a1_textos sobre unamuno

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  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    1/24

    Primera edición en  E l  Libro de Bolsillo :  1977

    Sexta  reimpresión en  E l  Libro de Bolsillo :  1996

    Reservados todos los

     derechos.

     De conformidad con lo dispuesto en el

    art. 534-bis del Código Penal vigente, podrán ser castigados con penas

    de multa y

     privación

      de libertad quienes reprodujeren o plagiaren, en

    todo  o en parte, una obra literaria,

      artística

      o

      científica

      fijada en

    cualquier tipo de soporte sin la preceptiva

      autorización.

    ©   Herederos de Miguel de Unamuno

    ©

      De la

     introducción

      y

     selección: José María

      Valverde

    ©

      Alianza Editorial, S. A., Madrid, 1977, 1979. 1981, 1986, 1991,

    1995,1996

    Calle

     Juan

     Ignacio Luca

     de

     Tena,

      15;

      28027

     Madrid;

     teléf.

      393 88

    I S B N :

     84-206-1641-9

    Depósito

     legal: M.

      2.744-1996

    Impreso en

      Lavel, S. A., Pol.

     Ind.

     L os

     Llanos

    C/ Gran Canaria,  12. Humanes (Madrid)

    Printed

     in Spain

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB

    i

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    Introducción

    zyxwvutsrqponml

    Lo

      primero que hay que aprender es

    a leer.

    (Miguel

      de Unamuno.)

    Cada  día

      somos

      más, seguramente,  los que considera

    mos la  poesía  de Unamuno como lo mejor y más dura

    dero de su obra, pero,  para  la

      inmensa  mayoría, todavía

    la

      región

      en  verso  de la

      producción

      unamuniana  sigue

    pareciendo, como  pareció  al principio, una vertiente de

    valor secundario, una  especie  de

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcba

    hobby si es que no

    una debilidad de

      aquel

      recio  pensador vasco —el

      «pelo-

    tari  en

      P atmos» ,

      que dijo

      Rubén Dar ío— .

      Eso ocurre,

    ante

      todo,  por la  razón

      general

      de que  casi

      nadie

      sah

    leer versos,

      por

      ineducación

      del

      oído,

      de la voz y de

    la memoria sonora; pero

      también

      tiene  razones  indivi

    duales, no sin  relación  con un hecho

     aparentemente

     anec

    dótico,  el hecho de que Unamuno fuera un poeta  tardío:

    Y o  apenas  escribí  versos hasta pasar de los  rrin»«  «%y¡ y la

    mayoría

      de ellos, la  casi  totalidad,

      después

      de traspuestos loic ua -

    7

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    2/24

    8

    José María  Valverde

    xenta [...]. Son  poesías  de  otoño, no de primayera. (Carta a Zo-

    rrilla de San  Martín,zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA2-X1-1906.)

    Pareció

      frivolidad

      que un

      personaje

      tan maduro y gra

    ve (más que por sus cuarenta y  tres

      años

      al publicar su

    primer  libro

      de versos, por ser Rector de la Universidad

    de  Salamanca desde  hacía  tiempo, autor de  densos libros

    filosóficos,  y

      sabio

      conocedor del griego y de  raras  lite

    raturas

      extranjeras), se  empeñara  en serzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBtambién  poeta,

    y, lo que es más

     grave,

      con una forma sonora poco al

    uso.  Pues  ocurría,  en efecto,

      algo

      que al lector actual

    apenas

      le  importará,

      dada

      la sordera con que manejamos

    hoy

      la letra impresa: en  aquellos  tiempos la  gente

      tenía

    más oído

      que ahora  para  el verso —cualquier estudiante

    sabía  hacer versos  medidos y rimados a su novia—, y

    la  poesía  de Unamuno no se  ajustaba  a las formas sono

    ras

      vigentes —para

      la  mayoría,  las de  Zorrilla,  y Cam

    poamor;

      para

      la  minoría,  las

      novedosas

     de  Rubén Darío,

    de injerto  francés  sobre el  árbol  tradicional: pero  aquí

    no

      tenemos

      espacio para

      un

      análisis técnico

      de

     esta cues

    t ión — .  Por tanto, se  decretó  en redondo que

      aquella

    poesía,

      tan  densa  de  fondo,  no

      tenía

      forma,  sin adver

    tir

      que sí

      tenía

      su  propio  sistema  formal  e incluso un

    exceso  de  forma,  pero, organizada  desde_hases  insólitas:

    un  determinado Siglo de Oro (Fray  Lnjs,  Queyeclp. pero

    no  Garcilaso ni  Góngora , pécqner.  eso sí, como padre

    común,  y aun Campoamor, pero, más aún, dos tradicio

    nes

      extranjeras

      decimonónicas

      desconocidas

      en  E spaña:

    la italiana de Leopardi y Carduccyy. la

      inglesa

      de Gray.

    Coleridge, WJ^ds^uorrly.

      Browning...

      (Más

      adelante,

    después

      de  haberse  opuesto inicialmente al modernismo

    rubeniano, Unamuno

     aprendería

      su

      lección .

      La

      cuestión

    se solventaba  sólo  cuando era el  propio  poeta quien  leía

    en voz alta sus versos:

      «dicen

      que cuando yo los leo,

    parecen otra  cosa», escribía  a Carlos Vaz Ferreira en

    1907.

    La

      validez de  este  sistema  personal en la forma

      poé-

    tica —de ritmicidad  excesiva

      para

      los  hábitos  del  cas

    tellano central— no la  apreció  entonces  nada  más que

    Introducción

    9

    Rubén Darío,  precisamente el maestro del estilo moder

    nista contra el que  venía  a enfrentarse el ya encanecido

    poeta novel,  catedrático  de  Salamanca.  Es famosa la

    carta de

      Rubén

      (5  sept.  1907), homenaje al

      recién

      pu

    blicado poeta y reproche a su maledicencia: hablando de

    Rubén Darío,

      Unamuno

     había

      calificado su

      poesía

      como

    «demasiado   gaseosa,  a la  americana»,  y  había  dicho que

    se le  veían todavía  las plumas del

      indio

      por debajo del

    sombrero. E l

     nicaragüense

      empieza por reprochar al vas

    co que no le  haya  enviado el  libro,

      muchas

      de

      cuyas

    composiciones ya  había  recibido manuscritas, y,

      tras

      de

    defender noblemente su persona, con plumas indias y

    todo,  sigue:

    Y

      luego, yo soy uno de los pocos que han visto en usted al

    :ta.  Que le ofrezcan a usted del sabio y del profesor, no me

    ext r aña. . .  Mas  ¿quién  ha de ver en un nombre tal el don de

    ¡poesía

      sino los poetas?

    E l

      año siguiente,  Rubén Darío publicó  en «La Na

    ción»,

      de Buenos Aires, un

      artículo

      que

      sigue

      siendo

    el  homenaje  básico  a la  poesía  de Unamuno —quien lo

    recogería,  un poco fuera de  sazón,  como  prólogo  a su

    Teresa,  en

      1924

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPON

    .

      Allí decía,  entre otras  cosas:

    ¿Cómo;  este hombre que escribe tan  extrañas  paradojas, este

    hombre a quien llaman sabio, este hombre que sabe griego, que

    sabe una media docena de idiomas, que ha aprendido solo el sueco

    y que sabe hacer incomparables pajaritas de papel, quiere  también

    ser  poeta? L os verdugos del encasillado, los que no ven que un

    hombre sirva sino para una  cosa,  estaban furiosos. / Y cuando

    manifesté  delante de algunos que, a mi entender,  Miguel  de  Una-

    muno es  átate  todo un poeta y  quizá sólo  eso, se me  miró con ex-

    . trañeza

      [.. .] Y a sé que muchos observan: ¿ Y sus versos, y la

    forma de sus versos?

      Para

      mí

     _esa

      es una de las manifestaciones

    de su inconfundible indivjdualidaoS-J...] E n Unamuno se ve la

    necesidad

      que urge al^^dma del verdadero poeta, de expresarse

    rítmicamente,

      de

      decir'

     sus pensares y

      ¡sentires

      de modo  musical.

    Y

      en esto hay diferentes maneras,  según  las dotes  líricas  del  indi

    viduo; y no porque

    1

     una música  no se'parezca a la del autor por

    nosotros preferido, hemos de concluir que no es buena [... ] Una

    frecuentación  concienzuda de los  clásicos  de todas las lenguas ha

    dado a la  expresión poética  de  Miguel  de Unamuno cierta rigidez,

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    3/24

    10

    José  María Valverde

    que  hay

     quienes suponen dificultad,

      en la expresión rítmica de su

    palabra  [.. .] Lo que resalta en este  caso  es la  necesidad  del

    canto...

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB

    Pese  al  aplauso  de

      Rubén Darío,

      no fue Unamuno

    considerado primariamente como poeta en aquellos

    años.

      E l  máximo  devoto unamuniano,  Antonio  Macha

    do,  le escribe haber llorado con uno de sus poemas

      y

    haber perdido varios ejemplares dezyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    E l  Cristo  de

      V eláz-

    quez   a fuerza de prestarlos, pero su  devoción  databa de

    antes

      de que el pensador  vasco  se mostrara poeta. Y ni

    que decir tiene que la  sazón  vanguardista que  tendría

    su año epónimo  en

      1927

     no era muy propicia para va

    lorar  a un poeta tan filosófico  y tan poco refinado como

    don

      Miguel:

      hubo que  esperar  a que entrara la siguien

    te y  agitada  década  para que  Jorge  Guillen  pudiera  res

    catar  al ya anciano poeta —en la revista

      L os

      Cuatro

    V ientos,

      e incurriendo por ello en la  excomunión  del ce

    loso J. R. J .— . E l pleno magisterio de Unamuno como

    poeta se dio en la

      promoción

      que

      alboreó

      en

      vísperas

    de

    _19-3.6u—

    sobre

      todo,  Lui&_Rosales, los .hermanos Pa-

    ne«?,.Xiais^eUpe_JViyancQ

    i

    -.—-  Este  último sería  quien,

    venciendo las  suspicacias  del clima

      hiperortodoxo

      de en

    tonces,  publicaría  en  1942  la grandiosa

      Antología

      que

    nos hizo ser ardientemente unamunianos a La  mayoría

    de los

     alevines

      líricos  que asomamos a

      flote

      baria

     1945.

