asambleas zonales: invitados al banquete...

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN ASAMBLEAS ZONALES: INVITADOS AL BANQUETEFAMILIA AMIGONIANA, ARTÍFICE DEL SUEÑO DE COMUNIÓN DE DIOS, FRATERNIDAD QUE ACOGE, INTEGRA Y DIGNIFICA… ______________________________________________________________ 1er Día Mañana: EL SUEÑO DE COMUNIÓN DE DIOS PARA NUESTRO MUNDO. ENCUENTRO CON UN DIOS MISERICORDIOSO, UN CRISTO REDENTOR Y BUEN PASTOR QUE HA VENIDO A BUSCAR Y SALVAR AL QUE ESTÁ PERDIDO. Para el trabajo personal Sigo la lectura orante del texto. Releo el texto y la explicación de su sentido. Hago silencio para asimilarlo… Profundizo ahora en lo que el texto me dice a mí personalmente. Trato de descubrir su sentido actual y la aplico a la situación que vivo. ¿Qué cuestionamientos suscita esto a nuestra imagen de Dios y nuestra forma de relacionarnos con Él? ¿Qué consecuencias tiene para nuestra vida de cristianos y amigonianos? ¿Qué consecuencias tiene para nuestra vida comunitaria y nuestra misión? ¿Qué cuestionamientos suscita para nuestra forma de situarnos en el mundo? Ubico el texto en el Plan de Dios que se realiza en la historia. Rezo el texto, respondo a Dios que me ha hablado en él. Busco un salmo o escribo una oración que exprese las vivencias que el texto ha producido en mí. Contemplo y me comprometo según me siento invitado por la Palabra. Resumo en una frase el compromiso que me suscita el texto y alguna acción para concretarlo. Me reúno con un grupo de hermanos para compartir la lectura orante que he realizado y terminamos en el grupo con algunas de las oraciones realizadas por cada miembro. Guardo las intuiciones recibidas del Señor en esta mañana. Dinámicas: Lectio Divina Cuaderno personal: consigno en él las intuiciones que reciba del Señor en estos días, apunto los aspectos más relevantes de mi caminar, los exámenes de cada día. Biblia: Banquete: Is 25,6-10; Mt 22,1-14 o su paralelo Lc 14,15-24; Proverbios 9,1-6; Is 55,1-3; comidas con los publicanos y pecadores Lc 5,27-39; 15; 19,1-10. Comidas con los fariseos Lc 7,36-50; 11,37-54; 14,1-24. Comidas con los discípulos Lc 22,14-38; 24,13-35; 24,36-52. Dios comunión: Jn 17,21-23; Jn 13,34-35; Jn 14,20-21.23; 15,12;Ef 2,14-16; Hech 4,32-37. Canto: Invitados al banquete. Mt 22 1 Jesús siguió hablándoles por medio de parábolas: 2 “Aprendan algo del Reino de los Cielos. Un rey preparaba las bodas de su hijo, 3 por lo que mandó a sus servidores a llamar a los invitados a la fiesta. Pero éstos no quisieron venir. 4 De nuevo envió a otros servidores con orden de decir a los invitados: “He preparado un banquete, ya hice matar terneras y otros animales gordos y todo está a punto. Vengan, pues, a la fiesta de la boda”. 5 Pero ellos no hicieron caso, sino que se fueron, unos a sus campos y otros a sus negocios. 6 Los demás tomaron a los servidores del rey, los maltrataron y los mataron. 7 El rey se enojó y envió a sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos e incendiaron su ciudad. 8 Después dijo a sus servidores: “El banquete de bodas sigue esperando, pero los que habían sido invitados no eran dignos. 9 Vayan, pues, a las esquinas de las calles e inviten a la fiesta a todos los que encuentren”.

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN

ASAMBLEAS ZONALES: “INVITADOS AL BANQUETE” FAMILIA AMIGONIANA, ARTÍFICE DEL SUEÑO DE COMUNIÓN DE DIOS,

FRATERNIDAD QUE ACOGE, INTEGRA Y DIGNIFICA…

______________________________________________________________

1er Día Mañana: EL SUEÑO DE COMUNIÓN DE DIOS PARA NUESTRO MUNDO.

ENCUENTRO CON UN DIOS MISERICORDIOSO, UN CRISTO REDENTOR Y BUEN

PASTOR QUE HA VENIDO A BUSCAR Y SALVAR AL QUE ESTÁ PERDIDO.

Para el trabajo personal

Sigo la lectura orante del texto. Releo el texto y la explicación de su sentido. Hago silencio para

asimilarlo…

Profundizo ahora en lo que el texto me dice a mí personalmente. Trato de descubrir su sentido

actual y la aplico a la situación que vivo. ¿Qué cuestionamientos suscita esto a nuestra imagen de

Dios y nuestra forma de relacionarnos con Él? ¿Qué consecuencias tiene para nuestra vida de

cristianos y amigonianos? ¿Qué consecuencias tiene para nuestra vida comunitaria y nuestra

misión? ¿Qué cuestionamientos suscita para nuestra forma de situarnos en el mundo? Ubico el texto

en el Plan de Dios que se realiza en la historia.

Rezo el texto, respondo a Dios que me ha hablado en él. Busco un salmo o escribo una oración que

exprese las vivencias que el texto ha producido en mí.

Contemplo y me comprometo según me siento invitado por la Palabra. Resumo en una frase el

compromiso que me suscita el texto y alguna acción para concretarlo.

Me reúno con un grupo de hermanos para compartir la lectura orante que he realizado y terminamos

en el grupo con algunas de las oraciones realizadas por cada miembro.

Guardo las intuiciones recibidas del Señor en esta mañana.

Dinámicas:

Lectio Divina

Cuaderno personal: consigno en él las intuiciones que reciba del Señor en estos días, apunto los

aspectos más relevantes de mi caminar, los exámenes de cada día.

Biblia: Banquete: Is 25,6-10; Mt 22,1-14 o su paralelo Lc 14,15-24; Proverbios 9,1-6; Is 55,1-3;

comidas con los publicanos y pecadores Lc 5,27-39; 15; 19,1-10. Comidas con los fariseos Lc 7,36-50;

11,37-54; 14,1-24. Comidas con los discípulos Lc 22,14-38; 24,13-35; 24,36-52.

Dios comunión: Jn 17,21-23; Jn 13,34-35; Jn 14,20-21.23; 15,12;Ef 2,14-16; Hech 4,32-37.

Canto: Invitados al banquete.

Mt 22 1 Jesús siguió hablándoles por medio de parábolas: 2 “Aprendan algo del Reino de los Cielos. Un rey

preparaba las bodas de su hijo, 3 por lo que mandó a sus servidores a llamar a los invitados a la fiesta. Pero éstos

no quisieron venir. 4 De nuevo envió a otros servidores con orden de decir a los invitados: “He preparado un banquete, ya hice

matar terneras y otros animales gordos y todo está a punto. Vengan, pues, a la fiesta de la boda”. 5 Pero ellos no

hicieron caso, sino que se fueron, unos a sus campos y otros a sus negocios. 6 Los demás tomaron a los

servidores del rey, los maltrataron y los mataron. 7 El rey se enojó y envió a sus tropas, que dieron muerte a aquellos asesinos e incendiaron su ciudad.

8 Después dijo a sus servidores: “El banquete de bodas sigue esperando, pero los que habían sido invitados no

eran dignos. 9 Vayan, pues, a las esquinas de las calles e inviten a la fiesta a todos los que encuentren”.

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN

10 Los servidores salieron inmediatamente a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y

buenos, de modo que la sala se llenó de invitados. 11 Después entró el rey para conocer a los que estaban sentados a la mesa, y vio un hombre que no se había

puesto el traje de fiesta. 12 Le dijo: “Amigo, ¿cómo es que has entrado sin traje de bodas?” El hombre se quedó

callado. 13 Entonces el rey dijo a sus servidores: “Átenlo de pies y manos y échenlo a las tinieblas de fuera. Allí

será el llorar y el rechinar de dientes”.

Las comidas en la biblia Comer con otras personas fue para Jesús una forma privilegiada de dar a conocer el proyecto de Dios. A Jesús le encontramos dando de comer a una gran multitud, sentado a la mesa de quienes le invitaban, o en la última cena con sus discípulos. Las comidas fueron tan importantes en su vida, que cuando resucitó sus discípulos le reconocieron con frecuencia al compartir la mesa con Él. Incluso su muerte tuvo que ver con ellas porque, en cierto modo, Jesús murió por la forma en que comía.

Los evangelios utilizan con mucha frecuencia la imagen del banquete. Lucas describe diversas comidas de Jesús: comidas con los publicanos y pecadores (5,27-39; 15; 19,1-10). Comidas con los fariseos (7,36-50; 11,37-54; 14,1-24). Comidas con los discípulos ( 22,14-38; 24,13-35; 24,36-52). En el evangelio de Lucas los temas de la conversión de los pecadores y de la misericordia de Dios que busca lo perdido son muy importantes; y están, además, muy relacionados con el tema de las comidas (porque el capítulo 15 de Lucas tiene mucha relación con el 14, en el que el tema de la comida es fundamental y, además, en la parábola del hijo pródigo la mesa está muy presente).

Lc 5,27-39; 15; 19,1-10 Son tres textos (o tres grupos, porque en el capítulo 15 tenemos en realidad tres perícopas) en los que se ve que la comida de Jesús con pecadores y alejados provoca una reacción de escándalo y extrañeza. La participación en la mesa cuestiona el sistema de pureza en el que se basa la coherencia interna del pueblo y sus fronteras con el exterior. Jesús responde a las críticas reivindicando una nueva y desconcertante experiencia de Dios. Dios no legitima el orden social establecido sino que impulsa un profundo cambio, que permite la reintegración de los marginados y excluidos por el sistema.

Las comidas de Jesús con sus discípulos son ocasión de amplias enseñanzas, en las que se subraya la subversión de valores establecidos que supone el Reino de Dios. Se revela el destino del Mesías, que pasa por la cruz y por la muerte, y se invita a los discípulos a participar de este mismo estilo de vida. Para Lucas, el partir el pan de Jesús con sus seguidores indica la participación en su misión y en su destino. Participar de la mesa es la más decisiva expresión del hecho de estar vinculado al grupo, formar parte de la casa y compartir los mismos valores y el mismo destino. Es normal que el momento de compartir la mesa con Jesús sea el más propicio para compartir su misterio más íntimo y para ser invitados a compartir su estilo de vida y su destino.

En torno a la mesa se expresa la acogida, la reciprocidad, el servicio, el compartir la vida...; en una palabra, la fraternidad. La misma plenitud del encuentro definitivo con Dios y con todos los hombres se describe como un banquete lleno de alegría (Hch 2,42-47; 4,32-35). El comer expresa la acogida, perdón e integración en la Iglesia de los paganos (Hch 10,1-11,18; Hch 15,1-35). Pero lo que debe ser la expresión emblemática de la fraternidad puede convertirse trágicamente en el lugar donde se ponga de manifiesto la injusticia, la falta de solidaridad. Donde debe expresarse de forma eminente la fraternidad, puede revelarse también su ruptura. Significado social de las comidas

En todas las sociedades las comidas tienen un enorme valor simbólico, expresan amistad, diálogo intimidad. En el hecho de comer establecemos una relación primaria y fundamental con la naturaleza y también con uno mismo y nuestros semejantes. La comida no es sólo un hecho biológico y fisiológico sino un hecho social y cultural. La forma de comer vincula con el propio grupo y con su historia. Vincula íntimamente con la casa, con la familia, y tiene gran fuerza de evocación de

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN

vivencias íntimas y primigenias. Expresan un orden simbólico social y, al mismo tiempo, lo fortalecen y reproducen. La comida nos une a aquellos con los que comemos, comunión de mesa, y separa de aquellos con quien está prohibido comer.

El sistema de pureza estricto que caracteriza al judaísmo es una forma peculiar de ordenar la realidad. Lo que rompe el orden es lo impuro o manchado y había que evitarlo en pro de conservar férreamente la identidad del pueblo. La circuncisión, el sábado y las normas alimentarias (Lv 20,24-25) pretenden separar al pueblo de los demás pueblos. El Judaísmo había acentuado todos estos elementos confiriendo a las comidas un significado político-religioso, y asignándoles la función de delimitar las fronteras entre los que pertenecían al pueblo de Israel y los que no. Había personas con las que no se podía compartir la mesa, porque su forma de actuar (publicanos y pecadores) o su condición social (ciegos, cojos, etc) los excluía de la comunión con los miembros del pueblo elegido. Eran muy rígidas las normas acerca de los alimentos puros e impuros y los días de ayuno.

Los ‘pecadores’ en el Judaísmo del tiempo de Jesús eran, fundamentalmente, aquellos que vivían y se comportaban de modo parecido a los paganos. Es decir, quienes no se preocupaban de purificarse para participar en el culto divino, seguramente porque no participaban en él; quienes no seguían las costumbres que diferenciaban a los judíos de los paganos, sobre todo en materia de comidas y matrimonio; y quienes tenían un trato frecuente, amistoso o colaborador con los extranjeros que en Palestina hacían efectiva la administración y el dominio de Roma.

Con quien se comparte la mesa se comparte la vida. El templo representa una economía centralizada de redistribución. Se caracteriza por una autoridad político-religiosa que controla los recursos económicos e ideológicos. En cambio la casa/familia representa una economía de reciprocidad generalizada. Se caracteriza por la solidaridad incondicionada del grupo y la acogida de niños, ancianos, enfermos y necesitados. ¿Por qué Jesús se comportó de una forma tan provocadora?

Las comidas de Jesús tenían un enorme significado porque violaban casi todas estas normas. Jesús comía con personas con las que un buen judío no debía compartir la mesa. Además declaraba que todos los alimentos eran puros, y para colmo no observaba el ayuno ni quería que sus discípulos lo hicieran (Mc 2,18-22). Al romper estos esquemas, Jesús quiere romper estas fronteras que separan a los puros de los impuros. El sistema social que aparece en sus comidas es el de una familia en la que todos son iguales.

Compartir la mesa no es dar pan o alimento para el camino; se trata de acoger en la mesa. La aceptación del reino se traduce necesariamente en hospitalidad y apertura de la propia mesa. Al admitir en su compañía a los publicanos y a otros pecadores públicos, Jesús ponía en práctica una estrategia de reintegración social que rompía con la situación de marginación a la que eran sometidos en la sociedad. La mesa compartida por Jesús con los pecadores de Israel, es el paso previo que prepara para la mesa compartida con los paganos. Una limosna generosa puede ser el último refugio contra el temor de una comensalidad abierta; una estrategia para no abrir las propias fronteras.

Esta forma de actuar de Jesús suscitó importantes críticas contra Él. Los fariseos se quejaron a sus discípulos: ¡Vuestro maestro come con publicanos y pecadores! (Mc 2,16), y el mismo Jesús se hizo eco de estas acusaciones cuando dijo ¡Viene el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: Ahí tenéis a un comilón y a un borracho, amigo de publicanos y pecadores! (Lc 7,34). Esta acusación revela que tanto para Jesús como para sus adversarios, las comidas con los pecadores eran un asunto capital.

Jesús responde a las críticas reivindicando una nueva y desconcertante experiencia de Dios: no se puede legitimar en nombre de Dios, un orden social excluyente. Hay que reconfigurar un nuevo mundo, en el que la misericordia sustituya a la pureza. ¡No tienen necesidad de médico los sanos, sino los enfermos; no he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores! (Mc 2,17). El sed misericordiosos como vuestro Padre es misericordioso (Lc 6,36), sustituye al sed santos como Dios

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN

es santo del Antiguo Testamento. Frente a la aparente justicia de la sociedad que margina a muchos, la verdadera pureza es la solidaridad efectiva con los necesitados.

Finalmente las comidas de Jesús tienen mucho que ver con la llegada del reinado de Dios. Ya los profetas habían relacionado las comidas con el cumplimiento de las promesas de Dios (Is 2). Jesús asume y amplía esta relación. El reino es un gran banquete en el que los puestos de honor se organizan de otra manera; un banquete al que hay que invitar sobre todo a los ciegos, cojos, lisiados, indigentes (Mt 22; Lc 14). Jesús no renunció a este comportamiento contracultural, porque sus comidas expresaban y hacían presente el Reinado de Dios que anunciaba en su predicación. Cuando se atenta contra este tipo de prescripciones, se están introduciendo cambios significativos en la estructura socioeconómica de la sociedad. No es de extrañar que se haya llegado a decir que “Jesús fue crucificado por la forma en que comía”. La imagen del Dios del banquete mesiánico: Dios Comunión empeñado en su sueño de comunión sobre el mundo

A través de la imagen del banquete se expresa la plenitud humana del encuentro con Dios, la plenitud de la salvación que Dios ofrece al hombre. Es expresión del mismo Dios que es Trinidad, misterio de Comunión, comunidad de amor y oferta de Comunión a todos los hombres sus hijas e hijos.

Creando el ser humano a su imagen y semejanza, Dios lo ha creado para la comunión. El Dios creador que se ha revelado como Amor, como Trinidad y comunión, ha llamado al hombre a entrar en íntima relación con Él y a la comunión interpersonal, o sea, a la fraternidad universal 21 . Esta es la más alta vocación del hombre: entrar en comunión con Dios y con los otros hombres, sus hermanos. Este designio de Dios quedó comprometido por el pecado, que rompió todas las relaciones: entre el género humano y Dios, entre el hombre y la mujer, entre hermano y hermano, entre los pueblos, entre la humanidad y la creación.

Por su gran amor, el Padre envió a su Hijo para que, como nuevo Adán, reconstruyera y llevara toda la creación a la unidad perfecta. Viniendo a nosotros, constituyó el comienzo del nuevo pueblo de Dios, llamando en torno a sí a los apóstoles y discípulos, hombres y mujeres, como parábola viviente de la familia humana congregada en la unidad. Les anunció la fraternidad universal en el Padre, el cual nos ha hecho familiares suyos, sus hijos y hermanos entre nosotros. Así enseñó la igualdad en la fraternidad y la reconciliación en el perdón. Cambió totalmente las relaciones de poder y de dominio, dando Él mismo ejemplo de cómo se ha de servir y ponerse en el último lugar. Durante la última cena, les dio el mandamiento nuevo del amor recíproco: «Os doy un mandamiento nuevo: que os améis los unos a los otros; que como yo os he amado, así os améis también los unos a los otros» (Jn 13,34; cf 15,12); instituyó la Eucaristía que alimenta el amor mutuo haciéndonos comulgar el único pan y el único cáliz. Después se dirigió al Padre pidiendo, como síntesis de sus deseos, la unidad de todos conforme al modelo de la unidad trinitaria: «Como Tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros» (Jn 17,21).

Entregándose a la voluntad del Padre, en el misterio pascual, realizó aquella misma unidad que había enseñado a vivir a sus discípulos y que había pedido al Padre. Con su muerte en la cruz destruyó el muro de separación entre los pueblos, reconciliando a todos en unidad (cf Ef 2,14-16), enseñándonos de este modo que la comunión y la unidad son el fruto de la participación en su misterio de muerte.

La venida del Espíritu Santo, el don por excelencia concedido a los creyentes, realizó la unidad querida por Cristo. Comunicado a los discípulos reunidos en el cenáculo con María, el mismo Espíritu dio visibilidad a la Iglesia, que desde el primer momento se caracteriza como fraternidad y comunión en la unidad de un solo corazón y de una sola alma (cf Hech 4,32).

Esta comunión es el vínculo de la caridad que une entre sí a todos los miembros del mismo Cuerpo de Cristo, y al Cuerpo con su Cabeza. La misma presencia vivificante del Espíritu Santo construye en Cristo la cohesión orgánica: Él unifica la Iglesia en la comunión y en el ministerio, la coordina y la dirige con diversos dones jerárquicos y carismáticos, que se complementan entre sí, y la hermosea con sus frutos.

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1er Día Tarde: EL SUEÑO DE COMUNIÓN DE DIOS PARA NUESTRO MUNDO. LA

COMUNIDAD SIGNO Y EXPRESIÓN DE LA COMUNIÓN TRINITARIA

Para el trabajo personal

Situación en la que me encuentro en la vivencia comunitaria: experiencias positivas, dificultades y

debilidades, expectativas…

Medito los texto bíblicos apuntados abajo, contemplo y me alegro profundamente de sentir la

Comunión del Señor en mí, en mi comunidad, en la Iglesia… ¿Qué experiencias fuertes de la

presencia del Dios Comunión he vivido en la comunidad? ¿Cómo me han transformado?

¿Cuál ha sido mi respuesta a la invitación de Comunión del Señor en la Iglesia, en la comunidad, en

mí mismo? ¿Qué sentimientos se despiertan en mí al pensar en mi actitud?

Guardo las intuiciones recibidas del Señor en esta tarde.

Dinámicas:

Lectio Divina.

Examen del día: contemplar el paso de Dios por mi vida, los aspectos que llamen la atención por su

novedad o intensidad. También la fuerza y mi resistencia a la acción de Dios.

Biblia: Jn 15,1-9; 1Jn 4,7-21; Mt 18,20; Hch 2,42-47;

Canto: Consagrado a Ti.

La comunión con Dios hace que vivamos su vida. Dios es amor que se ha manifestado en Jesús. La caridad fraterna es un efecto de nuestro nacimiento sobrenatural, de nuestra unión con Jesús y de nuestro conocimiento de que Dios es amor. Dios dio todo lo que tenía para darnos la vida. Amar no es algo neustro. Amamos porque antes hemos sido amados por él. Nuestro amor es respuesta a la obra de Cristo que nos amó hasta el extremos en la cruz. Dar la vida por nuestros hermanos es prolongar en nosotros la vida de Jesús que a través de eso se hace presente.

El misterio de la Iglesia-Comunión

La invitación a participar de la comunión divina de Amor encuentra en el corazón del ser humano un anhelo profundo. Creado a imagen y semejanza de Dios Amor (cf. 1 Jn 4,8-21), el hombre lleva en lo más hondo de su ser el reflejo del misterio de comunión que es la Santísima Trinidad. Más aún, su plenitud sólo la alcanzará en la comunión con Dios, fuente de su vida. Como afirma el documento de Puebla, «al hacer el mundo, Dios creó a los hombres para que participáramos en esa comunidad divina de amor: el Padre con el Hijo Unigénito en el Espíritu Santo».

Esta comunión a la que está invitado el ser humano, exigencia del Reino, tiene su germen aquí en la tierra en la Iglesia, que «aparece como "un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo"». La fuente de esta comunión es la Santísima Trinidad. La comunión de todos los bautizados en Cristo es reflejo y participación de la vida íntima de amor del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. En ella los hombres y mujeres pueden ir colmando su anhelo de comunión, puesto que la Iglesia es sacramento de unidad entre Dios y los hombres y de los hombres entre sí, es decir, signo e instrumento de salvación. La Iglesia es el «sacramento visible de esta unidad que nos salva» querida por Dios, pero es además el instrumento y el lugar donde se realiza de modo eficaz la comunión y reconciliación de los hombres con Dios y entre sí. De ahí la exigencia profunda de que la Iglesia sea cada vez más «una comunidad que viva la comunión de la Trinidad y sea signo y presencia de Cristo muerto y resucitado que reconcilia a los hombres con el Padre en el Espíritu, a los hombres entre sí y al mundo con su Creador». La Iglesia es, pues, un misterio de comunión y reconciliación; comunión de fe, de vida, de verdad, de caridad.

Llamados a una misma fe y a una misma esperanza, vivimos en la comunión de amor que es

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN

exigencia permanente de apertura y amor a Dios y a los demás. Partícipes todos en la Iglesia de la misma dignidad de hijos de Dios, derivada de la redención alcanzada en Cristo, todos estamos llamados, cada cual desde la propia vocación y el don recibido del Espíritu, a contribuir a la edificación del Cuerpo de Cristo (Rm 12,4-5).

Esta comunión, nutrida del amor que es plenitud de la ley (cf. Rm 13,10), no se repliega sobre sí misma, sino que se proyecta en un dinamismo de sobreabundancia de amor hacia los demás, puesto que la Iglesia «ha sido enviada al mundo para anunciar y testimoniar, actualizar y extender el misterio de comunión que la constituye: a reunir a todos y a todo en Cristo; a ser para todos "sacramento inseparable de unidad"». La comunión genera comunión, y esencialmente se configura como comunión misionera». La Iglesia es «por su naturaleza misma... siempre reconciliadora» y como tal «debe buscar ante todo llevar a los hombres a la reconciliación plena». Todos los bautizados estamos llamados a colaborar en el «ministerio de la reconciliación» (2 Cor 5,18) que debe realizar la Iglesia como sacramento de Cristo, predicando la «palabra de la reconciliación» (2 Cor 5,19) a todos los seres humanos.

Sólo dentro de la Iglesia como misterio de comunión se revela la «identidad» de los fieles, su original dignidad, su vocación y misión en la Iglesia y en el mundo. Por la fe y el bautismo somos introducidos en la comunión eclesial. Esta comunión, como don de Dios, tiene su raíz y su centro en la Sagrada Eucaristía, fuente y culmen de toda la vida cristiana, «es fuerza creadora de comunión entre los miembros de la Iglesia precisamente porque une a cada uno de ellos con el mismo Cristo». Por el sacramento de la reconciliación recobramos la comunión que se pierde por el pecado.

La comunión, como gracia a acoger y meta a construir, se transforma en espiritualidad cuando genera un modo de creer pensar hablar y actuar que da visibilidad y crecimiento al Reino de Dios en el mundo. Aquellos que la viven son signo evidente y fuerza atractiva de los demás hacia Cristo. Porque la comunión genera más comunión, se abre a la misión y se hace ella misma misión. La comunión vivida en las comunidades

VFC 1. El amor de Cristo ha reunido a un gran número de discípulos para llegar a ser un sola cosa, a fin de que en el Espíritu, como Él y gracias a Él, pudieran responder al amor del Padre a lo largo de los siglos, amándolo «con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas» (Dt 6,5) y amando al prójimo «como a sí mismos» (cf Mt 22,39).

Entre estos discípulos, los reunidos en las comunidades religiosas y laicales han sido y siguen siendo todavía una expresión particularmente elocuente de este sublime e ilimitado Amor. Nacidas «no del deseo de la carne o de la sangre» ni de simpatías personales o de motivos humanos, sino «de Dios» (Jn 1,13), de una vocación divina y de una divina atracción, las comunidades religiosas son un signo vivo de la primacía del Amor de Dios que obra maravillas y del amor a Dios y a los hermanos, como lo manifestó y vivió Jesucristo.

VC 41. La vida fraterna quiere reflejar la hondura y la riqueza de este misterio de comunión, configurándose como espacio humano habitado por la Trinidad, la cual derrama así en la historia los dones de la comunión que son propios de las tres Personas divinas. La vida consagrada posee ciertamente el mérito de haber contribuido eficazmente a mantener viva en la Iglesia la exigencia de la fraternidad como confesión de la Trinidad. Con la constante promoción del amor fraterno en la forma de vida común, la vida consagrada pone de manifiesto que la participación en la comunión trinitaria puede transformar las relaciones humanas, creando un nuevo tipo de solidaridad. Ella indica de este modo a los hombres tanto la belleza de la comunión fraterna, como los caminos concretos que a ésta conducen. Las personas consagradas, en efecto, viven « para » Dios y « de » Dios. Por eso precisamente pueden proclamar el poder reconciliador de la gracia, que destruye las fuerzas disgregadoras que se encuentran en el corazón humano y en las relaciones sociales.

