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-74- La EDUCACION DEL OJO U) PAUL DIOUaC. 1. cpoi" qué ha tropezado con tanta hostilidad la división, que puede invocar ventajas no aseguradas por otras técnicas? Ls porque en Francia el público es rebelde a toda novedad en materia de arte, y no sólo insensible sino hostil al color. (Pensemos que nuestra guía nacional, la CJoanne, en vez de li- mitarse a informar, siente la necesidad de excitar la risa y la incomprensión del turista ante las admirables colorado- nes de los Turner del South kensington Museum). Ahora bien, había contra el arte neoimpresionista esta doble queja: constituía una innovación y los cuadros ejecutados de acuerdo con su técnica brillaban con esplendor insólito. Es inútil compilar aquí la lista de todos los pintores inno- vadores que han sido insultados en el curso de este siglo y luego han logrado imponer su visión particular. Esas injus- ticias, esa lucha, esos triunfos son la historia del arte. Se discute al principio toda manifestación nueva: luego, lentamente, la gente se acostumbra y acepta. La factura cho- caba: se percibe su razón de ser; el color que provocaba clamores, luego resulta potente y armonioso. La inconscien- te educación del público y de la crítica se ha operado, al punto de que se ponen a ver las cosas de la realidad, tales como se propuso representarlas el innovador: su fórmula, re- chazada ayer, se convierte en criterium. Y, en nombre de és- te, el esfuerzo original que se produce después es injuria- do hasta el día en que triunfa también. Cada generación se asombra, tardíamente, de su error, pero vuelve a cometerlo. (x) De Euuenio üelacroix al Neoimpresionismo, Buenos Aires: Poseidón (1943).

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La EDUCACION DEL OJO U)

PAUL DIOUaC.

1. cpoi" qué ha tropezado con tanta hostilidad la división,

que puede invocar ventajas no aseguradas por otras técnicas?Ls porque en Francia el público es rebelde a toda novedad en

materia de arte, y no sólo insensible sino hostil al color.

(Pensemos que nuestra guía nacional, la CJoanne, en vez de li-mitarse a informar, siente la necesidad de excitar la risa y

la incomprensión del turista ante las admirables colorado-nes de los Turner del South kensington Museum).

Ahora bien, había contra el arte neoimpresionista esta doble

queja: constituía una innovación y los cuadros ejecutados deacuerdo con su técnica brillaban con esplendor insólito.

Es inútil compilar aquí la lista de todos los pintores inno-vadores que han sido insultados en el curso de este siglo y

luego han logrado imponer su visión particular. Esas injus-ticias, esa lucha, esos triunfos son la historia del arte.

Se discute al principio toda manifestación nueva: luego,lentamente, la gente se acostumbra y acepta. La factura cho-caba: se percibe su razón de ser; el color que provocabaclamores, luego resulta potente y armonioso. La inconscien-te educación del público y de la crítica se ha operado, alpunto de que se ponen a ver las cosas de la realidad, talescomo se propuso representarlas el innovador: su fórmula, re-

chazada ayer, se convierte en criterium. Y, en nombre de és-te, el esfuerzo original que se produce después es injuria-do hasta el día en que triunfa también. Cada generación se

asombra, tardíamente, de su error, pero vuelve a cometerlo.

(x) De Euuenio üelacroix al Neoimpresionismo,Buenos Aires: Poseidón (1943).

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Hacia el 1050, se escribid cuanto sigue acerca de los cua-

dros de Corot, porque, realmente, el dulce Gorot ofendía al

gusto del público:

“¿Cómo puede ver el señor Corot la naturaleza, tal como nos

la rep re se n t a . . . ? tn vano pretenderá el señor Corot imponer-nos su modo be pintar los árboles: no son árboles, sino hu-

tno . . . Por nuestra parte, en el curso de nuestros paseos, ja-más nos ha sido dado ver árboles parecidos a los del señorCo rot ."

Y, veinticinco anos más tarde, cuando Corot ha triunfado, se

le invoca para negar a Claude Monet:

“Monet lo ve todo azult Terrenos azules, césped azul, árbo-les azules. Hermosos árboles de Corot, llenos de misterio y

de poesía !he aquí lo que han hecho de vosotros! !0s han su-

mergido en el balde de azul de una lavandera!".