    Incluso,  poco después,  se  produjo  el curioso hecho, hoy

    mal  recordado, de que  la^rimerâ po^sJa^ocial»  —Euge

    nio  de  Nora,  Blas  de  Otero,  y

      otros;

      dejando a un lado

    a

      Celaya

      para que él mismo hable  algún  día de su una-

    munismo—,

      se hiciera precisamente con acento unamu

    niano.  Pero luego Unamuno es. ignorado por la  sucesi-

    v^^la^nj^«p^s^^s^cial»  —pongamos, de G il de Bied-

    ma a

      Vázquez Montalbán— , y .̂aún..má.s

    ^4>Qr

    -la-po.ste-..

    rior  reacción  estetizante de los un  día-llamados «novísi-

    jnos»  ̂ Tal vez, sin embargo, se inicia ya otra  etapa  en

    que la  poesía  de Unamuno vuelva a resonar de lleno

    en  los poetas: probablemente, en una perspectiva

      tem

    poral

      que  será  la de verle como el gran poeta  «mayor»

    ntroducción

    11

    rezagado  que

      habría  debido

      florecer  a

      fines c e siplo

    zyxwvutsrqponX T X

    —casi al lado del  Clarín  de  L a Regenta y del mejor Gal-

    d Ó S

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDC

    ;  O,  si se prefiere, el poeta  a__rpedin  ra

     mino

    -entre

    Bécquer  yAntonio,Machado.

      Pues

      la machadiana  «plas

    ticidad

      del  pasado»  nos permite

      enderezar

      y corregir

    nuestra propia

      tradición:

      en

      todo

      caso,

     la

      poesía

      de Una

    muno,

      después  que  Bécquer templó  el arpa, fue la que

    introdujo  la voz enteriza y honda que pregunta por el

    destino  último  del hombre —de su persona, de su carne

    y  de su

      mundo—.

    Así,  las anteriores consideraciones formales e  históri

    cas nos han llevado al

      umbral

      de la gran  cuestión  de la

    >esía

     dé Unamuno: su valor y su peculiar papel dentro

    'e la aventura del  espíritu  de su autor. Y  aquí  es donde

    ncontraremos nuestra mejor  razón  para poner su  poesía

    ~r  encima de su prosa (en  especial  de la de

      ideas,

      ya

    ue su prosa narrativa  está  a medio camino entre su

    zyxwvutsrqponmlkj

     

    poética

      y su voz de articulista).

      ¿Por

      qué Unamu-

    .o,  en su madurez  vital  y literaria, se entrega intensa-

    lente a la  poesía, dándole  la  primacía  en la  expresión

    ^e su persona e insistiendo en ser ante

      todo

      poeta, aun-

    ~ue su  público  se resistiera a reconocerlo  así?  Porque/

    Unamuno  -—pensamos—  encontró  en la  poesía  una'

    auténtica  vía de  redención,  el  antídoto  contra el vene-/

    no  de su alma, que no era tanto el

      exceso

      de raciona- ¡

    lidad  contra el que  suele  clamar, cuanto el  exceso de<

    «Yo»,  su  autoposesión egolátrica.  Es sabido que

      Unamu-i

    no abandonó  su socialismo

      juvenil

      con el pretexto de

    que  «primero» tenía  que

      aclararse

      sobre si el hombre

    es

      inmortal

      o no, porque, de no serlo, una sociedad feliz

    no haría  sino aumentar el  dolor  de la  aniquilación.  Con

    eso, a

      pesar

      de los E vangelios que siempre

      releía

      en el

    original

      griego, no supo reconocer que, en su  búsquedaj

    agónica  de un

      Dios

      garantizador de su inmortalidad ení

    cuerpo y alma, iba contra la naturaleza misma de la fe

    que anhelaba, al poner  «primero»  la  búsqueda  intelec-1

    tual

      y dejar para luego el amor, un amor  —además—

    en  que no

      cabe  admitir

      fronteras ni conflictos entre el

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    4/24

    12

    José María  Valverde

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    \amor a  Dios  y el amor al

      prójimo.

      Más brevemente: se-

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

     gún

      esos

     E vangelios, para

      ganar

      el alma propia hay que

    empezar por perderla —perder la vida para  Dios  y los

    además—.

      Y el egotismo contra el que

      luchó

      toda su vida

    'ÍUnamuno  le dominaba más cuando

      escribía

      en prosa:

    su

      expresión

      formal  era ese

      típico

      estilo del

      artículo

      pe

    riodístico

      unamuniano, a la vez

      neoclásico

      y «a la pata

    la

      llana»,

      vociferante y disperso en

      paradojas verbales

    y ganas  de llevar la contraria; en verso, en cambio, Una

    muno  entraba en una vía

      saludable,  dejándose,

     dominan

    por

      unos imperativos formales más  ajenos _a_m

    _¿

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    5/24

    14

    José  María  Valverde

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDC

    verso   [... ]  Quiero  hacer  una cosa  cristiana,  bíblica

    y...  española.»  (Carta  de

      28-VII-1913.)

      E s intere

    sante  anotar,

      a

      efectos

      de

     paralelismo

      de

      expresión,

    que Unamuno leyó  con entusiasmo  loszyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBV ersos  libres

    de

      José Martí

      cuando empezaba,

      o iba a

      empezar,

    este poema.

    ANDANZAS  Y   VISIONES  ESPAÑOLAS  (1922.

    Renacimiento,

      Madrid;

      el  prólogo está

      fechado

    en  1920).

      La

     mayor parte

      de las

      piezas

      que

     com

    ponen el libro  son  crónicas  en prosa, pero lo   encabe

    zan cuatro sonetos —de  los que figuran  dos aquí—

    y

      lo

      termina

      un

     grupo

      de

     ocho poemas

      — la mitad

    de ellos impresos  con los  versos seguidos, como

    prosa—.

    RIMAS  DE DENTRO  (1923;  colección  privada  «Li

    bros para

      amigos»,

      editada por

      José María

      de

     Cossío,

    Valladolid).  Contiene veinte  poesías,  fechadas

     en-

    tre  1908  y  1910.

    TERESA (RIMAS  D E U N

     POETA DESCONOCI

    D O ,  PRESENTADAS

      Y

     PRESENTADO  PO R MI

    GUEL  D E  UNAMUNO)  (192 4; Renacimiento, Ma

    drid).  Lleva  por  delante  el  artículo  de  Rubén  Da

    río,

      de 1909

    sobre  Poesías  (1907),

      de

     Unamuno;

    después  una  larga

      Presentación

      en que Unamuno

    ofrece  esas  «rimas»  como

     escritas

     por un  joven poe

    ta  amigo suyo

      que

     habría  muerto

      de

      amor

      por su

    novia,  Teresa, muerta

      de

      tuberculosis. Esta Presen-

    tación

      contiene

     algunas

     poesías  que  Unamuno da  di

    rectamente como

      suyas,

      lo que

      ocurre

      también

      en

    las  Notas  finales  —así,

      la

      composición  H an vuelto

    los

      vencejos

    que  incluimos  aquí—.  Unamuno ofre

    ce  los versos  de

     este

      «apócrifo»  como  expresión  de

    un «ex-futuro»  suyo, algo que pudo haber sido

     y no

    fue,  en su propia  vida:  quizá, también, sublimación

    de  algún platónico  episodio sentimental  en su ma-

    durez.

    ntroducción

    15

    -  DE FUERTEVENTURA  A PARIS  (DIARIO  I N T I

    MO DE CONFINAMIENTO Y  DESTIERRO VER

    T I D O   E N

     SONETOS)

      (1925,  París,  E xcelsior).

    Consta

     de 103

     sonetos, muchos

     de

     ellos seguidos por

    una breve

      anotación

      en

     prosa,

      a

      veces

      aclarando

      y

    agravando  sus  ataques  personales  — en algún  caso,

    la  edición  de

     Obras  completas

     ha

     omitido

      cautamen

    te

      esa anotación—.

      Como

      es

      sabido, Unamuno

      fue

    desterrado

      a

      Fuerteventura por

      el

     Dictador  General

    Primo  de  Rivera — luego, se le privó  de la  cátedra,

    por

      estar ausente

     de ella— . E l 10 de marzo de 1924,

    Unamuno

      escribe  el primer  soneto, aún en  Salaman

    ca;

      al

      conocer

      la

      orden

      de

     destierro;

      el 9 de

      julio

    de

      ese

      año

     se

      evade

      de la

      isla

      en un

     yate  francés

    —a

      bordo

      del cual escribe los sonetos L V y  L V I — ;

    al  llegar  a París

      sabe

     que se le ha concedido un in

    dulto,

      que

     rechaza. E n  París  escribe

      el

     resto

      de los

    sonetos,  hasta  diciembre

     de ese

     mismo  año. Después

    se traslada  a  Hendaya, para  vivir  mirando su tierra

    vasca

      desde

      el

      lado

      francés.

    ROMANCERO   D E L DESTIERRO  (1928, Buenos

    Aires,  Alba).  Consta

     de 37

     poesías  sueltas

     y 18

      ro

    mances:  «actualidad

      y

      actualidad  política.

      Y en

     ella,

    historia  viva,  y en la  historia,  poesía,  o sea crea

    ción.» Está  redactado  en Hendaya,

      hasta

      la  prima

    vera

      de 1927.

    -  CANCIONERO. DI ARIO POETICO

      (1928-1936)

    (Buenos Aires, Losada, 1953). D esde febrero

     de

     1928

    hasta  su  muerte,  el  último  día de  1936, Unamuno

    llevó  encima siempre  algún  cuadernillo para escribir

    rápidos

      apuntes

      en

     verso.

