braido. don bosco. profundamente hombre. profundamente santo

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Don Bosco

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Page 1: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

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DON BOSCOPrcfu ndamente hombrc. Profu ndamente santo

ol

Page 2: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

Colección DON BOSCO

L Don Bosco, una biografía nueva. TERESIO BOSCO.

2. Don Bosco, una biografía nueva. (Ed. para Ia juventud./ TERESIO BOSCO.

3. Don Bosco con nosotros. MARCELLE PELLISIER,4. Don Bosco, te recordamos. PEDRO BROCARDO.

5. Ejercicios Espirituales con Don Bosco. TERESIO Bosco.6. Don Bosco con Dios. EUGENIO CERIA.

7. Don Bosco: Cartas a los niños de todas las edades. RAFAEL ALFARO.

8. Don Bosco, aI alcance de la mano. PE,DP<O BRAIDO.

9. El sistema educativo de Don Bosco. LUCIANO CIAN.

10. Memorias del Oratorio de San Francisco de Sales. SAN JUAN BOSCO.

11. Don Bosco: Profundamente hombre-Profundamente santo. PEDRO BROCARDO.12. Los sueños de Don Bosco. SAN JUAN BOSCO. FAUSTO JIMÉ,NEZ.I 3. Historia de San Juan Bosco, contada a los muchachos. BASILIO BUSTILLO.14. Don Bosco y Ia música. MARIO RIGOLDI.15. Con Don Bosco de la mano.I{AFAEL ALFARO.

16. Don Bosco y el teatro. MARCo BoNGIoANNI.1 7. Yo, Juan Bosco, otra vez con la mochila al hombro. F. RoDRf cUEz DE CoRo.18. Aproximación a Don Bosco. FAUSTO JIMENEz.19. Don Bosco y la vida espiritual. FRANCIS DESRAMAUT.

20. Juan Bosco, con Ia fuerza de un equipo. FRANCISCO RODRfGUEZ DE CORO.21. Don Bosco, historia de un cura.TERESIO BOSCO.

22. Prevenir, no reprimir. El sistema educativo de Don Bosco. PIETRO BRAIDO.

Page 3: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

PIETRO BRAIDO

DON BOSCOtrofundamente hombre

Pfoft,tndamente santo

EDITORIAL CCS

Page 4: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

Título de la obra original: Don Bosco, profondamente uomo pro_fondamente santo

Traductor: José Antonio Rico

Página Web de Editorial CCS: www.editorialccs.com

O 2001 Pietro BROCARDOO 2001 LAS- RomaO 2001 EDITORIAL CCS, Atcatá 166/28028 MADRTD

No está perm¡t¡da la reproduccíón total o parcia! de este l¡-bro, ni su tratamiento informát¡co. ni la transmisión oorcualqu¡er med¡o, ya sea electrónico, mecánico, por foto-cop¡a u otros métodos, s¡n el perm¡so prev¡o y Dor esciltode los t¡tutares del Copyright.

Bronce de vtNcENzt-ANLEBIFotografía de José Luis MENAISBN:84-8316-495-7Depósito legal: M-5251 6-2001Fotocomposición: M&A, Becenil de la Siena (Madrid)lmprime: Gráficas/85, S.A. (Madrid)

Page 5: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

Me siento feliz al presentar al lector este libro de Don Pedro Brocar-do; aunque es el caso de decir que eI libro se recomienda por sí solo'

lns cuatro ediciones, las numerosas traducciones (incluso en chino,tailandés, ruso, etíope...) y la historia de Don Pedro, sobre todo, ha-

cen de él una expresión cualificada del espíritu de Don Bosco.

El adolescente Pedrito Brocardo -nacido

eI 12.12.1912, y enton-ces alumno del Instituto salesiano de Benevagienna- se encontrabaen la Plaza de San Pedro el 2 de iunio de 1929, día de la beatificaciónde Don Bosco. Quedó conquistado de tal modo -por los preparati-vos, por el entusiasmo, por las ricas evocaciones de Ia vida del San-

to, por la celebración de aquella gran ftesta salesiana- que se diio:nlos salesianos han hecho tanto por mí, que también yo debo abso-

lutamente hacer algo por ellos". Y Io hizo.

Decidió entrar entre los hiios de Don Bosco. Y así se encontró en

contacto, durante largo tiempo, con la generación de salesianos que

habían conocido al Santo y habían quedado oseducidos, por éI para

siempre. Sus confesores fueron todos alumnos directos de Don Bos-

co. Entre ellos, estaba también Don Vallino, aI que había tocado lasuerte de sostener el saquito de las avellanas, mientras Don Bosco

las multiplicaba. Conoció de cerca a Don Francesia y tuvo entre sus

manos los muchos centenares de pdginas de sus memorias inéditas.

Fue amigo y cultivó didlogos fratemos con aquel otro gran conoce-

dor de Don Bosco, que fue Don Alberto Caviglia.

Con estas premisas, no nos asombramos si este (ensayoD de sale-

sianidad comprende también testimonios de primera mano --que no

encontramos en las Memorias Biográficas de Inmoyne-Amadei-Ce-ria- y materiales innovadores respecto de la literaturo salesiana co-

rriente.

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La vida de Don Brocardo -transcurrida, en gran parte, en ca-

sas de formación de jóvenes salesianos y en responsabilidades for-mativas de alto nivel, al lado del sucesor de Don Bosco- y la cali-dad de su servicio profesional

-que lo ha visto durante muchosaños como profesor de teología espiritual- le han dado la sensibi-lidad que se manifiesta de modo tan incisivo en este volumen, queocupa un lugar singular en la literatura salesiana. Esta sensibili-dad es la que le ha guiado en la individualización de los temas, queconstituyen los capítulos; el planteamiento de la óptica con que hasido encuadrado el perfil del gran amigo de los jóvenes; la eleccióndel lenguaje: límpido, atrayente, inmediato, capaz de transmiti¡, almismo tiempo, entusiasmo por la santidad de Don Bosco y genui-no realismo al acercarse a este santo de carne y hueso.

I-a cuarta edición de DON BOSCO. PROFUNDAMENTE HOM-BRE, PROFUNDAMENTE SANTO, se presenta tan renovada y enri-quecida, respecto de las precedentes, que se recomienda para unanueva lectura y para nl¿el)as traducciones.

Nosotros, que tenemos Ia dicha de encontrar todos los días a DonPedro

-centinela de salesianidad de esta Casa Generalicia- y de ha-

blar con é1, lo volvemos a encontrar con alegría aún mayo4 en estaspáginas, que nos transmiten no sóIo honradez y competencia cientí-ftca, sino, sobre todo, un auténtico testimonio y sabiduría de vida.

Mientras agradecemos al autor todo esto -en nombre de sus mu-chos lectores-, deseamos gran éxito a Ia cuarta edición. Que ellapueda engendrar en ellos eI mismo entusiasmo por Don Bosco y porsu espíritu, que Don Pedro conoció en aquellos que quedaron ilumi-nados por Ia vida y la sonrisa del Padre y Maestro dc los jóvenes.

Roma, Pascua de 2000.

DON GIOVANNI M. FEDRIGOTTIConsejero General para Italia y Medio Oriente

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Prolog o a la qnrta edición

El volumen sobre Don Bosco, profundamente hombre-profunda-mente santo, editado por LAS en la colecciln Studi di spiritualitd

en 1985, ha encontrado ".t

estos años buena acogida y encomio li-sonjero del público, como lo demuestran las traducciones en va-

rias lenguas.

Presentando la primera edición, se afirmaba que, al evidenciar

algunos entre los rasgos más característicos de la santidad de Don

Bosco, se delineaban también, como en filigrana, los componentes

esenciales de toda santidad cristiana, que la hacen siempre actual,

en fiel correspondencia a la llamada de Dios, según las diversísi-

mas situaciones en que cada uno se puede encontrar.

La segunda edición de 1986lleva el mismo título y pequeños re-

toques. Agotada en poco tiempo también ésta, se creyó convenien-

te preparar una tercera edición publicada en 1989. Esta cuarta edi-

ción -aún más que las precedentes- adquiere una fisonomíanueva y fresca por su mejora y por las nuevas páginas que lleva, en

las que no faltan testimonios vivos e inéditos.

Se añade también otro motivo: el hecho de que celebramos el

segundo milenio del nacimiento de Cristo y el excepcional Año Ju-

bilar. dos acontecimientos de inmensa importancia espiritual e

histórica. Se trata de celebraciones cargadas de fe, de salvación y

de alegría, virtudes a las que nos invita casi cada día el Sumo Pon-

tífice Juan Pablo II en sus discursos y en sus valientes iniciativas,que llaman en causa la santidad cristiana en todas sus formas'

Entre estas expresiones, conviene recordar la oJornada del Per-

dóno celebrada e[ 12 de marzo de 2000 en la basílica de San Pedro,

considerada como una revolución copernicana.

Page 8: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

nEl perdón pedido, en alta voz, en mundovisión, desde el altarde Bernini, en un clima de espiritualidad tan amplio que puso la li-turgia en ambiente solemne, ha conmovido al mundo, (IgorMann).

, Estapurificación de Ia memoria, que no tiene precedentes en losdos milenios de historia de la lglesia, tiene también el mérito, porla ley de los contrarios, de poner en evidencia la nglorificación, dela memoria cristiana, en la que brillan extraordinarias figuras demártires, de santos y de beatos.

Bajo esta luz, los senderos de santidad, trazados por Don Boscocon perspectiva de futuro, se pueden considerar gérmenes destina-dos a fecundar el Tercer Milenio.

Como la de otros santos, también la santidad de Don Bosco esun misterio insondable, del que surge aquella fascinación, única eirrepetible, que no cesa de apasionar al mundo moderno.

Es grato concluir este prólogo con cuanto afirmaba WalterNigg, hagiógrafo de fama internacional, respetuoso de la santidad,que, citando a Miguel Baumgarten, notaba cómo uen esta nochede autodisolución del occidente, la cristiandad de los santos signi-ficará luz, que ilumina a cada individuo su vida y despierta en éluna sed inextinguible de santidad nueva. (...) Hay épocas en lasque los discursos y los escritos ya no bastan; puesto que en esostiempos, las acciones y los sufrimientos de los santos deben crearun alfabeto nuevo para desvelar nuevamente el secreto de la ver-dad. El presente es uno de esos tiemposr. Deseamos y esperamosque la lectura de este pequeño ensayo sobre Don Bosco hága atra-yente y familiar su alfabeto.

Pedro BROCARDO

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Sumario

Introducción

Parte primera

RASGOS DE VIDA

Capítulo l: El esfuerzo de hacerse santo .......... 25

Capítulo II: Giro espiritual .. 31

Capítulo III Profundamentehombre 39

Capítulo lY: Profundnmente santo.......... 5lCapítulo Y:Taumaturgo queno asusta.... 61

Capítulo Yl: Un santo fundador .............. 69

Capítulo YII: Santo pícaro......... 77

Capítulo YIII: Santo alegre .......... 85

Capítulo IX: Santo con alguna sombra 95

Capítulo X: Mgimas de un santo. 103

Capítulo Xl: Cómo muere Don Bosco 109

Parte segunda

PORLOS SENDEROS DE DIOS.

Capítulo I: ln mística del nDa mihi animas>.................. l2lCapítulo lL El trabajo colosal........ l3lCapítulo III: Trabajo entre dos..... l4lCapítulo IY: Fuerte mensaie de castidad 151

Capítulo Y : La. ascesis de la templanza y de la mortifi.cación ......... I ó3

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Capítulo Yl: Intensa vida de fe, esperanza y caridad.... 173

Capítulo I/II: Con Dios en la oración 183

Capítulo YIII: Con Dios en la acción..... .. 197

Capítulo IX: Dones superiores 207

Parte tercera

NUESTRAS MANOS LE HAN TOCN)O 213

Capítulo I: Battistín 217

Capítulo II: Me colocó al lado de Domingo Savio .......... 227

Capítulo III: El doctor Albertotti y su hiio ............. 233

Capítulo '[V: El profesor Aníbal Pastore....... 237

Capítulo Y: Yo soy el más querido 241

Capítulo YI: Don Eugenio Ceria........... 251

Capítulo YII: Francisco Piccollo.. 259

Capítulo VIII: No desgarres nunca la obediencia....................:....... 267

Capítulo lX: ¡En otro tiempo yo lo era todo!........... 269

Conclusión. 27 |

Índice 273

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Fascinacién de los santos

Para quien quiera tratar el argumento de la santidad cristiana, se

hace necesaria la referencia a los santos, que son su más viva en-

carnación: sea a los innumerables y no canonizados que han mar-cado la vida y la fe del pueblo de Dios, sea especialmente a los que

la Iglesia registra en el catálogo de los santos por su respuesta he-

roica a la iniciativa proveniente de Dios.

Es un hecho incontestable que udesde hace algunos años la ha-

giografía se ha puesto de modao, no sólo por obra de autores de

segundo plano, sino entre los mismos investigadores universita-rios. Este renacido interés por los santos, explica A. Vauchez, ues

tanto más interesante cuanto que no tiene nada que ver con fenó-menos devocionales. (...) No es bajo este aspecto, sino más bien a

nivel de una fascinación ejercida de modo general por los grandes

hombres -los héroes y los santos-, donde hay que ir a buscaq sinduda, las motivaciones de un interés creciente suscitado por lostextos hagiográficos: más o menos confusamente, los investigado-res científicos, como el gran público, perciben que estos documen-tos no han dicho aún su última palabra y que contienen un mensa-je que, en cuanto a lo esencial, está aún por descifraro.

Esta cita, que podrá ser compartida en todo o en parte, hace su-

mamente actual una reconsideración de la vida de Don Bosco bajoel perfil específico de su santidad.

Es preciso, sin embargo, reconocer que en esta época de transi-ción, de dimensiones planetarias, caracterizada por una nueva vi-sión del mundo, del hombre y de su historia -y, en los países opu-

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lentos, por una difusa indiferencia religiosa-, el discurso sobre lasantidad, aunque sea la de un santo simpático y atrayente como el<santo de los jóvenesr, no es nada fácil. Es más, hoy, la palabramisma usantidad,, como escribía Egidio Viganó, Rector Mayor delos Salesianos, (puede ser mal comprendida por una mentalidaddesajustada, bastante común y fruto de un ambiente que oponeuna especie de bloqueo cultural a los contenidos genuinos de susignificado. PodrÍa ser identificada con un espiritualismo de eva-sión de lo concreto, con un ascetismo para héroes de excepción,con un sentimiento de huida de lo real que desestima la vida acti-va, con una conciencia anticuada sobre los valores de la actualvuelta antropológica. Es de lamentar una caricatura semejante>.

I sin embargo, cada vez que nos tropezamos con un santo autén-tico, se deshace como la espuma esta representación confusa, distor-sionada y hasta caricaturesca. nl.os santos -ha escrito pascal- tie-nen su propio reino, su propio esplendoq, sus victorias y su grandezar.

El misterio de los santos es tan fascinante que siempre se impo-ne a los mismos incrédulos.

Se ha dicho y se ha escrito muchísimo sobre la santidad. Dejan-do aparte las discusiones escolásticas, diremos muy sencillamenteque la santidad, don de Dios y empeño del hombre, no es otra cosaque la oüda transfigurada en Cristo, (Rm 8,29) ---el osolo santo)),el (santo de Diosu (Mc 1,24)- mediante el dinamismo de las virtu-des teologales. Santidad es la vida de Dios-Trinidad en nosotros yde nosotros en Dios. De por sí todos los bautizados que viven engracia de Dios son, con pleno título, (santos>, aunque no en elmismo grado y nivel.

Cuando decimos que Don Bosco es <santo>, queremos afirmarque él se ha destacado en las filas de los cristianos comunes, ha vi-üdo la vida bautismal con mayor fuerza e intensidad, y ha alcan-zado la meta que la Constitución dogm ática Lumen Gentiummuestra a todos los fieles: la nplenitud de la vida cristianao, lanperfección de la caridad, corazón y compendio de la leyn, la uper-fecta unión con Criston (nn. 40, 50).

Tal plenitud exige un auténtico y verdadero martirio o heroís-mo cristiano, del que es arquetipo el Mártir divino. Después de Ély en comunión con Él üenen los otros mártires, los cuales han da-

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do el supremo testimonio de su fe y caridad con la efusión de la

propia sangre.

Sin embargo, según los conceptos y criterios elaborados en los

procesos de Beatificación y Canonización, se reconoce desde siem-

pre, como héroe también al fiel - pensamos en Don'BoscG- que

ha practicado, al menos por un largo período antes de su muerte,

las virtudes teologales y morales en grado sumo' es decir, en una

medida muy superior al modo de obrar del común de los cristia-

nos, sobre todo en situaciones arduas y difíciles. Hoy se reconoce

que la práctica perfecta, fiel y perseverante de los deberes inherentes

a h própia conáición y al propio estado conlleva un verdadero he-

roísmo y es, por consiguiente, criterio de santidad. ulncluso las co-

sas más comunes pueden llegar a ser extraordinarias cuando se

cumplen con la perfección de la virtud cristianan (Pío XI)' Don

Bosco es santo, porque su üda ha sido plenamente heroica'

Figura representativade la "Escuela de santidad turinesa"

La santidad no puede medirse: sólo Dios conoce su profundidad y

su secreto. Sin embargo, hay santos cuyo destino parece que ha si-

do el de perrnanecer más bien en la sombra; y otros que, por los

grandes servicios que prestaron a la Iglesia y a la sociedad, se im-pusieron y se imponen a la atención de los fieles. Entre éstos se en-

iuentra Don Bosco. Monseñor José de Luca, erudito y literato in-signe, profundo conocedor de la religiosidad italiana, escribió,

r"fitié.tdot" a Don Bosco: oEn la historia del ochocientos italiano,

Juan Bosco es, en Ia santidad, lo que Alejandro Manzoni en la lite-ratura, o Camilo Cavour en la política: es deci¡,'el summum''.

Podrá discutirse esta confrontación, pero es muy cierto que Don

Bosco es una de las figuras más representativas de esa santidadque ha sido llamada nEscuela de santidad turinesa>, que en reali-

dad abarca todo el Piamonte. Una escuela que, en el espacio de unsiglo o poco más ha visto florecer a unos sesenta Santos, Beatos,

Venerables y Siervos de Dios. Se trata de personas oriundas delPiamonte o que trabajaron allí, interdependientes y diversos, cuyo

anhelo común parece que podría encerrarse en estas dos palabras:

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orar y trabajar. Una escuela, la turinesa, en sentido mucho más am-plio, que, a juicio de los competentes, se ha caractertzado por susincretismo, fruto de un pragmatismo muy connatural con el tem-peramento piamontés; por su equilibrio prdctico,lleno de sentidocomún; por su actitud de prudencia. y de independencia política;por su tradicionalismo que no excluye, sobre todo en Don Bosco -el más expuesto de todos por sus valientes tomas de posición con-tra el anticlericalismo liberal dominante-, audacia creadora, granespíritu de iniciativa y capacidad de apertura constructiva ante lasnecesidades de la Iglesia en la frontera de los nuevos tiempos. Losprotagonistas de esta escuela son, en su mayoría, sacerdotes.

Pablo VI, en el discurso que pronunció en la Beatificación deLorenzo Murialdo, trazó una lúcida semblanza. ola escuela desantidad turinesa del siglo pasado ha dado a la Iglesia un tipo deeclesiástico santo, fidelísimo a la doctrina ortodoxa y a las prácti-cas religiosas, hombre de oración y de mortificación, perfectámen-te de acuerdo con el esquema habitual del sacerdote, el cual, preci-samente por esta generosa e íntima adherencia, siente que lebrotan del alma energías nuevas y poderosas, y adüert. qué u s,,alrededor reclaman su intervención necesidades graves y urgentes.No buscaremos en él grandes novedades del pensamiento, pero síencontraremos novedades de obras. Lo cualifica la acción. Estimu-lado desde dentro por su espíritu, llamado desde fuera por nuevasvocaciones de caridad, este Sacerdote ideal se entrega a los proble-mas prácticos del bien que se le ofrecen; y comienza de este modo,sin otras previsiones que la del abandono en la proüdencia, la im-pensada aventura, la novedad, es deci4 la fundación de un nuevoinstituto, modelado según el genio de aquella fidelidad inicial y se-gún las indicaciones experimentales de las necesidades humanasque el amor ha hecho evidentes e interpelantes. Así el Cottolengo,así el Cafasso, ya declarados Santos, así el Lanteri, así el Allamano,que siguen sus huellas, así especialmente Don Bosco, del que todosconocemos su grande y representativa figura. Y así el Murialdou.

El aire de familia que se respira en la escuela turinesa, las mu-chas convergencias que acumulan los Siervos de Dios entre sí, y quehan llevado a los estudiosos a hablar de una koiné -4e una comúnafinidad y parentela espiritual- no son índice de uniformidad. Ca-da santo tiene su rostro, su estilo, su índole, desarrolla una misión

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propia, es igual y diverso. Don Bosco, por ejemplo' no es el Cafasso'

iu.rio p* tit ¿otet personales e históricas, como porque es funda-

dor. y el ser fundadór conlleva una diversa configuración de la san-

tidad y un carisma especial: es decir, un <nuevo dono a la Iglesia'

Memoria y profecía

Don Bosco es, al mismo tiempo, santo del pasado y profecía viva

de lo que Dios quiere en Ia historia' Debemos, pues' acercarnos a

é1, tanio e.r clavé histórica como profética. En clave histórica' por-

qúe sólo la vertiente de la historia está en condiciones de resucitar

ei pasado, en cuanto tal, sin deformarlo' Desde este punto de vista'

la figura de Don Bosco es y será siempre un típico santo piamon-

tJr, á" h Italia del oRisorgimento', como San Ignacio de Loyola es

un típico santo vasco de la EspaRa del siglo XVI. Sensible a los va-

lores de la cultura de su tiempo, necesitada de la levadura evangé-

lica; sensible a los contravalores, a las ambigüedades' a los males

que combati¡, refrenar y prevenir; sensibilísimo a las nuevas nece-

,idud". de la juventud necesitada y abandonada, a las nuevas ne-

cesidades de lá vida religiosa y de la Iglesia de su tiempo, sañuda-

mente combatida ".rin Cabeza y en sus instituciones' La

aproximación a Don Bosco debe llevarnos al conocimiento del

obon Bosco totalr, tal como lo plasmaron los setenta y dos años y

medio de su vida y el esfuerzo que realizó sobre sí mismo. Enton-

ces se comprendeiá, por ejemplo, cómo se nutrió de la teología y

de la espiritualidad de su iiempo, cómo participóde la conciencia

que la Iglesia tenía de sí misma bajo el-pontificado de Pío.IX' có-

áo cieJas actitudes suyas fueron el reflejo de su formación ecle-

siástica en tiempos de restauración.

Pero la memoria no es arqueologismo; para ser significativa y

fiel al Dios de la historia, debe leer el pasado también en clave pro-

fética, portadora de futuro, de valores inmutables y perennes' En-

tre estos valores queremos recordar: las intenciones petmanentes de

Dlos sobre su vidá, los elementos esenciales de su índole y de su es-

píritu, dinámicamente abierto al futuro, la realidad vitol y esencial

i" ,,, misión, los valores positivos de su siglo -la Iglesia siempre

,e ha upropiado de cuanto hay de bueno en la vida de los pue-

blos- ieloizados como profecía en nuestra cultura' ul-os princi-

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pios humanos y cristianos, en los que se basa la sabiduría educati-va.de Don Bosco poseen unos valores que jamás envejeceno -dicePablo VI- porque leste incomparable ejemplo de humanismo pe_dagógico cristiano (...) hunde sus raíces én ei Evangelio,.

El discernimiento entre memoria y profecía no es nada fácil.compromete la autoridad de los sucesores de Don Bosco y de loscapítulos generales; pero siempre la garantía suprema está, en úl-tima instancia, en la autoridad de la Iglesia, custodio vigilante delos carismas que Dios hace brotar en su seno.

- Las páginas que siguen se proponen poner en evidencia algunoselementos perennes de la santidad de Don Bosco, subrayanáo es-pecialmente su dinamismo apostólico y su (gracia de unidadu conla que supo unir vitalmente oración y acción. Don Bosco ha sido,innegablemente, un santo activo.

Santo activo

A la distancia de los años, podemos constatar que Don Bosco estáen el origen, no sólo de una numerosa descendéncia espiritual, si-no también de una verdadera y propia (corriente espiritualu en laIglesia, que está empapando el mundo, y de una auténtica uescuelade espiritualidadr, como lo están demostrando los estudios másrecientes. Pero una espiritualidad apostólica o, como se suele decir,una espiritualidad de la acción, fruto de la plenitud de ra caridadpastoral omnipresente.

La espiritualidad de la acción en el actual contexto culturalpuede prestarse a no pocas ambigüedades. Son muchos los quepiensan que la acción es la única categoría con la que el hombre seinterpreta y actúa sobre sí mismo, sobre los demás y sobre er mun-do. Praxis y ortopraxis son siempre un punto dehcádo de la teolo-gía de la espiritualidad, que es la ciencia del hacer humano vivifi-cado por el Espíritu.

La Iglesia no se siente nueva ante estos problemas, como lo de-muestra la historia de los grandes apóstoles de los siglos pasados.Fn un mundo que enfatiza fuertemente las palabras praxis, traba-jo, actividad, acción,la üda de Don Bosco, dominadi, por así de-cirlo, por el vértigo de la acción, puede servir de paradigma para

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cuantos quieren empeñarse constmctivamente en la edificación de

un mundo a la medida del hombre, fermentado por el Evangelio,cuya acción se encuentre íntimamente vinculada y dependiente de

la acción salvífica de Dios. El nhaceru es una noción primaria de laexistencia: no se la puede circunscribir en una definición exacta;

mucho menos el ohaceru cristiano.

Sin embargo, podemos distinguir en el hacer un doble movi-miento: el inmanente, que justifica y dirige las acciones y las obrasexternas, y el que directamente se orienta ala transformación de

las cosas. Solamente el primero perfecciona a la persona y sus va-

Iores. Don Bosco vale por lo que hace, o por lo que hace que.se ha-

ga, pero muchísimo más por lo que es y por lo que quiere. Este es

el modo correcto de considerarlo.

El eje de su vitalidad espiritual

El cristiano de hoy, tentado por la dificultad de unir en unidad vi-tal el ser y el hace¡, el amor de Dios y el amor del prójimo, la ora-ción y el trabajo, la acción y la contemplación, encontrará en DonBosco un modelo concreto de unidad espiritual vivida en la vorági-ne de una vida activa.

No existe en él ninguna dicotomía o desgarro interior, sino unaperfecta (gracia de unidadu: Dios es verdaderamente el sol, el eje

fundamental de su üda. Santo de la acción, él no silencia los valores

de la oración, pero sabe hacer de la acción uel lugar habitualu de suencuentro con Dios; valora la riqueza perfectiva de la oración, peroconsidera perfectiva también la acción. Su modo sacramental de seriglesia consiste exactamente en el empeño de <actuar como iglesiar.Sabe que entre la oración y el trabajo se da una constante relacióndialéctica: la una manda al otro y üceversa; pero sabe también que

esta relación está regulada por la voluntad de Dios, nonna suprema.Son conceptos sobre los cuales volveremos en el momento oportuno.

Santo de siempre

Por su radical unión con Cristo, que es de oaye¡, de hoy y de siem-prer, Don Bosco es también un santo intemporal, santo de todos

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los tiempos. El santo de mañana tendrá, sin duda, rasgos y modu-laciones inéditas, será diverso del santo del pasado. Pero una cosaes absolutamente cierta: esta diversidad nunca será sustancial.Con el Cardenal De Lubac podemos deciq, con toda seguridad, queel santo del mañana, como el de aye¡ será npobre, humilde, despo-jado de sí mismo. Tendrá el espíritu de las bienaventuranzas. Nomaldecirá ni halagará. Amará: tomará el Evangelio a la letra, es

deci4 en todo su rigor. Una dura ascesis lo habrá liberado de símismo. Heredará toda la fe de Israel, pero recordará que esa fe hapasado a través de Jesucristo. Tomará sobre sí la cruz del Salvadory tratará de seguirlou.

Los santos no envejecen, ha dicho Juan Pablo II: nSon siemprelos hombres y las mujeres del mañana, los hombres del porvenirevangélico del hombre y de la Iglesia, los testigos del mundo futu-ron. El hecho que Don Bosco triunfe todavía y atraiga hacia sí, po-derosamente, a multitudes de jóvenes y de fieles, demuestra queposee en sí mismo algo que desafía los siglos. Cuantos viven en suórbita o se sienten deseosos de entrar en familiaridad con é1, pue-den recoge¡, sin temor de equivocarse, el mensaje de su santidad,simple y profunda, atrayente y simpática, aunque también muyexigente. Don Bosco, tan amable y comprensivo, nos quiere, enefecto, (no mundanos, aunque sí en el mundo; no extraños, sinocon una identidad propia; no anticuados, sino profetas actuales dela realidad escatológica de la Pascua; no fáciles imitadores de lamoda, sino valientes cultivadores de una renovación exigente; nodesertores de las vicisitudes humanas, sino protagonistas de unahistoria de salvación. Nuestro seguimiento de Cristo según el espí-ritu de Don Bosco se vale de todas las circunstancias, de todos losacontecimientos y de todos los signos de los tiempos, y también delas situaciones más negativas e injustas, para crecer y hacer creceren la santidad' (8. Viganó).

No de otro modo estimula a la santidad el actual Rector Mayoq,Juan E. Vecchi, cuando escribe, en su comentario al Aguinaldo delaño 2000: uVolvamos a partir de Dios: puede ser un consejo propiode una época de eclipse, de experiencia religiosa fragmentaria ysubjetiva, de pérdida del sentido del pecado, de confusión de laconcienciar'. É1, en sus publicaciones, en sus circulares a los her-manos, y recientemente en el libro titulado "Guardianes de sue-

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ños, (entrevista de c. Di cicco a Don J.E.Vecchi, editado en la Edi-

torial ccs, Madrid 2000) no duda en afrontar los problemas más

delicados y actuales de la educación y de la formación juvenil, co-

mo: las foimas inéditas del choque generacional, las desigualdades

sociales y el pluralismo cultural (plurirreligiosidad, pluralismo ét-

nico, etc.), el mundo profundamente turbado del internet, del ero-

tismo, de la bioética y de la ecología.

Este vertiginoso cambio cultural exige necesariamente adecuar-

se y repensai las modalidades del sistema preventivo y de su espi-

ritualidad, de su arrojo apostólico, etc.

Juan E. Vecchi no elude estas temáticas, como se lee en el libro

citado, cuando se dice: nsuperado un siglo que celebró los cien

años de la muerte (1888) y al comienzo de un nuevo siglo que

pronto celebrará los doscióntos años del nacimiento (1815) del

fundador, Juan Bosco, los salesianos están guiados por un sucesor

suyo, el primero no italiano y el primero, de la serie de ocho, que

se llama Juan, como Don Bosco.

Otro Juan a quien no gustan los profetas de desgracias y procu-

ra la actualizaciándel patrimonio educativo para salir airoso en el

desafío que los nuevos tiempos presentan a los educadores'

Don Vecchi propone fundamenta{, sobre una comprensión recí-

proca y recuperada, el nuevo pacto entre generaciones, necesario

para gárantiíar la calidad de la vida de cada uno, liberándolo de la

presién del miedo al futuro que una sociedad envejecida puede

causar.

Una opción -que no se hizo en los años sesenta- de dialogar

con los jóvenes, ".t

,rna transición de época en la que la juventud

corre el peligro de extinguirser.

Hoy como aye4 como se deduce de cuanto venimos diciendo, el

laborioso discernimiento que se impone en todas las cosas será ca-

davezmás fácil, en la medida en que lavis ab intra, es deciq, la vi-

da divina sea sin ambigüedades la dominante de la existencia de

los miembros de la Familia salesiana. En una palabra, sigue sien-

do siempre verdad, por tanto, que el don más grande de nosotros a

los demás es nuestra santidad.

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PRIMERA PARTE

Rasgos de vida

Page 21: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

El breve estudio sobre la vida de Don Bosco que aquí presenta-

mos puede ayudar -pensamos- a dar razón de la amplia simpa-

tía y de la fascinante atracción que continúa ejerciendo sobre los

hombres de nuestro tiempo, creyentes y no creyentes' La atención,

como veremos, que se concentra en su persona nace, paradójica-

mente, de las espléndidas antinomias complementarias y positivas,

humanas y divinas, de que fue dotado en medida no común.

En la Iglesia hay santos grandísimos delante de Dios y muchas

veces olvidados por los hombres; hay otros, en cambio, a los cua-

les está reservada también una grandeza terÍena. Don Bosco perte-

nece a esta constelación. Grande devida natural, es deci4 hombreentre los hombres, más aún, tan profundamente hombre que "loordinario, pareció, a muchos contemporáneos, que ocultaba o/o

extraordinario, que había en é1.

Grande en humanidad, Don Bosco fue igualmente grande de vi-

da sobrenatural, más aún, grandísimo, porque la Gracia se desposó

con cualidades humanas superiores a las de los mortales corrien-tes y encontró en él correspondencia llena y total, hasta heroica.

Desde que la Iglesia lo elevó a la gloria de los santos, escribe

Mons. De Luca, (que es la gloria más semejante y más cercana a lagloria de Dios, nosotros podemos estar seguros de que Don Bosco

ha alcanzado la suprema grandeza alcanzable por un hombreo.

Recordemos, sin embargo, que el supremo juicio de la Esposa

de Cristo no crea la santidad, la reconoce; no le añade nada; asegu-

ra, en cambio, que el santo se ha acercado a Dios-Trinidad cuanto

es posible por la mediación de Cristo y de su Espíritu, y que, del

amor de Dios ha fluido su amor hacia los hombres. Pero, desde el

momento en que estamos ciertos de que Don Bosco ha sido unaude las obras más abrasadas y esplendentes de lo Divinou, es lógi-co concluir que él ha ejercido -en varios frentes- una fuerza de

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atracción poderosa y ha suscitado energías proféticas que han he-cho historia. No impropiamente, en efecto, lós santos ororr.o-pu_rados con símbolos llameantes, portadores deluz, que sacuden alhombre sumergido en el cieno de cada día, señaranáo la meta su-prema' ({. Nigg¡. Don Bosco fue, sin duda, un npolo luminoson,un nsímbolo llameanteD, como hombre y como santo.

Hemos dicho que su intimidad con Dios permaneció muchísi-mas veces, como en otros santos piamonteses, y como suele se¡ unsecreto impenetrable. Pero algo se veía, se intuía. De su mágicaexistencia algo relampagueaba en sti rostro, se traslucía en sus oiostan penetrantes, en su sonrisa apenas esbozada y permanente; algode sobrehumano se traslucía en toda su conduiti, en su calma so-berana de hombre extraordinariamente activo. Es cuanto las pági-nas que siguen se proponen poner de relieve.

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capÍtulo 1

Et ESFUERZODE HACERSE SANTO

(¿Qué es lo que deseamos saber de un bienaventurado, de un san-to?,, se pregunta Pablo VI en el discurso ya recordado leído en labeatificación de Leonardo Murialdo. Y responde: oSi nuestra men-talidad fuese la de la curiosidad exterio4 de cierta ingenua devociónmedieval, podríamos proponernos buscar en el hombre exaltado deforma tan extraordinaria, los hechos extraordinarios: los favoressingulares (...), los fenómenos místicos y los milagros; pero hoy so-mos menos ávidos de estas manifestaciones excepcionales de la vidacristiana. A nosotros nos gusta más conocer el aspecto humano delpersonaje que su faceta mística o ascética: queremos descubrir enlos santos lo que tienen de común con nosotros, más bien que loque los distingue; queremos ponerlos a nuestro nivel de gente profa-na e inmersa en la experiencia, no siempre edificante, de este mun-do; queremos encontrarlos hermanos de nuestro cansancio y quizátambién de nuestra miseria, para sentirnos sus confidentes y partí-cipes de la común y onerosa condición humanao.

La vida de Don Bosco rebosa de hechos sobrenaturales y mara-villosos, pero a nosotros nos gusta considerarlo, ante todo, en sucreaturalidad, nhombre como nosotros), casi uuno de nosotros>,aunque inmensamente más grande. Y por lo mismo, marcado porlas imperfecciones de la naturaleza y de su lastre, tentado por elmundo del pecado y por el maligno.

Esta perspectiva, en la que se confrontan las limitaciones huma-nas y la gracia divina correspondida, es por sí misma un estímulo anuestra debilidad.

Don Bosco, como todos, no había nacido santo; llegó a serloabandonándose a la potencia del Espíritu Santo y negándose a símismo, escalando paso a paso la cima de la santidad.

De este esfuerzo suyo por llegar a la santidad, ofrecemos aquíalgunas breves secuencias.

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No era un temperamento fácil

Aunque dotado de espléndidas cualidades humanas, Don Bosco noera, por naturaleza, el hombre paciente, manso y dulce que cono-cemos. De los dos hijos de Mamá Margarita, José y Juan, se hubie-ra dicho que el más salesiano era el primero, no el segundo.

A José, en efecto, se le recuerda como un muchacho bondado-so, dócil y paciente; y como tal quedará de por vida. Corría al en-cuentro de los huéspedes, hablaba de buen grado con ellos y se ha-cía querer en seguida. Antiguos testimonios describen, por elcontrario, a Juanito como un chico más bien serio, algo taciturno,casi desconfiado; no se expansionaba con los extraños, no se deja-ba acaricial hablaba poco, era ya entonces atento observador.

uEra yo aún muy pequeño ---cscribe en sus Memorias del Orato-rio- y ya estudiaba el carácter de mis compañeros. Miraba a uno ala cara y ordinariamente descubría lo que guardaba en el corazónr.

En el sueño de los nueve a los diez años se manifiesta cierta-mente como un muchacho reflexivo y generoso, sensible y celosoen la defensa de los derechos de Dios, pero revela también un tem-peramento fogoso, impulsivo e incluso violento, cuando se arrojaimpetuosamente sobre los pequeños blasfemos para hacerles ca-llar a ugolpes y puñetazos>.

Sentía también -lo confiesa él mismo- (gran repugnancia aobedece4 a someterseo; tendía, por naturaleza, a defender tenaz-mente sus puntos de vista, queriendo nsiempre hacer mis capri-chos frente a quien me mandaba o me daba buenos consejosu. Di-gámoslo claramente: era inclinado al orgullo, a un fuerte amorpropio; lo confesaba él mismo.

Sus bellas cualidades lo inclinaban naturalmente a la soberbia:su fuerza de voluntad, su inteligencia superioq su buena memoria,su mismo ügor físico, eran cualidades que le permitían imponersefácilmente a sus coetáneos. En sus Memoias leemos esta complaci-da afirmación: uYo era temido entre mis compañeros, aun entre losmayores en edad y estatura, por mi coraje y por mi fuerzavigorosar.

Los testimonios de los procesos ponen de relieve sus excelentescualidades, pero también algunos rasgos de fondo no del todo po-sitivos. Su párroco, el teólogo Cinzano, lo llama (extravagante y

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testarudor; el cardenal Cagliero recuerda su temperamento nfogo-

so y altivor, tal que ono podía sufrir contradicciones)); y su compa-ñero Don Giacomelli atestigua: oSe comprendía que sin virtud se

hubiera dejado llevar por la cólera. Ninguno de sus compañeros, yéramos muchos, sentía como él este defectoo. uCreo en verdad---confirma Monseñor Bertagna, moralista insigne y gran amigo de

Don Bosco- que el Siervo de Dios tenía un temperamento fácil-mente inflamable y, al mismo tiempo, muy duro e inflexible (..')ante los consejos que se le daban, cuando éstos no estaban de

acuerdo con sus opiniones y puntos de vistan.

Don Cermti pone de manifiesto su <fuerte tendencia a la ira y ala afectividad; (...) era proclive a mostrarse altivoo. *Es inútil -di-rá a su vez Don Cafasso-, quiere actuar a su manera; y, sin em-bargo, hay que dejarle hacer; aun cuando un proyecto habría que

desaconsejarlo, a Don Bosco le sale bieno. Resentida por no haber-lo ganado para su causa, la Marquesa Barolo lo tachará de oterco,

obstinado y soberbio,.

El Doctor J. Albertotti, que lo cuidó desde el año 1872 hasta su

muerte, subraya también é1, en su breve biografía del Santo, ola

innata vivacidad, más bien impetuosan de su cliente, su carácter(pronto y fogosou y la oprofunda convicción en sus propias ideas".

El P. Jerónimo Moretti, pionero de la grafología, que se está

convirtiendo en una rama de las ciencias humanas, reconoce, en

su conocido libro ^t-os santos por su escritura, que el temperamentode Don Bosco es (muy diffcil de definiru. Es un santo que, para servirtuoso, <tiene necesidad de someterse a muchas renuncias a las

cuales se rebelan sus tendencias innatasu, las cuales quieren y pre-

tenden la acción sin obstáculos... oEs -concluye- un caudillo, sin

duda, que, para hacer el bien, tiene necesidad de contradecirse a sí

mismo en grado máximo para encauzarse en la rectitud de la in-tención y de las obraso.

Estos testimonios no nos dan, naturalmente, la imagen comple-ta de Don Bosco. Dejan fuera muchos otros aspectos de su riquísi-ma personalidad; pero ofrecen algunos elementos de fondo, como:la inclinación a la ira y a la impetuosidad; la tendencia a la auto-nomía, a sentirse seguro, a la obstinada afirmación de sus propiasconvicciones, a la impetuosa irascibilidad, etc. Por poco que se hu-

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biera dejado lleva¡, hubiera sido un hombre fracasado y un santofrustrado. nSi el Señor no me hubiese encaminado por esta vía (delos Oratorios), temo que hubiera corrido el peligro de tomar un ca-mino equivocadou.

Y sin embargo, sin estas fuertes tendencias, no hubiéramos te-nido el espesor de la santidad de Don Bosco. Las inclinaciones na-turales no son, en sí mismas, ni buenas ni malas; no son vicios nison virtudes. La moralidad de los actos depende en realidad de laintencionalidad del sujeto, del uso bueno o malo que hace de suspropias energías. No hay duda de que él doblegó lo mejor posiblesus cualidades naturales; pero sólo Dios sabe a precio de qué es-fuerzos, y de cuántas luchas victoriosas. Es un aspecto que merecela pena subrayar.

Camino ascensional

Se ha dicho que la vida de San Francisco de Sales, en su desarro-llo, en su perfeccionamiento y en su término, es una obra maestra,en la que el escultor trabajó lentamente, con reflexión, seguridad ygozo hasta conseguir una insuperable belleza, sólo propia de lasgrandes obras de arte.

Lo mismo se puede decir de Don Bosco: sentido del equilibrio,progreso gradual y armonía son las características de su itinerariohacia la santidad. Pero hay que tener en cuenta que, para é1, a dife-rencia de su santo patrono, el camino fue más arduo a causa de sutemperamento más tenaz y más duro a doblegarse. El santo sabo-yano era un noble, educado con esmero desde la infancia; el santode I Becchi tenía el temple rudo e instintivo del campesino llama-do a medirse con las asperezas de la vida y con un tipo de educa-ción muy diversa; humilde y simple, pero digna de admiración porlos altos ideales humanos y cristianos que la distinguen.

Los primeros pasos en la virtud los aprende el pequeño Juan enla escuela de su madre, mujer iletrada pero rica de sabiduría divi-na. Mamá Margarita sabía, en efecto, llegar al corazín de su hijocon delicadeza materna, pero también con inflexible firmeza. Se-cundaba su índole en lo que podía; más tarde, cuando le ve empe-ñado en hacer el bien a sus pequeños amigos, será generosa en ani-

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marle y ayudarle. Pero, en el momento oportuno, frente a sus ca-prichos, sabía corregirlos con intervenciones decididas aunque ra-zonadas y motivadas con pensamientos de fe que el niño aceptaba.

El amor a Dios, a Jesucristo, a la Virgen María; el horror al peca-

do, el temor de los castigos eternos, la esperanza del Paraíso y otrasmuchas cosas, Don Bosco los aprendió de los labios de su madre. Enla casita de I Becchi la religión era una segunda naturaleza; se abo-rrecía el mal por instinto, y por instinto se amaba el bien. La admo-nición repetida: nRecuerda que Dios te ve)), penetraba profundamen-te en el alma sensibilísima de Juanito. No se cansará, a su vez, derepetírsela a sus jóvenes. El amor materno, que alegró y educó su in-fancia fue, durante toda su vida, una de aquellas raíces profundas delas que se sirvió el Señor para hacerle santo. Se debe a la educaciónmaterna el que la personalidad de Don Bosco haya podido desarro-llarse en plenitud, sin complejos ni ansiedades de ningún género.

<Durante los treinta y cinco años que pasé a su lado -afirma elcardenal Cagliero- jamás le escuché una expresión de temor o deduda; jamás le vi agitado por ninguna inquietud acerca de la bon-dad y la misericordia de Dios para con é1. Nunca le vi turbado porangustias de concienciar.

Podemos preguntarnos: ¿Cuándo se convirtió el pequeño Juani-to a la santidad?; ¿cuándo se dijo a sí mismo, como Santo Domin-go Savio: nQuiero hacerme santo y pronto santo>? Este es su se-creto. Una antigua tradición salesiana quiere verlo santo en todaslas fases de su vida: santo joven, santo clérigo, santo sacerdote,santo educador. Así habría enseñado un camino de usantidad juve-nilo ya practicado y vivido por é1. Su primera juventud es, de todosmodos, ejemplar: se caracterizapor el profundo sentido de lo divi-no y de la oración, por la actividad apostólica entre sus coetáneos,por la capacidad de autodominio, por el valor para afrontar las in-comodidades de la pobreza, las pretensiones del hermanastro An-tonio, las humillaciones de tener que trabajar como criado, duran-te dos años, en la alquería Moglia.

La palabra piamontesa "'ndé da servitü" tiene un sabor amargo.Evoca el trabajo negro, superior a las propias fuerzas: malos tratos,lejanía del nido familiar. A ello se veían obligados, para poder so-breüvit muchachos y muchachas de familias numerosas y pobres.

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Sabemos que Don Bosco fue bien tratado por sus patronos, cristia-nos convencidos, y que también fue admirado por sus virtudes. Ensus Memorias, sin embargo, él no hace alusión a este período de suvida; tal vez por respeto a su madre . Los años transcurridos con losMoglia fueron, como hace notar oportunamente Pedro Stella,(años, no inútiles, no de paréntesis, en los cuales se enraizó másprofundamente en él el sentido de Dios y de la contemplación, a laque pudo llegar a través de la soledad o en el coloquio con Diosmientras trabajaba en el campo. Años que se pueden definir comode espera absorta y suplicante: a la espera de Dios y de los hom-bres; años en los cuales, tal vez, haya que situar la fase más con-templativa de sus primeros lustros de vida, tiempo en el que su es-

píritu tuvo que estar más dispuesto a los dones de la elevaciónmística que brotaba de su estado de oración y de esperanzan.

En la escuela de Don Calosso (noviembre 1829-noviembre1830), Juanito, ya adolescente, hace nuevos progresos en la virtud.El santo sacerdote le prohíbe algunas penitencias impropias de suedad, pero que revelan una tensión real hacia la santidad; lo iniciaen la meditación metódica, aunque breve, y en la lectura espiri-tual; lo anima a frecuentar los sacramentos. nDesde entonces -es-cribe en sus Memorias- comencé a gustar lo que es la vida espiri-tualn. uGustar> no es sólo conocer teóricamente a Dios y las cosas

divinas, sino saborearlas y hacer experiencia de ella; es el efectodel don de la sabiduría, el más perfecto de los dones del EspírituSanto porque perfecciona la caridad, compendio de todas las vir-tudes; comprende la inteligencia, pero sobre todo el amot que vamás lejos y la supera. Y no es poco en verdad para un adolescentede quince-dieciséis años.

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capÍtulo ll

GIRO ESPIRITUAT

Estudiante en Chieri, Juan estrecha una gran amistad con Luis Co-

mollo, modelo de joven y, después, de seminarista, muerto prematu-

ramente y de quien Don Bosco escribirá una breve biografía. Laamistad con Comollo marca un giro en la vida espiritual del Santo.

Marca el comienzo de una intensa emulación, de un auténtico cami-no hacia la santidad sacerdotal. De ellos podría decirse con K. Gi-bran: oCada aurora no los encontraba nunca en el lugar donde los

había dejado el ocasou. Estaban hechos para integrarse y completar-se; sobre todo, en el plano espiritual, aunque no solamente en éste.

uEl uno -escribe

Don Bosco- tenía necesidad del otro. Yo, de

ayuda espiritual; é1, de ayuda corporalr, es deci4 de defensa. Ha-bía, en efecto, estudiantes descarados que, aprovechándose de latimidez y de la bondad de Comollo, lo maltrataban; Juan se enfu-

recía. Un día algunos valentones descargaron dos sonoras bofeta-das en la cara pálida y asustada del pobre Comollo, que soportó laafrenta sin reaccionar y perdonando de corazón. Pero estaba pre-sente Juan Bosco, el cual, ante aquella escena, no pudo contener-se; la sangre le hirvió en las venas y llevó a cabo, como él mismocuenta, un medio estrago: uEn aquel instante me olvidé de mí mis-mo y echando mano, no de la razón, sino de la fuerza bruta, al noencontrar a mi alcance ni una silla ni un palo, agarté por los hom-bros a un condiscípulo y me serví de él como de un garrote paragolpear a mis enemigos. Cuatro cayeron tendidos por el suelo, ylos otros huyeron gritando y pidiendo socorro).

El amigo no lo aprobó: "Me espanta tu fuerza -dijo-; perocréeme, Dlos no te la ha dado para destrozar a tus compañeros. Élquiere que nos amemos y que nos perdonemosn.

La influencia de Comollo sobre Don Bosco fue extraordinaria, co-

mo se deduce de sus Memorias. Le nasombrabao aquel nídolo de

compañeror, aquel "modelo de virtudn, del cual él había aprendido a

uüvir como cristianor, es decil a vivir una vida de fuerte contenido

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sacramental y mariano, de intenso ejercicio de la caridad, de sentidodel deber y de alta tensión hacia el ideal del sacerdocio. Un ideal cor-tado sobre el modelo de sacerdote de la reforma tridentina y de larestauración, más litúrgico que apostólico, más retirado que inmersoen la realidad humana, hombre de lo eterno y poco de lo temporal.El sacerdote es ciertamente todo esto, pero también más que esto.

En realidad, Don Bosco será un sacerdote diverso; llevará, sinembargo, siempre consigo la conciencia aguda y mordiente de la al-ta dignidad y responsabilidad sacerdotal que le había sido inculcadaen el seminario. Considerará siempre la condición del sacerdote nocomo un privilegio, sino como un ministerio arriesgado en el cual,por poco que se descuiden los propios deberes, se pone en peligro lasalvación eterna. oDesgraciadamente es cierto

-predicaba Don Ca-

fasso- que alguno de los sacerdotes podría perderse, y cada uno denosotros puede correr este grave riesgo, si no estamos en guardiao.

Ser un buen sacerdote

Es un hecho que el joven Bosco entró en el seminario con la inten-ción de cambiar uradicalmenteo de vida: nl-a vida llevada hasta en-tonces había que reformarla radicalmente>. De ahí el propósito derenunciar a los (espectáculos públicosu, a los ojuegos de prestidi-gitación, de destreza), eu€ considera <contrarios a la gravedad y alespíritu eclesiásticor. Vivirá nretirado y sobrioo; combatirá ncontodas sus fuerzaso cuanto, aun de lejos, pueda empañar la nvirtudde la castidado; se entregará a la oración y al apostolado entre loscompañeros. En una palabra, se contrariará a sí mismo, aun en lastendencias de por sí legítimas, entregándose, como se expresa p.

Stella, a aquel continuo nesfuerzo ascético que lo llevaba por el ca-mino de los ayunos, de las abstinencias y de la saña consigo mis-mo, cuando se daba cuenta de haber sido condescendiente algunavez con sus antiguas habilidades mundanas, como la exhibición envirtuosismos de agilidad o en tocar el üolín; tensión ascética quecontribuyó a acelerar la muerte de su amigo Comollo y a poner almismo Don Bosco al límite de sus fuerzasn.

Que la violencia, hecha sobre sí mismo en los años del semina-rio, haya sido la causa del deterioro de su salud y de la enfermedad

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mortal subsiguiente, nos lo confirma el testimonio del doctor Al-bertotti, el cual escribe: uHabiendo comprendido que su impetuosi-dad era un mal, hizo tales esfuerzos, como ya los había hecho en elpasado durante la época de sus estudios, para corregirse, que, se-gún contaba de vez en cuando a sus discípulos, se le revolvió lasangre y cayó enfermo de muerter.

Este episodio de la vida de Don Bosco nos da la medida del du-ro cuerpo a cuerpo que hubo de sostener en su empeño por rectifi-car las tendencias desviadas de la naturaleza, para ser dueño de símismo, todo de Dios y de los demás, especialmente de los jóvenes.oToda vida que acaba en belleza, oh Seño¡, da testimonio de Ti; pe-ro el testimonio del santo está como arrancado, con tenazas enro-jecidas, del cuerpo vivou. Con esta bella imagen que recuerda el in-fierno dantesco, Bernanos expresa una ley verdadera de la santidadcristiana. El heroísmo cristiano, destinado a dura¡, no despunta co-mo el alba de un día.

En los tres años transcurridos en la residencia sacerdotal deSan Francisco de Asís en Turín (1841-1844), Don Bosco se va mol-deando, en ritmo creciente, a sí mismo y su sacerdocio, pero en lí-nea pastoral y práctica: nAquí se aprende a ser sacerdoteu. El teólo-go Luis Guala y Don José Cafasso, (dos celebridades de aqueltiempo,, y el director Félix Golzio son (los tres modelos que la di-vina Providencia me ponía delante. A mí sólo me quedaba seguirsus huellas, su doctrina y su ürtudn.

Don Cafasso fue su confesor y guía espiritual. Escribe en susMemorias: nSi he hecho algún bien, a este digno eclesiástico se lodebo, pues puse en sus manos todas mis aspiraciones, todas misdecisiones y todas mis actuaciones>. Tenaz y casi obstinado en susideas, nobedeció siempre -dice Monseñor Bertagna- y, sin discu-ti4 a Don Cafasso,. Por uobediencia a Don Cafasso -dirá a sus hi-jos- me quedé en Türín y, por su consejo y dirección, comencé areunir los días festivos a los pilluelos de la calle para catequizarlos;fue con su apoyo y ayuda como comencé a recoger en el Oratoriode San Francisco de Sales a los más abandonados, para presewar-los del vicio y formarlos en la virtud. ¡Recordadlolu.

La virtud de Don Bosco, joven sacerdote, brilla con luz nueva enla fundación y dirección del Oratorio festivo en la Residencia sa-cerdotal, después en el Refugio y, finalmente, en la sede fija de Val-

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docco, donde se asienta el 12 de abril de 184ó, Pascua de Resurrec-ción. Aquí tuvo que afrontar el Santo enorrnes dificultades de todaíndole. Dificultades exteriores: angustias de la pobreza, abandonode sus colaboradores, vejaciones por parte de las autoridades mu-nicipales. Dificultades internas, causadas por la misma heteroge-neidad o por la índole de los oratorianos, que procedían de los ba-rrios más pobres de la ciudad, o eran vagabundos sin trabajo,verdaderos perros sin collat que no toleraban orden ni disciplina.Hacían falta nervios de acero y paciencia, mucha paciencia.

Una idea de lo que era el Oratorio de Valdocco en aquellos leja-nos principios, la tenemos en esta descripción realista, tardía evo-

cación de Don Bosco. oCuando confronto los tiempos presentescon los pasados, mi imaginación queda abrumada. Hace treinta ycinco o treinta y seis años, ¿qué había (aquí, en Valdocco)? Nada,verdaderamente nada. Yo corría de aquí para allá detrás de los jó-venes más díscolos, más disipados; pero ellos no querían saber na-da de orden ni disciplina; se reían de las cosas de la religión, que

ignoraban totalmente, blasfemando el santo nombre de Dios, y yono podía hacer nada. Aquellos jóvenes eran del alToyo y de la calley armaban peleas a pedradas y continuas riñas. Entonces las cosas

estaban más en el pensamiento que en la realidadr.

Para nestar con Don Boscou vendrán después jóvenes magnífi-cos, como Miguel Rúa, Juan Bautista Francesia, Juan Cagliero,Domingo Savio y otros; pero cuánta violencia tendrá que hacerse a

sí mismo, tratando con elementos obstinados y difíciles, para man-tenerse fiel al programa de su primera misa: ul.a caridad y la dul-zura de San Francisco de Sales serán mi normaD.

El salesiano debe tener -era una de sus miíximas- ola dulzurade San Francisco de Sales y la paciencia de Jobo. Una ndulzurauno lánguida y débil; sino fruto de la caridad pastoral que es (be-

nigna y paciente; todo lo sufre, todo lo espera, todo lo soporta>.Para conservarla uhabrá que sudar y sudar mucho, y alguna vezderramar incluso la sangreo: es la advertencia que, en el así llama-do "Sueño de los confites', hace a todos los salesianos, y que ya hatenido su confirmación en la experiencia viva de Don Bosco.

Un día, el amigo Don Giacomelli baja a Valdocco mientras DonBosco, con el rostro encendido, corre tras un gmpo de muchachosque trataban de escaparse al llegar la hora de las oraciones. oEs la

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segunda vez que te veo alterador, le dijo. (¡Estos benditos mucha-choslo, fue toda su respuesta, pero ¡qué elocuente! Otra vez lo sor-prendió en el momento de lanzarse contra un grupo de mucha-chos que se estaban peleando; pero mantuvo sus manos levantadasen el aire. No pegaba a los jóvenes, aunque entonces había unacierta costumbre de hacerlo en casos semejantes, y no tolerabaque otros se comportasen de ese modo. Sabemos por el testimoniode Don Rúa y del cardenal Cagliero que se escapó también de ma-nos de Don Bosco algún cachete, siendo aún joven sacerdote. Se

trata de casos que pueden contarse con los dedos de una mano yque se refieren a situaciones muy especiales. Pero, si le sucedía, nose sentía contento de haberlo hecho. Sabía, por el contrario, sercomprensivo, tolerante, paciente, aún cuando sentía urebullir, lasangre en las venas.

También a mí me cuesta

En su plena madurez y en su tercera edad, Don Bosco posee real-mente un heroico y seguro dominio de sí mismo; una paciencia ycalma superiores a todo elogio y una dulzura de trato sin pan Esel artista que ha esbozado su obra maestra y la termina con cui-dado. Pero uel fundamento que pone la naturalezau, dominado,no extinguido, tiene todavía sus sobresaltos: uNo creáis --dijo enla mañana del 18 de septiembre de 187ó a los ejercitantes reuni-dos en Lanzo Tirrinés- que no me cueste a mí también, despuésde haber encomendado a uno un asunto, o después de haberle da-do un encargo importante, delicado o urgente, y no encontrarlohecho a su debido tiempo, o encontrarlo mal hecho; no creáis queno me cueste a mí también mantenerrne en calm4' os aseguro quealgunas veces me hierue la sangre en las venas y que la desazón do-mina todos mis sentidos. Pero, ¿qué?... ¿Impacientarnos?... No seconsigue que se hagan las cosas y tampoco se corrige el súbditocon la furian.

Así obraba y así enseñaba: "Cuando estéis enojados o agitados,absteneos siempre de reprender o corregiru. Añadía: uHabrá casosen los que nos veremos obligados a 'gritar un poco'; hágase, peromedítese un momento: ¿cómo se comportaría San Francisco deSales en este caso? Puedo aseguraros que, si lo hacemos así, se

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conseguirá lo que dice el Espíritu Santo: In patientia vestra possi-debitis animas vestras >.

Su primer biógrafo hace al respecto esta penetrante observa-ción: oCuando Don Bosco sentía en sí mismo algún ramalazo depasión, entonces parecía que Ia naturaleza se lamentas¿ y su acentotenía un tono tan afectuoso y dulce que quien le escuchaba se so-

metía a su voluntado.

Un reflejo de su capacidad de autocontrol es su colTesponden-cia, numerosísima y variada. Un alma que no estuviese habitual-mente unida a Dios, difícilmente habría resistido a la tentación de

responder con iguales arrnas a ciertas cartas provocativas e injurio-sas. Sabía, en cambio, ser conciliador y delicado. Tenía por normano responder cuando se sentía agitado por la pasión: rezaba, dejabapasar horas y días hasta haber recuperado la calma absoluta.

oMuchas veces -escribe,

por ejemplo, al teólogo Valinotti, res-pecto del doloroso conflicto que sufrió con las kcturas CatóIicas-traté de responder aye¡, pero la agitación me lo impidió. Sólo estamañana, después de haber celebrado el sacrificio de la Santa Misay haber encomendado todo al Señoc respondo sencillamente, con-tando las cosas tal como son...).

<Estoy airado: -dirá un día a Don Ruffino- esta hoja no la ha-bría dictado yo, sino mi enfado; no es el momento de escribirn.Volverá a tratar de hacerlo más tarde y varias veces: ¡nada que ha-cer! Acabará por romper el papel y no responder. Y tendrá la satis-facción de decirse a sí mismo: nHe hecho bieno.

El cardenal Cagliero recordó en los procesos canónicos un epi-sodio de la vida del Santo que da la medida de su heroica capaci-dad de reaccionar con calma en las contrariedades. Sucedió enenero de 1875: Don Bosco estaba comiendo tranquilamente conlos hermanos, cuando se acercó Don Rua y le comunicó que debíapagar la suma de 40.000 liras -cifra ingente en aquellos tiem-pos- por haber avalado una letra en favor de un amigo, muertode improviso, y que los herederos se negaban a pagar. ¿Cuál fue sureacción? nEstaba comiendo la menestra -afirma el testigo-: vique, entre cucharada y cucharada (estábamos en enero y la sala notenía calefacción) le caían de la frente al plato gotas de sudo¡, perosin turbarse y sin intermmpir la modesta refecciónu.

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Hay mucha verdad en esta afirmación del teólogo Ascanio Sa-

vio: uHabía sabido dominar de tal modo su carácter bilioso, queparecía flemático; y tan bondadoso que condescendía siempre consus alumnos, siempre que no estuviera de por medio la gloria de

Dios y el bien de las almas,.

Y en esta otra de Monseñor Bertagna: uA mi juicio, viéndole enlos últimos ocho o diez años, ya lleno de achaques, sobrecargadode ocupaciones, asediado siempre por toda clase de gente, y élsiempre tranquilo, sin caer nunca en una impaciencia por pequeñaque fuese, sin mostrar prisa, sin apresurar lo que se le había pre-sentado, es motivo suficiente para decir que, si no era un santo, sídaba la imagen de un santo. El éxito de su obra principal y comode toda la vida, es decir, su Congregación, es lo que tiene para mímás fuerza para persuadirme de que Don Bosco fue un santo).

La fatiga para hacerse santo aparece emblemáticamente en lasempresas más intensas de su vida. Podemos pensa4 por ejemplo,en los treinta años de esfuerzos continuos sostenidos para obtenerde Roma el reconocimiento de la Congregación. Logrado este obje-tivo, podrá afirmar con plena verdad: nSi hubiese sabido antescuántos dolores, fatigas, oposiciones y contradicciones iban a cos-tar fundar una sociedad religiosa, tal vez no habría tenido el valorde acometer tal empresao.

Pensemos en la atrevidísima empresa misionera de los últimosdoce años de su existencia. Con ella él podía cumpli4 es verdad,por medio de sus hijos, un deseo que, desde que era joven sacerdo-te, llevaba fijo en el corazón: plantar la Iglesia en tierras lejanaspara la salvación de todos. Pero todo ello suponía preocupacionesy dificultades sin cuento. Una vez más su atrevimiento habría deexigir el equilibrio del santo. Y sin embargo, en el espacio de vein-te años, la Congregación salesiana entraba, con todo derecho, en elnúmero de las grandes sociedades misioneras de la Iglesia. La lógi-ca de los santos no es la de los hombres comunes porque descien-de de regiones superiores.

Y pensemos, finalmente, en su incesante peregrina4 marcadopor degradantes humillaciones, en busca de ayudas y apoyos parasus obras, culminado en la nfatiga mortal, del largo viaje a España(Barcelona) hecho en marzo de 188ó, estando ya al final de susfuerzas. Cuando, en su extenuante viaje de regreso, se detuvo en

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Montpellie¡, fue visitado varias veces por el doctor Combal, una ce-lebridad médica que ya le había visto algunavezy que quiso some-terle a tres visitas esmeradísimas. El veredicto, comunicado a DonRua y a Don Viglietti, a la conclusión de los exámenes, es un him-no exaltando el espíritu de inmolación de Don Bosco, su heroísmocristiano: nSi Don Bosco no hubiera hecho nunca ningún milagro,yo diría que el mayor de todos es su existencia. Es un organismodeshecho. Es un hombre muerto por la fatiga y todos los días con-tinúa en el trabajo, come poco y vive. Esto, para mí, es el mayor delos milagroso.

Los trabajos que soportó Don Bosco para hacerse santo fueronverdaderamente extraordinarios, aunque no se divulgasen ni fue-sen manifiestos. Refiriéndose a la plenitud de su santidad, Pío XI,en el discurso de 17 de junio de 1932 a los alumnos de los Pontifi-cios Seminarios Romanos, la sintetizó en estas vigorosas afirma-ciones: uSu vida era, en todo momento, una inmolación continuade caridad, un constante recogimiento de oración: ésta era la im-presión que se sacaba de su conversación (...). Se hubiera dichoque no atendía a nada de lo que se decía en torno de él; se hubieradicho que su pensamiento estaba en otra parte y así era; estaba enotra parte, estaba unido a Dios con el espíritu; pero después, res-pondía a todos, y tenía la palabra exacta para todo de forma mara-villosa: primero, en efecto, sorprendía, después, maravillaba. Estavida de santidad y de recogimiento, de asiduidad en la oración, elBeato la tenía durante las horas de la noche y en medio de las ocu-paciones continuas e implacables de las horas del díao.

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Page 37: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

capítulo lll

PROFUNDAMENTE HOMBRE

nSi Dios quiere hacer de los santos -escribe

Bossuet- algo que sea

digno de É1, debe rodearlos por todas partes para plasmarlos entera-mente a su modo, teniendo en cuenta sus disposiciones naturalessólo en la medida que sea necesario para no hacerles violenciar.

En la santidad, todo es don de Dios, incluso la respuesta heroi-ca a su llamada. Pero Dios es infinitamente respetuoso de la perso-

nalidad de los santos, mucho más de lo que deja entender Bossuet.Su gracia, es decir, su acción divina en nosotros, traspasa la natu-raleza y la respeta, no la limita. Ciertamente, Dios puede hacer co-sas grandes en criaturas limitadas. Tal es el caso, por ejemplo, de

San José de Copertino; falto de los más elementales recursos hu-manos, Dios hizo de él un vaso de elección que no tiene semejanteen las colecciones de los Bolandistas. Pero las grandes obras maes-tras de la gracia surgen normalmente en criaturas muy dotadas,como en el caso de Don Bosco, que Joergensen define, no sin énfa-sis: uuno de los hombres más completos y más absolutos que haconocido la historiao. Ésta es también la impresión que recibió PíoXI en los tres días transcurridos en Valdocco con el Santo (1883):<Nosotros hemos contemplado de cerca esta figura, en una visiónno breve, en una conversación no momentánea; una magnífica fi-gura, cuya inmensa e insondable humildad no lograba ocultan..;una figura enorrnemente dominante y atrayente; una figura com-pleta, una de esas almas que, en cualquier camino que emprendie-ra, hubiera dejado una profunda huella, ¡tan espléndidamente es-

taba preparado para la vidaln.

También L. Hertling, historiador eminente de la historia de laIglesia, asocia el nombre de Don Bosco al de los espíritus humana-mente mejor dotados: nAgustín

-escribe-, Francisco, Catalina de

Siena, Don Bosco, están entre las flores y las cumbres de la huma-nidado. Juicio semejante expresa recientemente C. Wackenheim:nEl apóstol Pablo, Agustín de Hipona, Francisco de Asís, Vicente

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de Paúl y Juan Bosco fueron evidentemente, criaturas de excep-ción cuando se miran sus recursos y cualidades humanasr.

