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PRIMEROS “GRADUADOS” DEL SERVICIO DE ATENCIÓN
FAMILIAR A LA PRIMERA INFANCIA
Pifo, julio 04 / 2019
Queridos maestros, queridos padres de familia, y sobre todo
queridísimos niños y niñas. Me ha encantado ver ese slogan que
tienen en una pared, que dice: Lo que los niños más necesitan:
amor, respeto, jugar, crecer, soñar, ser escuchado y tu
presencia. Un héroe y un montón de abrazos.
La diversidad, tan maravillosa. La naturaleza es diversidad, el
pensamiento es diversidad, el mundo es diversidad. Nosotros
vivimos en el país más megadiverso del mundo. Ningún otro país
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tan pequeño como Ecuador, tiene tanta variedad y tanta
cercanía de tanta belleza.
La diversidad hace también que nuestros niños sean diferentes, y
una de las primeras tareas que tenemos es hacerles que
respeten y amen la diversidad; que se amen diversos.
Imaginemos un mundo en el cual todos fuéramos exactamente
iguales: todos altos, así como son en los países nórdicos... Todos
altos, todos rubios, todos blancos... Todos de ojos azules.
En cambio, aquí, esa maravillosa diversidad que tenemos para
escoger. Eso nos hace un país lindo, en todo sentido. En lenguas,
en folklore, en música, en etnias, en paisaje, en flora, en fauna.
Una diversidad extraordinaria que hay que aprender a amar, y
hay que aprender a respetar.
Todo eso hay que enseñarles a los niños, con un solo propósito:
que sean niños felices. El niño viene al mundo para ser feliz.
Después ya se encuentra con los avatares, con los azares de la
vida. Pero el niño viene al mundo para ser feliz.
Y no olvidemos que cualquier cosa que hagamos con ellos es una
impronta, es una huella que no se va a borrar jamás. Por eso es
importante la primera infancia, e inclusive desde el embarazo.
Resulta saludable la energía de una buena música, que irradie
paz, colocada en el abdomen de la embarazada.
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Estar con niños reconforta. Seguramente Monserrat (Creamer,
ministra de Educación) está acordándose este momento de sus
nietos. Yo también tengo cinco nietos: trillizos inclusive. Ya se
pueden imaginar el sacrificio de la mamá.
Estar con niños reconforta. Es como que irradian, como que
emanan una energía vital especial, que nos contagia. ¿Y saben de
qué nos contagia? De amor, de pureza, de inocencia. Porque el
niño es lo más parecido a cómo debe ser el espacio al cual, los
que creemos en Dios, pensamos algún momento ir.
Si quieren saber cómo es el cielo, solamente vean a un niño. Él
acaba de llegar de ahí, es lo mejor que puede pasar. Porque
irradian esa energía celestial que nos contagia y nos hace,
inclusive, querer hacer mucho más por ellos. A veces de manera
exagerada, a veces con mimos exagerados.
Pero el niño, la primera forma de presentar felicidad, es cuando
hace felices a sus padres: primero el nacimiento, verlo
pequeñito, indefenso. Saber que es totalmente tuyo, que estás
en capacidad de hacerlo feliz. Y te haces miles de propósitos con
respecto a él.
Nada más deslumbrante como el momento en que el niño ríe por
primera vez. Qué no hace un padre para que el niño ría. Ojalá
nos grabásemos las payasadas que hacemos para que el niño ría.
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Y el niño sabe, e identifica que ese es su primer acto de
generosidad.
Se da cuenta de que a ti te gusta que ría, y él ríe. Es un regalo
maravilloso que te entrega el niño, cotidianamente.
Al padre, al maestro, al vecino, al adulto. No hay nada más lindo
que observar la sonrisa de un niño. ¡Nada, nada! No hay paisaje
más precioso que la sonrisa de un niño.
(Recuerdo que tuvimos que esperar como seis años con mi mujer hasta que naciera mi primera hija. Estábamos a la expectativa de que se riera, pero no lo hacía. Hasta que en un momento le rasqué la barriguita y soltó una carcajada.
Como a los hombres nos gusta sacarles en cara a las mujeres lo que hacen nuestros hijos con nosotros, le dije a mi mujer:
—¡Rocío...! —¡Qué quieres!
—Ven un momento —¡Estoy ocupada! A ver, ¿qué quieres?
