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14 Marzo-Abril 2011 www.casaarabe.es Análisis Revoluciones, manifestaciones y protestas ISSN 1989-0400 Atalaya sociopolítica de Casa Árabe Sumario Análisis 1. Revoluciones, manifestaciones y protestas. 2. Túnez, el impacto. 3. Egipto: la revolución blanca. 4. Entre medidas preventivas y nuevas rebeliones ciudadanas. Perfiles 1. Wael Ghonim y Asmaa Mahfuz: los rostros jóvenes de la revolución egipcia 2. Beji Caid Sebsi: primer ministro de la transición tunecina. Opinión pública 1. Los libios descontentos antes del comienzo de las protestas. 2. Relaciones entre Occidente y los musulmanes. 3. Los tunecinos y la etapa de transición. 4. Preocupaciones de la sociedad somalí. 5. Seguridad, reconciliación y corrupción en Afganistán. Documenta 1. Discurso a la nación del rey de Marruecos, Muhammad VI. 2. Declaración del Consejo Europeo sobre Libia y otros países árabes. 3. El último discurso de Ben Ali. 4. Último discurso a la nación del ex presidente egipcio, Hosni Mubarak. 5. Comunicado de ministros de Asuntos Exteriores del CCG. 6. El G-8 y la situación en los países árabes. 7. Reunión extraordinaria de la Liga Árabe. 8. Derechos humanos en el mundo árabe. Escaparate de libros y revistas Publicación del IEAM de Casa Árabe Dirección: Gema Martín Muñoz Director adjunto: Rafael Ortega Rodrigo Investigadores: Rocío Vázquez Martí y Amira Kedier Las revoluciones en Túnez, Egipto y Libia han puesto de manifiesto el cisma existen- te entre los regímenes y las sociedades árabes. La mecha prendida por un joven en la ciudad tunecina de Sidi Bouzid ha provocado multitud de movilizaciones ciu- dadanas. Los mecanismos pueden ser diferentes (revoluciones, levantamientos populares o movimientos de protesta) pero las reivindicaciones son similares (reforma política, social y económica, de- mocracia, dignidad, libertades, igualdad, lucha contra la corrupción) y con algunas variaciones (cambio de régimen, cambio de gobierno, reformas de las monarquías). El proceso también difiere: el ejército con el pueblo o contra el pueblo, mayor o me- nor violencia, caminos de transición más o menos claros e incluso el peligro de guerra civil. Los actores son en todos los casos muy diversos (juventud, partidos políticos, sindicatos, burguesía urbana, sectores marginados, grupos tribales) y los regímenes se mueven entre la repre- sión, la adopción de reformas preventivas y el cambio. Pero el escenario político ha cambiado definitivamente, las sociedades han recuperado el espacio público y han perdido el miedo. No hay duda de que lo que comenzaron siendo “intifadas” populares en princi- pio mayoritariamente de jóvenes pero a las que rápidamente se sumaron otros sectores de la población, han concluido en cambios revolucionarios en Túnez y Egipto y auguran transformaciones tam- bién en otros países árabes en plena rebelión ciudadana (Yemen, Bahrein, Libia). Los motivos no faltan: niveles de pobreza que se mueven entre el 30% y el 50% de la población en la mayor parte de los países árabes no petrolíferos, ta- sas de desempleo entre el 18% y el 35%, una población mayoritariamente joven (aproximadamente el 65%) sin expectati- vas de futuro, corrupción extendida, crisis de vivienda, de oportunidades, falta de libertades, ausencia de estado de dere- cho, promesas de reformas incumplidas, y la sensación de que nada iba a cambiar. No se trata simplemente de movimientos que reclaman mejoras económicas, sino de algo más profundo: recuperar el orgullo de sentirse ciudadanos de sus países, la dignidad y la responsabilidad de participar en los procesos políticos y económicos, algo difícil de frenar con sólo tímidas promesas de reforma o improvisa- das concesiones económicas. Por otro lado, las evoluciones están sien- do muy diferentes y el punto de llegada o de partida también. La incógnita, en todos los casos, es si se cumplirán las reivin- dicaciones de una manera aceptable y satisfactoria para los protagonistas de las revoluciones y las protestas. En este número de la Atalaya Sociopolítica de Casa Árabe presentamos un análi- sis de las revoluciones tunecina y egipcia y referencias a los procesos de cambio que están teniendo lugar en otros países árabes y que analizaremos más detallada- mente en próximos números.

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14Marzo-Abril2011

www.casaarabe.es

AnálisisRevoluciones, manifestaciones y protestas

ISSN

198

9-04

00

Atalayasociopolítica de Casa Árabe

SumarioAnálisis 1. Revoluciones, manifestaciones y protestas. 2. Túnez, el impacto. 3. Egipto: la revolución blanca. 4. Entre medidas preventivas y nuevas rebeliones ciudadanas.

Perfiles 1. Wael Ghonim y Asmaa Mahfuz: los rostros jóvenes de la revolución egipcia 2. Beji Caid Sebsi: primer ministro de la transición tunecina. Opinión pública 1. Los libios descontentos antes del comienzo de las protestas. 2. Relaciones entre Occidente y los musulmanes. 3. Los tunecinos y la etapa de transición. 4. Preocupaciones de la sociedad somalí. 5. Seguridad, reconciliación y corrupción en Afganistán.

Documenta 1. Discurso a la nación del rey de Marruecos, Muhammad VI. 2. Declaración del Consejo Europeo sobre Libia y otros países árabes. 3. El último discurso de Ben Ali. 4. Último discurso a la nación del ex presidente egipcio, Hosni Mubarak. 5. Comunicado de ministros de Asuntos Exteriores del CCG. 6. El G-8 y la situación en los países árabes. 7. Reunión extraordinaria de la Liga Árabe. 8. Derechos humanos en el mundo árabe. Escaparate de libros y revistas

Publicación del IEAM de Casa Árabe

Dirección: Gema Martín Muñoz

Director adjunto: Rafael Ortega Rodrigo

Investigadores: Rocío Vázquez Martí y Amira Kedier

Las revoluciones en Túnez, Egipto y Libia han puesto de manifiesto el cisma existen-te entre los regímenes y las sociedades árabes. La mecha prendida por un joven en la ciudad tunecina de Sidi Bouzid ha provocado multitud de movilizaciones ciu-dadanas. Los mecanismos pueden ser diferentes (revoluciones, levantamientos populares o movimientos de protesta) pero las reivindicaciones son similares (reforma política, social y económica, de-mocracia, dignidad, libertades, igualdad, lucha contra la corrupción) y con algunas variaciones (cambio de régimen, cambio de gobierno, reformas de las monarquías). El proceso también difiere: el ejército con el pueblo o contra el pueblo, mayor o me-nor violencia, caminos de transición más o menos claros e incluso el peligro de guerra civil. Los actores son en todos los casos muy diversos (juventud, partidos políticos, sindicatos, burguesía urbana, sectores marginados, grupos tribales) y los regímenes se mueven entre la repre-sión, la adopción de reformas preventivas y el cambio. Pero el escenario político ha cambiado definitivamente, las sociedades han recuperado el espacio público y han perdido el miedo.

No hay duda de que lo que comenzaron siendo “intifadas” populares en princi-pio mayoritariamente de jóvenes pero a las que rápidamente se sumaron otros sectores de la población, han concluido en cambios revolucionarios en Túnez y Egipto y auguran transformaciones tam-bién en otros países árabes en plena

rebelión ciudadana (Yemen, Bahrein, Libia). Los motivos no faltan: niveles de pobreza que se mueven entre el 30% y el 50% de la población en la mayor parte de los países árabes no petrolíferos, ta-sas de desempleo entre el 18% y el 35%, una población mayoritariamente joven (aproximadamente el 65%) sin expectati-vas de futuro, corrupción extendida, crisis de vivienda, de oportunidades, falta de libertades, ausencia de estado de dere-cho, promesas de reformas incumplidas, y la sensación de que nada iba a cambiar. No se trata simplemente de movimientos que reclaman mejoras económicas, sino de algo más profundo: recuperar el orgullo de sentirse ciudadanos de sus países, la dignidad y la responsabilidad de participar en los procesos políticos y económicos, algo difícil de frenar con sólo tímidas promesas de reforma o improvisa-das concesiones económicas.

Por otro lado, las evoluciones están sien-do muy diferentes y el punto de llegada o de partida también. La incógnita, en todos los casos, es si se cumplirán las reivin-dicaciones de una manera aceptable y satisfactoria para los protagonistas de las revoluciones y las protestas.

En este número de la Atalaya Sociopolítica de Casa Árabe presentamos un análi-sis de las revoluciones tunecina y egipcia y referencias a los procesos de cambio que están teniendo lugar en otros países árabes y que analizaremos más detallada-mente en próximos números.

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Túnez, el impacto

El país más pequeño del norte de África ha convulsionado a todo el mundo árabe, tras un largo proceso de desarrollo económico desigual, de marginación política y promesas de reformas incumplidas o postergadas, de conformación de una nueva generación con estudios y acceso a las redes sociales, de frustración y de sentimiento de desarraigo y extrañamiento interno y de hastío ante el inmovilismo del régimen. La mecha encendida por un joven licenciado que malvivía vendiendo verduras y que expresó la humillación sufrida inmolándose desencadenó un levantamiento popular que desembocó en una revolución. Ahora está en marcha una transición con muchas tensiones internas y desafíos.

Las raíces

Las raíces de esta revolución tienen un antecedente inmediato y sobre el que no se ha llamado la atención lo suficiente: los sucesos de la cuenca minera de la pro-vincia de Gafsa (centro del país) en 2008. En esta zona de explotaciones de fosfa-tos hubo un levantamiento rápidamente reprimido para evitar que se extendiera al resto del país. No sólo se pedía el dere-cho al trabajo en una zona empobrecida por el desempleo masivo, o salarios dig-nos (tras un proceso de abaratamiento de la mano de obra para poder seguir compitiendo en el mercado internacio-nal), sino también un reparto equitativo del desarrollo (mejoras sanitarias, edu-cativas, de vivienda) y se defendía la “dignidad” del ciudadano tunecino. Este levantamiento fue protagonizado por pro-fesores y sectores de la administración pública y dirigentes sindicales que ha-bían sido apartados de sus funciones por la dirección de la Unión General Tunecina del Trabajo –el poderoso sindicato cuyas bases y cuadros desempeñaron después un papel fundamental en la revolución. También contó con el apoyo de pequeños comerciantes, jóvenes en paro y viu-das de trabajadores de la Compañía de Fosfatos (ligada al régimen de Ben Ali). Las movilizaciones eran diarias y las de-tenciones también. Después, desde 2008 hasta la revolución de enero de 2011, hubo varios levantamientos, muy limita-dos geográficamente, y por los mismos motivos, en Skhira o Ben Gardane (este). La organización de derechos humanos en el Magreb Libertad e Igualdad- Hurriyya wa-Insaf recogió durante los últimos años en informes mensuales sobre libertades y derechos humanos en Túnez los numero-sos movimientos de protesta que tuvieron lugar en el país. En medio de este des-contento social y de este movimiento de protestas, el malestar por el inmovilismo del régimen aumentaba.

El último ejemplo de falso ejercicio demo-crático fue el proceso electoral de octubre de 2009. En las presidenciales, Ben Ali obtuvo el 89,62% de los votos, y en las legislativas su partido, Reagrupamiento Constitucional Democrático (RCD), 161 de los 214 escaños del parlamento. Ben Ali, heredero del régimen presidencialista de Habib Burguiba, calificado en algu-nas ocasiones como de “autoritarismo

ilustrado”, anunció al llegar al poder su compromiso con una serie de reformas económicas y políticas, por ejemplo abrir el espacio de la competencia electoral tanto en las legislativas como en las pre-sidenciales. Pero su evolución fue de una cada vez mayor restricción de la oposi-ción e incluso de las voces críticas.

Asimismo, la Constitución tunecina esta-blecía desde el principio dos mandatos presidenciales, pero Ben Ali –al igual que

La revolución de Túnez, que comenzó en la zona centro del país, ha llegado a todo el mundo árabe

Ben Ali visita al joven Bouazizi en el hospital. Poco después, el pueblo exige la caída del régimen

han hecho o han intentado hacer otros gobernantes– cambió la Carta Magna en 2002 para ampliarlos de forma indefini-da, ampliando también la edad máxima del candidato de 70 a 75 años para per-mitirle una nueva reelección. Ben Ali fue blindándose progresivamente, acaparan-do más atribuciones (nombramiento del primer ministro, del gobierno y de los go-bernadores de provincias) y postergando cualquier proceso de reforma política (Véase Atalaya nº 8).

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El detonante

La desesperación de una generación joven, preparada académicamente pero expuesta al desempleo (en 2009, el 55% de los parados en busca de trabajo po-seían estudios superiores, mientras que ese porcentaje era del 20% en el año 2000) y a no encontrar un trabajo adecua-do, humillada y sin posibilidades de una vida digna, quedó escenificada en el sui-cidio de los jóvenes Muhammad Bouazizi y Huseyn al-Falihi, ambos en Sidi Bouzid (centro del país), lo que desencadenó el primer movimiento de protesta solidaria. El índice de paro, según estadísticas ofi-ciales, se sitúa en el 14%, pero según economistas independientes sobrepa-sa el 20% en las provincias del interior, aquellas que permanecieron ajenas y marginadas del desarrollo de las pro-vincias del norte, e incide sobre todo en la franja de población de entre 15 y 29 años (30%), una de las tasas más altas en el mundo árabe. La crisis económica mundial que afectó a los países euro-peos también tuvo sus repercusiones negativas en la economía tunecina, ba-sada en los fosfatos, en las empresas de componentes eléctricos y mecánicos, y en el turismo, provocando la disminución de exportaciones, la caída del turismo, la disminución de las inversiones extranje-ras (en un 61%) y el abaratamiento de la mano de obra. También ha habido un desequilibrio en el desarrollo, favore-ciéndose las zonas orientales costeras en detrimento de las zonas del interior y occidentales. Un fenómeno hereda-do de la época del ex presidente Habib Bourguiba (1957-1987), pero profundiza-do en las dos últimas décadas. Por eso, no fue casualidad que el levantamiento partiera de las zonas centro-occidentales (Kasserine) y se propagara por zonas marginadas (Sfax, Susa, Bizerta) has-ta adoptar la impronta de levantamiento nacional facilitado por los nuevos medios de comunicación y las redes sociales, que no estaban tan extendidas en 2008 cuando se produjeron los sucesos de la cuenca minera en Gafsa, pero sí a fina-les de 2010 (con 3,5 millones de usuarios de Internet de una población total de 10,5 millones).

Irónicamente, Túnez lideraba el Índice de Competitividad Global de países afri-canos elaborado por el Foro Económico Mundial. “Estabilidad económica” más que discutible, que además no iba acom-pañada de un proceso de reforma política y transparencia jurídica.

A los levantamientos socioeconómicos de 2008, se han añadido las reivindicacio-nes políticas por parte de la generación que protagonizó la revolución, a la que rápidamente se le unieron sindicalistas, profesores, funcionarios, abogados y cuadros de algunos partidos políticos,

como el Partido Democrático Progresista. Una generación que no ha vivido la de-mocracia, ni el pluripartidismo real ni las libertades públicas, y sí la represión y la censura (el régimen desató también una guerra contra los espacios de expresión en las redes sociales con la detención de blogueros, el cierre de páginas o el blo-queo del correo electrónico).

La (no) estrategia del régimen

Las primeras manifestaciones de protes-ta, en solidaridad con el acto desesperado de Bouazizi y al-Falihi, tuvieron lugar el 17 de diciembre de 2010 en Sidi Bouzid, pero fueron ignoradas por las autorida-des, mientras su círculo de influencia fue ampliándose, al igual que las reivin-dicaciones: contra el paro, la pobreza y la marginación. La primera reacción del régimen fue recurrir a la represión, lo que precipitó la escalada: más protestas, más represión, más reivindicaciones (trabajo, derechos de la ciudadanía, igualdad de oportunidades y de desarrollo), amplia-ción del ámbito geográfico de las protestas y de la participación en las mismas con la entrada de sindicalistas (especialmente las bases de la Unión General Tunecina del Trabajo) y activistas en la capital y en otras grandes ciudades del país.

Diez días después del inicio de las protestas apareció en público el pre-sidente Ben Ali por primera vez, prometiendo mano dura contra los “ex-tremistas” y anunciando un cambio de gobierno que no aportaba nada (nuevos ministros de Comunicación, Juventud y Deportes, Asuntos Religiosos, Comercio y Artesanía) y la destitución del gobernador de Sidi Bouzid. La incapacidad del régi-men para entender las reivindicaciones de la revolución se reflejaron en los pri-meros intentos por acallarla: Zin al-Abidin prometía en esa primera aparición en pú-blico la creación de 300.000 puestos de trabajo hasta finales de año y la exención de tasas para la creación de proyectos. Es cierto que la tasa de desempleo entre la juventud tunecina es de las más altas de la región (según estimaciones del Banco Mundial), pero el trasfondo de la revolución iba más allá.

El fallecimiento de Bouazizi, el 5 de ene-ro de 2011, elevó el tono y la virulencia de las manifestaciones, dirigidas contra símbolos del poder (incendio de una sede del partido gobernante y de una comisa-ría), la represión (35 muertos en Kasserine) y la campaña de detenciones. Pero otros sectores se sumaron a las protestas, como los abogados en la capital, y los eslóga-nes fueron adquiriendo progresivamente un carácter político, con una plataforma coordinada de partidos políticos de oposi-ción, exigiéndose, además de la retirada de la policía (brazo de la represión) y la prohibición del uso de armas de fuego

contra los manifestantes, la caída del go-bierno.

