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"Algún día todo se andará;' Los movimientos étnicos en Charcas ( siglo XVII) Thierry Saignes "Esto de 'Todo se andará', es un quento que pasó en Potossi que es quando acotando a uno y dando/e el verdugo siempre a un lado pidió el acotado que no le diesen siempre alli en aquel lado, y el verdugo le respondió 'todo se andará'". la Paz, 5. VI.1613. Encuesta del corregidor, acerca del rumor de una sublevación general ind1'gena. (AGI Char· cas 19) El estudio de los levantamie ntos indígenas en el Perú se ha concentra- do en los períodos iniciales y finales de la colonización hispánica. La resisten- cia a la conquista europea culminó con el movimiento del Taqui-Ongo ( 1560- 1570) y se derrumbó con la caída del Estado neoinca. Mientras que el último medio siglo virreinal estuvo sacudido por verdaderas guerras indias ( 1780-83), revitalizadas durante las luchas civiles por la independencia ( 1809-1825 ). Du- rante el período intermedio , consecutivo a la reorganización toledana y ante- rior a la modernización borbónica, habría reinado una larga era de "pax colo- nial" . Esta visión se apoyaba hasta hace poco en la ausencia de testimonios No. 2, diciembre 1985 425

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"Algún día todo se andará;' Los movimientos étnicos en Charcas ( siglo XVII)

Thierry Saignes

"Esto de 'Todo se andará', es un quento que pasó en Potossi que es quando acotando a uno y dando/e el verdugo siempre a un lado pidió el acotado que no le diesen siempre alli en aquel lado, y el verdugo le respondió 'todo se andará'". la Paz, 5. VI.1613.

Encuesta del corregidor, acerca del rumor de una sublevación general ind1'gena. (AGI Char· cas 19)

El estudio de los levantamientos indígenas en el Perú se ha concentra­do en los períodos iniciales y finales de la colonización hispánica . La resisten­cia a la conquista europea culminó con el movimiento del Taqui-Ongo ( 1560-1570) y se derrumbó con la caída del Estado neoinca. Mientras que el último medio siglo virreinal estuvo sacudido por verdaderas guerras indias ( 1780-83), revitalizadas durante las luchas civiles por la independencia ( 1809-1825 ). Du­rante el período intermedio , consecutivo a la reorganización toledana y ante­rior a la modernización borbónica, habría reinado una larga era de "pax colo­nial" .

Esta visión se apoyaba hasta hace poco en la ausencia de testimonios

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escritos relativos a una violenta protesta andina contra el dominio hispánico durante el siglo XVII. Actualmente se han descubierto algunos movimientos locales. algo marginales, como las incursiones U rus de los años 1618, 163 2 y 1658, las rebeliones de Songo , en los Yungas de La Paz , y de los caciques de Lima en 1660, en contra de los abusos coloniales. Ignoramos si estos brotes aislados son los últimos resabios de la resistencia anterior o si más bien anun­cian nuevos tipos de lucha. Por debajo de estos estallidos de violencia, cabe preguntarse si el silencio de la documentación colonial no encubrió otras for­mas de agitación autóctona , menos espectaculares, menos ruidosas , pero que traducirían , sin embargo , la real permanencia de un rechazo, en este caso a la sujeción a los colonos europeos y criollos instalados en los Andes.

Algunos indicios atestiguan justamente que , durante el último cuarto del siglo XVI y el primero del siguiente , se gestaron en el sur andino (distrito de la Audiencia de Charcas) una serie de alianzas inter-étnicas y de conjura­ciones generales destinadas a poner fin a la propia existencia de los españoles. Estas conspiraciones abortaron antes de estallar o degeneraron en revueltas locales , fácilmente aplastadas. Sin embargo, por su contenido y por su im­pacto , abren nuevas perspectivas sobre el siglo XVII , reputado como la edad clásica de la colonización ibero-americana. En los Andes , este siglo se caracte­rizó por intensos cambios demográficos (crisis de mortandad y migraciones internas), por el auge de la economía minera y por la expansión de la hacien­da, cuyos efectos no han sido todavía plenamente evaluados( 1 ). Así, el análi­sis de los movimientos étnicos sufre una seria limitación por la ignorancia que se tiene aún en relación a un doble contexto histórico : el siglo XVII america­no y la sociedad sur-andina (entre Cusco y Tucumán).

A pesar de estas limitaciones, y a partir de algunos indicios escritos dispersos entre los repositorios bolivianos ( Archivo Nacional de Bolivia, Su­ere - en adelante ANB) y españoles (Archivo General de Indias, Sevilla - en adelante AGI), pretendo cuestionar la naturaleza de esta agitación andina. Revisando particularmente el sistema de alianzas, el papel de los líderes y sus capacidades de autonomía. quiero indagar las aspiraciones de los moradores sur-andinos un siglo después de Cajamarca.

l . las modalidades de la conquista en Charcas

Este espacio sur-andino, que corresponde al bloque aymara-parlante del altiplano central con sus dos vertientes externas, abarca tres sub-conjun­tos regionales alineados en largas franjas transversales entre el Pacífico y la Amazonía. Al norte, el Collao incluye tres "señoríos" (chiefdoms) o "rei­nos" (kingdoms) en la cuenca del Lago Titicaca (Colla , Lupaca, Pacasa), con sus colonias asentadas en los valles occidentales y orientales. En el centro , desde los cocales del Alto Mamoré hasta los oasis del litoral oceánico , la "confederación Charcas" asocia etnias prestigiosas (los Charcas , Cara caras , Quillacas, Carangas) o menos potentes (Yamparas. Chuis) . En el sur, entre el Chaco y el desierto de Atacama, se extiende una vasta zona fronteriza , cuyas

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poblaciones locales (Chichas, Lipes) , poco numerosas, sufren presiones por parte de los grupos vecinos (Chiriguanos, Diaguitas) .

Este vasto conjunto plurilingüístico y multiétnico ofrece distintos ni­veles de segmentación social, geográfica y simbólica (llamados ayllus), muy complejos y mal conocidos. Ignoramos también las modalidades de su inser­ción en el Tawantinsuyu (mezcla de sometimientos y de resistencia armada), indispensables para entender la actitud ulterior de los pueblos sur-andinos frente a la colonización española.

La hazaña de Cajamarca (1532), las expediciones a las tierras perifé­ricas del imperio y las guerras civiles del Perú, tan popularizadas por la histo­riografía tradicional, encubren realidades algo distintas en cuanto se llega al sur de Cusco, región conocida bajo su nombre inca de Collasuyo. Los ejérci­tos que bajo el mando de los hermanos Pizarro cruzan el Collao y Charcas en 1538, topan con una verdadera resistencia armada que los pone en dificulta­des (cerco de Cochabamba), aunque después de algunos combates logran im­poner su voluntad a los "señoríos étnicos" de Charcas. Los confines meridio­nales, entre Chaco, Tucumán y Atacama, permanecen, sin embargo, rebeldes, sufriendo incluso los contragolpes de la invasión chiriguana; hasta comienzos del siglo XVII, seguirán como auténticas "fronteras de guerra" .

Además, en medio de las luchas entre facciones españolas o entre facciones incas (Paullu vs. Manco), se interponen rivalidades in ter-étnicas , cuyo alcance, difícil de determinar todavía, es en todo caso de primera im­portancia.

Estas rivalidades parecen reactivar antiguas tensiones que oponían entre sí a las unidades políticas (en sus distintos niveles de segmentación : ayllus, "mitades" o sayas, markas o pueblos, señoríos), conflictos caracterís­ticos del Horizonte Intermedio Tardío (señoríos regionales entre Tiahuanaco y el Inca) que corresponden , según los cronistas, a la "edad de los guerreros". Estas tensiones se han inscrito en las peripecias de la conquista (se impone una nueva lectura de los cronistas en esa dirección) y han seguido también desarrollos autónomos.

Cuatro breves menciones ilustran estos aspectos. En 1538, los Lupa­cas, ayudados por los Incas rebeldes, atacan a sus vecinos Collas (hispanófi­los), continuando así una muy antigua hostilidad(2). Después del descabeza­miento Inca, ta_mbién los Caras y Canchis, vecinos del Cusco, estuvieron en guerra con los pueblos de la orilla oriental (Omasuyos) del Titicaca, con los Pacasa y con los Quiruas (habitantes de los valles de La Paz). Se ignoran los motivos, pero resalta la dimensión de la diferenciación étnica. Este conflicto plantea, además, el problema del destino de los mitimaes, miembros de estos grupos enemigos que cohabitan en los valles orientales del Collao (testimonio de don Pedro Condori, Huancané, 6. XII. 1583, ANB E 1611 ).

