21. en el corazón de la reforma. beato pedro fabro sj. antonio alburquerque sj

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Introducción, traducción y comentarios por ANTONIO ALBURQUERQUE, S.J. EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA «Recuerdos espirituales» del Beato Pedro Fabro, S.J. MENSAJERO • SAL TERRAE

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la jornada del santo Pedro Fabro

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Introducción, traducción y comentarios por ANTONIO ALBURQUERQUE, S.J.

EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

«Recuerdos espirituales» del Beato Pedro Fabro, S.J.

MENSAJERO • SAL TERRAE

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Introducción, traducción y comentarios por ANTONIO ALBURQUERQUE, S.J.

EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

«Recuerdos espirituales» del Beato Pedro Fabro, S.J.

Ediciones Mensajero Sal Terrae

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Está prohibida por ley la reproducción, almacenamiento o transmisión, total o par­cial, por cualquier medio o procedimiento técnico, de esta publicación -incluido el diseño de la misma y las ilustraciones- sin permiso expreso del editor.

© Antonio Alburquerque © Ediciones Mensajero - Sancho de Azpeitia, 2 - 48014 Bilbao

Apartado 73 - 48080 Bilbao ISBN: 84-271-2296-6

© Editorial Sal Terrae - Polígono de Raos. Parcela 14 - 39600 Maliaño (Cantabria) Apartado 77 - 39080 Santander ISBN: 84-293-1335-4 Depósito Legal: BI-161-00 Printed in Spain

Impreso por Grafo, S.A. - Avda. de Cervantes, 59 (DENAC) - Basauri (Vizcaya)

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Agradezco a la comunidad de jóvenes jesuítas de Salamanca y a su Rector, Francisco Arrondo S. J., el aliento,

no exento de humor, con que me ayudaron en mi trabajo. Tengo que dar gracias especiales a Avelino Quijano S. J. por sus valiosas observaciones y a Dani Vülanueva S. J.

por su competente ayuda en la informatización.

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ÍNDICE GENERAL

S I G L A S Y A B R E V I A T U R A S 13

I N T R O D U C C I Ó N

I ¿ Q u i é n es P e d r o F a b r o ? 15 1. En las montañas de la Alta Saboya. 1506-1525 17 2. París. 1525-1536 18

2 . 1 . El Colegio de Santa Bárbara 19 2.2. Encuentro de Fabro con Ignacio. Formación del grupo de «amigos en el Señor» 21 2.3. Fabro , « H e r m a n o mayor de todos» 32

3. Sal ida de París. Venecia. Nov. 1536-nov. 1537 34 3 . 1 . Ordenaciones en Venecia. Días de desierto y oración 37

4 . R o m a . 1538-1539 3 8 4.1 «Acaso s e r e m o s cruc i f icados» 3 8 4.2. Mirando hacia el futuro. Las Deliberaciones 40

5. Parma. Junio 1539-sept iembre 1540 40 6. W o r m s , Esp i ra , Ra t i sbona . Oc tubre 1540-jul io 1541 4 3

6 . 1 . Fabro ante el coloquio catól icos-protestantes 43 6.2. Modo de proceder de Fabro con los católicos que asisten a las dietas 51 6.3. Car ta de Fabro a Laínez. La mejor manera de actuar con los protestantes 56

7. En España. Julio 1541-marzo 1542 58 7 . 1 . Despedidas. Vuelve a Alemania 60

8. De nuevo en A leman ia . Abr i l 1542-jul io 1544 62 8 . 1 . Espira 62 8.2. Maguncia. El cardenal Alberto de Brandeburgo 64 8.3. El ejercitante Pedro Canisio 68 8.4. Colonia. Apoyo a los católicos. Mediador ante Carlos V.... 71 8.5. Lovaina. Enfermedad. Novicios y universitarios 73 8.6. De nuevo en Colonia. Una comunidad jesuít ica 76

9. En la corte de Juan III de Portugal. Agosto 1544-marzo 1545 79

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8 AMIGOS EN EL SEÑOR

9 . 1 . Visitador del Colegio de Coimbra 80 10. En la Corte de Casti l la: Valladolid y Madrid. Marzo 1545-

junio 1546 81 10 .1 . Fundación de los colegios de Valladolid y Alcalá 84 10.2. Con el corazón en Alemania 87 10.3. Es l lamado a Roma para asistir al concilio 90 10.4. Hacia Roma, pasando por Valencia, Gandía y Barcelona... 92

1 1 . Muere en R o m a el 1 de agosto de 1546 94 12. Fabro pieza clave para la aportación de la Compañía al Concilio. 97

II O b s e r v a c i o n e s sobre los «Recuerdos Espir i tuales» de F a b r o . 100 1. Gracias para orar o contemplar 100 2. «Abundantes gracias para sentir y conocer los diversos

espír i tus» 103

R E C U E R D O S E S P I R I T U A L E S D E L B E A T O P E D R O F A B R O

El t e x t o de l M e m o r i a l 109

ESPIRA. 15 de j u n i o de 1542. (Mirada retrospectiva) 111

1506-1525. Primeros años. En la escuela de Vell iardo 112 1517-1525 114 1525-1536. Estudios en París 115 1529 115 1534 118 15 de agosto de 1534 118

5 de noviembre de 1536 119 1537 120 1538 120

P A R M A (mayo 1539-septiembre 1540) 121 W O R M S (25 octubre 1540-14 enero 1541) 122 ESPIRA (20 enero-6 febrero, 1541) 123 R A T I S B O N A (23 febrero-27 julio, 1541) 123

9 de julio de 1541 125 27 de julio de 1541 126 19 de noviembre de 1541 127 21 de noviembre de 1541 127 Enero de 1542 131

ESPIRA. 1542 (Hasta aquí la mirada retrospectiva) 132 15 de junio de 1542 132 24 de junio de 1542 134 26 de junio de 1542 134

2 de julio de 1542 136 15 de julio de 1542 140 17 de julio de 1542 140 21 de julio de 1542 142 25 de julio de 1542 144

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ÍNDICE GENERAL 9

29 de julio de 1542 145 2 de agosto de 1542 147 3 de agosto de 1542 148 5 de agosto de 1542 150 6 de agosto de 1542 150 7 de agosto de 1542 153 9 de agosto de 1542 155 9 de agosto de 1542 156

10 de agosto de 1542 157 11 de agosto de 1542 158 12 de agosto de 1542 160 13 de agosto de 1542 161 14 de agosto de 1542 161 15 de agosto de 1542 163 15 de agosto de 1542 165 16 de agosto de 1542 165 19 de agosto de 1542 166 20 de agosto de 1542 167 21 de agosto de 1542 167 24 de agosto de 1542 169 25 de agosto de 1542 170 29 de agosto de 1542 172

1 de sept iembre de 1542 176 3 de sept iembre de 1542 176

27 de sept iembre de 1542 177 29 de sept iembre de 1542 178 30 de sept iembre de 1542 179

3 de octubre de 1542 182 4 de octubre de 1542 183 9 de octubre de 1542 190

10 de octubre de 1542 190 11 de octubre de 1542 191 12 de octubre de 1542 192 13 de octubre de 1542 192

M A G U N C I A 194

22 de octubre de 1542 194 25 de octubre de 1542 197 26 de octubre de 1542 198 27 de octubre de 1542 204 28 de octubre de 1542 204 29 de octubre de 1542 206

1 de noviembre de 1542 206 2 de noviembre de 1542 207 2 de noviembre de 1542 208 3 de noviembre de 1542 209 4 de noviembre de 1542 211

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10 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

5 de noviembre de 1542 212 13 de noviembre de 1542 214 25 de noviembre de 1542 215 28 de noviembre de 1542 216 29 de noviembre de 1542 217

1 de diciembre de 1542 218 30 de noviembre al 5 de diciembre de 1542 219

8 de diciembre de 1542 222 8 de dic iembre de 1542 222

25 de dic iembre de 1542 223 26 de diciembre de 1542 225 27 de diciembre de 1542 226

A S C H A F F E N B U R G 229

1 de enero de 1543 229 2 y 3 d e e n e r o d e 1543 230 6 de enero de 1543 232 7 de enero de 1543 234 9 de enero de 1543 237

10 de enero de 1543 239 M A G U N C I A 241

15 de enero de 1543 241 20 de enero de 1543 243 21 de enero de 1543 243 23 de enero de 1543 245

2 de febrero de 1543 245 3 o 4 de febrero de 1543 247 6 de febrero de 1543 248 9 de febrero de 1543 248

10 de febrero de 1543 250 11 de febrero de 1543 250 12 de febrero de 1543 251 14 de febrero de 1543 252 22 de febrero de 1543 255

1 de marzo de 1543 256 12 de marzo de 1543 259 23 de marzo de 1543 260 24 de marzo de 1543 262 25 de marzo de 1543 262 26 de marzo de 1543 264

1 de abril de 1543 266 23 de abril de 1543 269 25 de abril de 1543 272 26 de abril de 1543 274 2 8 de abril de 1543 275 29 de abril de 1543 277

2 de mayo 278

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ÍNDICE GENERAL 11

3 de mayo de 1543 279 4 de mayo de 1543 280 8 de mayo de 1543 281

13 de mayo de 1543 283 20 de mayo de 1543 285 22 de mayo de 1543 286 24 de mayo de 1543 287 31 de mayo de 1543 288 10 de junio de 1543 289 21 de junio de 1543 291 24 de junio de 1543 292 26 de junio de 1543 293 29 de junio de 1543 296 30 de junio de 1543 297

3 de julio de 1543 298 4 de julio de 1543 298 5 de julio de 1543 298 6 de jul io de 1543 299 9 de julio de 1543 302

13 de julio de 1543 303 L O V A I N A . (Octubre 1543 - Enero 1544) 306 COLONIA. (Enero-julio 1544) 307

1 de enero de 1544 307 P O R T U G A L . (Agosto 1544 - marzo 1545) 309

6 de enero de 1545 309 10 de enero de 1545 310 11 de enero de 1545 311 13 de enero de 1545 312 14 de enero de 1545 314 15 de enero de 1545 315 20 de enero de 1545 318 21 de enero de 1545 319

2 de febrero de 1545 320 3 de febrero de 1545 320

20 de febrero de 1545 320 21 de febrero de 1545 321 24 de febrero de 1545 322

E S P A Ñ A . (Valladolid - Madr id. Marzo 1545 - Junio 1546) 323 4 de marzo dde 1545 323

19 de marzo de 1545 324 21 de marzo de 1545 325 25 de marzo de 1545 326

2 de abril de 1545 328 5 de abril de 1545 330

16 de abril de 1545 332 30 de abril de 1545 333

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12 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

8 de mayo de 1545 334 14 de mayo de 1545 335 23 de mayo de 1545 336 8-12 de julio de 1545 336 14 de sept iembre de 1545 337 20 de enero de 1546 338

B I B L I O G R A F Í A 339

ÍNDICES 345

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1 3

SIGLAS y ABREVIATURAS

C h r o n . Polanco, Juan Alfonso de; Vita Ignatii Loiolae et re-rum Societatis Jesu historia (Chronicon) . 6 vo ls . Madr id, 1894-1898.

D R A E Diccionario de la Real Academia Española. Epis t . Mixt . Epistolae Mixtae ex variis Europae locis ab anno

1537 ad 1556 scriptae (...) 5 vols. Madr id, 1898-1901 .

FM. Fabrí Monumenta. Beati Petri Fabri (...) Epistolae, Memoriale et Processus (...) Madrid, 1914.

FN Fontes Narrativi de S. Ignatioio de Loyola. 4 vols. Roma 1943-1965.

Font . Doc . Fontes Documentales de S. Ignatio de Loyola. Ro­ma 1977.

Ignat . Ep is t . Monumenta Ignatiana. Sancti Ignatii de Loyola. Epistolae et Instructiones. 12 vols. Madrid, 1903-1911.

L a i n . M o n . Lainii Monumenta, Epistolae et acta Patris Jacobi Lainii{...) 8 vols. Madrid, 1912-1917.

M H S J Monumenta Histórica S.J. MN Epistolae P. Hieronymi Nadal (...) ab anno 1546 ad

1577(...). 4 vols. 1898-1905. MX Sancti Francisci Xaverii epistolae (...) Scripta varia

de Sancto Francisco Xaverio. 2 vols. Madrid 1899, 1912.

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INTRODUCCIÓN

Al p ropone rme la Di recc ión de la «Colecc ión Manresa» hace r una t raducc ión del d iar io espir i tual de Pedro Fabro , c a í en la c u e n ­t a de la neces idad de presentar p rev iamente , c o n a lgún de ten i ­mien to , la persona l idad del p r imer c o m p a ñ e r o de san Ignacio.

S u diar io, cen t rado pr inc ipa lmente en su m u n d o interior de m o ­c iones , deseos , sent im ien tos , propós i tos etc. , no nos descub re el modo de proceder que tuvo duran te los só lo ocho años de in tensa v ida apostó l ica , ni los rasgos impor tantes de su carácter , ni el es ­fuerzo po r c rear comun idades jesuí t i cas , ni su cont r ibuc ión a la re­f o r m a cató l ica y su c la ra v is ión sobre el compor tam ien to q u e d e b e ­r ía segu i rse en los deba tes y t rato con los pro tes tantes etc.

Por fal ta de es ta perspect iva resul taba muy difíci l percibir, en su autent ico valor, lo que iba escr ib iendo Fabro en su diario.

Por eso antes de of recer la t raducc ión de su d iar io que en a d e ­lante l lamaré Recuerdos Espirituales (RR.EE.p, m e parece opo r tu ­no c o m e n z a r con una in t roducc ión que cons ta rá de dos par tes .

En la p r imera , y m á s larga, he segu ido el i t inerario de Fabro . L leva por t í tu lo : ¿ Q u i é n e s P e d r o F a b r o ?

En la segunda señalaré brevemente a lgunas característ icas de su diario: O b s e r v a c i o n e s s o b r e los « R e c u e r d o s esp i r i tua les d e F a b r o » .

C r e e m o s que as í se habrá faci l i tado el acceso a la in t imidad de es te h o m b r e excepc iona l .

I. ¿ Q U I É N ES P E D R O F A B R O ?

Fabro apa rece en sus Recuerdos Espirituales c o m o h o m b r e de g ran vue lo mís t ico , de m u y var ias tona l idades espi r i tua les, emo t i vo ,

1 El fin que pretende Fabro al ponerse a escribir su Memorial es no olvidar, tener a mano los beneficios que el Señor le ha concedido: «Comencé a anotar para recor­darlos siempre los dones espirituales que me ha concedido el Señor (...)». Por eso he preferido llamar al diario de Fabro Recuerdos Espirituales en vez de Memorial.

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1 6 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

ce rcano , lúcido maes t ro de l buen discernir, cu idador de deta l les ,

c reat ivo en la b ú s q u e d a de m o d o s nuevos de o rac ión , con temp la t i ­

vo en su quehace r cot id iano o en su sol i tar io cam ina r por ve redas ,

c a m p o a t ravés , en pe rmanen te h imno de acc ión de grac ias .

Pero , o t ras veces , el lector puede tener la impres ión de que se

encuen t ra con un Fabro de vue l ta a t rás, de a las recor tadas , c o m o

perd ido en la cons iderac ión rei terat iva y cans ina de sus l imi tacio­

nes , inseguro an te el fu turo, c o m o si ar ras t rase una t im idez c o n g é -

ni ta de qu ien se h a cr iado entre las mon tañas a lp inas que ce rcan el

val le del G r a n Bo rnand .

En su co r ta v ida , mur ió a los 4 0 años de los cua les so lamen te

8 fue ron de in tensa v ida apostó l ica , de jó t ras de s í el recuerdo de

u n a persona l idad s u a v e m e n t e a r reba tadora . Se mov ió c o n seño r í o

en la corte de Juan III de Portugal y en la del Pr ínc ipe Fel ipe en C a s ­

t i l la; se ent rev is tó en Bonn con Car los V por enca rgo de la Univer­

s idad de Co lon ia , t odav ía cató l ica, pero que se sen t ía ap las tada por

el a rzob ispo lu teranizante H e r m a n n von W i e d . T ra ta con ob i spos ,

ca rdena les y nunc ios con la m i s m a natural senci l lez que con los

pa isanos de Galapagar .

Duran te los co loqu ios entre pro tes tantes y cató l icos en W o r m s ,

Esp i ra y Ra t i sbona , se lamenta de que , según lo conven ido , só lo

p u e d a n t ratar con los pro tes tantes los teó logos cató l icos seña lados

pa ra los deba tes . Él hub ie ra deseado dar los e jerc ic ios a Me lan thon

y conve rsa r con é l , al ma rgen de t o d a d iscus ión p r o g r a m a d a . A sus

c o m p a ñ e r o s de R o m a les hab la de su modo de proceder, le buscan

ob ispos y ot ros persona jes i lustres, ent re los cató l icos, p a r a c o n ­

ve rsa r c o n é l , con fesarse y recibir los e jerc ic ios espi r i tua les.

Sobresale por su amor a la Compañ ía recién fundada. Le gustar ía

ver la extendida por todo el mundo. Crea colegios en España. Al ienta

las comun idades de jóvenes jesuítas de Lovaina, Colon ia y Co imbra .

Según san Ignacio e ra el que mejor daba los ejercicios 2 .

S e le t iene por teólogo docto y seguro, fo rmado en Par ís , de trato

exquis i to y de part icular encanto en su modo de conversar de Dios:

«Uno reside en Maguncia con el Cardenal . Es un hombre de gran sant idad; se l lama Pedro Fabro, teólogo de París. Da a algu­nos hombres buenos, que se acercan a él, unos singulares ejer­cicios con los que, en pocos días, consiguen una verdadera y ani­mosa conversión a Dios apartándose de todas las criaturas, gran

2 Hablando de los exercicios decía que «de los que conocía de la Compañía, el primer lugar en darlos tuvo el P. Fabro, el segundo Salmerón, y después ponía a Francisco Villanueva y a Jerónimo Doménech. Decía también que Estrada daba bien los de la primera semana». FN I, 6 5 8 . Cf. A . ALBURQUERQUE, «Fabro tuvo el primer lugar en dar los Ejercicios» Manresa 6 5 ( 1 9 9 3 ) 3 2 5 - 3 4 8 ; 6 6 ( 1 9 9 4 ) 6 7 - 8 6 .

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INTRODUCCIÓN 1 7

provecho en las virtudes y una secreta famil iaridad, amor y amis­tad con Dios. Ojalá se me presente ocasión de ir a Maguncia. Para conseguir un tesoro así, tendríamos que ir hasta las Indias. Espero que el Señor me conceda, antes de morir, ver a este hombre de Dios, singular amigo suyo, para que me dirija hacia la reforma de vida interior y a la unión con D i o s » 3

Fue des ignado por Ignacio para asist i r al Conci l io de T ren to .

Vale la p e n a de tenernos en ver con detal le la v i da de es te h o m b r e .

1 . E n l a s m o n t a ñ a s d e la A l t a S a b o y a . 1506-1525

H a b í a nacido en Vil lareto el 13 de abril de 1506, al pie de los A l ­pes de la A l ta Saboya , en el valle del Gran Bornand. De sus p a d r e s 4

aprendió la honradez y las senci l las devoc iones cr ist ianas que , c o m o el mejor tesoro de fami l ia, pasaban, de manera natural , de una gene­ración a otra.

En c a s a se las p romet ían m u y fel ices al ver que Pedro , a ú n m u y niño, se d a b a m a ñ a para sacar a pastar el eno rme rebaño famil iar, al m ismo t iempo que ten ía ascendiente sobre sus compañe ros . Hac ia los s iete años , mient ras pas taban las ove jas , se v e í a rodeado de niños y n iñas que , c o m o él , cu idaban sus rebaños. Les e n s e ñ a ­b a a rezar el rosar io y otras orac iones aprend idas en c a s a 5 . Es­tupefac tos deb ieron quedar sus padres cuando , un buen d ía , le oye ­ron deci r que no que r ía ser pastor, que las mon tañas se le v e n í a n enc ima , que lo suyo e ra estudiar. «Hacia los d iez años , escr ibe él m ismo, sent í deseos de estudiar. No pod ía sopor tar ser pastor y q u e d a r m e en el mundo , c o m o deseaban mis padres . M e harté de llorar, pa ra que me conced ie ran ir a la escue la . A lo que acced ie ron , con t ra sus propias i n tenc iones» 6 . A ca lmar el án imo de los padres , cont r ibu i r ía su t ío paterno D o m Mamer t Fabro, pr ior (1508-1522) de la car tu ja del Reposoi r a t res horas del Gran Bornand .

A una legua de Vil lareto es taba Thónes , en c u y a escue la c o m e n ­zó a estudiar. Muy pronto aprendió a leer y escribir y se inició en el conoc imiento de la gramát ica. Era todo lo que allí le pod ían enseñar . Dos leguas más al lá, en La Roche, v iv ía un culto y e jemplar sacer­dote, Pedro Vell iardo, muy conoc ido en los contornos por sus exce­lentes capac idades de enseñante . A él le conf iaban sus hijos los

3 Gerardo Kalkbrenner, prior de la cartuja de Colonia. En Fabri Monumenta (en adelante: FM) 448.

4 Luis Fabro y María Perissin. 5 FM 774. 6(3). En lo sucesivo nos remitiremos a RR.EE. citando el número correspon­

diente en cursiva y entre paréntesis. Los números de los Ejercicios Espirituales de san Ignacio van entre corchetes [ ] .

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1 8 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

labradores del Gran Bornand que v iv ían con a lgún desahogo , c o m o los padres de F a b r o 7 . Y a La Roche le env ían en 1517.

A los 11 años , la men te de aque l m u c h a c h o p iadoso , in te l igen­te , t ím ido , q u e huye de la paz bucó l ica del val le y de l pas to reo , es tá ab ie r ta y v i rgen p a r a lo q u e un buen maes t ro qu ie ra impr imi r en e l la . Y Vel l iardo e ra un ext raord inar io maes t ro . Fueron o c h o años los q u e Fabro es tud ió c o n é l . Lo recordará s iempre c o n car iño , res­peto y agradec im ien to . C o n él es tud ió human idades y retór ica. In­d u c í a a sus a l umnos a conserva r s iempre el t emor de D ios . Los c lá ­s icos gr iegos y lat inos, no so lamen te los in te rpre taba s ino q u e los c r is t ian izaba. Vel l iardo in ic iaba a d e m á s a sus a l umnos en la teo lo ­g í a , c o m o c o n s t a por un cuade rno q u e Fabro l levaba c o n s i g o 8 . Los años en La Roche le marca ron para s iempre .

E n una de las pr imeras vacac iones e n Vi l lareto, t e n d r í a d o c e años , mient ras gua rdaba las ove jas , se sint ió l lamado por el Es­pír i tu a consag ra r su v ida al Seño r hac iendo vo to de cas t idad . Un d o n de Dios c u y a p resenc ia pa lpó de m a n e r a part icular y le l ibró de pe l igrosas desv iac iones : « M e agar ras te y se l laste c o n e l sel lo in­de leb le de tu t e m o r » 9 .

El ans ia de saber ha prendido fuer temente en este muchacho montañés. Ahora es otro cartujo del Reposoir, pr imo suyo por parte de madre , qu ien aconse ja a los padres de Pedro que lo l leven a P a r í s 1 0 .

2. P a r í s . 1525 -1536

«Sal í de mi pat r ia y m e fui a Par ís el año 1525. Ten ía yo en ton ­

ces 19 a ñ o s » 1 1 . A s í pone f in a es ta p r imera e tapa de su v ida . De ja

a t rás a su fami l ia , a Vel l iardo, a sus cond isc ípu los de L a R o c h e , a

los car tu jos del Reposoir , la ig lesia parroquia l de Sa in t -Jean-de-S ix t

e n la que fue baut izado el m i smo d í a de su nac imiento y d o n d e

7 «Eran labradores con suficientes bienes temporales para proporcionarme los medios necesarios para la salud de mi alma conforme al fin para el que he sido cre­ado» (1).

8 Ei cuaderno contenía un extracto del cuarto libro de las Sentencias de Pedro Lombardo, con algunas notas de Velliardo tomadas de la Summa de Sto. Tomás. La introducción la había hecho el mismo Velliardo: «Oh buen Jesús, oh amabilísimo Jesús, oh dulcísimo Jesús, Hijo de la Virgen María, que estás lleno de amor y miseri­cordia, limpíanos, benigno, de todas nuestras injusticias. Para esto os he explicado yo, con la ayuda de Dios, este cuarto tomo del libro de las Sentencias; para ayudaros tam­bién a vosotros con el auxilio del Médico divino». Cf. GEORG SCHURHAMMER, Francisco Javier, su vida y su tiempo. Edición castellana preparada por Francisco Zurbano. Men­sajero, Bilbao 1992,1,142-143. Cf. también FM774, 843-847.

9 (4). 1 0 FM 774. Claudio Perissin, prior del Reposoir desde 1522 a 1527. 11 (6).

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INTRODUCCIÓN 1 9

asist ió desde niño a los actos del cul to con sus padres , fami l iar i ­

z á n d o s e con las imágenes y rel iquias. Ad iós tamb ién a las ove jas ,

los pas tos , las mon tañas , los pequeños pastores del val le con los

que se inició en el ar te del buen conversar .

Cues ta mucho imaginar c ó m o ser ían en Par ís los pr imeros d ías

de este muchacho que se ar ranca, por propia vo lun tad, de la v ida

sol i tar ia y ca l lada de su t ierra para meterse en el bul l icio d e la g ran

c iudad . Ten ía Par ís entonces unos 300 .000 habi tantes. Los es tu ­

d iantes eran a lgo más de 4 .000 de m u y dist intas nac iona l idades, re­

part idos en más de 50 colegios universi tar ios. Su pr imo Claud io lo

recomendar ía a sus compañeros de la car tu ja de Vauvert en Par ís .

El amor a los cartu jos le v iene de fami l ia. Lo conserva rá s iempre .

2 . 1 . El C o l e g i o d e S a n t a B á r b a r a

Las c lases comenzaban por San Remig io , el 1 de octubre. Los

Estatutos de la Univers idad ex ig ían que n ingún a lumno p o d í a co ­

menzar el cu rso de Ar tes, sin haber ded icado un año entero al es tu ­

dio de la lengua lat ina. Fabro, a pesar de los conoc imientos que t ra ía

d e la escue la d e L a Roche , hubo de cumpl i r c o n este requis i to. Los

textos más ut i l izados en San ta Bárbara para el estudio del latín e ran :

la Gramática de D o n a t o 1 2 , el Despauterius™. C o m o autores es tu ­

d iar ían C icerón para la p rosa , y Virgil io para la poes ía .

En San ta Bárbara conoc ió Fabro a un colegial navarro que hab ía

l legado a París al mismo t iempo que él . Tenía su m i sma edad . S e lla­

m a b a Francisco Javier y por ser su pr imer año en la univers idad par i­

s iense, deb ía consagrar lo también al estudio del lat ín. Ocuparon la

m i sma habitación y comenzó entre el los una gran a m i s t a d 1 4 .

Por el m o m e n t o los dos es tud iantes l legan a S a n t a Bá rba ra con

amb ic ión de dist inguirse en los es tud ios y for jarse un br i l lante por-

1 2 Elio Donato, famoso gramático y retórico del siglo IV. Su obra más conocida y de la que se hicieron varias ediciones en el siglo XVI: Ars minor, seu De ocio par-tibus orationis.

1 3 Juan Despauterio, o van Pauteren (1460-1520), Rudimenta in tres partes divisa. París 1512; Grammatica París 1512.

1 4 El entorno en que se crió Francisco Javier fue muy distinto de aquel en que se movió Fabro. Su padre Juan de Jassu, Presidente del Consejo Real de Navarra era una de las personas más influyentes de aquel Reino. Se había casado con Dña. María Azpilcueta que en su dote traía el Castillo de Javier. Francisco nació en el Castillo el 7 de abril de 1506. Sus primeros años transcurrieron pacíficamente en el seno de la familia, con la ausencia frecuente y obligada de su padre, en cumpli­miento de las graves responsabilidades de su cargo. Fernando el Católico, Rey de Aragón, había emprendido la unificación de España por su matrimonio con Isabel de

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20 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

venir. Jav ie r h a recibido la t onsu ra c o m o c lér igo del ob i spado de

P a m p l o n a . Qu ie re l legar a ser f a m o s o c o m o su par iente Mar t ín de

Azp i l cue ta , el Doctor Navarro, que por en tonces e ra y a un prest i ­

g ioso pro fesor de C á n o n e s en S a l a m a n c a 1 5 .

El Pr incipal del Co leg io de S a n t a Bárbara e r a el po r tugués

D iego de G o u v e i a 1 6 . Ve laba con d i l igenc ia por la f o rmac ión de los

co leg ia les y p o n í a espec ia l cu idado en elegi r compe ten tes p ro feso­

res y de c o n d u c t a i n t a c h a b l e 1 7 .

El cu rso de Ar tes lo c o m e n z a r o n Fabro y Jav ier el 1 de oc tub re

de 1526, ba jo la d i recc ión de Juan de la P e ñ a 1 8 . E n este p r imer

cu rso es tud iaban las Summulae o Lóg ica m e n o r 1 9 . En oc tub re de

1527 in ic iaron el segundo curso . P e ñ a les comen tó el tex to lat ino

d e la Lóg ica de Ar is tóte les: L a Lógica vetus y Lógica nova, desg lo ­

sadas en d iversos t ra tados parc ia les, y el l ibro de Anima. S i en

a lgún pasa je dif íci l que r ía serv i rse P e ñ a del tex to or ig inal g r iego,

so l ía acud i r a Fabro c o m o conf iesa el m i s m o P e ñ a : «(...) c u a n d o

Castilla. En 1512, Francisco tiene entonces 6 años, el rey Fernando se apodera de Navarra. Dn. Juan de Jassu muere en 1515. Para Dña. María y su familia comenzó un verdadero calvario por la oposición constante de los navarros, primero al rey Fernando, y después a Carlos V. Hay que esperar a 1524 para que las aguas vuel­van a su cauce con la amnistía general que concede Carlos V, y la devolución de todos los bienes y posesiones a quienes pacíficamente se retiren a sus tierras. A esta amnistía se acogen los hermanos de Javier que rehacen su vida en el Castillo. Todos estos avatares no impidieron que Francisco recibiera una esmerada educación reli­giosa y fuera iniciado en los estudios del latín por los dos capellanes de la parroquia de Javier.

1 5 Cf. SCHURHAMMER I, 28, nota 67. 1 6 Había nacido en Beja, al sur de Portugal. Su familia pertenecía a la nobleza

portuguesa. Cuando Fabro llega a París, Gouveia tiene 55 años. Lleva más de 30 en París. Los estudios los había hecho en el Colegio de Monteagudo cuando gober­naban el Colegio Standonck y su sucesor Noel Beda. Allí tuvo por condiscípulos los que ahora pasan ya por ser renombrados humanistas, Erasmo y Vives. Ejerce su gobierno en Santa Bárbara desde 1520 a 1530. Es Agente Diplomático de los reyes de Portugal en las disputas que mantienen con Francia. Será gran amigo de Ignacio cuando éste ingrese en Santa Bárbara en 1529. Recomendó a él y a sus compañe­ros, al rey de Portugal, como los mejores misioneros para las Indias. Cf. SCHUR­HAMMER I, 129.

1 7 Procuraba Gouveia cumplir lo que se recomendaba en 1517 al Principal y a los estudiantes: «Tema a Dios y enseñe a temerle, porque de El procede todo bien, y porque el principio de la sabiduría es el temor del Señor; y anime constantemente a la juventud a las buenas costumbres. Elija también Regentes buenos y piadosos. No haya ningún balandrón o vagabundo» Cf. SCHURHAMMER 1,132.

1 ° Juan de la Peña procedía de la diócesis de Sigüenza. Se había matriculado en la Universidad de París en 1522. Estudió a Aristóteles en el Colegio de Santa Bárbara con el portugués Joáo Ribeiro. Obtuvo el grado de Maestro en 1525 y optó por continuar los estudios de medicina. Cf. SCHURHAMMER I, 137-138.

1 9 El autor preferido entonces era Pedro Hispano ( t 1277) actualizado por co­mentaristas modernos como Joáo Ribeiro que había sido maestro de Peña y en 1525 había editado un comentario a las Summulae. Cf. SCHURHAMMER, I, 144.

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INTRODUCCIÓN 21

t e n í a (...) a l guna d u d a en Ar is tóte les, no t e n í a a qu ien demandá r ­

se la s ino a Fabro (...) espec ia lmente por ser buen g r i e g o » 2 0 .

C o m i e n z a n el tercer cu rso de A r t e s 2 1 el 1 de oc tubre de 1528 .

Les v a a conduc i r a la ob tenc ión de los g rados de bachi l lerato y

l icenc iatura d e s p u é s de superar a lgunas p ruebas de e x á m e n e s y

d isputas . El 15 de marzo de 1530, fue el d í a seña lado p a r a la pro­

c lamac ión de Fabro y Jav ier c o m o l icenc iados en Ar tes . S e les c o n ­

s ide raba , d e s d e en tonces ap tos : «para enseñar , regir, d ispu tar y

de te rm inar y pa ra e jercer en Par ís y en t o d a la t ier ra t odos los

d e m á s ac tos esco lás t icos y magis t ra les de la Facu l tad Fi losóf i ­

c a » 2 2 . L a ob tenc ión del g rado de Maes t ro s u p o n í a un a u m e n t o c o n ­

s iderab le de gas tos . Jav ier fue invest ido Maes t ro de Par ís a f ines

de aque l m i s m o m e s de marzo . Fabro lo de jó p a r a bas tan te m á s

ta rde , e l 3 de oc tubre de 1 5 3 6 2 3 .

2 .2 . E n c u e n t r o d e F a b r o c o n I g n a c i o .

F o r m a c i ó n d e l g r u p o d e « a m i g o s e n e l S e ñ o r »

El 2 de febrero l lega a Par ís un es tud iante s ingular, íñ igo de

L o y o l a 2 4 . T iene 3 8 años . S e inscr ibe en el co leg io de M o n t e a g u d o .

H a buscado una pens ión bara ta . A l co leg io irá so lamen te a las c la ­

s e s 2 5 . A n d a fa l to de d inero . C a m b i a la p o s a d a por el hospi ta l d o n d e

2 0 F/VI, 182. 2 1 Estudian ahora la Physica de Aristóteles: los libros sobre el nacimiento y la

corrupción, sobre los cielos y la tierra; la Parva Naturalia: sobre la percepción de los sentidos, el sueño y la vigilia, la memoria y el recuerdo, la longitud y la brevedad de la vida; después, la Metaphysica, o doctrina sobre el primer principio y origen de todas las cosas. Tenían que haber estudiado la mayor parte de la Etica si querían alcanzar el grado de Magister Artium y haber seguido algunas prelecciones de Matemáticas. Cf. SCHURHAMMER 1,185.

2 2 Cf. SCHURHAMMER 1,189. 2 3 Cfr. SCHURHAMMER 1,189. El diploma de Maestro de Fabro en: FM, 4. 2 4 íñigo, después de su conversión en Loyola y su confesión detallada en Mon-

serrat, se detiene once meses en Manresa. Fueron meses de abundantes experien­cias de consolación y también de escrúpulos que le van a ayudar para dirigir a otros, a Fabro especialmente, en el discernimiento de los distintos espíritus. En Manresa toma las primeras notas de sus Ejercicios Espirituales. Pasa por Barcelona y se em­barca para Tierra Santa. Vuelve a Barcelona donde comienza a estudiar latín. Des­pués de un año cree que le es posible estudiar Artes en Alcalá a donde llega en marzo de 1536. No se concentra en los estudios por la necesidad que tiene de hablar de sus experiencias de Dios. Sale airoso de tres procesos inquisitoriales, porque habla de Dios en conventículos, sobre todo de mujeres piadosas, sin haber estudiado teología. Marcha a Salamanca donde se detiene poco y pasa algún tiempo en la cárcel. Viene a París porque comprende que ha de ponerse a estudiar seriamente.

2 5 Según el régimen que seguía en el colegio, el estudiante era: martinet, extemo sin otra obligación que la asistencia a las clases; martinet tue íñigo en Monteagudo; por-clonista, interno, que comía y dormía en el colegio; Fabro y Javier fueron porcionistas

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2 2 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

p o d r á dormir . Ped i rá de puer ta en puer ta la com ida . Pero a cos ta

de perder m u c h o t i empo de estud io . Lo me jor se r í a , le aconse ja ron ,

irse a F landes a pedir l imosna entre los m u c h o s mercade res e s p a ­

ño les que ten ían esp lénd idos negoc ios en A m b e r e s y Bru jas . H izo

t res sa l idas a F landes con resul tados exce len tes . D e s p u é s no

neces i tó salir, porque los m ismos mercaderes le env iaban las a y u ­

das a Par ís y ot ras le l legaban de E s p a ñ a 2 6 .

R e p a s a en Mon teagudo el latín que aprend ió en Ba rce lona y

es tud ia retór ica.

Pero, aunque estudia con ahínco, no puede resistir los deseos

que siente de comunicar a otros sus experiencias de Dios por medio

de los Ejercicios Espirituales. En las pr imeras vacaciones veraniegas

a su vuel ta de mendigar por Flandes, dio íñigo los ejercicios a tres per­

sonas bien conocidas en el ámbito un ivers i ta r io 2 7 . Fue grande el a lbo­

roto que, por este motivo, se formó en la Universidad.

A l vo lver Diego de Gouve ia de uno de sus v ia jes a Por tugal p ro ­

met ió que si a lgún d í a in tentaba Iñigo ingresar en S a n t a Bá rba ra ,

no iba a verse l ibre del varapa lo de la sala28.

Para Fabro 1529 fue un año part icularmente importante. El 10 de

enero hab ía obtenido el grado de bachil ler en Ar tes. Después de

Pascua consiguió la l icenciatura. Pero lo excepcional para é l , ese

año , fue la en t rada de Ignacio en San ta Bárbara el 1 de octubre y que

compar t iese habitación con él , Javier y el regente Juan de la Peña .

C o n v e r s a b a n , al pr incipio, sobre cosas «exter io res». M á s ta rde

sobre las « inter iores». Ignacio pone lo recogido en F landes a clis­

en Santa Bárbara y también íñigo cuando se traslada a aquel colegio; camerísta, estu­diante rico que disponía de una cámara y de un pedagogo particular. Cf. RICARDO GARCÍA VILLOSLADA, San Ignacio de Loyola. Nueva biografía. BAC Madrid 1 9 8 6 , 3 0 7 .

2 6 «(...) y después de los tres años no fue menester tornarse allá porque le enviaban desde allá la limosna con la cual y otra que le enviaban de España, vino a tener comodidad de entretenerse a sí y ayudar aun a otros». FNI, 1 7 9 .

2 7 «Y empezó más intensamente que solía, a darse a conversaciones espiri­tuales, y daba casi en un mismo tiempo exercicios a tres, es a saber a Peralta y al bachiller (en teología) Castro, y a un viscaino que estaba en Santa Bárbara, por nombre Amador (de Elduayen). Estos hicieron grandes mutaciones y luego dieron todo lo que tenían a los pobres, etiam los libros, y empezaron a pedir l imosna por París y fuéronse a posar en el hospital de S. Jaques, a donde de antes estaba el peregrino». FN\, 4 6 8 .

2 8 «El castigo consistía en que se desnudaba el estudiante hasta las caderas, y luego cuatro Magistri lo azotaban de firme; castigo tan doloroso como bochorno­so, y que, si no se aceptaba traía en consecuencia la expulsión de la Universidad». SCHURHAMMER, I, 1 8 3 . «Levantáronse en París grandes murmuraciones, máxime en­tre españoles, contra el Peregrino; y nuestro maestro de Gouveia, diciendo que había hecho loco a Amador, que estaba en su colegio, se determinó y lo dijo, la pri­mera vez que viniese a Santa Bárbara, le haría dar una 'Sala", por seductor de los escolares». FN\, 4 6 8 .

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INTRODUCCIÓN 2 3

posic ión de aque l la p e q u e ñ a comun idad . «Al vivir en la m i s m a hab i ­

tac ión c o m p a r t í a m o s la m i s m a m e s a y la m i s m a b o l s a » 2 9 .

De la P e ñ a pidió a Fabro que se enca rgase de repet i r las lec­

c iones a Ignacio, lo que cont r ibuyó a que se es t rechase m á s la

amis tad ent re a m b o s . «Me or ientó en las cosas espi r i tua les, m o s ­

t r á n d o m e la m a n e r a de c recer en el conoc im ien to de la vo lun tad

d iv ina y de mi p rop ia vo lun tad . Por f in l l egamos a tener los m i s m o s

d e s e o s y el m i smo q u e r e r » 3 0 .

Todo iba bien en Santa Bárbara, hasta que de la Peña obse rva

que Ignacio con Fabro y a lgún que otro estudiante no asisten a las

Disputationes que los domingos por la m a ñ a n a se t ienen en el co le­

gio. Ignacio se iba con otros a la cartuja a confesarse y comu lgar en

vez de acudir a las d isputas. El regente se cree en la obl igación de

avisar a Gouve ia , quien p iensa que, para evitar estos brotes de indis­

cipl ina, lo mejor v a a ser apl icar al inquieto y original estudiante vasco

el cast igo de la sala, antes de que las cosas vayan a mayores .

Un buen d í a se cer ra ron las puer tas del co leg io , sonó la c a m ­

pana , los co leg ia les abandona ron sus c lases y se c o n g r e g a r o n en

el Au la . Al l í espe raban y a los Magistr i con las va ras , d i spues tos a

dar a Ignacio el temib le cast igo. Nos imag inamos la cons te rnac ión

de Fabro, de Jav ier y del g rupo de es tud ian tes que , d i r ig idos por

Ignac io, hab ían fa l tado a las d isputas domin ica les por irse a con fe ­

sar con los car tu jos . Gran si lencio en la Au la al ent rar G o u v e i a , se ­

gu ido de un Ignacio «avergonzado y con fund ido» , pero sin perder

su se ren idad y compos tu ra . Nad ie p o d í a sospecha r lo que iba a

tener lugar a con t inuac ión . El Pr incipal se pos t ra a los p ies de Ig­

nac io , en p resenc ia de todo el co leg io y le p ide pe rdón por haber

in tentado infl igirle tan duro y humi l lante cast igo.

El inesperado camb io de act i tud de Gouve ia , se deb ió a que

Ignacio, sabedo r de que él p o d í a ser el causan te de tanto revuelo,

se e n c a m i n ó hac ia el despacho del Pr inc ipal , m o m e n t o s an tes de

que éste sa l iese para dir igirse al Au la , y le d ice que es tá d ispues to

a sufr ir por Cr is to el correct ivo de la sala y t odos los cas t igos del

m u n d o , pues todos se los merec ía , pero sen t ía m u c h í s i m o que es to

pud ie ra serv i r de escánda lo a a lgunos es tud ian tes , Fabro ent re

e l los, con los que hab ía c o m e n z a d o a hablar de cosas de Dios.

G o u v e i a e ra un hombre r iguroso en la ex igenc ia de la d isc ip l ina.

Pero e ra f undamen ta lmen te c reyente y p iadoso y d a r í a cua lqu ie r

c o s a por el c rec imiento espir i tual de sus co leg ia les . Es impos ib le

que el es tud iante arrodi l lado a sus pies, en el d e s p a c h o , s e a «un

29 (8). 3 ° Ibid.

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2 4 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

seduc to r de los esco la res» . M u c h o m á s probab le es que s e a un

san to . A h o r a sabe que , al ent rar en el Au la , su d iscurso v a a ser

i nespe radamen te o t r o 3 1 .

Pudo Ignacio, en ade lan te , p roceder con más l iber tad, pero

t e n í a cu idado de no a largarse en conversac iones espi r i tua les c o n

los co leg ia les , ni s iqu iera con Fabro, no f ue ra a d isminu i r su rend i ­

miento en los e s t u d i o s 3 2 .

C u a n d o Fabro descubre en Ignacio al exper to maes t ro de esp í ­

ri tu, c o m i e n z a a abrir le el m u n d o ag i tado de su conc ienc ia . Y a no

tuvo reparo en hablar le de los te rcos escrúpu los que tan to le a c o n ­

go jan por m iedo de haber hecho mal a lgunas de sus con fes iones

pasadas . Los escrúpu los le qu i tan la paz . N o ve la m a n e r a de sere ­

narse . « M e a to rmen taban tanto que , con gusto hub ie ra escog ido

i rme al des ier to , y a l imen ta rme s iempre de h ierbas y de ra íces de

á r b o l e s » 3 3 .

De esc rúpu los s a b í a m u c h o Ignacio. E n M a n r e s a los h a b í a

padec ido c o n m á s v i ru lenc ia aún que F a b r o 3 4 . Y por la m i s m a

razón : por t e m o r de haberse con fesado ma l . Él t amb ién hub ie ra

e c h a d o m a n o de cua lqu ier remed io por ve rse l ibre de ta les c o n g o ­

jas : « Q u e a u n q u e s e a menes te r ir en pos de un perr i l lo p a r a q u e

m e dé el remed io yo lo h a r é » 3 5 . El escrúpu lo p o d í a deci r le a h o r a

Ignac io, el ve rdadero escrúpu lo , no es el que nace de una conc ien ­

c ia ma l f o r m a d a q u e ve pecado d o n d e no lo hay, s ino q u e t iene

lugar c u a n d o , a propós i to de a lgo que he hecho o p e n s a d o , m e

asa l ta m á s ta rde la d u d a de si en aque l la acc ión o p e n s a m i e n t o

hab r ía p e c a d o o no . L a d u d a que m e hace pasar del s / 'a l no, con

intervalos m á s o m e n o s f recuentes , es la causan te de la angus t ia .

Por una par te «me v iene un pensamien to de fuera que he p e c a d o

y, por o t ra par te , me parece que no he pecado (...) és te tal es pro­

pio esc rúpu lo y ten tac ión , que el enemigo pone» [347] .

3 1 Ribadeneyra hace una detallada narración de este episodio que termina con estas palabras: «Y quizá nuestro Señor usó de este medio para que el doctor Gouvea tomase conocimiento de nuestro Padre, y de aquí se trabase la amistad que fue causa de la ida a la India, como está dicho. Yo oí esto en París 1542». FNW, 382-384.

3 2 «También el tiempo que estudió las artes, estando en compañía de maestro Pedro Fabro, había asentado con él que a la hora de los estudios no hablasen de cosas espirituales; porque cuando comenzaban, se embebecían en la plática de tal manera, que se olvidaban de Aristóteles y de su lógica y filosofía, como los que esta­ban ocupados en otra más alta que la suya». FNII, 384-385.

33(9). 3 4 «Estando en estos pensamientos, le venían muchas veces tentaciones con

grande ímpetu para echarse de un agujero grande que aquella su cámara tenía, y estaba junto del lugar donde hacía oración. Mas conociendo que era pecado matar­se, tomaba a gritar: Señor, no haré cosa que te ofenda». FN I, 396.

35lbid.

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INTRODUCCIÓN 2 5

Descansado deb ió queda r Fabro al perca tarse de que los p e n ­samien tos por tadores de d u d a y de angus t ia v ienen de fuera y son pensamien tos que el enemigo pone. Por lo d e m á s , duran te a lgún t i empo , p u e d e n ser benef ic iosos para qu ien d e s e a ade lan ta r en la v ida espir i tual , po rque le a y u d a n a af inar y le a le jan de t o d a a p a ­r iencia de p e c a d o [348] . Pero es prec iso conoce r la tác t i ca del ene­migo. És te , c u a n d o se encuen t ra ante una pe rsona de f ina conc ien ­c ia que t ra ta de evi tar aun la apariencia de pecado deliberado, «procura de m á s la ade lgazar en ex t remo, pa ra m á s la tu rbar y des ­bara tar (...) de hacer la fo rmar pecado a d o n d e no es pecado» [349] .

Fabro le hab la tamb ién a Ignacio de su imag inac ión a lbo ro tada . S e s iente incapaz de cont ro lar los pensamien tos con t ra la cas t idad ; es ten tado de vanag lo r ia y de gu la ; f o r m a ju ic ios y sospechas no benévo las sobre los defec tos a jenos . L a p e d a g o g í a sap ienc ia l de Ignacio le ab re v í as de so luc ión. Hay mane ras de merece r en esas ten tac iones y pensamien tos que m e vienen de fuera. Ignac io le a y u d a a descubr i r que ta les ten tac iones pueden ser, inc luso, mot i ­vo de merec im ien to . Merezco si al ta l pensamien to le o p o n g o resis­tenc ia y desapa rece . Pero merezco m u c h o m á s , si a pesa r de mi opos ic ión , el pensamien to pers is te, por lo que mi res is tenc ia t iene que se r r enovada una y o t ra vez . [33-34] .

En la c o n f u s a a lga rab ía de escrúpu los y ten tac iones que ator­men tan la conc ienc ia de Fabro de t i empo at rás, unas cuan tas ob ­servac iones de l am igo exper imen tado logran introducir e n e l la el o r d e n . C o m i e n z a a observar lo que pasa e n su a l m a y e fec t iva­men te ve q u e escrúpu los y ten tac iones le vienen de fuera, «suger i ­das por el espír i tu de forn icac ión al que no c o n o c í a en tonces por exper ienc ia espir i tual s ino por lo que h a b í a l e í d o » 3 6 .

A es te es tud iante s a b o y a n o , hambr ien to de sabe r y ans ioso de hondas exper ienc ias espi r i tuales, no conv iene cargar le a h o r a s ino c o n lo que b u e n a m e n t e puede llevar. Él que r r í a ent rar en Ejerc ic ios espi r i tua les cuan to an tes , pero neces i ta se renarse m u c h o y a l can ­za r m á s segur idad en s í m ismo . Porque a n d a tamb ién a la de r i va y m u y indec iso sobre su fu turo: «Unas veces quer iendo c a s a r m e , ot ras se r méd ico o jur is ta, o regente. A veces m e inc l inaba por doc ­to ra rme en teo log ía , o por hace rme c lér igo sin g rado o m o n j e » 3 7 .

Le recomienda hacer confes ión general con el Dr. Castro, uno de los tres ejerci tantes de Ignacio cuando es tud iaba en M o n t e a g u d o 3 8 ; confesarse y comulgar semana lmente , c o m o sin d u d a v iene hac ien-

36 (9). 37 (14). 3 8 En 1532 se doctoró en teología. El 23 de junio de 1535 ingresó en la cartuja de

Val de Cristo, junto a Segorbe (Valencia). En ella murió en 1556.

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2 6 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

do y a los domingos en la car tu ja de Vauvert, «dándome c o m o a y u d a

el e x a m e n diario de conc ienc ia . No quiso da rme por en tonces otros

ejercicios, aunque el Señor m e daba grandes deseos de e l l o s » 3 9 .

Fabro recupera la paz s igu iendo los pasos que le seña la el

am igo expe r imen tado . C a d a vez más convenc ido de que d e b e se ­

gui r la m i s m a v ida que Ignacio, pensó que se r í a bueno v ia jar a su

t ier ra en el o toño de 1533 para desped i rse de su padre y d e m á s

fami l ia res . S u madre y a h a b í a fa l lec ido. V is i tar ía a su pr imo C laud io

en la car tu ja del Reposir . Vue lve a Par ís en enero de 1534 pa ra

con t inuar la Teo log ía y «recibir los e jerc ic ios».

D e s p u é s de cuat ro años y a es tá p reparado pa ra hacer los con

f r u t o 4 0 .

De los e jerc ic ios de Fabro dice Po lanco :

«El cuarto año, terminado el curso de Artes, le propuso (Igna­cio) los Ejercicios espirituales a los cuales se entregó con todo esmero; penetró muy a fondo en el propio conocimiento de Dios y de sí mismo, y adquirió una gran paz interior, s iendo así que antes era l levado su espíritu como por distintos vientos. Y tomó la deci­sión de consagrarse a Dios y de seguir el Instituto de I g n a c i o » 4 1 .

U n a p r u e b a de su interés y en t rega a los e jerc ic ios son las pen i ­

tenc ias que en tonces hizo c o m o nos recuerda Gonca lves de C á m a ­

ra en su Memorial:

«Fabro hizo los ejercicios en el arrabal de S. Jaime, en una casa a mano izquierda, en t iempo que el río Sena se pasaba con carretas por estar helado. Y aunque el Padre tenía esta adverten­cia de mirar en los labios si se pegaban, para conocer si no comía el que se ejercitaba, cuando examinó a Fabro que y a había seis días naturales que no comía ninguna cosa, y que dormía en cami­sa sobre las barras que le trajeron para hacer fuego, el cual nunca había hecho, y que las meditaciones hacíalas sobre la nieve en un corti l. Como el Padre esto supo, le dijo: «Yo pienso cierto que no habéis pecado en esto, antes habéis merecido mucho; yo volveré antes de una hora a vos, y os diré lo que habéis de hacer». Y así se fue el Padre a una iglesia cercana a hacer oración; y su deseo

39 (10). 4 0 «Al cabo de cuatro años que pasó viviendo de esta manera, viéndole ya dis­

puesto y maduro para lo demás, y con muy encendidos deseos de servir perfecta­mente a Dios, le dio, para acabarle de perfeccionar los Ejercicios espirituales». FN IV, 231; «Todos los primeros Padres hicieron los exercicios exactamente y aparta­dos, y el que menos abstinencia hizo, estuvo tres días sin comer ni beber ninguna cosa, excepto Simón (Rodrigues) que por no dexar sus estudios y no andar bien sano no dexó su casa, no hizo ninguno de estos extremos, sino que le daba el Padre las meditaciones etc.» FN I, 704.

4 1 F/VII, 564-565.

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INTRODUCCIÓN 2 7

era que Fabro estuviese tanto t iempo sin comer, cuanto el mismo Padre había estado para lo cual le faltaba poco. Mas aunque esto deseaba, no se atrevió el Padre a consentir lo después de hecha oración; y así volvió a hacerle fuego y de c o m e r » 4 2 .

En estos ejercicios exper imentó la al ternancia de mociones con ­

t rapuestas. Si se ve ía b loqueado por la tr isteza, la ans iedad o la an ­

gust ia, desbordaba de alegr ía al cabo de algún t iempo. Lo importante

era permanecer humi ldemente en oración y contemplac ión, saber es ­

perar el don gratuito de la presencia del Señor. Dirá que recibió gran­

des gracias para sentir y conocer los var ios e s p í r i t u s 4 3 , que no le fal­

taron sus agui jones y punzadas, pero que todo fue una ayuda para

mantenerse despierto y no caer en t ibieza. Puede af i rmar que desde

entonces, a lo que él cree, nunca permit ió el Señor que cayera en

engaños , porque nunca le faltó la luz del Espír i tu S a n t o 4 4 .

Unos meses más tarde, el 30 de mayo de 1534, es o rdenado

sacerdote, s iendo el pr imero de los compañeros que recibe las órde­

nes sagradas. La pr imera misa la celebró el d ía 22 de julio, f iesta de

Santa Mar ía Magda lena «abogada m í a y de todos los pecadores y

pecadoras». H a procedido con intención rect ís ima: «Lo busqué a El

solo, sin n inguna intención mundana de conseguir honores o b ienes

tempora les». No c o m o antes de conocer a Ignacio, porque entonces

todo e ra confus ión y d e s a s o s i e g o 4 5 .

Su c o m p a ñ e r o de hab i tac ión, Javier, no of rec ió tan tas fac i l ida­

des c o m o Fabro pa ra una comun icac ión ín t ima con Ignacio. A l

l icenciarse en Ar tes , ob tuvo un puesto de Regen te en el Co leg io de

Beauva is . E ra la m a n e r a de asegura r su manten im ien to y de poder

es tud iar en otras Facu l tades de la Un ivers idad. Ignacio fue m u y

tenaz en su intento de «ganar» a Jav ier pa ra el serv ic io de D i o s 4 6 .

Lo c ier to es que c u a n d o Fabro v ia ja a S a b o y a en 1533, puede dec i r

que no espe raba «sino el f inal de mis es tud ios y q u e Ignac io,

Franc isco y los d e m á s que t en íamos los m ismos propós i tos , t e rm i ­

nasen los s u y o s » 4 7 .

4 2 FNI, 7 0 5 .

43 (12). 4 4 (12). 4 5 (14). 4 6 Manuel Teixeira dice de Javier que «estuvo un poco más duro y dificultoso

(que Fabro), porque aunque gustaba mucho de la conversación y amistad con Ignacio, todavía no osaba del todo mudar el estado de vida por ser naturalmente inclinado a la honra y fasto del mundo». MXI I , 818. E. Auger en su diálogo sobre los comienzos de la Compañía pone en labios de Polanco: «Yo he oído decir a nuestro gran moldeador de hombres, Ignacio, que la más dura pasta que él había manejado jamás, fue en los comienzos este joven, Francisco Javier». FN III, 282.

4 7 (13).

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2 8 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

A Par ís l legaron en 1533 dos ín t imos amigos : D iego L a í n e z 4 8 y

A l fonso S a l m e r ó n 4 9 . V ienen de la Un ivers idad de A lca lá d e H e n a ­

res. La ínez t iene 2 0 años , Sa lmerón 17. T ra tan ín t imamente con Ig­

nac io . S e incorporan al g rupo que v is i ta los d o m i n g o s la car tu ja de

Vauver t . Ignacio les d a los e jerc ic ios en el inv ierno de 1534 .

En el o toño de 1533 v iene a Par ís Nico lás A lonso . Pref iere que

le l lamen Nico lás de B o b a d i l l a 5 0 . Pronto en t ra en con tac to c o n Ig­

nac io m u y conoc ido y a por su generos idad con los es tud ian tes q u e

se encon t raban e n apu ros . Por su med io encon t ró u n a p laza de

Regen te en el Co leg io Calv i . H izo tamb ién los e jerc ic ios en 1534 y

se c o m p r o m e t i ó a segu i r la m i s m a v ida de Ignacio.

C o n f recuenc ia h a b í a t ropezado Ignacio en S a n t a Bá rba ra con

un p iadoso es tud iante por tugués , S i m ó n Rodr igues . Le d a los ejer­

c ic ios, pero en el m i smo co leg io , pa ra no in ter rumpir sus es tud ios y

po r es tar Rodr igues e n f e r m o 5 1 .

Pa ra c a d a uno de es tos es tud ian tes de Par ís , los Ejerc ic ios Es­

pir i tuales, han supues to u n a p ro funda t rans fo rmac ión interior. J a -

4 8 Diego Laínez, nació el año 1512 en Almazán (Soria), diócesis de Sigüenza. Estudió Artes en Alcalá, donde obtuvo el grado de Maestro el 26 de octubre de 1532. Se distinguió como gran teólogo en el Concilio de Trente. Fue Vicario General de la Compañía de Jesús a la muerte de San Ignacio y nombrado General en 1558, cargo que desempeñó hasta su muerte, el 19 de enero de 1565. Así lo describe Ribade-neyra: «Entendía con tanta claridad las cosas, que parecía no usaba de discurso, sino que las comprendía con alguna ilustración divina y con simple aprehensión. Tenía una sed insaciable de leer": Vida del P. Maestro Diego Laínez, Lib. III, cap. 16.

4 9 Alfonso Salmerón, natural de Toledo, había nacido el año 1515. Amigo ínti­mo de Laínez. Estudió griego en el Colegio Trilingüe de Alcalá. Con Laínez marchó a París. Obtuvo el diploma de Maestro en Artes el año 1536. Se distinguió por sus conocimientos bíblicos y patrísticos y asistió con Laínez al Concilio de Trente. Fue Provincial de Ñapóles. Murió el 13 de febrero de 1585. Cf. FN I, 38.

5 0 Nicolás de Bobadilla, nació en Bobadilla del Camino (Palencia) el año 1509. Estudió latín en su pueblo, Lógica y Retórica en Valladolid. Tenía poco más de trece años cuando se fue a la Universidad de Alcalá. Obtuvo una beca como estudiante pobre en el Colegio de Santa Catalina. Se graduó de bachiller en 1529. Había alter­nado los estudios de Teología con los de Artes. Va a París en 1533 con la idea de estu­diar latín, griego, y hebreo, pero Ignacio le animó a proseguir los estudios de Teología escolástica y positiva. «Carácter franco y abierto, alegre y humorista, un poco rústico, bastante desigual y arbitrario, amigo de cantar claras las verdades a cualquiera y enemigo de hipocresías, lisonjas y fariseísmos, tenía un corazón noble, piadoso, pron­to al sacrificio, todo lo cual le convirtió en un apóstol de la Contrarreforma en Alemania e Italia, si bien no le faltaron incomprensiones y roces»: GARCÍA-VILLOSLADA, San Ig­nacio ... 361 . Murió en Loreto el 23 de septiembre de 1590, a la edad de 80 años.

5 1 Simón Rodrigues de Azebedo, había nacido en Vouzela, diócesis de Vizeu en 1510. Fue a París en 1527. Disponía de una bolsa de estudios que le había concedido el rey Juan III de Portugal. Entró en el Colegio de Santa Bárbara. En 1536 obtiene la licencia y el magisterio en Artes. En 1540 es destinado a las Indias con Javier, pero hubo de permanecer en Portugal, donde gobernó durante largos años aquella provincia jesuí­tica. En 1553 San Ignacio le llama a Roma. Permanece en Italia hasta 1565 en que viene a España. Regresa a Portugal en 1574. Murió en Lisboa el 15 de Julio de 1579. FN 1,38.

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INTRODUCCIÓN 2 9

vier es el ún ico que t odav ía no ha pod ido hacer los por sus ob l iga ­

c iones en el Co leg io B e a u v a i s 5 2 . El d e s e o de vivir exc lus i vamen te

para el serv ic io de Cristo y del pró j imo c r e a en el los un fuer te lazo

de un ión . S e ven c o m o un g rupo de am igos en el S e ñ o r gu iados por

el E s p í r i t u 5 3 .

C ree Ignacio que ha l legado el m o m e n t o de un m a y o r c o m p r o ­

miso . El 15 de agos to de 1934, fest iv idad de Nues t ra S e ñ o r a d e la

Asunc ión se e n c a m i n a n hac ia la Capi l la de los Már t i res , l evan tada

a las a fueras de Par ís en m e m o r i a de San Dionis io, p r imer ob i spo

de la c i udad , que según la t radic ión hab r ía s ido all í mar t i r izado c o n

sus dos c o m p a ñ e r o s Rúst ico y Eleuter io. Fabro , e l ún ico sacerdo te

del g rupo , hace so lamente t res s e m a n a s que di jo su p r imera m isa ,

p res ide la E u c a r i s t í a 5 4 .

Al l legar el momen to de la comun ión , se vue lve Fabro con la

sag rada Host ia en la m a n o hac ia los compañeros arrodi l lados y c a d a

uno v a pronunc iando el voto de dirigirse al Papa para que les autor i ­

ce ir a Jerusa lén. En el caso de no poder embarcarse en un año , o

de no ser posible la permanenc ia en Tierra Santa , si es que l legan a

ir, hacen voto de ponerse a las órdenes del Papa para que los env íe

a donde puedan mejor servir a Dios y ayudar a las a l m a s 5 5 .

Fabro y los d e m á s compañe ros p ros iguen sus es tud ios de Teo­

log ía . No p re tenden la ob tenc ión de g rados lo que s u p o n d r í a la per­

m a n e n c i a de var ios años en Par ís . Les impor taba , eso s í , f o rmarse

b ien en las c ienc ias sagradas para ser sacerdo tes y e jercer su

minister io c o n compe tenc ia y decoro .

Las pre lecc iones teo lóg icas deb ían segui r las en d ist in tos co le ­

g ios . As is t ían al de los Domin icos , d o n d e hab ían e n s e ñ a d o g randes

5 2 Javier hizo los ejercicios en septiembre de aquel año 1534. 5 3 Nadal ha expresado con acierto cómo Ignacio, durante su estancia en París, es

llevado suavemente por el Espíritu; «Durante el tiempo de París (Ignacio) iba detrás del Espíritu que le conducía, no iba delante. Así que era conducido suavemente a donde él no sabía, y no pensaba entonces en la institución de la Orden y sin embargo paso a paso caminaba hacia ella (...) como imprudente pero sabiamente». FN II, 252.

5 4 «Tres naciones estaban allí representadas: cinco españoles, un portugués, un saboyano. Diferentes en edad: íñigo tenía 43 años, Fabro y Javier 28, Bobadilla 25, Rodrigues 24, Laínez 22, Salmerón apenas 19. Distintos también en carácter: el experto jefe íñigo, el apacible Fabro, el fogoso Javier, el sensible Rodrigues, el bron­co Bobadilla, el agudo Laínez y el alegre joven Salmerón; pero todos unidos en el mismo ideal de seguir a Cristo». SCHURHAMMER I, 278.

5 5 Son varias las fuentes que dan cuenta de los votos de Montmartre. Ninguna de ellas recoge la fórmula que emplearon. No hacen voto de obediencia porque aún «no tenían intención de hacer congregación». El voto de pobreza comenzaría a obli­garles cuando terminasen sus estudios. La narración más completa quizás sea la de LAÍNEZ. Cf. FN 1,110-112; RODRIGUES, De origine etprogressu Societatis Jesu. MHSH, Epistolae Rodericii, 457-460; PEDRO LETURIA, Jemsalén y Roma en los designios de San Ignacio de Loyola. Estudios Ignacianos, Roma 1957,1, 181-200.

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3 0 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Maest ros c o m o Crockaer t y Vi tor ia, y a h o r a lo hac ían sus d i sc ípu ­

los Ma teo Ory, Tomás Laurenc io , y Juan Bened ic to . Por el Co leg io

de los F ranc iscanos hab ían pasado d is t inguidos enseñan tes : S a n

Buenaven tu ra , Duns Scoto , Roger Bacon . Ten ía allí su cá ted ra aho ­

ra el Maes t ro Pedro de Corn ibus , m u y es t imado y quer ido por t odos

los c o m p a ñ e r o s de Ignacio al que recordarán s iempre con espec ia l

ag radec im ien to . Pro fesores en el Co leg io de Navar ra e ran e n t o n ­

ces Picart , A d a m y Rober to Vauchop y en la S o r b o n a Je rón imo

Frago y Alvaro Moscoso .

C u a n d o , en nombre de los d e m á s c o m p a ñ e r o s , escr ibe Fab ro

d e s d e R o m a al Dr. Gouve ia en 1538, no se o lv ida de env ia r espe ­

c ia les sa ludos pa ra sus ant iguos pro fesores :

«So lamen te nos q u e d a , para poner fin a es ta car ta , rogaros q u e

os d ignéis e n c o m e n d a r n o s a nuest ros muy respe tados pro feso­

r e s 5 6 B a r t o l o m e o 5 7 , de C o r n i b u s 5 8 , P i c a r d o 5 9 , A d a m o 6 0 , V a n c o b 6 1 ,

L a u r e n c i o 6 2 , B e n e d i c t o 6 3 y a todos los d e m á s que con gus to se t ie­

nen por nuest ros p receptores y de qu ienes nosot ros nos t e n e m o s

c o m o d isc ípu los e hi jos en Cr is to J e s ú s » 6 4 .

5 6 Cf. SCHURHAMMER, I, 3 2 2 - 3 2 5 ; GARCÍA-VILLOSLADA, San Ignacio... 3 3 5 - 3 3 7 ;

TACCHI VENTURI, Storía della Compagnia di Gesú in Italia, Roma 1 9 2 2 , II, 6 6 - 6 7 . 5 7 Jacques Barthélemy, sacerdote secular. El 2 2 de junio de 1 5 2 8 en la asam­

blea de la Universidad exigió, juntamente con Beda, que se prohibieran los Colloquia de Erasmo.

5 8 Pedro de Cornibus, era el Maestro más destacado de la orden franciscana en la Universidad y uno de los mejores predicadores de París. Enemigó de Erasmo y de las nuevas doctrinas. Mucho le estimó Fabro: FM, 9 9 , 5 4 8 , (113). Lo recuerda Javier, a él y a Maestro Picard: «Estuve quasi movido de escribir a la universidad de París, a lo menos a nuestro Maestro de Cornibus y al Doctor Picardo, cuántos millares de gentiles se ha­rían cristianos si hubiese buenos operarios». Epist. Xaver. 1 , 1 6 7 . De él decía Polanco: «Defendió siempre nuestras cosas contra quienes las atacaban». Chron. I, 9 4 .

5 9 Francisco Picart. Maestro de Teología en 1 5 3 4 . Célebre profesor y predica­dor en la Sorbona. Acérrimo enemigo de todas las corrientes reformistas. Encargado de las Prelecciones de Escritura en el Colegio de Navarra. Muy relacionado con Ja­vier y los otros compañeros.

6 0 Juan Adamo, del Colegio de Navarra, Rector de la Universidad en 1 5 3 2 . 6 1 Roberto Vauchop, sacerdote escocés. En 1 5 2 6 era Maestro en Artes y Regente

de Filosofía en París; bachiller en Teología en 1 5 2 8 y licenciado en 1 5 3 1 . Fue nombra­do Administrador Apostólico de la Archidiócesis de Armagh en 1 5 3 9 . Asistió a los colo­quios de Alemania con los protestantes, como teólogo del cardenal Tomás Campegio. Muy amigo de Fabro. Éste le dio los ejercicios. Tomó parte en el Concilio de Trente. Murió en París en 1 5 5 1 .

6 2 Tomás Laurency, profesor de Teología en el Colegio de los Dominicos. Fue secretario del Inquisidor Valentín Liévin a quien Ignacio entregó sus papeles de Ejer­cicios en 1 5 3 5 , antes de salir para España. Cf. FN I, 1 8 0 nota 5 2 .

6 3 Juan Benoit, explicó la Suma de Santo Tomás en el Colegio de los Dominicos. 6 4 Ignat. Epist. I, 1 3 3 - 1 3 4 .

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INTRODUCCIÓN 3 1

En los cuat ro pr imeros cursos estud iaban el Comentar io de las

Sentenc ias de Pedro Lombardo . Es taba dividido en cuat ro l ibros: 1)

Natura leza y atr ibutos de Dios. 2) La obra de la Creac ión. 3) La En ­

carnac ión. 4) Los Sacramentos . En el pr imer libro los estud iantes se

perd ían en sut i lezas que habían de a rmar en s i log ismos, con detr i ­

mento de la Teología. En el Colegio de los Domin icos los Maest ros

c i tados por Fabro comentaban con éxito la S u m a de Santo Tomás.

Mientras Fabro y sus compañeros asist ían a sus pre lecc iones

teológicas, fueron test igos de acontec imientos que habr ían de influir

no poco en su aposto lado posterior. Quedaban y a atrás las nove­

dades gr i tadas con virulencia por Erasmo y refutadas sin d e s m a y o

por Noel B e d a desde el Colegio de Monteagudo. C o n todo, a lgún aire

nuevo trajo el de Rot terdam a la Universidad par is ina. La Facul tad de

Teología, sin renunciar al lenguaje de la Escolást ica, se ded icó me­

nos a n imiedades f i losóficas y se abrió más al estudio directo de la

Escr i tura y de los Santos Padres. Pero ahora ex is t ía otro pel igro. Las

corr ientes luteranas, de manera so lapada unas veces , y ot ras c o n

es t ruendosa agresiv idad y escándalo , intentaban minar la sól ida for­

ta leza de la or todoxia parisina. Los panf letos de los novadores recién

sal idos de la imprenta, hal laban respuesta rápida y apresurada en los

maest ros defensores de la or todoxia.

La Inquis ic ión ac tuó con sever idad . El 17 de abri l de 1529 fue

q u e m a d o en la hogue ra Luis de Be rqu ín , t raductor t endenc ioso de

E rasmo , lector y t raductor t amb ién de Lutero . Ca lv ino que h a b í a

a b a n d o n a d o Mon teagudo c u a n d o Ignacio l legaba a es te Co leg io ,

reg resa a Par ís en 1533 y a y u d a a Nico lás Cop , rector de la Univer­

s idad , a redactar el d iscurso que p ronunc ia rá el d í a de Todos los

San tos en p resenc ia de todo el cuerpo univers i tar io. Hab ló de la

just i f icac ión por la fe , sin neces idad de las obras , y de fend ió a los

lu teranos in jus tamente, dec ía Cop , ten idos por here jes.

El 18 de oc tubre de 1534 amanec ió Par ís e m p a p e l a d o de car­

te les in jur iosos con t ra el Sacr i f ic io de la M isa . Tal a t rev imiento se

hac ía insopor tab le . S e ex ig ía la b ú s q u e d a y e jemp la r esca rm ien to

de los responsab les . Franc isco I, en otras ocas iones cr i t icado por

condescend ien te e indeciso, m a n d ó que se p roced iese con la máx i ­

m a sever idad . El 16 de nov iembre hab ían ing resado en las cá rce ­

les 200 sospechosos y en d ías suces ivos fueron q u e m a d o s públ i ­

c a m e n t e 24 , ten idos por los pr inc ipales p romoto res del escánda lo .

Ni Fabro ni sus c o m p a ñ e r o s levantaron nunca la voz . Pero los acon tec im ien tos les br indaron mater ia abundan te pa ra su ref lex ión. Ignacio, según Po lanco , persuad ió a «no pocos» de los s o s p e c h o ­sos a que se p resen tasen vo lun tar iamente , ab ju rando de sus er ro­res, ante el Inquisidor, ade lan tándose a la posib le in tervenc ión de

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3 2 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

é s t e 6 5 . U n o de sus mayores ac ier tos fue aconse ja r a t i empo a Jav ie r a que se a le jase de c o m p a ñ e r o s d e d u d o s a o r todox ia y de ja ­se de asist i r a sus a u l a s 6 6 .

El t e m p e r a m e n t o sens ib le y pac i f icador de Fabro queda r í a , y a d e s d e aho ra , sanamen te marcado , pa ra lo que , años m á s ta rde , iba a enseñar , sobre la m a n e r a más a d e c u a d a de ganar a los p ro tes­tan tes : m e n o s d iscus iones teo lóg icas, nada de humi l lar los, m e n o s cas t igos , m á s ce r can ía y m u c h o amor. En car ta al pr ior de la Car ­tu ja de Co lon ia , Gera rdo Kalkbrenner , de 12 de marzo de 1546 le hab la con s incera ind ignac ión de la agres iv idad de los cató l icos con t ra los pro tes tantes , lo que m u y bien puede tener su o r igen en la reacc ión sangr ien ta que presenc ió en Par ís :

«Duéleme ver que las potestades y los señores de la tierra, aun los querubines y serafines (se refiere a los religiosos de vida contem­plativa), nada procuran ya, nada meditan, nada creen que hace falta en sus repúblicas mas que extirpar a los herejes públicos; lo cual como muchas veces lo he dicho delante de ellos, no es sino ocupar las dos manos de los que edifican las ciudades en tener la espada contra los enemigos. ¿Por qué, buen Dios, no edificamos con la una de las manos? ¿Por qué nada se trata, no digo ya de la reformación de la doctrina de la fe, ni de la doctrina de las obras (pues de esto nada nos falta), sino de la reformación de la vida y estado de todos los cristia­nos? ¿Por qué sirviéndonos de la doctrina que es antigua y es moder­na, no volvemos a hacer las antiguas obras, verbi gratia, de los primi­tivos cristianos y de los Santos Padres? Mas de nada sirven estas palabras, lo mejor es callar y pedir lágr imas» 6 7 .

2.3. F a b r o , « H e r m a n o m a y o r d e t o d o s »

Cuando Ignacio abandona París a f ines de marzo de 1535, cam i ­no de su t ierra, pa ra reponerse de su debi l i tada sa lud, de ja a Fabro

6 5 FA/ II, 561 . 6 6 Escribe Javier a su hermano Juan de Azpilcueta desde París el 25 de marzo

de 1535: «Y porque vuestra merced a la clara conozca cuánta merced nuestro Señor me ha hecho en haber conocido al señor maestre íñigo, por ésta le prometo mi fe, que en mi vida podría satisfacer lo mucho que le debo, así por haberme favorecido muchas veces con dineros y amigos en mis necesidades, como en haber él sido la causa que yo me apartase de malas compañías, las cuales yo, por mi poca experiencia, no cono­cía. Y agora que estas herejías han pasado por París, no quisiera haber tenido com­pañía con ellos por todas las cosas del mundo: y esto sólo no sé yo cuánto podré yo pagar al señor maestre íñigo, que él fue causa que yo no tuviese conversación ni conoscimiento con personas que de fuera mostraban ser buenas, y de dentro llenas de herejías, como por la obra ha parescido». FÉLIX ZUBILLAGA Cartas y escritos de San Francisco Javier, Según la edición crítica de MHSJ (1944-1945), Madrid 1953, 50.

67 FW414.

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INTRODUCCIÓN 3 3

al f rente del grupo de compañeros : «dexándonos este o rden , y al

buen Maest ro Pedro Fabro c o m o hermano mayor de t o d o s » 6 8 . Era el

más indicado. El de mayor edad , qu ien más hab ía viv ido junto a Ig­

nacio, qu ien por su carácter bondadoso y d ia logante e ra acep tado

por todos. Tenía más grac ia que nadie para el t rato con la gente ,

c o m o dec ía Rodr igues. Nadie c o m o él d a b a los ejercicios, según

confes ión del m ismo Ignacio. Ahora , Ignacio ausente , iba a tener oca ­

s ión de hacer todav ía más patente lo que de él dec ía el fundador.

Porque Fabro dio ejercicios a John Helyar, sacerdote inglés, dis­

c ípu lo de Luis Vives en la universidad de Oxford , que v ino a Par ís hu­

yendo de la persecuc ión de Enr ique VII I . Volvió a Inglaterra en d i ­

c iembre de 1 5 3 6 6 9 .

C o n Fabro hizo los ejerc ic ios el sacerdo te s a b o y a n o C laud io

Jayo que h a b í a l legado a Par ís en 1 5 3 4 7 0 .

Dio t amb ién los e jerc ic ios a Pascas io B r o e t 7 1 y a J u a n C o d u r i 7 2 .

De el los d ice Rodr igues :

«El noveno fue el P. Pascasio Broet, francés de Picardía, tam­

bién sacerdote. El décimo fue el P. Juan Coduri , francés de Pro-

6 8 FN\, 104. 6 9 Fabro dejó su manuscrito de los Ejercicios a Helyar para que lo copiase, lo

que hizo el sacerdote inglés introduciendo algunos retoques a su gusto. El texto Helyar es el más antiguo que conocemos. Cf. CALVERAS-DALMASES, Sancti Ignatii de Loyola Exercitia Spirítualia, MHSJ, Roma 1969, 418-428.

7 0 Claudio Jayo, nació en Mieussy en la alta Saboya hacia 1500. Frecuentó también la escuela de Velliardo en La Roche. Había llegado a París en 1534 a ins­tancias del mismo Fabro que tuvo ocasión de hablar con él durante los siete meses que se ausentó de París para visitar a su familia. Jayo, que ingresó en el Colegio de Santa Bárbara, obtuvo la licenciatura en Artes en 1535 y el grado de maestro en 1536. Fundada la Compañía, Jayo trabajó con éxito en Italia, y Ale­mania. Enseñó Escritura en la Universidad de Viena. Fue muy estimado por Carlos V y por su hermano Fernando I, rey de Romanos. Éste hizo todo lo posible para que Jayo fuera nombrado obispo de Tréveris a lo que se opuso delicada y fir­memente. Participó en el Concilio de Trento. Murió en Viena el 6 de agosto de 1552. Canisio escribió a Polanco una preciosa carta sobre la personalidad de Ja­yo. Cf. BRAUNSBERGER, Beati Petri Canisii, Societatis Jesu, Epistulae et Acta, Fri-burgi Brisgoviae 1896, I, 405-413.

7 1 Pascasio Broet, nació en Bertracourt (Picardía). Perteneció a una familia de campesinos acomodados. Estudió en Amiens y fue ordenado sacerdote en 1524. Después de trabajar 10 años en su patria, marchó a París en 1534. Ingresó en el Colegio Calvi donde vivía Bobadilla. Trabajó en Siena, 1537-1540; en 1541 fue a Ir­landa con Salmerón como Legado papal. Desde 1542 a 1551 trabajó en Italia y desde 1552-1562 en Francia donde fue Provincial. Murió en París en 1562, sirvien­do a los apestados. Cf. FN I, 39; SCHURHAMMER, I, 342.

7 2 Juan Coduri, nació en Seyne en Provenza en 1508. A los 27 años conclui­dos sus estudios literarios e iniciados los de Teología se fue a París y se hospedó en el Colegio de Lisieux. En 1536 obtuvo los grados de licenciado y maestro en Ar­tes. Murió en Roma el 29 de agosto de 1541. Fue el primero de los compañeros de París en irse al cielo. Cf. FN I, 39.

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3 4 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

venza que fue recibido en la Compañía poco antes de que todos juntos saliesen de París y comenzasen su peregrinación para Ve-necia (...) A estos dos llamó nuestro Señor a la Compañía de los ocho arriba dichos, después de haber marchado nuestro Padre a España, por lo que tuvieron por guía en sus ejercicios espirituales al Padre F a b r o » 7 3 .

3. S a l i d a d e P a r í s . V e n e c i a . N o v . 1 5 3 6 - n o v . 1537

Los «Teólogos de Par ís», c o m o les l lamarían más tarde, hab ían dec id ido c o n Ignacio que abandona r ían la c iudad en ene ro de 1537. Ade lan ta ron la f e c h a al 15 de nov iembre de 1536, a c a u s a de la gue r ra en t re Franc isco I y Car los V. Se d e c í a que en el ve rano de 1536 las t ropas del Emperado r vendr ían sobre Par ís . Fabro pensó que se r í a me jor abandona r Par ís cuan to an tes . Lo consu l tó con a l ­gunos doc to res am igos qu ienes le d isuad ieron por el pel igro que pod ían cor rer en el camino , y a lgunos , por ot ros mot ivos . C u e n t a Rodr igues q u e hubo un doctor p iadoso y compe ten te q u e en te rado de que Fabro p re tend ía abandona r la Un ivers idad, s in saber n a d a de lo q u e los ot ros pensaban hacer, le di jo: «Yo c reo que es to no lo p u e d e s hacer s in come te r pecado morta l po rque de jas el f ruto c ier­to que aqu í hac ías con muchas pe rsonas , por el incierto que p ien­sas hacer en otras p a r t e s » 7 4 .

Ignacio que , a su vue l ta de España , h a b í a l legado a Venec ia a c o m i e n z o s de 1536, escr ibe a Par ís in te resándose por Fabro y los d e m á s c o m p a ñ e r o s , supon iendo que la sa l ida de al l í t end r í a lugar en enero de 1537 , c o m o prev iamente hab ían d e t e r m i n a d o 7 5 .

El des tacado y, por o t ra par te necesar io p ro tagon ismo de Fa ­bro, du ran te la ausenc ia de Ignacio, hizo que a lgunos c reyesen q u e el s a b o y a n o e ra el m á s impor tante del g rupo, incluido el m i s m o Ignacio. D iego de G o u v e i a en car ta de 17 de febrero de 1538 al rey de Por tuga l , J u a n III, le p ropone que los me jores mis ioneros para las indias pod ían se r el g rupo de c o m p a ñ e r o s que a h o r a es tán en Ital ia por no haber pod ido embarca rse para T ier ra San ta : «El pr in -

7 3 F/VIII, 19. 7 4 F/VIII, 3 1 . 7 5 En noviembre de 1536, escribe desde Venecia, a Gabriel de Guzmán O.P.,

confesor de Leonor de Austria, esposa de Francisco I, «Al Maestro Pedro Fabro con alguna compañía suya se le ofrece un camino asaz trabajoso (...) y pienso, según las turbaciones y guerras tan crecidas en la cristiandad por nuestras miserias y pecados, él y su compañía se verán en mucha o extrema necesidad. A la cual por servicio y reverencia de Dios N. S. pide queráis mirar, para ayudar y favorecer en lo que Dios N. S. se moviere y posible sea hacer». Ignat. Epist. I, 110.

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INTRODUCCIÓN 3 5

cipal de el los es Pedro Fabro, hombre doc to y de v i da m u y e j e m ­

plar y un otro íñ igo c a s t e l l a n o » 7 6 .

Sa len de Par ís , c o m o d i j imos, e l 15 de nov iembre de 1536 .

Laínez d a a lgunos detal les sobre c ó m o procedían en el camino :

«La manera de venir era a pie y con vestidos de poco precio (...) Cada día los sacerdotes, que eran tres, Maestro Pedro Fabro, Maes­tro Claudio y Maestro Pascasio, decían misa; y los otros que éramos escolares, nos confesábamos y comulgábamos. Al entrar de la posa­da la prima cosa era hacer un poco de oración, haciendo gracias a nuestro Señor de los beneficios recibidos; y otro poco de oración al salir; y en el comer comíamos lo que bastaba, y antes menos que más. Entre el caminar, o veníamos rezando, o pensando en cosas de Dios, según que nos daba su gracia, o hablando de cosas buenas. Y desta manera, aunque éramos novicios en el caminar, y aunque nos llovió cuasi cada día por toda la Francia, y venimos sobre la nieve por todo el camino de Alemania, nuestro Señor por su bondad nos ayu­daba y libraba de peligros; de manera que etiam los soldados y lute­ranos nos guiaban y nos hacían buena compañ ía» 7 7 .

Fabro seña la escue tamen te el recorr ido, sin de jar lo esenc ia l :

L legamos «sanos y salvos y alegres en el espíritu (...) Atrave­samos Lorena y Alemania donde ya muchas ciudades se habían hecho luteranas o zuinglianas. Entre ellas, B a s i l e a 7 8 , C o n s t a n z a 7 9

etc. Fue un invierno especialmente fr ío. Francia y España estaban en guerra. De todos estos peligros nos libró amorosamente el S e ñ o r » 8 0 .

En Par ís hab ían s ido tes t igos de las tentat ivas de los novado ­

res por int roducirse en la un ivers idad y de la du ra respues ta de la

7 6 FRANCISCO RODRIGUES, O doctor Gouvea e a entrada dos jesuítas em Por­tugal, Broteria, 2 (1926) 271.

77FN\, 106-108. 7 8 En Basilea se detienen tres días en la posada para descansar. Ya hace años

que la ciudad ha apostatado de su antigua fe y sigue la doctrina de Zwinglio. Han desaparecido todas las señales del culto divino. La catedral ha sido profanada y con­vertida en una cordelería. A la posada llegaron profesores para discutir sobre la fe con los maestros parisienses «que osadamente se opusieron a sus herejías y defen­dieron nuestra santa fe católica y romana». FN III, 47.

7 9 La ciudad de Constanza había abrazado también la herejía. Todavía estaba en pie un templo, a las afueras, en el que podía celebrarse la misa a condición de que cada uno de los asistentes pagase lo equivalente a un real español. Más herejes y más dis­putas en defensa de la fe católica, a la salida de la ciudad en un pueblo cuyo nombre dice Simón Rodrigues que no recuerda, Lindau quizás: «Allí los Padres entablaron la acostumbrada disputa con los herejes; y como aquellos citasen algunas sentencias de la Sagrada Escritura, respondían los herejes que la cosa no era así; y abriendo la Biblia que Martín Lutero tradujo del latín a la lengua alemana, consultaban el pasaje. En esa Biblia casi todos los aquellos textos, con los cuales se pueden refutar sus falsas doctri­nas, o estaban mal traducidos o habían sido totalmente eliminados». F/VIII, 54.

8 0 (16).

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3 6 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Inquis ic ión. A h o r a , cam ino de Venec ia , han ten ido el p r imer con tac ­

to c o n los es t ragos que la here j ía h a hecho y a en t ierras g e r m a n a s .

N o s imag inamos a un Fabro as is t iendo a las d iscus iones en m e s o ­

nes y posadas c o n c lér igos casados , l levando, s u p o n e m o s , el peso

de los deba tes La ínez , Sa lmerón y Bobadi l la .

El d í a 8 de enero de 1537 l legan Fabro y los c o m p a ñ e r o s a Ve-

nec ia .

Ignacio se a legra de que al g rupo se hayan incorporado t res

nuevos «amigos en el Seño r» , C laud io Jayo , Pascas io Broet y J u a n

Codur i . Los t res hab ían pasado y a por Montmar t re y hecho los mis­

m o s vo tos . El san to les p resen ta al bachi l ler Hoces , sacerdo te de la

d ióces is de M á l a g a al que h a dado los ejerc ic ios en Venec ia y que

h a quer ido incorporarse al g rupo. D isponen de seis m e s e s p a r a

p reparar el v ia je a T ier ra San ta , an tes de q u e las naves venec ianas

hagan la t raves ía , y dec iden t rabajar en los h o s p i t a l e s . 8 1 .

El 16 d e m a r z o sa len para R o m a con el f in de sol ic i tar la au to ­

r ización del P a p a para ir a T ier ra San ta . Ignacio p e r m a n e c e en Ve-

nec ia . No d e s e a encont ra rse en la C iudad Eterna con el ca rdena l

C a r a f a 8 2 , ni con el Dr. O r t i z 8 3 . T a m b i é n ped i rán poder recibir las s a ­

g radas ó rdenes los no sacerdo tes . Ent ran en R o m a el 25 de ma rzo ,

d o m i n g o de R a m o s .

Ort iz c o m u n i c a al P a p a que han l legado nueve teó logos par i ­

s ienses , de los que c a b í a esperar mucho , y que t ienen in tenc ión de

peregr inar a T ie r ra San ta . Pau lo III los invitó a c o m e r el mar tes de

P a s c u a , 3 de abr i l . Q u e r í a oí r los d isputar sobre a lgunos pun tos de

teo log ía . Te rm inada la c o m i d a y la d ispu ta teo lóg ica , les conced ió

su bend ic ión y l icencia para ir a J e r u s a l é n 8 4 , y a los que t o d a v í a no

8 1 Los trabajos en el hospital consistían, según Rodrigues en: «Hacer las ca­mas, barrer la casa, limpiar los vasos inmundos de los pobres enfermos, sacar los cuerpos de los difuntos debidamente preparados para la sepultura, en la fosa que ellos excavaban y ellos mismos cubrían religiosamente con tierra; esto hacían de día y de noche, con tanta diligencia, fervor, gozo y alegría, que todos los del hospital mu­cho se maravillaban, y corriendo el rumor por la ciudad, venían personas principales a verlos con los ojos». FN III, 57.

8 2 Juan Pedro Carafa, cardenal y más tarde Papa Paulo IV, estuvo en Venecia hasta 1536. Cofundador de los Teatinos con San Cayetano. Trató con Ignacio algún tiempo, hasta que éste le hizo algunas observaciones sobre su manera de proceder que desagradaron mucho al cardenal. Desaconsejó al Bachiller Hoces que hiciera los ejercicios con Ignacio,

8 3 Pedro Ortiz estaba en Roma como embajador extraordinario de Carlos V an­te la Santa Sede. Ortiz se había enojado mucho con Ignacio en París cuando dio los ejercicios al bachiller Peralta; hasta lo denunció al Inquisidor. Ahora va a ser el prin­cipal valedor de los compañeros ante Paulo III. «Quiso nuestro Señor que nos abra­zó con grande caridad, y fue medio para que entrásemos al Papa». FN I, 114.

8 4 Véase la petición formal que hace Fabro en nombre de todos los compañe­ros: FM, 9.

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INTRODUCCIÓN 3 7

eran sacerdo tes la facu l tad de ser o rdenados por cua lqu ier ob ispo , f ue ra de las t émporas y en t res dom ingos o d ías fes t ivos c o n s e c u ­t ivos y les autor izó a o í r con fes iones y abso lver de los c a s o s reser­vados a los o b i s p o s 8 5 .

3 . 1 . O r d e n a c i o n e s e n V e n e c i a .

D í a s d e d e s i e r t o y o r a c i ó n

Vue lven a Venec ia mend igando , c o m o hab ían hecho al ir a R o m a , c o n in tención de prepararse a recibir las ó rdenes sag radas los no s a c e r d o t e s 8 6 . Sa lmerón recib i rá todas las ó rdenes m e n o s el p resb i te rado por no haber cump l ido los 23 años . Los c u m p l í a en sep t iembre .

No za rpa n inguna nave para Palest ina en junio, c o m o so l ía ser cos tumbre . H a estal lado la guerra de Venec ia con los turcos. Los compañeros dec iden esperar a lgún t iempo más en cumpl imiento del voto de Montmar t re . Los nuevos sacerdotes no han ce lebrado la pri­mera misa. Quieren prepararse lo mejor posible en retiro y orac ión. Sin alejarse demas iado de Venecia, se reparten por las c iudades cer­canas . Fabro, Ignacio y Laínez van a V icenza; Jav ier y Sa lmerón a Monsél ice, a dos ki lómetros de Padua; Rodr igues y Jayo a Bassano ; Broet y Bobadi l la a Verana; Codur i y Hoces a Treviso.

Los t res de V icenza ocupan una ermi ta abandonada (San Pedro de Vivarolo) a las afueras de la c iudad. El t iempo que les queda l ibre, después de mendigar el sustento diario, lo ded ican a orar.

Pasados cua ren ta d ías de des ier to y o rac ión , Ignacio c o n v o c a en V i cenza a los d ispersos con el f in de que los nuevos sace rdo tes ce leb ren su p r imera m isa . No todos . Porque Ignacio h a b í a de te rm i ­nado ce lebrar la en Je rusa lén , en el caso de que p u e d a n embarca r ­se , o en la C iudad E te rna en caso contrar io .

«De l ibe ramos , d ice La ínez , de repart i rnos ( todav ía e s p e r a n d o el pasaje) por d iversas un ivers idades de Ital ia, por ve r si nues t ro Seño r se d ignase de l lamar a lgún estud iante a nuest ro i n s t i t u t o » 8 7 .

8 5 Cf. F/VIII, 8 1 . 8 6 El d ía de San Juan Bautista, 24 de junio de 1537, los ordenó de presbíteros

en la capilla de su casa el obispo de Arbe, Vicente Negusanti. Dice Laínez: «Nos aparejamos para el sacerdocio, del cual nos ordenamos el d ía de San Juan Bautista, con mucha consolación nuestra y también del obispo Arbense, que sin llevarnos ni un cuatrín ni una candela, nos ordenó, y decía que en su vida no había hecho tal ordenación con tanta satisfacción suya» FN 1,118.

