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Actas de Negocios Importantes 98va Asamblea Internacional Orlando, Florida 30 de julio–3 de agosto de 2014

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Actas de Negocios Importantes98va Asamblea Internacional

Orlando, Florida30 de julio–3 de agosto de 2014

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Revisión del Informe del Comité Administrativo ante la 98va Asamblea Internacional de

la Iglesia de Dios de la Profecía

Introducción El Comité Administrativo desempeña un papel fundamental en establecer y mantener los marcos político y presupuestario necesarios para establecer nuestras prioridades fiscales y la asignación de recursos para la movilización de cada ministerio mundial de la iglesia. Este informe es un medio a través del cual nosotros hacemos cumplir nuestra responsabilidad ante Dios y la iglesia, mientras todos juntos procuramos sequir la visión y misión de nuestro movimiento.

Al reflexionar sobre los acontecimientos que han ocurrido en el mundo y en la iglesia durante los últimos veinticuatro meses, no podemos hacer otra cosa que darle gracias a Dios por inspirar a dadores a continuar ofrendando fielmente para el funcionamiento de los diferentes ministerios en las Oficinas Internacionales. No podemos dejar de recalcar nuestro más profundo agradecimiento a los pastores, miembros y líderes en todos los niveles de la iglesia por su dádiva. Elogiamos en gran manera a todos aquéllos que fielmente dan sus diezmos y ofrendas para el sostenimiento de las misiones mundiales, el liderazgo inspiracional, el desarrollo de liderazgo, la educación cristiana, y los ministerios administrativos y de la cosecha. Las victorias espirituales que hemos recibido a través de esta red de ministerios durante el período bajo evaluación pueden ser atribuidas a aquéllos cuya visión y compromiso con este movimiento les ha llevado a invertir tanto de su tiempo como de sus tesoros para la expansión del reino de Cristo. Mientras damos gracias a Dios, hacemos eco de los sentimientos del apóstol del primer siglo, “por vuestra comunión (por su cooperación y contribuciones) en propagar el evangelio, desde el primer día (en que lo escucharon) hasta ahora” (Filipenses 1:5).

Visión 2020El Comité Administrativo tiene la plena confianza de que el siglo XXI continuará viendo el avance del reino de Dios alrededor del mundo. Estamos comprometidos con ampliar y profundizar nuestra respuesta al Espíritu Santo y Su llamado a implementar la visión y misión de la iglesia encarnada en la Visión 2020. Los líderes de inspiración de la iglesia han afirmado; “Estamos comprometidos con la planificación estratégica y el proceso de implementación hasta que logremos por completo nuestra visión y misión y nuestros valores centrales estén entrelazados en todos los niveles de nuestro movimiento”.

En la 97ma Asamblea Internacional anunciamos metas exhaustivas sobre la oración, la cosecha y el desarrollo de liderazgo para estimular la acción conjunta de las iglesias, distritos, estados, regiones y naciones, con el fin de equiparlas aun más para que sistemáticamente trabajaran en el proceso de establecer metas y objetivos. Los próximos pasos cruciales que se tomaron en nuestra planificación estratégica guiada por el Espíritu conllevaron determinar las medidas adecuadas para evaluar el progreso en lo que respecta a las metas y puntos de referencia para lograr los objetivos clave, a medida que nos movemos hacia la visión 2020. Una revisión de los procedimientos actuales en lo que respecta a la presentación de informes, en vista de la necesidad de recolección de datos, nos

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llevó a tener que revisar algunos informes y adoptar nuevos protocolos para recopilar información importante que nos ayude a evaluar con mayor precisión dónde nos encontramos, hacia dónde queremos llegar, y la eficacia de nuestros métodos.

Centro TomlinsonSe le pidió al director del Centro Tomlinson y a la Junta Asesora que continuaran persiguiendo el objetivo de llenar el-gran existente con respecto a los ofrecimientos para el desarrollo de liderazgo —esto es, la provisión de obciones educativas conducentes a una licenciatura en Ministerio/Biblia para los pastores y otros líderes de la iglesia. La estrategia antigua de dar prioridad al mode lo residencial de campus para el tutuvo cevcano, fue un reto por un número de razones, entre las cuales las más importantes fueron la falta de recursos financieros y el número limitado de estudiantes que participaron en las fases preliminares. Este enfoque actual está siendo moldeado por el conocimiento de las tendencias educacionales respecto a los modelos no tradicionales de los campus universitarios, por el deseo de accesibilidad para un número mayor de pastores/líderes eclesiásticos incipientes, por el deseo de asequibilidad para los estudiantes y las oficinas estatales/regionales/nacionales, y por el objetivo de entrenar a líderes para el ministerio pentecostal eficaz en un contexto mundial. Las Escuelas Mundiales para Estudios Bíblicos y Ministeriales del Centro Tomlinson emplean un enfoque modular el cual utiliza las instalaciones de la iglesia en diversos lugares como sitios de extensión. Este enfoque comprenderá la expansión geográfica inmediata a través de nuestra red global, pero está basado en el ya existente marco de un instituto bíblico y colegio bíblico establecido en California, el cual ha operado exitosamente en el campo durante la pasada década.

A pesar de las dificultades en la movilización de fondos, el Comité Administrativo ha buscado apoyar los esfuerzos del Centro Tomlinson aprobando el uso de los fondos que le fueron designados para el desarrollo de su trabajo. Esta estrategia ha de continuar en el año fiscal 2014-15 a medida que se implementen los planes de expansión, siendo reforzados por la rendición de cuentas tanto directa como regular por parte del director del Centro Tomlinson y la Junta Asesora al Comité Administrativo. Le pedimos a todas las iglesias que continúen dando con liberalidad a través de los canales aprobados en la Asamblea de 2012, para que el Centro Tomlinson pueda continuar educando a líderes para el ministerio a través de Norteamérica y alrededor del mundo.

Informe de ARKSEn el 2010, ARKS, Inc. de Raleigh, Carolina del Norte, llevó a cabo un análisis extenso y exhaustivo de todas las propiedades de las Oficinas Internacionales, incluyendo el complejo de las Oficinas Internacionales, la Casa de Publicaciones Ala Blanca, el antiguo campus del Colegio Tomlinson y los Campos del Bosque. En nuestro informe ante la 97ma Asamblea Internacional, hablamos del informe de ARKS e hicimos un resumen de las decisiones que se tomaron como resultado de dicho informe. El resumen del análisis y las recomendaciones hechas por ARKS fueron notificadas al campo. El informe señaló lo siguiente:

1) En este ambiente económico, sería más beneficioso para la iglesia renovar el edificio existente de las Oficinas Internacionales en un período de tres a cinco años, según haya fondos disponibles.

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2) Al presente, el respaldo del campo parece ser la mejor manera de lidiar con el déficit presupuestario actual del parque. Seguiremos dando mantenimiento al parque, y se observará el nivel de respaldo. 3) Todavía se necesita un período de discernimiento para determinar el mejor uso del campus del Colegio Tomlinson.

A la luz del informe y las decisiones posteriores, continuamos haciendo reparaciones y mejoras a las Oficinas Internacionales, según haya fondos disponibles. El déficit presupuestario en los Campos del Bosque continúa presente y la necesidad de apoyo continuo sigue siendo esencial. La Junta Asesora del Centro Tomlinson ha desarrollado un plan estratégico para ofrecer programas a nivel de licenciatura que beneficie a los pastores, ministros y líderes emergentes alrededor del mundo a través de una red de sitios de extensión/escuelas. Uno de estos sitios de extensión se podría establecer en las instalaciones (campus) del Colegio Tomlinson, aunque quizá un complejo residencial no sea posible a corto plazo.

PropiedadesLas Oficinas Internacionales supervisan todas las propiedades de la iglesia en Cleveland, Tenesí y Murphy, Carolina del Norte, incluyendo los Campos del Bosque y sitios históricos, el complejo de las Oficinas Internacionales, y el antiguo Colegio Tomlinson. Nuestras propiedades representan activos valiosos y vías de ingresos potenciales. Por tanto, la buena mayordomía requiere que seamos buenos administradores de los recursos que Dios nos ha dado. Al presente, el Comité Administrativo está explorando opciones para el desarrollo y mejoramiento de nuestras propiedades en un esfuerzo por generar fondos para el ministerio y sus funciones. El Comité no está contemplando la venta de la propiedad del Colegio Tomlinson.

Política de Protección para Niños, Jóvenes y TrabajadoresLos casos de abuso y negligencia contra niños y jóvenes por parte de individuos empleados por iglesias, organizaciones religiosas sin fines de lucro y otras entidades continúan siendo noticia en los medios de comunicación locales, nacionales e internacionales. La protección de los niños contra todo y cualquier tipo de abuso y desatención es una de nuestras convicciones más profundas. Hace más de dos años, el Comité Administrativo articuló y aprobó la Política de Protección para Niños, Jóvenes y Trabajadores para todos los niveles del liderazgo en cada iglesia y ministerio, sin importar el tamaño o ubicación de la iglesia o ministerio. Es imprescindible que todas las iglesias, campamentos de jóvenes, campamentos de familias, y otros ministerios relacionados con los niños y jóvenes en todas las Iglesias de Dios de la Profecía pongan en práctica esta política. Exhortamos a todos los ministros y ministerios de niños y jóvenes de las iglesias a ser proactivos en proveer un ambiente seguro para los niños y jóvenes que nos han sido encomendados. Para más detalles sobre la implementación de esta política, por favor, contacte su oficina estatal/regional/nacional o puede descargar una copia de la página web de las Oficinas Internacionales: www.cogop.org/resources.

Compañeros en la Cosecha del Nivel UnoDesde sus comienzos hasta el presente, la Iglesia de Dios de la Profecía ha abrazado el mandato de Hechos 1:8 de esparcir el evangelio desde su misma raíz y por todo el mundo de una manera

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audaz, intencional y continua. En el centro de nuestro enfoque a las misiones mundiales está la evangelización, la plantación de iglesias, el desarrollo de liderazgo, el discipulado y las misiones transculturales a través del trabajo de líderes autóctonos nacionales quienes proveen liderazgo de inspiración en sus respectivos lugares. La expansión de este movimiento hacia más de ciento treinta y tres países en seis continentes se debe a la fidelidad en la dádiva misionera proveniente de las iglesias en Norteamérica, Centroamérica, el Caribe y, cada vez más, también de otras partes del mundo. Debido a que muchos han aportado de sus finanzas, hoy tenemos evangelistas, plantadores de iglesias y obreros nacionales que han hecho grandes sacrificios para llevar el evangelio a regiones del mundo donde otros nunca podrían ir. La ofrenda de Compañeros en la Cosecha del Nivel Uno es una reserva de fondos la cual incluye la ofrenda misionera del segundo domingo como también todas las donaciones que se reciben a través de los impulsos misioneros de marzo y octubre. Estos fondos apoyan a nuestro liderazgo nacional en cada país. Este apoyo financiero es vital, ya que sin él nuestros líderes nacionales no podrían avanzar en la propagación del evangelio a través del mundo. Estamos muy agradecidos con todos aquéllos que fielmente han ofrendado y, a la vez, animamos a cada iglesia local y a cada pastor a participar con sus ofrendas para misiones a través de Compañeros en la Cosecha del Nivel Uno.

Ofrenda para Ayudar a Erradicar la MalariaNuestro exsupervisor general, el obispo Randall Howard, fue inspirado a hacer un llamado a nuestras iglesias a unirse financieramente al esfuerzo mundial para la erradicación de la malaria en el mundo. Muchas iglesias respondieron a este llamado y se recaudaron $196,325 dólares a través de muchas maneras creativas, cantidad que potencialmente puede salvar las vidas de miles de niños. Y por esto, queremos expresar nuestro profundo agradecimiento a todos aquéllos que generosamente aportaron para esta causa.

Membresía en la ECFALa ECFA (siglas en inglés para “Evangelical Council for Financial Accountability” [Concilio Evangélico para la Responsabilidad Financiera]) es una agencia que provee acreditación para las principales organizaciones cristianas sin fines de lucro que demuestran cumplir fielmente con las normas establecidas con respecto a la responsabilidad financiera, la recaudación de fondos y el gobierno de la junta directiva. En la 97ma Asamblea Internacional se anunció que las Oficinas Internacionales habían recibido su acreditación de la ECFA. La acreditación se evalúa cada año y nos complace anunciar que hemos sido aprobados cada uno de los últimos dos años. La acreditación de la ECFA nos autoriza a llevar su sello, el cual indica que tenemos los niveles más altos de integridad y responsabilidad financieras. El Comité Administrativo quisiera exhortar a nuestras oficinas estatales/regionales e iglesias locales en Norteamérica a que consideren procurar la acreditación de la ECFA.

Seguro de Responsabilidad CivilEste Comité quisiera exhortar a todas las iglesias locales y oficinas intermedias a que tengan una póliza de Seguro de Responsabilidad Civil al día (vigente). Dado a que la responsabilidad civil de las iglesias va mucho más allá de los edificios y propiedades físicas, nosotros recomendamos que las iglesias locales y oficinas intermedias obtengan cobertura de parte de compañías que se especialicen en seguros para iglesias. Dicha cobertura debe incluir la protección de la propiedad y contra

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accidentes, negligencia, así como una cobertura para todas las actividades en curso del ministerio y el personal de la iglesia. Estamos conscientes de que la provisión de seguros puede ser distinta de un país a otro, pero creemos que es prudente tomar las medidas adecuadas para proteger nuestros ministerios en dondequiera que estemos en el mundo.

Presupuesto EquilibradoEl Comité Administrativo tiene la supervisión del presupuesto de las Oficinas Internacionales. Algunas medidas preventivas y las condiciones económicas han dado lugar a una reducción del 11 por ciento en el presupuesto de las Oficinas Internacionales desde el año presupuestario 2010-2011. Sin embargo, nos complace reportar un presupuesto equilibrado para los años fiscales 2012-2013 y 2013-2014.

Conclusión y AgradecimientoEstos dos últimos años han traído muchos desafíos a nuestro movimiento. Nosotros, el Comité Administrativo, agradecemos y alabamos a nuestro grande y soberano Dios por Su dirección y fortaleza durante este tiempo. Le damos gracias a Dios porque a pesar de estos desafíos singulares a los cuales nos hemos enfrentado, continuamos enfocados en la Visión 2020. También reconocemos el liderazgo de nuestros presbíteros generales y, en particular, al obispo Sam Clements, quien en ausencia de un supervisor general, ha servido como presidente del Comité Administrativo. Es un honor y privilegio servir a esta hermandad mundial como miembros del Comité Administrativo.

Respetuosamente sometido,

Sam Clements, Presidente Clayton Martin

Don Brock Stephen Masilela

David Browder E. C. McKinley

David Bryan Aileen Reid

Clayton Endecott Brian Sutton

Benjamín Feliz Gabriel Vidal

Paul Holt

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Declaración de Afirmación del Comité de Doctrina Bíblica y Gobierno ante la

98va Asamblea Internacional

En Pos del Dios Santo:Respondiendo al Llamado del Espíritu Santo

Introducción El tema de la santificación y santidad es de suma importancia en nuestro caminar con Dios. A medida que abordamos esta doctrina, lo hacemos con la humilde confesión de que no procuraremos ser dogmáticos ni trataremos de manera paternalista a los cientos (por no decir miles) de otros biblistas, teólogos y pastores que han estudiado más sobre esta relación espiritual. Desde los apóstoles y los padres de la iglesia, hasta los reformadores y el movimiento de santidad, cada generación sincera de eruditos y creyentes ha ampliado nuestro concepto y búsqueda de la santidad “...sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). También queremos confesar que deseamos que este documento sea un llamado a la santidad, en vez de un simple estudio exegético detallado. A fin de cuentas, este estudio demostrará que, en nuestro cometido por ser un pueblo santo, cada creyente, al igual que la iglesia, tiene que afirmarse en su decisión de ir en pos del Espíritu Santo. Esta misión tiene que ir más allá de un ejercicio doctrinal o de erudición. La santificación requiere una renovación de la búsqueda del poder del Espíritu Santo, en vez de limitar Su obra a una experiencia singular del pasado. De hecho, tenemos que comprometernos a llegar a ser hijos maduros de Dios que obedecen la exhortación paulina: “Solamente os ruego que os comportéis como es digno del evangelio de Cristo...” (Filipenses 1:27). Por lo tanto, le recomendamos a la 98va Asamblea Internacional que mantenga el siguiente documento en balance con cualquier declaración o decisión pasada o presente en relación con la santificación y la santidad.

Lo que Dice la Biblia sobre la Santificación

Santificado Sea Tu Nombre “Santificado sea tu nombre” es una frase que ha sido pronunciada innumerables veces, por miles de años, y en cientos de lenguajes. Aun así, estas simples palabras contienen el núcleo del plan de Dios. Este plan resume el designio de Dios para con Israel, el sistema sacrificial, la cruz y el sufrimiento de Cristo. Tiene que ver incluso con nuestras vidas ahora, y nos da un indicio del futuro que está aún por venir. Este plan trata sobre la santidad de Dios. Es aquí, al pedir diariamente que el nombre de Dios sea santificado, donde uno escapa de la hipocresía, el legalismo o la “gracia barata”, y pone su esperanza en que la santidad de Dios sea reflejada en su mundo. Durante el más célebre sermón del ministerio de Jesús, en Mateo 6:9, le enseñó a la multitud y a Sus discípulos a orar. Hay múltiples peticiones que forman parte de esta oración: “venga tu reino”, “el pan nuestro de cada día, dánoslo hoy”, y otras. No obstante, la primera y más importante petición que Jesús nos exhorta a hacer es “santificado sea tu nombre”. Es una petición de que el nombre de Dios sea santificado.1 “…es una petición de que traiga a las personas a una actitud correcta para con Él.

1 M. S. Heiser. Glossary of Morpho-Syntactic Database Terminology. Logos Bible Software, 2005.

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Expresa el deseo de que Dios sea tenido por santo y tratado como santo en toda Su creación”.2

La importancia del estudio de la santidad radica en la verdad de que ésta no se enfoca principalmente en la humanidad. Está arraigada, antes que nada, en el Dios santo que es distinto y aparte de Su creación, tanto en lo personal como lo moral. Este es el Dios santo que llama a Su pueblo a una vida apartada del pecado y separada para Su servicio. Esta petición de que el nombre de Dios sea santificado está conectada con Ezequiel 39:27, donde Dios declara que Él será santificado. Israel había profanado el nombre de Dios mediante la práctica de la idolatría, y Dios lo había enviado al exilio. Sin embargo, el exilio también provocó que las naciones vecinas se burlaran del carácter de Dios. Yahweh (Jehová) no habría de permitir que permanecieran estos escarnios contra Su nombre. Él habría de hacer volver a Su pueblo a la tierra prometida para que todos vieran que Él es santo:

Cuando yo los haga volver de entre las naciones, y los reúna de entre los pueblos enemigos, en presencia de muchas naciones y por medio de ellos manifestaré mi santidad (Ezequiel 39:27, NVI).

La percepción humana de la santidad de Dios es importante para Dios, y es el centro de nuestra propia santidad. Al reconocer Su santidad, podemos ver claramente nuestro ser y nuestra profunda necesidad de Él, al igual que las profundidades a las cuales Él nos llama. Es aquí donde se debe comenzar el estudio de la santidad, en las primeras páginas de las Escrituras, donde Dios se revela a Sí mismo como santo.

El Dios Santo La revelación de la santidad fue iluminada cuando Moisés se acercó a una zarza que ardía, pero que no se consumía:

Dios le dijo: —No te acerques; quita el calzado de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. Y añadió: —Yo soy el Dios de tu padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob. Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios (Éxodo 3:5, 6, RVR 1995).

Este encuentro con Dios da comienzo a un torrente de momentos de revelación en los cuales Yahweh (Jehová) revela Su santa naturaleza, en contraste con los dioses de Egipto y las demás religiones paganas. La adoración pagana era una vida complicada de apaciguamientos y sobornos a fin de manipular los dioses para obtener sus favores. En el mejor de los casos estos dioses eran amorales; y a menudo eran inmorales, como lo demuestra Baal, el dios cananeo de la fertilidad. Por lo tanto, el problema con la adoración no era simplemente la adoración del ídolo, sino la percepción de la moralidad de Dios y Su relación con la creación. A Dios se le percibía ser demasiado parecido a nosotros, y parte de nosotros. Es en esta cosmovisión que Dios manda a Moisés a quitarse las sandalias, porque está en un lugar hecho santo por la presencia de Dios. En esta teofanía de la zarza ardiente, Dios comienza a enseñarle a Moisés una lección importante sobre Su naturaleza santa. La lección de Moisés es esta: Hay un gran peligro en estar cerca de Dios sin estar adecuadamente preparado.

2 L. Morris. The Gospel According to Matthew. Grand Rapids, MI: W. B. Eerdmans Publishing Co., 1992, pág. 145.

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Este pasaje, con su mandamiento de “no acercarse”, es muy parecido a Éxodo 19:9-25. En este pasaje, Dios impone a los israelitas una serie de condiciones de la santificación, procedimientos que confieren la santidad, y distancia (ej.: “Señala límites al monte y santifícalo” [v. 23]). Así que, Moisés comienza a aprender de Dios lo que más adelante tendría que enseñarle al pueblo.3 En este momento de la autorevelación de Dios, Moisés se esconde de Dios por temor a lo que pudiera ver. Moisés ahora entiende que contemplar la santidad de Dios es una experiencia transformadora que conforta y atemoriza al mismo tiempo. Es ciertamente una experiencia de crisis en la vida de Moisés, la cual transformó su vida y aumentó su conocimiento de Dios. En Éxodo 19 esta revelación de la santidad de Dios se expande, pues Dios confronta ahora al pueblo hebreo con la misma. El pueblo está acampado en la misma área montañosa en la cual Moisés había experimentado previamente la santidad de Dios. Habían experimentado recientemente la liberación pascual, y habían cruzado el mar. La derrota de los dioses egipcios, mediante las plagas, había sido poderosa y rotunda. Aunque Dios había expresado Su poder, ahora revela Su santidad en el monte Sinaí. Se manda al pueblo a santificarse o consagrarse. Deben lavar sus ropas. Deben señalar límites que ningún hombre o animal debe traspasar. No deben correr hacia la presencia de Dios caprichosamente. Tal como Moisés fue ordenado a quitarse las sandalias, los israelitas se están preparando para encontrarse con el Dios santo:

Todo el pueblo observaba el estruendo, los relámpagos, el sonido de la bocina y el monte que humeaba. Al ver esto, el pueblo tuvo miedo y se mantuvo alejado. Entonces dijeron a Moisés: —Habla tú con nosotros, y nosotros oiremos; pero no hable Dios con nosotros, para que no muramos. Moisés respondió al pueblo: —No temáis, pues Dios vino para probaros, para que su temor esté ante vosotros y no pequéis. Y mientras el pueblo se mantenía alejado, Moisés se acercó a la oscuridad en la cual estaba Dios (Éxodo 20:18-21, RVR 1995).

