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    Papeles del CEIC # 12, junio 2004 (ISSN: 1695-6494)

    Mari Luz Esteban, Antropologa encarnada. Antropologa desde una misma

    CEIC http://www.ehu.es/CEIC/papeles/12.pdf

    Mari Luz Esteban, 2004

    CEIC, 2004, de esta edicin 1

    Papeles del CEIC

    ISSN: 1695-6494

    Antropologa encarnada.

    Antropologa desde unamisma

    Mari Luz EstebanProfesora en el Departamento de An-tropologa Social y Filosofa de los Valo-res, Universidad del Pas Vasco

    E-mail: [email protected]# 12

    j unio 2004

    ResumenAntropologa encarnada. Antropologa desde una mi sma

    AbstractIncarnated Anthropo logy . Anthropo logy f rom w i th in

    En est e art culo se presenta el i t inerar io corporal de laautora del mismo, lo que podramos denominar unaauto-b iogra f a corpora l , con e l ob j e t i vo de hacer cons-c iente y exp l c i ta la in terconex in ent re exper ienc iacorpor al propi a y proceso de invest igacin en torn o alcuerpo. Se propone es to como un e j erc ic io ant ropo l-g ico muy concre to , carac t er i zado como de ant r opo lo-ga encarnada, mediante el cual se pretende reiv indi -car una doble dimensin en el anl isis: (a) la del nivelauto-e tnogr f i co , es deci r , l a per t inenc ia de par t i r deuna misma para entender a los/ as otr os/ as y v iceversa,sobre todo cuando se han tenido exper iencias s imi la-res; (b) el anl is is desde el concepto de embodiment,de encarnacin conf l i c tua l , i n terac t i va y resistent e delos ideales sociales y cul t urales, un concept o que int e-gra muy bien la tensin entre el cuerpo indiv idual ,social y polt ico. Asimismo se defiende una visin novict im ista y compromet ida de los procesos indiv idualesque t enga muy en cuent a su ar t i cu lac in con los con-t ex t os en los que se producen.

    Th is ar t i c le o f f e rs the corpora l se l f - i t i nerary o f t heauthor , a sor t o f corpora l au tob iography aimed t omak e ex p l i c i t t he i n te rc onnect i on be t w een c o rpo ralse l f -exper ience and t he r esearch process. I t i s p ro-posed as a very speci f ic anth ropol ogical exerc ise, anincarnat ed Anthropology, by means of which tw o ana-ly t ical d imensions are c laimed: (a) the auto-e thnograph ic d imens ion, tha t i s , the per t inence o fse l f -exper ience in order to underst and t he o t hersand v ice versa, part icular ly when simi lar exper ienceshave been fel t ; (b) an analyt ical approach f r om thec onc ep t o f e m b o d i m e n t : conf l i c tua l incarnat ion, in -te rac t i ve and resistant to t he soc ia l and cu l tu ra l i de -a ls , a concept tha t per fec t l y in tegra tes the tens ionbetween t he ind iv idual , the socia l and the po l i t i ca lbody. It is also claimed a non victim ist and involvedvis ion of the indiv idual processes and art iculated tot he contex t s wher e t hese porcesses t ake p lace.

    Palabr as clavei t inerar i o corporal , auto-biograf a corporal , antr opologa

    encarnada, embodiment , cuerpo

    Key wordsCorporal i t inerary, corporal auto biography, incarnated

    anthropo logy, emb odiment , body

    ndice1 Una antroploga enfrentada a su autoanlisis ...................................................42 Algunas conclusiones a partir de m misma..................................................... 103 Autoetnografa y antropologa de la medicina .................................................. 164 Bibliografa ............................................................................................... 19

    Llevo doce aos haciendo investigacin en torno a la salud y el cuerpo

    desde una mirada feminista; en los ocho ltimos he estado ms centrada en el tema

    de la imagen corporal. Una de las claves definitorias de esta trayectoria ha sido la

    articulacin estrecha entre los temas, orientaciones y preguntas que han ido guiando

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    mis estudios, con mis propias circunstancias y experiencia de vida, algo de lo que he

    sido consciente durante todo este tiempo1. No es que en mi caso ambos procesos, el

    vital y el investigador, hayan sido siempre concordantes, sino que uno y otro han

    tenido una intercomunicacin importante, y que poder entender las zonas ms oscu-

    ras de mi propia experiencia sexual, corporal, emocional e intelectual ha sido algo

    implcito en la consecucin de los fines de la investigacin. Nunca he manifestado

    por escrito estas vinculaciones entre vida y proceso de investigacin: slo y de ma-

    nera bastante puntual en algunas presentaciones orales de mi trabajo, y siempre

    teniendo en cuenta el pblico que me escuchaba. Distintas razones han influido en

    mi silencio, como el pudor de hablar de m misma, de desnudarme delante de una

    audiencia, o el riesgo de que no fuera bien interpretado y/o admitido. Ms teniendoen cuenta que era una antroploga novata, procedente de otro campo profesional y

    que me dedicaba a temas de investigacin situados de alguna manera en la periferia

    de la antropologa.

    Pero si la articulacin entre vida y antropologa ha sido una caracterstica

    general a toda mi investigacin, lo es de una manera mucho ms contundente en

    relacin al campo de la imagen corporal, como intentar dejar patente a lo largo de

    esta exposicin. La influencia de lo vivido sobre lo escrito es tan importante que creo

    que ha llegado ya el momento de explicitarlo y de contribuir a un debate minoritariopero necesario en la disciplina. As pues, el principal objetivo de esta comunicacin

    es hacer una reflexin sobre mi trabajo de investigacin en el tema de la imagen

    corporal, mostrando las interacciones con mi propia experiencia. Adems, al final de

    la misma, har referencia a las relaciones entre las autoetnografas, sobre todo las

    que surgen en la antropologa de la medicina, y la antropologa en casa.

    En mi experiencia y en mi identidad corporales se conjugan tres elementos

    que yo percibo como claves: (a) la influencia directa de la cultura occidental contem-

    pornea sobre el cuerpo; (b) el haber padecido unos sntomas y problemas concre-tos; y (c) las intersecciones que se dan en mi propia identidad personal, social y pro-

    fesional, la multiplicidad de yoes que he encarnado y encarno: mujer, feminista, m-

    dica de mujeres, y antroploga, que mantienen una cierta tensin entre ellos, y

    tambin una especificidad y convergencia en el campo del cuerpo.

    1Articulacin que, por otra parte, considero que caracteriza el trabajo cientfico en general, aunque

    las conexiones entre biografa, investigacin y contexto social e histrico no sean siempre lineales.