—¡Mija se río primero conmigo, antes que con vos! —A ver— me dijo. (Le rasqué la barriguita, hizo una sonrisa, no tan grande como la anterior).
—¡Ves!, le dije. —No pareció risa- dijo. (Le volví a rascar la barriga y se rió)
—¡Ves! ¡Se está riendo conmigo! Y me dice, mi mujer:
—Sí, se río; pero no se está riendo con vos, se está riendo de vos.)
No hay nada más lindo que la sonrisa de un niño. Es por eso, que
el poeta español, Miguel Hernández, tiene un poema precioso. Él
participó en la guerra civil española, contra Francisco Franco. Fue
una guerra que lo llevó a la cárcel, porque era muy identificado
con la izquierda.
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Y cuando estaba en la cárcel, escribió un poema refiriéndose a la
sonrisa del niño. Voy a tratar de recordar una parte:
Es tu risa la espada más victoriosa / Vencedor de las flores y las
alondras / Rival del sol / Porvenir de mis huesos y de mi amor /
Ríete niño / Que te traigo la luna cuando es preciso…
Por eso me encanta ver a estos niños felices. Ver estos niños
identificados con sus maestras, con la gente que los cuida, con
sus madres, fundamentalmente. Porque, hay que reconocerlo y
por favor no me tomen muy enserio: las mujeres son mejores
que los hombres. La madre es mejor que el padre. Y eso lo
comprobé cuando trabajé muchísimo con el tema de la
discapacidad.
Cuando nacía un hijo con discapacidad, la mujer buscaba otro
trabajo y el hombre buscaba otra mujer. Y tuvimos que sancionar
a muchísimos de estos sinvergüenzas. Sí, la madre siempre se
queda cuidando al hijo, al hermano, al padre, al esposo. Habrá
excepciones, que confirman la regla.
Las mujeres son extraordinarias. Y ustedes, maestras, en la tarea
que hacen, y ustedes madres, en la tarea que hacen, tienen un
deber fundamental: inspirar a los niños y darles felicidad. Y lo
que más les provoca felicidad en la primera infancia, es el juego.
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Ellos quisieran pasar jugando toda la vida. El canto lo convierten
en juego, el aprender a sumar lo convierten en juego, el
aprender a contar lo convierten en juego. Inclusive hay canciones
muy lindas que estoy seguro ustedes se las enseñan también.
A los niños, inspirarlos en el amor a la vida. Que aprendan a amar
la vida. Que aprendan a considerar la vida como uno de los
regalos más preciosos dados por Dios al ser humano. No hay
nada más hermoso que la vida. Es la oportunidad que tienes de
ser el amo de tu universo. De ser amo de ti mismo, de no ser
esclavo de tus recuerdos, de tus pasiones, de tus emociones, de
tus sentimientos. No ser esclavos de los hábitos.
Hay que enseñarles a que no sean esclavos de los malos hábitos.
Hay que enseñarles que amen la naturaleza, que se deslumbren
ante el arrebol del amanecer, del atardecer, ante la montaña. La
satisfacción de acariciar y criar un animalito, una planta, una flor.
Que se deslumbren ante todo aquello que es maravilloso de la
vida, para que después no tengan necesidad de ninguna
sustancia extraña para ser felices, para poder identificarse con la
vida.
Segundo, identificarse con el amor a la ciencia, al conocimiento.
Los niños son científicos en potencia, son investigadores,
siempre están preguntando. Madres, maestros, siempre estén
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indagando las respuestas. Y si no la tienen, díganle “mañana te lo
digo” o “voy a consultar y te lo digo”.
El niño es un investigador, no hay que hacerle que pierda ese
instinto de querer saber las cosas, de querer conocer y saber
todo. Tengan las respuestas adecuadas, para que los niños no se
decepcionen de esa capacidad investigativa que tienen.
Amar la ciencia de punta, que amen la tecnología, que aprendan
cómo funciona una bicicleta, cómo funciona el triciclo, cómo
funciona la máquina, cómo funciona el celular, para que
aprendan a amar la tecnología, junto con la ciencia.
Pero, sobre todo, que aprendan a amar aquellas cosas que más
deben inspirarnos, que son los valores. Por ejemplo, el amor al
arte, el saber la tarea que cumple el arte, la tarea que cumple la
literatura en la vida de un ser humano… la tarea que cumple el
saber deslumbrarse y saber interpretar —a su modo— una obra
de arte maravillosa. Todo eso es parte de nuestra educación.