Así como Moisés se escondió de la zarza por temor, así también el pueblo tuvo miedo de la presencia de un Dios al que no podían controlar o manipular. Al ser confrontado por el Dios santo, el pueblo también se dio cuenta del poder transformador de la santidad de Dios en la vida de Moisés.

La Santidad de Dios La pregunta que surge ahora es sobre la santidad de Dios. ¿Qué quiere decir exactamente la frase “el Dios santo”? Isaías 6 es sólo una de las muchas ocasiones en las que los individuos se ven confrontados con las experiencias íntimas del Dios santo:

El año en que murió el rey Uzías vi yo al Señor sentado sobre un trono alto y sublime, y sus faldas llenaban el Templo. Por encima de él había serafines. Cada uno tenía seis alas: con dos cubrían sus rostros, con dos cubrían sus pies y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces diciendo: «¡Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos! ¡Toda la tierra está llena de su gloria!». Los quicios de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la Casa se llenó de humo (Isaías 6:1-4, RVR 1995).

3 D. K. Stuart. The New American Commentary, Vol. 2: Exodus. Electronic Edition, Logos Library System. Nashville, TN: Broadman & Holman Publishers, 2007, pág. 114.

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Isaías declara que vio al Señor. Este evento causó una transformación en la vida del profeta. La experiencia completa de ver al Señor (adona – el soberano)4 lo conmueve hasta el centro mismo de su humanidad. En este momento Isaías es confrontado con la vasta separación que existe entre su pecaminoso ser y el Dios santísimo. Rudolf Otto se refiere a este tipo de experiencia —en la cual nos acercamos a Dios, pero deseamos huir de Él— como un “misterio tremendo”.5

Isaías describe en su visión que Dios es “alto y sublime”. Esta frase apunta a que Dios es trascendente. Así es como la santidad, definida como “separado”, revela la naturaleza de Dios. Dios es completamente separado y distinto de aquello que creó. Al enfrentarse a esta realidad completamente separada, Isaías, Moisés, los hijos de Israel y luego Pedro, experimentaron el “misterio tremendo” de Dios (Mateo 17:4). En este momento Isaías oye a los serafines exclamar: “¡Santo, santo, santo!”. Y lo único que puede expresar son las palabras: “¡Ay de mí!”. Esta trascendencia significa que Dios se distingue de la creación en todas las maneras. Él está más allá [de los confines] del tiempo y del espacio, los cuales son meros componentes de Su creación. Dios no experimenta ningún sentido de necesidad, contrario al resto de la creación. Él está completo en Su propia naturaleza trinitaria. En lo moral, está infinitamente distanciado del hombre pecador, pues es imposible que Dios sea tentado por el mal (Santiago 1:13). Aun Sus pensamientos y propósitos son más altos que los nuestros, como lo expresa Isaías:

«Porque mis pensamientos no son vuestros pensamientos ni vuestros caminos mis caminos», dice Jehová. «Como son más altos los cielos que la tierra, así son mis caminos más altos que vuestros caminos y mis pensamientos, más que vuestros pensamientos» (Isaías 55:8, 9, RVR 1995).

Este es el Dios santo del cual Isaías, cuando fue confrontado, exclamó: “¡Ay de mí!”. Él trasciende o es completamente separado de nosotros en todas maneras. Él es completamente otro; y es más alto que lo que podamos imaginar. Isaías tuvo una experiencia de crisis al encontrarse con el Dios santo, y esta experiencia cambió su vida para siempre. Similarmente, en el milagro de la gran pesca en Lucas 5, Pedro reconoce que este maestro, Jesús, es mucho más de lo que aparenta ser. Confrontado por la grandeza de Jesús, contesta: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lucas 5:8). El reconocimiento de la naturaleza santa de Jesús —aun estando cubierta por el manto de la carne humana— causó una transformación. Cuando las personas eran confrontadas con este Dios santo —ya fuera en la zarza ardiente, o en la visión del trono de Dios, o al estar con Él en una barca— resultaban ser cambiadas. Reconocer al Dios trascendente hizo que estos individuos tuvieran más deseos de apartarse de las corrupciones del mundo, y estar listos para cumplir la misión que Dios tenía para sus vidas.

Perspectiva Ampliada de la Santidad Esta revelación de la santidad de Dios comienza entonces a impactar el concepto del llamado de Dios a Su pueblo para que sea santo. Yahweh (Jehová) comienza con una expresión de Su propósito en liberar a este pueblo de la esclavitud de Egipto:

4 R. C. Sproul. The Holiness of God. Wheaton, IL: Tyndale House Publishers, pág. 32.5 Rudolf Otto. The Idea of the Holy. London, Oxford University Press, 1923, pág. 123.

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“Ahora, pues, si dais oído a mi voz y guardáis mi pacto, vosotros seréis mi especial tesoro sobre todos los pueblos, porque mía es toda la tierra. Vosotros me seréis un reino de sacerdotes y gente santa”. Éstas son las palabras que dirás a los hijos de Israel (Éxodo 19:5, 6, RVR 1995).

Tenían el privilegio y la responsabilidad de ser el tesoro especial de Dios sobre todos los pueblos. Esto presentaba nuevas ideas a este grupo originado en un mundo politeísta. Yahweh (Jehová) se estaba revelando a Sí mismo como el Dios santo sobre toda la tierra. Esto era muy diferente a la cosmovisión politeísta que percibía a los dioses como regentes sobre áreas geográficas o elementos particulares tales como el sol, la fertilidad, las tormentas y los mares. No obstante, esta relación singular tenía un propósito: que [el pueblo de Israel] fuese un reino de sacerdotes y gente santa. El desafío de ser “un reino de sacerdotes y gente santa” representaba la responsabilidad inherente en la promesa original hecha a Abraham en Génesis 12:2, 3: «…y serás bendición. Bendeciré a los que te bendigan…y serán benditas en ti todas las familias de la tierra» (RVR 1995). Los sacerdotes se interponen entre Dios y los seres humanos para ayudar a los humanos a acercarse a Dios, y para dispensar la verdad, justicia, bondad, disciplina y santidad de Dios a los humanos. Israel fue llamado a ejercer tal función.6

Israel, como tesoro especial de Dios, tendría la responsabilidad de exhibir la santidad en su adoración y estilo de vida ético. Esta responsabilidad no era para la élite religiosa, sino que, corporativamente, cada persona en la nación debía exhibir la santidad. Este acontecimiento en el monte Sinaí comienza a darnos una comprensión del término “santo” (kdsh) en el Antiguo Testamento. Todas las formas del vocablo “kdsh” —adjetivo, sustantivo o verbo— conllevan la idea de ser apartado o consagrado.7 En sus formas verbales, se traduce por “apartar”, “consagrar”, “ser santo”, “dedicar”, “purificar”. En su forma sustantiva, “kdsh” se traduce por: “[persona] o cosa consagrada, [persona] o dones dedicados, santidad, santo, santos, personas santas, porción santa, cosas santas, santísimo, lugar santísimo, cosas santísimas, sagrado, cosas sagradas, sacrificios, santuario, apartado”.8 Esta es la manera en que las cosas eran hechas santas, cosas tales como el tabernáculo o su mobiliario, los sacerdotes y sus vestiduras. Eran santos porque fueron separados de lo profano para los propósitos designados por Dios. Por último, las personas eran apartadas de lo profano para los propósitos de Dios. Lamentablemente, Israel no cumplió con su llamado a ser santo. Rara vez abandonaron la adoración a Yahweh (Jehová); simplemente incluyeron la adoración a los dioses de las naciones vecinas. Rechazaron su llamado a ser separados de esas naciones; había muy poca diferencia entre ellos y las naciones vecinas en cuanto a su adoración y moralidad. Los profetas describen a menudo este pecado con la frase vívida “Israel se prostituyó”. Ezequiel 16:16 es un ejemplo de esto: “Con tus mismos vestidos te hiciste aposentos idolátricos de vistosos colores, y allí te prostituiste” (NVI). Esta negativa a ser una nación santa hace que Dios rechace tanto a Judá como a Israel. Como castigo, Judá experimentó 70 años de exilio en manos de los babilonios. Aun así, cuando el castigo estaba a punto de comenzar, Jeremías revela un futuro muy diferente para el pueblo de Dios, un tiempo en el cual éste conocerá y obedecerá la ley:

6 D. K. Stuart. The New American Commentary, Vol. 2: Exodus. Electronic Edition, Logos Library System. Nashville, TN: Broadman & Holman Publishers, 2007, pág. 423.

7 R. L. Thomas. New American Standard Hebrew—Aramaic and Greek Dictionaries: Updated Edition. Anaheim, CA: Foundation Publications, Inc., 1998, pág. G-1.

8 R. L. Thomas, Ibíd.

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Vienen días, dice Jehová, en los cuales haré un nuevo pacto con la casa de Israel y con la casa de Judá. No como el pacto que hice con sus padres el día en que tomé su mano para sacarlos de la tierra de Egipto; porque ellos invalidaron mi pacto, aunque fui yo un marido para ellos,

dice Jehová. Pero éste es el pacto que haré con la casa de Israel después de aquellos días, dice Jehová: Pondré mi ley en su mente y la escribiré en su corazón; yo seré su Dios y ellos serán mi pueblo (Jeremías 31:31-33, RVR 1995).

Es con esta esperanza que leemos el Nuevo Testamento. Aunque el lenguaje del mismo es el griego, el sustantivo ‘santo’ (hagios) y sus derivados se traducen por “santo”, “puro”, “santos” y “santificación”, mientras que la forma verbal (hagiazo) se traduce por “hacer santo, consagrar y santificar”.9 La revelación veterotestamentaria de la santidad de Dios y Su plan para nuestra santificación es continuada e incluso ampliada en el Nuevo Testamento. Pedro, haciendo uso del Antiguo Testamento, exhorta a que los cristianos sean santos: “...así como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir, porque escrito está: «Sed santos, porque yo soy santo»” (1 Pedro 1:15, 16, RVR 1995). El Nuevo Testamento también expone el plan de Dios de que Su pueblo exprese la santidad corporativa.

Pero vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable. Vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, ahora sois pueblo de Dios; en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, ahora habéis alcanzado misericordia (1 Pedro 2:9, 10, RVR 1995).

El propósito de esta santidad corporativa es impulsado por su naturaleza misional, a fin de que seamos sacerdotes para los demás y anunciar las virtudes de Dios. Jesús dijo en Juan 17:17 que Su plan era santificarlos, “apartarlos” con el fin de enviarlos al mundo. La pregunta que se debe contestar es: ¿Aceptará este nuevo pueblo de Dios el desafío de la santidad? La diferencia en esta ocasión consiste en que Dios no vendrá en una zarza ardiente ni en un torbellino. Conocerán íntima y personalmente al Dios santo. Él caminará con ellos, comerá con ellos, y los llamará a imitar Su vida santa. Mateo 16:24, 25; Marcos 8:34-38 y Lucas 9:23-27 registran un acontecimiento donde Jesús describe lo que significa ser uno de Sus seguidores. Marcos lo registra de esta manera: “Y llamando a la gente y a sus discípulos, les dijo: —Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Marcos 8:34, RVR 1995). Estas palabras de Jesús son instructivas para una discusión sobre la santidad. ¿Decidirían los discípulos reflejar el santo estilo de vida de Jesús? Aquí se llama a los discípulos a negarse (aparnesastho - aoristo imperativo) a sí mismos, tomar (airo - aoristo imperativo) su cruz, y seguir (akolutheo - presente imperativo) a Jesús. Cada verbo es imperativo, los cuales deben traducirse por mandamientos a que los seguidores tomen acción. Mateo, Lucas y Marcos emplean el verbo ‘sígame’ en presente imperativo. Mientras que el aoristo imperativo denota un solo acto de negarse para el hoy (experiencia de crisis), el presente imperativo denota a menudo un acto continuo de seguirlo día tras 9 H. R. Balz & G. Schneider. Exegetical Dictionary of the New Testament, Vol. 1. Wheaton, IL: Eerdmans Publishing,

1990, pág. 16.

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día (un proceso).10 Lucas va más allá e incluye la idea de una acción continua con su inclusión de la frase “cada día” en el mandamiento de tomar nuestra cruz. Así que, aun en este pasaje primario en los evangelios vemos un énfasis sobre el primer momento en que alguien se niega a sí mismo y toma su cruz (experiencia de crisis), al igual que un interés en que se viva siguiendo a Jesús continuamente (un proceso). Negarse a uno mismo es “un rechazo a la vida centrada en el interés propio y la realización propia”.11

Esto es similar a la exhortación de Pablo (“consideraos muertos”) en Romanos 6:11. Llevar la cruz significa que estamos listos para entregar nuestra vida al Señor, así como Él ya ha entregado la Suya por nosotros. Seguir a Jesús es más que un simple andar físicamente junto al grupo de Jesús. Significa obedecer Sus mandatos, los cuales representan Su estilo de vida y misión. En estos pasajes, Jesús hace hincapié en las acciones que el hombre tiene que cumplir. Hay un “negarse”, un “tomar la cruz” y un “seguir” que tienen que ocurrir en la vida de los discípulos de Jesús. Con estas palabras de Jesús en mente, podemos examinar el resto del Nuevo Testamento para ver cómo los demás escritores expresaron estos conceptos sobre la vida de santidad.

La Obra Santificadora de la Cruz A través del libro de Romanos, Pablo muestra la condición humana bajo el dominio del pecado. En Romanos 3:23, él declara que “todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios”. Bajo esta realidad se incluyen tanto a judíos como a gentiles. En Romanos 1:18-32, Pablo describe la vida pecaminosa de los gentiles, que representaba la vieja manera de vivir de muchos de los creyentes romanos, como una vida de completa depravación y cambio radical de las costumbres naturales establecidas por Dios en la creación. En Romanos 5:12 declara: “...como el pecado entró en el mundo por un hombre y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron”. Esto significa que ningún ser humano se ha escapado del poder y del dominio del pecado. Pablo dice que el pecado esclaviza (douleuein) (6:6), ejerce dominio (basileuto) (6:12), y reina (kyrieusei) sobre el hombre (6:14). El pecado entró en el mundo por un hombre —Adán—, y por el pecado la muerte, y así la muerte pasó a todos los hombres (5:12). Cristo vino a lidiar con esto. Richard E. Howard, en su libro Newness of Life, dice que “el pecado ha sido definido como autoengaño, autosuficiencia, escucharse a uno mismo en vez de escuchar a Dios, la independencia del hombre en rebelión contra Dios, tornarse hacia sí mismo y hacer de sí mismo el centro de su vida”.12

Por el pecado, el hombre desechó la soberanía de Dios sobre él, y se hizo soberano a sí mismo. La consecuencia de cambiar la soberanía de Dios por la soberanía del “yo” es que el hombre está ahora bajo el dominio del pecado y la muerte, y es incapaz de liberarse a sí mismo de la tiranía del mismo. ¿Qué es la tiranía de la vida dominada por el pecado? En Romanos 5:6-10, Pablo describe la condición humana y la obra salvífica de Dios:

Porque Cristo, cuando aún éramos débiles, a su tiempo murió por los impíos. Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros. Pues mucho más, estando ya justificados en su sangre, por él seremos

10 H. P. V. Nunn. The Elements of New Testament Greek. Bellingham, WA: Logos Research Systems, 2003, pág. 49.11 R. H. Stein. The New American Commentary, Vol. 24: Luke. Electronic Edition, Logos Library System. Nashville, TN:

Broadman & Holman Publishers, 2001, pág. 279.12 Richard E. Howard. Newness of Life. Grand Rapids, MI: Baker Book House, 1975, pág. 42.

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salvos de la ira. Porque si siendo enemigos, fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, estando reconciliados, seremos salvos por su vida (Romanos 5:6-10).13

Cuando Pablo describe la condición del hombre bajo el poder del pecado, lo describe como débil, impío, pecador y enemigo de Dios. El hombre era moralmente débil, quebrantaba constantemente las leyes de Dios, y era irreverente para con Él. Como enemigo de Dios, el hombre estaba destinado a la ira de Dios, y estaba luchando activamente contra Su reino. Bajo el dominio del pecado, el hombre era incapaz de cambiar su condición. Pero Dios no nos dejó así. La cruz de Cristo cambió la condición humana de impotencia y desesperanza por una de esperanza y redención. En Romanos 6, Pablo asegura que el creyente puede vivir una vida de santidad. Para demostrarlo, declara que el creyente se identifica con Cristo en Su muerte y resurrección (vv. 1-14), y que el creyente es ahora siervo de Cristo y de la justicia (vv. 15-23). Pablo considera la nueva condición del creyente, reconociendo que ahora éste ha “muerto al pecado” (v. 2), ha sido “bautizado en Cristo” (v. 3), ha sido “bautizado en Su muerte” (v. 3), y ha sido “sepultado juntamente con él por el bautismo” (v. 4), y su viejo hombre ha sido “crucificado para que el cuerpo del pecado sea destruido” (v. 6), y ha “muerto juntamente con Cristo” (v. 8). Al continuar en Romanos 6:6, Pablo pasa del tema de la muerte y resurrección por el bautismo al tema de hacer morir a nuestro viejo hombre mediante la crucifixión. La crucifixión es una obra interna del Espíritu Santo en la vida del creyente. En la misma, el viejo hombre es clavado a la cruz y destruido para que el creyente pueda andar en la nueva vida. Pablo dice que nuestro viejo hombre fue crucificado juntamente con Cristo, para que el cuerpo del pecado sea destruido (sea hecho impotente e improductivo); o sea, invalidar el viejo hombre para que no seamos más esclavos del pecado, sino que vivamos una vida victoriosa. Es interesante destacar que el verbo katargethe (‘para que sea destruido’) está en el modo subjuntivo, lo cual insinúa la expectativa de la destrucción [del cuerpo del pecado]. Pablo continúa su argumento al declarar que el que ha muerto (tiempo pretérito [en el texto griego]), ha sido justificado (tiempo perfecto: resultado presente)14 del pecado (v. 7). El que ha sido crucificado juntamente con Cristo ya no está bajo el dominio del pecado. Esta muerte produjo una libertad en el pasado, pero sus efectos son sentidos en el presente; por tanto, la persona continúa siendo libertada de la esclavitud del pecado. La muerte del viejo hombre produce libertad del pecado, de manera que ya no somos esclavos del pecado. Romanos 6:8-11 trata sobre el hecho de que Cristo murió por el pecado de una vez y por todas. Su muerte tuvo un carácter definitivo; realizó solamente un sacrificio. Ahora está vivo para Dios. Pablo declara que si nosotros hemos muerto juntamente con Cristo, también viviremos con Él. Esto significa que la muerte ya no tiene dominio sobre nosotros, así como ya tampoco tiene dominio sobre Él. De la misma manera en que Jesús resucitó de entre los muertos y ahora está vivo para Dios; esa es la vida que Él quiere que vivamos. Pablo concluye esta sección con un llamado imperativo a que nos consideremos muertos al pecado y vivos para Dios en Jesucristo. El verbo “consideraos” (presente imperativo) exhorta al creyente a permanecer en un proceso continuo y habitual. Antes estábamos muertos para Dios y vivos al pecado; pero ahora, por medio de Cristo, hemos experimentado un

13 La Santa Biblia: Versión Reina-Valera 1960, Romanos 5:6-10.14 Tiempo perfecto: El tiempo verbal empleado por un escritor para describir una acción completada que ocurrió en el

pasado, pero que produjo un estado o resultado que existe en el presente (con respecto al escritor). El énfasis del tiempo perfecto no recae sobre la acción pasada, sino en el “estado presente” que surge a partir de la misma. (Michael S. Heiser and Vincent M. Setterholm, Glossary of Morpho-Syntactic Database Terminology [Logos Bible Software, 2013; 2013]).

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cambio total, pasando de la desobediencia adánica a la vida en Cristo. Pablo declara en los versículos 12-14 que, como resultado de estar muertos al pecado, pero vivos para Dios, tenemos que vivir según lo que somos en Cristo. Bajo esta nueva condición, no debemos permitir que el pecado reine en nuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcamos en sus apetitos (v. 12). En esta sección, Pablo emplea una serie de imperativos (dos negativos y un positivo), para decirnos lo que debemos hacer, y lo que debemos evitar, como personas muertas al pecado y vivas para Dios.15

En el primer imperativo —“no reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal”— Pablo emplea la palabra basileuto, la cual significa ‘sé un rey, ten control completo’. Si el pecado es nuestro rey, ejercerá su control sobre nosotros para hacernos obedecer los apetitos (lujuria, deseos profundos) de nuestro cuerpo. El segundo imperativo que usa Pablo es “ni tampoco presentéis” (peristaneti: ‘poner, proveer’) vuestros miembros al pecado como instrumentos (el vocablo se refiere a las armas del soldado) de iniquidad (adikias: injusticia). No debemos hacer provisión para que nuestros miembros sean instrumentos de injusticia. Nuestro cuerpo físico es el campo de batalla para la tentación. El tercer imperativo tiene un tono positivo, y es un mandato a “presentaos vosotros mismos a Dios como vivos de entre los muertos, y vuestros miembros a Dios como instrumentos de justicia”. Pablo cierra esta sección asegurando que el pecado no se enseñoreará de nosotros, puesto que no estamos bajo la ley, sino bajo la gracia.16

Romanos 6:18 declara: “…y libertados del pecado” (aoristo pasivo participio: el creyente ha sido libertado tanto de la pena del pecado [la justificación] y de la tiranía del pecado [la santificación]), “vinisteis a ser siervos de la justicia” (aoristo pasivo indicativo: el creyente es libertado del pecado para servir a Dios).17 Esta justicia nos lleva a la santidad (v. 19). Esto significa que la obra [de Cristo] en la cruz logró la justificación y la santificación para nosotros. Por consiguiente, debemos concebir la salvación en términos diferentes a los que hemos empleado a menudo (aunque sin malas intenciones). Por ejemplo, cuando una persona se convierte o ‘nace de nuevo’, a menudo nos referimos a esta experiencia diciendo que el nuevo creyente es ahora salvo. En realidad, este es sólo el comienzo del andar del cristiano con Dios. De hecho, se han convertido, pero la dinámica general de la salvación viene por medio de un peregrinaje espiritual que no se perfeccionará por completo hasta que todos los creyentes sean transformados (librados) al encontrarse con Cristo en el aire, cuando Él venga:

Pero esto digo, hermanos: que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda la incorrupción. Os digo un misterio: No todos moriremos; pero todos seremos transformados, en un momento, en un abrir y cerrar de ojos, a la final trompeta, porque se tocará la trompeta, y los muertos serán resucitados incorruptibles y nosotros seremos transformados, pues es necesario que esto corruptible se vista de incorrupción y que esto mortal se vista de inmortalidad. Cuando esto corruptible se haya vestido de incorrupción y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces se cumplirá la palabra que está escrita: “Sorbida es la muerte en victoria”. ¿Dónde está, muerte, tu aguijón? ¿Dónde, sepulcro, tu victoria?, porque el aguijón de la muerte es el pecado, y el poder del pecado es la Ley. Pero gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.