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    Comenzando por el feminismo, dir que estar siempre en deuda con l

    por haberme permitido comprender que lo corporal no es nunca natural, sino que

    siempre es construido social y polticamente. Pero sobre todo, por haberme dado la

    oportunidad de metabolizar la idea de que el cuerpo es un lugar de discriminacin

    pero tambin de resistencia y de contestacin. Paralelamente a lo anterior, mi for-

    macin y prctica profesional en una especialidad perifrica y alternativa dentro de la

    medicina, como es la planificacin familiar, me posibilitaron hacer una ruptura cultu-

    ral y adquirir una sensibilidad antropolgica, previamente a entrar en contacto con

    la antropologa como tal, que han influido positivamente en mi trabajo posterior. La

    dedicacin antropolgica ha sido ms tarda en esta aproximacin al tema del cuer-

    po, pero sin duda alguna un buen colofn a un proceso de autoanlisis que se inicimuy previamente, en torno a los 18 aos. La antropologa ha sido un ingrediente de

    primer orden en este proceso, puesto que me ha servido para sacar a la luz aspec-

    tos de mi vivencia ocultos hasta el momento, y encontrar formas alternativas de

    abordarlos, y de enfrentarme y comprender tambin la cultura del cuerpo en la que

    estamos inmersos. Y el estmulo para validar y legitimar un espacio de anlisis pro-

    pio, alternativo, enfrentado algunas veces a las perspectivas dominantes en mis

    otros marcos de referencia.

    Este hacer consciente y explcita la interconexin entre la experiencia cor-poral propia y la investigacin al que voy a referirme a continuacin, lo resumo en el

    trmino antropologa encarnada, mediante el que pretendo reivindicar un ejercicio

    antropolgico que tenga en cuenta la doble dimensin: (a) la de lo auto (auto-

    observacin, auto-anlisis) (Hernndez, 1999), la pertinencia de partir de una misma

    para entender a los/as otros/as, sobre todo cuando se ha pasado por las mismas

    cosas. (b) Articulado con el anlisis desde el concepto de embodiment2, de corpori-

    2

    El concepto de embodimentes central en el estudio actual del cuerpo, aunque sea de uso general ala disciplina sobre todo en el medio anglosajn, y aunque no sea utilizado exactamente en el mismosentido por todos los autores. Incluso hay autores que prefieren el de bodilyness, corporalidad (Csor-das, 1994). Con la nocin de embodimentse quiere superar la idea de que lo social se inscribe en elcuerpo, para hablar de lo corporal como autntico campo de la cultura (ground of culture), como pro-ceso material de interaccin social (ibidem), subrayndose su dimensin potencial, intencional, inter-subjetiva, activa y relacional. El cuerpo como: Agent in, and as locus of intersection of, both an indi-

    vidual psychological order and a social order, as well as for seeing the body as both a biological beingand a conscious, experiencing, acting, interpreting entity (...) The interactive dimension of agencyacquires a broader basis when the social actor is understood as an embodied agent (Lyon y Barbalet,

    1994: 55,63).

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    zacin3, conflictual, interactiva y resistente de los ideales sociales y culturales, un

    concepto que integra muy bien la tensin entre el cuerpo individual, social y poltico4.

    1 UNA ANTROPLOGA ENFRENTADA A SU AUTOANLISIS

    En el ao 1993 di comienzo a un estudio sobre el tema de la imagen corpo-

    ral, ubicado bsicamente en el Estado Espaol pero que form parte de un proyecto

    europeo5. En el mismo he abordado fenmenos con una cierta generalizacin sobre

    todo dentro del mbito europeo, como son: la regulacin de la alimentacin a travs

    de las dietas, o la exhibicin del cuerpo y la profesin de modelo de pasarela y pu-

    blicidad6. Las principales tcnicas de investigacin han sido: entrevistas a hombres y

    mujeres con una experiencia significativa en cuanto a su imagen (por trabajo, activi-

    dad dominante u orientacin sexual); observacin participante en contextos muy di-

    versos (consultas mdicas de distintas especialidades, centros y eventos relaciona-

    dos con la moda, asociaciones de mujeres y mixtas, foros feministas...); y tambin el

    Una perspectiva que busca la ruptura de las principales dualidades del pensamiento occidental: men-te/cuerpo, sujeto/objeto, objetivo/subjetivo, objetivo/preobjetivo, pasivo/activo, racional/emocional,

    lenguaje/experiencia; o lo que es ms importante, las pone a discusin. Considero que en la nocin

    de mindful body, acuada por Nancy Scheper-Hughes y Margaret Lock (1987) para su propuesta deanlisis del cuerpo y la salud, queda muy bien reflejada esta conjuncin entre procesos racionales,

    emocionales y corporales.3

    En castellano, no tenemos un consenso sobre cmo traducir este concepto: algunos/as autores/as

    estn utilizando el trmino encarnacin (Garca Selgas, 1994; del Valle, 1999); otros/as han preferidoel de corporizacin (Capitn, 1999), en un intento de evitar los contenidos ligados a usos religiososdel trmino anterior; por ltimo, hay tambin quien utiliza el trmino en ingls (Orobitg, 1999). En mi

    caso, he ido optando por el uso del adjetivo encarnado/a, reservando corporizacin para el sustan-tivo.4

    De cualquier forma, la teora social actual del cuerpo es absolutamente deudora y heredera del tra-

    bajo de Michel Foucault, donde destaca entre otros su concepto de biopoder. Vanse, por ejemplo,Foucault (1987,1992).

    5 Proyecto que llev por ttulo: La Construction des sexualits en Europe du Sud (1993-1996), en elque intervinieron adems de m representantes de Grecia, Francia y Portugal. Este proyecto fue

    coordinado por Marie-Elisabeth Handman (Laboratoire dAnthropologie Sociale-E.H.E.S.S. de Paris) yasesorado por Teresa del Valle (UPV-EHU). Se recibieron subvenciones del Ministre de la Recher-che y la A.N.R.S.-Agence Nationale de Recherches sur le Sida, de Francia, y el Programa de Coope-

    racin Franco-Espaola del Estado Espaol.6

    Las publicaciones ms importantes que he realizado hasta el momento son los artculos: El cuidado

    de la imagen en los procesos vitales. Creatividad y miedo al descontrol (1997/98), centrado entreotras cosas en la reflexin sobre las dietas y la regulacin del peso; y el titulado Promocin social yexhibicin del cuerpo (2000), orientado al anlisis de la exhibicin del cuerpo a partir del caso de la

    profesin de modelo de pasarela y publicidad.

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    seguimiento de publicaciones divulgativas de mbito estatal e internacional referidas

    a la imagen y la moda.

    Sin embargo, mi inters en este tema surge mucho antes, al terminar el

    bachillerato, cuando mi imagen sufre un empeoramiento radical: de la noche a la

    maana gan cerca de 15 kilos de peso y comenc a padecer un hirsutismo que lu-

    cha todava por sobrevivir, aunque ya muy debilitado a base de electrolisis. A partir

    de estos dos cambios tan significativos, sobrepeso e hirsutismo, se instauraron en

    mi vida durante muchos aos la vergenza, la culpa, y la rutina de las dietas. Una

    vergenza y una culpa mantenidas en secreto y que, por tanto, no tenan el alivio de

    la confesin7.

