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CRITICÓN, 105, 2009, pp. 177-198. «A todos y a todas»: cuestiones de “género” en la prosa del siglo xvii hasta El hombre práctico (1686)* Mª Soledad Arredondo Universidad Complutense Los estudios sobre literatura y género, bien se dediquen a analizar personajes femeninos 1 , a recuperar la obra de autoras olvidadas o desconocidas 2 , o a aplicar la crítica feminista 3 a determinados temas, han suscitado una amplísima bibliografía en los últimos treinta años 4 . Por otra parte, en ese mismo periodo de tiempo se ha consolidado como disciplina la historia de las mujeres, que tanto ha contribuido a rescatar a la mujer de silencios y ausencias 5 . El enfoque de una reunión científica dedicada a literatura y género en la ficción y el didactismo permite aunar dos vías, la literaria y la histórica, que son complementarias y muy fructíferas cuando se interrelacionan. Si la primera se centra preferentemente en textos artísticos (novelas, poemas, obras dramáticas), y la segunda en documentos y testimonios de la vida real, las obras didácticas (de reflexión, consejo, educación o reprobación de costumbres) interesan tanto a la investigación literaria como * Una primera versión de este artículo se presentó en las II Jornadas sobre Literatura y Género. Del discurso didáctico a la ficción, celebradas en Vitoria, Departamento de Filología Española de la Universidad del País Vasco, en noviembre de 2004. Ante la demora de las Actas, publico ahora el texto definitivo, con actualización de la bibliografía. 1 Uno de los estudios pioneros fue el de Mas, 1957; posteriormente, y también sobre mujeres quevedescas, Riandière, 1994, y Roig Miranda, 2003. Para estos aspectos, véase también Arredondo, 1993,1994 y 1999. 2 Señalo solamente dos aportaciones recientes de Baranda, 2002 y 2004, que, a su vez, remite a una amplia bibliografía. Para el siglo xviii, véanse los estudios de Palacios, 2002, y de López Cordón, 2005. 3 Un excelente resumen de las variadas perspectivas en Redondo, 2001. 4 Indico solamente algunos hitos que para mí fueron especialmente útiles: Vigil, 1986, Di Maio, 1987, y Redondo, 1994. 5 Así lo señaló Ricardo García Cárcel en «La diversidad del feminismo», reseña del libro de Nash, 2004, publicada en Blanco y Negro Cultural, 25-9-2004, p. 18. Véase la obra coordinada por Morant, 2005. CRITICÓN. Núm. 105 (2009). M.ª Soledad ARREDONDO. «A todos y a todas»: cuestiones de "género" en la prosa del siglo XVII ...

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CRITICÓN, 105, 2009, pp. 177-198.

«A todos y a todas»:cuestiones de “género” en la prosa del siglo xvii

hasta El hombre práctico (1686)*

Mª Soledad ArredondoUniversidad Complutense

Los estudios sobre literatura y género, bien se dediquen a analizar personajesfemeninos1, a recuperar la obra de autoras olvidadas o desconocidas2, o a aplicar lacrítica feminista3 a determinados temas, han suscitado una amplísima bibliografía en losúltimos treinta años4. Por otra parte, en ese mismo periodo de tiempo se ha consolidadocomo disciplina la historia de las mujeres, que tanto ha contribuido a rescatar a la mujerde silencios y ausencias5. El enfoque de una reunión científica dedicada a literatura ygénero en la ficción y el didactismo permite aunar dos vías, la literaria y la histórica, queson complementarias y muy fructíferas cuando se interrelacionan. Si la primera se centrapreferentemente en textos artísticos (novelas, poemas, obras dramáticas), y la segundaen documentos y testimonios de la vida real, las obras didácticas (de reflexión, consejo,educación o reprobación de costumbres) interesan tanto a la investigación literaria como

* Una primera versión de este artículo se presentó en las II Jornadas sobre Literatura y Género. Deldiscurso didáctico a la ficción, celebradas en Vitoria, Departamento de Filología Española de la Universidaddel País Vasco, en noviembre de 2004. Ante la demora de las Actas, publico ahora el texto definitivo, conactualización de la bibliografía.

1 Uno de los estudios pioneros fue el de Mas, 1957; posteriormente, y también sobre mujeres quevedescas,Riandière, 1994, y Roig Miranda, 2003. Para estos aspectos, véase también Arredondo, 1993,�1994 y 1999.

2 Señalo solamente dos aportaciones recientes de Baranda, 2002 y 2004, que, a su vez, remite a unaamplia bibliografía. Para el siglo xviii, véanse los estudios de Palacios, 2002, y de López Cordón, 2005.

3 Un excelente resumen de las variadas perspectivas en Redondo, 2001.4 Indico solamente algunos hitos que para mí fueron especialmente útiles: Vigil, 1986, Di Maio, 1987, y

Redondo, 1994.5 Así lo señaló Ricardo García Cárcel en «La diversidad del feminismo», reseña del libro de Nash, 2004,

publicada en Blanco y Negro Cultural, 25-9-2004, p. 18. Véase la obra coordinada por Morant, 2005.

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a la histórica: formalmente, proceden de un modelo clásico —el manual de formación depríncipes, o de perfectas mujeres— y, al mismo tiempo, proporcionan datos fidedignossobre ideas o preocupaciones de una determinada época.

Sin embargo, interrogarse sobre problemas de género en la ficción y el didactismo delSiglo de Oro puede dar resultados contradictorios. Por poner un ejemplo elemental,¿cómo conciliar imágenes femeninas tan diferentes como las damitas vestidas de varón6

que pintan Cervantes o Lope, y las recomendaciones de recogimiento y recato queencontramos en los moralistas? ¿Es que el hastío ante el confinamiento domésticosugiere a los autores que pinten conductas trasgresoras, para escapar de una realidad tanvirtuosa como aburrida? ¿O es que, por el contrario, el mundo femenino no era tancerrado y monótono, y de ahí las advertencias y las quejas de los moralistas7?

Esta serie de preguntas indica la dificultad para obtener información objetiva de unaliteratura que dice imitar la realidad, pero que no debía de ser absolutamente fiel a ella8.El propio Lope explica, en la obra teórica que justificaba su teatro, el oportunismo deesa criatura femenina literaria creada con visión comercial, porque «… suele / el disfrazvaronil agradar mucho»9. Esas figuras femeninas de la literatura no son, pues, unarealidad, sino un disfraz, una convención literaria tan eficaz que Lope la aplica tambiéna sus novelas, puesto que «tienen las novelas los mismos preceptos que lascomedias…»10. En cuanto a Cervantes, la variedad de perspectivas de su narrativa lepermite jugar con la verdad poética y la realidad. Así, por ejemplo, en el Quijote seironiza sobre las doncellas de los libros de caballería, poco antes de que aparezcaDorotea vestida de hombre:

… doncellas, de aquellas que andaban con sus azotes y palafrenes, y con toda su virginidad acuestas, de monte en monte y de valle en valle: que si no era que algún follón o algún villanode hacha y capellina, o algún descomunal gigante las forzaba, doncella hubo en los pasadostiempos que, al cabo de ochenta años, que en todos ellos no durmió un día debajo de tejado, yse fue tan entera a la sepultura como la madre que la había parido11.

Y, de la misma manera, en el Persiles se pone en duda, a través del maldicienteClodio, la verosimilitud de la historia de la intachable Auristela:

Misterio también encierra ver una doncella vagamunda, llena de recato de encubrir su linaje,acompañada de un mozo que, como dice que lo es, podría no ser su hermano, de tierra entierra, de isla en isla, sujeta a las inclemencias del cielo y a las borrascas de la tierra12.

6 Véase el estudio ya clásico de Bravo Villasante, 1976; últimamente Moreno-Mazzoli, 2004, y González,2004.

7 Por ejemplo, las del Padre Pineda en Los treinta y cinco diálogos familiares de la agricultura cristiana(1589), o las de Pedro de Luján en sus Coloquios matrimoniales (1550).

