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Este libro fue positivamente dictaminado conforme a los lineamientos editoriales de la

Secretaría de Investigación y Estudios Avanzados.

1a. edición 2009

D.R. © Universidad Autónoma del Estado de México Instituto Literario núm. 100 ote.

C.P. 50000, Toluca, México http://www.uaemex.mx

ISBN: 978-607-422-052-0

Impreso y hecho en México Printed and made in Mexico

Edición: Dirección de Difusión y Promoción de la

Investigación y los Estudios Avanzados

El contenido de esta publicación es responsabilidad de los autores.

Queda prohibida la reproducción parcial o total del contenido de la presente obra, sin contar previamente con la autorización por escrito del editor en términos de la Ley Federal del

Derecho de Autor y en su caso de los tratados internacionales aplicables.

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ÍNDICE

Presentación 9 Perspectivas para la democracia en América Latina 11 John A. Booth y Leticia Heras Gómez

Actitudes y comportamiento

Legitimidad, sociedad civil y el apoyo a la democracia 49 Rosa Aloisi

El desarrollo desigual de la democracia en Guatemala y El Salvador 85 Dinorah Azpuru

Descifrando el capital social en las democracias de América Latina 117 John A. Booth y Patricia Bayer Richard

¿Representativa o participativa? Puntos de vista sobre la democracia en Venezuela 159 Damarys Canache

Cultura política mexicana: avances y continuidad 185 Leticia Heras G.

El resurgimiento del populismo y la izquierda: ¿retos a la consolidación democrática? 203 Mitchell A. Seligson

Instituciones y Procesos

Desigualdad, élites y democratización latinoamericana 231 Mehmet Gurses

Los partidos políticos y la institucionalización del sistema partidista en América Latina 257 Mark P. Jones

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El movimiento indígena y la democracia en Bolivia 277 Raúl L. Madrid

Seguridad militar y misiones de desarrollo en América Latina 305 David Pion Berlin

El pacto social de Lula: un análisis de los programas sociales en Brasil 327 Cristina Shatzman

Cómo las instituciones empoderan a los pobres. Evaluación de la gente pobre a sus congresos. Promedio de la encuesta Latinobarómetro 2006-1 353 Michelle M. Taylor Robinson

Partidos políticos en México. La competencia ideológica-programática en el sistema de partidos 385 Igor Vivero Ávila

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PRESENTACIÓN

¿Hasta dónde ha llegado América Latina en su proceso de democratización? ¿En

qué ámbitos ha sido más difícil y en qué espacios todavía no ha comenzado?

¿Cuál es la visión que muchos estudiosos tienen sobre el avance de la

democracia en el área? Estas son algunas preguntas que este volumen pretende

abordar, para ofrecer posibles respuestas.

No se trata de un libro acabado, es más bien una contribución al estudio y

debate especializado en los diferentes temas que abarca la democratización

latinoamericana. La visión general del volumen arroja un saldo positivo. Los

autores han trabajado en profundidad temas como militares, indigenismo,

legitimidad y partidos políticos, representación y cultura política, élites y capital

social; o bien son especialistas en distintas naciones: Brasil, Guatemala, México,

Bolivia, El Salvador y Venezuela. Todos participan con resultados de

investigación que permiten respaldar cuantitativa y cualitativamente el progreso

en la implantación de la democracia en América Latina. Sin embargo, aún existen

focos rojos y notorios retrocesos, tal y como lo estudiamos aquí, y sobre los

cuales invitamos a reflexionar al lector.

Un común denominador del presente volumen es la perspectiva desde la

cual se observa el fenómeno en el área; hablamos de la metodología más actual

en Ciencia Política para investigar la democratización regional. Se trata de

estudios que utilizan técnicas de la comparación y los estudios de opinión para

soportar las afirmaciones y las proposiciones teóricas. Las aportaciones, en

general, son continuación de trabajos previos que han ido acumulando

conocimiento y que paulatinamente se integran al debate académico

contemporáneo. Muchos son, asimismo, producto de observaciones directas que

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los estudiosos han realizado en los países de su interés. Un conocimiento

empírico invaluable para enriquecer los resultados de la investigación.

Los contenidos particulares habrán de ser refutados por otros especialistas

y, eventualmente, sufrirán críticas tanto negativas como benevolentes. Gracias a

esto —como decía Karl Popper— la ciencia aumenta su poder explicativo. Esto

es lo que esperamos.

El esfuerzo editorial y de publicación del libro se debe a dos instituciones:

La Universidad del Norte de Texas (UNT) y la Universidad Autónoma del Estado

de México (UAEM). Ambas han desarrollado una labor interinstitucional que

abarca distintas esferas tales como las cátedras compartidas, el intercambio

estudiantil y del profesorado, y ahora la publicación conjunta del presente texto.

El trabajo de coordinación y compilación de los artículos correspondió al Dr.

John Booth, de la UNT, y a la Dra. Leticia Heras, de la UAEM, quienes con una

cuidadosa labor a distancia lograron convencer a los autores y a las instituciones

de convertir una mesa de debate en un producto editorial.

Además de esta versión, el libro tendrá, más adelante, una versión en inglés

gracias al apoyo de la Secretaría de Investigación de la UAEM y a su equipo de

editores y traductores. La dictaminación correspondió al Comité Editorial de la

Facultad de Ciencias Políticas y Sociales, cuya aprobación fue prácticamente

unánime. Deseamos destacar la opinión del profesor Maxwell Cameron, de la

University of British Columbia, quien amablemente colaboró en el dictamen final.

Un esfuerzo conjunto que a todos ha dejado una gran satisfacción.

Toluca, México, marzo 2009

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PERSPECTIVAS PARA LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA John A. Booth

Leticia Heras Gómez

¿Hasta dónde y en qué aspectos ha avanzado la implantación de la democracia

en América Latina? Y con base en estas dos interrogantes, ¿cuáles son las

perspectivas que tienen los países latinoamericanos con respecto a la

democracia? El objetivo del presente libro es explorar, desde diferentes ángulos,

el avance, el estancamiento o el retroceso que tiene la puesta en marcha del

sistema democrático en América Latina. Asuntos de valores, de élites, de

partidos políticos, de sociedad civil y otros, son analizados a lo largo de este

texto con el fin de adelantar algunas respuestas a las preguntas planteadas.

Si bien la democracia parece ser ya el único “juego en el campo” (only game

in town) (Linz y Stepan, 1996), no necesariamente ha adquirido status de

permanencia ni ha alcanzado la solidez requerida para evitar retrocesos o

desviaciones. En el juego democrático entran en pugna varios factores, un

conjunto de economías que no acaban de dar respuestas satisfactorias a las

necesidades de amplios grupos sociales; sistemas de partidos que libran una

lucha constante por establecerse definitivamente en la región; sociedades civiles

que lentamente van aceptando los valores de la democracia, como la tolerancia

o que aún cuestionan su participación en protestas públicas, son algunas de las

problemáticas que la instalación de la democracia ha tenido en la última década.

En esta primera parte intentamos un estudio de estos aspectos, apoyándonos en

los datos más recientes de LAPOP (2008) y los del proyecto Polity IV (2006).

La democracia en el nivel del sistema político

Comenzamos con un vistazo a la democracia en América Latina en el nivel del

sistema político. Reconocemos que cada uno de los esquemas para evaluar la

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12 John A. Booth

Leticia Heras G.

democracia (Freedom House, Polity, Latinobarómetro) tiene sus limitaciones y

peculiaridades. Sin embargo, tienen mucho en común y están fuertemente

correlacionados. Al evaluar la democracia en cada país, estos esquemas enfatizan

características sobre las reglas institucionales del juego y sobre la operación

práctica del sistema, dando prioridad a las libertades personales y políticas del

ciudadano y a las restricciones sobre el poder del ejecutivo, así como a la calidad

y libertad electoral.

Sin detenernos en una explicación detallada sobre méritos y debilidades de

las distintas evaluaciones de la democracia, podemos utilizar el esquema de

Polity IV y resaltar ciertos puntos claves en la región, acerca de los cuales

parecen estar de acuerdo todos los estudiosos.

El esquema Polity IV consiste en medir aspectos que distinguen a un

gobierno democrático de uno autocrático; intenta evaluar cualidades claves del

poder ejecutivo, límites de la autoridad ejecutiva y competencia política.

Asimismo, registra cambios en las cualidades institucionalizadas de la autoridad

que gobierna. Los datos de Polity IV incluyen información solamente de las

instituciones del gobierno central y de los grupos políticos activos o reactivos

dentro del margen de dicha autoridad. El esquema permite ubicar, en el nivel de

los poderes políticos centrales, el avance de la democracia en términos de

institucionalización del poder central, en especial de países que una vez

estuvieron sujetos a regímenes autocráticos.

