buzzati, dino - el colombre

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    DINO BUZZATI

    EL COLOMBRE Traduccin del italiano de

    Mercedes Corral

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    TTULO ORIGINAL:Il Colombre

    Publicado por:ACANTILADO

    Quaderns Crema, S. A., Sociedad Unipersonal

    Muntaner, 462 - 08006 Barcelona Tel.: 934 144 906 - Fax: 934 147 107

    [email protected]

    Dino Buzzati Estate. All rights reserved. Published in Italy byAmoldo Mondadori Editore, Milano. de la traduccin, 2008 by Mercedes Corral Corral

    de la imagen de cubierta, herederos de Dino Buzzati. Todos los derechos reservados.

    de esta edicin, 2008 by Quaderns Crema, S.A.

    Derechos exclusivos de edicin en lengua castellana:Quaderns Crema, S. A.

    ISBN:9 7 8 - 8 4 - 9 6 8 3 4 - 3 3 - 0DEPSITO LEGAL: B.1 6 2 0 - 2 0 0 8

    En la cubierta: Dino Buzzati, Il colombre (fragmento), 1969. Acrlico sobretela.

    AIGUADEVIDRE GrficaNURIA SABURIT Composicin

    ROMANY-VALLS Impresin y encuadernacin

    PRIMERA EDICINenero 2008

    mailto:[email protected]://www.acantilado.es/mailto:[email protected]://www.acantilado.es/
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    Queremos dejar bien claro que nuestra intencin es favorecer a aquellaspersonas, de entre nuestros compaeros, que por diversos motivos:econmicos, de situacin geogrfica o discapacidades fsicas, no tienenacceso a la literatura, o a bibliotecas pblicas. Pagamos religiosamentetodos los cnones impuestos por derechos de autor de diferentessoportes. No obtenemos ningn beneficio econmico ni directa niindirectamente (a travs de publicidad). Por ello, no consideramos quenuestro acto sea de piratera, ni la apoyamos en ningn caso. Adems,realizamos la siguiente

    RECOMENDACIN

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    cuando tengas que adquirir un obsequio.(Usando este buscador: http://books.google.es/ encontrars enlacespara comprar libros por internet, y podrs localizar las libreras mscercanas a tu domicilio.)

    AGRADECIMIENTO A ESCRITORES

    Sin escritores no hay literatura. Recuerden que el mayor agradecimientosobre esta lectura la debemos a los autores de los libros.

    PETICIN

    Cualquier tipo de piratera surge de la escasez y el abuso de precios.Para acabar con ella... los lectores necesitamos ms oferta en librosdigitales , y sobre todo que los precios sean razonables.

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    CONTENIDO

    CUMPLEAOS..................................................................................73LA CORNEJA.....................................................................................74LA CASA...........................................................................................75EL PERRO.........................................................................................76LA QUIROMNTICA..........................................................................76

    LA BATALLA.....................................................................................76l dijo:...............................................................................................161APELATIVOS...................................................................................193EL DETERGENTE............................................................................194LOS JVENES.................................................................................194LLAMAN A LA PUERTA....................................................................195EL IDEAL........................................................................................195LA PESADILLA................................................................................195UNA JOVEN....................................................................................196LA BUSCA DEL TESORO.................................................................196LA VENGANZA...............................................................................197IUN REPORTAJE DIFCIL...................................................................202IILOS SECRETOS DEL MM.............................................................206IIILAS DIABLESAS..............................................................................210IVLAS ACELERACIONES.....................................................................215VLAS SOLEDADES............................................................................219VIEL ENTRMPELUNG.......................................................................222VIIFIERA AL VOLANTE........................................................................226VIIIEL JARDN......................................................................................230

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    EL COLOMBRE

    Cuando Stefano Roi cumpli doce aos, pidi de regalo a su padre,capitn de altura y patrn de un bonito velero, que lo llevase con l abordo.

    Cuando sea mayor dijo, quiero salir al mar como t. Ygobernar barcos todava ms bonitos y ms grandes que el tuyo.Que Dios te bendiga, hijo mo respondi el padre. Y como

    precisamente aquel da su carguero deba zarpar, llev al muchachoconsigo.

    Haca un radiante da de sol y el mar estaba en calma. Stefano,que nunca haba estado en el barco, se paseaba feliz por la cubierta,admirando las complicadas maniobras de las velas. Y preguntaba estoy aquello a los marineros, que, con una sonrisa, se lo explicaban todo.

    Cuando el muchacho lleg a popa, se detuvo intrigado a observaralgo que apareca intermitentemente en la superficie del mar, a unosdoscientos o trescientos metros de distancia, siguiendo la estela delbarco.

    Aunque el navo ya volaba empujado por un viento favorable,aquello se mantena siempre a la misma distancia. El nio nocomprenda su naturaleza, pero tena algo inexplicable que lo atraaintensamente.

    Su padre, que lo haba perdido de vista, le llam a grandes vocesy, como no obtuviera respuesta, baj del puente de mando y fue abuscarlo.

    Stefano, qu haces ah plantado? le pregunt al divisarlofinalmente en popa, de pie, mirando las olas.

    Pap, ven a ver esto.El padre fue y mir en la direccin que le indicaba el muchacho,

    pero no consigui ver nada.Hay una cosa oscura que aparece de vez en cuando en la estela y nos sigue

    dijo el muchacho.A pesar de mis cuarenta aos dijo el padre creo que sigo gozando de

    muy buena vista. Pero no veo absolutamente nada.Ante la insistencia de su hijo, fue a por el catalejo y escrut la

    superfic ie del mar, hacia donde estaba la estela. Stefano lo vio palidecer.Qu sucede? Por qu pones esa cara?Ojal no te hubiera escuchado exclam el capitn. Ahora temo por ti. Eso

    que ves aparecer en el agua y que nos sigue no es ninguna cosa. Es nada ms y

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    nada menos que un colombre, el pez ms temido por los marineros en todos losmares del mundo. Es un tiburn tremendo y misterioso, ms astuto que el hombre.Por motivos que quiz no se conozcan nunca, elige a su vctima y, una vez que la haelegido, la sigue durante aos y aos, durante toda la vida, hasta que consiguedevorarla. Y lo ms extrao es que nadie puede divisarlo, salvo la propia vctima ylas personas de su misma sangre.

    No ser una patraa?No. Yo nunca lo haba visto, pero por las descripciones que tengo de l, lo hereconocido enseguida. Ese hocico de bisonte, esa boca que se abre y se cierracontinuamente, esos dientes terribles... Stefano, no hay duda, por desgracia elcolombre te ha elegido a ti y, mientras ests en la mar, no te dejar en paz.Escchame: ahora regresaremos enseguida a tierra, desembarcars y no tevolvers a alejar nunca ms de la costa, por ningn motivo. Debes prometrmelo. Eloficio de marino no es para ti, hijo mo. Debes resignarte. Adems, tambin entierra podrs hacer fortuna.

    Dicho esto, orden invertir el rumbo y regres a puerto, donde,con el pretexto de una imprevista indisposicin, desembarc a su hijo.Despus volvi a zarpar sin l.

    Profundamente turbado, el muchacho permaneci en la orillahasta que el mstil ms alto de la arboladura se hundi en elhorizonte. Al otro lado del muelle que cerraba el puerto, el mar quedcompletamente desierto. Pero, aguzando la vista, Stefano consiguidivisar un puntito negro que surga espordicamente de las aguas:era su colombre, que iba lentamente de aqu para all, esperndolocon obstinacin.

    A partir de entonces, no se escatimaron medios para luchar contra la

    atraccin que el muchacho senta por el mar. Su padre lo mand aestudiar a una ciudad del interior, a cientos de kilmetros de all. Ydurante algn tiempo, distrado por el nuevo ambiente, Stefano novolvi a acordarse del monstruo marino. Sin embargo, en lasvacaciones de verano volvi a casa y, en cuanto tuvo un minuto libre,lo primero que hizo fue acercarse hasta la punta del muelle parahacer una comprobacin que en el fondo consideraba absurda. Aunadmitiendo que toda la historia que le haba contado su padre fueracierta, despus de tanto tiempo el monstruo habra renunciado sinduda al asedio.

    Pero Stefano se qued atnito, con el corazn en un puo. A unosdoscientos o trescientos metros del muelle, en mar abierto, elsiniestro pez iba de un lado para otro lentamente, levantando de vezen cuando el hocico del agua y mirando hacia la orilla, como para versi Stefano Roi vena por fin.

    A partir de entonces, el pensamiento de aquella criatura enemigaesperndole da y noche se convirti para Stefano en una obsesinsecreta. Incluso en la lejana ciudad se despertaba de vez en cuandoen mitad de la noche lleno de zozobra. Estaba en lugar seguro, s, acientos de kilmetros del colombre. Pero saba que ms all de lasmontaas, ms all de los bosques, ms all de las llanuras, eltiburn le estaba aguardando. Aunque se hubiera trasladado alcontinente ms remoto, el colombre se habra apostado en la lagunams prxima, con esa obstinacin inexorable que tienen los

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    instrumentos del destino.Stefano, que era un chico serio y voluntarioso, continu los

    estudios con xito y, apenas se hizo un hombre, encontr un empleodigno y bien remunerado en un almacn de la ciudad. Mientras tanto,su padre enferm y muri, su madre vendi el magnfico velero y lhered una discreta fortuna. El trabajo, las amistades, las diversiones,los primeros amores: Stefano tena ya un camino marcado en la vida,pero, aun as, el pensamiento del colombre lo asediaba como unfunesto y al mismo tiempo fascinante espejismo; conforme pasabanlos das, en lugar de desvanecerse, pareca volverse ms insistente.

    Grandes son las satisfacciones que se obtienen de una vidalaboriosa, acomodada y tranquila, pero la atraccin del abismo estodava mayor. Stefano tena apenas veintids aos cuando, trasdespedirse de sus amigos de la ciudad y dejar el empleo, volvi a suciudad natal y comunic a su madre su firme intencin de seguir eloficio paterno. La mujer, a la que Stefano no haba dicho nada sobreel misterioso tiburn, recibi con alegra su decisin. En su fuerointerno, el hecho de que su hijo hubiera abandonado el mar por laciudad siempre le haba parecido una traicin a las tradicionesfamiliares.

    Stefano comenz a navegar, dando prueba de grandes dotesmarineras, de resistencia a la fatiga, de intrepidez. Navegaba ynavegaba, y en la estela de su barco, en la bonanza y en latempestad, se afanaba da y noche el colombre. Stefano saba queera su maldicin y su condena, pero tal vez precisamente por eso notena fuerzas para separarse de l. Nadie a bordo distingua al

    monstruo, excepto l.No veis nada all? preguntaba de vez en cuando a suscompaeros, sealando la estela.