8 7 F / v l , 120.

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3 8 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Antes de d ispersarse se p regun ta ron : «Y si nos p regun tan qu ié ­

nes s o m o s ¿ q u é h e m o s de responder?» . L a respues ta , no caen en

la c u e n t a aho ra , iba a ser de s u m a t rascendenc ia p a r a el fu tu ro de l

g rupo : «D i remos que s o m o s de la Compañía de Jesús»88.

4. R o m a . 1538 -1539

A f ines de oc tubre Ignacio, Fabro, y La ínez se d i r igen a R o m a .

Fabro y La ínez ce lebran la m isa en a lguna de las ig lesias del

c a m i n o . Ignacio asiste a el la y recibe la c o m u n i ó n . « H a b í a de l ibe­

rado después que fuese sacerdo te de estar un año s in dec i r m isa ,

p repa rándose y p id iendo a la Seño ra que lo pus iese con su H i j o » 8 9 .

Un d í a , a 14 k i lómetros de R o m a , en la capi l la de la Storta, d u ­

rante la m i s a q u e di jo Fabro, se convenc ió d e q u e su o rac ión h a b í a

s ido e s c u c h a d a . Tuvo la exper ienc ia de que fue el Padre qu ien le

puso jun to al H i j o 9 0 . La ínez , de qu ien d e c í a Ignacio q u e e r a el que

me jor se a c o r d a b a de todos los deta l les, a ñ a d í a a lgunos m á s des ­

pués de la muer te de Ignacio, en una p lát ica a la c o m u n i d a d el 2 de.

jul io de 1 5 5 9 9 1 .

En R o m a Fabro e n s e ñ a Escr i tura en la Sapienza y La ínez

Teo log ía esco lás t ica . Ignacio d a b a ejerc ic ios e s p i r i t u a l e s 9 2 .

C o m o es imposible peregr inar a Tierra Santa , después de la cua ­

resma de 1538 se reúnen todos en R o m a y se dan a la predicac ión.

4.1 « A c a s o s e r e m o s c r u c i f i c a d o s »

Pronto se hic ieron real idad los present imientos de Ignac io c u a n d o , a la sa l ida de la capi l la de la Storta, man i fes tó a sus dos a c o m p a ñ a n t e s : «acaso s e r e m o s cruc i f icados en R o m a » .

8 8 «Tomóse este nombre, dice Polanco, antes que llegasen a Roma: que tra­tando entre sí cómo se llamarían a quien les pidiese qué congregación era la suya (que era de 9 o 10 personas), comenzaron a darse a la oración y pensar qué nom­bre sería más conveniente; y visto que no tenían cabeza ninguna entre sí, ni otro propósito sino a Jesucristo, a quien sólo deseaban servir, parecióles que tomasen nombre del que tenían por cabeza, diciéndose la Compañía de Jesús (...) Y en esto del nombre tuvo tantas visitaciones el P. Maestro Ignacio de Aquel cuyo nombre tomaron, y tantas señales de su aprobación y confirmación de este apellido, que le oí decir al mismo que pensaría ir contra Dios y ofenderle, si dudase que este nom­bre convenía» FN\, 204.

8 9 FN 1,496. 9 0 FN 1,496-498. 9 1 F7VII, 133. 9 2 Ignat. Epist. I, 138.

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INTRODUCCIÓN 3 9

Fabro y La ínez as is ten a los se rmones de Agus t ín Mainard i q u e

p red ica la c u a r e s m a de 1538 en la ig lesia de los agus t inos , o rden

a la que pe r tenec ía . Conocedo res , desde Par ís , de l lengua je d e los

lu teranos, ensegu ida v ieron en los ap laud idos s e r m o n e s del f a m o ­

so pred icador at isbos de here j ía . Av isaron pr imero f ra te rna lmente al

agus t ino y c o m o no les hizo caso c o m e n z a r o n a refutar lo con fir­

m e z a . L lov ieron sobre el los las ca lumn ias más desp iadadas q u e

v e n í a n de par te de t res españo les : Franc isco Muda r ra , Pedro d e

Cast i l la , Ma teo Pascua l y un tal Bar rera , en tus ias tas de Ma inard i .

D icen q u e el hereje es Ignacio que tuvo que huir de E s p a ñ a , per­

segu ido por la Inquis ic ión, y fue acusado igua lmente e n Par ís y Ve-

nec ia . Los que le segu ían e ran sacerdo tes re fo rmados q u e ex­

tend ían la here j ía por med io de los Ejercicios espirituales.

Ignacio denunc ió an te los j ueces a los ca lumn iado res e s p a ñ o ­

les y no paró has ta q u e el P a p a o rdenase «que nues t ra doc t r ina y

cos tumbres fuesen inquir idas y exam inadas por cua lqu ie r ord inar io

que S u Sant idad m a n d a r e » 9 3 .

El d í a 18 de nov iembre de 1538 f i rma la sen tenc ia abso lu to r ia el G o b e r n a d o r de R o m a Benedet to C o n v e r s i n i 9 4 .

La c ruz ha serv ido para reforzar más aún la un ión de los c o m ­

pañeros . Po r aque l los d ías escr ibe Ignac io : «Ass i a g o r a si no so ­

m o s jun tos en el m o d o de proceder, todos s o m o s jun tos en án imo

pa ra concer ta rnos para ade lante ; lo cua l e s p e r a m o s en Dios N.S.,

que presto d i spondrá c ó m o en todo s e a m á s serv ido y a l a b a d o » 9 5 .

Le gus taba a Paulo III l lamar, pa ra que d ispu tasen en su pre­

senc ia , a cuat ro de aquel los sacerdo tes , ent re el los a Fabro. Un d í a

le d i jeron al P a p a que , c o m o no ve ían la m a n e r a de irse a J e r u -

sa lén , c o n mucho gusto se pondr ían a las ó rdenes del Vicar io de

Cr is to pa ra cuan to qu is iera mandar les . Pau lo III acep tó el o f rec i ­

m ien to y les di jo: «¿Por qué deseá is tan to ir a Je rusa lén . B u e n a

Je rusa lén es Ital ia pa ra hacer f ruto en la Iglesia de D i o s ? » 9 6 .

Fabro recuerda con part icular devoc ión es tos m e s e s en que e r a

test igo de que el Espír i tu a n i m a b a a todo el g rupo y de q u e e s t a b a

nac iendo la C o m p a ñ í a de Jesús :

9 3 Ignat. Epist. I, 141. 9 4 «(...) Y por esto hemos querido dar nuestra sentencia (...) para serenar los

ánimos de todos aquellos que, por causa destos acusadores y detractores han con­cebido dello alguna siniestra opinión o sospecha, pidiendo y encargando y rogando a todos los fieles (...) que a los dichos venerables señores Ignacio y sus compañe­ros les tengan y estimen por tales cuales nosotros los habernos hallado y probado por católicos, sin ningún género de sospecha». FN IV, 293.

9 5 Ignat. Epist. I, 143. 9 6 MHSJ. Bobadillae Monum. 616-617.

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4 0 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

«Fue un don tamb ién para no olvidar, y c o m o el f u n d a m e n t o de t o d a la C o m p a ñ í a , el que ese m ismo año en que se d ictó sen tenc ia abso lu to r ia a nuest ro favor nos p resen tásemos c o m o ho locaus to al S u m o Pont í f ice Paulo III, pa ra que de te rm inase en q u é p o d í a m o s serv i r a Dios, pa ra la edi f icac ión de todos los que es tán bajo la po ­tes tad de la Sede Apos tó l i ca , en pe rpe tua pob reza y d ispues tos po r obed ienc ia a ir a las Indias le janas. Qu iso el Seño r que el P a p a acep tase g o z o s a m e n t e nuest ros propós i tos . Por lo que s i empre m e s iento ob l igado, y c a d a uno de nosot ros , a da r grac ias al Seño r de la mies y de la Ig lesia Cató l ica Universa l , Cr isto nuest ro Señor , q u e tuvo a b ien declarar , por la pa labra de su Vicar io en la t ier ra , lo q u e es u n a vocac ión mani f ies ta , que le a g r a d a b a que le s i rv ié ramos y que q u e r í a s iempre echar m a n o de n o s o t r o s » 9 7 .

4.2. M i r a n d o h a c i a e l f u t u r o . L a s D e l i b e r a c i o n e s

Era m u y fáci l que Paulo III les d iese mis iones dist intas y tuv ie­ran que a le jarse unos de ot ros. ¿ Iban a d ispersarse , s in m á s , des ­pués de las exper ienc ias tan excepc iona les , r icas, e ino lv idables q u e h a b í a n v iv ido jun tos duran te tanto t i empo? D e b í a n de l iberar y hacer m u c h a o rac ión . Se reunieron desde med iados de marzo has ­t a el 2 4 de jun io . De allí sal ió que deb ían man tene r a lgún lazo de un ión en t re el los. En este pun to a lcanzaron m u y pronto la unan im i ­d a d . M á s les cos tó ponerse de acuerdo en lo que después s o m e ­t ieron a de l iberac ión : si la un ión se iba a man tene r por la obed ien ­c ia a uno de los c o m p a ñ e r o s , lo que , de hecho , les l levaba a la f u n ­dac ión de u n a n u e v a o rden rel ig iosa. Insist ieron m á s en la o rac ión . D iscut ieron sobre las venta jas e inconven ien tes que c a d a uno v e í a en la obed ienc ia o no obed ienc ia a uno de los c o m p a ñ e r o s . A l c a n ­za ron por f in la unan im idad en la conven ienc ia de prestar obed ien ­c ia a uno de e l los. «En la f iesta de San J u a n Baut is ta t odo se ter­m inó y se d io por conc lu ido con suav idad y amigab le conco rd ia de los á n i m o s » 9 8 .

5. P a r m a . J u n i o 1 5 3 9 - s e p t i e m b r e 1540

Fabro t iene 33 años . Es la pr imera «misión» formal que le con ­f iere el Vicario de Cristo. La tarde del 20 de junio, cuat ro d ías an tes de que pusieran fin a las Deliberaciones, sale para Parma con Laínez .

9 7 (18). 9 8 Cf. «Deliberación de los primeros Padres» en MHSJ, Constitutiones S. J., 1,1-7.

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INTRODUCCIÓN 4 1

Les a c o m p a ñ a el cardenal Sant A n g e l o " . Parece que Fabro e ra el

encargado de redactar las actas. Dejó sobre la m e s a las del m e s de

m a y o y junio, sobre las que Ignacio escribió Determinationes So-

cietatis, té rmino escolást ico que se usaba en París y que se ap l icaba

a los temas ordinar ios que se t r a t a b a n 1 0 0 .

Procuran al principio, según Polanco, ganarse la vo luntad de per­

sonas dist inguidas y cultas por medio de lecciones sacras, pasando

después a predicar a toda c lase de personas, hombres y mujeres.

O ían confes iones y daban ejercicios espir i tuales. Qu ienes recibían

los ejercicios, se conver t ían en dadores de los m ismos , de m a n e r a

que al m ismo t iempo los estaban hac iendo unas c ien p e r s o n a s 1 0 1 .

C a e en fe rmo . Las en fe rmedades , de una m a n e r a u o t ra , le v a n

a a c o m p a ñ a r s i e m p r e 1 0 2 . S e aco rda rá de los benef ic ios q u e en ton ­

ces recibió del Señor , y del «ci tadino» que le a tend ió en su c a s a , al

que a lude L a í n e z 1 0 3 .

A pesa r de su en fe rmedad s igue d a n d o e jerc ic ios:

«De los Ejercic ios y a no s a b e m o s hablar en part icular, po rque

tan tos hay que dan los ejerc ic ios que no s a b e m o s el número . Todo

el m u n d o los qu iere hacer, hombres y mu je res . En cuan to un sacer ­

do te es e jerc i tado, él los d a a o t r o s » 1 0 4 .

Se t ra ta , en la mayo r í a de los casos de los e jerc ic ios senc i l los ,

« leves» , de los prev is tos en la anotac ión 18 [18] .

9 9 En carta al padre de Laínez escribe Salmerón el 25 de septiembre: «Ha­biendo acaecido que el Cardenal de San Ángel, fuese enviado del papa por legado a las tierras de Parma y Plasencia, y alcanzó del Papa con mucha instancia el car­denal que dos de nuestra Compañía fuesen con él para predicar y disputar con cier­tos herejes y luteranos, y esto otorgándesolo el papa y a nosotros mandándolo, por parecer de todos juzgamos que el uno fuese Maestro Laínez; el cual con otro de la Compañía (Fabro) habrá ya casi tres meses que se partió con el cardenal y de ellos tenemos cada semana letras, cómo, gracias a su divina Majestad están buenos y predican y hacen muy grande provecho» Ignat. Epist. I, 153.

1 0 0 Cf. SCHURHAMMER I, 601 , nota 66. 1 0 1 Chron. I, 82. 1 0 2 «De las (cosas) privadas primum occurritque a micer Pedro le tomaron unas

tercianas, las cuales le han durado más de seis semanas, y aún no son partidas; cre­emos que se irán presto. (...) Al principio estuvo por ocho días aquí con nosotros con abundancia de todas las cosas necesarias, y de servicio de personas, y del mejor médico de la tierra; y después se mudó a casa de un citadino, donde le hacen tantos regalos y servicios, que casi temo que después no se hallará en el hospital». Lain. Monum. I, 6.

1 0 3 «(...) enfermedad que me duró casi tres meses y que había comenzado el 25 de abril; nunca podrás olvidar el mucho fruto espiritual que pudiste hacer según el conocimiento que te había concedido el Señor para fructificar en el espíritu (...) Acuérdate de lo mucho que deberás siempre a la familia de Don Lorenzo y de Don Máximo que te recibieron en su casa» (19).

1 0 4 FM 22.

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4 2 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Han dado , sin duda , ejercicios más comple tos a los nuevos c a n ­

d idatos que en Pa rma , por la predicación y v ida e jemplar de a m b o s ,

al l í m i smo ingresaron en la C o m p a ñ í a . C i temos en pr imer lugar a

Je rón imo D o m é n e c h 1 0 5 , canón igo va lenc iano, que c a m i n a n d o hac ia

Par ís , desde R o m a , se de tuvo en P a r m a para conocer los de ce rca

por las buenas referencias que de el los ten ía .

Pa rece q u e fue Fabro qu ien dio los e jerc ic ios a D o m é n e c h 1 0 6 .

És te c o m e n z ó a dar los e n s e g u i d a 1 0 7 .

A d e m á s de Doménech , entraron en la C o m p a ñ í a en Parma, jesuí­

tas ital ianos de gran renombre: Pablo Achi les, sacerdote, qu ien des ­

pués de haber hecho los ejercicios, emp ieza también a darlos en

Parma; Elpidio Ugoleto, Juan Bautista Viola, los hermanos Benedet to

y Francesco Palmio, el gran misionero popular Silvestre Landini , A n ­

tonio Criminal i , pr imer mártir de la Compañ ía en la I n d i a 1 0 8 .

El P. Francisco Estrada ha l legado a P a r m a 1 0 9 . «Acá le quieren

detener con mucha fuerza y violencia los de la c iudad, y en ello ent ien­

den personas muy principales rebus et auctoritate. Tanto les p lacen

acá sus prédicas seu lectiones, que es para m a r a v i l l a r » 1 1 0 .

De jemos cons tanc ia de las recomendac iones espi r i tua les que

en t regó Fabro , en P a r m a , a la Congregación del Nombre de Jesús.

Los pun tos par t icu lares que aquí menc iona t ienen m u c h o que ve r

con lo que d e s d e un pr incipio aprend ió de Ignacio, lo incorporó a su

v ida duran te los ejerc ic ios que recibió del san to en Par ís , y q u e t en ­

d rá ocas ión de repet ir en c i rcunstanc ias d iversas c o m o e jerc i tador

y conve rsado r e s p i r i t u a l 1 1 1 .

105 Jerónimo Doménech había nacido en 1516 en Valencia. Era ya canónigo cuando ingresó en la Compañía. Ignacio lo cita entre los cuatro más expertos en dar los Ejercicios, FN I, 658. Trabajó en Roma, París y Lovaina. Fue Provincial de Sicilia durante varios años. Falleció en Valencia en 1593.

1 0 6 Cf. F N 1,212, nota 5. 1 0 7 Lain. Mon. I, 8. 1 0 8 P ietroTACCHi VENTURI, Storíadela Compagnia di Gesü in Italia, Roma 1922,

I I , 248-254. 1 0 9 Francisco Estrada, insigne jesuíta nacido en Dueñas (Palencia); experto,

según Ignacio en dar los ejercicios de la primera semana. «El cual habiendo servi­do en Roma, y faltándole partido, iba la vuelta de Ñapóles, esperando procurar algún sueldo (...) topándose con Maestro Ignacio que se había salido de Roma para Monte Casino, a dar los ejercicios al doctor Ortiz. Y demandóle de su viaje y intención (...), le detuvo y dio orden cómo también él hiciese los ejercicios, en los cuales se deter­minó de darse enteramente a Cristo y al servicio de sus prójimos» FN I, 244.

1 1 0 F M 2 6 . 1 1 1 Examen de conciencia todas las noches, «considerando en primer lugar los

bienes que del Señor habéis recibido y dándole gracias (...)». No ha de faltar nunca la confesión y comunión una vez por semana. La oración y meditación que se tiene por costumbre hacer cada día, ha de tener por fin el honor de Dios y de sus santos, la salvación de la propia alma y la de las almas de los prójimos. «Por lo que ha-

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INTRODUCCIÓN 4 3

6. W o r m s , E s p i r a , R a t i s b o n a . O c t u b r e 1 5 4 0 - j u l i o 1541

C o m i e n z a pa ra Fabro su v ida en d ispers ión . H a v iv ido in tensa­

men te en un ión con los compañe ros d e s d e Par ís . Desde a h o r a v iv i ­

rá sepa rado f í s i camente de el los. Por eso les escr ibe con f r ecuen ­

c ia y les mani f ies ta los deseos que t iene, a su vez , de recibir ca r tas

suyas . Sob re todo al pr incipio c u a n d o sabe que en R o m a Ignac io

t raba ja pa ra q u e e l P a p a reconozca of ic ia lmente lo q u e el los y a

v i ven : la C o m p a ñ í a de J e s ú s 1 1 2 .

Fabro h a de abandona r Pa rma . Paulo III qu iere que a c o m p a ñ e

a E s p a ñ a al Dr. Ort iz. Le a c o m p a ñ a r á , e fec t i vamente , pero , por el

m o m e n t o , no se rá p rec isamente a E s p a ñ a s ino a A l e m a n i a .

6 . 1 . F a b r o a n t e e l c o l o q u i o c a t ó l i c o s - p r o t e s t a n t e s

Carlos V desea que Ort iz asista al coloquio con los protestantes

que v a a tener lugar en Worms . L legan a W o r m s el 25 d e octubre.

El co loqu io de W o r m s se c o n v o c a con la b u e n a in tenc ión de no

dar por perd ido un mayo r acercamien to doctr inal en t re p ro tes tan tes

y cató l icos. Existe la impres ión genera l , sob re todo ent re los cató l i ­

cos , de la conven ienc ia de no cerrar el cam ino a un me jor en tend i ­

miento . A u n q u e Lutero parece que y a h a t o m a d o la dec is ión f i rme

de vo lar los puentes y hacer inviable todo d iá logo: «Para la f ies ta

de S i m ó n y J u d a s (28 de octubre) ha s ido c o n v o c a d a por el cesa r

(Car los V) una a s a m b l e a en W o r m s a d o n d e los teó logos de a m b a s

par tes d e b e n conferenc iar ; es to es perder t i empo , consum i r d inero ,

ce a la vida corporal, ordenad vuestras intenciones y afectos de manera que el fin pri­mero y principal que os propongáis en toda obra corporal sea alabar a Dios y alcanzar la salvación de vuestra alma (...) y después de vuestra alma, por ninguna cosa os habéis de afanar tanto como por las almas de vuestros prójimos». Cf. FM 39-43.

1 1 2 El 27 de diciembre de 1540 escribe a Ignacio desde Worms. Le manifiesta la alegría de que Paulo III haya aprobado la Compañía el 27 de septiembre de ese año. «Esta semana os escribí haciéndoos saber cómo vuestras cartas con las copias de las que os han escrito los hermanos recibimos a 17 del presente; el placer que con ellas nos disteis por acá in Chrísto, yo no lo he escrito ni podría al presente explicar, máxi­me viendo por ella cómo nuestros deseos in Domino se van cumpliendo (...) Mucho me gozo de aquellos privilegios espirituales concedidos por S.S. a la Compañía, y de la aceptación de ella, teniendo firme esperanza en Dios nuestro Señor que todo esto será señal de otras gracias internas, cuales tendremos de quien Su Santidad es Vi­cario, Cristo digo, si de nuestra parte no faltamos. Ciertamente aunque yo no tuviese que hacer, materia me habéis enviado para poderme ocupar muchos días, que sería reingraciar, reconocer y alabar aquella tanta bondad de donde nos salen tantas mer­cedes». FM44 .

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4 4 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

y a b a n d o n a r en c a s a sus negoc ios o de jar q u e se p ie rdan . Q u e se

lo l leve el d i a b l o » 1 1 3 .

Los pro tes tantes que asist i rán a W o r m s t ienen muy c laro en lo

que , por n ingún mot ivo , van a ceder : «No q u e r e m o s que s e a opr i ­

m i d a la luz de l Evange l io nuevamen te a m a n e c i d a en nuest ras igle­

s ias po r benef ic io de Dios, ni q u e r e m o s af ianzar los an t iguos av isos

y er rores . Test i f icamos que en tal a s a m b l e a r e c h a z a m o s la au tor i ­

d a d de l r omano p o n t í f i c e » 1 1 4 .

C o m o nunc io del P a p a ha s ido n o m b r a d o Tomás C a m p e g i o ,

ob ispo de Fel tre que no ent ra en W o r m s has ta el 4 de nov iembre .

S e le h a o rdenado que no debe rá t omar dec is iones por su c u e n t a ,

s ino q u e ha de apoya rse en el nunc io de Fe rnando I, J u a n Mo rone ,

ob ispo de M ó d e n a . No as is te el Emperador , que sí i rá a la d ie ta de

Ra t i sbona que t end rá lugar a con t inuac ión . En nombre de Car los V

pres id i rá su pr imer ministro Granve la que no l lega has ta e l 22 de

nov iembre .

Pa ra las d iscus iones han s ido escog idos once teó logos , por c a ­

d a u n a de las par tes . Demas iados p a r a que se pud ie ra avanzar ,

con espe ranzas de éxi to, en las conversac iones , sin con tar c o n la

d iv is ión re inante ent re los once del c a m p o cató l ico, y q u e Fab ro

p o n e de mani f ies to :

«Yo creo que de cuantos luteranos estaban aquí en Bormacia, y de cuantos son venidos de fuera, n inguno se ha enmendado en ningún error, por v ía de los que son venidos para convert i r los; quiero decir, por otras palabras que hasta ahora yo no veo ningún fruto a cerca de luteranos, et tamen se ve c laramente que ganan t ierra, etiam de los que son venidos como catól icos. Porque de once que eran diputados para hacer los coloquios con once lute­ranos, y a tres de ellos, en pocos art ículos se han mostrado lute­ranos, no quer iendo sentir con los otros ocho, entre los cuales hay algunos que con el án imo van vaci lando antes de entrar en nin­guna b a t a l l a » 1 1 5 .

A l f inal se determinó que fuera un catól ico y un protestante los

que se enf rentasen. Por los catól icos fue elegido Juan Eck, teó logo

a famado , y exper imentado polemista cont ra la doct r ina lu terana. Los

protestantes nombraron a Felipe Melanthon. A m b o s se conoc ían

bien. Hab ían med ido sus fuerzas y recursos dialéct icos en la Dieta de

Augsburgo en 1530. C o m o documento base tomarán la Confessio

fidei Augustana, de M e l a n t h o n 1 1 6 .

1 1 3 RICARDO GARCÍA-VILLOSLADA, Martín Lutero, B A C Madrid 1 9 7 3 , I I , 5 1 1 . 1 1 4 RICARDO GARCÍA-VILLOSLADA, Ibid. 1 1 5 F / W 4 8 . 1 1 6 A los compañeros de Roma les escribe: «Vosotros, pues tenéis licencia de

poder leer libros de herejes buscad en Roma este libro el cual se llama Confessio fidei

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INTRODUCCIÓN 4 5

Siente no poder hablar con los pro tes tantes porque as í lo han

de te rm inado los responsab les del co loqu io :

«A Melanthon ni a ninguno otro luterano yo no he hablado, ni menos conversado, que harto tengo que hacer conforme a mi vocación entre los católicos (...) Muchos destos doctores, desea­ban mucho que yo tomara conversación con Melanthon, diciendo que era más lícito a mí que a los otros, que t ienen sus respetos ¡n ordine ad varia puncta, a quibus pendent haec negotia. Yo cierto muchos santos deseos he sentido para ello en mí ánima; todavía no he querido hacer contra el juicio ni parecer de los que principal­mente guían este negocio; los cuales no quieren que ninguno con­verse con ellos, temiendo que no se impida la v ía que para el nego­cio se t i e n e » 1 1 7 .

Se at iene Fabro a lo que se ha es tab lec ido. Pero él d e s e a r í a

t ra tar con el los «no pa ra me te rme en con tender con el los in spiritu

contradictionis ni pa ra exaspera r a n inguno , o impedi r en o t ra

m a n e r a el f ruto que se pre tende con los l l a m a d o s » 1 1 8 . Lo s u y o

s e r í a conversar , sent i rse ce rcano , c o m o d i rá más ta rde a La ínez :

«granjear los pa ra que nos a m e n y nos t engan en b u e n a poses ión

den t ro de sus espí r i tus ; esto se hace c o m u n i c a n d o c o n el los fam i ­

l iarmente en cosas que nos son c o m u n e s a el los y a nosot ros , guar­

d á n d o s e de t o d a c o n t r o v e r s i a » 1 1 9 . Fabro es tá f i rmemen te pe rsua ­

d ido de que és ta es la mejor m a n e r a de t ratar con los p ro tes tan tes .

N a d a de ex t raño que le due la ver que los co loqu ios van por c a m i ­

nos de ago tadoras d iscus iones y a rgumen tac iones , ca ren tes de

todo ca lor h u m a n o .

De R o m a le escr iben los compañeros pidiéndole más in forma­

c ión sobre lo que acontece en W o r m s . Les contes ta el 1 de enero de

1 5 4 1 1 2 0 . Le gustar ía haber les escrito con más f recuenc ia pero «pro­

ced ía del no querer anunciar con gana cosa que no fuese p róspera

lo que no hemos visto todav ía en este negocio». Repi te que de los

once catól icos que fueron elegidos para las d isputas, tres «son y a de

su sentir y otros vac i lando». Mientras tanto observa que los protes­

tantes que es taban muy divididos en el modo de actuar en sus igle­

sias, ahora están muy unidos en la de fensa de todos los art ículos de

la Confes ión de Augus ta . Pretenden, «según y a por otras os he d i ­

cho , unir a todos los pr íncipes de A leman ia cont ra la Iglesia R o m a n a

exhibita Augustae, con la apología de Melanthon, o entre esos señores, que después os podré escribir más a menudo» FM 50.

1 1 7 F M 48-49. 118 Ibid. 1 1 9 Cf. F/W400. 1 2 0 FM 54-58.

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4 6 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

y su Ob ispo» . Por o t ra parte, lamenta que los protestantes vayan ganando posic iones entre «los vulgares y estúp idos, por nuest ros pecados» y a taquen tan abier tamente la doctr ina catól ica:

«Los protestantes dicen que no quieren otro que la reformación de la Iglesia, y lo dicen de manera con los vulgares y estúpidos, por nuestros pecados, que son creídos etiam que les vean derrocar imágenes y subvertir los altares todos (...) blasfeman de quien oye misas privadas o ruega santos (...) algunos de sus fundamentales artículos, digo de los luteranos, son sobre esto, que sola fides jus-tificet y en esto han hecho tantas consecuencias, que f inalmente son l legados, hasta determinar y ordenar que sus iglesias no ten­gan otro indicio en cuanto a lo espiritual sino las prédicas y la cena Domini pro consolatione animarum, eo tamen modo, que con el pan sea solo el cuerpo de Cristo, y con el vino la sola sangre, ef hoc etiam in solo usu, id est: si accipitur et dum accipitur, supposi-ta fide, per quam solam dicunt remitti peccata (...) Estas pocas cosas os he dicho (...) para que entendáis (...) que ya no haya pie­dra sobre piedra, y todo con un obst inadísima pertinacia, desean­do (...), como ya he dicho, hacer alguna scissura inexpugnable en la santa Madre Iglesia, pero las puertas del infierno no han de pre­valecer contra ella» (Mt 1 6 , 1 8 ) 1 2 1 .

Le s igue apas ionando la idea de hablar c o n Me lan thon : «Dios s a b e (...) cuán to ho lgara de tener l ibertad para conversa r c o n e l los, y s ingu la rmente con Fel ipe Me lan thon , pr incipal de t o d o s » 1 2 2 .

Pues to que no se ob ten ían resul tados posi t ivos en la d iscus ión , v ino o rden de l Emperado r de que se in ter rumpiera el co loqu io de W o r m s pa ra cont inuar lo en Rat isbona, a d o n d e el m i s m o Car los V t e n í a in tenc ión de asistir.

C a m i n o de Rat i sbona , Ort iz y Fabro se de t ienen unos qu ince d ías en Esp i ra . Desde aquí , en car ta a Ignacio de 25 de ene ro de 1 5 4 1 , hab la del f racaso de W o r m s 1 2 3 .

Si se l amen ta al pensar que los co loqu ios con los p ro tes tan tes no v a n por buen cam ino , le levanta e l án imo el ver que es acep ta ­do por su ta lante de buen conversador de las cosas de D ios , y que recibe numerosas pet ic iones para dar los e jerc ic ios. S e acep tan

1 2 1 FM 55-56. ^FM 58. 1 2 3 Melanthon y Eck discutieron sobre el pecado original: «(...) los cuales delan­

te de los presidentes y los del emperador y del rey de los romanos (Fernando I, her­mano del Emperador) han comenzado sobre el primer artículo, en el cual había con­tradicción que es de peccato originan, y sobre ello cada uno hablando su rato (...) han andado tres días, y nunca acabado de concordar, de manera que se ha dado corte a tal manera de discutir estos artículos, remitiendo el todo a la dieta (de Ratisbona)- FM 62.

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INTRODUCCIÓN 4 7

bien nuestras cosas y nuestro modo de proceder^24. L lega a p e n ­

sar que es tan to el f ruto que recoge en pocos d ías en Esp i ra , q u e

has ta pod r ía quedarse aqu í ; «pero yo no de ja r ía la ida a Ra t i sbona ,

por m u c h o m á s f ruto que v e a por acá ; que a l lá espe ro se ha rá s in

comparac ión más en serv ic io de Dios nuest ro Señor , ten iendo p a r a

a l lá y a m u c h o s pr incip ios, y s iendo as í que en es ta cor te de su

ma jes tad no hay n inguna res is tencia al recto sent im ien to de nues­

tro modo de proceder»'125.

El Emperado r hab ía ind icado al P a p a que p a r a la d ie ta de

Ra t i sbona se requer ía no un s imple nunc io s ino un L e g a d o pont i f i ­

c io . Pau lo III el igió a Gaspa r Contar in i . A j u i c i o de todos e ra la per­

s o n a m á s i n d i c a d a 1 2 6 .

Contar in i en t ra en Rat i sbona el 12 de marzo . El ac to d e ape r tu ­

ra de la d ie ta , pres id ido por el Emperador , t iene lugar el 5 de

a b r i l 1 2 7 . S e conv ino en que Car los V, nombrase los teó logos q u e

por a m b a s par tes hab ían de discut i r los puntos cont rover t idos . El 21

de abri l p ropone los nombres de los e leg idos : por los cató l icos ,

J u a n Eck, Jul io Pf lug y Juan Gropper ; por los pro tes tantes , Fel ipe

Me lan thon , Mar t ín Bucer, J u a n Pistor ius. L a op in ión genera l es q u e

se h a acer tado en la des ignac ión de los teó logos .

Escr ibe Fabro a Ignacio el 3 d e m a y o . Para en tonces y a h a n

deba t ido sob re el pecado or ig inal , sobre la fe y las obras , sob re la

just i f icac ión y el mér i to . De los t res cató l icos es Eck el que le inspi ­

ra m á s con f ianza : «el cua l solo es el t odo cuan to hay de nues t ra

par te (...) El Ech io m e d e c í a que has ta aqu í él es taba con ten to de

1 2 4 « L o s cuales por letras suyas (del decano de san Martín) habían entendido nuestra manera de proceder. (...)Tres veces le he informado (al obispo de Espira) de nuestras cosas». FM 63.

1 2 5 F / W 7 0 . 1 2 6 D e él dice Sforza Pallavicino: «El dominio de la doctrina y el vigor de su celo

aparecen testificados en sus obras, en las cuales, adoctrinando al lector, sabe unir la claridad con la profundidad, la sutileza con la elegancia, y, cuando amonesta a los pontífices, lo hace con tanta veneración como franqueza. En el espíritu fue discípu­lo de San Ignacio y uno de los primeros en probar en sí mismo y en difundir con su autoridad la práctica de aquellos Ejercicios espirituales de los que el Santo fue autor e institutor. Más aún Contarini fue quien presentó al papa la fórmula o esbozo de la Compañía de Jesús concebida por Ignacio y obtuvo su aprobación». Cf. GARCÍA-VILLOSLADA, Martín Lutero, II, 514.

1 2 7 E s e mismo día en carta a los de Roma les dice: «La dieta hoy ha habido principio, post dictam missam del Espíritu Santo, el cual por su infinita bondad quie­ra guiar todas las cosas in viam pacis quae sitin Chrísto Jesu». Sigue sin esperar mucho de los coloquios: «Acerca del negocio de los coloquios, id est, la materia de la fe, no sabemos nada, ni vemos senda por donde se pueda hacer algo; y por tanto es menes­ter que hagamos lo que podemos circa particularia nostrae vocationis, pues los grandes poderes y saberes tan poco pueden, y ven que cuanto más vemos faltar los universales remedios y socorros para el tanto mal que va creciendo, tanto más esperanza hemos de tener que el Señor de la mies de nosotros se quiera servir». FM 86.

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4 8 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

los pro tes tantes . Dios por su inf inita b o n d a d me ta la m a n o en el lo, p o r q u e o t r a m e n t e t e m o t a n t o e l c o n v e n i r p a l i a d o , c u a n t o e l c l a r o d i s e n t i r » 1 2 8 . Es ta ú l t ima f rase mani f ies ta una vez m á s los t emores razonab les que t iene Fabro sobre la ut i l idad de es tos co lo ­qu ios . Le due le que no s e a posib le l legar a acuerdos lúc idos sob re los pun tos debat idos , pero lamenta igua lmente si las co inc idenc ias es tuv ie ran v ic iadas en la raíz, si «el conven i r es pa l iado».

P rec isamente el d í a anterior, después de c inco d ías de d i spu ­tas labor iosas, hab ían conven ido en un punto tan cont rover t ido c o m o el de la just i f icac ión.

L a just i f icac ión por la fe , s in las obras , e r a un punto f u n d a m e n ­tal pa ra Lutero y los suyos . Gropper , en anter iores deba tes con los pro tes tantes , con deseo de acercar pos ic iones h a b í a hab lado de una dob le just ic ia : una in t r ínseca (inhaerens) por la q u e el pecado r c o m i e n z a a ser jus to ; o t ra just ic ia impu tada (imputata), la jus t ic ia de Cr is to que se a ñ a d e a la o t ra y sup le sus de fec tos . La d is t inc ión d e Groppe r fue acep tada el d í a 2 de m a y o 1 2 9 . En la cur ia r o m a n a no se recibe la not ic ia con en tus iasmo. El Conci l io de Trento la recha­zó , a u n q u e no la j uzgó herét ica. Var ios cató l icos la tuv ie ron por s e m i l u t e r a n a 1 3 0 .

Unos d ías más tarde, el 14 de mayo , no se ponen de acuerdo al t ratar el art ículo sobre el sacramento de la Eucar is t ía. A u n q u e los protestantes parecen hacer conces iones, se n iegan a admit i r la pala­bra t ransubstanc iac ión. Con lo cual Contar ini se convence de que s iguen defend iendo que en la Eucar ist ía pe rmanece la substanc ia del pan después de la consagrac ión. Cuando Contar ini descubre las amb igüedades de los protestantes dirá: «Yo reverendo señor mío , veo a estos protestantes muy obst inados y pert inaces, y no espero , si Dios no hace mi lagros, que haya concord ia entre nosotros. No quiero concordia palliata (concordia d is imulada), que ser ía fuente de mayores c ismas y d i s c o r d i a s » 1 3 1 . Coincide con lo que Fabro h a b í a d icho a Ignacio: tengo miedo del «convenir pal iado».

A p a r c a d o , por el m o m e n t o , el deba te sobre la Eucar is t ía , s in l le­gar a un acuerdo , p ros iguen los encuen t ros , y se some te a d i scu ­s ión , el 14 de mayo , el sac ramen to de la pen i tenc ia .

1 2 8 FM 98 -99 . 1 2 9 Contarini escribe el día 3 de mayo, muy satisfecho, al cardenal Farnese:

«Estos teólogos, así católicos como protestantes, se han puesto de acuerdo en el artí­culo de la justificación, de la fe y de las obras (...) En mi opinión, y del Sr. Nuncio, y del P. Maestro (del Sacro Palacio), y de Eck, Gropper, y Plug la doctrina es católica y santa (...) Agrada también a Codeo». Cf. GARCÍA-VILLOSLADA, Martín Lutero I I , 5 2 1 .

™ FM 98, nota 17. 1 3 1 Cf. GARCÍA-VILLOSLADA, Martín Lutero I I , 5 2 4 .

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INTRODUCCIÓN 4 9

Tampoco aqu í l legan a en tenderse . Los pro tes tantes s iguen fir­m e s en que no es necesar ia la confes ión de los pecados mor ta les . Los co loqu ios p ros iguen unos d ías m á s , pero se h a ven ido y a aba jo el op t im ismo de los pr imeros d ías . Se hab la aho ra del mat r imon io , ex t remaunc ión , o rden jerárqu ico de la Ig lesia. Pero el d í a 22 de m a y o se ponen todos de acue rdo sobre la conven ienc ia de no alar­garse m á s en d iscus iones lánguidas y desa len tadoras .

La c lausura de la dieta se retrasa algún t iempo más. Entre otras razones por esperar el resultado de una emba jada que se ha env iado a Lutero para recabar su opinión sobre lo acontecido en Rat isbona. Si bien éste, en su respuesta escri ta del 12 de junio, aprec ia los esfuer­zos del Emperador en favor de la paz, no siente el más mín imo inte­rés por todo lo tratado en la dieta. En definit iva, no le gusta nada de lo debat ido en Rat isbona. A Melanthon escribe el mismo d ía 12 de junio: «Acelerad la sal ida de esa Sodoma, pues la ira de Dios ha ca ído sobre el los (...) Regresad lo más pronto posible, que ah í perdéis, para bien del diablo, el trabajo, el t iempo y el d i n e r o » 1 3 2 .

Fabro se alegró, sin duda , de lo que Contarini p ropuso al final a los obispos presentes en la dieta. Si en los coloquios con los pro­testantes no hemos obtenido resultados plausibles, v ino a decir, se rá bueno que nosotros insistamos en nuestra reforma personal . C o m o buenos pastores hemos de evitar todo escándalo; visitar, a su debido t iempo, nuestras diócesis; no dejarnos llevar de la ambic ión ni del buen vivir, antes al contrario, atender a las necesidades de los pobres; procurar la formación de ejemplares sacerdotes que prediquen la sa ­na doctr ina; fundar escuelas y colegios para la educación de los jóve­nes. Los obispos a lemanes, presididos por Alberto de Bradenburgo, cardenal de Magunc ia y de quien Fabro será, más adelante, es t ima­do consejero, le agradecen las del icadezas que, a lo largo de toda la dieta, ha tenido con ellos, pero no le secundan en lo que les ha d icho sobre su re forma personal . Dejan todo para el concil io que cada vez se v a haciendo más imprescindible.

L a c lausura de la d ie ta tuvo lugar el 2 9 de ju l io. El Emperador , en su d iscurso , invi ta a todos a hacer lo posib le por supera r las no­tab les d i ferenc ias t odav ía ex is tentes. Recog iendo las pa labras de Contar in i a lentó a los pre lados a que «emprendan u n a o rdenac ión cr is t iana y re fo rma ser ia de s í m i smos y de los suyos lo cua l a y u ­da rá a la b u e n a admin is t rac ión de sus iglesias y a la pac i f icac ión de la con t i enda re l ig iosa».

Por enc ima de todas las d iscusiones, Fabro hubiera prefer ido la re forma de los catól icos, comenzando por los obispos. Poco t iempo

Cf. GARCÍA-VILLOSLADA, Martín Lutero I I , 5 2 7 .

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5 0 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

antes, en car ta a Ignacio, hab ía cal i f icado duramente aquel los deba ­t e s 1 3 3 . Encomia las noticias que le l legan por car ta de los c o m p a ñ e ­ros de R o m a , y s i rven para cont rapesar otras menos edi f icantes que cor ren por Rat isbona y que son a i readas por los protestantes quie­nes se conf i rman c a d a vez más en la neces idad de la r e f o r m a 1 3 4 .

Pa ra lo que s í es tán s i rv iendo las d iscus iones es pa ra q u e los p ro tes tan tes t engan la opor tun idad de lanzar a los cua t ro v ien tos los pun tos de sus desavenenc ias con los cató l icos, hac iendo as í una d e s m e s u r a d a p ropaganda de su pern ic iosa doct r ina . Lo que le hace exc lamar a Fabro:

«De mi parte mucho más holgara que por acá yo fuera acusa­do de hereje, a causa de los ejercicios, con tal que todos los pr ín­cipes y estados, aquí ajuntados, hubieran de oír o leer las cosas que serían buenas para defensión de los ejercicios, que no ver, cómo los luteranos t ienen esta ocasión de publicar sus males, en que todos los estados hayan de mirar, dando parecer sobre tales h e r e j í a s » 1 3 5 .

A los es tud ian tes de Par ís les h a b í a escr i to el 12 de mayo :

«El negocio de la fe va muy ambiguamente, y de modo que en solo Dios inmediate nos confiamos; quiero decir que los medios que se toman y tratan no son nada apud humanum judicium; esto lamen veo muy a la clara, que cuanto más van fal leciendo los me­dios para reducir los que yerran en la fe, tanto más se nos ofrece materia de personas que in fide sua quieren tornar ad opera prio­ra, id est, ad meliorem vitam, ne ab ipsis auferatur candelabrum suum (...) y máxime ahora que ya contra los herejes, con las solas letras tan poco pueden; es porque el mundo es y a venido a tal estado del no creer, que es m e n e s t e r a r g u m e n t o s d e o b r a s y s a n g r e , otramente la cosa va muy adelante creciendo en los erro­res. Ya palabras no bastan ni razones para concluir a los de acá y semejantes herejes. Por tanto bien podéis exhortar aquel los letra­dos de París a que procuren buscar el Espíritu vivíf ico de las letras por v ía de vida muy señalada a Cristo, para poder persuadir la fe a los c a í d o s » 1 3 6 .

133 «Vosotros no dejéis de rogar al Señor por un tanto y tan lúbrico negocio como es este coloquio (...) y siendo aquello cosa tan disparatada». FM99.

1 3 4 Aquí las personas «no suelen recibir nuevas de tal calidad, sino nuevas de sucesos temporales, por las cuales nuevas más presto se toma ocasión de crecer en deseos mundanos o camales, y de crecer en los aborrecimientos de la humildad de la cruz, que no de crecer en Cristo nuestro Señor. Maravíllanse algunos de estos señores en ver cartas donde no se halle ningún punto de cosa mundana, ni de interés, ni de pecados ajenos. Otros hay también los cuales toman alguna más esperanza que todo no se haya de perder, en ver cómo algunos se convierten nuevamente a la fe católica, y que tantos pecadores tornen a vivificarse en la fe que tienen...». FM 113-114.

1 3 5 F / W 1 1 5 . 1 3 6 F / W 1 0 5 .

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INTRODUCCIÓN 5 1

6.2. M o d o d e p r o c e d e r d e F a b r o c o n l o s c a t ó l i c o s

q u e a s i s t e n a las d i e t a s

El no poder d ia logar y conversar sin t rabas con los p ro tes tan­

tes ; las dudas que s iempre tuvo sobre el fel iz resul tado de los co lo ­

qu ios ; y, por ú l t imo, su f i rme conv icc ión de que lo e f icaz e impor­

tan te e ra la re fo rma personal de las c o s t u m b r e s 1 3 7 , t odo es to le

l levó a intensi f icar y ex tender su apos to lado , de m a n e r a ago tado ra ,

ent re los persona jes cató l icos presentes en los co loqu ios .

C o m e n z ó su t raba jo desde su l legada a Worms. A los de R o m a

les d ice cuá l v a a ser su modo de proceder y las pe rsonas q u e f re­

cuen tan su t r a t o 1 3 8 . S e h o s p e d a en c a s a del d e c a n o de San Mar­

t í n , V icar io genera l de W o r m s e Inquis idor de la fe a qu ien v a a da r

los e jerc ic ios. A l Vicar io le pesan y a d e m a s i a d o es tos ca rgos «por

no ve r m o d o de poder y a hacer el of ic io pastora l ent re pecore l las

tan to a fecc ionadas a los lobos, non sentientes morsus mortales,

por ser y a muer tas ; m á x i m e que en es ta c iudad púb l i camen te , y en

la ig les ia del conven to de santo Domingo , se p red ica a la c l a r í s ima

la doc t r ina de lu teranos nec obstatque los doc to res cató l icos es tén

a q u í » 1 3 9

Ya en Espira c o m u n i c a a los de R o m a que el d e c a n o de S a n

M a r t í n , q u e por el m o m e n t o h a p e r m a n e c i d o en W o r m s , le h a

r e c o m e n d a d o a pe rsonas impor tan tes y al ob i spo de Esp i ra c o n

1 3 7 « P l u g u i e s e al Señor nuestro, que en cada ciudad de estas de acá hubiese dos o tres sacerdotes, no concubinarios, ni en otros pecados notorios, los cuales tuviesen celo de las almas, que yo no dudo nada que presto no volviesen con ayuda del Señor esta gente popular y simple; hablo de las ciudades en las cuales no sean ya expulsas las reglas de la Iglesia Romana en todo; y que tales sacerdotes fueran de la lengua misma (...) Estos pueblos son engañados, no tanto por luz o especie de bien de los luteranos, como por el mal de los que debían convertir aquellos que nunca fueron cristianos. De manera que si nuestro clero fuese tal, cual debe ser, cla­ramente se vería que estos no son tales qui possent faceré unas tan grandes trage­dias entre cristianos». FM 59-60.

1 3 8 « Y o estas fiestas (Navidad) he tenido que hacer en confesiones y comunio­nes, habiendo acquistado sin trabajo mío diversos hijos espirituales, como de casa de monseñor Granvela, y de su hijo el obispo de Arras, de monseñor de Águila (Bernardo Sancio, consejero de Carlos V). Todos os ruego los tengáis encomenda­dos generalmente en vuestras oraciones (...) Otros hijos míos os encomiendo como es el monseñor Rmo. Mutinense (Cardenal Juan Morone) que es legado en esta Germania y obispo de Módena (...) Otro es el Dr. Moscoso, el cual conocéis (a Dn. Alvaro Moscoso, en la actualidad capellán de Carlos V, y posteriormente obispo de Pamplona, lo conocieron en París); asimismo siempre os replico las encomiendas del Dr. Ortiz y el Scoto (Roberto Vauchop), juntamente con el maestro del sacro pa­lacio (cardenal Tomás Badía O.P. que por encargo de Paulo III revisó y aprobó la pri­mera Fórmula de la Compañía)». FM45-46.

1 3 9 F M 4 7 .

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5 2 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

qu ien «he pod ido hab la r t res v e c e s m u y l a r g a m e n t e » . Le inv i tó a

c o m e r y le puso en con tac to con su v icar io , Jo rge M u s b a c h , «con

el cua l he h a b l a d o es tos t res d ías p a s a d o s a r reo s o b r e c o s a s

esp i r i tua les , d e m a n e r a que él es m u y d i spues to p a r a hacer los

e j e r c i c i o s » 1 4 0 .

En W o r m s h a b í a c o m e n z a d o a dar los e jerc ic ios a J u a n C o d e o .

Só lo pudo dar le la p lát ica de en t rada , que d i r í amos h o y 1 4 1 .

H a v is i tado al duque de Saboya «pr ínc ipe de la t ier ra donde

nac í» . Le a c o m p a ñ ó el Dr. Ort iz, «el cua l le in formó de nuest ras co ­

sas» . «Le hice ver de lante de muchos , c ó m o de cosas tempora les

yo no hab ía menester , s ino del favor pa ra aprovechar a las a l ­

m a s » 1 4 2 .

S e le o f recen g randes posib i l idades de desarro l lar un apos to la ­

do f ecundo ent re los cabal leros y señores , que a n d a n por los co lo ­

q u i o s 1 4 3 .

Pero es sobre todo en Ratisbona d o n d e m á s apa rece su in ten­

so t ra to con persona jes impor tantes .

Gaspar Contarini, Legado pont i f ic io, h a b í a hecho los e jerc ic ios

con Ignacio en R o m a . Los cop ió de su puño y letra y l levaba el m a ­

nuscr i to cons igo a todas par tes. Dijo de Ignacio que en él h a b í a

encon t rado «un maes t ro del a f e c t o » 1 4 4 . Se in teresa por todo lo re­

lac ionado con la C o m p a ñ í a 1 4 5 .

1 4 0 F / W 6 3 . 1 4 1 Juan Codeo fue uno de los mayores adversarios del luteranismo. Toma parte

en casi todos los debates con los protestantes. Buen conocedor de la teología católica, y brillante en su exposición apasionada. «El día antes que partiésemos de Bormacia, yo había concertado con uno, que es principal de los doctores teólogos que son venidos de parte del rey de romanos. Llámase Juan Codeo, el cual mucho ha escrito in rem christianam contra los herejes, de manera que el día que debíamos comenzar los ejer­cicios fuenos menester partir. Es cosa para alabar a Dios nuestro Señor cuánto gozoso entraba en ellos; riendo de placer espiritual me dijo estas palabras después de haberle hecho yo una plática sobre la diferencia del saber y el sentir las cosas espirituales: Gaudeo, inquit, quod tándem inveniantur magistrí área affectus». FM 63-64.

1 4 2 F M 6 5 . 1 4 3 «Conocimiento con caballeros de España y otros señores hallo en esta

corte tanto como Bobadilla en Ñapóles. Aun ayer se me ofreció como hijo espiritual el hijo del duque de Medinaceli (Fernando de la Cerda) y para cuanta conversación espiritual querré. Así que tendré siempre que hacer, y tendré puertas abiertas para, a lo menos ofrecer los ejercicios, hablando y teniendo audiencia en el modo de ellos, que no poco estimo en que por todas partes etiam apud summos se sepa nuestra manera de proceder; teniendo esperanza que no será en balde». FM67-68.

1 4 4 Cf. Chron. I, 64. 1 4 5 «Vuestra carta (la que han escrito a Fabro los estudiantes jesuítas de París)

di a monseñor reverendísimo Contarini, el cual luego, por la paterna memoria que tiene de vosotros, la quiso leer, aunque no le faltasen otros negocios ni escrituras, y se holgó con ella». FM 104-105.

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INTRODUCCIÓN 5 3

Juan Morone, ob ispo de M ó d e n a , nunc io an te Fe rnando I, y uno

de las pe rsonas de m á s autor idad en los c o l o q u i o s 1 4 6 . Se con f i esa

c o n Fabro d e s d e W o r m s , c o m o y a v imos .

Fabro se m u e v e entre las personas cercanas al Emperador. En

repet idas ocas iones d i rá que es m u c h o el t raba jo q u e t iene c o n las

pe rsonas de la cor te . Has ta a lgún d í a tend rá q u e rezar el of ic io por

la n o c h e 1 4 7 . «Yo no sab r ía escr ibir todas las par t icu lares c o n v e r s a ­

c iones q u e y o tengo con los g randes de es ta cor te y q u e d e s é a n l a

e s t r e c h a » 1 4 8 . Le buscan los serv idores m á s ce rcanos al E m p e ­

r a d o r 1 4 9 . El m i s m o Ort iz , de cuyo séqui to f o r m a par te , es p red ica ­

dor y teó logo de Car los V. y ha s ido consu l tado «en secre to» sob re

las cues t iones que requer ían mayo r e s t u d i o 1 5 0 .

Man t iene g ran trato espir i tual con el pr ínc ipe d e su t ier ra , el

duque de Saboya^.

Su principal intento es que las personas que f recuentan su trato,

ent ren en ejercicios espir i tuales. El 26 de febrero de 1 5 4 1 , a los tres

d ías de su l legada a Rat isbona, dice que t iene y a tres en e j e r c i c i o s 1 5 2 .

1 4 6 «Los tres católicos (Juan Eck, Julio Pflug, Juan Gopper) cada día comu­nican con monseñor Rmo. Contareno, con el nuncio apostólico, monseñor de Móde­na, y el maestro del sacro palacio (Tomás Badía O.P.); comunican, digo, con ellos tres lo que pasa y lo que han de hablar con los otros; y por esto no hay para qué tanto temer, como si no hubiese tal comunicación». FM99.

1 4 7 FM 83. 1 4 8 « W 8 1 . 1 4 9 «Hoy también me es venido a buscar el P. Fr. Alonso de Herrera O.P., pre­

dicador de su majestad, por parte de un caballero, más querido camarero que tenga el emperador y más privado, para que me lleve mañana allá en su casa». FM 7B.

150 „ r j e s u majestad se espera parecer de lo que han convenido y desconve­nido cuanto a los artículos de la confesión, y el emperador el todo ha dado, para que se mire a sus doctores y el hijo de Granvela, monseñor de Arras, id est, el doctor Or­tiz, Moscoso y Maluenda, (españoles), y Corrubles (belga) los cuales desde cuatro días a esta parte dos veces en el día se congregan en casa del confesor de su majestad (Pedro de Soto). Si esto no os dijere Micer Esteban (portador de la carta), creed que es muy secreto, y para que esté entre vosotros». FM 110-111.

1 5 1 «Con mi príncipe el duque de Saboya tengo intrínseca conversación habiendo concierto de visitarle muy a menudo; de modo que (...) me ha tomado por su confesor y hoy en este día se ha confesado conmigo, y antes de esto ya estaba aparejado para tomar cuanto le diere en cosas espirituales». F/W 78.

152 „ D e m f n o tengo nada que decir, excepto que ayer comencé a dar ejercicios a un caballero de la corte de su majestad, doctor en cánones y persona muy principal; y que esta mañana he hecho principio con el embajador de Portugal (Francisco Lobo) para símil conversación, deseándolo él proprio motu y rogándome que comencemos el lunes a platicar cada día una hora o dos. (...) El Dr. Cocleo no es aún llegado. (...) Otro tam­bién abad que está en la corte del emperador (...) persona de mucha calidad y cantidad, me rogó en Espira que tomásemos conversación para los ejercicios; ninguno lamen de éstos los quiere secundum ordinem principalem et primum. Todos se contentan en darme, ultra el tiempo de platicar, una hora y media. (...) También el Dr. Ortiz ha de hablar al duque de Saboya a la clara para que los haga». FM 74-75.

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5 4 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

En su comunicac ión con Ignacio no fal ta nunca la in formación

puntual sobre sus e j e r c i t a n t e s 1 5 3 . Se ve ab rumado de t rabajo y p ien­

s a dejar y a a los ejerci tantes que ahora t iene, suponemos que lo

hace porque han obtenido el fruto que cab ía esperar, y a que los vere­

mos pronto a el los mismos convert idos en dadores de e j e r c i c i o s 1 5 4 .

A u n q u e d a por te rm inado el t rabajo inmedia to con a lgunos ejer­

c i tantes, admi t i rá pronto a ot ros n u e v o s 1 5 5 . C o m e n z a r á a dar los a

Dn. Juan de Granada, sobr ino nieto del ú l t imo rey moro d e G r a ­

n a d a 1 5 6 . En t ra en ejerc ic ios el abad de Kemptem^57. A los de R o m a

les hab la de los p rogresos que hace el a b a d 1 5 8 .

S e entera de que ha l legado a Rat isbona Dn. Francisco Manrique

de Lara, «hermano del duque de Nájera, clérigo, capel lán de su majes­

t a d » 1 5 9 . Fabro se adelanta a hacerle una visita. De lo que hablaron d a

cuenta a Ignacio en carta de 9 de junio de 1 5 4 1 1 6 0 . «Al d ía siguiente,

acabadas todas las historias, quedamos concertados para entrar en

ejercicios; y conforme al concierto, hemos comenzado tres d ías ha con

mucha prosperidad de espíritu de una parte y de la o t r a » 1 6 1 .

1 5 3 «EI embajador de Portugal cada día una hora me ocupa y otra un caballero de la capilla de su majestad que se llama Dn. Sancho de Castilla. Otra he comen­zado a dar esta mañana al Dr. Codeo que es uno de los católicos alemanes envia­dos de parte del rey de romanos». (FM 78) . «Con un abad que es agente de mon­señor Rmo. Cesarino (Cardenal Alejandro Cesarino) ando en ejercicios cerca de hacer la confesión general con grandísima satisfacción mía y suya. Es persona de muchas cualidades, llámanle el señor abad Félix Morone». FM 82 .

1 5 4 FM 89. 1 5 5 «Estos tres ahora los dejo y tomaré a otros, cuantos quisiere, conforme a

mi poder, plegando a Dios nuestro Señor me quiera dar gracia para llevarlos tan ade­lante como a éstos». FM 89.

156 «Díjome ayer que estaba muy determinado a tomar y probar de las adiciones, todo cuanto podrá para hallar lágrimas en sus ejercicios, que hace sin faltar su hora la mañana». FM97. « Aunque siempre fue cristianísimo, va muy adelante, comulgándo­se cuando menos cada quince días». FM 108.

1 5 7 El abad del monasterio de Kempten, lo mismo que el de Fulda, ostentaban la dignidad de príncipes y tenían derecho a voto en las asambleas del Imperio. FM, 108, nota 6.

158 «F£ | a b a d de Kemptem, aquel príncipe del cual ya os he hablado, va ade­lante con mayor satisfacción que podría explicar; de manera que sólo habiendo tomado los exámenes, se tiene por más rico y más feliz ex his paucis cum spe sequentium, que no por tener los 12 .000 ducados de entrada que le caben». F M 112.

159 posteriormente llegó a ser obispo de Salamanca. A Dn. Francisco debemos el relato de lo que sucedió en Nájera «cuando una hila de hombres le arrimaron (a Ig­nacio) a la pared (...) echó mano a la espada y dio tras ellos una calle abajo, que si no hubiera quien le detuviera, o matara a alguno dellos o le mataran». FN III, 333.

160 «EI jueves próximo pasado yo le fui a hablar y lo primero fue darle cuenta, conforme al primer deseo suyo de toda la vida de Iñigo después de su conversión; que en lo de hasta allí él estaba muy al cabo, como quien tanto tiempo había cono­cido en casa. Asimismo quiso saber muy por extenso todo el fundamento y proceso de todas nuestras cosas, que hasta ahora han pasado. También le conté toda la manera de proceder que tenemos por Iñigo en las cosas espirituales, y en todas es­tas cosas él quedó muy edificado». FM 111.

1 6 1 F / W 1 1 2 .

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INTRODUCCIÓN 5 5

Quiere que los de R o m a sean cautos y que no hab len de las

pe rsonas que t ra tan con é l : «porque personas p o d r í a haber q u e

escr ib iesen a c á que yo escr ibo jac tanc ia de p e r s o n a s » 1 6 2 .

Importa observar el efecto mult ipl icador que t ienen los ejercicios

de Fabro. En la cor respondenc ia in forma no sólo del camb io interior

de los ejerci tantes sino también de la repercusión apostó l ica que tal

camb io h a supuesto. «Bien que n inguno de ellos haya met ido en las

r igurosas e lecciones de los ejercicios primi ordinis, quedan en sus

es tados con grandes pensamientos de per fectamente en el los servir

a Dios nuestro Señor cuanto en s í y para o t r o s » 1 6 3 .

El Dr. Codeo d a aho ra ejercic ios y p red ica , lo que no h a hecho

n u n c a 1 6 4 . El 1 de mayo c o m e n z ó a ciarlos al ob ispo de Me isen

qu ien hace su confes ión genera l el 2 8 «con g rand ís imo con ten ta ­

miento de es ta p r imera par te de los e j e r c i c i o s » 1 6 5 .

«Dn. Sancho de Castilla, mi pr imogéni to de es ta cor te cuan to a

los e jerc ic ios, ha t o m a d o un par de caba l le ros españo les , t o d a v í a

no puede apretar les c o m o quer r ía para ir ade lan te , y es po rque

el los no se s ien ten tanto ser honrados con é l , que es n o v i c i o » 1 6 6 .

M u c h o ha p rogresado el abad Félix Morone: «ha hecho m u y

notab le mutac ión (...) has ta R o m a han escr i to de él d ic iendo que es

to rnado t e a t i n o » 1 6 7 . Va a recibir las sagradas ó r d e n e s 1 6 8

«El Dr. Escoto^69 t amb ién a los t res suyos y a h a l levado a la

con fes ión ; es a saber, el ob ispo de Esp i ra (Felipe Flershein) un doc ­

tor y un a b a d » 1 7 0 .

C o m o resumen del f ruto de su t rabajo en conversac iones , c o n ­

fes iones y ejerc ic ios va lgan estas pa labras : «esta so la conc lus ión

162 F M 79. 1 6 3 FM 89. 1 6 4 «(...) ya anda tras unos alemanes para que hagan los ejercicios y me dijo el

otro día, que él creía que había aún de predicar, lo que nunca hizo en su vida, ni tuvo esperanza ni pensamiento de tal cosa. Con los prelados de Germania también habla sobre cosas espirituales bien que no aproveche para con todos, porque muchos de ellos piensan quod parum referate\ particular bien vivir de algunos para sus inten­tos». FM 9 1 .

1 6 5 p M 1 0 8 . 166 ibid. 167 Ibid. 168 «r£| sr. abad Félix Morone de tal manera ha aprovechado y firmádose en bue­

nos propósitos, que ya es ordenado no solamente para con Dios de bien en mejor, mas etiam para la Iglesia tomando todas las órdenes; y al presente Dn. Sancho de Castilla, capellán de su majestad, le enseña el modo de celebrar». FM 116.

1 6 9 Llamado así por ser escocés. Fabro le llama también, con cariño, el Dr. Cie­go. Era obispo de Armach en Irlanda. Su verdadero nombre era Roberto Wauchop. La amistad, muy estrecha ahora, les viene desde los tiempos de París. (Cf. más arri­ba, nota 61).

1 7 0 FM 108.

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5 6 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

diré: que d e cuan tos yo os he escr i to que han comenzado los ejer­

cicios o que se han hecho mis hijos espirituales, n inguno , que s e p a

yo , es vue l to a t rás, pe rd iéndonos la d e v o c i ó n » 1 7 1 .

De lo consegu ido por Fabro por med io de los e jerc ic ios infor­

m a n al P a p a , desde Rat i sbona , el 8 de jun io de 1 5 4 1 :

«No es pequeño el provecho que han producido aquí los Ejercicios espirituales, según lo vemos por la experiencia, así en los príncipes como en los subditos; algunos que andaban vaci­lando, están ahora f i rmes, a otros que ya habían caído, los vemos ahora r e d u c i d o s » 1 7 2 .

Las car tas que Fabro env ía a R o m a , nos descub ren q u e t iene

acceso a in fo rmac iones conf idenc ia les a t ravés , sin d u d a , del Dr.

Ort iz , de los ca rdena les Morone y Contar in i , y de ot ros q u e le acer­

can a los m ismos entres i jos de las d iscus iones teo lóg icas y le per­

mi ten sopesar lo que de el las se puede esperar.

Lo suyo , su «manera de proceder», f rase que repi te con f re­

cuenc ia , e s el t ra to ce rcano y conci l iador, la conve rsac ión amis to ­

sa , los e jerc ic ios, las con fes iones . Es ta es la mejor m a n e r a de ha ­

ce r f rente a la here j ía . Cont r ibuyen e f i cazmente a a f ianzar en su fé

a los cató l icos y poner o rden en su v ida y cos tumbres . El f ruto que

recoge es abundan te e inmedia to . Tamb ién , hay que deci r lo , su m a ­

ne ra de ser, sus dotes y cua l idades natura les t ienen aqu í un e s p a ­

cio m á s a propós i to pa ra su ejercic io y desarro l lo .

6.3. C a r t a d e F a b r o a L a í n e z . L a m e j o r m a n e r a d e a c t u a r c o n l o s p r o t e s t a n t e s

H e m o s v isto la pos tu ra de Fabro ante el p rob lema de la refor­

m a , su op in ión sobre el co loqu io cató l icos-protestantes y su m o d o

de p roceder con los cató l icos. C o n es ta exper ienc ia Fabro es , s in

d u d a , qu ien es tá mejor per t rechado para d iseñar una ace r tada pas ­

toral c o n los pro tes tantes , tanto por haber ten ido a c c e s o a las

in ter ior idades de los deba tes c o m o por los f ru tos que se han segu i ­

do de sus ejerc ic ios y de los que , duran te los co loqu ios , d ie ron sus

an t iguos e jerc i tantes.

A s í lo en t iende La ínez qu ien le h a escr i to m á s de u n a vez ,

u rg iéndo le a que le env íe inst rucc iones deta l ladas sobre la me jor

m a n e r a de t ratar con los here jes. Lás t ima que es tas car tas no

hayan aparec ido .

1 7 1 FM112. 1 7 2 L. PASTOR, Historia de los Papas, Barcelona 1 9 1 1 , X I I , 8 3 - 8 4 .

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INTRODUCCIÓN 5 7

Tardó m u c h o Fabro en contestar . Le ha fa l tado t i empo ; ot ras

veces no h a ten ido muchas ganas . A h o r a m i s m o s iente moles t ias

en u n a m a n o , pero v a a responder le sin pensar lo m u c h o . La ve rdad

es que , pa ra escr ib i r sobre el t e m a que le in teresa a La ínez , no ne­

ces i ta de tenerse a ref lexionar demas iado .

Le con tes ta el 7 de marzo de 1 5 4 6 1 7 3 , Va a ser una de sus últ i ­

m a s car tas . A p u n t a unas cuan tas ideas va l iosas q u e pod r ían se r

ten idas en cuen ta , t amb ién hoy, en el t rato con los no c reyen tes .

Mues t ran el conoc im ien to sapiencia l de Fabro en un p r o b l e m a que

le es par t icu larmente quer ido. L a car ta es larga; la resumimos uti l i­

zando , cas i , sus m ismas pa labras.

Se les ha de most ra r gran a m o r y ca r idad , p rocurando q u e el los

t amb ién nos a m e n y nos metan dent ro de s í m i smos . L a c o n v e r s a ­

c ión h a de se r senci l la y famil iar, sin aca lo ramien tos . S e h a de ha ­

ce r m á s h incap ié en las co inc idenc ias q u e en lo q u e pud ie ra ser

mot ivo de d is tanc iamiento .

C o m o han perd ido pr imero el buen sentir y pos te r io rmente el

creer, c o m e n z a r e m o s por lo que les ayude al camb io de l c o r a z ó n y

del a fec to y de ah í al recto creer.

Si nos encon t ramos con a lguno que ha a b a n d o n a d o la fe ca tó ­

l ica y, al m i s m o t i empo , l leva una v ida re la jada, conv iene ayudar le

p r imero a o rdenar su v ida antes que hablar le de sus er rores «A mí

me h a acaec ido (...) ven i rme uno a pedir que le sat is fac iese ace rca

de a lgunos er rores que él t en ía , en espec ia l de coniugio sacerdo-

tum, y yo , comun i cando con é l ; de m a n e r a que él m e c o m u n i c ó su

v ida , que e ra en es tado de pecado morta l por ser concub inar io de

m u c h o s años , hice de suer te que él de jase la tal v ida , s in en t ra r e n

d i spu ta lo que t ocaba a la fe ; y luego apar tado del pecado y v ién ­

dose l ibre pa ra poder con la grac ia del Seño r vivir s in la mujer, se

desh ic ie ron sus er rores, s in hablar m á s en e l los, por d e p e n d e r de

aque l la ma la v i d a » 1 7 4 .

An te las d i f icu l tades que encuen t ran en las ob ras hay q u e co ­

m e n z a r por e l las pa ra que vue lvan a la fe . Si uno, por e jemp lo d ice

que la Iglesia no puede obl igar a rezar el of ic io, o a o í r m i s a y a

ot ras cosas parec idas , lo mejor es invitarle c o n suav idad a que re­

ce , recupere su orac ión y o iga m isa . Porque por aqu í h a c o m e n z a ­

do a descende r esp i r i tua lmente ; «después vero perd ió la f e » .

En casos ex t remos , c o m o el de Lutero, es difíci l y no se p u e d e

hacer nada sin m u c h a a y u d a del Espí r i tu . An te las d i f icu l tades q u e

encuen t ran en guardar los mandamien tos «es menes te r exho r ta -

1 7 3 F M 3 9 9 - 4 0 2 . 1 7 4 F M 4 0 0 - 4 0 1 .

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5 8 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

c ión d e espí r i tu p a r a fort i f icar los y animar, po rque cob ren espe ran ­

z a de poder lo hacer y de poder padecer cuan to se m a n d a y m á s ,

con la g rac ia del S e ñ o r » 1 7 5 .

Si a lguno cree que carece de muchos conocimientos de teo logía ,

y que no se siente dotado para la controversia, esté seguro de que

puede hacer mucho con sólo hablar de la manera de vivir d ignamen­

te, o de las vir tudes, de la oración, de la muerte, del infierno; c o m o

so lemos hacer en nuestras conversaciones con los paganos. «Ese tal

más les aprovechar ía , que no otro cualquiera lleno de autor idad para

c o n f u n d i r l o s » 1 7 6 . No se trata de confundir los sino de «granjear los».

Lo que es ta gente neces i ta es que se les hable de la m a n e r a de

me jo ra r las prop ias cos tumbres , del t emor y del a m o r de Dios y de

las b u e n a s obras . Con f i rma lo que h a d icho antes c u a n d o a p u n t a ­

b a la conven ienc ia de cu idar los a rgumen tos del co razón y del a fec­

to. Porque sus deb i l idades, sus fa l tas, sus indevoc iones no t ienen

su or igen pr inc ipa lmente «en el en tend imien to , s ino en los p ies y en

las m a n o s del á n i m a y c u e r p o » 1 7 7 .

Y c o m o co lo fón , el recurso a la orac ión y a la luz del Espí r i tg :

«Jesucr is to , Reden to r de todos , lo p rovea con su Espí r i tu San to ,

pues b ien s a b e q u e su pa labra escr i ta no b a s t a » 1 7 8 .

7. E n E s p a ñ a . J u l i o 1 5 4 1 - m a r z o 1542

El d ía 27 de jul io, f inal izados los coloquios en A leman ia , sale Fa­

bro con Ort iz hacia España. Viaje éste y a antes p laneado, pero que

tuvo que ser pospuesto por ser l lamado Ort iz a los co loqu ios d e

W o r m s y Rat isbona.

Pasan por Bav iera y Saboya . Aqu í se det ienen unos nueve d ías , reco rdando Fabro sus ra íces , sus mon tañas y sus g e n t e s 1 7 9 . En sus Recuerdos Espirituales registra la aven tu ra del enca rce lam ien ­to duran te siete d ías , a su paso por Franc ia , y su buen hacer en el t ra to amis toso con los c a r c e l e r o s 1 8 0 .

Desde Madr id escr ibe a Ignacio el 2 7 de oc tubre de 1 5 4 1 . Tres m e s e s les ha durado el v ia je, cam inando a pie, desde que a b a n d o ­naron Ra t i sbona . A h o r a hab la rá so lamente de lo acontec ido d e s d e

1 7 5 F M 4 0 1 . 1 7 6 F M 402 . 1 7 7 Ibid. 1 7 8 Ibid. 1 7 9 F M 769-777 .

180 (24).

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INTRODUCCIÓN 5 9

Monser ra t a Madr id . Da por supues to que han recib ido t res car tas

env iadas desde Franc ia , car tas que no se han encon t rado . H a n pa ­

sado por Z a r a g o z a Medinace l i . Desde aqu í escr ibe al padre del P.

La ínez . Le hub ie ra gus tado acercarse a A l m a z á n pa ra vis i tar a su

fami l ia , pero no ha pod ido ser porque Ort iz t iene pr isa por l legar a

Ga lapaga r donde posee un benef ic io. Con t inúan por Guada la ja ra a

A lca lá d o n d e se de t ienen d iez d ías . Pud ieron ver a a l guna de aque ­

llas buenas mu je res , tes t igos de los pr imeros fe rvores de íñ igo re­

c ién c o n v e r t i d o 1 8 1 . H a hab lado con el Vicar io de A lca lá . Se e n c o n ­

tró c o n el a rzob ispo de Toledo, Juan Pardo de Tavera . Iban c o n él

dos a qu ienes hab ían conoc ido en Par ís : «Maes t ro M i randa c o n o ­

c ido m ío d e s d e Par ís , el cua l m e ha promet ido de ven i r a Ga lapaga r

por un m e s para e jerc i tarse. El otro es Maes t ro C a m p o s , t amb ién

conoc ido nuest ro desde P a r í s » 1 8 2 .

En Madr id ha visto a dos amigos de Ra t i sbona : Pedro de

Cast i l la , su hijo espir i tual y Franc isco Manr ique , h e r m a n o del d u q u e

de Ná je ra ; a m b o s ant iguos e jerc i tantes. Dentro de dos d ías sa ld rán

pa ra Ga lapagar . De allí irán un d í a a Tor re laguna a hacer u n a v is i ­

ta a Franc isco O r t i z 1 8 3 , he rmano del doctor.

L a car ta s igu iente es tá escr i ta y a desde Galapagar . No des ­

c a n s a . No t iene aho ra t rato ínt imo espir i tual con pe rsonas pr inc ipa­

les c o m o en los co loqu ios de A leman ia . Son los n iños de G a l a p a g a r

y de los pueb los vec inos . Les exp l ica los mandam ien tos d e s p u é s

de comer . S e jun tan unos c ien entre n iños y n i ñ a s 1 8 4 .

181 «La Beatriz Ramírez , viéndose pobre y ya medio tullida, y por otra parte no tanto espíritu para poder perseverar en ayudar a otras personas y buscar malas mujeres, etc., ha entrado en un hospital de san Juan de la Penitencia, no para ser­vir a los pobres, mas para tener alguna más comodidad de ser ayudada en sus enfermedades (...) no reposa del todo con su espíritu diciendo que si el P. íñigo le dijese ser mejor llevar a cuestas su cruz por las calles, trabajando por el prójimo, que no estarse dentro del hospital, ella haría cuanto le mandase; y si otra cosa parecie­se, asimismo que ella con su palabra reposara; por eso será bien que le escriba un renglón el P. íñigo». FM 128-129.

1 8 2 FM 130. 1 8 3 Francisco Ortiz, franciscano, había supervalorado a la famosa visionaria

Francisca Hernández, reconocida iluminista. Cuando la Inquisición mandó encarce­lar a esta mujer en 1529, mostró su disgusto en público en un sermón que pronun­ció el 6 de abril de ese mismo año. «Hoy han metido los inquisidores en la cárcel a una santísima mujer, sierva de Cristo». Poco tiempo después, Francisco fue confina­do durante dos años en el convento de su orden en Torrelaguna. Al cumplirlos mostró deseos de permanecer en el mismo convento donde murió en 1545. Francisco Ortiz y su hermano Pedro, el doctor, trabajaron conjuntamente en unas, bien conocidas hoy, Anotaciones sobre la elección, valiéndose de las notas que Pedro tomó durante los ejercicios que le dio Ignacio en Montecasino, durante cuarenta días, en 1538. Cf. CALVERAS-DALMASES, MHSJ Exercitia spirítualia... 627-645.

184 «EI fruto es tal que a mí me parece que hasta ahora no entendía, con peso de interior existimación, cuánto bien sea esta nuestra profesión de enseñar los man-

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6 0 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

A u n q u e el t rabajo que t iene le hace f e l i z 1 8 5 , parece que su mis ión y mane ra de proceder ha de ser s iempre estar en c a m i n o 1 8 6 .

7 . 1 . D e s p e d i d a s . V u e l v e a A l e m a n i a

P o c o m á s de un mes pudo pe rmanece r Fabro en Galapagar .

Desde R o m a le rec lama el ca rdena l Farnese , por enca rgo del P a p a , pa ra que vue lva a A leman ia . H a de a c o m p a ñ a r al ca rdena l Mo rone , su hijo espir i tual en Rat i sbona , qu ien h a s ido n o m b r a d o nunc io en aque l pa ís . Lo encon t ra rá en Esp i ra a d o n d e h a de dir i ­g i rse cuan to an tes . En A leman ia v e r á a sus c o m p a ñ e r o s Bobad i l la y Jayo , t amb ién a las ó rdenes del nuevo nunc io pa ra es tud iar c o n ­j un tamen te un proyecto de reconqu is ta espir i tual de A leman ia . S e requ ieren pa ra este menes te r personas que con «su doc t r ina y e jemp lo le p u e d a n ayudar (a Morone) a hacer f ruto en las a l ­m a s » 1 8 7 . S e le urge que en cuan to rec iba es ta car ta , f e c h a d a el 22 de d ic iembre , se p o n g a en camino cuan to an tes .

D ice m u c h o a favor de Fabro lo que Ort iz escr ibe al Cardena l Fa rnese desde Madr id , el d í a 15 de enero de 1542:

«Y cuan to a la par t ida de l Padre maes t ro Fabro , no p u e d o s ino c o n hum i l dad o b e d e c e r el m a n d a m i e n t o de su S.S. , m a y o r m e n t e s i gn i f i cándoseme con tan ta ins tanc ia ; pero t amb ién no p u e d o de ja r de tene r m u y g ran sen t im ien to , po rque a u n q u e , d o n d e q u i e r a q u e es tuv ie re el maes t ro Ped ro Fabro , sé que h a r á f ru to en serv ic io de nues t ro Señor , pero el que h a hecho a c á es m u y g rande y yo le e s p e r a b a d e s p u é s m u c h o mayor ; tanto que , si S .S . f u e r a del lo b ien i n f o rmada , c reo que revocara el tal m a n d a m i e n t o , y po rque c o n d u c e m á s pa ra el serv ic io de nuest ro S e ñ o r y de la S a n t a S e d e apos tó l i ca , que su beat i tud tuv ie ra a c á u n a c a s a f u n d a d a c o n m u ­

damientos». Atiende a tres grupos de personas. «A los bajos la doctrina cristiana; a los cabezas, id est, dos sacerdotes, el licenciado, teniente («El que ocupa y ejerce el cargo, o ministerio de otro, y es como sustituto suyo». Dic. de Autoridades) del doctor y un otro capellán enseñándoles por vía de Ejercicios; y el pueblo, que está entre estas dos partes, predicando cada fiesta, y domingo, confesando y conver­sando». F M 136, 138.

185 «Estoy espantado in bonam partem del aparejo que hay en España para el modo de proceder en las cosas espirituales conforme a nuestra manera de enseñar pequeños, medianos y grandes. Fuese yo tantos que pudiese estar en cada ciudad por algún tiempo, pues para ello tanto favor veo en los que pueden» FM 137.

186 «Bien veréis que yo por acá no hago tan presto asiento; todavía yo espero que todo sea para mejor y mayor servicio de Dios nuestro Señor, al cual suplico por su infinita bondad a todos nos haga santos, rectos y buenos, aparejándonos para que del todo su santísima voluntad entendamos y obremos». FM 139.

187 «y porque S. S. os conoce por más apto para este efecto, y porque habéis mucho tiempo residido en aquella provincia, y por otros respetos, desea que no to-másedes por trabajo volver allá». F M 140.

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INTRODUCCIÓN 6 1

c h a s pe rsonas le t radas de b u e n a v ida y p ro fes ión del m a e s t r o

Fabro , p a r a b ien de los re inos de E s p a ñ a , y poder los S.S. m a n d a r

ir a d ive rsas par tes pa ra exa l tac ión de la fe ca tó l i ca y re fo rmac ión

de la I g l e s i a » 1 8 8 .

Es ta v is ión de largo a lcance del Dr. Ort iz la pod rán l levar a c a b o

Fabro y A raoz , a lgún t i empo más tarde, c o m o v e r e m o s .

El 1 de marzo de 1542 es tá t odav ía en Barce lona d e s d e d o n d e

escr ibe a Ignacio y le exp l ica por qué se encuen t ra aún en E s p a ñ a .

A instanc ias del Dr. Ort iz tuvo que hacer a lgunas vis i tas que le pare­

c ieron necesar ias . Fue a O c a ñ a d o n d e pe rmanec ió t res d ías v is i ­

t ando a las infantas M a r í a y J u a n a 1 8 9 , hi jas del Emperador . A l cu i ­

d a d o de el las es tá D ñ a . Leonor de M a s c a r e n h a s 1 9 0 . Los cape l lanes

de las in fantas, Dn . Alvaro A l fonso y Dn . Juan de A r a g ó n , mues t ran

d e s e o s de a c o m p a ñ a r a Fabro a A leman ia con la in tenc ión de co ­

nocer b ien los Ejercic ios hac iéndo los con é l , y vo lverse después a

O c a ñ a , conver t idos el los m ismos en dadores de e jerc ic ios. G u s ­

t o s a m e n t e acceden D ñ a . Leonor y el c o n d e de C i fuen tes , g o b e r n a ­

dor de la C a s a , a que Fabro se de je a c o m p a ñ a r po r los dos c a p e ­

l l a n e s 1 9 1 . M á s tarde Fabro admi t i rá a a m b o s en la C o m p a ñ í a . Del

gozo q u e a h o r a recibe, al tener tan cua l i f icada e i nespe rada c o m ­

p a ñ í a , nos de ja cons tanc ia en sus fífl.EE.192.

De O c a ñ a marcha a Toledo para despedi rse del Dr. Ort iz «no sin

g randís imo dolor de su corazón, porque él queda c o m o a qu ien se le

ha cor tado un hilo de poder hacer un gran fruto en E s p a ñ a » 1 9 3 .

Vuelve a Alca lá donde pudo ver a Maestro Mi randa, el ant iguo c o m ­

pañero de Par ís , «el cual m e acompañó d ía y med io , me dijo que si

a lgunos d ías antes lo supiera, él fuera c o n m i g o » 1 9 4 . Pasó p o r A l m a -

zán por «cumpl i r con algo de lo mucho que debo a mi he rmano

Maest ro La ínez» . Visitó allí a sus padres y a dos de sus he rmanas

188 fM 4 4 2 - 4 4 3 . 1 8 9 Juana tiene siete años. Más tarde mantendrá gran relación con Ignacio. Será

la única mujer a quien concedió hacer los votos de la Compañía. En la princesa Juana encontrará siempre una gran valedora. Para la correspondencia de Ignacio con la prin­cesa Juana Cf. HUGO RHANEr, Ignace de Loyola et les femmes de son temps, Paris 1 9 6 4 , I, 9 5 - 1 2 2 .

190 véase la correspondencia de Ignacio con Dña. Leonor de Mascarenhas en la misma obra de HUGO RHANER, II, 2 2 9 - 2 5 2 .

1 9 1 FM 1 4 1 - 1 4 5 .

192 «Durante el viaje el Señor me concedió innumerables beneficios, especial­mente al cumplirse el más grande deseo terrenal que tenía: que se me concediera una compañía para servirle; esto se realizó en las personas de los reverendos Juan y Alvaro Alfonso». (32).

1 9 3 F / W 1 5 1 . 1 9 4 F / W 1 5 2 .

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6 2 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

que v iv ían con el los. Laínez ten ía además otras dos he rmanas casa ­

d a s 1 9 5 . H a l legado a Barce lona donde ha sido agasa jado por el v i r rey

de Cata luña, Francisco de Borja, y por la marquesa , su esposa .

8. De n u e v o e n A l e m a n i a . A b r i l 1 5 4 2 - j u l i o 1544

Entran en Franc ia por Perp iñán. El 20 de marzo es tá en Lyon ,

y el 16 de abri l escr ibe y a desde Esp i ra . El v ia je por Franc ia h a s ido

a rduo y pe l igroso, pero hay mot ivos para dar grac ias a D i o s 1 9 6 . N o

fa l ta una larga re ferenc ia a la impres ión que le ha causado el pasar,

y a en terr i tor io a l emán , por lugares s in sacerdo te . Lo ve rdade ra ­

m e n t e ex t raño es que m u c h a de es ta b u e n a gente no haya c a í d o

t o d a v í a en la here j ía .

8 . 1 . E s p i r a

El haberse de ten ido tan to en E s p a ñ a pa ra hacer a lgunas v is i ­tas que le parec ieron necesar ias , ha s ido la c a u s a de q u e , al l legar a Esp i ra , no encuen t re y a allí al Legado ponti f ic io J u a n Moroné . Bobad i l la que ha sal ido para Rat i sbona le h a de jado una car ta . En e l la le d ice que es vo lun tad de Morone que se q u e d e en Esp i ra has ta nuevo av iso .

Por el m o m e n t o les ha of rec ido su casa Otto T ruchsess , c h a n ­tre de la ca tedra l . M á s tarde l legará a ser ob ispo y ca rdena l de A u g s b u r g o . Ha rá un gran papel en Trento y se rá u n a de las g ran ­des f iguras de la re fo rma cató l ica en A leman ia .

A los dos d ías de estar en Esp i ra ve y a g randes pos ib i l idades de t raba jo inmedia to . Dará lo ejercic ios a los cape l lanes de las in­fan tas . « M a ñ a n a o este otro d í a ent rarán en los e jerc ic ios con per­fec to d e s e o d e tomar los en lo mejor y m á s exac to m o d o 1 9 7 q u e y o les sup iere d a r » 1 9 8 .

1 9 5 Ibid. 1 9 6 Pido «que deis loores y gracias a Jesucristo nuestro Señor por la su tanta

bondad y misericordia, de la cual continuamente en todo este camino ha usado con cada uno de nosotros, llevándonos hasta aquí, y portándonos por una vía tan larga y al presente en diversas partes tan llena de diversos y grandes peligros; peligros inquam de ladrones, peligros por la turbación de reinos contra reinos, peligros de herejes, peligros de soldados, peligros de grandes pestilencias por donde hemos pasado nosotros, máxime en Alemania». FM 159.

1 9 7 Dar los ejercicios del «modo exacto» o «exactamente», quiere decir dar los ejercicios completos, según la 20 anotación [20].

1 9 8 F M 161.

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INTRODUCCIÓN 6 3

O n c e d ías m á s tarde, el 2 7 de abri l , vue lve a escr ib i r a Ignac io .

A h o r a s iente que por haberse desv iado tanto en el c a m i n o , no haya

pod ido ent rev is tarse en Esp i ra con el ca rdena l Mo rone , c o m o e ra la

vo lun tad del Papa , según se la h a b í a man i fes tado el ca rdena l

F a r n e s e 1 9 9 .

El ca rdena l de Magunc ia , A lber to de B randeburgo , h a c o m u n i ­

c a d o al ob ispo de Espi ra , Fel ipe F le rshe im, que c u a n d o l legue Fa ­

bro le h a g a pasar a Magunc ia . A l guna vez t end rá que ir, pe ro , m ien ­

t ras tan to , e s p e r a ó rdenes de Morone y p ros igue c o n su habi tua l

t raba jo de e jerc ic ios. Los dos cape l lanes que no han hecho a ú n su

con fes ión genera l «t ienen c la r ís imos dones al propós i to de cuan to

se sue le desear y buscar muy ca ramen te en el mejor de las e lec­

c i o n e s » 2 0 0 .

En cuan to a sus e jerc i tantes, pref iere aque l los q u e p u e d e n

influir m á s e f i cazmente en la re forma cató l ica de A l e m a n i a . Ese cr i ­

ter io s iguió duran te los co loqu ios de W o r m s y Ra t i sbona y es el que

t iene t amb ién aho ra . El v icar io genera l de Esp i ra , Jorge Musbach,

qu ien h a b í a l legado anter io rmente has ta los e x á m e n e s , qu iere

repet ir la p r imera s e m a n a para hacer con Fabro la con fes ión gene ­

ral. De él h a b í a d icho Fabro, a su paso por Esp i ra , la vez anter ior :

«es pe rsona de letras y de buen ju ic io que m u c h o ho lga r ía q u e aqu í

me q u e d a s e » 2 0 1 . «As im ismo el señor Otto Truchsess aye r c o m e n ­

zó a hacer los del pr incipio, porque en la o t ra vez en Ra t i sbona él no

h a b í a hecho o t ra c o s a s ino o í r y escr ibir lo de la p r imera s e m a ­

n a » 2 0 2 . H a c o m e n z a d o a dar los a un fraile carmelita del conven to

d o n d e a h o r a se a lo jan Fabro y los dos c a p e l l a n e s 2 0 3 .

Le due le la here j ía y el desampa ro en que v ive la gen te senc i ­

lla por fa l ta de pas tores e jemplares . S igue convenc ido de que pa ra

con tene r y f i jar la a r e n a moved i za de cos tumbres y c reenc ias a m b i ­

guas e n que se hunde el pueb lo , se ha de c o m e n z a r por ayudar les

a un camb io de v ida por med io de la exper ienc ia de e jerc ic ios.

C u a n d o le l lega el m o m e n t o de tener que a b a n d o n a r Esp i ra sa le

con ten to por los f ru tos aqu í recogidos. Si b ien en un pr inc ip io la

1 9 9 «Si me hubieran señalado en concreto el día que tenía que venirme con el cardenal, yo hubiera obedecido sin más (...) mas diciéndome que yo hiciese lo que yo podía para venir, me dejaron tan bajo en mis fuerzas y en la fe, que otra cosa no he sabido poder, ni podido saber, sino lo que yo he hecho, scilicet, llegar tan tarde (...) todavía la carta escrita de Maestro Bobadilla algo me remedió (...) Verdad es que me deja libertad». FM 163.

200 FM 164. 201 F M 6 7 . 2 0 2 FM 165 203 ,<ES C O s a para dar gracias a Dios nuestro Señor la mutación que él ha hecho

a cerca de juzgar y tratar y sentir las cosas de estas sectas». F M 177.

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6 4 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

gente se les most ró rece losa y h u i d i z a 2 0 4 , al f inal son acep tados por todos , aun por aque l los que se mos t raban más reac ios en todo lo re ferente a la f e 2 0 5 .

8.2. M a g u n c i a . El c a r d e n a l A l b e r t o d e B r a n d e b u r g o

Se ausentó de Espira unos días, l lamado a Magunc ia por el car­denal Alberto de Brandeburgo al que hab ía conoc ido en Rat isbona. El cardenal no apoyó entonces el p rograma de Contar in i , sobre la re­f o rma de las cos tumbres , que propuso a los ob ispos al f inal de la d ieta. Pero el magunt ino no se desl izó por la pendiente de la here j ía c o m o el cardenal de Colon ia Hermann von Wied . Su fe no l legó a quebrarse, pero sí se mani festó, en ocas iones, débi l y amb igua , a u n ­que después se reaf i rmó en el la, gracias a Morone y a Fabro. Lutero l legó a pensar que pod ía atraerlo a su part ido c o m o a von W i e d . De­sistió después y de su p luma, a jena s iempre a mat ices y dist ingos, sal ieron cont ra el de Magunc ia abundantes e indecibles insultos.

La v ida de este cardena l no fue p rec isamente modé l i ca y su n o m b r e v a un ido al pr imer av iso espec tacu la r del lu te ran ismo: las tes is sobre las indu lgenc ias. En agos to de 1513, a sus 2 3 años , fue n o m b r a d o a rzob ispo de Magdebu rgo y un m e s más ta rde admin is ­t rador apostó l ico de Halberstadt . Al año s igu iente el cab i ldo de M a ­gunc ia lo el ige para la sede p r imada de A leman ia . Si a c e p t a b a el a rzob ispado de Magunc ia , d e b í a renunciar a sus ot ros dos ob i spa ­dos . Tanto insist ió ante el P a p a León X que éste le autor izó re tener las t res sedes ep iscopa les . Lo que cons t i tu ía un c laro y escanda lo ­so abuso , no sólo por la acumu lac ión de poder y de r iqueza a o jos v is tas s ino porque , a d e m á s , se m a t a b a de raíz t o d a ten ta t iva apos ­tó l ica . Se le impone , c o m o cont rapar t ida del pr iv i legio o to rgado , una cont r ibuc ión de 10.000 ducados de oro y 14.000 f lor ines renanos . El cab i ldo de Magunc ia se opone a tan descomuna l s a n g r í a de las arcas de la arch id ióces is .

2 0 4 « T a m p o c o falta abundancia de contradicción ni oblocuciones contra noso­tros diciendo (...) que somos compañeros de aquellos reformadores que trajo consi­go monseñor de Módena. (Morone) (...) Pero sobre todo temen que nosotros no excitemos al pueblo contra ellos, mostrando otra manera de vivir, la cual fácilmente gana las conciencias del pueblo y el consenso del vulgo». F M 165.

2 0 5 « N u e s t r a s contradicciones ya no se sienten, antes dicen que somos muy buenos en vernos a su placer y nosotros no molestos a un predicador luterano, yo siempre he procurado paz suya, intrinsecando cada día más y mas en su benévola comunicación conforme a lo que me escribió Monseñor Rmo. Módena, cuyos capí­tulos yo voy siguiendo punto por punto y hallóme muy de veras consolado en mi ánima sobre el tal modo de proceder». FM 178.

