bellum versus agora. schmitt frente a habermas

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Bellum versus agoraJORGE ALVAREZ YAGEZUniversidad Complutense, Madrid

En las pginas que siguen vamos a mostrar dos formas de pensamiento poltico inevitablemente presentes en el debate actual, radicalmente contrapuestas y temporalmente distantes; nos referimos a Cari Schmitt y Jrgen Habermas. Ambas podran situarse, respectivamente, en conexin con dos modelos insolapables, los que denominaremos simplificadoramente modelo de la guerra y modelo del agora. Bien entendido que ninguno de ambos pensadores absorben todos los rasgos que los modelos pueden adquirir, y que cabna encontrar otras variantes, se nos ocurre que un primer Foucault lo seri'a del de la guerra y Arendt del agora, por citar algn otro caso. En la confrontacin de ambos modelos se entrecruzan mltiples ejes del debate terico: ilustracin y crtica de la ilustracin, positividad y negatividad, confianza y desconfianza en la razn, normativismo y antinomiativismo... En la confrontacin de ambas perspectivas se ha jugado y se juega la mdula de la reflexin sobre lo poltico. Partimos de la idea de que lo poltico es un determinado modo de actuar que resulta de la divergencia gmpal en la que se escinde una sociedad y que se orienta al establecimiento de un orden estable o, para decirlo con G. Bueno, una eutaxia} La reflexin poltica debe saber captar todos los procesos o mecanismos que modelan ese orden: influencias, coacciones, fuerzas, consensos, violencias...; debe saber captar las diversas formas del poder. Sin que ello signifique que ambos conceptos, poder y poltica, se solapen; no todo poder es poltico. Pero ste sena tan slo un eje en tomo al que girase lo poltico. El poder al fin circula o atraviesa sujetos, stos median y son mediados por aqul, intentan acceder a l, lo ejercen sobre otros y por medio de otros, etc. Por ello un segundo eje en la consideracin de lo poltico debe tomar como objeto central la nocin de sujeto. Adems, todo poder poltico requiere de alguna justificacin en la medida en que aspira a la estabilidad; de aqu el lazo indisoluble entre poder y palabra. Como ha mostrado Weber, un orden es excesivamente frgil si no se cimenta sobre la conviccin de que representa un modelo que debe ser seguido, esto es, detenta una legitimidad. La instauracin de sta en lo que respecta al menos a las sociedades modernas, pone en juego una especial relacin del poder con lo que Foucault denominaba juegos de verdad. Pues bien, en tomo a estos tres ejes (poder, sujeto y verdad), que a nuestro modo de ver configuraran lo que siguiendo los trabajos foucaultianos denominaramos razn poltica, intentaremos una exposicin de los dos modelos polticos propuestos.RIFP/12(1998) pp. 153-176 153

