chinatown

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Page 1: Chinatown

Chinatown (1974)

Roman Polanski

Loa Ángeles, años treinta: unas fotos comprometedoras, un marido

que se derrumba ante la prueba de la infidelidad de su esposa y un

detective que le ofrece una copa para consolarlo. En el guión, Curley, el

marido engañado, amenazaba con matar a su esposa y Gittes, el detective, le

contestaba con la ley no escrita: “Tienes que ser rico para matar a alguien, a

quien sea, impunemente”. La frase fue retirada al final pero ofrece una

clave imprescindible para entender la obra.

La señora Mulwray es la siguiente en visitar a Jake Gittes, también

para que vigile a su marido, el ingeniero jefe de la sección de Agua y

Electricidad de Los Ángeles. Sospecha que sale con otra mujer. Parece,

pues, que el detective se ha especializado en asuntos matrimoniales, algo

infrecuente en los detectives clásicos del cine negro. Pero pronto nos

daremos cuenta de que lo que empieza siendo un caso de infidelidad

conyugal se convierte en una compleja trama de especulación, sobornos y

corrupción alrededor del agua, cuyos protagonistas no dudan en recurrir al

crimen para proteger sus intereses y en la que pasamos del adulterio del

comienzo a la revelación del incesto al final. Y más allá de todo ello, la cinta

transmite una impresión de abatimiento y desolación ante lo narrado:

mientras el espectador contempla el plano final (una grúa ascendente

acompaña a Gittes y sus socios que se alejan del lugar donde yace muerta

Evelyn Mulwray), no puede reprimir la idea de que el criminal queda sin

castigo, el malvado se lleva la recompensa que no merece, de que la víctima

queda otra vez en manos del verdugo; en palabras del detective: “La historia

se repite”. Final sombrío y desolador, consecuencia del análisis de la

sociedad norteamericana, la que permite la existencia de los Chinatown y del

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juego de intereses similares a los del agua, en definitiva, la que permite la

existencia de los Noah Cross.

Pero antes de ese final amargo y pesimista, el espectador asiste a un

soberbio relato cinematográfico, construido con excelentes materiales

narrativos: por ejemplo, el uso preciso del sonido en off (el agua), la música

de Jerry Goldsmith (la trompeta que abre y cierra el film y que expresa el

tema amoroso pero que, sobre todo, transmite un intensa melancolía, una

sensación insoportable de fatalidad ante la realidad; el sonido del piano con

que comienzan varias escenas y que sirve para crear tensión y suspense), la

fotografía y el vestuario, que recrean el ambiente de la época, y la

interpretación de los actores, en especial, la de John Huston (también

director de cine), espléndido en el papel de un villano acaudalado (no sabe

cuánto dinero tiene), cínico y desalmado, más allá de su apariencia de

hombre bonachón y amable.

Las pesquisas del

detective le llevan a

seguir los pasos del

ingeniero jefe Hollis

Mulwray, y, en efecto,

descubre su relación

con una joven pero

también que Mulwray

lleva a cabo sus propias

investigaciones, que le llevan a pasar toda una noche junto al mar en las

inmediaciones de una tubería de desagüe (con anterioridad, en presencia del

alcalde de Los Ángeles, se ha mostrado contrario a la construcción de una

enorme presa para el abastecimiento de la ciudad y ha tenido que escuchar

las quejas de los campesinos, acuciados por la gravedad de la sequía) o a

inspeccionar el cauce seco de un río, acciones que poco tienen que ver con su

situación conyugal. Pero Gittes se limita a cumplir con su trabajo, y la

prensa publica la infidelidad del ingeniero Mulwray, hecho que provoca la

aparición en el despacho del detective de la verdadera señora Mulwray,

Evelyn Mulwray. El detective, enfrascado en el relato de un chiste, no

advierte la presencia de la señora Mulwray, como no ha advertido hasta

ahora la importancia del caso que tiene entre manos. Se da cuenta entonces

de que ha sido engañado y utilizado (la verdadera señora Mulwray no ha

contratado sus servicios, aunque lo haga después).

Gittes busca entonces al objeto de sus pesquisas, a Hollis Mulwray,

pero ahora no lo encontrará ni en su casa ni en su despacho. Cuando lo

encuentre, estará muerto (según la policía, falleció tras una caída y se

ahogó). La aparición del cadáver sirve también para presentar al nuevo

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teniente de policía, un antiguo conocido del detective (ambos trabajaron

juntos en el barrio chino, una época que este prefiere olvidar), un hombre

con aire fanfarrón y autosuficiente, pero que irá siempre por detrás de los

acontecimientos (Evelyn Mulwray dará una explicación: “Noah Cross es el

verdadero jefe de la policía”, y Gittes, la suya: “No quiere perder la placa

que ha conseguido”) y será esquivado varias veces por el escurridizo

detective.

