una IniciativaLegislativa Popular (ILP) para solicitar-la.57

4.4.5. Reconocimiento de todo el trabajo: remunerado y no remuneradofinalmente, se hace necesario el reco-nocimiento de todo el trabajo tanto re-munerado como no remunerado, reco-nociendo el valor social y la riqueza quegeneran muchos trabajos que se dan

más allá de la esfera mercantilizada. Enel marco capitalista normalmente seequipara el concepto de valor al de pre-cio y, consecuentemente, desde esta vi-sión solo tiene valor económico aquelloque puede expresarse en términos mo-netarios. Sin embargo, esta mirada nocontempla la gran cantidad de relacio-nes y formas de trabajo que se dan en elámbito de lo no mercantilizado y quesostienen de forma invisible el sistema,entre las que destaca especialmente eldenominado «trabajo de cuidados».58

Un trabajo que, como han destacado nu-merosas personas desde la perspectivafeminista, ha sido atribuido histórica-mente a las mujeres, se ha asociado a laesfera de lo privado y lo gratuito, y hasido infravalorado e incluso invisibili-zado socialmente. Por todo ello, parauna acción transformadora de la reali-dad es imprescindible visibilizar todo eltrabajo no asalariado que es útil social-mente, reorganizar el sistema de cuida-dos de forma que éstos adquieran un ca-rácter central en la organización socialy se reconozca una mayor corresponsa-bilidad sobre el mismo. Más aún si setiene en cuenta que cuando se habla delreparto de los cuidados se está aludien-do a la forma en la que las sociedadesreparten y organizan el sostenimiento dela vida humana.59

4.5. Crisis ecológica, crítica productivista y algunas alternativasfinalmente, a todas las vertientes de lacrisis económica que ya se han señala-do, hay que añadir la creciente presiónque se está ejerciendo sobre el controlde los recursos naturales. Podemos con-

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siderar que la crisis económica y la cri-sis ecológica y climática están íntima-mente entrelazadas y tienen numerosospuntos en común lo que nos lleva a se-ñalar una serie de cuestiones.60

En primer lugar, y como se ha seña-lado,61 dentro del capitalismo y del pen-samiento económico mainstream, seequipara frecuentemente el concepto devalor al de precio. Al realizarse esta ope-ración, y por no poder expresarse en tér-minos monetarios, se invisibilizan mul-titud de procesos ambientales que sonfundamentales para el sostenimiento dela vida humana, a la vez que también sehacen invisibles todos aquellos efectosexternos negativos del crecimiento eco-nómico sobre el medio ambiente que setraducen en la destrucción de los recur-sos naturales y en la degradación delmedio.62 De la misma forma, dentro deesta lógica, la producción no se liga a lasatisfacción de necesidades humanas si-no a incrementar agregados monetariosque produzcan beneficios a corto plazosin tener en consideración los elemen-tos de destrucción que pueden llevaraparejados.

Así, se parte de una falsa premisa: elcrecimiento sin límites es posible. Y conello surge un conflicto entre los límitesmateriales y humanos de la tierra y sucarácter de sistema cerrado y de rege-neración constante de ciclos no mer-cantilizables que presenta, y las preten-siones de un sistema económico quenecesita extraer materiales, fabricar co-sas, consumir energía y generar resi-duos inevitablemente para crecer. Deahí que cada vez más voces critiquen elproductivismo y el crecimiento ilimita-do porque, además, crea la sensación de

que todo se puede fabricar infinitamen-te mientras el deterioro ecológico se ha-ce cada vez más patente.

