maría luisa laviana cuetos: peru - charcas

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MARÍA LUISA LAVIANA CUETOS PERU Y CHARCAS Separata de la obra HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA Y AMERICA Tomo XI-l EDICIONES RIALP, MADRID 198 3 S A. ;

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Page 1: María Luisa Laviana Cuetos: Peru - Charcas

MARÍA LUISA LAVIANA CUETOS

PERU Y CHARCAS

Separata de la obra

HISTORIA GENERAL DE ESPAÑA Y AMERICA

Tomo XI-l

EDICIONES RIALP,MADRID

198 3

S A.

;

I

I

i

I

Page 2: María Luisa Laviana Cuetos: Peru - Charcas

F. PERU Y CHARCAS

I. Organización territorial

l. El marco geográfico

Durante los siglos xvl y xvII el virreinato pe-

ruano comprendia en su jurisdicción, directa e in-directa, prácticamente todo el continente surame-ricano, excepción hecha de los dominios portu-gueses. Pero en el transcurso del siglo xvIII este

colosal virreinato sufrirá dos grandes limitacionesterritoriales, realizadas sencillamente porque laenorme extensión geográfica que dependía del vi-rrey de Lima entorpecía y retardaba toda gestiónde gobierno; militar, política y económicamente,las zonas periféricas de tan amplia administraciónestaban descuidadas por la simple raz6n de lejaníadel centro virreinal.

La primera gran desmembración de la jurisdic-ción limeña es la creación del Virreinato de NuevaGranada, establecido por primera vez en 1717, su-primido en l'723, y reimplantado definitivamenteen el año 1739. Con su establecimiento, Perú pier-de las provincias del norte, pues el nuevo virreina-to incluye los territorios adscritos a las Audienciasde Santa Fe de Bogotá, Quito y Panamá, más losde la Capitanía General de Venezuela'

La segunda limitación territorial al virreinatoperuano se producirá en l'7'76, al instituirse el delRío de la Plata, integrado por las provincias deBuenos Aires, Tucumán, Paraguay, Santa Cruzde la Sierra y Charcas, recortándose así extraordi-nariamente la jurisdicción de Lima por el sur ypor el este.

Sin embargo, en la época que ahora estudiamostodavía dependen de Lima los territorios que for-marán el virreinato rioplatense, así como la Capi-tania General de Chile. Dentro de este amplio dis-trito, este capítulo se centrará en las Audienciasde Lima y Charcas, estudiando exclusivamente losterritorios que hoy forman parte de las Repúblicasde Perú y Bolivia y que durante la época colonialse denominaban Bajo y Alto Perú, respectivamen-te, como claro reflejo de la esencial identidad geo-gráfica, étnica, cultural e histórica entre ambos.

Estos territorios, que constituían la zona máshomogénea del virreinato peruano, poseen unanaturaleza accidentada dominada por una gigan-tesca muralla: la cordillera de los Andes, que cru-za el país en tres series de cadenas discontinuas yen la que las escasas unidades geográficas aptaspara la vida humana están dispersas, separadaspor grandes montañas, barrancos o desfiladeros.Al oeste de la cordillera, la costa peruana es unazona desértica en la que únicamente es posible laactividad económica en los valles formados a lolargo del aproximadamente medio centenar derios que bajan de los Andes. Y en la parte orientalse abre la selva amazonica, con sus bosques impe-netrables, sus ríos caudalosos, su clima tropical.

Tan variado e irregular territorio confería a lageografía humana el aspecto de un archipiélagode poblaciones, separadas por enormes distanciasy con graves problemas de comunicación.

2. Divisiones sdministrativqs

La primera autoridad es el virrey, que da uni-dad política al territorio de que tratamos y que es-tá dividido, desde el punto de vista judicial, endos Audiencias: la de Lima (erigida por cédula de1 de marzo de 1543) y la de Charcas, con sede enla ciudad de La Plata o Chuquisaca -la actualciudad de Sucre-, creada por cédula de l8 deseptiembre de 1559.

El distrito de la Audiencia de Lima es Io quepropiamente se llarna Perú desde los primerostiempos de la dominación española. Su jurisdic-ción, durante la primera mitad del siglo xvttt,comprendía 48 provincias o corregimientos (véase

cuadro), contando como provincias la jurisdiccióndel Cercado de Lima y la ciudad de Cuzco, portener corregidores. La única modificación en estesentido será la creación, en 1759, del corregimien-to de Huamachuco, integrado por los territoriosde Huamachuco, Otuzco y Cajabamba, todos ellospertenecientes hasta esa fecha al distrito de la pro-vincia de Cajamarca.

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LOS REINOS INDIANOS

Partición del Virreinato del Perú, con lo creación del de la Nueva Granuda, proyectado para dar mayor cohesión defensiva al istmoy las costas del Curibe.

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En lo que respecta a la Audiencia de Charcas,comprendía 25 corregimientos y las dos provinciasque formaban la gobernación de Santa Cruz de laSierra, extendiéndose la jurisdicción charquina aIos gobiernos de Buenos Aires, Paraguay y Tucu-mán. Con la creación del Virreinato del Rio de laPlata y la Audiencia de Buenos Aires, el distritode Charcas dejó de incluir las tres últimas gober-naciones citadas; por tanto, prescindiendo de es-tas tres circunscripciones en la época que nos ocu-pa, Ia Audiencia de Charcas propiamente dichaincluía 27 provincias (ver cuadro) y además los in-

mensos territorios de los indios mojos -al nor-te- y chiquitos, baures, chiriguanos y zanucos,situados al sur.

3. Divisiones eclesiósticas

Por lo que se refiere a la jurisdicción eclesiásti-ca, se divide el virreinato peruano en dos arzobis-pados -con sede en las capitales de las Audien-cias, es decir, en Lima y La Plata-, y en seisobispados el territorio de que estamos tratando.

O Princ¡pales gobiernos y correg¡mientos

: - - Límite aproximado de jurisdicción efectiv

-

Limite con el virreinato de Nueva Granada

!1 Grandes bases m¡l¡tares defensivas del

fio \rl \ft

rucu'ivran

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r O c¿.4.

t-

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649

El arzobispado de Lima -fundado en 1548-tiene por sufragáneos a los obispados de Cuzco(establecido en 1538), Trujillo (1616), Huamanga(1609) y Arequipa (1609), además de los de San-tiago y Concepción (de la Capitanía General deChile), Quito y Panamá. Las cinco diócesis quecomponen el estado eclesiástico del Perú perma-necerán, en cuanto a sus límites, sin alteración al-guna durante todo el siglo XVIII, abarcando un to-tal de 51 provincias (ver cuadro).

El arzobispado de La Plata o Charcas -creadoen 16ll- tiene como sufragáneos los obispadosde La Paz (1609) y Santa Cruz de la Sierra (fun-dado en 1605, con sede en Mizque), además de losde Paraguay, Tucumán y Buenos Aires. La juris-

PERÚ Y CHARCAS

dicción del arzobispado charqui no alcanza a 24provincias del territorio que comprende este capí-tulo (ver cuadro).

Para finalizar, destaquemos que no siempre lasdivisiones eclesiásticas coinciden con las admi-nistrativas. Así, el obispado de Trujillo tiene ju-risdicción sobre la diócesis de Jaén de Bracamo-ros, perteneciente al distrito de la Audiencia deQuito, y, por tanto, al Virreinato de Nueva Gra-nada. Es también notable el caso de las provinciasde Lampa, Azángaro y Carabaya, dependientesen lo eclesiástico del obispado de Cuzco, y, conse-cuentemente, del arzobispado de Lima, mientrasque en lo administrativo y civil forman parte de laAudiencia de Charcas.

AUDIENCIADE I-IMA

Divisiones administrativas y eclesiásticas de Peru y Charcasen la primera mitad del siglo xvlu

Cercado de LimaChancaylcaCañeteTarmaHuanucoHuaylasConchucosCajatamboHuamalíesJaujaHuarochiriCantaYauyosSanta

TrujilloCajamarcaCajamarquilla o PatazChachapoyasLuya y ChillaosSaña o LambayequePiura

ArequipaCondesuyos de ArequipaCollaguas o CayllomaCamanáMoqueguaArica

HuamangaHuancavelicaAngaraesCastrovirreinaLucanasVilcashuamanHuantaParinacochas

Lima

Trujillo ARZOBISPADODE LIMA

Arequipa

Huamanga

CORREGIMIENTOS DIÓCESIS

Page 5: María Luisa Laviana Cuetos: Peru - Charcas

LOS REINOS INDIANOS

AUDiEi\-CiADE I,IMA

AUDIENCIADE CHARCAS

LampaAzángaroCarabaya

La Plata-PotosíOruroPariaCarangasChayantaCochabambaPorcoTarijaTominaYamparaesLipesAtacamaApolobambaPilaya y PaspayaPomabamba

La PazLarecajaSicasicaPacajes o BerenguelaOmasuyosChucuitoPaucarcolla

MizqueSanta Cruz

CuzcoQuispicanchisCanasyCanchisoTintaAbancayChumbivilcasCalca y LaresAndahuaylasCotabambaAymaraesChilques y Masques o ParuroPaucartamboUrubamba

650

Cuzco ARZOBISPADODE LIMA

La Plata

ARZOBISPADODE CHARCAS

La Paz

Santa Cruz

El cuadro general de la población del virreinatoperuano en la primera mitad del siglo xvttt estabaintegrado por los siguientes grupos:

- Blancos o españoles, entre los cuales se ha-cía una doble distinción: los (españoleseuropeosD, que en el Perú eran llamados co-rrientemente <chapetones>, y los (españolesamericanosD o (criollos). Constituyen, enun cálculo aproximado, el l0 por 100 de la po-blación en el Perú y el 4 por 100 en Charcas,habiendo de señalar que el número de penin-sulares dentro de la cifra general de españo-

II. Población

l. Distribución geográfico y étnicade la población

Tres elementos originarios y en cierto sentidopuros componen la población del Virreinato delPerú: blancos, indios y negros, y de la unión de

estos componentes resultan las llamadas castas.Un cuarto elemento es el representado por contin-gentes de orientales (chinos y filipinos), pero porconstituir grupos muy minoritarios y por ausenciade datos sobre ellos no los consideramos.

CORREGIMIENTOS

Divisiones administrativas y eclesiásticas de Peru y Charcasen la primera mitad del siglo xvrII (cont-)

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65r PERIJ Y CHARCAS

Mapa del Perú, Quito, Poraguay y del curso del río Amazonas, según N. Sanson d'Abbeville, geógrafo del rey de Francia, dondese representan las principales poblaciones y la intrincada red fluvial que vertía en el gran río. Puede advertirse cómo el desconoci-miento de las regiones interiora llevó o que se invenlnro una geogrofío lotolmenlefantástica. Así sucedió, por ejemplo, con lo re-gión de Apctria. Pero kt fantasía llega al mdximo en lo zono guayanesa, pues el Orinoco resulta ser aquí un brazo del Coquetti, detmismo modo que oporece el inexistente mor de Parima, giganlesco lago interior en cuyas orillas se dibuja nada menos que la ciudad

de Manoa o del Dorado. (Biblioteca Nacional del Perú.)

les era muy reducido en comparación con elde los criollos, computados también comoespañoles.

- Indígenas ándido-peruanos, procedentes delos grupos aimarás y quechuas. Forman lamayor parte de la población: cerca del 75por 100 en Charcas y del 65 por 100 en Pe-rú. Señalemos también la existencia de abo-rígenes selvícolas de los diversos grupos deoriente y occidente de la Audiencia de Char-cas, no incorporados a la civilización.

- Mestizos, mezcla de indios y blancos, tam-bién denominados (cholos>. En el siglo xvtlrla proporción de mestizos hispano-indígenasfue en aumento, y en la época que estudia-mos podemos situarla sobre un 20 por 100de la población total.

- Negros, que podían ser libres o esclavos,distinguiéndose entre negros <bozales> (re-cién venidos de su país de nacimiento) y ne-gros criollos.

- Mulatos, descendientes de negro y blanco,que también podían ser libres o esclavos.

- Zambos o (zambaigos)), descendientes denegro e indio. En Charcas, los negros y susderivados forman apenas el 0,5 por 100 dela población, siendo bastante más elevado es-

te porcentaje en el Perú (casi un 5 por 100).Los mestizos, mulatos y zambos, así como los

resultados de la mezcla de estos tres grupos, se de-signan con el nombre de <castas de mezcla>, condenominaciones variadísimas, algunas muy pinto-rescas: (tercerones)), (cuarterones)), (castizos)),

<<moriscos >>, <albinos >, <<albar azados )), (tente-en-el-aire>, <salta-atrás> o (torna-atrás>, <ahí-te-estás>>, <no-te-entiendo>, <<coyote>, <lobo>, y mu-chas otras.

En cuanto a la distribución geográfica de estosgrupos, digamos que, por lo general, los españo-les se establecieron en la costa y buscaron la vidade la ciudad. El distrito de Arequipa es el que re-gistra la mayor densidad de población blanca, siexceptuamos la capital del virreinato, Lima, queen 1748 tenía de 16.000 a 18.000 blancos en un to-tal de 54.000 habitantes (es decir, entre un 30 y un33 por 100 de su población).

La población indígena era más densa en lasierra que en la costa y se hallaba establecida tan-to en las ciudades de esa región como en las mi-nas, en los campos y en los pueblos. Aunque enproporción infinitamente menor que en la sierra yel altiplano, en la costa hay también indígenas,que habitaban barrios especiales -como el delCercado de Lima-, y otros se dedicaban a la pe-queña agricultura en las chácaras de los valles o ala pesca en las playas del litoral cercanas a ellas.

Los negros habitaban predominantemer-te enlas ciudades de la costa y las haciendas y chácarasde siembra y plantío de los valles de Ia misma re-gión. El negro, que no se aclimató a la fría serra-nía y fracasó en el trabajo minero, desplazó encambio al indio de las plantaciones, lo desalojó dela costa y lo sustituyó en gran parte del trabajourbano.

En resumen, en Lima y los valles costeros habíapredominio negro en las clases populares, y en el

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LOS REINOS INDIANOS

resto del Perú y en Charcas el predominio era in-dio y mestizo, mientras que los blancos eran másnumerosos en la costa y en las grandes ciudades.

2. Evolución numérica de lo población

a) Estimsciones generales. El análisis de lademografía peruana y altoperuana en la primeramitad del siglo xvttr es inseguro, debido a la pe-

nuria de cifras detalladas válidas para la pobla-ción existente en el virreinato peruano en generaly en cada unidad administrativa separada. Dentrode estas limitaciones, y a la vista de los datos dis-ponibles, se pueden ofrecer algunas cifras pro-visionales.

Partamos de la estimación de Rosenblat, de quehacia 1650 la población de Perú era de 1.600.000habitantes y la de Bolivia de 850.000, con lo quetendríamos un total -en el área estudiada- de2.450.000 almas.

Esta población iba en disminución si aceptamosel cálculo de Antonio Ballesteros y Beretta (querecoge también Rosenblat), de que, a comienzosdel siglo xvttl, el virreinato peruano tenía sola-mente 1.300.000 habitantes, sin contar los <indí-genas salvajes>>.

La tónica general de toda la primera mitad delsiglo xvttt en el Perú es una continuada y progre-siva disminución de Ia población, en contraste conotras zonas americanas. Sólo a mediados de lacenturia se puede hablar de recuperación demo-gráfica, produciéndose a partir de entonces unlento pero efectivo aumento de la población pe-

ruana.Lamentablemente, la única estimación general

que poseemos, aparte de las mencionadas, es laque hace Willcox, quien considera que hacia 1750toda Suramérica tenía 6.100.000 habitantes, esti-mando que la población del Perú podría ser unpoco menos de tres millones. Cálculo que conside-ramos exagerado por cuanto, a fines de siglo, elcenso mandado hacer por el virrey Gil de Taboa-da arroja una población de I .076.122 habitantesen Perú y 552.700 en el Alto Perú, cifras éstas queson generalmente admitidas como bastante exac-tas. Si en la década de 1790 la población de Perúy Charcas no llegaba a 1.700.000 habitantes y si,por otra parte, es evidente que desde mediados delsiglo xvrtt la población peruana comienza a recu-perarse, no parece probable que a mediados delsiglo hubiera casi tres millones de habitantes.

b) La población de Lima. Pero si Ia ausenciade datos fiables dificulta el conocimiento de la po-blación virreinal, el estudio de la trayectoria de-mográfica de la ciudad de Lima en esta época se

ve posibilitado por la existencia de mayor infor-mación, proporcionada fundamentalmente porcensos, padrones de confesión de las parroquias,informes de viajeros y memorias de gobierno delos virreyes.

La centuria se inaugura con el censo que, preci-

652

samente en el año 1700, mandó hacer el virreyconde de la Monclova y que arrojó la cifra totalde 37.234 habitantes. Si tenemos en cuentra que amediados del siglo xvtt, según los datos aducidospor los contemporáneos, habitaban la ciudadunas 50.000 personas, es clara una disminuciónbastante pronunciada de la población capitalina.Hay que tener en cuenta, sin embargo, que en estecenso no fueron contabilizados los indios que vi-vían -fundamentalmente-

en el Cercado; de to-das formas, incluyendo la población indígena, laLima de principios del siglo xvIII no debía tenermás de 39.000 habitantes.

Por otra parte, llama la atención en el censo de1700 el gran número de religiosos y religiosas (untotal de 6.226 personas), que constituyen, ellos so-los, la sexta parte -el 16,7 por 100- de la pobla-ción censada, número en verdad excesivo.

A lo largo del siglo la población de la capital vi-rreinal fue en aumento, aunque a un ritmo bas-tante lento. En la cuarta década de la centuria se

advierte un notable e importante incremento po-blacional, traducido en el hecho de que en 1746

-por los padrones de confesión de las parroquiasde la ciudad- se estimó que vivían en Lima y ha-ciendas de sus alrededores unas 60.000 personas.

Pero el terremoto ocurrido el 28 de octubre deeste año supuso un grave quebranto de la marchaascendente de la población limeña no sólo por elelevado número de víctimas que ocasionó (calcu-lado en unas 6.000 en Lima y Callao), sino por losmuchos que abandonaron Ia ciudad tras la catás-trofe y por el acusado estancamiento del ritmo decrecimiento: a partir de 1746la población limeñase estanca e incluso tiende a disminuir, y no se ini-ciarála recuperación hasta la década de 1760. Co-mo ejemplo de esta detención, Pedro José Bravode Lagunas (en su Voto consuhivo, publicado enLima en 1761) señala que en 1755, es decir, nueveaños después de la ruina, el crecimiento vegetativono había llegado a cubrir la cifra de los desapare-cidos, y cita como prueba del lánguido desarrollode la ciudad el cuadro de los nacidos y muertos enla parroquia del Sagrario -que era la más pobla-da de Lima-, €tr la cual, en los cinco años de1749 a 1755, el aumento de la natalidad fue sólode 878 personas.

Hacia 1748, según Jorge Juan y Antonio deUlloa, la totalidad de los habitantes de Lima erade 54.000 personas, de las cuales de 16.000 a18.000 son blancos y de los restantes, ((negros,

mulatos y sus descendientes hacen el mayor núme-ro>, siendo los indios y mestizos (pocos en pro-porción con la grandeza de la ciudad>.

Bravo de Lagunas nos proporciona otros datos,tomados de los padrones de confesión de las pa-rroquias de la ciudad en el año 1755, y, segúnellos, la población de Lima era de 35.185 habitan-tes. A este número se deben añadir, como indicaVargas Ugarte, otros 10.000

-correspondientes a

menores, a quienes no obligaba el precepto- ymás de 6.000 que componían el clero secular y re-gular y las monjas y beatas; de esta forma se ob-

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Plono de la ciudad de Lima, según su situación en 1712, en el que se señolan las parroqu¡as, conventos y principoles edificios. Pue-de observarse el trazado de sus murallas y, sl olro lado del río, el barrio de San Lózaro. Junto o la desembocadura del Rímac se di-buja el Callao, con susfortificaciones. Fuero de las mismas y a su derecho está el pueblo de indios pescadores. Tambiénfiguran losborcos que componían la Armado del Mar del Sur, que aquí tenían su base. A la derecha de este plino se dibuja ya et mopidel conosur americono, desde la bahía del Pbco hssta el cabo de Hornos. Obsérvese el excelente diseño de un navío dobtando el cabo. Este

plano fue obra del ingeniero francés M. Frézier.

La llanura costera del Perú concentró su población a lo largo de los ríos que descendían de la cordillero y que permitían el riego.Aquí vemos la región cruzada por el río Rimac, con su ofluente el Sonla Olalla. En sus cabeceras serrunas se morcan los cortes denieve, como se demarcon también los puentes, los tambos y los trapíches. No menos interés tienen lo.s datos referidos al famoso ríoPachucumac. Los pueblos junlo a los que aparece un dibujo de iglesia erun cobeceras de curoto; los tiangulitos señalan las princí-

pales haciendas.

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LOS REINOS INDIANOS

tiene un total de aproximadamente 52.000 perso-

nas en Lima hacia 1755, confirmando lo que he-

mos dicho sobre el decrecimiento de la ciudad.Cosme Bueno -en su descripción de las pro-

vincias del arzobispado de Lima, escrita en el año1764- dice que en esa fecha la capital tiene cerca

de 54.000 habitantes, de los cuales <de 16.000 a

18.000 son españoles [léase blancos], poco más de

2.000 indios y los restantes mestizos, mulatos ynegros, siendo estas dos últimas castas las que

más abundan>. De esta forma, Lima ha alcanza-do la cifra de habitantes que tenía quince años an-

tes, conservando la misma proporción en cuanto aelementos étnicos. Hay que señalar que el cálculohecho por Bueno para la población indígena de

Lima párece bastante correcto por cuanto el censo

hecho, en l'754, por el contador de retasas, donJosé de Orellana, cumpliendo órdenes del virreySuperunda, da un total de 2'078 indios viviendoen la capital y en el Cercado.

Para iompletar el cuadro de la evolución numé-rica de la población limeña en el siglo xvul' diga-mos que, iegún el censo realizado en tiempos del

virreyGil deTaboada, Lima tiene 62-910 habitan-tes a fines de la centuria, confirmándose una vez

más el lánguido desarrollo de la ciudad que' en

palabras dé Sánchez-Albornoz, (emerge como sin

;liento)). En definitiva, durante el transcurso del

siglo xvttl, el incremento de la población limeñaes-muy lento, aunque, desde luego, constante' si

exceptuamos la grave crisis causada por el terre-moto de 1746.

c) Otras ciududes peruanas. Ahora bien, si

exiite abundante información sobre la poblaciónde Lima, no ocurre lo mismo con la de otras im-portantes ciudades peruanas y charquinas.

-En 1705, según un censo realizado por el padre

Rivera y Cabeza de Vaca, la ciudad de Trujillotiene 143 vecinos españoles' <sin contar indios,mayordomos y negros esclavos>. Aparte de este

dato -de escaso valor por lo demás-, no tene-

mos más noticias sobre las ciudades peruanas que

las proporcionadas por el ya citado Cosme Bueno

en la década de 1760. Así, tenemos que hacia esta

fecha la ciudad de Arequipa tiene unos 40.000 ha-

bitantes, <inclusos los de cinco leguas en contornode la ciudad>; Cuzco cerca de 26.000, <de todas

castas, en que es duplicado el número de indios alde españolés> (debemos señalar que la capital in-caica se había visto extraordinariamente afectadapor la epidemia que en 1720 causó 20.000 víctimas

éntr. sút pobladores, y a partir de esta fecha laciudad quéda prácticamente estancada en su des-

arrollo); Cajamarca tiene 12.000 habitantes; Tru-jilio, unos 9.000; Huancavelica, 8.000; Lambaye-que, 7.000; Ica tiene 6.000, <fuera de los indios>;Moquegua cuenta también con 6.000 moradores

en ,ila ciudad y el valle>; Piura, 5.000; Huarazposee cerca de 5.000; Chachapoyas, 3.500; y Hua-manga, 2.500 habitantes'

654

d) La población de Potosí. En cuanto a las

ciudades del Alto Perú, es evidente que son fuer-temente afectadas por la crisis minera.

La ciudad de Potosí, que a mediados del si-glo xvrt había alcanzado los 160.000 habitantes

-siendo el núcleo urbano más voluminoso del

continente-, se despuebla por el empobrecimien-to de las minas y por las epidemias' Al comenzarel siglo xvltl la Villa Imperial tenía apenas 3.000vecinos españoles y más de 1.000 familias de in-dios avecindados que con los indios forasteros(tengamos presente que la mita minera representa-ba un constante aporte de contingentes humanos)formaban la mayor parte de la población. Con es-

tos datos, que proporciona la obra de BartoloméArzáns de Orsúa y Vela (Historia de ls Villa Im-periat de Potosí, escrita entre 1705 y 1735), pode-

mos calcular que, a comienzos de la centuria, Po-tosí tenía unos 20.000 habitantes <de derecho>,cifra que debe triplicarse si queremos aproximar-nos a lo que fue su población <de hecho>, dada lagran cantidad de forasteros que la habitaban y noie contabilizaban como vecinos. El propio Arzánsexplica que sus cifras se refieren sólo a <<vecinos,

pues en cuanto a moradores no se puede poner enguarismo permanente porque se experimenta que

l,os forasteros (así de los reinos de España y de las

Indias) entran unos y salen otros al año, dos otres de su entrada>. Y añade que, en 1705, la ciu-dad tendría unos 70.000 habitantes <(entre españo-les e indios, que unos y otros habitan en 16.000

casas)).La marcha descendente de la población potosi-

na sigue siendo evidente a medida que avanza el

siglo, y sabemos que cuando estalló la peste, en

titg,la ciudad tenía unos 60.000 moradores, de

los cuales 35.000 eran indios; y en 10 meses la epi-demia causó unas 22.000 víctimas <de todas cali-dades, entrambos sexos, grandes y pequeños' den-tro de la Villa, porque ésta no tiene arrabales niextramuros>. Felizmente la ciudad se recuperópronto de la tragedia, ya que al año siguiente -siaceptamos los cálculos de Arzáns que, por otraparte, deben tomarse con ciertas reservas-' se

Labía llenado ((nuevamente de mucho gentío de

todas calidades, hasta pasar ya el número de

56.000 personas). A partir de l'720 no contamoscon más información sobre la población potosinaque la que proporciona un censo' formado en

IZSS, ¿e los negros y sus variedades residentes en

la ciudad, y por él se sabe que ascendían a 3'209,cifra que está por debajo del verdadero total, pues

no comprende a los niños menores de tres años.

Durante la primera mitad del siglo xvttt, la pobla-

ción de Potosí experimenta un continuo y sensible

decrecimiento, situación que al parecer se mantie-ne -aunque

algo más atenuada- en la segunda

mitad de la centuria, pues si hacia el añ.o 1767

-según dice Cosme Bueno- la ciudad tiene unos

25.0Ó0 habitantes, por el censo efectuado en 1779

sabemos que en dicho año habitaban en Potosí y

las rancherías e ingenios de sus inmediaciones untotal de 22.622 personas'

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e) Otras ciudades charquinas.De entre los cen-tros más poblados del Alto Perú en el siglo xvtlt,Oruro pasa a ocupar el primer lugar: ya en1678 tenía unos 75.000 habitantes, y a lo largode la centuria siguiente (según indica AugustoGuzmán) se mantiene siempre cerca de los 80.000.La ciudad de La Paz, por su parte, experimentóun crecimiento considerable entre 1650 y 1760,pasando de 7.514 habitantes contabilizados en elpadrón levantado en el primer año citado, a unos20.000 en 1760, como informa Cosme Bueno; pe-ro parece estancarse a partir de esta fecha, pues

en 1796 tiene 2l.l2O habitantes.Finalmente, digamos que si la decadencia mine-

ra es factor importante para explicar la disminu-ción de la población potosina, merece anotarse elhecho de que los minerales de oro de Chuquica-mata, descubiertos en 1740 en las breñas de Ayo-paya, atrajeron por algunos años hasta 20.000personas, que no tenía en esta fecha ni siquiera laciudad de La Plata, sede de la Audiencia.

