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1 “Sepan que la Tiranía de Arriba, Enjendra la Rebelión de Abajo”. Represión Contra los Anarquistas: La Historia de Voltaire Argandoña y Hortensia Quinio (Santiago, 1913) Eduardo A. Godoy Sepúlveda Publicado en Cuadernos de Historia 27, Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Chile, Septiembre 2007: 75 124. “El pensamiento cuya base es la propiedad privada, tiene por norma de vida, que trabajen miles para que acumule uno: He aquí la injusticia... ¡A destruirla! ¡Cerebros en marcha! Para dilucidar y encontrar el porqué de las miserias ¿No son iguales las hojas de un árbol? ¿Quién podrá negar que todas sin excepción de una reciben vida de la tierra? Viva la igualdad para el desarrollo a vivir sin privilejio esplotador”. Efraín Plaza Olmedo, Pensamientos, (La Batalla, primera quincena de agosto de 1913). Resumen Los anarquistas santiaguinos y porteños (de Valparaíso) jugaron un rol de suma importancia en la rearticulación del movimiento obrero y popular durante los años 1912 1913, después de los embates del ciclo represivo de comienzos del siglo XX (1903 1907). La “huelga del mono” iniciada en octubre de 1913 en Valparaíso, liderada por la anarquizante FORCH (Federación Obrera Regional Chilena), suscitó la solidaridad de numerosas organizaciones de trabajadores, generando un efecto multiplicador en varias ciudades. En la capital los anarcos llamaron abiertamente a plegarse a la huelga general decretada por sus congéneres en el vecino puerto, participando en un sinnúmero de meetings de apoyo. Ante esta escalada huelguística el Estado y la patronal reprimieron violentamente las organizaciones ácratas, y sus militantes, a través de allanamientos, complots, y la tortura, con la finalidad de desarticularlas. Palabras Claves: anarquismo, huelga, represión, allanamiento, organizaciones de trabajadores. Abstract After the sudden attack of the repressive cycle a the beginning of the XX century (1903 1907) the anarchists from Santiago and Valparaiso played a very important role in the re- Licenciado en Educación con Mención en Historia y Ciencias Sociales (USACh). Profesor del Preuniversitario Popular y Solidario Luis Emilio Recabarren González, P.A.C. Se agradecen comentarios y sugerencias: [email protected]

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1

“Sepan que la Tiranía de Arriba, Enjendra la Rebelión de Abajo”. Represión Contra los Anarquistas: La Historia de Voltaire Argandoña y Hortensia Quinio (Santiago, 1913)

Eduardo A. Godoy Sepúlveda

Publicado en Cuadernos de Historia 27, Departamento de Ciencias Históricas de la

Universidad de Chile, Septiembre 2007: 75 – 124.

“El pensamiento cuya base es la propiedad privada, tiene por norma de vida,

que trabajen miles para que acumule uno:

He aquí la injusticia... ¡A destruirla!

¡Cerebros en marcha!

Para dilucidar y encontrar el porqué de las miserias

¿No son iguales las hojas de un árbol?

¿Quién podrá negar que todas sin excepción de una reciben vida de la tierra?

Viva la igualdad para el desarrollo a vivir sin privilejio esplotador”. Efraín Plaza Olmedo, Pensamientos, (La Batalla, primera quincena de agosto de 1913).

Resumen

Los anarquistas santiaguinos y porteños (de Valparaíso) jugaron un rol de suma

importancia en la rearticulación del movimiento obrero y popular durante los años 1912 –

1913, después de los embates del ciclo represivo de comienzos del siglo XX (1903 –

1907). La “huelga del mono” iniciada en octubre de 1913 en Valparaíso, liderada por la

anarquizante FORCH (Federación Obrera Regional Chilena), suscitó la solidaridad de

numerosas organizaciones de trabajadores, generando un efecto multiplicador en varias

ciudades. En la capital los anarcos llamaron abiertamente a plegarse a la huelga general

decretada por sus congéneres en el vecino puerto, participando en un sinnúmero de

meetings de apoyo. Ante esta escalada huelguística el Estado y la patronal reprimieron

violentamente las organizaciones ácratas, y sus militantes, a través de allanamientos,

complots, y la tortura, con la finalidad de desarticularlas.

Palabras Claves: anarquismo, huelga, represión, allanamiento, organizaciones de

trabajadores.

Abstract

After the sudden attack of the repressive cycle a the beginning of the XX century (1903 –

1907) the anarchists from Santiago and Valparaiso played a very important role in the re-

Licenciado en Educación con Mención en Historia y Ciencias Sociales (USACh). Profesor del Preuniversitario

Popular y Solidario Luis Emilio Recabarren González, P.A.C. Se agradecen comentarios y sugerencias:

[email protected]

2

articulation of the working and people’s movement between the years 1912 and 1913.

The “Huelga del Mono” (Monkey’s Strike) initiated in October 1913 in Valparaiso, led by

the anarchic FORCH (Federación Obrera Regional Chilena)1, provoked solidarity among

many workers’ organizations, generating a multiplying effect in several cities. In the

capital city – Santiago – anarchists made an open call to sum up to the major strike

decreed by anarchist from Valparaiso, participating in innumerous support meetings.

Facing this increasing amount of strikes, the government and employers repressed

violently the anarchic organizations and their militants through forced entries, complots

and torture, in order to inarticulate them.

Keywords: anarchism, strike, repression, levelling, organizations of workers.

1. Palabras Preliminares2:

Durante mucho tiempo la historia de las organizaciones anarquistas y el accionar

de sus militantes, en el seno del movimiento popular y obrero fue cubierto en nuestro

país por el manto del olvido historiográfico3. Los historiadores “marxistas clásicos”4

1 Spanish acronym that stands for “Regional Federation of Chilean Workers”.

2 Este artículo está desarrollado sobre la base de un trabajo de investigación efectuado durante el segundo

semestre del año 2004 en el Seminario de Historia de Chile, Sociedad Civil y Estado en Chile del Siglo XX:

¿Pacto o Autonomía?, dictado por la historiadora María Angélica Illanes Oliva en el pre – grado del

Departamento de Historia de la Universidad de Santiago de Chile (Ex – U.T.E.). Se agradece la colaboración y

comentarios de los Historiadores Alberto Harambour Ross, Hernán Venegas Valdebenito y Sergio Grez Toso; y

de la Profesora de Historia y Ciencias Sociales Catalina Roa C. (por su comprensión) y de la Licenciada en

Historia Elizabeth Prudant S. (por sus valiosos comentarios y aportes). 3 Sergio Grez Toso ha escrito una monumental y pionera obra sobre el accionar de los anarquistas en Chile

titulada, La Alborada de “la Idea” en Chile. Los anarquistas y el movimiento obrero, 1893 – 1915, “En prensa”

(2007). Agradezco a este autor la gentileza de darme a conocer el manuscrito antes de su publicación. En nuestro

país no hubo preocupación por parte de militantes ácratas de dotar al movimiento, con versiones escritas, de una

tradición y una identidad, como en el caso argentino con las obras de Diego Abad de Santillán y de Eduardo

Gilimón. La única obra escrita por un militante ácrata chileno que conocemos es el ensayo más testimonial que

histórico de Luis Heredia, El anarquismo en Chile (1897 – 1931), Ciudad de México, Ediciones Antorcha, 1981.

(existe una versión cibernética de esta obra en la Biblioteca Virtual Antorcha, en:

http://www.antorcha.net/biblioteca_virtual/historia/anarquismo_chile/anarquismo_chile.html). Asimismo, se

pueden citar las memorias del demócrata filo – anarquista Alejandro Escobar y Carvallo reeditadas

recientemente en: Revista Mapocho, N° 58, Santiago, DIBAM, segundo semestre de 2005. Respecto a los vacíos

historiográficos sobre el mundo popular en general, y el anarquismo, en particular, entre los años 1890 y 1912,

véase, Sergio Grez Toso, “Movimiento popular urbano en Chile entre el cambio de siglo y la época del

Centenario (1890 – 1912). Avances, vacíos y perspectivas historiográficas”. En: Contribuciones Científicas y

Tecnológicas, Área Ciencias Sociales y Humanidades, N° 109, Año XXV, Santiago, Universidad de Santiago de

Chile, agosto 1995, pp. 37 - 45. 4 Nos referimos principalmente a Julio César Jobet, Hernán Ramírez Necochea y Fernado Ortíz Letelier.

Excluimos a Jorge Barría Serón y Luis Vitale Cometa, cuyos aportes para el rescate de la historia del

movimiento popular (incluido el anarquismo) son innumerables. Respecto a la vertiente historiográfica „marxista

clásica‟, véase, Julio Pinto Vallejos, “La historiografía chilena durante el siglo XX: Cien años de propuestas y

combates”. (artículo inédito), s/f; Un excelente y exhaustivo recuento sobre la historiografía obrera chilena, en

donde se hace referencia a la escuela “marxista clásica”, es el estudio de Jorge Rojas Flores, “Los trabajadores

en la historiografía chilena: balance y proyecciones”. En: Revista de Economía y Trabajo, N° 10, Santiago,

P.E.T., 2000. Véase, asimismo, Sergio Grez Toso, “Escribir la historia de los sectores populares. ¿Con o sin la

3

pioneros en escribir la historia de los trabajadores en Chile relativizaron5 debido a su

ortodoxia el rol que jugaron los anarquistas - durante las últimas décadas del siglo XIX y

las primeras del siglo XX - ya que dentro de sus “rígidos análisis” y esquemas

previamente establecidos (aprioris ideológicos), su accionar y posición eran

consideradas pequeño burguesas6 (e infantil ultraizquierdistas7) y por ende,

contrarrevolucionarias8, negando al mismo tiempo el aporte realizado por sus pensadores

a la teoría revolucionaria (como la crítica del carácter autoritario de la dictadura del

proletariado y la tendencia a la centralización y el autoritarismo del Estado9).

Hoy en día gracias a la publicación y difusión de nuevas investigaciones

historiográficas con otros enfoques10, debido al quiebre de viejos paradigmas (tras la

política incluida? A propósito de dos miradas a la historia social (Chile, siglo XIX)”, En Política, Vol. 44,

Santiago, 2005, pp. 17 - 31. 5 Como ha sostenido el historiador Luis Vitale Cometa en Contribución a una historia del anarquismo en

América Latina, Santiago, Ediciones Espíritu Libertario, Colección Histórica Osvaldo Bayer, 2002; y en De

Martí a Chiapas, Balance de un Siglo. (Capítulo V: “La Influencia del Movimiento Anarquista”), Santiago,

Editorial Síntesis – CELA, 1995. Concuerdo con el historiador Alberto Harambour, en que si bien Luis Vitale

Cometa ha tratado de rescatar la historia de los anarquistas chilenos (y latinoamericanos), aportando numerosos

elementos, no es muy riguroso desde el punto de vista del uso de las fuentes y las bases documentales. 6 Véase, Hernán Ramírez Necochea, Origen y formación del Partido Comunista de Chile, Moscú, Editorial

Progreso, 1984. 7 Respecto las posiciones ultraizquierdistas véase el clásico de Vladimir Ilich Ulianov, Lenin, Acerca del

infantilismo “izquierdista” y del espíritu Pequeñoburgués, Moscú, Editorial Progreso, (s/f de edición). 8 Respecto a la critica marxista del anarquismo, véase el clásico del ruso Jorge Plejánov, Contra el Anarquismo

(título original Anarquismo y Socialismo), Buenos Aires, Ediciones Calden, 1969; y Boris Leibzon,

Revolucionarismo Pequeñoburgués. Anarquismo – Trotskismo – Maoísmo, Santiago, Editora Austral, 1973. 9 Como bien establece el historiador argentino Juan Suriano en su estudio de los anarquistas transandinos. Véase,

Juan Suriano, Anarquistas. Cultura y política libertaria en Buenos Aires 1890 – 1910, Buenos Aires, Ediciones

Manantial, 2001, p. 23. Podemos mencionar también que los anarquistas fueron los primeros en Chile en

plantear, al igual que Recabarren, el derecho de la mujer a su emancipación, contribuyendo y respaldando a los

primeros grupos feministas; asimismo, hicieron públicos temas como: el amor libre (rechazando al matrimonio

formal burgués), el apoyo a las reivindicaciones mapuches, y otros aspectos de la vida cotidiana. Respecto al

apoyo a las primeras organizaciones feministas, véase: Vitale Cometa, 1995, op. cit., p. 143, y el texto

recopilatorio, recientemente publicado, de Adriana Palomera y Alejandra Pinto (Compiladoras), Mujeres y

Prensa Anarquista en Chile (1897 – 1931), Santiago, Ediciones Espíritu Libertario, Colección Histórica Osvaldo

Bayer, agosto 2006. Respecto al apoyo de la causa mapuche, ya en 1912, véase: Sergio Grez, 2007 (en prensa),

pp. 166 – 167. Interesante a su vez es la crítica hecha a la historiografía tradicional, en relación ha como se

abordan las temáticas referidas al pueblo mapuche, por: Eduardo Godoy, Karin Hoces y Catalina Roa. En:

Desmitificando La Historia Mapuche: Contribuciones para la Enseñanza de una Nueva Historia de Chile.

Seminario para optar al Título de Profesor de Estado y al Grado Académico de Licenciado en Educación con

mención en Historia y Ciencias Sociales, Santiago, Universidad de Santiago de Chile, Facultad de Humanidades,

Departamento de Historia, 2006. Disponible en http://www.archivochile.com/entrada.html. 10

Véase, Eduardo Míguez y Álvaro Vivanco, “El anarquismo y el origen del movimiento obrero chileno. 1881 -

1916”. En: Revista Andes, N°6, Santiago, IEC (Instituto de Estudios Contemporáneos), 1987 (versión resumida

de: El anarquismo y el origen del movimiento obrero chileno. 1881 – 1916, Memoria para optar al título de

profesor de Historia y Geografía, Valparaíso, Universidad Católica de Valparaíso, 1986. Una segunda edición

cibernética se encuentra disponible en http://www.archivochile.com/entrada.html); Igor Goicovic Donoso, “La

propaganda por los hechos en el movimiento anarquista chileno (1890 – 1910)”, Revista de Historia Social y de

4

derrota política de 1973), se ha demostrado que el anarquismo constituyó una de las

vertientes ideológicas que nutrió al movimiento de trabajadores en su proceso de

construcción hacia fines del siglo XIX y comienzos del siglo XX11, contribuyendo al

desarrollo de la conciencia colectiva y la organización social popular - rupturista12.

Cuestión que si bien, con prontitud, algunos historiadores “marxistas” (los menos)

reconocieron como elementos importantes para el desarrollo y auge del socialismo en

Chile - mientras que los otros (los más) le atribuyeron un carácter netamente

“divisionista” (tanto a nivel nacional como internacional) - llegaron igualmente a la

conclusión de que dichos elementos eran insuficientes para realizar cambios socio -

políticos de magnitud: no bastaban el idealismo, la entrega absoluta, ni la “urgencia

revolucionaria”, aportada por los anarquistas, para llevar a cabo la tan anhelada

transformación social. Dentro del rígido y evolucionista esquema marxista dichos

elementos debían ser “superados” en tanto minaban, al desconocer la importancia de

todos los instrumentos de lucha (entre ellos la política formal partidista), la capacidad

real del movimiento obrero organizado.

Es más, para los marxistas “ortodoxos” (dogmáticos) el “anarquismo” como

doctrina social poseía un escaso bagaje teórico que le daba un carácter “irreflexivo y

arcaico” y más “emotivo que racional”. De hecho el propio Lenin (Vladimir Ilich Ulianov)

calificó al anarquismo de “concepción del mundo burguesa vuelta al revés”, señalando

que era “fruto de la desesperación”13. Sostuvo además que sus “desorientados”

militantes estaban dispuestos a “destruirlo todo” en tanto dejaban de lado las “leyes del

las Mentalidades, N° 7, Santiago, USACh, primavera 2003; Sergio Grez Toso: “Teoría y práctica de los

anarquistas chilenos en las luchas sociales de comienzos del siglo XX”, Dimensión Histórica de Chile, N° 19,

Santiago, 2004 – 2005; Jaime Sanhueza Tohá: Anarcosindicalismo y anarquismo en Chile: La Confederación

General de Trabajadores (1931 – 1938), Tesis para optar al grado académico de Licenciado en Historia

(Inédita), Santiago, P.U.C., 1994; Claudio Rolle Cruz, Anarquismo en Chile 1897 – 1907, Memoria para optar al

grado académico de Licenciado en Historia (Inédita), Santiago P.U.C., 1985; Héctor Fuentes Mancilla, El

anarcosindicalismo en la formación del movimiento obrero. Santiago y Valparaíso. 1901 – 1916, Tesis para

optar al grado de Magíster Artium, mención Historia (Inédita), Santiago, Universidad de Santiago, 1991; Julio

Pinto Vallejos: “El anarquismo tarapaqueño y la huelga de 1907: ¿apóstoles o líderes?”. En Pablo Artaza et. al.,

A 90 años de los sucesos de la Escuela Santa María de Iquique, Santiago, Ediciones DIBAM – LOM –

Universidad Arturo Prat, Centro de Investigaciones Diego Barros Arana, 1998; Andrés Brignardello, Valparaíso

Anarquista. Notas para una Historia Social de la Ciudad, Valparaíso, FONDART, Gobierno de Chile, abril de

2006, p. 86; y las obras ya citadas de Luis Vitale y Luis Heredia, entre otras. 11

Goicovic Donoso, 2003, op. cit., p. 5. 12

Véase: Alberto Harambour Ross, “La Sociedad en Resistencia de Oficios Varios y el Horizonte Anarquista,

1911 - 1912”. En: Lucía Stetcher y Natalia Cisternas (Editoras), América Latina y el Mundo. Exploraciones en

torno a identidades, discursos y genealogías, Santiago, Centro de Estudios Culturales de la Facultad de Filosofía

y Humanidades de la Universidad de Chile, 2005, p. 192.

5

desarrollo socio – económico” y, en tanto, eran incapaces de hacer el menor análisis de

la “realidad objetiva”. De ahí que el anarquismo haya sido cubierto por el manto del

olvido historiográfico incluso por la izquierda política (en Chile como a nivel mundial).