Lo que a primera vista impresionaba en Don Bosco era el hom-bre, no el santo. Si su profunda unión con Dios no podía ser objetodirecto de observación, lo eran, por el contrario, sus espléndidascualidades humanas, penetradas y sublimadas por la gracia. Yeran verdaderamente muchas; opuestas y complementarias, arrno-niosamente encadenas y fundidas entre sí en una simbiosis miste-riosa.

De Don Bosco podía decirse, efectivamente, que era, al mismotiempo: alegre y austero, franco y respetuoso, exacto y libre de es-píritu, humilde y magnánimo, tertaz y dúctil, tradicional y moder-no, optimista y previsoq, diplomático y sincero, pobre y hace obrasde caridad, cultiva la amistad pero no tiene preferencias, rápido enconcebir pero prudente en la ejecución, amante de todas las cosasbien hechas pero sin ser perfeccionista, concibe a lo grande perotiene el genio de lo concreto, audaz hasta el extremo pero avanzacon circunspección, sabe hacerse amigo del adversario pero no ab-dica de sus principios, dinámico pero no extrovertido, emprende-dor pero no temerario, lo encauza todo a sus fines pero no mani-pula a las personas, educa previniendo y previene educando,camina con el mundo -quiere estar a la vanguardia del progre-so- pero no es del mundo.

Éstas y otras antinomias positivas dan la medida de la verdade-ra grandeza de Don Bosco: oPara medir la apertura de las alas deláguila hay que extenderlas y anotar sus extremidades opuestas; en-tonces se puede medir su fuerza: lo mismo sucede con las virtudesde los santos, cuya grandezano puede valorarse si no es oponién-dolas entre sí, (H. Petitot).

Las antinomias positivas que embellecen la figura de Don Bos-co, transfiguradas por la caridad pastoral, son una espléndida ar-monía de naturaleza y gracia. Su riqueza humana, se ha hecho re-saltar oportunamente, estaba tan integrada en la santidad, que se

convertía casi en sacramento; y los dones de gracia, cuando se ma-nifestaban, eran como una glorificación de su humanidad.

La naturaleza es, ante todo, la forma que Dios ha dado a su gra-cia y, cuando el hombre corresponde, resplandece hasta en el exte-

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rior. oTodo es humano en Don Bosco -ha dicho Daniel Rops- y, al

mismo tiempo, todo revela misteriosamente una luz sobrenatural>.

A este propósito, no podemos ignorar una página ehcaz escrita

por Monseñor G. De Luca: nDon Juan Bosco, no sólo como San

Juan Bosco merece amor y estudio; sino como Juan Bosco: es deci4

como hombre entre los hombres. A veces me viene la idea de escri-

bir la vida de Don Bosco -todos los santos son raros; pero santos

semejantes, aún profanamente admirables, son rarísimos-; escribiq

decía, la vida de Don Bosco en términos y de tal forma que la pue-

dan comprender aún los incrédulos. Escribir la vida de un santo de

modo que se mueva a leer quien no cree en la santidad. Hacer verles

a éstos cómo en realidad Don Bosco, también para quien ignora yquiere ignorar la vida interior y la gracia, y para quien no descubre

ni aprecia más que la naturaleza, es un hombre tal, que ante él hay

que inclinar la frente y, talvez también, Ias rodillas'

Si se escribiese así de nuestro santo, si yo supiese hacerlo, estoy

seguro de que se acabaría por conducir a la fe a los mismos incré-

dulos. A fuerza de penetrar en el alma de aquel gigante que se pre-

senta como cualquier hombre, como fue Don Bosco, se terminaríacreando la duda de si é1, aún siendo grandísimo, podía ser él solo

quien llevaba la vida que llevaba y quien creaba la vida que creaba.

Con él tenía que estaf,, con él ciertamente estaba Dios'

Partiendo a la búsqueda del hombre, sólo del hombre, se en-

contraría a Dios. Él es precisamente Aquél por quien han surgidolos santos, Aquél que ha hecho a Jesús mismo, el cual se hizo hom-bre para conducirnos, o mejo4 para llevarnos a Diosu.

Entre las antinomias positivas de su existencia nos limitamos a

subrayar brevemente tres: la voluntad indómita y flexible, Ia bon-

dad paterna pero exigente, y la sensibilidad profunda unida a gran

fortaleza de ánimo.

Voluntad indómita, pero flexible

Don Bosco fue en su siglo, a juicio de Huysmans, (un inaudito ge-

rente de los negocios de Dioso. Es difícil no coincidir con este jui-cio que ensalza el talento organizador y realizador del Santo e, im-

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plícitamente, su voluntad de hierro nindómita e indomable, (PíoXI). Es la marca de fábrica de la gente de Asti y de las Langas; pe-ro él la había heredado en medida nada común.

La llevaba, por así decirlo, escrita en el vigor de su mente -(es-taba dotado de inteligencia sutilísim¿n, afirma Monseñor Bertag-na, bajo los rasgos que evidenciaban su origen rural- y de susmúsculos, en la innata capacidad de acción, en la fuerte seguridaden sí mismo; una voluntad que parecía no conocer la palabra nim-posibleo. La había ejercitado desde pequeño en las rudas tareas delcampo, al superar los obstáculos que se oponían a sus estudios y asu vocación; la ejercitará en grande cuando sea adulto. Inclinado ala acción, rehuía las abstracciones escolásticas. nMonseñor -diráun día al Obispo de Casale, Monseñor Ferré, que quería compro-meterlo en una discusión filosófica-, yo no tengo tiempo paraocuparme de estas cosas porque el campo que me ha asignado elSeñor no es eI de las ideas, sino el de las obras y, aunque sea verdadque del recto pensar proviene el recto obra[ para obrar rectamentebasta pensar y sentir con el Papar.

Fuerte en el quere¡, era lento en el deliberar. Meditaba largamen-te sus proyectos, los confrontaba con su experiencia, pedía consejo,interrogaba al Señor en la oración asidua, pero, cuando había toma-do una determinación, ningún obstáculo podía detenerlo. nDon Bos-co --decía- no es hombre que se quede a mitad de camino cuandoha comenzado una empresa)). Y en otra ocasión: nCuando encuen-tro dificultad, hago como el que, caminando, encuentra obstaculiza-do el camino por una gran piedra. Primero procuro quitarla, pero sino lo consigo, o la salto o la rodeo. Así, cuando he comenzado a ha-cer una cosa, si se me presenta un obstáculo, la suspendo para ini-ciar otra; pero la tengo siempre ante los ojos. Y entre tanto, madu-ran las brevas y se allanan las dificultadesr.

El hecho de haberse inspirado constantemente en el ucriteriode lo posibleu no significa que haya sido un pragmatista puro yque haya hecho de la mera praxis la ley de su vida. Su acción, efec-tivamente, siempre aparece alaluz de sólidos principios sobrena-turales y de meditadas convicciones religiosas y hasta simplemen-te racionales sacadas, más que de los libros, de su experiencia. Susincero optimismo -otro de sus criterios de acción- se basa enprincipios superiores. Sabe y siente que Dios está con é1.

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volitivo al máximo, Don Bosco es también flexible y dúctil, no

sólo en procurar alcanzar sin prisas las metas que se propone' sino

también en el ejercicio mismo de su querer y no querer' Su.nsiste-

ma pedagógicou es una obra maestra de "tazón, cariño y religiosi

dad"; no hay espacio para la voluntad autoritaria, para la ley.de la

inflexibilidad. por eniima de la ofrialdad del reglamento,, deben

prevalecer las razones de la bondad y del corazón'

La educación para Don Bosco es, efectivamente, (cosa del cora-

zónu. Sabía, por probada experiencia, que el alma de los jóvenes

(es una fortalezaierrada siempre al rigor y a la asperezaD; uno se

hace dueño de ella solamente pasando por el camino del corazón y

del libre consentimiento.

En él no había nada de áspero o de severo, como podría hacer

pensar su temperamento volitivo, sino un comportamiento pater-

nal, amable , ,ápu, de comprender y de adaptarse a los gustos de

los pequeñor, puru inducirlos a amar las cosas que aman los ma-

yores, aún cuando no les agraden.

pero, más allá de todo cuanto puede hacer referencia al sistema

Preventivo, existe un amplio campo de obediencia que Don Bosco

jamás rechazó, ni a las untoriduder religiosas -recurriendo en caso

de desacuerdo, en lo que era contrario a su misión de fundador' a la

autoridad superior-, ni a las legítimas disposiciones de las autori-

dades civiles. De temperamento de oresistencia o de ataque>, como

alguien lo ha definidó, no era naturalmente inclinado a la sumisión'

Aicanonizarlo, la Iglesia ha proclamado que su obediencia -fue

he-

roica, como lo demirestra, por ejemplo, la aceptación incondicional

de la famosa oConcordia' Áispuósta por la Santa Sede para resolver

los malentendidos que se prolóngaban desde hacía años entre él y su

Arzobispo. cuando leyó el texto del documento a su consejo, se pro-

dujo uni consternacibn general: todos, excepto Cagliero, le aconse-

jaion que se tomase tiempo, que hiciese valer sus buenas razones'"p"ro Ro-u había hablado y, para el santo,la causa había concluido:

la oConcordiao fue aceptada e íntegramente cumplida'

Don Bosco confesará más tarde que aquella obediencia le había

costado muchísimo. El Sumo Pontífice había cargado la mano so-

bre él porque sabía que podía contar con su virtud. En Don Bosco,

energía de voluntad y flexibilidad se complementaban'

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Page 42: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

Paternidad amable y exigente

nNinguna de las grandes realidades de la vida humana -ha escritoRomano Guardini- ha salido del puro pensamiento; todas hanbrotado del corazón y del amoru. No es posible pensar en DonBosco y en su obra sin evocar su dulce bondad paternal, su gran(corazón oratoriano>, fundamento de su pedagogía.

No el corazón nr¡6¡urnental de los filántropos -precisa Don

Alberto Caviglia- que es mármol y bronceo, sino el corazón en elque vibran la obondad paterna y la ternura materna hacia los pe-queños y hacia los pobres entre los pequeños>. Decía: nMe dantanta pena estos pobres muchachos que, si fuese posible, les daríami corazón en pedazos". Era la imagen real de la que San Grego-rio de Nisa llamaba la "filantropía de Diosn.

La liturgia lo llama nPadre y Maestro de los jóveneso; maesrro,por ser padre. Le agradaba mucho este nombre porque conteníauna aspiración y una preocupación constante de su üda: construiruna familia de los que (no tenían familiar, alrededor del padre.

uDon Bosco, más que una sociedad -afirma Don Felipe Rinaldi,su tercer sucesor- quería crear una familia, fundada casi exclusiva-mente en la paternidad suave, amable y ügilante del superio4 y enel afecto filial, fraterno de los súbditos;aunque manteniendo el prin-cipio de autoridad y de la consiguiente subordinación, no deseabadistinciones, sino igualdad entre todos y en todo,.

Gozaba al sentirse llamar padre: ol.lamadme siempre padre yseré felizo; y realmente los primeros salesianos y los exalumnos nolo llamarán con otro nombre. Aún hoy, es frecuente el llamar aDon Bosco oPadre y Fundadoru. Sentir la paternidad y la familiaera una característica de su tiempo, que era también tiempo de pa-ternalismo. La centralidad del padre y el respeto de los hijos eran,al mismo tiempo, hecho de cultura y acto virtuoso.

Las ideologías de nuestro tiempo, que han cargado de pesadas hi-potecas la figura paterna, se encuentran hoy en dificultad. Asistimos,en efecto, a una vuelta al padre, no ya como figura que aparta¡, sinocomo figura central y necesaria para el crecimiento armónico y equi-librado de los hijos, aunque con modalidades de presencia y formasnuevas, que parece que ponen en crisis sus funciones clásicas.

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Page 43: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

Un padre, más estimado que autoritario, más próximo al mode-

lo que a la ley, más amigo y hermano que personaje' Desde este

p,rtto de vistá, Don Boscb, por muchos motivos, se nos revela co-

mo un contemporáneo nuestro: su modo de ser padre está muy en

sintonía con las aspiraciones modernas. É1, que recomendaba a

sus directo¡ss: oMás que superiores, sed padres, hermanos, ami-

goso. Sin duda, su -oáo de ier padre encuentra su razón esencial

én la paternidad, en la fe de que habla San Pablo (1 Ts 2,7-8'10'

11). Una paternidad a la que no falta el esplendor humano'

Este huérfano de padre a sólo dos años, tuvo del padre natural

-exceptuada la carne y la sangre- se puede decir todo: el amor tier-

no y fuerte hacia sus hijos de adopción, la resistencia en las fatigas y

"r, io, dolores propia dá un padre, el agudo sentido de responsabili-

dad del cabeza-deiamilia y aquella entrega sin límites que sólo puede

compararse con el heroísmo materno. Toda su vida lo demuestra; y

lo prueban afirmaciones como éstas, llenas de sinceridad: uEn cual-

quier día y a cualquier hora, podéis contar conmigo, pero especial-

mente para lns cosas del alma. Por mi parte, me doy por entero a voso-

fros: será cosa mezquina, pero cuando os Io doy todo, quiere decir que

no me resetyo nada para mí, . Por los jóvenes en dificultad nharé cual-

quier sacrificio; hasta mi sangre la daría para salvarlos''

A los superiores y a los jóvenes del colegio de Lanzo escribe:

<Vuestra carta, firmada por doscientas manos amigas y muy queri-

das, me ha robado completamente el corazón, al que ya sólo le

queda un vivo deseo de amaros en el Seño[ de haceros el bien y de

salvar las almas de todosr.

Expresión sublime de ternura paterna son, entre otros docu-

mentos, las dos cartas de Roma, una dirigida a Ios jóvenes y otra a

los salesianos, del año 1884. Aquí está -se podría decir- como la

síntesis de su espíritu, de su experiencia pedagógica, de su espiri-

tualidad; y está, sobre todo, su (corazóno. Recordemos solamente

dos frases: osiento, queridos míos, el peso de la distancia a que me

encuentro de vosotros, y el no veros y el no oíros me causa una pe-

na que no podéis imaginarn. nEl que quiere ser amado es menester

que-demuéstre que ama). ¿Cómo? Con la nfamiliaridad', la udul-

iutuo,la ocaridadr, la nconfianza>>' Un bello testimonio de su nsc-

ber hacerse emar>> nos lo ha dejado su joven secretario, el clérigo C.

Vislietti.

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La curiosidad le había llevado a leer también algunas cartas re-servadas; sintió remordimiento y se lo dijo a Don Bosco. ¿cuál fuela reacción del santo? (Me estrechó conmovido contra su-corazón,recogió todas las cartas que tenía sobre la mesa, confidenciales ono, y me las dio todasu.

De episodios semejantes, igualmente afectuosos, que es pocodefinirlos maternos, está tejida la vida de Don Bosco. óuenta DonCeria: <Este caso es inédito; me lo confió el nonagenario DonFrancesia al término de 1929. En tiempo de Domingo saüo, ér eraun jovencísimo clérigo. un día se quedó en la cama con fiebre. porla tarde, Don Bosco fue a verlo. con su amabilidad le levantó elánimo; luego, cuando se iba a marcha¡, le preguntó si quería algo.Respondió: "Querría beber agua fresca en el cazo de los albañilei".se trata de esa especie de cucharón que se usa para amasar la cal.Había albañiles en casa. ¿Se habrá reído Do'Bosco? No, comotampoco se rió cuando, preguntado Savio si sufría algún malesta¡,respondió: "Al contrario, lo que sufro es un gran bienestay',. DonBosco había comprendido que aquel joven sentía nostalgia de lasantidad. Y entonces comprendió que se trataba del deseó de unoque tenía fiebre y que debía ser compadecido. ¿eué hizo? Salió dela estancia, volüó poco después, llevando en sus manos la copa deaquel recipiente lleno de agua y, poniéndose junto al enfermo, se laacercó despacio a los labios. Aquél bebió a saciedad y cuando vioal buen padre alejarse, lloró de ternura>.

En los primeros tiempos del Oratorio, cuando Don Bosco veía aalgún joven sufriendo algún malesta4 también sufría é1, hasta elpunto de pedir al Señor la gracia de que el mal pasase a él: lo que su-cedió varias veces. un día se apropió del dolor de muelas de un jovenque no aguantaba más. Pero, durante la noche, el dolor se hizo tanagudo que el Santo,levantándose a las dos de la mañana, tuvo que iren busca de un dentista y hacer que le sacase la muela. Más tarde, acausa de sus graves ocupaciones, dejó esta práctica, que demuestracómo se apropiaba de los sufrimientos, aún físicos, de sus jóvenes.

Esta ubondad elevada a sistema> iba derecha al corazón de losjóvenes y dejaba, en los más sensibles, huellas indelebles.

En verdad ha podido atestiguar San Leonardo Murialdo: ol-acaridad que tenía Don Bosco con sus muchachos hacía que ellos

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también lo amaran con sincero afecto y en tal grado que no se sa-

bía encontrar otro ejemplo semejante para compararloo'

Evocando el tiempo pasado con Don Bosco, Don Orione se

atreverá a decir: *Caminaria sobre carbones ardiendo con tal de

verlo todavía una vez para decirle graciasn'

Espléndido el testimonio de Don Pablo Albera, su segundo suce-

sor: obebo decir que Don Bosco nos quería como nadie, de una ma-

nera única: ejercía sobre nosotros una atracción irresistible. Yo me

sentía como prisionero de una fuerza afectiva que s9 apoderaba de

mis pensamientos, palabras y obras. Me sentía querido como nunca

me ñabía querido nadie, algo especial, por encima de todo cariño'

Nos envolrria a todos por completo una atmósfera de alegría y de fe-

licidad. Tenía Don Boico rr, "rrot-.

poder de atracción, que obraba

en nuestros corazones juveniles "omo

n.t imán del que era imposible

desprenders", y urrrrqtá lo hubiéramos podido, no lo hubiéramos he-

cto ni por todt el oio del mundo: tan grande era la felicidad que su

ascendiente singularísimo causaba en nos9tros, que en éI era la cosa

mds natural, naáa estudiada y sin esfuerzo alguno; y no podía ser de

otro modo, porque, de cada una de sus palabras y obras brotaba la

santidad deia uni¿n con Dios, que es caridad perfecta. Y nos atraia

hacia sí mediante la plenitud del amor sobrenatural que le abrasaba

el corazón. De esta singular atracción brotaba la obra conquistadora

de nuestros corazones. Los múltiples dones naturales que tenía se

habían trocado en sobrenaturales por la santidad de su vidao'

nsiempre padrer, pero Don Bosco no fue nunca un padre per-

misivo y ¿eUii; no abdicó jamás de sus responsabilidades.-T,as par-

tes odiósas las dejaba a sus colaboradores; pero todos sabían que

era intransigente y firme, especialmente en materia de hurto, de

blasfemia y de escándalo.

<Don Bosco -afirmaba- es el hombre más bueno del mundo:

destrozad, romped, haced travesuras; sabrá perdonarosr pero no

arminéis las almas, porque entonces es inexorablen. Dice el cardenal

cagliero: oDurante mi época de clérigo, un chico sencillo e inocente

haúía sido víctima de esqándalo por parte de un adulto. Don Bosco,

apenas lo supo, sintió muchísimo doloq se turbó y lloró en mi presen-

"iu. co" patárnal dulzura reparó la inocencia perdida, pero con igual

frrrnezaprocuró que fuese alejado inmediatamente el culpable,.

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Tampoco en casos semejantes disminuía su gran paternidad.No castigaba al culpable, pero lo llamaba, le hacia comprender lagravedad del mal hecho; lo exhortaba a arrepentirse y, después,siempre a su pesar lo devolvía a sus padres o á lor bienhechores yseguía siendo su amigo. La desobediencia voluntaria y obstinadálo hacía especialmente severo. El año 1859 disolvió, al instante, labanda de música, orgullo del oratorio, porque se habían desobe-decido sus repetidas y firmes disposiciones; todos los componen-tes, excepto cuatro, fueron mandados fuera del Oratorio.

Paterno, pero intransigente, también con sus directos corabora-dores. Don celestino Durando, consejero escola4 contraviniendouna orden suya, había cambiado el programa de la así llamada nes-cuela de fuegoo; los más débiles se habían descorazonado y retirado.Don Bosco, disgustado, manifestó su contrariedad. .Si ie hubieraobedecido, no tendúamos que lamentar este inconveniente>. El inte-resado trató de dar una explicación. uNo es ésta la cuestión -inte-mrmpió resueltamente Don Bosco-; la cuestión es que habíamosquedado de un modo y que la obediencia llevaba a obrár asío. Al queestaba obligado a mayor perfección, el Santo se la exigía.

No acabaríamos nunca de explorar el espesor de la bondad pa-terna de Don Bosco; pero si en su interior no encontrásemos uni-das, en complementariedad positiva, dulzura y hrmeza, bondad yseveridad, no estaríamos ante la verdadera paternidad.

Sensible y fuerte

Es la tercera antinomia positiva sobre la que queremos llamar laatención. Don Bosco era un hombre de sensibilidad exquisita yprofunda, capaz de intensa vibración; un hombre fácil también ala conmoción y a la ternura afectiva, capaz de gozar y sufrir conlos demás. Su médico confirma que quedó impresionado, en loscoloquios íntimos que tenía frecuentemente con Don Bosco, de suusensibilidad extrema, propia de los genios más sublimes), jamásseparada de la nexcepcional exquisitez de su sensibilidad moral,.una sensibilidad instintiva que tenía en sí misma algo de ternura yde cariño maternal, adquiridos en la escuela de Mama Margarita yde María Santísima, presencia siempre activa en su vida.

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Esta sensibilidad, que se perfeccionará con los años, ya tieneclaras manifestaciones en su juventud.

Todos los niños lloran fácilmente, pero se olvidan muy pronto.Juanito, por el contrario, llora la muerte de su pequeño mirlo y lasiente durante varios días. Más tarde, la muerte improvisa de DonCalosso, y después la de su amigo Comollo, lo llevan a una conster-nación duradera y profunda. Joven sacerdote, se conmueve profun-damente ante la vista de los jóvenes abandonados que encuentra enlas calles y en las plazas de Turín y detnás de las rejas de la prisión.No resiste la agonía de su madre; debe retirarse a rezaÍ en la habi-tación contigua. Leyendo, más tarde, la vida de su madre escritapor Don Lemoyne, no podía contener las lágrimas. También el sim-ple recuerdo de Domingo Saüo le conmueve. oCada vez que corrijoestas pruebas, tengo que pagar el tributo de las lágrimaso.

Participa intensamente en los sufrimientos de sus jóvenes, encaso de enfermedades, de muerte de sus padres, de desgracias. Seconmueve ante las más pequeñas demostraciones de afecto, los re-cibimientos después de las largas ausencias del Oratorio, los ges-

tos de bondad de los bienhechores y de los amigos.

La ternura es más notoria en la tercera edad. Se conmueve alsimple pensamiento de los misioneros lejanos: uOs habéis marcha-do y me habéis desgarrado el corazóno. Asoman las lágrimas a susojos cuando se le dice que no tiene necesidad de oraciones: u¡Ten-go mucha necesidad de ellas!,. Llora cuando predica Don Rúa so-bre el amor de Dios.

Por encima de la ternura natural, Don Bosco tuvo también eludon, espiritual de las lágrimas, como se lee de otros santos. Hoyhay poca sensibilidad ante este aspecto de la ascesis cristiana, por-que la humanidad se ha hecho más adulta. Y sin embargo, bienconsiderado, el odon,, de las lágrimas, cuando es verdadero, es índi-ce de gran santidad. Nace en el alma colmada de Dios, cuando con-sidera, con estupor, su infinita grandeza, cuando contempla suamor salvífico, su misericordia, su bondad y su justicia; cuandomedita sobre la pasión del Señor, sobre la gravedad del pecado, so-bre el castigo eterno y, en general, sobre los misterios de nuestra fe.

El cardenal Cagliero, cuyo testimonio es siempre fidedigno, hapodido afirmar: <Mientras Don Bosco predicaba sobre el amor de

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Dios, sobre la pérdida de las almas, sobre la Pasión de Jesucristoen el Viernes Santo, sobre la Santísima Eucaristía, sobre la buenamuerte y sobre la esperanza del Paraíso, yo le vi muchas veces y lovieron mis compañeros,verter lágrimas, ya de amo¡, ya de dolo4 ya

de gozo; y de santo arrobamiento cuando hablaba de la SantísimaVirgen, de su bondad y de su inmaculada purezar.

La sensibilidad de Don Bosco era tan intensa que hubiera podidoromper su delicado equilibrio interior de no haber poseído, comovirtudes complementarias, el pleno dominio de sus sentidos, de sus

facultades superiores, y una fortaleza de ánimo a toda prueba.

Sabemos muy bien que las personas de gran sensibilidad sonextremadamente vulnerables en su amor propio, sufren alternati-vas de humor, se irritan y turban por cosas de poca monta, y se

abandonan fácilmente al desenfreno.

Ya hemos recordado con qué heroísmo supo dominar Don Bos-

co y conducir hacia el bien los aspectos desviados de su tempera-mento, que hubieran podido convertirlo en un hombre desgracia-do y en un santo frustrado. No lo repetiremos. Sólo recordamosque sin su profunda sensibilidad, hubiera faltado a la amabilidadsalesiana, que es capacidad de amar y de hacerse amar a través de

signos visibles, lo cual es algo esencial. Pero esto no hubiera sidoposible sin su inmaculada pureza y sin el sumo respeto debido a lapersonalidad del joven.

También aquí, sensibilidad y dominio de sí, ternuray fortaleza,son virtudes complementarias: no es posible circunscribir la unasin encontrarse con la otra.

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capítulo lv

PROFUNDAMENTE SANTO

Cuando el periodista inglés Douglas Hyde manifestó a Ignacio Si-lone el propósito de escribir una vida de Don Orione, la respuestadel literato que ha contribuido no poco a hacer conocer la literatu-ra italiana de hoy en el mundo fue ésta: oHagáis lo que hagáis,cuando escribáis sobre é1, os suplico que no lo transforméis en unaespecie de Beveridge católico (conocido economista inglés). Seríarebajar su estatura. Ciertamente Don Orione se ocupó de obras de

caridad, como otros muchos, y también de la justicia social. Perosu fuerza excepcional hay que ponerla en el hecho de que en todolo que hacía él contaba única y completamente con Dios".

No de otro modo se debe pensar de Don Bosco. Su existencia se

explica solamente con Dios; sólo a laluz de su santidad, que es, almismo tiempo, oculta y manifiesta.

Santidad oculta

Durante su vida terrena, Don Bosco ocultó más que manifestó susantidad. Muchos pasaron a su lado sin apercibirse; e, incluso,cuando su fama de usantou había ya rebasado los confines de Ita-lia y de Europa, siempre hubo quien le juzgó, paradójicamente,más intrigante que virtuoso. u¡Don Bosco! Don Bosco es un em-bustero -dice el Cardenal Ferrieri-, un impostof,, un prepotenteque quiere imponerse a la S. Congregación (...). Pero, en resumi-das cuentas, ¿qué es lo que quiere Don Bosco? No tiene ciencia, notiene santidad. Hubiera hecho mejor poniéndose bajo la disciplinade un Ordinario, sin obstinarse en querer fundar una congrega-ciónn. Se le consideraba demasiado (astutoD, demasiado nobstina-doo, demasiado uávido de dinerou, demasiado fácil en ohablar yhacer hablar de sín.

En el mundo de los santos está vigente la ley de la gravedad: lossantos se atraen recíprocamente, se comprenden en seguida. Sin

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embargo, San Leonardo Murialdo, que conoció a Don Bosco haciael año 1851, confiesa que tardó en creer en su santidad. Cambió deidea sólo más tarde, cuando oempezó a entrar en confidencia conélr, cuando se dio cuenta de que hablaban en su favor (sus obras,que le revelaban como un hombre no ordinarioo.

Su fama de santidad se había consolidado, por el contrario, enel ambiente del Oratorio desde hacía tiempo. Pero, incluso a aque-llos que vivieron con é1, desde el principio, su ovida

-advierte el

Cardenal Cagliero- les parecía ordinaria y común como la decualquier sacerdote ejemplarr.

Ha escrito E. Ceria: nPocos hombres han sido tan extraordina-rios bajo apariencias tan ordinarias. Tanto en las cosas grandes co-mo en las pequeñas, siempre la misma naturalidad, que en un pri-mer momento no revelaba en él nada más que a un buensacerdoteo.

Un nfus¡ sacerdoten, ciertamente, pero no tal que hiciera pen-sar en una gran santidad, en una santidad canonizable; nYo veía ysabía -decía confidencialmente Don Gresino- que Don Boscoera un óptimo sacerdote, que trabajaba sólo por nosotros y eraquerido por todos. Pero la idea de posibles procesos o de santidadcanónica no me pasaba por la mente).

En la misma forma se expresan Felipe Rinaldi y otros. La esen-cia más verdadera de su santidad permanecía escondida en su ha-cer sencillo, bonachón y del todo natural. Era su voluntad de nomanifestar a otros el secreto de Dios, era su sentido profundo de lahumildad; pero era también su manera de ser. El temperamentopiamontés rehuye generalmente de las efusiones intimistas. Cuan-do el marido, aún hoy, se dirige a su muje¡, es difícil que la llamepor su nombre; le dice simplemente ntir. Pero un "/i" dicho en ellenguaje de Asti, o (en las altas Langas (montañas del Piamonte)

-escribe F. Piccellini- significa "escucha", significa vínculos ver-

daderosr.

Don Bosco habló siempre y mucho de sus proyectos, de susobras; siempre se confió con sencillez a sus hijos: nCon vosotrosno tengo secretos); pero su vida íntima no la manifestaba a nadie.uSus páginas autobiográficas

-escribe P. Stella-, sus recuerdos

personales no son como los de Santa Teresa de Jesús, y ni siquiera

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como los de Teresa de Lisieux. Son, en gran parte, tardíos y rarísi-ma vez -muy fugazmente-, se logra sorprender a Don Bosco ex-presando sentimientos religiosos íntimos, las motivaciones de suobrarr.

No sólo estaba en juego su temperamento: el que observaba aDon Bosco desde fuera queda impresionado, antes que de su au-téntica santidad, de su actividad incesante, de su talento organiza-dor, de la grandiosidad de sus obras. La fachada exterior podíaocultar de este modo las profundidades interiores, como muy bienpone de relieve E. Ceria: nDiremos que en los años de su máximaactividad no todos descubrieron qué hombre de oración era DonBosco; más aún, nos atrevemos a añadir que no siempre, ni siquie-ra aquellos que escribieron sobre sus cosas, penetraron a fondo ensu íntimo espíritu de oración, preocupados por narrar sus hechosgrandiososn.

Thmpoco el aparente desorden que reinaba en las casas de DonBosco, en sus difíciles comienzos, decía nada en favor de su santi-dad. Quien no conocía la üda de familia que se üvía en Valdocco,donde confraternizaban superiores y alumnos, donde reinaban so-beranos el temor de Dios y la caridad evangélica; quien tenía en sumente otros modelos educativos, podía dudar también de que eladoptado por el Santo fuese verdaderamente válido y formativo. oSi

Don Bosco tuviese realmente espíritu de piedad --decía para sí elfuturo Cardenal Parocchi, molestado por el alboroto que armabanlos chicos en la sacristía-, debería impedir semejantes desórdeneso.

Monseñor Tortone, encargado oficial de la Santa Sede ante elGobierno, en su informe, dirigido a la S. Congregación de Obisposy Regulares, el ó de agosto de 18ó8, sobre la marcha del Oratorio,no ocultará la openosa impresión) experimentada al ve4 en eltiempo de recreo, a jóvenes y clérigos (corre4 jrgar, saltar e inclu-so darse algún coscorrón, con poco decoro por parte de los unos ycon poco o ningún respeto por parte de los otros. El buen DonBosco, contento con que los clérigos estén con recogimiento en laiglesia, se preocupa poco de formar su corazón en el verdadero es-píritu eclesiásticon.

Don Bosco amaba ciertamente las cosas bien hechas, pero ja-más fue perfeccionista. Toleraba con bondad y paciencia las exu-

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berancias juveniles de sus colaboradores, contento con advertir enellos un espíritu de verdadera piedad, amor al trabajo, moralidad atoda prueba. Nadie mejor que él estaba tan convencido de que lascosas no nacen ni perfectas ni adultas: se van haciendo así sólo conel tiempo. nl-as obras de Dios -era su máxima- se cumplen ordi-nariamente poco a poco). Los hechos le daban la razón: sus em-presas comenzaban generalmente con cierto desorden, pero termi-naban en el orden.

Decía en 1875: nEn los primeros tiempos del Oratorio sucedíanno pocos desórdenes exteriores (...).Yo los veía, advertÍa a quien te-nía necesidad, pero dejaba que se fuese adelante como se podía,porque no se trataba de ofensas de Dios. Si hubiera querido acabarcon los diversos inconvenientes de una vez, habría tenido que man-dar fuera a todos los jóvenes y cerrar el Oratorio; porque los cléri-gos no se habrían adaptado a un nuevo régimen. Soplaba siempreun cierto aire de independencia que no consentía trabasu.

Don Bonetti habría deseado que en su colegio todo marchara ala perfección. Don Bosco le escribía: ul.o óptimo es lo que desea-mos>, pero añadía con sentido realista: uSin embargo, debemoscontentarnos con lo mediocre, en medio de tantos maleso.

Don Cafasso, su guía espiritual, no era de este parecer. Un día,en la plaza del santuario de San Ignacio de Lanzo, discutieron lar-gamente sobre este punto, paseando arriba y abajo. Don Cafassoinsistía: "El bien hay que hacerlo bieno. "El bien

-sostenía el discí-

pulo- a veces hay que hacerlo a Ia buena en medio de tantas difi-cultadesu. Los dos permanecieron en sus propias posiciones. DonCafasso no debía de compartir del todo el estilo de vida que se te-nía en Valdocco, si aconsejó a su hermana que no llevara a sus hi-jos a estudiar allí. En el Proceso relativo a la causa de beatificaciónde Don Bosco, que se desarrolló en diciembre de 191ó, el P. Alla-mano confirmó la verdad de este episodio: nDon Cafasso queríauna selección mejor en la aceptación de los jóvenes y más vigilan-cia y orden. Esto lo deduzco de la advertencia que Don Cafasso dioa mi madre, advertencia que yo mismo oí a mi madre, de que yo ymis hermanos frecuentásemos los estudios pero no el Oratorio,porque allí había poca disciplina y poco ordenu. Sin embargo, sumadre no siguió el consejo de su santo hermano; José Allamano hi-zo los estudios de bachillerato con Don Bosco.

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Su frecuente afirmació¡; ol-o óptimo es enemigo de lo bueno,interpreta realmente una de sus convicciones más constantes de su

vida. La manía de lo perfecto jamás paralizó sus iniciativas benéfi-cas. Siempre consideró más útil para la causa del Reino hacer el

bien, aunque fuera ua la buena), eu€ diferirlo en vista de un futurohipotético (mejor). También con un limón de desecho se puede

hacer una limonada pasable. Con personas mediocres el Santo sa-

bía hacer milagros.

Diremos, finalmente, que ciertas maneras de actuar del Santo,

ingenioso y desenvuelto, no siempre eran tales que pudieran dar lamedida exacta de su santidad.

La señora Beaulieu de Niza, que había conocido al Santo Curade Ars, estaba convencida de haberse formado una idea justa de lasantidad. Quedó sorprendida cuando, al participar en un banqueteen honor de Don Bosco, lo vio levantarse con el vaso en la mano ybrindar alegremente en honor de los convidados. u¿Éste es un san-

to?n, pensaba para sí. Cambió de idea cuando sintió que le decían

amablemente: usea que comáis, sea que bebáis, hacedlo todo en el

nombre del Señoro.

Cuando el benedictino Mocquereau lo vio delante de sí, ucon labarba sin afeita4 largos y despeinados cabellos, dejados con gran

desorden en todas direcciones, y con el hábito raído...n, se llevóuna impresión más bien decepcionante: uAquel primer momentofue para mí puramente naturalr.

Realmente por las calles de Turín, como por las de París, la no-bleza de su espíritu podía perrnanecer como obscurecida por las

apariencias del hombre dejado a la buena, por el porte (un poco

bamboleante -según

el testimonio de un antiguo alumno- al esti-lo del amigo del campesino, el buey, del que parécía que hábía co-piado la mansedumbre, latuerzay la constancia en tirar del cerro>.

Pero quien no se hubiera dejado llevar de la primera impresión,y lo hubiera observado más atentamente, sobre todo en el últimoperíodo de su vida, no habúa tenido dificultad para descubrir en

su rostro "la imagen de un hombre creado por Dios para algunacosa (...). Lo que impresiona en él es la finura de su sonrisa, el ojopícaro y un aire de bondad superior y de voluntad indomableu(Saint Genet, coffesponsal de I¿ Figaro).

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Santidad manifiesta

Santidad escondida y, al mismo tiempo, manifiesta; ésta es otra detantas paradojas de la vida de Don Bosco. Por temperamento y pordeliberado espíritu de humildad, se sentía movido a esconder sumundo interiof,, a ocultar lo mejor de sí; pero la santidad relampa-gueaba en sus ojos; se filtraba, como laluz a través del alabastro, detoda su persona; se podía descubrir en el conjunto de su comporta-miento. Como el artista deja grabada su impronta en sus obras, asíhabía dejado Don Bosco la impronta de su santidad en lo que habíapensado, hablado, escrito y hecho o mandado hacer: los buenos fru-tos indicaban la bondad del árbol. Y la confirmación de esta santi-dad se ve clara, entre otras cosas, en los miles de páginas de las ac-tas procesuales -que conocieron pasajes difíciles- en los que laüda de Don Bosco fue escrupulosamente pasada por la criba de pa-rámetros oficiales de santidad que, a partir del comienzo del siglo,se habían afinado, hechos más científicos y rigurosos.

Estudiando la causa de beatificación, consultores y jueces notardaron en darse cuenta de que, si aparentemente su vida parecíadispersa en mil actividades exteriores, en realidad tenía únicamen-te a Dios y sólo a Dios como centro de gravitación suprema. Era ver-dad cuanto sobre Don Bosco escribía Don Albera: oSi trabajarsiempre hasta la muerte es el primer artículo del código salesianoescrito por él (Don Bosco) más con el ejemplo que con la pluma, elecharse en brazos de Dios y no alejarse jamás de Él fue su acto másperfecton.

Era verdad cuanto afirmaba Don Rúa: ul-o que he podido notarconstantemente fue su continua unión con Dios. (...) Yo sacabamás provecho observando a Don Bosco, aun en las acciones máspequeñas, que leyendo y meditando tratados de ascéticao.

Insistía, a su vez, el Cardenal Cagliero: nEl amor divino se trans-parentaba en su rostro, en toda su persona y en todas las palabrasque le salían del corazón cuando hablaba de Dios en el púlpito, enel confesionario, en los sermones y en conversaciones privadas. Leoí repetir miles de veces: '¡Todo por el Señor y por su gloria!'. Esta-ba siempre en continua unión con Diosu.

De semejantes testimonios, dignos de crédito, resultaba eviden-te, en una palabra, que el impulso colosal que parecía multiplicar

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de Ia nada sus obras benéficas surgía de las profundidades de su

vida interior, de su total adhesión a la voluntad del Padre, a Cristo,

a su Espíritu y a la Iglesia. Brotaba, de forma cadavez más absolu-

ta y transparente, de su excepcional capacidad de unión con Dios'

u(Jno vida -se dijo con una imagen pintoresca de otros tiempos-toda a motor sobrenatural". La fuerza de ejemplo, de luz, de santi-

dad que, sobre todo en los últimos diez años de vida, se desprendía

de su persona era, de vez en cuando, irresistible.

Por haberse encontrado, muchas veces sólo fugazmente, con Don

Bosco, se lanzaron literalmente por el camino de la santidad heroica

---{omo se deduce de sus biografías- salesianos como los venerables

Augusto Czartoryski, príncipe polaco, y Andrés Beltrami; los sl¿rvos

de Dios Don Luis Variara y Monseñor Vicente Cimatti; los beatos DonMiguel Rúa, Don Felipe Rinaldi y Don Luis Orione; el santo Monse-

ñor Luis Versiglia, mártir en China. Y no son los únicos ejemplos. La

santidad de Don Bosco era verdaderamente contagiosa.

Se ha dicho que todos los santos son, en sentido figurado, hijos

del período gótico: llenos de la infinita aspiración hacia lo alto, ypara quienes lo suficiente jamás es suficiente. Así se revelaba Don

Bosco. oMe siento feliz -escribía

el Cardenal Vives y Tutó, ponen-

te de la causa- por haber tenido que estudiar a fondo la vida de

Don Bosco, porque he podido conocer que es un gran santo. Lo he

tocado con la mano: ¡qué tesoros de virtud! Un amor a la Virgen

que iguala al de los más grandes santos; un amor a la Pasión que

le ahogaba el pecho y, como contraseña infalible de santidad, era

extraordinario en lo ordinario, de suerte que nada se transparenta-

ba al exterior en la vida corriente. He estudiado mucho la vida de

Don Bosco y su figura me parece cadavez más providencialn.

oHe deshojado muchos procesos de causas -dirá también-,pero no he encontrado ninguno tan desbordante de espíritu sobre-

naturalr.

A su vez, el Promotor de la fe, el futuro Cardenal Salotti, ha-

biendo profundizado en el conocimiento de la vida de Don Bosco,

confesaba que había quedado impresionado, no tanto por su (pro-

digioso apostoladoo, como upor el edificio sabio y sublime de su

perfección cristianan. Y añadía, dirigiéndose a San Pío X: nPadre

Santo, si todos tuvieran un conocimiento íntimo y completo de es-

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ta faceta de la figura de Don Bosco, ¡cuánto mejor sería apreciadoeste hombre, que ya goza de una estimación tan profunda y uni-versalu.

nDios es admirable en su santuario>, dice el salmo. Más admi-rable y rico es, sin embargo, el templo que Él mismo se edifica conlas piedras vivas y elegidas que son sus santos. Don Bosco es unade estas piedras, más aún, es piedra angular por su papel de fun-dador y por ser la raíz de una gran descendencia espiritual. <paraencontrar otra figura de las mismas proporciones de Don Bosco

-afirma el Cardenal Schuster- hay que remontarse varios siglosen la historia de la Iglesia, hasta llegar a los santos fundadores delas grandes Órdenes religiosasn. uTal vez, vosotros, salesianos

-añadía en conversación con Don Eusebio Vismara, un pionerodel movimiento litúrgico en Italia- no conocéis aún toda la rique-za de virtudes y de vida interior que animaba a Don Boscou. Esbueno recordar que el gran Arzobispo de Milán tenía sobre su es-critorio un volumen de las Memorias Biográficas y leía cada nochealgunas páginas.

Es paradójica la afirmación de Jean Guitton, académico deFrancia. A la pregunta: o¿Qué sería la religión sin fe?o, el filósofodio la siguiente respuesta: ul-a fe es la adhesión a la verdad revela-da por Jesucristo, Dios hecho hombre: me vienen en seguida a lamente dos testimonios clamorosos, el de San Pablo v el de DonBoscoo.

En efecto, de Don Bosco se pueden subraya¡, la audacia, la ini-ciativa, la fantasía creadora, (pero no se pueden separar nunca es-tas cualidades tan llamativas del hombre Don Bosco, de su riquezainterior, hecha de rigurosa ascesis, de profundo sentido de fe ytambién de continua entrega al ministerio de la Iglesian (CardenalBallestrero). La sobreabundante e inintemrmpida riqueza de vidainterior de Don Bosco

-profundamente santG- ha sido significa-

tivamente propuesta a la atención de los fieles en memorables au-diencias de los Sumos Pontífices.

<Su estatura de santo -ha escrito significativamente Juan Pa-blo II- lo coloca, con originalidad, entre los grandes fundadoresde Institutos religiosos en la Iglesian. De Don Bosco él considera,nsobre todo, que Don Bosco realiza su santidad personal en la edu-

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cación, vivida con celo y corazón apostólico, y que simultánea-

mente sabe proponerla como meta concreta de su pedagogía' Pre-

cisamente tal intercambio entre "educación" y "santidad" es un as-

pecto característico de su figura: es "educador santo", se inspira en

un "modelo santo" -Francisco

de Sales-, es discípulo de un "ma-

estro espiritual santo" -José Cafasso-, y entre sus jóvenes sabe

formar un "alumno santo" -Domingo Savio-o (Iuvenum Patris,

n" 5).

En esta breve síntesis la voz osantidadu aparece siete veces en-

trelazada con el nombre de tres santos, a los que siempre prestó

gran atención Don Bosco, hombre y santo, a su vez' entre los más

iignificativos. También en él se verificó Ia ley espiritual según la

.nll lut criaturas más llenas de Dios son también las más sedien-

tas de É1.

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capÍtulo v

TAUMATURGOQUE NO ASUSTA

En los últimos lustros de su vida, Don Bosco tuvo fama de utauma-

turgo, con resonancias más que europeas. En realidad, la conücciónde que, bajo apariencias ordinarias en el santo, se ocultaran ürtudesy hechos extraordinarios, se había impuesto a sus colaboradores más

fieles, Ios cuales habían creado, en l8ó1, una Comisión a propósito,

encargada de tomar nota de las palabras y de los hechos más signifi-cativoi de su padre y fundador. El cronista Domingo Ruffino nos ha

transmitido el acta de la primera sesión: olas dotes grandes y lumi-nosas -escribe-

que se han dado en él y siempre admiramos, su

modo singular de dirigir a los jovencitos, los grandes proyectos que

demuestra tener en la cabeza respecto del porveni4 nos revelan que

en él hay algo de sobrenatural. (...) Todo esto nos impone la obliga-

ción de impedir que nada de lo que se relaciona con Don Bosco se

pierda en el olvido,. Siguen las firmas de los nombres más prestigio-

sos de los orígenes de la Congregación: Alasonatti, Rúa, Cagliero, Du-

rando, Francesia, Cermti, Ruffino, Bonetti, etc. Ahora bien, de sus

escritos, de sus testimonios y, luego, de otros innumerables, recogi-

dos en el transcurso de los años, emerge también fuertemente el per-

fil de Don Bosco taumaturgo. De hecho, es el sacerdote que lee los

secretos de las conciencias, adivina el curso de una vida, tiene sueños

o üsiones misteriosas, hace profecías, actúa a distancia, tiene el don

de curaciones y de milagros, experimenta la vejación diabólica, tiene,

hacia el término de la vida, fenómenos místicos.

Aunque un halo de leyenda puede haber amplificado ciertosepisodios, y aunque algunos no hayan sido suficientemente com-piobados, nadie puede poner en duda el superabundante cúmuloáe hechos preternaturales, críticamente ciertos, en los que abunda

la vida de Don Bosco.

Añadamos que la hagiografía moderna valora plenamente lomucho o lo poco de olegendarioo que florece alrededor de las figu-

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ras de los grandes santos. En ellos, en efecto, nDios manifiesta alvivo ante los hombres su presencia y su rostro> (LG n.50). Y estairradiación de lo alto determina, en el sentimiento religioso indivi-dual y colectivo, el sentido de estupo¡, de veneración, de estima,que pueden transcender el dato objetivo y desembocar en amplifi-caciones más o menos legendarias, que el hagiógrafo debe tener encuenta por el espesor espiritual que la leyenda transmite. <Laaproximación positiüsta a las vidas y a los milagros de los santos,que se limitase a romper la corteza para extraer el núcleo de las in-formaciones 'históricas'-escribe A. Vauchez-, dejando perdeq, alos ojos de los especialistas, la retórica hagiográfica, con sus luga-res comunes y sus hipérboles y las interpretaciones a posteriori desus méritos y de sus actos, se revela a este respecto particularmen-te perjudicial y reductivau.

La consecuencia que se sigue inmediatamente de esta premisaes clara: la üda y lo maravilloso de los santos, la lectura de los tex-tos que la transmiten, tienen una especificidad propia: (No se pue-den tratar como fuentes documentales

-diplomas, textos- ate-

niéndose a la problemática de lo verdadero y lo falso, de loauténtico y lo apócrifou. Porque está en juego una dinámica espiri-tual superior que la supera, si bien una hagiografía que se respeteno podrá desatender los cánones de la crítica histórica. La cienciahumana está llamada a desarrollar un papel muy alto. uY tampoco

-escribe Guardini- puede ser considerada en más de lo que val-ga. No podemos dejarnos intimidar por ella donde no le corres-ponde ningún derechon.

También este gran pensador cristiano había ya subrayado que laorientación íntima del santo, como toda su conducta consiguiente,ejerce un efecto incluso sobre los acontecimientos en cuanto instru-mento de las disposiciones divinas. <De aquí

-hacía notar él- la

impresión que los acontecimientos producen en la vida de los san-tos y que la leyenda luego interpreta con gusto con el concepto delpfodigio, aun cuando en algún caso no existió. Pero eso quiere sig-nificar algo que es justo: es deci4 que en la vida del hombre que se

da por entero a Dios, las cosas funcionan de modo diverso de comolo hacen en la vida de quien vive la voluntad propia>.

El hecho, por tanto, de que el hombre de hoy, a diferencia delhombre del Medioevo, sea excesivamente sospechoso frente a

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cuanto tiene visos de extraordinario, no es buena razón para no

hablar de ello. Entre la credulidad ingenua y la incredulidad siste-

mática hay espacio para la verificación respetuosa. uSi la Iglesia

-ai;o pablo vI- se muestra con frecuencia cauta y desconfiada

resplcto de posibles ilusiones espirituales de quien presenta fenó-

menos singulares, sin embargo, es y quiere ser extremamente res-

petuosa cJn las experiencias sobrenaturales otorgadas ¿ algunas

ulrrrur, o con los hechos prodigiosos que alguna vez se digna Dios

introducir milagrosamente en la trama de los acontecimientos na-

turalesr.

No sería, pues, justificada Ia desconfianza apriorística hacia lo

omaravillosou qt'te rebosa en la vida de Don Bosco' Ciertamente, ni

los milagror .rilur profecías, ni otros fenómenos extraordinarios,

pueden óonfundirse con la santidad, que es dinamismo heroico de

ia vida teologal y un hecho totalmente interior. Estos dones, esen-

cialmente deitinados al bien de la Iglesia, pueden, también, mani-

festarla y estimularla.

Ahora bien, el taumaturgo es un santo que impone, general-

mente, reverencia e incluso miedo, por su cercanía con Dios, por

el poder divino que atraviesa su persona; un santo, por lo general'

hierático y grave. Este tipo de santo no se parece en nada a Don

Bosco, (taumaturgo que no asustaD.

Extraordinario de resplandor suave

El poder divino, que irmmpe silenciosamente Y gasi a escondidas

en ia vida de Don Bosco, es tal que no todos lo adüerten. El mani-

festaba lo extraordinario -escribe Don Lemoyne- (con tanta

sencillez que pareció como de un resplandor más suave, más ase-

quible a nuestra pobre naturaleza>.

Si, por ejemplo, las hostias consagradas se multiplican en sus

-uro., sóloél ló sabe. Si multiplica, por centenares, los panecillos

del desayuno, el único que se da cuenta es Francisco Dalmazzo,

que se traUia escondido áetrás del santo sospechando el prodigio.

di, puru hacer felices a sus hijos, multiplica las castañas o las ave-

llanas -golosinas

entonces-, lo hace con la natural desenvoltura

á"t u.rtigio prestidigitador que saca de su chistera una cosa detrás

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de otra. Y cuando se difunde la noticia del hecho extraordinario, oalgún joven, con desenvuelta sencillez, le pregunta cómo lo ha he-cho, el Santo, entre serio y broma, suelta una palabra graciosa ydesvía la conversación.

Si posee, en medida nada común, el udon de las curacioneso, leresulta fácil convencer de que la verdadera autora de los prodigioses únicamente María. nEs Ella -declara- la taumaturga, la queobra las gracias y los milagros por el alto poder que ha recibido desu divino Hijou. Está tan convencido de ello, que no duda en hacerpublicar las gracias obtenidas en su nombre.

Muchos hechos, por su propia naturaleza, estaban destinados aperrnanecer en el olvido; piénsese en la revelación de los pecados,en la lectura de los pensamientos ocultos, en ciertas profecías des-tinadas a personas particulares. De este modo se podía vivir al la-do de Don Bosco durante años sin tener conocimiento de ellos. És-te es el caso de Ángel Savio, salesiano desde el año 18ó0, el cualdeclaró en los procesos: nAlgunos hermanos míos me aseguranque Don Bosco tenía dones especiales de Dios, como el conoci-miento secreto de los corazones y el don de las profecías: yo no es-toy en condiciones de pronunciarme sobre estos hechoso.

Monseñor Bertagna afirma lo mismo: oNunca tuve argumentosconvincentes para creer que eran verdaderas estas cosas).

Don Bosco estaba dotado de gran intuición psicológica; por esono era fácil establecer una línea de separación entre carisma y na-turaleza. En la sorprendente afirmación hecha al doctor José Al-bertotti: nDadme un joven menor de catorce años y yo hago de éllo que quieroo, hay que preguntarse si habla el carismático o elhombre. Probablemente el uno y el otro.

Mención especial merecen sus <sueñoso. Se sabe que el sueñoes el reino de la fantasía desatada, el producto de la inconsciencia.El sueño es esencial para la vida total del hombre: no es posible vi-vir sin soñar. Como todos, Don Bosco soñaba cada noche, pero al-gunos sueños se distinguían de los sueños ordinarios.

Algunas veces -lo afirmaba él mismo- se nfabricaban)) en sumente ulábulas, o <historias,, o (apólogosD, que contaba de buen gra-do a los jóvenes y a los salesianos, por su contenido moralizante y for-mativo. nTambién la historieta que os voy a contar os enseñará algoo.

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Otros sueños se caracterizaban no sólo por la lógica perfecta,sino que anticipaban acontecimientos futuros, iluminaban su des-tino de fundador, eran premoniciones de muertes inminentes y co-sas semejantes. Al principio uno les prestaba fso, los exorcizabacomo sutiles insidias del maligno; pero al final tuvo que rendirseporque estos sueños se revelaban como verdaderos. En su madu-rez, no dudará en calificarlos de usobrenaturalesn.

Sueños-visión, por lo tanto, cuyo esquema recoge elementos desu vida campesina y, después, de la experiencia de Valdocco; sue-ños de representaciones extrañas, pero siempre con denso conteni-do moral y espiritual, de los que se sirvió hábilmente el santo edu-cador para tener alejada de su casa la ofensa de Dios, para exaltarla belleza de la vida de gracia y de la amistad con Dios, para en-cender de entusiasmo a cuantos habían creído en su palabra sobreel porvenir glorioso de su obra.

Al lado de estos sueños, que podríamos llamar menores porquese refieren principalmente a la vida del Oratorio, hay que recordarlos grandes cuadros de los sueños mayores, relativos al origen y aldesarrollo de la Congregación, como el sueño de los <<nueve años>>,

en sus diversas versiones, los que se refieren a las misiones, al ca-risma y al espíritu salesiano, como el sueño del "emparrado de ro-saso, el de los "diez diamantesr, el sueño del "congreso de los demo-nios, con el fin de excogitar el medio más apto para destruir laobra salesiana y otros semejantes. Estos sueños mayores no sonmuchos, pero su importancia es difícil de calculan porque son, ba-jo el velo del símbolo y de la visión, verdaderos concentrados deascética y de espíritu salesiano. La tradición jamás ha dejado dereferirse a ellos como a fuentes de capital importancia.

Los más de ciento cincuenta (sueños) de Don Bosco descritosen las Memorias Biográficas forman una unidad sólida con su vida,con su magisterio, con su espiritualidad, con su apostolado. No seencuentra nada semejante en las biografías de los santos piamon-teses coetáneos suyos. Son un rasgo típico de su existencia con elque todo estudioso de salesianidad tiene que medirse, tal vez, sinalcanzar nunca el n5ss¡g¡. de Diosu, que se oculta en ellos, y el se-creto del hombre que los cuenta.

Pero es singular el hecho de que, mientras Don Bosco, por unlado, atribuye la máxima importancia a sus sueños en general, por

ó5

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otro parece , vna vez más, que recurre a la imagen del sueño paraocultar sus carismas. Parece deci¡, y de hecho lo dice, ulos sueñosse tienen durmiendo), son solamente <sueños>; sin embargo, pue-den enseñarnos muchas cosas. oNo hagáis de este sueño más casodel que puede merecer semejante materia>. uÉste fue mi sueño:cada cual lo interprete como quiera, pero sepa darle siempre el va-lor que se merece un sueñoo.

Un taumaturgo, se ve, que tiene todo el aspecto de no serlo, quesabe ocultarse con habilidad.

Evaluación correcta

Lo extraordinario, lo preternatural ocupa, como se ha podido ver,

un amplio espacio en la vida de Don Bosco. Se trata de evaluarlocorrectamente: sin exagerarlo ni desvalorarlo. No exagerarlo por-que Don Bosco, como se expresa Don Caviglia, ono es un santo alque se le escapen los milagros de la mano, como a San José de Co-pertino o a San Francisco de Paula, ni un Cottolengo que, confiadoen la Providencia, sigue a su corazón caso por casoD.

Lo que más cuenta en su vida no son los milagros, las profecías,las visiones; sino el heroísmo de su ürtud, el duro trabajo cotidiano,dirigido a eleva¡, tanto en el plano humano como en el espiritual, a

muchedumbres innumerables de jóvenes pobres y a la gente humilde;el empeño, jamás descuidado, por el advenimiento del Reino y el in-dustriarse continuamente como si todo dependiera de é1, aunquecontando únicamente con Dios, convencido como estaba de que ula

Providencia quiere que la ayudemos con nuestros grandes esfuerzoso.

Ni hay que desvalorarlo. olo extraordinario impregnó Ia religiosi-dad de Don Bosco y de su ambiente y fue estímulo para un tipo de

ascética y de acción apostólica" (P. Stella). Marcó, sobre todo, y muysignificativamente, su obra de fundador.

Cuando, por ejemplo, la aprobación de las Constituciones sale-

sianas encuentra en Roma dificultades insuperables, Don Boscorealiza dos curaciones instantáneas, humanamente inexplicables.Cura al sobrino del Cardenal Berardi; cura al Cardenal Antonelli,clavado en una silla por graves achaques. La intervención de estos

dos prelados fue determinante para su buena causa.

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nDecidme --confiaba un día a sus hijos- ¿qué podía hacer elpobre Don Bosco si no venía del cielo en todo momento algunaayuda especial?o.

Mirando el éxito de sus empresas, decía: nAquí se ve el dedo deDios, la protección de la Virgeno. Estaba de tal modo convencidode que vivía bajo una especial presión de lo divino, que afirmaba:ul.a Congregación no ha dado un paso sin que lo aconsejase un he-cho sobrenatural; no ha habido cambio o perfeccionamiento o am-pliación que no haya sido precedido de una orden del Señoru.

Podemos preguntarnos: ¿cuál ha sido su actitud interior frentea lo sobrenatural que atravesó toda su vida? Una reacción de ado-ración, profundamente humilde. La del siervo fiel, que se sienteinstrumento, sólo instrumento, en las manos de Dios, único héroede sus prodigios: <De estas obras, yo no soy más que el humildeinstrumenton. nEs nuestro Señor quien lo hace todo... Si hubieseencontrado en la archidiócesis de Turín un sacerdote más pobre,más mezquino, más desprovisto de cualidades -decía al P. FélixGiordano, de los Oblatos de María Virgen-, a ése y no a otro lohabría escogido como instrumento de las obras de que me habla; yal pobre Don Bosco lo hubiera dejado a un lado,.

En las páginas de su Testamento espiritual encontramos estasignificativa declaración: uYo suplico encarecidamente a todos mishijos que procuren, tanto al hablar como al escribil no contar niafirmar que Don Bosco ha obtenido gracias de Dios o ha hechomilagros de cualquier modo que sea. Cometería un grave error. Sibien es verdad que la bondad de Dios se ha manifestado en medidagenerosa conmigo, sin embargo, yo no he pretendido nunca cono-cer o hacer cosas sobrenaturales>.

La repercusión de lo maravilloso en su vida personal determinóun doble movimiento. El del profeta, asustado frente al poder divi-no que lo invade: uEstas cosas hacen crecer de modo espantoso laresponsabilidad de Don Bosco delante de Dioso. oCuando piensoen mi responsabilidad por la posición en que me encuentro, tiem-blo. Las cosas que veo que suceden son tan grandes que descargansobre mí una responsabilidad inmensau.

Y el de Maúa que engrandece al Señor por los prodigios que sehan obrado en Ella. En el círculo de sus íntimos o de sus bienhe-

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chores, Don Bosco no duda en conta4 con humildad, los hechosextraordinarios que van marcando su vida de educador y de funda-dor guiado por el principio: nEs necesario que se manifiesten lasobras de Dioso. Sentía que su vida estaba inseparablemente unidaa la de la Congregación; por eso hablaba de ello: oVeo que la vidade Don Bosco está toda ella entrelazada conla de la Congregación;y por eso hablemos de ella. Es necesario, para la mayor gloria deDios, para la salvación de las almas y el mayor incremento de laCongregación, que muchas cosas sean conocidasr.

Las cosas que se deben (conocer) son las magnalia Del: los sig-nos extraordinarios, los sueños proféticos, las curaciones prodigio-sas que acompañan su vida de educador y de fundador, que learrancaban expresiones rebosantes de confianza y de abandono enDios: n¡Dios está con nosotros!r; nEs obra suya cuanto se ha hechoy se hacer; oDios hace sus obras con magnificenciar; <NuestraCongregación está guiada por Dios y protegida por María Auxilia-dorar.

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Capítulo vl

UN SANTO FUNDADOR

Don Bosco pertenece a la constelación de los santos fundadores; es,

en efecto, el padre de una gran posteridad espiritual. Los Salesia-nos, las Hijas de María Auxiliadora y los Cooperadores salesianosfueron fundados directamente por él; otros gmpos, suscitados porel Espíritu Santo, viven su espíritu y realizan su misión con funcio-nes específicas diversas, dando origen a la nFamilia salesianao.

Reflexionando sobre los elementos que están en la raíz de la vo-cación salesiana y de sus desarrollos y que determinan su natura-leza y su finalidad, concentramos ahora nuestra atención enla ex-periencia carismática de Don Bosco fundador.

La aproximación correcta al carisma fundacional de Don Bosconos lleva a precisar y esclarecer mejor los términos, no siempreunívocos, de las voces de que se trata. Inspirándonos en lo que Fa-bio Ciardi ha publicado, recogemos sólo algunos conceptos útilespara nuestra reflexión.

Hacemos nuestra su distinción entre carisma "f,.e" fundador, elque se da al fundador en vista de la fundación,y carisma ndel, fun-dador, que se revela, en cambio, como una experiencia del Espírituque se debe transmitir a los propios discípulos para que sea vivida.

El primero es aquel odon particular que es concedido por el Es-píritu a un hombre o a una mujer en vista de la creación de unanueva institución de üda consagrada en la Iglesian. Este carismatiene su estructura específica: conlleva la irmpción del Espíritu delPadre y del Resucitado en el alma del fundadol con un conjuntode dones particulares, gracias místicas y pruebas interiores, abso-lutamente personales y por lo mismo no transferibles. Se adueñatotalmente de su persona y la guía irresistiblemente a realizar elproyecto de Dios sobre su vida.

El segundo es una experiencia que ncontiene, como en un códi-ce genético, las intenciones fundamentales y el proyecto fruto de la

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inspiración original; y está destinada a ser vivida también y reac-tualizada por sus seguidores de ayer, de hoy y de mañanao.

Los contenidos o los componentes de la experiencia carismáticade Don Bosco son muchos. Entre otros: su predilección por los jóve-nes, especialmente por los necesitados; su singular método educati-vo, que sabe evangelizar educando y educar evangelizando; el modoparticular de vivir la comunión fraterna y la práctica de los consejosevangélicos; el sentido eclesial, la promoción de las vocaciones sa-

cerdotales y religiosas, la urgencia misionera. Surge entonces espon-táneala pregunta sobre la relación entre carbma y espíritu salesiano.Son realidades inseparables. El uno acentúa el don del Espíritu; elotro es propiamente el estilo de vida y de acción de los salesianos, osea, el conjunto de las motivaciones, de las actitudes y de los com-portamientos con que se üve la realidad carismática.

Los discípulos crecidos directamente en la escuela del fundadortienen una presencia y un significado relevante, en cuanto que consu vida contribuyen a expresar contenidos y obras del propio caris-rrlzr, y por eso son considerados partícipes de este proceso y uquasicofundadoreso.

Tiatándose de una realidad viva y dindmica, el carisma en su ca-mino histórico debe mantenerse fiel a su propia identidad y, mien-tras tanto, adaptarse continuamente a los signos de los tiempospara el desarrollo de las propias imprevisibles capacidades. Es loque afirma Mutuae Relationes. La experiencia del fundador no sólodebe ser vivida, sino también siempre ocustodiada, profundizada yconstantemente desarrollada en sintonía con el Cuerpo de Cristoen perenne crecimiento' (n. 11).

Lo declara también explícitamente la Exhortación ApostólicaVita Consecrata: <El Espíritu Santo, además, lejos de separar de lahistoria de los hombres a las personas que el Padre ha llamado, laspone al servicio de los hermanos según las modalidades propias desu estado de vida, y las orienta a desarrollar tareas particulares, deacuerdo con las necesidades de la Iglesia y del mundo, E)or mediode los carismas particulares de cada Instituto" (n. 19).

Sin este continuo adaptarse y crecer según las necesidades, elcarisma del instituto corre el peligro, como ha precisado oportuna-mente Juan Pablo II, de uautocondenarse a desaparecero.

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Refiriéndonos al carisma de Don Bosco, no podemos prescindir

del hecho que este carisma lo califica como signo y portador del

amor de Cristo a los pequeños; principio y fuente de una fecundaposteridad espiritual (la Familia salesiana) e iniciador de una co-

rriente de espiritualidad entre las más ricas y actuales en la Iglesia.

El germen divino, presente en él desde su nacimiento, perma-

nece durante casi una treintena de años, en estado germinal. Eneste período el Espíritu santo, a través de un duro itinerario ascé-

tico y místico, lo impulsa hacia grados cada vez más altos de per-

fección. Le habla por medio de múltiples mediaciones: personas,

acontecimientos, cosas; con inspiraciones interiores, visiones ysueños. Suscita en él el deseo de la vida religiosa.

No podemos dejar en silencio el sueño tenido en I Becchi entrelos 9 y los 10 años, verdaderamente primera chispa que el EspírituSanto hace brillar en su mente y en su corazón, ilumina su porve-

nit le da valor y confianza y lo colma de alegría. En 1880 Don Bos-

co se encuentra en San Benigno con el Capítulo Superior. Se habla

del peligro de que las casas salesianas fundadas en Francia sean

suprimidas, como ya había sucedido con las de otras familias reli-giosas. El Santo asegura que sus hijos no corren peligro alguno,porque la Virgen ha extendido su manto sobre ellos y los protege.

Don Rúa le intemrmpe para decir que la Virgen protege a todos,especialmente a sus religiosos. Don Bosco responde: ul-a Virgenhace lo que quiere. Por otra parte, nuestras cosas comenzaron de

este modo extraordinario cuando yo tenía entre nueve y diez años.

¡Me pareció ver en la era de la casa a muchísimos muchachos! En-

tonces una persona me dice: -¿Por qué no vas a instruirlos?

-Porque no sé. -Ve, ve, te mando yo. -Yo estaba luego tan con-

tento que todos se dieron cuenta de ellou.

Parece como si hubiera sido realmente sólo esto el sueño, que

se renovará varias veces con nuevos detalles, y que le dio valolaunque sin socorrerlo en los momentos más críticos de su caminodel sacerdocio. Sin embargo, no es un sueño como tantos otros.Don Bosco lo sintió como una comunicación de lo alto, como unnuevo carácter divino impreso indeleblemente en su vida que con-dicionó todo su modo de vivir y de pensar.

