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AROMAS DE VIDA SENCILLA

Hermano Ladislao BlehoNoticias de su vida

1920-2016Por Hno. Javier Miranda Sedano

AROMAS DE VIDA SENCILLA

Gejza Bleho StrañacováHermano LadislaoNoticias de su vida

1920-2016

Por Hno. Javier Miranda Sedano2016

Fotografía de la portada: H. Roberto Cosio OblitasSupervisión del texto: Máximo Sagredo Sagredo y Augusto Gonzales VilcaDiagramación: Javier Miranda Sedano y Juan Carlos JiménezFotografías: Carpetas del Hno. Gejza Bleho Strañacová, Jacobo Meza Rodríguez, José Luis Vadillo García, Javier Miranda Sedano Trabajo fotográfico y escaneo: Juan Carlos Jiménez y Alessandro Begazo Salas Impresión: Tipografía EL ALVA S.R.L.

SencillezPuntualidad

Sentido del trabajoValor del ahorro

Oración imperturbable(Pedro Torres)

Hermano Gejza Bleho 5

Contenido

Agradecimientos 7Retrato 9Reconstruyendo una historia 11La Salle en Eslovaquia 14Lembeck-lez-Hal 15La Casa Madre 17Intento fallido 19Los Dos Caminos 21Hermano profesor 23Cajamarca 25Haberes pendientes 27Profesor de Secundaria 29La Ciudad Imperial 31Un alto en el camino 3341 años 35Segundo intento 37Porongoche 39Valle Sagrado de los Incas 43Eslovaquia y Frankfurt 47Oficina de Evaluación 49Accidente 51Ficha personal 52¡Bien! 53¡Vamos! 57Cumpleaños 59Despedida 61


Agradecimientos

A los que han sido cercanos en cuidados y atenciones en sus últimos años y a los que han contribuido en esta edición de ‘Aromas de vida sencilla’, muy en especial al H. Efraín Espinoza, sin el cual muchas de estas páginas jamás habrían existido:

Augusto Gonzales Vilca, Hno. de La Salle, ArequipaBeatriz Díaz Gama, asistente de enfermos de la comunidadCelina Masías Santos, administradora del ISE, UrubambaConcepción Ttito Luna, Secretaria Académica del ISE, Urubamba Efraín Espinoza Jara, Hno. de La Salle, ArequipaErika Huamaní Pinto, enfermera del Colegio De La SalleFelipe Ampuero Montes, Hno. de La Salle, BoliviaGlendy Quico Quico, empleada de la comunidad de HermanosIdalia Cabana Málaga, enfermera de la comunidad de ancianosIsabel (Chavela) Mendoza, empleada de la comunidad de Urubamba Jean Stirnimann Meier, Hno. de La Salle, ArequipaJorge Rivera Muñoz Falconí, Hno. de La Salle, Arequipa José Paredes, ex-empleado en la Administración del ColegioJulio Prado, profesor especialista en reeducación de adolescentesKarla Pequeño Quico, asistente de enfermos de la comunidadLuis Bejarano Chávez, Hno. de La Salle, LimaMaría Elena Rodríguez, cocinera de la comunidad de ArequipaMatías Caño Caño, Hno. de La Salle, ArequipaMáximo Sagredo Sagredo, Hno. de La Salle, LimaPedro Chico González, Hno. de La Salle, Valladolid (España)Pedro Torres Fortón, profesor del Colegio De La Salle, ArequipaPercy Barriga Berenguel, ex-empleado de la Casa Provincial, LimaRafael Postigo Salazar, médico del Colegio De La SalleSalvador Alonso de la Fuente, Hno. de La Salle, Bujedo (España)Verónica Moscoso Meza, Asistente Social del Colegio De La Salle


Retrato

Al ver la postal de la portada -distribuida en Urubamba con motivo de su fallecimiento- sien-to todavía presente al H. Bleho. Me hace recordar su vida entre nosotros. Su aspecto general muestra los últimos lustros vivi-dos. Su rostro plácido y sereno. Su mirada limpia y atenta diri-gida al rostro del interlocutor -lástima que el efecto fotográfi-co ha opacado el iris azul celeste y profundo que envidiaban sus admiradoras-, con una ceja un poco más alta que la otra, como preguntado sin palabras, simple-mente insinuante, para responder a lo que se le pida. Tocado con visera de abrigo, colocada cuida-dosamente, ligeramente inclina-da, como la usan en su tierra natal desde siglos y que, sin duda, él la empezó a llevar desde niño; en tiempos pasados también usaba sombrero, con sombrero aparece en fotografías que guardaba como recuerdos de sus paseos por montes y valles de la sierra, en los desfiles siempre llevaba su sombrero de paja. Su vestido, sencillo, igual que su persona, -saco con corbata solo lo usaba para los actos académicos y los acontecimientos o fiestas notables-. Su porte serio pero con un deje de sonrisa, refleja tranquilidad y trasparencia.

Veo a Bleho sentado en la capilla con el libro de Laudes abierto, esperando el inicio de las oraciones comunitarias, siempre puntual; o en la oficina de Eva-luación, en Urubamba, cortando papel de un rollo para atender el pedido de un alumno del Pedagógico para hacer sus tareas; o, avanzada la tarde, con llaves en mano, cerrando la puerta de la oficina y caminar lentamente hacia la comuni-dad; y después, en el huerto de la casa, inclinado sobre una lampa quitando ma-las hierbas de una pequeña plantación de maíz morado que sembró con el bueno de Mario unos meses antes; y también, saliendo del garaje de la comunidad

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conduciendo el Toyota azul, con marcha de retroceso, pero recto y seguro los treinta metros de la vereda hasta el encementado amplio delante de la capilla y, cambiando a primera, girar con destreza para enrumbar hacia la salida del Ins-tituto, recogiendo a los Hermanos, con toque de classon -aviso necesario en la mayor parte de los casos-, y llevarnos al destino acordado: al templo del Señor de Torrechayoc para la misa vespertina las más de las veces, o al almuerzo del domingo, o para otra necesidad que había surgido, a la que accedía con su ama-bilidad de siempre. Así era el Hno. Bleho, siempre silencioso y haciendo algo, amable y servicial, sencillo, sin levantar el tono de voz, ordenado y cumplidor en lo que se le encomendara. Esto no quiere decir que no sufriese contratiem-pos, mostrase incomodidades o viviese problemas que las circunstancias de su larga vida le trajo, a veces muy fuertes; otras, porque su rectitud y buen hacer chocaban con olvidos o incumplidos de los que convivíamos con él, Hermanos, profesores o alumnos.

Ha sobrevivido a la mayor parte de las personas que le acompañaron más de cerca. Esto hace difícil relatar muchas de esas circunstancias y hechos que ayu-dan a retratar su persona y su hacer tanto en sus orígenes eslovacos o en los 76 años peruanos. Tampoco era hombre de muchas palabras, y, raramente hablaba de sí mismo. A pesar de ello, sí que merece reseñar lo que hemos podido reco-ger en la memoria, pues aprecio, cariño y admiración hacia él es lo que perma-nece entre nosotros y queremos recordarlo.

Arequipa, 30 de octubre de 2016

A los seis meses de su paso a la Casa del Padre

Hno. Javier Miranda Sedano


Reconstruyendo una historia

Gejza Bleho Strañakova, eslovaco, nació en Checoslovaquia el 10 de febrero de 1920 e inscrito en el municipio de Mocenok el 18 del mismo mes y año. Sus padres tenían 33 y 25 años respectivamente.

Checoslovaquia era una re-pública de Europa Central, fundada en 1918 al término de la Gran Guerra, de un modo ajeno a los ciudadanos de los dos países originales.

Permaneció como nación hasta 1992, a excepción del periodo correspondiente a la Segunda Guerra mundial, época en la que fue invadida por la Alemania nazi. Resta-blecida en 1945, quedó bajo la influencia de la Unión Soviética y su Pacto de Varsovia.

En 1993 Eslovaquia y la República Checa se separaron tras un proceso de nego-ciaciones bilaterales, de común acuerdo y de un modo nada traumático. Eslova-quia se convirtió en miembro de la Unión Europea en mayo de 2004.

Sus padres Francisco y María vivían en Sladeckovce, pequeño pueblo contiguo y dependiente del municipio de Macenok, de la región de Nitra, situado entre la

capital del mismo nombre y Bratislava.

En la infancia de Getza Bleho, Eslovaquia era emi-nentemente agrícola y la parte Checa sobresalía más por la industria. A pesar de los problemas étnicos (aus-tríacos, eslovacos, bohe-mios, húngaros y moravos) y regionales, así como la


dominación económica y política checa, la práctica democrática de los políticos checos y eslovacos promovieron condiciones progresistas sociales y económi-cas que sirvieron para calmar el descontento. La mayoría de la población sabía leer y escribir y consiguieron un nivel de desarrollo superior al de los países vecinos.

En ese contexto vivía en Sladeckovce, calle Mocenok 131, la familia formada por Francisco Bleho, agricultor, y María Strañaková y sus tres hijos, Jan, Gejza y una hermana más pequeña, en un ambiente eminentemente agrícola, con tra-diciones eslavas y raíces fuertemente católicas.

Hizo sus estudios primarios en su pueblo natal entre los años 1928 y 1933 en donde conoció a los Hermanos de La Salle que desde 1928 estaban presentes en Mocenok.

Los Hermanos, con ayuda del obispo de Nitra, consiguieron una amplia casa de campo donde tenían una escuela local y posteriormente abrieron un noviciado. Gejza, procedente de una familia profundamente cristiana y con el contacto con los Hermanos, descubrió su vocación a la vida religiosa para la que, como se ha demostrado a lo largo de su vida, tenía excelentes cualidades.

Centro católico fundado en 1897 que conoció Gejza Bleho en Mocenok.


En la misma región de Nitra, La Salle tenía en Bojna un aspirantado para los jóvenes que pensaban ser religiosos en su futuro. Allí viajó el 30 de agosto de 1933 nuestro futuro Hermano para estudiar la secundaria. Se completaba la formación de los jóvenes aspirantes con el estudio de la lengua francesa, lengua oficial del Instituto, y se daba importancia especial a la catequesis. Además de los estudios académicos se tenían reflexiones diarias y charlas semanales sobre el Fundador y el Instituto, sin olvidar tiempos de oración, recreos, paseos sema-nales y otras actividades encaminadas a la adquisición de hábitos de educación, piedad, vida de oración, práctica de los sacramentos, autoevaluación (examen de conciencia se llamaba entonces) y amor al trabajo.

Eslovaquia y países fronterizos.

Muestra de sus productos agrícolas.


La Salle en Eslovaquia

La persecución de la Iglesia en los años 1852, 1900 y 1904 causó la salida de muchos Hermanos de Francia

a las colonias francesas, y otros países de Asia, África, América así como a los países europeos próximos a Francia por el oeste, centro y sur de Eu-ropa. El Instituto empezaba a ser internacional. Así llegó a la antigua Aus-tria-Hungría en el territorio actual de la República Checa y de Eslovaquia. A Eslovaquia los primeros Hermanos llegaron en 1899, a Mojmírovce cerca de Nitra. Empezaron en una escuela pública y realizan actividades de pastoral y catequesis. En 1901, en la misma región de Nitra, se hicieron presentes en Bojna y Topolčanoch.

La Primera Guerra Mundial (1914-1919) también afectó a los Hermanos es-lovacos y sus establecimientos, se cerraron numerosas escuelas y muchos fueron incorporados a los ejércitos. Pasada la Gran Guerra durísima en todos los aspectos y superadas las crisis posteriores llegaron años de situaciones angustiosas y temores pero, a salvo del caso de España, se vivieron años de paz. Nuestro Instituto se recuperó y en este período creció en número de obras y de hermanos e incluso se dio un gran impulso a las obras misioneras en lejanas tierras.

Precisamente en estos años se formó el Distrito de Checoeslovaquia con sede en Praga. Se había abierto nuevas escuelas, se estableció el aspirantado en Bojna, más tarde el noviciado en Mocenok y también en Saint-Yvan y Spisska Kapitula funcionaba el Escolasticado y una Escuela Normal con su escuela de aplicación para las prácticas profesionales de los futuros docentes.