      E l

     conjunto

      de esos

      cua

    dernillos

      —con

      un  total  de 1.755   poesías—  no se

    publicó

      hasta

      1953;

      algunas

     poesías  aparecieron suel

    tas,

      y en

     1934,

      el

      Cuaderno  de la  Magdalena  (Ma

    drid.  Aldus)  recogió  un grupo

     de

     poesías  escritas

      en

    la Universidad  de  Verano  de  Santander,  ese año.

    E l  9 de

     febrero

     de

      1930, tras

      la  caída  de Primo de

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    6/24

    16  José María  Valverde

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    Rivera, Unamuno

      regresó

      a

      España: había

      escrito

    hasta  la

      composición

      1.455,  es  decir,  la  mayor par

    te:

      por lo que toca  a las que seleccionamos

      aquí,

     la

    primera  de ellas  escrita  ya en España,  es la que em

    pieza:  «Saboreo  tu lenguaje,

      rico

      fruto».

    Los

      textos incluidos

      aquí están

      tomados  del  volu

    men

      V I ,

     «Poesía»,

      dezyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBObras  completas  de  M .  de U .

    (ed. Manuel

      García

      Blanco,

     Madrid,

      Escelicer, 1969). A

    pesar

      del excelente trabajo

      filológico

      de

     G arcía

      Blanco,

    esa

      edición

      no

      está

      libre de sus propias  erratas,  que he-

    mos procurado extirpar.

    Julio,

      1976.

    /

    Ai

    V .

    ra

      espués

      de mi muerte

    Vientos  abismales,

    Bprmentas de lo  eterno  han sacudido

    |de  mi  alma  el  poso,

    w  su haz se  enturbió  con  la tristeza

    B el  sedimento.

    Gurbias  van mis  ideas,

    imi

      conciencia enlojada,

    [empañado  el cristal  en que desfilan

    ¿de  la vida  las formas,

    iy

      todo

      triste,

    .porque

      esas heces  lo  entristecen  todo.

    O ye

      tú que

      lees

     esto

    después  de

     estar

      yo en tierra,

    cuando   yo que lo he escrito

    no  puedo ya al  espejo contemplarme;

    ¡Oye  y  medita

    Medita,  es decir:  ¡sueña

    17

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    7/24

    I

    52

    de Mesa,  no fueron  los únicos

    9 3

    ; por ello, cada vez

    más numerosos

    9 4

      quienes  se  inclinan a pensar que

    1

    muño halló  su  personalísimo

      modo

      de renovación

    ral

      y

     expresión poética propia, precisamente

      en las

    hospitalarias,  y  filosóficamente más profundas  de lo

    la  crítica  nos ha hecho

      creer

      hasta  la fecha,  del M

    nismo.  El fenómeno,  a  fin de cuentas,  no

     hace

      más

    cerrar

     de la manera más lógica posible,  el largo con

    cioso mantenido  por Unamuno  v la por él mal entendí

    «escuela modernista» — confusión heredada

      de M

    Machado  y suzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAGuerra Literaria  por historiadores no

    pre afortunados,  como  Díaz Pía ja  o  Laín Entralgo

    Y

      es

     que ya Manuel García Blanco, en

     el

     extenso

      p-

    que dedica  a la Poesía  de Unamuno

      dentro

     de  sus

    Completas,

      lo había señalado con precisión tiempo

    «Para Juan Ramón Jiménez, Unamuno

      era un _

    nista ideológico,  o en

     otros

      términos,  un  moderni

    que aflora en la idea, en  la mente, no en los sentidos»

    Justamente

     en el

      célebre libro

      de

     Ricardo Gul lón,

     C

    versaciones

      con

      Juan

      Ramón Jménez,  piensa  el pro

    Juan Ramón que con Machado  y con Unamuno comie

    la  poesía española moderna.  Y  habría  que añadir

    esa modernidad  se deriva  en gran medida de su ad

    ción fundamental,  y  original,  al  impulso

      regenerador

    reconversor  obrado  por  el Modernismo.

    9 8

      Como  lo atestiguan los estudios  de R I C H A R D   A.   C A ~

    sobre  JU A N R A M Ó N J I M É N E Z   o mi  propia tesis doctoral

    E N R I Q U E

      D E  M E S A ,  realizada en la Universidad de Salamanca.

    •*

      El  p rof sor

      JAV IER BLANCO PASCUA L,

      del Departamen

    de Literatura

      de la

     Facultad

      de

     Filología

      de

     Salamanca, tiene

     nÉ

    trabajo

      aún

      inédito donde sostiene

      la

      inclusión

      del  U N A M U N O

    poeta  en una vertiente particular  del Modernismo,  como  sería la

    creación  de una metafísica ideológica, inexistente  en España  du

    rante  el siglo xix.

    9 5

      M A N U E L M A C H A D O :zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBALa  guerra  literaria.

      Edición

      de J.

    BLACO   y

      M .*

      P IL A R C E L MA .  M adrid. Ediciones Narcea, S. A ., 1981.

    9 9

      MA N U E L G A R C ÍA B L A N C O :  Introducción a

      Poesía,

      de M I

    GUEL

      DE

      U N A M U N O .

      Tomo V I

     de las Obras Co mpletas publi

    por  la  editorial Escelicer  entre  1966 y 1971.

    P E R S O N A L I D A D L I R I C A

    El

      momento

     definitivo, el de  inquirir en la personali-

    .l.id  lírica

      de

      Unamuno (punto

      de

      llegada nada casual,

    mando  el  propio  don Miguel proclamaba  a sus corres

    ponsales  su convencimiento auténtico de ser,

     ante todo,

    porta),

      por fin ha

      llegado.

      E l

     acercamiento

      ha de ser

    tradual  y  pormenorizado,  y ha de

     tener

      la  culminación

    de cierta tesis  ya apuntada  con anterioridad.

    Trayectoria.—Cuando Unamuno

      va a

      pasar

      de la

      infan-

    . ia  a la  adolescencia, alrededor  de 1874, no sólo acaba

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    8/24

    54 zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    pañola y  AmericanazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBApara sus suscriptores

    9 7

    . El álbu

    contenía composiciones de Campoamor, A guilera, P

    lacio, Trueba,  Grilo  y Alarcón,  entre otros  varios,

    ma de las musas españolas del momento. Huyendo tí

    damente

      de

      este

      aura ambiental de

      grotesco

      romant

    cismo, numerosos núcleos de provincias (tal el del  pri

    mer Juan Ramón Jiménez en la  Sevilla  de 1896

    9 8

    ) in-«

    tentaban soluciones de recambio, «a lo Salvador Rueda»

    en muchos

      casos

      sin

      obtener

      más que discretos resul

    tados.

    Cuando Unamuno comienza a escribir poesía (enj

    esos mismos años noventa) ya se ha

      operado

      la eran

    renovación rubeniana, solitariamente reconocida en 1888

    por Juan V alera, y cuyo hito más reciente es  Prosas

    Profanas  (1895).

      Unamuno, que venía publicando ver

    sos en algunas revistas

      como

      la

      Revista Nueva,

      por esos

    mismos años, manifiesta en 1899 su intención de editar

    un  libro de versos propios que acompañe a traducciones

    de Coleridge y Leopardi, en

      carta

      a su amigo  Luis Ruiz

    Contreras

    9 9

    . El l ibro en cuestión no se editará hasta

    1907, cuando Unamuno cuenta ya cuarenta y  tres  años,

    y

      ofrece

      un programa eminentemente « cordial» , neorro-

    mántico —no tardorrománico,

      como

      en el

      caso

      de los

    poetas

      burgueses—, que se resume en el siguiente poe

    ma fechado en diciembre de 1906: zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    9 7

      Album poético español,

      «con composiciones inéditas de

    los

      señores

      MA R Q U É S

      DE

    MO L IN S , HA R T Z E N B U S C H, C A MP O A MO R ,

    P A LA C IO , C A L C A Ñ O , A R N A O , G R IL O , A G U IL E R A ,  N . D EA R C E , E C H E

    V A R R ÍA , L A R MIN G , A L A R C Ó N , T R U E B A , HU R T A D O

      y

      D U Q U E

      DE RI-

    VAS.  Publícalo la empresa de La Ilustración Española y Americana

    y de la Moda Elegante Ilustrada para obsequiar a sus suscriptores

    en el presente año. M adrid. A. de Carlos e  Hijo ,  editores. Carre

    tas, 12, principal, 1874».

    9 8

      JAVIER BLASCO:   Poética de

      Juan

      Ramón.

      Universidad de

    Salamanca, 1982, pág. 67.

    9 9

      Aunque, según  demuestra  M ANUEL

      GARCÍA BLANCO,

      en

    Don M iguel de Unamuno y sus poesías. Salamanca. Acta Salaman-

    ticensia. Universidad de Salamanca, 1954 (Estudio y Antología de

    textos  poéticos no incluidos en sus libros), su poema más antiguo

    es de 1884 (a los veinte años) y se titulaba «A rbol solitario».

    Dices que no me

      entiendes...

    y ¿qué  importa,

      bien

      mío?

    Tampoco  yo te  entiendo,

    y

      tengo

      tu cariño.

    Si

      ante  ti está mi  mente

    cercada

      en

      grueso

      muro,

    en

      cambio,

      aquí te  traigo

    mi corazón

      desnudo.

    Yo

      no sé lo que

      piensas

    y aun si

      piensas

      ignoro;

    me

      basta

      que tu

      pecho

    se me

      baya  abierto todo.

    La

      mente

      es infinita,

    el corazón

      eterno;

    aquí, en tu rinconcito,

    por

      siempre

      viviremos.

    A

      lo que se ve, una declaración de irracionalidad

    «cordial»,

      donde campea un «yo» original y

      promete

    dor, si bien con notorias adherencias del «realismo»

    de  poetas  decimonónicos a los que Unamuno había leí

    do y conocido  como  Joaquín  M.*  Bartrina, Federico

    Balart, Q uerol , o el propio Campoamor.