    No, no vemos absolutamente nada. Por qu?No s. Me haba parecido...No habrs visto por casualidad un colombre? decan ellos,

    riendo y tocando madera.Por qu os res y tocis madera?Porque el colombre es un animal que no perdona. Si se pusiera

    a seguir a este barco, significara que uno de nosotros est perdido.Pero Stefano no cejaba. Al contrario, la continua amenaza que le

    persegua pareca multiplicar su voluntad, su pasin por el mar, sutemeridad en los momentos de peligro y de lucha.Con la pequea herencia que le haba dejado su padre, en cuanto

    consider que dominaba el oficio, compr a medias con un socio unpequeo barco de cabotaje, despus se convirti en su nicopropietario y, pasado el tiempo, gracias a una serie de afortunadasexpediciones, pudo adquirir un autntico buque mercante y apuntar ametas cada vez ms ambiciosas. Pero ni los xitos ni los millones leservan para quitarse de la cabeza aquella idea fija; ni nunca, por otraparte, tuvo la tentacin de vender el barco y dejar de navegar paradedicarse a otras empresas.

    Navegar y navegar, se era su nico afn. Apenas pona el pie enalgn puerto, despus de una larga travesa, la impaciencia le

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    obligaba a volver a zarpar. Saba que all fuera estaba el colombreesperndolo, y que el colombre era sinnimo de desastre. No habanada que hacer. Un impulso irreprimible lo llevaba sin descanso de unocano a otro.

    Hasta que lleg un da en que, de pronto, Stefano se dio cuentade que se haba hecho viejo, viejsimo. Ninguno de sus allegadosentenda por qu, siendo tan rico, no abandonaba de una vez portodas aquella condenada vida de marino. Viejo, y amargamenteinfeliz, porque haba consumido toda su existencia en aquellainsensata huida a travs de los mares para escapar de su enemigo.Pero, para l, la tentacin del abismo siempre haba sido ms fuerteque las alegras de una vida regalada y tranquila.

    Y una noche en que su magnfico barco estaba anclado frente a supuerto natal, sinti que le haba llegado el ltimo momento. Entoncesllam al segundo de a bordo, en el que confiaba plenamente, y leorden que no se opusiera a lo que estaba a punto de hacer. El otrose lo prometi por su honor.

    Una vez obtenida su palabra, Stefano revel al segundo oficial,que le escuchaba asustado, la historia del colombre que lo habaseguido intilmente durante casi cincuenta aos.

    Me ha acompaado de un extremo a otro del mundo dijocon una fidelidad que ni siquiera el amigo ms noble me habrademostrado. Ahora estoy a punto de morir. l tambin debe de estarterriblemente viejo y cansado. No puedo defraudarlo.

    Dicho esto, se despidi, mand arriar un bote y, tras ordenar quele dieran un arpn, se instal en la pequea embarcacin.

    Voy a su encuentro anunci. No debo decepcionarle.Luchar con las ltimas fuerzas que me quedan.Con cansinos golpes de remo, se alej. Los oficiales y los

    marineros lo vieron desaparecer a lo lejos, en la mar en calma,envuelto por las sombras de la noche. En el cielo, la luna estaba encuarto creciente.

    No tuvo que remar mucho. De pronto, el horrible hocico delcolombre emergi junto a la barca.

    Aqu me tienes finalmente dijo Stefano. Al ataque! Y, haciendo acopio de las fuerzas que le quedaban, alz el arpn

    para arrojrselo.Ah mugi con voz suplicante el colombre, si supieras ellargo camino que he debido recorrer hasta encontrarte... Tambin yo

    estoy muerto de cansancio. Cunto me has hecho nadar. T huas yhuas... y nunca comprendiste nada.

    Qu deba comprender? pregunt Stefano, profundamenteafectado.

    Que no te segua por todo el mundo para devorarte, como tpensabas. El rey del mar slo me haba encargado que te entregaraesto.

    Y el tiburn sac la lengua, presentando al viejo capitn unapequea esfera fosforescente.

    Stefano la cogi entre los dedos y la examin. Era una perla de untamao descomunal. Entonces reconoci la famosa Perla del Mar que

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    da fortuna, poder, amor y serenidad de nimo a quien la posee. Peroya era demasiado tarde.

    Ay de m! dijo moviendo tristemente la cabeza. Qutremendo malentendido! He conseguido arruinar mi existencia y latuya...

    Adis, pobre hombre respondi el colombre. Y se hundi en las negras aguas para siempre.Dos meses despus, empujado por la marea, un bote arrib a un

    arrecife escarpado. Fue avistado por unos pescadores que, llenos decuriosidad, se acercaron a l. Dentro, todava sentado, haba unesqueleto blanco con una pequea piedra redonda entre los dedos.

    El colombre es un pez de gran tamao, espantoso de ver ysumamente raro. Segn los mares, y las gentes que habitan susorillas, recibe el nombre de kolomber, kahloubrha, kalonga, kalu-baluo chalung-gra. Los naturalistas, por extrao que parezca, no loconocen. Algunos incluso sostienen que no existe.

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    LA CREACIN

    El Todopoderoso haba construido ya el universo, disponiendo confantasiosa irregularidad las estrellas, las galaxias, los planetas, lasestrellas fugaces, y estaba contemplando con cierta complacencia el

    espectculo, cuando uno de sus innumerables proyectistas, elencargado de llevar a cabo la gran idea, se acerc a l con granpremura.

    Se trataba del espritu Odnom, uno de los ms inteligentes yvivaces de la nouvelle vague de los ngeles (pero no vayan a pensarque tena alas y llevaba una tnica blanca; pues stas son slo uninvento de los pintores antiguos, que las consideraban muy prcticasdesde el punto de vista decorativo).

    Deseas algo? le pregunt el Creador, con benevolencia.S, Seor respondi el espritu arquitecto. Antes de que des

    por finalizada esta admirable obra tuya y le des la bendicin, quisieramostrarte un pequeo proyecto en el que hemos trabajado un grupode jvenes. Un asunto de segunda categora, un trabajillo de nada encomparacin con todo el resto, una minucia, pero a nosotros nosparece interesante. Y de una carpeta que llevaba consigo sac unfolio en el que apareca dibujada una especie de esfera.

    Djame ver dijo el Todopoderoso, que, aunque por supuestoestaba ya al tanto de todo, finga no saber nada del proyecto ysimulaba inters con el fin de que sus mejores arquitectos sesintieran satisfechos. El dibujo era muy detallado y llevaba anotadastodas las medidas pertinentes.

    Qu es esto? dijo el Gran Hacedor continuando con sudiplomtico fingimiento. Parece un planeta ms de los miles y milesque ya hemos construido. Es realmente necesario hacer otro, yadems de un tamao tan modesto?

    En efecto, se trata de un pequeo planeta confirm el ngelarquitecto, pero, a diferencia de los otros miles ya existentes, stepresenta unas caractersticas muy especiales.

    Le explic cmo haban pensado hacerlo girar alrededor de unaestrella a una distancia tal que pudiera recibir su calor, pero nodemasiado; enumer los materiales presupuestados, sus cantidadesrespectivas y su precio de coste. Y todo, para qu? Segn las

    premisas, en aquel minsculo globo se producira un fenmeno

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    sumamente curioso e interesante: la vida.

    Sobra decir que el Creador no necesitaba ms explicaciones. Eramucho ms astuto que todos los ngeles arquitectos, ngelescapataces y ngeles albailes juntos. Sonri. La idea de aquella bolitasuspendida en la inmensidad del espacio con tantos seres naciendo,creciendo, fructificando, multiplicndose y muriendo en ella le parecabastante ocurrente. Y seguro que lo era, porque si bien el proyecto lohaban elaborado el espritu Odnom y sus socios, al fin y al cabotambin provena de l, origen primero de todas las cosas.

    En vista de la buena acogida, el ngel arquitecto se arm de valory lanz un agudo silbido, al que acudieron, rapidsimos, miles, qudigo, miles!, cientos de miles, e incluso tal vez millones de otrosespritus.

    Al ver aquello, el Creador al principio se asust: mientras setratara de un nico peticionario, no haba problema, pero si cada unode los espritus deba someterle un proyecto particular con lasexplicaciones correspondientes, aquello se prolongara durante siglos.Debido a su extraordinaria bondad, se dispuso, no obstante, asoportar la prueba. Los pelmazos son una plaga eterna. Se limit,pues, a soltar un largo suspiro.

    Odnom le tranquiliz. Toda aquella gente slo eran dibujantes. Elcomit ejecutivo del nuevo planeta les haba encargado proyectar lasinnumerables especies de seres vivos, vegetales y animales,necesarias para conseguir un buen resultado. Odnom y compaa no

    haban perdido el tiempo. No era un vago proyecto general, sino quelo haban previsto todo, hasta los ms mnimos detalles. Tampocohaba que descartar que, con el fruto de tanta diligencia, en su fuerointerno pensaran poner al Sumo Regidor frente al hecho consumado.Pero no era necesario.

    Lo que pareca que iba a ser un extenuante peregrinaje depostulantes se convirti, pues, para el Creador, en una agradable ybrillante velada. No slo se complaci en examinar, si no todos, almenos la mayora de los dibujos de plantas y animales, sino queparticip de buena gana en las discusiones que surgan a menudoentre los artfices.

    Lgicamente, cada diseador estaba ansioso por ver aprobado yquiz ensalzado su propio trabajo. La disparidad de temperamentosera sintomtica. Como en cualquier otra parte del universo, estaba elinmenso grupo de los humildes que haban trabajado duro para crearla base, llammosla as, de la naturaleza viviente; proyectistas, por logeneral, de imaginacin limitada pero tcnica escrupulosa, quehaban dibujado uno a uno los microorganismos, los musgos, loslquenes, los insectos comunes y corrientes, los seres, en suma,menos espectaculares. Y luego estaban los genios, los jactanciosos,deseosos de brillar e impresionar, razn por la cual haban concebidolas ms extraas, complicadas, fantsticas y a veces disparatadascriaturas. De hecho, algunas de ellas tuvieron que ser rechazadas,como fue el caso de ciertos dragones con ms de diez cabezas.

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    Los dibujos estaban hechos sobre un papel de lujo, a color y atamao natural, lo que situaba en condiciones de evidenteinferioridad a los proyectistas de los organismos ms pequeos. Losautores de bacterias, virus y similares pasaban casi inadvertidos, apesar de su innegable mrito. Presentaban unos trocitos de papel deltamao de un sello de correos con unos signos microscpicos que elojo humano nunca hubiera podido percibir (pero el suyo s). Estaba,entre otros, el inventor de los tardgrados, que se paseaba con unminsculo cuaderno de bocetos del tamao de los ojos de un insecto,pretendiendo que los dems apreciaran la gracia de esos futurosanimalitos, cuyo perfil era vagamente parecido al de los oseznos,pero nadie le haca caso. Por suerte, el Todopoderoso, al que no se leescapaba nada, le hizo un guio que fue equiparable a un entusiastaapretn de manos, lo que le anim enormemente.

    Hubo un fuerte altercado entre el proyectista del camello y elautor del proyecto del dromedario, pues cada uno de ellos pretendahaber sido el primero en tener la idea de la joroba, como si se tratarade un genial hallazgo. Tanto el camello como el dromedario dejaron alos presentes ms bien fros; en general, fueron considerados depsimo gusto. Fuera como fuese, pasaron el examen, aunque por lospelos.