Una misma generación no hace dos veces el esfuerzo necesario

para asimilarse un modo nuevo de ver. Los detractores de De-

lacroix han debido ceder ante sus partidarios. Pero estos

últimos no han comprendido a los coloristas que le sucedie-ron, los impresionistas. Estos, a su vez, han triunfado, y,

actualmente, los amateurs de Monet, de Pisarro, de Renoir,

de Guillaumin abusan de la reputación de buen gusto que talelección les ha merecido para reprobar al neoimpresionismo.

be necesita más de un cuarto de siglo para que se admita una

evolución de arte, belacroix lucha de 183U a 1063; Uongkindy los impresionistas, de 1060 a 1090. Hacia el 1086 aparece

el neoimp resionismo , desarrollo normal de las investigado-nes precedentes que, según esa tradición, aún tiene derechoa unos veinte años ele luchas y trabajos antes de que sea

aceptado su aporte.

A veces, el interés económico se coaliga con la ignorancia

para poner trabas a un movimiento innovador y molesto. Cus-tave Geffroy lo dijo bien:

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"Los productores cuya razón social se cotiza, y todos los

que viven de esa producción consagrada por el éxito, formanuna asociación, confesada o tácita, contra el arte de mañana."

2. Cobre todo cuando tiende a la luz o al color, una innova-

ción tropieza con malas voluntades. Los cambios de tema dela pintura, correlativos de las variaciones de la moda lite-rana, son fácilmente aceptados por las mismas personas que

se asustan ante la menor intensidad nueva. Las deformaciones

de los Rose-Croix sin duda no han provocado tanta hilaridadcomo las locomotoras azules de Monet o los árboles violetas

de Cross. Rara vez, una estatua, un dibujo excitan la cólera

de un póblico incomprensivo: una audacia de color, siempre.

Todo color puro y franco choca: sólo gusta la pintura chata,

lisa, sorda v sin brillo, ti público admite de buena gana

que, con el pretexto de la sombra, se cubra con betún o co-

lor castaño la mitad de una figura, pero no acepta que se

la tiña de azul o de violeta. Sin embargo, las sombras par-

ticipan siempre de ese azul o ese violeta que repugnan, y

nunca de esas tintas excrementales que tienen su anuencia.La física óptica lo confirmaría.

Existe, en efecto, una ciencia del color, fácil y sencilla,

que cada cual debería aprender y cuyo conocimiento evitaríatantos juicios tontos. Puede resumirse en diez líneas que

deberían enseñarse a los niños de la escuela primaria, en

la primera hora de la primera lección del curso más elemen-tal de dibujo.

Charles Bianc deplora esa ignorancia del público, siemprea propósito de Declacroix:

"Muchos suponen que el colorido es puro don del cielo y que

tiene arcanos incomunicables. Ls un error: el color se apren-

de como la música. Desde tiempos inmemoriales, los orienta-les han conocido todas sus leyes, y esas leyes son transmi-tidas de generación en generación, desde los comienzos dela historia hasta nosotros. Tal como se hacen músicos, por

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lo menos correctos y hábiles, enseñándoles el contrapunto,se puede instruir a los pintores para que no cometan erro-

res de armonía, enseñándoles los fenómenos de la percepciónsimultánea de los colores.

"Los elementos del color no han sido analizados y enseñadosen nuestras escuelas, porque en Francia se considera inútilestudiar las leyes del color, según ese famoso adagio que

circula por las aulas: “be hace el dibujante, pero nace elcolorista.”

"JLos secretos del color! cPor qué llamar secretos a los

principios que todos los artistas deberían conocer y que

hubiera sido preciso enseñarles a todos?"

(Les Artistes de mon Temps: Eugéne Uelacroix)

Esas leyes del color pueden aprenderse en unas horas. Estáncontenidas en dos páginas de Chevreul y de Rood. El ojo

guiado por ellas sólo puede perfeccionarse. Pero, desde Char-les blanc, la situación no ha cambiado. Nada se ha hecho pa-

ra propagar esa educación especial. Los discos de Chevreul,cuyo empleo entretenido podría demostrar a tantos ojos que

no ven, aun no han sido adoptados por las escuelas primarias,a pesar de los esfuerzos que hizo el sabio en ese sentido.