8 Es muy interesante a este respecto la reflexión de Franco, 2006.9 Lope de Vega, Arte nuevo de hacer comedias, p. 265, vv. 282-283.10 Lope de Vega, La desdicha por la honra, en Novelas a Marcia Leonarda, p. 183.11 Cervantes, Don Quijote de la Mancha, I, ix, pp. 106-107.12 Cervantes, Los trabajos de Persiles y Segismunda, p. 168.

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El hecho es que, en ocasiones, las informaciones y las imágenes no son sólo distintas,sino distantes, y que la literatura de la época puede reflejar intereses muy diversos,dependiendo del género literario y del destinatario para el que se gesta cada obra. Y esosdestinatarios parecen estar bien diferenciados en el siglo xvii, cuando nada tiene quever, por ejemplo, la lectora de novelitas amorosas13 con el varón al que Baltasar Graciándestina sus advertencias. De tal manera que, atendiendo a la prosa de ficción o a ladidáctica, se pueden extraer conclusiones antitéticas, según nos dejemos llevar por elmundo de la novela —y de la comedia— o por el mundo real, aquél para el que Graciáninstruye a su discreto.

No obstante, tanto la literatura de entretenimiento como la literatura grave recogenciertas cuestiones de singular importancia, y que interesan «a todos y a todas»: lasrelaciones entre hombres y mujeres, el amor, el matrimonio, la educación y crianza delos hijos. Con mayor o menor intensidad, con ausencias y silencios significativos, conopiniones enfrentadas en ocasiones, esos temas aparecen en muchas obras del siglo xvii.Sólo voy a detenerme en algunos ejemplos de la prosa de ficción, y también de una seriede obras mixtas que, como tantas a partir del Guzmán de Alfarache, mezclan literaturay pedagogía14. Me refiero a obras misceláneas en cuanto a la forma, también llamadas«costumbristas» en cuanto al contenido15, como El Pasajero (1617) de Cristóbal Suárezde Figueroa, Guía y avisos de forasteros que vienen a la corte (1620) de Antonio Liñán yVerdugo16, Los Peligros de Madrid (1646) de Baptista Remiro de Navarra, El día deFiesta por la mañana y por la tarde (1654 y 1660) de Juan de Zabaleta y Día y noche deMadrid (1663) de Francisco Santos. Me propongo examinar las cuestiones antes citadas,contrastando los ejemplos de la ficción y el «costumbrismo» con los que puedenextraerse de El hombre práctico, un interesantísimo manual de formación dearistócratas17, un antecedente del ensayo18 moderno, y una de las obras másrepresentativas del cambio de mentalidad que se produce a fines del siglo xvii, en eltiempo de los novatores19.

El hombre práctico, aparecido en 1686, es la obra de don Francisco Gutiérrez de losRíos, Conde de Fernán Núñez, notable personaje pre-ilustrado que dice escribir lossesenta y un discursos del texto para la enseñanza de sus hijos (p. 123). Aunque esta

13 Para este género narrativo, véanse, por ejemplo, Rodríguez, 1986, y Laspéras, 1987, ambos con ampliabibliografía; y sobre lectores de novelas cortas, Colón, 2001, pp. 41-49.

14 Utilizo interesadamente la frase de Rico, 1967, p. 84, sobre el Guzmán, donde «literatura y pedagogíase refuerzan».

15 Véanse Joset, 1977, p. 27, y Arredondo, 2001b.16 Para la autoría y otros problemas de esta obra, véanse Fernández Nieto, 1974, Auladell, 1991, Copello,

1995, Arredondo, 2004.17 «un manual de formación del noble de bien», en la línea de los moralistas españoles, según sus editores,

Pérez Magallón y Sebold, 2000. En adelante nuestras citas en el cuerpo del artículo remiten a esta edición.18 A este aspecto ya me referí en 1988, y posteriormente lo ha hecho Gómez, 1996. Lo último que

conozco sobre esta obra es Girón, 2004.19 Para estas cuestiones, véanse Álvarez de Miranda, 1993, y Pérez Magallón, 2002, así como Criticón,

103-104, 2008, sobre la literatura española en tiempos de los novatores.

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afirmación pueda ser ya tópica20 a fines del xvii, y aunque la elogiosa censura del jesuitaAgustín de Herrera amplíe el número de destinatarios, relacionando la obra con el artede «formar varones perfectos» (p. 114), lo cierto es que el autor tenía dos hijos y unahija; y que los varones perfectos a los que puede servir El hombre práctico son,efectivamente «varones», quizá sus dos hijos, pero en ningún caso su hija, a juzgar porel título y el contenido de la obra. Ésta aspira, efectivamente, a formar a nobles«prácticos», experimentados, según indica el Diccionario de Autoridades para estetérmino; pero, además, nobles modernos, en cuanto a instrucción variada y curiosidadpor las nuevas ideas; y también nobles ejemplares e intachables en sus profesiones, y ensus relaciones familiares y sociales. Así que el interés del Conde de Fernán Núñez secentra, al parecer, en ese «mis hijos», masculino plural, que deja al margen de susconsejos, o de su proyecto educativo, a su hija, Mª Teresa. Previsiblemente, el Conde laeducaría para un destino de esposa y madre, semejante al de su propia mujer, DªCatalina, de rancia nobleza, con la que estuvo casado sólo cinco años, y que murió a losveintidós de sobreparto, como tantas mujeres de su tiempo. Sin embargo, Mª Teresa delos Ríos debió de causar serias preocupaciones a su padre, que no contaría con ellas alredactar algunos de los discursos de E l hombre práctico, como el dedicado almatrimonio, tan escasamente innovador como respetuoso con las buenas costumbres.Frente a la serenidad normativa que se desprende del discurso LVI, «De losmatrimonios», Dª Mª Teresa debió de enamorarse de quien no debía, a juzgar por unacarta de la Marquesa de Gudannes, fechada en 1695, que menciona al hijo «grasiento»de la favorita de la reina Mariana de Neoburgo, la poderosa baronesa alemana apodada«La Perdiz»:

La hija del conde de Fernán Núñez, que es dama de palacio y tan hermosa como de grancalidad, va por fin a casarse con el grasiento de Perlis. El conde de Fernán Núñez hace algúntiempo lo quería destrozar por haber tenido la audacia de pensar en su hija; pero, al fin, todocambia en la vida. Darán al conde, a favor de este matrimonio, el mando de la flota naval21.

En efecto, por esas mismas fechas el Conde consiguió su último ascenso en la carreramilitar, y desempeñó el puesto con la misma brillantez que los demás que había ocupadodesde su juventud, cuando salió de España para acompañar a la infanta Mª Teresa, quese casaba con Luis XIV en Francia. Es posible que hubiera obtenido igualmente lacapitanía general de la Armada, sin necesitar las influencias de la camarilla alemana dela reina, maliciosamente insinuadas por la marquesa francesa. Pero lo que convieneretener ahora es que los consejos sobre el matrimonio destinados a los hijos no debieronde ser atendidos por la hija. Quizás, con arreglo a una distribución de la enseñanza porsexos, las normas de El hombre práctico fueran escritas y publicadas para ladescendencia masculina, mientras que el adoctrinamiento de las hijas se confiaba alámbito doméstico y oral, en conversaciones con la madre, en este caso prematuramentedesaparecida. Sea como fuere, esta última hipótesis no deja de chocar con ese doble

20 No me detengo en las relaciones de esta obra con otros manuales de educación, pero véase la opinión delos editores, p. 123, nota 31.

21 Tomo el dato de la Introducción de Pérez Magallón y Sebold, p. 21. Para más detalles biográficos,véanse las páginas 13-23 de dicha Introducción.