    La propuesta de los dinosaurios provoc una autntica andanadade objeciones. Una aguerrida cuadrilla de espritus ambiciosos realizun desfile, llevando en unos enormes caballetes los gigantescosdibujos de aquellas poderosas criaturas. La exhibicin,indiscutiblemente, produjo cierta sensacin. Aun as, los formidables

    animales eran muy exagerados. Pese a su gran estatura ycorpulencia, no era probable que duraran mucho tiempo. Para noamargar a los excelentes artistas, que haban puesto en ello todo suempeo, el Rey de la creacin concedi, sin embargo, el exequtur.

    Una sonora carcajada general acogi el dibujo del elefante. Lalongitud de su nariz pareca realmente excesiva, incluso grotesca. Elinventor objet que no se trataba de una nariz sino de un rgano muyespecial, para el que propona el nombre de trompa. El vocablo gust,hubo algunos aplausos aislados y el Todopoderoso sonri. Tambin elelefante pas el examen.

    La ballena, en cambio, tuvo un xito inmediato e irresistible. Seisespritus voladores sostenan el desmesurado tablero con el retratodel monstruo. A todos les result muy simptica y recibi una clidaovacin.

    Pero cmo recordar todos los episodios del interminable desfile?Entre los momentos cumbres de la velada podemos citar el dealgunas grandes mariposas de vivos colores, la serpiente boa, lasecuoya, el arqueopteris, el pavo real, el perro, la rosa y la pulga,personajes estos ltimos a los que, de forma unnime, se les vaticinun largo y brillante porvenir.

    Mientras tanto, entre la multitud de espritus que, vidos dealabanzas, rodeaban al Todopoderoso, haba uno que se le acercaba

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    una y otra vez con un rollo de papel debajo del brazo; pelma, muypelma. Es verdad que tena una cara muy inteligente, pero era tanpetulante... Abrindose paso a codazos, haba tratado de situarse enprimera fila y de llamar la atencin del Seor al menos en veinteocasiones. Su altivez resultaba molesta a sus colegas, que lemenospreciaban y le empujaban hacia atrs.Pero l no se daba por vencido as como as. Erre que erre,consigui finalmente llegar a los pies del Creador y, antes de que suscompaeros pudieran impedrselo, despleg el rollo de papel,ofreciendo a la divina mirada el fruto de su ingenio. Eran los dibujosde un animal con un aspecto francamente desagradable, repelente,que sin embargo impresionaba por lo diferente que era de todo lo quese haba visto hasta entonces. Por una parte estaba representado elmacho y, por otra, la hembra. Como muchos otros animales, tenacuatro extremidades, pero, a juzgar por los dibujos, slo utilizaba dospara caminar. Algunos mechones de pelo aqu y all, sobre todo en lacabeza, como una crin; los dos miembros superiores le colgaban a loslados de una forma ridcula. Su cara se asemejaba a la de los simios,que haban pasado con xito el examen. Su figura no era gil,armnica y compacta como la de los pjaros, los peces o loscolepteros, sino desgarbada, torpe y en cierto modo inacabada,como si el diseador se hubiera desanimado y cansado en elmomento ms inoportuno.

    El Todopoderoso ech una ojeada a los dibujos.No se puede decir que sea bonito observ, suavizando con un

    tono amable la dureza de la sentencia, pero quiz tenga alguna

    utilidad especial.S, Seor confirm el pelmazo. Se trata, modestia aparte, deuna invencin formidable. ste es el hombre y sta, la mujer.Independientemente del aspecto fsico, que es discutible, lo admito,he tratado de hacerlos, de alguna manera, perdona mi osada, a tuimagen y semejanza, oh, Excelso. Ser el nico ser dotado de raznen toda la creacin, el nico que podr darse cuenta de tu existencia,el nico que te sabr adorar. En tu honor erigir templos grandiosos ylibrar guerras sangrientas.

    Ay, ay, ay! Quieres decir que ser un intelectual? dijo el Todopoderoso. Hazme caso, hijo mo. Mantente alejado de losintelectuales. Por fortuna, hasta ahora el universo est libre de ellos. Y quiera el cielo que contine as hasta el fin de los tiempos. Noniego, muchacho, que tu invencin sea ingeniosa. Pero sabesdecirme cul sera el posible resultado? Quiz ese ser est dotado decualidades excepcionales, pero, a juzgar por su aspecto, me da laimpresin de que sera fuente de una enorme cantidad de problemas.En una palabra, me complace tu arrojo. Es ms, me encantaraconcederte una medalla. Pero no me parece prudente aceptar tuproyecto. En cuanto se le diera un poco de cuerda, este tipo seracapaz, antes o despus, de provocar una gran desgracia. No, no,olvidmoslo.

    Y le despidi con un gesto paternal.El inventor del hombre se fue con la cara muy larga, en medio de

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    las sonrisitas de sus colegas. Quien tan alto apunta... Entonces seacerc el proyectista de los tetranidos.

    Fue una jornada memorable y feliz, como todos los grandesmomentos llenos de esperanza, de espera de las cosas bellas queseguramente llegarn pero todava no existen; como todos losmomentos inaugurales. La Tierra estaba a punto de nacer con susmaravillas buenas y crueles, sus dichas y afanes, el amor y la muerte.La escolopendra, la encina, la tenia, el guila, el icneumn, la gacela,el rododendro. El len!

    El inoportuno segua yendo y viniendo incansable con su carpeta. Y miraba una y otra vez hacia arriba, buscando en los ojos delMaestro un atisbo de arrepentimiento. Otros, sin embargo, eran lostemas preferidos de ste: halcones y paramecios, armadillos ytumbergias, estafilococos, ciclpidos e iguanodontes.

    Hasta que lleg un momento en el que la Tierra estuvo llena decriaturas adorables y odiosas, dulces y salvajes, horrendas,insignificantes, bellsimas. Un murmullo de fermentos, plpitos,gemidos, aullidos y cantos estaba a punto de nacer en los bosques ylos mares. Anocheca. Una vez obtenido el visto bueno supremo, losdibujantes, satisfechos, se haban ido cada uno por su lado. Cansado,el Altsimo se qued solo en la inmensidad, que comenzaba apoblarse de estrellas.

    Ya estaba a punto de quedarse plcidamente dormido cuandosinti que alguien le tiraba con suavidad del manto. Abri los ojos,

    mir hacia abajo y vio que el inoportuno volva a la carga: habasacado de nuevo su dibujo y le miraba implorante. El hombre! Quidea tan descabellada, qu peligroso capricho. Pero en el fondo, qu

    juego tan fascinante, qu terrible tentacin. Despus de todo, quizvaliera la pena. Adems, en poca de creacin, era legtimo seroptimista.

    Trae ac dijo el Todopoderoso, asiendo el fatal proyecto. Yestamp su firma.

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    resumidas cuentas, en la Luna se preparaba una nueva Dien Bien-phumultiplicada por cien.

    El repentino fallecimiento de Kurulin supuso, pues, un gran alivio paraEstados Unidos. Al igual que sus predecesores, Kurulin detentabatodos los poderes del pas. Aunque al menos aparentemente noexistiera una oposicin interna, su poltica poda considerarsecompletamente dictatorial. Con su desaparicin, en Mosc seproducira inevitablemente una crisis de incertidumbre y dispersin.En todo caso, la presin diplomtica y militar de los soviticosdisminuira sensiblemente.

    En el lado ruso, en efecto, hubo una gran consternacin. Tantoms cuanto que el desdeoso aislamiento de China no permitapresagiar nada bueno. Por otra parte, el fallecimiento del dictador

    justamente cuando estaba a punto de inaugurar una nueva dcada(en esos das deba sancionarse un nuevo plan vicenal) caus unamala impresin en el pueblo, que, instintivamente, lo interpret comoun siniestro presagio.

    El nuevo ao se revel decididamente rico en imprevistos.Exactamente una semana despus, a las doce en punto de la nochedel martes 7 de enero, algo que tena todas las trazas de un infartoaniquil, mientras se entrevistaba en su despacho con el secretariode la Marina de Guerra, al presidente de Estados Unidos, Samuel E.Fredrikson, el belicoso tcnico y pionero, smbolo del intrpidoespritu nacional, que haba sido el primer norteamericano en pisar la

    Luna.El hecho de que los dos mayores antagonistas del conflictomundial hubieran desaparecido del mapa con exactamente unasemana de diferencia provoc una conmocin indecible. Cmo seexplicaba que ambos hubieran desaparecido a medianoche? Huboquien habl de asesinato por parte de una secta secreta, quienfantase con una intervencin de fuerzas extraterrestres, quiensospech incluso de una especie de juicio de Dios. El caso es quelos analistas polticos ya no saban qu decir. S, tambin poda seruna fortuita coincidencia, pero eso era difcil de admitir, porque tantoKurulin como Fredrikson haban gozado hasta entonces de una saludde hierro.En el nterin, en Mosc el poder fue asumido por un rganocolegial; en Washington, de acuerdo con la Constitucin, el cargosupremo pas automticamente al vicepresidente Vctor S. Klement,prudente administrador y jurista que haba cumplido con creces lossesenta aos y en tiempos haba sido gobernador de Nebraska.

    La noche del 14 de enero de 1980, martes, cuando el reloj situadoencima de la chimenea dio las doce, mister Klement, que estabasentado junto al fuego leyendo una novela policaca, dej caer ellibro, reclin suavemente la cabeza hacia delante y as se qued. Loscuidados de su familia y de los mdicos que acudieron a auxiliarle nosirvieron de nada. Tambin Klement haba emigrado al reino del msall.

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    Esta vez una oleada de supersticioso terror se desencaden entodo el mundo. No, ya no poda hablarse de azar. Una potenciasobrehumana se haba puesto en marcha para golpear de tanto entanto, con una precisin matemtica, a los prceres de la Tierra. Losobservadores ms agudos creyeron haber descifrado el mecanismodel espantoso fenmeno: por un decreto superior, la muerte sellevaba cada semana a quien, en ese momento, era el ms poderosode todos los hombres.

    Tres casos, aunque enormemente singulares, no permitanciertamente formular una ley. La interpretacin, sin embargo, afecta las mentes y plante un angustioso interrogante: a quin le tocarael prximo martes? Despus de Kurulin, Fredrikson y Klement, quinera el hombre ms poderoso de la Tierra destinado a morir? En todoel mundo se desat una fiebre de apuestas por esta carrera hacia lamuerte.

