boletín cultural bibliográfico 2013. p.256,257. vol. 47. núm. 84

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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia. Arte y política en el café Café E l Automát ico. Arte, crítica y esfera pública VARIOS AUTORES Alcaldía Mayor de Bogotá, Secretarfa de Cultura, Recreación y Deporte, Fundación Gilberto AlzateAvendaño, Universidad de los Andes y Cámara Colombiana del Libro, Bogotá, 2009,197 págs. ' 1 LO HABITUAL era rajar del gobier- no, en eso todos nos identificábamos. Éramos revolucionarios de café". Así se expresa el filósofo y perio- dista Alvaro Bejarano en la entrevis- ta que concede a Jaime lregui, quien encabezó el grupo de investigación encargado de preparar la exposición que sobre el café El Automático pre- sentó la Fundación Gilberto Alzate Avendaño (FGAA) en la XXII Feria InteJ;"nacional del Libro de Bogotá. El libro editado para la ocasión, pue- de tomarse como catálogo de la mis- ma pero, al mismo tiempo, como una publicación independ.íente que am- pl ía el limitado alcance de la muestra pictórica y bibliográfica. Esta publi- cación también forma parte del pro- yecto de revisión cr(tica de la obra de artistas nacionales que como Miguel Díaz Vargas, Lucy Tejada o Cecilia Porras, mantuvieron en su momento, participación activa y de sjgnificado múltiple en la escena cultural del pafs. Las exposiciones que hasta ahora ha realizado la FGAA resultan oportunas y aclaratorias de algunos aspectos del proceso evolutivo del arte nacional en decenios recientes. Sin embargo, leyendo entre líneas, las entrevistas, artículos y comentarios que alH aparecen, trascienden el ám- bito de las expresiones pictóricas pre- sentes en el café como una novedad, para ofrecer un panorama de conteni- do político y de actitudes de cierta ma- nera anárquicas en los años siguien- tes aJ Bogotazo del9 de abril de 1948. Lo primero que habría que poner de presente es que el café El Automá- tico como lo conocemos, fue un lugar de reunión que aparece en años pos- teriores al Bogotazo. En ese sentido, la existencia previa de un estableci- miento como el café Windsor -con su aristocrática impronta provinciana- es apen.as un pálido antecedente a ese heterogéneo microuniverso en el cual, tal vez sin proponérselo, germinaron ideas, posturas y expresiones que per- filaban los cambios vertiginosos que a impulsos de la violencia urbana y ru- ral empezaban a hacerse presentes en el país. En el ambiente intelectual de finales de los años cincuenta del siglo pasado, en la capital del país se respi- raba un afán contestatario en el cual la intuición y el deseo de exponer y de- sarrollar criterios unipersonal es sobre algún tópico de la vida y el arte nacio- nal, pesaban más que cualquier inten- to de establecer una doctrina filosófi- ca o algún manifiesto contundente que hubiera trascendido el pintoresco en- torno del café. Ese contexto hacía po- por ejemplo, que un personaje como Alberto Lleras Camargo se atre- viera a un texto en el cual, de manera cruda y directa, expresaba su opinión acerca de los poetas del mo- mento, muchos de los cuales eran sus amigos de tertulia en El Automático. Lleras, quien era uno de los asiduos clientes del café Windsor, anotaba: La más joven poesía colombiana no ofrece todavía una realización de- cisiva; [.. . ] semejan unos muehachos en uniforme lírico, que trabajan en la misma corriente estética, en el mis- mo universo de símbolos y con los mismos temas" . En consecuencia, concluye el po- lítico bogotano en tono contundente: "[ ...) todavía no se ve .entre ellos a un gran poeta; estos artistas creen que la revolución poética se halla en las palabras [ ... ] son esclavos del mito de la novedad y los obsesiona ante todo, la originalidad y la forma. [pág . 19] De esa "joven poesía colombiana'' formaban parte Fernando Arbeláez, Rogelio Echavarría, Jorge Gaitán Du- rán, Á! varo Mutis y Fernando Charry Lara, quienes en decenios posteriores lograrían perfilar una imagen definida en el heterogéneo parnaso de la poe- sía nacionaL De igual manera, el ej ercicio litera- rio era capaz de levantar ampolla en los sectores más impenetrables del Gobierno. Cuando Jorge Zalamea publica en 1949 en su revista Critica el relato "La m.etamorfosis de su exce- lencia", el gebierno de Ospina Pérez había endurecido sus relaciones con los medios de comunieación. ¿Era acaso, Su Excelencia el personaje del relato, el arquetipo que reflejaba un estado de cosas que todos e.mpezaban a sufrir en carne propia? Cierto o ;no , el G obierno no vaciló en penalizar a1 autor con dos semanas de cárcel. Y, todo eso, era apenas el preámbulo de lo que nad.íe hubiera espet:ado: en no- viembre de ese año el presideQte ce- rró el Congreso y puso en práctica la censura en todo el territorio nacional. Las anécdotas que se deslizan a través de la lectura del libro de manera rei- terativa, no alcanzan a desdibujar el riesgo que escondían las acciones ofi- ciales. Solo que entre aquellos perso- najes que podían ser para el orden establecido, figuraban ade- más del f'oeta León de Gr eiff- atinca- do en su mesa de café come en un pe- destal-("toma:ba mucho.tinto y luego aguardiente Sello Negx;o", :recu. ez:da José Luis Díaz-Gx:anados), el propia Jorge Zalamea. A!lltonio M.entaiia y Luis Vidales, tuviex:on BOlETIN eU'LTURAL Y BIBLIO GRAFICO. VOL . NÚM. 8'4, 20.13

