an yar weg soge - aiban wagua
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Recopilador: SALVATORE CARBONE
AN YAR WEG SOGE Así habla mi tierra
Breves relatos gunas para niños T
Traducción y dirección técnica: AIBAN WAGUA
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Así habla mi tierra
Relatos gunas breves
Recopilador: Salvatore Carbone
Traducción y dirección técnica de Aiban Wagua _______________________________________ 2012
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ISBN 978-9962-05-158-9
Donación de Empresas Carbone, S.A.
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NOTA DE LOS SAGLADUMMAGAN
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AGRADECIMIENTOS
Nuestra infinita gratitud a Babdummad, El Gran Hacedor, por haber hecho posible la realización de este trabajo,
y por haber puesto en mi camino a las personas que colaboraron en dar forma definitiva al texto que ofrecemos.
A Delfino Davis, por su tiempo y su conocimiento que, desde nuestro primer encuentro, despertó en mí un interés
profundo por la espiritualidad del pueblo guna, su cosmovisión y sus relatos.
Al señor José Davis, argar (intérprete del babigala) de la comunidad de Gardi Sugdub que, con mucha
generosidad, me abrió sus valiosos manuscritos, relatos, mitos y leyendas, que confirmaron aún más, mi interés
por la cultura de los gunas, hasta el punto de entusiasmarme a recopilar esos relatos breves, y así, colaborar para
que este conocimiento siga vivo en la memoria de las nuevas generaciones.
A Adelina Méndez, Yanira Pérez, Lii Beatriz Porras, Marelia Hernández, Sipu Reyes, Diana Réuter, Deliano
Davis, y otros más que ofrecieron su arte y habilidades artísticas en la elaboración de las molas que acompañan a
cada relato.
A mi querido amigo Prof. Aiban Wagua, por su insustituible dirección técnica, su profundo conocimiento de la
cultura guna y el dulegaya, y por facilitarme aquellos relatos que habían sido recopilados por él.
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PREFACIO
Este sencillo trabajo de recopilación está dirigido, particularmente, a la nueva generación del pueblo guna.
Es una pequeña contribución al ingente trabajo que están realizando los gunas, de consolidación de una educación
que dé un espacio real a sus propias exigencias y valores originales para el fortalecimiento de su identidad como
pueblo, en una época en que la cultura de la globalización induce a las nuevas generaciones de los pueblos a
menospreciar y marginar sus valores originales. Por todo ello, urge, hoy, el rescate de esos valores con los que las
tradiciones estaban conectadas, que son en realidad espiritualidades vivenciadas de los pueblos que, a su vez,
sirven de pautas para una vía justa, en perfecta armonía con la creación.
Para afrontar el paso de la compleja sociedad tecnológica, cada vez más acelerada, el pueblo guna contrapone su
propio mundo interior, de belleza, de fortaleza moral y de sencillez, que no riñe con lo bueno y válido que ofrece el
modernismo.
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INTRODUCCIÓN
Hablar del pueblo guna es hablar de su cosmovisión reflejada en sus relatos del babigala –el “camino de Baba y de
Nana”-, es penetrar un mundo mágico, misterioso y espiritual.
La comunidad guna está distribuida a lo largo y ancho de la comarca Gunayala con más de trescientas islas e
islotes. Son poseedores de un sistema sociopolítico, religioso y económico muy peculiar, que se transmite mediante
tradición oral, y de una profunda espiritualidad que les permitió resistir estoicamente en el siglo XVI, los embates
de la invasión occidental, y que continúa aún, en esta época de grandes cambios.
Hospitalario por naturaleza, el pueblo guna reside tanto en las islas como en la franja continental, manteniendo
aún muy vivos sus valores originales los cuales comunica mediante cantos, principal herramienta de transmisión
de una extensa tradición oral, además de sus relatos, danzas y ritos.
Los relatos cortos de los gunas, además de sus expresiones culturales, son recursos pedagógicos que todavía son
utilizados ampliamente. Esos relatos son contados por los abuelos y abuelas a los niños antes de dormir, y la
intención es la de estimularlos, desde temprana edad, a ejercitarse en los valores del pueblo: valores de confianza,
de generosidad, de hospitalidad, de laboriosidad, de ayuda mutua, de sencillez, de justicia, de respeto, de cuidado y
defensa a la tierra, considerada madre.
Esos relatos breves resultan un perfecto ropaje para ofrecer una enseñanza. Para enseñar el amor hacia la madre
tierra y la defensa de la territorialidad, los abuelos cuentan a los niños el relato del pez candil y el pez loro. Los
abuelos, como profundos conocedores de su espiritualidad, enseñan que es importante tener los cuidados
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necesarios, la perspicacia y la debida atención ante la presencia de desconocidos que, con astucia pueden adueñarse
de su territorio.
Los saglagan (guías espirituales y administrativos de las comunidades), a través de sus cantos ejecutados en la casa
del congreso (iddogednega), transmiten los contenidos de defensa del territorio, de los fenómenos de la naturaleza,
de la producción y cuidado a la madre tierra, instruyendo así a las nuevas generaciones en la consolidación de su
identidad personal y colectiva y en el autocontrol de las emociones.
Las múltiples relaciones que se originan entre el hombre y el territorio, que a su vez, hacen surgir diversas
visiones sobre aspectos sociales, políticos, religiosos y medio-ambientales, tanto en lo personal como en lo
colectivo, los gunas no las disocian ni las fragmentan, sino que las interpretan, y las conciben como una sola
unidad y estimulan, así, una formación holística de toda la comunidad.
Por medio de esos relatos, el pueblo guna orienta a sus nuevas generaciones hacia posturas positivas para afrontar
situaciones difíciles del medio ambiente, de enfermedades o de cualquier otra eventualidad. El jaguar, el caimán,
los peces... estimulan a crear actitudes de cuidado, de amor y de respeto hacia aquellos elementos que no conocen o
que los conocen muy poco. Cada una de esas experiencias es para el guna, una oportunidad de aprender y de
comprender mejor su entorno.
El relato, en el pueblo guna, tiene un propósito aleccionador y moralizante, representa el primer escalón en la
apropiación de valores éticos, de identidad, de amor hacia su territorio; puerta de acceso a su profunda
espiritualidad. Esos relatos conducen al conocimiento del babigala que es un conjunto de tratados que
fundamentan la vida espiritual de los gunas; el babigala es cantado por los saglagan en la casa del congreso, y
representa el camino de nuestro mundo, o de nuestra tierra; es la forma que tiene el pueblo de explicar las relaciones
entre el hombre y su territorio, entre los elementos de la naturaleza y sus fuerzas.
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En esos relatos, los interlocutores son los animales que remedan al hombre, con sus temperamentos y sus
características peculiares: el jaguar con su fuerza y agilidad, el morrocoyo que compensa su lentitud con la
perseverancia, el ñeque avispado y malicioso que hace uso de su inteligencia para compensar su tamaño y no ser
víctima de depredadores, el mono con su destreza y picardía...
Los relatos nos enseñan que no es la belleza física ni la fuerza ciega, lo que nos permiten avanzar y crecer en este
mundo y cambiarlo para mejor, sino, la inteligencia, la perseverancia, la perspicacia y la justicia.
Los relatos, para el pueblo guna, constituyen una oportunidad para iniciar a los más pequeños en los valores que
deben practicar, mediatizados por lo lúdico, por lo entretenido y divertido. Estimulan, así, en el niño, la curiosidad
y el espíritu de observación y de análisis, actitudes que lo llevan a preguntar y conocer acerca de un mundo aún
desconocido, fabuloso y complejo; cuestionando el bien y el mal, lo justo y lo injusto, los ritmos de la naturaleza y
la sincronización de la vida del hombre, del día y de la noche. En fin, despertando la conciencia de la dualidad
presente en todo lo creado, el equilibrio, la justicia y un sano espíritu de aventura.
Al final de cada relato, los abuelos concluyen con las recomendaciones o moralejas,...”es por eso que tienes que
portarte así…, porque sucedió tal cosa...”
Así, los relatos resultan una manifestación de las vivencias y experiencias cotidianas de los abuelos de Abiayala
(América), contienen un profundo valor pedagógico y encierran elementos fundamentales de espiritualidad guna;
vivencias y costumbres que por ser muy sagradas, a menudo, han sido cubiertas con un velo de metáforas que son
utilizadas en casi todos los mitos del mundo.
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LA MOLA COMO RECURSO DIDÁCTICO
La mola (blusa o corpiño) es cosida sobreponiendo varias capas de telas de colores. En su origen, la mola era una
pintura corporal, a manera de tatuaje, aunque no permanente; con el tiempo evolucionó en tejidos vegetales, y más
tarde en telas, tal como la conocemos hoy.
Es utilizada a diario tanto en las comunidades de la comarca como fuera de ellas, con diseños variados,
geométricos o zoomorfos que representan el pensamiento cosmogónico guna. También hay molas con
representaciones de escenas comunitarias, estilizaciones florales que recuerdan personajes y protagonistas de los
mismos relatos que presentamos. Así, las molas se convierten en
recursos pedagógicos y en recordatorios constantes para quienes las
observan y las usan. Ellas manifiestan una visión gráfica del
pensamiento cosmogónico guna, un mundo suprasensible, lleno de
colores y significados que preservan la memoria colectiva del pueblo.
Según la cosmovisión guna, fue Babdummad, el Creador del universo,
quien les regaló este hermoso arte. Ellos siempre se han considerado
un pequeño pueblo que, más que buscar conquistas territoriales, ha
perseguido enseñanzas espirituales para su gente.