    El hirsutismo o exceso de vello en la cara de una mujer, sobre todo cuando

    es intenso y se produce en plena juventud, te coloca en una posicin muy ambigua y

    de mucho sufrimiento. Por una parte, evoca culturalmente la imagen de la mujer

    barbuda, exhibida de feria en feria como paradigma del error, del horror, de lo de-

    forme, de lo otro. Simboliza adems la indefinicin sexual, la desviacin, el herma-

    froditismo, en una edad en la que supuestamente debera primar la construccin ro-

    tunda de la identidad social y sexual, sin fisuras; y en una sociedad que no est pre-

    parada para aceptar ni gestionar la ambivalencia. Todo ello provoca sentimientos y

    reacciones negativas aunque tambin distintas: en ti misma, inseguridad, vergenza,

    impotencia, rabia; en los otros: conmiseracin, pena, incertidumbre, crueldad a ve-

    ces. A tu alrededor se genera sobre todo silencio, pero tambin un cierto aislamien-

    to, y quedas sometida sin derecho a rplica a la mirada del otro que, aunque huidiza,

    te fija, te encadena, te asfixia8. Una reaccin general que, por otro lado, no tiene co-

    rrespondencia con la bsqueda de soluciones. Quiero decir que aunque hoy da

    existen tratamientos bastante eficaces, mi experiencia propia y profesional me lleva

    a pensar que las jvenes con hirsutismo son de alguna manera abandonadas a su

    suerte, en una edad en la que apenas has empezado a tomar decisiones por tu

    7En su libro El crisantemo y la espada, Ruth Benedict (1974) hace una distincin entre culturas de la

    culpa (las occidentales) y culturas de la vergenza (como la japonesa), estableciendo entre otrascosas la diferencia en cuanto a que la confesin sirve en las primeras como una expiacin de la mis-ma culpa. Creo que, sin embargo, en algunas experiencias corporales situadas en el margen, ver-

    genza y culpa, ambas, van estrechamente unidas.8

    Marta Allu explica y analiza muy bien en su libro Perder la piel (1996) esa experiencia de ser mira-da cuando se posee un fsico que genera socialmente sentimientos contradictorios.

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    cuenta. Son abandonadas por su familia, por su entorno social, por los sanitarios

    incluso, que no dan demasiada importancia a algo situado en un lugar totalmente

    secundario en el ranking mdico. No todo lo que tiene que ver con la imagen tiene la

    misma consideracin social o profesional, sino que los malestares estn totalmente

    jerarquizados, independientemente de la percepcin, vivencia o sufrimiento que

    comporten para quien los padece.

    No ocurre lo mismo con el exceso de peso, respecto al cual se produce el

    fenmeno contrario: el ideal de delgadez pesa tanto que se da una consideracin

    desproporcionada del peligro de los kilos, y la gente es empujada de una manera

    mecnica a hacer dieta. Una solucin que, por cierto, se da incluso en ausencia de

    sobrepeso, porque lo que hay detrs es la incitacin a la disciplina, a la autoregula-

    cin, que no es ms que una forma sofisticada y eficaz de control social e ideolgico

    caracterstica de nuestra sociedad.

    El rgimen se convirti tambin en parte sustancial de la organizacin de

    mi vida, de mi tiempo vital, quedando ste dividido en dos grandes fases que se iban

    encadenando mediante intervalos de transicin: (a) una primera de xito personal y

    social , donde adelgazaba, me reconciliaba con mi cuerpo, y cuidaba mi apariencia

    con mucho esmero; (b) otra, en la que el espejo me devolva una imagen de fracaso,

    y donde mi objetivo principal era borrar definitivamente el cuerpo, intentando entre

    otras cosas hacerlo desaparecer entre ropas anchas. En ambas fases era crucial el

    papel y la valoracin de los otros, que pasaba de una manera casi automtica del

    elogio al silencio, o a la recriminacin por el abandono.

    Las alteraciones continuas en el peso desencadenaron en m compulsivi-

    dad en la ingesta, con ataques de bulimia, como suele ser habitual en estos casos9.

    Todo ello hizo de m una persona hosca e introvertida, en una fase de mi vida en la

    que daba mis primeros y torpes pasos en materia de relaciones amorosas y sexua-

    les, y en la que me preguntaba qu demonios iba a hacer yo con los estudios de

    medicina y, en definitiva, con mi proyecto profesional. Es tambin en ese periodo

    cuando entr en contacto por primera vez con un grupo feminista en el pueblo donde

    9Diversos autores estn llamando la atencin sobre el riesgo de la prctica continuada del rgimen,

    algo que a veces comienza a edades tempranas, sobre todo en las mujeres, por las consecuenciasfsicas y psicolgicas que puede conllevar. De la misma manera, se puede relacionar en muchos ca-sos la aparicin de la bulimia con el mismo hecho de hacer dieta. Ver, por ejemplo, Polivy y Thomsen

    (1992).

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    viva y vivo todava, en un entorno industrial y urbano. Como otros muchos por aque-

    llos tiempos, lo que llambamos el grupo de mujeres de Basauri estaba impulsando

    la creacin de un centro de planificacin familiar10, en el que empec a trabajar co-

    mo mdica aos despus, y que fue durante ms de una dcada un laboratorio privi-

    legiado de trabajo y reflexin personal, sanitaria y poltica.

    Casi de la noche a la maana mi cuerpo tom un protagonismo total y se

    hizo desmesuradamente visible, para m y para el resto, sufriendo un proceso de

    hiperobjetivacin absoluta, y convirtindose en el prisma a partir del cual yo misma y

    los dems valorbamos lo que me iba ocurriendo. Mi estar en el mundo, mi existir

    en el cuerpo, se redujo a lo visible, al cuerpo externo11, al cuerpo visto12. No impor-

    taba lo que yo viva o perciba al margen de mi aspecto, importaba la no adecuacin

    al ideal social. Durante muchos aos tuve un fuerte sentimiento de vctima: por lo

    que me pasaba y el rechazo social que comportaba, porque como apuntaba ante-

    riormente, lo feo, lo deforme, es lo otro por antonomasia (Chapkis, 1988). Vctima

    tambin del silencio y el aislamiento: los mil y un discursos sobre el peso, el cuerpo y

    la imagen, de expertos y no expertos, ocupan gran parte del tiempo y del espacio

    social en Occidente; pero son, por lo general, mecnicos, repetitivos, estereotipados

    hasta la saciedad13. Preocupan los kilos que se ganan o se pierden, los cuerpos fir-