Producto de lo anterior quedan muchos aspectos no conocidos por analizar e

historiar (aún) en torno a la “teoría y práctica del anarquismo”14 en Chile, así como sus

luchas específicas, parte de su proyecto socio - político (y cultural) alternativo al régimen

capitalista, que impugnaba al Estado y a la política partidista oligarca. Aspectos que a la

luz de nuevas investigaciones historiográficas, permitirán acrecentar el debate y

esclarecer el papel jugado realmente por los anarquistas en el seno del movimiento

obrero y popular en su proceso de “constitución subjetiva y objetiva” como lo ha

señalado el historiador Alberto Harambour15. De esta forma, la investigación que se

presenta a continuación es un aporte en este sentido. Es la historia de hombres y mujeres

comprometidos con la “Idea”, que apostaron a la construcción de una sociedad

igualitaria, fraterna y justa, ajena a la “explotación del hombre por el hombre” y de

“toda autoridad”. Es una historia que nos habla de sueños, solidaridades y apoyo mutuo,

pero también de pugnas ideológicas, represión, silenciamientos y encarcelamientos...

que muchos enfrentaron con un “cuasi – religioso” compromiso militante y, en muchos

casos, tras las rejas de la soledad.

2. Introducción:

El día 16 de octubre de 1913 se inició en la ciudad - puerto de Valparaíso la

Huelga del Mono16 por miembros de la “Federación de Empleados á Jornal” de la

Empresa de Ferrocarriles del Estado - perteneciente a su vez a la anarquizante y

13

Citado en Leibzon, 1973, op. cit., p. 14. 14

Interesante es lo planteado recientemente por Alberto Harambour Ross en este sentido. Señala que lo que se ha

dado en llamar anarquismo en Chile es producto de la imagen construida tanto por la historiografía como por la

Oligarquía del Centenario. Producto de lo anterior sostiene que no es posible encontrar una ideología y una

práctica del “anarquismo en Chile”, sino que al contrario un caudal múltiple de posiciones y prácticas que el

denomina como “Horizonte Anarquista”: que refleja la amplia gama de posiciones teórico – prácticas que

demuestran que las matrices marxista y ácrata no se definieron, sino hasta la década de 1920. Véase: Harambour

Ross, 2005, op. cit. P. 189. 15

Idem. 16

Nombre acuñado por el historiador comunista Fernando Ortíz Letelier, en: El Movimiento Obrero en Chile,

1891 – 1919, Madrid, Ediciones Michay, S.A., 1985. Pp. 209 – 212. Véase, asimismo, nuestro artículo: Eduardo

Godoy Sepúlveda, “La „Huelga del Mono‟ en Valparaíso (1913): Del Retrato Obligatorio a la Huelga General”

(Inédito), 2007.

6

recientemente fundada Federación Obrera Rejional Chilena (F.O.R.C.h.)17 - en contra de

un Decreto Ministerial (Circular N° 415 de abril de 1913, del Ministerio de Ferrocarriles,

Industrias y Obras Públicas) que los obligaba a retratarse. Si bien la disposición afectó

solamente a los trabajadores ferrocarrileros, un ingente número de gremios

solidarizaron con sus congéneres, en cuanto vieron en esta disposición una amenaza

para el conjunto del movimiento obrero - organizado porteño.

Los gremios que pertenecían a la F.O.R.C.h., así como los que solidarizaron con la

huelga, consideraron que esta medida arbitraria, por una parte, atentaba contra su

dignidad de “trabajadores honrados” en tanto los igualaba “á los desgraciados” que se

encontraban “recluidos en las cárceles, cumpliendo el mandato de las leyes”; mientras

que por otra, arguyeron que serviría para “venganzas personales”, principalmente hacia

los dirigentes gremiales, originando como consecuencia el desprestigio de ellos y de sus

familias18.

En el ámbito estrictamente porteño la Huelga del Mono se constituyó como el

punto de inflexión respecto de las movilizaciones aisladas que se venían desarrollando

desde comienzos del año 1913 (y desde 1912 a nivel nacional) por diversos gremios, ya

que bajo la égida de la F.O.R.C.h. se articuló un gran movimiento con capacidad de

convocatoria (a medida que el conflicto fue evolucionando), desde el punto de vista

organizativo, y con una gran capacidad de presión y demanda hacia el Estado y la

patronal, desde el punto de vista reivindicativo; y en tanto vino a ratificar lo manifestado,

a mediados de año, por “El Corresponsal” en Valparaíso del periódico ácrata

17

La F.O.R.C.h. había sido fundada 11 días antes de iniciada la huelga gracias a la influencia que ejercieron la

Federación Obrera Regional Argentina (F.O.R.A.) y el Secretario General de la Federación Obrera Regional

Peruana (F.O.R.P.) Eulojio Otazú, que estuvo presente al momento de su nacimiento. El dirigente obrero Eulojio

Otazú, vino a Chile en representación de las Sociedades en Resistencia y Prensa Obrera peruanas, como

Secretario General de la Federación Obrera Regional Peruana (F.O.R.P.). Llegó al país el día viernes 5 de

septiembre de 1913 a dar una serie de conferencias en pos de la Confraternidad Peruana - Chilena, y fue recibido

en Valparaíso por representantes chilenos de diversos gremios, entre ellos: Juan. O. Chamorro, en representación

de la Unión de Estibadores y Jente de Mar; Juan Ballesteros, por los Espendedores de Diarios; Pedro Ortúzar,

por la Unión y Resistencia de Zapateros; Juan A. Velilla, por la Federación Internacional de Trabajadores y la

Agrupación La Batalla; Santiago Ramírez, por los Empleados á Jornal de los FF.CC., entre otros. Para mayores

antecedentes, véase: “Vida Obrera. Acercamiento del Proletariado Chileno – Peruano”, La Batalla, N° 15,

Santiago, segunda quincena de septiembre de 1913, p. 2. Véase, asimismo: Eduardo Godoy Sepúlveda, 2007, op.

cit. 18

Nota de la F.O.R.C.H. al Ministro de Industria. En: “Huelga en los ferrocarriles del Estado”, El Día de

Valparaíso, Valparaíso, 17 de octubre 1913, p. 6.

7

santiaguino La Batalla: “Los anarquistas de este puerto están ya sacudiendo esa inercia e

indiferencia que tanto tiempo les dominaba”19.

De igual modo, su importancia como movimiento socio popular - laboral radica (a

pesar de su desenlace), precisamente, en que fue la primera huelga general que se

registró en Valparaíso y Viña del Mar en la segunda década del siglo XX - es decir

después del ciclo represivo de la primera década (entre los años 1903 – 1907) - cuyos

efectos se propagaron incluso hacia otras ciudades del territorio nacional, como por

ejemplo Talca, Santiago e Iquique20, entre otras, suscitando una serie de solidaridades

(incluido el apoyo de la F.O.C.h., de la F.E.C.H.21, de los socialistas22 y de la Federación

Obrera Regional Peruana, F.O.R.P.23) y generando, por ende, un efecto multiplicador... al

igual que la represión estatal que se desató como respuesta, junto a la reactualización y

exigencia de implementación de una “legislación eficaz que acabara de una vez por

todas con “el peligro anarquista””24: una Ley de Residencia25.

En el caso específico de la ciudad de Santiago se organizaron una serie de

meetings en apoyo a los huelguistas porteños. En ellos hicieron uso de la palabra

conocidos anarquistas que invitaban, e incitaban, a los trabajadores capitalinos a la

huelga general. Cada meeting contó con la presencia como mínimo - según diversas

fuentes - de 3.000 trabajadores y en ellos, además de manifestar simpatía y solidaridad

por el movimiento porteño, los oradores, y las Sociedades en Resistencia y otras

organizaciones obreras santiaguinas repudiaron abiertamente (e indistintamente) al

Estado, al Ejército, a la Burguesía y a la Iglesia, es decir, los pilares fundamentales del

sistema de dominación. Lo anterior fue visto con horror por la clase dominante y sus

19

“Valparaíso. Movimiento Anarquista y Obrero”, La Batalla, Santiago, N° 10, primera quincena de julio de

1913, p. 2. 20

El día 29 de octubre la Federación Obrera Regional de Chile (F.O.R.C.h.) recibió un telegrama de Iquique en

donde se comunicaba que se había declarado la huelga de varios gremios de esa ciudad y que “al frente de ellos

estaba el obrero [Luis Emilio] Recabarren”. En: “El Movimiento Obrero en Valparaíso”, El Día de Valparaíso,

Valparaíso, 30 de octubre 1913, p. 6. 21

La Federación de Estudiantes (creada en 1906) manifestó su posición de solidaridad respecto la “Huelga del

Mono”. Véase: “La Huelga”, El Mercurio, Santiago, 7 de noviembre de 1913, p. 20. 22

Míguez, Eduardo y Vivanco, Álvaro, 1987, op. cit., p. 128. 23

La última semana de octubre de 1913, la F.O.R.C.h. recibió el siguiente telegrama de la F.O.R.P.

“Enviámosles voz de aliento, triunfo huelga” – (Firmado) Federación Obrera Regional Peruana. Véase: “El

Movimiento huelguista en Valparaíso”, El Día de Valparaíso, Valparaíso, 1° de noviembre de 1913, p. 6. 24

Eduardo Míguez y Álvaro Vivanco, 1987, op. cit., p. 129. 25

Véase: José Tomás Guzmán Bezanilla, Santiago, El anarquismo i la lei, Memoria de Prueba para optar al

grado de Licenciado en Leyes y Ciencias Políticas, Imprenta y Encuadernación Chile, 1913, p. 45.

8

medios de comunicación, entre ellos los diarios El Mercurio y El Diario Ilustrado, cuya

denuncia también se hizo explícita desde un primer momento.

En cada uno de los meetings hubo, además, abiertos enfrentamientos entre la

policía y los trabajadores alentados por las organizaciones y periódicos anarquistas,

principalmente por La Batalla26. Es más, en una oportunidad fue apuñalado un miembro

de la Sección de Seguridad (Policía Secreta) en plena manifestación y hubo atentados

dinamiteros en contra de instituciones católicas durante el período que duró la huelga en

Valparaíso. Para la clase dominante estos hechos no podían quedar impunes e inició

rápidamente una persecusión contra los “organizadores” de tales “eventos”: los

anarquistas que se habían transformado en la “piedra del zapato” para el gobierno

oligarca de Ramón Barros Luco (1910 – 1915) desde el atentado homicida del anarco -

individualista Efraín Plaza Olmedo contra “dos burgueses”, en pleno centro de la capital,

durante el invierno de 1912.

Para justificar el accionar represivo - policial la clase dominante señaló a través de

sus medios de comunicación como pretexto, enfática e insistentemente, que había que

poner atajo “a la funesta propaganda” antes que lograra “realizar sus desquiciadores

efectos en la masa de nuestro pueblo”27, abogando desde ya (en realidad desde hace

mucho antes28) por la implementación en Chile de una Ley de Residencia, símil a la

transandina, la cual permitiría prohibir la entrada al territorio nacional de “elementos

malsanos [que] turbaran la tranquilidad de la sociedad y los derechos de los

ciudadanos”29. A la violencia revolucionaria había que hacerle frente con la violencia

institucional – estatal.

26

Sergio Grez señala que a diferencia de otros redactores de periódicos ácratas de esta década los “(…) de La

Batalla daban un contenido más enérgico y preciso a sus exhortaciones sobre el empleo de la violencia: su uso

era legítimo no sólo en actividades de boicot y de sabotaje sino también en ciertas circunstancias contra el

Estado y sus representantes”. En: Sergio Grez, La Alborada de “la Idea” en Chile. Los anarquistas y el

movimiento obrero, 1893 – 1915, “En prensa” (2007), p. 164. 27

“El anarquismo en Santiago”, El Mercurio, Santiago, 9 de noviembre de 1912, p. 21. 28

En 1912, Guillermo Subercaseaux presentó un proyecto de ley en que, junto a “enfermos e ineptos”, los

anarquistas eran impedidos legalmente de ingresar al país. El proyecto finalmente no prosperó, al igual que otro

presentado al año siguiente. Sin embargo, en agosto de 1912, el Parlamento aprobó un tratado de extradición

convenido entre Chile y Argentina, el que debía satisfacer “los fines de defensa social a que obedece”. Eduardo

Míguez y Álvaro Vivanco, 1987, op. cit., p. 129. 29

“La represión del anarquismo”, El Mercurio, Valparaíso, 14 de enero de 1912, p. 11. En este artículo se

menciona, además, que Chile debería “copiar la lei argentina” y “quizás en Europa el elemento anarquista

dirijiría a otros países su mirada, sabiendo que dos de las naciones mas fuertes en la América Latina, se han

preparado para ahogar en sus principios toda la tendencia y toda propaganda subersiva y demoledora”. Dato

proporcionado por el estudiante de historia de la Universidad de Santiago de Chile Mauricio Kantar

(agradecemos especialmente su colaboración).

9

En esta razzia contra los anarquistas y su proyecto político de revolución social, en

particular, y al repunte del accionar del movimiento popular, en general, se insertó el

allanamiento a la Peluquería del Pueblo y a la pieza de Hortensia Quinio, mujer ligada al

periódico ácrata La Batalla, y la consiguiente aprehensión de una veintena de

anarquistas, el cual tuvo por objeto evitar que las manifestaciones de solidaridad en la

capital respecto a la huelga general porteña, se trasformaran y “degenerara[n] en un

movimiento abiertamente subversivo” por parte de los “elementos malsanos”30. Para tal

efecto la policía utilizó todos los medios a su alcance, incluidos los allanamientos, las

aprehensiones sin justificación y la tortura, con el fin de desarticular y descabezar el

movimiento que se había generado en Santiago y que ya había tomado su propio rumbo

y dinámica.

El allanamiento a la Peluquería del Pueblo y a la pieza de Hortensia Quinio

responde por tanto, insistimos, a esta lógica represiva – preventiva del Estado y de la

clase dominante capitalina en contra de los anarquistas y sus organizaciones, en un

período caracterizado desde el punto de vista económico - social, por las brutalidades y

contradicciones desgarradoras del régimen de producción capitalista31; y desde el punto

de vista socio – político, por la enarbolación del movimiento popular de la consigna

radical de “emancipación de los trabajadores” (que había sustituido a la de

“regeneración del pueblo”), expresión de una conciencia más nítida, como lo ha

señalado el historiador Sergio Grez32, entre los trabajadores y sus vanguardias, respecto

de la oposición entre capital y trabajo.

30

“El anarquismo en Santiago”, El Mercurio, Santiago, 9 de noviembre de 1912, p. 21. 31

Contradicciones englobadas bajo el concepto de “cuestión social” definida por Ortega y Araya como: “... una

denominación acuñada para referirse a la profunda crisis originada en el creciente antagonismo de los sectores

sociales que comenzaron a emerger en la escena a partir del último cuarto del siglo XIX - los grupos medios y el

proletariado minero y urbano - y los tradicionalmente dominantes”. Luis Ortega y Pamela Araya: “Economía

política y políticas económicas durante la "República Salitrera" 1880 – 1914”. En: Contribuciones Científicas y

Tecnológicas, Área de Ciencias Sociales y Humanidades, N°116, Santiago, Universidad de Santiago de Chile,

noviembre de 1997, p. 157. Véase, asimismo: James O. Morris, Las élites, los intelectuales y el consenso.

Estudio de la cuestión social y el sistema de relaciones industriales en Chile, Santiago, Editorial del Pacífico,

1967; Sergio Grez Toso: La “cuestión social” en Chile. Ideas y debates precursores (1804 – 1902), Santiago,

DIBAM, 1995; y Julio Pinto Vallejos: “¿Cuestión social o cuestión política?. La lenta politización de la sociedad

popular tarapaqueña hacia el fin de siglo (1889 – 1900)”. En: Trabajos y Rebeldías en la Pampa Salitrera,

Santiago, Editorial Universidad de Santiago, 1998, pp. 227 – 312 32

Respecto a la evolución del movimiento popular en nuestro país, y el cambio de la consiga de “regeneración

del pueblo” a la más radical “emancipación de los trabajadores”, véase Sergio Grez Toso, “1890 – 1907: De una

huelga general a otra. Continuidades y rupturas del movimiento popular en Chile”. En: Pablo Artaza et. al.,

1998, op. cit. pp. 131 – 137.

10

3. Antecedentes: Los Anarquistas en Santiago ¿Inician una Época de Combate?

(1911 – 1913).

“Nada se sacará con espulsar a los anarquistas e impedir su entrada al país,

porque mientras permanezca la situación que hace producir

estos estallidos del pueblo, ellos se repetirán mañana”. Malaquías Concha (Diputado Demócrata)

Sesión 17° Extraordinaria, Cámara de Diputados,

21 de Noviembre de 1913. Pág. 399

El 21 de diciembre de 1911 a cuatro años de la Masacre de la Escuela Santa María

de Iquique, un atentado dinamitero destruyó parte del Convento de los Padres

Carmelitas Descalzos ubicado en la Avenida Independencia en la ciudad de Santiago.

Este acto fue atribuido sin ninguna prueba (realmente) fehaciente a la Sociedad de

Resistencia de Oficios Varios (S.R.O.V.) de orientación ácrata. Luego del allanamiento a

su local y la sustracción, por parte de la policía, de un sinnúmero de documentos

societarios (y privados) fueron aprehendidos y citados a declarar sus miembros

(alrededor de 90), los cuales debieron pronunciarse sobre una serie de conceptos

presentes en el Programa y Reglamento de la Sociedad, tales como: “lucha de clase”,

“huelga”, “boicot” y “sabotaje”; así como, que entendían por anarquismo y cual era su

posición respecto la violencia social, entre otros temas. De todos los miembros de la

S.R.O.V., los peluqueros ácratas Víctor Garrido y Teodoro Brown, tesorero y subtesorero

respectivamente de la organización, fueron los únicos que no pudieron ser apresados

por la policía, ya que luego de enterarse de que eran buscados como principales

sospechosos del atentado dinamitero, cruzaron la Cordillera de los Andes con dirección

a la ciudad argentina de Mendoza. Tres meses más tarde, en marzo de 1912, se

presentarían voluntariamente a declarar, y si bien en esa oportunidad, reconocieron

abiertamente ser anarquistas, la policía no pudo imputarles cargo alguno, ya que no

hubo pruebas acusatorias que los comprometieran. Garrido, Brown y los demás

miembros de la S.R.O.V. recluidos en la cárcel fueron puestos en libertad, a pesar del

disgusto de la clase dominante33. Sin embargo, dos meses más tarde de nuevo darían de

que hablar a los medios de comunicación burgueses durante la conmemoración del 1° de

33

Los datos del atentado dinamitero del Convento de los Carmelitas Descalzos y sus consecuencias fueron

extraídos de los excelentes artículos del historiador Alberto Harambour Ross, “'Jesto y Palabra, Idea y Acción'.