    La tensin de los nimos hizo que esa semana fuera inolvidable.A quin le interesaba ya el crter de Coprnico? Ms de un jefe deEstado se debata entre el orgullo y el miedo: por una parte, la ideade ser elegido para el sacrificio del martes por la noche le halagaba,como una demostracin de su propia autoridad; por otra, el instintode conservacin dejaba or su voz. El 21 de enero por la maana, LuChimin, el hermtico presidente de China, convencido, ms o menospresuntuosamente, de que le haba llegado el turno, para demostrarsu independencia de la voluntad del Padre Eterno, pues era ateo, se

    quit la vida.Al mismo tiempo, el viejo De Gaulle, ya mtico Seor de Francia,convencido tambin l de ser el elegido, pronunci con un hilo de vozun noble discurso de despedida para su pas, alcanzando, a decir demuchos, las ms altas cotas de la elocuencia, a pesar de sus noventaaos. Se comprob entonces que la ambicin poda prevalecer sobrecualquier otra cosa. Aquellos hombres estaban felices de morir con talde que su muerte demostrara su superioridad sobre el resto delgnero humano.

    Pero, para su amarga desilusin, De Gaulle pas la noche con unasalud excelente. Quien en cambio muri de repente, ante laestupefaccin de todos, fue Koccio, el dinmico presidente de laFederacin de frica Occidental, que hasta entonces tena fama, msque nada, de simptico histrin. Despus se supo que en el Centro deEstudios creado por l en Busundu haban descubierto la forma dedeshidratar a distancia cosas y personas, lo que constitua un armatemible en tiempos de guerra.

    Tras confirmarse as la ley de el ms poderoso es quien muere,se produjo una desbandada general de los cargos ms altos y hastaentonces ms codiciados. Casi todas las sedes presidencialesquedaron vacantes. El poder, antes vidamente anhelado, quemabaentre las manos. Los peces gordos de la poltica, la industria y lasfinanzas se lanzaron a una carrera desesperada para demostrar quinera menos importante. Todos se encogan, plegaban las alas,

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    mostraban un negro pesimismo sobre la suerte de su pas, de supartido, de sus empresas. El mundo al revs. Un espectculo quehabra sido hilarante de no existir la pesadilla del prximo martes porla noche.

    Y despus, a las doce en punto de la noche del quinto martes, delsexto y del sptimo, fueron eliminados Hosei, vicepresidente deChina, Fhat-en-Nissam, el cerebro gris de El Cairo, y el venerableKaltenbrenner, conocido corno el Sultn del Ruhr.

    A continuacin las vctimas pasaron a ser hombres de menorimportancia. La desercin de los asustados titulares haba dejadovacantes los cargos ms altos. Slo el viejo De Gaulle, tanimpertrrito como siempre, segua sin soltar el cetro. Pero la muerte,no se sabe por qu, no le tuvo en cuenta. Es ms, fue la nicaexcepcin a la regla. De hecho, cada martes por la noche caanpersonajes mucho menos importantes que l. Quiz el Padre Eterno,al pasarlo por alto, quiso darle una leccin de humildad.

    Al cabo de un par de meses ya no quedaba ni un solo dictador, niun solo jefe de gobierno, ni un solo lder de partido mayoritario, ni unsolo director general. Qu maravilla! Todos haban dimitido. Al frentede las naciones y las empresas no quedaron ms que rganoscolegiados paritarios, en los que cada miembro tena mucho cuidadode no estar por encima de sus colegas. Al mismo tiempo, los hombresms ricos del mundo se desembarazaban a toda prisa de su increbleacumulacin de millones con gigantescas donaciones, obras sociales

    y mecenazgos artsticos.Se lleg a paradojas inauditas. En Argentina, durante la campaaelectoral, el presidente Hermosino, temiendo como la peste unamayora de votos, se difam tanto a s mismo que fue incriminado porultraje al jefe del Estado. En L'Unit de Roma aparecieron luctuososeditoriales que proclamaban la completa destruccin del PCI, cuandoen realidad estaba todava muy activo: los escriba el mismoCannizzaro, lder del partido, que, apegado como estaba a su cargo,no haba querido dimitir, pero trataba de evitar as, subrepticiamente,el golpe del destino. Incluso el campen mundial de los pesospesados, Vasco Bolota, se hizo inocular la malaria para debilitarse, yaque la fuerza fsica era un peligroso signo de poder.En los litigios, ya fueran internacionales, nacionales o privados,cada cual daba la razn al adversario y trataba de ser el ms dbil, elms sumiso, el ms desposedo. El crter de Coprnico se lorepartieron equitativamente soviticos y norteamericanos. Loscapitalistas cedan sus empresas a los trabajadores y stos lessuplicaban que se las quedaran. En pocos das se lleg a un acuerdopara el desarme total. Todas las existencias de bombas se hicieronexplotar en las inmediaciones de Saturno, que sufri la ruptura de unpar de anillos.

    En menos de seis meses todo riesgo de conflicto local habadesaparecido. Qu digo, conflicto? Ya no haba ni siquieracontroversias, odios, litigios, polmicas, animosidades. Finalizadas la

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    carrera por el poder y la obsesin por la hegemona, se vio que portodas partes se establecan automticamente la justicia y la paz, delas que, gracias a Dios, continuamos disfrutando desde hace quinceaos. Porque, en cuanto algn ambicioso, olvidando la leccin de1980, intenta levantar la cabeza por encima de los otros, la invisiblehoz, zas, se la corta, siempre en martes, a las doce en punto de lanoche.

    Las ejecuciones semanales cesaron a mediados de octubre. Yano eran necesarias. Haban bastado cuarenta infartos biendistribuidos para arreglar las cosas en la Tierra. Las ltimas vctimasfueron figuras de segundo orden, porque el mercado mundial ya noofreca nada mejor en lo que a personajes poderosos se refera. Sloel decrpito De Gaulle sigui siendo obstinadamente respetado.

    El penltimo fue George A. Switt, conocido como Sweet, unclebre presentador de la televisin americana. Muchos sesorprendieron, pero en realidad Switt gozaba de un prestigioformidable: si hubiera querido podra haber llegado a ocupar loscargos ms altos de la Confederacin. Interrogado al respecto, elconocido magnate del turf, el conde Mike Bongiorno, que de joven, enlos aos cincuenta, haba sido un famoso presentador en Italia,declar que para l no haba sido ninguna sorpresa. Dijo que lmismo, en sus buenos tiempos, se haba dado cuenta de que posea,a su pesar, un poder prcticamente ilimitado; y que un pasextranjero (cuyo nombre no revel) le haba ofrecido el oro y el moropara que, con una palabra, animara a la revuelta al pueblo italiano y,de esa forma, se instaurara cierto rgimen (no quiso especificar cul).

    Pese a tener pasaporte americano, se haba negado a hacerlo porpatriotismo.

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    GENERAL DESCONOCIDO

    Hace unos das, en uno de esos campos de batalla que nadierecuerda, all donde, en la pgina 47 del atlas, hay una gran manchaamarillenta y varios nombres raros con muchas haches esparcidos

    aqu y all, durante un sondeo efectuado con vistas a una eventualprospeccin geolgica, encontraron un general.Bajo una fina capa de arena probablemente transportada por el

    viento a lo largo de los aos, que ahora son ya tantos, yaca comoun pelagatos cualquiera, como el ltimo de los soldados de a pie,como el viandante sin patria, como el camello muerto de sed, como elpordiosero maldito, el que fuera todo un seor general. Porque lasdiferencias existen mientras vivimos, hablamos, nos vestimos, cadauno representando su propio papel, pero despus, nada: despus,todos iguales en la misma postura de la muerte, tan simple, tanadecuada para toda la eternidad.

    Descripcin: un esqueleto bastante deteriorado, si bien con todossus huesos, de alrededor de un metro setenta y dos centmetros dealtura, ninguna fractura, ningn agujero, con la boca entreabiertacomo si le costara respirar (a propsito, un diente de oro).

    Y adems: descoloridos andrajos del uniforme de campaa conuna consistencia de telaraa, presuntos restos de botas, cinturn ytambin de guantes, y un par de gafas sin cristales, no se sabe si desol o de miope. Nada especial, en resumidas cuentas. Los encargadosde la prospeccin, que eran todos tcnicos, hombres positivistas,habran hecho caso omiso de l si encima de las clavculas no hubieratenido dos hombreras de plata repujada con cenefas de plata; encimadel crneo, un casco con una fina greca dorada y, a la altura delpecho, una coleccin de medallas, todas ellas de plata y de bronce,colgadas de una serie de cintitas que conservaban todava sus belloscolores (no tena medallas de oro).

    Uno de los operarios blasfem con estupor, otro dijo oh y untercero prorrumpi en exclamaciones. El ingeniero les orden deinmediato que no tocaran nada porque haba odo hablar de ciertosantiguos tesoros enterrados que, con el paso del tiempo, se volvandelicados y frgiles. De hecho, no hubo necesidad de tocarlo.

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    Constelado de medallas que conmemoran las batallas queperdiste, todas, salvo la que libraras al da siguiente; peroprecisamente aquel da falleciste.

    A derecha e izquierda, sobre los hombros un poco redondeadospor la grasa, llevabas tus hombreras de plata, brillantes como elespejismo de la gloria. Pero ahora ni siquiera eso. Quin te las habaregalado?

    Huesecillo en forma de flauta, sugestiva y competente tibia,cuntas satisfacciones experimentaste cuando, durante el desfilemilitar, te apoyabas en el estribo, vibrante de espritus marciales, alson de las fanfarrias, soando con esas victorias heroicas queaparecen en los libros de texto!

    Huesecillo en forma de cetro, hoy frgil como un coln de pan,sobre quin mandabas? Probablemente estabas destinado en laretaguardia, con la evidente finalidad de controlar un vasto sector. Un

    jefe competente, decan. Y ahora aqu ests.Acaso no hay ni un msero trompeta capaz de cuadrarse ante el

    seor general X?No, no lo hay. Los seores generales nunca han cado bien a la

    gente. Y ahora menos que nunca.Este fulano deba de tener una buena barriga observa

    maliciosamente un obrero, sealando al yaciente. Todos se echan arer, incluso el viento comienza a carcajearse soplando entre losarbustos de alrededor, todos llenos de espinas y de hojas finas ypelosas.

    Porque, pese a todo lo que ha sucedido en estos aos y al ajuste

    de cuentas que ha llevado a la eliminacin de las banderas, el pobresoldadito desconocido sigue despertando piedad, pero el general no.Los generales no tienen hambre, porque la Intendencia se ocupa

    obsesivamente de su alimentacin personal.Los generales no tienen botas de cartn que se cuartean y

    martirizan los pies.Los generales no tienen una novia lejana cuyo celoso recuerdo les

    haga llorar de desesperacin cuando llega la noche.Los generales no tienen una madre que les espera cosiendo

    sentada junto a la chimenea y que de vez en cuando alza los ojospara mirar su fotografa puesta encima de la cmoda. Y por eso lagente no los quiere ni tiene piedad de ellos.Los generales no mueren a espaldas del mundo bajo el infierno dela artillera, las bombas y la metralla, sin que nadie se d cuenta, sinque se registren sus bajas en lista alguna (ste es una excepcin a laregla). Y por eso la gente no los quiere ni tiene piedad de ellos.