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receptor y destinatario «a todos y a todas», que aparece en El hombre práctico, discursoXXVII, y que he utilizado como título deliberadamente provocador, por lo que hoytiene de políticamente correcto.

Ese discurso XXVII está dedicado al teatro y sus representaciones, y ha sidoacertadamente analizado por los especialistas en el género dramático22. Lo que ahora meinteresa es esa designación diferenciada «todos»-«todas», frente a un masculino pluralque hubiera abarcado a hombres y mujeres; y más aún el que se deslice un «todas», enuna obra que rara vez tiene presente al sexo femenino. Lo habitual es que el autorescriba para destinatarios varones, aristócratas y cultos como él, a los que ofrece susexperiencias; por eso sólo en muy raras y obligadas ocasiones se deslizan alusiones omenciones femeninas, como las del discurso De la generación (II), o el De la instruccióninfantil (discurso III), o el De los maestros… (discurso IV), o el discurso De lasobligaciones recíprocas en los padres, hijos, hermanos, parientes y criados (XLIX), o elLVI, De los matrimonios. Estas apariciones de la mujer son fácilmente comprensibles, yvolveremos sobre su entidad en El hombre práctico; pero la mención de «todas» en lasrepresentaciones dramáticas bien pudiera haberse obviado, sin que hubiera sorprendidosu ausencia en un manual de formación masculina. Si se menciona a ese «todas» esporque, a diferencia de la función doméstica, o incluso biológica, y del ámbito naturalde la mujer como madre y esposa, ese «todas» puede aludir a uno de los pocos espaciosexteriores23 en que la mujer ha penetrado, como espectadora y como cómica.

Si atendemos a otros testimonios de la época, como los capítulos titulados «Lacazuela» (VII) y «La comedia» (I), en Los Peligros de Madrid y El día de fiesta por latarde, respectivamente, comprobaremos la fascinación de las mujeres del xvii por loscorrales de comedias. Y digo deliberadamente por los corrales, y no sólo por larepresentación, porque en ambas obras se retrata profusamente el ambiente: el lugar, lasropas, las charlas, los empujones a la entrada y la salida, etc. Contando, pues, con esaconquista femenina del lugar teatral, el Conde de Fernán Núñez hace extensiva a lasmujeres la advertencia que dedica a los varones. En un discurso exento de pinturascostumbristas, movido por un interés socio-cultural y una preocupación que anticipa lade los ilustrados sobre la necesidad de esparcimiento, el autor realiza una reflexión sobrelas variedades del teatro de fines del xvii; y una de ellas, la comedia de capa y espada, espeligrosa para ambos sexos:

Veamos, pues, qué provecho sacarán aun aquellos mismos que tengan juicio para discurrirlode esta manera, y veamos qué daño nos resultará a todos y a todas las más que ven semejantesdefectos autorizados con nombres de personas ilustres (p. 192).

Los defectos que censura el Conde, y que le irritan como aristócrata, se refieren tantoal decoro como a la inverosimilitud, pero, sobre todo, a la intolerable atribución decomportamientos inmorales, o ligeros, cuando menos, a damas y galanes que se adornancon ilustres apellidos, Guzmanes o Mendozas, tan del gusto de la picaresca; y

22 Véase Vitse, 1988, pp. 130-147.23 Véase el capítulo «La mujer interior y la esposa doméstica», en Morant, 2002, pp. 193-198. La función

doméstica es la que añora Remiro de Navarra, en Los Peligros de Madrid, cuando se refiere a «damasignoradas», p. 183.

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comportamientos que, además, se resuelven en santo matrimonio, «como pudieransolicitar los más justos y virtuosos hechos» (p. 192). En este sentido su crítica moral seinscribe en las conocidas polémicas teatrales; pero es digno de destacar, en un texto querara vez se ocupa de los dos sexos, la igualdad en la advertencia y la equiparación en eldiscernimiento de espectadores y espectadoras. Esa alusión, por muy breve que sea,indica un rasgo de modernidad frente a las coloristas descripciones femeninas ya citadas,de Los Peligros… y de El día de fiesta…, que traslucen misoginia, y recogen los peoresclichés sobre las mujeres en el siglo xvii: habladoras, alborotadoras, chismosas,interesadas, pedigüeñas, frívolas, etc. Tal cúmulo de lindezas desemboca en la conocidafrase de Zabaleta: «Nunca está una mujer más hermosa que cuando está dormida»24.

R e l a c i o n e s m u j e r e s - h o m b r e s :c o n v e r s a c i ó n , c u l t u r a , o f i c i o s

Dicha opinión de Zabaleta se halla en el capítulo dedicado a uno de losentretenimientos femeninos en el día de fiesta, las visitas, con una minuciosa pintura desu ritual, del estrado, y de una variada tipología de mujeres: desde la anfitriona quedesea deslumbrar, a una vanidosa y otra demasiado despejada, que suscita en el autor lareflexión precedente sobre las ventajas de la mujer «encogida»: tímida, discreta, casimuda. A este respecto, se echa de menos en ésta y en otras obras didácticas algunaescena que pinte esos dos compartimentos, aparentemente estancos, el masculino y elfemenino, en el acto social de hablar cordialmente, mundanamente. Lo más frecuente esque se describan y se censuren conductas que indican galanteos, bien durante paseos porEl Prado, en la iglesia, en el corral de comedias, o en romerías populares. Pero a la horade la conversación priman los espacios separados y las conversaciones de mujeres solas,o de hombres solos, como los cuatro personajes que charlan, tanto en El Pasajero comoen la Guía y avisos de forasteros.

Sin embargo, la conversación femenina bien podía ser inteligente, porque desde elsiglo xvi la literatura atestigua un aumento en la preparación cultural de las mujeres,que llegaron a participar en Justas poéticas25 y quizás en Academias26. Este aspectocultural, que no parece repercutir en la acartonada separación de sexos, se refleja en Eldía de fiesta…, cuando se menciona la lectura como una de las distracciones deldomingo. Así, por ejemplo, se propone la lectura de un buen libro, como primeraalternativa (la segunda es coser, y la tercera rezar) a los perjuicios que la comedia causaen las mujeres:

¿Qué mucho hubieran hecho estas mujeres en dar estas horas santas a santos ejercicios? Sisabían leer, leyeran una vida de un santo, que se suele sacar de ella buena vida; es lección defácil inteligencia: la parte que tiene de historia entretiene, la que tiene de buen ejemplocompone… (p. 322).

24 Juan de Zabaleta, El día de fiesta por la mañana y por la tarde, p. 357.25 Véase a este respecto Baranda, 2004. También, para la cultura femenina en el siglo xvi, Cátedra y Rojo,

2004.26 Un enfoque que me sirve para este estudio en Étienvre, 1994, con la bibliografía correspondiente sobre

el tema.

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La condicional «Si sabían leer…» se refiere a las mujeres populares de la cazuela, noa las damas que podían contemplar la representación desde los aposentos, y en las que lacapacidad lectora parece asegurada. Pero donde esa capacidad cultural resulta másilustrativa es en el capítulo titulado «Los libros», donde aparecen dos mujeres —unasoltera y otra casada— junto a otros lectores varones. Ellas y ellos eligen la lectura parael ocio dominical, lo que significa una primera equiparación, a la que sigue una segunda,que es errar en la lectura elegida, sea una comedia, una novela, un libro de poesía, o untítulo concreto: el Estebanillo González. Según el autor, todos se han equivocado,porque tenían que haber escogido un libro piadoso; pero en el caso de las lectorasaparece un componente diferenciador, el ocio dentro de casa, frente a la peligrosa calle:

Acaba de comer la doncella recogida el día sagrado. No ha de salir de casa aquella tarde, noha de coger la calle ni aun por la ventana, y toma un libro para entretenerse. ¡Qué bueno, sifuese bueno el libro! Toma uno de comedias. Erró la tarde. (p. 384).