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  • Digitalizado por la Biblioteca Luis ngel Arango del Banco de la Repblica, Colombia.

    Arte y poltica en el caf Caf E l Automtico. Arte, crtica y esfera pblica VARIOS AUTORES Alcalda Mayor de Bogot, Secretarfa de Cultura, Recreacin y Deporte, Fundacin Gilberto AlzateAvendao, Universidad de los Andes y Cmara Colombiana del Libro, Bogot, 2009,197 pgs.

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    1 LO HABITUAL era rajar del gobier-no, en eso todos nos identificbamos. ramos revolucionarios de caf".

    As se expresa el filsofo y perio-dista Alvaro Bejarano en la entrevis-ta que concede a Jaime lregui, quien encabez el grupo de investigacin encargado de preparar la exposicin que sobre el caf El Automtico pre-sent la Fundacin Gilberto Alzate Avendao (FGAA) en la XXII Feria InteJ;"nacional del Libro de Bogot. El libro editado para la ocasin, pue-de tomarse como catlogo de la mis-ma pero, al mismo tiempo, como una publicacin independ.ente que am-pla el limitado alcance de la muestra pictrica y bibliogrfica. Esta publi-cacin tambin forma parte del pro-yecto de revisin cr(tica de la obra de artistas nacionales que como Miguel Daz Vargas, Lucy Tejada o Cecilia Porras, mantuvieron en su momento, participacin activa y de sjgnificado mltiple en la escena cultural del pafs. Las exposiciones que hasta ahora ha realizado la FGAA resultan oportunas y aclaratorias de algunos aspectos del proceso evolutivo del arte nacional en decenios recientes.

    Sin embargo, leyendo entre lneas, las entrevistas, artculos y comentarios que alH aparecen, trascienden el m-bito de las expresiones pictricas pre-sentes en el caf como una novedad, para ofrecer un panorama de conteni-do poltico y de actitudes de cierta ma-nera anrquicas en los aos siguien-tes aJ Bogotazo del9 de abril de 1948.

    Lo primero que habra que poner de presente es que el caf El Autom-tico como lo conocemos, fue un lugar de reunin que aparece en aos pos-teriores al Bogotazo. En ese sentido, la existencia previa de un estableci-miento como el caf Windsor -con su aristocrtica impronta provinciana- es apen.as un plido antecedente a ese heterogneo microuniverso en el cual, tal vez sin proponrselo, germinaron ideas, posturas y expresiones que per-filaban los cambios vertiginosos que a impulsos de la violencia urbana y ru-ral empezaban a hacerse presentes en el pas. En el ambiente intelectual de finales de los aos cincuenta del siglo pasado, en la capital del pas se respi-raba un afn contestatario en el cual la intuicin y el deseo de exponer y de-sarrollar criterios unipersonales sobre algn tpico de la vida y el arte nacio-nal, pesaban ms que cualquier inten-to de establecer una doctrina filosfi-ca o algn manifiesto contundente que hubiera trascendido el pintoresco en-torno del caf. Ese contexto haca po-sibl~. por ejemplo, que un personaje como Alberto Lleras Camargo se atre-viera a publ~car un texto en el cual, de manera cruda y directa, expresaba su opinin acerca de los poetas del mo-mento, muchos de los cuales eran sus amigos de tertulia en El Automtico. Lleras, quien era uno de los asiduos clientes del caf Windsor, anotaba:

    La ms joven poesa colombiana no ofrece todava una realizacin de-cisiva; [ .. . ] semejan unos muehachos en uniforme lrico, que trabajan en la misma corriente esttica, en el mis-mo universo de smbolos y con los mismos temas" .

