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Monasferio5 be ta ..Sierra b e CSórboóa 2an ranciíco bet JRonti Durante la época de la dominación musulmana y no lejos del lugar dcnide fué fundado este convento, existió otro, el de San Zoilo Armilaten- se, del cual habla San Eulogio. Según las noticias que este nos ha trasmi- tido se hallaba «al Septentrión de Córdoba, a unas treinta millas al interior de su sierra, en un collado espesísimo a cuya falda corría el rio Armilata», que hoy conocemos con el nombre árabe de Guadalmellato, en el sitio llamado Minguiatite, en el que existian multitud de ruinas del edificio, co- lumnas, etc., cuyas piedras y gran parte de sus materiales fueron conduci- dos y sirvieron para la fábrica del otro monasterio de San Francisco del Monte, que distaba de este otro excasamente una milla. (1) Los monasterios antiguos solían utilizar como celdas las cuevas que en aquellos contornos hubiera, y esto aconteció con el Armilatense; pues cer- ca del emplazamiento que se le supone, todavía se conserva una hermosa cueva, que viene a confirmar la existencia del monasterio en aquel lugar, pues lleva el nombre de San Zoilo, no porque dicho santo la habitase, si- no por haber formado parte de aquel monasterio. San Eulogio dice también que el rio Armilata era tan abundante en la pesca, sobre todo en un remanso que formaba cerca del Convento, que de ella, principalmente se alimentaba la Comunidad. Este monasterio fué destruido; sus ruinas quedaron abandonadas; y si- glo y medio después de la reconquista de Córdoba por los cristianos, un natural y vecino de ella, don Martín Fernández de Andújar, dueño de los terrenos donde estuvo emplazado, decidió y llevó a cabo la fundación de un nuevo Convento, que denominó de San Francisco y apellidaron del (1) Fundaciones monásticas en la sierra de Córdoba, por don Manuel Gutiérrez de los Rios y Pareja.Obregón, Marqués de las Escalonias. 81

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Monasferio5 be ta ..Sierra be CSórboóa

2an ranciíco bet JRonti

Durante la época de la dominación musulmana y no lejos del lugar dcnide fué fundado este convento, existió otro, el de San Zoilo Armilaten-se, del cual habla San Eulogio. Según las noticias que este nos ha trasmi-tido se hallaba «al Septentrión de Córdoba, a unas treinta millas al interior de su sierra, en un collado espesísimo a cuya falda corría el rio Armilata», que hoy conocemos con el nombre árabe de Guadalmellato, en el sitio llamado Minguiatite, en el que existian multitud de ruinas del edificio, co-lumnas, etc., cuyas piedras y gran parte de sus materiales fueron conduci-dos y sirvieron para la fábrica del otro monasterio de San Francisco del Monte, que distaba de este otro excasamente una milla. (1)

Los monasterios antiguos solían utilizar como celdas las cuevas que en aquellos contornos hubiera, y esto aconteció con el Armilatense; pues cer-ca del emplazamiento que se le supone, todavía se conserva una hermosa cueva, que viene a confirmar la existencia del monasterio en aquel lugar, pues lleva el nombre de San Zoilo, no porque dicho santo la habitase, si-no por haber formado parte de aquel monasterio.

San Eulogio dice también que el rio Armilata era tan abundante en la pesca, sobre todo en un remanso que formaba cerca del Convento, que de ella, principalmente se alimentaba la Comunidad.

Este monasterio fué destruido; sus ruinas quedaron abandonadas; y si-glo y medio después de la reconquista de Córdoba por los cristianos, un natural y vecino de ella, don Martín Fernández de Andújar, dueño de los terrenos donde estuvo emplazado, decidió y llevó a cabo la fundación de un nuevo Convento, que denominó de San Francisco y apellidaron del

(1) Fundaciones monásticas en la sierra de Córdoba, por don Manuel Gutiérrez de los Rios y Pareja.Obregón, Marqués de las Escalonias.

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Monte, por el lugar donde se hallaba, para el cual fueron aprovechados los materiales del Armilatense, distante unos dos kilómetros.

La fundación en tiempos del Obispo don Juan Fernández de Pantoja, fué confirmada por el pontífice Clemente VII, a petición de los reyes don Enrique y doña Catalina, con fecha seis de Mayo de mil trescientos noven-ta y cuatro; y empezó bajo tan buenos auspicios, que de el salieron a pre-dicar el Evangelio de Jesucristo, por el reino musulmán de Granada, sus dos conventuales Fray Juan de Zetina y fray Pedro de Dueñas, que reci-bieron por ello la corona del martirio el diez y nueve de Mayo de mil tres• cientos noventa y siete y mas tarde subieron a los altares.

Fué uno de los monasterios más notables y célebres de aquella época y aun de las posteriores hasta su supresión. San Francisco Solano fué guar-dián de este Convento hacia el año de 1583.

El rey Felipe IV pasó en él las festividades de Carnestolendas, cuando estuvo en Córdoba en el de 1624.

No debió ser Convento rico ni de mucha comunidad. Por los restos que se conservan, la fundación primera fué pobre y mezquina. En los si-glos XV y XVI se ampliaría el convento y desde luego se hicieron de me-jor fábrica un precioso claustro, del que poco queda en pie, y el refectorio.

Sus bienes según consta del Catastro del Marqués de la Ensenada, eran las siguientes a mediados del siglo XVIII: una huerta, plantada de hortali-za, granados, naranjos, parras y nogales: la media legua legal de tierra, que componía mil cuatrocientas ventisiete fanegas, en los montes realengos (de que usa el referido Convento en virtud de Provisión de la R. Chanzi-llería de Granada, todo de monte bajo en la cual se hallaban varias ermi-tas para ejercicio de los religiosos; veintiuna memorias de vino, aceite y metálico; ochenta carneros, treinta y seis machos cabríos, tres mulas y dos jumentos.

En virtud de órdenes superiores fué suprimido este Convento de San Francisco del Monte en 1835. El día cinco de Septiembre de dicho año, don Pablo Felipe Ortega, delegado del Administrador de Arbitrios de Amortización del partido de BuJalance, con asistencia de los señores don Joaquín de Blancas, regidor del Ayuntamiento de Adamuz, y de don Bar-tolomé del Pino, síndico del Convento, se procedió al inventario de los bienes pertenecientes a este Convento.

Según dicho inventario, los bienes raices no habían aumentado: se limi-taban a la media legua legal, ya no solo de monte sino también tierra cal-ma, y la huerta reducida a seis celemines de los doce que antes tenía.

En la Sacristía, entre otras cosas, encontraron una custodia, dos copones y dos cálices de plata, y muy buena y numerosa colección de ornamentos de todas clases: capas pluviales, dalmáticas, casullas, albas, estolas, mani-pules, etc.

