amor milagroso-mary heathcliff-eb · por un grupo de aficionadas a la novela ... pero lo que tenía...
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AMOR
MILAGROSO
Mary Heathcliff
© 2007 por MRC.
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Registro de derecho de autor: 10-162-172 Bogotá, Colombia.
Registro de Safe Creative: 1308205615883
ISBN: 9781476459714
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Edición y corrección: MRC ©
Fotografías de portada: http://www.photorack.net/ © sus propietarios.
Montaje y diseño de portada: MRC ©
Hasta hace menos de un año, Carolina Gámez de la Peña era una
joven alegre y dulce. Después del accidente que le quitó la vida a
su padre y que la dejó a ella en silla de ruedas, es una mujer
pesimista y amargada. Su invalidez le ha quitado todo, y aunque
los médicos le han dicho que tiene posibilidades de volver a
caminar, ella teme no conseguirlo, y más si su curación depende
de su propia mente.
Julián Maldonado, un psicólogo que ha ayudado a muchos
pacientes, no se ha curado a sí mismo de la culpa que le dejó el
haber asesinado accidentalmente a su mejor amigo. Su mentor le
asigna el difícil caso de Carolina. ¿Podrá ayudar a la bella joven
inválida a alejar la culpa que le impide caminar, cuando él mismo
no ha podido superar sus propios demonios?
En medio de terapias psicológicas nace un amor milagroso que
podrá redimirlos o vencerlos para siempre.
Nota: Esta historia es la número 4 de la Serie de la Peña, escrita
por un grupo de aficionadas a la novela romántica.
Árbol Genealógico de la Familia de la Peña
Año 2005
A todas mis buenas compañeras de letras quienes aportaron
para ser posible la Saga de la Peña. Es una de las experiencias
más bonitas que he vivido como escritora. Espero que se repita.
A todos quienes en algún momento han pensado que todo
está acabado y perdido. Siempre hay solución.
Dios los bendiga.
ÍNDICE
Capítulo 1 ...................................................................................... 8
Capítulo 2 .................................................................................... 13
Capítulo 3 .................................................................................... 16
Capítulo 4 .................................................................................... 25
Capítulo 5 .................................................................................... 31
Capítulo 6 .................................................................................... 36
Capítulo 7 .................................................................................... 44
Capítulo 8 .................................................................................... 49
Capítulo 9 .................................................................................... 56
Capítulo 10 .................................................................................. 67
Capítulo 11 .................................................................................. 73
Capítulo 12 .................................................................................. 81
Capítulo 13 .................................................................................. 90
Capítulo 14 ................................................................................ 101
Capítulo 15 ................................................................................ 114
Capítulo 16 ................................................................................ 126
Capítulo 17 ................................................................................ 135
Capítulo 18 ................................................................................ 147
Capítulo 19 ................................................................................ 157
Capítulo 20 ................................................................................ 171
Capítulo 21 ................................................................................ 189
Capítulo 22 ................................................................................ 203
Capítulo 23 ................................................................................ 217
Capítulo 24 ................................................................................ 226
Epílogo ...................................................................................... 238
Capítulo 1
—Toma ese atajo papá, llegaremos más rápido.
—¿Estás segura, Carito? ¿No crees que es un poco
peligroso?
—Claro que no —dijo la joven sonriendo y mirándose de
nuevo al espejo que traía en su mano—. He transitado esta vía
muchas veces, y te puedo asegurar que no es tan peligrosa como
dicen.
—No estoy convencido…
—Papá —dijo ella con tono lastimero—. ¿Acaso no quieres
llegar más rápido para ver a mamá?
Manuel sonrió a su hija y aceptó ir por donde ella le sugirió.
Padre e hija iban a la hacienda familiar donde los esperaba la
numerosa familia De La Peña. Allí planeaban pasar el largo fin de
semana como tantas veces lo hacían, claro, sin descuidar Dreams,
la enorme empresa en la que trabajaban casi todos los miembros
de la familia.
Carolina no había podido viajar el día anterior con su madre
y hermanas porque tuvo que rendir un examen extra en la
universidad. A sus veintidós años, estudiaba diseño textil y de
modas, quería seguir con la tradición familiar y transitar el mismo
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camino que había iniciado el abuelo.