La comunidad como don Antes de ser un proyecto humano, la vida fraterna en común forma parte del proyecto de Dios, que

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN

quiere comunicar su vida de comunión. La comunidad es un don del Espíritu, antes de ser una construcción humana. Efectivamente, tiene su origen en el amor de Dios difundido en los corazones por medio del Espíritu, y por él se construye como una verdadera familia unida en el nombre del Señor. Para adentrarnos en el misterio de la comunión y de la fraternidad, es necesario invocar humildemente al Espíritu Santo para que lleve a cabo lo que sólo Él puede realizar: «Os daré un corazón nuevo y os infundiré un espíritu nuevo; arrancaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne... Vosotros seréis mi pueblo y yo seré vuestro Dios» (Ez 36,26-28)

VFC 10. La comunidad religiosa se sintió en continuidad con el grupo de los que seguían a Jesús. Él los había llamado personalmente, uno por uno, para vivir en comunión con Él y con los otros discípulos, para compartir su vida y su destino (cf Mc 3,13-15), para ser signo de la vida y de la comunión inaugurada por Él.

La vida fraterna en común se ha manifestado siempre como una radicalización del común espíritu fraterno que une todos los cristianos. La comunidad religiosa es manifestación palpable de la comunión que funda la Iglesia, y, al mismo tiempo, profecía de la unidad a la que tiende como a su meta última. «Expertos en comunión, los religiosos están llamados a ser en la comunidad eclesial y en el mundo testigos y artífices de aquel proyecto de comunión que está en el vértice de la historia del hombre según de Dios. Se convierten en "signo de comunión fraterna". En efecto, en medio de un mundo, con frecuencia profundamente dividido, y ante todos sus hermanos en la fe, dan testimonio de la posibilidad real de poner en común, de amarse fraternalmente.

La comunidad sólo se genera fundamentalmente por la comunión de los religiosos que la conformamos y en esta comunión se manifiesta Dios mismo haciendo comunión con cada uno y moviéndonos, desde dentro, o salir de nosotros mismos y a darnos incondicionalmente al otro. Dios es quien construye la comunidad con ayuda nuestra y no al contrario. La construye en la medida en que ya no nos pertenecemos a nosotros mismos sino a Dios y nos dejamos conducir por Él. Sin esta opción personal consciente y decidida no es posible la construcción de la comunidad. Creemos pasar la vida entera ocupándonos de las cosas de Dios pero no centrados en Él.

Agradezco el don de los hermanos desde lo que son y no desde lo que espero desde un falso ideal. Dios construye desde nuestra debilidad. La vida comunitario no es un ideal a alcanzar sino una realidad divina, una obra del Espíritu y no una realidad psíquica. Es gracia. Damos gracias a Dios por los hermanos que nos ha dado y que con nosotros quiera trabajar. Si la comunidad es un ideal para mí, será el ideal lo que quiero alcanzar y no tanto lo que Dios va construyendo. El que ama más el sueño de la comunidad que la comunidad misma la destruye. Se torna exigente y a disgusto con quienes no marcha a su rimo. Establece su propia ley y juzga a sus hermanos de acuerdo ella.

La comunidad religiosa como lugar donde se llega a ser hermanos.

VFC 11. Del don de la comunión proviene la tarea de la construcción de la fraternidad, es decir, de llegar a ser hermanos y hermanas en una determinada comunidad donde han sido llamados a vivir juntos. Aceptando con admiración y gratitud la realidad de la comunión divina, participada por las pobres criaturas, surge la convicción de que es necesario empeñarse en hacerla cada vez más visible por medio de la construcción de comunidades «llenas de gozo y del Espíritu Santo» (Hech 13,52).

VC 42. La vida fraterna, entendida como vida compartida en el amor, es un signo elocuente de la comunión eclesial. Todas estas personas, queriendo poner en práctica la condición evangélica de discípulos, se comprometen a vivir el « mandamiento nuevo » del Señor, amándose unos a otros como Él nos ha amado (cf. Jn 13, 34). El amor llevó a Cristo a la entrega de sí mismo hasta el sacrificio supremo de la Cruz. De modo parecido, entre sus discípulos no hay unidad verdadera sin este amor recíproco incondicional, que exige disponibilidad para el servicio sin reservas, prontitud para acoger al otro tal como es sin « juzgarlo » (cf. Mt 7, 1-2), capacidad de perdonar hasta « setenta veces siete » (Mt 18, 22). Para las personas consagradas, que se han hecho « un corazón solo y una sola alma » (Hch 4, 32) por el don del Espíritu Santo derramado en los corazones (cf. Rm 5, 5),

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resulta una exigencia interior el poner todo en común: bienes materiales y experiencias espirituales, talentos e inspiraciones, ideales apostólicos y servicios de caridad. «En la vida comunitaria, la energía del Espíritu que hay en uno pasa contemporáneamente a todos. Aquí no solamente se disfruta del propio don, sino que se multiplica al hacer a los otros partícipes de él, y se goza del fruto de los dones del otro como si fuera del propio».

En la vida de comunidad, además, debe hacerse tangible de algún modo que la comunión fraterna, antes de ser instrumento para una determinada misión, es espacio teologal en el que se puede experimentar la presencia mística del Señor resucitado (cf. Mt 18, 18-20). Esto sucede merced al amor recíproco de cuantos forman la comunidad, un amor alimentado por la Palabra y la Eucaristía, purificado en el Sacramento de la Reconciliación, sostenido por la súplica de la unidad, don especial del Espíritu para aquellos que se ponen a la escucha obediente del Evangelio. Espiritualidad y oración común

VFC 12. Cuando se olvida esta dimensión mística y teologal de la comunidad, que la pone en contacto con el misterio de la comunión divina presente y comunicada a la comunidad, se llega irremediablemente a perder también las razones profundas para «hacer comunidad», para la construcción paciente de la vida fraterna. Ésta, a veces, puede parecer superior a las fuerzas humanas y antojarse como un inútil derroche de energías, sobre todo en personas intensamente comprometidas en la acción y condicionadas por una cultura activista e individualista.

La oración en común, que se ha considerado siempre como la base de toda vida comunitaria, parte de la contemplación del Misterio de Dios, grande y sublime, de la admiración de su presencia, operante en los momentos más significativos de nuestras familias religiosas. La oración es un tiempo para estar con el Señor, para que pueda obrar en nosotros, y entre las distracciones y las fatigas pueda invadir la vida, confortarla y guiarla, para que, al fin, toda la existencia pueda realmente pertenecerle. En nadie, por tanto, puede debilitarse la convicción de que la comunidad se construye a partir de la Liturgia, sobre todo de la celebración de la Eucaristía y de los otros sacramentos.

VFC 20. Las comunidades religiosas más apostólicas y más vivas evangélicamente -contemplativas o activas- son las que poseen una rica experiencia de oración. En un momento como el nuestro, en el que se asiste a un cierto despertar de la búsqueda de la trascendencia, las comunidades religiosas pueden llegar a ser lugares privilegiados donde se experimentan los caminos que conducen a Dios. Las personas consagradas a Dios, hombres y mujeres, ¿dejarán de asistir a esta cita con la historia, no respondiendo a la «búsqueda de Dios» que sienten nuestros contemporáneos, induciéndoles, acaso, a buscar en otra parte, por caminos equivocados, cómo saciar su hambre de Absoluto? Comunicar para crecer juntos

VFC 32 La comunión nace precisamente de la comunicación de los bienes del Espíritu, una comunicación de la fe y en la fe, donde el vínculo de fraternidad se hace tanto más fuerte cuanto más central y vital es lo que se pone en común. Este ejercicio de comunicación sirve también para aprender a comunicarse de verdad, permitiendo después a cada uno, en el apostolado, «confesar la propia fe»: compartir la Palabra y la experiencia de Dios, discernimiento y proyecto comunitario, la corrección fraterna, la revisión de vida y otras formas típicas de la tradición. Todos éstos son modos concretos de poner al servicio de los demás y de hacer que reviertan sobre la comunidad los dones que el Espíritu otorga abundantemente para su edificación y misión en el mundo.

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2º Día Mañana: OBSTÁCULOS AL SUEÑO DE COMUNIÓN DE NUESTRO DIOS.

Para el trabajo personal

Medito los texto bíblicos apuntados abajo y me dejo cuestionar por ellos escuchando al Señor en mi

vida… ¿Qué obstáculos he puesto al sueño de Comunión de nuestro Dios?

¿Qué actitudes mías obstaculizan la comunión en la comunidad religiosa? ¿Qué actitudes

comunitarias bloquean la comunión en la misma comunidad? ¿Qué bloqueos en la comunión

existen en el entorno de nuestra comunidad, en la misión compartida, en la familia amigoniana?

¿Cuál es mi experiencia de Dios en mi limitación y mi pecado? ¿Cómo repercute en mi vida?

Guardo las intuiciones recibidas del Señor en esta mañana.

Dinámicas:

Revisión de vida y corrección fraterna. Mt 18,15-17

Biblia: Mt 22,3-7; Mt 13,24-30; Sf 3,1-2.9-13; Gen 3,1-24; Gen. 4,1-16; Gen. 11,1-9; Lc 18,9-14.

Comer como expresión de una vida egoísta Lc 6,25; 12,19-21; 12,45; 16,19; 17,27-28; 20,46-47; 21,34;

Obstáculos en la 1ª comunidad cristiana Hch 5,1-4; 6,1-3; 11,1-3; 1Cor 11,17-22; Hch 15; Gal 2,11-14.

Integración del mal: Flp 2,6-11; 1Pe 2,21-242Co 12,7-10. Fábula: El taller del carpintero

Obstáculo al sueño de comunión de nuestro Dios…

El banquete, como comida solemne y compartida, puede expresar la plenitud de la salvación. También la biblia hace un uso muy particular del “comer y beber” como expresión de la vida egoísta, injusta y despreocupada respecto de Dios y de los hombres (6,25; 12,19; 12,45; 16,19; 17,27-28; 20,46-47). “Come, bebe, banquetea”, equivale a atesorar para sí y no ser rico ante Dios (12,21).

En torno a la mesa se expresa la acogida, la reciprocidad, el servicio, el compartir la vida...; Pero lo que debe ser la expresión emblemática de la fraternidad puede convertirse trágicamente en el lugar donde se ponga de manifiesto la injusticia, la falta de solidaridad, el distanciamiento entre los pocos que tienen mucho y los muchos que apenas tienen nada. Donde debe expresarse de forma eminente la fraternidad, puede revelarse también su ruptura. De hecho, muy pronto se manifestaron graves problemas de comunión, como lo podemos observar en: Hch 5,1-4; 6,1-3; 11,1-3. En torno a la mesa se reflejan diferencias sociales que amenazan a la comunidad cristiana tanto en Jerusalén como en Corinto (1Cor 11,17-22). En la disputa entre Pedro y Pablo en Antioquía (Hch 15; Gal 2,11-14) se ve que la mesa común se rompe por las diferencias entre los cristianos procedentes de la gentilidad y los de origen judío. Las diferencias entre ricos y pobres rompen la comensalidad común.

El ser humano vivía en los orígenes en comunión con Dios. Las relaciones entre los seres humanos participaban de esa comunión. Sin embargo, el hombre pecó y rompió esta comunión, introduciendo en su vida y en todo el universo el germen de la ruptura y la división. El documento de Santo Domingo lo expresa claramente: «Reconocemos la dramática situación en que el pecado coloca al hombre. Porque el hombre creado bueno, a imagen del mismo Dios, señor responsable de la creación, al pecar ha quedado enemistado con él, dividido en sí mismo, ha roto la solidaridad con el prójimo y destruido la armonía de la naturaleza». Por el pecado original, el hombre perdió esta vida en comunión y entró la ruptura en su existencia. El mayor pecado

Dañada la naturaleza humana por el egoísmo, verdadera raíz de todo desarreglo antropológico moral, el hombre concreto, todo hombre, siente la tentación de seguir su propio proyecto de realización con la ilusión de ser como Dios, Viviendo para sí mismo intenta entonces el hombre acaparar los bienes de la tierra que pertenecen en esencia a la humanidad; convertir sus relaciones con el hermano no en una entrega mutua que plenifica desde el libre y respetuoso encuentro a ambos, sino en una

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posesión del otro que los vacía de humanidad y en prevalecer sobre los otros pretendiendo imponer por la fuerza una primacía que, dada la estructura humana, sólo es tal cuando surge como un reconocimiento amoroso y libre de los demás. El proyecto egoísta del hombre, diametralmente opuesto al proyecto antropológico del Creador, lejos de plenificar al ser humano, llena a la persona de una insatisfacción creciente al percatarse de que ni las riquezas ni el poder, ni la posesión del otro le hacen feliz y le hace experimentar entonces la sensación misma que experimentó el primer Adán cuando pensando tener todo se percató que estaba desnudo, vacío y el corazón frío de sentimientos.

La tendencia más expresiva del egoísmo humano es la tendencia de constituirse en el único señor dominando para ello a los demás. Es la tendencia de todas aquellas personas que en la encrucijada de su vida han escogido como camino de la propia realización la autoadoración frente al encuentro con el hermano. Desde la óptica egoísta, la grandeza del yo se sitúa en el dominio. Un dominio que a la larga sólo puede ser mantenido haciendo más patente la esclavitud de los demás y la soledad del propio yo. Por su propia naturaleza el dominio surgido del desamor no crea vínculos de verdadera y gratificante relación persona sino barreras de incomunicación y a lo más de aparente unión.

El olvido de los dones de Dios, mayor pecado porque incapacita para entender nuestra vida, nuestra historia desde Dios, lleva al egocentrismo, la madre de todos los pecados. Se olvida lo que Dios ha hecho por mí, de lo que debería nacer confianza y responsabilidad, pasando a la preocupación excesiva por uno mismo. Es la mayor estupidez que el hombre puede cometer, ponerse en el centro de la vida, usurpando este puesto que corresponde a Dios, es la idolatría. Estupidez porque sólo en las manos divinas y en su amor, el hombre puede recoger toda su existencia sin avergonzarse de ella sino, más bien, reconociendo en ella las huellas de ese amor. El egocentrismo es la madre de todos los pecados, es lo que se opone explícitamente a un proyecto de integración.

EGOCENTRISMO, ORGULLO, SOBERBIA: es la actitud que resume todas las demás. Egoísta, centrado fuertemente en sí mismo, se cree el centro del mundo, instalado en las cosas materiales que le producen placer y beneficio personal…

IDOLATRIA: no necesita de Dios, más bien se cree él mismo dios o fabrica dioses a su medida, para satisfacerse a sí mismo, se instala en lo material, confía más en sus fuerzas, activismo….

INDIVIDUALISMO, INSOLIDARIDAD: el hombre autosuficiente, no necesita para nada de los demás, más bien los utiliza para sus fines, esclavo y explotador de sus hermanos, no se da cuenta de las necesidades de sus hermanos, injusticias, desequilibrios, conflictividad social…

EXPLOTACIÓN, MANIPULACIÓN, ACAPARAR: de los demás y de la naturaleza, el único criterio es su bienestar personal, sus fines egoístas…

La naturaleza real del Ser Humano es de infinita compasión y Amor. Existe sólo para dar. Así que al ego le fue permitido coexistir con nosotros los humanos, y, gradualmente, como un parásito alimentándose de su anfitrión, se ha apropiado de todo nuestro funcionamiento.

El ego es un falso Yo con el que usualmente el individuo se identifica. Ha sido creado inconscientemente por nosotros mismos y depende de nuestra mente. Tal como lo inventamos, podemos dejarlo caer.

El ego es un sistema de pensamiento demente que hace que surjan la maldad, la culpa, el miedo… La naturaleza del ego es dominar cambiar a los demás o que se acomoden a lo que pienso.

Lleno de recursos para manipular, está preparado para defenderse ante cualquier cosa que haga tambalear el yo ideal del ego. El ego busca impresionar a los demás porque depende de las opiniones de los otros para no perder base. Se alimenta de los halagos.

No hay nada que el ego, defienda con mayor pasión que su derecho a “tener la razón”, aunque el precio por ese triunfo sea la pérdida de la paz, la compañía, la amistad. Critica, juzga, impone desde un sentimiento de superioridad que le hace discordar. El sentimiento de culpa refuerza el ego. Lo que ofende es obra del ego. Tú decides si aceptas una ofensa o no.

El ego, el orgullo malogra la fraternidad, nos hace instrumentos para herir a los demás, al tiempo

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que nos debilita, nos hace vulnerables, sensibles en grado sumo, sintiéndonos heridos por la menor contrariedad, provoca violencia, enojo, discusión y todo tipo de injusticias, me hace causa de división, desunión. Aparece en nosotros oculto, disfrazado bajo capa de religiosidad, de apostolado, de sana competencia; por eso no toleramos la crítica ni la corrección, procuramos que todos nos alaben, nos hace individualistas y activistas. El orgulloso vive siempre en competencia. Está hinchado y satisfecho de sí miso y critica a los demás. Es falso, egoísta, vengativo. No se abre, es presuntuoso.

Tentaciones o peligros

El refugio en lo superficial y mediocre: nos sentimos tentados a abandonar la utopía a favor de lo real y lo útil. Secularismo. Se va diluyendo el sabor evangélico, nuestro estilo de vida no muestra diáfanamente el seguimiento de Jesucristo. Búsqueda de una promoción de los valores humanos en sentido puramente horizontal. La tibieza disfrazada de prudencia o de realismo es nuestro pecado. Necesitamos vivir en fidelidad creativa, encarnar las grandes pasiones evangélicas.

El individualismo es la negación del diálogo y de la comunión con los hombres y con Dios. Es la tentación de ponerse en contacto inmediato con Dios levantado torres de babel, declinando toda responsabilidad sobre el hermano. Quien no tiene suficiente sentido del misterio de Dios, tiende a excluir o no respetar la mediación humana como paso obligatorio para experimentar lo divino. Esto genera rigidez, incomprensión, falta de estima, relaciones funcionales, búsqueda de los propios intereses. Cuando los proyectos personales prevalecen sobre los comunitarios, pueden menoscabar profundamente la comunión de la fraternidad.

La vida consagrada es un don divino que la Iglesia ha recibido de su Señor y a su vez tiene que regalar a manos llenas. Hemos privado a la sociedad civil de la aportación de nuestra espiritualidad para hacer un mundo más humano. No nos hemos preocupado de hacer ver la importancia y significación de nuestro riquísimo patrimonio espiritual. Esclavos de una idea elitista de perfección y formados en corte individualista hemos guardado todo para nosotros y no lo hemos comunicado. Nos hemos adueñado del evangelio para nuestra propia perfección. Una espiritualidad autentica debe comunicarse.

Refugio en el profesionalismo, las obras, las actividades: respondiendo a una sociedad eficacista como si el servicio apostólico dependiera prevalentemente de los medios humanos, más que de Dios. Esto reduce lo gratuito, tanto el encuentro con el Señor como el encuentro afectivo con los hermanos. Sin eso, lo que hacemos dejará de ser signo del Reino. Se corre el riego de ofuscar la originalidad evangélica y debilitar las motivaciones espirituales

La amenaza de la incomunicación: cuando no hay libertad para expresarse, no se puede llegar a un proyecto común, produce insatisfacción y huida de la comunidad.

Inmadurez, falta de una identidad lograda, mecanismos de compensación, relaciones privadas hacia afuera, instalarse, somatización, evasión...

Creerse más perfectos que los demás pensar que podemos dar lecciones a los otros que son los otros los que tienen necesidad de ser evangelizados y no nosotros. Creer que lo más importante para eso son las técnicas y estrategias y no tanto la fuerza misma del Evangelio percibido como gracia y experiencia de salvación en la fraternidad.

La amenaza de la insignificancia: refugiarse en pequeños espacios y conformarse con “lo que se hace” perdiendo con ello la capacidad de ser “sal y luz” de que nuestro testimonio sea verdaderamente significativo en el entorno.

La amenaza de la desesperanza por falta de raíces fundantes, la sequedad, el cansancio… impide hacer nuevas todas las cosas.

El refugio en la mirada hacia el pasado: vivimos el carisma en moldes viejos, nos sentimos atados a lo heredado… El carisma será inútil si no logramos encarnar su vigor en el contexto de la realidad en que vivimos.

Refugio en espacios de paz lejos de los conflictos del mundo: peligro de desconexión de la realidad social. Nuestro mundo propugna un espiritualismo temeroso de lo social. Sentir lo que vive la gente y hacernos presentes en medio del mundo. La comunidad no existe para sí misma sino para el Reino.

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Integración del mal

Por tanto, en la humildad está el secreto de la sanación integral. Si no os hacéis como niños… (Lc 18,3-4) Es la actitud que nos hace esperarlo todo de Dios y tender lazos con los hermanos. Nos hace sencillos, llenos de afecto y solicitud por el otro. Nos hace tener una verdadera imagen de sí, sin vanagloriarse ni culpabilizarse, con paz. Se trata de re-descubrirte, ser libre, ser tú otra vez. Dejar de lado las máscaras y las poses.

Sólo el amor incondicional del Eterno que vence todo mal, nos hace amables o aceptables. La aceptación es un gesto activo y significativo por el que quien cree acepta su límite como parte de él y lo utiliza positivamente. La aceptación da realismo y serenidad a la conciencia del propio límite, le ofrece una motivación o un escenario interpretativo plausible y le abre un camino ulterior en vista de una posible superación. Reconocer que la identidad personal pasa también a través de esa herida, hasta el camino de la santidad. Será el “lugar” donde santificarse, en el que buscar a Dios y dejarse buscar por Él, en el que experimentar su misericordia. La aceptación no tiene nada que ver con resignación ni con el fingimiento, permite no sufrir el mal como culpa o condena y encajarlo bien.

El árbol psicodinámico de la inconsistencia. Imaginar la realidad del propio mal como un árbol. Comprender las raíces de la propia debilidad o inconsistencia. Identificar los orígenes ayuda a comprender el sentido de la debilidad además de liberarnos de sentimientos de culpa y autolesiones varias. La savia: se trata de descubrir la necesidad psicodinámica en exceso que en cierto modo se encuentra en el centro de la persona, de sus atenciones e intereses y alimenta su inconsistencia, la energía que impulsa a la persona a buscar gratificación en una determinada dirección o el equívoco de fondo que ilusiona al sujeto con poder hallar su felicidad o realización. ¿Qué busco en realidad? ¿Cuál es la motivación habitual más profunda que me empuja a actuar? Se derrocha energías cuando se emplean en responder a las pretensiones de las necesidades inconsistentes, siendo sustraídas a los ideales auténticos. Normalmente la necesidad inconsistente atañe a las áreas afectivo-sexuales y a la identidad-autoestima. Los frutos del árbol son las consecuencias de dejarse llevar por estas inconsistencias. En este árbol de la inconsistencia, la percepción de la propia identidad está contaminada porque la persona no se aprecia por lo que es y busca la aprobación de los demás mendigando cariño. La relación con Dios se ve también condicionada por la baja autoestima porque busca en Dios aprobación y le resultará difícil el radicalismo evangélico del que renuncia a sí por el Señor. Las relaciones interpersonales, porque el otro se convierte en rival con el que uno se compara, no se vive la relación en la verdad sino viciada por dinámicas alejadas del amor evangélico. Por último en las perspectivas de futuro porque se buscará una realización egoísta destacando sobre los demás. La integración y la memoria

El hombre ha nacido para recordar, necesita una seria de experiencias y situaciones diversas que enriquecen y revelan progresivamente esta identidad. Si se trata de integrar la historia personal, o sea de recogerla toda alrededor de un centro significativo, es necesario favorecer en el sujeto la capacidad de hacer memoria de toda la propia vicisitud existencial, sin dejar nada fuera, ya que todo cobra sentido y debe poner en relación con ese centro que da significado y calor. Se trata de una memoria que comprenda el significado más hondo de los acontecimientos y los reviva.

Memoria creyente que aprende a llevar de nuevo todo lo vivido a su fuente y la historia humana a su raíz que es el amor divino manifestado en la pascua del Hijo y aprende poco a poco a leerlo todo a la luz de ese amor. Es recordar en un contexto de oración, para que la historia se convierta en un lugar de oración y la oración sea una búsqueda de la presencia de Dios en la historia personal. ¿Dónde estabas Señor en aquel acontecimiento? ¿Qué me decías y me dabas? Quien hace memoria construye su pasado porque capta su significado profundo y lo interpreta de manera creativa y coherente enriqueciendo el sentido general de la vida. Hacer memoria es haber encontrado el hilo conductor que une entre sí todos los fragmentos del vivir y cuyo cabo está firme en la mano de Dios. Es el amor de Dios manifestado en la cruz de Jesús que da sentido a todo. Recordar celebrando el amor salvífico y eterno de Dios esparcido en los días de la existencia.

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2º Día Tarde: LA INTEGRACIÓN DEL MAL EN LA COMUNIDAD.

Para el trabajo personal

Medito algunos de los textos bíblicos apuntados abajo y me dejo cuestionar por ellos escuchando al

Señor en mi vida… ¿Qué experiencias fuertes de la misericordia de Dios descubro en mi vida?

¿Cómo me han transformado?

Retomo mi historia personal en actitud de oración y desde la clave de la misericordia de Dios

presente en todos los acontecimientos, y dejo que se susciten en mí sentimientos de alegría,

agradecimiento, aceptación por la obra de Dios en mi vida. Ver un ejemplo en Neh 9,6-37

¿Qué actitudes mías obstaculizan la integración del mal en la comunidad religiosa? ¿Qué actitudes

comunitarias bloquean la integración del mal en la misma comunidad? ¿Qué bloqueos en la

integración del mal existen en el entorno de nuestra comunidad, en la misión compartida, en la

familia amigoniana?

Guardo las intuiciones recibidas del Señor en esta tarde.

Dinámicas:

Celebración penitencial.

Biblia: Jn 21,1-9; Mt 22,3-7; Mt 18,15-17; 2 Cor 5,18-21.

La salvación en Cristo: Rm 5,12.15-21; Rom 6,6.12-14; Rm 7,15-25; Rm 8,2.5-9.14-17; Rm 12,2; 2Cor

5,18-21; Ef 1,4-5.

Reemprender el camino de la unidad: Gal 5,13-26; Rm 12,9-21; Rm 15,1-7.13-14; 1 Tes 5,11; Ef 4,2-

32; Ef 5,21; Sant 5,16; 1 Pe 5,5; 1 Jn 1,7; Gal 6,9-10; Fil 2,2-5.

Misericordia: Jn 10; Lc 15,1-7; Lc 15, 11ss.; Is 49,13-15; Is 54, 6-10; Miq 7, 18-20; Os 11,1-4.7-9; Os

14,5; Os 2, 21-25; Jer 23,1-6; Jer 31,1-4.16-20; Ez 11,17-20; Ez 34,11-16;

Redención: Ef 1,3ss; Ef 2,1-10; Is 53, 4-6; 2 Cor 5, 21; Rm 3,23-26; Rm 5,6ss; Rm 7,14-24; Rom 8,

32; Flp 2,5-11; 1Co 1,30; Ga 3,13; Ga 4,5; Col 1,14; Hb 9,15; Hch 20,28; Tt 2,14; Ga 3,13; 1Co 6,20;

7,23; 2P 2,1; Hch 20,28; Hb 9,12; 1P1,18ss; Ap 1,5; 5,9.

Amigonianas: OCLA 96, 102,110, 114; Canto: Cuanto he esperado este momento.