Es esa simple ciencia del contraste la que forma la base só-lida del neoimpresionismo. bin ella, ni líneas muy bellas nicolores perfectos, bi bien comprobamos todos los días losservicios que puede prestar al artista, al dirigir y forta-lecer su inspiración, seguimos preguntándonos qué perjuiciopodría causarle.

En el prefacio de su libro, Rood señala toda la importanciade esa ciencia :

"Nos hemos esforzado también por presentar de un modo sen-

cilio e inteligible los hechos esenciales de los cualesdepende necesariamente el empleo artístico de los colores.

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ti conocimiento de estos hechos no podrá, desde luego,transformar en artista a cualquiera; pero hasta cierto pun-

to podrá impedir que la gente de mundo, los críticos y aunlos pintores hablen o escriban acerca del color de una mane-

ra vaga, inexacta o acaso irracional. Iremos más lejos aún,y diremos que el conocimiento real de los hechos elementalessirve a menudo para señalar a los principiantes la existen-cia de dificultades casi insalvables o quizá, cuando estándesconcertados, para revelarles la naturaleza probable delobstáculo que los detiene; en una palabra: cierta introduc-ción elemental ahorra esfuerzos inútiles a los trabajadores."

No se trata, efectivamente, para ser colorista, de poner ro-

jos, verdes, amarillos, unos al lado de otros, sin regla nimedida, ts preciso saber ordenar esos diversos elementos,sacrificar unos para hacer valer los demás. Ruido y músicano son sinónimos. La yuxtaposición de colores, por intensos

que sean, sin observación del contraste, es colorinche, y

no colorido.

3. Uno de los grandes reproches dirigidos a los neoimpresio-nistas, es que son demasiado sabios para ser artistas. At a-

dos por sus investigaciones, no pueden expresar libremente

sus sensaciones, dicen.

Contestamos que el más insignificante tejedor oriental sabetanto como ellos. Esas nociones que se les reprochan no son

complicadas. Los neoimpresionistas no son demasiado sabios.Pero no conocer las leyes del contraste y de la armonía es

ser demasiado ignorante.

¿Por qué anularía sus sensaciones el dominio de esas leyesde belleza?. Un músico, porque sabe que la relación 3/2 es

una relación de armonía, y un pintor, porque no ignora que

el anaranjado forma con el verde y el violeta una combina-ción ternaria, ¿son por ello menos artistas susceptibles deconmoverse y capaces de conmovernos? Théophile Silvestre loha dicho: Ese saber casi matemático, en vez de enfriar las

obras, aumenta su justeza y solidez.

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Los rieoimp res 10 nis t as no son esclavos de la ciencia. La ma-

nejan al capricho de su inspiracidn: ponen lo que saben alservicio de lo que quieren. ¿Puede reprocharse a jdvenespintores por no haber descuidado esa parte esencial de su

arte, cuando se sabe que un genio como Üelacroix tuvo que

someterse al estudio de las leyes del color y pudo encon-

trar ventaja en ello, como lo reconoce Charles ülanc en lanota siguiente? :

"Por haber conocido estas leyes, por haberlas estudiado a

fondo después de haberlas adivinado por intuición, Lugénebelacroix ha sido uno de los más grandes coloristas de los

tiempos modernos."

4. Ll público se ocupa mucho más del tema de un cuadro que

de su armonía, como lo comprobaba Ernest Chesneau:

“Los más dotados, entre los que forman el público de las ex-

posiciones, no parecen sospechar que es necesario cultivarsus sentidos para alcanzar el pleno goce de los placeres in-telectuales de los que los sentidos son solamente órganos,sin duda, pero órganos esenciales. Lo se sospecha bastanteque es preciso tener la vista afinada para comprender y juz-

gar -quiero decir saborear- la pintura, la escultura o laarquitectura, tal como se precisa tener oído fino para gozar

de la música. Üiguiendo hasta el fin la comparación, que es

rigurosa, agreguemos que la mirada como el oído, aun natural-mente afinados, necesitan una educación progresiva para en-

trar en todas las delicadezas del arte de los sonidos y elarte de los colores."

(La CJhapelle des Laints-Anges, á Saint Sulpice,"L'Art, t. XXVI11) .