Salvatore Carbone
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YABANAID | CONTENIDO
WEGII DADGAN SUNMAGGE | LOS ABUELOS CUENTAN ASÍ:
1. Igarobandur us ebo | El jaguar y el ñeque. Recopilado por AW., publicado en 1986. 15
2. Igarobandur us ebo 2 | El jaguar y el ñeque 2. Recopilado por AW., publicado en 1986. 18
3. Igarobandur us ebo 3 | El jaguar y el ñeque 3. Recopilado por AW., publicado en 1986. 21
4. Igarobandur us ebo 4 | El jaguar y el ñeque 4. Recopilado por AW., publicado en 1986. 24
5. Ai Dabgala | El amigo garza. Relato recopilado por el Equipo de la EBI Guna, 2006. 27
6. Dasi abu ebo | El pez candil y el pez loro. Relato recopilado por AW., y publicado en el año 1986. 30
7. Moli nia ebo | El tapir y el demonio. Recopilado por Salvatore Carbone, original de José Devis
y Delfino Devis. Grabado en Gardi Sugdub en el año 2011. 36
8. Dada nusa ebo | El sol y el ratón. Recopilado por Salvatore Carbone, original de José Devis y
Delfino Devis. Grabado en Gardi Sugdub en el año 2011. 39
9. Ari us ebo | La iguana y el ñeque. Recopilado por Salvatore Carbone, original de José Devis y
Delfino Devis. Grabado en Gardi Sugdub en el año 2011. 43
10. Assu dain ebo | El jaguar y el caimán. Recopilado por Salvatore Carbone, original de José Devis
y Delfino Devis. Grabado en Gardi Sugdub en el año 2011. 46
11. Ai Isgar | La iguanita. Relato recopilado por AW., y publicado en el año 1986. 49
12. Ai sulu yarmoro ebo | el mono y el morrocoyo. Recopilado por el Equipo de la EBI Guna, 2006. 53
13. Gannir us ebo | El gallo y el ñeque. Relato recopilado por el Equipo de la EBI Guna, 2006. 56
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WEGII DADGAN SOGE | ASI CUENTAN LOS ABUELOS
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IGAROBANDUR US EBO – I | EL JAGUAR Y EL ÑEQUE – I
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Ai Igarobandur dule wissur alledi. E wagar gwen
allesur dagledae. Wissur dodoge, aimar saddebali.
Ibagwengi, ai Us wegii soggali:
¡Dulemar buled na san samalad, gwenadgan
irgwensur imagmalad, basursunna binsaed
galemaladi! ¡Emisgi, be an dagmaloena,.. eddo
sooooo!
Geb, ai Us mas dagsasunna. Ai Igarobandurse abga
godsa, e negse mas iddodagega.
Ai Igarobandur, binalee dognoniggi ai Us negse. Ai
baiganse gwen godsasuli sigisa. Usu ga san ologana,
narassoleun dumgumalad ga asabin sisa.
Igarobandur, gwen sabossuli, ¡murgi, murgi, murgi!
¡An ai, be nabbi abeger, egidsabin sao…! –Usu na
e aiga soge.
Adi, na bega sabbi enaggoed, san egwanega.
Igarobandur gannar egiddebali. Geb, Usu abin
imagsa:
¡Nued an ai, emisgindi, be anba dago! ¡Be, sabbi
urba an edarbe gwisguo, andi na bega sabbi
duggugi obaddesioed!
Usu, diaggwa ologan, san unni dumgumalad sesa.
Usu, sabbi duggugi sii, Igarobandurse goddesunna:
Igarobandur, el jaguar, no era alegre. Siempre estaba
con la cara estirada. No bromeaba y era de pocos
amigos.
Un día, Usu, el ñeque, dijo para sí:
¡Estos hombres que meten miedo a la gente, que
se creen fuertes, caen fácilmente en una trampa!
¡Ahora, me van a ver,… eddo soooooo!
Entonces, Usu preparó una gran comida e invitó a
Igarobandur. Éste llegó caminando lentamente, no
saludó a la gente y se sentó a comer. Usu, el ñeque,
le sirvió unas bolas de carne, grandes como limones.
Igarobandur comió con ganas, ¡murgi, murgi, murgi!
¡Si quieres más, no tengas pena de pedir…! –decía
Usu a Igarobandur–, yo puedo subir al árbol para
traértelas.
Igarobandur pidió más. Entonces, Usu aclaró:
¡Muy bien, amigo mío, pero tienes que
acompañarme! ¡Te pondrás debajo del árbol,
mientras yo subo y te las voy tirando!
Usu llevó consigo dos piedras redondas y dos bolas
de carne, y subió al árbol.
¡Abre bien la boca, porque esta fruta está muy
madura!, –gritaba Usu a Igarobandur desde la
copa del árbol.
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¡An ai, nuegwa gaya egao…, san ise
duddumaggarsoggu, gayagi be abingaergebed!
Gebe, ga san sunnad medsali, Igarobandur gayagi
abingasa, ¡sas, sas, sas…murgi! Irbaa gusadgi, Usu e
aise goddebali:
¡An ai, emisgindi, na bega sunnasoged amis, ise
duddumaggaledi, mer goonasigi be ebugo! ¡Ise
egaar gaya imaggo, mer be oagginned sao!
Usu, geb ise maggalegii, Igarobandur gayase
diiaggwa meddesunna, ¡dag, dag, bum, bum!
Diiaggwa Igarobandur e nugargi gwissigusa; geb e
golowargi signoniggi. Ai Us, ise idsomaggar agdesa,
idu abbarmagde..., yoggus.
Primero le tiró una bola de carne. Igarobandur la
apañó con la boca y la comió, ¡chas, chas,
chas….murgi! Al tercer tiro, Usu exclamó muy serio:
¡Amigo mío, ahora, te la encontré una más
sabrosa de todas, pero… está muy madura,
pero…muy madura, no la puedes tocar con la
mano! ¡Abre la boca con toda tu fuerza para que
no se te escape!
Usu lanzó la piedra con todo su nervio, ¡tac, tac,
pum! La piedra vino a darse contra los colmillos de
Igarobandur, y se le atascó en la garganta. Usu saltó
riendo y huyó.
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IGAROBANDUR US EBO – 2 | EL JAGUAR Y EL ÑEQUE – 2
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Muddiggi, Igarobandur, Us abingunonibali. Usu,
diwar gaggagi obunnosii dagnoniggi. Nii mee
naigine, nii ber dirbile daarmagnai. Nii wilub, diigi,
deun nue selenai. Dii isbeyob ibyenai, nii aa birgi
yollemagnaiyob daglenai. Ai Us, diwar gaggagi
swiddi masii Igarobandur dagnoniggi.
¡Be ibmar gunsiid, wis sedamodeen!, –
Igarobandur, Usga soge.
Geb Usu ga wis ugsagusunna… ¡murgi, murgi,
murgi!
¿Bia, we ibmar yeer gulleged, be daggali? –
Igarobandur, Usse egissali.
Diiulag ibmar daggarmagnaid, ¿mag be dagge? –
Usu, Igarobandurga soge, nii wilub diigi ibyenaid
ga ise oyoar, –wese an amiabbi–, ¡ar be abemogar,
sunna be aminamodo!
Igarobandur diise argwadde; geg doge diigi
muamagnaguali. Nii wilub diibirgi dodonagusa,
Igarobandur argwaddedba.
¿Ar be ig dogsasunna? –Igarobandur, Usse
egissa.
¡An irgwensur imagsa! –Us e aigi dodonagude.
Una noche, Igarobandur encontró a Usu, sentado a
la orilla de un río manso. Había luna, y era luna
llena, estaba redondita la luna. La luna pintaba su
carita redonda sobre el agua. El agua era como el
espejo de la luna. La luna se mecía suavecita sobre la
corriente del río. Usu comía guanábana a la orilla del
rio.
¡Dame un pedazo!, –pidió Igarobandur a Usu con
su voz carrasposa. Usu le dio un pedacito. Y…
¡murgi, murgi, murgi!
¿De dónde sacaste una fruta tan sabrosa? –
preguntó Igarobandur.
¿Ves tú esa cosa blanca que se mueve al fondo del
agua? –le dijo Usu indicando la carita llena de la
luna–, de ahí, de ahí arranqué el pedazo. ¡Si tú
quieres, puedes ir a buscarla!
Igarobandur se tiró al agua. Igarobandur flotaba y
flotaba sin sumergirse. La figurita de la luna bailaba,
bailaba y no se borraba.
¿Cómo hiciste para llegar al fondo del agua? –
instó Igarobandur.
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¡Andi na duggargi aggwa agdiggid edidsa, geb
dommo…!
Igarobandur gwenagwenasur guali. Usse
godsasunna e duggargi aggwa edinnega. Usu,
diaggwa dummadi amisa, geb Igarobandur e
duggargi ise edinnar imagsa, geb balimedde.
Igarobandur diulag nade, bardaglessuli. Nii wilub
bela banamagde ibmar dummad argwaddedba.
Usu ise idsomaggar allemagude diwar gaggaba, ¡giii,
giii, giiii!
¡Muy fácil, muy fácil!, –respondió Usu sonriendo
pícaro. ¡Me amarré una piedra pesada al cuello, y
plas… me tiré al agua!
El amigo Igarobandur no esperó mucho. Alargó su
cuello para que Usu le amarrara una piedra. Usu
eligió una piedra pesada, hizo un nudo al cuello de
Igarobandur y lo empujó al agua. Igarobandur se
hundió dejando un gran remolino. La carita de la
luna huyó por todos los rinconcitos del río.
Usu quedó saltando a la orilla del río, ¡ah, ah, ah, ah!