Presentación: Perdón

Retorno a la comunión

Dios, sin embargo, nunca se olvida del ser humano. Atento a su vida, le ofrece la posibilidad de establecer una alianza y recobrar la comunión perdida. El Padre eterno, en su amor misericordioso, envía a su Hijo único para reconciliarnos con Él y devolvernos la comunión anhelada. En Cristo y por Cristo, se restablece la comunión entre Dios y los hombres y de los hombres entre sí (cf. 2 Cor 5,18-21). Como se señala en Santo Domingo, Jesucristo «es el Hijo único del Padre, hecho hombre en el seno de la Virgen María, por obra del Espíritu Santo, que vino al mundo para librarnos de toda esclavitud de pecado, a darnos la gracia de la adopción filial, y a reconciliarnos con Dios y con los hombres». Así pues, la historia de la salvación, como afirma el Papa Juan Pablo II, es la historia admirable de la reconciliación, «aquella por la que Dios, que es Padre, reconcilia al mundo consigo en la Sangre y en la Cruz de su Hijo hecho hombre, engendrando de este modo una nueva familia de reconciliados». De esta manera, vemos que «toda la historia de la salvación no es otra cosa que la historia del camino y los medios por los cuales el Dios verdadero y único, Padre, Hijo y Espíritu Santo, se revela, reconcilia consigo a los hombres, apartados por el pecado, y se une con ellos». El ser humano encuentra el camino de retorno a la comunión anhelada en Cristo, quien le revela la verdad sobre Dios y sobre sí mismo, y lo invita a vivir la plenitud de su vocación a ser hijo de Dios (cf. Ef 1,4-5). En Él se nos revela «que la vida divina es comunión trinitaria» y que «de allí procede todo amor y toda comunión, para grandeza y dignidad de la existencia humana». En el Señor Jesús, pues,

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el ansia profunda de comunión encuentra su sentido definitivo y su posibilidad de plenitud, el ser humano descubre que es la «única criatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma», y que, como tal, «no puede encontrarse plenamente a sí mismo sino en la entrega sincera de sí mismo». Integración del bien y del mal en la comunidad

Se crece comunitariamente integrando el bien y el mal que hay en la comunidad. Lo primero es ser conscientes de lo vulnerable y frágil que se es, para poder hacer el formidable

descubrimiento de la misericordia divina, tan por encima de nuestros méritos. Todo esto, hasta no creernos mejores que nadie en la comunidad, hasta no considerar a nadie inferior a nosotros. Si esto falla no estamos en el camino correcto por muy observantes que seamos individualmente. Y así, jamás podremos entrar en el corazón del hermano, pues se siente un rechazo natural ante quien aparenta ser más.

Nuestro tiempo es de edificación y de construcción continuas. Las comunidades no pueden evitar todos los conflictos; la unidad que han de construir es una unidad que se establece al precio de la reconciliación. La situación de imperfección de las comunidades no debe descorazonar.

La integración del bien significa sobre todo compartir lo positivo que hay en nosotros y en cada hermano. Debe haber espacios gratuitos en la vida comunitaria: compartir los bienes espirituales, concederse momentos personales de distensión, tomar distancia de vez en cuanto del propio trabajo, gozar con la alegría del hermano, prestar atención solícita hacia sus necesidades...

No existe comunidad sin la capacidad para integrar el mal; esta integración es como un signo puesto en el mundo de cómo el mal puede ser redimido no sólo en la perspectiva escatológica futura, sino también en el esfuerzo cotidiano de aceptarse unos a otros y perdonarse mutuamente y, mucho más allá del perdón, con la libertad de cargar cada uno con los pesados fardos del hermano, de responder al mal con el bien, de amarse en la diversidad en las diferencias con un amor más fuerte que el que proviene de la carne y de la sangre. La finalidad de la integración del mal no es tanto el bienestar psicológico de la comunidad o la neutralización de conflictos.

“Nada se libra de su calor” Sal 19,7. Ninguna parcela de la vida ni sentimiento o pasión se libra de su calor y precisamente por dejarse atraer, se transforma, cobra sentido ya no es una negatividad irrecuperable y destructiva tanto para sí como para los demás, sino es un fragmento de vida recuperado y situado dentro de la verdad total que lo aprecia y le da sentido. Lo que necesitamos no es tanto integración afectiva sino religiosa, la integración de todo en la perspectiva de lo que creemos, de la fe. Ese es el núcleo vital que atrae todo a su calor.

Si en el centro de la vida están las exigencias afectivas personales de los individuos, no se ve espacio para integrar el mal personal y comunitario. Si las pretensiones están replegadas sobre sí mismas no se puede dar un paso para acoger al diferente si no responde a mis intereses. Si se está tan preocupado por contemplarse y auto contemplarse como narciso, se responderá con rabia que contamina todo, deforma el rostro y la vista, que nace de una lectura desesperada y violenta y provoca una reacción negativa desmedida, que hace perder el timón de la propia vida. O bien con la rabia de baja intensidad que produce mal humor permanente que contamina el ambiente y descarga malhumor sobre los demás. Sobre todo cuando se incuba se hace crecer esa rabia a en el tiempo y se convierte en rencor, punto culminante de la no integración.

Sólo será posible la integración del mal si en el centro de la vida está la experiencia de la misericordia de Dios, experiencia del hombre espiritual redimido y pacificado por la cruz. La misericordia divina lo atrae todo hacia sí y lo transforma todo: el enemigo en amigo, la huida de casa en abrazo paterno, la miseria del propio envilecimiento en banquete de fiesta. Es una fuente de integración del mal sin la cual tendría una fuerza desintegradora que destruiría toda posibilidad de vida fraterna. Lo que no es integrado se convierte en disgregador, es como una toxina rabiosa que corrompe todo. En cambio la misericordia recibida de Dios y donada a los hermanos es el centro vital y el corazón que late en la existencia de cada hombre y de cada comunidad humana. En torno a ella cada día se puede construir y reconstruir una fraternidad cada vez más rica y fuerte que cualquier mal. El perdón es condición y consecuencia de la integración del mal.

La gracia es lo contrario de la rabia. Es la ternura de quien es rico en misericordia, es fuerza y energía viva que se extiende desde el centro a la periferia y transforma y calienta todo lo que es

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gélido o que ha renegado de su forma originaria que es el mal. También reconduce al centro aquello que corre el riesgo de estar descentrado o sin corazón y de romper la unidad.

La desmesura de la misericordia recibida de Dios amplía el espacio de la concordia con los hermanos. En este espacio encuentro al Dios que me ha perdonado, a los hermanos que me han acogido bondadosamente, a veces más de lo que merezco, y a los hermanos que necesitan que los quiera.

Cuando Dios perdona, no se contenta con cancelar la pena, sino que suscita en el pecador su misma capacidad de misericordia. Cuanto mayor es la misericordia recibida, tanto mayor es la fuerza que me hace misericordioso. Hasta que no soy misericordioso en la práctica, no puedo decir que soy consciente de la misericordia de Dios. El que perdona experimenta la misericordia divina todavía más que el que es perdonado. Todo gesto de comprensión fraterna es sacramento de la misericordia de Dios. Así el que perdona y el que es perdonado, celebran juntos la misericordia de Dios que les santifica.

El que es perdonado por el otro es capacitado para otorgar a su vez misericordia. Todos llevamos dentro un santo, pero sólo puede ser reconocido por otro santo, por una mirada benevolente y misericordiosa, capaz de penetrar en el corazón y de saltarse toda apariencia y desconfianza. Debemos crecer en la capacidad de ver el santo en todos los hermanos –y le pecador, no faltaba más- hasta el punto de “despertarlo”.

Hay que concienciar mucho en los dos principios de la integración del mal: la responsabilidad

personal en el mal comunitario y el poder desintegrador de lo que no es integrado. Integrar el mal no sólo es perdonar sino captar la potencialidad de bien que hay oculta en toda acción humana, incluso en la que parece más perversa. Y hacer converger todo el potencial positivo de los otros en la construcción del bien común.

La mirada misericordiosa no es tanto una mirada que tapa y oculta la realidad para ver sólo el bien y finge no ver el mal porque con eso deja las cosas como están: el pecador con su mal y el pecado con su diabólico poder destructivo. La misericordia, por el contrario, es activa y laboriosa, genial e imprevisible, cambia y convierte, sabe sacar el bien del mal, construye la casa de todos , el edificio comunitario, no solo con las piedras escogidas sino también con los cascotes y escombros.

Lo importante es que cada uno al identificarse, entienda que el verdadero problema no está ni en el gruñón, ni en el lento, sino en cómo se sitúa él, en cómo logra ponerse en sin-tonía con los demás instrumentos. Lo bonito de esta orquesta es que todos aprendan a adaptarse a los demás, que unos instrumentos complementen a otros. No son grandes maestros solistas, pero juntos crean armonía y belleza

Es muy importante que exista una rica y cálida vida fraterna, que “lleve la carga” del hermano herido y necesitado de ayuda. Si se necesita una cierta madurez para vivir en comunidad, se necesita igualmente una cordial vida fraterna para la madurez del religioso. Cuando se advierten dificultades en el hermano, la respuesta debería venir de la comunidad en términos de un amor rico que sabe acoger a la persona incondicionalmente y en su totalidad.

Cultivar el respeto mutuo, con el que se acepta el ritmo lento de los más débiles y, al mismo tiempo, no se ahoga el nacimiento de personalidades más ricas. Hacer de las diferencias momentos de mutuo enriquecimiento.

La presencia de comunidades que, en un proceso de conversión, llegan a vivir una vida fraterna en la que la persona se pone a disposición de los hermanos, o en la que el “grupo” promueve a la persona, es un signo de la fuerza transformante del Evangelio.

Hay que preparar desde el principio para ser constructores y no sólo miembros de la comunidad, para ser responsables los unos del crecimiento de los otros, como también para estar abiertos y disponibles a recibir cada uno el don del otro, siendo capaces de ayudar y de ser ayudados, de sustituir y de ser sustituidos. El camino que conduce a la santidad conlleva, pues, la aceptación del combate espiritual. Se necesita un empeño ascético necesario para dilatar el corazón y abrirlo a la acogida del Señor y de los hermanos.

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El pecado de mi hermano es un llamado de atención a la comunidad: ¿en qué estamos fallando? El pecado busca mantenerse en el anonimato, el hermano ayuda a romper el círculo del autoengaño buscando la trasparencia. No se trata de esconder el mal sino de afrontarlo con una fuerza más grande pero lleno de dulzura y misericordia.

Quien pretende vivir una vida independiente, al margen de la comunidad, no ha emprendido ciertamente el camino seguro de la perfección del propio estado. Cuando uno se pierde por los hermanos se encuentra a sí mismo. Mientras la sociedad occidental aplaude a la persona independiente, que sabe realizarse por sí misma, al individualista seguro de sí, el Evangelio requiere personas que, como el grano de trigo, sepan morir a sí mismas para que renazca la vida fraterna. De este modo, la comunidad se convierte en una escuela de amor para jóvenes y adultos; una escuela donde se aprende a amar a Dios y a los hermanos y hermanas con quienes se vive, y a amar a la humanidad necesitada de la misericordia de Dios y de la solidaridad fraterna.

Frente a una comunidad desmotivada, acomodada no basta la imposición de preceptos, no los van a cumplir, es necesario curar las heridas del corazón a base de bondad y de ternura, que aparezca un esperanzador lleno de amor y de dedicación. Estos nuevos animadores no gritan ni apagan la mecha aun humeante sino que tratan de acoger a los hermanos con mucho respeto y cortesía. Actitud de ternura que funciona como bálsamo y dispondrá a las personas a abrirse a Dios y por tanto a la comunidad. Dejar de ser maestros y convertirse en hermanos todos discípulos del Señor.

Todavía no sabemos cómo será la vida consagrada del futuro, pero sí sabemos que sólo tendrá futuro si es capaz de encarnar y testimoniar un proyecto de santidad comunitaria, realizado día a día, conjunta y pacientemente. La senda fraterna hacia la santidad es cosa de todos los hermanos que forman la comunidad; con que falte uno solo, esa senda no es ya la correcta. “Con la concordia crece hasta lo más pequeño, mientras que con la discordia, aun las empresas más grandes se van a pique”.

El árbol de la vida

La cruz es el verdadero árbol de la vida por medio del cual lo creado encuentra nueva estabilidad. Queda en el fondo el árbol de la inconsistencia pero en el centro está el árbol de la cruz que se injerta en el anterior para sanarlo en su raíz. Así nuestro mal se integra, pasa a formar parte de un misterio que lo supera y lo convierte lentamente en amor, en perdón, en vida abúndate y fecunda, en deseo de condivisión universal. Se trata de estar, de contemplar, de dejarse atraer por Aquel que elevado desde la tierra atrae a todos y a todo. Como María y Juan ante la cruz. Nueva autoidentidad. La cruz manifiesta la dignidad del hombre redimido al precio de la sangre de Cristo. La cruz da certeza al hombre de haber sido amado y de ser precioso para el Padre. Así se libera uno de la vieja identidad de hombre viejo, de sus sueños de autoperfeción, autosuficiencia, narcisismos presuntuosos, para hacerse cada vez más espacio libre para Dios. El hombre viejo es incapaz de compartir como el grano de trigo que no quiere morir y se queda estéril (Jn 12,24).

La sabiduría de la cruz es camino para conocer a Dios que se manifiesta en la sangre derramada y el cuerpo roto de Cristo. Entrar en la lógica de esa capacidad de sufrir de Dios y sufrir como inocente en la libertad de la compasión que lleva a la condivisión, en la lógica del misterio de la cruz. Cristo vivió la cruz como llamada o desafío a fijar en el Dios fiel la fuete de su identidad o su autoestima.

Ante la cruz uno se libera de su narcisismo y puede comprender al tú al que sólo conoce a partir de la misericordia que purifica la mirada y permite ver su amabilidad radical. Es recuerdo del exceso de amor que nos ha constituido en el ser, del perdón anticipado y superabundante que no permite tenerse por mejor que los demás sino sufrir con ellos y hacerse cargo de sus sufrimientos.

La cruz da realismo a las expectativas. Ya no se ve el futuro en función de sí mismo y de la gratificación de su inmadurez e infantilismo sino al servicio del anuncio de la gracia que actúa en la impotencia del hombre. El que ha experimentado misericordia la anuncia como un sanador herido con la conciencia de su debilidad, con la fuerza de quien ha experimentado en sí la grandeza y abundancia del perdón, signo de un amor que lo ha precedido y preferido y no proporcionado a sus méritos. Su único sueño será entonces condividir este exceso de amor.

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Venid a la fiesta, eso es el sacramento de la reconciliación, un encuentro alegre con el Señor de la vida que nos sumerge en su muerte para hacernos partícipes de su resurrección. Dios no está tan interesado en nuestro pecado sino en nuestro deseo de aceptar su misericordia.

No se puede considerar el pecado separado del contexto de la misericordia divina, de la superabundancia de gracia que Cristo nos ha traído. Dios se sirve del pecado para hacer triunfar su misericordia. Dios inunda a la persona de su amor, don gratuito que él concede sólo porque el amor mismo necesita comunicarse. Se trata de un amor que para entregarse no espera a que le amen: es Dios quien toma la iniciativa. Es un amor que no selecciona entre los que son más amables, sino que escoge al mísero que sólo tiene al Señor para renacer a la esperanza. El amor es éxtasis creador. Es ganas de rescatar a alguien. Es potencialidad que levanta de la miseria al otro lo eleva y lo hace igual al que lo ama. El Hijo de Dios ama con amor de redención a los que se abren para aceptar su misericordia y reconocen necesitarle. Cristiano, reconoce tu dignidad. Cristo ha venido al mundo principalmente para hacernos semejantes a El. Nos ama primero, nos inunda de gracia y cuando nos equivocamos, nos recupera acercándonos a Él con gestos de amor.

Cuando uno empieza a no respetarse a sí mismo a no sujetar las riendas de su existencia aceptando concesiones, pronto se verá atrapado en una red de miseria y de muerte. Ceder una vez quiere decir seguir cediendo y poco a poco deja uno de ser libre. Desnudarse delante de Dios Padre, dejar que su luz ilumine el caos de las tinieblas interiores. Cuanto más nos acercamos a la luz, más insoportables nos parecen las tinieblas. Una persona se siente curada cuando asume la responsabilidad de sus acciones y se reconcilia con Dios y con la comunidad.

Reconciliación es un beso que quema y desconcierta a la persona atrapada por el mal. Es un desafío de amor que no nos deja indiferentes sino que nos obliga a reestructurar nuestras vidas. Quien perdona al prójimo se hace un favor a sí mismo, se deshace de una llaga. El perdón y la reconciliación crean un corazón nuevo que transforma la sociedad. Donde predomina la venganza se crea una espiral de violencia. Pero quien renuncia a la violencia es el ganador y vuelca todo su amor sobre el enemigo recuperándolo. El amor redime rescata, vence y no humilla al agresor, es más lo convierte y lo reconcilia con Dios y con la humanidad.

Confesarse es sumergirse en el amor gratuito del Redentor. Ser justos significa tratar a los demás según sus méritos, en concordancia con lo que han hecho. Amar significa otorgar a la personas de antemano tal bondad que te lleva a rescatarlas y darles vida. El amor no usa baremos humanos espera solo la ocasión propicia para hacer que el agua del pantano se derrame sobre el desierto para hacerlo florecer. (Amo que paga lo mismo a todos los trabajadores Mt 20,11-16.)

La fiesta está arraigada en un pasado que se conmemora y se vuelve a revivir. Traslada a nuestro presente el mismo espíritu creador y vivificador que animó cierto acontecimiento especial del pasado que ahora se convierte en modelo y paradigma de nuestra existencia. Y por supuesto infunde la fuerza de proyectarse hacia el futuro con la esperanza de encontrar tiempos mejores, en los que nuestros días serán una fiesta continuada que celebraremos con todos los que hemos amados. Para celebrar un fiesta hay que prepararla. Hay que hacerla atractiva para invitar a mucha gente, y que ninguno se sienta excluido. Lc 6,36-38: sed misericordiosos como vuestro Padre… Quien ha tenido experiencia de la misericordia de Dios se hace a su vez don y misericordia para los demás.

El Cuerpo y la Sangre de Cristo restablecen la alianza de amor con el Padre extirpando la raíz misma del mal, el egoísmo a los fieles y devolviéndoles la alegría de poder cantar eternamente las misericordias del Señor.

S. Agustín: “Tarde te amé belleza tan antigua y siempre nueva, tarde te amé. Tu estabas dentro de mí y yo estaba afuera, fuera de mí te buscaba. Tu estabas conmigo y yo no estaba contigo. Tu me llamaste, gritaste, rompiste mi sordera, brillaste e iluminándome, disipaste mi ceguera, has expandido tu perfume y yo lo he respirado con todo mi ser aspiro a ti; tengo apetito hambre y se, tu me has tocado y yo me he enamorado de tu paz.”

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3er Día Mañana: MÍSTICA DE LA COLABORACIÓN EN LA REDENCIÓN DE CRISTO

AL ESTILO DE MARÍA DOLOROSA. RECOMPOSICIÓN DE LA COMUNIÓN ROTA

POR EL HOMBRE.

Para el trabajo personal

Medito los textos bíblicos apuntados abajo y retomo alguno sobre la redención propuesto ayer…

Me dejo asombrar por la obra de Dios en María y por su actitud de disponibilidad a Él.

¿Qué resonancia tiene en mí la colaboración de María en la redención de Cristo? ¿Qué significa la

figura de María Dolorosa en mi ser de Amigoniano?

¿Qué actitudes de vida de María iluminan mi comportamiento y qué compromiso suscitan en mí?

Guardo las intuiciones recibidas del Señor en esta mañana.

Dinámicas:

Dolores de nuestra Madre.

Biblia: Mt 22,2-6; Jn 2,1-12; Jn 19, 25-27; Lc 1, 46-55;

Canto: Dolorosa del CD Respuesta de amor. Presentación: María Soledad.

Jn 2 1 Tres días más tarde se celebraba una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí.

2 También fue invitado Jesús a la boda con sus discípulos. 3 Sucedió que se terminó el vino preparado

para la boda, y se quedaron sin vino. Entonces la madre de Jesús le dijo: “No tienen vino.” 4 Jesús le

respondió: “¿Qué quieres de mí, mujer? Aún no ha llegado mi hora.” 5 Pero su madre dijo a los sirvientes: “Hagan lo que él les diga.” 6 Había allí seis recipientes de

piedra, de los que usan los judíos para sus purificaciones, de unos cien litros de capacidad cada uno.

7 Jesús dijo: “Llenen de agua esos recipientes.” Y los llenaron hasta el borde. •8 “Saquen ahora, les dijo,

y llévenle al mayordomo.” Y ellos se lo llevaron. 9 Después de probar el agua convertida en vino, el mayordomo llamó al novio, pues no sabía de

dónde provenía, a pesar de que lo sabían los sirvientes que habían sacado el agua. 10 Y le dijo: “Todo el

mundo sirve al principio el vino mejor, y cuando ya todos han bebido bastante, les dan el de menos

calidad; pero tú has dejado el mejor vino hasta ese momento.” 11 Esta señal milagrosa fue la primera, y Jesús la hizo en Caná de Galilea. Así manifestó su gloria y

sus discípulos creyeron en él. 12 Jesús bajó después a Cafarnaúm con su madre, sus hermanos y sus

discípulos, y permanecieron allí solamente algunos días.

María está presente al inicio del ministerio de Jesús, bodas de Canaan y al final al pie de la cruz. El evangelista Juan pone especialmente en relación estos dos acontecimientos. VC 28. María es aquella que, desde su concepción inmaculada, refleja más perfectamente la belleza divina. En efecto, María es ejemplo sublime de perfecta consagración, por su pertenencia plena y entrega total a Dios. Elegida por el Señor, que quiso realizar en ella el misterio de la Encarnación, recuerda a los consagrados la primacía de la iniciativa de Dios. Al mismo tiempo, habiendo dado su consentimiento a la Palabra divina, que se hizo carne en ella, María aparece como modelo de acogida de la gracia por parte de la criatura humana.

Cercana a Cristo, junto con José, en la vida oculta de Nazaret, presente al lado del Hijo en los momentos cruciales de su vida pública, la Virgen es maestra de seguimiento incondicional y de servicio asiduo. En ella, «templo del Espíritu Santo», brilla de este modo todo el esplendor de la nueva criatura. La vida consagrada la contempla como modelo sublime de consagración al Padre, de

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unión con el Hijo y de docilidad al Espíritu, sabiendo bien que identificarse con «el tipo de vida en pobreza y virginidad» de Cristo significa asumir también el tipo de vida de María.

La persona consagrada encuentra, además, en la Virgen una Madre por título muy especial. En efecto, si la nueva maternidad dada a María en el Calvario es un don a todos los cristianos, adquiere un valor específico para quien ha consagrado plenamente la propia vida a Cristo. « Ahí tienes a tu madre » (Jn 19, 27): las palabras de Jesús al discípulo « a quien amaba » (Jn 19, 26), asumen una profundidad particular en la vida de la persona consagrada. En efecto, está llamada con Juan a acoger consigo a María Santísima (cf. Jn 19, 27), amándola e imitándola con la radicalidad propia de su vocación y experimentando, a su vez, una especial ternura materna. La Virgen le comunica aquel amor que permite ofrecer cada día la vida por Cristo, cooperando con Él en la salvación del mundo. Por eso, la relación filial con María es el camino privilegiado para la fidelidad a la vocación recibida y una ayuda eficacísima para avanzar en ella y vivirla en plenitud.

La advocación mariana central en la Congregación es la de María Nuestra Madre Dolorosa, y ello no es algo meramente accidental. Si el punto central del misterio cristiano que acentuamos es la Redención de Cristo y nosotros, como discípulos y seguidores, queremos colaborar como instrumentos de esa Redención tratando de llevarla a los más alejados, no podemos dejar de ver en María a la primera colaboradora de esa Redención de Cristo. Y esto fijándonos especialmente en los momentos dolorosos de su vida en los que más fácilmente queda manifiesta su entrega por amor. El dolor de María como el de Jesús, es signo de un amor más grande y puro. La Virgen, pues, asociada al misterio redentor de Cristo desde su entrega amorosa hasta el dolor, María al pie de la cruz con Cristo. Ella es llamada Madre de la Misericordia porque ha sido llamada singularmente a acercar los hombres al amor que Cristo había venido a revelar: amor que halla su expresión más concreta en aquellos que sufren… Madre del Redentor. María está junto a la Cruz de su Hijo (cf. Jn 19, 25). « se condolió vehementemente con su Unigénito y se asoció con corazón maternal a su sacrificio; de este modo María « mantuvo fielmente la unión con su Hijo hasta la Cruz »1 Por medio de la fe María está unida perfectamente a Cristo en su despojamiento, participa en su muerte redentora. Desde la Cruz, es decir, desde el interior mismo del misterio de la redención, se extiende el radio de acción y se dilata la perspectiva de aquella bendición de fe. Mujer, ahí tienes a tu hijo". Jesús ponía en evidencia un nuevo vínculo entre Madre e Hijo, emerge de la definitiva maduración del misterio pascual del Redentor. « Madre de Cristo, madre de los hombres » por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia». «Nueva maternidad de María », por medio de su participación en el amor redentor del Hijo. María, Mediadora. Como para la salvación, así para la redención, Cristo suscita entre los hombres una cooperación diversa y participada. En esta cooperación destaca, como la más eminente y singular, la expresada por María, madre, socia del Redentor y madre de todos los hombres. «Hay un solo Dios, y también un solo mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús» (1 Tm 2, 5-6). « La misión maternal de María para con los hombres no oscurece ni disminuye en modo alguno esta mediación única de Cristo, » Efectivamente, la mediación de María está íntimamente unida a su maternidad y posee un carácter específicamente materno que la distingue de la mediación de las demás criaturas « La única mediación del Redentor no excluye, sino que suscita en las criaturas diversas clases de cooperación». Mediación fundada sobre su « plenitud de gracia », que se traducirá en la plena disponibilidad de la « esclava del Señor ». De este modo la maternidad de María perdura incesantemente en la Iglesia como mediación

1 Cf. Const. dogm. sobre la Iglesia Lumen Gentium, 58.

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intercesora, y la Iglesia expresa su fe en esta verdad invocando a María « con los títulos de Abogada, Auxiliadora, Socorro, Mediadora ». María Corredentora. «Creemos que la Santísima Madre de Dios, nueva Eva, Madre de la Iglesia continúa en el cielo su misión maternal para con los miembros de Cristo, cooperando al nacimiento y al desarrollo de la vida divina en las almas de los redimidos ». Aplicándole el término “nueva Eva”, han atribuido a María el título de corredentora, para significar la cooperación de María, con sus méritos y satisfacciones, particularmente en el Calvario, al precio de la redención. En general, la teología católica sostiene que la cooperación de María a la redención es una verdadera cooperación formal, sea por haber consentido libremente a la encarnación redentora, sea porque durante su vida unió su fe, obediencia y caridad, y sus dolores, especialmente al pie de la cruz, a los de su divino Hijo, anhelando unirse a él para la redención de los hombres. Contemplar a María unida al misterio de Cristo, salvador y redentor, en la historia de la salvación, en el misterio de la Iglesia, sacramento de salvación. Es ella la primera persona que ha sido rescatada de una forma del todo singular: la de ser preservada del pecado en vista de los méritos de Cristo (LG 53.59), a fin de que pudiese cumplir no sólo su misión de madre de Dios, sino también el papel de colaboradora generosa de Cristo redentor. María, aunque llamada y santificada gratuitamente por Dios, no permaneció como persona puramente pasiva. Ella expresó su consentimiento libre y conscientemente a todo el proyecto divino, Se empeñó responsablemente en un servicio, gozoso y doloroso al mismo tiempo, a la persona y la obra de su Hijo, consagrándose totalmente con él y, bajo él, al servicio del misterio de la salvación y de la redención. María caminó y avanzó en la fe y en la obediencia diariamente, de una forma real, como todos los hombres. María ha sido llamada a la cooperación activa y formal en la obra redentora realizada por Cristo durante su vida histórica. La iglesia está llamada a perpetuar esta cooperación para la aplicación de los frutos de la redención a todos los hombres. Debe, pues, mirar a María como a su modelo operativo.