    Qu difcil es ser general, y mucho ms un general muerto!Antao era diferente, antao incluso se organizaba una ceremonia ensu honor y les levantaban un monumento. Pero ahora? Ahora, en elmejor de los casos, les hacen gestos de burla y les arrojaninmundicias.

    Al final, uno de los trabajadores empuj con el pie la arena delborde de la fosa para cubrir al desgraciado. Despus, tras recogertodas las herramientas, se subi con sus compaeros al jeep y se fue

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    encendindose un cigarrillo.

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    EL DIFUNTO POR ERROR

    Una maana, el conocido pintor Lucio Predonzani, de cuarenta y seisaos de edad, retirado desde haca mucho tiempo en su casa decampo de Vimercate, se qued de piedra al abrir el peridico: en la

    seccin de cultura, abajo a la derecha, acababa de ver el siguientetitular:

    EL ARTE ITALIANO EST DE LUTOMUERE EL PINTOR PREDONZANI

    Y debajo, una entradilla en cursiva que deca:

    Vimercate, noche del 21 de febrero. Tras una corta enfermedad, y a pesar de los cuidados de los mdicos, el pintor Lucio Predonzanifalleci hace dos das. El difunto haba expresado su voluntad de quela noticia de su deceso no se hiciera pblica hasta despus de sufuneral.

    Segua un obituario muy elogioso, de casi una columna, firmado porel crtico de arte Giovanni Steffani. Incluso apareca una fotografa delpropio pintor tomada veinte aos antes.

    Aturdido, Predonzani, que no poda creer lo que vean sus ojos,ley febrilmente la nota necrolgica, descubriendo rpidamente, pesea la precipitacin, algunas frasecitas de una reserva venenosadeslizadas aqu y all con una habilidad innegable, entre un sinfn deadjetivos lisonjeros.

    Matilde! Matilde! llam Predonzani apenas recuper elaliento.

    Qu ocurre? respondi su mujer desde la habitacincontigua.

    Ven, ven, Matilde! suplic.Espera un momento. Estoy planchando.Te he dicho que vengas!

    Tena una voz tan asustada que Matilde dej la plancha y acudi.Mira, mira gimi el pintor tendindole el peridico.

    Ella lo ley, palideci y, con esa maravillosa irracionalidad tpica

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    de las mujeres, estall en un llanto desesperado.Oh, Lucio, mi pobre Lucio, cario mo balbuceaba entre

    sollozo y sollozo.La escena acab por exasperar al hombre.Te has vuelto loca, Matilde? No ves que estoy aqu? No te

    das cuenta de que se trata de un equvoco, de un espantosoequvoco?Matilde dej de llorar de inmediato, mir a su marido y su rostro

    se seren. Entonces, inopinadamente, con la misma ligereza con laque un instante antes se haba sentido viuda, afectada por el ladocmico de la situacin, fue presa de un ataque de risa.

    Oh, Dios mo, qu gracioso! Ay, qu bueno... perdname, Lucio,el arte est de luto... y t aqu, vivito y coleando! gemaretorcindose de risa.

    Basta ya! imprec l, fuera de s. No te das cuenta? Esterrible! El director del peridico me va a or. Esta broma le costarcara!

    Predonzani se precipit a la ciudad y fue directamente alperidico. El director lo recibi con afabilidad:

    Por favor, querido maestro, tome asiento. No, no. Ese silln esms cmodo. Un cigarrillo?... Estos mecheros son desesperantes,nunca funcionan... Tome, un cenicero... Y ahora, dgame: a qu deboel placer de su visita?

    Finga o realmente ignoraba lo que su peridico haba publicado?Predonzani se qued estupefacto.

    En... en el peridico de hoy... en la seccin de cultura... aparece

    la noticia de mi muerte...De su muerte?El director cogi el peridico que tena encima de la mesa, lo

    abri, vio, comprendi (o hizo como que comprenda) y, tras unmomento de embarazo que dur tan slo una dcima de segundo, serehzo maravillosamente y carraspe.

    Ejem, ejem, efectivamente hay un pequeo error... una ligeradiscordancia... Pareca un padre que reprendiera por puraformalidad a su hijo delante de un transente insultado por el nio.

    Predonzani perdi la paciencia:Discordancia? grit. Ustedes me han matado, eso es lo

    que han hecho! Es monstruoso!S, s dijo el director, plcido. Tal vez... digmoslo as... elcontexto de la informacin ha ido un poco ms all de nuestrasintenciones... Por otra parte, espero que haya sabido apreciar en su

    justo valor el homenaje que mi peridico ha rendido a su arte...Valiente homenaje! Ustedes me han arruinado!Bueno, no digo que no haya habido alguna inexactitud...Me dan por muerto cuando estoy vivo... y a eso lo llama usted

    una inexactitud! Es para volverse loco. Exijo una rectificacin comoes debido y que adems aparezca exactamente en el mismo lugarque este artculo! Y me reservo todo el derecho a demandarles pordaos y perjuicios!

    Daos? Pero, querido seor mo del maestro haba pasado

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    al simple seor, mala seal, usted no se da cuenta de la enormesuerte que ha tenido. Cualquier otro pintor estara dando saltos dealegra...

    Suerte?S, suerte. Cuando un artista muere, sus obras suben

    considerablemente de precio. Sin quererlo, s, sin quererlo, le hemoshecho un enorme favor.Y qu se supone que tengo que hacer yo? Fingir que he

    muerto?... Volatilizarme?Por supuesto, si usted quisiera aprovechar esta magnfica

    ocasin... Por Dios, no querr dejarla escapar!... Reflexione un poco:una bella exposicin pstuma, una campaa publicitaria bienorquestada... Nosotros mismos haramos lo posible para lanzarla...Sera un asunto de varios millones, querido maestro.

    Y qu tendra que hacer yo? Desaparecer de la circulacin?Dgame, no tendr por casualidad un hermano?S, por qu? Vive en Sudfrica.Magnfico. Y se parece a usted?Bastante. Pero l lleva barba.Estupendo! Djesela crecer tambin usted y hgase pasar por

    su hermano! Todo ir sobre ruedas... Hgame caso: ms vale dejarque las cosas sigan su curso... Y adems, comprndame: unarectificacin de este tipo... Qu sacara con eso?... Perdone misinceridad, pero usted resultara un poco mezquino... Es intil, losresucitados nunca caen simpticos... Y ya sabe cmo funcionan estascosas en el mundo del arte; su resurreccin, despus de tantos

    elogios, producira una psima impresin...

    No fue capaz de negarse. Volvi a su casa de campo, se recluy enuna habitacin y se dej crecer la barba. Su mujer se puso de luto yalgunos amigos fueron a visitarla, sobre todo Oscar Pradelli, quetambin era pintor y haba sido siempre la sombra de Predonzani.Despus empezaron a llegar los compradores: marchantes,coleccionistas, gente que olfateaba el negocio. Cuadros que antes aduras penas llegaban a las cuarenta, cincuenta mil liras, ahora erafacilsimo venderlos por doscientas mil. Y all, en su retiro clandestino,Predonzani pintaba un lienzo tras otro; antedatndolos, por supuesto.Despus de un mes, con la barba ya muy crecida, Predonzani searriesg a salir, hacindose pasar por su hermano recin llegado deSudfrica. Llevaba gafas y simulaba un acento extico. Es increblecmo se parece a su difunto hermano, deca la gente.

    En uno de los primeros paseos despus de su enclaustramiento,se acerc por curiosidad al cementerio. En la gran losa de mrmol delpanten familiar un operario estaba grabando su nombre con lasfechas de su nacimiento y de su muerte.

    Le dijo que era el hermano del difunto. Abri la cerradura de lapuertecita de bronce y baj a la cripta donde estaban apilados losatades de sus parientes. Cuntos haba! Entre ellos, uno nuevo,precioso, con una chapa de cobre en la que se lea Lucio

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    Predonzani. La tapa estaba fijada con unos tornillos. Con un oscurotemor golpe con los nudillos en la caja. Son a vaco. Menos mal!

    Qu curioso: a medida que las visitas de Oscar Pradelli se hacan msfrecuentes, Matilde pareca volver a florecer. El luto, entre otrascosas, le sentaba muy bien. Predonzani observaba su metamorfosis con unamezcla de complacencia y aprensin. Una noche se dio cuenta de que la deseabacomo haca aos. Deseaba a su viuda.

    En cuanto a Pradelli, no era intempestiva su asiduidad? Perocuando Predonzani se lo hizo notar a Matilde, ella reaccion casi conagresividad.

    Qu cosas se te ocurren! Pobre Oscar. Es el nico amigo que tienes deverdad. El nico que te echa de menos verdaderamente. Se esfuerza por aliviar misoledad y t sospechas de l. Deberas avergonzarte!

    Mientras tanto, en la ciudad se organiz la expos icin pstuma, quetuvo un gran xito. Descontando los gastos, produjo unos beneficios de cincomillones y medio de liras. Despus, con una rapidez impresionante, el olvido caysobre Predonzani y su obra. Su nombre era citado cada vez ms raramente en lassecciones de arte de los peridicos y en las revistas artsticas. Muy prontodesapareci de ellas por completo.

    Con desolado estupor, Lucio Predonzani constataba que el mundosegua girando sin l como antes: el sol sala y se pona igual queantes, las criadas sacudan las alfombras por la maana, los trenescorran, la gente coma y se diverta, y por la noche los chicos y laschicas se besaban junto a las negras verjas del parque.

    Hasta que un da, al regresar a casa tras haber dado un paseo porel campo, reconoci la gabardina de su querido amigo Oscar Pradellicolgada en el recibidor. La casa estaba tranquila, especialmententima y acogedora. Y ms all, se oan unas voces muy bajas,susurros, tiernos suspiros.

    De puntillas, retrocedi hasta el umbral. Sali sin hacer ruido y seencamin hacia el cementerio. Era una noche suave y lluviosa.

    Cuando lleg delante del panten familiar, mir a su alrededor y,tras comprobar que no haba ni un alma, abri la puerta de bronce.

    Sin prisas, mientras caa la noche, quit con un cortaplumas lostornillos que cerraban el atad completamente nuevo, su atad, elde Lucio Predonzani.

    Lo abri con mucha tranquilidad y se tumb boca arriba,adoptando la postura que supuso deba de ser la mejor para el sueoeterno. La encontr ms cmoda de lo que esperaba.

    Sin alterarse, poco a poco, tir de la tapa hacia l. Cuando sloqued una rendija, se qued escuchando unos instantes, por sialguien le llamaba. Pero no oy nada.

    Entonces dej caer la tapa del todo.

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    LA HUMILDAD

    Un fraile llamado Celestino se haba hecho eremita y se haba ido avivir al corazn de la metrpoli, all donde mayor es la soledad de loscorazones y ms fuerte la tentacin de Dios. Porque si la fuerza de los

    desiertos de Oriente compuestos de piedra, arena y sol, dondehasta el hombre ms limitado es consciente de su pequeez frente ala vastedad de la creacin y los abismos de la eternidad esextraordinaria, ms poderoso an es el desierto de las ciudades,compuesto de multitudes, estruendo, ruedas, asfalto, luces elctricasy relojes que andan todos a la vez y pronuncian al mismo tiempo lamisma condena.