Otro enfrentamiento concierne a la propia unidad étnica, oponiendo las dos "mitades". La alusión es indirecta, pero significativa: el extracto de una contabilidad toledana recuerda la multa aplicada al corregidor de Hatun-

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colla por haber encabezado un ataque de los Collas "de arriba" (urcusuyu) en contra de los Collas orientales (umasuyu), signo de la vitalidad de las tensio­nes segmentarías medio siglo después de Cajamarca ("Cuentas de la Visita Ge.neral . . . " , 1575 , AGI, Contaduría 1785, f. l 72). Una última referencia evoca la hostilidad tradicional entre Charcas y Carangas (" ... fueron siempre continuos adversarios y de perpetuas guerras . .. " , D. de Mendoza , 1665 , p . 28) , revigorizada durante la organización toledana de la mita potosina. Así , los Charcas acusaron a los Carangas de haberse beneficiado de un trato (infe­rior número de trabajadores mineros , concesión de tierras en Cochabamba) más favorable (Memorial de Charcas, 1582).

Por consiguiente , es necesario constatar el resurgimiento de estas riva­lidades preincas que posiblemente fueran " congeladas" bajo la cobertura es­tatal del Tawantinsuyu. Ellas se reactualizan con los pactos acordados por ciertas etnías con los conquistadores españoles y luego con las autoridades reales (funcionarios de la Audiencia de Charcas , creada en 1561) y han cier­tamente influido sobre los cortes territoriales trazados por las nuevas institu­ciones : repartimientos, corregimientos, reducciones , capitanías de mita , pa­rroquias . Nos hacen falta , desgraciadamente , más detalles sobre estos enfren­tamientos, que parecen constituir la trama misma del juego segmentario en el sur andino . Aunque ignoramos su dinámica específica, que se puede rela­cionar seguramente con ciclos de unificación/fragmentación propios de la "dinámica tribal" analizada por J . Friedman, no podemos dudar , sin embar­go , que dicho juego interfirió en las luchas anticoloniales.

Las rivalidades ínter-étnicas condicionan tanto la capacidad de enta­blar y coordinar acciones propias como la posibilidad de expulsar a los in­trusos españoles . Por otra parte , con motivo de la triple medida toledana (" reducción" a pueblos de los autóctonos, monetarización del tributo , orga­nización de las mitas indígenas a favor de las minas , ciudades y haciendas), que busca debilitar el poder tanto de los encomenderos como de los " seño­res" étnicos (mallku en aymara, kuraka en quechua), los españoles creen ha­ber asentado definitivamente su dominio en los mismos Andes. Los movi­mientos étnicos que se dan inmediatamente después de esta reorganización del control colonial , obligan a desmentir semejante certidumbre , del mismo modo que un pretendido consenso entre los distintos protagonistas étnicos y sociales de los Andes hispánicos.

II. Conspiraciones étnicas: algunos casos de muestra ( 1580-1630)

Una información muy local, parca y elusiva, menciona los proyectos insurreccionales que afectan el área entre Cusco y Potosí.

Las fallas en la coordinación y las medidas de cautela españolas (en­cuestas, refuerzo de la vigilancia) bastaron en ese entonces para impedir a los conspiradores indígenas pasar a la acción. Pero cuatro proyectos subversivos bien avanzados ( uno acabó por estallar localmente) revelan , a pesar de su fra-

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caso , las aspiraciones de la sociedad andina. Dos se desarrollan en el sur de Charcas a fines del siglo XVL mientras los dos siguientes abarcan la cuenca del Collao. En todos estos casos se busca el apoyo de grupos exteriores al mundo andino ay mara parlante: chiriguanos , ingleses, chunchos.

1. Chuis y Chiriguanos El primer caso implica a una etnía local , los Chuis , originarios del

valle de Cochabamba, transferidos por Huayna Capac sobre la frontera orien­tal (contra los embates chiriguanos) y luego "reducidos" en el pueblo de Mizque. En 1575, eran 227 tributarios , 1403 personas en total. Un esclavo negro que pasó cuatro años de cautiverio entre los Chiriguanos del Guapay (estimados en 1200 guerreros , miembros de 7 a 8 grupos locales), relata unos años después los preparativos de una conjuración urdida entre estos dos gru­pos, anteriormente enemistados. Los Chuis proveen a los Chiriguanos de pól­vora, salitre , azufre, hachas , coronas y les informan de lo que pasa en el Perú.

Por dos veces y en vano, un millar de guerreros Chiriguanos vienen en secreto por el río Mizque con el fin de matar a los españoles y ayudar a los Chuis a fugarse. Ambos grupos se visitan mensualmente , "con el pretexto de rescatar loros y esclavos", proporcionados por los Chiriguanos contra los bie­nes enumerados antes , mientras la hija de un cacique chiriguano se casa con un cacique de Mizque . Se prepara un refugio más al norte, en la vertiente externa amazónica , pero tanto las vacilaciones surgidas entre los Cl:luis como algunas diferencias que se plantean al interior de los Chiriguanos demoran la ejecución del proyecto. El gobernador de Santa Cruz lo aplaza definitivamen­te al diezmar y dispersar a los Chiriguanos del Guapay el mismo año de 1585 (AG/ Patronato 235r 8). Se ignoran los motivos que impulsaron a los Chuis a alzarse y cuál fue el castigo que se les dio(3 ).

2. Potosi y los ingleses Es un cura quien descubrió casualmente la segunda conspiración . ha­

cia 1583 . Recorriendo su parroquia de Tacobamba (cercana a Potosí) , sor­prende en un campo raso una reunión de "indios armados" , en número supe­rior a los tres mil , destinada a preparar una sublevación general con la ayuda inglesa (" ... la causa porque se habian juntado era a tratar de al~arse con el · reyno y entregarle a los ingleses . .. "). Los corregidores de Arica y de Ataca­ma interceptan también mensajes enviados por "los indios de Pacaj es y de Potosí" a los navíos ingleses. Algunos caciques fueron convocados a La Plata y castigados, mientras la vigilancia del litoral fue reforzada (Probanza del Padre Diego de Tiezo , AGI, Charcas 87). La "infonnación de méritos" de otro cura en el puesto de Atacama señala que se contaminaron los pozos de agua para que "los dichos ingleses no se confederasen con los dichos indios" (prob . del Padre B. de Betansos , AGI, Charcas 143). Mucho más tarde, el cronista licenciado Pedro Ramírez del Aguila (ex cura de Tacobamba) confir­ma la existencia de las cartas enviadas por los caciques "a nuestros hermanos y amigos los señores Lutheranos" , representados en aquella época por el cor-

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sario Francis Drake (Noticias Políticas de Indias, 1639 ; Sucre , 1978: 133-134) .

La comparación entre estos dos primeros proyectos subversivos, ocu­rridos durante el mismo período, señala una fuerte diferencia de escala. Uno, localista , asocia a dos grupos marginales con un número limitado (algunos miles) de personas que se apoyan en una situación periférica, geográfica y po­líticamente, del tipo frontera-refugio; el otro abarca a gran parte de los mora­dores del Collao y de Charcas, quienes aprovechan sus viajes y encuentros en Potosí para preparar un levantamiento general apoyado en la intervención exterior de una de las tres mayores naciones de la época.

Los dos casos siguientes sintetizan esta doble modalidad : las conjuras tramadas por las autoridades étnicas de las altas tierras centrales cuentan con la intervención de los grupos marginales de la vertiente externa amazónica, como los Yungas y los Chunchos del Alto Beni.

3. El rumor de los valles ( 1613)

En marzo de 1613 llega a los españoles de La Paz el rumor de un alza­miento nativo previsto para el día de Corpus Christi. Múltiples testimonios proporcionados por viajeros indígenas, pastores , viajeros comerciantes , reve­lan el temor ante el peligro: "avia de aver guerra en toda la tierra".

Por ejemplo , una vecina de La Paz encuentra a un grupo de nativos dirigiéndose con un rebaño (alpacas, ovejas) hacia los valles cercanos. Reco­nociendo a uno de Tiahuanaco , le llama para comprarle una oveja. Este re­chaza arguyendo que quiere guardarla a fin de intercambiarla contra comida en los valles "hasta que se acaben las guerras" . Ante la sorpresa de la mujer, el grupo explica :

"Señora, estos nuestros curacas son grandes vellacos que nos quieren echar a perder a todos porque esta vamos quietos y ellos quieren ·gerra (sic) con los españoles y los curacas de caquiabire , machaca, tiaguana­co y viacha se han juntado y an tratado des ta gerra i ym biaron dos yndios a los chun·chos dandoles avizos della ... y querrian comenc;ar para la semana santa porque los dos yndios no an buelto de los chun­chos . .. y la an dexado para el dia de corpus y lo que le embiaron a dezir fue que los chunchos saliessen por los yungas y que los dichos curacas y su gente entrarian por la puna y todos a un tiempo en esta ciudad y matarian los españoles ... que avian de ajuntar para ello a quantos yndios pudiesen y que ellos no quisieren ayudarles les avian de matar ... ".