0 Pobtación india. Ocupémonos ahora de lapoblación indígena del virreinato peruano, lacual, en general, prosiguió en disminución de mo-do continuado, hasta mediados del siglo xvIII, de-bido en gran medida a los trabajos excesivos, lapresión tributaria, las deficiencias de la alimenta-ción y la virulencia de las epidemias. Sin embar-go, al analizar la disminución de la población in-dígena no podemos olvidar la existencia de dosproblemas que impiden conocer con exactitud elalcance de esta despoblación: por una parte, lahuida de indios -la mayoría de las veces por mo-tivos fiscales-, eu€, por tanto, no figuran en lospadrones de tributarios que se realizan; y porotra, el incremento del mestizaje y la dificultad dedistinguir entre el indígena y el mestizo en el censo.

Teniendo en cuenta, pues, estos factores queimpiden contar con estadísticas seguras para lapoblación indígena, es evidente, sin embargo,su disminución: hacia 1650 -según

Rosenblat-había 1.400.000 indios en Perú y 750.000 en Boli-via, lo que da un total de 2.150.000; mientras queel censo realizado en 1754, del que nos ocupare-mos a continuación, cia un total de 612.780 indí-

PERU Y CHARCAS

genas en ambas circunscripciones (Perú y Bolivia).Durante el gobierno del conde de Superunda se

comisionó al asesor real don José de Orellana pa-ra que realizara un empadronamiento general deindigenas. Este censo, afortunadamente para nos-otros dada la penuria de cifras detalladas disponi-bles para la época que estudiamos, es bastantecompleto, proporcionando un excelente cuadrogeneral de la población indígena del Perú: incluyelos indios que habitaban en las provincias de losarzobispados de Lima y Charcas, distinguiendoentre tributarios -hombres

entre l8 y 50 años-,reservados -hombres

que habían pasado la edadtributaria de 50 años-, muchachos -varonesmenores de 18 años-, caciques y mandones y, fi-nalmente, Ias mujeres, que se anotaban sin consi-derar sus edades.

Según el censo, en las 51 provincias que integra-ban las cinco diócesis del arzobispado de Limahabia370.216 indígenas, de los cuales sólo 88.530tributaban, pues los restantes pertenecían a la cla-se de exceptuados por ser caciques, mujeres, jóve-nes o ancianos. Y en las 24 provincias del arzobis-pado de Charcas y obispados de La Paz y SantaCruz el número de indígenas era de 242.564, sien-do 54.833 los tributarios.

Los totales se registran en el cuadro de pie depágina, tomado de los documentos agregados a laMemoria del virrey Superunda.

Pero, como bien hace notar David N. Cook, apesar de 1o detallado de las cifras del censo -delcual el cuadro recién citado no es más que un resu-men-, ha habido errores en su interpretación.Así, en 1840, William Robertson calculó una po-blación indígena en el virreinato del Perú de2.449.120 indios para el año l76l (cifra que reco-ge Rosenblat), considerando que el número de tri-butarios era 612.780 -número total de indígenascensados en 1754- y las mujeres y niños estabanexentos de ese pago.

Ya hemos indicado que a partir de mediadosdel siglo xvttl comenzó en el Perú una lenta peroefectiva recuperación demográfica, y por lo querespecta a la población indígena, corrobora estatesis la estimación de Concolorcorvo de que hacia1770 en el Perú hay casi un millón de indios.

Población indígena de Perú y Charcas en 1754

Dióce.sis Jefes Tributarios Reservodos Muchuchos Mujeres Total

LimaCuzco .. .

ArequipaTrujilloHuamangaI q Plstq

26363912923'l244352196l8

22.'t9r32.7944.250

1 8. 1751 0.52026.35124.794

3.688

5.3817.698

8053.1313.9126.4406.001t.021

23.40828.452

3. 17519.4228.689

2't.09328.4024.538

50.3 I 057 .9866.124

38.14923.53256. 15 5

48.9448.571

102.153127.569

14.48319.tt146.89'7

116.391108.3 3 7

1 7.836LaPaz...Santa Cruz

ToTALES 2.078 143.363 34.389 143.179 289.711 6 r 2.780

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LOS REINOS INDIANOS 656

Carta topográfico de la provincia de Trujillo, levantada por orden del virrey, conde de Superunda, en 1760. Se trata de otro granoasis costero, extendido desde el puerto de Malabrigo y valle de Chicamo hasta la villa de Sonts.

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3. Factores del estancamiento demográfico

Las epidemias, inundaciones y los movimientossísmicos pusieron cortapisas al desenvolvimientode la población peruana al producir estragos reite-rados, destacando por su importancia la gran epi-demia de l7l9-20 y los crueles terremotos de 1725y, sobre todo,1746.

a) La epidemia de I7I9-20. Por sus efectosdemográficos, la principal catástrofe ocurrida enla primera mitad del siglo xvtrt fue la epidemiaque asoló el Virreinato del Perú a partir de 1717,siendo su punto máximo los años l7l9-20. Estaepidemia, que se cree fue cólera, tifus o peste bu-bónica, había sido notada en l7l4 en el Río de laPlata, pues al parecer se había declarado a bordode un barco negrero surto en Buenos Aires. Notardó en propagarse río arriba, afectando conside-rablemente a las misiones del Paraguay y alcan-zando rápidamente a las <provincias de arriba>.Por un período de tres años, a partir de l'717, lafiebre se extendió a través de la sierra, devastóCharcas y Potosí, descendiendo después al BajoPerú, donde afectó sobre todo a las provincias deHuamanga y Arequipa y causó verdaderos estra-

gos en varias provincias del obispado de Cuzco.En abril de 1720 se nota la epidemia en la vieja

capital incaica y la plaga continuó con tal fuerza yfue tan contagiosa que

-según Lorente- los mé-

dicos, asistentes y enterradores sucumbieron almal, por lo que muchos se niegan a sepultar loscadáveres, y las calles de Cuzco se convierten en(teatro sangriento de cadáveres despedazados delos perros, por faltar entre los vivos valor paradarles sepultura)), como informa el Tribunal de laSanta Cruzada de Lima al rey. Fue necesarioinaugurar dos nuevos cementerios, uno en Con-chapata y otro en Ayahuaico, pues las iglesias ylos cementerios a ellas anexos pronto resultaroninsuficientes. El número de los muertos llegaba a100 al día, siendo los meses de agosto y septiem-bre los más virulentos: el l0 de agosto, la mortan-dad alcanzó la cifra de 700 personas. A la epide-mia, conocida en el Cuzco con el nombre de <lapeste gr4nde>, siguió un período de escasez, debi-do a la falta de brazos y a haber huido muchos in-dios de la comarca.

Con esta gran plaga, según Cosme Bueno, la po-blación indigena de la sierra fue reducida en ciostercios, estimación que coincide con el cálculorealizado por José María Valega, de que murieron

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657

más de 200.000 indios en Perú y Charcas. Sólo enPotosí hubo 22.000 víctimas y en la ciudad deCuzco unos 20.000; Ia provincia de Quispicanchis(en la jurisdicción del obispado cuzqueño) tenía,antes de la peste, cerca de 30.000 habitantes yqueda reducida a menos de 10.000, <cuya rebaja

-dice Cosme Bueno- debe entenderse respecti-vamente de las demás provincias de Ia Sierra>. Fi-nalmente, el ya citado informe del Tribunal de laCrtzada de Lima eleva el número de víctimas a400.000, pero consideramos exagerado este cálcu-lo, teniendo en cuenta las demás noticias y el he-cho de que en el mismo informe se dice que en laciudad de Cuzco (se cuentan sesenta mil los quehan perecido>>.

Parece superfluo añadir que, una vez más, lacasi totalidad de las víctimas fueron indígenas, en-tre otras razones porque formaban la mayor partede la población de las provincias afectadas. Comoescribe al rey el protomédico de Lima y catedráti-co de Prima de Medicina de la Universidad, el es-trato social más perjudicado por la epidemia fueel de <baja esfera y corta jerarquía, que son lossujetos más propensos a experimentar semejantefatalidad>, añadiendo que <los españoles, que vi-ven con dieta y usan de alimentos que llamamosmulte virtutis et pouce molis, en estas regiones, hasido de ellos raro el que ha sido infestado o pere-cido>. Indudablemente, las deficiencias de la ali-mentación, junto con la falta de recursos y de hi-giene, disminuyen notablemente la capacidad deresistencia al mal, que, sin embargo, afectó tam-bién a la población mestiza y blanca. En este sen-tido no deja de ser curioso que, ante el avance dela epidemia, el obispo de Cuzco dispensó del ayu-no y la abstinencia para que la resistencia de loshabitantes no disminuyera.

b) Terremotos e inundsciones. Por otra par-te, los terremotos e inundaciones son frecuentes.Mencionemos algunos de los más importantes: ell7 de septiembre de 1707 un fuerte terremoto con-virtió en ruinas el pueblo de Capi e hizo que sedesviase el curso del río Apurímac; el 15 de marzode 1720, tras unas lluvias torrenciales, el río Sañase desborda causando la más espantosa inunda-ción de que se tenga noticia en la costa peruana:no hubo víctimas, pues los mil y pico habitan-tes de la ciudad de Santiago de Miraflores

-conocida hasta ahora como Saña- pudieronponerse a salvo, pero la ciudad quedó completa-mente destruida y sus pobladores se trasladaron aLambayeque, convertida desde entonces definiti-vamente en el centro o capital de la región. El 6 deenero de 1725 perecieron cerca de 2.000 personasen un terremoto que desmoronó el cerro de Anca-cho y provocó la desaparición del pueblo de An-cash (provincia de Huaylas), con cerca de 1.500habitantes, todos los cuales murieron por la inun-dación que siguió al seísmo.

Pero una de las catástrofes de mayor magnitudque registra la historia del Perú es el destructor te-rremoto que se produjo el día 28 de octubre de

XI-I, H. DE ESPAÑA Y AMÉRICA.-42

PERU Y CHARCAS

IV46, a las diez y media de la noche, causando mi-llares de víctimas y arrasando la ciudad de Lima;además, al mismo tiempo que el suelo temblaba,el mar penetraba en la región costera arruinandopor completo el Callao y ahogando a casi toda supoblación. El número de víctimas se calcula en elCallao en unas 5.000 personas, siendo menos enLima, aunque también considerables, pues a lasvíctimas directas del terremoto (unas 1.300, segúnun contemporáneo, Llano Zapata) hay que añadirlas que en los meses sucesivos se fueron produ-ciendo de sus consecuencias

-hambre y enferme-

dades motivadas en parte por la corrupción delaire a causa de la multitud de restos putrefactos,unidos al calor propio de la estación- y los mu-chos que abandonaron la ciudad, faltos de vivien-da o en busca de más seguro asilo. Por todo elloel terremoto de 1746, además del elevado númerode víctimas inmediatas (que se puede fijar en másde 6.000 personas en Lima y Callao), supuso unfuerte quebranto para la población limeña, que,como ya hemos visto, tardará largos años enrecuperarse.

III. Economia

l. Agriculturo y ganadería

El Alto y el Bajo Perú son durante toda la épo-ca colonial países fundamentalmente agropecua-rios, aunque se sacrifican sus magníficas posibili-dades en beneficio de la minería, pues siendo laobtención de metales preciosos el nervio esencialde toda la actividad económica, la agricultura y laganadería sólo fueron valoradas como riquezasubsidiaria, auxiliar.

a) Obstáculos al desarrollo agrario. En rela-ción con el carácter secundario de la producciónagropecuaria, se puede considerar la falta de pro-gresos técnicos notables en este aspecto. No se hi-zo transformación alguna en lo que se refiere asistemas de cultivar el suelo, manteniéndose enesencia los mismos métodos, herramientas, etc.,de los siglos anteriores, que a su vez eran en granmedida pervivencia de tiempo prehispánicos.

Al margen de los escasos adelantos técnicos, laagricultura peruana adolece de otro grave proble-ma, agudizado en el siglo xvttr: la escasez de ma-no de obra, afectada, por una parte, por la dismi-nución de la población indígena (que es, además,absorbida en grandes cantidades por la minería)y, por otra, por el insuficiente abastecimiento deesclavos negros, tan esenciales para las plantacio-nes costeras. La escdsez y consiguiente carestía dela mano de obra libre, cuyos salarios medios fluc-tuaban entre cuatro y seis reales al día (según seincluyera o no el alimento), se podría haber palia-do por medio de la adecuada importación de ne-gros, pero éstos resultaron igualmente caros. Elesclavo tenía un valor medio, en esta época, de

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LOS REINOS INDIANOS

400 a 500 pesos y era un capital inseguro y de cor-ta duración, pues el obrero agrícola tenía un pro-medio de vida de apenas 30 años y no había mu-chos nacimientos entre ellos. Los elevados preciosy las deficiencias en el suministro planteaban unagudo problema a los agricultores peruanos de lacosta, hasta tal punto que -como afirma FebresVillarroel- en el Perú del siglo xvIII tenía másvalor la mano de obra que la tierra, y el valor de

las haciendas estaba en estrecha relación con elnúmero de esclavos que trabajaban en ellas (entre30 y 50 esclavos por hacienda, como término me-dio). Todo ello hace que para poner en marchauna hacienda se necesite un fuerte capital (sólopara adquirir los negros se requería entre 12.000 y25.000 pesos) y este desembolso podía resultar an-tieconómico en un negocio de moderadas ganan-cias como es el del campo.

En otro orden de cosas, la agricultura peruanano podía progresar porque carecía de mercado ex-tenso para sus productos, que sólo en insignifi-cantes proporciones relativas eran susceptibles deser incorporados a la economía europea o interco-lonial. Esto privaba a las tareas agrícolas de unfuerte incentivo, y en líneas generales se puede de-cir que la producción agraria del siglo xvltl era de

autoconsumo. Por otra parte, la propia geografiahacía poco atrayentes las faenas del campo, tantoen la costa, falta de agua, como en la sierra y su

vertiente amazonica. El grave problema de comu-nicaciones derivado de la naturaleza del terrenoincide además fuertemente sobre la agricultura,pues el aislamiento de muchas regiones impideque aumente la producción, ya que la abundanciade frutos, al no tener salida, sólo contribuiría a

depreciarlos aún más.

b) Principales zonas agrícolas. Según los cul-tivos, se pueden distinguir -como así lo haceCépedes- tres sectores fundamentales en la agri-cultura alto y bajoperuana: el macizo andino ysus vertientes marítima y amazonica.

El macizo andino -incluyendo la <sierra> pe-

ruana y el altiplano boliviano- se caracteriza porcultivos pobres, que son, por lo demás, los úni-cos posibles en un clima extremado y seco. Losmás frecuentes y productivos son papas, cebada,quinua y maiz, aunque en los largos y estrechosvalles que se suceden en una cadena continua y es-

paciada, desde Cajamarca hasta Cuzco y Caraba-ya, se da una mayor abundancia y variedad defrutos, destacando el trigo (en Cochabamba y Por-co, especialmente) y la caña de azucar (en Ayacu-cho y Cuzco sobre todo). La estrechez de sus va-lles, la escasez de agua y, más que nada, el aisla-miento son los factores determinantes del bajorendimiento del suelo serrano.

La vertiente amazonica de los Andes producíatrigo,maiz, coca, caña deazucar, algodón, quina,tabaco, cacao, café, maderas preciosas, etc. Peroa pesar de la riqueza del suelo, una vez más el ais-lamiento es causa del atraso de la región. El pro-blema de las comunicaciones impide que en la

658

<montaña>> o en la rica vertiente norte de la mese-ta de Charcas se realizara la explotación intensivade cultivos de cacao y coca o se montara una fuer-te industria azrrcarera y maderera, con lo que se

habría logrado un importante desarrollo económi-co de la zona.

Finalmente, la vertiente occidental andina, apesar de ser en su mayor parte un desierto, produ-ce de todo en los valles que se forman a 1o largodel medio centenar de ríos que la atraviesan y queconstituyen auténticos oasis en los que se cultivacaña de azúcar -en los valles de Saña y Trujillosobre todo-, viñedos -en Ica y Pisco, célebrespor sus vinos y aguardientes, que se exportabanhasta Panamá y Guatemala-, trigo -especial-mente en el valle de Cañete, llamado el granero deLima-, algodón, olivos, arroz, alfalfa, papas,toda clase de frutas y verduras, etc.

c) Crisis de la producción cerealísticq peruq-na. Pero en el último tercio del siglo rvtt lapróspera agricultura bajoperuana entra en un pro-ceso de decadencia, cuyo punto inicial se ha situa-do en el terremoto de 1687, de efectos destructo-res no sólo para la agricultura, sino incluso parael paisaje de la costa, cuyos cambios son descritoscon todo detalle por los escritores de la época. Elfértil valle de Lima se hizo estéril hasta convertir-se, en ciertas regiones, en páramo, perdiéndosetanto en calidad como en cantidad de producción,especialmente en los cultivos de cereales, que de-jaron de ser remuneradores al rendir cosechasprácticamente nulas. Señala Oscar Febres dos cla-ros índices de esta crisis agrícola: el bajo rendi-miento de las tierras -que del 15 al 25 por 100que era antes del terremoto, bajó al l0 ó 16 por100 como máximo- y la disminución de las áreascultivables, pues, a raiz de la catástrofe, la mayorparte de las haciendas apenas se cultivan en su mi-tad o en su tercera parte. En este sentido hay quedestacar que, según Demetrio Ramos, el más im-portante efecto del terremoto de 1687 no fue la es-

terilidad de las tierras, sino la destrucción de lasobras de riego, que hizo disminuir la superficiecultivada al restringirse la extensión regable.

Indudablemente, el mencionado terremoto y lasalteraciones climáticas que lo siguieron (lluvias to-rrenciales y un posterior período de sequía) oca-sionan un fuerte y brusco descenso en la agricul-tura de la costa peruana, pero la crisis agrícola se

prolongaría durante todo el siglo xvttl y no puede

atribuirse a esta única causa. Contribuyen a ellanuevos movimientos sísmicos, que destruyen casasy haciendas, fuertes inundaciones, el empobreci-miento de las tierras, por no enriquecérselas confertilizantes apropiados -durante

esta centuria se

experimenta cierto retroceso en la utilización delguano como abono-, pero sobre todo la falta de

brazos para las faenas agrícolas -lo que impidiórehabilitar las tierras dañadas- y la ausencia de

incentivos para fomentar la producción.Si bien la decadencia agrícola bajoperuana es

general, su aspecto más llamativo es la crisis de la

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659 PERU Y CHARCAS

Entre el camino de Lüno al Callao y el de la Magdalena al misno puerto se salpic'aban los chucras y pequeñas poblaciones, comoesla de Bellavisla, destinada en su planeamiento a esÍablecer las bodegas donde habrío de almacenarse el trigo, que se intportaba de

Chile, dada la crisis de su cultivo que sufrió el Perú.

producción triguera, que se ve fuertemente reduci-da y llega prácticamente a desaparecer. Tambiénaquí se han exagerado los efectos del sismo cuan-do, como dice Demetrio Ramos, estos temblores(no hicieron sino rematar catastróficamente unproceso de decaimiento> iniciado mucho antes.En efecto, el empobrecimiento triguero del Perú

-cuya producción en los siglos anteriores era tal

que incluso permitía la exportación a Panamá-es un proceso largo cuyo punto inicial puede si-tuarse en la pérdida del mercado panameño, que,todavía en el mismo siglo xvlt, comenzó a abaste-cerse de las harinas que llegaban por Jamaica, loque influyó en la disminución del cultivo del trigoen los valles peruanos ya antes del famoso terre-moto, al que se ha pretendido hacer responsableexclusivo de la crisis posterior.

Si la pérdida de mercado exterior privó a laproducción triguera peruana de un fuerte incenti-vo, el golpe de gracia vino a darlo la aparición

-precisamente por los años del terremoto- de

una plaga que reducía los granos a <(un inútil ynocivo polvo de color tabaco> (según Bravo deLagunas, en su ya citado Voto consultivo). Seacual fuere la enfermedad -probablemente

una delas royas del trigo o un masivo ataque de ti-zón-,lo cierto es que hizo para siempre deficita-ria la producción de este cereal y el Perú, antiguoexportador, se ve obligado a importar trigo direc-tamente de Chile a partir de los últimos años delsiglo xvtt, comercio que está ya sólidamente esta-blecido al iniciarse la siguiente centuria. La de-pendencia del trigo chileno fue pronto absoluta,lo que hace decir al virrey marqués de Castelfuer-

te en su Memoriq que <sin Chile no existiera Lima>.Todo este proceso va acompañado de un cons-

tante aumento de los precios: si a mediados del si-glo xvtt la fanega de trigo costaba unos cuatro pe-sos, a principios del siglo xvtrt se cotizaba a 25 y30 pesos, y el encarecimiento del trigo -artículode primera necesidad y gran consumo- determi-nó un alza general del costo de vida, cuyo focoprincipal estuvo en Lima, donde el régimen deprecios se triplica en una década. Las especulacio-nes obligaron a Castelfuerte a establecer una tasafija para las compras del cereal.

Y, paradójicamente, la importación de trigochileno, que había solucionado el problema delabastecimiento limeño, viene a convertirse enobstácuio para la recuperación de la produccióntriguera peruana. Por este motivo, durante la pri-mera mitad del siglo xvrU, los agricultores perua-nos procuran intensificar el cultivo de este cereal yacabar así con la dependencia exterior.

Estos esfuerzos por lograr un mayor desarrollotriguero culminarán tras el terremoto de 1746 queocasiona la pérdida del grano almacenado en elCallao y puso de manifiesto la fragilidad del apro-visionamiento marítimo.

El restablecimiento del interés por el cultivo deltrigo en los valles de Lima será canalizado por elvirrey Superunda, quien procura proteger la pro-ducción cerealística peruana ordenando que sedebían vender y consumir por mitad los trigos deChile y los del país. Pero el juego de intereses quese había formado en torno al tráfico triguero hacefracasar todos los esfuerzos por recuperar la pro-ducción propia. El sistema de <igualdad> de ven-

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LOS REINOS INDIANOS

tas impuesto por Superunda fracasó por la ac-tuación de los navieros que monopolizaban el trá-fico del trigo chileno y temían que el paciente des-arrollo de los cultivos peruanos creciera hasta elpunto de hacer innecesarias las importaciones.Por ello, los comerciantes trigueros otorgaron cré-ditos a los panaderos, a quienes facilitaron el tri-go de Chile al fiado, logrando así que se formarauna cadena de intereses entre navieros y panade-ros y que éstos se resistieran a admitir el grano pe-

ruano, que debían pagar al contado. Además, losnavieros bajaron el precio del trigo forzando alos labradores a dar sus granos aún más baratosy, en consecuencia, a obtener muchos menos be-

neficios de los que podían conseguir con otroscultivos.

Así, la crisis del trigo fue en realidad una espe-

culación por parte de los navieros, quienes unavez conseguido, por los procedimientos menciona-dos, el monopolio, y con el fin de volver al régi-men de precios altos, se unen en diputación, que

tuvo por objeto fundamental controlar el númerode viajes que los barcos debian realizar para noconducir más trigo del que fuera necesario, así co-mo concentrar las ventas -que se realizatian alcontado- en unas mismas manos. Para defender-se de este cambio de actitud de los navieros, loscomerciantes panaderos solicitaron con <anhelolos pocos trigos de la cosecha [...] lo buscaron enlas provincias inmediatas para así mantener elabasto cuanto tiempo fuera posible sin el trigo de

Chile t...1 compraron sólo el necesario con el finde obligar a los navieros a bajar el precio y a nocancelárselo al contado> (Bravo de Lagunas). Pi-dieron a los cosecheros adelantar las siembras yaumentar la producción, y éstos, por su parte, so-licitan y obtienen, en 1755, que cesara el sistemade <igualdad> y se diera preferencia a los trigosdel país. El virrey Superunda se felicita de estamedida diciendo en su Memoria: <<Los buenosefectos de la prelación concedida están ya a la vis-ta, reconociendo en las cosechas de trigos en unaño a otro considerable aumento [...] y puede es-

perarse que consiga esta ciudad un insigne benefi-cio si continuándose aquella aplicación sin desma-yo, asegura con la abundancia de trigos su inde-pendencia [de abastecimiento].>

Pero la política preferentista de Superunda, si

bien consiguió fomentar la producción triguera,contribuyó a endurecer la pugna entre agricultoresy navieros, que terminaría con el triunfo de estosúltimos, pues eran los únicos capaces de asegurarel suministro. Con el trigo peruano no era posibleabastecer Lima y el Callao, cuyo consumo estabacalculado en unas 150.000 fanegas anuales, mien-tras que la producción de los valles en estos añosde buenas cosechas apenas llegaba a las 50.000.

De esta forma, el cultivo del trigo tendió a des-aparecer y el Perú dejará de ser un país autárqui-co y pasará a depender definitivamente de Chileen este aspecto. Por otra parte, el bajo rendimien-to y escasos beneficios logrados con el trigo, a pe-

sar de los reiterados intentos por mejorar la pro-

660

ducción, decide a los agricultores peruanos alcambio de cultivos buscando aquellos que les de-jaran un mayor margen de ganancias.

Entre éstos alcanzará un considerable desarro-llo la alfalfa, impulsada por el activo comercio te-rrestre, hecho casi de modo exclusivo en mulas,cuya alimentación requería una gran cantidad deforraje, sobre todo en la zona de confluencia dedicho comercio, como era el valle de Lima. Se cal-cula que el comercio del arrieraje peruano se en-contraba servido por unas 50.000 mulas (ademásde los cerdos, ovinos, caballos, vacunos, etc., queconsumían forrajes), por lo que los campos antessembrados de trigo se transforman en grandes al-falfares. Según Bravo de Lagunas, sólo en el vallede Lima, a mediados del siglo xvIII, se obteníauna producción aproximada de 8.500 cargas dia-rias de alfalfa (cuyo valor sería unos 370.000 pe-sos al año), cubriendo la producción forrajera el65 por 100 del total agrícola, mientras que el trigorepresentaba el 4,5 por 100. Por otra parte, apro-vechando los bajos precios de las tierras debido ala crisis general agrícola, cada vez son más los co-merciantes que invierten capitales en la adquisi-ción de haciendas que convertirán en pastizalespara alimentar sus recuas. La agricultura se pusoasí al servicio del comercio.

En este proceso de sustituciones se incrementatambién el cultivo del maí2, destinado a la alimen-tación del ganado de cerda, mientras la caña deazircar -a pesar de los excesivos impuestos que lagravaban- va ocupando paulatinamente el lugarde privilegio que tendrá en el siglo siguiente, cuan-do, al lado de la producción para el consumo in-terno, surja la agricultura del azúcar orientada ala exportación.

d) La gonadería. Finalmente, y por lo que se

refiere a la ganadería, ésta tuvo en el Bajo y AltoPerú significación propia, aunque revistió el mis-mo carácter adjetivo que la agricultura, y en nin-gún momento alcanzó la importancia económicaque tuvo en la Argentina o en otras zonas de laAmérica hispana.

Desde el principio hubo una neta tendencia a lalocalización geográfica del ganado importado porlos españoles, pero sólo dos tipos encontraron sulocalización adecuada: el ovino y el caprino. Elganado lanar se diseminó por las zonas de pastosnaturales de la sierra, en los llanos orientales y zo-nas altiplánicas charquinas, y su propagación fueel principal elemento para el fomento de la indus-tria textil u obrajera. En cuanto al ganado cabrío,alcanzí un desarrollo extraordinario en los vallesdel norte de la costa, en especial en Trujillo, Piuray Lambayeque (donde da lugar a una importanteindustria de cordobanes).

Respecto al ganado vacuno, sin tener una loca-Iización geográfica definida, se aclimató en variossitios coincidentes con los del ganado lanar (so-bresale Ayacucho, cuya riqueza de vacunos ori-gina una notable industria de curtiembres) y,por excepción, en cabeceras de montaña, co-

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661 PERU Y CHARCAS

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Economía del área central andinl

mo Tarma, que producía 40.000 cabezas al año.El ganado de cerda no se localizó en zonas de

concentración apreciable como para influir en laeconomía de una región, aunque destaca la pro-vincia de Chancay como la más importante por lacría de cerdos, que a mediados del siglo xvltl pro-porcionaba unas ganancias de 300.000 pesos

anuales, surgiendo también la industria y el co-mercio de la mantequería.

