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  • Lilian Sabina Roque

    Bryseis Socarrs Valds

    Agustn lvarez, Geordanys G. Oconnory Enrique D. Medero Cambeiro

    Cortesa de los archivos de Bohemia y

    Juventud Rebelde

    Luis Bez, 2009

    Sobre la presente edicin:

    Casa Editora Abril, 2009

    978-959-210-552-2

    Casa Editora Abril

    Prado 553 entre Dragones y Teniente Rey,

    La Habana Vieja, Ciudad de La Habana, Cuba

    e-mail: [email protected]

    http://www.editoraabril.cu

    Edicin y correccin:

    Diseo y realizacin:

    Fotos:

  • () yo no conozco ms muerte que una,

    y es la de perder la fe en mis compatriotas,

    y de eso, s que no he de morir.

    JOS MART

    Fidel tiene varios ttulos, pero su autoridad se deriva mejor de lamanera en que el pueblo lo llama: Comandante, o simplemente Fidel.Parece que todos lo han visto en persona alguna vez. Es una especiede jefe de familia.

    No hubiera podido suscitar tanto entusiasmo y lealtad entre loscubanos, si adems de su personalidad no les hubiera ofrecidorealizaciones.

    l ha proyectado esa personalidad en la Cuba revolucionaria, detal manera que afecta a cada ciudadano. No es un hombre en quienlas pasiones personales influyan a la hora de sus decisiones. Abre laspuertas de par en par cuando interrogan al poltico; las cierracuando buscan al hombre.

    Fidel es un hombre de respuestas inmediatas y directas. Sabeexpresar con un gran orden lgico su pensamiento, que acompaacon gestos elegantes. Es mesurado y oportuno. Escucharlo es algoas como sentarse en la ltima fila de una sala enorme y sentir quelos ojos distantes del conferenciante miran directamente a losnuestros.

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  • El detalle es lo que pone en funcionamiento su memoria. Un datominsculo tira de otro y la narracin va ordenndose hasta quedartejida. No hay divagaciones, todo lo contrario, solo el afn de irsesiempre a la realidad, a la verdad. Una fecha, un nombre, que no leviene a los labios, y su faz se ensombrece.

    Es un objetivista nato, hasta tal punto que su persona no aparececasi nunca en su discurso. Circunstancia que da la impresin, desdeel primer momento, de una gran seguridad en s mismo.

    Tiene una manera simple y afable de comportarse, y un intersen los problemas humanos de la gente que lo rodea.

    As es Fidel: tres palabras que ms que una afirmacin, encierranun sinnmero de ancdotas, episodios y vivencias de todos los que dealguna manera han estado en compaa de uno de los estadistas msexcepcionales de todos los tiempos.

    A lo largo de estos 50 aos he tenido el privilegio de estarpresente en la mayora de los actos que ha presidido Fidel, y tengo enmi memoria las grandes concentraciones celebradas en la Plaza de laRevolucin y su desenvolvimiento en las conferencias de prensa.Tambin he tenido la fortuna de acompaarlo en numerosos viajes alexterior.

    Su vida est adornada con detalles legendarios, por eso, la tareade hacer este libro no result fcil, y mucho menos la recopilacin delos materiales, que en su gran mayora eran testimonios dormidospor el paso del tiempo, y solo se encontraban latentes en la memoriade sus protagonistas.

    La ayuda del correo electrnico facilit la comunicacin con losms distantes. La entrevista logr el acercamiento con otros no muylejanos.

    Deportistas, diplomticos, periodistas, cientficos, intelectuales yhombres de pueblo en general son los protagonistas. Sus labioscuentan las memorias y lo inolvidable que result aquel encuentrocon el Comandante en Jefe.

    El deporte logr la medalla de oro. Todos los que en una u otradisciplina defendieron la ensea tricolor, respondieron unnimemente

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  • a mis peticiones sobre el recuento de alguna ancdota imborrable ynica relacionada con Fidel.

    Cuatrocientas trece ancdotas, aunque parezcan insuficientespara la talla del hombre que protagoniza estas pginas, son capacesde perfilar el carcter de nuestro lder.

    Sirva este libro para mostrar toda la humildad, sencillez ymagnitud de quien es, para m, faro de la humanidad y ejemplo derevolucionario en los siglos XX y XXI.

    Los revolucionarios mueven la historia. La historia se debe a losrevolucionarios.

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  • As es Fidel

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    FIDEL Y RALEN LA SIERRA MAESTRA

  • Luis Bez

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    Yo no he visto a nadie y lo digo apoyndome en hechos concretosque haya tenido una voluntad ms grande mientras mayores son lasdificultades, que Fidel. Hay que pensar en el esfuerzo que hubo quehacer para organizar un ataque como el del Cuartel Moncada, y pen-sar en cmo en unas poquitas horas se desvaneci tanta entrega, tantaesperanza, sobre todo tanta sangre.

    Despus vinieron el presidio, el exilio, la organizacin del Granma,la clandestinidad y ocasionalmente la persecucin en Mxico dondeciertamente violamos algunas leyes, pero no contra ese hermano pas,sino porque nos alentaba la liberacin de Cuba; y luego llegamos a lapatria, y tres das despus, en pocas horas, vimos desaparecer de nue-vo todo el esfuerzo acumulado, cayeron decenas de compaeros...Cuando dos semanas despus, el 18 de diciembre de 1956, me encuen-tro con Fidel ya metido en la premontaa de la Sierra Maestra, en unlugar llamado Cinco Palmas, despus del abrazo inicial su primerapregunta fue: Cuntos fusiles traes?. Contest que cinco. Y l resu-mi: Y dos que tengo yo, siete. Ahora s ganamos la guerra.

    Ral Castro Ruz

    Ahora s ganamos la guerra

  • ARTURO ALAPE

  • Arturo AlapeESCRITOR E INVESTIGADOR COLOMBIANO

    T qu quieres? me preguntel Comandante Fidel, en la recep-cin que l brindaba a los delega-dos al Encuentro de Intelectuales

    por la Soberana de los Pueblos. Yo, sorprendido en la mitad del bulli-cio, solo le dije:

    Entregarle el prontuario que usted tiene en Colombia.Por qu? me tom por sorpresa.Sobre su participacin en el 9 de Abril en Bogot...l se ri. Me salud efusivamente, mientras yo trataba de conte-

    ner los impulsos de muchos de los delegados que queran estrechar sumano, expresarle sus sentimientos. La verdad es que me senta extra-o. Yo quera hablar unos pocos minutos con el Comandante sobreuna historia pasada por el calor de treinta y tres aos. Todo habasucedido en 1948 en Bogot. Y a mis espaldas, a empujones los dele-gados esperaban con ansiedad que les abriera paso, queran hablarunos minutos o por lo menos tener delante la figura de Fidel. Terminen mi intento por entregar los documentos que traa a uno de susayudantes. Luego me qued viendo ese ro humano atrado por elimn de la personalidad de Fidel. Era como la atraccin del mar. Lamultitud iba poseda a su encuentro, un roble la esperaba, una fieratranquila al acecho.

    Yo segu repitindome, hasta convencerme, las palabras deun escritor cubano que me haba dicho: Si quieres la entrevista

    Eso va a serdifcil

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  • As es Fidel

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    con Fidel, aprovecha la recepcin de esta noche en Palacio. Plan-tale la cuestin de frente. A l le gusta eso.... El primer intentofue fallido. Recordaba tambin las palabras de Gabo esa tardeen el hotel, cuando le ped que me sirviera de intermediario parapedirle a Fidel la entrevista: La veo difcil, porque Fidel estencabronado de trabajo estos das.

    Si algo ha causado profunda herida, si algo se lleva a cuestascomo el ms terrible dolor en la historia de este siglo en Colombia, ycuando se recuerda es para inundar la conciencia con un mar de la-mentaciones o para desenterrar culpables, es el 9 de Abril. Quieneslo recuerdan, lo miran con el pesimismo de una terrible frustracin.Otros quieren volver la espalda como buscando el inalcanzable olvi-do. Y en todos esos signos de dolor y frustracin, de ver el rostro dela derrota, en una experiencia, implacable en sus resultados fallidos,que dividi la historia reciente de Colombia en dos y abri el caminopara el desangre en una inmediata guerra civil, aparece la figura deun joven estudiante cubano, que viaj a Colombia y vivi tan inten-samente como nuestro pueblo, ese largo da en sus acontecimientos,en su angustiosa lluvia y en sus funestas consecuencias. Ese da costa Colombia miles de muertos, de muertos que se entierran con cual-quier NN y una cruz inequvoca indicando que la tierra ha tragadosus cuerpos.

    Y Fidel se sumergi en esa experiencia como ninguno. Cuando se ha-bla del 9 de Abril o del Bogotazo, sonido fnebre a hecatombe, hay unareferencia inmediata al nombre de Fidel Castro. En estos treinta y cuatroaos, su nombre ha sido perseguido con la saa del dedo que acusa yseala y escribe en lingotes que claman venganza. Para la prensa con-servadora, para el Partido Conservador y para muchos liberales queolvidaron sus ideas, Fidel, a sus veintin aos, como agente del comunis-mo internacional, fue el organizador de lo sucedido. Como si la furia y eldolor de un pueblo que ve morir sus esperanzas de una mejor vida, al caerasesinado el hombre en que crea, se pudiera llevar de un da para otro, enla maleta, en una visita que hizo el estudiante cubano al pas.

    Y la versin, la definitiva y verdadera solo poda salir de boca delprotagonista. Por eso volv a la fila de quienes queran estrechar la

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    mano y saludar a Fidel, esa noche en el Palacio de la Revolucin. Laansiedad no dejaba de perseguirme.

    Fidel no se sorprendi al verme de nuevo:T de nuevo! Ahora qu quieres?Que me d la entrevista, Comandante. La entrevista sobre

    el 9 de Abril.Eso va a ser difcil.Pero en sus palabras sent que era posible. Fidel siente como suya,

    esa historia, esos das de abril que vivi en Bogot. Entonces volv miinsistencia sobre Gabo, que en ese momento estaba cerca de Fidel,Gabo dijo: Har lo posible para conseguirla.

    Al da siguiente por la noche, en uno de los corredores del Haba-na Riviera, Gabo solt una lejana esperanza: Esta noche voy a vera Fidel. Voy a decirle que si no es posible la entrevista, que entonceste entregue las grabaciones, que estn en los archivos de historia....

    Esa maana vi a Gabo metido de cuerpo entero en su overol demecnico, y entre su bigote medio encanecido, mostrando sus dientesque taladran palabras, me dijo as no ms, sin prembulos:

    Fidel quiere que te quedes. No desea que te lleves los documen-tos. Quiere realizar la entrevista contigo. Me pidi que yo est presen-te para que le ayude a aclarar algunos detalles de su visita...

    La verdad es que salt sobre mis propios resortes internos. Co-menz la espera. Dos semanas que se fueron acortando a medida queiba terminando el otro evento: la Conferencia Interparlamentariaque se realizaba en La Habana por esos das. Entre la noche y losdas en que se explaya la maravillosa brisa que trae el mar, choca ydisuelve su existencia contra el malecn. Y siempre las palabras deGabo: No desespere. Fidel manda a decir que tiene en cuenta tuentrevista. Sigue muy encabronado con el trabajo de atender laInterparlamentaria.... Gabo se fue a Mxico con Mercedes. Al des-pedirse me dijo: Esta tarde tienes noticias..., y se fue portando unretrato an fresco, al leo, que la noche anterior le haba pintadoGuayasamn. Esa noche recib un mensaje: Favor estar localizadopara la entrevista. A las dos de la tarde. Da veinticinco de septiem-bre. Firmado, Nez Jimnez.