El régimen seguía sin entender el cala-do de las reivindicaciones y optaba por la represión y por medidas que ya no sa-tisfacían a la población (destitución del ministro del Interior, promesa de Ben Ali de que no se presentaría a las elecciones presidenciales de 2014), mientras que los manifestantes exigían ya recuperar la dignidad y la caída del presidente, es decir, del régimen, caracterizado por la corrupción y calificado, a menudo, como una “cleptocracia” en la que el círculo familiar, especialmente la familia de la esposa del presidente, la familia Trabelsi, controlaba gran parte del entramado económico nacional (turismo, entidades financieras, importaciones, gestión de puertos y aeropuertos, proveedores de telefonía fija y móvil…). Tampoco las úl-timas medidas del presidente (destitución del gobierno, el encargo a un hombre del régimen, el primer ministro Muhammad al-Gannushi, la formación de uno nue-vo, disolución del parlamento y anuncio de elecciones libres) hicieron mella en la determinación de la sociedad tunecina de acabar con un régimen que había sido in-capaz de gestionar la crisis económica y de cumplir sus viejas promesas de refor-ma democrática.

La cada vez mayor participación de diferentes sectores sociales en las mani-festaciones y la ampliación de su radio de acción, demostraron la impotencia de las fuerzas de seguridad (policía y guardia presidencial) de contener la revolución, incluso con el recurso a la violencia. El intento de Ben Ali de involucrar al ejército en la represión del levantamiento supu-so su caída definitiva, ya que las fuerzas armadas optaron por no enfrentarse con el pueblo y por interponerse entre la po-licía y los manifestantes para evitar más derramamiento de sangre. Esto le valió al ejército más popularidad, pero también más presiones de Ben Ali para que ac-tuara.

Sin embargo el ejército tunecino había sido progresivamente mermado por el régimen –apenas 50.000 efectivos– que, en su lugar, se apoyaba en los cuerpos de seguridad (policía, guardia presiden-cial, inteligencia…) para controlar a la población. Por este motivo, no se ha vis-to involucrado ni en la represión ni en la corrupción o el enriquecimiento ilícito. Así pues, no fue extraño que el ejército no se coordinara con los servicios de seguridad para reprimir las manifestaciones, sino que acabara rebelándose contra el propio Ben Ali para evitar el colapso del Estado. Las palabras del jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra, Rashid ‘Ammar, al presidente (“estás acabado”) supusieron el espaldarazo definitivo a la revolución y forzaron la salida de Ben Ali. Por ello, el

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ejército goza de una gran popularidad en el país, reforzada por el hecho de haber renunciado a tomar las riendas del poder tras la huida del ex presidente.

Ben Ali abandonó el país el 14 de enero sin anunciar su renuncia, y no sin antes agitar el “fantasma” del islamismo, tantas veces utilizado como argumento para re-primir cualquier contestación política, o su papel en la lucha contra el terrorismo de al-Qaida, para recabar apoyos occiden-tales (inútil desde que la administración estadounidense apoyara las reivindica-ciones y el derecho del pueblo tunecino a elegir a sus gobernantes, condenara el recurso a la violencia y exigiera el respeto de los derechos humanos y la necesidad de la reforma política). La huída de Ben Ali provocó una crisis política que lastró, al principio, el proceso tunecino de tran-sición. Los primeros pasos de un “nuevo gobierno” ante las resistencias del viejo régimen

Tras unos primeros pasos hacia la tran-sición, pero bajo la supervisión de un primer ministro, Muhammad al-Gan-nushi, procedente del viejo régimen, aumentó la tensión entre los oposito-res, temerosos de que su revolución pudiera ser secuestrada por las viejas estructuras de un régimen que frenaba el cambio.

Esos primeros pasos fueron muy titu-beantes y ambiguos, sin expresar una clara ruptura con el viejo régimen. La hoja de ruta no estaba trazada y se lanzaban propuestas que iban siendo rechazadas por la revolución, como el anuncio de celebrar una conferen-cia internacional sobre las reformas políticas y económicas en Cartago, bien recibido por la UE y EEUU, pero rechazado por los actores tunecinos que lo consideraban una injerencia ex-tranjera en la revolución y que podía ser interpretado como una maniobra y una desconfianza en la capacidad de la sociedad tunecina (partidos, sindicatos, sociedad civil, jóvenes) para establecer su propia transición; o el nombramiento por parte del go-bierno de 24 nuevos gobernadores, la mayoría pertenecientes al RCD. Los revolucionarios tenían que es-tar muy pendientes de las decisiones gubernamentales para evitar que se desvirtuara la revolución mientras con-tinuaban los actos de violencia (con la aparición de francotiradores), pillaje y sabotaje que amenazaban con colap-sarla, sin saberse bien quién estaba detrás de ellos, ya que se especula-ba con elementos de los cuerpos de seguridad vinculados al viejo régimen que querían desfigurar las protestas pacíficas; especulaciones alimentadas

Beji Caid Sebsi, primer ministro, y Fuad Mebazaa, presidente interino, encargados de dirigir la transición

también por el discurso de despedida de al-Gannushi, quien se había refe-rido a “fuerzas ocultas” que querían hacer fracasar la revolución; o bien con sectores de la juventud más radicaliza-dos que creían en la violencia como método de cambio.

Tampoco ayudó mucho en esos pri-meros momentos la formación de un gobierno de “unidad nacional” anun-ciado el 17 de enero, con al-Gannushi al frente, que se formó tras delibera-ciones de las formaciones políticas con el primer ministro. Ese nuevo gobierno excluía, por unanimidad, los partidos próximos al ex presidente, e incluía a representantes del Movimiento de Renovación; el Partido Democrático Progresista; el Frente Democrático del Trabajo y las Libertades (los tres de la oposición legal bajo el régimen de Ben Ali); además de personalidades inde-pendientes; ministros del gobierno anterior supuestamente no involucra-dos en la elite corrupta y en el entorno de Ben Ali; y también miembros del RCD. Pero quedaron fueron otros par-tidos de oposición no vinculados con el viejo régimen, como el Congreso por la República (dirigido por Moncef Marzuqi) y también la oposición isla-mista del Movimiento al-Nahda, que no fue invitado a participar en las negocia-ciones. Es decir, un gobierno que no era del todo de “unidad nacional” y que nada más anunciarse provocó de nue-vo protestas en la calle por lo que tenía de “continuismo” con el viejo régimen y la exclusión de la verdadera oposición al régimen anterior.

En virtud de la legalidad constitucional, debía ser el presidente del parlamento quien asumiera la presidencia interi-na, organizara elecciones en un plazo de 45 días y entregara el poder antes de cinco meses. Así, Fuad Mebazaa, presidente del parlamento, asumió la presidencia interina pero encargó al propio al-Gannushi formar el nuevo go-bierno de unidad nacional que debería encargarse de organizar las elecciones parlamentarias. Pero tanto Mebazaa como al-Gannushi eran símbolos del

viejo régimen, y fue la presión de las nuevas fuerzas (jóvenes, sindicatos, partidos…) la que obligó a al-Gannushi a presentar su dimisión el 27 de febre-ro, seguida por la de varios ministros de su gobierno, tras la muerte de va-rios manifestantes por disparos de la policía. En su lugar, el presidente interino nombró a un histórico políti-co tunecino, Beji Caid Sebsi, (Véase Perfil) quien fuera ministro en la época de Bourguiba. Sebsi formó un nue-vo gobierno de transición, reconocido por los revolucionarios, que es actual-mente el responsable de encauzar el proceso de transición.

Un proceso que, dos meses después de la caída de Ben Ali, ha comenza-do a clarificarse gracias a las medidas adoptadas por el gobierno de Sebsi, y que están dando respuesta a las rei-vindicaciones populares, lo que se ha traducido en un progresivo regreso a la normalidad política y social. Así, la hoja de ruta de la transición en Túnez ha incluido, hasta ahora, una serie de importantes decisiones: la formación de un nuevo gobierno de transición –el tercero desde la caída de Ben Ali– for-mado por tecnócratas y no por políticos; el anuncio de la celebración de elec-ciones el próximo 24 de julio para una Asamblea Nacional Constituyente que se encargará de elaborar una nueva Constitución y romper definitivamente con el viejo régimen; la disolución del departamento de Seguridad del Estado, policía política encargada del aparato represor y censor en el viejo régimen; la disolución de ambas Cámaras, que estaban controladas por el RCD y carentes ya de cualquier atribu-ción puesto que, además, la anterior Constitución ha quedado abolida; una maquinaria judicial que ha comenzado a sentar en el banquillo a responsables del viejo régimen y de la corrupción anterior (por ejemplo, la acusación de asesinato con premeditación lanzada por la justicia tunecina contra el ex mi-nistro del Interior, Rafiq Belhay Qasem, destituido dos días antes de la huida de Ben Ali, por los actos de violencia contra los manifestantes tunecinos

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durante diciembre de 2010 y enero de 2011 y que, según el Alto Comisionado de Derecho Humanos, dejaron 219 muertos y 510 heridos; o la detención y encarcelamiento de poderosos conse-jeros del ex presidente); la creación del “Organismo Superior para Realizar los Objetivos de la Revolución, la Reforma Política y la Transición Democrática”, compuesto por 71 personalidades re-presentativas de los partidos políticos, de organizaciones de la sociedad civil o independientes que se encargará de elaborar el documento base para la elección de la Asamblea Constituyente; la disolución del viejo partido gober-nante y la confiscación de sus bienes; la liberación de presos políticos (tam-bién sindicales), de la que deben beneficiarse unos 30.000 tunecinos, según estimaciones de organizacio-nes locales de derechos humanos, una medida que incluye además compen-saciones; y el regreso de otros, como Rashid al-Gannushi, líder de al-Nahda; y la luz verde dada para la creación de nuevos partidos y la legalización de viejas formaciones perseguidas y mar-ginadas de la vida política durante la época de Ben Ali, lo que ha dado lugar a un rápido renacimiento de la vida po-lítica tunecina.

Pero persisten algunas tensiones y discordancias entre la jefatura y la revolución: por iniciativa de tres perso-nalidades políticas históricas (Ahmad al-Mastiri, Ahmad Ben Saleh y Mustafa al-Filali), a mediados de febrero, 28 partidos y organizaciones de tenden-cias políticas diferentes anunciaron la creación del Consejo Nacional de Protección de la Revolución (al-Ma-ylis al-Watani li-Himayat al-Thawra) con el fin de preservar los principios y objetivos de la revolución y evitar su secuestro por parte, sobre todo, de los restos del viejo régimen, todavía visibles y activos en el país, y conver-tirse en la fuente de la legitimidad del nuevo gobierno, ya que lo consideran desprovisto de la misma porque ema-na de una Constitución considerada también ilegítima, hasta las eleccio-nes para la Asamblea Constituyente del próximo mes de julio. Uno de sus mecanismos de actuación es revisar la legislación y los pasos adoptados por las instituciones para que res-pondan realmente a los principios de la revolución. La iniciativa fue acogi-da con críticas y recelos por parte de algunos miembros del gobierno y por algunas fuerzas políticas, como el Partido Democrático Progresista, que lo ven como un organismo que intenta monopolizar atribuciones propias del gobierno y someter tanto al gobier-no como a las comisiones formadas por éste. El hecho de que el Consejo pretenda tener atribuciones ejecuti-

vas y legislativas, ha provocado el rechazo del presidente interino, Fuad Mebazaa, a reconocer este Consejo, que cuenta con el apoyo de sindica-tos y partidos (la Liga Tunecina de Derechos Humanos, la Organización Nacional de Abogados, el Movimiento al-Nahda, la Asociación de Jueces Tunecinos, la Organización Libertad y Equidad, la UGTT, el Frente 14 de Enero, el Bloque por las Libertades) y con el rechazo de otras formaciones (Movimiento de Renovación, Partido Democrático Progresista). El gobierno, sin embargo, anunció la creación del “Organismo Superior para Realizar los Objetivos de la Revolución, la Reforma Política y la Transición Democrática” como un intento de anular el Consejo de Protección de la Revolución. El llamamiento lanzado por el gobierno a los miembros de este Consejo para que se encuadren en el Organismo no tranquiliza al primero, que considera que el Organismo está controlado por el propio gobierno y no incluye una representatividad adecuada, sino a re-presentantes de grandes familias de la capital tunecina.

También persisten dudas, como la expresada por el Partido Comunista Obrero Tunecino, que cree que es necesaria una previa limpieza admi-nistrativa y judicial que clarifique los medios de financiación de los parti-dos, para garantizar que las próximas elecciones de julio sean limpias y tras-parentes. Además, la Organización Hurriyya wa-Insaf ha denunciado la detención de jóvenes que participaron en la revolución, o la de exiliados que han regresado al país y que tenían jui-cios desde 1987. De manera que estas organizaciones de derechos humanos no sólo piden la excarcelación de to-dos los presos políticos, incluidos los jóvenes revolucionarios, sino la deten-ción y juicio de los torturadores y el fin definitivo de la práctica de la tortura, es decir, del viejo régimen.

Las fuerzas políticas y la revolución Las fuerzas políticas tunecinas han sufrido durante décadas la presión del régimen, que les ha ido alejando progresivamente, cuando no median-te la represión, del espacio político y público hasta lograr su debilitamien-to. Por ejemplo, además del partido gobernante, el RCD, al menos cinco formaciones políticas teóricamente de “oposición”, eran realmente próxi-mas al régimen: el Partido de Unidad Popular, el Movimiento de Demócratas Socialistas, la Unión Democrática Unionista, el Partido Social Liberal y el Partido Verdes por el Progreso; mien-tras que sólo tres, de los reconocidos, representaban más una oposición

real: el Movimiento de Renovación, el Foro Democrático por las Libertades y el Trabajo, y el Partido Democrático Progresista, que reúne distintas co-rrientes (ex marxistas, islamistas progresistas) bajo la dirección de Maya al-Yaribi. Asimismo, el Movimiento al-Nahda estaba proscrito desde 1989 y su jefatura exiliada, al igual que el Partido Comunista Obrero, dirigido por Hamma al-Hammami.

Los partidos políticos no estuvieron implicados directamente en el primer estallido del movimiento revolucio-nario tunecino, aunque rápidamente se sumaron a las protestas. Años de marginación, ilegalización o domestica-ción, les hicieron perder su capacidad de movilización y liderazgo. Al-Nahda, por ejemplo, desde que en las eleccio-nes de 1989 obtuviera el 17% de los votos, fue perseguido y sus líderes exiliados. Rashid al-Gannushi perma-neció desde ese año en el exilio, los dirigentes del interior en las cárceles y las bases reprimidas.

Pero ahora se abre una nueva etapa, y en medio de la revolución, los parti-dos deberán hacer también su propia “revolución interna”. Así, han comen-zado los cambios en las jefaturas de algunos, principalmente de aquellos que actuaban en connivencia con el régimen (por ejemplo, la destitución del secretario general del Partido de Unidad Popular, Muhammad Boushiha; del secretario general del Movimiento de Demócratas Socialistas; o la pre-visible destitución del secretario general del Partido Social Liberal, Mundhir Thabit) en busca de otros lí-deres para la nueva etapa que ahora comienza. Otros partidos se reestruc-turarán o, al menos, deberán retomar el contacto con la realidad, por ejemplo con el regreso del líder de al-Nahda, Rashid al-Gannushi, tras más de vein-te años de exilio. Otros desaparecerán, como el RCD de Ben Ali (con unos dos millones de “miembros”), disuelto por orden del Tribunal de Primera Instancia de Túnez. Por delante tienen, además del reto de modernizar sus estructuras y jefaturas, la de ser capaces de asu-mir y atraer a esa mayoría joven que en buena parte ha protagonizado la revolución, y estar preparados para el próximo proceso electoral de julio.