Su padre, Manuel Gámez, había tenido que esperar una
llamada de los inversionistas japoneses, y tampoco había viajado.
De modo que ahora iban junto, y Carolina no quería perder ni uno
de los hermosos minutos que pasaba con su familia, así que lo
urgió por un atajo, el mismo que había tomado ella tantas veces.
Pero lo que tenía que haber sido un hermoso día, lleno de
amor familiar se convirtió en un día negro para los de la Peña.
El camino iba de bajada, y el auto comenzó a avanzar más
rápido de lo normal.
—Papá, no tan deprisa.
Pero no pudo decir nada más, porque el auto se salió de la
carretera volando por un precipicio de treinta metros.
Todo fue tan rápido y confuso, que Carolina solo gritó
mientras su padre la tomaba en brazos.
El impacto de la caída fue muy fuerte.
—Papá —dijo en un susurro mientras sentía correr sangre
por su rostro y una oscuridad que la quería envolver.
—Sh, linda —dijo su padre con debilidad—. Todo estará
bien, no te preocupes, nos rescatarán —dijo tratando de
tranquilizar a la hija que tenía en sus brazos.
Después vino el silencio, la oscuridad y la muerte.
* * * * *
—¡No! —gritó Carolina despertándose del mitad sueño, y
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mitad recuerdo. El sudor frió le empapaba la pijama y las
lágrimas le recorrían las mejillas.
De nuevo aquel sueño que le recordaba el modo en que ella
había provocado la muerte de su padre. Si no hubiera insistido en
ir por el atajo, ahora él estaría vivo.
Se acomodó en la cama y vio la silla de ruedas junto a ella. R
recordó el despertar después del accidente. De hecho había
despertado dos veces, y no sabía cuál de las dos había sido peor.
Cuando abrió los ojos la primera vez, vio a su abuelo. El
viejo con cara de Santa Claus le sonrió a medias.
—¿Cómo te sientes? —le había preguntado.
—Bien… eso creo —dijo ella aún con el cuerpo adolorido—
. Me duele el cuerpo. ¿Papá… cómo está él?
Miró a su abuelo que le tomó una mano y se la besó.
—¿Qué pasa? —había preguntado ella—. ¿Por qué no me
respondes, abuelo? ¿Está muy grave? Él me abrazó y dijo que
todo saldría bien.
Carolina levantó la vista y se fijó en su madre y sus
hermanas al otro extremo de la habitación, lo que más le llamó la
atención fue ver que tenían trajes negros y que lloraban
abrazadas, sin acercarse a ella.
—¿Qué pasa? —preguntó de nuevo—. ¿Por qué no me
responden? ¿Dónde está mi papá?
El sollozo ahogado de su madre y el beso que le dio en la
frente su abuelo fue lo que le dio la respuesta a Carolina sin
necesidad de decir las funestas palabras.
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—¡No! —gritó la chica mientras comenzaba a llorar con
desesperación—. ¡Papá! ¡Él no quería ir por allí, pero yo le
dije…! ¡Fue mi culpa! ¡No! ¡Papá!
Enseguida notó que una enfermera ponía algo al suero que la
alimentaba, y poco a poco se durmió.
Cuando despertó la segunda vez, estaba con Camila, su
hermana mayor, que además era doctora en ese mismo hospital.
—¿Cómo te sientes? —le preguntó ella, aún con los ojos
enrojecidos.
—Mal… —dijo Carolina—. Debería ser yo quien estuviera
muerta y no él.
—No digas eso, Caro… —dijo su hermana comenzando a
llorar.
—Es mi culpa. Yo lo maté.
—¡No repitas más eso! —dijo la otra—. Lo más importante
es que ahora te recuperes.
Carolina estaba incómoda en esa cama, así que trató de
moverse, pero algo la alarmó terriblemente.
—Camila… ¿qué me pasa? ¿Por qué no siento las piernas?
Camila agrandó los ojos.
—¿Qué quieres decir?
—Eso, que no siento las piernas, es como si no estuvieran
ahí…
Camila salió del cuarto. Minutos después llegó el doctor que
atendió su caso, revisó a la joven y en corto tiempo daban la
confirmación.