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    ()Fue regresar al tiempo y esos treinta y tres aos se volvieron pre-

    sentes en su voz. Me haba enfrentado a la maravillosa mquina quees la memoria de Fidel. La entrevista comenzaba a las diez y media dela noche.

    ()El da haba madrugado y Fidel segua narrando, incansable.

    Eran las tres y media de la maana. Culminaba la entrevista. Nun-ca haba tenido una experiencia tan hermosa de confrontacin in-tensa y dramtica con la memoria de un hombre. Fidel hizo que nosadentrramos, con la facilidad de la carrera de un nio, a ese tnelfascinante y entraable de su memoria, y sin tiempo para respirar,caminamos sorprendidos como alcanzando las huellas de sus pala-bras. Sent ms que nunca, cmo la memoria de Fidel es el gran roque inunda con sus aguas el lomo de nuestro continente, y el9 de Abril, es una fecha memorable para l y para nosotros los co-lombianos.

    Arturo Alape: Fidel Castro y el Bogotazo, Casa Editora Abril, Ciudad de La Habana,Cuba, 2008, pp. 7-11, 86-87.

    Orlando AlmaguerVidalGENERAL DE DIVISIN CUBANO

    Estbamos reunidos con el Co-mandante en Jefe en La Habanacuando lleg una informacin pro-cedente de Luanda en la que se co-municaba que el Puesto de Man-do en Cabinda, incluyendo a su

    jefe, el General de Cuerpo de Ejrcito Ramn Espinosa, haba cado enun campo de minas.

    Los comandantes de la Revolucin, Ramiro Valds y GuillermoGarca, tambin presentes, nos plantearon:

    La cada de uncombatiente es

    para m la muertede un hijo

  • Luis Bez

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    No se lo entreguen ahora, l est contento.Despus de varias horas de conversacin, Ramiro le coment:Comandante, nuestra historia con tantos hechos, con tantas ac-

    ciones combativas importantes; muchos compaeros mueren, caen enla lucha. Ahora mismo, acaba de llegar un cable de Angola.

    Se qued mirando fijo a Ramiro. Cogi el telefonema. Lo ley. Selevant. Comenz a dar pasos de un lugar a otro. Sin dejar de caminarnos manifest:

    Nosotros no somos un ejrcito regular, somos un ejrcito guerri-llero, un ejrcito mamb, y los mambises, cuando el jefe acta, no puedenllevar su puesto de mando completo, tienen que escalonarse.

    Entonces, el General de Cuerpo de Ejrcito Joaqun Quintas le ex-pres:

    Comandante, Espinosa hizo todo lo que tena que hacer, man-d todos los medios que tena que enviar delante, el barreminas, to-dos los recursos. Yo lo hubiera hecho igual, permtame ir a restable-cer el mando all.

    El Comandante dijo:Vamos a analizar se retir hacia un pequeo despacho. Nos

    mand a buscar uno a uno.Habl personalmente con cada uno de nosotros. A m me pregunt:Cuntos aos tienes?, cuntos hijos? No pueden andar por las

    carreteras. Tienen que cuidarse. La cada de un combatiente es param la muerte de un hijo.

    Recuerdo narrado al autor, Ciudad de La Habana, Cuba, 1996.

    Carlos AltamiranoPOLTICO CHILENO

    Cloro (Clodomiro Almeida) y yoestbamos en un departamento enel Hilton cuando se nos anunci

    que el Comandante quera conversar con nosotros. Era la primera vez quevisitbamos Cuba y formbamos parte de una comisin especialmente

    Quedamosfascinados

  • As es Fidel

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    CARLOS ALTAMIRANO

  • Luis Bez

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    invitada por los dirigentes de la Revolucin. Preguntamos a qu horasera la reunin y como le pasaba a todo el mundo nos contestaron quedebamos estar preparados a contar desde las diez de la noche. Lleg alas dos de la madrugada, y se instal con nosotros en uno de los salo-nes del hotel hasta las siete. Ms que conversar escuchamos los mon-logos de Fidel. Ambos quedamos fascinados. No es fcil or a alguiendurante cuatro o cinco horas sin aburrirse, sin pestaar ni un segundo,pero Fidel tiene una inteligencia y una capacidad de comunicacin queno he visto nunca en otra persona. He conocido algunos premios Nobely a muchos de los grandes polticos de este siglo, pero el que ms meimpresion fue Fidel. Es una verdadera catarata de ideas, y todas lasdesarrolla de manera brillante. No siempre tiene razn, pero funda-menta sus ideas con tal fuerza y conviccin, que su capacidad de se-duccin se vuelve irresistible. Estoy seguro de que hasta su peor ene-migo resulta hipnotizado despus de estar una hora con l.

    Desde ese primer encuentro de ma-drugada, las prolongadas conver-saciones entre Fidel y Altamirano

    se repitieron a lo largo de casi dos dcadas. Son innumerables las esce-nas que se le vienen a la mente ().

    Estbamos comiendo en una de sus casas en las afueras de La Ha-bana, cuando son el telfono. Habl muy corto, y por primera vez lovi derrumbado. Se qued mudo, caminaba de un rincn a otro sin decirpalabra, hasta que se sent en uno de los sillones de mimbre y agarrn-dose la cabeza a dos manos comenz a balbucear un no puede ser, nome lo puedo explicar.

    Eran los das en que circulaban infinitos rumores en torno al CheGuevara. Nadie saba dnde se encontraba, unos decan que estaba enBolivia, otros hablaban de frica ().

    Despus de unos minutos que se me hicieron eternos, Fidel nos expli-c de manera inconexa y deshilvanada que efectivamente el Che estabaen Bolivia y que haban detenido a Regis Debray. Luego, como si estu-viera solo, inici un monlogo angustiante lleno de preguntas que lmismo iba contestando: Cmo puede ser esto, cmo han detenido a

    Hay que hablarcon De Gaulle

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    Regis? Eso quiere decir que ya han agarrado al Che o que estn a puntode agarrarlo. Cmo podremos saber? No hay forma de conseguir in-formacin rpida. Al cabo de un rato, l mismo concluy: Lo concre-to es que han detenido a Regis Debray, y lo van a matar. Hay que hablarcon De Gaulle.

    Sin esperar la opinin de los dems, pidi que lo comunicaran inme-diatamente con el presidente de Francia. Hablaron en ingls, porqueFidel no sabe francs. Muy escuetamente le inform lo poco que saba,le hizo notar que Regis era hijo de la alcaldesa de Pars y que si noactuaba de inmediato, las consecuencias seran fatales. Obviamente, DeGaulle se comprometi a actuar con la mayor rapidez ().

    Patricia Politzer: Altamirano, Ediciones B, Buenos Aires, Argentina, 1989, pp. 108-109.

    Juan Almeida BosqueCOMANDANTE DE LA REVOLUCIN

    CUBANA

    Lo recuerdo aquella tarde del 10de marzo de 1952, cuando Ar-mando Mestre vino a buscarme,

    disgustado, molesto. Me deca que el golpe de Estado era inconstitu-cional, inadmisible, y me invit a que lo acompaara a la Universidada buscar armas, para con los estudiantes y las provincias an leales algobierno combatir a los golpistas antes que enraizaran. Una hora des-pus llegamos a la Universidad, entramos por la parte que queda fren-te al hospital Calixto Garca. Saludamos al polica universitario queera mi padrino, Pedro Garca, que cuidaba esa entrada. Fuimos hastala Plaza Cadenas. All haba varios grupos de estudiantes y de obreros,entre ellos estaba Rigo (Rigoberto A. Fernndez Len), el guagueroque terminado un viaje, guard el mnibus en la Terminal y vino parala Universidad. A uno de estos grupos nos unimos. Al rato llegaronnoticias que el golpe estaba consumado. Despus conocimos a Fidel,aqu mismo en la Plaza Cadenas, estuvimos un rato hablando con l ynos cit para vernos nuevamente.

    El ingenierode la obra

  • Luis Bez

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    Vinieron despus los meses de entrenamiento y aquella tarde enque Fidel nos visit en el reparto Poey, como ultimando los prepara-tivos para el asalto a los cuarteles Moncada y Carlos Manuel deCspedes. Lleg al portal de la casa, una hoja de la puerta estabaabierta, toc en la otra. Me encontraba sentado en una butaca en lasala con una bolsa de hielo sobre la mano derecha inflamada por unpanadizo ocasionado por un pellizco con un cubo roto, cargandomezcla.

    Mi madre, en la sala en ese momento, fue hasta la puerta a recibiral que tocaba.

    Escuch una voz que preguntaba si en esta casa viva Juan Almeida.S contest mi madre, y mirndome, me dijo:Macho, ah te buscan.Ah, s es el ingeniero de la obra del que te he hablado.Fidel pas y se sent frente a m.Cmo ests?Bueno, con la mano lesionada, pues me accident.Entonces no podrs hacer nada.S, tengo la mano izquierda bien y soy zurdo.Entonces, no te vayas lejos.No, no salgo lejos.Dnde vive Mestre?, voy a verlo.En la prxima cuadra, desde el portal se ve su casa. Y dirigin-

    dome a mam, le ped:Ensale.Fidel se despidi y se march.

    S, hoy nos toca la limpieza de lagalera. Corresponde siempre a dos

    compaeros, como tambin hay dos para el servicio del comedor. As cadauno atiende alguna responsabilidad, independientemente de otra que puedatener como profesor, barbero, encargado de la cooperativa, cuartelero. Yaprcticamente hemos terminado y nos disponemos a limpiar el mrmol so-bre el cual se encuentra la cocinita elctrica, al final de la galera, cuandoescuchamos por los altoparlantes que tocan como marchas militares.

    Asesino!

  • As es Fidel

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    FIDEL Y ALMEIDAEN LA SIERRA MAESTRA

  • Luis Bez

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    Oye, oye! digo.Subo a la plancha de mrmol para indagar por la ventana,

    embutindome casi en el hueco. Miro y logro ver un grupo de personasque camina por la calle hacia nuestro pabelln. Entre ellos, al centro,me parece distinguir al tirano. Me digo:

    No, no, no puede ser.Otra vez trato de ver bien, a pesar de que los barrotes lo dificultan.

    Pero ya estoy bien seguro, convencido de que es l, con un traje blan-co, de dril por lo estirado que se ve, camisa blanca y corbata azul. Esel tirano que visita el presidio!

    Bajo y voy hacia Fidel, que se encuentra leyendo, mientras caminade un lado para otro. Me acerco y le digo:

    Fidel, ah est el tirano.Me contesta con cierta sorpresa:No me digas!Llama de inmediato a los dems. Ya todos reunidos a su alrededor

    nos dice:Hay que hacer algo.Pero qu hacer con tan poco tiempo?Sigue t observando me seala, mientras los otros mirarn

    por las dems ventanas.Contina la interrogante: qu podremos hacer entre rejas? Des-

    pus de deliberar, acordamos cantar el Himno del 26 de Julio cuan-do se acerque y gritarle Asesino!. Eso, eso haremos. Ser nues-tro saludo, el himno y gritarle. Asesino!. As queda acordado.

    Afuera el grupo comienza de nuevo a moverse despus de una bre-ve parada. Desde mi puesto de observacin aviso:

    Ah vienen! Ah vienen!Fidel dice:Preprense todos! Avisa cuando se acerquen a la ventana me

    seala.Cuando llegan a tiro de piedra grito:iYa, ya, ya est aqu!Empezamos a entonar el himno. Al principio, el tirano tal vez pens

  • As es Fidel

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    que era loa a su persona, porque el Himno del 26 de Julio comienza: Mar-chando vamos hacia un ideal. Su rostro, hasta ese punto, todava es nor-mal. Pero cuando llegamos a la parte que dice: la sangre que en Orientese derram, nosotros no debemos olvidar, su faz comenz a desfigu-rarse en una mueca. Cuando el himno lleg a tiranos insaciables que aCuba han hundido en el mal, acompaado de gritos de Asesino, asesi-no!, no pudo ms, se puso amarillo de rabia. No poda creer que a travsde aquellos barrotes pudiese recibir tal andanada de verdades, como sisaliesen voces de las tumbas en la que nos haban arrojado para que nadiesupiera ms de nosotros, al menos en diez o quince aos.