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INTRODUCCIÓN 6 5

S u he rmano , J o a q u í n Hohenzo l le rn , p r ínc ipe e lec tor de B rande -burgo le aconse ja pedir un p rés tamo de 21 .000 d u c a d o s y 5 .000 f lor ines. Pa ra hacer f rente a la d e u d a con t ra ída lo mejor se rá ped i r al P a p a autor izac ión para predicar una indu lgenc ia en las t res d ió­ces is de A lber to y en todo el terr i tor io de su h e r m a n o J o a q u í n de B randeburgo . L a mi tad de lo recaudado por la p red icac ión de la in­du lgenc ia , se en t regar ía al P a p a pa ra la reconst rucc ión de la bas í ­l ica de san Pedro . A lber to se q u e d a r í a con la o t ra mi tad . Conced ido el pe rmiso pont i f ic io , el magun t ino escog ió c o m o pred icador de la indu lgenc ia al domin ico Juan Tetzel , hab lador fogoso y d e s b o r d a n ­te , m u y ap to pa ra el of icio que se le encom ienda .

M u c h a s histor ias c i rcu laban, en b u e n a parte exage radas , sob re la m a n e r a or iginal que t en ía Tetzel de presentar las venta jas q u e o f rec ía la indu lgenc ia , tanto a los v ivos c o m o a los d i funtos , a f in de que la recaudac ión fue ra lo más abundan te posib le

De aqu í t o m ó ocas ión Lutero pa ra enviar, el 31 de oc tubre de 1517, al ca rdena l A lber to una car ta y cop ia manuscr i ta de sus f a m o ­sas 96 tes is sobre las indulgenc ias. Fue éste el p r imer t oque a rebato y anunc io est rep i toso de lo que , no ta rdando , iba a venir . El acon tec im ien to lo c o n m e m o r a b a n anua lmen te Lutero y sus segu i ­dores , con espec ia l en tus iasmo.

A lber to s iguió v iv iendo fas tuosamen te , fue m e c e n a s de ar t is tas y l i teratos, y m á s pol í t ico que pastor de su grey.

Sin d u d a que el de Magunc ia pudo conoce r b ien a Fabro e n Ra ­t i sbona a t ravés de los persona jes que con éste h ic ieron los ejer­c ic ios, o del m i smo cardena l Morone . Lo que no es fáci l es q u e se t ra tasen « in t r ínsecamente» , vocab lo no m u y o r todoxo , pero al q u e a c u d e a veces el jesuí ta . Y dec imos esto po rque Fabro es m u y am igo de comun i ca r a R o m a los nombres de las pe rsonas que t ra ­tan ín t imamente con él en con fes iones o e jerc ic ios u o t ras conver ­sac iones espi r i tua les y el nombre del cardena l magun t ino no es t ra ­ído a co lac ión nunca .

El ca rdena l d e s e a que Fabro abandone Espi ra y se v e n g a c o n él a Magunc ia . H a quedado muy sat is fecho de cuan to h a hab lado con el ca rdena l qu ien p iensa enviar le al conci l io c o m o teó logo suyo . Sob re todo es tá con ten to porque :

«Hízome detener principalmente para que mirase ciertas doc­trinas y escritos de las cuales no estaba del todo seguro que fue­sen a propósito de la necesidad de sus ovejas, y para todo esto me dio tanta autor idad sobre su juicio propio y sobre muchos otros que habían visto las tales doctr inas que yo no sabr ía bien est i ­m a r l o » 2 0 6 .

2 0 6 FM 183-184.

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6 6 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Mues t ra el ca rdena l , en su edad madu ra , un buen d e s e o de

acer tar en lo que h a de comun ica r a sus f ie les en med io del c o n f u ­

s ion ismo ideológ ico en que es tán inmersos . Qu iso A lber to obse ­

quiar a Fabro con un vaso de sub ido valor, que el jesu í ta no acep ­

t ó 2 0 7 . Pero no pudo oponerse a recibir los f lor ines de oro q u e le in­

t rodu jo en u n a bo lsa que Fabro l levaba a tada a la c i n t u r a 2 0 8

La v is i ta a Magunc ia ha durado d iez d ías ; lo suf ic iente pa ra ve r

las pos ib i l idades de t rabajo que allí le o f recen. El 10 de oc tubre

a b a n d o n a Esp i ra con los dos cape l lanes , y a novic ios d e la C o m ­

p a ñ í a , y se v iene a Magunc ia .

El ca rdena l le con f i rma en lo que le h a b í a d icho an tes , sobre la

ida al c o n c i l i o 2 0 9 . C o m i e n z a a dar los e jerc ic ios a dos ob ispos , s a ­

bedor de la in f luencia que pueden tener pa ra la reconst rucc ión esp i ­

ritual de A leman ia :

«Yo he comenzado hoy (7 de noviembre) en este d ía de darlos

a dos obispos, a cada uno por sí; el uno es sufragáneo, que es

también predicador en la iglesia mayor, (Miguel Heldingfr0; y el

otro l lámase monseñor de Nemburgo (Naumburg), lectus episco-

pus, muy noble persona y d o c t a 2 1 1 . El bien que yo espero destos

dos obispos es tanto, cuanto aún merecía ver en esta pobre Ale­

mania. Dios sabe lo que he pasado en Espira, batal lando contra la

desperación del bien en Germania, y f inalmente l legando en el

cabo a una bonanza tan próspera, mas ahora yo veo muy a la

clara, que nuestro Señor guarda muchas almas por acá, las cuales

son para tomar nuestra d o c t r i n a » 2 1 2 .

Fabro es tá con ten to de sus dos ob ispos e j e r c i t a n t e s 2 1 3 .

2 0 7 «(...) excusándome con decir que no era yo persona que llevase conmigo pla­ta sino de los que omnia sua secum solent portare y así me libré del presente». FM 184.

2 0 8 De los cien florines «envié los sesenta por un mercader seguro a nuestros escolares que están en Lovaina; del resto que eran cuarenta partim he hecho algu­nas limosnas, partim he guardado en usos píos». Ibid.

2 0 9 «Aunque yo he mostrado mi poca suficiencia para cosa de tanta importan­cia, ha determinado que yo me vaya juntamente con algunos letrados suyos al con­cilio, para el cual me ha mandado aparejar; y que a la vuelta podré leer aquí en Ma­guncia con todo favor suyo espiritual y temporal». FM 187.

2 1 0 Miguel Helding fue obispo de Merseburg, diócesis invadida por el lutera-nismo, desde 1544 hasta su muerte en 1561. Este es el obispo a quien Fabro acom­pañaría al concilio, según los deseos del cardenal.

2 1 1 Julio Pflug, excelente teólogo, seguidor como Contarini y Morone de la co­rriente pacificadora, tuvo un papel importante en la dieta de Ratisbona al formar parte de la terna de teólogos católicos elegidos para el diálogo con los protestantes. Fue el último obispo católico de Naumburg. De él decía el secretario de Contarini que era hombre de bien y de buena fama. Cf. GARCÍA-VILLOSLADA, Martín Lutero, I I , 517.

2 1 2 F / W 1 8 7 2 1 3 « r j e ( j 0 g obispos que tomaban los ejercicios ya os he escrito. Ellos han

hecho cada uno la confesión general, y principiado el proceso de la vida de Cristo, sometiéndose a todo el modo de proceder de la tal doctrina, juntamente sometién-

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INTRODUCCIÓN 6 7

Sabedo r de que el med io más ap to de hacer f rente a la here j ía ,

es el l levar a las pe rsonas a una p ro funda conve rs ión , resa l ta la

o b r a del Espír i tu Santo en un sacerdo te que hace los e jerc ic ios c o n

J u a n de A r a g ó n 2 1 4 .

H a c o m e n z a d o a da r con fe renc ias sob re los s a l m o s en la A c a ­

d e m i a d e M a g u n c i a , por vo lun tad e x p r e s a del c a r d e n a l . M a n i ­

f i es ta su a s o m b r o po r el n u m e r o s o púb l ico q u e as is te a sus lec­

c i ones , s o b r e t odo si se t iene en c u e n t a la ind i fe renc ia y f r ia ldad

de la c i u d a d .

Se ausen tó de Magunc ia desde el 28 de d ic iembre al 9 de

ene ro de 1543. Estuvo en Asach f fenburg , donde el ca rdena l t e n í a

su res idenc ia , d is tante de Magunc ia unas 4 0 mi l las. A lber to a b r u m a

a Fabro de a tenc iones . Le mues t ra su capi l la-rel icar io que «yo c reo

no hay s e g u n d a en el m u n d o que tal sea» . Qu iso que se expus ie ­

ran todas las r e l i q u i a s 2 1 5 c o m o si se t ra tase de la f ies ta de Nav idad .

En este rel icario di jo Fabro la m isa a la que asist ió el ca rdena l . S e

mues t ra agradec ido a los agasa jos del magunt ino «por lo que se

s igue de el lo en p rovecho de muchas pe rsonas , las cua les no me

o i r ían de tal g a n a si no fuesen los ta les favores del p r ínc ipe et ex

consequenti de todos los suyos p r i n c i p a l e s » 2 1 6 .

El ca rdena l h a desis t ido de enviar lo al conci l io ; «se hal la o t ro en

la nac ión buen catól ico y t e ó l o g o » 2 1 7 . A d e m á s de las lecc iones

sob re los sa lmos le p ropone pred icar los dom ingos en lat ín.

Segu i rá con sus conversac iones y e jerc ic ios, lo que es t ima so ­

bre m a n e r a el cardena l de Magunc ia . Este t rae ent re m a n o s a lgo

que le p r e o c u p a m u c h o y que , sin d u d a , habrá s ido u n a de las razo­

nes que le han mov ido para man tener a Fabro a su lado. P re tende

iniciar una re fo rma rel ig iosa en la amp l ia z o n a de su ju r isd icc ión. Le

h a ped ido a Fabro su parecer y ayuda . No puede opone rse el jesuí­

ta po rque se q u e d a r í a so lo . Eso c ree é l , v iendo que todos los ca tó ­

la obra que es en ejercitarse cada día por la mañana una hora y otro rato la noche. Bendito sea nuestro Señor por todo». FM 1 8 9 .

2 1 4 «Ha hecho la confesión general, entrando ahora en la vida de Cristo. Este tal tenía una concubina moza de 1 6 o 1 7 años, la cual estaba con él con mucho escándalo de los feligreses. Así se ha hecho mucho edificio en Cristo nuestro Señor, en que la concubina haya echado de su casa (...) Es cosa para espantar de cuan contento anda, y de cómo ha tomado otro aliento en el predicar cada semana (...) Halla tanto que decir, que no acaba de espantarse de sí mismo; en esta fiesta ha tenido más de 3 0 personas que se han confesado con él, y han recibido el Santísimo Sacramento. No han faltado murmuraciones contra nosotros». Ibid.

2 1 5 Una muestra de lo que podían contener entonces estos relicarios la tene­mos en la lista de reliquias que se guardaban en la iglesia del castillo de Witemberg. Cf. GARCÍA-VILLOSLADA, Martín Lutero, I, 3 3 8 , nota 4 4 .

2 1 6 FM 1 9 1 . 2 1 7 Miguel Helding, uno de los obispos a quienes Fabro da los ejercicios.

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6 8 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

l ieos de A leman ia a p o y a n la idea. Lo que le p reocupa es si la refor­m a se hace a la ba ja c o m o h a suced ido has ta aho ra :

«(...) les parecerá que el todo está muy catól ico, id est muy recia verdad para la concordia que acá siempre se busca; habien­do los protestantes abajado casi todos los prelados de Alemania, sino a éste de Maguncia; abajado digo en algo; quién en tres, quién en más artículos. Esto se verá bien en el c o n c i l i o » 2 1 8 .

El t rato ín t imo c o n los persona jes que m á s in f luyeron en los co ­

loqu ios pasados , le permi t ió ca lar en lo p ro fundo de las d i sc repan ­

c ias , lo que le h a hecho t emeroso de c o m p o n e n d a s y conces iones .

N o han serv ido , p iensa é l , s ino pa ra at izar el f uego de m a y o r e s ex i ­

genc ias por par te de los d i s i d e n t e s 2 1 9 .

8.3. E l e j e r c i t a n t e P e d r o C a n i s i o

El j oven ho landés, Maestro en Ar tes, Pedro Canis io se h a des­

p lazado desde Colon ia a Magunc ia con el único f in de hacer los ejer­

cicios con Fabro. Nació en N imega el 8 de marzo de 1 5 2 1 . comien*

z a sus estudios en Colon ia en 1536. Dos años más tarde se v a a

Lova ina, pa ra regresar a Colon ia con el grado de Maest ro en Ar tes.

De sus t iempos de estudiante en Colon ia d ice Canis io que la teo­

logía mís t ica y los estudios de espir i tual idad acaparaban su a tenc ión

y en tus iasmo. Tuvo por maestro al e jemplar sacerdote Nicolás van

Esch quien le puso en contacto con los cartujos de Colon ia que apre­

c iaron los va lores del joven Canis io y le conf iaron la sex ta edic ión de

las obras de Taulero, una espec ie de anto log ía de instrucciones y

se rmones atr ibuidas al míst ico domin ico renano. L a publ icó en 1543,

poco t iempo antes de su ent rada en la C o m p a ñ í a y la ded ica a Jo rge

S c o d b o r g 2 2 0 . L leva la f i rma de Petrus Noviomagus, Pedro de N ime­

ga . Canis io incorporó a la segunda parte 39 capí tu los de diversos

autores, bajo el t í tulo de Enseñanzas divinas del iluminado doctor

2 1 8 F / W 1 9 3 . 219 «piega a Jesucristo alzar los términos de su Iglesia antes que no abajar y

aflojar ninguno de sus miembros en ellos; que yo por cierto veo que cualquier cosa que a suplicación de los de acá fuere concedida in contrarium de lo que hasta aquí es católico, todo ha de ser para más presto y con menos estímulo de las concien­cias salirse fuera en lo que no les fuere concedido». Ibid.

220 Jorge Scodborg, arzobispo de Lund en Dinamarca desde 1520. Hubo de abandonar su diócesis el año siguiente por oponerse a las autoridades que querían apoderarse de algunos bienes de la Iglesia. Se puso al servicio del Emperador Carlos V quien le encomendó algunos servicios en Alemania, Italia y España. Ahora reside en Colonia. Pretendió hacer los ejercicios con Fabro en Maguncia. FM 184.

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INTRODUCCIÓN 6 9

Juan Tauler. El cartujo co lon iense Lorenzo Sur io, se val ió de la ed i ­

c ión de Canis io para su t raducción al latín de las obras de Taulero

(1548) . A las Enseñanzas divinas etc las l lamó s imp lemente Insti-

tutiones. Las «Insti tut iones» que se publ icaron por separado y de las

que se hicieron numerosas edic iones, ejercieron más influjo has ta el

siglo XIX que las obras autént icas de T a u l e r o 2 2 1 .

Es mér i to de Can is io el haber s ido el p r imero , en t re los ca tó l i ­

cos a l emanes , en va lorar la mís t i ca tau le r iana. H a s t a en tonces e ra

co to reservado exc lus ivamente a los pro tes tantes desde q u e Lutero

se en tus iasmó y recomendó la lectura del domin ico y mís t ico a le ­

m á n 2 2 2 . C o m o reacc ión ant ipro testante , los cató l icos a l e m a n e s ig­

no raban a Taulero o lo de tes taban .

De su pr imer encuent ro con Fabro escr ibe Can is io en su «Tes­

t a m e n t o espi r i tua l» :

«Me recibió amablemente sin haberme visto antes, y me hizo hospedar con él en la casa del párroco de San Cristóbal (...) Sabiamente me invitó a que, si quer ía aprovechar espir i tualmente, me dedicase durante algún t iempo a entrar en ejercicios espir i tua­les. Mientras estoy en esta prueba y me ejercito con toda dil igen­cia en espír i tu y en verdad, aprendí a orar al S e ñ o r » 2 2 3 .

El 8 de m a y o de 1543, t odav ía en e jerc ic ios, cump l ió Can is io

los 2 2 a ñ o s , y ese m ismo d í a hizo voto de ent rar en la C o m p a ñ í a

de J e s ú s 2 2 4 .

En dist intas ocas iones con tó lo que pa ra él h a b í a supues to la

exper ienc ia espir i tual de e jerc ic ios:

«Me vine con viento favorable a Maguncia en busca de un hom­bre, si no es más bien un ángel del Señor y para mi gran bien lo encontré. Nunca vi a un teólogo más docto ni más profundo. No busca otra cosa sino cooperar con Cristo para el bien de las almas (...) Tanta autoridad tiene que le buscan muchos religiosos, obispos

2 2 1 Cf. JUAN TAULER, Instituciones. Temas de Oración. Traducción, introducción y notas por Teodoro H . MARTIN. Ediciones «Sigúeme», Salamanca 1990.

2 2 2 La segunda edición de las obras de Taulero (Augsburgo 1 5 0 8 ) cayó en ma­nos de Martín Lutero. Entusiasmado ante tal descubrimiento escribe a su gran amigo Spalatino el 1 5 de diciembre de 1 5 1 6 : «Quiero darte un consejo; si te deleita leer teología alemana, teología pura, sólida y la más semejante a la antigua, cómprate los Sermones de Juan Tauler, de la Orden de predicadores (...) yo no he visto ni en latín ni en nuestra lengua una teología más saludable y más en consonancia con el Evangelio». GARCÍA-VILLOSLADA, Martín Lutero... I , 2 1 3 .

2 2 3 OTTO BRAUNSBERGER, Beati Petri Canisii, Societatis Jesu, Epistulae etacta, Fri-burgi Brisgoviae 1 8 9 6 , 1 , 4 3 .

2 2 4 Polanco señala la importancia de la vocación de Canisio: «Entre otras cosas (...) fue ganar para la Compañía, por medio de los ejercicios a Pedro Canisio que ya sobresalía por su celo en defender y propagar la religión católica contra los secta­rios con su erudición, elocuencia y piedad insigne». Chron. I, 1 1 5 .

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7 0 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

y doctores (...) Por lo que a mí toca no puedo decir cómo han cam­biado mi espíritu y mis sentimientos con aquellos ejercicios espiri­tuales, cómo mi mente se ha iluminado con los rayos de la gracia divina y cómo he adquirido un vigor nuevo (...) pareciéndome que me he transformado en otro hombre totalmente n u e v o » 2 2 5 . No m e n o s impres ionado quedó Fabro de la ta l la espir i tual de su

e jerc i tante. Escr ibe as í a Kalkrenner :

«Mientras tanto, gozo en la comunicación con el Maestro Pe­dro Canisio y yo no sabré explicar lo agradable que me es esta comunicación. Sea bendito quien plantó un árbol tan bien cuidado, y sean benditos todos los que regaron tal árbol. Y no dudo con esto que algo le tocará a V. R. de esta oración mía , pues de tantas maneras ayudó a este joven a ser lo que es y a que haya salido tan distinto de estos jóvenes. Yo por mi parte, me he hecho muy aman­te de vuestra c iudad de Colonia que pudo alimentar tan pura a lma (...) y no dudo que hay por ahí otras pequeñas plantas semejantes a ésta (...) Porque en esto es Cristo glorif icado, en que de una ma­s a corrompida se reserva forjar y pintar algunos vasos por medio de su E s p í r i t u » 2 2 6 .

L a idea de hacer una vis i ta a Co lon ia se v a apode rando de F a ­

bro. Qu i zás all í pueda encont rar o t ras «pequeñas p lantas» y a y u ­

dar las a crecer . En Co lon ia es tud ia Alvaro A l fonso ; a h o r a h a c o n o ­

c ido a Can is io , fu turo jesu í ta , qu ien le h a ponde rado las venta jas de

tal v is i ta . A s i m i s m o Ka lkbrenner le h a escr i to sobre la neces idad

que allí t ienen de su p resenc ia , pa ra con tener el deter ioro en la fe

de una c iudad cuyo arzob ispo es conoc ido ab ie r tamente c o m o s i m ­

pat izante y p romoto r de las nuevas ideas, con la cons igu ien te per­

tu rbac ión de las conc ienc ias d e los f ie les.

En una car ta a su pr imo Claud io Per iss in le hab la y a de las g a ­

nas que t iene de acercarse a C o l o n i a 2 2 7 .

Desde Magunc ia ha escri to tres cartas an imando al prior de la

car tu ja de Colon ia . Sobre el modo más ef icaz de contener la invasión

de la herej ía, no c reemos que se haya expresado con m á s arrebato

y mayor ca rga de sent imientos que en és ta del 12 de abri l de 1543:

«¿Qué harían los herejes de estos t iempos tan llenos de frial­dad si sintieran que cada una de las ciudades quer ía crecer en la

225 OTTO BRAUNSBERGER, I, 76-77. 2 2 6 FM 198-199; VÉLEZ, Cartas y otros escritos del B. P. Pedro Fabro, Bilbao

1894, I, 176-177. 2 2 7 «Así mismo el prior de los cartujos de la ciudad de Colonia me ha escrito los

días pasados, exhortándome mucho y deseando con grande afecto que yo quiera visi­tar la ciudad de Colonia, que dista tres jomadas de aquí (Maguncia). La necesidad que le mueve a escribir es grande, y por esto me he determinado a ir; pues el cardenal de Maguncia es de ello muy contento, con tal que vuelva presto». VÉLEZ, I, 180.

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INTRODUCCIÓN 7 1

doctr ina y obras de cada uno de los artículos en que pr incipalmen­te disienten de nosotros? Si vieran que se ten ía ahora en mayor est ima la confesión auricular y que la frecuentan los laicos y por ella se l impiaban, y l impios en ella se volvían más animosos, no se atreverían ellos a prometerse nada en esta parte; si les vieran comulgar f recuentemente en las iglesias (...) no habría quien se atreviese a alborotar nada sobre la comunión zuingl iana, sino que, aunque (lo que Dios no permita) no impidiesen los perros a estos lobos entrar en un tal rebaño de fervorosas o v e j a s 2 2 8 , pronto los mismos lobos de suyo huirían; porque lo que más les turba es el verse burlados y que no t ienen quien les oiga, y por consiguiente, ¿qué harían si nadie los oyera, sino que todos se burlaran de ellos? Y lo mismo sería menester hacer en los otros artículos, es a saber, que no nos contentáramos con creerlos como hasta ahora, sino que de corazón comenzáramos en todos el los a ser más devotos; si en adelante más a menudo que nunca se invocase a los santos; si de las ánimas de los difuntos se tuviese más cuida­do que hasta ahora y de corazón se ejercitase el uso de los sacri­ficios (...) Porque ¿qué otra cosa es la causa de que se nos quiten estos recuerdos cristianos, sino que los rechazamos nosotros y poco a poco los d e s p r e c i a m o s ? » 2 2 9 .

8.4. C o l o n i a . A p o y o a l o s c a t ó l i c o s . M e d i a d o r a n t e C a r l o s V

A principios del mes de agosto ent ra en Colonia. S e le requiere ensegu ida para que intervenga en el enojoso asunto de la here j ía del arzob ispo He rmann von W i e d . Lo nuevo para Fabro, c u y o « m o d o d e proceder» es la conversac ión espir i tual, confes iones y ejercicios, es que v a a estar envuel to en act iv idades dip lomát ico-pol í t icas, si bien en servicio de la fe catól ica en Colonia, donde quien d e s e a compro ­meterse se expone a las represal ias del arzobispo.

La universidad de Colon ia hab ía env iado a Bonn un represen­tante para entrevistarse con el nuncio Poggio y con Granve la e infor­mar les de la s i tuación, y a insostenible, en Colon ia . Vuelve el m e n s a ­jero con cartas del Emperador para la univers idad y para el senado . Trae también dos cartas que le ha dado el nuncio para Fabro. U n a escr i ta por el m ismo nuncio y ot ra por el Papa . Van dir igidas al c lero co lon iense y se las ha de entregar Fabro al ob ispo coadjutor.

2 2 8 Alusión al arzobispo de Colonia que deja al rebaño que marche a su aire en medio de lobos.

2 2 9 VÉLEZ, Cartas... I, 1 7 4 - 1 7 5 .

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7 2 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Fabro es l l amado por el nuncio a Bonn y la un ivers idad le d a un

memor ia l pa ra hacer lo l legar al nunc io y al Emperador .

En ca r ta al ca rdena l Morone , f echada el 3 de sep t iembre en C o ­

lon ia, le i n fo rma del resul tado de su e m b a j a d a a B o n n . Hab ló pr i ­

me ro c o n Pogg io y con el con fesor de Car los V, Pedro de So to O.P.

Les d io su par t icu lar vers ión sobre la s i tuación en Co lon ia , y les e n ­

t regó el memor ia l que , de parte de la un ivers idad, t ra ía pa ra e l los.

En su p resenc ia hab la ron con Granve la , pa ra que és te in fo rmase al

Emperador . Por aque l los d ías Car los V dio aud ienc ia t amb ién al

a rzob ispo von W i e d qu ien se comprome t i ó a expu lsar de su d ióce­

sis a los p red icadores lu teranos; a cance lar el p lan de re fo rma que

h a b í a e n c o m e n d a d o a Bucer, Me lan thon y o t ros; a no innovar n a d a

en lo tocan te a la fe has ta la p róx ima dec larac ión del Emperador .

Fabro , vue lve a Co lon ia , sat is fecho de su ges t ión :

«Volví a Colon ia y comuniqué todo a los doctores de la uni­vers idad y a los demás que estaban ansiosamente esperando mi regreso de Bonn. Se alegraron intensamente y se abr ieron a nue­vas esperanzas. No dudo de que todo esto ha contr ibuido a que renazca la conf ianza y el valor en los colonienses (...) En cuanto a mí, me alegro en el Señor de que en esta situación me haya tocado estar junto a los colonienses a quienes ofrecí todo mi t ra ­bajo y la misma v ida y que por gracia de Dios, la g a s t a r é » 2 3 0 .

A ñ a d e Fabro q u e el gozo de la gente de bien se ha v isto recor­

tado porque el a rzob ispo no ha cumpl ido lo que al E m p e r a d o r h a b í a

p romet ido . A u n q u e Bucer y a lgún ot ro han s ido expu lsados de C o ­

lon ia, t o d a v í a m e r o d e a n por al l í no pocos p red icadores lu teranos

que no l levan t razas de abandona r la c iudad .

N o h a d e d a r s e p r i sa po r reg resa r a M a g u n c i a , le d ice e l n u n ­

c io , q u i e n le a s e g u r a q u e él m i s m o se e n c a r g a r á d e a p a c i g u a r a l

c a r d e n a l m a g u n t i n o , ne rv ioso q u i z á s , p o r q u e c o n t a b a c o n q u e la

e s t a n c i a de l s a b o y a n o en C o l o n i a iba a se r m á s b reve de lo q u e

p e n s a b a . L a ¡dea le g u s t a a Fab ro p o r q u e «aqu í m is a s u n t o s par­

t i cu la res v a n m e j o r q u e en n ingún o t ro si t io de A l e m a n i a (...) a u n ­

q u e es tas c o s a s m á s un i ve rsa les m e imp idan da r mi t i e m p o a

q u i e n e s m e lo p i d e n » 2 3 1 .

P o s e e m o s u n a so la ca r ta d i r ig ida d e s d e Co lon ia a Ignac io c o n

f e c h a de 2 2 de s e p t i e m b r e . Te rm inadas las ges t i ones de B o n n

e s t á me t ido y a e n su hab i tua l apos to lado de e j e r c i c i o s 2 3 2 . Le in -

2 3 0 F M 2 1 8 - 2 2 0 . 2 3 1 F M 2 2 0 . 2 3 2 F M 2 2 1 .

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INTRODUCCIÓN 7 3

f o r m a de «a lgunas c o s a s que p a s a n sob re las c o s a s m á s un iver ­s a l e s » 2 3 3 .

Ninguno, de la pr imera generación de Jesuítas, ha peregr inado tanto c o m o é l . Cuando se las promet ía muy fel ices entre Colonia y Ma­guncia, muy metido en su quer ida Alemania, se le comunica, a f ines de sept iembre, que ha de salir para Portugal. Y eso a pesar de la súpl ica car iñosa que los colonienses, unos días antes, el 7 de sept iembre, han dirigido a Poggio supl icándole que haga todo lo posible, aunque tenga que acudir al Papa Paulo III, para retener a Fabro en Colonia.

La car ta reve la la s impa t ía que en m u y poco t i empo d i funde el s a b o y a n o a su al rededor. S e le es t ima por su t rabajo b ien hecho en favor de la desas is t ida c iudad de Co lon ia , c o m o teó logo , negoc ia ­dor, conse je ro y maes t ro de e s p í r i t u 2 3 4 .

«Le supl icamos que se nos permita disfrutar de la deseadís ima presencia del reverendo Padre y muy insigne teólogo Maestro Pedro Fabro de la Compañía del nombre de Jesús. (...) Lo pedimos para que siga ayudando a mantener la puridad de la fe de la repú­blica coloniense que está siendo muy solicitada, de mil maneras, hacia la herejía y el c isma. (...) Por eso importa mucho que este hombre, muy est imado también en las altas esferas, permanezca aquí para que con su incomparable sabiduría eche una mano a los colonienses que vacilan y para que siga ayudando a quienes dese­an beneficiarse de sus consejos y ejercicios».

La razón de enviar le aho ra a Por tugal es que la in fanta M a r í a , hi ja del Rey J u a n III, iba a salir hac ia E s p a ñ a para con t rae r mat r i ­mon io con el p r ínc ipe Fel ipe. S imón Rodr igues , provincia l de Por­tuga l y m u y quer ido en aque l la cor te , sugir ió al rey q u e se r í a b u e n o que v in iera a Por tugal a lguno de los p r imeros c o m p a ñ e r o s de Ig­nac io para a c o m p a ñ a r a la pr incesa a la cor te de Cast i l la . Esto ser­v i r ía tamb ién para que la C o m p a ñ í a c o m e n z a s e a echa r ra íces en E s p a ñ a . Fabro es el e leg ido para es ta m i s i ó n 2 3 5 .

Por una ser ie de c i rcunstanc ias le v e r e m o s ensegu ida en C o ­lon ia d e s p u é s de un paréntes is de t res m e s e s .

8.5. L o v a i n a . E n f e r m e d a d . N o v i c i o s y u n i v e r s i t a r i o s

Sal ió d e Co lon ia a f ines de sep t iembre con la in tenc ión d e e m ­barcarse en Ambe res . No le fue posib le y espe ra en Lova ina , a

233 «r£sta pobre gente está puesta en fuga por causa de las amenazas de este arzobispo; de manera que aun para informar a su majestad de lo que pasa no hay quien ose nada; sino que se remiten a mí, rogándome que yo supla por todos». F/W222.

2 3 4 FM 451-452. 2 3 5 Cf. Chron. I, 1 1 9 .

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74 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

d o n d e l legó el 18 de oc tubre , a que le av isen c u á n d o hay en A m -

beres embarcac ión para Por tugal . C a e en fe rmo en L o v a i n a 2 3 6 ; no

l legará a la b o d a de la p r incesa que tuvo lugar en S a l a m a n c a el 13

de nov iembre de 1543.

And rés de Ov iedo escr ibe a Ignacio sobre la e n f e r m e d a d de l

s a b o y a n o y su infat igable t rabajo :

«Su enfermedad ha sido prolija y grave de calenturas, en la cual nos ha predicado la paciencia con su mucho padecer (...) hacer exhortaciones y oír muchas confesiones, y tener coloquios espiri tuales con personas de cual idad, las cuales, por aprovechar­se de su conversación le vienen a visitar, a los cuales ha enseña­do de la doctr ina cristiana. Es grande el fruto que por gracia de nuestro Señor ha hecho en esta tierra por su e n f e r m e d a d » 2 3 7 .

El m i s m o Fabro escr ibe a Ignacio el 6 de d ic iembre y le d ice

que es ta «quedada» , ha s ido ocas ión de m u c h o f ruto, pero a cos ta

de no poco t rabajo , lo que ha cont r ibu ido, al m e n o s as í lo reconoce

el méd ico , a que la en fe rmedad se haya p ro longado dos m e s e s ,

bas tan te más de lo que c a b í a e s p e r a r 2 3 8 . S e ve en un apu ro , con t i ­

núa d ic iendo a Ignacio, y es que el nunc io Pogg io , an tes de sal ir de

Co lon ia h a b í a hecho todo lo posib le para retener lo allí. Le h a es ­

cr i to el 12 d e nov iembre q u e t iene autor izac ión del P a p a p a r a impe­

dir su sa l ida de A l e m a n i a 2 3 9 .

S e e n c a r g a de la f o rmac ión de nov ic ios jesu í tas y t r aba ja c o n

los es tud ian tes un ivers i tar ios . Pa ra es to ú l t imo c u e n t a c o n un b u e n

co laborador , F ranc isco Es t rada . Éste t e n í a g ran fac i l idad p a r a

c o m u n i c a r s e esp i r i tua lmente con sus cond isc ípu los en la un ivers i ­

d a d . G o z a b a a d e m á s de una f a m a b ien g a n a d a de exce len te pre­

d icador .

U n o de los pr imeros en verse con Fabro fue Corne l io W i s h a -ben , f iel oyen te de los se rmones de E s t r a d a 2 4 0 .

236 «r£ n negando aquí yo soy caído en unas calenturas; han sangrado esta mañana sacando tres platillos llenos de sangre muy buena de mi cuerpo. (...) No diré más por no poderme ayudar de este brazo sangrado». FM 223.

2 3 7 Epist. Mixt. I, 153. 2 3 8 FM 228. 2 3 9 «Todavía no dejo de estar perplejo viendo por una parte el mandato de V.R.

y por otra parte entendiendo contraria voluntad de su Santidad. (...) Yo digo esto todo, no porque yo esté en mi alma decantado a una parte más que a otra, sino por­que V. R. sepa lo que pasa tan secretamente por allá. (...) Por tanto le suplico por amor de Jesucristo quiera poner diligencia para enviarme respuesta con resolución, informándose bien de estas maneras de negociar». FM228-229.

2 4 0 Nació en Malinas en 1509, se ordenó de sacerdote en 1533. Había obtenido una capellanía en la Iglesia de san Pedro de Lovaina. Hombre espiritual y bondadoso quedó entusiasmado, desde el primer momento, con Fabro y pidió ser recibido en la

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INTRODUCCIÓN 7 5

En Lova ina , Es t rada p repa raba sus préd icas «de la mate r ia y

puntos que Fabro le sumin is t raba» . No q u e r í a éste que los es tud ios

del j oven jesu í ta , se v iesen recor tados o rea l izados de m a n e r a a t ro­

pe l lada. Por eso le faci l i taba los e s q u e m a s de lo que h a b í a de pre­

d i c a r 2 4 1 . Fabro tuvo s iempre espec ia l e m p e ñ o en que los j óvenes

no se d iesen en exceso a act iv idades d i rec tamente apos tó l i cas a

cos ta de los e s t u d i o s 2 4 2 .

«Conmoc ión espir i tual» l lama Fabro al f ruto recogido en Lova i ­

na , no obs tan te su e n f e r m e d a d 2 4 3 . C o n Franc isco Es t rada , And rés

de Ov iedo y J u a n de A ragón sa len el 8 de enero de 1544 , o t ros nue­

ve es tud ian tes , rec ientemente «ganados» para la C o m p a ñ í a . En

A m b e r e s se embarca rán para Por tuga l . Fabro in fo rma a S i m ó n Ro­

dr igues de los cand ida tos que le env ía : «La p resen te c a t e r v a 2 4 4

que a l lá os v a , os da rá a lgún cargo y por ven tu ra no os pa rece rá to­

d a nues t ra m o n e d a de jus to p r e c i o » 2 4 5 . Se h a v isto ob l igado a

env iárse los , si b ien no todos han s ido su f ic ien temente p r o b a d o s 2 4 6 .

Hab rá que recibir los con m u c h o car iño a f in de que p u e d a n perse­

v e r a r 2 4 7 . Tendrán que hacer pr imero los e jerc ic ios. Se en t iende los

e jerc ic ios «exac tamente d a d o s » 2 4 8 .

Compañía. Fue admitido al instante. Cuando años más tarde, en febrero de 1547, se formó en Lovaina la primera comunidad de estudiantes jesuítas, el primer «colegio» fue la casa de Wishaben quien fue nombrado superior de la joven comunidad. Debió sobresalir en el cuidado y atención material y espiritual de los jóvenes jesuítas, pues­to que en julio de 1547 es llamado a Roma. Se le confía el cargo de Maestro de No­vicios, sustituyendo en él a san Ignacio. Desempeña el mismo oficio, más tarde, en el colegio de Mesina. En 1559 muere santamente en Loreto. Cf. GARCÍA VILLOSLADA, San Ignacio... 792; FM 449-451.

241 FM 458-459. 2 4 2 ffi 28 de noviembre, y desde Lovaina, escribe a Alvaro Alfonso y a Canisio

que continúan sus estudios en Colonia: «No me parece muy bien que dejados vues­tros estudios, de ese modo os deis todos a las obras de caridad. Cosa de veras santa es que deis hospitalidad a los pobres, pero es menester que procuréis tener algunos a quienes pongáis en lugar vuestro a ese ministerio». VÉLEZ, Cartas... 1,198-199.

2 4 3 «Cuando se sintió en Lovaina que nosotros queríamos partir, luego unos y otros estudiantes comenzaron entrar en deseos de querer seguirnos». FM 232-233.

2 4 4 según el Diccionario de autoridades: «Multitud de personas que concurren jun­tas en algún paraje, sin orden y concierto». Sin duda que no ha sido este el sentido que quiere darle Fabro a este vocablo. Aunque por lo que añade después, no parece que sea un término totalmente desajustado.

245 FN 231 . 2 4 6 «Algo nos ha hecho abrazar mucho, sin poder bien mirar en todas las par­

ticularidades, el no tener tiempo para quedar más tiempo aquí». Ibid. 2 4 7 « p o r tanto os ruego por amor de Cristo nuestro Señor que los améis muy espe­

cialmente a cada uno por sí. Sus almas no están aún tales, utpossint vel quaerere spi-ritum illum, qui ipsos visitavit, vel retiñere cum habuerint». Ibid.

248 «EHOS harán los ejercicios anfe omnia y allí se verá el espíritu de cada uno. (...) Si mi quedada por acá estuviera cierta, y cuanto al tiempo y cuanto al lugar, yo lle­vara una parte de ellos conmigo, para que no tuvierais tantos para ejercitar». Ibid.

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7 6 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

8.6. De n u e v o e n C o l o n i a . U n a c o m u n i d a d j e s u í t i c a

Al d í a s igu iente de salir pa ra Por tugal la exped ic ión de jesu í tas , Fabro regresa a Co lon ia a donde l lega el 22 de ene ro de 1544. L leva c o n él a dos es tud ian tes : Emi l iano o Mi l lán de Loyo la , sobr i ­no de san Ignacio, y Lamber to de Cast ro .

A l cons ta ta r que el a rzob ispo s igue ade lan te con su « re fo rma» con t ra los deseos del Emperador , escr ibe al nunc io J u a n Pogg io con el mayo r respeto, pero , al m i smo t i empo , c o n g ran l ibertad de esp í r i tu , sobre lo pel igroso que es para la Ig lesia ca tó l ica navega r ent re a m b i g ü e d a d e s . Porque cor re el rumor de que se h a mos t ra ­do el p lan de «re forma» a Car los V, qu ien h a dado la ca l lada por respues ta , lo que se ha in terpretado c o m o una tác i ta ap robac ión . S e neces i ta en este grave asunto la mayo r t ransparenc ia :

«(...) cuantos miran por el bien de la religión católica, t ienen grandes temores de que su Arzobispo, cuando de ahí volviere, inten­te males mayores de los que hasta ahora ha hecho a esta su here­dad; porque oyen que han sido mostrados los capítulos de su refor­mación a la Majestad del César, de donde fácilmente podrá suceder que por hombres mentirosos se esparza el rumor de que los ha visto el César y no los ha reprobado. (...) Por esto se nos ha de perdonar que no estemos contentos hasta que veamos que se nos dice expre­samente y por escrito que mienten los herejes o se engañan, cuan­do nos dijeren que el César o disimulando calla, o en lo que hace no les es contrario. Esto parece quisieran ahora los señores de Colonia que se hiciese, a saber: que la Majestad del César con palabras expresas significase a los estados de esta diócesis que no es en modo alguno su voluntad que se admita semejante reformación ni otra cosa cualquiera que no haya sido confirmada por la autoridad de la misma Romana I g l e s i a » 2 4 9 .

Qu ie re de jar cons t i tu ida en Co lon ia una res idenc ia-co leg io de es tud ian tes jesu í tas . De hecho y a hay una p e q u e ñ a c o m u n i d a d en una c a s a a lqu i lada. Es tá f o r m a d a por Fabro, A lvaro A l fonso , E m i ­l iano de Loyo la , Lamber to de Cast ro y ot ros cuat ro c o m p a ñ e r o s , mat r icu lados en las facu l tades de Fi losof ía y Teo log ía . Can is io tar­dó a lgún t i empo e n incorporarse a la c o m u n i d a d 2 5 0 . Es tá s iempre con un pie en el a i re d ispues to a segu i r lo que la obed ienc ia le o rde­ne. S a b e que cua lqu ier d í a le puede l legar la o rden de part i r pa ra Por tugal y E s p a ñ a : «(...) aunque n inguna c o s a más d e s e o en es ta v ida que poner a l guna raíz para nues t ra C o m p a ñ í a en A l e m a n i a , t o d a v í a es toy suspenso no sab iendo si m a ñ a n a recibiré car tas

2 4 9 V É L E Z , Cartas..., 2 3 1 - 2 3 2 . 2 5 0 FM 2 5 7 .

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INTRODUCCIÓN 77

vues t ras , que me m a n d a r á n ir a E s p a ñ a o n o » 2 5 1 . En el c a s o de

tener que abandona r Co lon ia , se s iente perple jo sobre si h a de l le­

va r a todos pa ra es tud iar en Por tuga l , lo q u e se r í a me jo r pa ra los

es tud ios , o si ha de de jar a a lgunos en A leman ia pa ra que e c h e al l í

ra íces la C o m p a ñ í a :

«Así batalla en mí la humana consideración según la cual nin­guno habría de estar por estas partes, sino por obediencia, y la divina consideración fundada en esperanza según la cual querr ía que la mitad de la Compañía estuviera acá dando voces, rezando y l lorando y muriendo cada d ía por esta gente de a c á » 2 5 2 .

Esto escr ibe el 10 de marzo . Qu ie re hacer la vo lun tad de D ios ,

pa ra el lo h a de discernir . Es tá indi ferente, pero pe rseve ran en él las

moc iones que le incl inan a de jar en Co lon ia a Can is io , Alvaro A-

I fonso y Lamber to de Cast ro , según dice en el m e s de m a y o :

«Yo no puedo no obedecer a unos sentimientos, con los cua­les y por los cuales me parece siempre, y a veces siento en nues­tro Señor, de que con su presencia de éstos mejor se conservará a lguna cosa aquí; y que nuestro Señor d ispondrá mejor a lguna manera, por donde la Compañía tome raíz en A l e m a n i a » 2 5 3 .

Ya so lamente le fal ta tomar una decis ión de acuerdo con los s e n ­

t imientos que «siente en nuestro Señor». Decide por el segundo t iem­

po de elección [176]. A f ines de mayo dirá escuetamente a Ignacio:

«Mosén Alvaro, Maestro Pedro Canisio, Maestro Lamber to quedarán

aquí (en Colonia) hasta que otra cosa se les mande de R o m a » 2 5 4 .

El relato de sus act iv idades pastorales durante es ta su s e g u n d a

es tanc ia en Co lon ia , lo hace con espontane idad y detal le a Franc isco

J a v i e r 2 5 5 . H a c o m e n z a d o a predicar en una escue la todos los domin ­

gos y d ías de f iesta, lo hizo también durante la S e m a n a San ta y la

s e m a n a de Resurrecc ión. A sus prédicas asisten estud iantes de la

un ivers idad, c lér igos, canón igos , doctores en leyes, l icenciados en

Teología, a lgunas autor idades de la c iudad, el arzob ispo de Lund y

ot ras personas conocedoras de la lengua lat ina. A lgunas veces le ha

escuchado Juan N o p e l i o 2 5 6 . H a pred icado en dist intos monaster ios

de mon jas , con fesado a muchos estudiantes o idores habi tuales de

2 5 1 F M 2 5 6 . 2 5 2 FM 2 5 6 - 2 5 7 . 2 5 3 FM 2 5 9 . 2 5 4 FM 2 6 1 . 255FM 2 6 2 - 2 6 5 . 2 5 6 Se distinguió por su firme oposición a la herejía. Ordenó de sacerdote a

Canisio en junio de 1 5 4 6 . En septiembre de ese mismo año, el jesuíta de Nimega le dedicó la edición las obras de San León Magno, por él preparada. Cf. BRAUNSBER-GER, I , 2 1 5 .

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78 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

sus se rmones , a seglares y señoras pr incipales. No pocos de los

estud iantes que a él acuden se convier ten de nuevo a la fe que ha­

b ían perd ido. No fal ta una breve alusión a sus ejerci tantes y a lo que

ha t raba jado por las cosas «más universales»:

«Del fruto universal que nuestro Señor obra haciéndome coope­rar a la universidad y clero de Colonia para en contra de estas here­j ías, yo no digo nada, por no lo saber explicar. Bien sé que harto tra­bajo tenemos en escribir a la corte de su majestad, el cual escribir si no fuese, ya podría ser perdida esta ciudad; y por esto estoy yo expuesto a peligro corporal más que ninguno por acá. El solo criador del universo mundo, redentor y glorificador sea alabado y reconoci­do en todo y por todo; cuya gracia y fortaleza nunca sea ociosa en nosotros. A m e n » 2 5 7 .

L l a m a la a tenc ión que en n inguna de las car tas de Fabro que

c o n o c e m o s se hable de los ejerc ic ios que dio a la c o m u n i d a d de

car tu jos de Co lon ia . D a m o s por supues to que var ias de las car tas

que escr ib ió no se han encon t rado has ta la f echa y b ien pud ie ra ser

que en a l guna de el las men tase los e jerc ic ios a los car tu jos . El

s a b o y a n o que en su co r respondenc ia episto lar desc iende a de ta ­

l les m í n i m o s , c o m o el de haber dado a lgunas plát icas en monas te ­

r ios de mon jas d o n d e u n a b u e n a par te d e e l las c o n o c í a n e l la t ín , n o

hace ni una a lus ión a sus e jerc i tantes car tu jos ; lo que se r í a una no­

t ic ia de m á s rel ieve.

De sus dos es tanc ias en Co lon ia se t iene por m á s p robab le q u e

los da r í a duran te la s e g u n d a que fue m á s l a r g a 2 5 8 ( f ines de ene ro -

12 de jul io 1544) mient ras que en 1543, pe rmanec ió so lamen te los

m e s e s de agos to y sep t iembre .

Fabro que ha aludido al trato espiritual que mant iene con los car­

tu jos de M a g u n c i a 2 5 9 , no ha hecho n inguna alusión, que sepamos , a

los ejercicios «dados» a los cartujos de Colonia. N inguna alusión

2 5 7 FM 265. 258 ASÍ creen CALVERAS-DALMASES, O. C , 445. No descartan, sin embargo, que

pudiera darlos en los meses de agosto y septiembre de 1543, lo que ponemos en duda. Del 17 al 20 de agosto tuvo que desplazarse a Bonn, como ya vimos. El mismo Fabro en carta a Morone del 3 de septiembre, le dice que sus asuntos parti­culares de ejercicios etc. le van mucho mejor que en los otros sitios de Alemania donde ha trabajado apostólicamente, sin embargo «las cosas universales (los pro­blemas de la fe en Colonia muy dañados por el arzobispo luterano) «(...) me impide darme a cada uno de los que desean que yo les atienda». F/W220.

2 5 9 «Tengo estrecha amistad con vuestros hermanos cartujos de aquí de Ma­guncia con los cuales yo me retiro algunos veces viendo el deseo que tienen de crecer en espíritu y todos me dan tanto crédito y me escuchan con tanto gusto como lo harían los del Reposoir. Quisiera Dios que yo estuviera también cerca de ellos». F M 2 0 2 .

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INTRODUCCIÓN 7 9

t ampoco de parte de Kalkbrenner que hab ía most rado tantos deseos de hacer los ejercicios con F a b r o 2 6 0 , ni de Polanco que tan minucio­samen te habla de las act iv idades de Fabro en C o l o n i a 2 6 1 .

Éste de jó a los car tu jos co lon ienses un manuscr i to de los Ejer­c ic ios. Pudo se r el que l levaba con é l , o mejor, les permi t ió cop ia r el s u y o 2 6 2 .

En Co lon ia escr ib ió su manua l pa ra los con fesores , Mónita cir-ca confessiones263.

9. E n la c o r t e d e J u a n III d e P o r t u g a l . A g o s t o 1 5 4 4 - m a r z o 1545

Ya puede marchar a Portugal . La mis ión que se le conf ía es la de presentarse c o m o de legado del Papa y lugarteniente de Ignacio al rey Juan III, gran amigo de los jesuí tas. En su corte se mueve el P. S imón Rodr igues, provincial , a qu ien se le venera y respeta. Es él qu ien hab ía propuesto al rey que conven ía que Fabro v in iera a Portugal para acompañar a la infanta Mar ía a España con mot ivo de su casamien to con el Principe Felipe (Felipe II). No fue posible en ton­ces por la en fe rmedad de Fabro que le detuvo en Lova ina. Lo que se pre tende ahora es que, por medio del gran amigo Juan III, y por las est rechas relaciones de éste con la corte españo la , reforzadas por el matr imonio de su hija, pueda abrirse paso la C o m p a ñ í a en E s p a ñ a para lo que es necesar io ganar la voluntad del Príncipe Felipe.

A b a n d o n a Co lon ia el 12 jul io de 1544 con d i recc ión a A m b e r e s . Es ta vez s í puede embarca rse . El 24 de agos to es tá en L isboa . Sa le ensegu ida pa ra Évora donde Juan III t iene ins ta lada su cor te . A q u í encuen t ra a un an imoso jesu í ta españo l , An ton io de A raoz qu ien h a v is i tado el co legio de C o i m b r a 2 6 4 y se h a de ten ido en Por­tuga l más de lo que pensaba , por esperar a Fabro.

En su p r imera v is i ta a los reyes les mani f ies ta el ag radec im ien ­to s incero de Ignacio y de t o d a la C o m p a ñ í a por lo gene rosos que

2 6 0 Cf. más arriba 2. 2 6 1 Chron. I, 114-115; 136-138. 2 6 2 Es el llamado texto Coloniense. Cf. CALVERAS-DALMASES, O. C. 454-506. 2 6 3 FM 245-252. 2 6 4 «Con cuánta caridad y leticia fuimos recibidos no hay para qué escribirlo;

mas de que me hallé muy suspenso, y estoy por decir algo cansado de hacer rostro a tantos coros de almas al parecer muy benditas (...) son más de sesenta, y de mucho talento, y muchos de los más nobles de este reino (...) mostrando no menos antes mucha más nobleza de espíritu que de genealogía. En entrando en Portugal oía mucho hablar de los «apóstoles» cosas muy editicativas, que llámanlos así. (...) Ellos están en mucha orden y concierto y en tanta copia y abundancia temporal, que bien se muestra el amor y particular provisión que su Alteza tiene. (...) Andan todos vestidos de negro, con sotanas largas, manteos, con capillas y bonetes, según el uso de aquí muy modestos (...)». Epist. Mixt. I, 162.

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80 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

s iempre se han mos t rado con el la. «Recib ió el rey con m u c h a hon ra y c o n par t icu lares seña les de con ten tamien to al padre Pedro Fabro de qu ien y a t e n í a g randes not ic ias de su m u c h a v i r tud y ex t raord i ­nar ia p rudenc ia (...) Sal ió el padre de la p resenc ia del rey y se fue con el P. A raoz a las casas d o n d e hab i taba el P. S i m ó n » 2 6 5 .

9 . 1 . V i s i t a d o r d e l C o l e g i o d e C o i m b r a

Visi ta a la n u m e r o s a comun idad jesu í t i ca de C o i m b r a . En el co leg io se han desv iv ido por a tender le :

«Como si yo fuera su padre, y señor, y maestro de cada uno de cuantos aquí están (...) hay amor fraternal, hay obediente humil­dad para en todo y por todo obedecer a los que gobiernan. La orden, pues, así para mantener los oficios corporales como para los estudios de letras y los ejercicios del espír i tu, se halla aquí, no digo conforme al parecer y orden de mi saber inordenado e inagi-ble, pero de la manera que me parece desea V. R . » 2 6 6 .

D i f íc i lmente se p u e d e n hacer mayores e log ios de un co leg io q u e c o m e n z a b a y a por en tonces a dar quebrade ros d e c a b e z a a l g :

nació a c a u s a de la s ingular m a n e r a de goberna r del P. S i m ó n R o d r i g u e s 2 6 7 . S in e m b a r g o la de l i cadeza de Fabro de ja escapa r a l ­g u n a s f rases que Ignacio, por los rumores que c o m e n z a b a n a l le­gar a R o m a , sab r ía interpretar fác i lmente . As í por e jemp lo c u a n d o hab la de la con f ianza con que le ha t ra tado el P. Mar t ín de S a n t a Cruz , rector del co leg io :

«No deja cosa que no me comunique, así hablando de rebus que son o han parecido ser a sinistris, como de las que son a dex-tris. Él halla a lguna dificultad por causa de la mucha carga que está sobre sus hombros, y estando algo lejos de aquí el P. S i m ó n 2 6 8 , pero todo lo deja a mi pobre parecer (...) El P. Araoz ve más, y por ven­tura mejor, de lo imperfecto de acá por haber estado más t iempo en estas partes. Todavía no es inconveniente que V. R. haga su cuenta con Jesucristo, sabiendo de cómo todos somos sujetos a sentimientos extraños y a varios espíri tus, y que las cosas muy diferentemente parecen cuando se contemplan en sí y cuando se consideran prouf apprehenduntur in nobis ac sentiuntur. A mí todo me podrá parecer oro lo que a otro parece lodo. El Espíri tu Santo nos rija siempre a t o d o s 2 6 9 .

2 6 5 FM 468. 2 6 6 FM 298. 2 6 7 Cf. ANTONIO ASTRAIN, Historia de la Compañía de Jesús en la Asistencia de

España, Madrid 1912, I, 589-611. 2 6 8 Una manera suave de decir que el rector está un poco desamparado por­

que Simón Rodrigues frecuenta demasiado la corte del rey. 2 6 9 FM 298-299.

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INTRODUCCIÓN 8 1

H a pe rmanec ido en Co imb ra desde med iados de d ic iembre de

1544 has ta el 2 0 de enero de 1545. Vuelve aho ra a la cor te de l rey

Juan III. Él y A raoz han ten ido que esperar has ta el 4 de marzo a

que los reyes les conced iesen autor izac ión pa ra t ras ladarse a Es­

p a ñ a , a la cor te de Cast i l la . Qu ie ren in formar al p r ínc ipe Fel ipe, a

las pe rsonas impor tantes de la cor te , a los ob ispos , sobre el f in d e

la C o m p a ñ í a de Jesús , ganar su benevo lenc ia pa ra que el nuevo

Inst i tuto p u e d a es tab lecerse en E s p a ñ a 2 7 0 .

Ese m ismo d í a sa len pa ra España . S e de t ienen en S a l a m a n c a

donde sa ludaron a los pro fesores de la Un ivers idad. Espec ia l a ten ­

c ión tuv ieron c o n el los el f ranc iscano A l fonso de Cast ro y el d o m i ­

nico Franc isco de V i t o r i a 2 7 1 .

10. E n la C o r t e d e C a s t i l l a : V a l l a d o l i d y M a d r i d .

M a r z o 1 5 4 5 - j u n i o 1546

El 18 de marzo de l año 1545 l legan a Val ladol id . El p r imero en

c o m u n i c a r la not ic ia a Ignacio es A raoz en ca r ta del 2 5 de ma rzo .

« D a n d o a sus a l tezas las let ras (del rey de Portugal), f u imos c o n

m u c h a demos t rac i ón rec ib idos y lo m i s m o de l c o m e n d a d o r m a y o r

de L e ó n 2 7 2 y a lgunos p re lados , ha l lando por la b o n d a d del S e ñ o r

pe rsonas m u c h o inc l inadas a la C o m p a ñ í a » . Fabro h a c o n f e s a d o

a a lgunas d a m a s de pa lac io . H a b l a de la a c o g i d a que les han

hecho a lgunos ob ispos . «Del nunc io Pogg io , pues V.R. le c o n o c e

2 7 0 Fabro hubiera querido volver a Coimbra para despedirse de los estudiantes jesuítas y de su rector Santa Cruz, pero no le es posible. Les envía una carta dos días antes de dejar Portugal. El documento es algo más que una despedida amistosa y por­tadora de aliento. Es una muestra, breve pero densa, de su sabio magisterio espiritual: «(...) Vivid felices, y servid siempre a Cristo nuestro Señor con alegría, no dando jamás de mano a Aquel que es quien toda buena disposición nos concede. En esto os con­servad todos firmes; y no os apeguéis a ninguno apartándoos de Cristo, el cual no puede ser apartado de vosotros; pues aunque la presencia corporal de los hombres, nos puede algunas veces aprovechar, con todo son más las veces que nos estorba. (...) Haya en buena hora conversación de las cosas transitorias en cuanto nos ayuda para las eternas. Recréanos la voz viva y aprovéchanos mas no de cualquier manera, sino en cuanto nos dispone a oír la voz interior que debe hablar en el corazón. Lo mismo se diría de los otros sentidos, de los cuales, así mismo nos hacen presentes varias suertes de cosas, y en tanto principalmente nos aprovechan en cuanto por ellos son en nosotros despertados los sentidos interiores de las cosas espirituales. (...) Todo esto he dicho para aquellos que suelen entristecerse demasiadamente cuando se les ausentan los amigos». VÉLEZ, Cartas... I, 253-254.

2 7 1 Chron. I, 160; Epist. Mixt. I, 204. 2 7 2 «Dejó el Emperador (Carlos V) por Gobernador de los Reinos al Príncipe,

dándole por Ministro al Duque de Alba para las cosas de la guerra (...) y para las cosas políticas le dejó a su Secretario Francisco de los Cobos, Gobernador mayor de León» Cf. Epist. Mixt. I, 203 nota 1.

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8 2 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

no hay pa ra qué le informar, po rque ni nos q u e r í a de ja r ni que le

d e j á s e m o s » 2 7 3 .

Unos d ías más tarde, 14 de abril, Araoz vuelve a escribir a Ignacio. No hay obispo con quien hable que no desee tener jesuítas en su dió­cesis. El éxito que t ienen lo atr ibuye, en gran parte, a las buenas pala­bras que sobre la C o m p a ñ í a ha ido dic iendo el doctor Pedro Ortiz. Araoz predica mucho, Fabro también predica, pero, sobre todo c o n ­f iesa y d a ejercicios. «Decíame un cabal lero amigo mío que hay mucho rumor de nosotros ad bonum, porque al parecer se han mov i ­do notablemente en los sermones. A lgunos nos l laman los iñiguistas, otros papistas; otros apóstoles; otros teat inos o r e f o r m a d o s » 2 7 4 .

Por el m i smo cor reo escr ibe tamb ién Fabro a Ignacio el 14 de abr i l . No a c o g e con la m i s m a eufor ia que Araoz los ep í te tos que les ap l ican. No le gus ta nada que les l lamen papistas:

«Hasta ahora no se nos ofrece ninguna contradicción, por no haber obra a la cual se deba contradicción, aunque ya ha habido predicador que ha dicho en pulpito, avisando que se guarden de algunos que se cuelan por las casas cargando las mujeres de escrúpulos; temo que lo diga por nosotros. Peor señal es en que algunos por vituperio digan que somos papistas275.

Pide a Ignacio que le ayude en su d iscern imiento , por lo m e n o s con sus o rac iones . Porque s iente moc iones con t rapues tas , y no e n ­cuen t ra la paz interior. Por una parte se ve inseguro an te «pos ib les d is favores» . Ot ras veces exper imen ta abundanc ia de espe ranza , lo que le pa rece tamb ién ten tac ión ; s in d u d a porque no es po r tadora de paz. «Nues t ro Señor qu ie ra ca lentar mis en t rañas en s í y en lo que es impermutab le . (...) A s í ando ínter spem et metum, por no es tar f i rme en lo que no se m u d a j a m á s » 2 7 6 .

El 8 de m a y o sa le Fabro para Madr id . S e ent rev is ta con las h i ­jas del Emperador , las in fantas Mar ía y J u a n a 2 7 7 . De Madr id v a a Ga lapagar , d o n d e Ort iz posee el benef ic io par roqu ia l .

El 2 3 de Jun io es tá de nuevo en Val ladol id. A raoz con t i núa infa­t igab le con sus se rmones . Fabro d a e j e r c i c i o s 2 7 8 . A m b o s conf ie -

2 7 3 Epist. Mixt. I, 203. 2 7 4 Epist. Mixt, I, 212. 2 7 5 FM 324. 2 7 8 Ibid. 2 7 7 «Lo mismo dice Maestro Fabro de las infantas, de donde vino pocos días

ha, y les hizo algunas pláticas, concertando sus altezas la hora para le oír y les pre­guntaba lo que les había platicado y respondían. La infanta doña María, que es la mayor, dice que le dijo a la despedida, que rogase a nuestro Señor la hiciese tal cual la Compañía le desea». Epist. Mixt. I, 224.

2 7 8 «Algunas personas de letras y cualidad hacen los ejercicios, y un sobrino de un obispo, que ya es letrado, está tal, que antes pienso querrá entrar en casa nuestra que en elecciones; y otro muy amado de un prelado. Hay algunos caballe­ros, que los quieren hacer, y uno, que es de los principales de aquí, los toma ya; a otros no se pueden dar por falta de tiempo». Epist. Mixt. I, 224-225.

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INTRODUCCIÓN 83

s a n 2 7 9 . T ienen m u c h a en t rada con el Pr ínc ipe Fel ipe y la Pr incesa M a r í a , su e s p o s a 2 8 0 . Se ganan la benevo lenc ia de los p r ínc ipes y de cuan tos se m u e v e n a l rededor de la cor te , con su « m o d o de pro­c e d e » : p red icac ión , conversac iones , e jerc ic ios, v is i ta a hosp i ta les . «No puedo descender a los par t icu lares, más de referir lo que Maes t ro Fabro d ice, que en n inguna par te ha es tado d o n d e tan ta mies hub iese ; y yo d igo lo m ismo, que es así ; me parece un labe­r into, haber de escr ib i r las p a r t i c u l a r i d a d e s » 2 8 1 .

Mient ras los dos jesuí tas, sobre todo Araoz m á s parlero, c o m o

él so l ía decir, contaban con entusiasmo a Ignacio sus trabajos apos ­

tó l icos en Cast i l la , una do lo rosa e inesperada desgrac ia es t remec ió

a t o d a la cor te de Val ladol id. El 12 de jul io de 1545, fa l lec ía la j o v e n

pr incesa M a r í a , e s p o s a del pr ínc ipe Fel ipe. H a b í a dado a luz el d í a

8 al pr ínc ipe Car los y, a consecuenc ias del par to , mur ió cuat ro d ías

m á s ta rde .

El d í a 13 escr ibe Fabro a Juan III de Por tuga l . D a el p é s a m e a

los reyes por la i nesperada muer te de su hi ja. Qu ie re ayuda r al rey

cr is t iano a acep ta r es te gran mister io de Dios que es la muer te ,

c o m o vo lun tad del Señor. Fabro sug iere al rey que hay t o d a v í a

más : la posib i l idad de a legrarse. Es tamos seguros de que la pr in­

c e s a «ha pasado a su Padre ce lest ia l» . Noso t ros pe r tenecemos al

g rupo de los que la l loran: «(...) pues por su c a u s a v in imos a c á l la­

m a d o s de par tes tan remotas , es a saber, yo de A l e m a n i a , y el

l icenciado Araoz , mi c o m p a ñ e r o , desde el reino de Ñapó les , que ­

dándonos aho ra , según la ca rne y en el serv ic io de Cr is to nues t ro

Seño r s in el a m p a r o que t e n í a m o s de parte de su a l t e z a » 2 8 2 . N u n ­

c a le h a fa l tado la a y u d a espir i tual por med io de su confesor , p rov in­

cial de santo Domingo . El Señor se la h a l levado porque «su b o n ­

dad y m a n s e d u m b r e no pud ie ra durar ent re las esp inas de es te v a ­

no y fa lso m u n d o » . Termina con una l l amada a la e levac ión . Todo

es ob ra del Espí r i tu :

«Bendito sea el Señor que da la razón sobre la carne, y su Espíritu Santo Paráclito sobre toda razón, sin el cual n inguna per­sona jamás podría conformarse con el parecer y la voluntad de nuestro inmenso Dios, justo y misericordioso en todas sus obras y

2 7 9 «Hay muchas personas de cualidad que ultra de las de palacio se confiesan con nosotros, frecuentando la confesión. En los hospitales y cárceles es para alabar al Señor lo que se hace». Epist. Mixt. I, 224.

280 « p e s u s Altezas fuimos y somos siempre bien recibidos, dándonos cuando les vamos a hablar, grata audiencia. Es para alabar al Señor cuan afectados son a las cosas de esta Compañía y a toda virtud y cristiandad y como tales, aunque de tier­na edad, procuran el bien espiritual de sus subditos con mucho ejemplo». Epist. Mixtae I, 223-224.

2 8 1 Epist. Mixt. I, 227. 2 8 2 FM 334.

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84 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

permisiones. Al cual plega por la su infinita c lemencia dar gracia a vuestras altezas para poder, saber y querer alzar sus espír i tus en las cosas que siempre jamás d u r a n » 2 8 3 .

El p r ínc ipe Fel ipe dec ide t ras ladar la cor te de Val ladol id a M a ­dr id . Fabro escr ibe a S i m ó n Rodr igues el 11 de sep t iembre : «Ire­m o s a Madr id con la cor te , si Dominus voluerit». H a c o m e n z a d o a predicar. Es tá a b r u m a d o por sus muchas ocupac iones . Y hace es ta te rm inan te con fes ión : «Esto diré, es a saber, que nunca en n ingu­na par te , en t rando en la cuen ta Par ís , R o m a y P a r m a , tuve conoc i ­m ien to c o n tan tas pe rsonas pa ra e n cuan to la conve rsac ión espi r i ­tua l , c o m o aqu í en V a l l a d o l i d » 2 8 4 .

El 2 2 de sep t iembre , t odav ía desde Val ladol id, escr ibe a Ignacio ins is t iendo u n a vez más en las fac i l idades que h a ten ido pa ra su minister io espi r i tua l . Todo lo a t r ibuye, en g ran par te, a los d isgus tos que Ignacio hubo de pasar en C a s t i l l a 2 8 5 .

1 0 . 1 . F u n d a c i ó n d e l o s c o l e g i o s d e V a l l a d o l i d y A l c a l á

En una car ta a Canis io hab la de que sus minister ios en Madr id son los habi tua les:

«De mí no sé lo que diga, sino que cada d ía me voy haciendo más inútil; tan lejos estoy de militar mejor en mi milicia y correr mejor en mi carrera; con esto no dejo de predicar en sus t iempos y lugares y oír confesiones. Doime también algo a los que piden hacer ejercicios que son muchos y así ahora tenemos tres, entre los cuales uno es pastor, hombre de grandes esperanzas, si pudie­ra como ha empezado a entender y gustar, así también elegir lo mejor y s e g u i r l o » 2 8 6 .

T iene u n a g ran p reocupac ión , tanto en Val ladol id c o m o a h o r a en Madr id : mirar por la ex tens ión de la C o m p a ñ í a c reando nuevas c o m u n i d a d e s jesuí t i cas . C reó en Co lon ia una c o m u n i d a d al f rente d e la cua l de jó a Can is io . Ve remos ensegu ida c ó m o , a u n lejos d e A l e m a n i a , h a segu ido paso a paso todas las v ic is i tudes de la inci­p iente c o m u n i d a d co lon iense a la que no ha de jado de aconse ja r y a len tar f ra te rna lmente en todo m o m e n t o .

Desde Valladolid había pedido a S imón Rodr igues que le enviase a lgunos estudiantes del colegio de Co imbra. T iene intención de co-

2 8 3 FM 335. 2 8 4 FM 365. 285 < < r g 0 q U ¡ e r o alargarme sobre nuestras cosas y negocios espirituales; basta

decir que todo va siempre en mucha bonanza, tanto que si no hubieran pasado por V. R. las tribulaciones que han pasado, yo me temiera mucho con ver tanta prospe­ridad». FM 367.

286 VÉLEZ, Cartas... I, 303.

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INTRODUCCIÓN 8 5

menzar un colegio en Valladolid y otro en Alcalá. Al venirse a Madr id

ha dejado a tres estudiantes para iniciar el colegio v a l l i s o l e t a n o 2 8 7 .

En A lca lá v ive d e s d e 1543 un exce len te y s ingu lar após to l jesuí ­

ta , Franc isco de V i l l a n u e v a 2 8 8 . H a b í a nacido en V i l lanueva de la Ve­

ra (Cáceres) en 1509 y e jerc ió el of ic io de sacr is tán en un pueb lo

ce rcano , el Losar. Lo env ió su pár roco a R o m a pa ra q u e le reso l ­

v iese a lgunos asun tos persona les . All í conoc ió a la C o m p a ñ í a y

pidió ser admi t ido en el la . Lo recibe Ignacio qu ien fue su maes t ro

de nov ic ios. Los ejerc ic ios se los dio Sa lmerón . En 1542 es env ia ­

d o a l co leg io de C o i m b r a , q u e en tonces c o m e n z a b a a despegar .

Ignacio se percató m u y pronto de la va l ía de V i l l anueva y lo reco­

m i e n d a a S i m ó n Rodr igues , pa ra que no se de je impres ionar por el

aspec to ex terno del es tud iante que le e n v í a , y por los pocos c o n o ­

c imien tos de que v a per t rechado. «Aunque V i l lanueva pa rezca un

poco de e d a d c rec ida , s in pr incip ios de letras, cuan to m á s le t ra tá-

redes , le juzgaré is pa ra más . Yo para c o n m i g o m e pe rsuado que es

una de las b u e n a s p iezas de a l l á » 2 8 9 .

A pesar de haber s ido a ler tado por Ignacio, Rodr igues man i ­

f ies ta al f undado r la pobre impres ión que le ha c a u s a d o el n u e v o

escolar , ni s iqu iera « g r a m á t i c o » 2 9 0 . Ignacio le con tes ta que y a se

con ten ta r ía él si de sesen ta es tud iantes que t e n í a en tonces la C o m ­

p a ñ í a sa l iesen ve in te tan úti les c o m o V i l l a n u e v a 2 9 1 . El t i empo le

d a r á g e n e r o s a m e n t e la razón.

M u y pronto se unió a V i l lanueva un j oven es tud ian te de g r a m á ­

t ica, l lamado Pedro Sevi l lano. Fabro d e s e a fundar cuan to an tes en

A lca lá . Desde Val ladol id h a b í a escr i to a Ignacio el 2 3 de m a y o d e

1545: «Vi l lanueva con su c o m p a ñ e r o (Sevi l lano) es tá bueno en A l ­

ca lá y t e n e m o s v í a y m a n e r a para poder sus ten ta rse ot ros t res o

cuat ro con el los. Ha l lando p iedras pa ra ser buenas pa ra pr inc ip iar

2 8 7 A s í los describe Araoz: «En Valladolid está Diego Méndez, clérigo, natural de Alcalá, de edad de más de 30 años, de gran juicio, y harto bien provecto y experto en confesiones y de buena parte. Está el bachiller Juan González, bien entendido que ha estado muchos años en Alcalá y de mucho ejemplo; no es aún sacerdote aunque tiene edad para serlo (...) Está Maestro Hermes Poén flandro, bien docto, y de gran hervor, pasa de 30 años, a mi parecer» Epist. Mixt. I, 275.

2 8 8 C f . ALFREDO VERDOY, El Jesuíta Padre Francisco Villanueva (1509-1557): Prototipo de un nuevo apóstol en la Castilla de la Reforma Católica. Manresa 68 (1996) 405-428.

2mlgnat. Epist. I, 206. 290«D e Francisco Villanueva estoy harto contento, sino que desde que vino,

siempre fue enfermo de los ríñones, y según el parecer que veo en él y en los médi­cos, no sé si podrá acabar de ser gramático; mirad lo que queréis que de él haga». MHSJ, Epist. Broéti, Jaji, Coduri, Rodericii, 533.

2 9 1 Cf. ASTRÁIN, I, 261 .

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8 6 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

a lgo en A lca lá , nuest ro Señor nos qu ie ra da r pe rsonas q u e s e a n

pa ra e l l o » 2 9 2 . C u a n d o le l legaron re fuerzos de Por tuga l , d e s d e

Val ladol id env ió Fabro a A lca lá , a Max imi l iano Cape l la y a Manue l

López , d a n d o o rden a V i l lanueva de que buscase sit io pa ra da r c a ­

b ida a todos y c o m e n z a r un co legio. Desde Madr id ha ido a visi tar­

los. Hay uno más , A lvaro A l fonso, s iempre inquieto, que se ha ven i ­

do desde Co lon ia

A d e m á s de la v is i ta a A lca lá , pasó unos d iez d ías en Toledo,

ent re o t ras razones, pa ra cumpl i r la p r o m e s a que h a b í a hecho a

Mar t ín de S a n t a Cruz de que v is i tar ía a su fami l ia .

En Co imbra trató de levantar los án imos del rector. Aho ra , al dar le

cuen ta de su desp lazamiento a Toledo aprovecha la ocas ión para

infundir le nuevo al iento. Ponemos en curs iva lo que t raduc imos del

lat ín, por la tenaz cos tumbre que t iene Fabro de empedra r sus car tas

caste l lanas con macizos párrafos latinos, c o m o en este caso:

«Comenzad en espíritu a salir de los anejos que hasta aquí tuvimos en el servicio de Cristo nuestro Señor, quiero decir que sir­váis a Jesucristo sin condición de cosa que suponga vuestro con­tentamiento. Sea Él contento, satisfecho y servido y glorif icado; y que nosotros contentos, o descontentos, le sirvamos en cualquier parte y como a Él le guste. Y sabed que los verdaderos muertos por Cristo no se ponen a deliberar sobre su propia vida, ni sienten ni tienen otra preocupación sino la de hacer su voluntad, a la que un día se sometieron. He dicho esto para que tengáis paz en Cristo Jesús Señor nuestro a quien os encomiendo y deseo que me enco­mendéis»293.

H a p a s a d o por l l lescas por ver a la fami l ia del jesu í ta And rés de

O v i e d o 2 9 4 .

Y a an tes Fabro y Araoz , duran te su es tanc ia en la cor te val l iso­

le tana, pud ie ron vis i tar a la madre de otro c o m p a ñ e r o , Franc isco

Es t rada . El i lustre pred icador jesu í ta hab ía nac ido en Dueñas , ent re

Pa lenc ia y Val ladol id y en Dueñas res id ía a h o r a su m a d r e 2 9 5 .

H a cump l ido lo que Ignacio le h a b í a e n c o m e n d a d o al env iar lo a

E s p a ñ a . H a dado a conoce r la C o m p a ñ í a a personas re levantes de

la corte de Cast i l la, y a muchos obispos, pr imero en Valladol id y des -

2 9 2 FM I, 327. 2 9 3 FM 371 -372. 294 «rfn mescas me detuve un día visitando unas personas principales, confe­

sando dos hermanas y una tía de Maestro Andrés, y oyendo dos confesiones gene­rales, la una de un licenciado médico, y la otra de un clérigo (...)». F/W370.

2 9 5 Epist. Mixt. I, 229; «Al P. Estrada escribe su madre, y me ha detenido en confesarla y comulgarla toda esta mañana. Otras veces la he hablado en estos cua­tro días que aquí estamos; por eso no me quiero al presente alargar en escribir ni platicar con el hijo». FM328.

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INTRODUCCIÓN 8 7

pues en Madr id . H a e c h a d o a andar dos co leg ios . A él le gus ta el of ic io de contr ibui r a que la C o m p a ñ í a «eche ra íces» en d ist in tos lugares. C u a n d o ve que su es tanc ia en E s p a ñ a l lega a su f in , rena­ce en él su e te rna vocac ión de peregr ino. Q u e r r í a ir de a c á pa ra a l lá s in sos iego , t raba jando porque la C o m p a ñ í a se asen tase en todo el m u n d o . Le encan ta r ía que la obed ienc ia le env iase de c iudad en c iudad y después de estar asen tada la C o m p a ñ í a en m u c h a s par­tes ser v is i tador genera l . Las pa labras le sa len a bo rbo tones , incon­ten ib les y ca l ientes, y s iempre en ese a t rope l lado cas te l lano tan suyo , s in f ior i turas, pero persona l ís imo;

«...no digo esto por huir el desasosiego de la corte que tene­mos, principalmente en aposentos que se nos dan por mandato del príncipe; antes holgaría de mi parte nunca parar en lugar, sino ser peregrino toda mi v ida por unas partes y otras del mundo. Así plu­guiese a nuestro señor que la Compañía ya fuese sembrada por todas las principales y menos principales partes del mundo y yo hubiese de ser visitador general, o sin esto, que nuestro Señor y V. R. me ordenase en que hubiese de ir in omnem civitatem et locum quo Societas o parte de ella aliquando est perventura como quien va a aparejar asientos o desearlos por v ía de estar en cada parte sin asiento y sin r e p o s o » 2 9 6 .

10.2 . C o n e l c o r a z ó n e n A l e m a n i a

Podr ía pensarse que este apósto l andar iego , asa l tado por ex­per ienc ias nuevas al lá a donde v a , d a al t raste con t odo lo que ante­r iormente ha v iv ido con a lguna in tens idad. No es así . S iempre c a ­m ina con A l e m a n i a a cues tas .

C u a n d o y a le fa l ta poco t i empo para abandona r E s p a ñ a , escr i ­be a Ignacio:

«Yo no puedo dejar de encomendar a V. R. a Alemania, en especial a Colonia, de donde nunca querr ía que se part iesen a lgu­nos de la Compañía , sino antes que se diese orden de cómo se pudiesen enviar otros para hacer fruto y padecer algo por el S e ñ o r » 2 9 7 .

Desde que sal ió de Co lon ia ha es tado al cor r iente de lo q u e ha suf r ido aque l la j oven c o m u n i d a d . Pun tua lmente le ha in fo rmado Can is io . Las au tor idades les manda ron abandona r la c iudad en el té rmino de ocho d ías . El jesu í ta ho landés p ide conse jo a los a m i ­gos , v is i ta al rector de la un ivers idad. Es és ta una de las pocas ins-

2 9 6 FM 397-398. 2 9 7 FM 397.

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8 8 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

t i tuc iones t odav ía l ibres de la pern ic iosa in f luencia del a rzob ispo .

En e l amb ien te universi tar io g o z a Canis io de una b ien g a n a d a repu­

tac ión y prest ig io. Les aconse jan no sal ir de Co lon ia pero q u e se r ía

conven ien te que el g rupo se repart iese ent re fami l ias y c o m u n i d a ­

des amigas . A punto es tuv ieron de parar todos en la cárce l . Los

od ia el a rzob ispo y no pocos c l é r i g o s 2 9 8 .

Es dif íci l ca l ibrar a d e c u a d a m e n t e la v is ión de Fabro al de jar al

f rente de la c o m u n i d a d co lon iense a ese joven super io r de 2 3 a ñ o s ,

aún no sacerdo te , que es Canis io . Pero, por m u y poco no se v ie­

nen aba jo los p lanes de Fabro. La c o m u n i d a d es tuvo a punto de de ­

saparecer . An te las d i f icu l tades por las que hub ieron de pasar, c o n ­

su l ta ron , ent re o t ros, a C laud io Jayo . El m i s m o Fabro les h a b í a e n ­

ca rgado que c u a n d o se v ieran en apuros acud ie ran a Jayo . Es taba

és te en tonces en A u g s b u r g o con el ob ispo Ot to T ruchsess y les

m a n d ó que sa l ieran todos pa ra R o m a . A lguno tend r ía que p e r m a ­

necer f o r zosamen te en Co lon ia , por es tar g ravemen te en fe rmo

Lamber to de Cast ro , que mor i r ía después y se r ía en te r rado en el

cemen te r i o de la car tu ja . L a comun idad quedó reduc ida a cua t ro

pe rsonas so lamente : Canis io , A lvaro A l fonso, Leonardo Kesse l y

Franc isco C a l z a 2 9 9 .

J a y o y Bobadi l la es tán e m p e ñ a d o s en que Canis io se v a y a a

Par ís a con t inuar sus es tud ios . Irá por obed ienc ia a u n q u e él es tá

d ispues to a mor i r en C o l o n i a 3 0 0 .

In fo rma a Fabro , en car ta del 22 de d ic iembre de 1545, q u e se

h a b í a desp lazado u rgen temente a A m b e r e s , a f ines de nov iembre ,

a pet ic ión de par te del c lero de Co lon ia , pa ra supl icar al E m p e r a d o r

y al nunc io Veral lo que pus iesen f reno a la audac ia del a rzob ispo .

Éste h a b í a convocado una a s a m b l e a en Ra t i sbona para u l t imar los

deta l les de su re fo rma lu terana. Fue ef icaz la gest ión de Can is io

an te Car los V qu ien m a n d ó al a rzob ispo que se abs tuv ie ra en la

a s a m b l e a de def inir nada en det r imento de la fe de los cató l icos de

Co lon ia . Cons igu ió tamb ién que el nunc io le en t regase una ca r ta

que serv i r ía de a l iento a los y a bastante desa len tados cató l icos

c o l o n i e n s e s 3 0 1 .

Fabro d e s e a tener not ic ias de Canis io c a d a mes . Y és te se la­

m e n t a de que p a s a m u c h o t iempo s in que le l leguen not ic ias de

Fabro . Lo que sucede es que de las car tas , unas no l legan n u n c a a

su des t ino , y o t ras l legan muy tarde.

2 9 8 FM 273. 2 9 9 FM 289-290. 3 0 0 FM 353. 3 0 1 FM 376.

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INTRODUCCIÓN 8 9

El 10 de marzo de 1546 escr ibe Fabro a Can is io d e s d e Madr i d .

H a es tado t res s e m a n a s en fe rmo. S iente m u c h o lo que el j esu í ta

ho landés h a ten ido que sufrir:

«Es verdad que me duele el dolor que sientes de que tan pocos hayáis quedado en Colonia mas consuélame abundantemente esa tu constancia con la que te unes a los colonienses por solo Cristo y la salud de las almas, conformándote en esto a lo que sabes ser refrigerio a mis entrañas. Sea contigo en todo la gracia de nuestro Señor Jesucristo y su presencia misma para que seas bendecido juntamente con los otros hermanos que ahí están contigo y contigo sienten una misma cosa, para que llevéis fruto en paciencia y seáis edificados y hechos casas espirituales a gloria de toda la Santís ima Trinidad y de todos los escogidos de D i o s » 3 0 2 .

Más ade lan te le mani f ies ta su a legr ía al en te rarse de q u e h a

hecho todo lo posib le por no salir de Co lon ia y p ro fé t i camente le

anunc ia lo que esto puede suponer pa ra el fu turo:

«Agrédame mucho tu modo de sentir y que no pienses en salir de Colonia. Bástate que estés dispuesto a obedecer, si quisiere la obediencia enviarte a otra parte. Entre tanto a la misma obediencia deja tu propia voluntad y tu propia razón; aquellos a quienes, des­preciándote a ti, debes seguir, piensen en esotro y sean de ello solí­citos. Podrá suceder que pronto tengas compañeros y aun hijos a quienes con la ayuda de Dios puedas traspasar tus sentimientos y que puedan hacer tus veces como otro tú o ser aún de más prove­cho a los de Colonia. Cuando esto suceda entonces estaremos más libres para alcanzar aquellas cosas, que ahora es bien que no que­ramos aunque sean muy b u e n a s 3 0 3 .

El a fecto a A leman ia le v iene desde que puso pie en e l la s i ­

gu iendo a Ort iz en los co loqu ios con los pro tes tantes . Pero es to no

es imped imen to n inguno para sus asp i rac iones m á s un iversa les .

Por eso aconse ja a Canis io que haga lo posib le por p e r m a n e c e r en

Co lon ia , a no ser que la obed ienc ia d i sponga ot ra c o s a . C u a n d o la

obed ienc ia m a n d a ot ra c o s a hay lugar pa ra un mayo r e n s a n c h a ­

miento del co razón y del deseo , al ponerse en con tac to con diver­

sos pueb los y tener que hacer f rente a dist intas neces idades de los

hombres , c o m o escr ib i rá a Ignacio un poco más ta rde :

«Grandes ramos (sic) de amor y caridad me penetran muy a menudo desta nación, y grandes esperanzas de poder hacer m u ­cho fruto con t iempo por nuestro modo de proceder, y no dudo nada en que estos deseos no sean procedentes de un gran bien, que el Señor no deja tener a esta gente cuanto al pueblo. Tal es lo que digo, que algunas veces me querr ía enterrar por acá; et tamen

3 0 2 VÉLEZ, Cartas..., I, 3 0 0 . 3 0 3 bid. 3 0 4 .

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9 0 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

en las cosas naturales humanas yo no veo particular cosa, de donde tal fruto se pudiese sacar; y con esto está, por gracia del Señor, que yo ninguna tentación tengo acerca de la obediencia de ir a España en compañía del doctor, y no querr ía por todo el mundo de no haber venido a estas partes. Plega a Dios N. S. que para adelante, en cuanto más me dilatare, pasando diversidad de gen­tes y var iedad de humanas necesidades corporales o espiri tuales, en tanto me quiera dilatar mi án ima en caridad, humildad y pacien­c i a » 3 0 4 .

No pone l ímite a sus deseos . A h o r a se s iente espo leado por car tas de Franc isco Jav ier que cop iadas en R o m a se e n v í a n a los c o m p a ñ e r o s d ispersos . Le fa l ta t i empo para escr ib i r al rector de C o i m b r a , San ta Cruz :

«El gozo espiritual que por aquí se va descubr iendo por v ía de las buenas nuevas de nuestro hermano Maestro Francisco es tanto en su grado, cuanto es la causa de ello en el suyo. Nuestro Señor sabe cuan de buena gana enviara gente de mi parte para cooperar a tal obra, y de mejor gana iría yo en persona a ser uno de los que desean sus altezas que v a y a n » 3 0 5 .

S u no d is imu lado en tus iasmo por la en t rada fáci l y ex i tosa que • h a ten ido en Cast i l la , pa l idece ante las neces idades ap rem ian tes que ex is ten en las Indias:

«(...) pero viendo lo que pasa por esas Indias, y la perseveran­te y crecida voluntad del rey con todos sus vasallos y señoríos, no me parece que ser ía cosa fuera de razón que toda la Compañía y cada uno de ella desease criar gente para este tal efecto. Nuestro Señor me dé gracia de poderme emplear en ello, y para saber dar gracias al Señor por mercedes tan señaladas ( . . . ) » 3 0 6 .

10.3 . E s l l a m a d o a R o m a p a r a a s i s t i r al c o n c i l i o

No ha nacido para quedarse de asiento en parte n inguna. Bar­to lomé Ferráo, por tugués, secretar io de Ignacio, es tamos en 1546 y será al año siguiente cuando tome este oficio Polanco, lo reconoce así cuando el 2 4 de febrero escr ibe a Mart ín de San ta Cruz:

«Dejando lo demás para otra ocasión lo que ahora se ofrece es que pareciendo a S. S. (Paulo III) y ordenándolo ella, que algunos de nuestra Compañía vayan al concilio, se ha elegido el uno el Maestro Pedro Fabro; y así con el presente correo va despachado para luego partirse con toda diligencia. Parece que no es nacido para estar

3 0 4 FM 50. 3 0 5 FM 3 7 2 . 3 ° 6 F M 3 7 3 .

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INTRODUCCIÓN 9 1

quedo en una parte, y hay de quienes de su naturaleza parecen inmobibles en un lugar, como Maestro Francisco en la India, Maestro Simón en la corte de Portugal, el licenciado Araoz en la del príncipe, y nuestro Padre Ignacio aquí en R o m a » 3 0 7 .

C o m o Fabro reside en la cor te del pr ínc ipe Fel ipe, Ignacio no

puede m e n o s de escr ib i r a és te . El jesuí ta saboyano d e b e r á sal ir de

Madr id po rque es vo lun tad exp resa del P a p a que a c u d a al conc i l io .

Le p ide al p r ínc ipe que acep te este nombram ien to y que c o n c e d a

su beneplác i to . Segu i rá en Madr id Anton io A r a o z 3 0 8 .

Escr ibe tamb ién al buen amigo , doc to r Pedro Ort iz . L a ca r ta lle­

v a la m i s m a f echa que la d i r ig ida al p r ínc ipe: 17 de febrero de 1546.

S e le p ide que haga lo que esté en su m a n o para que en Madr id no

se pongan imped imen tos , de m a n e r a que puedan hacerse real idad

los deseos del Papa :

«(...) porque al lende que de nosotros será cumplir en te ramen­te la voluntad de S. S., espero en la suma bondad que, todo pro­cediendo, sucederá a su mayor gloria y a labanza, y s iempre sere­mos, como somos, juntos o esparcidos, sigi lados en nuestros áni ­mos del vuestro nombre y tanto obl igadís imos en el Señor nues­t r o » 3 0 9 .

El 7 de abri l de 1546 y desde Madr id , c o m u n i c a Fabro la not i ­

c ia a S imón Rodr igues , qu ien , sin d u d a , y a es tá al tan to de e l la , por

las car tas que de R o m a han sal ido para Por tuga l . U n a vez m á s se

mues t ra inquebrantab le en la obed ienc ia , f ide l ís imo en el segu i ­

miento de la vo lun tad de Dios, un poco a turd ido an te tan tas idas y

ven idas , muer to a sí m ismo que es la ún ica m a n e r a de vivir c o m o

Dios qu iere , sin t i empo para f i jarse en n inguna par te, s e m b r a n d o

s iempre , pero sin l legar a recoger el f ruto. H e m o s v isto el gozo q u e

expe r imen ta en su cont inuo peregr inar, pero l legado el m o m e n t o ,

c o m o aho ra , le v iene a la mente el pensamien to de si tan tos c a m ­

bios no se debe rán a pos ib les negl igenc ias suyas . A u n q u e el es tar

a f incado en la obed ienc ia le l ibera de cua lqu ier pensamien to des ­

cam inado :

«Ya sabréis esta otra mi vocación y revocación de España, que es para el concil io. Nuestro Señor se sirva y se contente de todo y sea alabado por la misericordia que su divina Majestad nos ha hecho poniéndonos en obediencia, aprobada por la santa sede, de sus tenentes. De otra manera yo no podría ni ser ni parecer cons­tante en mis cosas, viéndose tantas peregrinaciones y tantos des­tierros míos. Tampoco me podría yo consolar de mi parte, donde

3 0 7 Ignat. Epist. I, 362. 3 0 8 Ignat. Epist. I, 360. 3 0 9 Ignat. Epist. I, 359.

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9 2 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

no hubiese la tal obediencia, máxime considerando lo que me aca­ece en todas las partes de mis breves asientos que es haberme siempre de partir en el t iempo que más razón tengo de querer hacer asiento. Si todo fuera porque a uno le toca sembrar y a otro recoger, yo me contentaría, pero por otra parte temo que mis peca­dos no sean causa de estas mudanzas. Mis necesidades son gran­des; por tanto os ruego que me tengáis más presente de aquí ade­lante, que no cuando más vecinos estábamos secundum carnem. Yo no despediré vuestra memoria de mi ánima, ni la de vuestra mies o greje que por allá y por acá tenéis y t e n d r é i s » 3 1 0 .

N o t i ene t i e m p o p a r a desp laza rse a Por tuga l y d e s p e d i r s e p e r s o n a l m e n t e d e los reyes . E n c a r g a a Rod r i gues q u e los d e s p i ­d a m u y a f e c t u o s a m e n t e de par te s u y a , y q u e , en ade lan te , le t e n g a al co r r ien te de lo q u e s u c e d a a sus m a j e s t a d e s , tan to d e las c o s a s a d v e r s a s c o m o de las p róspe ras . N o p u e d e escr ib i r a los c o m p a ñ e r o s jesu í tas d e C o i m b r a . Q u e es ta ca r ta s i r va c o m o d e s ­p e d i d a d e t o d o s . «Y p lega a Dios q u e es te yo q u e soy al p r e s e n ­t e , n u n c a os v e a ni voso t ros a mí . (...) D e s e o q u e mi pe reg r ina r (...) s e a ir a busca r un otro Fab ro m e n o s s u y o y m á s vues t ro en Cr is to q u e é s t e » 3 1 1 .

10. 4 . H a c i a R o m a , p a s a n d o p o r V a l e n c i a , G a n d í a y B a r c e l o n a

El 20 de abr i l , mar tes san to de aque l año 1546, a b a n d o n a F a ­bro la cor te de Madr id . Ese excepc iona l c ron is ta que es A r a o z infor­m a a R o m a de c ó m o al Maes t ro Fabro, a lgunas veces se ref iere a él l l amándo le s imp lemen te «el Maes t ro» , le h a s ido impos ib le des ­ped i rse de todos sus am igos de la c o r t e 3 1 2 .

S e de t iene en con tar lo que ha s ido Fabro para él du ran te es te t i empo en q u e han conv iv ido, tanto en Por tugal c o m o en E s p a ñ a , y el b ien que h a hecho el Maes t ro a tan tas pe rsonas :

«Lo que nuestro Señor ha hecho, por ministerio del P. Maestro Fabro, porque v a allá, casi no lo querr ía decir; mas creed, herma­no mío (Bartolomé Ferráo) que es notablemente notable, y que está en muy alta opinión de todos; y él es tal , que si lo supiésedes por experiencia, como este pobre que queda sin tal Fabro, dar ía-des gracias a nuestro Señor porque os lo dexara ver: es un a lma l lena de misericordias, del que es Padre de ellas y Dios de toda

3 1 0 FM 419-420. 3 1 1 FM 4 2 1 . 3 1 2 «Bastará deciros, que para despedirse el P. Maestro Fabro, queriendo no

escribir, sino los muy íntimos para sé despedir, hicimos una nómina de perlados y señores de salva, y otros. Que en fin aunque sea acusarle, no pudo visitarlos todos». Epist. Mixt. I, 272.

