a1_textos sobre unamuno
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8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno
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Primera edición en E l Libro de Bolsillo : 1977
Sexta reimpresión en E l Libro de Bolsillo : 1996
Reservados todos los
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y
selección: José María
Valverde
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1995,1996
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Lavel, S. A., Pol.
Ind.
L os
Llanos
C/ Gran Canaria, 12. Humanes (Madrid)
Printed
in Spain
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB
i
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Introducción
zyxwvutsrqponml
Lo
primero que hay que aprender es
a leer.
(Miguel
de Unamuno.)
Cada día
somos
más, seguramente, los que considera
mos la poesía de Unamuno como lo mejor y más dura
dero de su obra, pero, para la
inmensa mayoría, todavía
la
región
en verso de la
producción
unamuniana sigue
pareciendo, como pareció al principio, una vertiente de
valor secundario, una especie de
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcba
hobby si es que no
una debilidad de
aquel
recio pensador vasco —el
«pelo-
tari en
P atmos» ,
que dijo
Rubén Dar ío— .
Eso ocurre,
ante
todo, por la razón
general
de que casi
nadie
sah
leer versos,
por
ineducación
del
oído,
de la voz y de
la memoria sonora; pero
también
tiene razones indivi
duales, no sin relación con un hecho
aparentemente
anec
dótico, el hecho de que Unamuno fuera un poeta tardío:
Y o apenas escribí versos hasta pasar de los rrin»« «%y¡ y la
mayoría
de ellos, la casi totalidad,
después
de traspuestos loic ua -
7
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José María Valverde
xenta [...]. Son poesías de otoño, no de primayera. (Carta a Zo-
rrilla de San Martín,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA2-X1-1906.)
Pareció
frivolidad
que un
personaje
tan maduro y gra
ve (más que por sus cuarenta y tres
años
al publicar su
primer libro
de versos, por ser Rector de la Universidad
de Salamanca desde hacía tiempo, autor de densos libros
filosóficos, y
sabio
conocedor del griego y de raras lite
raturas
extranjeras), se empeñara en serzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBtambién poeta,
y, lo que es más
grave,
con una forma sonora poco al
uso. Pues ocurría, en efecto,
algo
que al lector actual
apenas
le importará,
dada
la sordera con que manejamos
hoy
la letra impresa: en aquellos tiempos la gente
tenía
más oído
que ahora para el verso —cualquier estudiante
sabía hacer versos medidos y rimados a su novia—, y
la poesía de Unamuno no se ajustaba a las formas sono
ras
vigentes —para
la mayoría, las de Zorrilla, y Cam
poamor;
para
la minoría, las
novedosas
de Rubén Darío,
de injerto francés sobre el árbol tradicional: pero aquí
no
tenemos
espacio para
un
análisis técnico
de
esta cues
t ión — . Por tanto, se decretó en redondo que
aquella
poesía,
tan densa de fondo, no
tenía
forma, sin adver
tir
que sí
tenía
su propio sistema formal e incluso un
exceso de forma, pero, organizada desde_hases insólitas:
un determinado Siglo de Oro (Fray Lnjs, Queyeclp. pero
no Garcilaso ni Góngora , pécqner. eso sí, como padre
común, y aun Campoamor, pero, más aún, dos tradicio
nes
extranjeras
decimonónicas
desconocidas
en E spaña:
la italiana de Leopardi y Carduccyy. la
inglesa
de Gray.
Coleridge, WJ^ds^uorrly.
Browning...
(Más
adelante,
después
de haberse opuesto inicialmente al modernismo
rubeniano, Unamuno
aprendería
su
lección .
La
cuestión
se solventaba sólo cuando era el propio poeta quien leía
en voz alta sus versos:
«dicen
que cuando yo los leo,
parecen otra cosa», escribía a Carlos Vaz Ferreira en
1907.
La
validez de este sistema personal en la forma
poé-
tica —de ritmicidad excesiva
para
los hábitos del cas
tellano central— no la apreció entonces nada más que
Introducción
9
Rubén Darío, precisamente el maestro del estilo moder
nista contra el que venía a enfrentarse el ya encanecido
poeta novel, catedrático de Salamanca. Es famosa la
carta de
Rubén
(5 sept. 1907), homenaje al
recién
pu
blicado poeta y reproche a su maledicencia: hablando de
Rubén Darío,
Unamuno
había
calificado su
poesía
como
«demasiado gaseosa, a la americana», y había dicho que
se le veían todavía las plumas del
indio
por debajo del
sombrero. E l
nicaragüense
empieza por reprochar al vas
co que no le haya enviado el libro,
muchas
de
cuyas
composiciones ya había recibido manuscritas, y,
tras
de
defender noblemente su persona, con plumas indias y
todo, sigue:
Y
luego, yo soy uno de los pocos que han visto en usted al
:ta. Que le ofrezcan a usted del sabio y del profesor, no me
ext r aña. . . Mas ¿quién ha de ver en un nombre tal el don de
¡poesía
sino los poetas?
E l
año siguiente, Rubén Darío publicó en «La Na
ción»,
de Buenos Aires, un
artículo
que
sigue
siendo
el homenaje básico a la poesía de Unamuno —quien lo
recogería, un poco fuera de sazón, como prólogo a su
Teresa, en
1924
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPON
.
Allí decía, entre otras cosas:
¿Cómo; este hombre que escribe tan extrañas paradojas, este
hombre a quien llaman sabio, este hombre que sabe griego, que
sabe una media docena de idiomas, que ha aprendido solo el sueco
y que sabe hacer incomparables pajaritas de papel, quiere también
ser poeta? L os verdugos del encasillado, los que no ven que un
hombre sirva sino para una cosa, estaban furiosos. / Y cuando
manifesté delante de algunos que, a mi entender, Miguel de Una-
muno es átate todo un poeta y quizá sólo eso, se me miró con ex-
. trañeza
[.. .] Y a sé que muchos observan: ¿ Y sus versos, y la
forma de sus versos?
Para
mí
_esa
es una de las manifestaciones
de su inconfundible indivjdualidaoS-J...] E n Unamuno se ve la
necesidad
que urge al^^dma del verdadero poeta, de expresarse
rítmicamente,
de
decir'
sus pensares y
¡sentires
de modo musical.
Y
en esto hay diferentes maneras, según las dotes líricas del indi
viduo; y no porque
1
una música no se'parezca a la del autor por
nosotros preferido, hemos de concluir que no es buena [... ] Una
frecuentación concienzuda de los clásicos de todas las lenguas ha
dado a la expresión poética de Miguel de Unamuno cierta rigidez,
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José María Valverde
que hay
quienes suponen dificultad,
en la expresión rítmica de su
palabra [.. .] Lo que resalta en este caso es la necesidad del
canto...
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB
Pese al aplauso de
Rubén Darío,
no fue Unamuno
considerado primariamente como poeta en aquellos
años.
E l máximo devoto unamuniano, Antonio Macha
do, le escribe haber llorado con uno de sus poemas
y
haber perdido varios ejemplares dezyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
E l Cristo de
V eláz-
quez a fuerza de prestarlos, pero su devoción databa de
antes
de que el pensador vasco se mostrara poeta. Y ni
que decir tiene que la sazón vanguardista que tendría
su año epónimo en
1927
no era muy propicia para va
lorar a un poeta tan filosófico y tan poco refinado como
don
Miguel:
hubo que esperar a que entrara la siguien
te y agitada década para que Jorge Guillen pudiera res
catar al ya anciano poeta —en la revista
L os
Cuatro
V ientos,
e incurriendo por ello en la excomunión del ce
loso J. R. J .— . E l pleno magisterio de Unamuno como
poeta se dio en la
promoción
que
alboreó
en
vísperas
de
_19-3.6u—
sobre
todo, Lui&_Rosales, los .hermanos Pa-
ne«?,.Xiais^eUpe_JViyancQ
i
-.—- Este último sería quien,
venciendo las suspicacias del clima
hiperortodoxo
de en
tonces, publicaría en 1942 la grandiosa
Antología
que
nos hizo ser ardientemente unamunianos a La mayoría
de los
alevines
líricos que asomamos a
flote
baria
1945.