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En la iglesia hacen inventario de las lámparas, de los cuadros, de las imágenes, etc. Existian en ella los siguientes altares: Mayor, con las imá-genes de Santo Domingo, San Francisco, San Miguel, San Juan Bautista, uno de Jesús y una urna con la cabeza de Santa Lindermia; de N. S. de Candelaria, con la de San Francisco Solano; de N. S. de las Angustias, con la imagen de la titular, un Exce-Homo y un niño de plomo; de San José, con dicho santo patriarca, y el de los Mártires, con las de los que fueron frailes del convento San Juan de Zetina y San Pedro de Dueñas. En la to-rre dos campanas. En el coro, la sillería, el facistol y un libro.

En la librería encontraron hasta trescientos treinta y cuatro volúmenes encuadernados en pergamino; tan solo tres fanegas de trigo en el granero y diez arrobas de aceite y ninguna de vino en la bodega. El mobiliario y utensilios de cocina, refectorio y celdas era también escaso y pobre; y de semovientes, una veintena solamente tenían ya entre borregos, cabras, mu-los y jumentos. El convento y la comunidad estaba en plena decadencia. Era entonces su presidente Fr. José de Flores.

Vista tomada desde el Norte de los Peñones del Convento, a cuya falda meridio- nal está asentado San Francisco del Monte.

Lo que subsiste actualmente del Convento, es una lastimosa ruina. Todo el edificio está en alberca, como vulgarmente se dice, pues sin duda para aprovechar las maderas, han aserrado las vigas y esto ha determinado la definitiva:ruina del edificio.

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Sin embargo, casi todas las paredes se conservan aun hasta el alero del tejado, pero en estas condiciones es lógico que no han de tardar mucho en derrumbarse estos enhiestos lienzos de muro, la mayor parte de ellos construidos de tapial.

La iglesia ocupaba el ala norte de la edificación,orientada de poniente a levante, con la cabecera en esta última dirección. De ella no queda nada que pueda conjeturar su estilo. Un hueco de altar con unos grutescos de mala época, es todo lo que indica el lugar que ocupó. Era de una sola nave.

Al costado meridional de la iglesia estaba el claustro. Debía ser la más bella construcción de este convento rural. Labrado todo él en piedra are-

Angulo N. E. del claustro. 84

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nisca roja, de la llamada en el pais piedra moleña de Montoro, por utili-zarse en la fabricación de piedra de molino, aun debió alcanzar las lineas graciosas del gótico andaluz, con parteluces ajimezados, influido ya por las construcciones renacentistas. Era de dos pisos, comprobándose en el ángulo de la fotografía adjunta, hasta el reborde de la imposta que debía correr bajo el alero.

En el claustro se ha cebado especialmente la furia destructora, Al mediodía del claustro, estaba el refectorio, de sencilla y pobre traza,

alegrado solo por los arquitos conopiales del púlpito y de la pequeña es-calinata que a este subía. Es de notar que todas o casi todas las restantes ventanitas de este Convento, tienen su conopio, discreta y graciosamente dibujado.

Hacia levante de estas tres construcciones se abre un magnífico patio, con dos algibes, aun intactos. A su alrededor, las celdas y habitaciones de los monjes, en dos pisos.

Hacia poniente, dos o tres naves también de habitaciones particulares, dando vistas a unos discretos huertecillos.

Al sur del convento una breve explanada se asoma al profundo y bra-vo barranco que limita por este lado la edificación.

Toda ella, modesta, encalada, debía tener en sus últimos tiempos el as-pecto de una casa de campo, de grandes proporciones, a la cual la espa-daña y los cipreses aledaños, le darían el aspectó:monástico.

Hacia el NO. del Convento, a media ladera, una gran alberca, con se-ñales de haber estado pintada de rojo, inmediata al nacimiento de un fuer-te manantial que viene por conducción bien trabajada, es la razón de vida de la que fué santa casa en aquellos parajes.

En la misma dirección, como cumbre en cuya ladera está el Convento, se alzan tres cerros de cortaduras casi verticales, que se llaman Los Peño-nes del Convento, y en cuya cima existen ruinas de míseras ermititas.

Al del Centro, el mas abrupto, llamado Peñón de Jesús, se puede ascen-der merced a una escalera de material sobre unas arcadas que avanzan so-bre el precipicio, hasta escalar otros tramos tallados en la roca viva. La as-censión es impresionante. Desde la cumbre se observan magníficos pano-ramas,

Esto es lo que queda de San Francisco del Monte, cuyo abandono me-recía ser corregido por un propietario celoso, ya que entre lo abrupto de aquellas sierras los pastores y campesinos cada vez que a él llegan es pa-ra acelerar su ruina,

RAFAEL CASTEJÓN

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Vista general de San Francisco del Monte, tomada desde la escalera del Peñón de jesús.

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Debo expresar mi agradecimiento por la ayuda prestada para compo-ner estas notas, a mis buenos amigos don José de la Torre, que redactó casi enteramente la primera parte de este trabajo, y a don Antonio Carbo-nell, que amablemente me proporcionó las fotografías que lo ilustran.

Para conocer aun mejor, sobre todo desde el punto de vista tradicional y folk-lórico lo que se sabe de este fenecido Convento serrano, he creido conveniente insertar a continuación, en forma de apéndices, diversos escritos desperdigados.

En cuanto al Monasterio Armilatense de San Zoilo, no he querido reco-ger notas para el mismo, porque ello será objeto de otro trabajo. Baste recordar, para orientar respeto a su situación, que lo mas atinado respecto al mismo fué señalado en un interesante artículo del P. Fita (1) acerca de una lápida mozárabe hallada en el sitio de los Conventillos, finca del Re-tamalejo, inmediata a estos lugares, y que nosotros no hemos explorado aún.

(1). Boletín de la tt,eal Academia de la Historia, diciembre, 1914, página 557.

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APENDICE I

San Francisco del Monte CATASTRO DEL MARQUES DE L ENSENADA. — Registro de haciendas de eclesiásticos de la villa de Adam ug. —

Año 1752.—Folios 161 v. - a 167.

(El combento de San Francisco del Monte, orden de recoletos, extramuros de esta villa, distante de ella legua y media, disfruta extraclausa: Una pieza de tierra de re-gadío por azequia, distante de dicho combento un tiro de bala, con una casa de teja que tiene un quarto bajo para habitazión del religioso hortelano, con quatro baras de frente y ocho de fondo. Consta de doze celemines de cuerda maior de buena calidad en su espezie, poblados en toda su estensión de hortaliza, y entre ésta ss hallan plan-tados diez y seis granados pequeños, cinco plantones de nogal, ocho posturas de parras, seis de naranjo agrio y uno de membrillo, que todos podrán fructificar de aquí a ocho años regulados vnos con otros. Confronta por todas partes con tierras de que vsa el expresado combento para los ejercizios de sus religiosos, y su figura es la del marjen.