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INTRODUCCIÓN 9 3

consolación. (...) De mí no sé que os diga, pues v a allá quien sabe de mí poco menos que yo m i s m o » 3 1 3 .

Fabro , a su vez , en car ta a A raoz desde Va lenc ia , 10 de m a y o de 1546 , le c u e n t a lo que para él supuso la desped ida y de c ó m o , s in pararse , mi ró var ias veces at rás, has ta que lo perd ió de v is ta :

«Después que corporalmente nos apartamos y despedimos el uno del otro, yo noté y sentí aquel la parada que vos hicisteis, es­tando cerca del ganado de las ovejas, esperando a que pudiése-des despedir vuestra vista de mí. Yo de mi parte, aunque camina­se, no dejé algunas veces y muchas de mirar atrás, pero yo no hice parada hasta que vi el t iempo de absconderme de vos (...) no dexé de ver cómo vos dexastes de p a r a r » 3 1 4 .

Ref iere su v ia je a Va lenc ia a donde h a l legado el j ueves de Pas ­c u a , 2 9 de abr i l , A l ent rar en el reino de A ragón por vez p r imera , le asa l ta el pensamien to de que h a de jado de hacer m u c h a s c o s a s q u e p o d í a haber hecho :

«(...) sentí algunas y muchas culpas de negl igencias comet i ­das, por causa de haber hecho poco fruto en Casti l la, así en uni­versal como mirando a muchas personas, a las cuales yo pudiera mucho aprovechar. Esto venía a veces con temor que nunca se me dar ía el t iempo de recompensar tantas negligencias; otras veces me recelo de que las tales negligencias y otras sími les sean causa de hacerme volver muchas veces a unos mismos reinos, pueblos, casas y personas (...) para reparar, o para acabar, o para comen­zar lo que he f a l t a d o » 3 1 5 .

El 2 de m a y o es tá en G a n d í a , donde se det iene dos d ías c o n ­ve rsando c o n Franc isco de Bor ja y con las mon jas de l conven to de S a n t a C la ra de l que e ra a b a d e s a sor F ranc isca de Jesús , t í a de l duque . En G a n d í a h a pues to la p r imera p iedra del nuevo co leg io . El 5 es tá de nuevo en Valenc ia . En car ta a A raoz de l 10 de m a y o le d ice que ni en G a n d í a ni en Va lenc ia h a pod ido d e s c a n s a r n a d a . Sa le el 2 0 de m a y o pa ra Barce lona .

Desde aqu í escr ibe a Ignacio el 21 de jun io . N o h a pod ido e m ­barcarse an tes , por haber es tado t res s e m a n a s en fe rmo . A h o r a q u e es tá me jor d e s d e hace diez d ías , si no hay m a n e r a de hal lar una embarcac ión mejor, navega rá en un b e r g a n t í n 3 1 7 que le de ja rá cer­c a de R o m a .

3 1 3 bid. 2 7 3 . 3 1 4 F M 4 2 2 . 3 1 5 F M 4 2 3 . 3 1 6 «Buque de dos palos y vela cuadrada o redonda» (DRAE).

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9 4 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

1 1 . M u e r e e n R o m a e l 1 d e a g o s t o d e 1546

El 17 de jul io en t ra en R o m a . Gran a leg r ía de todos los c o m p a ­ñeros que no le ven desde hace ocho años . Mient ras se repone de l largo v ia je, encuen t ra t iempo para escr ib i r a La ínez que as is te en Tren to al conci l io , j un tamen te con Jayo y Sa lmerón . S e r á su ú l t ima ca r ta . Tamb ién su úl t imo gesto de s incero a m o r a los amigos en el Señor. La car ta es tá f e c h a d a el 2 3 de jul io de 1546 . No v a a dar le not ic ias de índo le genera l . Esas se las de ja al secretar io po r tugués Fer ráo; «aunque bien sé que para con vos y los h e r m a n o s m a e s ­t ros Jayo y Sa lmerón no fa l tar ían cosas propias las cua les de jo p a ­ra c u a n d o nuest ro Seño r fuere serv ido que nos v e a m o s » 3 1 7 . Só lo qu iere anunc iar le aho ra , por si no lo sabe , que en Madr id recibió ca r ta de su h e r m a n a d o ñ a M a r í a comun icándo le la muer te de su quer ido padre :

«(...) a la cual carta respondí para consolar los que quedan en esta vida, quiero decir, la señora vuestra madre, las dos hermanas y Cristobalico. (...) No dejéis vos de vuestra parte de escribirles sobre ello para su consolado. (...) Aquí he hecho decir las misas a los Padres de casa, y en España lo hice hacer en t iempo más oportuno, escribiendo, si bien me acuerdo, a Portugal, a Valladolid, a Alcalá, a Valencia y a Barcelona, sin lo que habré hecho de pasada por algu­nas partes donde hay gente que siente los tales accidentes que se deben sentir en toda la Compañía y entre los devotos de ella. No dejéis por eso vos de hacer nuevo oficio de hijo en esta parte escri­biendo a los dispersos propriis ver£»/s» 3 1 8 .

Le ad jun ta un fajo de car tas que le ent regaron en E s p a ñ a pa ra a lgunas personas que as is ten al conci l io: «Yo pensaba dar las; pero mi ida se dif iere has ta que pasen estos ca lores, yo os ruego que las de is a buen r e c a u d o » 3 1 9 . Es la ún ica alusión a sus actua les mo les ­t ias: «que pasen los ca lores». Se desp ide de sus compañe ros de Trento con sus úl t imas palabras escr i tas: «El Espír i tu Santo y el s e n ­tir de todos los santos padres que se son hal lados en los conci l ios pasados s e a con vosot ros y cuantos t ienen crédi to en ese conci l io t r ident ino. A m é n . De R o m a 2 3 de jul io 1546. Vuest ro en el Seño r he rmano , Pedro Fabro. Ihs. A mi en Cristo nuest ro Señor he rmano el P. Maes t ro La ínez de la C o m p a ñ í a de Jesu , en Tren to» .

No irá a Trento . La dec is ión de que v in iera Fabro al conci l io la t o m ó Ignacio después de madu ra ref lexión y d iscern imiento . El P a ­p a h a b í a ped ido a lgunos de la C o m p a ñ í a pa ra Trento , pero de jaba

3 1 7 F M 4 3 5 . 3 1 3 Ibid. 3 1 9 F M 4 3 6 .

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INTRODUCCIÓN 9 5

a Ignacio la facul tad de elegir los. Para el fundador , Fabro e ra un

exce len te cand ida to , pero su e lecc ión no ca rec ía de r iesgos.

S u p o n í a hacer le veni r de E s p a ñ a por cam inos largos y en med io de

ca lores can icu la res . Y de vez en cuando le asa l taban las f iebres ter­

c ianas que de jaban su huel la en aque l la sa lud que p rog res i vamen­

te se iba debi l i tando.

C o m o en otras ocas iones c u a n d o t e n í a que t o m a r una dec is ión

c o m p r o m e t i d a 3 2 0 , el f undador m a n d ó que los de c a s a o rasen d u ­

rante t res d ías y que los sacerdo tes di jeran t res m isas : «mi rando y

e n c o m e n d a n d o a Dios nuest ro Señor, si se r í a mayo r su serv ic io la

ven ida de Fabro o no» . Pasados los t res d ías d io c a d a uno su vo to

a p o y a n d o la ven ida de Fabro. También Ignacio vo tó a favor :

«(...) el P. Maestro Ignacio, dando en el últ imo lugar su voto, d i ­jo que lo mismo le parecía, para hallarse en Trento entre los nues­tros, y que solamente no sent ía aquel la seguridad por los caminos luengos y tan trabajosos: tándem pareciendo al mismo y a todos los otros, todos unanimiter juzgaron ser su venida más a gloria de su divina M a j e s t a d » 3 2 1 .

A La ínez y Sa lmerón se les d ice que Fabro ha l legado b ien a

R o m a pero que tend rá que retrasar el v iaje a Trento por la neces i ­

dad que t iene de descansar , de «recrearse» es el vocab lo que se

e m p l e a t amb ién :

«(...) con todo esto damos espacio al t iempo y entretenemos los que nos hablan y escriben hasta pasados los calores, hasta el fin de agosto, porque hasta aquel t iempo nos parece haya de des­cansar maestro Fabro, el cual ha tres días que ha l legado acá muy sano por gracia del Señor; y aunque no aproveche acá, tenemos bien que se recree algunos días después de haber estado malo en Barcelona en tantos caminos y en tal t i e m p o » 3 2 2 .

Lo m ismo d ice el secretar io Ferráo al anunc iar a los de C o i m b r a

el fa l lec imiento de Fabro:

«Y fue en tal modo, permitiéndolo la bondad divina, que ha­biendo tanto t iempo de ocho años circum circa de su ausencia de Roma y peregrinación por tantas partes, en santa obediencia, en ­trando aquí sano y bueno a 17 de julio, y por ocho días gozándo­nos todos y sus devotos en el Señor, después otros ocho días s ien­do visitado de tercianas dobles, tándem el primero de agosto, como dije, y d ía del señor san Pedro ad Vincula, siendo confesado el sábado a la noche, al domingo a la mañana oyendo misa y reci-

3 2 0 Cf. A . ALBURQUERQUE, Ignacio decide por el segundo tiempo de elección «estorbar» el cardenalato de Borja. Manresa 63 (1991) 501-524.

3 2 1 Ignat. Epist. I, 402. 3 2 2 Ignat. Epist. I, 400-401.

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9 6 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

biendo el santís imo sacramento de la ext rema unción, entre medio d ía y vísperas, presentes cuantos éramos en casa, y muchos de los devotos en el Señor nuestro, que eran venidos, con muchas señales de su vida pasada, y de la que esperaba eterna, dio su án ima a su Criador y S e ñ o r » 3 2 3 .

R e c o r d e m o s lo que d i jeron después de su muer te a lgunos per­

sonas q u e mejor lo conoc ie ron . Canis io escr ibe :

«Aunque propiamente no deber ía llorar la muerte de mi quer i­do padre Pedro Fabro, debo confesar que ha sido para mí muy amarga, de manera que el dolor que siento arranca de mí tristes quejas. Ayudad mi debil idad con vuestras oraciones. Espero que él nunca se olvidará de aquellos que él quería que permaneciésemos siempre en A l e m a n i a » 3 2 4 .

De jemos que A raoz se exp laye a su m a n e r a . H a es tado m u y

en fe rmo en la cor te . Los am igos de Madr id le persuad ie ron que de ­

b í a t ras ladarse a su t ierra, Vergara , pa ra descansa r y recuperar las

fue rzas perd idas :

«Estando aún yo en Madrid hubo el señor Nuncio la bienaventura­da nueva del precioso tránsito del santo varón y mi buen padre y bendito compañero Maestro Pedro Fabro. Considerando mi mucha f laqueza, me la tuvieron secreta, y sin darme las cartas, las cuales dieron a Martín (Martín Verástegui, jesuíta), que venía conmigo, mandándole que no me las mostrase hasta estar bueno. Quiso tamen nuestro Señor que tan alegre nueva no me estuviese escon­dida tanto t iempo; que la supe por cartas de un amigo mío, que me escribe de la corte; y así Martín viendo que ya lo sabía, me dio las letras, así el pliego primero del último de julio, como las otras, en la que escriben su gloriosa muerte, que sin más señales exteriores la tengo yo por tal, y por muy preciosa in conspectu Domini ; y creo sin poder dubitar goza del gozo de su Señor, siendo singularísimo interpelador de toda la Compañía allá en la gloria, como lo era celador acá en la t i e r r a » 3 2 5 .

Jav ie r escr ib iendo a los c o m p a ñ e r o s de R o m a el 20 de ene ro de 1548 , les d ice, ent re o t ras cosas :

«En este viaje de Malaca a la India pasamos muchos peligros de grandes tormentas, tres días con tres noches, mayores de las que nunca vi en la ma. (...) No me descuidé de tener por valedores todos los santos de la gloria del paraíso, comenzando primero por aquel los, que en esta vida fueron de la santa Compañía de Jesús, tomando primero por valedora la beata án ima del P. Fabro, con

3 2 3 Ignat. Epist. I, 4 0 7 . El día 1 de agosto se ha dado la noticia, casi con las mis­mas palabras, a toda la Compañía. Cf. FM 4 8 1 - 4 8 2 .

3 2 4 BRAUNSBERGER, I, 2 2 3 . 3 2 5 Epist. Mixt. I, 3 0 8 .

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INTRODUCCIÓN 9 7

todas las demás que en vida fueron de la Compañía . Nunca podr ía acabar de escribir las consolaciones que recibo cuando por los de la Compañía , así de los que viven como de los que reinan en el cielo, me encomiendo a Dios nuestro S e ñ o r » 3 2 6 .

S i m ó n Rodr igues d i rá de él que :

«(...) prescindiendo de otras muchís imas virtudes, ten ía una suavidad y gracia especial, y sumamente agradable para tratar con la gente, como no he visto en ninguna otra persona. No sé cómo se las arreglaba para ganarse la amistad de aquellos con quienes trataba y arrastrarlos fuertemente, con la suavidad de su conver­sación, al amor de D i o s » 3 2 7 .

12. F a b r o p i e z a c l a v e p a r a la a p o r t a c i ó n

d e la C o m p a ñ í a a l C o n c i l i o

Sigu iendo el i t inerario de Fabro h e m o s pod ido aprec iar su f igu­ra excepc iona l en la é p o c a de la re fo rma. An te los r iesgos q u e s u p o n í a la l l amada del saboyano desde E s p a ñ a a Trento , d a d a su precar ia sa lud , surge la p regun ta : ¿ P o r qué Ignacio el ig ió a Fabro pa ra ir al conci l io? Ca rec ía , c o m o él m i smo reconoce , de las do tes de luc imiento y br i l lantez en las que sobresa l ían , por e jemp lo , sus c o m p a ñ e r o s Sa lmerón y La ínez . Lo que no qu ie re dec i r q u e es tu ­v ie ra desprov is to de sól idos conoc im ien tos teo lóg icos . Es tos se los reconoc ie ron s iempre , qu ienes le t ra taron de ce r ca c o m o el pr ior de la car tu ja de Co lon ia , y Pedro Canis io . Ya , an tes q u e Ignac io, h a b í a pensado en é l , pa ra l levarlo al conci l io c o m o teó logo suyo , A lber to de B randebu rgo , cardena l de Magunc ia .

Para Ignacio la p resenc ia en Trento de a lgunos de los suyos s u p o n í a , a d e m á s de una gran con f ianza del P a p a en la C o m p a ñ í a rec ien temente por él ap robada , un reto que ob l igaba al f undado r a t omar med idas caute lares para que los jesuí tas e leg idos pud ie ran hacer un buen pape l en aque l la excepc iona l a s a m b l e a de ob ispos y doc tos teó logos .

La ínez y Sa lmerón l legaron a Trento el 18 de m a y o de 1546, c o m o teó logos pont i f ic ios. Al l í encon t ra ron a C laud io Jayo q u e se les h a b í a ade lan tado c o m o procurador del ca rdena l de A u g s b u r g o , Ot to T ruchesess .

Ignacio les h a b í a en t regado meses an tes , la « I n s t r u c c i ó n p a r a la j o r n a d a d e T r e n t o » 3 2 8 . Son unas recomendac iones b ien p e n s a -

3 2 6 Epist. Xaver. I, 393. 3 2 7 MHSJ, Epist. Broéti, Jaji, Coduri, Roderícii, 453. 3 2 8 Ignat. Epist. I, 386-389.

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98 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

das y l lenas de sab idu r ía y de sent ido c o m ú n . Al leer las, uno se

exp l ica el interés de Ignacio en que Fabro as is t iese al Conc i l io

Tres apar tados con t iene la Inst rucc ión: 1) P a r a c o n v e r s a r . 2) P a r a a y u d a r a las á n i m a s . 3) P a r a m á s a y u d a r n o s .

En cuanto a la c o n v e r s a c i ó n , parte de un principio genera l y es

que si se acier ta en el buen conversar, mucho se puede ganar para

el bien de los pró j imos; por el contrar io, con una conversac ión sin

o rden ni concier to se «pierde mucho de nuestra parte y a veces de

todas» . Ser ía «tardo en hablar, cons iderado y amoroso» , sobre todo

si se t raen a colac ión def inic iones o temas t ratados en el conci l io.

Tendr ía cu idado de «sentir y conocer los entendimientos, afectos y

vo luntades de los que hablan, para mejor responder o cal lar». En la

d iscusión, cuando es posible, argüir a favor de una y ot ra parte «pro­

curando no dejar descontento a n inguno». Cuando tenga que ci tar a

a lgunos autores, no sent i rse apas ionado por n inguno. No he de tener

en cuen ta mi fal ta de t iempo o comod idad , sino que he de acomodar

mi t iempo a lo que convenga a la persona con quien converso.

C u a n d o se leen es tas recomendac iones de Ignacio sob re la

conve rsac ión uno p iensa que fue un ac ier to des ignar a Fabro pa ra

asist i r al conci l io . Esto es lo que ha ven ido hac iendo el s a b o y a n o

por d o n d e qu ie ra que h a pasado . Hub ie ra s ido un p lacer ver le ent re

ob ispos y teó logos , des tacando s iempre por su senci l lez, c o n a q u e ­

lla g rac ia y suav idad espec ia l que v e í a en él S imón Rodr igues ,

s iempre «cons iderado y amoroso» c o m o pide aqu í Ignacio.

Sob re a y u d a r a l a s á n i m a s , se les enca rece que v ivan jun tos , en lugar modes to y que fue ra de las ac t iv idades es t r i c tamente c o n ­c i l iares, q u e se den a la p red icac ión , a confesar , a «enseñar a m u ­c h a c h o s » , a v is i tar a los pobres e n los hosp i ta les , a da r e jerc ic ios. (...) C u a n d o se haya de predicar, no se han de tocar aque l los c u e s ­t iones en las que d is ienten cató l icos y pro tes tantes . En vez de a i re­ar las d i ferenc ias ideológ icas que sólo s i rven para que las her idas no l leguen n u n c a a cicatr izar, mucho mejor se r ía exhor ta r c o n a m o r y tenac idad «a las buenas cos tumbres y devoc iones de la Ig les ia mov iendo los án imos al en te ro conoc im ien to de sí m i s m o s y a m a y o r conoc im ien to y a m o r de su Cr iador y Señor , hab lando del conci l io a m e n u d o ; y todas veces al cabo de los se rmones , hac ien ­do hacer o rac ión por é l » 3 2 9 .

Éste h a s ido el m o d o de proceder de Fabro. Detes tó las d i scu ­s iones ar is tadas que a nada conducen y de fend ió que la re fo rma d e b í a c o m e n z a r por las cos tumbres .

3 2 9 Ignat. Epist. I, 388.

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INTRODUCCIÓN 9 9

Pros igue Ignacio: «Exhor tando a las personas que c o n v e r s a n ­do pud iese , a confesar , comulgar , y ce lebrar a m e n u d o , a e jerc ic ios espir i tuales y a otras obras p ías , mov iéndo le as im ismo a hacer o ra ­c ión por el c o n c i l i o » 3 3 0 .

En los e jerc ic ios t end rán en c u e n t a la c a p a c i d a d del q u e los

rec ibe. M u c h a s veces habrán de ser ab ie r tos . G e n e r a l m e n t e se

d a r á n los d e p r imera s e m a n a . Los e jerc ic ios comp le tos no s e d a ­

rán s ino a pe rsonas muy capaces , que d i spongan de l t i empo suf i ­

c ien te pa ra ret i rarse, y p u e d a n «d isponer de sus v idas» p a r a hace r

e l e c c i ó n 3 3 1 .

Estas observac iones ignacianas sobre los ejercicios reproducen

lo que ha ven ido haciendo Fabro en su cor ta v ida de aposto lado.

El tercer apar tado p a r a m á s a y u d a r s e con t iene breves ind ica­c iones encam inadas a reforzar la v ida de unión entre los c o m p a ñ e ­ros as is tentes al conci l io . Por la noche ded ica rán una hora a e x a ­m inar jun tos lo que han hecho duran te el d í a y lo que p iensan hacer el d í a s igu iente. Somete rán a vo tac ión las dec is iones . C a d a noche , uno d i rá a los ot ros que le ind iquen lo que hayan obse rvado en é l : «para ayudarse todos en mayo r car idad y en mayo r buen o lor de todas par tes . (...) A la m a ñ a n a p roponer y dos veces e x a m i n a r m e en el d í a » . Y una ú l t ima n o r m a , m o n u m e n t o a la sensa tez : «Es ta or­den se c o m i e n c e dent ro de c inco d ías después q u e f u é r e m o s en T ren to» . Para ac tuar sin prec ip i tac iones y c o n paz, c u a n d o se t e n ­gan los da tos sobre la m a n e r a de p roceder de l conci l io .

Para es ta ref lexión en c o m ú n , al f inal de l d í a , la p resenc ia de Fabro hub ie ra s ido espec ia lmente va l iosa por el respeto y a m o r que le d i spensa ron s iempre todos los c o m p a ñ e r o s .

No a n d a r í a m u y desacer tado qu ien a f i rmase que las obse rva ­

c iones de Ignacio a los jesuí tas de Trento pa recen cas i ca l cadas en

lo que h a s ido la cor ta v ida de su pr imer c o m p a ñ e r o Pedro Fabro .

Al recordar su v ida aparece con todo rel ieve la ca l idad y hondu ra

de este hombre prov idencia l en el co razón de la re fo rma.

3 3 0 Ignat. Epist. I, 389. 331 «Dando ejercicios... advirtiendo que a todos diese en general los de la pri­

mera semana, y no más, si no fuese a personas raras y dispuestas para disponer de sus vidas por vía de las elecciones, en las cuales, ni durante los ejercicios no los dejando hacer promesas, asimismo no los encerrando, mayormente a los principios: adelante, según el tiempo diese lugar, siempre moderando, y máxime si alguna vez hubiese de dar todos los ejercicios acabados, y encomendando las oraciones cerca del concilio». Ignat. Epist. I, 388.

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1 0 0 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

I I . O B S E R V A C I O N E S S O B R E

L O S « R E C U E R D O S E S P I R I T U A L E S » DE F A B R O

D e s p u é s de resal tar la re levante persona l idad de Fabro, qu ie ro

f i ja rme a h o r a b revemente en a lgunas de las carac ter ís t i cas de su

d iar io c o m o paso a la lectura del m ismo. Lo que s igue qu ie re ser

so lamen te eso : unas b reves notas prev ias, sin m á s p re tens iones .

C o m i e n z a a escribir porque quiere tener a mano las grac ias que le h a conced ido o le v a conced iendo el Señor. Bien se trate de gra­cias que le ayuden a orar o contemplar mejor; o b ien de gracias para entender y para obrar o de cualquier otro beneficio espiritual332. En­tre estas úl t imas hemos de señalar el don del Espír i tu que le hac ía estar en permanen te act i tud de discernimiento espir i tual : «Se inclu­yen aquí, dice; abundantes gracias para sentir y conocer los diversos espíritus. De día en día llegaba a distinguirlos mejor».

M e f i jaré en es tos dos aspec tos q u e seña la Fabro : los d o n e s

que recibe para orar mejor y aque l los que le a y u d a n a p rog resar en

e l d iscern imien to espi r i tua l .

1 . G r a c i a s p a r a o r a r o c o n t e m p l a r

S e ñ a l e m o s pr imero que Fabro, f o rmado en los e jerc ic ios de

Ignac io, c u i d a l o s d e t a l l e s de su o rac ión . U n a lectura ap resu rada

de su diar io pod r ía da r la impres ión de que , en lo q u e a la o rac ión

se ref iere, es un h o m b r e exage radamen te met icu loso y enconser -

tado que f rena la f lu idez y ensanchamien to del co razón . N o es así .

Lo q u e p re tende es no en to rpecer la conso lac ión por lo que Ignacio

l lamar ía neg l igenc ia «en los ejerc ic ios espi r i tua les y as í po r nues ­

t ras fa l tas se a le ja la conso lac ión div ina» [322] . Lo q u e le l leva a

es tar sobre av iso y v ig i lante.

El d í a que cae en la cuen ta de que , duran te el rezo del of ic io, se h a de ten ido e n arreglar el reloj, « tomé ocas ión , d ice , p a r a re­p r e n d e r m e a mí m i smo porque has ta a h o r a me ha suced ido f re­c u e n t e m e n t e que en vez de estar a ten to , o rgan izado y o rdenado e n mis o rac iones y med i tac iones, me he de ten ido en tocar, ve r y o rde ­nar mis cosas s in ve rdade ra neces idad» . El perca tarse de es tos descu idos le l leva a asen ta r es te pr incip io: «(...) sólo se hacen b ien las cosas ( la o rac ión en este caso) c u a n d o se pone en el las todo el hombre , con todas las potenc ias necesar ias» . Y es que c u a n d o uno pone lo que es tá de su par te no anda rá muy lejos la conso lac ión

332CÍ. (1)

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INTRODUCCIÓN 1 0 1

div ina: «(...) el Espír i tu San to no es tá m u y lejos para per fecc ionar lo

q u e t e n e m o s que h a c e r » 3 3 3 .

Se d ispone al rezo del of ic io y a su orac ión con temp la t i va no

admi t iendo a fec tos ex t raños c o m o t r is tezas o a legr ías . «(...) m e re­

cog í por comp le to , a f i rma, pa ra desear únicamente rezar b i e n » 3 3 4 .

Si por su in tenso t rabajo no encuen t ra t iempo pa ra ret i rarse a

orar r eposadamen te , d i rá que ha ten ido que levantarse por la no­

che . No de ja su e x a m e n de conc ienc ia : «Esto lo haré ( rezar un Pa­

drenuestro, Avemaria y Credo) después de la le tanía a c o s t u m b r a ­

d a , y después del e x a m e n de conc ienc ia» . S u e x a m e n no se redu­

ce a una autor ref lex ión estéri l caren te de todo e lemen to c o n t e m ­

plat ivo. Gu iado por el Espí r i tu , c u y a as is tenc ia p ide, c o n f o r m e al

s e g u n d o punto del e x a m e n ignac iano [43] , d e s e a v e h e m e n t e m e n ­

te que Cr is to entre en él pa ra reparar sus defec tos ocu l tos de l e n ­

tend imien to , m e m o r i a y v o l u n t a d 3 3 5 .

C u a n d o o b s e r v a q u e en su o rac ión o en el rezo de l of ic io es tá d i sperso y d is t ra ído c ree que d e b e r í a haberse es fo rzado du ran te el d í a po r c o n o c e r las causas de las d is t racc iones c o n «el d e s e o de reposar d e s p u é s y poder goza r du ran te la o rac ión de la pa lab ra de D i o s » 3 3 6 .

Vig i la las obras del d í a por la impor tanc ia que t ienen pa ra la o rac ión . Es prefer ib le buscar a Dios pr imero e n las ob ras b u e n a s que h a c e m o s po rque as í se le encon t ra rá después m á s g o z o s a ­men te en la o rac ión . Esto supone mort i f icación y asces is pero es la me jor m a n e r a de l legar a orar b i e n 3 3 7 .

Su oración es profundamente t r i n i t a r i a . Af lora con espontane idad en los coloquios que nos recuerdan los ignacianos en momentos pun ­tuales e importantes de los Ejercicios [63] [147]. Sólo que los co lo­quios de Fabro son cuádruples y descendentes. Comienza dir igién­dose al Padre, después al Hijo y al Espír i tu Santo. Pide una grac ia d i s - / t inta a c a d a una de las personas de la Sant ís ima Tr inidad, te rminan­do s iempre con una súpl ica a la Vi rgen. «Pedía al Padre que, aun sin yo merecer lo, fuera Padre mío de manera especia l ; (...) al Hijo de Dios le supl icaba que se d ignase ser mi Señor para que, con su gracia, yo pudiera servirle con toda reverencia; (...) al Espír i tu Santo que fuera mi maestro, y me enseñase a ser su discípulo; (...) imploraba con gran devoc ión la intercesión de la hija e legida del Padre, s ierva y Madre de

333 (249). 334 (336). 335 Cf. (51).

336 (61).

337 Cf. (126).

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1 0 2 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Cristo, y d iscípula del Espíritu Santo, (...) a el la le ped ía que me ense­ñase la verdadera manera de ser hijo, siervo y discípulo, s iguiendo su e j e m p l o » 3 3 8 . En su acción de gracias entra en la Tr inidad y «pedí al Padre que bendi jera al Hijo y al Espíritu Santo; al Hijo que bendi jera al Padre y ai Espíri tu Santo; y al Espíri tu Santo que bendi jera al Padre y al Hijo; (...) de la m isma manera pedía a la Virgen Mar ía que diera gracias a la Sant ís ima Trinidad por estos dones y que la Sant ís ima Trinidad bendi jera a la Virgen Mar ía por todos los favores que por su intercesión nos han sido c o n c e d i d o s » 3 3 9 .

T iene deseos desbordantes de exper imentar la i n m e d i a t e z d e D i o s : «que m e concediera modo y manera de alabar lo, recordar lo, amar lo y desear servir le; querer ver lo oír lo, oler su per fume, gustar­lo, querer pensar en Él, conocer lo, palpar lo». Obse rva que después de la m isa ha cesado el gozo espir i tual que acaba de exper imentar , pero le v iene otro buen deseo «de que nuestro Señor Jesucr is to ent rase en mí hasta lo más profundo y medular de mi e s p í r i t u » 3 4 0

A r d e en a m o r o s a acc ión de grac ias por la p resenc ia de Cr is to en la Eucar is t ía . S u devoc ión a la V i rgen es t ie rna y f i l ial. Es c o n s ­tante en implorar la as is tenc ia de los ánge les , espec ia lmen te de los ánge les cus tod ios . Mani f ies ta una de l ic iosa e ingenua venerac ión a las rel iquias de los san tos , p rop ia de la é p o c a y más a c e n t u a d a t o d a v í a c o m o reacción ant ipro testante , s in que la autent ic idad de las m ismas le causen muchos p rob lemas . S iente en sus huesos los su f r im ientos espir i tuales y corpora les de los hombres , q u e j á n d o s e a veces de no haber hecho más por los pobres ; y es tá persuad ido de que la ún ica m a n e r a de l legar a exper imenta r a b u n d a n t e m e n t e la miser icord ia de Dios es el most ra rse gene roso y miser icord ioso , de m a n e r a ef icaz, con las neces idades de los pró j imos.

El lector encon t ra rá en los RR.EE. de Fabro mues t ras f r ecuen ­tes de su g ran sent ido eclesial y devoc ión a la C o m p a ñ í a .

S u espí r i tu no conoce f ronteras. Sube al c ielo y c o n t e m p l a a la Tr in idad; le due len los suf r imientos de las a lmas del purgator io ; recorre con la imaginac ión c a d a uno de los santuar ios de la V i rgen de las reg iones a donde es env iado y se e n c o m i e n d a de m a n e r a espec ia l a sus santos pa t ronos ; en su largo camina r por c a m p o s y ve redas , o a t ravesando los pob lados su orac ión es con t inua . Invoca a los ánge les cus tod ios de todos los habi tantes del lugar; sup l i ca a Jesucr is to , p resente en la iglesia del pueb lo , que soco r ra las nece ­s idades de todos los vec inos , de los pecadores , de los mor ibundos , de los desconso lados . Si pasa por montes , c a m p o s de t r igo, o v iñe-

338 ( 4 0 ) .

339 ( 7 3 ) , 3 4 0 (51).

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INTRODUCCIÓN 1 0 3

dos , se le ocur ren muchas maneras de pedir por la mul t ip l icac ión de los b ienes de la t ier ra ; d a grac ias y p ide perdón en lugar de los pecadores que no saben agradecer los benef ic ios rec ib idos del Señor , ni pedir perdón por los propios p e c a d o s 3 4 1 .

En las p r imeras v ísperas de la Asunc ión , en el t emp lo de la V i rgen de Esp i ra , todo lo que allí ve le e leva en su con temp lac ión , s in que encuen t re m a n e r a de expl icar lo: las ce remon ias , el ó rgano , la i luminac ión, las rel iquias, los o rnamen tos . L levado de la devoc ión ve a las pe rsonas y d a sent idas grac ias por qu ienes han cont r ibu i ­do al esp lendor del cul to: por los que han co locado los cande lab ros , encend ido las ve las, por qu ienes han su f ragado los gas tos , por el o rgan is ta por los n iños can to res , por qu ienes han ha l lado las rel i ­qu ias y las expus ie ron a la venerac ión de los f i e l e s 3 4 2 .

O r a c i ó n a c t i v a y c o n t e m p l a t i v a . Qu ien c a m i n a pac i f icado in ter iormente t iene a n d a d o mucho para ser con temp la t i vo a lo largo del d í a . Qu iere Fabro que la v ida t enga a lgo de Mar ta y a lgo t a m ­bién de M a r í a , q u e s e a ac t iva y con templa t i va . Esto es ind ispensa­ble pa ra qu ienes t ienen un in tenso t rabajo apostó l ico . Porque nece­s i tan la unc ión d iv ina y a que su act iv idad es va r i ad ís ima y ex ige cua l idades múl t ip les que han de pedir cons tan temen te , pa ra aco ­moda rse a las d iversas personas a las que han de evange l izar ; de lo cont rar io es tán abocados al f racaso. Los d o n e s d iv inos los nece­si tan para el los m ismos y para los pró j imos con qu ienes t r a t a n 3 4 3 .

2. « A b u n d a n t e s g r a c i a s p a r a s e n t i r y c o n o c e r

l o s d i v e r s o s e s p í r i t u s »

La lec tura del diar io de Fabro nos hace descubr i r pronto que su labor de d iscern imiento es tá presente en cas i t odas sus pág inas .

Puede a f i rmar que el Señor le h a enseñado a poner remed io a cua lqu ier t r is teza y que nunca se h a encon t rado en angus t ia , ans ie ­d a d , m iedos o dudas , sin que haya exper imen tado , al poco t i empo o a lgunos d ías después , el paso del Señor que le c o n c e d í a la g ra ­c ia de «pedir, buscar y l l a m a r » 3 4 4 .

Ra ra es la vez que , l levado de la t r is teza que expe r imen ta por sus fa l tas y descu idos en el serv ic io de Dios o por el escaso f ru to que recoge de su in tenso t raba jo con los pró j imos, no sa lga a i roso de ta les tu rbac iones ante una moc ión nueva de paz , de humi ldad o

3 4 1 Cf. (21) 342 Cf. (87). 3 4 3 Cf. (126). 344 (12).

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1 0 4 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

de ace rcamien to a la c ruz de Cr isto. D i r íamos que és ta es la es t ruc­

tu ra cas i cons tan te de la fo rmu lac ión de sus moc iones cont rar ias .

El 9 de agos to de 1542, an tes de la m isa , s iente d e s e o s de pe­dir al Seño r ve rse l ibre de las d is t racc iones q u e le mo les taban m u ­cho por en tonces . O b s e r v a que se le c o n c e d e una g rac ia m a y o r c u a n d o en su medi tac ión se acue rda de los suf r imientos de Cr is to y descubre que lo que neces i ta es que sus a fec tos «es tén o r d e n a ­dos c o m o a h o r a es tán deso rdenados , (...) c u a n d o el a m o r de la ver ­d a d e r a car idad se apodere de nuest ra l ibertad y espí r i tu , s i empre y en todas par tes , en tonces todas las ot ras c o s a s adqu i r i rán el o rden de la t ranqu i l idad y d e la paz , s in per tu rbac iones del en tend im ien ­to, m e m o r i a y v o l u n t a d » 3 4 5 .

El d í a de V iernes San to de 1543 se s iente espec ia lmen te incó­m o d o al revolver las l lagas de sus miser ias y de sus imper fecc io ­nes . Dice q u e es incapaz de acordarse de la paz que ha ten ido an tes . T iene la impres ión de ser v í c t ima del deso rden de sus ope ­rac iones y de sent imientos que c re ía muer tos para s iempre . Hay razón , p iensa , p a r a angust ia rse ante es ta mare jada de sen t im ien ­tos que le a tu rden . Pero ese m ismo d ía , al recordar lo que le ha acon tec ido , s iente for ta lec ido su espír i tu y ve que todo ha s ido benef ic ioso. C a e en la cuen ta de que t iene sent ido que se hayan reabier to las l lagas, no b ien c icat r izadas, de sus imper fecc iones y deb i l idades en un d í a c o m o éste , V iernes San to , en que c o n m e ­m o r a m o s los suf r imientos y la muer te de C r i s t o 3 4 6 .

El lunes de Pascua de nuevo expe r imen ta gran tu rbac ión an te la ausenc ia de conso lac ión , lo que él l lama «las mues t ras de l d iv i ­no a m o r hac ia m í » ; porque le due len sus imper fecc iones ; por la imposib i l idad de obtener, en su serv ic io al pró j imo, todo el f ruto que él desea r í a . La grac ia que recibe a cont inuac ión le a l iv ia, con c re ­ces , la deso lac ión anter ior. No puede uno con ten ta rse c o n conso la ­c iones pasa je ras y acc identa les . « ¿ P o r qué no com ienzas a quere r mor i r en la c ruz? (...) a h o r a y a t ienes que desear mor i r a tu p rop ia v ida po rque eres demas iado vo lub le e i n c o n s t a n t e » 3 4 7 . Y ve que , en ade lan te , no ha de poner la paz en desear las conso lac iones acc identa les ; que no debe tu rbarse lo m á s m í n i m o a u n q u e su h o m ­bre v ie jo resur ja desde sus ra íces y concup iscenc ia ; y que no d e b e inmutarse si no recoge el f ruto de su t r a b a j o 3 4 8 .

A veces un acontecimiento de escasa importancia que le ha hecho perder la paz, le l leva a consideraciones más altas y conso la­doras.

3 4 5 Cf. (72). 3 4 6 Cf. (268-269). 3 4 7 Cf. (278). 3 4 8 Cf. (279).

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INTRODUCCIÓN 1 0 5

Un d í a qu iso ent rar en ia capi l la del Pr ínc ipe Fel ipe en Val la­

dol id , y se lo impide el por tero que no le c o n o c í a . S e q u e d a a la

puer ta , y reconoce que el desa i re sufr ido le v iene b ien . M u c h a s

v e c e s él h a d a d o cab ida a ma los pensamien tos y ma los espí r i tus y

ha de jado a Jesús y a su pa labra espe rando a la puer ta . Pide por

el por tero y por los de la C o m p a ñ í a para que sepan acep ta r ta les

rechazos y ot ros m a y o r e s 3 4 9 .

C a n s a d o de oí r con fes iones de m u c h a c h o s y n iños p e q u e ñ o s

se so rp rende a s í m i smo cav i lando sobre si lo que es tá hac iendo

merece ve rdade ramen te la pena . Al cae r en la c u e n t a de lo que

c ree se r un pensamien to de soberb ia , dec ide ded icarse s iempre a

es tas ta reas humi ldes , si esa fuera la vo lun tad de Dios. Descub re

en tonces el va lor de las obras que se hacen a las pe rsonas q u e el

m u n d o t iene por pequeñas y s i m p l e s 3 5 0 .

En o t ra ocas ión se abur r ía de esperar a un m u c h a c h o q u e le

h a b í a d icho que v e n d r í a a confesarse con é l . Dos veces le h a b í a

e n g a ñ a d o , lo que le h a hecho perder unas se is horas . S iente un

p ro fundo d isgusto , pero se acue rda de las muchas horas q u e él h a

ten ido que esperar , por el servic io del Señor , a la pue r ta de perso­

nas impor tantes . Y a la desazón s igue una g ran conso lac ión a c o m ­

p a ñ a d a de i luminadores pensamien tos : «(...) m e v e n í a aque l la de ­

voc ión que Dios m e dio hac ia c a d a una de las a lmas y el d e s e o de

t raba jar y padece r por el las (...) imi tándole a Él que es todo pa ra

todas las a lmas y pa ra c a d a una en part icular, y a que por c a d a u n a

v iv ió t o d a su v ida , padec ió y m u r i ó » 3 5 1 .

El s imple camb io de c a s a en Magunc ia , le sug iere un m u n d o

con t rapues to de e n c a d e n a d a s ref lexiones que se c ier ran c o n g ran ­

des deseos y acc ión de grac ias. La z o n a d o n d e es tá s i t uada la

nueva v iv ienda no goza de muy b u e n a f a m a . R e z a de rodi l las en

c a d a una de las hab i tac iones invocando la p resenc ia de los b u e n o s

espí r i tus y c ree que es bueno hacer es to s iempre que se c a m b i a de

c a s a ; invoca a los ánge les cus tod ios de sus nuevos vec inos . L a pr i ­

m e r a noche que d u e r m e en su nueva c a s a le invade u n a g ran tr is­

t e z a y p ide verse l ibre de todo posib le contag io . Rect i f ica y a c e p t a

lo que Dios qu ie ra pa ra é l , pero «para los pró j imos, pa ra el d u e ñ o

de la c a s a y todos los vec inos , pedí «que se v ieran l ibres de t odos

los ma les y en fe rmedades» . Recue rda las m u c h a s v e c e s , q u e en

su v ida tan a je t reada, ha ten ido que ocupar pés imos a lo jamien tos ,

3 4 9 Cf. (412). 3 5 0 Cf. (421).

351 (429)

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1 0 6 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

posadas y hospi ta les. D a muchas grac ias a Dios po rque s iempre h a

expe r imen tado su p r o t e c c i ó n 3 5 2 .

Los manuscr i tos del d iar io de Fabro e ran le ídos con devoc ión

an tes de ser pub l icados, pero no desper taban el en tus iasmo de las

au to r idades de la C o m p a ñ í a . El 3 de jun io de 1575 el P. Franc isco

Adorno , director espir i tual de S. Car los Bor romeo, escr ib ía al P. Mer-

cur iano , Genera l de la C o m p a ñ í a en tonces , l amen tándose de la

d e m a s i a d a es t rechez que él obse rvaba al hablar de los l ibros pro­

pios de la C o m p a ñ í a . Cree Ado rno que la c a u s a de la f r ia ldad esp i ­

ritual de no pocos jesuí tas y su l imi tado f ruto en el apos to lado c o n

los pró j imos, se deb ían a la poca faci l idad que la C o m p a ñ í a d a a la

lec tura de l ibros p iadosos y espir i tuales que no fueran p rec i samen­

te los «nues t ros» , y a ñ a d e ref i r iéndose a Fabro: «Yo c reo que nues ­

tro bendi to P. Fabro es taba l leno del espí r i tu de la C o m p a ñ í a y s in

e m b a r g o , a d e m á s de a labar en sus sen t im ien tos espi r i tua les las

ob ras de la bea ta Ger t rud is , que , por supues to , no pe r tenecen a

nuest ro Inst i tuto (...) es tá l leno de a fec tos que se encuen t ran en

o t ros l ibros (...) que no parecen con fo rmes a nuest ro I n s t i t u t o » 3 5 3 .

Terminemos con la opin ión que merecen a san Francisco de S a ­

les (1567-1622) los RR.EE. de Fabro. El P. Nicolás Poll iens hab ía en ­

v iado al santo obispo de Ginebra, diócesis a la que per tenec ía Vil la-

reto, los manuscr i tos del diario del jesuí ta saboyano. Escr ibe as í el

santo ob ispo al P. Pol l iens: «Ya es hora de que le devue lva el librito

(diario) de nuestro b ienaventurado Pedro Fabro. He es tado ten tado

de mandar hacer una cop ia , pero no me he atrevido, y a que Vd . , al

env iármelo , me dec ía que, por el momento , e ra a lgo reservado para

uso exclus ivo de vuest ra C o m p a ñ í a . Yo hub iera deseado mucho

tener una cop ia de es ta historia de la v ida de este gran santo de

qu ien , por tantas razones, soy y seré s iempre tan devoto. (...) A u n q u e

su v ida, por ser breve, (...) no puede of recernos un mater ial biográf i ­

co tan abundante c o m o la v ida de otras personas, sí contr ibui r ía a

darnos du lzura de d e v o c i ó n » 3 5 4 .

352 (282-286). 3 5 3 Cf. Mellinato 74, nota 192. 3 5 4 FM 8 0 3 .

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R E C U E R D O S E S P I R I T U A L E S D E L B E A T O P E D R O F A B R O

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El texto del Memoria l

No se h a encon t rado el or ig inal del l lamado Memorial de Fa ­bro, a pesar de lo m u c h o que los exper tos han reg is t rado en los ar­ch ivos . S e conse rvan unos dieciséis manuscr i tos de d iverso valor. Par te de a lgunos de el los es tán escr i tos en cas te l lano y par te en la t ín . L a par te lat ina v a tamb ién sa lp icada de t rozos en cas te l lano. Sab ido es que Fabro ut i l izaba a m b a s lenguas, si b ien en n inguna de el las fue un ve rdadero pur is ta . Dos son los más ap rec iados por los es tud iosos : el manuscr i to R, en la t ín , pa rece el m á s comp le to . H a s ido el prefer ido por los au tores de M H S J pa ra incorporar lo al v o l u m e n de FM, y que denominan Mem. I. O t ro tex to es e l H, un manuscr i to de la Postu lac ión de las causas de los san tos que se c o n s e r v a en los arch ivos de la C o m p a ñ í a de Jesús en R o m a . Las carac ter ís t icas de este cód ice se descr iben en FM, Praefat io XX ; se le des igna c o m o Mem II. No es un texto comp le to ; la p r imera par te es tá en caste l lano. Cer teau y Mel l inato, que son qu ienes m á s han t raba jado en la f i jación del texto del Memorial pa ra sus respect ivas t raducciones al f rancés y al italiano, han uti l izado, sobre todo, H y R, a u n q u e hayan ten ido que serv i rse de otros manuscr i tos pa ra cubr i r c ier tas lagunas en los y a c i tados.

Ot ros cód ices : S, manuscr i to de la b ib l ioteca de la Univers idad de Sa lamanca ; texto no comple to y en caste l lano la p r imera par te. José M a r í a Vé lez dejó p reparada la edic ión de este cód ice para su publ icac ión. Hub iera s ido la cont inuac ión de su Tomo I (1874) de las car tas de Fabro. Vé lez respetó el texto caste l lano, y t radujo a es ta lengua la parte lat ina. Fal leció antes de l levar su t rabajo a la impren ­ta . José M . a March recogió lo hecho por Vélez, lo cont rastó con el tex to latino edi tado en FM y lo publ icó en Barce lona en 1922. El cód ice S es descr i to en FM. XXI I , y se le des igna c o m o Mem. VIII.

B, de la bibl ioteca de los Bolandistas de Bruselas. Todo en lat ín. L lega sólo hasta el número 419 . Descri to en FM. XX I , Mem. VII.

L, manuscr i to del Minister io de Asun tos Exter iores de L i sboa ; la p r imera par te es tá en caste l lano. Es incomple to y t iene bas tan -

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tes lagunas . S e ha publ icado en FM, apénd ice 9, pp. 856 -886 , Mem. VI.

La p resen te t raducc ión es la del tex to lat ino de FM, pp . 4 8 9 -6 9 6 . H a s ido con t ras tada c o n la ed ic ión cas te l lana d e M a r c h del manuscr i to sa lmant ino (S). He acud ido tamb ién a las t raducc iones de M. de Cer teau (1960) , de G iuseppe Mel l inato (1980) , y de Ed -m o n d C. Murphy (1996) .

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1 1 1

Bendice, alma mía, al Señor y no olvides sus beneficios. Resca­

tó tu vida de la muerte, te corona de amor y de ternura. Colma de bie­

nes tus deseos, después de haber perdonado todos tus pecados y seguir

perdonándolos siempre. Sana todas tus dolencias y te concede la espe­

ranza de que tu juventud se renueve como la del águila 1 .

Confiesa s iempre, a lma mía, y recuerda los muchos beneficios que te ha hecho Jesucristo nuestro Señor, y que te s igue hac iendo a cada paso, por intercesión de su bendita Madre , nuestra Señora, y de todos los santos y santas del cielo, y de todos aquellos, que , vivos o muertos , ruegan por ti en la Iglesia Cató l ica 2 .

Adora, alma mía, al Padre celestial, alabándolo siempre, y sir­

viéndolo con todas tus fuerzas, con tu entendimiento y voluntad, ya que

El, con su bendito amor, te ayuda y fortalece tan misericordiosamente.

Adora a tu Redentor, nuestro Señor Jesucristo, que, como verda­dero camino, verdad y vida 3 , con sola su gracia, te enseña y te ilumina.

Adora la persona de tu glorificador, el Espíritu Santo Parácl i to,

que con su bondadosa comunicación cuida de tu cuerpo, a lma y

espíritu, para que todo en ti sea l impio, recto y b u e n o 4 .

E S P I R A

15 de j u n i o de 1542

El año 1542, en la octava del Corpus, sentí un vehemente deseo

de ponerme a hacer inmediatamente lo que, hasta entonces, había des-

1 Cf. Sal 102,2-5. 2 Desde un principio nombra a sus intercesores, a los que va a acudir a cada

paso: la Virgen, los santos y santas, los que piden por él y que pertenecen todavía a la Iglesia peregrina. Invocará con frecuencia los difuntos que ya gozan de Dios.

3 C f . Jn 14,6. 4 Como todos los grandes orantes, comienza con una invocación a la Santísima

Trinidad.

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1 1 2 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

cuidado por negligencia y pereza, a saber, comenzar a anotar, para recordarlos siempre, los dones espirituales que m e ha concedido el Señor 5 , bien se trate de gracias para orar o contemplar mejor, o para entender y para obrar, o de cualquier otro beneficio espiri tual 6 .

Pero antes de hablar del futuro, quiero dejar constancia aquí de a lgunos acontecimientos de mi vida anterior, hasta el m o m e n t o pre­sente. Porque ahora recuerdo que tuve, en t iempos pasados , m o m e n ­tos de especial acción de gracias, o de compas ión u otros senti­mientos del Espíri tu Santo, o avisos de mi ángel bueno .

1506-1525. Pr imeros años . En la escuela de Vell iardo

1. El p r imer beneficio, por el que debo dar muchas gracias a Dios , es que nuestro Señor, en las fiestas pascuales del año 1506, m e trajo al m u n d o 7 , m e concedió la gracia del baut ismo y el ser educa­do por unos buenos pad re s 8 , católicos y muy piadosos. Eran labra­dores , con suficientes bienes temporales para proporc ionarme l o s , medios necesarios para la salud de mi alma, conforme al fin para que he sido creado.

2. D e tal manera me infundieron el temor de Dios que , desde muy niño, comencé a ser consciente de mis acciones, lo que consi­dero una gracia especial; y hacia los siete años sentí, a veces, una gran inclinación hacia afectos de devoc ión 9 , c o m o si desde entonces

5 Comienza a escribir sus RR. EE. el 15 de junio de 1542. Está en Espira a donde ha llegado el 14 de abril, desde España, en un viaje largo y penoso.

6 Fabro anotará las inspiraciones y luces que recibe sobre nuevas maneras de orar o contemplar, o sobre el progreso que hace en el discernimiento de sus mocio­nes, y otras manifestaciones de su vida interior. Raras veces pasará a su diario da­tos por los que podamos conocer su rica y fecunda actividad apostólica.

7 El primer beneficio es el don de la vida. Nació el 13 de abril en Villareto, en medio de las montañas del Gran Bornand, parroquia de Sint-Jean-de-Sixt, diócesis de Ginebra. San Francisco de Sales sintió siempre una gran devoción por Fabro. Dice el santo con motivo de su visita pastoral a la parroquia de Saint-Jean-de-Six, probablemente el 7 de octubre de 1607: «El año pasado recibí no pequeño consue­lo consagrando un altar en el mismo lugar y puesto donde fue Dios servido naciese este gran varón, que fue en Villareto, aldea pequeña entre nuestras más ásperas montañas». Introducción a la Vida devota, Parte II, c. XVI. Edición preparada por Lamberto de ECHEVERRÍA, BAC, Madrid 1982, p. 95.

8 Luis Fabro y María Perissin. Pedro Critan, primer testigo en el proceso de bea­tificación de 1626, dice de ellos: «fueron siempre buenos católicos, como todos sus parientes, sin que fueran nunca sospechosos de herejía». F M 7 6 1 .

9 Devoción es una de las palabras que salen a cada paso de la pluma de Fabro. Serán afectos de devoción, como en este caso, sentimientos de devoción, devoción y consolación, etc. Devoción en el rezo del oficio, en la contemplación de los miste-

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 1 1 3

el m i s m o Señor y esposo de mi a lma quisiera adueñarse de ella. Ojalá hubiera sabido yo acogerlo y seguirlo y que nunca m e hubie­ra separado de É l 1 0 .

3. A los doce años sentí deseos de es tud ia r 1 1 . N o podía sopor­tar ser pastor y quedarme en el mundo , c o m o deseaban mis padres . M e harté de llorar, para que m e concedieran ir a la escuela. A lo que accedieron, contra sus propias intenciones. Al ver el fruto y el nota­ble progreso que yo hacía en los estudios, tanto en el desarrollo de mi entendimiento c o m o en el de la memoria , no hicieron ya nada para impedir que yo continuase es tudiando. Por otra parte, el Señor quiso que para nada fuese yo más inútil, ni a nada más opuesto , que para dedicarme a los negocios del mundo .

Tuve como maestro a Pedro Velliardo que sobresalía no sólo en los conocimientos de la Iglesia Católica y de la doctrina sagrada, sino también por su vida fervorosamente e jemplar 1 2 . De tal manera que a los autores y poetas profanos que interpretaba, los cristianizaba. Y todo su empeño era formar a la juventud en el santo y casto temor de Dios.

El lugar donde está enterrado se llama La R o c h e 1 3 , distante tres leguas de Villareto, en el Gran Bornand, donde yo nací. Pertenece a la diócesis de Ginebra, bastante católica toda ella, por entonces.

ríos de la vida de Cristo, al celebrar la misa. Devoción a la Santísima Trinidad, a la Virgen, a los santos y santas, a los ángeles custodios, a las almas del purgatorio. Devoción en el templo ante las imágenes, por los caminos y veredas entre los sem­brados, en las posadas donde se detiene a pernoctar etc. Diríamos que es la pala­bra que mejor resume su permanente experiencia de Dios y su modo de ser cons­tantemente contemplativo.

1 0 E I «temor de Dios» que desde niño le infundieron sus padres, lo recordará frecuentemente Fabro como una de las grandes gracias que le ha concedido el Señor. De su temprana precocidad hablan no poco los testigos en los procesos de beatificación: «Las oraciones que le había enseñado su madre, las enseñaba él a los seis o siete años a los demás compañeros, mientras guardaba las ovejas de su padre». (FM761) . Ahora, a sus 36 años, recuerda bien la experiencia que tuvo a los 7, de sentir a Jesús como esposo de su alma.

1 1 H a b í a asistido, desde los 10 años, a la escuela de Thónes, a dos horas de Vi­llareto. Allí el sacerdote Crozet le enseñó a leer y a escribir y le inició en el estudio del latín. Cf. FM, 774, 804. De Thónes marchó a La Roche a estudiar con Velliardo.

1 2 C o n Velliardo terminó sus estudios de gramática y estudió humanidades (au­tores griegos y latinos), retórica y algunos tratados de teología. (Cf. FM 805). El P. Sauvignac da cuenta en una carta de 30 de diciembre de 1621, al P. Jerónimo Albertino, de haber visto dos trabajos de teología sobre los sacramentos: uno de Fabro y otro de Claudio Jayo, alumno también de Velliardo, que éste les había dic­tado interpretando al Maestro de las Sentencias. Cf. FM 844.

1 3 E I P. Luis Coudreto, en carta a Francisco de Borja de 18 de diciembre de 1566, le propone crear un colegio en La Roche y da, entre otras, las razones siguien­tes: «Allí estudiaron Pedro Fabro y Claudio Jayo en su juventud con un maestro que se llamaba Velliardo, santo varón, que hizo mucho bien a más de mil estudiantes que pasaron por su escuela». FM 482.

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1 1 4 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

4. Todos sus discípulos crecíamos en el temor de Dios , con la doctr ina y ejemplo de este maestro. Así , hacia mis 12 años , tuve ciertos impulsos del espíritu para ofrecerme al servicio de Dios . Un día m e fui muy contento al campo . Es taba yo entonces en casa pasando las vacaciones, y echaba una mano a mi padre en el pas to­reo de las ovejas. Tuve unos grandes deseos de ser puro y p romet í a Dios cast idad para s iempre.

O h Dios misericordioso que caminabas s iempre conmigo y desde entonces querías agarrarme. ¿Por qué no te conoc í bien, oh Espíritu Santo? ¿Por qué no supe apartarme, desde entonces , de todas las cosas, para buscarte y entrar en tu escuela? A veces m e invitabas y te adelantabas con tales bendiciones. Sin embargo sí m e agarraste y m e sellaste con el sello indeleble de tu temor. Si tú hubieras permit ido que se hubiera borrado, c o m o el recuerdo de otras gracias, ¿no m e hubiera sucedido a m í c o m o a S o d o m a y G o -m o r r a ? 1 4 .

1517-1525

5. Nueve años asistí a aquella escuela y crecí en edad y cien­c i a 1 5 , aunque hasta el final de aquella e tapa no logré crecer en la sabiduría de la bondad y castidad de mis ojos. D e manera que tengo que dar muchas gracias a Dios , y dolerme con contrición de cora­zón, por los pecados que diar iamente comet ía contra mi Señor. Unos eran nuevos , otros iban echando raíces en mí . M u c h o s más hubiera comet ido si su divina Bondad, jun tamente con su temor, no m e hubiera dado también un desordenado deseo de saber y de entre­ga rme a las letras.

D e este deseo de saber se valió el Señor para sacarme de mi p a t r i a 1 6 donde ya no podía servirle íntegramente y c o m o es debido . Bendi to seas, Señor, por s iempre, por todos los beneficios que m e concedis te tan a t iempo, cuando m e quisiste sacar de mi propia carne y de mi corrompida naturaleza, tan contraria al espíritu y tan baja, para subir al conocimiento y sentimiento de tu Majestad y de mis innumerables pecados .

1 4 Cf. Is 1,9; Rom 9,29. 1 5 C f . Le 2,52. 1 6 La salida de su patria nos recuerda Gn 12,1. Esta salida lleva consigo la otra,

la de su propia «carne». Lo que Ignacio formulará en los Ejercicios como la salida de «su propio amor, querer, e interés» [189].

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1525-1536. Estudios en París

6. Sal í de mi patria y m e fui a P a r í s 1 7 el año 1525. Tenía yo en­tonces 19 años .

Recuerda, a lma mía los escrúpulos con los que ya entonces el Señor infundía en tu conciencia su temor; escrúpulos y remordi ­mientos de conciencia con que el demonio comenzaba ya a angus­tiarte para que buscases a tu Creador si supieses buscar lo; sin ellos, quizás , ni el m i s m o Ignacio hubiera podido conocer te bien, ni tú hubieras solicitado su ayuda, c o m o sucedió d e s p u é s 1 8 .

1529

7. El 10 de enero de 1529, a la edad de 24 años obtuve el títu­lo de bachiller en Artes, y después de Pascua, la l icenciatura. Había sido mi maest ro Juan de la Peña, doctor en medicina. Q u e la Bondad infinita m e conceda recordar los beneficios, tanto corporales c o m o espiri tuales, y tan variados, que m e concedió a lo largo de estos tres años y medio ; al da rme tal maestro y poder compart i r su habitación con Francisco Javier, que pertenece ahora a la Compañ ía de J e s ú s 1 9 .

8. Es te mi smo año vino Ignacio al Colegio de Santa Bárbara y ocupó la m i s m a habitación que n o s o t r o s 2 0 . Quer ía comenza r el curso de Artes por San Remig io del año siguiente. D e él se iba a

1 7 Influyó no poco, para la ¡da de Pedro a París, su primo Claudio Perissin, prior de la Cartuja del Reposoir desde 1522 a 1527. La Cartuja está a tres horas del Gran Bornand. Antes de Claudio Perissin, el prior había sido Mamert Favre (1508-1522), tío de Fabro. Es de suponer que para comenzar los estudios en La Roche, sería éste quien, además de las rabietas del pequeño Pedro, contribuyó a doblegar la voluntad de sus padres. Cf. FM 762,774,778.

1 8 La salida de su patria es también salida de su mundo interior, delicado cier­tamente, pero complicado, lleno de miedos y que ahora concreta en escrúpulos y remordimientos de conciencia. Por primera vez nombra a Ignacio a quien abrirá su conciencia, por la necesidad que tiene de descargar en persona de confianza el pe­so de sus angustias y escrúpulos.

1 9 Cuando Fabro escribe, Javier está en Goa a donde ha llegado el 6 de mayo de 1542. El 30 de septiembre, escribe Javier a Ignacio y a los compañeros de Roma. Después de hablarles de sus trabajos en Goa y de los planes que tiene de trasladarse a la India Meridional, les dice: «Qué descanso vivir muriendo cada día, por ir contra nuestro propio querer buscando non quae nostra sunt sed quae Jesu Christi (Flp 2,21). Por amor y servicio de Dios nuestro Señor, os ruego que me escribáis muy largo. (...) Por los méritos de la santa madre Iglesia, cuyos miembros vivos vosotros sois (...) con­fío en que Cristo nuestro Señor (...) me concederá esta gracia, que use de este inútil instrumento mío para plantar su fe entre los gentiles». MHSJ, Mon. Xaver. I, 259.

2 0 Fabro, Javier y el regente Juan de la Peña.

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encargar el maestro , antes nombrado , Juan de la Peña. Bendi ta sea por s iempre la Providencia divina que todo lo ordenó para mi bien y salvación. El quiso que yo enseñase a este santo hombre , y que mantuviese conversación con él sobre cosas exteriores, y, más tarde sobre las interiores; al vivir en la misma habitación compar t í amos la m i s m a m e s a y la mi sma b o l s a 2 1 . M e orientó en las cosas espiri tua­les, mos t rándome la manera de crecer en el conocimiento de la voluntad divina y de mi propia voluntad. Por fin l legamos a tener los mi smos deseos y el m i smo querer. Y el propósi to de elegir esta vida que ahora tenemos los que per tenecemos, o per tenezcan en el futuro, a esta Compañ ía de la que no soy digno.

9. Q u e la divina c lemencia m e conceda la gracia de recordar y valorar los beneficios que Dios nuestro Señor m e concedió entonces por m e d i o d e este hombre .

L o pr imero y principal , es que me ayudó a entender mi con­ciencia, mis tentaciones y escrúpulos que m e habían durado tanto t iempo, sin entender nada ni encontrar el camino de la paz . L o s es­crúpulos m e venían por miedo de no haber confesado bien mis peca­dos desde mucho t iempo atrás. M e a tormentaban tanto que , con gusto hubiera escogido irme al desierto, y a l imentarme s iempre de hierbas y de raíces de á r b o l e s 2 2 .

Las tentaciones tenían su origen en feas y malas imaginaciones carnales , sugeridas por el espíritu de fornicación al que no conocía entonces por experiencia espiritual sino por lo que había leído.

10. En segundo lugar m e aconsejó que hiciese confesión gene­ral con el Dr. Cast ro y confesarme y comulgar después semanal -mente , dándome c o m o ayuda el examen diario de conciencia . N o quiso da rme por entonces otros ejercicios, Aunque el Señor m e daba grandes deseos de ellos. As í se pasaron unos cuatro años en mutua conversación. También conversábamos con otros.

Aprovechaba en espíritu cada día, conmigo mi smo y con rela­ción a los demás ; mi a lma era probada por muchos fuegos de tenta­c iones durante varios años , hasta que sal imos de París . Dios m e fue dando un gran conocimiento de m í mismo y de mis defectos; m u c h o

2 1 La bolsa de Ignacio estaba bien surtida por los viajes que había hecho a Flandes en busca de generosos mercaderes que quisieran ayudarle.

2 2 Ignacio había sido molestado por los escrúpulos durante su estancia en Manresa. Por la misma razón que el saboyano: por temor de haberse confesado mal. FN I, 396.

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profundicé en ellos y m e angust ié buscando remedio contra la vana­gloria. So lamente su gracia m e dio muchís ima paz en esta materia .

11. También pasé muchos apuros a causa de la gula. Y nunca l legué a conocer la paz hasta que hice los Ejercicios. Duran te ellos pasé seis días sin comer ni beber nada fuera d e lo que suele darse al comulgar , es decir, un poco de vino después de la c o m u n i ó n 2 3 .

Padec í otras muchas turbaciones y tentaciones de fijarme en los defectos ajenos, de sospechas y juicios . Tampoco me faltó en esto la gracia del Consolador y Doctor que m e ponía en los p r ime­ros escalones del amor al prój imo. Por aquel t i empo tuve escrúpu­los de casi todo, de las innumerables imperfecciones que yo no conocía entonces y que m e duraron hasta la salida de París .

12. De muchas maneras m e enseñó el Señor a poner remedio contra la tristeza que de todo esto me venía. N o podré acordarme nunca bastante. L o que sí puedo decir es que nunca m e encont ré en angustia, ansiedad, escrúpulo, duda, temor u otro mal espíritu que exper imentase fuertemente, sin que, al mi smo t iempo, o pocos días después , encontrase el verdadero remedio en nuestro Señor, conce­d iéndome la gracia de pedir, buscar y l lamar a la puerta.

Se incluyen aquí abundantes gracias para sentir y c o n o c e r 2 4 los diversos espíri tus. De día en día l legaba a dist inguirlos mejor. M e dejaba el Señor algunos aguijones para no caer en tibieza.

Sobre el juicio y discreción de los malos espíritus o sentimien­tos sobre mis cosas, las de Dios o del prójimo, nunca permitió el Se­ñor que cayera en engaños, como ya dije, y en cuanto yo puedo juz­gar, sino que en todas las ocasiones me libró con las luces del Espíritu Santo y de los santos ángeles.

13. Hacia el final de estos cuatro años , encon t rándome fir­m e m e n t e apoyado en Dios para cumplir mis propósi tos , en los que perseveraba desde hacía dos años, de seguir la vida de pobreza de Ignacio; y no esperando sino el final de mis estudios y que Ignacio , Francisco y los demás que teníamos los mismos propósi tos , termi­nasen los suyos, fui a visitar a mis parientes y es tuve siete meses con mi padre, que aún vivía. M i madre ya había muer to .

2 3 En algunos sitios existía la costumbre de dar un poco de vino, o vino mez­clado con agua, después de comulgar. Cf. FNl, 34, nota 17.

2 4 Gratiae cognitionum et sentimentorum variorum spirituum. Es la misma expresión que vemos en el libro de los Ejercicios en el título de las reglas de dis-cernimento de espíritus: Reglas para en alguna manera sentir y conocer las varías mociones etc. [313].

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118 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

1534

14. En 1534, tenía yo entonces 28 años, volví a París para ter­minar mis estudios de Teología. Recibí los e j e rc i c ios 2 5 y m e fueron conferidas todas las órdenes s a g r a d a s 2 6 , aunque no me había llega­do el t í t u l o 2 7 . Celebré la primera misa el día de Santa Mar ía M a g ­d a l e n a 2 8 , abogada mía y de todos los pecadores y pecadoras .

Aqu í tengo que incluir los innumerables beneficios que m e concedió el Señor al l lamarme a tan alto grado. Y darle gracias por­que en todo le busqué a El solo, sin ninguna intención mundana de conseguir honores o bienes temporales . Sin embargo t iempo atrás, antes de af i rmarme en el m o d o de vida, que por medio de Ignacio m e concedió el Señor, anduve siempre confuso y agi tado de muchos vientos; unas veces me sentía inclinado al mat r imonio; otras quería ser méd ico o abogado, o regente o doctor en Teología. A veces que­ría también ser clérigo sin grado, o m o n j e 2 9 . En estos bandazos m e movía yo, según fuera el factor predominante , es decir, según m e guiase una u otra afección. De estos afectos, c o m o ya dije antes , m e libró el Señor y me confirmó de tal manera con la consolación de su espíritu, que me decidí a ser s a c e r d o t e 3 0 y dedicarme a su servicio en tan alta y perfecta vocación. Nunca mereceré servirle en ella, ni permanecer en tal elección que deberé reconocer c o m o muy digna de en t regarme a ella, con todas las fuerzas de mi a lma y cuerpo.

15 de agosto de 1534

15. Este mi smo año, el día de la Virgen de Agos to , todos los que teníamos ya la mi sma determinación y habíamos hecho los

2 5 Accepi exercitia. Los ejercicios se dan y se reciben. Fabro emplea la misma terminología que Ignacio. Dirá también los ejercicios se dan y se toman.

2 6 Fue ordenado de subdiácono el 28 de febrero de 1533, de diácono el 4 de abril, y de presbítero el 30 de mayo 1534. Cf. FM, 1-4. Fabro es el primer sacerdo­te del grupo.

2 7 Se ordenó mediante titulo sui patrimonii. FM, 3. 2 8 El 22 de julio de 1534. 2 9 Nos describe sus indecisiones antes de su elección. Con lo que anterior­

mente nos ha dicho sobre sus miedos y la agitación de varios espíritus, se com­prende que Ignacio tuviera que esperar a que su compañero alcanzase una plausi­ble maduración. Las conversaciones con Ignacio, los ejercicios «leves», y, sobre todo, la ayuda del Espíritu, han hecho posible que Fabro llegue a la «indiferencia» que se requiere para poder elegir bien [179].

3 0 Con estas palabras se nos da a entender que se siguieron los pasos señala­dos por Ignacio: «Hecha la tal elección o deliberación, debe ir la persona que tal ha

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 1 1 9

Ejercicios, - M a e s t r o Javier, aunque estaba determinado, no los ha­bía hecho todavía - , nos fuimos a Santa Mar ía del Mon te de los Márt i res a las afueras de París. Cada uno de nosotros h ic imos voto de ir, a su debido t iempo, a Jerusalén, y a la vuelta, de someternos a la obediencia del R o m a n o Pontífice y comenzar el día señalado a dejar padres , redes, excepto alguna ayuda para el camino .

Los que nos reunimos, esta primera vez, fuimos Ignacio, M a e s ­

tro Francisco, yo Fabro, Maes t ro Bobadil la, Maes t ro Laínez , M a e s ­

tro Salmerón, Maes t ro Simón. Jayo aún no había l legado a París .

Maes t ro Juan y Maes t ro Pascasio no se habían unido todavía a nues ­

tro grupo.

Los dos años siguientes, y el m i smo día, íbamos todos al mis ­m o lugar, s iempre con el propósito de confirmar la decisión toma­da. Y recibíamos un gran est ímulo espiritual para llevarla a cabo. Ya estaban con nosotros estos años Maes t ro Jayo, Maes t ro Juan Coduri y Maes t ro Pascasio. Todos ellos, quiero decir, estuvieron con noso­tros el ú l t imo año.

5 de nov iembre de 1536

16. El 5 de noviembre de 1536 salimos de París los nueve di­chos . Maes t ro Ignacio había salido año y medio antes para Venecia para esperarnos allí. A Venecia l legamos después de Navidad. En este viaje nos abrumó el Señor con tantos beneficios que no podré describirlos completamente . í bamos a pie. At ravesamos Lorena y Alemania donde ya muchas ciudades se habían hecho luteranas o zuinglianas. Entre ellas, Basilea, Constanza etc. Fue un invierno especia lmente frío. Francia y España estaban en guerra. De todos estos pel igros nos libró amorosamente el Señor. L legamos a Venecia sanos y salvos y alegres en el espíritu. Y nos dir igimos a los hospi­tales. Cuatro al hospital de San Juan y San Pablo , y c inco al hospi­tal de los Incurables, esperando que llegase la cuaresma para ir a R o m a a pedir al Papa Paulo III l icencia para ir a Jerusalén.

hecho, con mucha diligencia, a la oración delante de Dios nuestro Señor y ofrecerle la tal elección, para que su divina Majestad la quiera recibir y confirmar, siendo su mayor servicio y alabanza»[183]. Sintió que su elección era confirmada, al experi­mentar la consolación de su espíritu.

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1 2 0 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

1537

17. Después de la Pascua de 1537 y, obtenida la l i cenc ia 3 1 del Papa, es tábamos ya preparados para ir a Jerusalén, pero n o pud imos hacerlo e n t o n c e s 3 2 . Nos dispersamos por diversos lugares, quer ien­do vivir retirados durante tres m e s e s 3 3 , libres de todas ocupaciones , y al m i s m o t iempo, para que quienes todavía no eran sacerdotes pudieran prepararse mejor para tan alto ministerio.

Ignacio, Maes t ro Laínez y yo fuimos a Vicenza; Maes t ro Fran­cisco y Salmerón se instalaron a doce millas de Parma; Maes t ro Juan Codur i y el Bachil ler (Hoces) en Treviso; Maes t ro Jayo y Maes t ro S imón fueron a Basano; Bobadil la y Pascasio a Verona.

Después de algún t iempo fuimos l lamados a R o m a y en el mes de octubre par t imos los tres que es tábamos en Vicenza.

1538

18. El año 1538 llegaron todos los nuestros a Roma , pero tam­poco vimos la manera de partir para Jerusalén aquel año. Se nos concedió licencia para poder predicar en cualquier lugar c o m o pre­dicadores apostólicos y para oír confesiones. El breve lo firmó el cardenal de Ñapóles , en el mes de mayo , que era por entonces Legado de R o m a 3 4 .

Quiera el Señor que yo sepa reconocer la parte que m e corres­pondió en tantos beneficios como, a todos, nos concedió el Señor. M u c h a oposición hicieron, durante todo esto este año, contra nues-

3 1 La autorización para ir a Jerusalén la solicitó Fabro en nombre de todos. Cf. FM, 9.

3 2 Por primera vez, en muchos años no salió de Venecia ninguna nave, rumbo a Tierra Santa en el mes de junio. «La divina Providencia (...) iba enderezando los pasos de sus peregrinos, para servirse dellos en cosas más altas de lo que ellos entendían ni pensaban. Y así con admirable consejo, les cortó el hilo y les atajó el camino que ya tenían por hecho de Jerusalén, y los divirtió a otras ocupaciones». RIBADENEYRA, Vida del P. Ignacio de Loyola. FN IV.257.

3 3 Llegados a Venecia, vuelven a los hospitales. No se retiran inmediatamente tres meses, como dice Fabro, ya que el 10 de junio, en la capilla del obispo de Arbe, Vicente Negusanti, reciben las órdenes menores, el 15 de junio el subdiaconado, el 17 el diaconado, y el 24, fiesta de San Juan Bautista, el presbiterado.

3 4 Paulo III, estaba en Niza intentando hacer las paces entre Carlos V y Fran­cisco I. Como Legado suyo, había dejado en Roma al cardenal Vicente Carafa. Este cardenal, primo de Pedro Carafa, fue quien les concedió amplias facultades para confesar y predicar a los predicadores apostólicos. El documento de concesión puede verse en: Font. Document, 237-239.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 121

3 5 Diego de Gouveia, el Principal que tuvieron en el colegio de Santa Bárbara, y que les conservó siempre especial veneración, les escribió a Roma y les hablaba del mucho bien que podrían hacer en las Indias. Fabro le contestó el 23 de noviembre de 1538, en nombre de Ignacio y sus compañeros: «Nosotros, todos cuantos nos hemos obligado mutuamente en esta Compañía, nos hemos entregado ya al Sumo Pontífice, en cuanto que él es el Señor de toda la mies de Cristo; y en esta oblación, por cierto, le hemos manifestado que estamos prontos para cuanto él juzgue de nosotros en Cristo. Portante, si él nos enviare a donde Vos nos llamáis, iremos gozosos». Ignat. Epist. 1,132.

3 6 Sobre las actividades de Fabro y Laínez en Parma véase la Introducción 40-42. Cf. FM, 35-44 y Lain. Mon. I, 3-15.

tros buenos propósi tos. Y pasamos por muchas pruebas , principal­mente por la investigación que procuramos se hiciera sobre noso­tros; no obstante otros grandes favores.

Fue un don también para no olvidar, y c o m o el fundamento de toda la Compañía , el que ese mi smo año en que se dictó sentencia absolutoria a nuestro favor, nos presentásemos c o m o holocausto al S u m o Pontífice Paulo III, para que determinase en qué pod íamos servir a Dios , para la edificación de todos los que están bajo la po ­testad de la Sede Apostólica, en perpetua pobreza y dispuestos por obediencia a ir a las Indias l e j anas 3 5 .

Quiso el Señor que el Papa aceptase gozosamente nuestros pro­pósitos. Por lo que siempre me siento obligado, y cada uno de noso­tros, a dar gracias al Señor de la mies y de la Iglesia Católica univer­sal, Cristo nuestro Señor, que tuvo a bien declarar, por la palabra de su Vicario en la tierra, lo que es una vocación manifiesta, que le agra­daba que le sirviéramos y que quería siempre echar mano de nosotros.

P A R M A . M a y o 1539-septiembre 1540

19. En m a y o de 1539 Maes t ro Laínez y yo, por manda to del S u m o Pontífice, fuimos enviados a Pa rma con el cardenal de Sant Ange lo . Allí es tuvimos hasta sept iembre de 1540.

Recuerda, a lma mía, los beneficios que allí recibiste de quien hizo tanto fruto por nuestro medio y de Jerónimo Doménech , con confesiones, predicaciones y ejercicios; y de lo que hicimos en Sisa; y de la enfermedad que m e duró casi tres meses y que había comen­zado el 25 de abril; nunca podrás olvidar el mucho fruto espiritual que pudiste hacer según el conocimiento que te había concedido el Señor para fructificar en el e sp í r i tu 3 6 .

Acuérda te de lo mucho que deberás s iempre a la familia de Don Lorenzo y de Don M á x i m o que te recibieron en su casa. E s -

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1 2 2 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

pecia lmente recuerda lo que sucedió después , en las fiestas de San Pedro y San Pablo , para no perder nunca su devoción y principal­mente de la de San Juan Bautista y de la Visitación de nuestra Se­ñora a quienes tanto debes y de los que nunca podrás o lv ida r t e 3 7 .

W O R M S . 25 octubre 1540-14 enero 1541

20. Este mismo año y por mandato del Papa, salí con el Dr. O r t i z 3 8 para España, pero habiendo sido llamado éste por el Empe­rador, me trajo con él a Alemania al coloquio de Worms, a donde lle­gamos el 25 de oc tubre 3 9 . Recuerda, alma mía, que ese mismo día te concedió el Señor una muy especial devoción, gracia que espero que se me siga concediendo hasta la hora de mi muerte. Consistió en que, a partir de aquel día, y durante el rezo de las horas canónicas, m e acor­dase especialmente de cada uno de los días de la vida de Cristo, desde la Encarnación hasta la Ascensión; e igualmente de los días de nuestra Señora, desde su Concepción hasta su muerte. Recuerda, al mismo tiempo, la gran esperanza que concebiste de que habrías de alcanzar la perfección en esto, antes de tu muer t e 4 0 .

Acuérda te también de las notables consolaciones que te con­cedió el Señor en tus oraciones, en Worms , y del conocimiento para descubrir nuevos modos de orar, de dar gracias al Señor, o maneras de pedir gracias para ti, para los vivos y difuntos. El Espíri tu Santo m e inspiraba también c ó m o debía de orar por el pueblo a lemán.

3 7 Fabro hará alusión, repetidas veces, en sus RR.EE. a las gracias que recibe en las festividades aquí señaladas. En el número (36) se lamenta de que no exista en Alemania la devoción a San Juan Bautista que él ha visto en otras partes. En Parma Fabro instituyó la Congregación de la Compañía del Santo Nombre de Jesús que tuvo su sede en el Oratorio de San Juan Bautista. Cf. FM, 38 y 39-44.

3 8 Pedro Ortiz nació en Villarrobledo (Toledo) hacia 1501. Estudió Artes en Al­calá de donde se trasladó a París. Aquí obtuvo la licenciatura en Teología el 14 de enero de 1526 y el doctorado el 9 de abril del mismo año. Llevó muy mal el cambio de vida de Pedro Peralta en París, a raíz de los Ejercicios que le dio Ignacio, por lo que Ortiz hizo, entonces, gran oposición a Ignacio y a sus compañeros. Estando en Roma, encargado de gestionar los asuntos del Emperador Carlos V ante el Papa, cambió totalmente de actitud y los introdujo en 1537 ante Paulo III. Ignacio le dio los Ejercicios en 1538, durante cuarenta días, en Montecasino. Cf. FN 1,44. Nota 48.

3 9 Cuatro cartas se conservan escritas por Fabro desde Worms a Roma (FM, 44-60). Manifiesta a sus compañeros su dolor ante el avance de la herejía, y de que no se le permita conversar con los protestantes. Por otra parte tiene bastante traba­jo con los católicos: confesiones, conversaciones, ejercicios abiertos. Habla por separado a tres o cuatro ejercitantes, diariamente. Cf. FM 58.

4 0 En el rezo de las horas, parece sugerir que esta gracia contemplativa tenía lugar durante el mismo rezo. Oración vocal y contemplación suave de los misterios de Cristo y de la Virgen. Un ir y venir por las «reminiscencias» de lo infinitas veces contemplado. El descubrimiento le ha parecido importante porque va a tratar de alcanzar la mayor perfección en este ejercicio antes de su muerte.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 1 2 3

Este año se concedió y confirmó la Bula de fundación de la Compañ ía de Jesucristo nuestro S e ñ o r 4 1 .

E S P I R A . 20 enero-6 febrero, 1541

2 1 . En enero de 1541 salimos para Rat isbona donde tenía lugar la dieta i m p e r i a l 4 2 . En el camino tuviste grandes consolaciones en la oración y contemplación, y se te ofrecieron muchos y nuevos m o d o s y materia de orar durante el camino.

Así , al acercarme a un lugar, al verlo y oír hablar de él, se te concedía el m o d o de orar y de pedir a Dios la gracia de que el Arcángel de la región nos fuese propicio, jun tamente con todos los ángeles custodios de los habitantes de aquel lugar; y que el verda­dero Custodio y Pastor Jesucristo, que estaba presente en la iglesia de aquel lugar nos ayudase y proveyese a todas las necesidades de las personas del lugar: de los pecadores que pronto iban a morir, de las a lmas de los difuntos, de los desconsolados y de los atr ibulados de cualquiera otra manera . Al cruzar los montes , campos o viñedos, se m e ocurrían distintos modos de orar por la mult ipl icación de los bienes de la tierra y sustituir en la acción de gracias a sus dueños , o pedir perdón para ellos, que no saben reconocer en su espíritu aque­llos bienes ni a quien se los concede. Invocaba también a los santos a cuyo cuidado habían sido confiados aquellos lugares, para que hicieran lo que no saben hacer sus habitantes: pedir perdón, susti­tuirlos en la acción de gracias y pedir para ellos lo que neces i t an 4 3 .

R A T I S B O N A . 2 3 febrero-27 jul io ,1541

22 . Este mi smo año recibí muchas más gracias en Rat isbona:

la pr imera fue que el Señor m e concedió trabajar m u c h o en su ser-

4 1 El 27 de diciembre, en carta a Ignacio, le dice: «Mucho me gozo de aquellos privilegios espirituales concedidos por S.S. a la Compañía y de la aceptación della». Incluye en esta carta su voto para el nombramiento de General: «Acerca del prime­ro prepósito a quien hayamos de dar voto de obediencia, yo doi mi voz a Iñigo; y en su absencia per mortem, (id quodabsit) a maestro Francisco Xavier». FM 44 y 51 .

4 2 Sale de Worms el 14 de enero. El 20 está Espira donde permanecerá hasta el 6 de febrero. Se detendrán aquí más de lo previsto. La causa «es la gota de su Majestad» (Carlos V). FM 69.

4 3 Estamos ante una bellísima descripción de la oración y contemplación univer­sal de Fabro. Quizás desarrolle aquí la gracia que, poco antes, dice que se le ha con­cedido en Worms: «un gran conocimiento para descubrir nuevos modos de orar, gra­cias para tratar con el Señor y para pedir por mí y por los vivos y difuntos». Sea lo

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1 2 4 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

vicio, pr incipalmente en oír confesiones de nobles de la casa del

Emperador y de mi príncipe, el duque de S a b o y a 4 4 , que m e eligió

c o m o confesor suyo. En estas confesiones se logró m u c h o fruto y se

sembró la semilla para cosas mayores que de allí se siguieron. Tam­

bién en los ejercicios de ilustres pe r sona j e s 4 5 españoles , i talianos,

a lemanes , con los que se consiguió casi todo el bien que después se

recogió en Alemania .

El Espíritu Santo me concedió otras gracias importantes para

mi crecimiento espiritual: nuevos modos de orar y contemplar para

adelante; también me confirmó, con mayor conocimiento y senti­

miento , en los modos que me eran ya habituales: letanías, misterios

de Cristo, y doctr ina cristiana; pidiendo diversas gracias en cada

uno de estos modos , o implorando perdón o dando gracias al Señor

en aquel las tres maneras . L o mismo hacía discurr iendo por las tres

potencias , los c inco s en t i dos 4 5 , y por las partes principales del cuer­

p o 4 7 , por los bienes temporales recibidos. Y todo esto puedo hacer­

lo pidiendo para mí , o pidiendo para cualquiera otra persona viva o

que sea, esta oración itinerante, a campo abierto, nos descubre el poderoso y cós­mico espíritu contemplativo de Fabro. Todo está presente: el Arcángel de la región, los ángeles custodios de todos los habitantes; Cristo, Buen Pastor, a quien se pide que ayude a todas las personas del lugar; los pecadores que están para morir; las almas de los difuntos y las de aquellos que, por cualquier motivo están desconsola­dos. Y luego al cruzar los campos, montes y viñedos, la petición para que se multi­pliquen los bienes de la tierra; la alabanza y acción de gracias sustituyendo a quie­nes no saben alabar ni agradecer los bienes recibidos, pidiendo perdón por quienes no reconocen al dador de tantos bienes. No podía faltar la invocación a los santos y santas de los lugares por donde pasa para que, a su vez, ellos y ellas pidan perdón, alaben y den gracias por quienes no saben hacerlo. Oración, la de Fabro, gratuita, desinteresada, sacerdotal, como quien eleva sus brazos a Dios ante el altar de la creación.

4 4 Carlos III, duque de Saboya, el príncipe bonus infortunatusque como solía llamársele, había perdido a su esposa y a ocho de sus nueve hijos, y le habían arre­batado, además buena parte de sus territorios. Cf.F/W65, nota 27.

4 5 Sobre los personajes a quienes Fabro dio ejercicios o trataron con él, Cf. Introducción 51 -56.

4 6 Fabro está haciendo referencia al primer modo de orar de los Ejercicios: «Sobre las potencias del ánima» [246]; «Sobre los cinco sentidos corporales» [247].

4 7 No es casual en Fabro orar discurriendo por los miembros del cuerpo: «Para lo cual yo solía discurrir, sobre las potencias, los sentidos, los miembros principales del cuerpo etc. rogando a Dios nuestro Señor que del todo me quisiese limpiar» (30);«(...) por donde algunas veces hiciste oraciones discurriendo sobre los santos, los misterios de Cristo, o de la doctrina cristiana o de los miembros del cuerpo» (35). El hecho de que en el texto de Helyar (1535) se haga también referencia a los miembros del cuer­po como don de Dios (Texto Helyar. n.Q 1), constituye un argumento más para confir­mar que, efectivamente fue Fabro quien, en ausencia de Ignacio, dio los ejercicios, en París, al sacerdote inglés Helyar.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 1 2 5

difunta. Apl icaba después la misa para que en todo lo d icho se obtu­

viera mayor f r u t o 4 8 .

En Rat isbona cayó en mis manos un libro de la bienaventura­da virgen G e r t r u d i s 4 9 . En él se describen algunas devociones espe­ciales que , durante su vida, le ayudaron a crecer espir i tualmente. Aqu í aprendí diversos modos de orar que m e ayudaron mucho .

9 de jul io de 1541

23 . Es te mi smo año se me concedió otra gracia que no olvida­ré nunca . En la octava de la visitación de nuestra Señora hice los votos solemnes de profeso. Envié la fórmula a Maes t ro Ignacio que había sido elegido Prepósito General .

Esta Profesión, la hice, c o m o digo, en Rat isbona, en el altar mayor de la iglesia de nuestra Señora, l lamada la Capil la Vieja. Tuve gran consolación espiritual y gran fortaleza de espíritu en la renuncia de los bienes a los que ya había renunciado, en el adiós a los placeres de la carne abandonados ya anter iormente, y en humil­dad para negar totalmente mi propia voluntad en todas las cosas . Se m e concedió, c o m o digo, una fuerza nueva, con conocimiento y sent imientos de buena voluntad. Los votos son de cast idad, pobreza y obediencia al Prepósi to de la Compañía . Se añade un cuarto voto por el que p rometemos todos los profesos obediencia especial al S u m o Pontífice para ir a las misiones que él quiera confiarnos. Hice esta Profesión delante del Sant ís imo Sacramento antes de la comu­nión y la fórmula fue la siguiente:

4 8 Buena parte de las experiencias personales que nos relata Fabro en este número, aparecen en un escrito que redactó en Ratisbona para que sirviera de orien­tación posterior a las personas cultivadas que con él habían conversado o hecho los ejercicios: Capita quaedam de fide et moribus. Son diez los capítulos. En el primero describe, punto por punto, los cinco del examen general de los Ejercicios [43]. A lo largo de los breves capítulos restantes nos encontramos: «Utilidad del libro de doctri­na cristiana, "que algunos llaman Catecismo de los niños", que contenga los Misterios de la vida de Cristo (...) diez pecados mortales (capitales) (...) tres potencias (...) sen­tidos corporales etc. Cf. [245], [246], [247] (...) letanías, comenzando por la invocación a la Santísima Trinidad». Cf. FM 119-125.

4 9 Santa Gertrudis (1256-1302?). Podrían ser Insinuationes divinae pietatis, en que la santa describe sus experiencias místicas. Edición llamada de Lanspergio, preparada por los cartujos de Colonia en 1536. Escribió también la santa Exercitia spiritualia, siete meditaciones afectivas editadas el mismo año, también por los car­tujos de Colonia. Un jesuíta anónimo de aquella ciudad publicó en 1670: Preces ger-trudianae, donde se recogen piadosas efusiones espirituales de la santa. Alcanzaron gran difusión. Cf. Dic. Spir. VI , 331-338.

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«Yo, Pedro Fabro, prometo y hago voto a Dios nuestro Señor y a nuestra Señora y a todos los santos del cielo, de guardar, con su auxilio, perpetua castidad, perpetua pobreza, y perpetua obe­diencia al Prepósito de la Compañía de Jesucristo. Hago voto igualmente de obediencia al Sumo Pontífice para las misiones. Y prometo cumplir todo esto según las Constituciones y Reglas de dicha Compañía. Así he hecho esta profesión. Y para que conste la verdad la renuevo a Dios nuestro Señor, a nuestra Señora, y a ti Maestro Ignacio de Loyola, que tienes el lugar de Dios en dicha Compañía, como Prepósito de la misma. Y lo firmo de mi mano el 9 de julio de 1541 » 5 0 .

27 de jul io de 1541

24 . El 27 de ju l io de este mismo año sal imos de Ra t i sb o n a 5 1 el

Dr. Ort iz y yo con todos los de su casa. Atravesamos Saboya, mi

patria, y Francia. Aqu í nos detuvieron y nos encarcelaron durante

siete días. Por eso no quiero olvidarme nunca de los grandes bene­

ficios que nos concedió el Señor al l ibrarnos de quienes nos detu­

vieron. Se nos concedió el favor de poder conversar con ellos y de

hacer fruto en sus a lmas . Hasta el que hacía de jefe se confesó con­

migo . As í pude ver que el buen corazón que nos concedió el Señor

para amar a todo el mundo , no quedó cautivo, ni apagado ni des­

viado de estos hombres .

Tuve , sin embargo , tentaciones de desconfianza y de t emor de

que no íbamos a ser puestos en libertad tan pronto, ni sin grandes

gastos del doctor. Pero , al m i smo t iempo, recibí una contraria y

saludable consolación en la firme esperanza de todo lo que sucedió

en nuestra l iberación.

5 0 Difiere un poco de la fórmula que emplearon los primeros compañeros el 22 de abril de 1541 en San Pablo extra Muros. (Cf. FN IV, 369) y también de la que In­cluye en la carta a Ignacio el 10 de abril, comunicándole que ha hecho su profesión el d ía anterior. En ésta hace mención de la promesa de «obedecer en lo que toca a la enseñanza e instrucción de los niños en los rudimentos de la fe». {FM 117-118), como prometieron los primeros compañeros el 22 de abril.

5 1 No menciona su intensa actividad apostólica en Ratisbona ni su trato espiri­tual con las personas católicas más influyentes en la dieta. En (22) ha dicho que gra­cias a los ejercicios que allí dio a personajes ilustres «se consiguió casi todo el bien que después se recogió en Alemania».

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5 2 Es otra prueba de su grandeza de espíritu y de lo universal de su oración. Ruega especialmente por: Paulo III, Carlos V, Francisco I, Enrique VIII, Lutero, So­limán II, y dos conocidos protestantes: Bucer y Melanchton, participantes en la dieta de Ratisbona. No duda de que su «santa compasión» y apertura de corazón proce­den del buen espíritu.

5 3 La castidad es una preocupación permanente en Fabro. El voto de castidad es el primero que nombra en la fórmula de su profesión. Cf. (23).

5 4 Salieron de Ratisbona Fabro y el doctor Ortiz el 27 de julio, (24). La primera carta que conocemos, después de su entrada en España, la escribe Fabro desde Madrid el 27 de octubre de 1541. En España han pasado por Barcelona, Montserrat, Zaragoza, Medinaceli, Torija, Guadalajara, Alcalá. Cf. FM 126-131.

19 de noviembre de 1541

25. El día de santa Isabel, reina de Hungría , tuve gran devoción al recordar a ocho personas con el deseo de tenerlas s iempre en la memor ia para orar por ellas sin fijarme en sus defectos. Estas eran: El S u m o Pontífice, el Emperador , el Rey de Francia, el Rey de In­glaterra, Lutero , el Turco, Bucer y Fel ipe Melanchton . Y es que tuve la corazonada de que tales personas eran mal juzgadas por muchos , de donde nacía en mí una cierta y santa compas ión que procedía del buen e sp í r i t u 5 2 .