Incluso, poco después, se produjo el curioso hecho, hoy
mal recordado, de que la^rimerâ po^sJa^ocial» —Euge
nio de Nora, Blas de Otero, y
otros;
dejando a un lado
a
Celaya
para que él mismo hable algún día de su una-
munismo—,
se hiciera precisamente con acento unamu
niano. Pero luego Unamuno es. ignorado por la sucesi-
v^^la^nj^«p^s^^s^cial» —pongamos, de G il de Bied-
ma a
Vázquez Montalbán— , y .̂aún..má.s
^4>Qr
-la-po.ste-..
rior reacción estetizante de los un día-llamados «novísi-
jnos» ̂ Tal vez, sin embargo, se inicia ya otra etapa en
que la poesía de Unamuno vuelva a resonar de lleno
en los poetas: probablemente, en una perspectiva
tem
poral
que será la de verle como el gran poeta «mayor»
ntroducción
11
rezagado que
habría debido
florecer a
fines c e siplo
zyxwvutsrqponX T X
—casi al lado del Clarín de L a Regenta y del mejor Gal-
d Ó S
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDC
; O, si se prefiere, el poeta a__rpedin ra
mino
-entre
Bécquer yAntonio,Machado.
Pues
la machadiana «plas
ticidad
del pasado» nos permite
enderezar
y corregir
nuestra propia
tradición:
en
todo
caso,
la
poesía
de Una
muno,
después que Bécquer templó el arpa, fue la que
introdujo la voz enteriza y honda que pregunta por el
destino último del hombre —de su persona, de su carne
y de su
mundo—.
Así, las anteriores consideraciones formales e históri
cas nos han llevado al
umbral
de la gran cuestión de la
>esía
dé Unamuno: su valor y su peculiar papel dentro
'e la aventura del espíritu de su autor. Y aquí es donde
ncontraremos nuestra mejor razón para poner su poesía
~r encima de su prosa (en especial de la de
ideas,
ya
ue su prosa narrativa está a medio camino entre su
zyxwvutsrqponmlkj
poética
y su voz de articulista).
¿Por
qué Unamu-
.o, en su madurez vital y literaria, se entrega intensa-
lente a la poesía, dándole la primacía en la expresión
^e su persona e insistiendo en ser ante
todo
poeta, aun-
~ue su público se resistiera a reconocerlo así? Porque/
Unamuno -—pensamos— encontró en la poesía una'
auténtica vía de redención, el antídoto contra el vene-/
no de su alma, que no era tanto el
exceso
de raciona- ¡
lidad contra el que suele clamar, cuanto el exceso de<
«Yo», su autoposesión egolátrica. Es sabido que
Unamu-i
no abandonó su socialismo
juvenil
con el pretexto de
que «primero» tenía que
aclararse
sobre si el hombre
es
inmortal
o no, porque, de no serlo, una sociedad feliz
no haría sino aumentar el dolor de la aniquilación. Con
eso, a
pesar
de los E vangelios que siempre
releía
en el
original
griego, no supo reconocer que, en su búsquedaj
agónica de un
Dios
garantizador de su inmortalidad ení
cuerpo y alma, iba contra la naturaleza misma de la fe
que anhelaba, al poner «primero» la búsqueda intelec-1
tual
y dejar para luego el amor, un amor —además—
en que no
cabe admitir
fronteras ni conflictos entre el
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José María Valverde
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
\amor a Dios y el amor al
prójimo.
Más brevemente: se-
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
gún
esos
E vangelios, para
ganar
el alma propia hay que
empezar por perderla —perder la vida para Dios y los
además—.
Y el egotismo contra el que
luchó
toda su vida
'ÍUnamuno le dominaba más cuando
escribía
en prosa:
su
expresión
formal era ese
típico
estilo del
artículo
pe
riodístico
unamuniano, a la vez
neoclásico
y «a la pata
la
llana»,
vociferante y disperso en
paradojas verbales
y ganas de llevar la contraria; en verso, en cambio, Una
muno entraba en una vía
saludable, dejándose,
dominan
por
unos imperativos formales más ajenos _a_m
_¿
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José María Valverde
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDC
verso [... ] Quiero hacer una cosa cristiana, bíblica
y... española.» (Carta de
28-VII-1913.)
E s intere
sante anotar,
a
efectos
de
paralelismo
de
expresión,
que Unamuno leyó con entusiasmo loszyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBV ersos libres
de
José Martí
cuando empezaba,
o iba a
empezar,
este poema.
ANDANZAS Y VISIONES ESPAÑOLAS (1922.
Renacimiento,
Madrid;
el prólogo está
fechado
en 1920).
La
mayor parte
de las
piezas
que
com
ponen el libro son crónicas en prosa, pero lo encabe
zan cuatro sonetos —de los que figuran dos aquí—
y
lo
termina
un
grupo
de
ocho poemas
— la mitad
de ellos impresos con los versos seguidos, como
prosa—.
RIMAS DE DENTRO (1923; colección privada «Li
bros para
amigos»,
editada por
José María
de
Cossío,
Valladolid). Contiene veinte poesías, fechadas
en-
tre 1908 y 1910.
TERESA (RIMAS D E U N
POETA DESCONOCI
D O , PRESENTADAS
Y
PRESENTADO PO R MI
GUEL D E UNAMUNO) (192 4; Renacimiento, Ma
drid). Lleva por delante el artículo de Rubén Da
río,
de 1909
sobre Poesías (1907),
de
Unamuno;
después una larga
Presentación
en que Unamuno
ofrece esas «rimas» como
escritas
por un joven poe
ta amigo suyo
que
habría muerto
de
amor
por su
novia, Teresa, muerta
de
tuberculosis. Esta Presen-
tación
contiene
algunas
poesías que Unamuno da di
rectamente como
suyas,
lo que
ocurre
también
en
las Notas finales —así,
la
composición H an vuelto
los
vencejos
que incluimos aquí—. Unamuno ofre
ce los versos de
este
«apócrifo» como expresión de
un «ex-futuro» suyo, algo que pudo haber sido
y no
fue, en su propia vida: quizá, también, sublimación
de algún platónico episodio sentimental en su ma-
durez.
ntroducción
15
- DE FUERTEVENTURA A PARIS (DIARIO I N T I
MO DE CONFINAMIENTO Y DESTIERRO VER
T I D O E N
SONETOS)
(1925, París, E xcelsior).
Consta
de 103
sonetos, muchos
de
ellos seguidos por
una breve
anotación
en
prosa,
a
veces
aclarando
y
agravando sus ataques personales — en algún caso,
la edición de
Obras completas
ha
omitido
cautamen
te
esa anotación—.
Como
es
sabido, Unamuno
fue
desterrado
a
Fuerteventura por
el
Dictador General
Primo de Rivera — luego, se le privó de la cátedra,
por
estar ausente
de ella— . E l 10 de marzo de 1924,
Unamuno
escribe el primer soneto, aún en Salaman
ca;
al
conocer
la
orden
de
destierro;
el 9 de
julio
de
ese
año
se
evade
de la
isla
en un
yate francés
—a
bordo
del cual escribe los sonetos L V y L V I — ;
al llegar a París
sabe
que se le ha concedido un in
dulto,
que
rechaza. E n París escribe
el
resto
de los
sonetos, hasta diciembre
de ese
mismo año. Después
se traslada a Hendaya, para vivir mirando su tierra
vasca
desde
el
lado
francés.
ROMANCERO D E L DESTIERRO (1928, Buenos
Aires, Alba). Consta
de 37
poesías sueltas
y 18
ro
mances: «actualidad
y
actualidad política.
Y en
ella,
historia viva, y en la historia, poesía, o sea crea
ción.» Está redactado en Hendaya,
hasta
la prima
vera
de 1927.
- CANCIONERO. DI ARIO POETICO
(1928-1936)
(Buenos Aires, Losada, 1953). D esde febrero
de
1928
hasta su muerte, el último día de 1936, Unamuno
llevó encima siempre algún cuadernillo para escribir
rápidos
apuntes
en
verso.
E l
conjunto
de esos
cua
dernillos
—con
un total de 1.755 poesías— no se
publicó
hasta
1953;
algunas
poesías aparecieron suel
tas,
y en
1934,
el
Cuaderno de la Magdalena (Ma
drid. Aldus) recogió un grupo
de
poesías escritas
en
la Universidad de Verano de Santander, ese año.
E l 9 de
febrero
de
1930, tras
la caída de Primo de
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16 José María Valverde
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Rivera, Unamuno
regresó
a
España: había
escrito
hasta la
composición
1.455, es decir, la mayor par
te:
por lo que toca a las que seleccionamos
aquí,
la
primera de ellas escrita ya en España, es la que em
pieza: «Saboreo tu lenguaje,
rico
fruto».