Madre del Dolor, Madre del Amor. El dolor de María, íntimamente asociada a la obra salvífica de su Hijo, es un dolor redentor. Participa de manera del todo singular con el dolor redentor de Cristo. El dolor de la Madre, como el del Hijo, es, pues, por esencia un dolor salvífico, pascual; un dolor que nace del amor misericordioso que siente Dios por la humanidad - su obra predilecta - y que se orienta a restituir en el hombre la capacidad plena de amor y de felicidad con que fue revestido originalmente a imagen y semejanza del Creador. Dentro de nuestra espiritualidad, la Virgen de los Dolores constituye así una constante explicitación del sacrificio que comporta el misterio redentor y que tiene su expresión culminante en el Cristo Crucificado. Pero el dolor de María, como el de su Hijo, no es frustrante, ni deprimente, pues es siempre la más bella y patente, expresión del amor. Y es justamente esta profunda visión pascual del dolor la que debe constituir el marco referencial desde el que nos acerquemos amorosamente a Nuestra Madre y encarnemos su mensaje de Madre Dolorosa. Nuestra específica vocación de zagales del Buen Pastor nos exige actuar con la capacidad de misericordia y sacrificio que contemplamos expresada de modo cabal en la persona de Cristo. Y esta misma capacidad de misericordia y sacrificio se resalta también en la figura de María al pie de la Cruz, en la contemplación de los dolores de la Virgen. Otra faceta muy importante de la visión de María es en relación con nuestra misión. María, desde su entrega amorosa manifiesta esa solicitud misericordiosa de Dios para con los pobres. María es madre

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solícita que no puede dejar que nadie se pierda y por eso no repara en sufrimientos para atraerlos a Cristo. María encarna por ello las actitudes necesarias para esta misión, aúna fortaleza y ternura. Fortaleza porque es una tarea ardua. Ternura porque sólo el amor es capaz de cambiar el corazón. María es el lugar seguro en los momentos difíciles. Nos enseña también a "encajar" los golpes difíciles que recibimos en la vida. María ha sido abogada especial en estos casos difíciles, es protección firme y lugar donde podemos acudir sin temor a ser defraudados. “Y no temáis perecer en los despeñaderos y precipicios en que muchas veces os habréis de poner para salvar la oveja perdida; ni os arredren los zarzales y emboscadas con que tratará de envolveros el enemigo, pues podéis estar seguros de que si lográis salvar un alma, con ello predestináis la vuestra.” OC 1831 Como el "sí" de María, toda respuesta generosa de la comunidad eclesial a la invitación divina al amor a los hermanos suscitará una nueva maternidad apostólica y eclesial (cf. Ga 4, 4. 19.26), que dejándose sorprender por el misterio de Dios amor, el cual "al llegar la plenitud de los tiempos, envió (...) a su Hijo, nacido de mujer" (Ga 4, 4), dará confianza y audacia a nuevos apóstoles. Esta respuesta hará a todos los creyentes capaces de estar "alegres en la esperanza" (Rm 12, 12) al realizar el proyecto de Dios, que quiere "que todo el género humano forme un único pueblo de Dios, se una en un único cuerpo de Cristo, se coedifique en un único templo del Espíritu Santo" (AG, 7). Mensaje de la Jornada misiones Benedicto XVI Intercesión a María Santísima, Madre del Redentor. Oh Virgen santísima Madre de Cristo y Madre de la Iglesia, con alegría y admiración nos unimos a tu Magnificat, a tu canto de amor agradecido. Contigo damos gracias a Dios, «cuya misericordia se extiende de generación en generación», por la espléndida vocación y por la multiforme misión confiada a la Familia Amigoniana, llamada por Dios a vivir en comunión de amor y de santidad con Él y a estar fraternalmente unidos en la gran familia de los hijos de Dios, enviados a irradiar la luz de Cristo y a comunicar el fuego del Espíritu por medio de su vida evangélica en todo el mundo. Virgen del Magnificat, llena sus corazones de reconocimiento y entusiasmo por esta vocación y por esta misión. Tú que has sido, con humildad y magnanimidad, «la esclava del Señor», danos tu misma disponibilidad para el servicio de Dios y para la salvación del mundo. Abre nuestros corazones a las inmensas perspectivas del Reino de Dios y del anuncio del Evangelio a toda criatura. Virgen valiente, inspira en nosotros fortaleza de ánimo y confianza en Dios, para que sepamos superar todos los obstáculos que encontremos en el cumplimiento de nuestra misión. Enséñanos a tratar las realidades del mundo con un vivo sentido de responsabilidad cristiana y en la gozosa esperanza de la venida del Reino de Dios, de los nuevos cielos y de la nueva tierra. Tú que junto a los Apóstoles has estado en oración en el Cenáculo esperando la venida del Espíritu de Pentecostés, invoca su renovada efusión sobre todos los fieles, hombres y mujeres, para que correspondan plenamente a su vocación y misión, como sarmientos de la verdadera vid, llamados a dar mucho fruto para la vida del mundo. Virgen Madre, guíanos y sostennos para que vivamos siempre como auténticos hijos e hijas de la Iglesia de tu Hijo y podamos contribuir a establecer sobre la tierra la civilización de la verdad y del amor, según el deseo de Dios y para su gloria. Amén.

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3er Día Tarde: NUESTRA COLABORACIÓN EN LA REDENCIÓN, EN EL SUEÑO DE

COMUNIÓN DE NUESTRO DIOS.

Para el trabajo personal

Releo las citas de las Constituciones… Me dejo asombrar por la acción pastoral de nuestro Dios

que lleva adelante su Plan de Salvación en el mundo desde la Iglesia.

¿Qué sentimientos suscita en mí el sentirme solicitado por nuestro Dios a colaborar en su sueño de

comunión, en su redención?

¿Qué opciones y actitudes siento que me pide el Señor como Amigoniano? ¿Qué pasos voy a dar

personalmente y propiciar en la comunidad para implicarnos realmente en la acción pastoral de

nuestro Dios?

Guardo las intuiciones recibidas del Señor en esta tarde.

Dinámicas:

Revisión de nuestro apostolado. Amigonianas: Constituciones: 2, 8, 11, 13, 36, 55-57, 60- 63, 64, 70. Presentación: Hacerse pan.

Fábula: La vasija rota. Consagración

VC 17 La experiencia de este amor gratuito de Dios (en la vocación) es hasta tal punto íntima y fuerte que la persona experimenta que debe responder con la entrega incondicional de su vida, consagrando todo, presente y futuro, en sus manos. Entrega total equiparable a un holocausto.

VC 19 Se ha calificado este camino espiritual como filocalia, es decir, amor por la belleza divina, que es irradiación de la divina bondad. La persona, que por el poder del Espíritu Santo es conducida progresivamente a la plena configuración con Cristo, refleja en sí misma un rayo de la luz inaccesible y en su peregrinar terreno camina hacia la Fuente inagotable de la luz.

VC 20. En efecto, «el estado religioso [...] revela de manera especial la superioridad del Reino sobre todo lo creado y sus exigencias radicales.». Primer objetivo de la vida consagrada es el de hacer visibles las maravillas que Dios realiza en la frágil humanidad de las personas llamadas con el lenguaje elocuente de una existencia transfigurada, capaz de sorprender al mundo. De este modo, la vida consagrada se convierte en una de las huellas concretas que la Trinidad deja en la historia, para que los hombres puedan descubrir el atractivo y la nostalgia de la belleza divina. Lo único necesario es buscar el Reino de Dios y su justicia (cf. Mt 6, 33), invocando incesantemente la venida del Señor.

VC 72 En efecto, antes que en las obras exteriores, la misión se lleva a cabo en el hacer presente a Cristo en el mundo mediante el testimonio personal. Cuanto más se deja conformar a Cristo, más lo hace presente y operante en el mundo para la salvación de los hombres. Se puede decir por tanto que la persona consagrada está «en misión» en virtud de su misma consagración, manifestada según el proyecto del propio Instituto. La fraternidad como signo VFC 54. El signo por excelencia, dejado por el Señor, es el de la fraternidad auténtica: «En esto conocerán todos que sois mis discípulos, en que os amáis los unos a los otros» (Jn 13,35). El signo de la fraternidad muestra el origen divino del mensaje cristiano y posee la fuerza para abrir los corazones a la fe. Jesús llama a vivir unidos «para que el mundo crea» que Jesús es el enviado del Padre, al que se debe prestar la plena adhesión de la fe (Jn 17,21).. Cuanto más intenso es el amor fraterno, mayor es la credibilidad del mensaje anunciado y mejor se percibe el corazón del misterio de la Iglesia como sacramento de la unión de los hombres con Dios y

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de los hombres entre sí. Por eso «toda la fecundidad de la vida religiosa depende de la calidad de la vida fraterna en común». La actividad de los religiosos debe informar de espíritu comunitario toda su acción, y que tienden a difundir el espíritu fraterno con la palabra, la acción y el ejemplo. No es lícito, pues, invocar las necesidades del servicio apostólico para admitir o justificar comunidades mediocres.

VC 45 En efecto, toda la Iglesia espera mucho del testimonio de comunidades ricas en las que la atención recíproca ayuda a superar la soledad, y la comunicación contribuye a que todos se sientan corresponsables; en las que el perdón cicatriza las heridas, reforzando en cada uno el propósito de la comunión. En comunidades de este tipo la naturaleza del carisma encauza las energías, sostiene la fidelidad y orienta el trabajo apostólico de todos hacia la única misión. Para presentar a la humanidad de hoy su verdadero rostro, la Iglesia tiene urgente necesidad de semejantes comunidades fraternas como una gran contribución a la evangelización.

VFC 56. La comunidad religiosa se convierte también en un signo de que se puede vivir la fraternidad cristiana, como también del precio que hay que pagar para su edificación. VFC 57. En una comunidad verdaderamente fraterna, cada uno se siente corresponsable de la fidelidad del otro. Adquiere también la fuerza de signo de la perenne fidelidad de Dios, y, por eso, de apoyo para la fe y para la fidelidad de los cristianos. La comunidad religiosa, lugar y sujeto de la misión CFL 32. Dar fruto es una exigencia esencial de la vida cristiana y eclesial para permanecer en la comunión con el Señor. Y la comunión con los otros es el fruto más hermoso que los sarmientos pueden dar. Ahora bien, la comunión genera comunión, y esencialmente se configura como comunión misionera. La comunión y la misión están profundamente unidas entre sí, se compenetran y se implican mutuamente, hasta tal punto que la comunión representa a la vez la fuente y el fruto de la misión: la comunión es misionera y la misión es para la comunión . La misión de la Iglesia es ser «signo e instrumento de unidad de todo el género humano», llevar a vivir la «nueva» comunión que en el Hijo de Dios hecho hombre ha entrado en la historia del mundo.

CFL 33. Por la evangelización la Iglesia es construida y plasmada como comunidad de fe. En efecto, la «buena nueva» tiende a suscitar en el corazón y en la vida del hombre la conversión y la adhesión personal a Jesucristo Salvador y Señor y en la realización de la nueva vida según el Espíritu. Esta nueva evangelización está destinada a la formación de comunidades eclesiales maduras.

VC 84. Carácter profético de la vida consagrada que nace de Dios, de la amistad con Él, de la escucha atenta de su Palabra. El profeta siente arder en su corazón la pasión por la santidad de Dios y, tras haber acogido la palabra en el diálogo de la oración, la proclama con la vida, con los labios y con los hechos, haciéndose portavoz de Dios contra el mal y contra el pecado. El testimonio profético exige la búsqueda apasionada y constante de la voluntad de Dios, la generosa e imprescindible comunión eclesial, el ejercicio del discernimiento espiritual y el amor por la verdad. También se manifiesta en la denuncia de todo aquello que contradice la voluntad de Dios y en el escudriñar nuevos caminos de actuación del Evangelio para la construcción del Reino de Dios.

VC 85 La fuerza persuasiva de la profecía deriva de la coherencia entre el anuncio y la vida. Las personas consagradas serán fieles a su misión en la Iglesia y en el mundo en la medida que sean capaces de hacer un examen continuo de sí mismas a la luz de la Palabra de Dios. VC 80 Siendo un signo de la primacía de Dios y del Reino, la vida consagrada es una provocación que, en el diálogo, puede interpelar la conciencia de los hombres. Si la vida consagrada mantiene su propia fuerza profética se convierte, en el entramado de una cultura, en fermento evangélico capaz de purificarla y hacerla evolucionar. Al servicio de Dios y del hombre VC 73. La vida consagrada tiene la misión profética de recordar y servir el designio de Dios sobre los hombres, tal como ha sido anunciado por las Escrituras, y como se desprende de una atenta lectura

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de los signos de la acción providencial de Dios en la historia. Es el proyecto de una humanidad salvada y reconciliada (cf. Col 2, 20-22). Para realizar adecuadamente este servicio, las personas consagradas han de poseer una profunda experiencia de Dios y tomar conciencia de los retos del propio tiempo, captando su sentido teológico profundo mediante el discernimiento efectuado con la ayuda del Espíritu Santo. En realidad, tras los acontecimientos de la historia se esconde frecuentemente la llamada de Dios a trabajar según sus planes, con una inserción activa y fecunda en los acontecimientos de nuestro tiempo. VC 74. Se ha de hacer todo en comunión y en diálogo con las otras instancias eclesiales. Los retos de la misión son de tal envergadura que no pueden ser acometidos eficazmente sin la colaboración, tanto en el discernimiento como en la acción, de todos los miembros de la Iglesia. En particular, la comunión operativa entre los diversos carismas asegurará, además de un enriquecimiento recíproco, una eficacia más incisiva en la misión. «el diálogo es el nuevo nombre de la caridad». Los Institutos comprometidos en una u otra modalidad de servicio apostólico han de cultivar, en fin, una sólida espiritualidad de la acción, viendo a Dios en todas las cosas, y todas las cosas en Dios.

VFC 60. Con su presencia misionera la comunidad religiosa se coloca en una determinada Iglesia particular a la que comunica la riqueza de su consagración, de su vida fraterna y de su carisma. Esto debe llevar a los religiosos a ir corrigiendo y eliminando todo lo que puede atenuar o debilitar el efecto atrayente de esta imagen suya.

Presentes en todos los rincones de la tierra VC 78. «El amor de Cristo nos apremia» (2 Co 5, 14): trabajar en todo el mundo para consolidar y difundir el Reino de Cristo, llevando el anuncio del Evangelio a todas partes, hasta las regiones más lejanas. La misión refuerza la vida consagrada, le infunde un renovado entusiasmo y nuevas motivaciones, y estimula su fidelidad. Nuestra comunidad de vida y misión manifiesta la presencia del Señor entre los hombres… Somos enviados de Cristo y portadores de su mensaje a los hombres; hemos creído en su Palabra y vivimos y actuamos profundamente unidos a su Persona y siempre animados por su Espíritu. (Cons. 36 y 60)

La pastoral es la acción de Dios que es Comunión, que quiere que todos los hombres se salven y, por ello, invita a entrar en el ámbito de su amor, unirnos compartiendo su misma vida. Lo primero, entonces, es dejarnos “pastorear” por el Señor, acoger sus designios amorosos y colaborar humildemente para que acontezcan en nosotros, en nuestro mundo. Esto es, ante todo, gracia. Nuestras comunidades, lugares que favorezcan el encuentro con Dios.

El Carisma, don del Espíritu, es la fuerza dinamizadora e integradora de la pastoral y de la comunidad que la lleva a cabo. Sintiéndonos depositarios de ese gran tesoro que es nuestro Carisma, tenemos que revivirlo, realizar una reapropiación y relectura del Carisma desde los signos de los tiempos y la nueva conciencia eclesial. Dejarnos configurar por el Carisma.

La comunión es, a la vez, la fuente y el fruto de la misión. La pastoral arranca de una comunidad y se dirige a formar comunidad. Se evangeliza desde la comunidad y para la comunidad, en un proceso de inmersión en ella como ámbito natural para vivir la fe. Por la evangelización la Iglesia se construye como comunidad de fe y da lugar a comunidades eclesiales maduras. Por ello, formar comunidad es la primera acción de la pastoral porque es la comunidad la que apadrina el proceso pastoral. La comunidad religiosa es el núcleo y germen de la comunidad cristiano-amigoniana más amplia que debe brotar en torno a ella. Hoy evangelizan, sin duda, las comunidades cristianas que manifiestan la fuerza vivificadora del Evangelio.

La pastoral requiere el testimonio de vida y redunda en una renovación personal y

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comunitaria. Lo que cuenta en la pastoral es la credibilidad de nuestro testimonio y la apertura para ser verdaderamente significativos en el entorno. Por eso, nos lleva a replantearnos globalmente nuestra vida personal y comunitaria para hacerla ilusionante, agradecida y difusiva. El esfuerzo por evangelizar es factor decisivo de renovación, nos va haciendo más evangélicos.

La pastoral no es una actividad, es una clave, una dimensión irrenunciable de toda nuestra vida. Es una dinámica de vida, expresión de nuestra identidad más profunda como cristianos y amigonianos que debe iluminar cuanto somos y hacemos. Se trata de tomar conciencia y actuarla, renovándonos continuamente y renovando el entorno.

La Familia Carismática es el sujeto y agente de la pastoral amigoniana. Todos, religiosos y laicos, con la conciencia de estar llamados a continuar la acción pastoral de Cristo, Buen Pastor. Misión compartida, encontrarse en un nuevo contexto, injertar para tener más vida… Es claro que lo único que permitirá la presencia amigoniana en un lugar, más allá de nosotros, son los grupos y comunidades laicales que constituyamos hoy; lo mismo que un día fue la fundación de las dos Congregaciones lo que ha permitido que vivamos hoy el Carisma Amigoniano.

La pastoral tiene como destinatarios privilegiados a los pobres y pequeños. Participando en la acción pastoral de la Iglesia, expresamos nuestra prioridad por los más necesitados. Que nuestras casas sean lugares abiertos para todos aquellos que necesiten de una atención especial, en particular los niños y jóvenes en dificultad y sus familias. Nos dejamos evangelizar por ellos en el encuentro y el compartir vida.

La pastoral lleva a todos a identificarse con la voluntad y el designio de Dios, ser mediación del Señor que sigue llamando. Sitúa ante el Evangelio y ante el Carisma, por ello favorece distintas respuestas de radicalidad en el seguimiento del Señor, nuevas formas comunitarias, nuevas experiencias de espiritualidad, nuevas estructuras de integración en la Familia Carismática. En este sentido, hay que “vocacionalizar” nuestra presencia y toda la pastoral. Crear cultura vocacional, un ambiente que favorezca las distintas opcionesvocacionales.

La pastoral es responsabilidad de todos y es una propuesta personalizada para todos. Una Provincia “está en” pastoral cuando cada religioso y comunidad se sitúa en esa dinámica, la reconoce como prioritaria y unen todos sus fuerzas en ella. Plantear la pastoral como propuesta de un estilo de vida alternativo que nace de la fe. Desde el encuentro personal situado y el acompañamiento. Pasar de procesos lineales-selectivos a procesos circulares-inclusivos donde todos caben y se interrelacionan en diferentes niveles. Itinerarios abiertos, diversificados, con diversos ritmos y capacidad de adaptación. Diversas modalidades para vivir la fe y participar en el Carisma. Se reconoce y favorece el protagonismo de todos los que participan en la pastoral.

Sensibles a los signos de los tiempos en la pastoral. El amor, la cercanía cariñosa, es el mejor vehículo para transmitir el Evangelio. La misión se vive en forma de inserción, de encarnación, de diá-logo, de hospitalidad y acogida, de fermento en medio de la masa del mundo. Se trata de interpelar, suscitar la interrogación de los demás, conectar con la nostalgia de Dios que hay en las personas para responder a sus inquietudes y hacer así significativa nuestra pastoral. Evangelización por ósmosis que se difunde a los que tienen contacto con nosotros. Nuestra sociedad espera que alguien le cuente nuevas historias llenas de sentido, capaces de hacer soñar que otro mundo es posible.

Realizada de esta forma, la dinámica pastoral nos llevará a sentirnos hermanados en el Carisma, brotarán compromisos vitales y estables para llevar adelante la misión amigoniana… Se ensancha con ello la fraternidad, se afianza la comunión para la misión por el Reino. El regalo del Carisma se ha multiplicado y es una realidad gozosa para todos. Se hace la fiesta. Sentimos un signo claro de la plenitud del Reino que el Señor está avanzando a través de nuestra Familia Carismática como instrumento para seguir expresando su misericordia a las ovejas perdidas de hoy.

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4º Día Mañana: VIVENCIA DEL ESPÍRITU FRANCISCANO QUE CONFIGURA LA

PRESENCIA, LA VIDA COMUNITARIA, DONDE PRIMA LA CARIDAD FRATERNA,

LA SENCILLEZ, LA MINORIDAD, EL SERVICIO, LA HOSPITALIDAD, LA ALEGRÍA,

LA PAZ...

Para el trabajo personal

Releo los textos… Me asombro ante la obra de Dios en Francisco y de su disponibilidad a la

acción que transformó tan radicalmente sus primeras opciones…

¿Cómo ilumina la experiencia de fraternidad de Francisco mi realidad comunitaria?

¿Qué opciones y actitudes siento que me pide el Señor como Franciscano y Amigoniano? ¿cómo

puedo vivir hoy la minoridad? ¿Cómo podemos vivirla como comunidad?

Guardo las intuiciones recibidas del Señor en esta mañana.

Dinámicas:

Proyecto personal.

Biblia: Mt 22,8-10; Jn 13,1-17; Mt 18,1-3; Lc 22,24-30; Mt 11,25-30; Lc 4,16-21; Mt 5,43-48; Mt

5,13-14; Mt 9,35ss.; Mt 25,31-46; Mc 6,30-46; Hch 4,32-37; Hch 2,42-47;

Oración: Cántico de las criaturas. Presentación: Señor haz de mí. Fábula de los bandidos y S.

Francisco

VC 75. En el gesto de lavar los pies a sus discípulos, Jesús revela la profundidad del amor de Dios por

el hombre: ¡en Él, Dios mismo se pone al servicio de los hombres! Él revela al mismo tiempo el sentido

de la vida cristiana y, con mayor motivo, de la vida consagrada, que es vida de amor oblativo, de

concreto y generoso servicio. Siguiendo los pasos del Hijo del hombre, que « no ha venido a ser

servido, sino a servir » (Mt 20, 28), la vida consagrada, al menos en los mejores períodos de su larga

historia, se ha caracterizado por este « lavar los pies », es decir, por el servicio, especialmente a los más

pobres y necesitados. Ella, por una parte, contempla el misterio sublime del Verbo en el seno del Padre

(cf. Jn 1, 1), mientras que, por otra, sigue al mismo Verbo que se hace carne (cf. Jn 1, 14), se abaja, se

humilla para servir a los hombres. Las personas que siguen a Cristo en la vía de los consejos

evangélicos desean, también hoy, ir allá donde Cristo fue y hacer lo que Él hizo.

La búsqueda de la belleza divina mueve a las personas consagradas a velar por la imagen divina

deformada en los rostros de tantos hermanos y hermanas, rostros desfigurados, humillados, angustiados

de menores, mujeres ofendidas y humilladas, emigrantes… sin las mínimas condiciones para una vida

digna. La vida consagrada muestra de este modo, con la elocuencia de las obras, que la caridad divina

es fundamento y estímulo del amor gratuito y operante.

LA MINORIDAD EN FRANCISCO

Francisco, menor y siervo. Esta actitud de menor, -el que está por debajo-, representa el núcleo del

Evangelio. De ahí que Jesús lo asumiera en su misión de anunciador de la Buena Noticia y lo

considerara imprescindible para los que habían optado por la nueva dinámica del Reino. La minoridad

o la pequeñez viene propuesta por Mateo como un valor sin el cual es imposible entrar en el Reino. El

cambio exigido para ser capaces de escuchar y comprender la Buena Noticia pasa por hacerse pequeño

(Mt 18,2-3).

Con grados: a) En primer lugar están los pequeños, los menores, esto es, aquellos que ni son ni tienen

nada. Francisco era consciente de que no pertenecía a esta clase de menores, pero que eran el ejemplo

para asumir su propia minoridad. Por eso anima a los hermanos a que experimenten el gozo de convivir

con estos marginados (1 R 9,2). b) En un segundo lugar están los que se hacen niños, es decir, los que

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN

se humillan y se abajan, los que dejan su grandeza y se convierten voluntariamente en siervos. El

proyecto menor de Francisco va en esta dirección. c) En tercer lugar se encuentran los que acogen a los

niños y pequeños, es decir, los que hacen de la minoridad un signo del servicio y la acogida.

La figura de Jesús como Siervo es la raíz teológica de la minoridad servicial. La imagen del Dios

humillado al hacerse hombre, que Pablo nos ofrece en el tremendo himno de la Carta a los Filipenses

(Flp 2,6-11), Juan nos la da en el relato del lavatorio de los pies (Jn 13,1-17). En este mismo contexto

de la Última Cena como expresión de la entrega total al servicio del Reino, Lucas refiere la disputa

entre los discípulos por ver quién es el mayor. La propuesta de Jesús es contundente: el que sirve es

siempre el menor, y «yo estoy en medio de vosotros como el que sirve» (Lc 22,27).

Estas imágenes de Jesús como siervo, como empequeñecido para entregarse a los hombres, son la

culminación de un largo camino donde el Mesías es propuesto como Siervo de Yahvé. En el poema del

segundo Isaías se van desgranando las actitudes que acompañan la misión del Siervo, consagrado por

entero a levantar a los abatidos y a llevar la luz a los ciegos, soportando las pruebas hasta ofrecerse

voluntariamente en sacrificio por los demás (Is 42,1-7; 49,1-6; 50,4-9; 52,13-15; 53,1-12).

Teniendo como telón de fondo esta visión del Mesías, la escena del lavatorio de los pies recobra todo

su significado. Como una parábola en acción nos revela lo fundamental de Jesús, su minoridad puesta

al servicio de todos. Sin embargo, esta pequeñez servicial no deja de ser un resumen de toda su vida,

muerte y posterior glorificación. Presentado en su mansedumbre y humildad de corazón (Mt 11,29), es

el que anuncia la salvación a los pobres (Lc 4,18s), poniéndose al servicio de esta misión (Lc 22,27),

hasta sus últimas consecuencias (Jn 13,1); por eso, es tratado como un malvado (Lc 22,37) y

ajusticiado en la cruz (Mc 14,24); pero el Padre lo resucitará, sentándolo a su derecha (Lc 18,31ss). Por

eso Jesús, el siervo de Dios, crucificado y resucitado, es la única fuente de salvación (Hch 4,10ss).

Francisco asimiló esta actitud cristológica del Siervo como la forma más adecuada del seguimiento

evangélico de Jesús, hasta el punto de que, en las varias presentaciones que hace de sí mismo a través

de sus Escritos, siempre se muestra como el «pequeño y siervo» (Test 41), «pequeño y despreciable»

(CtaA 1), «hombre vil y caduco» (CtaO 3), «el menor de los siervos de Dios» (2CtaCus 1).