26. Ese mi smo día promet í a Cristo e hice voto de no recibir j a m á s cosa a lguna por las confesiones, misas o predicaciones , ni de vivir de rentas, aunque se me ofrecieran de manera que no pudiera opone rme con buena conciencia. Y m e he de acordar de este voto c o m o de un don especial de Cristo nuestro Señor, que , de esta mane ­ra, m e ayuda a guardar mejor el voto de pobreza.

21 de nov iembre de 1541

27. El día de la Presentación, con la ayuda del Espíri tu de toda santidad y perfecta castidad, y para guardar mejor el voto de casti­dad, me concedió el Señor un sentimiento de especial acatamiento a aquella pur ís ima Niña, nuestra Señora. C o m o tes t imonio de esta re­verencia y recuerdo me propuse tener cuidado de nunca juntar mi rostro a ningún niño o niña, aun con la mejor intención. Cuán to más he de tener esto en cuenta con personas m a y o r e s 5 3 .

28. Este mi smo año, al entrar en E s p a ñ a 5 4 , tuve gran devoción y sentimientos espirituales para invocar a los pr incipados, a rcánge­les, ángeles custodios y santos de España. Sent í afecto especial ha­cia san Narciso de Gerona, santa Eulalia de Barcelona, nuestra Se­ñora de Montserrat , nuestra Señora del Pilar, Sant iago, san Isidoro,

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san Ildefonso, los santos márt ires Justo y Pastor, nuestra Señora de Guadalupe , santa Engracia de Zaragoza e t c . 5 5 .

A todos suplicaba quisieran bendecir mi venida a España y que me ayudasen, con su intercesión, para que pudiera hacer algún buen fruto espiritual. C o m o así sucedió, más por su intercesión, que por mi diligencia.

M e propuse hacer esto mi smo en cualquier reino o pr incipado, es decir, encomendarme a los pr incipados angélicos, arcángeles , ángeles custodios y a los santos que comprendiese que eran honra­dos en tal Provincia o Señorío .

De aquí me confirmé más en la devoción a a lgunos santos m u y venerados en Italia y que recuerdo más expresamente en mi brevia­rio romano , y a otros que he visto que son honrados en Alemania , especia lmente los tres Reyes Magos , las Once mil Vírgenes , parti­cularmente santa Úrsula y santa Pinosa, cuya cabeza, a travesada por la saeta, pude ver, con mis propios ojos, en un monaster io de san Beni to . Sent í también devoción a san Sebaldo de Nuremberg , y a san M a x i m i n o de Tréveris. En Francia a santa Genoveva , san Mar­cel ino, obispo de París , cuyos cuerpos son venerados para gran pro­tección de la ciudad. Sent í también devoción por san Dionis io Areopagi ta , cuyo cuerpo yace en san Dionis io de Francia; y por san Pablo Sergio de Narbona; y por santa Mar ía Magdalena , por santa Mar ta su hermana y por san Lázaro , en Marsel la . Y no puedo pasar por alto la devoción que tengo en Saboya a san Bruno , fundador de la Cartuja y a fray Juan de Parcu y a fray Juan Borjoeis, y a mi anti­guo maes t ro Pedro Velliardo, que aunque no estén canonizados , yo los tengo por santos; a san Claudio, santo c a n o n i z a d o 5 6 .

5 5 La entrada en España suscita en él «gran devoción y sentimientos espiritua­les» por los angeles custodios, santos de España, «afecto especial a san Narciso de Gerona» etc. No es un recuerdo o un simple recorrido imaginativo por los lugares donde tales santos son venerados, es un afecto y devoción interiores, como afecto a la Virgen al recordar los santuarios donde es más honrada: Montserrat, El Pilar etc. Este afecto le lleva a una oración permanente de petición para que los ángeles, los santos de la región y la Virgen quieran bendecir su venida a España.

5 6 El recuerdo de los santos y lugares de veneración en España, cuando aquí entra, le lleva a recordar y sentirse atraído por otros santos y otros lugares de devo­ción que deja atrás. A los santos italianos los recuerda sobre todo en el breviario. Acepta sin crítica las devociones tradicionales locales: Once mil vírgenes, Reyes Magos en Alemania; Marta, María, Lázaro en Marsella etc. Lo importante es dejar constancia de que «sentí mucha devoción para seguir con esas devociones y alar­garme en ellas». No hay ruptura con las personas que ya murieron, pero que cono­ció en vida, y le ayudaron a ser mejor. Continúan viviendo para él. «No puedo pasar por alto la devoción que tengo en Saboya (...) a mi antiguo maestro Pedro Velliardo que aunque no esté canonizado yo lo tengo por santo».

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 129

M e fijé en este t iempo en otros muchos santos que tomé c o m o abogados y promet í nunca olvidarme de ellos, antes invocar su ayuda para mí, para los vivos y difuntos, especialmente para aquellos que viven o murieron en aquellos lugares donde tales santos fallecieron o vivieron, sea en Europa, África, Asia o en islas remotas.

Sent í mucha devoción y consolación para seguir con esas devociones y alargarme en ellas, invocando, a veces , también a los apóstoles y otros santos que fructificaron en distintas partes del mundo , para que tuvieran cuidado especial de nuestra Compañ ía y de todos los moradores en tales regiones o provincias donde ellos ejercieron su caridad.

As í suelo hacer cada vez que quiero orar de manera especial por algún lugar o reino. Invoco a los santos y ángeles que t ienen o tuvieron especial cuidado de las a lmas vivas o difuntas de tales lugares.

29 . Por este t i empo comencé otra devoción que m e concedió el Señor, para rezar mejor las horas canónicas . Consis t ió en decir entre sa lmo y salmo, para la renovación del espíritu, esta breve oración que había yo tomado del Evangel io: «Padre celestial, concédeme un espíritu b u e n o » 5 7 , en lo que pude ver grandes ventajas.

Otra devoción recibí para cada una de las siete horas canónicas. Se trataba de aplicar cada hora por algunas intenciones de mayor importancia. Consiste en decir diez veces al principio de cada hora: «Jesús, María», trayendo a la memoria las siguientes diez intenciones:

1 ) El honor de nuestro Señor. 2) L a gloria de sus santos. 3) Las personas buenas , para que crezcan en toda buena inten­

ción que tengan en aquel momento . 4) Las personas que en aquella hora estuvieran en pecado mor­

tal, para que les aproveche el rezo del oficio, de manera que se ale­jen del pecado y se conviertan.

5) Los asuntos de la fe católica para que sigan prosperando. 6) La paz universal entre príncipes católicos y crist ianos. 7) Quienes en aquel momen to pasan por a lguna tribulación

corporal . 8) Los que padecen alguna tribulación o aflicción espiri tual. 9) Los mor ibundos .

5 7 Cf. Le 11,13. En el documento de Ratisbona: Capita quaedam etc. al que alu­dimos más arriba dice: «ayudará traer a la memoria este versículo: Padre, en nom­bre de Jesús concédeme tu Espíritu». FM 124.

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10) Las a lmas del purgatorio, para que en aquella hora y la que corresponde al oficio que estoy rezando, exper imenten algún alivio en sus penas y trabajos.

30. N o olvides, a lma mía, de cuántas y cuan graves turbacio­nes de espíritu te libró el Señor, y las angustias y tentaciones que tuviste que resistir por tus defectos y agitaciones del espíritu de for­nicación, y por tu falta de empeño en conseguir fruto.

Recuerda qué luces más claras recibiste sobre las causas de tales tentaciones. Jamás tuviste tentaciones de importancia que no fueran seguidas de consolaciones. N o sólo por las ilustraciones que recibiste, sino también por el espíritu contrario a la tristeza, al miedo, a la pusi­lanimidad, a las afecciones desordenadas de que todo salga bien.

El Señor te inundó de gran claridad y de verdaderos senti­mientos contra el espíritu de fornicación y te concedió medios abun­dantes para mantener la pureza y l impieza de la carne; remedios también contra el mundo y contra los espíritus del mal .

Además te concedió el Señor el deseo esperanzado de ser mora­da del Espíritu Santo y de que los espíritus malignos no ocupasen los espíritus vitales o animales de tu c u e r p o 5 8 . Por eso yo solía discurrir por los sentidos y por los miembros principales de todo el cuerpo, para que el Señor se dignase purificarme. Por una parte, recibí mu­chos dones de conocimiento y sentimiento sobre las virtudes de tem­planza, castidad y diligencia en el trabajo; y por otra, de las virtudes de humildad, paciencia y caridad. Inspirándome el Señor muchas ora­ciones para pedirlas, con muchos sentimientos de fe y esperanza.

El Señor sea bendito por los siglos de los siglos. A m é n .

3 1 . Se m e concedieron innumerables luces espirituales sobre la doctr ina catól ica de la Iglesia Romana . Igualmente sobre consti tu­ciones , modos de vida, órdenes, ceremonias , obras piadosas , pere­grinaciones, votos, ayunos cultos de los santos y santas, de los ánge­les, de nuestra Señora etc. He sentido mucho espíritu y m u c h a devo­ción al aceptar todas estas c o s a s 5 9 .

5 8 En estos espíritus vitales o animales Fabro ve las fuerzas Imperceptibles que existen en el hombre y que se deben a influencias externas, bien sea de la materia (los astros) o de los demonios. Santo Tomás define los espíritus corpóreos como «mo­vimientos vitales o impulsos» (Sum. Theol. I q. 27, a. 4; q. 36, a. 1), seres misteriosos semejantes a los humores. Al final de la Edad Media estos espíritus corporales se divi­dían en dos o tres categorías, según sus funciones: spirítus vitalis (actuaba en el cora­zón); animalis, en el cerebro; naturalis, en el hígado. Cf. MELLINATO 110, nota 87.

5 9 Hace referencia Fabro a los puntos más controvertidos por protestantes y erasmistas contra la Iglesia católica. Pedro Ortiz, en el testimonio que dio en Toledo contra el erasmista Juan de Vergara le acusa, entre otros, de los errores siguientes:

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 131

Enero de 1542

32. En enero de 1542 salí de España y volví a Alemania , por manda to del Papa. Grandes beneficios m e concedió el Señor en este viaje. Sobre todo, que se cumpliera un gran deseo mío temporal , que yo sentía, de que se m e concediera alguna compañía para su servi­cio. Esto se realizó en las dos personas que se m e dieron c o m o com­pañeros : Don Juan de Aragón y Don Alvaro A l f o n s o 6 0 . En tan largo y pel igroso viaje nos vimos libres de todas las ca lamidades , y de si tuaciones desesperadas por las que tuvimos que pasar.

En Cataluña nos libramos de ladrones y de cárceles; en Francia

de soldados. Al entrar en Suiza y en la frontera con Saboya, de herejes.

En Alemania de enfermedades por ser nosotros débiles, y, lo peor de

todo, de tentaciones de divisiones, o mejor del espíritu de d iv is ión 6 1 .

33. El Señor me concedió en este viaje muchos sentimientos de amor hacia los herejes y hacia todo el mundo . Ya antes había recibi­do un don especial de devoción, que espero me dure hasta la muerte , con fe esperanza y amor. Consistió en desear s iempre el bien para estas siete ciudades: Wittenberg en Sajonia; la capital de Sarmacia,

sobre los ritos y ceremonias de la Iglesia; los ayunos y otras prescripciones ecle­siásticas, la continencia y los consejos evangélicos, culto de los santos. (Cf. Marcel BATAILLON, Erasmo y España, Madrid 1986, 442). En las reglas que «para el sentido que en la Iglesia militante debemos tener» [352-370], se reafirma Ignacio en la doc­trina de la Iglesia: «constituciones cerca ayunos» [359]; «religiones, virginidad»[356]; «peregrinaciones» [358]; «votos» [357]; «imágenes (de los santos) y venerarlas según se representan» [360]. No sólo ha tenido Fabro «luces innumerables» (enten­dimiento), sino que ha «sentido en todo esto mucho espíritu y mucha devoción al aceptar todas estas cosas».

6 0 Capellanes de las infantas María y Juana, hijas de Carlos V, a las que ha visi­tado en Ocaña. Dña. Leonor de Mascarenhas, aya de las infantas y el conde de Cifuentes se alegraron de que los dos capellanes quisieran acompañar a Fabro a Alemania. Desde Espira escribirá a Ignacio el 27 de abril: «Las señoras infantas, y el señor conde de Cifuentes, y también doña Leonor (...) les han dado licencia de venir y estar con nosotros por un año, y dos, si fuere menester, para bien aprender estos ejercicios espirituales (...) para que después ellos los puedan bien enseñar el todo, cuando ellas no pudiesen tener por allá alguno de nosotros o de nuestra Compañía; pero yo temo mucho que las cosas sean guiadas por más alto concier­to, bien que tampoco esto no sea contra la voluntad de la dicha casa, porque tam­bién fue su deseo que ellos buscasen a Dios nuestro Señor lo más de veras que pudiesen, para seguir en todo su santa voluntad». F M 164.

6 1 Desde Lyon escribe a Ignacio el 22 de marzo de 1542. Pudo ver en Barcelo­na a Isabel Roser que le habló de su ilusión de irse a Roma, lo que hará más tarde, causando no pocos sinsabores a Ignacio. Han pasado por Perpignan, Valence y Tournon. En Valence «un caballero francés, yendo en posta, a la corte del rey, nos desbalijó y quisieron ver todas las cartas y escrituras que llevábamos, y no digo que las quisieran ver, sino que las tomaron todas, y se las llevaron consigo». F M 157.

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132 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

cuyo nombre no recuerdo en este momento ; Ginebra de Saboya; Constantinopla en Grecia; Antioquía, también en Grecia; Jerusalén; Alejandría en África. M e propuse recordarlas siempre, con la espe­ranza de que yo o alguno de la Compañía de Jesucristo, pudiéramos celebrar un día, la misa en estas mismas c i u d a d e s 6 2 .

E S P I R A . 1 5 4 2 6 3

15 de jun io de 1542

34. En la octava del Corpus C h r i s t i 6 4 tuve deseos de conversar con el d e á n 6 5 por ver si podía ayudarle con los ejercicios espiritua­les. C o m o no pude conseguir lo que quería, m e quedaba el recurrir a la oración. Y fue entonces cuando se m e concedió una manera de orar que no había exper imentado anter iormente .

Pr imero acudir insistentemente a su Padre del Cie lo; segundo, a su M a d r e y Señora, la Madre d e Dios ; tercero a su maes t ro y pe­dagogo el ángel custodio; cuarto, a los santos y santas que le t ienen part icular afecto espiritual c o m o hermanos y hermanas .

M e parecía ésta, buena manera de ganarme la amistad de cual­quiera. Y después rezaba, a la dicha pr imera Persona, el Padre nues­tro; a la segunda, el Ave Maria ; a la tercera, Deus qui miro ordine angelorum66; a la cuarta, Omnes sancti tui quaesumus, Domine67.

Se m e ocurría también que era m u y necesar io , para ganar la benevolencia de cualquiera, que, además de lo que se pudiera hacer por él, sería bueno tener devoción a sus santos ángeles custodios

6 2 Son ciudades donde la fe católica era especialmente combatida. Wittenberg, capital del luteranísimo; Moscú o Kiev, capital del imperio ortodoxo, (Sarmacia era un antiguo nombre de Rusia y Polonia); Ginebra, cuna del calvinismo; los patriarcados de Constantinopla, Antioquía, Jerusalén, habían caído en manos de los musulma­nes. Un ejemplo más de la oración ecuménica de Fabro y de que las preocupacio­nes de Ignacio y los suyos eran las preocupaciones universales de la Iglesia.

6 3 Ha llegado a Espira el 14 de abril. El 16 escribe a Ignacio. Hay que dar muchas gracias al Señor por la misericordia que ha tenido con cada uno de noso­tros «(...) llevándonos hasta aquí por una vía tanto larga (...) tan llena de diversos y grandes peligros; peligros, inquam, de ladrones, peligros de herejes, peligros de sol­dados, peligros de pestilencias que reinan en las ciudades por donde hemos pasa­do (...)». F/W159.

6 4 15 de junio. Este día comienza a escribir RR.EE. Lo escrito hasta ahora es una mirada retrospectiva a los dones recibidos de Dios.

6 5 Jorge Musbach, vicario general de Espira. Cf. FM 164-165. 6 6 Oración en la fiesta de los santos Arcángeles Miguel, Gabriel, Rafael, el 29 de

setiembre. 6 7 Oración conocida para invocar la intercesión de los santos por la paz, los

bienhechores, el bien de la Iglesia etc.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 1 3 3

6 8 Cf. Job 40, 11. Se pensaba que los «ríñones» eran las partes del cuerpo so­metidas al influjo de los espíritus corporales, malos o buenos, sobre todo de aque­llos relacionados con la castidad.

6 9 Cf. 1 Cor 6, 19. 7 0 Una vez más alude Fabro a su preocupación por conservar la castidad. A los

doce años había hecho voto de guardarla siempre (Cf. (4)); en la escuela de Velliardo experimentó algunas dificultades (5). Nos habla de las «feas imaginaciones» que tuvo en París (9). En la fórmula de su Profesión nombra en primer lugar el voto de castidad (23). Su gran sensibilidad le hace estar sobre aviso casi constantemente. Aquí nos recuerda los medios habituales de que echa mano: oración, escrupulosa templanza en la comida y bebida, modestia, devoción a su ángel custodio.

que pueden prepararnos las personas de distintas maneras y oponer­

se a las tentaciones violentas de los enemigos .

35. Recuerda bien, a lma mía, que en t iempos pasados te con­cedió el Señor mucha claridad sobre las tentaciones moles tas de los demonios . Por lo que, a veces, orabas y medi tabas sobre los santos, o los misterios de Cristo, o la doctr ina cristiana, o los miembros de tu cuerpo etc. , p idiendo gracia contra los enemigos , y especia lmen­te, contra el espíritu de fornicación para que su fuerza no morase ya en tus r í ñ o n e s 6 8 , sino que fuera alejada de cualquier sitio donde te alienta el espíritu vital o animal de tu cuerpo; que saliese de tu en­tendimiento , memor ia y voluntad, y también de aquel los sitios don­de tu estuvieses. Y esto lo pedías con gran devoción espiritual y con gran esperanza de que se te iba a conceder antes de morir.

Por eso el Espíritu Santo te inspiraba que pidieses a la d ivina y pura bondad que habitase en tu cuerpo como en su t e m p l o 6 9 y tam­bién en tu espíritu. Y que los ángeles pudieran encontrar morada en los espíri tus de tu cuerpo, expulsando a los enemigos .

Tenías mucha esperanza de alcanzar esta purificación y deter­minabas , c o m o ya habías hecho mucho t iempo antes, guardar escru­pulosa templanza en la comida y bebida y comportar te con m o d e s ­tia en los actos exteriores; convencido de que todo esto es suma­men te necesar io para que los malos espíritus no tengan tanto poder para habitar y mover tus sentimientos carnales o espiri tuales si encuentran un corazón no entregado a la comida ni a la bebida.

Bendice , por tanto, a lma mía, al Señor, por los deseos y eficaz voluntad que te dio para buscar la castidad y l impieza de a lma y cuerpo y que te ha concedido, por tanto t iempo, los necesar ios estí­mulos para la virtud de la castidad de cuerpo y espíritu y la espe­ranza de obtenerla. M u c h a ayuda encontré en mi ángel custodio, del que fui s iempre especialmente devoto. L e pedía que me defendiese del mal espíritu, sobre todo del espíritu de fo rn icac ión 7 0 .

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134 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

2 4 de jun io de 1542

36. El día de San Juan Baut is ta 7 1 sentí fuertemente en mi espíri­tu la grandeza reverencial y majestad de San Juan Bautista. Sentía, al m i s m o t iempo, gran dolor espiritual porque aquí en Alemania no se celebraba tan so lemnemente su fiesta c o m o en otros lugares. Por eso deseé, con gran afecto, poder persuadir algún día a quienes t ie­nen autoridad espiritual, para que esta fiesta se celebre con mayor solemnidad.

2 6 de jun io de 1542

37. El día de San Juan y San P a b l o 7 2 experimenté cierto conoci­miento y ayuda para rezar mejor el oficio divino. Consistió en fijar­m e en cuatro cosas que sirvieran de límites o términos de los cuales no había de salir durante el rezo del oficio. Primero, el lugar donde se reza el oficio; segundo las personas o santos a los que se dirige la ora­ción del día; tercero, las palabras; cuarto, las obras que intervienen en tal oficio. Y esto es muy útil para los que comienzan, con el fin de evi­tar que la memoria, el entendimiento, los sentidos, los deseos, discu­rran por otros derroteros, personas, conversaciones o t iempos.

Exper imenté otra ayuda que ya antes había visto que m e podía ser útil . Y es que con la debida antelación, antes de rezar el oficio, nos fijemos en alguna parte principal del mismo, o en a lguna hora, con gran deseo de permanecer atentos. C o m o si uno se dijera a sí mi smo: t ienes que recitar pr imero tal salmo, a continuación el otro, después el otro etc. ; y con tal consideración, comenzar a rezar el ofi­cio. Y, una vez terminado, se ha de procurar no abandonar todo in­media tamente , por lo menos con el deseo, sino continuar reflexio­n a n d o de manera que no salga todo el hombre fuera, de repente .

Aprovecha también al que está ocupado en otras cosas, antes o después del oficio divino, procurar salir de ellas, en cuanto sea posi­ble, con el pensamiento y desear las que pertenecen al oficio ya rezado o al que se va a rezar.

Quienes no desean orar sino en el t iempo dest inado a la ora­ción, no podrán, si no es por milagro, tener una devoción bien fun-

7 1 24 de junio, Natividad de San Juan Bautista, titular de la iglesia parroquial de Saint-Jean-de-Sixt, donde Fabro fue bautizado.

7 2 26 de junio.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 1 3 5

damentada . Por eso es necesario tener un t iempo señalado para la oración y recordarlo con frecuencia. Con deseo, perseverancia y te­m o r de no decaer.

Y después del oficio perseverar en el dolor si en algo falté, de manera que la tristeza y el dolor me duren hasta el p róx imo rezo. Y que el dolor se deba no sólo a las distracciones que m e disgustan sino que tenga su origen en el amor y en el afecto a las palabras de Dios y a la materia de la oración.

Porque muchos se quejan de que no tienen devoción en la ora­ción, pero se quejan no por amor a la oración, es decir, por amor a Dios y a los santos y a la palabras de la mi sma oración, sino por miedo a los pensamientos distractivos o a deseos de cosas tempora­les, aunque sean necesarias, o de cosas malas o vanas , o que , aun siendo buenas , no son oportunas en aquel momento .

Sin embargo aquel camino es bueno para el amor que , si se consigue, hace que se preste atención a las cosas mismas y no una atención puramente mental sino intención del afecto hacia el m i s m o Dios , a sus palabras y obras que vemos nos salen en el oficio. Y eso aunque yo sintiera distracción hacia otras c o s a s 7 3 .

38. Por este mismo t iempo, en la octava de San Juan Bautista, observé algo muy necesario para ordenar mis cosas, deseos, preo­cupaciones; en una palabra, para ordenar lo ínt imo de mi propia vida, y tener paz en mis quehaceres espirituales y corporales . Surgió esto a propósi to del dicho de Jesucristo: «No os preocupéis del día de m a ñ a n a » 7 4 , lo que puede también aplicarse, en cuanto sea posi­ble , a los deseos y preocupaciones espiri tuales.

7 3 Contiene este número las que podríamos llamar «adiciones» para mejor rezar el oficio divino. Unas han de tenerse en cuenta antes de comenzar el rezo del oficio: recordar alguna parte principal del mismo, hora o salmo, con el deseo de per­manecer atentos. Durante el rezo, mantenerse dentro de los cuatro límites señala­dos con el fin de evitar la dispersión de los sentidos, imaginación etc. Después de terminar el oficio, no entrar bruscamente en las ocupaciones sino de manera repo­sada y lentamente; sabia observación que permite entrar en el trabajo con suavi­dad, pasando del sabor del servicio en el rezo, al sabor del servicio en la acción. Y metido ya en el trabajo, «en cuanto es posible», salir de él con el pensamiento, acor­dándonos del oficio ya rezado, o del que se va a rezar. No le falta la adición del «exa­men» del rezo del oficio: «perseverar en el dolor si en algo falté». El dolor tiene su origen no precisamente en las distracciones sino en no haber podido experimentar «el amor y afecto a las palabras de Dios». Se ve, en todos estos detalles, a un Fabro que tiene bien asimilada la espiritualidad ignaciana y que apunta a lo fundamental, «al afecto hacia el mismo Dios, a sus palabras y obras que vemos nos salen en el oficio», no lamentándose exclusivamente de los pensamientos distractivos.

7 4 Mt 6 , 3 4 .

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136 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

El hombre no ha de preocuparse del día de mañana , s ino que ha de organizar de tal manera sus horas y su t i empo que no se ponga a divagar, a pensar, a gozar o entristecerse por lo que p u e d a suceder después .

Un espíritu dividido en tantos y tan diversos pensamientos no puede hacerse presente ni atender tan perfectamente a lo que t iene que hacer, c o m o lo haría si no tuviera el espíritu tan disperso.

Se me ocurrió pedir a la Sant ís ima Trinidad que m e concedie­se la gracia de que , cuando yo tuviera un buen deseo, o a lguna buena acción o contemplación etc., colaboren de tal manera mis tres potencias que no se estorben una a otra. Por el contrario, si a lguna de ellas se desviase, que no colaborasen las otras dos sino que tra­tasen de i m p e d i r l o 7 5 .

2 de ju l io de 1542

39. El día de la Visitación de nuestra S e ñ o r a 7 6 , y al proponerme la humildad que debemos a nuestros superiores, y que es bueno que tengamos hacia todas las criaturas, por amor a nuestra Señora, expe­rimenté un buen sentimiento sobre su humildad, ya que fue a servir con toda sumisión a su pariente santa Isabel, por ser la madre del Precursor de nuestro Señor. Tuve entonces un gran deseo espiritual d e que todos aquellos que están, de alguna manera, bajo obediencia, se ejerciten en ella hasta alcanzar perfecta humildad, paciencia, caridad, para soportar y honrar a sus superiores buenos y malos, fijándose y afectándose solamente a lo que de bueno hay en ellos y no a lo malo. Y cuanto el superior parece menos bueno en su oficio, tanto más el inferior se perfeccionará en el suyo que consiste en ser siervo obe­diente, diligente y fiel por temor y amor a nuestro S e ñ o r 7 7 .

7 5 Pone de relieve la armonía de la unión interior y no quiere que las potencias se estorben unas a otras. En (310) constata, sin embargo, que «la voluntad no sigue con prontitud al entendimiento (...) ni el entendimiento sigue a la voluntad». Pero va a encontrar una ventaja en esta división. Y es que, aunque alguna parte del hombre esté tocada (...) por el mal, no por eso todo el hombre está perdido. Da así una solu­ción a su propio problema: «Con frecuencia parece que la sensualidad está viciada, pero la misma razón y el espíritu no están corrompidos».

7 6 2 de julio. 7 7 El 27 de abril había escrito a Ignacio, lamentándose de haber llegado tarde

a Espira valorando la virtud de la obediencia: «(...) que bien sabéis la diferencia que hay entre ser movido por vía de sí mismo, y ser movido por vía de la santa obe­diencia, la cual en una palabrita, es consumado consejo, verdadera prudencia, ente­ra discreción, fortaleza y caridad para quien con perfecta humildad, paciencia, ale­gría, la recibe (...)». FM 162-163.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 137

Los que así se hacen siervos gratos al Señor, merecer ían tener ellos, al fin, buenos superiores. Y no al contrario, cuando dejen de ser subditos. Porque ni el mal superior merece que el Señor le dé siervos y subditos mejores; ni los subditos que han dejado de serlo, merecen nuevos superiores buenos .

40. Un día, dentro de la octava de la Visitación de la Virgen María , exper imenté ínt imos sentimientos y deseos de pedir a Dios Padre que , aun sin yo merecerlo, fuese Padre mío de manera espe­cial. Que hiciese de mí un hijo obediente y lleno de agradecimien­to. Al Hijo de Dios , Señor nuestro, le suplicaba que se d ignase ser mi Señor para que , con su gracia, yo pudiera servirle con toda reve­rencia. Pedía también al Espíritu Santo que fuera mi maest ro y m e enseñase a ser su discípulo. Con el fin de alcanzar tales gracias, im­ploraba con gran devoción la intercesión y ayuda de la hija e legida del Padre , sierva y Madre de Cristo, y discípula del Espíritu Santo , c o m o fue s iempre la Virgen María . A ella le es fácil impetrar de Dios todas estas gracias. Deseaba también que ella m e enseñase la verdadera manera de ser hijo, siervo y discípulo, s iguiendo su e jem­plo. Y puesto que ella sabe c ó m o Jesucristo fue su hijo, siervo y dis­cípulo, ella conoce también cómo fue humilde c o m o corresponde al hijo, al siervo y al d i s c ípu lo 7 8 .

41 . Y, por extenderme más en esta materia, comprendí que era necesario que se predicase que cuando los subditos llegan a la verda­dera obediencia, humildad, sumisión y reverencia a sus superiores, el Señor se acerca ellos y les da pastores según su co razón 7 9 . Lo contra­rio habrá que decir de quien no está dispuesto a reconocer el bien: merece ser privado de él; y quien aún no se ha hecho siervo, no mere­ce tampoco que se le dé un señor de cuya bondad pueda y sepa gozar.

De donde se puede esperar que cuando los subditos, por lo menos los mejores , hayan alcanzado humildad, paciencia y caridad suficientes para honrar, servir, aguantar a cualquier superior, por malo que sea, sin negarle el respeto, y vayan creciendo en estas vir­tudes con propósi to de mantenerse así hasta la muerte , entonces se puede esperar, digo, que Dios se apiadará y les dará otros superio-

7 8 Es el coloquio favorito de Fabro, un cuádruple coloquio. Al contrario del tri­ple coloquio de ignaciano que es ascendente, el de Fabro es descendente. Co­menzando por el Padre y pidiendo una gracia distinta a cada una de las personas de la Trinidad y a la Virgen. La misma estructura de coloquio vemos en el número siguiente y más adelante en (45), al cumplirse el año de su Profesión.

7 9 Cf. J r3 ,15 .

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138 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

res mejores . Y no en el caso contrario, cuando vemos que los malos

subditos empeoran de día en d í a 8 0 .

Otro día, durante la octava de la Visitación, tuve grandes de­seos de ciertas gracias que ya había pedido, de a lguna manera , en la precedente octava de Pentecostés . Estos deseos consist ían en que Dios Padre , mi creador, se dignase concederme el don espiritual de ser mi Padre y yo su verdadero hijo. Y que Jesucristo Redentor m e hiciera siervo suyo, siendo Él s iempre mi Señor; y que el Espíri tu Santo fuese mi maestro en todo, enseñándome y hac iéndome verda­dero discípulo suyo.

Sent í también gran amor hacia la Virgen, madre , señora y abo­gada, y le pedía que se dignase enseñarme a ser hijo del Padre , sier­vo de Jesucristo y discípulo del Espíritu Santo. Ya que el la es hija del Dios Alt ís imo, sierva y Madre de Jesucristo, y verdadera discí-pula del Espíritu Santo, que la santificó siempre, la dir igió e instru­yó en todas las cosas.

42. Otro día, también en la octava de la Visitación, al comenzar mi meditación habitual sobre los misterios de la vida de Cristo, sobre la Anunciación, y al considerar de manera especial, cómo la Virgen se ofreció totalmente como sierva del Redentor, me vinieron muy buenos y grandes deseos de que cualquier cosa que yo hiciese, como gracia de una cierta anunciación, pusiese en ella verdadera intención,

Igualmente deseaba que todas las mujeres, antes de concebir pensasen en las buenas obras que Dios iba a hacer por medio de sus hijos o hijas; lo mismo deseaba para todos los padres corporales o espiri tuales, que tienen hijos espirituales que les son obedientes . Deseaba también, haber ordenado desde el principio de mi vida, to­das mis buenas obras o trabajos o estudios pasados, para el bien de estos a lemanes .

43 . Med i t ando en la Visitación y en la gracia de la Virgen que de tal manera agradaba a Dios que pudo alcanzar la santificación de Juan Bautista, yo deseaba que la misma Virgen m e visitase y m e alcanzase que mi cuerpo, y cuanto de bueno hay en él, fuese santi­ficado y grato a Dios y que quedase purificado de toda impureza. Al medi tar sobre los pastores que vinieron a adorar a Jesús recién naci-

8 0 Fabro tiene presentes las discusiones sobre la reforma de la Iglesia. Se diri­ge a quienes se resisten a obedecer a superiores poco competentes. Él es partida­rio de la reforma interior de las personas, de manera que puedan merecer superio­res mejores.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 1 3 9

8 1 Cf. Sal 111,4; 103,8.

do, pedí la gracia de que el Señor se dignase corregirme completa­mente y e levarme a cosas más altas, como corrigió a los pastores cuyos deseos y pensamientos eran de cosas bajas. Con los M a g o s , por el contrario, deseaba vehementemente ser humilde de corazón en mis deseos, y ser e levado en mis pensamientos con los pastores .

44. Ese mi smo día, durante la misa, al considerar c ó m o Dios es compas ivo y mise r i co rd ioso 8 1 , que t iene en cuenta el trabajo y el dolor, y que está presente en todas las cosas, le pedí que tuviera mi ­sericordia y compas ión de esta nación a lemana, porque ya padece todos los males que la amenazan, si no vuelve a la fe catól ica y a la Iglesia romana.

45. En la octava de la Visitación me acordé de que ese mi smo día, el año pasado, había hecho mi profesión solemne. Sentí gran de­voción por mis votos y pedí a Dios Padre la gracia de la perseveran­cia y un continuo crecimiento en la castidad con la cual se rehaga mi carne vencida y se fortifique contra sus fragilidades que se echan de ver por la concupiscencia carnal. Al Hijo encomendaba el cuidado de mi obediencia, ya que El se hizo obediente hasta la muerte. Al Es ­píritu Santo encomendaba mi voto de pobreza pidiéndole que nunca perdiese yo el afecto a esta virtud.

Suplicaba también que mis tres potencias creciesen en la inteli­gencia, memoria y afecto según los votos a los que he hecho referen­cia. Y que, para ello, el Padre infundiese su poder en cada una de ellas, y que tuviese cuidado especial de mi memoria; que igualmente el Hijo infundiese en ellas luz y sabiduría y cuidase de mi entendimiento; que el Espíritu Santo infundiese sus dones a cada una de ellas y tuviese especial cuidado de la voluntad. Suplicaba a la Santísima Trinidad, única en esencia, que se asentase en mi corazón en su unidad y que difundiese sus personales atributos por las tres potencias.

Pedía a Nuestra Señora que fuese en todo mi abogada, ya que ella es verdadero e jemplo de virginidad, obediencia y pobreza y que tiene un cuerpo purís imo, un a lma l impís ima y un espíritu santísi­m o . Cada una de estas gracias se manifestaron en ella con tanto poder de Dios , tanta sabiduría y bondad que cada una de ellas, por sí sola, bastaba para conservar las otras dos en toda su puridad. Es decir, que el cuerpo puro de la Virgen bastaba para que n inguna im­pureza pudiera rozar su a lma y espíritu. Del mi smo m o d o tan l leno

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de dones estaba su espíritu que era imposible que llegase a su a lma

o a su cuerpo nada que no fuese pur ís imo. Y de tanta perfección

gozaba su a lma que bastaba a i luminar al espíritu y la carne.

15 de ju l io de 1542

46 . El día de la dispersión de los apóstoles tuve grandes dese­os de que esta fiesta fuera tenida en gran veneración y universal-men te celebrada. Tuve también en la oración grandes consideracio­nes y deseos d e que todos los apóstoles siguiesen a Jesucristo den­tro de mí, ya que ellos saben mejor honrarlo, servirle y conocer su voluntad, sus conversaciones y palabras, supl iéndome a m í en estos oficios en los que yo soy tan ignoran te 8 2 .

17 de ju l io de 1542

47. El día de san Alejo, medi tando los misterios de Cris to , y en part icular la adoración de los Magos , deseé grandemente que la pe­regrinación de Don J u a n 8 3 fuese un reconocimiento de la peregrina­ción de los tres Reyes que vinieron a adorar a Cristo, y pensase tam­bién que era conveniente que sus reliquias fuesen visi tadas, ya que ellos habían honrado tanto a nuestro Señor.

M e acordaba, además , de la peregrinación de san Alejo, de Sant iago y de san Roque ; de Jesucristo, de nuestra Señora, y de los apóstoles, etc. Aumentaba mi esperanza de que estas peregr inacio­nes habían de ser muy agradables a nuestro Señor, y a todos los san­tos, pr incipalmente en estos t iempos y en estas regiones donde se

8 2 La fiesta de Divisio apostolorum o Dispersio apostolorum la celebra la Iglesia en recuerdo de la dispersión de los apóstoles después de la Ascensión. Fue muy querida de los primeros jesuítas que se sentían enviados, como los apóstoles, for­mando un solo cuerpo en la dispersión, «aunque nos envíen a los turcos o a cua­lesquiera otros infieles, incluso de las regiones que llaman Indias, o a cualesquiera herejes, cismáticos o a los fieles cristianos que sea». Form. Instit. (1550), II.

8 3 Dn. Juan de Aragón. Cf. (32). La peregrinación era una de las «seis experien­cias principales» por las que había de pasar el novicio jesuíta. La primera era el mes de Ejercicios espirituales. Juan de Aragón y Alvaro Alfonso los habían comenzado hacia el 20 de Abril (Cf. FM 164). El día 16 de mayo continuaban en Ejercicios (Cf. FM 174). No sabemos exactamente el día que los terminaron. «La tercera prueba peregrinando por otro mes, sin dineros, antes a sus tiempos pidiendo por las puertas por amor de Dios porque se pueda avezar a mal comer y a mal dormir». Van sin dinero para que apren­dan pronto a poner su esperanza en su Criador y Señor. Const, n . e 67.

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hacen ahora tan pocas peregrinaciones a causa de las herejías que

minan el valor y est ima de estas obras tan impor t an t e s 8 4 .

48 . Un día, al acordarme de la Anunciación de la Bienaventu­rada Virgen María , sintiendo el deseo de recibir noticias de mis c o m p a ñ e r o s 8 5 , c o m o buenas anunciaciones, comprend í lo m u c h o que agradaba a nuestro Señor que yo pasase por algunas tristezas y amarguras por cuatro causas o algunas de el las: L a pr imera para conocer, sin miedo n inguno, no ser grato a Dios y a sus santos por mis imperfecciones y defectos; la segunda por verme lejos del Se­ñor ; la tercera, por el temor que nacía en m í al verme sin dar fruto, pensando que lo que hace el hombre es de poco provecho.

De aquí nacía en m í un vehemente deseo de que la mi sma Virgen Mar ía m e hiciese grato a Dios, ya que ella es la l lena de gra­cia; y puesto que Cristo s iempre estuvo con ella, m e lo haga a m í presente y cercano, y ya que ella es bendi ta entre todas las mujeres , no merezca yo ser maldi to entre todos los hombres ; y, ya que el fruto de su vientre es bendito, me alcance la gracia de hacer a lgún fruto en servicio de Cristo nuestro S e ñ o r 8 6 .

49 . Cierto día, cuando D. Juan comenzaba su peregrinación ha­cia Colonia , tuve enormes deseos de que ésta fuese muy agradable a Dios nuestro Señor, a su Madre , a todos los ángeles y santos y pr incipalmente a los tres Reyes Magos y a santa Úrsula con su corte de compañeras . Y todo esto para provecho del m i smo Don Juan, pa­ra que cesen las guerras, para que haga buen t iempo, para recom­pensa del bien que España ha recibido por peregrinaciones, muchas y muy gratas a Dios , que en otro t iempo hicieron los a lemanes , visi­tando Sant iago, Santa Mar ía de Montserrat y nuestra Señora de Guadalupe etc. ; también para que se vea, en los caminos , libre de la­drones y otros pel igros, y para aplacar a Dios y a sus santos por las

8 4 En los Ejercicios [358] hablará Ignacio de «alabar peregrinaciones» como reacción contra las tendencias protestantes.

8 5 Quería Ignacio que los compañeros dispersos escribieran a Roma con fre­cuencia. A Fabro se le dice que escriba cada quince días. En Roma se arreglaban las cartas y se enviaban noticias de todos a todos. «(...) esta otra noche hacíamos cuenta que las cartas que ahora enviamos a todas partes llegaban a doscientas cin­cuenta» (Ignat. Epist. I, 238). Así acogía Fabro las cartas que le llegaban: «El día de Pascua de Resurrección recibí un envoltorio de cartas vuestras con unas copias de los de París, de Bobadilla, de Parma, de Araoz (...) ninguna cosa vi en ninguna de ellas que no sea para alabar el consolador y para provocar al flaco a santa emula­ción». FM67.

8 6 Breves «puntos» sobre el Ave María.

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1 4 2 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

ofensas hechas, hace algunos años, al menospreciar las peregrina­ciones y otras obras santas y piadosas encaminadas a la peni tencia y al honor de Dios y de sus santos y las obras de misericordia. Al m i s m o t iempo sentía la moción de tener en mucho cualquier obra piadosa hecha por solo Dios , para su gloria, y la de sus s a n t o s 8 7 .

50 . Exper imentaba también gran sentimiento d e dolor al ver que no se tenían en cuenta las obras de los santos, ni se medi taban ni ponderaban los misterios de la vida de nuestro Señor Jesucris to. M e dolía especialmente que a los dolores y tormentos de los márt i ­res no se les prestase atención, s iendo así que fueron tan quer idos y afectos a Dios .

D e aquí vine a conocer cuatro razones por las que se puede dis­tinguir fácilmente si lo que hacemos es digno de est ima: lo pr imero es ver lo que se hace: si es para gloria de Dios y de sus santos, si conduce a la penitencia y es de utilidad para la propia a lma o la de los prój imos; lo segundo es mirar la intención del que hace tal obra; tercero ver con qué espíritu se hace, es decir, si por temor servil de Dios o t emor filial, o por amor de Dios o al prój imo o por cualquier otro p iadoso afecto que mueve la voluntad o también por el recto dic tamen de la razón al que obedece la voluntad etc. ; cuar to la acep­tación divina tan liberal, tan buena tan misericordiosa que t iene en cuenta el trabajo y el d o l o r 8 8 y que dice que honrará a quienes sir­van a su Hijo Jesucristo y que quiere que el m i smo Cristo sea el ángel grande que tiene el incensario de oro porque muy bien puede hacer que sean tenidas en cuenta nuestras buenas o b r a s 8 9 .

21 de ju l io de 1542

5 1 . El día de santa Práxedes, al meditar en los misterios de la vida de Cristo, se me ocurrieron diversas maneras de pedir distintas gracias. Pedir a Dios, por los méritos de la Anunciación, Visitación etc. que me concediera modo y manera de alabarlo, recordarlo, amar­lo y desear servirle; querer verlo, oírlo, oler su perfume, gustarlo, que-

8 7 La peregrinación de Dn. Juan a Colonia, donde según la tradición se vene­raban los cuerpos de los Reyes Magos, de Santa Úrsula y compañeras, le hace recordar otros importantes lugares de peregrinación, en este caso de España. Fabro vive él mismo la peregrinación de Dn. Juan. Por esas mismas intenciones va rezan­do él por los caminos, en su constante peregrinar.

8 8 Cf. Sal 10,14. 8 9 Cf. Ap 8,3.

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rer pensar en Él, conocerlo, pa lpa r lo 9 0 . Y todo esto por intercesión de Jesucristo y de acuerdo con los mandatos y normas de su santa Iglesia, en la doctrina católica, en los santos sacramentos, en las ora­ciones e invocaciones de los santos y en recuerdo de las obras piado­sas de las almas que permanecen aún en el purgatorio.

Después de la misa m e parecía que no tenía ya el gusto espiri­

tual que había sentido antes y que deseaba vehementemente . Pe ro

m e vino, en cambio , otro buen deseo de que nuestro Señor Jesucris­

to tuviese a bien entrar en mí hasta lo más profundo y medula r de

mi e sp í r i tu 9 1 , para reparar mis secretos defectos del entendimiento ,

memor ia y voluntad y de los sentidos, dándome las virtudes y dones

ocultos sobre los que nunca he pensado aunque los necesi te más que

aquel los que me faltan.

52. Había tenido antes otro deseo: que el Señor se dignase diri­

gir en todo, según su voluntad, aquellas palabras que he sentido que

en mí, y en otros, han sido dictadas por un bueno y santo espíritu.

Porque suelo hablar, escribir o hacer muchas cosas sin discer­

nir bien el espíritu que me las ha inspirado. Quiero decir que , a

veces, hablo con espíritu tranquilo y alegre y con gracejo exter ior de

cosas que antes había sentido con un corazón compung ido y con

gemidos espiri tuales. L o que contr ibuye a que no se aprovechen

tanto los oyentes porque uno no habla guiado por tan buen espíritu

c o m o el que le había inspirado anteriormente.

Pedía al Señor que me concediera la gracia de que en el naci­miento y cont inuación de lo que hablo y escribo, me an imase el m i s m o espíritu q u e había concebido todo. Esto tendrá lugar cuando el m i s m o espíritu está en el afecto, en el pensamiento , en la palabra y en la obra. D e aquí deducía yo que convenía imitar al doctor y

9 0 Es una experiencia completa de «aplicación de sentidos». Podemos decir que Fabro quiere gustar etc. la «dulzura de la divinidad» [124]. Ve que se mueve en un terreno delicado. Por eso añade: «Y todo esto (...) de acuerdo con los mandatos y normas de su santa Iglesia». Nos recuerda algunas expresiones de Ignacio cuan­do, escribiendo a Borja, describe algunas consolaciones de orden místico: «consola­ción intensa, elevación de mente, impresiones e iluminaciones divinas con todos los gustos y sentidos espirituales ordenados a los tales dones, con humildad y reveren­cia a la nuestra santa madre Iglesia y a lo gobernadores y doctores puestos en ella». Ignat. Epist. II, 236.

9 1 Ha sido una experiencia excepcional y aunque no siente ya el gusto espiri­tual que tuvo su origen en su apasionada aplicación de sentidos, ésta ha dado paso al fuerte deseo de ver reforzada su unión con Cristo: «(...) que entre en mí hasta lo más profundo y medular de mi espíritu».

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144 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

maestro y el m o d o con que nos habla, de manera que , en cuanto sea posible, conviene imitar al Espíritu Santo. Cuando nos da a sentir y entender algo con lágrimas, esforzarnos por hablar con lágrimas de compunc ión y contrición, con deseo de edificar a los oyentes , de manera que el espíritu que nos mueve a nosotros nos ayude a ense­ñar y hacer sentir lo mi smo a los demás .

D e aquí me vino el entender y conocer de manera especial aquel texto: «Fue conducido por el Espíritu al d e s i e r t o » 9 2 ; y aquel otro «vino en espíritu al t e m p l o » 9 3 ; donde se nota un sentido espe­cial del espíritu que mueve a obrar o a hablar etc. , no dejando a la persona en su h u m a n o y propio sentir.

25 de jul io de 1542

5 3 . El día de Santiago, al comenzar la misa y ver que estaba muy paral izado por mis defectos, al recitar el verso «Por qué he de andar sombrío por la opresión del enemigo»^ me sorprendí refle­x ionando y preguntándome: «¿De qué te aprovecha el estar triste por tu aflicción y las sugestiones del enemigo cuando él te infunde precisamente la tristeza porque no sigues su v o l u n t a d ? » 9 5 . Tendrías razón para estar triste si pensases que es el Señor el que te aflige porque no te acomodas a su vo lun t ad 9 6 .

5 4 . E se mi smo día me acordé de lo que ya en otras ocas iones había exper imentado: que para prepararse a recibir el buen espíritu es necesar io que el hombre dirija su pr imera intención a las cosas de Dios . Porque entonces aprovecha de veras cuando su mirada no va dir igida pr incipalmente a buscar remedio para sus turbaciones, ten­taciones y tristezas, como yo había hecho hasta entonces .

Quien busca a Dios y sus cosas sólo y pr incipalmente para verse libre, cuanto antes, de sus tentaciones y tristezas y no preten­de la consolación para su propio provecho, no se va a preocupar de la devoción sino cuando se ve afligido. Esto es buscar el amor por temor de las imperfecciones y de las propias miserias y desear el

9 2 Mt 4 ,1 . 9 3 Le 2,27. 9 4 Sal 43,2. Se rezaba antiguamente al comienzo de la misa. 9 5 Ignacio dice en [315]: «En las personas que van (...) en el servicio de Dios

nuestro Señor de bien en mejor subiendo (...) propio es del mal espíritu morder, tris-tar, poner impedimentos etc.»

9 6 El buen espíritu «punza» a los que van descuidados en el servicio divino, «remordiéndoles las conciencias por el sindérese de la razón» [114].

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sent imiento bueno y espiritual para evitar el m a l 9 7 . Precisamente por esta razón y por su misericordia permite el Señor, por algún t iempo tales perturbaciones en los suyos. Porque habían perdido el afecto a sus dones . Para que no seamos ni perezosos ni tibios nos da tales es t ímulos, afectos y escrúpulos. Para que avancemos por el camino del Señor sin descanso, hasta que descansemos p lenamente en el m i smo Dios y Señor nuestro Jesucristo.

As í no hay que contentarse con no sentir turbaciones, o tenta­ciones , o sentimientos malos , vanidad o imperfecciones, c o m o suce­de a los tibios y perezosos que se preocupan exclus ivamente de no caer. Descuidan el progreso en el camino del Señor, y les basta, para su vida espiritual, la seguridad de no caer aunque tengan por delan­te la posibil idad de progresar.

N o te contentes , por tanto, con no bajar, o no perder, o no retro­ceder. Aspira con todo tu corazón a s u b i r 9 8 y crecer en el proceso interior, no por miedo a bajar, retroceder o caer sino por amor a la santidad. Y no sólo porque estos pensamientos te ayudan para verte libre de otros pensamientos malos. Desea y aspira a sentir las cosas espiri tuales, no porque sean un remedio contra las malas y vanas afecciones, sino por lo que tienen en sí. De esa manera podrás lle­gar al amor de Dios , sólo por el m i smo Dios .

Deja, por consiguiente, todo lo que es vano e inútil, y aun los mi smos pecados en cuanto pudieran ser un impedimento para acer­carte a Dios y vivir en su presencia y encontrar en El la paz y la comunicación.

29 de jul io de 1542

55 . El día de santa Mar ta , virgen que hospedó a Jesucris to en su casa, oraba yo por el a lma de Dña. Tulia de cuya muer te había

9 7 Contiene este número toda una doctrina sobre la recta intención y tendencia a lo más, al mismo Dios por sí mismo. No se pueden pretender las aspiraciones ascen-sionales, buscar la consolación, el buen espíritu, sólo para prevenirnos del malo, de las vanidades, tentaciones o inquietudes por miedo a caer. Ni siquiera ha de preocu­parse uno de los pecados, a no ser para acercamos más a Dios y a su infinita miseri­cordia y vivir gozosos en su presencia y en íntima comunicación con Él. La intención es recta cuando se pretende «en todas las cosas particulares (...) puramente el servir y complacer a la divina Bondad por sí misma, y por el amor y beneficios tan singula­res en que nos previno, más que por temor de penas ni esperanza de premios (...)». (Const. n° 288). «Tanto deseemos los tales dones o parte de ellos y gracias así espi­rituales, cuanto nos puedan ayudar a mayor gloria divina». Ignat. Epist. II, 236.

9 8 Cf. Sal 84, 6: «Dichosos los hombres cuya fuerza está en ti y las subidas en su corazón». Uno de los salmos que cantaban los peregrinos al subir a Jerusalén.

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tenido noticia al m i s m o t iempo que de la muer te de Dña . Anton ia que había servido en casa de la marquesa de P e s c a r a " . Tuve gran devoción y muchas consideraciones espiri tuales acerca de las tales personas .

Al leer algunas de las oraciones que suelen rezarse en la iglesia

por los difuntos, donde también se ora por los cuerpos que han sido

enterrados, al rezar, como digo, tales oraciones, sentí gran inclinación

a rezar por tales cuerpos. M e venían a la mente con santo afecto de

gran fe, algunas buenas consideraciones y deseaba más que nunca se

orase junto a las sepulturas de los fieles católicos difuntos, aun dando

por cierto que sus almas estuvieran ya en el cielo.

Sentía c ó m o a Dios le gustaba que se orase por la resurrección

de tales cuerpos . Más tarde, al ver una sepultura, pensé en la suma

sabiduría que llevará a cabo tan admirable resurrección, y en que el

polvo que ahora vemos se transformará en un cuerpo precioso, para

gloria de cada uno de nosotros. Se pueden dar gracias a Dios , al ver

lo que queda de estos cuerpos, porque Dios ha hecho muchos bene­

ficios por medio de tales instrumentos que ahora son nada y están

en sus sepulturas.

Con estos y parecidos pensamientos , los cristianos son invita­dos no sólo a recordar las a lmas de los difuntos para dar gracias a Dios si ya están en el cielo, o para pedir la remisión de sus penas si

9 9 Victoria Colorína, marquesa de Pescara (1492-1547). Excelente poetisa. En 1595 se casó con D. Ferrante de Avalos, marqués de Pescara. Tuvo amistad con Miguel Ángel, con Juan de Valdés, sospechoso de herejía y con el General de los capuchinos, Bernardino Ochino que más tarde apostató. Victoria, viuda desde 1525, desengañada de la vida mundana, viaja de una parte a otra en busca de la paz inte­rior. Desde mayo de 1537 a febrero de 1538 está en Ferrara en la corte del duque Hércules II. Ambos llegan a conocer a dos antiguos teólogos parisienses, Jayo y Rodrigues que se alojan de mala manera en uno de los hospitales de la ciudad y que se han detenido en Ferrara, camino de Roma. Victoria ve en ellos los auténticos reformadores de la Iglesia y les procura un mejor alojamiento en otro hospital. La marquesa de Pescara esperaba, en vano, pasaje para peregrinar a Tierra Santa para lo que había obtenido ya la autorización de Paulo III. Desde Octubre de 1541, se retira a Viterbo. Aquí recibió carta de Ochino comunicándole su apostasía de la Iglesia católica. El 21 de enero de 1542 escribe a Ignacio agradeciéndole que le haya enviado al «bueno y humilde P. Antonio Araoz». Más tarde Victoria se retira a Roma, al convento de Santa Ana de Funari. Es una de las señoras principales que colaboran y ayudan económicamente a Ignacio en la Casa de Santa Marta, para chicas recogi­das. Más frecuente es la correspondencia de Ignacio con Juana de Aragón, casada con Ascanio Colonna, hermano de Victoria. Poco éxito tuvieron las tentativas de Igna­cio y sus compañeros por recomponer este desunido matrimonio. Cf. H. RHANER, Ig-nace de Loyola et les femmes de son temps. DDB Paris, 1963.1, 213-242.

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están en el purgatorio, sino para que crezca y se dilate en ellos la fe en la resurrección de la c a r n e 1 0 0 .

2 de agosto de 1542

56 . El día de la dedicación de Santa Mar ía de la Porciúncula , fiesta de nuestra Señora de las Nieves, recibí grandes dones espiri­tuales y sentí gran devoción al pensar que mi a lma y mi cuerpo esta­ban ya consagrados c o m o templo vivo de Dios para recibir y con­servar sus dones espirituales. Tuve también un deseo vehemente de que todas las cosas que han emanado de Dios o han sido ordenadas por El: hechos , palabras, santas inspiraciones, fueran advert idas por mí y por todos con especial atención. Al mi smo t iempo deseé que sean apreciadas todas aquellas cosas que tenemos en la Iglesia y que han sido ordenadas por nuestros santos y devotos predecesores , dando gracias con reverencia, no sea que nos hagamos indignos de ellas y nos sean retiradas.

57. Di también gracias a Dios en la misa, c o m o me había pro­puesto de antemano, por todas las correcciones públicas que Dios ha infligido o ha permit ido que sufran los pueblos , provincias o ciuda­des o personas para que enmienden su vida. Y sentía que todo esto no fuera tenido en cuenta, por ejemplo: las pestes, terremotos , gue­rras, inundaciones , sequías. En todas estas cosas tendr íamos que re­conocer y temer al juez alt ísimo que, de esta manera , nos recuerda nuestras postr imerías para que volvamos al camino de penitencia y rec ibamos los dones de su bondad y misericordia. N o s recuerda así su segunda venida, al ver que nos hemos olvidado de su pr imera y humilde aparición entre nosotros. Quiere infundirnos el temor del ju ic io y de la venida de su reino de majestad, cuando ve que des ­preciamos y no recibimos el Evangel io de su reino.

58. Este día recordé y tomé buena nota de cómo he de hacer atentamente, todas las noches, la señal de la cruz, como ya antes m e había mostrado el Señor que debía hacer. También tenía que rezar aquellos versículos: Dignare me laudare te, virgo sacrata y Da mihi virtutem contra hostes tuosm. Estos son los enemigos de la fe y

1 0 0 Los cuerpos de los difuntos son para Fabro un recuerdo permanente y una llamada a la fe en su resurrección. Muy de acuerdo con la liturgia actual en las exe­quias de difuntos.

1 0 1 «Concédeme, Virgen bendita, que yo te alabe»; y «dame valor contra tus enemigos». Antífonas de las primeras y segundas vísperas en el oficio divino postri-dentino, en las fiestas de la Virgen.

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humildad, de la castidad y pureza, de la mansedumbre y caridad. He de rezar también Procul recedant somniai02, Noctem quietam et fi-nem perfectum,m; et Hostem repellas longius, pacemque dones pro-tinus104. Tampoco debo omitir el Padrenuestro, Ave María , y Credo, buscando con perseverancia la inspiración que para ello, tantas veces, m e ha sido dada. Esto lo haré después de la letanía acostum­brada y del examen de conciencia y después de haber ordenado lo que debo hacer al día siguiente. Por la mañana, después de lavarme y estar preparado para el trabajo, no he de omitir t ampoco la señal de la cruz, ni los mismos versículos u otros, según lo exijan las cir­cunstancias, y también el Padrenuestro, Ave Mar ía y C r e d o 1 0 5 .

59. Ese m i s m o día, al medi tar el texto: «Todo lo que pisare tu pie será t u y o » 1 0 6 , pensaba c ó m o los santos patriarcas fueron pr ime­ro peregrinos en la tierra que después fue suya. De aquí , guiado de un buen espíritu, concebí una gran esperanza de poseer algún día la realidad espiritual y la herencia de Dios , hacia las que caminamos y de las que no nos sentimos totalmente alejados gracias a nuestros pensamientos y deseos .

3 de agosto de 1542

60. El día de la invenc ión 1 0 7 de San Esteban Protomártir, al pen­sar en los que se encontraron juntamente con el s u y o 1 0 8 , comencé a pedir a Cristo nuestro Señor, con intensos deseos, que me conceda ver con mis propios ojos los cuerpos gloriosos de aquellos santos cuyas reliquias he v i s t o 1 0 9 , y, en general los de todos los bienaventurados.

61 . En cierta ocasión tuve algunas distracciones en el rezo del oficio divino y deseaba quitármelas de encima. M e vino a la memoria

102 «Q U e se alejen de nosotros los malos sueños». Del himno de completas del antiguo oficio.

103 «Q U e el Señor nos conceda una noche descansada y un término feliz». Parte de la bendición en el mismo oficio.

104 «Aleja de nosotros al enemigo» y «danos pronto la paz». Del himno al Espíritu Santo en las vísperas de Pentecostés.

1 0 5 Fabro es el hombre espiritual que cuida los detalles. Pero en ningún momen­to se siente abrumado o encorsetado por ellos. El amor radical a Cristo se desborda en pequeñas manifestaciones de ese amor, tratado delicadamente y con esmero.

1 ( » D t 11,24 1 0 7 La fiesta del encuentro del cuerpo de San Esteban. 1 0 8 Los cuerpos de Gamaliel, Nicodemo y Aliba. 1 0 9 Con toda probabilidad vio algunas reliquias de san Esteban en París donde

había tres iglesias dedicadas al santo al que se le tenía gran devoción.

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la respuesta que ya se me había ocurrido otras veces: que yo había de poner empeño, fuera del t iempo de oración, en conocer las causas de las distracciones, con el deseo de reposar a su t iempo y poder gozar, durante la oración, de la lectura de la palabra de Dios. Igualmente en la misa, queriendo adorar devotamente el cuerpo de Cristo, pude ver que falto en esto, porque fuera de la misa no suelo ejercitarme en estos deseos, y ésta es la causa de que no merezca otra gracia, ni siquiera aquella de conocer y sentir lo que estoy hac i endo 1 1 0 .

Es c o m o si uno , antes de la comida, no tuviera cuidado de con­servar y buscar el apetito de comer, y luego, al sentarse a la mesa se quejase de que no t iene apetito. O c o m o sucedería si uno tuviera que ir a casa de quien reparte ricos licores a quien vaya a buscar los a la hora señalada con tal de llevar vasos l impios. Si la tal persona no se acuerda de lavar su vaso sino cuando ya es hora de ir a buscar el licor, puede perder la oportunidad de volver a casa con él. Tendrá que esperar otra ocasión, y, mientras tanto, mantener s iempre l im­pio y preparado el vaso para recibir el licor a su debido t iempo.

62. C o m o m e doliese mucho una vez de no poder adorar a Je­sucristo c o m o lo hicieron los Reyes Magos , ni llorar c o m o la M a g ­dalena, ni merecer escuchar las palabras de consolación que dijo el Señor a muchas personas etc., se m e ocurrió una respuesta. Y es que ni antes ni ahora había preparado mi espíritu c o m o los tres Reyes M a g o s que abandonaron sus posesiones , su patria y tantos bienes para ofrecerlos etc. As í pude comprender también la disposición de aquellas personas a quienes Cristo concedió parecidas gracias y veía con mucha claridad cuánto gozaría yo si pudiera oír aquellas pala­bras: «Perdonados son tus p e c a d o s » 1 1 1 , y aquellas otras: «Hoy esta­rás conmigo en el p a r a í s o » 1 1 2 . Sin pensar lo lejos que yo estaba de tener la disposición de aquellas personas. Yo nunca había deseado encont rarme en la situación del buen ladrón, es decir, en la c r u z 1 1 3 .

1 1 0 El contemplativo, ya lo hemos visto, sale pausadamente de su oración o del rezo del oficio (Cf. (37). También, metido en sus ocupaciones ordinarias, ha de recor­dar que llegará el tiempo de volver a la oración para reposar con el Señor. Fabro emplea el mismo verbo que Ignacio en la adición cuarta: «En el punto en el cual hallare lo que quiero, ahí me reposaré" [76].

1 1 1 Mt 9,2. 1 1 2 Le 23,43. 1 1 3 Fabro comunica con sencillez lo que ha sido para él un hallazgo importan­

te y gracia del Señor no pequeña. Me gustaría oír a Cristo que me dice: «Hoy esta­rás conmigo en el paraíso», pero nunca he estado en la cruz como el buen ladrón. Nos recuerda: «porque siguiéndome en la pena también me siga en la gloria» [96], Cf 2 Tim 2,11-12: «Si con Él morimos viviremos con Él».

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1 5 0 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Ni había hecho yo j a m á s lo que hizo Mar ía Magdalena : entrar donde se celebraba el banquete , para llorar.

Cuando yo sienta por mi ceguera espiritual el dolor que sintió el c iego por su ceguera corporal, entonces quizás, si mi fe no decae , seré capaz de pedir la gracia de la visión espiritual. Y así de otras enfermedades espiri tuales comparándolas con las corporales que Cris to nuestro Señor sanaba, ya que Él tenía en cuenta los trabajos y dolores , la paciencia y el sufrimiento y la fe de las personas . Y cada día suele sanar las enfermedades de todos los que Él ve con sus piadosos ojos y con las entrañas de su amor.

5 de agosto de 1542

63 . En la fiesta de nuestra Señora de las Nieves , comprend í c ó m o nuestro Señor m e había mantenido, durante los días pasados , en un permanente descontento porque no encontraba devoción en mis oraciones y meditaciones; exist iendo en mí el deseo de buscar la devoción por enc ima de cualquier otro deseo temporal . M e pare­cía que se me concedía u n a gracia singular si no se apoderaba de m í el descontento que m e quitase el deseo de buscar el reposo de mi a lma en Dios y Señor nuestro, Jesucristo. Veía en esto c ó m o Jesu­cristo comenzaba a concederme la gracia de ordenar mi espíritu de tal manera que los pr imeros deseos de mi corazón sean para Él. Él es lo pr imero y principal. Que el cuidado pr imero de mi a lma sea buscar a Dios nuestro Señor, por medio de los principales y habi­tuales ejercicios que nos ayudan a buscar y hallar a Dios , c o m o son la oración y contemplación y, sobre todo, la misa.

6 de agosto de 1542

64. El día de la Transfiguración estaba yo triste por no encon­trar devoción espiritual, y me consolé al ver que esta tristeza m e duraba ya muchos días y que ningún otro deseo ni tristeza m e había ayudado para echarla fuera de mi corazón, c o m o me había sucedido otras muchas veces. Porque en otras ocasiones, cuando m e asal taba la pena y el deseo inmediato de encontrar a Dios , enseguida m e dejaba llevar de otro deseo o tristeza, por ejemplo: del deseo de edi­ficar al prój imo, o recibir buenas noticias, o señales de que los hom­bres se daban más al culto de Dios; o me venía tristeza por mis ten­taciones, pecados o imperfecciones. As í sucedía que esta tr isteza

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alejaba de mi otra mejor que m e venía directamente del Señor. Cla­

ramente comprend í entonces que cuanto más cont inuaba con la tris­

teza y el deseo de hallar a Dios y más crecía a lo largo, a lo ancho y

en profundidad, sin que fuera sustituido por otro inferior, mayor era

la gracia que se me c o n c e d í a 1 1 4 .

65. Pude ver también que se me concedía otra gracia muy va­liosa. Y es que nunca me había encontrado con tanta anchura de cora­zón para aceptar las alegrías y sufrimientos que solía tener, según fuera próspero o adverso el provecho de las almas. Suponía que el aprove­chamiento espiritual de los demás dependía de lo que yo hiciese, y cuando veía que el fruto era abundante, sentía gran consolación, y en caso contrario se apoderaba de mí la tristeza. Veía ahora que ningún éxito, en esta materia, podía consolarme si nuestro Señor no me diese abundancia de devoción dirigida a Él o a los santos etc. Tampoco me puede entrar ninguna tristeza por el escaso resultado de mis trabajos.

66. Bendito sea Dios que tantos medios tiene para l levamos, poco a poco, a un perfecto conocimiento de El, a quienes no podemos ir mas de prisa. Pero por cuántos miedos, tristezas, odios, hay que pasar antes a causa de estas realidades inferiores. En ninguna de ellas encontramos la paz, aunque sí pueden ser un medio para subir al amor de Dios, y, entrados en Él, gozar. Porque entrando el hombre en Dios, entra y sale y encuentra buenos pastos dentro y fue ra 1 1 5 . Cuando uno ha encontra­do este nuevo camino que comienza en el amor de Dios, puede volver «a su propio p a í s » 1 1 6 de donde había venido por un camino duro y lleno de peligros para alcanzar el más alto amor de Dios. Antes de alcanzar este amor no podía sino tratar de subir mirando hacia arriba. Pero cuando se ha entrado de lleno en el amor divino, se puede siem­pre crecer en él, penetrando cada vez más en Dios. Entonces se podrá descender mejor para ver al prójimo y escuchar lo 1 1 7 .

1 1 4 Cf. Ef 3,18. 1 1 5 Cf. Jn 10,6. 1 1 6 Mt 2,12. 1 1 7 Doctrina totalmente ignaciana: «Considerando que las personas, saliendo

de si y entrando en su Criador y Señor, tienen asidua advertencia, atención y con­solación y sentir cómo nuestro Bien eterno sea en todas las cosas criadas, dando a todas ser y conservando en él con infinito ser y presencia... a los que enteramente aman al Señor todas las cosas les ayudan y todas les favorecen para más merecer y para más allegar y unir con su Señor (...)». Ignat. Epist. I, 339-340. (El subrayado es nuestro). Tres son los pasos que hay que dar para ver a Dios en todas las cosas: 1) Salir de sí mismo, 2) entrar en Dios, 3) de Dios ir a las cosas y a las personas para verlo en todas ellas. Entonces encontramos a Dios dentro y fuera.

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67. Dios m e conceda a mí, a todos mis hermanos y a todos los hombres y mujeres tal caridad. Confieso que todavía disto mucho de ella, quiero decir, de una caridad tan grande. N o soy consciente de carecer de toda caridad o de la gracia de Cristo nuestro Señor. Pero una cosa es estar en Cristo en cuanto que Él es el camino, otra en cuanto que es la verdad, y otra en cuanto que es la v i d a 1 1 8 ; una cosa es la que l laman la vía purgativa, otra la i luminativa y otra la lla­m a d a perfecta o unitiva. As í como dis t inguimos también los que comienzan , los que progresan y los perfectos. Aunque todos ellos estén en caridad, pero una cosa es, por decirlo así, estar en caridad, otra vivir en caridad, y otra moverse en c a r i d a d 1 1 9 .

Los que comienzan tienen caridad en cuanto que tienen cono­cimiento y aborrecimiento del p e c a d o 1 2 0 . Los que progresan la tie­nen por med io de la inteligencia y deseo de las cosas divinas, es decir, de las virtudes cristianas en las que desean progresar y crecer cada vez más . Los perfectos poseen y exper imentan la caridad en lo que ella mi sma significa, es decir, se mueven por el amor para pro­fundizar en el conocimiento de Dios y de su voluntad y cumplir la por todos los medios que tienen a su alcance.

En los pr imeros la caridad les hace aborrecer los propios peca­dos y expulsar los . En los segundos la caridad les hace desear esfor­zarse por alcanzar las virtudes. En los úl t imos, los perfectos, la cari­dad hace que, por el conocimiento inmediato de Dios, crezcan en el amor del m i s m o Dios . Y que cuanto digan, hagan o piensen, proce­da del amor c o m o del propio principio.

As í los que comienzan tienen el odio al pecado c o m o pr imer principio de todo su actuar; los que progresan, el deseo de las virtu­des con las que quieren verse adornados. Los pr imeros, es decir, los que comienzan, quieren despojarse del hombre viejo; los que pro­gresan quieren revestirse para el culto divino. Pero los perfectos quieren aparecer con la vestidura nupcial .

Hay que notar que en cada una de estas tres c lases de hom­bres , hay tres grados . D e manera que podemos afirmar que entre los perfectos hay a lgunos que comienzan , otros que progresan y otros que son verdaderamente perfectos. Y lo m i s m o puede decirse

1 1 8 Cf. Jn 14, 6. 1 1 9 Hch 17,28; Rom 8,14; Gal 5,18-25. 1 2 0 El ejercitante en la primera semana pide «sentir conocimiento interno de mis

pecados y aborrecimiento dellos» [63].

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de las otras dos clases. Porque en cada una de ellas, hay pr incipio, med io y f i n 1 2 1 .

7 de agosto de 1542

68 . El día que celebraba la fiesta de nuestro santo padre D o m i n g o 1 2 2 , al comulgar en la misa, tuve un gran deseo que for­mulé con estas palabras: «Ojalá todo mi interior, par t icularmente el corazón, de tal manera cediese al entrar Cristo en él que se abriese dejándole un lugar en el centro del corazón». As í todos mis vicios e imperfecciones desaparecerían de su presencia c o m o se derri te la cera en presencia del fuego.

Antes de la misa, al meditar, como de costumbre, sobre los mis­terios de Cristo, tuve un gran deseo de pedir, por intercesión de santo Domingo , la gracia de sentir y entender lo mismo que él, cuando con­templaba durante su vida. Le suplicaba que intercediese por mí ante Cristo anunciado, Cristo visitador y Cristo nacido etc.

69. El m i smo día, yendo por el p o b l a d o 1 2 3 y no sintiendo ale­gría sobre las cosas que veía sino más bien distracciones y tentacio­nes de vanidad o de malos pensamientos, de donde m e venía gran tristeza, encontré esta respuesta: «Tú no debes entristecerte porque no hallas paz en las cosas vanas, sino que deberías gozarte de el lo y dar gracias a Dios . Más bien tendrías que entristecerte de no encon­trar paz y plena consolación en la oración y ejercicios espirituales y en la conversación celestial. Hay muchos como tú que no buscarían intensamente la conversación celestial si encontrasen la paz en las cosas del mundo . Dirige los ojos y oídos de tu a lma y la atención de todos los sentidos a las cosas celestiales, donde la vista no puede ver nada que no sea de edificación y de c o n s u e l o 1 2 4 , ni el oído oír etc.

1 2 1 Fabro introduce en la doctrina tradicional de los tres grados en el creci­miento espiritual (incipientes, proficientes, perfectos) otras subdivisiones: «porque en cada uno de estas clases hay principio, medio y fin». En realidad las cosas no son tan ajustadas y fijas.

1 2 2 Se trata, con toda probabilidad, de Domingo Helion, cartujo de Tréveris. Escribió dos libros que aparecieron en 1458: Libri experientiarum dúo cum ¡¡bello humilis confessionis, que contenían también un método para rezar el rosario. Le lla­ma «nuestro santo padre Domingo», por la devoción que siempre tuvo Fabro a los cartujos. Cf. M. DE CERTEAU 167, nota 1.

1 2 3 Al volver a casa después de decir la misa en un hospital. Fabro camina con sus reflexiones espirituales por la calle. Cf. (72).

1 2 4 Entre las experiencias de consolación Ignacio se fija en «toda leticia Interna que llama y atrae a las cosas ce/esf/a/es»[316].

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154 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Aquí , en cambio, si quisieras mirar sin discreción todo lo que pasa,

no verías más que cosas malas como hechos y gestos de los hombres ,

y no oirías más que palabras vanas y escandalosas, aquí no ves sino

tonterías, cosas de placer y de juego, burlas y cosas torpes; nada se­

rio, nada de peso que lleve a la gloria de Dios. Los chistes, las risas,

los juegos versan sobre cosas pésimas. Si alguno, por diversas tenta­

ciones, se priva de todo esto y se da a meditar y desear las cosas divi­

nas, t iene que dar muchas gracias a Dios que no permite pensar ni

darse a cosas inconvenientes, ni siquiera vanas ni ociosas.

70. En la fiesta de los santos mártires Cir íaco, Largo y Esma-ragdo tuve un gran deseo de que Dios nuestro Señor m e concedie­ra, por los méri tos de su vida, pasión y gloria, que la misa tuviera un valor eficaz para las a lmas de los difuntos que moran en el purgato­rio, c o m o si yo la ofreciese con todos los deseos , oraciones, suspi­ros, angust ias , acciones de gracias etc., por cada una de aquellas a lmas que no pueden encontrar remedio para ellas por sí mismas . Quiero decir que tenía un cierto deseo de que nuestro Señor, en cuanto fuera posible, m e diera a sentir por cada una de ellas, lo que ellas mi smas sienten al pensar en sus pecados o en los beneficios recibidos de Dios etc. Y al no poder yo merecer una tal gracia, dese­aba que la supliera el sacrificio e intercesión de santos, beatos y en especial de aquellos cuya fiesta se celebraba aquel día.

7 1 . Ese mi smo día me acordé de algo que ya había sentido otras muchas veces: lo eficaz y provechoso que es para las a lmas del purgatorio, que se le pida a Cristo, cuando oras por el las, que les conceda aquel la caridad compas iva de la que salieron estas pala­bras: «Hoy estarás conmigo en el p a r a í s o » 1 2 5 .

El a lma fiel que está en el purgatorio, por lo menos muchas de ellas, bien pueden estar en mayor necesidad que el buen ladrón, al que fueron dichas estas palabras cuando estaba en la cruz, pues to que las a lmas del purgatorio pronuncian incesantemente cada una de aquellas palabras rogando por los enemigos que dejaron en este m u n d o ; y también por los amigos y al legados para que se les ayude y socorra en todas sus necesidades; se duelen de sus increíbles ma­les y tormentos , teniendo cont inuamente entrañas de miser icordia para quienes quedan en este mundo , deseando hacer por ellos, si pu­diesen, algún bien; tienen también continua sed espiritual del buen

1 2 5 Le 23,43.

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éxito de las a lmas que están en este mundo , pr incipalmente de sus amigos , para que puedan decir «todo está c u m p l i d o » 1 2 6 , y para que , f inalmente, se vean libres de las manos y poder de aquellos tortura­dores infernales para entrar bajo el poder de Dios Padre omnipoten­te, e terno y glorioso.

9 de agosto de 1542

72. En la vigilia de san Lorenzo, que es el día de San Román, mártir, me vino un deseo antes de la misa de pedir gracias contra todas las distracciones, de tal manera que me concediese Dios la gracia de poder ser el señor y ordenador de mis propios pensamientos y deseos, porque por entonces solía estar yo bastante distraído. Se m e concedió una gracia grande al hacer la meditación acostumbrada, principalmen­te porque la pedía por los sufrimientos que tuvo Cristo nuestro Señor, cuando su a lma estuvo triste, cuando estaba en agonía y cuando esta­ba en la cruz diciendo: «Dios mío, Dios mío, por qué m e has abando­n a d o » 1 2 7 . Para que se me concediera gracia mayor se me ocurrió pedir esto mismo por la sacratísima unión hipostática de Cristo.

En la misa, al llegar la comunión, pedía al Señor con gran de­voción que se dignase l lamarme y recibirme a m í pecador; que se hospedase en mi casa, que m e perdonase los pecados y comiese conmigo . Al terminar la misa y las oraciones finales y veni rme a casa cruzando el p o b l a d o 1 2 8 , sentí una gran devoción al acordarme, de manera bastante particular, y reflexionar sobre la misa que acaba­ba de celebrar, rumiando cada una de sus partes. Se m e daba tam­bién gran án imo para ejercitar la memor ia sobre los ejercicios espi­rituales ya hechos y le pedía al Señor que , ya que m e distraía con el recuerdo de otros ejercicios, negocios y acciones, o conversaciones o pensamientos de cosas no directamente ordenadas a Dios , m e con­cediera el que en las oraciones y contemplaciones espiri tuales pudiera reflexionar y mantenerme en ellas con especial intensidad.

Yo espero que ha de ser así. Cuando mis afectos y acciones es­tén tan ordenados c o m o ahora están desordenados . Digo desordena-

1 2 6 Jn 19,30. 1 2 7 Me 15,34. 1 2 8 Fabro que ahora reside en Espira se hospeda en un monasterio de carme­

litas con Juan de Aragón y Alvaro Alfonso, los dos capellanes de las infantas que le han acompañado a Alemania. Sale diariamente de casa para decir la misa en un hospital.

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dos en cuanto que están apegados y agarrados a cosas que no han de ser amadas con todo el corazón, con toda el a lma y con todas las fuerzas en todas partes y s iempre.

C u a n d o el amor de la verdadera caridad se apodere de toda nuestra libertad y espíritu, s iempre y en todas partes, entonces todas las otras cosas adquirirán el orden de la tranquil idad y la paz, sin per turbaciones del entendimiento, memor ia y voluntad. Pero esto se realizará en la patria de los bienaventurados hacia la que vamos subiendo todos los días.

9 de a g o s t o de 1542

73 . En la mi sma vigilia de san Lorenzo , después del oficio de comple tas , se me acercó Don Juan que volvía de su peregrinación de Colonia. Con esta venida nuestro Señor me concedió tal conso­lación c o m o nunca antes había sentido por cualquiera otra noticia.

Principalmente porque el Señor me ayudó a no conmoverme demasiado por el gozo de su venida y por el deseo de hablar y de reci­bir algunas noticias espirituales, que m e quitaban la devoción en la oración y contemplación de Dios nuestro Señor. Ahora sentí cómo mi a lma progresaba en Dios nuestro Señor dándole gracias y descansan­do en ellas con mucha paz, sin ansias de comunicarme con el pere­grino. M e parecía a mí que el mismo Señor nuestro con sus santos m e concedía una fiesta, con esta llegada, mucho mayor y mejor sin com­paración que la consolación humana que yo hubiera recibido por la presencia y conversación espiritual sobre la pe regr inac ión 1 2 9 .

Para dar gracias a Dios me serví de las letanías. Rogué al Padre que bendijera al Hijo y al Espíritu Santo; al Hijo que bendijera al Padre y al Espíritu Santo; y al Espíritu Santo que bendijera al Padre y al Hijo.

D e la mi sma manera pedía a la Virgen Mar ía que diera gracias a la Sant ís ima Trinidad por estos dones y que la Sant ís ima Trinidad

1 2 9 Juan se ha acercado a Fabro después de haber rezado éste el oficio de com­pletas. Por ser tiempo ya del «gran silencio», ha preferido contener la alegría, por el momento, evitando entrar en conversación con el peregrino hasta el día siguiente. Da gracias por una mayor y mejor consolación que se le ha concedido. Escribe a Ignacio desde Espira el 24 de agosto de 1542, y le habla de la peregrinación de Juan de Aragón: «Plega a Jesucristo nuestro Señor damos gracias para saber reconocer la mu­cha merced que su Majestad nos ha hecho in aedificationem plurimorum, dándole tanta prosperidad de espíritu en la tal peregrinación». Da cuenta de algunas dificultades por las que pasó el peregrino, para edificación de todos. Ahora Juan ayuda en la cocina del monasterio de carmelitas, donde se hospedan. Cf. FM 175-178.

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bendijera a la Virgen Mar ía por todos los favores que por su inter­cesión nos han sido concedidos .

As í rogaba por otras intenciones. Pedía por todos aquellos que , de cualquier manera, habían hecho algún bien a Don Juan y por los que le habían hecho algún mal . Especia lmente daba gracias a los Reyes M a g o s y a santa Úrsula y santa Pinosa y demás s a n t o s 1 3 0 .

10 de agosto de 1542

74 . El día de san Lorenzo, muy de mañana, medi té igualmen­te los misterios, dando gracias a Dios en todo lugar según la mate ­ria. Tuve un grande e inexplicable deseo de que la aplicación de la misa supliese eficazmente todos los trabajos por los que yo tenía que pasar en recorrer los calendarios de todas las diócesis para poder honrar particular y nominalmente los santos y santas que en ellos son venerados, y que son obras tan perfectas salidas de las manos de Dios .

Sent í también, mucho más de lo que yo pudiera decir, una gran fe en que nuestro Señor nunca va a dejar de ayudarme a m í y a toda la Compañ ía por mediación de sus santos. Y se m e ocurrían ejem­plos. C o m o si alguien dijese: «Mucho más puede una sola persona para mejorar el m u n d o con la sola ayuda de san Lorenzo que con el favor del Emperador» .

Sentí gran moción espiritual en el versículo que dice: «Sé tú mi apoyo y seré salvo y sin cesar tendré a la vista tus p r e c e p t o s » 1 3 1 . En el Padrenuestro de la misa, al decir «danos hoy nuestro pan de cada día», me vino el deseo interno de que el Padre celestial me diese a sentir de qué manera Él mismo da el pan al a lma y al cuerpo. Yo oraba así: «Señor hazme sentir cómo me das a m í ese pan que es tu Hijo».

D e la mi sma manera , y ese mi smo día, tuve un buen deseo: quisiera acordarme s iempre de que todos los días he de encomen­da rme a Dios nuestro Señor, y hacerle todas mis súplicas, por m e d i o de Cris to nuestro Señor y Redentor, del Espíritu Santo, de la Virgen María , del buen ángel y del santo del día.

1 3 0 En Colonia, a donde había peregrinado Juan, se tenía gran devoción a los Reyes Magos y a las Once mil Vírgenes Mártires, y, entre ellas, a santa Úrsula y a santa Pinosa.

1 3 1 Sal 118,117.

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11 de agosto de 1542

75 . En la fiesta de san Tiburcio y santa S u s a n a 1 3 2 , medi taba de qué manera y con qué fervor de espíritu reprendía el santo a aquel T o r c u a t o 1 3 3 porque seguía los deseos carnales en los que se deleita­ba, y que no se gloriaba en n inguna otra cosa sino en la carne, y que quisiera dar con ella gusto a otros principalmente a las mujeres. M e vino entonces el deseo de pedir al m i smo san Tiburcio que él con sus oraciones me alcanzase la gracia perfecta; es decir, aquella que , si m e es concedida, ya nunca querré buscar mi propio gusto, ni glo­r iarme en m í mismo, ni agradar a otro sino solamente a Dios . Con­viene que nos pongamos en su presencia de tal manera que a sólo Él que ramos agradar y a sus santos que están en la gloria.

76. Para el «Memento» , antes de ir a m i s a 1 3 4 , pensé en las per­sonas que más habían ayudado a Don Juan en su peregrinación. Sent í gran devoción al rogar a nuestro Señor que a cada una de ellas les ayudase según habían sido sus obras, teniendo con ellas gran liberalidad y misericordia.

Ponderaba también las obras, palabras y benevolencia interior de tales personas que, al mismo tiempo que le dieron limosna, le hicieron también algún otro favor; unos enseñándole el camino para que no se desviase, otros hablándole con suavidad y otros felicitándolo. Y así se m e ofrecían algunos buenos deseos para las distintas p e r s o n a s 1 3 5 .

77. Tampoco me olvidaba de pedir por aquellos en quienes Don Juan sólo halló aspereza y fastidio; me parecía a m í que el pia-

1 3 2 Susana era venerada como mártir en la primitiva Roma cristiana, pero se pone en duda su existencia histórica.

1 3 3 En las Acta S. Sebastiani, c. 21 ; PL 17,1053-1054, en la narración legenda­ria del martirio de san Sebastián, se habla de san Tiburcio, hijo del Prefecto de Roma Cromacio, convertido como él. San Tiburcio fue delatado por Torcuato a quien el santo había reprendido severamente por su vida licenciosa.

1 3 4 En su oración, antes de la misa, recordaba a aquellas personas de las que quería hacer memoria especial en el «Memento» de la misa.

1 3 5 Fabro muestra siempre un corazón generosamente agradecido. Ahora, en su oración, manifiesta su agradecimiento a todas aquellas personas que de alguna manera ayudaron a Juan en su peregrinación. Describe con detenimiento las ayu­das de distinta índole que pudieron prestarle. Está formado en la escuela de Ignacio para quien la ingratitud era uno de los mayores pecados, y, por el contrario, el agra­decimiento, es lo mejor que se puede desear: «En la suma bondad considerando la ingratitud ser cosa de las más dignas de ser abominada delante de nuestro Criador y Señor, y delante de las criaturas capaces de la su divina y eterna gloria, entre todos los males y pecados imaginables, por ser ella desconocimiento de los bienes, gracias y dones recibidos, causa, principio y origen de todos los males y pecados, y por el contrario, el conocimiento y gratitud de los bienes y dones recibidos, cuanto sea amado y estimado, así en el cielo como en la tierra (...)». Ignat. Epist. I, 192.

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dosís imo Jesús desea que tales personas sean descubiertas y cono­cidas, sobre todo por quienes tienen algo de caridad para que pue­dan orar por ellas d e s p u é s 1 3 6 . As í les dan ejemplo de humildad, y paciencia, al m i smo t iempo que les muestran la prueba de la jus t i ­cia que cada santo merece .

As í quiso nuestro Señor Jesucristo que se comet iese con Él la mayor crueldad que nunca se ha visto, porque así podía Él aguantar a tales personas y rogar más eficazmente por ellas, pensando que necesi taban ejemplos de mayor humildad, paciencia y caridad que nunca se había visto hasta entonces.

Por eso sería s iempre mejor que los muy malos se juntasen con los muy buenos para que cada uno pudiera beneficiarse de la ayuda del otro; teniendo en cuenta el bueno esta regla: que cuanto más exper imente en sí mismo el rigor de la justicia, tanto será más ben­decido con la bondad y misericordia.

78. Mientras oraba en una capilla pr ivada en la que ya había orado otras veces pidiendo a Dios por aquella casa, m e vino un impulso vehemente de que todo lo que yo desease para bien de aquella casa y de las personas que la habitaban, por la miser icordia de Dios nuestro Señor, se le concediese a las casas y personas de to­da la c i u d a d 1 3 7 y que el Señor, por su piedad, lo confirmase c o m o si yo habitase en cada una de aquellas c a s a s 1 3 8 .

79. Así mismo se m e ocurrieron nuevas maneras de dar gracias en estos términos: al reconocer los beneficios de Dios nuestro Señor, darle gracias por todas las obras, palabras, y dones espirituales hechos en la creación; igualmente por todas las palabras y dones espirituales manifestados en nuestra redención; y finalmente por todas las obras, palabras y dones espirituales de glorificación, principalmente de aquellos que me son ya conocidos para mi bien y conso l ac ión 1 3 9 .

1 3 6 También pide por quienes hicieron sufrir a Dn. Juan durante su peregrinación. Y da la razón: se les da ejemplo de humildad y paciencia siguiendo el ejemplo de Cristo. Fabro ha dicho que ora por Lutero, Melancthon y Enrique VIII etc. Cf. (25).

1 3 7 La ciudad de Espira donde ahora vive Fabro. 1 3 8 Si la oración de Fabro rezuma delicadeza cuando ora por las personas junto

a las que convive, él quisiera, en cierto modo, romper los límites de espacio, sin­tiéndose cercano a todos, para pedir por todo el mundo con la misma intensidad y delicadeza.

1 3 9 Cuando exhorta Ignacio a los escolares de Coimbra a dar gracias por los beneficios recibidos, señala también los dones de su gloria: «(...) sueldos (dones) son los inestimables bienes de su gloria, la cual, sin poder Él aprovecharse de nada, os tiene aparejada y prometida, comunicándoos todos los tesoros de su felicidad para que seáis por participación eminente de su divina perfección lo que Él es por naturaleza y esencia». Ignat. Epist. I, 501-502.

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80. Ese mi smo día, no sé de qué manera, pero c o m o otras mu­chas veces, tuve gran devoción al pedir a lgo bueno para mí, o para los vivos y difuntos. Quería que el Señor nuestro Dios omnipoten te tuviera a bien confirmar tan eficazmente lo que pedía, c o m o si fuera el m i s m o redentor nuestro Jesucristo el que lo pidiese, o la Virgen Mar ía , o uno u otro santo o las a lmas que sufren en el purgatorio. Y para eso se m e concedía la devoción de celebrar la misa, que en sí m i sma es de tanto valor, por la hostia y sacrificio que en ella se ofre­cen, que no podemos pedir nada que sea jus to sin que lo p idamos por medio del m i smo sacrificio realizado en la cruz, pr incipalmen­te concediéndonos Dios nuestro Señor la fe conveniente con la con­fianza en Él .

12 de agosto de 1542

81 . El día de Santa Clara, tuve en la misa alguna distracción. Deseaba edificar a los presentes y, al mismo t iempo encontrar devo­ción en ello. Esto mismo me había sucedido en muchas ocasiones sin saber yo que era una tentación. Cuando caí en la cuenta , no veía la manera de rechazarla, porque estaba entonces más arraigada en mí que ahora cuando siento ya mayor repugnancia a tales defectos. Al dar vueltas sobre esto el m i smo día, m e concedió el Señor la gra­cia de no dar cabida en mí a tales imperfecciones, en las que yo no era consciente de que hubiera pecado. Tomé nota de c ó m o hay que procurar que la devoción y el conocimiento, con afecto sensible, de las cosas divinas -p r inc ipa lmente del mismo Dios y de sus gratuitos dones , con los que el hombre se hace más grato a D i o s - , todos estos dones no debemos desearlos sino para su gloria y para la edificación y perfección propia, porque, al contrario de otras gracias , también gratuitas, éstas no van dest inadas directamente al p r ó j i m o 1 4 0 .

1 4 0 Fabro distingue, según la doctrina tradicional, entre la gratla gratum faciens, por la que la persona que la recibe se hace agradable a Dios y se siente especial­mente unida a Él, y la gracia gratis data, que se le da para colaborar con Dios en la edificación y santificación del Cuerpo Místico (Sum. Theol. I-II q. 111. a.1). Aunque toda gracia, aun la más íntima y personal ayuda indirectamente al bien de los otros. Para los místicos, cuando el alma llega a la más íntima unión con Dios, no antes, «no le es conveniente ocuparse en otras obras y ejercicios exteriores que le puedan impedir un punto de aquella asistencia de amor en Dios, aunque sean de gran ser­vicio de Dios, porque es más precioso delante de Dios y del alma un poquito de este puro amor y más provecho hace a la Iglesia, aunque parece que no hace nada, que todas esas obras juntas». CRISÓGONO DE JESÚS y VV.AA., Vida y obras de San Jan de la Cruz, BAC, Madrid 1964, 708-709.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 1 6 1

13 de agosto de 1542

82 . El domingo de la octava de san Lorenzo tuve importantes sent imientos espirituales al rezar los mait ines del domingo . Oré con gran afecto a la Sant ís ima Trinidad, en un día dedicado a celebrar esa fiesta, que, por la gloria de su resurrección, quisiera conceder­m e una gracia especial en todos los oficios del domingo . Y que el m i smo domingo se m e concediese ya una ayuda para todos los ofi­cios feriales y de los santos y santas de toda la semana.

Lo mi smo hice en la misa al principio, al medio y al fin.

83 . Ese mi smo día me acordé también de algunos puntos que me habían afectado otras veces y tenía ya olvidados y que conviene que sean tenidos en cuenta. Pedía y deseaba con confianza que nuestro Señor, por su bondad y paciencia, quisiera suplir todos mis defectos de manera que las humil laciones que muchas veces he merec ido por mis muchas negligencias, no me sobrevengan sino cuando sean para gloria de Dios y salvación del prój imo; y que los espíritus mal ignos no tengan el poder, por mi causa, sobre quienes sienten y ven mis defectos, para que no sean movidos contra la glo­ria de Dios y daño del prójimo.

Recuerda ahora, a lma mía, qué manifiestos se han hecho tus defectos en tantos lugares y ante tantos personas y no fueron nota­dos ni juzgados con el rigor de la justicia. As í debes más a tu Dios y Señor que , por sí m i smo y por la intercesión de sus santos y por el ministerio de sus ángeles, no permitió que tu compor tamiento fuera visto con malos ojos ni j uzgado con el r igor de la just icia; so­bre todo sabiendo claramente que cuanto hiciste hasta ahora o dijis­te , se hubiera podido echar a mala parte y nadie ha tenido en cuen­ta esas cosas ni se ha acordado de ellas.