Cuando, ya hacia los sesenta años, lo narre en sus Memorias,podrá interpretarlo en el luminoso fresco que conocemos y dibu-

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jarlo a la luz de las maravillas de Dios -mirabilia Dei- realizadas

a lo largo de su vida. Entonces, finalmente, podrá iluminar las zo-nas de sombra que antes habían permanecido oscuras, integrarlascon las luces y las obras que poco a poco la inspiración divina leiba sugiriendo y dejarnos así el patrimonio de una sugestiva sínte-sis, aunque incompleta, de su misión educativa, pastoral y espiri-tual. ¿Cuál es, pues, la iluminación fundamental, con la que e[ Es-píritu entra en su existencia y le manifiesta el proyecto de Dios ensu vida?

Para Don Bosco no fue fácil determinar este momento. Peropodemos colocarlo entre su ida al Refugio de la marquesa Barolo(1844) y la toma de posesión de la casa pinardi (184ó).

Cuando sus más íntimos colaboradores, un día de 187ó, le pre-guntaron si era verdad que había hecho algo de noviciado entrelos Rosminianos, Don Bosco, como nota Don Julio Barberis enuna de sus Cronachette autobiograftche, dio esta respuesta: (No,me vino la idea de inscribirme o entre los Oblatos de María aquí,en Turín, o entre los Rosminianosn. Y añadió: nMirando bien suespíritu, no me decidín. <Yo tenía un plan hecho y premeditado,plan del que no podía ni quería absolutamente separarme. Obser-vé si lo habría podido vivir en algún instituto ya existente; perome di cuenta de que no; y no me inscribí en ninguna institución;es más, pensé yo en rodearme de hermanos en los que pudiera in-fundir lo que yo sentía>.

La crónica continúa afirmando que sus proyectos estaban yamaduros en su mente por lo menos desde 1843-1844. pero los da-tos no coinciden. En aquellos años, en efecto, el Santo se encon-traba en el Colegio Eclesiástico y no tenía todavía una idea precisade lo que habría sido su verdadera misión. Podemos, en cambio,completar esta clara conciencia que él tenía acerca de su carismade fundador con las palabras con que abrió su conferencia a los di-rectores reunidos en Valdocco en febrero de 1876. Comenzó en es-tos términos: oUn pobre sacerdote tenía un vago pensamiento de ha-cer eI bien aquí, precisamente en este lugar, a los pobres muchachos.Este pensamiento me dominaba y no sabía cómo ponerlo por obra;sin embargo, no se apartaba nunca de mí; es más, era él el que diri-gía cada uno de mis pasos y cada una de mis accionesr. oPero sí séesto: que Dios lo queríar,

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Sea el que fuera el tiempo y el momento en que Don Bosco tu-

uo la seguiidad de su vocáción específica de fundador, sí queda

clara la percepción de que él se sentía con su vida un instrumen-

to, y sóló un instrumenio, del proyecto de Dios. Se sentía llamado

a réalizar empresas muy audaces, superiores a sus fuerzas' Mu-

chos estaban persuadidos de que él estaba bajo una presión sin-

gularísima de lo divino, que dominaba su vida, estaba en la raíz

á" ,.r, resoluciones más audaces y estaba dispuesta a explotar en

gestos inusitados.

Pero el camino estaba sembrado de obstáculos y dificultades de

todo género. Los mismos célebres (sueñosD, que a los sesenta

años, iuando los confió a sus Memorias y pudo leerlos a la luz de

su más completa experiencia, le nseñalaron -escribe

Alberto cavi-glia- el éxiio de sui empresas, no le dijeron nunca ni cómo debía

prevenirse, ni cómo debía hacer y con qué medios>. Esta ignoran-

iia luminosa que nunca le abandonó era la prueba objetiva de que

el plan estaba en las manos de Dios y, por eso, la empresa tenía

que arribar a buen fin.

Finalmente ,la aprobación definitiva de las constituciones potparte de la Santa Sede, el3 de abril de 1874, que costó a Don Bos-

Lo, lo podemos decir con verdad, lágrimas y sangre' sancionó defi-

nitivamente la Regla de vida de los Salesianos.

Yo tenía otra idea de la Congregación

No pretendemos hacer la historia de la aprobación de la sociedad

salesiana, de sus Reglas, de sus privilegios; historia que tiene perfi-

les de un prolongado martirio.

Sus ideas no encajaron siempre con las de la autoridad eclesiás-

tica, como resulta de los amplios informes escritos enviados a las

autoridades competentes.

Que estas ideas viniesen de lejos y fuesen el fruto de una lenta

evolución que él iba, poco a poco, realizando ante la urgencia de los

acontecimientos, podemos deducirlo de sus mismas afirmaciones.nHabía puesto --declaraba el 18 de octubre de 1878- los votos trie-

nales porque desde el principio tenía en mi mente la idea de fundar

una Congregación que fuera en ayuda de los obispos; pero, como no

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fue posible y me obligaron a hacer de otro modo, los votos trienalesson para nosotros más un obstáculo que una ventaja>. La mismaopinión expresaba a los directores reunidos en Alassio er año si-guiente: nSe introdujeron los votos trienales cuando yo tenía otraidea de la congregación. Tenía en mi ánimo fundar otra cosa biendiversa de lo que hoy es: pero me obligaron a hacerlo así y así seau.

Estas afirmaciones de Don Bosco hacen pensar en la historiade la Congregación y de sus Reglas, aprobadas en lg74; es decil elfatigoso y gradual camino recorrido desde los bosquejos primiti-vos de su proyecto y de los sucesivos desarrollos, hasta la formadefinitiva de la congregación hecha conforme a las exigencias dela legislación canónica entonces en vigor: oDon Bosco fue guiado

-escribe P. stella- por la prudencia romana a introducir muchasatenuaciones, tanto en lo referente a la naturaleza de la sociedad,como en lo referente a los deberes y derechos recíprocos de los su-periores y de los súbditos,.

¿Habremos de decir que la Iglesia ha modificado el carisma deDon Bosco? No es posible pensarlo, porque su función no es nsofo-car el Espíritu, sino probarlo todo y retener lo que es buenou (LG, n.12). El Espíritu que hace brotar los carismas es el alma de la Iglesia;no se contradice. Reconduciendo la institución de Don Bosco por elcauce de las Congregaciones clásicas, la Santa Sede la ha puesto encondición de expansionarse mejo{, perrnaneciendo la misma. Bajola presión de los acontecimientos y de las indicaciones de la Iglesia,el Santo esclarece y precisa aspectos todavía no bien definidos.Efectivamente, el desarrollo de los acontecimientos, portadores degracia, es lo que uhace que la Congregación se configure no como élla habúa querido, o como creía que debiera ser:, y esto no quiere de-cir que él no la haya querido así como se constituyó, ni mucho me-nos que quedara descontento por ellou (P. Stella).

Y tampoco quiere decir que la Congregación tal como ha veni-do definiéndose no haya conservado su originalidad y moderni-dad, o no refleje el verdadero rostro y el pensamiento de Don Bos-co. Lo confirma con su autoridad Don Felipe Rinaldi, tercersucesor del Santo.

.Él había ideado una pía sociedad que, aun siendo verdaderacongregación religiosa, no tuviese su aspecto exterior tradicional:

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le bastaba que tuviese el espíritu religioso' único factor de Ia per-

fección de los consejos evangélicos; en lo demás creía que podría

pf.g"^t."v Ui"n u'út "*igátiut d-" 19s tiempos' Esta elasticidad

de adaptación a todas tu'"fotrnut de bien que van surgiendo de

continuo en el seno d. la hrr*unidad, es el espíritu nroqio de nues-

tras Constituciones; y el día en que se introdujese en ellas una va-

riacióncontrariaaesteespíritu,nuestraPíaSociedadhabríadeja-do de existiru.

oTodavía no ha sido ilustrado plenamente el concepto que

nuestrosantoFundadortuvoalcrearsusociedadreligiosa.É,lleimprimió.t.a g"rriul modernidad que' conservando rígidamente el

.ríI.il**t*,urriiut de su método eáucativo' le impidiese al mismo

tiempo fosilizarse en las cosas accesorias y sujetas a cambios con

el andar del tiempo. Nuestras constituciónes están impregnadas

de un soplo de uq,,.itu perenne vitalidad que emana del santo

;;""g"ii;, el cual, y precisamente por esto' es de todos los tiempos

y rico siempre "n.t,'lóuo'

manantiales de vida''

Aquella frase suya ume obligaron.a hacerlo así' y así sea>' no

es, por tanto, tt u"io de dolorosa resignación' sino el Amén gozo-

," á"fp.ár",u q,r" ri"gá al final-de "' óu""tu' Lo demuestra la so-

lemne declaración ;;;l; q"t abre su olntroduccióno a las Consti-

tuciones salesianas: nNuesiras Constituciones' muy queridos hijos

en Jesucristo, fueron definitivamente aprobadas por la Santa Sede

el3deabrildetgz4.Esteacontecimientodebesersaludadopornosotros como uno átlos más gloriosos para nuestra Sociedad'

pues nos asegura á"" "l la obsárvancia de nuestras Reglas nos

apoyamos en bases estables' firmes y podemos.d"-ttt infalibles'

p'""1 f"]"frUl" es el juicio del Supremo Jérarca de la Iglesia que las

ha sancionadoo.

Las Constituciones no son para el Santo solamente el camino

""rábl"' que conduce al amo! sino también la púrpura de oro que

cubre su carisma y su espíritu' realidades vivas y dinámicas en pe-

renne crecimiento. iáft así se explica su constante recomendación

sobre Ia importancá-y-pra",i.u áe hs Constituciones. nHaced que

"ááu p,rrr,o'¿" fu n"grá

'"u t'"' recuerdo míou; uEl único medio para

propagar el erpiriiu? la Congregació¡ es la observancia de la Re-

'rr-* ."Ñt aun las .*u, u.t"ttut !''á"tt hacerse en contra de ella''

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Page 73: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

Sólo al fin de su largo camina4 pudo comprender Abrahán laamplitud y la profundidad de la voluntad de bios respecto de é1.Lo mismo debe decirse, en su grado y niver, respecto d. iio" no.-co. celebrando la santa Misa en la igiesia del ságrado corazón deRoma, en mayo de 1882

-pocos -.r., antes de iu muerte_ quin_ce veces se llenaron sus ojos de lágrimas. Estaba como absono enun mundo lejano: se volvía u rr"r

"ñ ra pequeña casita de I Becchi yretornaban a su memoria las palabras áel primer,tr"no:-"e ,r,tiempo lo comprenderás todon.

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CapÍtulo Vll

SANTO PíCARO

Las palabras npícaroo, upicardía,, pueden tenef,, en el uso corrien-

te, un significado peyorativo. En este sentido, la Gazzeta operaia, en

,rn u"rr.ñoro artículo del 15 de octubre de 1887, con el título: Pícaro

Don Bosco,lo presentaba como un sacerdote ointrigante), (astuto)'

otaimadoo, capazde trastornarlo todo en provecho propio'

Pero también existe la connotación positiva. La picardía opuede

sel en efecto, expresión de inteligente sentido común, de pruden-

cia perspica z para aprovechar santa y saludablemente las situacio-

tr.r' 1n. Vigattó). Pícato es, por lo tanto, el hombre previso4 -avisa-

do, piecaviáo, sagaz, q.t" sáb" salir de apuros-en las dificultades

¡ugando con inteligencia; el hombre que no se deja engañar y sabe

álluntur los propiós fines utilizando medios honestos, incluso im-previsibles.

Es en esta óptica en la que debemos mirar la upicardía' de

Don Bosco, sin olvidar que, en el caso de un santo, se trata del

don de la ncienciau, ",tyá

propiedad es la de perfeccionar, bajo la

acción iluminadora deÍ Eipíritu Santo, Ia virtud de la fe, la cual

conduce a in:rzgar rectu*"nie sobre las cosas creadas' en sus rela-

ciones con Dios, aunque de una manera superior a la del común

de los cristianos.

Hacerse el bonachón sin serlo

La fama de sacerdote santamente pícaro, Don Bosco la tuvo prác-

ticamente siempre. uMuchas veces -escribe

J.B' Lemoyne- he-

mos oído decir á personas extrañas, además de las que le conocían

de cerca: 'Es verdaderamente singular: este hombre lo adivina to-

do. ¡Qué picarón!'n. siempre existió en él la vieja picardía_del pres-

tidi¿itador que encantabá a su pequeño público; algo de la refina-

da sabiduríá campesina, que sabe defender tan bien los propios

intereses.

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La gustaba el proverbio piamontés: ufé 'r bonom sensa esro: ha-cerse el bonachón sin serlor. n¿sabes

-le aclaraba un día a un sa-cerdote suyo- qué significa ser pícaro? ¡saber hacerse el bona-chón! Así hago yo: dejo que digan todo, esóucho, estoy muy atentoa las

-palabras; pero después, para decidi¡, lo tengo todo en cuenta

y así llego a conocer perfectamente todo>.La casa de Nizza atravesaba un período de grave desconcierto

económico. El director Don Ronchail no se atrevía a presentarse alos bienhechores, importunados ya por tantas insistencias. uSé pí-caro -le dijo Don Bosco-, los dineros que sean para tus hijos; Lsmortificaciones reténlas para ti,. q,r..i;decir: oño aflojes; insiste,pero con santa picardíar.

Para hacer el bien, su bien -observa A. Caviglia_, él tiene ne_

cesidad de todos, osean güelfos o gibelinosu. Su ñabilidad está pre_cisamente en esto: uaprovechar lo que hay de inconscient. e., ellosy el lado- bueno que hay -si no se quieré ser del todo pesimista-en todo hombre, aun cuando esté movido por ideas q,r. d" buenoparece que tengan bien pocor.

Para liberar el bien que existe en el corazón de todo hombre,nota su primer biógrafo, sabía aliarse, con medios honestos, con elmismo amor propio de sus interlocutores. Teniendo que tratar conpersonas que le eran hostiles, mal dispuestas, c,ru.tdo use dabacuenta de que razones de conveniencia, de caridad o de debe4, na_da iban a logra¡, é1, con su arte delicadísima y sin sombra de adu-lación o de mentira , se aliaba con eI o*o, propio de tales personas ysabía tocar de tal modo esta cuerda, que le hacía dar la nota q,r. áltenía en su mente. una palabra de elogio, un recuerdo honoiable,un acto o una frase de estima, de confianza, de respeto, hacía de_sapareceL la mayor parte de las veces, toda dificultai o aversiónu.

El mismo comportamiento usaba con los suyos, abundando siem_pre en la alabanza, con los bienhechores y con lodos. cuando atribu-ye a la madre la edad de la hija, o cuatrdo alaba a la sirvienta avarade un piárroco amigo suyo, sabe que hace cumplidos agradables, delos que no se deriva más que el bien, y esto es lo'que el qiiere.

Sus profecías contra la casa Real, ufunerales en la corten, de-sencadenaron las iras del Conde General D,Angrogna, el cual, pre_sentándose rápidamente en valdocco, cubrió á oo" Bosco áe in-

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sultos, amerr¡zándole seriamente' El Santo reaccionó con mucha

."f-", apeló a la honorabilidad de aquel hombre de armas que no

páái" ft"trt u u' hoÁbre inerme, alabó su coraje y valoq y se lo hi-

zo amigo. Los dos brindaron juntos'

El telegrama con que daba gracias a la condesa Jerónima Uguc-

cioni, que"le había pr"purado Io necesario para e] viajg de Floren-

cia a'Roma, demueitra con cuánta gracia y picardía-sabía conquis-

iurr" u sus bienhechores. "Mi buena mamá' Nuestro viaje'

.tinp."¿o; pollo óptimo ha hecho un formidable servicio' Vino ex-

celente: botella quedó totalmente vacíao'

Escribe a la condesa Bonmariti Mainardi de Padua: ol,a última.tra, qt'r" nos hablamos, no recuerdo con precisión la.cifra' pero me

pur"." que quería en broma hacerme un regalode diez o doce mil

iirur. Nó lo recuerdo bien. Pero acepto la una o la otra cifra: mejor

la segundar.

A Don Blas Foeri, cooperador deLanzo' no duda endecirle: ul-a

expedición de misioneroJ está programada' pero me faltan los me-

áiá, pu.u llevarla a cabo. Decii a usted que vaya como misionero'

fu."É"riu algo extraño; así que mande un misionero pagando sus'gurür, y lasámas q.r" il gaiarápara Dios serán mérito de usted''

Hay en éstos, como en tantos otros pequeños retazos de su co-

rrerpó.rderrcia, sencillez y humor, pero ¿cómo- no descubrir esa

pit.u a. innocua picardía que le era tan habitual?

No se dejaba engañar

Santamente pícaro, Don Bosco no era hombre que se dejase enga-

;;;;; al que pudieran contar cuentos o hacer trampas' oEl Carde-

nal -escribe a Don Dalmazzo-te esperaba para hacerte hacer de

polichinela. Estaremos precavidos también en esta (situación)o.

El ministro de Exteriores le promete (mares y montes) para el

viajedesusmisioneros:nVeremos-escribe-si'dejándoleaéllapropiedad del mar y de los montes, me da algo para cruzarlos''

EnRoma,laconstruccióndelaiglesiadelsagradoC¡razónen-gulle cifras ingentes que no dan- respiro al pobre Don Boscq mu-

chos quieren entromeierse y todo se complica' Entonces el Santo

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corta por lo sano y escribe a Don Dalmazzo: nConsidero indispen_sable que el cardenal Vicario no se rompa más ra cabezaen las co-sas materiales y deje al soro cura que pága el despacho de los ne-gociosn. uEn vez de criticar lo que construimoJ en Roma, másvaldría que ciertos señores p..r.urár, en darnos dineror.

cuando en 1884 se celebra en Tirrín la Exposición Nacionar deIndustria, Don Bosco participa en grande cón la -.¡t.-Áaqrrirruque existía entonces en el mercado, la oreina de las máquinasn, co_mo fue inmediatamente bautizada. Los visitantes podían asistir ala transformación de los trapos en papel, del papel'a ü i.rrpr.riorr,de la impresión a la encuadernacion ael iiu.o.'rá¿or, op"rio, y rri-sitantes, consideraban a Don Bosco merecedor del prim'er premio.La comisión, anticlerical y masónica, le asignó soló h meáaila deplata. El Santo la rechazó con dignidad y

-firmeza, tu-ui* t irocallar a la prensa. En su carta de piotesta áecraraba .rrtr" otru, .o-sas: nMe basta haber podido concurrir con mi obra a ru grurrdio.umuestra-del ingenio y de la industria italiana y de haber i",'or,.u-do con los hechos la premura con que, .r, él ..rrro de cuarentaaños, he lrabajado para promove¡ junto con el bienestar moral ymaterial de la juventud pobre y abándonada, el verdad.ro p.ogr._so de las ciencias y de las artes>.

cuando están enjuego intereses superiores, Don Bosco se reve-la no sólo^hábil diplomático, sino tamtién luchador audatz:.E., toque se refiere al bien (como sus instituciones) de la juventud enpeligro_o sirve para ganar almas para Dios, yo me lanzo hasta contemeridad,. Al teólogo Rho, compañero suyó, hermano del inspec_tor de los-estudios y su aliado en el intentá d. qr. se cerrase'lasescuelas de valdocco por falta de docentes tituiados, escribe conun.lenguaje insólitamente duro, casi hiriente: (Teólogo Rho (sic!)(...). Tú apelas a la ley que es superior a todo y a toáos. yá ¿iriaque la justicia debe t:egular todas las leyes... Tú añades que desdehace tres años el sr- Inspector insiste

".r q.r" yo me ajuste a la ley.

Yo contesté que todos los inspectores, toáos ios ministros de Ins-trucción Pública siempre han alabado, aprobado, ayudado y subsi_diado este Instituto durante más de treinta anos. Tenía que apare-cer un amigo, un compañer-o de escuela, para proporr"a

"i cierre, y

proponer la clausura cuando con no pequenas molestias yo *e ha-bía puesto en toda regla ante la leyo.

- '

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El hombre más comprensivo del mundo no toleraba que sus jó-venes fuesen víctimas de vejaciones injustas'

Beneficencia galante

Don Bosco fue acusado de picardía desenfadada, de manejos fraudu-

lentos y de otras cosas; no sólo por la prensa ---cierta prensa- que le

era hostil, sino también por personas bien intencionadas, que no

eran capaces de comprender la altura de sus sentimientos y la recti-

tud de intención con que él obraba, únicamente moüdo por el deseo

de la gloria de Dios y de la salvación de las almas. Quien no lo cono-

cía a fondo, viendo solamente sus gestos más audaces y el exponerse

con desenvoltura frente a la opinión pública, podía juzgarlo como

un sacerdote temerario y hasta exhibicionista. Un ejemplo lo pueden

ofrecer lasloterías públicas -no las internas que montaba con finali-dades educativas- que organizaba movido por necesidades extre-

mas: sus cuentas, en efecto, estaban siempre en números rojos.

La del año 1861 no podía suceder en un momento más desfavo-

rable: las relaciones entre Estado e Iglesia estaban tensas al máxi-mo; su misma casa había sido objeto de dos registros minuciosos(18ó0-1861); ¡pero había tantas bocas que saciar, tantos venci-mientos improrrogables! Se remangó los brazos y puso manos a la

obra. Movilizó media ltalia, por no decir toda: el Alcalde de Tuún,el marqués Rorengo Rorá, al que adjudicó la presidencia; los Pre-

fectos de las Provincias anejas; los Alcaldes del Piamonte; losmiembros de la Casa Real. Se interesó también a Pío IX, a nume-

rosos Obispos, a muchísimo clero, a seglares pudientes y amigos.Los billetes se distribuyeron, a millares, a quien los quería y aquien no los quería. Al barón Feliciano Ricci de Ferres, después de

un primer bloc, le mandó otro, que fue devuelto; pero Don Boscono cedió, como se desprende de esta simpática cartita: "La SeñoraBaronesa nos ha devuelto los billetes. Piénselo bien: porque si me

encontrara en necesidad absoluta, recurriré igualmente a su cari-dad y usted, en su bondad, no sabrá negarse. Así Usted mandaráluego dinero sin que yo le pueda dar billetes de lotería,.

Fue un trabajo colosal, recuerda el biógrafo, hecho en granparte a pluma por Don Bosco y sus colaboradores: nProporciones

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colosales había alcanzado el trabajo de mandar cartas y billetes delotería a toda clase de personas, no sólo en Türín, sino también enlas provinciaso. Está ciertamente en juego el talento del santo co-mo buen gestof,, pero también su aguda previsión, su modo sagazy original de resolver (en tiempos tristísimos> una actividad designo claramente religioso, aunque en nada contraria al clima pa-triótico del tiempo. En efecto, todos veían que las sumas recogi-das eran para el bien de los jóvenes y de las clases más pobres; to-dos podían darse cuenta de que los sacerdotes, trabájando sindescanso, no estaban ociosos ni eran reaccionarios, como algunospensaban.

A los políticos, creyentes y no creyentes, a los filántroposcontrarios a la Iglesia, a todos en una palabra, el Santo con susloterías y sus constantes peticiones de ayuda, ofrecía un umodo

-como fue bien escrito- de hacer el bien, por así deciq, galan-te>, esto es, bien acogido, no comprometedor. y esto no es inge-nuidad.

Inocente picardía

La picardía de Don Bosco se manifiesta también en gestos senci-llos, casi irrelevantes, pero que tienen su significado. para mostrarsu reconocimiento al arzobispo de Buenos Aires, le envía desdeItalia dos cajas de vinos muy selectos: Bordeaux, Málaga, Grignoli-no, etc. Sin embargo, las botellas debían tener la apariencia de vi-no muy viejo. ¿Qué es lo que hace Don Bosco? Escribe a su secre-tario que eche sobre las botellas un poco de polvo (paraennoblecer el origen del vino y darle una existencia más añeiau. Eldon resultará más agradable.

El objeto más apreciado de una de tantas loterías no había sidoretirado por el agraciado por la suerte: Don Bosco, como resultade testimonios, organizó una minilotería, pero pensó que el núme-ro ganador sería bueno que él se lo guardase en el bolsillo... El pre-mio fue suyo.

De paso por la costa de Liguria, después de una famosa cuesta-ción hecha en Francia, los directores de la zona, siempre endeuda-dos como é1, le salieron al encuentro esperando recibir alguna ayu-

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da del buen padre; pero éste con toda sencillez y franqueza hizover que no tenía dinero. Y era verdad: previendo el asalto de sus

hijos, por medio de persona de confianza, lo había hecho llegar aTurín, a Don Rúa.

Para demostrar a los bienhechores más insignes su gratitud, se

ingeniaba para conseguirles honores tanto eclesiásticos como civi-

les, pero quería ser él quien compareciera. oSi hay que hacer gas-

tos -escribía a Don Dalmazzo, que estaba en Roma-, háganse,

pero deseo hacerlos yo para poder decir que es un regalo. Lo que

iesultará más provechoson. Deseaba también que, en los límites de

lo posible, la entrega de diplomas se revistiese de cierta solemni-

daá, descendiendo a detalles que, al cambiar el clima cultural, hoy

pueden hacernos sonreí¡, pero que entonces tenían segura eficaciapsicológica.

nRecibido el Breve de Benítez y el Diplomapara Don Ceccarelli

-escribía a Don Cagliero- tú te entenderás con Don Fagnano.

Llevarás todo personalmente. Invitarás a la Comisión del colegio ya los amigos del uno y del otro. Don Tomatis prepare un bonitodiálogo para recitarlo en esa ocasión; y dos jóvenes lleven en una

bandeja el Breve del Comendador y en otra el Diploma; pero tú yDon Fagnano acompañaréis a los alumnos, tomaréis, etc. y los

pondréii en sus manos. Son cosas a las que hay que dar toda la

importanciar.

Su picardía -él habla también de osantas industriaso- eÍano eufemísticamente (santa>; no tenía nada de tortuoso o turbio,no degeneraba en astucia; era sano sentido práctico el que le mo-

vía a usar todos los medios lícitos para llamar la atención sobre

su obra con vistas a la omayor gloria de Dios y a la salvación de

las almaso.

Y también quería santamente pícaros a sus jóvenes. nEn el

mundo -les decía, haciendo suyas las palabras de San Felipe Ne-

ri- hay muchos locos y muchos pícaros. Los pícaros son los que

trabajan y sufren un poco para ganarse el Paraíso; los locos son los

que se encaminan hacia la eterna perdiciónu.

Habiendo hablado de las (astucias> de San Atanasio para des-

baratar las insidias de sus enemigos, terminaba su plática con esta

convencida exhortación: nQuisiera que todos vosotros fuerais san-

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tos de esta clase. Sí, queridos míos, procurad haceros santos en se-rio; pero de esos santos que, cuando se trata de hacer el bien, sa-ben buscar los medios, no temen la persecución, no ahorran es-fuerzos: santos pícaros que buscan prudentemente todos losmodos para conseguir su intento>.

Picardía, sí, pero como camino para la santidad.

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Capítulo v¡u

SANTO ALEGRE

uEl primer aspecto que nos llama la atención en la santidad deDon Bosco, y que está en él como para ocultar el prodigio de la in-tensa presencia del Espíritu, es su actitud de sencillez y de alegríaque hace parecer fácil y natural lo que en realidad es arduo y so-brenaturaln (E. Viganó).

El gozo, del que la alegría es su manifestación o explosión exte-riol forma parte de Ia santidad cristiana, Es, en efecto, como se

expresa Pablo VI en su Exhortación sobre la alegría Gaudete in Do-mino, (participación espiritual en el gozo insondable, humano ydivino ala vez, que se encuentra en el corazón de Cristo glorifica-do (...).Aquí abajo brota de la celebración conjunta de la muerte yde la resurrección del Señorn.

Es el gozo que el Espíritu Santo infundió en María, en su primaIsabel, en Simeón, en Jesús. Santos tristes no existen: serían tristessantos, decía San Francisco de Sales. uEl demonio -repetía

a suvez Don Bosco- tiene miedo de la gente alegren.

Pero no todos los santos han manifestado su alegría del mismomodo. Las vidas de Santo Tomás Moro, de San Felipe Neri, de DonBosco, están tan rebosantes de alegría que podrían ofrecer materiapara una "teología de la alegríao.

Tanto cuando bromea, como cuando habla de cosas serias ocuando reza, Don Bosco da color a la vida y difunde alegría. Podíaleerse la alegría en sus ojos luminosos y profundos, en su rostroninvariablemente sonriente, fascinante e inolvidable, (P. Albera).Se podía ver en sus ocurrencias, llenas de agudeza y buen humor.Después del disparo que por poco le mata, exclamó: o¡Pobre sota-na mía! Lo has pagado túr. Decía: "Vayan las cosas como se quie-ra, con tal que vayan bienn. <En cuanto encontremos un buey sinamo, quiero que estemos alegresn. Repetía: <<La.etare et benefacere elasciar cantar le passereo (¡Alegrarse y hacer el bien y dejar quecanten los pájaros).

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A un muchacho descalzo le dice: nVen a Turín; allí haré que tearreglen los zapatos,. No perdió el buen humor ni en el lecho demuerte: uViglietti, dame un poco de café helado, pero que esté muycalienter.

La alegria amplia y profunda que rezuma de la persona de DonBosco es, como escribe E. Viganó, muchas cosas a lavez: nEs el go-zo de vivi4 manifestado en lo cotidiano; es la aceptación de losacontecimientos como camino concreto y atrevido para la esperan-za; es la intuición de las personas con sus dones y sus limitacionespara formar familia; es el sentido agudo y práctico del bien con laíntima convicción de que es (en nosotros y en la historia) más fuer-te que el mal; es el don de predilección por la edad juvenil,.queabre el corazón y la fantasía hacia el futuro e infunde una flexibili-dad inventiva para saber asumir con equilibrio los valores de lostiempos nuevos; es la simpatía del amigo que se hace amar paraconstruir pedagógicamente un clima de confianza y de diálogo quelleva a Cristo; es un emparrado de rosas que se recorre cantando ysonriendo, aunque bien provistos de zapatos que defiendan de lasnumerosas espinasu.

La juventud siente con mayor frescor el halo de la felicidad.Don Bosco lo había comprendido, desde que, juglar y saltimbanquiimprovisado, sabía mantener alegres a sus jóvenes amigos para ha-cerlos más buenos.

Estudiante en Chieri, había fundadola "Socitlnd de Ia alegría".Fi-nalidad: tener alejada la umelancolía y estar siempre alegresn; cumplir(con exactitud los deberes escolares y religiososo. Pero todo Oratoriosuyo o instituto se convertirá en una oSociedad de la alegría) y, en to-da reunión, él mismo imprimira la dirección de la alegría; despediÉ asus amigos con un uEstiá alegre,, que los hacía saltar de contento.

nPuede decirse que no pasó ni un solo día ---escribe J.B. Lemoy-ne- sin que, con modales chistosos o narraciones amenas, excita-se la hilaridad, o en las reuniones públicas o en las charlas a losalumnos, o en los corrillos que formaban a su alrededor sus sale-sianos o sus jóvenes, en los viajes, en las casas o palacios de losciudadanos, en una palabra, donde quiera que apareciesen.

Aunque podemos estamos seguros de que su vida fue un silen-cioso martirio, él aparecía siempre con rostro alegre. Cuanto mássufría, más alegre se mostraba.

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Undécimo mandamiento

La alegrta es el oundécimo mandamiento de las casas salesianasD

(A. Caviglia). Es uno de los grandes secretos del sistema preventi-

vo. Como San Felipe Neri, Don Bosco no se cansó nunca de repetira sus jóvenes: uEstad siempre alegresr; oservid al Señor estando

alegresu; nVivid con la mayor alegna, con tal que no cometáis pe-

cadoso.

Guiado por la experiencia y por una segura intuición pedagógi-

ca, sabía que para crecer bien, en el espíritu y en el cue{po, los jó-venes tienen tanta necesidad de alegría como de pan. "La alegría

corresponde, en grado altísimo, al tono general de la vida del niñoy del joven. Niños y adolescentes pueden crecer bien sólo en am-

bientes donde exista mucha alegría y una atmósfera de serenidadgeneralu (M. Keilhacker). iQué bien lo había comprendido el San-

to! <Don Bosco -escribe

P. Braido-, mucho más comprensivo eintuitivo que muchos padres, sabe y comprende que el niño es unniño y permite y quiere que lo sea; sabe que la forma de vida del

muchacho es la alegría, la libertad, el juego, la "sociedad de la ale-

gría". Sabe que, para una acción educativa normal y profunda, el

muchacho debe ser respetado y amado en su espontaneidad, que

no consiente opresiones, coacciones ni violenciasr.

Un verano, hacia la mitad de los años cincuenta o poco antes,

Don Bosco se llevó consigo a la quinta del barón Bianco de Barba-nia, en Caselle, para unas breves vacaciones, a cuatro o cinco mu-chachos entre los que más se lo merecían. Cuando, por la noche,

subían la escalera que los conducía al descanso en las salas de

arriba, iban precedidos por un lacayo que llevaba en la mano uncandelabro doble encendido. Corriendo velozmente el vivacísimoCagliero se Ie acercó y de un soplo apagó las dos velas dejando a

todos en la oscuridad. El barón no ocultó su contrariedad; pero

Don Bosco, con voz dulce y confidencial, lo serenó murmurándolea la oreja: ,,A son masnd!(¡son muchachos!). Compadezcámoslosn'El relato es de viejos salesianos, pero cuántos, más significativos,se encuentran en su vida.

En su exhortación sobre la alegrta, Pablo VI afirma que la ale-gría cristiana supone al hombre capaz de alegrías naturales; oHaúa

falta también un paciente esfuerzo de educación para aprende¡, o

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aprender de nuevo, a gustar sencillamente las muchísimas alegríashumanas que el Creador pone ya en nuestro camino: alegría jubi-losa de la existencia y de la vida (...), alegría y satisfacción del de-ber cumplido, alegría transparente de la ptJÍeza, del servicio, de laparticipación, alegría exultante del sacrificio. El cristiano podrápurificarlas, completarlas, sublimarlas: no puede desdeñarlasn.

En estas afirmaciones se descubre a Don Bosco; é1, que siemprese prodigó para que no faltase a los jóvenes la alegúa desbordantede los recreos bulliciosos, del deporte, de los paseos, de la música,del canto, del teatro, de la gimnasia. Mientras se lo permitieron susfuerzas, cuando estaba en casa, era él mismo el alma del recreo. Laúltima competición en carrera, en que tomó parte, se remonta alaño 1868; tenía cincuenta y tres años, sus piernas ya estaban hin-chadas, pero todavía conservaba una agilidad maravillosa.

El día de carnaval en el Oratorio se enloquecía de alegría. Lacrónica de Don Ruffino describe el horario del día: Misa tempra-no, después desayuno y hora y media de juegos; comida especialcon vino y fruta; por la tarde, recreo con los tradicionales bastona-zos a las piñatas, clase por clase; seguían las Vísperas, alegradascon el chispeante diálogo entre el teólogo Borel y Don Cagliero, yla Bendición. Teatro y cena especial cerraban la jornada. Despuésde las oraciones de la noche y la palabra paternal de Don Bosco,rendidos, pero con el alma rebosante de alegrÍa, los jóvenes se reti-raban a descansar.

A diferencia del canónigo Allamano, ahora Beato, que duranteel carnaval no permitió nunca la más ligera diversión, Don Boscoquería enseñar con hechos que se puede estar santamente alegressin ofender al Señor.

Secundando a los jóvenes en las cosas que les gustaban, DonBosco conseguía hacerles amar aquéllas a las que ellos no se sen-tían inclinados por naturaleza, como el estudio, el trabajo, el cum-plimiento del debea la piedad. Estaba convencido de que el desti-no del hombre se juega en la juventud y amonestaba en su JovenCristiano: nEl camino que el hombre empieza en la juventud, lo si-gue en la vejez hasta la muerte; si empezamos de jóvenes una vidaejemplar, seremos ejemplares en la edad madurar. oRecordad

-son palabras del Reglamento- que vuestra edad es la primavera

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de la vida. Quien no se acostumbra al trabajo en su juventud, ge-

neralmente será un holgazán hasta la vejez'.

Los quería laboriosos, celosos, dispuestos, siempre ocupados;

no daba sosiego a los holgazanes. Sabía educar a sus jóvenes en el

gusto por las iatisfacciones y las alegrías íntimas, producto del de-

úer cumplido; en experimentar la verdad del trinomio que le era

tan querido: alegría, estudio-trabajo, piedad. Ties grandes valores

inseparablemente unidos de su pedagogía. No creía en una piedad

q,te to condujera al deber, ni deber separado de la piedad. En esta

sjntesis poníaél la fuente de la felicidad: nPiedad, estudio y alegría

os darán muchas satisfacciones, dulces como la mielo.

osi quieres hacerte bueno -leemos en la biografía de Francis-

co Besuico- practica estas tres cosas solamente y todo marchará

bien... Helas áquí: alegría, estudio y piedad. Éste es el gran pro-

grama, y practicándolo podrás vivir feliz y hacer mucho bien a tualman.

Ha escrito con verdad F. orestano: nsi san Francisco santificóla naturaleza y Ia pobreza, San Juan Bosco santificó el trabajo y la

alegría. Él es el santo de Ia euforia cristiana, de la vida cristiana la-

boriosa y alegre".

Y quería que esta euforia cristiana pusiera su sello en los mis-

mos ejercicios de oración, en la misma relación con Dios. Deste-

rraba por ello las oraciones largas, monótonas y repetitivas que

produien tedio y repulsa en los jóvenes. El tiempo pasado en la

iglesia debía substanciarse en (una hora de gozon, de ofiestan'

oCosas fáciles que no asustan -escribía-' que no cansan, y no

oraciones prolongadasn. Las prácticas de piedad (sean como el ai-

re, que nooprime, no cansa jamás, aunque llevemos a la espalda

una pesada columna de ese mismo aireu.

El año escolar estaba salpicado de fiestas litúrgicas, de ejerci-

cios devotos, de triduos, de novenas; pero no se sentía su peso.

Don Bosco sabía preparar a los jóvenes a la ofiesta'; sabía hacerla

vivir como un encuentro sacramental gozoso con Cristo: sabía ha-

cerla gustar como preludio de la felicidad eterna, con la magia del

canto, el esplendor de las ceremonias y de los ritos. Las celebracio-

nes que se hacían en Valdocco se convierten con el tiempo en unverdadero centro de atracción para los fieles de la ciudad de Türín.

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De la iglesia el gozo se desbordaba en la vida, en los recreos cla-morosos, en la alegría de una comida más abundante. Don Bosco,que jamás admitió dicotomÍas entre el alma y el cuerpo, quería que<también el cuerpo estuüese alegreu; la melancolíateníaque ser ale-jada. *El ruido de platos y vasos) tenía que formar uuna bella arrno-níao. Todos los elementos positivos no destruidos por el pecado eran,como puede verse, asumidos con optimismo en su método educativo.

José Brosio, el nsoldadou famoso, que dirigía fantásticas batallasoratorianas, combatidas con fusiles de madera, nos ha dejado unminucioso relato de la fiesta de San Luis, celebrada en el Oratorio el29 de junio de 1852. Es un testimonio precioso, que reproduce al vi-vo, en el estilo magnificador y ampuloso del tiempo, el desarrollo deuna solemnidad religiosa, organizada y preparada con esmero y fan-tasía creadora por Don Bosco. La fiesta, dice el cronista, fue un nonplus ultra; iglesia con tapices dentro y fuera que nparecía un paraí-soo; confesiones y comuniones sin cuento -más de 300, sobre untotal de 700-800 muchachos y jóvenes-; la celebración estuvo presi-dida por un obispo; luego el (santo espectáculo de una hermosaprocesión, con muchos invitados ilustres: clero, autoridades, noblesde la ciudad. Acabada la función, el tradicional npan y salchichónpara todos>. La felicidad de los corazones,llenos de gracia y enpazcon todos, estallaba en el patio con una alegría incontenible: utodoslos colegios y oratorios pasados, presentes y futuros no tuvieron nitendrán nunca tantas diversiones como las que hemos gozado noso-tros después de la comida de aquel día; sencillas, sí, pero causa degran unión, de gran üvacidad y cordialidad en quien las disfrutaba.Había la carrera del saco, juegos de manos, evoluciones militares,gimnasia, fuentes en el patio que echaban chorros rojos y blancospor las sustancias que se habían puesto en el agua, y globos aerostá-ticos. Y otras pequeñas diversiones sin cuento>. Más aún: bajo unatienda (caramelos, confites, fruta, gaseosas, cerveza, aguas dulces yotras cosas). Por orden de Don Bosco y de otros señores, el usolda-d6o, él solo poco a poco distribuyó diez liras de caramelos. Dio tam-bién una a Don Bosco nagotado por el calor sofocanteD, para quehumedeciese la garganta. (Pero él -he aquí el padre y el santo-dio la mitad a un joven. Todo para nosotros; nada para élr.

El sacerdote de I Becchi había tomado verdaderamente en seriaconsideración al joven en su rebosante naturalidad.

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La alegría: camino de santidad

Hablando de la alegría en el alma de los santos, Pablo VI nombra a

Don Bosco (entre 1ot qn. han hecho escuela en el camino de la

santidad y de la alegrían. Y con toda tazón. Aunque la alegría es

inseparable del mensaje cristiano, no todos los santos la han ex-

pr"rudo unívocamente, ni todos han hecho de ella ,run camino ex--plí"ito"

de santidad, dirigido preferentemente a los jóvenes, como

hizo ¿1. Esta <escuelao, este (camino), él no lo teonzó en términos

abstractos; lo escribió con su vida, con la fuerza del ejemplo, inspi-

rándose en principios tan sencillos como sólidos, que tienen la raíz

enelhumus de la tradición cristiana.

nSólo Ia religión y la gracia -decía,

y era una de sus conviccio-

nes más arraigádas- pueden hacer f.eliz al hombrer. Ya en la pri-

mera edición del loven Cristiano (1847) había escrito: nlos que vi-

ven en gracia de Dios están siempre alegres y, aun en medio de los

sufrimientos, tienen el corazón contento>, mientras que olos qu.e

se dan a los placeres, viven amargados (...) siempre infeliceso. É,1

quiere hacer comprender a los jóvenes que la felicidad terrena y

eterna se juega en la relación con Dios.

No existe, pues, más que un camino para alcanzar la felicidad y la

alegría: el qué pasa por lá religión del amor y de la salvación; por la

amistad y ú intimidad con Cristo y su Espíritu como paso al Padre.

La pedagogía de Don Bosco será, por lo tanto, uradicalmente y

por esencia una pedagogía espiritual de Ias almasn (A. caviglia); es

hecic una pedagogía de la üda de gracia, del crecimiento y madu-

ración en Cristo; en una palabra, una npedagogía de la santidad y

de la alegría>, porque la alegría es elemento constitutivo de la san-

tidad. Li escuela turinesa creía en la vocación universal a Ia santi-

dad. san José cafasso hablaba de sus <santos ahorcadosu; san

Leonardo Murialdo animaba a Ia santidad incluso a las jóvenes

descarriadas del Retiro del Buen Pastor; Don Bosco la proponía

como meta suprema tanto a 5u5 opilluelos) y a sus ubarrabaseso

como a sus jóvenes mejores. una santidad oa la medida del joveno,

pero exigente e incluso heroica.

cuando la praxis romana sostenía que no podía proponerse la

causa de beatificación y canonización de los jóvenes, partiendo del

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supuesto de que sólo una persona adulta puede practicar la virtuden grado heroico, el Santo afirmaba, aludiendo a Domingo Savio:uos aseguro que tendremos jóvenes de casa elevados al honor delos altaresu. La Iglesia le ha dado larazón.

No es pequeño mérito haber creído en la santidad juvenil, peromucho mayor mérito es el de haberla presentado a los jóvenes enla estimulante perspectiva de la alegría, que no es obstácuro, sinocamino para la santidad.

<Estoy contento de que os divirtáis, que juguéis, que estéis ale-gres. Éste es un método para haceros santos como San Luis, contal que procuréis no cometer pecadosr.

Después de la famosa plática sobre la santidad (1855), de la quesólo conocemos los enunciados incisivos: nEs voluntad de Diosque todos seamos santos; es flicil conseguirlo; a los santos les estápreparado un gran premio en el cielon, Domingo Savio se presentaa Don Bosco y le dice: oNunca me hubiera imaginado yo que unopudiese llegar a ser santo con tanta facilidad; pero ahora que hevisto que uno puede ser santo también estando alegre, quiero abso-lutamente y tengo absoluta necesidad de ser santo>.

Arrebatado por su fantasía de adolescente hubiera querido imi-tar a los grandes ascetas, ayunar rigurosamente, darse a largas ho-ras de oración. El maestro alaba su propósito de hacerse santo, pe-ro frena el idealismo excesivo, y le traza con realismo el programade santidad adaptado a su edad y condición: <En primeilugar, lesugiere <<unt constante y moderada alegría"; luego, el cumplimientoexacto nde sus deberes de piedad y de estudior; el ntomar parte enla recreación con sus compañeros), y "trabajar para ganar almas aDios, porque no hay cosa más santa en esta vidau. La propuesta dela caridad apostólica como proyecto de santidad hecha i los jóve-nes era, entonces, podemos decirlo, más bien un gesto desacos-tumbrado, innovador y audaz. Son los consejos que él desarrollaen las conocidas biografías de Savio, Magone y Besucco, en lasque se advierte su esfuerzo por demostrar que la vida de sus prota-gonistas fue, desde el principio hasta el fin, un camino gradual yprogresivo hacia la plenitud de la santidad.

Todo, una vez más, se sintetiza en el repetido trinomio: alegría,estudio-trabajo, piedad. Aquel (nosotros hacemos consistir la santi-

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dad en estar siempre alegresn, dicho por Domingo Savio a su ami-

go Camilo Gavio, es convicción profunda, es un toque del Espíritu:

ás decin <un tesoro divino revestido de sencillez y de alegría como

para ocultar el prodigion (E. ViganÓ).

Porque la santidad que Don Bosco propone no tiene nada de

complióado, de arcano, de extraordinario; es la santidad de lo coti-

diano, de los gestos ordinarios vividos de una manera no común,

como hacía Dómingo Savio, de quien el Santo alaba oel ejemplar

tenor de vida y la exactitud en el cumplimiento de sus deberes, c¿¿-

ya perfección era difícil superar>'.

La propuesta de santidad que encierra el recordado trinomiono

"*.iryé sino que implica, evidentemente, las otras virtudes cris-

tianas qúe el ru.tto Edr"ador inculcaba siempre. Cuando habla-

mos de la gran santidad que floreció en Valdocco como el frutomás hermoso del sistema preventivo, pensamos inmediatamenteen la acción del Espíritu Santo, autor de la santidad. Pero no pode-

mos olvidar que el Espíritu se sirvió de la acción delicada y discre-

ta de su siervo fiel Don Bosco, de su extraordinaria habilidad co-

mo director espiritual de los jóvenes. uno de los más grandes de

todos los tiempos.

En qué criterios y orientaciones se inspirase él en su misión de

guía y áe consejero espiritual lo dice A. Caviglia en una síntesis fe-

Iiz que merece ser recordada: olibertad de espíritu y de movimien-to, iespeto a la libertad de la gracia, cumplimiento santificante del

deber, atención a Dios, orientación hacia Jesús Sacramentado y

María, mortificación de la vida; y, encabezándolo todo, confianzaen Dios, serenidad, alegría sin temor y sin rigideces pavorosas, si-

no con la vista puesta en el Paraíso: todo con amor y por amof,, en

lo interior y en lo exterioru. No es todo Don Bosco, pero eS cierta-mente Don Bosco.

Añadiremos, finalmente, que la propuesta de santidad, hechapor Don Bosco, jamás va desvinculada de la idea del opremio", del

Paraíso. oUn gran premio está preparado en el cielo para el que se

hace santoo. Sobre el firmamento de Valdocco (se contemplabasiempre, de día y de noche, con nubes o sin nubes, el Paraísoo (E'

Viganó). El Santo, repitiendo frases de Don Cafasso o de su propia

créación, hablaba de él con frecuencia: nUn pedazo de Paraíso loarregla todoo; oEn las fatigas y en las penas no olvidemos nunca

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Page 91: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

que tenemos preparado un gran premio en el Paraíso>>; <<Pan, tra-baio y Paraíso". Durante tres noches consecutivas, el 3-4-5 de abrilde l8ó1, sueña que da un (paseoD con sus jóvenes en el paraíso.En las biografías de sus jóvenes, incluso describiendo la agonía, legusta subrayar cómo, más que el horror de la muerte, ellos vivie-ron la esperanza del Paraíso. Era también ésta la perspectiva in-culcada en la espiritualidad de su tiempo.

El pensamiento del Paraíso es uno de los frutos de la presenciadel Espíritu Santo, y Don Bosco es un ualma de Espíritu Santo>.Camina sobre esta tierra, pero el corazóny la mente están fijos enel cielo.

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Page 92: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

't,.

capítulo lx

SANTO CONALGUNA SOMBRA

El rigor que usa la Iglesia en los procesos de Beatificación y Cano-

nizaJión es tal que bastaría una culpa grave cometida en el últimoperíodo de su vida, para comprometer la causa de todo candidato

a la gloria de los altares.

Pero la Iglesia no pretende de los santos la perfección absoluta

que, evidentemente, Jólo pertenece a Dios; ni aquella, perfecta en

siu género, de la que gozan los Bienaventurados del cielo. En esta

tieña la perfección, incluso la de los estados más altos, lleva toda-

vía consigo ualgo de incompleto -escribe J. De Guibert- de ca-

rente, hasta de precario, de algo siempre inacabadoo'

con otras palabras, los santos y las santas siguen siendo siem-

pre, en la admirable variedad de sus carismas, hijos de Adán y de^Euu,

"., lucha con su naturaleza, sus límites y -digámoslo- con

sus defectos, que saben expiar y corregir. Aún después de un largo

ejercicio ascéiico, para mantenerlos dominados en la humildad y

en la oración, Dioi permite pequeñas imperfecciones, debilidades

de sorpresa, impulsos temperamentales y otras fragilidades -Quesuelen quedar ieparadas rápidamente por la delicadeza de con-

ciencia- que forman parte de la naturaleza de que estamos he-

chos. Bernárdita Soubirous -afirma su biógrafo F Trochu- (en

su finísimo sentido de espiritualidad, se asombraba de que la ma-

yor parte de las biografías (de los santos) no fueran otra cosa que

panégíricos. Habría preferido que los historiadores pusieran más

"., ,Jli..'" las imperfécciones de estos grandes amigos de Dios. 'Yo

pienso -decía- que se deberían señalar los defectos de los santos

i irrdi.u. los medios que usaron para corregirse. Esto ayudaría

mucho'o. Es evidente. Pero esto lleva consigo algunas consecuen-

cias prácticas que se deben tener en cuenta' Cuando la Iglesia

op.opon. como ejemplo que imitar la vida de los santos y de los

biutár, no pretenáe sattciónar la perfección de cada uno de sus ac-

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Page 93: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

tos y, menos aún, su imitabilidad, su valor formativo. sólo el con-iunto de estas vidas es lo que se propone como modelo, juntamentecon este o aquel aspecto subrayado por los decretos pontificios,con esta o aquella virtud particularmente expresada en ellos. Estosmismos santos, lo sabemos, tuvieron ligeras debilidades de las queningún hombre está exento; no llegaron de golpe, aún después dehaberse entregado a Dios, a la cumbre; .tt m,r.hos de ellos ,. .ro,u-rán las "santas locuras" admirables cuando se juzgan según el espí-ritu que las determinó, pero que son poco imitables sin una inspi-ración muy extraordinaria de la graciau (J. De Guibert).

Alguna pequeña imperfección

Estas consideraciones hay que tenerlas también presentes cuandose habla de Don Bosco, y se le propone

"o-o -od.lo de vida. Enun cuadro de suma belleza, alguna pequeña imperfección, súbita-mente compensada por actos de intensa caridad, no lo estropea.san Jerónimo censuraba en Santa paula su obstinado up.go á lu,penitencias; pero él mismo, por su temperamento espinoso y difí-cil, chocó, no pocas veces, con algunoi de sus contemporáneos.San Bernardo usaba con sus monjes un rigor que se juzgó excesivo;sabemos por su primera biografía que tuvo érpr"rionér bastanteduras hacia su médico; y habiendo sido robado én Roma por ladro-nes,-se expresó, respecto de éstos, en términos no precisamentenmelifluoso. san vicente de Paúl encontraba en ciertós detalles dela conducta de la Madre Chantal indicios de culpa. No hay que ex-trañarse, pues, si encontramos también sombras de fragilidades noconsentidas, en la vida de Don Bosco.

Escribe el cardenal salotti, promotor de la fe en la causa delSanto: "Si en un hombre tan extraordinario encontramos argunasombra

-amplificada más allá de lo justo- ésta no oscurece lá es-pléndida luz que dimana de sus muchas virtudes y de sus santísi-mas accionesr.

Monseñor Bertagna, testimonio fidedigno de la santidad de DonBosco, testificó a su vez: oSi miro algún rasgo de su üda, como porejemplo, la tenacidad con que a veces trataba de conseguir su intento,me parece descubrir algo de humanidad. Así, por lo que se refiere alprimer aspecto, pareció un tanto inoportuno-al pedir limosnas, un

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Page 94: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

tanto fogoso y más de lo conveniente, para conseguirlas, hasta ser

demasiado fácil en prometer recompensas del Señor a quien se las

daba, y dejando el temor de que las cosas no le irían bien, ni a dere-

chas ni a izquierdas, a quien se las negaba. Del mismo modo, algunavez pareció demasiado reacio a abandonar sus propias opinionesu.Juicio calibrado y grave, pero no hasta el punto ---como ya se ha di-cho- de hacerle dudar de su santidad heroica. Compartió, como es

natural y como demuestran sus escritos, los errores comunes a laciencia profana y religiosa de su tiempo. Delicadísimo de concienciano dejó de atacar, como se ha visto, su temperamento irascible, obsti-nado, rico de exuberante sensibilidad. Para Don Berto, su fidelísimosecretario, Don Bosco era un verdadero sol, pero reconocía que, co-mo el sol, tenía sus manchas. Es decil le sucedía a é1, como a todoslos santos, que la naturaleza, en ciertas circunstancias, prevenía laacción de la gracia con ligeras imperfecciones

-alguna impaciencia,

algún ímpetu, alguna variación de humor, etc.- de las que humilde-mente se arrepentía en seguida, reconquistando su paz.

Una vez, dicen las Memorias Biográficas, de regreso de Roma,habiendo perdido el tren en una pequeña estación y debiendo es-perar varias horas, (se mostró bastante contrariadoD, p€ro no tar-dó en resignarse y recuperar la calma.

Durante el segundo Capítulo General (1880), Don Barberis -selee en las actas- no terminaba de hablar, impidiendo al mismoDon Bosco que expresara su pensamiento. El Santo no perdió lapaciencia, como otros, pero ualgo molestoo, acabó por hacerle ca-llar con una frase piamontesa que produjo hilaridad. Podía se4 porejemplo, un "pidntla li tarluc": expresión casi intraducible, cuyosentido depende mucho del tono de voz con que se pronuncie:o¡Acaba ya, tontaina!o.

Una tarde en Alassio -febrero de 1879-, Don Bosco se expan-siona con algunos íntimos; manifiesta sus sufrimientos: injuriassoportadas, audiencias impedidas, cartas interceptadas, oposicio-nes notorias y secretas desde varios frentes, palabras duras, morti-ficantes... Pero, de repente, se detuvo, reflexionó un instante y des-pués dijo delante de todos: oHe hablado demasiadoo. Y aquellamisma tarde quiso confesarse.

En el origen del largo y doloroso conflicto que, durante diez años,

enfrentó a Monseñor Gastaldi y a Don Bosco, dos hombres superio-

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Page 95: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

res y antes muy amigos, existen errores de cálculo por parte de DonBosco y una excesiva confianza en el hombre. Intercediendo ante PíoIX para que Monseñor fuera trasladado de la diócesis de Saluzzo a laArchidiócesis de Turín, esperaba poder contar mucho con su ayuda.Por el contrario, fue el momento de un doloroso Via Crucis: uEl ha-ber confiado en el hombre

-reconocerá humildemente- no agndó

al Señoro. Soportó las consecuencias con ánimo firme y con heroicaobediencia, pero la naturaleza reclamaba sus derechos.

Don Rúa atestigua que le vio nllorar por la pena que experimen-taba al encontrarse enfrentado con su superior, y que le oyó excla-mar: oHabría que hacer tanto bien, pero estoy tan turbado que nopuedo hacerloo. Llanto y palabras amargas susurradas, dirigidasmás a sí mismo que a su obispo, al que respetaba y amaba, salie-ron de su boca en momentos de extrema angustia. nAhora sólo fal-ta que me clave un cuchillo en el corazónr; nUn sonoro bofetón nopodía mortificarme másn; nA fuerza de acumular disgustos (...) elpobre estómago se desgarrao.

Se diría que son palabras demasiado humanas, pero Don Boscojamás cedió a los impulsos del resentimiento o de la rebelión. Es-tos desahogos sucedían siempre en un círculo reducidísimo de ín-timos. Sufría, callaba, continuaba haciendo el bien. Sólo uunavezr, afirma Monseñor Bertagna, con quien el Santo podía con-fiarse como a hombre de ciencia y de consejo, pero también comoamigo, nme pareció que hablase del Arzobispo con cierto ardorrr.

A quien le reprochaba un día de no haber utilizado las mismasarmas del adversario, le respondió con humildad: uEs el Señorquien lo ha dispuesto todo,.

El cónsul argentino en Savona, comendador Gazzolo, se profe-saba bienhechor de los salesianos. En realidad miraba sólo por susintereses. nEl comendador Gazzolo

-escribe a Don Cagliero en

América- después de una semana de cálculos y de parloteos redu-jo su petición a 60.000 liras por sus 700 metros de terreno... Comoves, él los pagó a 19 y, para hacernos un beneficio, nos los da aó0.000. iAhl ¡Rogna, rogna!,. Expresión piamontesa sutilmenteirónica, pero dura en la boca del Santo.

Nadie está exento de errores prácticos no previstos, no deseados,no culpables, fruto de la mejor buena voluntad. Forman parte de la

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Page 96: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

condición humana y Don Bosco no estuvo exento de ellos. No siem-

pre salían las cuentas: sucedía, a veces, que la confianza puesta en

ciertos colaboradores suyos fallaba; sucedía que obras llevadas a ca-

bo con tanta ilusión tenían que ser abandonadas. Sucedía tambiénque ciertos proyectos, odespués de largas, complicadas y enojosas

gestiones, capaces de hacer perder la cabezar, -son palabras su-yas- fracasaban. Fracasó, por ejemplo, su paciente fatiga para pG'

ner orden, por expreso deseo de Pío IX, en el Instituto de los nHer-

manos Hospitalarios de María Santísima Inmaculadau, llamadosoConceptinos), que atravesaban un período de graves dificultades.Don Bosco había aceptado de buen grado el difícil encargo porque

se trataba de un deseo del Papa y, talvez, porque también pensaba

incorporar de algun modo el Instituto a su obra. Pero la empresa

fracasó, y no faltó quien tratara de dejarle mal ante el Papa, comoresulta de esta carta del Cardenal Bilio, su sincero admirador:

"Querido y Rvdmo. Don Bosco (...). Me desagrada tener que co-

municarle que el Santo Padre no eslá tan bien dispuesto como el añopasado. Los motivos, si no le he entendido mal, son principalmentedos: 1", el asunto de los Conceptinos; 2", el que Usted haga demasia-

das cosas a un tiempo. Procuré quitar del ánimo del Papa cualquierimpresión menos favorable sobre Usted. No sé si lo he logradou.

El Santo era ciertamente víctima de insidias y calumnias, perohay que decir también que la elección de Don José Schiappini co-mo representante suyo no había sido la más acertada. La ejempli-ficación no se reduce, sin duda, a estas pocas alusiones. Después

de todo, ningún santo es un espíritu angélico.

Don Bosco -ya lo hemos dicho- fue un gran carismático: leíaen los corazones, hacía profecías, pero también podía equivocarse.Un día, uno de sus jóvenes le recuerda una predicción que no se

había cumplido. El Santo se pone serio; después, bromeando yriendo, dice: nY aunque no se cumpliese, ¿qué importa?u; y desvióla conversación.

Las Bulas de Beatificación y Canonización le reconocen el ca-risma extraordinario de las curaciones. Pero las curaciones no su-cedían siempre. Don Rúa ha podido asegurar que Don Bosco ncon-

taba de buen grado ciertos hechos en los que se había obtenido elresultado contrario a los deseos del que imploraba su bendición,.

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Page 97: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

Don Guanella, futuro fundador de los nSiervos de la Caridad, yde las oHijas de Santa María de la Providenciar, ahora Beato, sehabía hecho salesiano, siendo ya sacerdote, pero Dios lo quería enla diócesis. Don Bosco hizo todo lo posible para retenerlo consigo:nQuien se ha ligado en la religión -le escribe- si no quiere enga-ñarse, es necesario que renuncie a todo proyecto que no sea con-forme con los votos y siempre con el beneplácito del superiorr. Es-ta carta y otras del mismo tono fueron (una grave espina, para elalma delicada de Don Guanella, el cual decidió, no obstante, dejara Don Bosco. Dos santos enfrentados: el Espíritu que los guía con-cede a uno luces superiores que no concede al otro. La historia esrica en ejemplos semejantes.

Hipérbole propagandística

Señalaremos por último que tampoco los santos estuvieron exen-tos de ciertas anomalías inocentes, de pequeñas extravagancias, desantas artimañas que hacen la santidad más humana y más próxi-ma a nosotros.

San Francisco de Asís, a veces, se acompañaba en el canto conun trozo de madera como hacen los niños; Santa Catalina de Sie-na, dulce y austera, besaba a los niños por la calle y enviaba ramosde flores, hechos con sus manos, a los amigos; San Felipe Neri te-nía predilección por una vieja gata pelirroja y por un perro llama-do oCaprichoo, y daba saltos en el aire para expresar su alegría.También la vida de Don Bosco ofrece aspectos que no es fácil re-ducir a esquemas corrientes.

El Santo, tan concreto y con gran sentido de la realidad, ha-blando de sus proyectos y de sus obras, cedía a la amplificaciónpara impresionar la fantasía de sus oyentes, para ganárselos másfácilmente a su causa: nToda Italia y la Europa política y religiosahablan de nuestro proyecto para la Patagonia,.

Al describir en sus Memorias sus habilidades de prestidigitado¡,debía reírse dentro de sí cuando hacía, por ejemplo, la siguienteafirmación: nVer salir de un cubilete mil pelotas más grandes queél; sacar de una pequeña bolsa mil huevos, eran cosas que causa-ban asombron.

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Santo moderno, comprendió por instinto la importancia que laupropagandan iba asumiendo en la nueva sociedad y se sirvió de

.ilu én gran escala a través de periódicos, libros, opúsculos, confe-

rencias. nEs el único medio -decía- para dar a conocer las obras

buenas y sostenerlas: el mundo actual se ha hecho materialista;por eso es necesario trabajar y hacer conocer el bien que se hacen'

Y copió también de la propaganda el lenguaje y el método' pero

sin comprometer jamás su conciencia.

Engolfado siempre en deudas y al borde de la bancarrota, cuan-

do se áirigía a los bienhechores o a la opinión pública, considera-

ba que no sólo era lícito, sino necesario, el uso del lenguaje hiper-bólño. nl-a hipérbole -decía- es una figura retórica, lo cualquiere decir que no está prohibo utilizarlan.

A hacer uso de la amplificación debían de impulsarle sus sue-

ños proféticos y naquel su hacer a lo grande que le llevaba siempre

de golpe a los programas máximos y a concebir planes mundiales,puestos en marcha apenas pensados y sin rémoras en su ejecu-

cióno (F. Orestano).

También se da en Don Bosco la fuerte tendencia a hinchar el

número de sus obras y de sus jóvenes: o¡Es algo grandiosolu , decía

a Don Barberis, aludiendo a las nveinteo fundaciones del año 1878.

En realidad las veinte fundaciones son las casas que el catálogo

enumera en el año 1878, tres más en relación con las del año ante-

rior. En su relación a la Santa Sede del año 1880, asegura a León

XIII que sus cincuenta mil jóvenes rezan por él; pocos años des-

pués, la cifra se eleva a doscientos cincuenta mil, a trescientosmil... ¿Qué decir a esto?

Comenta Don Ceria: nDon Bosco no reparaba en los cómputos,

dejándose llevar por las modernas formas de publicidad común-mente en boga que proclaman incluso tres veces de más para que

se entienda al menos la mitad de la mitad". Más sutilmente dice P.

Stella: nl.a hipérbole propagandística se explica en la atmósfera de

entusiasmo, de argucia, de broma y de picardía, entre familiar ypopula¡, que reinaba en Valdocco y en los distintos ambientes en

los que se movía Don Boscor.

Y éste es también Don Bosco.

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Pero no podremos olvidar jamás que él perrnanece siendo siem-pre un hombre inmensamente más grande que nosotros; una obrade arte del Espíritu Santo que ha traducido el Evangelio en acción;una vida regulada por leyes superiores a nuestra común experien-cia; un santo que en todo lo que dice o hace tiene por mira única-mente la gloria de Dios y la salvación de las almas.

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capitulo x

LAGRIMASDE UN SANTO

La teología espiritual ha dedicado muchas páginas al análisis y ala reflexión del fenómeno de las lágrimas en la vida de los santos.

El llanto, como la risa y tantas otras manifestaciones de la natura-leza humana, son un verdadero lenguaje y expresan una verdad de

la misma. Es decil indican una implicación de toda la persona en

algo fuerte, dentro de experiencias particularmente significativas.

En la üda de las personas santas, las lágrimas son generalmente

expresión de compunción por los pecados propios y ajenos y con

frecuencia ponen en evidencia oel rocío divino del Espíritu)' -pa-ra decirlo con la espiritualidad del Oriente cristiano-; es decilson lágrimas místicas, dadas a quien ha recibido algo de la con-

templación de la luz inaccesible de Dios, una especie de compren-

sión particular y profunda del amor de Dios, expresión de un cora-

zón que arde totalmente por É1. Son, pues, la señal de un caminomístico hacia la santidad.

También para Don Bosco el testimonio de las lágrimas es fre-

cuente y llamativo. Nosotros nos preguntamos si se puede habla¡, yhasta qué punto, de una simple característica de su personalidad tansensible o más bien de verdaderas y propias experiencias místicas.

Alma sensible

Dos circunstancias, entre otras, nos impresionan en el muchachoJuan Bosco y nos revelan una alma particularmente sensible. Son

la conmoción y la tristeza prolongada, alrededor de los 12 años,

por la muerte de un mirlo criado con tanto cuidado e improvisa-mente despedazado y devorado por el gato; además, cuando tenía

15 años, hacia finales del 1830, el llanto inconsolable, (con el cora-zón hecho pedazosr, y que duró muchos días, por la muerte de

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Don Calosso, tanto que su madre, seriamente preocupada, lo man-da a pasar algún tiempo en el ambiente sereno de la casa de losabuelos en Capriglio. Ya adulto y sacerdote, sigue siendo fácil enconmoverse. En las contrariedades y en los grandes disgustos, lareacción de Don Bosco es la de cerrarse en el sufrimiento y dejarque coran las lágrimas, como cuando en el prado Filippi llora an-te la incertidumbre y el abandono en que se encuentra acerca desu futuro; cuando es tratado de forma villana por un joven al quehabía llamado la atención por su conducta, como atestigua el jo-ven Brovio, eu€, sorprendido por el llanto de Don Bosco, sientefuertemente dentro de sí el instinto de correr a vengarle; frente alenésimo tentativo de enredos que se están tramando contra su per-sona y la de sus primeros salesianos, en 1882, como nos lo descri-ben las Memorias Biográficas, durante las incomprensiones y loscontrastes con el Arzobispo Gastaldi; cuando, para obtener laaprobación y los reconocimientos necesarios para la naciente Con-gregación salesiana por parte de la Santa Sede, se entrelazan comoen un torbellino fatigas, oposiciones, contradicciones, humillacio-nes, retrasos y desilusiones. Avanzando en edad, según se va acer-cando su ida al cielo, Don Bosco se melve más sensible a la con-moción y al llanto. Un temperamento, pues, muy sensible,plasmado poco a poco por los sufrimientos y por las duras fatigasde la vida. Ciertamente la presencia casi continua de Mamá Mar-garita, durante el crecimiento y el itinerario de maduración de suhijo, con su fibra fuerte y al mismo tiempo tiernísima, da unaaportación notable en la formación de su naturalezay de su cora-zón particularmente sensible.