Jorge lvarez YgUez

1. El modelo de la guerra: Cari Schmitt 1.1. Lo poltico. El poder Como corresponde a un modelo blico Cari Schmitt sita en el centro de su concepcin de la poltica el conflicto, la escisin, la confrontacin. En este sentido transita la senda weberiana, pero a diferencia del socilogo alemn comprende la materia histrica bajo unas formas categoriales dictadas por su filosofa existencialista, que doblada por un acendrado catolicismo amenazan constantemente con disolver lo histrico en una difusa temporalidad de tonos mticos. En efecto, para Schmitt la situacin poltica es, ante todo, una situacin existencial determinada categorialmente por la relacin amigo-enemigo. Se trata de una distincin especfica, tal como la polaridad bien-mal lo es de lo tico o la de bello-feo de lo esttico. Es una distincin autnoma, irreductible a cualquier otra. No puede, pues, retrotraerse a ningn fundamento moral, definirse en funcin de ningn criterio de justicia. Se coloca en un plano libre de toda normatividad. El enemigo no viene definido por su maldad o injusticia, como tampoco por su rivalidad econmica o discrepancia ideolgica. En estos ltimos casos, no nos hallaramos ante un real enemigo sino ante un mero competidoD> o interlocutoD), a la manera como concibe la oposicin el liberalismo. El enemigo se define en un plano ntico, es simplemente el otro, el extrao, y para determinar su esencia basta con que sea existencialmente distinto y extrao en un sentido particularmente intensivo. Al enemigo se le combate porque representa la negacin del propio modo de existencia.^ Que constituya el contenido de su otredad es algo que puede variar histricamente. Cualquier dimensin (moral, religiosa, econmica, etc.) puede convertirse en poltica si alcanza la suficiente intensidad para definir una alteridad, esto es, logra la agrupacin que contrapone a amigos y enemigos. No es posible un antagonismo mayor que el poltico por cuanto est esencialmente referido a la posibilidad de la muerte, de la aniquilacin fsica del otro. No quiere decir esto que la relacin poltica sea equiparable a la relacin blica, sino que sta como posibilidad sea constitutiva de aquella. La guerra es, en este sentido, constitutiva de lo poltico, no mero instrumento de lo poltico como pareciera derivarse de la conocida afirmacin de Clausewitz, la guerra no es sino la prosecucin de la poltica por otros medios. Schmitt evita expresamente la identificacin o reduccin de lo poltico al Estado aun cuando, de arriba abajo, todo su pensamiento sera inconcebible sin el lugar central que esta categora ocupa en l. Lo poltico hace referencia primordial al Estado all donde ste en cuanto organizacin de la unidad de un pueblo es quien determina el enemigo, quien, en consecuencia, detenta el ius belli. El Estado como asociacin recibe su carcter poltico precisamente de su capacidad de aglutinamiento, de expresin de la unidad154 RIFP/12(1998)

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de un pueblo frente a sus enemigos. Por ello el concepto de Estado presupone el de lo poltico pero no a la inversa. El Estado no es sino una forma histrica de la unidad poltica. El concepto de unidad es clave, correlativo de la contraposicin amigo-enemigo. La oposicin dialcticamente constituye las unidades, pero a la vez responde a un modo de ser previamente dado. La dialctica schmittiana est recorrida por un expresivismo en el que el concepto de identidad acaba imponindose. En efecto, el Estado no es sino expresin de la singularidad de un pueblo, es el estatus de la unidad poltica de un pueblo, el estatus por antonomasia. Tal unidad remite, pues, a una identidad. Esto se mostrara claramente, segn Schmitt, en la concepcin democrtica. En ella se trata de una igualdad sustancial, no procedimental o formal, que puede residir en cualidades fsicas o morales o en la pertenencia a una misma nacin, etc. Democracia es una forma poltica que corresponde al principio de identidad (quiere decirse identidad del pueblo en su existencia concreta consigo mismo como unidad poltica concreta).' El expresivismo que envuelve el concepto de Estado alcanza igualmente a la teora schmittiana del derecho. Frente al positivismo reinante en el pensamiento jurdico alemn y en particular frente al formalismo de un Kelsen que en el fondo orillaran la cuestin decisiva de la genealoga de la ley, el momento constituyente, opone Schmitt su pensamiento del orden concreto. La ley no contiene en s el poder, no introduce por s misma un orden, por el contrario emana de l, el nomos ha de ser pensado como un orden concreto de vida y de comunidad. Al igual que con respecto al normativismo, tambin quiere Schmitt en este punto distanciarse de un decisionismo extremo, la pura decisin, sin ms, queda a su vez limitada e incorporada en una idea de orden.* En su obra El nomos de la Tierra desarrolla este planteamiento. Siguiendo su derivacin etimolgica el trmino nomos es puesto en relacin antes que con la ley con la posesin de la tierra cuya medida interna marcara la gnesis del futuro poder poltico.' Toda la crtica de Schmitt al normativismo, a la concepcin formalista del derecho est motivada por su conviccin de que esquiva la cuestin del poder y malentiende, por ello, el problema de la soberana. El modelo blico siempre se ha caracterizado por evitar la ubicacin del poder en el plano de la ley. El normativismo concreta el Estado en un sistema de normas, lo confunde con el orden jurdico: No es el Estado sino el derecho quien ha de tener el podeD>.^ La instancia mxima es el propio sistema de normas, la validez de una norma remite a otra. El objetivismo de esta concepcin busca eliminar todo residuo personal, la irrupcin de un sujeto; trata de suprimir todo mandato, a cuyo carcter particular se le opone la generalidad de la norma; lex se opone a rex. Para el decisionismo schmittiano el Estado est por encima de la validez de la norma. Esta tiene, en definitiva, su origen en un momento de excepcin y surge de una decisin. En ello reside precisamente la soberana, soberano esRIFP/12(1998) 155