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IGAROBANDUR US EBO – 3 | EL JAGUAR Y EL ÑEQUE – 3
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Deunni bad wirsobmar nasadgine. Dabgalamar
saggan gwagnaigine. Sedogusagine, ai Us, omegan
boe iddoali:
¡Bani bedi sigli balegindi daed, usdulagan bese
onosur daed, eeeeeeeeee… bani nadesunna,
eeeeeeeee!
Ade, Igarobandur, Us gunnega yamo burgwisayobi
imagmaid.
Geb Usu, yawaggi aggasa gwisgunoniggi omegan
bonanaid diggarba; negyabbardi dogsasuli. Omegan
bali ogannos Igarobandurga bonanasunna:
¡Bani wilesaaa, eeeeeee, bani nadeeeeee!
¿Ar an aide nue burgwisa? –Ai Us egissali.
¡Eye, be ai nue nade! ¡Be sunnad na be
waliggamaggar dagdage!, –omegan ise boale ga
soge.
Igarobandur, yamo gasgi ise adduagwale meremai.
Omegan ga ogormagnanai; e gas urba bela e ibmar
urbismala, inanog burwi, medde yaigana…bela e
gasurba omilede.
Ai Us gannar egissali, yawagnaba gwissi:
Aaaaa, ¿wede, nue burgwar mai? ¿Ar burgwisye
soged, sana ilabaa gigued ogorsunna? ¡Ar gusgu
Habían emigrado las golondrinas. Las garzas se
cambiaban de plumas. Era una tarde cualquiera,
cuando Usu escuchó de lejos el grito de mujeres que
plañían:
¡Tú, que correteabas pavones, y los ñeques no
salían vivos, eeeeeeeeeee… ahora nos dejas,
eeeeeeeeeee!, –plañían las mujeres sobre
Igarobandur. Y éste se hacía el muerto para
devorar a Usu.
Vino Usu, el ñeque, y se apoyó en el palo de la puerta.
No entró. La gente seguía llorando sobre el cadáver:
¡Pobrecito Igarobandur, eeeeeee, se nos ha ido
eeeeeee!
¿Este amigo está bien muerto? –preguntó Usu.
¡Sí, el pobrecito ya pataleó! ¡Ven, ven a verlo más
de cerca!, –le decían llorando las mujeres.
Igarobandur yacía tapadito en la hamaca y la gente
plañía sobre él. Debajo de la hamaca había un montón
de cosas, totumitas de medicina, platitos de
terracota… todo tirado por el suelo.
—Aaaaah, ¿éste está realmente muerto?, –insistía
Usu desde la puerta de la choza–, ¿ha echado ya los
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dule burgwisar, ilabaa nabbi gigued igarmaid, aa
sorba, geb, nue burgwissunye sogleged!
Ai Igarobandur, Us iddomasoggu, na gayagi
gigumaiyob imagdesunna, ¡irrrrrrr, irrrrr, irrrrr!
¡Aaaaa, aaaaa, aaaaa! –Usu ise idsomaggar ga
alliali.
¡Ar dule burgwar mair sunna gigumaio? ¡An ai
dulasaglamai, aaaaaaa, aaaaaaa! Usu, igarba
allenadab gudsunna.
tres pedos de rigor? ¡Porque los muertos de verdad,
echan tres pedos fuertes, y sólo entonces, estamos
seguros de su muerte!
Igarobandur, el jaguar, lo escuchaba todo. Y…
simuló el pedo suavemente con la boca, ¡rrrrr, rrrrr,
rrrrr!
¡Ah, ah, ah, ah! –carcajeó Usu.
¿Cómo un muerto va a hacer semejante ruido?
¡Esta vivo, esta vivo, ah, ah, ah, ah! Usu tomó su
camino dando carcajadas.
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IGAROBANDUR US EBO – 4 | EL JAGUAR Y EL ÑEQUE – 4
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Dad Ibe, Bilerbo urwe naigine. Biler, Ibeler e isdaradi.
Biler, yeer bila onoged igar wisi daglearmoga,
deginigwen dad Ibe gi ise obinale.
Assubarbad, Igarobandur, Bilerga sabga berbegedi, e
sorda. Dad Ibedi, ai Us nigmoga ga gardaganseed.
Biler, Assubarbad barmiddae Aglagundiwarse. Ibeler,
Us barmiddamoga aasemo. Ibagwengi, Usu, Assu
daggali dulemarga obinmaggwissi. Geb aagine, Usu,
yawag nagaba gwisgudabbi, bia Assu dulemarga
sunmaggwissi.
Ai Us belabela buggib binsaeyobi na imagsa,
aggusaggus bunnoedgi, Assuse, godde:
¿Bedi gwen bai be iddosuli obinmaggwissid?
¿Ar be ig iddoge, aggusaggus bunno be daniggid? –
Assu, Usga soge neg aggar iddogedgi.
¡Aiye dule wargwengiid bar onogosuli! ¡Burwaoored
dummadi anmargi neg dagsoggali, bela anmar guggudo
daglege!, –Us ise boale ga soggali–. An barmileali
bemarga we ibmar sogega. Anmar mer gugguega,
unnila ise addinnagwale anbagumalargebe. ¡Buwargi,
anmar, bela addinmalo melle burwasagla anmar sedega,
–Usu, ise wawanmaggar Assuga sunmagnagude–, an
sunnad an bemar buwarbamesa edinnergebe, ibmar
dodoaggwagwad anmargi danisursoggu. Assubarbad,
Usga sogdesunna:
Dad Ibe guerreaba contra Biler. Biler, el enemigo,
conocía muchas intrigas de guerra, pero Dad Ibe era el
mejor y le iba ganando.
Assu, el jaguar, era uno de los recaderos de Biler. Dad
Ibe, por su parte, se servía de Usu, el ñeque. Biler
enviaba a su recadero a Aglagundiwar. Dad Ibe, a su
vez, también enviaba allí al pequeño Usu.
Un día, Usu vio a su rival Assu convenciendo a la gente.
Assu, el jaguar, era muy conocido y tenía seguidores.
Entonces, Usu se asomó a la puerta de la choza donde
parloteaba Assu. Usu fingió muy preocupado y triste,
respirando con dificultad, dijo a Assu:
¿Tú, tranquilo, aquí, hablando con la gente?
¿Qué nuevas nos traes tú, tan sofocado? –le dijo
Assu a Usu, inquieto por las nuevas que podía traer.
¡Estamos a punto de desaparecernos todos! ¡Se está
levantando un fuerte ciclón que amenaza acabar con la
aldea!, –sentenció Usu a punto de llorar–, me mandan a
decirles que el único modo de seguir vivos es
amarrándonos a los postes. ¡Amarrarnos a los postes
más gruesos y resistentes de la choza mientras pasa el
cataclismo –continuó Usu, templando ante el cruel
Achu que lo escuchaba muy fijo–, he sido enviado yo
para amarrar a los postes, a aquellos que no quieran
morir. ¡No es una broma lo que se nos viene encima!
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¡Ar degiirdi an duggin na addinnodo, an sunnad na
buwar amibalodo!
¡An ai, –Us, Assuga sogdebali–, andi burwaba gwen
nabi an be abesuli! ¡Na be duggin adidsadibe, dub
simmur basur adsiggodole, burwa begi signoniggir
bani guggudoe!
Ai Assu, buledye na sogdiid, sorduggin sigisa, geb Usu,
buwar wardummadgi edidsa. Usu, sargidub nuganiggad
amisa, geb aa dubgi Assu obibbirmagsa buwarbamesa;
simmur ise gwilaled ga imagsabali, deg addinnar obes
nade.
¡An ai, emisgi, na bega neg agnagsiid daggolo!
Emisgwa, burwasagla neg giamagnoniggo an ebinsa,
–Usu, Assu addinnar siidga sogsanade.
Ai Us abbarmagde, ¡aaaaa, aaaaa, aaaaaa, giiii, giiii, giiii!,
bar daglessuli.
Deyob, ai Assu addinnar sii negoibosa, bela e abgan
burgwagwale.
¡Bia an Us gannar dag dagodibe, anse emisgindi
bela!, –Assu urwesii guali, Us, egi dodos daggu. Usdi
igarba allenadab gudsunna.
¡No, –dijo Assu meneando la cabeza–, si es así de
grave la cosa, yo mismo me ataré donde me parezca
mejor!
¡Amigo mío, –observó Usu–, yo no quisiera que te
llevara el ciclón como un hoja! ¡Si tú te amarras
solito, tus nudos no van a estar suficientemente
estirados y, lo más seguro es que con un soplo de
aire salgas disparado!
El temible Assu bajó la cabeza y se dejó llevar al palo
más grueso y resistente de la choza. Usu encontró los
bejucos más largos y fuertes de la región, y los pasó
varias veces por el cuerpo de Assu, hizo los nudos más
duros de su vida, y dejó a Assu pegado al poste de la
choza.
Sí, mi buen amigo, ahora déjame ver los primeros
nubarrones; creo que lo más grave ya está cerca del
caserío, –dijo Usu a Assu que yacía amarrado al
poste.
El astuto Usu salió corriendo, jah, jah, jah, giiih, giiih,
giiih y ya no volvió, mientras que Assu pasó la noche
entumecido, amarrado al poste.
¡Donde lo vuelva a ver, lo desnuco! – gruñía Assu al
verse burlado; mientras Usu carcajeaba a lo largo del
camino.
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AI DABGALA | EL AMIGO GARZA
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Negasaglaunni, bela ibdurgan dulebii. Ai Dabgala,
dule, ua soedule. Dadgan na e gargwenadye
bibuggwa.
Ibagwengi, neggwebur gwagengi, innasuid gobleaili.
Dulebuggib inna gobed noniggi, neggwebur
baiganginmalad bela innanegse ubononiggi.