La Historia de Efraín Plaza Olmedo”. En: Arriba Quemado el Sol, Estudios de Historia Social Chilena:

Experiencias populares de trabajo, revuelta y autonomía (1839 – 1940), Santiago, Editorial LOM, 2004; así

como, Harambour Ross, 2005, op. cit.

11

mayo: Día Internacional del Trabajador (no del Trabajo como reiteran los medios de

comunicación hoy en día bajándole el perfil clasista)34, fecha que se constituyó como el

hito revelador del “(…) proceso de reanimación que venía experimentando el

movimiento obrero y del repunte que en su seno comenzaba a vivir el anarquismo”35.

La S.R.O.V. fue parte del Comité organizador de las manifestaciones

conmemorativas del 1° de mayo junto a otras organizaciones de trabajadores de diversas

tendencias ideológicas (entre ellas la mutualista Federación Obrera de Chile, F.O.C.h.),

no obstante, fue su presencia la que incomodó a la clase dominante y a las autoridades

gubernamentales que iniciaron el “primer proceso contra los anarquistas” que, por lo

demás, no tuvo mayores efectos. Los motivos que gatillaron tan enérjica determinación

por parte de las autoridades fueron dos: los estandartes que ostentaron los miembros de

la S.R.O.V., y los discursos pronunciados por los oradores durante el meeting en la

Alameda. Los estandartes hacían alusión a consignas anarquistas atentatorias contra el

status quo, tales como: “¡Viva la Anarquía!”, “Abajo el Servicio Militar Obligatorio”, “Sin

Dios, ni Amo”, “La Patria mata a sus hijos”, y la que caló más hondo en la sensibilidad de

las autoridades: “El Ejército es la Escuela del Crimen”; mientras que los discursos de los

oradores por su parte - según un documento de la Sección de Seguridad - predicaban de

forma violenta la “destrucción de la sociedad” y de sus diversas instituciones. Vale la

pena mencionar que entre los oradores hicieron uso de la palabra Luis A. Pardo Jiménez,

Pedro Ortúzar (de la Unión en Resistencia de Zapateros), Modesto Oyarzún (mecánico),

Teodoro Brown, Víctor Garrido y Ramón Contreras, todos de tendencia ácrata (como

ellos mismos se autodenominaban) y conocidos por la policía.

A pesar de los sucesos en que se vio envuelta la S.R.O.V. desde el atentado

dinamitero del Convento de los Carmelitas Descalzos, fue el atentado - homicida

perpetrado por el anarco individualista Efraín Plaza Olmedo (amigo de Víctor Garrido) el

día 13 de julio de 1912, en pleno centro de la capital, el que más causó estupor en la

clase dominante. A partir de ese entonces los medios de comunicación, afines al orden

oligarca, reiniciaron con más ahínco su lucha contra los “elementos malsanos” o

“apaches” (nombre dado a los anarquistas) y sus organizaciones, abogando desde ya,

para que se implantara en Chile una Ley de Residencia, símil a la de algunos países

34

Véase, Mario Garcés y Pedro Milos, Los sucesos de Chicago y el 1° de mayo en Chile, Santiago, Educación y

Comunicaciones, ECO (3° Edición), 1989.

12

europeos (denominados “naciones del mundo civilizado”) y latinoamericanos, como la

de Argentina36, argumentando que:

“En vista de que en Chile, aún no se toman las medidas necesarias a fin de

prohibir la entrada al país de esos elementos anarquistas que son arrojados por su

mala conducta y peores vicios de otras partes, han hecho de nuestro país su

campo de acción a vista y paciencia de las autoridades”37.

Asimismo, se organizó un meeting de repudio - en pleno centro de la capital, en la

Alameda al pie de la estatua San Martín – una semana después del atentado de Efraín

Plaza Olmedo, el 21 de julio de 1912, por parte de la Federación Patriótica de Chile. El

objetivo, protestar contra “el odioso atentado anarquista del que fueron víctimas dos

jóvenes honrados y laboriosos [...] y para pedir [a las autoridades] protección y amparo

contra el anarquismo”38.

En esta oportunidad hicieron uso de la palabra el abogado conservador Luis

Valencia Courbis y Víctor M. Huerta, los que fueron vitoreados por los manifestantes tras

“estrepitosos vivas y verdaderas ovaciones” a la patria, a las instituciones armadas y al

régimen socio - político establecido. No obstante, a la misma hora un grupo de

anarquistas había convocado a una contra - manifestación a sólo unas cuadras: en la

Alameda con la calle Lord Cochrane. A decir del periódico El Mercurio éstos se

reunieron para exponer públicamente “[...] sus ideales perversos y subversivos contra el

réjimen social y establecido y para dar explicaciones atrevidas por el atentado [...] que

se había perpetrado contra un grupo de personas honradas”39, mientras izaban banderas

rojas ante miembros de la Sociedad de Resistencia de Oficios Varios, del Centro de

Estudios Sociales Francisco Ferrer40 y de otras organizaciones de trabajadores.

35

Sergio Grez Toso, La Alborada de “la Idea” en Chile. Los anarquistas y el movimiento obrero, 1893 – 1915,

“En prensa” (2007), p. 162. 36

Véase: Juan Suriano, Trabajadores, anarquismo y Estado represor: de la ley de residencia a la de Defensa

Social (1902 – 1910), Buenos Aires, CEAL, 1988. 37

“Anarquistas que atacan a la policía”, El Chileno, Santiago, 14 de octubre de 1913, p. 5. 38

“El meeting de ayer, protesta por el atentado anarquista”, El Mercurio, Santiago, 22 de julio de 1912, p. 9. 39

Idem. 40

El Centro de Estudios Sociales Francisco Ferrer fue fundado en enero de 1913 en Santiago de Chile y se

ubicaba en la calle Carmen c/ Argomedo. A decir de La Batalla “Se ha constituido en ésta [ciudad] por un grupo

de individuos afines a los ideales modernos, el centro, que sirve de epígrafe a estas líneas, con el objeto de aunar

voluntades y procurar la elevación moral e intelectual de la clase trabajadora. El programa o carta fundamental

del Centro, es de esperar contendrá las mismas buenas aspiraciones que en las preliminares reuniones se

observaron. “La Batalla” simpatizando con los fines altruistas que dicho centro prosigue, le ofrece desde ya sus

columnas y le augura un feliz éxito”. En: “El Centro de Estudios Sociales Francisco Ferrer”, La Batalla, N° 4,

13

En el momento en que oradores anarquistas se dirijían a la multitud y vociferaban

consignas atentatorias contra el status quo capitalista, un grupo de jóvenes “oligarcas”

los increpó “indicándoles en voz alta que esas ideas no sentaban en un país libre, donde

las garantías individuales son excesivas y donde todas las clases sociales son igualmente

consideradas” incitándolos, además, a dejar la palabra. Ante estos hechos respondieron

“violentamente” tres anarquistas: Ernesto Serrano Saavedra, Voltaire Argandoña Molina

y Teófilo Dúctil Pastor. Este último sacando un revólver intentó atacar a uno de los

jóvenes “increpadores”, tras lo cual fue apresado por la policía junto a sus compañeros.

Los detenidos fueron conducidos a la Sección de Seguridad y se prohibió al acto la

manifestación ácrata y los discursos “subversivos” en contra del gobierno y de las

autoridades “para evitar desórdenes”. Ante la “actitud enérjica y prudente de la policía,

un crecido número de personas que allí se habían congregado lanzó [nuevamente]

estrepitosos vivas a la patria, al ejército y muy en especial a la policía”41. En poder del

joven Voltaire Argandoña (de 19 años) se encontró “un [...] estilete, dos puñales y cinco

balas esplosivas” y un folleto titulado “El Cancionero Revolucionario”, colección de

himnos y canciones libertarias en español e italiano. Posteriormente fueron puestos en

libertad, sin embargo, los incidentes entre anarquistas y representantes del “orden”

seguirían incomodando a la clase dominante.

El día jueves 25 de julio, de la misma semana, el peluquero ácrata Víctor Manuel

Garrido Gutiérrez, amigo de los anarquistas detenidos durante el altercado mencionado

anteriormente y amigo del anarco – individualista Efraín Plaza Olmedo, fue detenido por

guardianes de la policía, aunque en un contexto totalmente diferente. La prensa

burguesa, exagerando los hechos manifestó que “con los criminales sucesos del sábado

13 del actual, la sociedad de la capital ha podido convencerse que existen elementos

subversivos en la capital. Casi enseguida, puede decirse, de perpetrado el atentado

criminal del anarquista Plaza Olmedo, se ha cometido un nuevo atentado en la persona

del sargento segundo del Regimiento Cazadores Víctor M. Reyes”42. De igual forma

detalló el “historial procesal” del detenido estipulando que “[...] la figura de Garrido no

Santiago, segunda quincena de enero de 1913, p. 4; y “Actividad Obrera. Centro de Estudios Sociales”. Luz y

Vida, Año V, Número 53, Antofagasta, febrero de 1913, p. 4. (Fuente proporcionada por el historiador Sergio

Grez Toso). 41

“El meeting de ayer, protesta por el atentado anarquista”, El Mercurio, Santiago, 22 de julio de 1912, p. 9. 42

“La acción de los anarquistas”, El Mercurio, Santiago, 25 de julio de 1912, p. 15.

14

es, pues, desconocida hoy al parecer como autor del atentado contra el sargento

Reyes”43.

Fue el juez Carlos de la Fuente el que tomó las declaraciones a los involucrados al

día siguiente de los acontecimientos. Según el parte policial emitido al juzgado, Garrido

había sido detenido a las cuatro de la tarde del día 25 en la Avenida La Paz (a la altura de

la calle Salas) por el guardián de la policía Juan Améstica “por haber formado un

desórden y haber dado de golpes con piedra a Víctor Reyes, sargento del Regimiento

Cazadores, ocasionándole contusiones en la pierna”44. Según el parte al momento de ser

detenido Garrido declaró “que los hombres que cargaban el uniforme militar no tenían

derecho a la vida” y al ser registrado en la Novena Comisaría se encontró en su poder un

“escrito de Efraín Plaza Olmedo y una libreta con las direcciones de las autoridades,

funcionarios públicos y magistrados de la capital y los planos del teatro municipal”.

Cuestión que horrorizó a los policías ya que dichas direcciones podrían ser los “blancos”

de nuevos atentados dinamiteros como el que había destruido parte del Convento de los

Padres Carmelitas Descalzos. Atentado, por lo demás, atribuido infundadamente al

mismo Garrido. Junto al temor de nuevos atentados dinamiteros se hizo constar, de igual

modo, que el detenido no había hecho el Servicio Militar Obligatorio (S.M.O.), es decir

que era remiso. Eso bastaba para condenarlo.

Pero ¿Qué fue lo que realmente sucedió esa tarde? ¿Por qué Garrido agredió al

sargento Reyes a pedradas?. El motivo del altercado era justamente lo que los medios de

comunicación no mencionaron, al contrario, bajándole el perfil lo calificaron como “un

incidente sin importancia”. Lo que solamente importaba era que había sido

protagonizado por un “anarquista exaltado”.

A decir de Garrido el sargento Reyes, acompañado de algunos soldados de su

regimiento, había agredido (verbalmente al parecer) a una mujer en la calle, justo

cuando él se dirigía en dirección contraria. Ante estos hechos lo increpó. Ofendido

Reyes hizo uso de su sable golpeándolo en el hombro. Garrido, por su parte, como

manifestaron cuatro testigos oculares de los hechos en el juzgado, “no había intentado

sino defenderse de los ataques del sargento y soldados” lanzando piedras a los

uniformados justo en el momento que apareció la policía en el lugar, siendo detenido por

los uniformados Carmelo Romero, Abdón Vallejos y Juan Améstica.

43

Idem.

15

Al parecer como el incidente protagonizado por el sargento Reyes (obviado por

él mismo en el juzgado) “si tuvo importancia” Garrido fue condenado solamente, a 25

días de presidio y a un año de servicio en el Ejército, por no haber hecho el Servicio

Militar Obligatorio, es decir, por no haber cumplido con la Ley de Reclutas y Reemplazos,

y no por haber agredido al militar45. Al ser interrogado por el juez De la Fuente por qué

no había hecho el Servicio Militar Garrido manifestó “que no consideraba la milicia como

una institución necesaria y que el tiempo debía de aprovecharse en el trabajo y no en el

arte de la guerra”46. Es decir, no tuvo ambages para explicitar su postura anarco -

antimilitarista.

Unos meses más tarde, para una nueva conmemoración de la Matanza de la

Escuela Santa María de Iquique, los anarquistas capitalinos reaparecieron en escena.

Entre ellos Voltaire Argandoña junto a “otros compañeros” (dos españoles). El día

domingo 22 de diciembre de 1912 el periódico ácrata La Batalla47 convocó a un meeting

en la Alameda al pie de la Estatua de San Martín, para conmemorar el 5° año desde los

horrendos sucesos de Iquique, aunque finalmente se llevó a cabo en otro lugar: en la

Avenida Matta esquina calle Arturo Prat a las 17: 15 hrs., contando con la presencia de

4.000 mil manifestantes.

A una hora y cuarto de iniciado el meeting, cuando oradores anarquistas aún

hacían uso de la palabra ante “la muchedumbre que arrebataba indignación contra el

réjimen actual de sociedad” y en el momento en que “centenares condenaban á los

parásitos” que habían perpetrado la matanza en Iquique, un agente de la policía lanzó su

caballo sobre los oradores, mientras otros agentes trataban de apresarlos48. Acto

seguido, relató el periódico La Batalla, un “piquete de cosacos [...] picando espuelas á

sus hermanos caballos”49 se lanzó sobre mujeres y niños indefensos atropellándolos.

Dicho acontecimiento fue repudiado también por el periódico ácrata El Productor

44

Idem. 45

“Por la razón de la fuerza”, La Batalla, N° 1, Santiago, primera quincena de diciembre de 1912, p. 4. 46

“La acción de los anarquistas”, El Mercurio, Santiago, 25 de julio de 1912, p. 15. Respecto al Servicio Militar

Obligatorio véase el ensayo de la historiadora María Angélica Illanes, “Lápiz contra fusil. Las claves de un

nuevo siglo. Santiago – Iquique, 1900 – 1907”. En: M.A. Illanes, La Batalla de la Memoria. Ensayos históricos

de nuestro siglo, Chile 1900 – 2000, Santiago, Editorial Planeta – Ariel, Biblioteca del Bicentenario, 2002. pp.

23 – 56. 47

“Al Pueblo (Mitin)”, La Batalla, N°2, Santiago, primera quincena de diciembre de 1912, p. 3. 48

También se hace alusión en: “Santiago. Asalto por la policía de la cuarta comisaría al mitín de protesta sobre

la masacre de Iquique”, La Batalla, N° 3, Santiago, primera quincena de enero de 1913, p. 3. 49

Idem.

16

(publicado entre 1912 y 1913, y cuyo propietario era el anarco – pacifista Luis Soza) a

través del artículo de Alejandro Calderón titulado “Atentados Policiales”. En él condenó

abiertamente el accionar de la policía en los siguientes términos:

“Bajo la mayor indignación esgrimimos la pluma para condenar una vez más el

atentado de policías salvajes, cometido con un grupo de compañeros reunidos el

comicio público para protestar, en el quinto aniversario de la masacre obrera

cometida el 21 de diciembre de 1907 en Iquique por los Fratricidas

Uniformados”50.

Tras el incidente fueron aprehendidos por los guardianes de la Cuarta Comisaría

el pintor Voltaire Argandoña, el empleado Manuel Briones Reyes, el zapatero español,

oriundo de Sevilla, Juan Aguilera Pérez y el carpintero español Moisés Pascual Prat, y

puestos a disposición al día siguiente del juez del tercer Juzgado del Crimen Juan Bianchi

Tupper51, el mismo que llevaba a cabo el proceso de Efraín Plaza Olmedo. Una vez en la

comisaría fueron puestos en un calabozo “sin tomarles una interrogación sobre lo

sucedido”, pues al día siguiente serían trasladados a la Sección de Detenidos. Es en este

lugar donde se les interrogó extensamente sobre sus ideas y, en especial, sobre su

“actitud hostil en contra de la autoridad”52.

Todos los detenidos, a excepción de Briones, manifestaron ser “anarquistas

convencidos y que sus intenciones no eran otras que rejenerar a la sociedad de acuerdo

con sus ideas y valiéndose para ello de la violencia si fuere necesario”53. Asimismo,

expusieron que se habían reunido en el sitio donde fueron aprendidos por citaciones que

aparecían en el periódico anarquista La Batalla para protestar una vez más por los

“horrendos sucesos de Iquique”54. Briones, por su parte, manifestó “que sus ideas eran

50

“Atentados policiales”, El Productor, Año I, N° 1, Santiago, enero de 1912. 51

En esta oportunidad la policía también apresó al ácrata argentino Daniel Antuñano, el cual moriría en abril de

1915, en nuestro país, luego que un ferrocarril lo arrollara. 52

“Los anarquistas en la capital”, El Mercurio, Santiago, 24 de diciembre de 1912, p. 19. 53

Idem. 54

Para la Matanza de la Escuela Santa María de Iquique, véase: Eduardo Devés, Los que van a Morir te

Saludan, Historia de una masacre, Escuela Santa María de Iquique, Santiago, Ediciones Documentas, 1989;

Mario Garcés Durán, Crisis Social y Motines Populares en el 1900, Santiago, Editorial LOM, 2003; Eduardo

Cortés Ávalos y Jorge Rivas Medina: “De forjadores a prescindibles: El movimiento obrero popular urbano y el

Partido Democrático, Santiago 1905 – 1909”. Tesis (inédita) para optar al Grado de Licenciado en Historia y

Geografía, Santiago, Universidad de Santiago de Chile, USACh, 1999; y Sergio Grez Toso, “La guerra

preventiva: Santa María de Iquique. Las razones del poder”, Mapocho, N°50, Santiago, segundo semestre de

2001, pp. 271 - 280. Interesante, a su vez, son los artículos respecto a la masacre de Iquique en el marco de la

conmemoración de los 90 años de tal acontecimiento. En: Pablo Artaza et. al., 1998, op. cit. Véase por último

17

anarquistas pero que no aceptaba la violencia, ni intentaba tampoco hacer propaganda

como sus demás compañeros”55. Este último, según el periódico El Chileno, había sido en

otro tiempo agente de la policía sirviendo “con desinterés su plaza de guardián” en la

Octava Comisaría56.