Jorge Ah'irez Ygez

quien decide en la situacin de excepcin. El derecho sirve siempre a una situacin normal que debe ser generada, todo derecho es derecho de situacin.'' El derecho no emana de s mismo, la autoridad no necesita de un derecho para crear derecho. Lo que aqu est en juego en todo momento es la cuestin del poder, y con ello lo poltico mismo. Ambos trminos, poder-poltica estn ntimamente ligados. Los tres conceptos arriba mencionados, soberana, decisin y excepcin, acotan ese vnculo. Lo poltico, como ha quedado dicho, entraa, en ltima instancia, el caso excepcional de la guerra; la accin poltica aparece en estado puro en el momento de discontinuidad, no normal, que queda fuera de la calculabilidad y previsin de la norma, que ya no puede ser reglado; justamente en el conflicto, en el hueco que queda abierto en el plano de las normas. Aparece en la forma de la decisin, que tal como es concebida por Schmitt ya no es efecto de regla alguna, en todo caso la regla es su efecto. se es igualmente el momento de la soberana. La exclusin de la excepcin como categona en la concepcin normativista del derecho, su pretensin de reducir la decisin a la continuidad de la regla, la resistencia de Kelsen al concepto de soberana, y su intento de plegar todas las dimensiones del Estado a lo jurdico, son coherentes intentos a ojos de Schmitt de disolucin de lo propiamente poltico. Ante el imperio de la ley, caracterstico del Estado de derecho, lo poltico se desvanece. La dificultad estriba aqu en que el Estado burgus de derecho parte de la idea de que el ejercicio todo de todo el poder estatal puede ser comprendido y delimitado sin residuo en leyes escritas, con lo que ya no cabe ninguna conducta poltica de ningn sujeto sea el Monarca absoluto, sea el pueblo polticamente consciente; ya no cabe una soberana.^ La categora schmittiana de poder se dibuja, pues, siempre en negativo, en las fallas del orden categorial propio de la racionalidad; el poder es lo completamente otro.' Su naturaleza se opone a la del derecho. Su momento es el de la discontinuidad, de la contingencia, del acontecimiento, de la decisin, de la excepcin, de lo incondicional e infundamentado... no como corresponde a la naturaleza de la ley, el de la necesidad, regularidad, previsibilidad, generalidad, justificacin... El poder escapa a este orden de racionalidad, est ms del lado de la voluntas que de la ratio, de la aiictoritas ms que del de la ventas, del rex que de la lex... Schmitt piensa el poder en contraposicin al derecho... y sin embaigo su pensamiento no deja de estar teido de juridicismo como atestigua la centralidad de la cuestin de la soberana, la pregunta por el quis iuducabit, por el sujeto del poder, etc. La naturaleza de este poder, por otra parte, no parece ser otra que la de la violencia, en definitiva, la facultad de permitir la vida o dar la muerte. No en vano consideraba a Hobbes el mayor pensador poltico.'"