Hecha esta advertencia , el grupo se escapa a los valles, sin dar mayo­res detalles sobre los líderes de la subversión.

La encuesta revela otros casos de insubordinación y amenazas por parte de autóctonos empleados en La Paz . La sublevación debía estallar si­multáneamente en todas las ciudades del sur andino. Varios implicados (en particular en los valles de Larecaja) reciben reprimendas y , el día de Corpus

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Christi, una revista de armas termina por atemorizar a los alzados. El corre­gidor de La Paz ordena el silencio sobre todo este asunto (AGI, Charcas 19, 56 folios).

4. La revuelta de Songo Diez años después del rumor que agitó el área paceña, estalla en la

vertiente amazónica cercana una revuelta local. Conocemos algo de la situa­ción histórica de estos valles encajonados y cálidos, llamados yungas (como sus habitantes), cuyas faldas descolgadas de los altos riscos de la Cordillera Real se hunden directamente en las colinas boscosas del Alto Beni . Los Incas habían asentado allí a mitmaqkuna, cuyo origen exacto ( ¿local o foráneo?) ignoramos, con la tarea de cultivar la coca para los tambos imperiales. Des­pués de la conquista, los moradores de los Yungas de Songo (nombre del valle principal), así como los de los valles templados quiruas, fueron encomenda­dos al famoso mariscal Alonso de Alvarado (asesinado en 1555), cuyos des­cendientes y administradores , en desacuerdo sobre los frutos de la encomien­da, dejaron una abundante documentación. En particular, una doble visita , destinada a determinar las cantidades de coca debidas, proporciona el núme­ro de 219 tributarios en 1549 y 391 en 1569 (incluidos los familiares ascien­den a 1636 personas, repartidas entre once pueblos). En 1573 , los 362 tribu­tarios deben entregar 1615 cestos de coca. Con motivo de la demanda cre­ciente de coca por parte de los centros urbanos y mineros, estos yungas fue­ron invadidos por rescatadores indígenas , mestizos y españoles( 4 ). Es en este contexto que:

" . . . el ano passado de 1623 a los primeros de Diziembre los Yndios de songo se juntaron para tratar de alc;arse ... guiados de un yndio que era gobernador de aquel pueblo . .. embiaron a llamar a otros yndios de la puna que es donde se lleva la mita a potossi . .. y mata­ron al teniente de corregidor y quantos españoles y mestizos . . . y al­gunos yndios que eran amigos de españoles . . . cerraron los caminos . .. se tuvo por cierto era convocación de toda la tierra ... y de secre­to se prevenian todos los yndios de armas. para atacar La Paz/ y era día señalado de Corpus Christi . .. " ("Relación del alzamiento de los yndios de los pueblos de los yungas de la provincia de larecaxa y su castigo ... escrita por unos de los soldados que fueron a la jornada este año de 1624", AGI, Lima 152 3 folios impresos) .

Se deja notar la semejanza entre este alzamiento de los cultivadores de coca, exasperados por los abusos del representante del corregidor y el ru­mor de los valles que hizo temer en 1613 un levantamiento conjunto de los habitantes altiplánicos y de los valles orientales para el día del Corpus Christi (fecha simbólica que analizo más adelante). El cronista franciscano Diego de Mendoza indica que la conjura de 1623 implicaba a los caciques de Songo "con los de la provincia de Chucuito y otros comarcanos". Su meta era idén­tica a la de 1613: matar a los españoles y luego refugiarse en el interior ama-

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zónico. Tres franciscanos (entre los cuales está Bemardino de Cárdenas , crio­llo paceño y futuro obispo del Paraguay) sirvieron de embajadores para apa­ciguar a los rebeldes y la expedición punitiva hizo ejecutar a seis caciques (in­cluidos los gobernadores yungueños), exiliar a otros y perdonar al resto (D. de Mendoza 1665:99-100).

Como los abusos locales no desaparecieron, estos mismos yungas se vuelven el teatro de nuevos alzamientos , los mismos que se repiten con inter­valos de veinte años: en 1644, los habitantes matan al representante del co­rregidor, pero su cacique logra apaciguarlos; en 1662, es el cura local quien calma los ánimos agitados. Pero en 1664, los rebeldes se vuelven tajantes : matan a su cacique, a los españoles y buscan el apoyo de los "indios foraste­ros" , de sus vecinos ( de Larecaja) y de los chunchos. Las divisiones internas provocan desconcierto , lo que permite al cura de Songo conseguir su sumi­sión (Relación ... , La Paz 4. IV. 1666, AGI Charcas 732).

Entre los cuatro proyectos subversivos urdidos entre 1580 y 1625, el de Songo es, pues, el único que logra desembocar en una acción violenta . La rebelión duró casi un año y contó con las ventajas de una geografía atormen­tada abierta sobre el refugio amazónico, con caminos casi inaccesibles , cum­bres de más de 4,500 metros de altura perdidas en la neblina, barrancos verti­ginosos cubiertos de bosque denso y humedad que imposibilita el uso de la pólvora y los mosquetes. Pero la ayuda esperada de grupos vecinos (del Callao o de los Chunchos) no parece haber llegado, lo que debió empujar a los rebel­des a aceptar la mediación franciscana.

Inscribamos ahora, en un cuadro sinóptico, los rasgos principales de estos cuatro movimientos antiespañoles :

Fechas 1580-85 158?-83 1613 1623-26 Grupo/ Area referidos Chuis

Alianzas Chiriguanos

Líderes Etnicos + Proyecto: matar a fuga los españoles

Ejecución del proyecto

Informantes

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Esclavo negro

Collao, Charcas Potosí

Ingleses

+ Entregar el Perú a los ingleses

Curas

Collao , Qui- Yungas de ruas (Pacasa, Songo Lupacas)

Indios de Lupacas Potosí- Chunchos Chunchos

+ + fuga · fuga

+

Yanaconas, Misioneros, mitayos, soldados viajeros, españoles

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Los informantes son todos exteriores a la conspiración misma: en el rumor de 1613, gran parte de ellos son nativos que se contentan con repetir lo que "se dice/se escucha"; en el primer caso, el testigo es exterior incluso a ambos mundos (rebelde/español); en los demás casos se trata de los agentes más eficientes del control colonial , los doctrineros o evangelizadores. De tal modo que no nos llega en ningún momento la propia voz de los alzados.

El proyecto es idéntico : deshacerse de los amos hispánicos y fugar. La fuga haría pensar que los conjurados no están seguro~ del éxito del primer paso; en un solo caso -se trata de substituir a unos amos por otros (ingleses vs. españoles): el primer caso y el último, las rebeliones de los Chuis y de los Yungas, se limitan a un área marginal, mientras los conjurados de 1583 y de 1613 quieren acometer contra los principales centros coloniales del sur andi­no (eje Cusco-Potosí).

Otros rasgos comunes muestran la difícil conexión entre la subleva­ción interna y la ayuda exterior: los cuatro movimientos son dirigidos por los propios caciques, pero requieren del concurso de aliados tan distintos como "salvajes" amazónicos o piratas ingleses; una comunicación defectuosa con estos provoca el fracaso, mientras el último alzamiento degenera en mera "jacquerie" (revuelta campesina) localista.

Estas contradicciones obligan a interrogarse sobre el potencial insu­rrecciona! efectivo del campesinado sur-andino.

fil. Alianzas, mediaciones, esperas

En el primer tercio del siglo XVII, un funcionario de la Audiencia de Charcas señalaba la creencia indígena de que un día los españoles volverían a tomar el camino del mar, abandonando los Andes. Esta simple aserción mues­tra que un siglo después de la llegada de los españoles los autóctonos no han perdido la esperanza de deshacerse de los conquistadores ibéricos. Los Ayllus del Collao y de Charcas debieron aceptar servirlos, pero no se habían resigna­do. ¿Cómo se manifiesta esta no-resignación? Utilizan, simultánea o consecu­tivamente , la fuga ( en el espacio real o imaginario), la resistencia pasiva, la lucha jurídica o la conjura armada. Examinemos las opciones y las implicacio­nes de este potencial contestatario.