Los
textos incluidos
aquí están
tomados del volu
men
V I ,
«Poesía»,
dezyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBObras completas de M . de U .
(ed. Manuel
García
Blanco,
Madrid,
Escelicer, 1969). A
pesar
del excelente trabajo
filológico
de
G arcía
Blanco,
esa
edición
no
está
libre de sus propias erratas, que he-
mos procurado extirpar.
Julio,
1976.
/
Ai
V .
ra
espués
de mi muerte
Vientos abismales,
Bprmentas de lo eterno han sacudido
|de mi alma el poso,
w su haz se enturbió con la tristeza
B el sedimento.
Gurbias van mis ideas,
imi
conciencia enlojada,
[empañado el cristal en que desfilan
¿de la vida las formas,
iy
todo
triste,
.porque
esas heces lo entristecen todo.
O ye
tú que
lees
esto
después de
estar
yo en tierra,
cuando yo que lo he escrito
no puedo ya al espejo contemplarme;
¡Oye y medita
Medita, es decir: ¡sueña
17
-
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I
52
de Mesa, no fueron los únicos
9 3
; por ello, cada vez
más numerosos
9 4
quienes se inclinan a pensar que
1
muño halló su personalísimo
modo
de renovación
ral
y
expresión poética propia, precisamente
en las
hospitalarias, y filosóficamente más profundas de lo
la crítica nos ha hecho
creer
hasta la fecha, del M
nismo. El fenómeno, a fin de cuentas, no
hace
más
cerrar
de la manera más lógica posible, el largo con
cioso mantenido por Unamuno v la por él mal entendí
«escuela modernista» — confusión heredada
de M
Machado y suzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAGuerra Literaria por historiadores no
pre afortunados, como Díaz Pía ja o Laín Entralgo
Y
es
que ya Manuel García Blanco, en
el
extenso
p-
que dedica a la Poesía de Unamuno
dentro
de sus
Completas,
lo había señalado con precisión tiempo
«Para Juan Ramón Jiménez, Unamuno
era un _
nista ideológico, o en
otros
términos, un moderni
que aflora en la idea, en la mente, no en los sentidos»
Justamente
en el
célebre libro
de
Ricardo Gul lón,
C
versaciones
con
Juan
Ramón Jménez, piensa el pro
Juan Ramón que con Machado y con Unamuno comie
la poesía española moderna. Y habría que añadir
esa modernidad se deriva en gran medida de su ad
ción fundamental, y original, al impulso
regenerador
reconversor obrado por el Modernismo.
9 8
Como lo atestiguan los estudios de R I C H A R D A. C A ~
sobre JU A N R A M Ó N J I M É N E Z o mi propia tesis doctoral
E N R I Q U E
D E M E S A , realizada en la Universidad de Salamanca.
•*
El p rof sor
JAV IER BLANCO PASCUA L,
del Departamen
de Literatura
de la
Facultad
de
Filología
de
Salamanca, tiene
nÉ
trabajo
aún
inédito donde sostiene
la
inclusión
del U N A M U N O
poeta en una vertiente particular del Modernismo, como sería la
creación de una metafísica ideológica, inexistente en España du
rante el siglo xix.
9 5
M A N U E L M A C H A D O :zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBALa guerra literaria.
Edición
de J.
BLACO y
M .*
P IL A R C E L MA . M adrid. Ediciones Narcea, S. A ., 1981.
9 9
MA N U E L G A R C ÍA B L A N C O : Introducción a
Poesía,
de M I
GUEL
DE
U N A M U N O .
Tomo V I
de las Obras Co mpletas publi
por la editorial Escelicer entre 1966 y 1971.
P E R S O N A L I D A D L I R I C A
El
momento
definitivo, el de inquirir en la personali-
.l.id lírica
de
Unamuno (punto
de
llegada nada casual,
mando el propio don Miguel proclamaba a sus corres
ponsales su convencimiento auténtico de ser,
ante todo,
porta),
por fin ha
llegado.
E l
acercamiento
ha de ser
tradual y pormenorizado, y ha de
tener
la culminación
de cierta tesis ya apuntada con anterioridad.
Trayectoria.—Cuando Unamuno
va a
pasar
de la
infan-
. ia a la adolescencia, alrededor de 1874, no sólo acaba
-
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54 zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
pañola y AmericanazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBApara sus suscriptores
9 7
. El álbu
contenía composiciones de Campoamor, A guilera, P
lacio, Trueba, Grilo y Alarcón, entre otros varios,
ma de las musas españolas del momento. Huyendo tí
damente
de
este
aura ambiental de
grotesco
romant
cismo, numerosos núcleos de provincias (tal el del pri
mer Juan Ramón Jiménez en la Sevilla de 1896
9 8
) in-«
tentaban soluciones de recambio, «a lo Salvador Rueda»
en muchos
casos
sin
obtener
más que discretos resul
tados.
Cuando Unamuno comienza a escribir poesía (enj
esos mismos años noventa) ya se ha
operado
la eran
renovación rubeniana, solitariamente reconocida en 1888
por Juan V alera, y cuyo hito más reciente es Prosas
Profanas (1895).
Unamuno, que venía publicando ver
sos en algunas revistas
como
la
Revista Nueva,
por esos
mismos años, manifiesta en 1899 su intención de editar
un libro de versos propios que acompañe a traducciones
de Coleridge y Leopardi, en
carta
a su amigo Luis Ruiz
Contreras
9 9
. El l ibro en cuestión no se editará hasta
1907, cuando Unamuno cuenta ya cuarenta y tres años,
y
ofrece
un programa eminentemente « cordial» , neorro-
mántico —no tardorrománico,
como
en el
caso
de los
poetas
burgueses—, que se resume en el siguiente poe
ma fechado en diciembre de 1906: zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
9 7
Album poético español,
«con composiciones inéditas de
los
señores
MA R Q U É S
DE
MO L IN S , HA R T Z E N B U S C H, C A MP O A MO R ,
P A LA C IO , C A L C A Ñ O , A R N A O , G R IL O , A G U IL E R A , N . D EA R C E , E C H E
V A R R ÍA , L A R MIN G , A L A R C Ó N , T R U E B A , HU R T A D O
y
D U Q U E
DE RI-
VAS. Publícalo la empresa de La Ilustración Española y Americana
y de la Moda Elegante Ilustrada para obsequiar a sus suscriptores
en el presente año. M adrid. A. de Carlos e Hijo , editores. Carre
tas, 12, principal, 1874».
9 8
JAVIER BLASCO: Poética de
Juan
Ramón.
Universidad de
Salamanca, 1982, pág. 67.
9 9
Aunque, según demuestra M ANUEL
GARCÍA BLANCO,
en
Don M iguel de Unamuno y sus poesías. Salamanca. Acta Salaman-
ticensia. Universidad de Salamanca, 1954 (Estudio y Antología de
textos poéticos no incluidos en sus libros), su poema más antiguo
es de 1884 (a los veinte años) y se titulaba «A rbol solitario».
Dices que no me
entiendes...
y ¿qué importa,
bien
mío?
Tampoco yo te entiendo,
y
tengo
tu cariño.
Si
ante ti está mi mente
cercada
en
grueso
muro,
en
cambio,
aquí te traigo
mi corazón
desnudo.
Yo
no sé lo que
piensas
y aun si
piensas
ignoro;
me
basta
que tu
pecho
se me
baya abierto todo.
La
mente
es infinita,
el corazón
eterno;
aquí, en tu rinconcito,
por
siempre
viviremos.
A
lo que se ve, una declaración de irracionalidad
«cordial»,
donde campea un «yo» original y
promete
dor, si bien con notorias adherencias del «realismo»
de poetas decimonónicos a los que Unamuno había leí
do y conocido como Joaquín M.* Bartrina, Federico
Balart, Q uerol , o el propio Campoamor.
Poesías,
libro
inicial de Unamuno, constituye no sólo una importante
novedad —que sólo Rubén Darío y Juan Ramón Jim é
nez, significativamente, supieron apreciar—, sino un
libro
de extraordinaria fuerza expresiva, enorme den
sidad temática (apoyada en un personal uso de los
símbolos,
prácticamente desprovistos de imágenes) y una
característica muy especial: Poesías es una obra emi
nentemente
condensatoria: en ella se encuentra — y no
en embrión— todo el ideario formal y conceptual de
Miguel de Unamuno. Por ello, me parece el libro más
redondo y consistente, pergeñado durante largos años,
calculado
como
obra madura de un meditador que nece
sita del verso para dar su nota definitiva. Los restan
tes libros poéticos de Unamuno, de indudable impor-
-
8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno
9/24
56
tancia para trazar su personalidad lírica, no poseen sin
embargo
ese don atributivo de la condensación. Se tratl
de «experiencias» interesantes, de «desarrollos» afor*l
tunados
del
primer poemario, resultado
sin
duda dflj
un
ponderado
proyecto
de
meditación poética
, 0
° .
ElzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBARosario de sonetos líricos (1911) es, cronológica
mente,
el
segundo libro
de
versos
de
Unamuno.
C o n*;
tituye un desarrollo riguroso, en clave soneteril de alta
frecuencia, de la sustancia temática amasada en Poesías, i
El
momento
es particularmente importante para la poe
sía española, por
cuanto
las voces sustanciales del mo
dernismo español han elegido caminos divergentes: A n
tonio Machado
va a
publicar Campos
de
Castilla,
que
ya está en la imprenta; Juan Ramón, en Pastorales,
Jardines
lejanos
y
otras
varias obras, se halla en tránsito
a una poesía en extremo depurada; Pérez de
Ayala,
enj
el paso de La Paz del sendero (1903) a El sendero artA
dante (1915), ensaya
una
poesía cada
vez más
intelec-
tualizada. Pero,
muy en
especial,
el
desarrollo
de los
últimos acontecimientos en España (Semana Trágica, go*
bierno liberal de Canalejas) han radicalizado las posicio
nes ideológicas del escritor.
Campos
de Castilla y et¡
Cancionero
Castellano
de Enrique de Mesa, en esa mis
ma fecha de 1911, rebosan un criterio diáfano de «cas
tellanismo militante» al servicio de una mentalidad pro
gresista y anticaciquil. Mientras
tanto,
Unamuno ha
elegido ya la senda preferida, y, a la vista de
todos,
habilita un camino solitario — aunque no exclusivo—,
de «meditación poética»,
que ya
habrá
de
identificarle
en lo sucesivo.
Cristo de Velázquez (1920) constituye una segunda
experiencia, bien que extraordinaria, en la fecha límite
y
de
encrucijada para
la
poesía española — la consecu
ción, por Juan Ramón, de una «poesía pura», El sen-
dero innumerable
de Pérez de
Ayala,
las nuevas obras
de León Felipe— . Unamuno le había anunciado a Be-
nedetto
Croce su propósito de hacer «una cosa cris-
° °
A N G E L M A R T Í N E Z BLASCO: «Existencialismo en la poesía
de Unamuno». Madrid.
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAInsula,
núm. 181, diciembre 1961
57
nana, bíblica... y española». La experiencia, un muy
Iftrgo poema compuesta de glosas a
textos
evangélicos,
tic-ne algún resto —sublimado y transformado— de plás
tica modernista (como puede verse por los
fragmentos
reproducidos
en
esta antología)
y una
inevitable pervi-
vencia de la «imitatio Christi», recordadora del Una-
muno-asceta luterano. Aparte todo
esto,
la obrita — es,
tomo se ha dicho, un solo y largo poema— bien pudiera
enlazarse (pienso que voluntariamente, por parte de
Unamuno)
con un
momento, aún
no
concluso
en 1920,
de intentonas desesperadas por «regenerar moralmente»
el país,
dentro
de lo que los historiadores llaman el
período de mayor agitación,
entre
1917 (la gran huelga
general) y 1923 (el golpe del general Primo de Rivera):
ahí están las segundas ediciones — de gran audiencia—
de Campos
de
Castilla,
y de
Cancionero
Castellano
(con
prólogo de Pérez de Ayala) en 1917; la propia novela
de Unamuno Abel Sánchez, también en ese año; y en
1918 ensayos
de
Pérez
de
Ayala,
Política
y
toros
(que
en 1916 ha publicado sus
novelas
poemáticas de la vida
española , El Cristo de Velázquez unamuniano aporta
su especial contribución al
momento
español, «Un
Cris
to español que está siempre muriéndose,
pero
sin
acabar
nunca de morirse, no es la imagen de Velázquez, sino
la creación de Unamuno»
1 0 1
.
La aparición de Teresa en 1924, después de algún
otro
libro menos relevante Rimas de dentro,
1923),
constituye otra nueva tentativa global
de
resolución for
mal y espiritual,
dentro
del personal
contexto
genérico
intuido por Unamuno: «H ará cosa de año y medio re
cibí de una pequeña villa, cuyo nombre, fiel a una
promesa, que estimo sagrada, no he de revelar, una carta
de
un
muchacho herido
de mal de
amor
y de
muerte,
de
amor
de muerte, y de
muerte
de amor. Sólo me es
permitido dar su nombre de pila: Rafael, y el de la
1 0 1
M A R I O F E D E R I C I : La
imagen
del
hombre
en la
poesía
de
Unamuno. Madrid. Editorial Fragua, 1947, pág. 104. Compuesto
este estudio, me llega un denso trabajo de
JU A N G U I L L E R M O
R E N A R T ,
titulado
El
Cristo
de
Velázquez
de
Unamuno: Estruc-
tura, estilo, sentido. Anejos de la revista Canadiense de Estudios
Hispánicos, s/f. Presumiblemente, 1983.
-
8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno
10/24
58
muchacha, que muerta poco hacía le llevaba a morir, y
era Teresa»
1 0 2
. Sobre la trama mínima de un amor
trágico
entre
dos personas proyectadas en la muerte,
Unamuno hilvana el hilo del doble mito «eros- thanatos»,
a la manera más trágica y personal posible, dando así
lugar a una experiencia literaria más dentro de su marco
creador: el
relato
poético, no entendido a la tradicional
manera épicolírica, sino como efusión lírica sometida a
una
mínima tensión ficticia: « En
este
sentido, esta ten
tativa unamunesca del
relato
poético tiene una estrecha
relación,
más en el
propósito
que en la
técnica,
con
los melodramas para marionetas, de Valle-Inclán, singu
larmente conzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBARosa de papel. El
relato
poético unamu-
nesco y el melodrama para marionetas de Valle-Inclán
fueron compuestos en la década de 1920 a 1930, en
el
período de entreguerras»
1 0 8
. Habría que enmendar
la
plana al crítico G onzález López añadiendo que ambos
intentos pretendían, además, introducir
una
cuña
— de
perspectiva literaria divergente— de humanización en
la literatura española. Lo cierto, en fin, es que bajo
equívocas concomitancias epocales,
este
libro de versos
de Unamuno aporta una esencial renovación de tipo
formal
a su
propia trayectoria,
y al
panorama poético
español. El poemario, por
otra
parte, amén de un dis
cutible becquerianismo (1924 es el primer año en que
el
peso del
poeta
andaluz comienza a gravitar sobre
los jóvenes
poetas
de la Residencia de Estudiantes),
está salpicado
de
aderezos cultos
y de
homenajes lite
rarios, y, en definitiva, nos
ofrece
la posibilidad de
entender la muerte unamuniana en su vertiente litera
ria (como
enunciación dialogada o monologada, reci
tativa o narrativa) y, al fin, como forma poética de ten
sión máxima.
En
1925
aparece D e Fuerteventura a Parts, subtitu
lado «Diario íntimo de confinamiento y destierro ver-
1 0 2
Palabras de U N A M U N O recogidas en el tomo V I de las zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Obras Completas de este autor, publicadas por Escelicer, pág. 559.
1 0 3
E MIL IO G O N Z A L EZ
L Ó P E Z :
«La poesía de Unamuno: el
relato
poético Teresa».
La Torre.
X V I I . , octubre-diciembre
1969,
páginas 84-89.
59
tido en sonetos», compuesto bajo los efluvios existen
cíales de un sentimiento doble de alejamiento y pro-
fundización,
en la
distancia,
de sus
centros habituales
de vida
y
pensamiento. Unamuno, confinado
por el ge
neral Primo
de
Rivera
a la isla de
Fuerteventura,
de
la
que huyó a París, nos da una nota última de su
ideario neorromántico —acrisolado en el transcultural
Modernismo en que se formó para poder violentar como
hacía las formas literarias— cuando nos propone en
versos sobrecogedores:
¿Quién sabe de secretos?
La mar ciñe a la
noche
en su
regazo
y la noche a la mar; la luna,
ausente;
Poco tiempo después,
en su
Romancero del destierro
(1928),
la nota becqueriana confirma la tensión exis
tencial que oculta el poeta:
El
cuerpo canta;
la
sangre
aulla;
la tierra charla;
la mar murmura;
el
cielo calla
y el hombre
escucha.