frente a esta visión una de las no-ciones que mayor debate han generadodentro de los movimientos sociales es ladel decrecimiento. Más que un paradig-ma definido o una teoría económica, eldecrecimiento es una noción provoca-dora que cuestiona la lógica producti-vista del sistema y propone un cambiocultural: romper con la idea de que máses siempre mejor al considerar que la fe-licidad de las personas no depende de sumayor renta y consumo. Desde esta co-rriente, se considera que las sociedadesenriquecidas deben reorientar de formaprogresiva el modelo productivo haciala sobriedad y la adecuación con los lí-mites ecológicos del planeta, a la vezque se invita a la participación y crea-ción de iniciativas comunitarias quepromuevan este cambio. En este senti-do, desde el decrecimiento se apuestapor centralizar y movilizar los recursoscolectivos en aquellas iniciativas quecubran necesidades sociales (como lamovilidad sostenible o los cuidados); sebusca favorecer la economía real y lo-cal; apostar por la creación de empleoen sectores como las energías renova-bles, la economía social o la agriculturaecológica, y en decrecer en el consumode energías fósiles.

Por último, otras iniciativas que hansurgido ante este escenario de crisis eco-lógica son el «movimiento en transi-ción» que busca hacer frente al desafíodel cambio climático y la crisis del pe-tróleo63 o la denominada «Economía delbien común» que busca establecer indi-cadores relacionados con la sostenibili-

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dad o la justicia social para premiar openalizar a las empresas que cumplancon éstos. También en países comoEcuador o bolivia encontramos el con-cepto del «buen Vivir»64, que inspirada

en la cosmovisión de los pueblos andi-nos originarios busca romper con el pa-radigma desarrollista y establecer otromarco de relaciones entre el ser huma-no y la naturaleza.

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Dentro de este nuevo ciclo, es impor-tante subrayar el papel que pueden tenerlos movimientos sociales en red, loscuales comparten formas de organiza-ción y movilización, más horizontales ycolectivas, así como el contenido de unaparte de sus reivindicaciones: democra-cia y justicia social. En un contexto enel que otros actores sociales y políticoscomo los partidos padecen un profundodescrédito social, el papel de estos mo-vimientos sociales puede ser fundamen-tal por varios motivos.

En primer lugar, porque es necesarioy urgente construir contrapoderes al

ámbito financiero en un momento en elque la política está claramente secues-trada por los intereses privados. La sin-cronización de todas estas protestas yformas de concienciación y moviliza-ción social pueden ser cruciales en laconfiguración de un nuevo rumbo parala política, la economía y el conjunto dela sociedad.

En segundo lugar, porque creemosque la crisis económica es el síntoma deuna crisis mucho más profunda: una cri-sis de civilización provocada por la ló-gica de acumulación capitalista en laque el conflicto, a diferencia de otros

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5. CONCLUSIONES

Como hemos visto a lo largo de estas páginas, nos encontramos en uncambio de época que está dando lugar a importantes transformacionessociales, políticas, económicas y culturales. Al mismo tiempo, la ruptu-ra de los consensos existentes, la pérdida de derechos sociales y labo-rales y la acentuación del proceso de polarización social está haciendoque aumente el malestar social y que estemos asistiendo a un nuevociclo de protestas no sólo a nivel estatal sino también a nivel global.

… I via fora! Que tot està per fer i tot és posible.(¡Adelante! Que todo está por hacer

y todo es posible.)MIQUEL MARTí I POL

momentos históricos, no se expresa yasolo entre el capital y el trabajo asala-riado, sino entre los procesos de acu-mulación del capital y los procesos dereproducción de la vida social entendi-dos de una forma amplia. Así, aspectoscomo el deterioro de las condiciones la-borales; la mercantilización y los recor-tes en sanidad, educación o pensiones;los desahucios; o algunos conflictosecológicos surgidos por la privatizacióny explotación de bienes comunes comoel agua, las costas o los bosques, puedenser vistos como expresiones palpablesde estas dos lógicas contrapuestas.