Hay que ubicarlo como la prolongación directa de la agitación pre-to­ledana del Taqui Ongo, que manifestó , en los Andes centrales, el despertar de la religión tradicional (resurrección de las Wakas, casos de posesión individual orientada hacia la predicación) en guerra contra la aculturación cristiana. La agitación no pasó del estado de los preparativos armados, pero se apoyaba en el foco rebelde neo-inca y habría ganado, pretendíase, el concurso de los Chi­riguanos y de los Diaguitas de los confines meridionales(S). La represión de este movimiento y de los siguientes adoptó la misma discreción (encuestas secretas, arresto de los líderes) , en un esfuerzo por no propagar, ni localmen-

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te ni en la metrópoli, alarmas que cuestionaran el modo de explotación colo­nial y la presencia hispánica en los Andes.

Esta voluntad de ensordecer cualquier protesta indígena puede expli­car la parca documentación relativa al caso, así como la ausencia de las voces capaces de expresarla. A pesar del debilitamiento y de la distorsión de estos testimonios, el análisis comparativo de estos cuatro movimientos étnicos re­vela algunas características fundamentales: la dimensión andina (reforzada con alianzas externas), el papel de los mediadores étnicos y conductas dilato­rias equívocas.

1. Superación de las rivalidades tradicionales y reajustes ideológicos

Los diferentes proyectos implican la superación de las rivalidades tra­dicionales , tanto en el interior de las unidades andinas (oposiciones segmen­tarias entre "mitades" o entre "señoríos") como con el exterior, con las etnías selváticas (sólo los ingleses quedan fuera de estas antiguas hostilida­des) . No sabemos si es más notable el concierto de las "naciones" aymara­parlantes entre sí o la inteligencia política de los Chuis y de los Chiriguanos, capaces de superar su viejo antagonismo fronterizo , en el cual se mezcla la figura aborrecida del "salvaje" . Advertimos, sin embargo, que si los pueblos del Collao cuentan también con la ayuda de sus antiguos enemigos, los Chun­chos del Alto Beni no buscan, por lo contrario , la de los "bárbaros del inte­rior"; es decir, la de los U rus del eje acuático , sublevados varias veces en 1618 y en 1632.

El eventual despliegue de nuevas alianzas internas dentro del mundo aymara podría beneficiarse de los cultos pan-étnicos y de los movimientos poblacionales post-toledanos. La ausencia de campañas extirpadoras de ido­latrías en el sur andino hizo creer en la extinción progresiva de los cultos autóctonos. Se debe descartar tal hipótesis. Raros indicios, diseminados en la documentación (particularmente en las probanzas de los curas), evocan más bien su persistencia, incluso su refuerzo con la dispersión de la población. Por ejemplo, hacia 1575 , el cura de Toropalca (al sur de Potosí) descubrió en una cumbre apartada una Waka (con un ídolo de cinco cabezas), atendida por un hechicero, al que venían a consultar los ayllus de todo el sur andino. A estas Wakas, a menudo ubicadas en los cerros y cuyo culto debe remitir a un hon­do pasado pre-inca que ignoramos, se deben añadir los centros religiosos mix­tos, nacidos de la tradición andina y de la aculturación católica. Los Santua­rios Marianos de Copacabana y de Pucarani, en el Collao, arrastran enrome­rías anuales a muchedumbres que vienen de todas partes entre Cusco y Potosí. Otros santuarios menos conocidos, como los Cristos de Quillacas y de Huari, atraen también a millares de peregrinos y son pretextos para la realiza­ción de ferias importantes. Si añadimos el ausentismo indígena en sus pue­blos de reducción y la dispersión consecutiva por los valles, las minas (ver las catorce parroquias indígenas en Potosí) y las ciudades , es evidente que asisti-

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mos a un reacomodamiento general, espacial y cultural , de los moradores andinos, reacomodamiento que condiciona directamente su capacidad para concretar nuevas solidaridades residenciales( 6 ).

Hace falta todavía conocer las circunstancias precisas que generaron las conjuras (hambrunas, epidemias, coyunturas políticas o económicas). En cambio , la documentación permite apreciar su programa y los preparativos consecutivos. Más allá de los recursos materiales (armas, abastecimiento , etc.) , habría que preguntarse por la ideología que inspira semejantes movimientos: ¿remite a una tradición andina o expresa más bien valores de las nuevas rea­lidades coloniales?

El domingo 5 de mayo de 1613 , los campesinos de Cohoni (valles quimas cercanos a La Paz), reunidos en el cementerio, exclamaban:

"¿Qué arma tienen los biracochas sino arcabuces, lanc;:as y espadas que no ofenden de lejos sino de cerca pero nosotros tenemos arcos y flechas y guaracas (=hondas) que alcarn;an mucho?" (AGI, Charcas 19,f.l).

En 1624, los españoles juzgan imposible resistir a los flecheros de Songo (D. de Mendoza 1665 : 106). Las armas son las de los antiguos guerre­ros aymaras , de los honderos que ganaron su reputación bajo el Inca.

Los refugios , en cambio , apuntan hacia una doble perspectiva andina. En Cohoni "los indios han hecho sus cuevas para esconderse y acarrear allá el cocavi" (provisiones) ; y poseen también "sus guaridas en las faldas del Illima­ni , como en el tiempo de los Incas" (AGI, Charcas 19 f. 8 y 1 ). El Illimani, ese imponente macizo de 6500 m. de altura, es considerado por los morado­res de los valles quimas y de Chuquiabo como una waka en donde estaría enterrado un tesoro. La salvación, en este caso, está hacia arriba. Mientras los del Collao, que deberían atrincherarse en el antiguo fuerte de Tiahuanaco , preveían además refugiarse donde los chunchos (id., f. 54 ). Estas alternativas se ubican en la unión de dos espacios: el del ascenso hacia las cumbres para reocupar los pucarás prehispánicos y el de la bajada hacia el piedemonte ama­zónico , donde ya se instalan los fugitivos del sistema colonial. En aquella época, varios Lupacas han pasado ya al Alto Beni , mientras algunos Omasu­yos se han dirigido hacia la montaña de Ayopaya, cuyos autóctonos, anti­guos y temidos enemigos, aparecen ahora como aliados prestigiosos, portado­res de un futuro emancipador(7).

Este doble movimiento de retorno a la tradición prehispánica y de proyección hacia un porvenir post-colonial caracteriza también la búsqueda de una garantía mágico-religiosa , sensible en la agitación andina del siglo XVII .

Es así que debemos enfatizar las fechas fijadas para las sublevaciones de 1613 y de 1624: el Corpus Christi hace coincidir una fiesta católica con el fin de un ciclo anual en el calendario ritual aymara . Por otra parte , en Songo los alzados cuelgan los cadáveres de sus víctimas en los muros del cemente-

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rio, con los rostros hacia el sol, y luego los entierran "boca abajo, al rito de sus supersticiones". Consultan también al chamán, quien les hace ver, en un galpón del cementerio, la aparición de Santa Inés, "muy resplandeciente", destinada a darles plena seguridad sobre su nueva lij:>ertad (D. de Mendoza 1665: 102-103).

Estos casos de sincretismo religioso utilizados con fines emancipado­res reciben su plena confirmación con la aparición en los primeros años del siglo XVII de brotes mesiánicos en la región central de Charcas (entre Potosí y Chuquisaca). La probanza de un cura de Tacobamba incluye una demanda obispal para encuestar sobre la muerte de un "indio llamado Miguel Acarapi .. . que pretendía ser Jesucristo ... tomando con sus discípulos hierva achu­ma" (cacto alucinógeno, llamado hoy San Pedro : Trichocereus Pachanoi); lo mató otro indio de un cuchillazo por haber dicho que la "chicha era sangre del Cristo" (La Plata , 21.6.1602, probanza del P. F. de Mesa, ANB-E 1613-19). Es, quizás, el mismo caso al cual alude, treinta años después, el cronista Lic. P. Ramírez, otro ex cura de Tacobamba:

"un indio se hizo Cristo con sus doce apóstoles y muchas indias que se habían puesto el nombre de Santas . . . y predicaban y tenían sus juntas y el Cristo decía que era el redentor del mundo y otros dispa­rates consecutivos a este". Después de haber consultado a la Inquisición de Lima, "azotes y pe­

nitencias" apaciguaron el movimiento; luego el Cristo fue asesinado en cir­cunstancias misteriosas (Noticias Políticas [ 1639 J 197 8: 13 5 ).

Este movimiento de Tacobamba no parece haber arrastrado a los na­tivos a la lucha armada, pero el recurso simultáneo a los santos intercesores del cristianismo y a los productos más andinos ( chicha, cacto alucinógeno) revela la búsqueda individual o grupal de escapatorias místicas a la opresión colonial.