    10

    Estos centros, impulsados en casi todos los casos por grupos feministas, surgieron en el contexto

    del postfranquismo en vinculacin estrecha con el movimiento de salud pblica y otros movimientosde izquierda, teniendo una actividad y una proyeccin social muy significativas en lugares como Cata-lunya, Madrid y Euskal Herria.11

    Utilizo esta expresin para referirme a la imagen corporal y todo lo que la rodea, en contraposicinal cuerpo interno, que se ha relacionado en las mujeres sobre todo con lo reproductivo. Para las

    relaciones entre uno y otro, y tambin los riesgos implcitos en esta diferenciacin, vase Esteban(2000).12

    Agradezco a Rosa Medina el haberme llamado la atencin sobre esta nocin de cuerpo visto, que

    no es exactamente igual a la de cuerpo externo, que es la que habitualmente he utilizado. Ella me haalertado sobre el riesgo de reducir excesivamente mi anlisis, al no tener en cuenta otras dimensio-

    nes de la identidad y vivencia corporal ms all de lo visible.Agradezco tambin todas las sugerencias y comentarios al primer borrador hechas por Beatriz Moral,

    Carmen Dez, Edorta Arana, Iban Ayesta, Luisa Etxenike y Raquel Santiso.13

    A pesar de todo, de vez en cuando se producen pequeos cambios cualitativos, como fue el debate

    sobre las tallas y la industria de la moda y el diseo que surgi en el Estado Espaol hace un par deaos, despus de que unas modelos y exmodelos de pasarela denunciaran las restricciones y exi-gencias que padecen en su trabajo en cuanto al peso y la talla exigidos. Queja que se uni a la de

    distintas asociaciones relacionadas con la anorexia por la influencia que diseadores, editores demoda y publicistas ejercen en los modelos sociales acerca del cuerpo. A raz de esto se cre unacomisin en el Senado que se encarg de redactar una Ponencia desde la que se intentaron algunos

    acuerdos con empresas textiles y diseadores de moda sobre distintos criterios a aplicar. La nica

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    mes, sin protuberancias (Bordo, 1990). Preocupa el fracaso o xito social que ello

    comporta. Nada ms. Adems, el hecho de que engordar y adelgazar no sea una

    enfermedad grave y no haya surgido mucho asociacionismo ni prctica regulada de

    autoayuda, salvo para los casos lmite, hace que no sea fcil encontrar escucha real,

    amparo14.

    Qu papel estaba teniendo en todo esto mi familia? Creo que un elemento

    fundamental es que he sido socializada en un entorno de clase media y padres dedi-

    cados a la enseanza. Como el resto de maestros de su generacin, mis padres

    haban vivido durante el franquismo un estatus profesional un tanto complejo, con

    una mezcla de prestigio social, sobre todo en el mbito rural, y un nivel socioecon-

    mico ms bien precario, que fue mejorando bastante con el tiempo. Y con una per-

    cepcin sobredimensionada de su responsabilidad como educadores, como mante-

    nedores del orden social. La ma es una familia donde siempre se ha privilegiado lo

    intelectual sobre lo carnal, y en esta priorizacin no ha importado nada el sexo de las

    hijas (no he tenido hermanos). Es por tanto la omisin, el silencio sobre lo sexual,

    caractersticos de un momento histrico determinado del Estado Espaol pero tam-

    bin de un entorno de clase concreto, lo que destacara de mi propio ambiente fami-

    liar. Algo que no favorece de entrada una buena vivencia de lo corporal. Pero unido

    todo ello a una neutralidad de gnero que ha tenido dimensiones positivas y negati-vas: positivas en cuanto que he sido formada en una androginia mental e intelectual,

    que valoro mucho; negativas en cuanto a que tuve que desaprender y aprender por

    mi cuenta bastantes cuestiones relativas a la gestin de lo emocional, de lo corporal,

    de lo femenino. Ser consciente de la especificidad de mi propia ubicacin familiar y

    social me ha ayudado tambin a tener siempre presente que los mandatos culturales

    acerca del cuerpo hay que analizarlos en sus contextos histricos y geogrficos, en

    el nivel micro de la experiencia, pero tambin en el nivel de los macroprocesos

    sociales, polticos y econmicos.

    noticia que tengo sobre el balance de esta campaa es que, este mes de febrero, en torno a la Pasa-rela Cibeles de Madrid, una asociacin denominada Anorxicas ha denunciado nuevamente el in-cumplimiento de uno de los acuerdos, en concreto, el que se refera a que la talla estndar de las

    modelos fuera como mnimo la 40, y no la 38, como ha sido hasta ahora.14

    De todas formas, en algunos lugares del Estado Espaol, como Zaragoza, existen asociaciones de

    comedores/as compulsivos/as muy en la onda de la filosofa norteamericana de la autoayuda.

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    La parte negativa de este itinerario personal ha sido el sufrimiento que ex-

    periment durante muchos aos, la sensacin de haberme equivocado, no slo co-

    mo mujer sino como ser humano, en algo que adems no era capaz de ver pero que

    intua definitivo. De haberme abandonado, de estar en peligro, porque as se ve en

    nuestra cultura el descontrol. Negativas y positivas al mismo tiempo han sido tam-

    bin las dosis de resentimiento15 que fui acumulando, un resentimiento general co-

    ntra todos los que diariamente me recordaban mi error o hablaban de los errores

    ajenos, y contra el sistema social en su conjunto. Pero con dianas particulares: una

    muy concreta, mis colegas sanitarios, que le otorgan diariamente al sobrepeso un

    lugar absolutamente desproporcionado en su actividad profesional. La clase mdica,

    como apuntaba anteriormente, suele mostrarse totalmente ajena a otras cuestionescorporales, incluso estticas, que a veces condicionan radicalmente la salud de sus

    pacientes; y adems no tienen en cuenta elementos positivos y alternativos que

    subyacen a esas otras corporalidades. Su enculturacin en un modelo mdico y

    social en posesin de la Verdad, y que acta a modo de rodillo en el da a da, les

    impide tomar la distancia adecuada, les obstaculiza radicalmente la escucha.

    Otro objeto especfico de resentimiento lo han sido mis compaeras de fe-

    minismo (con muchas y valiosas excepciones), que se suelen quedar en la aparien-

    cia de este tema y muestran dificultades importantes para aplicar aqu los mismoscriterios que se utilizan en cuestiones tanto o ms determinantes, como la materni-

    dad o el trabajo. Un movimiento que, por otra parte, supo emplear muy bien el as-

    pecto fsico como arma poltica e instrumento de identidad alternativa y contracultu-

    ral, sobre todo en los aos setenta y ochenta. Ser parte de la misma familia me ha

    permitido ver de cerca las contradicciones personales y colectivas, lo cual no me ha

    dejado siempre buen gusto. Ha habido una dimensin positiva en todo ello: la nece-

    sidad imperiosa de entender por qu ocurra as, la obligacin de pensar y dar mil

    15Juan Jos Mills en un artculo aparecido en el diario El Pasen la segunda quincena de agosto de

    2000, comentaba que cuando se le acerca gente joven para preguntarle sobre los requisitos paraescribir cuentos o novelas, l les comenta que la creacin literaria necesita de las pasiones y, entreotras cosas, del resentimiento, especficamente dirigido o general. La lectura de este artculo fue

    reveladora para mi caso, y me sugiri adems la idea de que probablemente el trabajo deinvestigacin, y concretamente una buena autoetnografa, pueda tener tambin en el resentimiento unbuen punto de partida.