Sin embargo, podemos también constatar que su facilidad paraconmoverse no proviene de un temperamento romántico, casi lán-guido, de quien siempre tiene miedo o se siente débil y, por eso,sin otro modo de desahogarse que el llanto. Al contrario, Juan

-así concuerdan las biografías- tenía un natural fácilmente in-flamable y al mismo tiempo poco dúctil, casi duro; un caráctermás bien serio, de buen observado¡, no demasiado pródigo en pa-labras y, al mismo tiempo, con manifestaciones de valol que im-presionan, al afrontar situaciones complejas y dificultades; y esto,desde pequeño.

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Un gran don de Dios

Pero en nuestro Santo hay también la otra parte. Hasta ahora he-mos destacado su personalidad rica, con una fuerte carga humanay, ala vez, muy sensible. Pero no es raro encontrar gente así. DonBosco no es un frío especulativo, pero tampoco una plañidera sen-timental. Es muy inteligente, pasional, volitivo y, sobre todo, unsanto. Lo que impresiona y nos introduce con mayor fuerza en lamisteriosa atracción de su persona es el verdadero don de las lágri-mas.

Cuando la Providencia acude en su auxilio, entonces de modoextraordinario e imprevisto, él se recoge en oración, profundamen-te pensativo, y las lágrimas brotan de sus ojos. Llora celebrando laSanta Misa, distribuyendo la comunión, simplemente bendiciendoal pueblo al acabar la Eucaristía; llora hablando a los jóvenes des-pués de las oraciones de la noche, durante sus famosas nbuenasnochesr, al dar conferencias a sus directos colaboradores, durantelas pláticas de los Ejercicios Espirituales. El pensamiento del amorde Dios le conmueve de tal manera que le hace llorar; llora cuandoalude al pecado, al escándalo, a la desgracia de perder la inocenciao considerando la ingratitud humana hacia el amor del Señor Je-sús, movido únicamente por el temor acerca de la salvación eternade alguno.

Un testigo afirma que durante los jolgorios carnavalescos ex-hortaba a hacer fervorosas comuniones y a permanecer en adora-ción delante del Sagrario, para reparar el mucho mal que se come-tía; mientras hablaba, pensando en los insultos que recibía Jesús,lloraba e inducía a la conmoción a los presentes. El Cardenal Ca-gliero nos asegura que, mientras Don Bosco predicaba sobre elamor de Dios, sobre la condenación de las almas, sobre la pasiónde Jesucristo el Viernes santo, sobre la Santísima Eucaristía, sobrela buena muerte y sobre la esperanza del Paraíso, él lo veía muchí-simas veces derramar lágrimas de amo4 de dolol de alegría. Otrotestigo lo vio prormmpir en lágrimas en el santuario de la Conso-lata, mientras predicaba sobre el juicio universal, al describir la se-paración de los réprobos y de los elegidos. Conmovido hasta las lá-grimas, mientras hablaba de la vida eterna, sabía llevar a laconversión a pecadores obstinados, los cuales, después del ser-

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món, lo buscaban para confesarse. Impresionante el testimonioinédito de Don Piccollo: uCuando, en la noche de Navidad, canta-ba la Misa, estaba totalmente arrobado en Dios, de tal modo que laúnica señal de humanidad era el derramamiento de lágrimas, quele arrancaba la ternura por el Niño Jesúsu. Así desde los comien-zos del Oratorio hasta el gran llanto, prolongado e irrefrenable,mientras celebraba en la basílica del Sagrado Corazón en Roma,pocos meses antes de su muerte: más de quince veces se echó a llo-ra¡, mientras el sacerdote que le asistía, se esforzaba en vano poranimarle: él repasaba y comprendía el desarrollo del proyecto deDios sobre toda su vida y sobre la de sus muchachos.

Esta gran necesidad de llanto, que distingue y se observa tanfrecuentemente en la oración y en el ministerio sacerdotal de DonBosco, nos induce a creer que nos encontramos verdaderamenteante un gran don de Dios, ante una especie de fenómeno místico,con abundancia de detalles, documentado en la historia de la espi-ritualidad tanto oriental como occidental.

oGementes et flentes in hac lacrimarum vallerr: así habían con-densado los Medievales la entera existencia cristiana. Arrepenti-miento sincero de los pecados; necesidad de conversión; sufri-miento de viür en el destierro terreno; nostalgia de la eternidad;deseo de amar a Dios; reconocimiento y acogida de sus dones; ale-gría por la vida de gracia que nos invade. Todo se torna motivo yfuente de lágrimas y expresión de ternura de un corazón en conti-nuo contacto con la presencia de Dios.

En Don Bosco se da todo esto, como hemos brevemente ex-puesto y, podríamos añadit también ulteriormente ampliado porla pasión y por la profunda necesidad de la salvación de los jóve-nes. Él llora entonces en su nombre y poniéndose en la condiciónde ellos, como integrando su responsabilidad aún no madura acer-ca de la importancia de la salvación del alma; su dificultad paraaceptar la lucha sin cuartel contra el mal y la ruptura con el peca-do; su alegría y su agradecimiento aún poco desarrollados paracon los dones de Dios, particularmente por su amo4 que precede,acompaña y salva; su determinación aún débil de orientar bien lavida según el proyecto de Dios hacia "aquel trozo de Paraíso quetodo lo arreglar.

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Lágrimas de un padre

Nosotros, postmodernos, demasiado acostumbrados a la críticasofisticada y aferrados al principio basilar de la sospecha frente a

todo lo que no entra en los contenedores de la ciencia y de la_técni

ca, sabemos y sostenemos que el don de las lágrimas no es funda-

mental para vivir la vida cristiana. Ciertamente, el valor único y

primordial es siempre el mandamiento del amor y, en sínte-sis, loque cuenta es h fJque obra a través de la caridad. Sin embargo,

en la vida de muchos santos, en la de Don Bosco particularmentepor lo que respecta a nosotros, debemos admitir que las lágrimas

manifieitan un gran don de Dios y expresan extraordinariamentela sinceridad y ú intensidad de la fuente de donde brotan. Son la

señal de la piesencia y de la cercanía de Dios, al jugarse toda la

propia existencia sobre su causa, es decil sobre la construccióndel Reino, sobre todo en el corazón de los jóvenes.

La educación y el vivir social de nuestra cultura han activado

mecanismos psicológicos y de comportamiento, que imponen porlo general el frenar la intensidad de la implicación emotiva en

nombre de la propia imagen y dignidad.

Por otra parte existe una corriente cada vez más fuerte, gracias

sobre todo a los Medios, que insiste en la liberación de las energías

y en la implicación del cuerpo en todas las expresiones, compren-

áidas las lágrimas, también para la oración y la relación religiosa.

Las lágrimas de Don Bosco, mas allá del estupor por la gran-carga

emotiva á" s,t .orarón y del extraordinario don místico que lo im-pregna, pretenden realizar una seria implicación de nuestra vida. Son

ios iulsor pudores los que, demasiado frecuentemente, vulgarizan en

el estereotipo incluso las vocaciones y los ideales mas grandes.

Hay, en estas lágrimas, el reclamo a una relación con Dios me-

nos búrocrática o como de simple funcionario, que apunta más al

amor del hijo que al imperativo categórico de los deberes del sier-

vo; y hay, además, un ardor por la salvación de los jóvenes más

fuerte que cualquier estrategia y técnica pastoral.

Talvezasí se dará nueva credibilidad al Evangelio, porque vol-veremos a creer en la santidad y estaremos en condición de reani-

mar la fe donde, por la frialdad de un sistema, ha quedado reduci-da a una pálida llama.

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CapÍtulo Xl

CÓMO MUEREDON BOSCO

La eracientífica y tecnológica de la edad postmoderna trata de milmodos de exorcizar la realidad de la muerte, que en vano se inten-

ta arrinconar. w. Nigg, en una breve publicación titulada La muer'

te de los iustos. nel m¡edo a la esperanz0, presenta la muerte de al-

gunos santos que ha estudiado a fondo' En la segunda parte

Éosqueja el momento cumbre de estas muertes tan diferentes y va-

riadis:la muerte (común> de Benito Labre, la de San Agustín con-

sumada en la soledad, la muerte cruenta de Juana de Arco y de To-

más Moro, la dura y desgarrad ora -a duras penas creíble- de

Catalina de Siena y de Bernardita Soubirous; la muerte tranquila

de Benito de Norcia; y, finalmente, acaecida en plena alegría,la de

Francisco de Asís. En este punto, surge espontáneamente la pre-

gunta: ¿cómo murió Don Bosco?

Es sabido que desde febrero de 1884 en adelante, efectivamen-

te, pasa de uná enfermedad a otra; su fibra robustísima se va debi-

litando continuamente, los dolores físicos desgarran sus carnes; el

calvario se hace más doloroso; pero los jóvenes no se dan cuenta

de ello y le miran con admiración creciente cada vez que, aún fu-

gur^"it", pueden acercarse a é1, oírle, arrimarse a él en el sacra-

mento de Ia reconciliación.

Con el paso de los días, él -y también sus hijos- adüerte cada

vezmás, como San Pablo, que ha terminado su carrera y se prepa-

ra a morir. Entre finales de 1887 y enero de 1888, este sol de santi-

dad hace su intensa preparación para eI encuentro con Dios suma-

mente amado. De esie rilti*o segmento de la vida del santo de los

jóvenes notaremos sólo tres puntos: las novissima verba (las últi-mas palabras), el momento de la muerte y su segunda vida'

En los últimos días de su existencia, los salesianos de la prime-

ra genqración lo asistieron por turno continuamente, pero también

,ro-po.br de la segunda generación; para transmitir a la posteridad

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las palabras de su amadísimo padre, pusieron gran cuidado en re-coger de sus labios cansados las palabras que dé tanto en tanto ibadiciendo. Las palabras de los moribundos istán cargadas de senti-do divino y tienen un valor absolutamente único. El Archivo Sale-siano central conserva en diversas versiones estos pensamienros,que quienes los recogieron eran conscientes de que los transmitíana la posteridad como la herencia más preciosa.

nNovissima verbao

susúltimas palabras revelan, sobre todo, los aspectos fundamenta-les de su personalidad de sacerdote educado4, di pastor y de funda-dor. El pensamiento dominante que aparece, tantó en los momentosde lucidez como en los de inconsciencia, expresa su gran preocupa-ción por la salvación de las almas juveniles. En un deierminado mo-mento, dando palmadas, grita: o¡Corred, corred deprisa a salvaraquellos jóvenes!... ¡María Santísima, ayudadlos... Maáre, Madre!,.

Don Bosco, como sabemos, a diferencia de otros fundadores,había realizado su institución con elementos juveniles; de esto pro-venía un cierto temor de que no estuviesen a la altura debida paracontinuar su obra: n¡Se confunden!...o. pero prevalecen en seguidasu optimismo y su confianza en Dios: o¡Ánimo! ¡Adelante!...¡siem-pre adelante!n.

_ Las mismas palabras vuelven de nuevo, pero Don Cagliero loalienta: <Esté tranquilo, Don Bosco, haremoJ todo, todo lo que us_ted deseau.

Es sabido que el santo tenía los pies bien arraigados en ra tierra,perg :u coraje de apóstol estaba siempre fijo en Dios: el pensamien_to del Paraíso fue continuamente una idea dominante de su vida.Dirigiéndose a quien estaba junto a é1, repetía con frecuencia:<¡Hasta vernos en el Paraíso!... Haced rezar por mí...u. y a Don Bo-netti: <Di a los jóvenes que los espero a todos en el paraísou.

El mismo pensamiento, en forma más comprometedora, lo re-serva para sus amadas salesianas: u¡Escucha! Dirás a las hermanasque, si observan las reglas, su salvación está aseguradar.

Las últimas palabras recogidas de sus labios son de abandonoen Dios y de confianza en la Bienaventurada Virgen: uJesús y Ma-

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ría, os doy el corazón y el alma mía... In manus tuas, Domine,

commendo spiritum meum... ¡Oh Madre, Madre... abridme las

puertas del Paraíso!n.

A diferencia de su vida esclarecida por acontecimientos extra-

ordinarios, su muerte no presenta rasgos excepcionales, sino, co-

mo resulta de onovissima verbao, es el apagarse de una vida entre-

gada enteramente a Dios y al prójimo en la perspectiva de labienaventuranza eterna.

La muerte

La muerte de Don Bosco no fue una muerte improvisa. Preparada

por largos meses de graves sufrimientos y enfermedades, fue el

upugu.r" de una llama que había agotado su alimento. Los últimosdías de la enfermedad, cuando los médicos no daban ya ninguna

esperanza de mejora, en Valdocco se elevaba' por parte de los Su-

periores y de los jóvenes, se puede deci¡, una oración incesante a

María Auxiliadora para que alcanzase el milagro. En la psicología

colectiva había la convicción de que Don Bosco no debía morirnunca. Algunos jóvenes ofrecieron la vida por é1.

Entre las experiencias más llamativas en relación con la muerte

del Santo, q,t"i"-ot recordar la del Beato Orione, que cultivaba

-y así será durante toda su vida- hacia el Santo de los jóvenes

un afecto y una estima ilimitada. Ya avanzado en años, se le oyó

repetir: nCaminaría sobre carbones ardiendo con tal de poder ver aI

menos una vez a Don Bosco y decirle gracias". Será oportuno recor-

dar que Don Orione fue estudiante en Valdocco desde el4 de octu-

bre de 1886 hasta 1889. Cómo y por qué, después de haberse diri-gido con Don Rúa, se le permitió confesarse con Don Bosco,

óuando este privilegio estaba reservado a poquísimos, estando el

Santo ya sin fuerzas, es un misterio. Tal vez, en este adolescente

predestinado él veía revivir la imagen de Domingo Savio y preveía

iu futuro; por otra parte, cadavez que el joven podía acercarse alpadre de su alma, se sentía transportado a una región superioq, a

ia órbita del fuego divino de aquella alma grande que, en el ocaso

de su vida, brillaba con su luz más intensa. El amado joven, ya ri-quísimo de gracia, grababa dentro de sí las directrices del Santo ylas custodiaba como un precioso tesoro.

lll

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siempre en el curso de su vida extraordinaria, aún frente aotras espléndidas figuras tratadas por é1, Don orione recurrió conel pensamiento a (suD Santo, a Don Bosco, y a sus directos colabo-radores: Don Rúa, Don Berto, Don Francesia, Don Tiione..., todosellos también grandes y santos a sus ojos inocentes. De Don Bosco,de sus colaboradores, del clima de Valdocco, donde se respirabauel aire de_Dios", quedará siempre en él una tiernísima nostalgia yun recuerdo imborrable.

Ante la inminencia de la muerte de Don Bosco,la noticia difun-dida en toda la congregación

-nota Don orione- llamaba a Val-docco, incluso de las regiones más lejanas, a salesianos veneran-dos' nl-lsg¿ron entonces en aquellos días muchos salesianos deInglaterra, de España, de lugares lejanos. Los primeros hijos, losmás ancianos, ¿cómo podían quedarse sin ver todavía uná u* uDon Bosco? Nosotros, que estábamos allí, veíamos a muchos sale-sianos nunca vistos, a muchos salesianos que ya tenían los cabe-llos blancos. (...) Nuestros superiores más ancianos, Don Rúa, Doncemrti, Don Belmonte, director de la casa, ¡estaban llenos de tris-teza!-.. Resignados, sí, pero se veía el dolor en los rostros de to-dos... Se rezaba muchísimo y por parte de todos. El papa habíamandado su bendición; llegaban cartas y telegramas de tódas par-tes. Muchos, no pudiendo ser recibidos, subíán arriba v mirabanpor las ventanas; se rezaba continuamente; y se encendian velas ylámparas en el Santuario de María Auxiliadora...o.

uPero Don Bosco no volvió atrás con su salud. Le sugerían jacu-latorias y le decían: 'Don Bosco, diga: Maúa Auxiliadoá, alcánza-me la gracia de recuperar las fuerzas, de curar!...'. pero él no quisorepetir esta oración para mostrarse completamente entregado a lavoluntad de Dios. Decía en cambio: 'Señol hágase vuestia volun-tad'. Los médicos ya habían declarado imposibre la curación deDon Bosco: pero, a pesar de todo, todos esperábamos. ¡euien ama,espera siempre!n.

<El día 30 de enero de enero ya no hablaba. A todos nosotros,muchachos, nos hicieron pasar delante de é1. Extendido sobre lacama, con las manos fuera, parecía que no entendía ya nada; teníauna estola morada al fondo sobre los pies. y quién le besaba lasmanos' quién los pies, quién lloraba, quién besaba las mantas. Te-nía la cabeza hacia la derecha; los cabellos un poco ensortijados...

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Page 109: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

Aquella noche ninguno durmió. Habían venido salesianos de todaspartes. Parecía como si Don Bosco los hubiera llamado a todos. Al-gunos estaban cansados, cansadísimos de la noche precedente; yalgunos se echaban sobre mesas, no se tenían en pie, velaban, co-mo hijos amantísimos, alrededor de su Padre. Estaban cansados,porque venían de lejos. Y también nosotros, la vigilia de su muer-te, ¡no habíamos dormido! Y había un silencio y una paz, y todoera una oración... Todos rezaban... Se sentía algo de extraordina-rio... Si yo tuviese la lengua de un santo, no podría decir lo que he-mos sentido aquella noche. Ved, queridos clérigos, que han pasadocincuenta años y esta misma voz, llena de conmoción, que os ha-bla, os dice lo que debía estar sucediendo entonces, en aquellosmomentos!... Nosotros teníamos la orden de no movernos. Todosestábamos con el ánimo en suspenso: alguno se adormilaba, perotodos estábamos en gran expectativao.

oY he aquí que, mientras sonaba el Avemaría del 31 de enero,Don Bosco expiraba. Por la mañana, ordinariamente a las cinco,sonaba en el campanario de María Auxiliadora el Avemaría. No sé

por qué, aquella mañana, el Avemaría sonó a las cuatro y media; ya las cuatro y tres cuartos Don Bosco morían.

u¿Dónde estaba yo entonces? La habitación donde yo dormíaestaba al lado de las habitaciones de Don Bosco; en la hora en queel querido Don Bosco moría, se oyó un ruido: era uno de los misio-neros más ancianos, que había velado toda la noche. Se ve quecuando fue llamado

-descansaba sobre una mesita- sintió tal

aturdimiento que se cayó. Era aquel misionero que se caía; ¡era lavida de Don Bosco la que caía! Se había acostado sobre una mesa,aquel salesiano, y, al oír que Don Bosco había muerto, había senti-do tal conmoción que se cayó de la mesa. Aquel ruido fue comouna señal de que Don Bosco había muerto... Don Bosco moría co-mo mueren los santos, todos los santos...D.

nllegado el día, en seguida se difundió la noticia por el Orato-rio y todos sintieron que algo grande había sucedido... Aquel díaya no había pan. Don Bosco había prometido que la Providencianunca le habría faltado. Los salesianos tenían un sentido de resig-nación muy vivo. Ellos venían a estar con nosotros, también losancianos que nunca habían venido. Os he dicho otras veces quedespués de la muerte de Don Bosco se difundió por todo el Orato-

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rio como una brisa suave de paz, de tranquilidad. Por todo el Ora-torio había una suavidad, una impresión de paz, algo... algo..., queyo lo siento aún ahora después de cincuenta años; una impresióndepaz, un aire suave que penetraba todos los corazones, todas laspersonas, hasta las paredes de la casa, que parecía que estuüerancompenetradas de su muerte; había algo grande, algo extraordina-rio que yo nunca más he experimentado... Don Bosco estaba allí:con su espíritu de padre, de santidad, de dulzura, de paz había pe-netrado en el corazón y en la actividad de todos y, os lo repito, pa-recía que penetrase hasta las paredes de la casa. Y aquello que yosentía lo sentían todos. Don Bosco con su espíritu de paz había en-trado en las entrañas de todosu.

En las de Orione ciertamente había entrado en medida desbor-dante. A quien le hacía notaf que hablaba osiempre, de Don Bos-co, respondía con una imagen fuerte, pero de reminiscencia bíbli-ca: (¡Que Dios seque mi lengua, antes de que yo deje de bendecir aaquel santo hombre!".

Recuerdo indeleble

Sobre la muerte de Don Bosco la prensa, aun la laica, tuvo en ge-neral palabras de elogio, pero no faltaron conmemoraciones de su-ma importancia, que pasaron a la historia. Aquí recordamos el tes-timonio de Don Orione, dejado a sus religiosos a lo largo de suvida y hasta en su vejez. Hay en sus palabras idealización; hay elénfasis y el lirismo de su gran corazón; pero, por encima de todoello, vive la objetividad de un hecho indiscutible.

o¡Oh, Don Bosco, cómo te siento todavía!... ¡Siento tu voz cari-ñosa, tiernísima; veo tu figura veneranda, tu santidad afable, atra-yente, toda ternura, toda ardiente de caridad divina! ¡Don Bosco!

¡Oh, aquellas noches en que hablabas; y la serenidad de tu espírituiluminaba mi alma...; cuando confortabas a tus pobres hijos, allí alos pies del altar, donde estaba Jesús que nos abrazaba a todos enel seno de su caridad divina, inmensa!...u.

Don Bosco fue uno de los grandes modelos de su vida: u¡DonBosco! Hombre de ideas grandes --como grande es la caridad deJesús que inflamaba su alma de educador y de apóstol-, de la Co-

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munión frecuente, de la devoción tiernísima a la Virgen y del afec-

to a la lglesia, sacó Ia vida y la fuerza para él y para los suyos.

¡Don Bosco! El más humilde y el más activo de Ios hombres que yo

he conocido: é1, sencillo y afectuoso; fuerte en el querer; ardienteen la piedad; experto en el saber valerse de todo para hacer el bieny de todos los ramos del saber para educar. ¡Don Bosco fue verda-

deramente el sacerdote de Dios, el sacerdote de corazón grande sinconfines! En él la caridad que animaba y encendía el alma de Pa-

blo: ¡Charitas Christi!En él el espíritu de Vicente de Paúl y la dul-ztjtf:a de Francisco de Sales. De fe sólida en la Divina Providenciaque viste de plumas los pájaros del cielo, fue llamado Apóstol de lajuventudr.

Lo proponía a sus hijos como modelo de vida, a partir tambiénde los hechos que, aparentemente, no tenían espesor espiritua^.

Cuando, por ejemplo, Juan Bosco, estudiante en Chieri, vioque el prestidigitador alejaba a la gente de la iglesia, (no fue a re-

zar ala iglesia -comentaba

Don Orione- para que el prestidigi-tador acabase, -rezó también, ciertamente-, pero lo afrontócon desenvolturan. Y añadía: nY como Don Bosco en todas las

cosas, también con los pies, y con los zapatos, caminaba hacia el

cielo -porque el bien tiene sus ardides, porque el bien es humil-de, pero, cuando llega el momento, se convierte en león-, DonBosco subió hasta donde había llegado el saltimbanqui y, luego,

se agarró a la planta echando las piernas y los pies a lo alto, ha-

cia el cielo, de modo que superó la cima del árbol mismo. ¡Heleahí siempre hacia lo alto; siempre hacia Dios, hasta con los mis-mos pies, siempre; también con los zapatos, siempre hacia lo al-to; también en aquellas cosas que parecen más ordinarias y ba-

nales!...¡¡¡Éste es Don Bosco!!! Y cuando oía leer aquellaanécdota, me he venido aquí y he pensado para mis adentros:

¡He aquí a Don Bosco; éste es verdaderamente Don Bosco! DonBosco piadoso, Don Bosco que se nutre de Dios' Don Bosco que

ha comprendido que su misión es la de no cetrarse, de no ence-

rrarse, de no encogerse sobre sí mismo, sino de combatir el mun-do con sus mismas armas modernas, es decir, de este tiempo,oponiendo prensa a prensa, escuela a escuela, propaganda de

bien a propaganda del malu.

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Page 112: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

La segunda vida de Don Bosco

La canonización no es sólo la suprema glorificación de un fiel; es elcomienzo de una segunda vida en la historia de la Iglesia y delmundo. En efecto, ula santidad -afirma el Vaticano II- suscita unnivel de vida más humano incluso en la ciuda¿ 1s¡¡s¡¿u (LG,n.40).

La segunda vida de Don Bosco, en realidad, había comenzadoen seguida después de su muerte, aunque no con la plenitud y launiversalidad que le confiere la canonización.

Desde entonces, Don Bosco vive en el culto. La canonización de-semboca, en efecto, inmediatamente en el culto. nEn honor de lasanta e indivisible Trinidad -dice la fórmula de la Canonización-(...) decretamos y definimos que el Beato Juan Bosco es Santo y locolocamos en el número de los Santos, estableciendo que en Ia lgle-sia universal sea honrada devotamente su memoia". Es verdad, nose festejan todos los santos, pero no se festejan más que los santoscanonizados. La veneración de los santos -y, por lo mismo, deDon Bosco- en el pensamiento de la Iglesia tiene más importan-cia que su ejemplo, porque nos ayuda a vivir en mística comunióncon ellos.

<Nosotros veneramos la memoria de los santos del cielo por suejemplaridad, pero más aún con el fin de que la unión de toda laIglesia en el Espíritu se vigorice por el ejercicio de la caridad fra-terna. Porque así como la comunión cristiana entre los viadoresnos acerca más a Cristo, así el consorcio con los santos nos une aCristo, de quien dimana toda la graciau (LG, n. 50).

Desde la Pascua de 1934 Don Bosco vive, pues, en la liturgia dela Iglesia, que celebra su memoria universal: vive en la concienciade cuantos, atraídos por su fascinación y su carisma, le rezan, loveneran, lo invocan como intercesor poderoso ante Dios. Las fies-tas en su honor tienen amplia resonancia en muchas iglesias loca-les. Se distinguen por la gran afluencia en los sacramentos de laReconciliación y de la Eucaristía, tan inculcados por Don Bosco.Son un auténtico paso del Señor a los corazones.

Se caracterizan, sobre todo, como <encuentros festivos de la ju-ventud, que hoy, como aye4 lo aclama e invoca como *Maestro>,

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nGuía>, nAmigoo y nPadreo. El tributo de amor rendido a Don

Bosco es siempre, en definitiva, un tributo de amor a Dios' En el

culto de los santos, todo testimonio de amo4 en efecto, tiene como

término a Cristo, (corona de todos los santoso y, por É1, va a Dios

(LG, n. 50).

Don Bosco vive como modelo de vida cristiana. Al canonizarlo,

la Iglesia ha reconocido oficialmente la ejemplaridad de. su exis-

tenc"ia terrena y lo ha propuesto como (arquetipo> y umodeloo a la

imitación de los fieles.

La imitación de los santos tiene, por esto, una gran importancia

para la Iglesia, porque los santos personifican un ideal de vida

cristiana "

indi.un a los hombres con qué instrumentos se puede

alcanzar. También la üda de Don Bosco es, a su modo, un nquinto

evangelio, que estimula el deseo de acercarse a Dios cuanto es po-

sible]De muchos Padres del desierto se ha dicho que su vida era

oPalabran; lo mismo debe decirse de Don Bosco, cuya existencia

ha sido verdaderamente un osignon tangible de las admirables

transformaciones que el Espíritu Santo obra en el corazón de los

hombres. Una vida, pues, en la que pueden reconocerse los hom-

bres de hoy, para loi que no cuentan las palabras, sino los nhe-

chosr, el niestimoniou. Éstos, en efecto, como ya hacía notar J'

Maritain, uapelan a signos: tienen necesidad de hechos, ante todo

de signos seisibles dela realidad de las cosas divinas. La fe debe

,". r-rr" fe viva, real y práctica. creer en Dios debe significar vivir

de tal manera que Ia vida no podría vivirse si Dios no existiera>'

La santidad de Don Bosco y su fe intacta, que parecía crear las

cosas de la nada, son una respuesta a esta demanda'

Don Bosco vive, finalmente, más que nunca en su misión y en

sus instituciones en las que se encarna. La muerte no había, sin

duda, detenido la expansión maravillosa de las obras de Don Bos-

co, pero le faltaba, en cierto modo, el sigilo de la- lantidad' En la

vida de una Familia religiosa la canonización del fundador tiene

más importancia eclesial que la aprobación de las reglas, porque el

fundador adquiere una autoridad incontestable'

La canonización de Don Bosco representa, por eso, un aconte-

cimiento de alcance extraordinario. Al reconocer la iniciativa del

Espíritu del Señor en su misión de fundadol la Iglesia la ha colo-

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Page 114: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

cado oficialmente como porción elegida en el patrimonio universaldel Pueblo de Dios; ha autentificado su validez; ha implorado e im-plora de Dios que ella, más allá de las coordenadas del espacio ydel tiempo, continúe su camino benéfico en la historia.

Y esto significa, como se expresó Pío XI, umiles y miles de igle-sias, de capillas, de orfanatos, de escuelas, de colegios, con milla-res y centenares de millares, muchos centenares de millares, de al-mas acercadas a Dios, de juventud recogida en asilos de seguridady llamada al convite de la ciencia y de la primera educacién cris-tiana>. Hay énfasis en estas palabras, pero hoy ellas son sencilla-mente verdaderas.

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SEOUNDA PARTE

Por los senderos de Dios

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Como todos los santos, Don Bosco está dominado por el ansiade tender incesantemente a las cumbres de la santidaá, nunca lo-grada enteramente aquí abajo.

Pero, como hemos visto, él se encuentra en la constelación delos grandes santos fundadores, es deci¡, de aquellos en cuya almaimrmpe el Espíritu del Padre y del Resucitado, en üsta de una mi-sión específica en la Iglesia y en el mundo.

Como ya hemos recordado, el santo de los jóvenes no podránunca santificarse sino cumpliendo heroicamente su misión defundado¡, según algunos rasgos característicos e inconfundibles,como por ejemplo: ser signo y portador del amor de cristo hacialos jóvenes, especialmente pobres; principio y fuente de una fecun-da posteridad espiritual (la Familia salesiana); iniciador de unacorriente de espiritualidad entre las más ricas y actuales en la Igle-sia (cf. Carta luvenum Patris de Juan pablo II).

No sólo esto, sino también, en los límites de lo posible, todo loque comprende algunos rasgos esenciales y el rostro de la vivenciaespiritual salesiana, dejando, obviamente, fuera de campo, otrosno menos importantes. De aquí, el esfuerzo de hacer surgir la mo-dalidad, el color y aquellas acentuaciones de la üda evaneélica tanpropias y particulares de Don Bosco. En una palabra, aqu-ellos des-tellos de la santidad de Dios, que poco o -,r.ho percibian ros quese le acercaban.

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Page 117: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

capÍtulo I

LA MISTICADEt ..DA MIHI ANIMAS'

Las palabras que el rey de Sodoma dirige a Abrahán: uDa mihi ani-

mas, cetera tolle: dame las personas y quédate con las cosas))' en la

interpretación acomodaticia, que Don Bosco asume de una anti-

gua tladición, suenan así: uOh, Señor, dame las almas y quítame

todo lo demásu.

En esta versión "la palabra clave es el vocablo animas, esto es,

la palabra que desde siglos en el lenguaje cristiano designaba el

elemento espiritual del hombre, situado en el tiempo, pero inmor-

tal, entre saivación y ruina eterna, entre pecado y gracia, entre Je-

rusalén y Babilonia, entre Dios y Satanáso (P. Stella).

nsi salvas el alma -escribe Don Bosco- todo va bien y gozarás

por siempre; pero si yerras, perderás alma y cueqpo, Dios y el Pa-

raíso; serás condenado para siempreu.

Hoy tenemos una visión más global del destino del hombre y de

las reálidades últimas. Don Bosco, en el lenguaje de su tiempo, in-

dica sin embargo la dirección justa, en la que es preciso mirar al

hombre enterofrepite a todos que el hombre no está hecho para la

tierra; es testigo de la tensión y de Ia esperanza del futuro que nos

espera: podemos escucharlo con confianza. Se está en lo cierto

cuando ie afirma que sus más profundas aspiraciones y su oración

más ardiente es Ia de las oalmas que hay que salvar', la de asegu-

rarles el Reino.

Identidad sacerdotal

El oDa mihi anima.t) es su lema, su obsesión, su mística' Mística

que es concentración en Dios Padre, en Cristo y en su Espíritu;pero también consecuencia directa de ser sacerdote, llamado,por destino esencial, a colaborar con Cristo en el ministerio de la

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Page 118: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

Redención. No es posible pensar en Don Bosco si no es como sa-cerdote.

¿Qué es, en efecto, su juventud sino la consciente, querida y asi-dua preparación al sacerdocio? <Ser pronto cura -se decía a símismo- para estar en medio de los jovencitos, para ayudarlosu. y¿qué es su vida, sino el cumplimiento de este voto, hecho en la iu-ventud?

De Cristo sacerdote, único y actual Mediador entre Dios y loshombres, quiso ser la imagen más perfecta posible, la mediaciónsacramental más transparente. Nunca disminuyó en él la concien-cia de su indefectible responsabilidad sacerdotal: siempre cura, to-do cura y nada más. nDon Bosco ha sido, ante todo y sobre todo,un verdadero cura. La nota dominante de su vida y de su misiónha sido el fortísimo sentido de la propia identidad de sacerdote cu-ra católico según el corazón de Dios, (Juan pablo II).

Un cura -repetía el Santo- (es siempre cura y como tal debe

manifestarse en cada palabran.

La palabra <<pr€t€> (cura) -término entonces incómodo si las

buenas mamás turinesas enseñaban a sus hijos a no decir (cura),voz cubierta de demasiado fango, sino (sacerdote>- la encontra-mos siete veces en el breve período que abre el coloquio, como al-go tradicional, con el ministro Bettino Ricasoli, acaecido en Flo-rencia en diciembre de 1866: nExcelencia, sepa que Don Bosco escura en el alta¡, cura en el confesionario, cura en medio de sus jó-venes, y como es cura en Turín, también es cura en Florencia, curaen la casa del pobre, cura en al palacio del rey y de los ministros,.

Con razón, escribe Don Ceria: uEl ser sacerdote constituyó entodo tiempo su más íntima satisfacción, como era su mayor rítulode honol que nunca dejó de poner delante de su nombre en los li-bros y en las cartas, cosa entonces desacostumbradau. La conside-ración altísima del sacerdocio ministerial le llevó a honrar en loshermanos sacerdotes el carácter sacramental, fuera el que fuera suestado y su conducta. Con todos nabundaba en signos de estima yde respeto; y, si llegaba a saber que alguno no respetaba su carác-te¡, sufría hasta derramar lágrimas y habúa querido esconderlo alos ojos de todos,. Lo hizo más de una vez, con detalles tan delica-dos, que llegaban al corazóny lo transformaban.

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Pero su preocupación, se puede decir cotidiana, fueron las voca-

ciones que dar a la Iglesia y a la üda religiosa. En una carta, encon-

trada recientemente, dirigida el 13 de marzo de 1846 al marqués Mi-guel Benso de Cavour, Vicario de la ciudad de Turín, en la que

iolicita la aprobación de la osociedad civilu para la adquisición de la

casa Pinardi -uun total de doscientos francosu- para establecer

allí su Oratorio, señala los objetivos en estos términos: o1" Amor al

trabajo, 2" frecuencia de los Santos Sacramentos, 3o respeto a toda

autoridad, 4" alejamiento de los malos compañeros'. Luego añade:

<Estos principios que nosotros tratamos de insinuar diestramente en

el corazón de los jóvenes han producido efectos maravillosos. En el

espacio de tres años, más de veinte abrazaron el estado religioso,

s¿¿s estudian latín para emprender la carTera eclesiástica>. Una mies

abundante, como se ve, si pensamos en los días aventureros y difíci-les del Oratorio ambulante y si pensamos que él está, se puede deci¡,

en los comienzos de su ministerio.

Cura (sustanciado de Cristo y de la Iglesia', cuando predomi-

naba todavía la idea de que el buen cura debía ser un hombreapartado -una especie de supercristiano-, encerrado en su mun-

do sagrado, todo iglesia y oración, aunque entregado a las obras

de caridad y misericordia, Don Bosco se revela un precursor,

abierto al soplo histórico del Espíritu, a las nuevas realidades

emergentes, proyectado en la misión que Dios le confía entre losjóvenes pobres, partícipe y solidario de su destino.

La convicción profunda de que el cura no se santifica y no se

salva, sino en el ejercicio de su ministerio y de su misión específi-

ca, se trasluce en ciertos enunciados suyos decisivos y concluyen-

tes: oEl negocio del cura ha de ser el de las almas y nada más'; <El

sacerdote no va solo al infierno ni al Paraíso, sino acompañado

siempre de las almas que ha perdido o que ha salvadoo. oQuien se

hace cura sea un santo cura>.

oCada palabra del cura debe ser sal de vida eterna y esto en cual-

quier lugar y con cualquier persona' Quien se acerca a un sacerdote

debe sacar de él siempre alguna verdad que le sea provechosa para su

almau. nEl cura no debe tener más intereses que los de Jesucristou.

Los ointereses de Jesucristou, Revelador y Adorador del Padre,

Redentor de la humanidad, son, en síntesis, la ngloria de Diosn, ula

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salvación de los hombreso. Y éstos son exactamente los interesessupremos que persigue Don Bosco a lo largo de todo el arco de suvida. Salvar y santificar las almas es el anhelo de su corazón.

Juan Pablo II lo recordaba a los miembros del XXII CanítuloGeneral, el 3 de abril de 1984: nEs importante subrayar y tenersiempre presente que la pedagogía de Don Bosco tuvo una valen-cia y una intención sumamente escatológica: lo esencial -comodice repetidas veces Jesús en el Evangelio- es entrar en el Reinode los Cieloso.

Entrar en el Reino es entrar en la salvación definitiva. nsalvarel alma, y cooperar en la nsalvación de las almaso son afirmacio-nes constantemente repetidas por Don Bosco a los jóvenes, a lossalesianos, a las personas de las clases más humildes lo mismo quea las de las clases más elevadas. oTe recomiendo la salvación delalmao.

En un (proyecto de reglamento) que se remonta al año 1854,cita la frase conocida de Juan: Ut ftlios Dei qui erant dkpersi con-gregaret in unum, y comenta: nl-as palabras del Santo Evangelionos dan a conocer que el Divino Salvador vino del cielo a la tierrapara reunir a todos los hijos de Dios dispersos en las diversas par-tes de la tierra; me parece que se pueden aplicar literalmente a lajuventud de nuestros díasr.

La vista de Jesús Buen Pastof que vino a recoger y salvar a loshijos de Dios dispersos, estimula a Don Bosco a prodigarse por lajuventud, especialmente por la más pobre.

El pensamiento de la salvación de las almas -todas,

pero espe-cialmente las que Dios le confía- está verdaderamente en el cora-z6n de Don Bosco; es nel núcleo esencial e irrenunciable, la raízmás profunda de su actividad interiol de su diálogo con Dios, deltrabajo sobre sí mismo, de su actividad de apóstol que se reconocellamado y nacido para la salvación de la iuventud pobre y abando-nada, (P. Stella). Bl l"-u que Domingo Savio puáo leei en la es-tancia de Don Bosco: Da mihi animas, cetera tolle: "Oh, Señor; da-me almas y quítame todo lo demásu, es la fuerte acentuación dadaa uno de los propósitos formulados en los ejercicios de prepara-ción a su ordenación sacerdotal: uPadece¡, trabajaq, humillarme entodo y siempre, cuando se trate de salvar almasn. Verdaderamente

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su corazón ha npalpitado siempre al impulso del Da mihi animas"(E. Viganó).

La idea unificadora

Ésta fue la idea unificadora de toda su vida: no vivía sino de ella y

para ella, como lo demuestra su trabajo de pedagogo, de pasto4 de

catequista, de escritor y de fundador, Y como lo prueban sus más

conv-encidas y constantes afirmaciones: nNuestros jóvenes -de-cía- vienen ál Oratorio; sus padres y bienhechores nos los confían

con la intención de que los instmyamos...; pero el Señor nos los

manda para que nosotros nos interesemos por sus almas y ellos

encuentien aquí el camino de la salvación eterna. Por eso, todo lo

demás debe sér considerado por nosotros como medio; nuestro finsupremo es hacerlos buenos y salvarlos eternamenteo. Recuerden,

,rd r" .uttuba de repetir a sus enseñantes, (que la escuela no es

más que un medio para hacer el bien: ustedes son como párrocos

..r.., purroquia, misioneros en el campo de su apostoladon'

oTodas las artes son importantes, pero el arte de las artes, el

único trabajo que cuenta es la salvación del alma'; nTodo gasto,

toda fatiga, toda molestia, todo sacrificio es pequeño, cuando con-

tribuye Jgutut almas para Dioso. Rezaba: uOh, Señor, dadnos cru-

ces, espinas, persecuciones de todo género, con tal que podamos

salvar almas y, con las de los demás, también las nuestras>' uMi

afecto (por vosotros) -decía a los artesanos de Valdocco- se fun-

da en "i

d.t"o que tengo de salvar vuestras almas, que fueron to-

das redimidas por la sangre preciosa de Jesucristo y vosotros me

amáis porque trato de conduciros por el camino de la salvación

eterna>.

Hasta en el lecho de muerte, asaltado por pesadillas, se le vio

agitarse, palmotear y gritar: oCorred, corred deprisa a salvar a es-

tos jóvenes... ¡María Santísima, ayudadlos!'. Llegó a decir: nSi yo

tuvilse hntos cuidados por el bien de mi alma como por el bien de

las almas de los demás, estaría seguro de salvarlan.

Igual que el artista siente el tormento de no poder expresar en

términos h1tmatto. la intuición fulgurante que lleva dentro de sí,

también Don Bosco se queja de no poder inculcar el pensamiento

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de la salvación del alma tal como él lo vive y lo siente: n¡Oh, si pu-diera decíroslo como lo siento! -exclama-. Pero me faltan las pa-labras cuando es tan importante y sublime el asuntor.

Sus fatigas, sus instituciones, la fundación de la Sociedad Sale-siana, del Instituto de las Hijas de María Auxiliadora, de los Coo-peradores, todo tiene como fin esta meta suprema. uEl único findel Oratorio es salvar almas,. nEl fin de esta Sociedad, si se lo con-sidera en sus miembros, no es otro que una invitación a quererunirse en espíritu, para trabajar a mayor gloria de Dios y por lasalvación de las almas, movidos por el dicho de San Agustín: Dlui-norum divinissimum est in lucrum animarum operarirr. Añadía:oÉste es el fin más noble que se pueda imaginaro; éste debe ser oelcontinuo respiro de todo salesianor. Con absoluta verdad Don Rúapudo afirmar en los procesos: oNo dio un paso, ni pronunció pala-bra, ni acometió empresa que no tuviera por objeto la salvación dela juventud. Dejó que otros acumulasen tesoros, que otros busca-sen placeres, y corriesen tras los honores; a Don Bosco realmentelo único que le interesó fueron las almas: lo dijo con hechos, no só-lo con las palabras: Da mihi animas, cetera tolle".

También Don Albera, que tuvo un prolongado contacto con DonBosco, afirma: ul-a idea que estimuló toda su vida fue la de trabajarpor las almas hasta la total inmolación de sí mismo... Salvar las al-mas... fue, puede decirse, la única razón de su existenciau.

Más incisivamente, también porque pone a fuego las motivacio-nes profundas del obrar de Don Bosco, Don Felipe Rinaldi ve en ellema Da mihi animas uel secreto de su amo! la ftwza, el ardor desu caridad, el amor por las almas, el amor verdadero, porque era elreflejo del amor a Nuestro Señor Jesucristo y porque él veía las al-mas mismas en el pensamiento, en el corazón, en la sangre precio-sa de Nuestro Señor. (...) Nuestro Beato Padre había logrado per-derse todo en Dios, en Nuestro Señor Jesucristo y de ahí, deaquella unión admirable, se lanzó tras las almas con los ardores dela caridad misma del Redentor divino de modo que ya no vivía, nirespiraba sino por las almasr.

Se diría que son pensamientos expresados, con la profundidadgrave y solemne que le era habitual, por Pío XI en la solemne au-diencia concedida, el 3 de abril de 1934 en la Basílica de San Pe-

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dro, a toda la Familia Salesiana, en la que quiso subrayar la cone-

xión entre el fausto acontecimiento de la canonización y los valo-

res del Año Santo de la Redención: uDon Bosco nos dice hoy:'Vi-vid la vida cristiana como nosotros la hemos vivido y os la hemos

enseñado'. Pero nos parece que Don Bosco añade para vosotros,sus hijos, tan particularmente suyos, una palabra más específica-

mente indicativa (...). Os enseña un primer secreto, (que es) elamor a Jesucristo, ¡a Jesucristo Redentor! Hasta se diría que éste

fue uno de los pensamientos, uno de los sentimientos dominantesde toda su vida. Él lo reveló con aquella palabra de orden: Da mihianimas! He aquí un amor que se funda en la meditación continua,ininterrumpida, de lo que son las almas, consideradas no en sí

mismas, sino en lo que son en el pensamiento, en la obra, en laSangre, en la muerte del Divino Redentor. Allí es donde Don Boscovio todo el inestimable, el inalcanzable tesoro que son las almas'De ahí su aspiración, su oración: Da mihi animas! Esta es la expre-

sión de su amor por el Redentor, expresión sobre la cual, por felicisima necesidad de las cosas, el amor del prójimo se convierte en

amor al divino Redenton y el amor del Redentor se traduce en

amor de las almas redimidas, aquellas almas que en su pensamien-to y en su apreciación se revelan como compradas a un precio nodemasiado alto, si están compradas con su sangreD.

Las grandes Órdenes e Institutos religiosos han condensado en

frases muy sintéticas aspectos de la vida espiritual, paradigmáticospara su carisma; pensamos en el Ora et labora (uReza y trabajao)de los benedictinos; en el Contemplari et contemplata aliis tradere(uContemplar y transmitir a los demás las cosas contempladas,)de los dominicos; en el Ad maiorem Dei gloriam et ad salutem ani-malum de la Compañía de Jesús ("A la mayor gloria de Dios y a lasalvación de las almaso); etc.

oMi convicción -escribía el Rector Mayor de los salesianos E.

Vigand- es que no hay ninguna expresión sintética que califiquemejor el espíritu salesiano que la escogida por el mismo Don Bos-co Da mihi onimas, cetera tolle. Ésta indica una ardiente unióncon Dios, que nos hace penetrar el misterio de su vida trinitariamanifestada históricamente en las misiones del Hijo y del EspírituSanto como Amor infinito ad hominum salutem intentus.

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Salvación integral

Tanta atención y manifiesta predilección por las almas que hayque salvar no debe hacernos pensar que para Don Bosco el hom-bre se redujese solamente al alma como a su totalidad y que éstafuera considerada como desvinculada del cuerpo. No. Del ñombreél tiene el concepto elevadísimo que le inspiran las páginas bíbli-cas relativas a la creación. El hombre, ude todas las criaturas üsi-bles -se lee en el Joven Cristiano (1847)- es la más perfectao.Porque, al crearlo, Dios le ha udotado de alma y de cuerpou; de al-ma, que es (Soplo divinon, nespíritu de la vidau, y, por eso, libre einmortal, en la que se refleja ula imagen y semejanza> con Dios; yde cuerpo, que, como el alma, es udon, incomparable de Dios.<Nuestros ojos, los pies, la boca, la lengua, las orejas, las manosson todos dones del Señoro (Joven Cristiano). A su modo tambiénel cuerpo refleja el rostro de Dios. uDios

-se lee en su Mes de Ma-yo- creó el cuerpo con esas bellas cualidades que nosotros admi-ramos en élr. Don Bosco exaltó siempre los valores del cuerpo y desu creaturalidad, aunque siempre supo poner en guardia contra elpeligro que el cuerpo, a causa de las consecuencias del pecado,puede representar para el alma: nA quien os diga que no conüeneusar tanto rigor con nuestro cuerpo

-advierte en el Joven Instrui-do- respondedle: quien no quiere padecer con Jesucristo, no po-drá gozar con Jesucristo>. Pero cuando él habla de la salvación delas almas tiene siempre por mira, más que la concepción dualísticaque comparte con la espiritualidad de su época, al ioven concreto ytotal, que

-para disturbar a Dante- (come y bebe y duerme y vis-te ropa>, y, precisamente porque es concreto, histórico, a la luz dela fe es, y será siempre, el hombre creado por Dios en el orden so-brenatural, caído en Adán, redimido por Cristo, destinado al cielo.

El trabajo de Don Bosco sacerdote-educador-pastor ordenado ala salvación de los jóvenes tiene siempre por fin tres objetivosprácticos, inseparables e indivisibles.

Primero: satisfacer las necesidades materiales y primordiales delos jóvenes pobres, abandonados a sí mismos, ofreciéndoles naloja-miento, alimento y vestidon, hacerlos (aptos para ganarse honra-damente el pan de la vidao, con un oficio. .Si yo niego un trozo depan

-escribe al conde Solaro de la Margherita- a estos jóvenes

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en peligro y peligrosos, los expongo a graves peligros de alma y de

cuerpo). Así pues, un pan, un trabajo, una defensa, una dignidadhumana.

Segundo: acompañarlos --{on sabia pedagogía, que tiene comocentro y síntesis la caridad pastoral de Cristo- en su delicado pro-ceso de elevación y maduración humana, cultural y moral; habilitar-los para el ejercicio de la libertad responsable, para el don de sí;

ayudarlos a tomar conciencia de su papel en la vida. Todo educadorque se respeta y respete su causa ndebe estar dispues-to -afirma'ba- a afrontar cualquier molestia, cualquier trabajo para conseguirsu fin, que es la educación civil, moral, científica de sus jóvenesr.

Tbrcero: educar cristianamente. Llevar a los jóvenes a vivir conintensidad creciente su fe, a hacer experiencia del encuentro per-sonal con Cristo, Hombre perfecto, con la escucha de la Palabra,con la oración, con los sacramentos, con la dedicación al prdimo.Don Bosco está firmemente convencido de que el joven lleva ensus hombros el hombre del mañana. Una juventud cristianamentevivida preanuncia el obuen cristianon del futuro. Él no cree en unaeducación puramente humana: la juzga inadecuada, insuficiente:nsin religión -era su máxima- es imposible educar a la juven-tudn. Siempre estuvo firmemente convencido de que la religión es

factor fundamental de progreso y de regeneración social: oQuienquiera regenerar una ciudad o un pueblo no tiene otro medio máspoderoso: tiene que comenzar abriendo un buen Oratorio festivoo.Educando en la vida de gracia y en la amistad con Cristo, mientrasno pierde de vista las exigencias de la ciudad terrena, mira a la ciu-dad futura y eterna y apunta con los mejores jóvenes a metas altí-simas, a la santidad consumada. Si no ha sido el piimero en hacerde la educación cristiana una fuente de santidad juvenil, es difícilcontestarle el mérito de haber dado a la iglesia modelos de santi-dad heroica. Por primeravez en la historia de la Iglesia, como fru-to de su método pedagógico, un joven, Domingo Savio, es un santocanonizado como confeso4 el 12 de junio de 1954.

Añadamos, como nota oportunamente P. Braido, que estos tresfines, que se dan concreta y simultáneamente en la acción educati-va de Don Bosco, son, en realidad, nun fin único, supremo, religio-so-moral, sobrenatural, que incluye en sí los condicionamentos te-

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rrenos individuales y sociales, y no otra cosa. La mística del "Damihi animaso unifica de este modo, indisolublemente, promociónhumana y promoción sobrenatural, con una insistencia del todoparticular sobre el aspecto religioso. Este vínculo intúnseco ha si-do reafirmado hoy por el Concilio: ol-a Iglesia tiene el deber de

ocuparse de la vida total del hombre, también de la terrena encuanto que está unida con su vocación celestialo (GS, Proemio).

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CapÍtulo u

EL TRABAJO COLOSAT

La importancia que ha adquirido el tema del trabajo en nuestraépoca queda demostrada por la imponente literatura, que ha de-sentrañado todos sus aspectos y todos sus valores en continuo de-sarrollo. Aunque desfigurado por ciertas ideologías, el trabajo es

verdaderamente un valor central en la sociedad y en la cultura dehoy. Pone de relieve un aspecto de la misión del hombre en elmundo: el de dominar la naturalezapara humanizarla y ponerla alservicio de la persona.

El Sumo Pontífice Juan Pablo II traza, en su Encíclica Laboremucercens y en otras numerosas intervenciones, las líneas de una espi-ritualidad del trabajo exaltando sus valores y desmitificando todaidolatía al respecto. El trabajo, en efecto, no es un fin en sí mismo,no es algo absoluto. Es, por el contrario, nun modo importante deexpresar la persona'con-creadora' o'co-rredentora' sobre la tierra yen el tiempo. Para nosotros es un testimonio de la tríada espiritual:fe, esperanza y caridad. En este sentido no es tanto la calidad deltrabajo lo que engrandece a la persona, cuanto las motivaciones y elcorazón con que se realiza, es decir, la medida del amor de caridadque lo empapa) (E. Viganó). Don Bosco hizo del trabajo su bandera,se santificó trabajando y trabajando mucho. Veámoslo.

La actividad incesante

El académico italiano Francisco Orestano, escribiendo sobre DonBosco, después de haber subrayado su grandeza moral y su fuerzade voluntad, prosigue en estos términos: oPor muy importantesque sean las carácterísticas del hombre y de su obra, la originali-dad de Don Bosco no reside aquí. Su originalidad radica en esto:Necesidades educativas y sociales, profundamente intuidas enperfecta relación con los nuevos tiempos, le llevaron a descubrirIa gran ley de educar con eI trabaio y po.ra el trabaio. Del trabajo co-

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mo instrumento educativo Don Bosco sintió su extraordinario po-der para construir la personalidad humana en todos los sentidos ymomentos: el trabajo como medio eminente de ennoblecimientodel espíritu: 'No os recomiendo penitencias ni disciplinas, sinotrabajo, trabajo, trabajo'. Y aún en el lecho de muerte lo recomen-daba a todos los salesianos a quienes él quería ordenados comouna milicia social, no empeñada en prácticas ascéticas, sino todaella convencida de las necesidades de la vida moderna. Y no sola-

mente estimó el trabajo como instrumento educativo, sino comoun asunto vital. Sintió toda la dignidad del trabajo, incluso en sus

aplicaciones manuales más modestas; trató de aprenderlas todasy practicarlas y, por eso mismo, ennoblecerlas. Jamás consideró el

trabajo como medio de enriquecimiento, porque juzgó la riqueza,como había sentenciado rectamente su santa madre, una verdade-ra desgracia; lo quiso como plenitud, salud y santidad de vida,.

La cita es muy oportuna porque recoge, con penetrante clari-dad, el aspecto tal vez más original de su pedagogía y de su santi-dad, que es el de la elevación del hombre y del cristiano a través del

trabajo y con el trabaio. Pero a una condición, y es que la palabrantrabajoo se tome en la gama de significados que tenía para DonBosco, para el cual era, unas veces, sinónimo de actividad manual,artesanal, técnica, profesional; otras, intelectual, escuela, estudio,cultura; otras, apostólica, cafequesis, evangelización, celo pastoral;

otras, sacerdotal, acción litúrgica, sacramentos; otras, caritativa, en

sus diversas formas; y otras, deberes del propio estado. nPor trabajose entiende el cumplimiento de los deberes del propio estadoo.

Por tanto, será el contexto el que nos dé el significado de lo que

Don Bosco entiende en cada caso cuando habla de trabajo.

La ,,escala mística" del trabajo

Del trabajo entendido como actividad apostólica, caritativa y hu-manizante, Don Bosco intuyó su suprema grandeza, su divina vir-tud santificadora, y no dudó en hacer de él su .rescala mística" Pa-ra llegar hasta Dios.

No separó el trabajo de la oración: oSi ha habido un santo que

en los tiempos modernos haya unificado y personalizado en sí

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Page 129: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

mismo tan maravillosamente Ios dos elementos de la tradición be-

nedictina 'ÍezaÍ y trabajar', éste ha sido precisamente Don Boscoo

(Cardenal C. Salotti). Pero no es la oración lo que más resalta en

é1, no es su divisa. ul-o que más se manifiesta al mundo es su tra-

bajo inmenso y desinteresado. Don Bosco es un santo extrema-

mente concreto: para decirlo en una palabra un poco cruda, pero

verdadera, no cree en una piedad que no se exprese en la vida, que

no se convierta en acción, caridad activa, que no se traduzca en un

trabajo incesante por amor a Dios y a los hermanos' (C' Colli)'

Añadamos que en el siglo XIX la oración era todavía una reali-

dad tan profundamente metida en la vida cristiana, que Don Bosco

.ro.r"yó oportuno insistir más en ella, como probablemente-lo ha-

bría héchoen una situación diversa. Urgía, en cambio, santificar el

trabajo y divinizar la acción. Éste fue su carisma.

A esto se sentía inspirado y llevado. Sabía que la palabra no es

persuasiva sino en el momento en que se transforma en acción, yquiso que la acción se convirtiese en palabra, que sus ideas tuvie-

ran manos, como de hecho sucedía.

Era por temperamento lo que se dice ohombre de accióno, nel

trabajaáor con éxitou, el ogenio de la organización,. El trabajo era

su segunda naturaleza. oDios -solía decir- me ha concedido la

gracia de que el trabajo y el esfuerzo, en vez de ser para mí un pe-

so, sean siempre un alivioo.

El impulso para la acción era poderosamente estimulado por

las nuevas e inmensas necesidades de su siglo, por la mísera condi-

ción en la que se encontraba la juventud marginada o desatendida

de su tiempo. Pero lo arrastraba, sobre todo, el ejemplo de Jesús,

el divino oü..ro de la casita de Nazaret, el amigo de los niños y de

los humildes, el apóstol del Padre que está continuamente traba-jando por nuestra salvación. nMi Padre sigue obrando-siempre, ypo. .tó yo también obro, (In 5,I7); Jesús ocomenzó haciendo y

enseñanáou (Hch I,l). Y éste es el modelo que propone a sus hijos

cuando escribe las Constituciones.

nJesucristo comenzó trabajando y enseñando -leemos en el ar-

tículo segundo-. Así también los Socios, además de practicar las

virtudes lnternas, procurarán perfeccionarse a sí mismos con el

ejercicio de las virtudes externas>.

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cuando Don Bosco cita la palabra de Dios, demuestra una desta-cada-preferencia por los textos que ponen en evidencia la <categoríadel obraro, del anuncio, de la evangelización; en su voluminoso ipis-tolario las alusiones a las realidades diünas y a la oración son casicontinuas, aunque nunca tomadas como tema desarrollado. Encambio, se subrayan con gran interés frases de este tenor: nOpus facevangelistae" (2 Tm 4,5: osigue en tu trabajo de predicador dei Evan-gelion); ,rTt,!. vero praedica Verbum opportune et importuneu (2 Tm4,2: "Predica la Palabra de Dios, insiste a tiempo y a destiempo,);

"Opus Dei revelare et confiteri honorificum est" (Tb 12,7: nEs cosagloriosa revelar las obras de Diosr).

Pero no fue un pragmatista, no elevó la praxis a criterio de ver-dad. Siempre puso por encima de todo, tanto la doctrina de la fecomo el Magisterio: principios y valores sólidamente adquiridos.Pero él fue el ne¡¡prendedor de Diosn, el realista que antepóne, porinstinto, lo práctico a lo teórico, lo üvido a lo abstracto, los hecñosa las palabras; que no cree en la fe sin obras, ni en un Evangelioque no esté incorporado a la vida. Sólo uel que obra la verdad üe-ne a la luz" (Jn 3,21). Sólo el lenguaje de los hechos y de las obrasle parecía suficientemente creíble.

uEl mundo se ha vuelto materialista -decía-; por eso hay quetrabajar y hacer conocer el bien que se hace. Aunque uno haga mi-lagros rezando día y noche en su celda, el mundo no se da

"rr.rrtuy ya no cree. El mundo tiene necesidad de ver y tocar. El mundoactual quiere ver las obras, quiere ver al clero trabajando...o.

En una época en la que se miraba a los religiosos como a genreociosa, inútil para el progreso de la sociedad, quiso que su institu-ción se basara en la gran ley del trabajo, y decía, no sin humorismo,que el hábito de sus religiosos sería el de las nmangas remangadasu.

Con el valor y la osadía de los emprendedores que hicieron cé-lebre la ciudad de Turín

-sobre todo en la última cuarta parte delsiglo XIX- sostenido por una fe sólida, lanza a sus jovencísimossalesianos, formados nen el campo) y poco en la teoría, a fundarsus obras caritativas: oratorios, orfanatos, escuelas, colegios, mi-siones.

En 1878 tiene la audacia de escribir a León XIII, apenas elegidoPapa, que preste una atención particular a las nuevas instituciones

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que el Espíritu Santo hace nacer en la Iglesia: ol-as familias reli-giosas recientes han sido llamadas por la necesidad de los tiempos.

Con la hrmeza en la fe, con sus obras materiales, deben combatirlas ideas de quienes ven en el hombre sólo materia. Éstos con fre-cuencia desprecian a quien reza y medita, pero se verán obligadosa creer en las obras de que son testigos ocularesu. Palabras anti-guas; se dirían propias de hoy y válidas a escala planetaria, ya que

en todas partes se invoca y se exige la apologia vitae de los creyen-tes, el testimonio auténticamente cristiano.

Las afirmaciones

Las osadas afirmaciones que hicieron otros santos en elogio de laoración, Don Bosco las hizo para alabar el trabajo.

<El noventa por ciento de sus conferencias a los hermanos -es-cribe A. Caviglia- tratan del trabajo, la templanza y la pobreza. Heaquí

-añade agudamente- el esciándalo de un santo; de un santo,

podemos deci[, namericanou; dice muchas más veces: ,rTiabaiemosrr,

qtJe ,rRecemosrr.

E. Ceria afirma por su parte: usería diffcil encontrar otro santoque haya conjugado y hecho conjugar en la misma medida queDon Bosco el verbo trabajar". Quiso que sus salesianos fuesen ale-gres, pobres, frugales, pero sobre todo ulaboriosísimosn: o¡Tiaba-jo, trabajo, trabajo! -repetía-. He aquí lo que debe constituir elorgullo y la gloria de los sacerdotes. No cansarse nunca de traba-jar. ¡Cuántas almas se salvarían!,,. oQuien no sabe trabajar no es

salesianon.

Quería que el trabajo tuviese la continuidad de la respiración:oTrabajar siempre (...). Ésta debe ser la aspiración de todo sale-siano y su continuo suspirou. La idea de la fatiga no debía ser unpensamiento que frenara, sino un estímulo para trabajar más.<Nosotros no queremos dinero, sino trabajos¡. nEs necesario quenos procuremos trabajos superiores a nuestras fuerzas, y asíquién sabe si no se llegará a hacer todo lo que se puede,.

La pereza y el ocio le causaban horror. Llegó a pronunciar estafrase tremendamente dura: uEl sacerdote, o muere por el trabajo,o muere por el vicion.

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Lo que para otros Institutos eran las penitencias aflictivas y loslargos a)runos, lo era el trabajo para Don Bosco: oQueridos míos -repetía-, no os recomiendo penitencias y disciplinas, sino trabajo,trabajo y trabajon.

Cuando observaba el gran trabajo que llevaban a cabo sus hijos,gozaba íntimamente: uCuando voy por las casas y advierto que haymucho trabajo, vivo tranquilo. Donde hay trabajo, no está el de-monior. <Es cierto que el trabajo supera las fuerzas _'añadía-,pero nadie se asusta y parece como si la fatiga fuera como una so-brealimentación además del alimento material,.

Estaba convencido de que odesde San Pedro hasta nuestrosdías, los tiempos nunca fueron tan difíciles), pero quería que (envez de llenar el aire de lamentos plañideros>, se reaccionase inten-sificando el trabajo: uTrabajar hasta más no podern.

Pío IX le había dicho: oConsidero que está en mejores condicio-nes una casa religiosa donde se Íeza poco, pero se trabaja mucho,que otra donde se rezan muchas oraciones, pero se trabaja poco onadao. Y también: <No meta a los novicios en la sacristía, porquese volverán ociosos; haga más bien ¡que trabajen, que trabajen!o.

Es lo que Don Bosco hacía siempre, suscitando perplejidad y des-confianza en otros religiosos y en la misma autoridad eclesiastica.

Se le reprochaba, por ejemplo, que sacrificara el onoviciacio as-céticou y los <métodos tradicionales, de formación, comprome-tiendo incautamente a los hermanos jóvenes en disipadoras y pre-coces actividades apostólicas. Pero Don Bosco respondía,disculpándose: (La experiencia de treinta y tres años nos enseñaque estas asiduas ocupaciones son un baluarte inexpugnable de lamoralidad. Y he observado que los más ocupados y los más traba-jadores recuerdan mejor su antigua condición, gozan de buena sa-lud, se conservan más virtuosos y, llegados al sacerdocio, lograncopiosos frutos en el sagrado ministerio>.

La confirmación de la bondad de su método le venía también desus misteriosos sueños que, como documentos del cielo, le señalabanlas direcciones decisivas que debía ir tomando en su existencia.

En el (sueño de Lanzoo (187ó), por ejemplo, el guía que loacompañaba le hace ver el campo inmenso de la acción salesiana yle dijo en tono apremiante: nMira, es necesario que hagas impri-

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mir estas palabras, que han de ser vuestro lema, vuestra palabra

de orden, vuestro distintivo. Anótalo bien: E/ trabaio y lo templanza

hardn florecer la Congregación Salesiana. Harás explicar estas pala-

bras, las repetirás, insistirás en ellasr.

Importancia extraordinaria ha tenido siempre en la tradiciónsalesiana el sueño de los udiez diamantes>, o de las diez virtudes,que brillan con luz resplandeciente sobre el manto del personajeque representa el omodelo del verdadero salesianor. Dos de estos

diamantes llevan estas palabras: uTrabajsr, oTemplanza>>. Estáncolocados respectivamente sobre el hombro derecho y el izquierdocomo marcando la figura del salesiano.

Recordemos, finalmente, las palabras, tal vez más importantesde su vida: uCuando suceda -así termina su Testamento espiri-tual- que un salesiano sucumba y deje de vivir trabajando por las

almas, decid entonces que nuestra Congregación ha alcanzado ungran triunfo y sobre ella descenderán copiosas las bendiciones delcielon. Y en el mismo lecho de muerte recomendó por dos veces a

Monseñor Cagliero: ul-e recomiendo que diga a todos los salesia-

nos que trabajen con celo y ardor: trabajo, trabajo,.

El testimonio

Más eficaz que sus palabras es el testimonio de su vida. Una vida,como la definió Pío XI, (que fue un verdadero, propio y gran mar-tirio: una vida de trabaio colosal que daba impresión de agobio só-

lo con verlau.

Se resiste uno a creer que un hombre solo haya podido trabajartanto y atender a tantas cosas al mismo tiempo. Escribe A. Cavi-glia que en Don Bosco parece que actúan simultáneamente variaspersonas: oEl educador y pedagogo, el padre de los huérfanos y el

acogedor de jóvenes abandonados, el fundador de congregacionesreligiosas, el propagador del culto a María Auxiliadora, el creadorde uniones laicales extendidas por todo el mundo, el promotor de

la caridad operativa, el pregonero de misiones lejanas, el escritorpopular de libros morales y de apologías religiosas, el defensor dela prensa honesta y católica, el creador de talleres cristianos y de

colecciones de libros, el hombre de la piedad religiosa y de Ia cari-

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dad y el hombre de los negocios humanos o de interés público: to-dos juntos y al mismo tiempo actúan y avanzan como si se tratasede otras tantas personas nacidas o destinadas para cada cosa, y se

funden en la única persona de un sacerdote sin apariencias, queno pierde jamás la serenidad de su semblante ni la circunspectamodestia de su trato con grandes gestos llamativos, ni adorna suvocabulario con la retórica de frases grandilocuentes>.