    Ahora escucha las voces que reafirman nuestra existencia, que pro-claman nuestra permanencia militante en aquella prisin, firmes einclaudicables en los principios, combativos, sin importarnos las medi-das que pudiesen tomarse contra nosotros. Es un gesto de desafo, deque no tememos al rgimen de oprobio, torturas y asesinatos que lrepresenta y dirige. Desde all, aunque indefensos materialmente, loretamos. No nos importa morir en sus mazmorras, ni los maltratos, nila ley de fuga. Lo retamos, arriesgando todo lo poco que disponemos:visitas, cartas, juegos, salidas al patio y hasta el sol que recibimos.Aun as lo retamos con nuestra arma ms fuerte: nuestra moral y nues-tro himno de combate.

    El tirano vino por lana y sali trasquilado, como antes le habapasado en otros lugares, gracias a la toma de conciencia de nuestropueblo. Era imposible que este strapa saliese electo presidente de laRepblica en 1952, ao en que se celebraran las elecciones. Por esodio el golpe de Estado, nica forma de volver a llegar al poder paraenriquecerse de nuevo. Aqu lleg con una sonrisa en los labios, vani-doso, posedo, y sali con una mueca. Nunca le haban gritado tiranoy asesino en su cara, delante de sus aclitos. Sus odos, acostumbra-dos al halago, se negaban a or esos adjetivos, as, a la cara. Perofueron dichos y habra consecuencias.

    Despus que se cant el himno, nos pusimos en guardia, tomamostodas las medidas para resistir cualquier represalia de la Direccin delPenal, que esperamos se desate, aunque vemos una actitud de calma, queel tirano obliga a adoptar a los que caminan junto a l, cuando se mueven

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    entre sorprendidos e incmodos. El tirano, con los brazos y las manosextendidos, indica calma, calma; mientras sus testaferros, con manifiestafuria, miran hacia las ventanas de nuestro pabelln. Llenamos de agua lasvasijas, colocamos las camas contra la puerta de entrada de nuestragalera y montamos guardia toda la noche.

    Nada ocurri, todo se mantuvo tranquilo. El segundo da fue igual.Al tercer da ya todo era normal. La vida toma nuevamente su curso.

    Al cuarto da, llega el oficial de espejuelos oscuros con una lista,anuncia los nombres de los compaeros que tienen visita de sus fami-liares y dice que nos arreglemos que pasar en media hora a recoger-nos. Los compaeros se baan, se afeitan, se cambian de ropa, salen alpatio con rapidez y marchan con el oficial. Qu ajenos estaban a quese iba a materializar ahora el castigo por haber cantado el himno yhaberle gritado asesino! al tirano!

    Fueron castigados los cinco nombrados en la lista, Fidel y los queestimaron ms responsables. Por supuesto, no falt Cartaya, el com-positor del himno, al que conocan por sus cartas y con quien se ensa-aron a palos. Por la madrugada lo condujeron a una celda solitaria ylo golpearon brutalmente hasta dejarlo inconsciente. Ni en los peoresaos del machadato se cometi una injusticia y un abuso as. A Fidel loencerraron y lo separaron de nosotros. Los dems, Ramirito, Tizol,Tpanes y Alcalde, fueron encerrados en celdas individuales y maltra-

    tados moral y fsicamente.

    (Ya en ciudad Mxico). En la tardenos llevan para un apartamento cer-cano en Pedro Baranda No. 8 ()

    (...) llega Fidel a visitamosacompaado de dos ms. Uno es

    Hctor Aldama negro, alto, fuerte. En el auto quedaron otros.Fidel est largo rato con nosotros, pregunta de Cuba, de los dems

    compaeros. Dice que pronto empezaremos a prepararnos, pues hayque hacer entrenamiento fuerte, con caminatas por el bosque, remo,gimnasia y al final prctica de tiro. Son como las tres de la madrugadacuando se marchan. Nos quedamos muy emocionados, era como si

    El jefeindiscutido

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    hubiramos visto a nuestro hermano mayor y ms querido. Cada vezque le vemos despus de mucho tiempo, parece ms grande; crece antenuestros ojos, no slo a los mos, tambin a los de los dems, como el

    jefe indiscutido.

    Vamos por el norte de Gran Cai-mn. Vuela un helicptero, tomamos medidas, pero sigue su viaje;parece un vuelo de rutina. El mar se pone cada vez ms embravecido.Pasadas las seis y treinta de la tarde, las olas barren la cubierta. Aho-ra, en la noche, el sonido de las olas es ms impresionante. Hace fro.Qu fortaleza tiene este barco! Cmo ha resistido y cmo todavase enfrenta a este mar revuelto! Se han acabado los cigarros, ya nohay qu fumar. Se rastrea por los rincones y los bultos en busca dealgn cigarro o tabaco, pero no se encuentra nada.

    Vamos ms apretados, pues por el tiempo que est haciendo to-dos tenemos que ir dentro. Fidel, el Capitn y el timonel revisan elmapa. El Capitn orienta que alguien vea si descubre el resplandordel faro de Cabo Cruz. Ya antes lo haba intentado otro, pero comohay tanto oleaje, se hace difcil la observacin. Roque dice que l vaa ver. Sube al techo. El yate da un bandazo, se escucha crujir un paloy gritan:

    Hombre al agua! Que unos miren por un lado y otros por otro!Se ordena una movilizacin visual hacia el mar.Una soga! Una soga! Vean si hay salvavidas!Solo aparece la soga, la trae Smith en la mano. Muchacho gil,

    fuerte y trabado. Disminuye la velocidad el yate. Van pasando losminutos. Hay angustia, tensin y preocupacin en los rostros.Gritan:

    Roooqueee! iRoooqueee!Nada. Parece que el oscuro y agitado mar se lo ha tragado, mientras

    sube y baja el yate, y a veces parece que las olas le cruzan por arriba.Cuando el momento es ms crtico, Fidel dice:De aqu no nos vamos, hay que encontrarlo!Eso nos llena de alegra a todos. Dicho as, detener la empresa que

    nos lleva a Cuba, hasta encontrar al compaero. Pensamos en la gran-

    Hay que encontrarlo

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    deza de aquel jefe que es capaz de arriesgarlo todo por un combatien-te. En esta empresa no habr jams abandonados, no habr jamsolvidados.

    Vuelven a gritar:iRoooqueee! iRoooqueee!De aquel mar bravo surge una voz apagada:iAqu! Aqu!Es una noche sin luna, y alguien grita que enciendan los reflectores.

    Cuando van a hacerlo estn rotos, hay que auxiliarse con linternas,con ellas alumbran.

    Ah est! Ah est! Lo pasaron de largo! Miren a ver si estatrs o en los lados!

    Mientras, todas las miradas, como reflectores, registran, buscanen las aguas del mar.

    Smith grita:Aqu! Aqu lo tengo!Corren a auxiliarlo. El resto aplaudimos, muchos con lgrimas en

    los ojos. El momento es sublime!Ya entra, empapado, en pantaln, sin camisa y con escalofros.

    Despus, recuperadas sus fuerzas con la respiracin artificial que leaplicaron, se le oye gritar bajito, con la voz entrecortada:

    Viva... Cuba... Libre...! y con l lo hacemos nosotros.Pon rumbo al faro! ordena Fidel al Capitn.Todos cantamos el Himno Nacional.

    Juan Almeida Bosque: Atencin! Recuento! Presidio, exilio, desembarco; Editorialde Ciencias Sociales, Ciudad de La Habana, Cuba, 1993, pp. 327-329, 88-91, 194-195,288-290.

    Alicia AlonsoPRIMERA BAILARINA CUBANA

    La primera vez que Fidel va a micasa an yo no haba regresado aCuba. Volvi en una segunda

    Todo el respaldoal ballet

  • As es Fidel

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    FIDEL JUNTO A ALICIA ALONSO

  • Luis Bez

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    ocasin. Vino a comer en unin de Antonio Nez Jimnez. Eran losprimeros meses de 1959.

    Cuando lleg se sent en la terraza. Pas una vergenza terrible.Saba que le gustaban los ostiones y los mand a comprar, pero no losencontraron. La persona que cocinaba se puso muy nerviosa. Comi-mos arroz con pollo. Fidel habl muchsimo. Conversamos de ballet,de lo que poda hacerse, de cmo deba desarrollarse. Me dijo quetenamos todo el respaldo del gobierno revolucionario.

    Al poco tiempo salimos de gira por Amrica Latina como embaja-da cultural. Ya en el ao 1960 se hace la Ley 812 que oficializa toda laayuda al Ballet Nacional.

    Quizs Fidel no se haya percata-do, pero cada vez que me encuen-

    tro frente a l me he sentido como que he tenido que pararme paradefenderlo ante cualquier cosa que le quieran hacer. Cada vez que meencuentro con Fidel me pongo nerviosa.

    De las numerosas personalidades mundiales que he conocido es lquien ha dejado en m una mayor huella.

    Recuerdos narrados al autor, Ciudad de La Habana, Cuba, 1981.

    Fernando AlonsoMAESTRO CUBANO DE BALLET

    A mediados del mes de marzo de 1959me encontraba en mi apartamento enla calle L, entre 11 y 13; eran aproxi-

    madamente las 12:00 de la noche. Alicia no estaba en Cuba. Sent que toca-ron a la puerta y era el capitn Antonio Nez Jimnez. Me dice Vengo conun amigo. Y le contesto: Pasen, pasen. Suben entonces las escaleras y alllegar a mi cuarto me doy cuenta de que el acompaante era Fidel.

    Yo estaba en la cama leyendo; all mismo se sent Fidel. Nez tomuna silla, a un lado, y empezamos a conversar acerca de los imperialistas

    Me pongo nerviosa

    Les vamos a dardoscientos mil pesos

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    norteamericanos, de la poltica cultural de la Revolucin y de mil temasms. Fidel gesticulaba y en determinado momento una de las manos cho-c con sus espejuelos y estos cayeron a la cama. ()

    Estuvimos hablando hasta las dos y pico o las tres, no me acuerdobien, Fidel mir de pronto uno de sus relojes y exclam: Nez, mira,estamos desvelando a este compaero; vamos que ya es tarde.

    Cuando empezbamos a bajar las escaleras, se vuelve Fidel haciam y me dice: Oye, pero si yo vena aqu para hablar del ballet y nohemos hablado nada de ballet. Rpidamente le contest: Todavaestamos a tiempo!. Entonces l me pregunt: Cunto dinero necesi-tan ustedes para reorganizar el ballet? Yo le dije: Cien mil pesosanuales, pensando haber puesto una pica en Flandes. Entonces fue lquien la puso: Les vamos a dar doscientos mil, pero tienen que garan-tizar que va a ser una buena compaa.

    Ral R. Ruiz: Fernando Alonso: Danza con la vida, Editorial Letras Cubanas, Ciudad de LaHabana, Cuba, 2000, pp. 110-111.

    Adalberto lvarezCOMPOSITOR E INTRPRETE CUBANO

    En una ocasin citaron a un peque-o grupo de msicos y al ministrode Cultura, Abel Prieto, adems, a

    Alicia Perea, quien presida el Instituto Cubano de la Msica en esos mo-mentos, a una reunin con Carlos Lage en una casa del reparto Siboneyque, coincidentemente, fue la primera casa en que estuve cuando entr enla Escuela Nacional de Arte. All estuvimos hasta que lleg el compaeroLage, pero, de manera inexplicable, la reunin no comenzaba, hasta queal poco rato siento una voz a mis espaldas que dice: Buenas tardes, com-paeros y, sin poder aguantarme, exclam: Coo, Fidel!