Finalmente,
el
Diario poético (1928-36)
es un
confesio
nario vivo, que confirma la sobrecarga de un alma ex-
cepcionalmente atribulada y capaz de someter el género
a la violencia de su propia intimidad. V iene a ser Una
muno no sólo un hombre del siglo xix, sino de alguna
manera, el gran lírico que España no tuvo, dentro de
una
tradición romántica inexistente, de inédita renova
ción moral, política
y
cultural:
« En
primer lugar,
estoy
de acuerdo con José M .* Valverde cuando dice que Una
muno nos sirve como compensación del gran
poeta
que
no hemos tenido en el xix. Y
estoy
de acuerdo porque,
mie.itras en sus ensayos y artículos
pertenece
siempre
a
la
actualidad española más urgente,
su
figura
de
poeta
podemos proyectarla hacia atrás en el tiempo y colo
carla junto a h de un Leopardi, un Whitman, un Martí
-
8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno
11/24
60
o un Anthero de Quental . Con t odos estos
poetas
— a n
teriores a él en el tiemp o histórico , pero contem po ráneos
suyos en intrahistoria europea— t i ene bastante que ver
en su temática y en su verso»
1 0 4
.
Desde
un a
perspec
tiva rigurosamente simbolista y neorromántica, el Ma
chado s olitario de Soria y de
Baeza
compone con el
Unamuno cartujo de
Salamanca
el tándem fundamen
talmente romántico — que ingresa en la Modern idad
gracias a la contribución del anacoreta Juan Ramón
Jiménez— que España posee en su tránsito a un M o
dernismo
sin pasado romántico, dotado de magníficas
ebulliciones solitarias.
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Poética.—En numerosas
ocasiones
repit ió Unamuno
aquello de «pensar alto y sentir hondo», como ejem-
plario doctrinal, paradigma de un ideal poético que él
siempre procuró
sentar
firmemente en la práctica y en
la
teoría de sus versos. Por una especialísima ecuación
retórica —q ue intentaremos expl icar seguidamente—,
Unamuno sitúa «intemporalmente» su convencimiento
profundo de «pensar el sentimiento», al fa y omega de
su teoría poética, y por tanto núcleo sustancial de toda
poética que se precie de tal dentro de su trayectoria.
l convencim iento de «pensar el sentimiento» co mo
clave de la sustancia poética que anima sus versos,
lo manifestó Unam uno siempre tarde — generalmente
en los años veinte— ; «tardedad» que hemos de con
siderar inherente al autor si tenemos presente que co
mienza a publicar a los 43 años (de ahí lo de «intem
pora l convencimiento»). Por lo tanto, el Unamuno-poeta
es un personaje mad uro que se inco rpora a la tarea
poética de manera
sobrepensada
y perfectamente
cons
ciente de cuanto quiere conseguir. Resulta evidente,
po r datos ya anteriormente esgrimidos, que Do n Miguel
se opuso al «pseudoclasicismo» de Rubén Darío, y que
po r lo tanto se sintió igualmente ajeno al purismo de
D'Annunz io que al de
Juan
Ramón o al de
Jorg e
Guillen. zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
1 0 4
Luis F E L I P E V I V A N C O : « D O S
grandes
poetas retrasados»,
enzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAIntroducción a la poesía española contemporánea. Segunda
edición. M adrid. G uadarrama, 1971, tomo I, pág. 27.
61
Sabemos
de su condena de lo francés en numerosas
ocasiones
al comienzo de su trayectoria poética (y su
«paganismo hedonista»). Sin embargo, su honda convic
ción en el ofic io poético, que cal i fica como de «senti -
d o r » — y n o c o m o d e c i d o r — l e ll ev a a confesar a Ortega
lo siguiente en una carta fechada en febrero de 1912:
«sé que no gusta u d . de m i poesía y tengo la flaqueza
de
creer
que soy p oeta o no soy nada. N i de fi lósofo ,
ni
de pensador, ni de erudito , ni de fi lólogo me precio;
sólo presumo de ser un buen catedrático y un sentidor
o un poeta.»
Para
Unam uno , en f in , la de poeta es la
mayor y mejor posibilidad d e
ejercer
y desarrollar con
inigualable
pureza, originalidad y autenticidad , la inti
midad propia, qu e debe ser, al fin , el gran sustento de
aquel ofic io literario tan «ínt imam ente» qu erido y cul
tivado.
De tal manera es ello cierto que sus afirmaciones
teóricas o confidenciales, en torno a una hipotética poé
tica, menudean
cada
vez más abundamentemente, cuanto
más se acerca el f inal —p uesto que Unamuno nace poé
t icamente en la mad urez — de su
v ida
y de su creación
misma. En palabras de
Francisco
Ynduráin, «La
fase
más sostenida puede situarse entre Fuerteventura, París
y Hendaya»
1 0 5
, es decir , en un Unamuno que rebasa
ampliamente la sesentena. Tal vez el proyecto de pró
logo qu e tenía Unamun o, y que comenzó a redactar
en marzo de 1928, en Hend aya, para una edición fu
tura,
resume a la perfección el pensamiento de madurez,
el
pensamiento def in i t ivo , de Unamuno poeta. Manuel
García Blanco, el eterno e infatiga ble unamu nista, puso
al frente del Cancionero-Diario
poético
de 1936
este
ex
cepcional resumen personal de la génesis poética una-
muniana;
efectivamente, lo encontramos en las Obras
Completas de Escél icer, do nde afirma Unam uno : «Nada
quiero
decir de las formas rítmicas y de cómo conservo
siempre el asonante y a las veces el consonante, abando-
1 0 8
FRANCISCO YNDU RÁIN: «Unamuno en su poética y como
poeta», en Clásicos M odernos. M adrid. Gredos. B.R.H., 1969,
páginas 59-125.
-
8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno
12/24
62 zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
nando
el
llamado verso l ibre, aunque
el mío
nunca
lo fue del todo. Pues
si
bien m ezclaba versos
de
diversos
metros, procuré, aunque no siempre lo consiguiese del
t odo , qu e
cada verso
fuese
indiv idua lmente
un
verso,
qu e
no
cualquier frase
de
ocho sílabas
es
octosílabo
n i
de once —habid a cuenta, claro es, de los h ia tos— un
endecasílabo.
Para
otra música
no
tengo hecho
el
o í do
ni
sé si le tienen los que pretenden hacerla»
I O f i
. De
donde venimos
a
deducir
la no
pequeña preocup ación
de
D o n
Miguel
por
cuestiones form ales
que
hacen
al
proyecto mismo que del verso
se
tiene,
y
así deducimos
qu e
la
f orma
es
cosa trascendental
en ese
aparentemente
austero
y
simp lista concepto po ético
de
Unamuno.
En definitiva,
y
para
acercarnos
al
proyecto definitivo
de poética unamuniana, hemos de convenir en que e l
aforismo «Pensar
el
sentimiento» — que resulta radical
mente
distinto
del «sentir
el
pensamiento» inverso, cuyo
punto de
origen
es la
disquisición me ntal,
no
p oé t i c a—
posee insospechado trasfondo .
En
primer lugar, Una
muno
tenía muy claro
que el
origen
de su
fundamen-
tación poética debía
de ser
eminentemente lírico , como
corresponde a toda teoría más o menos romántica de
la
literatura,
que
entiende
de
mane ra id ealista h asta
qué extremo las formas literarias son po rtadoras de su
especificidad creativa. Cuando Unamuno llega
a la
po esía
— l o hará constar
en
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAPoesías 1907)— entiende
dos
t ipos
fundamentales
de
lírica:
la
poesía cerebral,
por
u n lado (que
se
suele
servir
de
conceptos) ,
y la
poesía
cordial
(que
se
suele servir
de
imágenes) , por otro lado.
Es obvio
que a
Unamuno
le
interesa
la
poesía cordial ,
pero en cambio no le
satisface
el sistema exp resivo que
suele utilizar — e l
de las
imágenes
más o
menos
artifi
ciosas
y
sensoriales, según Unam un o— .
Es
fácil deducir,
desde
este
planteamiento, que cuanto hará nuestro autor
va
a
pasar
p o r
la
alteración
en
f orma
de
permuta)
de
este
esquema
de
valores:
va a
pretender p ura
y
llana
mente, realizar
un
tipo
de
poesía c ordial —apoyada
en
1 0 8
M A N U E L G A R C Í A B LA N C O : Introducción al
tomo
V I
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Poe-
ía)
de las O bras Com pletas de
U N A MU N O ,
pág. 99.