Thnta multiplicidad de aspectos estaba unificada, en lo más pro-fundo de su se4, por la idea que domina toda su vida: la idea, comoya hemos üsto, de la salvación de las almas y de la gloria de Dios.

La Providencia había templado a Don Bosco para el trabajodesde los duros y pobres años de su niñez. Sabemos que hizo detodo y que fue: pastor de ganado, trabajador del campo, criado,sastre, herrero, mozo de café, pastelero, saltimbanqui, repetidor,estudiante, sacristán, barbero; pasó de un amo a otro, experimen-tando cuán n¿¡¡¿¡go saben el pan ajeno.

Esta experiencia dejará en él una huella indeleble: será siempresensibilísimo a los problemas de la juventud pobre y marginada, lomismo que al de las humildes clases trabajadoras, y será siempreun trabajador y un realizador formidable: <Las cosas no marchansólo a vapor

-escribía en 1878 a la Condesa Uguccioni-, sino co-

mo el telégrafo. En un año, con la ayuda del Señor y con la cari-dad de nuestros bienhechores, hemos podido abrir veinte casas.Vea cómo ha crecido Su familia,.

Fiel a su viejo propósito, no concedía al sueño, en su madurez,más de cinco horas cada noche. uPuede decirse

-depuso en los

procesos Monseñor Bertagna- que pasó la mitad de las nochestrabajando: le oí decir varias veces que, cuando estaba más sano,se pasó varias veces hasta dos noches escribiendo en su escritorio.A pesar de ello, por la mañana ya estaba en la sacristía para cele-brar la Misa y confesar durante varias horaso. En los primerostiempos del Oratorio, en determinadas circunstancias, confesabatambién muchas horas durante el día.

En el peúodo de su máxima laboriosidad escribía con una velo-cidad sorprendente y de su puño y letra hasta 250 cartas en un día.nEl trabajo lo hago pasar por mis dedos -decía-

(...); he adquiri-do una velocidad que no sé si podrá darse mayor>. En las épocas

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de más intensa actividad se sentaba en el escritorio a las dos de la

tarde y allí permanecía hasta las ocho, para reemprenderlo des-

pués de ,trr.uo. oHace varios meses que me pongo a escribir a las

áos de la tarde y me levanto a las ocho y media para ir a cenar).

La nfatiga mortalo a la que le obligaban las preocupaciones co-

tidianas t" filttu a través de sus cartas en rápidos desahogos que

no dejan de conmovernos: oEl trabajo me trae loco'; oMe encuen-

tro tan cansado que ya no puedo más"; oEstoy cansadísimou'

Y era verdad. Puede decirse que no conoció más reposo que el

de la tumb¿. oNo recuerdo -depuso Monseñor Cagliero en los

procesos- que en toda su vida se haya tomado un día de vacación

por deporte o pa.u reposar; y muchas veces, al encontrarnos noso-

iro, .árrrudos'y fatigádos por el trabajo: o¡Ánimo1 -nqs decía-

¡ánimo!, trabaiemos, trabaiemos siempre porque alld aniba tendre-

mos un descanso etemo¡>.

Murió destrozado por el exceso de trabajo, mártir -y no es me-

táfora- de una laboriosidad que no conoció descanso. osus exage-

radas vigilias y fatigas materiales -leemos en la rápida y curiosa

biografía de sú médico- le consumieron la vida: al principio casi

sinádvertirlo, después de 1880 (ocho años antes de su muerte) pue-

de decirse que su organismo había quedado reducido a un gabinete

patológico ámbulante, en medio del cual brillaba todavía una mente

ii"-pi" activa y siempre ansiosa de alcanzar su gloriosa meta>.

La laboriosidad del oviejo sacerdoteo, del nfilántropo del siglo

XIX,, del ucatólico intransigentísimo> pareció, a los hombres de

,r, ti"-po, increíble y legenáaria. A la muerte de Don Bosco, los

periódiios de la époóa definieron su fatiga y laboriosidad_comolprodigiosa, (t^a lilustrazione popolare), <gigantesca " (ln' Patrie)'

(enorme y en sumo gradoo (La Perseveranza), ,rfenomenaln (II Fan-

fulla). osi Don Bosó -se Iee en el mismo diario- hubiera sido

*irrírtro de finanzas, Italia habría sido económicamente la prime-

ra nación del mundou. En los Procesos Apostólicos, el Promotor

de Ia Fe no dudó en presentarle como uno de los máximos apósto-

les de la Iglesia del iiglo XIX: ula multiplicidad y fecundidad de

sus obras és algo prodigioso: su celo por la salvación de las almas

y por la difusión del Reino de cristo en la tierra fue tan intenso y

áotttitu.to que la historia, con todo derecho,lo proclama apóstol ex-

traordinari s -aa7ns;6i771umrr-

del siglo XIX''139

Page 136: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

capítulo lll

TRABAJO ENTRE DOS

Don Bosco, santo lleno de Dios, es, al mismo tiempo, un santo lle-

no de María. Toda su vida gira, después de Dios y en dependencia

de Dios, en torno a María. Antes del sueño de los nueve años' Ma-

ría es ya una presencia viva en su vida, por mérito de su santa ma-

dre: nMi qrr.tido Juanito... cuando viniste al mundo yo te consagré

a la Santísima Virgen,. uYo -le dirá Jesús- soy el Htj9.d" Aquélla

a quien tu madre te ha ensenado a saludar tres veces al díao'

pero la virgen no se limita a pasar a través de la mediación de

mamá Margarlta. Ella irmmpe directamente en la vida del pastor-

cillo de I Bécchi, como luz de lo alto, primero en el (sueño de los

nueve años> y, después, en los otros sueños marianos'

Los ojos de Don Bosco vieron el rostro de María' uPara que cada

uno de vosotros esté bien seguro de que la Virgen santísima ama a

nuestra Congfegación --dirá1 sus primeros salesianos en el famoso

streil á" h ñerÉola de rosas, o.,tt ido en el año 1847, pero narrado

en 18ó4- no os voy a contar un sueño, sino lo que la-misma Biena-

venturada Virgen María quiso que yo viera' Quiere Ella que ponga-

mos en su protección toda nuestra esperanza>' En el sueño se leen

frases .orrró értur, ,.La Santísima Virgen me dijoo; nElla me dijo en-

tonces), nApenas terminó de hablar la Madre de Diosu'

La devoción a la Virgen --dicen testigos fidedignos- estaba en

la cima de sus pensamientos. Parecía que no viviese más que para

Ella. *¡Qué buena es la Virgen -decía-, cuánto nos quierelo'

Don Bosco percibió con lucidez creciente la iniciativa de Dios

en su vida de fundador; pero tuvo tambiénla certeza de ser condu-

cido y guiado en todo de la mano de María: ,,María Santísima es la

fundád"ora y será la sostenedora de nuestra obran. Más aún: uMa-

ría es la madre y el sostén de la Congregacióno'

ola Congregación -escribió Don ViganÓ- ha nacido y crecido

por la interveniión de María y se renovará en la medida en que la

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Page 137: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

virgen r,rrelva a ocupar el puesto que Le corresponde en nuestrocarismar.

En el oratorio no debía hacerse nada sino en el nombre de Ma-ria, <rla más santa, la más amable de las criaturas, la gran Madrede Dios, siempre pura e inmaculadar.

María es ola omnipotencia supplex", omnipresente en su vida:es la Maestra, la Guía, la pastorcilla, la Señóra, la Reina de sussueños; es su cuestora, su Taumaturga; es muchas otras cosas; pe-ro para él será siempre, en todo y sobre todo, la Madre der salvadory de la lglesia, Ia Inmaculada todapura y llena de gracia, ra pod.ero-sa Autciliadora de los cistianos.

Madre, Inmaculada, Auxiliadora, ésta es la Virgen que Don Bos-co pone en el vértice de su pedagogía, de su acción sacerdotal,apostólica y misionera. Ella es la que llena de sí el clima espiritualmariano que se vive en el Oratorio -y en las demás obras_ y seexpresa en las formas más variadas y sinceras de una genuina pie-dad-popular. F,l ejemplo partía del Santo, el cual siempie se dirigióa Ella, especialmente en las encrucijadas más decisivás de su viáa,con la confianza y la seguridad propia de un hijo con su madre.Cuando besaba la medalla o una estampa de la-Virgen, quien lomiraba podía tener la impresión de que bésaba u,r.ru!".rona viva.

La devoción de Don Bosco hacia la Madre de Dios puede servista desde ángulos diversos: aquí deseamos subrayaril relieveque tuvo en su vida la presencia de María Auxiliadora, de la quefue incuestionablemente el apóstol más extraordinario. Sabemosque él pasó por experiencias marianas diversas: fue devoto de latirgen del Castillo (Castelnuovo), de la Dolorosa (Casa Moglia), dela virgen de la Escala, de la del Santo Rosario, de la Inmáculada(chieri), de la consolata (Turín), de la Virgen de oropa (Biella).Por razones que, por un lado, guardan relación con los órígenes dela Obra de los Oratorios (8 de diciembre de lSal) y, po, o1ro, .o,el movimiento mariano en honor de la Inmaculaáa-concepción,que desembocará en la definición dogmática del año 1g54, ,r, pr"-ferencias se decantan por el culto de la Inmaculada. La fiesta dil gde diciembre perrnanece central en su metodología pastorar y pe-dagógica. osomos deudores de todo a Maria-.eóo.dabu u r.ri áir-cípulos-: todas nuestras obras más importantes comenzaron en eldía de la Inmaculada".

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Page 138: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

Al culto y a la preferencia por María Auxiliadora llega, en cam-

bio, hacia 18ó2, cuando está próximo a los cincuenta años' por

una serie de motivos que no vamos ahora a examinar. Recordemos

sólo los de orden práclico, como resulta de esta confidencia hecha

al clérigo P. Albera: nHe confesado mucho y, a decir verdad, casi

no se q:ue he dicho o hecho; tanto me preocupaba una idea que'

distrayéndome, me llevaba insensiblemente fuera de mí. Yo pensa-

ba: nuestra iglesia es demasiado pequeña; ya no puede acoger a to-

dos los jóveñes (...); haremos otra más hermosa, más grande, que

sea majnífica. Le pondremos el título de Marío Auxiliadoran. Y los

de orden pastoral o apologético, como deducimos de este testimo-

nio de J. óagliero: "ta vlrgen quiere que la honremos con el título

de María Auxiliadora: los tiempos corTen tan tristes que tenemos

necesidad de que Ia virgen Santísima nos ayude a conservar y de-

fender la fe criitian¿n. Ño dejaron de influir en todo esto las apari-

ciones de la Auxiliadora acaecidas en Spoleto (1862) y otras con-

tingencias históricas e ilustraciones del cielo'

Auxiliadora' presencia viva

No faltan, ciertamente, elementos que demuestran, ya antes, la

presencia de María Auxiliadora en la vida de Don Bosco; pero la

preferencia determinante por su culto tiene un punto de referencia

preciso: los años 1861-18ó3. <Y ésta -escribe Egidio viganÓ- se-

iá la opción mariana definitiva: el punto de llegada de un incesan-

te crecimiento vocacional y el centro de expansión de su carisma

de fundador. Don Bosco reconoce, finalmente, perfilado en la vir-gen Auxiliadora, el rostro de la Señora que dio comienzo a su vo-

óación y que fue y será siempre su Inspiradora y Maestra>'

pero este punto de llegada es también un punto de partida. Nos

encontramor "tr

los últimos veinticinco años de la vida de Don

Bosco; los años de la plena madurez humana y espiritual que coin-

ciden con la afirmación y la sistematización definitiva de la Con-

gregación, con su expansión mundial y misionera, son, sobre todo'

íoránor en los qu" it Santo se siente cada vez mds implicado e in'merso en la actuáIidad dramdtica de ln lglesia y de Ia nueva realidad

italiana, como sacerdote educador y como apóstol. Pues bien, este

largo período de la historia de Don Bosco está marcado por una

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presencia más viva, más patente de María, la u¡4¿¿¡s amorosísi-ma) e ulnmaculada poderosa), como él no se cansará de repetiq,pero ahora venerada y sentida de manera casi totalizante en sufunción de Auxiliadora, tanto de cada uno como de toda la comu-nidad de fe cristiana: María Auxilium christianoruLz. y esto, apar-te de lo que implícita o explícitamente le llevó a dar preferencia aeste título, sobre todo por dos razones de fondo.

Primera: por la lúcida intuición que ya había adquirido dera ac-tualidad del culto de María Auxiliadora en la Iglesia áe su tiempo.

Segunda: por el alcance, difícilmente calculable, que en la histo_ria salesiana llegó a tener la construcción y la existónci a del Tem-plo de María Auxiliadora en VaWocco.

Actualidad del culto a María Auxiliadora

Acerca del primer punto, hemos cotejado la introducción que DonBosco pone, tomándola de A. Nicolás, en su opúsculo Maralilles dela Madre de Dios invocada baio el título de uá¡a Auxiriadora. Lee-mos en esa obra: uEl título de'Auxilium Christianorun ', atribuidoa la augusta Madre del salvado! no es cosa nueva en la Iglesia deJesucristo. En los mismos libros sagrados del Antiguo Testamentola virgen es llamada Reina que está a la derecha de su Divino Hijo,vestida de perlas y brocado (...). En este sentido fue saludada Ma-ría como auxilio de los cristianos desde los primeros tiempos delCristianismou.

El recurso a María Auxiliadora se impuso a causa de las extra-ordinarias dificultades en las que se debate la Iglesia. nUna razón,por lo demás del todo especial, por la que la Iglesia quiere, en es-tos últimos tiempos, subrayar el título de'Auxilium christiano-rum', es la que aduce Monseñor Parisis con las siguientes palabras:'cuando el género humano se ha encontrado en crisis extiaordina-rias, casi siempre ha creído conveniente, para salir de ellas, reco-nocer y bendecir una nueva perfección en esta admirable criarura,Y-íu Santísima, que es en la tierra el más extraordinario reflejode las perfecciones del creador'. Hoy la necesidad universalmentesentida de invocar a María no es particula¡ sino general: ya no setrata de tibios que enfervoriza¡, pecadores que converti¡ inocentes

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que preservar. Estas cosas siempre son útiles en todo tiempo y contoda suerte de personas. Pero es la misma Iglesia Católica la que se

ve asaltada. Se ve asaltada en sus funciones, en sus sagradas insti-tuciones, en su Cabeza, en su doctrina, en su disciplina; se ve asal-tada como Iglesia Católica, como centro de la verdad, como maes-tra de todos los fieles. Y precisamente para merecer una especialprotección del cielo se recurre a María, como Madre común, comoespecial Auxiliadorao.

Un poco más adelante, en el mismo opúsculo, Don Bosco nodudará en hacer suya esta afirmación: oUna experiencia de diecio-cho siglos nos hace ver de modo luminosísimo que María ha conti-nuado desde el cielo, y con el mayor éxito, su misión de Madre de

la lglesia y Auxiliadora de los cristianos que había comenzado en latierra>. nDonde se ve que el título de Madre de la lglesia es el fun-damento del de Auxiliadora. Título de sentido exquisitamente ecle-sial y de la más viva actualidad en tiempo de Don Bosco, quienpercibía con angustiada atención las especiales y crecientes difi-cultades surgidas para la Iglesia: los graves problemas de las rela-ciones entre fe y política, la caída (después de más de un milenio)de los Estados Pontificios, la delicada situación del Papa y de lassedes episcopales, la urgente necesidad de un nuevo tipo de pasto-ral y de nuevas relaciones entre jerarquía y laicado, las incipientesideologías de masa, etc.> (E. Viganó).

Esta dura realidad impulsaba su celo por la causa de la fe y dela Iglesia y reavivaba su recurso a María Auxiliadora.

Leemos en las Memorias Biográficas: oAl recordar las maravillasobradas por la Virgen, además de la necesidad de desahogar su in-menso amor hacia la Madre de Dios, tenía por mira el ayudar alprojimo. Quería reavivar en todo el mundo una confianza ilimita-da en Aquélla que, en medio de las angustias, las tribulaciones, loserrores y los peligros, era y sería siempre su amorosa, solícita y po-derosa Auxiliadorao.

Seguro de su confiartza ert María Auxiliadora, Don Bosco, en elfamoso sueño sobre el porvenir de la Iglesia y de Europa (2 de fe-brero de 1872), no dudará en escribir al Sumo Pontífice Pío IX, ennombre del cielo: nl-a gran Reina será tu auxilio y, como en lostiempos pasados, también en el porvenir será siempre 'magnum etsingulare in Ecclesia praesidium' r, .

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En su conciencia de creyente, él no dudaba lo más mínimo deque la Bienaventurada Virgen, Madre espiritual de la Iglesia, ,.in-vocada con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediado-yq" (LG, n. 62), términos tan queridos por é1, le habría asistido ysocorrido con su "auxilio matemalo.

María se edificó su casa

Sin embargo, todo esto no hubiera hecho de él el gran apóstol deMaría Auxiliadora, si no hubiera pasado por la experiencia, del to-do sobrenatural, de la construcción de la iglesia de María Auxilia-dora en Valdocco, y si esta iglesia no se hubiera convertido en elcorazóny en,,el centro de la Congregaciónrr,la "Iglesia madre" delaFamilia Salesiana.

Resulta casi imposible decir lo que ha representado en la vidaíntima de Don Bosco el templo de Valdocco, lo que ha representa-do y representa en la historia de la Congregación y -a través delos miembros de la Familia Salesiana- en la piedad mariana de laIglesia universal.

A diferencia de cuanto leemos en la historia de otros célebressantuarios, que surgieron casi siempre por estrepitosas aparicio-nes de María

-pensemos en Lourdes, en Fátima, en La Salette,

etc.- el de Valdocco surge por un cálculo de sabia pedagogía pas-toral, por exigencias concretas, aunque no falten tampoco inter-venciones sobrenaturales.

Pero lo que sorprendió, primero a Don Bosco y después almundo, es el hecho de que María se haya constmido prácticamen-te su <casa> contra toda previsión humana: "Aedificavit sibi do-mum Mariar.

Este es el milagro que el teólogo Margotti no se atrevía a negar:uDicen que Don Bosco hace milagros y yo no lo creo, pero hayaquí uno que no puedo negar y es este suntuoso templo que cuestacerca de un millón -hoy serían millones- y ha sido levantado entres años solamente con las limosnas espontáneas de los fieleso.

Don Bosco era guiado desde lo alto, pero caminaba con los piesen la tierra y, hombre práctico como era, había hecho bien sus cálcu-los antes de comenzar los trabajos. Se había asegurado el apoyo fi-

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nanciero de personas influyentes y adineradas; pero, a la hora dela verdad, se había quedado solo. La verdad es ésta: uCuando se

trató de comenzar los trabajos, yo no tenía un céntimo que dedicara la obra,. Y aquí es donde él se hace uno de aquellos razonamien-tos que sólo los santos saben hacer: oPor una parte, tenía la certe-za de que aquel edificio era para mayor gloria de Dios; por otra,chocaba con la absoluta falta de medios,.

Se hubiera dicho que el dilema no tenía salida: pero Don Boscomedía las cosas con parámetros superiores. ¿Cuál fue su conclu-sión? Hela aquí: oEntonces se vio claro que la Reina del cielo que-ría, no los cuerpos morales (los apoyos de las autoridades ciudada-nas, etc.), sino los cuerpos reales, es deci4 los verdaderos devotosde María (...) y quiso Ella misma poner la mano y hacer conocerque, siendo obra suya, Ella misma la quería edificar: Aedificavit si-bi domum Maria".

Los trabajos comenzaron de cero. Don Bosco no ahorraba es-fuerzos; pero alguien en la sombra actuaba con él y por medio deé1. Este alguien era María Auxiliadora. Había comenzado así aquel<trabaio entre dosrr, entre Don Bosco y María Auxiliadora, aquel,rhacer las cosas iuntosrr, aquella omisteriosa cooperación>, cuyosorígenes se remontan al primer sueño y que ahora se había hechomás fuerte, más continua y casi irresistible. La construcción mate-rial del templo se enriquecía cada día con hechos extraordinariosque dejaban sorprendido y casi asustado al mismo Don Bosco, tan-to que sintió la necesidad de consultar a Monseñor Bertagna, elcual, en un precioso testimonio del Proceso Ordinario, hace estaafirmación: uCreo en verdad que Don Bosco tuvo el don sobrenatu-ral de curar enfermos. Esto se lo oí a él mismo cuando estábamoslos dos haciendo Ejercicios Espirituales en el Santuario de San Ig-nacio en Lanzo y me lo decía para pedir consejo sobre si debía con-tinuar bendiciendo a los enfermos con las imágenes de María Auxi-liadora y del Salvador, porque, decía, se ha extendido un granrumor por las muchas curaciones que se verificaban con las bendi-ciones que él impartía y que tenían visos de prodigiosas. Yo sosten-go que Don Bosco decía la verdad. Bien o mal, yo creí convenienteaconsejar a Don Bosco que siguiera dando sus bendiciones>.

Don Bosco prosiguió más sereno su camino. Impartía la bendi-ción de María Auxiliadora, exhortaba a los devotos a honrarla con

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la santidad de vida y con alguna limosna para su templo, y Maríalo escuchaba: los enfermos sanaban, los problemas embrollados se

resolvían, las curaciones espirituales se multiplicaban. Era eviden-te que María Auxiliadora daba crédito a su fiel siervo.

uSi yo quisiese -escribe

el Santo- exponer la multitud de he-chos (extraordinarios y milagrosos, de los que habla), tendría queescribir, no un pequeño libro, sino gruesos volúmenesr. Es obvia-mente un modo hiperbólico de expresarse, pero que tiene un sóli-do fundamento. Tiene razón Don E. Ceria cuando escribe: olglesiaverdaderamente milagrosa ésta de María Auxiliadora: milagrosaporque le había sido mostrada mucho tiempo antes al Santo en sulugar y en su forma; milagrosa por la construcción, porque DonBosco, pobre y padre de los pobres, sólo con medios providencia-les podía levantarla; milagrosa por el río de gracias que no ha ce-sado nunca de brotar de ella como de fuente inagotabler.

Don Bosco es sincero cuando concluye: <Hemos levantado estemajestuoso edificio con un dispendio sorprendente, sin que nadiehaya hecho jamás ninguna cuestación. ¿Quién lo creería? La sextaparte de los gastos fue sufragada con limosnas de personas devotas;el resto fue producto de ofrendas hechas por gracias obtenidaso.

La conciencia popular no tardó en descubrir esta maravillosaalianza entre María Auxiliadora y Don Bosco, el vínculo insepara-ble que los unía: Don Bosco era verdaderamente el "Santo de Ma-ría Auxiliadora" y María Auxiliadora era verdaderamente la ,rVir'gen de Don Boscor. Esta denominación, nacida de la intuición de

fe de los creyentes, queda confiada a la historia.

En su humildad, Don Bosco jamás dejó de decir que él no en-traba en esto: quien lo hacía todo era María Auxiliadora: uYo nosoy el autor de las cosas extraordinarias que veis; es el SeñoL es

María Santísima que se han dignado servirse de un pobre sacerdo-te para realizar tales obras. Yo no he puesto nada mío. 'Aedificavit

sibi domum Maria'. Cada piedra, cada ornamentación está marca-da por una graciao. nMaría la levantó afuerza de milagroso.

Desde la inauguración de este santuario en adelante, la Auxilia-dora es la expresión mariana que caractenzará siempre el espírituy el apostolado de Don Bosco: su vocación apostólica la considera-rá toda ella como obra de María Auxiliadora, y sus múltiples y

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grandes iniciativas, particularmente la Sociedad de San Francisco

de Sales, el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora y la granFamilia Salesiana, serán vistas por él como fundación querida ycuidada por la Auxiliadora.

oPienso que se puede afirmar que la existencia del Santuario ha

llegado a sef,, por la experiencia viva de tantas gracias concretas,más significativa de lo que talvez pensaba inicialmente el mismoDon Bosco; la luz que brota del templo de Valdocco transciendelas preocupaciones pastorales del barrio y la historia misma del titulo, para convertirlos en una realidad en parte nueva y más gran-

de: un lugar privilegiado de la presencia materna y socorredora de

Maríao (E. Vigand).

Un Santuario -lugar que ofrece, por su propia naturaleza, una

presencia incisiva de Dios, de Cristo, como también de María- de

resonancia no sólo urbana, sino nacional y mundial; abierto a las

exigencias espirituales y apostólicas de la Iglesia universal. Raravezha sucedido que un título mariano se difundiese con tanta ra-pidez, entre los católicos, como el de María Auxiliadora. Lo prue-

ban los innumerables cuadros, altares e iglesias dedicados a su

culto en todo el mundo.

El cuadro ideado por Don Bosco

La nVirgen de Don Boscou tiene en el cuadro de Lorenzone, quepreside el altar mayor su expresión clásica. Es ésta la Virgen que

expresa bien el sentimiento íntimo del Santo y el estado de ánimode los católicos en lucha y necesitados de seguridad y de protec-ción por parte de nMaría Reina y Madre de la Iglesiao.

En su mente, el Santo soñaba con algo más espléndido y gran-dioso. Cuando habló de ello con el pinto¡, como de algo ya con-templado por é1, lo dejó asombrado por la audacia de su propósito.

Manifestó su pensamiento con estas palab¡¿5; "En lo alto, Ma-úa Santísima entre los coros de los Ángeles; en torno a Ella, máscercanos, los Apóstoles; después, los coros de los Profetas, de lasVírgenes, de los Confesores. En tierra, los emblemas de las gran-des victorias de María y los pueblos de las diversas partes del mun-do alzando las manos hacia Ella, pidiendo auxiliou.

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Su concepto de la historia de la salvación le llevaba a colocar laIglesia en el corazón del mundo, y en el corazón de la Iglesia élcontemplaba a María Auxiliadora -el germen de la Iglesia antesde la Iglesia- la Madre omnipotente, la vencedora del mal, siem-pre en dependencia de Cristo, su Hijo. El cuadro debió reducirse aproporciones posibles, pero perrnaneció la idea inspiradora.

Y es una idea repleta de significado eclesial: expresa, a través dela imagen, el modo propio de Don Bosco de sentir y üvir su perte-nencia a la Iglesia de Cristo. Su eclesiología, hija del tiempo, subra-ya, es verdad, demasiado unilateralmente el aspecto jurídico-insti-tucional, con desventaja del aspecto mistérico de comunión; perosu vocación de sacerdote consagrado a la salvación de las almas ysu carisma de fundado4 don de Dios a toda la Iglesia, ponen de re-lieve su itnr ,rcum Ecclesia et pro Eccle.s¿a, en una perspectiva uni-versal. En esta óptica, en efecto, <toda el ansia sacerdotal de DonBosco por la salvación de las almas se conecta íntimamente y seprolonga en un ardiente amor a la Iglesia que es instrumento desalvación. Un amor que es íntima solidaridad con su vida (con susangustias y con sus alegúas, con sus luchas y con sus triunfos); pe-ro que en Don Bosco es sobre todo colaboración activa y creativacon su acción: nada más propio de Don Bosco, el hombre de loconcreto y de la acción, que el traducir su amor a la Iglesia en ac-ciones y en obras que respondan a sus necesidades y a sus exigen-ciaso (C. Colli). La prueba: nson las obras llevadas a cabon.

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capítulo lv

FUERTE MENSAJEDE CASTIDAD

Desde sus primeros años de sacerdocio, Don Bosco, predicando yconfesando a los fieles, no ignoró los diversos aspectos de la casti-

dad, virtud satélite de la templanza, propuesta por Jesús como ideal

de vida. No se puede absolutamente pensar que careciera de estos

conocimientos en un campo tan esencial para un sacerdote educa-

dor y confesor. Pero su interés fue, poco a poco, concentrándose,

en términos casi exclusivos, en la castidad juvenil y en la castidad

consagrada en vista del Reino, profesada por los salesianos y porlas Hijas de María Auxiliadora. Es cuanto se deduce de sus pláticas

a los jóvenes, de sus Buenas Noches, de sus conferencias, de sus

máximas, de ciertos sueños con un simbolismo transparente. Pero,

al lado de la voz ucastidadu, él usa también, con bastante frecuen-

cia, la voz <<purez¿n, la cual es de por sí una palabra polivalente,

como precisa el uGrande dizionario della lingua italianau de Salva-

dor Battaglia (vol. XIV, p. 1018): ,,Pvreza, s.f. Honestidad, integri-dad moral; ausencia de malicia, genuinidad de sentimientos; recti-

tud. En particular: castidad, sea como rechazo o desapego de los

deseos sensuales, sea como abstención de los placeres del sexo

(que lleva consigo la celosa conservación de la virginidad)". (El

Diccionario Enciclopédico Salvat -vol. X, p. 829- dice: *PURE-

ZL, f. Calidad de puro.- fig. Virginidad, doncellez. Carencia de

pecados o vicios; integridad e inocencia de costumbres. - Exacti-iud en la elección, uso, orden y construcción de las voces, frases y

expresiones .- Rel. La PUREZA tuvo su consagración en el Cristia-nismo, al proclamar éste la santidad del cuerpo humano. San Pa-

blo lo llamó'templo del Espíritu Santo', y a todos los cuerpos de

los hombres, miembros de Cristoo' NDT).

La tradición salesiana, sin olvidar lavoz ocastidadr, acaba porpreferir a lo largo del tiempo el término (pureza)' El cuarto suce-

sor de Don Bosco, Don Pedro Ricaldone, por ejemplo, tiene una

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circular titulada: santidad es pureza (En recuerdo de la canoniza-ción de San Juan Bosco, 3l de enero de 1935).

También a Don Egidio Viganó le gusta expresarse en estos térmi-nos: (En el espíritu de Don Bosco hay un fuerte mensaje de pureza;la tradición salesiana y el testimonio de los orígenes lo confirmanabundantemente. Se trata de un mensaje especial que podemos lla-mar'simpatía por la pureza'. Esta simpatía es una constante de suvida, un rasgo característico de su espíritu. 'Lo que debe distinguir-nos -son palabras del Santo- entre los demás, lo que debe ser elcarácter de nuestra Congregación es la ürtud de la castidad'. E in-siste: 'Lo que debe distinguir a nuestra Congregación es la castidad,como la pobreza distingue a los hijos de San Francisco de Asís y laobediencia a los hijos de San Ignacio'. 'La castidad debe ser el apoyode todas nuestras acciones'u.

Estas perentorias afirmaciones de Don Bosco y de su séptimosucesor hacen de la castidad uno de los polos más luminosos de laidentidad salesiana.

Aún circunscrito así el argumento ofrece muchos puntos de refle-xión. Nos limitamos a subrayar sólo tres aspectos, ciertamente típicosde Don Bosco: su personal predilección por la pureza; la fuerza de suejemplo y de su mensaje; la relación dialéctica entre pureza y cariño.

Predilección por la pureza

Antes de entrar en esta materia, es preciso, obüamente, tener encuenta la gran diferencia de cultura, de mentalidad, de expresionescon que era considerada la sensualidad y la sexualidad en tiempode Don Bosco y cómo es considerada hoy. Se ha pasado de un len-guaje velado, reticente, y de una valoración casi negativa, a unaconsideración más positiva, más atenta y comprometida -aún enlos documentos de la Iglesia- y, después de todo, más conformecon el mensaje de la revelación.

Sólo quien olvida que, tal vez, en ningún ámbito del üvir hu-mano han sucedido en el tiempo tantos cambios de costumbrescomo en la esfera de la sexualidad, puede maravillarse de esta evo-lución. Los sermones de San Bernardino de Siena, por ejemplo, enmateria de castidad, serían inconcebibles hoy.

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En la actual cultura postmoderna, recargada de sexo, hay quiensostiene que no tiene sentido hablar de pureza. Pero la pérdida de

la relación armónica entre el propio cuerpo y las insuprimibles as-piraciones del espíritu es una de las causas, no la última, de la an-gustia que caractenza al hombre de hoy. La verdad es que hoy másque aye4 la castidad no ha perdido nada de su fascinación y de subrillo.

En una de las cartas que Jorge La Pira, profesor universitario yhombre político, escribe a su amigo Quasimodo, premio Nobel deLiteratura, pero que iba por caminos diversísimos, se lee: uTe reco-miendo una cosa, la más bella entre las joyas misma del Paraíso: lapureza. Ella es la contraseña de las almas cristianas: es el signopalpable de la presencia de Cristo en nosotros. Hay que ser puroscomo la Virgen; nuestro cuerpo está destinado a ser tabernáculodel Altísimou.

Madre Teresa de Calcutta reza: oOh Maúa, Madre de Jesús, da-me tu corazón, tan hermoso, tan puro e inmaculado. Tu corazóntan lleno de amo¡, a fin de que podamos recibir a Jesús en el Pande vida, servirle como tú lo sirves escondido en los pobresn.

Don Bosco a sus salesianos: (La virtud que con el mayor esme-ro se ha de cultivar, la que todos los días se ha de tener ante losojos, la virtud angélica, la que más que ninguna otra es grata al Hi-jo de Dios, es la virtud de la castidad,.

Repasando la vida del Santo, no es difícil constatar que, en vis-ta de la futura misión juvenil, el Espíritu Santo infundió en é1, des-de su primera infancia, una extraordinaria atracción y una verda-dera predilección hacia la castidad y virtudes anejas (modestia,pudo¡, reserva, etc.). Predilección que fue creciendo con al correrdel tiempo hasta alcanzar una plenitud radiante.

La pureza de su primera edad debe ciertamente mucho a laeducación y a la vigilancia materna, al ambiente campesino, decostumbres sencillas y austeras, al clima de las escuelas públicas

-y luego del seminario- en los años transcurridos en la ciudadde Chieri, donde los estudiantes, en virtud del reglamento escolarde Carlos Félix, estaban obligados a una práctica religiosa casi mo-nástica. oEn el espacio de cuatro años,

-escribe Don Bosco- que

frecuenté aquellas escuelas, no recuerdo haber oído una conversa-

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ción ni una palabra que fuese contra las buenas costumbres o con-tra la religión,.

Sacerdote en Turín (1841), la castidad se convierte más quenunca en un punto focal de su vida. Su rica personalidad de sacer-dote enüado a los jóvenes pobres y abandonados, expuestos a to-dos los peligros, hambrientos de afecto como de pan, se manifiestafuertemente en la riqueza de sus dotes humanas, de sus capacida-des intuitivas y pastorales, de la plenitud de su vida interior todaconsagrada a la ogloria de Dios y a la salvación de las almasn.

Desde el principio, el problema de la educación equilibrada delos jóvenes en la castidad se convierte en una nota dominante desus esfuerzos.

Aún moviéndose, como otros educadores, en todas las vertien-tes de la formación en la pvreza

-preservación, preventividad po-

sitiva y negativa, recuperación, preparación, recurso a las energíasde la vida de gracia- lo que caractertza el hacer de Don Bosco esla extrema delicadeza con que é1, en las palabras y en los escritos,afronta el argumento. En un precioso testimonio del Cardenal Ca-gliero, que nos hace volver a los primeros tiempos del Oratorio,leemos: uEn los santos Ejercicios Espirituales que Don Bosco nosdio en el Seminario de Giaveno, en las vacaciones de otoño de1852, nos habló de la castidad con tanto ardor y santo arrebatoque nos hizo llorar a todos y propusimos querer custodiar tan bellavirtud hasta la muerte>.

En aquellos afortunados Ejercicios -y luego siempre- descri-bió la castidad como uflor bellísima del Paraíso, digna de ser culti-vada en nuestros tiernos corazones, y lirio purísimo que con sucandor inmaculado nos habría de hacer semejantes a los ángelesdel cielo. Con éstas y otras preciosa imágenes, Don Bosco nos ena-moraba de esta bella virtud, mientras su rostro irradiaba una ale-gría santa; su voz argentina brotaba cálida y persuasiva y sus ojosse llenaban de lágrimas, por temor de que pudiéramos empañar subelleza y preciosidad aún cuando sólo fuera con pensamientos ma-los o conversaciones feasu.

Don Bosco no creaba de la nada; las imágenes que le son fami-liares son de la literatura ascética religiosa de su tiempo, teñida deaquel romanticismo que se respiraba en el aire y que las famosas

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(romanzas> de Cagliero evocaban con cierto lirismo. Se encuen-tran en escritos que idealizan de tal modo la figura de San Luisque hacen de él un ser desencarnado, comparable sólo a los ánge-les. En el himno en su honol -que el Santo de los jóvenes colocaen el Joven Cristiano (1947)- se podía lee4 en efecto, que Luis ha-bía sido un espíritu sin cuerpo, o un ángel con el cuerpo; Kcarnis

expers spiritus vel angelus cum corpore>.

En el Oratorio la fiesta del santo joven, patrono de la nCompa-ñía de San Luiso, fue, durante mucho tiempo, la fiesta más solem-ne del año. Para Don Bosco era la fiesta de la castidad, de la pure-za encartrada en una espléndida existencia terrena.

En la tradición y en la conciencia salesiana constituyen leyaxiomas y dichos concisos de Don Bosco. Son el fruto de una expe-riencia que se ha ido enriqueciendo mucho con su desarrollo; sontambién, eüdentemente, la expresión de una gran atracción y pa-sión hacia una virtud que le era querida en sumo grado.

oAmad esta virtud. amadla muchoo. <Es ésta la virtud más her-mosa, más espléndida y, al mismo tiempo, la más delicada de to-das,. uEs un bálsamo que hay que esparcir por todos los pueblos,promover en todos los individuos; es el centro de toda virtudu. ol.avirtud de la castidad (es) la madre de todas las virtudes, la virtudangélicar; ndebe serel apoyo de todas nuestras accionesu.

oEs la virtud reina que custodia todas las demásr. nEs la virtudmás grata al corazón de la Virgen María. Si se tiene esta virtud, se

tiene todo; si falta, no hay nadao. oEs el centro sobre el que se fun-damentan, se basan y se anudan todas las virtudeso. ul.a castidades la virtud, según mi parece¡, base de todas, que deben servir defundamento práctico de todo el edificio religiosou.

Este elogio de la castidad no se contrapone a afirmacionesigualmente perentorias sobre otras virtudes, por ejemplo, la cari-dad, la obediencia y así otras. Pero es innegable, como testimonianantiguos salesianos, que en tema de castidad, más que las vías delarazón, él seguía las de su sentimiento sobrenatural, cosa muy di-versa de los sentimientos románticos, o de mala ley.

La palabra ucastidadu recurre frecuentemente en los labios y enla pluma de Don Bosco, al lado de las de omodestia), (pureza),nbella virtudn, "virtud angélicao, e imágenes afines propias de la li-

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teratura religiosa del tiempo. Más tarde, para no herir la sensibili-dad del laicismo liberal-masónico, emplea con gusto lavoz (mora-lidadr, obuenas costumbres>.

Sabemos que Valdocco no fue nunca un paraíso terrestre. Al la-do de jóvenes óptimos y buenos, convivían con frecuencia tambiéncaracteres difíciles, rebeldes, mandados por las autoridades civileso por bienhechores, <víctimas ya de las humanas pasioneso o de<tristes hábitos,, como se expresa Don Bosco.

La crónica de Don Bonetti -estamos

en 1862- refiere que elSanto, nviendo que iba creciendo continuamente la malicia en losjóvenesu, se atrevió, alguna vez, <<a exponer las espantosas conse-cuenciaso de semejantes conductas, que pedagogos y médicos deltiempo describían con colores sombríos, como camino que llevabadirectamente a la tisis, enfermedad entonces mortal.

Evidentemente, el Santo, como profundo experto de lo que fer-menta en el alma y en el cuerpo del joven en crecimiento, no ha-blaba de ucrisis de la adolescencian, de nedad evolutiva, o de opu-bertado; y, menos aún, de nsexualidad); pero tenía una penetranteclaridad.

A. Caviglia, penitente del Santo y agudo intérprete de su espíri-tu, escribe aludiendo a sí mismo: nQuien entre los trece y los dieci-séis años tuvo la fortuna (digamos la gracia de Dios) de ser dirigi-do en su conciencia por é1, sabe bien cómo entendía y explicabalas cosaso. Don Bosco habría dado la vida por conservar la inocen-cia de un joven: tanto le preocupaba que él recorriese el camino dela virtud sin pasar por experiencias negativas. Lo extasiaba la ino-cencia conservada de un Domingo Savio y de tantos otros. Peroera maestro en el ayudar a los jóvenes a vencer las sugestiones delmal, a mantenerse puros, a recuperarse con decisión.

Dicen que Rubens, cuando era necesario, tomaba el pincel de lamano insegura del alumno y sobre las líneas titubeantes hacía pa-sar el soplo de la vida. ¡Cuántas veces, en el secreto de la confe-sión, sobre las líneas torcidas de un joven, con su santidad DonBosco hacía deslizar el soplo de la vida divina...!

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El ejemplo

En la cultura contemporánea es siempre grande la atención a los

modelos de conducta, a conductas apropiadas, portadoras de valo-

res. Modelo y ejemplo aquí se equivalen; seguir el ejemplo de unapersona significativa no quiere decir udejarse meterD en una forma,ncopiaro o, peor, nsugestionarsen; sino ser atraídos por quien es

portador de valores propositivos, apropiárselos libremente en lamedida de lo posible, con un proceso de crecimiento interior.

Don Bosco creía en la eficacia del ejemplo y se proponía darlo'oProcura siempre -decía- practicar con los hechos aquello que

propones a los demás con las palabrasr; nUna cosa que pueden ha-

cerla todos y es de la máxima utilidad y un verdadero trabajo en la

viña del Seño¡, consiste en dar buen ejempl6"; <Los bellos discur-sos sin el ejemplo no valen nadar.

El ejemplo de su vida casta, límpida como un día de primavera,ejercía un influjo notable en el ambiente del Oratorio sobre los jó-venes y sobre los salesianos. Se le podía aplicar a é1, con toda ver-

dad, lo que Bergson dijo de los santos en general: (¿Por qué los

santos tienen imitadores? (...) No tienen necesidad de exhortal notienen más que existir: su existencio es una llamada".

Ciertamente Don Bosco habló y exhortó insistentemente, pero

más que las palabras lo que decidió es su ejemplo. La virtud de lacastidad -llamémosla

continencia perfecta, pureza, moralidad,etc.- no fue, en el Santo de los jóvenes, sólo un priülegio caídodel cielo. Como todos sus contemporáneos dotados de intensa sen-

sibilidad y, al mismo tiempo, de fuerte virilidad, debió ügilarse ycontrolarse a sí mismo: empeñarse, según los casos, en una duralucha contra las inclinaciones torcidas de la carnalidad.

Afirma Don Rúa: nRespecto de las tentaciones contrarias a esta

virtud (de Ia castidad) pienso que sufrió, deduciéndolo de algunapalabra oída a él cuando nos recomendaba la templanza en el be-

bero. Este testimonio concuerda con el de Don Lemoyne: "Que ha-ya tenido tentaciones contra la pureza lo confió una vez a losmiembros del Capítulo, entre los que yo mismo estaba presente,explicando el motivo de por qué prefería las legumbres a la carne)'

Don Ubaldi, que llegará a ser un día profesor de literatura grie-ga en la universidad de Catania y luego en la del Sagrado Corazín

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de Milán, era, de joven, muy vivaracho y quería mucho a Don Bos-co. Un día, durante el recreo, mientras lo rodeaba con otros com-pañeros, se le echó al cuello. El Santo lo separó de sí y le dijo en to-no grave: u¿Quién te crees que eres?>. El joven se quedó cortado.Don-Ceria, que narra este hecho, añade: <He encontrado un papelen el que está escrito: 'También Don Bosco debe defenderse de losjóvenes'agraciados'r.

Por lo tanto, un hombre, Don Bosco, expuesto al viento de latentación, no diverso de nosotros. Lo que, en cambio, se sale de lanorma es la lucha victoriosa sostenida también en este frente, ladocilidad plena a las sugestiones del Espíritu, la práctica heroicade la castidad.

A primera vista, este heroísmo podría parecer más supuesto quedemostrado, pues la virtud de la castidad es secreta y personal. pe-ro, cuando ésta es practicada y vivida en forma extraordinaria, aca-ba por imponerse también externamente, a través del conjunto delas señales y mensajes que el sentido cristiano reconoce. Ahorabien, que Don Bosco haya llevado, desde la infancia y luego siem-pre, una vida inmaculada, es lo que afirman a coro los testigos in-terrogados en los procesos canónicos.

El Santo -dicen éstos- había erigido, como defensa de su agu-da sensibilidad y de su capacidad emocional de uhacerse amarn, eledificio de una castidad a toda prueba; atribuyen al esplendor deesta virtud gran parte de la fascinación irresistible que él ejercíaentre los jóvenes. Ante su presencia, pensamientos y fantasías mo-lestas se disipaban como la niebla al sol. Un día, habiéndose dadocuenta de que un joven era presa de molestas turbaciones, lo aga-rró, lo apretó fuertemente a é1, y luego lo dejó ir mientras en surostro brillaba lapaz y la alegría. uA mí me parece

-afirma DonCemrti- poder decir que en su gran pureza de mente, de corazóny de cuerpo que él observó con una delicadeza más única que rara,está el secreto de su grandeza cristiana. Su porte, su mirada, sumismo anda4 sus palabras, sus rasgos, no tuvieron nunca ni si-quiera sombra de algo que pudiera decirse contrario a la bella vir-tud, como él la llamabao.

Su trato con los jóvenes era delicadísimo, siempre respetuosode su pequeña personalidad; se dejaba con gusto besar la mano, aveces la ponía fugazmente sobre sus cabezas y se aprovechaba para

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susurrar al oído una de aquellas opalabraso mágicas, que iban di-rectamente aI corazón. Sucedía también que con dos dedos de lamano diera a un joven un cachete cariñoso, o le hiciese una ligeracaricia; pero ¡cuánta sobrenaturalidad en aquel gesto paterno! uEn

estas caricias -refiere Don Reviglio- había un no sé qué de puro,

de castigado y paterno, que nos infundía el espíritu de su casti-dado. Nunca se advirtieron en él actitudes de antipatía o de prefe-

rencias sensibles. Jamás las insinuaciones malévolas de la prensa

adversaria osaron atacarlo sobre esta materia.

Era demasiado evidente que Don Bosco vivía en una región su-

perior y que la confianza que concedía a sus jóvenes tenía exclusi-vamente la finalidad de hacer el bien.

nYo he estado a su lado -refiere Don Berto-, le he servido du-

rante más de veinte años y puedo afirmar que la virtud de la mo-destia en las miradas, en las palabras, en el trato, fue vivida por él

en el grado más sublime de perfección. El secreto que él empleópara alcanzar esta perfección fue la continua ocupación de la men-

te, la excesiva fatiga de día y de noche, y una calma imperturbable.De él se difundía una influencia vivificadora. Yo mismo puedo de-

cir que, estando junto a é1, su presencia alejaba de mí todo pensa-

miento molesto>.

La persona de Don Bosco, vivificada por el Espíritu Santo, ali-mentada de Cristo (pan que engendra las vírgenesu, infundía luz yenergía divinas: quien vivía a su lado en íntima familiaridad que-

daba envuelto en ellas.

Castidad - Cariño

El trinomio razón, religión, cariño, sobre el que Don Bosco asientasu Sistema Preventivo, en la conciencia salesiana y en su viva tradi-ción indica cada vez más el espíritu salesiano en general, es decir:la opastoralr, la uespiritualidadn, l¿ opedagogíar, asociadas en unaexperiencia dinámica. nPero es relevante

-observa P. Braido- y

bajo ciertos aspectos más característico el significado propiamentepedagógico-metodológico del trinomioo' En efecto, "los tres com-ponentes están constantemente presentes interactivamente, a niveltanto de objetivos educativos como de procesos de formación, con-

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firiendo al "sistema" una sólida unidad metodológica. Si luego sequisiese determinar el elemento unificador en esta perspectiva, se-ría difícil sustraerse a la impresión de que el cariño constituye elprincipio supremo (como la religión es indudablemente el primumdesde el punto de vista de los contenidos)u.

En la cultura italiana, la voz ,romorevolez4" (afectuosidad) esvoz casi desusada. Los diccionarios del'800 lo definen, esencial-mente, como nel conjunto de los actos externos con que se mues-tra amor). El pensamiento va inmediatamente al conjunto de ac-tos sensibles y hasta corporales -como el beso, la caricia, elabrazo,los gestos afectuosos- con los que los padres manifiestanexternamente su amor hacia los propios hijos. (En lenguaje espa-ñ.o1, ,rcariño), que responde a la voz italiana ,ramorevolezze>>, esusado normalmente. NDT). Para Don Bosco el cariño es un amormanifestado a través de signos repletos de bondad, pero de unabondad asumida y transfigurada por el amor infinito que brota delcorazón del Padre y del de Cristo, Buen Pasto¡, dador de su Espíri-tu de amor. Una caridad, sin embargo, que se expresa según todoslos recursos humanos, controlados por la razón y por la vida degracia, las cuales pasan, aunque no únicamente, principalmentepor los caminos del corazón nl-a educación --decía el Santo- escosa de corazónrr. Corazón que, en el sentido bíblico es no sólo(centro radical de la perso¡¿r, sino también (centro de selecciónde la vida íntima, (F. Hauss).

Talvez uno de los mayores secretos del éxito de Don Bosco sa-cerdote-educador-pastor-fundador haya que buscarlo precisamenteen esta selección de su interioridad. La cual se manifiesta, por otraparte, a través de la extraordinaria variedad de gestos personaliza-dos, visibles, afectuosos, paternos, percibidos por los interesadoscomo tales.

nEs necesario -escribe en su carta de Roma de 1884- que los

jóvenes no solamente sean amados, sino que se den cuenta de quese les ama (...). El que quiere ser amado debe demostrar que ama(...), y el que es amado lo consigue todo, especialmente de los jóve-nesn. El cariño empapa la vida de Don Bosco, como las aguas delos lagos alpinos empapan su fondo.

Expresiones seguras de cariño son para Don Bosco: familiari-dad, confianza que atrae confianza, amistad, aceptación sincera e

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incondicionada, comprensión, interés por lo que agrada a los jóve-nes para que ellos se interesen por lo que agrada a los educadores,atención premurosa por sus aspiraciones y necesidades fundamen-tales, presencia asidua, promotora de crecimiento humano y espi-ritual, longanimidad, paciencia sin límites, paternidad amable ysacrificada, espíritu de ucasan: todo esto junto y más aún.

Sólo en este contexto se puede comprender la importancia quela castidad viene a asumir en el espíritu de Don Bosco. En efecto,sin la presencia de una castidad querida, asegurada, vivida con go-zo, ¿cómo se podría ejercitar correctamente y sin peligrosas des-viaciones un cariño que tiene casi la densidad del de la familia na-tural, pero no tiene, en su defensa, los vínculos que provienen de lacomunión de la carne y de la sangre? Cuanta mayor sea la castidaddel salesiano, mayor será su posibilidad de abundar en cariño. Larelación dialéctica entre la una y la otra es constante.

Don Bosco quiere a sus hijos castos de alma y de espíritu, depensamientos y de obras. Ya en la primera redacción de las Consti-tuciones salesianas (1858) encontramos estas afirmaciones, luegolevemente perfeccionadas: uQuien no abrigue fundada esperanzade poder guardar la virtud de la castidad en las palabras, en lasobras y en los pensamientos, no profese en esta Sociedad, puescon gran frecuencia se hallará en peligro. Las palabras, las mira-das, aun indiferentes, son a veces maliciosamente interpretadaspor los jóvenes que ya han sido víctimas de las humanas pasio-nes). Cuando el Arzobispo de TurÍn, exiliado en Lyon, leyó este ar-tículo, lo juzgó demasiado riguroso; habría preferido una formula-ción más difuminada. Don Bosco no cedió: el artículo está aúnpresente en las Constituciones renovadas.

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Capitulo V

LA ASCESIS DE LA TEMPTANZAY DE tA MORTIFICACIÓN

El rechazo de la ascesis cristiana en la sociedad actual, hedonista ypermisiva, en nombre de la libertad absoluta que niega toda obli-gación, de la espontaneidad de la naturalezay de ideologías que laconsideran una neurosis alienante, es consecuencia del rechazo deDios. Porque si la ascesis tiene un sentido, una justificación, unafecundidad, ésta sólo puede encontrarla en la fidelidad al misteriode la muerte y resuffección de Cristo, dentro del horizonte del pe-cado y del juicio divino sobre él; en una palabra, en la participa-ción en la ascesis del Señor y en el misterio de su cruz. La ascesisentra como elemento ineludible en el plan de la salvación y sigueal cristiano como la sombra sigue al hombre.

Pero sus manifestaciones exteriores, proporcionadas a los di-versos contextos socioculturales, no son unívocas: varían de unaépoca a otra, como enseña la historia. No es lícito, por tanto, tra-tar de desacreditar las formas de penitencia practicadas en los si-glos pasados o el estilo de vida, duro y espartano, que üvió DonBosco en pleno siglo XIX.

"Lo que justifica una época de la historia frente a otra -escribeR. Guardini- no es el hecho de que sea mejoq, sino de que esté enconsonancia con su tiempon.

Inmutable en su sustancia, la ascesis de hoy debe adecuarse,como en el pasado, al nuevo contexto cultural. Y esto significaque debe (tener en cuenta la idea más profundizada del hombre,de los descubrimientos de las ciencias antropológicas

-especial-mente de la psicología-, de las características de nuestra reali-dad somática, del valor profundo de la sexualidad, del proceso depersonalización, de la situación de pluralismo, de la importanciade la dimensión comunitaria, de las exigencias de la socializa-ciónn (E. Vigand).

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Por lo tanto, una ascesis que tenga en cuenta la integración ar-mónica del alma y el cuerpo, que no es un don de la naturaleza; queabra la persona al amor oblativo, a la disponibilidad hacia los de-más; una ascesis capaz de afrontar cristianamente las alienaciones alas que arrastra la vida moderna, tales como: el nerviosismo, la mo-notonía reiterativa en el trabajo, los uestrésn de la vida moderna, lasuperfiacialidad de las relaciones y de la conüvencia; una ascesis delsilencio en la "civilización del ruidoo para no extraviarse, para com-prender mejo¡, para decir sólo lo que significa algo; una ascesis quesepa disciplinar el uso de los medios de información, hoy desmesu-radamente desarrollados por internet, comunicación ürtual, etc.

La Iglesia, teniendo en cuenta el cambio cultural en acto, hamitigado ciertas penitencias del pasado, como el ayuno; pero noha silenciado el rigor de la ascesis tradicional, que se ha hechomás urgente por el crecimiento de las exigencias de la caridad.Porque, como se expresa acertadamente P. Plé, nla fecundidad delas mortificaciones no se mide por el sufrimiento de la renuncia opor la intensidad del esfuerzo, sino por su eficacia, es decil en laperspectiva evangélica, por el progreso en la caridad que ella fo-menta, tanto por medio de la'imitación de Cristo', como por el ale-jamiento de todo aquello que impide el crecimiento en la caridad,.

La consideración de la experiencia ascética de Don Bosco pre-senta, indudablemente, aspectos superados por el tiempo, modali-dades de expresión que ya no son de actualidad. Sin embargo,cuando, al margen de las contingencias de la historia, se va a la ra-íz de las cosas, al espíritu evangélico que lo anima, a ciertas lúci-das intuiciones precursoras que lo hacen un contemporáneo nues-tro, se debe convenir que también hoy la ascesis enseñada y vividapor el Santo tiene mucho que decir a nuestro sentido cristiano. Eslo que queremos constatar brevemente.

Templanza

La ascesis de Don Bosco se ha expresado siempre en el binomioinseparable: trabaio y templanza. Ésta es la herencia dejada a sushijos: .El trabajo y la templanzaharán florecer la CongregaciónSalesianao; uson dos annas con las que conseguiremos vencer a to-

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dos y todoo. Son los dos diamantes que dan brillo a su rostro sim-pático y sonriente.

El trabajo -como hemos visto- es ya en sí mismo la continua

ascesis de Don Bosco; pero a la ascesis del trabajo él ha asociadosiempre deliberadamente la amplia y específica de la templanza,de la mortificación, del sentido austero de la vida.

En la vida del cristiano la templanza es, ciertamente, guardianade sí, moderación de las inclinaciones y de las pasiones, cuidadode lo razonable, una cierta huida del mundo; pero, más profunda-mente, ella es una ,ractitud de fondo", un ,reie existencial, que com-porta la presencia de otras virtudes satélites. nLa templanza es laprimera y la principal de las virtudes moderadoras, que giran co-

mo satélites a su alrededor;la continencia contra las tendencias dela lujuria, la humildad contra las tendencias de la soberbia, lamansedumbre corrtra los ímpetus de la ira, la clemenci¿ contra las

inclinaciones a la venganza, la modestia contra la vanidad y las ex-

hibiciones del cuerpo, la sobriedad y la abstinencia contra los exce-

sos de la bebida y la comida ,la economía y la sencillez contra la li-bertad del despilfarro y del lujo, la austeridad en el tenor de vidacontra las tentaciones de la vida cómodau (E. Vigand).

Esta templanza, o sea, este manojo de virtudes, la vio y la üüóDon Bosco sobre todo en función de la caridad pastoral y pedagógi-

cay del crecimiento en el amo¡, que no se limita a ama[ sino que,

y es lo más difícil, usabe hacerse amar). Quien tiene práctica de

educación de los jóvenes sabe por experiencia cuál y cuánto domi-nio de sí es necesario, a todos los niveles de la persona, para que

triunfen actitudes y comportamientos impregnados de bondad, dejusticia y de rectitud.

El ejemplo de Don Bosco es paradigmático. Es un educadorque ama profundísimamente y sabe uhacerse amar> practicando,en grado heroico, la templanza. Firme en los principios, los aplicacon racionalidad y con sentido común; coordina las exigencias de

la autoridad con las de la libertad y espontaneidad de los jóvenes,

en justo equilibrio; sabe adaptarse a las exigencias de la nmovili-dad juvenilu sin caer en el permisivismo; se da cuenta de todo, pe-

ro sabe también, con prudencia y santa habilidad, disimular; frenael ímpetu de las pasiones para custodiar intacto su corazón, que

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modela y remodela sobre la caridad pastoral de Cristo. Fruto de sutemplanza interior son también la constante actitud de conversión,el señorío de sí mismo, la mansedumbre y la amabilidad que le ga-nan los corazones.

La templanza cristiana es, además, la defensa de los grandesvalores teologales de la fe, de la esperanza y de la caridad, en losque se fundamenta. Don Bosco lo recuerda a sus hijos: nEl demo-nio tienta preferentemente a los intemperantes>. Quería templan-za y moderación en todo, también en el trabajo apostólico que te-nía tan a pecho: nTrabajad, trabajad mucho -decía-, perohacedlo de manera que podáis trabajar durante mucho tiempon.

Recomendaba a los misioneros: nTened cuidado de la salud.Trabajad, pero sólo lo que os permitan vuestras fuerzaso.

En el pensamiento de Don Bosco y de la tradición salesiana, latemplanza no es, primariamente, el conjunto de renuncias (morti-ficación), sino el <crecimiento en la praxis de la caridad pastoral ypedagógicau. Lo afirma con su autoridad E. Viganó, séptimo suce-sor de Don Bosco: <Antes y más allá de la mortificación, la tem-planza es una disciplina metodológica de educación para eI don desí en eI amor. Nos enseña a ejercitarnos en amar y en hacernosama¡, y no en primer lugar a castigarnos. No es el momento de lapoda, aunque ya llegará el tiempo de hacerla. Es el momento deldesarrollo del amor: si yo me doy a Dios, debo tratar de hacer cre-cer en mí la capacidad de donación, sabiendo frenar todo lo quepuede ser oculta recuperación del donr.

Con otras palabras, la templanza para Don Bosco está, ante to-do y siempre, en función de la mística del Da mihi animas: Señor,haz que salve a la juventud con el don de la templanza. por eso, nose cansó de repetir: nl-a Congregación durará mientras los sociosamen el trabajo y la templanzau.

Sobriedad y abstinencia

Estas dos virtudes satélites de la templanza -contra los excesos de

la bebida, de la comida, de los impulsos desordenados-, entendi-da como actitud existencial de base, brillan con una luz especialen Don Bosco. Era proverbial su sobriednd en el uso de los alimen-

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tos y de las bebidas. Como todos los sacerdotes salidos del Colegio

eclesiástico, observaba con rigor las abstinencias prescritas por laIglesia; ayunaba un día a la semana, primero el sábado, luego el

viernes, pero no se notaba en él nada excepcional.

Todos los testimonios están acordes en afirmar que no se nota-

ban en él ayunos o penitencias extraordinarias: pero todos subra-yan su nada común sobriedad y templanza habitual. En los prime-ros tiempos del Oratorio la mesa era frugalísima, semejante en

todo a la de la humilde gente campesina y obrera. Pan y menestra,un plato de legumbres, aunque no siempre; y un poco de vinoaguado: eso era 1ed6. nFue de singular ejemplo

-atestigua Monse-

ñor Bertagna- en la templanza; en su casa jamás buscó comodi-dades, aunque pudiera permitirse para sí y para los demás algunamitigacióno.

Más tarde mejoró la comida porque no todos los que se deci-dían a (estar> con él habrían podido adaptarse a su mesa. Su natu-ral buen sentido le sugirió que había que templar el rigor primiti-vo, pero en su corazón quedó siempre una secreta afloranza por lapraxis del principio. Dijo muchas veces: oPensaba que en mi casa

todos se habrían contentado con menestra y pan y, a lo más, unplato de legumbres. Pero veo que me engañé (...). Mil motivos meobligaron, poco a poco, a seguir el ejemplo de todas las demás

Órdenes religiosas. Sin embargo, aún ahora me parece que se po-

dría vivir como vivía yo en los primeros tiempos del Oratorior.

Aún adaptándose a las necesarias mejoras, él permaneció, sinembargo, fiel a su antiguo ideal. Mientras se lo permitió la salud,

se atuvo siempre a la mesa común; no comía fuera de hora, se

mostraba indiferente a todo; nadie supo jamás cuáles eran sus gus-

tos preferidos.

Para conseguir limosnas, tenía que aceptar comidas en su ho-not que le ofrecían los bienhechores; participaba en ellas con sen-

cillez, pero se hubiera dicho que casi no se daba cuenta de losmanjares que le ofrecían, atento como estaba a tener despierta laatención de los comensales con sus golpes jocosos y sus palabrasedificantes.

Después de la enfermedad de Yarazze (I87I-I872), que lo puso

al borde de la muerte, por orden de los médicos tuvo que tomar un

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poco de üno puro, que la Duquesa de Montmorency le enviaba ca-da mes. Lo bebía con tal parsimonia que una botella le duraba to-da la semana, mientras que las restantes se acumulaban en la bo-dega y se utilizaron durante mucho tiempo después de su muerte.Las ofrecía de buen grado a sus amigos y bienhechores cuando losinvitaba a su mesa: n¡Estemos alegres -decía-, bebamos el vinoducal!,.

Quería que sus hijos fuesen, como é1, modelos de sobriedad ytemplanza. <Huye del ocio y de las discusiones; gran sobriedad enlas comidas, en las bebidas y en el descansou. <No os digo que ayu-néis; pero sí os recomiendo una cosa: la templanzau. Avisaba:oCuando empiecen entre nosotros las comodidades y el aburguesa-miento, nuestra Sociedad habrá llegado al término de su existen-cian. Solía repetir: oEn la comida, sobriedad; nunca más de lo ne-cesario, para que, además de la salud del cuerpo, se puedaconservar además la del almao.

Con los ascetas de todos los tiempos, también él subrayó elnexo indisoluble que existe entre mortificación corporal y oración:uQuien no mortifica su cuerpo, no será capaz de hacer buenaoraciónn.

La sobriedad y la templanza ocupan un vasto campo en su pe-dagogía. uDadme

-decía con frecuencia- un joven que sea sobrioen el come¡, en el beber y en el dormir, y lo veréis virtuoso, cumpli-dor de sus deberes, siempre dispuesto cuando se trata de hacer elbien y amante de todas las virtudes. Por el contrario, si un jovenes goloso, amigo del vino, dormilón, poco a poco tendrá todos losviciosr.

Mortificación

Es una palabra que en la literatura espiritual contemporánea tiendea quedar absorbida por el capítulo dedicado a la ascética, considera-da sea como esfuerzo metódico hacia la perfección, sea como la se-rie de los procesos que tienden a domina4 orienta¡, corregir las ten-dencias naturales, de por sí buenas, pero que, abandonadas a símismas, empujan al bautizado al mal, a comportamientos torcidos.A su vez, la ascesis está siempre englobada en la dialéctica muerte-

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resul"rección del Misterio Pascual, centro y síntesis de la existencia

humana, donde el supremo sufrimiento de la cruz está inextirpable-

mente unido al supremo gesto de amor: oNadie tiene un amor tan

grande como el de morir por los propios amigosu 0¿ 15,13).

nl-a cruz y la resurrección representan los dos polos, negativo ypositivo, de la muerte y vida de la existencia cristiana. La exigencia

evangélica de la 'renuncia total' (l,c 14,26) es la réplica directa e in-mediata del amor total> (F' Ruiz). La muerte bautismal y la resu-

rrección son reales, pero (un residuo considerable de vejez, un'hombre viejo'que la gracia no ha cambiado en nuevo' un'hombreexterioy' recubre aún al'hombre interiolo (F.X.Durwell).

De aquí la necesidad del esfuerzo, de la mortificación: ulleva-

mos siempre en nosotroslamuerte de Criston (2 Cor 4,10). Otros

pasajes de la Sagrada Escritura hablan de abnegación (k 9,23),

despoio (Col 3,9), crucifixión (Gal 5,24), muerte (CoI3,3), etc.: pala-

bras grandes y severas que en su contexto puntual significan que

la totalidad de la existencia cristiana está marcada por el misterio

de la cruz, por la necesaria mortificación (preventiva, reparadora,

voluntaria, etc.).

Pero la vida del cristiano no se identifica con ella. Las ciencias

del hombre insisten con razón en la promoción de las cualidades

humanas y de las tendencias positivas, más que en la represión. ElEvangelio es un (mensaje alegreu de salvación. Sin embargo, la

mortificación no es sólo muerte al pecado y a todas sus consecuen-

cias, sino también, como lo demuestra el ejemplo de los santos,(renuncia de las cosas lícitas, pero inútiles para nosotros y cuya

preocupación nos apartaría de nuestra unión con el Señor' (R.

Garrigou-Lagrange); y esto le cuesta a la naturaleza comprenderlo.

La mortificación, que no es nunca voluntad de sufrimiento, o fin así misma, sino refinada expresión del amor infuso, es, en la increí-

ble variedad de las formas asumidas a lo largo de las épocas histó-ricas -más allá de las desviaciones patológicas- un patrimonioinmenso de la espiritualidad cristiana, del Cuerpo Místico de Cris-

to que es la Iglesia, siempre asociada a su misterio de muerte y re-

surrección.

Sería injusto y acrítico juzgar ciertas formas de mortificaciónvalidísimas en el pasado

-pensamos en la forma de vida ruda y

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espartana del primer Valdocco- con la mentalidad de hoy. La ver-dadera dificultad consiste en integrar y armonizar en la debidaforma, muerte y resurrección, sufrimiento y amo[ naturaleza ygracia. También en esto Don Bosco se revela modelo y guía.