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1.2. Sujeto Referente al lado antropolgico de la concepcin schmittiana del sujeto poltico tan slo una pequea anotacin. Una concepcin de lo poltico dominada por la idea de un enemigo excluira necesariamente segn Schmitt todo optimismo antropolgico; no es posible, desde esta ptica, el homo homini homo}^ todas las teoras polticas propiamente dichas presuponen que el hombre es "malo", y lo consideran como un ser no slo problemtico sino "peligroso". Los presupuestos del pensamiento poltico autntico vendran a coincidir con los de la verdadera teologa. Un telogo dejara de serlo si dejase de tener al hombre por pecaminoso y precisado de redencin. De aqu la crtica tanto de la desustancializacin del pensamiento poltico, representada por ejemplo por el liberalismo, como del desvirtuamiento de la teologa en mera moral normativa o pedagoga.'^ Ya su admirado Donoso Corts una ambos destinos al vislumbrar en la desaparicin del pensamiento teolgico en el medio de una vida ingrvida y aproblemtica, la desaparicin de la decisin definitoria de lo poltico.'^ Ms all de este nivel antropolgico, observamos el mismo rechazo de la concepcin liberal del sujeto. Para Schmitt el sujeto poltico es siempre colectivo. El individuo con su diversidad de intereses nunca puede dar origen a una verdadera unidad poltica, tan slo a una idea de Estado como negociacin o compromiso. El mismo Hobbes no escapa al liberalismo al pensar en una situacin de confrontaciones individuales en el Estado del que emergera la organizacin poltica. A diferencia de ello Schmitt piensa en una confrontacin de comunidades. El nico pluralismo poltico que admite es el de Estados no el de individuos. El pensamiento atomista liberal es profundamente apoltico, desconfa de toda accin poltica y de la organizacin poltica por excelencia, el Estado, cuyo poder se ve obligado a limitar, mediante la divisin de poderes y el reconocimiento de unos derechos fundamentales en aras de la proteccin de una esfera ilimitada de libertad individual. Si la posibilidad de la guerra es consustancial a lo poltico, el Estado debe poder exigir al individuo el sacrificio de la propia vida, algo imposible de fundamentar desde la ptica de un pensamiento que sacraliza la esfera de actuacin del individuo. El universalismo individualista del pensamiento liberal se le antoja a Schmitt vaco. El sujeto que supone consistira en una mera abstraccin, obedecera a la idea de un yo sin entorno, no inscrito en una comunidad o nacin histricamente diferenciada. Tal crtica evoca los reproches de la filosofa hegeliana al sujeto moral kantiano..., o la crtica comunitarista del mismo atomismo liberal. La idea de humanidad que iguala a todos los individuos en sus derechos bsicos no slo supondra la desaparicin de lo poltico, y en realidad la mistificacin de lo que para Schmitt es la condicin existencial humana, sino que en la prctica se convertira en instrumento ideolgico de un gobierno para emprender una guerra en nombre de la humanidad, lo que conllevara guerrasRIFP/12(1998) 157

Jorge Alvarez YgUez

totales, criminalizadoras del enemigo. Esta moralizacin de la guerra hara que el enemigo perdiese su carcter humano, y, en consecuencia, desapareciera todo freno a su destruccin total.''' El enfoque schmittiano es decididamente holista y antiuniversalista. El sujeto potico es una comunidad particular, un pueblo singularizado en su identidad, (origen, tradiciones, lengua, historia...) en un modo de seD>; ethnos ms que demos. As puede oponer la igualdad democrtica, de los pertenecientes al mismo pueblo o nacin, a la cosmopolita igualdad liberal. La igualdad democrtica es, en esencia, homogeneidad, y, por cierto, homogeneidad del pueblo. El concepto central de la Democracia es Pueblo, y no Humanidad.^^ Como ocurre con el concepto rousseauniano de Volante genrale, opuesto a simple volont de tous, la unidad poltica queda hipostasiada. No hay aqu dialctica entre individuo y grupo. Las unidades suprapersonales no son moldeadas por los individuos, su relacin con ellas es ms de pertenencia que de participacin. El sujeto pob'tico se da ya preconstituido. El concepto de una autntica formacin de la voluntad no tiene cabida. La homogeneidad del pueblo posibilita la expresin unitaria de su voluntad, posibilita como Rousseau quena una elaboracin de las leyes sans discussion. La discusin estaa asociada, segn la interpretacin schmittiana, al parlamentarismo liberal, que adems de convertirla en comercio y negociacin de intereses ms que plural confrontacin de razones en busca de una verdad, como cierto racionalismo pretenda, retarda, cuando no suspende, la decisin. Al respecto el acendrado antidiscursivismo de Schmitt evoca sin disimulado entusiasmo otras posiciones como la revolucionaria de un Georges Sorel, quien, apoyado en el vitalismo bergsoniano, combata el cobarde intelectualismo burgus, conducente, a su modo de ver, a un relativismo imposibilitador de la violencia creadora, fiel al instinto, a la infalibilidad de lo vital...; o posiciones conservadoras como las de su siempre presente Donoso Corts, fustigador de la clase discutidora encamada en la burguesa liberal, cuya religin era el discurso y la libertad de prensa. Tal fe en la discusin, la conversacin eterna de los romnticos, slo serva al aplazamiento eterno de la decisin. Ante la opcin entre Cristo o Barrabs la decisin se disipa en la propuesta pariamentaria de una comisin investigadora.'^ Para Schmitt la actividad especfica de un sujeto as ya dado no es ms que la plebiscitaria, expresada en un unnime s o no, no la que el ciudadano individual pueda expresar a travs del sufragio secreto, pues ste pliega a aqul al mbito apoltico de lo privado. El voto secreto correspondera al principio liberal, no al democrtico. Schmitt desliga de esta manera ese momento del voto de toda posible formacin pblica de la voluntad. El sujeto poltico slo aparece en el medio pblico y de fornia no reflexiva. Slo el pueblo verdaderamente reunido es pueblo, y slo el pueblo verdaderamente reunido puede hacer lo que especficamente corresponde a la actividad de ese pueblo: puede aclamar. La separacin constante de la concepcin democrtica de la liberal le158 RIFP/12(1998)