    Pues bien, en el lugar ms apartado de esta rida tierra viva elpadre Celestino, entregado la mayor parte del tiempo a la adoracindel Padre Eterno. Como era de sobra conocido hasta qu puntoestaba iluminado, venan a verle, incluso de los ms remotosarrabales, gentes afligidas o turbadas para pedirle consejo yconfesarse. Detrs de una nave haba encontrado, no se sabe cmo,los restos de un antiguo camin, cuya minscula cabina, pordesgracia ya sin cristales, utilizaba como confesionario.

    Un atardecer en que el padre Celestino, despus de pasar horas yhoras escuchando listas de pecados ms o menos contritas, sedispona a dejar su garito, vio acercarse entre la penumbra unaesmirriada figura en actitud penitente.

    Slo en el ltimo momento, cuando el forastero se arrodill en elestribo de la cabina, el eremita se dio cuenta de que era un cura.

    Qu puedo hacer por ti, curita? dijo el eremita con sudelicada paciencia.

    He venido a confesarme respondi el hombre; y sin msprembulos, empez a enumerar sus pecados.

    Celestino estaba acostumbrado a soportar las confidencias depersonas, en su mayora mujeres, que venan a confesarse por unaespecie de mana, aburrindole con meticulosos relatos de actossumamente inocentes. Nunca, sin embargo, se haba topado con uncristiano tan desprovisto de maldad. Las faltas de las que el curita seacusaba eran sencillamente ridculas, ftiles, menudas y ligeras, perocomo conoca muy bien a los hombres, el eremita comprendi que lo

    ms grave estaba todava por llegar y que el curita se estaba yendo

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    por las ramas.Vamos, hijo, es tarde y, sinceramente, empieza a hacer fro.

    Vayamos al grano!Padre, no tengo valor balbuci el curita.Qu falta has cometido? En conjunto pareces un buen chico.

    Supongo que no habrs asesinado a nadie ni te habrs revolcado enel pecado del orgullo...Se equivoca dijo el otro con un hilo de voz casi imperceptible.Cmo? Acaso eres un asesino?No... lo otro.Eres orgulloso? Cmo es posible?El cura asinti, afligido.Habla, explcate, alma de Dios. Aunque hoy se recurra de una

    forma exagerada a la misericordia de Dios, sta no se ha agotadotodava, lo que queda de ella debera bastarte.

    El otro finalmente se decidi:Ver, padre. El asunto es muy sencillo, aunque bastante

    terrible. Soy cura desde hace slo unos das. Acabo de asumir el cargo enla parroquia que me han asignado. Pues bien...

    Habla, criatura, habla! Juro que no te comer.Pues bien... cuando me llaman reverendo, qu quiere que le

    diga, le parecer ridculo, pero experimento un sentimiento dealegra, una especie de calor por dentro...

    No era un gran pecado, a decir verdad; a la mayora de los fieles,curas incluidos, nunca se les habra ocurrido confesarlo. Y elanacoreta, pese a ser un experto en el fenmeno llamado hombre, no

    se lo esperaba. En un primer momento no supo qu decir, lo cual nole haba sucedido nunca.Ejem... ejem... Comprendo... En efecto, no es bonito... Si no es

    el Demonio en persona el que te produce esa especie de calor pordentro, se le parece mucho... Pero todo esto, por suerte, lo hascomprendido por ti mismo. Y tu vergenza me dice que no recaers...Ciertamente sera muy triste que siendo tan joven te dejarascorromper... Ego te absolvo ...

    Pasaron tres o cuatro aos y el padre Celestino se haba olvidado casipor completo de su penitente, cuando el annimo cura volvi avisitarle para confesarse.

    Yo te he visto antes, no?As es.Deja que te mire... Claro, efectivamente, t eres aquel que

    disfrutaba cuando le llamaban reverendo, no es as?S, as es contest el cura, que aunque quiz ahora pareciera

    un poco menos curita debido a la mayor dignidad que se reflejaba ensu rostro, segua siendo tan joven y tan esmirriado como antes. Yenrojeci violentamente.

    Oh!, oh! diagnostic severamente Celestino con unaresignada sonrisa. En todo este tiempo no hemos sabidoenmendarnos?

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    Es peor, mucho peor.Me das miedo, hijo mo. Explcate.Bueno dijo el cura haciendo un esfuerzo sobrehumano. Es

    mucho peor que antes... Yo... yo...Valor le exhort Celestino estrechndole las manos entre las

    suyas, no me tengas en vilo.Me sucede lo siguiente: si alguien me llama monseor, yo...yo...

    Te produce satisfaccin, no?S, por desgracia.Una sensacin de bienestar, de calor?Exactamente...Pero el padre Celestino se lo sacudi de encima rpidamente. La

    primera vez, el caso le haba parecido bastante interesante, unasingularidad de la naturaleza humana. Pero ahora ya no. Est claroque se trata de un pobre estpido, pens, un buen hombre quiz, yque la gente se divierte a su costa. Haba que dejarle suspirar por laabsolucin? En un par de minutos el padre Celestino le despidi con labendicin de Dios.

    Pas una decena de aos ms y el eremita era ya viejo cuando elcurita regres. l tambin haba envejecido, naturalmente, estabams demacrado y ms plido y tena los cabellos grises. Al principio elpadre Celestino no lo reconoci. Pero en cuanto el hombre empez ahablar, el timbre de su voz despert el recuerdo adormecido.

    Ah, t eres el del reverendo y el monseor. O meequivoco? pregunt Celestino con su desarmante sonrisa.Tiene muy buena memoria, padre.Cunto tiempo ha pasado desde entonces?Casi diez aos.Y despus de diez aos, t... te encuentras todava en ese

    punto?Es todava peor!Explcate.Mire, padre... Ahora... si alguien se dirige a m llamndome

    excelencia, yo...No sigas, hijo dijo Celestino con su paciencia a prueba debomba. Ya lo he entendido todo. Ego te absolvo...

    Y mientras tanto, pensaba: por desgracia, con la edad, este pobrecura se ha vuelto cada vez ms ingenuo y simpln; y la gente sedivierte ms que nunca tomndole el pelo. El pobrecillo se deja eincluso experimenta cierto placer. Estoy seguro de que dentro decinco o seis aos lo ver aparecer de nuevo para confesarme quecuando le llaman eminencia...

    Y en efecto, as fue... aunque un ao antes de lo previsto.

    Y luego, con la espantosa rapidez que todo el mundo conoce, pasaronmuchos ms aos todava. El padre Celestino estaba ya tan viejo y

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    decrpito que haba que llevarlo en brazos a su confesionario todaslas maanas y despus devolverlo tambin en brazos a su cuchitrilcuando se haca de noche.

    Es preciso contar con pelos y seales cmo el annimo curitavolvi a aparecer un da mucho ms viejo, tambin l ms canoso,encorvado y seco? Y cmo segua atormentado por el mismoremordimiento? No, evidentemente, no.

    Pobre curita mo le salud con amor el anciano anacoreta,as que ests de nuevo aqu con tu viejo pecado de orgullo?

    T lees en mi alma, padre.Y ahora, cmo te halaga la gente? Ahora te llamar Su

    Santidad, supongo.S, exactamente admiti el curita con un tono de dolorosa

    mortificacin.Y cada vez que te llaman as, te invade una sensacin de

    alegra, de bienestar, de vida, casi de felicidad?Por desgracia. Podr Dios perdonarme?El padre Celestino sonri para sus adentros. Aquel candor tan

    obstinado le resultaba conmovedor. En un santiamn se imagin laoscura vida de aquel pobre curita humilde y poco inteligente en unaapartada parroquia de montaa, entre rostros apagados, obtusos omalignos. Y sus montonos das, cada uno igual que el otro, y lasmontonas estaciones, y los montonos aos, y l cada vez msmelanclico y los parroquianos cada vez ms crueles... Monseor...Excelencia... Eminencia... y ahora Su Santidad... Verdaderamente yano tenan ningn freno en sus burlas campesinas! Pero l no se

    enfadaba, al contrario, aquellas grandes y brillantes palabras ledespertaban en el corazn una alegre resonancia infantil.Bienaventurados los pobres de espritu, concluy para s el eremita.Ego te absolvo...

    Hasta que un da, el viejsimo padre Celestino, sintindose prximo amorir, por primera vez en la vida hizo una peticin para s. Quera quelo llevaran a Roma a toda costa. Antes de cerrar los ojos parasiempre, quera ver, aunque slo fuera por un instante, San Pedro, elVaticano y al Santo Padre.

    Cmo iban a negrselo? Consiguieron una camilla, colocaronencima al eremita y lo llevaron hasta el corazn de la cristiandad.Pero la cosa no acab ah. Sin perder tiempo, porque Celestino tenaya las horas contadas, lo subieron por las escalinatas del Vaticano y lehicieron pasar, junto a otros miles de peregrinos, a una gran sala,donde lo dejaron esperando en un rincn.

    Tras una larga espera, el padre Celestino vio finalmente cmo lamultitud se apartaba y cmo desde el fondo lejansimo de la salaavanzaba una pequea figura blanca ligeramente encorvada. ElPapa!

    Cmo era? Qu cara tena? Con un horror indecible, el padreCelestino, que nunca haba visto tres en un burro, se dio cuenta deque haba olvidado las gafas.

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    Pero, por suerte, la blanca figura avanz y se hizo cada vez msgrande, hasta que se detuvo junto a su camilla. El eremita se sec losojos llenos de lgrimas con el dorso de la mano y despus los alzlentamente. Vio entonces el rostro del Papa. Y lo reconoci.

    Oh, eres t, mi pobre cura, mi pobre curita exclam el viejo enun irresistible arranque. Y por primera vez en la Historia, en la vetusta majestad delVaticano se asisti a la siguiente escena: el Santo Padre y un fraileviejsimo y desconocido, venido de no se saba dnde, sollozaban

    juntos cogidos de la mano.

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    Y SI?

    l era el Dictador y en la Sala del Consejo Supremo acababa determinar el informe del Congreso Universal de las Hermandades, altrmino del cual la mocin de sus adversarios haba sido rechazada

    por aplastante mayora. De ese modo se haba convertido en elPersonaje ms Poderoso del Pas y A Partir De Ahora Todo Lo Que SeRefera A l Se Escribira O Se Dira Con Maysculas; Por El Tributo DeHonor.