Es posible ver, entonces, que una misma ideología andina -mezcla­da a veces con elementos cristianos- puede impulsar acciones tan distintas como los preparativos a la "guerra general" de 1613, los rituales propiciato­rios durante la revuelta de Songo o las encarnaciones erísticas y neo-testa­mentarias por parte de la secta de Tacobamba.

Estos aspectos formales, algo heteróclitos , son insuficientes para determinar la naturaleza real de la protesta andina. A fin de deslindar mejor la especificidad del proyecto insurrecciona! andino, conviene entonces anali­zar la figura de los líderes conspiradores.

2. Los líderes de la conspiración Al parecer, son las autoridades jerárquicas de los grupos nativos las

que preparan las sublevaciones. Hacia 1580, los principales jefes Chuis y Chi­riguanos refuerzan su alianza con un matrimonio de los suyos. En 1583, don Juan Colque Guarachi, hatun kuraka de los Quillacas, antiguo "capitán de

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guerra" del Virrey Toledo durante la campaña chiriguana de 1574, es sor­prendido en medio de los facciosos. El rumor de 1613 designa a don Gabriel Quispe, mallku de Caquiaviri (que fue la capital inca de los Pacasa) , como uno de los inspiradores del levantamiento: se opone tajantemente a que los tributarios de Tiahuanaco sigan cumpliendo sus mitas en la ciudad de La Paz (AGI Charcas, 19, f. 22-24).

En Songo y en los Yungas vecinos, es el "cacique-gobernador", don Gabriel Huaynaquile , ayudado por su cuñado don Gabriel Ayla , quien provo­ca la revuelta. Se instala en la casa del corregidor y toma el título de Capac ("Potente") , sentándose en un trono. La represión no los perdona , pues sc;m degollados con otros cuatro caciques el 4 de octubre de 1625 . a las once de la noche (D. de Mendoza 1665 : 105-108).

Sin embargo, en el contexto colonial más de medio siglo después de la conquista, ¿qué representan estos líderes para los ayllus andinos? Según Waman Puma, los señores de casta y sangre habrían desaparecido , víctimas de los conflictos del siglo XVI , y ahora los indios sufrirían el yugo de unos caciques más preocupados de su enriquecimiento personal que de la defensa de sus súbditos (Nueva Crónica . .. 1613: 762-770) . La actuación de los líde­res encausados en los cuatro casos no corrobora semejante aseveración. Sus figuras reales plantean, sin embargo , algunas incógnitas , y cabe interrogarse sobre la trayectoria de los señores étnicos o naturales en el sur andino.

La respuesta varía según el área considerada. Con respecto al Collao , algunos testimonios indígenas revelan que los principales mallku de ambas mitades (urcu y uma) fueron quemados por los Pizarra entre 1535 y 1538(8). Los Lupacas lograron conservar su dinastía prestigiosa ; pero el poder de los Caris quedó limitado por los corregidores y los decretos toledanos a la "mi­tad superior" de la cabecera de Chucuito , perdiendo así la jurisdicción sobre el total del conjunto étnico (ver T . Saignes y C. B. Loza 1984 ). En esta pers­pectiva , ¿de dónde procede la autoridad de don Gabriel CusL el cacique de Caquiaviri: de la herencia prehispánica o de un nombramiento colonial? Lo ignoramos. Se puede recalcar , sin embargo , que este cacique ejercía aquel año el cargo de "capitán de mita" y se esperaban mensajes de él desde Potosí. Cualquiera que sea el origen del título del líder Pacasa , se puede sospechar que los nuevos cargos regionales creados con motivo de la labor minera (capi­tanía en 1573 , alcalde mayor en 1591) permitieron a sus titulares recobrar algo de las antiguas funciones. Potosí, y ya no Cusco, representa el nuevo polo económico y simbólico de la racionalidad andina. También se ignora el origen del título de don Gabriel Huaynaquile : ¿transmisión patrilinear o in­tervención de un corregidor? El restablecimiento de insignias prehispánicas inclinaría a pensar en una herencia consanguínea. Hacen falta , por otra parte , elementos que permitan determinar la reacción de sus súbditos yungas frente a la represión hispánica.

Más al sur, los grandes mallku de las "naciones guerreras" de Charcas lograron mantenerse a la cabeza de sus señoríos frente a los embates de la

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"primera estructura colonial" ( encomiendas , corregimientos). Algunos apro­vechan su papel de intermediarios indispensables durante la campaña chiri­guana (envío de tropas, auxiliares, víveres y animales de carga) y la reorgani­zación de la mita minera para negociar títulos y favores con el Virrey Toledo (ver las probanzas de los "señores" yamparas, quillacas o carnearas) . Otros , como los mallku de Charcas, protestan contra la limitación de sus privilegios (rebaja de gente de servicio) y el desmembramiento de su jurisdicción bajo el asedio de los corregidores (ver el Memorial de Charcas, 1582, AGI Charcas 45 , publicado parcialmen te por W. Espinoza S. 1969).

En aquel contexto meridional , la figura de un Juan Calque Guarachi , implicadq en la junta subversiva de 1583 , cobra matices muy distintos según el tipo de legitimidad que le atribuyen diferentes documentos . Así, en una petición de méritos formulada en 1575 , este líder se presenta como el suce­sor del antiguo linaje de los mallku quillacas, reconocido por los Incas y por los primeros gobernadores españoles (AGI Quito 30). Sin embargo, el cronis­ta de Potosí Luis Capoche pinta un retrato muy distinto de este mismo diri­gente mientras ejerce el cargo de "capitán de mita":

"Ha oído gramatica en el Colegio de la Compañía de Jesús y anda ves­tido a nuestro modo , con mucha seda. No se hallan bien con él los indios, asi por el traje que para sustentarlo es menester robarlos, por­que no es cacique, y también porque no entiende el estilo y usanza y costumbres de su gobierno, ni trata a los indios con afabilidad. Die­ronle este cargo por ser hijo de un indio paramucho y que había ser­vido mucho a su Magestad". (Relación . . . de Potosí 1585; 1959 : 137).

Este severo retrato puede reflejar una hostilidad personal del empre­sario minero en contra de un intermediario indígena. Intriga, sin embargo , la aserción tan brutal: "no es cacique". El resto de su descripción tiende a apo­yar ambas interpretaciones de su denuncia : sea por no saber gobernar, sea por haber usurpado la función maximal. La probanza de 1575 muestra , no obstante , que don Juan ha heredado el cargo , transmitido por lazos de san­gre . Podríamos entender la acusación más bien como si Calque , por sus abu­sos, se hubiera vuelto un mero cacique ladino y aprovechador al servicio de la administración colonial.

Desconocemos, desgraciadamente , la "cara interna" de don Juan Calque. Si la hostilidad de Capoche~ revelara fundamentada , la insubordi­nación de 1585 podría traducir el deseo del líder quillaca de recobrar un real prestigio o de buscar el fin de la tutela hispánica para reforzar su poder sobre sus súbditos. El cura querellante afirma que este último fue convocado a La Plata y amonestado (en este sentido, su envío a la frontera Chiriguana, para acompañar a la expedición de 1585 , puede aparecer como una medida de ale­jamiento). Podríamos apreciar mejor la postura del líder quillaca si conocié-

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ramos la de los demás mallku sureños en el proyecto anglo-andino. La falta de testimonios impide contrastarla .

Más trascendente es, a mi juicio, el cotejo de este último plan, algo descabellado, con la actuación del mesías de Tacobamba. El mesías, de ori­gen desconocido y -se puede imaginar- plebeyo , común , marcaría la verda­dera ruptura con el proyecto de los señores andinos tanto en su modo de le­gitimación como en su vía de liberación. El mesías propon\! un alejamiento de este mundo de miseria y una salvación cristiana mediante la vía mística, con estimulantes materiales andinos que significan ante todo una toma de conciencia individual, fracciona! , fuera de los cultos colectivos propios de los ayllus. Se debe enfatizar también que su área de prédica cubre una zona inter-étnica (los valles entre Potosí y La Plata, en los confines de los territo­rios Yampara y Caracara) que se está volviendo un foco importante de mi­gración interna(9) .

Las figuras de los jefes de la rebelión andina son extrañas y difíciles de interpretar. En la documentación sobre las agitaciones de 1583 y dt: 1613 , las autoridades nativas son simplemente mencionadas (excepto la personali­dad tan contradictoria de Juan Calque Guarachi) y su actuación parece leja­na y vaga.