Bela dulemar gaibir noggi mumgubuggwa guali,
weligwale namagbuggwa, gangi ogorbuggwa,
dodobuggwa guarmala. Ai Dabgala, inna gobed,
dognonimoga. Ai Dabgala namag sigusa, anba
wissur namag inigwen, bai iddosuli odiirmag sigisa.
Degnadegi, ai Dabgala, sior wargwen abeali,
¡ssssssss! Ar gadi ua sosoggu, ome e babgan yog
uggar ga imagsa, gwen nue absossuli. Geb na
niggusmarsunna.
Ai Dabgala, ua ur ena e omese berbegwissi guali.
Dule wissuli, igi gwaegwae ua soe. Wargwen na e ur
bibbgi naddae, gwen yogguosuli, bad ua ur abala
sennoniggoe.
Dulemar gi nagguledimosoggu, geg Dabgala
daggarmala. Degiidba ibagwengi, dugguar,
masmala, Dabgala, balegiddemala.
Dabgala, diwarse modabbi. Yog agdeale, dag, dag,
dag…, Dabgala dummad malisuidga binyide.
Dabgala sibbugwad dummad, ua bina
Cuentan que al inicio de los tiempos, las garzas y
todos los animales eran hombres. Dabgala era un
gran pescador. Los abuelitos creían que era uno de
sus paisanos.
Un día, una aldea celebró una gran ceremonia. La
gente tomó el gaibirnoga. Vino mucha gente a la
fiesta. Vino gente de distintas aldeas. Cantaron
alegres, tocaron el gangi, danzaron y danzaron.
Dabgala también, vino a compartir la ceremonia.
Dabgala cantaba, y cantaba a su manera, y no era
buen cantor, pero, cantaba. Al poco rato, Dabgala se
encontró con una chica, ¡sssssss!, se enamoró de ella.
Como era un gran pescador, los padres de la joven
dieron paso al matrimonio sin largas conversaciones.
Dabgala traía muchos pescados, pero muchos, hasta
cayuquitos llenos. Nadie sabía cómo lograba pescar
tanto y en corto tiempo. Se alejaba solito en su
cayuco y traía pescados.
La gente era muy curiosa y empezó a sospechar de
Dabgala. Así, una tarde, algunos muchachos lo
siguieron.
Dabgala llegó al rio. Se bajó rápidamente del cayuco
y, plas, plas, plas, se convirtió en una enorme garza
de zancas largas. Era una gran cigüeña blanca.
29
maddarmaggali, ¡uggagwen, uggabo, uggabaa,…bela
urse!
Masmala, Dabgala, dugguar balengindimalad
gwayide, bar wegiwegisur ise gammiar negse
duurmaggarmala. Bela neggweburga ibmar diwargi
dagsad ogwanonimala.
Dabgala, dulegii masgunsur dagleali; ua ibyase abga
assad dae, aa inse gudde dae. Masgunned
bergusdibe, yog naardabali ua soed. Ibagwengi, e
ome wilubdaggali. Ua ibya yabbali gaa buledi balisa.
Geb ai Dabgala masguddesunna, gaa buledi e
golowarse mosa iddogu,
binnabinnasur guali, ¡arrrr!
Ai Dabgala, e saggan mem-
mermagde, ise golar gug-
gude ¡gaa, gaa, gaa! Dada-
naggweba guggude.
¡Aagala, we ibdula, agli-
ganba gaa, gaa, gaa gordi
dae!
Empezó a picotear los peces, ¡uno, dos, tres,… y al
cayuco! Los muchachos que lo habían seguido, se
llenaron de pánico y volvieron remando fuerte a la
aldea, y contaron a la comunidad todo lo que habían
visto en la ribera del río.
Dabgala no comía como los demás. Le gustaba el ojo
de pescado. Apenas terminaba de comer, se
marchaba de nuevo a pescar.
Un día, su esposa lo quiso probar. Dentro de cada ojo
de pescado metió el gaa (picante). Cuando el picor le
bajó por la garganta, el pobrecito se estremeció,
¡arrrrr! Salió volando y
gritando ¡gaa, gaa,
gaa! El animal voló
hacia donde nace el
sol. Por eso, entre los
manglares, se le ve
volar y graznar, ¡gaa,
gaa, gaa!
30
DASI ABU EBO | EL PEZ CANDIL Y EL PEZ LORO
31
Ai Abu gwage nuedi. Ai Abu dula ibedi, e dula
obgwagwa miledeyobi mergue. Ai Abu
aggwadinagan ibedi, yeer dumgue neg ganiggidi.
Ibagwengi, ai wargwen ese gornoniggi. Ai wargwen
morginnid yoi, saggan naladiggid se gornoniggi. Ai
Dasi, Abuse noniggi. Ber nue wiles daglege, negsuli
gudiiyobi, Abuse noniggi. Ai Dasi, Abu asabin
wawanmaggwissi sunmaggali:
Ai Abu, yeer gangu be negsemaid an wisi, na bese
gordaniggi. ¡Andi dule wilesa, nabba sadde,
uggudba bodi!
Yeer dumgu be neg nigga gudiidgine, ¿wis be
diggarba an sunna gudigusale?
Ai Abu, soladuggin gwisgussunna, gwage nued
nigsoggu, Dasi sunmaggedba boed nagase medde.
¡Wiles ebinsa guali!
¡Degirdi nabirdo, –Abu, Dasi, abin imagde–, be
walagwen danisoggu, ibmar sadde be
nonibarsoggu, na bega negdi wis daggergebe!
¡Bela an ibmargi be nagguledii gusunno!
Dasi, Abu abin idsomagde, yeer iddogedba.
¡Emisginsunno!, –goddesunna.
Niimar, wis nadebar iddole. Ibagwengi,
aggwabisgigan imbaba iba onoleali, gaibirdi ogus
iddoleali. Abu, dule nuga niggadsoggu, inna gobega
El señor Abu era un pez muy bueno. Abu tenía una
familia tan numerosa como los granos de maíz, y era
dueño de extensos y ricos arrecifes.
Una mañana, se presentó a su casita, un pez vestido
de rojo, con aletas abiertas muy duras. Era Dasi, el
pez candil. Este apareció pobre, errante y sin tierra.
Temblando ante el gran Abu, dijo:
Amigo Abu, he oído hablar de tu poderío, de tus
muchos hijos. Vengo pobre, sin patria y sin nada
en el estómago. ¿No hay un lugarcito para mí en
tu extensa propiedad?
El gran Abu bajó los ojos y pensó un poquito. Su
corazón le decía: ¡Pobrecito, pobrecito, pobrecito!
¡Sí, –contesto el gran Abu–, como tú vienes solito
y sin nada, te daremos una casita! ¡Y tú nos
ayudarás a cuidar esta amplia propiedad!
Dasi se puso muy contento. Dasi saltó y respiró
fuerte.
¡Ahora sí me van a ver!, –dijo para sí.
Pasaron algunas lunas. Un día, allá lejos, entre las
rocas negras hubo una gran ceremonia. Abu, como
toda una autoridad, fue invitado a compartir la fiesta.
La familia Abu se preparó para la celebración, y se
dispusieron a viajar.
Entonces, Abu llamó a Dasi y le dijo:
32
se gollesmoga. Ai Abu, bela na e mimmigan bulagwa
ibase nae soggarsunna. Bela na ibmar dagnagusmala.
Geb, Abu, ai Dasise godsa, wegii ga soge:
Ai Dasi, na mimmigan bulagwa wis iba
dagnasoggali; wegi be anga neg edarbedio. Anga
neg, be nue aggwo, ise durwiagwar, melle dule
baigan anga odogo.
¡Mer buggibbinsae, –ga Dasi soggali–, wegi na
bemarga neg daggoe, ibmar aggar gudsuli na be
dagnonimarbaloe! ¡Bela na be ibmargi bemarga
an naggulegoe!
Abu na e mimmigan bulagwa ibase bangudsunna. Ai
Abumar, bela weligwale, aggwadinaganba neg odulo
nadab guarmala. Bela yeer iddogedbii, na
siirmagdemala. Na gi dodoagwale, na saggan
mudsubmudsub ebuale bangudmala. Ai Dasidi gi
galudarba naggulegwissi guali. Geb, Abu e mimmi
bur bibbigwad nabbi demarbigbi imbaba dogde
dagsagu, Dasi, bar gwissigwissi gudsuli;
abbarmagde e gwenadgan amied. Ai Dasi,
gwenadgan ibed daglearmoga. Dasi, bela egimaladse
godsasunna, ga wegii soge:
¡Na bemarga neg nued amisa! ¡Bar anmar wiledii,
neg sadde gwen guosuli! ¡Na bemarga, nega dar
dummadi amisa!
Amigo mío, nosotros los Abu salimos a una fiesta.
Tú te quedas cuidando esta propiedad. Tenla muy
limpia y ordenada, y que no entre nadie.
¡Cómo no, –aseguró Dasi–, váyanse tranquilos
que aquí no va a pasar nada! ¡Yo les voy a cuidar
las cosas!
Abu y su familia se marcharon muy felices a la fiesta.
Brincaban y carcajeaban entre los arrecifes.
Aleteaban y aleteaban muy tranquilos. Chillaban y se
empujaban unos a otros con sus aletillas cortas. Dasi
los observaba por la ranura de la casa, y cuando el
abanico ocultó al último de los chiquillos de Abu,
salió corriendo. Dasi salió en busca de su familia.
El señor Dasi tenía una familia muy extensa. Dasi
reunió a su gente y le dijo:
¡Hermanos míos, les encontré una casa bonita!
¡Ya no seremos más errantes sin casa y sin tierra!