En 1935 Checoslovaquia contaba con 14 establecimientos y 120 Hermanos. Todo un Distrito meritorio iba a sucumbir en los años de la conflagración de la Segunda Guerra y el período posterior del comunismo soviético.

En la actualidad, el Instituto reanudó sus actividades en Eslovaquia el 9 de febrero de 1991 en Bratislava-Ruso-vce con una comunidad religiosa. El 5 de septiembre se abrió en Bratislava-Raca la escuela primaria San Juan de la Salle y en 1993 una segunda comunidad de Hermanos en Prešov.


Lembeck-lez-Hal

En aquel primer año como aspirante en Bojna se entusiasmó con la vocación de Hermano y se ofreció para países de misión por lo que fue llevado por los Her-manos el 27 de julio de 1934 para continuar sus estudios a la casa de formación que tenía el Instituto en Lembeck-lez-Hal (Bélgica).

El Capítulo General de 1928, teniendo presente la internacionalización del Ins-tituto, y quizá para responder a la lla-mada misional del Papa Pío XI, empujó con firmeza hacia las obras misioneras en lejanas tierras. La realización de este esfuerzo se refleja claramente en las es-tadísticas del Instituto. En las casas de formación se fomentaba este espíritu mi-sionero, que también pudo mover en Gejza a su generoso ofrecimiento. Con tres años más en el Aspirantado acabó los estudios secundarios y solicitó el ingreso al Noviciado.

Gejza, que desde muy joven se distinguía por su capacidad de atención, su aplicación y orden en los estudios, su espíritu reflexivo y su sentido práctico, fue asimilando progresivamente y haciendo suyos aquellos hábitos propios de la vida religiosa. Sin duda, ya había empezado a vivirlos en el ambiente pro-fundamente católico de su casa familiar. En Eslovaquia, la mayoría eran cató-licos pero también había otras confesiones religiosas en el propio país y en los vecinos -en el cementerio de Mocenok hay enterramientos con inscripciones en hebreo-, esta misma situación favorecía las prácticas y costumbres católicas propias.

Un primer desafío para Gejza fue el idioma. En Lembeck se hablaba y estudia-ba en francés, la mayoría de Hermanos eran franceses o belgas. Gejza tuvo que aprender bien el francés, le pudieron servir los primeros rudimentos aprendidos en Bojna, pero no dejó de ser difícil en los inicios el entender las explicaciones, estudiar, escribir y expresarse en una lengua de origen latino cuando la suya era eslava.

Acabados los estudios secundarios el 17 de julio de 1937, con 17 años cumpli-dos, pasado el período de vacaciones, ingresó al Noviciado en la misma casa de formación con la toma del hábito de los Hermanos el 14 de setiembre.


En la toma de hábito era costumbre dar a los religiosos otro nombre, el nombre de religioso, indicando su carácter de consagrado, aunque en los documentos de carácter civil eran preceptivos los nombres y apellidos de la partida de na-cimiento. (Esta costumbre desapareció con el Concilio Vaticano II, ante la re-flexión sobre la preeminencia de la consagración que los cristianos recibimos en el sacramento del bautismo).

A Gejza Bleho le dieron el nombre de Ladislao Bohdal y para los antiguos alumnos de Arequipa y Cusco siempre ha sido el Hermano Ladislao. Para los que hemos vivido con él en las últimas décadas le hemos llamado Hno. Bleho y en ocasiones Blehíto, diminutivo cariñoso como para afirmar su carácter sen-cillo y amable en extremo. El nombre de Gejza (Víctor en castellano) se nos hacía más difícil y extraño.

A los dos meses de iniciado el noviciado en Lembeck, a fines de noviembre, se unieron a los novicios de París en la casa de formación que tenían en Bettan-ge-sur-Mess, en el Gran Ducado de Luxemburgo. La proximidad de fronteras hizo posible la acogida a Hermanos exiliados y a jóvenes formandos de distin-tos países en estos años en que nuevamente la situación europea estaba a punto de estallar.

Después de estos cinco años de formación, uno en Bojna y cuatro entre Lem-beck y Bettange, al concluir el último, el del noviciado, hizo la primera profe-sión de votos religiosos por un año el 15 de setiembre de 1938.

Gejza (1º izquierda, fila inferior) en Lembeck con sus compañeros aspirantes y profesores.


La Casa Madre

Por aquellos años la casa de Lembeck-lez-Hal era la Casa Madre de la Congregación. Allí residía el Hermano Superior del Instituto. Conoció, por tanto, al Frère Junien-Victor, 17º Superior General, elegido en el 37º Capítulo General, meses antes de llegar Gejza Bleho a Lembeck. Rezó con frecuencia ante las reliquias de nuestro santo Fundador que con tanta veneración custodiaban en una capilla de aquella casa, y vivió, meses antes de ingresar al noviciado, las solemnes celebraciones religiosas que se hicieron con motivo de su traslado a la Casa Generalicia de Roma el 17 de enero de 1937, donde, a solicitud de la Santa Sede, empezó a fun-cionar definitivamente el gobierno del Instituto.

El Capítulo General de 1928, había acordado renovar la formación de los Hermanos en teología y catequética así como en el aspecto profesional, sin echar atrás los principios básicos tradicionales de nuestra pedagogía. También se pedía intercambios de Hermanos para favorecer el aprendi-zaje de idiomas y costumbres.

Estando en la casa donde se celebró este capítulo tuvo que afectar positi-vamente la formación del Hno. Ladislao ya antes de ingresar al noviciado, más todavía pensando en las características de esta casa de formación.

Tanto en el aspirantado como en el noviciado, además de un compañe-ro eslovaco con el que podía platicar en su propio idioma y pasarse las pocas noticias que podían recibir de su país, se encontró con otros aspi-rantes o novicios de diversos países de Europa que igual que él se habían ofrecido como misioneros, dispuestos a ir a cualquier lugar a que fueran enviados y para desempeñar la misión a la que fueran destinados. Entre los formandos es más que probable que había irlandeses pues siempre se distinguieron por su participación en las misiones del Instituto y así lo reflejan las estadísticas. Este contacto le pudo ayudar a conocer otros idiomas, sobre todo el inglés, aunque en Lembeck era preceptivo expre-sarse en francés.

Podemos afirmar que además de los hábitos de piedad, orden, puntuali-dad, constancia, abnegación y trabajo, propios de los Hermanos de La


Salle, y que él ha demostrado en su larga vida, su formación como reli-gioso iba acompañada y reforzada con bases humanísticas y teológicas sólidas para los tiempos que le tocaba vivir y le preparaban para su futuro en algún país distinto del suyo, aunque inicialmente todavía desconoci-do, pero que no iba a encontrar tantas posibilidades como en la Europa que vivía.

El joven H. Ladislao había cumplido 18 años en febrero y el destino señalado por los superiores para su misión apostólica fue la India. Casi seguro que había adquirido cierto conocimiento del inglés en aquellos años y por eso le destinaron a la India, entonces perteneciente a las Indias Inglesas.

Todo el grupo de jóvenes Hermanos celebraron el acto de despedida con la presencia del Hno. Asistente, Athanase Émile, que después fue Su-perior General de 1946 a 1952, y el Director del Noviciado. No faltó el “Cántico del Adiós”:

Partez joyeux, humbles fils de La Salle,Allez au loin faire connaitre Dieu;

Apôtres de Jésus, enseignez sa morale:Adieu, Frères, Adieu...

Foto de despedida. El H. Ladislao -fila superior, 5º desde la izquierda- en el centro de la 1º fila el H. Asistente, Athanase Émile, y el Director del Noviciado.


Intento fallido

Antes de viajar a su destino, dieron a los nuevos profesos un tiempo para visitar a sus familias. El H. Ladislao viajó a Checoslovaquia. Así lo cuenta el H. Jean Stirnimann, de nuestro Distrito y suizo de nacimiento:

-En una ocasión me comentó de este viaje. Iba acompañado con otro Hermano eslovaco para visitar a sus familias. El viaje era en tren. En el camino ya se dieron cuenta de un ambiente muy extraño. Los comentarios que podían enten-der les parecían muy negativos. La situación era muy rara. La incertidumbre, el temor y el miedo les abrumaba. Después del largo viaje esperaban encontrar refugio en su propio país. Pero en la frontera se dieron cuenta de lo peor.

Para ir a Checoslovaquia tenían que atravesar Alemania o mejor viajar por Francia y entrar por Italia. En Alemania, Hitler se había proclamado comandan-te supremo de las fuerzas armadas en el mes de febrero anterior. Había invadido Austria en el mes de marzo sin entrar en guerra. Tenía preparada la invasión a Checoslovaquia el 1 de octubre. La persecución contra los judíos estaba decla-rada. En Nuremberg (Alemania) se había proclamado públicamente que “los checos son una raza miserable de pigmeos que amenazan a la raza humana” y en esos meses empezaba a anexionarse parte del territorio checo contiguo a la frontera común entre los dos países. Checoslovaquia había llamado a filas y tenía todo su potencial bélico preparado desde meses antes sin entrar en guerra todavía. Aunque en el Noviciado no se leían periódicos, algo de esto tenían que saber pero sin palpar la realidad concreta del mundo que se vivía fuera del convento.

Militares armados hacen controles en el tren que viajan, piden a cada viajero su documentación. En algunas estaciones batallones de infantería desfilan enfun-


dados con su casco y armamento de guerra. Varias veces se deja oír por encima del traqueteo del tren el ruido de aviones militares.

-Al llegar a la frontera -continúa el Hno. Jean- y presentar sus papeles como checoslovacos, les dicen que si entran no podrán salir del país. Esto les puso en guardia y prefirieron esperar para ver qué hacer. Pensaron, hablaron entre ellos, no tenían a nadie de confianza ni medios para poder consultar sobre su situación y discernir lo más conveniente. Pasaron una noche en algún banco de la frontera y al final tomaron decisiones. Su compañero optó por pasar la frontera. Bleho, más cauto, pensó que era mejor renunciar a visitar a su familia y volver a la casa de formación.

-Fue al término de su noviciado en 1938 -casi igual lo cuenta el Hno. Efraín- cuando en Europa ya se veía el estado de guerra con Hitler a la cabeza que había tomado la delantera cerrando fronteras en los países que políticamente tenía dominados, Checoeslovaquia entre ellos. El Hno. Bleho, muy ilusionado y con el permiso de sus superiores inició el viaje a su tierra, pero al llegar a la frontera le cerraron el paso; si ingresaba ya no podría volver; él considerando su vocación de religioso y la suerte que le depararía en su tierra, por la edad sería incorporado al ejército, prefirió renunciar ver a su familia y volverse a Bélgica. Su gran ilusión quedó rota y la situación de sus padres y hermanos ante la movilización militar totalmente desconocida. Tuvo que aceptarlo con gran resignación.

Con sus 18 años podía ser detenido como prófugo antes de llegar a la casa de sus padres o le sacarían de la misma casa para incorporarle a las filas del ejér-cito.

¿Cambiar sus hábitos religiosos por un uniforme militar, y el rosario y Nuevo Testamento por un rifle, un casco de acero y un cinturón oficial alemán con la inscripción Gott mit uns (Dios con nosotros) grabada en la hebilla?

Su espíritu de trasparencia, verdad y paz no podía aceptarlo. Renunció visitar a sus padres después de cuatro años sin verles ni saber la situación concreta de sus hermanos.

Desde esta fallida visita, siempre encontró otros hermanos y amistades que le manifestamos aprecio y cariño, la congregación ha sido su gran familia. A su vuelta a casa, su sola casa, pues le habían cortado el encuentro con la de sus padres, se preparó para su viaje al nuevo destino que no era el que inicialmente le habían propuesto.


Los Dos Caminos

Efectivamente, le cambiaron el destino inicial, la India, y le asignaron para América Latina e iniciar el Escolasticado en la casa de formación en Los Dos Caminos de Venezuela, cerca de Caracas. Allí tenían los Hermanos la Casa de Formación con Aspirantado, Noviciado y Escolasticado y funcionaba la Escue-la Normal con reconocido prestigio por la formación que se daba a los maes-tros y que posteriormente dio origen a la creación del Instituto Pedagógico de Caracas.