La perspectiva teórica en que se fundamenta el esquema indica que

…la autocracia puede distinguirse de la democracia en que la primera descansa en

sanciones e incentivos negativos (autoridad instrumental) y es lo que mantiene la

cohesión entre las élites gobernantes, todo ello sin la participación de las

sociedades gobernadas. En tanto que la democracia descansa principalmente en el

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13PERSPECTIVAS PARA LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA

uso de incentivos y sanciones positivos (autoridad legítima) para conducir la

agenda política y asegurar el orden social (Marshall, 2007).

El proyecto Polity IV cubrió 162 estados independientes en 2006 y es

actualizado anualmente. Los datos son un continnum en el tránsito de un

gobierno centralista autocrático y uno más abierto democrático y cuyas series de

tiempo resultan importantes para conocer el avance hacia la democracia,

objetivo medular de esta parte del texto.

El gráfico 1 presenta los puntajes denominados Polity IV1 para dos periodos,

en los principales países de América Latina. El primer periodo evaluado es de

1975 a 1979, etapa de un escaso desarrollo democrático en la región. El

segundo es de 2003 a 2007, que además de reciente, es donde hay datos

completos más confiables. La escala Polity IV mide la presencia de la autocracia y

democracia institucional en un país en el nivel del sistema. Como la utilizamos

aquí se ha modificado al agregar 10 puntos a la escala original para facilitar la

interpretación y presentación gráfica. La escala presentada, con rango de 21

puntos, varía desde cero (el máximo de autocracia) a 20 puntos (el máximo de

democracia). En el gráfico 1, las barras más oscuras representan el promedio

Polity IV en el periodo 1975-1979, y las barras grises, durante 2003-2007.

Lo que muestra el gráfico 1 es el cambio enorme que desde los años setenta

han tenido los niveles de la democracia en la región. El promedio regional de

Polity IV en el periodo 1975-1979 fue de 7.2, incluyendo Cuba, (dentro de la

parte antidemocrática de la escala). Pero en el periodo 2003-2007 se incrementó

1 Polity IV es un proyecto dirigido por Monty G. Marshall de la George Mason University y la Universidad del Estado de Colorado, que continúa la tradición de investigación fundada por Ted Gurr, y se propone codificar las características autoritarias de los estados en el mundo con el propósito de hacer un análisis comparativo cualitativo. El proyecto Polity ha demostrado por muchos años su validez en la investigación, convirtiéndose en la fuente de datos más utilizada para estudiar el cambio de régimen y los efectos del régimen autoritario (Marshall, 2007).

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14 John A. Booth

Leticia Heras G.

a 17.2 de 20 puntos posibles. Cuando se excluyó a Cuba, los demás países

mejoraron su marca en Polity IV a 18.0 de 20 puntos posibles.

Gráfico 1

Niveles de la democracia en América Latina, 1975-1979 y 2003-2007 (Polity IV modificado-escala 0 a 20)

Fuente: Integrated Network for Societal Conflict Research Serie Polity IV, 1800-2007 (INSCR, 2008).

El gráfico 1 revela que solamente dos países perdieron terreno en cuanto a

su puntaje autocracia/democracia: Venezuela (-5) y Colombia (-1). Dos países no

cambiaron: Costa Rica (se queda casi al tope en 20) y Cuba (siempre en el 3). Los

que incrementaron más su paso a la democracia durante el lapso indicado fueron

Uruguay (+17.6 puntos), Chile (16.4), Nicaragua (16.2), Paraguay y Perú (16.0).

El primer caso de retroceso, el venezolano, es prácticamente

autoexplicativo. El discurso y los cambios intentados en el sistema político de

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Actitudes y comportamiento

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LEGITIMIDAD, SOCIEDAD CIVIL Y EL APOYO A LA DEMOCRACIA 1 Rosa Aloisi

Si las décadas de 1970 y 1980 estuvieron dominadas por la emergencia de

nuevas fuerzas políticas que reemplazaron los regímenes autoritarios anteriores

en muchas naciones latinoamericanas, para el final del siglo XX estos mismos

países ya habían experimentado gobiernos democráticos electos y la creación de

regímenes civiles. Más aún, en algunos el proceso de elecciones repetidas y de la

transferencia pacífica de poderes se efectuaba de buena forma al principio del

siglo XXI.2

Por lo tanto, los sistemas políticos latinoamericanos se están desarrollando

y moviendo hacia formas más completas de medios democráticos de gobierno.

Sin embargo, estudios recientes han apuntado que después de un periodo inicial

de participación democrática entusiasta, los latinoamericanos se han alejado del

compromiso democrático. Algunos informes acerca de los cambios de los

votantes en Guatemala, Nicaragua, Costa Rica y Honduras han indicado una

1 Preparado para su presentación en el Symposium on the Prospects for Democracy in Latin America, abril 5 y 6, Universidad del Norte de Texas, Denton, Tx. 2 En este punto, Costa Rica representa el régimen democrático más antiguo de Latinoamérica; para el final de la guerra civil costarricense, en 1948, y la victoria de José Figueres, Costa Rica encabezaba el proceso de democratización sin precedentes. De acuerdo con Booth et al. (2006); Vanden y Prevost (2006), para las regiones de Latinoamérica, el proceso de democratización no fue tan tranquilo como en el caso de Costa Rica. A pesar de que Vanden y Prevost argumentan que ya en 1950 Venezuela, Colombia, Uruguay y Chile habían mostrado algún tipo de compromiso hacia la democracia y los medios democráticos del gobierno, la transición democrática actual para las otras naciones de la región se “llevó a cabo, literalmente, a punta de pistola”. En Politics of Latin America. The Power Game, Vanden y Prevost argumentan que la cultura política de Latinoamérica, definida como “aquellas actitudes que afectan la forma en que pensamos, nos comprometemos y evaluamos la política y los sucesos políticos” ha sido siempre caracterizada por un compromiso nominal hacia la práctica de la democracia, a pesar de haber sido mitigada por una profunda reverencia por la fuerza de regímenes autoritarios y su habilidad de gobernar con efectividad (2006: 175-177). Para ver un estudio sobre las transiciones hacia la democracia en América Central, véase Understanding Central America-Global Forces, Rebellion and Change (Booth et al., 2006). Para un análisis más amplio sobre el proceso de democratización en América Latina, véase Democracy in Latin America. Political Change in Comparative Perspective (Smith, 2005).

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50 Rosa Aloisi

tendencia negativa sobre la participación de los votantes. Investigadores (Booth

et al., 2006) compararon encuestas en seis países latinoamericanos y reportaron

un decremento en el cambio de los votantes. Más aún, estos autores han

argumentado que los ciudadanos se comprometen en el activismo civil, en parte

como un substituto de la participación ciudadana con el fin de perseguir sus

intereses dentro de los canales de las instituciones políticas formales.

Con base en estos resultados, muchos sostienen que los ciudadanos se

alejan de la arena política, un patrón que podría, al final, minar los nuevos

sistemas democráticos establecidos en Latinoamérica. La caída en los índices de

participación es sintomática de un decremento en las normas de legitimidad que

podrían crear problemas para la estabilidad de las democracias electas.

Sin embargo, en un estudio realizado en Costa Rica, los investigadores

Booth y Seligson (2005) han encontrado que las relaciones entre la legitimidad y

la democracia no es tan directa; uno no puede realmente ligar los niveles de

legitimidad en descenso con el colapso de los gobiernos democráticos.

Basándose en los resultados mencionados, trataré de contestar algunas

preguntas: ¿cuál es el efecto de los valores de legitimidad sobre el compromiso

de los ciudadanos con la sociedad civil y el comportamiento político? En

particular, ¿es la presencia de una sociedad civil un indicador del

distanciamiento de los ciudadanos de compromiso político institucional, o

puede la sociedad civil en última instancia ayudar al sistema a sostener los

modos democráticos de gobierno?

La alarmante conclusión a la que se llegó en parte de la literatura es

principalmente al hecho de que la atención de los estudiosos ha estado enfocada

a la consolidación de los gobiernos democráticos. Poca, o ninguna, atención se

ha prestado a la forma en que los ciudadanos se relacionan con la política.

Confiando en los índices del cambio de votantes y en la relación de los

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51LEGITIMIDAD, SOCIEDAD CIVIL Y EL APOYO A LA DEMOCRACIA

ciudadanos con las instituciones fuera de la arena política convencional, muchos

han llegado a la conclusión de que las democracias latinoamericanas están en

riesgo debido a la falta de apoyo de los ciudadanos.

El argumento que propongo es que la conclusión a la que se llegó tiene dos

defectos: por un lado, pareciera que la literatura ha reducido la democracia a

“consultas” o “encuestas”, pasando por alto el hecho de que la democracia es

algo más que elecciones libres y justas. De hecho, la esencia de la democracia

descansa en la participación de los ciudadanos en la política, y la participación

incluye varias formas de compromiso ciudadano. Por otro lado, los estudios no

toman en cuenta que la participación no es un fenómeno unidimensional. Los

ciudadanos pueden y participan de varias formas contribuyendo a la creación de

algunas características de los sistemas democráticos, su cualidad y su

profundidad. Así que, mientras que la literatura previa (Diamond et al., 1999)

define la legitimidad política como “una condición central para la consolidación”

y ha propuesto que la poca legitimidad puede representar un gran riesgo para la

estabilidad de las democracias, considero, apoyándome en los resultados de un

estudio realizado en Costa Rica (Booth y Seligson, 2005), que la legitimidad no

está necesariamente ligada a la caída de los regímenes democráticos, pero ayuda

a dar forma a aspectos particulares de la participación política.