15 Robert James Utley, The Gospel According to Paul: Romans, Volume 5, Study Guide Commentary Series (Marshall, Texas: Bible Lessons International, 1998), Romanos 6:8-11.

16 Ibíd., Romanos 6:12-14.17 Ibíd., Romanos 6:18, 19.

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Así que, hermanos míos amados, estad firmes y constantes, creciendo en la obra del Señor siempre, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano (1 Corintios 15:50-58, RVR 1995).18

La Obra del Espíritu Santo en la Santificación

La nueva vida en Cristo —el resultado de la obra de [Cristo en] la cruz— separa a los creyentes y los consagra para el servicio a Dios. Esta obra es inmediata, y hace que el creyente sea santificado ‘posicionalmente’. No obstante, la obra de santificación continúa, y tiene que llegar a su plena realización en la vida de cada creyente. La obra de Dios de traer a los creyentes a la perfección es un esfuerzo conjunto que pone en los creyentes la responsabilidad de responder apropiadamente a la obra santificadora del Espíritu Santo en sus vidas. Esa respuesta, por obligación, comienza con un deseo sincero de ir en pos de la abnegación. Jesús amonestó a Sus seguidores diciendo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Marcos 8:34). Es evidente que la cruz a la que se refería Jesucristo era una profecía del sacrificio que finalmente tendría que hacer. Jesús mismo fue santificado (separado) para el servicio a Dios, pero fue perfeccionado por Su obediencia a la voluntad del Padre. El aspecto posicional de la santificación solamente requiere que el creyente se entregue a Cristo. Sin embargo, la realización del mismo ocurre mediante la entrega continua y el autosacrificio. En Gálatas 5:22, Pablo describe la realidad de la vida santificada como el producto (fruto) del Espíritu Santo. Los aspectos cristológicos de la santificación son bien apreciados y prominentes en nuestras fórmulas doctrinales. En 1 Corintios 1:2, Pablo se refirió a los corintios como siendo “santificados en Cristo Jesús (énfasis añadido)”. No obstante, en muchos casos no se han enfatizado los aspectos pneumatológicos de la santificación. El término “santificación del Espíritu” (o mejor dicho, la obra santificadora del Espíritu) es empleado por Pablo varias veces en sus escritos. Como parte de la obra salvífica de Dios por medio de Cristo, el Espíritu Santo efectúa el plan de salvación en la vida de los creyentes. El Espíritu Santo es quien santifica (separa) y empodera al creyente para que viva una vida santificada (consagrada). En 2 Tesalonicenses 2:13, Pablo emplea el vocablo “santificación por el Espíritu (énfasis añadido). Esta frase es un genitivo subjetivo que indica que la santificación es realizada por el Espíritu Santo. Pedro expresa la misma idea en 1 Pedro 1:2, en la salutación a los creyentes esparcidos por causa de la persecución. Escribió: “Elegidos según el previo conocimiento de Dios Padre en santificación del Espíritu [énfasis añadido], para obedecer y ser rociados con la sangre de Jesucristo: Gracia y paz os sean multiplicadas” (RVR 1995). En vista de estos dos versículos, queda claro que se entendía comúnmente que el Espíritu Santo era el agente activo inicial en la obra de santificación y en el proceso continuo de santificación en el creyente. Por cuanto somos pentecostales, tenemos que aceptar que la Biblia y la teología trinitaria reconocen que el Espíritu Santo ejerce una influencia permanente en la vida del creyente. Nunca debemos imponer límites o atribuir un carácter lineal al rol del Espíritu Santo, pues esto hace que lo veamos como el que aplica la obra consumada de la cruz, pero sin tener relación alguna con nuestro caminar diario en pos de la santidad. Como ha observado un erudito pentecostal: “En

18 La Santa Biblia: Versión Reina-Valera 1995, 1 Corintios. 15:50-58.

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tiempos recientes, la teología trinitaria ha ido abandonando las limitaciones del enfoque lineal a la participación de la Trinidad en la salvación, y ha ido en pos de un modelo más interactivo (pericorético y koinoníaco). En dicho modelo, el Espíritu —como Dador y Comunicador de la vida— tiene un rol activo en la realización de la justicia de Cristo y también en nuestra participación en dicha justicia, evitando así la posibilidad de limitar al Espíritu a la recepción subjetiva de una expiación que se puede describir bastante bien sin la ayuda del Espíritu”.19 De hecho, tenemos que saber que la obra del Espíritu Santo en la santificación incluye ministraciones tales como la convicción por el Espíritu, la transformación de la experiencia, las revelaciones sobre Cristo, el fortalecimiento en nuestro caminar diario con Dios, y la infusión y crecimiento del amor para con los demás. Tal obra del Espíritu Santo fue descrita por Jesucristo cuando habló a los discípulos sobre la obra del Consolador (Paracleto):

Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya, porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré. Y cuando él venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga y os hará saber las cosas que habrán de venir (Juan 16:7-13, RVR 1995).

Aunque por lo usual definamos la vida santificada por las cosas de las cuales nos abstenemos (actividades externas), la misma es descrita más correctamente por el desarrollo del fruto del Espíritu en nuestras vidas. El fruto del Espíritu destaca una faceta del esfuerzo conjunto. El otro lado es representado por la declaración paulina en Gálatas 5:24, y trata con aquello que los creyentes tienen que hacer. “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne (sarx) con sus pasiones y deseos”. Pablo entonces hace esta declaración en el versículo 25: “Si vivimos (zao – tener la verdadera vida y ser digno del nombre) por el Espíritu, andemos también por el Espíritu”. La frase se traduce mejor así: “Ya que este es vuestro principio de vida, adapten vuestra conducta (caminar) al mismo”.20

De manera similar, en 1 Corintios 6:11, Pablo dice: “Y esto erais algunos de vosotros, pero ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús y por el Espíritu de nuestro Dios”. Aunque Pablo mencione la santificación antes de la justificación en esta letanía de acción, no debemos interpretarlo como un orden cronológico. Según los datos, el orden debiera ser: justificados, lavados (bautismo), santificados; pero Ellicott comenta, con toda razón, que “…en esta epístola, este orden no se declara con ningún tipo de precisión puesto que el propósito principal de la misma es correctiva”.21

En otra ocasión, Pablo escribe a la iglesia en Colosas. Llama a estos santos de Colosas “escogidos de Dios”, y “santos” (Colosenses 3:12). Como resultado de la obra santificadora del Espíritu Santo, los creyentes ahora tienen esta orden: “vestíos”. La palabra griega para “vestíos” (“revístanse”, en otras versiones bíblicas) es enduo, la cual significa “ponerse algo por vestido”. El verbo está en el aoristo imperativo, el cual indica una acción eficaz, inmediata e incluso urgente. En la lista que sigue,

19 Frank D. Macchia. Justified in the Spirit. Grand Rapids, MI: William B. Eerdmans Publishing Co., 2010, pág. 297.20 Spiros Zodhiates, Hebrew-Greek Key Word Study Bible-NASB. Chattanooga, TN: AMG Publishers, 2008, pág. 2278.21 Ibíd., pág. 2079.

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Pablo enumera las cosas que los creyentes deben ponerse, en contraste con las cosas de las cuales se despojaron (Colosenses 3:8). Los “vestidos” que deben ponerse (hacerlas parte de sus vidas) eran: entrañable misericordia, bondad, humildad, mansedumbre y paciencia.22 La conexión entre este texto y Gálatas 5:19-23 es evidente.

Además de la cuestión de la segunda venida de Cristo (que causó algunos problemas en las iglesias en Tesalónica), Pablo habla sobre el problema imperante de la inmoralidad sexual. En Tesalónica, además de las costumbres licenciosas ordinarias de los gentiles, la inmoralidad era fomentada por el culto cabírico. “Hacia el tiempo de Pablo, se dio aprobación política a este culto deificando al emperador como Cabiro”.23

En 1 Tesalonicenses 4:1 (RVA 1909), Pablo expresa la importancia de la reacción del creyente a la obra de santificación del Espíritu Santo en su vida. Él dice: “Resta pues, hermanos, que os roguemos y exhortemos en el Señor Jesús”. El uso de ambos términos manifiesta la intensidad y urgencia de la preocupación del apóstol. Su preocupación es que obedezcan la palabra que “han recibido”. La palabra los instruyó sobre cómo debían “agradar a Dios”. En el versículo 3 del mismo capítulo, dice: “La voluntad (thelema — se refiere a un deseo, un anhelo profundo, y el anhelo de algún evento) de Dios es vuestra santificación (hagiasmos — literalmente significa santificación, e incluye las ideas de la consagración, purificación, dedicación y santidad)”. El vocablo hagiasmos aparece solamente en la Biblia griega y en los escritos eclesiásticos. Contiene la idea técnica de la consagración a un dios o una diosa, pero no necesariamente incluía el concepto de la santidad como nosotros la entendemos. A.T. Robertson observa que:

En el griego secular, hagiasmos comunicaba la idea técnica de la consagración a un dios o una diosa que no incluía la santidad en la vida. Así que Pablo hace aquí una férrea y ferviente defensa del concepto cristiano de la santificación como siendo “la voluntad de Dios”...como lo explica mejor... la frase “que os apartéis de fornicación”. La religión pagana no exigía la pureza sexual de sus devotos. Vuestra santificación es, literalmente, “vuestro santificarse”. Tenga en cuenta el contexto cultural al estudiar esta sección. Recuerde que mantener la pureza sexual era un gran problema para la iglesia primitiva.24

El llamado a la santificación (separación, consagración) en la vida de los seguidores de Cristo habría de ser cualitativamente distinto al de los devotos en los templos paganos. Su santificación (en ese contexto) debía manifestarse en su abstinencia de la fornicación y “tener su vaso en santificación y honor”. Aunque haya cierta controversia sobre el término “su vaso” (se puede referir al cuerpo o a la esposa), no hay duda alguna de que Pablo quería que supiesen que la obra de la santificación de parte de Dios se tenía que reflejar en su manera de vivir. Aunque la obra santificadora de Dios fuera completada en Cristo Jesús en la cruz (el pasado), y aunque esté siendo puesta en práctica por el Espíritu Santo en la vida de los creyentes (el presente), es importante que tengamos en cuenta que siempre existe la expectativa futura de la glorificación (entera santificación) cuando venga el Señor. Esa también será una obra del Espíritu Santo en el creyente (1 Corintios 15:52, 53). En la epístola a los Tesalonicenses, vemos que la perspectiva escatológica (el tiempo del fin) ocupa un lugar preeminente.

22 James Strong. Strong’s Exhaustive Concordance. Iowa Falls, IA: Riverside Books, 1995, (Colosenses 3:12).23 D. Edmond Hiebert. The Thessalonian Epistles (A Call to Readiness). Chicago: Moody Press, 1971, pág. 165.24 D. Edmond Hiebert. Ibíd., pág. 167.

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El Dios que los santificó habría de preservarlos hasta el fin. En 1 Tesalonicenses 5:23 dice: “El mismo Dios de paz os santifique (separe, consagre, limpie) por completo (holotelēs — ‘perfecto’, ‘completo en todos los sentidos’)”. El vocablo holotelēs también significa ‘consumación’ o ‘fin’.25 La santificación (separación) del pueblo por parte del Espíritu Santo era parte del plan eterno que habría de ser mayor que cualquier asunto individual. La obra santificadora de Dios habría de tener un aspecto corporativo en la medida en que la iglesia, el cuerpo de Cristo, refleje la gloria del Dios santo al mundo.

La Santificación Corporativa

Desde el comienzo del ministerio de Cristo, cuando “convirtió el agua en vino” en Caná (Juan 2:1-11), hubo un reconocimiento implícito de la responsabilidad corporativa de velar por el bienestar de otros, más allá de la agenda personal o comodidad propias. Aunque algunos puedan cuestionar esta aplicación, el Santo de Dios realizó actos asombrosos que no eran necesarios, pero que fueron beneficiosos para aquéllos que Lo rodeaban. De igual manera, Pablo, en los últimos capítulos de Romanos, escribe a los hermanos judíos en Roma para ayudarlos a comprender su responsabilidad corporativa de comportarse de una manera tal que demuestre a los incrédulos la santidad de Jesucristo (Romanos 14:13-15:6). Tal como Jesús, no deben complacerse a sí mismos, sino que deben negar incluso sus propios derechos para que los demás vean su conducta de paz y amor mutuo, con la cual glorifican “al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” (15:6). La santificación corporativa se vuelve cada vez más esencial en una sociedad inundada con el egocentrismo y el individualismo, particularmente en las culturas que dan poco o ningún testimonio de Jesucristo y Su santo propósito de altruismo. Efesios 5:25-27 (RVR 1960) dice:

Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha.

Esta sección de Efesios cae bajo la sección conocida como las “Normas del Hogar”. Pablo concebía el vínculo sagrado del matrimonio como una relación santificadora. El esposo era separado para la esposa y viceversa. El amor del esposo por su esposa debía ser mutuamente gratificante y santificador. El amor mutuo sería amor santificador. Cualquier trastorno [causado] a esta relación debía tenerse por pecado. Pablo concebía la obra santificadora de Cristo en este contexto. Cristo amó a la iglesia y se entregó (paradidomi – poner en manos de otro) a Sí mismo por ella. Esto hizo para santificarla (hacerla santa). Aquí la palabra “santificarla” es la traducción del verbo griego hagiase. El verbo se emplea aquí en el aoristo, lo cual indica que es un evento consumado en el pasado. Por causa del sacrificio de Cristo, los efesios eran, de hecho, santificados. El texto indica que la santificación de ellos fue lograda mediante el lavamiento. El vocablo “lavamiento” es la traducción del griego katharizo, lo cual significa “hacer que algo se vuelva limpio”. En el sentido espiritual, significa “purificar de la contaminación y la culpa del pecado”. En el griego secular katharizo aparece en inscripciones para los lavamientos ceremoniales. Esta expresión no aparece en ninguna otra parte del corpus paulino. Pablo enfatiza la dimensión corporativa al asegurar que la iglesia fue santificada mediante la muerte de Cristo.

25 James Strong. Ibíd., 1 Tesalonicenses 5:23.

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En 1 Corintios 1:2, Pablo dice: “A la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro”. Con este versículo de apertura en 1 Corintios, uno no puede ignorar que el problema fundamental de los creyentes corintios era la actitud egoísta de los miembros de la iglesia que deseaban su libertad a costa del bienestar de los demás. Los escritos de Pablo demuestran su interés tanto por el individuo como por el ente (cuerpo) corporativo. Hay una clara dimensión corporativa en sus pensamientos. La misma aparece cuando Pablo dice que cualquier acción que lastime a un cristiano individual es realmente una afrenta a Cristo (8:12). También aparece definitivamente cuando dice que un acto en aislamiento pudiera parecer insignificante e inocuo, pero como acto social puede llegar a ser intensamente significativo (10:16-30).26

La iglesia —en la medida que refleja o lleva cada vez más la santidad de Cristo los unos a los otros y a los incrédulos que pudieran congregarse o socializar con ellos— puede también llevar la potencia de una influencia santificadora que haga que otros deseen tener una relación con el Dios Santo:

¿Y qué concordia Cristo con Belial? ¿O qué parte el creyente con el incrédulo? ¿Y qué acuerdo hay entre el templo de Dios y los ídolos? Porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré entre ellos, y seré su Dios, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual, salid de en medio de ellos, y apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré para vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso (2 Corintios 6:15-18, RVR 1960).

En el Gingrich New Testament Lexicon, encontramos el vocablo griego anforizo, que significa “apartar, quitar, separar, excluir” (Mateo 13:49; 25:32; Lucas 6:22; Hechos 19:9; 2 Corintios 6:17; Gálatas 2:12).27 De nuevo, hay un llamado inconfundible a que el pueblo se separe en conducta y testimonio en la vida. Además, vemos la inclusión de la santidad no solamente en lo concerniente a la persona, sino también con el pueblo como ente total. Esto es señalado más adelante en el versículo 16 con la referencia a “mi pueblo”. “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable” (1 Pedro 2:9, RVR 1960). La iglesia se compone de los santificados en Cristo Jesús y llamados a ser ‘santos’ (1 Corintios 1:2). En esencia, Pedro les estaba recordando que, en medio de sus persecuciones, Dios los estaba edificando como una casa por medio de Cristo y la obra santificadora del Espíritu Santo. “Vosotros también, como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales aceptables a Dios por medio de Jesucristo” (1 Pedro 2:5). Los cristianos son “hermanos santos” (Hebreos 3:1), “templo santo en el Señor” (1 Corintios 3:1; Efesios 2:21), e “instrumento[s] para honra, santificado[s], útil[es] al Señor, y dispuesto[s] para toda buena obra” (2 Timoteo 2:21).

26 J. Ayodeji Adewuya. Holiness and Community. New York: Peter Lang Publishers, 2003, pág. 185.27 Gingrich New Testament Lexicon: Parsons Technology: (Electronic Edition, STEP Files), 2007, pág. 31.

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Como entidad corporativa o iglesia, no podemos ignorar nuestro privilegio y deber colectivo de ser luz en las tinieblas. Cuando los cristianos tienen un testimonio mutuo que dé alabanzas armoniosas a Dios, Su santidad es exaltada y demostrada como una virtud atractiva para los que ven muy poco de ella en las familias, los grupos y las sectas religiosas de hoy. Por el otro lado, no se puede forzar esta unidad santa y pasión por la vida santa con resoluciones legalistas ni coerción, puesto que carecen de atractivo a los incrédulos que ya se enfrentan a sectas combativas y otras religiones carnales que tratan de obligar a sus adherentes a obedecer un conjunto de reglas rígidas. Más bien, la santificación corporativa tiene que surgir de cristianos sinceros que quieran agradar a Dios ofreciendo sacrificios espirituales. En verdad, sólo una pasión genuina y voluntaria por la santidad en la iglesia puede atraer a los que buscan con sinceridad una mejor manera de vivir.

La Santificación Misional

“Santifícalos en la verdad; tu palabra es verdad” (Juan 17:17, NBLH).

En Juan, ‘santificación’ significa generalmente ‘separación’ y, particularmente, ‘separación para la misión’.28 El medio para que esto sea logrado consiste en la verdad. Jesús es esta verdad (Juan 14:6). Esta verdad llega por medio de la obra del Espíritu Santo (16:13), quien hace que la verdad de Jesús cobre vida en los corazones de los discípulos. Por lo tanto, tenemos que discutir la ‘santificación misional’, ya que es crucialmente importante para Jesucristo. A todos los que Él ha santificado, y continúa santificando, no [los santificó] solamente para mejorarlos y desarrollarlos como cristianos, sino que Su Espíritu santificador sigue ayudándolos a ser testigos del poder del Santificador. Nada ha tenido tanto impacto en los pueblos y las naciones a través de la historia como la santa obra de Cristo Jesús en los creyentes. En el primer siglo, a medida que veían la fe de los cristianos, al igual que el cambio radical en el carácter y la vida de estos nuevos creyentes, las personas eran influenciadas por las vidas santas de estos hombres y mujeres que glorificaban al Dios santo. Hoy se necesita esa misma santificación misional en la iglesia para que los cristianos puedan evangelizar a sus comunidades, en donde se necesita ver la imagen de Cristo en la vida práctica. Si vivimos con esta clase de pasión por buscar a un Dios santo, los hombres “verán y alabarán a Dios, el Padre de ustedes que está en el cielo” (Mateo 5:16, TLA). La ‘santificación misional’ es una gloriosa bendición subsecuente a la santificación corporativa. Esta consecuencia espiritual de la santidad da énfasis a la relación y la responsabilidad que la iglesia debe tener con la comunidad mundial. La iglesia es el regalo de Dios para el mundo; y por lo tanto, ha sido llamada a alcanzarlo. Debemos reflejar aquí la gloria de Dios a los perdidos, e involucrarnos en exhortar a las personas a tener una relación con Él. Como “real sacerdocio” y “nación santa” (1 Pedro 2:9), la iglesia tiene que participar en experiencias vitales de evangelización a los perdidos mientras nos acercamos al regreso inminente de Cristo.

