baum lyman frank - el mago de oz

63
LYMAN F. BAUM EL MAGO DE OZ Lyman Frank Baum (1856 - 1919) Imagen de dominio público. Fuente:http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/0/05/L_frank_baum.jpg 1

Upload: romig81

Post on 17-Dec-2015

229 views

Category:

Documents


3 download

DESCRIPTION

el mago de oz, cuento infantil

TRANSCRIPT

  • LYMAN F. BAUMEL MAGO DE OZ

    Lyman Frank Baum (1856 - 1919) Imagen de dominio pblico. Fuente:http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/0/05/L_frank_baum.jpg

    1

  • http://es.wikipedia.org/wiki/El_maravilloso_Mago_de_Oz

    CAPTULO 1 EL CICLN

    Dorothy viva en medio de las extensas praderas de Kansas, con su to Henry, que era

    granjero, y su ta Em, la esposa de ste. La casa que los albergaba era pequea, pues la madera necesaria para su construccin debi ser transportada en carretas desde muy lejos. Constaba de cuatro paredes, piso y techo, lo cual formaba una habitacin, y en ella haba una cocina algo herrumbrada, un mueble para los platos, una mesa, tres o cuatro sillas y las camas. El to Henry y la ta Em tenan una cama grande situada en un rincn, y Dorothy ocupaba una pequeita en otro rincn. No haba altillo ni tampoco stano, salvo un hueco cavado en el piso, y al que llamaban refugio para ciclones, donde la familia poda cobijarse en caso de que se descargara un huracn lo bastante fuerte como para barrer con cualquier edificio que hallara en su camino. A este hueco -pequeo y oscuro- se llegaba por medio de una escalera y una puerta trampa que haba en medio del piso.

    Cuando Dorothy se detena en el vano de la puerta y miraba a su alrededor, no poda ver otra cosa que la gran pradera que los rodeaba. Ni un rbol ni una casa se destacaba en la inmensa llanura que se extenda en todas direcciones hasta parecer juntarse con el cielo. El sol haba calcinado la tierra arada hasta convertirla en una masa griscea con una que otra rajadura aqu y all. Ni siquiera la hierba era verde, pues el sol haba quemado la parte superior de sus largas hojillas hasta teirlas del mismo gris predominante en el lugar. En un

    pgina 2

  • tiempo la casa estuvo pintada, pero el calor del astro rey haba levantado ampollas en la pintura y las lluvias se llevaron a sta, de modo que la vivienda tena ahora la misma tonalidad griscea y opaca que todo lo que la circundaba.

    Cuando la ta Em fue a vivir all, era una mujer joven y bonita; pero el sol y los vientos tambin la haban cambiado, robando el brillo de sus ojos,; que quedaron de un gris plomizo, y borrando el rubor de sus labios y mejillas, los que poco a poco fueron adquiriendo la misma tonalidad imperante en el lugar. Ahora era demasiado enjuta y jams sonrea. Cuando Dorothy qued hurfana y fue a vivir con ella, la ta Em sola sobresaltarse tanto de sus risas que lanzaba un grito y se llevaba la mano al corazn cada vez que llegaba a sus odos la voz de la pequea, y todava miraba a su sobrina con expresin de extraeza, preguntndose qu era lo que la haca rer.

    Tampoco rea nunca el to Henry, quien trabajaba desde la maana hasta la noche e ignoraba lo que era la alegra. El tambin tena una tonalidad griscea, desde su larga barba hasta sus rsticas botas, su expresin era solemne y dura.

    Era Toto el que haca rer a Dorothy y el que la salv de tornarse tan opaca como el medio ambiente en que viva. Toto no era gris; era un perrito negro, de largo pelaje sedoso y negros ojillos que relucan alegres a ambos lados de su cmico hocico. Toto jugaba todo el da y Dorothy le acompaaba en sus juegos y lo quera con todo su corazn.

    Empero; ese da no estaban jugando. El to Henry se hallaba sentado en el umbral y miraba al cielo con expresin preocupada, notndolo ms gris que de costumbre. De pie a su lado, con Toto en sus brazos, Dorothy tambin observaba el cielo. La ta Em estaba lavando los platos.

    Desde el lejano norte les llegaba el ronco ulular del viento, y to y sobrina podan ver las altas hierbas inclinndose ante la tormenta. Desde el sur lleg de pronto una especie de silbido agudo, y cuando volvieron los ojos en esa direccin vieron que tambin all se agitaban las hierbas.

    El viejo se levant de pronto.-Viene un cicln, Em-le grit a su esposa-. Ir a ocuparme de los animales.Y ech a correr hacia los cobertizos donde estaban las vacas y caballos.La ta Em dej su trabajo para salir a la puerta, desde donde vio con una sola ojeada el

    peligro que corran.-Aprisa, Dorothy! -chill-. Corre al stano!Toto salt de entre los brazos de la nia para ir a esconderse bajo la cama, y Dorothy se

    dispuso a seguirlo, mientras que la ta Em, profundamente atemorizada, abra la puerta trampa y descenda al oscuro refugio bajo el piso. Al fin logr Dorothy atrapar a Toto y se volvi para seguir a su ta; pero cuando se hallaba a mitad de camino arreci de pronto el vendaval y la casa se sacudi con tal violencia que la nia perdi el equilibrio y tuvo que sentarse en el suelo.

    Entonces ocurri algo muy extrao. La vivienda gir sobre s misma dos o tres veces y empez a elevarse con lentitud hacia el cielo. A Dorothy le pareci como si estuviera ascen-diendo en un globo.

    Los vientos del norte y del sur se encontraron donde se hallaba la casa, formando all el centro exacto del cicln. En el vrtice o centro del cicln, el aire suele quedar en calma, pero la gran presin del viento sobre los cuatro costados de la cabaa la fue elevando cada vez ms, y en lo alto permaneci, siendo arrastrada a enorme distancia y con tanta facilidad como si fuera una pluma.

    Reinaba una oscuridad muy densa y el viento ruga horriblemente en los alrededores, pero Dorothy descubri que la vivienda se mova con suavidad. Luego de las primeras vueltas

    pgina 3

  • vertiginosas, y despus de una oportunidad en que la casa se inclin bastante, tuvo la misma impresin que debe sentir un beb al ser acunado.

    A Toto no le gustaba todo aquello y corra de un lado a otro de la habitacin, ladrando sin cesar; pero Dorothy quedse quieta en el piso, aguardando para ver qu iba a suceder.

    En una oportunidad el perrillo se acerc demasiado a la puerta abierta del stano y cay por ella. Al principio pens la nia que lo haba perdido; pero a poco vio una de sus orejas que asomaba por el hueco, y era que la fuerte presin del huracn lo mantena en el aire, de modo que no poda caer. La nia se arrastr hasta el agujero, atrap a Toto por la oreja y lo arrastr de nuevo a la habitacin despus de cerrar la puerta trampa a fin de que no se repitiera el accidente.

    Poco a poco fueron pasando las horas y Dorothy se repuso gradualmente del susto; pero se senta muy solitaria, y el viento aullaba a su alrededor con tanta fuerza que la nia estuvo a punto de ensordecer. Al principio habase preguntado si se hara pedazos cuando la casa volviera a caer; mas a medida que transcurran las horas sin que sucediera nada terrible, dej de preocuparse y decidi esperar con calma para ver qu le deparara el futuro. Al fin se arrastr hacia la cama y acostse en ella, mientras que Toto la imitaba e iba a tenderse a su lado..

    A pesar del balanceo de la cabaa y de los aullidos del viento, la nia termin cerrando los ojos y se qued profunda mente dormida.

    CAPTULO 2LA CONFERENCIA CON LOS MUNCHKINS

    A Dorothy la despert una sacudida tan fuerte y repentina que si no hubiera estado tendida en la cama podra haberse hecho dao. As y todo, el golpe le hizo contener el aliento y preguntarse qu habra sucedido, mientras que Toto, por su parte, le pas el hocico sobre la cara y lanz un lastimero gemido. Al sentarse en el lecho, la nia not que la casa ya no se mova; adems, ya no estaba oscuro, pues la radiante luz del sol penetraba por la ventana, inundando la habitacin con sus ureos resplandores. Salt del lecho y, con Toto pegado a sus talones, corri a abrir la puerta.

    En seguida lanz una exclamacin de asombro al mirar a su alrededor, mientras que sus ojos se agrandaban cada vez ms ante la vista maravillosa que se le ofreca.

    El cicln haba depositado la casa con bastante suavidad en medio de una regin de extraordinaria hermosura. Por doquier vease el terreno cubierto de un csped del color de la esmeralda, y en los alrededores se elevaban majestuosos rboles cargados de sabrosos frutos maduros. Abundaban extraordinariamente las flores multicolores, y entre los rboles y arbustos revoloteaban aves de raros y brillantes plumajes. A cierta distancia corra un arroyuelo de aguas resplandecientes que acariciaban al pasar las verdosas orillas, susurrando en su marcha con un son cantarino que result una delicia para la nia procedente de las ridas planicies de Kansas.

    Mientras observaba entusiasmada aquel extrao y maravilloso espectculo, not que avanzaba hacia ella un grupo de las personas ms raras que viera en su vida. No eran tan grandes como los adultos a los que conoca, pero tampoco eran muy pequeas. En verdad, parecan tener la misma estatura de Dorothy, que era bastante alta para su edad, aunque, a juzgar por su aspecto, le llevaban muchos aos de ventaja.

    Eran tres hombres y una mujer, todos vestidos de manera muy extraa. Estaban tocados de unos sombreros cnicos de unos treinta centmetros de altura en la copa, adornados por

    pgina 4

  • campanillas que tintineaban suavemente con cada uno de sus movimientos. Los de los hombres eran azules, y blanco el de la mujercita, quien luca una especie de vestido tambin blanco que penda en pliegues desde sus hombros casi hasta el suelo y estaba salpicado de estrellitas que el sol haca brillar como diamantes. Los hombres vestan de azul claro y calzaban bien lustradas botas negras con adornos del mismo tono de sus ropas. Al observarlos, Dorothy calcul que eran casi tan viejos como su to Henry, pues dos de ellos tenan barba. Pero la mujercita era sin duda mucho mayor; tena el rostro cubierto de arrugas y el cabello casi blanco; adems, caminaba con el paso propio de las personas de edad avanzada.

    Cuando llegaron cerca de la casa a cuya puerta se hallaba parada la nia, se detuvieron y hablaron por lo bajo, como si no se atrevieran a seguir avanzando. Pero la viejecita lleg hasta Dorothy, hizo una profunda reverencia y dijo con voz muy dulce:

    -Noble hechicera, bienvenida seas a la tierra de los Munchkins. Te estamos profundamente agradecidos por haber matado a la Maligna Bruja del Oriente y liberado as a nuestro pueblo de sus cadenas.

    Dorothy la escuch con gran extraeza. Por qu la llamara hechicera, y qu quera significar al decir que haba matado a la Maligna Bruja del Oriente? Ella era una niita inocente e inofensiva a la que el cicln haba alejado de su hogar, y jams en su vida mat a nadie.

    Mas era evidente que la mujercita esperaba una respuesta, de modo que la pequea contest tras cierta vacilacin:

    -Es usted muy amable, pero debe tratarse de un error. Yo no he matado a nadie.-Bueno, al menos lo hizo tu casa -ri la viejecita-, lo cual viene a ser lo mismo. Fjate

    -continu indicando una esquina de la vivienda-, all se ven sus pies que sobresalen por debajo de una de las tablas.

    Al mirar hacia el lugar indicado, Dorothy dej escapar un gritito de miedo. En efecto, precisamente debajo del rincn de la casa, vease asomar dos pies calzados con puntudos zapatos de plata.

    -Dios mo! Dios mo! -exclam la nia con gran desazn-. Le debe haber cado encima la casa. Qu haremos ahora?