Media legua legal de tierra, que compone vn mill quatrocientas veinte y siete fane• negas de cuerda maior en los montes realengos, de que vsa el referido combente en virtud de Provisión de la Real Chanzillería de Granada, y solo cirven para desaogo de los religiosos y quietud en los ejercizios y asimismo para pasto de los carneros que sirven para el avasto de él, por estar toda poblada de monte bajo; y a distanzia de vn tiro de bala del combento se hallan varias hermitas para ejercizio de los religiosos. Confronta a Levante con la fuente que está al extremo del sitio que llaman Navalen-gua, a Poniente con la Cruz del Cerro del Retamalejo, y al Norte con el sitio del Puer-to de los Morenos y al Sur con el pozuelo del Valle, todos montes reales.

Una memoria perpetua de diez arrovas de vino que valen cincuenta reales vellón y están cargadas sobre vn lagar y viña en el pago de Navaredonda, término de esta vi-lla, que posee la fábrica de su parroquial.

Otra memoria perpetua de quince rreales vellón, valor de vna arroya de azeite, que está impuesta sobre vn molino de fabricarle que posee don Juan Primo, vezino de la villa de Cañete las Torres.

Otra de quinze rreales vellón; valor de vna arroya de azeite, que paga Maria Velas-co, viuda de Manuel del Castillo, y está impuesta sobre los vienes del vínculo que posee.

Otra de vna arroya de azeite, que paga don Antonio Primo, vezino de esta villa, impuesta sobre los vienes del vínculo que posee, regulado su valor quinze rrerles ve-llón.

Otra de vna arroya de aceite, que paga annualmente don Jazinto Camacho, vezino de la villa de Montoro, cargada sobre los vienes del vínculo que fundó don Antonio de Moya, y posee, regulado su valor en quinze rreales vellón.

Otra de vna arroya de azeite, cargada sobre los vienes del vínculo que fundó don Antonio de Moya y posee don Francisco Diego Obrero, vezino de la villa de Montoro regulado su valor en quinze rreales.

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El púlpito del refectorio.

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APENDICE II

Caso acaecido en San Francisco

del Monte con una mula

Capítulo XXIX de las «Casos Raros de Córdoba,

Dista cuatro leguas de este ciudad por la parte de la Sierra, un convento de reto lección del Orden de San Francisco que dicen del Monte, fundado por Martín Fernán-dez de Andújar, caballero principal de Córdoba, el afio de 1.394, en medio de una sie -

rra que fuera nunca el acabar de ponderar la aspereza del sitio. En este pobre convento, taller de santos, se ofreció por el afio de 1,513, que estan-

do un día la comunidad sin tener cosa que comer, ni menos donde arbitrar, el prela-do, dadas que fueeon las once, hora consueta para comer, tocó al refectorio:

El refitolero, que oyó la campana, se fué al padre guardián diciéndole.—,6A que toca vuestra paternidad a comer cuando sabe que la comunidad no tiene de québ.

El padre guardián le respondió:—cNo tenga pena de lo hecho que Dios proveerá,. Con esta confianza entró la comunidad a celebrar aquel acto en la forma que lo ha-

cen cada día. Punto aquí. Y vamos a que, en el mismo día a la hora de las once, salió de Córdo-

ba el panadero que daba el pan al convente de San Gerónimo, distante de esta ciudad un legua, con una mula en la que portaba pan para que aquella noche comiesen los religiosos y para que comiesen otro día, siendo este el modo que guardaba la comuni-dad.

En la misma puerta de Gallegos el panadero dejó ir la mula delante, y el se quedó en parla con un amigo, la cual fenecida, echó a andar, cierto de que la mula seguiría el camino por la costumbre diaria que tenía.

Llegó el homLre a la Albaida, viendo que par toda su planicie no descubría su bes-tia, entró en sospecha y volviose atrás, ha hacer diligencia de ella.

Preguntaba a todos y nadie le daba luz, siendo tanto lo que se molió con su busca que, cansado y sin esperanza, se fué al convento, en el que dió cuenta al prior de lo suctdido, asegurándole que según las diligencias que había hecho de la mu'a, tenía por cierto habérsela tragado la tierra.

El prior bajó a la ciudad, avisó a - ' la justicia, esta mandó pregonar la

mula, ofreciendo premio al que su-piese de ella cuya diligencia no pro-dujo efecto alguno.

Volvamos al convento del Monte, (Apunte de una fotografía) donde admiramos lo estupendo del

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prodigio, y fué que, cuando en aquella santa casa estaba diciendo la comunidad el sal. mo 'De profundis, por los bienhechores, que es el que da principio al acto del refec torio, se oyeron disformes y apresurados golpes que daban en la portería.

A ellos acudió el portero y apenas abrió el postigo entró una mula con unos cofines, la que paró en la puerta del refectorio.

El portero salió a ver quien era el que traía la mula, y no vió a nadie. Pasó mas afuera, y no encontró el arriero.

Sabedor el Guardián de como estaba allí aquella mula cargada de pan, mandó se des cargase y distribuyese en el refectorio.

Preguntó al portero quien había venido con aquella mula y donde estaba para ver-lo, y saber quien enviaba la limosna, a lo que respondió no haber visto a nadie, aun-que salió hasta el valle.

El guardián con sus religiosos, hechos cargo del prodigio que la divina Magestad había obrado con ellos, fueron a la iglesia, donde dieron gracias. Después mandó que la mula la custodiasen y cuidasen, hasta tanto que se descubriese su dueño, y para mas pronto inquirirlo, lo encargó a los religiosos que salen a postular por los lugares, no adelantándose nada con la diligencia.

Pasados que fueron algunos dias, vino el padre Guardián a Córdoba, a donde por cosa nueva le fué contado el chasco de haber robado al convento de San Gerónimo el pan pala la comunidad, y la mula en que lo llevaban, y por mas diligencias que ha-bían practicado, ne encontraban el paradero de nada.

El santo prelado, hecho cargo de la conversación, preguntó a los circunstantes si se decían las señas de la mula.

Diéronselas, y actuado de ser la que estaba en su convento, se avistó con el prior de San Gerónimo y refiriéndole lo acaecido con el pan y con la mula, quedó absorto, y para ratificarse en el prodigio, llamó al panadero, reconviniéndole de la hora que salió de Córdoba y el día que se perdió la mula.

Se afirmó de que, a las once de él, iba saliendo por la Puerta de Gallegos, siendo la misma hora del propio día en que entró la mula por la portería del convento del Monte.

Divulgose por la ciudad el pasaje, quedando absorta del portento. Trajeron la mu-la al convento de San Gerónimo, y este tributó al del Monte por cierta porción de tri-go, cuya Acción fué muy aplaudida.

APENDICE III (Los siguientes artículos fueron publicados por mí en el «Diario de Córdoba,, con el seudónimo de (Felón el Felani», en los días 11,

12 y 13 de Agosto de 1926 respectivamente.)

san Francisco del Monte

En estas horas calurosas y abrasantes de agosto, unos cuantos amigos, hemos entrado por las fragosidades de la Sierra, morena y brava, en bus-ca del abandonado Convento de San Francisco del Monte.