28 D. A. Carson. The Gospel According to John. Grand Rapids, MI: Eerdmans (InterVarsity Press), 1991, pág. 565.

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El Concepto Bíblico de la Santidad

La Definición del Pecado En su obra clásica A Right Conception of Sin, Richard S. Taylor dice: “Cualquier doctrina que se relacione con el pecado es afectada por nuestro concepto y definición del mismo. La mayoría de los errores en la teología tienen su origen, por lo usual, en una definición defectuosa del pecado”.29 Todo lo que sea injusticia es pecado. Esto es, todo aquello que no proceda de la justicia —ya sea por comisión o por omisión— es pecado. El pecado es tanto una condición como un acto de transgresión contra la ley de Dios, la naturaleza o la sociedad. El pecado se ha vuelto universal desde que entró en el mundo: “todos pecaron” (Romanos 5:12). Así que el hombre es depravado. De hecho, es completamente depravado. A pesar del modernismo y las sutilezas del lenguaje y la fraseología, no podemos darnos el lujo de concebir el pecado desde la perspectiva de la cultura moderna y el modernismo. La única y correcta perspectiva del pecado es la perspectiva de Dios. En otras palabras, ¿cómo ve Dios el pecado? Sólo teniendo una perspectiva correcta del pecado —su corrupción, su mancha y su naturaleza atroz— podremos ensalzar correctamente a Jesucristo, quien se ofreció a Sí mismo para la salvación de la humanidad. El pecado entró en la humanidad por medio de Adán y vino a ser universal, resultando primero en la muerte espiritual, y luego en la muerte física (Génesis 2:17; Romanos 6:23). Todo ser humano nace en pecado (Salmo 51:1-5), pero no nace para pecar (Romanos 6:16). La “depravación total” significa que la voluntad, el intelecto y las emociones del ser humano están corrompidos por el pecado. Con el término “depravación total” queremos decir que el hombre está completamente perdido. Sin embargo, esto no significa que no exista nada bueno en el ser humano, pues éste aún lleva en sí algunas señales y pruebas de su bondad y dignidad originales de antes de ‘la caída’. Así que, el principio esencial del pecado es la incredulidad a la Palabra de Dios, lo cual llevará a un proceso gradual de decadencia o deterioro de la voluntad y propósito de Dios para con la humanidad. Jesucristo asumió la naturaleza humana para poder morir. Su muerte en la cruz fue nuestra muerte (Romanos 6:23). Él murió en nuestro lugar. Dios tomó la iniciativa de redimirnos cuando proveyó el sacrificio idóneo y perfecto en la persona de Su Hijo Unigénito —Jesús—, quien es la única satisfacción completa de Su justicia. Esta es la demostración plena del amor de Dios por el ser humano (Juan 3:16). Dios no se detuvo en hacer propiciación completa por el pecado en Jesús; sino que continúa otorgando los plenos beneficios de esa propiciación, hecha por Sí mismo, por medio de Su gracia y del Espíritu Santo. Por tanto, “a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios” (Juan 1:12). Por lo general, se percibe al pecado como un concepto doble. En el Salmo 51:5 vemos el primer aspecto: “En pecado me concibió mi madre”. Y en 1 Juan 3:8 vemos el otro aspecto: “El que practica el pecado es del diablo”. El texto del salmista se refiere a una naturaleza que viene con el nacimiento. Esto se llama a menudo “pecado original”, “pecado heredado”, “depravación total” o “naturaleza caída”. Pero el texto en 1 Juan se refiere al acto de cometer pecados, que también se conoce por “pecado actual”. A menudo puede ser difícil determinar si un pasaje bíblico se refiere al pecado como estado o al pecado como acto.

29 Richard S. Taylor. A Right Conception of Sin. Kansas City, MO: Beacon Hill Press, 1945, pág. 9.

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El aspecto de la teología que trata con el asunto del pecado se conoce por “hamartiología”, y está inextricablemente unido a la “soteriología”, la cual incluye la doctrina de la salvación y las resultantes doctrinas de la justificación y la santificación. La justificación es el acto declarativo de Dios en el cual un pecador es declarado justo. A esto se le conoce por “justicia imputada”. La exposición paulina del pecado en Romanos 5-6 es útil para comprender los efectos extensivos del pecado en la humanidad, al igual que la respuesta apropiada por parte de ésta. Pablo señala repetidamente que el pecado del primer hombre resultó en la participación de la humanidad en todos los efectos del pecado (Romanos 5:12; 17-19). Por consiguiente, toda la humanidad nace con esta naturaleza heredada y pecaminosa. También, a partir de este concepto, surgió la doctrina del pecado original. Por cuanto se relaciona con la santificación, la doctrina del pecado original se vuelve esencial para comprender el rol salvífico de esta obra de gracia. En la obra Five Views on Sanctification, Melvin Dieter dice: “Un punto central en cualquier teología es la postura que acepte sobre la naturaleza de la situación humana. Podría decirse que la doctrina que uno tenga sobre el pecado original es un concepto que determina, tanto como cualquier otro, la perspectiva que uno tenga sobre la santificación”.30 Aunque fuese desarrollada antes de la época de Agustín, la doctrina del pecado original tuvo su desarrollo más significativo en las obras de Agustín. Agustín creía que, por el pecado de Adán, “la masa entera de nuestra naturaleza fue arruinada, y cayó en posesión de su destructor. Nadie se ha librado de él, ni se librará de él, excepto por la gracia del Redentor”.31 La doctrina del pecado original y la resultante doctrina de la depravación total de la humanidad produjeron parte del terreno fértil para la doctrina de la entera santificación, la cual habría de surgir más adelante.

La Historia de la Santidad y la Santificación

Cualquier intento de profundizar la comprensión de las doctrinas bíblicas de la santidad y la santificación deberá incluir una investigación de los acontecimientos y conceptos a través de la historia de la iglesia. Hay muchas fuentes primarias y secundarias que describen detalladamente los esfuerzos continuos de la iglesia por interpretar el canon de las Escrituras en lo concerniente a la santidad, y aplicar correctamente estos conceptos a la vida de la iglesia. Estas fuentes incluyen los escritos de muchos padres de la iglesia antigua, y muchas referencias a los mismos. Además, los escritos de Agustín y los reformadores posteriores son igualmente importantes. Las fuentes más recientes incluyen los estudios del movimiento de santidad y del pentecostalismo. (Nota: Si desea estudiar más profundamente los padres de la iglesia antigua y los movimientos subsecuentes y su impacto sobre la doctrina de la santidad/santificación, favor de consultar el documento de estudio original del Comité DBG, publicado en 2012, el cual se titula “En Pos del Dios Santo”).

30 Melvin E. Dieter, et al. “Wesleyan View,” in Five Views on Sanctification. Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing, 1987, pág. 21.

31 Kenneth S. LaTourette. A History of Christianity, Volume 1. San Francisco, CA: Harper Collins Publishers, 1975, pág. 178.

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Nociones Comunes sobre la Santificación/La Santidad

Juan Wesley trató los temas de la santificación y la santidad al escribir numerosos sermones sobre ambos temas. En uno de esos sermones, explicó el rol del Espíritu Santo en el proceso de la santificación. A continuación, una larga pero beneficiosa cita de Wesley:

Si tomamos esta salvación en su sentido más extenso, incluye toda la obra que se lleva a cabo en el alma, lo que con frecuencia se llama “conciencia natural”, pero más propiamente “gracia preveniente”. Incluye todos los llamamientos del Padre, los deseos de tener a Dios, que si los alimentamos, aumentarán más; toda esa luz con que el Hijo de Dios “alumbra a todo hombre que viene a este mundo”; enseñando a todos los hombres a “hacer juicio, amar misericordia, y humillarse” para andar con su Dios. Incluye también todas las convicciones que su Espíritu inspira de tiempo en tiempo en cada criatura, si bien es cierto que la mayoría de los hombres las ahogan inmediatamente y poco después las olvidan, o al menos niegan que las hayan tenido.

Al mismo tiempo que somos justificados, en el mismo instante, principia la santificación. En ese momento nacemos de nuevo, nacemos de lo alto, nacemos del Espíritu, tiene lugar un cambio real lo mismo que relativo. Somos renovados interiormente por el poder de Dios. Sentimos “el amor de Dios derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos es dado”, y quien engendra el amor al género humano y muy especialmente a los hijos de Dios. Excluye el amor del mundo, el amor del placer, de las comodidades, de los honores, y del dinero; lo mismo que la soberbia, la ira, la voluntad propia y toda clase de mala disposición. En otras palabras, convierte la mente terrena, sensual, diabólica, en la mente de Cristo.

Cosa muy natural es que quienes sienten ese cambio imaginen que ya no queda ningún pecado. Que ha sido arrancado de raíz del corazón. Que ya no ocupa en él ningún lugar. Cuan fácilmente sacan esta conclusión: “No siento ningún pecado, por consiguiente, no tengo ninguno. No se mueve, por consiguiente, no existe. No tiene movimiento alguno, por consiguiente, no tiene ser”.

Pero muy pronto se desengañan al descubrir que el pecado estaba dormido, pero no muerto. Vuelve la tentación y revive el pecado, mostrándoles que estaba aturdido, mas no muerto. Sienten en sí mismos dos principios contrarios el uno [del] otro: “la carne luchando en contra del Espíritu”; la naturaleza oponiéndose a la gracia de Dios. No pueden negar que si bien tienen el poder de creer en Jesucristo y de amar a Dios, si bien el “Espíritu” aún testifica con sus espíritus que son hijos de Dios, algunas veces sienten soberbia, voluntad propia, cólera o incredulidad. Sienten que algunas de esas pasiones se mueven con frecuencia en sus corazones, si bien no conquistando, tal vez atacándolos con frecuencia para que caigan, pero el Señor es su ayuda.

Desde el momento en que nacemos de nuevo, empieza la obra gradual de la santificación. El Espíritu nos ayuda a mortificar “las obras de la carne” de nuestra naturaleza perversa, y mientras más muertos estamos al pecado, más enteramente vivimos para Dios. Pasamos de gracia en gracia mientras tenemos cuidado de abstenernos “de toda especie de mal”. Somos

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“celosos de buenas obras”, según se presenta la oportunidad. Cumplimos sin falta con todas las ordenanzas, adorando a Dios en ellas en espíritu y en verdad. Tomamos nuestra cruz y no nos permitimos ningún placer que no nos guíe hacia Dios.32

Aunque Wesley expresó muchas otras ideas en este sermón, su inclusión del Espíritu Santo es esencial para nuestro entendimiento de la búsqueda de la santidad. La falta de comprensión y aceptación del rol del Espíritu Santo en la santidad ha dejado a muchos sin el catalizador, y necesitamos esta dirección constante de la tercera Persona de la Trinidad. Se ha dicho sabiamente que:

Para relacionarse correctamente con Dios —esto es, conocer y seguir a Dios— se requería un desarrollo transformador progresivo. La participación en la adoración y el testimonio pentecostales produjo, con el tiempo, una transformación “eficaz” en la cual las vidas fueron formadas y moldeadas por su experiencia con Dios… El Espíritu habría de guiarlos a la justicia. El Espíritu habría de buscar en el corazón y, por la Palabra, señalar aquello que no era según Cristo y, por consiguiente, carnal. El Espíritu habría de llenar y dirigir en ese poderoso testimonio. El Espíritu habría de expresarse mediante los dones y el fruto, el carácter divino siendo formado en el creyente debido a la participación en la vida divina. Por medio del Espíritu, el Padre, el Hijo y el Espíritu vinieron a hacer morada en el creyente.33

Las Presuposiciones en la Formación Pasada de la IDP

Mientras escudriñamos las Escrituras, debemos tener en cuenta la búsqueda de la santidad entrelazada en las páginas tanto del Antiguo como del Nuevo Testamento. Las presuposiciones pasadas de la Iglesia de Dios de la Profecía (en lo sucesivo, la abreviaremos “IDP”), y de otras denominaciones similares, fueron influenciadas por el movimiento de santidad del siglo XIX. Aunque este movimiento se esparció por Gales, Escocia, Inglaterra y los Estados Unidos con un avivamiento espiritual positivo, también llevó consigo algunas interpretaciones bíblicas erróneas que alteraron algunas de las enseñanzas originales de Juan Wesley y de Jacobo Arminio. Tras adquirir nuevos significados, frases [existentes] tales como “entera santificación”, “santificación instantánea” y “perfección sin pecado” comenzaron a incrustarse en el movimiento, e influenciaron las creencias de la iglesia y las interpretaciones doctrinales. Nuestro fiel movimiento aceptó estas doctrinas de manera corporativa y se esforzó con toda sinceridad por poner en práctica sus consecuencias en, y mediante, sus estilos de vida. Muchos atribuyen el rápido crecimiento y avance global de la iglesia, en este período particular de su historia, a su enfoque unificado a la santificación corporativa y a su búsqueda de la santidad. Aunque estas frases acuñadas conllevaran algunas inferencias incorrectas que afectaron a la mayoría de las iglesias pentecostales, no impidieron que la iglesia [continuara] sus bien orientados esfuerzos de proclamar el evangelio y hacer discípulos para Cristo.

32 Juan Wesley. “The Scripture Way of Salvation” [“El Camino Bíblico de la Salvación”]. John Wesley Sermon Collection [Colección de Sermones de Juan Wesley]: Electronic Edition, STEP Files, Copyright © 2008, Quick Verse. Extractos de las págs. 1, 2. [N. del T. — El texto en español de este sermón fue tomado de la página web del “Wesley Center Online”, el cual se encuentra en http://wesley.nnu.edu/].

33 Steven J. Land. Pentecostal Spirituality. Sheffield Academic Press: Sheffield, England, 2001, pág. 130.

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A pesar de que algunos de los escritos antiguos de esta iglesia enfatizaran una experiencia instantánea que consistía de un acontecimiento definitivo, hay pruebas de que éstos no afectaron grandemente a la iglesia en el cumplimiento de su misión.34 Aunque estos dos documentos sólo citan algunos versículos bíblicos relacionados con la santificación, y discuten muy poco sobre el proceso continuo de la santidad, muchos tenían realmente un anhelo profundo de ser [hechos conformes] a la imagen de Cristo. Se ha dicho que la himnología de una iglesia es el reflejo de su teología. Por consiguiente, las canciones e himnos de aquella época, tales como “Junto a la Cruz” (escrito por Elisha Hoffman en 1904), reflejaban nuestra teología implícita y no escrita [oral]. (“Fuente preciosa de salvación, qué grande gozo yo pude hallar, al encontrar en Jesús perdón, ¡A su nombre gloria!”). Asimismo, el Espíritu Santo se menciona solamente como la tercera experiencia, pero no se hace mención del rol del Espíritu Santo en la santificación inicial, ni tampoco la necesidad de que el Espíritu anime al cristiano a procurar más gracia santificante por toda la vida. La omisión de estos componentes clave por parte de otros pioneros del movimiento de santidad del siglo XIX fue considerado una prueba indiscutible. La exclusión involuntaria de varios pasajes bíblicos sobre el madurar en la santidad promovió entre algunas personas la noción de que, una vez que eran santificados, no necesitaban una experiencia de crecimiento con Dios tras el bautismo del Espíritu Santo, aunque otras reflejaron un anhelo profundo de buscar de Dios. A pesar de este interés vehemente por la experiencia de santificación inicial, hubo excepciones que indicaron la necesidad de permitir que el Espíritu Santo siguiera obrando en esta búsqueda de la santidad. En el tratado Sanctification: A Second Work of Grace, A.J. Tomlinson declara que “la santificación, como obra definitiva de la gracia subsecuente a la regeneración, debe ser deseada por todos” (página 2). Aunque Tomlinson declaró que la santificación es una obra de gracia definitiva, no sostuvo la idea de que ‘una vez santificado, siempre santificado’. En este mismo tratado dijo:

Para obtener esta experiencia, el creyente se mete de una vez —o por un acto de fe— en la corriente purificadora, y es hecho inmediatamente limpio. Se mantiene limpio permaneciendo en esa corriente, o permaneciendo fiel. La pureza es retenida en la misma condición en que se obtuvo; y permanecer bajo la ola purificadora es ser fiel a las condiciones de la pureza. Jesús expresó la idea del lavamiento continuo mediante la figura de “permanecer en la vid” (cursivas añadidas para dar énfasis).35

La Norma y la Excepción La santificación, sea en la experiencia inicial en la vida de un creyente o en el crecimiento continuo en la vida de un cristiano, puede que no siempre tenga lugar de la misma manera que en la vida de otros. Para Dios, la norma no excluye a la excepción, porque Dios no es sólo el Creador, sino también Aquél que vuelve a crear. En 2 Corintios 10:7, en respuesta a los que cuestionaron su llamado y experiencia con Cristo, Pablo expresa esta verdad profunda: “Miráis las cosas según la apariencia. Si alguno está persuadido en sí mismo de que es de Cristo, esto también piense por sí mismo: que como él es de Cristo, así también nosotros somos de Cristo”. Aunque el ministerio y apostolado de Pablo era radicalmente distinto al de otros apóstoles como Pedro y Juan, no era menos genuino por

34 A. J. Tomlinson. Sanctification: A Second Work of Grace and Sanctification: A Peculiar Treasure. Casa de Publicaciones Ala Blanca: Cleveland, TN (tratados, sin fecha de publicación).

35 A. J. Tomlinson, Ibíd.

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ser una excepción a la norma. En Hechos 15:8, 9 también vemos la misma observación hecha por Pedro, quien, al relatar los sucesos ocurridos en casa de Cornelio, destaca esta excepción que difería radicalmente de lo que él y otros habían visto y oído en el día de Pentecostés. Él dice: “Y Dios, que conoce los corazones, les dio testimonio, dándoles el Espíritu Santo lo mismo que a nosotros; y ninguna diferencia hizo entre nosotros y ellos, purificando por la fe sus corazones”. La manera y las manifestaciones externas [visibles] que aparecieron el día de Pentecostés (llamas de fuego posando sobre cada creyente, el viento recio y el hablar en otras lenguas humanas) se convirtieron en la excepción, y no en la norma que se encuentra en el resto del libro de los Hechos e incluso en nuestras iglesias hoy. Habiendo examinado cómo funciona la excepción a la norma en otras partes de la Biblia, [vemos que] la experiencia de la santificación inicial no siempre ocurre en los creyentes en la misma manera. De hecho, la historia de la experiencia de santificación de A.J. Tomlinson (véase el documento de estudio original del DBG de 2012: “En Pos del Dios Santo”), al igual que muchos otros testimonios, son sin duda una excepción a lo que miles de otros han experimentado mientras procuraban y recibían una santificación inicial que los llevara a una limpieza continua, una relación de crecimiento que estimula al corazón a buscar la santidad. Debemos respetar esta verdad sobre la norma y la excepción, porque nuestro Dios Creador todavía está haciendo una nueva creación en los corazones y las vidas de los cristianos hoy.

La Cultura y la Santidad

Una de las tensiones existentes en el movimiento de santidad consiste en reconocer la influencia de la cultura mientras se mantiene la integridad del mensaje de santidad. Sin duda, el mensaje de santidad habrá de cruzarse con la cultura porque los seres humanos se forman en un contexto cultural particular. El desafío consiste en cómo impartir el mensaje de santidad en maneras relevantes mientras que, al mismo tiempo, se retiene la integridad del mismo. Una de las preguntas que debemos hacernos es: “¿Cómo conversar con las culturas y subculturas en maneras que sean relevantes y que encarnen el poder del mensaje de santidad para lograr la transformación de las vidas?” De manera similar, debemos preguntarnos: “¿Qué aspecto tomaría la santidad en iglesias de diferentes contextos socioeconómicos y políticos, al igual que en otras culturas que aceptan el mensaje del evangelio?” Por ejemplo, la perspectiva de la santificación en la cultura africana procede desde un punto de vista distinto al de la cultura occidental. La santidad no es una palabra o doctrina extraña en África ni en la religión africana. En la religión africana tradicional se adoran a muchos dioses y deidades. De hecho, existen dioses para casi todas las cosas y todas las ocupaciones: un dios del comercio, un dios de la guerra, un dios de la cosecha, un dios del matrimonio/fertilidad, un dios del hierro, un dios de la seguridad, y así sucesivamente. También existen deidades en tierras y territorios, a los cuales se atribuye toda supervisión de sus respectivas tierras o territorios. De ahí proviene la expresión “el dios de nuestra tierra”.36

De hecho, algunas personas que son seguidores fervientes de la religión africana tradicional sostienen que, desde la llegada de la religión cristiana y su adjunta “civilización” a nuestra sociedad y comunidades, el mal y el pecado se han agravado. El adulterio, la fornicación, los hurtos, la indecencia, los secuestros, los genocidios, las guerras políticas y otros males se están proliferando

36 James Kolawole. Observaciones compartidas con el Comité DBG en consulta con el obispo Kolawole, de Nigeria.

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cada vez más. El punto que estamos recalcando aquí no es que el cristianismo haya traído los vicios y los males, sino que el cristianismo que no es vivido plenamente es una aberración, una excusa para la decadencia moral y el libertinaje. Pablo advirtió que no se debe usar la libertad cristiana como excusa para cometer pecados: “Vosotros, hermanos, a libertad fuisteis llamados; solamente que no uséis la libertad como ocasión para la carne, sino servíos por amor los unos a los otros” (Gálatas 5:13 [véase también Santiago 1:25 y 1 Pedro 2:16]). Decimos, pues, que traer de vuelta la consagración y la santidad al radar de la espiritualidad en nuestra cultura no solamente es muy oportuno, sino que también es un avivamiento de valores y una exaltación de virtudes con las cuales nos podemos identificar y asociar fácilmente. Estando conscientes de que la cultura afecta al mensaje de la santidad y a las iglesias —porque el hombre es un ser socialmente moldeado—, el reto consiste en cómo aplicar la santidad bíblica en un entorno cultural africano que se ha visto muy influenciado por el modernismo y posmodernismo occidentales. La cultura nos desafía a propagar la santidad en maneras que sean relevantes y transformadoras, sin perder la integridad del mensaje. La cultura ejercía a menudo un rol significativo en la manera de interpretar y aplicar los imperativos morales. A menudo los distintivos culturales del primer siglo, los cuales produjeron tensiones particulares entre los creyentes del primer siglo, no se pueden traducir con facilidad a los contextos contemporáneos. Por lo tanto, las exigencias ético-morales distintivas de los cristianos han requerido un poco de reinterpretación a través de la historia de la iglesia, especialmente en lo que concierne a la doctrina de la santidad. Esto es especialmente cierto con respecto a los ‘distintivos externos’ tales como el vestido, el adorno y las actividades seculares. El capítulo 19 de Levítico habla principalmente de la santidad en la ética social. El capítulo comienza con la declaración divina: “...santos seréis, porque santo soy yo, Jehová, vuestro Dios” (v. 2). El capítulo define y describe la santidad en todas las áreas de la vida. La siguiente cita capta el espíritu de esta sección de la ley de santidad:

La santidad permanece como el principio fundamental en la larga lista de preceptos establecidos en este capítulo. La santidad es el objeto de toda la ley moral y ceremonial. Sin embargo, por cuanto Dios establece las normas y define lo que la santidad incluye o no incluye, la santidad de Dios funciona como un modelo y como una fuerza motivadora en el desarrollo y mantenimiento de un carácter santo. Para asegurar que no se pierda de vista la lección principal, 15 de las 16 subsecciones terminan con este recordatorio: “Yo soy Jehová vuestro Dios”.37

Es obvio que muchos de los mandatos culturales específicos de Levítico no pueden ser trasladados a las condiciones sociales contemporáneas. Por ende, se requiere un poco de reinterpretación cultural [de tales mandatos] a fin de mantener la relevancia de sus principios tanto para los lectores contemporáneos como para los destinatarios originales. El movimiento de santidad y el movimiento pentecostal surgieron de una “cuna cultural” estadounidense, por lo que reflejaban una visión culturalmente distinta de los aspectos sociales de la santidad personal. Dicha visión produjo ciertas prohibiciones que apuntaban contra algunos de los males sociales dominantes. De manera similar, la posición de la mujer en la sociedad durante esta época también influenció algunas de las posturas doctrinales. Muchas de las prohibiciones que se convirtieron en parte integral de la doctrina de la santidad en los Estados Unidos y en otras culturas

37 Walter C. Kaiser. New Interpreter’s Bible, Volume 1. Nashville, TN: Abingdon Press, 1994, pág. 1131.

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occidentales revelan tener poca o ninguna relevancia cuando se les coloca en diferentes contextos culturales alrededor del mundo. Los asuntos sociales—tales como el vestido, el adorno, las actividades sociales y otros— son cuestiones delicadas que están inextricablemente enlazadas con la cultura y pudieran carecer de aplicaciones idénticas en cuanto a definir la santidad. El desafío patente al yuxtaponer la santidad y la cultura consiste en llegar a determinar cuáles son las “cosas necesarias” (véase Hechos 15:28) de la santidad, sin importar cuál sea la cultura, mientras que se evita la percepción de que tales decisiones son simplemente el resultado de cierto tipo de ‘negociación cultural’. Se considera que Hechos 15 marcó un hito en el libro de los Hechos. En este capítulo, el relato lucano narra los acontecimientos que giraron en torno al así llamado “concilio de Jerusalén”. Aunque esta narración se interpreta, por lo usual, en un contexto soteriológico, hay un contexto sociológico sobresaliente que va acompañado de consecuencias culturales. Los aspectos culturales tenían que ver con la interrogante de si era o no necesario que los gentiles guardasen las observancias culturales judías —muchas de las cuales estaban inseparablemente ligadas a su identidad como el pueblo santo de Dios. El consenso del concilio (“Porque ha parecido bien al Espíritu Santo, y a nosotros”) fue reconocer la ‘especificidad cultural’ del mensaje del evangelio en ciertos contextos sociales. Por consiguiente, tuvieron el cuidado de identificar ciertos elementos innegociables (RVR 1960: “cosas necesarias”; LBLA: “cosas esenciales”) que eran requeridos para vivir vidas santas, sin importar cuál fuese el contexto cultural. Es la identificación de las cosas ‘innegociables’ de su época, en contraste con los elementos culturales específicos ‘negociables’, que ayudará a lidiar con la tensión que existe en mantener el estándar de la santidad en un contexto cristiano culturalmente diverso.