Acaba de comer el día de fiesta el hombre casado, vase a holgar y deja a su mujer en casa aúnmás sola que el día de trabajo, porque en éste la labor la acompaña… Toma un libro denarraciones amatorias … éntrase en un balcón … siéntase con las espaldas a la calle y abre ellibro… No es mal efecto deste libro el apartar los ojos de esta mujer de la diversidad peligrosade una calle (p. 387).

En el Siglo de Oro abundan las declaraciones sobre los riesgos de deshonestidad queacarrea la lectura de novelas, por la relación entre sus malos ejemplos y la pérdida delrecogimiento. Así, en la novela y escarmiento catorce de la Guía y avisos de forasteros,la doncella virtuosa se corrompe por leer la Diana: «ya era otra, que se moría por mirary ser vista»27. En cambio, el segundo fragmento de El día de fiesta… anteriormentecitado prefiere la lectura que embebe y atrapa en el ámbito doméstico, frente a losriesgos de mirar y ser vista en el exterior. A dicha singularidad, ha de sumarse cómoejemplifica la separación de sexos, en este caso mediante el distinto «holgar» dominicaldel matrimonio. Dicha separación nos priva de las reflexiones de estos autoresdidácticos sobre las conversaciones entre hombres y mujeres, como no sean furtivas,galantes y pecaminosas. En este sentido, la cultura28 casi funciona como una amenazamás para las saludables relaciones entre los sexos.

Y, sin embargo, las mujeres ya figuraban como interlocutoras activas en el génerodialógico29, y en los marcos de algunas colecciones de novelas cortas, donde hombres ymujeres conversan: así, por ejemplo, el Heptamerón de Margarita de Navarra, o LosCigarrales de Toledo de Tirso, o las novelas de María de Zayas. Frente a estaposibilidad de que una mujer se exprese, Lope, por ejemplo, prefiere en las Novelas aMarcia Leonarda30 una interlocutora casi muda, lo que no significa ausente, ni inculta,

27 Guía y avisos de forasteros, p. 252.28 Véase Rodríguez, 1995.29 Véase Vian, 2000, 2001, 2005.30 Los estudios sobre estas cuatro novelas se han multiplicado en los últimos años, pero me parecen

especialmente relevantes para esta ocasión el fundamental de Ynduráin, 1969; y los más recientes de Rallo,1989 y Schwartz, 2000. Por último, y coincidiendo en el tiempo y en muchos planteamientos, Vila, 2000, yArredondo, 2001.

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ni inexpresiva, porque él se encarga de recoger continuamente sus gestos y sugerencias,adelantándose con solicitud y cierto paternalismo: «Aquí llegó Felisardo, y me pareceque vuestra merced estaba ya cansada de esperarle… Pues sepa vuestra merced…» (Ladesdicha por la honra, p. 208).

También Zayas opta por negar la palabra, pero en este caso a los varones, en losDesengaños amorosos31, puesto que la colección pretende que las mujeres desengañen asus congéneres, y que se defiendan de los ataques masculinos:

Y como nuestra intención no es de sólo divertir, sino de aconsejar a las mujeres que miren porsu opinión … y también por defenderlas, que han dado los hombres en una opinión, por nodecir flaqueza, en ser contra ellas… (p. 200).

Pero la finalidad concreta de esta colección de María de Zayas, que continúa elargumento de sus Novelas amorosas y ejemplares, no es óbice para que el marco reúna adamas y caballeros como reflejo de un acto social, en el que los hombres no sonnarradores de desengaños32, aunque estén presentes como destinatarios de los mismos:«Bien pensaréis, señores, que estos prodigiosos sucesos serían causa para que don Pedroestimase y quisiese más a su esposa… Pues no fue así…» (p. 219).

El cambio de autor a autora33 puede explicar que sea ahora una narradora la que seadelante a los pensamientos e intervenciones de los caballeros, como lo hacía Lope consu amada Marcia. La escritora que toma la palabra y se la concede a sus criaturas deficción es quien ahora somete a los hombres al silencio34, aunque permite que esoscaballeros tan denostados bromeen en los comentarios que siguen a cada relato:

Lo cierto es —replicó don Juan— que verdaderamente parece que todos hemos dado en elvicio de no decir bien de las mujeres, como en el tomar tabaco … y si preguntan por qué lotoman, dicen que porque se usa. Lo mismo es el culpar a las damas en todo, que llegado aponderar pregunten al más apasionado por qué dice mal de las mujeres … responderá porquese usa (p. 290).

La conversación amena e inteligente que reflejan algunas obras de ficción, conpersonajes de ambos sexos y distintas edades, puede pasar de ocasional a habitual,convirtiéndose en tertulia, y desarrollarse durante la jornada laboral. Si damos crédito auna escena de La niña de los embustes, Teresa de Manzanares35, las conversacionesentre hombres y mujeres podían ser lícitas y públicas. El interés de dicho fragmento sedebe a que no es exactamente un galanteo entre damas y caballeros, ni tampoco entre

31 Como es sabido, la obra de María de Zayas ha sido objeto de numerosos estudios que han destacado suincipiente feminismo; sólo remito a uno de los más clásicos, Foa, 1979, y a la introducción de la edición deYllera, 1983, por la que citamos.

32 Véase a este respecto Schwartz, 1999, pp. 313-314.33 Para este paso fundamental, véase la Introducción de Rodríguez Cuadros y Haro Cortés, 1999, pp. 86 y

114.34 Sobre el silencio femenino, véanse Segura Graíño, 1992 y 1993, Ferrer, 1995, y mi comunicación

«Silencios femeninos en la ficción áurea: “Calla, niña”, “Calla, necia”, “Señora mía, no grite”» en el ColoquioLes voies du silence dans l’Espagne des Habsbourg, noviembre de 2008.

35 Por supuesto, me refiero a nuestra actual acepción de tertulia, como ‘reunión frecuente o habitual’.Sobre otras acepciones del término, véase Álvarez de Miranda, 1993, pp. 274-282.

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pícaros, sino una pintura insólita de mujeres que trabajan y hombres que las entretienencon charlas, poemas, o algún requiebro; y todo ello en el propio ámbito doméstico, bajola vigilancia de dos ancianas. El interés crece, si tenemos en cuenta que el trabajo de laprotagonista, moñera o peluquera, es muy rentable; y que en la casa se sigue realizandoal mismo tiempo otro trabajo más tradicionalmente femenino, el de coser y enseñar acoser:

… había división en las discípulas: las de gente ordinaria asistían en el portal de casa a laenseñanza de la tía de Teodora, y su madre era maestra de las hijas de gente principal, retiradaen una sala más adentro, que caían sus ventanas a un pequeño jardín, y otra que estaba antesde ésta servía para el recibimiento de nuestras parroquianas de pelo, donde las dábamosdespacho36.

Este doble taller femenino, en el que se introducen dos galanes que llevan a sushermanas a aprender a coser, se convierte en escenario de charlas, músicas y hasta unabroma pesada contra uno de los galanes, el corcovado. Pero es que la escena se repite,cuando Teresa de Manzanares se independiza y se establece como peluquera enCórdoba, sin el manto protector de sus viejas custodias. En esta ocasión la moñera, consu escudero y su criada, recibe a sus clientes, hombres y mujeres; y uno de ellos seconvierte en contertulio habitual:

Déjele hecho un Narciso, y quedó tan agradecido a mi cuidado, que, demás de pagármele muybien, era de los que más continuamente acudían a mi casa… Cantábamos algunos tonosjuntos, no dejando yo mi labor, con que pasábamos las tardes; también él lo hacía por suparticular interés, porque como a mi casa acudían las damas a hacer sus moños, participabatal vez de su conversación… (p.154).