    -Nada se puede hacer -fue la tranquila respuesta de la ancianita.-Pero quin era? -quiso saber Dorothy.-La Maligna Bruja del Oriente, como ya te dije. La que tena esclavizados a los

    Munchkins desde haca aos, obligndolos a trabajar para ella noche y da. Ahora se han liberado, y te agradecen el favor.

    -Quines son los Munchkins? -pregunt Dorothy.-La gente que vive en esta tierra del Oriente, donde mandaba la Bruja Maligna.-Y usted es una Munchkins?-No, pero soy amiga de ellos, aunque vivo en las tierras del Norte. Cuando vieron que la

    Bruja del Oriente estaba muerta, los Munchkins me enviaron un mensajero a toda prisa y vine al instante. Yo soy la Bruja del Norte.

    -Cielos! -exclam Dorothy-. Una bruja verdadera?-En efecto -respondi la ancianita-. Pero soy una bruja buena y la gente me quiere. No

    soy tan poderosa como lo era la Bruja Maligna del Norte, que gobernaba aqu, pues de otro modo yo misma habra liberado a la gente.

    -Pero yo crea que todas las brujas eran malas -arguy la nia, atemorizada al verse frente a una bruja.

    -No, no, eso es un error. Haba cuatro brujas en total en el Pas de Oz, y dos de ellas, las que viven en el Norte y el Sur, son brujas buenas. Las que vivan en el Oriente y el Occidente

    pgina 5

  • eran, en cambio, brujas malvadas; pero ahora que t has matado a una de ellas, slo queda una mala en todo el Pas de Oz, y es la que vive en el Occidente.

    -Pero -objet Dorothy luego de un meditativo silencio-, ta Em me cont que todas las brujas murieron hace ya muchsimos aos.

    -Quin es la ta Em? -pregunt la ancianita.-Es mi ta, la que vive en Kansas, la regin de donde vengo.La Bruja del Norte medit un momento, con la cabeza gacha y los ojos fijos en el suelo.

    Al fin levant la vista y dijo:-No s dnde est Kansas, pues es la primera vez que la oigo mencionar. Pero dime, es

    un pas civilizado?-S, claro.-Entonces esa es la causa. Creo que en los pases civilizados ya no quedan brujas ni

    brujos, magos o hechiceras. Pero el caso es que el Pas de Oz nunca fue civilizado, pues estamos apartados de todo el resto del mundo. Por eso es que todava tenemos brujas y magos.

    -Quines son los magos?-El mismo Oz es el Gran Mago -manifest la Bruja en voz mucho ms baja-. Es ms

    poderoso que todos los dems juntos, y vive en la Ciudad Esmeralda.Dorothy iba a hacer otra pregunta; pero en ese momento los Munchkins, que haban

    escuchado en silencio, lanzaron un grito agudo y sealaron hacia la esquina de la casa bajo la cual yaca la Bruja del Oriente.

    -Qu pasa? -pregunt la ancianita, y al mirar rompi a rer. Los pies de la Bruja muerta haban desaparecido por completo y no quedaban ms que los zapatos de plata-. Era tan

    vieja que el sol la redujo a polvo. As termina ella, pero los zapatos son tuyos y te los dar para que los uses.

    Recogi los zapatos y, luego de quitarles el polvo, se los entreg a Dorothy.-La Bruja del Oriente estaba orgullosa de esos zapatos plateados -coment uno de los

    Munchkins-, y creo que tienen algo mgico, aunque nunca supimos cul era su magia.Dorothy los llev al interior de la casa y los puso sobre la mesa. Cuando volvi a salir,

    dijo:-Estoy ansiosa por volver al lado de mis tos, pues es seguro que estarn preocupados por

    m. Pueden ayudarme a encontrar el camino?Los Munchkins y la Bruja se miraron unos a otros y luego a Dorothy. Al fin menearon las

    cabezas.-Hacia Oriente, no muy lejos de aqu -dijo uno-, est el gran desierto que nadie puede

    cruzar.-Lo mismo que en el Sur -declar otro-, pues yo he estado all y lo he visto. El Sur es el

    pas de los Quadlings.-Y a m me han dicho que en el Occidente es lo mismo -expres el tercero-. Y ese pas,

    donde viven los Winkies, es gobernado por la Maligna Bruja de Occidente, que te esclavizara si pasaras por all.

    -En el Norte est mi pas -dijo la ancianita-, y en su lmite se ve el gran desierto que rodea el Pas de Oz. Querida ma, mucho temo que tendrs que quedarte a vivir con nosotros.

    Al or esto, Dorothy empez a sollozar, pues se senta muy sola entre aquella gente tan extraa. Sus lgrimas parecieron apenar a los bondadosos Munchkins, los que en seguida sacaron sus pauelos y rompieron tambin a llorar. En cuanto a la Bruja buena, se quit el gorro cnico y lo puso en equilibrio sobre la punta de la nariz mientras contaba hasta tres con voz solemne. Al instante, el gorro se convirti en una pizarra sobre la que estaban escritas con tiza las siguientes palabras:

    pgina 6

  • DEJEN QUE DOROTHY VAYA A LA CIUDAD ESMERALDALa ancianita se quit la pizarra de la nariz y, una vez que hubo ledo el mensaje,

    pregunt:-Te llamas Dorothy, queridita?-S. -La nia levant la vista y se enjug las lgrimas. -Entonces debes ir a la Ciudad Esmeralda. Puede que Oz quiera ayudarte.-Dnde est esa ciudad?-En el centro exacto del pas, y la gobierna Oz, el Gran Mago de quien te habl.-Es un buen hombre? -pregunt Dorothy en tono ansioso. -Es un buen Mago. En cuanto a si es un hombre o no, nopodra decirlo, pues jams lo he

    visto.-Y cmo llegar hasta all?-Tendrs que caminar. Es un viaje largo, por una regin que tiene sus cosas agradables y

    sus cosas terribles. Sin embargo, emplear mis artes mgicas para protegerte de todo dao. -No ir usted conmigo? -suplic la nia, que haba empezado a considerar a la ancianita

    como su nica amiga.-No puedo hacer tal cosa; pero te dar un beso, y nadie se atrever a hacer dao a una

    persona a quien ha besado la Bruja del Norte.Acercse a Dorothy y, con gran suavidad, la bes en la frente. La nia descubri ms

    tarde que sus labios le haban dejado una seal luminosa en el lugar donde rozaron su piel.-El camino que va a la Ciudad Esmeralda est pavimentado con ladrillos amarillos

    -expres la Bruja-, de modo que no podrs perderte. Cuando veas a Oz, no le tengas miedo; cuntale lo que te ha pasado y pdele que te ayude. Adis, querida ma.

    Los tres Munchkins se inclinaron respetuosamente ante la nia y le desearon un agradable viaje, despus de lo cual se alejaron por entre los rboles. La Bruja le hizo una amable inclinacin de cabeza, gir tres veces sobre su tacn izquierdo y desapareci por completo, para gran sorpresa de Toto, el que empez a ladrar a ms y mejor ahora que ella se haba ido, pues no se haba atrevido a gruir siquiera en su presencia.

    Pero Dorothy, que saba que era una bruja, estaba preparada para su brusca partida, de modo que no sinti la menor sorpresa.

    CAPTULO 3DE CMO SALV DOROTHY AL

    ESPANTAPJAROS

    Al quedar sola, Dorothy empez a sentir apetito, de modo que fue a la alacena y cort un pedazo de pan al que le puso manteca. Dio un poco a Toto, descolg el cubo y se fue al arroyuelo para llenarlo con agua. Toto corri hacia los rboles y empez a ladrarle a los pajarillos. Cuando fue a buscarlo, la nia vio unas frutas tan deliciosas pendientes de las ramas que recogi algunas para completar su desayuno.

    Volvi entonces a la casa, y luego de haber bebido un poco de agua, se dispuso para el viaje a la Ciudad Esmeralda.

    Slo tena otro vestido, pero estaba muy limpio y colgaba de una percha al lado de su cama. Era de algodn, a cuadros blancos y azules, y aunque el azul estaba algo descolorido

    pgina 7

  • por los frecuentes lavados, la prenda le sentaba muy bien. La nia se lav cuidadosamente, se puso el vestido limpio y se cal el sombrero rosado. Llen con pan una cesta y la cubri con una servilleta blanca. Luego se mir los pies y not cun viejos y gastados estaban sus zapatos.

    -Seguro que no me van a servir para un viaje largo, Toto -dijo, y el perrillo la mir con sus ojos negros y mene la cola para demostrar que entenda sus palabras.

    En ese momento vio Dorothy los zapatos plateados que haban pertenecido a la Bruja del Oriente y que reposaban sobre la mesa.

    -Me calzarn bien? -dijo-. Seran lo ms apropiado para una caminata prolongada, pues no creo que se gasten.

    Quitse los viejos zapatos de cuero y se prob los otros, viendo que le calzaban como si se los hubieran hecho de medida. Despus recogi su cesta.

    -Vamos, Toto -orden-. Iremos a la Ciudad Esmeralda y preguntaremos al Gran Oz cmo podemos regresar a Kansas.

    Cerr la puerta, le ech llave y se guard sta en el bolsillo. Luego, mientras que Toto la segua pegado a sus talones, emprendi su viaje.

    Haba varios caminos en las cercanas, pero no tard mucho en hallar el que estaba pavimentado con ladrillos amarillos. Poco despus marchaba a buen paso hacia la Ciudad Esmeralda, y sus zapatos de plata resonaban alegremente sobre el amarillo pavimento. El sol brillaba con todo su esplendor y los pjaros cantaban dulcemente, por lo que Dorothy no se sinti tan mal como era de esperar en una nia a la que de pronto sacan de su ambiente familiar y colocan en medio de una tierra extraa.

    Mientras marchaba le sorprendi ver lo bonita que era aquella regin. A los costados del camino se extendan bien cuidadas cercas pintadas de celeste, y ms all de ellas vio campos en los que abundaban los cereales y verduras. Sin duda alguna, los Munchkins eran buenos labriegos y obtenan excelentes cosechas. De tanto en tanto pasaba frente a alguna casa cuyos ocupantes salan a mirarla y la saludaban con gran respeto, pues todos saban que era ella quien haba destruido a la Bruja Maligna, salvndolos as de la esclavitud. Las viviendas de los Munchkins eran muy extraas, de forma circular y con una gran cpula por techo. Todas estaban pintadas de azul, el color favorito de la regin oriental.

    Hacia el atardecer, cuando Dorothy sentase ya cansada de tanto caminar y empezaba a preguntarse dnde pasara la noche, lleg a una casa algo ms grande que las otras, y en el jardincillo del frente vio a muchas personas que danzaban. Cinco violinistas tocaban sus instrumentos con gran entusiasmo, y todos los circunstantes rean y cantaban, mientras que una gran mesa cercana mostrbase cargada de deliciosas frutas, nueces, pasteles, tortas y otras viandas igualmente tentadoras.

    Todos la saludaron con amabilidad y la invitaron a comer y pasar la noche con ellos, pues aquella era la residencia de uno de los Munchkins ms ricos de la regin, y sus amigos habanse reunido all para festejar su recin recuperada libertad.

    La nia comi con muy buen apetito, siendo atendida personalmente por el dueo de casa, que se llamaba Boq.

    Despus fue a sentarse en un silln y observ bailar a los invitados.-T debes ser una gran hechicera -dijo Boq al ver sus zapatos de plata.-Por qu? -pregunt la nia.-Porque calzas zapatos de plata y has matado a la Bruja Maligna. Adems, tienes algo de

    blanco en tu vestido, y slo las brujas y hechiceras visten prendas blancas.-Mi vestido es a cuadros azules y blancos -aclar Dorothy, alisndose algunas arrugas.-Eres bondadosa en ese detalle -dijo Boq-. El azul es el color de los Munchkins, y el

    blanco el de las brujas. Por eso sabemos que eres una bruja buena.

    pgina 8

  • Dorothy no supo qu decir, pues todos parecan creerla una bruja, y ella saba perfectamente bien que era slo una nia comn a la que un cicln haba arrebatado para depositarla all por pura casualidad.