Aun la mayoría de los pintores son insensibles al encantode la línea y del color. Paros son los artistas que piensancomo Puskiri, que “la degradación es para los colores como

la curva es para las líneas" o, como Delacroix, que "haylíneas que son monstruos: dos paralelas". Los pintores de

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nuestro tiempo tienen otras preocupaciones que esos princi-

pios de belleza. Podemos afirmar que no hay uno por ciento

que se haya tomado el trabajo de estudiar esta parte primor-dial de su arte. Gavarni declara, a propósito de los cuadrosdel maest ro:

"Es pintarrajeo de biombo... Participa del trapo sucio (*)

y del papel de tapizar; !y luego vendrán a hablarle al bur-

gués del supernaturalismo de eso!... Estamos verdaderamenteen el Bajo Imperio del verbo, en el chapoteo del color."

Y los Goncourt escribieron (La Peinture á l'Exposition de1855) :

"Delacroix, a quien ha sido negada la cualidad suprema delos coloristas, la armonía..."

La mayoría de los críticos, efectivamente, no pueden darsecuenta -por falta de educación técnica-, del acorde de dostintas o del desacuerdo de dos líneas. CJuzgan más bien por

el asunto, la tendencia, el género, sin ocuparse del aspee-

to "pintura". Hacen literatura a propósito de los cuadros,no crítica de arte. Citemos esta nota de Delacroix: Oculos

habent et non vident, quiere decir: De la escasez de buenos

jueces en pintura. Cl, que decía: "Hace más de treinta ariosque me he entregado a las bestias, había sufrido bastante

por la ignorancia del público y de la crítica para darsecuenta de las dificultades con que tropiezan los coloristas.En su Diario escribe:

"Bien sé que esa cualidad de colorista es más molesta que

recomendable... Se necesitan órganos más activos y una sen-

sibilidad mayor para distinguir la falta, la disonancia, lafalsa relación de las líneas y los colores."

(*) La palabra torche-cul, que usa Gavarni, es mucho másviolenta y grosera (N. del T.).

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Y sobre el mismo tema, le escribe a baudelaire (8 de octu-

bre de 1061):

"Osos efectos misteriosos de la línea y del color, !ay demí!, los perciben muy pocos adeptos... Lsa parte musical

y ese arabesco... no son nada para muchas personas que mi-

ran un cuadro tal como los ingleses miran una comarca cuan-

do viajan."

Este odio o esta indiferencia por el color, que tanto hizosufrir a üelacroix en vida, ¿no soporta él todavía sus con-

secuencias? Nos parece que se descuidan mucho sus obras.Recuérdese a ese público tan frío en su exposición de laEscuela de bellas Artes y que se precipitaba, entusiasta,a la de bastien-Lepage, abierta al mismo tiempo, al lado,en el Hotel de Chimay. Y nunca, durante lar largas horas

que hemos pasado en San bulpicio frente a las decoracionesde la Capilla de los Santos Angeles, hemos sido molestadospor un visitante.

Eugéne Véron, el biógrafo de belacroix, ha observado bienesa persistente injusticia:

"cbebe concluirse de ello que las multitudes que se agio-merari en esas exposiciones han logrado por fin comprendersu genio? basta, para contestar esta pregunta, comparar lareserva de los visitantes y su silencio embarazado, frentea los lienzos de üelacroix, con los gritos de pájaros que

lanzan las mujeres cuando, en el Calón o las exposicionesde los círculos, se encuentran frente a alguna tela de lossupuestos maestros actuales de la Escuela Francesa. Esa es

admiración franca y sincera. ¿Ce ha visto jamás algo pare-cido en las muestras de belacroix? Nada tiene ello de ex-

traordinario. Extraordinario sería lo contrario."

5. Ante la pintura de belacroix, lo que exasperaba a tantagente era menos el furor de su romanticismo que sus rayadosy su color intenso; ante la pintura de los impresionistas,lo que molesta es la novedad de sus comas y sus coloraciones.

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Y, en el aporte de los neoimpresionistas, lo que ha des-concertado -más aún que la división del toque- es el insó-lito esplendor cromático de sus cuadros. Ln apoyo de esta

afirmación, citemos un caso típico. Los cuadros de HenriMartin, cuya factura está absolutamente sacada del neoim-

presionismo, encuentran el favor del público, de la críti-ca, de las comisiones municipales y del Lstado. Ln su obra,el punto no choca y, sin embargo, es inútil -y por consi-

guiente molesto- ya que, de color gris, triste y rebajado,no procura beneficios de luminosidad o de colorido suscep-

tibies de hacer pasar por alto los posibles inconvenientesdel procedimiento. Representado por él, el puntillismo es

admitido en el Museo del Luxemburgo y en la Municipalidadde París, mientras que el pobre y grande Seurat, instaura-dor de la división y creador de tantas obras serenas y mag-

níficas, sigue siendo negado (en Francia, por lo menos,

pues Alemania, mejor aconsejada, acaba de adquirir elChahut y las Poseuses que algún día veremos en el Museode Be rlí n ) .