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permite el allegamiento de la primera al nazismo. La raz comn se hallara en el antiliberalismo entraado en la homogeneidad del sujeto poh'tico.'^ 1.3. Mito El entero pensamiento poltico de Schmitt constituye una respuesta al proceso de secularizacin, de Entzauberung (Weber), del mundo occidental, que l valora tan negativamente, y como tantos pensadores centroeuropeos, de Nietzsche a Heidegger y Adorno pasando por Weber, Hofmansthal o Musil entre otros, teme por sus consecuencias, especialmente por su abocamiento a un mundo cansado y decadente, epidrmico, sin Dios ni diablo, de mero entertainment, mundo de tcnicos y economistas al que se dio paso con el mandato silete tfieologi. Este jurista catlico reacciona tratando de salvar lo que an queda de sagrado, de incondicional, irreductible al positivismo impo de las categoras de la racionalidad moderna: el poder, lo poltico. Por esta senda otros le habran precedido; Donoso y De Maistre, desde luego, pero tambin Maquiavelo y Hobbes. Estos ltimos, si bien impulsan ese proceso secularizador, habran sabido poner a recaudo del mismo la idea central de autoridad; en un contexto de fin de la era teolgica habran logrado salvar de su destruccin el valor del poder. El racionalismo ilustrado habra sustituido la escatologa teolgica por una filosofa de la historia que Schmitt rechaza. No cabe ya encontrar ninguna linealidad o razn en el proceso histrico, ste no se somete a ley alguna, la contingencia lo domina todo, algo especialmente constitutivo del mbito poltico, marcado, como queda dicho, por la excepcin y el conflicto no subsumible en ley general. Schmitt contesta el naturalismo ilustrado: el campo de la historia no est sometido a la necesidad y repeticin caractersticas de las ciencias naturales. Se ha pretendido excluir la excepcin tal como en la metafi'sica desta el milagro, y de ese modo el pensamiento moderno se incapacita para comprender la singularidad del acontecimiento histrico, y, con ello, lo poh'tico mismo y sus conceptos centrales: soberana, estado de excepcin, decisin, etc. Subyace a la idea moderna de Estado de derecho, con su concepcin del carcter general de la ley, para la que no puede haber excepcin, toda una metafsica naturalista en que la ley jurdica viene a ser trasunto de la ley natural. Frente a ello, Schmitt construye una metafsica de la excepcin, de confesados ecos kierkegaardianos, y en la que resuena tambin la abundante literatura de la poca acerca del instante.'^ La excepcin en s opaca al intento cognoscitivo de la ley, es por el contrario iluminadora de sta, de lo subyacente a toda normalidad, pone al descubierto el ncleo de las cosas: la excepcionalidad de la guerra nos revela la esencia de lo poKtico; la esencia y existencia de la soberana. Frente al racionalismo ilustrado Schmitt encuentra su apoyo en una filosofa de la vida que ubica en la excepcin el momento de las veras," un poder revelador superior al de la regla generalizadora. Lo normal nada prueba,RIFP/12(1998) 159