84. El mismo día tuve el deseo de que nuestro Señor m e hicie­se sentir el «Gloria a Dios en el cielo» del domingo y el «Señor, ten piedad» y me concediera el espíritu propio del domingo , esto es , el del m i s m o Señor.

14 de agosto de 1542

85 . En la vigilia de la fiesta de la Virgen Mar ía en el mes de agosto, rezando el oficio de San Hipólito y compañeros márt ires , al l legar a lo de santa Concordia cuyo cuerpo fue echado a las c loacas y recogido por Ireneo santo y l impiador de cloacas para gran con-

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solación de san J u s t i n o 1 4 1 , sacerdote, tuve un gran sent imiento de compunc ión pensando que aquel hombre , en su humi lde oficio, hizo una cosa tan santa y tan agradable a Dios nuestro Señor. M e vino también otro sentimiento que me sirvió de mucho y fue pedir m u y intensamente a la Madre de nuestro Señor, cuyo fruto es tan perfec­to, que m e alcanzase la gracia de poder y saber servir a su Hijo, con voluntad perfecta en este oficio mío sacerdotal , ya que I reneo, en un oficio tan humi lde c o m o el suyo, encontró la ocasión de hacer cosa de tanta importancia en servicio de nuestro Señor. As í m i s m o rogué por todos los que tienen alguna responsabil idad en su oficio, para que el Señor nuestro les conceda la gracia de que, entre las cosas que hacen, puedan encontrar la ocasión de hacer algo para gloria de su Majestad, e inmediato provecho y util idad de sus a lmas , o para nuestra consolación, o para remedio de las necesidades de los próji­mos vivos o difuntos.

86. De la misma manera en el «Benedicite» y «Laúdate», al rezar los laudes, sentí gran dolor, al entender y exper imentar c ó m o todas las criaturas sirven de utilidad, consolación, y remedio a las necesidades del hombre : el sol i luminando, el agua refrescando, el fuego calentando, y yo, por mi escasa devoción, no progresaba nota­b lemente ni en la alabanza a Dios, ni en su servicio, c o m o es obli­gación del hombre .

La meditación sobre los misterios consist ió en considerar c ó m o la Virgen Mar ía veía los frutos tan nobles y tan notables que ella daba en la Anunciación, en la Visitación, en el Nacimiento , al ver a los pastores e levados a tan gran conocimiento, al comprender el mister io de la Circuncisión, al ver a los Reyes tan humildes etc . As í pedía a ella que me alcanzase, por fin, la gracia de concebir algún fruto c o m o siervo de su Hijo, y que se concretase en algo, y con afecto de fe, esperanza y c a r i d a d 1 4 2 . Al estar con este deseo m e

1 4 1 En las Gesta S. Laurentiise lee que, en tiempo del emperador Decio, el sub-prefecto Hipólito y toda su familia se convirtieron a la fe cristiana. Hipólito y su nodri­za Concordia, con otros diecinueve, fueron decapitados fuera de la Puerta Tiburtina. Sus cuerpos fueron abandonados cerca del Campo Verano y recogidos por el sacer­dote Justino y los enterró allí mismo. Con ellos enterró también el cuerpo de Con­cordia, recogido de las cloacas por Ireneo, encargado de limpiarlas. Cf. M. DE C E R -TEAU 180, nota 1.

1 4 2 Todo le ayuda a Fabro a profundizar en su humildad: las criaturas, sol, agua, fuego que sirven al hombre mientras que él regatea la alabanza y el servicio a Dios. Desde las criaturas, y entrando ya en la contemplación de los misterios de la Virgen, ve los frutos que ha dado, como sierva del Señor, en la Anunciación, Visitación. Pide entonces a la Virgen la gracia de sentirse siervo del Hijo.

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pareció como si, dentro de mí , surgiera algo así c o m o la esperanza de uno que quiere ponerse al servicio de un gran señor, después de haber servido tantos años a sus siervos, p robándose a sí m i s m o en presencia de ellos, y espera que un día el señor le encuentre d igno de ser su siervo, y que le manifieste su voluntad. Con esto m e esfor­zaba por someterme humildemente a la voluntad de Cristo nuestro Señor, pues sólo Él conoce nuestras necesidades y lo que conviene para nuestra salvación.

87. En las primeras vísperas de la Asunción exper imenté mu­cha devoción al estar en el templo de la Virgen Mar ía de Espira . Las ceremonias , la i luminación, el órgano, el canto, la veneración de las reliquias, los ornamentos , todo esto me daba tal devoción que yo n o sabría explicar. Llevado de estos sentimientos daba gracias por quien había colocado los candelabros, y había encendido las velas , y las había puesto en orden, y por quienes habían contr ibuido a pagar los gastos. Bendecía también a Dios por el órgano y el orga­nista, por los fundadores, por todos los ornamentos que yo veía pre­parados para el culto divino, por los cantores y las canciones de los niños . De igual m o d o daba gracias por los relicarios, por los que habían encontrado las reliquias y las prepararon para ser veneradas . En una palabra, aquella moción m e llevaba a tener en más la más pequeña de aquellas obras hechas con una fe católica y s imple que los mil grados de aquella fe ociosa que tanto est iman quienes minus -valoran a la Iglesia j e r á r q u i c a 1 4 3 .

Deseaba igualmente la bendición y misericordia de Dios nues­tro Señor para todas y cada una de las personas que ponen algo de lo suyo para este culto exterior de Dios y de sus santos, bien sea su trabajo o su dinero o la dirección o de cualquiera otra manera .

15 de agosto de 1542

88. En la fiesta de la Virgen María, al rezar en privado el oficio

de maitines en el templo, sin prestar oído al que se cantaba en el coro,

1 4 3 Fabro abre los ojos y los oídos en el templo de la Virgen María de Espira y ve y oye todo: iluminación, reliquias, ornamentos, órgano que llena el templo, can­tores y canciones. Dejándose llevar de los sentimientos de devoción que todo esto produce en él, se eleva en emotiva acción de gracias al Señor para bajar después y pedir por quienes han contribuido de alguna manera al esplendor del templo, se deja impresionar por la fe operativa del pueblo sencillo, que dista mucho de aquella fe ociosa que pregonan ahora los que se apartan de la Iglesia católica.

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y lo mismo en la misa que dije, siempre estuve metido en mí mismo. Quiero decir, sin ninguna agitación del bueno o del mal espíritu; por eso sentía la propia debilidad y la dificultad en estar atento al rezo. Sin embargo, me pareció después, aunque estaba todavía en m í mismo, que mi propio ser no estaba tan bajo y decaído, tan intranquilo y tan desordenado como otras veces cuando creía que me abandonaba el Señor. Así, privado del ajeno espíritu, permanecía dentro de mí mismo con la gracia suficiente del m i s m o 1 4 4 . Quiera nuestro Señor concederme la gracia de crecer cada día y ser un vaso cada vez más capaz y más limpio para que, con él, esté más preparado para no dar cabida a los malos espíritus y para recibir los buenos.

Aqu í recordé cómo , casi durante todo el año y en las pr inci­pales fest ividades, m e encuentro sin n inguna devoción, quiero decir, sin devoción que proceda de la moción interna del espíri tu que suele cambiar nuestro propio ser en otro mejor, de manera que lo no t amos bien cuando está presente en nosotros . Es una gracia grande de Dios nues t ro Señor que el h o m b r e se encuent re muchas veces c o m o quien vive en sí m i smo con la gracia suficiente para que conozca mejor y sepa dist inguir el propio espíritu y el espíri tu que le viene de fuera, sea bueno o m a l o 1 4 5 . Y es de gran impor tan­cia para discernir el bueno del mal espíritu el poder conocer , enten­der y exper imentar los altos y bajos de nuestro ser; y t ambién el aumen to o pérdida que sent imos en nosotros y que p o d e m o s expe ­r imentar de tres maneras : la pr imera cuando , en cierto sent ido, yo p u e d o decir, para entender lo bien, no exc luyendo la gracia de Dios : «vivo yo y soy yo el que vive»; la segunda: «vivo yo , pero ya n o vivo yo sino que es Cristo quien vive en m í » 1 4 6 ; la tercera: «vivo yo , pero no vivo yo, en m í vive el pecado o el mal espíritu que re ina en los ma los» .

1 4 4 Pasa ahora por lo que Ignacio llama tiempo tranquilo: «cuando el ánima no es agitada de varios espíritus y usa de sus potencias libera y tranquilamente» [177]. En otras ocasiones, al faltarle la consolación, aunque no se sintiera agitado por el mal espíritu, se sentía desasistido, «bajo y decaído». Ahora, estando consigo mismo tiene razones para no perder la paz, porque le queda la gracia suficiente, el «auxilio divino, aunque claramente no lo sienta; porque el Señor le ha abstraído su mucho hervor, crecido amor y gracia intensa, quedándole tamen gracia suficiente (...)»[320].

1 4 5 Tiene su ventaja la ausencia temporal de las mociones que vienen de fuera, porque le ayudan a conocerse mejor y ver si va creciendo en el buen uso de su pro­pia libertad. «Presupongo ser tres pensamientos en mí, es a saber uno propio mío, el cual sale de mi mera libertad y querer, y otros dos, que vienen de fuera; el uno que viene del buen espíritu y el otro del malo» [32].

1 4 6 Gal 2,20.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 165

15 de agosto de 1542

89. Después de la misa, al dar gracias a Dios nuestro Señor y a nuestra Señora por su intercesión, meditaba en la perfección que siem­pre tuvo ella en su propia naturaleza y en la continua y actual moción del Espíritu Santo que le asistió siempre, aunque no sería siempre de la misma manera. Porque, aunque fuese la llena de gracia y el Señor estuviese con ella, y fuese bendita entre todas las mujeres, bien pudo suceder que no estuviera siempre animada por el mismo fervor del Espíritu y por la misma consolación. Así quedaba en ella lugar para la humildad perfectísima y para el hambre y sed de agradar más al Altísimo, y para el temor de no servir a Dios como Él quiere e t c . 1 4 7 Yo le suplicaba que me alcanzase la gracia de sentirme robustecido, rehe­cho y reforzado con la gracia de Dios, para que cuando llegase el mo­mento de la privación, muy justa y necesaria de la moción y coopera­ción sensible del Espíritu, yo no me derramase, deshiciese y perdiese tan pronto los dones divinos, ni fuese tan débil ni tan negligente, car­nal y tan poco vigilante para las cosas espirituales.

Quiera la divina Bondad confirmar en m í lo esencial de su gra­cia de tal manera que cada día me sienta más fuerte, y bueno para actuar bien cuando se m e retire la consolación, c o m o m e ha sucedi­do muchas veces, y que se creen en mi cuerpo, a lma y espíritu tales hábitos con los que pueda aprovecharme de su gracia al cesar los fervores espiri tuales que acompañan mis actos.

16 de agosto de 1542

90 . El día después de la Asunción hice conmemorac ión de San Roque y propuse hacerla todos los años en tal día, c o m o hacen los carmeli tas de París . Sentí profundamente estas palabras: Mariam sanctificans, Mariam gubernans, Mariam cownansi4& en el Gloria

1 4 7 Cree que la Virgen, llena del Espíritu, no sería movida siempre de la misma manera. Habría cabida en ella para una humildad todavía más perfecta, podría cre­cer en los deseos de agradar más al Señor y hasta experimentar temor de no ser­virle como Él quisiera. Son experiencias en las que se mueve Fabro continuamente. De aquí la petición que hace, a la Virgen para cuando le falte la consolación sensi­ble del Espíritu. No querría ser entonces víctima de las mociones contrarias del mal espíritu: «derramarse» que equivale a «moción a las cosa bajas y terrenas» [317]; ni sentirse «tan débil, ni tan negligente, camal y tan poco vigilante en las cosas espi­rituales» que sería, algo así, como caer en la primera causa por la que podemos estar desolados: «por ser tibios, perezosos o negligentes en nuestros ejercicios espirituales» [322].

1 4 8 Frases añadidas al Gloria en una antigua misa de la Virgen.

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166 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

in excelsis Deo. Pedí a nuestra Señora, con mucha devoción, fe y esperanza, que m e alcanzase: pr imero, la santidad y pureza que son fruto de la castidad, de la sobriedad y de la l impieza de cuerpo, a lma y espíritu; segundo, gobernarme y ordenar mi vida para el servicio de Cristo su Hijo; tercero, la paz en este mundo con la práctica de las vir tudes, y la paz también en el otro.

9 1 . Tenía deseos de adorar el cuerpo de Cristo nuestro Señor, que estaba en el altar delante de mí. M e acordé de c ó m o nuestra Se­ñora, al estar por enc ima de todos los coros angél icos, sería la que mejor honra y sirve a la divina Majestad de cuantas puras criaturas han salido de la mano del Altísimo. Y por eso su ayuda a los hom­bres es m u c h o mayor que la de cualquier ángel o serafín. Porque ella no solamente goza y reina sobre todas las criaturas, sino que también engrandece y alaba y sirve a su Hijo y a la santísima Trini­dad, mejor que todas ellas. Porque es Señora, Reina, M a d r e y A b o ­gada. Procura y obtiene la renovación de quienes no han a lcanzado todavía la perfección esencial y accidental. Alcanza a los mortales , cada día, nuevos dones de gracia, de paz, y por fin de gloria, y a los bienaventurados nuevos dones de gracia a c c i d e n t a l 1 4 9 .

19 de agosto de 1542

94.150 EI fjfa f j e § a n Luis , confesor y o b i s p o 1 5 1 tuve una devo­ción extraordinaria cuando pensé aplicar la misa c o m o compensa­ción de todas mis faltas de atención y de reflexión por n o haber teni­do los ojos abiertos para ver los bienes que se me conceden todos los días, por medio de las obras de Dios , por sus palabras exteriores e interiores, y por medio de su propia persona que tengo todos los días en mis manos y delante de mis ojos. Entendí con claridad y tuve gran deseo de tenerlo s iempre conmigo al rezar el versículo: «Ábreme los ojos para que contemple las maravil las de tu l e y » 1 5 2 . M e sorprendía, c o m o en tantas otras ocasiones, al constatar los cam­bios de mi tristeza en alegría, por pensar demasiado, a lgunas veces ,

1 4 9 La perfección esencial consiste en la perfecta unión con Dios, pero puede ser accidentalmente incompleta cuando no se dan algunas condiciones, como cuan­do el cuerpo se halla separado del alma. Cf. (138).

1 5 0 El párrafo 94 que refiere lo que le sucedió el 19 de agosto es anterior al 92 y al 93 que relatan lo acontecido el día 20.

1 5 1 San Luis, obispo de Toulouse, de la orden de Frailes Menores, nieto de san Luis, rey de Francia.

1 5 2 Sal 119,18.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 167

en mis propios defectos, y otras, por el contrario, en la miser icordia y perdón de Cristo nuestro Señor. M e dio luz y consolación el ver­sículo del ofertorio: «Mi lealtad y mi amor irán con é l » 1 5 3 . C o m o si alguien me dijera que el Señor muestra su verdad para que aparez­ca su justicia. Otras veces nos da señales de su misericordia. D e estas dos maneras educa el Señor a sus siervos.

20 de agosto de 1542

92. El día de San Bernardo tuve gran devoción en la misa con abundantes lágrimas, al pensar lo mucho que ha disminuido la devo­ción al santísimo Sacramento, por la tibieza de la vida cristiana y por el mal ejemplo que dan a otros los que han abandonado la Iglesia.

Sufría también al pensar en el daño que reciben las a lmas del purgatorio, por estas opiniones tan malas . Pensaba después en las irreverencias que se cometen contra los objetos sagrados y contra los obispos y en las murmurac iones de unos contra otros. Ya ningu­no puede sufrir a quien no sea de su agrado.

93. Este mismo día tuve gran devoción de ofrecerme a San Ber­nardo pidiéndole que me aceptase como discípulo suyo, ya que él ha servido tan perfectamente a la Madre de Jesucristo nuestro Señor.

2 1 de agosto de 1542

95. En la vigilia de la octava de la Asunción de la Virgen Mar ía tuve un gran recuerdo de la pasión del Señor. Y es que en el oficio y en las oraciones acostumbradas y en mis medi taciones , encontré devoción en aquellas palabras: «Mi alma está triste (...) pase de m í este c á l i z » 1 5 4 : «Dios mío , Dios mío, ¿ por qué m e has abandona­d o ? » 1 5 5 ; «Mujer, ahí tienes a tu H i j o » 1 5 6 ; «Padre, en tus manos e t c . » 1 5 7 . As í entendí , con ocasión de la Asunción, que por la com­pasión en la pasión de su Hijo, la Virgen Mar ía fue e levada por enci­ma de todos los coros angélicos, ya que la pasión es el camino per-

1 5 3 Antífona del ofertorio de la misa de confesores no pontífices como venía en el misal de S. Pío V. Sal 89,25.

154 Mt 26,38-39. 1 5 5 Me 15,34. 1 5 6 j n 19,26. 1 5 7 Le 23,46. Fabro vuelve frecuentemente sobre la pasión y las siete palabras

del Señor en la cruz. Cf. (71).

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168 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

fecto y recto para el cielo. M e parecía que para contemplar la Asun­ción de la Madre , lo mejor era contemplar la pasión del Hijo y la compasión de la Madre .

96. En la misa se m e ocurrió meditar sobre lo que se hace antes de la consagración, después de la consagración hasta la comunión ; y de lo que se hace después de la comunión. Son tres puntos . Digo , que movido por el buen espíritu, comprend í que para la medi tación de los misterios de Cris to, era conveniente dist inguir tres t iempos: el pr imero antes de su encarnación; el segundo durante su vida en el m u n d o ; el tercero después de la ascensión. También se pueden dis­tinguir tres t iempos en la vida de nuestra Señora: pr imero lo que padeció antes de la concepción de su Hijo; segundo hasta la muer te y ascensión de Jesús; tercero después de la ascensión del Señor hasta la muer te de la Virgen.

Pensaba en esto con deseos de conocer y amar mejor a Cris to por intercesión de su Madre . Todo esto se me ocurrió a propósi to de lo que me sucedió en la misa. Quer ía que se me concedieran: pri­mero aquellos dones anteriores a la encarnación, y que correspon­dían al t i empo antes de la consagración; segundo los que van desde la encarnación a la pasión y que yo si tuaba entre la consagración y la comunión ; tercero todos los que van desde la pasión hasta el ju i ­cio y que corresponden a la parte restante de la m i s a 1 5 8 .

97. Del mi smo m o d o pertenece a la devoción que tengo a la Virgen Mar ía el que todos los años me vengan deseos de que nues­tro Señor, entre fiesta y fiesta de la Virgen María , me conceda gra­cias semejantes a aquellas de las que ella estaba llena. M e fijaba pri­mero en el t iempo que va desde su concepción hasta la Anunciac ión . Aqu í m e preparaba de tal manera que yo pudiera decir efectiva­mente : «He aquí la esclava del S e ñ o r » 1 5 9 , convir t iéndose así en templo del A l t í s i m o 1 6 0 . M e fijaba después en el t iempo que va desde este m o m e n t o hasta la muerte de su Hijo y que fue el t i empo de su compas ión . Por ú l t imo desde la muerte de Jesús hasta la Asunción de la Virgen. Y volvía a comenzar desde el principio. Duran te los dos pr imeros t iempos pedía que nuestro Señor m e concediera la gra­cia de sentirle presente, de sufrir con Él y de imitarle; después la

1 5 8 Durante la Edad Media existían numerosos comentarios que explicaban la misa como una representación simbólica de los misterios de la vida de Cristo. Fabro sigue esa tradición.

1 5 9 Le 1,38. 1 6 0 Cf. Sal 46,5.

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gracia de sentir su ausencia, con santos deseos de seguirle hasta la gloria, después de haber hecho aquí su voluntad.

98. El m i smo día, al pensar cómo la pasión de Cristo y la com­pasión de la Virgen son c o m o los peldaños de una escalera para subir di rectamente a la Ascensión y a la Asunción, tuve gran devo­ción ofreciendo mi alto y bajo conocimiento de todos mis bajos y altos que yo exper imento, con el deseo de que nuestro Señor m e conceda la gracia de no entr is tecerme nunca ni a legrarme sino de las penas y alegrías de Cristo y de su M a d r e 1 6 1 .

2 4 de agosto de 1542

99. En la fiesta de San Bartolomé, entre otras intenciones, apli­qué la misa por todas las tribulaciones y trabajos de mis compañeros y a m i g o s 1 6 2 . N o sólo por los trabajos presentes sino también por los pasados y futuros, para que el sacrificio de la misa supla a todas las acciones de gracias que, por tantos motivos, debo dar; y para pedir el perdón y gracia que hay que buscar en tales tribulaciones.

100. De la misma manera tuve devoción y deseo de algo que m e parecía posible: verme un día delante de todos los márt ires y poder decirle a cada u n o 1 6 3 los versículos del sa lmo: «Que el Señor escuche el día de tu angustia», «que te conceda según tu corazón y confirme todos tus proyectos», «que el Señor cumpla todas tus

1 6 1 Alegrarse solamente por las alegrías de Cristo y entristecerse por sus penas es ir subiendo los peldaños que conducen a la perfecta identificación con Cristo. La asidua meditación de la Pasión que Fabro cultiva, le hace caminar sobre seguro y sin desviaciones. En (95) ha dicho que la Pasión es el camino perfecto y recto para el cielo. Por lo demás, la contemplación de la Pasión era muy recomendada en la espiritualidad cartujana que Fabro no desconocía: «La meditación de la Pasión es un libro de vida en el que se encuentra todo lo que es necesario para la salvación. (...) En la adorable Pasión de Jesús se nos dan en abundancia los bienes espiritua­les. (...). ¿De dónde nos viene el fundamento de nuestra gloria y elevación? ¿De dónde la esperanza y la alegría de nuestros corazones?» (Ludolfo de Sajonia). Cf. Un itinerario de contemplazione. Antología di autori certosini, Milano 1987, 250-251. Leemos en la Autobiografía que durante su estancia en Manresa Ignacio solía leer la Pasión durante la misa (Cf. FN I, 390 y 396). Era una devoción típicamente medie­val la lectura de la Pasión según S. Juan que se incluía en los libros de Horas. Cf. PEDRO LETURIA, Libros de Horas, Anima Christi y Ejercicios Espirituales. En «Estu­dios Ignacianos», Roma 1957, II, 98-148.

i ° 2 r¿ ste mismo día, 24 de agosto, y desde Espira, escribe a Ignacio contándo­le las dificultades por las que ha pasado Juan de Aragón en su peregrinación a Colonia, y dando gracias por la providencia que el Señor ha tenido con el peregrino.

163 Notemos, una vez más, la extensión de los deseos de Fabro: «delante de todos los mártires y poder decirle a cada uno».

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súplicas y haga sabroso tu h o l o c a u s t o 1 6 4 . Todo esto lo sentí l levado

del buen espíritu.

101 . El m i smo día, al querer rezar el oficio de completas m e vi muy triste y lleno de amargura porque, desde la tarde anterior y durante todo el día, estuve turbado y agitado dando vueltas a mis antiguas l imitaciones y debil idades, cuando m e hubiera gustado sentir solamente las mociones del buen espíritu. Tuve además dis­tracciones en el oficio.

M e vino después alguna c o n s o l a c i ó n 1 6 5 al pensar que quizás le gustaba al Señor que en tales días me sintiera yo más bajo y más cercano a mis antiguas llagas, para que los santos, cuya fiesta cele­bramos , las vean y pidan a Dios que arranque de m í tales imperfec­c iones . L o cierto es que , hace casi un año, m e encuentro sin devo­ción en las fiestas principales, sin paz y sin lágrimas etc. Tuve en­tonces gran esperanza y suplicaba al Señor que así sucediese, para que no solamente Él, sino también su Madre , santa Ana , la M a g ­dalena, pudieran, de esta manera, caer mejor en la cuenta de mis necesidades espirituales.

25 de agosto de 1542

102. En la fiesta de San Luis, rey de Francia, tuve gran devo­ción en aplicar, por las intenciones del C a r d e n a l 1 6 6 , la misa que debía decir por él. Yo quería satisfacer por todas sus obl igaciones, para honra de este santo y bien de toda Francia en la que se habían hecho tantas cosas buenas , se habían perdonado tantos pecados y que t iene, además tantas necesidades espirituales y temporales .

Digo que ofrecí la misa por el Cardenal y por toda Francia, la

actual, la pasada y la futura. Por todos los reyes, duques , condes y

otros señores, y por sus respectivos territorios; por las archidiócesis

y diócesis , abadías, parroquias, escuelas y c iudades de cualquier

condición. En estos pensamientos sentí mucha devoción, deseando

1 6 4 Sal 20,2.4.5.6. 1 6 5 La tristeza y sequedad inicial se torna en consolación al ponderar las razo­

nes por las cuales el Señor ha podido retirarle «su mucho hervor, crecido amor y gra­cia intensa» [321]: para mayor humildad y para insistir más en su oración acudien­do con mayor insistencia a Cristo, a la Virgen y a los santos.

1 6 6 Probablemente se refiere al Cardenal Luis de Bourbon. Vendóme, cardenal en 1517, arzobispo de Sens desde 1533 a 1557 que tenía autoridad sobre toda la provin­cia de París. Fue provisor de la Sorbona desde 1525. Cf. M. DE CERTEAU 192, nota 3.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 171

1 6 7 Hoy ha comenzado Alvaro Alfonso su peregrinación. En carta del día ante­rior a Ignacio le comunica: «Alvaro Alfonso mañana, placiendo a Dios nuestro Señor y con el salvoconducto del rey Luis, confesor, rey de Francia, se parte para otra peregrinación, hasta la santa ciudad de Tréveris, riquísima en reliquias». FM 177.

1 6 8 Cf. Sal 1 8 , 2-3. 1 6 9 Que el hombre es el más débil y corruptible de los seres, a causa del pecado

original, era la doctrina tradicional. 1 7 0 Fabro no sigue la doctrina tomista para la que el hombre es el «compues­

to» de alma y cuerpo. Fundamenta su antropología tricotómica en el saludo final de Pablo en la primera carta a los Tesalonicenses; «Que todo vuestro ser, el espíritu, el alma y el cuerpo, se conserve sin mancha hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo» (1 Ts 5, 23), teoría que Orígenes, el primero, expuso con especial clari­dad. Cf. La duplice Antropogia spirítuale di Origine. En CHARLES BERNARD (ed.), L'Antropología dei Maestri Spirituali. Milano 1 9 9 1 , 63-76.

1 7 1 Para Fabro el conocimiento espiritual se debe a la intervención directa del Espíritu Santo y de los ángeles lo que podía llevarle a una especie de ¡luminismo. De ahí que acuda también a la enseñanza de la fe.

que el Señor concediese lo que le pedía. Hice intención de que todos

estos deseos se cumpliesen también en cada uno de los r e i n o s 1 6 7 .

103. Un domingo , al rezar el oficio, m e sentí especia lmente tocado por algunas palabras de los salmos: «Yo te amo, Señor, mi fortaleza, mi roca, mi baluarte, mi libertador, mi protector, mi fuer­za de salvación, mi d e f e n s o r » 1 6 8 .

Ponderaba todas estas palabras con fe, esperanza y con gran deseo de amar al Señor.

Pensaba después que en el hombre la carne es más débil , su corrupción más fácil y la disolución de su cuerpo más rápida que la de todos los c u e r p o s 1 6 9 . Pensaba también que el a lma es ciega, que el espíritu es malo para juzgar sus propias necesidades y poner remedio a las del propio cuerpo y alma, quiero decir del a lma y del cuerpo en que vive. Sentí gran devoción al ofrecerme para pedir al Padre omnipotente que se compadezca de la carne de mi cuerpo y la

. fortifique y la haga santa; pedía al Hijo por mi a lma para que la ilu­minase y santificase; al Espíritu Santo le encomendaba mi espíritu, para que lo hiciese tan bueno que no se olvidase j a m á s de sus debe­res para con el a l m a 1 7 0 .

Por a lma entiendo la parte sensitiva, juntamente con la parte inferior de la razón por medio de las cuales la inteligencia razona sobre lo que ha recibido por los sentidos; entiendo por espíritu la parte superior que se ocupa de las cosas de Dios y que recibe del Espíritu Santo y de los ángeles y de la enseñanza de la fe sus razonamientos, deseos, y a f e c t o s 1 7 1 . Suplicaba al Hijo que las gracias que yo pedía

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172 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

m e fueran concedidas en el momento de recibir su preciosísimo cuer­po, su a lma y su divinidad, presentes en este sacramento.

29 de agosto de 1542

104. En la fiesta del martirio de San Juan Bautista estuve distra­ído. Viendo la dificultad de concentrarme, tuve gran devoción al pen­sar que es propio del Santísimo Sacramento concedernos la gracia de entrar siempre en nosotros para llevarnos a la conversión de nuestro corazón; para que siguiéndole entremos más y más, cada día, en lo profundo de nuestras entrañas. Pedía a san Juan Bautista que me ense­ñase la manera de preparar el camino del Señor, siendo él la voz del que c lama en el desierto: «Preparad el camino del S e ñ o r » 1 7 2 .

105. Cristo desea de nosotros, sobre todo, estas dos cosas : que progresemos en elevar nuestro espíritu al cielo y que en t remos y penet remos en nosotros hasta encontrar a Dios en nuestro interior. Porque no hay que buscar el reino de Dios en n inguna parte sino dentro de nosotros y en el c i e l o 1 7 3 .

Cris to fue e levado sobre la cruz y por fin subió al c ielo para atraernos a todos hacia É l 1 7 4 . En el Sacramento se dio a nosotros c o m o comida para que pudiéramos atraerlo hacia nosotros según aquellas palabras: «Vendremos a él y haremos en él nuestra mora­d a » 1 7 5 y aquellas otras: «Si a lguno me abre, cenaré con é l » 1 7 6 .

106. Mientras rezaba el oficio de santa Sabina mártir, m e acordé devotamente durante todas las horas del oficio, de santa Serapia, vir­gen y mártir que, viviendo en casa de santa Sabina, contribuyó a su conversión.

107. Ese mi smo día pensaba yo c ó m o los hombres cometen no sólo pecados carnales sino casi todos, con gran aplicación de su

1 7 2 Le 3,4. 1 7 3 Cf. Le 17,21. Insiste en el doble movimiento en que consiste la vida espiri­

tual: el primero, de subida y salida; el segundo de interiorización y de vuelta al cora­zón. La contemplación ignaciana sigue este mismo movimiento: salida de sí mismo para «ver las personas», etc. Esto ya es descentrarse y salir de sí mismo: «(...) tanto se aprovechará (...) cuanto saliere de su propio amor, querer, y interese» [189], El otro movimiento es de interiorización: «otro tanto mirando a mí mismo» [53]: también «refletir» para sacar algún provecho [106]. Es el movimiento contemplativo de la Virgen. Ella contemplaba (salía) y «conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón». (Le 2,51).

1 7 4 Cf. Jn 12,32. 1 7 5 Jn 14,23. 1 7 6 Ap 3,20.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 1 7 3

1 7 7 Una de las pocas ironías de Fabro. 1 7 8 Se fija Fabro no sólo en los pecados de los hombres sino en el mundo y

ambiente de pecado en que vive. Lo espiritual está sometido a lo carnal. Es la carne la que impone su ley al espíritu y lo somete.

1 7 9 Es una nueva llamada a la interiorización. Sin adentrarse mucho en su inte­rior no se puede sa/ / ra buenos pastos. Un autor, como Taulero, partidario también-de la antropología ternaria es uno de los más finos buceadores en las profundida­des del hombre: «De hecho el hombre es como si fuera tres hombres, aun siendo uno solo. El primero es el hombre exterior, animal, sensible; el segundo es el hom­bre racional, con sus facultades intelectuales; el tercero corresponde a aquel fondo del alma que se repliega sobre si misma a la parte más profunda del alma, el instin­to profundo (gemuete) del alma». (Louis COGNET, Introduzione ai mistici renano-fiam-minghi, Milano 1991, 129). Hace un esfuerzo por aclarar lo que entiende por ese fondo del alma: «Es el fondo en el que nace la verdadera imagen de la santa Trini-

espíritu. Piensan en su materia, conversan sobre ellos, y les gusta que otros se los comenten. Ped í al Señor que no consintiera que los espíri tus mal ignos tentasen tanto a los hombres .

Porque sobre la gula se habla hoy tanto y hay tanto desorden en afectos y pensamientos que puede decirse que es tamos en una comida espiritual, l lamémosla a s í 1 7 7 , casi permanente . Dígase lo m i s m o de otras cosas, aun lícitas, del cuerpo, c o m o si con el ali­mento del cuerpo y su necesaria sustentación quisieran al imentar y nutrir su alma, cuando ella debe tener otros al imentos y no deleitar­se en los mismos que el c u e r p o 1 7 8 .

De aquí se sigue, en estos t iempos, que los l ibertinos agravan sus pecados porque aplican demasiado su espíritu a ellos y llevan su a lma al fondo de sus obscenidades. Los esposos manchan sus rela­ciones conyugales al mezclar su vida espiritual procurando conten­tar los deseos del alma. Sigúese la aversión y dis tanciamiento de las cosas divinas.

108. Con eso el espíritu no puede encontrar su a l imento apro­piado. Mejor sería traer el cuerpo a los sentimientos propios del ali­mento espiritual del a lma de manera que cuando con templásemos a lguna obra de Dios u oyésemos sus palabras, o hiciéramos algo con nuestras manos , entrase de tal manera el espíritu en todo esto que arrastrase a toda el a lma sensitiva a contemplarlas .

Esto es , c ier tamente, salir de uno mi smo hacia buenos pastos ; lo que no podrá realizarse mientras no arrastremos todas las cosas hacia nuestro interior. Es decir, mientras no es temos to ta lmente recogidos interiormente y dispuestos a estar ahí pe rmanen temen­t e 1 7 9 . L o que se consigue cuando nos esforzamos por l iberarnos de las imperfecciones sensuales.

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Así que es necesario rogar a Dios que nos eleve hacia las cosas altas y a contemplar las espirituales de tal manera que , todas las demás cosas se nos hagan espirituales, y las comprendamos de ma­nera espiri tual; y esto vale mucho más que si se nos diera la gracia del Espíritu Santo para que las cosas inferiores las exper imentáse­m o s santamente y en, cierta manera, s e n s i b l e m e n t e 1 8 0 .

109. Levanta ya tu mente a aquellas cosas que no pueden ser percibidas por los sentidos, como es la divinidad de Jesucris to que es la misma que la del Padre y la del Espíritu Santo. Busca a Dios donde no puedes encontrar n inguna otra cosa sino a Dios . Es decir, búscale en sí mi smo .

Después de haber considerado a Dios en su naturaleza divina y en su Trinidad, contempla a Cristo hombre , m á s bien en el c ie lo que en la tierra; busca después a la bienaventurada Virgen María . Y en ambos busca pr imero sus almas que sus cuerpos. Después de la Virgen en su a lma y cuerpo, vienen los espíritus angélicos y las a lmas de los bienaventurados que están en el c i e l o 1 8 1 .

D e este m o d o y en el orden que he dicho, al Padre hay que bus­carlo en el cielo y hablarle. Porque en sí m i smo no lo podemos bus­car ni imaginar.

dad. Es tan noble que no se le puede dar ningún nombre que le venga bien. A veces se le llama fondo, a veces se le llama la cima del alma. (...) La cercanía y unión con Dios que hay en este fondo son cosas inexpresables y uno no se atreve a hablar mucho de ellas, y generalmente es imposible». {Ibid. 133). Pero Taulero, fiel a su regla dominicana, sabe que hay que salir de estas profundidades por razones apos­tólicas, pero se sale a buenos pastos y con gran paz. Ibid. 138.

180 Aquí se mueve Fabro con más soltura que en el número anterior, en que nos ha dado la imagen del hombre esclavizado por lo camal. Ahora levanta el vuelo para decimos cómo esta situación puede cambiarse. Sería conveniente que cualquier tipo de contemplación espiritual arrastrase consigo todo lo sensible y carnal, lo que equivaldría salir de nosotros hacia nuevos pastos, frase ésta muy querida de Fabro, aludiendo a Jn 10, 9. y convertir todo en alimento espiritual. Distingue por fin entre «experimentar santa y sensiblemente las cosas» y «verlas todas espiritualmente», contemplarlas espirituali­zadas. Para una mejor comprensión de esta distinción, Cf. (305) y (306).

181 Fabro parece aspirar, en primer lugar a la contemplación pura de la divinidad, lo que se debe, sin duda, a una experiencia personal. Contemplar a Dios por sí mismo, prescindiendo de todo lo corpóreo y sensible. Es lo que hacía santa Teresa, siguiendo lo que había leído en los libros de los místicos. Después, para gran consuelo suyo, le aconsejaron que podía también contemplar la humanidad de Cristo. (Cf. Vida, 22, 1 -4). En la aplicación de sentidos, Ignacio cree que partiendo de los sentidos de la ima­ginación, por medio de los sentidos espirituales y por gracia, se puede llegar a gustar «la dulzura de la divinidad» [124]. Fabro recomienda, a quien no sabe subir todavía a las cosas celestiales, contemplar a Cristo en su humanidad y escuchar sus palabras, y contemplarlo sobre todo en la cruz.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 175

Pero en la tierra, cuando deseas conversar con Dios , no sabien­

do subir a las cosas celestiales, hay que buscar pr imero a Cris to,

escuchar sus palabras y todas las palabras de la Sagrada Escri tura.

Y hay que contemplar lo clavado en la cruz, si miras al pasado . Si

quieres mirar hacia el futuro contémplalo c ó m o descenderá cuando

venga a juzgarnos .

110. Vuelve después a los misterios de la vida de Cristo si se­gún tu espíritu, pretendes progresar desde lo más perfecto. Después de Cristo no hay nada más provechoso que la meditación de la vida y los hechos de la bienaventurada Virgen María . En n inguna parte encontrarás un ejemplo tan eficaz de compadecer con Cristo, ni de seguirlo, ni de servirle.

Después de la Virgen vienen los demás santos: los márt i res ,

eremitas y todos los que renunciaron al m u n d o y a sus ventajas. En

ellos también se encuentra Dios , tanto más cuanto en su vida fueron

más santos y más espirituales.

Después de ellos están las otras obras de Dios , la creación

redención y todas las demás en las que es posible encontrar mater ia

para una reflexión provechosa.

D e las tr ibulaciones se puede sacar fruto de dos maneras : m e ­

di tando en las penas y pasión de Cristo y en las penas eternas, o

medi tando en su resurrección y gloria.

En la consolación aprovecha más pensar en la pasión y en lo que puede h u m i l l a r 1 8 2 .

111. El m i smo día de santa Sabina, al medi tar sobre nuestro Señor Jesucristo bajo las especies de pan y vino, tuve un sent imien­to muy bueno al ver c ó m o su infinita Bondad quería tomar la forma y apariencia del pan y vino material para al imentar nuestras a lmas y reformar nuestros cuerpos para una transformación que no pueden darnos ni el pan, ni el vino material .

1 8 2 Continúa con la descripción de la materia por donde ha de discurrir la con­templación: misterios de la vida de Cristo, vida y hechos de la Virgen y de los san­tos. Lo que suele hacer Fabro en sus fiestas respectivas. Siguen las obras de Dios, creación, redención. Después de la exposición descendente de la materia de la con­templación, dos consejos prácticos para situaciones particulares. Si se está atribu­lado es bueno meditar en la pasión de Cristo y en las penas eternas; en la consola­ción es bueno pensar en lo que puede humillar: «El que está consolado procure humillarse y bajarse cuanto puede, pensando cuan para poco es en el tiempo de la desolación» [323].

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1 de sept iembre de 1542

112. El día de san Gil abad, al hacer una pequeña exhortación a quienes iban a acercarse a comulgar, y después de terminada la misa, me asaltó un gran deseo de predicar, c o m o m e había sucedi­do, ya antes, con frecuencia. M e propuse entonces , más f i rmemen­te que nunca, hacer todo lo posible para predicar y enseñar en Ale­mania . Porque un prolongado silencio podría t raerme graves incon­venientes . Sentí también que era bueno esmerarme en obedecer al espíritu que m e impulsa a obras relacionadas con la palabra del Señor, c o m o exhortaciones en privado y predicaciones públ icas . Y no sólo en la iglesia en presencia de una multi tud, sino también a otros grupos de personas, o en las casas, o en sitios vecinos, aunque sean pocos los que me entiendan, o sentado a la mesa con príncipes u otra gente i m p o r t a n t e 1 8 3 .

3 de sept iembre de 1542

113. El domingo pr imero de sept iembre apl iqué mi meditación de los misterios de la vida, muerte y resurrección del Señor por el a lma de un difunto, de cuyo fallecimiento acababa de enterarme. Se trataba del Dr. de Cornibus , teólogo de P a r í s 1 8 4 .

Al pensar que diría la misa por él, sentí gran devoción. Y en cada uno de los misterios que medi taba pedí perdón en su nombre , reconociendo que no había seguido el e jemplo de Cristo, ni de quie­nes le sirvieron y obedecieron a Cristo, le adoraron y dieron gracias, lo escucharon, lo compadecieron, le pidieron su gracia y todo lo que necesi taron.

1 8 3 Fabro no tenía especiales dotes para la predicación. Él mismo tomaba con humor sus limitaciones como predicador. Desde Galapagar escribe a Ignacio el 4 de noviembre de 1541: «Con todo está que yo nunca tendré gran fama de predicador (...) todavía ningún peligro veo para mí (en la predicación) de vanagloria en mi propia esti­mación» (FM 133). Y el día 30, escribiendo también desde Galapagar: «Ayer yo hice un sermón y hallándose allí un clérigo, bachiller, predicador (...) me rogó que, a dos leguas y media de aquí, yo fuese para este domingo que viene a hacer un sermón en su lugar; yo se lo prometí, considerando que él no podrá perder autoridad por mi pre­dicación en su pueblo» (FM 138). De aquí el especial valor que tienen estos deseos suyos de predicar en Alemania.

1 8 4 Profesor de teología en París muy estimado por Fabro y los primeros com­pañeros. De Cornibus había coincidido en Ratisbona con Fabro en mayo de 1541. (Cf. FM 99). No es extraño que quien se veía a sí mismo lleno de defectos y cons­tantemente necesitado de purificación, pida también, para su antiguo y estimado profesor, perdón por las faltas que haya podido cometer. Pero termina deseando verle coronado entre los santos doctores del cielo.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 177

También m e venían a la mente todas aquellas cosas en que

d icho difunto pudo pecar y descuidarse en la perfección. As í pedía

perdón por lo que pudo faltar contra la obediencia, pobreza y casti­

dad, puesto que era religioso de la orden de San Francisco; por sus

defectos en la docencia, porque había sido doctor y predicador;

igualmente por la excesiva curiosidad de saber, por la vanaglor ia a

la que pueden ser propensos hombres tan eminentes .

M e detuve en el Memento de difuntos durante la misa, con

gran elevación de espíritu y se m e ocurrió rogar al Padre que se dig­

nase ser glorificado en esta alma. Pedí lo mi smo al Hijo, al Espíri tu

Santo y a la bienaventurada Virgen María . Les ped í también que se

dignasen admitir la entre los doctores coronados en la gloria según

aquella promesa: «Los doctos brillarán c o m o el fulgor del firma­

mento , y los que enseñaron a la multi tud la just icia, c o m o las estre­

llas, por toda la e t e r n i d a d » 1 8 5 .

27 de sept iembre de 1 5 4 2 1 8 6

114. En la fiesta de los santos C o s m e y Damián sentía un gran­d ís imo deseo interior de la veneración que habría que tener al Sant ís imo Sacramento, a los santos que están en el cielo y del cul to que se deber ía tributar a las imágenes y reliquias de los santos.

M e gustaría estar s iempre delante del Sant ís imo Sacramento en todos los sagrarios donde está reservado en Alemania . L o m i s m o delante de cualquier imagen de Cristo o de la Virgen M a d r e de Dios . Y como es imposible que este deseo pueda l levarse a cabo, pedía al Señor que por medio de nuestros ángeles custodios, quisiera suplir mis defectos en este culto y los defectos de otros, para que lo que debían hacer las personas , lo hagan sus ángeles custodios .

115. Al meditar, con cierta elevación de mente , c ó m o Cris to

sentado a la derecha de Dios Padre veía también con los ojos de su

1 8 5 Dn 12, 3. 1 8 6 No hay entradas en el diario espiritual de Fabro desde el día 4 de septiem­

bre hasta el día 27. Ha estado unos días en Maguncia, llamado por el cardenal, Al­berto de Brandeburgo, que quería consultarle sobre algunos escritos suyos de Sa­grada Escritura. De vuelta a Espira escribe a Ignacio el día 28 de septiembre infor­mándole de que Alvaro Alfonso había llegado de su peregrinación a Tréveris y Colonia y de los diversos peligros por los que ha tenido que pasar: «Él dice, no sabiendo cómo ponderar el fruto de tal peregrinación , que por nada de este mundo querría haberla dejado». F M 184-185.

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178 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

humanidad todo cuanto hay bajo el sol, tantas ingrati tudes y peca­dos , tantas blasfemias contra Dios, sentí gran admiración por la gran paciencia y bondad de Cristo, tan poderoso en el cielo y en la t ie­r r a 1 8 7 . Pensaba también en lo que supone crucificar al Cordero mor­tal, y no est imarlo sino despreciarlo, cuando reina ya y está triun­fante en el cielo. Parece que la paciencia que tiene ahora que vive y reina para hacer el bien está en proporción con el mal con que se le corresponde.

29 de sept iembre de 1542

116. En la fiesta de San Miguel Arcángel , contemplé mucho , con piadosos afectos hacia él y todos los ángeles . Al rezar el oficio tuve deseos de que los ángeles alabasen al Señor, cada vez que se dicen tales palabras, c o m o quienes las sienten y ent ienden mejor que nadie. Deseaba que hiciesen lo mismo los santos, no sólo los que son nombrados en las oraciones, sino todos los demás , y que mi rezo, palabras y pensamientos fueran, para ellos, ocasión de alabar a nuestro Señor, de actuar, o de suplicarle gracias para nosotros; y que aunque yo no les preste la debida atención, y tenga mis distrac­ciones , no dejen de tener en cuenta las buenas palabras que salen de mis labios durante el rezo; y lo mi smo los gestos y s ignos hechos por Dios , aunque muchas veces los haga solamente en la fe de la Iglesia por un acto de fe anterior o virtual que sea solamente implí­cito o h a b i t u a l 1 8 8 .

117. En el ofertorio de la misa tuve cierto deseo de aplicarla a glor ia de San Miguel y todo su ejército, c o m o si el los, en este m u n d o , hubieran asumido un cuerpo e imitado perfectamente a Cris to nuestro Señor. Deseaba también que la misa fuera una fuen­te de merec imientos para mí y para todos los vivos para que tuvié­semos el poder y la c iencia de los ángeles y a labásemos a Cr is to aqu í y en la gloria, c o m o es nuestra obl igación. As í m e gozaba de que , por gracia especial de Dios, me fuera posible hacer las veces de los ángeles en muchos trabajos y que ellos me suplieran en lo

1 8 7 Cf. Me 14, 62. 1 8 8 El texto castellano traduce esta última frase en latín: «In sola fide Eccleslae,

in propria antecedente licet tantum virtuali aut habituali». Quiere decir que los ges­tos de la oración pueden ser puestos sin que en cada caso haya un acto explícito de fe. La fe es real en virtud del hábito de la fe. Cf. Sum. Theol. I-II, q. 55, a. 1 ad 1; Cf. M. DE CERTEAU 115, nota 3.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 179

que yo debo hacer en alabanza de su divina Majestad, a la que sir­ven infinidad de ángeles .

Pero comprendí que me bastaría servir, alabar y glorificar a Cristo al pensar el m o d o con que El estaba en el mundo , a saber, contentándose con poco y dejando aquí a sus vicarios; de manera que quien los escucha, escucha a Él; dejando también entre nosotros a los pobres de quienes dijo: «Cuanto hicisteis a uno de estos her­manos míos más pequeños, a mí m e lo h i c i s t e i s » 1 8 9 .

30 de sept iembre de 1542

118. En la fiesta de San Jerónimo recibí una luz especial para obtener su favor y el de otros santos de los que podemos acordar­nos. Es de gran ayuda. A saber, que yo tuviese una gran devoción al ángel cus todio que asistió a san Jerónimo mientras vivió en este mundo y a los ángeles custodios de los santos mencionados en el ca­lendario romano o en cualquier o t r o 1 9 0 . Y así podemos pedir a estos ángeles y comunicarnos con ellos en espíritu y en fe c o m o lo hace­mos con los santos.

Al rezar el oficio, que yo decía antes del día, sentí gran devo­ción al pensar c ó m o los ángeles y santos pueden servirse de aque­llas palabras para alabar a Dios, y para ayudarnos a nosotros a con­seguir lo que pedimos . Y sentí que es de mucho p rovecho rogarles con devoción, fe y esperanza que quieran asistir y contemplar y ala­bar a Dios , ya que ellos lo ven como es en cada cosa y en cada obra buena y en cada palabra que sale de la boca de D i o s 1 9 1 . También aprovecha al hombre el deseo de que los ángeles suplan en todo y que disculpen nuestros defectos con sus lenguas bienaventuradas .

119. Tuve as imismo un gran deseo (y m e gocé de ello) de que los santos del cielo tengan ahora el compor tamiento , el poder, el saber y el querer para hacer y recompensar lo que aquí no quisieron o no pudieron o no supieron hacer para tratar las cosas de Dios , de Cristo nuestro Señor y de los prój imos vivos y difuntos.

Por eso deseé gozarme de que llegase el día en que con obras y palabras exteriores, o de cualquiera otra manera, pueda yo expresar a

1 8 9 Mt 25,40. 1 9 0 Fabro tiene interés en conocer también aquellos santos de los que no se

hace mención en el calendario romano. 1 9 1 Cf. Mt 4,4.

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cada uno de los ángeles y santos, todo lo que Dios ha hecho, y todas las palabras que ha comunicado a este mundo. De este m o d o cada uno de los santos podría reconocerlas todas y ver en ellas a su glorifica-dor, y adquirir para sí por nuestro medio una mayor gloria accidental, porque nosotros podemos contribuir a este mayor a u m e n t o 1 9 2 .

120. Observé también que recibí cierta devoción por medio del Crucifijo de la Santa Cruz de Maguncia , y de otras imágenes de las que brotó sangre, pero principalmente de este crucifijo cuando un desgraciado le cortó la cabeza y dejó la imagen hecha una lástima. Pensé profundamente y sigo pensando en la grandeza de la bondad divina que da su sangre y la derrama sobre el pecador que tantas ve­ces le ha ofendido.

As í se la dio, a aquel pobre c iego L o n g i n o 1 9 3 quien, ya muer­to el Señor, fue i luminado por ella. Y así me parece a m í que come­t iendo yo tantos disparates y tantas ingratitudes y maldades contra mi Señor, Él no hace otra cosa sino darme gracia, a través de su heri­da, para que yo m e aproveche de su sangre derramada.

Y así sucede que diciéndose, en este mundo , tantas blasfemias contra la honra de Dios y de sus santos y de la Iglesia, no cesa su di­vina Bondad de dar señales de amor der ramando su sangre sobre quienes hacen semejantes cosas. Permite ser herido más crue lmen­te todavía, para que con herida tan abominable , cuando ya no hay otro remedio , recapaci temos y s intamos nuestra crueldad y l legue­mos a encontrar sangre aún más pura y abundante con la que sane nuestra a l m a 1 9 4 .

121 . Al medi tar todo esto sobre la sangre del Cordero In­maculado sentí mucho la fuerza de la mansedumbre que nos enseñó Cris to con palabras y obras. Porque no hay un camino más eficaz contra la crueldad y la ira y contra todo lo que se opone a la caridad,

192 parece que el pensamiento de Fabro puede ser éste: la gloria de los santos que se fundamenta en el hecho de que Dios está todo en todos podría verse aumen­tada accidentalmente por la alabanza que Fabro atribuiría a Dios por todas las obras divinas. Los bienaventurados podrían ver en esta alabanza como en el espejo de su alma a quien les glorifica gloriándose en ellos. Es un razonamiento muy sutil y «ba­rroco» que nace de la pasión de Fabro por analizar las relaciones existentes entre los miembros del Cuerpo Místico. Cf. M. DE CERTEAU 206, nota 2. Sobre la gloria acci­dental Cf. (91) y (393).

193 Según la leyenda, Longino fue el soldado que traspasó el corazón de Cristo en la cruz. En aquel momento, estando ciego, recuperó la vista. Convertido, desde entonces llevó una vida eremítica en Cesárea de Capadocia. Cf. LUOOLFO DE SAJO-NIA, Vita ChristiW, 64.

1 9 4 Cf. (77) y (115).

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que mostrarse tan mansos que no ofrezcamos resistencia a n inguno de los golpes que nos den, sino que los rec ibamos con mansedum­bre, permit iendo al que nos golpea que cont inúe haciéndolo cuanto quiera. Esta es la única manera de que, al fin, l legue a partírsele y a ablandarse su corazón al ver tu paciencia y las entrañas de tu bon­dad. Q u é duro y cruel he sido yo y tardo para creer y escuchar a Cristo nuestro Señor que tantas veces ha der ramado, en vano por mí , el agua de sus lágrimas y también su s a n g r e 1 9 5 .

122. Oh a lma mía, miserable y demasiado cruel, ¿cómo, apenas fuiste capaz de comprenderlas , no te dejaste ablandar por aquellas lágrimas que Cristo derramó por ti al entrar en el m u n d o asumiendo nuestra vida mortal? Por ti salió del Padre y entró en este m u n d o ; por ti comenzó con lágrimas a dar muestras de sentir las miserias y males de esta vida. Tú, al ver todo esto, no te has conmovido y esperaste al derramamiento de sangre. Y el Niño de ocho días der rama lágrimas y sangre al ser circuncidado, y tú tampoco te has conmovido . ¿Por qué? Quizás porque aquel Niño te había mostrado solamente el dolor de su carne y de su cuerpo y esperabas las señales del dolor interior de tu Dios. Mira las lágrimas. Esta efusión de agua ha caído sobre ti y es para ti. ¿Por qué no te conmueves? ¿A qué esperas? Espero, dirás, mayores muestras de mi Dios para conmoverme más y sentir­le mejor. Miserable y digno de compasión, pues eres tan duro. Con­templa y reconoce las lágrimas que derrama el Señor por la futura destrucción e ingratitud enorme de J e r u s a l é n 1 9 6 .

Contempla también las que der rama en la cruz al entregar su e s p í r i t u 1 9 7 . Y si esto no te basta, y deseas más el der ramamiento de sangre del Señor que el de sus lágrimas, contempla el sudor de san­gre en el Huer to , donde se dan ambos a la v e z 1 9 8 . Con templa ade­más la sangre que corre por todo su cuerpo a causa de las l igaduras, los azotes, la corona de espinas. Y todo esto lo hace por ti c o m o si fueras tú el único. Y si todas estas señales no te conmueven , entra hasta sus venas y contempla c ó m o en la cruz se han vaciado todas de la pur ís ima sangre del Cordero i n m o l a d o 1 9 9 . Y si todo esto no es

1 9 5 Las consideraciones de Fabro sobre el derramamiento de la sangre de Jesús (Cf. 120-122) hay que verlas, ante todo, en un contexto apostólico. La res­puesta a las necesidades espirituales del mundo la encuentra en el corazón com­pasivo de Cristo y en las sangre derramada «por nuestros pecados».

1 9 6 Cf. Le 19,41 1 9 7 Cf. Jn 19,30 1 9 8 Cf. Le 22,44. 1 9 9 Cf. J n 1 9 , 31-37.

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suficiente todavía, recoge la sangre purís ima y recoge también, a

parte, el agua que brotaron del costado del Señor y con Longino sa­

na tu alma. Y no quieras experimentar ya más señales de la divina

Bondad por la pasión de la humanidad de Cristo. Porque Cristo ya

no sufre, porque ha resucitado de los m u e r t o s 2 0 0 .

3 de octubre de 1542

123. L a víspera de la fiesta de San Francisco, al rezar el oficio

de un mártir, que había retrasado, al que yo antes había tenido gran

devoción, hice intención de aplicar el sacrifico de la misa por mis

parientes vivos y difuntos y por todos los que han salido de nuestra

casa y familia. Al mismo tiempo lo ofrecí por todas las familias de

nuestros hermanos de la Compañía de J e s ú s 2 0 1 .

Al hacer esto me vino un grande y devoto recuerdo de aquellos

por quienes es tamos más obligados, c o m o son nuestros parientes .

De aquí vine a pensar que sería muy bueno invocar, de ahora en ade­

lante, a los ángeles custodios de nuestros familiares, los que ahora

lo son, lo fueron o lo serán; invocar también a los santos y santas, a

la b ienaventurada Virgen Mar ía y a los santos que han tenido, t ienen

y tendrán cuidado de estos familiares nuestros. A ellos, después de

Dios , hemos de dar gracias. Y por medio de ellos hemos de pedir

perdón por los muchos pecados que han comet ido hasta ahora nues­

tros familiares. También, por su medio , no sólo han recibido innu­

merables gracias, sino que recibirán otras que ahora necesi tan y ne­

cesitarán más tarde.

Deseaba también en el fondo de mi corazón, que por aquel sin­gular sacrificio, fuera yo también perdonado de las culpas que yo hubiera comet ido, por no haber rogado en mis oraciones por mis

2 0 0 Cf. Rom 6,9. 2 0 1 Fabro se sintió muy cercano de los familiares de sus compañeros jesuí­

tas, como de la familia de Laínez, (FM 127,152, 435); y de la madre de Canisio, (FM 253-255). Hace poco más de un mes ha escrito desde Espira a Laínez después de haber visitado a la familia de éste en Almazán: «Lo que decís acerca de vuestros padres y natural sangre de Almazán creed que no ha sido nada, según era el amor y el deseo que me daba nuestro Señor, mucho mayor y más limpio del viejo Adán, que no fuera, si ellos fueran mis padres (...) yo les quedo muy obligado por la tan humilde y amorosa audiencia y obediencia que me dieron en todo en cuanto yo me pude acordar serles necesario o conveniente para su salud espiritual y descanso de sus benditas almas...». FM 179.

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hermanos , opor tunamente y según mi posibil idad, ni dado gracias par ellos ni por aquellos a quienes ellos están más obl igados.

124. Después de la comunión tuve un gran deseo, c o m o lo ha­bía sentido el día anterior a la misma hora, de que Cristo, al que acababa de recibir, m e metiera con Él dentro de m í mi smo para vivir con Él y colaborar a mi propia reedificación y renovación de m í mismo , L e pedía también que Él, en quien hay infinitos modos de ser, por lo menos a c c i d e n t a l e s 2 0 2 , se dignase renovar en m í mi p ro­pio ser, mi vivir y mi obrar; para que yo me reoriente con relación a Él y a todo lo demás ; y que tenga yo una nueva manera de vivir y de obrar, de tal manera que Él me vaya mejorando cada día, pues sólo Él t iene una existencia, una vida y una acción por su m i s m a naturaleza inmutables .

4 de octubre de 1542

125. El día de san Francisco, entre otros buenos deseos que sentí en mis oraciones y medi taciones , tuve el de pedir con bastan­te y p iadoso afecto espiritual, que por virtud del sacrificio de la misa, se m e concediese que san Francisco y cualquier otro santo se acordase en adelante de mí; y esto de manera tan eficaz c o m o si a cada uno de ellos, a la hora de su muerte , y en medio de a lguna tri­bulación mía, yo les hubiera dicho estas palabras: «Acuérdate de m í cuando estés en tu r e i n o » 2 0 3 .

126. Ese mismo día pensé mucho en la manera de orar y actuar b i e n 2 0 4 . Y en cómo, de alguna manera, los buenos deseos que brotan

2 0 2 Cristo único en sí mismo posee por su presencia y acción en el mundo, y por la relación de todos los seres con Él, infinitos modos de ser accidentales. Toda esta mul­tiplicidad es contenida en la simplicidad de Cristo. Es como la riqueza de su «humani­dad divina» a la que se refiere frecuentemente Fabro en sus RR.EE. Cf. (104).

203 Le 23, 42. 2 0 4 Del (26) al (29) intenta Fabro teorizar sobre la relación existente entre la

oración y las obras. Mejor dicho, discurre y verbaliza su personal experiencia de con­templativo en la acción, experiencia que se hace evidente a lo largo de estos RR. EE. Hay una íntima relación entre oración y acción. «Quien busca y encuentra el espíritu de Cristo en las buenas obras aprovecha más sólidamente que quien sólo lo busca en la oración». Fue la aspiración jesuítica desde el primer momento funda­da en el conocimiento de lo que debe ser el servicio apostólico y de la necesidad de no estar divididos. Con este fin quería Ignacio que los suyos vieran a Dios en todas las cosas. «Sabemos que el P. Ignacio había recibido de Dios una gracia singular para que se ejercitase libremente en la contemplación de la Santísima Trinidad y descansar en ella (...) además para que en todas las cosas, acciones, coloquios sin­tiese la presencia de Dios, siendo al mismo tiempo contemplativo en la acción que solía explicar así: hay que encontrar a Dios en todas las cosas». MN, IV, 651 .

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de la oración, preparan el camino y disponen para el bien obrar; y, al contrario, las buenas obras llevan a los buenos deseos. Noté y sentí c laramente que quien busca con espíritu a Dios en las buenas obras, lo encuentra después mejor en la oración que si hiciese lo contrario que es más frecuente: buscarlo primero en la oración y después en las obras. Quien busca y encuentra el Espíritu de Cristo en las bue­nas obras, aprovecha más sólidamente que quien sólo lo busca en la oración. Y esto es así porque quien encuentra a Cristo en las obras y en la oración es c o m o si lo tuviera en efecto y en afecto.

Tienes que esforzarte, por consiguiente, por vencerte a ti mismo,

mortificarte, integrarte y disponerte para recibir todo bien por las bue­

nas obras. Experimentarás entonces que esa es una excelente prepa­

ración para la oración mental. Que tu vida tenga algo de Marta y

María, que se apoye en la oración y en las buenas obras, que sea acti­

va y contemplativa. Que busques lo uno para lo otro y no por sí mis ­

mo, c o m o muchas veces sucede. Has de buscar la oración c o m o me­

dio para obrar bien. Si estas dos cosas están ordenadas la una a la otra

será mucho mejor. Y hablando de manera general es preferible que tus

oraciones vayan encaminadas a obtener los tesoros de las buenas

obras. Y no al contrario. Otra cosa será para quien lleva una vida pura­

mente contemplativa. Este ha de ejercitarse en acumular tesoros de

divino conocimiento y amor, y no necesita pedir gracias tan universa­

les c o m o quienes están metidos en la a c c i ó n 2 0 5 .

127. Estos úl t imos tienen que actuar de diversas maneras y

están l lamados a hacer muchas cosas. Tienen muchas cosas debajo

de sí, cerca, dentro de sí, delante, detrás, a la derecha, a la izquier­

da. Y todo esto exige capacidades diversas en quienes tienen que

actuar. Si no progresan en ellas están abocados al fracaso. Necesi tan

cierto grado de paciencia, de humildad, de caridad. Han de tener

aquellas virtudes que exige el trato con los pobres , con los enfer­

m o s , los pecadores , los perseguidores . Unas cual idades son necesa­

rias para saber tratar con los inferiores, y otras con los superiores.

205 E s verdad, pero la misma santa Teresa alertaba a sus monjas, con su pecu­liar humor, sobre la importancia de las obras para las personas contemplativas: «Cuando yo veo almas muy diligentes a entender la oración que tienen y muy enca­potadas cuando están en ella (que parece que no se osan bullir ni menear el pen­samiento, porque no se les vaya un poquito de gusto y devoción que han tenido) háceme ver cuan poco entienden del camino por donde se alcanza la unión. Y pien­san que allí está todo el negocio. Que no, hermanas, no: obras quiere el Señor». 5.-Morada, c. III, n . s 11 .

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Necesi tan también diversas virtudes según sean las ocasiones en que se encuentran. En tanta diversidad de actividades es fácil que vean la necesidad que tienen de la unción divina, de la infusión de los dones divinos. N o sólo para ellos sino también para los prój imos con quienes tratan.

C o m o preparación para socorrerles y ayudar les neces i tamos muchas luces espiri tuales, ojos, oídos y demás sent idos. Y no sólo esto sino también, fortaleza, piedad, l iberalidad, di l igencia, y d e ­más vir tudes del a lma y del cuerpo. Si ca recemos de estas vir tudes es fácil ver que se siguen dos inconvenientes , u n o con relación a nosotros , porque nos vemos con defectos; otro con relación a los prój imos a los que no ayudamos bien, o les ayudamos mal , o por lo menos no tan bien.

128. As í que ordinariamente nuestras oraciones han de ir orien­tadas a este fin, a las buenas obras, Y no al contrario, las obras enca­minadas a la oración. Esto hablando de manera general y refirién­donos a la vida mixta. Otra cosa sería si hablamos de manera part i­cular. Porque en este caso no podemos menos de orar frecuente­mente teniendo por fin algunas obras buenas determinadas ; y por el contrario, que frecuentemente hagamos muchas cosas teniendo por fin algunas oraciones. Hay que trabajar para que no sólo por medios espiri tuales, c o m o son la contemplación, la oración menta l o afecti­va busquemos al Señor para hacerlas cada vez mejor, sino buscar con todas las fuerzas que en las mismas obras externas, y oraciones vocales o en otras conversaciones particulares o en las que se hacen en presencia del pueblo se busque lo m i s m o 2 0 6 .

Es cierto que se pueden hacer muchas cosas y hablar mucho, y con facilidad, sin moción alguna del espíritu. Principalmente cuando las obras que hay que hacer, las palabras que hay que decir no están en contradicción con la propia inclinación bien sea innata o adquirida

206 poianco formulará más tarde el pensamiento de Ignacio casi con las mis­mas palabras que emplea Fabro ahora: «Veo que más aprueba (S. Ignacio) procu­rar en todas las cosas que hombre hace hallar a Dios, que dar mucho tiempo junto a ella (a la oración). Y este espíritu desea ver en los de la Compañía: que no hallen, si es posible, menos devoción en cualquier obra de caridad y obediencia que en la oración y meditación» (Cf. Ignat. Epist. III, 502). A Francisco de Borja le escribirá Ignacio: «Tendría por mejor que la mitad del tiempo se mudase en estudio (...) en gobierno de su estado y en conversaciones espirituales, procurando siempre tener la propia ánima quieta, pacífica y dispuesta para cuando el Señor nuestro quisiere obrar en ella; que sin duda es mayor virtud della, gozar de su Señor en varios ofi­cios y en varios lugares que en uno solo». Ignat. Epist. II, 234.

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o contra el propio hábito o también contra la propia voluntad. En estos casos se ve más clara la necesidad del espíritu. Sin él, existe el peli­gro de abandona r l a s 2 0 7 . Pero, en toda circunstancia, hablando en ge­neral, hay que buscar el espíritu para entender y querer con más pron­titud el bien inherente a tales acciones. Principalmente en aquellas que, como ya dije, son más difíciles y contrarias al hombre viejo. As í como éstas requieren un espíritu mayor, del que proceden, así tam­bién, cuando se ponen en práctica, se adquiere un espíritu mayor que por las otras que no nos son tan contrarias.

Entonces sentirás mejor lo que hay en el hombre , y por qué necesi tas más espíritu que en las cosas fáciles que se hacen sin con­tradicción. L o mi smo sucede en la oración mental y afectiva, que también exige un especial espíritu actual, porque de lo contrar io la mente divaga y no se consigue el fin propuesto en la oración.

129. En lo que a las obras se refiere, son tres las maneras de ejercitarnos en ellas: con relación a sí mismo, con relación al próji­m o y con relación a Dios . Con relación a uno mi smo son las obras de penitencia, que consisten en la propia mortificación y abnega­ción, cast igo o pena, como los ayunos, peregrinaciones, vigilias, el prescindir de algunas comodidades temporales , o de r iquezas; en una palabra todo aquello que causa fatiga al cuerpo y ayuda a la vo­luntad a sobreponerse a sus e g o í s m o s 2 0 8 .

Al prój imo se refiere todo aquello que le ayuda, consuela , y ayuda a crecer; c o m o las l imosnas y todo lo que per tenece a su cui­dado corporal y espiritual.

Pertenece a Dios directamente, aunque lo que acabamos de decir también va encaminado a El, todo lo que se refiere al honor y culto de Dios y de los santos, como son las ofrendas, el ornato de los tem­plos, la dignidad de las ceremonias, los gastos de iluminación etc.

En las pr imera de estas tres maneras de obrar, tratas de poner­te enfrente de ti para vencerte a ti mismo; en la segunda procuras ser un hombre útil para los demás ; en la tercera muestras tu devoción a

2 0 7 Cf. Ej. [6], [13], [16], [83-87], [317-322]. 2 0 8 Todo es don, también el ser contemplativo en la acción, pero se requiere la

ascesis como colaboración con el Espíritu. El poder buscar a Dios en todas las cosas sólo es viable «apartando cuanto es posible de sí el amor de todas las criatu­ras, por ponerle en el criador de ellas». Const. n. 228. «Presupuesta la mortificación y abnegación la cual hace que fácilmente en un cuarto de hora haga más oración que otro no mortificado en dos horas». FN I, 677.

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Dios y a las cosas sagradas y santas. También se podría decir que la pr imera se refiere a las obras de penitencia; la segunda a las obras de caridad; la tercera a las obras de piedad. Y, sin embargo las tres pueden l lamarse obras de penitencia, de caridad, de piedad.

130. Un día iba a celebrar la misa en el templo de la Santa Cruz por los bienhechores y fundadores difuntos y en general por toda la ciudad de Espira. Pensaba decir la misa de la Santa Cruz, porque exis­te allí una cruz, muy venerada en otro t iempo, por haberse servido Dios de ella para hacer muchos milagros, para mover a la fe y excitar la devoción y para mantener en la misma fe a quienes ya la tenían.

M e concedió Dios , en aquel momento , una gran moción y gran sent imiento de veneración a esta cruz y, en general , hacia cualquier estandarte y s igno de la cruz. Comprendía con fe y esperanza el ma­ravil loso poder de la cruz contra los demonios , y por eso deseaba, en cuanto fuera posible, tener s iempre conmigo la cruz. Quiero decir: mater ia lmente , y espir i tualmente en mi fe esperanza y cari­dad. Y lo mi smo deseaba del agua bendita y de cualquier cosa san­tificada por la palabra de Dios o bendecida con el s igno de la cruz. Pensaba lo mi smo de las imágenes del crucifijo, de la bienaventura­da Virgen, o de los santos o de las reliquias de los cuerpos de los santos y de otras cosas s e m e j a n t e s 2 0 9 .

131. Y así deseaba que fuese posible que una iglesia material , con todo lo que en ella hay, estuviese espir i tualmente encerrada dentro de mi a lma y s iempre se mantuviera dentro de m í y yo estu­viese dentro de ella en espíritu, mirando todo con fe y devoción, y en especial del cuerpo de Cristo que allí está reservado y en el que abundan todas las virtudes porque es morada corporal y templo de toda virtud y de la plenitud de la divinidad. Pude ver y sentir clara y espir i tualmente, que Cristo no sólo quiere que lo poseamos en la fe, seguros de su protección sino que también tengamos presente y hagamos uso de las cosas que de Él reciben la virtud y que , según la fe y piedad de los creyentes, nos son dadas , por voluntad de Dios , para conducirnos a Él que nos mueve a ello dando devoción, p iado­so afecto y fe a los sencillos y humildes . Cier tamente , Él no daría esta fe si no fuera para su honor y provecho nuestro.

209 una nueva serie de experiencias espirituales de Fabro tenemos desde el número (130) al (133): su devoción a los signos externos, reliquias, imágenes de la Virgen y de los santos, crucifijo, agua bendita, la iglesia edificio que quisiera meterla en espíritu dentro de sí mismo para venerar todo lo que allí se ve, sobre todo el cuerpo de Cristo allí reservado «morada de toda virtud y de la plenitud de la divinidad» (131).

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132. Sucede a veces que el mismo Dios nos hace sentir y expe­r imentar su poder por medio de las cosas santas, sin ponernos a pen­sar nosotros en ellas y sin tener todavía fe en las mismas , de tal manera que nos viene después a la mente aquel pasaje: «Este lugar o esta cosas son santas y yo no lo s a b í a » 2 1 0 . Fe y devoción se des­piertan en nosotros, después de ver lo que ha hecho Dios sin noso­tros y sin poner un acto de fe de nuestra parte. As í vemos c laramente que Dios dignifica por sí m i smo estas cosas y que no sólo por sí, sino también por ellas, nos comunica su virtud y que no todo depen­de de nuestra fe.

Oh, a lma mía, cómo gozarías (ya que nosotros no podemos meter estas cosas en nuestro corazón) si, al menos pudieras enten­der y conocer no sólo el nombre de Jesucristo nuestro Señor en quien reside la plenitud de la s a l v a c i ó n 2 1 1 , sino también el de esa criatura que es la Virgen María . C ó m o te alegrías de gustar el nom­bre y señal de la cruz y si conservaras en tu mente el nombre de Pedro , y, por enc ima de tu corazón, espir i tualmente tuvieras su per­sona. Si estuvieras afectado y marcado por estas cosas , serías otro delante de Dios , de los ángeles y de todos los santos. Serías otro an­te los demonios y ante los espíritus mal ignos que se esfuerzan para que todas las cosas sagradas y santas y sus verdaderos s ignos, sean borrados de la memor ia de los hombres . Esperan así que , olvidadas todas estas cosas, pueda desaparecer, por fin, el recuerdo y nombre de Cristo.

133. Crece , a lma mía, en venerar con devoción todas las cosas sagradas y santificadas y señaladas con el s igno de la cruz. Con­témplalas con atención todos los días, confiando en la virtud divina que actúa en ellas, grábalas en tu corazón, escúlpelas y píntalas hasta que halles el camino que conduce a las fuentes de donde nacen tales aguas y arroyos tan santos. Y cuando se te dé a beber de las fuentes del mismo Salvador ten cuidado de no despreciar, o mejor, ten cu idado d e apreciar cuanto puedas los ríos que d e allí vienen a t ravés de la Madre de Dios , o de los santos o de las virtudes que ma­nan de las demás cosas, c o m o ya dije. N o se te da el agua de la fuen­te y manant ia l c o m o si no fuese abundante la de los r íos, más de la que mereces y puedes beber, sino para que puedas alabar mejor la fuente, no sólo por lo que en ella hay, sino por las corrientes de los

2 1 0 Gn 28,16; Ex 3,5. 2 1 1 Cf. Hch 4,12.

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ríos divinos, que por la propia experiencia espiritual, sabes que de allí manan .

134. Cierto día al pensar y acordarme de aquella palabra de Cris­to: «Se les retirará el esposo», «¿Acaso pueden los amigos del esposo ponerse tristes mientras el esposo está con e l l o s ? » 2 1 2 , surgió en mí un movimiento de gran admiración con sentimiento especial hacia Cristo, y m e dirigí a El de esta manera: «Oh Señor ¿qué es esto que cuando hablas con los discípulos te presentas como esposo, con lo que ellos mismos gozaban sintiéndose como los amigos del esposo mientras el esposo está con ellos, y tú no te gozas contigo mismo como esposo, sino como el siervo de todos y, con relación a los demás, te tienes por el más pequeño, el último, el más insignificante?».

Tú trabajas, sudas, eres vituperado y despreciado hasta ser con­denado y padecer muerte de cruz. Tú trabajas, mi Dios , para que los tuyos descansen, tú te entristeces para que ellos se alegren; tú dese­as mori r para que ellos resuciten. Todo eso es semejante a lo que dice el poeta:

«Así vosotras, ovejas, lleváis la lana, pero no para vosotras. As í vosotras, abejas, elaboráis la miel , pero no para vosotras . Así vosotras, aves , hacéis nidos, pero no para v o s o t r a s » 2 1 3 .

Porque tú eras esposo para otros, pero para ti cruz cont inua. Para los demás fuiste esposo, pero ellos fueron para ti carga pesada y tormento. Sea tu nombre , que es Jesús, bendito. A m é n ; y a labado y glorificado por los siglos. Amén» .

135. Otro día, un domingo por la mañana, es tuve distraído durante el rezo del oficio. Pedía ayuda a Dios y a la Virgen Mar ía y tuve muchos y buenos momentos de manifiesta devoción y varias inspiraciones que me movían a desear cont inuamente aquel espíritu bueno que entonces me asistía. Procuraba dar mayor entrada en mí al Espíritu Santo , según m e iba acercando al final del oficio. En­trada, digo, que es c o m o ser atraído hacia adentro que hace D i o s 2 1 4

cuando se lo pedimos con insistencia. En tendemos entonces mejor las palabras santas y arraigan más en nosotros e impr imen su virtud fecunda. Porque cualquier palabra que sale de la boca de Dios , es

2 1 2 Mt 9,15. 2 1 3 Versos atribuidos a Virgilio, aunque no se encuentran en sus obras. Fabro

los cita a su manera pero los «cristianiza» como hacía Velliardo con los autores clá­sicos. Cf. (3).

2 1 4 Experiencia mística de Fabro. Esta vuelta al interior ha sido descrita por los místicos renanos, de manera especial por Taulero. Cf. (108).

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verdadera s e m i l l a 2 1 5 de Dios que engendra en nosotros, en cierto m o d o y en cuanto es posible, al m i smo Dios . Durante las horas ca­nónicas deseaba ir creciendo en devoción, y, cuanto más m e acer­caba a su fin, pensaba c ó m o Cristo, cuando iba l legando al fin de su vida, sufría más y eran mayores los tormentos que se le infligían. Por eso pensaba que era conveniente ir creciendo en la devoción de las h o r a s 2 1 6 de manera que al llegar al rezo de N o n a pudiera sentir la fuerza de la muerte y úl t imo suspiro de Jesucristo que tuvo lugar a aquel la mi sma hora.

9 de octubre de 1542

136. El día de San Dionisio A r e o p a g i t a 2 1 7 y sus compañeros sentí mucha devoción al suplicarles que m e alcanzasen alguna gra­cia proveniente del Padre celestial, otra del Hijo, otra del Espíri tu Santo . Otra también de la Bienaventurada Virgen, y así de otros san­tos, par t icularmente de aquellos cuyos nombres iba recorr iendo.

Pedía también al mismo San Dionis io la gracia-de comenzar a sentir en mi corazón las palabras de temor del Señor, o las palabras de amor, o de cualquiera otra virtud de la que yo tengo necesidad. Y alguna gracia para mis ojos, para el sentido del oído y del tacto y del gusto y del olfato.

Sent í además un nuevo deseo de que el Sant ís imo Sacramento al entrar en mi pecho, al imente mi a lma encerrada en mi cuerpo, así c o m o el a l imento material de pan y vino al imenta y nutre mi carne y el cuerpo que sirve a mi alma.

10 de octubre de 1542

137. El día de san Cerbonio , confesor y pontífice, pensando en el proceso de la vida y muerte de Jesucristo nuestro Señor me vinie­ron a la mente a lgunos coloquios con una cierta ternura de espíritu en los cuales decía: «Oh Jesucristo, que tu muer te sea mi vida y en tu muer te sepa yo hallar mi vida; que tus trabajos sean mi descanso;

2 1 5 C f . Is 55,10-11; 1 Pe 1,23. 2 1 6 El rezo de las horas es un momento privilegiado para la unión con Dios. Los

recursos de Fabro, conducido por el Espíritu, en el rezo del oficio son inabarcables. Y eso que en esta ocasión había comenzado a rezar con distracciones.

2 1 7 Santo muy venerado en París donde había tres iglesias a él dedicadas.

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tu debil idad humana , mi fortaleza; tu confusión, mi g l o r i a 2 1 8 ; tu

pasión, mis delicias; tu tristeza, mi gozo; en una palabra, que en tus

males , estén todos mis bienes. Pues tú, Señor, reparaste mi vida que

tendía a la muer te sin remedio y destruíste la muerte , que parecía iba

a durar s iempre y no iba a ser v e n c i d a » 2 1 9 .

11 de octubre de 1542

138. El día que recé el oficio de San M a r c o s 2 2 0 , papa y confe­sor, tuve muy buenos sentimientos. Entre otros el de que todo cuan­to el b ienaventurado Marcos deseó en su vida por la salvación, no sólo de los a lemanes , sino de todos los fíeles, se cumpliera en nues­tros t iempos. Y que sucediera lo mi smo con los deseos de todos los santos, para que así, por fin, más universalmente se cumpla aquel lo: «Tú le has otorgado el deseo de su c o r a z ó n » 2 2 1 ; no sólo los deseos que ahora tienen en la gloria, sino también los que cada uno tuvo durante su vida, para gloria de Dios y salvación de las a lmas .

139. Ese mismo día al ir a celebrar misa, tuve el deseo de que Dios aceptase el sacrificio para el bien espiritual de esta c iudad de Espira, al que pudiera contribuir yo, jun tamente con todos mis com­pañeros , si permaneciéramos en ella toda nuestra vida. Dicho deseo, y otros parecidos , aunque no se cumplan c o m o yo quiero , sin em­bargo, t ienen su valor delante de Dios de quien proceden todas las buenas inspiraciones.

140. Después de misa, al examinar c ó m o había procedido en ella, m e pareció que es muy importante pedir cons tantemente a Dios que me dé y aumente la memor ia para acordarme de cualquier ejer­cicio espiritual pasado y esto por los méri tos de la pasión del Señor que es muestro mayor memoria l ; segundo que m e dé entendimien­to para los ejercicios presentes; tercero que m e dé una voluntad bien orientada para los ejercicios futuros. Y digo esto no porque estén separadas estas tres potencias en tales ejercicios, sino porque el pa-

2 1 8 Cf. Flp 3,19. 2 1 9 Cf. Prefacio de Pascua: Qui mortem nostram moriendo destruxit et vitam

resurgendo reparavit. 2 2 0 La fiesta se celebraba el 7 de octubre. Fabro debió rezar el oficio unos días

más tarde como en alguna otra ocasión. 2 2 1 Sal 21,3.

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sado hace referencia a la memoria , el presente al entendimiento y el futuro al d e s e o 2 2 2 .

12 de octubre de 1542

141. Al día siguiente, durante el rezo del oficio de San Este­b a n 2 2 3 , papa y márt ir cuya cabeza se conserva y venera en la Iglesia de Espira, tuve gran fe y esperanza de que se cumpliesen mis dese­os. Por ejemplo, que el mismo san Esteban, papa, se d ignase ser el pr imero que nos abriera a lguna puerta para las cosas espiri tuales. Y decía así según se me ocurría: «Beatís imo padre y verdaderamente santo, a lcánzame con tus súplicas que se despeje el camino para lo que debo hacer». C o m o si dijera: «No basta que yo comience y esté dispuesto a trabajar en la mies de Jesucristo sino que es necesar io que se me despeje el camino para mi trabajo y m e d isponga a él con la gracia de D i o s » 2 2 4 .

142. Al comulgar en la misa, tuve otro deseo. Con gran devo­ción deseaba, y así lo pedía, que aquel Sant ís imo Sacramento se dig­nase hacerme instrumento suyo obediente a Él y también a su Madre y a todos y cada uno de los ángeles y santos y a todas las a lmas del purgatorio y a cada uno de los vivos. Y que cada uno pudiera usar este instrumento según su voluntad. De este m o d o m e ofrecí hoy a todos. Que Cristo haga que yo lleve a cabo lo que he ofrecido, para poder ser de todos; y no sólo ser, sino vivir y trabajar para todos y por todos , o en lugar de todos , para gloria de Dios y salvación de todos los vivos y muer tos .

13 de octubre de 1542

143. El día de los Siete Hermanos de la Orden de los Menores , ce lebrando la misa, sentí en ella un cierto temor de que mi a lma se oscureciera y estrechase en la caridad, en vez de ensancharse en

2 2 2 En la oración la memoria actualiza los misterios o acontecimientos ya pasa­dos; el entendimiento reflexiona sobre ellos de tal manera que la voluntad los acoja afectivamente y pueda lanzarse al futuro.

2 2 3 Esta fiesta se celebraba ordinariamente el 2 de agosto. Fabro, por devo­ción, la traslada al 1 2 de octubre.

2 2 4 Dios dispone al hombre para la acción no sólo actuando en sus disposicio­nes interiores. Hace falta además que por las mediaciones humanas prepare el terreno para que se den las condiciones objetivas para la acción.

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deseos hacia algunas personas, cuyos defectos m e venían entonces a la memor ia . Se me dio esta respuesta: «Teme más bien al Señor que tienes delante de ti, no sea que te cierre el corazón a su alegría, y que tu corazón se estreche para con El y sus cosas . Porque si per­maneces generoso con Dios y Él contigo, será fácil que todas las cosas permanezcan abiertas para ti y tú para el las». Procura, por tanto, tener verdadera devoción a Dios y sus santos y encontrarás fácilmente la manera de portarte con tu prój imo, amigo o enemigo . Pero si se tratase de algo que debes hacer o decir para reconcil iarte con tu hermano , eso sería lo pr imero que tendrías que hacer para reconcil iarte con Dios , según aquellas palabras: «Si te acuerdas entonces de que un hermano tuyo tiene algo contra ti e t c . » 2 2 5

Mas aquí se trata de impresiones interiores y de movimien tos afectivos del espíritu. En este caso es suficiente el cambio de acti­tud interior. Se requiere sólo una reconcil iación espiritual cuando tengamos que rechazar de nuestro corazón a lguna amargura para que nuestra caridad venga acompañada de sentimientos de bondad , generosidad, paciencia, resignación para evitar la irritación y no perder la confianza en las personas, o la esperanza que se funda en el espíritu p r i n c i p a l 2 2 6 , santo recto y jus to . Cuando hay esto surge inmedia tamente la devoción y con ella todos los bienes que he dicho antes. Pr incipalmente el ensanchamiento del corazón para con todos los hombres y todas las cosas. Desaparece así el error que podía existir en el entendimiento, debido a a lgunos pensamientos incon­venientes , aunque fuesen ciertos, conformes a la razón humana , pero propuestos por el mal espíritu. Desaparece también el error que podía residir en la voluntad al acoger sentimientos no buenos, o por lo menos imperfectos, que quitan la paz.

144. Es preciso tener cuidado de no buscar la victoria de estos males con la fuga, es decir, sorteando las dificultades, o evitando el trato con las personas que nos causan alguna intranquilidad de espíri­tu. Más bien debemos aproximarnos a ellas, imitando a Cristo que de tal manera se acercó a los que le habían hecho mal, que aun después de muerto, traspasado por una lanza, derramó sobre Longino su san­gre, lo que es signo evidente del constante amor de Cristo a sus ene-

225 Mt 5,23. 2 2 6 Es la expresión del salmo 50,14; Spiritu principan confirma me. Fabro busca

una experiencia interior del espíritu más allá de los pensamientos y sentimientos superficiales que encogen el alma y la pueden enfriar en la caridad y que, aunque fueran ciertos, conforme a la razón humana, provienen del mal espíritu.

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migos. De manera que cuanto mayor era el odio de los enemigos a Cristo, queriendo rechazarlo y oponerse a su poder, tanto más el mis­mo Jesús procedía con amor, sin huir ni apartar su cuerpo o espíritu, sino entregándose a todos ellos, ofreciendo su cuerpo al que le hería y derramando su sangre para curarlo, no sólo cuando estaba vivo, sino después de muerto. Así quiso Cristo abrirse totalmente a sus enemigos.

M A G U N C I A 2 2 7

22 de octubre de 1542

145. Un domingo del mes de octubre, el 22 de ese mes de 1542, y el día anterior, Santa Úrsula y compañeras, me decidí, en presencia del Señor, a obedecer al reverendísimo Cardenal de Magunc ia que m e había manifestado su deseo de que yo fuera, en su nombre, con otros delegados suyos al Concilio de T r e n t o 2 2 8 que iba a comenzar el 1 del próximo mes de noviembre. Sobre este particular sentí varias mocio­nes y no poca tristeza antes de decidirme, pero el Señor m e libró de ellas, por medio de la santa y ciega obediencia que no se detiene en el convencimiento de la propia insuficiencia ni en la magnitud e impor­tancia de los asuntos u obras que son mandadas. L o bueno que resul­tase de esta deliberación o más bien obediencia mía, habría que atri­buírselo a la Santísima Trinidad, a Cristo resucitado, a la bienaventu­rada Virgen María y a las Once mil vírgenes.

146. E s e m i s m o día por la mañana al rezar las horas canó­nicas , tuve dis t racciones sobre este asunto y sobre la respues ta que

2 2 7 Fabro ha pasado en Espira tres semanas desde que volvió de Maguncia después de entrevistarse allí con el cardenal Alberto. Ahora tiene que abandonar de­finitivamente Espira. Así escribe a un amigo en noviembre, ya desde Maguncia: «Con mis dos españoles estuve en Espira hasta el 1 0 de octubre ganándome la vo­luntad de aquellas gentes. (...) No había ya en Espira persona alguna así de los se­glares como de los sacerdotes, que no nos fuese grandemente benévola; y aun los mismos que parecían disentir más de nosotros en las cosas que tocan a la fe, estos, digo, al ver nuestra conversación y nuestro ánimo, nos eran del todo benévolos, de suerte que con pena salimos de allí, y en cuanto al espíritu, en Espira hemos de estar siempre». VÉLEZ, Cartas... 1 6 2 .

2 2 8 El 7 de noviembre se lo comunica a Ignacio: El Cardenal «aunque he mos­trado mi poca suficiencia para cosa de tanta importancia, ha determinado que me vaya, juntamente con algunos letrados, al concilio, para el cual me ha mandado apa­rejar» (Cf. FM 1 8 7 ) . Siente mociones de tristeza ante la trascendencia de la misión que se le encomienda. La oración y la obediencia le devuelven la paz. Cumple aquí lo que más tarde recomendará a Martín de Santa Cruz: «Nunca pidáis que os dis­minuyan las cargas, sino que se os den mayores fuerzas. Yo no dejo de imaginar y figurarme la mucha carga que tenéis. (...) Viriliter age, confortetur cor tuum et susti-ne obedientiam». FM 3 8 7 - 3 8 8 .

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pensaba dar al obispo s u f r a g á n e o 2 2 9 . Saqué la conc lus ión m u y clara de que no convenía , durante el rezo del oficio, dar en t rada a otras inspi rac iones que no cor respondan a las pa labras y letra del oficio, y que en ese t i empo no hay que de tenerse en otros pensa ­mien tos , palabras o negocios . De manera que todo el hombre es té al l í donde está la lengua rezando las preces d i v i n a s 2 3 0 . E s verdad que Dios permi te que entonces seamos agi tados de varios espír i ­tus y que t engamos a lgunas luces o temores de m u c h a s cosas . Pe ro h e m o s de buscar el espíritu pr incipal para descansar en él ; y aga­rrarnos a las pa labras , a los conceptos , voluntad y deseos que , se­gún la mater ia propuesta , nos acercan más a Dios , para que se vea si a m a m o s y t e m e m o s a Dios solo, y sobre todas las cosas , y con espír i tu pr incipal . Po rque en tonces se conoce m u c h o más la inten­ción de nues t ro amor y de cualquier otro p iadoso afecto hac ia Dios , cuando soplan sobre nues t ro corazón vientos de dis t intos deseos e i n t e n c i o n e s 2 3 1 .

Cuando veas, al rezar el oficio, que estás dispuesto en cuanto

al espíritu y al entendimiento para predicar o para conversar, recuer­

da entonces que estás fuera de la disposición que se requiere para el

rezo del oficio y para que hagas lo que Dios quiere.

Quiera el Señor Jesús, que según sean las exigencias de las co­sas, conversaciones , palabras en que, de distintas maneras y en di­versos t iempos, hemos de ocuparnos corporalmente , t engamos tam­bién el espíritu necesario y las intenciones de nuestra mente ; todo rectamente ordenado para que no haya confusión en la distribución de nuestras obras , palabras, pensamientos y deseos .

147. En este mismo mes de octubre, es tuve en un pueblecito de Espira y me hospedé en el castillo de un señor de allí. M e levanté a media noche para hacer oración. Tuve algunos coloquios con Dios y con la bienaventurada Virgen Mar ía y los santos. Pedía por los vivos y difuntos del pueblo con gran devoción y muchas lágri-

2 2 9 El obispo sufragáneo de Maguncia, Miguel Helding, le había pedido que le diera los ejercicios. Se los dará. Así escribe a Ignacio el 7 de noviembre desde Ma­guncia: «Yo he comenzado hoy, en este día a darlos a dos obispos, a cada uno por sí; el uno, el sufragáneo que es también predicador de la catedral». FM 187.

2 3 0 Fabro se encuentra mal cuando se le cruzan en su oración los asuntos que le preocupan en aquel momento. No es partidario de llevar sus problemas a la ora­ción. Teme quedarse él solo con ellos y que erosionen su espíritu contemplativo.

2 3 1 En movimientos contrapuestos de tristeza o alegría «cuando soplan en nuestro corazón vientos de distintos deseos o intenciones», Fabro busca en profun­didad «el espíritu principal», abandonarse y agarrarse a lo que más nos une a Él.

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m a s 2 3 2 . Mi medi tación se centraba en el reconocimiento universal de todos los beneficios que yo reconocía haber recibido aquel pue­blo. Pedía perdón en nombre de todos y daba gracias por todos. Y pedía para todos otras gracias. M e dolía de sus faltas. Y deseaba que cuanto Dios , por sí m i smo o por sus santos, había hecho, y seguía haciendo, fuera reconocido. Oraba yo así:

«Oh Señor Jesús ¿quién ha reconocido aquí tu bondad, pues además de haberles concedido tantos bienes temporales, han perma­necido aquí tanto t iempo el Sacramento de la Eucaristía, y los demás sacramentos y las palabras y los ritos de la doctrina crist iana? Per­dona, Señor, que aquí no se piense tanto en estas cosas, que no se pidan, que sean desconocidas, que no sean honradas. Perdona, Señor, que las a lmas del purgatorio no estén en la memor ia de estas gentes tanto c o m o sería necesario. Conserva, Señor, todos estos bienes en favor de este pueblo, y no mires su ignorancia, sus negligencias e in­grati tudes, sino a Cristo Redentor, a los santos ángeles y a las a lmas santas que, en vez de nosotros, reconocen todas estas cosas».