Los cargos imputados por el juez a los cuatro anarquistas detenidos fueron: ataque

a la policía y desórdenes en la vía pública. Ordenó, a su vez, allanar sus casas con el “fin

de investigar hasta que punto llevaban [a la práctica] sus ideales subversivos”57. Sin

embargo, tras permanecer ocho días recluidos en la Cárcel Pública de Santiago fueron

puestos en libertad el día 30 de diciembre, en tanto, el juez no pudo comprobar cargo

alguno concreto58, ya que el parte elaborado por el “criminal oficial de guardia [...]

constaba de muchas sin razones”59. Entre ellas que Voltaire Argandoña (y sus

compañeros) habría sacado un arma de fuego intentando desarmar a los agentes de la

policía en el local de la Cuarta Comisaría60. No obstante, es necesario señalar que

efectivamente Voltaire Argandoña portaba un revólver al momento de su aprehensión,

sin embargo, declaró: “habérselo encontrado en el sitio de la reunión” y que “hubiese

hecho uso de él” sólo si hubiese estado cargado “castigando de esta forma a los agentes

de la policía concluyendo con semejantes representaciones que no deben existir”61. Es

decir criticó genéricamente a la “autoridad - policial” desde su posición “anarquista”.

Critica que todos los detenidos hicieron explícita una vez en la Comisaría cuando fueron

nuevamente interrogados. Fue en este lugar en donde manifestaron “antes de que se les

hiciera pregunta alguna ser anarquistas”, por lo tanto, agregaron “no reconocer

autoridad ninguna, ni respetar los privilegios que ostentaba con orgullo la burguesía”62.

nuestro artículo conmemorativo “La Matanza de la Escuela Santa María de Iquique: A 99 años hoy (1907 –

2006)”, publicado en dos partes en el Boletín de Filosofía del Colegio Cardenal Raúl Silva Henríquez, Filosofar

– T, en los números 5 y 6, correspondientes a los meses de noviembre y diciembre del 2006, respectivamente. 55

“Los anarquistas en la capital”, El Mercurio, Santiago, 24 de diciembre de 1912, p. 19. 56

“Los anarquistas en Santiago, ¿Inician una época de combate?”, El Chileno, Santiago, 25 de Diciembre de

1912, p. 7. 57

“Los anarquistas en la capital”, El Mercurio, Santiago, 24 de diciembre de 1912, p. 19. 58

“El proceso contra los anarquistas”, El Mercurio, Santiago, 31 de diciembre de 1912, p. 17. 59

“Santiago. Asalto por la policía de la cuarta comisaría al mitín de protesta sobre la masacre de Iquique”, La

Batalla, Santiago, primera quincena de enero de 1913, p. 3; “Los anarquistas en Santiago. ¿Inician una época de

combate?”, El Chileno, Santiago, 25 de diciembre de 1912, p. 7. 60

“Santiago. Asalto por la policía de la cuarta comisaría al mitín de protesta sobre la masacre de Iquique”, La

Batalla, Santiago, primera quincena de enero de 1913, p. 3. 61

“Los anarquistas en Santiago. ¿Inician una época de combate?”, El Chileno, Santiago, 25 de diciembre de

1912, p. 7. 62

Idem.

18

Pero eso no fue todo. En poder de los detenidos se encontraron varios objetos y

numerosos periódicos y folletos ácratas. Entre los periódicos se pueden citar: “El

Libertario”, “La Batalla”, “El Productor”, “Crónica Demoledora”, entre otros; mientras

que en una hoja de una “revista local” conservaban los retratos de varios generales del

Ejército, entre ellos del General Roberto Silva Renard, responsable de la Masacre

Obrera perpetrada en la Escuela Santa María de Iquique en diciembre de 1907, del cual

se expresaron “en términos hirientes” declarando que “si lo encontraban en la calle [...]

le escupirían el rostro y esperarían resueltos las consecuencias de su indignación”,

tratando mediante estos dichos - comentaba El Chileno - de “rebajar la personalidad del

jefe militar”63. Específicamente en poder de Argandoña se encontró una libreta de

apuntes semi borrados, que no pudieron ser descifrados, pero que la policía - sin

ninguna prueba fehaciente - señaló que tenían directa relación con asuntos anarquistas.

Momentos más tarde, y en presencia del Juez del Tercer Juzgado del Crimen, Juan

Bianchi Tupper, los detenidos sostuvieron nuevamente mantener ideas anarquistas (y ser

todos solteros) ya que arguyeron, sólo la realización de “estos ideales podría traer un

trastorno en las colectividades [...] haciendo la vida de los hombres más liviana, fácil y

agradable”, cuestionando de esta forma el ordenamiento socio - económico del régimen

capitalista como modo de producción.

Ahora es preciso señalar que si bien, no se les pudo imputar cargos a los

anarquistas detenidos, lo cual permitió que fueran liberados, también debe haber

influido en la determinación del juez, el rayado (durante esa semana) de numerosos

edificios públicos en pleno centro de Santiago, con “proclamas anarquistas” que

amenazaron con “atentados dinamiteros”, especialmente “hacia los poderes

constituidos”, si no se dejaba en libertad a sus compañeros presos. El periódico

conservador El Chileno, indignado con los anarquistas por dichas proclamas y

considerando que la prisión de los aprehendidos “era justa” manifestó que “la policía a

63

Interesante son los artículos respecto del atentado perpetrado por el español Antonio Ramón Ramón contra

Silva Renard por su accionar en los sucesos de la Escuela Santa María de Iquique, del anarco – tolstoyano Oscar

Ortíz El Vengador de Iquique. En: Óscar Ortíz, Crónica anarquista de la subversión olvidada, Colección

Histórica Osvaldo Bayer (con Luis Vitale), Santiago, Ediciones Espíritu Libertario, marzo 2002, pp. 26 - 29; del

historiador Pedro Bravo Elizondo, La Cuasivenganza por Santa María de Iquique. En: Pablo Artaza et. al.,

1998, op. cit., pp. 33 – 43; y el libro, recientemente publicado de Igor Goicovic, Entre el Dolor y la Ira. La

venganza de Antonio Ramón Ramón, Osorno, PEDCH, Universidad de Los Lagos, 2005.

19

pesar de haberlas visto, no las ha retirado. Es así como han permanecido durante todo el

día en esos sitios, siendo leídas por todo Santiago”64.

Posteriormente el día lunes 13 de octubre de 1913 Voltaire Argandoña, el mismo

anarquista que tiempo antes había declarado que la policía “no debía existir”, estuvo

envuelto en un incidente con los representantes del “orden” oligarca. Esta vez fue

detenido junto a Francisco Noguero Ferrada y Luis Pardo Jiménez, miembros de la, a esa

ya altura, extinta S.R.O.V., por vender el periódico ácrata La Batalla, y hacer - a decir de

los medios de comunicación afines a la clase dominante - “propaganda anarquista” en

pleno centro de la capital (en la histórica Plaza de Armas) contrariando las disposiciones

de la Intendencia que había prohibido su venta. Pero los antecedentes de estos sucesos

se remontaban al día anterior, el domingo 12 de octubre. Día en que fue detenido por

parte de la policía el zapatero español y ácrata José Clota por el mismo “delito”, aún

después de haber demostrado que no cometía ilícito alguno ya que existía “libertad de

Imprenta” en Chile, y que el periódico no era clandestino, pues contaba con todo lo que

“mandaba la ley”65 (pie de imprenta principalmente). A pesar de sus sólidos argumentos

fue conducido a la Sección de Seguridad siendo liberado al día siguiente. El mismo día

en que sus compañeros ácratas, en una reunión del Centro de Estudios Sociales

Francisco Ferrer se enteraron de lo sucedido y acordaron unánimemente como señal de

protesta, ante los hechos acaecidos, que saldrían a “vender “La Batalla” dando ocasión

para ser llevados todos presos”66. La cita se fijó a las siete de la tarde en el mismo lugar

donde había sido aprehendido Clota. Como era de esperar y como estaba previsto

fueron detenidos todos los participantes de este “acto de repudio”, entre ellos

Argandoña, él cual fue puesto en libertad al día siguiente por “no haber méritos en su

contra” y, en especial, gracias a cuatro jóvenes estudiantes que habían sido testigos de

los hechos y que declararon a su favor. Los anarquistas Pardo y Noguero, no corrieron la

misma suerte siendo sumariados. Noguero por resistirse a la detención y Pardo por

agredir al guardián de la 1° Comisaría Juan González, tras intentar rescatar a Noguero -

cuando era conducido a la comisaría a la altura de la calle Monjitas - junto a quince

personas más, hombres y mujeres. Individuos que el periódico El Chileno describió

prácticamente como miserables: eran de “cara patibularia” y andaban “andrajosamente

64

“Proclamas anarquistas”, El Chileno, Santiago, 28 de diciembre de 1912, p. 1. 65

“Sin protesta al señor Intendente”, La Batalla, N° 18, Santiago, primera quincena de noviembre de 1913, p. 1. 66

“Crónica de Santiago”, La Batalla, N° 18, Santiago, primera quincena de noviembre de 1913, p. 1.

20

vestidos”67. El guardián González, por su parte, luego de ser apedreado en la cabeza por

el grupo de “andrajosos” y perder el conocimiento, fue trasladado a la “Casa Central”

de la Asistencia Pública “donde se le atendió prolija y esmeradamente”68.

Como si lo anterior fuera poco para la “sensibilidad” de la clase dominante ocho

días después (el 21 de octubre de 1913) el Convento la Casa de María ubicado en la calle

Carmen, a dos cuadras de la Alameda de las Delicias69, fue víctima de un atentado

dinamitero - casi a dos años del perpetrado contra el Convento de Los Carmelitas

Descalzos y semanas del de la Iglesia de la Estampa, que había destruido una imagen de

una virgen70 - y si bien no pudo ser atribuido a ningún anarquista u organización

capitalina de esta orientación ideológica, el jefe de la pesquisa, el policía Eugenio

Castro, declaró ante la pregunta de un periodista sobre la presunta participación de los

ácratas lo que consigna a continuación: “En este punto hay que andar con pie de plomo y

seguro”, increpando al mismo tiempo a las autoridades gubernamentales ante la

ausencia de mecanismos con que contaba la institución policial para hacer frente a la

“inmigración malsana” responsable de los acontecimientos: “la policía no tiene, hoy por

hoy, una ley que la autorice para expulsar esta gente”71.

El Intendente de Santiago, por su parte, fue más cauto al atribuir inmediatamente

el atentado a los anarquistas declarando que el Gobierno sabría a ciencia cierta quienes

fueron los responsables: “después de realizadas las investigaciones del caso”, aunque

manifestó respecto a la aplicación de la Ley de Residencia en nuestro país, lo que sigue:

“Estos atentados vienen a poner cada vez más de manifiesto la necesidad que hay

de implantar aquí esta ley que permita a las autoridades barrer con estos

elementos malsanos que todos los países adelantados han establecido”72.

Es decir, el “fantasma anarquista foráneo” rondaba en su mente tras el atentado

dinamitero. Cuestión que vino a ser ratificada luego de las diligencias policiales, bajo el

mando del Juez del Crimen responsable Franklin de la Barra, en que se encontró bajo los

67

“Anarquistas que atacan a la policía”, El Chileno, Santiago, 14 de octubre de 1913, p. 5. 68

Idem. 69

Véase: “El atentado criminal en la Casa de María”, El Mercurio, Santiago, 22 de octubre de 1913, p. 16; “El

Gran atentado anarquista”, El Chileno, Santiago, 22 de octubre de 1913, p. 3; “El Atentado terrorista de ayer”, El

Día de Valparaíso, Valparaíso, 22 de octubre de 1913, p. 4. 70

“El atentado dinamitero en la Iglesia de la Estampa”, El Mercurio, Santiago, 18 de octubre de 1913, p. 20. 71

El atentado criminal en la Casa de María”, El Mercurio, Santiago, 22 de octubre de 1913, p. 16. 72

Idem.

21

escombros “[...] un tubito metálico, una mecha de dinamita y una hoja pequeña de lata,

que conservaba adheridos unos restos de diarios anarquistas”73. Según el periódico El

Mercurio, en los restos de diarios “[...] se leen perfectamente algunos acápites de un

artículo subversivo en donde se incita a la rebelión y a la dinamita. En un lado se alcanza

apenas a leer la palabra Cádiz, que está colocada en el sitio en que aparece la ciudad y

fecha en que se editan los diarios”74.

Para los medios de comunicación afines a la clase dominante, éstas diligencias no

hacían más que inculpar a los anarquistas, lo que faltaba dilucidar era si éstos eran

realmente chilenos o extranjeros, aunque supusieron prontamente sin ninguna prueba,

que eran de nacionalidad transandina (y europeos) que habían llegado al país producto

de la represión desatada por la aplicación de Leyes de Residencia. Lo anterior, fue

argumentado, además, con un discurso netamente nacionalista y xenófobo: “el obrero

chileno no está preparado para realizar tan cobardes atentados”75. Los autores debían

ser por tanto extranjeros catalogados como “(...) escoria de las sociedades [del “mundo

civilizado”], que vienen marcados, tal vez no como Caín en la frente, pero sí en los

brazos y en el pecho, como reos u hombres peligrosos, por las policías de seguridad”76.

En palabras simples eran catalogados como delincuentes comunes.

En un tono similar el periódico el Día de Valparaíso, fue el que llegó más lejos con

sus apreciaciones sosteniendo que el atentado dinamitero había sido llevado a cabo por

“un número considerable de anarquistas argentinos en la capital” los cuales habrían

llegado, prosiguió, “huyendo de una activa persecución de las autoridades argentinas

que tienen medios efectivos de procedimiento al amparo de la Ley de Residencia”77.

Asimismo, relacionó (mecánicamente) al accionar propagandístico y agitativo de éstos,

al inicio de las movilizaciones y huelgas de los trabajadores santiaguinos y porteños

(entre 1911 y 1913) - los que calificó como “refractarios por idiosincrasia a toda

disciplina moral” - señalando que:

“[...] se ha podido comprobar con exactitud rigurosa que el 75% de las huelgas y

asonadas subversivas que han traído como consecuencia la paralización del

73

Idem. 74

Idem. 75

Idem. 76

J. Guzmán Bezanilla, 1913, op. cit., p. 45. 77

“El atentado terrorista de la mañana de ayer”. El Día de Valparaíso, Valparaíso, 22 de octubre de 1913, p. 4.

El énfasis es nuestro.

22

movimiento fabril o industrial reconocen como origen la incitación extraña, la

prédica perniciosa de los elementos anarquistas, enemigos de la sociedad y la

ley, que obedecen hoy en día á una completa organización”78.

Por su parte y atribuyéndole expresamente el atentado a los anarquistas

capitalinos el Prefecto Coronel Nicolás Yávar, en una nota enviada al Intendente de

Santiago, arguyó:

“[...] el atentado anarquista perpetrado últimamente, contra la capilla de las

monjas de la Casa de María, lo mueve absolutamente a representar la absoluta

deficiencia del personal con que cuenta actualmente para hacer los servicios de

población, deficiencia que imposibilita materialmente a la prefectura para

mantener en forma eficaz el orden y tranquilidad públicos y que ya constituye un

verdadero problema social cuya solución no admite postergaciones”79.

Pero mientras el Prefecto de la Policía llamó la atención sobre la deficiencia de

personal, el periódico conservador El Chileno de Santiago, hizo manifiesta su

preocupación por el accionar de los ácratas. Acción (praxis) que relacionó netamente

con su ideología: “(...) tienen el cerebro impregnado de malas ideas, recojidas en las

páginas tétricas de algún libro socialista (...)”80. Asimismo, sostuvo:

“Esos individuos faltos de preparación, sin haber recibido una enseñanza moral,

se vuelven unos dejenerados con la lectura de las ponzoñosas ideas de los que se

titulan los redentores del obrero y del trabajador, de los que esplotan la

ignorancia del pueblo, de los que creen por conveniencia propia, que la situación

del mundo puede cambiar con unas cuantas bombas y muchos crímenes y

asesinatos”81.

Es decir, para un ingente porcentaje de la clase dominante aún era más fácil

atribuir las movilizaciones y huelgas de los trabajadores a la presencia y difusión de las

ideas libertarias (y socialistas) así como a la presencia de “agitadores” extranjeros, que

aceptar que la protesta social tenía su origen en las precarias condiciones de vida de los

sectores populares (de las cuales eran responsables). Ensimismada en su mundo idílico y

viviendo sin sentido el ridículo - como ha mencionado Alberto Harambour Ross - su

propia belle époque al estilo parisino, la clase dominante comenzó a perseguir sin tregua

78

Idem. El énfasis es nuestro. 79

“La escasez de policía”. El Mercurio, Santiago, 24 de octubre de 1913, p. 23. 80

“El gran atentado anarquista”, El Chileno, Santiago, 22 de octubre de 1913, p. 3. 81

Idem.

23

a los anarquistas (o “elementos malsanos” según su discurso de clase), usando todos los

mecanismos (incluso los “ilegales”, como el complot y la mentira pública) para tal

efecto... ante la escalada anarquista y su difamación contra “las instituciones de Chile”,

había que preservar el “orden social” a como diera lugar82.