    No puedo expresar con exactitud la sensacin que sent con tanagradable sorpresa, que se extendi porque tuve la suerte de que sesentara a mi lado en un sof y estuviera escuchando por casi una horatodos nuestros planteamientos. Pero aqu va lo otro: cuando comenz

    De aquno me muevo!

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    a hablar, sin darse cuenta, gesticulaba y golpeaba mi rodilla con susdedos. De ms est decir la fortaleza que posee, y yo me dije: ay, mimadre, yo me quedo sin rodilla, pero de aqu no me muevo!

    Recuerdo escrito especialmente para este libro, Ciudad de La Habana, Cuba, 18 de enerode 2008.

    Deborah AndolloATLETA CUBANA DE INMERSIN EN APNEA

    Recuerdo con cario que el Coman-dante en Jefe Fidel Castro se intere-s mucho en las condiciones mate-

    riales que yo tena para la prctica de mi actividad deportiva.l me dio una muestra impecable de conocimiento sobre

    equipamientos de buceo y pesca submarina, pero lo que ms me cautivfue que se preocup por si yo tena o no lentes blandos, utilizados paradescender a grandes profundidades. Dichos lentes apenas haban salidoal mercado internacional y solo se localizaban en pticas muy selectasen el sur de Francia. Eran sumamente costosos y los nicos portadoresde los mismos eran apneistas recordistas mundiales del momento. Sinembargo, el Comandante, me ofreci una explicacin minuciosa en re-lacin con el material que estaban hechos y para qu servan.

    Yo ya los tena porque me los haban facilitado los sponsor, pero nolos utilizaba con frecuencia, porque me impedan una concentracinptima.

    Entonces, Fidel se ro mucho cuando le cont que aunque los po-sea prescinda de su empleo, porque para m lo ms importante erala concentracin, y que no quera portar nada que me proporcionaramolestias e inquietudes.

    Luego le coment que no bajaba hasta los 100 metros a observarnada, ms bien lo haca para mirarme por dentro, que era lo que yollamaba: inmersin al alma.

    Fue un encuentro lindo, simptico, marino. Tuvo un efecto muyparticular en mi persona, porque cuando fuimos presentados sent el

    Un verdaderolobo marino

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    nerviosismo que solo un hombre tan grande como Fidel es capaz detransmitir. En cambio, luego de cinco minutos charlando con l, casiolvido que era nuestro Fidel a quien tena frente a m. Pareca quehablaba con un verdadero lobo marino, un gran conocedor del oca-no y sus criaturas.

    Aquella result una experiencia nica y trascendental para mi vida.

    Recuerdo escrito especialmente para este libro, Ciudad de La Habana, Cuba, 17 defebrero de 2008.

    Rey Vicente AngladaATLETA CUBANO DE BISBOL

    Cuando regresamos de Venezue-la despus de jugar contra el equi-

    po de Hugo Chvez, yo traje algunas pelotas que haba conservadopara que el Comandante en Jefe me las firmara. As se lo ped, y l meconfes que eso de firmar pelotas era una de las tareas ms difciles enla vida. No obstante, me las autografi.

    Recuerdo escrito especialmente para este libro, Ciudad de La Habana, Cuba, 21 de enerode 2008.

    Enrique AcevedoGonzlezGENERAL DE BRIGADA CUBANO

    Ese da marchamos por dentro deun tnel de rboles que cubren el

    riachuelo Las Lajitas. Ya al atardecer topamos con las postas y escua-dras adelantadas de la columna madre. Como es costumbre, marchodetrs de la retaguardia. Por razones que no recuerdo voy solo. Alllegar a una curva del trillo me doy de frente con un grupo de oficiales,entre los que se encuentra Fidel.

    Contino la marcha pues no tengo otra alternativa. Bajo la vista,porque deseo pasar sin tropiezos, cuando una voz me ordena:

    Me las autografi

    Qu edad tienes?

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    Oye, ven ac, por favor es el propio Comandante Fidel quien,despus de mirarme con inters, comienza un breve interrogatorio:T eres de la columna 4? asiento sin atreverme a hablar. De qupelotn?

    No tengo pelotn, pertenezco a una escuadra especial.Qu escuadra es esa?Nos llaman los descamisados veo que sonre.No, no, no te vayas. Vamos a conversar un poco. Qu edad

    tienes? De dnde eres?En ese momento una mujer delgada, de suaves modales, le pasa

    una nota al Comandante, lo cual atrae su atencin. Luego supe queera Celia. Yo aprovecho para retirarme lentamente. Al llegar a lacurva ms cercana del trillo, aligero el paso. Debo salir rpido deeste sofocn, pues tal vez el Comandante revoque la decisin delargentino. No puedo correr ese riesgo, hago un esfuerzo, aprieto elpaso. Por fin llego al pedregal, que ser nuestro campamento.

    Recuperamos fuerza. A punto departir para la marcha inicial, Fidelse present en nuestro pelotn.

    Traa un fusil de cerrojo con el que estaba probando personalmente elSputnik. Se acerc al boho donde habitbamos, nos pidi que no nosmoviramos de donde estbamos, a la vez que tom nota del lugar decada cual. Esto nos permita participar en una prueba que se iba arealizar sobre la efectividad de la nueva arma.

    Del boho nada ms sacamos el armamento, todo lo dems quedadentro. Alejados a unos ochenta metros, el mismo Fidel lanz unproyectil que explot en medio de la vivienda. Al volver cada cual aocupar el lugar que tena antes del disparo, se comprob que casi lamitad de nosotros hubiera muerto o sido herido por los fragmentos.

    Las prdidas de los medios de campaa, alguna que otra hamacadespedazada o agujereada, se reemplazaron con rapidez, por lo queobtuvimos ganancias netas.

    Durante casi media hora pudimos conversar libremente con Fidel.Nos transmiti su entusiasmo por probar inmediatamente la nueva arma

    Gran levantnde nimo

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    contra el enemigo, adems de dejarnos entrever que dentro de pocoestaramos combatiendo en el llano. Su visita signific un gran levantnde nimo en todos nosotros.

    Alguien pasa por mi lado con unherido o un muerto, no s bien. Medicen que es Pablito, el de Yara,

    por lo dems un buen socio. Por tramos me lo echo al hombro. Somostres en esta tarea. Me voy encharcando con su sangre hasta que porfin llegamos a los carros. Unos fueron adelantados para recoger lasbajas.

    Nos acercamos al punto de encuentro, o sea, la gra desde dondesaliramos hace cuatro horas. Ya cerca del lugar escucho los gritos deun herido. No son de dolor, ms bien es el temor lo que vibra en su voz:

    No me dejen, por favor, no me dejen!Una voz muy conocida para m inquiere:Quin diablos grita as? Qu pendejo es el que teme ser aban-

    donado?La luz de una linterna ilumina al herido, mientras un crculo se

    forma a su alrededor. El propio Fidel, que esta tambin su lado, esquien habla:

    Mexicano, debes controlarte. Hemos rescatado hasta el ltimomuerto. Aprende a tener dignidad, que ya te evacuarn.

    Es algo que nunca pens. Al fin veo con su verdadera faz al grancabrn que, en medio de mi desesperacin, me sugiri que me suicida-ra hace algo ms de medio ao. Y es un flojo! Un tiro en la mano debedoler, pero no para dar ese espectculo. Si dice otra cosa, seguro quems nunca levanta cabeza dentro de la tropa. Por mi parte, prolongoun poco el placer de ver la cada de un supuesto tipo duro. Cuntoscarteles de guapo ha derribado la vida!

    Aprende a tenerdignidad

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    Recopilar los prisioneros no es tanfcil. Despus de una semana es-tn listos los primeros doscientos

    diez. Se prev que la Cruz Roja los recoja en Sao Grande, ahora tierrade nadie. En la plana mayor se preparan listas engorrosas.

    Fidel les habla a los guardias en un mitin relmpago. Para nosotrosser imposible olvidar cmo nuestro jefe, con sencillas palabras, arran-ca aplausos de sus enemigos. Algo nuevo surge en m al comprobar elpoder de sus ideas. Tiene una gran facilidad para acercarse al hombre.Durante la oratoria ni una sola frase hiriente llega a los odos de losvencidos.

    La columna de prisioneros se organiza. Me toca ser custodio deella. La despedida es emotiva. Algunos de los detenidos le piden aut-grafos a Fidel, quien cumple sus deseos. Me parece que temen a unengao maquiavlico de nuestra parte y quieren ganar puntos. Muypocos de ellos se quedan con nosotros. Tampoco se les ha pedido, puestodo debe ser de forma espontnea.

    Un da me encontraba en una cenaen casa de Carlos Rafael Rodr-

    guez con motivo de su cumpleaos. Ah se present el Comandante enJefe. En la sobremesa, Fidel se me qued mirando. De repente me dijo:

    T sabes que tengo una deuda pendiente contigo.No s qu deuda pueda ser, jefe. Usted siempre me ha tratado

    muy bien. Me siento satisfecho de a donde he llegado le respond.Se me qued mirando, y pausadamente me revel:El Che te pidi para que fueras a Bolivia. No acced. T y tu her-

    mano siempre han estado muy juntos. No me pareci justo separarlos.Me qued anonadado. As era el Che. As es Fidel.

    Enrique Acevedo: Descamisado, Editorial Capitn San Luis, La Habana, 2008, pp. 95-96,127, 188-189, 244-245 y recuerdos narrados al autor.

    Arranca aplausosde sus enemigos

    Deuda pendiente

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    Rogelio AcevedoGonzlezGENERAL DE DIVISIN CUBANO

    A las 48 horas de estar disparan-do en la Batalla de Jige, tenamos

    tremenda hambre. No habamos comido nada. Sub a ver si resolva lasituacin.

    Me encontr con Fidel y le expliqu que haba subido a buscar comida.En ese momento l empezaba a comer; le haban trado un pedazo

    de pollo. Mand a que lo picaran y me dieran la mitad. Lo que metrajeron fue un muslito y unas malanguitas.

    Fidel, al ver aquello, se disgust y expres: Dije la mitad, mecom la mitad y l se comi el muslito. Ese gesto me agrad mucho,pero tambin me golpe.

    Recuerdo narrado al autor, Ciudad de La Habana, Cuba, 1996.

    Julin lvarezCIENTFICO CUBANO

    Para nosotros, los cubanos queprestbamos servicios internacio-

    nalistas en Angola, la llegada del Comandante en Jefe a ese pas repre-sentaba un anhelado momento. Los que tenamos alguna responsabilidaden la coordinacin de la colaboracin en el terreno, habamos discutidoy preparado nuestros respectivos papeles en el recibimiento, en el acom-paamiento de la comitiva y en las informaciones que debamos brindar.

    Todo transcurri con la normalidad esperada, salvo algunos inci-dentes en el desplazamiento entre ciudades.

    Las informaciones fueron escuchadas con extrema atencin y apartir de las mismas el Comandante desarroll nuevas ideas querelanzaron la colaboracin Cuba-Angola hasta niveles insospechadosde fraternal solidaridad.

    Dije la mitad

    El secreto

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    Ya en la vspera del regreso del Comandante hacia la patria, sostu-vo una ltima reunin, en la sede de la colaboracin militar cubana enFutungo de Vela, Luanda con los cientos de colaboradores militares yla Direccin de la Misin Civil cubana en aquel pas.

    Fidel nos dirigi la palabra a todos en una gran explanada prepara-da al efecto. Su comienzo fue el habitual, con una explicacin sobre larelacin Cuba-Angola y sus perspectivas revolucionarias y un resumende sus vivencias durante los das transcurridos en aquel pas.