¡Descubrí un amplio territorio virgen para todos
ustedes los Dasi!
¡Tú eres un gran pez! ¡Tú eres nuestro grande
sagla! –le aplaudieron sus hermanos.
Los Dasi se prepararon de inmediato. Tomaron
sus hamacas, sus tazas, sus platos y otros aperos y
corrieron a la nueva casa.
33
E gwenadgan ga argan ogodde, ga sogmala:
¡Be, anmar dummadi! ¡Be, anmar sagla
sunnasogedi!
Dasimar bela na ibmar daggarmala: gas dagleali,
noga, badde bela e mor oduggwamasmala neg baidse
naega. Dasimar, ai Abu neg sue soggarmala.
Ibagan nadbali. Iba dummadi onolesad
bergunoniggi. Ai Abu gannar negse arbarsunna.
Bela weligwale alledani, Abumar na negse gannar
ali. ¡Aaaaaa, aaaaa, aaaaa, alledani guarmala! Innagi
ibmar iddosmaladgi binsadani, Abu e mimmigan
guali. Deg nadabbidgi… e massi bur bibbigwad,
diggasuli ibmar dagsadgi, binnasuli guali, geb e
babse godde:
¡Baba, baba… anmar neggi, dule buggib buggwa!
¡We dulemar, anmar negaggwed morgiid sunnabi
yoi buggwa!
Dasi e sordagan bela morginnid yoidbii.
Abu e nega, e aggwadinagan, diggasurgus na
agwedaniggid, Dasimar e ibe susa dagnoniggi. Abu e
yala, e nega, e ibmar sabed, Dasimarse
gwagnonisunna.
Emisgi be an dagmalo!
Abu, abga Dasise urwedgi gordabbi:
Todos los Dasi en hilera invadieron la propiedad de
la familia Abu.
Pasaron algunos días, para los Abu terminó la fiesta.
Felices volvieron a su tierra. ¡Ah, ah, ah, se reían
recordando los chistes que habían escuchado en la
gran fiesta! Y de pronto… el más pequeño de los
Abu gritó haber visto algo extraño y precisó:
— ¡Papá, papá… allá, en nuestra casa, hay mucha
gente! ¡Todos están de rojo como el señor que
cuida la casa!
El territorio de la familia Abu había sido ocupado.
Todos los arrecifes que los Abu, habían protegido y
conservado por muchos años, habían pasado a ser
propiedad de los Dasi.
El papá Abu se alzó con su aleta tiesa y afirmó:
¡Ahora, me va a ver!
Se acercó a Dasi y con voz hueca, reclamó:
¡Señor Dasi, ya hemos llegado! ¡Saca todos los
aperos que has amontonado aquí! ¡Venimos muy
cansados de la fiesta y queremos dormir!
¡No, amigo Abu, –respondió Dasi–, antes de irte
para la fiesta, tú me regalaste este amplio
territorio, y ya no es tuyo! ¡Busca otro sitio para
tu gente!
34
¡Dasi, bad anmar nonisoggu! ¡Bela be ibmar be
wemalo! ¡Anmar gabsoggar na geggus
nonimarsoggu!
Degsuli, ai Abu, –Dasi, Abu abin soge–, be ibase
nae soggargu, bela be yar be anga ugsa nade…,
we ibmar bar be gadsuli! ¡Emisgi, na be neg baid
amimodeen!
Na yeer ulusmala, sunna sarsosalesarsosale na
meddemala… geb ai Abu, gege neg bar aggolo
iddoargu, e mimmigan bulagwa e neg medde
daglearsunna.
Ai Abu neg binid amie dagleali, e mimmiganga
aggwadin binigan amiali. E burwigan, muddigidba
boardae, wile iddobugdae demar gaggaganba.
Abu mimmigan, ebbinne na aggwadingi dodosmalad
geg ie guali, na e nabba medde armalad iesuli.
Geb, Abu masmala, Dasi burwigana sarsogedgi
sunmaggarmala. Dasi mimmigan isdar dagleali. Gi
dodoleali.
Entre los dos se lanzaron palabritas y palabrotas... y
el señor Abu vio que ya no podía hacer nada, y se vio
presionado abandonar su territorio.
Así, la familia Abu empezó a buscar nuevos arrecifes,
nuevas tierras para su gente. Los más pequeños se
recostaban muy tristes entre las algas y lloraban.
Los hijos de Abu recordaban mucho los arrecifes que
habían abandonado, su tierra. Pensaban en su
antigua patria y no dormían tranquilos.
Y... empezaron a lastimar a los niños Dasi; los
roturaban, hasta a veces, los eliminaban.
¡Aquí va otro, chas, chas, chas!, –le sacaban los
ojos a puro aletazos.
¡Mira, ahí viene un niño de los ladrones! ¡Plas,
plas, plas, plas!, –decían los Abu y lo mataban.
Los Dasi empezaron a notar que su gente menuda
desaparecía. Que sus niños salían a pasear y no
regresaban más.
Entonces…
35
¡Be dagge, addursamalad e goe daniggid! ¡Das,
das, das, das!, –Abu masmala, Dasi e doddogan
gadamala, geb sarsodamala, imbagi doggusda-
mala.
¡Baid daniba, dag, dag, dag, dag!
Ai Dasimar daggali e burwigan yoggumai. E
mimmigan galimbaba naogu, bar nonisurdae.
Geb…
¡Ablis iddomaloye!, –Dasimar godde.
¡Ablis na daggemarye!, –ai Abumar abin imagde.
Geb bila dummad nodsunna. ¡Dag, dag, dag, bum,
bum, bum, arrr, arrr, arrr! Ablis yeer ariosa, yeer
uamar burgwisa. Dasi nagnoniggi. Dasimar, esa
nugar darbogid ebusmala, Abumar sulidi. Dasimar
sigu sunsogmalad ebusmala, Abumar sulidi. Aaga,
anmar daggar dae, Abumar mor yaragwa,
wilegediyobi demar gaggaba gudii. Demar gaggaba,
gaya maamaa digwar emanana dae.
¡Guerra!, –gritaron los Dasi.
¡Guerra!, –respondieron los Abu.
Y empezó el ataque y el contraataque. ¡Tac, tac, tac,
tac, pum, pum, pum, pum, chus, chus, chus, chus!
Hubo mucha sangre, muchos heridos y muertos. Y…
vencieron los Dasi. Los Dasi utilizaron cuchillos de
doble filo que no los tenían los Abu. Los
Dasi utilizaron flechas untadas con venenos atroces,
que no las tenían los Abu.
Por eso, los Abu vagan muy tristes; abren sus bocas
y viven de algas muertas que abundan cerca de las
costas.
36
MOLI NIA EBO | EL TAPIR Y EL DEMONIO
37
Ibagwengi, Nia, sabburba e sordamar sesa. Yeer ga
arbasmala, geb Nia, Moli e nainu na egadga imag
noniggi.
Sorbali, ibagan wis nadedigine, ai Moli na e nainuse
nonimoga, bad Nia, e nainugi arbas dagnoniggi. Ai
Moli, sabossuli e aimarse goled, wis ebendagmalaga;
dulemar yabba Moli bendaggedbii, e aimar yabba ga
naedbii.
Moli, Niase abbarmaggwis guali, gannar na e nainu
suega. ¡Gwen bayossuli!
Deg gunaidgine, ibagwengine wagdaradba,
massibibbi wargwen dagleali. Massidoddo buled
daglenoniggi; massibibbi birganbe sergue.
Babdummad, massibibbiba nue gudii daglesunna.
Aa massigwa ai Molise gornoniggi:
¡Ai, mer buggibbinsao, an na be bendaggo,
gannar Niagi nainu suedse imagmalo! ¡Bega an na
dagmogargebe!
Ibagan wis nadebar iddoleye. Massibibbi, Nia negse
walamagdabbi, Moliga nainu egised. Nia, massibibbi
e abin gwissi daggargu ga alliali, agga gi dodode:
¡Be, ai Moliga an nainu ugbi be an abeger, be
anbo urwergebdo, ar doa naggoe, aadi nainu
suodo!
Un día el señor Nia salió a trabajar en el campo,
ayudado por un grupo de amigos, limpió una parcela
de terreno sin preguntar de quién era, y se apropió
de ella.
Después de varios días, llegó el señor Tapir, dueño
de la parcela que Nia había limpiado. El Tapir pidió
ayuda a sus amigos para recuperar su parcela, pero
nadie se presentó a ayudarlo. Ningún amigo suyo
quiso darle la mano. Todos los intentos de convencer
a Nia para que le devolviera la tierra, fueron inútiles.
Una mañana, llegó un niño a la comarca. El niño
tenía unos diez años, era muy listo y osado.
Babdummad siempre estaba con él.
El niño llegó a la casa del amigo Tapir y le dijo:
¡Te voy a ayudar a recuperar tu parcela, no te
preocupes, confía en mí!
Días después, el niño se encaminó a la casa de Nia
para persuadirlo a que devolviera el terreno a su
verdadero dueño. Nia, viendo al niño tan pequeño y
tan frágil, se envalentonó y dijo al chiquillo:
¡Si tú quieres que yo devuelva el terreno a Tapir,
tendrás, tú, que pelear conmigo; el que gane se
queda con la parcela!
38
Degiirdi ilagwenye, massibibbi Nia abinimagsa. Geb
massibibbi, Niaga igar mesiarsunna, dubgi dodoged.
Dubsuid ebibbiedgi na bengumaloye, massibibbi
Niaga soggali. ¡Dule burbule ebibbioed naggoye!
Nia, massibibbigi dodonasoggu, surye ga sogsasuli,
na ilagwenmaloye ga soge.
Massibibbi, ai Molise gannar arbarsunna, geb ga
bela sogsa Niabo igar mesisad.