4. Para Colmo... La „Huelga del Mono‟ amenaza con extenderse a Santiago:

El día 29 de octubre de 191383 la huelga iniciada en Valparaíso unos días antes,

por los “Empleados á Jornal” de la Empresa de Ferrocarriles del Estado, en pos de la

abolición del decreto que los obligaba a retratarse, se transformó en una gran huelga de

carácter general gracias a la intervención de la F.O.R.C.h., cuyo Secretario General era

el conocido anarquista porteño y ex – militante demócrata84, Juan Onofre Chamorro85, y a

la solidaridad de un sinnúmero de organizaciones gremiales no afiliadas a la federación.

Estos gremios más allá de solidarizar con sus congéneres exigieron aunados con ellos

leyes sociales, que por lo demás, habían estado presentes en las huelgas de comienzos

del siglo XX, que como es sabido terminaron en grandes matanzas - y derramamientos

82

Véase: Intervención del Ministro de Obras Públicas, FF.CC. e Industria Enrique Zañartu. En: “La autoridad y

las reuniones populares”. Sesión 11ª Extraordinaria en 10 de noviembre de 1913, Boletín de las Sesiones

Estraordinarias de la Cámara de Diputados, Congreso Nacional, Santiago, Imprenta Nacional, 1913, pp. 223 -

224. 83

La Huelga General se acordó en comicio público el día domingo 26 de octubre de 1913 en la Plaza O‟Higgins

de Valparaíso. Véase: “Federación Obrera Regional de Chile (Crónica Obrera)”, El Día de Valparaíso,

Valparaíso, 27 de octubre 1913, p. 7; “El movimiento obrero en Valparaíso”, El Día de Valparaíso, Valparaíso,

29 de octubre 1913, p. 6; “La huelga jeneral de obreros porteños”, El Chileno, Valparaíso, 29 de Octubre de

1913, pp. 1 y 4 (continuación); “En Valparaíso el hambre empuja á los obreros á la huelga”, El Despertar de los

Trabajadores, Año II, N° 301, Iquique, 1º de noviembre de 1913, p. 2; “La huelga en Valparaíso”, El Mercurio,

Santiago, 29 de octubre de 1913, pp. 16 y 17; “La huelga de trabajadores”, La Unión, Valparaíso, 29 de octubre

de 1913, p. 7. 84

Dato proporcionado por el historiador Sergio Grez Toso. Juan Onofre Chamorro, en la década de 1920, fue

dirigente portuario de la I.W.W. (Industrial Workers of the World, Trabajadores Industriales del Mundo) en

Valparaíso. En: Andrés Brignardello: Valparaíso Anarquista. Notas para una Historia Social de la Ciudad,

Valparaíso, FONDART, Gobierno de Chile, abril de 2006, p. 86. 85

El primer Consejo directivo provisorio de la F.O.R.C.H. quedó compuesto por el anarquista Juan Onofre

Chamorro (ex – militante demócrata) como Secretario General; Juan A. Velilla como Secretario de Notas y

Santiago Ramírez como Tesorero; y Eleuterio Arce, José S. Pizarro, Manuel Catalán y Ángel C. Calderón como

vocales. Véase, “Crónica Obrera: Federación Obrera Regional de Chile”, El Día de Valparaíso, Valparaíso, 14

de octubre de 1913, p. 9; Santiago Ramírez en noviembre de 1918 fue expulsado junto a Santiago Pizarro de la

Unión General de Trabajadores de Ambos Sexos (Viña del Mar) por haber violado en distintas ocasiones los

acuerdos terminantes de la asamblea, habérseles comprobado complicidad con los patrones y haber malversado

fondos sociales. Ramírez y Pizarro, se desempeñaban como Tesorero y Secretario General de la Unión,

respectivamente. Véase la carta enviada por la Unión General de Trabajadores de Ambos Sexos al periódico

anarquista Verba Roja: “Solicitada”, Verba Roja, N° 2, Valparaíso, segunda quincena de noviembre de 1918, p.

2.

24

de sangre - orquestadas desde el Estado en alianza con la patronal. Además de presionar

para que el Presidente de la República86 derogara el decreto ministerial en cuestión, los

huelguistas exigieron: la jornada de ocho horas de trabajo, aumentos de salarios,

efectividad del descanso dominical, responsabilidad de los patrones en caso de

accidentes laborales y, por último, la valorización de la moneda a un tipo fijo (18

peniques). La clase dominante vio con preocupación estos sucesos, haciendo manifiesta

su molestia a través de sus medios de comunicación, amenazando insistentemente a los

trabajadores respecto de las consecuencias que traería la huelga, sobre todo desde el

punto de vista económico87 (para sus bolsillos principalmente), y la represión que

desatarían en caso de un desborde obrero - popular. Respecto a esto último, el

Intendente de Valparaíso luego de que el personal de tranvías eléctricos de esa ciudad

le entregara una nota pidiéndole que “interpusiera sus buenos oficios para arreglar sus

dificultades con la Jerencia”, señaló que “no se mezclaba en estas cosas porque no podía

rebajar su dignidad”, agregando, en seguida, que “[...] aguardaba que los huelguistas

cometieran el menor desmán, para reprimirlos en la misma forma que lo hiciera el jeneral

Silva Renard en Iquique, en la huelga de Diciembre de 1907, a fin de que

escarmentaran”88.

Pero ¿Qué era lo que realmente inquietaba a la clase dominante?. Su inquietud

tuvo que ver principalmente con dos hechos: el primero, que la conducción de la huelga

en la ciudad de Valparaíso estaba en manos de la F.O.R.C.h. de orientación anarquizante

y, el segundo, que dicho movimiento huelguístico, contó con la solidaridad de gremios

ácratas de otras ciudades, principalmente de Santiago, que amenazaron con paralizar sus

respectivas faenas decretando al igual que sus congéneres porteños la huelga general.

De igual modo aumentaron su intranquilidad los “discursos subversivos” y los incidentes

cada vez más violentos entre la policía y los manifestantes ácratas protagonizados en los

mítines de solidaridad, así como el apoyo que recibieron los huelguistas de parte de

algunos periódicos (burgueses) porteños. El Intendente de Valparaíso, Carlos Zañartu,

en un informe al Ministro del Interior hizo alusión a esta última situación: “La huelga a mi

86

“El Movimiento Huelguista en Valparaíso”, El Día de Valparaíso, Valparaíso, 1 de noviembre 1913, p. 6. 87

Archivo Nacional de la Administración (en adelante ARNAD), Fondo Ministerio del Interior, vol. 4181

(Providencias, 1913), Informe N° 4295. Del Intendente de Valparaíso al Ministro del Interior, Valparaíso, 10 de

noviembre de 1913, s/f. 88

“La Huelga de los obreros porteños”, El Chileno, Valparaíso, 31 de octubre de 1913, p. 1. El énfasis es

nuestro.

25

modo de ver habría terminado hace días, a no mediar la cooperación que los elementos

huelguistas han encontrado en la prensa en general, publicando los diarios todas las

proclamas, citaciones y avisos que han querido”89.

Asimismo, respecto al Comité huelguista mencionaba:

“El Comité de este movimiento que es compuesto de elementos anarquistas, sigue

su campaña al amparo de esta protección, y amenaza a los buenos obreros cuya

mayor parte desean volver al trabajo. Por esto se ven obligados muchos de ellos,

temerosos de represalias, a no trabajar y sufrir las funestas consecuencias de este

estado de cosas”90.

De esta forma, fue la presencia anarquista en el movimiento huelguista la que

incomodó a la clase dominante, sobre todo cuando en sus discursos, oradores libertarios,

criticaron fuertemente los pilares del sistema de dominación, incluidos a los

representantes del “orden” oligarca. Característica en este sentido fue la jornada de

movilizaciones del día jueves 6 de noviembre de 1913 en pleno centro de la capital.

Movilizaciones de solidaridad a la huelga iniciada por los trabajadores portuarios de

Valparaíso y que tenían como objeto el “hacer propaganda” y “plegarse a la huelga”

iniciada por sus congéneres porteños.

Los dos mil91 asistentes a esta jornada de movilizaciones se reunieron en la Avenida

Matta, entre las calles Chiloé y Arturo Prat, a las 21: 00 hrs. En esta ocasión hicieron uso

de la palabra varios oradores, entre ellos el tipógrafo anarquista Julio E. Valiente Medina,

quién se “espresó en términos insolentes, amenazando al señor Ministro de Industria por

opiniones que este funcionario había manifestado en la Cámara, con motivo del actual

movimiento obrero, incitando al mismo tiempo al público a alzarse contra el gobierno”92.

El subcomisario de la Cuarta Comisaría de la Sección de Seguridad, Emiliano Feliú que

junto a su tropa tenía como misión “resguardar el orden” en dicha manifestación, ordenó

al inspector Don Manuel Aracena amonestar a Valiente para que no siguiera

expresándose en “términos inconvenientes en contra del Ministro y del Gobierno”, ya

que constituía un “delito punible según lo estipulado por el Código Penal”. El orador al

negarse a cambiar el tema de su discurso fue aprehendido por la policía.

89

En: ARNAD, Fondo Ministerio del Interior, vol. 4181 (Providencias, 1913), Informe N° 4295. Del Intendente

de Valparaíso al Ministro del Interior, Valparaíso, 10 de noviembre de 1913, s/f. 90

Idem. El énfasis es nuestro. 91

“Desórdenes de antenoche: lo que dice la policía”, El Chileno, Santiago, 8 de noviembre de 1913, p. 2.

26

Sin embargo, en el momento en que la policía intentó detener a Valiente se produjo

un altercado con un grupo de anarquistas resultando herido, producto de una puñalada,

el guardián de la policía Belisario Fuentes. Herida de gravedad que comprometió su

pulmón izquierdo siendo trasladado al Hospital de San Vicente de Paul. Momentos más

tarde, cuando finalmente logró ser detenido Julio Valiente, siguieron haciendo uso de la

palabra - en su reemplazo - otros oradores ácratas que continuaron incitando, a decir de

El Chileno, a los manifestantes a “atacar a la policía con piedras que habían allí en gran

cantidad, por remoción del pavimento, la cual tuvo que disolverlos por medio de la

fuerza al paso de sus caballos”93. Algunos manifestantes, ante la acción disuasiva -

represiva de la policía, habrían respondido con disparos de revólveres.

Como saldo de la jornada fueron detenidos una docena de manifestantes junto al

“promotor” de tales desórdenes: Julio Valiente94 - que ya había sido procesado

anteriormente por “desacato a la autoridad” - los cuales fueron puestos a disposición del

juez de turno del Cuarto Juzgado del Crimen, Francisco Santapau, quién los interrogó el

día 7 de noviembre sobre los acontecimientos acaecidos durante la manifestación.

También prestaron sus declaraciones el subcomisario de la Brigada Central Manuel

Concha, el inspector de la cuarta comisaría Luis Gutiérrez y los guardianes que

resultaron heridos, que bordeaban la media docena. Algunos manifestantes detenidos

fueron puestos en libertad al día siguiente bajo fianza, aunque los incidentes siguieron,

posteriormente, en la Cámara de Diputados en donde se enfrentaron el diputado

demócrata Lindorfo Alarcón (con el apoyo de su correligionario Bonifacio Veas), y el

Ministro de Industria, de Ferrocarriles y de Obras Públicas, Enrique Zañartu, respecto a

la aprehensión del ácrata Julio Valiente, y la actitud asumida por el Gobierno y las

autoridades en las últimas reuniones populares.

Según el parte emitido por la policía el orador Julio Valiente habría violado los

artículos números 264 (inciso 8°), 417 (inciso 5°) y, por último, el 266 del Código Penal.

Es decir, aquellos que se relacionaban directamente con “atentados y desacatos contra

92

Idem. 93

“Los desórdenes de antenoche: lo que dice la policía”, El Chileno, Santiago, 8 de noviembre de 1913, p. 2. 94

“Prisión arbitraria del compañero J. Valiente”, La Batalla, N° 22, Santiago, segunda quincena de diciembre de

1913, p. 2.

27

la autoridad o funcionarios públicos”, así como aquellos referidos a “injurias y

amenazas”95. Ahí el lev motiv de su apresamiento.

El diputado demócrata cuestionó en duros términos el accionar de la policía, en

tanto, prohibió a Julio Valiente seguir hablando en público como orador del meeting

obligándolo a bajar de la tribuna. Señaló:

“¿Está en las manos de un paco; está en manos de la policía la aplicación de las

disposiciones del Código Penal? ¿Puede un guardian calificar lo que es desacato?

¿Se concibe esto? ¿Conciben mis honorables colegas por qué un guardian está en

situación de calificar lo que es desacato en conformidad a nuestro Código

Penal?”96.

Asimismo, criticando fuertemente al gobierno, por las acciones de la policía en los

últimos mítines populares, recordaba que los estudiantes capitalinos en reuniones

pasadas habían vertido expresiones mucho más inconvenientes contra las autoridades

gubernamentales, sin embargo, señalaba, no habían sido detenidos por los agentes

policiales en tanto “se trataba de personas que podían reclamar”, en cambio, cuando se

trataba de “pobres diablos, entónces si que se desenvaina el sable para llevarlos

presos”97. Cuestionando, de igual forma, el argumento policial de que los detenidos eran

incitadores ácratas “foráneos”, señaló que en las reuniones del 10 de noviembre de 1913

pudo constatar en terreno, que “(...) todos los que hablaron, diecisiete o dieciocho

oradores, eran chilenos”98. Posteriormente refiriéndose a que los oradores detenidos

eran motejados insistentemente de anarquistas, se preguntó, en un tono irónico y

burlesco ¿qué significaba anarquía?, ante lo que él mismo se respondió:

¿No significa desgobierno?

¿I quiénes son los que desgobiernan?

¿No son las clases dirijentes del pais?

I si nó, que lo digan esos bancos vacíos.

Que contesten ellos por el Gobierno,

que no se encuentra en ninguna parte”99.

95

“La autoridad y las reuniones populares”, Sesión 11ª Extraordinaria en 10 de Noviembre de 1913. Boletín de

las Sesiones Estraordinarias de la Cámara de Diputados, Congreso Nacional, Santiago, Imprenta Nacional,

1913, p. 220. 96

Idem. 97

Ibidem, p. 221. 98

Idem. 99

Idem.

28

Concluyó su exposición señalando que el accionar de la policía era ridículo “(...) i

encaminado desgraciadamente a hacer aparecer crímenes i delitos donde no existe”.

¿Para qué?, “para impulsar la dictación de la lei de residencia, que es lo que pretende el

Ejecutivo. Ese es el objeto de los procedimientos de la policía i de las órdenes que se

dan constantemente, desde arriba (...)”100.

5. Allanamiento a la Peluquería del Pueblo: El “Verdadero Golpe Policial”

Con todas las referencias mencionadas anteriormente, el accionar de los

anarquistas en la capital como en Valparaíso, se había trasformado para la clase

dominante hacia 1911 - 13 en un gran “problema”. Los anarquistas lejos de desaparecer

de la escena pública como lo ha planteado la historiografía “marxista clásica” tras los

“horrorosos sucesos” de Iquique de 1907 (y el ciclo represivo de la primera década del

siglo XX) re - emergieron con más fuerza, impugnando al Estado y a la política

oligárquica, así como al conjunto de instituciones mantenedoras del status quo, entre

ellas la Iglesia Católica y el Ejército. Su lucha si bien en algunos momentos se centró

solamente en el plano netamente de la propaganda ideológica, es decir, en la agitación

revolucionaria, y en la fundación de Sociedades en Resistencia, en algunos momentos

tendió a vincularse a prácticas ultra - individualistas que justificaban el uso de la

“violencia” y del “terrorismo” (hechos totalmente racionales según su concepción) como

herramientas revolucionarias. Fueron precisamente atentados dinamiteros y

apuñalamientos de miembros de la policía, asociados a estas prácticas, los que gatillaron

y vinieron a justificar (desde un punto de vista discursivo, ante la opinión pública) la

represión desatada por parte del Estado y la patronal contra los anarquistas capitalinos.

Expresión de esta “escalada represiva” fue el allanamiento a la Peluquería del Pueblo y a

la pieza vecina, en donde vivía Hortensia Quinio, lugares sindicados por la policía

secreta como “puntos o centros de encuentro de los anarquistas” y locales de venta del

100

Ibidem, p. 222.

29

periódico La Batalla, que a decir de la prensa burguesa propagaba “las ideas ácratas

desde que vió la luz pública”101.

a) La Sección de Seguridad Entra en Acción: “Los vamos a secar en la cárcel...”.

“Es tu cuerpo el que está en prisión, tu espíritu no puede ser encarcelado”. Ho Chi Minh, Diario de Prisión, Santiago, 2003.

Embajada de la R.S. de Vietnam, Instituto Chileno – Vietnamita de Cultura

El domingo 9 de noviembre de 1913 los habitantes de la ciudad de Santiago

despertaron “horrorizados y conmocionados” tras el agitado accionar de la Sección de

Seguridad durante la noche anterior102. Los acontecimientos de esa noche pusieron fin a

una serie de investigaciones judiciales y policiales emprendidas unos días antes103 que

dieron como resultado el descubrimiento de una “organización anarquista”. Pero a

diferencia de las pesquisas que se habían llevado a cabo en los anteriores procesos

contra los anarquistas104 - y que para el movimiento obrero habían pasado a formar parte

de los anales del crimen - el descubrimiento de esta “organización terrorista” vino a

demostrar a la clase dominante, y a sus medios de comunicación, la presencia en

Santiago de “anarquistas verdaderos”, de esos que “usaban bombas” y no de los que “se

concretaban a hablar mucho y a no hacer nada”105. Presencia, por lo demás, que hacía

cada vez más urgente la dictación de una Ley de Residencia, tan anhelada por los

sectores dominantes.

Para el diario El Mercurio las investigaciones de la policía si bien por una parte

vinieron a confirmar la presencia de una “organización anarquista” que ya “había

logrado echar algunas raíces en el seno de nuestras sanas instituciones obreras”; por

otra, se constituyeron como un llamado de “atención pública”, en tanto explicitaban la

necesidad de poner atajo “a la funesta propaganda antes de que logre realizar sus

101

“El proceso por el descubrimiento de explosivos”, El Diario Ilustrado, Santiago, 11 de noviembre de 1913, p.