De hecho , los únicos que intervienen con todo su peso son los caci­ques yungas y lo pagan caro, pues son ejecutados. Pero aun en el caso yunga podemos ver cambios fundamentales de actitud , durante el siglo XVII , de los comuneros hacia sus autoridades: en 1624, los habitantes de Songo son enca­bezados por su cacique ; veinte años después, es el propio cacique el que los convence de que depongan su rebeldía y los apacigua; otros veinte años más tarde, matan al cacique disconforme, siguen a un líder nuevo con quien en­tran luego en conflicto y a quien también matan (1666, AGI Charcas 732).

De hecho, carecemos de la información mínima sobre las intenciones y el grado de legitimidad de estas autoridades étnicas en las conspiraciones de esta época. Ausentes de la documentación , los mallku andinos se quedan en el trasfondo del escenario , vacilantes quizás y recelosos, como una vaga y misteriosa amenaza que no logra concretizarse. Igualmente misteriosos apare­cen los líderes "nuevos" -quizás más ilustrativos de los cambios en la socie­dad andina- que fundan su poder en un chamanismo andino reorientado en una forma cristiana y cuyo mensaje puede tener un eco en las capas más de­sestructuradas de los Andes coloniales: migrantes y mestizos .

Como vemos, la figura de los líderes no ayuda tampoco a esclarecer mejor las tentativas andinas por acabar con el dominio hispánico. ¿Cómo apreciar el alcance y el grado de resolución de la sociedad andina para liberar­se de la tutela colonial? Hace falta otro tipo de indicios.

Cuestionemos las tergiversaciones y los fallos de última hora: ¿debe­mos atribuirlos a las dificultades prácticas de organización o a la falta de con­sistencia real?

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3. "Algún dia todo se andará": Políticas de la espera Medio siglo después de la reorganización toledana, el balance de la

agitación andina da, como hemos visto , un resultado muy mediocre. Tres su­blevaciones abortan antes de estallar ; la última revuelta queda aislada, apla­cándose con la sola negociación franciscana . En el momento de pasar a la acción , las "naciones" del Collao y de Charcas parecen quedar paralizadas. ¿Cómo interpretar esta incapacidad de realizar hic et nunc la insurrección general?

Un punto común afecta a estos movimientos: la espera de una inter­vención externa. El concurso anhelado sería decisivo para imponer la victo­ria , como si el número y la fuerza guerrera de los ayllus no bastaran para aco­meter contra un adversario poco numeroso y aislado en el grandioso escena­rio andino . Pero estos aliados presentidos parecen tan lejanos y evanescentes. Su respuesta tarda . A las fallas de la comunicación se mezclan los alivios de la postergación.

En los dos primeros casos relatados, los contactos fueron reales . Los Chuis se · dirigieron a sus vecinos del piedemonte oriental : Chinguanos y Yuracares. Los intensos intercambios no allanaron , sin embargo, las dudas ni las reticencias, ya que por dos veces se perdió la oportunidad de matar al poblador español tan vulnerable en sus chacras vallunas . En cuanto a los cor­sarios ingleses, que podían brindar la ventajosa colaboración de otra nación europea -Viracochas, pues, tan potentes como los españoles-, podemos ase­gurar que no fueron creaciones fantasmales de los funcionarios charqueños puesto que han sido encontrados algunos mensajes, pero el papel real que ju­garon queda tan oscuro como el de los líderes nativos de la conspiración.

Los rumores de 1613 . son mucho más complejos. Implican varias expectativas, fundadas , en su mayor parte, en iniciativas exteriores a los ayllus andinos. Según "dos indios quiruas", se trata de una guerra social entre los españoles: los "soldados" (sin pensión) se opondrían a los "vecinos" (no­tables) paceños. Esta versión circula también en los yungas (AGI Charcas 19, f. 2). Para un habitante de Callapa (Pacajes), en cambio, lo que va a ocurrir es más bien una guerra racial, en la' cual están comprometidos los mestizos de Potosí (id., f. 21 ); de hecho , se produjo un complot en Potosí, puesto que en marzo de 1613 fueron ejecutados en la plaza pública varios implicados(l 0).

Según los hilacatas altiplánicos Uefes de ayllus), se trata de una espe­ra en relación al fallo que debe pronunciar el tribunal de la Audiencia sobre las quejas indígenas contra los abusos de los servicios personales: con este fin , el cacique Pacasa, don Gabriel Cusí, manda a sus súbditos suspender, entre tanto , las mitas a La Paz (id., f. 22) ; de hecho , un nuevo repartimiento de los contingentes locales afectados a la mita de Potosí estaba en preparación( 11 ). Para otros, la conjura urdida por los caciques de altura sigue dependiendo de la decisión de los Chunchos amazónicos, invitados a plegarse a la subleva­ción (id., f. 53). Se nota, entonces , la compleja interpolación de elementos

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tan distintos como las nuevas luchas civiles. el anuncio de reformas o la veni­da de tropas "salvajes". Si estas declaraciones no son meras respuestas dilato­rias , algo tortuosas, a las preguntas apremiantes de los encuestadores, están poniendo en evidencia mucho más las secretas esperanzas de un prodigioso trastorno del orden colonial que verdaderos preparativos para llevarlo a efecto.

Estas estrategias andinas de la espera reciben una clara confirmación al contrastarlas con los sucesos de Songo : cansados de contar con un levanta­miento general que nunca estalla. o con unos aliados que nunca llegan , un día los moradores de Yungas matan a todos los extranjeros. rompen los puentes y trancan los caminos. impidiendo así el acceso a los valles Esta ruptura de las comunicaciones estaría indicando aquí una voluntad contra-aculturativa. La toma de las insignias cusqueñas ( corona, trono) por el cacique gobernador de Songo afirmaría una voluntad restauradora de la soberanía inca . Semejan­te aspiración no aparece en los demás casos: las dos únicas alusiones que re­cuerdan en 1583 y en 1613 "las libertades del tiempo del inca" son ante todo convencionales y publicitarias. Si debiera producirse un retorno, lleva­ría más bien al "tiempo de los Auca-runas" (guerreros pre-incas).

Los _ayllus altiplánicos esperan también un fallo administrativo a fa­vor de sus distintas peticiones. En sus recursos presentados ante el tribunal de la Audiencia de Charcas, ellos advierten que aceptan servir en las minas de plata -"pues Potosí era chacra del Rey", quien les había rogado acudir a ellas- , pero no a los propios españoles (AGI Charcas 19, f . 34 y 22) . Frente a lo que parece ser el colmo de la explotación colonial, la sociedad andina no cuestiona su papel de productora de la riqueza general y rechaza solamente los abusos cometidos por los malos servidores de la Corona. Mediador univer­sal , el Rey de España, "Emperador en sus reinos", es el buen protector de sus súbditos americanos, quienes recurren a su Justicia (ver el epílogo de la Tra­gedia de Atahuallpa en el folklore andino). Así debemos entender la inver­sión emocional andina en los fallos judiciales que sorprendía tanto a las auto­ridades españolas( 12).

Al mismo tiempo , las fechas elegidas en los planes de 1613 y de 1624 para atacar la ciudad de La Paz remiten a otro tipo de creencias , cataclísmi­cas esta vez , del mundo andino(l 3 ). El Corpus Christi se festeja durante el solsticio de invierno, cuando el sol inicia un nuevo ciclo en su recorrido celes­te; es decir, durante un período transitorio cuando el cosmos, muy vulnera­ble, puede caer en el caos. En el calendario aymara, la rebelión coincide con este momento de confusión universal que generaría luego un nuevo orden (pachacuti = "vuelta"). No se puede olvidar tampoco que la revuelta de Son­go fue pacificada por el franciscano Bernardino de Cárdenas (15 79-1668 ), inquieto criollo paceño, totalmente impregnado de esperanza jacomita: con­fiados en unos próximos Pachacuti y Parousia mezclados, los ayllus se habían desviado de una acción violenta( 14 ).

Es así que la protesta andina, enteramente volcada hacia la espera de una hipotética intervención externa , se despliega en varios planos : políticos,

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ideológicos y religiosos. Cuenta con disturbios civiles que pueden surgir entre las capas dominantes o con la ayuda de salvajes y piratas. Cuenta también con una posible intervención mediadora de la corona hispánica o con' un tras­torno del orden cósmico. ¿Diríamos que la protesta andina se conjuga en el subjuntivo futuro?

Conclusiones: sueños, cambios e integración

¿Cómo caracterizar el conjunto de estos movimientos contestatarios? Reivindicaciones étnicas (expulsar a los españoles) y sociales (supri­

mir los servicios personales) y "furores campesinos" (en contra de los abusos locales) se enmarañan de tal modo que no es posible aislar el uno del otro.