Por otro lado, en medio del debatesobre la necesidad de que los movi-mientos sociales opten por vías prag-máticas (convertirse en partidos políti-cos, presentarse a elecciones, etc.),creemos que una profunda transforma-ción social vendrá más de la ciudadaníaorganizada y de los procesos de empo-deramiento colectivo, que de la toma delpoder institucional (sin minusvalorar laimportancia que el marco institucionalpuede tener para abrir nuevos procesosde cambio). O dicho en otras palabras:las apuestas emancipadoras deben sur-

gir sobre todo desde una ciudadanía quede forma colectiva lidere un cambio«desde abajo» y construya un contrapo-der que cuestione en lo cotidiano y enpequeñas prácticas la hegemonía neoli-beral imperante.

finalmente, tampoco parece que seaposible pensar una alternativa si no setiene en cuenta tanto la gravedad de lacrisis ecológica y su interrelación con loeconómico, como las demandas de másdemocracia, mayor horizontalidad ymás participación que se realizan desdela sociedad civil.

Así pues, frente a los que proclamanque «no hay alternativa» al sistema ca-pitalista actual, el presente cuaderno hatratado de recoger algunas de las pro-puestas que se manejan desde los movi-mientos sociales. Muchas de estas pro-puestas plantean un cambio profundo deparadigma y la superación del modeloeconómico y productivo actual. La exis-tencia y puesta en práctica de muchas deellas pone de relieve no sólo que «otromundo es posible» sino, verdaderamen-te, que otro mundo es necesario y ya es-tá siendo posible, por lo que es impor-tante continuar ayudándolo a nacer.

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1. M. CASTELLS, Redes de indignación y esperanza,barcelona, Alianza Editorial, 2013.

2. J. SUbIRATS, «¿Nuevos movimientos socialespara una Europa en crisis?», xI Premio fran -cisco Javier de Landaburu Universitas, 2013.EURObASK, a: eurobask.org.

3. T. JUDT, Algo va mal, Madrid, Taurus, 2010, p. 53.4. J. fONTANA, El futuro es un país extraño, barce -

lona, Pasado & Presente, 2013, p. 12.5. Por otra parte, un debate sosegado sobre el Estado

del bienestar europeo nos permitiría ver loslímites y las contradicciones de dicho modelopara entender que, lejos de ser una arcadia defelicidad, nuestro modelo de desarrollo social,según las voces más críticas, estaba vinculado alas condiciones de miseria que padecían lospaíses del hemisferio Sur.

6. J. STIgLITZ, El precio de la desigualdad, Madrid,Taurus, 2012, p. 50.

7. P. KRUgMAN, Después de Bush: el fin de los “neo -cons” y la hora de los demócratas, barcelona,Editorial Crítica, 2008.

8. D. HARVEY, El “nuevo” imperialismo. Madrid,Akal, 2004.

9. Z. bAUMAN, Daños colaterales. Desigualdadessociales en la era global, Madrid, fondo deCultura Económica, 2011, p. 35-36.

10. A. gORZ, Miserias del presente, riqueza de loposible, buenos Aires, Paidós, 1998.

11. En A. ORTEgA, «El regreso de la lucha de cla-ses», El País, 21-IV-2012.

12. S. gEORgE, El pensamiento secuestrado. Cómola derecha laica y la religiosa se han apodera-do de Estados Unidos, barcelona, Icaria, 2007.

13. N. KLEIN, La doctrina del shock. El auge del ca -pi talismo del desastre, Madrid, Estado y socie -dad, 2007.

14. g. LIPOVETSKY, La era del vacío, barcelona,Anagrama, 2013.

15. Véase, entre otras muchas: VVAA, «Desi gual dady ruptura de la cohesión social», DossieresEconomistas sin Fron teras, núm. 9, 2013.

16. A. REQUENA, «Más desiguales que nunca», Másdesiguales, Eldiario.es, Cuaderno 2, 2013, p. 30.

17. g. STANDINg, El precariado. Una nueva clasesocial, barcelona, Pasado & Presente, 2012.