Los Hermanos destinados a otros países completaban esta etapa de su forma-ción inicial y profesional en la región donde iniciarían su labor apostólica.

En el capítulo general citado anteriormente, se añadía que todo Hermano debía conseguir su título para la docencia y se establecía que el Escolasticado, pos-terior al Noviciado, deberá tener al menos dos años de duración. Es lo que le correspondía al H. Ladislao. No obstante no llegó a completarlos.

Las circunstancias del viaje en barco, los tiempos distintos para el inicio de los cursos escolares en cada país y otras circunstancias vistas por los superio-


res pudieron impedir esta norma con nuestro Hermano Ladislao. Seguro que tuvo que acomodar sus tiempos sin interrupciones vacacionales para lograr los aprendizajes lingüísticos, académicos y pedagógicos.

Se había alejado de la guerra, también de la familia y se encuentra con otro nuevo desafío: costumbres e idioma distintos, ni el francés que dominaba ni el inglés que casi seguro había iniciado, pensando en que iba a ser destinado a la India.

Llegó a esta casa de formación el 8 de noviembre de 1938. El grupo de Herma-nos escolásticos habían comenzado el curso en setiembre. Los estudios eran los propios de las escuelas normales y se completaban con la formación catequísti-ca y teológica propias de la congregación.

En distintas ocasiones -dice el H. Felipe Ampuero- conocí y viví con el Hno. Ladislao, que así le llamábamos entonces. Una de ellas, siendo aspirante, él era nuestro profesor, nos acompañaba en casi todos los sitios, y alguna vez nos narraba cómo siendo joven Hermano de La Salle le enviaron a América Latina, particularmente a Venezuela, donde aprendió el castellano con otro Hermano que también fue mi maestro: el Hno. Antonio Diez Aguado.

Tuvo que dedicarse con gran empeño al estudio del castellano, facilitado, casi seguro, por el dominio adquirido del francés y presumimos que cierto conoci-miento del inglés. Los que hemos comprobado su dominio del castellano y el francés, además del eslovaco, consideramos que tenía facilidad para el apren-dizaje de idiomas. Por otro lado, desde la primera Gran Guerra, habían llegado a distintos países de Latinoamérica bastantes Hermanos franceses y alemanes que pudieron favorecer su nivel de comunicación inicial, así como las carac-terísticas de las comunidades de Hermanos que en aquellos tiempos eran muy semejantes en horarios, costumbres religiosas y métodos de enseñanza en todo el Instituto, independientemente del lugar y país.

Su interés y fuerza de voluntad le hicieron superar las dificultades para adaptar-se al nuevo destino, a otro clima y nuevas costumbres con la ventaja que regla-mentos y vida comunitaria eran permanentes en todas las casas de la Congrega-ción y en aquellos años era fácil encontrarse con Hermanos venidos de Europa.


Hermano profesor

Pensando en la necesidad de Hermanos y en sus casas de formación, los po-sibles destinos para el H. Ladislao podían ser Chile, Bolivia, Perú o Centroa-mérica, según el parecer de los superiores. Nosotros tuvimos la suerte de que la obediencia le destinase a Perú. Entonces Perú y Ecuador formaban un solo distrito: el distrito de Ecuador donde también estaba el Noviciado distrital.

En Perú, cuando llega nuestro Hermano, La Salle estaba presente en tres ciudades. Desde 1926 en Lima. Dos años después diez Hermanos se hacen presentes en Are-quipa para dirigir la Escuela Normal de Varones. Don Augusto B. Leguía, Presi-dente del Perú, admirador de la obra que realizaban los Hermanos en Lima, había manifestado deseos de encargar a los Her-manos la formación de maestros y se hizo realidad en Arequipa, la segunda ciudad del Perú. Años después, 1939, llegaban los Hermanos para fundar el Colegio San José La Salle de Cusco.

Cuando en 1940 llega el H. Ladislao a Arequipa funcionaba en la ciudad blanca un aspirantado, el Colegio La Salle y la Escuela Normal con su Escuela de Aplicación, donde nuestro Hermano con 20 años se estrenó como profesor.

Se encontró con una comunidad internacional. A las nacionalidades alemana, española, francesa, peruana y ecuatoriana, añadió la checoslovaca.

Como era costumbre en la Congregación, los Hermanos hemos iniciado nuestra misión con los pequeños, muchos de nosotros hemos adquirido experiencia desde enseñar las primeras letras, pasando a especializarnos en algún área y adentrarnos en la educación secundaria hasta cumplir con responsabilidades de dirección en distintos centros educativos.

En Arequipa pasó sus primeros cinco años. Tres como Profesor de Primaria y dos en el Colegio La Salle y en el aspirantado.

Cuando ingresé al Aspirantado en 1943 -comenta el H. Efraín- estaban dos


Hermanos alemanes, José Kalazans el Director, hombre muy digno y espiritual y Hartemann que había servido en el ejército alemán, muy recio y algo intran-sigente y el Hno. Bleho; también los Hermanos Arnold Benoit y Humberto An-drés, pero poco tiempo por estar en otros menesteres. Al Hno. Bleho lo veíamos en todas partes: clases, recreos, comidas y hasta en nuestro dormitorio común separada su cama solo por unos biombos. Fue nuestro profesor, nos dio aquel año Ciencias Naturales, Álgebra y Francés. Su manera de ser tan sencillo y humano nos daba la confianza necesaria para acercarnos a él y pedirle una y otra vez que nos explicara las fórmulas algebraicas.

Al final de cada año escolar, en el retiro anual que tradicionalmente hacemos los Hermanos en el mes de enero, se renuevan los votos religiosos. El Hno. La-dislao con cinco años de experiencia docente, a punto de cumplir sus 25 años, el 14 de enero de 1945 en el Colegio La Salle de Lima, se consagró al Señor como Hermano de las Escuelas Cristianas haciendo sus votos por toda la vida.

Comunidad de la Escuela Normal de Arequipa en 1941: 1ª fila: HH. ¿? (alemán), Gaubert Joseph (francés), Felipe Maestro, Director (español), Adolfo María (ecuatoriano)

2ª fila: HH. Francisco Cáceres (peruano), Vicente Alonso (español), ¿? (alemán), Joan von La Salle (alemán), Jaime Estruch (español), Ladislao Bleho (eslovaco).


Cajamarca

-Servicial, atento, tranquilo, religioso, nadie puede decir nada en contra de él. Le conocí en todos los sitios donde estuvo. Eran tiempos del Hno. Noé, yo trabajaba en la casa Provincial. Me mandó a Cajamarca. Yo no conocía. No encontraba a ningún Hermano. Localicé la casa donde vivían y el Hermano Bleho estaba en la puerta para abrirme. Así era él, siempre servicial, te aten-día... No le pagaron aquellos años -así se expresaba Percy Barriga cuando lle-vándome al aeropuerto salió a conversación su nombre.

Al finalizar el retiro de aquel año en que hizo su consagración definitiva al Señor recibió obediencia para la Escuela Normal Rural de Cajamarca en la que permaneció cuatro años: de 1945 a 1948.

La Escuela Normal se había inaugurado en el 14 de mayo de 1942 a petición del obispo de la ciudad quien propuso a la Congregación de los Hermanos su dirección nombrando como Director al Hno. Genefort Marie, y le acompañaba en la fundación el Hno. Gavin Eloy, ambos franceses de nacimiento, enviados a América después de su formación en Lembecq-lez-Hal; los dos con gran pre-paración y experiencia.

Catedral de Cajamarca


El H. Genefort había llevado los años anteriores la dirección de la Escuela Nor-mal de Arequipa, inició la publicación de textos escolares en la Librería Bruño y era exigente en orden y disciplina; Gavin era bondadoso, dotado de memoria prodigiosa, muy ordenado y trabajador.

Desde la misma fundación múltiples circunstancias hicieron difícil el funcio-namiento de esta obra educativa, empezando por el nivel de preparación de los alumnos. Así lo comenta el Hermano Luis Bejarano en su libro “La Salle en el Perú 75 años”.

La mayor parte de los normalistas solo habían cursado la enseñanza primaria o no tenían la secundaria completa, que contrastaba notablemente con la pre-paración con la que ingresaban en nuestra Normal de Arequipa; claramente los resultados no podían ser iguales.

Habían pasado los tres primeros años de su creación cuando llegó el Hno. Bleho y a los pocos meses se hablaba de la retirada de los Hermanos de Caja-marca. Habían sido desalojados del local que ocupaba la comunidad para dar cabida a las Madres Dominicas que tenían también un colegio y una normal femenina.

En su segundo año, 1946, los Hermanos regresaron a Lima esperando que se solucionaran los problemas surgidos con las Madres Dominicas. Hubo in-tervenciones de autoridades civiles y eclesiásticas, llegando hasta el Nuncio Apostólico que ordenó la vuelta de los Hermanos. Después de seis semanas de incertidumbre volvieron los Hermanos ocupando un local completamente precario y con muchas incomodidades en los dos años siguientes. El Hno. Luis Bejarano califica este período como de largos meses de “sufrimiento e incomo-didad” hasta que en 1948, después de intervenir el Ministerio de Educación, se recuperó el local y “se volvió al trabajo con el entusiasmo de siempre”.

Poco duró la normalidad, el año 1949 se inició con malos augurios, primero se decretó el traslado de los normalistas de Cajamarca a Tingua quedando solo la Escuela Primaria, pero en marzo el Ministerio de Educación anunció súbita-mente el nombramiento de un nuevo director y personal seglar para la Escuela dejando fuera a los Hermanos. Los tres, Genefort, Gavin y Ladislao, que for-maban la comunidad se retiraron a Lima esperando un nuevo destino por parte del Hno. Visitador.


Haberes pendientes

En estos cuatro años, el Jefe de la Escuela de Aplicación Gejza Bleho solo recibió como bonificación S/. 10.00 y su haber de S/. 50.00 mensuales durante el primer año.

La incertidumbre e inseguridad en el trabajo le tuvo que afectar, dado el alto sentido del orden y disciplina del Hno. Bleho. Las incomodidades vividas en Cajamarca podían ser superadas e incluso olvidadas pues siempre ha sido aus-tero y sacrificado; pero lo que no perdonaba eran las deudas.

En sus carpetas conservaba varias solicitudes de pago ante el Señor Director General de Economía del Ministerio de Educación por la prestación de sus servicios de 1945 a 1948. La última, en papel membretado, sellado y con los timbres correspondientes está fechada el 2 de enero de 1971. Habían pasado más de veinte años. La respuesta recibida fue que “en aquellos años no había especificación alguna del personal que prestaba sus servicios lo que imposibi-litaba el pago de haberes al recurrente.” Casi siempre que salía a conversación Cajamarca, lo recordaba con cierto pesar.

Una de las características que le ha distinguido de modo especial ha sido el res-peto al dinero y su gran meticulosidad en su administración. Conociendo la for-mación de entonces y su fidelidad al voto de pobreza ante esta situación, ¿cómo no sentirse endeudado con la comunidad por no contribuir a su mantenimiento?

Años más tarde, al acabar su estancia en Urubamba, estaba preocupado por los pequeños deudores que tenía anotados en su libreta de préstamos. Cuando la Sra. Celina como administradora le dijo que ya no les cobre, guardó muy bien en la memoria su respuesta:

-Cuando a uno le deben o debe a los demás, Dios les va a juzgar cuando va-yamos a morir.

Casa Provincial - Antiquilla Grupo de asirantes ante la gruta de Nª. Sª. de Lourdes

HH.: Ladislao, Noé (Visitador), Efraín y Hugo.

Escuela Normal de Arequipa, 1944.HH. Blaste Maríe, Clemente Moraux, Michael Bourne,

Johan von La Salle, Jaime Estruch y Gejza Bleho


Profesor de Secundaria

De Cajamarca pasó a Lima como profesor en el Colegio La Salle. Dos años: 1949 y el siguiente.

En este año, en el tiempo de vacaciones, después del retiro del mes de enero, inició los estudios en la Escuela Normal de Arequipa para obtener el título de Profesor de Segunda Enseñanza en la especialidad de Ciencias.