    De pronto, su voz se hizo casi susurrante y, nos envolvi a todosen una atmsfera de intimidad y secreto: los Estados Unidos, ante elfracaso humillante de sus marionetas polticas en frica: HoldenRoberto y su FNLA en el norte y Sabimbi con su UNITA y la ayudade los sudafricanos en el sur, estaban considerando la intervencindirecta de sus tropas en Angola. Fidel pasaba a sopesar la situacininternacional y nos haca saber la voluntad de la Revolucin de ha-cer frente para derrotar cualquier intento de someter nuevamente aesa tierra africana al colonialismo, incluso si se trataba de lasmismsimas tropas yankis.

    El tono de ntima reflexin termin y di paso a una absoluta con-clusin: venceramos.

    Todos supimos en aquel momento que estbamos compartiendo, en-tre cientos, un alto secreto de Estado al que debamos un silencio total.

    Esta capacidad de comunicacin, que no solo est en las ideas,datos o informaciones, sino tambin en el ambiente psicolgico querodea al mensaje, nicamente puede lograrla un genio integral comoFidel.

    Era el ao 1973, y yo me encon-traba admirablemente adaptado

    al servicio de gastroenterologa del hospital Luis Daz Soto, ms cono-cido por Naval.

    Risquet me haba solicitado a las FAR para ser propuesto al Secre-tariado del CC del PCC a fin de trabajar como funcionario en el recincreado Dpto. de Agricultura de ese organismo partidista. De prontome vi desempeando un papel radicalmente nuevo para m. El cambio

    Los sargentos

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    laboral solo se justificaba ante la amenaza creciente de sabotajes anuestra agricultura introduciendo plagas y epidemias de las que yahabamos sido vctimas recientemente, como la fiebre porcina africa-na y la enfermedad de new castle en las aves, patologas que diezmarongravemente nuestra masa porcina y avcola.

    Mi papel sera el de apoyar, desde el trabajo partidista, las polti-cas estatales en esa rama tan especfica.

    Ya en el ao 75, durante dos aos en el trabajo del partido, habaadquirido alguna experiencia en la labor que desempeaba y se suma-ban a mi responsabilidad los aspectos relacionados con semillas, sueloy fertilizantes y docencia e investigacin, todo lgicamente en mi pa-pel poltico.

    Ya a principios del ao 75, Risquet me da la tarea, aprobada en elsecretariado del CC, de recorrer la isla y evaluar el grado de desarrolloy organizacin de la agricultura. Por suerte deba acompaarme en elrecorrido el ingeniero agrnomo Omelio Borroto, en ese tiempo asesordel viceministro de Educacin Dr. Benito Prez Masa.

    La tarea nos ocup varios meses y nos dio la oportunidad de asomar-nos, bajo una visin objetiva y desprejuiciada, al estado de la produccinagropecuaria y socioeconmica del campo cubano en ese momento.

    Una vez terminado el periplo, elaboramos, presididos por el compa-ero Risquet, el correspondiente informe para el rgano superior delpartido. El mismo contena un cuadro del nivel tecnolgico utilizado enla produccin agropecuaria, el nivel de calificacin de dirigentes y tra-bajadores agrcolas, la organizacin docente y cientfica en esa rama dela produccin y, por ltimo, un conjunto de recomendaciones encamina-das a transformar la situacin, especialmente en lo que se refiere a laformacin de los profesionales que se requeran para introducir la tec-nologa de avanzada en esa importante esfera productiva de nuestropas.

    Para m se trataba de la primera reunin de ese nivel poltico a la queasista. Fidel, Ral, Carlos Rafael, Machado, Almeida, Ramiro y Risquet,haban ledo el documento y estaban atentos a mis respuestas.

    El Comandante inici el interrogatorio y demostr un conocimien-to profundo acerca de nuestros campos, hizo gala de una memoria casi

  • Luis Bez

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    fotogrfica de lugares, de personas y caracteriz regiones y suelos so-bre la base de su experiencia personal y sus lecturas.

    Estuvo de acuerdo con las medidas propuestas y se mostr entusias-mado con iniciar, de inmediato, la captacin de estudiantes depreuniversitarios para la formacin en las especialidades agrcolas.

    Cuando termin la discusin y el anlisis del punto, demostr unavez ms su simpata personal, y me distingui acompandome hastala puerta del saln para despedirme.

    Despus pude or la grabacin de la reunin del secretariado. Fidely Ral le recomendaban a los dems compaeros buscarse sargen-tos como Julin y Borroto e imitar en ese sentido a Risquet.

    En julio de 1965 estbamos en laCiudad de La Habana esperando

    nuestra inminente salida hacia el continente africano. Ya sabamos quenuestro deseo de participar y contribuir a la lucha de los vietnamitas porpreservar su independencia y reunificar a su pas tendra que esperarhasta una nueva ocasin.

    Habamos escrito nuestras cartas personales de despedida exone-rando al gobierno cubano de la responsabilidad de una decisin priva-da, librrimamente tomada por cada uno de nosotros.

    lvarez Cambras (Kiko), Manuel Jacas y yo nos habamoscompenetrado mejor y conocamos las peculiaridades de nuestro ca-rcter (al menos en la paz).

    Entonces lleg una cita sin aparente objetivo: debamos estar en unpunto a las 09:00 horas.

    A esa hora nos recogi un vehculo que nos llev rpidamente auna direccin en la calle 11 del Vedado.

    Unos minutos despus entrbamos a una biblioteca donde se en-contraba el Comandante en Jefe.

    Al menos para m, que solo haba visto a Fidel desde lejos en losactos pblicos o en la televisin, y que desde los quince aos de edadrepresentaba el ideal de dirigente que podra sacar a nuestro pas de laignominia del vasallaje colonial, del subdesarrollo econmico y dela corrupcin poltica, el momento fue conmovedor.

    La misin

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    Fidel nos salud personalmente a cada uno y nos identific pornuestros nombres, a continuacin explor nuestros estados de nimo.Durante la conversacin se toc el tema de los intereses literarios yFidel nos mencion que estaba leyendo La primavera silenciosa de lanorteamericana Rachel Louise Carson y otro sobre el suelo y la tierradel cientfico francs Andr Voisin.

    Por ltimo, abord el tema fundamental: la misin a la que estba-mos asignados se trataba de una forma ms de lucha antimperialista;ya se haban creado algunos focos con combatientes de gran experien-cia, y pronto se veran los resultados. Nosotros formbamos parte deeste gran destacamento guerrillero.

    Das ms tarde el compaero Osmany Cienfuegos nos cit en suoficina en el Ministerio de la Construccin, all encontr sobre suescritorio una foto, tomada con teleobjetivo de dos personas: un pri-mo mo y yo durante una multitudinaria concentracin en la Plaza dela Revolucin. Increble!

    Cuando lleg Osmany, nos salud efusivamente, nos cont los proyec-tos de la Revolucin en el campo de la construccin y nos aleccion acercade la misin que tenamos por delante. Acto seguido nos entreg, a cadauno, el encargo del Comandante en Jefe: las pistolas de 20 tiros, las Stirchsoviticas que aceptamos, ms que como instrumentos de defensa personal,como sello de compromiso con la Revolucin y su mximo dirigente.

    Durante principios de los aos 80,el grupo de trabajo que yo diriga

    en el CC del PCC, haba estado trabajando en un proyecto que tratabasobre las ciencias y su atencin en Cuba.

    El documento se haba aejado algo pues otros eventos poster-garon su presentacin.

    En un momento determinado, desde la oficina del Primer Secreta-rio me preguntaron si yo mantena el inters en presentar el documen-to de marras al alto rgano partidista.

    Mi respuesta, poco reflexiva, ahora lo comprendo, fue que s. La reunin,con la presencia de Fidel, Ral y los dems compaeros que dirigan las distin-tas esferas de la economa del pas era impresionante para cualquiera.

    La definicin

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    Sorprendentemente Fidel comenz a hablar empleando un lxico re-buscado, fluido y montono, y cuyo sentido se escapaba a mi compren-sin; as estuvo alrededor de 15 minutos, al cabo de los cuales se dirigia m y me pregunt: Entendiste algo?. Todo lo que pude responderfue que no haba entendido nada. A continuacin, les hizo la pregunta alos dems participantes de la reunin los que le dieron la misma respues-ta. Entonces, nos explic que todo lo que habamos odo era la definicinde la bandera en un antiguo libro de cvica, y que el trabajo que estba-mos presentando tena el mismo defecto: en sustancia no deca nada.

    En agosto de 1981, estbamos so-metidos a una de las ms brutalesagresiones del imperio: el dengue,

    aviesamente introducido en Cuba, se extenda por todo el pas causan-do cientos de miles de enfermos y decenas de muertes, principalmentede nios.

    La Revolucin organizaba al pueblo y combata la enfermedad contodos los medios a su alcance. Los yankis bloqueaban los posibles su-ministros y magnificaban, a travs de los medios masivos, la situacinde la isla, presentndola como culpa de nuestro gobierno.

    En una de las reuniones de examen y preparacin presidida porFidel, este me pregunt acerca de otras posibles fuentes de enfermeda-des trasmisibles y la posibilidad de que el enemigo utilizara otros vectorespara introducir nuevas epidemias.

    En mis respuestas se puso de manifiesto que la poblacin de ratasera alta y que los rodenticidas en uso eran poco efectivos y estabandesacreditados. Por ello, el Comandante me dio instrucciones de ela-borar un programa nacional para reducir, hasta los niveles mni-mos la existencia de estos roedores y eliminar la posibilidad deuna nueva agresin biolgica utilizando esta va.

    Haba una condicin adjetivada por el Comandante con toda lagrfica energa del idioma espaol: no poda hacer planes para pero-dos largos, todo tena que hacerse en un cortsimo tiempo.

    La tarea fue asumida de inmediato. Lo primero, era saber algo dela biologa de las ratas: ciclo de vida, tipo de alimentacin, fisiologa

    Lucha contravectores

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    y poblacin relativa en ciudades y campos, as como, la situacinactual en Cuba.

    El segundo paso fue constituir una comisin asesora con los espe-cialistas del MINSAP para buscar las mejores formas de organizacinen esta campaa.

    Las informaciones todas eran descorazonadoras; las ratas casi sonindestructibles, nadie en el mundo ha logrado erradicarlas, son omnvorasy se reproducen a la velocidad de la luz.

    Los asesores descartaron la utilizacin de venenos de accin rpi-da pues, una vez detectados por las ratas resultaban totalmenteinefectivos ya que estas los desechaban de su frmula alimenticia.

    El rodenticida ideal propuesto por los asesores era un productomezcla de un anticoagulante y un atractivo alimenticio.

    Aparentemente, todo quedaba resuelto. Una gran transnacionaleuropea poda servirnos la cantidad requerida a un costo elevadsimo,pero para la situacin que atravesbamos deba valorarse la enormeerogacin.

    Cuando se iniciaron las negociaciones, la transnacional solo otor-gara servirnos las cantidades que necesitbamos en un ao!

    Desechada esta va comenzamos a estudiar la solucin nacional,lo que pareca imposible sin instalaciones industriales de capacidadsuficiente como para enfrentar una campaa de la magnitud necesaria,y mucho menos con la velocidad que reclamaba el Comandante enJefe.

    Gracias a los 20 aos de educacin revolucionaria, en ese mo-mento contbamos con el suficiente nmero de tecnlogos y especia-listas para afrontar creadoramente semejante tarea. Desde el diseodel rodenticida idneo para nuestro medio de elevada humedad ytemperatura, hasta la reorientacin de fbricas como la de pelletspara la alimentacin pecuaria y la de tableros de bagazo para mue-bles, as como el esfuerzo titnico de nuestros especialistas en el co-mercio exterior para garantizar los dismiles renglones, pudimos en muybreve tiempo disponer de la cadena de produccin necesaria en la cam-paa prevista. Los especialistas de sanidad vegetal garantizaron el con-trol de calidad de cada lote de rodenticida salido de nuestras flaman-

  • Luis Bez

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    tes fbricas, y la organizacin de Salud Pblica y de la agriculturaaplicaron los productos en las ciudades y el campo a todo lo largo delpas.