Massibibbi, urdub suid amissunna. Ai Moli garibed
edidsa urdubgi, geb duggu baidgi Nia gwisgusmoga
yar daggasig.
Nia, massibibbigi dodonagusa, gi allenagusa, dule
bibbigwa ebo dubgi bengusoggalidba.
Geb na se wigodmarsunna, dub ebiega. Ai Moli,
massibibbi ebo, yar dagsig dub ebibbinagusa. Na
wagar dagsur ebibbina guarmala. Nia, dub ise ebiar
imagde, na e gangued bela gi yosa, suurmagnagusa,
massibibbi gwen duddusuli, geg ebibbilege. Beedse
gusadgi, Nia gegguali, duba ise gassimaggar
masoggu, massibibbi es amisa, geb dub, ¡didsig!,
soged... Nia balimellede, babbarmagde gulluyaase.
Nia babbarmagma gude,… bar gwisgussuli. Wegii ai
Moli na gannar e nainu sunoniggi.
El niño, muy inteligentemente, aceptó el reto y
propuso a Nia, jalar una cuerda larga y fuerte, y el
que tiraba con más fuerza ganaría. Nia aceptó la
propuesta del niño y carcajeó.
El niño se presentó a su amigo Tapir y le explicó su
plan.
El niño amarró a un extremo de la cuerda el pesado
y corpulento Tapir, y al otro extremo de la cuerda se
puso Nia, que se encontraba detrás de una colina.
Nia se mofaba del niño, se reía de él que se había
atrevido a retarlo a jugar con una cuerda.
A una señal, los dos comenzaron a tirar la cuerda
desde un extremo a otro, el niño de un lado de la
colina y Nia del otro lado. Nia tiraba y jalaba, tiraba
y jalaba, ponía toda su fuerza en la cuerda. Nia
sudaba y sudaba y el niño no cedía detrás de la
colina. Cuando la cuerda estaba muy tensa, y el Nia
extenuado de tanto jalar, el niño cortó la cuerda. Nia
rodó cuesta abajo, rodó y rodó hasta el fondo del
abismo y ya no pudo subir. Así, el amigo Tapir
recuperó su propiedad.
39
DADA NUSA EBO | EL SOL Y EL RATÓN
40
Ai Nusa, ome niggubi guali, yaagwa nued dagsa
gudiigine. Nusa, Dada negibonaidse godde nabir
ome niggued igar ega daggega.
Nusa, Dadga, soge:
¡An ome niggubie, wis be anga igar ugdeen!
¡Wegi an dummadsuli, geg an bega we igar ugge!,
–Dad, Nusa abin imagsa–, dule wargwen bur
anba dummadi bega we igar uggergebe, –Dad,
Nusaga sognaguali.
¿Ar doasunna, dule beba bur dummadde? –Nusa,
Dadse egiddesunna.
¡Ai Nii, aa anba bur dummadi!
Geb, ai Nusa Niise abbarmagdebali, ga soge:
¡Ai Nii, an ome niggubie!
¡Wesig, na geg be bendagge, an gangued anba
bibbigwa, dule wargwen anba bur dummadse be
egiser gebe! –Nii sogmoga ai Nusa sulibinsa
iddogusadga–.
Geb Nusa se egissa:
¿Ar doasunna dule beba bur dummad?
Nii, Nusa abinsaali:
¡Mogir! Ar Mogir angi nasale, bar an wagar
dagledasulid. Geb ai Nusa sadebali Mogir amied.
El señor Ratón quiso casarse con una bella joven. El
señor Ratón, creyendo que el abuelo Sol era la
máxima autoridad, se le acercó a pedirle la venia
para el casamiento.
¡Me quiero casar! –dijo el señor Ratón al abuelo
Sol–, y necesito que me des tu venia para hacerlo.
¡No tengo autoridad para darte el beneplácito
para eso! –respondió el abuelo Sol al señor
Ratón–; hay alguien más poderoso que yo, –
terminó diciendo el anciano Sol.
¿Quién es esa autoridad? –Preguntó, un poco
nervioso, el señor Ratón.
¡La que tiene más autoridad que yo es la señora
Luna! –reconoció el anciano Sol.
El señor Ratón corrió a la señora Luna, y le dijo:
¡Señora Luna, me quiero casar!
¡No puedo ayudarte, no tengo suficiente fuerza
para eso, hay alguien que tiene más poder que yo,
lo debes pedir a él! –dijo la señora Luna al
desesperado señor Ratón.
Y el señor Ratón preguntó:
¿Quién tiene más fuerza que tú?
La señora Luna respondió:
41
Mogirnegse gwissigudabbali. Gannar se egiddebali,
ga wis igar ugged ome nigguedsig. Mogir ga
sunmaggali:
Bega nabir we igar uglegegala, dule anba bur
yeer ganguedse be egisergebe, andi geg na bega
ugge. Dule wargwen anba bur dummad gudii, ai
Burwa. Aa an ebibbiddae geb diggasur an
barmiddae.
Nusa, sadebali ai Burwa amied, ga nabir ome
niggued igar uggega.
¡An ome niggubie, –ai Nusa sogdabbali Burwaga–
dule dummad anga igar ugbi an abege! Burwa, ga
ise binnamaggale sunmaggali:
¡An dule dummadsuli, dule bur angi obinedse be
naergebe! Ai Negued angi bur obinedi. Ar
Negued neg dagsurdibe gege ibmar an onanae,
geg an ibmar ebibbie!
Ai Nusa, Neguedse barmilesbarsunna.
Bar iddosuli abbarmagdebali Neguedse igar egised.
Neguedi, Nusaga weg soggarmoga:
¡An dule dummadsuli, geg an bega ome niggued
igar dagge! Dule anba bur dummad bega
uggergebe. We dule, Diiwiedi. Ar an ibmar uere
saardibe, Diiwied noniggogu an nolomagge
¡La señora Nube, porque, cuando ella me cubre
palidece mi cara!
Entonces el amigo Ratón corrió a visitar a la señora
Nube. El amigo Ratón llegó a la casa de la señora
Nube. Una vez más, solicitó la autorización para
casarse. Señora Nube contestó al señor Ratón:
No tengo poder para autorizarte el casamiento.
Hay otro mucho más fuerte que yo, y es el señor
Viento. Éste con su fuerza me empuja y me
arrastra lejos.
El señor Ratón no se hizo esperar, corrió a
entrevistarse con el señor Viento.
¡Quiero casarme, –dijo el señor Ratón al señor
Viento– y necesito tu autorización para hacerlo!
El anciano Viento le susurró suavemente:
¡Yo no tengo tanta autoridad para autorizarte,
porque hay otro mucho más importante que yo, y
es el señor Calor! Sin él yo no puedo soplar ni
empujar a nadie.
El señor Viento envió al señor Ratón a encararse con
el anciano Calor. El señor Ratón corrió a ver al
anciano Calor.
El viejo Calor le manifestó:
42
Nusa bali ogannosbali abbarmagged ai Diiwied e
negse.
Diiwied, ai Nusaga binalee sunmaggali:
We nabbagi an dule dummadsuli. Nuegwa be
ebinsao, bela we nabneggi ibmar buggwa be
daggedi, Baba Nanbo obinyedi. ¡We dummagana,
anmar dagmaidse, be egiser gebe!
Ai Nusa, geg niba naggwe guali, we nabbaneggi,
ome sadde melledsunna.
¡No soy tan importante para autorizarte el
casamiento, la que le puede permitir es la señora
Agua de lluvia! Cuando empiezo a trabajar, llega
ella, me sofoca, y me deja debilitado.
El señor Ratón volvió a correr, y esta vez, a la casa
de la señora Agua de lluvia.
La abuela Agua de lluvia, con calma y muy apacible
habló al señor Ratón:
¡No soy la más importante en esta madre tierra!
Recuerda que todos hemos sido creados por Baba
y Nana. A ellos, debes recurrir.
El ratón no pudiendo subir al cielo, no pudo casarse.
43
.
ARI US EBO |LA IGUANA Y EL ÑEQUE
44
Dagleargu, ai Ari ai Us ebo aya nuegana. Ai Usu e ai
Ari guggingi na seed yeer iddodae. Ari, Us guggingi
mai obinmagma dae, e ai arbanair.
Ai Ari e negse modabdibe, e omega soggar dae,
dummad arbasa, nue geggusa sabburba gudii daniye.
Degibi, ai Ari e omega gornoni dae.
Ibagwengine, waggudaradba, Ari, Us negse
warmagsasuli, na wargwen sabburba gaamagde.
Sedoguargu, Usu na e ai Ari amiali, e negse nae
dagleali. Ari e neggi sadde.
Geb e omese egiddesunna:
¿Bia, an ai Ari…, emi gwen an dagsasurdole?
¡Wagdar, an neggi, an edarbisana! ¡Gwen arbisuli,
ar we massi nue abeledamoga, an guggingi mai
an sedidaed, an arbanair anga obinmagma
dasoggu! ¡Nue ebinsale dasundo!
Ari e ome, Us iddosgu, gwen allesurguali. Ar e sui
negse noniggir, geggus nonidaed, yeer nainugi arbas
daniye, ga sognonidasoggu.
Neg muddiggusa Ari negse nonigu e ome ga
binnabinnasuli:
El señor Iguana y el señor Ñeque eran grandes e
íntimos amigos. Al señor Ñeque le encantaba cargar
en su lomo, a su amigo Iguana, que pasaba mucho
tiempo trepado, mientras el amigo Ñeque
deshierbaba la finca. De regreso a su casa, el señor
Iguana decía a su esposa que había estado, todo el
día, trabajando en la parcela, que venía muy cansado.