Los Hermanos que no tenían título o solamente el de Profesor de Primera En-señanza aprovechaban los meses de vacaciones de enero a marzo inclusive para estudiar y obtener el título de Profesor de Segunda Enseñanza a nombre de la Nación. Las clases eran impartidas por profesores de la Normal de Arequipa y de la Escuela de Pedagogía de Lima y los exámenes de cada curso y la tesis para optar al título eran presididos por un tribunal que nombraba el Ministerio de Educación.

El Hermano Bleho dedicó los cuatro años siguientes en estos meses de vacacio-nes, entre curso y curso escolar, a completar su formación magisterial. En sus certificados abundan las calificaciones de 16 o superiores y sobresalen las de in-glés con veinte y dieciocho. El idioma inglés lo daba el Hno. Thomas Michael, nativo de In-glaterra. Aunque Bleho nunca hizo alarde de saber idiomas, dominaba el eslovaco, francés, castellano e inglés. Éste último y el francés lo impartió duran-te varios años, aparte de las asignaturas de Religión, Ma-temáticas, Ciencias y otras. En los contratos y nombramientos posteriores aparece como Nor-malista Urbano Nº 31229 y Profesor de Segunda Enseñanza Nº 41722.

Posteriormente obtuvo otros diplomas y certificados, aparte de cursos o actuali-zaciones que el Ministerio de Educación programaba. Entre ellos, relacionados con las responsabilidades que fue teniendo, podemos destacar los que aparecen en alguna evaluación del personal hecha por el Ministerio de Educación, o en


sus contratos: Matemática Moderna, Contabilidad, Certificado del 2do. Ciclo para Profesor de Inglés, Certificado de Maestro Palmer, Seminario sobre la Reforma de la Educación, Técnicas de Inspectoría del Sector Educación, etc.

1950. En el Colegio La Salle de Lima


La Ciudad Imperial

Pasados aquellos dos años en Lima fue enviado por los superiores a Cusco. A juzgar por sus alumnos allí paso nueve bonitos años como profesor en el Cole-gio San José La Salle, desde 1951 a setiembre de 1959, y sin los problemas e incertidumbre de Cajamarca.

El H. Ladislao joven, vivía la década de los treinta, y con dos lustros de experien-cia, amante de la clase y del trabajo, pudo disfrutar con sus alumnos en el aula y aten-diendo a los internos que entonces tenía el colegio. Matemáticas, Ciencias Naturales, Inglés y Religión, eran sus asignaturas pre-feridas. Aparte, hombre que se distinguió por estar siempre activo y servicial, aten-día otros menesteres sencillos en la comu-nidad, con los internos, ventas o compras que se necesitaban para la comunidad y la escuela, o la contabilidad minuciosa de los gastos que se hacían con esos fines.

Esto no le impedía participar en paseos co-munitarios o con los alumnos y disfrutar de las construcciones incaicas y de la naturaleza y paisajes excepcionales que Cusco y sus alrededores presentan.

Comunidad de Cusco.H. Bleho el 1º de la

izquierda de la 1ª fila.A su lado el H. Erberto

María (ecuatoriano) y detrás, el H. César Febres 1º de 2ª fila

(peruano).


Más de una vez comentaba de las caminatas por las montañas hasta poder pisar alguno de sus nevados, o haciendo noche a la intemperie en Paucartambo y en Quincemil, de difícil acceso, para descubrir el amanecer majestuoso inundando el cielo de múltiples colores con la selva a sus pies cobrando su verdor con to-dos los matices que la caracteriza y escuchando los variados cantos de las aves en las primeras horas del día, o sus visitas a Machu Picchu, que en aquellos años, él atestigua, llegó a jugar al fútbol en su explanada. Recordaba con satis-facción sus años vividos en Cusco y sus paseos por la sierra y selva.

Décadas más tarde, estando en Urubamba, cuántas visitas no recibía de aque-llos alumnos que había tenido en Cusco. Las promociones porfiaban por tener-le presente en sus Bodas de Oro. Apreciaban de modo especial su modo de ser tranquilo y sus reflexiones que, decían, son válidas para toda la vida.

Recuerdo la promoción de 1954 en días anteriores al 27 de julio de 2004. El Hno. Ladislao no quería ir, se resistía, decía que ya había ido los años anterio-res, pero sus antiguos alumnos le visitaban para saludarle y convencerle de que sin su presencia la celebración no sería igual. El mismo 27, muy de mañana, llegaron en sendos carros para llevarle a Cusco para su celebración, encomen-darle la clase del recuerdo y entregar la placa dorada enmarcada en mármol a su Profesor “Gejza Bleho Strañaková con gran afecto y gratitud.”

En la piedra de Sayhuite (desde Cusco, camino a Abancay) con los HH. Juan Farrés, Enrique Barcenilla, Jaime Cadima y un profesor.


Un alto en el camino

En su último año en Cusco, 1959, el Hermano Visitador, Felipe Maestro, le propuso hacer el Segundo Noviciado en Roma. Una oportunidad de renovación espiritual que cada año se ofrecía a un Hermano de cada distrito haciendo un alto en el camino de su misión apostólica.

El Hermano Bleho aceptó con agrado. En su mente circularía con fuerza la proximidad de su familia pero, quizá, la ‘cortina de hierro’ que les separaba y su nacionalidad le impidieron repetir el intento fallido anterior.

En estos años se vivía un ambiente de renovación, actualización y novedad den-tro de la Iglesia Católica. Con la muerte de Pío XII en 1958 había sido elegido Papa Juan XXIII y a los pocos meses, el 25 de enero del siguiente año había anunciado la celebración de un concilio ecuménico.

Habían surgido dentro de la Iglesia personas muy significativas en relación con la teología, la Biblia, la liturgia y la catequesis, y movimientos de pastoral como Acción Católica o los ‘curas obreros’ en Francia, por citar solo algunos, que ya buscaban una Iglesia abierta al mundo del siglo XX. Pensemos que la Constitu-ción pastoral Gaudium et Spes sobre la Iglesia en el mundo actual del Vaticano

Reproducción de la postal que todavía guardaba en su carpeta de recuerdos,unida a la foto del grupo del Segundo Noviciado formado por 65 Hermanos.


II no se habría podido redactar tal como la conocemos sin estos movimientos tanto por los teólogos de estos años como por la praxis -aplicaciones prácticas- que iban surgiendo. En medio de estas circunstancias llega a Roma.

En el Segundo Noviciado de Roma durante aquellos años se tenía un horario minucioso y mucho silencio, durante las comidas se leían documentos o libros relacionados con la Iglesia y la vida religiosa; había tiempos concretos para ha-blar, los recreos; se tenían dos conferencias diarias en francés, la lengua oficial del Instituto, y tiempos de trabajo personal, aparte de los tiempos de oración y meditación que siempre se han hecho en comunidad. Era como un período de formación espiritual, de retiro tranquilo y de paz, después de años de intensa actividad escolar.

A un compañero suyo del Segundo Noviciado, Hno. Salvador Alonso, más jo-ven, más hablador y muy activo -fue mi director del Escolasticado y Visitador- le pregunté si recordaba al H. Ladislao, y me dijo que con noventa años se olvi-dan cosas pero que le recuerda como “buen novicio, muy silencioso y tímido”.

Como a bastantes Hermanos que por aquellos años hicieron el Segundo Novi-ciado, le quedó grabada la figura del renombrado Hno. Clodoald por sus ex-celentes conferencias diarias y, pendiente siempre de los superiores religiosos, la entrevista que hacía el Hno. Nicet Joseph, Superior General, a cada uno en particular. Hablando con él en sus últimos años todavía se recordaba de estas dos experiencias y también del H. Maurice Auguste.

El H. Maurice era otro conferenciante excepcional que ya entonces contribuía notablemente a restituir la figura humana y carismática de nuestro Fundador, que con el tiempo se había quedado solo con una perspectiva estrecha de su vida ascética sin contar con su inspiración mística, especial y única sobre la vocación del ‘maestro cristiano laical’ y su valor en los ministerios de la Iglesia.

Dominando el francés aprendido y hablado en los cinco años de su formación inicial en Lembeck y Bettange, con aquellas conferencias, unidas al ambiente de retiro, salió fortalecido en su vocación y dispuesto a continuar en la misión de religioso educador.


41 años

A su regreso de Roma fue destinado por segunda vez a Arequipa, a la Escuela Normal donde se había iniciado de joven Hermano.

Desde el 1º de abril de 1961 hasta el 31 de marzo de 1979 estuvo contratado o nombrado por el Ministerio de Educación como profesor, los primeros años a tiempo parcial y después como profesor estable a tiempo completo en el Co-legio Nacional “Francisco Javier de Luna Pizarro, o bien en la misma Escuela Normal.

Este Colegio Nacional funcionaba entonces como Escuela de Aplicación de la Normal. Durante algún tiempo era el único Hermano que estaba presente en él y se organizaba para dar la reflexión diaria en varias clases.

Entonces nos volvimos a encontrar -anota el H. Efraín- en la Comunidad del Aspirantado, que estaba localizada en el mismo Colegio La Salle. Su trato de cohermano era con mucha consideración y creo que siempre fue norma con todas las persona, sobre todo con los superiores.

Sus horas de clase las completaba con múltiples actividades pues si no encajaba en su vida la última responsabilidad como Director, sí las demás, sin que se las impusieran. Lo mismo vendía útiles escolares, cubría las necesidades de com-pras de la comunidad, daba consejos o explicaba matemáticas al que lo necesi-taba, hacía de tesorero, ordenaba lo que otros dejaban fuera de su lugar o estaba en la puerta para atender al visitante que llegaba sin avisar; además era compa-ñero amable y servicial en los paseos de los fines de semana o en vacaciones.

Tenemos testimonios de aprecio y especial admiración, aquí alguno:

-Siendo yo alumno de Primaria en la Normal Urbana -comienza el Hno. Felipe Ampuero-, por los años 61 a 65, veía constantemente al Hno. Ladislao, quien atendía la pequeña librería que regentaban los Hermanos al servicio de los es-tudiantes de Primaria y la Normal. Los jueves teníamos misa, y me impresiona-ba enormemente cuando los Hermanos bajaban por la puerta lateral izquierda de la capilla con sus hábitos negros y sus manteos. Entre ellos me llamaba la atención el Hno. Ladislao por su recogimiento y piedad, particularmente a la hora de la comunión.

-Estando ya en el Aspirantado -continúa el Hno. Jorge- fue mi maestro de Ma-temáticas e Inglés, siempre puntual a sus clases y trataba de hacerse entender lo mejor que podía. No solamente teníamos clases sino que el Aspirantado


estaba organizado de la mañana a la noche, todo estaba reglamentado, hasta los tiempos de silencio. En todos esos actos estaban los Hermanos, obviamente al Hno. Ladislao le tocaba cuidar la recreación, horas de estudio o de lectura espiritual; en fin, su celo por hacer las cosas bien hacía que a más de uno nos llamara la atención, pero muchas veces a las horas de recreación hacia apa-recer de su sotana como por arte de magia chocolatillos y nos los daba con el pretexto de cualquier cosa buena, meter un gol, llegar primero a la cancha, etc. También teníamos unas vacaciones en Camaná, en la Climática, allí com-partíamos con todos, Hermanos, escolásticos, y aspirantes. El Hno. Ladislao compartía también y nos cuidaba de que alguna ola no nos llevara mar aden-tro. Verlo en el agua a él y a los Hermanos, despojados de sus santos hábitos, era raro pero bonito.

-¿Bleho?, para nosotros era Hno. Ladislao -Así comparte emocionado José Paredes, que trabajó en la Administración del Colegio La Salle-. Cómo no voy a recordar. Amigazo. Llevó la librería del Colegio al menos por tres años. Ayuda-ba en todo. Íbamos a Yura con los Hermanos, ellos con sotana, nos bañábamos, almorzábamos, los sábados y domingos jugábamos a la pelota, eran los años 65, 66... “Llévate estos membrillos para tu familia, son de la huerta.” La huer-ta que tenían los Hermanos y él cuidaba producía bastante y a los empleados nos daba parte de la cosecha para nuestras familias. Era todo un ejemplo como religioso, tranquilo, nunca se amargaba, daba gusto trabajar con él. Amigo de verdad.