      Poesías,

      libro

    inicial  de Unamuno, constituye no sólo una importante

    novedad —que sólo Rubén Darío y Juan Ramón Jim é

    nez, significativamente, supieron apreciar—, sino un

    libro

      de extraordinaria fuerza expresiva, enorme den

    sidad  temática (apoyada en un personal uso de los

    símbolos,

      prácticamente desprovistos de imágenes) y una

    característica muy especial:  Poesías  es una obra emi

    nentemente

      condensatoria: en ella se encuentra — y no

    en embrión—  todo  el ideario formal y conceptual de

    Miguel   de Unamuno. Por ello, me  parece  el libro más

    redondo y consistente, pergeñado durante largos años,

    calculado

      como

      obra madura de un meditador que nece

    sita del verso para dar su nota definitiva. Los restan

    tes libros poéticos de Unamuno, de indudable impor-

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    9/24

    56

    tancia para trazar  su personalidad lírica,  no  poseen sin

    embargo

      ese don atributivo  de la  condensación.  Se tratl

    de «experiencias» interesantes,  de  «desarrollos» afor*l

    tunados

      del

      primer poemario, resultado

      sin

      duda  dflj

    un

      ponderado

      proyecto

     de

     meditación poética

    , 0

    ° .

    ElzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBARosario  de  sonetos  líricos  (1911)  es,  cronológica

    mente,

      el

      segundo libro

      de

      versos

      de

      Unamuno.

      C o n*;

    tituye  un desarrollo riguroso,  en  clave soneteril  de alta

    frecuencia,  de la sustancia temática amasada  en Poesías,  i

    El

      momento

      es particularmente importante para  la poe

    sía española,  por

     cuanto

      las  voces sustanciales  del mo

    dernismo español  han elegido caminos divergentes: A n

    tonio Machado

      va a

      publicar  Campos

      de

      Castilla,

      que

    ya  está  en la  imprenta; Juan Ramón,  en  Pastorales,

    Jardines

      lejanos

      y

     otras

      varias obras,  se halla en tránsito

    a  una poesía  en extremo  depurada; Pérez  de

      Ayala,

     enj

    el  paso  de La Paz del  sendero  (1903)  a  El  sendero  artA

    dante  (1915),  ensaya

      una

     poesía cada

      vez más

     intelec-

    tualizada. Pero,

      muy en

      especial,

      el

      desarrollo

      de los

    últimos acontecimientos  en España (Semana Trágica, go*

    bierno liberal  de Canalejas) han radicalizado  las posicio

    nes ideológicas  del  escritor.

      Campos

      de  Castilla  y et¡

    Cancionero

      Castellano

      de Enrique  de Mesa, en esa mis

    ma fecha  de 1911, rebosan  un criterio diáfano  de «cas

    tellanismo militante»  al servicio  de una mentalidad pro

    gresista  y  anticaciquil. Mientras

      tanto,

      Unamuno  ha

    elegido  ya la  senda preferida,  y, a la  vista  de

      todos,

    habilita  un  camino solitario — aunque  no  exclusivo—,

    de «meditación poética»,

     que ya

     habrá

      de

      identificarle

    en  lo  sucesivo.

    Cristo  de  Velázquez  (1920)  constituye una segunda

    experiencia, bien  que extraordinaria,  en la  fecha límite

    y

      de

     encrucijada para

      la

     poesía española — la consecu

    ción,  por Juan Ramón,  de una «poesía pura»,  El  sen-

    dero innumerable

      de Pérez  de

      Ayala,

      las nuevas obras

    de León Felipe— . Unamuno  le  había anunciado  a Be-

    nedetto

      Croce  su  propósito  de  hacer «una cosa cris-

     ° °

      A N G E L  M A R T Í N E Z  BLASCO:  «Existencialismo en la poesía

    de Unamuno». Madrid.

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAInsula,

      núm.  181, diciembre 1961

    57

    nana,  bíblica...  y  española».  La  experiencia,  un muy

    Iftrgo poema compuesta  de  glosas  a

      textos

      evangélicos,

    tic-ne  algún  resto —sublimado  y transformado—  de plás

    tica modernista  (como  puede verse  por los

     fragmentos

    reproducidos

      en

      esta antología)

      y una

      inevitable pervi-

    vencia  de la  «imitatio Christi», recordadora  del Una-

    muno-asceta luterano. Aparte  todo

      esto,

      la obrita — es,

    tomo  se ha dicho, un solo  y  largo poema— bien pudiera

    enlazarse (pienso  que  voluntariamente,  por  parte  de

    Unamuno)

     con un

     momento, aún

      no

     concluso

      en 1920,

    de  intentonas desesperadas  por «regenerar moralmente»

    el  país,

      dentro

      de lo que los  historiadores llaman  el

    período  de mayor agitación,

      entre

      1917 (la gran huelga

    general)  y 1923 (el golpe del general Primo  de Rivera):

    ahí están  las  segundas ediciones  — de gran audiencia—

    de Campos

      de

      Castilla,

      y de

     Cancionero

      Castellano

      (con

    prólogo  de Pérez  de Ayala)  en 1917; la  propia novela

    de Unamuno  Abel  Sánchez,  también  en ese año; y en

    1918 ensayos

      de

     Pérez

      de

      Ayala,

      Política

      y

      toros

     (que

    en  1916 ha publicado sus

     novelas

      poemáticas  de la  vida

    española ,  El  Cristo  de  Velázquez  unamuniano  aporta

    su  especial contribución  al

     momento

      español, «Un

      Cris

    to español que está siempre muriéndose,

      pero

      sin

     acabar

    nunca  de  morirse,  no es la imagen  de Velázquez, sino

    la  creación  de Unamuno»

     1 0 1

    .

    La  aparición  de  Teresa  en 1924,  después  de  algún

    otro

      libro menos relevante  Rimas  de  dentro,

      1923),

    constituye  otra  nueva tentativa global

      de

     resolución for

    mal  y  espiritual,

      dentro

      del  personal

      contexto

      genérico

    intuido  por Unamuno: «H ará cosa  de año y medio re

    cibí  de una  pequeña  villa,  cuyo nombre,  fiel  a una

    promesa, que estimo sagrada, no he de revelar, una  carta

    de

      un

     muchacho herido

      de mal de

     amor

      y de

      muerte,

    de

      amor

      de muerte,  y de

     muerte

      de amor. Sólo  me es

    permitido  dar su  nombre  de  pila:  Rafael,  y el de la

    1 0 1

      M A R I O F E D E R I C I :  La

     imagen

      del

     hombre

     en la

     poesía

     de

    Unamuno.  Madrid. Editorial Fragua,  1947, pág. 104. Compuesto

    este  estudio,  me  llega  un  denso trabajo  de

      JU A N G U I L L E R M O

    R E N A R T ,

      titulado

      El

      Cristo

      de

      Velázquez

      de

      Unamuno: Estruc-

    tura, estilo, sentido.  Anejos de la revista Canadiense  de Estudios

    Hispánicos,  s/f.  Presumiblemente,  1983.

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    10/24

    58

    muchacha,  que muerta  poco  hacía  le  llevaba  a morir, y

    era Teresa»

      1 0 2

    .  Sobre  la  trama mínima  de un  amor

    trágico

      entre

      dos  personas proyectadas  en la  muerte,

    Unamuno hilvana el hilo del doble mito «eros- thanatos»,

    a  la  manera  más trágica  y  personal posible, dando así

    lugar  a  una experiencia literaria más  dentro de su  marco

    creador:  el

     relato

      poético,  no entendido  a la  tradicional

    manera épicolírica, sino  como  efusión lírica sometida  a

    una

      mínima tensión ficticia:  « En

     este

      sentido, esta ten

    tativa unamunesca  del

     relato

      poético tiene  una estrecha

    relación,

      más en el

      propósito

      que en la

      técnica,

     con

    los melodramas para marionetas,  de  Valle-Inclán, singu

    larmente  conzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBARosa  de  papel.  El

     relato

      poético unamu-

    nesco  y el  melodrama para marionetas  de  Valle-Inclán

    fueron compuestos  en la  década  de 1920 a 1930, en

    el

      período  de  entreguerras»

      1 0 8

    .  Habría  que  enmendar

    la

      plana  al crítico G onzález López añadiendo que ambos

    intentos pretendían, además, introducir

      una

     cuña

     — de

    perspectiva literaria divergente—  de  humanización  en

    la  literatura española.  Lo   cierto,  en fin, es que bajo

    equívocas concomitancias epocales,

      este

      libro  de  versos

    de Unamuno  aporta  una  esencial renovación  de  tipo

    formal

      a su

      propia trayectoria,

      y al

      panorama poético

    español.  El  poemario,  por

     otra

      parte, amén  de un dis

    cutible becquerianismo  (1924 es el  primer  año en que

    el

      peso  del

     poeta

      andaluz comienza  a  gravitar sobre

    los jóvenes

      poetas

      de la  Residencia  de  Estudiantes),

    está salpicado

      de

      aderezos cultos

      y de

      homenajes lite

    rarios,  y, en  definitiva,  nos

      ofrece

      la  posibilidad  de

    entender  la  muerte  unamuniana  en su vertiente litera

    ria  (como

      enunciación dialogada  o  monologada, reci

    tativa  o narrativa)  y, al fin, como  forma poética  de ten

    sión máxima.

    En

      1925

      aparece  D e  Fuerteventura  a  Parts,  subtitu

    lado «Diario íntimo  de  confinamiento  y destierro  ver-

    1 0 2

      Palabras  de  U N A M U N O   recogidas  en el  tomo  V I de las zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    Obras Completas de este  autor,  publicadas  por Escelicer, pág. 559.

    1 0 3

      E MIL IO G O N Z A L EZ

      L Ó P E Z :

      «La poesía de Unamuno: el

    relato

      poético Teresa».

      La Torre.

      X V I I . ,  octubre-diciembre

      1969,

    páginas  84-89.

    59

    tido  en  sonetos»,  compuesto  bajo  los efluvios existen

    cíales  de un  sentimiento doble  de  alejamiento  y pro-

    fundización,

      en la

      distancia,

      de sus

     centros  habituales

    de vida

      y

      pensamiento. Unamuno, confinado

      por el ge

    neral Primo

      de

      Rivera

      a la  isla  de

      Fuerteventura,

      de

    la

      que huyó  a  París,  nos da una nota última  de su

    ideario neorromántico —acrisolado  en el  transcultural

    Modernismo  en que  se formó para poder violentar  como

    hacía  las  formas literarias— cuando  nos  propone  en

    versos sobrecogedores:

    ¿Quién  sabe  de  secretos?