La Dinámica Entre la Santificación Personal y la Santificación Corporativa

Aunque el aspecto personal de la santificación sea usualmente el aspecto más enfatizado, el aspecto corporativo (véase el documento de estudio original del DBG de 2012: “En Pos del Dios Santo”) tiene igual importancia en la obra salvífica de Dios en el mundo. El llamado a la santidad incluye la respuesta individual a esa obra de gracia, y también trasciende a la misma. La santificación personal tiene que ver principalmente con la experiencia y expresión de la santificación en el área de la ética personal y la moralidad, mientras que la santificación corporativa tiene que ver con la interacción de toda la comunidad de fe. En el Nuevo Testamento, se le llamaba ‘santos’ a todos los creyentes. Con el tiempo, la santidad vino a ser atribuida sólo selectivamente a unos pocos cristianos vivientes, o a aquéllos que habían sufrido o se habían convertido en mártires. Este cambio llegó a ser una “reducción del testimonio de todos los miembros hasta quedar con el logro extraordinario de unos pocos”.38

La santidad personal perdió la fuerza que tuvo una vez como catalizador para la propagación del evangelio. Por consiguiente, la santidad fue relegada al ámbito del clero, bajo el control absoluto de la iglesia. La responsabilidad de la santidad personal fue dispensada mediante el sistema de penitencias. McClendon escribe:

La elevación de algunos miembros de la iglesia a roles concretos de santidad, o a la santidad, insinuaba que no todos eran santos, y antes del año 1000 d.C. parecía que existían dos caminos

38 James W. McClendon. Systematic Theology, Volume 1 – Ethics. Nashville, TN: Abingdon Press, 2002, pág. 56.

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cristianos para llegar al cielo: un camino superior tomado por los santos, el camino de los perfectos, y un camino inferior para los cristianos ordinarios —la práctica de la penitencia.39

La búsqueda de la santidad personal es una actividad que une al creyente con Dios en una relación transformadora. Los siguientes términos son importantes para el concepto de la santidad personal: La consagración es una entrega voluntaria, un acto por el cual el hombre se separa a sí mismo para Dios. Consiste en mucho más que entregar algo a Dios, ya sea dinero, trabajo u otra cosa. Consiste en entregar a Dios nuestro ego y todo lo demás que lo acompañe. Es una decisión de ser separados para Dios sin importar cuánto nos cueste. Aunque sea una ofrenda o entrega del ego a Él, también envuelve Su aceptación de la ofrenda: “Por consiguiente, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo y santo, aceptable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1, LBLA [negritas añadidas para dar énfasis]). Aquéllos que deseen ser santos y buscar de Dios tienen que separarse, y se separarán, de la mayoría que se conforma con una existencia deísta, en el mejor de los casos. La búsqueda de Dios y de Su santidad exige que nos rehusemos a permitir que la mayoría determine y moldee nuestro estándar o búsqueda de Dios. Los creyentes deben buscar a Dios; y deben desear ver lo que Dios ve, oír lo que Dios dice, y estar donde Dios los mande: “Sobre mi guarda estaré, y sobre la fortaleza afirmaré el pie, y velaré para ver lo que se me dirá, y qué he de responder tocante a mi queja” (Habacuc 2:1).

La santificación es subsecuente a la regeneración. Nota: Esto no insinúa que haya una secuencia temporal u orden cronológico, como si no pudieran ocurrir en algunas personas como un acontecimiento simultáneo, al menos en la experiencia de la santificación inicial. La regeneración es la impartición de la vida espiritual a un individuo previamente muerto, espiritualmente hablando. La santificación es la limpieza del individuo de la contaminación del pecado innato. La santificación es recibida por fe, e imparte un deseo de vivir una vida dedicada a la consagración y la búsqueda de la justicia. La prueba de la santificación es la santidad, porque el pecado es abolido por la sangre de Jesús en la vida de la persona santificada (Hebreos 9:22; Apocalipsis 1:15). La santidad es la actitud de aceptar y confesar lo que Dios dice en Su Palabra y lo que decide en Sus juicios. Es el hábito de conformarnos al parecer de Dios, según encontramos Su voluntad descrita en las Escrituras. Es el hábito de aceptar los juicios de Dios, esto es, odiar lo que Él odia, amar lo que Él ama, y así medir todas las cosas en este mundo con el estándar de Su Palabra. La persona que esté más completamente de acuerdo con Dios, será la persona más santa. Una persona santa se esforzará por evitar todo pecado conocido, y guardar todo mandamiento conocido. Tendrá una mente orientada hacia Dios; tendrá un deseo ferviente de hacer Su voluntad; tendrá más temor de desagradar a Dios que al mundo; y tendrá un amor por todos los caminos de Dios. Sentirá lo que sintió Pablo cuando dijo: “Porque según el hombre interior, me deleito en la ley de Dios” (Romanos 7:22); y sentirá lo que sintió David cuando dijo: “Por eso estimé rectos todos tus mandamientos sobre todas las cosas, y aborrecí todo camino de mentira” (Salmo 119:128). Un hombre santo se esforzará por ser como nuestro Señor Jesucristo. No solamente habrá de vivir la vida de fe en Él y obtener de Él la paz y fortaleza diarias, sino que también se esforzará por tener el sentir que Él tuvo y ser hecho “conforme a Su imagen” (Romanos 8:29). Tendrá por objetivo tolerar

39 Ibíd., pág. 58.

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y perdonar a otros como Cristo nos perdonó, ser desinteresado como Cristo lo fue, andar en amor como Cristo nos amó, y ser humilde como Cristo lo fue, humillándose a Sí mismo. Recordará que Cristo fue un testigo fiel de la verdad, que no vino para hacer Su propia voluntad, que Su comida y bebida era hacer la voluntad de Su Padre, que continuamente se negaba a Sí mismo para ministrar a otros, que Él fue manso y paciente cuando Lo insultaban injustamente, que tenía en más estima a los piadosos pobres que a los reyes, que estaba lleno de amor y compasión por los pecadores, que fue valiente e intransigente al denunciar el pecado, que no procuraba la gloria de los hombres (aun cuando pudiera haberla tenido), que hacía el bien, que estaba separado de las personas mundanas, que sacaba tiempo para orar, y que no permitía que ni siquiera Sus familiares más cercanos Le impidieran hacer la voluntad de Dios. Un hombre santo tratará de recordar estas cosas. Haciendo estas cosas se esforzará por dar forma a su rumbo en la vida. Tomará en serio las palabras de Juan: “El que dice que permanece en él, debe andar como él anduvo” (1 Juan 2:6), y tomará en serio las palabras de Pedro: “...Cristo padeció por nosotros, dejándonos ejemplo, para que sigáis sus pisadas” (1 Pedro 2:21). Bienaventurado es aquél que ha aprendido a hacer de Cristo su TODO, tanto para salvación como para ejemplo. Nos ahorraríamos mucho tiempo, y evitaríamos muchos pecados, si nos hiciéramos más a menudo la siguiente pregunta: “¿Qué hubiera dicho y hecho Cristo en mi lugar?” El concepto de la santidad corporativa se encuentra en el hecho de que la santidad no puede limitarse a sólo la relación personal (individual) con Dios, sino que también incorpora la relación con las personas en el contexto de los organismos corporativos (esto es, las organizaciones, naciones o familias). Dieter, et al., escribe: “A medida que nos acercamos a Cristo, nos acercamos los unos a los otros. Somos santificados mediante el compañerismo con los que están en Cristo junto con nosotros”.40 Este concepto es visto inicialmente en la relación de Israel con Dios. Tras ser liberados del yugo egipcio, Dios estableció un pacto con ellos en el desierto (Éxodo 19:3-6). La santidad de Israel fue establecida sobre la base de su obediencia a la palabra que Dios había hablado. Como puede verse a través del Antiguo Testamento, especialmente en los escritos proféticos, Israel debía exhibir la santidad corporativa. Esto se hacía al obedecer las normas de la santidad social, las cuales detallaban la responsabilidad de la nación de hacer valer la justicia y la igualdad. Por el otro lado, al ser el supremo sacrificio y santificador del pueblo de Dios, Jesús fue crucificado fuera de la puerta de la ciudad, es decir, “Por lo cual también Jesús, para santificar al pueblo mediante su propia sangre, padeció fuera de la puerta” (Hebreos 13:12). Ahora, con más razón que nunca, la iglesia de Cristo tiene que llevar las verdaderas marcas de la santidad de Dios, porque Cristo no viene por una iglesia marchita, debilitada, contaminada y enferma. Más bien, Él viene por una iglesia en marcha, activa, vencedora, ferviente y santa (sin mancha ni arruga), la cual es Su cuerpo. En el Nuevo Testamento, Pedro habla del tema corporativo en 1 Pedro 2:9, “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa…” El enfoque de Pedro en la santidad, en su contexto corporativo, subraya nuevamente el hecho de que la santidad trasciende la responsabilidad y la identidad individuales. Una de las metáforas contemporáneas más usadas para la iglesia es la de la “comunidad de fe”. A medida que reflexionamos sobre este concepto eclesial, nos vemos obligados a considerar el asunto de la santidad en este contexto. Una pregunta que resulta de esta reflexión es: “¿Cómo definimos relevantemente la santidad en el contexto de una comunidad multiétnica y multicultural, cuyos miembros están tratando de vivir su fe en el mundo?”

40 Melvin E. Dieter, et al. “Reformed View”, in Five Views on Sanctification. Grand Rapids, MI: Zondervan Publishing, 1987, pág. 64.

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La Naturaleza Vital de la Oración y la Santidad

“La paradoja de amor del alma consiste en haber hallado a Dios, y todavía seguir buscándolo”.41 Esta cita de A. W. Tozer subraya la naturaleza continua de la búsqueda de la santidad. La santidad no es un estado estático, sino una relación dinámica con Dios que requiere constante interacción con la gracia de Dios. Uno de los catalizadores de esta relación dinámica es la oración. En su innovadora obra sobre la oración, E. M. Bounds escribió:

La oración está relacionada con todos los dones de la gracia. Su relación con el carácter y la conducta es la de un ayudador. La oración ayuda a establecer el carácter y moldear la conducta. Ambos dependen de la oración para poder continuar exitosamente. Pudiera haber cierto grado de carácter moral y de conducta que sean independientes de la oración, pero no puede existir ningún carácter religioso ni conducta cristiana particulares sin ella. La oración ayuda donde todas las otras ayudas fallan. Mientras más oramos, más mejoramos, y nuestras vidas se vuelven más puras y excelentes.42

La oración es, sin lugar a duda, un elemento esencial en la búsqueda de la santidad. Cuando comprendamos que la santidad no es meramente un estado, sino una relación dinámica, también comprenderemos que tal relación es la que produce y mantiene la vida de santidad. Hay cierta ironía en el hecho de que, mientras que la oración purifica al corazón, el corazón puro empodera la vida de oración. La oración satisface el anhelo por la santidad y, al mismo tiempo, vuelve a crear y propulsar ese anhelo. Es a partir de esta tensión creadora que surge “el hambre y la sed de justicia”. Sin duda, esta es la razón por la cual la Biblia, especialmente el Nuevo Testamento, da un énfasis constante a la necesidad de la oración en la vida de los creyentes. El movimiento de santidad fue un movimiento cimentado en la oración. La historia del movimiento demuestra una dependencia total de la oración para efectuar la gracia de Dios en sus vidas. Su rechazo de los esfuerzos humanos, en cuanto a lo que Dios estaba haciendo en sus vidas, vino a convertirse en el fundamento de muchas de sus fórmulas doctrinales. El movimiento pentecostal también cimentó la experiencia del Espíritu en la vida de oración. Los relatos en el libro de los Hechos de los Apóstoles subrayan el rol desempeñado por el Espíritu en la oración a medida que la iglesia antigua procuraba imitar la santidad ejemplarizada por Jesús.

La Santificación Inicial/La Santificación Progresiva

Varios eruditos pentecostales han hecho alusión a esta distorsión de las definiciones exactas y plenas dadas por Juan Wesley y otros predicadores del movimiento de santidad. Esto se revela en comentarios tales como:

En los casos en que gran parte de las enseñanzas arminio-wesleyanas recalcan el aspecto de crisis de la santificación, con el descuido de los problemas y desarrollo después de la santificación, la escuela de Keswick se inclina a presionar, ya sea sobre la faz de la separación

41 A. W. Tozer. The Pursuit of God. Philadelphia, PA: Christian Publications, 1982, pág. 14.42 E. M. Bounds. Prayer. Philadelphia, PA: Whitaker House, 1997, pág. 148.

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(distinción entre naturaleza y gracia y el conflicto entre ellas) o sobre el aspecto del crecimiento, con la consecuente negligencia del aspecto de la crisis decisiva... las Escrituras a las que uno y otro apelan sostienen tanto la crisis como el proceso en su unidad creadora y estimulan al cristiano a involucrarse profundamente en la vida.43

Vemos también el siguiente comentario, hecho tras examinarse las frases ‘santificación instantánea’ y ‘entera santificación’:

La justicia significa poner en orden toda la vida según la voluntad de Dios. El vocablo describe la estructura, los límites y los contornos de esa relación. Sin justicia no puede haber paz con Dios ni tampoco gozo verdadero. Pero en este mundo, la justicia no se hará realidad perfectamente por causa de la falibilidad humana y la rebelión mundana. El cumplimiento provisional de la ley y, por consiguiente, de toda justicia, es el amor... El estar consciente de esta lucha, la vigilancia, la consagración y la oración ferviente hasta recibir la paz: todos estos elementos contribuyen a la campaña compasiva de los pentecostales en el mundo. Sus prójimos no son solamente transgresores, sino que también —al igual que ellos mismos— se encuentran envilecidos y alejados de la vida de santidad y felicidad. Esta paz, que nace del amor perfecto y la reverencia, consiste en permanecer en Cristo en todo momento por medio del Espíritu y la Palabra.44

Por lo tanto, debemos enfocarnos siempre en la búsqueda de la santidad, en vez de frases teóricas que a menudo pueden ser engañosas y desalentadoras para el creyente que desee andar en santidad delante de Dios. Pablo, el más teólogo de los apóstoles, confiesa enseñar lo siguiente a los seguidores de Jesucristo:

Y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe; a fin de conocerle, y el poder de su resurrección, y la participación de sus padecimientos, llegando a ser semejante a él en su muerte, si en alguna manera llegase a la resurrección de entre los muertos. No que lo haya alcanzado ya, ni que ya sea perfecto; sino que prosigo, por ver si logro asir aquello para lo cual fui también asido por Cristo Jesús. Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús (Filipenses 3:9-14).

Más Exploraciones Bíblicas sobre la Santificación/La Santidad

Es verdad que nos vemos envueltos en una relación única como nuevas criaturas en Cristo Jesús. En la Biblia hay verdades fundamentales que son esenciales para el entendimiento y crecimiento del creyente. Éstas incluyen dos conceptos que no podemos ignorar: 1) las verdades relacionadas con nuestra salvación, incluyendo lo que Dios ya ha hecho por nosotros, y lo que aún está por hacer; y, 2) los imperativos que revelan la manera en que debemos vivir los cristianos, como consecuencia de

43 Mildred B. Wynkoop. Bases Teológicas de Arminio y Wesley. Kansas City, MO: Casa Nazarena de Publicaciones, 1983, pág. 113.

44 Steven J. Land. Pentecostal Spirituality. Sheffield Academic Press: Sheffield, England, 2001, pág. 176.

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Su obra constante de santificación. El punto inicial de la santificación es nuestra fe en la salvación: creemos lo que Dios ha hecho por nosotros en la salvación. Por lo tanto, nuestra relación conlleva lo que Él ha hecho por nosotros en el pasado, y lo que hará por nosotros en el futuro. Ambos requieren que una infusión del Espíritu Santo nos abra el camino por donde debemos andar. Horatius Bonar, una voz surgida del movimiento de santidad del siglo XIX, escribió estas palabras tan pertinentes:

El evangelio no nos manda a hacer nada para obtener la vida, sino que nos invita a vivir basándonos en lo que Dios ha hecho. Y el conocimiento de su verdad vivificadora no es obra, sino reposo para el alma. Ese reposo es la raíz de toda obra verdadera, pero reposamos con el fin de obrar.45

En realidad, nuestra santificación depende de que creamos la verdad de “nuestra identidad en Cristo”, confiemos en Su obra completada en el Calvario, y pongamos en práctica —con la ayuda del Espíritu— las consecuencias de esta nueva posición en Cristo Jesús. Por muchos años, se ha comparado excesivamente la santificación instantánea con la santificación progresiva. En vez de eso, se puede resolver mejor este malentendido si se reconociera tanto la necesidad de la experiencia de crisis inicial como [la necesidad de] la relación continua con el Espíritu Santo: ambas se deben mantener en íntima relación. A medida que nos movamos hacia una comprensión más completa de la obra del Espíritu Santo, no habremos de debilitar la obra completa de Jesucristo, sino que ampliaremos nuestro entendimiento para ver la naturaleza trina de Dios más claramente en la obra continua del Espíritu Santo en el creyente desde el momento de conversión hasta el cambio final de la mortalidad a la inmortalidad (2 Corintios 3:18; 1 Corintios 15:52, 53). Un libro poco conocido declara la hermosura de esta yuxtaposición que tiene lugar en el creyente:

Nuestra santificación depende de que creamos la verdad de quiénes somos en Cristo, descansemos en Su obra completada, y pongamos en práctica las consecuencias de esta nueva perspectiva... En la práctica real, comprender esta perspectiva es el fundamento de toda santificación práctica. De ahí que el énfasis que Pablo diera a ‘saber’ que esta es la situación (Romanos 6:3-9) lo llevara a exhortar a los creyentes a ‘considerarse’ muertos al pecado y vivos para Dios en Cristo Jesús (v. 11). Por lo tanto, la santificación es la práctica constante de lo que significa pertenecer a la nueva creación en Cristo... Creemos que la voluntad de Dios para nosotros, en el proceso continuo de la santificación, es que experimentemos en la vida real quiénes somos realmente en Cristo. Esto requiere que día a día decidamos creer quiénes somos.46

Durante las postrimerías del siglo XIX, los conflictos crearon divisiones y obstáculos a la búsqueda de la santidad, y sembró las semillas del conflicto interno que entró sigilosa y engañosamente en el poderoso despertar del movimiento del Espíritu Santo en los primeros años del siglo XX. Pero la transición al pentecostalismo —que surgió del movimiento de santidad— ciertamente puede seguir floreciendo en el siglo XXI si las iglesias y los teólogos buscaren con

45 Horatius Bonar. God’s Way of Holiness. New York: Robert Carter & Brothers Publishing, 1865, págs. 41, 42.46 Neal Anderson and R. L. Saucy. The Common Made Holy. Eugene, OR: Harvest House Publishers, 1997, pág. 177.

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ahínco la santificación y la santidad.47 Al igual que en la encrucijada del tiempo que juntó a los movimientos de santidad y pentecostal, nuestra ‘búsqueda de la santidad’ tiene que ser iniciada y cultivada respondiendo al llamado del Espíritu Santo, el cual abarca tanto nuestra necesidad inicial de santificación como los aspectos continuos y relacionales de la santificación. Esto nos trae a la poderosa declaración de Hebreos 10:14, la cual tiene tanto un sentido posicional como un sentido continuo en el idioma original: “Y así, con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (RVR 1995) (Nota: Véase el documento de estudio original del DBG de 2012: “En Pos del Dios Santo”).

El Lavamiento de la Sangre/Agua/Espíritu

La imagen de Jesucristo en el Calvario nos informa mucho sobre la relación correcta del creyente por medio del sufrimiento y la muerte expiatoria de Cristo en la cruz. Cuando los soldados vinieron y encontraron al Salvador muerto en la cruz, no Le quebraron las piernas como era de costumbre. Pero sin saber que estaban cumpliendo las Escrituras, uno de ellos tomó una lanza y Le perforó el costado, del cual brotó sangre y agua (Juan 19:34). No es coincidencia que el versículo siguiente (v. 35) registre el comentario de que Juan presenció este acontecimiento particular, y de que reiteró esta verdad para que otros creyeran. A medida que se llega a comprender la hermosura de este acto sinfónico de provisión divina, uno llega a apreciar esta ilustración vital sobre la manera en que la obra del Espíritu Santo habrá de realizar esta limpieza en nuestras vidas y llevarnos a una vida de santidad. Las Escrituras siguen claramente esta verdad al dar pruebas del acto inicial de la santificación en el creyente por medio de la sangre (Hebreos 13:12; Colosenses 1:19, 20), aunque también da pruebas fehacientes de la obra progresiva de la santificación por medio de la Palabra de Dios (Efesios 5:25, 26; Hebreos 10:19-22). Ambas son una obra gloriosa y armoniosa que será realizada continuamente a través de los siglos en la vida de cada creyente que pone su mirada en Cristo con la esperanza de ser santificado. Así como el Espíritu Santo aplica la sangre derramada de Jesús como el acto inicial de la santificación —para traernos a una buena relación con el Padre a través del Hijo—, así también el Espíritu Santo aplica “el lavamiento del agua por la palabra [de Dios]” (Efesios 5:26) para santificar continuamente al creyente en Cristo —como un movimiento de acercamiento al Padre. Ya que la Palabra de Dios es siempre limpia, actúa como el agua pura que nos lava y santifica delante del Señor.