En la frontera con Chile.


Segundo intento

Con el espíritu preparado y pasaporte peruano y visado emprendió el viaje hacia Checoslovaquia. Ilusión no le podía faltar pero la incertidumbre también le asediaba. Tenía en mente su viaje fallido al acabar el noviciado y conocía por otros las restricciones aduaneras, sobre todo, para los nacidos en esos países que podían ser considerados prófugos de la guerra y apátridas. Su nacionalidad peruana le daba confianza y valor.

Aunque no era de mucho hablar, un día le contó este viaje al H. Matías en los años que tenía dificultades para andar y caritativamente le acompañaba para darle seguridad. Sigamos ‘de corrido’ el relato como dice que se lo contó en el corredor del Colegio De La Salle por donde paseaban:

-Cuando se decidió ir a visitar a su familia, como que se sentía preocupado, inseguro. No fue nada sencillo. Llegando a su país, viendo la situación, solo, sin conocer ni confiar ni hablar con nadie, se sintió aturdido, la indecisión le dominaba, todo le parecía tan distinto... No sé si en la estación de trenes o ya en una calle, no lo tengo claro, pero ya en su país, sintió miedo por ser católico, sentía por su vida, no sabía qué hacer. Estando así, sin saber adónde ni qué dirección tomar, se le acercó un joven con cierta confianza y le dijo que si podía ayudarlo en algo. Bleho le contó su situación y a cada cosa que le hablaba, el joven le daba confianza, le tranquilizaba. Así se fue abriendo cada vez más. El joven le decía que él era de allí y conocía la situación y le daba ánimos y confianza. Tal era, que a todo lo que le decía más le tranquilizaba y animaba. Estando en esta conversación personal de tú a tú, pensó en agradecerle su ayuda y al querer abrazarlo se encontró que el joven había desaparecido. Esto me lo contó a mí personalmente y completamente convencido de que se había encontrado con el ángel de la guarda, porque, además, después de este encuen-tro todas las cosas resultaron muy bien.

Con semejante ayuda y el valor recobrado, llegó a su pueblo natal, ahora con el nombre de Macenok de su Eslovaquia querida. El Hno. Jorge le reemplazó en clase para esta circunstancia. Así nos lo cuenta:

-Corrían los años setenta. Por cuestiones políticas cerraron las normales en el país, yo estudiaba en la Católica y él daba clases en el Colegio de Aplicación donde era director de lo que quedaba de la Normal y de la Secundaria, y lo reemplacé en clases por tres meses porque había decidido viajar a su tierra natal. La ilusión que tenía de ir era muy notoria, aunque su modestia trataba


de ocultarlo, y no era para menos ya que habían transcurrido más de 30 años sin pisarla. Lo hizo como ciudadano peruano, qué ironía, ¿no? Tres meses en sus clases fue una experiencia bonita. Al volver el Hno. Ladislao, su alegría le salía por los poros, nos contaba de sus hermanos, sobrinos a quienes no había conocido hasta entonces, de su temor por hablar eslovaco por pensar que lo había olvidado, pero no, estaba guardadito en el subconsciente. Regresó muy contento.

Lágrimas de emoción y acción de gracias corrieron por sus ojos al reconocer madre, hermanos y sobrinos.

A sus emociones y ale-grías -añade el Hno. Efraín- también le acompañó el dolor al no encontrar a los su-yos que él hubiera que-rido ver y saludar. A su padre solo lo pudo visi-tar en el cementerio.

Fallecido uno o dos años antes, el 26-05-1968.

De esta visita salió re-confortado, recobró los lazos de sangre familiar y le sirvió para mante-ner contacto epistolar más frecuente y con parientes que apenas conoció o no los había visto nunca antes. Era mucho más sensible de lo que aparentaba dado su temperamento tími-do y reservado.

El Hermano Bleho con su mamá y su hermano.

Mausoleo familiar.


Porongoche

La Escuela Normal de Varones situada en la calle Melgar, junto al Monasterio de Santa Teresa, se trasladó al local de Porongoche en 1966 y fue reconocida como Normal Superior pudiendo disponer de una sección de Secundaria como Centro de Aplicación. El H. Bleho pasó del Luna Pizarro a la Normal en el 68 y poco después se encontró con el H. Efraín que sigue con sus memorias de aquellos tiempos:

-En ese lapso, el Hno. Visitador me envió al Colegio de Aplicación de la Escue-la Normal Superior, Bleho me recibió con mucha alegría. Viendo las urgencias de la Comunidad y que además estábamos lejos del centro de la ciudad, me propuso en nuestros tiempos libres arreglar la huerta y criar patos pequineses. Por supuesto que acepté, tanto más cuando el Hno. Blaste María nos ofreció las sobras de donaciones que recibía de Cáritas. A los tres meses los patos ya estaban para la sartén. Mientras estuvimos juntos, ya no salíamos los domin-gos ni fiestas a almorzar fuera de la comunidad. Victoria, nuestra cocinera, se encargaba de prepararlos la víspera. Al día siguiente, los 4 Hermanos: José Villegas, Guillermo Sánchez, Bleho y yo completábamos los preparativos y, gratamente, nos sentábamos a la mesa; la satisfacción era para todos, espe-cialmente para el Hno. Bleho que era el ecónomo, por los buenos soles que ahorrábamos.

Arequipa 1955. Así la conoció el H. Bleho. Pintura al óleo sobre lienzo de 4.20 m x 2.00 m de Morales Guzmán, se exhibe en el comedor de la comunidad de La Salle.


-Cuando ingresé a la Secundaria -comenta el Hno. Felipe Ampuero- tuve la dicha de inaugurar esta etapa en las nuevas instalaciones de la Normal ya con el nombre de “San Juan Bautista de La Salle”. Mi tutor y profesor de Primero de Secundaria fue el entrañable Hno. Ladislao. Nos impartió varias materias: Historia del Perú, Geografía, Inglés, Matemática, Religión, aparte de la reflexión diaria, característica de los lasallistas en todo el mundo. Como jóvenes alumnos, un poco rebeldes y díscolos, a veces le hacíamos “salir de sus casillas”, se ponía rojo debido a las travesuras que hacíamos, pero luego se lograba dominar y continuaba tranquilamente el dictado de sus lecciones. Siempre nos tomaba pasos escritos de las diversas materias que dictaba en el Colegio, y era bastante estricto y exigente con nosotros. Algunas veces me enseñaba de manera particular algo de francés, y a rezar el avemaría en su idioma natal: el eslovaco.

Los aspirantes recibíamos clases en la Secundaria de aplicación -dice el H. Jorge-. Conservo una estatuilla del fundador que me regaló por esos años, un poco raro porque no era muy expresivo con sus sentimientos pero me la dio y pidió que le tenga devoción y le pidiera por mi vocación. Siendo ya universi-tario, me encontraba a menudo con él y me preguntaba acerca de varios com-pañeros míos, a los que recordaba con bastante cariño: Huertas, Los Pintos, Granados, Muñoz, Arana, etc.

A Julio Prado, todavía hoy profesor especia-lizado en la reeducación para adolescentes y jóvenes difíciles, le pregunto:

-¿Por qué venías con tanta frecuencia a pasear al Hno. Bleho? ¿De dónde viene tu amistad? Cuéntame. Y va desgranando frases que voy copiando:

Estuve años en el Aspirantado. Allí conocí al H. Bleho. Aprendí muchas cosas que todavía son importantes. Entonces él era joven, bien correcto, estricto, amable, religioso, profesor que realmente enseña, aprendíamos porque nos lo hacía entender con prácticas. Íbamos al campo, coleccionábamos plantas, flores, hojas para clasificarlas después. Me alegraba cuan-do venía con unos caramelitos. Siempre cum-plido, bien cumplido. Era hora de estudio, allí

Mural en el ISE de Urubamba. El Hno. Bleho con sus materiales de ciencias.


estaba él y le veíamos preparar sus clases. Su sonrisa era agradable, también cuando se ponía serio lo notábamos. Jugaba al fútbol con sotana. Le encan-taba caminar, era un judío caminando. La distancia no ha debilitado nuestra amistad y siempre que he podido le he visitado.

No puede faltar este detalle de su compañero de comunidad por tantos años que denota la entrega total de nuestro Hermano Ladislao:

-La grandeza de su entrega a Dios a través de la obediencia a sus superiores nos la demostró cuando el Hno. Provincial en un momento de urgencia, lo nombró Director de la Escuela Normal aquí, en Arequipa, se sintió abrumado por el cargo porque se sentía incapaz de poder dirigirla, pero ante la insisten-cia del Hno. Superior, aceptó el cargo pero con lágrimas en los ojos. Su modo de ser no estaba hecho para estas responsabilidades, le hacían sufrir mucho.

Dieciocho años ininterrumpidos en esta segunda etapa y cinco en la primera dejó huellas en los arequipeños “por dedicarse abnegado y solícito a la for-mación de la niñez y juventud de la Patria Peruana.” Así reza el homenaje que le tributaron en la Escuela Normal el 2 de agosto de 1975 a los 35 años de su llegada a la Hermosa y Blanca Ciudad.

Valle del Chicón: HH.: Bleho, Jorge y Ludolfo

Camino de Quillabamba


Valle Sagrado de los Incas

El H. Ludolfo Ojeda que había dejado la comunidad de Urubamba después de diez años y era nombrado Visitador del Distrito en 1978, para las primeras obediencias de su mandato pensó en Urubamba y en el H. Bleho, quien llegó a la Escuela Superior de Educación en 1979 como profesor, al año fue nombrado Subdirector Académico y desde fines de 1991 ejerció como Jefe de la Oficina de Evaluación, hoy Secretaría Académica.

Desde los primeros años en Urubamba, además de las responsabilidades del cargo, dio algunas clases y catequesis y atendía cantidad de servicios de logís-tica de la comunidad y del Instituto sin más requisitos que una indicación de algún responsable y, sobre todo, del H. Director o con su visto bueno. El profe-sor Pedro Torres le conoció en los primeros años y resume así el perfil peculiar que le caracterizaba:

-Estaba encargado de la Subdirección Académica. Atendía las necesidades fundamentales de la casa de los Hermanos. Encargado, asimismo de las impre-siones. No era posible verlo sin hacer nada. Si no había cosas que hacer, él se inventaba tareas. Una frase suya era: “La gente se enferma porque no traba-ja”. Perfecto ejemplo de puntualidad para cualquier circunstancia. Su orden también era proverbial. Siempre mostró un sentido muy especial acerca de la economía y de lo económico. Contó un Hermano que solía devolver el dinero


que recibía para sus gastos personales porque no había tenido necesidad de gastarlo. A pesar de ser tan metódico en cuestión de economía, era sorprenden-temente dadivoso cuando se trataba de festejar cumpleaños o fiestas, especial-mente con los que no eran Hermanos. Siempre comía con mucho apetito todo lo que se le daba.

Rasgos fundamentales de su persona: La puntualidad, la sencillez, el sentido y el valor del trabajo, el valor del ahorro, la oración imperturbable.

Los que hemos convivido con el H. Bleho en Urubamba avalamos este perfil sobre su persona y su conducta. Pero es interesante comentar y completar otras apreciaciones y anécdotas que dan colorido a su vida sencilla, silenciosa, valio-sa, eficiente y ejemplar. Espigamos solo algunas.

H. Efraín: Aseguraba sentirse muy feliz trabajando en Urubamba al lado de personas muy buenas que le ayudaban en todo. Y eso era verdad porque las personas de su sector lo apreciaban mucho por su calidad como persona y como religioso, para todos era “el Hermano Blehito”.

Ponía mucho cuidado, era hasta meticuloso en la revisión de cuentas, facturas, ingresos y egresos, pero hasta ahí y no más, porque decía que el H. Francisco Álvarez Penelas es único y admirable en su gestión administrativa de proyec-tos, mantenimiento y nuevas construcciones.

Se sentía feliz también por estar en contacto con la naturaleza. En sus tiempos libres cuidaba doce colmenas de abejas y, como consumado apicultor, periódi-camente cosechaba esa rica y hermosa miel dorada. Decía a nuestra cocinera: “Chavela, voy a dar el biberón a las abejas. Caliéntame el agua”. Las cuidaba con sumo esmero.