    Mi gran satisfaccin fue la de comprobar tres meses despus quela poblacin de ratas en Cuba haba descendido hasta niveles muy pordebajo del riesgo epidemiolgico.

    El pas cumpli con la orden y las expectativas del Comandanteen Jefe!

    Se trataba de una inversin impor-tante: la planta de hemoderivados.

    En ese momento me corresponda atender la Salud Pblica desde lainstancia partidista.

    La responsabilidad por la preparacin y presentacin de la pro-puesta era del ingeniero Daz Vallina, en ese momento viceministro delMINSAP, a cargo de la industria farmacutica.

    Vallina era conocido por su capacidad y eficiencia en el manejo desu responsabilidad, y por mi parte tena plena confianza en su destrezapara exponer esa propuesta.

    El nico problema consista en que la presentacin se le hara di-rectamente al Comandante en Jefe, y para ello, ya lo sabamos, nohabra preparacin suficiente.

    El viceministro comenz su exposicin que iba encaminada a de-mostrar dos objetivos fundamentales: la necesidad impostergable quetena el pas de procesar la enorme cantidad de donaciones de sangreque nuestro pueblo aportaba para la salud pblica y la rentabilidad, acorto plazo, de esa inversin.

    En cuanto al primer aspecto, no hubo discusin, el Comandantenos dio muchos ms argumentos sobre la necesidad de la inversinque los que llevaba el MINSAP; el segundo fue harina de otro cos-tal. Vallina despleg una ingeniosa y complicada cadena deequivalentes en dos planos: las unidades de donaciones convertidasa gramos, estos trasladados a unidades de albminas y globulinas yestas ltimas a dosis de aplicacin mdica y, por otra parte, el costounitario de extraccin, procedimientos y de mercado.

    La inversin

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    Como podr suponerse, la cantidad de nmeros derivados de esteanlisis era muy grande, aunque razonablemente secuenciado hasta elfinal.

    Para mi apreciacin, todo estaba muy bien presentado bajo un an-lisis riguroso, entonces comenz Fidel a preguntar, y de pronto aquellaargumentacin que pareca tan slida se convirti en un frgil anda-mio sin casi sustento, pues el Comandante comenz de atrs haciaadelante a convertir precios en costos y costos en dosis y las dosis engramos y los gramos en unidades, todo sin utilizar una anotacin, sinouna memoria y una capacidad analtica sorprendente que nos dej at-nitos a todos, y a Vallina sin palabras. La sesin se cerr con el acuer-do de una nueva presentacin.

    En la sesin siguiente las preguntas fueron respondidas y la inver-sin se aprob definitivamente.

    Recuerdos escritos especialmente para este libro, Ciudad de La Habana, 18 de noviem-bre de 2007.

    Efigenio AmeijeirasDelgadoGENERAL DE DIVISIN CUBANO

    Ya han salido muchos compaerospara Mxico. Aunque Fidel siguepreso, se comenta que lo van a po-

    ner en libertad pronto. El asunto que tena pendiente con Gustavo, enparte fracas, y no por culpa ma, de lo mucho que me alegro. Ahora queme encuentro aqu, asilado circunstancialmente, puedo aprovechar la oca-sin, la oportunidad, para realizar mi deseo de ir a Mxico y regresar conla invasin. Por otro lado, lo nico que me crea un poco de remordimiento,es que mis compaeros vayan a pensar que me he asilado por miedo, quepretendo salvar el pellejo. De todas formas, me digo: ...Bueno, siemprehabr tiempo de demostrar lo contrario a cualquier mal pensado.

    As pasan los das, soando siempre con el viaje a Mxico. Recibo lavisita de mi mam en la embajada (Hait). La vieja est pensativa, sin

    Nuncate separes de l

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    EFIGENIO AMEIJEIRAS

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    embargo, tiene muy buen estado de nimo, hasta bromea y me dice quetengo ms suerte que un ahorcado, y termina recordndome lo mismode siempre: Hijo, nunca te separes de l, recuerda bien lo que te digo,trata de estar siempre a su lado, a ese hombre no le va a pasar nada.

    Me sonro por la forma en que me habla mi mam. Pienso: Ca-ramba qu cosas tienen los viejos. De todas formas yo tambin confoen la buena estrella de Fidel y no deja de gustarme la idea de mi mam.

    En broma le digo:Vieja, t siempre ests con tu espiritismo.Hazme caso, yo lo hago por tu bien, trata de salir siempre por

    donde l lo haga. T vers que tambin vas a tener suerte.Ojal, mam. Me gustara estar a su lado, pero nunca por tratar

    de salvar el pellejo. Luchar en cualquier puesto, si es a su lado, mejor,igual que lo hizo Mel (su hermano) en el Moncada.

    De pronto, todo se oscurece alrede-dor. Es como si apagaran el sol. Misangre ya no es sangre, es vapor lo

    que corre por mis venas. Siento que todos los balcones de la ciudad vancayendo sobre mi cabeza, uno a uno.

    Estamos rodeados y, rpidamente, nos sujetan. Son tres o cuatrohombres. No s de dnde diablos han salido. Me meten dentro de unautomvil y sin decir nada me llevan no s a dnde. Paran en unacasona vieja que, supongo, es una dependencia de la polica.

    Pasan hacia adentro y me meten en un calabozo. Al limpiabotas lodesaparecen de mi vista. Me siento derrumbado, el hombre ms infelizdel mundo. La cosa no es para menos. Preso, con un pasaporte falso yacusado por los sucesos de la Casa Amarilla. Solo acierto a decirmelleno de rabia las barbaridades ms grandes del mundo.

    Al rato, llega un hombre y me interroga. Me pregunta que para ququiero el pasaporte. Le niego las cosas. Le digo que el pasaporte no esmo, pero comprendo que no tiene lgica y opto por decir la verdad.

    Mira, chico le digo, te voy a decir la verdad. El pasaporte loquiero para ir a Mxico; como usted sabr, si es polica, soy un exilia-do y se me niega la visa.

    Dale recuerdosal abogado

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    Y para qu quieres ir a Mxico?Para unirme a Fidel.Ah!, t eres de la gente de Fidel. Y ustedes se van para Cuba

    pronto?Bueno, s: eso lo sabe todo el mundo. Fidel lo ha anunciado pbli-

    camente. Ha contado incluso los das que faltan y los minutos.Ven ac, y t tienes que ver algo con la gente de la Triple A que

    est aqu o con los trujillistas? Qu t sabes del atentado al embajador?Chico le contesto, yo no tengo nada que ver con esa gente. Yo

    soy del grupo del 26 de Julio, y de atentados aqu no s nada.Seguro que ese pasaporte t lo quieres para ir a Mxico? Mira,

    dime la verdad y puedes salir mejor. Dime qu hay de cierto en lo delatentado que le estn preparando al embajador de Batista.

    Mire, seor, le juro por mi honor revolucionario que ese pasa-porte yo lo quiero para ir a Mxico a unirme con Fidel.

    El hombre se queda mirndome un rato. Ya de retirada, me dice:Hum! Vamos a ver!Se va y me quedo solo. Ms solo que nunca. Verdaderamente me

    siento desamparado y pienso que esto no puede tener un buen final,que a lo mejor me hacen un juicio o me presentan a los tribunales y...Qu ser lo que habr pasado? Me habr delatado el limpiabotas?Cmo la polica ha podido seguir la pista del pasaporte? Tengo queescapar de aqu, no tengo otro remedio. En la primera oportunidad,tengo que escapar.

    Vivo los momentos ms difciles de mi vida. Voy a tener que inten-tar una accin desesperada. Si veo que se me enyerba la cosa, tratarde escapar de aqu como quiera que sea, y no voy a parar hasta Gua-temala y de ah, a cruzar la frontera de Mxico. Es sumamente difcil ydescabellado lo que estoy pensando. Pero qu voy a hacer en esta pri-sin. No s por qu me figuro que el investigador que me interrog esun hombre honesto, parece buena gente. Pasan los minutos, las horas.A la cada de la tarde regresa el investigador. Con una ligera sonrisa aflor de labios, me dice:

    Soy el capitn Vargas. Quiero que sepas que simpatizo con el jefede ustedes. Como es natural, por referencias. He ledo casi todos los

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    artculos que se han publicado en la revista Bohemia y simpatizo con lasideas revolucionarias de ese abogado. Adems, el grupo de ustedes siem-pre ha tenido buen comportamiento en el pas, lo que no ha sucedido conalguna otra gente que nos ha creado ms de un problema...

    Entonces agrega:Ests dispuesto a irte maana mismo para Mxico con este pa-

    saporte? Tienes dinero para el pasaje?As, de pronto, no puedo creer en las palabras que me est dicien-

    do. Lo miro de frente y me parece el hombre ms bueno del mundo. Medan ganas de darle un abrazo. Le digo emocionado que me voy ahoramismo si quiere, que tengo el dinero para el pasaje.

    Bien, te vas maana. En el aeropuerto de aqu no vas a tenerproblemas con las autoridades de inmigracin. Eso s, al llegar a Mxi-co tienes que ver cmo te las arreglas. Fjate que esta fotografa no separece mucho a ti.

    No importa le digo, yo asumo el riesgo.El capitn Vargas me entrega el pasaporte y la visa, y me pone en

    libertad, dicindome:Dale recuerdos al abogado.

    Pasamos cerca de la Isla CaimnGrande, bajo un cielo azul sinmanchas, una mar tranquila y es-

    coltados por delfines. Fidel les apunta con un rifle, pero dos o tres com-paeros le ruegan que no los mate, porque hay una leyenda entre losmarinos que dice que los delfines traen buena suerte cuando se acercana un barco. Fidel sonre y deja de disparar.

    Nos alegramos. Todos somos de la misma idea, en un plano, diga-mos, sentimental, de que no se mate a estos animales tan mansos. Ade-ms, es alegre viajar en compaa de ellos, verdaderamente parecennuestra escolta de honor. No hay un poeta por aqu que le saque unpoema a los delfines? pregunto y nadie me contesta. Entonces yo lointento, pero no me sale nada.

    No me canso de contemplar cmo nadan los delfines. Qu granvelocidad desarrollan! Cmo surcan el agua! A veces saltan fuera

    Escoltadospor delfines

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    con suma gracia, se les puede ver el rostro, donde se dibuja algo ascomo una esquemtica sonrisa. Los delfines andan en grupo. Se cuen-tan tantas cosas de los delfines: que se hacen amigos de los pescadoresy hasta comen de sus manos y han salvado numerosos nufragosllevndolos en sus lomos hasta la orilla. Tambin lloran cuando losarponean. En fin, no s hasta dnde se exagera, pero sin duda soninteligentes.

    Trato de volver a hacerles el poema de marras. Rompo el papel ylo tiro al agua. Entonces me digo: Quizs maana, cuando triunfe laRevolucin, los jvenes poetas le canten a los delfines del Granmacomo ellos se lo merecen.

    Estamos cerca de Cuba. En el radiodel barco podemos escuchar fcil-

    mente las emisoras del pas. Se da la noticia de que hieren a numerososestudiantes, cuando la dictadura disolvi en Infanta y San Lzaro la ma-nifestacin que iba a conmemorar un aniversario ms del fusilamiento delos estudiantes de Medicina. Esta noticia me llena de recuerdos.