    Cuando ella se cans de observar a los bailarines, Boq la condujo a la casa, donde le destin un bonito cuarto con una cama. Las sbanas eran de tela celeste, y Dorothy durmi entre ellas hasta la maana, con Toto acurrucado a sus pies.

    Comi entonces un abundante desayuno y se entretuvo observando a un diminuto niito Munchkins que jugaba con Toto, le tiraba de la cola y rea a ms y mejor. Toto era algo muy curioso para toda aquella gente, que jams haban visto un perro hasta entonces.

    -Queda muy lejos la Ciudad Esmeralda? -pregunt la nia.-No lo s; nunca he estado all -repuso Boq con gravedad-. No conviene que la gente se

    acerque a Oz, a menos que tenga algn asunto serio que tratar con l. Pero la Ciudad Esmeralda est muy lejos y el viaje te llevar muchos das, y aunque esta regin es frtil y agradable, tendrs que pasar por lugares feos y peligrosos antes de llegar al final de tu viaje.

    Esto preocup un tanto a Dorothy, pero comprendi que slo el Gran Oz podra ayudarla a volver a Kansas, de modo que tom la valiente resolucin de no volverse atrs.

    Se despidi de sus amigos y de nuevo parti por el camino de ladrillos amarillos. Cuando hubo andado varios kilmetros pens que deba detenerse a descansar, de modo que trep a lo alto de la cerca que corra a la vera del camino y all se sent. Ms all de la valla se extenda un gran sembrado de maz, y no muy lejos de donde se hallaba ella vio a un espantapjaros colocado sobre un poste a fin de mantener alejadas a las aves que queran comerse el grano maduro.

    Apoyando la barbilla en la mano, la nia mir con inters al espantapjaros, observando que su cabeza era un saco pequeo relleno de paja, con ojos, nariz y boca pintados para representar la cara. Un viejo sombrero cnico, sin duda de algn Munchkin, descansaba sobre su cabeza, y el resto de su figura lo constitua un traje azul claro, viejo y descolorido, al que tambin haban rellenado de paja. Por pies tena un par de viejas botas con adornos celestes, tal como las que usaban todos los hombres de la regin, y todo el mueco se elevaba por sobre el sembrado gracias al palo que le atravesaba la espalda.

    Mientras Dorothy miraba con gran inters la extraa cara pintada del espantapjaros, se sorprendi al ver que uno de los ojos le haca un lento guio. Al principio crey haberse equivocado, pues ningn espantapjaros de Kansas puede hacer guiadas, pero a poco el mueco la salud amistosamente con un movimiento de cabeza. La nia descendi entonces de la cerca y fue hacia l, mientras que Toto daba vueltas alrededor del poste ladrando sin cesar.

    -Buenos das -dijo el Espantapjaros con voz algo ronca.-Hablaste? -pregunt la nia, muy extraada.-Claro. Cmo ests?-Muy bien, gracias -repuso cortsmente Dorothy-. Y cmo ests t?-No muy bien -sonri el Espantapjaros-; es muy aburrido estar colgado aqu noche y da

    para espantar a los pjaros. -No puedes bajar?-No, porque tengo el poste metido en la espalda. Si me hicieras el favor de sacar esta

    madera, te lo agradecer muchsimo.Dorothy levant los brazos y retir el mueco del poste, pues, como estaba relleno de

    paja, no pesaba casi nada.-Muchsimas gracias -le agradeci el Espantapjaros cuando ella lo hubo colocado sobre

    el suelo-. Me siento como un hombre nuevo.La nia estaba intrigada; le pareca muy raro or hablar a un mueco de paja y verlo

    moverse y caminar a su lado.

    pgina 9

  • -Quin eres? -pregunt el Espantapjaros una vez que se hubo desperezado a gusto-. Y hacia dnde vas?

    -Me llamo Dorothy y voy a la Ciudad Esmeralda para pedir al Gran Oz que me mande de regreso a Kansas.

    -Dnde est la Ciudad Esmeralda? -inquiri l-. Y quin es Oz?-Cmo? No lo sabes?-De veras que no. No s nada. Como ves, estoy relleno de paja, de modo que no tengo

    sesos -manifest l en tono apenado.-Oh! Lo siento por ti.-Je parece que si voy contigo a la Ciudad Esmeralda, ese Oz me dar un cerebro?

    -pregunt l.-No lo s, pero puedes venir conmigo si quieres. Si Oz no te da un cerebro, no estars

    peor de lo que ests ahora.-Eso es verdad -asinti el mueco, y en tono confidencial continu-: Te dir, no me

    molesta tener el cuerpo relleno de paja, porque as no me hago dao con nada. Si alguien me pisa los pies o me clava un alfiler en el pecho, no tiene importancia porque no lo siento; pero no quiero que la gente me tome por tonto, y si mi cabeza sigue rellena de paja en lugar de tener sesos, como los tienes t, cmo voy a saber nunca nada?

    -Te comprendo perfectamente -asinti la nia, que realmente lo compadeca-. Si me acompaas, pedir a Oz que haga lo que pueda por ti.

    -Gracias.Ambos marcharon hacia el camino, Dorothy le ayud a saltar la cerca y juntos echaron a

    andar por la carretera amarilla en direccin a la Ciudad Esmeralda.Al principio, a Toto no le agrad el nuevo acompaante. Dio vueltas alrededor del

    mueco sin dejar de husmearlo como si sospechara que entre la paja haba varios nidos de ratones, y a menudo grua de manera muy poco amistosa.

    -No le hagas caso a Toto -dijo Dorothy a su nuevo amigo-. Nunca muerde.-No tengo miedo -fue la respuesta-. A la paja no le puede hacer dao. Ahora permite que

    te lleve la cesta; no me molestar, pues nunca me canso. -Y mientras continuaban la marcha agreg-: Te confiar un secreto: hay una sola cosa a la que temo en el mundo.

    -Y qu puede ser? -pregunt Dorothy-. Es el granjero Munchkin que te hizo?-No -reposo el Espantapjaros-. Slo le temo al fuego.

    CAPTULO 4EL CAMINO DEL BOSQUE

    Luego de andar varias horas llegaron a una parte del camino que se hallaba en mal estado y les result tan difcil caminar que el Espantapjaros tropezaba a menudo contra los ladrillos que eran all desiguales y estaban algo flojos. En ciertos sectores se los vea rotos y en otros faltaban totalmente, dejando en su lugar agujeros que Toto salvaba de un salto y a los que Dorothy esquivaba gilmente. En cuanto al Espantapjaros, como no tena cerebro, segua marchando en lnea recta, de modo que se meta en los agujeros y caa de bruces sobre los duros ladrillos. Empero, eso no le haca dao, y Dorothy lo levantaba y lo pona de nuevo en pie, mientras que l se rea de su propia torpeza.

    Las granjas de aquellos lugares no estaban tan cuidadas como las del lugar del que haban partido. Haba menos casas y menos rboles frutales, y cuanto ms avanzaban tanto ms

    pgina 10

  • lgubre y solitaria se tornaba la regin.Al medioda se sentaron a la vera del camino, cerca de un arroyuelo, y Dorothy abri su

    cesta para sacar un poco de pan, ofreciendo un pedazo a su compaero, quien no lo acept.-Nunca tengo hambre, y es una suerte que as sea, pues mi boca es slo una raya pintada

    -expres-. Si abriera en ella un agujero para poder comer, se me saldra la paja de que estoy relleno y eso arruinara la forma de mi cabeza.

    Comprendiendo lo acertado de tal razonamiento, la nia asinti y sigui comiendo su pan.

    -Cuntame algo de ti misma y del pas del que vienes -pidi el Espantapjaros cuando ella hubo finalizado su comida.

    Dorothy le habl entonces de Kansas, de lo gris que era todo all, y de cmo el cicln la haba llevado hasta ese extrao Pas de Oz.

    -No comprendo por qu deseas irte de este hermoso pas y volver a ese lugar tan seco y gris al que llamas Kansas -dijo l despus de haberla escuchado con gran atencin.

    -No lo comprendes porque no tienes sesos -repuso ella-. Por ms triste y gris que sea nuestro hogar, la gente de carne y hueso prefiere vivir en l y no en otro sitio, aunque ese otro sitio sea muy hermoso. No hay nada como el hogar.

    -Claro que no puedo comprenderlo -suspir el Espantapjaros-. Si las personas tuvieran la cabeza rellena de paja, como lo est la ma, probablemente viviran todas en lugares hermo-sos y entonces no habra nadie en Kansas. Es una suerte para Kansas que tengan ustedes cerebro.

    -No quieres contarme un cuento mientras descansamos? -pidi la nia.El la mir con expresin de reproche.-Mi vida ha sido tan breve que en realidad no s nada de nada. Fjate que me hicieron

    antes de ayer, nada ms. As que desconozco todo lo que pas en el mundo antes de ese da. Por suerte, cuando el granjero form mi cabeza, una de las primeras cosas que hizo fue pintarme las orejas, de modo que pude or lo que se hablaba a mi alrededor. Haba otro Munchkin con l; y lo primero que o fue al granjero que deca: "Qu te parecen estas orejas?

    "-No estn parejas -contest el otro."-No importa -dijo el granjero-. De todos modos, son orejas."Lo cual era muy cierto."-Ahora le har los ojos -agreg."Me pint el ojo derecho, y no bien estuvo terminado me encontr mirndolo a l y a todo

    lo que me rodeaba, y te aseguro que mi curiosidad fue enorme, pues era la primera vez que vea el mundo.

    "-Ese ojo no est del todo mal -coment el Munchkin que observaba a mi amo-. El azul es el color indicado.

    "-Creo que el otro lo har un poco ms grande- respondi el granjero."Y cuando estuvo listo el otro ojo pude ver mucho mejor que antes. Despus me hizo la

    nariz y la boca. Pero no habl, pues en ese momento ignoraba para qu me serva la boca. Tuve el gusto de verlos hacer mi cuerpo, mis brazos y piernas. Y cuando al fin me colocaron encima la cabeza, me sent muy orgulloso, pues pens que era tan hombre como cualquiera.

    "-Este mueco asustar de veras a los pjaros -opin el granjero-. Parece un hombre."-En verdad que es un hombre -declar el otro, y yo estuve de acuerdo con l."El granjero me llev entonces al sembrado y me puso sobre ese poste donde me

    encontraste, luego de lo cual se fueron ambos, dejndome solo."No me agrad que me abandonaran as, de modo que trat de seguirlos; pero mis pies no

    tocaban el suelo y tuve que quedarme colgado del poste. Realmente, era una vida muy solitaria, ya que no tena nada en que pensar, porque haca tan poco que me haban hecho.

    pgina 11

  • Muchos cuervos y otras aves llegaron volando al sembrado; pero no bien me vean se alejaban de nuevo, creyendo que yo era un Munchkin, lo cual me agrad y me hizo sentir muy importante. Despus, un viejo cuervo se fue acercando poco a poco y, luego de observarme con gran atencin, se pos sobre mi hombro y dijo:

    "-Habr querido ese granjero engaarme de manera tan torpe? Cualquier cuervo con un poco de sentido comn se dara cuenta de que ests relleno de paja.

    "Despus salt a tierra y comi todo el maz que quiso. Los otros pajarracos, al ver que yo no le haca dao al primero, tambin se acercaron a comer, de modo que en pocos minutos me rodeaba una gran bandada de ellos.

    "Esto me entristeci, pues indicaba que, al fin y al cabo, no era yo gran cosa como Espantapjaros, pero el viejo cuervo me consol con estas palabras:

    "-Si tuvieras cerebro seras tan hombre como cualquiera de ellos. El cerebro es lo nico que vale la pena tener en este mundo, sea uno cuervo u hombre.