En cuanto al ganado caballar, mular y asnal, se

cría en Piura, Lambayeque, lca, Camaná, Are-quipa, pero la producción es deficitaria. Dada laimportancia de las mulas para el tráfico interior, ylas labores mineras, se hace necesaria su importa-ción desde Salta y Tucumán, de donde también se

traía ganado vacuno y caballar, pero predominan-temente mulas: en 1698 se importan 6.651 mulas yhacia 1760 son ya casi 30.000.

Por último, las llamas, alpacas y vicuñas, sintener la importancia de otras épocas, pues se re-ducen en cantidad y en área de dispersión, siguencriándose, sobre todo en Huamanga, Angaraes,Castrovirreina y otras provincias de la sierra, des-tinándolas al acarreo de metales y al transporte engeneral. A mediados del siglo xvlll se incrementala cría de vicuñas para aportar lana a la industriasombrerera, que adquiere gran auge en esta época.

2. Minerío

La economía peruana se fundamenta preferen-temente en su riqueza minera, siendo la produc-ción argentífera -sobre todo de Potosí- el índi-ce más sensible de la situación económica virrei-nal. Igualmente fundamental es la producción deazogue de la mina de Huancavelica, ya que el tan-to por ciento de plata obtenida era consecuenciadirecta del mercurio empleado, quedando así indi-solublemente ligados el interés de producción delos dos principales centros mineros.

Tres factores fundamentales intervienen en lamayor o menor producción de plata, a saber: a/ lariqueza de los filones en explotación; b) la manode obra disponible para labrarlos; y c/ la abun-dancia de azogue mediante el cual verificar la ex-tracción de plata.

a) Situación general de las minos: qgolaffiien-to de filones y escasez de mano de obra. Respec-to al primer punto, a comienzos del siglo xvnt seacentúa el fenómeno, ya antiguo, de agotamientode algunos yacimientos, al que se une la inutiliza-ción de muchas vetas, debido a defectos en losmétodos de trabajo, y el abandono de otras quehabían dejado de ser remuneradoras, pues el

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T-OS REINOS INDIANOS

aumento de los gastos de extracción producidopor la mayor profundidad en que se hallaban lasvetas y la baja ley del metal sacado de las zonasprofundas hizo que muchas veces no compensaralo obtenido ni siquiera la mano de obra empleada.El problema

-paliado en una mínima parte porel descubrimiento de nuevos yacimientos, entrelos que destaca el hallazgo, en 1709, de una ricaveta de plata en el cerro Ucuntaya, en Carabaya,antigua zona de lavaderos de oro- no se reme-diará hasta bien avanzado el siglo, cuando losadelantos técnicos permitan el aprovechamientode los minerales menos ricos.

En cuanto a la mano de obra, esencialmente in-dígenas que laboraban las minas según el régimende la mita, constituye uno de los más graves ycontinuos problemas de la minería peruana, quese agudiza también en esta época. Durante la pri-mera mitad del siglo xvIII es evidente la disminu-ción de mitayos a un ritmo incluso mayor que elde los propios filones, y el fenómeno es tan claroque a juicio de los contemporáneos la causa de to-dos los males de la minería virreinal estaba en laescasez de mano de obra indígena. Sin aceptar porcompleto explicación tan simplista, Céspedes se-

ñala que, desde luego, las gráficas de poblaciónindia ofrecen un declive paralelo al que muestranlas cifras medias de producción minera.

El problema de la disminución de mitayos se

agravaba con el hecho de que los que existían se

hallaban repartidos bastante arbitrariamente, sintener en cuenta las necesidades reales del yaci-miento a que estaban asignados; esto habría podi-do remediarse mediante un nuevo repartimientode los indios de mita, pero el que se hizo en 1690

sólo se revisa en parte en tiempos del virrey Cas-telfuerte, manteniéndose en líneas generales en vi-gor hasta la total extinción de la mita en el si-glo xlx. Un defecto más de este sistema de reclu-tamiento de mano de obra era la existencia de losllamados <indios de faltriquera>, mitayos que se

redimían de realizar el trabajo a que estaban obli-gados pagando cierta cantidad al minero que ha-bía de beneficiarse del mismo; éste encontraba su

compensación en la cantidad pagada, pero la faltade tales indios en las minas se reflejaba en la dis-minución de la producción. A esto hay que añadirla huida de muchos mitayos, y todo ello hace quecada vez se recurra más a contratar indios volun-tarios -<mingados>-,

aunque éstos, además deser también escasos, resultan caros por los altossalarios que se precisan para atraerlos a una labordura y peligrosa, y, en definitiva, el incremento dela utilización de obreros libres repercute en elaumento de los gastos de extracción del mineral.

b) Ls crisis de Huuncavelics. El tercer factordel cual dependía la marcha de la minería peruanaera el azogue, cuya venta monopolizaba la Coro-na dada su importancia como elemento funda-mental para el laboreo de la Plata.

El principal centro productor de azogue era lamina de Huancavelica (integrada en realidad por

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distintos yacimientos, entre los que destaca la fa-mosa mina de Santa Bárbara), encargándose delos trabajos el gremio de mineros, que a intervalosregulares negociaba con los virreyes los asientos ocontratos bajo los cuales se realizaba la explota-ción. En 1683 se celebra un asiento con el virrey,duque de la Palata, que permanecerá vigente has-ta 1744, y, según el cual, la Corona debía proveera los mineros de 620 mitayos y hacerles un adelantode 125.000 pesos al año sobre el mercurio que se

iba a producir y que pagaria a razon de 74 pesos

dos reales por quintal, suma que después de dedu-cir el quinto y demás impuestos, representaba alos mineros un precio neto de 58 pesos. El gremiode azogueros, por su parte, se comprometía a pro-ducir al año un mínimo de 1l quintales de mercu-rio por cada mitayo recibido, es decir, un total de

6.820 quintales, lo que daba cierto margen sobrelas necesidades normales de azogue en las minasperuanas, calculadas en unos 6.000 quintales alaño. Sin embargo, y a pesar de mantenerse en vi-gor este asiento durante 60 años, Ia mayoría desus cláusulas no fueron cumplidas, pues ni la Co-rona pudo asegurar la provisión de mitayos ni pa-gar puntualmente las anualidades, ni la mina estu-vo en condiciones en casi todo el siglo xvttt deproducir los seis mil y pico quintales estipulados.

El mineral extraído se enviaba en su mayor par-te a Chincha, donde se embarcaba por mar a Ari-ca y de allí, otra vez por tierra, se dirigía a Oruroy Potosí. En ocasiones se transportaba el mercu-rio directamente de Huancavelica a Potosí a lo-mos de mulas, para lo cual se realizaban contra-tos al mejor postor; finalmente, pequeñas canti-dades de azogue se enviaban a las minas cercanasy a Lima.

El precio de venta de azogue a Ios consumido-res se fijaba agregando al precio tipo de Huanca-velica los costos de transporte y envase, obtenien-do siempre la Corona un considerable margen deganancias en la operación. A mediados del si-glo xvut, cuando el precio base era de 79 pesostres reales, en Lima se vendía a 85 pesos tres rea-les, y en Potosí a 103 pesos, el precio más alto detodo el Perú y de toda América.

Al iniciarse el siglo xvIII, el panorama deHuancavelica era desolador, pues, además delpermanente problema de la falta de mano deobra, los hundimientos producidos en las minaspor un laboreo ambicioso habían convertidoaquella explotación en un desastre. La producciónde mercurio, que siempre había fluctuado de ma-nera amplia, muestra desde fines del siglo xvII unconstante y pronunciado descenso, cayendo a unnivel alarmantemente bajo durante la primera dé-cada del siglo xvtlt -ver gráfico-, en la cual elpromedio de producción anual fue de 3.000 quin-tales, y aunque a partir de l7l0 se observa ciertoaumento, la producción de Huancavelica se man-tiene alrededor de los 3.000 ó 4.000 quintalesdurante los 25 años siguientes; es decir, la mitadde lo que la mina había producido en el siglo an-terior.

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Producción de mercurio en Huancavelico, 1700-60 (promediosanuales, según Brading).

Tal descenso, al incidir sobre la producción deplata en todo el virreinato y lógicamente tambiénen los demás sectores de la economía, hace queHuancavelica constituya no sólo el más llamativoejemplo de la decadencia del Perú, sino ademásuna de sus principales causas. Para solucionar es-

ta crítica situación se propone a lo largo del siglouna serie de medidas que, en definitiva, sólo sir-vieron para incrementar la producción a mediadosde la centuria, sin conseguir finalmente detener ladecadencia de Ia mina, que se hará irreversible apartir de 1770, aproximadamente.

c) Los intentos de mejorar la producción deozogue. Ya hemos indicado que en la época se

atribuía la crisis de l{uancavelica, y en general detoda la minería peruana, al problema de la manode obra y a la mita minera, que ocasionaba estra-gos entre la población india, y este punto de vistaprevalece en los primeros intentos para mejorar laproducción. Ya al concluir la guerra de Sucesiónespañola vuelve a plantearse la posibilidad de su-primir la mita. Sin embargo, el virrey príncipe deSanto Buono consideraba tan ligada dicha institu-ción a Huancavelica que no veía más que una so-lución drástica: puesto que la mina no podría sub-sistir sin la mita y ésta se había hecho intolera-ble a los indios, propone que se abandone la ex-plotación y en lo sucesivo se importara el mercu-rio necesario de los yacimientos peninsulares deAlmadén.

Una medida tan radical no podía llevarse ala práctica, y un informe de Dionisio de Alcedoal Consejo tachando el proyecto de innecesarioy perjudicial bastó para paralizarlo. Se decide,pues, continuar explotando Huancavélica, pero almismo tiempo se intenta paliar el problema de lamita expidiendo, el 5 de abril de 1720, una cédulaque ordenaba su cese en las minas de azogue, enlas que sólo debían trabaiar indios voluntarios.Sin embargo, la oposición de los mineros a estamedida fue tal que el virrey decidió suspender su

ejecución. Las consultas y dictámenes acerca de lamita continúan y dan como resultado la real or-

PERU Y CHARCAS

den de 22 de octubre de 1732, en la cual se dispo-ne la continuación de la mita bajo la expresa con-dición de que se guarden las ordenanzas dadaspor el virrey Toledo y otras 13 que se indican, en-tre las que destacan la obligación de pagar a losindios su salario -cuatro reales por día- y gas-tos de desplazamiento -el <leguaje>-, la prohi-bición de conmutar el servicio personal por el pa-go en dinero (práctica que a pesar de todo se in-crementa cada vez más) y una disposición muy in-teresante exonerando del pago de tributo a los in-dios que se ofrecieran a trabajar voluntariamenteen las minas, pretendiéndose así aumentar el nú-mero de obreros libres, lo que permitiría suprimiren un futuro la mita.

No obstante, el problema de Huancavelica se-guía sin solución y la situación sólo comenzó amejorar cuando, en l'734, se ocupa del asunto elprimer ministro español, José Patiño, quien trasasesorarse por José Cornejo e Ibarra (que habíasido superintendente de la mina de Almadén), de-cide implantar en Huancavelica el mismo métodode gobierno recientemente establecido en Alma-dén, es decir, control directo de la Corona. Se

nombra a un miembro del Consejo de Indias, donJerónimo de Sola y Fuente, gobernador superin-tendente de Huancavelica y se restringe la auto-ridad del virrey privándole no sólo de la facultadde designar dicho cargo, sino también de todocontrol sobre la mina.

En doce años de gobierno (1736-48), Sola con-sigue mejorar las condiciones de trabajo de losmitayos y la seguridad de la explotación (porejemplo, amplía y fortalece las entradas y galeríasde la mina y prohíbe el uso de la pólvora, hacien-do así menos nocivo el aire que se respiraba en elinterior), reduce el costo en las labores, permitién-dose con ello la explotación de depósitos de mine-ral de baja ley, y modifica en parte las condicio-nes del contrato con los mineros negociando unnuevo asiento en 1744. Estas alteraciones, juntocon el afortunado redescubrimiento de la veta ma-dre del yacimiento -cuyo rastro se había perdidoen 1648-, dan como resultado un 20 por 100 deincremento en la producción de la mina: entre1729 y 1736 el promedio anual había sido de 4.495quintales, mientras que del 16 de junio de 1'736 al4 de mayo de 1748 se produjeron 65.424 quinta-les; es decir, una media de 5.452 al año. Todo ellovalió a Sola el título de <restaurador de la mina>',pero aunque durante su administración se alcanzala cota más elevada en la producción de mercurioen todo el período que estudiamos (ver gráfico),es evidente que ni el incremento fue tan grande nise debió sólo a las medidas del superintendente

-calificadas por Whitaker de simples <planes de

remiendo con la vieja máquina))-, pues intervie-nen factores casuísticos, como el hallazgo de laveta principal de la mina.

En los últimos tiempos de la gestión de Sola laproducción se encontraba de nuevo en los mismosniveles que a su llegada, y seguirá disminuyendoen los años sucesivos. Esta situación, junto con el

MILESDE

OUINTALES6

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excesivo costo de producción, hace que se estudieotra vez la posibilidad de proveer al Perú de azo-gue desde España suspendiéndose las labores deHuancavelica, que sólo se explotaría en tiemposde guerra u otra emergencia. Por real orden de22 de mayo de 1748 se pide al virrey que informesobre este proyecto, y Superunda lo hace desacon-sejando el cierr'e de la mina por varios motivos,pero fundamentalmente porque si no era trabaja-da constantemente se arruinaría por completo y lareanudación de las labores en caso de emergenciasería prácticamente imposible. Pese a que los mi-neros de plata -que lógicamente deseaban unmercurio más barato- apoyan el plan, las autori-dades peruanas y el propio Sola (de nuevo en supuesto en el Consejo) se opusieron fuertemente yla Corte decidió renunciar al cierre de Huancaveli-ca, aunque se hace un experimento enviando, alcargo de Miguel Antonio de Escurrechea, 1.300quintales de mercurio de Almadén, por la vía deBuenos Aires hasta Potosí, donde se vendieron a70 pesos, precio inferior al de Huancavelica.

Indudablemente, la decisión de no cerrar la mi-na fue acertada, pues en un tiempo en el cual Es-paña tenía sólo tercera categoría como potenciamarítima era peligroso que todas las minas de pla-ta de Perú y México dependieran completamentede unas minas de azogue situadas al otro lado delAtlántico. El proyecto será definitivamente aban-donado cuando, en 1751, un hundimiento ocurri-do en la mina de Almadén redujo su producciónhasta el punto que Huancavelica tuvo que abaste-cer de mercurio no sólo al Perú, sino también aMéxico y Guatemala en los años t7 53 y l7 55.

La administración de Huancavelica estaba aho-ra al cargo de don Gaspar de la Cerda y Leyva(17 48-54), superintendente de nombramiento real,que intentó modificar el sistema vigente sustitu-yendo el gremio de azogueros por una compañía

-como se había hecho en Potosí-, pero no con-siguió más que enfrentarse con los mineros y di-mite. Le sustituye interinamente el oidor de laAudiencia de Charcas, don Pablo de la Vega(1754-58), quien no se ocupa más que de enrique-cerse ostensiblemente.

Se recurre entonces por segunda vez a una per-sonalidad destacada, nombrándose, en 1758, go-bernador de Huancavelica al famoso viajero donAntonio de Ulloa. Según el informe que presentóa la Corte tras su gobierno, que duró hasta 1764,la situación de la mina era desastrosa por la des-organización y la explotación desmedida y arbi-traria, y ello se agravaba con el progresivo empo-brecimiento de la ley del mineral: según Ulloa, lacantidad de azogue por <cajón>

-equivalente amedio metro cúbico de tierra- apenas alcanzabala cuarta parte de lo que se extraía diez años antes.

Gracias a la labor del nuevo superintendente selogró elevar la producción y en los primeros añosde la década de 1760 se alcanzará la cota más altade todo el siglo, superándose por primera y únicavez los 6.000 quintales de promedio anual. Pero elmismo Ulloa era consciente de que esta situación

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era transitoria y que tal ritmo de extracciones nopodría mantenerse porque las principales vetas es-taban agotadas y las que quedaban eran de bajaley. Efectivamente, tras la marcha de Ulloa laproducción de Huancavelica entrará en un proce-so de decadencia, ya incontenible, y se haríabso-lutamente insuficiente para cubrir las necesidadesde azogue en Perú, por lo que cada vez se tieneque importar más de Almadén.

En los primeros años del siglo xvrrr, y pese alestado ruinoso de Huancavelica, y a las amplias yviolentas fluctuaciones en el volumen de produc-ción y la pequeñez de ésta en proporción a épocasanteriores, hay que decir, sin embargo, que la mi-na se hallaba en completo éxito en relación con suobjetivo principal, que era proveer a las minas deplata del Perú de su adecuada cantidad de mercu-rio. La aparente paradoja se explica porque, pre-cisamente en estos mismos años, la producción ar-gentífera peruana

-debido en parte a la decaden-cia de Huancavelica- atraviesa la más aguda cri-sis de toda la época colonial y ello hace que suconsllmo de azogue sea inferior. Cuando a partirde mediados del siglo las minas de plata se recupe-ran, mientras que Huancavelica sigue decayen-do, se hará necesaria la importación de mercuriopeninsular.

d) La minq de plota de Potosí. Por lo que serefiere a la producción de plata, aunque existíanvarios yacimientos en el virreinato

-destacandoOruro, Carangas y Puno en Charcas y, sobre to-do, las minas del Cerro de Pasco, en el Perú, queexperimentan durante este siglo un considerabledesarrollo-, Potosí es la pieza fundamental y sumayor o menor rendimiento incide de manera ab-soluta en la producción argentífera total al consti-tuir esta sola mina, aproximadamente, el 50 por100 del conjunto.

A pesar de su extraordinaria importancia es, sinembargo, prácticamente imposible establecer concerteza la producción de Potosí, pues una buenaparte de la plata extraída no era registrada. Losoficiales reaies a cargo de la cobranza de los im-puestos solían ser -salvo notables excepciones-muy celosos en la represión de las defraudaciones,pero los dueños de minas e ingenios eran, por suparte, mucho más diestros para evadir Ia ley y elcontrabando de plata en todas sus formas era in-tensísimo, constituyendo, como afirma Hanke,<todo un arte en Potosí>. A comienzos del sigloxvIII se agudiza este mal, pues los franceses queacuden a comerciar a las costas del Pacífico pre-fieren trocar sus mercaderías con plata no regis-trada, y el cese del comercio francés no pone final intenso tráfico de piñas de plata sin quintar,pues entonces se incrementa enormemente el con-trabando por Buenos Aires. Las dificultades paracalcular el alcance de este tráfico impiden conocercon cifras exactas, década por década, la produc-ción de Potosí; por tanto, es necesario conformar-se con aproximaciones generales.

Sin embargo, es evidente que la primera mitad

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del siglo xvrrr es para Potosí -y con ella toda laminería peruana- una época de decadencia ini-ciada, es cierto, en la década de 162I a 1630, peroque alcanza ahora su punto culminante, reflejadoen una producción que desciende a menos de cin-co millones de pesos hacia 1720 (véase gráfico),cuando a comienzos del siglo anterior se aproxi-maba a los 35 millones.

Algunas de las causas de la disminución del ren-dimiento de Potosí ya las hemos apuntado: des-aparición por agotamiento de las ricas vetas su-perficiales e inutilización de muchos filones a cau-sa de una explotación inhábil, la decreciente leyde los metales y la mayor profundidad en que selos hallaba, las dificultades en la previsión demercurio debido a los problemas de Huancavelicay, sobre todo, la escasez y baja productividad dela mano de obra obligada. A esto se añaden lasinundaciones de los niveles inferiores de la mina,que en Potosí constituyen un problema nunca re-suelto completamente. En l72l se contrató al in-geniero francés Luis Laduero de San Jorge paradesaguar la mina llamada <Descubridora>, dondese había acumulado tal cantidad de agua que

-como cuenta el cronista de la villa, BartoloméArzáns- en ella podría (navegar una capitanareal, cuyo círculo es como una plazuela>. pero elfrancés fracasó lamentablemente después de unacostosa tentativa y huyó de la ciudad endeudado:<Al cabo, pues, de un mes de trabajo intolerable,cansancio de los pobres indios y gastos muy creci-dos, habiendo desembarazado el agua hasta 40varas de Io más alto [...] de improviso se vio [...]otra reventazón como un buey de agua que enbreves horas [...] les quitó todo lo que ya gustososposeían desaguado. >> (Arzáns.)

En definitiva, Potosí, como Huancavelica, su-frió los perjuicios que la falta de mano de obra yel empleo de técnicas deficientes llevaban consigo.El hecho es que en el tercer decenio del siglo xvurPotosí se encuentra en franca decadencia, obser-vándose desde entonces -según el gráfico ad-junto- un vacilante aumento de la producción,que ya hacia 1750 alcanza el nivel con que se inau-guró la centuria, prosiguiendo ya claramente la lí-nea ascendente. Esta recuperación es favorecidaen cierta medida por la real cédula de 28 de enerode 1735 en que la Corona, preocupada por la si-tuación de la minería peruana, ordena reducir elimpuesto de la plata cobrándose en adelante eldiezmo de lo producido en lugar del quinto. Laorden, publicada en Lima por bando el 3 de juniode 7736, supuso un gran aliciente para los mine-ros, permitiendo la explotación de los mineralesde baja ley y un consiguiente incremento de laproducción. El Gobierno español esperaba que lamayor productividad permitiría pronto superarlas menores recaudaciones originadas por la reba-ja impositiva, como en efecto así fue.

También tiene algo que ver en esta mejoría lareorganización del gremio de mineros de potosí,que en 1747, y a propuesta de José Herboso, creauna compañía por acciones, de 2.000 pesos cada

30

1710 1720 1730 1740 1f¡n 1760

E ESTIMACIÓN ToTAL

-

PRoDUccIÓN DE PoToSi

Producción de plota en todo el Perú y el Potosí, 1700-60 (pro-medios anuales, según Brading).

una, integrada por los mismos mineros y cuya mi-sión sería la compra de utensilios y fomento de laslabores; es decir, una especie de sociedad de soco-rros mutuos. En 175 I tomó la dirección de lacompañía don Ventura de Santelices, quien al añosiguiente logra que ésta se transforme en Banco deRescates y se encargue en lo sucesivo de la comprade las piñas de plata. De esta forma -señala

pa-lacio Atard-, los mineros de Potosí pudieronemanciparse del vasallaje económico a que estabansometidos por parte de los comerciantes o <avia-dores>>, que compraban las platas y se enriquecíanaprovechando la falta de una capital fuerte entrelos mineros, quienes con el nuevo sistema podíanobtener mayores beneficios, lo que representa unnuevo incentivo para impulsar la producción.

Hay que señalar, por último, que, aunque co-nozcamos las líneas generales de la evoluciónde la producción argentífera, hacen falta estudiosdetallados, pues, paradójicamente, la importan-cia del papel desempeñado por Potosí es tan ge-neralmente reconocida que la historiografía haolvidado, por completo, someterlo a un detenidoexamen.

PERU Y CHARCAS

MILLONESDE

PESOS

I/

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LOS REINOS INDIANOS

En esto lámina se nos representa la ciudsd de Guayaquil vista

a lo lejos, desde la zona del astillero, tal como se dibujó con

ocasióln del viaje de Frezier. Podrán observsrse las típicas bal-sos-viviendas utilizadrts por pescadores y gentes que trobojabanen la corts de maderas, que se daban en esta región con cttlida-des excelentes. Esla es la razón de que Guayaquil tuviera los

m(is importontes astilleros del Pacífico'

3. Industrio

Al igual que la agricultura y la ganadetia, laindustria tiene un marcado carácler complemen-tario, y aunque en algunos aspectos se alcanzaun nolable desarrollo, la mayoría de las indus-trias coloniales no tiene otra perspectiva que la de

ser actividades económicas de tipo doméstico -vin-culadas, fundamentalmente, a la alimentación y el

vestido-, que durante el siglo xvIII, en lugar de

seguir el noimal proceso de su crecimiento, se li-milan a sobrevivir, encontrándose a fines de lacenturia en completa decadencia.

a) Industrias alimentarias y msdereras. En-tre las industrias alimentarias destacan la elabora-ción del pan, preparación y salazón de carnes ypescados, elaboración de quesos, fabricación de

azucar (fundamentalmente en las haciendas coste-

ras, pero también en muchas zonas de la sierra,donde había plantaciones de caña' como Ayacu-cho y Cuzco) y, relacionada con ella, la elabora-ción de (pastas y dulces> y de chocolate, de gran

consumo en Lima y en general en todo el Perú,

siendo los conventos el centro principal de esta ac-

tividad. Tienen también importancia las industriasbasadas en el maiz -del que se extraía lachicha-, el tabaco -para la elaboración de ciga-rros, actividad que se incrementa a partir de me-diados de siglo, tras el establecimiento delestanco-, la obtención de la corteza de la quina

-uno de los pocos productos que se exportaban a

España y que se extraía principalmente en Huánu-co, Carabáya y las montañas del Alto Perú-, laelaboración de vino y vinagre -en los valles de lacosta, existiendo un intenso comercio local y de

exportación, fundamentalmente a Centroamérica,que da lugar a una notable actividad alfarera, fa-bricándosé tinajas y botijas, en Ica sobre todo-.

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También existe, especialmente en Charcas, la in-dustria del sebo derivada de la ganadería vacuna yovina, pero con una insuficiente producción, porlo que era necesario importar sebo de Chile.

En el Alto Perú tiene cierta importancia la in-dustria maderera y sus derivados, utilizándoseprincipalmente las maderas de cedro y ébano paraIa construcción, fabricación de muebles y utillajeminero, pero sin llegar a aprovecharse bien lamagnífica riqueza forestal altoperuana.

En la costa peruana son también importanteslas actividades relacionadas con la construcción ycon Ia industria naval (carpinteros, calafates, etcé-

tera), que alcanzó cierto desarrollo sobre todo en

Paita y el Callao, aunque normalmente -en laprimera mitad del siglo xvttt- en estos puertos se

limitan a la carena o construcción de pequeñas

embarcaciones, encargándose los astilleros de

Guayaquil de la principal actividad en este te-rreno.

b) Industria artesunal. En las ciudades al-canzará gran importancia la industria artesanal,destacando las actividades relacionadas con el ves-

tido: sastres, zapateros, tejedores, guanteros, bor-dadores, sederos, pasamaneros, etc. Menciónaparte merece la fabricación de sombreros, que

consigue un auge extraordinario a partir de lacuarta década del siglo xvIII por la introducciónde métodos perfeccionados en el trabajo de la la-na de vicuña. Hasta 1737 los sombreros peruanosresultaban bastos por defectos de técnica y per-dían la forma rápidamente, pero en esa fecha se

estableció en Lima un sombrerero inglés que em-pezó a producir sombreros de calidad igual o su-perior a los impcrtados y tres veces más baratos,con lo cual esta industria adquirió gran desarro-llo. El secreto de la fabricación pasó al mestizoFelipe Vera y luego a todos los sombrereros de Li-ma, que desde 1742 producían sombreros finos,elogiados por Juan y Ulloa. La fabricación de

sombreros de paño se extendió pronto, siendo losprincipales centros productores, además de Lima,Cuzco, La Paz, Oruro, Chuquisaca y Potosí. Pe-

ro la exportación de lana de vicuña a España pri-vará de materia prima a esta industria, que al fi-nalizar la centuria estará en completa decadencia.Por otra parte, se hacían también sombreros depaja, destacando Lambayeque, que en el año 1740

producía 9.000 docenas al año.La artesanía artística tuvo una especial signifi-

cación, relacionada con la importancia de la devo-ción religiosa. Destacan arquitectos, retablistas,pintores y, sobre todo, el arte de la platería, que

tuvo gran desarrollo en Potosí -por la razón ob-via de estar ahí el emporio de la plata en Américadel Sur- y en Lima, cuyos plateros logran famapor la calidad de sus obras.