El reconocimiento del cadáver trae consigo nuevas e incómodas

preguntas a la señora Mulwray sobre las relaciones extramatrimoniales de

su marido. En la respuesta recibe la ayuda del detective: ambos mienten y

se establece entre ellos un primer vínculo.

Cuestiones matrimoniales al margen, comienza ahora la investigación

de Gittes: una visita al forense (un tipo irónico: “En plena sequía, el delegado

del agua muere ahogado”) le proporciona una nueva pista, la aparición del

cadáver de un borracho, ahogado en un cauce seco, como Hollis Mulwray,

donde se había quedado dormido; una breve entrevista con un joven que le

informa, como ya lo había hecho a Mulwray, de que cada noche llega al río

una corriente de agua, en distintas partes del cauce; y el salto de la valla

que protege el embalse de agua. Allí es barrido por una nueva avenida de

agua, de la que a duras penas logra escapar, pero entonces cae en manos de

dos sabuesos, uno de los cuales (interpretado por el propio Polanski) le da un

navajazo en la nariz, aunque el detective no pierde el olfato, ni tampoco la

nariz.

La falsa señora Mulwray se disculpa y le facilita una nueva pista: la

sección necrológica de un periódico. En cuanto a la verdadera señora

Mulwray, se trata de una mujer enigmática que oculta algo: “Yo no puedo

estar con alguien mucho tiempo, señor Guittes, me resulta muy difícil”, dice,

y la expresión recuerda a la femme fatale del género negro (la película

utiliza los elementos clave del género, aunque los maneja con absoluta

libertad). Evelyn Mulwray encierra un misterio que se irá desvelando poco a

poco; entre tanto, el detective se esfuerza en saber más de ella y para eso

pone ante sus ojos lo que ha averiguado: alguien está vaciando toneladas de

agua de los depósitos que abastecen la ciudad durante una gran sequía, el

señor Mulwray lo descubrió y lo mataron, de la misma forma que murió un

borracho, ahogado. El propio Gittes casi se queda sin nariz y ella sigue

ocultando algo celosamente.

El detective prosigue su investigación: ahora en el despacho del

ingeniero asesinado. Antes de entrevistarse con su sustituto, conoce y

conocemos al villano de la cinta, Noah Cross, y lo conocemos como hasta

ahora, a través de fotos (con Mulwray). En ese momento, Gittes relaciona a

Cross con el apellido de soltera de Evelyn, Evelyn Cross. Noah Cross fue el

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dueño del

Departamento del

Agua, y de su

suministro a la

ciudad, socio de

Hollis, quien

discrepaba de

aquel al pensar

que la propiedad

del agua debía ser pública. Por ello, el insobornable Mulwray se opuso a la

construcción de la nueva presa; y el descubrimiento de los vertidos de agua

a través de los aliviaderos precipitó su asesinato. Eso sí, los vertidos tenían

una finalidad vendible: servían para regar los naranjales del Valle del

Noroeste, y evitar la ruina de los agricultores.

Nuevo encuentro con la señora Mulray, ahora interesada en contratar

al detective para descubrir al asesino de su marido, pero este la

desconcierta con preguntas inesperadas sobre su padre, Noah Cross, y las

circunstancias de su boda con el exsocio de su padre. Un prolongado primer

plano nos muestra el nerviosismo de Evelyn.

Al fin, conocemos en persona a Cross (primero lo vimos en varias

fotos, después a través de la luna de un vehículo): en primer plano, sentado

a la mesa con Gittes. La escena, que transcurre aproximadamente a mitad

de película, y que termina con un nuevo contrato para el detective, es clave

tanto por los temas planteados como por su tratamiento fílmico. En cuanto a

los temas: Cross pregunta por el teniente Escobar, quiere saber cómo lo

conoció Gittes, pregunta si el teniente es honrado (la respuesta, lacónica, se

encuadra en la mejor tradición de los diálogos del cine negro: “Hasta donde

puede serlo. Nada en el mismo río que todos nosotros”), y, finalmente, Cross

descubre su verdadera intención: pregunta por la amiguita de Hollis, quiere

encontrarla como sea, y para eso está dispuesto a pagar a Gittes lo que haga

falta. Al detective se la acumula el trabajo. Pero este también interroga (a

un Cross que en ese momento le da la espalda y cuyo rostro expresa el

desagrado que le producen tales preguntas): ¿cuándo vio a Mulwray por

última vez? ¿Por qué discutieron, tal como se observa en las fotos que

posee? En cuanto al tratamiento fílmico: el director caracteriza a Cross por

las gafas, detalle que convertirá después en pista clave para la resolución

del caso. Por eso, las gafas están presentes desde el primer momento:

sentado a la mesa con el detective, se las pone con un gesto calmado y

ceremonioso; durante el resto de la comida, las gafas permanecen en la

mesa, dentro del plano. Estos detalles no son casuales: cuando Gittes

descubra más tarde unas gafas rotas en el estanque de la casa de la señora

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Mulwray, el espectador, que recibe la información al mismo tiempo que el

detective, podrá recordar, como él, dónde vio antes unas gafas parecidas y

extraer unas conclusiones

similares.

En relación con lo

anterior, es preciso decir que el

director de la película adopta

siempre en la narración el punto

de vista del detective. Para ello,

suele colocar la cámara a la

altura de la mirada del personaje, de la mirada de Gittes: su punto de vista

es el que ve el espectador, la cámara muestra lo que ve el detective.

Los descubrimientos posteriores de Gittes precipitan los

acontecimientos: la mayor parte del valle ha sido vendida en los últimos

meses (mediante sobornos, extorsiones y presiones a los campesinos para

que abandonen sus tierras). La presa se construirá pero el agua no irá al

abastecimiento de la ciudad, sino al valle, revalorizando enormemente el

terreno (incluso un difunto, Lamar, compró una parcela a la semana siguiente

de morir). Sin embargo, entre esos descubrimientos se encuentra el que va

a poner ante los ojos del detective, y del espectador, el drama personal de

Evelyn Muwlray: una llamada inoportuna tras un encuentro amoroso con

Gittes obliga a Evelyn a abandonarlo precipitadamente, aunque antes

confiesa que su padre es un hombre muy peligroso. Gittes, por supuesto,

sigue a Evelyn hasta una casa donde unos orientales custodian a una joven.

Gittes sospecha que la joven es la amiga de Hollis, pero Evelyn afirma que se

trata de su hermana.

Gittes deberá después esquivar la trampa que le tiende la policía a

propósito de la muerte de la falsa señora Mulwray. Sin embargo, en su

intento de hacer cantar al detective, el teniente le proporciona una pista

clave: Hollis Mulwray tenía agua salada en los pulmones, pista que se revela

decisiva cuando, de nuevo en casa de la señora Mulwray, el jardinero le dice

que “el agua salada es muy mala para la hierba” y el propio Gittes se fija

otra vez en un objeto brillante en el agua del estanque. Se trata de unas

gafas, y el espectador puede, en ese momento, recordar qué gafas ha visto

antes y en manos de quién. Por si quedara alguna duda (Gittes ya sabe que

Hollis murió en casa de la señora Mulwray, ahogado en el estanque), Evelyn

afirmará después que esas gafas no son de Hollis, porque no usaba bifocales.

Queda aún un terrible secreto por desvelar: convencido de que la joven

encerrada por Evelyn no es su hermana, sino la amiga del señor Mulwray, el

detective sospecha que la joven fue testigo del asesinato de Hollis, y por

eso hay que hacerla callar sin matarla. Evelyn, al fin, descubre su drama:

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Katherine es su hermana y es su hija, fruto de una relación incestuosa con

su padre cuando ella tenía quince años. Evelyn huyó de Noah Cross y Hollis la

acogió.

Tras esquivar nuevamente al teniente, todos los personajes se dan

cita en el barrio chino para la escena final. Antes Cross, puesto frente a las

evidencias de su culpabilidad, da nuevas muestras de su falta de escrúpulos:

pretende comprar el futuro, dice, aunque lo único que le importa es tener a

la única hija que le queda. Y lo conseguirá. De nada servirán las palabras de

denuncia de Evelyn: “El es el amo de la policía”. Su huida a la desesperada en

compañía de Katherine es interrumpida por los disparos de la policía. La

bocina del coche y el grito de terror de Katherine hacen exclamar a

Guittes: “La historia se repite”, como tantas veces, el criminal se sale con la

suya. Ante eso, solo cabe el remedio que le da su socio: “Olvídalo todo, es el

barrio chino”.