Un argumento adicional en contra de la alarmista forma de ver la

democracia como si estuviese en riesgo es el gran desarrollo de la sociedad civil

de Latinoamérica. Los investigadores que se enfocan en la consolidación

democrática han observado el fenómeno del desarrollo de la sociedad civil en

Latinoamérica como un colaborador para alcanzarla (Diamond et al., 1992;

Putnam, 1993; Blaney y Pasha, 1993; Avritzer, 1997; Lynch, 1997; Olvera, 1997;

Peruzzotti, 1997; Putnam, 1995). Desde este punto de vista, la sociedad civil

indica la presencia de una ciudadanía capaz de organizarse independiente al

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EL DESARROLLO DESIGUAL DE LA DEMOCRACIA EN GUATEMALA Y EL SALVADOR

Dinorah Azpuru

Introducción

El brutal asesinato de tres parlamentarios centroamericanos a manos de policías

guatemaltecos, en febrero de 2007, y la muerte de éstos una semana después,

en una prisión de alta seguridad en Guatemala, fueron noticia alrededor del

mundo (Roig-Franzia, 2007; Tobar y Kraul, 2007). Entre las tensiones creadas por

estos hechos, surgieron acusaciones mutuas del grado de penetración del

narcotráfico y el crimen organizado en Guatemala y El Salvador. En palabras del

Procurador de Derechos Humanos de este último, “El mensaje es claro, no sólo para

el gobierno de Guatemala, sino también para el de El Salvador: ‘Mataremos a quien

queramos, somos más poderosos que el mismo estado’” (Tobar y Kraul, 2007).

Dichos crímenes son muestra clara de las dificultades que enfrentan estos países.

Al evaluar el estado de la democracia en ambos, no puede dejarse de lado el

contexto de violencia existente. La delincuencia común, la relacionada con

maras juveniles y la vinculada al crimen organizado parecen haberse apoderado

de estas dos sociedades. En encuestas nacionales realizadas en 2008, el 46% de

los guatemaltecos y el 35% de los salvadoreños consideraban que la violencia (y

los temas relacionados) era el problema más serio que enfrentaba su país, a

pesar de que desempleo o problemas sociales, como la pobreza, son enormes.1

Pese a ello, cuando se recuerda la situación prevaleciente en estos países,

apenas hace 15 años, es evidente que ha habido cambios en el ambiente

político. Ambos países tienen ahora gobiernos civiles libremente electos y una

estructura constitucional que ha sobrevivido por más de dos décadas; el poder

1 Datos del Barómetro de las Américas, 2008. Las encuestas son parte de un proyecto más amplio que incluye 23 países de América. Más información puede encontrarse en www.lapopsurveys.org.

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86 Dinorah Azpuru

de los militares ha disminuido gradualmente a lo largo de los años; los temas

considerados tabú y que no podían ser discutidos públicamente sin arriesgarse a

perder la vida ahora son discutidos abiertamente en los medios de comunicación

y en eventos públicos; ya no ocurren las masacres y los asesinatos políticos

diarios; los movimientos armados en ambos países se han convertido en

partidos políticos y compiten, sin restricciones, en las elecciones; los grupos de

la sociedad civil se han multiplicado. En el caso guatemalteco, la participación de

Rigoberta Menchú, una mujer indígena, como una de las principales candidatas

en las elecciones de 2007, es otra muestra de cuánto han cambiado las cosas.

En ambos países, la democracia se ha desarrollado desigual desde la

apertura democrática a mediados de los años 80 y desde la firma de los

acuerdos de paz en los 90. En términos de los estándares aceptados

comúnmente para calificarlas como una democracia política, ambas naciones

han tenido avances significativos en relación con su propio pasado, pero los

desafíos y las dificultades a superar, como la penetración del crimen organizado

en las estructuras estatales parecen, a veces, insuperables.

En este capítulo se presenta una perspectiva acerca del estado actual de la

democracia en El Salvador y Guatemala utilizando indicadores cuantitativos. Uno

de los objetivos de este ejercicio es tratar de ubicar las áreas en que ha existido

progreso y aquellas donde aún hay dificultades o han surgido nuevos desafíos.

Evaluando la democracia en América Central: la perspectiva externa

Una forma de evaluar los avances de Guatemala y El Salvador en sus procesos de

democratización es conocer su posición en términos de los indicadores

cuantitativos globales y regionales utilizados para medir la democracia. En

relación con los indicadores globales, los más utilizados son los índices Freedom

House (FHI), el Polity IV y el de Vanhanen Index (VID). Los dos últimos se enfocan

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87EL DESARROLLO DESIGUAL DE LA DEMOCRACIA EN GUATEMALA Y EL SALVADOR

a los aspectos institucionales de la democracia, mientras que Freedom House

toma en cuenta una combinación de derechos políticos y libertades civiles.

En años recientes han surgido dos nuevas medidas globales, el Índice de

Democracia de la revista The Economist (EDI) y el Índice de Estados Fallidos (FSI).

El EDI incluye aspectos institucionales y de libertades civiles, pero también toma

en cuenta indicadores relacionados con la participación política, el

funcionamiento del gobierno y la cultura política. El FSI es distinto: es una

medida adecuada para analizar escenarios posconflicto; combina indicadores

económicos, sociales y políticos.

En Guatemala y El Salvador, los resultados de los indicadores señalados se

muestran en la tabla 1. Se incluye a Costa Rica como un parámetro de medición

para la región centroamericana. En el anexo se especifican las escalas de

medición utilizadas en todos estos indicadores.

Tabla 1 Indicadores agregados de democracia para Guatemala y El Salvador

Indicadores globales Indicadores regionales

FHI (1)

Polity IV (2)

VID (3) EDI (4)** FSI (5)** UNDP IDE (6)

IDD-LAT(7)**

Año 2008 2004 2002 2008 2008 2004 2008Guatemala 3.5 8 6.1 6.07 (79) 80.6 (66) 1.0 3.44 (15)El Salvador 2.5 7 10.7 6.40 (67) 75.5 (91) 1.0 4.18 (11)Costa Rica 1.0 10 15.4 8.04 (27) 50.9 (140) 1.0 10.0 (1)

** Estos índices también producen un ranking de los países, de conformidad con su puntaje. El ranking obtenido por cada país está en paréntesis, debajo del puntaje para cada índice. Fuentes:

(1) Índice de Freedom House: Freedom in the World 2008 (www.freedomhouse.org). (2) Índice Polity IV: base de datos Polity IV. (3) Índice de democracia de Vanhanen: base de datos del proyecto Impact of USAID on Democracy (www.lapopsurveys.org) y website del Índice de Vanhanen. (4) Índice de democracia de The Economist: resultados disponibles en The Economist Intelligence Unit’s Index of Democracy 2008. (5) Índice de Estados Fallidos: Failed States Index 2008 (www.fundforpeace.org). (6) Índice de democracia electoral: Resultados disponibles en el informe “La democracia en América Latina”, publicado por el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), 2004. (7) Índice de Desarrollo Democrático de América Latina: KAS-Poliat Website.

La tabla 1 señala que Costa Rica obtiene mejores resultados, ya que este

país aparece consistentemente en todos los indicadores como uno de los tres

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88 Dinorah Azpuru

más democráticos del continente. En casi todos los indicadores globales El

Salvador obtiene mejores resultados que Guatemala, con excepción de Polity IV.

Vale la pena ahondar en el indicador utilizado más frecuentemente, Freedom

House. Aunque ambos países son considerados como democracias electorales

según este índice, El Salvador aparece como un país libre con un índice

combinado de 2.5, mientras Guatemala, con un índice de 3.5, en 2008, es

señalado como país parcialmente libre. De hecho, El Salvador pasó a esa

categoría desde 1997, mientras Guatemala nunca ha salido de esa posición. Los

resultados longitudinales se pueden observar en el gráfico 1.

Gráfico 1 Índice de Freedom House Guatemala y El Salvador: 1990-2008

Fuente: elaborado por autora con base en información de Freedom House. Este índice tiene una escala invertida de 1-7, en la cual 1 es el mejor puntaje posible.