Las limitaciones impuestas a los par-tidos y las restricciones para legalizar nuevas formaciones políticas durante las décadas anteriores han provoca-do que, con la desintegración del viejo régimen, comience a renacer el acti-vismo de partido con la legalización de antiguas formaciones y la creación de otras nuevas. Hoy en día hay ya 37 par-tidos legales en el país (28 legalizados

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o creados desde la caída del régimen), después de los últimos permisos con-cedidos para la creación de nuevas formaciones políticas, y su número puede que aumente. Pero además de las fuerzas políticas, hay que tener en cuenta el papel desempe-ñado por los sindicatos, no tanto por la jefatura de los mismos, sino por los cuadros intermedios, especial-mente la Unión General Tunecina del Trabajo (UGTT), muy politizada desde su propia creación en 1946. Según el analista Yassin Temlali, tan-to el régimen de Bourguiba como el de Ben Ali intentaron controlar este poderoso sindicato sin conseguirlo del todo. Los cuadros intermedios del sindicato se movilizaron rápida-mente desde el levantamiento en Sidi Bouzid, prestaron sus instalaciones, sirvieron como vehículo de transmi-

sión de los hechos, organizaron actos de solidaridad, manifestaciones y huelgas generales en diferentes re-giones del país y, lo más importante, presionaron a la jefatura del sindicato para que lanzaran el llamamiento a la huelga general el 14 de enero, el día en que Ben Ali huyó del país. De he-cho, el comité ejecutivo de la UGTT no comenzó a apoyar abiertamente el levantamiento hasta que éste se hubo extendido a todo el país, y fue entonces cuando asumió, ya no sólo las reivindicaciones socioeconómi-cas, sino también las políticas. En conclusión, el proceso en marcha se irá clarificando progresivamente, aunque la creación de un gobierno provisional de tecnócratas no vincu-lados al viejo régimen y las próximas elecciones son las claves para legi-

timar el proceso de transición. Las elecciones, tanto presidenciales como legislativas, deberán despejar el camino de la transición democráti-ca en Túnez. Por ahora, las nuevas autoridades están respondiendo a las demandas de los protagonistas de la revolución en mayor o menor grado. El gran reto es consolidar la transformación política y el estado de derecho, además de concluir un pacto social. Sin olvidar las necesa-rias reformas del poder judicial y la policía. En cualquier caso, el pueblo tunecino ha encendido la mecha de las revoluciones y los levantamientos en el mundo árabe. Un orgullo, pero también una gran responsabilidad, como ha dicho certeramente el pre-sidente de la Red Euromediterránea de Derechos Humanos, el tunecino Kamel Jendoubi

Fuentes Jashana, Rashid. “al-Intifada al-tunisiyya: al-dawafi‘ wa-l-tada‘iyyat”, en http://www.aljazeera.net/NR/exeres/A24273D0-D623-444A-9B22-47D7B256F364.htmMartínez Fuentes, Guadalupe y Montabes Pereira, Juan. “Las elecciones en Túnez. Continuidades políticas y cambios electorales para la estabilidad de un régimen no competitivo”, en Parejo, Mª Angustias (coord). Entre el autoritarismo y la democracia. Los procesos electorales en el Magreb. Barcelona: Bellaterra, 2010, pp. 185-214. Marzouki, Nadia. “Tunisia’s Wall Has Fallen”, en http://www.merip.org/mero/mero011911Murad Ben Muhammad. “Matahat al-ahzab al-siyasiyya fi-Tunis”, en http://www.aljazeera.net/NR/exeres/EB3BF039-5794-47C4-80CD-9153FB398ABE.htm?GoogleStatID=9Siddiqi, al-‘Arabi. “Tunis ba‘da nashwat al-nasr: jaritat tariq li-l-dimuqratiyya”, en http://international.daralhayat.com/internationalarti-cle/226688Temlali, Yassin. “Pourquoi l’UGTT a joué un rôle aussi important dans l’intifada tunisienne”, en http://www.maghrebemergent.com/actua-lite/maghrebine/1976-pourquoi-le-syndicat-a-joue-un-role-aussi-important-dans-lintifada-tunisienne.htmlTunis: min itaha al-rais ila al-marhala al-intiqaliyya (Markaz al-Yazira li-l-Dirasat), en http://www.aljazeera.net/NR/EXERES/8C852075-DD76-4015-B133-6D3B13E474F4.htm “Túnez: Revuelta de la zona minera de Gafsa”, en http://www.marxist.com/tunez-revuelta-zona-minera-gafsa.htm al-Yurshi, Salah al-Din. “al-Nizam al-siyasi fi-Tunis amam muftaraq al-turuq”, en http://www.arab-reform.net/IMG/pdf/ARB_45_Tunisia-S-Jorshi_AR.pdf http://www.aljazeera.net/NR/exeres/1CB94DB8-361C-4515-9524-3F95556621AF.htm?GoogleStatID=9 (El papel de Internet y las nue-vas tecnologías en la revuelta tunecina)http://casaarabe-ieam.es/casa-arabe-tv/show/304?pes=1 (Video de la mesa redonda “Hacia dónde va Túnez”, con la participación de Souhayr Belhassen, periodista y activista civil tunecina, presidenta de la Federación Internacional de Derechos Humanos, y Kamel Jendoubi, portavoz del Comité por el Respeto de las Libertades y los Derechos Humanos en Túnez (CRLDHT) y presidente de la Red Euromediterránea de Derechos Humanos) http://www.anhri.net/tunisia (Página de la Red Árabe de Información sobre Derechos Humanos)

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Egipto: la revolución blanca

Muchos han sido los factores que han desembocado en la ya denominada “Revolución del 25 de enero” en Egipto. Se puede comenzar a rastrear unos pocos años atrás, cuando nació el movimiento Kefaya (2004) a raíz de la intención del presidente Hosni Mubarak de tras-pasar el poder a su hijo Gamal. Pero también hay que tener en cuenta las movilizaciones de los trabajadores del textil en la localidad de al-Mahalla al-Kubra (2006); la huelga general convocada el 6 de abril de 2008; la muerte de Jaled Said, un joven bloguero, en una comisaría de Alejandría (2010); las últimas elecciones legislativas de 2010, en las que el fraude y la manipulación superaron todos los límites; la cada vez más deteriorada situación económica; y, por supuesto, el vuelco político que tuvo lugar en Túnez a mediados de enero y que sirvió, cuando menos, de impulso para lo que después ha ocurrido en Egipto.

Plaza Tahrir

1. Casa Árabe acaba de publicar un Documento de trabajo con un estudio dedicado a este nuevo partido islamista. Rocío Vázquez, arabista e investigadora en el Instituto de Estudios Árabes y del Mundo Musulmán de Casa Árabe, es autora de “El partido político egipcio al-Wasat al-Yadid: ¿un nuevo islamismo?”, Documento de trabajo núm. 9, marzo de 2011.

Aunque la ideología de los miembros de Kefaya es heterogénea, lo cierto es que todos los grupos centraron sus aspiraciones iniciales (antes de las elecciones presidenciales de 2005) en protestar y, eventualmente, impedir el traspaso de poder de Hosni Mubarak a su hijo Gamal. Pero también recurrieron a la política exterior, donde encontra-ron muchos puntos en común: la causa Palestina, la invasión de Iraq y, en ge-neral, las políticas de la administración Bush en Oriente Medio, sirvieron para aglutinar a todos sus miembros.

Nuevos grupos de movilización

Durante los últimos años, la sociedad egipcia ha sido testigo de un nuevo pro-ceso de movilización, creando nuevas organizaciones civiles de protesta, au-mentando su activismo e incluyendo a nuevos sectores de la sociedad (como la clase trabajadora, que ha protagonizado intensas protestas debido al deterio-ro de la situación económica y laboral). También los partidos políticos, que han llevado a cabo varios intentos de crear frentes de oposición unidos, parecían es-tar animados por este nuevo impulso.

Se puede considerar al Movimiento Egipcio por el Cambio (al-Haraka al-Misriyya min ayl al-Taghiir), conocido comúnmente como Kefaya (¡Basta!), un punto de inflexión en la evolución de la sociedad civil y el es-cenario político egipcio. Aunque Kefaya nació oficialmente en 2004, lo cierto es que fue el resultado de diez años de reuniones informales entre un grupo de políticos, intelectuales y activistas de to-das las tendencias ideológicas que, ante el estancamiento en el que se encontraban los partidos de oposición legales, intenta-

ron encontrar un terreno común en el que moverse y desde el que lanzar sus reivin-dicaciones. El objetivo del grupo era crear una nueva y amplia fuerza política que se adecuara a las necesidades actuales de Egipto.

Al principio, Kefaya fue percibida como el germen del proceso de reconstrucción de la izquierda egipcia, sometida durante dé-cadas a la opresión y anulada, en cierto modo, por el ascenso de los Hermanos Musulmanes (HHMM). Pero es innegable que dentro de Kefaya siempre ha habido personalidades de todos los signos, in-cluidos, por supuesto, los islamistas. Los fundadores de Kefaya pertenecen, en su mayoría aunque no exclusivamente, a una generación que engloba a todos aquellos activistas e intelectuales que comenzaron a movilizarse en las agrupaciones estudianti-les de las universidades durante los años 70. Entre sus fundadores encontramos, por ejemplo, a destacados miembros del par-tido al-Wasat al-Yadid (escisión de los HHMM y recientemente legalizado, el 19 de febrero de 2011, después de 15 años intentándolo1) y del partido al-Karama, escisión del partido Naserista.

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Kefaya se ha guardado mucho de no parecerse a ningún partido político tra-dicional, empezando por su estructura interna no piramidal, pasando por los me-canismos de toma de decisiones, que se hacen, estrictamente, mediante votación, y llegando a la autofinanciación, garan-tizando así que sus políticas no están sometidas a agendas externas.

Uno de los logros de Kefaya fue par-ticipar activamente en la creación del Frente Nacional por el Cambio (al-Yabhat al-Wataniyya min ayl al-Taghiir), una coa-lición de partidos de oposición que vio la luz en 2005, justo antes de las eleccio-nes legislativas de aquel año. Si bien la alianza no duró mucho, lo cierto es que en ella se alinearon grupos de moviliza-ción social junto a partidos tradicionales de oposición (Wafd, al-Tagammmu, al-Gad, los naseristas…), los partidos no legalizados o suspendidos en aquel mo-mento (al-Wasat, al-Karama, al-‘Amal) y los HHMM, algo que no es habitual en el escenario político egipcio.

A pesar de las grandes expectativas que generó en sus inicios, Kefaya fue per-diendo fuerza y dejando espacio a otras agrupaciones civiles, hasta el punto de que no ha jugado ningún papel de lide-razgo en las protestas que han conducido al fin del régimen de Hosni Mubarak.

JÓVENES 6 DE ABRIL: “Quédate en casa”.

El grupo Jóvenes 6 de abril (Shabab 6 ibril) toma su nombre del día en el que fue convocada la huelga general de 2008. Sumándose a las protestas que estaban protagonizando los trabaja-dores del sector textil en al-Mahalla al-Kubra, localidad del delta del Nilo, un grupo de jóvenes provenientes de otras asociaciones pre-existentes (Comisión Popular de Apoyo a la Intifada, Jóvenes por el Cambio) y partidos políticos (principalmente al-Gad y el partido del Trabajo), así como independientes, de-cidieron comenzar una movilización, que se apoyó, en gran medida, en las nuevas tecnologías: facebook, blogs, todo tipo de foros y mensajes de texto en teléfonos móviles.

A pesar de que muchos de los partidos políti-cos del escenario egipcio habían participado en la huelga general de aquel año, este grupo quiso desde el principio mantener y expresar su independencia con respecto a cualquier grupo político. Su objetivo prin-cipal era “lograr un renacimiento político, económico y social (…) y luchar contra la corrupción y la opresión”. Está organizado en grupos y sub-grupos que se encargan de las distintas áreas de trabajo: contacto con los medios, propaganda, intercambio de conocimiento y debates políticos, residentes en el extranjero.

El mérito de Jóvenes 6 de abril fue transfor-mar las protestas de un sector determinado de trabajadores, que estaban teniendo lu-gar desde 2006 en una pequeña, aunque importante ciudad del delta, en una verda-dera huelga general en todo el país y a la que se sumaron también algunos partidos políticos y otras agrupaciones: Kefaya, el partido Gad, el Karama, el Wasat, el movi-miento de Funcionarios del Departamento de Impuestos de Bienes Inmuebles, el mo-vimiento de Trabajadores y Administrativos de la Enseñanza, el sindicato de abogados y el Movimiento 9 de marzo (de profesores universitarios), entre otros, apoyaron la huel-ga, cuyo eslogan principal era: “quédate en casa” (jalik fi-l-beyt).

Si bien la huelga no tuvo, en la práctica, un gran seguimiento, lo cierto es que sí se notó un menor flujo de tráfico y personas en las ciudades y, sobre todo, una gran presencia policial en las calles. Simbólicamente sí re-sultó un triunfo. Un año después, en 2009, se hizo una convocatoria similar para el mismo día 6 de abril y nuevos grupos se sumaron a la huelga: “Ciudadanos contra la carestía”, “Médicos sin derechos” (que realizaron una parada simbólica frente al sindicato de mé-dicos) o el grupo “Fin de la exportación de gas” (en referencia a la exportación de gas egipcio a Israel) participaron en la huelga. A pesar de ello, esta segunda convocatoria sí fue un fracaso debido, en parte, a las deten-ciones que estaba practicando el régimen contra el grupo (Isra` Abdelfattah, una de las principales convocantes de la primera huel-ga y activista, fue detenida en abril de 2008; Ahmad Maher, coordinador del grupo, fue detenido en mayo del mismo año) y, en par-te también, a las discrepancias internas que comenzaban a aflorar. Algunos miembros, como Isra´ Abdelfattah, se marcharon del grupo para entrar a formar parte del partido al-Gad, lo que generó muchos interrogantes y críticas sobre si el partido no era más que un instrumento para transformar la actividad social en trabajo político.

Las movilizaciones de la clase obrera.

Pero las exigencias de estos grupos, muy vinculadas a la política, parecían dejar de lado las aspiraciones sociales de otros amplios sectores de la sociedad, cuyo nivel de vida no dejaba de deteriorarse.

Así, a las movilizaciones convocadas por Kefaya y las primeras agrupaciones es-tudiantiles, les siguieron otras protestas protagonizadas por grupos distintos.

La clase obrera, por ejemplo, comenzó a organizar protestas en el sector industrial (cuyo máximo exponente fueron las mani-festaciones y los disturbios de al-Mahalla al-Kubra), dando paso a una nueva fase de organización y movilización en la que las exigencias laborales se mezclaban ya con las aspiraciones políticas y las críticas con-tra las agrupaciones profesionales oficiales y las uniones de trabajadores.

Otro sector, tradicionalmente alejado de las protestas y las manifestaciones, lo constitu-yeron los funcionarios de la Administración del Estado y, especialmente, los funcio-narios del departamento de impuestos de bienes inmuebles. Desde 2006 y a lo largo de 2007, estos funcionarios organiza-ron numerosas protestas a nivel nacional. Teniendo en cuenta que son unos 50.000 funcionarios empleados en este sector y que están repartidos por todos los rincones del país, hay que reconocer el enorme (y exito-so) esfuerzo realizado en la organización y coordinación de las protestas. Al comienzo de la movilización, se creó la Alta Comisión para la Organización de la Huelga, que se encargó no sólo de organizar las protestas sino también de las negociaciones con el gobierno. Todo este trabajo se llevó a cabo completamente al margen de las agrupacio-nes profesionales oficiales, que no supieron cómo integrarse en la movilización ni cómo gestionar las exigencias de sus miembros. Así, en 2007, la Alta Comisión de la Huelga se transformó en el Sindicato General Independiente de los funcionarios del depar-tamento de impuestos de bienes inmuebles.

El caso Jaled Said: el Bouazizi egipcio

El 6 de junio de 2010, Jaled Said, un joven bloguero de 28 años, moría en una comi-saría de Alejandría como resultado de la paliza recibida por parte de dos oficiales de policía. Said había sido arrestado bajo la acusación de estar en posesión de pruebas audio-visuales que implicaban a algunos oficiales de policía en el tráfico de drogas. Los responsables alegaron que Said había muerto tras tragarse una pequeña cantidad de cannabis.

En seguida se convocaron protestas en esta ciudad. Los participantes vestían de negro y se las ingeniaron para desafiar la ley de emergencia que prohíbe las reu-niones de más de cinco personas: así, de una manera inteligente, los manifestan-tes consiguieron llevar a cabo su protesta a lo largo de la “corniche” pero evitando siempre que hubiera más de cinco per-sonas concentradas en el mismo lugar. Para acallar las protestas, los responsa-bles fueron sentenciados a cuatro días de cárcel.

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El caso de Jaled Said dio paso a la apa-rición en Facebook del grupo Kulena Jaled Said (Todos somos Jaled Said), creado por un egipcio anónimo, que fue uno de los principales incitadores de las movilizaciones. Más tarde se supo que este ciudadano era Wael Ghonim, responsable de la oficina de la empresa Google en El Cairo, que fue detenido en los primeros días de las protestas y liberado doce días después. Ghonim se convirtió, tal vez sin quererlo, en uno de los símbolos de la revolución.

La muerte de Jaled Said fue un nuevo impulso para la movilización social y fa-voreció la aparición de nuevos grupos de protesta, sobre todo en internet, a través de los que se denunciaba la tor-tura, la intimidación y las injusticias a las que el régimen sometía a los jóve-nes egipcios con impunidad.

Las redes sociales: ¿el arma definitiva?

Mucho se ha comentado sobre el papel que han desempeñado las nuevas tec-nologías y, concretamente, las redes sociales, en el desarrollo de las protes-tas, hasta el punto de que hay quien afirma que no podrían haberse dado sin esta imprescindible herramienta. Es cierto que internet ha facilitado el intercambio de información, la difusión de ideas, la convocatoria de las mani-festaciones y, sobre todo, lo ha hecho con una inmediatez que no supera ningún otro medio de comunicación. Pero no es menos cierto que lo prime-ro que hizo el régimen egipcio, en los primerísimos días de las protestas, fue bloquear las páginas de internet más consultadas, limitar el envío de men-sajes de texto y dejar el país aislado del resto del mundo. ¿Impidió esa me-dida el desarrollo de las revueltas? Es evidente que no.

Es cierto que internet no sólo ha permitido el intercambio de información y ha provisto gran cantidad de imágenes y vídeos sobre las protestas, sino que ha ofrecido un espacio donde, principalmente, los jóvenes han acudido para debatir y criticar cuestiones de actualidad desde mucho antes de que comenzaran las recientes protestas en los países árabes. En 2007, sólo 70.000 egipcios tenían página de Facebook; en 2008 ya eran medio millón; hoy hay más de cinco millones. A través de la red se han difundido numerosos vídeos sobre la tortura que tiene lugar en las comisarías egipcias (el grupo de facebook “Todos somos Jaled Said” es un ejemplo de esto); se discute sobre el islamismo y la sharía; sobre los derechos humanos y la situación de la mujer.

Una de las características de esta nueva herramienta tecnológica es que permite al usuario mantener el anonimato lo que, para muchos, significa seguridad. El anonimato les permite expresarse con más libertad; les da acceso a personalidades destacadas; les abre una ventana a lo que ocurre en otros países; y les da la posibilidad de conocerse, virtual o físicamente. Además, el árabe es una lengua totalmente integrada en internet, lo que significa que aquellos que no estén familiarizados con los idiomas extranjeros no quedan excluidos de las redes sociales. También hay que tener en cuenta que se utilizan a menudo los dialectos y los registros informales del árabe, con lo que los jóvenes usuarios se sienten más identificados y pueden expresarse con detalle.

No se puede negar la gran ayuda que han supuesto las redes sociales en los levantamientos que están teniendo lugar en el mundo árabe. Se han creado decenas de grupos de Facebook que han conseguido cientos de miles de seguidores en pocos días: Kulena Jaled Said (Todos somos Jaled Said); al-Shahid (el mártir); Thawra 25 yanair (revolución del 25 de enero); o Anonymous (un grupo de informáticos experimentados que se dedican a contra-atacar los bloqueos gubernamentales invalidando, a su vez, las páginas oficiales de los gobiernos) etc.