    Una versin menos pasional, ms intelectual de este resentimiento, podra ser lo que Celia Amorsdenomina el referente polmico, un concepto que segn ella deberamos tener presente cuando

    leemos una obra, plantendonos el interrogante de contra qu est escribiendo el/la autor/a.

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    vueltas a lo mismo hasta encontrar alguna luz. Otro aspecto positivo ha sido la opor-

    tunidad de perfeccionar la capacidad de mirar, de mirarme a m misma y de mirar a

    los dems, el entrenamiento obligado, que ha sido un aprendizaje til de cara a la

    investigacin en s.

    En otro orden de cosas, algunas referencias tericas y bibliogrficas fueron

    totalmente reparadoras en lo personal y muy estimulantes en lo intelectual. Destaca-

    ra tres: el libro de Susie Orbach, Tu cuerpo, t misma(1987)16, que se encuadra en

    una experiencia de terapia con mujeres con problemas de peso. Orbach plantea una

    cuestin que para m fue totalmente novedosa y sugerente: la relacin de la gordura

    con otras facetas de la vida ms all de la ingesta y del placer de comer, y los bene-

    ficios de un cuerpo no reconocido socialmente. Un cuerpo que, precisamente por su

    a-normalidad, puede procurar distancia y refugio frente a imperativos culturales de

    belleza, esttica y sexualidad, que tienen peajes importantes, sobre todo para las

    mujeres. Es un libro sobre el que he vuelto muchas veces y que guardo en mi me-

    moria en el archivo de lecturas claves. Otra referencia terica fundamental fue el ar-

    tculo de Janet Polivy y Linda Thomsen, Los regmenes y otros trastornos de la ali-

    mentacin (1992), que advierte del peligro fsico y psicolgico de las dietas, sobre

    todo cuando stas se convierten en algo cotidiano y constante, como es lo habitual.

    Su lectura me llev a convertirme en detractora acrrima de las dietas y el control dela alimentacin, postura que luego he ido matizando. Por ltimo, muy aportador tam-

    bin fue el planteamiento terico de Susan Bordo (1990) sobre la regulacin del

    cuerpo en Occidente. Bordo explica muy bien cmo funciona en nuestra sociedad un

    doble y aparentemente contradictorio principio de incitacin al consumo y de sobre-

    valoracin del autocontrol. Hace adems un diagnstico muy atinado de las implica-

    ciones del gnero en el mundo de la publicidad, moda y medios de comunicacin,

    teniendo siempre en cuenta los cambios ocurridos para hombres y mujeres.

    2 ALGUNAS CONCLUSIONES A PARTIR DE M MISMA

    Han pasado ms de veinte aos desde que se inici esta experiencia, y

    miro atrs con serenidad y satisfaccin. Los sntomas y malestares ms importantes

    han desaparecido, aunque van apareciendo otros nuevos, sobre todo a medida que

    16Ver tambin de esta autora: (1978,1980).

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    envejezco. Creo que cada vez ms percibo mi experiencia respecto al cuerpo como

    una gestin de mi propia vida, alternando y combinando significados y tcnicas muy

    distintos. Algo muy importante ha sido haber descubierto y valorado en m el poder

    de lo fsico17, un poder marcado en la prctica a veces por el gnero, pero otras

    muchas totalmente neutro. El comprender que mi imagen no era algo que se aada

    a mi capacidad de raciocinio, sino que una y otra eran uno, y que el aspecto externo

    poda ser el centro cuando lo deseara sin que lo otro sufriera ninguna minusvala.

    Que siempre se trataba de m misma.

    El argumento general, por tanto, ha sido la construccin de mi propio yo

    como adulta, que me llev mucho despus a convertir el tema de la imagen en obje-

    to de estudio antropolgico. Un proceso con muy diferentes fases, contenidos y pre-

    guntas. Por ejemplo, una temporada larga fui vegetariana, lo que me ayud a asumir

    mi cuerpo de una manera ms autnoma, y a afianzarme en una visin crtica del

    sistema mdico oficial. Aunque luego me di cuenta de que el naturismo cumple tam-

    bin las principales caractersticas de nuestra cultura en relacin al cuerpo: contribu-

    ye a esa hiperobjetivacin del propio cuerpo a la que me he referido anteriormente, y

    comparte esa doble filosofa de incitacin al consumo, por una parte, y a la discipli-

    na, por otra. Es decir, que no es ms que otra versin de la regulacin occidental de

    la vida a travs de lo corporal.

    Recientemente fue significativa en lo personal la experiencia de estar un

    tiempo en Len (Espaa) con aspirantes a modelos, todas ellas muy jvenes y muy

    dependientes de su interaccin con los varones (algo que a su edad haba estado

    bastante ausente de mi vida), pero con muchas ganas de encontrar su sitio como

    iguales en la sociedad. Experiencia que me oblig a reflexionar sobre la juventud, la

    imagen, el ser mujer y hombre, la feminidad, masculinidad y neutralidad sexual, y en

    lo que a m concerna, mi apariencia, y mis deseos y/o mis dificultades para el ex-

    hibicionismo y en definitiva para la seduccin y la interaccin con los otros. Tuve laoportunidad adems de ensayar papeles, habilidades e imgenes diferentes, en una

    17Tomo esta expresin del escritor Manuel Puig, ya fallecido. La utiliz en una entrevista que la escri-

    tora y periodista Rosa Montero le hizo en 1988. Montero le preguntaba si le daba miedo envejecer y

    l le respondi contndole que fue consciente del fin de su juventud cuando, al cambiarle el cuerpo,encorvarse y perder el pelo, constat la prdida de su poder fsico. Vase el artculo Pasin porentender (2000), de esta autora, donde ella rememora las entrevistas y entrevistados que ms le han

    impactado.

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    ciudad en la que nadie me conoca, lo cual fue entre otras cosas bastante divertido.

    Y la posibilidad tambin de tocar un mundo empresarial y comercial muy amplio,

    donde las modelos son un elemento ms, aunque a veces el ms visible: un entra-

    mado con protagonistas masculinos y femeninos, individuales y colectivos, mltiples

    y diferentes, que tienen diferentes responsabilidades en el mantenimiento de una

    determinada cultura del cuerpo.