    La  mar ciñe  a la

      noche

      en su

     regazo

    y la  noche a la mar; la luna,

      ausente;

    Poco  tiempo después,

      en su

      Romancero  del  destierro

    (1928),

      la  nota becqueriana confirma  la  tensión exis

    tencial  que oculta  el poeta:

    El

      cuerpo canta;

    la

      sangre

      aulla;

    la tierra  charla;

    la  mar  murmura;

    el

      cielo calla

    y el  hombre

      escucha.

    Finalmente,

      el

     Diario poético  (1928-36)

     es un

     confesio

    nario vivo,  que confirma  la  sobrecarga  de un alma ex-

    cepcionalmente atribulada  y capaz  de someter  el género

    a  la violencia de su propia intimidad. V iene a ser Una

    muno  no sólo  un hombre del siglo  xix, sino  de alguna

    manera,  el  gran lírico  que España  no tuvo,  dentro de

    una

      tradición romántica inexistente,  de  inédita renova

    ción moral, política

      y

     cultural:

      « En

     primer lugar,

      estoy

    de acuerdo con José M .* Valverde cuando dice que  Una

    muno  nos sirve  como  compensación  del gran

      poeta

      que

    no hemos tenido  en el xix. Y

      estoy

     de acuerdo porque,

    mie.itras  en sus ensayos  y  artículos

      pertenece

      siempre

    a

      la

     actualidad española más urgente,

      su

     figura

      de

     poeta

    podemos proyectarla hacia atrás  en el  tiempo  y  colo

    carla junto a h de un Leopardi,  un Whitman,  un Martí

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    11/24

    60

    o un Anthero de Quental . Con t odos  estos

      poetas

      — a n

    teriores a él en el tiemp o histórico , pero contem po ráneos

    suyos en   intrahistoria  europea— t i ene  bastante  que ver

    en su temática y en su verso»

      1 0 4

    .

      Desde

      un a

      perspec

    tiva  rigurosamente simbolista y neorromántica, el Ma

    chado s olitario de Soria y de

      Baeza

      compone con el

    Unamuno cartujo de

      Salamanca

      el tándem fundamen

    talmente romántico — que ingresa en la  Modern idad

    gracias  a la contribución del  anacoreta Juan  Ramón

    Jiménez— que España  posee  en su tránsito a un M o

    dernismo

      sin pasado romántico, dotado de magníficas

    ebulliciones solitarias.

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    Poética.—En numerosas

      ocasiones

      repit ió Unamuno

    aquello de «pensar alto y sentir hondo», como ejem-

    plario doctrinal,  paradigma de un ideal poético que él

    siempre procuró

      sentar

      firmemente en la práctica y en

    la

      teoría de sus versos. Por una especialísima ecuación

    retórica —q ue intentaremos expl icar seguidamente—,

    Unamuno sitúa «intemporalmente» su convencimiento

    profundo   de «pensar el sentimiento», al fa y omega de

    su teoría poética, y por tanto núcleo sustancial de toda

    poética que se precie de tal dentro de su trayectoria.

    l  convencim iento de «pensar el sentimiento» co mo

    clave de la sustancia poética que anima sus versos,

    lo   manifestó Unam uno siempre tarde — generalmente

    en los años veinte— ; «tardedad» que hemos de con

    siderar inherente al autor si tenemos presente que co

    mienza a publicar a los 43 años (de ahí lo de «intem

    pora l  convencimiento»). Por lo tanto, el Unamuno-poeta

    es un personaje mad uro que se inco rpora a la tarea

    poética de manera

      sobrepensada

      y perfectamente

      cons

    ciente de cuanto quiere conseguir. Resulta evidente,

    po r  datos ya anteriormente esgrimidos, que Do n  Miguel

    se opuso al «pseudoclasicismo» de Rubén Darío, y que

    po r  lo tanto se sintió igualmente  ajeno  al purismo de

    D'Annunz io   que al de

     Juan

      Ramón o al de

     Jorg e

      Guillen. zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    1 0 4

      Luis  F E L I P E V I V A N C O : « D O S

      grandes

      poetas  retrasados»,

    enzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAIntroducción a la poesía española contemporánea.  Segunda

    edición. M adrid. G uadarrama, 1971,  tomo  I, pág. 27.

    61

    Sabemos

      de su condena de lo francés en numerosas

    ocasiones

      al comienzo de su trayectoria poética (y su

    «paganismo hedonista»). Sin embargo, su honda convic

    ción en el ofic io poético, que cal i fica como de «senti -

    d o r » — y n o c o m o d e c i d o r — l e ll ev a a  confesar  a Ortega

    lo   siguiente en una carta fechada en febrero de 1912:

    «sé que no gusta u d . de m i poesía y tengo la flaqueza

    de

      creer

      que soy p oeta o no soy nada. N i de fi lósofo ,

    ni

      de pensador, ni de   erudito ,  ni de fi lólogo me precio;

    sólo presumo de ser un buen catedrático y un sentidor

    o un poeta.»

      Para

      Unam uno , en f in , la de poeta es la

    mayor y mejor  posibilidad   d e

      ejercer

      y desarrollar con

    inigualable

      pureza,  originalidad   y autenticidad , la  inti

    midad propia,  qu e  debe  ser, al fin , el gran sustento de

    aquel ofic io   literario  tan «ínt imam ente» qu erido y  cul

    tivado.

    De tal manera es ello cierto que sus afirmaciones

    teóricas o confidenciales, en torno a una hipotética poé

    tica, menudean

      cada

      vez más abundamentemente, cuanto

    más se  acerca  el   f inal  —p uesto que Unamuno   nace  poé

    t icamente en la mad urez — de su

      v ida

      y de su creación

    misma. En palabras de

      Francisco

      Ynduráin, «La

      fase

    más sostenida puede situarse entre Fuerteventura, París

    y  Hendaya»

      1 0 5

    , es decir , en un Unamuno que   rebasa

    ampliamente la  sesentena.  Tal vez el proyecto de pró

    logo qu e tenía Unamun o, y que comenzó a redactar

    en marzo de 1928, en Hend aya, para una edición fu

    tura,

      resume a la perfección el pensamiento de madurez,

    el

      pensamiento   def in i t ivo ,  de Unamuno poeta. Manuel

    García Blanco, el eterno e infatiga ble unamu nista, puso

    al  frente del  Cancionero-Diario

      poético

      de 1936

      este

      ex

    cepcional resumen personal de la génesis poética una-

    muniana;

      efectivamente, lo encontramos en las  Obras

    Completas  de Escél icer, do nde afirma Unam uno : «Nada

    quiero

      decir de las formas rítmicas y de cómo conservo

    siempre el  asonante  y a las  veces  el consonante, abando-

    1 0 8

      FRANCISCO YNDU RÁIN:   «Unamuno en su poética y como

    poeta», en  Clásicos M odernos.  M adrid. Gredos.  B.R.H.,  1969,

    páginas  59-125.

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    12/24

    62 zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    nando

      el

      llamado verso   l ibre,  aunque

      el mío

      nunca

    lo   fue del todo.  Pues

     si

     bien m ezclaba versos

      de

     diversos

    metros, procuré, aunque  no   siempre  lo   consiguiese del

    t odo ,  qu e

     cada  verso

      fuese

      indiv idua lmente

     un

      verso,

    qu e

      no

      cualquier frase

      de

     ocho sílabas

      es

      octosílabo

     n i

    de   once  —habid a cuenta, claro  es, de los h ia tos—   un

    endecasílabo.

      Para

      otra música

      no

      tengo hecho

      el

      o í do

    ni

      sé si le  tienen  los que  pretenden hacerla»

      I O f i

    .  De

    donde venimos

      a

      deducir

      la no

      pequeña preocup ación

    de

      D o n

     Miguel

      por

      cuestiones form ales

      que

      hacen

      al

    proyecto mismo que del verso

      se

      tiene,

      y

      así deducimos

    qu e

      la

      f orma

      es

     cosa  trascendental

      en ese

      aparentemente

    austero

      y

      simp lista concepto po ético

      de

     Unamuno.

    En   definitiva,

      y

      para

      acercarnos

      al

     proyecto   definitivo

    de poética unamuniana, hemos  de  convenir  en que e l

    aforismo «Pensar

      el

      sentimiento» — que resulta radical

    mente

      distinto

      del «sentir

      el

      pensamiento» inverso, cuyo

    punto  de

     origen

      es la

      disquisición me ntal,

     no

     p oé t i c a—

    posee  insospechado trasfondo .

      En

      primer lugar, Una

    muno

      tenía muy claro

      que el

      origen

      de su

     fundamen-

    tación poética debía

      de ser

      eminentemente lírico , como

    corresponde  a  toda teoría  más o  menos romántica  de

    la

      literatura,

      que

      entiende

      de

      mane ra id ealista h asta

    qué extremo  las  formas literarias  son  po rtadoras  de su

    especificidad creativa. Cuando Unamuno llega

      a la

     po esía

    — l o   hará constar

      en

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAPoesías  1907)—  entiende

      dos

    t ipos

      fundamentales

      de

      lírica:

      la

      poesía cerebral,

      por

    u n  lado (que

      se

      suele

      servir

      de

     conceptos) ,

      y la

      poesía

    cordial

      (que

      se

      suele  servir

      de

      imágenes) , por otro lado.

    Es obvio

      que a

      Unamuno

      le

      interesa

      la

      poesía cordial ,

    pero   en cambio  no le

     satisface

      el  sistema exp resivo  que

    suele  utilizar  — e l

      de las

      imágenes

      más o

      menos

      artifi

    ciosas

      y

      sensoriales, según Unam un o— .