18. Cáritas, 24-II-2012.19. I. LóPEZ y E. RODRígUEZ, Fin de ciclo. Finan cia -

rización, territorio y sociedad de propietariosen la onda larga del capitalismo hispano (1959-2010), Madrid, Traficantes de sueños, 2010.

20. O. MATEOS y g. PÉREZ-ALCALá, Desigualdad yderechos sociales. Análisis y perspectivas,Madrid, fundación fOESSA, 2013, p. 66.

21. En relación a la composición, según datos delbanco de España y del fMI, en el año 2011 el57,3% de la deuda española correspondía agrandes empresas y bancos, un 20,6% corres-pondía a familias (que se repartía de forma de -si gual dado que al 10% más rico le correspon-dería el 64,7% de la deuda), y sólo el 19,1% delvolumen total de esta deuda pertenece al sectorpúblico. Desde el inicio de la crisis hasta iniciosde 2013 el Estado había comprometido ayudaspara bancos y cajas por más de 180.000 millo-nes de euros (que suponen el 18,5% del PIb)para deshacerse de activos tóxicos de sus balan-ces, pagar parte de sus deudas y efectuar res-tructuraciones para ganar competitividad.

22. Véanse informes a: gESTHA o fiscalitat Justa.23. A principios de mayo de 2013, la estimación de

voto acumulada entre ambos partidos apenassuperaba el 60%, cifra histórica si se tiene encuenta que entre los dos han representadohabitualmente en torno al 70 y el 80% del votoestimado. Más llamativa es si cabe la cifra deabstención, que superaba en dicha encuesta el50%. J. PÉREZ ROYO, «Desconfianza y miedo»,El País, 25-V-2013.

24. g. MARTíNEZ, CT o la cultura de la transición,barcelona, Debolsillo, 2012.

25. M. bURAwOY, «A new sociology for new socialmovements», 2013.

26. CASTELLS, Redes de..., p. 212.27. CASTELLS, Redes de..., p. 24.28. CASTELLS, Redes de..., p. 209.29. Uno de los libros de moda que critica la cegue-

ra en la que buena parte de la sociedad espa-

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NOTAS

ñola vivía instalada es el del escritor AntonioMUñOZ MOLINA, Todo lo que era sólido, bar -ce lona, Seix barral, 2013.

30. Las expresiones «democracia de baja intensi-dad» y «democracia de alta intensidad» perte-necen a boaventura de Sousa Santos.

31. A. CALLE, Democracia radical. Entre vínculosy utopías, barcelona, Icaria, 2011.

32. Una sugerente lista de algunas de estas pro-puestas así como un análisis de las ventajas einconvenientes que presentan se puede encon-trar aquí: publico.es.

33. La composición de la deuda española se puedeobservar en: eduardogarzon.net.

34. El volumen de estas ayudas unido a otros facto-res (intereses de la deuda y el desplome de losingresos fiscales) explica que el volumen to talde deuda pública haya pasado de ser el 36% delPIb en 2007 a suponer el 84% en 2012. Aunasí, este volumen de deuda no es sig nifi ca ti va -men te mayor al de otras economías.

35. En auditoriadeuda.org.ec encontramos másinformación de esta experiencia así co mo de lasconclusiones a las que llegó la audi toría sobre ladeuda que se realizó en este país.

36. Más información sobre esta iniciativa en lapágina de la Plataforma Auditoría Ciudadanade la Deuda.

37. Para conocer más sobre la noción de deuda ile-gítima y de deuda odiosa, sobre el origen de es -tos conceptos y sobre la experiencia de al gu nospaíses en torno a la deuda se recomienda ver eldocumental «Deudocracia». También la entradade wi kipedia so bre deuda odiosa realiza unacompleta revisión de este concepto a lo largode la historia.

38. Más información: fiscalitatjusta.cat.39. Datos procedentes del Observatorio de RSC.

Por otro lado, Tax Justice Network calcula en550000 millones de euros el dinero procedentede España que se encuentra en paraísos fiscales.