Esta interiorización de la vida humillante y humillada de Jesús, que se expresa en la utilización del

término siervo como signo de identidad, no conlleva una infravaloración o baja estima de sí mismo, lo

cual más que un valor espiritual habría que colocarlo en el campo de lo psiquiátrico. El sentimiento de

minoridad, para ser real, tiene que estar únicamente relacionado con Dios que, siendo mayor, se hizo

menor por nosotros.

«Todos vosotros sois hermanos» A nivel de hermanos no es posible ser menores, porque esto

implicaría admitir que en la Fraternidad hay clases. La Fraternidad, por sí misma, es un grupo de

iguales que no admite gradación en dignidad. El amor servicial, por ser recíproco, no rebaja a nadie a la

condición de menor, de siervo. Por eso, Francisco, aunque se autocomprende como menor y siervo, y

alienta a los demás a que adopten esta misma actitud, sólo utiliza una vez el término siervo (1 R 5,11)

para referirse a las relaciones interpersonales de los frailes, prefiriendo en este caso el de hermano; esto

quiere decir que es más bien la Fraternidad como tal, y no los sujetos, la que asume la responsabilidad

del servicio a la sociedad y a la Iglesia, expresando el servicio interno de la Fraternidad con el término

hermano, que en este caso conlleva también la minoridad (1 R 5,14s).

Los siervos de Dios. La poca utilización del término siervo para expresar las relaciones fraternas,

además de esa intencionalidad igualitaria entre los hermanos, tiene otra más profunda que es, como ya

se ha insinuado antes, la de indicar la soberanía de Dios. Siervo de Dios designa al hermano que ha

comprendido la actuación soberana de Dios como única fuente del bien que nos da la existencia, nos

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN

acompaña y nos espera al final del camino. De ahí que nuestra actuación no sea estrictamente esencial a

la hora de realizarse este proyecto salvador. El siervo no debe, ni siquiera, preocuparse de la resonancia

de sus actos; más bien debe dejar a Dios el cuidado de darle a éstos valor de testimonio y eficacia.

Dejar que Dios sea el protagonista de la salvación, contribuyendo con la oración y el trabajo a que Su

voluntad se haga historia; y esto sin pretensión alguna de esgrimir derechos, sino desde una actitud de

humilde sencillez. El siervo es el que ha optado por dedicarse completamente al servicio de Dios,

haciendo de su vida una parábola del amor divino hacia los hombres.

La imagen de Jesús como Siervo sufriente que acepta la cruz como forma solidaria de amor a los

hombres, es la que está en la base de la actitud evangélica de Francisco y, por tanto, de la Fraternidad.

La Fraternidad nace y vive, en un contexto social de ambición y poder, sin otra pretensión que caminar

por el camino humillante, pero al fin glorioso, que recorrió Jesús, como única salida al cerco diabólico

que aprisiona al hombre impidiéndole su apertura a Dios.

La Fraternidad primitiva se presenta como una opción evangélica que contrasta provocativamente con

los valores sociales que se están viviendo. Son los valores fundamentales del Reino los que se le

desvelan como una fuerza capaz, y sensata, de dar sentido a la vida e intentar organizar las relaciones

humanas a partir de ellos. Esta decisión de intentar un nuevo modo de vivir según el Evangelio les

convierte en unos seres extraños, pero, a la vez, admirados y provocativos. La Fraternidad franciscana,

al tomar en serio el Evangelio, ponía en crisis a una sociedad que se proclamaba creyente, pero que

hacía compatible su fe con los antivalores denunciados por Jesús.

La Iglesia, durante la Edad Media, prestó un indudable servicio a la cultura. Pero la protección y

utilización de este saber, además de ser un servicio, se convirtió también en poder, al estructurarse

como ideología dominante y servir de capacitación para desempeñar funciones importantes. La voz de

Francisco en su Testamento nos muestra lo provocativo de su opción al definirse como hombres sin

formación y al servicio de todos (Test 19). Aunque realmente no era así, pues había en la primera

Fraternidad algunos clérigos y gente con formación, el seguimiento humilde de Jesús les había llevado

a la renuncia de su saber como medio de trabajo o apostolado, por cuanto suponía prestigio y poder.

La pobreza evangélica o, lo que es lo mismo, el no tener más que lo necesario para vivir la propia

opción con dignidad, también es susceptible de ser vivida desde la minoridad. Francisco recuerda en su

Testamento que en la primitiva Fraternidad los que se unían al grupo «daban primero a los pobres todo

lo que podían tener, y se contentaban con una túnica» (Test 16s). La pobreza se convierte en una

relativización de las cosas, poniéndolas en el lugar justo donde tienen y adquieren valor: el servicio al

hombre para que crezca y se realice. Ni cuando abundan, convirtiéndose en riqueza, ni cuando faltan,

haciéndose pobreza humillante, cumplen su función de medios humanos. Por eso, Francisco no se

enorgullece de su pobreza, sino que utiliza las cosas con sobriedad, dándoles una función social como

exigencia de solidaridad cristiana. Ser un pobre menor es, pues, para Francisco empeñarse en seguir la

humildad y la pobreza de nuestro Señor Jesucristo, relativizando las cosas y permaneciendo contentos

con lo justo para vivir con dignidad (1 R 9,1).

El instinto de dominio que todos llevamos dentro tiene que desenmascararse para poder ser controlado,

ya que bajo capa de servicio solemos introducirlo en nuestras relaciones con los demás. Francisco

insiste en que «ninguno de los hermanos tenga potestad o dominio, “el que quiera hacerse mayor entre

ellos, sea su ministro y siervo, y el que es mayor entre ellos, hágase como el menor» (1 R 5,9-12). La

conveniencia de una autoridad en el grupo que animara y coordinara a los hermanos podía ser motivo

para justificar el ejercicio del poder. La renuncia a la propia voluntad para cumplir confiadamente la

voluntad de Dios, ponía a la Fraternidad, ministros y súbditos, en una situación de minoridad, de

apertura obediencial de todos al proyecto evangélico profesado.

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN

La actitud menor y evangélicamente provocativa de la primitiva Fraternidad se extiende asimismo a la

desapropiación, no sólo de las cosas, sino también de esos valores más sutiles a los que nos agarramos

como tabla de salvación de nuestra personalidad. Lo importante es aceptar con humildad que la fuente

del bien no somos nosotros, sino Dios. La grandeza del hombre no está en su propia afirmación, sino en

el saberse apoyar en Dios. Por eso, se realiza el que sabe restituir todos los bienes al Señor; porque

quien se reserva algo para sí, está construyendo su personalidad en falso, ya que tarde o temprano se le

quitará lo que creía ser su fundamento y seguridad, quedándose a la intemperie (Adm 18,2).

La minoridad es una actitud reverencial que brota de la aceptación de la propia pobreza existencial que

requiere su explicitación en unas relaciones humildes con Dios, con los hermanos y con los demás

hombres. Servidores de Dios. Al hablar de los siervos de Dios ya hemos descrito la postura del que se

sabe menor y, por lo tanto, necesita de Dios. Servir al Señor Dios en penitencia (1 R 22,26; 23,4)

condensa todo el proyecto evangélico que Francisco intuyó para sí y sus hermanos. Más aún, este servir

a Dios en penitencia, que supone el haber dejado de servir corporalmente al mundo (2CtaF 65). De este

modo, siguen el ejemplo de María, «hija y esclava del altísimo Rey sumo y Padre celestial» (OfP Ant

2; SalVM 5), que se puso de forma incondicional al servicio del Reino anunciado por su Hijo. Servir a

Dios es hacer posible que su Reino tome cuerpo en la historia de los hombres, convirtiéndose en

humildes colaboradores de su actividad liberadora.

Servidores de los hermanos. Si el Reino es la concretización del amor salvador de Dios a los

hombres, entrar en su dinámica no puede ser otra cosa más que reproducir ese mismo amor entre

nosotros. Pero el amor se manifiesta, sobre todo, en el servicio; y éste se concreta, primeramente, en los

que tenemos más cerca, es decir, en los hermanos que forman la Fraternidad. El verdadero hermano

menor cristaliza su madurez evangélica ayudando a los demás hermanos a ser fieles a su opción,

sabedor de que este servicio es mutuo (1 R 5,13-15). Pero este servicio fraterno no se queda en la mera

ayuda espiritual; es toda la realidad personal la que debe ser liberada para servir a la liberación de los

otros. Todos deber construir la fraternidad en el servicio mutuo y amoroso. Hay muchas formas de

hacer real la servicialidad menor que configura y baña todas las relaciones de la Fraternidad evangélica.

Servir a todos por Dios. La disponibilidad en el servicio que caracteriza la vocación del hermano

menor no se reduce al ámbito de la Fraternidad. Es en el ancho campo de los hijos de Dios, y aun de la

creación entera, donde se vive y se realiza. El creer que la historia es siempre historia de salvación,

porque Dios está presente en ella y la acompaña, nos lleva a aceptar y, si es posible, transformar los

acontecimientos con el fin de que el Reino acontezca y vaya creciendo en el caminar de los hombres.

Esta transformación, sin embargo, sólo puede hacerse realidad si aceptamos una conversión progresiva

de nuestro instinto de dominio en voluntad de servicio. En esto precisamente consiste la minoridad, en

ofrecer nuestra disponibilidad servicial a todos los hombres, ya que «nunca debemos desear estar sobre

otros, sino, más bien, debemos ser siervos y estar sujetos a toda humana criatura por Dios» (2CtaF 47).

En general son dos los medios de que disponemos para hacer efectiva dicha actitud: el trabajo y el

apostolado. La Fraternidad primitiva adoptó el trabajo como una forma de servicio a los demás desde la

propia pobreza. El señuelo de la eficacia puede pervertir nuestra opción laboral, disfrazando de mayor

servicio lo que en realidad es un medio de ejercer poder. Discernir lo eficaz desde la minoridad supone

utilizar otros parámetros, los evangélicos, bien distintos de los que emplea la sociedad. El trabajo

franciscano es un servicio humilde y respetuoso, puesto a disposición de la dignidad humana allí

donde, despreciada y maltrecha, trata de regenerarse.

La otra faceta del servicio menor que tiene la Fraternidad es el apostolado o la evangelización;

evangelización que, en la Edad Media, se reducía casi exclusivamente a la predicación. De ahí que la

principal, y casi única, actividad de los primeros hermanos fuera el anuncio de la Palabra. Una vez que

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la Fraternidad se fue decantando hacia el apostolado oficial y permanente, el oficio de la predicación se

convirtió en un problema para Francisco porque peligraba la opción menor de la Fraternidad al

aumentar el riesgo de apropiación de dicho ministerio.

Constructores de la paz. El servicio al Reino, el servicio a la Palabra, no puede realizarse desde el

conflicto prepotente, ya que entraría en contradicción con el mensaje evangélico que se pretende

anunciar. Cuando Jesús envía a sus discípulos a que proclamen la Buena Noticia del Reino, lo hace

recordándoles su condición de servidores que prestan su colaboración desde la mansedumbre y la

humildad. Además de ir ligeros de equipaje, deberán comportarse como hombres que no poseen otro

poder ni otra fuerza que no sea la de la misma Palabra.

Inermes ante la violencia de los demás, anunciarán una paz que no consiste en el silencio de las armas,

sino en el reconocimiento de la paternidad de Dios como fundamento de la fraternidad de los hombres.

Francisco y los suyos captaron el espíritu de las Bienaventuranzas; por eso comprendieron que el

anuncio itinerante del Evangelio requería una actitud humilde por parte de los anunciadores, ya que su

contenido se resumía en la Buena Noticia de que Dios había bajado hasta nosotros para salvarnos. Esto

era un motivo de alegría que debía traducirse en la creación de unas relaciones humanas en las que

fuera posible la realización de los hombres según la voluntad de Dios, es decir, la paz.

La sociedad medieval era violenta, y Francisco nació y creció en ella. El saludo evangélico que dirige a

la gente (1 R 14,2; 2 R 3,13; Test 23) es un deseo comprometedor de que la paz del Reino se haga

realidad. Por eso, a su empeño en anunciarla le acompaña la voluntad de conseguirla. Ser pacificador,

se requería previamente haberse pacificado (TC 58). El hecho llamativo fue la reconciliación entre el

podestà de Asís y el obispo Guido, para quienes compuso la estrofa del Cántico sobre perdón (LP 84).

Confiar en el diálogo como instrumento pacificador, siempre que se den las condiciones de justicia

necesarias para una convivencia digna, es apostar por el hombre más allá de su peligrosa apariencia de

lobo. El intento de construir la paz desde la impotencia de la minoridad evangélica, constituye una

estela para los que pretendemos seguir a Jesús acompañados por la experiencia de Francisco.

Si queremos devolverle a la Fraternidad su capacidad provocadora al haber optado por el radicalismo

evangélico, tendremos que recuperar, aunque nos cueste, esta actitud menor; porque la mera retórica de

las palabras ya no vale, sino que habrá que pasar a la evidencia de los hechos, de modo que se haga

patente nuestra identidad de Hermanos Menores.“El mensaje franciscano de la fraternidad universal

como invitación al respeto, a la reconciliación de lo distinto, a la búsqueda de comunión, se presenta

con toda su fuerza como palabra de esperanza y como valor evangélico alternativo en este momento

preciso en que se advierte el poder destructivo del individualismo.”

CFL 37. A causa de su dignidad personal, el ser humano es siempre un valor en sí mismo y por sí

mismo y como tal exige ser considerado y tratado. La dignidad personal constituye el fundamento de la

igualdad de todos los hombres entre sí. Toda discriminación constituye una injusticia que se inflige a la

dignidad de la persona; a la víctima de la injusticia y todavía más a la de quien comete la injusticia.

Carta a un ministro: 5Y ama a aquellos que no te hacen esto. 6Y no quieras de ellos otra cosa, sino

cuanto el Señor te dé. 7Y ámalos en esto; y no quieras que sean mejores cristianos. 8Y que esto sea para

ti más que el eremitorio. 9Y en esto quiero conocer si tú amas al Señor y a mí, siervo suyo y tuyo, si

hicieras esto, a saber, que no haya hermano alguno en el mundo que haya pecado todo cuanto haya

podido pecar, que, después que haya visto tus ojos, no se marche jamás sin tu misericordia, si pide

misericordia. 10Y si él no pidiera misericordia, que tú le preguntes si quiere misericordia. 11Y si mil

veces pecara después delante de tus ojos, ámalo más que a mí para esto, para que lo atraigas al Señor; y

ten siempre misericordia de tales hermanos. 12Y, cuando puedas, haz saber a los guardianes que, por tu

parte, estás resuelto a obrar así.

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4º Día Tarde: LUIS AMIGÓ, INSTRUMENTO DEL ESPÍRITU PARA TRANSMITIRNOS

UN NUEVO CARISMA. “EL DESAFÍO: VIVIR HOY NUESTRA HISTORIA

FUNDACIONAL. UN RELATO REVELADOR DE NUESTRA IDENTIDAD”.

Para el trabajo personal

¿Qué sentimientos me deja el relato de nuestra historia fundacional amigoniana en boca del P. Luis

Amigó?

¿Qué opciones y actitudes de Luis Amigó me llaman especialmente la atención? ¿Y de nuestros

primeros hermanos y hermanas de las dos congregaciones?

¿Hasta qué punto me implico en este relato? ¿Siento que está exponiendo mi origen, mis raíces

como amigoniano?

¿Qué experiencias de vida de la narrativa amigoniana considero que deben ser especialmente

iluminadoras para vivir hoy el Carisma Amigoniano?

Guardo las intuiciones recibidas del Señor en esta tarde.

Dinámicas:

Proyecto personal. ¿Qué aspectos te está pidiendo el Señor que trabajes especialmente en este año

próximo? Tanto en cuanto a cualidades que puedo potenciar como debilidades a superar. Busco

para cada uno de los aspectos anteriores unas tareas o actividades y la forma concreta de llevarlas a

cabo elaborando con ello mi proyecto personal.

Amigonianas: OC 67. “A nuestros amados hijos los Religiosos y Religiosas Terciarios Capuchinos

y Familia Amigoniana en general. Carísimos en Cristo:… he creído conveniente dirigiros a todos

y cada uno de vosotros algunas exhortaciones y avisos, que grabéis bien en vuestros corazones,

como prenda de amor de este vuestro padre.” OCLA 1828

Biblia: Juan 10,11-16. Canto: Un hombre que se fió de Dios.

La historia de nuestros orígenes revela nuestra identidad. La identidad colectiva amigoniana tiene una

historia fundacional que le permite comprenderse a sí misma y hacerse comprender. El “mito inicial”

de nuestra historia amigoniana es el relato de los orígenes, que está más allá de lo anecdótico porque se

refiere a experiencias de vida relacionadas en una trama en la que el Espíritu Santo ha tenido un

protagonismo directo. Cómo surge la identidad colectiva amigoniana.

Repasemos brevemente nuestra historia fundacional según nos la cuenta el P. Luis Amigó en su

autobiografía. Estas fueron las motivaciones que le llevaron a fundar las dos congregaciones:

“El progreso siempre creciente de la Tercera Orden seglar y el deseo de mayor perfección de

algunas almas que querían consagrarse a Dios, me impulsaban ya mucho tiempo a intentar la

fundación de una Congregación de Religiosas Terciarias Capuchinas, y creyendo ser voluntad de

Dios…” (OCLA 68)

Y también: “En tan aflictiva situación (epidemia de cólera), ofrecí al Señor, para aplacar su

justicia y que cesase la epidemia del cólera, redoblar mis esfuerzos y trabajos para dilatar más y

más la venerable Orden Tercera de Penitencia; y al momento, pasó por mi mente, y se me fijó, la

idea de completar la obra con la fundación de una Congregación de Religiosos Terciarios

Capuchinos que se dedicasen en los penales al cuidado y moralización de los presos. Consideré

esto como voluntad de Dios…” (OCLA 83)

Esto había tenido una preparación:

Otro acontecimiento sucedió por aquel entonces, para mí muy significativo. Estaba yo dando unos

ejercicios en la parroquia de Escalante a dichas congregaciones, y uno de los días vino muy de

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mañana un religioso del convento para avisar a las autoridades de que a la puerta de la iglesia del

convento habían dejado, dentro de una cesta, un niño recién nacido. Cuando lo trajeron al pueblo,

al sacarlo de la cesta y registrar los trapujos en que estaba envuelto, hallaron entre ellos un escrito

que decía: «No está bautizado; se le pondrá por nombre Jesús, María, José». Al tratar del bautizo

tanto el señor cura como el señor alcalde tuvieron empeño en que fuese yo quien se lo

administrase; y, por más que me excusé alegando mi falta de práctica, por no haber aún

administrado este sacramento, insistieron en ello diciendo que había de ser aquel el primero que

bautizase. No quise yo oponerme más y le bauticé, dando al acto la mayor solemnidad posible; y

luego se lo llevaron al hospicio de Santander.

El acto este de imponer los nombres de Jesús, María, José al primer niño que bauticé, y ser éste un

expósito, nada de particular me parecía tener por entonces, pero comprendí con el tiempo ser

como un anuncio de la fundación que más tarde hice de la Congregación de las religiosas

Terciarias de la Sagrada Familia, que tiene por uno de sus fines el dedicarse al amparo y

educación de las niñas huérfanas y desamparadas. (OCLA 51)

Durante el tiempo que el P. Luis estuvo de residente en Montehano visitó diversas veces la cárcel

de Santoña y ejerció allí su ministerio confesando, instruyendo y consolando a los presos. La

primera visita que hizo a aquel establecimiento penitenciario coincidió con el momento en que los

detenidos oían la santa misa. El santo sacrificio lo celebraba el capellán dentro de una cabina, por

precaución, y los presos que asistían, en número reducido, estaban vigilados atentamente por

numerosos guardias.

Mucho sintió el celoso misionero la frialdad que había advertido en aquella cárcel. Aquella escena

y, sobre todo, el reducido número de presos que asistían a la misa, impresionó tristemente al

Siervo de Dios. Desde aquel día repitió sus visitas para hacer bien a aquellos desgraciados.

Con los debidos permisos de sus superiores y de las autoridades, llegábase a la cárcel y con gran

amor y caridad se entretenía con los detenidos hablándoles de Dios y de las verdades de la

religión. Los detenidos comenzaron a mirar con simpatía al religioso capuchino, y poco a poco se

dejaron influir por él y fueron asistiendo a la santa misa en mayor número, y recibían más

frecuentemente los sacramentos de la penitencia y de la Comunión. Llegada la Pascua, la mayor

parte de éstos cumplieron sus deberes cristianos, gracias a la solicitud del Padre Luis.

Estas visitas a la cárcel de Santoña, y el apostolado que el Siervo de Dios ejercitó en sus años

juveniles en Valencia, confirman cuáles fueron y eran ahora las aspiraciones que sentía en pro de

las almas más necesitadas moralmente. De aquí puede tomarse el punto de partida de las

fundaciones religiosas del Siervo de Dios y del apostolado al que las ha de consagrar, que las

constituirá en viviente y perenne redención. (cf. Ramo, Mariano: Mensaje de Amor y de

Redención. Ed. Doménech. Valencia 1973, t. I, p. 59).

¿Y cual fue el resultado de la invitación del P. Luis?

Terminando estaba esta obra cuando…, se me presentaron las madres sor María de Montiel de

Benaguacil, sor Carmen de Alboraya y sor Angela de Pego y, arrodillándose a mis pies, me dijeron:

«Sabemos que V.R. está escribiendo unas constituciones para la fundación de una Congregación de

Religiosas Terciarias Capuchinas… venimos a suplicar a V.R. nos tome bajo su protección y seamos

nosotras la base y fundamento de la congregación que intenta fundar». (OCLA 69).

El ayuntamiento de Masamagrell me pidió les enviase religiosas que atendiesen a los enfermos de

la peste, porque hasta los mismos de la familia les abandonaban por miedo al contagio. Por ser

éste un acto heroico me limité a exponer la petición a las religiosas… y como todas ellas estaban

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animadas de tan buen espíritu, no hubo alguna que no se ofreciese al sacrificio. Se designaron,

pues, cuatro…” (de la cuales tres murieron en el servicio a los enfermos). (OCLA 84)

Pero, sin duda, en sus altos designios eran estas víctimas las piedras preciosas y firmes sobre las que

quería levantar luego la obra del Asilo de Masamagrell. Porque, en efecto, pasada la epidemia, se

vio que quedaban muchos niños sin amparo por haber muerto sus padres y, movido yo a compasión,

pensé en que podríamos recogerlos; y, al efecto, pregunté a la madre Angela, que aún se hallaba la

pobre muy débil, si se veía con ánimos para cuidar aquellos niños si los recogíamos en una casa; y,

llena ella de celo y movida de caridad, se ofreció a ello muy gustosa. Consulté el asunto a las Juntas

de la Tercera Orden, que lo aprobaron muy gustosos; y sin pérdida de tiempo alquilamos en

Masamagrell la casa llamada del Castillo para convertirla en asilo donde recoger los niños

huérfanos. Salimos luego por la población a recoger algunos muebles que nos ofrecieron y con

varias limosnas que me dieron compramos algunos jergones, sábanas, mantas y otros utensilios; y,

sin contar con más recursos, pero confiados en la Divina Providencia, que mantiene hasta las aves

del cielo, abrimos el Asilo el día 9 del mes de agosto del mismo año 1885. (OCLA 86)

Sin que yo diese publicidad a mi idea y proyecto, bien pronto se esparció la noticia y empezaron a

presentárseme jóvenes solicitando ser admitidos a formar parte de la nueva Congregación, atraídos,

sin duda, por el fin de ocuparse en la instrucción y moralización de los penados, idea que a todos fue

muy simpática. Esto, y la aprobación y alientos que me daban todas las personas de autoridad y

prestigio a quienes exponía mi pensamiento, fueron para mí motivos de mayor estímulo, pues me

parecía ver en ello un claro indicio de la voluntad de Dios. (OCLA 100)

La nueva comunidad (de religiosos Terciarios Capuchinos) permaneció en nuestro convento de la

Magdalena hasta el Domingo de Ramos por la tarde, en cuyo día, en solemne procesión, en la que

tomaron parte varias congregaciones de terciarios (laicos) de los pueblos comarcanos con sus

estandartes y las dos comunidades con palmas, se trasladó al convento de la cartuja de Ara Christi

del Puig, llevando en andas la imagen de Nuestra Señora de los Dolores. Allí quedó ya instalada en

su casa la comunidad. (OCLA 112)

Todo esto no sin dificultades:

Por una parte, las religiosas que ocupaban el convento de Montiel antes de la fundación canónica de

la Congregación, acostumbradas como estaban a la vida casi eremítica y de claustro (cuyo espíritu

les inculcaban los sacerdotes que las habían dirigido hasta entonces) encontraban óbice para su

tenor de vida en la expansión de la Congregación, que deseaban limitar al convento de Montiel; así

que la nueva fundación del Asilo de Masamagrell ya la recibieron de mal grado.

Por otra parte el enemigo infernal, que debía prever el bien que harían las religiosas, se valía de

seglares y aun de sacerdotes para aconsejar a las religiosas que abandonasen una Congregación

que, según ellos, carecía de base y aprobación, y que no podía menos de disolverse, pues su fundador

era un desequilibrado.

Y a todo ello se añadía la gran penuria que en sus principios padecían las religiosas, fundadas en

tanta pobreza. Motivos todos ellos más que suficientes para haber destruido la Congregación si ésta

hubiese sido tan sólo obra humana. Pero no hicieron mella alguna en las religiosas los ardides del

diablo y quedaron desbaratados sus planes; pudiendo todos convencerse de ser obra de Dios la

fundación de las Religiosas Terciarias Capuchinas. (OCLA 96)

El otro de los que pretendían formar parte de la Congregación era un joven de la alta sociedad, y de

los que más figuraban entre la juventud de Valencia en aquel tiempo; era él cónsul y se llamaba José

Valenciano. Tomó con grande interés y entusiasmo la fundación; y la población, al conocer su

intento, se inclinaba favorable, con admiración, a la fundación, que dieron en llamar de Valenciano.

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN

Sin duda, quiso el Señor por este medio hacerla simpática y facilitar los medios necesarios a fin de

que pudiera llevarse a cabo esta obra. ¡Pero admiremos los designios de Dios! Este joven, a quien

juzgaban todos como el alma de la fundación, no tenía, sin duda, más misión de Dios que la de darle

empuje y renombre, pues cuando llegó el momento de la instalación no se halló él con fuerzas y se

retiró… Otra enseñanza saqué yo de este suceso y fue que, como todo el mundo cifraba en el joven

Valenciano la esperanza del buen resultado de la fundación, quiso, sin duda, el Señor hacer ver que

no era ella obra de los hombres, sino suya, y para ello permitió le faltase aquel apoyo en que todos

confiaban. ¡Sea por todo bendito el Señor! (OCLA 102,110)

Pues, sin bien eran muchos los que ingresaban, varios, sin embargo, retrocedían también del camino

emprendido, o bien se les despedía al comprender que no eran de los llamados por Dios, por

hacérseles pesada la austeridad de la vida religiosa y muy duros los efectos de la santa pobreza, pues

que en sus principios hubo de sostenerse la Congregación de la limosna que pedían los religiosos

mientras no pudieron ganarse el sustento con su trabajo. (OCLA 114)

“Os exhortamos, amados hijos e hijas, a que os mostréis siempre muy agradecidos a la singular

merced que el Señor os hizo sacándoos del mundo y trayéndoos al puerto de la Religión. No

penséis nunca haber hecho un grande servicio y honor a la Familia Amigoniana en vuestro

ingreso en ella, pues habéis sido vosotros los favorecidos del Señor con llamamiento especial, que

os distingue entre tantos otros y otras, que quizá hubiesen sido más agradecidos a las gracias del

Señor y correspondido a ella con mayor fidelidad.