El Llamado Pastoral a la Santidad

Cuando el Espíritu Santo vino sobre Zacarías, profetizó que Dios estaba visitando a Su pueblo y enviándole un redentor al cual “...sin temor le serviríamos en santidad y en justicia delante de él, todos nuestros días” (Lucas 1:74, 75). El autor de Hebreos dijo: “Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14, NVI). A partir de este y muchos otros pasajes del Nuevo Testamento, es evidente que la santidad es una doctrina importante, a pesar de que

47 Vinson Synan. Spirit Empowered Christianity in the 21st Century. Lake Mary, FL: Charisma House (Strang Co.), 2011, págs. 198-204.

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muchos le teman al legalismo, por un lado, y al fanatismo, por el otro lado, cada vez que se habla del tema. No obstante, aunque la definición se pueda debatir, el Nuevo Testamento dice claramente que se espera y requiere de los creyentes la santidad. La santidad bíblica tiene que ver con el carácter interior o la condición del corazón humano. La justicia, la cual tiene sus raíces en la santidad, tiene que ver con la ‘conducta correcta’ en el sentido ético de la justicia. Cualquier conducta correcta que no se derive de la santidad puede ser una forma de legalismo. Por ejemplo, los fariseos eran meticulosos en cuanto a diezmar de las hierbas (conducta correcta), pero descuidaron la santidad del corazón. Por consiguiente, Jesús los condenó por lavar el exterior del vaso y dejar el interior lleno de corrupción. Su mandato para ellos fue de limpiar primero el interior del vaso o del corazón (la santidad), de manera que el exterior del vaso (la justicia) también fuera limpio. Una persona puede comportarse de manera ejemplar en muchas maneras, pero aún tener un corazón corrompido. Por ejemplo, una persona puede ser, en lo exterior, fiel a su compañero o compañera, y ser un adúltero o adúltera en el corazón. Tal persona no estaría viviendo una vida santa, aunque las apariencias digan lo contrario. Así que, uno puede vivir correctamente y no ser santo, pero no se puede ser santo y no vivir correctamente. Por lo tanto, pudiéramos añadir que la santidad no es algo que podamos medir los unos en los otros, porque sólo Dios conoce el corazón (Jeremías 17:9). Tampoco podemos imponer u obligarnos los unos a otros a obtener la santidad. Sin embargo, podemos estudiar las características de la santidad y animarnos los unos a los otros a tener hambre y sed de ella y así ser llenos de la misma. El Salmo 51:6 declara lo siguiente acerca de Dios: “He aquí, tú amas la verdad en lo íntimo”, y más adelante dice: “Purifícame... lávame... crea en mí, oh Dios, un corazón limpio” (vv. 7-10). Estos versículos nos dicen que Dios desea que tengamos “un corazón limpio”, y tener un corazón limpio es obra de Dios. También sugiere que nuestro rol en la búsqueda de la santidad consiste en permitir que el Espíritu de Dios nos muestre dónde hay mentira o conflicto en nuestro interior. Por ejemplo, una persona pudiera sentir envidia de otro individuo y no admitirlo a sí mismo o a Dios, y mucho menos ante otra persona. De hecho, puede aparentar ser bondadoso, mostrar gentileza, y decir cosas buenas de esa persona, y sin embargo, estar carcomido por la envidia. El Dios que desea la verdad en lo íntimo quiere que ese individuo se detenga a escucharlo en oración, de manera que pueda revelarle la cruel envidia que ha echado raíz en su corazón. Sólo entonces, tras la confesión y el arrepentimiento, Dios habrá de purgar y limpiar ese corazón de la envidia. Como líder de la iglesia local, el pastor/a (o equipo pastoral) tiene la responsabilidad de conducir a su congregación en la búsqueda de la santidad. La santidad, o la limpieza del corazón, sólo puede ocurrir cuando uno se encuentra con el Dios vivo. Los individuos y las congregaciones no pueden ser hechos santos por medio de sermones, enseñanzas o cánticos cuyo fin sea simplemente dar entretenimiento. Los programas diseñados para atraer personas a nuestras iglesias no habrán de llevarnos hacia la santidad de vida a menos que den oportunidades para buscar de Dios. Pablo dice que somos cambiados o transformados en la santa imagen de Dios por la acción del Espíritu a medida que miramos la gloria del Señor (2 Corintios 3:18). Por lo tanto, el pastor/a tiene que ser el primero en buscar de Dios a fin de obtener su propia transformación en pos de la santidad. El pastor/a tiene que pasar mucho tiempo en tranquilidad, en oración audible, en quietud, en soledad, en meditación sobre las Escrituras y en autoreflexión, a fin de permitir que el Espíritu traiga a la luz [cualquier] pecado escondido y actitudes impías que tenga en el corazón. Luego, a medida que Dios traiga a la luz la fealdad del corazón del pastor/a, él o ella pueden orar para pedir perdón y pedir que la gracia santificadora de Dios le lave el corazón. Moisés tuvo que

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presentarse ante la zarza ardiente de Dios, en tierra santa, antes de que pudiera llevar a los hijos de Israel al monte santo de Dios. A partir de esta nueva tierra santificada del corazón, el pastor o la pastora conduce a la congregación hacia la presencia de Dios. Por lo tanto, cuando predica, no lo hace con el mero propósito de informar. El propósito de su predicación es hacer que la gente contemple la gloria del Señor en las Escrituras (espejo – 2 Corintios 3:18) de manera que sean transformados en la misma imagen que están contemplando en esas Escrituras. Con esta actitud, y en esta atmósfera, la oración pastoral antes o después del sermón es mucho más que un ejercicio religioso. La oración es otra oportunidad para alzar la congregación hasta la presencia de Dios. La visitación se convierte en algo más que llegar a ser mejores amigos (aunque esto sea aceptable), pues adopta un propósito más serio. En otras palabras, casi todo lo que hace un pastor/a (si se origina en un corazón de santidad) sirve para llamar a la iglesia, a la comunidad y al individuo a la santidad de vida.

Recomendaciones

Por lo tanto, a la luz de las afirmaciones ya mencionadas sobre nuestra necesidad de procurar una relación santa con Dios, queremos hacer las siguientes recomendaciones:

1) Exhortar a cada pastor/a, ministro o maestro a que lleve las personas, por medio de la enseñanza continua, hacia la búsqueda de la presencia santificadora de Dios.

2) Exhortar a cada creyente a que procure andar en el Espíritu Santo por toda la vida.3) Hacer que cada creyente desee vivir en santidad mediante una vida de oración que participe

del poder del Espíritu Santo como parte integral de una vida santa.4) Afirmar la verdad de que nuestro caminar individual en el Espíritu afecta al testimonio

colectivo de la iglesia, ya sea para bien o para mal.5) Animar a cada creyente que busca la santidad a que entregue su voluntad personal al señorío

de Cristo, a fin de que Su gloriosa vida pueda expresarse libremente por medio de él o ella (Gálatas 2:20).

Respetuosamente sometido en oración y con agradecimiento a Dios,

Comité de Doctrina Bíblica y Gobierno de la Asamblea:

Wallace R. Pratt, Presidente

Elías Rodríguez, Secretario

Carswell Leonard, Asist. al Secretario

Daniel Chatham

James Kolawole

Tedroy Powell

Timothy McCaleb

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Declaración de Afirmación del Comité de Doctrina Bíblica y Gobierno ante la

98va Asamblea Internacional

El Valor y la Vida Espiritual de los Niños

PrefacioEste escrito tiene el propósito de contribuir al desarrollo de una declaración teológica sana y concisa con respecto al valor de los niños y la vida espiritual de los mismos en la Iglesia de Dios de la Profecía (IDP) a nivel mundial. La tarea encomendada al Comité de Asamblea de Doctrina Bíblica y Gobierno (DBG) y al Comité del Ministerio Internacional de Niños (MIN) es de carácter multifacético, especialmente cuando se consideran las muchas culturas, países y etnias que operan en la IDP.

IntroducciónLas realidades y los desafíos que la iglesia enfrenta hoy, con respecto a los valores y la actitud de la cultura actual para con los niños, no se diferencian de las realidades y desafíos a los cuales se enfrentó el pueblo de Dios con respecto a los niños en la Biblia. Los niños han sido, y siguen siendo, las personas más pequeñas, débiles y vulnerables de la sociedad. Son presa fácil de la explotación, y son las víctimas principales del abuso emocional, físico y sexual. A menudo, también son silenciados, tratados como ignorantes o inferiores, y tenidos por ciudadanos de segunda clase en la sociedad. Aunque se haya logrado cierto progreso a la luz de los derechos de los niños, existe todavía la aceptada norma cultural de ignorar a “estos pequeñitos”. A veces la iglesia ha permitido que la cultura dicte cuál ha de ser nuestro concepto de los niños, aun hasta el punto de limitar nuestro concepto sobre el lugar de los niños en el reino de Dios. Como miembros del cuerpo de Cristo, afirmamos que los seres humanos son una creación única y distinta de Dios, puesto que cada persona es creada a la imagen de Dios (Génesis 1:27). Con todo, aunque afirmemos la imagen de Dios en los niños, es posible que no valoricemos a los tales como personas, ni tampoco su vida espiritual. Esta falta de integración se hace evidente en los modelos de ministerio que se emplean en la iglesia de hoy.

La meta de este proyecto es desafiar a cada persona e iglesia a evaluar su perspectiva actual del valor y la vida espiritual de los niños, de manera que esa perspectiva refleje el compromiso de Dios para con cada niño. A medida que un niño madure emocional, física y mentalmente, se le deben dar también los recursos [necesarios] para que madure espiritualmente. Esta investigación habrá de examinar el testimonio de la Biblia, de la historia y de la praxis con el fin de desarrollar una teología sana para la Iglesia de Dios de la Profecía con respecto al valor y la vida espiritual de los niños. La sección sobre el testimonio de la Biblia tiene el objetivo de presentar [algunos] ejemplos de los niños en la Biblia, y explicar la perspectiva de Dios. También explicará la importancia de que Dios se hiciera niño, además de explicar cómo trató Jesús a los niños en el Nuevo Testamento. La sección sobre el testimonio de la historia analizará el concepto que la iglesia ha tenido de los niños a través de la historia, especialmente en los primeros años de la IDP. La sección sobre el testimonio de la praxis dará pruebas específicas de que a los niños se les debe dar una formación espiritual, y de que pueden recibir la salvación, ser bautizados [en agua], ser llenos del Espíritu Santo, y ministrar en el cuerpo eclesiástico y la comunidad. Estos tres aspectos son las piedras angulares sobre las cuales se basa una teología que ciertamente valorice a los niños y la vida espiritual de ellos.

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El Testimonio de la Biblia

Los Niños a la Imagen de DiosDesde los primeros instantes de la existencia de la humanidad, podemos ver la realidad de una gran diferencia que existe entre los seres humanos y el resto de la creación. Esta sublime distinción fue una decisión tomada en el concilio eterno del Dios Trino.

Y dijo Dios: Hagamos al hombre á nuestra imagen, conforme á nuestra semejanza; y señoree en los peces de la mar, y en las aves de los cielos, y en las bestias, y en toda la tierra, y en todo animal que anda arrastrando sobre la tierra (Génesis 1:26, RVA 1909).

Adán y Eva fueron creados a imagen de Dios. Estas palabras dan enseguida el contexto de la relación de la humanidad con Dios y con el resto de la creación. Había una posibilidad única de una relación y liderazgo sobre la creación. Al mismo tiempo, había un potencial para la intimidad y la relación personal con Dios mismo. La humanidad, aunque vivía completamente en el ámbito terrenal, también era capaz de [tener comunión con] el ámbito celestial.

En el Salmo 8:4, 5 (RVA 1909), David reflexiona en estas preguntas sobre la atención especial que Dios le da a la humanidad:

Digo: ¿Qué es el hombre, para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre, que lo visites? Pues le has hecho poco menor que los ángeles, y coronástelo de gloria y de lustre.1

Aunque se hallaba estupefacto por el interés de Dios por la humanidad, David proclama que Dios la ha coronado de gloria. Para David, esta no era solamente una realidad pasada, sino también presente. Dios sigue coronando de gloria a la humanidad. Esto parece señalar la eterna importancia que Él confiere a cada miembro de la raza humana. Dios se deleita con nosotros mucho más que con el resto de la creación terrenal, y nos atiende y cuida fielmente. En el Salmo 139:15, 16 (RVA 1909), a medida que David sigue tratando de comprender su valor, se nos revela el alcance de este interés incondicional de parte de Dios:

No fué encubierto de ti mi cuerpo, bien que en oculto fuí formado, y compaginado en lo más bajo de la tierra. Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas.2

La atención de Dios comenzó desde antes del nacimiento de David, e incluyó cada día de su vida. Dios ya lo conocía como el piadoso rey de Israel, como el hombre que estaba dispuesto a ceder a la tentación, y como el joven pastor de ovejas. La atención de Dios fue continua y decisiva. Sin embargo, David no es un caso aislado ni tampoco un caso único. De igual manera, Dios se interesa por todas las personas. Este interés no se basa en sexo, raza o edad. Nunca nos encontraremos con un ser humano por el cual Dios no se interese eternamente. Al igual que todos los [demás] seres humanos, los niños fueron creados a imagen de Dios. Él los ama porque son creación Suya, sin importar la edad que tengan. Esta es la base de nuestro valor como seres humanos: nuestro Creador nos ama de manera inigualada.

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La Mayordomía de los NiñosEsta posición inigualada de la humanidad es descrita como la de un mayordomo. Hemos sido puestos aquí para que actuemos en nombre de Dios, con Su creación, a fin de edificar, servir y dirigir para Él. En esta posición exaltada hay una enorme responsabilidad, y tendremos que rendir cuentas por ella. No obstante, todas las cosas son posesión de Dios.

“De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan” (Salmo 24:1, RVA 1909).3 Se incluye a los niños en esta relación de mayordomía. Verdaderamente, los niños no son “nuestros”. No somos propietarios, sino mayordomos. Dios ha puesto a los niños bajo el cuidado de los adultos a fin de cumplir así Su propósito. Jesús revela esta realidad cuando, a los doce años de edad, Él comprende que María y José eran los mayordomos del Padre. Lucas declara que Jesús continuó estando sujeto al liderazgo de ellos como mayordomos:

Entonces él les dice: ¿Qué hay? ¿por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me conviene estar? Mas ellos no entendieron las palabras que les habló. Y descendió con ellos, y vino á Nazaret, y estaba sujeto á ellos… (Lucas 2:49-51, RVA 1909).

Este concepto de mayordomía, en lugar de posesión, presenta un desafío a las presuposiciones culturales de la crianza y al compromiso de la iglesia para con los niños. Rendiremos cuentas por toda nuestra mayordomía, incluyendo nuestra mayordomía de los niños. Esto se describe claramente en Mateo 25:19 (RVA 1909), la parábola de los talentos: “Y después de mucho tiempo, vino el señor de aquellos siervos, é hizo cuentas con ellos”. ¿Acaso hay algo que sea más importante que servir y cuidar de estos pequeñitos que llevan la imagen de Dios? ¿Acaso no son ellos también los agentes de Dios para la edificación de Su reino?

Dios como Protector y DefensorDios es un Creador atento que responde a las situaciones difíciles de los niños. En el Antiguo Testamento, hay numerosas referencias al infanticidio, al sacrificio de niños, e incluso al canibalismo infantil en tiempos de guerra.4 Las Escrituras dicen claramente que Dios aborrece tales prácticas, y que las mismas se originaron por causa de la maldad del ser humano. Sin embargo, hay dos casos que demuestran la voluntad de Dios de salvar la vida de los niños por medio de la combinación de esfuerzos divinos y humanos.

El primer ejemplo es el caso de Ismael, el primogénito de Abraham. Ismael fue producto de la mala interpretación —por parte de Abraham— del pacto y la promesa de Dios. Más tarde, el niño Ismael fue expulsado de la morada de su padre terrenal y, para colmo, estuvo a punto de morir en el desierto. Sin embargo, Dios no lo ignora:

Y oyó Dios la voz del muchacho; y el ángel de Dios llamó á Agar desde el cielo, y le dijo: ¿Qué tienes, Agar? No temas; porque Dios ha oído la voz del muchacho en donde está (Génesis 21:17, RVA 1909).

El versículo 16 declara que Agar era la que estaba llorando, pero Dios fue movido a misericordia por causa de la voz de Ismael. El nombre de Ismael significa “Dios oye”; así que tiene un poderoso

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significado profético para la vida de este muchacho. Esta historia es importante porque demuestra el amor de Dios por todos los niños, y no sólo por aquéllos que creamos ser importantes o dignos. En este relato, “Dios toma parte en la vida de un niño no escogido”.5

El segundo ejemplo es el pueblo escogido de Dios, los israelitas. En Éxodo 1 nos encontramos con el infanticidio de los varones hebreos, realizado por orden de Faraón, el cual temía al potencial de las futuras generaciones. Faraón ordena a las parteras a destruir a todos los varoncitos hebreos al momento de nacer. Sin embargo, las parteras se arriesgaron a no obedecer esta orden porque temían a Dios. Éxodo 1:20 dice que Dios colmó de bendiciones a las parteras por esta valiente acción de aliarse con Él en la protección de los niños.

En el ejemplo del niño no escogido, y en el ejemplo de los niños escogidos, vemos que Dios no muestra parcialidad en lo que concierne a la defensa de los miembros más vulnerables de la sociedad. El Salmo 82:3, 4 (RVA 1909) nos hace esta exhortación: “Defended al pobre y al huérfano: Haced justicia al afligido y al menesteroso. Librad al afligido y al necesitado: Libradlo de mano de los impíos”. El comportamiento de un adulto para con los niños debe emular el comportamiento de Dios para con los niños. Dios desea y necesita instrumentos humanos para el cuido de niños en situaciones de peligro sin importar la raza, sexo o clase social a la que pertenezcan. Si Agar no hubiera velado por su hijo [Ismael], o si las parteras [egipcias] no hubieran perdonado la vida a los varoncitos hebreos, el destino de estos niños y de sus familias hubiera sido muy distinto. Por ende, como iglesia, no solamente debemos considerarnos como los agentes con quienes Dios obra, sino que como Faraón, también debemos ver el potencial que aun los infantes traen a nuestra comunidad. Sin embargo, a diferencia de Faraón, debemos ofrecerles vida en vez de muerte (espiritual).

Los Niños [son] ApartadosTal como Dios usa a los adultos para realizar la obra del reino en este mundo, Él también escoge a niños para llevar a cabo el plan divino. En varias ocasiones, los niños fueron apartados para un propósito específico que estaba ligado al destino de Israel. En Éxodo, se da énfasis al nacimiento y rescate de Moisés, cuya vida está íntimamente ligada con la historia de Israel. Miriam, la hermana de Moisés, es usada por Dios para garantizar el bienestar de Moisés tras ser sacado de las aguas del Nilo por la hija de Faraón. Ella logró esto por su valentía al hablar con la hija del opresor. El rol que Miriam desempeñó en la vida de su hermano también tuvo un efecto perenne en el destino de los hebreos.

La historia de la mujer estéril y la intervención de Dios para darle hijos es un tema recurrente a través del Antiguo Testamento. Tanto Sansón como Samuel son productos de esta tradición, y ambos fueron apartados para un propósito. Sansón, desde su infancia, fue apartado por Dios para dar comienzo a la liberación de Israel del yugo filisteo. La elección de Sansón, por parte de Dios, debía ser ilustrada mediante su compromiso con el voto de nazareo por toda la vida (Jueces 13:4, 5). Por lo tanto, podemos ver a Dios obrando en la vida de Sansón desde una temprana edad.

Samuel también fue apartado desde una temprana edad, en una época sombría en la historia de Israel. En 1 Samuel 3:1 (RVA 1909) leemos específicamente que “[...] la palabra de Jehová era de estima en aquellos días; no había visión manifiesta”. Sin embargo, Dios le habla directamente al

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niño Samuel para confirmar la profecía de juicio que le había sido dada al sumo sacerdote Elí. Este acontecimiento revela que, aun desde niño, Samuel fue usado por Dios en el oficio de profeta, el cual habría de ejercer por el resto de su vida.

Estos dos ejemplos enfatizan aun más que Dios decide apartar a los niños para un propósito divino. En ambos casos, no se puede ignorar el rol que estos niños desempeñaron en la vida de Israel. No nos debe causar sorpresa el que Dios hable a los niños. Y nosotros, como iglesia, debemos educarlos para que tengan la capacidad de reconocer esa voz, lo cual les permite participar en la vida de nuestra comunidad de fe.

Dios con NosotrosEl Verbo fue hecho carne y habitó entre nosotros (Juan 1:14). La realidad de la encarnación, que Dios vino a ser uno de nosotros, aumenta nuestra comprensión del valor y la dignidad del ser humano. El Dios eterno vino a ser un bebé vulnerable durante una época peligrosa para los bebés varones (Mateo 2:16-18). Dios no solamente decidió convertirse en un ser humano, sino que se convirtió en un bebé que habría de pasar por las etapas de la niñez, comprendiendo la plenitud de la experiencia humana. Él habría de experimentar los “dolores de crecimiento” propios de la niñez —incluidos su confusión, proceso de aprendizaje, y maduración emocional y espiritual—. Lucas 2:40 (RVA 1909) nos dice que “el niño crecía, y fortalecíase, y se henchía de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él”.