Dado que ambos países enfrentan problemas de gobernabilidad como

sociedades posconflicto, puede ser revelador analizar con más detalle los

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DESCIFRANDO EL CAPITAL SOCIAL EN LAS DEMOCRACIAS DE AMÉRICA LATINA

John A. Booth Patricia Bayer Richard

La sociedad civil y el capital social han tomado el escenario principal en la

investigación sobre ciencias sociales durante la década de los 90. En particular,

Robert Putnam (1993, 1995, 2000) estimuló el interés de estas ideas, tanto en

los investigadores1 como en los medios de comunicación. Putnam argumenta

que la sociedad civil o la participación en organizaciones, crean un capital social

que ayuda a desarrollar y a mantener la democracia. Como Rotberg (2001: 1)

argumenta: “Las sociedades trabajan mejor, y siempre lo han hecho, cuando los

ciudadanos confían en sus vecinos, cuando trabajan en conjunto con fines

comunes y, por lo tanto, comparten una cultura civil. Más aún, Gibson (2001: 51)

encuentra el consenso de que “la sociedad civil parece ser una condición

esencial para lograr una democratización exitosa”.

Tales afirmaciones nos llevan a preguntarnos cómo afectan el capital social y

la sociedad civil el desarrollo de América Latina y las relativamente nuevas

democracias. ¿El compromiso social contribuye a la consolidación de la

democracia en la región?, ¿podría el capital social y su componente, la sociedad

civil, contribuir a que los ciudadanos se acostumbren a las instituciones,

prácticas y actitudes democráticas; en otras palabras, el afianzamiento de la

democracia en la cultura y comportamiento político nacional? (Rustow, 1970;

1Vease, por ejemplo Booth y Richard (1998a, 1998b), Cox et al. (1998), Eastis (1998), Edwards y Foley (1996, 1997, 1998), Field (2003), Fine y Rai (1997), Fiorina (1999), Foley (1996), Foley y Edwards (1997, 1998), Gibson (2001), Grew (2001), Inglehart (1997), Kaase (1999), Knack (2002), Lin (2001), Muller y Seligson (1994), Paxton (1999), Portes (1998), Richard y Booth (2000), Rosenband (2001), Mishler y Rose (1999) Rotberg (2001a, 2001b), Skocpol y Fiorina (1999a, 1999b), Stolle y Rochon (1998), Tarrow (1996), Varshney (2001), Warr (1999) y Wuthnow (1999).

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118 John A. Booth

Patricia Bayer Richard

Diamond, 1999). Si el capital social contribuye al desarrollo y supervivencia de la

democracia, debería ser de gran importancia para las democracias recién

formadas.

Se ha realizado una importante cantidad de investigación empírica sobre el

capital social (Brehm y Rahn, 1997; Inglehart, 1997: 203-205; Putnam, 1993,

2000; Knack, 2002) en democracias establecidas (Estados Unidos de

Norteamérica y en países de Europa occidental), a pesar de que algunas nuevas,

o que vuelven a emerger (Europa oriental, Rusia y algunos países que acaban

de independizarse, que alguna vez fueron parte de la Unión Soviética, e.g.

Gibson, 2001; Mishler y Rose, 1997; Rose et al., 1998) han sido objeto de

algunos estudios.

Los investigadores han prestado más atención al capital social en

Latinoamérica, y los estudios realizados han examinado con asiduidad el nivel

macropolítico de los movimientos sociales y la resistencia a los gobiernos

represivos, en lugar de examinar el nivel individual o micropolítico (e.g., Alvarez

et al., 1998; Foley, 1996; Foley y Edwards, 1996). Comenzamos explorando cómo

el capital social de micro-nivel (la participación en la sociedad civil y las redes

comunitarias) puede tener alguna importancia para los prospectos de

democracia en América Latina.

Discusión

Los argumentos recientes acerca de la sociedad civil y el capital social, a pesar

de haber sido influencia, también han hecho que se planteen algunas preguntas

importantes. Por ejemplo, Field (2003), Lin (2001), Skocpol y Fiorina (1999b) y

McLean et al. (2002) han encontrado que la literatura sobre capital social está

teoréticamente hecha un lío, y poco clara en cuanto a qué lo constituye. Otros

encuentran un punto de vista excesivamente optimista acerca de la participación

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119DESCIFRANDO EL CAPITAL SOCIAL EN LAS DEMOCRACIAS DE AMÉRICA LATINA

de los ciudadanos en las organizaciones.2 Los críticos afirman que la teoría del

capital social no deja claro si la confianza social es una de sus formas o es un

producto resultante de ella. Finalmente, algunos argumentan que la teoría no

considera si el capital social puede ser un producto de factores institucionales o

contextuales de macro-nivel, en lugar de ser un factor principal que determina la

forma de las instituciones.

Tomando en cuenta todas estas afirmaciones, se sugiere que la literatura

relacionada con el capital social presenta más un conjunto de conceptos que un

modelo claramente especificado. Hemos revisado este problema y sugerimos

que una conceptualización del modelo del capital social construido alrededor de

la idea del capital social, el cual creemos que proporciona una relación

importante entre el capital social como usualmente se conceptualiza en el

sistema político. Pusimos a prueba nuestro modelo utilizando una serie de datos

de opinión pública de ocho países latinoamericanos.

El capital social. Pierre Bourdieu, el fundador de la teoría del capital social,

definió el fenómeno como un capital de relaciones sociales: “el conjunto de

recursos actuales o potenciales que están relacionados a la posesión de una red

perdurable de relaciones más o menos institucionalizadas de reconocimiento

mutuo” (Bourdieu, 1985: 248). Argumenta que a través de la participación

organizacional y otras redes de contacto humano, el capital social (diferenciado

del humano, del cultural o del financiero) podría beneficiar a los individuos y a

los sistemas sociales al facilitar la cooperación. Basándose en Bourdieu, James S.

Coleman lo define como “el conjunto de recursos inherente a las relaciones

familiares y a las organizaciones sociales comunitarias” (1994: 300), y como “las

normas, las redes sociales, y las relaciones” (1990: 334) que “facilitan ciertas

2 Para ver críticas del optimismo generalizado acerca de la sociedad civil en esta propuesta, basado especialmente en las raíces de la teoría de la sociedad civil en de Tocqueville y otros, véase Cohen y Arato (1992), Foley y Edwards (1997), y Fine (1997).

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¿REPRESENTATIVA O PARTICIPATIVA? PUNTOS DE VISTA SOBRE LA DEMOCRACIA EN VENEZUELA

Damarys Canache

Cuando Hugo Chávez ganó las elecciones presidenciales en 1998, pocos

imaginaron el grado de transformación que él y su movimiento político llevarían

a Venezuela. Una vez en el poder, Chávez lanzó un ambicioso proyecto político:

la Revolución Bolivariana, que incluía la re-fundación de la República. Uno de los

cambios fundamentales del programa tiene relación con la forma en que la

“democracia” es conceptualizada y, por lo tanto, impugnada. Un debate público

acerca de los principios, sustancia e instituciones de la democracia venezolana

comenzó poco después que Chávez subió al poder, pero este debate ha tomado

el escenario principal y creado conflictos entre los actores sociales y políticos,

viejos y nuevos.

Durante su campaña presidencial, en 1998, Hugo Chávez ganó el apoyo de

amplios sectores de la sociedad venezolana al atacar abiertamente algunos

principios e instituciones representativos de la democracia. Habló acerca de

olvidarse del pasado y vencer la noción de la democracia representativa —un

sistema que él asocia con los intereses de los sectores más pudientes—. Como

modelo alternativo, Chávez propuso una nueva noción: democracia protagonista y

participativa.

Como resultado de esta victoria electoral, Chávez convocó a una Asamblea

Constitucional para crear una nueva constitución. El preámbulo de ésta,

aprobado por la mayoría de los venezolanos, en 1999, define a la República

Bolivariana de Venezuela como una “sociedad democrática, participativa y

protagonista”. Esta noción de democracia poco toca la idea de que el gobierno

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160 Damarys Canache

de una sociedad y las instituciones políticas deberían construirse con base en la

participación popular directa en asuntos públicos. Por lo tanto, en contraste con

el principio de representación predominante en las democracias liberales

contemporáneas, la idea de la democracia participativa concibe la intervención

ciudadana directa y el compromiso en la política pública como un elemento

esencial de la cualidad democrática de una política.

La trayectoria radical del presidente Chávez ha llevado a muchos

investigadores y observadores de las políticas venezolanas a cuestionar la

naturaleza democrática de este régimen. Para algunos, Hugo Chávez y su

Revolución Bolivariana han afectado seriamente la democracia en su país. Desde

esta perspectiva, Chávez ha mostrado una indiferencia considerable por el

estado de derecho, ha debilitado las instituciones políticas y ha agudizado la

polarización política y social. Ha sido capaz de lograr un control partidario total

de las instituciones gubernamentales clave (i.e. la Asamblea Nacional, las Cortes,

la Comisión Nacional Electoral, la oficina del Ministro de Justicia, la Contraloría

General de la República, la oficina del Defensor), minando su autonomía e

independencia. Más aún, Ha dirigido el control de ingresos, egresos e inversión

del crudo a través de la acción partidaria de la compañía estatal de crudo PDVSA

(Petróleos de Venezuela, S.A.), un hecho que le permite diseñar e implementar

políticas populistas y programas que funcionan como mecanismos centrales de

distribución de los recursos naturales entre los pobres —sujeto y objeto de su

Revolución Bolivariana—. Es decir, el sistema político actual podría

caracterizarse mejor como populismo y el estilo de gobernar crecientemente

personalista y autoritario de Hugo Chávez.