Una prueba de la importancia de las redes sociales, y de internet en general, es que el régimen no ha dudado en contraatacar, no sólo con las habituales detenciones sino adaptándose y utilizando también las nuevas tecnologías. Durante la huelga general de 2008, por ejemplo, se crearon en Facebook varios grupos orientados a desacreditar al grupo 6 de abril y a mejorar la imagen del Estado: “6 de abril… ¿huelga o destrucción?”; “los gamberros del 6 de abril y la ilusión de cambio” etc.

No hay duda de que internet es una plataforma donde los jóvenes usuarios se encuentran unos a otros, dejan de sentirse aislados y permite crear una conciencia colectiva. Pero en las protestas que han tenido lugar en Egipto han participado ciudadanos de todos los sectores de la sociedad, de todas las edades y de todas las tendencias, y sólo una minoría eran jóvenes con acceso a internet.

El inicio de la movilización

El mismo día que se conocía la salida del presidente tunecino Zin al-Abidin Ben Ali, comenzaron a proliferar en internet nue-vas páginas, convocatorias de eventos y grupos que proclamaban: “primero fue Túnez, ahora seremos nosotros; 25 de enero, día de la ira”. Ya había habido al menos cuatro personas que se habían quemado a lo bonzo intentando imitar al tunecino Bouaziz con la esperanza de enviar el mismo mensaje. Los jóvenes del 6 de abril, Kefaya, organizaciones de derechos humanos, organizaciones de apoyo a Muhammad al-Baradei y todo tipo de grupos de protesta comenzaron a movi-lizarse, no sólo en internet, sino colgando carteles y enviando mensajes de texto. Casi todos los partidos políticos legales confirmaron que apoyaban la protesta y el día 25 de enero miles de personas se reunieron en la plaza Tahrir en El Cairo y en las principales ciudades del resto del país.

Por su parte, el gobierno tomó medidas ante lo que estaba ocurriendo. El error que cometió fue que la gestión de la crisis se llevó a cabo adoptando únicamente medidas de seguridad. Los enfrenta-mientos con los cuerpos de seguridad, policía y antidisturbios, se cobraron un centenar de muertos en los primeros días. El primer día de protestas, el mis-mo 25 de enero, el gobierno bloqueó la página de internet Twitter, a través de la que circulaba mucha información so-bre lo que estaba pasando. Tres días después se decretó un toque de queda y se cortó completamente el acceso a in-ternet. Una de las primeras medidas que

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adoptó Mubarak fue nombrar vicepresi-dente a Omar Suleyman, el eterno jefe de los servicios de inteligencia, un per-sonaje totalmente desacreditado entre los ciudadanos. Además, en un intento por apaciguar la situación, Mubarak anun-ció una remodelación del gobierno con la que no consiguió su objetivo. Al frente del nuevo ejecutivo nombró a un militar, el general Ahmad Shafiq, y al jefe del departamento de investigaciones crimi-nales de El Cairo y también ex director de Instituciones Penitenciarias, Mahmud Wagdy, como titular de Interior. El min-istro de Defensa, el general Huseyn Tantawi, y el de Exteriores, Ahmad Abul Gheit, mantenían sus carteras. Pero uno de los puntos clave del primer discurso del presidente egipcio fue que volvía a utilizar el miedo al islamismo y a la inestabilidad para justificar su permanencia en el pod-er: “yo o el caos”, ha sido la frase utilizada durante todo su mandato, dando a en-tender que no existía alternativa posible y que Egipto podría acabar convertido en un nuevo Irán.

El 30 de enero, se prohibió la emisión del canal Al-Jazeera y se cerraron sus oficinas en todo el país. Al día siguiente, Mubarak hizo otra pequeña concesión al anunciar que no se presentaría a las próximas elecciones presidenciales, que estaban previstas para el próximo sep-tiembre, pero tampoco anunciaba su dimisión.

El octavo día de las protestas, con la policía completamente ausente de las calles y la consecuente aparición del ejército, comenzaron a aparecer los manifestantes pro-Mubarak. Según las informaciones que llegaban des-de El Cairo, muchos habían llegado en autobuses y furgonetas, una es-trategia que el gobierno ha utilizado habitualmente para movilizar a “sus seguidores” (especialmente durante las citas electorales). Aquel día, unos cincuenta manifestantes pro-Mubarak irrumpieron en la plaza Tahrir monta-dos en caballos y camellos, armados con palos, y atacaron a los manifes-tantes que allí había. Algunos de los que llegaban fueron apresados por los manifestantes de la plaza Tahrir y, al ser registrados, se les identificó como miembros del cuerpo de policía, puesto que llevaban las tarjetas de identifica-ción en los bolsillos a pesar de que iban vestidos de civiles. Igualmente, la prensa internacional comenzó a ser ob-jeto de ataques por parte de los recién llegados, que confiscaron y rompieron sus equipos y les impidieron moverse libremente.

El objetivo de esta estrategia era dar la impresión de que el presidente to-davía gozaba de apoyo popular y generar violencia para deslegitimar las protestas, que hasta ese momento ha-bían sido pacíficas. El gobierno negó todas las acusaciones y la televisión estatal precisó que los manifestantes pro-Mubarak eran en su mayoría traba-jadores del sector turístico que estaban viendo perjudicado su trabajo.

Los manifestantes de la plaza Tahrir mantuvieron su acampada y protes-tas masivamente y, finalmente, el 11 de febrero Omar Suleyman anunciaba la renuncia de Hosni Mubarak, quien desde entonces se instaló en Sharm al-Sheyj.

La organización

No hubo un único actor o un solo grupo al que se le pueda adjudicar el papel de líder de esta movilización. Aunque to-dos los grupos implicados consiguieron, hasta cierto punto, coordinarse antes y durante las protestas, la cuestión primor-dial que se acabó planteando fue cómo organizar la representación y el liderazgo ante la potencial nueva etapa. Los jóve-nes se comunicaban y se expresaban a través de internet, los partidos políticos celebraban reuniones, la sociedad civil organizada repartía panfletos, los perió-dicos independientes o de la oposición se hacían eco de todo lo que estaba ocu-rriendo, pero la coordinación era todavía precaria.

El día 6 de febrero, algunas de las or-ganizaciones de jóvenes más activas de Egipto, responsables de la moviliza-ción y de la continuidad de las protestas, anunciaron la creación de la Coalición de los Jóvenes de la Revolución (I’tilaf Shabab al-Thawra). Temiendo que los manifestantes pudieran rendirse ante las tímidas concesiones del gobierno y al agotamiento de trece días de protestas, el principal objetivo de este nuevo grupo era asegurarse de que las manifestacio-nes continuaran y no se estableciera un diálogo con las autoridades hasta que Mubarak no hubiera abandonado la pre-sidencia de la república.

Los miembros de esta alianza son los sec-tores jóvenes de los siguientes grupos: el Movimiento 6 de abril (Harakat 6 Ibril), los Hermanos Musulmanes (Shabab al-Ijwan al-Muslimin), la Campaña Popular de Apoyo a Muhammad al-Baradei (Al-Hamla al-Sha‘biyya li-Da‘m al-Barade‘i), el Movimiento Libertad y Justicia (Harakat al-Hurriyya wa-l-‘Adala), el partido Frente Democrático (Shabab Hizb al-Yabhat al-Dimuqratiyya), la Agrupación Nacional por el Cambio (al-Yama‘iyya al-Wata-

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niyya min ayl al-Taghiir), los jóvenes de los partidos al-Karama, al-Wafd, al-Gad, al-Taggamu‘, así como jóvenes indepen-dientes, activistas y blogueros.

Este grupo exigió que se cumpliesen tres demandas: la sustitución del gobierno de Ahmad Shafiq por otro de tecnócratas, li-derado por una personalidad no partidista elegida por consenso, que se encargaría de liderar la transición y las reformas constitu-cionales y políticas; la liberación de todos los presos políticos; y el juicio a los respon-sables de las muertes acaecidas durante las protestas. Además, entre sus exigen-cias estaban también el fin del estado de emergencia, la garantía de las libertades individuales y la disolución de la Asamblea del Pueblo (congreso de diputados) y de la Asamblea de la Shurà (senado, consultivo).

La coalición ha elegido a diez de sus integrantes para que lideren las nego-ciaciones y se coordinen con otras fuerzas políticas: Ahmad Maher y Amro Ezz (6 de abril); Ziyad al-`Alimi y Sali Mur (Campaña de apoyo a al-Baradei); Islam Lutfi y Muhammad Abbas (HHMM); Shady al-Gha-zali (Frente Democrático); Jaled Said y Jaled Abdel Hamid (Libertad y Justicia); Naser Abdel Hamid (Organización Nacional por el Cambio, liderada por al-Baradei).

Pero una cuestión de vital importancia para que se dé respuesta a las necesidades de la sociedad es que se construyan uniones de tra-bajadores y sindicatos profesionales creíbles, que son las fuerzas que tradicionalmente han de articular las demandas sociales, así como contrarrestar el peso de los grupos islamistas que, sin dichas agrupaciones, emergerían como los únicos representantes de las cita-das demandas.

El papel del ejército

Desde la “revolución” de los Oficiales Libres en 1952, el ejército ha desempeñado un papel fundamental en la política interna del país. Los tres presidentes desde la revolu-ción han sido militares y muchos miembros del ejército, en servicio o retirados, han ocupado puestos clave en los diversos go-biernos a lo largo de la historia del Egipto contemporáneo. Tradicionalmente, el ejército ha desempeñado dos funciones fundamen-tales: garantizar la seguridad nacional frente a enemigos externos y apoyar a los regíme-nes que han estado en el poder. Desde la guerra de 1973, el ejército goza de una alta posición dentro de la sociedad egipcia, a pesar de que, a partir de entonces, tuvo que salir a la calle en dos ocasiones para abortar disturbios internos: en 1977, las revueltas del pan, y en 1986, para controlar el motín de las Fuerzas de Seguridad Centrales.

Casi todos los comentarios sobre el ejército desde que comenzara la crisis se referían a él como actor de unidad, como factor de co-hesión. En cualquier caso, el ejército no es un

bloque homogéneo y monolítico y no todos sus componentes son de igual importancia: tiene varios centros de poder e intereses va-riados. Las Fuerzas Armadas (FFAA) egipcias han sido uno de los elementos clave de la crisis egipcia. Manteniéndose desde el principio alejado de la lucha en las calles, muchos observadores confiaron en que actuara se-gún los intereses de la nación, obligando a Mubarak a abandonar el poder, y facilitara una transición pacífica. Esto suponía una gran responsabilidad para el ejército y una tarea difícil, puesto que es un actor con múlti-ples facetas e intereses y sus motivaciones y sus procesos internos son variados.

A pesar de que muchos hubieran deseado una mayor implicación del ejército, bien para dispersar o para apoyar a los manifestan-tes, lo cierto es que el ejército mantuvo en todo momento una postura de neutralidad. Cuando las fuerzas de seguridad internas se colapsaron, el ejército intervino para es-tabilizar la situación, impedir ataques contra las instituciones gubernamentales y evitar el caos. No hizo ningún movimiento contra los manifestantes; de hecho, declaró en público que no abriría fuego contra las manifestacio-nes pacíficas.

Día tras día las FFAA iban aumentando su presencia en las calles, ayudando a impe-dir los saqueos y controlando el tránsito de los manifestantes. El ejército demostró una gran disciplina en las situaciones más tensas y mantuvo la unidad y la cohesión, a pesar de que los soldados estaban expuestos a las masas y se sentían cercanos a la natu-raleza emocional de la situación. Al mismo tiempo, el aumento de militares desplegados evitó nuevos ataques contra instituciones del gobierno y protegió al régimen de la presión directa de los elementos antigubernamenta-les. Esto fue un factor determinante para la permanencia de Mubarak en el poder du-

Mohsenal-Fangari, portavoz del Consejo Supremo de las FFAA

rante esos diez y ocho días. Los militares se hicieron eco, en sus declaraciones públicas, de las llamadas del presidente a la calma, el orden y la estabilidad, permitiendo así que su aparente neutralidad durante la crisis fuera in-terpretada como ligeramente inclinada hacia el régimen. En general, el ejército ha conse-guido mantenerse en su posición tradicional entre el Estado y la sociedad y, tal vez, ha facilitado el camino hacia una transición po-lítica.

El ejército ha estado sometido a un gran es-trés a todos los niveles. Los soldados y las unidades desplegados a pie de calle estaban expuestos al efecto “corrosivo” del contacto directo con los manifestantes, que podría haber debilitado su disciplina y cohesión. Más importante aún, se le exigió al ejército, especialmente a los mandos, que decidieran cuál era su postura, en qué lado se situaban. Saber manejar esta presión constituyó un gran desafío para una institución que no es precisamente célebre por saber adaptarse a situaciones cambiantes.

Durante tres décadas, las FFAA han disfruta-do de una relación simbiótica con el régimen de Mubarak, basada en los privilegios y los intereses mutuos. Las relaciones entre los oficiales de la vieja guardia y los miem-bros del régimen, de la vieja guardia también, son bien conocidas. Además de los benefi-cios personales derivados de una asociación cercana con el régimen, se ha conseguido preservar una privilegiada clase alta de oficia-les del ejército en la sociedad egipcia.

Pero esos vínculos no son, en cualquier caso, irrompibles. La presión a la que se vieron sometidos les llevó a reexaminar su relación con Mubarak y decidieron optar, na-turalmente, por su supervivencia. También puede ser que los oficiales de la vieja guar-dia, simplemente, decidieran que el tiempo de Mubarak había pasado y que la relación con EEUU, especialmente con el ejército de

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los EEUU, estaba en peligro. Finalmente, tal vez se dieron cuenta de que la mejor manera de mantener su posición privilegiada se ba-saba en apoyar una transición.

El ejército tomó el control de la situación úni-camente dos días antes de la renuncia de Mubarak. Lo que pretendía era evitar tener que tomar la decisión de echar al presidente e instó a los manifestantes a que continuaran su presión. ¿Existe el riesgo de que el ejército se quede a medio camino, en un intento por proteger sus propios intereses, y no devuelva el poder a las autoridades civiles que emerjan de esta transición? En principio, parece que no está interesado en gobernar de forma directa.

El ejército ha apostado por su supervivencia y por mantenerse como una institución central. Aunque Mubarak ha tenido muy en cuenta al ejército durante tres décadas, éste no estaba dispuesto a sacrificar su posición por el presi-dente. Era muy difícil hacerse a la idea de un Egipto donde el ejército no desempeñara un papel central. Venga lo que venga después, el nuevo liderazgo tendrá que arreglárselas para entenderse con el ejército.

La reacción de Estados Unidos

La administración estadounidense comenzó asegurando tímidamente, a través de la se-cretaria de Estado, que Egipto es un “país estable” y que estaban “observando de cer-ca la situación”, mientras llamaban a ambas partes a la contención.La primera reacción

de la Administración estadounidense, al día siguiente de que comenzaran las protestas, corrió a cargo de la secretaria de Estado, Hillary Clinton. En sus declaraciones, el Departamento de Estado pedía a todas las partes que “se contuvieran y evitaran la vio-lencia” y al gobierno egipcio que “se hiciera con el control de la situación e impusiera reformas”. Clinton apoyó el derecho de los egipcios a expresarse libremente y aseguró que EEUU había reiterado a Egipto la ne-cesidad de que el gobierno respondiera a las exigencias. Y añadió: “Egipto tiene aho-ra una gran oportunidad de llevar a cabo reformas políticas, sociales y económicas que respondan a las necesidades de los egipcios” y pidió al gobierno que no tratara de evitar las manifestaciones pacíficas ni bloquear las comunicaciones. Pero también añadíó “consideramos que el gobierno egip-cio es estable y está estudiando la manera de responder a las demandas de la gente”. Es decir, se mantenía sobre la línea diplomá-tica que le impide decantarse abiertamente por los manifestantes y le permite, al mismo tiempo, mantener canales de comunicación con el gobierno. EE.UU intentaba así no perder al gran aliado que tenía en Oriente Medio.En seguida, el presidente Obama asu-mió personalmente el asunto egipcio. El 28 de enero llamó a las autoridades egipcias a “no utilizar la violencia contra manifestantes pacíficos” y exigió que dieran marcha atrás en lo relativo al bloqueo de internet y de los teléfonos móviles. Después de recordar la estrecha relación que existe entre ambos

países y de señalar que EEUU ya había des-tacado la necesidad de que se acometieran reformas políticas, económicas y sociales, el presidente norteamericano añadió: “dado que esas reformas no han tenido lugar, el malestar ha ido creciendo”. Obama comentó que había hablado con el presidente egipcio y que le había “instado a que asumiera su responsabilidad y transformara sus palabras en actos”.

Días después, el 10 de febrero, tan sólo un día antes de la renuncia de Mubarak, Obama hizo otra declaración en la que el tono se iba endureciendo. En ella aseguraba que “el go-bierno egipcio todavía no había aprovechado la oportunidad de establecer una vía creíble, inequívoca y concreta hacia una democracia genuina”. Incluso iba más allá al afirmar que “el estado de emergencia debía ser levan-tado” y hablar de “cambios irreversibles (…) que deben conducir a la celebración de elec-ciones justas y libres”. Finalmente Obama decidió ponerse “del lado de la Historia”. Tras la renuncia del presidente egipcio, la adminis-tración estadounidense “elogió la decisión” y felicitó al pueblo egipcio, subrayando, otra vez, la necesidad de poner fin al estado de emergencia y de celebrar elecciones libres y justas. También expresó su confianza en que el ejército continúe desarrollando su trabajo de manera responsable.