Hemos dicho de él que es un santo alegre y simpático, capaz deamar y de ohacerse amar)), siempre en actividad, siempre en me-dio de los jóvenes, primavera y alegría del mundo. pero no pode-mos olvidar que, lo mismo que la templanza, también la mortifica-ción, que Don Bosco define uel ABC de la perfecciónr, esconsiderada prevalentemente en perspectiva pedagógica y pasto-ral. Quien contemplaba de lejos a Don Bosco podía creer que el ca-mino recorrido por él era un camino fácil. y sin embargo, su ca-mino, como ha escrito E. Ceria en las preciosas páginas de DonBosco con Dios, estuvo todo él sembrado de las espinas de la mor-tificación. Espinas en la familia: la pobrezayla oposición, que alprincipio le cerraron el paso y luego le hicieron áspero el caminodel sacerdocio, obligándole a duras y humillantes fatigas. Espinasal fundar el Oratorio: por todas partes le echaban la cruz encimapersonas particulares, párrocos, autoridades municipales, escola-res y políticas. Espinas y cosas peores a causa de sus l¿cturas Ca-tólicas. Espinas por falta de medios: tener sobre sus espaldas atantos jóvenes y tantas obras y no contar con medios seguros desubsistencia. Espinas por parte de su mismo personal: sacrificiospara formárselo y deserciones dolorosas. Tribulaciones y espinaspor parte de la autoridad diocesana: malentendidos, oposiciones,contrariedades sin cuento. Un calvario, la fundación de la Socie-dad Salesiana.

Espinas de otra naturaleza, pero no menos punzantes, las debi-das a enfermedades y trastornos de salud. Don Bosco era de cons-titución sana y vigor físico poco común. Descendía de un troncode campesinos robustos y de antepasados longevos. No podría ex-plicarse de otro modo su resistencia en el trabajo y cómo pudo so-brevivir a tres enfermedades mortales. Con todo, es increíble el nú-mero de enfermedades que lo atormentaron a lo largo de toda suvida: esputos de sangre, persistente mal de ojos y pérdida, por últi-mo, del derecho; inflamación de las piernas y de los pies -suncruz cotidianao, como él la llamaba-, cefaleas persistentes, ma-las digestiones, fiebres intermitentes con erupciones cutáneas; al

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final de su vida, debilitación de la espalda con dificultades de res-

piración, y algunas otras dolencias. Pío XI definió su vida como

"un verdadero, propio y gran martirio (...). Un verdadero y conti-nuo martirio en las asperezas de su vida mortificada, frágil, que

parecía fruto de un constante ayuno>.

Martirio aceptado por amor a Cristo crucificado y a las almas.

nSi supiese -se le oyó decir- que bastaba una sola jaculatoria pa-

ra curarrne, no la diríar; martirio disimulado por la paz impertur-bable y por la alegrta, que parecía tornarse más radiante -segúntestimonios fidedignos- cuanto más pesadas eran las cruces que

lo afligían. Sólo un alma profundamente entaizada en Dios podía

llegar a tanto.

La vida de Don Bosco se caracteriza realmente por los extraor-dinarios e inintemrmpidos esfuerzos ascéticos. Pero su ascetismono es el clásico y espectacular de otros santos. Es el ascetismo de

lo cotidiano, de las pequeñas cosas, de las mortificaciones no me-

nos duras y continuas que impone el cumplimiento del propio de-

ber, del propio trabajo, de las situaciones concretas, de la convi-vencia humana. Para ocopiarD en sí mismo los padecimientos de

Nuestro Señor -solía decir- nno faltan los medios: el calol el

frío, las enfermedades, las cosas, las personas, los acontecimien-tos. Hay muchos medios para vivir mortificadosu.

uNo os recomiendo -leemos

en su Testamento- penitencias o

mortificaciones particulares; adquiriréis grandes méritos (...) si sa-

béis soportar recíprocamente los contratiempos, las penas y los

disgustos de la vida con cristiana resignaciónr.

uTus mortificaciones -es el consejo que da a todo director-consistan en la diligencia en tus deberes y en soportar las moles-tias de los otros...o.

No infravaloraba la importancia de las mortificaciones volunta-rias, pero prefeúa las que impone la obediencia. "En vez de hacerobras de penitencia, hacedlas de obedienciao. nMirad: vale más unbuen desayuno hecho por obediencia que cualquier otra mortifica-ción hecha por propio caprichoo.

También para Don Bosco el motivo fundamental de la mortifi-cación es, obviamente, la exigencia dela sequela Christi, víctima de

nuestros pecados, y de la participación, con conciencia de fe, en el

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misterio de su muerte y de su cmz: uEl Señor nos invita a negar-nos a nosotros mismos y a llevar la cruzu; oEl que no quiere pade-cer con Cristo en la tierra, no podrá gozat con Cristo en el cielou.

Repetía: <En todas partes hay amarguras que sufri¡, que se lla-man mortificación de los sentidos; y de ellas triunfaremos elevan-do los ojos a Jesús crucificadoo.

Tenía gran devoción a Jesús crucificado. Cuando Mamá Marga-rita, contrariada y cansada, había determinado volver a I Becchi,Don Bosco no dijo nada, pero le indicó el Crucifijo colgado en lapared. Cuando se quiso poner en el Índice un opúsculo suyo de lasI¿cturas Católicas, sufrió lo indecible. Mirando al Crucifijo se leoyó exclamar: n¡Oh Jesús mío! Tú sabes que yo he escrito este li-bro con buena intención... Hágase tu voluntadr.

Sabía muy bien que la caridad que salva las almas eslacaridadcrucificada,la caridad que nace de la cruz: n¡Oh Señor!, dadnoscruces, espinas y persecuciones de toda clase, con tal de que poda-mos salvar almas y, entre ellas, salvar la nuestrao.

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Page 167: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

capítulo vl

INTENSA VIDA DE FE,ESPERANZA Y CARIDAD

Somos cristianos por un don absolutamente libre y gratuito, que elpadre, mediante

"l Hiio, en el Espíritu santo, comunica a los hom-

bres. El bautismo, in re o in voto, cambia radicalmente nuestro

modo de ser y de vivir: nos hace partícipes de la naturaleza divina,

nos incorpora al misterio de cristo, dador de su Espíritu, hace de

nosotros ñi¡ot y (nuevas criaturasn (Jn 3,5), nos da la capacidad de

entrar en relación dialogal con las Personas divinas. Y para que

sea posible esta onovedad de vidau, el Espíritu Santo infunde en

.ro.át.o, los dinamismos poderosos de la fe, de la esperanza y de

la caridad, con los otros dones, lo que lleva consigo poner toda la

realidad en la órbita de Dios.

Las uvirtudeso teologales, más que medios de unión, deben ser

consideradas como la unión misma con Dios; son gracia creada y

gracia increada; acción divina y colaboración humana' Son, en tér-

irinot reales y dinámicos, la santidad misma. Todo cristiano udebe

caminar sin vacilación por el camino de la fe viva, que engendra la

esperanza y obra por la caridado (LG n. 4l).

Hablar de la fe, esperanza y caridad como de ovirtudeso o ohá-

bitosu de una potencia particular es demasiado limitativo, porque

ellas son más bien dimensiones totalizante.s de la existencia cristia-

na en camino hacia Dios, actitudes fundamentales no reducibles a

dimensiones parcelarias. Envuelven, en efecto, a todo el hombre,

toda la globalidad de su orientación fundamental y de su comu-

nión con Dios. creel para Abrahán, como para María, quería decir

entregarse, llenos de fe y de esperanza, en la totalidad de su ser y

de su existencia, a una Persona Sumamente amada y colaborar con

su amor preveniente.

Añadamos que en la Biblia fe, esperanza y caridad se presentan

siempre "tr

ontridud vital, como (aspectos diversos de una actitud

espiritual compleja pero únicao (J. Duplacy). La caridad no existe

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sin la fe y la esperanza;la fe y la esperanza sóro están vivas si estáninformadas por la caridad.

Es importante hacer actos separados de cada una de las vinu-des teologales; pero lo es más vivirlos ujuntos>, conjuntamenre,sintetizados en la caridad. También en éste, como en otros cam-pos, no nos esperaremos de Don Bosco ninguna teorización de lavida teologal. La misma terminología le es extraña. pero su üda defe, esperanza y caridad, la experiencia concreta y dinámica que éldemuestra posee4 alcanza niveles altísimos.

A este respecto son significativos el sermón de Trofareilo, del 1gde septiembre de 1869, y la primera parte del así llamado <sueñode los diamanteso. En el sermón de Trofarello, Don Bosco desarro-lla este tema: "Tiabaiar con fe, esperanla y caridadn, sin imagina4obviamente, que el concilio vaticano II habría de hacer idénticarecomendación a las personas entregadas al apostolado. oEl ¿p6s_tolado se ejercita en la fe, en la esperanza y en la caridad, qui elEspíritu santo difunde en el corazón de todos los hijos de lalgle-sia, (4,4, n. 3).

A este tema se refiere también, en particula¡, el nsueño de losdiamantesn, del que, a diferencia de otros sueños, poseemos el au_tógrafo. Los diamantes representan las virtudes más propias, sibien no todas, que brillan en el manto del personaje erel qr" po-demos ver la personificación de Don Bosco. cinco óstán colócaáosen el pechoy significan el rostro del salesiano tal como debe apa-recer ante el mundo; cinco están colocados en la parte posterior yestán destinados a perrnanecer más bien ocultos. Los diamantesq-ue resplandecen en el pecho son los de la ufe, esperanza y cari-dad,. Éste último está puesto sobre el corazón. sóbre el hómbroderecho y sobre el izquierdo brillan los diamantes del ntrabajo, yde la utemplanzarr, y ambos están en conexión orgánica con lolprecedentes.

En este sueño, muy elaborado, Don Bosco no encuentra nadamejo4 para definir el rostro del salesiano, que rehacerse a la tríadateologal, síntesis y sustancia de la vida cristiana.

Que é1, como cualquier otro santo, haya amado y practicado engrado eminente las virtudes teologales, lo demuestrán, por ejem-plo, las biografías de sus pequeños héroes. De Domingo bavioala-

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ba ola viveza de su fe, la firme esperanza, la inflamada caridado.

Precisemos mejor su Pensamiento.

La fe

La fe, don absolutamente gratuito, es fundamento y raíz de la vida

t ¡. Í" espiritualidad cristiana. Sin ella, nadie es grato a Dios (Ilb

i t,O). [Ioy se es muy sensible a su contenido opalabras y obras), es

decir; al áirt.rio dé salvación que Dios ha llevado a cabo definiti-

vamente en la pasión, muerte y resulTección de Cristo. Pero el con-

tenido nunca se separará del acto de fe, que envuelve a la persona

entera y en el que oconfluyen todas nuestras energías espirituales:

entendimiento, voluntad, sentimiento' (W. Kasper), con las actitu-

des fundamentales que se siguen: la acogida convencida de la pala-

bra y del amor de Dlos, que mueve a la acción (St 2,17); la confian-

,u sLg.r.u, cargada de la esperanza de poseer las cosas que aún no

,r.-o". (Hb ll-,1); la obediencia a la voluntad de Dios (Rm 1,5); el

servicio al hombre (Jn 3,16); el creer en la Iglesia y con la Iglesia,

comunidad de creyentes.

Incluso quien tenga un conocimiento sumario de Don Bosco no

tarda en deicubrir zu fe profunda y sin grietas, operosa y envol-

vente. La fe es realmente para él la tarjeta del cielo en la que está

trazado el designio de Dios sobre su existencia, la visión global

desde lo alto tobt" s.t misión, sus proyectos, sus obras, sus inicia-

tivas audaces. La fe le infunde la íntima conciencia de su identidad

cristiana y sacerdotal; le lleva a ve4 juzgar y obrar ttg-ttlla óptica

de Dios iadre, de Cristo y de su Espíritu; la fe es verdaderamente

larazónde todo su obrar: ol-a fe -decía- es la que lo hace todou;

5i¡ oel fuego de la fe, nada vale la obra del hombren'

La fe le llevaba a valorar con ojo crítico y discernimiento sobre-

natural las realidades de cada día, a afrontarlas con (prontitudo Y

(grandeza de fer. Aseguraba: oEn medio de las pruebas más duras

sé requiere una gran fé en Dios,. Exhortaba con San Pablo a embra-

,u..á., coraje, .tt lu ho.u de la prueba, oel escudo de la feu (Ef 6,16)'

Aunque tuviese muchos motivos para consolarse por el bien he-

cho, miiaba a lo que aún le faltaba por hacer y se lamentaba de no

haber tenido bastánte fe y de no haber hecho más. uSi hubiese te-

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Page 170: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

nido cien veces más fe, habría hecho cien veces más de lo oue hehechoo. Recomendaba a sus jóvenes que le alcanzasen una fe másgrande. Thmbién para los santos la fe es un camino nunca recorri-do por completo.

-Y sin embargo, fue un formidable creyente: vivía, obraba y re_zaba ncomo si viera al Invisible" (Hb 11,27). En las audiencias,cuando le pedían un consejo, no respondía inmediatamente; alza-ba los ojos al cielo, como quien va buscando en Dios la luz necesa-ria; después, daba la respuesta lleno de fe.

Toda su vida -se ha escrito- fue un ejercicio de fe vivida:nPensamientos, afectos, empresas, audacias, dolores, sacrificios,prácticas piadosas, espíritu de oración, todo eran llamaradas quebrotaban de la fen. Aunque su confianza en Dios no tenía límites.repetía con mucha frecuencia: "Si la obra es tuya, seño¡ tú la sos-tendrás; si la obra es mía, estoy contento de que se venga ar suelou.nVoy adelante -afirmaba- como la máquina de vapoa a base depuf, puf (deudas)n; pero añadía que el fuego de su locomotora erauel fuego de la fe en Diosn.

El concilio vaticano II ha hecho esta importante afirmación:nsolamente con la luz de la fe y con la meditación de la palabra di-vina es posible reconocer siempre y en todo lugar a Dios, .en quienvivimos, nos movemos y existimos'; buscar su voluntad en t¿doslos acontecimientos, contemplar a cristo en todos los hombres,próximos o extraños, y juzgar con rectitud sobre el verdadero sen-tido y valor de las realidades temporales, tanto en sí mismas comoen orden al fin del hombre, (AA n.4). Don Bosco no pudo conocerestas palabras, pero el sentido cristiano lo guió a practicarlas pun-tualmente, bajo el influjo del Espíritu. Vivía su fe en la Iglesia ycon la Iglesia: uHechos miembros del sacratísimo cuerpo di Jesús

-decía- debemos mantenernos unidos estrechamenté a É1, v enconcreto, en el creer y en el obrarn.

Educaba a los jóvenes a luchar contra el enemigo con las arrnasinvencibles de la fe: o¡Arriba, arriba, hijos,

-leemos en el movi-mentado sueño sobre la fe victoriosa-, reavivemos, fortifiquemosnuestra fe, elevemos nuestros corazones a Diosr.

Imploraba en la oración naquella fe que mueve las montañas allugar de los valles y los valles al lugar de las montañas>. Obvia-

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mente, él no transportó las montañas a los valles, pero se debe a sufe sólida si, de la nada, levantó verdaderas montañas hacia el cieloen sentido más que metafórico. Pensamos en las tres grandes igle-sias de María Auxiliadora y de San Juan Evangelista en Turín, ydel Sagrado Corazón en Roma; pensamos en la expansión de suobra con medios humanamente inadecuados. Para defender la feexpuso, muchas veces, su propia vida y fue sólo su voluntad deci-dida de llevar la fe a los pueblos lejanos la que le hizo afrontar laenonne fatiga de las expediciones misioneras.

Parecía sumergido en un cúmulo de asuntos y de actividades,pero su fe era el alma de todo: sabía contemplar lo invisible en lovisible; sabía colaboraf,, como pocos, con el divino Resucitado enla difusión del Reino, en la salvación de las almas. Ha escrito E.Viganó: uDon Bosco percibía casi espontáneamente el espesor his-tórico de la fe cristiana. Aún como estudioso y como escritor él esun entusiasta de los aspectos concretos de la historia de la salva-ción. En efecto, más que un pensador, es un narrador de Dios; unnarrador de la historia sagrada, un narrador de la üda de los san-tos, de la historia de la Iglesia,.

Se esforzó siempre para que sus hijos tuvieran una fe <opero-sau y ndinámica, como quiere Santiago (St. 2,I7). Fue un incom-parable ueducador de la feu de generaciones de jóvenes. Su exhor-tación a <trabajar con feu no era sólo una convicción arraigada ensu alma: era la expresión de su experiencia viüda, una síntesis desu existencia, de su orientación global a Dios.

La esperanza

La esperanza está íntima y estrechamente unida a la fe (Hb ll,l).<Efectivamente, lo que constituye el objeto de la fe, la potencia deDios que en Cristo obra la salvación del mundo, es al mismo tiem-po el motivo de nuestra esperanza; quien se encamina en la fe nopuede prescindir de la esperanza (Tit 1,1)' (F.X. Durnvell). Losbautizados son creyentes y son hombres que esperan en Cristo (,1

Cor 15,18).

La esperanza para Don Bosco, como para todos los cristianos,pero en grado superior al obrar común, brota de su fe intensa y le

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da valor en sus atrevidas empresas y en sus pruebas. A sus hijosoprimidos por las fatigas les recomienda: oCuando estamos can-

sados, cuando sufrimos tribulaciones, alcemos los ojos al cielo;

una gran merced nos aguarda en la vida, en la muerte, en la eter-

nidad. Hagamos como aquel solitario que sacaba fuerzas contem-plando el cielou. He aquí un modo típico suyo de pensar y de ra-

ionur. Su mente no se queda fija en el pasado, no se encierra en el

momento presente; se lanza, como por instinto, hacia las realida-des últimas.

Sin ansia de eternidad no hay esperanza. El pensamiento del

Paraíso, motivo de esperanza, es, como en Don Cafasso, ouna de

las ideas soberanaso (P. Stella) de Don Bosco, una dominante de

su vida, de sus escritos biográficos. La frase repetidísima, (un tro-zo de Paraíso lo arregla todon, de su maestro de espíritu, es tam-bién Ia suya.

El hombre que parecía completamente absorbido por las activi-dades terrenas gravitaba, en realidad, hacia lo eterno. Decía: oAn-

dad con los piei por tierra,, -he ahí su realismo-, (pero con el

corazón habitad en el cieloo -he ahí su esperanza-.

La esperanza, aún conociendo el uyau de la salvación, no des-

cuida el otoda'*tía no); no ignora los riesgos y las dificultades que

encuentra el hombre caído inclinado al mal, que vive y hace la his-

toria; le infunde por eso la certeza sobrenatural de la presencia y

de la ayuda omnipotente del Resucitado y de su Espíritu.-La inteli-gencia de la fe, que lleva a Don Bosco a abrirse con lucidez al mal

áel mundo q.r" huy que curar y prevenir y a las inmensas posibili-dades de bien que hay que hacer crecef,, estimulaba fuertemente el

dinamismo de su esperatza y lo lanzaba a la acción. Repetía con

frecuencia: * ¡Ánimoi Trabajemos, trabajemos siempre, porque allá

arriba tendremos un descanso eterno>.

uToda nuestra confianza -decía- esté puesta en Dios y espere-

mos todo de Élr. Todo de Dios y de Cristo, (nuestra esperanzao ('f

Tim l,l),nuestro Salvador. La esperanza pone la mirada en-nÉl en

persona, pero con toda su obra, la historia de la salvación, el orden

cristiano, (G. Thils). nTodos -exhortaba

Don Bosco- debemos

Doner en Jesucristo nuestra confianza, creer en É1, esperar en É1,

po.q,r" Él solo con su Pasión y Muerte nos ha hecho hijos de- Dios,'h.rlnu.ro,

suyos, herederos de los tesoros mismos del cieloo. Y

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¡cuánto hizo por la llegada del Reino!; ¡cuánto hizo por eleva¡,transfiguraq humanizar el orden del mundo, personas y cosas!

La esperanza es una actitud omnipresente en la vida de DonBosco, lo mismo que la fe y la caridad. La esperanza es el anhelode los bienes futuros, el lanzarse a la posesión de Dios, la certezadel Dios udelante de sío; e, inseparablemente, la confianza ilimita-da en el poder salvador del Padre y de Jesús. Es la voz de alientodel Espíritu Santo, que lo lanza a empresas audaces, inéditas, noexentas de peligro. La Escritura enseña que la esperanza, aunquetenga alas, no está exenta de oscuridades y tentaciones, no triunfasiempre; comporta luchas, combates, pruebas: nllevo algunas se-

manas -escribe

a la Marquesa M. Asunción Frassati- viviendo deesperanza y de sufrimientos>. También desde este punto de üsta,Don Bosco se nos revela como gigante de la esperanza, porque fuecapaz de nesperar contra toda esperanza>> y de intentar lo humana-mente imposible, confiando en la fuerza de Dios.

Repetía con frecuencia: uTodo lo puedo en Aquel que me con-fortan (Flp 4,13). nDe todo esto no habrá nada en el Paraíso,.n¡Ánimo!, que la esperanza nos sostenga cuando la paciencia nospudiese faltarn. ol-o que sostiene la paciencia debe ser la esperan-za delpremioo. Y, como solía hacef levantaba la mano derecha ha-cia el cielo, indicando su plena confianza en el Señor.

La frase de San Pablo: ul.os padecimientos de la vida presenteno son comparables con la gloria futura que se manifestará en no-sotros) (Rlz 8,18) es uno de sus recursos favoritos. Repitamos to-davía que su esperanza era firme e inquebrantable porque estabaanclada en el oyau de la Pascua del Señot de Pentecostés, de la rea-lidad de la Iglesia, de los sacramentos, de las primicias del EspírituSanto, que nos han sido dadas en gennen, razón no última de suincansable actividad.

Entre los frutos más bellos de la esperanza en la vida de DonBosco recordamos: la oalegúaD exultante, connatural con la certe-za del (ya) de la fe; la npacienciao inalterable en las pruebas, uni-da a las exigencias del otodavía no); su sensibilidad pedagógica, enla que tienen buena parte la confianza en los recursos positivos dela personalidad juvenil, la magnanimidad, la perspicacia, la santaastucia, virtudes típicas del que cree y espera firmemente que sufuturo uno defraudan.

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En una palabra como en ciento, cuando exhortaba a sus discí-pulos a utrabajar con esperanT2¡rr, Dorr Bosco los invitaba a miraral Paraíso para el que hemos sido creados; a confiar en la ayudaomnipotente del Padre celestial y de María; pero, al mismo tiem-po, a empeñarse a fondo en combatir los gérmenes del mal que in-festan el mundo, y a desarrollar, con optimismo, los gérmenes delbien, para construir un porvenir mejor para la Iglesia y para elmundo. Esto significaba para él ntrabajar con esperanzaD.

La caridad

La caridad teologal cubre todas las actitudes de la existencia cris-tiana, a nivel de persona indiüdual, de Iglesia y de mundo. Antesque norrna ética y mandamiento del Señol es el udon primero ymás necesarion (IG, n. 42) del Padre por medio del Hijo y del Espiritu Santo, derramado ampliamente en nuestros corazones (Rm5,5). Es una actitud de amor radical hacia Dios, amado sobre todaslas cosas, y hacia el projimo, amado por amor de É1. Dios siempreen el primer lugar: nDios es amor y quien permanece en el amorperrnanece en Dios, y Dios en éln (1 Jn 4,16). Sólo su amor es causay fuente de nuestro amor hacia el prójimo. El amor de Dios y delSalvadol una vez experimentado, nos napremian (2 Cor 5,14) aamar a todos, buenos y malos, amigos y enemigos, a amarlos nen elespacio de la persona divina (...) en la misma línea del amor deDios, (S. Dianich), que manda su sol sobre los justos y los injustos.

La caridad amable es el rasgo más característico de la persona-lidad de Don Bosco, su recomendación más repetida. No podemosrepetirnos: el argumento de la caridad del Santo de I Becchi se en-cuentra, en filigrana, puede decirse, en todas las páginas de cuantohemos venido diciendo. También el aspecto de la caridad comomuerte de sí mismo, como entrega a los demás sin límites ni aver-siones, en conexión vital con el Cristo crucificado, se da siemprepor entendida. Aquí recordamos sólo que, si él se detiene preferen-temente en el ejercicio de la caridad hacia el prójimo, siempre dala precedencia absoluta al amor de Dios. Afirmaba: oTiabajar conamor para con Dios. El solo es digno de ser amado y servido, ver-dadero remunerador de la más pequeña cosa que hagamos por É1.

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Él nos llama como un Padre cariñosísimo. Charitate perpetua dilexite..." (Jr 31,3).

La mirada de Don Bosco sobre Dios iba siempre unida a la cer-

teza de que Dios nos ama con ternura infinita -como un padre-y a la idea de la recompensa que reserva a sus elegidos. Dios, de-

cía, es ninfinitamente rico y de generosidad infinita. Como ricopuede darnos una gran recompensa por cualquier cosa hecha porin urno.; como Padre de generosidad infinita paga con medidaabundante la más pequeña cosa que hagamos por amor)).

oObrar por amor), ntrabajar por amor> es toda su vida, su gran

recomendación. Lo demuestra este testimonio fidedigno del Car-

denal Cagliero, escogido entre muchos: nEl amor divino se trans-parentaba en su rostro, en toda su persona, en todas sus palabras

que le salían del corazón cuando hablaba de Dios en el púlpito, en

el confesionario, en las conferencias privadas y públicas y en las

mismas conversaciones familiares. Este amor era su único anhelo,

su único suspiro, el más ardiente deseo de toda su vidau.

Don Bosco es ciertamente un gran enamorado de Dios, aunque

sabe ocultarlo hábilmente.

Como modelo práctico de vida que proponer a sus hijos, no en-

contró nada mejor que la dulce bondad de San Francisco de Sales,

la finura de su caridad mansa y paciente. No le importaba, a é1, hi-jo de humildes campesinos, que fuese un santo aristocrático, hijoáe príncipes. Lo que más admiraba en él -ndoctor de la cari-dad"- erá el valor demostrado en la defensa y promoción de la fe,

su constante mansedumbre y dulzura. Entre los propósitos de laprimera Misa había escrito; y no por casualidad: ul.a caridad y ladulzura de San Francisco de Sales me guíen en todas las cosas'. Yquiso que de él

-imagen viva del Salvado4 como fue definido- su

Congregación tomase el nombre.

Son alusiones fugaces que dejan entrever a qué niveles de pro-

fundidad Don Bosco había visto --e inculcado a los demás con el

ejemplo y la palabra- las virtudes teologales de la fe, esperanza y

caridad, elementos constitutivos de toda santidad. Una fe, Ia suya,

fundamento y base de todo; una esperanza fundada en el triunfodel señor; una caridad que es amor que se da y se entrega hasta el

sacrificio, partícipe, como es, del amor infinito de Dios'

t8l

Page 176: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

capítulo vll

coN DlosEN LA ORACION

La intensidad de la vida teologal da la medida de la intensidad de

la vida espiritual. Cuando ésta se volviese lánguida en los discípu-los de Cristo, la Iglesia, según Santa Catalina de Siena, se volvería<completamente pálidan. A su vez, como la fe y la esperanza,la ca-

ridad, que une al Dios vivo en Cristo y en el Espíritu Santo, para

crecer y fructificar tiene necesidad de nutrirse de los elementos yde las energías esenciales propias de la vida cristiana. Entre estos

elementos, el Concilio Vaticano II insiste en la naplicación asidua a

la oraciónn (LG, n.42). Porque, como escribe la Congregación pa-

ra los religiosos y los Institutos seculares, en su documento sobre

la Dimensión contemplativa de la vida religiosa, ula oración es el

respiro indispensable de toda dimensión contemplativa' (n. 5),

que el Vaticano II define como el esfuerzo por uunirse a Dios de

mente y corazóno (PC, n. 5).

La dimensión contemplativa se expresa en el universo de la litur-gia, de la escucha de la Palabra y de la oración; y con otros medios'

Consideremos ahora la contemplación orante de Don Bosco:queremos decir su oración uformalu u uoración-ejercicioo, la cual

comporta la ruptura con toda otra forma de actividad -orar así es

no hacer otra cosa-, y su oración ndifusao o de nactitud,.

Sobre la oración se han escrito, en estos últimos años, numero-sos libros, que ocupan estanterías enteras de las bibliotecas ecle-

siásticas. No todos son igualmente transparentes; no todos conacierto. Sobre la esencia de la oración del cristiano, con gusto ha-go propia la densa formulación de G. Gozzelino: ol-o específico de

la oración cristiana se resume en que sea enteramente trinitaria yeclesial, porque es cristológica: en el responde4 en el Espíritu ycon la Iglesia, como hijos en el Hijo encarnado, al Padre. Canon

supremo de la oración creyente es la doxología conclusiva de las

plégarias eucarísticas, proclamada por el celebrante en nombre de

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toda la asamblea y ratificada por ella: 'Por Cristo, con El y en É1, aTi, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todohonor y toda gloria, por los siglos de los siglos. Amén'u. Conscienteo no, el cristiano que reza no reza sino así; y así rezaba Don Bosco.Pero debemos preguntarnos previamente:

¿Podía nezar Don Bosco?

La pregunta no es retórica: se desprende directamente de cuantoacabamos de decir de su actividad multifonne y casi continua, lacual parecía secuestrarlo a la oración explícita que se advierte enla vida de todos los santos. Causó escándalo en una época en la.que no eran pocos los que consideraban el trabajo como un tiem-po sustraído a la oración.

Efectivamente, su causa de Beatificación chocó con la dificul-tad de la demasiado exigua presencia de la oración en su vida. Laoración uexplícitao es, en efecto, una modalidad esencial de la vidacristiana, y es una modalidad exigente. Tanto si se considera laoración, en el plano subjetivo y psicológico, como nelevación aDiosu, como (escuchau, ndiálogo o conversaciónu con Él; o si se laconsidera, en el plano objetivo, como uadhesiónu espiritual al plansalvífico y al Reino de Dios ya presente en la tierra ,la ooración-rezada, reclama suspensión de toda actividad exterio¡, concentra-ción, recogimiento, lugar y tiempo apropiados; cosas todas que, enuna üda dominada y como devorada por la acción, como era la deDon Bosco, parecían imposibles.

El Santo había rezado ciertamente, pero se objetaba que no losuficiente. Tenemos que reconocer que no era fácil juzgar a DonBosco con el panímetro tradicional. En su modo de actuar él se ma-nifestaba realmente muy distinto de los otros santos. <Es notorio -leemos en un testimonio de los Procesos- que el Siervo de Dios pe-día continuamente y por todas partes para conseguir los medios conlos que desarrollar sus obras. En esto sostengo que el Siervo de Diosse mostró bien diverso del obrar de los demás santos, en cuanto quelos otros hubieran hecho milagros para no recibir herencias: así fueSan Felipe Ne¡. Él los habría hecho para obtenerlas y los hizo parahacer frente a las necesidades del Oratorio,.

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En concreto, se hacían a Don Bosco las siguientes imputacio-nes: (Para lograr sus fines -objetaba

la Censura- Don Bosco

contaba mucho con su propia sagacidad, iniciativa y actiüdad, yutilizaba a lo largo y a lo ancho todos los medios humanos' Trata-

ba de apoyarse, más que en la ayuda diüna, en los recursos huma-nos con inexplicable solicitud, día y noche, hasta el límite de sus

fuerzas ("usque ad extremam fatigationem"), hasta el punto de noser capaz de atender a los deberes de la piedadn.

Según otro censo4 la oración no habría tenido casi ninguna re-levancia en la vida de Don Bosco: oEn materia de oración propia-mente dicha, a la que todos los fundadores de las nuevas congrega-ciones han dado la máxima importancia, no encuentro, puede

decirse, nada: nihil vel fere nihil reperio,. Y concluía: n¿Cómo pue-

de llamarse heroico a uno que ha carecido tanto, en la práctica, de'

oración vocal? Poteritne heroicus in pietate dici qui adeo deficiens

in oratione vocali apparet?>.

La situación se agravaba más por el hecho de que Don Bosco,

sea a causa de un mal persistente de ojos, que sufría desde el año1843, sea también por las excesivas preocupaciones, había obteni-do de Pío IX la dispensa del rezo del breviario: primero de viva vozy después con rescripto regular de la Sagrada Penitenciaría (19-XI-1864).

Jamás había ocurrido nada semejante en la historia de los pro-cesos apostólicos: <<nunquam de aliis sanctis viris auditum estlrr.

Tenemos que convenir que el ideal de santidad que se ha im-puesto a la conciencia cristiana es algo tan puro y elevado que bas-ta una acusación ligera para rebajarle la aureola. La idea que se te-nía del sacerdote --después del Concilio de Trento y bajo el influjode la escuela francesa- era prevalentemente, como hemos recor-dado, la del hombre de culto y de oración. Don Bosco se alejaba,incautamente, del modelo tradicional de los demás santos, inclusode los turineses como, por ejemplo, de José Cafasso, su maestro, ydel mismo Leonardo Murialdo, que empleaba hasta cuatro horaspara preparar la santa Misa, celebrarla y dar gracias.

Es un hecho que en vano buscaríamos en Don Bosco aquellasmanifestaciones exteriores de oración que se encuentran en lossantos de su tiempo, como en el Cura de Ars y en San Antonio Ma-

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ría Claret, grandísimos apóstoles. Don Bosco -escribe E. Ceria-

nno dedicaba largo tiempo, como hicieron otros santos, a la medi-tación>.

Pero tener un modo propio de oración no es lo mismo que no re-zar o rezaÍ demasiado poco. En efecto, no fue difícil superar estadificultad, sea verificando mejor las deposiciones de los testigos ci-tados, sea juzgando su oración en su conjunto. Una aportación de-cisiva a la causa de Don Bosco fue la de Don Felipe Rinaldi, elcual, con fecha del 29 de septiembre de 1926, escribiendo al Car-denal Prefecto de la Congregación de Ritos, atestiguaba, entreotras cosas: nPermítame, Eminencia, añadir que tengo la íntimaconvicción de que el Venerable fue propiamente un hombre deDios, continuamente unido al Señor en la oración. En los últimosaños, después de emplear las mañanas en recibir a personas de to-da clase y condición social, que acudían de todas partes para acon-sejarse con él o recibir su bendición, cada día solía retirarse a suhabitación desde las 14 a las 15 horas, y los Superiores no permi-tían que se le molestase en aquella hora. Pero estando yo encarga-do, desde 1883 hasta la muerte del Siervo de Dios, de una casa deformación de aspirantes al sacerdocio y habiéndome dicho él quefuese a verle siempre que tuviera necesidad, talvez indiscretamen-te, pero para poder acercarme a él con mayor comodidad, que-branté varias veces la consigna, y no sólo en el Oratorio, sino tam-bién en Lanzo y en San Benigno, a donde él iba con frecuencia, yen Mathi y en la casa de San Juan Evangelista en Türín, muchasveces fui a verle precisamente en esa hora para hablarle. y enaquella hora, donde fuera y siempre, lo sorprendí cada vez recogi-do, con las manos juntas, en meditaciónn.

Don Bosco, "hombre de oración,,

Cuantitativa y cualitativamente diversa de la oración de los otrossantos, la de Don Bosco resultaba, sin embargo, no menos verda-dera y profunda, como lo prueban los hechos. Los testimonios delos procesos han revelado poco a poco en Don Bosco una insospe-chada y sublimada actividad de oración. Faltaban las exteriorida-des, los grandes gestos, pero la oración imrmpía por todas partes.

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Page 180: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

De él se podía afirmar lo que se advirtió en la vida de San Ber-

nardo: (siempre ocupado en tantos asuntos: pero ni la periferia, en

su vida, causaba fastidio al centro, ni el centro causaba fastidio a

la periferia. Periferia era la actividad exterio[ centro el místico re-

cogimiento interioro (E. Ceria).

puede decirse de él -declaró Don Barberis- (que rezabasiempre; yo lo he visto, podría deci4 centenares de veces subiendoy bajando las escaleras siempre en oración. También rezaba porlas calles. En los viajes, cuando no corregía pmebas de imprenta,le he visto siempre orandor. oEn el tren -solía

decir a sus hijos-no estemos nunca ociosos, sino recemos el breviario, el rosario de

la Virgen, o leamos algún buen libroo'

En cualquier momento que se le pidiesen consejos espirituales,los tenía a punto (como si saliese en aquel momento de conversarcon Diosu.

Dispensado del rezo del Breviario, en realidad lo recitaba casi

siempre y con gran devoción; impedido por fuerza mayo{, lo su-

plía, como resulta de esta formal y heroica promesa $tya, ,,no ha-

cer cosa alguna ni pronunciar palabra que no tuviese por mira Iagloria de Dios,.

Testimonios irrebatibles dicen que cuando rezaba (parecía unángelu. uRezaba de rodillas con la cabeza ligeramente inclinada;tenía un aspecto sonriente. Quien estaba cerca de él no podía pormenos de rezar también. He vivido con él treinta y cinco años

-depuso el Coadjutor P. Enria- y siempre lo he visto rezar asío.

Consideraba la oración como el intercambio voluntario, porparte de Dios, de su omnipotencia con la debilidad humana, y ledaba una precedencia absoluta: ol.a oración: esto es lo primerou.uNo se empieza bien -decía- sino desde el cielor.

La oración era para élun "primum, absolutamente indispensa-ble porque la oración nlo obtiene todo y triunfa de todou. Ella es loque oel agua para el pez, el aire para el pájaro, la fuente para elciervo, el calor para el cuerpo), nla espada para el soldador. ul-a

oración hace violencia al corazón de Diosr.

Predicando los Ejercicios a sus jóvenes salesianos, recomenda-ba el dicho del Apóstol: ,rSine intermissione orote>> (1 k 5,I7).Teiía

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con gusto los altos elogios que la Tradición cristiana ha hechosiempre de la oración. nl-os Padres la llaman la cadena de oro conla que nos atamos al cielo, el pan del alma, la llave del paraíso,.No es posible un compromiso cristiano sin oración: nTodos los quese entregaron al servicio del Señor hicieron constantemente uso dela oraciónr.

También la noche debía ser ocasión para rezar. nAl llegar la ho-ra del descanso, acostarse con las manos juntas sobre el pecho.Rezar hasta que nos quedemos dormidos, y, cuando nos desvele-mos por la noche, volver a la oración; decir jaculatorias, besar elescapulario o el crucifijo o la medalla que se lleva al cuello. Teneren la celda un poco de agua bendita: hacer la señal de la SantaCruz con fer.

Se dirá que se trata de gestos devotos, superados por el tiempo;sin embargo, son sencillamente actos arraigados en la piedad cris-tiana, vivos en la vida y en la praxis de almas sencillas tambiénhoy. ¿Por qué no dejar al Espíritu la libertad de inspirar comoquiere y donde quiere?

Su institución está fundamentada en la oración: nDi el nombrede Oratorio a esta casa para indicar bien a las claras que la ora-ción es el único poder en el que podremos confiarr.

En Valdocco, la oración y el espíritu de oración se respiraban enel aire. Se podían leer en el rostro de sus moradores, muchos de loscuales formarán la primera generación salesiana: <Nosotros ---es-cribe E. Ceria- los hemos conocido: hombres tan diversos por suingenio y cultura, tan desiguales en sus costumbres; sin embargo,en todos ellos destellaban algunos rasgos característicos comunes,que constituían como la marca de origen. Calma serena en el deciry en el obrar; paternidad amable de modales y de expresión, peroespecialmente una piedad, que bien se comprendía que era en suestimación el ubi consistam, el punto de apoyo de la vida salesiana.Rezaban mucho, rezaban con gran devoción: sentían la importanciade que se rezase y se rezase bien; parecía que no sabían decir cua-tro palabras en público o en privado, sin mencionar de algún modola oración. Y sin embargo (...) aquellos hombres no demostrabanposeer gracias extraordinarias de oración: en efecto, nosotros losveíamos cumplir con ingenua sencillez nada más que las prácticasprescritas por las Reglas o recogidas en nuestras tradicionesu.

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La oración de Don Bosco, que es oración de apóstol y educado4

tiene, de todos modos, características y originalidades propias; au-

téntica y completa en su sustancia, lineal y simplicísima en sus

formas, popular en sus contenidos, alegre y festiva en sus expresio-

nes, es virdaderamente una oración al alcance de todos, especial-

mente de los niños y de los humildes.

Es, sobre todo, la oración de los fieles de vida activa y de los

apóstoles, estando intrínsecamente orientada ala acción y vincula-dá con ella. Una oración, por lo tanto, que no es nunca liberacióny fuga del mundo, que debe ser transformado según el proyecto de

Dios y que hay que conquistar para Cristo. La expresión de Don

Bosco: oDa mihi animas, cetera toller: uSeñol dame las almas y llé-

vate todo lo demáso, antes que su lema, es su oración más ardien-

te. Una oración de naturaleza apostólica, porque toda forma de

oración está marcada por la vocación y la misión particular.

Como en la vida de todo apóstol auténtico, la oración explícita,precede, acompaña -en sus formas apropiadas-y sigue a la ac-

ción de Don Bosco como un factor irrenunciable y necesario.

Le precede, porque es en la oración donde Don Bosco piensa la

acción de Dios y según Dios, y la finaliza según su voluntad y para

su gloria. <Nosotros comenzamos nuestras obras con la certeza de

que Dios las quiereo. Esta certeza se fundaba en la oración. Antes

de asumir la responsabilidad de fundar el Instituto de las Hijas de

María Auxiliadora, las ooraciones comunes y privadas" de todo el

mes de mayo estuvieron dirigidas por él y por sus colaboradoresmás directos a este fin. Bien interpretó el obrar de Don Bosco Pío

XI cuando dijo: oEra con la oración y con el sacrificio como él se

preparaba a la acciónn.

Le acompañ¿, en las breves pausas meditativas, como peticiónde gracia, como súplica de ayuda en la hora del cansancio y de laprueba: nNo perdamos el ánimo en los peligros y en las dificulta-des, recemos con confianza y Dios nos concederá su ayudao. Laoración -afirmaba-

(es una poderosa cooperación), y añadía:uSi no podemos absolutamente nada (para dar limosna) está laobra de las obras: la oracióno. Son expresiones sobre las que no se

puede pasar por encima con ligereza: sólo pueden venir de quien

vive la unión con Dios incesante v ha hecho de la oración el respi-ro de la propia vida.

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Le sigue como acción de gracias: ,,¡Qué bueno es el Señorlo;oDios ejecuta sus obras con magnificenciar.

La oración de Don Bosco no vive en el limbo de las buenas in-tenciones: toma cuerpo en lo que él llama <prácticas de piedado.Escribe A. Caviglia: (Don Bosco no creó ninguna forma especialde prácticas o de oración o de devoción como la Salve Regina, elRosario,los Ejercicios, elViacrucis y otras por el estilo. Él es indi-ferente a las fórmulas y, en cierto sentido, también a las formas; esrealista y simplificado¡, y mira a la sustancia.

Incluso como fundador no siente la necesidad de imponer a susdiscípulos otras prácticas comunitarias que no sean las del nbuencristiano, y del ubuen sacerdoten, si se trata de sacerdotes.

Del sacerdote exigía esencialmente cuanto se practicaba en elColegio eclesiástico: celebración devota de la Santa Misa, Horas li-túrgicas, meditación, lectura espiritual no separada de las <prácti-cas) y ndevociones, del buen cristiano. Cuáles fueran las "pnicti-cas del buen cristiano>> no es diffcil averiguarlo. Son las oraciones ylos actos de piedad

-pero también la recitación de fórmulas queno son oraciones, como por ejemplo, las siete obras de misericor-dia corporales y espirituales, los diez mandamientos, etc., -que fi-guraban en el catecismo de la diócesis, que no había variado entiempo de Don Bosco, o contenidas en los (reglamentos de vidaupropuestos por los autores espirituales. A todo esto se añadíanotras prácticas cotidianas, semanales, mensuales, anuales, vivas enla tradición de las costumbres cristianas, como: la frecuente confe-sión y comunión, las visitas al Santísmo Sacramento, el retiromensual de la Buena Muerte, los Ejercicios Espirituales anuales,que habían reverdecido en Turín a comienzos de siglo.

En estas prácticas de devoción, que florecían en el ochocientosjunto a la acción litúrgica y frecuentemente dentro de la misma li-turgia

-piénsese en el modo como se participaba en la Santa Mi-

sa- Don Bosco veía el trazado concreto, y podemos decir tambiénideal, de la vida de oración de los humildes. Era, en efecto, el itine-rario de oración propuesto por la Iglesia, y la Iglesia no proponenunca medios inadecuados de santidad.

Como se ve, tratándose de los ndeberes generales del buen cris-tiano>, Don Bosco apuntaba alto. Cuantitativamente, porque ofre-

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ra-

cía ala iniciativa personal la posibilidad de hacer un gran númerode oprácticas> ] <sjercicioso: basta leer elJoven Cristiano, que es el

manual de oración propuesto por el Santo a los jóvenes, para dar-

se cuenta de ello. Cualitativamente, porque Don Bosco sabía ino-cular en sus jóvenes el ogusto, de la oración y aquel <espíritu de

noble precisióno del que hablaba Pío XI.

uHáganse bien -insistía- las genuflexiones y la señal de lacruzpara animar la oraciónn. Si luego Don Bosco, en sintonía con

el espíritu de su siglo, enfatiza las prácticas devocionales, hay que

decir también que no toleraba exageraciones o intimismos peligro-sos. Le guía un criterio práctico y auténticamente sobrenatural.

No podemos olvidar que su escuela de oración ha producido jó-venes santos y heroicos. No le reprocharemos siquiera el haberpresentado la vida de oración de un modo prevalentemente ascéti-

co, como se usaba entonces. La uLaus Deorr,la udimensión misté-

rica de la liturgiao, eran también los pilares de la vida cristiana. Elcristiano se encuentra inmerso en la oración y en la acción litúrgi-ca de la Iglesia, que reactualiza alo largo del año los misterios de

la vida de Cristo, misterios-para-nosotros' Es impensable que Don

Bosco no vibrara con la oración litúrgica, aunque fuese pobre,

porque imperaba el devocionismo; pero no se puede decir que éste

no huyu producido buenos frutos. Las prácticas devotas, decía Don

Bosco, nion el alimento, el sostén y el bálsamo de la vinudu'

podemos decil con absoluta certeza que é1, tan fiel a las dispo-

siciones de la Iglesia y del Papa, hubiese acogido hoy con entusias-

mo las directrices y las líneas de renovación litúrgica propuestas

por el Vaticano II. No olvidemos que, a su modo y en su tiempo, se

manifestó como un renovador de la liturgia juvenil. La quería, en

efecto, rica de participación y de implicaciones, de espontaneidad

y de iniciativa, variaáa y festiva, ajustada a la vida y proyectada

hacia la eternidad.

Las,,oraciones breveso

ola vida activa a que mira particularmente la Sociedad -leemosya en Ia primitiva redacción de las constituciones (1858-1859)-"hu." q.r" los Socios no puedan dedicarse a muchas prácticas de

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piedad en comúnn. Esta expresión insinúa, implíctamente, que sonposibles y recomendables muchas otras formas de oración perso-nal. Entre éstas Don Bosco, siguiendo las enseñanzas del Colegioeclesiástico, dio siempre gran importancia a las iaculatorias.

La <oratio iaculatoria>, rrfurtiva>>, es la oración Kpu.ra> y ,.breve,de la tradición monástica, que prolonga a lo largo de la jornada laoración del coro. Los antiguos la consideraban como el fruto másbello de la "lectio divina" y de la "meditatior. San Agustín habla deella como de orápidos mensajes que llevan al encuentro con Dioso.San Francisco de Sales define lasjaculatorias nbreves, pero ardien-tes impulsos del corazóno a Dios, y añade que en ellas uconsiste lagran obra de la devociónn. nEs la realización más realista de laoración como respiro del alma, (G. Gozzelino). Alterna momentosde cercanía y más intensos con otros más virtuales e implícitos.

No pensaba diversamente Don Bosco, el cual veía en las ujacu-latoriasn como un concentrado de la oración vocal y mental de lamañana: ul-as jaculatorias

-decía- recogen brevemente la ora-ción vocal y mental (...), salen del corazón y van a Dios. Son dar-dos inflamados que mandan a Dios los afectos del corazón y hie-ren a los enemigos del alma, las tentaciones y los viciosu.

Para el santo, en caso de necesidad, podían sustituir a la medita-ción que no hubiera podido hacerse. nCada uno, además de las ora_ciones vocales, hará todos los días media hora, por ro menos, de ora-ción mental, a no ser que se lo impida el ejercicio del sagradoministerio; en este caso la supliÉ con la mayor f¡ecuencia pósiblede oraciones jaculatorias, y con mayor fervór ofrecerá a Dios lasobras que le impiden asistir a las prácticas de piedad establecidasr.Llamaba esta suplencia meditación de los comercianl¿s.. <Recomien-do la oración mental. Quien no pueda hacer la meditación metódicapor motivo de üajes o de cualquier trabajo o asunto que no admitadilación, haga por lo menos Ia meditación que yo ilamo de los comer-ciantes. Éstos piensan en comprar las mercancías, en revenderlascon su ganancia; piensan en las pérdidas que podrían sufril en lasqrre sufrieron y en el modo de repararlas; en las ganancias consegui-das y en las mayores que pueden consegui¡, y así sucesivamente>.

Es lo que San Francisco de Sales -con una imagen más fami_liar a sus destinatarios- afirma en su Filotea, biericonocida por

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Don Bosco: nComo aquellos que están dominados por un amor hu-mano y natural tienen casi continuamente el pensamiento dirigidoal ser amado, el corazón lleno de afecto hacia él y la boca llena de

sus alabanzas (...), de modo semejante los que aman a Dios nopueden dejar de pensar en Élr.

Las aspiraciones, es decir las jaculatorias, oración muy fácil,esencial, secreta, siempre a mano, ayudaban al Santo maravillosa-mente a mantener despierto el pensamiento en Dios. El fervor conque prorrumpían de su corazón en su edad avanzada demuestracuán arraigada estaba esta oración en su vida.

Oración-actitud

Los oEjercicios de piedadn, las ooraciones breveso (oración-ejerci-cio) no sontoda la oración de Don Bosco. Otra forma, prevalente ocasi continua, es la que bajo distintas connotaciones presenta sig-

nificados afines: oración ogeneralo, <implícitao, nvirtualr, .difu-sao. Hoy se prefiere llamarla ooración de vidao, ooración de situa-ciónn, <oración-actitudn. Es presencia y atención consciente a

Dios en los acontecimientos de la vida cotidiana.

Es oración verdadera -alabanza, adoración, ofrecimiento,

etc.-, porque es un caminar con Cristo dentro de las realidadeshumanás y un vivir en É1, con Él y por É1. Verdadera, diría Leon-

cio de Grandmaison, en sentido general, porque (nos une a Dios,

nos hace flexibles y dóciles a sus inspiraciones, nos entona con su

voluntad de preferencia y de beneplácito, porque, aún suponiendoun cierto número de actos positivos, pennanece también después,

por mucho tiempo, e informa nuestra vida mucho más allá de los

escasos momentos consagrados a la oracióno. Es el estilo cristianode la existencia, la liturgia de la vida, con la que los fieles nse ofre-

cen en servicio de amor a Dios y a los hombres, uniéndose a la ac-

ción de Cristoo (Constitución Apostólica Laudis Canticum, sobre la

Liturgia de las Horas, n. 8). Es el modo práctico de realizar la pa-

labra del Evangelio: oOrad siempreo'

Desde Orígenes en adelante, la tradición cristiana aplica tam-bién estas palabras a la oración explícita de las nbuenas obrasu o

de la obuena vidao. Reza siempre el que reza cada día y en el tiem-

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po de su acción no hace más que obras buenas, conformes con lavoluntad de Dios.

San Agustín afirma: <Non tantum lingua canta, sed etiam as-sumpto honorum opelum psalterio"; (canta a Dios, no sólo con lalengua, sino también tomando en tu mano el salterio de las buenasobrasr. Guiado por el Espíritu, Don Bosco se mueve perfectamen-te en este horizonte.

Es muy significativo el hecho de que é1, redactando las Consti-tuciones para sus salesianos, ponga en el capítulo de las "Prdcticasde piedad" estos dos artículos que se refieren más a las ubuenasobras, que a la oración propiamente dicha: ul-a vida activa a quemira particularmente la Sociedad, hace que los Socios no puedandedicarse a muchas prácticas de piedad en común. Suplan, pues, atodo esto los Socios siendo unos para otros luz de buen ejemplo ycumplan con perfección los deberes generales del cristianeo. ul.acompostura exterio¡, la pronunciación clara, devota y distinta delas palabras en los oficios divinos, la modestia en el habla¡, mirar yanda4 en casa y fuera de ella, deben brillar de tal manera en losSocios, que en esto se distingan particularmente de los demáso.

Estamos en línea con la enseñanza de San Pablo: uTodo cuantohacéis de palabra o de obra, hacedlo todo en nombre del Señor Je-sús, dando gracias a Dios Padre por medio de É1, (Col 3,17). ElApóstol es todavía más explícito: osea que comáis, sea que bebáiso hagáis cualquier otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios, (,1

Cor 10,31).

El lenguaje de la oración se usa a propósito del modo cristianode vivir. Tanto si se reza como si se trabaja, es posible la relaciónreal y la unión indestructible con Dios. Así pensaba Don Boscocuando exhortaba -oy lo hacía miles y miles de veceso (CardenalCagliero)- a trabajar por la ngloria de Dioso, uniéndose profunda-mente a su voluntad.

Es el amor de caridad, cumbre de la vida teologal, el que daconsistencia y unidad a la vida. Trabajo y oración no son más quedos momentos del mismo amor.

En este sentido, y solamente en este sentido, se puede decir queel trabajo es oración. Y éste ha sido, según E. Ceria, el gran secretode Don Bosco, su rasgo más característico: ul-a diferencia específi-

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ca de la piedad salesiana está en saber hacer del trabajo oración,.Pío XI lo confirmó solemnemente: <Ésta era una de las más bellascaracterísticas de é1, la de estar en todo, ocupado en un contrastecontinuo, agobiado¡, de inquietudes, en medio de una multitud dedemandas y consultas, y tener siempre el espíritu en otra parte:siempre arriba, donde la claridad era impasible, donde la calmadominaba siempre soberanamente: de tal forma que en él el traba-jo era oración real, y se cumplía el gran principio de la vida cristia-na: qui laborat, oratD.

No hay santos sin oración extraordinaria y así fue la de DonBosco. Una oración íntima, sentida, sin grietas, oculta bajo unsemblante sereno y un obrar espontáneo, pero que había que saberdescubrir.

Fue un trabajador formidable, pero también un gran orante.Oraba mucho solo, silenciosamente, y casi furtivamente, porque lerepugnaba hacerse notar; rezaba con sus jóvenes nsiempreu, mien-tras sus ocupaciones se lo permitieron; rezaba antes de predica¡antes de ejercitar el ministerio, antes de visitar a personajes im-portantes, antes de afrontar situaciones delicadas y difíciles; reza-ba más intensamente en las horas de las pruebas durísimas que ja-lonaron su vida. Como educador no se cansó de infundir en elalma de los jóvenes el amor a la oración que sabía hacer agrada-ble, apropiándola a su edad. Pero la quería sincera, fervorosa, lle-na de fe: ol.as oraciones deben ser manifestación de fe que invite alos presentes a alabar a Diosu.

Don P. Albera, profundo conocedor de su espíritu, afirma:oQuería que los mismos actos de piedad fueran más espontáneosque prescritosr. Cuando veía, a lo largo de la jornada, a un buennúmero de jóvenes dirigirse a la iglesia espontáneamente para re-zar, se estremecía de gozo: nÉste es para mí el mayor de los con-suelos".

Delicadísimo de conciencia, sintió la necesidad de escribir estaslíneas en su Testamento espiritual, que no tiene ningún parecido,por ejemplo, con el -mucho más intensamente rico- de San Leo-nardo Murialdo; el suyo es sencillo, familia¡, práctico y, al mismotiempo, tierno: uDebo, además, pedir perdón si alguno observóque muchas veces fui demasiado breve en la preparación y en laacción de gracias de la santa Misa. A veces me obligaba a ello, en

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Page 189: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

III

cierLo modo, la multitud de personas, que me rodeaban en la sa-

cristía y me quitaban la posibilidad de rezar antes y después de la

santa Misar.

Esta humilde confesión habla por sí sola de la importancia que

él daba a la oración. No sin razón la Iglesia lo propone, hoy como

ayef,, como modelo de oración para todos los fieles tentados, en su

uida de oración, por el materialismo secularista, por el aparente si-

lencio de Dios e.t lu hirto.ia, por la fiebre de la acción por la ac-

ción y por el éxito, sin alma, sin altos ideales.

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Page 190: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

capÍtulo vlll

coN DlosEN LA ACCIÓN

La vida de Don Bosco está verdaderamente inundada de la oración

-en sus diversas expresiones- como el lecho del río por sus

aguas. Su intensa unión con Dios se nutre perennemente de esta

fuente inagotable. La misma afirmación debe hacerse por lo que se

refiere a zu multiforme actividad: desde la más sagrada hasta la

más cotidiana y ferial, que él supo vivir como lugar de su encuentro

habitual con Dios, como el lector habrá tenido modo de percibir a

lo largo de cuanto hemos dicho hasta aquí' Sin embargo, parece

legítimo y obligado, aunque sólo sea como corolario, precisar me-

jor cómo- es poitbt" dar interioridad y significado sobrenatural a la

acción, en cuanto tal, y ver cómo lo hizo Don Bosco.

Partiendo del presupuesto de que ula unión con Diosn en la ac-

ción es, esencialmente, participación, en diversos grados, del obrar

mismo de Dios creador y salvado4 podemos distinguir, simplifi-cando, tres campos de acción o tres tipos de mediación, de que se

sirvió el Santo pára entrar y permanecer en comunión con Dios: la

específicamente sacerdotal, su caridad pastoral, las actividadesprofanas.

oCon Dios" en las activldades de minlsterio

Las actividades típicas ministeriales de Don Bosco, realizadas en

virtud del caráctei sacerdotal, que lo configura con Cristo Cabeza

y hace de él un colaborador esencial del obispo en orde¡ a la edifi-

tación de la lglesia, se distinguen, como hacen notar los autores,

de cualquier otru forma de actividad benéfica, porqlle son Ia conti-

nuación y la prolongación de la misma actividad redentora de

Cristo, que difunde su mensaje de salvación y comunica la vida di-

vina. En este tipo de acción, Don Bosco obra "in persona Christi",

es su uinstrumento vivon. Por eso, no sólo sus intenciones son es-

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pirituales, sino espiritual es también la estructura misma de la ac-ción que realiza, en cuanto que prolonga directamente la acciónsalvífica y actual de Cristo.

La acción apostólica facilita así grandemente la unión conDios. <Basta que el apóstol, por decirlo así, se entregue seriamentea su actiüdad apostólica para que penetre en el orden sobrenatu-ral y participe en la efusión de la gracia,, (Ch. Bernard). Es decitbasta que corresponda ala (gracia especialo de su sacerdocio, pa-ra que le sea consentido <acercarse más eficazmente a la perfic-ción de Aquél a quien representa, y la debilidad de la naturalezahumana encuentra apoyo en la santidad de É1" (pO, n. l2).

Basta, en una palabra, que salga, por así decirlo, fuera de sí (éx_tasis) y se una intensamente a la acción con la que cristo resucita-do continúa cumpliendo la salvación del -.rrráo, para entrar ensintonía con Él y hacerse progresivamente conform" u É1.

Es cuanto Don Bosco hacía movido por su instinto espiritual.Por pobre que hubiera sido su teología sobre el sacerdocio, bajo elimpulso del Espíritu y con la guía de aquel excepcional formádorde sacerdotes que fue Don cafasso, él hizo de su mística identifica-ción con cristo sacerdote, el alma de su arma. En este sentido loorientaban las graves advertencias que le hacían, según iba acer-cándose a las sagradas órdenes, los obispos cerebrantes: <Imitami-ni quod tractatis>>, *vivid lo que hacéiso. Le estimulaba el catecis-mo de la diócesis que sugería, entre los modos como asistir aldivino sacrificio, el uunirse a los fineso por los que se celebra, el(contemplar la pasión y muerte de Jesucriston, s[ <unirse a Él es-piritualmenten. Él mismo, desde la primera edición del Joven cris-tinno (1847), había indicado una Manera para asistir con fruto a laSant,1-Mlsa, inspirada en textos antiguos, rica de pensamientossencillos y conmovedores. En la Adve:rtencia inicialie podía leer:ocomprended bien, queridos hijos, que al asistir a la Santa Misahacéis lo mismo que si vierais al Divino Salvador salir de Jerusalény llevar la cruz al Monte calvario (...), derramar hasta la última go-ta de su sangre> por nuestra salvación. pero el catecismo suseríatambién que durante la Misa se podían rezar otras oracioneí. Lapráctica del Rosario, entonces muy difundida y que Don Boscoconsideró en un determinado momento la más iáonea para sus jó-venes, llegó a hacerse una constante.

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Page 192: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

Humildísimo como era, no rehusó nunca declaraciones de esti-

ma siempre que iban dirigidas a honrar en él la dignidad del sacer-

dote, vivá imigen de Cristo: <Estoy muy contento -dijo un día a

personas distinguidas que abundaban en elogios- qu€ se tenga

ianta estima defcarácter sacerdotal; por mucho que se diga del sa-

cerdote, nunca se dirá bastanter.

Siempre y sólo se consideró, como tuvo ocasión de repetir en

muchasiircunstancias, un humilde instrumento en las manos <sa-

pientísimas y omnipotenteso de Dios. nYo creo -dijo un día, como

ya hemos recordado- que si el Señor hubiera encontrado un ins-

irumento más vil y más débil que yo, habría hecho cien veces más

de lo que yo he hechoo. Como sucede con los santos, cuanto más

cerca éstán de Dios, más unidos a É1, tanto más se abisman en la

humildad.

En el ejercicio de sus funciones sacerdotales Don Bosco se ma-

nifestaba ún hombre completamente abstraído de las cosas de este

mundo: tan recogido estaba en Dios. Todos podían probarlo cuan-

do celebraba la Santa Misa, cuando hablaba de Dios con una un-

ción que le venía de regiones superiores. Por ejemplo, (pasaba en

el confesionario varias horas seguidas, enteramente concentrado

en su ministerio, sin sombra de molestia, sin que nunca lo suspen-

diera por motivos humanos; no lo suspendía siquiera cuando con-

veniencias excepcionales parecían aconsejarlo. Es inútil discutir:para los santos no existen negocios terrenos que se mantengan en

pie ante los intereses celestiales' (E. Ceria).

Así era Don Bosco; en é1, el ejercicio del sagrado ministerio era

realmente ocasión cotidiana para crecer uen el amor de Dios y del

prójimou (LG, n.4I).

oCon Dios" en las actividades caritativas

,,Decir Don Bosco es decir caridad: caridad inagotable en tratarcon los demás, caridad inefable en consolar a los afligidos y con-

fortar a los moribundos, caridad heroica en ir en busca de los me-

dios para practicar la caridadu. Toda su vida lo prueba. Ahora

bien, el hecho de que él en sus relaciones de caridad hacia todos

-tan envolventes, y tan ricas de calor humano- no actuase ya in

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persona Christi, y, por ello, no fuese ya su prolongación directa enla actividad salvífica y santificante, no le impedía que hiciese de sucaridad una mediación privilegiada de su habitual unión con Dios.Y esto, sobre todo, por tres razones bien conocidas.

La primera, porque la caridad es don del amor infinito de Diosque llama a opciones libres de amor correspondido: nAspirad alamor)) (1 Cor 14,1); uCaminad en el amoro (Ef 5,2).

Lasegunda hay que buscarla en el hecho de que toda acción po_sitiva hacia el prójimo, toda relación de amor verdadero, de inter-cambio recíproco, es siempre participación en cristo de la acciónmisma de Dios-Trinidad, donde cada persona existe sólo para dar-se y dándose.

- La tercera, porque todo ejercicio de caridad hacia el prdimo esel cumplimiento del gran mandamiento de Jesús: oAmaós lás.rrrosa los otroso (Jn 13,34). Las obras buenas hechas por los justos sonhechas a Jesús: nlo habéis hecho a mí, (Mt 25,40r.

Un servicio del projimo que prescindiese de Dios y de su amo¡,no sería caridad; como no lo sería un amor de Dios que prescindie-se de la caridad. uEl verdadero Dios es inconcebible iin iu inefableamor al hombre; y el verdadero prójimo es impensable si no es co-mo imagen de Dioso (E. Vigand). La tradición cristiana, desde sanAgustín a San Gregorio, a San Bernardo, a los santos modernos,no ha separado nunca la vida cristiana del compromiso de la cari-dad. cuando se impone la opción entre la oración y un deber cier-to de caridad, todos afirman que el deber de caridad es más urgen-te, porque responde a una más clara voluntad de Dios (cf. Mt25,31.46). Don Bosco se movió siempre en esta perspectiva. Ama_ba a Dios en el prójimo y al prójimo en Dios. .Éfveíá

-habla DonRúa- en su prójimo la obra de Dios y a Dios mismo en el projimo;veía en cada uno de los hombres a un hermano de Jesucristo y, porlo mismo, los amaba por amor de Dios. (...) No era simplementeuna simpatía natural; era el amor de Dios, la caridad de Jesucristo,lo que le estimulaba a gastarse todo por el projimo,. Estaba con-vencido de qu9 los jóvenes son la ndelicia y la pupila del ojo divi-no), y los amaba con un amor sin límites. y cuanto más cérca es-taban del Salvador por su pobreza y su abandono, tanto másestimulaban su caridad industriosa.

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Pero hay que decir también que el prójimo -especialmente

losjóvenes- fueron el sacramenfo en el que él se encontraba cotidia-namente con el Señor. Los jóvenes son el nalientou del mundo.Don Bosco respiró a plenos pulmones su naliento vitalu, que leproporcionaba juventud, audacia, alimento espiritual, alegría,siempre nuevos. Entre sus alumnos hubo siempre, en efecto, unmutuo darse y recibir que le llenaba de profundas satisfacciones:n¡Oh!, ¡qué consuelo se encuentra cuando se llega a la noche can-sado y sin fuerzas, habiendo empleado todo el día en trabajar porla gloria de Dios y la salvación de las almaslo.

oCon Dios" en las actividades profanas

También las actividades de tipo prevalentemente profano, queabundan en la vida de Don Bosco

-trabajos normales, profesiona-

les, escuela, prensa, cultura, etc.- eran para él eI lugar de encuen-tro con Dios, elcamino para llegar a É1.

Ante todo, porque toda actividad, aunque sólo sea de tipo cria-tural, con tal que sea honesta, es siempre participación en la obrade Dios, en su benévola voluntad escrita en las cosas y reguladorade los acontecimientos. La tradición cristiana, desde siempre, ve aDios presente en el universo a través de la primera revelación. In-cluso el compromiso profesional, social, técnico, como se trata deuna cooperación en la intención creadora de Dios, es en sí mismobueno y puede transfigurarse y recapitularse en el misterio de laencarnación y de la redención.

Sabemos que Don Bosco santificaba las actividades profanasorientándolas intencionalmente a Dios. La recta intención tieneuna gran importancia en su espiritualidad, en el trabajo santifica-do. uEl trabajo -solía decir- basta santificarlo con la recta inten-ción, con actos de unión con el Señor y con la Virgen, y con hacer-lo lo mejor que podáis,.

A las Hijas de María Auxiliadora que le decían: oHáblenos delestar siempre en la presencia de Diosu, les respondía: n¡Seúa ver-daderamente hermoso!... Pero podemos hacer así: renovar la in-tención de hacerlo todo a la mayor gloria de Dios cada vez que se

cambie de ocupación. No es tan diffcil adquirir Ia costumbre de Iacontinua unión con Diosrr.

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Don Bosco no se desmiente: incluso cuando su acción parecemarcada por lo profano, sus motivaciones son elevadas. Los intere-ses del Reino y de las almas lo dominan todo. oPueden decir loshombres del mundo ---comunicaba a los suyos- que ya ha pasadoel tiempo de los religiosos, que los conventos se desmoronan; noso-tros queremos cooperar a toda costa con el Señor en la salvación delas almasr. Y se lamentaba de que en París, como en San Petersbur-go, como en Londres, como en Florencia, no se hablara y no se dis-cutiese más que ude ejércitos, de guerras, de conquistas, de finan-zasrr.La altura de sus intenciones daba a las cosas un sabor nuevo.