Existían, por lo demás, otros muchos oficios, lamayoría de los cuales se agrupaban en gremios cu-ya estructura, organización y funcionamiento era

similar a Ia española, concentrándose muchos de

ellos en calles conocidas, en barrios y aun en pe-

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queños pueblos. Así, en el Cuzco todos los car-pinteros se encontraban en el barrio de Belén; enHuamanga hubo también barrios de carpinteros,retablistas y plateros; en el pueblo de Pata -An-garaes-, la mayor parte de los vecinos eran sille-ros, carpinteros y charolistas; en Lima y en el res-to de las ciudades alto y bajoperuanas importan-tes hubo calles de sombrereros, plateros, joyerosy, en general, de todos los gremios principales, detal modo que esta agrupación facilitaba el comer-cio y la vigilancia mutua.

c) Decsdencia de la industria obrajera. Almargen del artesanado urbano y de las diversasindustrias que hemos mencionado, la actividadque alcanzó verdadera categoría industrial duran-te la época colonial fue la industria textil, que se

realizaba en los establecimientos llamados obra-jes, cuya sola producción es de un volumenmucho mayor que la artesanal en conjunto.

Los obrajes son realmente las primeras fábricasamericanas y su implantación se debió a la escasezy carestía de las telas y la incapacidad de la indus-tria española para satisfacer la demanda de suscolonias, facilitándose luego su desarrollo por laproliferación del ganado lanar y la abundancia ycasi gratuidad de la mano de obra. Estos centrosproducían toda clase de tejidos de lana y algodón(paños, frazadas, bayetas, tocuyos, jergas, pon-chos, alfombras, colchas, medias, etc.), ademásde sombreros, cabuya, sogas de cáñamo, mechaspara los arcabuces, alpargatas, objetos de loza yvidrio y hasta pólvora, constituyendo así verdade-ros centros manufactureros.

La época de mayor auge de los obrajes corres-ponde a las últimas décadas del siglo xvtt y prime-ros años del siglo xvIII, cuando había en el Perúcerca de 300 obrajes, la casi totalidad de ellos enla sierra -la distribución geográfica de estos esta-blecimientos la ha hecho Silva Santisteban-, sintener en cuenta los chorrillos, cuyo número resul-taría imposible determinar. Los núcleos fabrilesde más importancia eran los corregimientos deCajarnarca y Cuzco, en cada uno de los cuales ha-bía, a fines del siglo xvll, más de 35 obrajes, perosobre todo los de Huaylas y Conchucos, siendoesta última provincia el centro principal de las fá-bricas de tejidos, donde había obrajes que traba-jaban con más de 400 operarios.

En el Alto Perú se fabricaban preferentementetelas de algodón, sobre todo en Cochabamba, cu-yos tocuyos se enviaban en grandes cantidadeshasta Buenos Aires, de donde volvían pintadoscon labores y se vendían con el nombre de <anga-ripolas> en precio duplicado. Pero la produccióntextil charquina era insuficiente, por lo que estazona constituía tradicionalmente el mejor merca-do consumidor de los tejidos bajoperuanos; sólo afinales de la centuria se producirá en La Plata yLa Paz un florecimiento de los obrajes, pero yapara esa fecha el Perú había dejado de ser hacíatiempo su abastecedor.

A partir de la tercera década del siglo xvlll se

PERU Y CHARCAS

hace evidente la decadencia de la industria obraje-ra del Perú, que fue reducida a la mitad comoatestigua el hecho de que a fines del siglo, cuandola expedición de Malaspina, se señalaron 150obrajes. En términos generales se pueden destacardos motivos fundamentales que impidieron el des-arrollo y perfeccionamiento de la industria textilperuana: la política de la Corona relativa a la fa-bricación de tejidos y las condiciones en que tra-bajaban los indios.

En cuanto al primer punto, la política de la me-trópoli es claramente contraria a los obrajes comoparte de una actitud general opuesta a toda activi-dad que pudiera significar competencia o pérdidade mercado para los productos españoles. Feli-pe V, al mismo tiempo que emprende una políticaproteccionisla a la industria peninsular, ileva a ca-bo una decidida política antiindustrial en Améri-ca, superando las vacilaciones que habían caracte-rizado en este sentido a los monarcas anteriores, yel 4 de noviembre de 17ll se ordena <que el virreydel Perú y la Audiencia hagan se demuelan todoslos obrajes, batanes, trapiches y chorrillos que nose hubiesen fabricado con expresa licencia deS.M., y que aun a los que la tuvieran los prohíbanque puedan trabajar con indios>, que eran casitodos.

Esto nos pone en relación con el segundo obs-táculo al pefeccionamiento de la textilería perua-na: el monstruoso régimen laboral en que se basa-ba. La producción de los obrajes, como la explo-tación de las minas, descansaba casi en su totali-dad sobre el trabajo forzado por parte de los indios

-mita-, mano de obra fundamental, puesto quelos negros eran escasos y vivían en Ia costa, estan-do los obrajes -como las minas- en la sierra. Elrégimen laboral en los obrajes fue extremadamen-te arbitrario y degeneró en una explotación sin 1í-

mites: los trabajos forzados en condiciones pési-mas (incluso encadenándose a los operarios), sala-rios ínfimos, defraudación en el pago de jornales,exceso de tareas, prolongación del período inicialde la mita, etcétera, hacían del obraje un verdade-ro suplicio, carácter que se acentúa todavía másen el siglo xvttt al convertirse estos establecimien-tos también en centros de reclusión y trabajo delos delincuentes. Todo ello afecta a las relacioneshispano-indígenas y hace que sean innumerableslos memoriales y quejas contra los abusos, y fre-cuentes los conatos de rebelión en algunos obrajesespecialmente duros, como los de Porcón y Cara-bamba, en la provincia de Cajamarca. Y esta si-tuación no podía menos de repercutir en la pro-ducción, ya que los indios no tenían ningún inte-rés para perfeccionarse en un trabajo odiado, rea-lizado en condiciones infames y mal retribuido.

Pero además de estas razones de fondo, que ha-cen de Ia industria textil peruana ((una industriasubdesarrollada>>, en opinión de Silva, una cir-cunstancia exterior provocará a lo largo del si-glo xvttr la ruina de muchos obrajes que, a pesarde todo, subsistían: la saturación del mercadoproducida por la reapertura y la intensificación

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LOS REINOS INDIANOS

del comercio con Europa -ya sea el legal o el decontrabando-, que arruinará la producciónobrajera peruana al incidir en su comercializa-ción. Ni en calidad ni en baratura, los productoslocales podían resistir Ia abrumadora competenciade telas europeas, y los obrajes comenzaron a de-caer fuertemente en la misma medida que el tráfi-co se intensificaba. La pérdida del mercado alto-peruano, abastecido cada vez más desde BuenosAires, determinará la caída absoluta de los obra-jes de las provincias del sur (Cuzco y Puno so-bre todo), que antes surtían de paños a esas re-giones.

4. Comercio

Si Ia principal fuente de riqueza del Perú, la mi-nería, se encuentra en crisis durante la primeramitad del siglo xvttt, el comercio, que constituyela segunda base de la economía peruana, tampocomuestra una situación mucho más halagüeña de-bido, sobre todo, a factores externos que hacenperder a Lima su papel monopolizador de la ma-yor parte del tráfico comercial en la Suraméricaespañola.

a) El régimen de flotas y el monopolio comer-ciql limeño. Todo el ciclo mercantil del Perú gi-raba en torno a la partida y vuelta de la armadaeu€, desde el Callao, transportaba la plata

-principal producto exportable del virreinato-,

a cambio de la cual se obtenían en Portobelo lasmercancías que habían venido de España en laflota de Tierra Firme. Los artículos europeos eranluego redistribuidos desde Lima por el interior delPerú, Chile, y sobre todo Charcas. Este importan-te papel hace que los comerciantes limeños, agru-pados en el Consulado, actúen siempre con un es-píritu monopolista mayor que el de la Corona, lu-chando tenazmente contra todas las franquiciaseconómicas que se pudieran otorgar a otras regio-nes y procurando conservar los mercados que des-de el principio le pertenecieron por razones histó-ricas más que geográficas.

Este comercio, tan esencialmente ligado al régi-men de flotas, no puede menos que decaer al de-clinar éste. Y la decadencia de este sistema de trá-fico viene ya desde mediados del siglo xvII, cuan-do las guerras en que España se ve envuelta hacenparticularmente insegura Ia navegación a las In-dias, acosadas además por frecuentes incursionespiráticas, todo lo cual repercute en la irregulari-dad en el envío de las flotas y, como consecuencialógica, en la intensificación del contrabando.

El comercio peruano, que ya tenía un fuerte ri-val en Buenos Aires, desde donde se le disputa ca-davez más el atrayente mercado altoperuano, en-tra en franca crisis en los comienzos del sigloxvIII, cuando la política internacional españolaocasiona la apertura de los puertos del virreinatoal comercio extranjero. La guerra de Sucesión tie-ne un primer efecto inmediato en la práctica clau-

668

sura del istmo de Panamá, que paraliza la regularactividad comercial: sólo en 1706 es posible el des-pacho de la flota de Tierra Firme, al mando delconde de Casa Alegre, celebrándose en 1708, ycon gran éxito, la feria de Portobelo; pero no seenviará otra flota hasta 1722, conducida esta vezpor Baltasar de Guevara. El largo paréntesis demás de 13 años sin feria alguna será cubierto porlos franceses, que, amparándose en ciertas conce-siones derivadas de laalianza franco-española, to-man a su cargo el abastecimiento peruano por me-dio del contrabando más o menos tolerado. Lue-go serán los ingleses quienes, valiéndose del <na-vío de permiso> y Asiento de Negros obtenidospor el tratado de Utrecht, realizan un intenso con-trabando a través de Buenos Aires.

El régimen de flotas, renovado en parte por elProyecto de Galeones de 1720, se mantiene conintermitencias e irregularidades hasta 1737, en quese envía la última armada a Tierra Firme, a cargode Blas de Lezo. Será la guerra con Inglaterra, en1739, la que marque el fin de este agonizante sis-tema de tráfico, imposible de mantener tras ladestrucción de las defensas de Portobelo por Ver-non en ese año. Con ello se consolida el procedi-miento de comercio por navíos de registro des-pachados aisladamente para cada puerto (sistemapracticado de forma esporádica desde mucho an-tes, pero que ahora se hace general) y se rompe asidefinitivamente el monopolio de Lima comocentro distribuidor. Además, al arruinarse el co-mercio por la vía de Panamá y abrirse oficialmen-te la ruta del cabo de Hornos como sustitutivo, sereafirma la reversión de la corriente comercial delPacífico -que había sido iniciada por el comercioextranjero-, invirtiéndose hasta cierto punto larelación del Perú con Chile y Buenos Aires. Elprincipal perjudicado por todas estas transforma-ciones será el núcleo de comerciantes monopolis-tas limeños, que pierde la situación de privilegiodisfrutada hasta entonces.

b) Comercio froncés en el Perú. Por lo quese refiere al comercio francés en el Pacífico, nofue motivado, como generalmente se afirma, porla real cédula de ll de enero de l70l en que lareina regente comunica a las autoridades de Amé-rica la estrecha unión con Francia y dispone que<se dejen entrar en los puertos de las Indias a losbajeles franceses que llegaren a ellos, y que por sudinero se les den los bastimentos necesarios y losmateriales para carenar cuando sea menester, yque se les resguarde, siendo necesario, de armadamayor y enemiga>. Esta disposición, que no men-ciona siquiera la posibilidad de que estos barcoscomercien, simplemente será bien aprovechada por losarmadores franceses como excusa para continuare intensificar una actividad que ya habia comen-zado.

Efectivamente, los comerciantes galos ya hacíaaños que habían puesto sus ojos en el magníficomercado que para ellos significaban Perú y Chile.Desde fines del siglo xvn varios barcos franceses

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669 PERU Y CHARCAS

Plono de la plaza del Cull(to que mira al surgidero, señalándose las brechos que abrió el mar en sus fortificaciones, los reparos quese hicieron y los muelles construidos, con las baterías reedificadas en la época del virrey marqués de Castel;fuerte. Este plano fue

ejecutado, por su orden, en 1728, por el capitón ingeniero Nicokis Rodríguez.

visitan los puertos del virreinato y obtienen consi-derables ganancias vendiendo ocultamente susmercancías, e incluso en 1698 se había formado laCompañía de la Mar del Sur con el fin de entablarel tráfico con las costas del Pacífico, logrando enel año 1700 despachar desde Saint-Malo una expe-dición de cuatro barcos que hacen un magníficonegocio en el Callao. El éxito animó a los comer-ciantes franceses, que en los cinco años siguientesenviaron no menos de 25 naves al Pacífico apro-vechando la coyuntura favorable, representadapor la alianza franco-española y la gran demandaamericana de mercancías europeas. Tanta impor-tancia llegó a adquirir este tráfico que el 12 de ju-lio de 1705 Luis XIV lo autorizó bajo pretextos dedescubrimientos en el mar del Sur. Y de nada sir-vieron las continuas protestas del gobierno espa-ñol ni las mrlltiples cédulas prohibitorias delcontrabando, pues la misma alianza impedía to-mar actitudes firmes.

Por otra parte, debido al estado de postraciónde la marina española, se pensó que las navesfrancesas podrían ayudar a la defensa en casos deemergencia, como efectivamente ocurrió en el Pe-rú en 1704, 1709 y 1715 (la impotencia marítimaespañola era tal que incluso para reprimir el con-trabando francés será preciso recurrir a los pro-pios franceses). En los primeros años del siglootro poderoso argumento favorecia la política decontemplaciones y vista gorda por parte de lasautoridades peruanas: la carencia de mercaderíaseuropeas originada por la interrupción de las flo-tas con motivo de la guerra. Pronto, sin embargo,el comercio francés iba a saturar completamenteel mercado peruano, que se vio por primera vezinundado de productos europeos.

Aunque no se puede saber con exactitud el nú-mero de barcos franceses que llegaron a las costasdel virreinato, es posible fijar una cifra aproxima-da gracias al estudio realizado por Dahlgren,quien señala 168 naves entre 1695 y 1724, corres-pondiendo 123 al período de 1703 a 1714. Deellas, ll7 volvieron a puerto de origen -Saint-Malo casi siempre-, 26 se vendieron en puertos

peruanos, 13 fueron confiscadas y 12 naufraga-ron. Probablemente, la cifra real fue algo mayor,aunque se considera exagerada la de 210 que daDionisio de Alcedo.

El gráfico inferior expresa el número de bar-cos franceses que, según Dahlgren, salen para elPacífico enrre l70l y 1724.

Es evidente el aumento de naves francesas en elmar del Sur hasta el año 1714, con un solo des-censo acentuado en 1709, quizá debido a habersecelebrado el año anterior la feria de Portobelo,que desanimaría a los comerciantes galos de con-currir a un mercado abastecido. A partir de 1714,sin embargo, la disminución es manifiesta: losaños 1715 y 1716, la menor cantidad se explicapor la quiebra de varios armadores, debido al fra-caso de algunas expediciones

-precisamente por

la propia saturación del mercado-, y luego conti-

1701 1705 1710 1715 1720 1724

Barcos franceses salidos paro el mar del Sur, I70l-24 (segúnDahlgren).

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LOS REINOS INDIANOS

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núa el descenso a causa de la fuerte represión delcontrabando en la costa peruana y la acción con-junta de Francia y España para poner fin a estetráfico clandestino, que se traduce en el envío, endiciembre de 1717, de una expedición de castigo,salida de Cádiz, al mando de Jean Nicolas Marti-net, quien a mediados del año siguiente apresaseis barcos consiguiendo que, por el momento, ce-sase el contrabando. Entre l7l9 y 1720 hay un pe-queño resurgimiento, motivado por la guerra en-tre España y Francia -Cuádruple Alianza-, pe-ro la ruptura de hostilidades creó en el Perú unambiente de recelo que transformó la imagen delcomerciante francés en un simple corsario. Conposterioridad a estas fechas el tráfico se hace cir-cunstancial, pues la actuación de las autoridadeses cada vez más enérgica y las ventajas económi-cas para los franceses -que habían sobrestimadolas posibilidades reales de absorción del mercadoperuano- disminuyen, hasta tal punto que las úl-timas expediciones fracasan totalmente. En 1724,el virrey Castelfuerte acaba definitivamente coneste comercio al renovar las medidas prohibitivasrecordando que se impondría la pena de muerte yconfiscación de bienes a los contrabandistas; apartir de esta fecha se cierran los puertos perua-nos a los barcos franceses, siendo el último la na-ve La Providencis, que en enero de 1725 intenta,sin conseguirlo, comerciar en Iquique,

c) El contrabando y la pérdida de mercadospara Lima. El comercio francés en el Pacífico

-que al menos en sus años de mayor intensidadno puede llamarse propiamente contrabando, debi-

670

do a la tolerancia de las autoridades indianas-provocó en el Perú una aguda crisis de trascen-dentales consecuencias, pues no sólo significó unasobresaturación de mercancías, con la consiguien-te baja de los precios que ocasionará la ruina demuchos comerciantes peruanos, sino -y esto es

más importante- la pérdida de los mercados quetradicionalmente se abastecían desde Lima.

En primer lugar Chile, donde, por ser una de laszonas más propicias para la introducción clandes-tina de artículos franceses, el contrabando es tanintenso que no sólo se cierra este mercado paralos comerciantes peruanos, sino que incluso seproduce una curiosa involución: ahora el Perú se

abastece en gran medida desde Chile. El cronistaCarvallo y Goyeneche explica así el proceso: <In-troducido el comercio de los franceses en el Mardel Sur y establecido en el puerto de la Concep-ción [...] el [comercio] de la ciudad de Lima en-viaba a Chile gruesas cantidades de dinero paraque se les retornase en géneros de la Francia. Pro-hibido este tráfico [...] todavía insistieron los mer-caderes franceses en continuarle, y los de Lima ensus remesas de dinero con pretexto de comprarfrutos del país.> Esta situación provocó la inter-vención del virrey Castelfuerte, que prohibió elenvío de dinero a Chile ordenando que se efectua-ran las transacciones en el Callao, donde se paga-rían los productos chilenos.

También se intensifica el contrabando desdeBuenos Aires, a causa de la avalancha de merca-derías francesas introducidas en el Río de la Plataal arnparo del monopolio del suministro de negrosen América, concedido en el año l70l a la Com-

Litorol de Chinchct hosta lo punta de Sangallón, dibujodo por Louis de Brunet, de 1708. Es una pruebo del tráfico froncés en el Pa-cífico durante la guerra de Sucesión. Podrd odvertirse hasts qué extremo recogían los dotos que pudieron ser importontes. En la pe-nínsulo de Poracas, por ejemplo, se señolan los cerrotes de arena y sol, como se consigna, junto al pueblct de Poracas, que es lugarde pescodores donde el desembarco es-fácil. Se señala también el lugar donde estuvo el pueblo de Pisco hasÍa el desasÍre de 1680, enque se reliró más al inlerior, por lo que en el mapa.figuro como Pisque Nouvelle. Llamomos la atención sobre la construcción que

ctparece junto ol litoral de Pisco paro representar el almacén de las mercancías desembarcadas.

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pañía Real de Guinea. El Asiento de Negros auto-rizaba a los franceses para desembarcar artículosque teóricamente figuraban como dedicados alsostenimiento de los esclavos, y la posibilidadtambién de extraer en pago de los mismos tantometales como productos de la tierra. Es evidenteque esto permitiría un amplio intercambio de mer-cancías y los franceses no desaprovecharán la oca-sión, practicando un intenso contrabando cuyofoco principal estará en este caso en BuenosAires, desde donde sus artículos irradian hacia el

interior, a Chile y especialmente a Charcas.Tras la guerra de Sucesión, el hábito del contra-

bando se consolida, pues ahora serán los inglesesquienes aprovechan las conquistas económicas ob-tenidas en Utrecht.

El contrabando inglés, al amparo del Asientode Negros, y las mercancías introducidas en Bue-nos Aires por los navíos de registro, concedidospara este puerto por el Proyecto de Galeones, ha'cen que el Alto Perú, uno de los centros de consu-mo más importantes de los abastecidos desde Li-ma, lo sea cada vez más desde el Río de la Plata,cuyo puerto es calificado por Castelfuerte como<la ruina de los comercios, donde se les huye la ri-queza, y la ventana por donde se arroja el Perú>.También la Audiencia de Lima escribe, en 1132,al monarca lamentándose de que Buenos Aires<se lleva la mayor parte de la plata de Potosi y dela tierra de arriba, donde están todas las minas delReino, y la causa principal de este desorden pendede los navíos que llegan de aquel puerto con per-miso de S.M. no sólo por lo que traen, que siem-pre es mucho más de lo que puede consumirse enlas tres provincias de su permisión, sino que sir-ven de puente por donde pasan y se introducen lasropas de los navíos ingleses de asiento de negros yde los portugueses de la isla de San Gabriel>.

De esta forma, y ya sea por la actividad de lospuertos chilenos o de Buenos Aires, lo cierto es

que Lima pierde sus principales zonas de influen-cia comercial y deja de ser centro distribuidor delvirreinato.

El Consulado de Lima protesta continuamentepor esta serie de amenazas a su monopolio, y laprincipal prueba de descontento la darán resistién-dose a concurrir a las ferias de Portobelo tras lareanudación del régimen de flotas: los mercaderessolicitan insistentemente el retraso de la feria ale-gando que el comercio peruano se encuentra ((en

estado de cadáver>, pues sus almacenes estabanabarrotados y todavía no se había podido venderni siquiera <mucha parte de la [mercancía] que se

condujo de la feria de Portobelo el año pasado de1708). Después de muchas dilaciones se pudo fi-nalmente celebrar Ia feria, en 1722, pero ya elConsulado había perdido la capacidad de absor-ber en poco tiempo el cargamento de las flotas, ycuando, en 1724, se anuncia una nueva armada,los comerciantes peruanos se oponen más quenunca a enviar sus naves a Portobelo y será nece-saria una fuerte presión del Gobierno para deci-dirlos: sólo tras las órdenes terminantes de Castel-

penú y cHARCAS

fuerte, que el 19 de noviembre de 1725 llega aamenazaÍ al Consulado con autorizar alos comer-ciantes españoles a venir hasta Lima a vender di-rectamente sus mercancías, ei gremio limeño se

alarma y acelera los preparativos, saliendo Ias na-ves del Callao en enero de 1126.

d) El nuevo régimen comercial. Pero las flo-tas se iban haciendo cada vez más innecesarias, ytras el fracaso de las cuatro ferias de Portobelo,de 1122 a 1'737 , se abandona definitivamente elsistema de flotas, que será sustituido por los na-víos de registro, afianzándose la ruta por el cabode Hornos.

El nuevo régimen comerciai, válido desde 1740,no podrá regularizarse hasta 1748, cuando termi-ne la guerra con Inglaterra, y, durante esos ochoaños, la Corona española autorizó el empleo dealgunos barcos franceses, contratados por comer-ciantes españoles, que lograron liegar con susmercancías al Pacífico. Hasta 1748 habían llegado

El puerto de Pisco, que vemos representado en este mapa de lobohía de Paracas, fue uno de los mós importonles

-desde el

punto de vista económico- del sur del Perú. Hasta el extremode que, según se reflejo en el Libro número dos de las salidasde todas las embarcaciones que salen deste puerto del Callao,que se conservo en el Archivo Centrol Hisfórico del Ministeriode Hocienda, de Limct, en los primeros años del siglo xvrrr,concretamente entre l70l y 1704 (que son los datos reflejadosen dicho registro), Jueron 27 los barcos que entroron en él pro-cedentes del Callao, mientras que en Arica sólo enlraron diez.Mayor importoncia tuvieron, noturalmenle, los puertos chile-nos de Valparctíso y Concepción, a los que arribaron 56 y 29noves en dicho término, desde igual punto de portido. Estosdolos indic(in, en cuolquier caso, la intensidod del cobotaje.

( Bib I io t héq ue Nat io n ale, Pctr ís. )

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I,OS REINOS INDIANOS

al Callao un total de 18 navíos de registro, y en

los 13 años siguientes, hasta 1761, fueron 38,1o que da un total de 56 en la época que estu-diamos.

Este sistema permitía una mayor fluidez en eltráfico, pero la llegada intermitente de los regis-tros introducía un elemento de incertidumbre enel mercado y provocaba continuamente desequili-brios entre la oferta y la demanda. En 1759, poreiemplo (como recoge Villalobos), bastó la llega-da de dos navíos para provocar tal descenso en losprecios que arruinó a muchos comerciantes y, co-mo de manera pintoresca afirma un testigo, <mu-chos, no sabiendo qué hacer, andan hablando so-los por las calles, y los conventos se han llenadode comerciantes que han cerrados sus puertas, de-clarándose en falencia, y no han encontrado otrorecurso que vestir los sagrados hábitos para sub-sistir>,.

Los comerciantes limeños consideraban que lacausa de todos sus males estaba en las internacio-nes de Buenos Aires a Chile y al Alto Perú, pues

con ello no sólo se privaba de mercado a Lima, si-no que, además, al saturar de mercancías a estas

regiones, desde ellas se reexpedían a provinciasperuanas, y así era intensísimo el tráfico desde

Chile a los llamados (puertos intermedios>> -Ari-ca, Ilo y Pisco, sobre todo-, y desde Charcas ha-cia Cuzco y otras ciudades, con lo cual incluso se

impedía a Lima abastecer a las propias provinciasdel Perú. La presión del Consulado, que llega asolicitar el cierre de la ruta del cabo de Hornos yla vuelta al sistema de flotas, logra que el virreySuperunda dicte ciertas medidas protectoras de

sus intereses (como fue, el 7 de diciembre de l'752,la prohibición del envío de mercancías europeasdesde Chile a intermedios, debiendo hacerse sóloal Callao, pese a lo cual el tráfico continuó) y se

obtiene una vaga promesa del ministro Ensenadade que, en adelante, sólo se otorgarían registros aBuenos Aires con derecho a internar mercanciasen los límites del Río de la Plata, aunque esto nosirvió de nada, continuando la entrada ilegal deartículos fuera de dichos límites, con el lógico dis-gusto de Lima.

Evidentemente, el sistema de navíos de registro

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perjudicaba a los grandes comerciantes limeños,que basaban sus negocios en el permanente estadode escasez del mercado, que hacía que la demandasuperara a la oferta y se mantuvieran así los pre-cios elevados. Los registros españoles, sin embar-go, continuaron el tráfico iniciado por los france-ses y la abundancia de mercaderías y el consi-guiente descenso de los precios, si bien redundabael beneficio general de Ia población, hizo dismi-nuir las ganancias de los comerciantes. Recorde-mos también que las consecuencias de esta am-pliación del comercio exterior las sufrió además larústica industria textil peruana, incapaz de resistirla competencia de los géneros españoles y extran-jeros, que invaden el mercado.

e) El comercio intercoloniaL Sorprende, sinembargo, el hecho de que, a pesar de las conti-nuas quejas de los comerciantes agrupados en elConsulado de Lima, no abandonasen éstos sus ac-tividades. La explicación -al margen de ocasio-nales buenos negocios que lograban el resarcirpérdidas- está en que la crisis se refería tan sóloal comercio de artículos europeos, cuyo monopo-Iio los comerciantes limeños habían perdido defi-nitivamente. Pero se producía además el tráficointercolonial o interregional, que alcanza un im-portante desarrollo en la época que estudiamos.

En efecto, además del comercio netamenteeuropeo, se producía un intenso movimiento decabotaje, presidido por el puerto del Callao comoverdadero punto de convergencia del tráfico inte-rregional del Pacífico. De la intensidad de este co-mercio da prueba el hecho de que en el período del70l y 1704, según Moreyra y Paz-Soldán, salendel Callao 283 navíos, de los cuales un centenar se

dirigen a Chile, destacando enormemente el tráfi-co con Valparaíso (56 embarcaciones) y Concep-ción (29); sigue en importancia el intercambio conCentroamérica, saliendo en esos años 35 barcos aPanamá y diez a los puertos de Realejo y Sonso-nate. También era intenso el comercio con Guaya-quil, registrándose 23 salidas en este período; y,por supuesto, había un constante tráfico con lospropios puertos peruanos, sobre todo Pisco, Tru-jillo, Paita, Arica, Saña, Chancay, Huanchaco,

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Perspectivo del territorio de Trujitto, extendida desde Malabrigo hasta el puerto de Sonto, con los Jarallones e islas que se extiendena lo largo. Estti dibujado por Miguel Feijó, de lo propia ciudad de Trujillo.