     Es

      fácil deducir,

    desde

      este

      planteamiento, que cuanto hará nuestro autor

    va

      a

      pasar

      p o r

      la

      alteración

      en

      f orma

      de

     permuta)

     de

    este

      esquema

      de

      valores:

      va a

      pretender p ura

      y

      llana

    mente, realizar

      un

     tipo

      de

      poesía c ordial —apoyada

     en

    1 0 8

      M A N U E L G A R C Í A B LA N C O :  Introducción al

      tomo

     V I

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

     Poe-

      ía)

      de las  O bras Com pletas de

      U N A MU N O ,

      pág. 99.

    63

    el

      sentimiento

      y la

      inspiración c om o  bazas  fundamen

    tales—   que se  apoye  en los  conceptos  y no en las imá

    genes.  ¿Por qué? Porque

      las

      imágenes

      debilitan,  leni

    fican,  «afeminan», falsean,

      en

      f i n ,

      la

      fuerza vigorosa

    de l

      sentimiento,

      que

      debe

      ser

      vehiculado

      a

      través

      de

    una expresión apropiada

      y no

      desde imaginerías

     que,

    a

      los

     ojos

      de

     Unam uno , aparecían siempre desacreditadas

    — p o r  su

      personalidad

      de

      pensador

      y

      d i s c u t i dor — .

     Lo

    que Unamuno intenta llevar a  cabo, entonces,  no es  sino

    la

      «viril ización»,

      la

      «masculinización» , com o sinónimos

    de «autentif icación»,

      de la

      lírica:

      el

      sentimiento

      puro

    ha

     de ser

     vehiculado po r

      lo s

     conceptos para obtener un

    tipo

      de

      poesía

      ausente

      en

      España

      a lo

      largo

      de

      todo

    el

      x i x :

      no la

     po esía conceptuosa

      de los

     antiguo s poetas

    cortesanos, sino

      la

      poesía densa

      y

      poco sondable

      de los

    poetas metafísicos  qu e hubo  en  otras latitud es  con el

    Romanticismo.  La de Unamuno  es una poesía  de

      vigo

    roso im pu lso lírico, canalizado   po r una dicción concep

    tual

      severa, todo

      lo

     cual engendra un

      t ipo  de

     lírica ideo

    lógica

      qu e

     todos conocemos,  original  p o r

      su

     método

     ex

    presivo,

      pero profundamente romántica,

      y por lo

      tanto

    modernista,  p o r

      la

      energía espiritual que

      la

      sustenta.

    Fuentes.

    —Sería obligad o enlazar

      co n las

      afirmaciones

    recién  hechas,

      en el

      sentido

      de

      hallar

      o

      descubrir

     u n

    Unamuno

      como poeta romántico-simbolista

      que

      España

    no   t u v o ,  empeñado

      en

      crear

      o

      construir

      una

      «meta

    física poética»   capaz  de devolver  a la  lírica  su  varonía

    conceptual perdida

     o en

     aras  d el  artif icio  cortesano,

      o en

    aras

      de la

      debilitación fo rmalista

      de los

      exotismos.

    Parecería,  en

     este

      sentido, razonable,

      asociar

      a Unamu

    no

      con el

     Bécquer

      más

     existencial

      y

      trágico —liberado

    d e

      la

     defo rmación acursilada

      de la

     Restauración— ; p ero

    también

      ha de ser

      razonable vincularle, aunque  fuese

    solamente como mentores,  co n algunos  escasos  poetas,

    estimables, del realismo burgués:

      así

     Vice nte Wenceslao

    Quero l ,  poeta valenciano  de mitad   d el  x ix que contiene

    importantes  adivinaciones del

      futuro

      simbolismo español.

    N o   obstante,

      y

      teniendo

      en

     cuenta

      que la

      aspiración

    esencial  era, para Unam uno , edificar  ese  nuevo román-

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    13/24

    64 zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    ticismo metafísico

     que no

     hubo

      en

     España

     — y que

     hubo

    de traducirse

      en un

      Modernismo ideológico

      en su

      líri

    ca—, aquellos  poetas

      que más

      influyeron

      en su

      con

    formación poética fueron, precisamente,

      los

     metafísicos

    ingleses

      y

      alemanes

      del

      Romanticismo

      y sus

     aledaños.

    El  inevitable Manuel García Blanco

      ha

      analizado

     el

     grue

    so

      de

     estas  fuentes

      con

      mano  certera

    , 0 ?

    ,

      haciendo

     ver,

    en primer lugar,  la  importancia  de  Leopardi  y de Car-

    ducci desde

      un

      principio. Carducci

      era

      para Unamuno

    el

      prototipo  del

     poeta

      civil  (la

      unidad italiana), casi

     de

    un  modo  tan  transfigurado  y  tamizado

      como

      Dante

    —poeta

      que

     también fascinaba

      a

     Unamuno

     por el

      trans

    fondo moral, cultural

      y

      cósmico

      de

      plasmar

      su

      visión

    del  mundo.

      Mazzini,  recordemos  que

      también

      era

      acla

    mado  por  Unamuno

      como poeta

      civil,  en  esta órbita

    superadora

      del

      Zorrilla

      que en

      España  (como  Quinta-

    tana  poco  antes)

      era

      proclamado « poeta oficial»

      por su

    tarea

     «versificadora».

    En  todo  caso,

      los

      poetas

      principalmente nutricios

      de

    Unamuno

      hay que

     buscarlos

      en los

     románticos ingleses,

    y

      no en los

     grandilocuentes  como  Byron, sino

      en los

    trascendentes

      como

      Coleridge.  En

      carta

      fechada  el  24

    de mayo

      de

      1899,  dirigida

      a

      Jiménez Ilundáin, afirma

    Unamuno: «Tengo

     l a

     pretensión

     de que mi

     poesía aporta

    algo  a las

      letras españolas

      de hoy. En su

      forma

      es

     casi

    toda,  no  toda,  al  modo  del  verso l ibre italiano,  y el

    resto

      en

      romance endecasílabo.

      En

     cuanto

      al

      fondo

      se

    parece

      a los

      musings ingleses,

      a la

      poesía meditativa

    inglesa,  la de

     Wordsworth, Coleridge, Browning. ..»

     Se

    gún

      nos

     atestigua G arcía Blanco, manejó Unamuno poe

    sías

      de

      1827zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA(The  Poetical  Works  of  Wordsworth),

      que

    dirigirá

      ya sus

     pasos,

      como

      testimonia,

      al

      menos desde

    1890 el  propio Unamuno  en

     cartas

      y  confesiones: pre

    fería  antes

     que el

     «monstruoso Byron»,

      al

     «dulce, íntimo,

    religioso

      y

     cristiano Wordsworth»,

      tal y

     como,

      en

     1900,

    le atestiguará

      a

      José Enrique Rodo,

      el

      poeta  hispano

    americano inequívoco  mentor  del  Modernismo.

    1 0 7

      MAN UEL GARCÍA BLANCO:zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAEn torno a

     Unamuno.

      Madrid

    launas,  1965.  Sobre

      todo

      las págs.  509-78.

    65

    Pensaba Unamuno haber traducido

      a

     Wordsworth

      co

    mo pensaba haber traducido  a Coleridge  y  Leopardi en

    su  primer libro

      de

      versos. Manejó, asimismo, Unamuno

    las

      Poetical

      Works

      1892)

      de

      Robert Burns,

      que men

    cionaba

      en

      En  torno  al  casticismo,

      así

     como

      a  William

    Cowper,  Thomas

      Gray,

      Matthew Arnold y  especialmen

    te

      A .

     Tennyson,

     a los

     que habría

      que

     agregar otros

     como

    Carlyle,

      Holmes, Hazlitt

      o

      Emerson.  Poetas todos  ellos

    fundamentalmente adscribibles

      a una

      onda existencial

    problemática, cuando

      no a una

     órbita claramente meta

    física,

      de

      difícil misticismo,

      en el

      contexto  degradado

    del  romanticismo sajón. Unamuno conocía esta vibra

    ción esencial  del  individuo  europeo  de  décadas inme

    diatamente precedentes,

      y

     podemos decir

      que su

     criterio

    de

      lo

      moderno

      se

      cifraba

      en la

      recepción

      y

      reformula

    ción

      que

      estos poetas  llevaban

      a

      cabo

      del

      choque

     con-

    flictivo  con el  universo, circunstancia

      ante

      la que

      Una

    muno sentía

      toda  la

      orfandad

      y

      desvalimiento huma

    nísimos

      de su

      formación germanizante,

      su

     personalidad

    jansenista,

      y la

      propia conciencia

      de

      habitar

      un

      país

    tan  roturado

      de

      misticismo

      como carente

      de

      figuras

    «modernas»   capaces

      de

      adivinarlo

      y

     trasponerlo:

      «El in

    terés unamunesco hacia

      el

      trío

      de

      grandes  poetas

      ro

    mánticos ingleses, Lord Byron, Shelley  y  Keats,  no fue

    unánime.  Hasta pueden señalarse gradaciones

      en su

     pre

    ferencia»

     1 0 8

    .

    La  lista quedaría incompleta

      sin los

      nombres abso

    lutamente imprescindibles

      de

      Shakespeare

      y

      Mi l ton,

      y

    aun  así seguirían notándose ausencias importantes,

      como

    la

      del

     místico

      W illiam

      Blake, capital para entender

      la

    divisoria  entre

      el

      misticismo romántico

      y el

      satanismo

    malditista

      de un Baudelaire,  por  ejemplo. Aun del Pre

    rrafaelismo  tomaba Unamuno puntos

      de

     mira —siquiera

    de  lector,

      que

      sabe  Dios  cómo pudieron llegar

      a su

    poesía—

      insospechados para cualquier

      lector

      «inocente»

    de  la  obra unamuniana;  así el  mismo Dante  Gabriel

    Rosetti.  Pero

      como

      no se

      trata

      de

      elaborar

      una

      lista,

    por completa

      que

      ésta fuere, sino

      de

      determinar

      en

    1 0 8

      M A N U E L G A R C Í A B L A N C O :  Op .

      cit.,

      pág. 543.