Es posible que esas relaciones más naturales y amistosas entre hombres y mujeresresultaran verosímiles en una obra de picaresca femenina, mientras que los sesudoscaballeros que dialogan en El Pasajero y la Guía y avisos de forasteros… habríantildado de «libre» la conducta de la moñera Teresa. La verdad es que, aunque ella sepresenta como virtuosa, y los clientes cortesanos tratan con amabilidad y paganespléndidamente a quien tapaba sus calvas, el oficio, aprendido en casa de una cómica,no debía de ser muy reputado. Curiosamente, nada nos dice Zabaleta sobre laspeluqueras, y arremete, sin embargo, como tantos autores de la época, contra los calvosque ocultan su defecto con pelucas. En cambio, en Día y noche de Madrid hallamos otrooficio femenino muy próximo, el de las «quitadoras de vello», del que abomina Juanilloel de la Provincia, porque también quitaban «el vellón», y además actuaban comoalcahuetas o «corredoras de deseos»37. Este Juanillo, versado en los riesgos de la corte,informa a su interlocutor, el inocente Onofre, sobre los peligros que representan esasmujeres que entraban en casas ajenas, como también lo hacían las parteras, las amas decría y las criadas, pintadas en esta obra con los tintes más negros.

36 Alonso de Castillo Solórzano, La niña de los embustes, Teresa de Manzanares, pp. 101-102.37 Francisco Santos, Día y noche de Madrid, p. 121.

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Entre todas ellas, Teresa de Manzanares38 es un personaje femenino peculiar, porquesabe leer y escribir, prospera socialmente con respecto a su madre, la posadera gallegaCatuxa de Morrazos, y, además de costurera y peluquera, ejerce también el oficio deactriz, a lo que se suma su capacidad de mantener variadas relaciones con los hombres:medianera de su ama y amiga, como tantas criaditas de comedia, aprovechándose de losregalos de los galanes; esposa insatisfecha e infiel de tres maridos; amante de otroscaballeros; burladora de otros tantos; y por fin esposa y madre, al terminar la novela.Cabe preguntarse si esta pícara de Castillo Solórzano significa algo más que unacreación literaria, un ente de papel, o si su libertad e inteligencia representan unaamenaza para el orden social y las convenciones establecidas en el trato entre los sexos.En la ficción del siglo xvii se deslizan otros tipos femeninos, cuyas relaciones con loshombres no son ejemplares ni recomendables, y que protagonizan episodios burlescosrepresentativos de los aspectos más transgresores de la sociedad: posaderas, como lapícara Justina o la madre de Teresa de Manzanares; fregonas, lavanderas39, criadas engeneral. Son mujeres que desempeñan oficios bajos, y que en la mayor parte de las obrasmedran, sin dedicarse en exclusividad a ser busconas de corte, como lo eran lasprotagonistas de Las harpías en Madrid y de Los Peligros de Madrid, pero viviendotambién a costa de los hombres. Tanto la picaresca femenina como la literatura decostumbres dan entrada a este tipo de mujeres, bien porque sus burlas y estafas diviertana los lectores, bien para advertir a los hombres y que no se dejen engañar, o bien parainsistir en los riesgos de determinados oficios que abren brechas por las que mujerescomo Teresa se infiltran en el cuerpo social.

En muchas novelas esas relaciones entre ambos sexos no pasan de mera alusión. Así,por ejemplo, las dádivas de caballeros a criadas o mesoneras, que debían de serhabituales, porque Castillo Solórzano señala esos regalos como complementoimprescindible de la vestimenta de La niña de los embustes: «… dos sortijas de plata,cosa conveniente en el fregatriz estado, aunque ya le vemos subido de punto con algunasde oro, donativos de los que, hartos de perdices, gustan tal vez de comer vaca» (p. 67).

En otras ocasiones, los galanes obsequian a las lavanderas de otro modo, evitándolesun esfuerzo: «Nunca tomó paño en sus manos para lavarle, que no faltaba quien, acosta de sus salarios, le pagase la lavadura porque en tanto le diese audiencia» (p. 68).Pero a veces lo que hallamos son mensajes más reiterados y sombríos sobre las malascriadas que roban, engatusan al amo, y hacen sufrir al ama. «¿Qué vida pasará la reciéncasada, por causa de la picarona…?» (p. 183), se pregunta en Día y noche de Madrid. Elpaisaje nocturno que recorren los dos interlocutores de esta obra no puede ser másnegativo con respecto a las mujeres, incluso con aquéllas que desempeñan oficios útiles ynetamente femeninos: amas de cría y parteras. Por ejemplo, este último oficio está malvisto porque obliga a la mujer a salir de noche, se presta a actividades non sanctas y,sobre todo, induce a los maridos de las comadronas a la holgazanería:

38 Véase la Introducción de Rey Hazas, 1986, pp. 107-114, y mi artículo «Una lectura de La niña de losembustes, Teresa de Manzanares», que aparecerá en Las mujeres, entre la realidad y la ficción. Una miradafeminista a la literatura española, en prensa.

39 Como éstas de la Guía y avisos de forasteros…, aviso 7º, p. 226: «… divirtiendo la vista en aquellamultitud incontable de aquellas lavanderas o criadas que lavan con las manos la ropa de aquellos o aquellas aquien sirven, y se lavan las lenguas descubriendo secretos unas a otras en las honras y famas…».

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… y los más son holgazanes, a título de «mujer tengo que lo gana»; y si no fueran éstos tanbuenos, mira tú como consintieran que otro hombre sacase a su mujer de la cama y se lallevase, quedando ellos como atún revolcado en lo caliente… (p. 217).

Pero la labor de las amas se nos pinta con mayor desprecio todavía, a través de unamujer que solicita trabajo a un hermano de la iglesia del Buen Suceso. Tras su aspecto(«muy abultada de pechos y carrillos»), su procedencia gallega («una de las que juran enla cruz de hierro40 de no ser castas en Castilla») y su petición («le dijo al hermano si laquería buscar una casa donde criar, porque estaba recién parida y se le había muerto lacriatura»), el autor la califica metafóricamente como «una alcuza con vasar de tetas»,antes de que el hermano la mande a la Inclusa, «que allí van las de su tierra a hacerse laleche» (pp. 124-125). Por si esta escena no bastara, se vuelve sobre amas de cría gallegascuando el narrador abomina de unos valentones, también gallegos, que prosperan en lacorte en una carrera laboral de esportilleros a aguadores y lacayos, culminando enrufianes-valentones, gracias a «una Dominga, que hecha ama por la leche, le da paracoleto» (p. 191).

Ciertamente el ambiente nocturno no solía ser el más adecuado para la virtud, perolas escenas entre malas criadas, «picaronas», ama gallega y el hermano que las introduceen el mercado laboral de la época son una pintura sórdida de ciertos trabajos femeninos,y también un ejemplo de la relación entre esas mujeres y el sacerdote que, teóricamente,las ampara. Tanto defraudan su confianza que amonesta duramente a una de ellas porcambiar de gremio, pasando de criada a buscona, a juzgar por su «traje mundano». Yante el ofrecimiento del sacerdote, dispuesto a darle trabajo como criada, la picaronaresponde con gran descaro de palabras y de gesto:

Hermano, ¿predica? ¿Piensa que soy algún hereje? Vaya a emplear esa habilidad al Japón, queyo no necesito de su doctrina ni ofrecimientos, que tengo lo que he menester, y no carezco deservir, que soy servida y regalada (p. 126).

A esta declaración el hermano responde con ira y con una sonora bofetada, cerrandoun diálogo que ejemplifica la desigualdad extrema entre sexos y estamentos: unsacerdote virtuoso y caritativo, y una prostituta41; diálogo que representa la tercera ypeor de las posibilidades femeninas, frente a las dos más habituales que señalaba, porejemplo, Francisco Luque Fajardo en 1603, y a las que se llegaba desde el «encogimientohonestísimo» de las doncellas: «obediencia de matrimonio o religión de monjas»42.