Chavela, cual Marta del Evangelio, atiende solícita y amable a las necesidades materiales de los Hermanos por muchos años. Le apreciaba de modo singular. Al H. José Luis le ha contado algunas anécdotas:

-Era austero en su vida personal. Recuerdo que en ocasiones, por la tarde, se sentaba a leer en los sillones de la comunidad. En más de una ocasión le en-cendí la luz porque creía que vería mejor. Me mandaba apagarla y se acercaba a la ventana para seguir leyendo. Si en alguna ocasión sobraba comida, decía: “Chavela, esto que ha sobrado me lo calientas para la noche”. Era persona de buen comer.

El H. Jorge se encontró nuevamente con el H. Ladislao en Urubamba y añade detalles de su sencillez y convivencia:


-Durarte esos años recibimos la visita de mi familia, y algunas tardes prepara-ban postres o algo rico. El H. Bleho muy solícito, mandil colocado, ayudaba, ya sea a lavar los potes, a prender la cocina, a preparar buñuelos, a freír ho-juelas a las que se echaba miel de caña... ¡hum, qué postre!, qué bien se comía, allí estaban Ludo y él, hasta hablador se ponía preguntando referencias sobre lo que comíamos.

Un año nuevo decidimos con algunos miembros de la comunidad de fe, entre ellos Pedrito Torres y esposa, pasarlo en la comunidad preparando algunas cosillas para comer y, llegado el momento, tirar doce monedas hacia atrás para tener fortuna, guardar el trigo en la cartera para que no falte plata, pasar debajo de la mesa no sé para qué, comer las doce uvas y más...; todos muertos de risa ya que había que hacerlo rápidamente. El ver al Hno. Bleho hacer todo como todos, verlo de rodillas pasar por debajo de la mesa..., a todos nos daba una sensación de beneplácito increíble. Después venía una comidita pidiendo al Señor nos dé salud para el nuevo año.

Otra vivencia interesante y preocupante cuentan Celina y el H. Efraín:

-Amante de la naturaleza, tenía un físico impresionante para caminar y se hizo aficionado a coleccionar mariposas. En paseos a La Convención y Madre de Dios tuvo la ocasión de coger hermosos ejemplares. En un ambiente sin uso hizo su cuarto de insectos. Recolectaba cantidad y se acordaba de cada uno. Mandó hacer cajas tapizadas con telas de colores y cubiertas con vidrio, den-tro colocó mariposas y las colgó en las paredes de su oficina donde lucían muy bien. Un visitante español, muy aficionado a la entomología, al ver la exhibi-ción de las mariposas le vino la idea del intercambio. El “señor mariposero”, así le llamábamos, retornó con ejemplares, algunos de Madagascar, con lo que se incrementó su bonita colección. Pero para facilitar su negocio convino con alguna persona enviar a su dirección un paquete con insectos, y en su remite puso el nombre del Instituto. Aunque los involucrados del envío desconocían las leyes peruanas sobre el asunto, la policía de INRENA sospechó del paquete. De inmediato hicieron una inspección ocular en el Instituto topándose con la hermosa colección de cuadros con mariposas en la oficina del H. Bleho. Sin más, procedieron a descolgar y decomisar los cuadros metiéndolos en sacos y cargaron con ellos. ¿A dónde? El H. Director, Francisco y el H. Bleho fueron demandados por tráfico de mariposas en extinción. Bleho que no salía de su asombro, preguntaba a todos qué es lo que estaba pasando. En el parte policial se leía que “...cuadros de mariposas estaban listos para ser embalados y ven-didos fuera del país”, desconociendo dichos personajes cómo se comercializan


estos insectos. Hubo interrogatorios y juicios que terminaron absolviendo la acusación de tales negociados y todo volvió a la tranquilidad menos los cua-dros de mariposas.

Si bien había momentos en que se alteraba nuestra paz -prosigue Efraín- sin embargo encontrábamos días mejores y con creces, cuando salíamos de pa-seo a contemplar las gar-gantas del Chicón o del Pumahuanca o escalar alguna cumbre cercana y cuando los fines de mes íbamos al Santuario del Señor de Huanca a oír la misa y dedicar la maña-na a nuestras reflexiones personales. Era nuestro “retiro mensual”. A los Hermanos Bleho y Francisco se les veía pasear y seguramente que comentaban temas profundos. Luego de horas de descanso y paz, de vuelta a casa, nos deteníamos en algún restaurante para almorzar.

Celina Masías, Jefe de la Administración, muy cercana a él, cuenta:

-El Hermano tenía sonrisa de niño y se llevaba bien con todos pero nunca olvidaba a quien había prestado hasta 10 céntimos, no se le pasaba nada. Era muy celoso en atender las catequesis. Una vez cuando mi hijo mayor estaba en 5º grado le hizo quedar hasta las 2:00 p.m. por no saber el credo y me dijo que cómo mi hijo no sabía el credo, qué vergüenza para ti.

Para nuestra reflexión, acabamos con estos recuerdos de Chavela:

-La piedad era otro de su distintivo. Siempre puntual en las oraciones. La eu-caristía la valoraba mucho, si en Urubamba no se celebraba misa, iba a Yucay para oírla. Eso sí, siempre acudía a la iglesia bien elegante. Los últimos años no acudía a los retiros que realizan los Hermanos. Le preguntaba: ¿Por qué no va al retiro? Y me contestaba: “Porque ya no son como los de antes. Ahora van con celulares y no se guarda silencio. Prefiero hacerlo aquí solito”.


Eslovaquia y Frankfurt

Tardó bastante en volver a visitar a su familia -ahora el Hno. Efraín prosigue con su familia-. Quizá por dificultades en los trámites de visados, por la mis-ma situación de la vida debida al régimen soviético o por recuerdos no muy gratos, entre ellos, una hermana suya fue ganada al comunismo rompiendo todo contacto con su hermano. Cuando le preguntábamos si sabía algo más de ella, respondía que muy poco y su voz se quebraba. Este recuerdo lo tenía muy apenado y en más de una ocasión nos pidió que rezáramos por su conversión. Sabemos de la correspondencia que mantenía especialmente con su hermano y con dos sobrinas muy queridas, una era Hermana de la Caridad y la otra vivía en Frankfurt. Creo que viajó dos veces allí. Su esposo también era muy bueno y generoso, según lo comentaba, ya que al término de sus visitas lo llenaba de regalos, ropa, zapatos y seguramente con nuevas maletas; volvía muy contento y agradecido.

Efectivamente, estando en Urubamba viajó dos veces a su tierra natal. La se-gunda de su vida fue en 1992, habían pasado otros quince años.

Políticamente habían llegado los años de la Perestroika con Gorvachov, se ha-bía declarado la caída el telón de acero y la disolución de la Unión Soviética, pero ahora los problemas surgieron en Italia.

El 13 de mayo de 1992 tuve la suerte de viajar con él a Europa para visitar a nuestras familias -comenta el Hno. Máximo-. Creo que hacía años que no iba. Aprovechamos para ir a Roma a la Beatificación de Josemaría Escribá. Nos esperaba en el aeropuerto el H. Ángel Cirera, Director General de la Casa Ge-neralicia. Recogí mi maleta y le perdí de vista. Vuelvo a la parte internacional y preguntando por él me indican que estaba en el segundo piso por problemas de pasaporte. Me dejaron pasar a la oficina y comenté al Jefe que veníamos para tres o cuatro días y especialmente para la Beatificación y que habiéndole dejado entrar a Europa por Madrid y teniendo pasaporte peruano y visado no había ningún motivo para no admitirle, pues él se dirigía a Checoslovaquia. Al fin le dieron permiso para cuatro días, el agente tenía sobre su escritorio una estampa del nuevo beato. Sin cumplir el plazo dado, al día siguiente de la Beatificación, un tanto contrariado, se fue a visitar a su familia.

La tercera visita fue con los 75 años cumplidos, en 1995, animado y casi em-pujado por el Director H. Francisco pues ya habían desaparecido los molestos controles soviéticos y Eslovaquia se había independizado de los poderes ruso


y checo. Lo atestigua la visa y sellos de entrada y salida en su pasaporte perua-no Nº 0972240 con Vizum Slovenské na 30 dní. Salió de Lima el 5 de julio en dirección a Frankfurt (Alemania), visitando a su sobrina como atestigua más arriba el H. Efraín, y pasados ocho días, por vía terrestre, llegó a su tierra natal donde estuvo desde el 14 de julio hasta el 10 de agosto, regresando por Alema-nia a Lima el 17 del mismo mes. Sin duda fue el viaje más tranquilo y también el de despedida. Su pasaporte venció en el 2000 que ya no renovó.

A pesar de la distancia o precisamente por ello, su familia de sangre siempre estuvo presente en su corazón y en sus ora-ciones. En sus últimos años en Urubamba re-cibía y enviaba cartas a Eslovaquia, aunque se dolía que ya le costaba escribir en su lengua nativa.

-Y en Urubamba -dice el H. Xabier Alberdi- me pedía ayuda para

navegar por Internet para poder comunicarse con su familia.

Julio Prado ha mantenido amistad con él hasta los últimos días de su vida, sobre su familia dice:

-Más de una vez salía en la conversación la familia, como que había perdido contacto, sentía lo de su hermana apartada de la fe, se había hecho comunista, yo le ayudaba para comunicarse por Internet, me enseñaba algunas fotos, es-tando en Arequipa consiguió posteriormente comunicarse con frecuencia con algunos sobrinos y sobrinas, una de ellas religiosa que apreciaba mucho, decía que ya no les iba a ver nunca.

-A mí me comentó -se explica su admirador José Paredes- que en los peores tiempos más de una vez viajó desde Arequipa a Lima a dejar correspondencia para sus familiares a jugadores o a otras personas de confianza de su país que sabía que habían llegado a Lima.


Oficina de Evaluación

Al entrar en el Instituto, a mano izquierda hay un pabellón de una sola planta. Pasando la tercera puerta, entre dos vitrinas para anuncios, se encuentra un gran ventanal con vidrios trasparentes y una amplia puerta, es la Oficina de Evalua-ción. El Hno. Bleho estaba allí mañana y tarde con la puerta abierta aunque se hubiese ido su secretaria y las demás oficinas estuviesen cerradas, ya que si llegaba alguien, había que atenderle.

Como jefe de esta oficina pasó la mayor parte de sus años en Urubamba. Repa-saba, firmaba y cuidaba celosamente actas, certificados, diplomas y documen-tos de su incumbencia. Entre-gaba materiales didácticos a profesores, repartía o vendía impresiones, cartulinas y fo-lletos a los alumnos. Su ama-bilidad y minuciosidad en los cobros se hizo proverbial. Llevaba al día su libreta de deudores hasta por la mínima cantidad. Aunque nunca le-vantaba la voz, sí que se nota-ba su molestia si los deudores incumplían repetidamente. Era persona de entera confianza.

Llevaba puntualmente la documentación reglamentaria a la Dirección de Edu-cación de Cusco. Entre los documentos de recepción recibidos y guardados en su carpeta pedagógica, se repiten frases que consignan la felicitación del Director de la Región de Educación por “la entereza y minuciosidad con que han sido elaborados”; o bien “del estudio de los documentos en mención, se desprende el orden y responsabilidad con que Vd., Cuerpo Jerárquico y Do-centes dan cumplimiento a las órdenes emanadas de esta Sede Regional”, u otras frases parecidas.

Por las tardes seguía en su oficina y si no estaba revisando documentos se le veía leer. Alguna vez le vi con un libro en francés o escribiendo en eslovaco a su familia. Siempre guardaba entre sus cosas algún libro en esta lengua. Tam-bién traducía palabras del inglés cuando se lo pedíamos. En una ocasión le pedí traducir un manual técnico y se quedó mirándolo.


-Es muy técnico, el inglés técnico no se entiende -me dijo con resignación, pero es cierto en muchos casos.