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PERU Y CHARCAS

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Principales vías de comunicación en Perú y Charcas.

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LOS REINOS INDIANOS

Chérrepe, etc. Aproximadamente, la misma situa-ción se observa 20 años después, según la relaciónque da Lohmann sobre el movimiento en el Ca-llao.

El comercio hacia Chile absorbe aproximada-mente el 40 por 100 de las exportaciones del Ca-llao. La relación de dependencia de Chile con res-pecto al Perú, tan grande en los siglos anterioresque puede decirse que Chile era una especie desubcolonia de Lima, se rompe debido a las trans-formaciones que se operan en el comercio exteriordel Pacífico en la primera mitad del siglo xvlll, alas que hemos hecho referencia. Ahora, el Perú yano envía a Chile artículos europeos, sino produc-tos de la tierra, entre los que figura en primera lí-nea el azicar, procedente de los ingenios cañave-reros del norte, los tejidos de algodón y lana, ela-borados en el mismo Perú o en Quito -comercioque va decayendo-, la sal en piedra, el añil

-traído de Centroamérica-, el arroz y el cacaoprocedente de Guayaquil. De entre los artículosimportados de Chile, el trigo ocupa el primerísi-mo lugar, seguido del sebo, cobre, vino, pescado,frutas secas, charqui, etc.

En la navegación hacia el norte destaca el tráfi-co con Guayaquil, de donde se traía madera enbruto y manufacturada, cacao, tabaco, sombrerosde Jipijapa, así como paños de Quito, enviándosede Perú a 'Guayaquil gran cantidad de vino,aguardiente y aceite, y planchas de cobre para losastilleros.

En cuanto al comercio con Panamá, se debilitaextraordinariamente tras la supresión del régimende flotas. Hasta que eso ocurre, Perú importabadel istmo las mercancías europeas y enviabaaguardiente, vino, aceite, sebo, cacao, cobre. Porel contrario, se intensifica el comercio con Guate-mala, a cuyos puertos de Sonsonate y Realejo se

exportaba casi únicamente, pero en gran canti-dad, aguardiente, vino y aceite. Este tráfico, aun-que con vicisitudes, había existido siempre, perorecibe un nuevo impulso tras la cédula de 22 defebrero de 1718 que autoriza el envío anual desdeel Callao a Guatemala de hasta 50.000 botijas devino y aceite -este último sin limitación de lacantidad exportable- y además hasta 200.000 du-cados en plata para la compra de frutos guatemal-tecos, que eran fundamentalmente añil y madera,y en menor escala tabaco. Por otra parte, tambiénse comerciaba, pese a las prohibiciones, con elpuerto de Acapulco, enviándose, sobre todo, ca-cao de Guayaquil e importando artículos proce-dentes de Oriente y Filipinas.

0 Comercio interior y repartimientos. Exis-tía, por lo demás, un intenso comercio terrestre,habiendo intercambio de toda clase de productosentre las diversas provincias del virreinato. Desta-quemos, en primer lugar, que siendo la mula elúnico medio de transporte interior, el Perú se con-virtió en el principal importador de las mulas deSalta y Tucumán.

En el comercio terrestre destaca el que hacían

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todas las provincias peruanas hacia Lima, abaste-ciéndola de los frutos del país y retornando conartículos europeos, y el intenso tráfico que desdePerú, Chile, Buenos Aires, Paraguay -que envia-ba sobre todo yerba mate, muy consumida enPotosí- y Brasil

-contrabando realizado por losIlamados <peruleros>- confluía hacia Charcas.Pero es sobre todo el comercio con Buenos Airesel que tiene más importancia para el Alto Perú, alque interesaba este puerto, más cercano que Limay, por tanto, más barato para el intercambio desus productos, sobre todo minerales, con las ma-nufacturas europeas que le hacían falta. Conse-cuencia lógica de esta conjunción de intereses co-merciales del Alto Perú y Buenos Aires fue el fra-caso de todos los esfuerzos realizados por Limapara seguir conservando su monopolio de abaste-cimiento.

Finalmente, hemos de mencionar otro de losmás importantes procedimientos del comercio in-terior: los llamados (repartimientos>, estableci-dos en beneficio del corregidor, que en la prácticatenía derecho a vender a los indios una serie de ar-tículos, para ellos de primera necesidad (como sonmulas, paños de Quito, ropa de Castilla y de latierra, coca, hierro, etc.), que el comercio privadono solía hacer llegar a las provincias apartadas.Siendo en un principio una fórmula válida paraque la población indígena pudiera adquirir artícu-Ios esenciales y se incorporara a la economía vi-rreinal, alavez que el corregidor obtenía modera-das ganancias que compensaban la cortedad de susueldo, los repartimientos se convirtieron prontoen la más irritante extorsión al obligar por la fuer-za a los indios a adquirir objetos superfluos e inú-tiles para ellos, en unos casos, y a precios desorbi-tados'siempre (así, informan Juan y Ulloa, que si

una mula costaba al corregidor, ya instalada en suprovincia, entre 14 y 16 pesos la vendía a másde 40).

Esta situación preocupó siempre a las autorida-des, que se ven, sin embargo, impotentes para re-mediarla. El virrey Superunda intenta cortar losabusos al reglamentar, en 1753, este comercio fi-jando un arancel de precios y artículos al que loscorregidores debían ajustarse. Pero esta medidasólo signific1 la legalízación de un comercio es-

candaloso que hasta ahora, si bien tolerado, eraestrictamente ilegal, y el único resultado prácticofue incrementar los ingresos de la Real Haciendaen concepto de alcabalas. Las extorsiones y los ex-cesos en los precios siguieron e incluso aumenta-ron, porque el impuesto que los corregidores de-bían pagar se añadió al precio anterior.

IV. Sociedad

l. Evolución de lo estructura social

Cuando se ha analizado la estructura social dela época colonial ha sido frecuente cometer el

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error de considerarla como algo poco menos queinmovilizado, olvidando que, por el contrario, setrata de una sociedad dinámica sometida a pro-fundos cambios. Prueba de este dinamismo en-contramos también en el Perú del siglo xvrrr, cuyaestructura social tiene ciertas peculiaridades que ladistinguen de la de Ios siglos precedentes.

a) Consolidación de la sristocrucia del dinero.En primer lugar, los encomenderos, descendientesde los conquistadores y primeros colonizadores,que habían constituido hasta ahora el grupo do-minante y privilegiado, pierden esta situación deprivilegio y son desplazados por una aristocraciaque funda su poder en el dinero y no en la sangre.Su puesto será ocupado por los latifundistas, losgrandes comerciantes monopolistas y los grandesmineros.

Esta sustitución, iniciada mucho antes, es yaevidente a comienzos del siglo XVilr y va acom-pañada de la progresiva decadencia de la enco-mienda y el fortalecimiento de la hacienda comounidad económica. El proceso de la paulatina des-aparición de las encomiendas se acelera nada másiniciarse el siglo xvIII, cuando la Corona, siempreagobiada por falta de dinero, dicta con profusiónuna serie de medidas destinadas a incorporar lasencomiendas que fueran vacando a la Real Ha-cienda, proceso que culmina con el real decreto de23 de noviembre de 1718 y cédula de 12 de juliode 1720, declarándose extinguida la encomiendaamericana. La importancia de esta medida se re-fleja en la memoria de gobierno de Castelfuerte,quien considera que la extinción de las encomien-das es el origen de la decadencia de la nobleza pe-ruana.

A pesar de que en la práctica las encomiendassubsistieron, aunque muy disminuidas, lo cierto esque dejaron de tener su viejo significado en la vi-da social y económica del virreinato. Mientrastanto, la hacienda va cobrando cada yez mayorimpulso, sobre todo a raiz de la cédula de 15 cieoctubre de 1754, que facilita extraordinariamenteel trámite -largo

y engorroso hasta ahora- de laconstitución de haciendas. Obviament e, la agiliza-ción administrativa en la concesión de propieda-des territoriales, que culmina en la cédula citada,se halla íntimamente vinculada con la política deliquidación de las encomiendas. Favorecida por Ialegislación, la hacienda latifundista se convierteen la principal forma de propiedad privada de lastierras y su propietario, el hacendado, heredará laposición y el prestigio del encomendero, pues po-seía, como é1, grandes extensiones de tierra y elcontrol sobre los indios de las áreas circunvecinasen calidad de peones

-cuando no tenía esclavosnegros-, y además todo ello sin estar obligado avelar por su evangelización.

Ya tenemos, pues, uno de los integrantes de lanueva <aristocracia> peruana, el latifundista que,junto con los otros dos grupos que ocupan la cús-pide social, los grandes comerciantes monopolis-tas y los grandes mineros, entroncarán con la no-

PERÚ Y CHARCAS

bleza mediante enlaces matrimoniales o la comprade un título o de un hábito de alguna Orden mili-tar, en cuya concesión el siglo xvut será especial-mente pródigo: más de 70 títulos nobiliarios otor-gados a peruanos, mientras que correspondeal Perú la mayoría de los 415 criollos que ingre-

¡

saron en una Orden militar durante esta cen- i

turia.La preocupación por la nobleza llega a ser ob-

sesión entre los peruanos, situación que detecta-ron perfectamente Jorge Juan y Antonio de Ulloaal burlarse de la presunción de los criollos del Pe-rú, <que cavilan continuamente en la disposicióny orden de sus genealogías>) y que instruyen al fo-rastero, en la primera conversación, sobre la no-bleza de la propia casa.

Pero la obtención de un título nobiliario no eramás que la culminación del ascenso social, cuyopunto inicial era esencialmente la riqueza; de ahíel nombre de <aristocracia del dinero> con que sedenomina a este grupo. Y surge además un con-cepto particularmente indiano para ser considera-do noble aun sin poseer título: es la distinción, serun <sujeto distinguido>, el equivalente del <caba-llero>, el primer escalón de la nobleza.

Por consiguiente, la aristocracia peruana del si-glo xvut se sustenta en una firme base: el dinero.Se era noble si se era rico, pues era la riqueza laque permitía a los criollos -a cambio de su coo-peración financiera a los gastos de la Corona-lograr mercedes cuyas prerrogativas y privilegioslos equipararan a la nobleza. Pero, como señalaRodríguez Vicente, esas mercedes ((en realidaderan tan merecidas como las que obtuvieron losconquistadores, pues si en el siglo xvt el principalservicio que podía prestarse a la Monarquía eraconquistar tierras que acrecentaran su gloria y po-der, en el siglo XVII y Xvrrr era mucho más impor-tante ayudarle a sufragar los gastos de manteni-miento que esa gloria originaba>.

b) Emergencia de los mestizos. Otra carac-terística de la sociedad peruana en este siglo vienedada por la extraordinaria proliferación de mesti-zos. El auge del mestizaje en el siglo xvrrr haceque sea ahora cuando aparezca formada con cier-to volumen una clase nueva, la de los <cholos>,término al que debe darse una interpretación cul-tural y económica, pues muchos mestizos, segúnsus condiciones de trabajo o de vida, podían ads-cribirse a los blancos o a los indios, mientras quemuchos indígenas, por su parte, también podíanengrosar las filas de mestizos, ya que

-como diceConcolorcorvo- bastaba lavar, vestir, calzar ydar un oficio útil a los indios para que a los dosmeses pasaran por <cholos> y fueran <mestizos enel nombre>. Por ello, tal imprecisión de las fron-teras no tiene nunca que olvidarse al tratar delmestizaje.

Por otra parte, como dice Gabriel Escobar, losmestizos en el Perú se caracterizan por una <<con-dición marginal, manifiesta o velada>, que agrupaa elementos étnicamente diferentes: los mestizos

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LOS REINOS INDIANOS

propiamente dichos, españoles de clase media ybaja -curas, funcionarios, comerciantes minoris-tas, artesanos, sirvientes, etc.- que tienden a aso-ciarse con los mestizos, e indios desafiliados desus comunidades por la servidumbre, las mitas ur-banas y el yanaconaje.

De cualquier forma, la emergencia de los mesti-zos en esta centuria es un hecho, que provocó ladesconfianza y el temor de los españoles ante laposibilidad de que se unieran a los indios, paraproducir disturbios, situación que efectivamentese dio en varias ocasiones, siendo la principal lasublevación de los mestizos e indios de Cocham-ba, en 1730, en protesta por los abusos en la re-caudación de tributos.

El número cadavez mayor de mestizos hubo depreocupar a la Corona española, y es así comofrente a estas uniones mixtas se encuentra en la le-gislación un derecho inferior a los mestizos, aquienes se consideraba incapaces de ocupar cargospúblicos prescribiéndolos, por tanto, de los ofi-cios de la administración, y, al mismo tiempo, lasclases superiores los despreciaban por la ilegitimi-dad de su origen. El Gobierno recelaba del mesti-zo, y prueba de ello son las palabras del virreyCastelfuerte, que en su Memoria dice: <Y porquelos mismos pueblos están todos de mestizos (genteque son más de embarazo que de abundancia,porque ni respetan a los unos, ni aman los otros,ni obedecen ni tributan...)> y que <algunos mesti-zos turbulentos [...] han sido nieblas de inquietudque, disipadas con el castigo merecido, no hanpodido impedir la luz>.

Hay, además, una tendencia a confundir mesti-zos, mulatos y otras mezclas, uniéndolos en suconsideración social y legal bajo la denominaciónde <castas>, término de la época que conlleva unasignificación despectiva. <Los mestizos, negros,mulatos y demás castas son muchos, pero su nú-mero es inaveriguable>, dice en su Memoriu eI vi-rrey Superunda. Evidentemente, mestizos y castasaparecen en los testimonios del siglo xvIII comogrupos humanos subalternos, aunque progresiva-mente los mestizos hispano-indígenas se van si-tuando en un estrato social más elevado que lascastas propiamente dichas.

La ascensión de los mestizos en la escala socialse debe fundamentalmente a sus actividades eco-nómicas, centradas en la artesanía, los mercadosde abastos, el comercio al por menor, la agricultu-ra y el arrieraje, pudiéndose afirmar que paulati-namente se van convirtiendo en una clase socialrural media y urbana baja.

c) Ascenso social de los indios de las ciudodes.Íntimamente unido al auge del mestizaje, encon-tramos en la evolución social peruana del si-glo xvttt otro fenómeno sumamente interesante:la ascensión de la clase indígena o, mejor dicho,de algunos de sus miembros. En efecto, ademásde los caciques e indios nobles, a los cuales la Co-rona había otorgado privilegios y reconocido sustítulos, existía otro grupo cada vez más numero-

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so, formado por los indios ladinos, conocedoresdel castellano y con suficiente instrucción paraabrirse paso en el ejercicio del comercio al pormenor o trashumante o en el de algún oficio ma-nual o arte mecánica.

Estos indios abundan sobre todo en la costa yen las principales ciudades del virreinato, y si bienya existían en los siglos anteriores, en el si-glo xvttt su número creció tanto que en muchosgremios eran los indios los que tenían la mayoría,y ello hace que aspiren a ocupar los cargos directi-vos de los gremios o de las cofradías, que siemprefuncionaban junto a ellos, bajo la advocación dealgún santo. Precisamente la presión indígena ha-ce que muchos gremios, regidos hasta ahora ex-clusivamente por blancos, se vean obligados aabrir sus cargos mayores a los indios, y, comoaún quedaban en estos gremios maestros y oficia-les españoles o criollos, hubo que buscar una fór-mula de compromiso, y se introduce de esa formala <alternativa); es decir, a un prioste o hermanomayor español le sucedía un indio, y viceversa. Essintomático el caso de la Cofradía de San Crispín,establecida en la catedral, que agrupaba a los za-pateros de Lima y se había regido siempre pormaestros peninsulares o criollos, pero en el si-glo xvttl tuvieron que ceder a la mayoría indígenacuando éstos aspiraron a los cargos de hermanosmayores y, tras algunas discusiones, logran ser re-conocidos como tales. El proceso se fue exten-diendo a otros gremios, incluso a algunos como elde los plateros, tradicionalmente regido por espa-ñoles y muy cuidadoso en cuanto a admitir y darcargos a quienes no fueran <blancos>. Por otraparte, hubo cofradías especiales para los indios yalgunos gremios, como el de los petateros

-casitodos los cuales eran indígenas-, no tenían quienles disputase el gobierno de ellas.

Constituían, pues, estos indios un grupo socialmás elevado que el de los simples naturales. Vi-vían con relativo bienestar en los <cercados> o ba-rrios de indios formados en los arrabales de lasciudades, y en ellos se fue desarrollando una so-ciedad aburguesada de estirpe netamente india.Muchos de ellos, además de trabajar en un oficioen la ciudad, poseían sembríos en las cercanías y

-como ha demostrado Emilio Harth-Terré- concierta frecuencia adquirieron esclavos negros parasu servicio doméstico o para la labranza de suschacras.

Tenemos con ello una prueba más de la grancomplejidad de la sociedad peruana del Setecien-tos y se demuestra lo arbitrario e inadecuado de lageneralizada clasificación de la sociedad colonialen tres grupos: blancos -españoles

y criollos-,que constituyen la clase elevada o dominante;mestizos o clase media, e indios o clase inferior oplebe. Es evidente que no puede haber un criteriosimplista para establecer y clasificar los distintosgrupos humanos y, desde luego, la distribuciónsocial basada en el color de la piel

-aparente-mente acertada- olvida que hubo blancos pobresy no dominantes, mestizos enriquecidos por el co-

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mercio y la artesanía, e indios que gozaron de tí-tulos nobiliarios y de cierta posición gracias a sutrabajo, incluso algunos llegaron a ser ricos, co-mo los azogueros de Potosí.

2. Estrati"ficqción social

Ya hacia el tercer decenio del siglo xvltt el cua-dro social de Perú y Charcas, completado con laemergencia de criollos y mestizos, adoptó la con-figuración que había de tener hasta la indepen-dencia.

a) El estrqto superior. En la cúspide de la pi-rámide social encontramos la nobleza o grupo do-minante, integrada por los funcionarios civiles,eclesiásticos y militares -es decir, los represen-tantes del poder político-, a los que se agrega alos grandes comerciantes, los propietarios de mi-nas, de tierras, de obrajes, los concesionarios dela explotación y venta del azogue, la sal, el taba-co, etc., en una palabra: aquellos que ostentan elpoder económico. Aclaremos que en el Perú losgrandes comerciantes tienen más importancia nu-mérica y económica que los dueños de minas,mientras que estos últimos son más poderosos enCharcas.

Oficialmente, el grupo dominante está formadosólo por blancos, ya sean peninsulares o criollos,aunque, como dice Juan y Ulloa refiriéndose a laspretensiones genealógicas de los criollos limeños,<(es rara la familia donde falte mezcla de sangre>.El caso de los criollos que integran este grupo re-sulta en cierto sentido peculiar, pues si bien eranpor su condición económica una parte de las cla-ses dominantes, su arraigo americano y la dificul-tad de acceso a la burocracia peninsular los coloca-ba políticamente en una situación de inferioridad.Sin embargo, hay que destacar que respecto al Pe-rú la preferencia por los españoles y el consiguien-te alejamiento de los criollos de los destinos públi-cos fue menor que en otras secciones coloniales.Prueba de ello es que, como señala Lohmann Vi-llena, durante todo el siglo xvttr hay entre losmiembros de la Audiencia de Lima un evidentepredominio de criollos, ya sean peruanos o deotras comarcas americanas, registrándose las co-tas más elevadas en 171 I y 1757, años que reflejanuna abrumadora supremacía criolla frente al gru-po de los peninsulares. Los criollos, pues, repre-sentaron un papel en la sociedad peruana muchomás importante de lo que generalmente se supone,ya que no sólo gozanon del poder económico, sinoque compartieron el poder político con los funcio-narios peninsulares, con los que también esta-ban emparentados a pesar de las prohibiciones le-gales.

Por otra parte, un sector muy importante den-tro del grupo dominante es el representado por elclero secular y regular, ya que constituyen uno deIos grupos más poderosos no sólo por sus rique-zas, sino pot gozar de determinados privilegios

pgnú y cHARCAS

-como exenciones de impuestos, juicios especia-les en cortes eclesiásticas, etc.- y tener en algu-nas áreas el control extensivo del trabajo y el diez-mo de los indios. La Iglesia era, además, deposi-taria casi exclusiva de la cultura y tenía en sus ma-nos la enseñanza, la educación y la beneficencia.

b) Sectores medios En el amplio tronco cen-tral de la pirámide social, e igualmente divididosen varias capas, se encontraban los sectores me-dios: criollos sin tierras, minas ni obrajes, incrus-tados en la burocracia local y empleados públicosde las categorias inferiores; criollos y mestizos de-dicados al sacerdocio -no olvidemos que aque-llos eclesiásticos que desempeñan algún cargo enlas curias episcopales o en los cabildos catedrali-cios forman parte del grupo dominante, existien-do así una jerarquía eclesiástica paralela a la je-rarquía civil-; militares, abogados, comerciantesminoristas; mestizos e indios que vivían del co-mercio al detalle o del artesanado: plateros, zapa-teros, tintoreros, petateros, sastres, sombrereros,chicheros, etc.

En los grupos medios urbanos también el prin-cipio de la jerarquía funciona plenamente, y en lacúspide se encuentran los gremios ricos, con re-glas estrictas de admisión y desenvolvimiento,junto con los comercios urbanos más prósperos;luego están los menos ricos, y así hasta llegar a unabigarrado mundillo de tenderos, tratantes, buho-neros, etc., que se encuentran ya en unos nivelesauténticamente bajos. Por lo que se refiere a lossectores medios rurales, una figura interesante es

Ia del mayordomo o capat-az de las plantaciones yhaciendas, que generalmente era mestizo.

c) La masa indígena. Aun cuando los nívelesinferiores de lo que hemos denominado sectoresmedios se hallan en los linderos de la clase baja yno se puede establecer una clara línea divisoria

-sobre todo en las ciudades-, evidenternente laancha base del pueblo peruano y altoperuano de-be buscarse en la raza indígena, sin olvidar quemuchos de sus miembros

-caciques y nobles, in-

dios enriquecidos- forman parte de los otrosgrupos. Y también entre el pueblo indígena cabehacer una estamentación.

En primer lugar estarían los indios de comuni-dad, campesinos residentes en sus ayllus, sujetosal pago de tributo y a la mita. En este sentido hayque señalar que la expansión de las haciendas, acosta muchas veces de las tierras de comunidades,y la disminución de su población fueron confinan-do a los indios de las comunidades a las zonasmarginales y de menor productividad.

En segundo lugar, los colonos de los grandeshacendados (ya fueran éstos españoles, criollos e

incluso indígenas), a cuya obligación de trabajarla tierra ajena se añadía el pongueaje. La expan-sión de la propiedad latifundista hace que se con-solide en ellas el yanaconaje, institución que pro-porciona al hacendado mano de obra barata. Losyanaconas son sirvientes perpetuos consagrados al

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Melchor Pérez Holguín nos dejó en un cuctdro (que yo hemos reproducido en conjunto y en algunos de sus fragmentos) una exce-lente descripción de la enfrado en Potosí del arzobispo de Charcas, en 1716. Ahora desorrollamos el cortejo prop¡omente dicho.Apotte de lo que intereso la escena en sí, con los coballeros de las compañías de lanzas y arcabuces que desfilan precedie:ndo a lasdignidades, regimiento y {tsistentes, con el virrey, y de los detalles que nos ofrece en cada szotea de las cosas del lroyecÍo, es impor-Ionle tombién por la rnisma figura del virrey, ya que, en realidad, en la ocasión que se nos represento, don Diego Morcillo no eravirrey propielario, sino encargado de lasfunciones en interinitJad. Pero el caso es que ontes de ir o Lima paro posesionorse de tolesfunciones hace este viaje a Potosí, y cuondo llego a Lima, a los pocos días, lo Reol Audiencia hs estado actuando a título de virreyy orribabo el príncipe de Santo Buctno, napolitano, como virrey propietario. Se cuenta que el ar4obispo se sintió muy molesto anieel hecht¡ de desempeñar el virreinalo sólo unos 50 días y que, al entregar el mando a Santo Buono, le dijo: <Entrego a vuecenciaeste bastón, que pronto tendrá que devolverme.> Y el coso es que el 26 de enerr¡ cle 1720, tomoba efeclivamente posesión el arzo-

bispo como virrey propielario. (Museo de Américq, Madrid.)

servicio de un amo, ya fuera una corporaciÓn ouna persona particular, y la mayoría de ellos sonmitayos que huyen de sus obligaciones. El procesonormal por el que un indio se convierte en yana-cona es el siguiente: el terrateniente acoge o cap-tura a un indígena huido de las mitas, le da unapequeña extensión de malas tierras y le ofrece suprotección; a cambio de ello el indio debe trabajaren las tierras del hacendado y realizar labores ser-viles en su domicilio. Se convierte así en un sir-viente perpetuo en un mundo en el que sólo impe-raba la voluntad dei hacendado. Esta servidumbrellegaba en el Alto Perú al extremo de que se vin-culaba a los indios con su familia a la labranza deuna hacienda y se les transfería a terceros posee-

dores junto con la propiedad.Por último, había otra clase de indios, los min-

cados o mingados, que se empleaban como jorna-leros libres en las minas y son generalmente mita-yos que una vez concluido el servicio no regresana sus comunidades, viéndose obligados a alquilarsu trabajo a cambio de un jornal para poder hacerfrente a sus obligaciones, familiares y fiscales.Fellmann aclara que el mitayo, por la temporali-

dad de su trabajo en las minas y en los obrajes ocualquier servicio a que se destine, era esencial-mente un campesino y no un obrero. Por el con-trario, el mincado sí era en puridad obrero, dadoque para subsistir no tenía otro recurso que el devender su fuerza de trabajo.

En este punto debemos señalar que la situaciónefectiva de la masa popular indígena peruana, apesar de la legislación proteccionista dictada porla Corona española, era de verdadera sujeción.Sobre ellos descansaba todo ei orden colonial, yaque constituían la mano de obra por excelencia ytanto españoles como criollos, mestizos e indiosnobles, directa o indirectamente, vivían del rendi-miento del trabajo indígena. Pero, además de lasduras condiciones de vida, los abusos de los corre-gidores en la recaudación de los tributos y las in-tolerables tropelías que realizaban con los reparti-mientos provocaban la exasperación de los natu-rales.

Por eso son frecuentes durante el siglo xvttt lassublevaciones indígenas en este virreinato, la ma-yoría de ellas producidas durante las revisitas yempadronamientos de tributarios. Las principales

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LOS REINOS INDIANOS

son las que tuvieron lugar durante los gobiernosde Castelfuerte, Villagarcía y Superunda: AlejoCalatayud, en Cochabamba, en 1730; Juan Vélezde Córdoba, en Oruro, en 1739; Juan Santos Ata-hualpa, en Tarma, a partir de 1742, y la subleva-ción de los indígenas de Huarochirí, en 1750. To-do ello, además de numerosos movimientos me-nores dirigidos contra los corregidores, con muer-te de muchos de ellos a manos de los indígenas.La cadena de sublevaciones y protestas culminarátrágicamente hacia 1780.

d) Los esclavos negros. Finalmente, el últi-mo lugar en la escala social lo ocupan los esclavosnegros, que en el siglo xvIII aumentaron conside-rablemente en número, ya que los franceses, pri-mero, y los ingleses, después, aprovecharon almáximo las concesiones que les fueron otorgadaspara el tráfico negrero en la América española.Sin embargo, la demanda de esclavos no deja deir en aumento, sobre todo en las plantaciones cos-teras, donde constituyen la mano de obra funda-mental.

Unidos todos por su condición de mercancía,los esclavos pueden ser también sometidos a unacierta jerarquización y así, según su tipo de ocu-pación, podemos clasificarlos en esclavos ciomés-ticos, de plantación y jornaleros

-alquilados por

sus amos en diferentes ejercicios, preferentementeen las panaderías-, y, por otra parte, la condi-ción social de los esclavos de las ciudades era másfavorable que la de los del campo debido al tratodiario con los patrones, quienes los cuidaban porser para ellos un signo de su jerarquía. Por el con-trario, en las haciendas y las plantaciones depen-dían del mayordomo, quien solía tratarlos brutal-mente y el régimen de trabajo era más duro. En elAlto Perú, donde nunca fue muy grande el núme-ro de esclavos negros, la mayoría de los que habíase empleaban en el servicio doméstico, salvo losque trabajaban en los cocales.