    Por citar una ancdota que me pareci muy significativa, las chicas que

    participaban en los distintos concursos de misses o de modelos que hubo en aquel

    periodo en Len, me comentaban que en las entrevistas que se les haca se les pre-

    guntaba sobre los comercios de moda que ellas ms apreciaban en la ciudad. Pare-

    ce que las respuestas a este tipo de preguntas tenan una influencia importante en la

    posicin final de la candidata, por lo cual ellas las preparaban minuciosamente. Este

    hecho, junto a bastantes otros, me hicieron darme cuenta en la prctica de que no

    es slo una ideologa de gnero la que se pone en juego en el tema de la imagen,

    sino una ideologa mucho ms amplia, donde se afirma un determinado modelo de lo

    poltico, de lo econmico, y donde el gnero habla de un sistema social en su con-

    junto.

    No podra decir que en mi caso la investigacin haya sido exactamente una

    forma de terapia, aunque es seguro que ha sido curativa, pero s quiz una forma

    de redencin o expiacin18. Pero algo claro es que la elaboracin y la reconstruccin

    de mi propio proceso han encontrado su proyeccin final en el trabajo antropolgico.

    En m he visto perfectamente reflejados, aunque haya sido a un nivel muy primario,

    algunos de los dilemas actuales del anlisis del cuerpo. Ahora, a posteriori, puedo

    ubicar con facilidad y re-construir en m ese cuerpo postestructuralista, que Teren-

    ce Turner define como abstracto, singular, intrnsecamente autoexistente y social-

    mente desconectado, individual (1994:46), y que se asocia a una conducta social,

    una identidad personal y un significado cultural pasivamente determinados (descor-

    18

    Ernesto de Martino, subrayando el cambio que supone el libro Tristes Tropiques de C. Lvi-Strauss,hace en la introduccin de su libro La tierra del remordimiento(1999) una reflexin muy interesantesobre las pasiones que subyacen al trabajo etnogrfico. La siguiente cita me parece muy ilustrativa deun proceso autoetnogrfico como el que estoy defendiendo: En el viaje etnogrfico no se trata de

    abandonar el mundo del que nos sentimos rechazados para volver a ganarlo mediante una regenera-cin mtica, sino de tomar conciencia de ciertas limitaciones humanistas de nuestra propia civilizacin;es un estmulo para ir ms all, no de lo humano en general, sino de nuestra propia humanidad cir-

    cunscrita, cuestionada por una determinada coyuntura histrica (ibidem:19).

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    poralizados) por discursos autorizados de poder (ibidem). Pero, simultneamente, el

    feminismo me ha enculturado en la vivencia de un cuerpo subjetivo y objetivo a la

    vez, lleno de significado, material, personal y social, un agente que ha recibido y ha

    producido discursos (ibidem).

    Si esto lo percibo y lo experimento yo, por qu no pensar que en las otras,

    incluso en las que ms se exponen, en las que se arriesgan corporalmente (mo-

    delos, prostitutas...), se dan los mismos contenidos, las mismas contradicciones y

    tensiones, o parientes de stas? Por qu no partir de la idea de que profundizar en

    ellos es uno de los quids del estudio antropolgico del cuerpo, porque nos lleva a

    entender y poder cambiar nuestra cultura? Subraya el mismo Turner que el cuerpo

    en la sociedad capitalista contempornea es el lugar de la desigualdad social, pero

    tambin del empoderamiento (1994). Y creo que, como en m, en otras muchas mu-

    jeres (y hombres) estn en lucha esos dos componentes, que son mucho ms fci-

    les de teorizar que de identificar y de analizar en lo concreto. Nos inquieta mucho la

    dificultad analtica que entraa esa tensin, pero nos incomoda todava ms que no

    seamos capaces de adivinar qu resultado futuro se derivar de dicha contienda. Es

    necesario comprobar en la prctica, por tanto, lo que supone que mujeres y hombres

    sean agentes sociales y de su propia vida a travs de su cuerpo19. Y esto implica

    enfoques analticos alternativos20

    .

    Estoy abogando por dejar a un lado los anlisis antropolgicos excesiva-

    mente lineales, indagando mucho ms en la complejidad de los procesos y en la va-

    riedad de los contextos y experiencias. La antropologa puede ofrecer una gran ayu-

    da para entender y abordar mejor situaciones en las que se dan adems niveles im-

    portantes de sufrimiento social, a partir de estudios que descubran todos los factores

    culturales, sociales y polticos, de distinto alcance que intervienen en una situacin

    determinada. Me parece necesario tambin un replanteamiento de la consideracin

    antropolgica de la diversidad cultural. Siempre que hablamos del cuerpo o de la

    19El concepto de agency, tambin de difcil traduccin al castellano, que surge dentro de esta consi-

    deracin de los sujetos como agentes sociales, tiene junto a la llamada teora de la prctica, de la

    accin social como seguimiento pero tambin como contestacin y resistencia frente a los idealesculturales, un lugar preferente en la antropologa feminista actual.20

    Un enfoque interesante es el utilizado por Teresa del Valle en su artculo La memoria del cuerpo

    (1997), centrado en la vida de dos mujeres. En el mismo, del Valle analiza muy bien las interrelacio-nes entre dimensiones de la experiencia como la enfermedad y la maternidad, donde lo corporal tiene

    una proyeccin especfica, y la reconstruccin de la propia memoria por parte de las dos mujeres.

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    imagen, uniformizamos en exceso nuestra cultura (Becker, 1994), y por tanto es

    obligado cuando menos citar expresamente a qu colectivos nos referimos y dife-

    renciar entre el nivel ideal y real de la experiencia. Me parece excesiva tambin la

    diferenciacin que se establece entre unas culturas y otras. Es verdad que las rela-

    ciones entre el yo y el cuerpo no son las mismas en las diferentes sociedades, y que

    en Occidente se da una individuacin del yo y por tanto de la experiencia corporal

    que no se encuentra en otros contextos. Pero precisamente las nuevas teorizaciones

    acerca del cuerpo insisten en la necesidad de complejizar y diversificar la visin do-

    minante sobre la construccin de la identidad y los procesos de individuacin y per-

    sonificacin. Esto nos debera llevar a matizar ms los anlisis concretos y a estar

    ms atentos a los cambios histricos y a la variabilidad interna de cada grupo social.

    El posicionamiento que he mantenido no siempre ha encontrado eco en los

    distintos entornos en los que me muevo. Lo ms controvertido ha sido y seguir

    siendo la defensa de que en el mundo de la exhibicin del cuerpo, en concreto en la

    profesin de modelo, hay componentes ambiguos y complejos, positivos y negativos,

    y tambin de cambio para las mujeres21. En mi opinin, tanto desde las ciencias so-

    ciales como desde el feminismo se tiende a hacer un anlisis restringido de la ima-

    gen y el gnero, lo cual no permite ver todos los significados y contenidos asociados

    a la misma. Las modelos representan un ideal fsico, pero tambin un carcter so-cial, y las llamadas top-modelsson en estos momentos un paradigma de autonoma,

    xito social y poder econmico (valores tradicionalmente ligados a lo masculino) en

    un modelo poltico y econmico determinado (Soley, 1995). Aunque sean mujeres y

    aunque dicha autonoma y dicho xito vengan a partir del uso de su cuerpo. Por tan-

    to, el modelaje es una referencia fundamental a la hora de analizar crticamente los

    nuevos modelos sobre trabajo y movilidad social22 para las mujeres.