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Para topografiar bién este lugar, hoy diríamos que se encuentra a mitad de camino entre el Pantano y Adamuz. La llegada a él se verifica, bién por el camino del Pantano del Guadalmellato, dejando aquí los vehicu-los, y andando por fragosos senderos unos ocho kilómetros hacia levante, o bién viniendo de Adamuz una distancia igual hacia poniente.

Los automóviles pueden llegar hasta muy cerca de las ruinas, a cosa de un kilómetro, por caminos particulares que pasando el Puente de la presa del Carpio vienen a rodear Villafranca y se adentran en la Sierra hasta llegar a la Nava grande, a espaldas del convento.

Nosotros, al fin, por Alcolea y el Pantano, y por alturas que descubren los bellos y ascéticos horizontes del interior de la Sierra, hemos llegado a él. Era ya viejo nuestro deseo de visitar el Convento de San Francisco del Monte.

Su historia esta ligada al muzarabismo cordobés por la de su antecesor San Zoilo Armilatense. V de San Francisco salieron venerables monjes que alcanzaron la palma del martirio, como San Pedro de Dueñas y fray Juan de Zetina lo fueron por los moros de Granada. San Francisco Solano vi-vió en este convento. Y, a pesar de su pobreza, alcanzó también la mora-da de estos hijos de Dios, el honor de que el católico Felipe IV pasara en ella las carnestolendas del año 1624.

Hemos alcanzado el Convento en plenas horas de siesta, cuando solo algunas ligeras bocanadas de poniente extremecian la copa de los cipre-ses solitarios que aún rodean y se esparcen por aquellos lugares.

La construcción principal, el verdadero Convento es una lastimosa rui-na, en la que se vé la impia y brutal mano del hombre sacando materia-les o buscando tesoros.

Va solo quedan algunos lienzos de pared, la planta de las edificaciones principales, algunos rincones del delicioso claustro, el púlpito del refecto-rio, señales de algún altar. Todo destrozado, injuriado.

¿Que impías manos han hollado la veneración y pureza de este lugar que desde el siglo catorce en que fué fundado, duró hasta la exclaustra-ción del año 1838, o sea durante unos cinco siglos?. Todo allí es aban-dono silencio, y profanación.

Al pié del Convento se abre un profundo y abrupto barranco, que re-cuerda el del Monasterio de los Angeles en Hornachuelos. En su fondo se ofrece el regalo húmedo y verdeante de una huertecita, con un corro de cipreses centenarios.

A la espalda, tres ingentes y enhiestos cerros, de cortaduras verticales, los peñones del Convento, tienen en su coronación, verdadero nido de aguilas, unas ermititas unicelulares, parvas, desmanteladas,

¡Que abandono, que renunciación, que retiro! San Francisco del Monte sería hoy, debería serlo un lugar de visita, apesar de su apartamiento de los caminos corrientes.

Allí se aprende y se venera. Hasta la humilde fontana de los huertecitos aledaños, que ya sale medio perdida entre un yerbazal de mastranzos olo-rosos, rimando eternamente su quedo murmullo, es otra renunciación a la esperanza del lugar, ilusionada en éxtasis hacia la pureza grandiosa y so-lemne del azul infinito.

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E l Armilatense

Nuestra caminata por los vericuetos de la Sierra no era buscando las ruinas de San Francisco del Monte, sino mas bien la de San Zoilo Artnila-tense, el desaparecido monasterio muzárabe, existente en fragosos parajes de la Sierra durante el tiempo de la dominación musulmana.

Sabido es que, en los mas esplendorosos tiempos del Califato Cordo-bés, nuestra Sierra estaba poblada de monasterios con religiosos de ambos sexos, que, al par que ricos, eran focos de intensa fé, De ellos venían a Córdoba para ofrecerse espontáneamente al martirio, inflamados en ardo-rosa fé, casí todos los santos qne integran el martirologio cordobés de esa época.

Uno de los mas célebres y apartados, era el de San Zoilo, apellidado Ar-milatense, del rio Armílatus, que desde dichos tiempos musulmanes se llamó Guadalmellato.

El monasterio Armilatense, cercano al rio, tenía en este uno de sus me-dios de vida, pues según cuenta San Eulogio, los monjes salían a pescar a un claro remanso que allí formaba la corriente y capturaban abundante pesca.

No se sabe exactamente cuando quedó abandonado el monasterio Armi-latense, y lo más lógico es suponer que vivió con diversas vicisitudes, has-

Peñón de Jesús. con la escalera que permite ascender a su cumbre, en la que existen las ruinas de una ermitilla.

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ta las persecuciones religiosas de los almohades, época en que desaparece casi en absoluto el cristianismo en Andalucía.

Cuando en el siglo XIV un piadoso habitante de Córdoba dona terre-nos para fundar un monasterio por aquellos parajes y se funda San Fran-cisco del Monte, no se hace sobre las ruinas del Armilatense, sinó mas de una milla retirado de aquel lugar, casi unos tres kilómetros próximamen-te. Del Armilatense solo se aprovecharon entonces algunas piedras y co-lumnas que se transportaron al nuevo convento.

En nuestra búsqueda del Armilatense no hemos hallado vestigios con-cluyentes del mismo. Pero al pie, de una grandiosa peña, en la que se abre una cueva, y ocupando un alegre vallezuelo que desemboca a poco trecho en el Guadalmellato datos todos que coinciden con los relatos de la épo-ca, hay una huerta llamada de antiguo de los Minguiantes que bien pudie-ra ocupar el lugar que ocupó San Zoilo Armilatense.

Allí no hay piedras, ni columnas, ni dato arqueológico alguno. Es una modesta huertecita, con la humilde casa del hortelano rodeada de higue-ras y granados.

Pero tiene un manantial en la ladera del Monte, con señales indudables de estar labrado de vieja fecha, y cuyo alumbramiento en la peña viva es-tá tallado en arco de herradura, por el que puede entrar un hombre, con señales de viejo arcaismo.

No hay mas. Pero aquel arquito de herradura, por el que solo sale la linfa cristalina desde hace muchos siglos formando unas tobas caprichosas, es toda la señal de peremnidad que nos ha hecho suponer que allí estuvo emplazado el monasterio Armilatense, del que salieron monjes, santos y mártires. Allí estuvo aprisionada muchos años, en breves pero apasionan-tes retazos la historia de Córdoba, de su suelo y de sus hechos.

Los Peñones del Convento

¿Nos perdonará el lector que aun hablemos de San Francisco del Mon-te? Bien merece su soledad, su abandono, su ruina, que le dediquemos otro dia.