    Pienso: Ojal esta sea la ltima vez que tengan que salir los mucha-chos de la Colina a enfrentarse a las balas asesinas de la tirana. Para esovamos a Cuba a morir o a vencer, para que otros vivan en paz. As es eloficio del revolucionario: actuar acorde con el momento en que vive. Estome recuerda el dilogo que ayer sostuvieron Fidel y Eduardo (Reyes):

    Cmo te sientes? dijo Fidel a Eduardo, que se encontraba des-cansando en la proa del barco.

    Un poco mareado todava, pero sigo mejorando.De dnde eres?De Placetas.Qu te parece la expedicin?Algo muy grande.Qu te hizo venir?El MoncadaY, por qu el Moncada?No s, me parece que hacer algo de la calidad moral del Moncada

    es difcil.

    Qu te hizo venir?

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    Fidel lo toca en el hombro con cierto orgullo y se aleja a revisar lasarmas.

    Ya el radio habla de sabotajes yparos eventuales en muchos pue-

    blos de Cuba. De pronto, llega la gran noticia! Se lucha abierta-mente en las calles de Santiago. La ciudad est dominada por losfrancotiradores y el coraje de las guerrillas del Movimiento 26 deJulio, comandados por Frank Pas. Todos en el barco damos vivas aFrank Pas. Nos lamentamos de no estar en Cuba y secundar elmovimiento de Santiago, como estaba coordinado, cosa que no selogra por la lentitud del barco. En estos momentos quisiramos es-tar all para ayudar a los valerosos muchachos del Movimiento 26de Julio.

    Omos los nombres de los primeros cados: Pepito Tey, OttoParellada Tony Alom y otros. Tambin hay muchas bajas por partede la tirana. Est pasando este da glorioso. Parece que los fuegos dela rebelin de Santiago se han apagado. Es lgico que los muchachoshayan tenido que replegarse, en espera de nuestra llegada. Deben es-tar impacientes esperando por nosotros, pero nosotros lo estamos ms.

    Fidel pregunta: Quin es Pepito Tey?. Alguien que lo conoce engrupo contesta, le ofrece datos de la vida del hroe. Fidel se emocionay dice: Y Tony, y Otto, y los dems? Qu hombres! Todos soniguales. Tenemos que llegar pronto, y mantener viva la llama de lainsurreccin. Esta noche, antes del amanecer, desembarcaremos. Es-tamos atrasados, pero cumpliremos nuestro compromiso....

    A las once y cuarenta y cinco dela noche nos ponemos en marchabajo la luna ms grande del mun-

    do, una luna ms linda que la de Nilvia, y esto ya es mucho decir.Hermes y el mensajero van de prcticos. Vamos a encontrarnos con elhombre del Moncada, con el sueo de Mel hecho realidad presente. Alfin sabemos con certeza que est sano y salvo. Cada da que pasaganan en razn las palabras de la vieja, repetidas tantas veces: Hijo,

    Todos son iguales

    Esta guerrala ganamos nosotros

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    trata de no separarte de su lado, a ese hombre no le pasar nada!. Noes que yo sea supersticioso, pero me parece que la vieja tiene su pocode razn. Le voy a tener que hacer caso, anj?

    Estamos atravesando un caaveral. A cada rato un compaeropide un alto en la marcha y sale corriendo a ocultarse entre las caas.Nadie escapa a la consecuencia de la comida. Oh, ingratitud de lavida, estmagos de celofn! Cmo podis desinflis de esta forma?Canallas, merecen una cuarentena a pan y agua.

    Caminamos por la guardarraya: Se produce el encuentro que tan-to esperbamos. Nos salen al paso varios hombres y enseguida reco-nocemos a Fidel entre ellos. Son emotivos los abrazos. Se reparten unay otra vez. Todos queremos hablar al mismo tiempo. Con Fidel haysolo dos expedicionarios del Granma: Faustino y Universo. Los otros,son varios campesinos. Nos presentan a Mongo Prez, es un hombrerobusto, hermano de Crescencio. Fidel est que parece un nio con unjuguete nuevo: me pasa la mano por la cabeza, me abotona la camisay sonrindome, me dice:

    iQu elegantes se ven con el uniforme del Granma y todas susarmas! Les felicito. Qu bien! Qu bien se han portado! Han llegadohasta aqu casi sin prcticos, uniformados y con todas sus armas, hastaun Johnson me dicen que tienen guardado por aqu cerca. Qu brbaros!Los vuelvo a felicitar de todo corazn. S que han pasado mucho traba-jo, pero han cumplido. Nosotros tambin pasamos un poco de trabajo,hubo un momento que yo pens hacer como Calixto Garca. Me encon-traba solo, cerca de m el caaveral cruja envuelto en llamas y los sol-dados a un paso, muy cerca, y para colmo un avin pasaba sobre micabeza ametrallando mientras habla se pone en marcha con nosotros.Lo seguimos de cerca, atentos a su conversacin. Pero bueno, los peoresmomentos han pasado, y aunque solo tenemos siete fusiles, es suficientepara empezar de nuevo. Esta guerra la ganamos nosotros.

    Acampamos en un claro del caaveral donde hay algunas palmas.Fidel sigue contando la odisea que haba pasado desde el encuentro deAlegra de Po.

    Se reparten las guardias. Me toca la primera. Estoy recostado auna palma, muy cerca del caaveral donde duermen mis compaeros,

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    18 de diciembre de 1956, faltan pocos das para que se acabe el ao,quizs no sea el ao ms grande de la Revolucin, pero fue tremendo,traer el Granma a Cuba fue una empresa ms peligrosa que la delMoncada y encima de todo han estado a punto de exterminarnos.

    Cuntos compaeros habrn logrado escapar, cuntos se reunirncon nosotros? Mongo explica que hay varios grupos cerca. Dicen que losdos hombres que hablaron con nosotros eran mandados por l, pero comonos hicimos pasar por soldados desconfiaron.

    La noche se cierra, el cielo parece el hueco de una campana dondetitilan puntas de diamantes, la luz de oro de la luna relumbra de costa-lazo sobre la cresta de las caas. Realmente nunca pens que las cosasfueran a suceder as pareca que todos nuestros smbolos se hundande pronto en un mar sin fin, solo quedaba a flote, como siempre, elgirasol. Aqu estamos con un ejrcito de siete fusiles, ms loco que elejrcito loco de Sandino.

    All est Fidel, acostado en el caaveral, tapndose con la paja dela caa, solo se ve un bulto junto a su fusil de mira telescpica. As, laRevolucin duerme entre las caas de Purial de Vicana.

    Efigenio Ameijeiras: 1956: Un ao tremendo, Editora Abril, Ciudad de La Habana,Cuba, 1986, pp. 93,118-120, 133-135, 185-186.

    Luis BezPERIODISTA CUBANO

    Durante su visita a Washington enabril de 1959, Fidel trat de man-tener un contacto con el pueblo.

    Las autoridades norteamericanas intentaban impedrselo. Vista su dis-posicin a extender la mano a la gente de la calle, un tal msterHoughton, identificado como de los servicios de seguridad, le sugiri:

    Es mejor que se asome a los balcones.Fidel replic:No soy hombre de balcones e inmediatamente se dirigi a la

    puerta y la abri.

    No soy hombrede balcones

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    Antes de que los agentes del FBI se percataran estaba cruzando lacalle. Sorprendidos por su intrepidez, a los policas se le desorbitaronlos ojos y a los ciudadanos se les secaron las gargantas.

    Ustedes queran saludarme?Lo rodean, lo estrujan. Los cubanos, con su peculiar efusividad, lo

    tutean y le dicen simplemente Fidel. Los norteamericanos ms cir-cunspectos, le llaman seor Castro. Es una prctica bilinge. Se ha-bla en dos idiomas, pero en un solo lenguaje de amistad y de pueblo. Eldilogo se extiende hasta la madrugada.

    En el saln South Amrica, Chris-tian Herter, secretario de Estado,se adelanta a recibirlo. Fidel sos-tiene su gorra militar en la mano

    izquierda. Se sientan en un sof. La conversacin no se prolonga mu-cho. Se ponen de pie y se encaminan al comedor donde les espera elalmuerzo. En el momento de los brindis, al responderle al norteameri-cano, Fidel levanta su copa y entre otras cuestiones seala:

    Nuestra lucha, que cost miles de vidas, est llena de bellos epi-sodios y sacrificios extraordinarios que esperamos algn da los Esta-dos Unidos puedan reconocer plenamente.

    En el momento de la salida, William Wieland, director de la oficina deasuntos del Caribe del Departamento de Estado, al presentarse le dice:

    Doctor Fidel Castro, yo soy la persona que maneja las cosas deCuba.

    Perdneme, pero quien maneja las cosas de Cuba soy yo.Y la incidencia culmina con una sonrisa.

    La madrugada del 17 de julio de1959 me encontraba en el peridico

    Revolucin. En esa poca la redaccin y los talleres se encontraban en laavenida Carlos III. En las primeras horas de la maana partira rumbo aEstados Unidos como parte de la delegacin que, presidida por el capitnAntonio Nez Jimnez, director del INRA, representara a Cuba en losactos por el sexto aniversario del 26 de Julio.

    Quien manejalas cosas de Cuba

    soy yo

    Alea jacta et

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    En un momento comenzaron a llegar compaeros del Ejrcito Re-belde que tenan instrucciones de no permitir la salida del edificio. Anno sabamos qu estaba ocurriendo.

    Ya de madrugada hizo su aparicin Fidel. Traa sobre su hombro elhistrico fusil FAL que lo haba acompaado victorioso en la SierraMaestra. Ah me enter de lo que iba a ocurrir. El diario, en su primeraplana en grandes titulares, anunciaba su renuncia como primer minis-tro y deca que explicara los motivos en una comparecencia televisa-da en horas de la noche.

    Permanecimos en el peridico hasta que comenzaron a salir losprimeros ejemplares. Ah aprovech para preguntarle si el viaje semantena. Me respondi afirmativamente a la vez que me dijo:

    Alea jacta et! La suerte est echada!

    Recuerdo que, en los aos 60, par-ticip en varias oportunidadescomo panelista en el programa

    Ante Prensa. No he olvidado que otro de los integrantes, periodista deexperiencia, antes de comenzar el programa le dijo a Fidel:

    Comandante, usted desea que le haga alguna pregunta deter-minada?

    Fidel lo mir fijamente y, a la vez, con su peculiar gesto, le toc conel dedo ndice en el pecho y le respondi:

    Puedes preguntarme lo que te d la gana. No le tengo temor aninguna pregunta y yo s cmo entrar en cualquier tema que est inte-resado en tratar.

    En ese momento yo era el benjamn de los periodistas y as mepresentaba el moderador del programa Manolo Ortega. Me qued frocon la respuesta. Esa experiencia fue una de las primeras lecciones queaprend del jefe de la Revolucin.

    Pocas semanas antes de la inva-sin a Playa Girn, el Comandan-te en Jefe realizaba uno de sus ha-

    bituales recorridos por las obras en construccin a lo largo y ancho del

    No le tengo temora ninguna pregunta

    Va y se lanzanpor aqu

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    pas. En esa ocasin por la Cinega de Zapata. Lo acompaaba en micalidad de periodista. No he olvidado que alrededor de la una de lamadrugada arribamos a la zona de Girn, donde se estaba levantandoun centro turstico. Ya se encontraban en pie numerosas casas dondeantes solo haba desolacin. Igualmente, estaba terminada una pistapara el aterrizaje de aviones. Tambin formaban parte de la comitiva,entre otros, los comandantes Guillermo Garca, Calixto Garca yAbraham Masiques, director del plan de desarrollo de la cinaga.