Jirae lvarez. Ygiiez

la excepcin lo prueba todo; no slo confirma la regla, la regla vive solamente de la excepcin. En la excepcin la fuerza de la vida real rompe la costra de una mecnica solidificada en la repeticin. El problema en Schmitt es que una vez distanciada la excepcin de las categonas de la racionalidad quedamos sin resorte alguno para su comprensin; la excepcin, en definitiva, se explica a s misma.^" Schmitt encuentra nietzscheanamente un talante vital determinado tras la confianza en una forma concreta de conocimiento: el racionalismo movido por su deseo de seguridad, de ausencia de conflicto, de estabilidad, y entendimiento, ubica el lugar de la verdad en la repeticin, en lo legaliforme. El concepto racionalista de verdad surge en un contexto de superacin de las guerras de religin, en un momento en que el centro de gravedad de la vida giraba en torno a lo teolgico; y quedar marcado por esa bsqueda de un espacio despolitizado, neutral y de acuerdo.^' Como no poda ser menos en un modelo blico, la verdad en ningn caso puede sobrevolar en un plano atemporal y universalista los conflictos histricos. Lo poltico en cuanto condicin existencial del hombre afecta tambin a sus formulaciones de verdad; no cabe una instancia por encima de los contendientes, su conocimiento no puede ser sino perspectiva. La propuesta de una verdad objetiva y universal slo aparece movida por la ilusin de una pacificacin definitiva. El problema de la excepcin retoma en la gnesis de la decisin, dispuesta a la escucha de la situacin excepcional. Schmitt concibe la decisin de una forma antidiscursiva de modo que no sabemos cmo puede responder a una situacin de excepcin; la decisin se liga a una voluntad que, a su vez, es interpretada, como vimos, de manera homognea, como algo unitario. A diferencia de Aristteles que inteipretaba la decisin como eleccin articulada a la deliberacin, que haca por tanto a aquella algo racional, Schmitt opta por una estricta separacin de ambos elementos, hace constante hincapi en el hiato que la decisin introduce respecto de la norma, en su no derivabilidad de aquella, en que su fuerza no puede resultar de intento fundamentador alguno. La decisin es instantneamente independiente de la fundamentacin argumentativa y contiene un valor propio [...] La decisin, normativamente considerada nace de la nada. Ninguna validez racional cabe en la gnesis de la decisin; al fin, como gustaba de repetir, citando a Hobbes, Auctoritas, non veritas facit legem.^^ De este modo puede rechazar todo intento de una formacin discursiva de la voluntad. La introduccin racionalista del elemento verdad en el medio poltico slo podra conducir o bien a una dictadura educativa que habna de preparar al pueblo para la situacin en la que se diesen las condiciones generadoras de una autntica discusin, o bien a la ilusin liberal de un parlamento, sede de la verdad, en el que se confrontan las distintas perspectivas. El parlamentarismo querri'a oponer la veritas de la ley a la auctoritas del mandato; pretende en el fondo que la discusin sustituya la fuerza, el derecho reabsorba el poder, cuan160 RIFP/12(1998)