63
el
sentimiento
y la
inspiración c om o bazas fundamen
tales— que se apoye en los conceptos y no en las imá
genes. ¿Por qué? Porque
las
imágenes
debilitan, leni
fican, «afeminan», falsean,
en
f i n ,
la
fuerza vigorosa
de l
sentimiento,
que
debe
ser
vehiculado
a
través
de
una expresión apropiada
y no
desde imaginerías
que,
a
los
ojos
de
Unam uno , aparecían siempre desacreditadas
— p o r su
personalidad
de
pensador
y
d i s c u t i dor — .
Lo
que Unamuno intenta llevar a cabo, entonces, no es sino
la
«viril ización»,
la
«masculinización» , com o sinónimos
de «autentif icación»,
de la
lírica:
el
sentimiento
puro
ha
de ser
vehiculado po r
lo s
conceptos para obtener un
tipo
de
poesía
ausente
en
España
a lo
largo
de
todo
el
x i x :
no la
po esía conceptuosa
de los
antiguo s poetas
cortesanos, sino
la
poesía densa
y
poco sondable
de los
poetas metafísicos qu e hubo en otras latitud es con el
Romanticismo. La de Unamuno es una poesía de
vigo
roso im pu lso lírico, canalizado po r una dicción concep
tual
severa, todo
lo
cual engendra un
t ipo de
lírica ideo
lógica
qu e
todos conocemos, original p o r
su
método
ex
presivo,
pero profundamente romántica,
y por lo
tanto
modernista, p o r
la
energía espiritual que
la
sustenta.
Fuentes.
—Sería obligad o enlazar
co n las
afirmaciones
recién hechas,
en el
sentido
de
hallar
o
descubrir
u n
Unamuno
como poeta romántico-simbolista
que
España
no t u v o , empeñado
en
crear
o
construir
una
«meta
física poética» capaz de devolver a la lírica su varonía
conceptual perdida
o en
aras d el artif icio cortesano,
o en
aras
de la
debilitación fo rmalista
de los
exotismos.
Parecería, en
este
sentido, razonable,
asociar
a Unamu
no
con el
Bécquer
más
existencial
y
trágico —liberado
d e
la
defo rmación acursilada
de la
Restauración— ; p ero
también
ha de ser
razonable vincularle, aunque fuese
solamente como mentores, co n algunos escasos poetas,
estimables, del realismo burgués:
así
Vice nte Wenceslao
Quero l , poeta valenciano de mitad d el x ix que contiene
importantes adivinaciones del
futuro
simbolismo español.
N o obstante,
y
teniendo
en
cuenta
que la
aspiración
esencial era, para Unam uno , edificar ese nuevo román-
-
8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno
13/24
64 zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
ticismo metafísico
que no
hubo
en
España
— y que
hubo
de traducirse
en un
Modernismo ideológico
en su
líri
ca—, aquellos poetas
que más
influyeron
en su
con
formación poética fueron, precisamente,
los
metafísicos
ingleses
y
alemanes
del
Romanticismo
y sus
aledaños.
El inevitable Manuel García Blanco
ha
analizado
el
grue
so
de
estas fuentes
con
mano certera
, 0 ?
,
haciendo
ver,
en primer lugar, la importancia de Leopardi y de Car-
ducci desde
un
principio. Carducci
era
para Unamuno
el
prototipo del
poeta
civil (la
unidad italiana), casi
de
un modo tan transfigurado y tamizado
como
Dante
—poeta
que
también fascinaba
a
Unamuno
por el
trans
fondo moral, cultural
y
cósmico
de
plasmar
su
visión
del mundo.
Mazzini, recordemos que
también
era
acla
mado por Unamuno
como poeta
civil, en esta órbita
superadora
del
Zorrilla
que en
España (como Quinta-
tana poco antes)
era
proclamado « poeta oficial»
por su
tarea
«versificadora».
En todo caso,
los
poetas
principalmente nutricios
de
Unamuno
hay que
buscarlos
en los
románticos ingleses,
y
no en los
grandilocuentes como Byron, sino
en los
trascendentes
como
Coleridge. En
carta
fechada el 24
de mayo
de
1899, dirigida
a
Jiménez Ilundáin, afirma
Unamuno: «Tengo
l a
pretensión
de que mi
poesía aporta
algo a las
letras españolas
de hoy. En su
forma
es
casi
toda, no toda, al modo del verso l ibre italiano, y el
resto
en
romance endecasílabo.
En
cuanto
al
fondo
se
parece
a los
musings ingleses,
a la
poesía meditativa
inglesa, la de
Wordsworth, Coleridge, Browning. ..»
Se
gún
nos
atestigua G arcía Blanco, manejó Unamuno poe
sías
de
1827zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA(The Poetical Works of Wordsworth),
que
dirigirá
ya sus
pasos,
como
testimonia,
al
menos desde
1890 el propio Unamuno en
cartas
y confesiones: pre
fería antes
que el
«monstruoso Byron»,
al
«dulce, íntimo,
religioso
y
cristiano Wordsworth»,
tal y
como,
en
1900,
le atestiguará
a
José Enrique Rodo,
el
poeta hispano
americano inequívoco mentor del Modernismo.
1 0 7
MAN UEL GARCÍA BLANCO:zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAEn torno a
Unamuno.
Madrid
launas, 1965. Sobre
todo
las págs. 509-78.
65
Pensaba Unamuno haber traducido
a
Wordsworth
co
mo pensaba haber traducido a Coleridge y Leopardi en
su primer libro
de
versos. Manejó, asimismo, Unamuno
las
Poetical
Works
1892)
de
Robert Burns,
que men
cionaba
en
En torno al casticismo,
así
como
a William
Cowper, Thomas
Gray,
Matthew Arnold y especialmen
te
A .
Tennyson,
a los
que habría
que
agregar otros
como
Carlyle,
Holmes, Hazlitt
o
Emerson. Poetas todos ellos
fundamentalmente adscribibles
a una
onda existencial
problemática, cuando
no a una
órbita claramente meta
física,
de
difícil misticismo,
en el
contexto degradado
del romanticismo sajón. Unamuno conocía esta vibra
ción esencial del individuo europeo de décadas inme
diatamente precedentes,
y
podemos decir
que su
criterio
de
lo
moderno
se
cifraba
en la
recepción
y
reformula
ción
que
estos poetas llevaban
a
cabo
del
choque
con-
flictivo con el universo, circunstancia
ante
la que
Una
muno sentía
toda la
orfandad
y
desvalimiento huma
nísimos
de su
formación germanizante,
su
personalidad
jansenista,
y la
propia conciencia
de
habitar
un
país
tan roturado
de
misticismo
como carente
de
figuras
«modernas» capaces
de
adivinarlo
y
trasponerlo:
«El in
terés unamunesco hacia
el
trío
de
grandes poetas
ro
mánticos ingleses, Lord Byron, Shelley y Keats, no fue
unánime. Hasta pueden señalarse gradaciones
en su
pre
ferencia»
1 0 8
.
La lista quedaría incompleta
sin los
nombres abso
lutamente imprescindibles
de
Shakespeare
y
Mi l ton,
y
aun así seguirían notándose ausencias importantes,
como
la
del
místico
W illiam
Blake, capital para entender
la
divisoria entre
el
misticismo romántico
y el
satanismo
malditista
de un Baudelaire, por ejemplo. Aun del Pre
rrafaelismo tomaba Unamuno puntos
de
mira —siquiera
de lector,
que
sabe Dios cómo pudieron llegar
a su
poesía—
insospechados para cualquier
lector
«inocente»
de la obra unamuniana; así el mismo Dante Gabriel
Rosetti. Pero
como
no se
trata
de
elaborar
una
lista,
por completa
que
ésta fuere, sino
de
determinar
en
1 0 8
M A N U E L G A R C Í A B L A N C O : Op .
cit.,
pág. 543.