Aunque la fe cristiana ha utilizado la encarnación para decir que cada ser humano tiene dignidad y valor, a menudo se deja a los niños fuera de esta ecuación debido a que se le da muy poco énfasis al niño Jesús.6 No obstante, debemos entender que los niños —desde el nacimiento hasta el fin de la niñez— tienen la misma dignidad y valor que los adultos. No es fortuito el que Dios decidiera participar en todas nuestras experiencias humanas. El hecho de que Dios, el Creador del universo, se hiciera niño nos lleva a reconocer el valor de los niños [que están] entre nosotros. Así que, la encarnación lleva implícita la afirmación del valor que Dios da a todos los seres humanos, pero destaca de manera especial la dignidad de los niños.7

Los Niños y el Reino de DiosLos evangelios registran las declaraciones de Jesús concernientes a la pregunta: “¿Quién es el mayor en el reino de los cielos?” (Mateo 18:1-5; Marcos 9:33-37; Lucas 9:46-48). En el mundo romano, la noción de “la grandeza” o de ser “el mayor” tenía que ver con el prestigio, las riquezas y el poder en la élite imperial. La reacción de los discípulos para con los niños y los bebés que eran traídos a Jesús (Lucas 18:15-17) demuestra que su concepto de los niños no se diferenciaba mucho del concepto romano. No concebían que los bebés o niños tuviesen valor suficiente como para ser prioridad en la apretada agenda de Jesús. Tal parece que los veían como un estorbo que se debía quitar de en medio. Jesús contesta la pregunta “¿Quién es el mayor?” con la ilustración de un niño. Él acepta en Su reino a los humildes, a los que sirven a los demás, y a los más pequeñitos. Jesús está haciendo una declaración asombrosa y anticultural al poner un niño en medio de ellos, al cual se consideraba como “excluido de la sociedad adulta y masculina, impotente, sin recursos económicos, vulnerable, impredecible, amenazador (y) sumiso”.8

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Esta contestación de seguro que causó una gran sorpresa a los que le escuchaban. El reino [de los cielos] se compone de aquéllos que retienen la fe sencilla y la humildad. Todos los adultos y los niños que posean esta fe sencilla, son recibidos en Su reino. Por lo tanto, los niños siguen siendo ejemplo del tipo de corazón que se requiere para entrar en el reino.

La iglesia de hoy también puede concebir a los niños como seres molestosos que no pueden comprender plenamente el evangelio de Dios. Pero Jesús nos invita hoy a redefinir nuestro concepto sobre el reino de Dios. El reino de Jesús no consiste en aquéllos a quienes el mundo tenga por dignos, sino en aquéllos que aceptan ser humildes y servidores, sin importar la edad que tengan. Para ser partícipes en Su reino, tenemos que llegar a ser “como niños”.

El Testimonio Histórico

La Iglesia Antigua y los NiñosEn contraposición con la condición desvalorizada de los niños en el mundo antiguo, la iglesia antigua consideraba que la incorporación de los niños en la vida de la iglesia tenía una importancia vital. Claro está, el proceso de incorporación comenzaba con el bautismo y la participación en la Eucaristía. Pero la Reforma cuestionó y cambió los conceptos de las prácticas sacramentales de la iglesia en la tradición protestante, en lo que respecta a los niños.

Los escritos de los primeros Padres de la Iglesia contienen una gran cantidad de información que dio forma a la doctrina de la iglesia con respecto al lugar de los niños en la tradición cristiana. Gregorio de Nacianzo escribió: “¿Tiene usted niños pequeños? No permita que el pecado tenga la oportunidad de apoderarse de ellos. Deje que el infante sea santificado desde la niñez; deje que el Espíritu lo consagre desde una edad temprana”.9 Con respecto a la obra salvífica de Cristo, Ireneo dijo:

Porque vino a salvar a todos: y digo a todos, es decir, a cuantos por él renacen para Dios, sean bebés, niños, adolescentes, jóvenes o adultos. Por eso quiso pasar por todas las edades: para hacerse bebé con los bebés, a fin de santificar a los bebés; niño con los niños, a fin de santificar su edad […] para ser el Maestro perfecto de todos, no sólo con respecto a la enseñanza de la verdad, sino también con respecto a todas las etapas de la vida.10

A Juan Crisóstomo se le considera el más prolífico de los primeros Padres de la Iglesia. Se quedó huérfano desde una edad temprana, y fue criado con una formación cristiana, lo cual tuvo una gran influencia en su vida y en su interés por el bienestar de los niños. Él dice: “Tener hijos es una cuestión de la naturaleza, pero criarlos con valores es una cuestión de la mente y de la voluntad”.11 Habló contra la indiferencia hacia los niños en la sociedad, puesto que ésta los consideraba como simples peones en la búsqueda individualista de las riquezas y el poder. También hizo este señalamiento:

La ruina de la sociedad se origina en esta indiferencia hacia los niños. Muchos procuran preservar sus posesiones, pero no procuran preservar las almas que tienen bajo su cuidado.12

La opinión teológica de Crisóstomo (en particular) y de la iglesia antigua (en general) se retrata en la siguiente declaración de Crisóstomo:

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La negligencia [de la educación] de los hijos es uno de los pecados más graves, y es el más alto grado de impiedad. Y para no dar la apariencia de que estoy llegando a conclusiones infundadas, lo demostraré con la experiencia, para que sepáis que, aunque tengamos todas las cosas [materiales] que necesitamos, y las hayamos organizado bellamente, estaremos sujetos al peor de los castigos si no cuidamos de la salvación de nuestros hijos.13

El Enfoque de los Reformadores al Ministerio de NiñosEn muchas maneras, los reformadores de la iglesia del siglo XV han dejado huellas indelebles en la misión y el ministerio de la iglesia universal. Las familias cristianas y sus creencias, estilos de vida y praxis han recibido esa influencia desde aquel entonces hasta la época actual. Tras el cisma en la Iglesia Católica, y por cuanto los niños eran vistos como la esperanza de su posteridad, los reformadores —tales como Lutero, Calvino, Zwinglio y [Menno] Simons— tenían el interés de que se les criaran y educaran con principios bíblicos sanos.

Los primeros reformadores, tales como Lutero, Calvino y [Menno] Simons sostuvieron categóricamente que los hijos tenían la responsabilidad de honrar, respetar, obedecer y ayudar a sus padres. Además de esto, sostuvieron que los padres tenían igualmente el deber de amar, criar y disciplinar a sus hijos; esto se hacía a fin de proteger a los hijos y construir una comunidad estable, especialmente tras el cisma. Cabe mencionar que tal responsabilidad incluía a los niños concebidos y nacidos fuera del matrimonio. Se esperaba que los padres “piadosos” criaran a sus hijos en lo físico y lo espiritual; esto incluía una disciplina estricta pero compasiva. Calvino escribió: “A menos que los hombres consideren a sus hijos como regalos de Dios, serán [padres] negligentes y estarán poco dispuestos a proveer para su sustento” (citado en Pitkin, pág. 171).

La Afirmación del Valor de los Niños en la Historia de la Iglesia de Dios de la ProfecíaDesde sus inicios, la Iglesia de Dios de la Profecía ha tenido en alta estima a los niños. Ya para 1906 se pueden encontrar discusiones sobre el discipulado infantil en una Asamblea oficial. Estos primeros diálogos solían incluir discusiones sobre la Escuela Dominical o algún otro [ministerio] auxiliar. Pero a partir del contexto, es evidente que los niños eran el enfoque principal:

Estamos a favor de este servicio importante como un medio para enseñar a los niños a reverenciar la Palabra de Dios y la casa de adoración, y también para elevar la moral de la comunidad. Por lo tanto, le parece bien a esta Asamblea recomendar, aconsejar y exhortar a cada iglesia local a que celebre la Escuela Dominical cada domingo, durante todo el año.14

A medida que la iglesia se expandía rápidamente, también ampliaba sus ideas y conceptos con respecto a los niños. Aunque la Iglesia de Dios de la Profecía estaba echando raíces en las áreas rurales del sudeste de los Estados Unidos, durante un tiempo en que la cultura de esa región creía que los niños requerían muy poca atención, la iglesia se encontraba en oposición a la norma cultural. Un buen ejemplo del desarrollo de este concepto se encuentra en un sermón de A. J. Lawson. Su sermón, pronunciado ante la Asamblea de 1912, es notable por sus ideas progresivas sobre los niños en la Escuela Dominical, a la cual compara con un vivero lleno de plantas jóvenes y tiernas. Tal vez, sus declaraciones más sorprendentes son aquellas en las cuales critica la “idea superficial” de que se ha alcanzado una meta adecuada si se logra hacer que los niños tomen asiento y se queden quietos para

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oír la lección. Él ve en los niños lo mejor de una semilla valiosa, la cual, si se le da la atención debida, llegará a ser una gran cosecha. A continuación presentamos una cita de su discurso:

Comenzaré con una pregunta. ¿Qué relación tiene la Escuela Dominical con la iglesia? Es el “vivero” de la iglesia. Nunca me había dado cuenta de la necesidad de un “vivero” hasta que visité una gran floristería. El encargado de la misma me dijo que a los frutos se les saca las semillas, para luego sembrarlas. Ellos dependen de la germinación para obtener el fruto. Desde entonces, he pensado que debemos traer a la Escuela Dominical todo el “material” que podamos encontrar, sin importar lo que sean, y [luego] veremos si no podemos formar a hombres y mujeres firmes de carácter limpio y puro para Cristo. En unos pocos años, la iglesia buscará a nuevos miembros de entre las filas de la Escuela Dominical. Los maestros no están prestando atención suficiente a la salvación de sus pupilos. Se piensa que todo andará bien siempre y cuando la clase tenga a una persona delante de ella, y los niños no se comporten demasiado mal. Tal idea, sin embargo, es de carácter equivocado. El maestro tiene en sus manos las vidas de niños y niñas, los cuales se sentarán un día en los sitiales de autoridad, y la vida en el más allá depende mayormente del entrenamiento [recibido] en la Escuela Dominical.15

A partir de ese momento, se le dio mucho énfasis e impulso a las escuelas dominicales como un medio para alcanzar a los niños. Apenas un año después de esto —en la Asamblea de 1913—, la iglesia comenzó a sentir una gran carga y se sometió al Espíritu Santo, lo cual produjo gemidos, lágrimas y oraciones por el alcance a los niños. La iglesia oficial quería una Escuela Dominical en cada pueblo.

Tras estos primeros años, la Iglesia de Dios creó y propuso muchas maneras de alcanzar a los niños con el evangelio de Jesucristo. Se crearon y promovieron programas tales como “Matrícula Infantil”, “Banda de Espigadores”, “Escuelas Bíblicas de Vacaciones”, “Banda de Líderes Victoriosos” y los campamentos de jóvenes. Los niños se sintieron animados y esperaban recibir las plenas bendiciones de Dios.

En la [segunda] epístola de Pablo a Timoteo hay una clara indicación de la importancia de criar a los hijos en la fe. Cuando el padre espiritual de Timoteo habla de la fe “la cual residió primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice” (2 Timoteo 1:5, RVA 1909), hace una clara alusión a los beneficios de exponer a los niños [al temor de] Dios desde una temprana edad. En muchas áreas de la IDP, hemos tenido una maravillosa tradición de criar y formar a los niños en Jesucristo. Muchos de nuestros más grandes líderes son el producto del gran valor que hemos atribuido a los niños en nuestra comunidad de fe. Gracias a Dios, tenemos una robusta tradición de ministrar a los niños y reconocer el valor de ellos. Sin embargo, para ser sinceros, tenemos que reconocer que no hemos tenido la misma diligencia en tiempos recientes. Por lo tanto, tenemos que seguir fomentando una mayor conciencia del discipulado intencional y de la necesidad de proveer mejores instalaciones y ministros para los niños. Además, debemos proveer un entorno y actitud de aceptación que reconozca el inmensurable valor de los niños para Dios, para nuestras familias, para esta iglesia, y para nuestras comunidades.

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El Testimonio de la Praxis

La Presencia y Obra de Dios: Concepción, Infancia y Presentación de NiñosLa concepción no es solamente el comienzo de la vida física de un niño, sino que también es el comienzo de su vida espiritual. A través de las Escrituras nos encontramos con ejemplos de esta verdad. El Señor dijo a Jeremías: “Antes que te formase en el vientre te conocí, y antes que salieses de la matriz te santifiqué” (Jeremías 1:5, RVA 1909). Y David declara: “Mi embrión vieron tus ojos, y en tu libro estaban escritas todas aquellas cosas que fueron luego formadas, sin faltar una de ellas” (Salmo 139:16, RVA 1909). Isaías 49:1 (RVA 1909) dice: “Jehová me llamó desde el vientre; desde las entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria”. A partir de estos versículos bíblicos, entendemos que Dios está presente y que está obrando aun desde antes del nacimiento de un niño. Por causa de este concepto bíblico, la iglesia puede proclamar el valor, y proteger la vida, de los que están por nacer.

La infancia es un tiempo para que los padres y el infante desarrollen una relación de confianza. Tal relación se desarrolla mediante caricias, tono de voz cariñoso y reacciones apropiadas y oportunas a las necesidades físicas del infante. Una sólida relación entre el infante y sus padres establece el fundamento para todas las relaciones [interpersonales] futuras. A medida que los padres desarrollan esta relación de confianza al saciar las necesidades físicas del niño, también deben prestar atención a su desarrollo espiritual.

La iglesia también tiene un rol importante que desempeñar durante la infancia. Ella le provee apoyo y guianza a los padres de infantes y niños pequeños. Ella declara el amor de Dios por el infante al proveer un entorno seguro y amoroso en el cual se sacian sus necesidades y se enseñan —mediante métodos apropiados para su edad— las verdades fundamentales sobre quién es Dios.

La presentación de infantes o niños refleja el compromiso de los padres para con el desarrollo espiritual del niño. Es una ceremonia en la cual los padres creyentes, y a veces las familias enteras, se comprometen delante del Señor a sujetar a un niño a la voluntad de Dios, y a criarlo en conformidad con la Palabra de Dios y Sus caminos. Aunque la dedicación de niños no sea un mandato bíblico, sí podemos ver un ejemplo en la dedicación del niño Samuel por parte de su madre Ana. Ella, de manera intencionada, devolvió su hijo al Señor, en cumplimiento de un voto que hizo mientras oraba en el tabernáculo (1 Samuel 1:11). Las palabras dichas por Ana, cuando trajo su hijo al sacerdote Elí, expresan aquello lo cual debe ser el deseo sincero de los padres creyentes. “Por este niño oraba, y Jehová me dió lo que le pedí. Yo pues le vuelvo también á Jehová: todos los días que viviere, será de Jehová” (1 Samuel 1:27, 28, RVA 1909). La presentación de niños o infantes consiste en un compromiso que los padres contraen, delante de la comunidad de fe, de aceptar su responsabilidad bíblica de amar a Dios, guardar Sus mandamientos en sus corazones, y enseñarlos a sus hijos por medio de la instrucción y ejemplo diarios (Deuteronomio 6:4-7).

La presentación de niños también permite que la comunidad de fe cumpla con su compromiso y responsabilidad para con el niño. Existen pasajes del Antiguo y del Nuevo Testamento que nos ayudan a entender que la comunidad de fe (la iglesia local) debe rodear la familia y darle amor, apoyo y guianza. La comunidad de fe tiene la responsabilidad de contar a la generación venidera (infantes,

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niños y jóvenes) las obras de Dios (Salmo 78:4). Tiene la responsabilidad de ayudar a los niños a alcanzar la madurez espiritual (Efesios 4:12, 13). Y también tiene la responsabilidad de preparar a los padres para la obra del servicio al cual Dios los haya asignado, a fin de criar a sus hijos en la disciplina y amonestación del Señor (Efesios 4:12; 6:4).

La presentación de niños no garantiza su salvación. Un infante no tiene la capacidad de entender lo que significan el pecado, el perdón y el sacrificio que el Salvador hizo por nosotros, ni lo que significa tener una relación personal con Jesucristo. La presentación de niños representa un compromiso que contraen la familia del infante y la congregación. No es una decisión tomada por el infante; y por lo tanto, no se puede considerar como una consecuencia de la salvación. Sólo cuando el niño comprenda que él/ella es un pecador, admita voluntariamente su pecaminosidad, y crea en Jesús como su Salvador, podrá ser bautizado como testimonio de su decisión personal de seguir a Cristo.

El embarazo, el nacimiento y la infancia son ocasiones importantes en las cuales la iglesia local puede afianzar el valor de los niños y confirmar la obra de Dios en sus vidas. Este concepto de la presencia y obra de Dios en la vida de los que aún no han nacido, y de los infantes, hace lo siguiente:

Provee un fundamento bíblico para que la iglesia proclame y proteja el valor y la vida de los que aún no han nacido.

Ofrece a los padres, mediante el proceso de presentación del niño, la oportunidad de comprender y aceptar su responsabilidad bíblica (Deuteronomio 6:4-9; Efesios 6:4), y comprometerse públicamente a cumplir con esa responsabilidad.

Ofrece a la iglesia la oportunidad de celebrar la vida y comprometerse públicamente a juntar esfuerzos con los padres para cultivar la fe [presente] en el alma de cada niño.

Manda a la iglesia a cumplir con su rol de preparar a las familias cristianas para la “obra del ministerio” que Dios tiene para ellos, esto es, la formación espiritual de sus hijos (Efesios 2:10; 4:12; 6:4). La iglesia acepta la responsabilidad bíblica de proveer orientación, herramientas de crianza pertinentes, y un sistema de apoyo relacional a las familias que están por tener hijos y las que están por adoptar, al igual que para las familias con niños pequeños.

Manda a la iglesia a que afirme el valor y la vida espiritual de los infantes y los niños pequeños mediante la provisión de la instrucción bíblica [que sea] apropiada para su edad, efectuada en un entorno amoroso y seguro.

La Respuesta del Niño

SalvaciónDios desea [tener] una relación con cada niño, y está llamando a todos los niños. Aun los niños que no hayan sido expuestos a la enseñanza bíblica pueden percibir la presencia y el amor de Dios mediante la creación (Salmo 19:1-3), las circunstancias y las relaciones [interpersonales].

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¿Puede un niño ser salvo? Un paso importante al responder a la presencia y obra de Dios es la confesión de pecado y el arrepentimiento que trae salvación. Algunos individuos cuestionan el que un niño pueda ser salvado. Dudan que un niño tenga la capacidad intelectual o comprensión espiritual para entender las verdades bíblicas de la salvación. ¿Cuál es el requisito para ser salvo? En Mateo 18:6 (RVA 1909), Jesús describe a los niños como “estos pequeños que creen en mí”. Cuando el carcelero de Filipos le preguntó a Pablo y a Silas: “Señores, ¿qué es menester que yo haga para ser salvo?”, Pablo le contestó: “Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo tú, y tu casa” (Hechos 16:30, 31, RVA 1909). De acuerdo con este versículo, y otros tales como Juan 3:16, el requisito para ser salvos de nuestros pecados es creer en Jesús. Si los niños pueden creer (Mateo 18:6), entonces quiere decir que los niños pueden ser salvos.

¿Por qué necesitan ser salvos los niños? Romanos 3:23 confirma que todos somos pecadores, incluso los niños. Los niños han heredado una naturaleza pecaminosa debido a la desobediencia de Adán (Romanos 5:12). Por causa de la naturaleza pecaminosa, los individuos —incluidos los niños—, realizan actos pecaminosos.

¿Cómo puede un niño ser salvo? Las Escrituras nos enseñan que, cuando cobramos consciencia de nuestra pecaminosidad, tenemos que responder correctamente (Hechos 2:37; 16:30). El arrepentimiento es la respuesta correcta del niño tras percibir su pecaminosidad consciente y deliberada. El arrepentimiento precede al cambio del corazón y del estilo de vida. Los niños pueden confesar sus pecados a Dios. A fin de poner el fundamento bíblico que capacite al niño para responder apropiadamente tras cobrar conciencia del pecado, debemos enseñar las siguientes verdades bíblicas:

Quién es Dios, incluidos la santidad de Dios y el amor de Dios

La naturaleza del pecado y la necesidad de un Salvador

La provisión hecha por la muerte de Cristo en la cruz

La respuesta que el niño debe dar

La seguridad de la salvación

Experimentar una Vida SantificadaLa palabra griega para ‘santificar’ es hagiazo, la cual significa ‘separar’ o ‘apartar’. A través de la Biblia, especialmente en el Antiguo Testamento, las personas, los lugares y los objetos eran apartados por Dios con el fin de que Sus propósitos fuesen logrados. Los niños que creen son también “apartados” mediante la santificación. (Véase, en la sección “El Testimonio de la Biblia”, la subsección titulada “Los Niños [son] Apartados”).

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Aunque sean “apartados” por medio de la santificación, los niños siguen experimentando unalucha interior. Es una lucha entre su naturaleza dirigida por el Espíritu (la cual quiere agradar a Dios) y su naturaleza egocéntrica (la cual quiere hacer lo que le resulte [simplemente] placentero). Pablo entendía este conflicto, y lo describió en Gálatas 5:17 (RVA 1909) de la siguiente manera:

Porque la carne codicia contra el Espíritu, y el Espíritu contra la carne: y estas cosas se oponen la una á la otra, para que no hagáis lo que quisieres.

Este conflicto interior puede ser perjudicial para los niños creyentes. La lucha contra el pecado puede hacerles dudar de su salvación y de su capacidad de vivir vidas que sean agradables a Dios. Para que los niños puedan experimentar la vida cristiana victoriosa y llegar a ser plenamente maduros, tienen que comprender el papel que desempeñan en la santificación y participar plenamente en el proceso de santificación.

Aunque la santificación sea una obra que Dios realiza continuamente en el corazón del niño, el niño tiene la responsabilidad de poner de su parte en el proceso de santificación. El niño creyente tiene que aprender a entregar su voluntad a Dios para que Él tenga el señorío sobre las áreas particulares de su vida. Mediante la oración de arrepentimiento, los niños pueden limpiarse de los pensamientos, deseos, actitudes y actos pecaminosos. Los niños pueden colaborar con Dios en el proceso del crecimiento espiritual al participar de las disciplinas espirituales tales como la oración, la lectura de la Palabra de Dios, la adoración, el servicio, el ayuno, los retiros, etc.

Los niños pueden aprender qué es la tentación y cómo responder a la misma. Los niños pueden aprender por qué a veces “ceden” a la tentación. Se pueden usar estas experiencias para ayudarlos a entender, confesar y apartarse de los malos deseos que pudieran sentir en el corazón. Los niños pueden aprender a responder correctamente a la tentación, y también puedenaprender a responder correctamente cuando pecan.