Antes de desembocar en escenas como la anterior abundan situaciones intermedias deesas relaciones entre sexos, como la de la mujer-señuelo o escaparate de un negocio, quees utilizada por su padre o su marido para atraer incautos; así, por ejemplo, en la novelay escarmiento primero de la Guía y avisos…, el cuento del barbero que coloca a sumujer engalanada bien a la vista de sus clientes, o en la misma novela la hija delposadero que finge recato tras la celosía «para dejar picado al recienvenido» (p.68). El

40 Se trata de una etapa en el Camino de Santiago, cerca de Rabanal. El mismo lugar y con la mismaintención aparece en La niña de los embustes, capítulo primero, cuando Catuxa de Morrazos sale de Galiciahacia Madrid.

41 Véase Núñez Roldán, 1995. Y los artículos de Profeti, 1994, y Lacarra, 2002.42 Fiel desengaño contra la ociosidad y los juegos, p. 74.

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viejo truco de servirse de la belleza femenina resulta, no obstante, menos rompedor einquietante que el de hacer a las mujeres agentes de negocios, aunque sean, en realidad,estafadoras profesionales. Es el caso de doña Pestaña la criolla, también de la Guía…,que defrauda a lo mejor de Madrid, ayudada por su amante y escudero, apelando no asus encantos, sino a sus relaciones y altas influencias. Este personaje que aparece en untexto de 1620 puede relacionarse con una constatación que ya preocupaba al citadoLuque Fajardo, a propósito del vicio del juego en las mujeres:

No ha muchos años, yo me acuerdo cuando las mujeres a los cincuenta de su vida no sabíancontar un real, sino por los dedos, y apenas salían con su intento; llegaos ahora: veréis que nosufro hoy a tanta arismética cuanta ellas saben en el naipe… (p. 71).

Y dicha preocupación nos conduce de nuevo a Teresa de Manzanares, que no sólosabe contar, sino que discute con sus maestras hasta pasar de criada a socia, que seestablece en Córdoba para que fructifique su negocio de peluquería, y que pone sudinero en manos de los banqueros más famosos de la época, los Fúcares, para nollevarlo encima durante el camino. A la vista de todo ello da la impresión de que, junto ala mujer noble que accede a la cultura, estas mujeres de baja condición que se ganan lavida por sí mismas, y que se escapan del encierro doméstico, indican algunos cambios.No obstante, ni crecen las unas en estimación social, según Saavedra Fajardo, porejemplo, que las rechaza para gobernar43; ni rompen las otras ciertos estereotipos sobrela primaria y escasa inteligencia femenina, según el Doctor en El Pasajero:

Vienen a ser … prontísimas en agudezas improvisas, derivadas de la sutileza y velocidad de susimaginativas; mas en llegando a proponerles materias de fondo, espira la más alentadapresunción44.

A m o r , m a t r i m o n i o , e d u c a c i ó n d e l o s h i j o s

Volviendo a El hombre práctico, no hallamos afirmaciones tan taxativas en una obraque apenas deja traslucir su modelo de mujer ideal, entendiendo por tal la esposaperfecta que cría a los hijos. Pero, aunque el Conde de Fernán Núñez no se ocupe deotra relación entre los sexos que no sea el matrimonio, podemos espigar algunasopiniones y omisiones que son significativas y reveladoras de las marcas de género. Eldiscurso sobre la generación se halla al comienzo de nuestro texto, que recorre las etapasde la vida de un noble, hasta culminar en la muerte. La brevedad de este capítulo, y lasola mención del «cuidado paterno en la generación» (p. 127), resultan ya sintomáticas,y nos llevan a completarlo con otras ideas diseminadas al hablar del matrimonio yeducación de los hijos. En tan breves líneas se afirma que la generación es preocupaciónexclusiva del futuro padre, que ha de atender, primero, a «no recibir mujeres enfermas,ni de cuerpos y figuras disformes», y, una vez nacido el niño «a que su ama y modo de

43 Al menos por dos veces. En De la Política y Razón de Estado del Rey Católico Don Fernando: «A lasmujeres quitó la naturaleza los instrumentos de reinar…», p. 137. Y en Locuras de Europa: «La mayordesgracia de Europa es haber caído una parte della en el gobierno de mujeres … porque es fuerza que se dejengobernar de otros …», p. 61.

44 Cristóbal Suárez de Figueroa, El Pasajero, II, p. 367.

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crianza mire en todo a aumentar su robusticidad», sin permitir mimos innecesarios. Enel discurso siguiente (III), dedicado a la instrucción infantil, tampoco aparece la palabra«madre», mientras que se repite el ama, en una disyuntiva «amas o padres que lesenseñan a hablar [a los niños]», que permite interpretar ese «padres» como un plural depadre y madre. Por lo demás, continúa siendo «obligación paterna vigilar las primeraspalabras en varias lenguas, los primeros estudios («que lea, que escriba, que cuente yaprenda todas las reglas de la cortesía…», p. 131), y las primeras plegarias, punto ésteen que hallamos la primera mención femenina, porque habrá que evitar que «las mezclecon otras [oraciones] que la ignorancia femenil suele recibir como piedad y queordinariamente huelen más a superstición».

Este capítulo recomienda también fomentar en el niño el respeto al maestro, tema alque se dedica el siguiente, «De los maestros y enseñanza pueril» (IV). Su lectura muestraque se trata, como era de esperar, de maestros varones, lo que se refuerza con unadeclaración explícita de los riesgos de un entorno femenino:

Aunque se puede hallar ánimo tan sumamente robusto que no se enflaquezca con la crianza yejemplo femenil, éste es un acaso tan raro que exponerse a él fuera faltar a todas las reglas dela prudencia… (p. 133).

Y, de acuerdo con esta declaración, «luego que empieza a descubrirse en elmuchacho la razón» (p. 134), se le pone en manos de hombres, desapareciendo la másmínima alusión al ámbito doméstico femenino. Esa madre omitida, o convertida en amade cría, está ausente de las muchas páginas dedicadas a una formación muy completa deljoven aristócrata. Y sólo puede sobreentenderse su presencia en el discurso dedicado alas relaciones familiares (XLIX), bajo el genérico «padres» (pp. 249 y 250), que designaal perfecto binomio que cuida material e intelectualmente de la prole, con mesura ydisciplina. Llegados a este punto casi se agradece la ausencia de mención materna45,siendo la madre más proclive a blandenguerías, regalos, perdones y complicidades,según aparece en El Pasajero , cuando el Maestro cuenta sus fracasos de estudiante; ysiendo, además, la responsable directa de la mala educación femenina, según la Guía yavisos…: «¿De qué se hace nueva la madre, que cría así a sus hijas, de que la una sepierda y la otra se mal case?» ( p. 245)46.

El mismo discurso XLIX, que demuestra un profundo sentido de la familia, dedicatambién unas páginas al fuerte vínculo que ha de unir a los hermanos, y expresa unconcepto de cuerpo familiar cohesionado, tanto más rico y sólido cuanto mejor integrelas perfecciones de cada uno de sus componentes. A este respecto surge el femeninoplural «hermanas», a la hora de asignar cualidades o méritos a ambos sexos,respectivamente: «Y así, si mi hermano es más robusto que yo, si yo soy más ágil que él,

45 Según Pérez, 1985, ni Vives ni Fray Luis eran partidarios de que las mujeres educaran. En realidad, laignorancia femenina y su falta de aptitud para una buena educación de la prole se aprecia por doquier en laliteratura áurea. Véanse, a este respecto, Cacho, 1993; y Copello, 2003, sobre el Fabulario de Sebastián deMey, donde en el Prólogo se recomienda a madres y amas que no cuenten patrañas a los niños.

46 Bien es verdad que la pintura negativa sobre la mala educación de los hijos en la corte también culpa alpadre, pero cuando fracasa con los varones.