Para otros, Chávez y su Revolución Bolivariana están ahí, antes que nada,

para dar poder a los pobres. En una nación como Venezuela, plagada de pobreza

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161¿REPRESENTATIVA O PARTICIPATIVA? PUNTOS DE VISTA SOBRE LA DEMOCRACIA EN VENEZUELA

y desigualdad social, la perspectiva radical de Chávez, enfocada a la

redistribución de la pobreza y otros aspectos de la política pública es crucial y

justificable, tomando en cuenta la arraigada disparidad de la sociedad

venezolana. Por lo tanto, Chávez y su proyecto político afectan un proceso de

transformación mayor en Venezuela, que incluye una mayor inclusión social en

la democracia.

Este capítulo considera cómo la idea de la democracia, representada por

Chávez y su proyecto político, enmarca la interpretación de la democracia en

Venezuela, y se pregunta si después de una década de que Chávez esté en el

poder, los venezolanos están a favor de una democracia participativa en lugar de

representativa. Primero, este capítulo revisa las características político-

institucionales y los desarrollos políticos subyacentes a la creación y

desaparición de la democracia representativa, y después, la transición hacia la

República Bolivariana. Segundo, muestra los marcos ideológicos y políticos de la

noción de la democracia participativa y protagonista incluida en la Constitución

Venezolana, y discute los esfuerzos del ‘chavismo’ para cristalizar esta idea.

Finalmente, el capítulo ve más allá de la descripción de la batalla socio-política

alrededor de la idea de la democracia en Venezuela y examina información de la

opinión pública acerca de cómo concibe la población general la democracia.

El ascenso y caída de la democracia representativa en Venezuela

El final del mandato de Marcos Pérez Jiménez, en 1958, marcó el principio de

una era de gobierno democrático duradero y relativamente estable en

Venezuela. Hasta ese momento, el país había tenido una experiencia turbulenta

con las políticas democráticas;1 esta falta de experiencia hizo que la transición

1 El “trieno” (1945-1948) representa la primera, aunque corta, experiencia democrática de Venezuela.

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CULTURA POLÍTICA MEXICA

CULTURA POLÍTICA MEXICANA: AVANCES Y CONTINUIDAD Leticia Heras G.

Introducción

La cultura política ha sido una preocupación para los investigadores, para los

gobiernos y para el público en general. El intenso debate sobre el significado de

la cultura política, o de lo que ésta significa para la gente, continúa después

de casi cinco décadas. El propósito de este ensayo es describir los diferentes

intentos teóricos que han tratado de explicar la cultura política mexicana, así

como examinar los valores y actitudes que los mexicanos tienen hoy hacia la

democracia, incluyendo los cambios recientes y los principios duraderos.

Buscamos los prospectos para la consolidación de la democracia, tomando en

cuenta que los valores democráticos tales como la tolerancia y el apoyo a las

instituciones todavía no echan raíces en el imaginario mexicano ni en sus

prácticas, como lo muestran estudios realizados sobre la opinión pública en la

última década. Este ensayo está dividido en dos partes: la primera es una breve

reseña de los estudios que se han realizado sobre la cultura política mexicana,

desde la propuesta de Almond, realizada 1963, hasta el estudio realizado por

Moreno, Buendía y Seligson, en 2004. La segunda parte es un acercamiento a los

valores mexicanos en la última década.

De “La Cultura Cívica” a “La Cultura Política de la democracia en México”

Existen varios estudios que han tratado de explicar la cultura política de los

mexicanos. Para este trabajo, sin embargo, he seleccionado los trabajos más

destacados y aquellos que han tenido más influencia. El primero es el capítulo

que Almond y Verba (1963) escribieron acerca de México. Este estudio ha sido

analizado a profundidad, por lo tanto no creo necesario hacer hincapié en el

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186 Leticia Heras G.

tema. Sin embargo, es importante no olvidar que éste fue el primero que logró

captar la imagen de las actitudes y valores de los mexicanos hacia el sistema

político. No ha habido ningún otro cuyo objetivo haya sido ese, y pasaron varios

años para que los estudiosos desarrollaran el campo. Algunas de estas personas

fueron John Booth y Michael Seligson con el artículo titulado “The Political

Culture of Authoritarianism in Mexico: a reexamination” (1984), donde tratan de

explorar la naturaleza de la cultura política mexicana en un sistema político

plenamente autoritario, y cómo este sistema afecta actitudes y valores de acción

de los ciudadanos. Otro trabajo sobresaliente en los años 80 fue “la cultura

política del sistema autoritario”, escrito por Victor Durand Ponte. En éste se

examinaron las particularidades de la cultura política mexicana y se propuso una

pregunta diferente: “¿son los mexicanos políticamente autoritarios?” (Booth y

Seligson, 1984: 108).

En los 90 salió a la luz otra oleada de estudios sobre el tema. Podríamos

llamarles los intentos sociológicos para examinar la cultura política de los

mexicanos. Aquí podremos encontrar algunos trabajos de la Revista Mexicana de

Sociología, donde el debate no se centraba en las actitudes y valores de los

mexicanos, sino en cómo el partido dominante determinaba el comportamiento

político mexicano. Esto era considerado como la cultura política oficial por la

élite y los ciudadanos comunes y corrientes (Castaños, 1997; Bizberg, 1997).

Esta tendencia tuvo pocas consecuencias para la investigación debido a que

había una tensión permanente entre los puntos de vista políticos y sociológicos

acerca del comportamiento político. Mientras que los sociólogos insistían en la

cultura política dominante, los científicos políticos trataban de desarrollar una

nueva tendencia de la investigación, tomando en cuenta la utilización de

información agregada para explicar las actitudes y valores.

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187CULTURA POLÍTICA MEXICANA: AVANCES Y CONTINUIDAD

También en la década de los 90 inició una serie de estudios basados en la

Encuesta Mundial de Valores, realizada por Ronald Inglehart, de la Universidad

de Michigan. La encuesta dio un gran impulso a los investigadores para estudiar

la cultura política en México, como Moreno afirmó: “Estos trabajos reabrieron la

agenda de investigación sobre los valores mexicanos” (Moreno et al., 2004: 5).

Desde ese entonces se han realizado investigaciones muy importantes que

incluyen una nueva perspectiva de la cultura política, dejando atrás las

debilidades de la teoría de la modernización y que desarrollan un intento por

estudiar los valores y actitudes en sí, y lo que es aún más importante, la

conexión entre los valores y la democracia. En la tabla 1 se muestran algunos de

los estudios más relevantes, la información incluye el tipo de muestra y otras

características de cada estudio. Puede decirse que el enfoque cuantitativo de la

cultura política es un tema de investigación recurrente en México.1 Es

importante reconocer que todos éstos han desarrollado una consistencia

notable, en cuanto a medición.

México es un ejemplo del fallo de la teoría de la modernización para

explicar la conexión entre la participación política de las masas (una de las

características principales de la democracia), y el desarrollo económico. El

ingreso de los mexicanos no ha cambiado en los últimos 25 años, pero sí su

comportamiento electoral y acciones cívicas. En el nuevo siglo son más

tradicionales y menos laicos. Apreciaron la libertad (de todo tipo), pero son

1 En 1997 se publicó “Citizens of the Pyramid, essays on Mexican Political Culture”, escrito por un grupo de investigadores cuyo objetivo era buscar más respuestas a la pregunta sobre cómo entender el comportamiento político en el contexto mexicano. Es un libro muy útil debido a que incluye diferentes temas, como los movimientos populares (Foweraker, J.), estudios regionales, como la cultura de la frontera norte de México (Azis y Guillen), incluso perspectivas históricas como la contribución de Alan Knight. Sin embargo, no es parte de la cosecha más productiva en cuanto a estudios cuantitativos se refiere (Pansters, 1997).

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188 Leticia Heras G.

nacionalistas y más católicos (Inglehart et al., 2004). Ninguna de estas

direcciones fue prevista por la teoría de la modernización.

El enfoque de valores culturales de Moreno e Inglehart puede ser utilizado

como marco para observar los cambios y las continuidades dentro de una

política cultural mexicana particular. Pero existe aún otro estudio titulado “The

Political Culture of Democracy” por Alejandro Moreno, Jorge Buendía y Mitchell

A. Seligson, que combina la noción de la cultura política con los valores

democráticos. Aparte de la interpretación y explicación acerca de las principales

características de la cultura política en México actual y cómo ésta se relaciona

con los valores democráticos, su importancia radica en el conjunto de datos

utilizados para poder analizar la cultura política mexicana.