Fuentes

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Los levantamientos populares, en algunos casos, y las protestas, en otros, se han extendido prácticamente a todo el mundo árabe, desde Marruecos hasta Omán. Quizás se transformen en revoluciones que acaben con viejos regímenes y construyan un nuevo modelo de sociedad, o quizás se queden en movimientos contestatarios que consigan iniciar, y en algunos casos acelerar, reformas políticas, sociales y económicas. En gran medida, la evolución dependerá de los diferentes actores en juego: los regímenes, los ejér-citos, la presión exterior, etc. Y de ahí los resultados podrán ser también múltiples: apuestas por la reforma contestando parcialmente a las reivindicaciones, apuestas por la represión que irán radicalizando las protestas o aplastándolas, o, como en Libia, desembocan-do en un conflicto armado internacionalizado.

Entre medidas preventivas y nuevas rebeliones ciudadanas.

Bahréin

El caso de Bahréin demuestra cómo la paralización o la lentitud en la aplicación de reformas prometidas por el gobier-no conducen a la frustración de amplios sectores sociales y desembocan en mo-vimientos contestatarios que, tras una reacción violenta por parte del régimen, elevan el techo de demandas. La mo-narquía de Bahréin prometió en 2000 un proceso de democratización y reforma política (Véase Atalaya nº 12) no exen-to de contradicciones internas ya que debía transcurrir bajo el estricto control del monarca, Hamad Al Jalifa, quien se-guía teniendo enormes atribuciones. El sistema parlamentario también presenta una contradicción, ya que si bien exis-te un parlamento elegido por el pueblo, éste convive con una asamblea consul-tiva cuyos miembros son designados por el monarca y que tiene las mismas atribuciones que el parlamento e inclu-so debe dar su aprobación a la labor parlamentaria. Una de las principales rei-vindicaciones de la oposición política en los últimos años, especialmente shiíes islamistas y de izquierdas, ha sido la de un verdadero parlamento con atribucio-nes y representativo del que emane un gobierno, y no como hasta ahora en que es el monarca quien nombra a los miem-bros del gobierno. Estas demandas se repitieron después de las últimas eleccio-nes parlamentarias de octubre de 2010. Las denuncias de marginación de la po-blación shií mayoritaria (casi el 70%) y la degradación del respeto de los derechos humanos han sido el caldo de cultivo en el que se ha fraguado la contestación po-lítica que cristalizó, el 14 de febrero de 2011, a través del llamamiento de los

La Plaza de la Perla, el símbolo de la contestación popular, destruida por el régimen

“Jóvenes del 14 de Febrero”. La definitiva opción del gobierno, consistente en repri-mir las manifestaciones pacíficas, elevó la tensión y también las reivindicaciones y ha complicado la resolución de la crisis. El príncipe heredero, Salman Ben Hamd Al Jalifa, inicialmente lanzó un llama-miento al diálogo con los partidos de oposición pero, ante las exigencias de los manifestantes con demandas preci-sas de cambio, se acabó optando por la represión de los manifestantes. Algunos sectores radicalizados, aunque minorita-rios, comenzaron entonces a reivindicar no ya una monarquía parlamentaria con un gobierno elegido de forma directa, sino la caída del régimen. Sin embar-go, la oposición política, cuya cabeza más visible es el secretario general de la Asociación al-Wifaq al-Watani, el she-yj Ali Salman, ha presentado una serie de condiciones previas al inicio de cual-quier diálogo, sin poner en cuestión la legitimidad del actual régimen y de la familia reinante: destitución del actual gobierno, liberación de presos políticos, imparcialidad de los medios oficiales para evitar la tensión comunitaria (la minoría sunní controla los resortes del poder), la formación de una asamblea constituyente elegida democráticamente que elabore una Constitución emanada de la voluntad popular.

Para neutralizar un posible conflicto comunitario, que podría dar al traste con las reivindicaciones políticas, las asociaciones políticas sunníes y shiíes llegaron a un acuerdo, según apa-rece en un comunicado conjunto del pasado 6 de marzo, de al-Wifaq y la

Reagrupación de Unidad Nacional pre-sidida por el sheyj Abdellatif Al Mahmud (que agrupa a las principales asocia-ciones sunníes y que se creó a raíz de las primeras protestas en el país). Este acuerdo para evitar un conflicto civil y centrar las reivindicaciones en la caída del gobierno está firmado por al-Wifaq, Acción Nacional Democrática, Minbar Democrático Progresista, Hermandad Nacional, Acción Islámica, Agrupación Nacionalista Democrática y Agrupación Nacional Democrática.

Pero la tensión en Bahréin aumenta de-bido a la mayor represión del régimen, que también recurre a mercenarios para la Guardia Nacional, especialmente de Pakistán, según ha denunciado el Centro de Derechos Humanos de Bahréin en un comunicado del 12 de marzo.

En Bahréin también es importante la presión de EEUU, para quien el peque-ño reino del Golfo es un socio principal en la zona (alberga la V flota estadouni-dense), y la de sus socios del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG). Los llamamientos a la contención, al diálogo y a una solución política lanzados por el presidente Obama se han visto re-forzados por el secretario de Defensa de EEUU, Robert Gates, que visitó re-cientemente el país aconsejando a las autoridades realizar reformas políticas importantes y rápidas para evitar un au-mento de la tensión.

Por su parte, el CCG ha apostado por una estrategia diversa, una intervención directa en el país a través de Arabia Saudí y Emiratos Árabes Unidos y una ayuda económica que recibirá Bahréin (junto con Omán) para rebajar la ten-sión social. Los efectivos enviados por el CCG son parte de las Fuerzas Mixtas de la Península, fuerzas militares conjuntas formadas por los países del Consejo en 1986 en virtud del acuerdo de defensa mutua de los países miembros (Arabia Saudí, Emiratos, Kuwait, Qatar, Bahréin y Omán). Esta medida, ha provocado la reacción verbal de Irán y amenaza con una posible elevación de la tensión en la zona.

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Yemen

Poco después del estallido de las revo-luciones en Túnez y Egipto, el primer ministro yemení, Ali Mujur, declaró a la CNN que en su país no había motivos para que hubiera manifestaciones de protesta porque Yemen “es un país democrático desde hace décadas, donde ha habido elecciones y por eso el régimen es democrático”. Pero aun así, en prevención de posibles movili-zaciones siguiendo la estela tunecina y egipcia, el presidente, Ali Abdallah Saleh, anunció que no se volvería a presentar cuando acabara su presi-dencia, en 2013, y que tampoco su hijo Ahmad, general del Estado Mayor, he-redaría la presidencia, un debate que ya se había producido en la sociedad yemení, al igual que en la egipcia. Sin embargo, las manifestaciones di-rigidas en un principio por jóvenes de la universidad de Sanaa a los que se han unido otros sectores sociales, la oposición política (aglutinada en al-Liqa al-Mushtarak) y líderes tribales, piden la caída de un régimen que pa-rece intentar la opción de la represión. El presidente ha lanzado llamamien-tos tardíos al diálogo nacional con los principales partidos de oposición, o lo que el régimen califica de oposición legal con representación parlamenta-ria, excluyendo al movimiento Huthi y al-Harak al-Yanubi (Movilización del Sur) (Véase Atalaya nº 11). Pero esta postura llega después de años de re-presión y marginación de la oposición, después de varias guerras contra los huthíes, y de varios muertos en las úl-timas protestas en Sanaa, Aden, Taizz, Ibb y Maarib. Llega tarde porque los manifestantes reivindican ya la caída del régimen, un régimen que comienza a descomponerse como demuestran las dimisiones de parlamentarios del partido gobernante en protesta por la violencia usada contra los manifestan-tes. Y entre esos métodos violentos, el régimen ha recurrido a lo que hizo el ex presidente egipcio, Hosni Mubarak: sa-car partidarios del régimen, y matones, para frenar a los manifestantes y pro-vocar disturbios entre ellos. Además, el régimen ha movilizado al ejército que, no sin importantes fisuras, está

Los manifestantes reclaman la caída del régimen yemení en la Plaza del “Cambio”

Manifestaciones en Jordania

desempeñando un papel diferen-te al realizado en Egipto y Túnez. El ejército yemení está directamente con-trolado por personas muy próximas al presidente e incluso familiares (hijo y sobrinos). Por otro lado, está haciendo frente a manifestaciones de protestas por parte de grupos tribales que hasta ahora prestaban apoyo al presidente, además de que la alianza de partidos de oposición ha rechazado la oferta de diálogo mientras continúe el uso de la violencia.

El 10 de marzo, Abdallah Saleh hacía otra propuesta reformista, mientras seguía resistiéndose a abandonar el poder hasta las próximas elecciones. Sin embargo, la oposición (al-Liqa al-Mushtarak) y los jóvenes de la Plaza del Cambio la rechazaron, afirman que llega demasiado tarde y que el presi-dente ya ha perdido toda legitimidad, según se recoge en un comunicado del Comité Organizativo Superior de la Revolución Juvenil Popular del 10 de marzo.

El panorama yemení es el de un viejo régimen en descomposición (renuncias de responsables del partido, del go-bierno y de altos oficiales del ejército) que responde de forma anacrónica (el músculo de la violencia) a una socie-dad que se manifiesta pacíficamente exigiendo reformas democráticas y que ante la reacción violenta de las autoridades exige la caída del régimen o, al menos, la salida del presidente Abdallah Saleh.

Jordania

El último proceso electoral celebrado en noviembre de 2010 anunciaba ya tensión política y social (Véase Atalaya nº 13). Las manifestaciones, en las que se reivindica-ba una nueva ley electoral y la destitución del primer ministro, fueron ampliándose, integrando nuevos actores (por ejemplo, el sindicato de artistas que reclaman una lucha contra la corrupción; estudiantes de secundaria en las escuelas, militares retira-dos, partidos de izquierda, jefaturas tribales, periodistas), nuevos espacios geográficos y nuevas demandas, tras las revoluciones tu-necina y egipcia.

En Jordania los manifestantes piden una reforma política en profundidad que de-mocratice el sistema monárquico, pero sin cuestionarlo ya que goza de legitimidad po-lítica e islámica. Es cierto que la monarquía ha escuchado algunas reivindicaciones: destituyó al primer ministro Samir al-Rifa‘i, pero su sucesor, Ma‘ruf al-Bajit, un político militar conservador, tampoco ha sido aceptado por la oposición islamista e izquierdista. Sin embargo, el gobierno ha anunciado algunas medidas y adoptado algunos pasos para contener la situación y apaciguar las reivindicaciones políticas: una lucha contra la corrupción que parece que sentará en el banquillo a desta-cadas figuras jordanas; un acercamiento al movimiento islamista, el mejor organizado y con mayor base social; y la creación de la Comisión de Diálogo Nacional sobre las Leyes de Reforma Política, para discutir sobre tres legislaciones: de elecciones, de partidos y de reuniones públicas. En caso de que el gobierno, el palacio y el parlamen-to se pongan de acuerdo en una nueva ley electoral, se disolverá la cámara y se cele-brarán elecciones legislativas.

Marruecos

La movilización en Marruecos comenzó a través de las redes sociales a principios de febrero influida por las revoluciones

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La reacción del régimen libio ha transformado la revolución en guerra civil

tunecina y egipcia y con un contenido eminentemente político: “una reforma política amplia” centrada en una refor-ma de la Constitución. El llamamiento fue recogido por algunos grupos polí-ticos, entre ellos el islamista Justicia y Espiritualidad (al-Adl wa-l-Ihsan).

Las reivindicaciones van desde “liber-tad, dignidad y justicia” hasta reformas económicas (luchar contra la subida de precios), mejora de los servicios públi-cos (sanidad, enseñanza), freno a la corrupción y reformas constitucionales, pero sin cuestionar la monarquía.

Como primera reacción, el gobier-no marroquí anunció una serie de medidas para contener los precios de los productos básicos, la creación de mi-les de puestos de trabajo, absorber a miles de parados con estudios superiores que llevan años manifestándose ante las instituciones oficiales y garantizar la in-dependencia del poder judicial, a la vez que pedía a los partidos políticos que anunciaran públicamente su rechazo a participar en cualquier manifestación. La clase política se dividió, y mientras la Coalición de Izquierda Democrática, la Agrupación de Izquierda Democrática de Marruecos, el Partido de la Vía Democrática (comunista), el gru-po de Justicia y Espiritualidad, el Congreso Mundial Amazig, el sindi-cato Confederación Democrática del Trabajo y organizaciones de derechos humanos anunciaron su participación en la manifestación del Movimiento 20 de Febrero, otras fuerzas políticas mostraron su rechazo a participar, como el Partido de Justicia y Desarrollo (aunque no la sección juvenil de esta formación), al-Istiqlal y la USFP.

Ante las protestas y la posibilidad de que pudieran crecer, el rey de Marruecos pronunció el pasado 9 de marzo un dis-curso dirigido a la nación prometiendo reformas encaminadas a conceder más atribuciones a la figura del primer mi-nistro, a la separación e independencia de poderes y profundizar en el proceso de regionalización y descentralización, todo ello en el marco de una refor-ma de la Constitución por medio de una comisión creada para ello en la que hay figuras de la izquierda ma-rroquí, políticos, juristas, académicos y activistas de derechos humanos. El discurso del rey ha sido muy bien reci-bido por Europa, Estados Unidos –que recuerda que Marruecos es un socio estratégico y está dispuesto a trabajar con el gobierno y el pueblo para hacer realidad sus aspiraciones democráti-cas– y por muchos partidos políticos marroquíes. Pero el Movimiento 20 de Febrero seguirá haciendo llamamientos a las reformas y organizando manifes-taciones.

Libia

Aunque antes de febrero de 2011 ya había habido algunas manifestaciones en el país, la denominada Coalición 17 de Febrero, conglomerado forma-do por elites, activistas pro derechos humanos, políticos, intelectuales, lí-deres tribales y jóvenes movilizados a través de las redes sociales, fijó esa fecha como inicio del cambio, como punto de partida para la movilización general contra el régimen de Gaddafi. Las reivindicaciones, después de la represión de la primera manifesta-ción en Bengasi, convertida en plaza fuerte de la revolución, fueron a más: un régimen democrático, multiparti-dista y constitucional, un Estado con instituciones, un Estado de derecho, sociedad civil y elecciones libres. Con los días, se unieron a la Coalición gru-pos del ejército regular y militares que se desvinculaban de un régimen que desoyó por completo las reivindicacio-nes y humillaba a los manifestantes, como confirmaron las primeras de-claraciones del régimen por boca del hijo de Gaddafi, Seyf al-Islam, quien anteriormente se perfilara como un re-formista en el entorno del padre (Véase Atalaya nº 3). El recurso del régimen a las fuerzas de seguridad y a merce-narios elevó la tensión y la situación degeneró en un conflicto civil armado abierto que se extendió por otras ciu-dades del país hasta llegar a Trípoli y en el que las tropas de Gaddafi no han dudado en bombardear posicio-nes de los que califican de “rebeldes”.

La oposición dio, sin embargo, mues-tras de una buena organización y de unos principios a través de la creación de comités populares para dirigir la nueva etapa, para concienciar sobre la necesidad de unificar las filas, de respetar las instituciones, los edifi-cios públicos, los bancos… es decir, la infraestructura. Pero frente a eso, la respuesta del régimen ha sido de mayor violencia y de crear un esce-nario apocalíptico reforzado con las declaraciones de Gaddafi y su hijo Seyf al-Islam (“luchar hasta la última bala”). Esa huída hacia delante de Gaddafi provocó una ola de dimisio-nes entre altos cargos del régimen, quizás la más sonada fue la del mi-nistro del Interior, Abdelfattah Yunes, que se pasó a las filas de los revo-lucionarios organizados en el Consejo Militar de Transición coordinado con el Consejo Nacional Transitorio que en Bengasi ha llenado el vacío políti-co creado y realizado tareas sociales (reparto de alimentos, protección de edificios públicos). La comunidad in-ternacional ha reaccionando ante la guerra en Libia con medidas que van desde la imposición de una zona de exclusión aérea al aislamiento y as-fixia económica del régimen (OTAN, Liga Árabe, Unión Europea, Estados Unidos, Naciones Unidas), a la vez que han abierto la interlocución con el Consejo Nacional Transitorio (dirigido por el juez Mustafa Abdeljalil, ex minis-tro de Justicia nombrado en 2006, cargo que abandonó al inicio de la revuelta y con fama de honesto).

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Conclusión

Aunque nos hemos limitado a hacer re-ferencia a los casos de Bahréin, Yemen, Marruecos, Jordania y Libia, las protestas y las reivindicaciones de democratización, con menor o mayor intensidad, se han extendido a la mayor parte de los países árabes. En Argelia, las manifestaciones estudiantiles por el cambio político comen-zaron en enero y a este sector se unió parte de la clase política y obrera, y asistimos a un pulso entre la Coordinadora Argelina para el Cambio y la Democracia y el régimen, que ha intentado calmar la tensión con medidas como el levantamiento del Estado de ex-cepción (vigente desde hace veinte años) o la anulación del servicio militar obligatorio para los mayores de 30 años, con facili-dades a los jóvenes para crear pequeñas proyectos económicos, o el abaratamiento de productos básicos. En Arabia Saudí las movilizaciones comenzaron más tarde y de forma más tímida, habida cuenta de la falta de organizaciones para encauzar las pro-testas, y con un claro protagonismo de la población shií del este del país. El gobierno ha recurrido a la adopción de medidas eco-nómicas para intentar apaciguar los ánimos (millonarias inversiones para el “desarrollo económico”, elevar el nivel de vida, pagas a todos los saudíes…) y a las instituciones religiosas (Organismo de Grandes Ulemas) que han prohibido cualquier manifestación. En Sudán se han producido manifestacio-nes de jóvenes, reprimidas, que reclaman la caída del régimen de Omar al-Bashir quien, ante las presiones, ha anunciado su decisión de no presentarse a las próximas

elecciones presidenciales, la liberación de presos políticos y su propuesta, nada nue-va, de crear un gobierno de base amplia con la incorporación de partidos de opo-sición, aunque estos partidos rechazaron anteriormente, y también ahora, la pro-puesta de al-Bashir.