Tanto en el Perú como en Charcas, los esclavosnegros constituían una clase marginal, y muchosde ellos -los <cimarrones)) o negros fugados desus amos- integraron las famosas partidas de sal-teadores y bandoleros, que actuaban preferente-mente en los alrededores de las más importantesciudades y contra las que los virreyes enviabanfrecuentemente patrullas de castigo, aunque sinresultados duraderos.

V. Gobierno

l. Administrqción

a) El virrey y las Audienciss. La primeraautoridad peruana es el virrey, en quien, como re-presentante directo del monarca, reside el gobier-no político, militar y civil, reuniendo en su perso-na varios puestos diferentes: virrey de todo el rei-no del Perú, gobernador y capitán general de los

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territorios dependientes de las Audiencias de Limay Charcas y presidente de Ia Audiencia de Lima.Además, tenía importantes funciones en materiafiscal y eclesiástica en su calidad de superinten-dente de la Real Hacienda y vicepatrono de laIglesia en su distrito.

La máxima autoridad judicial residía en lasAudiencias, auténticos tribunales supremos, quegozan además de autoridad política en determina-dos casos.

La Audiencia de Lima estaba integrada en laépoca que estudiamos por ocho oidores, cuatroalcaldes del crimen, dos fiscales -uno de lo civily otro de lo criminal- y un protector de indios.El incuestionable predominio de criollos que se

observa durante el siglo xvIII en la plantilla de es-te tribunal es un hecho de importancia evidente,que se acrecienta dada la facultad de la Audienciade sustituir al virrey en caso de vacante, comoocurrió tras la muerte del conde de la Monclova,en 1705, que supone el inicio de un período de ca-si dos años en el cual, por primera vez en la histo-ria moderna del Perú, su gobierno, aunque depen-diente de España, no estuvo en manos de funcio-narios peninsulares, sino de limeños.

Durante las vacantes de virrey, la Audiencia deLima -con el título de Audiencia Gobernadora-adquiere la facultad de dar órdenes en asuntos degobierno, incluso en Charcas, cuya Audiencia se

convierte entonces en subordinada suya. Pero,además, los oidores del tribunal limeño formabancon el virrey el Real Acuerdo, especie de consejoo cuerpo consultivo cuya opinión pesaba muchoen las decisiones de vicesoberano; es decir, que laAudiencia de Los Reyes tenía normalmente -yno sólo en los casos excepcionales de vacante-funciones gubernativas de que carecía la Audien-cia de La Plata. Por otra parte, el juicio de resi-dencia a que se sometía a los virreyes al términode su mandato se encomendaba a un oidor de Li-ma. Todo ello hace que la Audiencia limeña goza-ra de una cierta preeminencia honorífica y se con-siderara un ascenso en el rango de un magistradoser promovido de La Plata a Lima. De ahí la granimportancia y jerarquía de esta Audiencia, queconstituye un auténtico tribunal de término den-tro de la judicatura indiana, y de ahí también laconstante rivalidad y frecuentes tensiones entre elvirrey y los poderosos oidores de Lima.

En cuanto a la Audiencia de Charcas -com-puesta en el siglo xvtll por un presidente, cincooidores, que son igualmente alcaldes del crimen,un fiscal y un protector de naturales-, resuelvetodos los casos de justicia que llegan por apela-ción y goza de todas las facultades que tienen lasreales Chancillerías, estando subordinada al virreyde Lima en las materias de gobierno, guerra, ha-cienda y en las de patronato. No era, por tanto,legalmente un ente político independiente, aunqueen la práctica, y a causa de la distancia entre Limay La Plata, entre la cabecera jurisdiccional y elasiento efectivo, poseía un cierto grado de auto-nomía y el presidente de la Audiencia charquina,

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aun en asuntos de la competencia del virrey, po-día dictar providencias ad interim en casos gravesy de urgencia. Además, la Audiencia de Charcas,cuya razón de ser esencial era Potosí, fue un órga-no permanente y directo de asesoramiento e infor-mación al rey en asuntos de dicho yacimientominero.

b) Gobierno provincial y local. Por debajodel virrey y las Audiencias estaban las autoridadesprovinciales y locales, representadas por los go-bernadores y corregidores (funcionarios nombra-dos por el rey, que desempeñan funciones mixtasde gobierno y administración de justicia, siendoademás comandantes o jefes militares de sus dis-tritos) y los cabildos o consejos de las ciudades.

Aunque la norma era que los corregidores pre-sidieran los cabildos, hay dos importantes excep-ciones, precisamente en las dos principales ciuda-des del virreinato. En el caso de Lima, uno de losprivilegios de la ciudad fue el de gobernarse y ad-ministrar justicia sólo mediante dos alcaldes ordi-narios, sin la intervención de un corregidor, cargoque se declara extinguido en 1589; desde entonces,el cabildo limeño gozó de una excepcional situa-ción de autonomía, aunque en la práctica se pro-ducía una efectiva intervención gubernativa en elcabildo, especialmente mediante la injerencia delos virreyes en la nominación de las principalesautoridades edilicias.

La otra peculiaridad, de distinto signo, está re-presentada por Potosí, ciudad que nunca tuvo co-rregidor propio al estar incluida en la jurisdiccióndel de La Plata. A partir del establecimiento de laAudiencia de Charcas, su corregidor pasó a resi-dir en Potosí, pero sin dejar de ser corregidor deLa Plata, ciudad en la que juraba el cargo. Estedualismo equívoco se prolongará hasta la reformade las intendencias, en el último cuarto del sigloxvIII, cuando se delimitará claramente la persona-lidad territorial y política de ambas circunscrip-ciones.

Por lo que se refiere a los cabildos perl!.anos,presididos

-como hemos dicho- por los corregi-dores, estaban integrados por uno o dos alcaldesordinarios -que se encargaban de la administra-ción de justicia dentro de las ciudades y sustituíanal corregidor de la provincia en su ausencia ovacante-, uno o dos alcaldes de hermandad -aquienes competía el conocimiento de los crímenescometidos fuera de la ciudad, pero en su distri-to-, un número de regidores que variaba de seisa 12, según la importancia de la ciudad, un procu-rador general y demás oficiales perpetuos. Conexcepción del corregidor y de aquellos funciona-rios que hubiesen obtenido el cargo por compra,el cabildo elegía anualmente a sus propios miem-bros, los cuales siempre proceden del sector acau-dalado de la población. Las atribuciones del cabil-do en pleno eran dictar ordenanzas y adoptar dis-posiciones cuyo objeto fuera el gobierno y di-rección de los intereses locales, y en el ordeneconómico tenía la potestad primordial de fijar

PERU Y CHARCAS

los precios de los artículos de consumo popular.Pero la institución municipal, que podría haber

constituido un factor de progreso en la adminis-tración política indiana, se desvirtúa desde el mo-mento en que sus cargos se vendieron en subastapública o se entregaban a cambio de ciertas canti-dades en metálico.

Finalmente, existían los cabildos de indios, pre-sididos por los alcaldes mayores, con jurisdiccióncivil y criminal aunque limitada: no podían cono-cer pleitos de cacicazgos, ni juicios de bienes decomunidades de un pueblo con otro, ni aplicar lapena de muerte ni de mutilación. La alcaldía ma-yor, que recaía siempre en un cacique, llegó aconvertirse en la primera autoridad indigena de laprovincia, situándose en un plano inmediatamenteinferior al corregidor español, pero con mandosobre todos los demás curacas de su territorio. Sufunción primordial, desde el punto de vista de laadministración española, era facilitar la cobranzade tributos, para lo cual fueron un magníficoauxiliar del corregidor, aumentando la importan-cia de su papel en los pueblos de provincias muyextensas, adonde el corregidor o sus tenientes sólollegaban una vez al año o ninguna. Espinoza So-riano destaca que, junto con los alcaldes ordina-rios indígenas y los caciques, contribuyeron vigo-rosamente a hispanizar las comarcas, ya que entrelos requisitos para ser alcalde mayor figuraban elser ladino -hablar castellano-, cristiano y ata-viarse como hidalgo español.

2. Real Hacienda

a) Organización fiscal. La primera autoridadfiscal del virreinato peruano era el propio virrey,quien tenía a su cargo el control de la Haciendapública en su distrito, bajo las órdenes directasdel secretario de Indias, desde que en l7l7 pasa aéste la plena jurisdicción que en estas cuestionestenía hasta esa fecha el Consejo. A mediados delsiglo XVIII se especifican concretamente las atribu-ciones fiscales de los virreyes concediéndoseles,tras las cédulas de 27 de agosto de 1747 y 30 dejunio de 1751, el control de <todos los ramos yministros [...] sin excepción alguna>, así como eltítulo de superintendentes generales de Real Ha-cienda.

Aunque nada podía hacerse en cuestiones ha-cendísticas sin el conocimiento y aprobación delvirrey, éste debe asesorarse de una Junta de Ha-cienda, integrada por miembros de la Audienciade Lima, uno o dos contadores del Tribunal deCuentas y los oficiales reales de Lima. Como des-taca Céspedes, los virreyes del siglo xvIII hacenamplio uso de la Junta para respaldar sus decisio-nes y salvar su responsabilidad ante Ia Corte.

Otro importante organismo hacendístico era elTribunal Mayor de Cuentas, que funciona en Li-ma desde 1607 y cuya misión era luzgar todas lasoperaciones que tuvieran su origen en Ios fondosfiscales, vigilar su manejo y controlar la contabili-

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t,OS REINOS INDIANOS

dad de todas las Cajas del Reino. La misma am-plitud y prolijidad de las tareas que le estaban en-comendadas influye en que la actuación del Tri-bunal sea lenta y llena de irregularidades. Por elloson frecuentes las llamadas de atención por partedel Gobierno central, y así, por cédula de 2 de fe-brero de 1754, se ordena al virrey que apremiase alos contadores para actualizar su trabajo y (quemeditase una planta útil y fija que ataje los dañosque se experimentan>; cuatro años más tarde, Su-perunda informa -el 29 de marzo de 1758- que,efectivamente, <meditó una planta útil y fija queataje las retardaciones experimentadas en la con-clusión de las causas pendientes en el Tribunal deCuentas>, logrando que se concluyeran las cuen-tas comprendidas entre los años 1725 y 1757. Peroel funcionamiento de la Contaduría Mayor segui-rá siendo defectuoso, y el 22 de junio de 1765se dará una nueva admonición: <Que el virrey deLima amoneste a los Contadores del Tribunalde Cuentas y Oficiales Reales de las Cajas de sudistrito sobre el exacto cumplimiento de sus de-beres. >

Realmente, la actuación de los funcionarios dela Hacienda deja mucho que desear, por lo queexisten graves defectos en el manejo de las CajasReales, que son las cédulas básicas de la organiza-ción fiscal. La propia ineptitud de los funciona-rios da lugar a continuos retrasos e irregularida-des en la rendición de cuentas, causando grandeserrores en la contabilidad -y esto a pesar de quepermanece sin variación durante esta época el sis-tema tradicional de contabilidad, basado en laanotación de cargo y data-. Por otra parte, lacorrupción de estos oficiales, a quienes estabanasignados unos sueldos insuficientes, produce fre-cuentes malversaciones y fraudes.

En la época que estudiamos existen en Perú yCharcas un total de 19 Cajas Reales -ya que noconsideramos las de Nueva Granada, que fuerondesglosadas de Lima al establecerse el virreinato,ni las de Chile y el Río de la Plata, que funciona-ban con amplia autonomia-, agrupadas en dosjurisdicciones, Lima y Potosí, donde hay sendascajas principales de las que dependen las cajas fo-ráneas o provinciales. Lima tenía como sufragá-neas todas las cajas del Bajo Perú -Trujillo, Piu-ra, Saña, Pasco, Jauja, Huancavelica, Ctzco,Arequipa, Cailloma y Arica- más las de Caraba-ya y Azángaro, ubicadas en Charcas. De Potosídependían todas las demás cajas altoperuanas:Chuquisaca, Oruro, Cochabamba, La Paz y Chu-cuito.

Advirtamos que la distribución de estas cajasno se hace en ningún sentido de forma arbitraria,pues la mayoría de ellas se encuentran en ciudadesmineras o próximas a los yacimientos, como sonPotosí, Oruro, Pasco, Huancavelica, etc.; otrasdebían su existencia a la recaudación de losimpuestos sobre el comercio, situándose en los lu-gares de mayor actividad mercantil

-además de

Lima, Piura y Arica, sobre todo-, y otras, final-rnente, basan sus ingresos en el ramo de tributos,

682

estableciéndose en las zonas de densa poblaciónindígena (Cuzco, Carabaya, Arequipa, La Paz,Cochabamba...). Se procuró, por tanto, situar lascajas reales en las cabezas de región más impor-tantes, ya sea económica o socialmente.

b) Las fuentes de ingresos. Una vez vista laorganización fiscal, ocupémonos de la situacióngeneral de la Hacienda pública, que prácticamentedurante todo el período estudiado era absoluta-mente deficitaria, como podría esperarse dada lacrisis de la minería y el comercio, las dos principa-les bases de la economía virreinal, cuyos impues-tos eran la esencia de las rentas reales.

Las principales fuentes de ingreso de la RealHacienda en el Perú son, por este orden, los im-puestos sobre el comercio, los derivados de la pro-ducción minera y el tributo de los indios, seguidosde los beneficios de los monopolios reservados ala Corona. Hay, además, una larga serie de ramosde menor importancia, ya sean impuestos de ca-rácter personal

-lanzas de títulos, media annata,mesada eclesiástica, etc.-, pagos hechos al reycomo patrono de la Iglesia

-novenos de diezmos,

vacantes eclesiásticas, venta de bulas, etc.-,arrendamiento de servicios públicos

-suministrode nieve en Lima, por ejemplo- y de espectácu-los -como las peleas de gallos-, venta de oficios

-principalmente municipales-, venta y composi-

ción de tierras, etc.Por lo que se refiere a los impuestos sobre el

tráfico y operaciones comerciales, destaca en pri-mer lugar el almojarifazgo, que gravaba las im-portaciones y exportaciones (3 por 100 sobre lasmercancías españolas, 7 por 100 de las extranjerasy 2,5 por 100 para los productos del país); sigueen importancia la alcabala, establecida en un4 por 100 sobre todas las ventas, impuesto que ab-sorberá el antiguo concepto de unión de armas.Otros ingresos de menor cuantía son los represen-tados por la avería de la Armada (2 por 100 sobrela importaciones, destinado a sostener la Armadadel Mar del Sur), multas y comisos -ramo queaumenta al intensificarse 1a represión delcontrabando-, derecho de almacenaje de mer-cancías, impuestos sobre los aguardientes y los vi-nos, etcétera.

Los ingresos derivados de Ia producción mine-ra, aunque disminuyen en el siglo xvlII, conservansiempre gran importancia. La plata que llegaba alas cajas reales para ser marcada pagaba, en pri-mer lugar, el derecho de fundición y ensaye, lla-mado también impuesto de Cobos, cuyo importese mantuvo constante en el 1,5 por 100. Sobre loque quedaba se deducía el famoso <quinto real>,que de esta forma no era el 20 por 100 del valorde los metales, sino exactamente el 19,70 por 100.En 1735 se reduce el quinto al diezmo, o l0 por100 -que en realidad era el 9,85 por 100 del valortotal-. El impuesto sobre el oro, que también pa-gaba el derecho de Cobos, se redujo en este sigloal 5 por 100, y posteriormente al 3 por 100. En lasCasas de Moneda, oro y plata pagaban además el

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683 PERÚ Y CHARCAS

Acuñaciones limeñas del siglo xwn: l. Ocho escudos (1707), oro, anverso y reverso; 2. Ocho escudos (1751), oro, anverso yreverso.

derecho de señoreaje o amonedación, consistenteen un real por marco.

Finalmente, un renglón muy importante en estecapítulo eran los ingresos procedentes del mono-polio del azogue, pues el fisco obtenía un conside-rable margen de ganancias en la operación decompra del mercurio y su posterior venta a los mi-neros de plata.

En cuanto al tributo pagado por los indios, re-presenta el tercer gran capítulo de ingresos para laHacienda virreinal, incrementándose notablemen-te desde mediados del siglo xvIII, coincidiendocon la paulatina recuperación de la población in-dígena y las mejoras en Ia administración de estarenta, introducidas por el virrey Superunda.

Los monopolios estatales serán una importantefuente de ingresos a partir de la creación del es-

tanco de tabacos, aprobado en 1747 a propuestade Superunda, que veía en él una forma de incre-mentar las entradas del fisco. Su implantación se

realiza entre 1752 y 1755 y tendrá una direccióngeneral en Lima, una factoría en Chachapoyas yocho administraciones provinciales, encargándo-sele también la administración y venta del papelsellado, monopolio estatal desde 1640, con lo queesta renta mejora sensiblemente. El éxito del es-tanco de tabacos fue grande en los primeros años,convirtiéndose en una sustancial fuente de recur-sos que llega casi a igualar a los tributos.

c) Los gastos públicos. En definitiva, los in-gresos de la Hacienda pública peruana no eran

desde luego pequeños, pero con todo son insufi-cientes para cubrir los gastos en el virreinato ymucho menos para satisfacer las frecuentes peti-ciones de dinero por parte de la metrópoli. Elconstante y a veces desorbitado aumento de losgastos neutraliza el leve incremento de los ingre-sos y la consecuencia fue la disminución de las re-mesas a España y el desmesurado crecimiento dela deuda pública.

Además de los cuantiosos gastos que requería elsostenimiento de la propia Administración, cuyapartida principal son los sueldos de los funciona-rios, toda la defensa militar del continente sura-mericano debía ser sufragada por las Cajas de Li-ma en forma de situados, envíos extraordinariospara fortificaciones -como las de Montevideo yMaldonado, en el Río de La Plata-, expedicionesmilitares, defensa del territorio contra los ingle-ses, sostenimiento de la Armada, etc. Sobre lospresupuestos de Lima gravitaban los situados quedebían enviarse anualmente a Panamá, a Chile

-Valdivia y Chiloé- y a Buenos Aires, plan-

teándose, frecuentemente, dificultades casi insal-vables para el pago puntual de estos situados, porlo que se acumulan en muchas ocasiones los devarios años.

Dada la penuria del Erario, resulta normal elrecurso a solicitar préstamos

-voluntarios o for-zosos- y donativos a particulares y organismos,como el que en l7l7 se pide al Consulado de Li-ma para ayudar a la represión del contrabandofrancés. Otras veces es necesario arbitrar nuevos

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LOS REINOS INDIANOS

impuestos, destacando el que en 1740, con motivode la guerra con Inglaterra, se impone sobre cier-tos efectos que entraban en las ciudades y villascon objeto de recaudar 2.000.000 de pesos que ha-cían falta para el mantenimiento de la Armada; elimpuestos se empieza a cobrar en 1741, suspen-diéndose diez años después una vez recaudada lasuma estipulada.

La consecuencia directa de la desproporción en-tre gastos e ingresos es el aumento de la deuda pú-blica, cuyo núcleo fundamental nacía de los pagospropios de la Administración que se dejaban derealizar (sueldos de funcionarios, situados, etcéte-ra), además de los empréstitos contraídos. El défi-cit, que no es desde luego una novedad de este si-glo, toma ahora caracteres alarmantes y va cre-ciendo de forma vertiginosa. Si en 1706 las deudasde la Hacienda ascendían a casi 9.500.000 pesos

-cantidad en la que iban incluidos diez situadosal ejército de Chile y nueve al presidio de BuenosAires-, en l7l0 eran casi 13.000.000. Hay queseñalar que en este desproporcionado aumento in-fluyen notablemente las medidas extraordinariastomadas por Castell-dos-Rius para enviar dinero aEspaña, donde se le necesitaba urgentemente de-bido a la guerra de Sucesión; el virrey, apoderán-dose de todos los fondos, propios o ajenos a laReal Hacienda, existentes en las Cajas, logra en-viar en los años 1707 y 1708 un total de 1.657.816pesos.

La situación deficitaria se hace crónica a pesarde la mejoría que se observa en los ingresos, pueslos gastos aumentan en igual o mayor proporción.En 17ll los gastos superaban en 300.000 pesosanuales a las entradas, y en 1745 el déficit anualsigue siendo el mismo, pues los gastos extraordi-narios derivados de la guerra con Inglaterra hacenque la década de 1740 sea crítica para el Real Era-rio: hubo que recurrir a nuevos impuestos y a de-cretar la suspensión de todo sueldo, acrecentándo-se de nuevo la deuda pública. Se logra cierta me-jora gracias a las enérgicas medidas tomadas porSuperunda para el cobro de deudas pendientes afavor de la Hacienda, las reformas introducidasen la administración de las principales rentas

-sobre todo las alcabalas y los tributos-, la or-ganizacion del estanco de tabacos, etc., junto conel notable incremento en la producción minera lo-grado durante su gobierno y los años de paz, queahorran los cuantiosos gastos para la defensa, to-do lo cual redunda en el aumento de los ingresospúblicos, lográndose cubrir los gastos y dejar in-cluso en la Caja de Lima una existencia de más del.000.000 de pesos al término del período de estevirrey, en 1761. Sin embargo, esto no pasa de serun mero paréntesis, pues pronto los gastos, so-bre todo militares, crecerán en tal progresión quese harán insostenibles para la Real Hacienda pe-ruana.

La difícil situación hacendística no puede me-nos de influir en el envío de numerario a la metró-poli: las remesas disminuyen tanto en esta centu-ria y se envían tan irregularmente que el Perú

684

pierde definitivamente el papel de fundamentalsostenedor de la Monarquía hispánica que habíadesempeñado en los dos siglos anteriores.

Gracias al estudio de Rodríguez Vicente sabe-mos que durante los 40 primeros años del si-glo xvltt el virreinato peruano envía a España untotal de 4.796.729 pesos, lo que da un promedioanual de 120.000 pesos

-aclaremos que sólo en

15 de esos 40 años hay remesas-; aunque en elperíodo de 1709 a 1722los caudales enviados a lametrópoli desde el Callao apenas alcanzan la in-significante cifra de 7.700 pesos como promedioanual, mientras que en la década de 1730 a 1739 elpromedio es de casi 173.000 pesos al año. Conposterioridad a 1739 y debido a la guerra con In-glaterra, se interrumpen las comunicaciones, y enconsecuencia los envíos de numerario. En lo suce-sivo la Real Hacienda peruana se limitará casi ex-clusivamente a sufragar sus propios gastos así co-mo a sostener Ia defensa continental.

d) Las reformas fiscales. Finalmente tenemosque referirnos a algunas innovaciones producidasdurante la primera mitad del siglo xvrrr, encami-nadas esencialmente a incrementar los ingresosfiscales y mejorar la administración de las rentasreales.

En primer lugar, y conforme al criterio centra-lista de los Borbones, es evidente la tendencia aadministrar directamente ciertos impuestos hastaahora arrendados. El caso más importante en estaépoca es el de los impuestos sobre el comercio, cu-ya recaudación y administración tradicionalmentese encomendaba al Consulado de Lima medianteasiento, y a partir de 1725 se encarga a los oficia-les reales, pretendiéndose así evitar los fraudesproducidos con el sistema anterior. La medida fueevidentemente acertada, pues se logró incrementarel importe de las recaudaciones por estos concep-tos: sólo en los diez primeros años del nuevo siste-ma el aumento es de casi 200.000 pesos.

En la misma línea está el desarrollo de los mo-nopolios estatales, cuya manifestación más claraes la creación del estanco de tabacos, iniciativaigualmente afortunada por lo que se refiere a suobjetivo primordial: incrementar los ingresos dela Real Hacienda.

Otro paso importante en el camino del afianza-miento fiscal fue la incorporación a la Corona, apartir de 1753, de las Casas de Moneda, organis-mos que hasta ahora, y dado que las acuñacionesestaban en manos de particulares, eran simplesinstituciones encargadas de vigilar la ley del metalpara el cobro de los derechos de amonedación,siendo también depositarias de cuños y formas.En 1755, la Casa de la Moneda de Lima recibe unnuevo reglamento, inspirado en el que regía enMéxico, aunque reformado, y a partir de entoncessu organización permanece sin modificaciones du-rante todo el siglo. También se reorganiza la Casade la Moneda de Potosí, y, en definitiva, puededecirse que, al prohibirse las acuñaciones a losparticulares y hacerse en adelante por cuenta del

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COPIA DEL PLANO D[ LA RTAL CASA I)T, IqONTDA DÉ LA VII.LA DE PO-:rQ,r.sr.¡¡t¿ol'r;cTADo pon [Ln¡FvNTo DIIttCTO¡t D:JO,StrI'H Dr¿ ¡¿.¡n,[li,O,e{)¡{l}RtrND¡t-ll" Cr¡a ,Arirgulicorr algunar casila, vniela¡)ele c¿iya.t Ol?(¡iret ¡;or rrutiie.sirro .lo áa poclido op¡'ove.Aa" rt*c{a -"

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685 PERÚ Y CHARCAS

Copia del plono de lct Real Casa de la Moneda de la villa de Polosí, según el proyecto de José de Ribero. Se señslan los lugares re-servodos pora codo operdción: q lo derecho, arriba, los lugares reservados paro lo fundición principat y fundición de! oro, y junto altrtpial marcodo en rojo, los espacios de moliendas y las salas de recochas. Delante, y en torno al gran patio, están las víviendas clel

superintendente y los lugares dedicodos o la guarc)ia.

Estado, el Fisco se benefició notablemente, redu-ciéndose los fraudes de amonedación y aumentan-do las emisiones monetarias, todo Io cual redundaen el incremento de los derechos reales.

Estas medidas, como vemos plenamente efica-ces en relación a su objetivo inicial, no hacen másque preludiar la etapa de grandes reformas que seiniciará con el gobierno de Carlos III.

3. Defenso

La organización de la defensa exterior en las In-dias se basaba fundamentalmente en la adecuadaprotección de los principales puertos y en la exis-tencia de una buena y eficiente armada capaz derepeler cualquier agresión enemiga. Con ningunade estas cosas contaba el Perú al comenzar el si-glo xvIII, aunque a lo largo de la centuria son evi-dentes -y costosos- los esfuerzos por mejorar laprecaria situación militar del Virreinato.

a) La Armado del Mar del Sur. La defensamarítima estaba a cargo de la Armada del Mar delSur, pomposo nombre para algo que se reducía ados viejas naves de guerra -la almiranfa y la

capitana- y un patache. Frecuentemente conde-nados a ia inacción, era inevitable el desgaste deestos buques, que no estaban desde luego en con-diciones de navegar a la primera noticia de laaproximación del enemigo. De la efectividad de laescuadra nos habla el constante recurso a las na-ves francesas o a la habilitación de barcos mer-cantes peruanos cadavez que asomaban al Pacífi-co naves enemigas.

Así, cuando en 7704 llega a las costas del virrei-nato el corsario inglés William Dampier, el virreyMonclova tiene que habilitar un navío del comer-cio y servirse además de dos barcos franceses quea cambio de la ayuda contra el británico recibenpermiso para comerciar en el Callao. Cinco añosmás tarde se vuelve a poner de manifiesto que elPerú está indefenso ante una amenaza exterior,pues tras el ataque a Guayaquil de los corsariosWoodes Rogers y Dampier, el virrey Castell-dos-Rius se ve nuevamente obligado a fletar navesfrancesas para ir en su persecución, que, por otraparte, resultó infructuosa.

