apuntes evangelio san mateo cap 15

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Apuntes cap 15 Evangelio de san Mateo Jesús distingue entre la ley de Dios y los mandatos de hombres. De modo similar al reclamo cuando los discípulos de Jesús no se abstuvieron de comer en sábado unos granos de maíz tomados al pasar, esta vez es el reclamo, en forma de pregunta que hacen a Jesús un grupo de sus opositores, fariseos y maestros de la ley: ¿por qué los discípulos no se lavan las manos antes de comer? Es una confrontación en que, con la pregunta, cuestionan que los discípulos de Jesús no se sometan a las normas rituales de purificación, de todos conocidas; quieren ver, a Jesús y los que lo siguen, sujetos a las normas de los ancianos o la tradición de los antiguos en todo el ritual de abluciones. Su deseo es verlos sometidos e ellos, que pretenden ser única autoridad, como todos los demás. Como hemos visto otras veces, Jesús demuestra la impudicia e hipocresía de los que lo acusan un incumplimiento, sin cumplir ellos con lo principal de la ley. Esta vez contesta, con otra pregunta, más dura que la de los escribas y fariseos: ¿por qué ellos no respetan la ley de Dios y la sustituyen con normas de hombres? Esto debe parecer, a cualquiera de buena fe, más escandaloso que la conducta de los discípulos de no lavarse las manos. El ejemplo de Jesús va directo al corazón de la hipocresía: no respetan el cuarto mandamiento que ordena honrar padre y madre. ¿Cómo lo hacen?

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Para acompañar taller de lectura atenta y contínua de la Sagrada Escritura

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Page 1: Apuntes Evangelio San Mateo Cap 15

Apuntes cap 15 Evangelio de san MateoJesús distingue entre la ley de Dios y los mandatos de hombres.De modo similar al reclamo cuando los discípulos de Jesús no se abstuvieron de comer en sábado unos granos de maíz tomados al pasar, esta vez es el reclamo, en forma de pregunta que hacen a Jesús un grupo de sus opositores, fariseos y maestros de la ley: ¿por qué los discípulos no se lavan las manos antes de comer?Es una confrontación en que, con la pregunta, cuestionan que los discípulos de Jesús no se sometan a las normas rituales de purificación, de todos conocidas; quieren ver, a Jesús y los que lo siguen, sujetos a las normas de los ancianos o la tradición de los antiguos en todo el ritual de abluciones. Su deseo es verlos sometidos e ellos, que pretenden ser única autoridad, como todos los demás.Como hemos visto otras veces, Jesús demuestra la impudicia e hipocresía de los que lo acusan un incumplimiento, sin cumplir ellos con lo principal de la ley. Esta vez contesta, con otra pregunta, más dura que la de los escribas y fariseos: ¿por qué ellos no respetan la ley de Dios y la sustituyen con normas de hombres? Esto debe parecer, a cualquiera de buena fe, más escandaloso que la conducta de los discípulos de no lavarse las manos. El ejemplo de Jesús va directo al corazón de la hipocresía: no respetan el cuarto mandamiento que ordena honrar padre y madre. ¿Cómo lo hacen? Declarando ofrenda sagrada al templo (=corban), los medios con que deberían socorrer a sus padres. La trampa es hecha con intención de no ayudar; no honrar, a los padres. Prefieren las apariencias y ser vistos como piadosos que contribuyen al tesoro del templo y dejar abandonados a su suerte a sus padres necesitados.Jesús deja establecido, casi como al pasar, que el mandamiento central es amar a Dios y al prójimo, no es para nada la preocupación de sus opositores. Ellos dan importancia a lo exterior, lo que todos ven, sin ser lo importante, y, como si fuera poco, se sienten autorizados para no cumplir ellos con lo esencial.Los mismos que no titubean en aprobar semejante conducta de egoísmo y desamor, critican a los discípulos que no se lavan las manos antes de comer. Jesús deja claro el estado permanente de hipocresía con que muchos viven la fe: lo importante lo eluden con un invento que aunque parezca “ingenioso”, es escandaloso. Eso sí, no vacilan en mostrarse escandalizados por el incumplimiento, real o no, de lo que no tiene ninguna importancia.