Siempre se le veía trabajando con serenidad en todas las cosas que le salían por delante -así se expresa el H. Pedro Chico que en distintas ocasiones pasó por Urubamba para impartir sus conferencias y charlas magistrales-. Y si se le decía que ya no hiciera algo porque estaba jubilado, con sus ojos y sus gestos de disconformidad solía añadir “Si no lo hago tiene que hacerlo otro…Y es-tamos para eso…”

Por eso todos los que le pedían alguna ayuda se quedaban admirados de lo eficaz que resultaba y de lo regular que era su respuesta, sin un sólo fallo y sin ninguna dificultad. Era el modelo de la fidelidad en determinados hábitos que consideraba su deber: guardar el dinero de la secretaria y de la administra-ción en un sitio “secreto” de su habitación, transmitir avisos que le indicaban con una fidelidad portentosa, acoger a los visitantes que pasaban por el Cen-tro. Los Hermanos podían quedar tranquilos si el Hno. Bleho se encargaba de alguna labor. Todo lo hacía con una paz envidiable, reflejada en su perma-nente sonrisa, que ni en las mayores dificultades se oscurecía. Su sonrisa era reflejo de su paz y de su serenidad de carácter. “Bleho, le dije un día, “¿cómo te apañas para no enfadarte nunca y hacer todas las cosas bien?”. Sonriendo me dijo: “Porque si me enfado pierdo el tiempo y porque lo que hago mal lo disimulo para que no se note”.

Muy distinguido por su seriedad -son expresiones de Concepción Tito-, de po-cas bromas, de corazón inmenso y de un gran amor para los niños. Muy identi-ficado con los hijos de los trabajadores del Instituto, docentes, administrativos o empleados del campo, sin ninguna distinción. Los alumnos egresados lo re-cuerdan como el papá de los que necesitaban un préstamo en pequeñas canti-dades para viajar a sus pueblos con previo compromiso de devolver en la fecha acordada, caso contrario no se le prestaba otra vez, educando de esta manera en la responsabilidad y compromiso a alumnos o personal de la institución. Durante largos años desde el 2006 que fue destinado a Arequipa, se ha notado su ausencia en esta oficina, hoy Secretaría Académica, oyendo preguntar con interés y cariño por el Hno. Bleho. Eran exalumnos que requerían algún docu-mento o certificado de estudios.

Su trabajo diario no le impedía dedicarse a otros menesteres de la comunidad o del Instituto o, pasando en dirección a la residencia entrar en la capilla con la puerta siempre abierta y dedicar un tiempo a la oración.


Accidente

Así lo describe el principal aportante de estos datos biográficos:

Llevaba una vida muy tranquila sin mayores problemas de salud y si alguna vez no se sintió bien, procuraba no exteriorizarlo y lo pasaba calladamente, pero sucedió que un día estando en el patio cerca de la Comunidad sintió como un vahído y cayó al suelo y así algunas veces más. Por supuesto que nos preocupó pero pensábamos que podía ser algún tropezón la causa, hasta que sucedió algo que lo consideramos grave. Una tarde, como de costumbre sacó la movi-lidad y nos esperaba para salir juntos a la misa en el Señor de Torrechayoc. Mientras nos esperaba, le vino el desmayo y, sin darse cuenta, el carro se le fue hacia atrás, saltó el borde de una vereda y golpeó fuertemente contra una pared, rompiendo el vidrio y la puerta trasera. El golpe del carro lo despertó. Cuando vimos los vidrios esparcidos en los asientos, antes de preguntar nada, el H. Francisco nos pidió callar, solo le vimos pálido y el rostro desencajado. Esto fue motivo suficiente para que dejara de conducir y de nuestra parte, prestar atención al mal que adolecía. Lo llevé al Hospital de Urubamba pero no detectaron mal alguno. Poco tiempo después se sintió mal y no se levantó de la cama, lo cual nos llamó mucho más la atención; esperamos su mejoría, pero al contrario, pronto cayó en un sopor que nos obligó a trasladarle a Lima para una mejor revisión médica. Le examinaron desde la cabeza hasta los pies en la clínica conocida por El Golf y dictaminaron operación de dos hernias ab-dominales, de las que él nunca se había quejado. Practicada la operación no se remedió el mal y se probó en la clínica Stella Maris que tampoco encontraron la causa si no fuese por la sugerencia de una enfermera que nos insinuó que podría ser por agua en el cerebro. El H. Francisco, teléfono en mano, inmedia-tamente informó a los médicos de esta posibilidad y no salió de la clínica hasta después de la operación de hidrocefalia.

La operación fue exitosa pero debía seguir con precauciones en sus activida-des. Luego de un mes de recuperación volvió a Urubamba pero ya no podía se-guir en su trabajo regular por lo que se vio precisado a cesar ante el Ministerio de Educación. En el Retiro del 2006 el Hno. Provincial consideró más conve-niente destinarle a la Comunidad de La Salle de Arequipa con otros Hermanos cesantes y en retiro.


Ficha Personal

El Hno. Ladislao Bleho se ha desempeñado como profesor de Primaria, Secun-daria, Superior, ha sido tesorero, director por poco tiempo o en circunstancias especiales, y Secretario Académico de Educación Superior. Se jubiló a los 83 años, 63 de ellos en servicio a la educación peruana, interrumpidos solo por el año del Segundo Noviciado en Roma.

Ha vivido entre nosotros 76 largos años, desde los veinte: 35 en Arequipa en tres períodos distintos, 4 en Cajamarca, 3 en Lima, 9 en Cusco y 25 en Uru-bamba.

Esta es su ficha de cargos desempeñados en educación:

Años Cargo Lugar Institución Régimen1940-43 Auxiliar Prim. Arequipa Esc. Normal Contrato MED

1944 Prof. Primaria Arequipa Col. La Salle Particular1945-48 Profesor Cajamarca Esc. Normal Contrato MED1949-50 Profesor Lima Col. La Salle Particular1951-59 Profesor Cusco Col. La Salle Particularset 59-60 2º Noviciado Roma Casa General ---1961-63 Tesorero Arequipa Esc. Normal Contrato MED1964-67 Profesor Arequipa Luna Pizarro Contrato MED1968-69 Profesor Arequipa Esc. Normal Contrato MED1970-71 Profesor Arequipa Esc. Normal Contrato MED1972-75 Director Arequipa Esc. Normal Contrato MED1976-77 Director Arequipa Esc. Normal Contrato MED

1978 Profesor Arequipa Esc. Normal Contrato MED1979 Profesor Urubamba ISTEP Contrato MED

1980-81 Subdirector Urubamba ISTEP Contrato MED1981-2003 Jefe de Evaluación Urubamba ISTEP Contrato MED

Llegó a sumar 42 años, 10 meses y 29 días como contratos en centros del Mi-nisterio de Educación, sin contar los años de Cajamarca, otros contratos de tiempo parcial o los desarrollados en nuestros colegios particulares.


¡Bien!

El Hno. Efraín le ha acompañado muchos años en Arequipa y Urubamba, de esta última etapa nos da el parte correspondiente:

Con sus 86 años se sentía fuerte, caminaba bien, aunque usaba bastón más que nada para ayudarse a mantener el equilibrio, no se quejaba de dolencia alguna, leía y recordaba sus lecturas, comía bien y no necesitaba mayores cuidados. En los rezos comunitarios siempre estaba antes de la hora y seguía con voz fuerte y sonora el ritmo de las oraciones. Conocía bien a las personas y mantenía la conversación cuando se le daba la oportunidad.

-Siempre, hasta días antes de su muerte -recuerda el H. Jorge- me reconocía y me saludaba muy afectuoso preguntándome por mi familia.

-Andaba con su bastoncito -dice Verónica, Asistente Social del Colegio- des-pacio bajaba las escaleras para ir al comedor, era en la casa antigua, yo le saludaba y le decía: “¿Cómo me llamo?” Se paraba mirándome un ratito. “Ve-ro-ni-ca”, respondía silabeando. Me reconocía bien. Entraba en el comedor y se sentaba a comer.

Los Hermanos de Arequipa celebrando los 90 años del H. Blehito.


Siempre ha tenido buen apetito. Aunque no solía decir nada, solo cuando sobraba algo, “para que no sobre”, repetía con lo que quedaba, pero se le notaba el buen gusto con los platos que más le apetecían. Y al final, cuando apenas hablaba y le servían comidas preparadas para él por la dificultad de masticar, exten-día la mano para coger algo más de la mesa porque parecía que se que-daba con hambre.

A medida que pasaba el tiempo, notábamos que la memoria empezaba a fla-quear, escribía muy poco, incluso su amigo Julio Prado se sentaba con él en la computadora largos ratos para que escribiera a sus familiares algunas palabras en su lengua mater, pero se notaba que hacía grandes esfuerzos para recordar e hilvanar frases en eslovaco.

A su vez -prosigue el H. Efraín-, sus sueños eran una mezcla de recuerdos, lec-turas, escenas de la TV, etc. Es lo que sucedió una mañana muy temprano que me abordó para manifestarme que debía huir de inmediato porque la policía vendría por él a llevárselo por el crimen que había cometido en connivencia con otras personas; habían asesinado a un español y debía huir del país. Yo traté de calmarlo y convencerlo de que se trataba de una pesadilla nocturna pero él insistía de que al menos lo escondiéramos en alguna casa religiosa; comuniqué a los Hermanos el miedo del que estaba preso y todos de una mane-ra u otra tratamos de devolverle la calma. Como al término del día no pasaba nada, empezó a tranquilizarse y nunca más habló del asunto.

El H. Pedro Chico en sus visitas al Distrito también cuenta una anécdota que tenemos que interpretarla de la misma manera pues nunca estuvo movilizado en el ejército ni antes nos habló de ello:

-Una vez me contó cosas de su vida militar, cuando quedó perdido de su des-tacamento y hubo de esconderse para huir ya que de ser detenido le hubieran fusilado. Entonces perdió la paz y tuvo miedo pues fue declarado prófugo en la guerra, ya que le tocó alistarse en las tropas alemanas, Su amor a la paz unido a la lejanía de su bello país eslavo, le hacía sufrir por su situación de dominación soviética y persecución religiosa. Nunca le oí crítica o rechazo a los años difíciles de la guerra y de la postguerra.


Otra vez -sigue recordando el H. Efraín- le acometió una fuerte afección bron-quial, pero no se quejaba y como y como cada vez lo veíamos peor lo prepa-ramos para llevarlo a la Clínica San Juan de Dios, pero dijo que no y que lo dejáramos solo porque estaba con el Señor de los Milagros, era el mes de octubre. Por supuesto que en la clínica lo retuvieron varios días.

El tiempo que la Comunidad estuvo en Lima mientras se construía la nueva residencia para Hermanos ancianos, entre febrero del 2014 a Agosto del 2016, la salud del H. Bleho se resintió un poco más, caminaba ayudado de su andador con bastante dificultad, las piernas se le hinchaban y tenía frecuentes accesos de tos. La atención médica era frecuente y con los tratamientos que les brinda-ban se estabilizaba. Fue necesario acudir a una atención casi permanente. Con dos señoras, Nora y Zumi, vimos aliviada la preocupación constante en que nos mantenía y atendían también atenciones a los otros Hermanos con cariño y esmero.

A lo largo de todas estas vivencias se trasparenta su distintivo mayor: la vida sencilla de un Hermano de La Salle.

Los que han convivido con él le han dado estos calificativos:

Buen religioso; sencillo y atento a las necesidades de la comunidad; obediente con los superiores; minucioso con la economía, daba cuentas,

o las exigía, hasta por 10 cén-timos; pero a su vez era da-divoso: pequeñas atenciones a los empleados, un refresco, unas hortalizas de la huerta, o chocolatillos a sus alumnos, o atenciones cuidadas con los visitantes; en mi secundaria fue entrañable un recuerdo imborrable; muy atento para preguntar por la familia o compañeros de clase; valora-ba el ahorro, nunca compraba cosas innecesarias; trabaja-dor incansable, siempre es-taba haciendo algo; de buen Augusto y Bleho recordando otros tiempos.


apetito en el comer hasta con lo más ordinario; muy amigable en paseos y ocio; disfrutaba con la naturaleza en los paseos; amante del orden y la disciplina; hombre de oración, llamaba la atención su recogimiento y piedad en la capilla; silencioso y tímido; difícilmente se quejaba de sus dolencias; nunca le oí levantar la voz aun estando muy molesto por algo; era un santo; nadie puede decir algo en contra de él; tenia sonrisa de niño y se llevaba bien con todos; cuando rezaba en Comunidad veía-mos en él “al hombre de Dios”; la gente le apreciaba muchísimo por su piedad y sencillez, así como por su austeridad de vida.