Con apenas semanas de diferencia se están produciendo en todo el mundo árabe tensiones entre una población ma-yoritariamente joven, activistas políticos y trabajadores que reivindican lo mismo (libertad, dignidad, democracia y refor-mas) y unos regímenes inmovilistas con dificultades para entender el calado de las demandas de sus ciudadanos.

Las de Túnez y Egipto han sido unas re-voluciones facilitadas por las nuevas redes sociales, la telefonía móvil y por los cana-les vía satélite, especialmente la cadena Al-Jazeera, que informó minuto a minuto de lo que estaba ocurriendo. Esto ayudó a movilizar a más sectores sociales, y tam-bién a las mezquitas en el caso de Egipto (como en Alejandría la mezquita del Qaid Ibrahim, punto de partida de las manifesta-ciones, y en Suez, donde el histórico sheyj Hafez Salama desempeñó un importante papel). Todos ganaron una de las batallas, la informativa, contra unos medios de co-municación y “des-información” totalmente controlados por los regímenes.

Estas revoluciones no sólo han derro-cado viejos regímenes, sino derribado viejos fantasmas: durante décadas, los regímenes árabes han justificado estados

de emergencia, represión y censura con el fantasma del “islamismo”, la posibilidad de que se repitiera en países árabes una revo-lución a la iraní, esgrimiendo la falacia de un “Estado teocrático” y “anti occidental” y, desde 2001, la “lucha contra el terrorismo” de al-Qaida. Las ayudas de un Occidente asustado ante la palabra “islamismo” ha contribuido a perpetuarlos. Sin embargo, ni las revoluciones han venido de la mano de los movimientos islamistas, ni se han sumado a ellas para instaurar un régimen “de ayatolás”, sino que defienden lo que prácticamente todos los sectores de la sociedad y todas las fuerzas políticas: un Estado democrático donde quepan todos, sin exclusión, con los mecanismos norma-les, la alternancia en el poder mediante elecciones democráticas y transparentes, separación de poderes, control del ejecu-tivo, libertades públicas, bienestar social y económico, igualdad de oportunidades, desarrollo.

Como los movimientos de liberación que acabaron con el sistema colonial en los cincuenta y sesenta devolviendo la digni-dad a las sociedades árabes e islámicas, estos nuevos movimientos de liberación contra el “colonialismo interior” les han devuelto el orgullo de sentirse parte de la historia y ciudadanos del mundo. Una lección para el mundo árabe, también para el iraní, y para Europa y Estados Unidos. Una transformación que cambiará los equi-librios de poder en la zona, las relaciones entre países árabes, las relaciones con Occidente y, muy posiblemente, el proceso de paz en Oriente Medio.

PerfilesWael Ghonim y Asmaa Mahfuz: los rostros jóvenes de la revolución egipcia

Wael Ghonim

Nacido en El Cairo en diciembre de 1980 en el seno de una familia de clase media, este joven informático se ha convertido en uno de los rostros de la revolución del 25 de enero que ha tenido lugar en Egipto. Vivió en Arabia Saudí hasta los trece años, edad a la que volvió a su tierra natal, aunque actualmente reside en Emiratos

Árabes Unidos. Estudió informática en El Cairo (2004) y realizó un master en már-keting y empresariales en la Universidad Americana de El Cairo (2007).

Ha sido director de ventas y márketing de Gawab, un servicio de correo electrónico muy popular en Oriente Medio. También fundó y dirigió Mubasher.info, una página web dedicada a la información económica y financiera. Desde 2008 es director regional de márketing y producción de Google para Oriente Medio y el Norte de África, prime-ro con base en Egipto y a partir de enero de 2010 en su sede de Dubai. También es el creador de varios grupos de facebook, entre ellos Kulina Jaled Said y al-Shahid, grupos que jugaron un importante papel en el inicio de las movilizaciones y que él ges-tionaba de forma anónima.

Según cuenta en una larga entrevista emiti-da por el canal de televisión egipcio Dream TV, el 8 de febrero tras su liberación, Ghonim

pidió un permiso de seis días en su trabajo para regresar a Egipto alegando “asuntos propios”. El día 27 de enero Ghonim des-apareció, según relató su familia al canal de televisión al-Arabiyya y confirmó la empresa Google, que denunció su desaparición a través de un comunicado. El 5 de febrero, Mustafa al-Naggar, otro célebre bloguero egipcio y destacado opositor, aseguró que tenía información de que Ghonim “había sido arrestado por las autoridades, estaba vivo e iba a ser liberado en unas horas”. El 6 de febrero, Amnistía Internacional exigía al gobierno egipcio que desvelara dónde se encontraba Ghonim y que le pusiera en libertad inmediatamente. Finalmente, fue liberado el día 7 de febrero, tras 12 días de arresto, y fue recibido con aplausos y aseguró: “no renunciaremos a nuestra rei-vindicación: el fin del régimen”.

En la entrevista conducida por Mona el-Shadli, Ghonim se mostró muy emocio-nado y no pudo contener las lágrimas en

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Atalaya Sociopolítica Atalaya Sociopolítica Casa Árabe 17

BEJI CADI SEBSI, primer ministro tunecino de transición

varias ocasiones, pidiendo perdón a los padres de quienes habían muerto duran-te las protestas. Estas imágenes dieron la vuelta al mundo y le convirtieron en uno de los rostros más conocidos de la revuelta egipcia. Era exactamente lo que los egip-cios necesitaban: alguien con quien poder identificarse, una imagen pública para un problema social más amplio.

Tras la renuncia de Mubarak, un nuevo grupo fue creado en facebook con el títu-lo “autorizo a Wael Ghonim a que hable en nombre de los revolucionarios egip-cios”, que en abril de 2011 tenía más de 287.000 seguidores.

Asmaa Mahfuz

El 18 de enero, Asmaa Mahfouz, una acti-vista egipcia de 26 años, publicó un vídeo en internet en el que animaba a la gente a protestar contra el “gobierno corrupto” de Hosni Mubarark y a manifestarse el 25 de ese mes en la Plaza Tahrir. Su emotiva convocatoria sirvió, en última instancia,

de empujón final para el levantamiento que ha tenido lugar en Egipto. “Yo, una chica, iré a la Plaza Tahrir y estaré sola”, decía Mahfouz. “No crean que van estar seguros en sus casas. Ninguno de noso-tros lo está. Vengan con nosotros y exijan sus derechos, mis derechos, los de sus familias. Estaré allí el 25 de enero para decirle ‘No a la corrupción. No a este ré-gimen’”. En los vídeos publicados, Asmaa Mahfouz habla directamente a la cámara y se identifica dando su nombre. La au-dacia de este acto y la energía con la que habla inspiró a otros muchos, que publi-caron también sus vídeos en la red.

Nacida en Egipto en 1984, Asmaa Mahfuz ha estudiado Dirección de Empresas en la Universidad Americana de El Cairo. Forma parte del movimiento de Jóvenes 6 de abril y comenzó a movilizarse en 2008 durante la convocatoria de la huelga ge-neral en solidaridad con los trabajadores del sector textil de al-Mahalla al-Kubra.A pesar de que no alcanza la edad que la Constitución exige para ocupar el car-

go de presidenta de la república, parece que Asmaa Mahfuz tiene la intención de desarrollar una campaña electoral para presentarse a las elecciones presidencia-les de 2011. Se puede seguir la información a este respecto a través del grupo de fa-cebook “al-hamla al-sha‘biyya al-mustaqilla li-da‘m Asmaa Mahfuz li-riyasat Misr 2011” (campaña popular independiente de apoyo a Asmaa Mahfuz para la presidencia de Egipto en 2011).

Nacido en 1926, en la ciudad costera de Sidi Bou Said, Beji Caid Sebsi es un abogado y político que ha desempeña-do diversos cargos en el Estado desde la independencia tunecina. Pertenece a una familia próxima a la dinastía de beys Huseyníes, que gobernaron Túnez entre 1705 y 1957.

Estudió en la Facultad de Derecho de París, donde se licenció en 1950 y co-menzó a ejercer la abogacía en 1952 defendiendo a activistas del Neo Destur (partido nacionalista creado durante el protectorado francés, tras una escisión del anterior partido Destur). Desde su juventud participó en el Nuevo Partido Liberal Constitucional fundado, entre otros, por Habib Bourguiba, y que más adelante se convertiría en el Partido Socialista Constitucional. Tras la inde-pendencia (1956), Sebsi se convirtió en asesor del presidente Bourguiba,

pasando luego al ministerio de Interior y, en 1963, fue nombrado jefe de la Seguridad Nacional. En 1965 se con-virtió en ministro de Interior y en 1969 asumió la cartera de Defensa. Mas tar-de fue nombrado embajador en París.

En 1971 decidió suspender su pertenencia al Partido Socialista Constitucional debido a que abogaba por una reforma del sistema político tunecino que no se estaba producien-do y, en 1974, fue expulsado de la formación. Cuatro años después, creó el Movimiento Democrático Socialista, liderado por Ahmad al-Mastiri y se hizo cargo de la publicación Democracy, una revista de oposición.

En 1980 volvió a entrar en el gobier-no como ministro acreditado ante el primer ministro Mohamed Mazali que pretendía acometer una cierta apertura política. En 1981 fue nombrado minis-tro de Exteriores, cargo desde el que expresó, en el Consejo de Seguridad de la ONU, una profunda condena al bombardeo israelí de la sede de la Organización para la Liberación de Palestina en la ciudad tunecina de Hamam al-Shat. En 1986 regresó a la carrera diplomática y fue nombrado embajador en Alemania Occidental. En 1989 fue elegido diputado en el Congreso y asumió la presidencia de dicha institución entre 1990 y 1991. Ha escrito un libro sobre Habib Bourguiba que fue publicado en 2009 bajo el título Habib Bourguiba: la buena semilla y la muerte súbita.

El 27 de febrero de 2011, el presidente de transición, Fouad Mebazaa, nombró a Beji Caid Sebsi nuevo primer minis-tro interino, después de que Mohamed Ghanuchi, acosado por renovadas protestas y vinculado al viejo régimen, di-mitiera de su cargo.

La formación del nuevo gobierno de transición fue anunciada el pasado 7 de marzo con el nombramiento de seis nue-vos responsables en los ministerios que quedaron sin titular tras la ola de dimisio-nes que vivió el gobierno de Ghanuchi. Tras consultar con representantes de los partidos políticos, la magistratura y las organizaciones sindicales, Sebsi decidió, finalmente, entregar las principales carte-ras a funcionarios con amplia experiencia en el aparato estatal. La mayoría de los nuevos ministros son tecnócratas cuya principal tarea es la recuperación eco-nómica y la celebración de elecciones el próximo mes de julio y, sobre todo, ningu-no de ellos ha ocupado cargo alguno en la etapa de Ben Ali. Además, los tunecinos tendrán que elegir una nueva asamblea constituyente, el 24 de julio, para volver a redactar la Constitución. El ejecutivo asu-me como absoluta prioridad restablecer la seguridad y atajar el problema del des-empleo en un país en el que hay 150.000 licenciados universitarios que no encuen-tran trabajo. Una de las primeras medidas adoptadas, y una de las reivindicaciones clave del levantamiento popular, fue el desmantelamiento de la policía política y del aparato de la seguridad estatal, céle-bre por sus continuas violaciones de los derechos humanos.

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Atalaya SociopolíticaCasa Árabe18

1.Los libios, descontentos antes del comienzo de las protestas.

La organización Gallup realizó a finales de 2010 una encuesta sobre la situación socio-económica en Libia. El estudio se realizó en las dos ciudades más grandes del país, Trípoli y Bengasi, con una muestra de 540 personas mayores de 15 años en la capi-tal y 300 en la ciudad oriental. La primera conclusión que se puede extraer es que los habitantes de Bengasi, el epicentro de las protestas, estaban menos satisfechos que los de Trípoli en relación con dos cues-tiones: la libertad para tomar sus propias decisiones y la creación de puestos de tra-bajo de calidad.

En lo que respecta a la libertad individual, un 50% de los habitantes de Trípoli asegu-raron estar satisfechos, mientras que sólo el 34% de los bengasíes respondieron así. El 29% y el 33% respectivamente afirma-

Opinión públicaLos libios, descontentos antes del comienzo de las protestas.

ron no estar satisfechos con el grado de libertad que tenían. Un 21% y un 32% no dieron ninguna respuesta. En cuanto a los esfuerzos realizados por las autoridades para crear empleos de calidad, un 44% en Trípoli y un 31% en Begasi aseguraron estar satisfechos; frente a un 13% y un 50% respectivamente que se declararon insatisfechos (un 44% y un 20% no respon-dieron). Sólo un 13% en Trípoli y un 15% en Bengasi calificaron su nivel de vida de “próspero”, unos porcentajes que se en-cuentran entre los más bajos de la zona.

2. Relaciones entre Occidente y los musulmanes.

La organización Gallup, a través de su centro de Abu Dabi ha realizado un amplio estudio entre 2008 y 2010 sobre las relacio-nes entre Occidente y los musulmanes. El trabajo se realizó en 55 países1 y se divide en 6 apartados:

2. Afganistán, Albania, Argelia, Azerbaiyán, Bahréin, Bangladesh, Bélgica, Bosnia-Herzegovina, Burkina Faso, Canadá, Chad, Comores, Yibuti, Egipto, Francia, Alemania, Indonesia, Irán, Iraq, Israel, Italia, Costa de Marfil, Jordania, Kazajistán, Kosovo, Kuwait, Kirguistán, Líbano, Libia, Malasia, Mali, Mauritania, Marruecos, Holanda, Níger, Nigeria, Noruega, Pakistán, Territorios palestinos, Qatar, Arabia Saudí, Senegal, Sierra Leona, Somalilandia, Sudán, Siria, Tayikistán, Túnez, Turquía, Turkmenistán, Emiratos Árabes Unidos, Reino Unido, Yemen.

61 58 56 56 55 53 50 50

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1131

2147

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40

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100

120

Kuwait EAU Iraq Territ.Palestinos

Siria Yemen Libia Argelia

Beneficio Amenaza NS/NC

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15 13 6 14 9 15 133

0

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40

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80

100

120

Túnez Egipto Líbano Marruecos Mauritania Jordania Bahréin ArabiaSaudí

Beneficio Amenaza NS/NC

Disponibilidad de buenos trabajos en su comunidad

Trípoli Bengasi

Satisfecho 37% 32%

Insatisfecho 36% 33%

NS/NC 27% 35%

A. Visión de los musulmanes sobre la relación con Occidente

Los ciudadanos de la región de Oriente Medio y Norte de África (MENA) dan gran importancia (61%) a las relacio-nes con Occidente, más de la que les conceden los países de Asia (52%) y el África subsahariana (49%). Los habitan-tes de la región MENA son también los más proclives a creer que las comunida-des musulmanas están verdaderamente comprometidas con la mejora de las rela-

¿Una mayor interacción con Occidente supone un beneficio o una amenaza?

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Atalaya Sociopolítica Atalaya Sociopolítica Casa Árabe 19

ciones con Occidente pero no creen que sea así a la inversa. De igual manera, las sociedades occidentales también conce-den gran importancia a las relaciones con las sociedades islámicas: los estadouni-denses son quienes más importantes las consideran (un 78%).

Entre 2008 y 2009, la buena imagen del liderazgo norteamericano aumen-tó considerablemente en los países de la región MENA, del 12% al 32%, aunque no ha sido un aumento soste-nido, puesto que volvió a disminuir a principios de 2010, siendo Egipto el país en el que más se han notado los cam-bios: un 6% en 2008, un 25% en 2009, que alcanzó un 37% en agosto de ese año tras el discurso pronunciado por el presidente Barack Obama en El Cairo. En febrero de 2010, la buena imagen de EEUU volvió a caer hasta el 19%.

B. Las relaciones con Occidente: ¿amenaza o beneficio?

En la gran mayoría de los países en los que se ha llevado a cabo la encuesta, una mayor interacción con Occidente es interpretada como un beneficio y no como una amenaza: en los 48 países en los que se planteó esta cuestión, una media del 59% aseguraron que es un beneficio; un 21% respondieron que constituye una amenaza; y un 20% no expresaron ninguna opinión. En cuanto a Occidente, la percepción es la misma: un 76% de los estadounidenses asegura que se trata de un beneficio; un 21% lo ve como una amenaza; y un 3% no da ninguna respuesta.

Según criterios demográficos, los hom-bres entre 15 y 29 años y aquellos con, al menos, educación secundaria, son más dados a considerar esta interacción como un beneficio, tanto en socieda-des de mayoría musulmana como en países occidentales. En las sociedades islámicas, un 62% de los encuestados con educación secundaria y un 49% con educación primaria, consideran que un mayor contacto con Occidente es un be-neficio. Esta relación entre educación y una visión positiva con “el otro” es más pronunciada en los países occidentales:

un 85% de las personas con educación secundaria y un 54% con educación pri-maria la interpretan como un beneficio.

C. Detectando los fallos: política, cultura, religión

Los habitantes de Europa y la región MENA son más proclives a considerar que las tensiones entre Occidente y las sociedades musulmanas se deben a diferencias políticas (un promedio del 40%): un 74% en Líbano, un 58% en Irán, un 53% en Siria y un 52% en los Terriotorios Palestinos dieron esta res-puesta. Quienes tienen más en cuenta las diferencias políticas se inclinan más a creer que los conflictos violentos en-tre ambos tipos de sociedad pueden ser evitados. Un 46% en la región MENA y una media del 40% en EEUU y Canadá opinan que un conflicto violento se puede evitar; frente al 40% y el 30% respectivamente, que consideran que es inevitable.

Entre quienes piensas que el conflicto violento es inevitable, un 44% en EEUU y Canadá y un 51% en la región MENA adujeron diferencias religiosas como la principal causa de las tensiones. En todas las regiones estudiadas, el por-centaje de quienes consideran que la causa de las tensiones es la diferencia cultural, es una minoría. En EEUU y Canadá, el 26% considera que dichas tensiones están basadas en la cultura.