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Tan frecuente que es, hoy como entonces, la religiosidad del rito, de las devociones: encender velas, oír muchas misas y rezar rosarios, en suma, lo secundario; casi siempre, quien pone énfasis en eso, lo acompaña de gruesas inconsecuencias con el mandamiento de amar a Dios y al prójimo. En nuestro medio es típico circunscribir la moral al ámbito sexual; así se deja de lado, como cosas sin importancia, las inmoralidades contra la justicia, contra la verdad, contra el amor.Esa advertencia, no es para los escribas y fariseos, sino para todos los que nos digamos creyentes. Ser creyente, se demuestra comprometiéndose con la suerte del prójimo que sufre. El ejemplo de Jesús es quemante: no pasó indiferente al lado de necesidad ni dolor alguno. Siempre ofreció Su amor al necesitado o doliente. Ese es nuestro desafío, si decimos ser sus seguidores: dar crédito al anuncio que hizo y hoy prosigue Su Iglesia.La expresión del juicio de Jesús se resume en dos frases contundentes: “Este pueblo me honra con los labios pero su corazón está lejos de mí” y “…en vano me rinden culto”. Terminada esa aclaración, les advirtió que no es lo que entra en el hombre lo que causa impureza, sino lo que sale de él.Cuando le comentan sus discípulos el escándalo con que recibieron los escribas y fariseos sus reprensiones y aclaraciones, Jesús sentencia que sus antagonistas, no están en los lugares de dirección espiritual y política del pueblo porque su Padre los haya puesto allí; son plantas de otro origen que en su oportunidad serán arrancadas de raíz. Sólo son ciegos que guían a otros ciegos. Para cerrar el tema, Jesús repite a los discípulos que los malos impulsos y los malos pasos vienen del interior del ser humano, no de lo que come; la aceptación o rechazo de las malas cosas, comienza en el corazón y la cabeza.Sanación de la hija de la cananea.Es un nuevo tema que surge; tiene mucho que decirnos sobre la obligación que los creyentes abandonemos cualquier pretensión exclusivista. En todo tiempo y lugar. El amor de Dios está dirigido a todos. Una madre le pide sanación para su hija endemoniada; Jesús no parece dispuesto a acogerla. La expresión con que lo explica, es que ha sido enviado a las ovejas perdidas del pueblo de Israel. Una cananea, claramente no es parte de ese pueblo. La conversación entre ellos se ve forzada por la insistencia de la mujer que se arrodilla delante de Jesús. De las palabras de Jesús pareciera desprenderse una

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confirmación de la exclusividad alegada por los israelitas de entonces “No está bien tomar el pan de los hijos y echárselo a los perritos”. Casi repite lo dicho a los discípulos: He sido enviado a las ovejas perdidas del pueblo de Israel, mediante esa frase alegórica. Nos resulta difícil pensar que la gracia y el amor de Dios se agotan, de manera que lo que le diera a una cananea, no disminuirá el amor disponible para los demás. Se puede entender como querer ser fiel a la misión que le fue encomendada.Todo eso cede paso, se derrumba igual que nuestras conjeturas, ante la insistencia de la mujer que, con una frase en que toma el mismo ejemplo que le pone Jesús, habla de las migas que caen de la mesa y que los perritos igual comen. Se maravilla Jesús de la fe de esa mujer, de su certeza que Él, si quiere, puede sanar a su hija y, entusiasmado, le concede lo que le pide.Interesante destacar la humildad de la mujer, que acepta el trato inicial de indignidad y consigue persistir en su petición. Eso le merece finalmente ser escuchada y ver satisfecha su petición.Nosotros, si somos sinceros, pocas veces nos sentimos genuinamente los pecadores que somos y muchas veces nos domina el orgullo de creernos merecedores. Tenemos pues harto que aprender de esta notable mujer. Es necesario dejar de lado todo orgullo y susceptibilidad para acercarse de corazón a Jesús en busca de Su perdón y de la gracia. Más sanaciones y multiplicación de los alimentos.Mateo nos cuenta que Jesús subió al monte y la gente que lo seguía lo rodeó. Se puso a sanar a los enfermos que le traían, cojos, lisiados, ciegos, mudos y otros.Enseguida les dice a los discípulos cuánto lo aflige ver que lo siguen hace tres días y no tienen nada para comer. En lugar de despedirlos, como sus discípulos le sugieren, dice que ellos les den de comer. Se produce un diálogo. Los discípulos sostienen que es difícil si no imposible encontrar suficiente pan y comida para tanta gente, en un lugar apartado. Les pregunta Jesús, qué tienen ellos de alimento y le responden que siete panes y unos pocos peces.Ordena que se sienten, pide que traigan los peces y los panes, los bendice y comienza a repartirlos en trozos, que los discípulos van entregando a los que estaban allí. Todos comieron hasta saciarse y recogieron como sobras, siete canastas grandes. Se deja constancia que eran 4.000, sólo los hombres; hay que agregar las mujeres y los niños. Cuando ese momento terminó, Jesús se trasladó a otro lugar.