40. www.elperiodico.com.41. Declaraciones de Mariano Rajoy efectuadas en

junio de 2011.42. Para introducirse en la noción de bienes comu-

nes recomendamos: David bollier (2008), ellibro de Joan Subirats citado en un epígrafeanterior y el monográfico dedicado a esta temà-tica de la revista Documentación Social, nº 165.

43. Se puede recordar aquí la copla que hace años elNuevo Mester de Juglaría cantaba en su roman-ce de Los Comuneros: «Común ha de ser elviento / común ha de ser la tierra / que vuelvacomún al pueblo / lo que del pueblo saliera».

44. El enclosure o cerramiento de las tierras comu-nales que se da en Inglaterra en el s. xVIII, fueel fenómeno que obligó a migrar a las ciudadesa buena parte de la población rural que no erapropietaria al perder así el control so bre susmedios de producción en lo que Marx identificócomo la «acumulación originaria». buena partede esta población cons tituyó la mano de obraque, trabajando en condiciones paupérrimas,está en el origen de la revolución industrial.

45. E. OSTROM, El gobierno de los bienes comunes.La evolución de las instituciones de acción co -lectiva, México, Siglo xxI, 2011.

46. Una completísima lista de iniciativas que van enesta dirección y que en mayor o menor medidase basan en este paradigma puede encontrarseen: viveroiniciativasciudadanas.net. La cantidadde iniciativas que recoge esta pàgina, da unaidea de la potencia que encierra el paradigmadel procomún y las posibilidades que se abrengracias a internet.

47. Una explicación más amplia de la soberanía ali-mentaria y su sentido se puede encontrar en:Llegó la hora de la soberanía alimentaria. Undidáctico documento sobre cómo promover lasoberanía alimentaria en diez principios se pue -de encontrar en: Consumir soberanía alimenta-ria: diez principios.

48. Mucha más información puede encontrarse enlos diferentes números de la revista SoberaníaAlimentaria.

49. Datos procedentes de Eurostat. Una compara-ción de los salarios mínimos de diferentes paí-ses puede encontrarse en salariominimo.es.

50. Noticia publicada en: vozpopuli.com.51. Así, un empleado medio de una gran compañía

española debía trabajar hasta ocho días en2012 para igualar la cifra obtenida por su con-sejero delegado en una hora (594€ de media).

52. Se puede ver la noticia en: eldiario.es.53. La jornada laboral de 8 horas es una reivindica -

ción que se obtuvo a inicios del s. xx y que ape -nas se ha modificado desde entonces. Esta si -tua ción contrasta con el enorme aumento de la

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productividad que se ha dado durante todo estetiempo y que ha favorecido el proceso de acu-mulación. Recordemos el lema de las reivindi-caciones de inicios de siglo del movimientoobrero: «8 horas de trabajo, 8 horas de des can soy 8 horas de sueño».

54. La propuesta está desarrollada en NEw ECO NO -MICS fOUNDATION, 21 horas. Una semana labo-ral más corta para prosperar en el siglo XXI,barcelona, Icaria, 2012.

55. Se puede encontrar más información de estainiciativa en: konsumoresponsable.coop.

56. Seguimos aquí las principales ideas propuestasen RAVENTóS, «Por qué urge una renta básicaen plena crisis», Alternativas económicas, nº 3,2013, p. 40-41. Por razones de espacio apenasse presenta la propuesta, si bien en redrentaba-sica.org se puede encontrar numerosa in -formación sobre esta.

57. Ver: rendagarantidaciutadana.net.58. Entendemos por «trabajo de cuidados» el con-

junto de actividades que se deben llevar a cabopara proseguir, reparar y mantenernos. Dentrode esta categoría se incluirían aspectos tan am -plios como la alimentación, la higiene, la edu-cación, la socialización o los afectos entreotros.