Moreno et al. (2005) utilizaron el Proyecto de Opinión Pública de América

Latina (LAPOP), realizado por la Universidad de Vanderbilt, enfocado a medir los

puntos de cultura política, así que es el conjunto de datos más relevante para

realizar investigaciones sobre este tema. Asimismo, la muestra, el porcentaje de

error y la metodología en general, pueden ser descritos como los más precisos

en el campo para Latinoamérica, esto comparado con el Latinbarómetro o

Freedom House, o incluso con el Proyecto PNUD. Por lo menos para México, se

puede confirmar la precisión de las preguntas y la validez de los componentes

del instrumento.

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189 CULTURA POLÍTICA MEXICANA: AVANCES Y CONTINUIDAD

Tabla 1 Medición de la cultura política mexicana (1991-2005)

Autor / características de

la encuesta

E. Alducin R. Inglehart Political Culture National Survey

(ENCUP)

A. Moreno, J. Buendía, M. Seligson

A. Moreno

Título “Los valores de los mexicanos, entre la tradición y la Modernidad” Tomos I, II

World Values Survey (Capítulo México)

Political Culture National Survey

“The Political Culture of Democracy in Mexico, 2004”

“Nuestros valores”

Año(s) de publicación

1986, 1991 1981, 1990, 1997, 2000

2001, 2003 2004 2005

Tipo de muestra Encuesta nacional 18 ciudades en 4 regiones: norte, suroeste, oeste y el centro del país. Muestra de cuotas estratificadas

Muestreo multi-etapas

Encuesta nacional en 32 estados y 600 poblaciones Muestra multi-etapas de probabilidad Conglomerados probabilísticos estratificados

Encuesta nacional basada en los puntos de las encuestas electorales en 8 regiones del país. Encuesta del Proyecto de opinión Pública de Latín América (LAPOP) Muestra multi-etapas de probabilidad

Encuesta nacional basada en los puntos de las encuestas electorales en 32 estados, 126 municipalidades y 10 delegaciones del D.F. Muestra multi-etapas de probabilidad

Número de participantes

3750 1981-1837, 1990-1531, 1997-1511,

2000-1535

2001-4183, 2003-4580 1556 2380

% error 5 +/- 1.7 +/- 2.5 +/- 2% confianza 95 90 95 VariosFuentes: Los valores de los mexicanos, entre la tradición y la modernidad (Alducin, 1986), Los valores de los mexicanos, México en tiempos de cambio (Alducin, 1991), Ciudadanos y cultura de la democracia en México (Flores y Mayenberg, 2000), Culture Shift in Advanced Industrial Society (Inglehart, 1990), Modernization and Postmodernization: Cultural, Economic and Political Change in 43 Societies (Inglehart, 1997), Human Beliefs and values: A Cross-Cultural Sourcebook Based on the 1999-2000 Values Surveys (Basañez et al., 2004), The Political Culture of democracy in Mexico, Vanderbilt University (Moreno et al., 2004), Encuesta nacional de cultura política (SEGOB, 2001; 2003).

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EL RESURGIMIENTO DEL POPULISMO Y LA IZQUIERDA: ¿RETOS A LA CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA?∗

Mitchell A. Seligson

Hay un giro a la izquierda en América Latina, y se denotan claramente las reacciones a las tendencias que predominaron durante los últimos quince años: reformas de libre-mercado, acuerdos con los Estados Unidos en una cantidad de temas, y la consolidación de la democracia representativa.

Jorge Castañeda, “Latin America’s Left Turn”

¿Cómo debemos interpretar el crecimiento de la izquierda y la resurrección del

populismo? ¿Será que estas tendencias no reflejan más que un cambio de

“humor”, o serán un mar de modificaciones que pueden ultimadamente

representar una amenaza a la estabilidad democrática? Este trabajo busca

responder a las siguientes preguntas. Primero: ¿serán predominantes las

simpatías políticas izquierdistas en la región, y existirá evidencia de un giro a la

izquierda entre la población? Segundo: ¿será que los latinoamericanos apoyan al

populismo como un estilo de gobierno que se desharía de las instituciones

representativas y judiciales y la concentración de poder directamente en las

manos del jefe ejecutivo? Tercero: ¿será que los que apoyan una posición

izquierdista y/o populista están menos a favor de la democracia y más a favor de

un sistema alternativo? (McDonell, 2007).

En América Latina es incuestionable el acrecentamiento de la izquierda, al

ver a Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Ecuador, Guyana, Perú, Uruguay y

Venezuela bajo el mando de presidentes con diversos grados y formas de esta

ideología, mientras que más al norte, en México, un candidato izquierdista ha

∗Seligson, Mitchell A. The Democracy Barometers: The Rise of Populism and the Left in Latin America. Journal of Democracy 18.3 (2007), 81-95. (c) 2007 National Endowment for Democracy and the Johns Hopkins University Press. All rights reserved. Reprinted with permission of The JohnsHopkins University Press.

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204 Mitchell A. Seligson

sido derrotado con el margen más estrecho en las elecciones de 2006. Y claro

está que no se debe perder de vista a Cuba, la única dictadura que perdura en la

región, todavía firmemente en manos del socialismo, a pesar de la enfermedad

extendida y grave de Fidel Castro. El retorno del populismo está menos

difundido, y este tipo de candidato no siempre sale victorioso; el teniente

coronel Ollanta Humala, quien otrora planeó golpes de estado, ganó una

mayoría de votos en primera vuelta durante las elecciones peruanas de 2006, sin

embargo fue derrotado en la recta final.

El venezolano Hugo Chávez, también ex-instigador de golpes de estado,

actualmente ha resultado electo presidente dos veces por grandes mayorías y se

ha vuelto el izquierdista-populista por excelencia de la región. Las más recientes

llegadas de la izquierda populista son Evo Morales de Bolivia, quien asumió la

presidencia en 2006, y el ecuatoriano Rafael Correa quien inició su presidencia a

principios del 2007. En Paraguay, la hegemonía de décadas del Partido Colorado

está siendo retada por el ex-arzobispo católico monseñor Fernando Lugo, quien

se adhiere a una mezcla de retórica izquierdista y populista.

Éstos son cambios verdaderamente notables en la región. Aunque los

izquierdistas ciertamente tuvieron poder en el pasado, nunca antes hubo en

América Latina tantos países gobernados por presidentes de esta corriente,

aunque la diferenciación de ideología izquierdista es grande, desde los

presidentes Lula de Brasil y Bachellet en Chile, quienes apoyan el libre comercio

y vínculos estrechos con los Estados Unidos, hasta Chávez, en Venezuela, que se

adhiere abiertamente a doctrinas socialistas, anti-capitalistas y anti-Estados

Unidos. Los gobiernos populistas también están en alza. Inicialmente los

populistas surgieron en Brasil en los años de 1930 con el gobierno de Getúlio

Vargas y en Argentina, en 1940, con el gobierno de Juan Domingo Perón. Otras

figuras claves del populismo son Lázaro Cárdenas (México), Jorge Gaitán

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205EL RESURGIMIENTO DEL POPULISMO Y LA IZQUIERDA: ¿RETOS A LA CONSOLIDACIÓN DEMOCRÁTICA

(Colombia) y José María Velasco Ibarra (Ecuador). Aunque el tipo de populismo al

que se adherían Vargas y Perón estaba enraizado en la derecha, tomando

inspiración de Mussolini y el fascismo europeo, también hubo líderes populistas

de izquierda tal como la dictadura militar de Juan Velasco Alvarado en Perú, de

1968 a 1975. A veces el término “populismo” se interpreta erróneamente como

meramente líderes carismáticos de gran personalidad quienes apelan a una base

que traspasa las clases (Taggart, 2000). La característica unificadora de los

gobiernos populistas no es su orientación izquierdista ni derechista. Más bien es

una creencia fundamental de que las instituciones de la democracia liberal

clásica, especialmente la legislatura y las cortes, son anacrónicas, ineficientes e

inconsistentes con la propia interpretación de la “voluntad del pueblo”.1 Por su

lado, los líderes populistas proponen que es mejor “escuchar al pueblo” y

realizar su voluntad personalmente, a la vez que aíslan a los “reaccionarios” y

generalmente atropellan las garantías fundamentales democráticas como las

libertades civiles, especialmente, la libre expresión y el derecho al juicio imparcial.2

Anticipando los resultados de la investigación que se presentan en este

trabajo, se ha encontrado clara evidencia de que los izquierdistas no

predominan en la región, a la vez que se ha dado, en el corto plazo, un notable

giro a la izquierda, que los partidos en países claves se identifican claramente

por su ideología, y que los que están en la izquierda son más propensos a

cuestionar la legitimidad del sistema político y es menos probable que vean la

democracia como la mejor manera de gobierno. Las medidas populistas que

marcadamente alterarían el balance de poderes a favor del ejecutivo, gozan del 1 En este respecto, Weyland (2001: 14) definía de la mejor manera el populismo: “una estrategia política en la que un líder de fuerte personalidad busca o ejerce el poder gubernamental con base en el apoyo directo, inmediato y desinstitucionalizado de grandes números de seguidores mayormente desorganizados. Esta relación directa, semi-personal sobrepasa las organizaciones intermediarias o las desinstitucionaliza y las subordina a la voluntad personal del líder”. 2 Entre las obras clásicas que exploran los elementos de la tradición populista están Conniff (1999) y Malloy (1977). En cuanto a una cosecha moderna, léase a Roberts (publicación en edición).