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    14/24

    66 zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    la

      medida de lo posible el  grado  de «pulsiones» poé

    ticas unamunianas

      respecto

      a unas cuantas referencias

    exteriores, convengamos en decir que la «alucinación

    lírica» de Unamuno procedía, en lo esencial, de la zona

    más vitalista, impulsiva,  pero  también poderosa inte

    riormente, del Romanticismo más puro de la Europa nór

    dica.  Es por ello que pueden combinarse, en ese sentido,

    autores como  Kierkegaartí o Nietzsche, en un  mero  plano

    de incitación espiritual, junto a clásicos tan  poco  rele

    vantes, en apariencia,

      como

      Goethe o Emerson. Sin em

    bargo, la impostación lírica de Unamuno

      parece

      que

    queda clara desde el lugar esencial de reflexión ¡me

    norista y hasta desbordamiento pulsivo, religioso o  pai

    sajístico del «yo», que se da en la crema del Roman

    ticismo sajón, y que alcanza  vagamente  a los metafí-

    sicos ingleses del siglo xvn y, ocasionalmente, a los

    místicos castellanos d el xvi . Como señala Madariaga,

    la  fascinación de Wordsworth se debe a la energía, pasión,

    y también a la disposición de lo social por la afirmación

    de lo intelectual de sí mismo

    1 0 9

    .  Ello  viene a querer

    indicar que el influj o recibido por Unamuno de algunos

    de  estos

     poetas,

     como Wordsworth y Leopardi, por ejem

    plo,  procede  fundamentalmente no ya su propia y mera

    fuerza virgen, sino del talante, la actitud y el «rictus

    espiritual» que son  capaces de adquirir gracias a  ella.  En

    este  sentido, Unamuno era consciente de la alteración

    sufrida

      permanentemente por la figura sociomoral del

    escritor en una época

      —como

      la suy a— de profundos

    cambios: de ahí que fuese sensible a

      adoptar

      los modos

    primitivos del Romanticismo sajón, con la actitud mental

    de un místico germánico, en  terreno  español, y con

    una

      predisposición biológica para el hecho polémico.

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    Temas.—N adie, tal vez,  como  Luis  Cernuda supo definir

    hace

      ya años la sustancia temática de la poesía unamu

    niana,  liberándonos para siempre de andar descifrando

    las múltiples apariencias del «yo» unamuniano por  entre

    1 0 9

      S A L V A D O R  DE M A D A R I A G A :

      Semblanzas

      literarias

      contem

    poráneas.  Barcelona. Editorial Cervantes, 1924, págs.  138-39.

    67

    los  recovecos  de la vida y la muerte, tan presentes

    siempre en su obra toda. Para Cernuda, esa sustancia

    temática se articula  coherentemente  en  tres  estadios o

    niveles  distintos:

    — El

      poeta como

      miembro de una familia.

    — El  poeta como  miembro de la patria.

    — El

      poeta como

      uno más de los hombres, en sus

    relaciones con lo divino

    l 1 0

    . . Más adelante, el también

    excelente

      poeta

      nos adelanta lo siguiente: «Lo nacional

    está unido en Unamuno con lo religioso. Una nación

    necesita para existir un  Dios

      creado

      por el pueblo; y

    ese  Dios  es una de las formas inmediatas en que se

    revela a los hombres la  divinidad.  Podemos presentirlo

    en ciertos parajes solemnes de la tierra que habita un

    pueblo (Gredos para los españoles), en los hechos  his

    tóricos decisivos que vive un pueblo (Lepanto). Léase

    como

      ejemplo el

      soneto

      «A l

      Dios

      de España». Sólo

    guiados por las creencias nacionales pueden los hombres

    alzarse hasta el

      Dios

      de

      todos

      los pueblos. Vemos que

    en Unamuno la religión es una mezcla de fe nacional

    y de catolicidad»

      1 1 1

    .

    Por lo

      tanto,

      lo nacional (el  tema  de España) se im

    brica con lo religioso (la preocupación metafísica) en

    un

      suprasentido colectivo, que sublima lo

      individual

      en

    un  todo  doble y complementario. Vayamos por partes,

    y descubramos en esa escala de valores temáticos suce

    sivos,

      la gradación espiritual de Unamuno, que se eleva

    desde el yo  individual  y angustioso, hasta un yo colec

    tivo, superador, que enlaza a los hombres por su comu

    nidad  moral. En primer lugar  tenemos  al

      poeta como

    miembro de una familia, al decir de Cernuda, es decir,

    los

      temas

      hogareños, tan queridos al

     poeta

      del Salaman

    ca, y a través de los cuales enlazaba una y

      otra

      vez (él

    lo sabía) con los  poetas  decimonónicos. Aun a pesar de

    su  condena de una poesía burguesa y atrabiliaria del

    1 1 0

      Luis  C E R N U D A :  «Miguel de Unamuno», en  Estudios so-

    bre poesía española contemporánea.  Madrid. Guadarrama, 1970.

    Segunda edición, págs.  71-82.

    1 , 1

      Idem. Op. cit.,  pág. 74.

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    15/24

    68

    siglo  xix, lo

      cierto

      es que  Unamuno glosó favorable

    mente

      en  varias ocasiones  la  contribu ción oscurazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAp u o

    valiosa  de  muchos  de  esos poetas,  de  suerte  que if

    valió  de la  poesía  de  muchos  de  ellos para elevarse  «

    los lugares

      que a él

      convenían.

      «A

      Vicente  Medin.i

    — clásico  del siglo  xx con G abriel  y  Galán, para Mará

    gall; «nobilísimo poeta»,  en  justo decir unamuniano—

    le considera

      como

      «un  verdadero po eta»

      1 1 2

    . La  estima

    de Unamuno alcanzaba, aunque  le  resultara inconfesa

    ble en algún

      momento

      de su

      vida,

      a

     Zorrilla,

      a Núñez de

    A rce, Campoamor, Balart, V icente Medina,  Gabriel  y

    Galán. . .

     

    8

    ,  todo  lo

      cual

      no  debe

      escandalizarnos

      si

    pensamos que  el  Rubén Darío  de

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONM LKJIHGFEDCBAAbrojos

      (1887)  se vio

    grandemente  influido  por Campoamor,  y si tenemos en

    cuenta  que  Unamuno había leído  y  estudiado  a

      estos

    poetas  en su  juventud,  por otra parte  es  bien lógico

    que   se  identificara  con la  dicción

      conceptuosa,

      ocasio

    nalmente burguesa; Unamuno  iba a  reconvertir  esos te

    mas dirigiéndolos hacia  su  acostumbrado  simbolismo

    misticista,

      de  suerte  que podemos

      afirmar

      que en

      Una

    muno existe,  más que

     temas

      hogareños,  una  «mística

    hogareña»,   directamente  emparentada  con el  tema del

    amor,  y de  raíces  claramente  burguesas  y  positivistas

    en  los

      poetas

      de la  RestauraciónzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCB— y aun en  algunos

    escritores  del xvm.

    El  tema  del amor,  del que acabamos  de  hablar, ha

    sido  glosado  (y con

     bastante

      acierto,  aunque  con dife

    rentes

      apreciaciones)

      por

      Casalduero, C onsuelo Rodrí

    guez  y  M .

    8

      de  Semprún Donahue

      I 1 4

    .  Para Concha Zar-

    1 , 2

      RAMÓN

      D E

     G A R C I A S O L :

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAUnamuno:  al hilo  de  «Poesías»

    1907.  M adrid. Sociedad General Española de  Librería, S. A., 1980,

    página  27 .

    1 1 3

      U N A M U N O

      formó

      parte

      del

      jurado

      que

     concedió

      un

     pre

    mio poético  a

      G A B R I E L

      Y

      G A L Á N ,

      a  quien estimaba  grandemente

    como

      poeta.  Véase  M I G U E L  D E  U N A M U N O :  Poes ía Hogareña.  Sa-

      l

    .

    lamanca.  I I Congreso  de Poesía,  16  págs.,

      cuatro

     fotografías  y un ']

    facsímil.

    1 1 4

      JOAQUÍN CASA LDUERO:

      «Del

      amor

      en don M iguel de

     Una

    muno». Buenos

      Aires.

      Síntesis,  junio  1930,  núm.  37, págs.

      13-27.

    CONSUELO RODRÍGUEZ:

      «El tema  del amor en la poesía de Unamu

    no».

      Barcelona.  Resurgimiento,  núm.  1, 1980. M .  SEMPRÚN   Do-

    69

    sin

      embargo, el amor  queda diluido en el

     torrente

    le   los  «grandes temas»  recurrentes  en  nuestro

      autor,

    V  que son «a  nuestro entender,  los

     temas

      profundos  a

    los  que  alcanza  el  metaforismo  de la humanación una-

    miiniana,  penetrándolos

      de

      matices

      peculiarísimos:

      el

    Tiempo,  la  M uerte,  el  Sueño  y  Dios»

     1 1 5

    .

    El   amor

      es, en  Unamuno  y su  poesía,  una  trascen-

    (finalización   más de lo  humano  o, m ás en

      concreto,

    como

      apunta Consuelo Rodríguez,  un  tema  con  «fun

    ción heurística», que sirve a s u

     autor

      para que encuentre

    su  propia identidad perdida  tal y  como  apreciamos  en

    algún poema

      como

      «Veré  por ti», incluido  en la  pre

    sente  antología.  El amor, en el binomio «eros-thanatos»,

    según  se  dijo,  se  despliega ampliamen te  en

      Teresa,

      el

    libro de 1924  que, en el decir  de  González López, «con

    vergen una serie  de

     corrientes

      románticas, desde Espron-

    ceda,  con su

     Canto  a  Teresa,

      a  Bécquer,  con sus

      Ri

    mas»

      1 1 6

    . E l amor

      aparece

      en Teresa  de  manera  antro

    pológica

      y en

      medio

      de

     otras

      dualidades

      como

      «amor-

    eternidad»   o  «amor-hogar», aunque sin olvidar  otras  ver

    tientes

      laterales  no  menos

      importantes

      que  señala  el

    propio García Blanco  en las

      Obras

      Completas:  «Las

    escribió  (las Rimas)  en  días  de  agitada  historia patria,

    en que unos más que adultos señoritos, atolondrados  mo

    zos  de  canas,  sin  meollo  en la  sesera  y  obsesionados

    por  la  masculinidad física, por el erotismo  de casino, se

    ponen  a jugar  a la política

      como

      podrían ponerse  a  jugar

    al  tresillo, henchidos  de frivolidad castrense»  Y , por

    supuesto,

      y sin que

     hiciera falta decirlo, «En tre

      otras

    muchas  cosas  es

      Teresa

      una especie  de homenaje  a sí

    N A H U E :

      «El

      amor

      como

      tema

     de la

      eternidad

      en las

      rimas

     de

    Teresa  de Unamuno».  Cuadernos de la Cátedra M iguel  de Una

    muno   X X I I ,

      1972,  Págs.  23-32.