    Haba alcanzado, pues, la meta final de su vida y,razonablemente, no poda aspirar a nada ms. A los cuarenta y cincoaos tena el Dominio de la Tierra! No lo haba conseguido con laviolencia, segn la costumbre al uso, sino con el trabajo, la fidelidad,la austeridad, la renuncia a cualquier tipo de diversin, a las risas, alas alegras fsicas y a las tentaciones mundanas. Estaba plido yllevaba gafas, pero no tena a nadie por encima de l. Se sentaincluso un poco cansado. Pero feliz.Una salvaje felicidad, tan intensa que llegaba a ser casi dolorosa,lo invada en lo ms profundo de su ser mientras recorra a pie,democrticamente, las calles de la ciudad, meditando sobre su xito.

    l era el Gran Msico que poco antes, en el Teatro Imperial de lapera, haba odo las notas de su obra maestra germinar yexpandirse en el corazn del pblico anhelante, conquistando eltriunfo; todava le resonaban dentro de la cabeza los fuertes aplausosmezclados con los gritos de delirio, como nunca los haba odo ni paralos otros msicos ni para s; en ellos haba xtasis, lgrimas, entrega.

    l era el Gran Cirujano que una hora antes, delante de un cuerpohumano ya absorbido por las tinieblas, ante el horror de susayudantes, que lo tomaron por loco, se haba atrevido a hacer lo quenadie hasta entonces haba podido ni siquiera imaginar, sacando consus mgicas manos una superviviente lucecita de las profundidadesinsondables del cerebro, donde esa ltima partcula de vida se habaescondido, como el pobre perro moribundo que se arrastra hasta lasoledad de un bosque para que nadie asista a su deshonrosadegradacin final. l haba liberado esa microscpica llamita de lapesadilla de las tinieblas, recrendola, por decirlo as. De ese modo,el difunto haba vuelto a abrir los ojos y a sonrer.

    l era el Gran Banquero que acababa de salir bien librado de una

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    sus caderas se expandan libremente de travs, indolentes yanimalescas. Quiz fuera una estudiante de la bohemia devanguardia, una de esas mujeres que convierten su negligencia y sudescaro en una elegancia casi ofensiva. Llevaba unas grandes gafasazules. Le impresion, en la palidez de su rostro, el rojo intenso desus labios, suavemente relajados.Desde abajo, en una infinitesimal fraccin de segundo, vislumbrsus piernas a travs de la reja de la balaustrada, pero slo en parte,porque los pies estaban ocultos por el borde de la terraza y la faldaque llevaba era bastante larga. Percibi, sin embargo, a contraluz elperfil arrogante de las pantorrillas, que se ensanchaban desde losfinos tobillos en esa emocionante progresin carnal que todo elmundo conoce, muy pronto oculta por la falda. Sus cabellos pelirrojosrefulgan al sol. Quiz fuera una hija de familia, o una actriz de teatro,o una pobre criatura. O tambin, tal vez, una joven perdida...

    Cuando pas por delante de ella la distancia que les separabasera de dos metros y medio o tres. Fue slo un instante, pero la pudover perfectamente.

    No por inters, sino ms bien por una suprema indiferencia puesella, sumida en el tedio, no se preocupaba siquiera de controlar sus miradas, la

    joven lo mir.Despus de haberla mirado fugazmente, l volvi a dirigir la vista

    al frente, por decoro, tanto ms cuanto que el secretario y otros dosaclitos le segu an. Pero no pudo resistirse, y con la mayor rapidez posible volvide nuevo la cabeza para mirarla.

    La joven le devolvi la mirada. Le pareci incluso pero debi deser una sugestin que sus exanges y voluptuosos labiostemblaban un poco, como cuando se est a punto de decir algo.

    Se contuvo. La decencia le impeda arriesgarse ms. No lavolvera a ver en la vida. Bajo la lluvia, que caa a cntaros, seconcentr en no meter los pies en los charcos del paseo. Le parecinotar un vago calor en la nuca, como si un aliento le rozara. Tal vezella segua observndole. Apret el paso.

    Pero en ese preciso momento se dio cuenta de que le faltaba algo.Algo esencial, importantsimo. Jade. Se dio cuenta con horror de que

    la felicidad de antes, aquella sensacin de satisfaccin y triunfo,haba desaparecido. Su cuerpo era un triste peso, y un sinfn deproblemas lo aguardaba.

    Por qu? Qu haba ocurrido? No era acaso el Dominador, elGran Artista, el Genio? Por qu ya no era feliz?

    Caminaba. Haba dejado el jardn del Almirantazgo a sus espaldas.Quin sabe dnde estara la muchacha en ese momento.

    Qu disparate, qu estupidez. Todo por haber visto a una mujer.Enamorado? As, de repente? No, esas cosas no tenan nada quever con l. Y menos de una chica desconocida, seguramente pocofiable. Y sin embargo...

    Y sin embargo, all donde unos instantes antes vibraba unadesenfrenada alegra, ahora se extenda un rido desierto.

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    No la volvera a ver nunca ms. No la conocera ni hablara conella jams. Ni con ella ni con ninguna otra parecida a ella. Envejecerasin siquiera dirigirle la palabra. En la gloria, s, pero sin aquella boca, sinaquellos ojos de punzante apata, sin aquel cuerpo misterioso.

    Y si todo lo hubiera hecho por ella sin saberlo? Por ella y por las

    mujeres como ella, esas desconocidas, esas peligrosas criaturas a lasque nunca haba tocado? Si los eternos aos de enclaustramiento,de privaciones, de rigor, de pobreza, de disciplina, de renuncias,hubieran tenido nicamente aquel objetivo, si en lo ms profundo desus desnudas mortificaciones hubiera estado al acecho aqueltremendo deseo? Si por detrs del ansia de celebridad y de poder,bajo esas miserables apariencias, hubiera actuado nicamente poramor?

    Pero l nunca lo haba comprendido, nunca lo haba sospechado nipor asomo. La sola idea le habra parecido una escandalosa locura.

    As haban pasado los aos, intilmente. Ahora ya era demasiadotarde.

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    CARTA AL SEOR DIRECTOR

    Seor director:Slo depende de usted que esta confesin a la que me veo

    dolorosamente forzado se convierta en mi salvacin o en mi absolutavergenza, deshonor y perdicin.Se trata de una larga historia que ni siquiera yo s cmo he

    conseguido mantener en secreto. Ni mis allegados, ni mis amigos, nimis colegas han tenido jams la ms remota sospecha de ella.

    Es preciso remontarse a hace casi treinta aos. En aquella pocayo era un simple cronista en el peridico que ahora usted dirige. Eraconstante, voluntarioso, diligente, pero no destacaba en absoluto. Porla noche, cuando entregaba al redactor jefe mis breves informes dehurtos, accidentes de trfico o ceremonias, casi siempre deba sufrirla humillacin de ver cmo los destrozaba: prrafos enteroseliminados y completamente reescritos, correcciones, tachaduras,cuas, interpolaciones de todo tipo. Aunque sufra, saba que elredactor jefe no lo haca por maldad. Al contrario. El caso es que yoera, y soy, un negado para escribir. Y si an no me haban despedidoera slo por mi celo en recoger noticias por toda la ciudad.

    Sin embargo, en lo ms profundo de mi corazn arda unadesesperada ambicin literaria. Y cuando apareca el artculo de uncolega algo ms joven que yo, cuando publicaban el libro de uncoetneo mo y me daba cuenta de que el artculo o el libro tenanxito, la envidia me desgarraba las entraas como una tenazaenvenenada.

    En ocasiones, intentaba imitar a los privilegiados escribiendocuentos, piezas lricas y novelas cortas. Pero no haba vez que, traslas primeras lneas, la pluma no se me cayera de las manos. Lo relea,y comprenda que el argumento no se sostena en absoluto. Entoncescaa en crisis de desnimo y de maldad, que, por suerte, durabanmuy poco. Las veleidades literarias se adormecan de nuevo,encontraba distraccin en el trabajo, pensaba en otras cosas y, enconjunto, consegua que mi vida fuera bastante serena.

    Hasta que un da vino a verme a la redaccin un hombre al que noconoca de nada. Tendra unos cuarenta aos, bajo, regordete, con la

    cara embotada e inexpresiva. Habra resultado odioso si no hubiera

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    sido tan cordial, amable y humilde. Lo que ms llamaba la atencinen l era su extrema humildad. Dijo que se llamaba Ileano Bisst, de

    Trento, que era to de un antiguo compaero mo del liceo, que tenamujer y dos hijos , que haba perdido un puesto de almacenero por motivos desalud y que no saba a quin acudir para conseguir un poco de dinero.

    Y qu puedo hacer yo? pregunt.Ver, yo tengo la debilidad de la escritura respondi hacindosediminuto. He escrito una especie de novela, unos relatos. Enrico (mi compaerode liceo, su pariente) los ha ledo, dice que no estn mal, me ha aconsejado quevenga a verle. Usted trabaja en un gran peridico, tiene relaciones, apoyos,autoridad, usted podra...

    Yo? Pero si yo soy aqu el ltimo mono. Y adems, el peridico no publicatextos literarios, salvo que sean de grandes firmas.

    Pero usted... Yo no firmo. Yo soy un simple cronista. Sera el colmo!

    Y mi desilusionado demonio literario me pinch con un alfiler en elcuarto espacio intercostal.

    El otro sonri de forma insinuante:Pero le gustara firmar?Cmo no. Si fuera capaz!Eh, seor Buzzati, no se menosprecie de esa manera! Usted es

    joven. Tiene toda la vida por delante. Ya lo ver, ya lo ver. Pero noquiero molestarle ms, me voy. Mire, aqu le dejo mis pecados. Si porcasualidad tiene un poco de tiempo, intente echarles un vistazo. Y sino, no pasa nada, qu se le va a hacer.

    Pero yo, se lo repito, no puedo ayudarle, y no por falta de buenavoluntad.

    Quin sabe, quin sabe. Estaba ya en la puerta y hacagrandes inclinaciones de despedida. cheles un vistazo. Quiz no searrepienta.

    Dej encima de la mesa un gran paquete de manuscritos.Malditas las ganas que tena yo de leerlos. Me los llev a casa, donde,durante al menos un par de meses, se quedaron encima de unacmoda, mezclados con otras pilas de papeles y libros.

    No me haba vuelto a acordar de ellos, cuando una noche en queno consegua conciliar el sueo sent el impulso de escribir unahistoria. A decir verdad, tena pocas ideas, pero siempre estaba depor medio aquella maldita ambicin.

    En el cajn ya no quedaba papel. Me acord de que entre loslibros, en la cmoda, deba de haber un viejo cuaderno recinempezado. Al buscarlo, derrib un montn de papelajos que seesparcieron por el suelo.

    El destino. Mientras los recoga, mi mirada se pos en una hojaescrita a mquina que se haba salido de una carpeta. Le una lnea,dos, me detuve intrigado, llegu hasta el final, busqu la hojasiguiente, la le tambin. Despus continu sin parar. Era la novela deIleano Bisst.

    Fui presa de unos celos salvajes, que, despus de treinta aos,siguen sin aplacarse. Maldita sea! Qu buen trabajo! Era una novelaextraa, nueva, bellsima. Bueno, quiz no fuera bellsima, ni siquierabella, quiz hasta fuera fea. Pero era digna de m, se me pareca, me

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    daba la sensacin de ser yo. Eran, una tras otra, las cosas que yohabra querido escribir y, sin embargo, no era capaz. Mi mundo, misgustos, mis odios. Me gustaba una barbaridad.