No os enorgullezcáis por las dotes que el Señor os haya concedido, juzgando que la estimación y

atenciones con que la sociedad os distingue sean debidos a vuestros méritos. Sí, porque, si

verdaderamente fueron llamados por Dios a la Religión, el Señor no muda de pensar como los

hombres, y en ella quiso le sirviesen y encontrasen su salvación, la que fuera de ella difícilmente

podrán conseguir; pues dice el Señor que el que pone la mano en el arado y vuelve la vista atrás

no es apto para el reino de Dios (Lc 9,62).” OCLA 1829-1830

Se trata de acontecimientos fundantes, una especie de generadores de energía para la historia posterior amigoniana, y también focos de luz para clarificar nuestra identidad colectiva. Destaquemos como resumen algunos puntos:

o Se percibe en todo esto el avance de la historia de salvación de Dios en medio de unos acontecimientos concretos. El carisma Amigoniano surge por iniciativa del Espíritu en unas mediaciones concretas. Por una parte en el contexto de la animación laical franciscana que estaba llevando el P. Luis viendo el deseo de mayor entrega y consagración al Señor de muchos de los laicos que animaba. Por otra, de las experiencias que había vivido el P. Luis de encuentro con el dolor y sufrimiento de las personas que le rodeaban, el niño abandonado que bautizó, los presos que visitaba y la epidemia del cólera en esos momentos. Surge el carisma en un contexto laical donde existe una animación, una invitación al crecimiento y unas experiencias de encuentro personal con Dios en la oración y en el encuentro con personas en situaciones límite de deshumanización, de marginación, de exclusión.

o Era un compromiso personal ante Dios por medio del P. Luis, pero consistía primeramente en la iniciación en la vida de la fraternidad, en asumir como propio su proyecto evangélico, para ser admitidos en ella y dedicarse con los hermanos y hermanas a la misión misericordiosa y redentora. En el transcurso del proceso las personas se van transformando. experimentan la comunión con otras personas animadas del mismo espíritu. Se introducen en un ministerio que acrecienta su responsabilidad ante Dios, ante la Iglesia y ante los destinatarios de su misión. El resultado del proceso es una nueva identidad configurada por el carisma amigoniano.

o El itinerario, animado por el carisma -el Espíritu-, pone de manifiesto la importancia y la necesidad de la comunidad como mediación para realizar la misión educativa, pero también como signo de

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la propuesta educativa que se ofrece a la sociedad. La Familia Amigoniana se constituye, ante todo, no como un equipo de trabajo, sino como una comunión de personas que se sienten convocadas por Jesucristo y enviadas para representarlo. No se apoya primariamente en una organización eficaz sino en la relación interpersonal de quienes se sienten llamados y enviados a realizar la obra de Dios. Y esa comunión es la garantía de su fidelidad a la misión.

o El itinerario también revela la debilidad de esta mediación en la medida en que se reduce el horizonte externo e interno de la comunidad. Así les sucedió, como hemos visto, tanto a los religiosos como a las religiosas. La comunidad está amenazada por los intereses inmediatos, el pragmatismo y el posibilismo; todo ello amenaza con ahogarla cuando pierde el horizonte de la misión. Pero, sobre todo, la comunidad está amenazada por el cansancio o la volubilidad de las personas que la componen, por la falta de compromiso interno, por la carencia de raíz.

o Es de destacar en este sentido el detalle que se desprende del bautismo del niño abandonado que, por llamarse Jesús, María, José, lleva a que el P. Luis dé como modelo a las religiosas a la Sagrada Familia, cosa iluminadora para la Familia Amigoniana. Ese ambiente familiar es el que tenían que imitar los religiosos para integrar en él y dignificar a los huérfanos, a los alejados, a los despreciados… Ese es el proyecto que nos transmiten S. Francisco y al P. Luis: unirnos, comprometernos con el proyecto de fraternidad de Dios que quiere reunir a todos sus hijos en una gran familia y nos necesita para que seamos una pequeña fraternidad que se dedique a integrar y dignificar a todos los que se han alejado y están perdidos.

o A esta iniciativa de Dios por medio del P. Luis Amigó respondieron los primeros religios@s con su deseo de comprometerse con esa obra de Dios a la que les invitaba. El signo de su consagración, del compromiso, es una disponibilidad radical que, en el caso de los religiosos, se sostiene sobre el celibato, la pobreza y la obediencia. Disponibilidad como actitud fundamental para edificar una comunidad consagrada y para que ésta pueda cumplir su finalidad. La disponibilidad tiene como objeto central y concreto la comunión con estas personas, con esta comunidad, para esta misión específica de la que se sienten responsables. Los vínculos elegidos para explicitar la consagración –obediencia, profesión, compromiso- confirman la importancia esencial de la mediación elegida para llevar a cabo la finalidad: la comunidad.

o El gesto de consagración amigoniana es un rito de alianza en el que se dan cita todos los implicados en esta obra que motiva la consagración: Dios, los otros miembros de la fraternidad y los que necesitan ser acogidos y dignificados por ella. El gesto de consagración anuda a la persona con la fraternidad, a ésta con los destinatarios de la misión, y a todos ellos con Dios.

o La afirmación que hemos hecho sobre la vida consagrada de los religiosos/as se convierte así en un signo para toda la Familia Amigoniana. El compromiso de los religios@s tiene un alcance profético para toda la Fraternidad: los laicos del entorno, resultan alcanzados por las consecuencias del gesto y contribuyen también a los fines de la Fraternidad a distintos niveles. El gesto de unos pocos beneficia y sirve de referencia para todos, es lazo que integraen la sociedad.

o La consagración que realizan los primeros religios@s y el Compromiso que realizan los Cooperadores, se extiende a la solidaridad absoluta con los miembros de la Fraternidad y con el proyecto de Dios sobre ella, y a ello se subordinan los propios intereses y las necesidades personales. Es el compromiso que corresponde a una comunidad intencional. Esta característica define esencialmente el proyecto amigoniano: la comunión es la mediación elegida para lograr la finalidad; por eso el acento se pone en la relación fraterna entre los que componen la fraternidad, antes que en la proyección apostólica propiamente dicha, aunque ésta sea la finalidad de aquélla.

o La finalidad de la comunidad es colaborar al sueño de Dios de construir una gran fraternidad con todos sus hijos, y para ello, acoger, integrar y dignificar a los que todavía están alejados y perdidos, en particular los niños y jóvenes con mayores necesidades. Juntos y comprometidos en la Fraternidad al estilo Amigoniano.

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5º Día Mañana: LA FAMILIA AMIGONIANA: UN ESTILO DE VIDA Y MISIÓN.

Para el trabajo personal

1. ¿Qué aspectos de la identidad amigoniana son para mí más iluminadores? ¿Qué aspectos me

atrajeron especialmente cuando estaba iniciándome como amigoniano? ¿Qué aspectos priorizo

ahora en mi vida? ¿Cuáles me cuesta más asumir?

2. ¿Qué aspectos de la identidad amigoniana pienso que hay que remarcar especialmente hoy

según los signos de los tiempos? ¿qué opciones siento que debemos hacer como comunidad y

como Provincia para vivir más auténticamente la identidad amigoniana?

3. ¿Qué novedad tiene el vivir esta identidad como Familia Amigoniana? ¿Qué nos está pidiendo

esta acción del Espíritu que quiere dar un signo de comunión en nuestra Familia Amigoniana?

4. Guardo las intuiciones recibidas del Señor en esta mañana y voy haciendo la síntesis con todas

las guardadas en días anteriores.

Dinámicas:

Proyecto comunitario: aspectos de crecimiento para proponer a la comunidad.

Biblia: Marcos 6,34-44; Salmo 22 (23); Is 25,6-9; Mt 28,16-20; 1Co 13.

Canto: Todo por amor. Oración por la Familia Amigoniana. Fábula: Sopa de piedra.

El carisma fundacional, carisma de familia

"Fundar" un nuevo camino en la Iglesia es, sin duda, un don o carisma del Espíritu. El camino abierto por el Fundador o Fundadora es el origen de la familia carismática. “Los carismas se conceden a la persona concreta; pero pueden ser participados también por otros y, de este modo, se continúan en el tiempo como viva y preciosa herencia, que genera una particular afinidad espiritual entre las personas.” (ChL 24.3).

El carisma fundacional, con su referencia obligada a la persona del fundador/a y a su itinerario espiritual es el nuevo campo de fuerza dentro del cual se tejen las relaciones entre los miembros de una familia carismática. El carisma es también como la sangre de familia, o dicho con más propiedad, el espíritu que da vida a la familia y a sus miembros. Es fuente de identidad y lugar de encuentro, el eslabón que une y diversifica las identidades:

- Aglutina, en cuanto aúna identidades diversas -religiosos, seglares, sacerdotes- en torno a una misma misión. - Diferencia, en cuanto suscita formas específicas de vida y dones peculiares, aunque todos ellos, de una u otra forma, estén al servicio de la única misión. Cada una de esas identidades resulta valorada y promovida, justamente en aquello que le es más peculiar y que la diferencia de las otras, pues así resulta más enriquecida la misión común, con las aportaciones de todos. - Estimula, en el sentido de que a cada miembro de la comunidad le empuja a descubrir los diversos dones que el Señor le ha concedido "para la misión", para dar con ellos testimonio del amor de Dios.

La acción del Espíritu nos hace sentirnos impresionados ante esa realidad y nos impulsa a descubrirla como una llamada de Dios. El carisma promueve la búsqueda de respuestas concretas: la institución religiosa ha sido una respuesta histórica. Pero el carisma sigue vivo y empuja a los religiosos/as y a otros cristianos a actualizar la respuesta en el contexto de la “misión compartida” que corresponde a la Iglesia de hoy: “No es raro que la participación de los laicos lleve a descubrir inesperadas y fecundas implicaciones de algunos aspectos del carisma, suscitando una interpretación más espiritual, e impulsando a encontrar válidas indicaciones para nuevos dinamismos apostólicos. Cualquiera que sea la actividad o el ministerio que ejerzan, las personas consagradas recordarán por tanto su deber de ser ante todo guías expertas de vida espiritual, y cultivarán en esta perspectiva ‘el talento más precioso: el espíritu’. A su vez, los laicos ofrecerán a las familias religiosas la rica aportación de su secularidad y de su servicio específico.” (VC 55.2).

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN

Es lo que se llama Circularidad carismática, en la medida que comunico el Carisma me retorna de forma nueva. Esto hace que nuestros carismas vivan y revivan, que están bien plantados en ese fértil terreno que es la iglesia y el mundo que los ha engendrado. Un carisma que no empalma ni con la historia ni con la vida, que no se remite al ámbito vital en que ha nacido, que no se siente unido a las raíces eclesiales y sociales que le han hecho nacer, acaba por morirse.

El problema no es de comunicar la espiritualidad sino de la espiritualidad de la comunicación, considerar ésta un deber inexcusable y profundamente espiritual. Asimilar un modelo no solo de paternidad espiritual sino también de fraternidad espiritual: vivir entre la gente y hablar su lenguaje, nos solo padre o maestro sino compañero de camino. Fraternidad espiritual significa hoy esta voluntad de compartir iluminada por el convencimiento de que tenemos mucho que dar pero también mucho que recibir. Espiritualidad del diálogo es el nuevo nombre de la caridad.

El carisma, como perspectiva desde la cual se contempla todo el evangelio, hace de la familia carismática una “familia evangélica”: presenta ante la Iglesia y ante la sociedad un rostro del evangelio que subraya de manera armónica determinadas actitudes de Jesús, determinados valores del Reino, una forma de mediación de la salvación de Dios… Dentro de cada familia, el mismo rostro evangélico se concreta en diversos proyectos existenciales en las correspondientes comunidades eclesiales que componen la familia carismática-evangélica. Cada proyecto existencial, con sus dimensiones eclesial y social, da cauce a los diversos carismas personales e intenta encarnar en formas de vida religiosa o laical el carisma fundacional.

El carisma fundacional, a la luz de la eclesiología actual que presenta la Iglesia como “misterio de comunión”, es una forma de vivir la comunión para la misión. La familia carismática es rostro evangélico e icono de la Iglesia. A medida que el carisma fundacional se ha ido afianzando como lugar central de referencia para las relaciones de religiosos y laicos en el interior de la familia carismática, gana terreno la comunión de comunidades para la misión común, comunidades con un mismo carisma pero con distintos proyectos existenciales o vocacionales

Participar en la identidad colectiva

“Comprometerse con la Fraternidad” requiere participar en la identidad colectiva amigoniana, espiritualidad y misión. Es el resultado de un proceso durante el cual la persona se apropia la identidad amigoniana; un proceso de iniciación e integración.

La crisis actual es fundamentalmente una crisis provocada por la ausencia de narrativas globales que den sentido y significado a la vida. Es un concepto relacional, que sitúa a la persona en el tiempo, en el lugar, en la sociedad concreta,... y le permite reconocerse y ser reconocida. El desarrollo de la identidad es un proceso largo y complejo, abarca toda la vida, progresivo y gradual y con crisis.

La identidad colectiva amigoniana se presenta hoy en diversas identidades, no ya sólo del religioso o la religiosa, sino también de los laicos. Se ve, toma cuerpo en las personas que nos decimos amigonianas, y cambia con nosotros. Esta identidad lleva a dar la respuesta personal, que resulte adaptada a las necesidades del mundo actual.

Nos reconocemos gracias a las raíces comunes. La identidad amigoniana tiene una continuidad en el tiempo y en las personas, de elementos comunes, aunque se vivan de diferente forma... Nuestra fidelidad a la raíz nos asegura la savia que corre por nuestras venas y que nos permite entrar en sintonía unos con otros. Lejos de conducirnos a la inercia o a la repetición, estimula en nosotros la creatividad. Fidelidad y creatividad para mantener identidad viva.

Tenemos que realizar constantemente una aproximación a las raíces de nuestra identidad amigoniana. Cada uno habrá de leerlas desde dentro, como el árbol que sufre un estremecimiento en sus raíces y toma conciencia de que están ahí. Cada uno habrá de leerse a sí mismo en ellas, y desde ellas leer los signos de los tiempos, los gritos de los jóvenes y sus propios deseos y temores. Pero la aproximación será mayor cuanto más se haga en comunidad y dejándose confrontar por quienes se atribuyen las mismas raíces; a través de todos se manifestará mejor el Espíritu.

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Los sentimiento de solidaridad

La solidaridad es la actitud que une entre sí a los que participan de una misma identidad colectiva. Tres sentimientos: el de pertenencia, que asegura la cohesión interna del grupo; el de corresponsabilidad, que asegura la fidelidad del grupo a la finalidad o misión para la que nació; y el de atracción en torno al líder común, que se convierte en centro de referencia para cualquier discernimiento, y fuente de criterios comunes para la vida del grupo.

La vitalidad del grupo dependerá de la intensidad con que se vivan en su seno dichos sentimientos. Deben ser el resultado de un proceso de formación y transformación de la persona. Estos sentimientos se pueden desarrollar en torno a dos ejes que son complementarios: el afectivo y el narrativo. El proceso de formación inicial tendrá que facilitarlo. La formación permanente, ha de preocuparse por alimentar, profundizar y, en su caso, recuperar, cada uno de los dos componentes de la identidad colectiva.

El eje afectivo

La persona entra en relación con sus miembros; con ellos se implica en experiencias propias de la misión, y a través de ellos simpatiza con la figura carismática del Fundador. Este eje permite a la persona enraizarse en la realidad, establecer lazos de comunión con las personas, sentirse conmovido por las necesidades de los destinatarios, entusiasmarse por la misión, comprobar sus propios dones y capacidades para servir a la misión. Los sentimientos en que se basa están muy ligados al “aquí y ahora”, a las personas y las obras concretas. No se alcanza la universalidad característica del carisma, y por tanto, no se dará continuidad al carisma.

El eje narrativo

Una identidad empieza a desarrollarse sobre el eje narrativo cuando supera el “aquí y ahora” y se descubre integrada en una historia en la que el pasado ilumina al presente, y ambos permiten proyectar el futuro. La identidad colectiva surge de la narración de unos hechos en las que unas personas se han visto envueltas solidariamente. Y al tiempo que desarrollan la narración, van tomando progresiva conciencia de su itinerario. La narración tiende a prolongarse, y con ella la identidad colectiva, más allá de las personas, de los lugares y las circunstancias concretas, en su núcleo central y en su fantasía o intriga. Cuando desaparece o se olvida la narración, sólo queda la institución con su organización y sus ritos, pero desprovistos ya de su significado original.

Para que una persona pueda integrarse en una identidad colectiva ha de sentirse reconocida en la narración que sostiene dicha identidad. En este nivel narrativo tiene una importancia excepcional el “mito inicial” o historia fundacional que ha dado origen a la identidad colectiva amigoniana. El proceso de formación ayudará a cada persona a revivir el “mito inicial” (la historia fundacional) y a capacitarse para narrar la propia historia como actualización de aquel mito. El integrarse en una identidad colectiva lleva consigo el compromiso de continuar el relato desde la misma intriga. El nivel narrativo amplifica el breve horizonte de la experiencia inmediata y hace que cada persona individual se sienta parte de una historia mucho más amplia, historia de salvación, en la cual encuentra sentido y comprensión su pequeña historia.

- El sentimiento de pertenencia se enriquece con la dimensión de la comunión más allá de la simpatía e incluso del conocimiento inmediato de la persona.

- El sentimiento de responsabilidad respecto de la finalidad o misión también se enriquece cuando la persona se descubre como instrumento en la obra de Dios.

- Francisco de Asís y Luis Amigó pasan a ser considerados maestros de vida y de espiritualidad, y no sólo como un símbolo de unión.

La identidad amigoniana Somos una gran Familia, dentro de la Iglesia Católica, y en ella, de la Espiritualidad Franciscana, integrada por laic@s, religios@s y sacerdotes que seguimos a Jesús desde el Carisma que nos

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regaló el Espíritu a través del P. Luis Amigó. Vivimos en fraternidad de herman@s. Nos dedicamos a expresar la misericordia de Cristo Buen Pastor a los alejados y perdidos, especialmente a los jóvenes en dificultad y sus familias. ¿Por qué soy Amigoniano? 1. Porque habiendo experimentado el amor de Dios, quiero libre y responsablemente, aceptar su llamado a vivir con Él desde la re y el abandono y como Jesús entregar mi vida por los demás. (Cons. 16,59,4) 2. Para hacer de la voluntad de Dios mi proyecto de vida personal y comunitario, viviendo en discernimiento y dejando como María, que su voluntad se haga en mí y que Dios reine en mi ser y en mi hacer apostólico. (Cons. 28,34; Regla y vida 15,25) 3. Para vivir en radicalidad el amor fraterno, siendo el primero en: amar a todos y siempre, buscar la reconciliación, servir y entregar la vida ayudando a construir una verdadera vida de familia en la comunidad en donde vivo. (cons. 11,26,36,68,40: Regla 20) 4. Para expresar con toda claridad la apremiante caridad de Cristo en especial para con los adolescentes extraviados siendo testigo e instrumento del amor de Dios y actuando conforme a la pedagogía del amor. (Cons. 10,57,8; Decreto Aprobación 1902) Valores amigonianos: - Seguimiento de Jesucristo, Buen Pastor - Consagración: escuchar, compartir los sentimientos, el

proyecto y el destino de Cristo, aceptar ser consagrados a Él. Fidelidad al Señor en nuestra vocación concreta. Trascendencia.

- Amor misericordioso y encarnado: amor a la medida de cada uno y amor a los últimos y despreciados, ternura, generosidad, entrega, sacrificio. Llegar al educando por vía del corazón. Respeto y tolerancia. Inserción igualmente en la realidad del ambiente educativo y social que nos toca vivir.

- Fraternidad - Espíritu de familia: cultivo de las relaciones interpersonales, corresponsabilidad en la construcción de la comunidad desde una integridad de vida, relación de amistad y confianza, de aceptación y adaptación con la propia comunidad religiosa, con nuestros niños y jóvenes, con la Familia Amigoniana y con la gente del entorno.

- Minoridad: actitud personal y comunitaria de sencillez, humildad, pobreza, servicio, alegría, esperanza absoluta en la misericordia de Dios...

- Hospitalidad - Presencia: actitud de acogida fraterna y de solidaridad con las personas que se relacionan con nosotros. Actitud educativa de cercanía con el educando compartiendo con él penas y alegrías. Dedicación constante. Competencia para llevar adelante nuestra misión.

- Providencia – esperanza - fortaleza: confianza en la acción de Dios que guía los acontecimientos, esperanza en su acción transformadora, implicación real en ella. Preferencia por los más necesitados

- Ecología: amor a la naturaleza. Experiencias configuradoras

Experiencia de encuentro con un Dios Misericordioso, un Cristo Redentor y Buen Pastor que ha venido a buscar y salvar al que está perdido. Experiencia que transforma y capacita para ser misericordiosos con los demás.

Mística de la colaboración en la Redención de Cristo al estilo de María Dolorosa. Conforma a sus miembros como Zagales de Cristo, Buen Pastor.

Vivencia del espíritu franciscano que configura la presencia, la vida comunitaria, donde prima la caridad fraterna, la sencillez, la minoridad, el servicio, la hospitalidad, la alegría, la paz...

Vivir la misión expresando la misericordia de Dios con los alejados, con predilección por los niños y jóvenes con problemas de conducta junto a sus familias. Experiencia de que el Reino avanza donde los pobres y los pequeños, los alejados, son evangelizados.

Un estilo educativo que parte de la acogida y la aceptación incondicional por parte de los educadores y de la comunidad educativa, siempre con una presencia encarnada y testimonial,

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en un clima de afecto, de familia, que hace del educando el artífice principal de su crecimiento, respeta su libertad y su propio ritmo y le lleva a tomar conciencia de su dignidad como persona y como hijo de Dios. Opción especial por los niños y jóvenes en dificultad junto a sus familias.

Iluminación y referencia continua con los modelos espirituales: María Dolorosa, S. Francisco, Luis Amigó, Mártires de la Familia Amigoniana con la beata Carmen García Moyon como patrona.

Sentirse miembro activo de la Familia Amigoniana, desde una vocación y unos ministerios concretos, con todos aquellos que participan del mismo Carisma con sentido de identidad y pertenencia.

Las experiencias configuradoras aportan su significado más rico cuando pueden ser leídas en contraste con –o a la luz de– los acontecimientos fundacionales y la experiencia histórica y actual de la Familia Amigoniana. Historia viva, memoria agradecida, fidelidad creativa…

Hoy puede ser el momento propicio para refrescar nuestra memoria, no solamente como ejercicio del intelecto sino como memoria afectiva, es decir, que se deja afectar por lo que se ha convertido en significativo en nuestra propia vida. Nuestro ejercicio de escucha atenta va y vuelve, dirigiendo nuestra mirada hacia Luis Amigó, hombre que en su historia concreta vivió la Palabra del Señor, siendo signo de la misericordia de Dios para levantar a los caídos y convocar a los alejados, descubriendo la dignidad que todos tienen como personas. Luis Amigó ha sido el primer eslabón de esa cadena continua de muchos eslabones engarzados a través de generaciones en el tiempo.

Hoy también podemos escuchar una especie de sinfonía que resuena como música de fondo, es la vida de tantos hombres y mujeres que han dejado penetrar en ellos el clamor de un pueblo testigo de tantas situaciones de sufrimiento, de dolor, de pena… y ahí la voz de Dios “hay más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierte que por 99 que no necesitan de conversión”. En este escucha, el Espíritu nos sorprende con su creatividad manifestada a través de la respuesta de tantos hermanos y hermanas que nos han precedido.

En este recorrido de familia, mirando de generación en generación, escuchamos con gratitud esos nombres que forman el elenco de una gran lista de hombres y mujeres que desde su propia experiencia y en su historia han visto la misericordia de Dios. Cada una de estas historias forman la trama de una sola historia de un pueblo convocado a comunicar esta experiencia a través del tiempo, en distintas latitudes, con manifestaciones concretas que se expresan en la diversidad y la riqueza de tradiciones y lenguas, en los distintos continentes.

Hoy podemos contemplar una historia de vida, gracias a la creatividad del Espíritu. El Espíritu de Dios es apertura, es novedad que nos atrapa y nos impulsa a la fecundidad, por tanto hacer memoria agradecida, no significa solamente recordar y traer al corazón aquello que ha sido importante en nuestra vida, en nuestra andadura congregacional, es preciso también hacer una relectura para mirar la historia de una forma viva, que nos pertenece, que se convierte en clave para responder a nuestro hoy, sabiduría que empapa nuestra tierra para mirar nuevos horizontes, búsqueda incansable que da paso a la creatividad del Dios que consuela y sigue acompañando misericordiosamente.

Podemos decir como Juan: “Lo que hemos visto… lo que también hoy es carne de nuestra carne, el Carisma, la experiencia de la misericordia de Dios de la que tú y yo somos testigos, experiencia de las de ayer que nos precedieron y de las que mañana continuarán, en esta vinculación que nos hace establecer lazos más allá del tiempo y la distancia, nos sentimos en camino, peregrinos que viven la cercanía del Dios manifestado en Jesucristo que nos invita a prolongar su obra, obra que nos transciende y nos conecta con la apertura de lo que está surgiendo y de lo que está por venir.

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5º Día Tarde: EL COMPROMISO CON LA FAMILIA AMIGONIANA.

Para el trabajo personal

1. Hacemos, a la luz de lo tratado, una relectura o revisión del propio Compromiso con la

Congregación, con la Familia Amigoniana. ¿Qué altos y bajos ha tenido? ¿Cómo puedo

afianzarlo y revitalizarlo a partir de ahora?

2. ¿Cómo vivir la comunión que está realizando nuestro Dios en la Familia Amigoniana? ¿Cómo

impulsar la experiencia de comunión entre los religiosos/as y laicos/as amigonianos?

3. ¿Cómo articular la Familia Amigoniana en el lugar concreto en el que estoy?

Dinámicas:

Proyecto comunitario de cara a la articulación de la Familia Amigoniana.

Biblia: Is 25,6-9; Mt 28,16-20; Mt 22,1-14; Mt 20,1-16; Mc 9,1-10; Mt 25,14-30; 1Co 13.

Canto: Soy Amigoniano. Presentación: Queremos. Oración por las familias.

La participación en la Familia Amigoniana desde lo concreto y lo cercano

Comprometerse con la Familia Amigoniana es, ante todo, una experiencia de comunión por la participación en el carisma común. El carisma es el eje constructor de la identidad y la formación de los miembros de la Familia Amigoniana. Es la orientación que se imprime a todo el proceso y que implica un estilo, una sensibilidad especial ante determinadas necesidades, unas preferencias al seleccionar los destinatarios, unos criterios y opciones para el planteamiento de las respuestas y una manera de valorar la misión. Se concreta en una espiritualidad amigoniana. Se hace visible a través de una herencia histórica que lleva consigo una cultura. La cultura amigoniana, unas realizaciones pedagógicas y a unas expresiones de fe.

No hay que olvidar que se trata de un proceso largo y complejo pues se refiere a la entrada en un itinerario de vida que implica, por tanto, la transformación de la persona; es también la entrada en un sistema nuevo de relaciones interpersonales y en una herencia histórica que ofrece motivaciones y requiere tiempo de formación. Su desarrollo es absolutamente necesario para que haya personas que deseen comprometerse en la Familia Amigoniana.