    "Despus que se fueron los cuervos, me puse a pensar en esto y decid esforzarme por conseguir un cerebro. Por suerte para m, llegaste t y me sacaste del poste y, por lo que dices, estoy seguro de que el Gran Oz me dar un cerebro no bien lleguemos a la Ciudad Esmeralda.

    -As lo espero -asinti Dorothy con fervor-, ya que ests tan ansioso por tenerlo.-S que lo estoy -dijo el Espantapjaros-. Es fesimo saberse tonto.-Bueno, sigamos -decidi la nia, dando la cesta a su compaero.Ahora no haba vallas bordeando el camino; y el terreno estaba descuidado y lleno de

    malezas. Hacia el atardecer llegaron a un bosque donde los rboles eran tan grandes y crecan tan juntos uno de otro que sus ramas se unan por sobre el sendero amarillo. Aquello estaba muy oscuro, pues las hojas impedan el paso de la luz del da, pero los viajeros siguieron adelante sin temor, internndose en el bosque.

    -Si el camino entra all, por algn sitio ha de salir -dijo el Espantapjaros-, y como la Ciudad Esmeralda est al extremo del camino, tendremos que seguirlo dondequiera que nos lleve.

    -Cualquiera se dara cuenta de ello -repuso Dorothy.-Claro, es por eso que lo s. Si se necesitara cerebro para adivinarlo, jams me habra

    percatado de ello.Al cabo de una hora o dos termin de oscurecer y ambos se encontraron marchando a

    tientas y tropezando a cada momento. Dorothy no vea nada, pero Toto s, pues algunos perros ven bien en la oscuridad, y el Espantapjaros afirm que poda ver tan bien como si fuera de da. As, pues, la nia se tom de su brazo y pudo continuar sin mayores inconvenientes.

    -Si ves alguna casa donde podamos pasar la noche, dmelo -pidi a su acompaante-; resulta muy molesto esto de marchar a tientas.

    Poco despus se detuvo el Espantapjaros.-A nuestra derecha veo una casita de troncos -anunci-. Vamos all?-S -respondi ella-. Estoy agotada.Guiada por su compaero, la nia pas por entre los rboles hasta llegar a la casita, en

    cuyo interior hallaron un lecho de ramillas y hojas secas. Dorothy se acost en seguida, con Toto a sus pies, y no tard ni un minuto en quedarse profundamente dormida. El Espantapjaros, que nunca se cansaba, quedse parado en un rincn y all esper pacientemente hasta que lleg la maana.

    CAPTULO 5

    pgina 12

  • EL LEADOR DE HOJALATACuando despert Dorothy, el sol filtraba su luz por entre los rboles y Toto haca rato que

    correteaba persiguiendo a los pajaritos del bosque. El Espantapjaros, por su parte, se hallaba de pie en el rincn, esperndola pacientemente.

    -Tenemos que ir a buscar agua -le dijo ella.-Para qu la quieres?-Para lavarme la caray para beber, a fin de que este pan seco no se me atasque en la

    garganta.-Debe ser molesto estar hecho de carne -coment l en tono meditativo-, pues tienes que

    dormir, comer y beber. Claro que, por otra parte, tienes cerebro, y eso compensa todos los otros inconvenientes.

    Salieron de la casita y marcharon por entre los rboles hasta hallar un manantial de agua dulce donde Dorothy pudo beber y asearse, luego de lo cual comi su desayuno. Al ver que no le quedaba mucho pan en la cesta, se alegr de que el Espantapjaros no tuviera necesidad de comer, ya que apenas tena lo suficiente para ella y para Toto, y slo para un da.

    Cuando hubo terminado de comer y se dispona a regresar al camino amarillo, la sobresalt un profundo gemido que se oy muy cerca.

    -Qu fue eso? -pregunt en voz baja.-No lo s -repuso el Espantapjaros-, pero podemos ir a ver.En ese momento oyeron otro gemido, procedente de algn lugar a sus espaldas. Girando

    sobre sus talones, se internaron unos pasos en el bosque y Dorothy descubri entonces algo que brillaba a los rayos del sol. Corri en seguida hacia el lugar y se detuvo de pronto lanzando un grito de sorpresa.

    Uno de los rboles tena el tronco casi enteramente cortado a hachazos, y de pie a su lado, con un hacha en sus manos levantadas, se hallaba un hombre hecho por completo de hojalata. La cabeza, los brazos y las piernas se unan al cuerpo por medio de juntas articuladas, pero la figura estaba perfectamente quieta, como si no pudiera moverse en absoluto.

    Dorothy lo contempl asombrada, lo mismo que el Espantapjaros, mientras que Toto lanzaba un ladrido y morda una de las piernas de hojalata sin causar el menor efecto en ella.

    -Gemiste t? -pregunt la nia.-S -repuso el hombre de hojalata-. He estado gimiendo por ms de un ao, y hasta ahora

    no me haba odo nadie.-Qu puedo hacer por ti? -murmur Dorothy, muy conmovida ante el tono dolorido con

    que hablaba el hombre.-Ve a buscar una lata de aceite y lubrcame las coyunturas -pidi l-. Estn tan oxidadas

    que no puedo moverlas. Si me las aceitan, en seguida mejorar. Hallars la aceitera en un estante de mi casita.

    Dorothy corri en seguida hacia la casita donde haba pasado la noche, hall la lata de aceite y volvi con ella a toda prisa.

    -Dnde tienes las coyunturas? -pregunt.-Acitame primero el cuello -respondi el Leador de Hojalata.As lo hizo la nia, y como estaba muy oxidado, el Espantapjaros asi la cabeza de

    hojalata y la movi de un lado a otro hasta que la hubo aflojado y su dueo pudo hacerla girar.-Ahora acitame las articulaciones de los brazos- pidi el Leador.As lo hizo Dorothy, y el Espantapjaros los dobl con gran cuidado hasta que quedaron

    libres de herrumbre y tan buenos como nuevos.El Leador lanz un suspiro de satisfaccin mientras bajaba su hacha y la apoyaba contra

    el rbol.

    pgina 13

  • -Qu bien me siento! -dijo-. He estado sosteniendo el hacha desde que me oxid y en verdad que me alegro de poder dejarla. Ahora, si me aceitan las articulaciones de las piernas, estar completamente bien.

    Le aceitaron las piernas hasta que pudo moverlas con entera libertad sin dejar de darles las gracias una y otra vez por su liberacin, pues pareca ser un personaje muy corts y agradecido.

    -Me hubiera quedado all para siempre si no hubiesen venido ustedes -expres-, as que en realidad me han salvado la vida. Cmo es que pasaron por aqu?

    -Vamos de camino hacia la Ciudad Esmeralda para ver al Gran Oz-contest la nia-, y nos detuvimos en tu casita a pasar la noche.

    -Para qu quieren ver a Oz?-Yo deseo que me enve de regreso a Kansas, y el Espantapjaros va a pedirle que le d

    un cerebro.El Leador pareci meditar un momento. Luego dijo: -Te parece que Oz podra darme

    un corazn?-Supongo que s -contest Dorothy-. Sera tan fcil como darle un cerebro al

    Espantapjaros.-Es cierto -concord el Leador de Hojalata-. Entonces, si me permiten unirme a ustedes,

    yo tambin ir a la Ciudad Esmeralda para pedir a Oz que me ayude.-Acompanos -le invit cordialmente el Espantapjaros, y Dorothy agreg que le

    encantara tenerlo por compaero.As, pues, el Leador se ech al hombro su hacha y los tres marcharon por el bosque

    hasta llegar al camino pavimentado con ladrillos amarillos.El Leador haba pedido a Dorothy que llevara la aceitera en su cesta.-Porque la voy a necesitar mucho si me sorprende la lluvia y vuelvo a oxidarme -explic.Fue una suerte que se les hubiera unido el Leador, ya que poco despus de reanudar el

    viaje llegaron a un sitio donde los rboles y las ramas crecan con tal profusin sobre el camino que los viajeros no pudieron pasar. Pero el Leador se puso a trabajar con su hacha de manera tan empeosa que muy pronto abri un paso para todos ellos.

    Dorothy iba tan distrada mientras marchaban que no se dio cuenta cuando el Espantapjaros tropez con un hoyo y cay rodando a un costado del camino mientras gritaba pidiendo que lo ayudaran.

    -Por qu no esquivaste el hoyo? -le pregunt el Leador. -Me falta inteligencia -fue la alegre respuesta-. Tengo la cabeza llena de paja, sabes?, y es por eso que voy a ver a Oz para que me d un cerebro.

    -Ah!, ya entiendo. Pero, al fin y al cabo, un cerebro no es lo mejor que hay en el mundo.-T lo tienes?-No, mi cabeza est enteramente vaca -contest el Leador-. Pero en un tiempo tuve

    cerebro, y tambin corazn, y, como he tenido ambos, prefiero el corazn.-Y eso por qu? -quiso saber el Espantapjaros.-Te contar mi historia y entonces lo sabrs.Y mientras marchaban por el bosque, el Leador relat la siguiente historia:-Soy hijo de un leador que cortaba los rboles del bosque y venda la madera. Cuando

    crec, yo tambin me hice leador, y despus de morir mi padre me hice cargo de mi anciana madre hasta que la perd. Entonces resolv que, en lugar de vivir solo, me casara a fin de estar acompaado.

    "Haba una joven Munchkin tan hermosa que pronto me enamor de ella con todo mi corazn. Por su parte ella prometi casarse conmigo no bien ganara yo lo suficiente para construir una casa mejor para ella. Para lograrlo, me puse a trabajar con ms ahnco que antes.

    pgina 14

  • Pero la muchacha viva con una vieja que no deseaba que se casara con nadie, pues era tan holgazana que la necesitaba para los quehaceres domsticos. Esta vieja fue a ver a la Maligna Bruja del Oriente y le prometi dos ovejas y una vaca si evitaba el casamiento. La Bruja hechiz entonces mi hacha, y un da en que estaba yo trabajando a ms y mejor, deseoso de ganar dinero pronto para casarme, el hacha se resbal de mis manos y me cercen la pierna izquierda.

    "Al principio me pareci esto una gran desgracia, pues comprend que un cojo no sera muy buen leador. Entonces fui a ver al hojalatero y me hice hacer una pierna de hojalata, la que me sirvi bastante bien una vez que me hube acostumbrado a ella. Pero mi proceder enfureci a la Bruja, que haba prometido a la vieja que yo no me casara con la bonita nia Munchkin. Cuando fui otra vez a trabajar, el hacha se me escap de nuevo y me cort la pierna derecha. Otra vez fui a ver al hojalatero y obtuve otra pierna de hojalata. Despus de esto el hacha hechizada me cort los brazos, pero, sin amilanarme en lo ms mnimo, los reemplac por otros de hojalata. Entonces la Bruja Maligna hizo que el hacha se deslizara nuevamente y me cortara la cabeza, y en el primer momento cre que all terminara mi vida; pero el hojalatero pas entonces por casualidad y me hizo una cabeza nueva con hojalata.

    "Cre que va haba vencido a la Bruja Maligna, y trabaj con ms entusiasmo que antes, pero poco imaginaba lo cruel, que poda ser mi enemiga. Ide un nuevo mtodo para matar mi amor por la hermosa nia Munchkin e hizo deslizar otra vez mi hacha de modo que me cortara todo el cuerpo, dividindome en dos. De nuevo apareci el hojalatero, quien me hizo un cuerpo de hojalata, asegurando a l mis brazos, piernas y cabeza por medio de articulaciones, de modo que pude moverme tan bien como siempre. Pero, ay !, ahora no tena corazn, de modo que olvid mi amor por la joven Munchkin y ya no me import si me casaba con ella o no. Supongo que todava sigue viviendo con la vieja y esperando que yo vaya a buscarla.