    Admiracin? No, slo rabia, pero fortsima, de que hubieraalguien que haba hecho exactamente las mismas cosas que yohabra querido hacer, sin conseguirlo. Ciertamente era unacoincidencia extraordinaria. Y ahora ese miserable, publicando sustrabajos, me tomara la delantera. El sera el primero en entrar en elreino misterioso en el que yo, por una ltima esperanza, todava tenala ilusin de poder abrirme camino. Qu papel habra hecho, inclusoadmitiendo que la inspiracin hubiera venido finalmente en mi ayuda?El del plagiador, el del farsante.

    Ileano Bisst no me haba dejado su direccin. No poda buscarlo.Era menester que l diera seales de vida. Pero qu le dira?

    Pas ms de un mes antes de que volviera a aparecer. Estuvotodava ms obsequioso y humilde que antes.

    Ha ledo algo?Dud entre decirle o no la verdad.S, lo he ledo.Cul es su impresin?Bueno... no est mal. Pero hay que descartar que este

    peridico...Por qu? Porque soy un desconocido?Exacto.Se qued pensativo durante unos momentos. Despus:Contsteme sinceramente: si hubiese sido usted y no yo quien

    hubiera escrito estas cosas, existira alguna posibilidad de que sepublicaran? Usted es redactor, usted es de la familia.Dios mo, no lo s. Es verdad que el director es un hombre

    bastante valiente y con una mente muy abierta.Su cadavrica cara se ilumin de alegra:Entonces, por qu no lo intentamos?Intentamos qu?Escuche, seor, yo slo necesito dinero. No tengo ambiciones.

    Si escribo es slo para pasar el rato. En una palabra, si usted estdispuesto a ayudarme, le ceder toda mi obra en bloque. Yo la heescrito y usted la firmar. Usted es joven, yo le saco veinte aos, soyviejo. Promocionar a un viejo no produce satisfaccin. En cambio, loscrticos apuestan de buena gana por los chicos que empiezan. Vercmo tenemos un gran xito.

    Sera un fraude, una explotacin innoble.Por qu? Usted me paga. Yo me sirvo de usted como de un

    medio para colocar mi mercanca. Qu ms me da que no aparezcami nombre? Usted saldra ganando. Lo importante es que mis escritosle convenzan.

    Es completamente absurdo. No se da cuenta del peligro al queme expondra si esto llegara a saberse? Y adems, una vezpublicados estos manuscritos, una vez agotadas estas provisiones,qu har?

    Yo estar a su lado, por supuesto. Le abastecer poco a poco.

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    El sueldo que uno gana es un secreto, pero en las grandesempresas siempre se trasluce algo. Todos saben ms o menos qufajo espectacular de billetes me espera al final de cada mes. Noconsiguen explicarse por qu motivo sigo sin pasearme por ah en unMaserati, por qu no tengo amiguitas cubiertas de diamantes yvisones, yates, escuderas de coches de carreras. Qu hago contantos millones? Misterio. Y as se ha esparcido la voz de mi ferozavaricia. Pero tena que haber alguna explicacin.

    sta es la situacin. Y ahora, seor director, ir al grano. Ileano Bissthaba jurado que no tena ambiciones, y creo que es verdad. Laamenaza no proviene de ah. El problema es su creciente avidez dedinero: para s y para las familias de sus hijos. Se ha convertido en unpozo sin fondo. El ochenta por ciento de mis derechos de autor ya nole parece suficiente. Me ha obligado a endeudarme hasta el cuello.Siempre melifluo, bondadoso, repugnantemente modesto.

    Hace dos semanas, despus de casi treinta aos de fraudulentasimbiosis, tuvimos una disputa. Pretenda que le diera unasdesorbitadas sumas suplementarias que no habamos pactado. Menegu en redondo. l no discuti, no profiri amenazas, no hizoreferencia alguna a posibles chantajes. Simplemente suspendi laentrega de la mercanca. Se ha declarado en huelga. Ya no escribeuna sola palabra. Y yo me encuentro en la estacada. De hecho, desdehace quince das, al pblico le ha sido negado el consuelo de leerme.

    Por esto, seor director, me veo obligado finalmente a revelarle el

    complot infame. Y a pedirle perdn y clemencia. Sera capaz deabandonarme, de truncar para siempre la trayectoria profesional dealguien que, bien o mal, con engao o sin l, ha hecho todo lo que haestado en su mano por el prestigio de la empresa? Se acuerda dealgunos textos mos que se abatan como ardientes meteoros sobrela indiferencia cenagosa de la humanidad que nos rodea? No eranmaravillosos? Prsteme su apoyo. Sera suficiente con un pequeoaumento, no s, de doscientas o trescientas mil liras al mes. S, creoque con doscientas mil sera suficiente, al menos por ahora. O bien,en el peor de los casos, con un prstamo, qu s yo, de algunosmillones. Qu supone eso para el peridico? Y yo estara a salvo.

    A menos que usted, seor director, sea diferente de como yosiempre he pensado. A menos que considere providencial estacomodsima ocasin para desembarazarse de m. Se da cuenta deque hoy podra ponerme de patitas en la calle sin una lira deliquidacin? Bastara con que usted cogiera esta carta y la publicase,sin tocar una sola coma, en la seccin de cultura.

    No, no lo har. Hasta ahora usted siempre ha sido un hombre debuen corazn, incapaz de dar el menor empujn al rprobo paraprecipitarlo en el abismo, aunque se lo merezca.

    Adems, su peridico jams publicara, como artculo literario,semejante bazofia. Qu quiere? Yo, personalmente, soy un negadopara escribir. No tengo prctica. No es mi oficio. Nada que ver conesos textos tan estupendos que me suministraba Bisst y yo firmaba.

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    No. Aun en la absurda suposicin de que usted fuera un hombremalo y quisiera destruirme, nunca jams publicara esta oprobiosacarta (que me cuesta sangre, sudor y lgrimas!). El peridicorecibira un duro golpe.

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    EL ARMA SECRETA

    La tercera guerra mundial, tan profundamente temida, durexactamente lo que los tcnicos militares haban previsto: menos deveinticuatro horas. Pero el desarrollo de la contienda desminti todas

    las profecas. Entre otras cosas, la situacin sigui exactamente igualque antes.Cuando se perfil el conflicto por la Tierra de Whipping, en la

    Antrtida, que se disputaban Estados Unidos y Rusia, se pudo pensarque se trataba de uno ms de los muchos pretextos marginales deconfrontacin. Pero la Tierra de Whipping, que es una extensinprcticamente inexplorada a ambos lados de una cadena demontaas, deba de esconder algn recndito tesoro, conocido tanslo por los Grandes Servicios Secretos.

    De repente, se puede decir, ante el horror de los pueblos, el duelode la guerra fra asumi un tono siniestro e inquietante. En amboslados se pronunciaron discursos tan amenazadores como imprecisos.Se hablaba con una insistencia realmente ingenua de unas armasnuevas y secretas, definidas como inconcebibles, increbles yfabulosas, que en cuestin de horas obligaran al enemigo a larendicin total.

    Cuando el eco de estos terrorficos mensajes resonaba todava enel nimo de la gente, el ultimtum de Mosc estall fulminante: lasbases norteamericanas deban retirarse de la Tierra de Whipping enun plazo de cuarenta y ocho horas. La intimacin era tan brutal yprecisa que ya no fue posible abrigar esperanza alguna. Tal y comotodos pensaban, Washington no respondi. Y en todos los Estados dela Confederacin se curs la orden de poner en marcha todos losdispositivos de crisis.

    Entonces resurgi el gran temor que despus de tantos aos lagente haba olvidado, aquella sensacin de prdida inminente de todolo que haba sido la vida. Y las cosas aburridas y mseras de laexistencia cotidiana, el hecho de despertarse por la maana en lacama, el primer cigarrillo, el tranva, el escaparate iluminado, eltrabajo en la fbrica o en la oficina, los paseos, la rabieta del nio, elcine de reestreno, los zapatos nuevos, las quinielas, la noche delsbado, se convirtieron repentinamente en el smbolo de la felicidad

    humana, porque la gente comprenda que dentro de poco

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    desapareceran para siempre.En la Tierra, sobrepasando todos los lmites de la decencia, cada

    cual pens vidamente en s mismo y en los suyos, confiando enencontrar una escapatoria. Pero desde haca demasiados aos todoshaban dicho y jurado que era imposible que hubiera una nuevaguerra, precisamente porque todo el mundo quedara destruido.Nadie, pues, se haba preocupado seriamente de protegerse, y losmismos reglamentos relativos a la construccin de refugios, elaprovisionamiento de vveres y otras cosas semejantes, se habanquedado en papel mojado. Por eso, la consternacin de los hombres,abandonados a su suerte, fue tanto mayor ante el inminenteApocalipsis.

    Por fortuna, si puede hablarse de fortuna, la angustia de la esperafue breve. Cuando el plazo del ultimtum ruso no haba finalizadotodava y muchos, en su obstinacin por sobrevivir, seguanaferrndose con desesperacin a los ms dbiles y extraosrazonamientos, un comunicado radiofnico, repetidoininterrumpidamente por todas las emisoras, hel los corazones. Seproclamaba el estado de alerta general de tercer grado (el mximo)en todo el territorio de Estados Unidos: la URSS acababa de lanzar unnmero indeterminado de misiles cargados de ruina y de hecatombeque, en dos horas como mucho, caeran sobre la Confederacin.

    En realidad el nmero no era indeterminado, porque lasestaciones de intercepcin diseminadas por el rtico habandetectado la aproximacin de los proyectiles a miles de kilmetros dedistancia y haban registrado la intensidad de su afluencia. La primera

    oleada, si se puede emplear este trmino, consista, al menos, entreinta mil cohetes intercontinentales.Inmediatamente, en el Centro Superior de Operaciones se accion

    la fatdica palanca. De ese modo, los pertinentes impulsos elctricosse propagaron a todas las bases de lanzamiento norteamericanas,desde donde, con un inmenso estruendo, se elevaron hasta el cielodecenas y decenas de miles de misiles, portadores, presumiblemente,de ruina y hecatombe. Desaparecieron con sus inquietas y funestascolas de fuego en las profundas tinieblas de la noche. Para quienesestaban al corriente fue un momento de indecible grandeza. Era elorgullo del hombre lo que parta y se perda en los espacios, tal vezpor ltima vez: aquellos enloquecidos cohetes se llevaban, pareca,todas las pequeas y grandes ilusiones de la vida, el amor, loshogares tranquilos, los encuentros nicos, los sueos de riqueza y degloria, el encanto de la familia, la primavera, la sabidura, la msica,el tranquilo paso de los aos. Pero no era el momento de pensar enello. Las miradas se dirigan ansiosas a los relojes. Dentro de poco,quiz dentro de un minuto, de un segundo, ya no quedara nada.

    Un grito inmenso se alz desde