Descubrir la misión desde la participación en proyectos concretos y significativos discernidos en comunidad y en corresponsabilidad. La participación en los proyectos concretos y en las comunidades amigonianas locales es paso obligado para descubrir la Familia Amigoniana y para un posible compromiso con ella. Lo mismo que en los orígenes, la Familia Amigoniana sólo puede surgir hoy del itinerario recorrido en comunidad para dar respuesta a las necesidades educativas de los alejados y perdidos. En ese itinerario aparecen y se profundizan los sentimientos que permiten a la persona sentirse dentro de la identidad colectiva.

Descubrir el Compromiso desde la participación en las comunidades locales: La formación de la comunidad local es un objetivo prioritario para la Familia Amigoniana, pues ella es el signo que revela el sentido del proyecto educativo -garantía de eficacia ante el presente y de esperanza ante el futuro-, además de ser el lugar donde nace y renace la Fraternidad.

La Familia Amigoniana se articula en distintos niveles y estructuras. Surge de un trabajo pastoral en nuestros lugares de presencia, las comunidades educativas y comunidades cristianas de nuestros entornos. Algunos miembros de la comunidad educativa llegarán al Compromiso cuando perciban esa experiencia de comunión como llamada a dar continuidad a la acción educativa-evangelizadora con los alejados más allá del espacio y del tiempo.

Descubrir la actualidad del carisma amigoniano en la búsqueda de respuestas originales a las necesidades de hoy: implicarse comunitariamente en la dinámica de lectura y descubrimiento de las

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necesidades de los jóvenes. Lo más frecuente es que se lleve a cabo a partir de proyectos educativo-evangelizadores que ya están en marcha, como son los centros amigonianos actuales; pero la existencia de esa dinámica en el interior de la organización del proyecto en cuestión es lo que marca la diferencia entre “encarnar hoy el carisma amigoniano” y “mantener por inercia una obra”.

Los miembros con Compromiso tienen especial responsabilidad en ser fermento de comunión. El nivel o círculo más amplio es el de la comunidad educativa. El objetivo del Compromiso no es mantener los proyectos y obras existentes, sino encarnar el carisma amigoniano en la Iglesia y el mundo de hoy.

Y toda la fuerza del Compromiso por la Fraternidad se vive en las pequeñas comunidades que integran la Familia Amigoniana. La Fraternidad se propone como primer objetivo lograr comunidades vivas que sean signo y actúen la acogida, integración, dignificación de los alejados. Cada comunidad local se siente parte integrante de la Fraternidad. Desde el sentimiento de pertenencia actúa como delegada o mediadora de ella. Somos hoy los continuadores de esa gran obra de Dios que es la Familia Amigoniana.

El “Compromiso” en la Familia Amigoniana

El Compromiso es la respuesta a una vocación o llamada del Señor. Es una opción de vida que supone la entrada en un proceso de comunión, en un sistema de relaciones fraternales que no están basadas en la simpatía ni en el trabajo común sino en la llamada del Señor a formar una Fraternidad Amigoniana para la acogida, integración y dignificación de los alejados y perdidos fundamentalmente a través de un proceso educativo-evangelizador. Cada hermano o hermana expresa su deseo de entregar su vida a mantener este signo del amor de Dios a los alejados y perdidos.

El Compromiso como vocación, opción de vida. La Familia Amigoniana –formada por religiosos/as, laicos, sacerdotes- surge de la opción mutua entre las personas que quieran Comprometerse para seguir sirviendo desde la comunión a la misión Amigoniana. Compromiso estable y radical: la continuidad del proyecto, necesita estabilidad, personas que den prioridad a asegurar con su presencia esa continuidad por encima de sus intereses inmediatos particulares. La fidelidad del proyecto a sus objetivos iniciales y a sus destinatarios preferidos necesita a los “profetas”, es decir, personas que asumen una cierta radicalidad para vigilar esa fidelidad.

El paso del Compromiso no se hace de un día para otro. Debe ser discernido, debe estar situado en un itinerario en el que la persona va descubriendo la dirección que quiere dar a su vida y lo que Dios le pide. Debe ser hecho desde el conocimiento de las propias capacidades y de lo que implica el Compromiso. Y aun así, tiene riesgos que hay que asumir. El proceso de comunión para la misión es el que prepara este Compromiso. El proceso ayuda a revivir el “mito inicial” (la historia fundacional). Poco a poco la persona se hace capaz de narrar la propia historia como actualización de aquel mito.

La Familia se constituye a partir de signos de solidaridad e interdependencia. Necesitamos apoyarnos unos en otros, y necesitamos saber con quién contamos y hasta qué punto. El Compromiso es con las personas antes que con las obras. Se refiere explícitamente a la Familia Amigoniana. Se traduce en relación, en compartir, en comunión. Y finalmente se manifiesta en pertenencia. Es un lazo que hace solidarias a las personas, y por tanto, dependientes unas de otras. Ya no es sólo “participar en” sino “pertenecer a”, o mejor aún: “ser interdependiente”; y esto es lo que crea la Familia. El Compromiso tiende a hacer más visible el signo de la Familia, del mismo modo que el objetivo inmediato de la Familia es constituir la “comunidad-signo”. Por eso, Comprometerse es asumir como propios los destinatarios y los objetivos de la Familia Amigoniana. El Compromiso sitúa a la persona en una dinámica de superación. El Compromiso es un salto, sea pequeño o grande, porque hay un cambio de nivel. Superación de lo inmediato, la persona, iluminada por la fe se ha sentido partícipe del Plan de Dios, de la Obra de Dios, del Reino de Dios. Se

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ha descubierto a sí misma como instrumento al servicio de esta Obra, y con esa perspectiva global retoma el proyecto particular porque con él cumple, aquí y ahora, la misión recibida de Dios.

El Compromiso implica también la superación de los lazos característicos de la comunidad inmediata, las simpatías personales, no para renunciar a ellos, sino para relativizarlos en función de un horizonte más amplio, el de la comunión para la misión amigoniana; en esta comunión entran otras personas a las que no hemos elegido, pero con las que nos sentimos convocados para la misión amigoniana. La responsabilidad que se asume comunitariamente ante Dios y ante la Iglesia respecto de la misión -y de los proyectos en que se concreta la misión- adquiere prioridad frente a las apetencias o intereses personales del momento.

Finalmente, el Compromiso implica la superación de la estrategia con la que analizamos y buscamos respuestas a la situación de necesidad de los niños y jóvenes; porque el Carisma Amigoniano, o más bien, el Espíritu, desborda esa estrategia. El Compromiso implica la opción por vivir la espiritualidad, desde la cual podrá encarnar el Carisma Amigoniano hoy. El Compromiso es una ofrenda, más que un contrato. La Familia Amigoniana es más una comunión de personas, reunidas por el Espíritu para servir a la misión educativa-evangelizadora amigoniana, que una organización. El gesto del Compromiso, se expresa como un sentimiento de ofrenda: en forma de voto, promesa, signo de disponibilidad, etc., y señala los tres destinatarios de la ofrenda: Dios, los otros integrantes de la Familia y los niños y jóvenes necesitados de educación-evangelización.

El gesto del Compromiso recoge, en lo sustancial, su objetivo: la ofrenda es la propia persona, lo que se pone en juego es la vida; la persona se compromete con un modo de vida, en solidaridad con otras personas, desde unas disposiciones que orientan la vida en una determinada dirección.

1º. La comunión para la misión se vive con un sentimiento manifiesto de pertenencia y de interdependencia en dos niveles: inmediato y universal.

2º. La disponibilidad de vida para la misión se hace operativa al asumir un plan: su entronque y participación en la herencia amigoniana; la relación de su identidad cristiana específica con la misión amigoniana; la contribución a crear la comunidad; la vivencia de la espiritualidad; la disponibilidad para la misión; la formación permanente.

Para ello tenemos necesidad de comunidades donde se viva con radicalidad la vida cristiana y donde se fortalezca el compromiso con el Señor. Comunidades que además puedan traducir en la vida cotidiana la fuerza de liberación y reconciliación que nos trae el Evangelio y pongan de manifiesto el misterio de comunión evangelizadora que es la Iglesia. Comunidades que, abiertas al impulso del Espíritu Santo, puedan hablarle al hombre actual en su lenguaje y sepan afrontar de manera crítica y creativa los desafíos de la compleja cultura adveniente. Comunidades, en suma, que puedan ser fermento en la masa (cf. 1 Cor 5,6) y puedan llegar a aquellos ambientes que están alejados del Evangelio de Cristo. Hacer en memoria de es cumplir algo en memoria de otro, con su mismo espíritu, en plena sintonía con él, sus intenciones y deseos. Hasta el punto de trasformar lo que se hace en una continuación de la existencia del otro, como un hacerlo todavía presente, casi identificándose con él. La idea de una persona que de esta forma se recuerda eficazmente estableciendo con ella un vínculo que supera los condicionamientos temporales y hace contemporáneo a quien se recuerda cumpliendo algo en su memoria. Dejar que sea Jesús el que cargue de sentido la existencia, no solo imitarlo en los gestos cuanto identificarse con sus sentimientos, con su pasión por Dios y los hombres Es lo que pide Jesús en la última cena: coraje de repetir el gesto eucarístico rompiendo el propio cuerpo y derramando la propia sangre exactamente como él. Invitación de Jesús a unirse a su gesto redentor, completando en la propia carne lo que falta a su pasión. Memoria de su muerte dolorosa, gesto sacrificial y redentor. Y esto se irradia a cada instante de la jornada para que todo sea eucaristía, expresión de gracias y oferta de sacrificio, memoria de la pasión de Jesús y realización pascual de la propia vida.

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Vivir la vida en memoria del gesto del sacrificio pascual de Jesús representa la suprema posibilidad de cargar de sentido la propia vida y es lo que permite recordar toda la vida, reunir de verdad todos sus fragmentos y no dejar fuera ningún instante, ni siquiera los dolorosos o para que todo pueda revivirse en memoria de Él. ¿Cómo vivir hoy para que los acontecimientos dolorosos cobren sentido y formen parte de mi historia de salvación? Importante hacerlo en la celebración del sacrificio eucarístico.

Moisés recomienda al pueblo que no olviden lo que han visto y oído (Dt 8,2; 11,3-7). El israelita cree porque sus ojos han visto o sus padres se lo han contado, la intrínseca evidencia de los hechos vividos unidos uno a otro por el mismo proyecto de salvación del Dios amante. Y para que estos hechos no fueran olvidados, se les rendía culto y memorial, es decir, celebración no solo conmemoración. No es ya una crónica de un tiempo que fue sino acontecimiento de salvación que ocurre aquí y ahora, manteniendo vivos y renovando en el tiempo su significado y su eficacia. No es un gesto para repetir sino un acontecimiento para implicarse en él con responsabilidad en primera persona, para identificarse con el que se recuerda y en el hecho que se celebra, no se dirige solo al pasado sino que se proyecta al futuro iluminando el ayer y el mañana en el que Dios seguirá librando al pueblo como ya ha hecho. De esta forma la fe soldaba el pasado con el futuro, la memoria con la espera, la gratitud con la responsabilidad. El israelita rezaba a un Dios que es misericordia, bondad, amor ternura, roca firme, lo hacía porque él mismo así lo había experimentado, porque su memoria personal y colectiva le entregaba este dato nítido e innegable porque la historia se lo narraba y le permitía proyectarse en un futuro que ya no era amenazador. De esta forma recordar se convertía en acto litúrgico en el sentido más intenso del término, algo espiritual teológico y no solo psicológico emotivo. Como un recoger detallado de los numerosos sucesos de la vida para que no se pierda nada de lo que Dios ha donado y multiplicado con sobreabundancia y todo peregrino en la fe recupere fuerzas para continuar el camino. La manera de mirar el pasado es uno de los indicadores más fidedignos para comprobar la calidad de la fe. Frente al Señor, la Iglesia y la situación actual que envuelve a la vida consagrada:

Podemos ahora administrar penuria:

Si no estamos verdaderamente apasionados por Jesús, por su Evangelio, por la Iglesia y por los hermanos más pequeños.

Si no sentimos la grandeza del Carisma del que somos depositarios y por lo tanto tampoco lo comunicamos a las personas que nos rodean para confluir en una identidad carismática, una misión compartida.

Si no nos comprometemos en ser constructores de la comunidad de tal forma que ésta sea invitación a entrar en comunión con ella para aquellas personas que se sientan llamadas a ello.

Si no vivimos la centralidad de la misión y sentimos la necesidad de entregarnos por los niños y jóvenes en comunión con la iglesia y las personas y organizaciones de buena voluntad.

O preparar el futuro:

Si somos personas verdaderamente apasionadas por Cristo y responsables con los dones recibidos del Carisma y de la vocación Amigoniana.

Si tomamos la Palabra de Dios como faro que ilumina, impulsa y corrige nuestras opciones apostólicas.

Si estamos decididos a ser comunidades para la misión con los laicos regalando cada uno lo específico de su vocación.

Si nos entregamos al apostolado con ojos lúcidos y actitud de servicio humilde. Entonces, sí podemos gozar de este Kairos de Dios y escucharle diciendo “Yo hago nuevas todas

las cosas”.

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6º-8º Día: DISCERNIMIENTO DE LA PRESENCIA AMIGONIANA

VC 37. Se invita pues a los Institutos a reproducir con valor la audacia, la creatividad y la santidad de

sus fundadores y fundadoras como respuesta a los signos de los tiempos que surgen en el mundo de

hoy. Esta invitación es sobre todo una llamada a perseverar en el camino de santidad a través de las

dificultades materiales y espirituales que marcan la vida cotidiana. Pero es también llamada a buscar la

competencia en el propio trabajo y a cultivar una fidelidad dinámica a la propia misión, adaptando sus

formas, cuando es necesario, a las nuevas situaciones y a las diversas necesidades, en plena docilidad a

la inspiración divina y al discernimiento eclesial. Debe permanecer viva, pues, la convicción de que la

garantía de toda renovación que pretenda ser fiel a la inspiración originaria está en la búsqueda de la

conformación cada vez más plena con el Señor.

VC 73. El discernimiento de los signos de los tiempos ha de hacerse a la luz del Evangelio. Es

necesario, pues, estar abiertos a la voz interior del Espíritu que invita a acoger en lo más hondo los

designios de la Providencia.

VC 92 La vida fraterna es el lugar privilegiado para discernir y acoger la voluntad de Dios y caminar

en unión de espíritu y de corazón. En la fraternidad animada por el Espíritu, cada uno entabla con el

otro un diálogo precioso para descubrir la voluntad del Padre, y todos reconocen en quien preside la

expresión de la paternidad de Dios y el ejercicio de la autoridad recibida de Él, al servicio del

discernimiento y de la comunión.

VC 63 Es preciso salvaguardar el sentido del propio carisma, promover la vida fraterna, estar atentos a

las necesidades de la Iglesia tanto universal como particular, ocuparse de aquello que el mundo

descuida, responder generosamente y con audacia, aunque sea con intervenciones obligadamente

exiguas, a las nuevas pobrezas, sobre todo en los lugares más abandonados.

Las dificultades provenientes de la disminución de personal y de iniciativas, no deben en modo alguno

hacer perder la confianza en la fuerza evangélica de la vida consagrada, la cual será siempre actual y

operante en la Iglesia. Las nuevas situaciones de penuria han de ser afrontadas por tanto con la

serenidad de quien sabe que a cada uno se le pide no tanto el éxito, cuanto el compromiso de la

fidelidad. Lo que se debe evitar absolutamente es la debilitación de la vida consagrada, que no consiste

tanto en la disminución numérica, sino en la pérdida de la adhesión espiritual al Señor y a la propia

vocación y misión. Por el contrario, perseverando fielmente en ella, se confiesa, y con gran eficacia

incluso ante el mundo, la propia y firme confianza en el Señor de la historia.

PUNTOS DE REFERENCIA PARA EL CAMINAR CONGREGACIONAL 2007-2013

1. Cada religioso es un apasionado por Jesucristo que, movido por su Espíritu, vive con alegría el

compromiso amigoniano en fidelidad creativa y su presencia en cualquier entorno es

evangelizadora, transparencia de Dios.

2. Somos hombres de fe y oración en actitud de disponibilidad constante para dejarnos conducir y

modelar por Dios.

3. Desde los criterios evangélicos evaluamos continuamente lo que somos y lo que hacemos.

4. Animamos en la fe, y desde nuestro carisma, a los laicos que trabajan y se relacionan con nosotros.

5. Nuestra comunidad es un espacio teologal donde se puede sentir y gozar la presencia del

Resucitado que nos convoca a vivir juntos un proyecto de vida y misión.

6. Vivimos en comunidades felices y significativas con capacidad de atraer nuevas vocaciones.

7. Nuestra vivencia evangélica personal y comunitaria hecha de sencillez, transparencia, solidaridad,

bondad, justicia y alegría, no necesita ser explicada, pues se percibe a primera vista.

8. Somos creativos en la búsqueda de nuevas formas de presencia de la Congregación.

9. Estamos comprometidos en la defensa radical y profética de los jóvenes en situación de riesgo o de

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conflicto.

10. Lideramos una pastoral de marginados con carácter propio, en sintonía con la Iglesia local.

REVISION DE NUESTRA PRESENCIA EN LAS COMUNIDADES Y OBRAS

o Avanzar en la misión compartida con los laicos, fortalecer la identidad amigoniana e impulsar una

animación pastoral de los laicos que vaya configurando y articulando la Familia Amigoniana con

diversos grupos y comunidades.

o Potenciar el trabajo de pastoral vocacional en cada país y la formación de los juniores dentro de la

formación permanente de todos los religiosos.

o Situarnos con un talante evangelizador y pastoral en nuestras obras y sus entornos impulsando esta

acción por medio de departamentos o equipos de pastoral con buenos coordinadores a la cabeza.

o Implementar procesos para mejorar la atención educativa en nuestros centros. Proponer en estos

países programas de atención de menores en atención diurna y en régimen de libertad asistida

seriamente llevada con el modelo de Chile, por ejemplo.

REPÚBLICA DOMINICANA.- Seguir iluminando la atención de menores en conflicto en el país.

o Favorecer un proyecto de casa de familia para jóvenes que buscan la reinserción y la emancipación

o autonomía como adultos. Presentar un proyecto en este sentido para pedir financiación con vistas

a la compra de una casa que sea propiedad de la Congregación.

o Tenemos un terreno propio en el país que puede servir de base a algunos de estos programas.

PUERTO RICO.- Fortalecer la pastoral vocacional y la animación de laicos. Mantener lo que se tiene

pero no implementar nuevos proyectos más ambiciosos que compliquen la actividad de la comunidad.

PANAMÁ.- Fortalecer la pastoral vocacional sobre todo de forma prioritaria y viendo cómo enfocarla;

y la animación de laicos.

COSTA RICA.- Buscar iniciativas apostólicas para la casa de Zapote junto con los laicos amigonianos

del país de tal forma que sea autosustentable.

o Orientar el Seminario hacia un centro de espiritualidad para actividades propias de la Congregación

o Familia Amigoniana y para otros grupos.

NICARAGUA.- Tomar posiciones en la Junta directiva del Hogar para tener más peso en las

decisiones que se vayan a tomar.

o Tener un proyecto global que aúne coordinadamente todos los programas que hay ahora.

o En diálogo con las autoridades de menores del país y con la Junta Directiva del Hogar fijar el perfil

de los muchachos que tenemos que atender prioritariamente. Ofrecer distintas propuestas para las

diversas necesidades de los educandos: programa de protección, atención diurna, atención

académica... Renovación progresiva del personal. Renovación de la infraestructura del Centro.

GUATEMALA.- Comprar una casa y acomodarla. Enviar en el primer año a dos religiosos para

dedicarse a la pastoral vocacional con experiencias vocacionales de misión y animación de laicos. En el

segundo año se estudiará la conveniencia de establecer allí el postulantado.

EEUU.- Alquilar la casa y favorecer la presencia amigoniana con laicos a través de la animación de

José Pernía, ex religioso. Está constituida la asociación de la congregación allí con el mismo José

Pernía como presidente, Fr. Pablo como vicepresidente, el P. Antonio como ecónomo y otros laicos.

MÉXICO.- No se ve la posibilidad de enviar religiosos por parte de la Provincia pero estamos

dispuestos a animar y apoyar a religiosos de otras provincias que pudieran ir a hacer presencia.

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LA COMUNIDAD, ÁMBITO PARA CONCRETAR EL PROYECTO DE VIDA AMIGONIANO VI Capítulo Provincial: 1.- El Gobierno Provincial promueva que cada religioso y comunidad, desde la vivencia coherente del proyecto amigoniano de vida, asuma el protagonismo y la responsabilidad de dinamizar la comunidad de vida y misión, de manera que ésta sea el ámbito propicio para el crecimiento integral de todos y cada uno de los hermanos.

Cada hermano, ante Dios que le ha llamado, es protagonista y responsable de vivir el Proyecto de Vida Amigoniano con autenticidad, ayudado por la comunidad. Cada comunidad, igualmente ante el Señor que la ha convocado, es responsable de la vivencia comunitaria auténtica de dicho Proyecto de forma integral, con el servicio fraterno de su Superior y la ayuda del Gobierno Provincial. Si esto no se da, poco se puede avanzar, porque nos limitaremos a justificaciones y proyecciones vanas.

1. Nuestras comunidades, lugares que favorezcan el encuentro con Dios. Fortalecer, por tanto, la vida espiritual desde nuestro Carisma con un ritmo vivo de oración personal y comunitaria constantemente enriquecido, alejado de la rutina. Espacios significativos. Invitar a los laicos a compartir nuestra vida de oración.

2. Vivir unas relaciones cada vez más centradas en el amor que nos permitan hacer de nuestra comunidad un hogar confortable en el que todos nos sintamos acogidos y respetados, estimulados a crecer aun en medio de las normales limitaciones humanas. Renovar la motivación que aporta la fe y el Carisma para iluminar el caminar comunitario.

3. El Proyecto comunitario de vida en referencia a nuestra Regla, Constituciones y Directorio, realizado con tiempo y buena disposición de los hermanos, desde un discernimiento de lo que nos pide al Señor en orden a crecer, con un compromiso por revisarlo constantemente para que nos sirva. Junto al Proyecto comunitario, pero en otro documento, se toman decisiones con respecto a las actividades a realizar en la comunidad de forma que haya un equilibrio en las dimensiones orante, fraterna, apostólica y formativa (acuerdo 2.b del Capítulo). Todo esto se calendariza.

4. Realizar planteamientos concretos para la formación permanente de los hermanos que partan de un ritmo personal de crecimiento reflejado en el proyecto personal, garantizar y enriquecer los espacios comunitarios básicos que marcan nuestras Constituciones y articulen convenientemente la realización de otros. El Gobierno Provincial hará alguna oferta en este sentido (acuerdo 2.c.)

5. Cultivar el discernimiento, la revisión de vida a la luz de la Palabra y del Carisma y la corrección fraterna para mantenernos en constante renovación y afianzar el testimonio de vida, la coherencia y fidelidad personal y comunitaria a nuestro proyecto de vida amigoniano.

6. Corresponsabilidad en la construcción de la comunidad con la distribución entre todos los hermanos de los distintos cargos comunitarios llevados a cabo con seriedad.

7. Cada religioso y comunidad está llamado a dar vida, a favorecer y ser instrumento de vida en su entorno con la transmisión de la fe, del carisma. Al igual que una familia que recibe y cuida a sus hijos, cada religioso y comunidad debe buscar y cuidar a sus “hijos” –educandos, vocaciones religiosas, laicos amigonianos…- que serán la generación a quien legar el tesoro de la fe y de nuestro carisma. Presencia claramente evangelizadora. Marcar la prioridad de la pastoral (acuerdo 7), educativa, laical y juvenil-vocacional con la designación de un coordinador y un departamento de pastoral y la formación de agentes de pastoral, religiosos y laicos para la animación de los grupos y comunidades laicales amigonianas. (acuerdo 8 a. y b.)

8. Animación de laicos. Misión compartida. La fe y el carisma se transmiten en un ambiente de compartir vida, es lo que va creando el clima de familia. Cada comunidad religiosa promueve el crecimiento de la comunidad educativa y, en ella, de la comunidad cristiano-amigoniana, con distintas modalidades de participación carismática, dotada de la organización necesaria para

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su operatividad y protagonismo, poniendo así bases sólidas para la continuidad de la presencia y de la pastoral amigoniana en cada lugar. Articular la Familia Amigoniana con las Hermanas Terciarias Capuchinas y todos los grupos y comunidades amigonianas que surjan de esa animación. Favorecer propuestas de progresiva exigencia: experiencias de compartir vida y misión laicos – religiosos. Institucionalizar espacios de encuentro y comunión: Día de la Familia Amigoniana mensual en cada lugar, Semana Amigoniana anual, fiestas amigonianas...

9. Comunidades de acogida vocacional. Cada comunidad debe ser un ámbito que invite al encuentro con el Señor y al discernimiento de su voluntad, un ámbito en el que se pueda experimentar por inmersión la vivencia del proyecto amigoniano y se acompañe en la decisión por distintas opciones vocacionales, consagradas y laicales. Favorecer la dedicación de hermanos/as que tengan aptitudes especiales para esto. Se propone ante todo el Carisma y las distintas formas de participar en él. Expresar esto en actividades concretas, por ejemplo: experiencias fuertes de fe personalizadas (oración, retiros, pascua), convivencias vocacionales, experiencias de vivencia carismática (fiestas amigonianas…), experiencias de vida y misión, acompañamiento en la opción... Hay que fortalecer esto en las comunidades de cada país. En todos los países donde estamos, el primer objetivo debe ser arraigar la presencia amigoniana con vocaciones autóctonas. Donde no se de esto, se compromete la continuidad de nuestra presencia. Hay que orientar, por tanto, en este sentido nuestra vida y misión en cada país.

10. En cuanto a la tarea pedagógica, implementar procesos para mejorar la atención educativa que ofrecemos a los educandos en nuestros centros e impulsar la formación para religiosos, laicos y educadores, desde la pedagogía amigoniana, a través de cursos en nuestras casas, según sus necesidades (acuerdo 6 b. y d.)

11. Programa de Identidad Amigoniana que llegue, a distintos niveles, a todos los que tienen contacto con nosotros.

12. Fomentar la creación en cada país o zona una coordinación o secretariado primero, y después incluso un Centro Amigoniano de Animación que promueva la identidad, la unidad, la formación y el crecimiento en general de la Familia Amigoniana. Formación de líderes, animadores laicos y religiosos. Oficina o departamento de Comunicación. Propuesta de la fe y el Carisma a través de distintas experiencias. Posibilidad, para religiosos y laicos, de realizar experiencias fuertes de vida amigoniana en una comunidad permanente. Fomentar también espacios y lugares de reflexión y teorización en pedagogía realizando convenios con universidades y con la asesoría de la FUNLAM. Crear la Fundación Amigó en cada país.

13. Replanteamiento global de nuestra vida y misión. Hacer de nuestras presencias espacios para el encuentro y la comunión, para la vivencia adulta de fe, para acoger a los pobres y pequeños y regenerarlos en el amor, verdaderos Hogares Amigonianos abiertos a todos. Flexibilidad en reconvertir estructuras, adecuar tiempos y espacios. Apertura a la relación, hospitalidad, acogida…

14. Expresar la comunión con la Provincia participando lo que somos y hacemos, colaborando con la labor animadora del Gobierno Provincial, manteniendo comunicación efectiva y completa con Curia Provincial, responsabilizándose de la correcta administración de los bienes a nivel comunitario e institucional. Tener al día el archivo y recopilar los documentos que se vayan pidiendo. (acuerdo 9 a.b.d.)

15. Vivir la comunión en la colaboración interprovincial, interfranciscana, intercongregacional y eclesial. Participación en organismos a tal efecto. Participación y colaboración con la Iglesia local y diocesana.