4. 102

Véase: “El anarquismo en Santiago”, El Mercurio, Santiago, 9 de noviembre de 1913, p. 21; “Descubrimiento

de un depósito de explosivos”, El Diario Ilustrado, Santiago, 9 de noviembre de 1913, p. 7; “Un foco de

anarquistas”, El Chileno, Santiago, 9 de noviembre de 1913, p. 2; “Hazañas Gubernamentales”, La Batalla, N°

20, Santiago, segunda quincena de noviembre de 1913, p. 1; “Los anarquistas en Chile”, Zig – Zag, N° 457,

Santiago, 22 de noviembre de 1913. (sin número de páginas). 103

“Un foco de anarquistas”, El Chileno, Santiago, 9 de noviembre de 1913, p. 2. 104

Respecto a los anteriores procesos contra los anarquistas, véase: Carlos Vicuña Fuentes, La Tiranía en Chile,

Santiago, Editorial LOM, 2002 (Primera Edición, 1938) y Fernando Ortíz Letelier, 1985, op. cit.

30

desquiciadores efectos en la masa de nuestro pueblo” que como “era de esperarlo”

estaba “resistiendo a estas exóticas doctrinas”106. Había que combatir al anarquismo,

antes de que fuera demasiado tarde. Había que prevenir, antes que lamentar. Ese era el

llamado de los medios de comunicación afines al “orden” oligarca.

La primera sospecha para el descubrimiento de este “almacén anarquista” la tuvo

el oficial de servicio de la 5ta. Comisaría, subinspector Juan F. Barahona, quién noches

anteriores al hallazgo vió luz encendida en una de las piezas (del cité) que daba hacia la

Avenida Brasil, entre las calles Andes y Mapocho, “a una hora en que debía estar todo a

obscuras”: al alba. Esta luz, según El Diario Ilustrado, sugirió dudas al oficial, el que

ordenó la vigilancia continua de dicha pieza. No obstante, hay que mencionar que la

pieza suscitó sospechas no sólo por su inofensiva luz, sino también por su ubicación y, lo

que era más importante aún, por sus moradores.

Respecto a su ubicación, es necesario precisar que la pieza se encontraba de forma

contigua a la humilde Peluquería del Pueblo. Peluquería cuyo nombre denotaba un cierto

sello clasista y que era propiedad, además, de la madre de un reconocido anarquista107:

el peluquero Teodoro Brown que trabajaba junto a su amigo Víctor Manuel Garrido

Gutiérrez, del mismo oficio y de la misma orientación ideológica108. Ambos como

señalábamos anteriormente habían sido miembros de la “temida” Sociedad en

Resistencia Oficios Varios109 (S.R.O.V.) ocupando cargos directivos; y habían sido

acusados de ser los autores materiales del atentado dinamitero perpetrado contra el

Convento de los Padres Carmelitas Descalzos110.

Por otra parte, en la pieza habitaba desde hacía poco tiempo Hortensia Quinio (de

22 años), mujer ligada al periódico ácrata La Batalla y quién era viuda de Ernesto Serrano

105

“Un foco de anarquistas”, El Chileno, Santiago, 9 de noviembre de 1913, p. 2. 106

“El anarquismo en Santiago”, El Mercurio, Santiago, 9 de noviembre de 1913, p. 21. 107

Es necesario precisar que el local de la Peluquería del Pueblo había sido clausurado por orden judicial a

pocos días del atentado dinamitero del Convento de los Carmelitas Descalzos, en diciembre de 1911. En esa

oportunidad el inventario de la peluquería arrojó los siguientes bienes: una meseta con cuatro veladores, una

mampara con vidrios, dos sillones de peluquería, dos sillas, una lampara de colgar, varios útiles pequeños de

peluquería y una cama completa. En: Archivo Histórico Nacional (A.H.N.), Fondo Judicial de Santiago (F.J.S.),

leg. 1675, f. 76. 108

Véase: Harambour Ross, 2004, op. cit., p. 148. 109

Recordemos que a decir de Alberto Harambour se tienen pistas de la S.R.V.O. sólo hasta comienzos de 1913.

Idem. 110

Ibidem, pp. 148 - 149.

31

Saavedra, carpintero fallecido sólo unos meses antes111 “[...] individuo que siempre se

hizo notar como anarquista, de los más exaltados”112, y sindicado en 1911 por el diario El

Mercurio como miembro de la S.R.O.V.113 Además, era madre de dos hijos “un

hombrecito de seis años y una mujercita que lleva en los trapos”114 y actual pareja de

otro anarquista conocido por la policía - y detenido en numerosas ocasiones - : Voltaire

Argandoña Molina.

En cuanto a la segunda sospecha previa al allanamiento, está tuvo que ver

principalmente con las observaciones del agente primero, de la 5ta. Comisaría de Policía

José E. Jara el cual también, al igual que el subinspector Juan F. Barahona, habría notado

que se trabajaba por las noches en la Peluquería del Pueblo, y en la pieza vecina,

aportando un dato imprescindible para comenzar con las acciones policíaco – legales:

sostuvo que tras estos movimientos nocturnos (y de madrugada) se “sacaban bultos

sospechosos”115. Es menester precisar que este agente, posteriormente, se constituiría

para la prensa burguesa sensacionalista como el “héroe descubridor” del depósito de

las “bombas anarquistas”116, la cual dedicó varias de sus páginas a presentar su foto

junto a la de los “esplosivos” encontrados por él117.

A partir de las “sospechas” antes mencionadas se ordenó a varios guardianes de la

Sección de Seguridad que permanecieran al acecho, mientras el subinspector Barahona

continuó su vigilancia “por otros lados”. Los guardianes tras las investigaciones habrían

visto salir de la Peluquería del Pueblo a dos individuos sospechosos “[...] quienes al notar

que la policía les seguía los pasos trataron de despistarla cambiando de dirección,

tomando rumbo por las calles Brasil, Martínez de Rozas, Almirante Barroso y Mapocho,

sin entrar a ninguna de las casas vecinas”118.

Con estos débiles antecedentes el jefe suplente de la Sección de Seguridad,

Alberto Verdejo, tomó las providencias respectivas para vigilar con más detención las

111

“Ernesto Serrano murió”, La Batalla, N° 10, Santiago, primera quincena de julio de 1913, p. 1.; “Ernesto

Serrano”, El Productor, Año II, N° 20, Santiago, agosto de 1913, p. 1. 112

“El proceso por el descubrimiento de explosivos”, El Diario Ilustrado, Santiago, 11 de noviembre de 1913, p.

4. 113

“Los anarquistas en Chile”, El Mercurio, Santiago, 31 de diciembre de 1911, p. 19. 114

“Descubrimiento de un depósito de explosivos”, El Diario Ilustrado, Santiago, 9 de noviembre de 1913, p. 7. 115

“Un foco de anarquistas”, El Chileno, Santiago, 9 de noviembre de 1913, p. 2. 116

“Recompensas merecidas”, El Chileno, Santiago, 11 de noviembre de 1913, p. 1. 117

Véase como ejemplo: “Los Anarquistas en Chile”, Zig – Zag, N° 457, Santiago, 22 de noviembre de 1913; y

“El proceso contra los anarquistas”, El Mercurio, Santiago, 15 de noviembre de 1913, p. 20. 118

“Descubrimiento de un depósito de explosivos”, El Diario Ilustrado, Santiago, 9 de noviembre de 1913, p. 7.

32

piezas sospechosas119. El juez del Cuarto Juzgado del Crimen, Don Francisco Santapau,

que también estaba al tanto de lo que sucedía - gracias a Verdejo - dictó una orden de

allanamiento a la Peluquería del Pueblo y a la pieza de Hortensia Quinio, lugares

sindicados de ser los depósitos de los explosivos anarquistas. Había sido descubierto el

“centro de reunión anarco - terrorista”... por tanto el “acierto policial” era innegable.

Para llevar a cabo el allanamiento la Sección de Seguridad comisionó a los agentes

primeros Manuel Palacios y Amable Quiroga, los agentes segundos Eustaquio Castillo y

Carlos Neuke (o ¿Nuche?), y los terceros Lisandro Latorre y “un tal” Aspillaga120, los

cuales el día 8 de noviembre de 1913, a las 17:30 horas, procedieron a efectuarlo. Con

este propósito se presentaron sorpresivamente en la pieza de Hortensia Quinio situada

en la Avenida Brasil, esquina los Andes, y en el local vecino, la conocida Peluquería del

Pueblo donde trabajaban Garrido y Brown. A decir del periódico ácrata La Batalla en esa

oportunidad “los pesquisas hallaron todo lo que quisieron”121, siendo apresados en un

primer momento “los compañeros”: Teodoro Brown, Víctor Manuel Garrido, Teófilo

Dúctil Pastor, Voltaire Argandoña Molina, y la “compañera”122 de éste último: Hortensia

Quinio V., la cual se encontraba en estado avanzado de preñez.

b) Detención y Condena de Voltaire Argandoña y Hortensia Quinio: “Víctimas de la

Flajelación”.

Pero ¿qué fue lo que los pesquisas realmente hallaron en la Peluquería del Pueblo y

en la casa de la Quinio?. Frente a esta interrogante las versiones de la prensa burguesa

capitalina (El Mercurio, El Chileno, El Diario Ilustrado, así como la miscelánea revista Zig -

Zag) difieren de la del periódico anarquista La Batalla. La prensa burguesa, por su parte,

coincidía en sostener que después de un minucioso registro de ambos lugares se habían

encontrado las siguientes especies:

“Dos bombas con sus mechas respectivas y listas para usarlas, dos balas vacías

para ser rellenadas con explosivos, un paquete de dinamita, un rollo de mechas de

mina, dos tubos de fierro de tres centímetros de diámetro, tapados en un extremo y

119

Idem. 120

Idem. 121

“Hazañas gubernamentales”, La Batalla, N° 20, Santiago, segunda quincena de noviembre de 1913, p. 1. 122

Vicuña Fuentes, 2002, op. cit., p. 96.

33

listos para ser llenados con explosivos; un tarro de metralla vacío y varios

fulminantes”123.

Mientras que el periódico anarquista La Batalla estipulaba que los objetos

encontrados en la Peluquería de Brown y Garrido eran los siguientes:

“Dos pedazos de cañón, pertenecientes a las patas de una silla vieja; una daga de

no se sabe cuantos centímetros de largo y un fierro inservible que estaba botado en

un rincón”124.

Y en la casa de Hortensia Quinio:

“Dos pedazos de venda que ella tenía para atar la cara a un hijo de ella, que se

encuentra enfermo a causa de una patada que le dio un caballo; dos pedazos de

dinamita que el compañero Voltaire trajo de Cartajena hace como 9 meses, amén

de dos balas antiguas que tenían en la casa para hacer ejercicio muscular”125.

De igual modo, La Batalla acusó expresamente a la prensa burguesa de ser

partícipe de este complot policial y judicial en contra de sus compañeros. Opinión que

fue compartida por el diputado demócrata Lindorfo Alarcón cuando señaló en un tono un

tanto burlesco, respecto al accionar de la Sección de Seguridad, durante una sesión de la

Cámara de Diputados, lo que sigue a continuación:

“Esta perspicacia de estos nuevos detectives es superior, está por encima de la del

mismo Sherlock Holmes, que se ha quedado pequeño [...] Esta policía descubre un

crimen por el mero hecho de divisar en un aposento una luz... Sin duda la vela que

había allí dejaba alguna estela impalpable, cuyo aroma despedia olor a pólvora i

olor a dinamita”126.

Después de allanada la Peluquería del Pueblo y la pieza de Hortensia Quinio los

detenidos fueron conducidos a la Sección de Seguridad en calidad de “incomunicados”,

quedando a disposición del juez de turno Francisco Santapau, del prefecto de policía, el

coronel Nicolás Yávar; del sub - prefecto del orden Don Julio Bustamante y el Segundo

123

“Descubrimiento de un depósito de explosivos”, El Diario Ilustrado, Santiago, 9 de noviembre de 1913, p. 7. 124

“Chile Democrático. Complot Policial, Judicial y Periodístico”, La Batalla, N° 21, Santiago, primera

quincena de diciembre de 1913, p. 1. 125

Idem.

34

Jefe de la Sección de Seguridad Aurelio Valladares127. De igual modo, ese mismo día en

la noche, tras las diligencias policiales visitó la Sección de Seguridad el Intendente de

Santiago, Pablo Urzúa, el cual comunicó lo sucedido al Ministro del Interior, Ismael

Tocornal, el cual a su vez comunicó al Presidente de la República, por ese entonces

Ramón Barros Luco, (quien gobernó entre 1910 y 1915)128 todas las acciones llevadas a

cabo tanto por la policía como por los jueces.

El periódico La Batalla señaló que, producto que la prensa burguesa solamente

hacía mención al descubrimiento de los “supuestos explosivos”, se veía en la necesidad

“con el alma en los labios y las pruebas en las manos” de hacer público las torturas y

apremios, a los que habían sido sometidos los inculpados luego de su apresamiento:

“De la calle Brasil fueron llevados los camaradas a la quinta comisaría en donde

se les pusieron esposas por detrás y se les pasó a un inmundo calabozo donde les

pusieron un centinela de vista. Como a la hora así maniatados y con una escolta

numerosísima a la sección de Flajelaciones, disculpad, íbamos a decir de

Seguridad.

Cuando estaban ahí, el Prefecto de Policía les dijo: Ah, a estos los vamos a secar

en la cárcel.

A las 2 ¾ de la madrugada los sacaron del calabozo y los metieron a unos cupees

con unos esbirros a cada lado para que no hablaran.

Fueron llevados a una quinta que el comisario Castro posee en la calle San

Francisco. Los entraron al interior, los coches se fueron y luego llegaron quince

pesquisas de los más reconocidos como criminales.

De uno a uno la emprendieron con golpes a los compañeros diciéndoles que

declararan que ellos habían colocado bombas por todas partes, y viendo que no

conseguían esto les ataron los brazos i una pierna con lazos de cuero, de manera

que quedaran en un pie y la emprendieron nuevamente a golpes con los

compañeros, pegándoles puñetazos en la cara y en el estómago. En la posición

que estaban, los compañeros no pudieron resistir por más tiempo y cayeron

pesadamente a tierra. Los levantaron a puntapiés y les desataron el pie

dejándolos atados con los brazos por detrás. Los colgaron de una higuera y los

tuvieron así mediante media hora, durante la cual los balanceaban a golpes de

puño y diciéndoles que declararan que los “gringos” habían puesto las bombas,

que los gringos les habían mandado guardar esplosivos, en fin que culparan a los

estranjeros de todo, cosa que no consiguieron.

A las cinco de la mañana los trasladaron a la pesquisa, procediendo a nuevas

torturas. Resultado de todo que los camaradas quedaron con los pulmones

126

Intervención del diputado demócrata Lindorfo Alarcón. En: “La autoridad i las reuniones populares”, Sesión

11ª Estraordinaria de la Cámara de Diputados, 10 de noviembre de 1913, Boletín de las Sesiones Estraordinarias

de la Cámara de Diputados, Congreso Nacional, Santiago, Imprenta Nacional, 1913, p. 222. 127

“El anarquismo en Santiago”, El Mercurio, Santiago, 9 noviembre de 1913, p. 21. 128

“Un foco de Anarquistas”, El Chileno, Santiago, 9 de noviembre de 1913, p. 2.

35

hinchados y arrojando sangre por la boca. A la compañera Quinio, viendo en el

estado de preñez en que se encuentra, la golperaon en el vientre”129.

La Batalla concluyó su artículo acusando a la prensa burguesa - a la cual denominó

como “vieja alcahueta de los adinerados y de los jefes que oprimen al pueblo” - de no

haber dicho nada de lo realmente sucedido, y de haber contribuido a agrandar un hecho

que no habría pasado del encuentro de dos pedazos de dinamita. Asimismo, en un tono

más radical, amenazó al “orden oligarca” manifestando: “sepan que la tiranía de arriba

enjendra la rebelión de abajo”130 mientras se burló del supuesto “civilismo” de nuestro

país y de sus “democráticas instituciones”.

Por otra parte, en el artículo antes mencionado, los anarcos presos hicieron alusión

- al mismo tiempo - a que la policía insistentemente y a través de golpes (torturas) los

obligó a declarar, sin buenos frutos, contra los extranjeros (“los gringos”) una vez que

ellos confesaron ser inocentes de los cargos imputados. Situación que en la práctica le

hubiese permitido a ésta actuar con mayor decisión, y tener los mecanismos jurídicos

apropiados (una Ley de Residencia) para expulsar a los anarquistas extranjeros y

combatir con medios más represivos (aún) a los nacionales: esos mismos medios con que

la policía no contaba y que tras el atentado dinamitero de la Casa de María, el agente

Eugenio Castro131 (así como el Intendente de Santiago) había declarado que era urgente

dotar a la policía y a las autoridades. Es decir, y como bien manifestaron los anarquistas

lúcidamente en su prensa, los “atentados achacados” a sus compañeros beneficiaban a

dos instituciones mantenedoras del status quo: a la conservadora Iglesia Católica y al

Gobierno. Instituciones que, por lo demás, en otras partes del mundo habían sido sus

autores (y/o promotores). Pero ¿cuáles eran los beneficios que obtenían ambas

instituciones según los anarquistas?, la Iglesia Católica, por una parte podría

aprovecharse para obtener “ya no más almas para el cielo”, sino “más metálico en

129

“Chile Democrático. Complot Policial, Judicial y Periodístico”, La Batalla, N° 21, Santiago, primera

quincena de diciembre de 1913, p. 1. 130

Idem. 131

Respecto los abusos e ilícitos cometidos por el sub - prefecto de la Sección de Seguridad Eugenio Castro

durante las dos décadas que ocupó su cargo y su acérrima persecución contra los anarcos, véase “¿Es bueno o es

malo don Eugenio Castro?”, Zig – Zag, N° 582, Santiago, 15 de abril de 1916; “Terrorismo policial”, La

Protesta, Santiago, segunda quincena de junio de 1908; “La farsa de las bombas”, La Protesta, Santiago,

segunda quincena de junio de 1908; “Atentado terrorista”, Zig – Zag, N° 172, 7 de junio de 1908, citados en: La

Alborada de “la Idea” en Chile. Los anarquistas y el movimiento obrero, 1893 – 1915, “En prensa” (2007).