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si otro es más estudioso, si esta hermana es más hermosa, si aquella es más discreta…»(p. 252).

Fortaleza, agilidad y capacidad de estudio en los hombres, frente a hermosura ydiscreción en las mujeres, son hasta ahora las únicas cualidades atribuibles a ambossexos, en una obra en la que la mujer apenas aparece. Por eso es relevante que se cuele,por ejemplo, en el discurso sobre virtudes y vicios, cuando el Conde indica que lasinclinaciones naturales del hombre deben someterse a los preceptos religiosos, paraalcanzar la perfección:

… no santificar las fiestas, tener por indiferentes los alimentos y usar de la mujer que nosagrada, cosas todas que no constituyen imperfección natural y que están prohibidas por lareligión, hacen imperfecto a el que en cualquiera parte dellas se aparta de la obediencia(p.�172).

Esa mención de la mujer «que nos agrada» constituye casi la única ocasión en queGutiérrez de los Ríos deja entrever cierta inclinación, si no sentimental, sí concupisciblerespecto al otro sexo, cosa que se omitía hablando de la generación de los vástagos, yque casi se prohíbe en el Discurso «De los matrimonios» (LVI). Este último asunto,calificado como materia «grave», aparece al final del libro, una vez abordada lainstrucción y las experiencias que van configurando al hombre práctico. También sellega en el penúltimo aviso de la Guía y avisos de forasteros a un interesante coloquio acuatro voces sobre «tomar estado» en la corte, ilustrado con relatos sobre elmatrimonio. Y de la misma manera el tema surge más de una vez en El Pasajero,generalmente bajo una óptica institucional: el matrimonio como «instrumento» (p. 321)que proporciona armonía tanto a los cónyuges, como a quienes los rodean. Una vezmás, el pragmático Zabaleta resume ese lugar común de la prosa didáctica, elmatrimonio como etapa obligada, como estado necesario en el que el hombre se acoge alugar seguro: «La palabra esposa lo más que significa es comodidad, lo menos esdeleite» (El día de fiesta…, p. 115). El autor de El hombre práctico, como hombre de sutiempo, parece compartir dicha opinión, justificada en la siguiente frase:

… al no ser duradera en el hombre pasión alguna … conoceremos con evidencia cuántodebamos evitar cuando entremos a la elección del matrimonio, cualquier parte que el amorpueda tener para inducirnos a él (p. 280).

Si hay un punto en que divergen la prosa de ficción y la didáctica en el siglo xvii esen éste, que marca dos vías paralelas y rara vez confluentes entre amor y matrimonio. Lariquísima casuística amorosa que hallamos en las novelas, esas «intercadencias de lacalentura de amor»47, que con mucha frecuencia terminan en feliz matrimonio48, peroque también arrojan desenlaces violentos 49, se ve sustituida en las obras didácticas porrecomendaciones serias, razonables y muy manidas, en las que el honor, el linaje, la dotey la igualdad social se anteponen a la pasión amorosa. Un ejemplo novelístico de ambas

47 Véase Rodríguez, 1986, p. 27.48 Véanse Laspéras, 1987, pp. 241-290; y Ruiz Pérez, 2005.49 Arredondo, 1989. Véase, para amor y matrimonio, Morant 2002, pp. 233-237.

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opciones lo hallamos en boca de Clodio, el maldiciente y lúcido consejero del príncipeArnaldo en el Persiles:

Mira que los reyes están obligados a casarse, no con la hermosura, sino con el linaje, no con lariqueza, sino con la virtud… [mientras que] Entre la gente común tiene lugar de mostrarsepoderoso el gusto (p. 175).

Efectivamente, en el momento de elegir esposa ese noble que es el Conde de FernánNúñez aconseja tener presente, lo primero, un «nacimiento» (p. 280) similar,acompañado de hermosura y riqueza, por este orden. También el caballero provincianode la Guía… piensa que lo mejor es casarse con su igual (p. 223), sin arriesgarse con lasengañosas mujeres madrileñas. Y este principio se extiende a otros grupos sociales,dando fatales o burlescas consecuencias si se incumple, como ocurre con un labrador dela Guía y avisos… (novela y escarmiento once), o con un zapatero de Día y noche deMadrid 50.

Ninguna novedad, pues, entre quienes creen en la distinta finalidad del amor y delmatrimonio, representados en El Pasajero por el más mordaz de los interlocutores, elDoctor, que distingue, incluso, las edades más propicias en uno u otro caso. Para elamor señala, en ambos sexos, a partir de los veinticinco, con discrepancias respecto altérmino; aunque, preguntado por sus preferencias, no tiene empacho en declarar que legustan las mujeres jóvenes: «Niñas me dan vida, viejas me matan; / unas huelen al nido,y otras a cabra» (p. 372). En cambio, para el matrimonio, la edad de la mujer «pareceser más a propósito cuanto más niña, por tener lugar de hacerla el marido a suscostumbres…» (p. 373).

La cuestión de la edad en el matrimonio, y la diferencia entre marido y mujer —diezaños, según el Persiles (p. 384)— no se toca en el aviso séptimo de la Guía…, pero serecomienda más experiencia en el marido, y, desde luego, más autoridad: «… que huelala casa a hombre…» (p. 229), «Que vivan las mujeres debajo de su gobierno…»(p.�228), «… que el hombre ha de ser cabeza de aquella república…» p. 230). ElMaestro de El Pasajero coincide en la recomendación, aunque lo expresa con mássuavidad: «El imperio del marido con la mujer es como el del padre con la hija, o pormejor decir, como el del alma con el cuerpo.» (p. 321). Y una idea similar se halla en Elhombre práctico, cuando se afirma de la «blanda y amigable compañía de la mujer» quesin «su unión podemos decir que parece […] no estar el hombre completo» (p. 282).

En general, el discurso de Gutiérrez de los Ríos sobre el matrimonio es menosexplícito en detalles accesorios que los diálogos de las obras mencionadas; sin embargo,llama la atención que, tras un comienzo pragmático y desprovisto de afectividad, sesuavice el tono. De tal manera que, una vez justificadas por los «comunes intereses» delmatrimonio las condiciones para la elección de esposa, se admite rebajar alguna de ellas:por ejemplo, la de la hermosura, con tal de que su ausencia no raye en «monstrosidad»(p.282). Y así, expresiones como la «suma cordialidad» de los esposos, «la toleranciarecíproca» de los defectos (p.283), e incluso la habitual separación de tareas —las

50 «Viose con alguna hacienda … y con una hija de razonable cara … y pareciéndole que casarla conoficial lo tendría su hacienda a mucha mengua, la casó con un paseante enredador … pero acabada lahacienda, el yerno dejó a la mujer, y el padre … la puso a servir…» (p. 209).

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domésticas, la mujer; el gobierno de la hacienda, el marido— pero compartiendo«entrambos» cuanto mire a la mayor honra y conveniencia familiares, indican unaformulación más cálida del vínculo matrimonial, dentro de lo que es un contrato y unsacramento, pero nunca la culminación del sentimiento amoroso. Prueba de ello es que,a diferencia de los términos «autoridad» e «imperio», la reciprocidad entre marido ymujer conduce a una hermosa expresión de la comunión de voluntades, hasta queformen «un hábito51 tal que sólo parezca una la de entrambos» (p. 282).