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206 Mitchell A. Seligson

apoyo de la mayoría de personas que respondieron en la región; tales simpatías

se encuentran más comúnmente entre quienes tienen menos educación, los pobres

y los jóvenes. Las implicaciones de estos hallazgos se discuten a continuación.

Para responder a estas preguntas, se extraen insumos de las creencias y

actitudes de los ciudadanos latinoamericanos de toda la región, y la manera en

que han cambiado a través del tiempo; se examinan las relaciones de ideología,

populismo y otras características, como el partidismo y la clase social, para

descubrir la evidencia que pudiera haber para confirmar la inquietud en cuanto a

que si los países de América Latina estarían retrocediendo en su creencias

democráticas. Nuestra capacidad para entrar en contacto con las opiniones de

ciudadanos a nivel mundial se ha incrementado bastante con la reciente

expansión de las encuestas transnacionales. La “Encuesta de Valores a Nivel

Mundial” (World Values Survey) es preeminente entre éstas (Inglehart et al.,

2004). Desafortunadamente, fuera de las naciones industriales avanzadas, la

cobertura regional es más inconsistente y en América Latina es muy limitada. Sin

embargo, esta brecha puede cubrirse con las encuestas regionales, que han

crecido en el mundo en desarrollo, muchas de las cuales toman su nombre del

Eurobarómetro, el abuelo de este género, aunque no se puede asumir

automáticamente que los datos se presentan uniformemente con alta calidad,

dado que, en materia del diseño de las muestras y la ejecución, han sido

problemáticas (Seligson, 2005b; 2005a).3 Los mejores son los que involucraron

un consorcio de instituciones académicas y de investigación unidas por un

diseño único estándar de muestreo y cuestionario. El Asian Barometer y el Afro

Barometer, por ejemplo, se han convertido en el “estándar de oro” para estas

3 Algunas encuestas regionales presentan mezclas de muestras nacionales y urbanas, mientras que otras se limitan al lenguaje oficialista nacional, excluyendo a minorías lingüísticas significativas; ya que la variación intra-nacional de variables de opinión y comportamiento son, a menudo, más amplias que las variaciones internacionales, las comparaciones directas de muestras provenientes de una cobertura marcadamente variada puede llevar a conclusiones gravemente erróneas.

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Instituciones y Procesos

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DESIGUALDAD, ÉLITES Y DEMOCRATIZACIÓN LATINOAMERICANA Mehmet Gurses

Introducción

La formación de regímenes, en general, y la democratización, en particular, ha

recibido enorme atención de la academia y de los encargados de diseñar

políticas. ¿Por qué algunos países se constituyen en democracias mientras que

otros no lo hacen? y ¿qué es lo que justifica las variaciones de la democracia en

los países después de que optaron por regímenes democráticos? son dos

preguntas sujetas a numerosos estudios.

A partir del trabajo Lipset (1959), un gran número de académicos ha

analizado la relación entre desarrollo económico y democratización. A pesar de

los argumentos en conflicto sobre la validez de la hipótesis desarrollo

económico-democracia (Przeworski y Limongi, 1997; Przeworski et al., 2000)

ésta “se ha probado exhaustivamente” (Vanhanen, 1997: 21). La suposición

básica es que los países con niveles más altos de riqueza, alfabetización,

urbanización e industrialización son más propensos a establecer regímenes

democráticos estables, efectivos y legítimos. La teoría de la modernización,

aunque no establece explícitamente el rol de los recursos distribuidos

ampliamente sobre la democratización, está implícita en la hipótesis de que el

desarrollo económico funciona como una fuerza que balancea por medio del

cambio en la forma de la estructura social a partir de “una pirámide extendida,

con una extendida clase baja como base, hacia un diamante con una clase media

creciente” (Lipset, 1959: 83).

El desarrollo económico, argumenta Vanhanen (1997: 24), sienta las bases

para que los regímenes democráticos existan al grado que conduzcan hacia los

recursos del poder ampliamente distribuidos: “… la democratización se lleva a

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232 Mehmet Gurses

cabo en condiciones en las cuales los recursos del poder se encuentren tan

ampliamente distribuidos que ningún grupo esté ya habilitado para suprimir a

sus competidores o mantener su hegemonía”.

Apuntando a los aspectos distributivos de la democracia, Acemoglu y

Robinson (2001: 938) concluyen que ésta se convierte en el resultado preferido

para los pobres, pues “… en las democracias [ellos] imponen impuestos más

altos que en sociedades no democráticas. Esto, simultáneamente [les da] a los

ricos un incentivo para oponerse a la democracia”. En una línea similar Boix

(2003: 3, con énfasis acentuado) argumenta “… la democracia prevalece cuando

la calidad económica o movilidad del capital son altos en un país dado. Como la

distribución de activos e ingreso se vuelve balanceada entre individuos, el

impacto redistributivo de la democracia disminuye y la probabilidad de una

transición pacífica desde un régimen autoritario hacia el sufragio universal

se incrementa”.

Las teorías que unen igualdad y democracia, en general, y aquellas que

ponen énfasis en los aspectos redistributivos de un sistema democrático de

gobierno, en particular, adolecen de dos problemas mayúsculos. El primero, la

desigualdad económica existe en todas las formas de regímenes y la distribución

de bienes no es un rasgo definitorio de las democracias. Al contrario, las

políticas redistributivas más drásticas han sido implementadas durante

regímenes autoritarios.

La reforma en la tenencia de la tierra, por ejemplo, el remedio más

influyente a la forma más obvia de desigualdad en países en desarrollo y en los

menos desarrollados, ha sido instrumentada para sostener regímenes

autoritarios. Los beneficiarios de la reforma de la tierra de Marcos, en Filipinas,

al principio de los 70 se convirtieron en “una importante fuente de apoyo rural”

para el régimen autoritario hasta su colapso en 1986 (Mackie y Villegas, 1993:

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233DESIGUALDAD, ÉLITES Y DEMOCRATIZACIÓN LATINOAMERICANA

104). De esta forma, “una gran confianza hacia el igualitarismo como condición

necesaria para la emergencia de democracia política requiere mucho escrutinio”

(Crenshaw, 1997: 106).

El segundo, la suposición: “el votante medio, que es un individuo pobre,

fijará impuestos para maximizar su ingreso” (Boix, 2003: 23; Acemoglu y

Robinson, 2001) en un régimen democrático, tal vez no tenga soporte. La

transición hacia la democracia no necesariamente cambia el balance del poder

entre segmentos de una sociedad previamente privados de derechos y grupos

poderosos.

Nel prueba si “mayores niveles de desigualdad conducen, al menos en

democracias, a iniciativas del gobierno para redistribuir la riqueza a través de

sistemas progresivos de impuestos” (2005: 23) y concluye que “es ingenuo creer

que la introducción de elecciones competitivas y la extensión de libertades

civiles negaría per se el impacto de la hegemonía y promovería la redistribución”

(2005: 36). Los hallazgos de Nel sugieren que la transición a la democracia

electoral no ayuda a los pobres sino, más bien, fortalece a los ricos y concentra

el ingreso (Bollen y Jackman 1985: 448). En conjunto la discusión arroja dudas

sobre el nexo propuesto entre democracia y el poder de los votantes medios (los

pobres) para tasar los impuestos de los ricos.

De manera similar, la suposición de que las desigualdades genera

descontentos y frustración entre los miembros de una sociedad, menoscabando

la legitimidad del régimen, requiere mayor escrutinio. Como Bollen y Jackman

(1985: 440; Bollen y Jackman, 1995) han indicado acertadamente “… para tener

tal efecto la desigualdad tiene que ser percibida como injusta, y no hay razón

para creer que la desigualdad automáticamente genera percepciones de

inequidad”. Y continúan: “incluso en la presencia de acentuada desigualdad, los

regímenes pueden mantener cierto grado de legitimidad invocando otros

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234 Mehmet Gurses

símbolos políticos —por ejemplo, aquellos que apelan a los sentimiento

nacionales” (Bollen y Jackman, 1985: 452).

En resumen, el argumento socava el rol de las élites en una estructura

socioeconómica y exagera el poder de las clases bajas, presumiblemente facultadas

por la introducción de mecanismos democráticos para imponer su voluntad sobre

los ricos. Las clases altas con frecuencia tienen capacidad y voluntad para manipular

el sistema de manera que esta redistribución se bloquee.

En este estudio propongo una teoría de democratización que enfatiza las

diferencias de poder entre las clases baja y alta; además demuestra que la

transformación de los intereses de las élites y/o clase baja, como función de

transformación económica, es la clave detrás de regímenes más inclusivos. Con

base en estudios previos (Lipset, 1959; Burton et al., 1992; Boix, 2003; Higley y

Burton, 2006), propongo una teoría de democratización que enfatiza el rol de la

fuente de ingreso, la transformación económica y las élites en el proceso.