59. Dentro de la abundante literatura que en los últi-mos años se ha dado sobre esta cuestión, desta-camos: CARRASCO, bORDERíAS Y TORNS (EDS.),El trabajo de cuidados. Historia, teoría y polí-ticas, Madrid, La Catarata, 2011. O el mono-gráfico que la Revista de Economía Críticadedicó a la economía del cuidado.

60. Para rastrear y profundizar en el vínculo entreámbas crisis, recomendamos el interesantísi-mo libro: J. M. NAREDO, Raíces económicas

del deterioro ecológico y social. Más allá delos dogmas, Madrid, Siglo xxI, 2006.

61. De ahí que desde el ecofeminismo se establez-can paralelismos y sinergias entre las razonesque explican la subordinación de las mujeresrespecto a los hombres en el patriarcado y ladominación a la que el ser humano somete a lanaturaleza. Desde esta perspectiva se consideraque ambas formas de dominación están origi-nadas por la lógica de acumulación existente enel modo de producción capitalista y la forma enla que se invisibiliza y no valora un conjunto deprocesos sociales fundamentales para la repro-ducción de la vida social.

62. Para entender esta idea solo tenemos que teneren cuenta los elementos que se suman y no sesuman dentro de un indicador como el PIb quesupuestamente mide la riqueza de un país.Dentro de este indicador, un mayor uso deltransporte público suma menos que la produc-ción automovilística, o la salud no es sumadaen éste mientras que el negocio farmacéutico sí.

63. El movimiento en transición es un movimientoque busca organizar los recursos comunitariosen beneficio de la colectividad para dar res-puesta a nivel local al desafío que supone ladependencia de los combustibles fósiles y lacreciente escasez existente de los mismos.

64. Sumak Kaway (traducido como buen vivir) esuna noción presente en diferentes etnias delárea andina que promueve relaciones más sus-tentables con la naturaleza y que pretende seruna alternativa al modelo desarrollista del«vivir mejor». Se puede encontrar más infor-mación en A. ACOSTA, El Buen Vivir. SumakKaway, una oportunidad para imaginar otrosmundos, barcelona, Icaria, 2013.

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CUESTIONES PARA LA REFLEXIÓN

1. El cuaderno realiza un análisis del contexto actual caracterizado por la rupturade dos contratos sociales. ¿Estás de acuerdo con esta lectura que se hace dela realidad? ¿Estás de acuerdo con la afirmación que más que en una épocade cambios estamos en un cambio de época? ¿Qué cambios crees que se hanproducido a partir de la emergencia de movimientos sociales como el 15-M?¿Cuáles crees que han sido los principales logros de los movimientos socia-les? ¿Y sus limitaciones?¿Qué vínculos existen entre la política más institucional y los movimientossociales?

2. En el cuaderno se apuntan algunas propuestas y alternativas a la situación im -pe rante. ¿Qué viabilidad crees que tienen estas propuestas en el contextoactual? ¿Qué ejes entre los presentados te parecen más relevantes? ¿Quéotras propuestas que no son citadas en el cuaderno destacarías en la conse-cución de ese «otro mundo posible»?¿Qué crees que puede jugar un papel predominante para favorecer un cambiosocial: el trabajo realizado desde abajo por los movimientos sociales y otrosactores o los cambios que se puedan dar a nivel institucional?

3. Algunas cuestiones en clave evangélica: ¿Cómo crees que pueden situarse loscristianos ante este cambio de época que se está viviendo? ¿Cuál crees quepuede ser su papel? ¿Qué relaciones ves entre fe y compromiso sociopolítico? Y de forma más concreta, ¿Qué puede aportar la espiritualidad cristiana al tra-bajo que se realiza desde los movimientos sociales? ¿Qué crees que puedenaprender los cristianos del trabajo que se hace desde diferentes movimientossociales relacionados con la justicia social, el ecologismo o el feminismo?

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