Nos mueve a ello un secreto afán de reparación. De otros monasterios y ruinas como lo fué hasta hace pocos años el de San Jerónimo, todos los literatos cordobeses hablaban y escribían. De su ambiente, de su claustro, de sus encantos sin par, las plumas cordobesas hacían loas a porfía. Pero de este pobre monasterio de San Francisco del Monte, mas pobre, mas abandonado, mas encerrado en la lejanía abrupta de los montes marianos, no habla casi ningún escritor contemporáneo. Para encontrar alguna leja-na referencia del recoleto convento franciscano, hay que acudir a las viejas historias eclesiásticas, que dan parva cuenta de su fundación, de su vida, de su muerte.

Merece, sin embargo, la piadosa ruina, que nos entretengamos en ella breves momentos todavía y especialmente en sus alrededores.

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San Francisco del Monte está rodeado de esos humildes huertecitos con-ventuales que encierran rústicos tapiales y que solo tienen la serena eleva-ción de un ciprés.

Sobre algún collado y sombreada también por un ciprés centenario, se erguía una arrogante cruz de piedra roja arenisca, de la que apenas si se recojen algunos restos esparcidos por el suelo. La barbarie ha triunfado allí bien a su sabor. Desde aquel collado y por las barrancadas que se abren en los montes, se divisa la campiña cordobesa en la lejanía amari-llenta.

También hay en aquellos alrededores un albercón grande, espacioso, untado de betún rojo en su interior como los estanques árabes. Los cam-pesinos le llaman «la baña de los frailes; el buen caudal de agua que lo abastecía, casi perdido hoy, tenía una derivación hacia el convento.

Pero lo mas interesante y hermoso de aquellos lugares, mas aun que el mismo convento, son tres arrogantes picachos, tajantes como agujas de piedra, a cuya falda el convento está asentado. Son los peñones del con-vento.

Le dan al paisaje una braveza y una arrogancia temerosas. El del centro, el mas encumbrado, es el peñón de Jesús. Los otros tendrían también nom-bres sacros que los campesinos no conocen.

Y sobre la cima de ellos, se levantan sendas ermitillas destechadas y también ruinosas, oteantes de los cuatro puntos cardinales en una gran extensión, que se prolonga por gran parte de la provincia.

La ascención a los picachos es de un turismo atrayente y peligroso. En la misma piedra viva, todo el peñón es una tajante aguja, la mano pa-ciente de los frailes fué tallando peldaño a peldaño la larga escalera que alcanza el pináculo del monte. V allí donde la piedra está cortada a pico y fué en absoluto imposible tallar la escalera en la roca, se hizo una obra de material de ladrillo, sobre atrevidos arcos semicirculares que desafían el precipicio sobre los que hay que cruzar en ascensión difícil y emocionante.

Cada año que pasa la ascensión a los peñones será mas difícil. Los rús-ticos barandales de la escalera están siendo destruidos, las ermitas de las cumbres cada vez mas arrasadas.

Desde la cumbre tan penosa y arriesgadoramente ganada, en la que los vientos baten con furia azotadora, se descubren bellos panoramas y senti-dos paisajes. Al pie de los peñones, casi a vista de pájaro, el arruinado convento, con sus naves destechadas, los vantanitas ciegas, la rústica espa-dáña que servía de campanario, los huertos circundantes llenos de male-za, los austeros y solitarios cipreses.

A lo lejos, montes y barrancadas y lejanías abruptas, que desde un vio-leta intenso van degradando hacia un neblinoso azul, que se pierde en la calígine ardorosa de agosto.

Adios, San Francisco del Monte. Fuimos a buscarte con el ilusionado ardor de unos místicos peregrinos, y te abandonamos, perdido en las fra-gosidades serranas, dejando en el ascético perfume de tus solitarias rui-nas, eon una gozosa endecha a tus recuerdos, un desolado rezo a tu triste presente.

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Corduden,u: jpar.m..,, fib;u)Iiint,f,lieltrri, etFruliuosi,

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APENDICE IV

En el tomo señalado con el número 257 del Catálogo de la Comisión de Monumen

tos de Córdoba, perteneciente a la colección de don José Vázquez Venegas, intere-santísima por la compilación de trabajos y documentos referentes a la historia de

Córdoba, se halla la siguiente nota, que trascribimos íntegra. Respecto a su autor, don

Francisco Baquera de Torquemada, no encontramos dato alguno en el Catálogo bio-gráfico de escritores de la provincia y diócesis de Córdoba, por don Rafael Ramírez de Arellano. Madrid. 1922. Nosotros la trascribimos por cuanto pudieran tener algunos

datos cierto valor para la ubicación de determinados monasterios, cuyo rastro ha des

aparecido del todo. Acompaña al citado extracto de la obra del Beneficiado Baquera de Torquemada

un curioso dibujo a pluma, que hemos hecho reproducir fotográficamente y que in-sertamos adjunto, en el que se han colccado los diversos Monasterios de que se tiene

noticia de su existencia, según la orientación y situación de los mismos a tenor de co-mo se entendía en el siglo XVIII,

Descripción geográfica de los lugares de los antiguos Monasterios de la orden o regla de San Basilio el Magno, esparcidos por la Sierra de Córdoba; o de San

Agustín, San Isidoro y Fructuoso.

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Notizia de los Monasterios de la Sierra de Corcova

y de los Santos Mártires que vivieron en ellos,

y Memorias suias que se han podido descubrir

Notas de la Obra que dexó trabaxada Dn. Francisco Baquera de Torquemada, Beneñzizdo de la Parroquia) de San Pedro de esta ciudad de Córdova, en que trata de los Mouasterios que hubo en la Sierra de ella, y probando que fueron de la Orden de San Basilio.

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NOTA

El Monasterio de la Peña Melaria, dedicado al Salvador del Mundo, Jesucristo Se-ñor Nuestro, fué fundado de los Nobilísimos Padres de la esclarecida Virgen y Már-tir Santa Pomposa, por los años, según parece, de 826. Fué Monasterio duplex, so brescrito que manifiesta ser del Orden de San Basilio.

Presidió en él el Abad Félix, amigo de San Eulogio, exerciendo el sacerdocio, para el ministerio de su Iglesia, el Monge San Fandila, siendo sus combentuales e hijos, San Pedro Mártir compañero de San Amador, y la dicha Santa Pomposa.

Fué asimismo enriquecido con los cuerpos de los Santos Jorge, Diácono (que era consiguiente, siendo Monge Basilio, se apoderasen de é los Monges de su Instituto) ,

San Aurelio y el sobredicho San Pedro, con más la cabeza de Santa Sabigoto, que fue ron sepultados en él; de las cuales, esta y 'os dos primeros, con permiso del Obispo de Córdoba, Saulo, y de el Abad Sansón, que era de este Monasterio, fueron llevados por los Monjes Usuardo y Olibardo a París, y colocados en el Monasterio de San Ger-mán, que era del Orden de San Basilio, lo que aconteció el año de 868, quedándose en su rezinto el referido San Pedro, el que, si no fué trasladado cuando la destrucción del Monasterio, es consiguiente quedó y permanece donde lo sepultaron.