El valor de la intención, dice Teilhard de Chardin, "infunde unalma preciosa en todas nuestras accioneso. La recta intención, es de-ci4 la voluntad de servir únicamente a Dios, es nverdaderamente lallave de oro que abre nuestro mundo interior a la presencia de Dios.Expresa con energía el valor sustancial de la voluntad divinao.

La intención es un elemento muy positivo de la üda en el Espiritu; seremos juzgados en base a las intenciones de nuestro obrar.Es verdad que nla oración y la recta intención no bastan para cam-biar la calidad intrínseca de una acción, de un trabajo o de un pro-ducto, y pueden también degenerar en evasión del deber en la pra-xisr. Pero en su santo realismo, Don Bosco no disociaba la buenaintención de las buenas obras. Prefería las obras incluso no dema-siado perfectas a las buenas intenciones, de las que está empedra-do el infierno. Sólo la obra buena es la demostración práctica y elmetro seguro para medir el verdadero amor de Dios.

Sin embargo, la recta intención no era el único medio con elque Don Bosco santificaba las actividades profanas. Éstas eranasumidas por él sistemáticamente y vividas como odeber de esta-don, como exigencia ineludible de una clara disposición divina.Hoy se tiende a poner silenciador a todo lo que sabe a imposición,a deber. En tiempo de Don Bosco, la "espiritualidad del deber, esta-ba en auge; incluso en el campo profano, la ética kantiana teníasus seguidores. Por encima de falsas interpretaciones, recordemosque se trata de un valor que no ha perdido ni su mordiente, ni suactualidad.

En efecto, se considera, justamente por cierto, que la realidadpresente, aun profana, contiene la voluntad de Dios. Escribe D.

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Caussade: "El orden de Dios es la plenitud de todos nuestros mo-mentos; y se manifiesta bajo mil apariencias diversas que se con-vierten necesariamente en nuestro deber presente; y forman y ha-cen crecer en nosotros el hombre nuevo hasta la plenitud que laSabiduría divina ha establecido para nosotros>.

Cuanto más la mirada de fe, de esperanza y de amor logre dis-cernir la presencia de Dios en las cosas, tanto más se facilitará el

abandono a su voluntad en el momento presente; y esto es lo que

verdaderamente cuenta. El total abandono a la voluntad de Dios es

la expresión más alta de su amor: uAma quien hace todo lo queDios quiere en adhesión radical al querer de Dios. Ama quien lohace porque Dios lo quiere, sin otra razón que este querer de Dios.Ama quien lo hace del mejor modo posible, como exige la excelen-

cia de Diosn (G. Gozzelino). Don Bosco üve en esta óptica y de es-

ta óptica. En efecto, él considera el deber cumplido con exactitudcomo la mediación más segura y fácil pararealizar la unión prácti-ca con Dios.

De aquí su proverbial y casi continua insistencia con sus discí-pulos y sus jóvenes sobre el nDios te ve>, sobre la necesidad de vi-ür y obrar en la presencia de Dios: uEste pensamiento de la pre-sencia de Dios (aquí y ahora) nos debe acompañar en todo tiempo,en todo lugar y en toda acciónu. nCada uno cumpla los deberes desu cargo en la presencia de Diosn.

La espiritualidad de Don Bosco es decididamente, aunque noexclusivamente, una espiritualidad del deber. Lo afirma con su au-toridad A. Caviglia: ol-a precisión en el deber es, para Don Bosco,el primer artículo de toda santidad, el primer postulado de la espi-ritualidad (...). Quien conoce un poco de cerca al santo Educadorsabe que esta idea estaba en la base de toda su labor educativa,tanto en el ambiente de la vida común como en el espiritualu.

El Santo, que dio tanta importancia al trabajo y a la actividaden general, ¿llegó a intuir que también las actividades profanaspueden orientarse a Dios desde dentro -siempre

que sean ho-nestas- en razón de su consistencia y relativa autonomía? Sonperspectivas modernas que la espiritualidad tradicional no seplanteaba.

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La gracia de unidad

En la medida en que es verdad que quien se guía sólo por la ubue-na intención, difícilmente evita una cierta dicotomía o separaciónentre vida espiritual por una parte y vida activa por otra, debería-mos encontrar alguna señal de esta división en Don Bosco.

Santos como Agustín, Gregorio Magno y muchos otros, inclui-do el mismo Cafasso, sintieron siempre, en medio de su actiüdad,una fuerte nostalgia por los tiempos dedicados a la oración. Nadasemejante se encuentra en la vida de Don Bosco. Cuando por lanoche remienda, con Mamá Margarita, la ropa que los jóvenes hanroto durante el día, no echa de menos otros trabajos más sacerdo-tales, no aparece dividido entre la oración y la acción, no sientenostalgia de otras cosas; acepta lo profano y lo transfigura con la,rgracia de la unidad entre interioridad y actividad", que es un movi-miento único de caridad hacia Dios y hacia el prójimo.

nEn esta gracia de unidad -explica

Don E. Viganó, su séptimosucesor- de la vida interior de Don Bosco encontramos el elemen-to estratégico de la interioridad salesiana. Unidad, ¿entre qué co-sas? Unidad entre la mirada a Dios

-adoración, escucha, ora-

ción- y el compromiso de salvación que le lanza entre los jóvenes,aunque de tal modo que este compromiso no sea una distracciónde aquella mirada, y que esa mirada no sea una evasión del com-promiso; sino que la una alimente el otro; la mirada sea el soporte,el momento de búsqueda y de referencia para el compromiso. Esmás fácil decirlo que practicarlo, estamos convencidos; pero DonBosco lo viüó asín.

La ugracia de la unidad, se puede decir que es el eje de su espi-ritualidad. Una espiritualidad que no sacrifica la oración a la ac-ción, ni la acción a la oración. Sin embargo, entre una urgenciaapostólica, caritativa y humanizante, y una prolongada oración, elcarisma de Don Bosco lo lleva a escoger la acción, en la cual des-cubre una concreta voluntad divina. Pero hay que decir tambiénque él está tan unido a Dios en el momento de la acción que noecha de menos la oración; y está tan unido a Dios en la oraciónque no echa de menos la acción.

Acción y oración son realmente vividas por él como momentosconvergentes de una intensa vida teologal, de la que es expresión

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suprema la caridad pastoral. Don Bosco demuestra que se encuen-

trá a sus anchas en la ciudad de Dios y en la de los hombres, por-

que, tanto en un caso como en el otro, vive su inmersión en Dios'

como él actuaban otros apóstoles y misioneros insignes. Lolle-

mann, por ejemplo, coetáneo del santo de I Becchi, trataba de jus-

tificar él uuior iantificador de la acción apostólica hablando de

nunión con Dios práctica, activao. Don Bosco, a su modo, encon-

traba práctico y légico no disocial sino unir la clásica tipología de

Marta y María.

Cuando en las primeras Constituciones de las Hijas de María

Auxiliadora quiere delinear las características que las deben distin-guir, escribs; nEn ellas deben ir al paso la vida activa y la vida con-

iemplativa, imitando a Marta y María, la vida de los Apóstoles y la

de los Ángeleso. En estas palabras está todo Don Bosco: su expe-

riencia vivida, el secreto de la interioridad apostólica. Nunca Mar-

ta sin Maria, nunca María sin Marta; nunca confundidas Ia una

con la otra; nunca en relación antitética; sino compenetradas y en-

trelazadas la una con la otra en el impulso unificador de la caridad

apostólica.

Esta gracia se nota en el Santo, en diversos niveles, sin altibajosni perplejidades, sobre todo en los últimos lustros de su vida. Es

cierto que se dieron también en él progresos, crecimientos, con-

quistas interiores no siempre fáciles; pero la síntesis vital entre fe yvida, entre acción y contemplación, le caracteriza. Que rece o ac-

túe, su corazónvive el fuego de la caridad divina, ualma del apos-

tolado, (tG, n. 33).

Lo prueba, por ejemplo, el hecho de que, desde que terminó los

"rrrror ett el Colegio Eclesiástico de Turín, a los 29 años de edad,

en su vida no es posible encontrar períodos de una cierta consis-

tencia dedicados por él a la recuperación espiritual, a recargarse,

al oquiescite pusillum" del Evangelio. Los mismos Ejercicios Espi-

rituales, que hizo todos los años, eran para él casi sólo una nueva

ocasión para darse más que para acumula¡ porque solía pasarlos

en su mayor parte confesando.

Parece, pues, que el modo de obrar de Don Bosco legitime esta

conclusión: para él y en las condiciones debidas, no es la cantidadde oración la que decide la santidad, como tampoco lo es la canti-

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dad de acción; sino e/ grado de intensidad de la vida teologal de lafe,esperanza y caridad, grado determinado por la mayor o menor con-formidad con la voluntad de Dios, regla suprema del orar y del ha-cer. Cuando la voluntad de Dios llama a ora4 hay que orar; cuandollama a la acción, hay que obrar.

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capítulo lx

DONES SUPERIORES

A diferencia de santos como Teresa de Jesús y San Juan de la Crlttz,

que han descrito su experiencia de Dios en páginas entre las más

altas de la mística cristiana, Don Bosco, por temperamento y porrazones muy personales, ha mantenido en este punto una reserva

total. Sus notas autobiográficas son (en gran parte tardías y rarísi-mamente -fugacísimamente-

se logra sorprender a Don Bosco

expresando los propios sentimientos religiosos íntimos, las moti-vaciones de su obrar" (P. Stella). Sin embargo, una alusión a losgrados y estados más elevados de su vida, vida según el Espíritu,se impone, aunque apenas se llegue a vislumbrar la superficie de

un misterio enorrnemente profundo.

Éxtasis de la acción

En su katado del amor de Dios, San Francisco de Sales recuerda ladistinción clásica de las tres clases de éxtasis: ul.os éxtasis sagra-

dos son de tres maneras: una intelectiva, otra afectiva y la terceraoperativa. La primera es luz, la segunda fervor, la tercera acción.La primera está hecha de admiración, la segunda de devoción, latercera de obrasu. Las dos primeras no tienen la solidez de la ter-cera porque pueden estar falseadas y llegar a descarriarse.

oCuando se ve que una persona tiene en la oración arrobamien-tos por los que sale de sí misma elevándose hasta Dios, pero, sinembargo, no ha logrado el éxtasis de la vida, es decil no lleva unavida elevada y adherida a Dios (...), esto puede asegurarse que es

un verdadero contrasentido y que tales arrobamientos y tales éxta-

sis no son más que ironías y engaños del espíritu del maln.

Por desgracia, el Santo no se extiende en la explicación del oéx-

tasis de la accióno, pero manifiesta claramente su pensamiento en

esta descripción que se ha considerado clásica. Leámosla teniendolos ojos puestos en Don Bosco.

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(No robar, no mentir, no cometer actos impuros, invocar aDios, no jurar en vano, amar y honrar al padre y a la madre, nomatar, esto es üvir según la razón natural del hombre; pero renun-ciar a todos los propios bienes, amar la pobreza, buscarla, estimar-la como la amiga del corazón; considerar los insultos, los despre-cios, las humillaciones, las persecuciones, el martirio comofelicidad y bienaventvranza, mantenerse dentro de los límites de lamás absoluta castidad y, finalmente, vivir en el mundo, en esta vi-da mortal, en contra de todas las opiniones y máximas del mundoy contra la corriente de esta vida, con incesante resignación, re-nuncia y abnegación de nosotros mismos, esto no es vivir humana-mente, sino sobrenaturalmente: no es vivir en nosotros, sino fuerade nosotros y por encima de nosotros; y puesto que nadie puede sa-lir de este modo por encima de sí mismo si el Padre Eterno no lolevanta, consiguientemente esta especie de vida tiene que ser unarrobamiento continuo y un perpetuo éxtasis de acción y de obra.'Vosotros estáis muertos -decía el gran apóstol a los Colosenses(Col3,3)- y vuestra vida está escondida con Cristo en Dios'o.

Como puede verse, el nf¡¡¿s¡r de la acción> o <de la vidao no esmás que la existencia cristiana perfectamente conforme con la leyevangélica; la caridad vivida en su plenitud; el supremo desprendi-miento de sí mismo y la plena absorción en Dios; la vida que, porvirtud divina, es elevada sobre sí misma y vivida con la máximaperfección posible, muy por encima de cuanto hace el cristiano co-mún.

El término néxtasis de la acción)) no se encuentra en el vocabu-lario de Don Bosco. Es dudoso que la haya encontrado; y, si la en-contró, no dejó huella clara en su mente. No encontramos la pala-bra, pero encontramos la cosa. La descripción del Obispo deGinebra del oéxtasis de la acción) encuentra plena corresponden-cia en su vida. Es notable que dos de sus sucesores, Don F. Rinaldiy Don E. Viganó, hayan visto en esta doctrina de San Francisco deSales una expresión típica de la nespiritualidad de Don Bosco>; seaporque la caridad pastoral, que le anima, le lleva continuamente ansalir de sí,, y a identificarse con el amor salvífico del Redentor;sea porque su vida entera es realmente la expresión fiel de cuantoafirma San Francisco de Sales sobre el éxtasis de la acción. ¿Quéera, si no, aquella su heroica abnegación, aquel continuo dominio

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de sus pasiones' aquella radical "d*:'^uiJ"ililfr;:f i::tü:ff; ñ"*ir¿" v l1bre;

aquel su t""t";;l;;;á;á' ry*:"'JTti

;ili;I*."r."Ti-1*::::tT;'H':.Tt1.'il;il;""v'.t11:1:á" iu elo¡. d:,P.it,

almas predilectas,-forq*r" viven.oabsortas y

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Fenómenos extáticos

Secaracterizanporuntuerre^I"b*T,l?t?Jlr", j::Jt3:!"tLffi ;

;.:H# ix; ffi::T J3tr3'ffiilTtr ffifj;mt *:l:át"i".;" zu.*"$}il i:ff1i,:T""T;;"' trasrucir sus senti-

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mientos al exterior. ; fidedig-

Pero en ro' '¡rti*o' años"como'i:$n:'J"*'T:l5;"T que sue-

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"., r,..io" su rosario ":'#ffi'i;i;l" erltan-to p?1" l''lT::oruntad de;fl il;ilff;;:;*íl'fi 'ff Jff;^".'rrl-á'a'¿il1.t;;;n"r"-

Dios,quen.,"i.';;;;;;::,*iT"T#Ti"ü:TXuro,úrtimo.il;. ÉJ.:y íntimamente Persuadrol

años sobre '"* #;;;Jo"ti""u oración a Dios''

Momentos de verdaderos y propios éxtasis i**""T;i HiBosco ""u"ao*J"üáuu

u santa Misa o mientras se

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solo en Ia quietud de su aposento. En el invierno de lgTg ros dosjóvenes que le ayudaban d;;;;;M;sa en la capilla próxima a suhabitación, .r, lu elevacionG"rá" I ..l"Ur-#ü;ft;" y consemblante de paraíso: parecía ;;;i; capillita entera se llenase deluz' Luego' poco a poco, sus pi., se separaron de la tarim a y élpermaneció suspendido en er aire durante más de diez minutos.Los dos ayudantes t o il.guÚa;-u tluu.r,u.le la casulla. Garrone(uno de los dos), fuera de "ri

pá. J .rrr.rpol, corrió a llamar a Don3.'r13;iáll

no lo encontró; al '"g*' l.e¿ -i."ri*5on sor.o

A veces su cuerpo se transfiguraba y se volvía luminoso, comose lee de muchos santos. Don L-emoyne vio tres tardes, al anoche-cel el rostro de Don Bosco.;;;;;r. gradua.lmen;;;" adqui_Tr u-na transparencia ruminosa'

-r-J; ;" cara despedía un respran_dor tuerte y transparente.

Como se decía, estos fe1ór-nenos paramísticos acompañan, or_dinariamente, el estado _místico, la contemplación infusa. ¿TuvoDon Bosco este don, es deci¡, ""1'r*ii-i.nto de entra4, no por es_fuerzo propio, sino por una llamaáu, -".,

.o.rructo inmediato, sinimágenes, sin razonamientos, u""q"l no sin luz, con una Bondadinfinita,? (Leoncio de Crandá;;;. '

No es fácil responder con un osí, o con un <noD expeditivos,dada la ausencia cas.i total, p.. p".r. a.. ¡o' B;r.;, ;.";íi.r.r,o_ción de sus estados interiorás. d ¿;;;;;;;.1tru;i..ol"uu,r.en el capítulo de su Don Bosco "oi OiJr, que tiene por título <Donde oración,. A su u"r^,p-,t,+l;,

"""I".'_as difuminado y reticen_te, Ilega a la misma conclusión ..rurrio .;ü;;;;; iái, ""r_

co no nos confía sus experiencias de .recogimiento,y de estadounitivo y presencial, arrnque no nos ofrece una teoría sobre Ia ora_ción uniriva y sobre tu .o"t"Áffá.i"orr] rin embargo, se muesrradispuesto a eipricar como unión y .o-o presencia amorosa cier-tos estados de vida espiritual .".ó"i*JJ.T;""":#':::^ti

v-reron con érn. p..,r"-o, por ejempl",::tüf,tJT:li,ffj d#;dotado de ogracias, que Dón nor.o'rro'auda en calificar á" n.rp"_ciales, y de hechos <extraordina.ior" lr" denen oplena semeianzacon hechos registrados en ra Bi-br-ia-; .t vida de los santosn. DonBosco los asocia a las gracias místióas cuarrdo afirma: nl.a inocen_cia de la üda' er amor a Dios, .r ¿.r"o J" hs cosas cerestiales ha-2to

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bían elevado la mente de Domingo a tal estado que se podía decirque estaba habitualmente absorto en Diosr. Lo que aquí se dicedel discípulo vale, con mayor razón, para el maestro.

Místico de la acción

En su multiforme actividad, ¿fue Don Bosco un místico en el senti-do fuerte de la palabra? La mística así entendida tiene una largahistoria y no siempre encuentra definiciones siempre unívocas.Simplificando mucho, se puede decir que objetivamente designa larealidad oculta en el misterio cristiano; subjetivamente indica laexperiencia, totalmente gratuita e infusa, de la vida diüna que hayen nosotros.

Tiadicionalmente la vida mística culmina en la gracia de la ora-ción infusa, o contemplación en sentido estricto. Se reconoce, sinembargo, que la tipología de la vida mística es más amplia. Se ha-bla, en efecto, también de umística apostólican, (menos conocidaporque los místicos'apostólicos'no han hecho la teología de su vi-da interior. Se dirige a la acción y la percepción de la presencia deDios en el mundo histórico> (Ch. Bernard). En este sentido precisoy formal decimos que Don Bosco es un místico, porque su vidatranscurre bajo el régimen habitual de los dones del Espíritu San-to: es un místico de la acción apostólica, porque los dones del Es-píritu Santo, que sobresalen en é1, son los que están ordenados a laacción: don de consejo, de fortaleza, de piedad y de temor de Dios.L¿ oprevalencian de estos dones sobre los demás, que no quedanexcluidos, significa sólo que la gracia se adapta a la naturaleza,respeta su temperamento y las diversas vocaciones.

A diferencia del místico contemplativo, intelectivo o afectivo,que se pierde en Dios presente en lo íntimo de su alma y experi-menta la acción divina, Don Bosco, místico activo, acoge y experi-menta a Dios, no sólo en ciertos momentos de la oración explícita,sino en el ejercicios mismo de la acción apostólica, caritativa y hu-manizante; lo toca y lo siente mientas participa y colabora en laactuación de su designio salvífico.

Don Bosco sabe que la redención es un acontecimiento en cur-so. Dios act(ra, en cada instante, en el corazón del hombre y de la

2tl

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historia: la humanidad vive en el hoy de Dios. Esta realidad no só-lo la cree, sino que la vive y experimenta intensamente. Lo que losmísticos llaman los <toqueso divinos, las uüsitasu del Verbo, queva y üene, para Don Bosco son las grandes perspectivas, los relám-pagos improvisos que le iluminan sobre el devenir del Reino y locomprometen en empresas cada vez mayores, humanamente im-posibles.

Porque es místico -es decic fruto del prevalecer de la accióndivina-, el actuar de Don Bosco transciende las fuerzas y las ca-pacidades de su persona. Sus obras asombran al mundo y confun-den a los sabios, porque no hay relación aparente entre causa yefecto; Don Bosco, movido y poseído por Dios, va más allá de lohumano.

Hay en él la audacia y la valentía del Santo que, fuerte con lafuerza de Dios, se supera a sí mismo. Así como Jesús se estremecede gozo en la oración del júbilo, así Don Bosco vibra de consola-ción mística cuando contempla a Dios actuando en el corazón delos jóvenes y del mundo.

Hemos visto con cuánta humildad üve Don Bosco su concien-cia de no ser más que el instrumento pasivo-activo en las manosde Dios y de su Madre: nDios lo hace todo; la Virgen lo hace todoo.u¿Qué podía hacer el pobre Don Bosco si no le llegara del cielo, encada momento, alguna a¡rda especial?u. Éstas y otras expresionessemejantes son como la síntesis de su alma grande: dicen muchomás de cuanto dejan entrever en su cándida sencillez.

La mística de la acción pasa, naturalmente, por la vía dolorosa;vive de caridad cmcificada, conoce las nnoches de los sentidos ydel espíritur. También bajo este aspecto la vida de Don Bosco re-cuerda, en mil detalles, la de los grande místicos de la hagiografíacristiana.

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TERCERA PARTE

Nuestras manosle han tocado

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De las grandes huellas dejadas tras de sí por el hombre DonBosco y por el santo JuanBosco -que forman una unidad insepa-

rable- queremos recoger algunos testimonios menores, curiosos e

interesantes, que arrojan, por las resonancias que dejan entreve4

una luz limpidísima sobre la primera y la segunda parte de este vo-

lumen y son como su transparente confirmación. Sobre Don Bos-

co existe, actualmente, una biblioteca entera, aunque falta todavía

mucho por explorar. Al lado de la obra de quienes escribieron sus

Memorias Biogrriftcas -Lemoyne,

Amadei, Ceria-, que recogieron

una mole imponente de noticias; al lado de los estudios de severo

rigor científico de los más notorios estudiosos de Don Bosco, que

ináagan justamente su gran historia y los sucesivos desarrollos, ha

existido alrededor del Santo una tradición meno4 como una mi-nihistoria, basada en recuerdos remotos, en páginas casi olvidadas

o de no fácil acceso, pero que tiene su valor y utilidad.

Se trata de testigos directos -entre los muchísimos que hay-

los cuales, con todo el respeto hacia el Libro sagrado, podían de-

cir: uNosotros lo hemos visto con nuestros ojos..., nuestras manos

le han tocado...: de esto damos testimonioo (1 Jn l,l-2).

Marginales, episódicos, cuanto se quiera, estos testimonios se

colocan al lado de la gran historia de Don Bosco con su propia dig-nidad. Tienen el color y la sugestión del buen tiempo antiguo, que

fue el del Santo junto al que vivieron de corazón a cotazón. Tienen

el valor singularísimo de ofrecernos el clima de la santidad, de lacaridad educativa y pastoral, dentro del marco de la ncotidiani-

dad, casi banal y, por lo mismo, tanto más cercana a los pequeños,

a los pobres, a la gente.

La sospecha de que estos testimonios, manifestados en avanza-

da edad -a veces avanzadísima-, no merezcan crédito, no se sos-

tiene. <En las memorias de los niños -ha escrito el Cardenal Mar-tini, que vio, siendo niño, la glorificación de Don Bosco por las

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calles de Turín- se forman cuadros que, aunque no perfectamenteexactos en cuanto al rigor histórico, son la imagen que ellos llevandentro de una experiencia épica, que sigue actuando en ellos comoun misterioso mensaje. Es así como se me ha quedado dentro la fi-gura de Don Boscor.

Reducir la santidad de Don Bosco al lapso de su vida sería falsearsu historia, como se deduce de documentos de valor histórico segu-ro y de testimonios difundidos, especialmente entre la gente pia-montesa, donde el Santo fue más conocido y más tratado de cerca,ordinariamente no registrados, sino transmitidos de boca en boca.

Es curioso, por ejemplo, el siguiente testimonio, que demuestracómo la fama de santidad de Don Bosco, en su madurez, estaba yadifundida en los dispersos pueblos de la alta Langa, recogido porAugusto Pregliasco en sus columnas de la Unione Monregale.s¿ (l Ide febrero de 1988). Es una pieza diminuta de historia local quehay que relacionar con las nMisionesu predicadas por Don Boscoen noviembre de 1857 en Saliceto Langhe, por inütación del pá-rroco Don Fenoglio.

oHace tiempo, recuerdo haber hablado con amigos de la'pre-ciosidad' (al menos para mí), que conservo celosamente en la car-tera desde que era niño: un sobre en el que se lee: Escrito de DonBosco. Considerarb preciosa reliquia. Son pocas palabras casi in-descifrables, recortadas de la carta escrita desde Turín al papá demi tía, el señor Martini, Secretario Municipal en Saliceto, que ha-bía hospedado a Don Bosco en 1857 algo más de una semana desu pennanencia en nuestro pueblo. Se dice también que Don Bos-co habría venido para la adquisición del castillo: contrato que, pordesgracia, no se estipuló. Mi tía pensó, entonces, recortar la cartade Don Bosco y distribuir los ufragmentos) entre todos los parien-tes (como subdivisión de una herencia taumaturga). Sería hermo-so encontrarnos todos para recomponer el texto, pero la vasta pa-rentela se ha esparcido incluso más allá del océano. De todosmodos, esta oreliquiao me ha seguido siempre y me ha protegidoen los años de colegio, durante los miedos de la guerra, y así meha confortado en los momentos de sufrimienton.

Precedido de la fama de santidad, el predicador que llegaba deTurín no había decepcionado respecto de esa santidad.

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capÍtulo I

BATTISTíN

Don Battista Francesia, nacido en San Giorgio Canavese el3 de di-ciembre de 1838 y muerto en Tüún el 17 de enero de 1930, perte-nece a la edad de los Padres de Ia Congregación, con Don Rúa, DonDurando, el Cardenal Cagliero, Don Albera, etc. Como ellos, vio elnacer y el extenderse maravilloso de las obras de Don Bosco, parti-cipó en primera persona en los eventos heroicos de aquellos añoslejanos, compartió las alegrías y las esperanzas del fundador, susfatigas y sus penas. En una cartita desde Marsella, del 12 de abrilde 1885, Don Bosco le llama upupila de sus ojosn. Esta predilec-ción de Don Bosco se remontaba al tiempo de su primer encuentrocon é1, siendo muchacho -fiesta de Todos los Santos de 1850-, yestaba justificada por la delicada situación en que se encontraba.

Hijo de buena familia, pero deshecha por la volubilidad del pa-dre, había emigrado desde su pueblo de origen, San Giorgio Cana-vese, para juntarse con los suyos en la ciudad de Turín en busca defortuna. A los diez años, el pequeño Francesia <Battistín> se gana-ba el pan trabajando como aprendiz en una fundición de latón. Tu-rín no era la ciudad industrial que llegaría a ser después; el urba-nismo era aún limitado. El escándalo de los comienzos del siglo,propio de los países ya industrializados, donde se podían encon-trar niños, de los cuatro a los siete años, forzados a trabajar en lashilanderías y hasta en las minas, no existía. Pero era normal queen las zonas mrales, como en los talleres artesanales, a los mucha-chos entre diezy doce años, y aún antes, se les orientara hacia lostrabajos de los campos compatibles con su edad, o bien a algunaarte u oficio, como aprendices, con amos que podían ser más omenos benévolos, más o menos comprensivos y respetuosos de lasexigencias de su tierna edad.

A Battistín no le faltaron malos tratos, violencias físicas y mora-les. oPor no querer tomar parte ---escribe- en ciertas conversacio-nes, fui objeto de burlas y tratado con mil reprensiones y groserías.El nombre de 'jesuita" era el menos insultante. Pero lo peor fue

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que pasaron también a los actos. Muchas veces me daban pescozo-nes, me trataban a patadas y me pellizcaban los brazos con tantafuerza que me dejaban cardenales. ¡Ay si se lo hubiese dicho a mimadre! Confieso que estaba contento y casi santamente glorioso deaquellas persecuciones y no les daba ninguna importanciao.

Don Bosco, después de haber estudiado la índole buena del jo-ven, le había propuesto estudiar y lo aceptó definitivamente comointerno en el Oratono el22 de junio de 1852. Desde entonces, DonFrancesia fue todo de su bienhechor. nl.a enseñanza más sugestivay saludable (de Don Francesia) -dirá Don Rinaldi- será su granamor a Don Boscoo. oDon Bosco -afirma a su vez Don France-sia- era el sacerdote que el Señor destinaba para mi salvación.Por eso, yo dije de él más tarde: 'Yo lo vi y lo conocí; él me ama yyo lo amo'. Estas palabras de Silvio Pellico expresan admirable-mente mi situación con Don Boscon.

Don Francesia, hombre sensible, delicado, de alma casi infantil,buen latinista y poeta de vena fácil, bastante fantasioso, se retrataa sí mismo en filigrana en sus numerosos escritos sobre Don Bos-co y los salesianos difuntos. De él reproduciremos sólo algunostrozos tomados de las cándidas páginas autobiográficas, conserva-das en el Archivo Central Salesiano y en tres ejemplares escritos amáquina. El origen de esta, que podemos llamar autobiografía

-con muchas lagunas, desigual y que se debería comprobar- es

curioso. La escribió para alejar la melancolía -mejo¡, el taedium

vitae que suele venir en la edad avanzada- entre las cuatro tablasde un confesionario, entre una confesión y otra, cuando había yasuperado los setenta años: uMi üda ahora es monótona. Me levan-to a las 4 y muchas veces antes. Rezo las'Horas', luego el Rosarioentéro antes de la Misa. Luego voy al confesionario donde hago lameditación, leo, y he podido escribir todo este cuaderno siempreencerrado aquí dentro, y con la pluma que providencialmente meha regalado Don Coppo. Habría querido que se me hubiese prepa-rado una especie de atril, pero no me he sabido explicar bien. A to-do ello suple la pluma de oro. Tengo en una mano el cuaderno ycon una desenvoltura admirable escribo, escribo, casi mejor queen un escritorio. ¿Quién, al leer estas páginas, podrá creer que hansido escritas teniendo el cuaderno en el aire?o.

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¡Adiós, Don Bosco!

Como hemos recordado, el pequeño Francesia -Battistín- dejóSan Giorgio y se unió con sus padres en Turín; encontró trabajo enuna fundición y llevaba a casa todas las semanas dos liras, (sumaque entonces llamaba la atención>. A nosotros nos asombra quemuchachos en tan tierna edad estuvieran sometidos a trabajos su-periores a sus fuerzas, para ganarse un pan. A éstos prestará aten-ción, y en ellos pensará, con predilección Don Bosco. TambiénBattistín tuvo la suerte de encontrarlo. He aquí cómo.

nDesde los primeros días yo había conocido a un vecino de casaque trabajaba de minusiere (carpintero) y eue, además de ser com-pañero mío, era pariente algo lejano. En la fiesta de Todos los San-tos (1850), yo me encontraba solo en casa; mi madre había ido alpueblo, y mi padre se había marchado por su cuenta, no sé adón-de. Este pariente mío, mientras jugábamos a la peonza junto almuro del Hospital de los locos en Via Giulio, me dijo:

-¿Quieres que vayamos con Don Bosco?

-¿Para qué?

-Hoy reparten castañas.

-Pero, ¿quién es Don Bosco?

-Es un buen sacerdote que acoge a muchos muchachos en lasfiestas y allí se divierten. Hoy allí se reparten castañas; ven.

Yo fui, y por primeravez vi lo que era un Oratorio festivo. Meacerqué, en medio de aquel desbarajuste de jóvenes, al paso de gi-gante, como se decía entonces, o volante ahora, y en seguida meadiestré, superando los efectos del vértigo. ¡Cómo me divertí! Peroen lo mejor del juego, suena la campanilla. Yo vi que corrían comopor encanto todos aquellos que estaban a mi alrededor. Creyendoque debía escapar también yo, corrí por donde se me ocurrió, y fuia cae4 por suerte para mí, en Don Bosco que se adelantaba paradetener aquella ola de jóvenes, que amenazaba con huir no sabríaadónde. Él me dijo en seguida:

-¿Vendrías a decirme dos palabras al oído?

-¡Oh, sí!

-Pero, ¿sabes qué significa?

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-Sí, sí, que vaya a confesarme.

-¡Bien! Realmente has adivinado. I ¿cómo te llamas?

-Battistín.-Por ahora, ven conmigo.

Me tomó de la mano y me llevó a la iglesia; yo me coloqué de-bajo de la ventana -era todavía la antigua Capilla Pinardi- queestaba junto al púlpito y allí me quedé durante las dos vísperas, elsermón y le bendición. Era la primera vez que asistía tranquilo ysin miedo a una función religiosa, que duró al menos dos horas. Alsalir de la capilla ya era de noche.

Después de la función vi a muchos de los adultos, que luegofueron mis amigos, que estaban en forma educada alrededor de

Don Bosco. Allí me acerqué yo también. Una fuerza misteriosa me

atraía hacia é1, y sin sabérmelo explica¡, ni comprender lo que se

decía, yo perrnanecía allí mirando y oyendo. Algo después, aquellapequeña asamblea se movió teniendo a Don Bosco en medio, y sa-

lieron del Oratorio hacia la Via Cottolengo de ahora, luego subie-ron por la Via Cigna junto al famoso rondó de Valdocco. Cantabanlos cantos más hermosos que yo había oído en mi pueblo y megustaban mucho. La luna era hermosay ya mandaba sus rayos pá-lidos y yo pensaba en la poesía pasada del Rosario de Familia, enlas correspondientes castañas, en aquella paz que acababa aquellanoche y casi para siempre.

Saludé a Don Bosco diciéndole confusamente: 'Ciao, Don Bos-co!' (¡Adiós, Don Bosco!), con admiración de los circunstantes.'¿Qué dices? Es cerea lo que debes deciy'. Pero Don Bosco no se en-fadó; me acarició, excusándome de aquella descortesía. Despuésde este acto mío de valor, me alejé saltando un hoyo que siguióexistiendo todavía diez o doce años y luego fue cubierto como to-dos los demásr.

El pájaro había encontrado su nido

La segunda visita de Francesia al Oratorio fue el domingo despuésde la fiesta de la Anunciación. nDespués de come4 no sé si en com-pañía del ángel que me había hablado del Oratorio o yo solo, bajé

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a Valdocco. El día era espléndido: un hermoso día de primavera'

Nadie me miró; entré con cierta sospecha y muy cauteloso, obser-

vando por una y otra parte a ver si encontraba alguna cara ami-ga... Aquel día se tenía la memoria funebre de Luis Rúa, hermano

de Miguel.

Esta aventura tan extraña no la consideré nunca fuera del or-

den de la Providencia, teniendo en cuenta cuál fue luego la amis-

tad que me unió con Rúa, después de dos o tres veces que fui al

Oratorio. Entré en aquella barahúnda, participé en el catecismo,que me lo dio varios domingos el clérigo Gastini, pero no recuerdo

en qué consistió el acto funebre del piadoso joven' Volví a casa tar-de, como suele decirse muerto de cansancio, pero con el alma sa-

tisfecha y deseosa de que llegase pronto otro domingo. Había dado

tantas vueltas y rer,ueltas con mi fusil de madera y había corridopor los prados de Valdocco, todos ellos todavía abiertos hasta la fá-

brica de Armas, que por la noche me encontré con los zapatos

completamente rotos. Fui a casa tan cansado que no podía más,

pero con una satisfacción inmensa.

El páiaro había encontrado su nido y era la Providencia la que

me lo había procurado,.

A partir de mayo de 1851, la frecuencia al Oratorio se hace re-

gular. uTodos los domingos y las fiestas yo venía al Oratorio. Mi vi-

áa se había vuelto seria, recogida y diría devota. Comenzaba a

ayudar en la iglesia. Tbdos los domingos venía a confesarme y expe-

imentaba un gusto indecible. Ahora ya también Don Bosco se ha-

bía dado cuenta y así se iniciaba aquella cadena de caridad con laque yo tenía que quedar atado para siempre. Cuando supo que yo

había estudiado ya dos años de latín, me dijo: '¿Y no podríamos

continuarlos y acabarlos?'.

Muchas veces, especialmente en el transcurso del año 1851, al

encontrar a Don Bosco por la calle de San Mauricio, me pedía que

lo acompañase a casa, y luego me hacía comer con é1. ¡Qué cari-dad tuvo siempre aquel padre tan amable! Don Bosco era el sacer-

dote que el Señor destinaba para mi salvación,.

En junio de 1852 el santo lo acepta como interno.

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Me encomendaba a la Virgen

El futuro latinista discípulo predilecto del gran Vallauri, al princi-pio encontró dificultades en los estudios y consideró siempre co-mo una gracia singular de la Virgen el haber logrado superarlas.nMis primeras experiencias de escuela iban mal. El latín era paramí un misterio y no lograba entender sus secretos. No recordaba elporqué de los casos, de los modos, de los tiempos de los verbos y,

en consecuencia, cometía errores sin cuento. Lloraba y rczaba. Yme decía a mí mismo: ¡Ay de mí si tuviese que dejar los estudios!Si otros logran triunfar en ellos, ¿por qué no habría de poderlo yotambién? En las oraciones me encomendaba a la Virgen (...) y meparecía que pronto me debía alcanzar el rayo de la divina inteli-gencia. Yendo a confesarme y acusándome de no haber podidocontentar al maestro, decía a Don Bosco: 'Me parece que me llega-rá la gracia del Cielo y que comprenderé el latín'. Don Bosco medejaba hablar y luego me consolaba hablándome de otras cosas.

Entre tantos de la Congregación que tuvieron que estudia¡, talvez ninguno tuvo que luchar tanto para aprender el latín. Tüve queconquistar el terreno palmo a palmo y afuerza de búsquedas y tra-bajos. Pero el buen gusto y aquella forma que, casi casi, se la des-cubría a primera üsta, y por la que tuve consuelos y sufrimientos,reconozco que fue obra de la Virgen, a la que recé desde los prime-ros días en que fui destinado a estudiar,.

Don Bosco me salvó

El 4 de octubre de 1853, Francesia recibe el hábito clerical en Cas-telnuovo de Asti, de manos del párroco Don Cinzano, y fue admiti-do en la tercera clase de gimnasio como alumno de Don Rúa. Sonlos años de la pubertad y de las dificultades interiores. oEn la fies-ta del Rosario recibí la sotana por voluntad decisiva de Don Bosco.Y aquí comienza la segunda crisis que, por la gracia de Dios, que-dó superada precisamente por esta disposición providencial. Mehabía vuelto ligero, lunático, poco amante de la frecuencia de losSacramentos y fácilmente reacio a las disposiciones de Don Bosco.Diré algo que nadie supo nunca y que no comuniqué a nadie. Yano tenía ninguna confianza, ni aquella afección filial que había si-

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do siempre el arca de la salvación en todos los momentos difíciles.¡Ah! ¡Si Don Bosco me hubiera hablado entonces! Yo tenía la pre-tensión de que fuera él quien se acercara a mí... Esta ambiciónmalentendida puso casi en peligro mi vocación. Por Ia gracia de

Dios no deié de tener a Don Bosco como guía y me saluó,.

En la escuela de Don Bosco se rezaba, pero se trabajaba mu-cho. ¡Cuánto trabajo para todos! También Francesia vio, con losaños, crecer entre sus manos una cantidad de obligaciones que nole dejaban respirar: asistencia, clase regular ---€ntre sus alumnospuede contar a Domingo Savio y a Miguel Magone-, estudio de lafilosofía y de la teología, y, al mismo tiempo, junto con Anfossi,Durando, Cemrti, exámenes de admisión a la Regia Universidad,seguidos de la asistencia a clase, de cuando en cuando, y corona-dos, finalmente, con éxito brillantísimo.

Para el pequeño aprendiz de fundidof, la aventura universitaria,estando al énfasis con que habla, fue un acontecimiento épico, unaestación de las más gloriosas de su vida: uNo hacíamos más queestudiar desde las dos hasta las nueve de la noche, yendo luego atomar algún bocado de cena casi a escondida5o. Ningún miedo delos examinadores: uNo se sabía qué era el miedo, no se pensabamás que en hacer los exámenes, seguros de que debían ser victo-rias,. Y eran victorias; saludadas por los aplausos de los jóvenesdel Oratorio, acogidas por Don Bosco como una bendición del Se-ño¡, pues opodía respirar por sus escuelasu.

Y aquel asunto se acabó

Con el habitual candoq refiriéndose a aquellos años felices, DonFrancesia habla de lo que define (grave tentación>, pero que, encambio, es un himno a la paternidad paciente y comprensiva deDon Bosco.

oMe parece que ese año (¿), no estoy seguro, sufrí una gravetentación y fui causa de disgustar al alma de Don Bosco. Se nosdaba el café y Don Rúa, viendo que la taza era escasa para nues-tras necesidades, iba echando poco a poco un poco de leche. Nocreo que hubiera abuso, ¡pero era una irregularidad! Quien dirigíala cocina, en vez de avisarnos a nosotros y a Don Rúa, causa ino-

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cente de este pequeño desorden, avisó a Don Bosco, que dio ordende que se suministrase la tazallena de café y leche, y que luego se

retirase la cafetera.

Aunque la novedad nos sorprendió, yo no le di importancia. Pe-

ro por la noche íbamos a estudiar juntos nosotros tres, Anfossi,

Durando y yo, en la habitación de Don Bosco, porque hacía frío yno había otro local mejor adaptado. Anfossi comenzó a narrar con

todo detalle lo que había sucedido, echando la culpa a Don Savio,

entonces ecónomo, que no habría debido actuar así y que, por tan-

tos motivos, no se nos debía escatimar aquel poco de café. Un

maesro que se nos añadió, un tan Buratto, quien, después de de-

jar el Oratorio, poco a poco llegó a ser Vicario de Vercelli, parecía

Lstar enfermo y creímos que era crueldad. Yo pienso, en cambio,

que se escandalizó de nuestra ltgereza. Así que, con el ánimo con-

trariado, en vez de estudial nos pusimos a discutir pensando que

Don Bosco nos habría oído y tranquilizado. ¡No fue fácil! Noso-

tros, algo alterados, nos Iamentábamos de la figura que se nos ha-

bía hecho hacer a nosotros, que éramos superiores y merecíamos

alguna delicadeza. Yo me dejé escapar esta frase: 'Prefiero irme a

caia. ,N menos se vive sin presiones (sic!)'. Esta palabra ofendió a

Don Bosco, que me dijo: '¿Y tú tendrías el valor de dejar a Don

Bosco?'. En seguida le pedí perdón y le supliqué la caridad de que

se olvidase de áquella expresión imprudente. Él me dijo que lo ha-

bría hecho, y aquel asunto se acabór.

Las notas autobiográficas siguen todavía con ritmo agradable,

aunque sólo por alusiones. Y nosotros ponemos aquí el punto fi-nal. Pero no podemos dejar de contar todavía un episodio emotivo.

Su anhelado sueño, acariciado por mucho tiempo, nunca se vio

cumplido: formar parte del Consejo Directivo de la Congregación

Salesiana. Incluso en las elecciones de 1886, que le parecían más

propicias, fue el gran excluido. Experimentó un sufrimiento inde-

.ibi", p.ro debió resignarse. Pues bien, en esta circunstancia fue

también Don Bosco quien lo comprendió a fondo y lo consoló'

oRecuperada la serenidad y dispuesto a cualquier prueba, esta-

ba yo resignado en el Oratorio. Don Bosco había ido a San Benig-

no para ..tidu. un poco su salud y allá me fui un día para confe-

sarme. Era el año famoso de las elecciones (188ó). Después de

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escucharrne en confesión, Don Bosco, viéndome allí completamen-

te solo con é1, me dijo: 'Creí que tú ibas a salir elegido para el Capí-

tulo Superior; en cambio..". '¿Qué quiere, querido Don Bosco, Us-

ted tiene una opinión de Don Francesia demasiado buena. Los

hermanos no están de acuerdo conmigo. Por lo demás, yo le agra-

dezco todo y no me lamento de la poca estima. ¿Qué quiere? Hay a

quien no le gusta mi modo de obrar; hay quien echa la culpa a mis

ójos, quién a mis palabras y quién a una cosa y a la otra' Pero no

me lamento'. Esta actitud mía conmovió al buen Padre, quien, con

lágrimas en los ojos, se quitó el Rosario que tenía y ofreciéndome-

lo-me dljo: '¡Tómalo en recuerdo de tu pobre Don Bosco!" Lo besé

yo también con lágrimas en los ojos y desde aquel día no Io he de-

jado nunca y lo he llevado en mis peregrinaciones y espero que me

acompañe ante el tribunal de Dioso'

conrazónDon Francesia podía repetir que Don Bosco había si-

do para él un padre, osiempre padreo.

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capítulo ll

ME COTOCO AL IADODE DOMINCO SAVIO

Cuando, en un congreso de Antiguos Alumnos de los tiempos deDon Bosco, Juan Roda, nacido en Moncalieri (Turín) en 1842 ymuerto en 1939, contó su historia, ya había superado los noventaaños. Y andaba todavía derecho, expedito; estaba lúcido y era sim-páticamente comunicativo.

En su larga vida había servido a tres reyes de Italia; había toca-do el trombón en Villafranca, había sido director de banda en unaboda de la casa Saboya; podía presumir de numerosas condecora-ciones.

Si muchos recuerdos y pequeñas glorias se perdían ya en leja-nas nieblas, Don Bosco había permanecido como el punto lumino-so de su vida. Marcos Bongioanni, en su brillante ensayo Don Bos-co entre historia y oventura, basándose en el testimonio directo,aunque remoto, del anciano antiguo alumno, confirmado reciente-mente por su hija, da tono poético a su encuentro con Don Boscoy al tiempo transcurrido con é1.

Encuentro con l)on Bosco

nMe encontraba -narró- en una de las calles alrededor de PuertaPalazzo, en la zona Molassi. Éramos bastantes; había mozos con-tratados por los barberos, por los sombrereros, por los negociantesen cueros, por los guarnicioneros, por las señoras de los puestosde mercado, gente toda que había que llamar monsü y madama.Íbamos allí para encontrar trabajo, porque a los 12-13 años éra-mos ya mayores de edad y había que ganarse el pan.

Puerta PiIa (hoy Plaza de la República) era una zona estratégi-ca. Verdaderamente, la plaza estaba dedicada a Manuel Filibertode Saboya, pero ningún turinés de entonces ni de hoy la ha llama-

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do nunca con tanta solemnidad. La gente ha dicho siempre PuertaPila o, al máximo, Puerta Palazzo, porque introducía en Turín porel Norte hacia el Palacio de la Ciudad y la Puerta Romana.

¡Bah! No era el puesto mejor para un sacerdote con todo el rui-do de mesas de comerciantes, de mercaderes ambulantes, de sal-timbanquis y de jugadores que allí se hacía. Pero Don Bosco cono-cía un poco a todos y cuando era necesario no atendía demasiadoa las conveniencias. Yo lo encontré allí, y fue de esta manera comoyo encontré a mi padre.

Lo había visto ya diversas veces. Sabía cómo se llamaba, por-que había ya echado el gancho a algunos compañeros míos. Perocreo que a mí no me había visto nunca. Cuando me vio, se meacercó llevando en la mano una avellana y mirándome a los ojos.Tenía aquella sonrisa pícara... y los bolsillos siempre llenos de ave-llanas, almendras, cacahuetes y otras cosillas. Iba a abastecerse enel mercado; luego daba vueltas entre mesas y saltimbanquis enbusca de... mirlos ióvenes.

Llegó a mí y rompió la avellana así, entre dos dedos; luego mepuso en la boca el fruto.

-iQué haces aquí?

-Espero que alguien me dé trabajo.

-¿Qué sabes hacer?

-Algo de todo. Sé aprender.

-¿Tu padre y tu madre?

-Hace tiempo que murieron.

Habían muerto de cólera poco después de mi nacimiento. Yohabía nacido en 1842, el27 de octubre. Aquel año llegó el cólera yyo me quedé solo. Me había criado una familia amiga, parienteslejanos... Conocida mi situación, Don Bosco se quedó pensativomasticando y masticando; luego me enganchó como yo le habíavisto hacer con otros.

-¿No te gustaría venir conmigo?

-¿Para qué?

-Para estar. Y para aprender algo, un oficio.

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-Claro que me gustaría.

-Entonces ven, no está lejos.

Fui detrás de él como un perrito. Recuerdo que hacía ya bas-tante frío; estábamos a mitad de noviembre de 1854. Don Boscohabitaba en una manzana de casas, una especie de caserío, conuna pequeña iglesia bonita y nueva al lado (la iglesia de San Fran-cisco de Sales).

Llegados a la cancela, antes de atravesar un patio, y llamó convoz fuerte: -Mamá,

venga acá. Venga a ver quién es.

Gritó exactamente así, haciendo fiesta como cuando llega unpariente o un hijo. Luego llamó a Domingo. En aquel preciso mo-mento yo conocí a Mamá Margarita y a Domingo Savio, que teníala misma edad que yo y que había llegado allí tres o cuatro sema-nas antes que yo.

Desde aquel momento, el Oratorio se convirtió en mi casa yDon Bosco enmi padre.

¡La vida en el Oratorio! ¡Ah, qué felicidad! Imposible olvidarla.A mí me fue muy bien, mejor que a muchos otros, y digo en segui-da por qué.

Don Bosco tenía la costumbre de poner a algún muchacho bue-no para que hiciera de ángel de la guarda a otro muchacho algotravieso; y yo debía de ser un travieso de campanillas, si me tocó lasuerte de tener a Domingo para que me cuidara.

Trabamos tan gran amistad que yo iba siempre en su busca; ibadetrás de é1, jugaba con é1, estudiaba con é1... Y él me ayudaba, medaba consejos, a condición de que me portase como se debe, y quedejase de obrar como un golfillo como en Puerta Pila. Éramos co-mo dos hermanosu.

La vida los separó pronto.

Domingo Savio murió el 9 de marzo de 1857; Juan Roda se in-corporó a la vida como nhonrado ciudadano y buen cristiano"i pe-ro la imagen del amigo santo y la de Don Bosco se le quedarongrabadas para siempre.

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En Roma a los pies de Pío XI

Cuando, en 1933, fue proclamada la heroicidad de las virtudes de

su antiguo compañero, surgió la idea de llevarlo a Roma y presen-tarlo al Pontífice Pío XI, en una audiencia casi privada. Fue así co-mo Juan Roda, con sus noventa y un años, se encontró, confuso yconmovido, arrodillado, a los pies del oPapa de Don Boscoo, elcual lo invitó a contarle algo del santo compañero. Lo hizo con elcandor y la lucidez con la que, tantas veces, el anciano gozatecor-dando y reviviendo la lejana niñez.

nSí, Santo Padre, conocí a Domingo Savio; era mi gran amigo;éramos de la misma edad. Él era muy bueno y yo... un pobre huér-fano. Don Bosco tenía la costumbre de poner al lado de los más tra-viesos a los más buenos, y yo debía de ser muy malo si en la clase,

en la iglesia, en el comedoq, en todas partes, me colocó al lado de

Domingo, que como ángel custodio me seguía, me ayudaba y mecorregía; tenía tal ascendiente sobre nosotros que le obedecíamoscomo a un superior; era un verdadero apóstol. Todos le queríamosmucho y le debíamos algún rasgo de bondad.

Un día -prosiguió

Roda- durante el recreo, perdone, SantoPadre, se me escapó una palabra fea; me dio un golpe con la manoen la boca, pero la palabra ya se había escapado. Los compañerosla habían oído. Domingo se me acercó y me dijo: '¿Te has olvidadode nuestros propósitos de no decir palabras feas? Ve en seguida aDon Bosco, cuéntale la desgracia que te ha sucedido. Es tan bue-no; verás que lo arreglará todo. Mientras tanto, yo iré a rezar poÍti'. No puse mala cara; me fui corriendo. Pero, ¿dónde encontrar a

Don Bosco? Estaba en el recibidor rodeado de algunos señores.

Con poca educación, me entrometí en la reunión. Don Bosco, sor-prendido, me dijo: 'Ya ves, estoy tan ocupado, ¿no podrías esperarun momento?'. Aquellas personas creyeron que yo tendría algúnrecado urgente y se pusieron aparte. Entonces me puse de punti-llas y dije al oído del buen padre: 'Savio me manda a Usted, he di-cho una blasfemia'. Temblaba como una hoja. Don Bosco no mereprendió; ¡pero noté en su rostro una profunda pena! Comprendíla gravedad de mi culpa. Aquellos oios perforaban el corazón.'Novuelvas a hacerlo, querido hijo, no lo hagas más. Es una ofensa a

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Dios, ¿sabes? El Señor no nos bendeciúa. Vete a la iglesia y rezavarias veces el Padre Nuestro'r.

El Santo Padre, conmovido, sonreía.

nCorrí ante el altal recité los Padres Nuestros y salí corriendo,aligerado como si me hubiesen quitado plomo del estómago. Olvi-dé el número de Padres Nuestros; la mirada de Don Bosco, nunca.Puedo asegurarle, Santo Padre, he tenido doce hijos y muchos nie-tos, pero en mi casa no se ha blasfemado nunca)).

El simpático anciano había hablado casi sin respirar; y el Papa,que le había escuchado con benévolo interés, se despidió de él conpalabras afectuosas: uCada hijo ha sido un acto de confianza enDios, que se ha convertido en una bendición. Que el Señor os con-serve todavía con buena salud. Os deseamos que, como habéis go-

zado en la tierra de la compañía de los Santos, la gocéis tambiénen el Paraísou.

La felicidad de aquel encuentro fue indecible. oAhora -decía-puedo morir enpaz>'.

Murió cinco años después, 1939, casi centenario, en su pueblonatal de Racconigi.

En la capilla ardiente centelleaba todavía la lamparilla que, des-

de tiempo inmemorial, ardía delante del cuadro de Don Bosco, sunPadre y maestro>.

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capítulo lll

EL DOCTOR ATBERTOTTIY SU HIJO

El médico personal de Don Bosco -y del Oratorio- fue el doctorJuan Albertotti. Psiquiatra, director del manicomio de Turín, du-rante algún tiempo asistente en la cátedra universitaria de patolo-gía, erauna media celebridad. Pero con la psicología y la medicinadel tiempo, no producía siempre grandes mejoras en sus pacientes.

Nutría hacia Don Bosco una admiración sincera, madurada a tta-vés de un trato duradero y amigable. Lo consideraba un hombreoextraordinario>, tanto que, después de su muerte, quiso tambiénél escribir una breve biografía -tan original como discutible-con el título Quién era Don Bosco: biografía físico, psico,patológica. Sin embargo, no se preocupó de su publicación, dejan-do que su hijo José, médico oculista, asumiese este trabajo. El li-bro, olvidado mucho tiempo en el cajón, se publicó en Génova, en

1934, afro de la canonización de Don Bosco, para secundar la vo-luntad del padre, pero también para demostrar la simpatía que elDoctor José conservaba hacia Don Bosco, con el que se había en-

contrado varias veces, cuando, todavía estudiante de medicina,acompañaba a su padre, de cuando en cuando, a hacer sus prácti-cas en la enfermería de Valdocco y en la misma habitación delSanto. Se remontan a este tiempo algunos (recuerdos> suyos per-

sonales que tienen todo el sabor del obuen tiempo pasadon'

El libro, retirado de la circulación, es prácticamente imposiblede encontrar.

"Da mihi animas,,

oRecuerdo haber estado una de las primeras veces en la habitaciónde Don Bosco cuando él estaba aún en cama convaleciente de unagrave enfermedad, y me llamó la atención la sencillez de su habita-ción. Una vez, en una de esas visitas a Don Bosco, algo más larga

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que de costumbre, me aburrí terriblemente, porque conversaban(Don Bosco y su padre) de cosas que no me interesaban.

Sobre la mesa, de madera tosca, había un montón de recortesde papel, como los que se venden en las encuadernaciones, en loscuales había cosas escritas. A mi pregunta de para qué se servía deaquellos recortes, me respondió: oPer ch'a vadó nen an malóra"(oPara que no se desperdicien").

Encima de la cabecera de la cama -una sencilla cama de hie-ffF, en la blanca pared, estaba escrito con grandes caracteres ma-yúsculos: Da mihi animas, cetera tolle. A mi pregunta del porqué deaquella inscripción: nCh'am dagó -dijo- na masnd ch'a l'abin nen'ancór 14 ani, i n'a fass lon ch'i veui" ("Denme un chico que no hayacumplido aún los 14 años y yo hago de él lo que quiero,).

Partimos los dos de Turín

<Un otoño -me parece que el de 1873- Don Bosco, habiendo oí-do a mi padre que yo pensaba ir a los baños del mar, le ofreció lle-vanne con él a Alassio, y darme allí hospitalidad en su Colegio. Yasí se decidió.

Partimos los dos de Turín en segunda clase -a él se le habíaconcedido un billete de circulación gratuito con la facultad de lle-var a otra persona como acompañante- por la mañana. Duranteel camino observé que él trabajaba siempre; leía, escribía, comopodía, y sobre todo corregía pruebas de imprenta. A un cierto pun-to le pregunté:'Don Bosco, perché c'a travaia tant?'('Don Bosco,

¿por qué trabaja tanto?'). Y él:'Dótórin, Dótórin; 'l cambié d'ocupa-sión a riposa' ('Doctorín, Doctorín, el cambio de ocupación es des-canso')).

Se aplaudió y se bebió

uUna vez al año, en aquella época, Don Bosco invitaba a comer

-creo que el día de San Juan, porque era su onomástico y el de mi

padre- a mi padre y a mi madre. Y en el de 1875, si no me equivo-co, también yo fui invitado.

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Don Bosco estaba sentado frente a mi padre y mi madre, y yojunto a mi madre. En la misma mesa había unos veinte sacerdotes,

entre los que recuerdo al entonces Don Cagliero. Allí no había me-

lancolía; y quien mantenía alegre la conversación era naturalmen-te Don Bosco.

Hacia el final, Don Bosco quiso hacernos probar una buena bo-

tella de vino del Monferrato -recuerdo que era vino negro- y

uno que estaba cerca de mí se dispuso a abrirla. Metió el sacacor-

chos y luego, levantándose y poniendo la botella entre las rodillasy sosteniéndola con la mano izquierda, inútilmente trataba de sa-

car el tapón con la derecha.

Al verlo Don Bosco se dirigió es este Don (no dice el nombre) yle dijo: 'Da'n poch s'a mi chi són d'bosch'('Déjame a mí que soy de

Bosch, o sea de madera'), jugando con las dos palabrasbosch, ma-dera, y su apellido Bosco.

Tomó la botella y estando sentado lá puso sobre la mesa. Con lamano izquierda la aferró por el cuello sobrepasándolo por encimacomo un dedo a través. Con la derecha aferró en dirección opuesta

el trozo del sacacorchos que no había entrado en el tapón, de modoque los dos puños se encontraban por debajo de la tablilla horizon-tal del sacacorchos. Que sí, que no, moüó los dos puños en redon-

do de modo que, según se levantaba el puño de debajo, se levanta-

ba, sin perder el contacto, el puño derecho. Todo ello sindescomponerse, y el tapón salió muy bien. Se aplaudió y se bebió'.

Es el primero que tengo, el primero que doy

Cuando el Doctorino fue por última vez a despedirse de Don Bos-

co, debiendo dejar Turín, el Santo le dijo: o'D6tórin, ch as seta'('Doctorín, siéntese'). Luego, dirigiéndose a Don Berto: 'Dis, Berto,

daje 'n poch si al Dótórin col liber' ('Mira, Berto, dale aquel libroaquí al Doctorín').

Me lo entregó diciéndome si me agradaba. Eché una mirada a

la portada -se trataba del volumen que acababa de salir de Alber-to du Boys: Don Bosco y Ia Pía Sociedad de los Salesianos- y le digracias por el volumen que me resultaba agradable; y añadí que

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me gustaría mucho que él me pusiera algo en la portada, dirigido amí, para que constase que el regalo me lo hacía él mismo.

Esta petición mía de improviso le trastornó aparentemente,cambió dos veces de colo¡, hizo guiños varias veces, esquivó congestos mi propuesta y añadió confusamente: 'A l'é 'l prim ch'i l'hai,a l'é 'l pim ch'i dag' ('Es el primero que tengo, es el primero quedoy'); hasta que contemporizando le salió la respuesta justa: A dlstrop bin d'mi' ('Habla demasiado bien de mí'). Don Berto me disua-dió de insistir

-porque si no, lo habría obtenido seguramente- ydesistiendo se lo agradecí de nuevo, añadiendo: 'Como ve, yo tratode cazar al vuelo también a Don Bosco', y me despedí, reflexionan-do que, en el fondo, mi petición había sido involuntariamente unaofensa a su modestia, dado que el libro contenía ya su apología.Conservo el volumen hasta hoy celosamente y de él he tomado al-gunos detalles de esta narraciónn.

Este testimonio es precioso. Muestra aspectos típicos de DonBosco: su conocimiento excepcional del alma juvenil, su indoma-ble actiüdad, el lado alegre de la vida, su sincera humildad.

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CapÍtulo lv

EL PROFESORANIBAT PASTORE

El profesor Aníbal Pastore, nacido en Orbassano en 18ó8 y muertoen Turín en 1956, fue, en los años de su actividad, uno de los pro-fesores más estimados y queridos en el Ateneo turinés (1921-1930).

Lo recordamos ahora, no como filósofo, sino como alumno de

Don Bosco (Valdocco 1881-1882), de quien conservó siempre elmás imborrable recuerdo, tanto que lo recordaba, todos los años,

en sus lecciones universitarias y hablaba de él con sumo gusto en

los ambientes salesianos.

Los hijos del Santo que frecuentaron la universidad de Turínfueron siempre objeto de particular benevolencia por parte suya.

Vengo de la miseria

Ya próximo a su muerte, recordaba los días pasados con Don Bos-

co (como su paraíso en la tierrao. uProvengo -decía humilde-

mente- de la miseria: Pastor de nombre y pastorcillo de hechoque no acababa de corretear por las orillas del Sangone. Mi ma-dre no sabía escribiS pero era religiosísima; ¡cuando iba a verme,sentía a Don Bosco a la distancia de metros! Mi padre, conocien-do mi amor por el estudio, ardía en deseos de contentarrne y mellevó a Tuún con Don Bosco, cuyo centro educativo había ya al-canzado notoriedad mundial. Mi primera impresión fue la de ha-ber caído en una cárcel. Yo había crecido en la libertad de loscampos y aquella vida regular no parecía hecha para mí. Pero notardé en ser conquistado por Don Bosco; comprendí en seguidaque Don Bosco me amaba con predilección. Cuando me veía, mellamaba y me miraba con atención pensativa. No puedo olvidaraquella miradau.

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¿Quién es ese muchacho que llora?

"¿Leía acaso en mi futuro? Mi madre, de cuando en cuando, iba averme; me llevaba fruta, algo. Un día me di cuenta de que miscompañeros me lo habían robado. Me eché a llorar a lágrima üva.Don Bosco, desde el balcón, me vio y dijo en piamontés:'Chi ca lé

chul li ca piura?'('¿Quién es ese muchacho que llora?'). Me llamópara que fuera con é1, me llevó a su habitación, me hizo sentar so-

bre sus rodillas y me dio una hermosa manzana que él tenía, de-jándome completamente consolado' Como se comportaba conmi-go, se comportaba ciertamente con todos como hombre universalque era. IJno. Cuanto menos se lo merecía uno, tanto mas le amaba

con predilección: ¡es increíble! Me dio muchos libros conociendomi pasión por el estudio, entre los cuales, recuerdo, su Historia de

Italia".

Irris

nDon Bosco se ocupó personalmente de mí y me abrió a la vida es-

piritual, al mundo interior: sabía transfundirnos sus certezas y su

álegría. Nos hablaba de la vida eterna, del Paraíso como si él ya

hubiera estado en él; y yo y mis compañeros estábamos seguros de

ir allá como se va a América. Un día fuimos de paseo a la Calle Po;

pasamos ante el Palacio de la Universidad, donde ondeaba unabandera; yo miraba lleno de asombro y de entusiasmo. Al llegar acasa, se lo dije a Don Bosco; y él: '¿Te gustaría ir allí?', me dijo; yyo le respondí que sí.'Pues bien, -respondió-:

irás, irás'u.

Me encontraron por tierra con la espuma en la boca

uMe preguntaréis por qué salí del Oratorio, mi paraíso y mi vida,

al cabo de un solo año? La cosa fue así.

Una noche, mientras Don Bosco daba las Buenas Noches, tuve

la idea de meterme en un confesionario de la iglesia (de San Fran-

cisco de Sales), y allí me quedé dormido. Me desperté más tarde en

aquel silencio, entre aquellas tinieblas, con un frío que me daba la

sensación del sepulcro -estábamos

en febrero- y me sentí domi-

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nado por un verdadero terror. Me puse a gritar desesperadamente,pero mis gritos resonaban desgarradores en la bóveda sin que na-

die me oyese y viniese en mi ayuda. Ya presa del pánico y de las

convulsiones, salté la balaustrada del comulgatorio para agalTar-me a la luz de la lámpara, pero di con la cabeza en la cadena: lalámpara se puso a moverse medrosamente y yo, vencido por el te-rro¡ caí desmayado al suelo. Por la mañana me encontraron portierra con la espuma en Ia boca, la cabeza herida, todavía en esta-

do de choc. Mi padre se enfadó con Don Bosco y ya no quiso sabernada deValdocco, aunque Don Bosco me buscase e insistiese paraque volvieseo.

De los Registros del Oratorio resulta que el joven Pastore dejóefectivamente el Oratorio el24 de febrero para reponerse; regresó

el 10 de marzo para concluir el año escolástico. A pocos íntimos el

Profesor Pastore confiaba haber sido luego colocado en un institu-to, dirigido por una persona de dudosa fama, donde, poco a poco,acabó por perder la fe, pero con un pesar que nada le sirvió paratranquilizarlo. El Profesor Pastore tenía el alma naturaliter religio-sa; era un lector asiduo de San Agustín y de los grandes místicoscristianos; pero pennaneció siempre con el alma dividida entre las

claridades de su inteligencia y el desgarrón profundo del alma que

no era capaz de sanar.

La mano sobre el hombro

Decía y repetía muchas veces que sentía de forma casi física la ma-

no de Don Bosco, no ya sobre la cabeza, como cuando era niño y el

Santo metía la mano entre sus cabellos rizados; sino sobre el hom-

bro derecho, como la mano de un amigo fiel de quien sentía, diaria-mente, Ia presencia invisible. Y Don Bosco permaneció cerca de él

toda la vida, pero especialmente en las horas extremas, a través de

la persona de un hijo suyo, tan docto como santo, Don NazarenoCamilleri, el cual, por medio de pacientes meditaciones, hizo todolo posible para elevarlo hacia lo sobrenatural.

Del tiempo pasado con el Santo, dos fueron siempre sus im-presiones más fuertes: la primera, la de ser su preferido, el joven aquien Don Bosco quería más; probablemente -añadía- era tam-

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bién la impresión de todos los demás y cada uno pensaba en sucorazón que era el benjamín de Don Bosco: tan grande era la cari-dad que él derramaba hacia todos; la segunda, la certeza de quehay otra vida, la cual está a nuestro alcance y perderla es una ne-cedad. Quien se acercaba a hablar con é1, sentía esta segunda rea-lidad, cuya certeza irradiaba de él y se transfundía en los demás.uDespués de tantos años, este sentimiento no se ha debilitadonunca en mío.

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CapÍtulo V

YO SOYEL MÁS QUERIDO

Monseñor Luis Cassani, nacido en Gravellona Lomellina el 8 de ju-lio de 1869 y muerto en Novara el 30 de noviembre de 19ó3, unode los eclesiásticos más representativos del clero novarés, funda-dor de la usociedad Histórica Novaresau, autor de apreciadas pu-

blicaciones, pastor celoso, muy amado por su bondad, fue un au-

téntico entusiasta de Don Bosco.