Bellun versus agora

do, en realidad, la ley no remite a la ley sino a la decisin que la origina; el momento del poder es irreductible. Schmitt prefiere el realismo hobbesiano para sacamos de los engaos normativistas, importa esencialmente la autoridad y no, como en el Estado de Derecho de la Ley, la verdad y la justicia.^^ Planteadas as las cosas, en qu puede radicar la legitimidad de una decisin, id est, de la accin poltica? La cuestin es ms acuciante si tenemos en cuenta que Schmitt sita lo poltico en un plano ontolgico estrictamente anormativo; como la categora de vida en Nietzsche, se trata aqu de algo que no puede ser medido por norma alguna toda vez que lo poltico constituye un modo de existencia en que la vida se pone en juego. No existe objetivo tan racional, ni norma tan elevada, ni programa tan ejemplar, no hay ideal social tan hermoso, ni legalidad ni legitimidad alguna que puedan justificar el que determinados hombres se maten entre s por ellos. Lo poltico recibe una plena autonoma inasequible a todo intento de derivacin de categoras ajenas, a un intento de fundamentacin moral como la que representa las teoras de los derechos fundamentales, o el recurso a una filoso'a de los valores, tan reiteradamente criticada por Schmitt; tampoco puede servir a ello, como ms arriba vimos, la idea del contrato. La decisin que instituye el orden es soberana e incondicionada; el soberano es quien decide el bien y el mal, quien delimita el enemigo. El problema es que Schmitt habla de la necesidad de distinguir conectamente entre amigos y enemigos, de distinguir al enemigo real, y evitar que el pueblo se deje decir por un extrao quin es el enemigo,^'' pero el criterio de tal discriminacin ya no resulta determinable por va discursiva. A este expresivismo poltico antideliberativo slo le queda la va de conceder al ser la voz del mito. A esta luz se comprende su fascinacin por la teora del mito de un Sorel, esa fuerza sin la que un pueblo carecera de destino histrico, surgida de la profundidad de los instintos vitales reales, no del razonamiento ni de la consideracin de la oportunidad, que Schmitt quisiera ver resurgida no precisamente en la forma soreliana de la huelga general, sino en el mito de la nacin; los mitos ms fuertes reposan en lo nacional.^' Del mismo modo se comprende cmo Schmitt puede revestir esta ontologa poltica de nociones teolgicas, y desde ese filtro observar la confrontacin poltica como una lucha de la fuerza del kat-echon^^ contra el Anticristo, estimar el poder, trasunto divino, como un bien en s, y ligar su catalogacin como un mal a la idea de la muerte de dios...^' Su rechazo de la filosofa ilustrada de la historia torna aqu en Heilgeschichte. Apoyado en el supuesto de que todos los conceptos pregnantes de la teora moderna del Estado son conceptos teolgicos secularizados,^^ puede hallar en estos ltimos como Platn en el reino de las Ideas un orden ms depurado de lo real, y ver a una luz ms ntida las verdaderas fuerzas que luchan en la Tierra; y as, en su intento de recuperacin de lo sagrado adquirir un patitos trgico con el que combatir ms vivamente un mundo secularizado.RIFP/12(1998) 161

Jorge lvarez Ygez

2. El modelo del agora: J. Habermas 2.1. Un hilo conductor Desde muy temprano el centro de atencin del pensamiento poltico habermasiano se sita en las condiciones de participacin de la ciudadana, en lo que sera una formacin racional de la voluntad y de la opinin. McCarthy lo ha sintetizado bien: Es, de hecho, posible leer los extensos escritos de Habermas sobre poltica y sociedad como un detallado examen de las precondiciones psicolgicas, culturales e institucionales a que est sometida la ejecucin de discursos prcticos y tambin de las barreras con que stos tropiezan.^^ O tambin, diramos, es posible compendiar su teora poltica como una reconstruccin de las condiciones del uso pblico de la razn. Ya tempranamente en el marco de su confrontacin con el positivismo y el cientificismo, trata de recuperar la importante distincin entre techn y praxis, en lo que reconoce la deuda con Hannah Arendt.^' Habermas se resiste al plegamiento de lo poltico-social a categoras objetivistas en las que se pierde la condicin de sujeto, reducido a una trama de elementos que gobiernan su comportamiento ms all de su conciencia. La mediacin subjetiva de entes lingsticos es orillada en la pretensin de convertir la pob'tica en ciencia estricta. La mediacin teora-praxis sera sustituida por la articulacin teora-techn, perfilada ya la primera segn los esquemas del producir; la accin es suplida por la conducta de disposicin de las cosas. Este planteamiento, que Habermas hace remontar a la filosofa de Hobbes supondra el fin de la teora poltica clsica, vinculada al concepto aristotlico de praxis. Sin embargo, Habermas ya desde aqu se distanciar de la lnea ms fielmente aristotlica de Arendt con el nimo de no renunciar a la posibilidad de una teora social en sentido fuerte articulada a la praxis, de no debilitar los elementos cognitivos, para lo que necesitar del arrimo a la dialctica hegeliana. La recuperacin del sentido de la praxis como categora poltica va unida a la insistencia en la necesidad de una esfera pblica de debate en la que se posibilite la unin entre ciencia y opinin pblica, entre el lenguaje de expertos y el lenguaje comn, algo que quedara absolutamente desvirtuado, o incluso carente de sentido, en modelos poKticos asociados al anormativismo positivista como son el decisionista o el tecnocrtico. En ambos modelos una ciudadaiua despolitizada slo cumplira el papel de mera legitimacin de lites. El primer libro de Habermas, Historia y crtica de la opinin pblica, est dedicado, precisamente, al estudio de las transformaciones habidas en esa esfera de la opinin pblica (Offentlichkeit) desde su momento de surgimiento y de cierta vitalidad ligado a la burguesa liberal, hasta las formas desvirtuadas, de manipulacin de la comunicacin propias del tardocapitalismo. Desde ah el pensamiento poltico habermasiano vincular el proyecto democrtico a esta irrenunciable herencia (papel poltico del espacio comunicativo pblico) an no162 RIFP/12 (1998)