E inculcar valores: transparencia, honestidad, verdad, amistad,
solidaridad, pero sobre todo el valor mayor, el paraguas que
cobija a todos los demás: el amor.
A veces nos parece un poco cursi decirle a nuestra esposa “te
amo”, a nuestros padres “te amo”. ¿Cuántos de nosotros, por lo
menos una vez a la semana, llamamos a nuestro padre a decirle
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“te amo, gracias por lo que hiciste por mí”? ¿O tal vez esperamos
que estén bajo tierra para poder decírselo?
Enseñar que los niños amen así a los padres y a las madres, a sus
maestros, a sus compañeros, a sus amigos. Que aprendan amar
al prójimo. Ya un loco nos enseñó hace dos mil años que hay que
amar, inclusive, al prójimo que no nos cae muy bien. No hizo
selección: no dijo “Ama a los amigos”. Dijo: “Ama al prójimo,
como a ti mismo”.
¿Difícil? Tal vez sí, tal vez no. Eso quiere decir identificarse con su
dolor, pero también identificarse y alegrarse con las alegrías de
los demás. Esa es la tarea con respecto a nuestros niños.
Yo decía que los niños emanan una energía especial, que nos
contagia y nos hace felices y nos vuelve dichosos.
Tenemos que aprovechar esa energía, así como aprovechamos
cuando vamos a la playa la energía del agua, de la arena. O
cuando vamos al bosque, la energía del viento. Inclusive, cuando
vemos en la chimenea quemarse unos leños.
No sé porque nos sentimos identificados: con el frío, con el calor,
con el bosque, con el agua. ¿Será tal vez porque venimos de allí?
Porque vibramos en esa misma frecuencia y venimos también de
ser niños, y es por eso, que vibramos en la misma frecuencia que
vibran los niños.
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Yo les agradezco mucho por haberme invitado, como testigo de
honor, a esta “graduación” de 5.400 mil niños. Les doy a todos
mi abrazo y cariño. A todos, en cada rincón de la Patria, mi
corazón para ellos.
En mi tiempo a este nivel de estudio lo llamábamos simplemente
“jardín de infantes”, y no era de tanta preocupación como ahora.
Hoy sabemos que es un nivel educativo de suprema importancia,
y tiene que ser de gran calidad.
Este programa especial “Servicio de Atención Familiar para la
Primera Infancia”, que creamos para atender a nuestros niños de
3 y 4 años, que no han podido asistir al sistema regular por
diversas circunstancias. Quizá por decisión de sus padres, o
porque los niños están muy alejados de sus escuelas.
Con este nuevo sistema estamos atendiendo a 17 mil infantes,
con la asistencia de 750 maestras y maestros parvularios, que
visitan en sus casas dos veces por semana a 25 o 30 niños cada
uno.
¡Qué maravilla! Ciencia, educación, valores a domicilio, para
sumarse a todos aquellos que los padres tenemos la obligación
de inyectar a nuestros hijos y de promocionarlo con nuestros
nietos. Esa formación se complementa con una reunión grupal,
con los padres, una vez por semana.
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En el periodo lectivo 2018 -2019 hemos invertido 5 millones y
medio de dólares en este inédito programa. ¡Qué maravilla!
Jardín de infantes a domicilio, para que todos sean atendidos.
Ningún pequeñín dejará de recibir el estímulo pedagógico
adecuado, porque los cinco primeros años de vida son
fundamentales para el desarrollo integral de los seres humanos.
Ustedes están haciendo la felicidad futura de estos niños:
inyectándoles el amor a la ciencia, a la tecnología, al arte, a los
valores.
Es cuando se forman y se decide más del 80 por ciento de la
personalidad. Estamos hablando del temperamento, que es un
poco difícil de cambiarlo, pero sí del carácter, que a la final
modula al temperamento.
Por eso, lo que hagamos o dejemos de hacer en los primeros
años de vida, marca en gran medida el éxito o fracaso de su
aprendizaje posterior. A través del juego, por ejemplo, el niño
perfecciona ambas motricidades, incrementa y mejora el
lenguaje, genera vínculos sociales, maneja y comprende el
espacio que lo rodea.
Este Servicio de Atención Familiar para la Primera Infancia (que
lo conocemos como SAFPI), está desarrollado por el Ministerio
de Educación, como parte de nuestra “Misión Ternura”. (Lo
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primero que hacer: hay que cambiar el nombre, difícil de
pronunciar).