Luizás, al correr los años, el público completará su educa-ción. Lsperemos que llegarán días en que sea más sensiblea la armonía, en que tema menos la potencia de un color,en que guste tranquilamente la belleza y compruebe que elvivo colorido de un pintor es tímido comparado con los co-

lores con que se adorna la naturaleza. Por lo menos se harealizado un gran progreso gracias a los maestros impresio-nistas. Espectadores que se sorprendían o protestaban antesfrente a los cuadros impresionistas reconocen ahora que losMonet, los Pissarro, se asocian en perfecta armonía con

los Uelacroix, los Rousseau, los Corot y los Clongkind delos cuales son un desarrollo.

Del mismo modo, el público reconocerá quizá algún día que

los neoimpresionistas han sido los representantes actualesde la tradición colorista, de la cual fueron, en su hora,

campeones Uelacroix y los impresionistas. ¿l¿ué otros pin-tores pueden, con más justas razones, invocar estos dospatrocinios? Ni los que pintan en negro, blanco o gris,

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ni aquellos cuyo colorido recuerda "el viejo montón de ver-

duras podridas" señalado por Kuskm como el grado supremo defealdad a que puede llegar el color, ni los que pintan en

tintas planas. Porque esos procedimientos no tienen relacióncon los principios de los maestros que reivindican los neo-

impresionistas.

quizá sea fácil pintar más luminoso que los neoimpresionis-

tas, pero descolorando; o más colorido, pero obscureciendo.Su color está situado en medio del radio que va del centro

-blanco- a la circunferencia -negro-, Y ese lugar les asegu-

ra un máximo de saturación, de potencia y de belleza. Tiempovendrá en que se sacará mejor partido de los colores con que

cuenta el pintor actualmente, o se emplearán materias máshermosas y nuevos procedimientos -por ejemplo, la fijacióndirecta de los rayos luminosos en superficies sensibilizadas-;pero, hay que reconocerlo, son los neoimpresionistas quienes

supieron lograr con los recursos presentes el resultado másluminoso y, a la vez, más colorido; al lado de una de sus

telas, y a pesar de las críticas que pueda suscitar, todocuadro, por grandes que sean sus cualidades de arte, parece-

rá obscuro o descolorido.

bien entendido, no hacemos depender el talento de un pintorde la mayor o menor luminosidad o coloración de sus cuadros;sabemos que con blanco y negro se pueden hacer obras maes-

tras y que se puede pintar sin mérito alguno con mucha luzy color. Pero si esta busca del colorido y la luminosidadno es todo el arte ¿no es por lo menos una de sus partes

importantes? ¿No es artista quien se esfuerza por crear launidad en la variedad por los ritmos de las tintas y los to-nos, y pone su ciencia al servicio de sus sensaciones?.

6. Recordando la frase de Uelacroix: "La pintura floja es

la pintura de un flojo", los neoimpresionistas pueden sen-

tirse orgullosos de su pintura austera y simple. Y si, másque la técnica, es la pasión lo que hace al artista, puedenestar confiados: tienen la pasión fecunda de la luz, del co-

lor y de la armonía.

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En todo caso, no habrán repetido lo que ya se había hecho;habrán tenido el peligroso honor de producir un modo nuevo

de expresar un ideal personal.

Podrán evolucionar, pero siempre sobre las bases de la pu-

reza y del contraste, cuya importancia y encanto han reco-

nocido demasiado bien para renunciar a ellos jamás. Poco a

poco librada de las trabas del comienzo, la división, que

les ha permitido expresar sus sueños de color, se torna

más flexible y se desarrolla, prometiendo recursos más fe-cundos aún.

Y si entre ellos no se manifiesta ya el artista que, por

su genio, sabrá imponer esta técnica, habrán servido por

lo menos para facilitarle la tarea. Ese colorista triunfan-te no tiene más que presentarse: ya le han preparado la pa-

let a.