Don Bosco me quiere más que a los demás

<Entré en el Oratorio de Valdocco a finales de agosto de 1882. Era laprimera semana que estaba allí, los primeros días de septiembre, to-davía un tanto melancólico. Estaba jugando en el patio, precisamen-

te donde ahora está la estatua de Don Bosco. Jugábamos a los boloscuatro o cinco de los nuevos alumnos, capitaneados por uno que era

como de casa, un cierto Enria, hijo del jefe de la carpintería de en-

tonces. En un momento, E,nna alzala cabeza y dice: '¡Oh, Don Bos-

co!'. Deja allí los bolos y se echa a correr hacia un sacerdote que en

aquel momento bajaba las gradas de la sacristía y se acercaba al pa-

tio. Corre hacia Don Bosco, y los demás también y yo también. To-

dos nos agalTamos a sus manos; seríamos cinco o seis. El nos teníaa todos en sus manos y preguntaba a cada uno: '¿Cuándo has llega-

do aquí? ¿Cómo te llamas? ¿De qué pueblo eres? ¿Has llorado, has

llorado, eh?'. A todos lo mismo. Cuando me llegó el turno, se detuvo;sus ojos se llenaron de tantos globitos, de tantos puntos de coloresvariados que se sucedían unos a otros; una cantidad de puntitos de

todo color, una vibración... luego estuvo un momento como arreba-tado. 'Queridos --dijo al fin- id a jugar. Soltó primero mi mano,luego las de los demás. 'seguid con vuestro juego'.

Los demás no se dieron cuenta de nada, pero yo pensé: '¡A Ios

otros los quiere mucho y a mí no me quiere! Ni siquiera me ha

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preguntado mi nombre'. A la mañana siguiente estábamos en laiglesia. Un compañero me dice: 'Voy a confesarme con Don Bosco'.'¿Dónde?'. 'Está en la sacristía, confiesa en la sacristía'. Yo tambiénfui. Y cuando me tocó, me acerqué...'Ven, ven, ven'. Me dijo cua-tro o cinco palabras. Fueron suficientes para que yo me creyese elmás querido. Don Bosco me quiere más que aIós demtisu.

No tuve valor

oUn mes después, aproximadamente, un compañero me dice: 'Ayervi que Don Bosco ha hecho la vendimia de las vides de sus venta-nas. Pero han quedado algunos racimos; si vienes conmigo, nos loscomemos'.

Fui. Pero cuando estaba en la sala donde ahora se encuentra elaltal mi compañero fue rápido a buscar los racimos; yo no tuvevalor. Me quedé allí y curioseaba a diestra y siniestra; había una si-lla de paja

-¡era pobre Don Bosco, era pobre!- y un cartel con la

frase consabida: Da mihi animas, cetera. tolle. Estaba mirando,cuando sentí detrás de mí algunos pasos. Era Don Bosco. '¿Sabesleer?', me dijo. 'Sí, sí, sé leel y lo he leído'. '¿Y sabes que quiere de-cir?'. 'Sí, lo sé, pero... no sé qué quiere decir cetera'. '¡Te lo digoyo!'. Me lo dijo él y me lo explicó. Mientras tanto, mi compañerovolvió con algunos racimos en las manos. '¿Has encontrado algotodavía? -dijo Don Bosco- pero ¿sólo para ti? Da algo también atu amigo, mitad y mitad'. Los tomó, los dividió, mitad para él y mi-tad para mí. Y luego: '¡Bien!

-dijo-- id a comerlos y a jugar'. Pen-sé en mis adentros: ¡Hay que ver! En vez de reñirle le ha dicho:'¡Bien! ¿Has encontrado algo todavía?', y luego ¡me ha dado tam-bién a mí!n.

Tenía una herrnosa voz

uUn par de meses después vi a Don Bosco -era un domingo- su-bir al púlpito. No era la primeravez que oía hablar a Don Bosco: lehabía oído varias veces cuando venía a darnos las Buenas Noches.Hablaba así..., ¡como Don Bosco! Pero yo me decía: '¡Quién sabequé sermón nos predicará hoy Don Bosco!'.

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En mi pueblo -un pueblo cerca de Novara-, en las fiestas so-

lemnes, invitaban a algún gran orador y éste levantaba la voz, ges-

ticulaba ampliamente, daba algún puñetazo sobre el púlpito, se

imponía por su prestigio, y yo me decía:'¡Qué buen predicador!'.

Pensaba que Don Bosco haría algo así; en cambio, nada de eso.

Don Bosco se limitó a decir:'Mirad, este año, con la gracia del Se-

ñor, hemos podido abrir una casa en tal sitio, hemos hecho esto oaquello con la beneficencia de nuestros cooperadores; ahora nosfaltan aún muchas cosas por haceq, pero la Providencia no nos hade faltar...', y cosas semejantes.

Tenía una voz sonora, no fuerte, pero hermosa, clara, límpida;una pronunciación, no sé cómo deci¡, como la de un niño sencillo.Habló de asuntos, de bienhechores y yo me dije entre mí: '¡Oh!

¡Paciencia! Don Bosco es tan bueno, verdaderamente; pero, comopredicador no lo es. ¡Yo lo sabría hacer mejor!'n.

Antes de que acabe el mes...

uUna noche, Don Bosco subió a la cátedra desde la que daba lasBuenas Noches y dijo: 'Mañana comenzamos los Ejercicios Espiri-tuales; predicará Don Cagliero; veréis, predica bien, dirá muchascosas hermosas, confesaos bien, comulgad'-precisamente así, co-mo hablaba él-. Luego continuó: 'Porque, pensadlo, podría darseel caso de que antes de fin de mes muera alguno de nosotros; poreso, estemos preparados'. Pero yo no me dejé impresionar: se pue-de siempre decir que estemos preparados. Pero, al acabar los Ejer-cicios Espirituales (recuerdo siempre la plática del hijo pródigo),oímos a los profesores que decían: 'Tiene que morir alguno antesde que acabe el mes'. En los primeros días estas palabras nos hi-cieron alguna impresión, pero poco más. Sólo que el último o elpenúltimo día, un compañero mío estaba jugando en el pórticodonde estaba escrito: Non tradas bestiis animas confitentes tibi. Nlíhabíamos apoyado dos o tres camas poco pendientes junto a la pa-red, atadas juntas. Este compañero quiso mostrar su fuerza parahacerse el héroe. Se subió encima y miró atrás; pero no había es-

pacio y se le cayeron sobre su pecho. Todos escapamos de allí,quién por una parte, quién por otra; pero él había muerto. Enton-

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ces nos acordamos. Don Bosco lo había dicho: '¡Antes de que aca-be el mes!'. Recuerdo que aquel hecho me impresionó muchoo.

Por orden de Don Bosco

nHacia el fin del curso -entonces

el año terminaba generalmenteen la mitad de agosto- yo estaba tan acabado de fuerzas que nopodía más. Un compañero, que había salido para ir al huerto quese encontraba donde ahora está el patio de Domingo Savio, salióde allí trayendo unos tomates frescos. Los maduros y buenos se loscomió él; los otros me los dio a mí. Los comí con avidez y luego talvez bebí mucha agua; no sé cómo fue, pero por la noche ya no po-día más y tuve que ir a acostarme.

El asistente y el profesor (que era Don Saluzzo, un verdaderopadre, como el asistente, Don Valentini, era una madre) vinieronen seguida a venne y me llevaron a la enfermería. Se llamó al mé-dico, el Doctor Albertotti, que sentenció: 'Está para morif. Me hi-cieron llevar a la habitación de los moribundos y se quedaron dospara asistirme. Rápidamente se avisó a mis padres, los cuales, porla mañana, se encontraron en Valdocco.

El portero Rossi, aquel que Don Bosco llamaba el'Conde Ros-so', al pasar al patio, los presentó a Don Bosco: 'Son los padres deljoven moribundo'. Y Don Bosco: '¡No, no está para morir! Está cu-rado. Está muy bien. Lleváoslo a casa y en octubre lo volvéis atraer aquí; está curado'. Dio la bendición. Mis padres habrán creí-do que se tratase de buenas palabras. Vinieron a la enfermería;oyeron mi voz discutiendo con mis dos asistentes: 'Traedme la ro-pa, que tengo que ir a examinarme

-comenzaban aquel día los es-

critos-, no quiero que me suspendan'.

Entraron mi padre y mi madre y vieron que yo no estabamuerto, que estaba muy bien, que discutía. Me trajeron en segui-da la ropa; me vestí y mientras me vestía, otra fortuna: 'Por ordende Don Bosco estás aprobado sin exámenes'. Me fui a casa triun-fanter.

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Soy capaz de hacer de Don Bosco

oTerminadas las vacaciones, volví a Valdocco, a mi paraíso terres-tre: he sido el ser más feliz en aquellos años. Hacia Navidad, nues-

tro profesor nos dijo: 'Ahora haremos el examen bimestral: los que

saquen mejores notas tendrán derecho a ir a comer alguna vez conDon Bosco. Y, además, si quieren, ir también a sus habitacionescon una cierta libertad'. Yo gané y fui, con otro compañero, a co-mer con Don Bosco.

Tomada la menestra, mis compañeros ya estaban en el patio ju-gando. Don Bosco comprendió que nuestras piernas querían ir acoffer. Entonces nos dio dos o tres nueces y nos mandó a jugar.

Volví a comer con Don Bosco otras veces, pero también he gozadodel derecho de ir a su habitación.

He aquí cómo fue: un día, con un compañero fuimos a la habi-tación de Don Bosco para curiosear; está aquel retrato allí, aquellaotra cosa allá. A un cierto punto digo a mi compañero: 'Soy capaz

de hacer de Don Bosco cuando se va a dormir'. Y él: 'Inténtalo'.Había una escalerita junto a la cama, porque Don Bosco tenía las

piernas muy hinchadas. Ante todo procuré hacer las devociones;

irl.go, con calma -porque Don Bosco iba siempre despacio- subí

las tres gradas, metí el dedo en Ia pila del agua bendita, me santi-güé bien y luego volví a bajar. 'Yo lo hago mejor que tú'. 'Vamos a

verlo'. El otro subió también, pero imitándome a mí, no a Don

Bosco; en lugar de meter el dedo en el agua bendita, metió la ma-

no bajo la almohada de Don Bosco, sacó su gorro de dormir -go-rro blánco- y se lo puso en la cabeza. ¡No lo hubiera hecho nun-

ca! Me abalancé sobre él como un buitre. Él era más alto que yo:

tuve que subirme en la escalera y se lo quité. Pero nos enredamos

entre nosotros y ¡pum!, de un solo golpe nos caímos contra lapuerra que nos separaba del estudio de Don Bosco, que estaba allíy corrió en seguida para ver qué había sucedido.

'¿Qué sucede?'. Yo, llorando, -lloraba

también mi compañero-:,Ha iido Albano que ha sacado su gorro de dormir y se lo ha puesto en

la cabeza;y yo tó quería'. 'Dásela, que yo vea cómo le cae" 'No, no'' Y

desobedecí y coloqué con devoción el gorro donde estaba antes'

Don Bosco sonrió también a él: 'Está bien; ahora id a jugar al

Patio'o.245

Page 236: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

Se lo ha enseñado Don Bosco

uDiré lo que me sucedió otra vez. Una mañana, Don Bosco me veen el patio con un libro en la mano y me dice: 'No se debe estudiaren el patio'. Y le respondí rápido:'Es que esta mañana fui a ayudara Misa (era la Misa del Conde Cays, ya anciano, y la Misa durabamucho) y no he podido ir al estudio. El profesor Nassó nos ha di-cho que hoy preguntarála lección y yo no sé nada'.'¿Adónde ha-béis llegado en griego?', me dijo entonces Don Bosco. Estábamosal final del tercer año y se comenzaba a estudiar un poco de grie-go. 'Estamos en las labiales'. 'En las labiales. Trata entonces de de-cirme 'caramelo', pero sin que se toquen los labios'. Y, mientrastanto, rebuscaba algo en el bolsillo. 'Te doy un caramelo si dices'caramelo' sin que se toquen tus labios'. 'Cara..., ¡eh!, ¡no se pue-de!'. 'Ni yo tampoco te lo doy. Pero mira: las labiales son así y así'.Y me enseñó todo en pocas palabras. Los compañeros dijeron alprofesor: 'Cassani no ha estudiado hoy la lección, pero Don Boscose la ha enseñado'. 'Veamos cómo te lo ha enseñado Don Bosco'.Entonces yo tenía buena memoria y dije lo que me había dichoDon Bosco. '¡Bien, óptimo! Te doy veinte; es decic diez con sobre-saliente a Don Bosco que te lo ha enseñado, y diez a ti que lo hasretenido en la memoria'r.

Hay para todos

uDon Bosco en 1886 dio varias conferencias a los jóvenes de cuar-ta y quinta del curso gimnasial con grandes frutos, porque casi to-dos se hicieron salesianos, menos Don Lino Cassani y algún otro.

Un día, al terminar la conferencia, dijo Don Boco: 'Esta maña-na Don Berto me ha regalado una bolsa de avellanas (no dijo noc-ciole;las avellanas son más gordas que las nocciole). Festa -así sellamaba el joven asistente-, tráeme aquella varita'. Un compañeromío, me parece que era Vallino, la sostenía en el medio y Don Bos-co, sentado, daba a unos y a otros diciendo: 'Comed, comed,. E in-sistía. A un determinado punto el clérigo Festa dice: .Don

Bosco,no llegan para todos'. Yo estaba atentísimo: '¡eue no llegan de ver-dad!'. Don Boco seguía diciendo: '¡Comed, comed!; piro yo -"quedé con las que tenía en el bolsillo y no las quise .om".. 'ias lle-

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vo a casa -decía

para mis adentros-, las hago ver a mis padres ydigo que son avellanas bendecidas por Don Bosco', y las metí en

mi baúI.

El día después, el profesor de historia natural, que era el conde

Próspero Balbo, hijo del célebre César Balbo, al entrar en clase di-jo:'He oído que ayer Don Bosco multiplicó las avellanas y que os

dio de ellas'. 'Sí, Señor Conde'. 'Me gustaría tener alguna'. '¡Yo ten-

go algunas, Señor Conde! Voy por ellas'. Estaba a punto de salir,

pero él me detuvo y me dijo: 'Quiero ir yo a pedírselas a Don Bos-

co. Gracias'. Quedé algo mortificado, porque me hubiera gustado

darle algunas, aunque no todas, se comprende.

Llevé a casa las famosas avellanas y las conservé durante varios

años con cierta veneración. Luego ya no las encontré. Pedí una expli-

cación a mi padre, si sabía algo de ellas. Me respondió:'Un día me

sentía algo mal, las comí y quedé curado'. Me dije dentro de mí: 'Pe-

ro... podía haber comido sólo una o dos'. Tanto mi padre como mimadie estaban persuadidos de üvir mucho tiempo porque habían

recibido la bendición de Don Bosco. Mi madre llegó a los 98 años y

mi padre sólo a 87, porque había comido aquellas avellanaso'

Esta música la ha compuesto Don Bosco

uOtra imagen impresa en mi memoria es la del maestro Dogliani.y Dogliani me tráe a la memoria otro episodio. Estábamos en la

.,ou"ñu de Navidad de 1885: para aquella ocasión él nos había en-

señado una canto italiano que empieza así: Ah, si canti in suon de

giubilo!(¡Ah, que se cante con júbilo!). Antes de comenzar los en-

iuyor, había dicho: 'Mirad, esta música Ia ha compuesto Don Bos-

co en los primerísimos años del oratorio, cuando él hacía de maes-

tro de música. Esta noche viene él a dar la bendición; aprendedla

bien, que se la vamos a cantay'. La cantamos con entusiasmo y

Don Bosco se sintió felizy se conmovió.

De Dogliani recuerdo esta hermosa costumbre: de cuando en

cuando nós dejaba a alguno de nosotros su varita, nos hacía mar-

car el tiempo y airigit el coro. En aquella novena de Navidad me

tOrO U mí maróar elliempo durante el canto de la bendición. Todo

salió bien.247

Page 238: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

Acabada la función, Dogliani se me acercó y me dijo: 'Ahora vena comer conmigo en la mesa de los Superiores'. Cuando Don Boscodispensó de la lectura, fui delante de él y le dije: 'Don Bosco, ¿he-mos cantado bien?'. Don Bosco toma la partitura que me había da-do Dogliani y exclamó sorprendido: '¡Mira!'. Los demás comensa-les, Don Francesia, Don Durando, etc., lanzaron una exclamaciónde maravilla. Era música escrita por Don Bosco, un autógrafo suyoque Dogliani había encontrado entre tantos papeles de músicau.

Don Bosco me llama

oUn día Don Bosco, después de habernos dado una conferencia, noshabló así: 'Hace cuatro años, tuve un sueño. y se me ha repetido va-rias veces. venía yo por las escaleras de la sacristíaparaatravesar elpatio, cuando se me presentó un joven con un hermoso ramo de flo-res acompañado de otros jóvenes y me hizo mil cumplidos; pero,luego... me volvió la espalda. pero aún estando de espJdas llamabaa otros jóvenes para que se acercasen a mí. Le dejé hacer a su gusro,pero luego le agané por los hombros y le forcé a volverse: ,y

¿po,qué me vuelves la espalda?'. El joven respondió: .yo

soy la campanaque llama a los demás a la iglesia, pero la campana no entra en

"llu'.Y luego añadió: 'Aquel joven esüí aquí'. uno de los más curiosos porfberlo era yo:'¿Quién es...?, comienza por A, comienza por 8...?,.'Si el joven me lo pregunta, pero en secreto -dijo Don Bósco_, selo digo; si no, no'. Basta. Varios le preguntaron, pero ninguno era elque había visto Don Bosco. Todo acabó allí.

Al final del ano llegó Don Tiione y nos dijo: 'Aüsad a vuestros pa-

$res de que aquí en valdocco, a partir del préximo curso, ya no habrála quinta de gimnasio. Los que se queden i¿tt u hacer el noüciado ensan Benigno; los otros provean diversamente'. yo pregunté a mis pa-dres qué debía hacer: 'Nosotros queremos

-fue su rlspuesta_ quetú acabes el gimnasio y el liceo como se debe; después velemos,.

Llegó el día en que tenía que marchar a casa: ya había hecho elbaúl y estaba cerca de la columna junto a la que se corocaba la cá-tedra de Don Bosco cuando nos daba las Buénas Noches. Estabajunto a la fuente, acaso bebiendo, cuando oigo una voz que me di_ce:'¡Don Bosco te llama! ¡Don Bosco te llami!'. Me decidó v subo ala habitación del santo: 'Don Bosco, he venido a despedirme de

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Ud., porque mañana me voy a casa; mis padres...'.'Sí, sí, está bien'.'Pero antes, Don Bosco, quiero confesarme'(había sido mi confe-sor durante cuatro años). Me confesó como tantas otras veces yluego me dijo: 'Escucha: ¿no me preguntaste quién era aquel jovenque tocaba la campana, pero se quedaba fuera?'. '¿Era yo tal vez?'.'Sí, eras tú'. Me quedé como no podéis imaginar, Y él me explica-ba: 'No tengas miedo, te asistiré, está tranquilo. No me olvides yven siempre a mi casa y tu casa'. Me marché conmovido. A su de-bido tiempo entré en el seminarioo.

Don Bosco me ha visto canónigo en la Catedral

ol-o que digo ahora es el último episodio y luego os dejo y perdo-nadme. Un día del mes de mayo, después de la comida, estaba sen-tado en mi habitación y estaba adormilado, cuando veo a DonBosco:'¡Oh, Don Bosco!'. Y él:'¿No te han hecho todavía canónigode la Catedral?'. '¡No!'. 'Y ¿por qué?'. 'No sé'. 'Si esta vez no te ha-cen canónigo, ¡ay!, vente conmigo'. Le sigo. Vamos a la catedral;allí había una gran escalera que conduce a la sala capitular: DonBosco iba delante y yo le seguía detrás. É1, que -me acuerdo muybien- iba muy despacio, porque tenía las piernas enfermas, poraquella escalera iba derecho como un soldado de infanteríd,! yo,que entonces era como otro infante (ahora soy un gato de plomo),subía con dificultad.'¡Ay de mí! Si Don Bosco mira atrás y me veen este estado, ¿qué pensará de mí?'. En cambio no miró atrás;abrió la puerta de la sala y, en la mesa donde se revisten los canó-nigos, toma un libro, uno de esos breviarios gruesos que se usabanhace cien años, y me dice: 'Éste es tu sitio'. Y desaparece. '¡DonBosco me ha nombrado canónigo! Mira por dónde: ¡quién sabe

qué sucederá! Sueños, sueños..., pero con Don Bosco no se juega'.

Alguna semana después, el Obispo me llama: 'Mira lo que escri-

ben de Roma; has sido nombrado canónigo de la Catedral; y preci-

samente el día de María Auxiliadora de la que eres tan devoto. ¿Es-

tás contento?'.'Muy contento, doblemente contento"

cuando hice el juramento estaba precisamente en aquel lugar y

Mons. cavigioli ha abierto aquel breviario ¡en la misma página

donde lo había abierto Don Boscolo.

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Este es para Novara

nEl día de San Juan Bautista se acostumbraba, como sabéis, cele-brar la fiesta de Don Bosco. Don Francesia había hecho para aque-lla ocasión una hermosa poesía en honor de Don Bosco. Yo enton-ces estudiaba ya la cuarta del gimnasio y se me encomendórecitarla. Cuando llegó mi turno, declamé mi poesía, con el papelen la mano, ¡pero toda de memoria! Y luego, valiente y arrogante,subí las gradas del palco, como se solía hacer. Pero Don Bosco medijo:'No, no, antes besa el anillo a tu Obispo'(a la derecha de DonBosco estaba el Obispo de Novara). Y el Obispo:'¡Ah! Pero Usted,Don Juan, se lo guardarápara sí'. Y Don Bosco:'No, no, éste es pa-ra Novara'. Entonces besé el anillo al Obispo y bajé. Esto para de-cir que Don Bosco no me dijo que me hiciera salesiano.

Pero es cierto que cuando el Señor me llame, me preguntarátambién: '¿Por qué no te hiciste salesiano?'. Y yo podré decir: 'Elcaso es que no he sido desobediente a Don Bosco al no hacermesalesiano, porque no me lo diio nuncal de todos modos Don Boscome perdonará, porque aquel día que me tomó por la mano la pri-mera vez y luego me soltó, experimenté dentro de mí una impre-sión tal que me habría de acompañar durante toda mi vida. Él hadebido verrne en todos mis pasos.

Podéis creenne o no: ¡Don Bosco también ha visto este momen-to, os ha visto también a vosotros!>.

Esta afirmación es sorprendente y cada uno podrá darle la im-portancia que considere oportuna. Pero nos plantea un interrogan-te inexcusable. ¿Se puede vivir una existencia marcada por unoque ya no está üvo? En el plano humano la respuesta es un datofrecuente y de experiencia común: se puede vivir con el oamigomuerto y el muerto con nosotros>, como dicen los versos del poe-ta. En el plano de la fe, esta realidad es doblemente verdadera envirtud del misterio de la Comunión de los Santos, en los cuales seha manifestado de forma más luminosa el rostro humano y divinode Cristo, y con los cuales es siempre posible un encuentro deamor actual, permanente, proporcionado al grado de fe y de cono-cimiento del Santo. Monseñor Cassani no se equivoca.

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capítulo vl

DON EUGENIO CERIA

Don Eugenio Ceria, nacido en Biella el 4 de diciembre de 1870 ymuerto en Turín el 21 de enero de 1957, humanista brillante, co-mentador de autores clásicos, director de institutos salesianos, haunido su nombre, en los últimos decenios de su üda, sobre todo alos últimos nueve volúmenes de las Memorias Biográficas (desde elvolumen XI al XIX), alos Anales de la Sociedad Salesiana (cuatrovolúmenes), a la publicación del Epistolario de Don Bosco (cuatrovolúmenes) y a numerosos escritos de índole salesiana: biografías,perfiles, estudios... Una producción enorme, como se ve, que sóloel aprovechamiento escrupuloso del tiempo, la férrea disciplina yel amor a Don Bosco pueden explicarlo.

Durante muchos años, se levantaba a las 3,30 de la mañana; alas 4,15 celebraba la Misa en la Basílica, confesaba y hacía la me-ditación; luego, un frugal desayuno y en seguida al trabajo, al quededicaba entre doce y trece horas al día. Los que le han conocidorecuerdan su dulce imagen, su porte recogido y pensativo, su ros-tro adornado de una sonrisa apenas dibujada y su profunda hu-mildad.

No había sido alumno del Oratorio: Don Bosco, tras las buenasreferencias recibidas del Seminario de Biella, donde el joven habíaterminado los estudios del gimnasio, no dudó en admitirlo directa-mente al noviciado de San Benigno en 1885.

Allí conoció y se aproximó, en la intimidad, a Don Bosco, comolo reveló él mismo en una conversación con un gmpo de jóvenes

salesianos en el mes de marzo de 1954. nEs muy consolador -di-jo- ver cómo desde hace algún tiempo, entre los hermanos jóve-

nes y jovencísimos, se difunde una especie de anhelo de conocermejor y más a fondo a Don Bosco. Es ciertamente cosa óptima. Y,

con estas disposiciones de espíritu, no causa maravilla que se con-sidere una fortuna poder conversar con aquellos que tuvieron lasuerte de escuchan ver y sentir a Don Bosco y hablar con é1. Cier-

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tamente es muy hermoso poder decir: Quod audivimus, quod vidi-mus oculis nostris, quod perspeximus... annuntiamus. ¡Es verdade-ramente algo precioso! Así que trataré de decir algo que pueda in-teresafD.

Cómo fui a parar con Bosco

nSe ha dicho muchas veces que Don Bosco tenía una fuerza deatracción. Esta fuerza de atracción no la tenía sólo sobre los queestaban cerca de é1, sino también sobre los lejanos, y de varias for-mas. Yo, por mi cuenta, he tenido mi experiencia.

Un día -yo cursaba la cuarta clase de gimnasio, y conocía aDon Bosco y a los salesianos poco más que de nombre- con algu-nos de mis compañeros rodeamos a dos sacerdotes: uno del lugary otro forastero, que había ido a predicar el mes de mayo en la ca-tedral. Charlaban entre sí y sentían gusto en que nosotros les escu-chásemos lo que decían. En un momento, el sacerdote del lugarpregunta al forastero:'Dígame algo de Don Bosco, usted que ha es-tado en Turín (creo que había predicado también en María Auxilia-dora). Dénos alguna noticia fresca acerca de él'. El sacerdote foras-tero se puso a hablar de Don Bosco con cierta admiración y afecto;luego tuvo esta exclamación: 'Oh, qué cariñoso es Don Bosco consus muchachos. Imagínese... hasta contesta de puño y letra a suscaftas'.

Pues bien, yo que no conocía a Don Bosco sino de nombre, enaquel momento sentí un efecto singular. Aquellas palabras, que enverdad parecen insignificantes, dichas así, se apoderaron de mi es-píritu, hasta tal punto que lo orientaron ya entonces enteramentehacia el nombre de Don Bosco. Desde aquel momento creció en míel deseo de liberarme de todo para 'ir --{omo se decía- a pararcon Don Bosco'. Y hay que notar que yo no había salido nunca demi ciudad, nunca había tenido la más remota idea de lo que signi-ficara alejarse de la familia. Pero desde aquel momento, yo eraotro.

Todos los días recitaba la oración del Joven Cristiano a la Vir-gen por la vocación y no descanse hasta que encontré el modo dehacer alguna práctica ad hoc, que me llevara a seguir mi ideal.

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Ahora nuestros psicólogos pueden decir lo que quieran sobre elefecto que produjeron en mí aquellas palabras insignificantes; es

un hecho que yo he dicho lo que me sucedió. Es el nombre de DonBosco el que me ha conquistado de manera total, precisamente en

aquel momento).

Fui a San Benigno

El año después (1885), acabados los estudios gimnasiales, una car-ta de Don Barberis, en nombre de Don Bosco, lo llama a Türín pa-

ra ir a hacer los Ejercicios Espirituales en San Benigno, después

de la Asunción.

Continúa Don Ceria: nAquel año, la Asunción caía en sábado;por eso había que dejar pasar el domingo. El lunes me encontrépuntual en el Oratorio: me acompañaba mi padre, que me dejó en

el Oratorio; y yo fui a San Benigno. Don Bosco estuvo con noso-tros todo el tiempo de los Ejercicios. Me producía una cierta im-presión ver a Don Bosco allí, comiendo en nuestro gran comedoren medio de los superiores que le rodeaban. Pero en aquellos días

no habló nunca en público, en ninguna circunstancia.

Y he aquí otra experiencia. Don Barberis, no sé por qué, tuvo laidea de procurarrne una audiencia particular con Don Bosco. Yo

entonces comprendí que era una gran cosa, pero no me entusias-mó tanto, porque no tenía un conocimiento profundo de Don Bos-

co. Sí, estaba contento y fui. Don Bosco me hizo sentar en un di-ván que estaba cerca y se giró en la silla de su escritorio hacia mí'Me hizo algunas preguntas, luego -ahora

viene lo mejor- fijó en

mí sus dos ojos penetrantes, se puso serio y me dijo:'Cuida la bellavirtud'. Yo no sabía todavía qué significaba la bella virtud, peroadiviné lo que quería decir. Aquella frase no la había oído nuncahasta aquel día. Pues bien. Aquellas palabras se imprimieron enmi mente tan profundamente que en este momento yo las sientotodavía como las sentí hace ó9 años. Tales cuales. ¡Es más, me per-

mito añadir aún que en cinco circunstancias de la vida el recuerdode aquella mirada, de aquella actitud y de aquella voz, fue verda-deramente saludable para mí! De estas cosas no he hablado nuncaen ninguna circunstancia. Y mirad, un caso de la eficacia de la pa-

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labra de Don Bosco, un caso prodigioso, sí, prodigioso, que sientotodavía ahora -como os digo- y pase lo que pase, basta que vuel-va a mi mente aquello y me encuentro bienu.

Ve adelante "sicut gigas"

Otro encuentro personal con Don Bosco se lo proporcionó la deli-cadeza de Don Barberis. A Don Ceria le faltaban, por razón de laedad, dos meses para hacer la profesión en las manos de Don Bos-co con los demás compañeros: este hecho podía ser ocasión de pe-na, pensaba el maestro: oremediémoslo, procurándole un coloquiocon Don Boscor. Y así lo hizo.

oRecuerdo siempre -cuenta Don Ceria- que cuando estaba

allí fuera esperando para entraf,, ¡ah!, ¡cómo sentía aquella vez co-mo una gran suerte el deber presentarme a un gran santo comoDon Bosco! Lo sentía así y tenía el alma llena de este sentimiento.Entré. Me acogió paternalmente, me dirigió algunas sugerencias yacabó diciéndome: '¡Bien! Ahora ve adelante sicut gigas ad curren-dam viam'. Mirad qué coincidencia. Cuando estaba saliendo, yaabierta la puerta, oigo cantar en la iglesia -era domingo- a miscompañeros: Sicut gigas ad currendam viam!".

Estoy contento...

uTengo aún otro recuerdo de Don Bosco, pero éste me dejó unagran desilusión. Esto tal vez os sea ya conocido -huy una alusiónen Don Bosco con Dios-. El año 1887, nosotros, clérigos, íbamosde San Benigno a pasar las vacaciones en Lanzo; y aquel año esta-ba también allí Don Bosco. Había estado un mes, pero nosotros nolo veíamos casi nunca. Lo veíamos sólo cuando lo llevaban en la si-lla de ruedas por el camino que corona aquella colina. Lo llevabanallí, sobre la orilla del río Stura: le hacía bien el sentir el río debajoy el aire fresco de los montes. Don Viglietti y otros lo distraían.

Así que una mañana, no sé por qué, yo no estaba en el estudiocon mis compañeros. Subía la gran escalera del Colegio para ir alestudio. Al llegar al primer descansillo, veo allí a Don Bosco de pie,solo, muy recogido. ¡Imaginaos! Me sentí como arrebatado y corrí

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en seguida a besarle la mano. Don Bosco me mira y me preguntami nombre. Se lo dije. Entonces hace un acto que se podría inter-pretar como de agradable sorpresa. Luego me dijo: 'Estoy conten-to...'. Imaginaos, yo estaba con ganas de saber cómo iba a acabarla frase, pero en aquel momento llega Don Viglietti, le ofrece el

apoyo de su brazo y Don Bosco, dócil como un niño, se dejó llevar,

no sé adónde. ¡Nunca he sabido cómo hubiera debido terminaraquella frase!...

Don Bosco tenía el arte de entusiasmar a los suyos por la Con-gregación. Cuando fue a recibir la profesión eran más de un cente-

nar los clérigos que le rodeaban. El Santo estaba sentado en mediode la capilla, porque no podía alzarla voz demasiado. Y comenzóa hablar así: 'Mirad: vosotros sois muchos aquí. Pero si estuviéseisya en condiciones de ser hechos directores, yo sabría adónde man-daros a todos desde mañana mismo'. En aquellos tiempos noso-tros abríamos los ojos al oír cosas semejantes. ¡Cómo! ¿Un cente-

nar de directores con sitio para todos?o.

Nos arodillábamos alrededor de él

oNos entusiasmaba, nos vinculaba ala Congregación, nos atraia a

sí como hijoso. Otro recuerdo: nYo había sido mandado de Lanzocon un compañero a Valsalice para atender al servicio de la sacris-

tía y allí estaba también Don Bosco. Como nosotros no hacíamoslos Ejercicios, por la tarde, durante la meditación íbamos fuera yDon Bosco estaba sentado en el vano de una ventana del corredor.Nos arrodillábamos alrededor de é1, un compañero mío y yo: esta-

ba también un cierto Don Gaveski, polaco muy instruido, y algunomás. Estábamos allí de rodillas. Don Bosco no hablaba casi nunca,porque le costaba mucho hablar. Era el mes de agosto de 1887. Re-

cuerdo, entre otras cosas, que Don Gaveski habló de una biografíasobre Don Bosco, que había visto hacía poco, escrita por un ale-

mán y observaba que el biógrafo decía que Don Bosco provenía de

una familia acomodada. Apenas oyó esto, Don Bosco dijo: '¡No!

¡No!, ¡de una familia pobre! Decidle al autor que lo corrija',.

Don Ceria continúa: nSe acababan de terminar los Ejercicios,se había dado la bendición y se había cantado el Tb Deum; todosestaban saliendo de la iglesia. Yo también estaba marchándome,

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cuando se oyó una voz: 'Viene Don Bosco a hablar'; y, en efecto, sa-lía de la sacristía e iba adelante. Se llegó hasta el comulgatorio,apoyó las manos y habló más o menos así: 'Queridos míos, habéishecho los Ejercicios, pero que ninguno cometa el despropósito demarcharse de aquí con embrollos en la conciencia'. Y contó unepisodio. Había un sacerdote en una ciudad muy lejana y grave-mente enfermo, en punto de muerte. Habiendo sabido que habíallegado a la ciudad un sacerdote desde muy lejos, deseó verlo. Estesacerdote acudió inmediatamente. Apenas puso el pie en la saladel enfermo, éste exclamó: '¡Oh misericordia de Dios! Tenía verda-dera necesidad de liberarme de un embrollo de conciencia'. Y mu-rió. Así lo contó Don Bosco. Don Viglietti -no sé con qué funda-mentG- decía que el hecho le había sucedido a Don Bosco mismoen París en 1883. Yo no lo sé... De todos modos, del modo de ha-blar de Don Bosco, de los detalles que decía, no excluyo que hubie-ra sido precisamente él y en París.

El 30 de enero de 1888

nNo quiero dejar de contar la visión que tuve de Don Bosco üvo laúltima vez, el30 de enero de 1888. Ya todos estábamos persuadi-dos de que Don Bosco tenía las horas contadas. Se le comunicó aDon Barberis. Entonces nosotros, desde hacía tres meses y medio,estábamos en Valsalice, donde habíamos ocupado el lugar de losnobles. Don Barberis, sin más, nos mandó a verlo todavía una vez.Era hacia el atardecer. Bajamos a Valdocco, pero no nos dejaronacercarnos a su cama. Pasábamos en fila delante de la puerta queestaba frente a su cama. ¡Oh! ¡Si pudiese describir la impresiónque me produjo Don Bosco en aquel momento! No soy capaz, perolo veo, lo siento profundamente. Su persona apoyada en el almo-hadón, pero ningún abandono como es natural que se dé en casoscomo éste. ¡Ningún abandono! Presente a sí mismo, tranquilo, re-cogido. Saqué de allí una gran impresión. Luego ya se sabe lo quesucedió. Volví a verlo expuesto en San Francisco y me pareció co-mo si entonces estuviera sumido en un plácido sueño.

Alguien me decía, hace tres días: 'Hemos encontrado en el Ar-chivo una carta de Mons. Cagliero escrita a Don Costamagna enArgentina y decía: El cuerpo de Don Bosco exhalaba una fragancia

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de rosas'. He querido ver con mis propios ojos aquella mala escri-tura de Don Cagliero. Decía exactamente así: 'Expiraba una fra-gancia de rosa'. Es un testimonio que tiene su valo¡ dada la perso-na que nos lo transmiteu.

Así termina el relato directo de Don Ceria, pero podemos com-pletarlo con otro episodio contado por é1. nSe piensa que los sale-sianos, por definición, meten mucho ruido. Es una exageración.Hubo un tiempo en que en la Congregación se discutió si se debe-ría suprimir el recreo moderado de después de comer y de cenaren los Ejercicios Espirituales y hacerlos en absoluto silencio. ElConsejo Superior lo discutió en la presencia de Don Bosco; y se lle-gó a la votación: seis votaron a favor de los dos recreos modera-dos, uno solo a favor del silencio riguroso. Se creyó que el voto a

favor del silencio absoluto lo hubiera dado Don Rúa. He encontra-do en el Archivo una nota de Don Cartier en la que se lee: 'DonRúa me ha dicho que el voto a favor del silencio completo en losEjercicios lo dio Don Bosco'o.

Don Ceria concluía: uCuando se habla demasiado faltan dosvirtudes: se pierde el espíritu de recogimiento, y también el espíri-tu de trabajon.

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capítulo vll

FRANCISCO PICCOLLO

Nació el 8 de abril de 18ó1 en Pecetto Torinese, precioso pueblo enla colina de la Magdalena, que une Turín con la comarca de Chieri.

Este origen casi paisano con Don Bosco marcó la relación queél tuvo luego toda su vida no sólo con el ambiente, sino más aúncon el corazón de Don Bosco y su misión.

Fue, en efecto, en Pecetto, donde Don Bosco, siendo diácono, ysustituyendo a un sacerdote que llegó con retraso, había improvi-sado con éxito el sermón sobre la Virgen del Rosario, con ocasiónde la fiesta patronal de 1841. El sacerdote que le había ayudado eneste exordio de oratoria admirable había sido el teólogo Cinzano,ecónomo en Castelnuovo de Asti hasta 1840, luego párroco en elmismo pueblo hasta la muerte, acaecida en 1870. Fue siempre ungran bienhechor de Don Bosco.

Tras la insistencia del Cardenal Cagliero, Don Piccollo escribióunas sesenta páginas sobre sus Recuerdos de Don Bosco, que se

conservan en el Archivo Central Salesiano.

Se trata de páginas inéditas, intensas y profundas, referentes aDon Bosco, aquí y allá redundantes y enfáticas, pero que no desfi-guran su imagen, porque indican su gran amor al Santo de los jó-venes. Copiaremos amplios párrafos en su integridad, aunque conalgún ligero retoque.

Acompañamiento espiritual

El joven Piccollo, que deseaba ardientemente estudiar para ser sa-cerdote, fue mandado por su párroco a Valdocco.

Aquí escogió como confesor y director espiritual a Don Bosco.El Santo, en aquel muchacho de temperamento amable y jovial, dealma limpia como un día de primavera y muy inteligente, com-prendió en seguida que Dios le confiaba otro Domingo Savio. De

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ahí, su predilección hacia este joven predestinado y su atenciónparticular para ayudarle a descubrir el proyecto de Dios sobre suvida y para madurar gradualmente eR ese proyecto. La expresión(acompañamiento espiritualo no se encuentra en los labios de DonBosco, pero llena la esencia misma de Don Bosco, de su métodoeducativo, de su actividad de sacerdote educador y pasto4 comobien sabemos.

Por su parte, el pequeño Francisco no tardó en descubrir en élel modelo de sacerdote y de apóstol que habría de llegar a ser él ycolaboró generosamente con cuanto se le sugería y aconsejaba.

Sobre el modo de confesar y de dirigir espiritualmente a sus pe-nitentes por parte del Santo de los jóvenes, Don Piccollo afirma:nApenas tuve la oportunidad, escogí a Don Bosco como confesor yestaba encantado de su bondad. Era breve, sencillo, y aquellas po-cas palabras que decía, mientras eran tales que hacían creer al pe-nitente que él ya había olvidado todo, iban, en cambio, a dar don-de era necesario y donde lo exigía la necesidad del almao. En estasbreves palabras se puede ver una exacta y puntual descripción decómo confesaba Don Bosco y de su capacidad de conquistarse laconfianza de los jóvenes.

No menos intenso, en su vida oratoriana, era lo que Don Boscoiba diciendo en sus Buenas Noches: nEl modo paterno y eficacísi-mo con que Don Bosco hablaba a los jóvenes cuando daba lasBuenas Noches, sus pláticas, especialmente en la ocasión de lanovena de la Inmaculada, tenían un no sé qué de paradisíaco: em-balsamaban el almao. El Santo le atraía a sí con una fuerza irre-sistible y le repetía las palabras afectuosas bien conocidas: oTene-

mos que ser siempre amigoso, colmándolo así de alegría siemprenueva.

Una noche Don Bosco predijo que uno de los jóvenes iba a mo-rir. El alma sensible del joven se sintió turbada. Fue a confesarsecon Don Bosco: nComo estaba lleno de miedo de ser yo el destina-do a moril no pude por menos de manifestar mi estado de angus-tia a Don Bosco y sollozando me eché entre sus brazos diciéndole:'Don Bosco, tengo miedo de ser yo el que ha de morir: dígamelo'o.El Santo lo tranquilizó asegurándole que no se trataba de é1, que,al contrario, habría de tener una larga vida.

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En unas singulares Buenas Noches, el Santo ve la vocación fu-tura de sus jóvenes y les deja la libertad de que le pregunten sobre

ello. Como muchos otros, también Francisco, después de la confe-

sión, pregunta cuál seúa la orientación de su vida futura. Le res-

ponde Don Bosco: uTú sólo tienes dos caminos: el del mundo, an-

cho y cubierto de flores; si te pones en este camino, tendrásmuchos honores y riquezas; todo irá bien ante el mundo, pero al

final de tu vida he visto el precipicio en el que deberás caer' El otrocamino lo he visto estrecho y lleno de piedras, lleno de espinas; pe-

ro también he visto que, al final, terminaba en un jardín deliciosisimo: es el estado religioso. En él tendrás mucho que sufrir. Debes

escoger). El joven Piccollo sin la mínima vacilación responde: oEn

materia de vocación me parece que yo he nacido hijo de Don Bos-

co y sacerdote>. En un sucesivo encuentro Don Bosco le pregunta

si sigue firme en su decisión de hacerse salesiano. La respuesta es

decisiva. Entonces el Santo, como si leyese página por página su

futuro, le dice: nTrabajarás mucho, (...) pero acuérdate de lo que te

digo, tendrás mucho que sufrir, mucho, mucho más de lo que pue-

des imaginarte, pero al final tendrás el Paraísor. Los últimos veinteaños de Piccollo serán realmente un continuo y duro calvario.

Terminado el aspirantado y el noviciado, Piccollo fue a LanzoTurinés para hacer los Ejercicios Espirituales en vista de la profe-sión religiosa. Predicó el mismo Don Bosco y dejó en el alma sen-

sible del joven una impresión imborrable: nÉl era efrcaz y prácticomás de lo que se pueda decir y yo gozaba inmensamente escu-

chándole (...) y parecía que quería transfundir su corazón en sus

hijoso.

Al acabar los Ejercicios, el 2ó de septiembre de 1877, Piccollohizo los votos trienales. Don Bosco se sintió alegre, pero no dema-siado. Esperaba más. Con sus íntimos colaboradores había afirma-do: ul-os votos trienales nos producen más daño que ventajasr.Efectivamente, al terminar los tres años, no pocos dejaban la Con-gregación. Anota Don Piccollo: nDon Bosco me hizo llamar en elpatio y, llevándome aparte, me dijo: '¿Cómo es que has hecho lapetición sólo por tres años y no pediste los votos perpetuos?'. A es-

ta pregunta quedé confundido y respondí en dialecto: 'sum nen an-caldme (no me he atrevido); me parece que no soy suficientementevirtuoso ni estoy maduro'u. Don Bosco le sonrió, admirando su de-

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licadeza de conciencia.Harálos votos perpetuos al final del trienioen Randazzo, en Sicilia.

Comenzó su primer apostolado en Ariccia (Collados Romanos).El año después formó parte del pequeño grupo de salesianos man-dados a fundar la obra salesiana en Sicilia, donde permaneció du-rante casi treinta años: al principio como maestro, luego como di-rector en Catania - San Felipe (1891-1892) y en San Gregorio(1892.1901). Finalmente, como inspector de la Inspectoría de Sici-lia (1901-1907).

Los pasos en los pasos de Don Bosco

La predilección del Santo de los jóvenes, mientras viüó, hacia elclérigo y luego hacia el sacerdote Francisco Piccollo no sólo nodisminuyó nunca, sino que se diría que aumentó, cuando Sicilia letenía lejos de é1.

La actividad desarrollada en los diversos ambientes de vida sa-lesiana tiene mucho de extraordinario. Antes de partir para Sicilia,habiendo expresado un cierto disgusto a Don Bosco, porque le ha-bían confiado la escuela de los muchachos más pequeños, el Santole dijo: oSi los muchachos son pequeños, estarás en compañía delos ángeles; pero lo que te recomiendo es tratar de hacerlos buenosy contarles todos los días algún hecho de la Historia Sagrada, o dela vida de los Santos, o de María Santísima; así tendrás, ante todo,el placer de dar clase con gusto, obtendrás más fácilmente la disci-plina y luego el Señor te hará ver cuánto le agrada este sistema deeducación cristiana>.

Piccollo nunca olvidó esta recomendación de Don Bosco, y laVirgen le dio una prueba grandiosa de su benevolencia. Un día dela novena de la Inmaculada, cuando daba clase en Randazzo, con-tó, como solía hacer el último cuarto de hora de clase, una inter-vención milagrosa de Maúa Santísima, que se lee en la vida de SanFelipe Neri, y prometió contar un episodio todavía más hermoso aldía siguiente a los jóvenes impacientes por escucharlo. Despuésasegura a sus alumnos que la Virgen los protegerá siempre si sa-ben rezarle a Ella. oRecitada la oración dio orden de salir bancopor banco. Los alumnos debían salir fuera y, puestos en fila en el

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corredol esperarrne, pues yo debía acompañarlos hasta la porte-

ría. Una veisalidos los alumnos del último banco, también yo salí

fuera; pero no estaba a más de dos metros de distancia de la puer-

ta cuando se sintió una sacudida de todo el edificio y se oyó un es-

tallido horrible que parecía un terremoto. Los jóvenes, aterrados

por el espanto que los dominaba, lanzaron un grito espantoso, yyo, acercándome a la puerta de mi clase, vi que la escuela ya no

áxistía: el suelo se había hundido..'r. EI prodigio no se les olvidónunca.

A Don Piccollo, a su habilidad e infatigable celo, debió muchísi-mo el Oratorio de San Felipe Neri. Don Bosco que, aún tan lejos,

seguía con interés cuanto hacían sus hijos en la isla del sol, estaba

particularmente informado de la actividad oratoriana de su hijopredilecto. Se diría que, por un fenómeno de clarividencia, veía a

los jóvenes oratorianos hasta el punto de conocerlos directamente.oUna vez me dijo: Conozco a tus jóvenes. Hay más de cien que pa-

san un año y varios años sin cometer pecados graves>. Solía decirque el Oratorio de San Felipe Neri uera el primero de la Congrega-

ción, después del de Turínu. Dos motivos lo llenaban de consuelo:

el amor y la devoción a Santo Domingo Savio y que ulos jóvenes

eran verdaderamente buenosn. oDeclaro en la forma más absoluta

-afirma Don Piccollo- que la última vez que conversé con Don

Bosco, con grande maravilla por mi parte, me dijo los nombres de

los principales jóvenes del Oratorio y hablaba de ellos como si los

hubiera üsto siempreu.

Don Piccollo en sus páginas nos ha dejado un breve retrato de

Don Bosco del que indicaremos sólo estos tres rasgos:

La purela del Santo: oSu persona siempre fue para mí y todavíaasí es, como aureolada de una pureza virginal absoluta: el esplen-

dor de esta su ürtud se transparentaba en todos sus gestos, en to-das sus palabras. Era un ángel en carne: si hablaba, cantaba sus

bellezas como no saben hacerlo los hombres; si miraba era conuna modestia tal, que nosotros hemos podido ver a duras penas

aquellas maravillosas pupilas, todo fuego por el amor de Dios deque estaba inundado (...). Si a veces, al hablar por la noche o alpredicar fuera de lo acostumbrado, estaba animado por tal celo ytal fuerza que hacía tembla4 esto sucedía muy rata vez cuandoarremetía contra el escándalor.

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Oración: nl-a segunda impresión es que él rezaba siempre; y suunión con Dios era continua. (...) Estaba tan invadido de este san-to amoq, que quien se le acercara experimentaba en seguida la pre-sencia de un Seraffnu. Sabía elevarse a Dios nsin ser aburrido nipesado, sino con una naturalidad increíbleu.

Doctor de lo ped^a.gogía cristiana: Una tercera impresión fue que él(tuvo una misión especialísima en la Iglesia: la de ser el Apóstol dela juventud y el doctor de la pedagogía cristianao. La pedagogía deDon Bosco está tan impregnada de lo diüno, que de su práctica <elDivino Salvador esLá seguro de ver tratada con caridad y dulzura lapupila de sus ojos, la juventud que le es tan querida (...). Como Doc-tor aplicó el sistema de la dulzura en la educación y traz6 caminosnuevos en el admirable opúsculo titulado EI Sistema Preventivo,.

Toda laJuventud de la tiena

Hacia el término de su relación, tiene todavía esta recomendaciónsobre la extraordinaria paternidad de Don Bosco: nÉl era sustan-cial y absolutamente padre de la juventud (...), un don del todo es-pecial, porque parece que el Padre celestial quiso circundarlo deuna reverberación de su Paternidad divina y darle un corazón ca-paz de abrazar en los movimientos de su caridad a toda la iuventudde la tiena".

Él exhorta, por tanto, a todo salesiano a no descuidar estos trespuntos fundamentales de su índole de sacerdote educador y pastorde la juventud.

oDon Bosco no era nu.nca indiferente ante ningún muchacho. Sihubiera tenido a un Rey o a un Papa en el fondo del patio; y él es-tuviera ya en camino hacia él para obsequiarlo, si se hubiera en-contrado con un joven en su camino, ni siquiera ante un personajetan importante que le esperaba habría acelerado el paso, privandoa aquel joven de una buena palabra o de una sonrisa. El salesiano

-afladía- cuando tiene ocasión, no debe descuidar nada porcualquier muchacho, sino que debe estudiar los modos mejorespara hacerle el bien y ganárselo para Criston.

<<Don Bosco en el niño que tenía delante, no veía aI muchachopresente, sino aI hombre del mañana; por lo tanto, en él no se notó

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nada que pudiera dejar una impresión poco favorable en adelan-te,). En el tratadito sobre el Sistema Preventivo miraba a lo lejoscuando escribía: oSe ha observado que los muchachos no olvidanlos castigos que se les han dado; y que, por lo general, conservanamargor junto con el deseo de sacudir el yugo de la autoridad yaun de tomar venganza).

<<Don Bosco tenía gran confianza en el buen resultado de todos:exceptuando a aquellos que faltaban, o por blasfemia, o por robo,o por escándalo, no expulsaba nunca a nadie. Aquellos muchachosque hoy parecen malos, o porque estudian poco, o porque son muyvivarachos, o porque parecen poco piadosos, después serán talvezlos mejores...r.

En esta síntesis de los recuerdos de Don Piccollo no hemos ha-blado de las enfermedades que le sobrevinieron en los últimosaños de su vida y que imprimieron en él las señales de la pasión deCristo soportada con fe y amor. Pero incluso prescindiendo de esteargumento esencial, el perfil de Don Piccollo se presenta como elde un salesiano de gran importancia por la riqueza de sus cualida-des humanas, que todos admiraban, por su amor a Don Bosco, sucelo apostólico, su agudo conocimiento y su fidelidad al carismasalesiano. Murió el 8 de diciembre de 1930, día de la Inmaculada,como él había predicho. Sus últimas palabras fueron: uÉste es eldía más hermoso de mi vidau.

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capitulo vlll

NO DESCARRES NUNCAtA OBEDIENCIA

Don Juan Vallino, nacido en Benevagienna el 7 de octubre de 1871y muerto en Lanzo Turinés el31 de enero de 1949, fue alumno delOratorio desde 1882 a 1887. Su alma se plasmó en la fascinaciónde aquellos años en los que Don Bosco conmovía al mundo con suobra prodigiosa. Estuvo entre los alumnos que vieron al buen pa-dre volver de París con la sotana muy cortada en trocitos por susadmiradores, deseosos de poseer una reliquia. Es el joven

-era és-ta una de sus glorias salesianas- que sostuvo con sus propias ma-nos el saquito de las avellanas multiplicadas por Don Bosco el 3 deenero de 1886. De aquel milagro, acaecido bajo sus propios ojos,conservó siempre una impresión imborrable: nunca la santidad deDon Bosco le pareció, en efecto, tan grande y tan cercana. Pero deotro suceso había sido protagonista desafortunado y afortunado ala vez, precisamente el día de su vestición clerical, hecha por DonBosco en Foglizzo el 20 de octubre de 1887.

Don Bosco estaba entonces casi sin fuerzas -dentro de pocosmeses habría volado al Paraíso-, pero no quiso privar a sus novi-cios de la alegría de su presencia. Después de la función de la ves-tición, quiso quedarse con ellos y honrarlos a la hora de la cena. Elclérigo Vallino tuvo el grato encargo de servirle en la mesa. Es fácilimaginar su alegría, pero también su empeño. El servicio exigíaque las viandas se llevaran desde el piso inferior al piso superio¡,por una escalera doble bastante pendiente. En tiempos normalesno había problemas; pero aquella tarde el joven vestía, por prime-ravez, una larga sotana que le llegaba hasta los pies y que no le fa-cilitaba ciertamente su oficio. Era preciso que el sirviente proce-diese con cautela, porque, teniendo las dos manos ocupadas conplatos y fuentes, en caso de necesidad no habría podido subirse lasotana. Las primeras pruebas no fueron mal; pero, en un determi-nado momento, el improüsado equilibrista con las manos ocupa-

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das, para no tirarlo todo al aire, ¡dio un fuerte pisotón en la sotanacausándole un gran desgarrón! No podía evitar presentarse anteDon Bosco en aquel estado.

Al Santo no se le escapó el apuro y la humillación del queridoclérigo, que había estrenado en el peor de los modos la sotana nue-va recibida pocas horas antes. Miró el desgarrón sonriendo, luegohizo que el clérigo se le acercara y le confortó con estas precisaspalabras: <No te preocupes: la Hermana de la ropería te aneglarárápidamente la rotura; procura sólo no desganar nunca la obedien'cia". El clérigo Vallino dio un suspiro, pero las palabras de DonBosco no las olvidó nunca. Como salesiano se distinguió, hasta sumuerte, por la indómita resistencia en el trabajo, por la pasión de

la escuela, el talento pedagógico y la piedad.

Su jornada comenzaba a las 4,30; rezaba el breviario del día, yafiadía el Rosario; luego celebraba la Misa, hacía la meditación, yluego bajaba en medio de los jóvenes y ya no los dejaba. Y así añosy años.

Un método que podrá talvez chocar con la sensibilidad moder-na, pero que para él funcionaba bien y lo mantenía unido a Diosen el duro trabajo de la jornada. El problema, típicamente actual,de la armonización de la dimensión contemplativa con la activa,no existió para los antiguos salesianos. Encontraban a Dios con fa-

cilidad tanto en la oración como en el trabajo, como les había en-señado Don Bosco.

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Capítulo lX

¡EN OTRO TIEMPOYO tO ERA TODO!

Ludovico Costa, nacido en Alpignano, Turín, el 1l de mayo de1871 y muerto en Bollengo, Türín, el 2 de febrero de 1944, frecuen-tó el Colegio gimnasial de Lanzo desde 1884 a 1887, todavía atiempo para tener la preciosa fortuna de beber del corazón de DonBosco santo, en repetidos e íntimos contactos, el genuino espíritudel Fundador. Y ésta fue la única gloria que afloraba desde su pro-funda humildad.

Estaba en su último año de estudios, cuando sus superiores, pa-ra premiar su excelente éxito y su buena conducta, le eligieron pa-ra ir a Turín a cenar con Don Bosco. Comer o cenar con Don Bos-co era una de las aspiraciones más deseadas por los jóvenes.También Don Bosco conservaba esta costumbre, que se remontabaa tiempos lejanos, porque le permitía conocer mejor a los jóvenesmejores y los encariñaba con su obra.

Todo fue bien en aquella cena inolvidable; pero, al final, suce-dió algo que no parecía que encuadrara con los pensamientos ha-bituales del joven huésped. El vio que los superiores que rodeabana Don Bosco, acabada la cena, uno después del otro, tras un brevesaludo a Don Bosco, se habían marchado dejándolo completamen-te solo, a la pálida luz de la sala.

Quien tiene práctica de vida salesiana sabe que los comedores,tanto después de comer como después de cena¡, se vacían rápida-mente: hay jóvenes que asisti¡, actividades que seguir y otras milcosas que hacer. Pero aquella soledad le pesaba a Don Bosco que,se puede deci¡, hasta entonces había estado siempre presente enprimera persona en todos los acontecimientos de la casa. Peroahora ya se sentía anciano e impotente: le quedaban pocos mesesde vida y él era perfectamente consciente de ello. nTengo pocotiempo de vida -decía-. Los superiores de la Congregación no sequieren convenceq creen que Don Bosco debe vivir todavía mucho

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tiempo. A mí no me apena el morir: lo que me hace sufrir son lasdeudas del Sacro Cuoren. Las verdaderas preocupaciones de DonBosco eran siempre los intereses de la Congregación: le angustia-ban especialmente las deudas, que pesaban, en definitiva, todavíasobre sus hombros y que habría querido ver amortizadas antes demorir. Pero ya no podía más.

El joven Costa, sorprendido de aquella soledad, se acercó más aDon Bosco. El buen padre le miró con afecto, luego le dijo: nVes,

Ludovico, en otro tiempo, yo lo era todo: todo dependía de mí, erauna actividad continua. Ahora son ellos quienes lo hacen todo; al-guna vez se equivocan y yo trato de ayudarlos; pero lo hacen bien,están maduros). Las palabras del Santo produjeron calma en el al-ma del joven.

El ocaso de Don Bosco -no advertido en seguida, como nos re-feúa Don A. Luchelli, por los mismos íntimos, que le adoraban-tiene momentos que conmueven. Esta soledad es una prueba; perodebemos añadir que el catequista de los estudiantes, Don EstebanTrione, alma delicada y sensible, después de una breve vuelta porlos dormitorios, volvía al comedol donde Don Bosco, en la semios-curidad, lo estaba esperando. Lo agarraba con delicadeza por el an-tebrazo y, sirviéndole de apoyo, lo llevaba hasta su dormitorio. Lle-gados a la altura de la puerta de su habitación, Don Boscointentaba entraf,, pero Don Tiione le invitaba a pararse para respirarunos momentos el aire fresco de la noche. Don Bosco accedía: apo-yaba los codos en la barandilla, miraba al cielo, fijaba su miradalargo tiempo en la iglesia de María Auxiliadora y no podía por me-nos que recordar tantas cosas lejanas. Don Tiione se aprovechabapara preguntarle sobre los primeros tiempos, sobre la historia delOratorio, sobre sus viajes y Don Bosco erafeliz contándolo todo.

Estos relatos, transmitidos fielmente a Don Lemoyne, pertene-cen a la historia, incorporados como están en las Memorias Biogrd-

ficas.

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CONCLUSION

El ensayo que hemos ofrecido es necesariamente incompleto y se-

lectivo. En la medida en que puede haber estimulado a un conoci-miento más meditado y profundizado de Don Bosco -de absolu-ta pureza evangélica- habrá hecho su servicio. Pero que notraicione el modelo de santidad manifestado por Don Bosco. Au-téntico y completo en la sustancia, sencillísimo en el método y enla forma, como todas las cosas extremadamente sencillas -porejemplo, el oro- su precio es elevado y exigente. Es, como elEvangelio, una nbuena nueva>, un mensaje de (amor>, pero quepasa por la vía dolorosa, el martirio de la cruz. De otra suerte, nosería cristiano.

Lo que no deja de sorprender en Don Bosco es el hecho de quesu inmersión en lo divino acaeció en una existencia marcada máspor la actiüdad exterior que por la oración explícita. Aquí, lo repe-timos todavía, está la grandeza y el peligro de esta santidad. Gran-deza porque en él oración y acción -en relación dialéctica regula-da por la voluntad de Dios- no eran más que dos modalidades desu vertiginosa unión con Dios, cuando rezaba y cuando trabajaba;dos modos intensos, nunca debilitados, de relacionarse con el ser yel obrar de Dios-Trinidad Santísima, en lo que justamente fue defi-nida la (gracia de unidad, en Don Bosco. Pero hay también el pe-ligro, más amenazador en el apostolado, de que la acción se alieney se trivialice en el eficientismo y en el horizontalismo puro. Notendría ya a Dios como principio, contenido, acompañamiento yfin; ya no sería -lo que fue, en cambio, para Don Bosco- <<scala

paradisi", "contemplación en la actividad apostóIica"; los cielos secerrarían sobre su cabeza.

En Don Bosco el hombre moderno se reconoce con gusto, co-mo en los otros gigantes de la santidad.

Los tiempos difíciles y oscuros, volviendo a cuanto hemos di-cho al principio, nlas acciones y los sufrimientos de los santos de-ben crear un alfabeto nuevo para descubrir de nuevo el secreto dela verdadu (M. Baumgarten).

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El alfabeto creado por Don Bosco es, sin duda, signo y mensajeválido para el hombre de nuestro tiempo. Signo y mensaje que, acien años de su muerte, no sólo no se han debilitado, sino que hancrecido en importancia y en significatividad. De la ciudad de Turínel Santo de los jóvenes ha lanzado verdaderamente <a todo elmundo un gran mensaje: una palabrapara los siglosu (E. Viganó).

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INDICE

Presentación

PróIogo o la cuarta edición

Sumario

Introducción

Fascinación de los santos..................Figura representativa de la "Escuela de santidad turinesa, .....Memoria y profecía ........Santo activoEl eje de su vitalidad espiritual....Santo de siempre

Parte primeraRASGOS DE VIDA.

Capítulo I: El esfuezo de hacerse santo

No era un temperamento ftícilCamino ascensional

Capítulo II: Giro espiritual

Ser un buen sacerdoteTambán a mí me cuesta

Capítulo III: Profundamente hombre

Voluntad indómita, pero fle,xiblePatemidad amable y exigenteSensible y fuerte

Capítulo IV: Profundamente santo

Santidad ocuba

5

7

9

lt11

l3t5l6t717

2l

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3t

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39

4l4448

51

51

5óSanti"da.d manifiesta

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Capítulo V:Taumaturgo que no asusta ól

Extraordinario deresplandor suave .. 63

Evaluación correcta....... 66

Capítulo VI: Un santo fundador... 69

Yo tenía otra idea de Ia Congregación............ 73

Capítulo VII: Santo pícaro 77

Hacerse el bonachón sin serlo 77

No se deiaba engañar....... 79

Beneficencia galante 8lInocentepicardía 82

Capítulo VIII: Santo alegre 85

Underimo mandomiento................ 87

La alegría: camino de santidad 9l

Capítulo D(: Santo con alguna sombra...... 95

Alguna pequeña imperfección 96

Hipérbole propagandística.............. 100

Capítulo X: Lágrimas de un santo 103

Alma sensib1e................. 103

[Jn gran don de Dios............ 105

Lágrimas de un padre 107

Capítulo XI: Cómo muere Don Bosco 109

oNovissima verba, 110

Ia muerte... 1l lRecuerdo indeleble..... ll4La segundavida de Don Bosco 116

Parte segundaPORLOS SENDEROS DE DIOS

Capítulo I: La mística del "Da mihi animas)................ l2lIdentidad sacerdotal l2lIn idea unificadora. 125

Salvaciónintegral 128

274

119

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Capítulo lI: El trabajo colosal

I"a. ac tiv idad inc es ant eLa. "escala mktica, del trabaioLas afirmacionesEl testimonio

Capítulo III: Trabajo entre dos

Auxiliadora, p re s enc ia v iv aActualid.ad del cuho a María AuxiliadoraMaría se edificó su casaEl cuadro ideado por Don Bosco

I

Capítulo [V: Fuerte mensaje de castidadPredilección por la pureza ..............,..El eiemploCastidad - Cariño

Capítulo V: I^a ascesis de la templanza y de la mortificación..TemplanzaSobriedad y ab stinencia.Mortifi.cación

Capítulo VI: Intensa vida de fe, esperanza y caridadLa f"Lq esperanza

La caridad

Capítulo VII: Con Dios en la oración

¿Podía rezar Don Bosco?Don Bosco, "hombre de oración,Las ooraciones breves,Oración - actitud

Capítulo VIII: Con Dios en la acción

"Con Dios" en las actividades de ministerio

"Con Dios> en las actividades caritativas<Con Dios> en las actividades profanas

t3l131

132135

137

t4r143

175177

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183

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193

197

197

199201204

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La gracia de unidad

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Capítulo IX:Dones superiores 207

Éxtasis delaacción 207

Fenómenos extdticos 209

Místico de la acción 2lI

Parte terceraNUESTRAS MANOS LE zuN TOCADO.... 213

Capítulo I: Battistín 217

iAdiós, Don Bosco! 219

El pdiaro había encontrado su nido ---......... 220

Me encomendaba a la Virgen 222

Don Bosco me salvó 222

Yaauelesunto seacabó 223

Capítulo II: Me colocó al lado de Domingo Savio 227

Encuentro con Don Bosco 227

En Roma alos pies de Pío XI ......'........ 230

Capítulo III: El doctor Albertotti y su hijo.'.. 233

oDa mihi animas, 233

Partimos los dos de Turín 234

Se aplaudió y se bebió 234

Es el primero que tengo, el primero que doy 235

Capítulo IV: El profesor Aníbal Pastore...... 237

Vengo de la miseria 237

¿Quién es ese muchacho que llora? .'........ 238

Irds............. 238

Me encontraron por tierra con la espuma en la boca 238

La mano sobre el hombro...,.. 239

Capítulo V: Yo soy el más querido 241

Don Bosco me quiere mds que a los demás 241

No tuve valor ........... 242

Tenía unahermosavoz.,........... 242

Antes de que acabe el mes... 243

Por orden de Don Bosco 244

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Page 265: Braido. Don Bosco. Profundamente Hombre. Profundamente Santo

Soy capaz de hacer de Don BoscoSe lo ha enseñado Don BoscoHay para todosEsta música la ha compuesto Don BoscoDon Bosco me llamaDon Bosco me ha visto canónigo en la CatedralÉste es para Novara

Capítulo VI: Don Eugenio Ceria

Cómo fui o. parar con Don BoscoFui a San BenignoVe adelante <sicut gigas>

Estoy contento... ............N o s anodillábamo s alrededor de él .................El 30 de enero de 1888

Capítulo VII: Francisco PiccolloAc o mp añamient o e s p irit ualLos pasos en los pasos de Don BoscoToda la iuventud de Ia tiena

Capítulo VIII: No desgames nuncia la obeüencia

Capítulo IX: ¡En otro tiempo yo lo era todo!

Conclusión

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