Notemos, primero, que el afán, aún tan tortuoso y mediatizado, de recobrar la libertad por la fuerza deja vislumbrar una cierta salud, física y moral, de la sociedad andina: un siglo después de los enfrentamientos con los conquistadores españoles, esta última sigue sostenida por un deseo explícito de poner fin a su presencia. No se puede hablar así de "alienación colonial" , ya que ella implicaría una sobre-adaptación a la situación opresiva (Henri Favre).

Sin embargo, en su desarrollo cronológico la protesta andina revela equívocos crecientes que se deben relacionar con la coyuntura global. En el primer y último caso, la rebeldía Chui y Yunga responden a una situación de marginalidad geográfica y étnica en circunstancias locales específicas : los alzamientos no logran conectarse con una ayuda externa.

El proyecto anglo-andino de sublevación podría traducir un descon­tento señoril frente a la modernización toledana del aprovechamiento colo­nial. Pero tanto las figuras de estos "señores" andinos como las de los corsa­rios anglicanos resultan -a los datos de hoy~ opacas, y no podríamos decir si el com,plot fue más allá de algunas reuniones alborotadas y de algunos con­tactos preliminares(l 5).

Las epidemias de fin de siglo y la inserción de los ayllus sur-andinos en los mercados de trabajo y de bienes, urbanos y mineros, implican en am­bos casos una fuerte movilidad espacial, social y étnica. Dicha inserción es también el fruto de nuevas estrategias individuales y colectivas de acceso a los recursos y al mercado, llevadas con ciertas ventajas, al menos en este pe­ríodo (Saignes 1985). Es en este contexto muy fluido que el rumor de 1613 anticipa acontecimientos tan diversos como decretos oficiales sobre el servi­cio personal, conflictos civiles y raciales en el estrato dominante, irrupciones de "salvajes" en las fronteras o conflagraciones cósmicas.

De este modo, la doble espera de los ayllus andinos en mayo de 1613 aparece como contradictoria: por una parte cuenta con la desaparición cuasi milagrosa (aniquilación por conflictos civiles o cataclismos) de los amos espa­ñoles y criollos. Por otra, con una reforma de los excesos de la explotación colonial (gracias a la fijación numérica de los contingentes indígenas afecta-

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dos por las mitas) , que ya no sería necesaria si se cumple esta desaparición . Dicho de otro modo, los ayllus creen no tanto en el poder de sus armas y de sus dioses, como en la mediación de las autoridades imperiales superiores (Rey de España , Virrey del Perú).

Esta misma expectativa, algo fatalista , matizada de autocrítica exas­perada , caracteriza no sólo a los campesinos de los v.alles paceños. Es un tema recurrente en las "juntas y borracheras" de gran parte de la sociedad andina , como lo atestigua el cronista Lizárraga a fines del siglo XVI:

" ... y cuando estan borrachos entonces hablan nuestra lengua y se preguntan ¿cuando los cristianos nos habemos de volver a nuestra patria? Y ¿porqué no nos echan de la tierra? Pues son más que noso­tros, y ¿cuando se ha de acabar el Ave María? que es decir cuando no les habemos de compeler a venir a la doctrina" (Lizárraga 1968:96).

Esta impaciencia impotente , que se vuelve sobre sí misma como auto-agresión a través del alcoholismo indígena, que parece ampliarse en la prime· ra mitad del siglo XVII según algunos observadores eclesiásticos( 16 ), consti­tuiría la tela de fondo de los movimientos nativos del período 1580-1630. En 1613, los españoles temían el asalto combinado de los pueblos confederados contra la ciudad de La Paz y tomaron medidas preventivas. En 1624 temían otro asalto , que tampoco se produjo: la revuelta yungueña no desembocó en un levantamiento pan-andino. Habrá que esperar un siglo y medio y otras condiciones para efectivizarlo.

Es quizás ésta la razón por la que estos movimientos étnicos queda­ron tan amortiguados en la documentación colonial. Los españoles se habían dado cuenta tanto de su carácter ambivalente como de su dialéctica de con­tactos iniciales para una insurrección y luego de postergación en lo imagina­rio andino. La "guerra general" no estallará.

La sociedad andina elige nuevos derroteros. El abandono de las re­ducciones, por ejemplo. En menor parte , la fuga hacia los "infieles" de la frontera oriental, desde los Chunchos del Alto Beni hasta los Chiriguanos del Pilcomayo( 17). Más general es, sin embargo, la fuga hacia otras regiones andi­nas, acompañada de un cambio de categoría social : ella permite constatar una capacidad de iniciativa que no se puede restringir ya a la sola perspectiva de la resistencia pasiva. Las nuevas formas contractuales de dependencia per­sonal (yanaconas, marahaques, mitayos) y el estatuto migratorio (mitimaes, /lactarunas, forasteros, arrenderos , peinadillos, arrieros) , así como la exten­sión del mestizaje biológico y cultural (artesanos urbanos, miembros de las parroquias de indios), manifiestan por parte de los ayllus tanto una orienta­ción hacia soluciones individuales , a través de mezclas étnicas y desplaza­mientos geográficos y sociales , como tácticas evasivas de los servicios colo­niales.

Los grandes "señores" andinos, en cuanto a ellos, escogieron otras

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formas de resistencia. Si ignoramos su grado de complicidad en el proyecto anglo-andino de 1583 o en los tratos de 1613 y de 1623, conocemos mejor la larga y obstinada lucha jurídica que entablaron con las autoridades colo­niales. Tanto los "señores naturales", los mallku Charcas (memorial -de 15 82) o los de Chucuito ( Saignes-Loza 1984 ), como los "caciques nuevos", el om­nipresente litigante don Gabriel Fernández Guarachi de los Machacas (Paca­jes) o don Fernando Airi Chinchi de Pocoata (Caracara), pleitearon incansa­blemente. Multiplican los recursos a fin de promover títulos y privilegios, reducir las cargas impositivas (tasas, mitas) o hacer reconocer su plena cali­dad de intermediarios entre el mundo colonial y la sociedad andina. Resulta , sin embargo, difícil calificar esta resistencia, ya que no siempre es posible se­parar la defensa de la reproducción comunitaria de un frío proyecto de ascen­so individual , que podría acompañarse de una mayor explotación interna de los ayllus. Las próximas investigaciones deberían establecer en qué sentido y en qué medida la "opresión" (tiranía) de los caciques, cliché de la literatura colonial, ha pesado sobre los reajustes socio-étnicos del siglo XVII.

Resultan también significativos de aquellos reajustes los brotes mesiá­nicos nítidos en la prédica del Cristo de Tacobamba o en las fechas de las insurrecciones proyectadas en 1613 y 1624. Dichos brotes aparecen como tentativas locales, esporádicas y sin éxito visible, de proponer soluciones hí­bridas en base a convicciones individuales y sectarias que combinan la efica­cia del mensaje erístico con formas rituales andinas.

El movimiento de marginación de los ayllus en provecho de nuevas formas de sociabilidad (cofradías, barrios, compadrazgo) más individuales y flexibles le conferiría a la praxis del siglo XVII su singularidad histórica. Las grandes rebeliones del siglo no son tanto las nativas (aunque no faltan inten­ciones y preparativos, como lo hemos visto), como las' mestizas. Esta agita­ción mestiza implica áreas distintas de fuerte inter-etnicidad: los valles (como Larecaja o Cochabamba), las zonas urbanas y mineras (La Paz, Potosí) o mix­tas, como el alzamiento de Puno-Laicacota, que desembocó en la creación de una "republiqueta libre mestiza" durante diez años( 18). Así, el personaje principal del siglo XVII, el gran ausente de la historia andina, es también el mestizo.

Un último punto. Los mensajes de 1583 y los rumores de 1613 ponen en evidencia la existencia de una gigantesca red de comunicación interna en los Andes coloniales, red que integra tanto los antiguos circuitos ecológicos como los nuevos itinerarios mercantiles. Por las rutas de la mita, los caminos de los valles o las pistas de arriería hacia la costa, entrecortados por mercados rurales animados al ritmo festivo del calendario agrario-religioso y de las cara­vanas (migran tes, rebaños), se está generando un espacio común de encuentro (organizado en la edad pre-inca en el marco de las guerras y peleas rituales) y de transmisión oral. Este espacio va reuniendo grupos de diferente pertenen­cia (étnica, geográfica, lingüística) y condición (mitayo, pastores, hilacatas, yanaconas). La anécdota del verdugo potosino respondiendo al ajusticiado

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que debido al castigo tendrá la piel enteramente lacerada ("Todo se andará" ), llega hasta las orillas del Titicaca, como si esa respuesta anodina y circunstan­cial encubriese alguna secreta clave destinada al solo mundo nativo . . .