Recordé tanto los beneficios concedidos a este pueblo c o m o los pecados que ha comet ido. D a b a gracias por los frutos de la t ie­rra, por la paz temporal , por la fe católica, por las iglesias, imáge­nes , administración de los sacramentos y por los mismos sacramen­tos, por el agua bendita, reliquias de los santos y por los cemente ­rios. Di gracias también por la sucesión de los señores temporales que habían asegurado para todos el bien de la paz, por los sacerdo­tes obispos y predicadores que habían tenido. Deseaba también para ellos otros muchís imos bienes y los mejores, es decir que reconoz­can todo esto, que reconozcan el bien que tienen en Dios , en Cristo Jesús encarnado, nacido, circuncidado, muerto etc.; en la Virgen M a ­ría, en los ángeles , en los santos, en las cosas sagradas, en los muer­tos que están en el purgatorio, en las Sagradas Escri turas.

2 3 2 Sin tanta frecuencia como san Ignacio, sí tiene algunas veces lágrimas de consolación. El día de difuntos (164) al orar por sus padres y por los difuntos de la Compañía etc. Lágrimas en la noche de Navidad (193). En la fiesta de santa Eme-renciana que recibió el martirio siendo todavía catecúmena. Algunas veces sus lágri­mas son de desolación (294), al sentirse triste y agitado. Oyendo la confesión de un penitente y pensar en la misericordia que se ha de tener con los vivos y difuntos (340). Un día que siente dolor de cabeza por no haber podido dormir la noche ante­rior, derrama lágrimas al pensar en la cabeza coronada de espinas de Jesús (364). Siente gran compasión y lágrimas al ver lo mucho que sufren los hombres por cosas materiales y pensar que él no tiene problemas (401). Al acostarse y pedir una noche feliz para todos, aun para los pecadores (407).

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233 j o d o lo que es posible está incluido en la redención. Sobre «los futuros con­tingentes» Cf. (156).

234 [_A voluntas absoluta es la eterna voluntad de Dios en sí mismo. La voluntas signi es la voluntad divina manifestada por los mandamientos, prohibiciones, consejos etc. Cf. (158).

25 de octubre de 1542

148. El día de los santos Crisanto y Daría, por la mañana , antes de comenzar el oficio del día, tuve gran devoción y m e ofrecí a m í m i s m o y todos los trabajos que yo vaya a hacer y padecer hasta la hora de mi muer te . Deseaba recibir, en cambio todos los grados y mín imas partes de aquellas virtudes que a m í y a cualquiera otro, en cualquier t iempo y lugar, nos vayan a ser necesarias para gloria de Dios , de los santos, la salud de la propia a lma y de las a lmas de mis prój imos.

149. Así , con la gran claridad que tuve al medi tar sobre los méri tos de Jesucristo, pedí su gracia por la que merec ió para todos y para cada uno , aun para los meramente p o s i b l e s 2 3 3 . Merec ió , y con una abundancia mayor de lo que uno se puede imaginar, todos los bienes a la vez y cada uno de ellos, no sólo de los necesar ios sino también de los convenientes para alcanzar la salvación en estado de gracia, y la gloria en el cielo. Pero Él quiere por su voluntad abso­luta y por su voluntad significada (signi)234 que la distr ibución de todos estos bienes no se haga directamente por Él mi smo o por el Espíritu Santo sino por los intermediarios que Él ha establecido y que son distintos entre ellos y diversamente repartidos según la va­riedad de los hombres . Por eso pedía al Señor que , por sus méri tos , m e aceptase totalmente c o m o lo que soy, nacido de Cristo, y que aceptase también a todos mis compañeros . L e suplicaba que por su gracia se d ignase aceptar todas mis buenas obras en cuanto que ya todas ellas están dirigidas y preordenadas según lo que será o podrá ser necesar io a m í o a otros en cualquiera parte del m u n d o que estén. Pedía también las virtudes y dones de Dios que m e convienen a m í o al prój imo.

Se m e concedió además atraer para todo el mundo los méritos de la vida y pasión de Cristo, cuyas acciones, aun durante su vida mortal, alcanzaban a todos los hombres y por su infinito poder ase­guraban plenamente la salvación de todos. Sentí además un profundo dolor por no haber buscado y trabajado desde el principio de mi vida para prepararme, al menos virtualmente, para recibir los dones espiri-

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tuales que se me conceden ahora. Y daba gracias al mismo Hijo de Dios porque, con permanente caridad, pretendió Él para mí y tuvo intención entonces de darme los dones que ahora recibo. Y porque todos los dolores y trabajos que padeció en su humanidad, todo lo hizo por mí y para mi bien y para esto lo ordenó. Que Él sea bendito.

150. M e acorde entonces de un deseo que había tenido otras veces: Ojalá que yo, por Cristo, hubiera sido siervo del m i s m o Adán, de Abrahán de David etc. y finalmente de la misma Virgen Mar ía que lo concibió, dio a luz y al imentó. Igualmente siervo d e los sucesores de los Apóstoles y de todos los pontífices hasta el papa Paulo III, que es el Pontífice actual, bajo cuya autoridad es tamos , y así suces ivamente . Pero este deseo mío de haber quer ido servir a tantos, por amor a Cristo, mi Señor, era de las dos maneras siguien­tes: En pr imer lugar, teniendo en cuenta solamente la humanidad de Cristo, quería haber servido a todos los P a d r e s 2 3 5 de quienes Él pro­cede según la carne, y esto en oficios y ministerios corporales . En segundo lugar, a los Padres del Nuevo Testamento que sirvieron a Cristo y que en cierta manera nos lo engendraron con sus minis te­rios espiri tuales; a éstos hubiera quer ido prestarles toda clase de ser­vicios espirituales.

26 de octubre de 1542

151 . El día de san Evaristo, papa y mártir, hab iéndome levan­tado hacia las tres de la mañana, hallé gran devoción con buena voluntad y muy piadosos deseos de orar por las necesidades de los prój imos, encomendando a los cristianos en general , a los jud íos , a los turcos y paganos , a los herejes y también a los difuntos.

M e acordaba de las grandes aflicciones de los hombres: enfer­medades , pecados, terquedades, desesperaciones, llantos, calamida­des, hambres, pestes, angustias etc. Como remedio para todas ellas, pensaba en Cristo como redentor, Cristo como consolador, Cristo como vivificador, iluminador, ayudador, libertador, misericordiso y c l e m e n t e 2 3 6 , Dios y Señor. Le pedía, de acuerdo con la fuerza de tales nombres , que se dignase socorrer y ayudar a todos. Aquí también de­seé y pedí con gran devoción y movido de un sentimiento nuevo que,

235 patres son los testigos de Dios, patriarcas y profetas a quienes san Pablo llama «nuestros Padres», Cf. Rom 9,5.

2 3 6 Cf Sal 111,4.

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por fin, se me conceda ser se rv idor 2 3 7 y ministro de Cristo consolador, de Cristo ayudador, de Cristo salvador, de Cristo médico, libertador, enriquecedor, fortificador; de manera que yo pueda, por su medio, ayudar a muchos, consolarlos, librarlos de varios males, fortificarlos, darles luz no sólo espiritual sino también, si con el favor de Dios puede uno atreverse tanto, corporal, y todas las otras cosas que son propias de la caridad para el alma y para el cuerpo de los prójimos.

152. Advier te aquí que otras muchas veces se te había dado presumir, no fiándote de ti mismo ni de tus méri tos , sino de Cr is to , de muchas cosas que no podrían hacerse naturalmente sino por un milagro: c o m o el sanar a los enfermos, dar vista a los c iegos, sanar a los leprosos, lanzar los demonios de los cuerpos y consolar a otros en la muer te de algún familiar. A todas estas cosas se extendían tus deseos , sin vanidad espiritual, cuando tu a lma era visi tada por el Espíritu Santo que te movía a desear y esperar todo esto, aunque unas veces con más vivo espíritu y mayor fe que otras. Porque m e ha sucedido con frecuencia tener mayor fe acerca de estas cosas i m p o s i b l e s 2 3 8 , pero sólo cuando se m e daba a sentir, por la caridad, la posible necesidad o consolación del prój imo, o a lguna parte pe­queña de gloria de Dios que en tales piadosas obras pudiera haber; pues de esta fe, aunque no sea sino c o m o un g r a n o 2 3 9 , y de la cari-

2 3 7 Fabro ha asimilado generosamente la espiritualidad de los Ejercicios sobre el «servicio»: servicio a Cristo y a todo lo que Cristo quiere que sirvamos, a los hom­bres y mujeres del mundo. Por eso el servicio a Cristo le lleva a servir a todos, pi­diendo, en primer lugar, que Cristo «se digne socorrer a todos». Y además, como verdadero siervo de Cristo, desea poder «ayudar a muchos, consolarlos, librarlos, fortificarlos, darles luz no sólo espiritual sino también corporal y todas las otras cosas que son propias de la caridad para el alma y para el cuerpo».

2 3 8 Los grandes deseos de Fabro de servir a Cristo y al prójimo son inabarca­bles. Llevado de su fe y caridad, y guiado por el Espíritu, no fiado de sí mismo, y nunca por vanidad, ha deseado cosas imposibles, cuya realización hubiera requeri­do una intervención divina especial. Trata de discernir cómo sus deseos se podrán llevar a cabo ante las realidades que se le presentan, y hasta qué punto la realidad puede ser un criterio de discernimiento para ver si los deseos son puramente iluso­rios o ciertamente van guiados por el Espíritu. El tema es delicado y hará algunas precisiones en los dos números siguientes: 153) y (154). Santa Teresa habla de un engaño bastante frecuente: «Ya os dije (...) que algunas veces nos pone el demonio deseos grandes porque no echemos mano de lo que tenemos a mano para servir a nuestro Señor en cosas posibles, y quedemos contentas con haber deseado las Imposibles». 7.a Morada c.4, 17. Engaños parecidos señala san Ignacio: «Nunca di-feramos las buenas obras por pequeñas que sean, con pensamientos de hacer otras mayores en otro tiempo, porque es tentación muy común del enemigo ponernos siempre la perfección en cosas futuras e inducirnos a desprecio de las presentes». Ignat. Epist. XII, 676.

2 3 9 Cf. Mt 17,20.

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dad, suele nacer también confianza, sin temeridad ni presunción; de lo contrario no es fácil hallar fe que aproveche a quien pone tales acciones: «Porque si tuviese tanta fe que hiciera trasladar los mon­tes y no tuviere caridad, nada a p r o v e c h a » 2 4 0 , aunque pueda aprove­char al prój imo.

Es necesario, que la fe, con la que queremos hacer grandes cosas en bien del prój imo, nazca y sea fomentada por la caridad hacia el prój imo para poder abarcar y comprender lo que necesita, lo que le es útil y le puede consolar. Sin otro afecto que el de la pura caridad. Es to es más fácil cuando el prój imo pasa por una necesidad ext rema. Porque , a causa de la imperfección humana , no damos importancia a las pequeñas dificultades de los otros, y sí la d a m o s a nuestras mín imas comodidades .

El amador de la gloria de Dios que, con la gracia del Espíri tu Santo , pondera profundamente lo que es de Dios , a lcanza m á s fácil­mente la fe c o m o don del mismo Espíritu con la que puede l levar a cabo grandes cosas, cuando sea necesario, para a labanza de Dios . También en necesidades personales, sobre todo si son acuciantes y van acompañadas de gran angustia del corazón, es fácil encontrar la fe con la que , contra toda humana esperanza, podrás obtener a lguna gracia para tu a lma y también para tu cuerpo, c o m o librarte de algún mal o alcanzar algún bien, que, de otra manera, no conseguir ías .

153. Para todo esto es necesario que el hombre no se ame y bus­que a sí mismo, sino que esté enteramente ordenado a la gloria de Dios , salud de su propia alma, y bien del p r ó j i m o 2 4 1 . Busca en todas las cosas, por consiguiente, el carisma mejor que es la c a r i d a d 2 4 2 , ejercítate en ella creciendo continuamente, sin contentarte sólo con lo que es necesario para la salvación tuya y del prójimo. Haciendo esto y tendiendo así a lo perfecto, te será fácil alcanzar otras gracias, no necesarias, que te vendrán en sobreabundancia para bien tuyo y del prójimo, como la fe y la esperanza para cosas mayores.

Pide gracia para las cosas más pequeñas y se te concederá para hacer, creer, esperar las cosas mayores . Contempla y medi ta lo pe ­queño para poner lo por obra y Dios te otorgará cosas más relevan­tes . Ext iéndete y dedícate a lo que puedes hacer con una pequeña

2 4 0 1 Cor 13,2-3. 2 4 1 Cf. [23]. Digno de ser notado que el buscar la gloria de Dios y la salud de la

propia alma lleva consigo el trabajar por el bien del prójimo. 2 4 2 Cf. 1 Cor 12,31.

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gracia de Dios y Él te concederá una gracia grande para realizar lo que está sobre tus fuerzas.

Hay muchos , y, no pocas veces tú has sido uno de el los, que , ansiosos piden gracias para hacer obras universales y mientras tanto omiten las cosas particulares, para las que hubiera sido fácil alcan­zar la gracia necesaria.

154. M u c h o s piensan en cosas imposibles y, entre tanto, des ­cuidan las obras que tienen al alcance de la mano . Por eso se te pro­pone una fe pequeña c o m o un grano de mos taza y, c o m o el pr imero y mayor mandamien to , la c a r i d a d 2 4 3 . Porque es necesar io que en cuanto tengas un poco de conocimiento y fe en el entendimiento , crezcas en afecto no ocioso, de manera que no desees estar s iempre aprendiendo cosas nuevas y creciendo en el entendimiento , sin pre­ocupar te del crecimiento de una voluntad operativa. Si t ienes un ún ico talento de conocimiento y de fe, ponte a trabajar con él para que tengas a lguna ganancia y l legues a tener dos t a l e n t o s 2 4 4 . Ten mucho cuidado de no enterrarlo, ni digas que quieres tener dos ta­lentos de conocimiento antes de ponerte a trabajar. Es preciso, c o m o ya he dicho, ponerse a trabajar ser iamente con un ún ico talento para ganar el segundo. N o omitas la práctica de las obras presentes y que están a tu alcance, por la contemplación ociosa de cosas futuras y que están lejos de t i 2 4 5 .

155. Los deseos son buenos si vienen de Dios y a t ravés de Él , en Él y para É l 2 4 6 . Por eso sucede en la oración que fáci lmente dese­amos las cosas que no van a tener lugar, y las que están sobre nues­tras fuerzas y aquellas que es imposible que se realicen natura lmen­te. Estos deseos no desagradan a Dios ; Él nos los inspira, a Él se ordenan, y en su espíritu los exper imentamos. M á s aún, de este m o ­do nos excita a la fe, esperanza y caridad no sólo interna sino aque-

2 4 3 Cf. Mt 22,38. 2 4 4 Cf. Mt 25,14-30. 2 4 5 Vuelve reiteradamente sobre la misma ¡dea. Y es que se trata de una ten­

tación frecuente en las personas espirituales, porque el enemigo se les presenta, a veces, sub angelo lucís [332].

2 4 6 Estos deseos, aunque sean de cosas «que no van a tener lugar y que están sobre nuestra fuerzas» pueden ser de Dios si en ellos todo es divino; si vienen «a través de Él, en Él y para Él». Lo que en la terminología de los Ejercicios se expre­sa con que «debemos mucho advertir el discurso de los pensamientos; y si el prin­cipio medio y fin es todo bueno e inclinado a todo bien, señal es del buen ángel». [333]. Fabro ve cómo algunos deseos pueden terminar muy bien: «(...) nos hace desear las cosas más elevadas para que, por lo menos, hagamos las cosas medio­cres sin pereza ni miedo».

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lia que se traduce en obras piadosas. Muchas veces nos hace dese­ar, creer y esperar las cosas más e levadas , para que , por lo menos , hagamos las cosas mediocres sin pereza ni m i e d o 2 4 7 .

156. Con frecuencia tú piensas, al mirarte a ti m i smo y fijarte sólo en las apariencias exteriores, que eres incapaz de hacer nada, que nada sabes y que nada puedes esperar de tu trabajo con los pró­j i m o s 2 4 8 . Pero el Señor, con su Espíritu, te lleva a pensar lo contra­rio. Te muest ra innumerables cosas que, con su ayuda, son fáciles de hacer; te infunde confianza y coraje para emprender lo que sobre­pasa toda fuerza humana, de manera que te sientas an imado y no te desalientes por cualquier cosa.

Pero existe una gran diferencia entre el m o d o que tenemos de conocer, según el Espíritu, y el que nos es sugerido por el mal espí­ritu, por el tuyo propio o el del ángel malo , de que tales proyectos se realizarán en el futuro. U n a misma realidad puede presentarse de manera contraria. Desgracias o inconvenientes que se ven c o m o posibles , no sucederán. Otros que se intuyen c o m o próximos , no tendrán lugar nunca. Y es que anda por ahí un espíritu malo , y no sólo malo sino m e n t i r o s o 2 4 9 . Pero lo que el espíritu del Señor dije­re que va a suceder, sucederá y s iempre, a no ser en aquel los casos que se l laman de «futuro c o n t i n g e n t e » 2 5 0 porque dependen de c a m ­bios debidos al libre albedrío.

157. H e m o s de evitar dar por seguro que , aquellas cosas que son posibles a Dios, pero sin determinación alguna de t iempo, han de realizarse forzosamente en nuestros días y en nuestro t iempo. Con frecuencia, movido por inspiración del Señor, verás el aspecto bueno y favorable de una persona, ciudad, o de un asunto cualquie­ra, y llegas a creer que de ahí se puede esperar un gran éxito, cuan­do , en realidad, las cosas están práct icamente perdidas. Y al revés, cuando eres agi tado por el espíritu contrario, es decir, por el malo ,

2 4 7 Sigue a continuación un párrafo final que otros manuscritos vuelven a repe­tir en (409). Lo dejamos para entonces por estar más en consonancia con la corres­pondencia de Fabro en aquel momento.

2 4 8 Son pensamientos que el mismo Fabro confiesa que le asaltan a él. 2 4 9 Cf. Jn 8,44. 2 5 0 Futuros contingentes son aquellos que no están determinados en sus causas.

Han constituido siempre un problema de no fácil solución al tratar de conciliar la pre­sciencia y prevolición divinas con lo contingente y con la libertad humana. Fabro afir­ma la predeterminación divina (Cf. (149)) y la libertad (156) y (158). Insiste más en esta última. Así lo hacían las escuelas teológicas del siglo XVI contra la teoría de Wiclef que defendía que todo sucede por necesidad. Cf. M. DE CERTEAU 234, nota 3.

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2 5 1 Estos malos espíritus inspiran las acciones de los hombres que anuncian catástrofes y desean que todo vaya a peor. Se refiere, sin duda a quienes se ensa­ñan exagerando los defectos de la Iglesia (Cf. FM 88) y que propalan las noticias más desalentadoras de la vida romana. A Ignacio le ha escrito en 1541 desde Ratisbona: «(...) otros hay por acá, y estos son mucho más en número, los cuales se huelgan más con cartas que traen ad Hteram todas las nuevas (...) sobre el Papa y los cardenales, dando más fe a tales nuevas y otras semejantes mentiras o ver­dades escandalosas, que no a cosas editicativas; los cuales mucho más holgarían de entender que una ciudad del todo fuese rebelada contra sus mayores, que no que, del todo convirtiéndose ab operibus mortuis fuese venida a una santa y pacífi­ca obediencia omnium eorum praeceptorum, quae sunt secundum fidem romanae ecclesiae». F/W114.

2 5 2 La última frase del presente párrafo suscita el problema de conciliar la volun­tad absoluta, inmutable, eterna de Dios (Voluntas absoluta) que aparece en ciertas expresiones de la Biblia, como la profecía de Jonás de la destrucción de Nínive, con la voluntad condicionada (Voluntas conditionata), que implica la libre respuesta que se darán a sus palabras, es decir, la contingencia del suceso que anuncia.

pierdes la esperanza y piensas que es inminente la ruina de tales cosas . En el pr imer caso, cuando eres movido por el buen espíri tu, piensas que agrada a Dios que suceda lo que tú deseas , aunque qui­zás no l legue a realizarse, porque la voluntad divina no t iene los medios necesarios para obrar y realizar lo que tú, movido por el buen espíri tu, ves, crees y esperas .

158. N o des crédito a los malos espíritus que s iempre te pintan catástrofes e intentan hacerte ver todo negro. Porque según son los malos espíritus así te pintan las cosas que desean que tengan un pés imo f i n a l 2 5 1 . Procura hacerte un instrumento del buen espíritu que te muest ra las cosas y sus condiciones c o m o él desea que sean y, por su parte, está dispuesto a que así sucedan, echando m a n o de ti c o m o instrumento suyo. Y si alguna vez, lo que es posible, te sugi­riera el espíritu jus to del Señor algún deseo o esperanza y aun la m i s m a evidencia de la ruina espiritual de algunas c iudades o pue­blos o personas, y te pareciera que esa es la voluntad de Dios , ten­drías que buscar todavía otro espíritu, d igo otro en cuanto al efecto que en ti puede hacer: ahondar en la misericordia divina y creer que aquella no es la voluntad absoluta de Dios sino voluntad condic io­nada. Por eso no debes dejar de hacer lo que puedas , ni desesperar nunca, aunque Dios te dijera: éste va a condenarse . Porque Dios , no sólo en nosotros , sino también en la Sagrada Escri tura habla de muchas cosas de manera absoluta, las cuales, sin embargo , por con­diciones variables, no son a b s o l u t a s 2 5 2 .

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204 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

27 de o c t u b r e de 1542

159. En la vigilia de los apóstoles Simón y Judas al levantarme a orar en el silencio de la n o c h e 2 5 3 , sentí una gran inspiración para procurar y poner todo empeño en que los pobres enfermos que vaga­bundean por la ciudad de Maguncia sean recogidos y recibidos en algún hospital para ser curados y recuperar su salud. Pude ver mis muchas negligencias, olvidos y descuidos con algunos pobres llenos de llagas a los que vi en otro t iempo y algunas veces ayudé, pero con negligencia y flojedad. Aunque entonces yo carecía de medios, podía haber procurado que otros los socorriesen, o haber pedido l imosna de puerta en puerta, para prestarles algún alivio mayor que el que tenían. Podía haber acudido a los obispos del lugar, a los médicos y ciruja­nos, a los señores y magistrados de las ciudades, donde aquellos en­fermos y otros lo pasaban tan mal. Así me sentía movido a rogar, de todo corazón, a las almas de aquellos enfermos, y en general, de quie­nes han tenido que sufrir mucho en esta vida, que se dignasen ahora ser los abogados de los pobres enfermos que en esta ciudad de Ma­guncia y otras, aún viven, y que me alcanzasen de Dios alguna nueva gracia para ayudar a semejantes pobres.

28 de o c t u b r e de 1542

160. El día de los santos apóstoles S imón y Judas , después de la misa, tuve gran consolación en mis coloquios y oraciones dirigi­das inmedia tamente al mismo D i o s 2 5 4 . Unas veces al Padre , otras al

2 5 3 En el espacio de muy pocos días, entre el 23 y 27 de octubre, hace notar Fa­bro que por tres veces ha tenido que hacer la oración por la noche. En las tres oca­siones su consolación ha sido grande. En (147) «(...) me levanté a media noche para hacer oración (...) con gran devoción y muchas lágrimas». En (151), 26 de octubre: «Habiéndome levantado hacia las tres de la mañana (...) gran devoción con buena voluntad y muy buenos deseos». Ahora en (159), 27 de octubre: «(...) gran inspira­ción y poner todo empeño (...)». Esto indica que Fabro, por muchas que sean sus ocupaciones durante el día, no dejará de buscar tiempo, aunque sea de noche, para sus ratos de intimidad con el Señor. Tengamos en cuenta que su salud ha sido siem­pre mediocre.

2 5 4 Fabro es consciente de que su oración es de mejor calidad cuando va diri­gida directamente a la Trinidad, pasando del Padre al Hijo y al Espíritu Santo. Por de pronto su consolación ha sido mayor que cuando se ha dirigido a Dios por medio de los santos intercediendo por la salvación del prójimo en cuyo servicio cree haber­se quedado corto. En su humildad y acatamiento ve que esta oración le ha sido pro­vechosa. Pero no podrá oponerse a una oración, desinteresada y gratuita dirigida directamente a la Trinidad cuando el Señor la ofrece.

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2 5 5 Cf. Flp 4,6; 1 Tim 2 ,1 . 2 5 6 Continúa la experiencia trinitaria del número anterior. Ahora se detiene en

algunos de los atributos divinos: «infinitamente bueno, grande (,..) infinito por enci­ma de toda inteligencia». De alguna manera compara los atributos divinos con las carencias del hombre: «Siendo infinito e ilimitado tiene en cuenta nuestras fuerzas limitadas». Nos recuerda el importante punto cuarto del segundo ejercicio de la pri­mera semana: «Considerar quién es Dios (...) según sus atributos, comparándolos a sus contrarios en mí: su sapiencia a mi ignorancia, su omnipotencia a mi flaque­za» [59]. Santa Teresa dirá que no llegaremos a nuestro propio conocimiento si no ponemos nuestras limitaciones frente a los contrarios atributos y perfecciones divi­nas: «Y a mi parecer jamás nos acabamos de conocer, si no procuramos conocer a Dios; mirando su grandeza, acudamos a nuestra bajeza, y mirando su limpieza vere­mos nuestra suciedad; considerando su humildad, veremos cuan lejos estamos de ser humildes». Morada í - c . 2, 9.

2 5 7 Este esquema tridimensional por el que se quiere significar la inmensidad de Dios lo recogerá Fabro en un sentido teológico para designar al Padre que está «por encima», al Espíritu Santo que está «debajo» y a Cristo que está «fuera» (de­lante, detrás, al lado). Cf. (307). Véase M. DE CERTEAU 238, nota 3.

Hijo y otras al Espíritu Santo y aun a la humanidad de Cristo nues­tro Señor. Y en estas meditaciones, oraciones, súplicas y acciones de g r a c i a s 2 5 5 recibía mayor consolación que en las que tienen por obje­to la salud del prój imo y la invocación de los santos. Hasta ahora, solían ser más frecuentes las visitas del Señor en estas ú l t imos que en las pr imeras dirigidas inmediatamente al conocimiento y amor del m i s m o Dios .

A mí me basta que tan gran Dios y Señor se m e comunique por

medio de sus santos y en ellos, para mi provecho y salvación de los

prój imos a los que con tanto mayor afecto amo, cuanto soy más des ­

cuidado en las obras. Por eso sufro y m e a tormento tanto más por la

salvación de los prój imos, cuanto más corto me quedo en el trabajo

que por ellos debería hacer. As í sucede con frecuencia que mis dese­

os y afectos van mucho más allá que mis obras externas .

161 . Quiera Dios , infinitamente bueno y grande, ordenar, en­

derezar, encauzar y ajustar todo según su voluntad. El haga que yo

no solamente l legue a conocer quién es en sí mismo, sino también

lo que quiere de mí . Él es infinito en todos los a s p e c t o s 2 5 6 . Infinito

por enc ima de toda capacidad e inteligencia criada; infinito por

debajo de todo entendimiento criado; infinito hasta donde no puede

llegar, por más que se abaje, ninguna cosa criada; infinito delante de

toda criatura; infinito detrás de toda criatura; infinito en lo más ínti­

m o de cada c r i a t u r a 2 5 7 . Y esto lo es en su esencia. Pero en su volun­

tad normat iva es tan humilde y pone tales límites a sus manda tos

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206 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

que nada impone c o m o obligatorio que supere las fuerzas del hom­bre, por débil que éste sea, ayudado c o m o está por la gracia de Dios , gracia que s iempre tiene a su alcance, más a su alcance que sus pro­pias fuerzas.

N a d a impone c o m o precepto u obligación que no esté dentro de las fuerzas del hombre , o incluso por debajo de ellas, y dentro del poder que el hombre t iene sobre lo que está debajo de él, delante o detrás de él. Sólo por esto tendríamos que dar muchas gracias a Dios , que , siendo en sí m i smo infinito e i l imitado, t iene en cuenta nuestras fuerzas l imitadas y por todas partes recortadas, y nos da para todo su gracia y sus dones . Nunca nos obliga a apurar las fuer­zas de nuestra capacidad, de nuestro conocimiento, de nuestra vo­luntad. El sea bendito por los siglos de los siglos. Amén .

2 ^ de octubre de 1542

162. El domingo siguiente a la fiesta de los santos Simón y Judas, después de ciertas dudas que se habían apoderado de mí y cuando ya casi me veía libre de ellas, habiendo recuperado la paz del buen espíritu, sentí las siguientes palabras de consuelo: «El que sabe quitarte el temor de estos males, sabe también, porque tiene poder para ello, apartar de ti los mismos males de donde nacen tales temo­res y ansiedades; y el que puede por sí mismo abrirte a la esperanza en medio de las dificultades, sabe darte también aquello mismo que te lleva a la esperanza». Sea siempre bendito quien tiene tanto poder sobre las cosas que nos son adversas y para suavizar la turbación de nuestro espíritu y que con la misma facilidad te hace alcanzar buenos resultados que te abre a la esperanza de poder lograrlos.

1 de nov iembre de 1542

163. En la fiesta de todos los Santos tuve un gran deseo de que así como aquí en la tierra celebramos y conmemoramos solemnemen­te a todos los habitantes del cielo, también en el cielo se conmemora­se solemnemente, ese mismo día, con gran misericordia y compasión, a todos los que viven todavía en este mundo, principalmente a los pecadores. De tal manera que no hubiera ninguno en este mundo, ni en el purgatorio, de quien no se acordasen, este día, los mismos san­tos del cielo; y que hicieran lo mismo las almas del purgatorio. Te-

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 207

niendo e n c u e n t a que cada santo puede contemplar en aquel espe­j o d i v i n o 2 5 8 a todos y a cada uno de los que viven en la tierra.

2 de nov iembre de 1542

164. El día de las á n i m a s 2 5 9 , durante la misa, y ya antes cuan­do m e preparaba para ella, tuve gran devoción, desde el pr incipio hasta el fin, c o m o nunca la había sentido anter iormente en el día de difuntos, y todo era por una gran moción de compas ión por los muer tos , con gran abundancia de l ágr imas . P e n s a b a en m i s p a ­d r e s 2 6 0 y parientes, y en mis hermanos que han muerto en l a C o m p a ­ñ í a 2 6 1 . Tenía presentes a los bienhechores, y a los familiares de todos mis hermanos . En general me acordaba de todos aquellos que habí­an sido encomendados a la Bienaventurada Virgen M a r í a 2 6 2 , y a otros muchos santos que m e son part icularmente quer idos y a los ángeles que desean tener también especiales amigos en este mundo , en el que todavía podemos hacer méri tos .

165. M e sentí movido espiri tualmente a una auténtica humildad que m e llenó de consuelo como si se tratase de una respuesta a la sed y hambre continuas que tengo de servir a Cristo c o m o instrumento

2 5 8 Fabro que, como gran contemplativo se mueve con facilidad entre los san­tos y ángeles del cielo a quienes acude con frecuencia para que intercedan por los que todavía peregrinan en la tierra quiere que en un día tan señalado como el de Todos los Santos «no hubiera ninguno en este mundo ni en el purgatorio de quien no se acordasen», La imagen del «espejo divino» significa aquí que Dios en cuanto origen de todos los seres, conoce en sí mismo a todos y el contemplativo ve a todas las criaturas en Dios como en un espejo. Lo que pudo ver Fabro en HERP, Espejo de contemplativos: «El que ha llegado a la vida contemplativa (...) con una sencilla mira­da hace pasar por su mente a los amigos, parientes vivos y difuntos y a todo el cuer­po de la Santa Iglesia (...) fija su simple mirada en Dios, espejo divino, en que verá a todos los hombres, pues es origen de donde salieron». Cito de la edición prepa­rada por TEODORO MARTÍN, ENRIQUE HERP, Directorio de contemplativos, Traducción, introducción y notas. Ediciones Sigúeme, Salamanca 1991, 126.

2 5 9 Nonbre oficial del día de difuntos. 2 6 0 En julio de 1533 había fallecido su madre, María Perissin. Entonces vivía

todavía su padre, Luis Fabro (Cf. (13)). Cuando vuelve a Saboya en 1541, parece que su padre ya había fallecido, porque ninguno de los testigos de esta breve estan­cia de Fabro en su tierra, hace mención de él; Cf. FM 706-802.

2 6 1 El primero que murió, probablemente a principios de 1538, fue el bachiller Diego de Hoces: «Desde Roma fue el peregrino a Montecasino para dar los ejer­cicios al doctor Ortiz y permaneció allí cuarenta días en los cuales vio una vez al bachiller Hoces que entraba en el cielo, y en esto tuvo grandes lágrimas y gran con­solación espiritual y esto lo vio tan claramente que, si dijese lo contrario, le parece­ría mentir». FN, I, 500; Chron. I, 62. El 29 de agosto de 1541 falleció Juan Coduri, a quien Fabro dio los ejercicios en París.

2 6 2 Estaba muy extendida la devoción a la Virgen como abogada de los difun­tos y moribundos.

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208 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

suyo para la salvación de las a lmas. Las palabras que acompañaban a tal sentimiento se pueden resumir así: «Puesto que no eres digno de servir a Cristo, Señor de los s e ñ o r e s 2 6 3 y c o m o no mereces trabajar en la m i e s 2 6 4 de Cristo que son las almas, conténtate, al menos , con que puedes servir a Cristo poniéndote al servicio de otro señor menor que Él. Por ejemplo, puedes dedicarte a honrar a algún santo priva­d o 2 6 5 , o servir a las almas de los difuntos que sufren en el purgato­rio». Y no es éste un asunto de pequeña importancia, pues para dedi­carse a él exclusivamente, fueron elegidos algunos.

2 de nov iembre de 1542

166. Ese mi smo día de las Ánimas , habiendo rezado N o n a in­media tamente después de comer, sentí gran devoción con varias luces y santas i lustraciones sobre c ó m o podr íamos dividir a los hombres en c inco clases. L a pr imera es absolutamente perfecta, es la celestial y bienaventurada; la segunda es la de las a lmas que están en el purgatorio y que pasan por grandes tormentos y dolores duran­te el t i empo que allí están detenidas; la tercera es la de quienes están en el l imbo de los niños y que murieron con el pecado original y se ven pr ivados de todos los bienes que tienen los crist ianos por medio de Cris to, aunque no padezcan ni vayan a padecer en el futuro ni exterior ni interiormente; la cuarta es la de aquellos que han sido condenados a las penas del infierno y que , sin remedio , las padecen ahora y las padecerán eternamente; la quinta es la de los que están en este m u n d o y que caminan entre la esperanza de la vida en el cielo y el temor de la del infierno. En sí mismos tienen remedio para salvarse, y también la posibilidad de condenarse . Esto úl t imo se deberá a ellos solos, y los medios para salvarse los t ienen por la gra­cia divina que está en nosotros y es tan nuestra y aún más que nues­tra propia v o l u n t a d 2 6 6 .

2 6 3 Cf. Dt 10,17; 1 Tim 6,15; Ap 17,14. 2 6 4 No puede referirse Fabro a que tenga ahora poco trabajo en Maguncia. Por

el contrario en su carta a Ignacio del 7 de noviembre, le habla de los planes inme­diatos de conversaciones y ejercicios. Tiene ya algunos ejercitantes, entre ellos dos obispos. El Cardenal le ha dicho que se vaya preparando para ir al concilio (Cf. FM 187). Recordemos que en el espacio de tres días, se ha levantado tres noches para hacer su oración, lo que supone que durante el día no ha tenido tiempo reposado para estar con el Señor. Cf. (159).

2 6 5 Sanctus privatus, que no tiene culto oficial. Fabro tiene a su maestro Vel­liardo por santo. Cf. (28).

2 6 6 Idea muy repetida en Fabro (Cf. (161)). La desconfianza de sí mismo, acre­cienta su confianza en Dios, más interior a nosotros que nosotros mismos.

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Al pensar en estas cinco categorías, exper imenté varios senti­mientos , sobre todo, respecto de las a lmas del purgatorio y de aque­llos que todavía viven en este mundo .

167. Sent í grandes deseos de que los santos que tanto pueden, ahora que están en la gloria, orasen por nosotros. Deseaba que las a lmas del purgatorio orasen también con sus llantos y dolores que , por otra parte, a ellas de nada aprovechan, las cuales si vivieran todavía aquí en sus cuerpos mortales , podrían merecer en un instan­te todo lo que hay en los cielos. As í que pueden ayudarnos , y m u c h o más de lo que podemos imaginar, a nosotros creyentes que no p iso­teamos las cosas s a n t a s 2 6 7 sino que las es t imamos en la fe que es prueba de las cosas que no se v e n 2 6 8 .

Quiera Jesús que lleguen a su presencia los gemidos que por nosotros ofrecen.

Sent í también que sería muy bueno invocar, ante Dios , la ayu­da de las a lmas del purgatorio, para que se nos conceda verdadero conocimiento y sentimiento de nuestros p e c a d o s 2 6 9 , la di l igencia en el obrar el bien, el interés por hacer frutos de penitencia; y en gene­ral todas aquellas gracias que por haberles faltado a ellas, padecen ahora penas tan grandes.

3 de nov iembre de 1542

168. El día después de las a lmas de los fieles difuntos, por la mañana , se m e ocurrieron muchas cosas para la mejor comprens ión de la desnudez de mi a lma y espíritu. Por esta causa ped í con devo­ción de sentimientos y del entendimiento que el Señor se d ignase , por la intercesión de todos los santos, revest i rme de la túnica de la pureza, inocencia, castidad y l impieza contra todos los ardores de inmundicias y de vida ligera; y del vestido del amor a Dios y al p ró­j i m o contra el frío de todos los males que de fuera nos amenazan a causa de la malicia humana y otros contrat iempos.

169. Tuve un conocimiento bastante claro de la desnudez de las a lmas que están en el purgatorio. Aprendí a ponderar sus penas

2 6 7 Cf. Heb 10,29; Mt 7,6. Es un problema de apostasía. Fabro en la fiesta de las Ánimas y refiriéndose al purgatorio, no puede menos de tener presentes a los protestantes que rechazan toda oración por los muertos y por las almas del purga­torio y toda la liturgia católica de estos días.

2 6 8 Cf Heb 11,1. 2 6 9 Cf. [63]: «para que sienta interno conocimiento de mis pecados».

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210 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

más de lo que hecho hasta ahora, para compadece rme de ellas. Podemos decir que están desnudas , entre otras razones, porque los males que sufren han de tolerarlos en su espíritu y en su a lma sepa­rada del cuerpo. Porque así c o m o el a lma que no está todavía unida a su cuerpo glorificado siente mejor el verdadero consuelo , de la m i s m a manera la que padece separada de su cuerpo, siente más las penas desnuda que si estuviera unida a su cuerpo m o r t a l 2 7 0 . Porque el dolor es más profundo y mucho más ínt imo si entra d i rec tamente en el a lma y espíritu sin la mediación del cuerpo. Porque el cuerpo mortal y los mismos sentidos desvían y detienen algunas de las penas corporales y aun las espirituales que se reciben por medio de los órganos o de las potencias del a lma sumergidas en el cuerpo. Por eso no se sienten tanto en el a lma como cuando ésta las recibe sin la mediación del cuerpo.

170. Noté también que el hombre ha de tener gran cu idado de no dejarse sacudir por los vientos fríos que soplan cuando se fija de­tenidamente en los defectos del prój imo. Porque esto nos hace per­der la esperanza de su salvación, desaparece toda buena opinión de él, la confianza, el amor y la caridad. Conviene en el calor del es­píritu, superar estos inconvenientes, no sólo los que surgen en nues­tra mente , sino también los que hunden sus raíces en el m i smo pró­j i m o , para vencer el mal con el b i e n 2 7 1 , sin abandonar el trato mutuo por muchos que sean sus defectos.

Por eso es necesario considerar los detalles de cada caso parti­cular no sólo en sí mismos sino en Dios como señales de su bene­p l á c i t o 2 7 2 . Quien contempla los defectos del prój imo y los ve exa­geradamente llenos de malicia, se turba enseguida y se enfría. N o espera que pueda haber un cambio favorable, se hunde en una fuga perezosa y triste, fácilmente se engaña, interpreta mal las cosas , y camina lleno de s o s p e c h a s 2 7 3 .

270 c ree que el alma en su «desnudez», es decir, cuando está separada del cuerpo, se hace más sensible para gozar que cuando llegue a estar unida al cuerpo glorioso resucitado. Igualmente la que sufre separada del cuerpo y está abocada a la eterna condenación sufre más que cuando, unida al cuerpo, el día del juicio uni­versal, pase al tormento eterno. Y es que, según cree, los sentimientos del alma se rebajan con su unión al cuerpo, se trate de un cuerpo glorificado o condenado. Cf. Sab 9,15.

2 7 1 Rom 12,21. 2 7 2 Signa beneplaciti, son las señales por las que Dios manifiesta su voluntad. 2 7 3 Fabro hace aquí un análisis valioso, dentro de su gran sencillez, del día a

día en nuestra relación con el prójimo. Ha dado un salto importante. Desde la con­sideración de los sufrimientos de las almas del purgatorio del número anterior, al análisis de la servidumbre mortal del hombre que se fija sagazmente en los defec-

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4 de noviembre de 1542

171. Otro día, dentro de la octava de todos los Santos, comencé

a sentir un nuevo y vivo deseo de lanzarme a lo que está por delan­

t e 2 7 4 , o lvidándome de lo que dejo atrás. Por ejemplo, cuando haya

hablado o hecho algo, o pensado o deseado alguna cosa, la intención

de mi mente y voluntad debería esforzarse y tender hacia lo que me

falta y es mejor, de mayor valor, más útil y más grato a Dios .

172. Mientras decía el oficio de aquel día, y al celebrar la misa,

se m e concedió que debía poner s iempre empeño en las palabras que

pronunciaba, para penetrar más en su sentido, por temor de que mi

espíritu y mi a lma se d e s v i a s e n 2 7 5 a otras cosas, en vez de esforzar­

se en sacar mayor y mejor provecho.

173. Noté también que muchas veces es mejor vernos pr ivados

de una gran devoción. Tenemos que aprender a movernos con gra­

cias pequeñas o, por decirlo de otra manera, cooperar con una

pequeña gracia de Dios para ejercitar lo que hay en nosotros y pro­

cede de nosotros . Porque con frecuencia quiere Dios que con una

pequeña ayuda de su gracia te esfuerces por conservar algún vivo

deseo o una buena intención para actuar o para hacer algún fruto

espiritual. Da, a veces, el Señor algún temor bueno y lo que sigue a

ese temor, es, con frecuencia, mejor que un fervor que nace de una

gran devoción. N o conviene que solamente tengamos en m u c h o la

devoción sino el deseo y la búsqueda de la misma y hasta el dolor

de no tenerla. Sucede con esto c o m o con las buenas semillas que

han de crecer hasta llegar al fruto de la c o s e c h a 2 7 6 .

Es bueno para el espíritu buscar, pedir, llamar, aunque no se ex­

perimente mucha devoción. Esta es la manera de caminar y de sembrar

con dificultad y l ág r imas 2 7 7 . Así llegamos al mismo Dios. Y cuando ya

tos ajenos y padece miopía para ver los propios. Todo esto es fuente de turbación, de desesperanza, enfría el trato con los hermanos. La solución la apunta certera­mente Fabro. Vayamos más allá de los detalles externos y veamos que Dios es el salvador de todos. Es un excelente lector de las interioridades del hombre. El hom­bre es mucho más de lo que aparece al exterior. Con todos sus defectos es una cria­tura salvada por Cristo y es templo de la Trinidad.

2 7 4 Cf. Flp 3,13. 2 7 5 Cf. (37) donde llegó a conocer medios abundantes para el mejor rezo del

oficio. Tiene especial cuidado de que el rezo se mantenga dentro de ciertos «lími­tes» para que la imaginación no se disperse y desvíe.

2 7 6 Cf. Mt 7, 7. 2 7 7 Cf. Sal 126,5-6.

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2 1 2 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

tenemos una pequeña devoción o consolación, salimos de Dios conso­

lador al que hemos encontrado, siendo constantes en la búsqueda.

174. Y aquel dicho de san Pablo según el cual no podemos hacer nada por nosotros mismos como n u e s t r o 2 7 8 , ni siquiera tener un buen pensamiento, no significa que no podemos hacer nada que sea nues­tro, sino que nosotros no podemos hacer un bien determinado. Dios tiene que prevenir, acompañar y seguir a cuanto sale de nosotros como nuestro, aunque insuficiente. Por eso aun en las cosas más pe­queñas, la suficiencia nos viene de El. Es necesario que nuestra acti­vidad coopere con la gracia de Dios, de la que recibe la suficiencia aun para la primera percepción del bien que queremos hacer.

Que nadie diga que no puede hacer el bien siempre y en todas partes. Porque, aunque nuestra suficiencia nos venga de Dios, no hay que esperarla como si no estuviera en n o s o t r o s 2 7 9 . Porque está la gra­cia l lamando siempre a la p u e r t a 2 8 0 y siempre y en todas partes nos previene y espera que cooperemos con ella con lo que tenemos en no­sotros y que nos ha sido dado por la creación, y de otras m a n e r a s 2 8 1 .

5 de nov iembre de 1542

175. El día c inco de la octava de todos los Santos , por la maña­na, después de la oración y contemplación que diar iamente suelo

2 7 8 Cf. 2 Cor 3, 5. 2 7 9 Fabro habla de la necesidad del esfuerzo que hay que hacer en la búsque­

da de Dios y de su gracia, cuando no nos sentimos alentados por la devoción. En tiempo de Fabro existía una fórmula popular de iluminismo que creía añadir a Dios lo que se quitaba al hombre. Aunque no venía del protestantismo, propiamente hablan­do, sí podía conducir a él. A esta antropología que fundamentaba la grandeza de Dios en el abajamiento del hombre, había que oponer, como lo hace Fabro, la revelación de la grandeza del hombre y de su transformación interior. Con relación a la gracia Fabro distingue dos grados: por la creación del hombre, el ser y el poder (quod ex nobis est), y por la gracia de Cristo, Él habita en nosotros (in nobis est), añadiendo una dimensión más profunda, (spirítus) a quien lo acoge y que le permite entrar en una relación con Él de conocimiento y amor. Cf. M. DE CERTEAU 248, nota 2.

2 8 ° A p 3, 20. 2 8 1 Es conocida la frase ¡gnaciana sobre cómo han de emplearse todos los me­

dios humanos y , al mimo tiempo poner toda la confianza en el Señor: «En las cosas del servicio de nuestro Señor que emprendía usaba de todos los medios humanos para salir con ellas, con tanto cuidado y eficacia, como si dellos dependiera el buen suceso; y de tal manera confiaba en Dios y estaba pendiente de su divina providencia, como si todos los medios humanos que tomaba no fueran de algún efecto». FN III, 631 . Un análisis de esta fórmula ¡gnaciana y de sus posibles formulaciones puede verse en GASTÓN FESSARD, La dialectique des exercices spirituels de saint Ignace de Loyola, París 1956, I, 305-363.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 213

hacer sobre los misterios de la vida de C r i s t o 2 8 2 , sentí gran devoción hacia los santos ángeles, los santos, y hacia las a lmas del purgato­rio. Y oraba a los ángeles custodios de todos los santos y de todas las a lmas del purgatorio que m e fuesen propicios por los méri tos de Jesucristo; y que yo pudiera verme libre de toda maldad de aquel los espíri tus malos a quienes les fue permit ido probar a los santos y a las a lmas . Sentía que tenía que ser muy duro caer en las manos de tales ángeles malos .

176. M e dirigí también a Cristo con gran devoción. Porque pensé que Él se sometió al poder externo del mal ángel de Herodes , de Arquelao , de Anas , de Caifas, de Pilato, y del otro H e r o d e s 2 8 3 y de los demás que externamente le hicieron sufrir; y al poder de Sa­tanás, el tentador, que con gran violencia externa le tentó en el de ­sierto, sobre el pináculo del templo y en la cumbre del monte ; le tentó, d igo, queriéndole llevar a cosas que son propias de la carne, de la soberbia y de la a v a r i c i a 2 8 4 . Deseaba yo tener una humildad tan grande c o m o la de Cristo y que fuese posible que en adelante los demonios y ángeles malos no tuvieran tanto poder en mi interior, sino solamente en lo exterior, a no ser que fuera más conveniente otra cosa. Y aquí me venía a la mente c ó m o los demonios , por m e ­dio de los hombres , tuvieron poder para a tormentar a Cristo con azotes , con clavos y otros tormentos exteriores, pero no con pensa­mientos u otras malas sugestiones interiores que pudieran influir, para el mal , en la carne o el espíritu.

Pensaba también en c ó m o la Bienaventurada Virgen Mar í a y muchos santos, o todos, han tenido aflicciones externas, pero n o todos las han tenido internas. Aunque algunos santos y santas (pero nunca la Virgen María) , fueron tentados ocas ionalmente o con fre­cuencia, interiormente, con las seducciones del mundo , con pas io­nes y dolores , quiero decir, con sufrimientos y sent imientos sensua­les que vienen a través de los malos espíri tus. L a Virgen Mar ía ex­per imentó gran tristeza según se nos dice: «Y a ti m i sma una espa­da atravesará el a l m a » 2 8 5 .

2 8 2 La hora habitual de su oración es por la mañana, y el tema ordinario de sus contemplaciones son los misterios de la vida de Cristo.

2 8 3 El primer Herodes es Herodes el Grande (Mt 2,3), padre del segundo, He­rodes Antipas, tetrarca de Galilea y que tuvo parte en la pasión de Jesús. (Le 23,6-9).

2 8 4 Cf. Mt 4,3-10. 2 8 5 Le 2,35.

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214 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

13 de noviembre de 1542

177. El día del entierro de Dn. Bar to lomé M o n z ó n 2 8 6 en la villa del Bajo-Ingelheim, a dos leguas de Maguncia , que tuvo lugar el 13 de noviembre , m e puse un poco triste al recordar a lgunas negligencias mías en cuidarme de él. M e parecía que no había hecho nada. Encontré una buena respuesta al pensar que era bueno que la persona siga adelante con la voluntad de hacer cualquier obra buena y no fatigarse ni deprimirse por lo ya pasado.

Sent í otra luz reflexionando sobre las repugnancias que expe­r imentan quienes se ejercitan en obras de caridad con los enfermos, sobre todo si son pobres , por el peligro de contagio, los malos olo­res y otros inconvenientes que pueden sobrevenir a quien está ex­puesto a contraer esas u otras enfermedades. Quien se ejercita en estas obras u otras, sólo por Cristo, debe estar dispuesto a acabar su vida gozosamente en estas buenas obras, donde quiera que esté.

178. Buscando yo alguna causa de devoción y de acción de gra­cias porque el canónigo Dn. Bartolomé había muerto pasada la media noche del domingo, cerca de las dos de la mañana, se me ocurrió, para alimentar mis esperanzas, que dicho señor, (yo lo sabía por la mane­ra que tuvo de morir y por su compañero), fue muy devoto, desde años atrás, de san Miguel Arcángel, al cual como a otros muchos ángeles, se les venera especialmente los lunes. Que muriera precisa­mente ese día fue para mí motivo de gran gozo y consolación.

179. Otro día, ofrecí la misa de pr imera intención por Dn. A l v a r o 2 8 7 que el día anterior hab ía salido para Lovaina . Al tener en mis manos , aunque indigno, el Sant ís imo Sacramento de la Eucar is ­tía reconocí la gran generosidad de Dios conmigo, de la que no había caído en la cuenta hasta ahora, y que se manifiesta en haber­m e dejado un cuerpo c o m o instrumento del alma, y que m e puede servir para reverenciar de muchas maneras al m i smo Cristo y al

2 8 6 Los comentaristas están de acuerdo en señalar que se trata de un canóni­go español. Por eso nos quedamos con la traducción de José M. a March, Monzón por Monsono.

2 8 7 Alvaro Alfonso, capellán de las infantas de España Dña. María y Dña. Juana, que, juntamente con el otro capellán Juan de Aragón, se vinieron con Fabro a Ale­mania. Alvaro, terminados sus ejercicios salió en peregrinación a Tréveris y Colonia el 25 de agosto de 1542. Vuelve a Espira a fines de septiembre. Fabro con los dos cape­llanes se ha venido a Maguncia. (Cf. F M 151, 174, 185). El 7 de noviembre comunica a Ignacio: «Hame parecido que a Mosén Juan dejando aquí (en Maguncia) en el estu­dio, Mosén Alvaro vaya para Lovaina por mayor comodidad». F M 188.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 1 5

P a d r e 2 8 8 . Sin el cuerpo yo estaría dispuesto a hacer mucho mal del que ahora m e veo libre, porque no obedece el cuerpo al a lma al pri­mer manda to de ésta ni se somete el cuerpo a los pr imeros impulsos e ímpetus de ella. Pedía, pues , a Cristo que se dignase concederme a m í y a todos mis amigos que no salga mi espíritu del cuerpo, hasta que mi a lma esté bien dispuesta para ser recibida en las manos del Dios todopoderoso. Porque ¿cómo podría ella sola resistir a los ene ­migos , si estuviera totalmente expuesta a el los, pr ivada del cuerpo en el que ahora se esconde?

Y ¿quién iba a impedirla que no anduviera vagando demasiado, si ni su propio cuerpo ni otro espíritu le recortase los movimientos de su voluntad? Estaría ahora en Roma, ahora en España, ahora en su patria con sus padres, o en otra parte. Bueno es que el a lma esté dete­nida en el c u e r p o 2 8 9 y que no pueda actuar sino por medio de él.

Sea pues bendito el Señor que todo lo dispone s u a v e m e n t e 2 9 0 .

25 de noviembre de 1542

180. El día de santa Catal ina de Alejandría tuve una inspira­ción singular que m e puede ayudar a rezar mejor, de ahora en ade­lante, el oficio divino. Pensé que mientras estoy atento a las pala­bras de Dios nuestro Señor, el mismo Dios cuida de mí y de los asuntos en que trabajo para su gloria. Y por eso he de procurar que no me distraigan entonces ninguna de las obras que tengo que hacer, por muy santas y buenas que s e a n 2 9 1 , para no estorbar al m i smo Dios que está atento y cuida de todo.

181 . Vi también lo conveniente que es, en el rezo del oficio pensar que , por una parte, estás en la presencia de Dios y de su buen ángel que toma nota y sopesa con exactitud tu aprovechamiento y tu trabajo; y por otra, estás también en presencia del enemigo o mal espíritu que lleva cuenta de las faltas que cometes , para poder acu­sarte algún d í a 2 9 2 .

2 8 8 Rom 12,1: «Os exhorto que ofrezcáis vuestros cuerpos como una víctima viva, santa agradable a Dios tal será vuestro culto espiritual». El cuerpo es instru­mento del culto.

2 8 9 Cf. (169). 2 9 ° Sab 8 ,1 . 2 9 1 Cf. (146). 2 9 2 Satán es tradicionalmente el «acusador» de los santos (Cf. Rom 8, 33; Jb

1, 9-11) como el Espíritu es el «defensor».

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28 de nov iembre de 1542

182. L a víspera de san Saturnino, rezando el oficio de san

Cesáreo mártir, que yo había p o s p u e s t o 2 9 3 , tuve un gran sentimien­

to de devoción hacia este santo, aunque no tenía yo información

sobre su vida y martir io.

Por pr imera vez comprendí que es bueno, en la fiesta de un santo cualquiera, hacer alguna contemplación sobre este santo. Dicha contemplación tendría los tres preámbulos acos tumbrados y c inco p u n t o s 2 9 4 :

Pr imero , dar gracias a Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo por­que a tal santo o santa los predestinó desde la eternidad, y luego los eligió, l lamó, justificó y por fin los g lo r i f i có 2 9 5 .

Segundo , dar gracias a la Bienaventurada Virgen María , al bie­naventurado san Miguel y al ángel de aquel santo y a todos los san­tos, hombres y mujeres, que con sus oraciones o de cualquier otro m o d o ante Dios , le ayudaron a salvarse.

Tercero, orar a Dios y al mismo santo por todos los vivos y di­

funtos que son y han sido devotos suyos.

Cuar to , considerar lo bueno que es pedir a Dios que se conser­ven aquella doctr ina y escritos por los que podamos recordar algu­nas de las palabras y aun acciones que aquel santo realizó durante su vida, para que nos sirvan de ejemplo.

Quinto , considerar lo bueno y útil que es o podr ía ser, que se conservasen las reliquias, todas o en parte, del cuerpo de aquel santo o santa y que pudieran ser veneradas.

Quien no encontrase en estos puntos materia para ejercitar su entendimiento , puede ejercitar «la voluntad del c o r a z ó n » 2 9 6 desean­do que todo esto se realice así y mucho mejor.

293 of ic io «relictus» es el que no se ha rezado en el día señalado por el calen­dario romano. Con motivo de la institución de nuevas fiestas, algunos días venían dos oficios en el calendario. Fabro quiere rezar los dos, pero deja uno de ellos para más tarde.

2 9 4 Es la estructura de la contemplación ¡gnaciana que puede tener varios pun­tos, pero mantiene siempre los tres preámbulos. Fabro introduce una fórmula de ora­ción litánica en la fiesta del santo o santa del día. Partiendo de la Trinidad y de la Virgen llega a recordar algunas de las palabras o escritos de dichos santos y hasta desear que sean veneradas sus reliquias.

2 9 5 Cf. Rom 8,30. 2 9 6 Cf. 1 Cro 29,18. «Oh Yahvé (...) conserva esto perpetuamente para formar

los pensamientos en el corazón de tu pueblo, y dirige tú su corazón hacia ti».

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 217

29 de noviembre de 1542

183. El día de san Saturnino, vigilia del apóstol san Andrés , es tando para celebrar la misa, se me concedió pedir con intensidad lo siguiente: al Padre celestial su gracia y todo lo que necesi ta mi memoria ; al Hijo todo lo que necesita mi entendimiento; y al Es ­píritu Santo lo que necesita mi voluntad. Encomendaba as í a la Sant ís ima Trinidad mis tres potencias; mi a lma la encomendaba al a lma de Cristo, mi Señor y Salvador; y mi compues to de a lma y cuerpo que l lamamos «el hombre», al m i smo Cristo hecho hombre por nosotros .

184. Tuve entonces un gran deseo espiritual y especial conoci­miento de mi «rep t i l idad» 2 9 7 , valga la palabra, y de mi ruindad de espíritu. Pedí la gracia de que mi mente se levantase y que, de ahora en adelante, no esté, como suele, a causa de su debilidad, inclinada hacia abajo y hacia las cosas bajas, sino que, por la gracia de Jesucris­to, se enderece para poder crecer y levantar los ojos hacia arriba.

Pensé entonces en lo que ya otras veces se m e había ocurr ido: que sería bueno hacerme devoto de aquella santa m u j e r 2 9 8 que fue l ibrada por Cristo del espíritu del mal que le impedía, aun corporal-mente , mirar hacia arriba, lo que pudo hacer en cuanto se vio libre de aquel espíritu.

Hice este día un propósi to más firme que los que había hecho antes: recordar a Cristo cuando hacía tal milagro y a la mi sma mujer cuando recibía gracia tan grande, porque ayuda mucho , según nues­tras necesidades , contemplar a Cristo concediendo ahora aquellas gracias que frecuentemente concedió durante su vida.

185. Ayuda mucho también invocar a quienes recibieron tales gracias para que pidan al mismo Señor por nosotros y nos alcancen parecidos bienes o aun los mismos que ellos recibieron. N o es, pues , contra la piedad, sino muy conforme a ella, la doctr ina que enseña ser cosa buena invocar a algunos santos para conseguir gracias espe-

2 9 7 Muy atormentado debía estar Fabro cuando esto escribe para pensar que se arrastra por la tierra como un reptil. Ignacio ve al desolado como una persona que se siente movida «a cosas bajas y terrenas» [317], Pero acude presto, como siempre, a su oración, para que se le conceda enderezarse y poder mirar hacia arriba.

2 9 8 Todo el número es una meditación sobre la curación en sábado de la mujer encorvada (Cf. Le 13,10-17). Fabro no solamente se fija en Cristo que hace el mila­gro, sino en «la misma mujer» en el momento de ser curada. El contemplativo echa una mirada amorosa sobre las personas que son atendidas por Jesús. «Ver las per­sonas las unas y las otras» [106].

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218 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

cíales tanto para el espíritu c o m o para el cuerpo. Porque aunque Dios puede hacer todo por sí mismo o por cualquier otro santo, no quiere hacerlo s iempre por un solo medio .

1 de d ic iembre de 1542

186. El día de san E l i g i ó 2 9 9 , obispo y confesor tuve gran devo­ción al repetir algunas invocaciones para que m e alcanzase a lguna gracia de nuestro Señor, sobre todo las gracias que tenemos en aque­llas dos palabras del «Común de confesores»: la devoción y la sal­v a c i ó n 3 0 0 . En la misa de san Eligió sentí estas dos palabras con más fuerza que nunca. Después de la misa, al hacer una petición a Dios , e x p e r i m e n t é todav ía m a y o r devoc ión . Es ta fue mi pe t ic ión: «Dígnate mirar no mis méri tos o deméri tos, ni la frialdad de mis de­seos, sino mis l imitaciones, pobreza y miserias y todo lo que m e puede ser de provecho».

187. Durante la misa se me concedió esta manera de orar: «Se­ñor Jesucristo, aparta de m í todo mal y toda imperfección que pueda impedir que m e miren los ojos de tu humanidad o que tus oídos oigan mis palabras; que tu olfato no se aparte de m í 3 0 1 por mi olor desa­gradable, tu gusto por mi insipidez y tu tacto por mi frialdad, mal ca­lor, o por mi demasiada sequedad o exagerada h u m e d a d 3 0 2 . En suma,

2 9 9 San Eligió (588-660). En un principio fue orfebre en la corte de Clotario II y de Dagoberto I. Gozó de gran popularidad en Francia. Fue nombrado obispo de Noyon en 641. Patrono de los orfebres y trabajadores del metal. La imaginación po­pular y la leyenda han sido generosas con él. Se compusieron en su honor diversas oraciones y letanías. Quizá Fabro se esté refiriendo a alguna de esas letanías o «invocaciones».

300 Devoción y salvación. La devoción hace que subamos hacia Dios. La sal­vación es lo que desciende, nos viene de Dios. Son dos palabras que efectivamen­te se contienen en el común de confesores pontífices.

301 Vemos en este número una doble aplicación de sentidos. Fabro pide en su oración no dar cabida a ninguna clase de indignidad que impida que Cristo fije sus «sentidos» amorosamente en él. Es Cristo el que le ve, le oye, le gusta, le toca, le huele. De ahí que termine con la súplica de la secuencia del Espíritu Santo el día de Pentecostés. En un segundo tiempo son los sentidos de Fabro los que se fijan en Cristo. Pero salta el esquema, va más allá de una simple aplicación de sentidos [122-125] que tiene, desde luego, en cuenta la divinidad y la humanidad de Cristo, lo mismo que Ignacio: «gustar (...) la suavidad y dulzura de la divinidad» [124]. A los verbos de los sentidos siguen los referentes a las potencias y continúan los infiniti­vos que denotan una unión con Cristo cada vez más íntima: poseerte, tenerte pre­sente y comenzar a gozar de ti .

3 0 2 Fabro no emplea estas imágenes al azar. Tienen para él un significado muy particular, que ha señalado ya en otras ocasiones: el enfriamiento de la caridad, o los ardores de la pasión o de la impureza (168); la sequedad de un corazón que no

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 1 9

siente devoción ninguna, y lo desorbitado de los sentimientos cuyos peligros ha intuido (160).

3 0 3 Alusión a la secuencia Veni, Sánete Spiritus... 3 0 4 Cf. Is 55,10-11; Mt4 ,4 ; 1 Pe 1,23. 3 0 5 Día 30 de noviembre. 3 0 6 Día 3 de diciembre. 3 0 7 Día 4 de diciembre. 3 0 8 Día 5 de diciembre.

Señor, te suplico que apartes de m í cuanto m e divide, separa y aleja de ti, y a ti de mí . Aparta de mí lo que me hace inmundo, lo que m e hace seco,lo que me pone rígido, torcido, e n f e r m o 3 0 3 , lo que m e hace indigno de que me visites, me corrijas, reprendas, de que me hables, de que te comuniques conmigo, de que me ames y me quieras bien. Compadécete de mí, Señor; compadécete s iempre de m í y aparta de mí todos los males que m e impidan verte, oírte, gustarte, sentirte, tocarte, temerte, acordarme de ti, comprenderte, esperar en ti, amar­te, poseerte, tenerte presente y comenzar a gozar de ti. Y lo que digo de ti, Señor, de tu divinidad y de tu humanidad, pido que me sea dado en toda palabra que sale de tu b o c a » 3 0 4 . Porque me bastarían que per­manecieran en m í las palabras de Jesucristo, mi Señor, y que yo goza­se de ellas con todos mis sentidos.

30 de nov iembre al 5 de diciembre de 1542

188. En los días de San A n d r é s 3 0 5 apóstol , del p r imer domin­go de a d v i e n t o 3 0 6 , y de santa B á r b a r a 3 0 7 y de san El igió confesor, que es el pr imero de diciembre, comencé a exper imentar una gracia en la que nunca m e había fijado hasta el día de san Sabas , a b a d 3 0 8 . L a gracia tenía relación con las distracciones en la oración, tanto cuando me aparto de los sentimientos y pensamientos buenos , lo que sucede raras veces, c o m o cuando exper imento un vacío de espí­ritu, lo que no impide que saque siempre algún fruto.

L a diferencia entre lo que comencé a exper imenta r estos d ías y lo que m e había sucedido con frecuencia an ter iormente , cons i s ­tía en que , antes , cuando me distraía en la oración, m e sacaba de las d is t racc iones , y me l lamaba a la inter ior ización, lo que yo lla­mar ía un mo to r ex terno que me venía de fuera, m e refiero, por e jemplo , a tentac iones de malos pensamien tos . Sin es tos golpes yo no hubiera vuel to ni ped ido la gracia de r ecogerme en mi corazón . También los remord imien tos de conciencia , miedos , reprens iones que m e hacía a m í m i s m o . Todo esto m e produc ía u n a gran angus -

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t ia que m e espo leaba a buscar la devoción y r emed io cont ra las

d i s t r a c c i o n e s 3 0 9 .

Es to era lo más frecuente en mí antes, y lo que yo captaba mejor.

Aunque ya tenía deseos y pedía a Dios que se me concediese la gra­

cia que ahora comencé a experimentar que, en parte, se me estaba

dando. Y es que, cuando mi alma perdía la paz, la l lamada a recupe­

rarla salía de lo más íntimo y la vuelta a la interiorización arrancaba

de las mismas entrañas y del corazón. C o m o digo, esto lo experimen­

té estos días más que nunca. Porque caí en la cuenta de que si perdía

la paz de mi espíritu por distraerme en otras cosas, el volver al reco­

gimiento perdido, tenía su principio dentro de mí. Fue muy grande la

devoción que tuve entonces al meditar los misterios de la vida de

Cristo, quien, cuando vino a nosotros comenzó por el interior, preser­

vando a su Madre de toda culpa de pecado o r i g i n a l 3 1 0 , cuando se en­

carnó en sus entrañas y se hizo hombre, cuando visitó a Juan quien

saltó en las entrañas de su madre Isabel; y solamente después salió y

creció en el exterior.

189. Noté entonces cómo , durante los treinta que vivió antes

de salir a enseñar al mundo con sus palabras, Cristo nos había ense­

ñado con sus acciones que cada uno tuviera cuenta d e sí m i s m o para

progresar dentro de s P 1 1 . El nos enseña a imitarle en su escondi­

miento en el seno materno, privado de la experiencia que permite al

hombre entender, recordar, d e s e a r 3 1 2 , o de ver, oír, gustar, oler y to­

c a r 3 1 3 . Para poder imitarle en todo esto, se ha de tener en cuenta que

3 0 9 Se describe aquí un avance y crecimiento espiritual en la manera de com­portarse ante las distracciones en la oración, aunque no pocas de ellas fueran de escaso relieve. Necesitaba antes una fuerte sacudida que le venía de fuera en forma de malos pensamientos, angustias, pérdida de la paz. Sin tales violencias exteriores no encontraba fácilmente la vuelta al corazón. La experiencia de ahora es distinta. No le viene de fuera con estrépito. Nace de lo más profundo de sí mismo. Si ahora surgen las distracciones y pierde la paz, la llamada a recuperarla, la vuelta a la in­terioridad del corazón es una atracción desde dentro que le invitaba fuertemente a la unión con Dios. Gracia mística que aparecía ya en (135), y que cada vez es más frecuente en los RR.EE. lo que hace que diciembre de 1542 marque un hito impor­tante en la espiritualidad de Fabro.

310 Desde 1497, los profesores de la Universidad de París se comprometían bajo juramento a defender la Concepción Inmaculada de María. El mismo juramen­to se exigía a los profesores de la Facultad de Teología de Colonia desde 1499, y a los de Maguncia a partir de 1501.

3 1 1 El hombre es invitado a seguir a Cristo que ha querido aceptar las reglas del desarrollo natural humano: vida sólo biológica, paso posterior al uso de los sentidos, de la razón,

3 1 2 Las tres potencias. 3 1 3 Los cinco sentidos.

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Él quiso ver y sentir con los sentidos exteriores antes de hacer uso experimental de la razón humana; quiso oír antes que hablar. Tam­bién hay que considerar, para imitarlo, que pr imero quiso valerse de la vista y de los otros sentidos externos, antes que hacer uso experi­mental de la razón humana; quiso oír antes que hablar; quiso some­terse antes que mandar, ser discípulo (digo ser y no sólo ser l lama­do) , antes que maest ro ; ser gobernado antes que gobernar.

190. Es te día de san Sabas, abad, al ofrecer la misa por mi con­fesor, tuve un gran recuerdo con agradecimiento desacos tumbrado hacia todos los c o n f e s o r e s 3 1 4 que he tenido en mi vida. Di gracias y me acordé también de quien me b a u t i z ó 3 1 5 , de quien m e confir­m ó 3 1 6 , de quienes m e confirieron las sagradas ó r d e n e s 3 1 7 o, en ge­neral , m e administraron los sacramentos . Tuve presentes a todos mis p r o f e s o r e s 3 1 8 y de todos aquellos de quienes, por su palabra o por su e jemplo, m e ha venido algún bien.

Hice esto también en nombre de todos mis hermanos , desean­do, en la fe de Cristo, hacer las veces de ellos así c o m o ellos, en otras cosas , m e suplen a mí, rogando por mí a Dios c o m o miembros de un mi smo cuerpo. Porque así como Dios puede comunica rme a mí y m o v e r m e a dar gracias por cosas que a otros no comunica , así también habrá muchís imas cosas que otros conocen, de las que yo j a m á s he tenido noticia.

Tuve gran deseo de que se salvasen todos aquellos que m e han

adminis t rado los sacramentos, c o m o ya dije, o han sido el cauce

para que yo reciba otros dones de Dios . Deseaba que Dios se dig­

nase darme c o m o dispensadores de su gloria y de los bienes celes­

tiales a todos aquellos que Él ha puesto jun to a m í c o m o minis t ros

de la gracia y de bienes temporales . Se m e concedió también dese­

ar, con gran sent imiento de humildad, que m e fuera concedida esta

petición: que por gracia y misericordia de Jesucristo, yo pueda tener

3 1 4 Sobre todo el doctor Castro en París. Cf. (10). Recuérdese el agradeci­miento de Ignacio a su confesor en Alcalá P. Miona. Cf. Ignat. Epist. I, 111-113.

3 1 5 Le bautizó Antonio Aguillet, párroco de Saint-Jean-de-Sixt de 1503 a 1618. 3 1 6 Probablemente le confirmó Pedro Farfeni, franciscano, titular de Beiruth,

vicario general de Juan Francisco de Ginebra, obispo de Ginebra (1513-1522). Far­feni hizo la visita pastoral a Saint-Jean-de-Sixt el 4 de octubre de 1517.

3 1 7 Fue ordenado de subdiácono el 28 de febrero de 1534 Por Milo de llliers, obispo de Lucon; de diácono el 4 de abril de 1534 por Lorenzo de San Marcelo de Avancon, obispo de Grenoble; de presbítero el 28 de Mayo de 1534, por Juan, car­denal de Bellay, arzobispo de París. Cf. FM 1-4.

3 1 8 Velliardo, Juan de la Peña, de Cornibus etc.

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c o m o bienhechores míos en la gloria a todos aquellos que fueron

mis generosos bienhechores en esta vida y que por una gloriosa ser­

vidumbre, pueda yo someterme a quienes en esta vida tuve que obe­

decer. A m é n .

8 de dic iembre de 1542

191 . El día de la solemnidad de la Concepción Inmaculada de la Virgen Mar ía sentí una nueva firmeza y estabilidad de corazón y de todo mi interior. Veía que no entraban dentro de m í las olas de las tentaciones que de fuera venían. N o tuve pensamientos que m e lle­vasen a grandes mociones y sentimientos vivos de devoción, pero tampoco sentí, c o m o de costumbre, que me viniesen pensamientos del inmundo y mal espíritu. Porque todo el fundamento de mi ser, por gracia de Dios y de un modo nuevo que yo no ent iendo, se sen­tía firme y seguro.

Es c o m o si uno dijera que su casa se había asentado más en sus c imientos , o se había hecho más firme en las paredes y co lumnas y d e m á s mater ia les ; aunque no había mejorado la ornamentac ión . Otras muchas veces he sentido en mí la influencia de santas moc io­nes divinas y buenas inspiraciones, pero al mismo t iempo pa lpaba grandís imas debil idades y la inestabilidad de mi propio ser. Q u e Jesús , infinitamente bueno y santo entre los santos, por intercesión de su M a d r e y de todos los ángeles y santos y santas del cielo, me conceda que se vayan renovando en m í ambas cosas , el fundamen­to y el ornato, y que disminuyan mis imperfecciones. Ojalá se re­nueve mi mi smo ser, mi vivir, sentir y mi mi smo poder y todas las cual idades y accidentes que perfeccionan el fundamento para la vi­da eterna y celeste según el beneplácito de Dios .

8 de d ic iembre de 1542

192. El mismo día de la fiesta de la Concepción noté, a propó­sito de mis confe renc ia s 3 1 9 , que me encontraba más lúcido interior-

3 1 9 Las conferencias sobre la Escritura que le ha encomendado el cardenal de Maguncia. Escribe a Ignacio el 22 de diciembre de 1542: «Por mandato de monse­ñor reverendísimo cardenal de Maguncia ayer hubo quince días comencé hablar en público, que fue una lección sobre la sagrada escriptura, teniendo per gratiam Dei tres tanto auditorio en comparación del que más tiene de los doctores desta univer­sidad; ita ut fieret miraculum inteligentibus frigiditatem istius civitatis». FM 189.

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mente , c o m o si me hubieran sacado de mi propia y natural confusión y d e s o r d e n 3 2 0 . M e sentía con una memoria más capaz y más retenti­va y me veía menos turbado que en otras ocasiones. Ojalá que todo esto sea el comienzo de salir de mis miembros a la luz inacces ib l e 3 2 1 , y de lo profundo de mi propia debilidad, confusión y flaqueza a aquella vida tan distinta llena de fortaleza y solidez. El Señor cono­ce la medida y calidad de lo que soy y de lo que puedo. Conoce tam­bién mis deformidades y fealdades personales y todo lo que hay en m í de malo y vergonzoso en el orden de los a c c i d e n t e s 3 2 2 .

Pero la Bienaventurada Virgen María , madre y abogada nues­tra, toda hermosa y toda inmaculada exterior e inter iormente, esta Señora nuestra, c o m o digo, tiene poder ante el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo . Ella m e alcanzará con sus oraciones la gracia para que el verdadero fundamento de mi ser se reforme inter iormente y se adecente en lo exterior. Fiat, fíat. Todo lo que se haga procederá del poder del Padre , será administrado por la sabiduría del Hijo, y se m e dará por la bondad del espíritu Santo. Fiat, fíat.

25 de dic iembre de 1542

193. En la sacratísima noche en que nació Cristo nuestro Señor, rezando mait ines en la catedral, delante de las reliquias, sentí gran devoción y gran efusión de lágrimas; y esto desde el principio hasta el fin. M e impresionaron muchís imo aquellas palabras del profeta J e r e m í a s 3 2 3 que se leen en el pr imer nocturno. Tuve también grandes deseos . Ansiaba de todo corazón poder nacer de Dios y no de la sangre ni de la carne ni de deseo de h o m b r e 3 2 4 .

194. Deseé también con pleno conocimiento y con todo afecto

que nacieran, esa noche, buenos y abundantes remedios contra los

males de nuestro t iempo. Sentí al mismo t iempo gran deseo de nacer

yo, de ahora en adelante, a toda obra buena para mi salvación, para

3 2 0 De sí mismo dice; «no me sé gobernar conforme a vuestro deseo de mane­ra que todas mis letras son oscuras y mal ordenadas, llenas de frases latinas y voca­blos (...) yo procuraré de estudiar y premeditar mejor lo que escribo confusamente y nada puntuando en mis cartas principales». FM 81 .

3 2 1 Cf. 1 Tim 6,16. 3 2 2 Distingue entre lo que «soy» y «puedo», que corresponde aquí al sujeto per­

sonal, al que pertenecen las «deformidades y fealdades» personales e interiores, y «lo malo y vergonzoso» que es propio de lo exterior y accidental.

3 2 3 Cita de memoria, se refiere a Isaías. 3 2 4 Cf. Jn 1,13.

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la gloria de Dios , y para bien del p r ó j i m o 3 2 5 . Es to se hará si el Señor

m e concede una inspiración que sea en m í una fuente interior y

medio para consagrarme y ordenarme enteramente para hacer toda

obra buena, imitándole a Él que fue concebido para bien de todos, y

para bien de todos nació y murió . De esta manera debemos vivir en

espíritu el t i empo que nos queda de vida y hacer todo para provecho

del prój imo y alabanza de Dios . Ya hemos vivido bastante, quizás

demas iado , para nosotros y para nuestras comodidades temporales ,

c o m o si hubiéramos nacido sólo para nosotros.

195. Tres elementos contribuyeron a nuestro nacimiento corpo­

ral. Primero, la realidad material de la sangre de la que hemos sido for­

mados; segundo, la voluntad y deseo camal de quienes nos engendra­

r o n 3 2 6 ; tercero, la intención y voluntad de nuestros padres que quieren

tener hijos que lleguen a ser ricos en este mundo. Por eso quien quie­

re renacer, debe nacer de Dios cuya naturaleza es omniperfecta y cuya

voluntad es rectísima y santísima; debe vivir de tal manera que no se

deje llevar de las tendencias de su naturaleza corrompida que le viene

de la sangre; no tiene que regirse por los apetitos camales o por moti­

vos humanos y mundanos. Estos son los frutos que han de servir de

señal del verdadero nacimiento que procede de D i o s 3 2 7 .

196. L a pr imera misa, la de media noche , y que celebré en la

catedral , la apliqué por nuestra Compañía . Deseaba con toda mi

a lma para ella un nacimiento en buenos deseos de santidad y jus t i ­

c i a 3 2 8 delante de Dios y que cada uno de sus miembros naciera para

el m u n d o e n t e r o 3 2 9 .

L a segunda, la dije en el monaster io de las carmeli tas y la apli­

qué por el cardenal y obispo de Magunc ia para que naciera en él

toda clase de bienes espirituales y en toda la región de Renan ia que

m e había sido encomendada .

325 Los términos podrán intercambiarse pero ordinariamente mantiene este orden al hablar del móvil de sus acciones: a gloria de Dios, su propia salvación y el bien y salvación del prójimo.

326 C f . Jn 1,13. 3 2 7 Continúa con su meditación de (193). Hay que aspirar al verdadero naci­

miento que procede de Dios y no de la carne, ni de la sangre, ni de deseo del hombre. 3 2 3 Cf. Le 1,75. 3 2 9 El universalismo era uno de los distintivos más apreciados de Ignacio y sus

compañeros; «Nuestra vocación es para discurrir y hacer vida en cualquiera parte del mundo, donde se espera más servicio de Dios y ayuda de las ánimas». Const. n. 304.

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La tercera, la celebré en la iglesia de Nuestra Señora de las Gra­d a s 3 3 0 donde tuve ocasión de meditar sobre la solemnidad del parto de la misma Santísima Virgen. Esta la misa la apliqué para que nacie­ran soluciones para los problemas de estos t iempos tan calamitosos; es decir, por la paz de los príncipes cristianos, por la extirpación de las herejías y por todos los otros bienes umversalmente n e c e s a r i o s 3 3 1 .

197. En la pr imera misa me sentí enteramente frío antes de la comunión , y me dolía de no poder disponer de otra morada mejor para recibir al Señor. M e vino entonces una inspiración bastante clara con un interior sentimiento de devoción, hasta derramar lágri­mas , en el que se me dio esta respuesta: Jesucristo viene al es tablo y si estuvieras muy fervoroso, no verías aquí la humanidad de tu Señor porque tu espíritu no estaría en consonancia con el es tablo. Fui consolado por el Señor que se d ignó entrar en casa tan fría.

Yo quería que mi casa estuviera adornada para poder consolarme con ella. Pero la actitud del Señor, me consoló. Ojalá que, en adelan­te, se m e conceda que cuando yo no pueda ver en mí mismo el modo, la forma, y la disposición que a mí me gustaría tener con el mismo Dios, con Jesús o su Madre o sus santos, ojalá digo, que cuando estas cosas, por justas razones, no me sean concedidas, pueda yo ver y sen­tir la disposición, forma y modo que el Señor adopta c o n m i g o 3 3 2 .

26 de dic iembre de 1542

198. Hasta ahora, s iempre he puesto más empeño en buscar el adorno con que he de acercarme a Dios y a sus s a n t o s 3 3 3 que en pen-

3 3 0 La Iglesia de María ad Gradas de Maguncia, se llamaba así porque para acceder a ella había que subir una gran escalinata. Había sido construida en el siglo X y estaba situada no lejos de la catedral.

3 3 1 En cada una de las tres misas que celebró el día de la Natividad del Señor sus intenciones se centraron en el «nacimiento». Para la Compañía desea un nacimiento en buenos deseos de santidad y que sus miembros nazcan para el mundo: para el car­denal de Maguncia y toda la región renana desea que nazcan en toda clase de bienes espirituales; pide que nazcan soluciones nuevas para asegurar la paz entre los prínci­pes cristianos y para abordar sabiamente el combate contra le herejía.

3 3 2 Fabro deseaba tener una consolación espiritual en la primera misa de la noche. Pero se sintió especialmente frío. Tiene la sensación de que ha preparado al Señor una morada muy fría. La consolación, mucho más fina, le va a venir por otro camino. Ha de pensar menos en sí mismo, en su manera de recibir al Señor, y mu­cho más en el comportamiento y amor que el mismo Señor pone en su venida.

3 3 3 Hay aquí también una manifestación del crecimiento espiritual y transfor­mación interior que se está dando en Fabro, que le lleva a abandonar la diligencia que hasta ahora ha tenido en pretender la devoción para hacerse agradable a los

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sar en c ó m o están adornados ellos cuando m e miran, me aman, m e toleran y m e ayudan.

Yo s iempre busqué un vestido de devoción u otros aderezos para atraer a los santos, para hacerme amable y sent irme aceptado por ellos. Nunca busqué la manera de acercarme a ellos, lo que sería más fácil, porque entonces yo podría contemplar los dones que en sí t ienen, y por los que son amados y aceptados.

Que el Padre omnipotente, el Hijo y el Espíritu Santo m e den la gracia de que yo sepa y pueda y quiera buscar y p e d i r 3 3 4 estas dos cosas: el ser amado por Dios y por sus santos y amarlos yo a ellos. De aquí en adelante he de poner más cuidado en lo que es mejor y supo­ne mayor generosidad y que yo menos he hecho, que es buscar más amar que ser amado. Por eso he de fijarme con más diligencia en las señales que me pueden mostrar que yo amo, que en aquellas otras que m e manifiestan que yo soy amado. Y estas señales serán los trabajos que hago por Cristo y por el prójimo, según lo que Cristo dijo a Pedro: «Me amas más que éstos? Apacienta mis o v e j a s » 3 3 5 . Has de procurar ser pr imero Pedro y después Juan, el cual es más amado y hacia quien van las preferencias. Hasta ahora has querido ser pr imero Juan y des­pués Pedro. Esto lo escribí el día de san Esteban después de haber rezado las vísperas de san Juan evange l i s t a 3 3 6 .

27 de dic iembre de 1542

199. El día de san Juan Evangelis ta ofrecí la misa por a lgunas necesidades espiri tuales, y contra ciertos fríos de malos espíri tus que de tal manera m e indisponen hacia algunos prój imos y a ellos hacia m í que no sabemos sufrirnos ni cor reg imos mutuamente .

Encont ré en esto bastante devoción y esperanza contra los embates diabólicos que hacen que los hombres cierren unos a otros

santos, atraerlos, dice, para que se fijen en él. Es mucho mejor amar que ser amado. He de buscar aquellos signos que me descubren que estoy en disposición de amar, mucho más que aquellos otros por los que pudiera entender que me siento amado. De una actitud un tanto narcisista, que Fabro describe sin miramiento, hay un salto a la libertad y al amor desinteresado.

3 3 4 Pedir lo que quiero. Fórmula ignaciana que no es fruto del voluntarismo sino del deseo que el Señor pone en mí. En su discurso, guiado por el Espíritu, tiende a descentrarse, a salir de sí mismo y le viene dada la doble petición que brota de su interior y no se le impone desde fuera.

3 3 5 Jn 21,15-17. 3 3 6 Solía escribir sus apuntes espirituales por la mañana después de la misa.

Escribirlos por la tarde o al anochecer es una excepción.

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sus corazones . A veces uno no sabe soportar al otro o, si no hay que soportarlo, no sabe o no quiere ayudarle a que se corrija, sino, más bien, quiere alejarse de él movido por el espíritu de división.

200 . Por eso rogaba con gran fuerza a los ángeles custodios de los hombres y a todos los otros, que se dignasen nacer con C r i s t o 3 3 7

para nosotros. Lo mismo pedía a los santos de Dios, hombres y muje­res, y a las almas que gozan ya en el cielo. Deseaba para quienes aún están en esta vida, que cada uno de ellos naciese para su propia sal­vación y la de todos los prójimos; lo que quiere decir comenzar con grande ánimo a ordenarse totalmente para procurar pr imero el prove­cho espiritual de los prójimos y después, también, el corporal.

2 0 1 . En la misa, al leer el amor de Jesús hacia Juan, sentí un gran deseo de amar y honrar yo al m i smo Juan. Entendía que con esto agradaba yo al m i smo Señor. Porque quien quiere amar lo a Él, ha de amar todo lo que Él a m a 3 3 8 . Ante todo la salvación y vida espiritual, la consolación y al imento de las a lmas, rebaño y corde­ros, según la recomendación que Él mi smo hizo a Pedro , a quien preguntó por tercera vez: «¿me a m a s ? » 3 3 9 .

202 . En estos días de Navidad, creo haber conseguido algo bueno, relacionado con mi nacimiento espiritual: el desear buscar con especial cuidado señales de mi amor a Dios , a Cristo y sus cosas , de manera que llegue después a pensar y desear, a hablar y hacer mejor lo que Dios quiere. Hasta ahora andaba yo muy deseo­so de procurar aquellos sentimientos que m e daban a entender lo que significa ser amado por Dios y por sus santos. Buscaba, sobre todo, comprender c ó m o me veían a mí . Esto no es malo . Es lo pri­mero que se les ocurre a los que caminan hacia Dios , mejor d icho, a los que buscan ganarse al Señor. Porque no hay que suponer al principio, y mucho menos antes de nuestra conversión, ni se ha de creer con fe cierta, c o m o algunos falsamente suponen, que el m i s m o Dios y Cristo y toda la corte celestial están aplacadís imos y, de nin­guna manera, airados contra nosotros. Porque, aunque fuera así en el sentido de que no nos amenazan con penas eternas, no por eso hay que pensar que hemos de vemos libres de trabajos y p e n i t e n c i a s 3 4 0 .

337 Todavía en la octava de Navidad sigue con su meditación central de las misas de aquel día, el renacer en Cristo.

3 3 8 Cf. Jn 13, 23. 3 3 9 Jn 21,15. 3 4 0 Vuelve sobre lo que inició en (198). Ahora confirma que ha supuesto para

él algo bueno relacionado con su nacimiento espiritual, el abandono del «adorno» personal, con el que pretendía que Dios y los santos se fijasen en él, al descubrir

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Porque el Señor, al decir que había escogido a Pablo c o m o vaso de elección, dijo también: «Yo le mostraré todo lo que tendrá que pade­cer por mi n o m b r e » 3 4 1 .

203 . Al principio de nuestra conversión, sin que esto sea p ro­ceder mal , p rocuramos , sobre todo, agradar a Dios , preparándole en nosotros morada corporal y espiritual, en nuestro cuerpo y en nues­tro espíritu. Pero hay un t iempo determinado - q u e la unción del Espíritu Santo mues t ra al que camina rec tamente - , en el que se nos da y se nos exige que no queramos ni busquemos pr incipalmente el ser amados d e Dios , sino nuestro primer e m p e ñ o ha de ser amar lo a El . Es decir, que no andemos aver iguando, c ó m o procede con noso­tros sino c ó m o actúa Él en sí m i smo y en todas las otras cosas y qué es lo que en realidad le contenta o le desagrada en sus criaturas.

L a pr imera actitud consistía en traer a Dios hacia nosotros , la segunda consiste en ir nosotros mismos hacia Dios . En el pr imer caso buscamos que Dios se acuerde y esté pendiente de nosotros; en el segundo t ra tamos de acordarnos nosotros de Él y poner e m p e ñ o en lo que a Él le agrada. L o pr imero es el camino para que se per­feccione en nosotros el verdadero temor y reverencia filial. L o se­gundo nos conduce a la perfección de la caridad.

Que el Señor nos conceda, a mí y a todos , los dos pies con los que hemos de esforzarnos para caminar por el camino de Dios : el verdadero temor y el verdadero amor. Hasta ahora tengo la impre­sión de que el temor ha sido el pie derecho y el amor el izquierdo. Ahora ya deseo que el amor sea el pie derecho y el temor el izquier­do y menos importante. Y ojalá que sienta que mi nacimiento es para es to , para que crezca hasta llegar a ser un varón p e r f e c t o 3 4 2 .

que es mucho más importante el amar que el ser amado. Insinúa, con todo, que lo primero puede ser bueno al principio de la conversión: «Es lo primero que se les ocurre a los que caminan hacia Dios».

3 4 1 Hch 9,16. 3 4 2 Lo que en el número anterior se insinuaba solamente -todo el número ado­

lece de cierta confusión- se pone ahora de relieve y con toda claridad. La oración de estos días, que ya hemos dicho va centrada en el renacer en Cristo, le abre cami­nos de mayor lucidez. El procurar adornarnos, como antes dijo, para que Dios y los santos nos vean bien y les seamos agradables, es bueno al principio de la conver­sión. Nace del temor reverencial a Dios ante la posibilidad de que no seamos dignos de ser amados por Él y que aparte su vista de nosotros. Pero la unción del Espíritu Santo abre un camino nuevo hacia adelante para descubrir que lo que de verdad interesa es amarle a Él. Esto es lo que nos conduce «a la perfección de la caridad». Lo que declara aún más con la imagen de caminar hacia Dios con los dos pies: el temor reverencial, que hace que yo me preocupe por presentarme dignamente ante Dios y los santos, y el amor. «Ahora yo deseo que el amor sea el pie derecho y el temor el izquierdo y menos importante».

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A S C H A F F E N B U R G

1 de enero de 1543

204. El día de la Circuncisión de nuestro Señor Jesucristo, asis­tí a las primeras vísperas en la catedral de Aschaf fenburg 3 4 3 , y hallé gran devoción al oír las vísperas y contemplar el ornato del templo. M e vinieron grandes deseos con el comienzo del año, no sólo para m í en particular sino para todo el mundo, de que hubiese paz, de que se confirmase y restituyese la fe católica y el culto d i v i n o 3 4 4 . Por la ma­ñana, en la misa, sentí un deseo muy vivo al pensar qué bueno es y cuánto ayuda para la paz, el ser bien vistos por Dios, tener a solo Dios por juez y por testigo cuando nos hace algún b i e n 3 4 5 .

205. Noté también cómo Jesús no quiso que su nombre J E S Ú S apareciera a la vista de la comunidad judía antes de derramar su san­gre. Por eso me parecía que debíamos rogarle que nos conceda la gra­cia de que sea circuncidado en nosotros todo lo que no nos lleva al fruto p e r f e c t o 3 4 6 , para que, descendiendo de Cristo, merezcamos te­ner un nombre b e l l o 3 4 7 . N o busquemos para nosotros otro nombre , en esta vida, que no sea el nombre de Jesús, es decir, Salvador. Porque quien busca el nombre de padre, no por razón de la salvación de los hijos, no procede rectamente. Y dígase lo mismo del nombre de maes­tro, pastor, señor, obispo, procurador, rey, caudillo, emperador y otros nombres , porque todos ellos tienen su razón de ser en Jesús.

3 4 3 Ha salido de Maguncia el 28 de diciembre llamado por el cardenal Alberto que tenía su residencia en Aschaffenburg, distante de Maguncia unos 70 kilómetros. El viaje lo haría a pie y lo debió hacer en algo más de dos días: «(...) a dos jornadas y media de Maguncia» ( F M 191). Le acompaña Esteban, un joven de Espira que más tarde enviará a Roma para ingresar en la Compañía. El cardenal quiere tener­le a su lado y por eso desiste de enviarle al Concilio. Prefiere que siga con las lec­ciones de Escritura, con su apostolado de ejercicios, conversaciones, confesiones. Cf. F M 190-193.