Así, día tras día.
Pero un día, Iguana no apareció en la casa de su
amigo Ñeque y fue a dar sus vueltas solo. Cuando
despuntó la tarde, el buen amigo Ñeque, al regresar
del bosque y extrañado por la ausencia de su amigo,
lo fue a buscar. Iguana no se encontraba en casa. Usu
preguntó a su esposa:
¿Dónde está mi amigo, que no lo he visto hoy?
¡Lo extraño, porque le gusta estar en mi hombro
todo el día, mientras limpio la parcela! ¡Como mi
amigo es un buen conversador, hoy me hizo
mucha falta en el trabajo!
La señora de Iguana se sorprendió mucho al
escuchar a Ñeque, ya que su esposo siempre que
regresaba a casa, llegaba muy fatigado por el duro
45
¡Gaggansili,… wiegala! ¿Ar be geggus
nonidasursi, be nainugi arbanai? ¡Aaa… Us
guggingi mai be yegusdae!
Ai Ari uludmoga, Usu yogsaar e ogaggansadiye, e
omega soge.
Anse emisgi Us bela…:
¡Emisgi Us an dagmogoe, angi yogsaar
sunmagdiid, –ai Ari e omega sogde– ega an
sogoe, mer angi gag-
gansaye!
Ai Ari, ai Usga gwen
sogsasurgusa, ar innig-
gigwadba ibmar sogsa-
soggu.
trabajo del día en el bosque.
Luego, llegó el señor Iguana a su casa y su señora le
gritó:
¡Mentiroso,… flojo! ¿Qué pasó con tu duro
trabajo en el campo? ¿Todo el día trabajando…?
¡Sí, pero… en el hombro del señor Ñeque!
Sorprendido el señor Iguana empezó a negarlo todo:
¡Me va a ver este mentiroso Ñeque!, –dijo– voy a
reclamarle los embustes.
No pudo reclamar nada a su
amigo, porque era verdad
todo lo que había dicho
Ñeque.
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ASSU DAIN EBO | EL JAGUAR Y EL CAIMÁN
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Dadgan, masgunned suli amiardibe, sabburba
naddamala. Weg godde banguddamala:
¡Mas sunamargwelo, iddagga namalo,
gwaegwaegsaar!
Geb, bolego bangudmaloe, bela sigu annigannig.
Ibagwengi, dad wargwen, igareede sabburba,
yoggussunna. Siggwas nadedigine, ibmar binnasur
gole iddoali, negobandur emar gole. Sabbi
imbaganba dain dummad egi melledani daggali.
Dada, ibmar dummad dagsagu, na bar iddodsuli,
negoede. Dain, dad ebibbide, geb sabbi dummad
walig mesdabbi, geb diise argwaddebali.
Dad gannar negwisgusgu, binnasurguali, sabbigi
yog naggwale. Dain, gannar dadse nonigu bad dad
sabbi duggugi sii. Dain, dada sabbi duggugi sii
dagsagu, e bunnugi sabbi bibyonagusa, dad
egwanega. Doggus e bunnu gornasoggu, assubarbad
waligsaar gudimogad bad iddosbinne, dainse
melleali.
Dain, assubarbad abin gwayide, burgwisayob ise
boomaggar megisa.
Assu, dain ise bogimaggar mai dagsagu,
egemagnagusa odaggega; geb e asu duggugi ebusgu,
dain wegiwegisur guali, geb assuse ebibbilede yarba.
Cuando los abuelos no tenían qué comer, salían al
bosque diciendo:
¡Vamos a recoger la presa por aquí cerca y
rapidito! Cargaban sus flechas y arcos, y salían
tempranito.
Un día, un abuelo, se desvió de camino y se extravió
en la selva.
Un rato después, escuchó un fuerte gruñido,
parecido a un temblor de tierra. Detrás de unos
arbustos vio salir un enorme caimán. De impacto se
desmayó el abuelo. El caimán, tomando al abuelo
entre sus fauces, lo llevó lejos, y lo dejo al pie de un
árbol alto, y se tiró al agua.
Pasado un tiempo, el anciano volvió en sí, y para
esconderse del animal se trepó al árbol. El caimán
volvió por su presa, pero no la encontró. El animal
levantó la cabeza y vio al viejo en la copa del árbol.
Entonces, con su enorme y poderosa cola empezó a
sacudir el tronco del árbol para hacer caer al abuelo.
El fuerte ruido, que hacía el caimán con la cola, llamó
la atención de un jaguar que giraba cerca del árbol.
El caimán asustado por la presencia del jaguar se
quedó quieto, haciéndose el muerto. El jaguar,
extrañado por la quietud del caimán, lo sacudió
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Aagine, ber neg oimaggar iddolearsoggu, dad wagan
nonimarmosunna sabbinagase.
Geb na dad odesmala, gannar neggweburse sesmala.
Aa sorbali, ner wargwen neggweburgi neg dagmaid,
dula oisoali, weg ga sogdesunna: Gigburwa gole be
iddomardibe, melle diggasur bangumalo, sunna dule
aa ibagangi sabburba yoggue, sunna boni dummagan
amilebarye.
vigorosamente para ver si estaba muerto o dormido;
al tocarle su orificio nasal el caimán se retorció, y el
jaguar, dándole un zarpazo, lo arrastró a una colina.
Mientras tanto, movido por el barullo, llegaron los
nietos del viejo que habían salido en busca de su
abuelo, lo bajaron del árbol y lo condujeron de vuelta
a la aldea. Entonces, el nele del pueblo informó a la
gente que mientras soplaba el viento del sur no
debían salir de la aldea porque era muy fácil perderse
o ser víctima de graves enfermedades.
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AI ISGAR | LA IGUANITA
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Ibagwengi, neggwebur gwagwengi, dambed
dummad neg dagsa. Neg sidsid nagunoniggi. Dii,
aggwanburwi baddeyobi, winagude. Soo sadde, ber
aggidde. Dadgan, biba geg ue guali. Soo
amilenagusa, neg ue saega, neg mee imaggega,
dambed osulogega.
Dadgan muuganbo igar balamiarmala:
¿Bia anmar soo amioe? ¿Doa anmarga soo
sedagoe?
Igar baidgi bar sunmaglessuli. ¡Unnila soo
amiedginbi!
Bela ibdulagan gudiid abargi ai wargwen bur
yeerdaed gudii dagleali: ai aribibbi, Isgar. Dadgan,
onmaggednegse Isgarse godsa. Ai Isgarga weg
sogmala:
¡Gwenadye, anmar bendagbi an be abemarye!
¡Yeer bani abbarmagsoggu, bunnu suid be
sediidba, nabir soo sedago anmar be daggedba,
emi na bese gorbugsunna!
Ai Isgar, onmaggedneggi, soladuggin sigisa,
deginigwen mag neg daggedgi, surye gwen
sogsasuli. Bar edarbissuli, ise dubale, binnabinnasur
abbarmagde. Dambed dummad naidba diwar selelle
mamaid birgi, sabbimar aglamamaid birgi;
En aquella ocasión, en una aldea, cayó mucho frío.
Todo se puso oscuro y frío. Cayó agua helada y dura
como cascajo.
Todo se apagó. ¡No hubo fuego! Los ancianos y las
ancianas no podían fumar la pipa. Y, no había fuego
para calentarse.
¿De dónde vamos a sacar el fuego? ¿Quién nos va
a traer el fuego? –se preguntaban los abuelos,
frotándose las manos.
No había otro camino. ¡Habría que buscar el fuego!
De todos los animalitos de la región, había uno muy
avispado. Era la pequeña Isgar, la iguanita.
¡Tú nos vas a ayudar, tú nos conseguirás el
fuego!, –le dijo la gente reunida en la casa grande
de la comunidad–. ¡Tú corres mucho y tienes la
colita larga para cargar el fuego!
Isgar, la iguanita, inclinó la cabecita, entendió la
gravedad de la situación, y se alistó para correr. No
esperó más y empezó a correr. La iguanita corrió,
corrió y corrió. Ella cruzó charcos, ríos y árboles
caídos que estaban endurecidos. Cruzó montañas
peladas. Corrió entre orugas y arrieras que
temblaban de frío.
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yarmulluganba; nusdulagan, iglidulagan dambedba
sulibinsa iddobuggwad birgi… abbarmagmagude.
Wegii bar iddosur abbarmagmaidgi, negdinase nabir
modabbi. Ai Isgar, dambedba, na e abgan bar
iddosurguali, bela mali burgwar iddode. Geb, ise
binnamaggar nadsunna; nabir dule bibbigwadmo-
soggu, maswar e ugga imbaba megdabbi. Ise
naggulegar miamagma gude, geb aagi…ai Isgar,
ibya aurmag iddoali.
¿Ibu an ibya yabba dogsadibe? –na soggali.
Soo waliggussoggu, waa, Isgar ibyase mosa. Geb
Isgar neg ogwasbali, abbarmagdebali, maswar e
ugga imbaba, duggunonibali. Aagi mai, waa
bubburmagsii daggali.
¿Bia waa daniggi? ¡Aaa…, wesig ibmar dummadi
nabbagi bisurema an dagged! ¿Ibudibe?
Ibmar dummad bisuremaid gwen dulalesuli; ise
bogimaggar mai. Isgar, ise daggar megisbarsunna.
Aaa…
Ai Isgar gwisgusa, ise gwilale godde:
¡Assubarbad, assubarbad! ¡Aa soo edarbemai!
Assubarbad soo edarbedi. Assubarbad dummadi soo
diggarba gabmai, igi assu buru birgi, soo diggarba
madae.
Así corriendo y corriendo llegó a un sitio un poco
seco.