    "Mi cuerpo brillaba tanto al sol que me sent orgulloso de l, y ahora no importaba que se me deslizara el hacha, porque ya no poda cortarme. El nico peligro era que se me oxidaran las articulaciones. Pero en mi casita tena a mano una lata de aceite y siempre me lubricaba cuando era necesario hacerlo. Sin embargo, lleg un da en que me olvid de este detalle y me sorprendi una lluvia. Antes de darme cuenta plena del peligro, mis articulaciones se haban herrumbrado y qued de pie en el bosque hasta que llegaron ustedes a ayudarme. Fue terrible mi sufrimiento, pero durante el ao que pas all tuve tiempo para pensar que la prdida ms grande que haba soportado era la carencia de corazn. Mientras estaba enamorado fui el hombre ms feliz de la tierra; pero el que no tiene corazn no puede amar, y por eso decid ir a pedir a Oz que me d uno. Si lo hace, volver a buscar a la nia Munchkin y me casar con ella".

    Tanto Dorothy como el Espantapjaros haban escuchado con gran inters el relato del Leador, y ahora comprendan por qu estaba tan deseoso de obtener un nuevo corazn.

    -Sin embargo -dijo el Espantapjaros-, yo pedir un cerebro en vez de un corazn, pues un tonto sin sesos no sabra qu hacer con su corazn si lo tuviera.

    -Yo prefiero el corazn -replic el Leador-, porque el cerebro no lo hace a uno feliz, y la felicidad es lo mejor que hay en el mundo.

    Dorothy guard silencio; ignoraba cul de sus dos amigos tena la razn, y se dijo que si slo poda regresar al lado de su ta Em, poco importara que el Leador no tuviera cerebro y el Espantapjaros careciera de corazn, o que cada uno obtuviera lo que deseaba.

    Lo que ms la preocupaba era que ya quedaba muy poco pan, y una comida ms para ella y para Toto lo agotara por completo. Claro que el Leador y el Espantapjaros no nece-sitaban alimento, pero ella no estaba hecha de hojalata ni de paja, y no poda vivir sin comer.

    pgina 15

  • CAPTULO 6EL LEN COBARDE

    Dorothy y sus compaeros continuaban marchando por el tupido bosque. El camino segua pavimentado con ladrillos amarillos, pero en aquellos lagares estaba casi enteramente cubierto por ramas secas y hojas muertas cadas de los rboles, de manera que no resultaba fcil caminar, Haba pocos pjaros en los alrededores, porque a las aves les gusta el cielo abierto, donde el sol brilla sin obstculos. Pero de tanto en tanto oase algn rugido proveniente de la garganta de animales salvajes ocultos entre la arboleda. Estos ruidos hicieron acelerar los latidos del corazn de la nia, pues ignoraba de qu se trataba, pero Toto lo saba, y marchaba muy cerca de Dorothy, sin atreverse a contestar con sus ladridos.

    -Cunto tardaremos en salir del bosque? -pregunt ella al Leador.-No lo s -fue la respuesta-. Nunca ha ido a la Ciudad Esmeralda, aunque mi padre fue

    una vez, cuando yo era pequeo, y dijo que haba tenido que viajar mucho tiempo, atravs de regiones peligrosas, aunque cerca de Oz cambia el paisaje y se hace muy

    hermoso. Pero yo no temo a nada mientras lleve conmigo mi lata de aceite, y nada puede hacer dao al Espantapjaros, mientras que t llevas en la frente la marca del beso de la Bruja Buena, que te proteger de todo mal.

    -Pero y Toto? -inquiri la nia en tono ansioso-. Qu puede protegerlo?-Lo protegeremos nosotros si corre peligro -respondi el Leador.Cuando as hablaba se oy un terrible rugido, y un momento despus salt al camino un

    len enorme. De un solo zarpazo lanz rodando al Espantapjaros hacia un costado del sendero, y luego asest un golpe con sus agudas garras al Leador. Pero, para su gran sorpresa, no hizo la menor mella en la hojalata, aunque el Leador se desplom en el suelo y all se qued inmvil.

    El pequeo Toto, ahora que deba enfrentarse aun enemigo, corri ladrando hacia el len, y la enorme bestia haba abierto ya sus fauces para matar al can cuando la nia, temerosa por la vida de Toto, y sin prestar atencin al peligro, avanz corriendo y golpe con fuerza la nariz de la fiera al tiempo que exclamaba:

    -No te atrevas a morder a Toto! Deberas avergonzarte!Tan grande y queriendo abusarte de un perro tan chiquito! -No lo mord -protest el Len, mientras se acariciaba la nariz dolorida.-No, pero lo intentaste -repuso ella-. No eres otra cosa que un cobarde.-Ya lo s -contest el Len, muy avergonzado-. Siempre lo he sabido. Pero cmo puedo

    evitarlo?-No me lo preguntes a m. Pensar que atacaste a un pobre hombre relleno de paja como

    el Espantapjaros!-Est relleno de paja? -inquiri el Len con gran sorpresa, mientras la observaba

    levantar al Espantapjaros ponerlo de pie y darle forma de nuevo.-Claro que s -dijo Dorothy, todava enfadada.-Por eso cay tan fcilmente! -exclam el Len-. Me asombr verlo girar as Este otro

    tambin est relleno de paja?-No; est hecho de hojalata -contest Dorothy, ayudando al Leador a ponerse de pie.-Por eso que casi me desafilo las garras. Cuando rasqu esa lata, me estremec todo. Qu

    animal es ese que tanto quieres?-Es Toto, mi perro.-Es de hojalata o est relleno de paja?-Ninguna de las dos cosas. Es un... un... perro de carne y hueso.

    pgina 16

  • -Vaya! Es un animalito raro y, ahora que lo miro bien, bastante pequeo. Slo a un cobarde como yo se le ocurrira morder a un animalito tan pequeo -manifest el Len con acento apenado.

    -Y porqu eres cobarde? -preguntle Dorothy, mirndole con extraeza, pues era tan grande como una jaca.

    -Es un misterio -fue la respuesta-. Supongo que nac as. Como es natural, todos los otros animales del bosque esperan que sea valiente, pues en todas partes saben que el len es el Rey de las Bestias. Me di cuenta de que si ruga con bastante fuerza, todo ser viviente se asustaba y se apartaba de mi camino. Siempre que me he encontrado con un hombre he tenido un miedo pnico, pero no tena ms remedio que lanzar un rugido para ponerlo en fuga. Si los elefantes y los tigres y

    los osos hubieran tratado alguna vez de pelear conmigo, yo habra salido corriendo, por lo cobarde que soy... pero en cuanto me oyen rugir, todos tratan de alejarse de m y, por supuesto, yo los dejo ir.

    -Pero eso no est bien -objet el Espantapjaros-. El Rey de las Bestias no debera ser un cobarde.

    -Ya lo s. -El Len se enjug una lgrima con su zarpa-. Es mi pena ms grande, y lo que me produce mi mayor desdicha. Pero cuando quiera que hay algn peligro, se me aceleran los latidos del corazn.

    -Puede ser que lo tengas enfermo -aventur el Leador. -Podra ser -asinti el Len.-Si es as, deberas alegrarte, pues ello prueba que tienes corazn -manifest el hombre de

    hojalata-. Por mi parte, yo no lo tengo, de modo que no se me puede enfermar.-Quiz si tuviera corazn, no sera tan cobarde. -Tienes cerebro? -le pregunt el Espantapjaros. -Supongo que s -dijo el Len-. Nunca me he mirado para comprobarlo.-Yo voy a ver al Gran Oz para pedirle que me d un cerebro, pues tengo la cabeza rellena

    de paja -expres el Espantapjaros.-Y yo voy a pedirle un corazn -terci el Leador.-Y yo a pedirle que me mande con Toto de regreso a Kansas -aadi Dorothy.-Les parece que Oz podra darme valor? -pregunt el Len Cobarde.-Con tanta facilidad como podra darme sesos a m -dijo el Espantapjaros.-A m un corazn -manifest el Leador.-O mandarme a m de regreso a Kansas -termin Dorothy.-Entonces si no tienen inconveniente, ir con ustedes -expres el Len-, pues ya no puedo

    seguir soportando la vida sin valor.-Encantados de tenerte con nosotros -acept Dorothy-. T nos ayudars a mantener

    alejadas a las otras fieras. Me parece que deben de ser ms cobardes que t si te permiten asustarlas con tanta facilidad.

    -De veras que lo son -asinti el Len-; pero eso no me hace ms valiente, y mientras sepa que soy un cobarde me sentir muy desdichado.

    Y as, una vez ms, el grupito parti de viaje, con el Len marchando majestuosamente al lado de Dorothy. Al principio, a Toto no le agrad este nuevo compaero, porque no poda olvidar lo cerca que haba estado de ser vctima de las enormes fauces del felino; pero al cabo de un tiempo se sinti ms tranquilo y al fin se hizo muy buen amigo del Len Cobarde.

    Durante el resto de ese da no hubo otras aventuras que turbaran la paz del viaje. Eso s, en una oportunidad, el Leador pis un escarabajo que se arrastraba por el camino y lo mat, lo cual le apen mucho, pues se cuidaba siempre de no hacer dao a ningn ser viviente, y mientras continuaba marchando empez a llorar con gran pesar. Las lgrimas se deslizaron lentamente por su cara hasta las articulaciones de su quijada, y all oxidaron la hojalata. Poco

    pgina 17

  • despus, cuando Dorothy le hizo una pregunta, el Leador no pudo abrir la boca, porque tena herrumbrada la articulacin. Muy asustado por esto, le hizo seales a la nia para que lo socorriera mas ella no le entendi. El Len tampoco poda comprender qu le pasaba. Pero el Espantapjaros tom la aceitera de la cesta de Dorothy

    y ech aceite en la quijada del Leador, y al cabo de pocos minutos el hombre de hojalata pudo volver a hablar como siempre.

    -Esto me ensear a mirar por dnde camino -dijo entonces-. Si llegara a matar a otro bicho es seguro que volvera a llorar, y las lgrimas me oxidan la mandbula de tal manera que me es imposible hablar.

    De all en adelante march con gran cuidado, fijos los ojos en el camino, y al ver alguna hormiga u otro insecto que se arrastraba por tierra, se apartaba con rapidez a fin de no hacerle dao. El Leador de Hojalata saba muy bien que no tena corazn, razn por la cual se esforzaba ms que todos por no ser cruel con nada ni con nadie.

    -Ustedes los que poseen corazn tienen algo que los gua y no necesitan equivocarse -manifest-; pero yo no lo tengo y por eso debo cuidarme mucho. Cuando Oz me d un corazn, entonces ya no me preocupar tanto.

    CAPTULO 7EN BUSCA DEL GRAN OZ

    Aquella noche se vieron obligados a acampar en medio del bosque, debajo de un rbol gigantesco, pues no se vea vivienda alguna por los alrededores. El rbol los protegi muy bien del roco, y el Leador cort una buena cantidad de madera con su hacha, mientras que Dorothy hizo una esplndida fogata que la calent bastante, hacindola sentirse menos sola. Ella y Toto comieron los ltimos restos del pan, y la nia se dio cuenta ahora de que no habra desayuno para ellos.

    -Si quieres, me adentrar en el bosque y matar un ciervo para ti -ofreci el Len-. Puedes asarlo con este fuego, ya que tienes esa costumbre tan rara de cocinar las viandas, y as tendrs un buen desayuno por la maana.

    -No! Por favor, no! -rog el Leador -. Seguro que me pondra a llorar si mataras a un pobre ciervo, y entonces se me oxidara de nuevo la mandbula.