-
8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno
14/24
66 zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
la
medida de lo posible el grado de «pulsiones» poé
ticas unamunianas
respecto
a unas cuantas referencias
exteriores, convengamos en decir que la «alucinación
lírica» de Unamuno procedía, en lo esencial, de la zona
más vitalista, impulsiva, pero también poderosa inte
riormente, del Romanticismo más puro de la Europa nór
dica. Es por ello que pueden combinarse, en ese sentido,
autores como Kierkegaartí o Nietzsche, en un mero plano
de incitación espiritual, junto a clásicos tan poco rele
vantes, en apariencia,
como
Goethe o Emerson. Sin em
bargo, la impostación lírica de Unamuno
parece
que
queda clara desde el lugar esencial de reflexión ¡me
norista y hasta desbordamiento pulsivo, religioso o pai
sajístico del «yo», que se da en la crema del Roman
ticismo sajón, y que alcanza vagamente a los metafí-
sicos ingleses del siglo xvn y, ocasionalmente, a los
místicos castellanos d el xvi . Como señala Madariaga,
la fascinación de Wordsworth se debe a la energía, pasión,
y también a la disposición de lo social por la afirmación
de lo intelectual de sí mismo
1 0 9
. Ello viene a querer
indicar que el influj o recibido por Unamuno de algunos
de estos
poetas,
como Wordsworth y Leopardi, por ejem
plo, procede fundamentalmente no ya su propia y mera
fuerza virgen, sino del talante, la actitud y el «rictus
espiritual» que son capaces de adquirir gracias a ella. En
este sentido, Unamuno era consciente de la alteración
sufrida
permanentemente por la figura sociomoral del
escritor en una época
—como
la suy a— de profundos
cambios: de ahí que fuese sensible a
adoptar
los modos
primitivos del Romanticismo sajón, con la actitud mental
de un místico germánico, en terreno español, y con
una
predisposición biológica para el hecho polémico.
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Temas.—N adie, tal vez, como Luis Cernuda supo definir
hace
ya años la sustancia temática de la poesía unamu
niana, liberándonos para siempre de andar descifrando
las múltiples apariencias del «yo» unamuniano por entre
1 0 9
S A L V A D O R DE M A D A R I A G A :
Semblanzas
literarias
contem
poráneas. Barcelona. Editorial Cervantes, 1924, págs. 138-39.
67
los recovecos de la vida y la muerte, tan presentes
siempre en su obra toda. Para Cernuda, esa sustancia
temática se articula coherentemente en tres estadios o
niveles distintos:
— El
poeta como
miembro de una familia.
— El poeta como miembro de la patria.
— El
poeta como
uno más de los hombres, en sus
relaciones con lo divino
l 1 0
. . Más adelante, el también
excelente
poeta
nos adelanta lo siguiente: «Lo nacional
está unido en Unamuno con lo religioso. Una nación
necesita para existir un Dios
creado
por el pueblo; y
ese Dios es una de las formas inmediatas en que se
revela a los hombres la divinidad. Podemos presentirlo
en ciertos parajes solemnes de la tierra que habita un
pueblo (Gredos para los españoles), en los hechos his
tóricos decisivos que vive un pueblo (Lepanto). Léase
como
ejemplo el
soneto
«A l
Dios
de España». Sólo
guiados por las creencias nacionales pueden los hombres
alzarse hasta el
Dios
de
todos
los pueblos. Vemos que
en Unamuno la religión es una mezcla de fe nacional
y de catolicidad»
1 1 1
.
Por lo
tanto,
lo nacional (el tema de España) se im
brica con lo religioso (la preocupación metafísica) en
un
suprasentido colectivo, que sublima lo
individual
en
un todo doble y complementario. Vayamos por partes,
y descubramos en esa escala de valores temáticos suce
sivos,
la gradación espiritual de Unamuno, que se eleva
desde el yo individual y angustioso, hasta un yo colec
tivo, superador, que enlaza a los hombres por su comu
nidad moral. En primer lugar tenemos al
poeta como
miembro de una familia, al decir de Cernuda, es decir,
los
temas
hogareños, tan queridos al
poeta
del Salaman
ca, y a través de los cuales enlazaba una y
otra
vez (él
lo sabía) con los poetas decimonónicos. Aun a pesar de
su condena de una poesía burguesa y atrabiliaria del
1 1 0
Luis C E R N U D A : «Miguel de Unamuno», en Estudios so-
bre poesía española contemporánea. Madrid. Guadarrama, 1970.
Segunda edición, págs. 71-82.
1 , 1
Idem. Op. cit., pág. 74.
-
8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno
15/24
68
siglo xix, lo
cierto
es que Unamuno glosó favorable
mente
en varias ocasiones la contribu ción oscurazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAp u o
valiosa de muchos de esos poetas, de suerte que if
valió de la poesía de muchos de ellos para elevarse «
los lugares
que a él
convenían.
«A
Vicente Medin.i
— clásico del siglo xx con G abriel y Galán, para Mará
gall; «nobilísimo poeta», en justo decir unamuniano—
le considera
como
«un verdadero po eta»
1 1 2
. La estima
de Unamuno alcanzaba, aunque le resultara inconfesa
ble en algún
momento
de su
vida,
a
Zorrilla,
a Núñez de
A rce, Campoamor, Balart, V icente Medina, Gabriel y
Galán. . .
8
, todo lo
cual
no debe
escandalizarnos
si
pensamos que el Rubén Darío de
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONM LKJIHGFEDCBAAbrojos
(1887) se vio
grandemente influido por Campoamor, y si tenemos en
cuenta que Unamuno había leído y estudiado a
estos
poetas en su juventud, por otra parte es bien lógico
que se identificara con la dicción
conceptuosa,
ocasio
nalmente burguesa; Unamuno iba a reconvertir esos te
mas dirigiéndolos hacia su acostumbrado simbolismo
misticista,
de suerte que podemos
afirmar
que en
Una
muno existe, más que
temas
hogareños, una «mística
hogareña», directamente emparentada con el tema del
amor, y de raíces claramente burguesas y positivistas
en los
poetas
de la RestauraciónzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB— y aun en algunos
escritores del xvm.
El tema del amor, del que acabamos de hablar, ha
sido glosado (y con
bastante
acierto, aunque con dife
rentes
apreciaciones)
por
Casalduero, C onsuelo Rodrí
guez y M .
8
de Semprún Donahue
I 1 4
. Para Concha Zar-
1 , 2
RAMÓN
D E
G A R C I A S O L :
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAUnamuno: al hilo de «Poesías»
1907. M adrid. Sociedad General Española de Librería, S. A., 1980,
página 27 .
1 1 3
U N A M U N O
formó
parte
del
jurado
que
concedió
un
pre
mio poético a
G A B R I E L
Y
G A L Á N ,
a quien estimaba grandemente
como
poeta. Véase M I G U E L D E U N A M U N O : Poes ía Hogareña. Sa-
l
.
lamanca. I I Congreso de Poesía, 16 págs.,
cuatro
fotografías y un ']
facsímil.
1 1 4
JOAQUÍN CASA LDUERO:
«Del
amor
en don M iguel de
Una
muno». Buenos
Aires.
Síntesis, junio 1930, núm. 37, págs.
13-27.
CONSUELO RODRÍGUEZ:
«El tema del amor en la poesía de Unamu
no».
Barcelona. Resurgimiento, núm. 1, 1980. M . SEMPRÚN Do-
69
sin
embargo, el amor queda diluido en el
torrente
le los «grandes temas» recurrentes en nuestro
autor,
V que son «a nuestro entender, los
temas
profundos a
los que alcanza el metaforismo de la humanación una-
miiniana, penetrándolos
de
matices
peculiarísimos:
el
Tiempo, la M uerte, el Sueño y Dios»
1 1 5
.
El amor
es, en Unamuno y su poesía, una trascen-
(finalización más de lo humano o, m ás en
concreto,
como
apunta Consuelo Rodríguez, un tema con «fun
ción heurística», que sirve a s u
autor
para que encuentre
su propia identidad perdida tal y como apreciamos en
algún poema
como
«Veré por ti», incluido en la pre
sente antología. El amor, en el binomio «eros-thanatos»,
según se dijo, se despliega ampliamen te en
Teresa,
el
libro de 1924 que, en el decir de González López, «con
vergen una serie de
corrientes
románticas, desde Espron-
ceda, con su
Canto a Teresa,
a Bécquer, con sus
Ri
mas»
1 1 6
. E l amor
aparece
en Teresa de manera antro
pológica
y en
medio
de
otras
dualidades
como
«amor-
eternidad» o «amor-hogar», aunque sin olvidar otras ver
tientes
laterales no menos
importantes
que señala el
propio García Blanco en las
Obras
Completas: «Las
escribió (las Rimas) en días de agitada historia patria,
en que unos más que adultos señoritos, atolondrados mo
zos de canas, sin meollo en la sesera y obsesionados
por la masculinidad física, por el erotismo de casino, se
ponen a jugar a la política
como
podrían ponerse a jugar
al tresillo, henchidos de frivolidad castrense» Y , por
supuesto,
y sin que
hiciera falta decirlo, «En tre
otras
muchas cosas es
Teresa
una especie de homenaje a sí
N A H U E :
«El
amor
como
tema
de la
eternidad
en las
rimas
de
Teresa de Unamuno». Cuadernos de la Cátedra M iguel de Una
muno X X I I ,
1972, Págs. 23-32.