    En consecuencia, concluye el po-ltico bogotano en tono contundente:

    "[ .. . ) todava no se ve .entre ellos a un gran poeta; estos artistas creen que la revolucin potica se halla en las palabras [ ... ] son esclavos del mito de la novedad y los obsesiona

    ante todo, la originalidad y la forma. [pg. 19]

    De esa "joven poesa colombiana'' formaban parte Fernando Arbelez, Rogelio Echavarra, Jorge Gaitn Du-rn, ! varo Mutis y Fernando Charry Lara, quienes en decenios posteriores lograran perfilar una imagen definida en el heterogneo parnaso de la poe-sa nacionaL

    De igual manera, el ejercicio litera-rio era capaz de levantar ampolla en los sectores ms impenetrables del Gobierno. Cuando Jorge Zalamea publica en 1949 en su revista Critica el relato "La m.etamorfosis de su exce-lencia", el gebierno de Ospina Prez haba endurecido sus relaciones con los medios de comunieacin. Era acaso, Su Excelencia el personaje del relato, el arquetipo que reflejaba un estado de cosas que todos e.mpezaban a sufrir en carne propia? Cierto o ;no, el Gobierno no vacil en penalizar a1 autor con dos semanas de crcel. Y, todo eso, era apenas el prembulo de lo que nad.e hubiera espet:ado: en no-viembre de ese ao el presideQte ce-rr el Congreso y puso en prctica la censura en todo el territorio nacional. Las ancdotas que se deslizan a travs de la lectura del libro de manera rei-terativa, no alcanzan a desdibujar el riesgo que escondan las acciones ofi-ciales. Solo que entre aquellos perso-najes que podan ser peligroso~ para el orden establecido, figuraban ade-ms del f'oeta Len de Greiff- atinca-do en su mesa de caf come en un pe-destal-("toma:ba mucho.tinto y luego aguardiente Sello Negx;o", :recu.ez:da Jos Luis Daz-Gx:anados), el propia Jorge Zalamea. A!lltonio M.entaiia y Luis Vidales, tuviex:on

    BOlETIN eU'LTURAL Y BIBLIOGRAFICO. VOL . ~J,!VI). NM. 8'4, 20.13

  • Digitalizado por la Biblioteca Luis ngel Arango del Banco de la Repblica, Colombia.

    pasar "cuatro o cinco das" en la crcel como ejemplar castigo al autor de un poemilla de evidente intencin sar-cstica. "La Sociedad literaria -re-cuerda Alvaro Bejarano-- acus el ac-to de franquisroo".

    Despus vendra el toque de que-da, cuyo lado positivo -cuenta Alber-to Zalamea- en la entrevista incluida en el libro,

    era que nos quedbamos entonces reunidos en la casa de alguno hasta las nueve de la madrugada del da si-guiente [ . .. ] Es posible que algunos hayan terminado quedndose en El Automtico toda la noche por culpa del toque de queda. [pg. 72]

    Al calor de tertulias, debates, aguar-diente y whisky, aparecen las publi-caciones impresas como medio efi-caz de ampliar el mbito de las ideas que circulaban en el caf El Autom-tico. La revista Crtica, abanderada por un exaltado Jorge Zalamea (''la voz ms bella que ha tenido la ra-dio", segn Antonio Montaa) se es-trena el 19 de octubre de 1948 en me-dio del enrarecido discurso oficial y partidista. La publicacin tampoco es-cap a la censura oficial a la cual tam-bin estuvieron sometidos diarios de circulacin nacional como El Tiem-po y El Espectador ("eso de publicar la Suma Teolgica era considerado una cosa totalmente malvada", como ocu-rri en la revista Crftica y de lo cual ha-ce memoria Alberto Zalaroea). Entre las revistas que circularon en el trans-curso de los decenios de 1940 y 1950 Y cuyos objetivos llegan>n a identificarse con ciertes idearios de los contertulios de El Autoroticro, se mencionan: Espi-ral ( 1949). fundada por el espaol Cle-mente Air y orientada baca las ar-tes plsti~as; Mito (1955), aunque