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—No sé qué sucede —había comenzado—. Cuando le
hicimos los otros análisis todo salió normal… por el momento, no
podrá caminar…
Carolina no escuchó nada más, solo lloró, porque sabía que
jamás volvería a caminar. Se lo merecía por haber matado a su
padre.
De eso ya hacía ocho meses. Ocho meses en los que día tras
día había querido morir y dejar este mundo sin luz. No había
vuelto a la universidad, ni había aceptado ninguna visita de
amigas o compañeras de clase. No había vuelto a salir con sus
primas o hermanas. No había vuelto a vivir como antes.
Ya no era la chica alegre y sonriente de siempre, la que hacía
bromas, la que reía y coqueteaba con los chicos. Esa Carolina,
había muerto en el accidente igual que su padre.
—Ya nada será como antes. Nunca.
Con ese pensamiento, en la oscura y fría habitación, Carolina
volvió a quedarse dormida.
Capítulo 2
“Conócete a ti mismo”
Julián volvía a leer las letras con desdén.
“Cúrate a ti mismo”
Pensó con ironía. Para nada le servía haber estudiado
psicología, si no podía curar las heridas del pasado.
Su padre le había aconsejado estudiar esa carrera. Pensó que
siendo psicólogo podría deshacerse de los fantasmas del pasado.
Ahora, después de varios años de ejercer, sentía que había
desperdiciado su vida, pues a pesar de que era un profesional
alabado por todos, él no se había curado a sí mismo.
Jamás habría pensado seguir esa carrera. Lo suyo habían
sido las emociones fuertes, los deportes, la aventura, el riesgo.
Nada como correr en su auto, nada como arrojarse en paracaídas,
nada como nadar desnudo en el mar…
Le había tomado amor a la psicología y era uno de los
mejores de su clase, sentía que no le servía de nada porque los
fantasmas aún estaban allí. Lo único que lo consolaba era que
podía ayudar a otras personas.
Miró su habitación casi oscura. Era de noche y seguía
leyendo y preguntándose por qué uno de sus mentores, el jefe de
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la sección de psicología del hospital quería verlo al día siguiente.
¿Sería por aquella confesión de no se sentía a gusto siendo
psicólogo?
—¿Por qué? Eras el mejor alumno y has ayudado a muchos
en el tiempo que llevas ejerciendo.
—No he podido ayudarme a mí.
T.L. Robles tomó un libro y se lo entregó.
—¿Sabes qué es eso?
—Sí, lo leí hace mucho.
—Léelo de nuevo.
Y ahora que Julián lo leía de nuevo, no le encontraba
sentido: “conócete a ti mismo”.
Pero se conocía… ¿cómo decía el Dr. T.L. Robles que no era
así?
Vivía con su padre, Francisco, y su hermana, Helena. Su
madre se había divorciado de su padre hacía más de quince años,
y jamás se había dignado en escribir si quiera unas letras.
Su novia, Michelle, era hermosa aunque no muy inteligente.
Pero ¿para qué quería un hombre una mujer inteligente? No,
Michelle era lo que él quería. Todos los hombres la admiraban a
ella y lo odiaban a él… pero se sentía bien. Tal vez algún día
pensara en casarse…
Lo único que empañaba su vida era el fantasma del recuerdo
lo que había hecho.
Hacía diez años, cuando estaba en el ejército prestando el
servicio a la patria, en una práctica de polígono su arma se había
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disparado por accidente. La bala entró en la cabeza de su mejor
amigo, que murió en el acto.
Varios años de terapia psicológica no le habían servido para
librarse de la culpa y los recuerdos. Lo peor era que nadie lo
había culpado, nadie lo odiaba por ello: los padres del chico
entendieron que era un accidente y lo perdonaron; su propio
padre le brindó apoyo y ayuda cuando se presentó el lío legal,
mientras se aclaraba todo; su hermana estuvo allí siempre
diciéndole que lo amaba y que siempre sería así.
Y había estudiado psicología para alejar los fantasmas, pero
los malditos parecían no querer irse.
Cerró el libro del golpe. No iba a leer más tonterías. Era
mejor dormir.
Se quitó la ropa y se acostó en la enorme cama aún
preguntándose para qué lo quería ver el doctor T.L Robles.