Bellun versus agora

totalmente perdida de la cultura burguesa. En su obra poltica principal de los aos setenta, Problemas de legitimacin en el capitalismo tardo, su foco de atencin no ha variado, conceptuado ahora como articulacin entre sistema y mundo de la vida. Se considera necesario rectificar la perspectiva de la teona de sistemas con el complemento de una perspectiva fenomenolgica. Habermas reivindica la especificidad de un mbito de estructuras normativas cuya quiebra es fundamental para comprender las crisis sociales, que suponen una unin de crisis de integracin funcional o sistmica con crisis de la integracin social; la crisis tiene un carcter objetivo e intersubjetivo a la vez. As se refleja en su concepto de crisis poltica, que articula los conceptos de crisis de racionalidad y de crisis de legitimidad. El tardocapitalismo mostrar ah sus contradicciones. Esa perspectiva poltica mantenida desde la esfera sociocultural, del mundo de la vida se prolongar en su obra central, ya en los ochenta. Teora de la accin comunicativa en la que en el marco de un ya definitivamente configurado modelo de racionalidad comunicativa se examina el desacoplamiento entre sistema y mundo de la vida, y el consiguiente desplazamiento de las crisis sociales desde las esferas econmica y poltica a la del mundo de la vida, cuyas patologas aparecen en los trminos de una colonizacin por las formas de accin instrumental y estratgica, por los vnculos del dinero y el poder propios de los sistemas econmico y poh'tico, que sustituyen al de la solidaridad, asociado a la accin orientada al entendimiento que rige en este mbito de la socializacin, de la conformacin de la personalidad y las estmcturas culturales que es el mundo de la vida. En fin, en Facticidad y validez (1992), al hilo de la construccin de una teona discursiva del derecho define su autor los elementos bsicos de lo que sena un modelo de poltica deliberativa apoyado primordialmente en los conceptos de poder comunicativo y formacin democrtica de la voluntad y opinin; planteamiento que retoma los contenidos normativos implicados en las instituciones del moderno Estado de derecho y auna autonoma pblica y respeto a los derechos fundamentales. Esta ltima lnea se prolonga en los trabajos reunidos en su ltimo libro Die Einbeziehung des Anderen (1996). Hay, pues, un hilo claro que recorre de principio a fin sus textos de teora poltica an cuando segn los momentos de elaboracin se vayan situando bajo categoras distintas pero no excluyentes: praxis, opinin pblica, mundo de la vida, poder comunicativo. Expondremos a continuacin algunos de sus elementos centrales atendiendo principalmente a los ltimos trabajos. 2.2. Poder comunicativo Si respecto al concepto de praxis mencionbamos la deuda con H. Arendt lo propio habra que hacer respecto al concepto de poder. La pensadora juda se situaba frente a la fuerte tradicin del pensamiento poltico occidental que identifica poder y violencia. Si para Max Weber el poder consista en la posibilidadRIFP/12