Usando los conceptos de “amenaza” y “movilidad social” demuestro cómo la

desigualdad entre las élites dominantes y las clases bajas prepara el camino para

una mayor participación mediante la provisión de incentivos para que las clases

altas se acomoden a las demandas de las clases bajas. La democracia se vuelve

una opción plausible al grado de que el desarrollo económico proporcione sedes

alternativas para el poder sin amenazar directamente los intereses personales de

las élites establecidas.

Para ello, primero, propongo una teoría de cambio de régimen y demuestro

cómo la naturaleza del ingreso y la transformación de una estructura

socioeconómica facilitan o retrasan las perspectivas para una mayor

participación. A continuación, doy cuerpo al nexo entre desarrollo económico,

naturaleza de la riqueza y el rol de las élites, proporcionando detalles de la

democratización en América Latina. Los casos de una región con altos niveles de

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LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL SISTEMA PARTIDISTA EN AMÉRICA LATINA

Mark P. Jones

La estructura y la organización de los partidos en un país ejercen un importante

grado de influencia en el quehacer político. Este documento se enfoca en una

característica crucial de los partidos y el sistema partidista que afecta el proceso

del quehacer político y la calidad del gobierno democrático en América Latina: el

nivel de institucionalización de aquéllos y el sistema partidista. En este análisis

están incluidas todas las democracias latinoamericanas con tres millones de

habitantes o más: Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica,

República Dominicana, Ecuador, El Salvador, Guatemala, Honduras, México,

Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, Uruguay y Venezuela.

Una característica fundamental de cualquier partido político es el nivel de

institucionalización. Si bien es cierto que puede haber demasiada

institucionalización, lo que puede tener un efecto deletéreo sobre el

funcionamiento de una democracia, con el sistema partidista de Venezuela

previo a 1993 como ejemplo clásico (Crisp, 2000). En general la

institucionalización de los partidos es vista como un rasgo positivo para el

funcionamiento de una democracia (Mainwaring, 1999; 1998; Mainwaring y

Scully, 1995).

Mientras más institucionalizado esté un sistema partidista, mayor es la

posibilidad de tener partidos políticos programáticos.1 En un sistema dominado

por este tipo de partidos, éstos compiten entre sí basados, en primera instancia,

en propuestas políticas. Además, las orientaciones políticas de los mismos

1 Es, sin embargo, posible tener altos niveles de institucionalización partidista junto con partidos políticos de base clientelista, no programática (Kitschelt, 2000; 1995; Kitschelt et al., 1999).

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258 Mark P. Jones

tienden a ser relativamente estables, y permiten niveles más altos de rendición

de cuentas e identificabilidad (p.e. votantes) (Mainwaring, 1999; Shugart y

Mainwaring, 1997). Los sistemas partidistas institucionalizados, al mismo

tiempo, permiten mayores niveles de consistencia política debido al sólido papel

que juegan los partidos en el reclutamiento político y los esfuerzos concertados

hechos por las élites para promover (como única marca política) y proteger el

valor de la marca del partido (lo que implica mantener posiciones relativamente

estables a lo largo del tiempo, con cambios dramáticos en sus posiciones

políticas de manera infrecuente).

Es difícil, si no es que imposible, la existencia de un partido programático

dentro de un sistema partidista débilmente institucionalizado. En estos

sistemas, los partidos políticos compiten, en su mayoría, basados en llamados

personales o propuestas populistas de corto plazo, diseñadas para convencer a

los votantes y después ser olvidados una vez que se realice la elección

(Mainwaring, 1999; 1998). Los partidos también tienen un papel menos

prominente en los procesos de selección política. Como los sistemas partidistas

están débilmente institucionalizados, los partidos son, a menudo, efímeros y sus

posiciones políticas en asuntos específicos son altamente maleables.

Para los votantes, dentro de sistemas partidistas débilmente

institucionalizados, es más difícil creer en partidos políticos responsables que

dentro de sistemas partidistas institucionalizados. Es también más difícil

identificar cómo el voto de alguien se traducirá en una opción de gobierno y

qué hará ese gobierno una vez en el poder (Shugart y Mainwaring, 1997). Más

aún, debido a que los partidos políticos tienen un papel débil en los procesos de

selección, son frecuentemente de vida corta y dan menos importancia al nombre

de la marca política y al valor de su marca; hay menos consistencia política en

sistemas partidistas débilmente institucionalizados. Por último, dada la falta de

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259 LOS PARTIDOS POLÍTICOS Y LA INSTITUCIONALIZACIÓN DEL SISTEMA PARTIDISTA EN AMÉRICA LATINA

compromiso de las élites políticas con sus partidos, en particular, y con el

sistema partidista, en general, este tipo de sistemas son caldo de cultivo más

conducentes a anti-sistemas políticos que a sistemas partidistas

institucionalizados.

Scott Mainwaring es ampliamente considerado como la mayor autoridad en

institucionalización de sistemas partidistas en América Latina (Mainwaring,

1999; 1998; Mainwaring y Scully 2003, 1995). Mainwaring identifica cuatro

componentes clave que juntos influyen en el nivel de institucionalización de los

sistemas partidistas en un país: estabilidad en los patrones de competencia

inter-partidista, el arraigo de los partidos en la sociedad, la legitimidad de los

partidos y elecciones y la organización partidista. En las páginas siguientes

examino cada uno de estos componentes por separado, discutiendo primero su

base conceptual y luego operando este concepto como un conjunto de

indicadores empíricos, finalmente proveyendo valores para estos indicadores

para las democracias de Latinoamérica. Esta sección concluye con la

presentación de un índice de institucionalización partidista en las 18

democracias latinoamericanas examinadas aquí.

Estabilidad en los patrones de competencia inter-partidista

En sistemas partidistas bien institucionalizados, los partidos políticos relevantes

tienden a ser los mismos, año tras año, y también a preservar las mismas cuotas

de votos y asientos legislativos a través del tiempo. En sistemas partidistas

débilmente institucionalizados, los partidos que son relevantes en un año son

irrelevantes o inexistentes unos años después. El porcentaje del voto y los

escaños legislativos ganados por estos partidos tienden a variar

considerablemente de una elección a la siguiente.

En este trabajo, el nivel de estabilidad de competencia inter-partidista se

mide a través del promedio de dos indicadores: el nivel de volatilidad del voto

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260 Mark P. Jones

(porcentaje del voto válido) en las dos últimas elecciones (a partir de 2005) de la

cámara baja o simple y el nivel de volatilidad de escaños (porcentaje de asientos)

en las mismas dos elecciones más recientes. La volatilidad se mide usando la

medida desarrollada por Pedersen (1983), con planos que indican altos niveles

de volatilidad y viceversa.2

La tabla 1 proporciona información acerca del nivel de volatilidad del voto,

volatilidad de escaños y volatilidad promedio en las 18 democracias

latinoamericanas.3 En la mayoría de los países, los niveles de volatilidad del voto

y volatilidad de escaños son bastante similares.

Las democracias latinoamericanas presentan un amplio rango de volatilidad

de escaños, con países como Chile (6), Honduras (7), El Salvador (10) y México

(13) con niveles comparables a los reportados para Europa Occidental (Bartolini

y Mair, 1990; Roberts y Wibbels, 1999). En estas democracias los mismos

partidos tienden a ganar cuotas de votos y escaños equiparables a través del

tiempo (al menos durante los dos periodos electorales pasados; a pesar que la

inclusión de periodos más largos para los primeros tres países, proporciona

niveles de volatilidad comparables).

2 La volatilidad se calcula restando el porcentaje de votos/escaños ganados por cada partido en una elección de aquellos ganados en la elección pasada, tomando el valor absoluto de este resultado, sumando los resultados para todos los partidos y luego dividiendo este total entre dos. 3 La volatilidad del voto en Ecuador se calculó usando datos de las elecciones de 1998 y 1996 debido a la falta de datos adecuados del voto para la elección de 2002. La volatilidad para Colombia se calculó usando datos de los escaños de la delegación legislativa (Cárdenas et al., 2005) debido a dificultades inherentes a la determinación de la filiación partidista de los candidatos en el sistema electoral del país, esencialmente de auto-nominación (Cárdenas et al., 2005; Moreno, 2005).

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PERSPECTIVAS PARA LA DEMOCRACIA EN AMÉRICA LATINA, coordinado por Leticia Heras Gómez y John A. Booth,

se terminó de imprimir en abril de 2009, en los talleres de Editorial CEDIMSA, ubicados en Sor Juana Inés de la Cruz núm.

301 sur, Toluca, México. La edición estuvo al cuidado de la Dirección de Difusión y Promoción de la Investigación y los

Estudios Avanzados, UAEM. Coordinación editorial: Lucina Ayala López. Corrección de estilo: Rogelio Ramírez, Liliana Rivera. Formación: Leticia Magdaleno Pérez. Diseño de Portada: Juan

Manuel García Guerrero. El tiraje fue de 300 ejemplares.