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16. Erradicar las conductas impropias y ambiguas, actitudes de doble vida que desdicen de nuestro ser de consagrados y pueden hacer mucho daño al hermano en cuestión y a la comunidad. “Vive como piensas o acabarás pensando como vives”.

De esta forma, brotarán compromisos vitales y estables para llevar adelante la misión amigoniana. El esfuerzo por engendrar vida es factor decisivo de renovación.

Dinámicas para la animación comunitaria

Dinámicas para la dimensión fraterna Proyecto comunitario.

Reunión semanal

Corrección/promoción fraterna.

Revisión de vida: Exposición de la marcha personal de cada hermano e interpelaciones de los

demás hermanos.

Recreación comunitaria.

Convivencia y comunicación fraterna.

Cargos y responsabilidades comunitarias.

Tiempos fraternos especiales.

Revisión de vida: confrontarnos con la Palabra de Dios y con nuestro Proyecto de vida.

Discernimiento comunitario.

Acompañarse mutuamente entre los hermanos de comunidad, en los distintos pasos vocacionales...

Expresión de sentimientos.

Expresar la unidad con las otras comunidades de Cooperadores y de religiosos Amigonianos.

Dinámicas para la dimensión orante

Oración personal.

Oración comunitaria preparada y animada. Compartir oración, vivencias espirituales.

Liturgia de las horas.

Eucaristía.

Penitencia.

Lectio Divina, lectura orante de la Palabra de Dios. Meditación y revisión de vida desde la Palabra.

Palabra de vida: retomar diaria o semanalmente alguna frase de la Palabra para dejarla resonar

especialmente en nosotros e incluso situarla en un lugar visible de la comunidad o centro.

Actitud de penitencial: trabajo, austeridad de vida, nuestra misión, contrariedades... quitar

obstáculos para que Dios y el amor resplandezca más en nosotros.

Discernimiento para conocer los designios del Señor.

Retiro mensual.

Ejercicios Espirituales anuales.

Examen de conciencia al final de cada día.

Adoración eucarística.

Devoción a nuestra Madre: ángelus, rosario, septenario...

Lectura espiritual.

Viacrucis.

Celebración de las fiestas de la Congregación.

Oración y sufragios por los/as hermanos/as difuntos/as y familiares.

Preparación de los espacios de oración comunitaria.

Oración por los hermanos de la comunidad, los que cumplen años, paso a la casa del Padre…

Cadenas de oración.

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Dinámicas para la dimensión apostólica

Encarnar las actitudes del Buen Pastor. Actuar conforme a la pedagogía del amor.

Apostolado con jóvenes con problemas. Orientar nuestra tarea hacia los más necesitados.

Apostolado familiar y social. Trabajo con las familias de los alumnos.

Evangelizar: promoción humana, anuncio de la Palabra, catequesis, liturgia...

Catequesis, grupos juveniles amigonianos.

Sensibilización problemática juvenil.

Promoción vocacional.

Voluntariado.

Encarcelados.

Algún compromiso especial con los pobres del entorno, parroquia u otros grupos comprometidos.

Obra social P. Luis Amigó.

Aplicar el sistema educativo, enriquecerlo y renovarlo.

Frecuente revisión de los objetivos, criterios y actuaciones de nuestro trabajo.

Uso de los medios de comunicación.

Programación y evaluación del trabajo apostólico: pedagogía y evangelización.

Apertura a la Iglesia: conectados con la parroquia y la diócesis.

Dinámicas para la dimensión formativa

Proyecto personal.

Diario o cuaderno formativo personal para anotar lo concerniente al trabajo que se va realizando.

Examen diario, mensual y anual: Reconocer en mí las interpelaciones de la realidad, de Dios y del

mal. Anotarlo en el diario o cuaderno.

Lista de cualidades que tengo que potenciar y limitaciones que debo trabajar.

Dirección espiritual. Animación espiritual.

Discernimiento vocacional.

Lectura creyente de la realidad. Mirar desde Dios todos los acontecimientos.

Momentos fuertes con ocasión de algún acontecimiento o fecha importante, de algún paso que

tenga que dar en mi camino vocacional…

Acompañamiento-Dirección espiritual.

Responsabilidad en la propia formación.

Servicio de los hermanos formadores.

Compromiso en la promoción y cultivo de vocaciones.

Eneagrama.

Lectura y estudio personal.

Plan de formación: etapas y materias…

Formación básica en teología y pastoral.

Estudios: responsabilidad personal en buscar el tiempo de estudio.

Constante perfeccionamiento espiritual, doctrinal y técnico.

Medios de formación: Libros, revistas...

Encuentros intercomunitarios y de la Familia Amigoniana.

Propuestas de formación permanente: cursos de formación...

Dinámicas ofrecidas a nivel nacional, provincial o internacional

Subsidios para la animación de actividades formativas en las comunidades.

Asambleas nacionales y regionales.

Ejercicios espirituales – Experiencia de Dios.

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CAMINOS PARA COMPARTIR EL CARISMA AMIGONIANO MODALIDADES DE PARTICIPACIÓN

Somos una gran Familia, dentro de la Iglesia Católica, y en ella, de la Espiritualidad Franciscana, integrada por laic@s, religios@s y sacerdotes que seguimos a Jesús desde el Carisma que nos regaló el Espíritu a través del P. Luis Amigó. Vivimos en fraternidad de herman@s. Nos dedicamos a expresar la misericordia de Cristo Buen Pastor a los alejados y perdidos, especialmente a los jóvenes en dificultad y sus familias.

1. Opción por procesos de misión compartida para favorecer la participación adulta de los laicos en nuestra misión apostólica por la comunión en la fe y el Carisma. Esto genera un cambio organizacional en las obras por la unión en torno a los valores carismáticos y el ambiente de fraternidad global que se promueve. Los trabajadores son considerados compañeros, el trabajo es misión, las relaciones de equipo son sinónimo de fraternidad, los jefes son amigos, la empresa es la casa. Un ambiente que fortalece el grado de satisfacción y mejora la calidad de vida individual y colectiva. Todos colaboradores del Espíritu para continuar la misión de Jesús en la Iglesia. Algunas estructuras que permiten esto:

1.1. Cultivar la relación en cada centro, favorecer el diálogo, la convivencia, el conocimiento mutuo, la participación.

1.2. La reflexión compartida sobre el sentido y la identidad vocacional del educador. 1.3. Los cursos a distintos niveles (local, provincial) para formarse en identidad amigoniana: el itinerario del fundador, el proyecto educativo y la espiritualidad que le da sentido. 1.4. Los equipos de misión compartida en cada centro formados por educadores, padres, jóvenes, religiosos. Para promover el espíritu de la misión, formarse, impulsar acciones. 1.5. Los grupos y comunidades de fe, resultado de reforzar los lazos de fe, garantía de que el proyecto educativo sea también evangelizador. 1.6. Centro Amigoniano de formación: actividades de identidad amigoniana a distintos niveles para religiosos y laicos. Su objetivo es vivir la experiencia de la nueva comunidad amigoniana y proporcionar la formación institucional amigoniana en un nivel de cierta calidad. 1.7. Todo lo anterior debe tener continuidad en estructuras de participación donde se asume el protagonismo que permite sentir como suyo el proyecto. También a nivel provincial.

2. Dentro de la Familia Amigoniana caben muchos grupos: alumnos, los familiares de religiosos, de cooperadores, de alumnos, exalumnos, educadores, voluntarios, colaboradores, bienhechores, amigos… Es necesario articular e institucionalizar otras formas de participación en el Carisma, además de los Cooperadores, para favorecer una integración más amplia de los laicos. Es claro que lo único que permitirá la presencia amigoniana en un lugar más allá de nosotros son los grupos y comunidades laicales que constituyamos hoy; lo mismo que un día fue la fundación de las dos congregaciones lo que ha permitido que vivamos hoy el Carisma amigoniano. Puede ser adecuada la estructuración en forma de modalidades de participación.

Conocer: personas que, al menos a nivel intelectual, van conociendo el Carisma Amigoniano y desarrollan una simpatía en la relación con alguna comunidad amigoniana. Puede articularse su participación en el colectivo “Amigos de los Amigonianos”.

Colaborar: personas que mantienen una relación cordial y amistosa con los Amigonianos, responden ocasionalmente a las invitaciones para compartir ciertos espacios fraternos, celebrativos y se ofrecen puntualmente a diversas colaboraciones: los educadores que se inspiran en nuestro sistema pedagógico, los voluntarios, bienhechores, colaboradores en general…

Participar: aquellos que quieren vincularse a la Familia Amigoniana participando en su misión según sus posibilidades. Un cauce para articular a los que participen en esta modalidad es la Fundación Amigó que puede constituirse aquí en Costa Rica. Entre todos los que se asocien a ella pueden articularse encuentros y emprender acciones conjuntas en el ámbito de su finalidad.

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Compartir: las personas que viven íntegramente el Carisma Amigoniano, espiritualidad y misión, desde su vocación laical, según el Proyecto de Vida de los Cooperadores Amigonianos en alguna de las comunidades de Cooperadores o acompañados por algún religioso.

Compartir en radicalidad: consiste en compartir por un tiempo la vida y misión en una comunidad religiosa o en una comunidad similar formada por varios laicos: vida en común, oración, apostolado… Esto se realiza a nivel personalizado y con un acompañamiento espiritual adecuado.

Como fruto de este trabajo pastoral va surgiendo la Familia Amigoniana como una comunión de comunidades unidas por el carisma Amigoniano al servicio de la misión educativa. La organización de la Familia Amigoniana tiene como finalidad asegurar el primado de la comunión y comunicación entre todos los grupos e instituciones amigonianas en torno al carisma. Se confluye en unos planteamientos, encuentros, espacios comunes

Para encauzar todo esto puede promoverse un consejo local o nacional en el que participen representantes de todos los grupos y comunidades amigonianas.

DIMENSIÓN VOCACIONAL. PASTORAL VOCACIONAL

1. La Pastoral Vocacional es la perspectiva originaria de la pastoral general, es la vocación de la pastoral. Es necesario, por tanto, «vocacionalizar» toda la pastoral. Crear cultura vocacional, un ambiente rico en valores y propuestas en el que puedan plantearse y desarrollarse las distintas opciones vocacionales. Se nos invita hoy a un salto de calidad en la pastoral vocacional. Una pastoral vocacional en función de la misión compartida en el seno de familias carismáticas. En ella, la comunidad religiosa se organiza de forma que pueda ser signo visible de comunión. Invita a un proceso serio de planteamiento y profundización de la fe. Pretende favorecer el designio de Dios en todos desde el acompañamiento y discernimiento. Presenta más el Carisma que solamente el Instituto. Transmite el Carisma en itinerarios formativos vividos en comunión desde la experiencia del compartir la vida y la misión. En esta experiencia, el Carisma va suscitando nuevas formas comunitarias, nuevas experiencias de espiritualidad, nuevas estructuras de integración en la Familia Carismática según la vocación de cada uno. Se promueven todo tipo de vocaciones, a todas las personas y en todas las etapas de la vida. Es una acción más comunitaria pero con animadores vocacionales preparados y con adecuada metodología.

2. En el contexto cultural actual, presentar la vocación como camino de realización personal, posibilidad de desarrollar las propias aspiraciones y capacidades a través de relaciones profundas y de una experiencia humana rica. Plantear la vocación en el contexto de respuesta a una fuerte búsqueda de espiritualidad que anima a no pocos jóvenes. También se valora la vocación como presencia y encarnación en la historia como signo testimonial de valores de transformación y mensaje que habla de la transcendencia. Vocación como camino de comunión, capacidad de diálogo, de unir a las personas. Respetar la pluralidad de formas de entender la llamada.

3. Es necesario que nos demos a conocer. Hacer más hincapié en la propuesta del Carisma, y, desde él, presentar la variedad de formas posibles para la participación en él. Promovemos todo tipo de vocaciones cristianas, tanto las de especial consagración como las laicales.

4. La fe y el carisma se transmiten en un ambiente de compartir vida, es lo que va creando el clima de familia. ¿Qué espacios comunitarios podemos abrir para hacer realidad este compartir? Esto es especialmente necesario para los jóvenes que están en discernimiento vocacional y los laicos que llegan a compromisos mayores como los Cooperadores Amigonianos.

5. Es necesario también que tengamos contacto con jóvenes-adultos, especialmente en ambientes de fe, porque habrá vocaciones donde haya auténticos cristianos. Invitar a realizar una búsqueda vocacional, un discernimiento del proyecto de Dios en sentido amplio, con un seguimiento

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personalizado. Realizar en este contexto la propuesta vocacional. Son aconsejables para ello las siguientes actividades:

5.1. Voluntariado en nuestras obras y otras afines. 5.2. Experiencias fuertes de fe personalizadas (oración, retiros, pascua) 5.3. Encuentros periódicos de búsqueda o discernimiento (convivencias voc.grupo vocacional). 5.4. Experiencias de vivencia carismática (fiestas amigonianas, momentos especiales de la comunidad o del centro…) 5.5. Experiencias de vida y misión en una de nuestras comunidades en orden al acompañamiento y discernimiento.

6. Disponibilidad especial de algún hermano para dialogar con los jóvenes, responder a sus cuestiones, proponerles los instrumentos que les ayuden en el discernimiento, convocar a los que están en discernimiento a encuentros periódicos. Acompañar especialmente el momento de la opción.

7. Comunidad de acogida vocacional: Cada comunidad debe ser un ámbito que invite al encuentro con el Señor y al discernimiento de su voluntad, un ámbito en el que se pueda experimentar por inmersión la vivencia del proyecto amigoniano y se acompañe en la decisión por distintas opciones vocacionales cristianas y amigonianas, consagradas y laicales.

CURSO DE IDENTIDAD AMIGONIANA

A distintos niveles. o Presentación general, sencilla y desarrollada. o Nivel 1.- Un hombre que se fio de Dios; Comic sobre Luis Amigó; Para ti, mi Aventura. o Nivel 2.- Identidad Amigoniana en acción. o Nivel 3.- La formación prevista para los Educadores Amigonianos o los Cooperadores

Amigonianos o Nivel 4.- La formación prevista para los religiosos. Para los Grupos Juveniles Amigonianos está el documento: “Contenidos Amigonianos para los Grupos Juveniles Amigonianos”. Y todos ellos en los siguientes puntos temáticos: o Presentación general. o El Fundador o Historia o Espiritualidad o Misión o Familia Amigoniana o Proyección

DEPARTAMENTO DE PASTORAL LOCAL

Descripción: Se busca responsabilizar a un grupo de personas con carisma, creatividad y buena voluntad, a fin de que sean los promotores para llevar la Buena Noticia a toda la comunidad educativa institucional. La acción del Departamento de Pastoral se extiende a toda la Comunidad Educativa a: Directivos Administrativos, Comunidad religiosa, Alumnos, Educadores, Empleados, Familias de nuestros alumnos, Familia Amigoniana…

Integrantes: El Departamento de Pastoral está compuesto por un grupo de personas en el que estén representados todos los estamentos institucionales. El responsable será el Coordinador de Pastoral elegido por la comunidad local; también forman parte de este equipo el responsable de laicos amigonianos y el delegado vocacional comunitario.

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Naturaleza: El Departamento de Pastoral es el estamento institucional que propende por el pastoreo de todos los integrantes de la Comunidad Educativa dinamizando por medio de actividades pertinentes, la motivación, la planeación, la generación, la ejecución y la difusión de todo aquello que tiene que ver con la vivencia y práctica de los principios cristianos inspiradores y contenidos en el carisma amigoniano. Objetivo general: Promover, orientar y acompañar a la Comunidad educativa Institucional a (religiosos, alumnos, educadores, colaboradores, familias) a descubrir, seguir y comprometerse con Jesucristo y su mensaje; para que, transformados en hombres y mujeres nuevos e integrados en su fe y vida se conviertan en protagonistas del Reino de Dios y hagan efectivo el proyecto cristiano- amigoniano. Objetivos específicos: Motivar a todos los miembros de la Comunidad Educativa en el conocimiento, asimilación y

práctica de los mensajes evangélicos Generar en la Comunidad Educativa el compromiso y la vivencia del espíritu cristiano y

amigoniano. Planear las actividades que estimulen el crecimiento espiritual de todos los miembros de la

Comunidad Educativa. Proporcionar las estrategias y medios para la ejecución de las actividades propuestas. Animar a toda la Comunidad Educativa para que logre los objetivos propuestos en la vivencia del

mensaje evangélico. Difundir todo lo pertinente a la vivencia cristiana en la Comunidad educativa.

LA MISIÓN CONTINENTAL EN AMÉRICA LATINA • Es un impulso misionero, destinado a conmover a toda la Iglesia en América Latina y El Caribe y que realizamos contemporáneamente en cada uno de nuestros países para sumar esfuerzos.

• su objetivo fundamental es poner a la Iglesia, y a todos en la Iglesia, en un estado permanente de misión. Esto implica “pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera” y ayudar a que todos en la Iglesia seamos fieles servidores de la Vida, por amor al Señor que es la Vida;

• se trata de tener una pastoral acogedora de las personas y sus búsquedas actuales, tanto en nuestra actitud discipular misionera, como en la organización de servicios de escucha y acogida en nuestras comunidades. Una forma de acogida es tener espacios cálidos y acogedores, tanto para recibir a las personas como para realizar nuestros encuentros. No a la burocracia. No al desinterés. No a la frialdad. Sí a la calidez, a la cercanía y a la ternura.

• Se trata de salir y no quedarnos en nuestros templos, en nuestros grupos de pertenencia, esperando a los que vengan; queremos “que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera”;

• por esta razón, la misión permanente requiere de una conversión personal, cambios profundos en nuestra manera de vivir la fe, de organizar la pastoral, de administrar la Iglesia y de servir al mundo, dejando de lado estructuras caducas que condicionan negativamente nuestro caminar; se nos exige el valor de una autocrítica profunda, a la luz de la Palabra de Dios.

• Nuestra misión, si es de Cristo, debe tener en cuenta explícitamente Su presencia en la persona de los pobres y excluidos: los enfermos, encarcelados, tóxicodependientes, reclusos, migrantes, gente en situación de calle, etc.;

• En fin, la Misión Continental tiene una dimensión ecuménica ya que no pretende hacer prosélitos pues el Evangelio crece por desborde de alegría, por contagio espiritual y nunca por proselitismo. Se sugiere invitar a nuestros hermanos de otras Iglesias y comuniones cristianas a acompañarnos con su oración e incluso, donde sea posible, con acciones solidarias en conjunto.

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN

EL SERVICIO DE LA AUTORIDAD EN LA COMUNIDAD El primer papel de la autoridad es promover la manifestación y la escucha del Espíritu e la comunidad. Y abrir espacios para que cada uno pueda manifestar sus dones. Creando confianza y corresponsabilidad. Poner a cada uno en la comunidad no en donde tenga más éxito sino en donde pueda ejercer mejor el servicio.

Todos son potencialmente animadores de la comunidad, pero el superior tiene su papel especial. Debe promover la fidelidad de todos al Evangelio y al Carisma fundacional, al Proyecto de vida.

Promueve el discernimiento, la búsqueda del designio del Padre sobre la comunidad y sobre cada hermano. (Cons. 84 y 85) Su misión principal consiste en la animación espiritual. Lejos de limitarse a una función tranquilizadora, debe ser un medio constante de interpelación. (Cons. 84 y 32)

Ser signo de unidad, promover también la unión fraterna y la comunión dentro de la legítima pluralidad. Crear un clima propicio para la comunicación y la corresponsabilidad. Preferir la libre expresión a pesar de los riesgos. Acrecentar el bien común. (Cons. 30, 88 y 103)

Deberá ir siempre delante de los hermanos con su doctrina y ejemplo de modo que su sola conducta sirva para alentar, confortar, reprender y levantar. (Cons. 88, 103, 117) Se prefiere en el superior el testimonio de una vida antes que la efectividad en un trabajo.

Estimule la corresponsabilidad de todos los religiosos en la edificación de la comunidad y en la acción apostólica de la misma. (Cons. 118) Fomenten la adhesión libre de los hermanos. Promuevan la obediencia voluntaria. En este sentido están los Capítulos y los Consejos. (Cons. 96, 93, 107, 122)

Ser servidor de los hermanos, contribuir a su fidelidad. (Cons. 83 y 85) Debe situarse consciente de que no “es” superior sino de que “está” de superior.

Tratar a los religiosos con amor y confianza, con respeto a su persona. (Cons. 85) Manifestar capacidad de aceptación incondicional de los hermanos. Favorecer que sean libres, diferentes, responsables, creativos. No quita esto para que se les corrija en caso necesario. Evitar los prejuicios.

Dar prioridad al interés a las personas sobre el buen funcionamiento de las obras. (Dir. 77) Es distinta esta figura a la de director, que actúa más con clave empresarial.

Es necesaria una actitud fraterna superior-comunidad que transforme la autoridad de mando en animación. Destacar más por la actitud fraterna de acompañante que por la de experto. Más que imponer, su misión es impulsar iniciativas.

Ser superior es “saber estar con”. Importancia de la “presencia” del superior válida y alentadora, ajena de paternalismos y atosigamiento. No limita la espontaneidad ni la originalidad.

Solícito del crecimiento de la Congregación y de la adecuada formación de sus miembros. (Cons. 88 y 103) La misión de superior no puede reducirse a “conservar” la comunidad sino impulsar procesos de renovación permanente.

La búsqueda común que termina con la decisión unánime de los hermanos o si faltare, con la del superior en su ejercicio del servicio de la autoridad. (Cons. 84) No a la evasión de los problemas, sí a la puesta en consideración y estudio de los mismos.

Edificar la comunidad es tarea continua y de todos. Requiere nuestros esfuerzos pero es superior a ellos (Cons. 38). Todos somos corresponsables del crecimiento de la comunidad. Conscientes de la responsabilidad del superior le ayudamos a desempeñar su ministerio con nuestra comprensión y colaboración y con la obediencia. (Cons. 86)

¿Qué aspectos de todo lo expuesto destacamos como más importantes para plantear la

Animación de la comunidad? ¿Qué dificultades hemos experimentado para llevar adelante la tarea de animación comunitaria? ¿Qué dinámicas o actividades consideramos más adecuadas para la animación de la comunidad? ¿Qué necesidades experimentamos en nuestra comunidad? ¿Qué ayudas pedimos al Gobierno

provincial y a las distintas comisiones?

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN

JUNIORADO Es una etapa de crecimiento en la comprensión y en la verificación de la vocación recibida. Objetivos:

o Profundizar en la identificación de la propia vocación y desarrollar el sentido de pertenencia a la Congregación.

o Continuar el proceso de maduración humana, afectiva, espiritual y amigoniana que prepare al joven religioso a la profesión perpetua.

o Posibilitar que el joven religioso logre vivir en unidad espiritual y psicológica mediante el proceso de integración práctica entre oración, acción y vida comunitaria.

o Cimentar sólidamente la vida del religioso y darle la competencia requerida para la misión de la Congregación.

Exigencias para los juniores: o Crecer en la comprensión y asimilación de su vida consagrada. o Verificar su vocación mediante la vivencia de los consejos evangélicos la experiencia comunitaria

y la misión específica. o Realizar los estudios no como simples estudiantes preocupados de su interés personal, sino

teniendo en cuenta que son hombres consagrados y enviados del Señor. Rendir en los estudios según los talentos recibidos y como exigencia de nuestra pobreza.

o Desarrollar alguna tarea apostólica y participar progresivamente en experiencias eclesiales y sociales según el carisma amigoniano y las aptitudes y aspiraciones personales.

o Impregnarse de nuestra historia, del espíritu de nuestro P. Fundador y de la devoción a nuestra Madre de los Dolores.

o Adquirir suficiente madurez; estabilidad de espíritu, capacidad de tomar prudentes decisiones y rectitud en el modo de juzgar los acontecimientos y los hombres.

Dios es el principal agente de la formación. Después de Dios que llama, el primer responsable de la formación es la persona del formando contemplada en el misterio de su dignidad, libertad y responsabilidad. La respuesta a la llamada vocacional y la vinculación a nuestra Congregación exigen del candidato una colaboración activa y responsable con el resto de los miembros de la comunidad para lograr los objetivos de la formación en cada una de las etapas. La comunidad es el lugar privilegiado en que el formando asimila el carisma amigoniano, por eso sus miembros se esfuerzan por encarnarlo y expresarlo en su estilo de vida. Cada una de las comunidades, como todo organismo vivo, está continuamente en proceso de formación y es agente formador de los miembros que la constituyen.

¿Cómo siento que estoy realizando esta etapa de juniorado? ¿Qué dificultades experimento en ella? ¿Qué aspectos son especialmente positivos para mí en esta etapa? ¿Qué opciones debe realizar para aprovechar mejor el juniorado? ¿Qué le pido en este sentido a

mis hermanos de comunidad? ¿Y al gobierno provincial?

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Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, éstos son los hijos de Dios” (Romanos 8, 14) COMUNIDADES DE VIDA Y MISIÓN

EVALUACION DE LA ASAMBLEA ZONAL CONO SUR

__________________________________________________________________________________________

Marca, por favor, tu valoración personal sobre cada aspecto según estas calificaciones:

Md Muy deficiente D Deficiente R Regular B Bueno E Excelente

1. El lugar, la infraestructura, la comida Md D R B E

2. La temática utilizada Md D R B E

3. La metodología Md D R B E

4. La participación Md D R B E

5. Los espacios de oración Md D R B E

6. Los recursos, materiales… Md D R B E

7. El ambiente de relación Md D R B E

8. El cumplimiento de los objetivos Md D R B E

9. Valoración general de la Asamblea Md D R B E

10. Otras valoraciones y sugerencias. (apuntarlas, si falta espacio, escribir al dorso de la hoja)

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ORACIÓN DEL ENVÍO Padre misericordioso Tú has enviado a tu hijo Jesús,

Buen Pastor, para llevar a cabo tu Redención, para instaurar tu Reino en nuestro mundo. Él también envió

a sus apóstoles y discípulos a continuar esta misión fortalecidos por tú Espíritu Santo.

El Espíritu que un día inspiró al P. Luis Amigó un nuevo carisma para colaborar en tu Redención. El Espíritu que ha descendido también sobre nosotros en nuestro

Bautismo y Confirmación, que nos ha llamado a seguirte como Amigonianos.

Nuevamente nos sentimos enviados por Ti como Familia Amigoniana a colaborar en tu Redención. A vivir la

comunión para ser signo de tu presencia amorosa entre nosotros. A formar comunidades en las que podamos

vivir nuestra fe, sentirnos hermanos y acoger en tu nombre a los alejados y perdidos, los niños y jóvenes en dificultad para que se sientan dignos hijos tuyos.

Te damos gracias por mirarnos con predilección y permitirnos compartir tu misión. Somos limitados y

pecadores, pero estamos abiertos a tu gracia y misericordia. Confiados en Ti, impulsados por tu

Espíritu, con la intercesión de Ntra. Madre Dolorosa, S. Francisco, el P. Luis Amigó y Ntros. Hermanos Mártires, nos ponemos en tus manos para que con

nuestra humilde mediación continúes hoy tu plan de salvación para nuestro mundo. Amén. “Oh Dios fuente de toda luz y origen de todo bien. Bendice + a estos hermanas y hermanos, a quienes has llamado a colaborar en tu acción misericordiosa sobre nuestro mundo. Transfórmalos cada día con tu Palabra para que puedan sembrarla en los corazones de aquellos que se han alejado de Ti. Dales la fuerza de tu Espíritu para que nunca desfallezcan en su empeño misionero. Hazles mensajeros de tu paz.