    Pero el Len se intern en el bosque a buscar su propia cena, y nadie supo nunca qu comi esa noche, porque no lo dijo. Y el Espantapjaros hall un rbol lleno de nueces que puso en la cesta de Dorothy a fin de que no pasara hambre por un largo tiempo. A la nia le agrad mucho esta atencin tan bondadosa del Espantapjaros, aunque ri a ms y mejor al ver su torpe manera de recoger las nueces. Sus manos rellenas eran tan poco giles y las nueces tan pequeas que dej caer tantas como tantas puso en la cesta; pero al Espantapjaros no le preocup el tiempo que le llevara llenar el recipiente, ya que esto lo mantena alejado del fuego, pues la verdad es que tema que saltara una chispa y lo consumiera por completo. Por ello se mantuvo a buena distancia de las llamas, y slo se acerc a Dorothy para cubrirla con hojas secas cuando la nia se acost a dormir, lo cual la mantuvo abrigada y cmoda hasta la maana.

    Al amanecer, Dorothy se lav la cara con el agua de un arroyo cantarino y poco despus partieron de nuevo hacia la Ciudad Esmeralda.

    El da iba a ser muy ajetreado para los viajeros. No haban caminado ms de una hora cuando vieron ante ellos una gran zanja que cruzaba el camino y pareca dividir el bosque en dos partes hasta donde la vista alcanzaba. Era muy ancha y cuando se acercaron cautelosamente hasta el borde, observaron su gran profundidad y las numerosas piedras

    pgina 18

  • afiladas que salpicaban el fondo. Sus costados eran tan empinados que ninguno de ellos podra deslizarse hasta abajo o subir de nuevo por la parte opuesta, y por el momento pareci que all iba a terminar el viaje.

    -Qu hacemos ahora? -suspir Dorothy.-No tengo la menor idea -dijo el Leador, mientras que el Len agitaba su melenuda

    cabeza y pareca sumirse en profundas meditaciones.-Es seguro que no podemos volar -dijo por su parte el Espantapjaros-. Tampoco

    podemos bajar al fondo de este zanjn tan profundo. Por lo tanto, si no podemos saltarlo, tendremos que quedamos donde estamos.

    -Yo creo que puedo saltarlo -expres el Len Cobarde luego de medir la distancia con la mirada.

    -Entonces estamos salvados -aprob el Espantapjaros-; t puedes llevarnos sobre tu lomo a todos nosotros, por una vez.

    -Bien, lo intentar -asinti el Len-. Quin ir primero?-Yo -se ofreci el hombre de paja-, porque si no lograras salvar esa distancia, Dorothy

    podra matarse o el Leador se abollara todo contra las piedras de abajo; pero si me llevas a m eso no importara mucho, ya que la cada no me hara dao alguno.

    -Yo mismo tengo un miedo terrible de caer -confes el felino-. Pero supongo que no queda otra alternativa que intentarlo, as que monta sobre mi lomo y haremos la prueba.

    El Espantapjaros se instal sobre el lomo del Len, y la enorme fiera fue hasta el borde del barranco y se agazap.

    -Por qu no tomas impulso para saltar? -pregunt el hombre de paja.-Porque los leones no lo hacemos as -fue la respuesta.Despus dio un tremendo envin, vol por el aire y fue a posarse con gran suavidad en el

    otro lado del zanjn. Todos se sintieron encantados de ver la facilidad con que lo haba hecho, y despus que el Espantapjaros se ape de su lomo, el Len volvi a saltar sobre la fisura.

    Como decidi ser la prxima, Dorothy tom a Toto en sus brazos y se instal sobre el lomo del Len, agarrndose fuertemente de la melena con una mano. Un momento despus le pareci como si volaran por el aire, y luego, antes de darse cuenta de nada ms, ya estaban a salvo en el otro lado. El Len volvi por tercera vez para trasladar al Leador, y despus se sentaron un rato a fin de dejar descansar a la fiera, pues sus grandes saltos habanle cortado el aliento y jadeaba como un enorme perro que hubiera corrido demasiado.

    De ese otro lado el bosque se presentaba muy tupido, oscuro y bastante lgubre. Despus que el Len hubo descansado, continuaron su marcha por el camino amarillo preguntndose cada uno de ellos si alguna vez saldran de aquella espesura para volver a ver la luz del sol. Para colmo de males, empezaron a or ciertos ruidos misteriosos procedentes de lo profundo del bosque, y el Len les susurr que era en aquella regin donde vivan los Kalidahs.

    -Qu son los Kalidahs? -pregunt Dorothy.-Unas fieras monstruosas con cuerpos de osos y cabezas de tigres -contest el Len-. Sus

    garras son tan largas y filosas que podran abrirme en dos con tanta facilidad como podra yo matar a Toto. Les tengo un miedo terrible a los Kalidahs.

    -Y no me extraa -dijo Dorothy-. Deben ser bestias horribles.El Len estaba por contestar cuando llegaron a otro barranco, pero ste era tan ancho y

    profundo que el felino comprendi al instante que no podra salvarlo de un salto.Se sentaron entonces a pensar en lo que podran hacer, y luego de mucho meditar dijo el

    Espantapjaros:-All hay un rbol muy alto que crece a un costado del abismo. Si el Leador puede

    cortarlo de manera que su parte superior caiga del otro lado, podra servirnos de puente.

    pgina 19

  • -Esplndida idea! -aprob el Len-. Casi sospechara que tienes sesos en la cabeza en lugar de paja.

    El Leador puso manos a la obra sin perder tiempo, y tan filosa era su hacha que no tard en cortar casi todo el tronco. El Len apoy entonces sus fuertes garras contra el rbol y empuj con gran energa, logrando inclinar poco a poco al gigante del bosque y hacerlo caer ruidosamente hacia el otro lado del barranco, donde qued apoyada su copa.

    Haban empezado a cruzar por este puente improvisado cuando oyeron un tremendo gruido que les hizo volverse y, para su gran horror, vieron dos bestias enormes con cuerpo de oso y cabeza de tigre.

    -Son los Kalidahs! -exclam el Len Cobarde, empezando a temblar.-Rpido! -les urgi el Espantapjaros-. Terminemos de cruzar.Dorothy march adelante, con Toto en sus brazos, seguida por el Leador y, luego, por el

    Espantapjaros. Aunque tena mucho miedo, el Len se volvi para enfrentar a los Kalidahs, y entonces lanz un rugido tan terrible y ensordecedor que Dorothy dej escapar un grito y el Espantapjaros cay hacia atrs, mientras que aquellas bestias espantosas se detuvieron y miraron sorprendidas al felino.

    Pero al darse cuenta de que eran ms grandes que el Len y, por aadidura, llevaban la ventaja del nmero, los Kalidahs reanudaron su avance. Por su parte, el Len cruz por el rbol y volvise para ver qu hacan sus enemigos. Sin detenerse un instante, las terribles fieras empezaron a cruzar tambin.

    Estamos perdidos -dijo el Len a Dorothy-. Seguro que nos harn pedazos con esas garras que tienen. Pero qudate detrs de m y te defender de ellas mientras me dure la vida.

    -Espera un momento! -intervino el Espantapjaros.El hombre de paja haba estado pensando qu convendra hacer, y ahora pidi al Leador

    que cortara la parte del rbol que reposaba sobre ese lado del barranco. El Leador empez a usar su hacha sin demora y, cuando los dos Kalidahs estaban a punto de llegar a ellos, el rbol cay estrepitosamente al fondo, llevndose consigo a las dos rugientes fieras, las que se hicieron pedazos al dar contra las filosas rocas de abajo.

    -Bueno -suspir aliviado el Len Cobarde-. Veo que vamos a vivir un poco ms, y me alegro de ello, porque debe ser muy incmodo eso de no estar vivo. Esos animales me asusta-ron tanto que todava me salta el corazn en el pecho.

    -Ah! -exclam apenado el Leador-. Ojal tuviera yo un corazn que me saltara en el pecho!

    Esta ltima aventura hizo que los viajeros se sintieran ms ansiosos que antes por salir del bosque, y marcharon con tanta rapidez que Dorothy se cans y tuvo que cabalgar sobre el lomo del Len. Para gran alegra de todos, los rboles se fueron tornando cada vez ms escasos a medida que avanzaban, y en la tarde llegaron de pronto a la orilla de un ancho ro de corriente muy rpida. Del otro lado del agua pudieron ver el camino amarillo que se extenda por una hermosa regin de verdes praderas salpicadas de flores y llenas de rboles cargados de frutos deliciosos. Grande fue la alegra de todos al contemplar tanta belleza.

    -Cmo cruzaremos el ro? -pregunt Dorothy.-Muy fcil -respondi el Espantapjaros-. El Leador nos construir una balsa para que

    lleguemos a la otra orilla.El hombre de hojalata tom su hacha y se puso a derribar algunos rboles pequeos con

    los cuales construir la balsa, y mientras l se ocupaba de esto, el Espantapjaros descubri en la orilla un rbol cargado de sabrosos frutos, lo cual complaci mucho a Dorothy, que no haba comido ms que nueces durante todo el da, y ahora tuvo un buen almuerzo de fruta madura.

    pgina 20

  • Pero lleva mucho tiempo hacer una balsa, aun cuando uno es tan trabajador e incansable como el Leador de Hojalata, y al llegar la noche todava no estaba terminado el trabajo. Por consiguiente, buscaron un lugar cmodo bajo un rbol donde pasaron la noche, y Dorothy so con la Ciudad Esmeralda y con el buen Mago de Oz que muy pronto la mandara de regreso al hogar.

    CAPTULO 8EL CAMPO DE AMAPOLAS

    Nuestro grupito de viajeros despert la maana siguiente muy descansado y con grandes esperanzas, y Dorothy comi un principesco desayuno constituido por duraznos y ciruelas de los rboles prximos al ro. A sus espaldas quedaba el oscuro bosque que acababan de cruzar sin mayores males, aunque con tantos inconvenientes; pero ante ellos presentbase la hermosa y soleada regin que pareca llamarlos hacia la Ciudad Esmeralda.

    Claro que el ancho ro los separaba de aquella tierra tan hermosa, pero la balsa estaba casi lista, y luego que el Leador hubo cortado algunos troncos ms y los uni con trozos de madera aguzada, ya estuvieron listos para cruzar. Dorothy sentse en el centro de la balsa con Toto en sus brazos. Cuando subi el Len Cobarde, la embarcacin se inclin bastante, pues el felino era grande y pesado, pero el Leador y el Espantapjaros se pararon sobre el otro extremo para equilibrarla y pudieron partir sin inconveniente alguno.

    El hombre de paja y el Leador impulsaban la balsa con dos largas varas y al principio todo march bien; pero cuando llegaron al centro del ro la fuerte corriente empez a arrastrar a la embarcacin, alejndola cada vez ms del camino amarillo. Adems, la profundidad era all tan grande que las varas no llegaban a tocar el fondo.

    -Esto es malo -dijo el Leador-. Si no podemos llegar a tierra, la corriente nos llevar a la regin de la Maligna Bruja de Occidente, que nos esclavizar con sus hechizos.

    -Y entonces yo no conseguira cerebro -dijo el Espantapjaros.-Ni yo valor -gru el Len Cobarde.-Ni yo un corazn -gimi el Leador.-Y yo no volvera ms a Kansas -termin Dorothy. -Tenemos que tratar por todos los

    medios de llegar a laCiudad Esmeralda -continu el Espantapjaros.As diciendo, empuj su vara con tanta fuerza que se le qued hundida en el barro del

    fondo. Luego, antes de que pudiera sacarla o soltarla, la balsa fue arrastrada por la corriente y el pobre hombre de paja se qued colgado de su vara en medio del ro.

    -Adis! -les grit.Todos lamentaron mucho dejarlo. El Leador empez a llorar; pero por suerte se acord

    de que poda oxidarse y se sec las lgrimas con el delantal de Dorothy.Naturalmente, lo ocurrido era terrible para el Espantapjaros.-Ahora estoy peor que cuando conoc a Dorothy -se dijo-. Entonces estaba clavado en un

    poste en el maizal, donde por lo menos poda fingir que asustaba a los pjaros; pero seguramente que de nada sirve un espantapjaros clavado en medio de un ro. Mucho me temo que ya no conseguir un cerebro.