    En un momento determinado Fidel se detuvo y se puso a mirarhacia el firmamento. De pronto, expres:

    Va y estos HP se lanzan por aqu. Vamos a instalar una ametra-lladora calibre 50 donde se encuentra el tanque de agua estaba a unagran altura, y otra frente a la pista de aviacin.

    Los hechos ocurrieron con tanta rapidez que dichas ametralladorasno se llegaron a instalar, aunque esa fue una de las zonas del desembarco.

    Antes de comenzar una conferen-cia de prensa con periodistas cu-banos que escriben para la comu-nidad cubana en el exterior el mo-

    derador le pregunt a Fidel:Usted tiene, primeramente, algo que decir?Y Fidel le respondi:No, yo no. Simplemente conversar y contestar las preguntas que

    ustedes hagan.

    Es relativamente temprano en lanoche. Oficialmente la jornada fi-

    naliza con la recepcin y los discursos en el edificio del Consejo de Mi-nistros. La delegacin cubana se retira a la residencia que le ha sidoasignada como alojamiento. Desde las ventanas se ofrece el panoramade Varsovia constelada de luces como invitacin. Fidel sonriente, sugie-re un recorrido fuera de programa.

    Primera etapa del paseo: el viejo Castillo Real, destruido durantela guerra, y ahora en cuidadoso proceso de reconstruccin. Apenas

    Simplementeconversar

    Por la vieja Varsovia

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    abandonan los autos se produce un movimiento expectante y alegre.La alta figura, vistiendo el uniforme de gala, es inconfundible. Unosminutos nada ms y lo envuelven estrechones y saludos.

    Los primeros en identificar a Fidel son maestros procedentes delinterior del pas de visita en la capital. Fidel, mientras conversa, firmaalgunos autgrafos.

    Un pequeo episodio sustancia el calor humano del encuentro. Unavendedora de flores, Yadwiga Ganaszek, mujer madura, de airoso yalegre porte, se le acerca, para obsequiarle una violeta. Fidel le pasa elbrazo sobre los hombros y la invita a sentarse en las mesitas al airelibre. Quiere que le cuente su vida.

    Son los duros recuerdos de la guerra. Durante la ocupacin nazitrabaja de enfermera en esta plaza, ahora tan feliz y acogedora, queentonces era uno de los ms sombros rincones de Varsovia, mataderode las tropas SS.

    Los cadveres los recogamos con palas.La evocacin de la barbarie genocida de hitlerianos, por lgica

    asociacin de ideas, plantea la dramtica actuacin de Viet Nam. Tan-to ella como su nieto, de 17 aos, estn al tanto de los acontecimientosdel sudeste asitico.

    Y qu les parecen?Es una cosa terrible. Me recuerda mucho a los fascistas alemanes.Los fotgrafos hacen funcionar sus cmaras Yadwiga, se empina

    sobre sus pies para recibir en la frente un beso de Fidel. El lder de laRevolucin Cubana mientras le estrecha las manos le expresa su deseode que viva muchos aos para que siga recordando la historia de Polo-nia y ella le responde:

    Quien hace falta que viva muchos aos es usted que es un hom-bre muy bueno.

    Al llegar a un caf, ms personasllegan a saludarlo. Jvenes finlan-deses y muchachas polacas le traenflores. La charla se hace animada.La mmica y la expresin compen-

    Mi coraznest ms fuerte

    que nunca

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    san los baches idiomticos. Se escucha msica. Sorpresa y jbilo al pene-trar Fidel en el establecimiento Cocodrilo, nombre jovial del caf. Un ale-mn intercambia su corbata con Fidel.

    El ambiente es tan agradable que el Primer Ministro, al marchar-se, se compromete a enviar un cocodrilo disecado de los criaderos dela Cinaga de Zapata en sustitucin de la muestra de madera quetienen all.

    Al retomar los autos para proseguir el recorrido, este enviado deBohemia le da una noticia. En esos precisos momentos, la agencia yan-qui AP, desde sus oficinas en Varsovia, haba puesto en circulacin elrumor, malvolamente aderezado, de que Fidel sufra un trastornocardiaco. La informacin, con independencia de su venenosa inten-cin, resultaba grotesca. Fidel la acoge con una sonrisa. Mi coraznest ms fuerte que nunca.

    Mientras Fidel, desbordante de vitalidad, paseaba por las callesadoquinadas de la zona vieja de Varsovia, el avieso despacho de pren-sa daba la vuelta al mundo. Segn el plumfero, de nombre NicolsLillitos, corresponsal de la benemrita AP, el Primer Ministro de Cubase encontraba en un estado previo, al infarto cardiaco, movindosecon previsora escolta de ambulancias y mdicos.

    Adems, citando fuentes gubernamentales polacas que no identifi-ca, Lillitos agrega que en vista de la situacin se est reconsiderando elprograma de actividades para ajustarlo a la precaria salud del viajero.

    Que la mentira no siempre paga lo aprende el Nicolasn de la AP.El mircoles 7 las oficinas de la agencia reciben la visita de perio-

    distas cubanos interesados en conocer y conversar con el correspon-sal. Lillitos adopta una actitud cnica y provocadora. Hay un cambioviolento de palabras y, de pronto estalla la indignacin hasta entoncesreprimida de un criollo.

    Una mano vigorosa lo toma por la corbata. Desde la cadera de-recha, como un resorte, trazando un arco, vuela un puo para estre-llarse en impacto demoledor contra la boca lenguaraz del reportero.Lillitos salta en el aire y aterriza debajo de una mesa. Un segundogacetillero, Jerzy Brodzki, ensaya una operacin de apoyo.

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    Al segundo siguiente, atrapado por un gancho de izquierda, barreel piso. Un slido zapatazo al sur del coxis remata el episodio. La en-trevista apenas dura unos minutos.

    Se trata, informan las crnicas fechadas en Varsovia, de un infar-to al maxilar.

    Mayo 6 de 1995. El embajador bo-liviano Juan Franklin Anaya ofre-ca una recepcin en honor a sucanciller Antonio Aranbar, que seencontraba de visita en La Haba-

    na. No haba recibido invitacin para la actividad. Llam a CarlosZamora, director de Amrica Latina de la Cancillera y se lo coment.A las pocas horas ya la tena en mi poder.

    Al llegar a los predios de la calle 26 en Miramar, not que existanmuchas posibilidades de que el Comandante en Jefe asistiera a la acti-vidad. Los compaeros de la Seguridad Personal, con su efectividadcaracterstica, tenan tomadas todas las medidas.

    A la hora de haber comenzado la recepcin lleg Fidel. La viserade la gorra la tena un poco ms elevada de lo normal. Se le vea con-tento. Realmente estaba feliz. Haca solo cuatro das se haban firma-dos nuevos acuerdos migratorios con Estados Unidos.

    En el jardn fue rodeado por diversos embajadores latinoamerica-nos, algunos cubanos y los anfitriones. Fidel pregunt si estaba Alarcn,el Presidente de la Asamblea Nacional ya que fue l quien negociaraen Nueva York y Canad con Peter Tarnoff, subsecretario poltico delDepartamento de Estado, los acuerdos se haban hecho pblicos el2 de mayo.

    Fidel se interes por conocer si el comandante (Manuel) Pieiroestaba presente. A los pocos segundos apareci, como siempre son-riente, el legendario Barba Roja.

    Me percat de que, al levantar la vista, Fidel me haba visto a lolejos. Sorpresivamente exclam: Ah est Luis Bez, Luis maneja msinformacin que yo. Solo atin a responder: Comandante, toda miinformacin va para usted.

    Mis ideas,mis principios,

    jams cambiarn

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    Eso provoc que algunos de los cubanos presentes y tambin ex-tranjeros se me acercaran para felicitarme pues estaba en buenacon el Comandante. Tal reaccin no me produjo ningn efecto. Sa-ba perfectamente que, si en vez de darme cario Fidel me hubieracriticado, ninguno de los que se me acercaron lo hubieran hecho. Enestos 36 aos ya haba pasado por semejantes pruebas.

    Despus de dialogar con los diplomticos, Fidel se dirigi a un sa-ln para conversar con el canciller Aranbar. En el camino fue inter-ceptado por algunos periodistas que le pidieron su opinin sobre losltimos acuerdos migratorios.

    Una periodista boliviana se interes en conocer si l cambiara suposicin poltica. Fidel le contest: Mis ideas, mis principios jamscambiarn. Me acompaarn hasta la muerte.

    De una manera algo atrevida lo interrump. Le dije: Comandante, porfavor, no hable de su muerte. Se vir y me respondi: Luis, a m no mepreocupa morirme. Solo atin a decirle: Pero a nosotros s. Sonri y echa andar. Me tir el brazo por encima. Cuando iba a entrar al saln, meretir.

    An me faltaban algunas sorpresas. En el momento en que Fidel semarchaba de la sede diplomtica, cuando iba a subir al auto, preguntpor m. Rpidamente me localizaron. Me dijo: Monta.

    En el camino me vino a la mente el 24 de octubre de 1989, cuandoal terminar una recepcin en la Nunciatura Fidel me invit a que loacompaara en el Mercedes Benz. En aquella ocasin le habl de lamarcha del libro Los que se fueron. Le inform a quines tena entre-vistado. Hablamos de Jos Pardo Llada, Goar Mestre, Ren Cabel yotros. En el camino me sugiri que despus deba escribir Los que sequedaron. Mujeres y hombres ya populares antes del 1ro. de enerode 1959, y que haban decidido permanecer en el pas. Algunos eranrevolucionarios, otros no, lo importante era su patriotismo.

    Haban pasado tres meses de los acontecimientos conocidos comola Causa 1. Le coment que gracias a su presencia no haba corrido lasangre. Era un tema que le dola tocar. Solo me respondi: Luis, qudao nos han hecho! Afortunadamente, lo pudimos conocer y lo hici-mos pblico a tiempo.

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    El auto iba veloz, acompaado por los carros escoltas. Fidel co-ment que el canciller boliviano le haba causado buena impresin.No era la primera vez que se vean. El boliviano provena de la iz-quierda.

    Tomamos Quinta Avenida, Malecn, Paseo y a los pocos minutosestbamos entrando en el Palacio de la Revolucin. Mont con Fidelen el pequeo elevador. Salimos del ascensor y entramos directamente enel despacho del Jefe de la Revolucin. Tambin lo hizo Lage. A lospocos minutos se incorpor Felipe Prez Roque.

    Fidel me pidi que le contara cmo estaba el ambiente con lafirma de los tratados. Le manifest que haban causado sorpresa, peroque fueron bien recibidos. Le dije que muchos especulaban que estole iba a costar a Bill Clinton la derrota de la Florida en la prximacampaa electoral. Me respondi que los que decan eso estaban equi-vocados y que el presidente norteamericano, en su lucha por la re-eleccin, ganara Florida.

    Se dice que le va a pasar igual que a Carter que perdi la reelec-cin por el xodo del Mariel agregu.

    Eso no es verdad. Carter perdi fundamentalmente por el pro-blema de los rehenes norteamericanos en Irn precis.

    Tocamos otros temas. La conversacin se produjo todo el tiempode pie. Estuvimos alrededor de una hora.

    Me llam la atencin la sobriedad del despacho y, sobre todo, unafotografa de ngel Castro Argiz, su padre.

    Al despedirnos, con su sencillez caracterstica, me dio las graciaspor la informacin que le haba brindado. Antes de marcharme le dijeque cuando hiciera espaguetis me invitara. Me respondi: Dalo porseguro.

    Recuerdos escritos especialmente para este libro, Ciudad de La Habana, Cuba, 24 denoviembre de 2007.

  • Luis Bez

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    Rosa Bez DueasDOCTORA CUBANA, MDICO DE LA FAMILIA

    En uno de los primeros encuentrosque sostuvimos con Fidel, a raz de

    comenzar a implantarse el Mdico de la Familia, le coment cmo mehaba impresionado lo que en