Vivir una Vida Llena del EspírituLos niños que creen pueden vivir una vida llena del Espíritu. Cada niño que cree tiene la presencia del Espíritu Santo en su vida. Cuando un niño acepta a Jesucristo como su Salvador y recibe de Dios el regalo de la salvación, el Espíritu Santo viene a morar en su vida. (Los pasajes bíblicos que confirman esta verdad incluyen los siguientes: Romanos 8:9; 1 Corintios 6:19; y 2 Timoteo 1:14.)

El Bautismo del Espíritu SantoJoel profetizó sobre el derramamiento del bautismo del Espíritu Santo, diciendo: “Y será que después de esto, derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros viejos soñarán sueños, y vuestros mancebos verán visiones” (Joel 2:28, 29, RVA 1909). Esta profecía, la cual se cumplió primeramente en el día de Pentecostés tras el regreso de Jesús al cielo, declara llanamente que el bautismo del Espíritu Santo es para todas las personas, incluidos los niños. Los padres, pastores y personas que ministran a los niños en la iglesia local deben preparar los corazones de éstos para que reciban el bautismo del Espíritu Santo.

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Los niños pueden entender las verdades sobre el bautismo del Espíritu Santo. Cuénteles historias bíblicas sobre la obra del Espíritu Santo y del bautismo del Espíritu Santo.

Cuénteles historias de niños que hayan recibido recientemente el bautismo del Espíritu Santo, e historias sobre la obra del Espíritu Santo en las vidas de los niños. Cree un entorno de alabanzas [a Dios] el cual permita que los niños se concentren en Dios y expresen libremente su adoración a Él.

El Espíritu Santo viene a nosotros cuando lo pedimos en fe. Aumente la fe de los niños al recordarles que Dios desea darles el bautismo del Espíritu Santo. Exhórtelos a que oren pidiendo el don del bautismo del Espíritu Santo. Use la ilustración bíblica de Lucas 11:9-13 para exhortarles a creer que Dios habrá de contestar esa petición.

Invite a los niños a recibir el don del bautismo del Espíritu Santo. A menudo el temor y la duda nos impiden que invitemos a los niños a que reciban el bautismo del Espíritu Santo. Tenemos miedo de que los niños no respondan, o de que no sepamos cómo orar con ellos, o de que los niños que sí respondan terminen decepcionados. No obstante, es Dios quien tiene la responsabilidad de bautizar a los niños en el Espíritu Santo. Como padres, pastores y ministros de niños, tenemos que poner de nuestra parte: enseñar las verdades bíblicas, crear un entorno de adoración y expectación, e invitar a los niños a recibir lo que Dios tiene preparado para ellos.

Experimentar la Vida Llena del EspírituLos niños pueden experimentar la vida llena del Espíritu tras examinar el fruto del Espíritu en sus vidas. La Palabra de Dios nos dice en Gálatas 5:22 que el Espíritu Santo produce el buen fruto en nuestras vidas. Los niños pueden colaborar con Dios al permitir que el fruto del Espíritu Santo germine en sus vidas.

Los niños pueden experimentar la vida llena del Espíritu a medida que reconozcan y ejerzan los dones espirituales que Dios les haya dado para que sirvan a los demás. Tenemos que:

Proveerles a los niños una gama de oportunidades diversas para que puedan comenzar a reconocer sus dones espirituales.

Asegurarnos de que estas oportunidades comiencen y terminen con oración, de manera que los niños entiendan que los dones espirituales sólo tienen eficacia si dependemos de la obra del Espíritu Santo a través nuestro.

La Respuesta de la Iglesia

DiscipuladoLas encuestas realizadas por varias instituciones cristianas de investigación revelan que la mayoría de los jóvenes adultos que asistieron a la iglesia en la niñez y la adolescencia ya no sirven a Cristo. Sus

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estilos de vida no reflejan un fuerte apego con la enseñanza bíblica. Tal parece que el ministerio de niños en la iglesia local se ha alejado de su propósito original: llevar a los niños a Cristo y ayudarlos a convertirse en discípulos maduros.16

ResponsabilidadPara que la iglesia pueda invertir esta tendencia, y desarrollar estrategias que discipulen eficazmente a los niños, tenemos primero que comprender y aceptar nuestra responsabilidad. Tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento contienen pasajes que claramente hacen recaer la responsabilidad del desarrollo espiritual de los niños no solamente en la familia, sino también en la comunidad de creyentes, o sea, la iglesia local.

El autor del Salmo 78 estaba instruyendo a la comunidad israelita cuando dijo: “Escucha, pueblo mío, mi ley” (v. 1, RVA 1909). Dijo además: “No las encubriremos á sus hijos (la comunidad israelita no encubrirá las leyes de Dios), contando á la generación venidera las alabanzas de Jehová, y su fortaleza, y sus maravillas que hizo” (v. 4, RVA 1909). ¿Cuál habría de ser el resultado de esto? “Para que lo sepa la generación venidera, y los hijos que nacerán; y los que se levantarán, lo cuenten á sus hijos” (v. 6, RVA 1909). El autor de Efesios describe la responsabilidad de la iglesia en cuanto al discipulado empleando frases tales como “para perfección de los santos, para la obra del ministerio”, “hasta que todos lleguemos á [...] la edad de la plenitud de Cristo”, y “crezcamos en todas cosas en [...] Cristo” (4:11-16, RVA 1909). A menudo inferimos que este pasaje se refiere al discipulado de los adultos y no de los niños. Sin embargo, en los capítulos 5 y 6 de la misma epístola, Pablo da instrucciones específicas a los maridos, las esposas, los padres, los hijos, los esclavos y los amos. La inclusión de los hijos en el discurso paulino indica claramente que Pablo consideraba que los niños eran miembros del cuerpo de Cristo, los cuales tienen necesidad de la instrucción espiritual y la disciplina.

TransformadoraLa iglesia no sólo debe hacerse responsable del desarrollo espiritual de los niños y los jóvenes, sino que también debe tener un conocimiento correcto sobre qué es el discipulado. A menudo la iglesia equipara el discipulado con el conocimiento bíblico. Los programas de niños se enfocan en aprender las historias de la Biblia y memorizar los datos y pasajes bíblicos. Aunque el conocimiento bíblico sea fundamental para el discipulado, la esencia del discipulado no es la información. Jesús no sólo nos pidió que enseñáramos todo lo que Él ha mandado, sino que también enseñáramos a la gente a guardar todo lo que Él ha mandado (Mateo 28:19). El resultado final del discipulado no es el mero conocimiento de todo lo que Jesús ha mandado, sino la obediencia a todo lo que nos ha mandado.

IntencionalCuando desarrollamos un plan de discipulado para los niños de nuestras congregaciones, debemos tener en cuenta el fin del mismo:

¿Qué queremos que los niños sepan?¿Qué queremos que los niños hagan?¿Qué queremos que los niños lleguen a ser?

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Para discipular eficazmente a los niños, se necesita tener tres elementos: la oración, la relación y el contenido. Estos elementos no deben aparecer al azar, sino que se deben implementar de manera intencional y estratégica.

OraciónA través de las Escrituras, entendemos que el discipulado transformador es [una] obra de Dios. Filipenses 1:6 (RVA 1909) dice: “Estando confiado de esto, que el que comenzó en vosotros la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Jesucristo”. Filipenses 2:13 (RVA 1909) dice: “Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad”.

Nuestra dependencia de Dios se demuestra siempre mediante la oración. Podemos ver esta dependencia en la persona de Jesús, cuando corrigió a Pedro durante Su última cena con los discípulos:

Dijo también el Señor: Simón, Simón, he aquí Satanás os ha pedido para zarandaros como á trigo; mas yo he rogado por ti que tu fe no falte: y tú, una vez vuelto, confirma á tus hermanos (Lucas 22:31, 32, RVA 1909).

Simón, Simón, mira que Satanás ha pedido zarandearlos a ustedes como si fueran trigo. Pero yo he orado por ti, para que no falle tu fe. Y tú, cuando te hayas vuelto a mí, fortalece a tus hermanos (Lucas 22:31, 32, NVI).

Los ministerios de discipulado eficaces nacen en la oración y son sustentados por la oración constante. Los individuos y los grupos de personas en la comunidad de fe son quienes oran por los niños. Estas oraciones son constantes y específicas. De esta manera se les enseña a los niños el valor de la oración, aprenden a orar, y toman parte activa en el ministerio de oración.

RelaciónLos ministerios de discipulado eficaces son los ministerios que enfatizan las relaciones. Jesús reconoció la poderosa influencia de una relación. Marcos 3:14 (RVA 1909) dice que Él escogió a doce hombres “para que estuviesen con él”. Ellos se convirtieron en discípulos en el contexto de una relación. Los niños nunca llegarán a ser Cristocéntricos únicamente por medio de programas y eventos, sino que también llegarán a ser verdaderos discípulos en el contexto de las relaciones. Reiteramos que los ministerios de discipulado eficaces tienen que planificar de manera estratégica a fin de desarrollar relaciones significativas entre el niño y su familia, la congregación y los ministros de niños.

ContenidoEl último elemento del discipulado es el contenido. Debemos examinar cuidadosamente el contenido que estamos enseñando a los niños porque su sistema de creencias se forma antes de que lleguen a la adolescencia. En el ministerio de niños tenemos la oportunidad de ayudarles a formar un sistema de creencias que esté en armonía con las verdades de la Palabra de Dios. ¿Cómo habremos de hacer esto?

Debemos ayudar a nuestros niños a obtener un conocimiento bíblico completo. Esto va más allá de poder contar una historia bíblica o recitar un versículo bíblico, pues es un conocimiento que incluye lo siguiente:

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Comprender las verdades bíblicas principales Memorizar versículos bíblicos que afirmen estos principios y provean ideas sobre cómo poner en práctica la verdad bíblica

Aplicar correctamente las verdades bíblicas a las situaciones de la vida, de manera que las respuestas del niño den honra a Dios

La capacidad de emplear la Biblia y las herramientas básicas de estudio bíblico para que el niño pueda estudiar la Palabra de Dios de manera independiente

Los Niños en el Ministerio“¿Qué pasaría si lográramos que los niños se animaran a poner su fe en práctica desde una edad más temprana? Quizás la generación venidera se levantaría con el concepto de que servir es simplemente un estilo de vida para el seguidor de Cristo”.17

A través del Antiguo y el Nuevo Testamento, podemos ver a niños que participan en el ministerio. Miriam veló por su hermano Moisés cuando era apenas un bebé. La muchacha israelita dio testimonio a su incrédulo amo Naamán, y éste llegó a recibir la sanidad. Josías, quien fue coronado rey a la edad de ocho años, trajo reformas religiosas a Israel. Un niño compartió su almuerzo, lo cual permitió que cinco mil personas fuesen alimentadas. Los niños en el templo reconocieron a Jesús como el Hijo de Dios, y exclamaron Sus alabanzas.

El ejemplo bíblico más importante de los niños en el ministerio es, tal vez, el caso del servicio de Samuel en el tabernáculo. Las Escrituras nos dicen que Samuel ministró delante del Señor, y desde niño llevaba puesto un efod de lino (1 Samuel 2:18). Los primeros capítulos de 1 Samuel nos dicen también que Samuel encendía las lámparas y abría las puertas del tabernáculo (1 Samuel 3:15).

El ministerio de Samuel nos ayuda a entender que los niños pueden servir a Dios de manerapráctica. Así como Samuel encendía las lámparas y abría las puertas del tabernáculo, así también los niños en nuestras iglesias locales pueden saludar a los visitantes, servir de ujieres, cuidar de los niños más pequeños (con la debida supervisión de un adulto), ayudar con los deberes de limpieza y mantenimiento, servir en grupos encargados de asuntos tecnológicas, y mucho más. Sin embargo, los niños también pueden ministrar delante del Señor, así como lo hizo Samuel. Con un adiestramiento inspirador y práctico, los niños pueden llegar a ser poderosos intercesores, testigos y adoradores. A medida que ellos ministran delante del Señor, podemos ayudarlos a identificar y desarrollar sus dones espirituales, dones tales como dar, presidir, enseñar, pastorear, evangelizar, sanar, y mucho más.

Estadísticamente hablando, es cierto que muchos niños deciden abandonar la iglesia cuando llegan a ser adultos jóvenes. En cambio, ¿qué pasaría si los hiciéramos participar desde niños en la obra del reino? ¿Qué pasaría si los desafiáramos a descubrir y cumplir HOY el propósito de Dios para sus vidas? ¿Qué pasaría si los invitáramos a ministrar delante del Señor siendo aún niños?

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Si les enseñamos a participar en el ministerio, no solamente les estaremos permitiendo tener oportunidades para el crecimiento espiritual, sino también para identificar y desarrollar sus dones espirituales.

Recomendaciones

Nosotros recomendamos:

1. Que la Iglesia de Dios de la Profecía dé prioridad a esta faceta del ministerio en la declaración de visión y misión, de manera que cada iglesia local valorice a los niños y fomente el crecimiento espiritual de los tales.

2. Que cada iglesia local evalúe su perspectiva actual sobre los niños y el ministerio de niños, usando una herramienta de diagnóstico que la oficina del Ministerio Internacional de Niños haya puesto a su disposición.

3. Que cada iglesia local diseñe e implemente un modelo de ministerio que incluya la evangelización de los niños inconversos y el discipulado continuo de todos los niños.

4. Que cada pastor defienda la valía de los niños y del ministerio de niños, y que asuma un rol activo para asegurarse de que individuos cualificados dirijan el ministerio de niños.

5. Que cada iglesia local provea un entorno seguro mediante el uso de la Póliza [sic, “Política”] de Protección para Niños, Jóvenes y Trabajadores de la Iglesia de Dios de la Profecía.

6. Que cada iglesia local provea suficientes recursos (humanos, físicos y financieros) para respaldar un ministerio de niños eficaz.

7. Que cada iglesia local provea adiestramiento ministerial y desarrollo del liderazgo para aquéllos que ministren a los niños. Los recursos y eventos para ambos están disponibles por medio de la oficina del Ministerio Internacional de Niños.

8. Que cada iglesia local respalde, dé recursos y oriente a las familias, de manera que puedan alcanzar la meta de darle formación espiritual a sus hijos.

9. Que cada iglesia local sea sensible y receptiva a las familias diversas y destruidas. 10. Que cada iglesia local fomente un entorno que invite a los niños a ser salvos, vivir una vida

santa, y recibir el bautismo del Espíritu Santo.

11. Que se incorpore a los niños en la vida y adoración de la iglesia local.

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12. Que se instruya a los niños creyentes en el significado de los sacramentos (esto es, el bautismo y la Santa Cena) y se les dé la oportunidad de participar, bajo la dirección de los líderes de la iglesia y de los padres cristianos.

13. Que los dones espirituales de los niños sean reconocidos y desarrollados, de manera que estén preparados para una vida de servicio tanto ahora como en el futuro.

Respetuosamente sometido en oración y con agradecimiento a Dios,

Comité de Doctrina Bíblica y Gobierno de la Asamblea:

Wallace R. Pratt, Presidente

Elías Rodríguez, Secretario

Carswell Leonard, Asist. al Secretario

Daniel Chatham

James Kolawole

Tedroy Powell

Timothy McCaleb

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Bibliografía

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Notas al final

1 Santa Biblia, versión Reina-Valera Antigua (Salmo 8:4, 5).2 Ibíd. (Salmo 139:15, 16).3 Ibíd. (Salmo 24:1).4 Roy B. Zuck, Precious in His Sight: Childhood and Children in the Bible (Grand Rapids: Baker Books,

1996), pág. 82.5 Terrence E. Fretheim, “‘God Was With the Boy’ (Genesis 21:20): Children in the Book of Genesis,” in

The Child in the Bible, ed. Marcia J. Bunge (Grand Rapids: William B. Eerdmans Publishing Co., 2008), pág. 13.

6 Marcia J. Bunge, “Children, the Image of God, and Christology,” in Who is Jesus Christ for Us Today?: Pathways to Contemporary Christology, ed. Andreas Schuele and Günter Thomas (Louisville, KY: Westminster John Knox Press, 2009), págs. 167-174.

7 Ibíd., págs. 167-174.8 Warren Carter, “Matthew,” in the New Interpreter’s Study Bible: NRSV with the Apocrypha (Nashville:

Abingdon Press, 2003), pág. 1178.9 Gregorio de Nacianzo, Homilía sobre el Santo Bautismo [Homilía #40, párrafo 17], (año 388 d.C.).10 Ireneo, Contra las Herejías, Libro II, 22:4 (año 185 d.C.).11 Juan Crisóstomo (fragmento citado en Christian Reading, 1838, Parte 4, pág. 242).12 Ibíd.13 John Chrysostom, On Vainglory and The Right Way for Parents to Bring Up Their Children, trans.

Max Laistner (Ithaca, NY: Cornell University Press, 1951).14 Minutes of the Annual Assembly of the Churches of East Tennessee, North Georgia and Western North

Carolina, Held January 26 & 27 1906, at Camp Creek, N.C. [Minutas de la Asamblea Anual de las Iglesias del Este de Tenesí, del Norte de Georgia, y del Oeste de Carolina del Norte, Efectuada el 26 y 27 de enero de 1906, en Camp Creek, Carolina del Norte, en inglés solamente], pág. 8.

15 Minutes of the Seventh Assembly of the Churches of God, Held at Cleveland, Tenn., January 9-14, 1912 [Minutas de la Séptima Asamblea Anual de las Iglesias de Dios, Efectuada en Cleveland, Tenesí, los días 9-14 de enero de 1912, en inglés solamente], pág. 26, párrafos 3 y 4.

16 Ivy Beckwith, Postmodern Children’s Ministry (Grand Rapids: Zondervan, 2004), pág. 9-11.17 Jane Carr, “Equipping Children for Ministry,” in Nurturing Children’s Spirituality: Christian

Perspectives and Best Practices, ed. Holly Catterton Allen (Eugene, OR: Cascade Books, 2008), págs. 198, 199.

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Informe del Comité de Finanzas y Mayordomíaa la 98va Asamblea Internacional

I. Reconocimiento de parte de la ECFA (“Evangelical Council for Financial Accountability”)

El Concilio Evangélico para la Responsabilidad Financiera (ECFA, por sus siglas en inglés) es una agencia acreditadora que se dedica a ayudar a los ministerios cristianos a ganarse la confianza del público mediante la adhesión a los “Seven Standards of Responsible Stewardship™” [Los Siete Estándares de la Mayordomía Responsable, en inglés], los cuales se enfocan en el gobierno de las juntas directivas, la transparencia financiera, la integridad en la recaudación de fondos y el uso apropiado de los recursos benéficos.

En 2 Corintios 8:21, el apóstol Pablo declara llanamente lo que sirvió de motivo para fundar la ECFA y formular los “Siete Estándares de la Mayordomía Responsable™”: “Porque procuramos hacer lo correcto, no sólo delante del Señor sino también delante de los demás” (NVI).

Nos place informarles que la Iglesia de Dios de la Profecía continúa cumpliendo, desde la pasada Asamblea Internacional, con los criterios para reconocimiento por parte de la ECFA. El Director Ejecutivo de Finanzas y Administración de la Iglesia, Paul Holt, y todo el personal de finanzas merecen una palabra de encomio por su diligencia y sus esfuerzos por mantener esta acreditación.

II. Declaración de Reafirmación sobre la Compensación Pastoral

“El tesorero de la iglesia local deberá enviar el diez por ciento (10%) de todos los diezmos recibidos en la iglesia local mensualmente con el informe del tesorero a las Oficinas Internacionales (los Estados Unidos de América e Islas Vírgenes): todos los demás lugares deberán enviar sus informes a la oficina nacional/regional en su área respectiva, o comunicarse con su supervisor nacional para la información correcta” (Sistema Financiero Actual, pág. 76 de las Minutas de la 96ta Asamblea Internacional).

La compensación pastoral debe recibir la primera consideración del 90% de los diezmos que permanezcan en la iglesia local. El Comité Administrativo recomienda cada año un salario mínimo básico para los pastores, según hubiere fondos disponibles. Con esta cantidad no hay intención alguna de reflejar una compensación máxima, sino que es una base sobre la cual edificar. Además del salario básico, se deben considerar el seguro médico, la asistencia para la jubilación, la asistencia educacional y otros beneficios; y deben ser financiados por el 90% de los diezmos que permanezcan en la tesorería de la iglesia local.

En las iglesias locales donde no haya fondos disponibles para pagar el salario mínimo básico, el 90% de los diezmos que permanezcan en la iglesia local se designa como compensación pastoral hasta que se cumpla con el salario básico recomendado. No se debe infravalorar el rol importante de los pastores. En esta iglesia deseamos cuidar a los pastores.

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III. Ética Financiera

RAZÓN FUNDAMENTALVivir irreprochablemente debe ser nuestro objetivo en cada aspecto de la vida cristiana. En el cuerpo de Cristo, nos esforzamos por servir con el más alto grado de ética. Es obligatorio tener responsabilidad financiera en todos los niveles.

La conducta de los individuos que reciben la responsabilidad de manejar las finanzas de la iglesia tiene un efecto directo sobre la reputación y el nivel de confianza de ese cuerpo particular. Y también afecta el nivel de confianza que los individuos tienen al dar sus ofrendas. Una buena reputación se construye de manera constante al desempeñar las responsabilidades de uno con competencia, confidencialidad apropiada e integridad. Debemos tener el compromiso de mantener los estándares más altos de la responsabilidad financiera.

Reconocemos la dificultad que a veces tenemos de encontrar a una persona que esté cualificada y dispuesta a asumir la responsabilidad de tesorero de la iglesia. Por cuanto es un cargo que debe estar lleno, a veces puede parecer que no hay otra alternativa sino la de nombrar al pastor, a su cónyuge, o a otro miembro de la familia pastoral para que ocupe este cargo. Aunque esto se haga con la mejor de las intenciones, tal decisión pone al pastor y su familia en una posición vulnerable.

RECOMENDACIÓNPara la protección de la familia pastoral/ministerial, y para evitar un posible conflicto de interés, y en aras de la integridad fiscal, los pastores o miembros de la familia pastoral no deben servir como tesoreros del cuerpo ministerial al cual estén sirviendo. (Esto también aplica a los niveles estatal/regional/nacional del ministerio).

En circunstancias extremas, donde no parezca haber ninguna otra opción, el supervisor estatal/regional/nacional deberá conceder la aprobación. Para los estados/regiones/naciones, la aprobación deberá ser concedida por el respectivo presbítero general.

Respetuosamente sometido,

Obispo Tim Coalter, PresidenteObispo Jay CroyleObispo Franklin FergusonObispo H. Wayne HallObispo George McLaughlinLonda Richardson, Secretaria de ActasObispo Jesse YáñezAngie Zamora

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