Queremos que los padres se involucren en la educación inicial de
sus hijos, con la asistencia que el Estado les facilita.
Porque la educación no es responsabilidad únicamente de los
maestros y del Estado. Es una responsabilidad compartida, es
una corresponsabilidad, ¡como todo en la vida!
A veces esperamos que el Estado lo haga todo, que el gobierno
lo haga todo, que el maestro lo haga todo. No señor. El éxito
dependerá del accionar positivo de cada uno de nosotros. La
conjunción de la familia, con la comunidad y el Estado, además.
Jamás nos resignaremos —y mucho menos aceptaremos— que
existan niños que no reciben educación inicial, solo por “vivir
lejos”. Hemos conversado hoy con Monserrat acerca de este
tema: ¿Lejos de qué?, es la pregunta que debe hacerse toda
autoridad.
Porque un buen gobierno es aquel que va adonde todos, que
golpea las puertas de las casas de cada uno para llevarles el
médico, para llevarles el crédito, la capacitación... Y por
supuesto, ¡la educación, también!
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Así debe ser un gobierno de todos, un gobierno para todos, por
todos y con todos. Porque la educación es su derecho, ¡y es
nuestra obligación dársela!
Vamos a desarrollar la conciencia colectiva sobre la importancia
de la educación inicial. Hay que hacer que la gente se empiece a
adentrar, a emocionar con el tema que hemos desarrollado de la
educación inicial. Siempre, la calidad de la educación, en todos
sus niveles, debe ser la prioridad.
Gracias queridos maestros y maestras parvularias. Siempre he
admirado su inmensa capacidad creativa de amar y de innovar.
Que nadie se resienta, pero de verdad que ustedes son la más
bella melodía de la docencia. Qué lindo es ver a una maestra y la
relación con su niño: ¡prácticamente es una madre más, es un
padre más! ¡Qué relación hermosa se establece! Y es una
relación positiva que, definitivamente, queda en nuestra
memoria durante toda la vida.
A todos mis compatriotas:
La educación nos ayuda a salir de la pobreza. Nos abre los
horizontes. Nos hace progresar. Nos forma para la vida, y para
tener un futuro mejor.
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Por eso, felicito a los 5.400 “graduados”, que ya están listos para
ingresar al primer año de Educación General Básica, con rumbo a
convertirse en los seres humanos que queremos que sean: que
sepan amar la vida, amar la naturaleza, amar a los demás, ser
solidarios.
Que nos llenen de orgullo, ese es nuestro objetivo: que nos
llenen de orgullo. Y que se llenen de orgullo también ellos, de lo
que logran. Que sean productivos, que sean creadores. Que sean
emprendedores, imaginativos. Todo enfocado a servir a los
demás.
Y nosotros, tengan la seguridad, estaremos junto a ellos, cada
día, cada momento, como lo habíamos dicho: toda una vida.
¡Qué lindo es ir a la escuela, ¿no es cierto, chiquitos?
El “Caminito de la escuela” fue la primera canción que me
enseñó la maestra Yolanda. (suena la música y el presidente
canta]:
Caminito de la escuela / Apurándose a llegar
Con el libro bajo el brazo / Va todo el reino animal
El ratón con espejuelos / De cuaderno el pavo real
Y en la boca lleva el perro / Una goma de borrar
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Cinco gatitos muy, bien bañados / Alzando los pies, van para el kínder / Entusiasmados de ir, por primera vez
Caminito de la escuela / Apurándose a llegar
La tortuga va que vuela / Procurando ser puntual
Caminito de la escuela / Porque quieren aprender
Van todos los animales / Encantados de volver
El camello con mochila / La jirafa con su chal
Y un pequeño elefantito / Da la mano a su mamá
No falta el león, monos también / Y hasta un tiburón
Porque en los libros siempre se aprende / Cómo vivir mejor
Caminito de la escuela / Va que vuela
Procurando ser puntual...
Y, por último...
La tortuga por el trino / Le ha pedido a Santa Claus
Unos pares de patines / Para poder ir veloz.
¡Qué lindo, ya van a la escuela! Les felicito y me alegro por todos
ustedes.
Muchísimas gracias.
LENÍN MORENO GARCÉS
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Presidente Constitucional de la República del Ecuador
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