Véase, asimismo, el artículo del historiador Gonzalo Peralta, “Eugenio Castro o La Mafia policial de Chile”, The

Clinic, año 8, N° 193, Santiago, jueves 23 de noviembre de 2006, p. 26.

36

limosnas de desagravio”; mientras que, el Gobierno, se beneficiaría en tanto tendría la

justificación para adoptar y aplicar medidas de “represión violenta” contra los

luchadores sociales. Por tanto señalaban que dichos complots (de hecho se refieren a

complots judicial, policial y periodístico) no hacían más que allanar el camino de la

represión y de la legislación reaccionaria (antirrevolucionaria). Ejemplificando

históricamente los anarquistas hacían alusión al caso argentino en que “El petardo del

Teatro Colón, de Buenos Aires, fué simplemente un atentado policial para que fuera

recibida con menos repulsa la Lei de Defensa Social”132

El jefe suplente de la Sección de Seguridad, Alberto Verdejo, en el parte dirigido al

juez del Cuarto Juzgado del Crimen Francisco Santapau, luego de efectuado el

descubrimiento de los “esplosivos” y del “centro terrorista”, registró detalladamente las

acciones emprendidas por dicha Sección para apresar a los “anarquistas” y desbaratar

su “supuesta organización”:

“Señor juez del crimen: Esta sección, practicando averiguaciones sobre el

denuncio hecho con esta misma fecha a US, allanó la habitación de Hortensia

Quinié V. De Serrano, en donde se encontraron las dos bombas con sus mechas

correspondientes, el cartucho de dinamita, un tarro de metralla, vacío, dos

cañones de fierro, tapado con madera en una de sus extremidades; siete

fulminantes, dos mechas de mina, dos balas de cañón, vacías, especies que pongo

a disposición de US.

La Quinié es viuda de Ernesto Serrano, fallecido hace como cuatro o cinco meses,

individuo que siempre se hizo notar como anarquistas, de los más exaltados.

Desde el fallecimiento de Serrano, los amigos de éste - anarquistas todos - han

protegido pecuniariamente á la viuda, y su habitación ha sido uno de los centros

de reunión de aquellos; ahí se ha vendido el periódico “La Batalla” que propaga

las ideas ácratas desde que vió la luz pública.

Entre los más asiduos visitantes de esta morada figuran Teodoro Brown, Víctor M.

Garrido, el Voltaire Argandoña, Teófilo Duchil, todos ellos anarquistas, que en las

reuniones populares de estas noches, como US sabe, han degenerado en ataques

a las personas y desacató á la autoridad, han figurado en los principales

agitadores.

En atención á todo lo que dejó expuesto, se detuvo a la Quinié y á los cuatro

individuos á quienes acabo de mencionar. Todos éstos hallábanse reunidos en la

Peluquería del Pueblo, perteneciente a Brown.

También había varios otros, los que huyeron al presentarse al indicado local el

subinspector Don Santiago Herrera Gandarillas y los agentes amable Quiroga,

Manuel Palacios, Eustaquio Castillo, Lisandro Latorre y Carlos Nuche, que fueron

132

“Los atentados “anarquistas” y la burguesía”, La Batalla, Santiago, segunda quincena de julio de 1914, p. 1.

37

los que efectuaron las detenciones y practicaron el allanamiento a que me he

referido - Santiago, 7 de noviembre de 1913 - (firmado) – Alberto Verdejo”133.

Luego de las diligencias policiales la Intendencia de Santiago a través de la figura

del Intendente Pablo Urzúa, solicitó al gobierno recompensas especiales que se

materializaron en “ascensos por méritos” tanto para el oficial primero José E. Jara, como

para el señor sub - inspector Francisco Barahona, quienes habían dado las pistas que

permitieron el descubrimiento del “almacén anarquista”134. Fue el periódico

conservador clerical El Chileno135 el que reprodujo, en esta oportunidad, los decretos

que materializaron dichas recompensas:

Estipuló para el oficial primero José E. Jara:

“Núm. 5459. Encontrándose vacante el puesto de sub – inspector de la policía de

esta capital decreto nómbrese para que desempeñe el indicado empleo al

guardián primero de la misma policía don José E. Jara propuesto por el Intendente

respectivo.

Lo que tengo el agrado de transcribir a U.S. para su conocimiento y fines

consiguientes y a fin de que haga llegar hasta el oficial nombrado las

felicitaciones de esta Intendencia por su oportuna y eficaz actuación en el

descubrimiento de los delitos que la justicia criminal ha tomado a su cargo”.

Mientras que para el sub – inspector Francisco Barahona señaló que:

“En vista de los importantes servicios prestados por el sub - inspector de la

policía de Santiago, Don Francisco Barahona, a que se refiere el oficio de U.S.

núm. 266 del 10 del actual, este Ministro estima que el citado empleado se ha

hecho acreedor a un ascenso; y, en consecuencia se permite recomendarlo a U.S.

para que ocupe la primera vacante que se produzca en la policía de su

dependencia

Lo que tengo el agrado de transcribir a U.S. para su conocimiento y fines

consiguientes y a fin de que haga llegar hasta el oficial nombrado las

felicitaciones de esta Intendencia”.

Dios guarde a U.S. – P. A. Urzúa a Señor Prefecto de Policía”.

Tras las primeras declaraciones tomadas a Hortensia Quinio el mismo día del

allanamiento se esclareció, por “extraña casualidad” (según la prensa burguesa), un

asunto que aún estaba pendiente: El atentado dinamitero del Convento de los Padres

133

“El proceso por el descubrimiento de explosivos”, El Diario Ilustrado, Santiago, 11 de noviembre de 1913, p.

4. 134

“Recompensas merecidas”, El Chileno, Santiago, 11 de noviembre de 1913, p. 1. 135

Idem.

38

Carmelitas Descalzos. Hortensia Quinio declaró (“hábilmente”) que el autor de dicho

atentado había sido su marido Ernesto Serrano, fallecido el 23 de junio de 1913, el cual se

lo confesó en su lecho de muerte136. De esta forma, dejó fuera de culpabilidad, y por

ende de nuevas sospechas, a Garrido y Brown que en 1911 habían sido perseguidos - y

procesados luego de su entrega voluntaria en marzo de 1912 - como presuntos autores

de este atentado. De igual modo prestaron sus primeras declaraciones: Garrido, Brown,

Dúctil y Argandoña “tras ser enseguida vueltos a su estricta incomunicación”137.

A dos días de efectuados los allanamientos fueron apresados tras nuevas

diligencias policiales un ingente número de anarquistas con el fin de tomarles

declaraciones respecto a “sus implicancias” en dicho proceso. Individuos identificados

por el periódico El Mercurio como asiduos visitantes del “centro terrorista” de la Avenida

Brasil138 y cuya lista publicó. Entre los anarquistas aprehendidos por la sección se

encontraban: Luis Toledo, Daniel Avendaño, Benjamín Leyton, Francisco Valenzuela, Luis

Vargas, Augusto Pinto, Francisco Gajardo, Manuel Rojas139, Luis Ossa, Francisco

Noguero, Venicio Nuñez, Vicente Amorós (carpintero que había sido Secretario General

de la S.R.O.V.), Juan Farfani140, Moisés Pascual141 y José Clota. Además se mencionaban a

136

Para este atentado véase: “El Anarquismo en Santiago”, El Mercurio, Santiago, 9 de noviembre de 1913, p.

21. Es necesario precisar, que dicha declaración no ha podido ser confirmada, ya que ni en el Archivo Histórico

Nacional, ni en el Archivo Judicial Civil de Santiago, se encuentran los procesos judiciales pertenecientes, y

llevados a cabo, por el Cuarto Juzgado del Crimen de Santiago, como lo es éste proceso. Por su parte, en el

Cuarto Juzgado del Crimen, se pudo constatar el N° de Orden: 570, y el N° del parte: 1962, del proceso, y en

donde además se estipula que V. Argandoña, V. Garrido, T. Brown, T. Dúctil y H. Quinio fueron apresados tras

encontrar “bombas explosivas” en la casa de ésta última. 137

“El anarquismo en Santiago”, El Mercurio, Santiago, 9 de noviembre de 1913, p. 21. 138

“Anarquistas en Chile. Veinte individuos presos - ¿El autor del atentado de la Casa de María?”, El Mercurio,

Santiago, 11 de noviembre de 1913, p. 22. 139

El Escritor y Premio Nacional de Literatura (1957) Manuel Rojas, al igual que José Santos González Vera,

también era redactor y colaborador del periódico anarquista La Batalla (su seudónimo era Tremailk Naik). Éste

se encontraba presente en la Peluquería del Pueblo cuando se llevó a cabo el allanamiento del 8 de Noviembre

de 1913, no obstante, se echó a la fuga tras la presencia de los agentes de la policía. En: “Anarquistas en Chile.

Veinte individuos presos - ¿El autor del atentado de la Casa de María?”, El Mercurio, Santiago, 11 de noviembre

de 1913, p. 22. Es preciso señalar que muchos de los personajes de los cuentos y novelas de Rojas estuvieron

influenciados por personas reales, muchos de ellos pertenecientes a la acracia. Un ejemplo, entre otros,

característico en este sentido es un personaje del cuento “El Delincuente”, un peluquero de apellido Garrido, que

vive en un conventillo, personaje influenciado por el ácrata Víctor Garrido del mismo oficio. Véase: Manuel

Rojas, El Vaso de Leche y Otros Cuentos, Santiago, Editorial Nascimiento, 1981. Para los escritos políticos de

Manuel Rojas y José Santos González Vera, véase: Carmen Soria (Compiladora), Letras Anarquistas: José

Santos González Vera, Manuel Rojas, Santiago, Editorial Planeta, 2005. 140

Anarquista italiano de 39 años de edad proveniente de Florencia. 141

Moisés Pascual al igual que Teófilo Dúctil Pastor, era de nacionalidad española (catalán) y se desempeñaba

como carpintero. En: José Santos González Vera, Cuando era Muchacho (novela - autobiográfica), Santiago,

Editorial Nascimiento. (Quinta Edición), 1973, p. 191.

39

los ya detenidos: Víctor Garrido, Teodoro Brown y Voltaire Argandoña. En esta

oportunidad se atribuyó a Argandoña el atentado dinamitero “impune” perpetrado

contra la Casa de María, convento ubicado en la calle Carmen frente a Granado, en

octubre de 1913142.

Los individuos detenidos luego de dos días de prisión, y una vez tomadas sus

declaraciones, su filiación y los detalles de sus cuerpos, por la sección de dactilografía y

antropometría, fueron puestos en libertad el día 13 de noviembre de 1913. Según el

periódico La Batalla este hecho se llevó a cabo “[...] con gran disgusto de la burguesía y

de los diarios burgueses (a excepción de “La Razón”) que no han escatimado sus

canallescas informaciones tendientes a desprestigiarnos”143.

Ahora si bien, fueron liberados todos los anarquistas apresados el día 11 de

noviembre de 1913, siguieron tras la rejas: Brown, Dúctil, Garrido, Argandoña, y la

Quinio, que como hemos mencionado se encontraba embarazada. Sólo el día 15 de

noviembre de 1913, el juez sumariante, mandó suspender momentáneamente la

incomunicación de ésta, reconociendo por vez primera, que se encontraba “enferma de

parto”144. Sus demás compañeros no corrieron la misma suerte y siguieron en calidad de

incomunicados.

Paralelo a las declaraciones que tomaba el Juez Francisco Santapau a “estos

individuos”, la Sección de Seguridad, designó a dos técnicos: el Capitán Jarpa de la

Academia de Guerra del Ejército y el ingeniero jefe de la fábrica de cartuchos Don

Guillermo Wadenphul145, que en su calidad de peritos informarían respecto a la

confección de las “bombas encontradas en el centro terrorista”146. Los encargados

tuvieron, por tanto, la tarea de verificar la calidad, la potencialidad y la composición de

los explosivos encontrados. Tarea esperada con nerviosismo por el juez del crimen,

Francisco Santapau, a cargo de dicho proceso147.

El día 26 de noviembre entregan el informe dichos peritos después de “someterlas

a un exámen detenido” y “hacer explotar” a dos de ellas: “una con un fulminante y una

142

Para este atentado véase: “El atentado criminal en la Casa de María”, El Mercurio, Santiago, 22 de octubre de

1913, p. 16; y “El gran atentado anarquista”, El Chileno, Santiago, 22 de octubre de 1913, p. 3. 143

“Hazañas gubernamentales”, La Batalla, N° 20, Santiago, segunda quincena de noviembre de 1913, p. 1. 144

“El proceso contra los anarquistas”, El Mercurio, Santiago, 15 de noviembre de 1913, p. 20. 145

Idem. 146

“El proceso contra los anarquistas”, El Mercurio, Santiago, 14 de noviembre de 1913, p. 18. 147

“El proceso contra los anarquistas”, El Mercurio, Santiago, 20 de noviembre de 1913, p. 20.

40

con un golpe”148. Respecto a su composición, en el informe, afirmaban que las bombas

contenían “materiales desconocidos” en Chile y que eran de mayor potencia que la

dinamita y la chilenita, etc. En cuanto a su potencialidad, planteaban que su explosión

habría provocado “efectos desastrosos” especialmente si hubiesen sido lanzadas en un

grupo de personas, debido a su fuerza explosiva149.

Durante la segunda quincena de diciembre de 1913 el periódico anarquista La

Batalla se preguntaba en un tono un tanto irónico: ¿Aún piensan los jueces que no es

bastante la prisión de los compañeros, y tienen las intenciones de tenerlos otro poco de

tiempo más?. ¿Aún no han saciado eso de los vamos a secar en la cárcel?150. Mientras

prosiguió:

“Han pensado bien los grandulones de la patria, un momento, iba a decir los

padres de la patria, lo que puede acarrear estas arbitrariedades. El pueblo no

está tan de parte de los burgueses como se cree. El pueblo está con el que más

sufre. Y los que más sufren ahora, somos nosotros, que obreros sufrimos la crisis

porque atraviesa el país, y, anarquistas, la persecución policial.

Es demasiado abusar señores. No somos Cristos ni nada. Somos anarquistas y nada

más. Y como tales pensamos que esto puede acarrear sucesos desagradables para

vosotros ¿y por qué no decirlo? también para nosotros”151.

La prensa burguesa a partir de esta quincena comenzó a dejar de lado el proceso

contra los anarquistas, empezando a centrar su atención en otras informaciones, no

obstante, el periódico anarquista La Batalla siguió en primera línea de lucha denunciando

las arbitrariedades de dicho proceso en contra de sus compañeros ácratas. Alegó

insistentemente que a pesar de haber probado el abogado defensor que no constituían

delito las especies encontradas en la casa de Hortensia Quinio el juez sumariante

continuaba su “obra arbitraria” manteniéndola presa junto a su pareja, Voltaire

Argandoña152. De igual forma denunció e hizo públicas las amenazas a las que era

sometido Argandoña (entre ellas “atarlo con dos barras de grillos”) tras su negativa de

decirle su señoría; así como las sandeces e “indignos insultos” que éste mismo,

148

“Los atentados anarquistas”, El Mercurio, Santiago, 27 de noviembre de 1913, p. 23. 149

Idem. 150

¿Y...?, La Batalla, Santiago, N° 22, segunda quincena de diciembre de 1913, p. 1. 151

Idem. El énfasis es nuestro. 152

“Continúan presos”, La Batalla, N° 24, Santiago, segunda quincena de Enero de 1914, p. 2; El abogado y

escritor Carlos Vicuña Fuentes, conocido por su inclinación hacia el movimiento obrero, también hace alusión a

las irregularidades en dicho proceso. En: Carlos Vicuña Fuentes, 2002, op. cit., pp. 96 – 97.

41

propinaba a la Quinio153. Comentó La Batalla ante estos hechos: “Creemos que la misión

del juez es hacer cumplir las leyes y no de insultar a nadie; los pesquisas olfatear y

arrastrar a su guarida pero no morder”154.

Después de 49 días de prisión (doce días incomunicados) y “de haber sufrido

múltiples torturas”155 fueron dejados en libertad (“incondicional”, como ironizan en el

periódico La Batalla) tres de los cinco anarquistas presos tras el allanamiento en la casa

de la Quinio y en la Peluquería del Pueblo, con la condición de que “trabajaran

honradamente sin meterse más en el Anarquismo”. Fueron puestos en libertad “por no

haber méritos en su contra”: Teodoro Brown, Víctor Garrido y Teófilo Dúctil. No

obstante, Hortensia Quinio y Voltaire Argandoña seguirían presos por mucho tiempo

más.

En prisión, Voltaire escribirá por esos días de diciembre un artículo publicado en

el periódico La Batalla titulado: “Víctimas de la Flajelación”:

“Pero... ¿Por qué se nos flajeló? ¿Quién ordenó se nos flajelara? Estas son las

preguntas que afluyen a mis labios, a las que no les hallo una contestación

satisfactoria; se nos ha dicho que la orden venía del Ministro del Interior, que es

del Intendente, del Prefecto de Policía o del juez de la causa como decían los

verdugos al aplicarnos las torturas; bien sea el Ministro, el Intendente, el juez o el

prefecto de Policía, todos son culpables, todos; desde el Presidente de la

República (por sarcasmo le llamamos república?) hasta el último “paco” todos son

culpables; si, estoy seguro que me...¡...! mejor lo callo; pero no por miedo a las

torturas y a la cárcel, sino para no hacernos sufrir antes de tiempo. Por eso; no

porque crea que me vais a castigar por manifestar mis pensamientos (a pesar que

lo hacéis), porque hasta os creo incapaces de ganaros la vida honradamente como

nosotros.

¿No sabéis cobardes que la tiranía de arriba enjendra la rebelión de abajo? No?

¡Cobardes que parapetáis tras las leyes criminales, escuchad, fijaos bien! ¿Sabéis

que rencores y deseos de venganza guardarán nuestros pechos? ¿Habéis pensado

un momento siquiera, que nosotros podemos tomarnos la revancha? Seguramente

que no; pero yo puedo anticiparos por mi parte, que los odios contra lo injusto

que encierra mi pecho, un día estallarán y sus efectos serán más grande que el

estallido de una bomba, que tanto horror os causa. ¿Y quién será culpable de

esto? ¿Quienes sufrirán las consecuencias? Vosotros los sostenedores del orden

actual?.