D. Compromiso: ¿quién está intentando mejorar las relaciones?

El estudio divide a los encuestados en dos grupos: “preparados” y “no prepa-rados”, según su predisposición para una mejora de las relaciones, según la importancia que le dan al hecho de ser respetados por “el otro” y según las per-cepciones de futuro.

Entre quienes se encuentran “prepara-dos” (tanto en países occidentales como en sociedades islámicas), la mayoría considera que su país está comprometi-do hacia un mayor contacto con “el otro” y cree que el conflito se puede evitar. El 46% de quienes están preparados en

sociedades islámicas y el 39% en socie-dades occidentales, consideran que la causa principal de las tensiones es po-lítica y no religiosa.

Quienes “no están preparados” dudan del compromiso y el respeto de sus comunidades hacia la otra parte y consi-deran que el conflicto es inevitable. Este grupo, tanto en sociedades occidentales (46%) como islámicas (55%), es más proclive a citar la religión como la cau-sa de la tensión.

Los encuestados en países islámicos y que se encuentran dentro del grupo de “preparados” asisten más habitual-mente a servicios religiosos (72%) que en los países occidentales, donde quienes más asisten a servicios reli-giosos son los que se encuentran en el grupo de “no preparados”.

E. La opinión de los musulmanes sobre el significado del respeto

El 63% de los musulmanes encues-tados opina que las sociedades de mayoría islámica respetan a Occidente, mientras que sólo un 28% cree que Occidente les respeta a ellos. Cabe señalar que un 42% de los no musulmanes encuestados tiene una opinión similar, pues consideran que Occidente no respeta a los países islámicos. Este sentimiento de “falta de respeto” es más intenso en Oriente Medio y el norte de África (65%). En EEUU, un 53% de los encuestados también considera que Occidente no respeta a los países de mayoría mu-sulmana.

En cuanto a qué debería hacer Occidente para mostrar más respeto hacia los países islámicos, un 72% de los musulmanes encuestados respondieron que “abstenerse de desacreditar el Corán y los símbolos religiosos islámicos significaría mucho para ellos”; un 54% contestó que “ser tratados de manera justa en los asuntos políticos que les afectan”; y un 49% ase-guró que “Occidente debe presentar los personajes musulmanes de sus pelícu-las de manera apropiada”.

11 9 1326 19

26 4048

3629

33

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20%

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Asia MENA África sub-sahariana

EEUU yCanadá

Europa

NS/NC

intereses políticos

diferencias religiosas

diferencias culturales

¿Cuál es la principal causa de las tensiones entre Occidente y los musulmanes?

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Atalaya SociopolíticaCasa Árabe20

F. Percepciones de los conflictos complejos

Opinión de los afganos sobre la guerra en Afganistán

Las cuestiones económicas se encuen-tran entre las mayores preocupaciones de los afganos a nivel nacional. Un 21% eligió el mal estado de la economía local como su mayor preocupación; el 20% citó el desempleo; y el 15% optó por el elevado coste de los bienes. Los resultados varían regionalmente en relación a otros temas: un 37%, a nivel nacional, aseguró que la situación de la seguridad ha empeorado en los últimos seis meses pero en las regio-

67

37

5451

63

71

0

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3040

50

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80

2004 2008

EEUU quiere mejorar laeconomía

EEUU quiere establecer unademocracia

EEUU permitirá a los iraquíesdefinir su futuro

nes de Nangarhar y Helmand, el porcentaje asciende al 79% y 59% respectivamente. En cuanto al gobierno, un 79% de los en-cuestados en Helmand y un 54% en Herat opinan que el gobierno central no tiene una gran influencia en sus comunidades; a nivel nacional, el 41% opina igual.

Aunque muchos afganos (46%) no están satisfechos con la manera en que está fun-cionando la democracia en su país, esto no significa un aumento del apoyo al régimen talibán (5%). Un 31% cree que el mejor sistema de gobierno se basa en tener un líder fuerte que no tenga que preocuparse por el Parlamento o las elecciones; un 22% apoya la existencia de un grupo de exper-

tos que tomaran decisiones teniendo en cuenta el interés nacional; un 27% consi-dera que el mejor sistema de gobierno es una democracia.

Opinión de los iraquíes sobre la guerra de Iraq

En general, los iraquíes creen que la in-vasión de Iraq ha supuesto mayor daño (44%) que beneficio (27%). Pero los porcentajes varían según sus vínculos étnicos y religiosos. Los habitantes de áreas shiíes y kurdas creen que la inva-sión ha sido beneficiosa, mientras que los habitantes de las regiones sunníes opinan lo contrario.

Confianza en las intenciones de EEUU

En general, sin atender a la provincia o la religión, la mayoría de los iraquíes prefieren que las tropas de la coalición se retiren inmediatamente (61%) o en los próximos meses (28%).

En cuestiones económicas, a pesar de que la valoración es negativa, existe una cierta mejora. A principios de 2010, un 18% de los iraquíes aseguraba no tener dinero suficiente para comprar comida, frente al 25% que había res-pondido lo mismo en 2008.

3. Los tunecinos y la etapa de transición.

El grupo Sigma Conseil realizó una en-cuesta entre los pasados días 30 de enero y 3 de febrero en Túnez, con una muestra de 1250 tunecinos mayores de 18 años sobre diversos temas de ac-

tualidad relacionados con la etapa de transición por la que atraviesa el país y el futuro próximo.

El 97,6% de los encuestados se mues-tra optimista respecto a las posibilidades que se han abierto tras el levantamiento popular de enero. El 91% cree que la re-volución ha mejorado la imagen de Túnez y el 97% asegura estar dispuesto a hacer sacrificios. En cuanto a la participación en las revueltas, el 95% cree que los jóvenes han sido los protagonistas, el 87% cree que el peso lo han llevado los grupos más desfavorecidos y el 85% pone el énfasis en los desempleados. Igualmente se valo-ra el papel del ejército, que para el 91% de los encuestados fue crucial, mientras que la UGTT (unión de trabajadores) sólo ha tenido protagonismo para el 46% de los tunecinos.

En otro orden de cosas, el gobierno de transición tiene el respaldo y la confianza del 68%, aunque el 17,2% considera que el ejecutivo debería renunciar inmediata-mente. El el 62% aseguró estar satisfecho con la labor realizada por el primer minis-tro, Mohammad Gannouchi.

Respecto a las próximas elecciones, un 95% aseguró que acudirá a las urnas para votar, aunque, de ellos, un 75% no ha de-cidió todavía a quién.

4. Preocupaciones de la sociedad somalí

El grupo Mogadishu Media House realizó una encuesta a lo largo de 2010, con una muestra de mil habitantes de Mogadiscio, hombres y mujeres de edades variadas y diferentes orígenes. El estudio muestra

Principales preocupaciones de los somalíes

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Atalaya Sociopolítica Atalaya Sociopolítica Casa Árabe 21

un creciente apoyo al gobierno federal de transición (un 88% de los encuestados lo considera legítimo) y un vivo deseo de poder celebrar elecciones libres y justas. De igual manera, se puede observar una mayor confianza en la implicación de la comunidad internacional: un 70% con-sidera a las tropas de la Unión Africana (AMISOM) como una fuerza “amiga”, mientras que el 18% las considera “ene-migas”.

Según el 78% de los encuestados, el poder político debe ser compartido por todos los clanes (frente al 20% que no opina así). La encuesta pone de manifiesto una gran oposición al grupo al-Shabab: un 75% expresó su desagrado, mientras que un 23% le dio su apoyo. Una amplia mayoría de los habitantes de la capital (45% completamente de acuerdo; 21% parcialmente de acuerdo) se oponen a la violencia como medio para resolver la crisis.

En cuanto al tipo de gobierno deseable, un 68% prefiere un gobierno democráti-co elegido mediante elecciones limpias; un 23% se inclina por el establecimiento de un Estado islámico; y un 6% aseguró que prefiere ser gobernado por un líder fuerte, incluso aunque no haya sido ele-gido en las urnas. Finalmente, un 48% cree que la manera de acabar con los conflictos y los combates es alcanzar una reconciliación entre todas las par-tes, mientras que un 3% señala que es imprescindible poner fin a la intervención extranjera.

5. Seguridad, reconciliación y corrup-ción en Afganistán.

La institución The Asia Foundation, apo-yada en el trabajo de campo del Afghan Centre for Socio-economic and Opinion Research (ACSOR) en Kabul, realizó entre junio y julio de 2010 una amplia encuesta, con una muestra de 6.467 afganos, sobre diversas cuestiones: el optimismo de la población, la seguridad en el país, los esfuerzos de reconci-liación, la economía y el desarrollo, el gobierno y la corrupción etc.

Un 47% de los encuestados conside-ra que el país está avanzando en la dirección correcta, un porcentaje que ha ido creciendo a lo largo de 2008 (38%) y 2009 (42%). Las razones de este optimismo son, por este orden, la percepción de una buena seguridad (38%), la reconstrucción del país (35%) y la apertura de escuelas para chicas (15%). Aún así, la inseguridad sigue siendo una preocupación para el 44% de quienes creen que el país avanza por un camino equivocado (un 42% en 2009). Otra de las causas del pesimis-mo respecto al futuro de Afganistán son la corrupción (27%), el mal gobierno (18%) y el desempleo (16%).

Se puede observar un aumento del apoyo de los afganos a los esfuerzos realizados por su gobierno en la nego-ciación y reintegración de los grupos armados de oposición. El 83% tiene una visión favorable de la gestión de la se-

guridad por parte de su gobierno (71% en 2009). El apoyo de la población es mayor en el este (89%), el sureste (85%) y el noroeste (85%) y menor en la región central (78%). Un 81% está de acuerdo con que el gobierno ofrez-ca trabajos, asistencia y alojamiento a aquellos que abandonen las armas y deseen reintegrarse en la sociedad. En este sentido, los hombres son más favorables (88%) a esta estrategia que las mujeres (78%). El 73% cree que los esfuerzos del gobierno ayudarán a esta-bilizar el país. El porcentaje de afganos que expresaron algún tipo de simpatía por las motivaciones de los grupos ar-mados ha descendido del 56% en 2009 al 40% en 2010.

En general, los encuestados hicieron una valoración de su economía más po-sitiva, en varios aspectos, que en 2009:

En cuanto a la situación de los servi-cios, se les preguntó cuál era el aspecto que más satisfacción le reportaba: el 68% destacó la posibilidad de ofre-cer una educación a sus hijos; para el 63%, la cuestión más satisfactoria es tener acceso al agua potable; el 63% destacó la posibilidad de moverse con garantías de seguridad en sus localida-des; un 49% señaló la importancia de tener agua para regar; un 46% eligió la existencia de clínicas y hospitales. A la inversa, los dos temas con los que menos satisfechos se sienten es con la disponibilidad de trabajos (72%) y con el suministro de electricidad (66%).

Inseguridad

Desempleo

Corrupción

Economía débil

Falta de educación

Pobreza

Bienestar económico del hogar

Disponibilidad de productos en el mercado

Calidad de la comida diaria

Oportunidades de empleo

2009 2010

31% 42%

19% 27%

23% 33%

11% 17%

37%

28%

27%

11%

11%

10%

¿Cuál es el mayor problema de Afganistán?

¿En qué aspectos ha mejorado su situación respecto al año anterior?

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Atalaya SociopolíticaCasa Árabe

La satisfacción expresada por los afga-nos respecto al trabajo realizado por el gobierno nacional ha ido aumentan-do durante los últimos tres años: 67% en 2008, 71% en 2009 y 73% en 2010. Los logros alcanzados por el gobierno más mencionados en las encuestas son: un mejor sistema de educación (27%), la reconstrucción (24%) y conseguir paz y seguridad (24%). Los fracasos más señalados son: la corrupción en la admi-nistración (37%), la inseguirdad (30%), la falta de oportunidades laborales (17%) y la debilidad del gobierno (10%).

En cambio, la confianza en las insti-tuciones representativas se mantiene relativamente alta. Las asambleas con-sultivas y la jirga tienen la confianza del 66% de los encuestados; en segundo lu-gar, los consejos provinciales (62%); los

En el barrio 50%

En la vida diaria 55%

En las autoridades locales 56%

En el gobierno provincial 65%

Para todo el país 76%

La corrupción es un grave problema en…

consejos de desarrollo de la comunidad (61%); y el Parlamento (59%).

El 25% de los encuestados asegura que se sienten más seguros a la hora de ex-presar su opinión que hace un año, frente al 17% que dice sentirse ahora más inse-guro, especialmente en el suroeste (27%), el sureste (21%) y en la región central (20%). Los obstáculos que encuentran los afganos a la hora de expresar su opinión son, para el 34%, el miedo a la seguridad personal; para el 25%, la pobre situación de la seguridad a nivel local; para el 24%, la presencia de los Talibán; y para el 11%, las restricciones que impone el gobierno a la expresión de opiniónes políticas.

Un 74% de los encuestados considera que la celebración de elecciones ha mejorado el país, aunque todavía existe cierta des-

confianza respecto a la Comisión Electoral Independiente (el nivel de confianza se ha reducido del 67% en 2009 al 54% en 2010) y a los partidos políticos (del 47% al 43%). Aún así, una mayoría del 54% opina que las elecciones presidenciales de 2009 fueron libres y justas. Entre quienes consi-deran que no fueron una elecciones fiables, los porcentajes más altos se encuentran en el sureste (47%) y suroeste (44%).

1. Discurso a la nación del rey de Marruecos, Muhammad VI.

El miércoles 9 de marzo, tras varias semanas de manifestaciones y llama-mientos a la reforma, el rey de Marruecos hizo su primera aparición en público con un discurso dirigido a la nación. El rey marroquí planteó una serie de reformas constitucionales que deberán otorgar más poderes al primer ministro e inde-pendencia al poder judicial, entre otras cuestiones, y avanzar en el proceso de regionalización y descentralización.

(texto íntegro en español)(texto íntegro en árabe) (texto íntegro en francés)

2. Declaración del Consejo Europeo sobre Libia y otros países árabes. Si las revoluciones en Túnez y Egipto han dado paso a procesos abiertos hacia la democratización de ambos países, el levantamiento popular en Libia ha dege-nerado en una guerra entre el régimen y el Consejo Nacional Transitorio puesto en pie por el movimiento revolucionario. El rechazo del régimen liderado por Gaddafi a responder a cualquier demanda y su uso desproporcionado de la fuerza ha conducido a una situación explosiva. El Consejo de Europa, en reunión ex-traordinaria celebrada el 11 de marzo, adoptó una declaración en la que figuran las prioridades de las políticas futuras de la Unión Europea en la zona en la que se están produciendo “levantamientos de-mocráticos” que abren la posibilidad de afianzar “la democracia, el pluralismo, el Estado de Derecho, los derechos huma-nos y la justicia social”. La UE, según la

Documenta

declaración, respaldará los procesos de democratización y el cambio pacífico. Y si la UE da la bienvenida a los procesos en marcha en Túnez y Egipto y a las pro-mesas hechas por el rey de Marruecos, al mismo tiempo muestra su inquietud ante lo que está ocurriendo en Libia, condena “la violenta represión ejercida por el régi-men libio contra sus ciudadanos” y exige a Gaddafi a que renuncie al poder de in-mediato para que el país pueda iniciar lo antes posible un proceso de transición pacífica. Según la declaración, la UE ha adoptado medidas restrictivas contra la cúpula dirigente del país y contra las entidades en cuyo poder obran activos importantes controlados por el régimen y está dispuesta a adoptar nuevas san-ciones. Y considera al Consejo Nacional Provisional de Transición, radicado en Bengasi, como interlocutor político. Ahora bien, actuará en consonancia con la Liga Árabe.

(Declaración en español)(Declaración en inglés)

3. El último discurso de Ben Ali.

El pasado 13 de enero el ex presidente tunecino Zin al-Abidin Ben Ali aparecía en la televisión nacional por última vez, en un intento por poner fin a las manifestaciones de protesta y hacer ciertas concesiones que, como es conocido, no dieron res-puesta a las demandas de la sociedad. El ex presidente comenzó condenando la violencia que había dominado los días de las protestas, asegurando que “aque-llo no formaba parte de las costumbres del Túnez civilizado y tolerante”, y exigió que todas las partes hicieran los esfuer-zos necesarios para ponerle fin. Aunque

reconoció que había cometido ciertos errores y que “algunas cosas no habían salido como él quería”, insistió en que su principal objetivo había sido servir a Túnez, algo que llevaba haciendo des-de hace 50 años. Así mismo, lamentó las víctimas que se habían cobrado los enfrentamientos con las fuerzas de se-guridad y aseguró que una comisión independiente investigaría lo sucedido y determinaría responsabilidades.

Como medidas paliativas, Ben Ali propuso una bajada de los precios de las materias básicas, como el azúcar y el pan; aseguró que los medios de comunicación, incluido internet, no se verían nunca más some-tidos a ningún tipo de censura; y afirmó que, “a partir de ese día, existiría una total libertad de expresión política” y se per-mitirían las manifestaciones pacíficas y organizadas.

Fue en este discurso en el que anunció que “a pesar de que se lo habían pedido, él renunciaba a enmendar el artículo de la Constitución relacionado con la edad per-mitida para aspirar a la presidencia de la República”, lo que, implícitamente, supo-nía que no se presentaría a la reelección. El discurso acababa con la propuesta de crear una comisión nacional que, presidida por una personalidad independiente y con credibilidad, se encargaría de reformar la ley electoral, las leyes de asociación y las normativas relacionados con la prensa y, así mismo, planteaba la posibilidad de celebrar las elecciones legislativas y presi-denciales evitando que coincidieran en la misma jornada.

(en francés)(en árabe)

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4. Último discurso a la nación del ex presidente egipcio, Hosni Mubarak.