El lugar de este Monasterio no admite duda que es al pie de la Peña Melaria, que está por cima de la Albayda, contigua a la Huerta de les Ventanas, que es propia de los Padres Calzados de la SSmna. Trinidad, y una legua distante de la Ciudad, señ,les todas que parece explican la mente de San Eulogio, que siguieron Morales y el Padre Roa, sin que se pueda equivocar este sitio con otro, pues aunque cerca de lo dicho hay otro Peñasco donde labran las Abejas su melifizio, como en esta llo hazen de presente y hemos visto con bastante atención, siendo las Abejas que la habitan mas pequeñas y diligentes que las domésticas, la distancia y el apellidarse su Peña, Abejera, desdi-cen mucho para no conjeturar si no es este.

Además de lo dicho, para prueba de ello, se han hallado por este lugar, principal-mente cavando una viña, que está por cima de la Peña, huesos humanos, con otros rastros de Edifizio antiguo; y la Atargea que vomita el agua para el riego de dicha Huerta, es de tan notable hechura que tiene en lo interior algunas quadras de consi-derab'e grandeza, denotando en su fábrica ser obra arábiga, y haberse hecho para

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Hac'.eada de mayor magnitud que a la que ahora sirve, sin duda para el abasto de la Comunidad de dicho Monasterio; asimismo, en su collado, sobre a misma Peña, se conocen los fundamentos de una Atalaya, que podemos juzgar que los Moros, habin-do demolido el Monasterio, y desterrado de allí sus moradores, como dice Morales, por quitarles las ricas posesiones en que estaban fundados, que se ve claro en este la edificaron para hazer sus zentinelas, no volviesen los Monjes con la devoción o natu-ral cariño, a introducirse en aquel sitio.

Hemos oydo a uno que, apacentando sus yeguas en aquel sitio, habiendo una de las mes robustas y sana, echándose a rebolcar como suelen, al primer buelco se que-dó muerta. No ignoraba el tal la notizia de aquel lugar, y así, atendiendo a la sanidad que antes gozaba el animal le dió harto en que entender el caso; que bien pudo com-prender, por aquel indizio, de no ser aquel sitio para conculcado.

MDttQafQtÍo be tDa 5QYYtD9 3u9to LJ Pastor -;-

NOTA

El Monasterio de loe Santos Justo y Pastor, estaba situado en lo interior de la Sie-rra de Córdoba, entre las crestas de unos Montes y encrespadas breñas de aquel ga-rage que por lo áspero llamaban Fraga, cerca del lugar Leyu.ense.

Frió hijo de este Monasterio el Mártir San Leovigildo, culo sitio es el mismo que apuntó Morales, aunque sin distinguir si sería el de este Monasterio, o el de San Mar-tín de Rojana, pero habiendo ya fundamento muy formal que expone la situación de Can Martín, resta que el sitio que notó Morales indiferente, sea el de San Justo y Pastor.

El lugar donde el Chronista opina, es una viña, al pago de la Alfayate, media legua de Villaviciosa, y algo mas de seis leguas de Córdoba, donde parecían en su tiempo, rastros de grueso edifizio; en la qua' se halló un sepulcro quadrado, hecho de ladri-llo, y en la pared que miraba al Or iente, una piedra fixada de jaspe blanco, como una tercia de largo y peco menos de ancho, a modo de lámina, ea la qual estaba grabada la inscrip:•ión siguiente: (1)

OBIIT FAMVLVS DEI CISCLVS SUB DIE III

KALENDAS APRLS ERA. T. V.

(1). Existen al margen sendas notas escritas de puño y letra de los mencionados, que dicen res-pectivamente: «Esta piedra se ha podido hallar y fué traída al Gabinete del Sr. Dn Joseph Vazquez Venegas en el Dia Jueves 30 de Abril de 1772». Y luego expone dudas respecto a si la Era es T X, o T V. La otra dice: «Esta piedra se perdió después y habiéndose hallado la llevó al Colegio de la Asun-ción D. Luis M. Ramírez de lás Casas Deza». Al fin"l del trabajo, dice Vázquez Venegas: «Notta. Ha-biendo podido recojer y colocar en mi Gabinete la Piedra del siervo de Dios Cisclo, la copiaré y pon-dré aquí los caracteres que conserva.

Ob`T FAMVLVS DEI CISCLVS SVb DIE III

KALEN APRILIS ERA.- T X

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Por lo que es cosa llana y en que no puede haber duda, de donde se halló este se-pulcro había Iglesia, y al menos en bu Cementerio; pues a este siervo de Dios Azis-clo, no es creible lo enterrasen en otra parte, mayormente guando a los Mártires, aun dudando muchos si verdaderamente lo eran, estando sus cuerpos guardados, los roba-ban los christianos para darles decente sepulchro, como lo refiere San Eulogio; no pa-rece según la expresión del epitafio, era de menos virtud este, y por tanto le hizo y dió tan honrado sepulchro.

Por todo lo cual, atendidas las circunstancias de este sitio, sus ruinas, haber habi-do Iglesia en él, y la cercanía sino a Villaviciosa por moderna, y de Valdesenico, lu-gar bien antiguo destruido, que sin duda fué el de Leyulense, y la distancia de Cór-doba, pues viene a ser de lo mas interior de su Montaña claramente se perzibe haber sido el sitio de este Monasterio; y aunque pareze hay alguna diferenzia entre la dis, tancia en que lo coloca San Eulogio y Morales, con todo esto es de ninguna atención pues como no fueron Geómetras, dixeron en este particular la distancia que común-mente se decía había desde esta Ciudad a este Monasterio, o ahora a este sitio des-poblado.

Esta Lápida es una de les mas notables que se han hallado, por usar en elle, como observó Morales, en su era, de la T, por Millar, con lo que se comprueban otras anti-guallas. Cuando se halló, se traxó a la Iglesia de San Pedro, donde se guardaba, pero hoy día, por mas que la hemos buscado, no se ha podido encontrar, y solo tenemos indi-cio de estar sirviendo de ara en alguno de los Altares o Sagrarios pequeños de dicha Iglesia; aunque para nuestro asunto es mas notable, la circunstancia de este Monas-terio en el año %7 (1), que es el que la dicha Piedra cita; no obstante las persecucio-nes y calamidades que padecían los christianos a la sazón en esta Andaluza.