Pero el obispo-virrey Ladrón de Guevara vamás lejos todavía tomando medidas espectacula-res: en vista de la inutilidad de la Armada y de losgastos que ocasionaba su mantenimiento, decide

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LOS REINOS INDIANOS

En la literaÍura peruano -según G. Lohmann, en el tottto IV

de la Historia maritima del Perú- existe un <ciclo de los pira-las>>, verdodero teslimonio del eco que luvo en lqs letros elhecho histórico de los atoques enem¡gos. Tol es el caso delPoe-ma de la Vida de Santa Rosa, del conde de La Granja, de losinicios del siglo xvlr. (El grobado, del siglo tvtrr, representa el

sitio del Callao por naves enentigas.)

desarmarla y licenciar a su tripulación, en 1711,considerando más conveniente utilizar los navíosfranceses en caso necesario. El caso pareció pre-sentarse al año siguiente, pues se reciben entoncesnoticias de la inminente llegada de una flota ingle-sa; Guevara comienza los preparativos defensivosconvocando a los barcos franceses al Callao, conla recompensa subsiguiente de autorizarles a de-sembarcar sus mercancías, pero no hubo peligroalguno, pues la escuadra anunciada no apareció.Será en 1715 cuando el obispo-virrey ponga enpráctica su política al contratar ese año a la navefrancesa Sqnta Rosa por 5.000 pesos mensuales,enviándola en busca de dos barcos ingleses quemerodeaban por la costa norte, uno de los cualeslogra apresar.

Sin embargo, la situación de inactividad oficialde la Armada no hace más que acabar de deterio-rar los únicos navíos de guerra del virreinato, cu-ya ruina en 1719 es tal que el virrey Santo Buonopropone que sean vendidos, pues su reparaciónsería excesivamente costosa. El informe del Tribu-nal del Consulado es contrario a ese proyecto,considerando que las viejas naves son indispensa-bles para la defensa de Lima y el Callao, ya que

686

(cuando se han introducido piratas en este mar se

han armado navíos particulares y enviándolos enbusca del enemigo dejando siempre en dicho puer-to el pie fijo de armada para ocurrir a cualquierainvasión que al mismo tiempo pudiese intentar enesta ciudad otro enemigo más poderoso [...1, puesaunque les fuera muy fácil el desembarco por labanda de Barlovento en la playa de los Chorrillosy Miraflores, o por la de Sotavento en la de Boca-negra o Carabayllo, ningún enemigo se atreverá aejecutar esta resolución manteniéndose en el puer-to del Callao naos de línea y de respeto, porqueera preciso dejar desamparados sus navíos y le-vándose los nuestros prontamente los apresaran ylos hicieran pedazos [...]>

En definitiva, el gremio de mercaderes limeñosrecomienda que se reparen los navíos de guerra,pero el virrey no toma ninguna decisión y prontola fragilidad de la defensa marítima se pone enevidencia vna vez más con motivo de la nueva ex-pedición corsaria, dirigida por los ingleses Clip-perton y Shelvocke, que incendian Paita el 21 demarzo de 1720. El nuevo virrey, arzobispo Morci-llo, envía en su búsqueda tres naves mercantes ha-bilitadas, pero también fracasa la persecución.

Se decide entonces reparar en Guayaquil las an-tiguas capitana y almiranta, y al no poder contri-buir la Real Hacienda más que con 100.000 pesos,Morcillo consigue que el Consulado sufragara losgastos, que, efectivamente, resultaron muy eleva-dos al tener que rehacer las dos naves practica-mente de nuevo, sobre todo en lo que se refiere alarmamento. Sin embargo, en enero de 1725,cuando el barco francés La Providencia Ilega alPacífico para comerciar, al no estar todavía listoslos navíos de la Armada, fue preciso que los co-merciantes equipasen uno de sus buques para ahu-yentarlo.

El virrey Castelfuerte ordenó acelerar y concluirIa reparación de la almiranta y la capitana, y seconstruye un nuevo barco de guerra, el San Fer-mín, con lo cual la armada pronto contó con tresbuenos barcos, en los cuales, en opinión del vi-rrey, <lo nuevo, lo velero y lo fuerte son circuns-tancias tan recomendables que los hace valer pormuchos>.

Estas naves deberán probar su valor al estallarla guerra con lnglaterra en 1739. Cuando al añosiguiente llega a Lima la noticia de la expedicióndel comodoro Anson, el virrey Villagarcía se ocu-pa de reorganizar la escuadra, dotándola en lo po-sible de tripulación veterana, al mando de donJacinto Segurola, y se habilitan dos buques mer-cantes, que se pusieron a las órdenes de JorgeJuan y Antonio de Ulloa -a quienes el virrey ha-bía hecho venir de Quito- encargándoles la de-fensa de las costas de Chile. Sin embargo, se repi-te por centésima vez la persecución de un enemigoque parece esfumarse: Anson no es ni siquiera en-contrado y deambula a su antojo por el Pacífico,saquea e incendia Paita, captura varios barcos yen 1743 logra apoderarse del galeón que se dirigíade Acapulco a Manila.

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68'7

Afortunadamente, en los 20 años siguientes nosufrirá el Perú ningún ataque por mar, aunque aveces se producían falsas alarmas, debidas, comocuenta Superunda, a que las experiencias anterio-res hacían que <les pareciesen navíos las nubes delmar>. Hacia 1760 la escuadra del Pacífico estabaconstituida por un navío -el San José el Perua-no- y una fragata -La Liebre-, por lo que re-sultaba a todas luces insuficiente, Será el virreyAmat el encargado de mejorar las fuerzas navalesperuanas.

b) Fortificaciones y tropas. Por lo que se re-fiere a la situación defensiva del principal puertodel virreinato, el Callao, era realmente lamenta-ble. Las defensas del Callao, consistentes en unamuralla y varios baluartes, padecen un inconteni-ble proceso de desmoronamiento, por lo que suaspecto al comenzar el siglo xvtll era ruinoso.

El virrey Castell-dos-Rius, que, como sus antece-sores, tiene que realizar algunos arreglos parcialesen la muralla, opina que está tan destruida que esinútil cualquier intento de reparación, por lo queaconseja construir una nueva muralla más al inte-rior de la existente, para que las ruinas de ésta sir-viesen de antemural a la que se debería levantar.El alto costo de la obra y la difícil coyuntura in-ternacional hacen que no se ponga en práctica elproyecto y, en los años siguientes, las defensas delCallao siguen desmoronándose, hasta tal puntoque en 1124, al asumir el mando Castelfuerte, suapariencia era la de una <Troya marítima>. Elnuevo virrey, tras asesorarse por una junta de pe-ritos, ordena la reparación de los lienzos de mu-ralla destruidos y la construcción de unas escolle-ras, para contener el ímpetu del mar y formar asíartificialmente playas. Las obras -cuyo costo fueestimado en unos 300.000 pesos- comienzan enagosto de 1724, construyéndose ocho espigones ycuatro maiecones transversales a ellos; tres añosdespués se inicia la reedificación de la muralla,comenzando por los trechos más deteriorados, pe-ro abarcando finalmente casi todo el perímetroamurallado.

Villagarcía se ocupará también de mejorar lasdefensas del Callao, reparando los baluartes deSan Antonio, San Pedro y San Miguel y levantan-do dos antemurales que dominaban la bahía.

Pero el terremoto de 1746 destruye completa-mente esta tan reparada muralla, quedando el Ca-llao completamente desguarnecido. Superunda se

ocupa pronto de la reconstrucción, aunque se de-siste de reedificar otra vez la muralla, decidiéndo-se en cambio levantar una fortaleza dedicada aFelipe V. En enero de 1147 comienzan las obrasdel que será castillo pentagonal del Real Felipe,según los planos de Luis Godin.

Por otra parte, la fortificación del Callao noera suficiente para asegurar la defensa de la capi-tal virreinal, pues existian varias playas en las queera fácil desembarcar. Por ello, durante el gobier-no del duque de la Palata, Lima había sido dota-da de una muralla cuya utilidad defensiva era, sin

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Plano del penlrigono para la;fortrficación del Callao, donde sesuperponen los dos prolectos de mediodos del siglo xvrtt.

embargo, nula, pues -como señala Lohmann-

tal muralla no era más que una simple tapia sinvalor como fortificación por carecer de foso, ram-pas, troneras para la artilleria, etc. A pesar de queCastelfuerte ordena la formación de terraplenesen este muro, lo cier¡o es que ia muralla de Limanunca fue un elemento estratégico, y se inutilizadefinitivamente por el terremoto de 1746; sus rui-nas, sin embargo, subsistirán al no ponerse enpráctica la recomendación de Godin y el Cabildode Lima en el sentido de que se derribase para fa-cilitar el ensanche de la ciudad.

Finalmente, por 1o que se refiere a las fuerzasmilitares del Perú durante la época que estu-diamos, eran tan escasas que resultaban irrisorias.Las pocas tropas regulares se lirnitan a la guardiavirreinal -cuerpo selecto que en 1705 contabacon 82 plazas-, la tripulación -cuando ia ha-bía- de los navios de guerra, la guarnición delCallao -integrada en 1705 por 250 hombres- yalgunos destacamentos de soldados en las fronte-ras interiores. Además de estas tropas ((veteranas)existían las milicias ciudadanas, que en la mayoríade los casos no eran más que pelotones de hom-bres sin disciplina ni preparación militar alguna ydeficientemente armados, por lo que normalmen-te se mostraron poco eficaces.

La escasez de medios militares se pone escan-dalosamente de manifiesto en 1740, cuando, pa-

PERÚ Y CHARCAS

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LOS REINOS INDIANOS

ra hacer frente a la amenaza de Anson, el virrey,que recurriendo a medidas extraordinarias habíalogrado formar dos regimientos de caballería -de500 hombres cada uno- y uno de infantería -de1.000 hombres-, se encuentra con que no hay ar-mas suficientes para ellos. Se ordena requisar to-das las armas de fuego existentes en la ciudad, pe-ro aún no son bastantes, y tampoco resuelven elproblema las espadas que se fabricaron en Limaal efecto, pues, como dice Juan y Ulloa, salierontan pesadas que no era fácil manejarlas y de untemple tan malo que se rompían en los ejercicios.

En la segunda mitad del siglo, sobre todo du-rante el gobierno de Amat, será cuando la miliciay el ejército se organicen y aumenten conside-rablemente.

4. Gobernantes

a) Etapas y curacterístic(ts del gobierno políti-co. Entre los gobernantes peruanos de este pe-ríodo no hay, por regla general, grandes figurascomparables a algunas de las que dirigieron el vi-rreinato en los siglos anteriores. La norma ahoraes la mediocridad y sólo dos virreyes destacan porsu labor, Castelfuerte y Superunda.

Inaugura la serie el conde de la Monclova, queen 1689 había sido promovido del Virreinato deNueva España al del Perú, según una práctica ge-neralizada en los siglos xvt y xvII y que terminacon é1. Y no deja de ser sintomático que el últimovirrey de esta época, Manso de Velasco, es ascen-dido desde el gobierno militar de Chile, comen-zando así una nueva práctica que se repetirá des-

Plano de la fortificación del Colloo en for-ma de hexágono, que se superpone a lo tra-za de las antiguas murallos, arruinadas porel m(tremoto. Tiene el interés de que su

dutor fue A, Luis Godin, 1746.

pués: la de que Chile y nocampo de experiencia pararuanos.

México servirá comolos gobernantes pe-

En la época que estudiamos se pueden distin-guir dos claras etapas en lo que al gobierno políti-co del Perú se refiere. La primera comprende de1700 a 1724 y se caracteriza por la desorganiza-ción, indecisión y morosidad en los gobernantes,que, por otra parte, se suceden uno a otro conuna frecuencia poco corriente. Al comenzar el si-glo xvltt gobierna el virreinato el conde de laMonclova, a quien sucede en 1705 la Audiencia deLima, hasta que en 1707 llega Castell-dos-Rius.Cuando fallece el virrey, la Audiencia asume elgobierno por cinco meses, entregándolo el 14 deseptiembre de l7l0 al obispo Ladrón de Guevara,quien a pesar de su nombramiento interino per-manece hasta el 2 de marzo de 1716. Se sucedendurante los siete meses siguientes los gobiernos in-terinos de la Audiencia -hasta el 15 de agosto-y del arzobispo Morcillo, y el 5 de octubre delmismo año inicia su breve gobierno el príncipe deSanto Buono, a quien sucederá el 26 de enero de1720 el mismo arzobispo Morcillo, que dirige elvirreinato hasta la llegada de Castelfuerte, enl-124. Tales alteraciones en el mando (nueve go-biernos distintos, de ellos seis interinos y sólo tresvirreyes nombrados en propiedad) confirman quese trata de una fase nefasta de desorientación delGobierno español, el cual parece no encontrarhombres hábiles y competentes a quienes enco-mendar el gobierno del virreinato peruano.

La llegada de Castelfuerte marca el comienzode una nueva etapa de signo contrario a la ante-rior. Se abre ahora un momento brillante en cuan-

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to a gobernantes y una fase de equilibrio que secaracferiza, precisamente, por la larga duraciónde los mandatos de los virreyes: en los 37 añosque van de 1724 a 1761 sólo habrá tres vicesobera-nos en el Perú, y al término de la etapa el virrei-nato habrá comenzado a superar la desorganiza-ción administrativa, que parecía ya endémica en elterritorio. Las figuras de Castelfuerte y Superun-da llenan el período, con el paréntesis representa-do por los nueve años de gobierno de Villagarcia,un anciano cuyo nombramiento es sorprendenteen unos años críticos en que el Perú necesitabagobernantes activos y enérgicos, como fueron suantecesor y sucesor.

b) El conde de la Monclovq. El cambio desiglo y de Casa reinante en España encontró aiPerú gobernado por don Melchor Portocarrero yLasso de la Vega, conde de la Monclova (1698-1705), hombre conciliador y moderado, pero quecarecía de dotes de gobierno -en opinión deFrancisco Encina no estaba capacitado ni aun<para administrar una ciudad>-, por lo que sumandato constituye una etapa sumamente gris.

Cuando se inicia el siglo xvltr, Monclova, quetiene 64 años de edad, se encuentra hastiado de lalabor de gobierno y sólo parece esperar que lleguesu sustituto. Pero aunque él insiste una y otra vezen su relevo, una serie de circunstancias fortuitasharán que permanezca en Lima hasta su muerte.

Durante los cinco últimos años del mandato deMonclova, que son ya de una declinación mani-fiesta, sólo cabe destacar las complicaciones quela guerra de Sucesión española imponia en Améri-ca. Por un lado, se inicia a gran escala el comer-cio francés en el Pacífico, tolerado por el virrey,actitud que le ocasionará problemas; por otro la-do, Monclova se ve obligado a adoptar una seriede medidas parala defensa de las costas en previ-sión de ataques ingleses. Efectivamente, hacia1704, naves británicas al mando de Dampier mero-dean por el Pacífico y serán los propios franceseslos encargados de ahuyentarlas.

La cooperación de los navíos galos será recom-pensada por el virrey autorizándoles a desembar-car sus mercancías en el Callao, teniendo en cuen-ta además <la desnudez de ropa que padece la ciu-dad y Reino por la retardación de los galeones>,como él mismo dice. El Consulado protesta yMonclova será acusado de excesiva condescenden-cia con los franceses, y las acusaciones llegan alConsejo de Indias, que propone la inmediata des-titución y destierro del virrey, aunque, gracias a lainfluencia que los franceses tienen por estos añosen la Corte española, no se llevan a cabo tales me-didas.

c) Gobierno de ls Audiencia de Lima. Trasla muerte de Monclova gobernará la Audiencia deLima (1705-07), presidida por don Juan de Peña-losa y Benavides, a la sazón un anciano de 80años que en Ia práctica no es más que una figurade representación, pues el gobierno estuvo de

xI,I, H. DE ESPAÑA Y AMÉRICA.-44

PERÚ Y CHARCAS

El conde de lo Monclova, don Melchor Portocsrrero y Lassode la Vega, después de ser virrey de la Nueva España, lo fuedel Perú, gobernondo en los últimos oños del siglo xvrr, ycontinuó con el cantbio de dinastía, tras proclamar a Felipe V,pues ejerció sus funciones hasta el 22 de septiembre de 1705,en que falleció. La Audiencia, presidida por don Miguel Nú-ñez de Ssnabria, se hizo cargo del mando, hasta el 7 de julio

de 1707, en que lo entregó al nuevo virrey.

hecho en manos del oidor limeño Miguel Núñezde Sanabria. El interinato de Ia Audiencia, quesupone casi dos años de gobierno criollo en el Pe-rú, fue poco significativo debido a las graves di-sensiones entre sus miembros, disputándose elpresidente y los oidores las funciones de capitángeneral, que en realidad correspondían al pri-mero. Peñalosa protestará anfe el Consejo de In-dias por las atribuciones que se habían arrogadolos oidores, quienes en 1707 son multados por elConsejo.

El principal problema que se plantea al gobier-no de la Audiencia es cumplir las órdenes que,desde Panamá, envia el nuevo virrey, encamina-das, por una parte, a acelerar el despacho de laarmada a la feria de Portobelo y, por otra, areunir la mayor cantidad de dinero posible parasu remisión a España. En cuanto al primer punto,la Audiencia tropezó con la resistencia del Consu-lado, que se negaba a acudir a la feria alegandolos perjuicios ocasionados por el contrabandofrancés; para vencer esta oposición, la Audiencia

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LOS REINOS INDIANOS

ry,Arq/%Don Manuel de Oms y Santa Pau, marqués de Castell-dos-Rius, fue el XXIV virrey del Perú. IIabía sido antes embaja-dor en Portugal y Francia en época de Carlos II. Fue persona-je clave en París cuando t{tn vivo era el problema de la suce-sión a la Corona de España, desempeñando un papel principalen las negociaciones llevadas a cabo. Llegó a América en la Ar-mada de los galeones que mandaba el marqués de Casa Alegre,desembarcando en Cartageno en obril de 1706. Para burlar loscruceros brilánicos, luvo que seguir en un buque de guerrafrancés hasta el istmo. Como se sabe, era muy aficionado a lasletras y hosta hizo la traducción de la tragedia Perseo. Cofucl-dió con Ia gran personalidad de don Pedro Peralta y Barnue-vo, por lo que las actividsdes literarias tuvieron un gron

impulso.

decide actuar ilegalmente, imponiendo sus pro-pios candidatos en la elección de prior y cónsulesy violando así la autonomía del gremio de comer-ciantes.

Pero lo que constituía un auténtico obstáculo(de <milagro fiscal> lo califica Tovar Velarde) eraobtener dinero sobrante en una Hacienda arruina-da y endeudada, y a pesar de la política de auste-ridad y ahorro que impone la Audiencia, sólo a

base de incrementar el déficit interno del virreina-to se logra reunir L000.000 de pesos que ayuda-rán a financiar la guerra de Sucesión.

d) El marqués de Castell-dos-Rius. Por fin, el24 de mayo de l'707, toma posesión el primer vi-rrey del Perú nombrado por Felipe V, don Ma-nuel Oms de Santa Pau, marqués de Castell-dos-Rius (1707-10). Su primera tarea será satisfacerlas urgentes demandas de dinero de la Corona,que le había autorizado a adoptar todas las me-

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didas necesarias al efecto; por consiguiente, el vi-rrey barre literalmente con todos los fondos de-positados en las Cajas Reales -ofreciendo,

esosí, restituir las sumas incautadas- y reúne casi800.000 pesos, que junto con el millón acopiadopor la Audiencia le sirvieron para despachar la ar-mada, enviar el situado a Panamá y remitir a Es-paña más de 1.600.000 pesos.

Esta remesa de caudales es lo más destacabledel breve gobierno de Castell-dos-Rius que, porotra parte, se caracteriza por las relaciones pococordiales con los comerciantes. El virrey sostienecon el Tribunal del Consulado ruidosos pleitosque tienen su origen en el descontento causadopor las severas medidas económicas tomadas paraacopiar fondos, junto con el malestar derivado de

la intensificación del contrabando francés y lainactividad del virrey -presionado

por las pro-pias circunstancias bélicas, pues tuvo que pagarcon la autorización, para comerciar la ayuda fran-cesa contra Rogers y Dampier en 1709- para per-seguirlo. Las tensiones culminaron en las acusa-ciones de venalidad y de participación en el tráfi-co ilícito presentadas contra Castell-dos-Rius y que

estuvieron a punto de determinar su caída. Preci-samente, la favorable impresión causada en laCorte por la rapidez en remitir dinero, junto conotras recomendaciones, permitió que no prospera-sen los cargos.

Igualmente cabe destacar de este período lasfamosas tertulias literarias organizadas por el vi-rrey, que habiendo sido embajador de España en

París -a él se atribuye la frase de <Ya no hay Pi-rineos>>-, es un típico representante del afrance-samiento político español e introdujo en Lima lamoda francesa de las tertulias, estableciendo en supalacio una reunión semanal a la que acudían laspersonas de más relieve de la ciudad y donde se

versificaba, se escuchaba música, se representa-ban piezas dramáticas, se conversaba. Las veladasduraron seis meses, del 23 de septiembre de 1709

al 24 de marzo siguiente, suspendiéndose por laenfermedad y fallecimiento del virrey, el 24 deabril de 1710.

e) El obispo Ladrón de Guevqra. Se procedeentonces, por primera y única vez en el virreinatoperuano, a la apertura del pliego llamado oficial-mente (de plovidencia)> y vulgarmente <de morta-ja>, documento sellado en el que constaban losnombres de tres personas designadas para encar-garse del gobierno en caso de muerte o incapaci-dad del virrey. Como los dos primeros miembrosde la terna habían fallecido, vino a recaer el cargoen el último, Diego Ladrón de Guevara, obispo de

Quito, y mientras llegaba a la capital, toma elmando la Audiencia, presidida por Miguel Núñezde Sanabria. Por consiguiente, el nombramientode Ladrón de Guevara fue tan sólo de forma inte-rina, y, sin embargo, se mantiene en el puesto du-rante seis años (1710-16).

El obispo-virrey se mostró extraordinariamentepreocupado por la crítica situación hacendistica,

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de Ia que informa a la Corte en l71l poniendo derelieve que, debido al desequilibrio entre ingresosy gastos, no era posible enviar caudales a Españamás que utilizando de nuevo los procedimientosde Castell-dos-Rius e incrementando la deuda pú-blica. Por ello, Guevara impone un plan de eco-nomias en los gastos y se ocupa de acelerar elcobro de deudas atrasadas a favor del Fisco -queascendían a más de 3.000.000 de pesos- y deacrecentar los ingresos dictando providencias en-caminadas, sobre todo, a fomentar la producciónminera y a evitar los fraudes en el pago de losquintos reales.

Sin embargo, algunas de las medidas adoptadaspor el virrey fueron muy discutidas. Una de ellasfue la decisión, dentro de la política de ahorro, dedesarmar la escuadra y licenciar a su tripulación,

U,Wfu¡;:',Don Diego Ladrón de Guevaro, obispo de Quito, fue el XXVvirrey del Perú. Fallecido el marqués de Caslell-dos-Rius,abierto el llomado <pliego de mortaja>> aparecían previstos pa-ra reemplazar al virrey: don Juon de Santiago, obispo del Cuz-co; don Antonio de León, que Io era de Arequipa, y el de Qui-to, don Diego Lodrón de Guevora, que Jue quien se hizo cargode los funciones de interinidad, por hober fallecido los dos pri-meros. La Audiencia tuvo que ocuparse del gobierno por cua-tro meses, hasta que el obispo llegó. El finol de su gobiernofue un tanto irregular, pues se le ordenó entregar el mando alarzobispo de Chqrcos, sin que, como ero lo habitual, siguieraen funciones hasto el arribo de la persona designada para elcargo. Entregó el mando el 2 de marzo de 1716, después degobernar cínco años y seis meses. Era entonces arzobispo deCharcas fray Diego Morcillo Rubio de Auñón, que ejerció las

funciones de virrey sólo por 50 díss, por llegar inmediatamenteel propietorio.

PERÚ Y CHARCAS

pues consideraba más ventajoso para el Erarioy conveniente para Ia defensa utilizar las navesfrancesas que recorrían las costas peruanas aun-que ello supusiera lalegalizaciín del comercio ga-lo. Su actuación en este sentido fue censurada enel juicio de residencia, culpándose de no habercombatido el comercio extranjero a pesar de ha-ber recibido la orden, de 16 de mayo de 1712, queasí lo estipulaba; se le multa con 40.000 pesos porello, aunque luego será absuelto por el Consejo.

Entre los sucesos notables ocurridos durante es-te gobierno está el alzamiento de los negros ci-marrones del valle de Lima, que en 17ll se hacenfuertes en el monte de Huachipa, desde dondesalían a cometer robos y asaltos en las cercanias.Se encarga de efectuar la represión el corregidorde Huarochirí, don Martín Zamudio, y fueronahorcados algunos de ellos.

Otra alteración de la tranquilidad pública suce-de el 30 de enero de l7ll, cuando Fernando Hur-tado de Chaves roba el copón de la iglesia delSagrario de Lima, conteniendo las sagradas for-mas. El sacrilegio conmocionó a la ciudad, y alser recuperadas las formas a los pocos días se or-ganizan fiestas y luminarias, ordenando el virreyla erección de un templo en el lugar del hallazgo.

f) El príncipe de Santo Buono. Tras los go-biernos interinos de la Audiencia, presidida pordon Mateo de la Mata Ponce de León, y del arzo-bispo de Charcas, Diego Morcillo, llega a LimaCármine Nicolás de Caraccioli, príncipe de SantoBuono (1716-20). Los problemas personales delnuevo virrey -cuya esposa había muerto en elviaje al Perú- hacen que a los tres años de go-bierno solicite el relevo, y se le concede. La breve-dad de su mandato incide en que su labor de go-bierno sea poco significativa, limitándose sólo acumplir, en lo posible, las órdenes que se le die-ron, relativas sobre todo a la represión del contra-bando.

Sin embargo, a estas alturas el gobierno se ha-bía hecho impotente para impedir el comercio ili-cito. Las mercancías prohibidas entraban por to-das partes y a los navíos franceses se unían lasintroducciones inglesas a través de Buenos Aires.La vasta y formidablemente organizada red de loscontrabandistas parecía superar a la del Estadoespañol, que dictaba sin cesar disposiciones quesus funcionarios no podían llevar a la práctica.Gracias a la expedición de Martinet se consiguecortar de momento el contrabando francés, perola puerta de Buenos Aires seguirá siendo motivode preocupación para éste y los demás virreyes pe-ruanos.

Lo más destacable de la actuación de SantoBuono -durante cuyo gobierno tiene lugar la pri-mera creación del Virreinato de Nueva Granada-es su preocupación por el problema de la mita mi-nera, que tantos estragos causaba entre la pobla-ción indígena. El virrey era decidido partidario dela supresión de esa forma de trabajo forzoso, yenvía a la Corte un informe en ese sentido, acon-

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I,OS REINOS INDIANOS

pj PJ"l"g"áltufrhv

//.'íDon Carmine Nicolao Csracciolo, príncipe de Sanlo Buono,ero señor cte Auñón y Grande de Esprtña. Hobía nocido en Nú-poles y -fue embajador de Españo ante Ia República de Vene-cio. En su época se creó el Virreinato de la Nueva Granada, se-parándose con ello del Virreinoto del Perú; ademds, el Reinode Quito. Por accederse a su retiro o Españct, entregó el go-bierno al arzobispo de Charcas, lo misma persona de quien lohobía recibido, en 1720. Su regreso a España lo hizo tombiénen forma desacoslumbrada, pLres, en vez de desembctrcar en

Panamti, lo hizo en Acapulco, poro volver tt embarcarse en Ve'racruz.

sejando además el cierre de la mina de Huancave-lica por considerar que no podría subsistir una vezinterrumpida la mita. Aunque esta solución tandrástica no se lleva a la práctica, en abril de 1720

-cuando ya Santo Buono había abandonado el

Perú- se ordenará el cese de la mita en Huanca-velica, medida que tropezó con tan tenaz oposi-ción de los mineros que no pudo entrar en vigor.

C) El arzobispo Morcillo. Para sustituir aSanto Buono se designa, sorprendentemente, a unanciano eclesiástico, fray Diego Morcillo de

Auñón, arzobispo de Charcas (1720-24), que yahabía desempeñado el gobierno interino de Perú,por poco tiempo, en 1716, y lo asume ahora enpropiedad, cuando contaba 78 años de edad.