El ex presidente egipcio Hosni Mubarak pronunció el 10 de febrero el que fue su último discurso a la nación egipcia como presidente. Con él pretendía apagar la re-volución, demostrar que comprendía las aspiraciones de la juventud porque tam-bién había “sido joven como los jóvenes de ahora”, prometer elecciones limpias y transparentes para septiembre de 2011, y anunciar su visión para salir de la cri-sis (un diálogo nacional con los jóvenes, instrucciones para investigar los violentos sucesos que tuvieron lugar durante los días previos, cambios en la Constitución para garantizar unas elecciones presi-denciales limpias y limitar los mandatos presidenciales a dos), pero recurriendo al argumento de conspiraciones y manipu-laciones extranjeras de la opinión egipcia para desacreditar las reivindicaciones del pueblo.

(discurso en árabe)(discurso en español)

5. Comunicado de ministros de Asuntos Exteriores de los países del Consejo de Cooperación del Golfo (7 de marzo de 2011).

El consejo de Cooperación de los países del Golfo celebró su 118ª cumbre, entre el 2 y el 7 de marzo, en Abu Dhabi, presidida por el sheyj Abdallah Bin Zayed al-Nah-yan, ministro de Exteriores de Emiratos Árabes Unidos. En el comunicado final se hace una mención directa a la situación que se está viviendo Bahréin, instando al rey a entablar un diálogo con todos los grupos presentes en el escenario bahrei-ní y a plantear un proyecto de reforma. Al mismo tiempo, ofrecían y confirmaban a Bahréin todo el apoyo político, económi-co y defensivo de los países miembros. En cuanto a la cooperación en materia económica, los miembros del CCG pu-sieron en marcha la elaboración de un informe sobre el futuro crecimiento de los países del Consejo. Asimismo, cele-braron la firma de un acuerdo marco para la cooperación económica, comercial, técnica y de inversiones entre el CCG y Malasia, así como el comienzo de las negociaciones sobre un acuerdo de libre comercio con el país asiático. También dieron la bienvenida a la propuesta esta-dounidense relativa a un acuerdo marco de cooperación económica y la celebración de la primera reunión ministerial conjunta para el establecimiento de un diálogo es-tratégico con la república de Pakistán y también con Australia.

Destacaron la necesidad de seguir coope-rando en materia de seguridad, haciendo hincapié en la lucha contra el terrorismo y en la importancia de evitar la violencia. Los ministros propusieron celebrar una

reunión periódica de los jefes de las ins-tituciones gubernamentales vinculadas a la defensa de los derechos humanos, así como la preparación de un borrador para redactar un texto oficial que servirá a los países del CCG como carta de derechos fundamentales.

La protección del medio ambiente tam-bién fue uno de los temas centrales de la reunión, en la que se repasó la ejecución de los acuerdos previamente adoptados en ese sentido. Se destacó la propuesta de Kuwait, que considera necesario cele-brar una reunión periódica regional para estudiar y atajar el fenómeno de las tor-mentas de arena.

Respecto a las cuestiones políticas, el CCG analizó la relación de los países del Golfo con Irán, asegurando que es im-prescindible mantener las relaciones de buena vecindad, el respeto mutuo y la no injerencia en los asuntos internos de cada nación. En cuanto al programa nu-clear iraní, los países del Golfo están de acuerdo con el uso de energía nuclear con fines pacíficos, que debe desarro-llarse según la legalidad internacional y sometiéndose, todos los países, incluido Israel, a la supervisión del OIEA. Para el CCG es fundamental conseguir que Israel firme el Tratado de No Proliferación de Armas Nucleares y abogan, además, por una región libre de armas nucleares y de destrucción masiva.

El comunicado final también destaca la importancia de lo que está ocurriendo ac-tualmente en el mundo árabe, elogiando el traspaso pacífico de poder que ha teni-do lugar en Túnez y Egipto y condenando severamente la actuación del régimen li-bio, al que consideran ilegítimo. Lamenta igualmente que EEUU haya vuelto a vetar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU sobre la ilegalidad de los asen-tamientos israelíes en territorio palestino ocupado, lo que constituye un gran obs-táculo para el proceso de paz. Respecto a Iraq, Líbano, Sudán y Somalia, el CCG ofreció su total apoyo a la unidad, inde-pendencia y estabilidad de dichos países y expresó su deseo de que se alcance una verdadera reconciliación nacional en todos ellos.

Comunicado final en árabe

6. El G-8 y la situación en los países árabes.

Los países del G-8 celebraron una reu-nión de ministros de Asuntos Exteriores en París el pasado 15 de marzo, en la que trataron diversos temas, como la situación en Libia, en Oriente Medio y el norte de África, Afganistán y el proceso de paz pa-lestino-israelí.En el comunicado final, los miembros del G-8 confirmaron su apoyo a las aspira-

ciones legítimas del pueblo libio sobre los derechos fundamentales, la libertad de expresión y la posibilidad de construir un gobierno representativo. Instaron a Gaddafi a respetar estas reivindicaciones y expresaron su aprobación a la decisión de la ONU de expulsar a Libia del Consejo de Derechos Humanos de la organización (UNHRC). Igualmente, acogieron posi-tivamente la decisión del Tribunal Penal Internacional de investigar los crímenes contra la humanidad cometidos en el país norteafricano y subrayaron la necesidad de aumentar la presión, incluso tomando medidas económicas, para conseguir que Gaddafi abandone el poder. Reafirmaron su intención de coordinarse con la Liga Árabe, la Organización de la Conferencia Islámica, la Unión Africana y el Consejo de Cooperación del Golfo para adoptar medi-das que ayuden a solucionar la crisis.

En un contexto más amplio, los ministros del G-8 calificaron los últimos aconteci-mientos que han tenido lugar en el mundo árabe, de “movimientos de magnitud his-tórica” y aseguraron que están listos para apoyar los procesos de transición pacífica y fortalecer la cooperación con los países de la región. Sobre Egipto y Túnez, el G-8 aseguró estar preparado para facili-tar las respectivas transiciones y ayudar, concretamente, en la organización de los procesos electorales y a superar los desafíos económicos y sociales de la re-gión. Reiteraron su compromiso con el Partenariado G-8 MENA por el Progreso y el Futuro Común, asegurando que su-pone un valioso mecanismo de consulta y cooperación entre los gobiernos, las organizaciones de la sociedad civil y el mundo empresarial de ambas regiones, y que tiene por objetivo apoyar las reformas políticas, económicas y sociales a las que aspiran los ciudadanos de la zona.

En cuanto a Irán, los ministros expre-saron su preocupación respecto a la continua represión del proceso demo-crático y, en particular, respecto a la detención de dos destacados líderes de la oposición (Mir-Husein Musawi y Mehdi Karrubi) y sus esposas. Igualmente, el actual estancamiento del proceso de paz israelo-palestino es también motivo de preocupación. El G-8 cree en una solu-ción negociada y ofrece todo su apoyo a la Autoridad Palestina para la reanudación de negociaciones directas con Israel, ad-virtiendo de que las acciones unilaterales no son beneficiosas y no serán aceptadas por la comunidad internacional.

Por último, los miembros del G-8 reite-raron su apoyo a un Afganistán estable, pacífico y soberano, libre de injerencias externas, de terrorismo y de producción y tráfico de drogas. Celebraron la inaugu-ración del nuevo Parlamento y apoyaron la estrategia del gobierno afgano basada en lanzar un proceso político orientado a

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reintegrar a todos aquellos que renuncien a la violencia, rompan sus lazos con al-Qaida, denuncien el terrorismo y acepten la Constitución.

(en inglés)(en francés)

7. Reunión extraordinaria de la Liga árabe.

El pasado día 12 de marzo, la Liga Árabe celebró una reunión excepcional a nivel ministerial que se centró en los aconte-cimientos que están teniendo lugar en Libia. Los países miembros condenaron rotundamente la violencia ejercida por las autoridades libias contra los mani-festantes, así como el reclutamiento de mercenarios extranjeros. La Liga Árabe considera estas acciones como una flagrante violación de los derechos hu-manos y de la legalidad internacional y exigió, por lo tanto, el fin inmediato de los enfrentamientos y el establecimiento

de un diálogo nacional que responda a las demandas de la sociedad libia. Los países árabes pidieron también que se ponga fin a la censura y las restricciones impuestas a los medios de comunica-ción, que se restablezca la red telefónica y que se facilite la llegada de la ayuda humanitaria. Así mismo, la Liga Árabe re-chazó tajantemente las acusaciones que el régimen libio había lanzado contra al-gunos países árabes al asegurar que sus nacionales residentes en Libia habían instigado y participado en los actos de violencia. Por ello, la Liga Árabe propuso crear una comisión árabe independien-te que investigara los hechos. Al mismo tiempo, los países árabes no aprueban ningún tipo de injerencia externa y subra-yaron la necesidad de que se proteja la unidad nacional, la soberanía y la unidad territorial.

Una de las medidas adoptadas por esta organización ha sido apartar a Libia de las reuniones del Consejo de la Liga

Árabe y de todos sus organismos hasta que el régimen no responda a las deman-das sociales. También aseguraron que continuarán coordinándose en la evacua-ción de los extranjeros y reafirmaron su apoyo a la creación de una zona de ex-clusión aérea con el objetivo de proteger a la población civil.

(en árabe)

8. Derechos humanos en el mundo árabe.

El último informe de la organización Human Rights Watch (Worl Report 2011) recoge las violaciones de derechos hu-manos ocurridas en diferentes países durante 2010, lo que contribuye a en-tender las protestas sociopolíticas que comenzaron en Túnez a finales de 2010 y se extendieron después por otros paí-ses árabes.

(reseña de informe)

Dina Shahata (ed.). `Awdat al-siyasa. Al-harakat al-ihtiyayiyya al-yadida fi Misr (El regreso de la política. Los nuevos movimientos de protesta en Egipto). El Cairo: Markaz al-Ahram li-l-Dirasat al-Siyasiyya wa-l-Istratiyiyya, 2010, 277 págs. Dina Shahata, especialista del Centro al-Ahram de Estudios Políticos y Estratégicos, coordina esta nueva obra sobre los movimientos sociales emergentes y el papel de la so-ciedad civil en Egipto. Movimientos como Kefaya o Jóvenes 6 de abril son analizados en esta obra, que rastrea sus raíces y explica el papel que han desempeñado en esta última década en la que los movimien-tos sociales han ganado protagonismo. También ofrece una aproximación a los movimientos de la clase obrera y al trabajo y organización de las agrupaciones sindicales, de gran tradición pero que, sin embargo, parece que no han sabido responder a las nuevas circunstancias. El libro cuenta con colaboraciones de destacados académicos como Amr El Shubaki, experto en movimientos islamistas en Egipto, que ofrece un análisis sobre las protestas protagonizadas por los funcionarios del departamento de impuestos de bienes inmuebles; Samih Fawzi, periodista e investigador destacado en el ámbito del gobierno y la ciuda-danía, que presenta una lectura crítica y comparada de los movimientos reivindicativos y los movimientos políticos; o Manar al-Shurbagui, escritora y profesora de ciencias políticas en la Universidad Americana de El Cairo, que colabora con un análisis sobre el movimiento Kefaya.

Escaparate de libros y revistasLibros

Ibrahim al-Badawi y Samir al-Maqdisi (eds.). Tafsir al-‘ayz al-dimuqrati fi-l-watan al-‘arabi (Sobre el déficit democrático en la nación árabe). Beirut: Markaz Dirasat al-Wahda al-‘Arabiyya, 2011, 495 págs. Un análi-sis sobre los principales factores de la existencia de autocracias y déficit democrático, en menor o mayor grado, en la gran parte de los regímenes políticos del mundo árabe. Con estudios cualitativos y estudios de caso que abarcan la mayoría de países árabes y análisis más detallados sobre siete de ellos (Jordania, Líbano, Siria, Argelia, Iraq, Egipto, Sudán) y la zona del Golfo.

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Revistas

VV.AA. al-Harakat al-ihtiyayiyya fi-l-watan al-‘arabi (Misr. al-Magreb. Lubnan. al-Bahrein) (Movimientos de protesta en la nación árabe. Egipto, Marruecos, Líbano y Bahréin). Beirut: Markaz Dirasat al-Wahda al-‘Arabiyya, 2011, 304 págs. Un estudio de los movimientos de protesta los cuatro países árabes, entre los que se aprecian diferencias y similitudes, poniendo de relieve sus dimesiones y los diferentes contextos sociopolíticos en los que surgen. Una buena ayuda para comprender los cambios que están teniendo lugar en el mundo árabe.

Al-‘Arabi Siddiqi. I‘adat al-tafkir fi-l-damqrata al-‘arabiyya. Intijabat bidun dimuqratiyya (Repensar la de-mocratización árabe. Elecciones sin democracia). Beirut: Markaz Dirasat al-Wahda al-‘Arabiyya, 2010, 432 págs. Un análisis de los incompletos procesos de democratización en el mundo árabe: elecciones, la actuación de las autoridades y el papel de la sociedad civil en dichos procesos.

Edward Thomas. Islam’s Perfect Stranger: The Life of Mahmud Muhammad Taha, Muslim Reformer of Sudan. Londres: IBTauris, 2011, 288 págs. El investigador Edward Thomas, actualmente consejero para la protección infantil en la misión de Naciones Unidas en Sudán (UNMIS), analiza en este estudio la vida y la obra del pensador y político sudanés Mahmud Muhammad Taha (1909-1985). Taha, máximo dirigente de los Hermanos Republicanos, destacó en el plano del pensamiento por la originalidad de sus propuestas sobre el islam, la república, la legislación islámica o los derechos humanos en el islam, y las polémicas que sus planteamientos provocaban en la sociedad sudanesa. En la vida política, su participación fue un tanto ambigua, apoyando en un principio el régimen de Numeyri cuando éste quería acabar con las fuerzas políticas de base religiosa (Hermanos Musulmanes, al-Umma), pero desafiando la autoridad del presidente en sus años finales. Su descalificación final de Numeyri y su crítica a las leyes de septiembre de 1983, anunciadas como aplicación de la legislación islámica, le supusieron someterse a un proceso judicial bajo la acusación de apostasía. Fue ejecutado el 18 de enero de 1985, pocos meses antes de que una revolucion popular acabase con el régimen de Numeyri.

Fanar Haddad. Sectarianism in Iraq. Antagonistic visions of unity. Londres: Hurst, 2011, 256 págs. En este análisis de la identidad confesional iraquí, Fanar Haddad examina la relación entre shiíes y sunnies y cuestiona el papel que estas distinciones juegan en la sociedad iraquí. La identidad confesional y las actitudes hacia uno mismo y hacia el otro no son algo fijo, sino que presentan una dinámica fluctuante en la que lo relevante de la identidad confesional cambia según el contexto y las condiciones socioeconomi-cas y políticas. Investigando las fuerzas que dirigen la identidad confesional y su relación con la identidad nacional, Haddad se centra en dos cambios cruciales de la historia iraquí moderna: los levantamientos de 1991 y la caída del partido Baaz en 2003. Haddad contrarresta las visiones reduccionistas que muestran un Iraq unicamente en términos confesionales o bien que restan importancia a la identidad confesional.

Le Monde diplomatique, marzo 2011. El último número de Le Monde diplomatique incluye un dossier sobre “las revueltas árabes” con contribuciones de Raphaël Kempf (los campesinos en la revolución egipcia, las raíces obreras del levantamiento egipcio), Serge Halimi (“¿Mañana, Irán?), Claude Laurent (“La revolu-ción egipcia y los medios chinos”), Alain Gresh (“El fin de un orden regional”), Salam Kawakibi y Bassma Kodmani (”Ejércitos, pueblo y autócratas”), Gilbert Achcar (“Los Hermanos Musulmanes y la transición pacífica”), Ali Chibani (“Las tribus y el poder en Libia”), Akram Belkaïd (“Logros sociales y miedo al caos en Túnez”), Samir Aita (“Las redes sociales y la revolución”) y una entrevista con el político tunecino Moncef Marzouki.

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Publicación bimestral editada por: Casa Árabe y su Instituto Internacional de Estudios Árabesy del Mundo Musulmán es un consorcio formado por:

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Al-Mustaqbal al-‘Arabi, nº 384, febrero 2011. Tras un editorial de Gassan Salame sobre Túnez, la revista presenta seis análisis, entre ellos uno sobre los movimientos de protesta en el mundo árabe (Egipto, Marruecos, Líbano y Bahréin), de Amr El Shubaki; otro sobre el déficit democrático en el mundo árabe, de Ibrahim al-Badawi y Samir al-Maqdisi; y las elecciones generales en Jordania de 2010, de Wahib al-Sha‘ir; junto con otros sobre el futuro del petróleo árabe (Huseyn Abdallah), ciencia y soberanía (Antoine Zahlan), o la historia de las ciencias entre la epistemología y la historia (Rushdi Rashid).

Al-Adab (marzo 2011). El último número de la revista libanesa al-Adab está dedicado a las revoluciones tunecina y egipcia con artículos de Nader Fergani, Faysal Darray, al-Taher Labib, Tareq al-Kahlawi, Michel Kilo, entre otros, y los textos de la mesa redonda “los jóvenes tunecinos hablan sobre su revolución”.

Política Exterior (nº 140, marzo-abril 2011). Número dedicado a lo que denomina “Primavera árabe” con artículos de Kristina Kausch (“Mitos de la revolución y escenarios en Oriente Próximo”), Radhi Meddeb (“Europa ante un Túnez anclado al mundo libre”), Bichara Khader (“Túnez o la golondrina de la primavera árabe”), Jaime Ojeda (“Carta de América: EE UU y el cambio en Oriente Próximo”), José Enrique de Ayala (“Carta de Europa: Los europeos ensimismados”). Ofrece, además, una conversación con el ex ministro español de Asuntos Exteriores Miguel Ángel Moratinos.

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