    Estoy en contra de hacer lecturas victimistas de la experiencia femenina

    respecto a la imagen, que impiden ver a las mujeres como agentes sociales. Y creoque es preciso hacer una revisin profunda de algunas cuestiones, como la contra-

    21

    Me estoy refiriendo, claro est, a una determinada manera de exhibir el cuerpo, de utilizarlo en la

    interaccin social, que no sera exactamente la misma que la que se da en fenmenos como el nu-dismo, o el deporte, por citar otros dos casos. Sin embargo, considero que la diferenciacion de mbi-

    tos y formas de exhibicin del cuerpo no debera ir en contra de anlisis conjuntos de los cuerposexpuestos, y que la compartimentalizacin no ayuda mucho a encontrar claves y contenidos nuevos.22

    Utilizo la expresin de Soley (1995:22).

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    diccin social entre belleza e inteligencia, o la utilizacin de la seduccin en el mbi-

    to pblico/laboral, lo que suele denominarse malintencionada y equvocamente ar-

    mas de mujer, que es descalificado de entrada y que contribuye, en mi opinin, a la

    desconsideracin social de las mujeres. Soy perfectamente consciente de lo resba-

    ladizo de mis argumentos y de la necesidad de matizar y profundizar ms en ellos.

    Pero, nunca he estado ms segura de lo que digo, porque hay algo de m misma

    que se rebela contra la simplificacin, contra la victimizacin, y me empuja a ir ms

    all.

    Algo que me interesa especialmente es la influencia que las ciencias socia-

    les tienen a la hora de normativizar las conductas o de homogeneizar la cultura, algo

    que queda mucho ms de manifiesto cuando hablamos de ciencias como la biome-

    dicina, o de tiempos antropolgicos como los de la expansin del colonialismo, pero

    que se nos borra a medida que nos acercamos al da de hoy. A pesar de que la an-

    tropologa o las ciencias sociales que se ocupan del cuerpo parecen estar teniendo

    en la actualidad un papel crtico y desenmascarador, estoy convencida de que si-

    guen teniendo una influencia sobre las conductas y los discursos, una influencia to-

    talmente coherente con un sistema ideolgico del que forman parte y al que sirven.

    En este sentido, me preocupa por ejemplo que desde la antropologa sigamos divi-

    diendo muchas veces a la humanidad entre nosotros, antrpologos, intelectuales ofeministas, por un lado, y resto, por otro. Entre nosotros, sujetos, y los otros, vcti-

    mas. Me preocupa, porque todos estamos en ese resto, aunque las condiciones de

    partida y de vida sean muy diferentes. Y ah veo yo la necesidad de la mirada crtica,

    pero tambin de la autorreflexin. Por ejemplo, sera interesante analizar la impor-

    tancia de la apariencia, del cuerpo visto, en la vida acadmica o cientfica: cules

    son los perfiles fsicos que se potencian, cmo se da en nuestro entorno la regula-

    cin de los cuerpos y de la imagen, como se construye lo normal y lo anormal, y qu

    tiene que ver esto con otros requisitos de pertenencia al grupo, de autolegitimacinsocial. Una definicin limitante, estrecha, por encima del bien y del mal, de la otre-

    dad condiciona la tarea antropolgica. Hablar de y desde una/o misma/o, partir de la

    propia experiencia, de las propias contradicciones, conflictos y placeres, no despo-

    jarse del propio cuerpo, ni censurarlo, es una condicin intrnseca a esta tarea.

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    Tal y como yo lo veo, no sera ms que ir desarrollando una dimensin de

    la antropologa, minoritaria y perifrica: la autoantropologa o antropologa a partir de

    uno/a mismo/a, que no es ms que una forma radical de antropologa en casa23. Una

    prctica que ha estado y sigue estando rodeada de controversia, precisamente por

    el replanteamiento activo de principios metodolgicos claves en el positivismo pre-

    dominante anteriormente, como el estatus dado a la objetividad o la distancia entre

    investigador y objeto de investigacin. Y que sirve, por tanto, para validar otras for-

    mas de expresin y acercamiento a la realidad social, y reconoce el valor de lo per-

    sonal, lo subjetivo, en la prctica cientfica o acadmica, sin descomprometer la ta-

    rea antropolgica24. Lo que supone para algunos una autntica amenaza epistemo-

    lgica (Hernndez, 1999).

    3 AUTOETNOGRAFA Y ANTROPOLOGA DE LA MEDICINA

    Precisamente la antropologa de la medicina, marco de este congreso, es

    un campo propicio, un contexto de emergencia de la autoetnografa, aunque sean

    pocos los que han relatado sus vivencias en el mundo de la enfermedad25. En gene-

    ral, los/as que lo han hecho son supervivientes a procesos graves de cncer o dis-

    capacitaciones por accidentes o enfermedades de distinto tipo, que les han obligado

    a abrir un parntesis en sus vidas26. Paralela o posteriormente, retoman esta expe-riencia y hacen un anlisis de la misma que suele partir, entre otros objetivos, de una

    23Esta inclusin de lo auto en la elaboracin terica no es exclusiva de la antropologa, sino que

    afecta a todas las ciencias sociales, desde que el postmodernismo y el feminismo llamaron la aten-cin sobre ello en las ltimas dcadas del siglo XX (Hernndez, 1999). El feminismo, por ejemplo,

    hizo de los llamados grupos de autoconciencia una de las bases de su actividad terica y prctica(ver Esteban, 1993 y 1996).24

    En este sentido, Hernndez (1999) subraya que la autoetnografa supone un doble compromiso:

    con la propia cultura y con la comunidad cientfica y acadmica, observando y analizando las implica-ciones derivadas de esta actividad simultnea. As y todo, algo que no juega a favor de esta forma de

    antropologa es que se ha dado un desarrollo mayor de prcticas y etnografas concretas que de ela-boraciones tericas, lo cual resta fuerza cientfica a la misma.25

    Vanse, por ejemplo, las referencias incluidas en Capitn (1999). Algunos casos citados por esta

    autora son: el de Robert Murphy (1987), centrado en su paraplejia tetraplejia; el de Susan DiGiaco-mo (1992), que ha trabajado sobre su experiencia como enferma de linfoma de Hodcking; el de Oliver

    Sacks (1994), en torno a la parlisis de una de sus piernas; o el de Marta Allu (1996), citado ante-riormente.26

    Otros estudios de corte autoetnogrfico, no tan especficos de la antropologa de la medicina pero

    prximos a ella, y que se basan tambin en experiencias de malestar intensos, son los realizados poralgunas mujeres que han sufrido violacin sexual y que luego han analizado su experiencia. Vase

    por ejemplo, Winkler (1994).