Es en este contexto de una extraordinaria movilidad social y espacial -el verdadero dinamismo cultural de este siglo sensible en la expresión artís­tica del genio andino- que se juegan las esperanzas emancipadoras de la so­ciedad indígena. Sus vanos preparativos en este período -bisagra de los años 1600- revelan así el carácter esperanzado e ilusorio de la protesta andina. ¿Cómo entender, si no , la propagación inflamada por los pueblos sur-andinos de la proclama liberadora - "Todo se andará"-, verdadero lema incantatorio , pronunciado por el propio verdugo de Potosí, máximo símbolo del dominio colonial?

No. 2, diciembre 1985

Thierry Saignes(l 9) 15, rue des Abbesses

75018 París Francia

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NOTAS

Muy recientemente están siendo publicados artículos que enjuician los procesos so­cio-demográficos del siglo XVII andino. Ver,en particular, los trabajos de C. Sempat Assadourian (1982, cap. 6) y N. Sánchez-Albornoz (1982 y i 983). Pero hace falta una verdadera historia rural.

(2) Ver el antagonismo entre los Caris y Zapana en Cieza de León, La Clónica del Peru, 1550, cap. C. El asedio lupaca-inca en E. Guillén, "El Imperio del T~wantinsuyu. El ejército inca", Historia General del Ejército Peruano, Lima,1980, tomo 2.

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El examen de la evolución demográfica por estos años ofrece una primera explica­ción a la voluntad chui de huir de las exacciones coloniales. En agosto de 1584, el corregidor de Mizque cuenta la población indígena y descubre que los 373 tributa­rios de 1573 han bajado a 185: 114 han muerto sea en el propio pueblo de Mizque, en la ciudad de La Plata (con ocasión de los servicios personales) o en la campaña militar oficial en la cordillera chiriguana; otros 28 "son huidos que no se pueden hallar aunque son buscados" (Archivo Histórico Municipal de Cochabamba, serie Padrones, legajo 1, 15 80-161 7). En diez años, la población masculina adulta ha dis­minuido a la mitad. Semejante caída (todavía no estallaron las grandes epidemias de los años 1587-1595) puede atribuirse al efecto disruptivo de la reducción y de los servicios forzosos, particularmente penosos en un asentamiento fronterizo. Se en­tendería el afán emancipador Chui, quienes contaban con el socorro de los chirigua­nos vecinos para buscar una zona de refugio en la montaña amazónica.

Ver los estudios de Jürgen Golte, "Algunas consideraciones acerca de la producción de la coca en el estado inca", Verhandlungen ... , Stuttgart, 1979, tomo 2; fohn V. Murra, "El control vertical de un máximo de pisos ecológicos en la economía de las sociedades andinas", en Visita de Huánuco, 1972; Ruggiero Romano y Genevieve Tranchand, "Una encomienda coquera en los Yungas de La Paz", Hisla, No. 1, Lima, 1983.

Ver los estudios de Luis Millones, "Un movimiento nativista del siglo XVI: el Taki Onqoy", Revista Peruana de Cultura, No. 3, Lima, 1963; Pierre Duviols, La Lutte contre les religions autochtones du Pérou colonial, París-Lima, 1971; Nathan Wachtel, La vision des vaincus, París, 1971; Steve Stern, "El Taki Onqoy y ~a socie­dad andina", Allpanchis, No. 19, Cusco, 1982.

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(6) Un primer acercamiento en T. Saignes, "Las etnías de Charcas frente al sistema co­lonial (siglo XVII)", en dos partes: una, "Ausentismo y fugas en el debate sobre la mano de obra indígena, 1595-1665", en JAS, Koln, 1984 ; y la segunda, "Caciques y migrantes", presentada al Simposio "Campesinado y Mercado" (Sucre , julio 1983), por publicarse en Cochabamba (1986).

(7) Sobre los Lupacas, ver la "Breve relación .. . " del P. Ayanz (1596) en el P. Vargas Ugarte (1951, p . 56-57) y el P. Lizárraga (hacia 1600) en la BAE, 1968, p. 137. Sobre Pucarani (Pacajes/Omasuyu) ver la "Relación y advertimiento . .. "del P. de Alcayaga (1612) , manuscrito del Archivo del Duque del Infantado, vol. 38 de Mon­tesclaros, doc. 6.

(8) Los caciques pacasas son quemados en el tambo de Pucarani, los caciques collas de­saparecen en las luchas internas que siguen tras los sucesos de Cajamarca ; ver T. Saignes, "Caciques y Migrantes" (referencia en nota 6).

(9) Taco bamba y Potobamba, ubicados entre Potosí y La Plata (Sucre), conforman dos reducciones multi-étnicas donde residen familias caracaras, visisas y quillacas . La región sufrió los estragos de las epidemias de 1587-90 ("pasamos mucho trabajo en suplir los tributarios vivos por los tributarios muertos . .. arrendando algunos peda­yOS de tierra ... a indios extranjeros ... "), lo que provoca la presencia de foraste­ros (Carta de los caciques, l 589, AGI Buenos Aires , XIII, XVII-1-8). Fugas hacia la frontera chiriguana y mestizaje caracterizan también esta área, bien ubicada sobre el camino real.

(l O) Ver la carta del l.IV.1613 de la Audiencia de Charcas al virrey peruano, ANB Car­tas 1188. En el proyecto se preveía "libertar a los indios de tasas y servicios perso­nales" (Carta del corregidor de Potosí, 14.II.1613 , AGI Charcas 88; citado por Cres­po 1961: 38)_.

(11) Un repartimiento del virrey M. de Montesclaros ( 1.IX.1613) habría rebajado ciertos contingentes regionales; ver T. Saignes, "Notes on the Regional Contribution to thc Mita in Potosí in the Early Seventeenth Century", in Bulletin of Latín American Research (Oxford, 1985).

(12) "Tienen tanta naturaleza y afición estos naturales a pleitos y a papeles , y les era esto tan perjudicial para las vidas y haciendas .. . porque en seguimiento de cual­quier pleitecillo iban y venian del repartimiento a las audiencias en cuyo distrito caian hormigueros de ellos .. . e iban tan contentos con un papel, aunque fuesen condenados, como si salieran con el pleito", F. de Toledo, " Memorial ... " (1581 ), publicado por L. Hanke , Los virreyes españoles .. . , Perú 1, Madrid, BAE, tomo CCLXXX, 1978, p. 140.

(13) La fecha del Corpus Christi está indicada también en otro proyecto de sublevación indígena en Potosí , sobre el cual poseemos la única alusión en una carta del Presi­dente de la Audiencia de Charcas:

" ... el dia pasado del Corpus en la ocasión de un papel que una noche se hallo en la plaza desta ciudad en que se daba aviso como los yndios desta villa tenían tratado de se alyar aquel dia y los de sus parrochias y que es la de San Sebastian se hallarian muchas armas . . . no hicimos caso dello como no se hallaron armas ni cosa de los que el papel decia ni se sintio otro ningun rumor . .. " (Potosí , 16. III . 1604, ANB Cartas 886). Aquí también meros rumores que expresan alguna vaga esperanza de liberación andma.

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(14) Esta esperanza milenarista impregna su "Memorial y relación de cosas muy graves y muy importantes al remedio y aumento del Reino del Perú . . . " (hacia 1632), Madrid, Biblioteca Nacional, ms. 3198.

(15) P. Ramírez del Aguila señala otros casos de alborotos indígenas en Potosí a comien­zos del siglo (1639; 1978: 134-135).

(16) B. de Cárdenas se refiere extensamente a las borracheras como causa de la sobre­mortalidad indígena (ver nota 14), lo mismo Ramírez del A. (1978: 38, 123, 129 y 131).

(17) Ver T. Saignes, "El piedemonte amazónico de los Andes meridionales ... " , Boletín del Instituto Francés de Estudios Andinos, X, 3-4: 141-176, Lima, 1981.

(18) B. de Cárdenas (ver nota 14), señala a numerosos mestizos en Larecaja y en Cocha­bamba; ver también Ramírez del A. (1978 : 123 y 131). Un análisis en Antonio Acosta, "Conflictos sociales y políticos en el sur peruano (Puno, La Paz, Laicacota 1660-1668)", Primeras Jornadas de Andalucía y América, La Rábida, 1981.

(19) Agradezco a Verónica Cereceda por su lectura cuidadosa de esta versión castellana ; los errores de fondo siguen siendo de mi sola responsabilidad (La Paz-Sucre, agosto de 1985).

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