    pertenece a un momento distinto de la vida nacional, mantuvo el bilo de apertura intelectual que se respiraba en el caf de la avenida Jimnez, a tra-vs del espritu alerta de Jorge Gaitn Durn y Hernando Valencia Goelkel. La revista, en sus primeros tiempos, tampoco escap a la censura. Un ca-so singular es el de Proa, que empie-za a circular desde 1946 impulsada por el objetivo -que era ms bien una uto-pa en ese momento- de participar "de las tendencias mundiales ocasionadas por el crecimiento desordenado y ver-tiginoso de las ciudades" (pg. 83). Un discurso que prefigura entre nosotros, los desastres propios de la mundializa-cin actual.

    La mayor parte del contenido del bro proviene de la informacin ob-tenida en entrevistas a cuatro de los personajes sobrevivientes a los aos del caf, y que fueron testigos directos y participantes activos en las tertulias. El resto del material fue recogido de publicaciones de la poca.

    Aunque la reconstruccin de acon-tecimientos a travs de testimonios verbales puede ser til como fuente de primera mano, la transcripcin escrita de ese mismo material puede conver-tirse en lectura reiterativa de sucesos y situaciones que resulta tediosa y en muchos pasajes, aP,enas enumerativa. Los textos adicionales escritos por Jai-me lregui, Dianal Camacho, Liliana Merizalde, Gustavo Nifio y Camilo Sarmiento no logran trascender tam-poco la visin pater,nalista que proyec-ta la memoria de los entrevistados. La transcripcin del paseo a pie de Ma-nuel Hernndez por La "vieja avenida Jimnez" y de los recuerdos que el

    IW.LETIN QU~TURA~ V BIB~IOGRAFICO , VOL. XLVII. N(}M . 84 , 2013

    recorrido le suscita, tampoco resulta afortunada, se convierte en lectura deshilachada y domstica. Otra cosa es la cronologa que complementa la pu-blicacin y que Diana Andrea Cama-cbo presenta como inventario de acon-tecimientos ocurridos en el periodo I 947-1955 en el pas y en el exterior. El estilo de la autora es en exceso sintti-co y los evidentes defectos de redac-cin producen un buen nmero de "perlas" en el texto como aquella que nos informa que en noviembre de 1947 "los tres medios en masa de pensa-miento en este momento son la pren-sa, la radio y el cine", o que en mayo de 1948 "el Plan Molotov (?) exporta revoluciones" y que en marzo de 1949, contina la violencia partidista "ms ahora con .Jas campaas para las elecciones".

    El libro est ilustrado con fotogra-fas en blanco y negro del periodista Sady Gonzlez. Sus imgenes recogen con visin aguda y oportuna el pano-rama visual del caf El Automtico, el perfil de sus contertulios y el entor-no urbano de una ciudad que el poe-ta cubano Nicols Guilln describe asi en su visita a Bogot en abril de 1946:

    ( ... ] me v envuelto en los tremen-dos sucesos de la Semana Mayor [ ... ] La Semana Santa en Bogot! [ ... ] Toda la vida de la gran urbe yaca pos-trada a los pies de Cristo [ ... J Lata en Jos bogotanos que topaba a diario por calles y plazas una pena autntica; se les notaba una seriedad evidente-mente fnebre; una angustia de duelo ntimo, cercano, muy bien conjugada con el Luto riguroso y la afligidad (sic) solemne en el andar( ... ].

    En fin, una ciudad que un amigo del poeta conmina a dejar con "( ... ) su gente vestida de negro ( ... ) tanta cort!=!sia silbante( ... ) tanto sobretodo prepotente( ... ).

    Qu tanto ha cambiado la ciu-dad desde entonces? Al menos, al-guien ha odo hablar de algn caf en donde hoy se renan poetas, pintores, periodistas y gente del comn para entablar ideas acerca de la tica y la libertad como pilares de una sociedad democrtica, como escribe Gustavo Nio en el texto incluido en el bro?

    Carlos Barreiro Ortiz (t )

    [257]