1 1 3
C O N C H A Z A R DO Y A :
«Los grandes temas», en Poesía Es
pañola del siglo XX. Madrid. Gredos.
B . R . H . ,
1974, tomo I , pá
ginas
82-100.
1 , 8
E M I L I O G O N Z Á L E Z L Ó P E Z : «La poesía de Unamuno: el
relato poético Teresa». Op. cit., pág. 85.
1 1 7
M A N U E L G A R C Í A B LA N C O : Introducción al tomo VI
Poe
sía) de las Obras C ompletas, ya citadas, pág. 464.
-
8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno
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70
mismo, a su
castidad
varonil, a su
fidelidad
a un
solo
amor»
1 1 8
.
l
paso
a un Unamuno de
base
poética
cada
vez
más
ensanchada
en sus
ámbitos espaciomorales,
se
efec
túa po r los
temas
ya
casi
geográficos, y especialmente
po r el intermediario de los
temas
individuales a los
colectivos: éste es el Unamun o «it inerante» como lo
l lama Concha Zardoya, y cuyo test imon io fund amental
bien podría serzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAPor
tierras
de
Portugal
y
España 1911),
donde los caminos exteriores, g eog ráficos, conducen a
los verdaderos caminos interiores,
existenciales
1 1 9
, y
cuyo sentido últ imo es, para la autora citada, éste: «Ca
minar: v i v i r : cantar: existir:
he
aquí
la
honda tautología
ontológica unamuniana
en que han
culminado
sus ca
minos
poéticos
y
existenciales»
1 2 0
. Y
llegamos
así, por
f i n
a la
sustancia temática final,
que es la de
Cas tilla,
España
al fin y al
cabo,
a
través
de un
paisajismo
tan
simbólico como subjet ivo. Unamuno
buscaba
en el pai
saje
el
paralelismo identif icativo
con las
propias
obse
siones:
su
paisajismo
es
selectivo, acomodado
a la
expresión dinámica y «mostrativa» de su desnudez
espiritual —la de U n a m u n o — . En 1907, cuando A n-
drenio
E. G ó m e z de Baquero) reseña los Romances
de Ciego de Salvador de Madariaga, afirma lo siguiente:
« En su pró l ogo , que es también p oesía honda a la vez
que certera interpretación espiritual, l lama Unamuno a
los
Romances
de c iego: «po esía de verdad tenebrosa».
Escucha
en el los la «voz abismática e histórica de Es
paña, « la voz del Eclesiastés ib érico »; la poesía genui-
namente castellana»
1 2 1
. La mayoría de los críticos ya
habían señalado el claro sentido sinecdó quico — lo par-zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
1 1 8
M O R A I M A
D E SEMPRÚN
D O N A H U E ,
art. cit., págs. 23-32.
1 1 9
C O N C H A Z A R D O YA : «Los caminos poéticos
de
Miguel
de
Unamuno», enzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAPoesía Española del siglo XX . M adrid. Gredos.
B.R.H., 1974, tomo I, págs. 115-84.
1 2 0
Idem. O p. cit., pág. 182 .
1 2 1
ANDRENIO (pseudónimo de E . G Ó M E Z
D E
BAQUERO): «Un
romancero
espiritual», en vol. II . Pen Club. Los Poetas. M adrid.
Renacimiento, 1 92 9, págs. 165-70. Asimismo, ver L. E C H Á V A R R I :
«La Castilla
de
Unamuno»,
en Nosotros.
Buenos Aires. L X V I ,
1929, págs. 342-351.
-
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72
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
ticular
por lo general— que tiene la búsqueda español*
en el paisaje castellano, po rtado r de ese alma nacional
adscrita al «vogkeist» hegeliano. Sin embargo, habla
que descubrir, dentro de esa escala gradual señaladfl
po r
Cernuda, la comunión del Unamu no
asceta
co n
un
paisaje
particularmente austero, y por lo tanto
habill-
table para cualquier simbolism o del género: «C amino*
semejantes nos ha
hecho
seguir Prom eteo encadenado,
Se parte de un simbolismo, recóndito en el m ito . Pero
hay que abandonar los símbolos paisajes del intelecto)
para alcanzar, también, la problemática tras la muer
te»
, 2 a
.
n
los años finales, Unamuno concibió una última
idea-resumen que concitara todas sus visiones
pasadas,
presentes y futuras,
sobre
e l paisaje simbólico, metafí-
sico y transfigu rado , no únicamen te castellano,
utilizado
po r nuestro autor. El proyecto es de comienzos de 1929,
cuando lo explicó a su albacea
literario
Manuel García
Blanco (en el verano de
1928
se lo había confiado a
Jorg e Gu i l len en Hendaya): se titularíazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA
Poemas
de los
pueblos
de España, y fue editado po r García Blanco en
1961 po r prime ra vez en la
editorial
Anaya de Sala
manca
I 2 3
. En una carta
dirigida
a Jorg e Guillen en
esa fecha, af irma Unamuno : «A demás d el Cancionero,
que ud . vio en parte, querría sacar de él y de mis otras
guirnaldas
poéticas
cantos
a ciudades y
villas,
y reco
gerlos en un tomo con
sendos
dibujos que haría yo
mismo.
Serían dos a Salamanca, uno a Bilbao, otro al
Nervión, y luego Cáceres, Zamora, Oviedo,
Madrigal
d e
las Altas Torres, Avi la , Segovia, Toledo, Burgos, Cor- I
doba, Granada, el Duero, la Peña de Francia,
Hergu i -
juela de la Sierra,
V i t o r i a . . . ,
y los que aún salgan. ¡M i
España »
, 2 4
. Con
esos
Poemas,
Unamuno pretendía
lle
gar a la médula y nervio de una geografía por él ima-
1 1 1
M A N U E L A L V A R :
zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAUnidad y evolución en la lírica de Una
muno.
Op. cit., pág. 50.
1 , 3
En 1976 ha publicado la edición de G .* B L A N C O la edi
torial Cátedra de Mad rid.
1 1 4
Reproducido en la edición mencionada de G '
BLANCO.
73
diñada como un tod o evo cativo, n om inativo, y po r tanto
dotado
de valor ontológico:
Avila,
M álaga, C áceres,
Játiva, M érida, Córdoba,
Ciudad Rodrigo, Sepúlveda ,
Ubeda, A révalo, Frómista,
Zumárraga,
Salamanca,
Turégano, Zaragoza,
Lérida, Zamarramala,
Arramendiaga, Zamora,
sois nombres de cuerpo entero,
libres, propios, los de nómim a,
el tuétano
intraductible
de nuestra lengua española
I M
.
Forma.
—« Poéticamente, la palabra unamuniana refleja y
expresa
los sentires d el alma vibran te de D o n
Miguel ,
para darles permanencia y ob jetividad. Conv ertirlos en
«canto» que pueda él contemplar desde lejos, f lotando
en su
v ida
autónoma. Se ha «extrañado» lo «entrañable».
Y
este
extrañamiento implica ya un sacrificio del autor,
al
convertir la vivencia en criatura»
1 2 8
. Estas certeras
palabras de Carlos París revelan dos aspectos capitales,
que habrán de p residir otro s po sibles acercamientos a la
po esía unamuniana, y que so n, po r una parte, el sen
tido
de «criatura autónoma» de l poema unamu niano: cria
tura
dotada de v ida p ropia e independiente de su pro
genitor, con lo que se viene a simbolizar metapoéticamen-
te un concepto de
alcance
existencial: el del ser, y su
vida en el mu nd o. Por o tra parte y en segundo lug ar,
la
concepción del poema (de la palabra misma) como
«g rito», com o «aullido» , a la manera de una reivindica
ción furio sa de la función expresiva o em otiva del len
guaje. Es así que, ya
desde
ahora, hemos de basamentar
la
idea
formal
de la poesía de Unam uno en las dos
funciones lingüísticas tipificadas por Jakobso n, Bühler,
Perteneciente al Cancionero y Diario poético 1928-36).
1 2 6
C A R L O S
PARÍS, Op. cit., pág. 1 4.
-
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