    1 1 3

      C O N C H A Z A R DO Y A :

      «Los  grandes  temas»,  en Poesía  Es

    pañola del siglo  XX. Madrid. Gredos.

      B . R . H . ,

      1974, tomo  I , pá

    ginas

      82-100.

    1 , 8

      E M I L I O G O N Z Á L E Z L Ó P E Z :  «La poesía de Unamuno: el

    relato  poético Teresa».  Op. cit.,  pág. 85.

    1 1 7

      M A N U E L G A R C Í A B LA N C O :  Introducción al tomo VI

      Poe

    sía)  de las Obras C ompletas, ya citadas, pág. 464.

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    16/24

    70

    mismo,  a su

      castidad

      varonil,  a su

      fidelidad

      a un

      solo

    amor»

      1 1 8

    .

    l

      paso

      a un   Unamuno  de

      base

      poética

      cada

      vez

    más

      ensanchada

      en sus

      ámbitos espaciomorales,

      se

     efec

    túa  po r los

      temas

      ya

      casi

      geográficos,  y  especialmente

    po r  el  intermediario  de los

      temas

      individuales  a los

    colectivos: éste  es el  Unamun o «it inerante» como   lo

    l lama Concha Zardoya,  y  cuyo test imon io fund amental

    bien podría  serzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAPor

      tierras

      de

      Portugal

      y

      España  1911),

    donde  los  caminos exteriores, g eog ráficos, conducen  a

    los verdaderos caminos interiores,

      existenciales

    1 1 9

    , y

    cuyo sentido últ imo  es,  para  la  autora citada, éste: «Ca

    minar:  v i v i r :  cantar: existir:

      he

     aquí

      la

      honda tautología

    ontológica unamuniana

      en que han

      culminado

      sus ca

    minos

      poéticos

      y

      existenciales»

      1 2 0

    . Y

      llegamos

      así, por

    f i n

    a la

      sustancia temática  final,

      que es la de

     Cas tilla,

    España

      al fin y al

      cabo,

      a

      través

      de un

     paisajismo

     tan

    simbólico como subjet ivo. Unamuno

      buscaba

      en el  pai

    saje

      el

      paralelismo   identif icativo

      con las

      propias

      obse

    siones:

      su

      paisajismo

      es

      selectivo, acomodado

      a la

    expresión dinámica  y  «mostrativa»  de su  desnudez

    espiritual  —la de  U n a m u n o — .  En 1907,  cuando A n-

    drenio

      E.  G ó m e z  de  Baquero) reseña  los  Romances

    de  Ciego  de Salvador  de  Madariaga, afirma  lo  siguiente:

    « En  su  pró l ogo ,  que es  también p oesía honda  a la vez

    que certera interpretación  espiritual,  l lama Unamuno   a

    los

      Romances

      de  c iego: «po esía  de  verdad tenebrosa».

    Escucha

      en  el los  la  «voz abismática  e  histórica  de Es

    paña,  « la voz del Eclesiastés ib érico »;  la  poesía genui-

    namente castellana»

      1 2 1

    . La  mayoría  de los  críticos  ya

    habían señalado   el  claro sentido sinecdó quico  — lo par-zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    1 1 8

      M O R A I M A

      D E  SEMPRÚN

      D O N A H U E ,

      art. cit., págs.  23-32.

    1 1 9

      C O N C H A Z A R D O YA :  «Los caminos poéticos

      de

     Miguel

     de

    Unamuno»,  enzyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAPoesía Española  del  siglo  XX .  M adrid. Gredos.

    B.R.H.,  1974,  tomo  I,  págs.  115-84.

    1 2 0

      Idem.  O p. cit., pág. 182 .

    1 2 1

      ANDRENIO  (pseudónimo de E .  G Ó M E Z

      D E

      BAQUERO):  «Un

    romancero

     espiritual»,  en vol. II . Pen Club.  Los Poetas. M adrid.

    Renacimiento, 1 92 9, págs.  165-70.  Asimismo, ver L.  E C H Á V A R R I :

    «La Castilla

      de

      Unamuno»,

      en  Nosotros.

      Buenos Aires.  L X V I ,

    1929,  págs.  342-351.

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

    17/24

    72

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    ticular

      por lo general— que tiene la búsqueda español*

    en el  paisaje  castellano, po rtado r de ese alma nacional

    adscrita al «vogkeist» hegeliano. Sin embargo, habla

    que descubrir, dentro de esa  escala  gradual señaladfl

    po r

      Cernuda, la comunión del Unamu no

      asceta

      co n

      un

    paisaje

      particularmente austero, y por lo tanto

      habill-

    table para cualquier simbolism o del género: «C amino*

    semejantes  nos ha

      hecho

      seguir Prom eteo encadenado,

    Se parte de un simbolismo, recóndito en el   m ito .  Pero

    hay que abandonar los símbolos  paisajes  del intelecto)

    para alcanzar, también, la problemática tras la   muer

    te»

      , 2 a

    .

    n

      los años finales, Unamuno concibió una última

    idea-resumen que concitara todas sus visiones

      pasadas,

    presentes  y futuras,

      sobre

      e l  paisaje  simbólico, metafí-

    sico  y transfigu rado , no únicamen te castellano,

      utilizado

    po r  nuestro autor. El proyecto es de comienzos de  1929,

    cuando lo explicó a su   albacea

      literario

      Manuel García

    Blanco (en el verano de

      1928

      se lo había confiado a

    Jorg e  Gu i l len  en Hendaya): se titularíazyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBA

    Poemas

      de los

    pueblos

      de España,  y fue editado po r García Blanco en

    1961  po r prime ra vez en la

      editorial

      Anaya de  Sala

    manca

      I 2 3

    . En una carta

      dirigida

      a  Jorg e  Guillen  en

    esa fecha, af irma Unamuno : «A demás d el Cancionero,

    que ud . vio en parte, querría  sacar  de él y de mis otras

    guirnaldas

      poéticas

      cantos

      a ciudades y

      villas,

      y reco

    gerlos en un tomo con

      sendos

      dibujos que haría yo

    mismo.

      Serían dos a  Salamanca,  uno a Bilbao, otro al

    Nervión, y luego Cáceres, Zamora, Oviedo,

     Madrigal

      d e

    las Altas Torres,  Avi la ,  Segovia, Toledo, Burgos,  Cor-  I

    doba, Granada, el Duero, la Peña de Francia,

      Hergu i -

    juela de la Sierra,

      V i t o r i a . . . ,

      y los que aún salgan. ¡M i

    España »

      , 2 4

    . Con

      esos

     Poemas,

      Unamuno pretendía

      lle

    gar a la médula y nervio de una geografía por él ima-

    1 1 1

      M A N U E L A L V A R :

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONMLKJIHGFEDCBAUnidad y evolución en la lírica de Una

    muno.

      Op. cit.,  pág. 50.

    1 , 3

      En 1976 ha publicado la edición de G .*   B L A N C O   la edi

    torial Cátedra de Mad rid.

    1 1 4

      Reproducido en la edición mencionada de G '

      BLANCO.

    73

    diñada como un tod o evo cativo, n om inativo, y po r tanto

    dotado

      de valor ontológico:

    Avila,

      M álaga, C áceres,

    Játiva, M érida, Córdoba,

    Ciudad  Rodrigo, Sepúlveda ,

    Ubeda,  A révalo, Frómista,

    Zumárraga,

      Salamanca,

    Turégano,  Zaragoza,

    Lérida,  Zamarramala,

    Arramendiaga, Zamora,

    sois  nombres  de  cuerpo entero,

    libres, propios,  los de nómim a,

    el tuétano

      intraductible

    de  nuestra lengua  española

    I M

    .

    Forma.

    —« Poéticamente, la palabra unamuniana refleja y

    expresa

      los sentires d el alma vibran te de D o n

      Miguel ,

    para darles permanencia y ob jetividad. Conv ertirlos en

    «canto» que pueda él contemplar  desde  lejos, f lotando

    en su

      v ida

      autónoma. Se ha «extrañado» lo «entrañable».

    Y

      este

      extrañamiento implica ya un sacrificio del autor,

    al

      convertir la vivencia en criatura»

      1 2 8

    .  Estas certeras

    palabras de Carlos París revelan dos  aspectos  capitales,

    que habrán de p residir otro s po sibles acercamientos a la

    po esía unamuniana, y que so n, po r una parte, el  sen

    tido

     de «criatura autónoma» de l poema unamu niano: cria

    tura

      dotada de  v ida  p ropia e independiente de su  pro

    genitor,  con lo que se viene a simbolizar metapoéticamen-

    te un concepto de

      alcance

      existencial: el del ser, y su

    vida  en el mu nd o. Por o tra parte y en segundo lug ar,

    la

      concepción del poema (de la palabra misma) como

    «g rito», com o «aullido» , a la manera de una reivindica

    ción furio sa de la función expresiva o em otiva del len

    guaje. Es así que, ya

      desde

      ahora, hemos de basamentar

    la

      idea

      formal

      de la poesía de Unam uno en las dos

    funciones lingüísticas tipificadas por  Jakobso n,  Bühler,

    Perteneciente  al  Cancionero  y Diario poético  1928-36).

    1 2 6

      C A R L O S

      PARÍS,  Op. cit.,  pág. 1 4.

  • 8/18/2019 A1_Textos Sobre Unamuno

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    74

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcbaZYXWVUTSRQPONML KJIHGFEDCBA

    Lázaro

    zyxwvutsrqponmlkjihgfedcba