Muchos pensamientos afluyen a mi cerebro y más odios se acumulan en mi pecho,

cuando me acuerdo que vi a mis compañeros con las manos atadas atrás y

153

“Continúan presos”, 1914, op. cit., p. 2. 154

Idem. 155

“Libertad condicional” y “En libertad”. En: La Batalla, N° 24, Santiago, segunda quincena de enero de 1914,

pp. 1 y 2 respectivamente.

42

colgados a una escalera donde los verdugos les propinaban sendos golpes para

que se hicieran reos de un delito que no cometieron.

Sí, lo vi por mis propios ojos y nadie podrá negármelo.

También sentí los sollozos de una compañera que se le torturaba, lo que me

indignó más, por la cobarde saña de estas fieras sin entrañas; ahora esperamos

muy pronto la determinación del juez, no vaya a suceder que después de un año,

nos diga: “En libertad, son inocentes” (como siempre sucede), ni tampoco nos

vaya a condenar; pues sería injusto y demostraría una vez más, la enorme

cobardía de que son poseedores”156.

En este artículo Voltaire culpó de su flagelación, y la de sus compañeros, a los

“sostenedores del orden actual”: la burguesía. Asimismo, hizo manifiestas las torturas a

la cuales fue sometido él y sus compañeros justificando, a partir de ellas, una vez más su

odio contra los jueces que lo habían juzgado. Ahora si bien, Voltaire, en cierto modo,

estaba convencido de que la determinación del juez sería su inocencia y la de Hortensia

Quinio; en junio de 1914 fueron condenados él, a 3 años de presidio, mientras que su

compañera a 541 días, por “tener en su casa” dinamita, y por “andar con instrumentos

conocidamente destinados a causar estragos”157.

La sentencia no fue muy bien recibida por sus compañeros anarquistas de La

Batalla158. Planteaban indignados que habían sido procesados por un delito que de ser tal

tendrían que estar en la cárcel una infinidad de personas, por tanto sostenían, habían

sido inculpados solamente por su militancia política.

A partir de julio - agosto de 1914, empezamos a perder la pista de Voltaire y la

Quinio en el periódico La Batalla. Durante estos meses fueron publicadas las últimas

noticias que hicieron mención a la pareja de inculpados. En el mes de julio, el comité pro

– presos (a cargo de su amigo Víctor Garrido) del periódico anarquista La Batalla llamó a

ayudar a los compañeros en presidio: Efraín Plaza Olmedo, Voltaire Argandoña y

Hortensia Quinio:

“[...] encontrándose en la cárcel dos de nuestros compañeros y una compañera

madre de tres hijos pequeños, todos faltos de ayuda por no tener fondos este

comité, ni para la alimentación, a pesar de la huelga de hambre que se han visto

obligado hacer, por la pésima comida que les dan en el establecimiento, ni para

156

“Víctimas de la flajelación”, La Batalla, N° 24, Santiago, segunda quincena de enero de 1914, p. 4. Único

texto encontrado escrito por él, de ahí su reproducción in extenso. 157

“Justicia burguesa”, La Batalla, Santiago, N° 34, segunda quincena de junio de 1914, p. 2; y Ortíz Letelier,

1985, op. cit., p. 201. 158

“Las leyes”, La Batalla, N° 33, Santiago, primera quincena de junio de 1914, p. 1.

43

seguir la defensa. Pedimos la ayuda pecunaria a todas las personas altruistas. De la

solidaridad de todos depende la libertad de nuestros compañeros”159.

Teófilo Dúctil Pastor, apresado el día 8 de noviembre en la Peluquería del Pueblo

junto a Voltaire y la Quinio, y liberado junto a Víctor Garrido y Teodoro Brown, escribió

en agosto de 1914 tras cerrado el proceso judicial un artículo. Artículo que por última vez

haría mención a dicho proceso. Dúctil señaló:

“Se ha cerrado el proceso sin aclarar nada. Por sospecha se nos arrancó de

nuestras casas, por sospecha se nos torturó y, nada más que por sospecha se

condena a un compañero y compañera: Cebo de un hombre con más de

caprichoso que de juez.

Cierto que Voltaire poseía en su casa dinamita. Cierto también que han estallado

algunas bombas en Santiago; pero que relación hai entre las bombas estalladas y

los compañeros procesados. Nada absolutamente nada. Mas, no obstante, el vacío

que tiene tal proceso, los jueces fallan contra aquellos a quienes nada se les

probó”160.

Desde agosto de 1914 en adelante se pierde completamente la pista de Voltaire y

la Quinio, hasta mayo de 1915. Mes en que falleció la madre de Voltaire161: Celia Molina

viuda de Argandoña, producto del desgaste del largo proceso judicial al que fue

sometido su hijo162, dejando a otros cuatro hijos pequeños (más) a su suerte; y mes en

que salió en libertad Hortensia Quinio tras cumplir su pena de “quinientos cuarenta y un

días” de reclusión.

A decir del abogado y escritor Carlos Vicuña Fuentes, la Quinio, habría fallecido

poco después de la madre de Voltaire, ya en libertad, producto de las torturas físicas y

morales del largo proceso convirtiéndose en la segunda “mujer mártir del anarquismo

en Chile”163; mientras que Argandoña, por su parte, habría cumplido su pena completa

de tres años. De este modo, al salir del presidio se encontró sin madre y sin compañera y

159

“Comité pro – presos”, La Batalla, N° 36, Santiago, segunda quincena de julio de 1914, p. 4. 160

Teófilo Dúctil, “Nuestro proceso”, La Batalla, N° 38, Santiago, segunda quincena de agosto de 1914, p. 2. 161

“Nuestros presos. Una víctima más”, La Batalla, N° 57, Santiago, segunda quincena de Mayo de 1915, p. 4. 162

A decir del periódico La Batalla habría muerto luego de leer una carta en que Voltaire Argandoña le

comunicaba que sería traslado de recinto penitenciario. De hecho, habría dejado de “existir con la carta entre sus

dedos nerviosos”. En: “Nuestros presos. Una víctima más”, op. cit. 163

Sergio Grez, La Alborada de “la Idea” en Chile. Los anarquistas y el movimiento obrero, 1893 – 1915, “En

prensa” (2007), p. 106.

44

“si entonces no se hizo criminal [fue] porque su alma era noble y pura, muy superior a la

de los jueces indignos que lo condenaron”164.

Posteriormente se habría desempeñado como dirigente de la asociación anarco -

sindicalista: Industrial Workers of the World, I.W.W.165 (Trabajadores Industriales del

Mundo).

6. Conclusión:

La historiografía “marxista clásica”, así como la tradicional, fue categórica en

minimizar el rol de los anarquistas después del primer ciclo represivo (1903 – 1907) de la

primera década del siglo XX chileno. Es más, para los representantes más “ortodoxos”

de esta corriente historiográfica (Ramírez Necochea y Ortíz Letelier) los anarquistas,

después de la masacre obrera de la Escuela Santa María de Iquique (en diciembre de

1907) desaparecieron prácticamente de la escena socio – política nacional. En este

sentido, fue el historiador comunista Fernando Ortíz Letelier quien señaló que a partir de

este año “su influencia, fuerte hasta entonces, empieza a declinar”166. Este

planteamiento, parcial por cierto, y que obedece más a la “ideologización y rigidez

política”, que a conclusiones de rigurosas investigaciones historiográficas, cimentadas

en sólidas bases documentales, ha tendido a ser reproducido recientemente por

historiadores contemporáneos. Tal es el caso del historiador Claudio Rolle Cruz quién en

su estudio sobre los anarquistas en Chile (entre 1897 – 1907) al igual que los

historiadores marxistas “ortodoxos”, ha señalado que la violenta represión de 1907

presenció el fracaso del anarquismo (en las huelgas de Santiago y Valparaíso) en tanto se

constituyó como el hito que le restó fuerza y lo desarticuló. Casi en un tono similar a Ortíz

Letelier concluye que dicha masacre marcó: “el declinar de los ácratas dentro del

164

Vicuña Fuentes, 2002, op. cit., p. 97. 165

En: Alberto Harambour Ross, 2004, op. cit., p. 162. Nosotros no hemos podido confirmar con bases

documentales la militancia de Argandoña en la I.W.W. Para la I.W.W. en Chile véase los textos de Jorge Barría

Serón, El Movimiento Obrero en Chile, U.T.E., 1972, p. 52 y s.s.; Los movimientos sociales de Chile desde 1910

hasta 1926 (Aspecto político y social), Memoria de Prueba para optar al Grado de Licenciado en Ciencias

Jurídicas, Santiago, Editorial Universitaria S.A., 1960, pp. 170 – 183, y Breve Historia del Sindicalismo en

Chile, Santiago, INSORA, 1962, pp. 25 – 28; y De Shazo, Peter: Urban workers and labour unions. Chile, 1902

– 1927, Madison, University of Wiskonsin Press, 1982. 166

Ortíz Letelier, 1985, op. cit., p. 183.

45

movimiento obrero chileno”167. Ahora si bien, es cierto que a partir de 1907, hubo un

reflujo generalizado de la protesta social y del accionar de los movimientos socio -

populares, a nivel nacional, producto de la fuerte represión desatada por el Estado y la

oligarquía patronal, la influencia ácrata en sectores del movimiento obrero organizado

(por mencionar algunos: los portuarios y los obreros de imprenta), como se demuestra

en este artículo no declinó (ni desapareció) después de dicho suceso como se ha

sostenido reiteradamente. Al contrario, será a partir de la segunda década del siglo XX,

en que se articularán diversas instancias aglutinadoras de trabajadores (e intelectuales)

bajo la égida de las ideas libertarias, que por lo demás, no se habían podido constituir

hasta ese entonces. Características en este sentido son el nacimiento de la Sociedad en

Resistencia de Oficios Varios (S.R.O.V) en la capital en 1911, de la Federación Obrera

Regional Chilena (F.O.R.C.h.), en Valparaíso en 1913, así como de la International

Workers of the World (I.W.W.), Trabajadores Industriales del Mundo (sección chilena),

creada a fines de 1919168.

Asimismo, será la segunda década del siglo XX, que verá emerger una nueva

oleada de líderes ácratas de gran importancia para el movimiento socio – popular en la

lucha por sus reivindicaciones (político – sociales y económicas), como por ejemplo: Juan

Onofre Chamorro (ex – demócrata) y sus compañeros José Araneda Bravo y Pedro

Ortúzar, en el vecino puerto de Valparaíso; así como: Voltaire Argandoña, Víctor

Garrido, Teodoro Brown, Luis Armando Triviño, Modesto Oyarzún, Julio Rebosio

(anarquista peruano – italiano) y Teófilo Dúctil, entre muchos otros, en la capital

(excluimos la llamada “generación del 20’ de escritores, en la cual el anarquismo hizo

eco; y a los líderes del movimiento estudiantil de tendencia ácrata del mismo período).

Cabe destacar, asimismo, que dichos líderes constituyeron un recambio generacional

dentro del movimiento popular, respecto a los de fines del siglo XIX y comienzos del

siglo XX, como por ejemplo: Magno Espinoza, Esteban Cavieres y Luis Olea (por

mencionar los más emblemáticos). Quienes por lo demás habían sido los primeros en

sufrir, en carne propia, los embates de la represión policíaco – estatal y patronal.

Refutando, los planteamientos antes mencionados, esta investigación nos permite

sostener que la presencia anarquista en el seno del movimiento de trabajadores

167

Citado en Jaime Sanhueza Tohá, Anarcosindicalismo y anarquismo en Chile: La Confederación General de

Trabajadores (1931 – 1938), Tesis para optar al grado académico de Licenciado en Historia (Inédita), Santiago,

Pontificia Universidad Católica de Chile, P.U.C., 1994, p. 18.

46

trascendió la masacre obrera de la Escuela Santa María de Iquique en 1907, jugando un

rol de suma importancia en el repunte de la actividad obrera a partir de 1912169, junto a

las ya creadas Federación Obrera de Chile (F.O.C.h.), en 1909 (de carácter mutualista en

un primer momento), y el Partido Obrero Socialista (P.O.S.) en 1912, fundado gracias a la

iniciativa de Recabarren170 y de sus compañeros ex – demócratas (partido obrero que de

esta fecha en adelante se disputará la hegemonía con el anarquismo en el seno del

movimiento de trabajadores). El rol que los ácratas asumen en la conducción de la

“Huelga del Mono” en Valparaíso en 1913 (hecho comprobado por numerosas fuentes

gubernamentales), así como las manifestaciones de solidaridad generadas en la capital

(antes y) después de dicha huelga, dirigidas fundamentalmente por anarquistas, son el

mejor ejemplo en este sentido.

Por otra parte, el accionar ácrata entre 1911 y 1913, adquiere características

desconocidas hasta ese entonces, en tanto algunos miembros asumen posiciones ultra –

individualistas (cuyo referente era Max Stirner171) ligadas a la denominada “Propaganda

por los Hechos” (sistematizada desde 1890 en la prensa ácrata según Igor Goicovic172).

El apuñalamiento de un miembro de la Sección de Seguridad (Policía Secreta), el

apedreamiento de funcionarios de la policía en diversas manifestaciones obreras, así

como el asesinato de dos burgueses a manos del anarco Efraín Plaza Olmedo (durante el

invierno de 1912), como el estallido de bombas en diversos establecimientos religiosos

(Los Carmelitas Descalzos, La Iglesia de la Estampa y la Casa de María) - que si bien no

pudieron ser atribuidas a los anarquistas en un 100% por las autoridades

168

Incluso en la década del 30‟ se creó la C.G.T. de orientación anarco – sindicalista. 169

En 1912 se registraron un total de 19 huelgas, mientras que en 1913, un total de 17. Cifras, que demuestran

que las relaciones entre capital y trabajo distaban de ser armoniosas pese a los “escarmientos y/o soluciones

estatales” de la primera década del siglo XX y a la, ya, difundida práctica – aunque sin obligatoriedad legal – de

los mecanismos de conciliación y arbitraje. Véase: Estadística de las Huelgas. (Huelgas en 1912. Huelgas en

1913), Boletín de la Oficina del Trabajo N° 7, Santiago, segundo semestre de 1913, pp. 205 – 218; Respecto a

los mecanismos de conciliación y arbitraje, véase, Sergio Grez Toso: “¿Autonomía o escudo protector? El

movimiento obrero y popular y los mecanismos de conciliación y arbitraje (Chile, 1900 – 1924)”. En: Historia,

N° 35, Santiago, Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Chile, P.U.C., 2002, pp. 91 – 150. 170

Respecto a los tempranos propósitos de Luis Emilio Recabarren Serrano de transformar el Partido Demócrata

(fundado en 1887) en un partido socialista reconocido internacionalmente por sus pares, en 1907. Ver: Augusto

Samaniego Mesías, “¿Quiénes crearán el instrumento socialista?. Recabarren, Demócratas y Socialistas: Dos

textos (1907 – 1908)”. En: Contribuciones Científicas y Tecnológicas, Área Ciencias Sociales y Humanidades,

Año XXIX, N° 127, Santiago, Universidad de Santiago de Chile, mayo 2001, pp. 1 – 21. 171

Véase: Proudhon, Bakunin, Kropotkin y Otros, Ideario Anarquista. (Prólogo de Susana Aguilar), Buenos

Aires, Longseller, diciembre 2004. 172

Goicovic Donoso, 2003, op. cit., pp. 5 – 6.

47

gubernamentales, pero que eran aplaudidas e incentivadas por el principal periódico

ácrata del momento, La Batalla - corroboran este planteamiento.

Es más, el ensañamiento de la policía contra los ácratas, después de la escalada

huelguística del ciclo 1912 – 1913173, materializado en las torturas y apremios que

sufrieron los detenidos tras el allanamiento a la Peluquería del Pueblo y a la pieza de

Hortensia Quinio, así como la propaganda “anti – subversiva” (y “anti - terrorista”) de los

medios de comunicación afines al “orden” oligarca, demuestran que la clase dominante

se sentía realmente amenazada por el accionar anarquista en la capital. En este sentido,

en más de oportunidad hizo manifiesto su miedo (e incertidumbre), principalmente en

los periódicos El Mercurio y El Diario Ilustrado (más allá del sensacionalismo periodístico),

llamando abiertamente a reprimir la protesta social mediante la dictación de leyes más

“enérgicas y eficaces” (o mejor dicho, más represivas) para tal efecto, imitando a los

países “civilizados” (europeos), pioneros en este tipo de legislación. Por tanto, la

aprehensión y reclusión de Voltaire Argandoña y Hortensia Quinio (que por lo demás, y

como mencionamos más arriba, estaba en estado avanzado de gravidez), responde a la

lógica represiva – preventiva de la clase dominante respecto de la escalada socio -

popular y del repunte de la actividad huelguística.

Había que evitar a cualquier precio, y a como diera lugar, que las manifestaciones

de solidaridad de los ácratas santiaguinos, respecto a sus congéneres porteños,

degeneraran en un movimiento abiertamente “subversivo”, como sostuvieron los

periódicos burgueses y las autoridades en más de una oportunidad...

Una vez más el Estado oligarca solucionaba los problemas sociales de los sectores

populares mediante la violencia y la coerción de sus aparatos represivos174. Una vez más,

173

El historiador Sergio Grez señala que “la presencia anarquista en Santiago creció notoriamente en 1912 y

1913 en la agitación callejera, en huelgas, en meetings y en las ventas organizadas de sus periódicos en el centro

de la ciudad”. En: La Alborada de “la Idea” en Chile. Los anarquistas y el movimiento obrero, 1893 – 1915,

“En prensa” (2007), p. 168. 174

Coincidimos con el historiador Igor Goicovic Donoso cuando señala que “se encuentra históricamente

demostrado que el ejercicio cuasi monopólico de la violencia en América Latina ha correspondido al Estado y a

sus diferentes aparatos represivos”. Goicovic Donoso, 2003, op. cit., pp. 5 – 6.

__________________________________________

48

los anarquistas (despreciados por la derecha e izquierda política) eran la “carne de

cañón” del movimiento obrero chileno del siglo XX.

Lo Hermida, Peñalolen (Santiago de Chile), 2006.

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