Isgar, la iguanita tenía el cuerpo tieso de frío. Casi,
casi no podía moverse. Ella se arrastró lentamente y
se asomó entre el pellejo de una planta de plátano.
Miró, miró y miró por todas partes, y de pronto…,
parpadeó. Algo se le había metido en el ojo.
¡Qué raro, cómo pica!, –caviló.
Era una bolita de humo que se le había metido en el
ojo.
Ella siguió corriendo entre las hojas secas de
plátano, y volvió a esconderse entre los pellejos
secos. Desde ahí miraba y miraba la salida de humo.
¿De dónde viene el humo? ¡Ah…, por ahí se ve
algo enorme tirado por el suelo! ¿Qué será esa
cosa tan grande? –se preguntaba Isgar, la
iguanita.
La cosa grande no se movía. La cosa grande estaba
quieta.
Isgar volvía a mirarla, la miraba y la miraba. Y...
¡Ah, es un jaguar! ¡Y está cuidando el fuego! –dijo
la iguanita dando saltos.
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Isgar, assubarbad abin gwayide. Ise idsomaggar
goddesunna:
¡Emisgi be an dagsunno!
Geb ise binnamaggar sabbi anagangi obagde.
Assubarbaddi, unnila e bunnugi guggur ogwayemai,
ise gabar asugormai. Isgar, soose warmagdabbi. Geb
na e bunnu onaggwisa, soo daarmagsiidgi yosa. E
bunnu gunmagdegu, belabela nunmagged iddoali, ise
boale na bunnu ogunmagna guali. Geb e bunnu nue
gasa daggu, bali gwissigussuli, assubarbad birgi, ise
idsomaggar melleali. E igar alidba gannar arbali, ise
dubardubar. Ar e bunnu nunmagger iddobar-soggu,
bali ogannosa abbarmagma guarsunna.
Neggweburse modabbi, dula
dambedba bobugwadse. Geb
dadgan gannar soo nigguno-
niggi, gannar neg nugude, ai
Isgar e nuggad.
El jaguar era el fogonero. Un grandísimo jaguar
dormía junto al fuego. El jaguar parecía un perro
cerca de la hoguera de la choza. Isgar, la iguanita
reflexionó un poquito. Pero…
¡Allá voy! –se confortó a sí misma, y dio una
voltereta.
El animalito brincó. Caminó poquito a poquito entre
ramajes. El jaguar seguía espantando moscas con la
cola y roncaba. Isgar llegó cerca del fuego, levantó
su colita y la puso sobre la flama. Su colita ardía y
ardía. La amiguita Isgar se mordía los labios. ¡Cómo
dolía! Y, cuando vio que su colita ya estaba rojita, dio
una sacudida al jaguar y corrió. Tomó de nuevo el
camino recorrido. Corría más
rápido que antes porque,
además, le ardía la colita. El
pueblo la esperaba. Así, todos
se calentaron. Todo floreció de
nuevo.
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AI SULU YARMORO EBO | EL MONO Y EL MORROCOYO
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Ibagwengi, ai Sulu, yarmoro abinguali. Diggasurgus
na dagsa gudimarsoggu, binnasur guarmala.
Ai Sulu na ai Yarmorose godde:
¡Naa, ai degidde, bede nuedgine!
¡An nuedgine, ai! –Ai Yarmoro abin imagsa.
Ai nuegansoggu, na argan gasmala, geb ai Sur e ai
Yarmoroga soge:
¡Oibosar, anse wis be mas iddonao!
Neg oibosgu, ai Yarmoro mor ogwasa, geb na
mimmigan bulagwa ai Sur negse nadsunna.
Mas gunnasoggalid na wismarsoggu, mas gudsasuli
bangudmala ai Sur negse.
Ai Yarmoro mimmigan bulagwa, ai Sur negse
modabbi.
Ai Sur, gusgu sabbi duggugi gabsoggu, Yarmoro ese
mosa daggu, sabbi duggugi sii se godde:
¡Melle magaba anbagumalo, yog dogarmalo an
negse! ¡Negyaba na mas iddomaloed!
Ai Yarmoro undar wilenagude, sabbi wargi
naggoeyob, gwermagna guali.
Un día, el amigo Sulu se encontró con Yarmoro. Como
hacía mucho tiempo que no se veían, el encuentro fue
de mucho regocijo.
¡Hola, mi viejo amigo!, ¿todo bien?, –saludó Sulu a
su amigo Yarmoro.
¡Todo bien, mi amigo!, –respondió Yarmoro.
Los dos amigos se dieron la mano, y Sulu convidó a
Yarmoro:
¡Amigo, mañana, te espero en mi casa para una
buena comida!
Al día siguiente, Yarmoro y sus pequeños se pusieron
los mejores vestidos y se dirigieron a la casa de Sulu.
Como sabían que iban a comer, antes de salir a la calle
no probaron bocado y se encaminaron a la casa del
amigo Sulu.
Como el amigo Sulu, siempre duerme en la copa del
árbol, cuando vio llegar a Yarmoro, le gritó desde la
rama:
¡Amigo, no te quedes afuera! ¡Entre, que le estoy
esperando para comer! Entonces, el amigo Yarmoro y
sus pequeños empezaron a tratar de subir a la copa del
árbol. Tantearon por un buen rato y no pudieron.
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Gwen naggwissurgusa, gwen mas iddossurbali. Na
geb, gannar mimmigan bulagwa, negse arbarsunna.
Dadgan aaga soge, sabbi walagan bela godiargodiar
be daggedi, ai Yarmoro imagsadye.
Intentaban de meter las pesuñas con fuerza, pero no
fue posible. Cuando vieron que era inalcanzable la
comida de Sulu, se volvieron con hambre a su casa.
Dicen los abuelos que, por eso, los tallos de los
árboles tienen surcos que son los arañazos del amigo
Yarmoro y sus hijos.
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GANNIR US EBO | EL GALLO Y EL ÑEQUE
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Ibagwengi, ai Usu, Gannir neg nagaba gudiigine, ai
Gannir nue imas gabsii daggali. Ai Usu, ise daggar
gwisgussunna, ai Gannir nono sadde sii. Geb ai Usu
miamaggali Gannir e nono amied, gwen amissuli e
negse nade. Igarba nadabgu, ai Us, geg iege ai
Gannir non sadde dagsad.
Bangine, ai Us nadbarsunna ai Gannir e negseba.
Geb e aigi, ise naggulegar gwisgusa, weg dagge, ai
Gannir e dudu nue gannosa, e wagar ber swilidiggi.
Ai Us, geb Gannirse egidde:
¿Ig be imagge, non suli gabega?
Ai Gannir, ai Usga weg soge:
¡Ai Usye, banebane, gabed wadsimosdibe an
omega an sogdae, anga nono sigye! Geb, an ome,
meddeyagi, diigi, an nono sidae. Aagala, an nono
swilidig be dagge, an dudu ginniles be dagbali.
¡Bedi, be nono enugsursoggu, gorosur daglege!
Neg mosgu, ai Us, e omega sogdemosunna:
¡An gabsoggalile, esgi be an nono siggo, geb be
anga diigi simogo! ¡Oibosar, ise enuggagwale,
gannar an nono na siega!
Geb gabed wadsimosgu, e ome esgi, e sui nono
sigsasunna.
Un día, Usu, paseando junto a la casa del amigo
Gannir, vio que su amigo Gannir dormía.
Usu no podía creer que su amigo Gannir durmiera
sin cabeza. Usu pasó un buen rato buscando la
cabeza de Gannir que roncaba, y no la encontró, así
llegó a su casa. Por el camino no podía olvidar ni
creer lo que había visto.
Al día siguiente, se dirigió, de nuevo, a la casa de
Gannir y observó fijamente a su amigo y vio que
tenía su cresta roja y brillante y la cabeza limpia.
Usu pregunto a Gannir:
¿Cómo haces tú, para dormir sin cabeza?
Entonces Gannir, con mucho aplomo, respondió a
Usu:
¡Amigo Usu, todas las noches, a la hora de
dormir, pido a mi señora que me corte la cabeza!
Mi señora, coloca mi cabeza en un tinajón con
agua. Por eso, tengo, siempre, la cabeza limpia y
la cresta brillante. ¡Como tú no lavas la cabeza,
por eso, la tienes sucia!
No tardó mucho, Usu, pidió también a su mujer:
¡Mujer, a la hora de dormir, me cortas la cabeza, y
la pones en un tinajón con agua! ¡Así, bien lavada,
me la colocaré de nuevo al día siguiente!
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Geb aagi, ai Us e ibagan bergussunna. Ai Us, buled
na san sadid, weyob yardaglesa.
Llegada la hora de dormir, su señora tomó el
machete y tronzó la cabeza de Usu. De inmediato
murió Usu. Usu que se burlaba de tanta gente, murió
así de fácil.
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DATOS
Las molas que sirven de ilustración al texto, han sido confeccionadas por:
1. Igarobandur us ebo | El jaguar y el ñeque 1: Pérez Yanira.
2. Dasi abu ebo | El pez candil y el pez loro: Marelia Hernández.
3. Moli nia ebo | El tapir y el demonio: Lii Beatriz Porras.
4. Dada nusa ebo | El sol y el ratón: Deliano Davis
5. Ari us ebo | La iguana y el ñeque: Adelina Méndez
6. Assu dain ebo | El jaguar y el caimán: Yanira Pérez
7. Ai Isgar | La iguanita: Diana Reuter
8. Gannir us ebo | El gallo y el ñeque: Sipu Reyes
9. Ai sulu yarmoro ebo| El mono y el morrocoyo: Lii Beatriz Porras.
Diseño general de molas: Lii Beatriz Porras