Además de lo dicho en razón de ser este lugar el del Monasterio que decimos, indu-ce grabe presagio, que persuade de la santidad dél y su cercanía, la elección que de ella hizo para su morada por su SS, la Virgen de Nuestra Señora por medio de su Imagen de Villaviciosa, tomando por instrumento de tan acertada elección, a su fiel devoto y conductor Fernando, de exercicio Vaquero, quien con no menor fortuna que logró el buen Ladrón escalar el Paraiso, así, este, lleno de fervor y compadecido con aquel aviso del desprecio que padecía esta Santa Imagen, la robó, y con tan feliz hur-to aportó a la cercanía del sitio que llevamos dicho, al qual lo conduxo sin duda la mis -ma Señora, respecto lo aficionada que se mostró a este Parage con los repetidos mila-gros que obró, reintucíndose a él en las ocasiones de haber querido volverla a colocar en su antiguo lugar y Hermita de Villaviciosa en Portugal, sin otros que se pueden ver en el Tratado que de esta Imagen Ssma. estampó el Lizenciado Valenzuela, quien, aunque dice que el tal Vaquero Fernando era castellano, no podemos dexar de per-suadirnos que este santo hombre fué natural de Córdoba, pues de no ser assí y haber-se acomodalo en su Plaza para exercer su oficio pastoril en el contorno donde colocó a esta Sra. parece fué franco su destino, no siendo todo dirigido del Cielo. Asimismo pudiéramos presumir por el título de este Monasterio, que era del Orden de San Fructuoso, acaso por llamarse assí el Prinzipal que el Santo fundó.

(1). Refiriéndose a la era 1005, o de 972 refiriéndose a lade 1010, que parece ser la lectura exacta se-gún nota anterior.

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Mottaeferiv CtbC1YIP1taP

NOTA

El Sagrado y siempre Venerable Monasterio Tabanense, teatro de virtud tan exce-lente, que compitió en celcitud con el otro Tabanr nse que edificó en la Tebaida el Santo Abad Pacomio, fué reedificado por el año de (1), por los Ilustres Caballeros He -remías e Isabel su consorte, los cuales concluida la obra, habiendo rezibido el Institu -to Monástico de San Emilio, se retiraron a él con algunos Deudos y Monjes de no menor espíritu que ellos. Depositó el Sto. Heremías las Abadías de este Sto. Monas-terio, por ser duplex, en los dos hermanos Martín su cuñado y Elisabet su esposa, confiriéndole a aquel el gobierno de los Monjes, y a esta el de las Monjas.

Fueron hijos de esta Sta. casa los Gloriosos Mártires San Isac y San Fandila, a quien inbudió en mismo fundador San Heremías; asimismo a las Santas Vírgenes y Mártires Digna y Columba. Fué ennoblecido y santificado e3te Monasterio con la pre

sencia de la Virgen y Mártir Santa Agata, y con la del Sto. Diácono Jorje, Monje Ba, silfo, pues en él le sobrevino milagrosamente la suerte de Mártir; y con la frecuencia de San Aurelio y Sta. Sabigoto, pues en él dexaron depositadas sus dos queridas hi-jas Maria y Felicia, raro exemplo de agudeza, guando se resolvieron a padecer marti -rio. Tenía, pues, este dichoso Monasterio su asiento junto a un lugarito llamado Taba -nos (por el qual se apellidó Tabanense), en un Parage de la Sierra bien áspero, al lado Aquilonar de Córdoba, distante de ella dos leguas a corta diferenzia.

De el sitio de este Monasterio, que no fuera tan glorioso a ser menos divino en lo in vestigable, no se han hallado señas más fixas para rastrearlo, que las palabras antedi. chas de San Eulogio, las que seguidas en todo venimos a hallar que el sitio de est e

Monasterio, poco más o menos, fué en todo el ámbito de la Dehesa de la Alcaydia, pues todo aquel Parage es el lado aquilonar de Córdoba, orizonte que el Sto. previe -ne, y distante de ella quasi lo mismo.

Esta observación de las palabras del Sto Doctor se comprueba con más evidencia, atendiendo assí a la opinión que siguen muchos que fué Villa la Alcaydia, a las rui-nas que se ven en ella, allá contra Valseguido, las que, registradas con todo cuidado, muestran haber sido cantidad de posesiones pequeñas muy juntas, que incorporadas venían a componer una poblazión de las que llamamos cortijadas parte que parece tu-vo el citado lugar de Tabanos, pues a ser más populoso, es cierto que hubiera más gruesos vestigios.

Aunque Morales dice que este Monasterio estuvo al Septentrión, no parece contra. dice lo que llevamos dicho, porque nuestro Santo Doctor, cuando usa de esta palabr a no comprehende solamente el lado que rectamente cae al Norte, si no es los dos dex, tro y sinistro, conviene a saber, cierzo y aquilón. La razón es porque cuando el Sto. habla del Monasterio de Peñamelaria, dice estar al Septentrión, y no por esto está rec-tamente al norte, siendo el cierzo; lado de este clima.

Este es nuestro sentir en orden al lugar de este Monasterio; pero si alguno juzgare que el lugar de Tabanos fué el Villar, lugar bien antiguo, al presente destruido, no camina muy fuera de razón, respecto de hallarse al septentrión, y dos leguas de Cór -doba.

Asimismo, en la Dehesa de las Nabas llanas, al pago de los Valjondos, se ven otras ruinas de un lugar, que aunque dista de Córdoba tres leguas, está cuasi rectamente

(1). En claro. La rápida vida de este Monasterio tuvo su apogeo por los años 848 a 853.

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al Aquilón, sobre que cada uno podrá hacer el juicio que le pareciera mas ajustado al texto de San Eulogio, pero esto, inspeccionando estos lugares con la atención y cuida-do que, no sin trabajo lo hemos hecho, no una vez sola sino repetidas, informándose al mismo tiempo de los antiguos que frecuentan estos parajes.

Este Monasterio fué destruido por los moros en julio de 863, por cuya razón, los Monjes dél se retiraron a otros Monasterios, y las Monjes se vinieron a la Ciudad, a vivir en una casita que tenían contigua a la parrcquia de San Cipriano, que fué sin duda la que ahora San Andrés, donde vivieron y se conservaron hasta aun después del año de 031, como se dirá mas lato guando se trate de esta Ig'esia.

Mona9fetio be .5an 3étix

NOTA

La Villa de Froniano, patria del bienaventurado San Sabiniano, y su Monasterio de-dicado a San Félix, escuela del mártir San Ubalabonso, y donde presidió el Abad Sal-vador, de buena memoria, estaba en la Sierra de Córdoba, apartado de ella tres le-guas al Occidente, según San Eulogio afirma.

El sitio de este Lugar y Monasterio, aunque ha estado tan sepultado en sus ruinas como en el olvido, y del todo borrado en el conocimento, parece que Dios ha querido hallemos algunos indicios por donde individualizar su situación, que si bien no son infalibles, al menos no desmerecen de la fe humana algún piadoso reconocimiento.

Caminando de Córdoba hacia el dicho horizonte, a distancia de trEs leguas, se en-cuentra en una anchurosa Dehesa que llaman Villalobillos. La etimología de este cog-nomento, aunque lo ignoro, la de Villa evidencio por no pocos rastros que se encuen-tran en ella, de haber servido de población. (Nótese esto porque aunque no se hallara sitio dentro de la Villa de Froniano, no se puede negar estuvo por este parage poco más o menos).