Estos calificativos y más, han brotado del recuerdo del Hermano Ladis-lao Bleho. Todos, con muestras de cariño, admiración y amistad. SON LOS AROMAS DE VIDA SENCILLA que nos ha dejado y que son dig-nos de imitar.

En una celebración en el Colegio De La Salle de Arequipa.Hermanos Jean, Efraín, Bleho y Sebastián


¡Vamos!

El bastoncito fue sustituido por el andador y éste por la silla de ruedas.

Al retornar a Arequipa continuaron las atenciones, el Hno. Bleho aún con su decadente salud, estaba siempre presente en las oraciones en su silla de ruedas y aunque ya no se oía su voz, desgranaba su rosario moviendo los labios con los ojos cerrados.

Sus facultades mentales y físicas se iban debilitando cada vez más y si aun de-cía alguna frase era para llamar a la enfermera o a algún Hermano con las pocas palabras que le quedaban: “venga”, “dormir”, “ya”. Pero lo que más llamaba la atención es que cuando le preguntábamos “Bleho, ¿cómo estás?”, respondía siempre: “BIEN”.

En la última Navidad, entre las estrellas y adornos, el H. Augusto puso los nom-bres de los integrantes de la comunidad. Le llevamos ante la pared adornada con los nombres y le explicamos los motivos navideños.

-Bleho, aquí están nuestros nombres, léelos -y le señalábamos uno a uno.-Efraín... Antonio... Matías... Jean...Augusto... Julio Carlo... Javier -iba leyen-do despacio manifestando nuestra alegría en cada uno, aunque los que empe-zaban por “J” le costaba más, quizá por la pronunciación de esta letra en su lengua nativa.

Ordenando la biblioteca encontré un libro en eslovaco titulado: “JEŽIŠ VO SVOJEJ DOBE” y se lo enseño:

-Este libro es tuyo. ¿Qué dice? Tradúceme el título.-“JESÚS EN SU TIEMPO” -contesta después de una breve pausa.-¿Me puedes traducir cada día una página y yo lo voy copiando?-No -contestó con voz firme, sin más explicaciones.

Ya no estaba para estas cosas aunque sí que leía toda-vía despacio algunos titulares de los periódicos cuando se lo pedíamos.

Sus idiomas habían ido pasando al olvido y le costaba encontrar las palabras en castellano. No construía apenas frases, simplemente empleaba palabras para comunicarse.


El “BIEN” se alternaba con el “YA” y el “VAMOS” en muchas ocasiones. Lo que sí mantenía todavía era la puntualidad. Gustaba tener en las manos, además del rosario, un despertador con números bien grandes esperando la hora de la oración, de la comida o de acostarse.

-¡Vamos! -decía con frecuencia y siempre con buena voz.-¡Vamos!-Adónde -respondíó una tarde Efraín sin dejarse ver.-¿Quién habla?-Yo.-¿Cuál es su nombre?-Aquí estoy. ¿Qué quieres ahora?-Andar. -Y en la silla de ruedas le daba varias vueltas por el patio de la casa. Fue el último diálogo que llegué a oírle.

Julio Prado le visitaba con fre-cuencia en sus tiempos libres y siempre le paseaba en su silla de ruedas por veredas, patio y jardines.

Había horas y tiempos que con insistencia apurada y angustiosa nos llamaba la atención con el “vamos”, sin saber exactamente su molestia o necesidad porque no lo expresaba, o siendo interrogado simplemente decía “dormir” aun estando ya acostado. Merecen excepcional agradecimiento el H. Efraín y las enfermeras de turno que hacían lo imposible por calmar su ansiedad.

Alguna semana antes de su muerte, cuando nos inquietaba la insistencia repe-titiva de las pocas palabras que le quedaban en su memoria, el Hno. Matías me decía:

-Esto de ahora no es propio de él, Bleho es un hombre admirable, nadie podrá decir nada en su contra, es un santo.

Es cierto, Bleho nos ha dejado un aroma de hombre bueno, servicial, atento, sencillo, santo; de aquel que al alejarse de nosotros debido a su obediencia a los superiores, queríamos saber de su salud, de cómo estaba, queriendo volver a verlo y saludarlo. Y en sus últimos años a pesar de su situación, su presencia se convertía en cariño.

H. Efraín, José Torres, H. Matías, H. Jean y H. Bleho


Cumpleaños

Seguía siendo fiel a las actividades de la comunidad, estaba presente en las oraciones, comulgaba en la misa diaria, hasta las dos últimas semanas también asistía en silla de ruedas a las principales celebraciones del Colegio.

El 29 de abril, viernes, en el colegio conmemoramos el cumpleaños de nuestro Fundador. Iniciamos el día en el patio de formación con todos los alumnos y cantamos el “Happy Birthday to You”. Los 119 jóvenes de la Promoción 2016 “Fratres in finem” tuvieron el bonito gesto de presentarse en la casa de los Hermanos donde residen los de más edad. Iban provistos de una cartulina con el “FELICIDADES” y las firmas de todos los alumnos, y la torta de cumpleaños.

Formados en los cuatro corredores del patio central de la comunidad con los Hermanos en el frontis del comedor, después de la presentación con palabras cariñosas hacia los que ahora hacen recordar y vivir el “La Salle hoy somos nosotros”, encendieron las velitas de la torta y cantamos el “Happy Birthday”. Entre aplausos pedimos que Bleho apagase las velitas pero no fue capaz. Sen-timos pena porque siempre atendía gestos como éste o levantar la copa con un poco de vino para brindar u otras pequeñas manifestaciones como dar la mano para saludar.

-Nos acompañó hasta la víspera de su muerte -sigue el relator de estos de-talles-, sentado en su silla de ruedas al lado de los Hnos. Matías y Antonio recibiendo el saludo de las tres Secciones de la Promoción por el Cumpleaños de Nuestro Santo Fundador, si bien él no mostró darse cuenta de lo que sucedía en su derredor, se dejó hacer, sin decir palabra y con la vista baja; no obstante, ese 29 de abril, almorzó y cenó de manos de la enfermera aunque menos de lo ordinario. Al acostarlo, notamos algo de fatiga al respirar, por lo que dije a la enfermera que si notaba algo anormal por la noche, me llamara. Y fue aquella misma noche. En la primera hora de la madrugada sonó el celular y de inme-diato el Hno. Augusto, la enfermera Bety y yo estuvimos a su lado viéndolo exhalar su último suspiro, sin hacer el menor gesto ni la menor palabra, como quien hace un esfuerzo para respirar, para seguir durmiendo; nos sobreco-gimos y rezamos para encomendarlo al Señor, y poco después comunicar su fallecimiento a los Hermanos del Distrito.

Murió en una tranquilidad y paz diríamos celestiales, como quien pasa del sueño de la vida al sueño de la muerte para encontrarse con el Señor Dios, a quien sirvió incondicionalmente a lo largo de sus 96 años.


El Hno. Blehito pudo llegar a tiempo para poder cumplir con la felicitación al Santo De La Salle el mismo día 30 cambiando nuestro espacio y tiempo por el de la eternidad.

Ese día cuando tiemblen los guardianes de la casa y se encorven los robustos...se queden a oscuras las que miran por las ventanas,se cierren las puertas de la calle,...cuando se debilite el canto del pájaro y enmudezcan todas las canciones;dará recelo la altura,y habrá sustos en el camino...y es que el hombre va a su eterna morada...Cuando...vuelva el polvo a la tierra, a lo que fue,y el espíritu vuelva a Dios que lo dio.

Así dice Qohélet en su libro Eclesiastés. Estas frases bonitas pueden ser aplica-das a la vida de estas últimas semanas del Hermano Blehito que había perdido poco a poco sus recursos, guardaba cama casi de continuo, tenía que ser aten-dido en todas sus necesidades, preocupaba a sus guardianes y cuidadoras, su voz se iba debilitando, no pedía “andar” y en el último tramo de su camino nos sorprendió con el susto de no poder apagar las velas de cumpleaños que cele-brábamos como esperando unas horas más para hacerlo en su eterna morada.

La noche no interrumpe tu historia con el hombre;la noche es tiempo de salvación.

De noche esperaremos tu vuelta repentina,y encontrarás a punto la luz de nuestra lámpara.La noche es tiempo de salvación.

Himno de vísperas del martes de la II semana


Despedida

Celebrábamos el 365º aniversario del nacimiento de nuestro Fundador cuan-do el Hermano Ladislao Bleho nos de-jaba para su encuentro definitivo con el Señor.

Y al día siguiente, 1º de mayo, celebra-mos su paso a la eternidad dando gra-cias a Dios por su vida y pidiendo que quien siguió la senda del amor a Jesu-cristo disfrute con sus hermanos de la felicidad de su Reino.

La Eucaristía fue presidida por el pa-dre dominico Jorge Coronado, amigo y colaborador incondicional de los Her-manos. Su homilía fue completada al final de la celebración con las palabras del Hermano Director de la comunidad,

Efraín Espinoza. Ambos destacaron su sencillez, amor y paz con algunos ejem-plos más relevantes de su larga vida de Hermano de las Escuelas Cristianas.

Así lo resumió el Hermano Director en sus palabras finales:

En la persona del Hermano Ladislao Bleho se encarnó lo que nos propone la reflexión de hoy, Domingo VI de Pascua: ¿Quién ama de verdad a Jesús? Aquel que acepta su palabra, aquel que vive su Evangelio, aquel que se deja llenar de su amor y lo irradia a los demás. Programa de vida del Hno. Bleho.

Y así con la humildad y sencillez que lo caracterizaba ha vivido y trabajado con niños y jóvenes toda su vida de do-cente, dándonos ejemplo de entereza y fortaleza de espíritu, sin dejarse abatir por la enfermedad ni la vejez y cuando al final de sus días alguien le pregun-taba cómo se sentía, él respondía inde-fectiblemente “Bien”.


Al acabar la celebración, con la escolta del Colegio y rodeado de Hermanos, personal de nuestras obras, amigos y simpatizantes entregamos a la tierra sus restos mortales en el mausoleo de los Hermanos de la Salle del cemen-terio La Apacheta de Arequipa.

Que él, desde el cielo interceda por todos nosotros y en especial por sus Hermanos de La Salle para que cumplamos a cabalidad la misión que Jesús el Señor nos ha encomendado.

Unidos al H. Felipe también afir-mamos:

Creemos firmemente que tene-mos otro intercesor en el cielo, y que su testimonio nos ayude a fomentar más vocaciones en el Distrito. Gracias Hno. Bleho por tu vida, tu entrega, tu testimonio de vida religiosa.

“...Me di sin tender la manopara cobrar el favor;

me di en salud y en dolora todos, y de tal suerte

que me ha encontrado la muertesin nada más que el amor”.

Tomado de santos varones, Himno de Laudes

¿Cómo estás?: ¡Bien!

“Nadie puede decir algo en contra de él”.

“Los alumnos egresados lo recuerdan como el papá de los que necesitaban un préstamo en pequeñas

cantidades para viajar a sus pueblos”.

“Minucioso con la economía, daba cuentas, o las exigía, hasta por 10 céntimos”.

“En mi secundaria fue entrañable como tutor y profesor; guardo un recuerdo imborrable”.

“Trabajador incansable, siempre estaba haciendo algo”.

“De buen apetito en el comer hasta con lo más ordinario”.

“Muy amigable en paseos y ocio; disfrutaba con la naturaleza”.

“Amante del orden y de la disciplina”.

“Silencioso y tímido”.

“Nunca le oí levantar la voz aun estando molesto por alguna cosa”.

“Cuando rezaba en Comunidad veíamos en él ‘al hombre de Dios’, era un santo”.

“Tenia sonrisa de niño y se llevaba bien con todos”.

aromas de vida sencilla - bienvenidos al colegio de la … · reconstruyendo una historia 11 la...

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