Coincidiendo con el inicio de su mandato se

produce una serie de calamidades en el virreinato.En primer lugar, la terrible epidemia que veníaasolando Charcas desde años anteriores alcanzatáahora su punto culminante, y va a causar miles devíctimas entre los indios de la sierra peruana' Unanueva catástrofe se produce el 15 de marzo de

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1720, cuando el río Saña se desborda destruyendocompletamente la hasta ahora próspera villa deSantiago de Miraflores. Y para colmo de maleshay también nuevas incursiones corsarias, queculminan con el incendio de Paita por Shelvockeel 2l de marzo del mismo año.

El virrey tiene que combatir el contrabandofrancés, que nuevamente se había intensificadopor estos años, y se ocupó de la defensa dictandovarias medidas, como fueron la reparación de losnavíos de la armada, construcción de baterías enel Callao, organización de un costoso cuerpo decaballería para reforzar la guarnición del puerto,etcétera. Sin embargo, todas estas medidas fueronescasamente eficaces.

Durante este período da comienzo el famosoasunto de los comuneros del Paraguay, que elarzobispo-virrey no sabrá tratar adecuadamente.Los <comuneros)) paraguayos -en realidad, veci-nos sin tierras que se habian alzado contra el go-bernador Reyes- presentan sus reclamaciones enla Audiencia de Charcas, bajo cuya jurisdicciónentraba el Paraguay, que envia a Asunción a sufiscal, José de Antequera, como juez de pesquisa

rtvv"{Fral Diego Morcillo fue el XXVil virrey del Perú y, como se

ha dicho en otro lugar,.fue virrey dos veces, aunque inlerina-menle en la prímera ocasión, Ero entonces hombre de muyovanzada edod, pues tenía 78 oños. Durante este tiempo pasótambién a ser orzobispo de Lima, aunque descargó los toreascorrespondientes en su sobrino, don Pedro Morcillo, obispo inpartibus de Drozón. En su época tuvieron lugar los graves su-

cesos del Paraguoy, por lo que fue relevado en 1724.

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y éste arresta al gobernador, asumiendo la autori-dad por estar facultado para ello por la Audien-cia. El virrey, acuciado por informes que le dieronlos jesuitas

-propietarios de inmensas extensio-nes territoriales, algunas amenazadas por ese mo-vimiento-, ordena por tres veces la reposición deReyes, pero la Audiencia, con diversos pretextos,retrasa el cumplimiento de las órdenes e incluso el13 de marzo de 1723 autoriza a Antequera a pro-seguir en su comisión. El Cabildo de Asunción,por otra parte, se alza en armas y el asunto, queno será resuelto hasta la llegada de Castelfuerte,redunda en desprestigio del anciano virrey.

En diciembre de 7'723, Morcillo es nombradoarzobispo de Lima, reuniendo desde entonces losdos más altos poderes -el civil y el eclesiástico-del virreinato. Pero ya ese mismo año se había de-signado a su sucesor en el mando político, don Jo-sé de Armendáriz, marqués de Castelfuerte (1724-36), el primer virrey enérgico después de muchosaños y uno de los mejores gobernantes del Perú.

h) El marqués de Castelfuerte. Tomó pose-sión del mando el 14 de mayo de 1724 y rápida-mente comenzó a dictar severas órdenes para ata-jar el contrabando, ganándose el apodo de PepeBandos al publicar, en ese mismo año, nada me-nos que seis edictos en ese sentido. El resultadofue el fin del comercio ilicito francés y la disminu-ción del intenso contrabando de plata sin quintarque de Potosí se enviaba a Buenos Aires.

No se limitó desde luego Castelfuerte a promul-gar bandos, sino que se dedicó vivamente a mejo-rar la situación defensiva del virreinato: reorgani-za la escuadra, se ocupa de la reparación de lasmurallas del Callao y Lima, dispone el envio pun-tual de los situados, etc.

Irritado por los sucesos del Paraguay, que des-de la óptica virreinal eran una rebelión a las dis-posiciones de su antecesor, Castelfuerte adoptóenérgicas medidas para cortar la crisis de autori-dad que se había planteado. El l8 de julio de 1724encargó al gobernador de Buenos Aires la pacifi-cación del territorio, ordenándole detener a Ante-quera y enviarlo a Lima. La propia Audiencia deCharcas, dócil a las órdenes del nuevo virrey, es laque detiene a su antiguo fiscal, que había buscadorefugio entre sus compañeros. Antequera llega enabril de 1726 a la capital del virreinato e inme-diatamente comienza un largo y complicado pro-ceso que duró cinco años, tras el cual se condenaa muerte al acusado, siendo ejecutado el 5 de abrilde 1731. No desapareció, sin embargo, la situa-ción anárquica en el Paraguay, ya que ocurrieronnuevos alzamientos que no serán dominados hastael año 1735.

La ejecución de Antequera, que gozaba de lassimpatías de gran parte de los limeños, trajo otrassecuelas al producirse un tumulto, iniciado por unIego franciscano que comenzó a pedir perdón pa-ra el reo. El alboroto fue tal que el virrey tuvoque intervenir personalmente con su guardia, lo-grando imponer el orden. En la refriega fallecie-

PERU Y CHARCAS

Don José de Armendáriz, marqués de Castelfuerte, que fue elXXVIII vírrey del Perú, ero capitdn general, con gron prestigiopor su intervención en numerosas acciones de armtts. Se hizocargo del mando en 1724, y la antes de llegor o Lima intervinoparo que se mejoraron las fortificaciones del Chagres y Pana-md. Su gobierno duró hosta 1736, en que lo entregó al mar-

qués de Villagarcío.

ron dos frailes. Al día siguiente, Castelfuerte pideal comisario de la Orden de San Francisco que in-vestigue sobre la participación de sus religiosos enel motín, pero él responde afirmando que habíasido premeditada la muerte de los dos frailes y so-licita al cabildo catedralicio (que gobernaba porestar vacante el Arzobispado) que se impusieranal virrey las penas canónicas establecidas contralos agresores de las personas eclesiásticas. Los ca-nónigos aceptan esta desatinada pretensión y co-mienzan el expediente. El asunto se zanjará el5 de septiembre de 1733, fecha en que el Consejode Indias condena la actitud de los canónigos, aquienes se impone absoluto silencio ordenándosearchivar toda la documentación relativa al caso(para que no quede en el público un ejemplar tanpoco recomendable de la conducta ; de ese ca-bildo>.

Este conflicto no es más que uno de los muchosque Castelfuerte, gran defensor de las regalías dela Corona, mantuvo con diversas personas e insti-tuciones eclesiásticas. En primer lugar, tuvo fre-cuentes choques con los obispos, especialmentelos de Huamanga y Trujillo, pues, como escribe elvirrey, estos prelados <no acaban de entrar en to-do lo que es real jurisdicción y regalías y procuranmover y cercenar todo lo posible en este punto)).Por otra parte, los informes que Castelfuerteenvia a la Corte sobre la relajada vida de los con-ventos y la conveniencia de cortar su increíble nú-

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LOS REINOS INDIANOS

mero -(que de una casa fundaban uno, y de unreligioso o poco más creaban una comunid?d))-,sus frecuentes intervenciones a fin de poner pazen las tumultuosas elecciones de provinciales delas Órdenes religiosas, y sus procedimientos paracumplir las reales órdenes de 27 de marzo de 1726

-sobre que se corrigiesen los abusos de curas y

doctrineros- y de 13 de febrero de 1731 -por laque el rey mandaba a Castelfuerte <llamar a cadauno de los prelados regulares que residen en esacapital y les comuniquéis las noticias con que mehallo de los escándalos y delitos practicados porsus súbditos, a fin de que se apliquen [...] a su re-medio>- levantaron muchas protestas y el virreyse hizo odioso a los eclesiásticos.

En otro orden de cosas, durante el gobierno deCastelfuerte se agudiza la situación de intranquili-dad y descontento social que caracleriza al Perúdurante todo el siglo xvllt. Los abusos de los co-rregidores desencadenan frecuentes amotinamien-tos de indios que en 1730 culminan con la muertede cuatro de dichos funcionarios: los corregidoresde Azángaro, Carabaya, Cotabambas y Castro-virreina.

Pero el problema más grave es el representadopor la sublevación de los mestizos de Cochabam-ba -una de las provincias más pobladas del AItoPerú-, en 1730, y que no es más que una resis-tencia contra el régimen tributario, que quiso revi-sarse ese año enviando al capitán Manuel Venerode Valera para realizar un nuevo y más exactoempadronamiento, evitando que los indios se hi-ciesen pasar por mestizos para eximirse del pago.La revisión se comenzó a hacer por la ciudad, pe-ro la desacertada e injusta actuación del visitador,que empadronaba a muchos que estaban exentosy libraba a otros a cambio de cobrarles cierta can-tidad en beneficio propio, provocó un sangrientolevantamiento de los mestizos de Cochabamba(entre los cuales había, sin duda, muchos indiosmestizados -<indios enzapatados)- por residiren la ciudad con ropa y oficio de artesanos), capi-taneados por el oficial platero Alejo Calatayud.Los sublevados, con el tradicional y mil veces re-petido lema de <Viva el Rey. Muera el mal gobier-no>, asaltan la cárcel dejando en libertad a lospresos, saquean casas y dan muerte a 18 españo-les, hasta que el Cabildo acepta los capítulos quelos insurrectos proponen, entre los que destacan elcese de los repartos de mercancías que efectuabanlos corregidores, el fin de la comisión dada a Ve-nero y uno que significaba la conquista del podercomunal: los alcaldes ordinarios debían ser elegi-dos entre los nacidos en la villa. Tras la acepta-ción de estas peticiones y el otorgamiento por elCabildo, en nombre de Su Majestad, de un per-dón general, se disuelven los sublevados el I de di-ciembre de 1730. Pero el escarmiento llegará dosmeses después, con la ejecución de Calatayud yotros cabecillas el 31 de enero siguiente, en obede-cimiento de las disposiciones dadas por Castel-fuerte, que el l0 de enero, aunque acepta que Ve-nero salga de la provincia, ordena castigar el deli-

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to de sedición y homicidio condenando a muerte alos principales implicados y anulando los capí-tulos concedidos, así como las elección que el Ca-bildo de Cochabamba hubiese hecho para el año173 l. Sin embargo, la severa represión del levan-tamiento no logró resolver la crítica situación in-terna, pues ése no seria más que un eslabón en lacadena de conflictos que culminará en 1780.

La labor del gobierno de Castelfuerte (cuyosprincipales logros él mismo enumera en su Memo-rta.' (Dejo[...] aumentados los tributos, fomenta-das las minas, corrientes ambos minerajes, bienadministrados los reales derechos, pagados los sa-larios, remitidos los situados, pacificadas las pro-vincias, seguro el mar, construidos los navios delRey y otro nuevamente fabricado, reedificada lamuralla del principal puerto...>) será premiada asu regreso a España concediéndose al marqués elcollar de la Orden del Toison de Oro.

i) El marqués de Villagarcía. El 4 de marzode 1736 se hace cargo del gobierno el nuevovirrey, don José Antonio de Mendoza Caamaño ySotomayor, marqués de Villagarcía (1736-45), unanciano con casi 70 años y cuya actuación fue laantítesis del cuartelero mando de su antecesor.A pesar de gobernar durante más de nueve años,Villagarcía no sobresale por nada y no dejó huellade su paso por el virreinato. La anodina actuacióndel virrey queda además eclipsada por la impor-tancia de los acontecimientos producidos en estosaños, que corresponden a uno de los más críticosmomentos en cuanto a la defensa y la seguridadinterior, persistiendo por lo demás la decadenciaeconómica.

La guerra con Inglaterra en 1739 tendrá impor-tantes consecuencias para el Perú. En primer lu-gar,la creación definitiva del Virreinato de NuevaGranada, reduciéndose por consiguiente la juris-dicción de Lima aunque no sus cargas económi-cas, pues debe seguir remitiendo el situado a Pa-namá, dependiente ahora de Santa Fe. Por otraparte, los puertos peruanos se ven nuevamenteamenazados -ahora el peligro se llamará An-son-, poniéndose otra vez de manifiesto la defi-ciente situación defensiva del virreinato pese a loscostosos e inútiles esfuerzos de Villagarcía pororganizar tropas y dotarlas de armamento adecua-do. Finalmente, la sustitución del sistema de flo-tas y galeones por los navíos de registro y la con-siguiente reversión de la corriente comercial delPacífico tuvo, como sabemos, enorme transcen-dencia para la vida económica peruana.

Se realiza también en esta época la expedicióncientífica de Godin y La Condamine al Ecuadorcon objeto de medir un grado del meridiano. Conellos vienen los jóvenes tenientes de navío espa-ñoles Jorge Juan y Antonio de Ulloa, quienes, lla-mados por el virrey, participan en las precaucio-nes defensivas tomadas contra Anson, y escribi-rán después en las Nolicias Secretas sus abruma-doras impresiones sobre el Perú.

La inestabilidad social tiene por estos años dos

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zlrtn",74ñ1r"Don José Antonio de Mendoza, marqués de Villagarcía, fue elXXIX virrey. Hqbía sido embajador en Venecia y virrey deCatttluña. Llegó a Lima en 1736 y le correspondió hacer frentea los peligros de lo guerra con Inglatefto. Gobernó hssta 1746.

nuevas e importantes manifestaciones; una, en lavilla de Oruro, y otra, en las montañas de Tarma.El primero de estos movimientos, a pesar de queno llegó a estallar, reviste gran importancia porlas ideas que lo inspiraron. Lo dirigía Juan Bélezde Córdoba, que en 1739 hizo circular por toda laprovincia de Oruro su llamado Manifiesto deAgravios, en que, denunciando los excesos del po-der español, propugnaba la necesidad de un le-vantamiento encaminado a la restauración del ré-gimen incaico, ofreciendo a criollos y mestizos unlugar adecuado en la nueva sociedad. La conju-ración de Oruro implicó a los indios y mestizos,pero fue descubierta por la denuncia de uno delos comprometidos. El corregidor Ezpeleta actúarápidamente, condenando a muerte a Bélez y a

sus principales seguidores: Eugenio de Pachamira,Miguel de Castro, Nicolás de Encinas y Carlos Pé-rez. El virrey se limitó a aprobar la conducta delcorregidor.

Pero el levantamiento más importante se pro-duce en el año 1742, cuando, al mando de JuanSantos, que -como Bélez de Córdoba- se decíadescendiente de los incas haciéndose llamar Apu-Inca Atahualpa, se alzaron los indios de la pro-vincia de Tarma asaltando y destruyendo las mi-siones franciscanas. Las lentitudes del virrey, que

no supo acudir pronta y enérgicamente a combatira los insurrectos, permitieron que se agravara la

PERÚ Y cHARCAS

situación, y el alzamiento se extenderia por buenaparte de la zona montañosa del bajo Perú, hastalos límites de la Audiencia de Charcas, aunque las

consecuencias prácticas no fueron más que el es-

trago en la montaña, con pérdida de las conver-siones y haciendas de la zona, siendo el principalhecho de armas la destrucción del fuerte de Qui-mirí, defendido por el capitán Fabricio Bertoli.Durante muchos años, Apu-Inca seguirá hostili-zando en esta zona fronteriza, ganatá gran presti-gio entre los indígenas e infundirá un miedo en lapoblación y autoridades coloniales que excediacon mucho a sus posibilidades reales de ataque.

Entre los sucesos notables cabe destacar quetodavía en 1737, y por orden del Tribunal de laInquisición, fue ahorcada en Lima una mujer es-pañola, casada, de 49 años de edad, llamada Anade Castro, acusada de judaizante pertinaz, que-mándose sus restos junto con la estatua del jesuitaJuan Francisco Ulloa -que habia fallecido tiem-po antes-, condenado por molinosista o seguidorde Molinos. Fue ésta la última condena a la ho-guera en el Perú, y tras la apelación de la Compa-ñía de Jesús al Tribunal Supremo, fue reivindica-da la memoria de Ulloa y condenados los inquisi-dores por sus excesos, todo lo cual redundó en el

desprestigio del Santo Oficio. En lo sucesivo laInquisición se dedicó principalmente al examen yexpurgación de los libros publicados o introduci-dos en el virreinato.

El marqués de Villagarcía se mostró, sin embar-go, muy preocupado por la situación de la Uni-versidad de San Marcos de Lima, que por estaépoca acusaba una aguda decadencia. La causa dela crisis, y a la vez su más llamativa manifesta-ción, era el alejamiento de la clase estudiantil,alra\da, en unos casos, por otras universidadesmás cercanas a su lugar de residencia -como lasde Cuzco, La Plata, Huamanga, en el territoriode que tratamos-, y, en otros, por los colegiosmayores existentes en la propia Lima -San Mar-tin y San Felipe, por ejemplo- y los colegios delas Órdenes religiosas -Santo Tomás, de los do-minicos; San Ildefonso, de los agustinos; Guada-lupe, de los franciscanos; San Pedro Nolasco, de

los mercedarios-, que retuvieron muchos alum-nos en detrimento de la universidad limeña. La es-

casez de alumnos llegó a ser tal que, según infor-ma a Su Majestad el arzobispo de Lima, Francis-co Antonio de Escandón , en l'733, <en estos diezúltimos años han sido los cursantes en todas fa-cultades muchos menos que los catedráticos y en

algunos cursos ni un solo oyente ha habido>. Elresultado fue el estancamiento de la Universidadde San Marcos, a la que generalmente sólo se acu-día para obtener los grados, que además, comodice Villagarcía, se podían comprar <por muy ba-jo precio> e incluso lograrlos <de gracia y porcualquier respetoD. El mismo arzobispo EscandÓninforma que la situación económica de la universi-dad es tan precaria <que si se le ofrece un gasto demil pesos no tiene más arbitrio que vender un gra-do, como lo hace cada dia y a tan bajo precio que

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LOS REINOS INDIANOS

ñ,¿y*"bDon José Mqnso de Velosco, XXX virrey del perú, pasó aejercer este cargo cuondo era presidente y capitán general deChile. Ejerció las.t'unciones de virrey desde 1746 hosta 1761.En su época se produjo la cat(istrok del gran maremoto queinvaclió el litoral, por lo que hubo de reconstruir las fortalezasdel Callqo. En atención a estos méritos, recibió el título cle

. conde de Superunda.

convida a graduarse de doctor al más ignorante ydesdichado>.

El virrey intentó remediar el problema ordenan-do que los grados no se concediesen de gracia yque las cátedras se cubriesen por oposición y nopor recomendación, como se solía hacer; pero es-tas rnedidas resultaron ineficaces, pues años mástarde Superunda informará que los jóvenes se si-guen instruyendo en los colegios y religiones, por-que el curso universitario <ministra poca materiapara su adelantamiento)) y sólo se acude a SanMarcos para optar a los grados.

Tras la llegada de su sucesor en el gobierno, enjulio de 1745, Villagarcía se embarca rumbo haciaEspaña, pero fallece en plena alta mar, a la edadde 79 años.

j) El conde de Superunda. El nuevo virrey esJosé Antonio Manso de Velasco (1745-61), quehabía sido gobernador de Chile durante ochoaños, logrando gran prestigio como buen militar ygobernante. Estará al frente del virreinato duranteun tiempo récord de l6 años y tres meses, y su la-bor permitirá que se le considere uno de los me-jores virreyes que tuvo el Perú en toda la época

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colonial y, desde luego, el mejor del período queestudiamos.

El primer grave problema con que tuvo que en-frentarse fue la reconstrucción de Lima y el Ca-llao tras el especialmente destructor terremoto del28 de octubre de 1746, que ocasionó el derrumba-miento de numerosos edificios de la capital ygrandes daños en la mayoría de ellos -incluyen-do la catedral y el palacio virreinal-, siendo se-guido de un maremoto que arruinó por completoal Callao. Manso de Velasco hizo prodigios parasocorrer a las víctimas y tomó toda clase de medi-das para el abastecimiento de la población y paragarantizar la seguridad pública: aseguró el sumi-nistro de agua, trigo y carne; destinó patrullas desoldados para contener los robos y saqueos, quecomenzaron a producirse aprovechando la con-fusión, y estableció la pena de muerte para los sa-queadores, etc.

Se ocupó también, activa y rápidamente, de lareconstrucción de las dos ciudades, contando conla eftcaz colaboración de don Pablo de Olavide

-que años más tarde tendrá una destacada ac-tuación en España- y de Luis Godin, uno de losacadémicos franceses que había quedado en Limadesempeñando una cátedra de matemáticas en launiversidad. Dada la escasez de mano de obra, elvirrey ordena, en enero de 1747, que los corregi-dores enviasen a la capital cuantos peones volun-tarios fuese posible, estableciéndose el jornal encinco reales, y poco después en seis. Es precisotambién fijar los precios de la madera, que habiandoblado su valor. En pocos meses, Manso de Ve-lasco pudo trasladarse a su palacio, ya reedifica-do, y se empieza a levantar la fortaleza del RealFelipe, en el Callao, donde se edifica además unanueva población, que se llamará Bellavista; pron-to comienza la reconstrucción de la catedral, quehabía sido extraordinariamente dañada. En con-junto, la tarea de restauración de Lima y elCallao fue costosa y larga, y la actividad desple-gada por el virrey será premiada por Fernando VIotorgándole el título de conde de Superunda, co-mo recuerdo a la victoria (sobre las olas> en la re-construcción del puerto.

Hacia 1750, cuando todavía la restauración deLima dejaba mucho que desear, se produce unanueva alteración del orden público. Desde dosaños antes los indios de la capital venían traman-do una conjuración (Amancaes), sin plan fijo,aunque al parecer proyectándose el asalto alpalacio virreinal. La trama iba extendiéndose porlas provincias de Canta y Huarochiri, pero la de-nr,ncia hecha por algunos de los implicados deter-mina la inmediata intervención del virrey, desba-ratándose la conjura en Ia capital con la ejecución,en 1750, de seis de los principales cabecillas.Al mismo tiempo se envia a Huarochiri, dondeparecía haberse desplazado el foco de la rebelión,una partida de las milicias provinciales y doscompañías de mulatos, al mando del marqués deMonterrico. El levantamiento, que adquiere ca-racteres de extrema gravedad -con el asesinato

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del corregidor y otras personas, interceptación decaminos, etc.-, será sometido en poco más de unmes, castigándose con la pena de muerte a losprincipales rebeldes.

Sin embargo, Juan Santos continuaba en sushostilidades y era más difícil combatirlo debidosobre todo a la naturaleza del terreno en que semovía. Superunda envia destacamentos militaresal mando de José Llamas, que ataca en Quimirí yen el Cerro de la Sal sin lograr capturar al rebel-de. A pesar del fracaso de estas expediciones, po-co después Apu-Inca desaparece, ya sea por haber-se retirado a la selva con sus seguidores, ya porhaber muerto a manos de sus propios compañe-ros; lo cierto es que no hay en adelante noticiasde este personaje que durante tantos años fue mo-tivo de zozobra para las autoridades peruanas.

Todavía en 1758 estallan nuevas revueltas, estavez, en Huamachuco (Cajamarca), donde se daun movimiento de indios y mestizos contra el em-padronamiento de tributarios, que llevó a cabodon Simón de Lavalle y Cuadra. Tras someter larebelión, se apresa a 23 comprometidos, trasladán-dolos a la cárcel de Otuzco, para llevarlos luego aTrujillo, donde serían juzgados. Pero en un motínespontáneo propio de la agitación social del mo-mento, el pueblo de Otuzco libera a los 23 reos,que se refugian en la iglesia y, finalmente, logranhuir. Un año después y con objeto de reforzar elgobierno de esta difícil zona, que tradicionalmenteconstituía un núcleo rebelde, se crea el corregi-miento de Huamachuco segregándolo del de Caja-marca.

Por otra parte, Superunda, consciente de quemuchas de las quejas de los indios están justifi-cadas, trata de impedir los abusos cometidos porlos corregidores de la única forma que cree po-sible: reglamentando su actividad mercantil paraasí evitar las extorsiones, Por auto de 20 de di-ciembre de 1753 se establece el arancel de génerosy precios a que los corregidores debían ajustar susrepartos, fijándose asimismo los correspondientesimpuestos que por estas ventas deberían pagar.Como sabemos, no fue solución en la práctica,pues los corregidores se seguirán excediendo enlos precios e introducirán otros efectos además delos permitidos, continuando así su comercio es-candaloso y fraudulento.

Conviene recordar también la notable gestiónde Superunda en todo lo que concierne a la Ha-cienda pública, dictando medidas encaminadas aequilibrar el Real Erario y a incrementar los in-gresos mediante nuevos ramos, como el estanco detabacos, mejoras en la administración de las prin-cipales rentas, cobro de deudas atrasadas, etc. To-do ello permitió, al menos de momento, cubrir eldéficit del presupuesto peruano. Por otra parte, se

ocupó también el virrey de la construcción de lanueva Casa de la Moneda -al haber sido la anti-gua destruida por el terremoto- y de reorganizardicha institución según el nuevo reglamento.

En otro orden de cosas Superunda, al igual queCastelfuerte, mantuvo algunos altercados con per-

PERÚ Y CHARCAS

sonas e instituciones eclesiásticas. En varias oca-siones tuvo eye intervenir en los capítulos que ce-lebraban las Ordenes religiosas, y no tuvo relacio-nes muy cordiales con el desprestigiado Tribunalde la Inquisición, pero lo más llamativo son lasdesavenencias con el arzobispo de Lima, donPedro Antonio de Barroeta. La mayoría de loschoques entre las dos máximas autoridades delPerú, la civil y eclesiástica, se debieron al carác-ter puntilloso y susceptible del prelado y los moti-vos de querella suelen ser pintorescos, como el de-recho a usar el quitasol en las procesiones o quesólo al arzobispo se tocase el órgano al entrar enla iglesia. Desde luego, ninguna de estas y otrascuestiones que se plantearon debían haber dado lu-gar a graves enfrentamientos entre el arzobispo y elvirrey, pero la realidad es que las desavenenciassólo terminaron cuando Barroeta fue trasladado.

Correspondió a Manso de Velasco llevar a lapráctica la real orden de I de febrero de 1753, quedisponía la secularización de las doctrinas y cura-tos reduciéndose el número de las que podían con-servar en cada provincia las Órdenes religiosas.Esta será la más importante reforma de la admi-nistración eclesiástica en este período.

Los problemas fronterizos ocuparon también laatención del virrey, que tuvo que vigilar varias in-cursiones portuguesas sobrepasando los limites es-tablecidos en 1750. A comienzos de 1760, el go-bernador de Mato Grosso, Antonio Roolen deMoura, ocupa y fortifica el pueblo de Santa Rosael Viejo, perteneciente a las misiones jesuíticas deMojos, en la jurisdicción de Santa Cruz de laSierra. La Audiencia de Charcas solicita instruc-ciones a Superunda, que recomienda actuar conprudencia y tratar de arreglar el asunto amigable-mente, pero sin descuidar los preparativos deguerra necesarios. Sin embargo, el pueblo nopodrá ser recobrado y la clandestina incursiónbrasileña a Santa Rosa se convertirá para siempreen Fuerte de Beira, a orillas del Itenes.

Al margen de estas cuestiones y de las altera-ciones indígenas mencionadas, el virreinato semantuvo en paz durante el largo período de go-bierno de Superunda, cuya labor se caracferizopor el ordenamiento y la actividad, pudiéndoseafirmar que al término de su mandato comenzabael Perú a salir del caos administrativo en que sehallaba. Se sentaban asi las bases para la etapaplenamente reformista que se abrirá a conti-nuación.

El 12 de octubre de 176l el conde de Superundadeja el gobierno a su sucesor, don Manuel deAmat, ascendido como él del gobierno militar deChile. Pero en el viaje de regreso a España, en-contrándose Manso de Velasco en La Habana yhabiendo estallado una nueva guerra con Ingla-terra, tuvo la desgracia de que se le encargara ladefensa de esta plaza al ser atacada por los ingle-ses. Se vio obligado a capitular y, en consecuen-cia, fue considerado principal responsable de laderrota, por lo que se se le somete en Madrid a unsevero consejo de guerra, que en 1765 le condena

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a suspensión de sus empleos militares y destierro a40 leguas de la Corte durante diez años, así comoal pago de daños y perjuicios. El ya anciano con-

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de se retiró a la ciudad de Granada, donde acabómodestamente su vida el que habia sido uno de

los mejores virreyes del Perú.