    Mientras tanto, la balsa se iba ro abajo, dejando muy atrs al pobre Espantapjaros.-Tenemos que hacer algo para salvarnos -dijo de pronto el Len-. Creo que puedo nadar

    hasta la costa y llevar conmigo la balsa si ustedes se agarran bien fuerte de mi cola.

    pgina 21

  • Acto seguido se lanz al agua y el Leador se asi de su cola mientras que el felino nadaba con gran energa en direccin a la orilla. No era tarea sencilla, a pesar de su fortaleza, pero poco a poco salieron de la parte ms fuerte de la corriente y entonces Dorothy tom la larga vara del Leador y ayud a impulsar la balsa hacia tierra.

    Estaban agotados cuando al fin llegaron a la costa y pusieron pie sobre la verde hierba. Tambin saban que la corriente habalos llevado muy lejos del camino amarillo que iba hacia la Ciudad Esmeralda.

    -Qu hacemos ahora? -pregunt el Leador cuando el Len se tendi sobre la hierba para secarse al calor del sol.

    -De algn modo tenemos que volver al camino -dijo Dorothy.-Lo mejor ser marchar por la orilla hasta que lo hallemos -opin el Len.Luego, cuando hubieron descansado, Dorothy recogi su cesta y partieron por la herbosa

    orilla en busca del camino que tan atrs haban dejado. La regin era hermosa y haba abun-dancia de flores y rboles frutales que relucan al sol como para alegrar a los viajeros, mas todos ellos estaban apenados por la prdida del pobre Espantapjaros.

    Marcharon lo ms rpido que pudieron, detenindose Dorothy slo para recoger una bonita flor, y al cabo de un tiempo exclam el Leador:

    -Miren!Al mirar hacia el ro vieron al Espantapjaros, muy solitario y triste, colgado de su vara

    en medio del agua.-Qu podemos hacer para salvarlo? -pregunt Dorothy. El Len y el Leador menearon

    la cabeza sin saber qu responder. Despus se sentaron en la orilla y miraron con pena al Espantapjaros hasta que pas volando una cigea, la que se detuvo al verlos y se pos a descansar al borde del agua.

    -Quines son ustedes y adnde van? -pregunt el ave. -Yo soy Dorothy -contest la nia-, y stos son mis amigos, el Leador de Hojalata y el

    Len Cobarde. Todos vamos hacia la Ciudad Esmeralda.-Este no es el camino -manifest la cigea, mientrascurvaba el largo cuello para mirar con inters al extrao grupo. -Ya lo s -asinti Dorothy-, pero hemos perdido al Espantapjaros y no sabemos cmo

    rescatarlo. -Dnde est?-All en el ro.-Si no fuera tan grande y pesado, yo podra ir a buscarlo -dijo la cigea.-No pesa casi nada, pues est relleno de paja. Si nos lo traes aqu te estaremos muy

    agradecidos.-Bueno, lo intentar -dijo la cigea-. Pero si me resulta demasiado pesado, tendr que

    dejarlo caer de nuevo al agua.As diciendo, levant vuelo sobre el agua hasta llegar donde se hallaba el Espantapjaros

    colgado de su vara. Una vez all, asi al hombre de paja por los brazos y lo llev de vuelta a tierra, donde Dorothy y sus amigos lo esperaban.

    Cuando el Espantapjaros se encontr de nuevo entre ellos, sintise tan feliz que los abraz a todos, aun al Len y a Toto, Y mientras reanudaban su marcha empez a cantar con gran alegra.

    -Pens que iba a quedarme para siempre en el ro -dijo-, pero me salv esa cigea tan bondadosa. Si llego a obtener mi cerebro volver a buscarla para pagarle este gran favor.

    -No tiene importancia -manifest la cigea, que volaba cerca de ellos-. Me agrada ayudar a quien lo necesita. Pero ahora tengo que irme porque me aguardan mis pichones en el nido. Espero que encuentren la Ciudad Esmeralda y que Oz les ayude.

    pgina 22

  • -Gracias -respondi Dorothy cuando el ave se elevaba ms en el aire y parta rauda por los cielos.

    Siguieron su marcha entretenidos con el canto de los pjaros y el bello espectculo de las flores ahora tan abundantes que formaban una tupida alfombra sobre el terreno. Eran pimpollos grandes, amarillos, blancos, azules y purpreos, y entre ellos crecan profusos montones de amapolas tan rojas que su brillo encegueca casi a Dorothy.

    -No son hermosas? -dijo la nia, aspirando la fragancia embriagadora de aquellas flores.-Supongo que s -contest el Espantapjaros-. Cuando tenga cerebro es probable que me

    gusten ms.-Si yo tuviera corazn sabra apreciarlas -dijo por su parte el Leador.-A m siempre me gustaron las flores -terci el Len-, sobre todo porque parecen tan

    frgiles e indefensas. Pero en el bosque no las hay tan coloridas como stas.Cada vez eran ms abundantes las amapolas y ms escasaslas otras flores, y a poco se hallaron en medio de una pradera completamente cubierta de

    amapolas. Ahora bien, todos saben que cuando hay una gran cantidad de estas flores, el aroma es tan fuerte que cualquiera que lo aspire se queda dormido, y si el durmiente no es trasladado lejos de ese perfume, lo ms fcil es que siga durmiendo para siempre. Dorothy ignoraba esto; adems, no poda alejarse de las brillantes flores rojas que haba por doquier, de modo que no tard en sentir caer sus prpados y tuvo la urgente necesidad de sentarse a descansar y dormir.

    Mas el Leador no quiso permitrselo.-Tenemos que darnos prisa y volver al camino amarillo antes de que oscurezca

    -recomend, y el Espantapjaros estuvo de acuerdo con l.Siguieron caminando hasta que Dorothy ya no pudo permanecer de pie. Se le cerraron los

    ojos sin que pudiera impedirlo, olvid todo lo que la rodeaba y cay dormida entre las amapo-las.

    -Qu hacemos ahora? -exclam el Leador.-Si la dejamos aqu se morir -dijo el Len-. El olor de las flores nos est matando a

    todos. Yo mismo apenas si puedo mantener los ojos abiertos, y el perro ya se ha dormido.Era verdad; Toto haba cado junto a su amita. Pero como el Espantapjaros y el Leador

    no eran de carne y hueso, no se sentan molestos por el aroma de las flores.-Echa a correr -dijo el Espantapjaros al Len-. Sal de entre estas flores lo ms pronto

    que puedas. Nosotros nos llevaremos a la nia, pero si te duermes t, no habr forma de cargarte, pues eres muy pesado.

    As, pues, el Len hizo un esfuerzo por despertar totalmente y ech a correr a todo lo que daban sus patas, perdindose de vista en pocos segundos.

    -Hagamos una silla con las manos para llevarla -propuso entonces el EspantapjarosSin perder tiempo, recogieron a Toto y lo pusieron sobre el regazo de Dorothy. Luego

    formaron una silla con sus manos y entre ambos se llevaron a la nia. Marcharon y marcharon sin que pareciera que la gran alfombra de aquellas peligrosas flores terminara nunca. Siguieron la curva del ro y al fin encontraron a su amigo el Len que yaca dormido entre las amapolas. Las flores haban resultado demasiado potentes para la enorme bestia, la que termin por rendirse y caer a poca distancia de donde terminaba aquel jardn fatal.

    -Nada podemos hacer por l -dijo el Leador con mucha pena-. Pesa demasiado para levantarlo. Tendremos que dejarlo que duerma aqu para siempre, y quiz suee que al fin ha encontrado el valor que tanto ansiaba.

    -Lo siento mucho -suspir el Espantapjaros-. A pesar de ser tan cobarde, era un buen camarada. Pero sigamos adelante.

    pgina 23

  • Llevaron a la dormida Dorothy hasta un bonito sitio junto al ro, lo bastante lejos del campo de amapolas como para evitar que siguiera aspirando el fatal perfume. All la tendieron con suavidad sobre la hierba y esperaron que la fresca brisa la despertara.

    CAPTULO 9LA REINA DE LOS RATONES

    -No creo que estemos muy lejos del camino amarillo -coment el Espantapjaros mientras se hallaba de pie al lado de la nia-. Hemos caminado casi la misma distancia que nos arrastr el ro.

    El Leador estaba por responder cuando oy un gruido y, volviendo la cabeza, vio a una bestia extraa que avanzaba a saltos hacia ellos. Se trataba de un gran gato monts, y al Leador le pareci que deba estar persiguiendo a una presa, pues tena las orejas echadas hacia atrs y su fea boca mostraba una doble hilera de horribles dientes, mientras que sus ojos rojizos relucan como bolitas de fuego. Cuando el animal se acerc ms, el hombre de hojalata vio que hua de l un pequeo ratn gris, y aunque careca de corazn comprendi que estaba mal que el gato monts quisiera matar a un animalito tan inofensivo como aqul.

    Por este motivo levant su hacha y, al pasar el gato por su lado, le asest un rpido tajo que le cercen limpiamente la cabeza.

    A verse libre de su enemigo, el ratn se detuvo de pronto, gir sobre s mismo y march hacia el Leador, dicindole con voz aflautada:

    -Gracias! Muchas gracias por salvarme la vida!-Por favor, ni lo menciones siquiera -repuso el Leador-. La verdad es que no tengo

    corazn y por eso me preocupo de ayudar a todos los que necesitan amigos, aunque slo sean ratones.

    -Slo ratones? -exclam indignado el animalito-. Te dir que soy la Reina de todos los ratones del campo! -Vaya, vaya! -dijo el Leador, haciendo una reverencia. -Por lo tanto, al salvarme la vida has hecho algo muy importante -aadi la Reina.

    En ese momento vieron a varios ratones que llegaban corriendo, y que al ver a su Reina exclamaron:

    -Oh, Majestad, creamos que te iban a matar! Cmo pudiste esquivar a ese gato salvaje?Todos ellos se inclinaron tan ceremoniosamente ante su soberana que casi se pararon de

    cabeza.-Este extrao hombre de hojalata mat al gato y me salv la vida -exclam la Reina-. Por

    eso, de ahora en adelante debern ustedes servirlo y obedecer todos sus deseos.-As lo haremos! -exclamaron a coro los ratones.Acto seguido se desbandaron en todas direcciones, pues Toto acababa de despertar, y al

    ver tantos ratones a su alrededor, lanz un ladrido de jbilo y salt en medio del grupo. Siempre le haba gustado cazar ratones cuando viva en Kansas y no vea nada malo en ello.

    Pero el Leador lo tom entre sus brazos y lo contuvo mientras deca a los ratones:-Vuelvan aqu! Toto no les har dao.Al or esto, la Reina asom la cabeza por debajo de unas hierbas y pregunt con timidez:-Ests seguro de que no nos va a morder?-No se lo permitir -dijo el Leador-. No tengan miedo.

    pgina 24

  • Uno por uno fueron regresando los ratones y Toto no volvi a ladrar, aunque trat de saltar de los brazos del Leador y lo habra mordido si no hubiera sabido muy bien que era demasiado duro para sus dientes. Al fin habl uno de los ratones ms grandes.

    -Podemos hacer algo para demostrarles nuestro agradecimiento por haber salvado la vida de nuestra Reina?