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    bsqueda de legitimacin, as como de una necesidad de entender, de reinscribir en

    su biografa lo sucedido, y que muchas veces les enfrenta a debates, perspectivas e

    incluso colegas de la propia especialidad.

    En todos estos trabajos se desdibujan los lmites entre investigador y objeto

    de estudio, entre sujeto que reflexiona y sistematiza y sujeto paciente, entre percep-

    cin, vivencia, emocin y elaboracin. Los sentimientos y el dolor impregnan la na-

    rracin y son el hilo para la explicacin y la comprensin de mltiples aspectos, rela-

    tivos tanto a la asistencia sanitaria y la relacin con los profesionales, como a la vi-

    vencia de la enfermedad y la discapacidad. Pero ms all de su capacidad de con-

    mover, impresiona el poder que tienen de transmitir y de reconstruir estados, situa-

    ciones, roles, vivencias, de una forma totalmente comprometida, sptica, intenciona-

    damente no neutral. Porque lo que hace especiales a estas etnografas es sobre to-

    do la capacidad reflexiva, de observacin y autoobservacin de sus autores/as, el

    detalle y finura de las interpretaciones, que no suele ir en contra de un anlisis pon-

    derado, autocrtico, relativista. Estas autoetnografas se alimentan y retroalimentan

    adems de una dosis importante de pasin, de rebelda, de resentimiento: contra el

    sistema sanitario, contra la disciplina, contra la sociedad, contra el destino. Una in-

    mejorable condicin de partida para la creacin cientfica, como explicaba anterior-

    mente. Son trabajos, en definitiva, que se quedan adheridos al lector, que le remitena situaciones que aunque no hayan sido vividas, le obligan a implicarse, a pronun-

    ciarse frente a lo narrado.

    La propia experiencia es fuente de conocimiento, pero es tambin un revul-

    sivo, y esto es fundamental. Y su anlisis es reivindicado como una estrategia nica

    para llegar a contenidos e interpretaciones de la experiencia que seran inaccesibles

    de otra forma, y que tienen por tanto el riesgo de quedar excesivamente intelectuali-

    zados en otros estudios. Pero esto es algo que no siempre es bien acogido en la

    disciplina, hecho que en la mayora de los casos ellos/as comentan o denuncian. Unelemento que aparece frecuentemente en los reproches que se les hacen es la su-

    puesta insistencia en cuestiones excesivamente personalizadas, individualizadas, y

    el dejarse llevar por la emocin, o por la impronta de la experiencia. Detrs de esta

    actitud paternalista, slo aparentemente generosa, sale a la luz una cuestin crucial

    para la disciplina: el sancionamiento que se hace sobre lo que es la interpretacin

    concreta y correcta de los hechos, la moralizacin sobre lo que se puede y no se

    puede contar, que no es ms que nuevamente una expresin del miedo al posible

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    descontrol que caracteriza nuestra cultura de una manera general, y que ha sido un

    eje muy importante en la construccin del pensamiento social y antropolgico.

    Los/as autores/as que se autoetnografan no aceptan los lmites impuestos

    dentro de la profesin, los mrgenes de la tarea investigadora ni del conocimiento,

    que slo a primera vista parecen infinitos. No me refiero al condicionamiento lgico

    de los modelos tericos, sino al autocontrol, al filtro que la disciplina va construyendo

    y legitimando, a pesar de las crisis, cambios y autocrticas, en un intento de seguir

    formando parte de esa red de expertos, de no perder el locus de poder, la autoridad

    dentro de la sociedad y dentro de la ciencia. No podemos olvidar que, a pesar de los

    cambios, seguimos dentro de un marco cientfico dominante desde mediados del

    siglo XIX que hizo una priorizacin de lo cuantificable, y que tiene una funcin social

    de estandarizacin, de normalizacin de las conductas. Unos principios metodolgi-

    cos que afectan tambin a la antropologa, que no ha hecho ms que adaptarlos a

    su especificidad, haciendo como el resto una delimitacin clara entre lo que es y no

    es cientfico. Es verdad que los mrgenes de la sociedad estn contemplados en el

    anlisis antropolgico, y que eso le confiere singularidad frente a otros, pero eso no

    impide que se construyan otros mrgenes, otras anormalidades, que son de ms

    difcil incorporacin y frente a los cuales se reacciona rpidamente. En la autoetno-

    grafa, informante e investigador en una misma persona reivindican su derecho ahablar hasta las ltimas consecuencias. Y esto, cuando menos, suele resultar inc-

    modo.

    Como seala Donna Haraway (1995), toda observacin, todo anlisis est

    situado y es subjetivo, parcial, incompleto en s mismo; pero al mismo tiempo real,

    privilegiado y necesario. Los relatos autoetnogrficos tienen las mismas dosis de

    parcialidad que el resto, pero son absolutamente privilegiados e imprescindibles.

    Cuentan adems con una ventaja que caracteriza a toda la autoantropologa: por las

    condiciones adversas en las que surge y se desarrolla, y por las dificultades de legi-timacin de las que parte, suele ser ms consciente de sus propias limitaciones que

    la disciplina en su conjunto. No se trata, sin embargo, de una mera reivindicacin de

    la conveniencia del abordaje de la experiencia, sino de utilizar la propia experiencia

    como una forma de llegar a la dimensin cultural, pero tambin a la poltica y a la

    econmica de los fenmenos estudiados, yendo y viniendo de lo local a lo global, de

    lo individual a lo colectivo.

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    La autoetnografa, la autoantropologa, por tanto, son una buena manera

    de reformular viejos debates cientficos y de plantear otros, de combatir enfermeda-

    des crnicas antropolgicas o feministas, de enriquecer la teora y la metodologa,

    de hacer, en definitiva, una revisin y una crtica profundas de la disciplina y de las

    ciencias sociales en general. Un ejercicio privilegiado y necesario cientficamente,

    porque permite la fusin de posiciones y mbitos de lo humano que nos siguen pa-

    reciendo irreconciliables. Pero lo que las hace totalmente imprescindibles no son

    slo sus resultados concretos, sus contribuciones metodolgicas o epistemolgicas,

    o su derecho a ser tenidas en cuenta, sino la legitimacin del propio yo del/de la an-

    troplogo/a, de su propia existencia, y por tanto la legitimacin, la factibilidad de la

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    Fecha de recepcin del texto: diciembre de 2003Fecha de evaluacin del t ext o: febr ero de 2004Fecha de publicacin del t exto: j un io de 2004

    Est e art culo es una traduccin del publicado en ingls con el tt ulo de: Embodied ant hropology:

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