Tiene, pues, esta Dehesa, a un lado, una heredad que apellidan La Porrada, cerca de la cual, y aun en sus mismas tierras, hay un sitio que se dilata hasta sierras rea-lengas sobre unas laderas que derraman al Rio Guadiato, el qual llaman Los Argam-senas, sobre quien se dexan ver dudosa y confusamente esparcidas las ruinas de una poblazión.

Sospechamos que el apellidarse assf este Parage es por hallarse en alguna parte de él, rastros de obra fraguada con argamasa. Assimismo, descendiendo al rio, no frente, si algo más arriba de este sitio, y al pie de un cerro que diremos, se hallan vestigios de una Azeña para el abasto público de este lugar, de lo que nos afirmó un antiguo morador de este Paraje, sabía donde, aunque soterradas con la arena, se con-servan las piedras molares de ella.

Aunque consideradas las ruinas de este sitio y los requisitos que San Eulogio pre-viene de distancia y horizonte que concurren rectamente en él, franquean sobrado fundamento para persuadir haber sido este Lugar area del mismo que juzgamos, con todo esto lo hace más evidente la notizia que tenemos de haber avido un Monasterio por este Paraje. Para lo cual sa ha de advertir desde luego, que, aunque San Eulogio dice del Monasterip de san Félix «quod in eo loco fundatum est', no se ha de enten-der por esto, que estaba el Monasterio incluso en la Villa, sino en el territorio confi-nante della, y esto se comprueba con que ninguno de los otros Monasterios estaba si tuado dentro de Poblazión, sino apartado, aunque poco, de ella.

Dexando a un lado el sitio dicho, y pasado el rio de Guadiato, a pocos pasos se lle-ga adonde se junta con este, por ser más pequeño, el rio Guadiatillo, e inmediatamen-

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te se encuentra un Cerro de crecida grandeza y bastante altura, que llaman del Tri-go, el qual forma con el plan de sus desaliñadas cuestas, quasi una figura y boceles, teniendo su longitud, tirada al norte, y al sur respectivamente, y la falta de su latitud de levante a occidente, estando por este lado vestido de una enmarañada y densa bre ña de diversos vegetales que, texiendo entre sí la apacible confusión de sus floridos ramajes, le adornan, formando la más hermosa gala que se puede admirar en tan her-moso texido, aunque por el lado de levante se halla adusto y con muy poco verdor, bien que regado por todo alrededor de los dos ríos sobredichos. Compónese este mon-te de tres cumbres, de las quales, sobre la irás elevada, donde hace una moderada planizie, es tradición constante, además de verse menudos rastros de un Edifizio y un Algibe (que no pudimos descubrir), que hubo un Monasterio de Monjes, lo que acredi -tan con los sucesos de la Fuente santa que está al pie de este mismo cerro.

La siguiente inscripción gótica está grabada en una piedra que en el año de 1729 fué hallada en el Lagar del Aljibejo, al pago del Monedero, en Sierra de Córdoba, y distante tres leguas y media de esta ciudad, cuya piedra la descubrieron cavando las viñas de dicho lagar, a un tiro de escopeta de la casa de dicha Hazienda; y en el mis-mo sitio se encontraron otras muchas piedras, calaveras y huesos. Y a poco tiempo la hizo traer a su casa Don Pedro Leonardo de Villa y Zeballos, donde existe, uni-dos sus pedazos, que pareze uno, acaso de que se lastimó, o para sacarla, o para traer la a Córdova; y en el reverso de dicha Piedra estaba también grabada una Inscripción romana, que se pondrá después:

Dice en más claro latín: CRAR1TECTA ANTESTIS MARTINI QUOQ MEMBRA HIC BUSTORUM SACRA MORE PONTIF. ET AULA QVI CHRISTO FAMULA-NUS PETIT VITAM ADULECENS MONASTICAM POLLENSQUE REGULARITER EGIT ASTIGITANAM EPISCOPI REXIT IN ARCE ECLESIAM AD EROAS LATUS EST ILLICO NEMPE SCVLTA IN MARMORE ERA NOBIES CENTESIMA SEXA-GESIMA NONA MAIAR III IDUS LECTOR COMMENDA SACRA ET DM PIE ORANDO.

Construcción: Aquí están enterrados según costumbre de los Obispos los sagrados huesos del esclarecido Prelado Martín, el cual por seguir a Cristo abrazó en su moce-dad la vida monástica, y siendo rico la vivió regular y pobremente. Levantó en el si-tio del Alcázar la Iglesia Episcopal de Ecija. Y luego al punto fué llevado al Cielo en_ tre los Santos. Grabose esta inscripción en este mármol a tres de los idus de Mayo (que es a 13 de dicho mes), era 969 (que es año de Cristo de 931). Lector, ruega a Dios y a los Santos.

NOTA. Esta construcción está conforme a la tradizión que corre en Ezija de que la Iglesia Parroquial de San Gil fué parte de ella, o en sitio en el que estaba en lo anti• guo la Catedral o Iglesia Mayor de sus Obispos: está dentro de el Alcázar, que es amu_ rallado, y arrimada cerca del castillo que hay enmedio y dentro de él la Gran Plaza y sitio que hoy sirve de picadero. Y es de advertir que la casa de el Lagar donde se halló esta piedra, aseguran ser muy antigua y que tiene un quarto baxo con la pared de sie-te quartas de grueso en su circunvalación, y que conserva una Alcubilla de Agua muy delgada, con la entrada al modo de Arco de Piedra, y que por adentro es de estado y medio. Por ello, y estar también allí el Lagar de la Rojana, se presume fuese aquel sitio donde estuvo el Monasterio de San Martín de Rojana.

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En el revrreo do dicha Piedra está la Inscripción que se pone fi f: POíTVMIVS A. F.

...AP ACILIANVS

...RAEF. COHORT. II HISP MILIAR. VIT. PR . IMP. ET LEG. XII FVLM

...ROC. PROVINC. ACHAIAE PROCVRATOR

Construcción: Postumine Aulis Filius

Papia (o Sapidia) Acilianus Prefectus cohortis secundi hispaniensis militia Divi Tibi Pretor Imperis (vol Imperatorio) XII fulmis matricis Proconsularis Provincis Achaie

Procurator.

BIBLIOGRAFÍA

MARTÍN DE ROA, Flos Sanetorum, Sevilla, 1615, f. 93.

ENRIQUE FLÓREZ. España Sagrada, tomo X, cap. VII, núm. 36,.

B. SÁNCHEZ DE FERIA. Palestra Sagrada. tomo 1V, pig. 570.

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F. J. SIMONET. Historia de los mozárabes de España, Madrid, 1897-1903,

pág. 335.

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