    -No se me ocurre nada -respondi el Leador.Por su parte, el Espantapjaros, que haba estado tratando de pensar sin conseguirlo

    debido a que tena la cabeza rellena de paja, dijo rpidamente:-Ah, s! Pueden salvar a nuestro amigo el Len Cobarde que se qued dormido en el

    campo de amapolas.-Un len? -exclam la Reina-. Vamos, si nos comera a todos!-Nada de eso -afirm el Espantapjaros-. Este Len es un cobarde.-De veras? -pregunt uno de los ratones.-El mismo lo afirma -fue la respuesta del Espantapjaros-. Adems, no hara dao a un

    amigo nuestro. Si nos ayudan a salvarlo, les aseguro que los tratar bondadosamente.-Muy bien, confiaremos en ustedes -dijo la Reina-. Pero qu hacemos?-Son muchos tus sbditos y te obedecen todos?-Claro que s -le contest ella.-Entonces hazlos venir lo antes posible y que cada uno traiga un trozo de cuerda.La Reina se volvi hacia su squito y orden que partieran en seguida en busca de todos

    sus sbditos. No bien oyeron la orden, los ratones se dispersaron a toda prisa.-Ahora ve t hacia esos rboles que crecen junto al ro y construye un carro que sirva para

    cargar al Len -dijo el Espantapjaros al Leador.El hombre de hojalata puso manos a la obra sin la menor demora, y muy pronto tuvo listo

    un carro fabricado con troncos de rboles a los que cort las ramas y hojas. Asegur los troncos con clavijas de madera aguzada e hizo las cuatro ruedas con rodajas de un tronco muy grueso. Trabaj con tal diligencia que el vehculo estaba listo cuando empezaron a llegar los ratones.

    Venan desde todas direcciones y eran millares, grandes, medianos y pequeos, y cada uno traa en la boca un trozo de cuerda. Fue ms o menos entonces cuando Dorothy despert de su largo sueo y abri los ojos, asombrndose al encontrarse tendida en la hierba y rodeada por miles de ratones que la miraban con timidez. Pero el Espantapjaros la puso al tanto de todo y luego, volvindose hacia la Reina, agreg:

    -Permteme que te presente a Su Majestad, la Reina de los ratones.La nia salud con gran dignidad y la Reina hizo una reverencia, despus de lo cual se

    acerc afablemente a Dorothy. El Espantapjaros y el Leador empezaron a atar los rato nes al carro, empleando las

    cuerdas que stos haban trado. Un extremo se ataba al cuello de cada ratn y el otro extremo al carro. Claro que el improvisado vehculo era mil veces ms grande que cualquiera de los ratones que iba a arrastrarlo, pero cuando estuvieron atados todos ellos, pudieron moverlo con toda facilidad. Tanto es as que el Espantapjaros y el Leador se sentaron encima y fueron trasladados rpidamente hasta el sitio donde dorma el Len.

    Luego de muchsimo trabajo -porque el felino pesaba mucho- lograron ponerlo sobre el carro. Despus se apresur la Reina a ordenar a sus sbditos que partieran, pues tema que los ratones se quedaran dormidos si permanecan demasiado tiempo entre las amapolas.

    Al principio, a pesar de su gran nmero, los animalitos casi no podan mover el pesado vehculo, pero empezaron a hacer progresos cuando el Leador y el Espantapjaros los ayudaron empujando desde atrs, y poco despus lograron sacar al Len del campo de

    pgina 25

  • amapolas en direccin a terreno abierto, donde el felino pudiera respirar de nuevo el aire puro en lugar de la mortal fragancia de las flores.

    Dorothy les sali al encuentro y les agradeci sinceramente que hubieran salvado de la muerte a su amigo. Haba llegado a tener tanto aprecio al Len que se alegraba mucho de que lo hubieran rescatado.

    Luego desengancharon a los ratones, los que se alejaron rpidamente en direccin a sus hogares. La Reina fue la ltima en irse.

    -Si alguna vez vuelves a necesitarnos, ven al campo y llmanos -dijo-. Nosotros te oiremos y acudiremos en tu auxilio. Adis!

    -Adis! -respondieron los amigos, y la Reina parti corriendo, mientras que Dorothy sostena con fuerza a Toto para que no fuera tras ella y la asustara.

    Despus se sentaron todos al lado del Len a esperar que ste despertara. Por su parte, el Espantapjaros fue a arrancar algunas frutas de un rbol cercano para que comiera Dorothy.

    CAPTULO 10EL GUARDIN DE LA PUERTA

    Pas bastante tiempo antes de que despertara el Len Cobarde, pues haba estado mucho rato entre las flores, respirando su venenosa fragancia. Al fin, cuando abri los ojos y sali del carro, se mostr muy contento de estar vivo todava.

    -Corr lo ms rpido que pude -dijo mientras se sentaba y bostezaba-, pero las flores resultaron demasiado potentes para m. Cmo me sacaron?

    Sus amigos le contaron cmo le haban salvado los ratones del campo, y el Len lanz una carcajada.

    -Siempre he credo ser muy grande y terrible. Sin embargo, esas florecillas tan pequeas estuvieron a punto de matarme y unos animalitos diminutos como son los ratones me salvaron la vida. Qu cosa extraordinaria! Pero, amigos mos, qu hacemos ahora?

    -Debemos seguir nuestro viaje hasta hallar de nuevo el camino amarillo -dijo Dorothy-. Despus continuaremos la marcha hacia la Ciudad Esmeralda.

    As, pues, una vez que el Len se sinti completamente restablecido, reiniciaron su viaje, y tan agradable les result marchar por aquellas verdosas praderas cubiertas de csped que casi sin darse cuenta llegaron al camino amarillo y de nuevo tomaron rumbo hacia la Ciudad Esmeralda donde viva el Gran Oz.

    El camino presentbase ahora liso y bien pavimentado, y la regin que lo rodeaba era hermossima, lo cual hizo que los viajeros se alegraran de dejar atrs el bosque y con l los numerosos peligros que haban encontrado en sus umbrosas profundidades. Una vez ms vieron cercas construidas a lo largo del sendero aunque stas estaban pintadas de verde, como verde era tambin la primera casita que observaron a su paso. Durante la tarde vieron varias casas ms, y a veces sala gente a la puerta para mirarlos como si quisieran hacerles preguntas, pero nadie se acerc ni les dirigi la palabra porque todos teman al enorme Len. Aquellos habitantes de la regin vestan ropas de color verde esmeralda y lucan sombreros cnicos muy similares a los de los Munchkins.

    -Este debe ser el Pas de Oz -dijo Dorothy-. Sin duda nos acercamos ya a la Ciudad Esmeralda.

    -S -respondi el Espantapjaros-. Aqu todo es verde, mientras que en el pas de los Munchkins el color favorito es el azul. Pero la gente no parece tan amistosa como los Munchkins, y temo que no podremos hallar un sitio donde pasar la noche.

    pgina 26

  • -Me gustara comer alguna otra cosa que no fuera fruta -manifest la nia-, y estoy segura de que Toto tiene mucha hambre. Detengmonos en la prxima casa para hablar con sus ocupantes.

    Poco despus, cuando llegaron a una granja bastante grande, Dorothy fue hasta la puerta y llam con los nudillos. Una mujer abri apenas lo suficiente para mirar hacia afuera y le dijo:

    -Qu deseas, pequea? Y por qu te acompaa ese Len tan grande?-Queremos pasar la noche aqu, si nos lo permiten -repuso Dorothy-. El Len es mi

    amigo y no te hara ningn dao.-Es manso? -pregunt la mujer, abriendo un poco ms la puerta.-Claro que s! Adems, es un tremendo cobarde. Te tendr ms miedo a ti del que t le

    tengas a l.-Bueno... -murmur la mujer despus de pensarlo y mirar de nuevo al Len-...si es as,

    pueden entrar y les dar algo de comer y un lugar donde dormir.Entraron entonces en la casa, donde estaban tambin un hombre y dos nios. El hombre

    habase lastimado una pierna y yaca tendido en un sof del rincn. Todos ellos se sorpren-dieron bastante al ver al extrao grupo.

    Mientras la mujer se ocupaba de tender la mesa, el hombre pregunt:-Dnde van ustedes?-A la Ciudad Esmeralda para ver al Gran Oz -respondi Dorothy-De veras? -exclam el hombre-. Ests segura de que Oz los recibir?-Por qu no habra de hacerlo?-Pues, se dice que nunca deja a nadie llegar hasta l. Yo he estado muchas veces en la

    Ciudad Esmeralda, y les aseguro que es tan bonita como maravillosa; pero jams me permitieron ver al Gran Oz, y no conozco a ningn ser viviente que lo haya visto.

    -Nunca sale? -pregunt el Espantapjaros.-Jams. Se pasa los das en el gran Saln del Trono de su palacio, y aun los que le sirven

    jams le ven cara a cara.-Qu aspecto tiene? -quiso saber la nia.-No sabra decrtelo -expres el hombre en tono meditativo-. Vers, Oz es un Gran Mago

    y puede adoptar la forma que desee, de modo que algunos dicen que parece un pjaro, otros afirman que es como un elefante y los dems que tiene la forma de un gato. Para otros es un hermoso duende o trasgo o cualquier otra cosa... Pero ningn ser viviente podra decir quin es el verdadero Oz cuando adopta su forma natural.

    -Qu extrao! -exclam Dorothy-. Pero de algn modo tendremos que intentar verlo, ya que, de lo contrario, habremos hecho nuestro viaje en vano.

    -Para qu desean ver a Oz? -quiso saber el granjero. -Yo quiero que me d un cerebro -manifest ansioso el Espantapjaros.-Eso puede hacerlo con toda facilidad -declar el dueo de casa-. Tiene ms cerebros de

    los que necesita.-Y yo deseo un corazn -dijo el Leador.-No le resultar difcil -fue la respuesta-. Oz tiene una gran coleccin de corazones de

    todos los tamaos y formas imaginables.-Y yo quiero que me d valor -dijo el Len Cobarde.-Oz tiene una gran caldera llena de valor en su Saln del Trono -le dijo el granjero-. La

    cubre con un plato de oro para evitar que se derrame. Con mucho gusto te dar un poco.-Y yo deseo que me mande de regreso a Kansas- expres Dorothy.-Dnde est Kansas? -pregunt el granjero en tono sorprendido.

    pgina 27

  • -No lo s -dijo Dorothy con cierta pena-, pero es mi lugar de origen y estoy segura de que est en alguna parte.

    -Sin dada alguna. Bueno, el caso es que Oz puede hacer cualquier cosa, as que podr localizar a Kansas para ti. Pero primero tendrs que verlo, lo cual ser una tarea difcil, porque al Gran Mago no le gusta ver a nadie... Pero, qu deseas t? -pregunt luego, dirigindose a Toto.

    El perro no hizo ms que menear la cola, pues, aunque parezca extrao, no saba hablar.La mujer avis entonces que estaba servida la cena y todos se sentaron a la mesa.

    Dorothy comi una sopa deliciosa, huevos revueltos y varios trozos de pan muy bien hecho. El Len tom un poco de sopa, aunque no le agrad mucho, diciendo que tena cebada y que la cebada era para caballos y no para leones. El Espantapjaros y el Leador no comieron nada, y Toto engull un poco de todo, muy contento de poder gozar de nuevo de una buena cena.

    La duea de casa indic a Dorothy una cama en la que podra dormir con Toto, mientras que el Len se puso de guardia a la puerta del dormitorio para que nadie los molestara. El Espantapjaros y el Leador se pararon en un rincn y estuvieron quietos y silenciosos toda la noche, aunque, claro est, no durmieron en absoluto.

    La maana siguiente, no bien hubo salido el sol, reanudaron su viaje y poco despus observaron en el cielo un agradable resplandor verdoso.

    -Debe ser la Ciudad Esmeralda -dijo Dorothy.A medida que avanzaban, el resplandor verdoso se fue tornando cada vez ms brillante,

    lo cual les indic que estaban llegando al fin de su viaje. Sin embargo, lleg la tarde antes de que llegaran frente a la gran muralla que rodeaba la ciudad. La pared era alta, muy gruesa y de un brillante color verde.

    Frente a ellos, donde finalizaba el camino amarillo, vease una gran puerta doble tachonada de esmeraldas que relucan tanto al sol que hasta los ojos pintados del Espantapjaros quedaron encandilados.

    Junto a la puerta haba un botn que Dorothy apret con el dedo, oyendo en seguida un tintineo proveniente del interior. Se abr