Para concluir esta breve muestra, sólo señalaré cómo esa visión casi idílica delmatrimonio en una obra didáctica escrita por varón se contradice con algunas imágenesque aparecen en la ficción, y que desmienten el consabido final feliz de las novelascortas. Me refiero a casos muy concretos, como el matrimonio de Laura y Marcelo, enLa prudente venganza , o el mensaje final de los Desengaños… de Zayas. Sobre elprimero, ya se ha señalado52 que ese matrimonio tranquilo, sustitutivo de la pasiónamorosa entre Laura y Lisardo, no es satisfactorio para la joven esposa, lo que Lopedeja entender cuando indica que «Marcelo no era amoroso ni había estudiado el arte deagradar», ni ejercía como «galán» (p. 265) de su esposa; y así, lejos de la pazmatrimonial de los tratadistas, el desenlace de la novela sugiere los riesgos de la carenciade amor entre esposos. En cuanto al mensaje que retenemos de la colección de Zayas,parece que el afecto y la mutua estima no debían de ser habituales en los matrimonios, ajuzgar por el doble rechazo femenino que encontramos en los Desengaños amorosos:primero el de la propia autora, al concebir el amargo desengaño de su protagonista; ydespués el de esta misma como narradora, al huir del matrimonio con Don Diego. Enesa Lisis de Zayas confluyen otras mujeres novelescas capaces de vivir solas,contraviniendo el destino más frecuente, que era el matrimonio; y de ellas, como detantos modelos de comportamiento, ya Cervantes proponía dos ejemplos, aunque en elgénero pastoril: Gelasia en La Galatea, y Marcela en la primera parte del Quijote. Porotra parte, se puede argüir que el rechazo del matrimonio en los Desengaños… vaacompañado por el otro destino femenino convencional, el convento. Sin embargo, Lisisno tiene vocación religiosa: sólo se «acoge a sagrado», pero permanece «seglar» y libre,porque «deseada de muchos, no se sujetó a ninguno» (p. 510).

En este sentido el desenlace53 de los Desengaños amorosos puede interpretarse comouna declaración de independencia, frente a tantos matrimonios convencionales yajustados por las familias, como el de trágico final en La más prudente venganza. O aaquellos matrimonios ganados a pulso por caballeros que doblegan la crueldad de unadama esquiva, quien, finalmente, se entrega agradecida, como premio: por ejemplo, enCelos vengan desprecios, de las Navidades de Madrid de Mariana de Carvajal54. Pero,además, ese desenlace puede ser un ejemplo de cómo la literatura refleja algo de la

51 Compárese con el «hábito del alma» del soneto V de Garcilaso, y con el del XXVII, «Amor, amor, unhábito vestí». Para las fuentes platónicas y petrarquistas de esta imagen, véase Serés, 2003.

52 Redondo, 2003.53 Me referí a esta cuestión en la ponencia «Querella de las mujeres y marco narrativo. La conclusión de

los Desengaños amorosos de María de Zayas», expuesta en el VIII Seminario Permanente Fuentes Literariaspara la historia de las mujeres, dedicado a La Querella de las mujeres y la polémica feminista, celebrado en2006.

54 Véase sobre esta novelista el artículo de Romero, 2004.

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realidad, de la que nos informan otra clase de textos de la época, como las relaciones desucesos y los Avisos de Pellicer y Barrionuevo. Y es que cuando Lisis se retira de esemundo de engaños masculinos, plagado de maridos jugadores, amancebados,consentidores y hasta asesinos, parece acobardada por ciertos sucesos: «desde el día quese dio principio a este sarao [1646] … han sucedido muchos casos escandalosos»(p.�509). Así que rechaza casarse porque no quiere someterse a nadie, ni tampoco quiereser víctima de nadie55. Y, efectivamente, un aviso de 1644 recoge, por ejemplo, el casode una mujer muerta con quince puñaladas56; otro, de 1656, la detención de un rufiánque comerciaba con su mujer y su hija57; otro, de 1657, el rapto de una cómica por loscriados de dos nobles (p. 200); pero también otro, de 1655, se ocupa de una mujercelosa que casi degolló a su marido en casa de la amante (p. 240).

A esa crónica negra de crímenes pasionales del siglo xvii parece aludir el mundodesengañado de Doña María de Zayas en sus novelas, mientras que Don FranciscoGutiérrez de los Ríos elude cualquier dato escabroso o desordenado en su obraexperiencial. Ambos autores pueden encarnar una doble cuestión de “género”:femenino-masculino, ficción-didactismo.

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55 Como acertadamente señaló Moner, 1994, p. 86, los poetas suelen desinteresarse de las mujerescasadas, porque la esposa perfecta apenas da juego literario: o sumisa, o víctima.

56 José Pellicer de Tovar, Avisos, p. 519.57 Jerónimo de Barrionuevo, Avisos del Madrid de los Austrias y otras noticias, p. 241. Los tres ejemplos

siguientes son también de Barrionuevo.

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Resumen. Se analizan en este trabajo aspectos de las relaciones entre hombres y mujeres (la cultura, el amor, elmatrimonio y la educación de los hijos) en las siguientes obras del siglo xvii, clasificadas entre la prosadidáctica y el costumbrismo: El Pasajero (1617) de Cristóbal Suárez de Figueroa, Guía y avisos de forasterosque vienen a la corte (1620) de Antonio Liñán y Verdugo, Los Peligros de Madrid (1646) de Baptista Remirode Navarra, El día de Fiesta por la mañana y por la tarde (1654 y 1660) de Juan de Zabaleta y Día y noche deMadrid (1663) de Francisco Santos. Dichas cuestiones se contrastan con otra obra más tardía, El hombrepráctico de Francisco Gutiérrez de los Ríos, un manual de formación de aristócratas, un antecedente delensayo moderno, y una de las obras representativas del cambio de mentalidad a fines del siglo xvii, en eltiempo de los novatores.

Résumé. Étude de plusieurs aspects des relations entre hommes et femmes (culture, amour, mariage, éducationdes enfants) telles qu’elles apparaissent dans certaines œuvres du xviie siècle, qui relèvent du genre didactiqueou de la peinture de mœurs: El Pasajero (1617) de Cristóbal Suárez de Figueroa, Guía y avisos de forasterosque vienen a la corte (1620) d’Antonio Liñán y Verdugo, Los Peligros de Madrid (1646) de Baptista Remiro

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de Navarra, El día de Fiesta por la mañana y por la tarde (1654 et 1660) de Juan de Zabaleta et Día y nochede Madrid (1663) de Francisco Santos. À leur tour, les résultats obtenus sont confrontés à un ouvrage plustardif, El hombre práctico de Francisco Gutiérrez de los Ríos, sorte de manuel à l’usage des aristocrates, à lafois précurseur de l’essai moderne et l’un des traités les plus représentatifs de l’évolution des mentalités àl’époque des novatores, c’est-à-dire à la fin du xviie siècle.

Summary. This study analyses aspects of the relations between men and women (culture, love, marriage, childrearing) in the following seventeenth-century works belonging to the genres of didactic prose and folklore,that is, the literature of local customs and manners: El Pasajero (1617) by Cristóbal Suárez de Figueroa, Guíay avisos de forasteros que vienen a la corte (1620) by Antonio Liñán y Verdugo, Los Peligros de Madrid(1646) by Baptista Remiro de Navarra, El día de Fiesta por la mañana y por la tarde (1654 and 1660) by Juande Zabaleta and Día y noche de Madrid (1663) by Francisco Santos. The way gender-related issues arehandled in these works is contrasted with their treatment in another, later work, El hombre práctico deFrancisco Gutiérrez de los Ríos, a self-improvement manual for aristocrats, a predecessor of the modern essay,and one of the works most representative of the change in mentality occurring towards the end of theseventeenth century, a time of novatores.

Palabras clave. Amor. Cultura. El día de Fiesta por la mañana y por la tarde. Día y noche de Madrid.Educación. Género. Guía y avisos de forasteros que vienen a la corte. Gutiérrez de los Ríos, Francisco. Elhombre práctico. Liñán y Verdugo, Antonio. Matrimonio. El Pasajero. Los Peligros de Madrid. Remiro deNavarra, Baptista. Santos, Francisco. Suárez de Figueroa, Cristóbal. Zabaleta, Juan de.

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