3 4 4 Tres de las grandes preocupaciones de Fabro, que son objeto constante de su oración y de las que ha tratado ahora con el cardenal Alberto de Brandeburgo.

3 4 5 No se deja impresionar por los grandes elogios que de él ha hecho el car­denal, ni por las críticas que ha recibido en otras ocasiones.

3 4 6 Cf. Jn 15,2. 3 4 7 El nombre expresa una misión especial y la realidad que quiere significar.

Los títulos aquí enumerados por Fabro son otros tantos nombres bellos. Solamente merecen llevarlos quienes de alguna manera participan en la misión salvadora de Jesús. En carta a los compañeros de Roma del 5 de enero de este año 1543, les dice: «Otro no tengo al presente que decir excepto de rogar a Cristo Nuestro Señor por su infinita y suma bondad nos quiera todos enderezar para ir adelante en este nuevo año y para adelante, tomando, sobre nueva circuncisión, nombre de mejores y mayores siervos de Jesús, para su mayor gloria y honra. Amén». Cf. F M 193.

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206 . Tuve un gran deseo de que espir i tualmente se dieran en m í este año las cuatro estaciones: un invierno espiritual para que las semillas divinas, puestas en la tierra de mi alma, se desarrollen y puedan echar raíces; segundo, una pr imavera espiritual, para que esta tierra mía pueda hacer germinar su fruto; tercero, un verano es­piritual, para que los frutos maduren y produzcan una cosecha abun­dante; cuarto, un otoño espiritual para que puedan ser recogidos los frutos maduros y a lmacenados en los graneros divinos, y ser con­servados para que no p e r e z c a n 3 4 8 .

2 0 7 . Deseé también que, por la gracia de nuestro Señor Jesu­cristo circuncidado en su carne, y en ella muer to también, por el pacto de obediencia a Dios Padre, se m e concediese una verdadera circuncisión espiritual, hecha por el Espíritu Santo, c o m o señal y arras de mi perpetuo amor a Cristo y de su amor hacia mí.

2 0 8 . En las vísperas, al fijarme en la modest ia de una imagen de la Virgen María , sentí cuánto vale la gracia de Dios que hace que uno ponga todo su esfuerzo en agradar solamente a Dios y tener y retener toda su gracia, sin querer, por medio de una comunicac ión abierta y detenida de sí mismo, atraer a ningún mortal a que le a m e o piense en él. Así la hermosura de María era interior y en su inte­rior se escondía para D i o s 3 4 9 .

2 y 3 de e n e r o de 1543

209 . El día de la octava de san Esteban celebré la misa en la capil la del eminent ís imo cardenal de Maguncia . M a n d ó adornar la para m í c o m o en las grandes solemnidades, sacando todas las reli­quias y tesoros. Al día siguiente, día de la octava de san Juan Evan­gelista, la celebré en la catedral, en una capilla reservada al carde­nal. También fue adornada c o m o en las fiestas s o l e m n e s 3 5 0 .

348 r£| 28 de mayo escribirá a su primo Claudio Perissin, aludiendo a las esta­ciones del año: «Conviene (...) como buenos labradores, limpiar de piedras el campo de nuestras conciencias, para sembrar luego y cosechar. Yo creo que todavía se hallará simiente en abundancia; y de todos modos es cierto que de su parte no fal­tará nuestro Señor en darnos el tiempo conveniente, a saber, un buen invierno espi­ritual, en que medre bien el grano dentro de la tierra, y un buen verano para que maduren los frutos». Así sea. FM 205.

3 4 9 Cf. Le 2,51: «Su madre conservaba cuidadosamente todas las cosas en su corazón»; Cf. también: Col 3,3: «Nuestra vida está oculta con Cristo en Dios».

3 5 0 Dos días más tarde, el 5 de enero, escribe a los "compañeros de Roma: «No me quiero extender en explicar el recibimiento que me ha hecho y hace su Señoría Reverendísima, queriendo que yo viese reliquias de los cuerpos santos y otros teso­ros espirituales, que es cosa para alabar a Dios todopoderoso. Tiene una capilla tal

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 231

En estas capillas profusamente adornadas, al dir igirme al altar para celebrar la misa, me hallé con poca devoción interior. Es tuve con mucha sequedad al subir las gradas del altar. As í pe rmanec í to­do el t iempo y así m e retiré. Es to hizo que, por gracia de Cris to cru­cificado, se enfriase en mí, el apetito de procurar la devoción inte­rior para hallar mejor a Cristo crucificado, por medio de todas estas manifestaciones e x t e r n a s 3 5 1 .

Porque sucede frecuentemente, y así m e sucedió a m í en esta ocasión, que cuando uno halla mayor favor entre los hombres , más se ve pr ivado interiormente del favor de Cristo y de su E s p í r i t u 3 5 2 .

210. Sent í en mi a lma una especie de huida de los favores hu­manos y de los dones que se pueden recibir de las personas impor­tantes. Vi que es medio más eficaz para obtener el favor de Dios , el desprenderse de todo, y acercarse lo más posible a Cris to crucifica­do . Todo favor humano , si hay que buscar a lguno o aceptarlo, se de­be referir a Dios y encaminar lo a la edificación de los prój imos y no al provecho p e r s o n a l 3 5 3 . Porque desprovistos de todo favor, es c o m o mejor hal lamos a Jesús en nuestras almas.

211. L a tendencia y la inclinación del corazón han de seguir s iempre el camino que conduce a la cruz. Porque Cristo crucificado es el verdadero camino hacia la glorificación del a lma y del cuer­p o 3 5 4 . Y no sólo es camino, sino también verdad y v i d a 3 5 5 .

mente adornada que no hay segunda en el mundo que tal sea; yo he dicho la misa en ella, queriendo su Señoría Reverendísima que se pusiesen todas las reliquias por la orden. Otras señales de perfecta benevolencia me ha demostrado, las cuales yo no sabría explicar sin demasiada prolixidad». FM 191.

3 5 1 Fabro, tan devoto de las reliquias siempre, sin preocuparse mucho de su autenticidad, no encuentra devoción en la misa que celebró el día 2 en la capilla pri­vada del cardenal, adornada como en las grandes fiestas con la exhibición de todas las reliquias y demás tesoros, ni en la que dijo, el día siguiente, en la capilla de la catedral reservada al cardenal, también abundante en reliquias y adornos. Tanta exhibición exterior ha sido impedimento para su interiorización y le ha causado frial­dad y sequedad.

3 5 2 Da la razón de su falta de devoción. Hay que evitar los halagos exagerados de los hombres, el cardenal le ha abrumado de atenciones, que alejan el contentamiento interior contemplativo, porque nos privan del favor interior de Cristo y de su Espíritu.

3 5 3 En la carta, ya citada, del 5 de enero a los compañeros de Roma les da cuen­ta de esta experiencia espiritual que ahora tiene: «Plega a nuestro Señor Jesucristo que las sepa bien memorar con gratitud (las muestras de benevolencia y afecto que le ha manifestado el cardenal), no por lo que toca a mí mismo, porque para esto más querría una cruz, mas principalmente por lo que se sigue de ello en provecho de muchas personas, las cuales no me oirían de tal gana, si no fuesen los tales favores del príncipe, et ex consequenti de todos los suyos principales». FM 191.

3 5 4 Cf. (95) y (98). 3 5 5 Cf. Jn 14,6.

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232 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Cuando te afanes por llegar a ser un hombre espiritual y bus­car la verdadera consolación y progreso, has de procurar renunciar a la gracia y favor de los hombres . Tiende a lo interior, a lo que es propio de la cruz.

Puede haber alguno que, hasta llegar a cierto grado, se ayude más para la acción de gracias y para estimularse a la a labanza de Dios omnipotente e infinito, a través de la belleza, el poder y bondad que le viene de lo e x t e r i o r 3 5 6 . Sin embargo, si no lo hemos hecho al principio, llegará un día en que tengamos que venir a la cruz de la que cuelga nuestra s a l v a c i ó n 3 5 7 . Porque en Cristo crucificado «está nuestra salvación, nuestra vida y nuestra r e su r r ecc ión» 3 5 8 . Estas tres cosas, por su orden, preceden a la gloria que nos espera en el cielo, gloria que nos viene por Jesucristo glorificado, de El y en Él .

212. Hay que buscar primero el poder de Cristo crucificado, y después el poder de Cristo glorioso. Y no al contrario. Su poder con­sistió en que Cristo quiso morir voluntariamente y sufrir todo lo que quisieron hacerle sufrir sus enemigos. Por su poder fue destruida nues­tra muerte que se afianzaba, y todavía se afianza, y de alguna manera se sostiene, por los miedos que tenemos de padecer y m o r i r 3 5 9 .

Él solo destruyó y redujo a la nada nuestra muerte. Porque sólo Él, voluntariamente, asumió por nosotros su cuerpo y lo expuso a todos los tormentos y a la muerte. Lo que quiere decir que nosotros deberíamos armarnos de los mismos pensamientos y voluntad para ofrecernos por Él a los padecimientos y a la muerte para destruir el cuerpo del p e c a d o 3 6 0 para que al fin hallemos el cuerpo de la gracia y de la gloria de Dios en Jesucristo Jesús nuestro Señor, en quien nues­tro espíritu ha de encontrar su propio ser, su vida y movimiento .

6 de enero de 1543

213. El día de la Epifanía del Señor o fiesta de los Reyes Ma­g o s 3 6 1 , sentí grandes consolaciones espirituales. Primero en el rezo

3 5 6 Si esto es bueno para el que se inicia en la vida espiritual, no ha de olvidarse que la prueba del verdadero amor a Cristo ha de consistir en abrazarse a su cruz.

3 5 7 Del canto de Viernes Santo: Ecce lignum crucis in quo salus mundi pependit. 358 ,</ n qU0 est saius¡ Vita et resurrectio riostra». Antífona de entrada de la misa

de la Exaltación de la Santa Cruz. 3 5 9 Cf. Heb 2, 14-15. 3 6 0 Cf. Rom 6, 6. 3 6 1 La fiesta de los Reyes Magos se celebraba con gran devoción en toda Ale­

mania, sobre todo en Colonia, donde, según la tradición se conservaban sus cuer­pos. Cf. (28), (43), (49), (62), (73), (215), (216), (227) etc.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 3 3

3 6 2 El cardenal Alberto fue un gran mecenas de la cultura. Nada de extraño que, además de su rico relicario, tuviese decorada la capilla con cuadros que represen­taban los misterios de Cristo y que llaman la atención de Fabro.

3 6 3 La opinión aquí manifestada sobre Alberto de Brandeburgo es, quizás, de­masiado benévola. Alberto no llegó a claudicar en la fe católica como el arzobispo de Colonia, Hermann von Wied, pero se mostró siempre remiso ante cualquiera reforma a fondo del clero y de los obispos católicos que Contarini propuso en Ratisbona. Fue un cardenal mundano, más preocupado por sus intereses personales que por el bien espi­ritual de los fieles que tenía a su cuidado. Últimamente muestra deseos de acertar y enmendarse de su conducta anterior. Esto es lo que tiene en cuenta Fabro.

acostumbrado de mis letanías. Pedía en ellas a todos los santos que se dignasen adorar, en mi nombre, a Dios Omnipotente y a su Cristo, Jesús nuestro Señor. Después, movido por un buen sentimiento, pedí para m í y para los demás, que todos los gestos y movimientos de mi cuerpo, hechos por amor a Dios, sean siempre gratos a Dios, aun cuando el corazón y el mismo espíritu que se siente, a veces, más libre de la carne, no sean capaces de subir hacia arriba. Aquí sentí gran compasión por las humillaciones que sufrió Cristo nuestro Señor durante su vida y muerte. En contraste con los dones que le ofrecieron los Reyes Magos .

214 . Deseé que se m e concediera la gracia de no gozarme sino en Dios o en el prój imo, y no dejarme afectar por mis incomodida­des temporales , sino sólo por las de los prójimos o las que puedan tener relación con Dios . Al mismo t iempo sentí gran es t ima y admi­ración por las buenas obras de distintas personas que se preocupan de mí o de otros, o de Dios de cualquier manera que sea.

215. Sentí gran deseo, al asistir a la misa que se canta en el altar de los tres Reyes, de que se me concediera la gracia de dejar, detrás de mí, varios recuerdos aun materiales, de Dios y de sus santos; y que, si ha de desaparecer el recuerdo de Dios en estas partes, desaparezca yo primero de la memoria de los vivos de este mundo .

Porque ¿qué puede quedar aquí en la tierra, m e preguntaba yo, sin el recuerdo de mi Dios y de sus santos? Se me ocurría esto al ver algunas imágenes de santos y p i n t u r a s 3 6 2 externas de distintos mis ­terios de Cristo que me han ayudado para recordar y entender, en­tonces y en otras ocasiones, las cosas santas. Crecía en m í el amor y veneración hacia el reverendísimo Señor Alberto, arzobispo y príncipe de Maguncia , que tanto cuidado tiene y tuvo, durante su vida, de las reliquias de los santos, procurando que se conseve su memor ia para la p o s t e r i d a d 3 6 3 .

Es ta memor ia exterior es tanto más necesaria cuanto que los hombres la t ienen en menos ahora y están más fríos. Porque si las imagines y las obras, que son como señal y figura de las cosas divi-

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ñas , no estuvieran muy adornadas , fácilmente los hombres las des­preciarían. Si ahora que son adornadas con el m á x i m o cuidado, son despreciadas casi totalmente ¿cómo no iban a despreciar las cosas sagradas si fueran tratadas sin dignidad y decoro?

216 . En la misa tuve un gran deseo de que Dn. Alvaro Alfon­s o 3 6 4 , ahora en Colonia, tuviera un recuerdo especial ante los cuer­pos de los tres Reyes M a g o s que allí se conservan; no sólo para venerarlos, en mi nombre , sino también en nombre de todos mis compañeros . Sentía y deseaba que hiciesen lo mi smo todos aquel los que residen en lugares donde se honra a santos a los que tenemos tan gran devoción.

7 de enero de 1543

217. El domingo dentro de la octava de la Epifanía, apl iqué la misa, entre otras intenciones, para que fuese sacrificio y acción de gracias. Tengo que dar muchas gracias, nunca las he dado bastante, ni podré darlas suficientemente, por los dones de fe y humildad espiritual que a m í y a otros católicos se nos han infundido, no sólo por los ruegos de cada uno, sino por las súplicas y la fe de la Iglesia.

218. Entonces observé y caí en la cuenta del proceso que si­guen los que se apartan de la Iglesia. Comienzan por entibiarse en las obras y ejercicios que se refieren a las gracias y diversos dones recibidos de D i o s 3 6 5 . De aquí pasan a no apreciar lo que no pueden entender por su propio juic io . Buscan después razones para su fe y esperanza, poniendo todo en duda. As í disipan todo lo que el Es ­píritu Santo les había infundido; pierden la verdadera fe, la que se funda en la fe católica y en la comunión de los santos, y buscan des ­pués una fe a su gusto, con razones que cada uno examina por sí m i smo . Echan m a n o de las Escrituras y de sus interpretaciones y ellos mismos deciden el sentido que se les debe dar. As í van mon­tando su propia fe, o mejor, sus opiniones y e r r o r e s 3 6 6 .

364 Alvaro Alfonso había sido enviado a Lovaina a mediados de noviembre. (Cf. (179)). De allí partió para Colonia donde en la primavera de 1 5 4 3 estudia en el Montanum con Pedro Canisio. En Colonia les encontrará Fabro en agosto de este mismo año. Cf. BRAUNSBERGER, VIII, 3 0 9 .

3 6 5 Fabro examina los pasos que dan quienes se apartan de la Iglesia católica. Seguirá con este tema hasta el número (122).

366 Tocio comienza por la tibieza en el bien obrar. «Han perdido primero el buen sentir que no el buen creer», dirá en su conocida carta a Laínez (FM 400). Desde el abandono en el bien obrar vienen a perder la verdadera fe católica y dejan de creer en la comunión de los santos. Después cada uno organiza su fe a su manera, e interpretan las Escrituras a su antojo.

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219 . Porque cuando quieren atraer a alguno a sus errores, lo pri­mero que le piden, como principio y presupuesto, es que prescinda de todo apasionamiento. Así llaman ellos a la adhesión firme de un ver­dadero católico cristiano con que se agarra al parecer y dictamen de la Iglesia y a la autoridad de sus doctores. ¿Qué quiere decir que el hombre deje ese apasionamiento como lo dejan ellos, sino desechar y abandonar espontáneamente la fe católica y la sencillez y humildad del entendimiento sometido y rendido a la f e ? 3 6 7 .

Cuando arrancan al hombre de este santo y necesario someti­miento, entonces le piden generalmente que busque la fe por medios que están a disposición de todos, como las Escrituras y la razón, sin echar mano de ningún otro juez, sino la libre opinión de cada uno. Mientras en esta indagación uno comprende que ya ha perdido la fe que antes tenía o siente que la va perdiendo, entonces le dicen que la fe hay que pedirla a Dios y que hay que pedirle también el juicio para juzgar por sí mismo las Escrituras y lo demás. Porque la fe es un don de Dios y que no todos la tienen, y otras cosas parecidas. L o que es muy cierto, pero que, dicho así en este momento, no conduce a nada bueno. Porque en lo que convenía insistir aquí es en que estos dones cada uno los puede malgastar y echar a perder l ibremente.

El que por su voluntad perdió la fe que tenía cuando se fiaba de las palabras y del sentido de la Iglesia católica, y no había renun­ciado aún a la doctrina de los doctores católicos, no ha de extrañar­se de que no encuentre la fe por otros caminos , s iguiendo su propio ju ic io . Y no debe echar la culpa a Dios de que no se la quiera dar. Porque Dios quiere dar la fe a todos y a cada uno , pero no a quien quiere vivir fuera de la Iglesia, donde no hay ni salvación ni vida, ni verdadera r e s u r r e c c i ó n 3 6 8 .

Muchos sentimientos y dones y gracias recibe cualquier fiel catól ico cristiano, pero si quisiere, por sí mi smo , averiguar la razón de cada uno de estos sentimientos y dones y las Escri turas y pala­bras s a g r a d a s 3 6 9 en que se apoyan, sufrirá no pocos daños .

220 . Hab ía recibido Eva un excelente don de la gracia en el mandato de Dios que le había sido comunicado por la palabra de Adán. Pero en cuanto prestó atención a la pregunta de la serpiente de por qué Dios les había impuesto aquel precepto, mientras ella,

3 6 7 Cf. 2 Cor 10,5; Rom 1,5. 3 6 8 Antífona de entrada en la misa de la Exaltación de la Santa Cruz (14 de sep­

tiembre). 3 6 9 Las de la liturgia, de los Padres y de los concilios.

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236 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

digo, se pone a investigar la razón del precepto, para responder a quien ni puede edificarse ni edificar, c o m o son casi todos los here­j e s , perdió el don de la fe. Y dado este pr imer paso, fue engañada fáci lmente y persuadida para llegar a hacer lo que hizo. N o por la propia razón, sino por la gracia que se le infundió con la palabra d e Adán, había recibido la fe de que morir ía si l legaba a comer el fruto prohibido. Confiada en sus propios razonamientos y ju ic ios , se en­gañó al pensar que, si comía la manzana , recibiría las condiciones de los dioses inmortales y la ciencia del bien y del m a l 3 7 0 .

2 2 1 . Hemos de reconocer y dar gracias por los dones que tene­mos y hemos recibido por la gracia de Dios, sin la intervención de nuestro propio juicio, aun sin haberlos pedido y sin entender c ó m o nos han venido. Al ser bautizados en la fe de la Iglesia y de nuestros propios padres, se infundió en nosotros la semilla de la verdadera fe católica, de la esperanza y caridad y de las demás virtudes. También en otros sacramentos se nos conceden gracias, no según la capacidad de nuestra inteligencia, ni según el conocimiento profundo que ten­gamos de la materia y f o r m a 3 7 1 de los mismos sacramentos, sino mu­cho más de lo que sabemos o podemos pensar y d e s e a r 3 7 2 .

2 2 2 . Si te preguntase a lguna cosa quien no te puede pres tar una ayuda espir i tual , ni está preparado para ello, y que t a m p o c o quiere que tú le ayudes , no entres en conversac ión con él . H u y e y apár ta te de él c o m o de una serpiente o de un escorp ión . N o res­pondas a sus preguntas . Porque si le respondes bien no va a aco ­ger lo que le d igas , y si le respondes mal no va a instruir te ni ense­ñar te n a d a 3 7 3 .

3 7 0 El pecado de Eva consistió en ponerse a indagar, hasta perder la fe, en el mandato de Dios que se le había comunicado por medio de Adán. El pecado de los herejes, según Fabro, después de optar por una conducta desviada, consiste en ponerse a dudar y perder la fe en la palabra de Dios que le viene a través de la inter­pretación auténtica de la Iglesia.

3 7 1 Distinción entre la materia y forma de un sacramento. La materia viene dada por las cosas sensibles que se utilizan en cada sacramento: agua, óleo etc. La forma son las palabras que determinan el sentido e intención de la Iglesia.

3 7 2 Ef 3, 20. 3 7 3 El último consejo que da al católico sencillo es no entrar en conversación

con los herejes. No era Fabro partidario de los debates teológicos formales y orga­nizados en las dietas. Tampoco, piensa él, las discusiones privadas llevan a buen término. Es respetuoso con los protestantes, ora por ellos. Si les habla, es con inten­ción de ayudarles a abandonar la herejía; pero se les gana con amor y comprensión: «Es menester exhortación de espíritu para fortificarlos y animar, porque cobren esperanza de poderlo hacer y padecer cuanto se manda y más con la gracia del Señor». F/W401.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 3 7

3 7 4 Cf. 1 Cor 11,27. 3 7 5 Las cualidades del buen servidor que siguen a continuación contrastan con

las del malo que ha puesto de relieve en (224).

223 . Ese mismo día, durante la misa, y teniendo en mis manos el preciosísimo cuerpo del Señor, tuve un vivo conocimiento de lo que es estar en presencia del sacramento de la verdad y de esta sagrada señal que contiene en sí toda verdad y toda bondad. A este sacramen­to no conviene acercarse sino después de purificarse mucho y exami­narse. Porque quien se acerca sin haberse reconciliado con quien es vicario de Cristo en el tribunal de la penitencia, hallará su propia con­denación al comer y beber el sacramento de la s a lvac ión 3 7 4 .

224 . Es algo así c o m o si a uno se le mandase , en nombre de su príncipe, marchar al destierro por algún delito que merec ió la ira del príncipe. Si esta persona, sin hacer caso de lo mandado , no se aleja­se hasta obtener el perdón, y se empeñase en su soberbia en acer­carse al príncipe, claro está que será acusado de presentarse sin ha­ber sido l lamado, sin reconciliarse ni retractarse, y sin pedir perdón por el delito pasado.

Porque el príncipe no quiere ver delante de él, sino muy lejos, una torpeza tan repugnante y, por donde quiera que se la mire, intole­rable. Pero ese hombre soberbio, cuanto más se acerca, está procu­rando que un delito tan vergonzoso como el suyo, permanezca ante los ojos del príncipe. Lo mismo hace quien, cargado de repugnantes pecados, por los que perdió la gracia de Dios, se acerca a recibir a Jesucristo, sin haberse reconciliado antes. Es como si a uno le dijeran: «Aparta de mi presencia eso tan horroroso que tienes, que no quiero verlo», y esa persona se acercase todavía más, no sólo para que la vean sino para que la besen. De hecho está diciendo: «ya sé que no toleras mi presencia, pero yo quiero que me beses. Sé, Señor, que no puedes aguantar mi exterior, pero yo quiero que entres dentro de mí, donde no tengo más que podredumbre e inmundicia».

9 de e n e r o de 1543

225 . El día tercero, dentro de la octava de la Epifanía del Se­ñor, reflexioné sobre algo que ya antes había hecho, al tratar de con­seguir a lgunas gracias, y es que tenía que pedirlas con insistencia según el orden de mis letanías. M e servía para ello de una compa­ración. M e imaginaba a una persona que quisiera ser recibida, c o m o cr iado, en la corte de un gran príncipe. Deber ía poseer las siguien­tes buenas cual idades en este o r d e n 3 7 5 :

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Lo primero que necesita es poder, saber y querer servir. De aquí podemos tomar las gracias que pedimos a la Santísima Trinidad: que podamos , sepamos y queramos servir a Cristo nuestro Señor.

L o segundo, ha de sobresalir en a lguna gracia especial , de lo contrar io, se verá enseguida su ineptitud. Esa tal gracia se conoce y formula c o m o la virtud de la humildad. Para esto ped imos a la Bienaventurada Virgen Mar ía , que s iempre fue la l lena de gracia, nos a lcance que todos nuestros servicios sean agradables a Dios y a sus santos .

Tercero, se requiere que el cr iado sea diligente y apto para ad­ministrar lo que se le encomiende . Según eso desearemos que los ángeles que son los espíritus servidores nos alcancen esta actitud y dil igencia en el s e r v i c i o 3 7 6 .

Cuar to , es necesario que el cr iado sea amigo del decoro y de todo ornato, no sea que el señor, al pasar, vea algo que ofenda su vista. S iempre caminará con reverencia y deseando que todo esté decente y bien preparado. Siguiendo esta comparación, pedi remos la intercesión de los patriarcas y de los profetas para que p o d a m o s preparar los caminos del Señor c o m o buenos precursores de Cristo.

Quinto , conviene que el siervo acompañe a la corte donde quiera que ésta vaya. Por tanto nosotros, al modo de los apóstoles , pedi remos la gracia de seguir al Señor según su voluntad.

L a sexta condición del criado de la corte es que esté muy aten­to a las palabras de su señor. Según eso pediremos la intercesión de los discípulos para que podamos ser verdaderos discípulos de Cristo y atentos oyentes suyos y de todos los santos.

L a sépt ima es tener cuidado de no ofender a n inguno de los que viven en la corte, sino procurar, por todos los medios posibles , ser útil a todos , y a n inguno perjudicial, para que nadie pueda quejarse de él a su señor. Para esto pediremos la gracia de los Santos Ino­centes , para que nunca hagamos daño a nadie, o le escandal icemos o le desalentemos.

L a octava es que el siervo ha de estar preparado para sufrir hasta la muerte por el honor, por los intereses de su señor y para defenderlo en jus ta defensa y procurar su seguridad. Invocaremos a los márt ires para que nos alcancen la virtud de la paciencia, para es­tar dispuestos a sufrir cualquier tr ibulación por nuestro Señor Jesucristo, por su honor y para hacer su voluntad.

3 7 6 Cf. Heb 1,14.

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3 7 7 Al describir las distintas cualidades que ha de tener quien entra al servicio de un príncipe «temporal», Fabro se vale de unas letanías, oración muy de su gusto, para pedir las gracias necesarias para mejor sen/ir al «Rey Eternal». Las letanías siguen el orden acostumbrado en esta clase de oraciones de la Iglesia: Santísima Trinidad, la Virgen, los ángeles, patriarcas, apóstoles etc. Tomadas en su conjunto las peticiones escalonadas que hace Fabro en su oración litánica nos recuerdan las oblaciones de «mayor estima y momento» de quienes más se «quieren afectar en todo servicio de su rey eterno y señor universal» [97].

L a novena condición es que siempre y en todas partes hable bien de su señor y quiera que su fama y nombre se extienda. Por eso invocaremos a los confesores de Cristo para que con sus oraciones, s iempre y en todas partes, podamos alabar y glorificar de todas las maneras a Jesucristo nuestro Señor.

L a déc ima consiste en que el criado huya y evite las divers io­nes , lugares, conversaciones y todo aquello que pueda ser impedi­men to para hacer la voluntad de su señor. Según eso invocaremos a los santos monjes y ermitaños que se privaron de todos sus gustos para hacer lo que se les había manifestado ser la voluntad de Dios .

L a undéc ima condición es que el cr iado procure por todos los medios ser l impio y estar arreglado para ser amado por el señor. Pedi remos la ayuda de las santas vírgenes que s iempre procuraron, de todas las maneras posibles, agradar sólo a Cris to, su esposo.

L a duodécima, si llega a ser est imado y moverse en el entorno de su señor, procure serle fiel y no abuse de su amistad. Invocaremos a los santas mujeres que permanecieron fieles en su matr imonio.

La decimotercera condición es que cuando el cr iado está lejos de la presencia de su señor y bienhechor, más aún, aunque algún t iempo tuviera que estar separado de él, no le pierda el afecto, ni busque otros consuelos que le impidan fácilmente volver a su señor que es lo que necesita. Así, c o m o últ ima petición, pedi r íamos el auxil io de las viudas que guardaron continencia para que nos alcan­cen la gracia de que no busquemos otra consolación sino la divina. M á s aún, que mientras no se nos dé el gozar de nuestro Señor, s iem­pre y en todas partes prefiramos llorar y estar tristes porque carece­m o s de Él , que el buscar cualquier otro consuelo que n o proceda de Él y sea dado por Él y que termine en Él. Amén, a m é n 3 7 7 .

10 de enero de 1543

226. Otro día, también dentro de la octava de la Epifanía del Señor, tuve una buena moción espiritual. Ca í en la cuenta y daba

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240 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

gracias a Dios que me había concedido poder celebrar estas fiestas de Navidad y Epifanía treinta y siete v e c e s 3 7 8 . Y así discurría yo por otras fiestas que m e han i luminado tanto en años pasados . H e reco­gido poco fruto de todas ellas. Y nunca he sido bastante agradecido para reconocer, al menos , la bondad de Dios a quien se debe que estos bienes y otros parecidos, se hayan repetido en mí a lo largo de estos treinta y siete años pasados, y que ahora se me vuelvan a poner ante mis ojos para sacar provecho y para que lo que había descui­dado en años precedentes , lo pueda recuperar ahora con gracias renovadas en las presentes fiestas.

Aqu í daba gracias, y reconocía mi ingratitud, mi descuido, mi negl igencia y mi irreflexión. Bendi to sea Dios que m e ha hecho reconocer todo esto y que Él m e conceda, desde ahora en adelante, ir creciendo en todo conocimiento santo de Cristo que se m e ha m a n i f e s t a d o 3 7 9 tantas veces, y me ha hablado de tantas maneras . Por esta c lemencia de Dios para conmigo y por su abundante misericor­dia para con todo el género humano; por mis negl igencias y las de todos los mortales para reconocer todos estos dones , he ofrecido un sacrificio de alabanza y reparación c o m o holocausto y host ia por los p e c a d o s 3 8 0 . Que Dios Padre se digne aceptarlo.

2 2 7 . Después de mait ines, al ir a decir la misa, sentí una viva i luminación sobre el Niño que nos ha nacido y nos ha sido d a d o 3 8 1 . Reconoc í que actuó pr imero c o m o Dios , porque aún no podía ejer­cer las obras propias de la humanidad siendo aún niño y sin fuerzas.

Reconoc í también cómo , en su divinidad, atrajo hacia sí a los pastores , espir i tualmente muy distantes del conocimiento de tan gran divinidad y tan escondida en la carne mortal ; atrajo también a los M a g o s que sin ser ignorantes de las cosas del espíritu y de la inteligencia, se encontraban, sin embargo, según el orden de la car­ne , muy distantes de este niño pequeño que era Cristo; l lamó, en fin, a los niños inocentes al martirio, sin que ellos pusieran nada de su parte para ello. Pedía yo entonces a Jesucristo que de esta manera se apareció y manifestó a quienes tan lejos estaban de Él para poder pedir nada, que se dignase aceptar las peticiones y buenas obras que se hacen en nombre de quienes no tienen ni el conocimiento , ni los medios para buscar la salvación que está en Él .

3 7 8 Fabro había nacido en la Pascua de 1506. Cf. (1). 3 7 9 La liturgia de la Epifanía celebra la manifestación de Cristo a la humanidad. 3 8 0 Heb 10,6-12. 3 8 1 Antífona de entrada en la misa del día de Navidad. Cf. Is 9,6.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 241

Recibí la inspiración de orar devotamente por todos los niños, aun por aquellos que todavía están en el vientre de sus madres que, por sí mismos, ni saben ni pueden orar, ni reconocer los bienes que les han sido dados, o se les darán por el mismo Jesucristo nuestro Señor.

2 2 8 . Después de la misa reflexioné sobre c ó m o Cristo se nos dio, de distintas maneras , para nuestra salvación, y c ó m o nos lo dio el Padre . Porque se nos dio c o m o medicina, c o m o al imento, c o m o bebida, c o m o hostia, c o m o médico, sacerdote, reparador, para vida del cuerpo, para muerte y resurrección, y f inalmente, lo que es más importante , se entregó a la muerte por nosotros para que los hom­bres malos hicieran con El lo que quisieran. Sentía mucho no haber­m e entregado hasta ahora a Él de tal manera que haga de m í lo que quiera, por mi vida o por mi muerte .

L e suplicaba que, ya desde ahora, se sirviera de m í y de todas mis obras c o m o mejor le parezca para su gloria, para provecho del prój imo y salvación de mi alma. También le pedí que cuanto m e da, me ha dado y m e dará a mí y a todos los demás , respecto al querer, pensar y sentir, lo podamos llevar a la perfección, antes de la muer ­te, conforme a su voluntad y sabiduría.

M A G U N C I A .

15 de enero de 1543

229 . Pasada ya la fiesta de la Epifanía, el 15 de e n e r o 3 8 2 , d ía en que yo celebré la fiesta del santísimo N o m b r e de J e s ú s 3 8 3 , tuve gran devoción y variados afectos al pensar en este d u l c í s i m o 3 8 4 nombre . Ofrecí la misa por toda nuestra Compañía , porque es l lamada C o m ­pañía de Jesucristo nuestro Señor. En estos días comencé a encon­trar ayuda especial, durante mi oración, para reconducir mi corazón por el camino recto. La ayuda consistió en acordarme de la presen­cia de Cristo, colgado de la cruz, diciendo aquellas palabras: «Mu-

3 8 2 Escribe ya desde Maguncia después de su breve estancia en Aschaffen­burg.

3 8 3 Aunque la devoción al Nombre de Jesús es antigua en la Iglesia, el culto litúr­gico es relativamente reciente. La primera fiesta que se celebró en su honor tuvo lugar el 1 de junio de 1528. Fue una gracia que concedió Clemente VII a los Franciscanos. Los jesuítas tuvieron desde un principio una devoción particular al Nombre de Jesús.

3 8 4 Nomen mellifluum, título popularizado por San Bernardo.

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242 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

jer, ahí t ienes a tu H i j o » 3 8 5 ; « P e r d ó n a l e s » 3 8 6 ; «Dios mío , Dios mío ,

por qué m e has abandonado»; «Hoy estarás conmigo en el pa­

r a í s o » 3 8 7 : «Padre, en tus manos encomiendo mi e s p í r i t u » 3 8 8 ; «Tengo

s e d » 3 8 9 . Sentía, al pensar en tales palabras y contemplar a Cristo

pendiente de la cruz, que mi corazón se tranquil izaba con cierta

atracción interior sensible y l legaba a un mejor reposo, y se e levaba

en la comprensión de las palabras de mi oficio.

2 3 0 . Por estos días l legó la bula del j u b i l e o 3 9 0 concedido por

el S u m o Pontíf ice. Siguiendo sus indicaciones, m e he preparado

para recibir la gracia que se anuncia en la bula. Al m i s m o t iempo el

Señor me concedió diversos grados de infusión de fe y esperanza

con relación a estos bienes espiri tuales. Le pedía al Señor me con­

cediera la gracia de que aquellos dones de mi a lma que he malgas­

tado, vendido o perdido puedan volver a mí. M e inspiraba en el ju ­

bi leo de los j u d í o s 3 9 1 , s ímbolo del nuestro, en el que cada uno vol­

vía a recuperar los bienes de la tierra que , de cualquier manera , hu­

biese enajenado.

M e sentí afectado en mi alma, sobre mi reconcil iación con

Dios . Deseaba que todas mis culpas fueran borradas cualquiera que

haya sido su causa: ignorancia, fragilidad culpable , malicia, impu­

reza, ingratitud u otro desliz cualquiera de mi alma, de mi espíritu o

de mi cuerpo. D e manera que nada quedase ya en m í que pueda

ofender a Dios , a su Madre o a los santos. Acerca de las penas t em­

porales , en que pude haber incurrido, deseaba también, con gran

afecto, mi perfecta reconciliación con Dios y con sus santos.

Quer ía que, por mis pecados , no hubiera ningún mal público en el m u n d o . Porque frecuentemente sucede, más aún, casi s iempre,

3 8 5 Jn 19,26 3 8 6 Le 23,24. 3 8 7 Mt 27,46. 3 8 8 Le 23,46. 3 8 9 Jn 19,28. 3 9 0 Del jubileo, proclamado por Paulo III, habla Fabro a los compañeros de

Roma desde Ratisbona. en carta de 24 de abril de 1541: «Agora es venido por acá la noticia del jubileo que ha concedido su santidad en singular beneficio de la concordia. Todavía por acá no se publica sino por vía particular». (F/W94). Esto con­tribuye a que la gente de la corte y otros buenos amigos del saboyano se estén pre­parando para ganar las gracias del jubileo. A Fabro se le incrementa el trabajo: «de manera que para mí se me harán algunas otras semanas santas». Ahora ha llega­do a Maguncia la bula y Fabro cumple escrupulosamente las condiciones requeridas para ganar las gracias que por ella se conceden.

3 9 1 Cf. Lv 25.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 4 3

3 9 2 En la antigua liturgia, el tercer domingo anterior a la cuaresma.

que los males generales c o m o la peste, las guerras, las hambres , se deban al cúmulo de pecados de muchos hombres . D e manera que cada uno t iene su parte en la causa de tales calamidades .

20 de enero de 1543

231 . El sábado anterior al domingo de S e p t u a g é s i m a 3 9 2 , por la noche , al pedir que se me perdonasen todos mis pecados y, sobre todo, que, por mis faltas anteriores, no vaya a caer en nuevos peca­dos , sentí una gran consolación. Comprend í el gozo que recibiría quien hubiese conseguido aplacar a Dios , a su Madre y a los santos y que con algunas señales, aunque pequeñís imas, se lo dieran a en­tender. M e parecía oír dentro de m í algunas palabras de Cristo y de la Virgen y de algunos santos de mi especial devoción. Pero la per­cepción era, más bien, de palabras posibles que de palabras presen­tes. C o m o si alguien me dijera: «Oh, si oyeras y sintieras las pala­bras de tal santo amigo tuyo».

21 de enero de 1543

232 . El día de la gloriosa virgen y mártir santa Inés, reflexioné sobre las distintas necesidades de los hombres , para las que muchos no encuentran remedio sino en Dios, por Cristo y sus santos. Sent í un gran deseo de que cada uno de los santos que ya están en el cielo, se dignasen orar por sus compatr iotas que están sufriendo actual­mente , y por los difuntos de su región, sust i tuyéndonos a nosotros . Por esta intención ofrecí la misa. Pedía también al Padre celestial que cada vez que nombrásemos a su Hijo Jesucristo, se d ignase mirar a todos aquellos que, en alguna parte, están necesi tados de sal­vación, o en este mundo o en el purgatorio. Y que se acuerde s iem­pre de los méri tos del mismo Jesús y de todos los deseos de la sal­vación de los hombres que Él tuvo, durante su vida mortal .

233. Este mismo día, al pensar que podría llegar el t iempo en que careciésemos de lo necesario para la vida, experimenté un gran deseo de no tener nada de que poder echar mano. Y así rogué, desde lo más hondo de mi corazón a Cristo, a quien tenía delante de mis ojos en el altar, que, si es su voluntad y beneplácito, no se pase año, mien­tras yo viva, sin verme privado, yo y los otros, al menos una vez, de

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244 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

las cosas necesarias para la vida. Y si esta gracia que yo tengo en mu­cho, no m e viniera de parte de las mismas c o s a s 3 9 3 , que se m e dé a conocer si es que le agrada a Dios que yo haga voto, en cuanto de m í dependa, de privarme, una vez al año, de las cosas necesarias, para poder ejercitar la pobreza verdadera y actual. Por la gracia de Dios, ya tuve, hace mucho tiempo, deseos de hacer esto. Ojalá me dé Dios a conocer lo que más conviene para su alabanza y para que en todo se haga su voluntad, buena, agradable, y pe r fec ta 3 9 4 .

234 . El deseo anterior se refería no sólo a mi persona, sino a otros también, suponiendo que es tuviéramos varios en la m i s m a comunidad o c a s a 3 9 5 . Porque , en cuanto a mí, ya hace t i empo que el Señor m e dio a sentir su v o l u n t a d 3 9 6 de mendigar por m í m i s m o de puer ta en puerta, lo necesario para comer, en cualquier parte del m u n d o donde m e encontrase. Ojalá que esta voluntad mía, c o m o todas las demás que tocan a la humillación y abnegación y a cuan­to es propio de la virtud y de la gracia, vayan s iempre creciendo en mí , c o m o si s iempre hiciese uso de ellas actual y d i rec tamente . Puesto que no siempre se me concederá usar de ellas realmente .

Porque hay quienes si alguna vez pierden la práct ica de la pobreza actual, y de pedir l imosna y de los otros santos actos de la cruz de Cristo, fácilmente pierden el afecto mi smo al ejercicio de tales práct icas. Hay que pedir a Cristo crucificado que por ningún ejercicio nos apar temos o nos retraigamos y que , ni siquiera, acor­t emos el paso en la carrera que nos ha de llevar s iempre hacia la cruz y hacia la muer te de Jesucristo nuestro Señor. Porque quien así camina, es l levado hacia su propia salvación, hacia la verdadera vida y verdadera r e s u r r e c c i ó n 3 9 7 . Por el contrario los que aman es ta vida temporal siguen caminos difíciles y pel igrosos.

3 9 3 La falta de lo necesario que nos viene de las circunstancias, situaciones, de «las mismas cosas» puede ser señal de la llamada providencial a ejercitar la pobreza.

3 9 4 Cf. Rom 12,2. 3 9 5 San Ignacio oró intensamente para elegir la pobreza que debían tener las

casas de la Compañía. De 1544 es la conocida Deliberación sobre la pobreza (Cf. MHSJ Const. I, 78-83.). En esta ocasión usa Ignacio el tercer tiempo de elección, ponderando las ventajas e inconvenientes que se seguirían de decidirse por una u otra opción de las que se someten a consideración. Sobre la pobreza habla con insistencia en el Diario Espiritual. Aquí tiene en cuenta Ignacio el segundo tiempo de elección, observando hacia dónde le inclinan las mociones que experimenta de con­solación o desolación.

3 9 6 Frase generalmente empleada por Ignacio de Loyola como conclusión de sus cartas: «Que su santísima voluntad siempre sintamos, y aquella enteramente la cumplamos».

3 9 7 Salvación, vida y resurrección. Cf. (211) y (219). Es la tercera vez que Fa­bro, durante un mes, emplea estos mismos términos.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 245

398 La voluntad de Dios se manifiesta de muy diversas maneras: por los acon­tecimientos, por la meditación de la palabra de Dios, por el Magisterio de la Iglesia, por los superiores, compañeros, por las mociones interiores, etc. El cristiano ha de ir creciendo en el discernimiento espiritual que le permitirá descubrir la voluntad de Dios que de tantas maneras puede manifestársele.

2 3 de enero de 1543

235. En la fiesta de santa Emerenciana, virgen, conocí la razón por la que mi a lma debe bendecir a Jesucristo nuestro Señor que en tal día atrajo hacia sí a aquella virgen y mártir, siendo todavía catecú-mena. Creo que por sus oraciones se me concedió mucho sentimien­to y devoción tanto en el rezo del oficio como en la misa, en la que tuve abundancia de consolación con efusión de muchas lágrimas.

Aqu í deseé mucho que el Señor se acordase, al m i smo t iempo que de nuestro sacrificio, de aquel que, por Jesucristo, le fue ofreci­do, en tal día, en la persona de la bienaventurada Emerenc iana . Ped í también, después de la misa, al mismo Dios que no se acordase de los pecados de los hombres que apedrearon a la santa y sentí que era grato al Señor que cada día, cuando por medio de Cristo, se hace memor ia de los mártires y de otros santos, le presentemos las bue­nas obras y méri tos de tales santos, para que a la vista de ellos, se aplaque el Señor con nosotros que no hacemos nada por nosotros mismos . Le pedía también a Dios que no se acuerde de las iniqui­dades y crueldades que se cometieron contra los mismos santos.

236. Ese mismo día, en un momen to de gran consolación espi­ritual, m e vino el deseo de querer que semejante consolación fuese comunicada a determinada persona y también a otros muchos . De pronto me vino otro deseo c o m o respuesta: «Ojalá que tú pudieses gustar y participar de las consolaciones que te quisiera comunicar Jesús, o de las que desearía hacerte participar la b ienaventurada vir­gen y márt ir Emerenciana». Tuve un vivo sentimiento, nuevo para mí , que se puede resumir en estas palabras: «Ojalá, Dios mío , que yo pudiese conocer dist intamente en todas mis obras vuestra volun­tad. Esto seria para m í una vida f e l i c í s ima» 3 9 8 .

2 de febrero de 1543

237. El día de la Purificación de nuestra Señora recibí mucha luz sobre el Evangelio, y tuve gran devoción durante la ceremonia de la bendición de las candelas. Sentí gran deseo de no morir hasta que yo

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246 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

conozca bien a J e suc r i s t o 3 9 9 y lo vea en mi alma, pacificándola con­tra todos los ataques, librándola de todos los peligros, a lumbrándola enteramente en todas las cosas de su servicio, y dándole gloria por encima de todas las confusiones, tristezas y t u rbac iones 4 0 0 .

238 . Ese mi smo día ca í en la cuenta también, de muchas mane­ras, de mis imperfecciones y defectos, sobre todo de aquellos que tienen su origen en mi m o d o de a c t u a r 4 0 1 . M e bastó, para tranquili­zar mi espíritu ver que Dios me era propicio. Porque si le tengo a Él y le siento en m í mismo, hará que yo haga todo lo que puedo y debo hacer. También experimenté este día gran gozo al pensar que yo estaba tan desnudo y privado de espíritu, que la Virgen Mar ía ten­dría gran ocasión de compadecerse de m í al ver mis defectos.

2 3 9 . También decidí en mi corazón rezar frecuentemente esta oración: «Concédeme, Señor Dios omnipotente , la gracia de que , al morir, tenga toda la paz que nace de la visión de tu salvación, la luz de todas las naciones, y la gloria de tu pueblo c r i s t i a n o » 4 0 2 . Y esto sucederá cuando se conozca perfectamente a Cristo c o m o salvador, c o m o i luminador y c o m o glorificador.

240 . Un día, poco después de la Purificación de la Virgen María , sentí en lo más profundo de mí, aquellas palabras de Cristo sobre el dejar padre , madre etc., y poseer la vida e t e r n a 4 0 3 . Exper i ­menté fuertemente lo que es poseer la vida eterna. También ese día, al p lantearme internamente c ó m o he dar a Dios cuenta del t iempo, sentí c laramente que Él m e va pedir cuenta exacta de c ó m o lo he usado, porque sólo Él nos puede dar ese mismo t iempo. Otros po­drán pedirnos razón de lo que nos hayan dado. Pero Dios también del t iempo, porque éste nadie nos lo puede dar, ni prolongar. N o s pedirá cuenta del t iempo y de todo lo que Él nos ha dado .

3 9 9 Alusión a la promesa que había recibido Simeón de que no moriría antes de ver el Cristo del Señor. (Cf. Le 2,26).

4 0 0 Fabro desea experimentar, cada vez más, la presencia salvadora de Cristo que le pacifica, le libera y le ilumina sobre lo que ha de hacer para su servicio y glo­ria. Este número está en castellano en el original.

4 0 1 Insiste en lo que había insinuado al final del número anterior donde desea­ba la luz del espíritu para buscar mejor lo que conduce al servicio y gloria del Señor, sin dejarse atenazar por sus «confusiones, tristezas y turbaciones». Ahora engloba este conjunto de limitaciones en lo que constituye su «modo de actuar». Pero surge, como otras veces, el aliento y la esperanza volviendo a lo esencial: lo que realmen­te importa es tener y sentir a Cristo interiormente. De Él há de venir la fuerza para actuar como conviene.

4 0 2 Del cántico de Simeón. Le 2,29 ss. 4 0 3 Cf. Mt 19,29.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 4 7

4 0 4 Sal 50,14. Spiritu principan confirma me. El «espíritu principal», o espíritu generoso es la inspiración que va a lo más profundo, a lo esencial del hombre, sin tener en cuenta, ni detenerse en sus limitaciones o defectos superficiales. Cf. (143).

4 0 5 Cf. 2 Cor 12,7. 4 0 6 i j n a v e z m á s Fabro se lamenta de sus limitaciones e inseguridades, lo que

supone para él una cruz muy pesada. SI se mira a sí mismo, se ve inconstante; si sale al exterior y mira a su alrededor, se lamenta de su cortedad en el servicio al prójimo; si mira hacia arriba, se duele de su falta de devoción a Dios y a los santos. Esta cruz es un camino hacia ninguna parte. Por eso desea otra distinta que, aunque no deja de ser pesada, le abre hacia espacios nuevos. Es la cruz de continuos trabajos, llevados con amor, para la gloria de Dios, su propia santificación y salvación de los prójimos. Con relación a Dios, subiendo siempre; con relación a sí mismo, bajando; con relación al prójimo, trabajando siempre por ellos con un corazón cada vez más dilatado.

3 o 4 de febrero de 1543

2 4 1 . Durante los días de carnaval sentí profunda tristeza a causa de mis imperfecciones humanas . N o por las mismas imper­fecciones sino por los pensamientos que me venían, según mi anti­gua cos tumbre , no del espíritu p r i n c i p a l 4 0 4 , sino del mío propio o de aquel que se m e ha dado para abofetearme y e j e r c i t a r m e 4 0 5 .

En este t iempo estuve muy remiso en las buenas obras , apar­tado y dis traído de las vivas e íntimas intel igencias y sent imientos de las cosas de arriba. Sólo me consolaba el pensar que esta era mi cruz, ya desde ant iguo. Y esta cruz mía casi s iempre t iene tres par­tes : una que brota desde lo profundo de mi ser cuando pienso en mi inconstancia para la santidad; otra que nace de lo que veo a mi a l re­dedor, a derecha e izquierda, al ver mis defectos en las obras de caridad con el prój imo; la tercera que procede de la parte superior y t iene su origen en el conocimiento de mi falta de devoción y en el a le jamiento de las cosas que inmedia tamente miran a Dios y a sus santos. L a consideración de estos tres males míos , ya hace t i empo que ha puesto sobre mis hombros una cruz de tres b razos , muy pesada.

Ojalá pueda yo cargar con otra cruz que sea más grata a Dios , la de grandes y cont inuos trabajos por amor y para a labanza de Dios , para mi propia santificación y salvación de mis prój imos. D e esta manera , con relación a Dios, s iempre subiendo; respecto a mí , bajando s iempre; y con relación a los prój imos d i la tándome cada día, a derecha e izquierda y alargando mis manos para el trabajo. Pero , al no llevar esta cruz con diligencia, tengo que padecer la otra y sentirla en mi e s p í r i t u 4 0 6 .

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248 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

6 de febrero de 1543

242 . En la fiesta de santa Dorotea, virgen y mártir, sentí un gran deseo de la salvación de los prój imos afligidos, o que pasan cualquier necesidad. Por eso rogué a Dios desde lo más ínt imo de mi corazón, que abriese los sentimientos de todos los que sufren, de manera que puedan pedir la misericordia de Dios por todas sus miserias . Sent í gran dolor al ver que muchos necesi tados, no saben presentar a Dios y a los santos sus miserias, sino que echan m a n o de los remedios humanos y temporales en los que no hay s a l v a c i ó n 4 0 7

Der ramemos en su presencia las aflicciones de nuestros corazones porque Él t iene en cuenta nuestros trabajos y d o l o r e s 4 0 8 y sabe bien ponderar cuáles y cuántos son.

9 de febrero de 1543

2 4 3 . En la fiesta de santa Apolonia hallé gran devoción al apli­car la misa por aquella persona, cualquiera que ella sea, que tenga los mayores deseos de ser ayudada con las oraciones de la Iglesia. Deseé también que se viera libre de las penas del purgatorio aquel la a lma, cualquiera que ella sea, que con más just icia se puede quejar de m í y que tiene más derecho a exigir mis oraciones.

244 . Es te mi smo día de santa Apolonia m e acordé de que , cuando yo era pequeño, solía rezar una oración a esta santís ima vir­gen para que m e curase el dolor de d i e n t e s 4 0 9 que, desde entonces , no he vuelto a padecer. Daba, por tanto, gracias a esta virgen que con facilidad m e alcanzó verme libre de tales dolores y le pedía que , de ahora en adelante, por su intercesión y méri tos ante Cris to, nos viéramos libres, tanto yo c o m o cualquiera de mis compañeros , de éstos y de todos los otros males . Le suplicaba también que pidiese ella a los demás santos que , conforme al ministerio que han recibi­do de Cristo para el cuidado de los fieles, nos alcanzasen no sólo las

4 0 7 Cf. Hch 4,12. 4 0 8 Cf. Sal 9,35. 4 0 9 Santa Apolonia, virgen y mártir de Alejandría es invocada por quienes pade­

cen dolor de dientes. El verdugo comenzó a martirizar a la santa rompiéndole los dientes. En tiempos de Fabro se rezaba una oración a santa Apolonia que el saboya-no debió conocer: « Deus qui beatam Apolloniam Virginem et Martyrem tuam speciali privilegio decorasti, ut ipsius dono et meritis languorem dentium a patientibus expe-llantur; concede nobis qui ejus fiduciam quaerimus, ut per eamdem sanitatis reme-dium consequamur». Cf. M. DE CERTEAU 301 , nota 1.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 249

virtudes y salvación de nuestros espíritus sino también lo que puede fortificar, curar y conservar el cuerpo y cada una de sus partes. De ­seaba que alguno impetrase para mí , por e jemplo, la humi ldad poniendo yo en ella cont inuo cuidado; otro la paciencia, otro la salud del cuerpo para esto o para lo otro. De este m o d o discurría sobre mi salud descendiendo a los mínimos detalles con espíritu de santa piedad y con fe sencilla y firme esperanza.

245 . Que Dios, creador nuestro y de todas las cosas, nos con­ceda la gracia de poder reconocer por su mi smo Espíritu todo lo que nos ha dado, y, al reconocerlo le demos g r a c i a s 4 1 0 . Ojalá s in tamos lo que El trabaja en nosotros, bien en el cuerpo o en el espíritu; y esto por Él mi smo o por sus ministros. Ojalá que, por fin, veamos que es Él quien obra todo en nosotros y por quien actúan todas las cosas y en quien subsisten t o d a s 4 " . Pero para llegar a esta causa pr imera hay que subir por las r ami f i cac iones 4 1 2 que de este t ronco arranca. Al sumo Principio y causa de todas las cosas se llega por las causas mediatas ; al pr imer Mediador e Intermediario, a través de los intermediarios mediatos; al pr imer fin, término y forma de todas las cosas, por medio de formas y fines mediatos .

El pr imero, por origen, es el Padre. El pr imer mediador es el Hijo y el pr imero en las formas es el Espíritu Santo.

En efecto, del Padre nace el ser de todo lo que es creado; por medio del Hijo han sido hechas todas las cosas . El Espíritu Santo todo lo perfecciona. Todo esto hay que entender lo c o m o atributos,

4 1 0 Todo este número nos recuerda la «Contemplación para alcanzar amor» ¡gnaciana. Ignacio comienza, en el primer punto de dicha contemplación [234], dando «gracias por los bienes recibidos de creación, redención, etc.». Fabro se fija aquí ante todo en el beneficio de la creación, pero su acción de gracias se extiende a todo lo que, con la creación, nos ha sido dado. Claramente se hace referencia aquí al tercer punto: «Considerar cómo Dios trabaja y labora por mí en todas las cosas» [236], si bien Fabro añade un matiz significativo al decir que el trabajo en nosotros lo hace Dios también por intermediarios: «Trabaja por nosotros bien en el cuerpo o en el espíritu por Él mismo o por sus ministros». El segundo punto, «Dios habita en todas las criaturas» [235] lo insinúa cuando dice que todas ellas, en Él subsisten. El cuarto punto: «mirar cómo todos los bienes y dones descienden de arriba», [237], lo vemos en Fabro cuando afirma que del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, como de un único principio, proceden (...) todas las cosas». Después de afirmar Ignacio en [237] que todo desciende de arriba, añade: «así como del sol descienden los rayos, de la fuente las aguas». Fabro en (133) habla también de las corrientes de agua, los ríos, que proceden de la fuente: «Y cuando se te dé a beber de las fuentes del Salvador (...) ten cuidado de apreciar cuanto puedas los ríos que de allí vienen a tra­vés de la Madre de Dios o de los santos etc.».

4 1 1 Hch 17,28. 4 1 2 Per ramos, dice el original. Se refiere a las causas segundas a través de las

cuales actúa la causa principal.

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2 5 0 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

porque el único principio de todas las cosas creadas, hechas y ulti­madas en su perfección, son el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo . D e este único principio proceden, se rigen y subsisten todas las cosas . Él sea bendito por los siglos de los siglos.

10 de febrero de 1543

246. En la fiesta de santa Escolástica celebré la misa y la apliqué por mis intenciones. Noté y sentí que era muy necesario y convenien­te que en estas fiestas de santas vírgenes se pidan las gracias encami­nadas a la propia perfección. Porque estas santas vírgenes pusieron grandísimo empeño en trabajar para edificar en sí mismas el templo santo del Espíritu Santo. Deseaban ser vasos de santidad y agradar a su esposo Jesucristo al que se habían consagrado. Ellas quieren tam­bién que nosotros nos adornemos y agrademos a Dios en toda santidad y j u s t i c i a 4 1 3 , libres de las imperfecciones que no son gratas a los ojos divinos. Estas santas vírgenes se preocupan mucho de nosotros cuan­do las ponemos como intercesoras en nuestra oración.

247. Es también conveniente invocar a otros santos, a cada uno según la función que se le ha confiado y según las gracias y méritos con que fueron engrandecidos por Dios durante su vida, y con los que consiguieron la gloria eterna en Cristo Jesús, Señor suyo y n u e s t r o 4 1 4 .

Dios no retira a sus santos de sus funciones; cada uno de ellos desearía que Dios se comunique a todos en la misma forma que se le comunicó a él. Cada uno, durante su vida, tuvo un camino distin­to y no todos gozaron de las mismas gracias, ni quiso Dios que todos sobresaliesen en las mismas obras y ejercicios.

¿Por qué no va a ser conveniente que cada santo quiera que Dios sea a labado y conocido del mismo m o d o que le fue a él con­cedido adorarlo y conocer lo? Y ¿por qué no va a querer que las mis ­mas buenas obras que a él le ayudaron para encontrar a Dios , ayu­den también a otros, sobre todo a aquellos que son sus devotos?

11 de febrero de 1543

248 . El pr imer domingo de cuaresma, al desear y pedir a Dios que apartase de m í a todos mis enemigos , se m e dio esta respuesta:

4 1 3 Cf. Le 1,75. 4 1 4 Fabro cree que cada santo tiene su jerarquía (iuxta ordinem suum) en los cie­

los. Son diferentes en cuanto a sus méritos (iuxta viam meritorum) y en cuanto a las gracias que recibieron de Dios (iuxta viam gratiarum in quibus magnificati sunt a Deo).

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«Trabaja para que Dios te eleve por enc ima del lugar donde viven tus enemigos . Tu morada no está aquí. Ésta es la morada de el los».

249. Este mismo día, diciendo el oficio traté de arreglar el reloj sin verdadera necesidad. Se me ocurrió pedir a Dios la gracia de que Él me arreglase y ajustase para poder yo orar bien. Esto le es más fácil que a m í el arreglar y ajustar cualquier objeto con mis manos . D e aquí tomé ocasión para reprenderme a m í m i s m o porque hasta ahora me ha sucedido frecuentemente que en vez de estar atento, organizado y ordenado en mis oraciones y medi taciones , m e he detenido en tocar, ver, ordenar otras cosas sin necesidad. S iendo así que debí poner todo mi empeño en organizarme y prepararme para hacer bien lo que traía entre manos , o lo que tenía que decir o pen­sar. Porque sólo se hacen bien las cosas cuando se pone en ellas todo el hombre , con todas las potencias necesarias. Cuando se pone todo el hombre , p ienso que entonces no ha de faltar la presencia del buen ángel . Y si el buen ángel está presente, el Espíritu Santo no está muy lejos para p e r f e c c i o n a r 4 1 5 lo que tenemos que hacer.

12 de febrero de 1543

250. El día que celebré la fiesta diferida de la bienaventurada vir­gen y mártir Martina, en el oficio de lectura, experimenté gran fe al pensar que ella tenía mucho poder ante los ángeles buenos y también lo tenía contra los malos cuyos templos se derrumbaban en su presen­cia lo mismo que los ídolos de los demonios. En la misa decidí en­comendarme a ella para sentirme fortalecido contra los malos espíri­tus. Y este propósito lo tendré en cuenta todos los l u n e s 4 1 6 en los cua­les tengo un especial recuerdo espiritual de los ángeles buenos. Porque así como aprovecha invocar a los ángeles buenos y tenerles devoción, así es bueno en tal día pedir especialmente la gracia y ayuda de Dios y de los mismos ángeles, contra los malos espíritus que de tantas ma­neras nos agitan, engañan y nos echan a perder.

251 . Ojalá m e asista s iempre el favor de esta b ienaventurada virgen, cuya fiesta celebré este lunes después del pr imer domingo de cuaresma, para que todos los lunes renueve el recuerdo no sólo de los ángeles buenos, lo que vengo haciendo desde hace m u c h o t iempo, sino también de los ángeles malos para poder vencerlos . Es -

4 1 5 „r£| Espíritu Santo todo lo perfecciona» ha dicho en (245). 4 1 6 |_ o s lunes, en muchas iglesias, se hacía memoria especial de los ángeles.

Fabro era fiel a esta devoción. Cf. (178).

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252 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

to ú l t imo no lo había sentido yo antes con tanta intensidad. Que sea bendi to aquel de quien y por quien y en quien recibimos tales sen­t imientos e i l u s t r ac iones 4 1 7 .

14 de febrero de 1543

252 . El 14 de febrero, día de san Valentín, mártir, se despidió de nosotros E s t e b a n 4 1 8 , para ir a Roma. Con ocasión de esta ausen­cia invoqué a su buen ángel y a los de otros para que le sean propi­cios . Sent í una buena moción al considerar c ó m o su buen ángel había permanec ido tanto t iempo con nosotros, sin haberle pres tado yo demas iada atención, y ahora se alejaba. M e dolió no haber cola­borado con él, cuanto m e hubiera sido posible, en el cu idado de aquel joven , siendo así que el buen ángel lo había conservado humilde y obediente para conmigo, no permit iendo que su mal espí­ritu m e molestase todo lo que yo merecía.

253 . Entonces m e puse a pensar mucho en el ministerio de los ángeles para con los hombres. Y sentí con claridad que es necesario que el Espíritu Santo, que todo lo contiene en s í 4 1 9 , trabaje para que nuestras almas se acomoden, lo más íntimamente posible, a sus ánge­les y que las ordene con la infusión de sus dones. Hay que pedir, por consiguiente, a Cristo que conserve en nosotros su espíritu, porque sin su cooperación, ni nuestros ángeles buenos serían capaces de ordenar nuestros espíritus. Sin los toques divinos se vería que las palabras no tienen fuerza para penetrar en lo más íntimo de nuestro ser. Porque la palabra de Dios es viva, eficaz, penetrante como espada de dos filos, discernidora de los e s p í r i t u s 4 2 0 y de las intenciones de nuestro cora­zón, hasta llegar a dividir la carne y la médula del espíritu.

Es to es propio de la palabra divina cuando es i luminada y diri­g ida por el Espíritu S a n t o 4 2 1 . Para e levarme a mayor esperanza con-

417 cf. Rom 11,36. 418 Esteban Carlos, joven de Espira, a quien Fabro había admitido como miem­

bro de aquella comunidad. Acompaña a Fabro en sus viajes (Cf. (204)). Ha hablado de él a Ignacio. Ahora lo envía a Roma. En septiembre de 1555 volverá a Espira para cuidar su salud (Cf. Ignat. Epist. IX, 590, 591, 593). Poco después pasa a Colonia donde falleció el 15 de octubre de 1557.

4 1 9 Cf. Sab 1,7. 4 2 0 Fabro cita de memoria Heb 4, 12. En la Vulgata leemos que la palabra de

Dios es «discretor cogitationum et intentlonum cordis»; Fabro dice que es «discretor spirítuum et intentionum cordis», sin duda por su preocupación constante, también ahora como se verá en el número siguiente, por observar «diversitatem spirituum».

4 2 1 No basta la Escritura; hacen falta «toques divinos» y la «iluminación del Es­píritu Santo» para poder adentrarnos en su sentido más profundo. Más tarde escri-

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 5 3

tra todos los peligros que pueden surgir en los c a m i n o s 4 2 2 , conceb í el deseo de que las personas buenas y pacientes los recorriesen antes, para que con su paciencia y oraciones alcancen la gracia de Dios para quienes han de salir después a caminar y peregrinar.

254 . Es te día, después de misa, pensé en la variedad de espíri­tus que m e han agitado muchas veces y m e hicieron dudar de las posibi l idades de hacer fruto en A l e m a n i a 4 2 3 .

Ca í en la cuenta de que n o hay que hacer ningún caso a lo que sugiere el mal espíritu que todo lo pone cuesta arriba y no hace más que poner i n c o n v e n i e n t e s 4 2 4 , sino a las palabras y sent imientos del buen espíritu que ofrece posibil idades y da á n i m o 4 2 5 aunque hemos de tener cuidado de no inclinarnos demasiado a la derecha. En una palabra, hay que tener discreción para mantenernos en el medio , entre la derecha y la izquierda, de manera que a la buena confianza no se mezclen las ilusiones que nacen de la a b u n d a n c i a 4 2 6 , ni que nuestro miedo se agrave por la sequía (siccitas). Pe ro si, a veces, nos resulta difícil no inclinarnos a una parte o a otra, más seguro y menos pel igroso es esperar. Y caminar en t iempo de abundancia , que el acomodarnos a la tristeza de la que nacen mil errores y enga­ños y que originan después t rampas y c o m p l i c a c i o n e s 4 2 7 .

Quien ha l legado a distinguir el espíritu de la abundancia y sus palabras , y también el espíritu tentador y turbador y sus palabras , podrá sacar buenas enseñanzas de ambos conocimientos . Porque hay que acoger y retener el espíritu de la abundancia y buscar lo si se ha perdido. Hay que conservar la alegría, la consolación, el alien-

birá a Laínez, {FM 402): «Jesucristo, redentor de todos, lo provea con su Espíritu Santo, pues bien sabe que su palabra escrita no basta». Los protestantes interpre­tan la Escritura a su manera, no guiados por el Espíritu Santo.

4 2 2 Piensa sin duda en la marcha de Esteban a Roma. La tiene muy presente, como en su día, las peregrinaciones de Juan de Aragón y de Alvaro Alfonso.

4 2 3 Vuelve a las mociones de desaliento a cerca de su apostolado en Alemania. Y como otras veces las atribuye al mal espíritu. En este número va a hacer un aná­lisis denso y pormenorizado de las maneras de actuar de los distintos espíritus.

4 2 4 «En las personas que van (...) en el servicio de Dios de bien en mejor su­biendo (...) propio es del mal espíritu (...) poner impedimentos, inquietando con fal­sas razones». [315].

4 2 5 «(...) y propio es del bueno dar ánimo y fuerzas (...)» [315]. 4 2 6 No hay que ilusionarse ni engreírse en la abundancia (consolación). Ignacio

aconseja humillarse pensando en lo poco que podemos durante la desolación. Por el contrario no hay que venirse abajo, dejándose llevar del miedo en tiempo de deso­lación: «piense que puede mucho con la gracia suficiente para resistir a todos los enemigos». [324].

4 2 7 Se camina en la abundancia, en la consolación; y hay que pararse, no «hacer mudanza» en la desolación, en la tristeza, exponiéndose a cometer mil erro­res. Cf. [318].

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to y la tranquil idad y todas aquella manifestaciones que nacen del afecto b u e n o 4 2 8 , procurando volver a ellas para que más profunda­mente se a r r a i g u e n 4 2 9 . Pero no habrá que dar cabida a todas las pala­bras que se presenten porque podrán mezclarse algunas no verdade­ras, debidas al mal espíritu que se presenta c o m o ángel de l u z 4 3 0 .

Con relación al espíritu contrario y a sus palabras, hay que pro­ceder de manera totalmente contraria. Hay que rechazar con dili­gencia todos sus sentimientos, pero podrían retenerse quizás algu­nas de sus p a l a b r a s 4 3 1 porque podrían ayudarnos para guardarnos de muchas cosas y hacernos más prudentes en los asuntos humanos , pues muchas serán verdaderas y útiles si luego son informadas por el buen espíritu.

255 . El día que recé el oficio diferido de san Higinio, papa y m á r t i r 4 3 2 , al ir a decir la misa que apliqué por las intenciones del S u m o Pontífice Paulo III, pensé con gran admiración en la bondad de Jesucristo. El fue tan liberal que se dio enteramente a todos, de diversas maneras , no sólo a los buenos y agradecidos sino también a los malos , ya que en la úl t ima cena se dio aun a quien lo había de entregar. Ca í en la cuenta de que c o m o Cristo se me da a m í todos los días cuando celebro la misa, y está dispuesto a dárseme de otras muchas maneras , c o m o en la oración y en otras devociones , yo tam­bién m e tengo que dar y ent regarme a Él. Y no sólo a Él, sino por Él a todos los prój imos buenos y malos . Tengo que da rme a ellos hablándoles , enseñándoles , haciéndoles bien, trabajando por ellos. He de da rme y entregarme a todos, en lo que les pueda ayudar, dar y consolar. D a r m e a ellos con todas mis c o s a s 4 3 3 . Fiat, fíat.

256. El día que pude celebrar la fiesta de la muy bienaventurada santa Brígida, v i rgen 4 3 4 , tuve varios sentimientos sobre la manera de

4 2 8 «Las buenas (mociones) para recibir» [313]. 4 2 9 Ignacio hace volver a las buenas mociones por medio de las frecuentes

repeticiones. Cf. [62] y [118]. 4 3 0 Cf. 2 Cor 11, 14 y [332]. 4 3 1 Los sentimientos y afectos que provienen del mal espíritu deben ser recha­

zados con diligencia porque perturban y van contra la alegría espiritual [329]. Fabro no entra en el discernimiento de las «palabras», ideas, pensamientos que puedan tener su origen en los «afectos» o mociones del mal espíritu. Algunas podrán ser úti­les, de sentido común y ser informadas después por el buen espíritu.

4 3 2 La fiesta de san Higinio se celebraba ordinariamente el 1 de febrero. 4 3 3 partiendo de la comunión eucarística, y fuera ya del meticuloso discerni­

miento del número anterior, a Fabro se le dilata, una vez más, el corazón llevado de vehementes deseos de entregarse intensamente al servicio de Dios y ayuda de los prójimos como le exige su vocación jesuítica.

4 3 4 La fiesta de esta virgen se celebraba el 1 de febrero. Certeau cree que Fa­bro confunde a Santa Brígida, abadesa de Kildare, en Irlanda, con santa Brígida de

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 255

procurar la salvación de las almas, que no poco me inquietaban. M e acordaba de que en esta provincia hay muchas parroquias católicas que no tienen pastor propio, ni siquiera un sacerdote, digno o indigno.

As imismo recibí gran consolación espiritual al considerar c ó m o santa Brígida fue mujer de tantos deseos de la salud de las a lmas , c o m o se ve por sus escritos y por las oraciones que nos ha dejado. Aqu í se m e concedió el don de dar gracias a Dios de todo corazón, por todos los beneficios que, por intercesión de esta virgen, ha hecho y hace a la Iglesia.

257 . El día que celebré el oficio diferido de san G i l b e r t o 4 3 5 , confesor, durante la misa sentí gran devoción a las a lmas de los difuntos. Tuve grandes mociones de compas ión hacia el las, de tal manera que durante toda la misa no me abandonaron las lágr imas. Antes de la misa había deseado intensamente prepararme para en­trar en comunión con Cristo.

También en la misa exper imenté que la comunión con Cris to consiste, en gran parte, en sentir lo que El sintió en su pasión, no sólo en su cuerpo sino también en su a l m a 4 3 6 , debido al dolor que tuvo por los peligros y males eternos que amenazan a las a lmas , y por las penas temporales de las a lmas del purgatorio. Estas palabras que m e fueron sugeridas no me resultaban nuevas en cuanto al entendimiento y la memoria , pero sí m e resultó nuevo y desacos­tumbrado el sentimiento que de ellas t u v e 4 3 7 .

22 de f e b r e r o de 1543

258 . El día de la fiesta de la Cátedra de San Pedro , al decir la misa y exper imentar mis acostumbradas amarguras por mis imper­fecciones, tuve un buen sentimiento. N o debía p reocuparme tanto de tales imperfecciones, ni darles tanta importancia c o m o yo les daba. Porque al no hacerles caso se desvanecen. Y si me de tengo en ellas, me desalientan y m e hacen más imperfecto.

Suecia, viuda, que falleció en 1373 y fue canonizada en 1419. Se celebraba su fies­ta el 8 de octubre y el 23 de julio. Escribió «Oraciones sobre la Pasión», llamadas también «Oraciones de santa Brígida», reeditadas en Amberes en 1539. Fabro había leído estas «Orationes», y quizás también, las «Revelationes», editadas en Nurem-berg en 1507. Cf. M. DE CERTEAU 309, nota 4.

4 3 5 Se celebraba generalmente el 4 de febrero. 4 3 6 Cf. Flp 2,5. 4 3 7 La novedad no consistió en las palabras, recordadas y repensadas, sino en

el gusto y sentimiento. La distinción entre palabras y sentimientos aparece también en (254), (287), (288), (300) etc.

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256 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

2 5 9 . El día que celebré la fiesta de santa G e n o v e v a 4 3 8 , virgen y patrona de París , pensé en las dificultades que encuentran las a lmas para ordenar sus vidas. Aunque yo no me sintiera responsable de estas dificultades, se apoderaba de mí cierto malestar y turbación que debil i taban la esperanza que s iempre he tenido.

Para rechazar esta tristeza pensé y sentí que podía ayudarme lo siguiente: primero, que no debo distraerme con otras actividades, sino centrarme en las que a mí me tocan y en las que ya estoy ocupado; segundo, que no debo ensanchar el campo de mi humana y personal so l i c i tud 4 3 9 ; tercero, que debo emplear todas mis fuerzas en lo que traigo entre manos; cuarto, que en las obras de caridad que estoy haciendo, es c o m o tengo que abrirme paso para todo lo demás. Debo evitar los impedimentos y defectos que proceden de mí, y pensar en lo que hago para que crezca en mí la esperanza de dar fruto.

1 de m a r z o de 1543

260 . El 1 de marzo , día en que celebré la fiesta de los Angeles de la Guarda, sentí gran devoción, pr incipalmente en la misa que ofrecí por nuestra Compañía , para que el Señor se d ignase fortifi­carla y amurallarla con la defensa eficacísima de los santos ángeles , y encargando a ellos su custodia.

2 6 1 . El día que recé el oficio y celebré la misa de san B r u n o 4 4 0 , fundador de los cartujos, sentí muchos y vivos deseos de que esta o r d e n 4 4 1 y todas las órdenes de monjes y ermitaños se reformasen. Apl iqué la misa por nuestra Compañía con enormes deseos de que pueda ella alguna vez, conforme a la voluntad de nuestro Señor Jesucristo y con la ayuda de todos los santos patriarcas de todas las

438 Generalmente se celebraba el 3 de febrero. 4 3 9 Ignacio lo tiene muy claro: «Paréceme que debería V. Sría, haciendo lo que

pueda suavemente. Del resto no se tenga inquietud dejando a la divina providencia aquello que la suya no puede disponer. Y si bien es a Dios grato nuestro esmero y moderada solicitud en proveer a las cosas que por cargo debemos atender, no le es grata la ansiedad y aflicción de ánimo, porque quiere que nuestra limitación y fla­queza se apoyen en la fortaleza y omnipotencia suya». Ignat. Epist. X, 155-156.

4 4 0 La fiesta de san Bruno, se celebraba el 6 de octubre. 4 4 1 La relación de Fabro con los cartujos fue siempre muy estrecha. Un tío suyo

y un primo fueron priores de la Cartuja del Reposoir. Mantuvo correspondencia y un trato íntimo con el prior de la Cartuja de Colonia. Se relacionó con los cartujos de Maguncia (Cf. F/W202), Tuvo otros amigos cartujos (Cf. (308). Parece un poco pre­ocupado por la observancia en algunos monasterios de esta Orden (Cf. FM 199, 204). Quizás por eso ha adelantado la celebración de la fiesta de san Bruno.

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órdenes , trabajar y contribuir a la reforma de tales i n s t i t u t o s 4 4 2 y de todos los demás que han sido instituidos, aprobados y autorizados por la Iglesia Romana .

262 . Al mismo t iempo sentí gran deseo de que haya muchas personas que quieran humillarse por Cristo, hasta en las cosas m á s pequeñas , que de tal m o d o se ejerciten eri las cosas espiri tuales que en espíritu estén dispuestas a hacer el oficio de cocineros para r eme­diar los muchos pecados de los eclesiásticos que no disponen de criados dispuestos a t o d o 4 4 3 .

Deseaba también que haya muchos que tengan por gran ganan­cia espiritual, ayudar a los sacerdotes cuando celebran la misa, y responderles con devoción. Fiat, fíat.

263 . Es te día pensé lo bueno que es que se acuerden de uno los hombres jus tos , cuando en caridad y sincero espíritu oran a Dios . Por eso deseé, de veras, que los santos que están s iempre en la pre­sencia de Dios , se acuerden de m í en los generosos deseos que tie­nen en la gloria.

264 . Tuve también algunas buenas luces sobre todo lo que hay creado en Jesucristo. Porque si cuanto hay en Dios es Dios mismo, no puede menos de ser cierto que lo que hay en Cristo, en cuanto a su humanidad, sea de gran belleza. Por eso deseamos y pedimos que se digne admit imos en su memoria, para que, viviendo en ella, agrade­mos a Dios, crezca en nosotros el amor con que podamos contemplar eternamente y amar al mismo Dios y a Jesucristo Señor nuestro.

265 . A cerca de nuestra Compañía, que siempre llevo en el cora­zón, por una gracia de Dios que me acompaña siempre, tuve un gran deseo que, ya otras veces, me había proporcionado gran devoción. Deseaba que nuestra Compañía pueda crecer en número y en calidad de personas virtuosas y llenas de espíritu, de manera que contribuya a levantar de sus minas , de las que ahora vemos y de las que hemos de ver, si Dios no lo remedia, a todas las Órdenes religiosas.

Para esta reforma deseaba que hubiese multitud de laicos y ecle­siásticos que, dejando a un lado cualquiera otra actividad, quisieran ponerse bajo cualquier forma de obediencia instituida en la Iglesia

4 4 2 Una de las preocupaciones apostólicas de los primeros jesuítas fue la refor­ma de los monasterios de religiosas y religiosos.

4 4 3 No era fácil a los sacerdotes encontrar criados varones que quisieran ¿er-vlrles. Se veían obligados a buscar personal femenino, con lo que se exponían a no pocos peligros.

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258 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Romana . Algunos podrían ser elegidos y probados para nuestra Orden

y otros para otras. Quiera Dios que así se haga, y que haya personas

capaces de discernir no sólo los espíritus que proceden de Dios, sino

entre éstos, cuáles los que mueven a abrazar una religión u otra, y cuá­

les los que mueven hacia otros estados de v i d a 4 4 4 .

Que Jesús elija personas tan universalmente católicas en fe,

esperanza y caridad, y de espíritu tan di latado para la reforma de

todas las antiguas órdenes de la Iglesia. Y que puedan poblarse

todos los monaster ios y sus c e l d a s 4 4 5 ; y por ú l t imo, lo que es cier­

tamente pr imero en el fin, que el entendimiento memor ia y volun­

tad de todos los hombres , sus corazones y sus cuerpos, puedan ser

santificados y perfeccionados en Cristo Jesús.

266 . Otro día, al rezar el oficio de san R o q u e 4 4 6 , confesor, tuve algunos sentimientos sobre la verdadera conveniencia y necesidad del culto externo debido a Cristo y a sus santos. De aquí nació en mí un gran dolor de que, en estos t iempos, se desprecien tanto las cere­monias externas y los ritos de la santa Iglesia que son tan necesarios para mantener a los hombres en humildad, en concordia, en caridad y f inalmente en toda santidad de la religión. En el Ant iguo Testamento había mucha variedad de sacrificios de animales y otras ceremonias con los cuerpos de los animales, y todas ella eran signo de lo que había de realizarse en el Cuerpo real de Jesucristo y en su Cuerpo m í s t i c o 4 4 7 . ¿Quién puede, por tanto, creer que será contra la voluntad divina que en el Nuevo Testamento haya ceremonias y culto externo del cuerpo del mismo Señor nuestro y de sus santos? Las ceremonias del Antiguo Testamento, hablando de manera gene-

4 4 4 En el llamado Directorio Autógrafo, Ignacio señala los pasos, por su orden, que convendría seguir en la elección: «Lo que se propone para deliberar es: prime­ro, si consejos o preceptos; segundo, si consejos, en religión o fuera de ella; terce­ro, si en ella, en cuál; cuarto, después, cuándo y en qué manera,. Si preceptos en qué estado o modo de vivir». DIR 1 , 22.

4 4 5 Este mismo deseo muestra Fabro en carta a Pedro Canisio de 1 0 de marzo de 1 5 4 6 : «Porque en esto se echa de ver el verdadero maestro y predicador de Cristo, en que lleve a muchos a Cristo desnudo, y que por él se llenen los monaste­rios, y se desprecien y dejen las cosas de este siglo, y al mismo tiempo no menos son enseñados los demás cómo pueden vivir rectamente en otras vocaciones me­nos perfectas». VÉLEZ, Cartas..., 3 0 3 .

4 4 6 Oficio facultativo o trasladado del 1 6 de agosto. 4 4 7 Hasta el siglo IX la expresión «Cuerpo deOristo» en un contexto eucarísti-

co, significaba preferentemente la Iglesia. En un lento proceso de transformación pasó a significar el cuerpo verdadero de Cristo en la eucaristía, en oposición al «Cuerpo Místico», expresión destinada a significar la Iglesia. Cf. Meltinato 3 1 0 - 3 1 1 , nota 6 0 8 .

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 5 9

4 4 8 Cf. Col 2,17. 4 4 9 Cf. Heb 10,22. 4 5 0 Se refiere Fabro a las treinta misas «gregorianas», que san Gregorio introdu­

jo, como medio valioso para rogar por las almas del purgatorio. También el santo escri­bió sobre el purgatorio en su Diálogo IV. Fabro pudo ver algún pasaje en las antologí­as de su tiempo. Véanse algunas citas sobre el tema del purgatorio en ROUET DE JOU-NERL, Enchiridion Patrísticum, Herder, Friburgi Brisgoviae 1929, 2320-2323.

ral, eran símbolo de otras ceremonias que habían de tener lugar en el Nuevo Testamento. Éstas, sin embargo, sólo contienen realidades espirituales. El Antiguo Testamento no anunciaba solamente el es­píritu de Cristo sino también su santo c u e r p o 4 4 8 . También por los ri­tos corporales del Nuevo Testamento, cumpl imos lo que había sido prefigurado, para venerar la santidad de Cristo, hecho carne, e imi­tarlo no sólo en espíritu sino también en nuestros cuerpos que son templos del Espíritu Santo.

En aquellos ritos se ofrecía carne de animales , nosotros ofre­cemos el cuerpo de Cristo. Ellos hacían sus purificaciones con agua natural , para que entendamos que hay que lavar el hombre viejo con agua e s p i r i t u a l 4 4 9 .

Nosotros tenemos un culto externo que consta de elementos sen­sibles, como complemento de la antigua ley y de sus signos, no para significar alguna cosa que debamos esperar en esta vida. Tenemos además un culto interior con las palabras de Dios, de Cristo y de la Iglesia, por medio del Espíritu Santo. Así que los que no aceptan el culto externo, no tienen en cuenta la humanidad de Cristo, ni se pre­ocupan de la santidad que debe ser también propia de nuestros cuer­pos. Tiene además la Nueva Ley algunas ceremonias que son atisbos del culto que hemos de dar a Dios en la gloria del cielo.

12 de m a r z o de 1543

267 . El día de san Gregorio, obispo, confesor, papa y doctor de la Iglesia, sentí a lgunos buenos y vivos impulsos de dar gracias a Dios porque aquel gran doctor y pontífice nos ha dejado, más que todos los otros doctores, la doctr ina que ha de seguirse sobre las a lmas del p u r g a t o r i o 4 5 0 , porque si no hubiera hablado tan c laramen­te sobre esta doctrina, y de la ayuda que puede prestarse a los difun­tos, habría mucha más gente, en estos t iempos, que no creyera en esta tan grande y caritativa obligación.

Sea Dios bendito que ha instruido a tan gran doctor para escribir con tanta devoción sobre las almas del purgatorio y a las que ha con-

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2 6 0 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

cedido un abogado tan conforme a J e suc r i s to 4 5 1 . Hice el propósito de acordarme de este papa, al conmemorar a los difuntos, mucho más de lo que hecho hasta ahora. Y también hablar de él, para que los devo­tos de este santo, lo sean también de los difuntos y que los devotos de los difuntos se acuerden de invocar el auxilio de este pontífice.

2 3 de m a r z o de 1543

268 . El día de la santa Pasión del S e ñ o r 4 5 2 advert í y sentí que , durante toda la cuaresma, había estado agitado, de diversas mane­ras, por ideas y movimientos interiores. M e parecía que , al exper i ­mentar estas mociones , se reabrían las llagas de mis miserias e im­perfecciones. Y, aun intentando vencerme, no podía m e n o s de sen­tir dolor por m í y por mis hijos, es decir, por mis imperfecciones personales y por las que pongo en mis obras ordenadas a Cristo, al prój imo y a m í mismo. Mi espíritu se había olvidado to ta lmente de lo que , t i empo atrás, había sido causa de mi paz. L a carne es taba toda met ida en lo que , desde los pr imeros años, había encont rado su desasosiego y su muer te .

Parecía que habían vuelto a renacer los desórdenes de mis acciones , la pereza y la falta de lucidez espiritual. Y mis malos sen­t imientos , que creía casi muertos , habían renacido con nuevas fuer­zas esta cuaresma. Cier tamente tenía razón para do le rme por todo esto , y para estar triste y afligido por esta marejada que a tormenta­ba mi espíritu, mi a lma y mi c u e r p o 4 5 3 .

269 . Pero durante el día de la Pasión del Señor, cuando volví a recordar estas s i tuaciones, sentí fortalecido mi espíritu al ver que todo m e había sido muy b e n e f i c i o s o 4 5 4 . Po rque en este día y t iem­p o de pasión se recuerdan los sufrimientos que Cris to padec ió en su cuerpo , sus aflicciones su muer te , sus afrentas, ignominias y o p r o b i o s 4 5 5

"51 Cf. 1 J n 2 , 1 . 452 viernes Santo. La Navidad vino acompañada de la experiencia de un rena-

cernuevo; el tiempo de Pasión y Pascua, al final de un lento desasimiento (Cf. (238)) continúa con una especial experiencia de la cruz. Cf. (268-281).

4 5 3 Una vez más vuelve Fabro sobre las situaciones de decaimiento por sus tentaciones y deficiencias.

4 5 4 La espera, la reflexión, la insistencia en la oración, hace que, poco después, se le conceda la gracia de ver cómo el Señor le «ha dejado en prueba». [320].

4 5 5 Recibe ahora la gracia que se pide en las. contemplaciones de la pasión: «Dolor con Cristo doloroso, quebranto con Cristo quebrantado». [203].

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 261

Era conveniente , entonces , que todas mis llagas espiri tuales y

las huellas de mis debil idades, no bien cicatr izadas, se reabriesen

ahora al recordar la Pasión y méri tos de Jesucristo.

270 . Por eso, ayudado de la gracia del Señor, le pedí con gran­

de án imo por Jesucristo, crucificado y muer to , que se puedan curar

tantas y tan grandes enfermedades mías .

Le suplicaba, que por la virtud de la sangre de Cristo, derra­

m a d a hasta la tierra, se purificasen mis humores s a n g u í n e o s 4 5 6 ,

aquellos de los que deseo verme libre: «Líbrame de la sangre, Dios ,

Dios de mi s a l v a c i ó n » 4 5 7 .

Pedía que, por poder del cuerpo de Cristo puesto en el sepulcro,

me viese libre de las debilidades de mi carne y cuerpo. También pedía

al alma de Cristo, que separada del cuerpo, bajó a los in f ie rnos 4 5 8 que

santificase mi espíritu y mi alma, echando de ella estos poderes y fuer­

zas con los que tenía la impresión de haber recibido la vida para come­

ter el pecado y estar inclinado a malos sentimientos.

Ese mi smo día, viernes, hice el propósito de ofrecer el sacrifi­

cio de la misa del día siguiente, sábado, para alcanzar de Dios la

gracia de la contrición y reedificación de mí mismo. Y esto, por la

muer te de Jesús en la que se destruyó el templo del sumo Dios al

der ramar toda su sangre, quedando en una parte el cuerpo y en la

otra el a lma, hasta la resurrección.

2 7 1 . Tuve grandes deseos de rezar con más devoción aquel la

oración: «Alma de Cristo, santifícame; cuerpo de Cris to, sá lvame;

sangre de Cristo embr iágame; agua del costado de Cris to, láva­

m e » 4 5 9 . M e movió a ello un singular conocimiento de la felicidad y

4 5 6 Diferencia entre sanguines y sanguis. El primer término significa los humo­res malsanos, las potencias oscuras de la sangre (Cf. (30) y (195)); el segundo de­signa la vida, el don vital. Cf. (121) y (122).

4 5 7 Sal 5 1 , 16. 4 5 8 «(...) cómo después que Cristo expiró en la cruz y el cuerpo quedó separado

del ánima y con él siempre unida la divinidad, la ánima beata descendió al infierno, así mismo unida a la divinidad» [219]. Para una exposición actualizada de este misterio que no resulta fácil presentar en los ejercicios. Cf. PETER-HANS KOLBENBACH, Cristo des­cendió al infierno. En Selección de Escritos (1983-1991), Madrid 1992,355-366.

4 5 9 Ignacio manda rezar esta oración en los coloquios más Importantes de los Ejercicios. No es cierto, como se creyó algún tiempo, que él sea su autor. Sobre la historia de esta oración tan popular y su relación con los Ejercicios, Cf. PEDRO DE LE-TURIA, Libros de Horas, Anima Christi y Ejercicios espirituales de san Ignacio. Estu­dios Ignacianos, Roma 1957, II, 99-148.

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262 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

virtud del a lma de Cristo separada del cuerpo y unida a la divinidad

c o m o la veían los santos P a d r e s 4 6 0 que estaban en el l imbo, y los

que estaban en el purgatorio, cuando bajó a los infiernos.

Pensé también en el cuerpo, sin vida, de Cristo en el sepulcro, un ido sin embargo a la d i v i n i d a d 4 6 1 y tuve un gran deseo que me hizo pedir ser, de a lguna manera, pr ivado de toda fuerza de pecar, de vanidad y de error, y alcanzar la gracia de ser vivificado en Dios , por Jesucristo nuestro Señor, resucitado de entre los muer tos .

24 de m a r z o de 1543

2 7 2 . El sábado, vigilia de la Pascua, encontré muy buenas reflexiones en aquellos dos artículos de la fe: «Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos y al tercer día resucitó de entre los muer tos» .

Pensando en esto m e fue dado desear padecer algo por Cris to, llevar mi cruz todos los días, morir al pecado y al m u n d o 4 6 2 , ser sepultado con la privación del sentimiento de esta vida temporal y resucitar con espíritu nuevo y carne n u e v a 4 6 3 para m o v e r m e según el Espíritu de Cristo que mur ió por nuestros pecados y resucitó para nuestra j u s t i f i c ac ión 4 6 4 , para que , muer tos al pecado, v ivamos para la just ic ia de C r i s t o 4 6 5 , y de tal manera v ivamos que ya no p o d a m o s mori r volviendo a caer en el pecado y no volvamos a permit ir j a m á s que nos domine la muerte del pecado, porque «Cristo, una vez resu­ci tado de entre los muertos ya no muere m á s » 4 6 6 .

25 de m a r z o de 1543

273 . El día santo del domingo de Resurrección, sentí una desa­

cos tumbrada consolación en la misa, que no fue acompañada de de-

4 6 0 Se refiere a los justos del Antiguo Testamento. Cf. (59) y (288). 4 6 1 Tesis sostenida por Pedro Lombardo en Sententiarum III, dlst. 2 1 , 1 ; y santo

Tomás Sum. Theol. III, 52, 3. 4 6 2 Fabro camina ahora en medio de una gran serenidad espiritual, aceptando

y valorando la experiencia de la cruz, en contraste con el arrebato de agitación y tur­bación que manifestó en (268).

4 6 3 Cf. Rom 7,6. 4 6 4 Cf. Rom 4,25. 465 c f . 1 Pe 2,24. 4 6 6 Rom 6,9.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 263

voción sensible, bien sea porque frecuentemente la buscaba para mi propia satisfacción y para edificación del prój imo buscándome en ella, o por lo menos había algo de desorden en cuanto a la intensi­dad del deseo que en mí se levantaba.

274 . Aqu í sentí una gran admiración al considerar la glorifica­ción de toda la humanidad de Cristo unida a la divinidad. Porque admirable es que un cuerpo humano unido a la divinidad sea instru­mento para todas las actividades corporales . Y todavía es más admi ­rable que el principio del cuerpo, el a lma racional, esté un ida inme­dia tamente a la divinidad. ¿ C ó m o calificar y medir lo que es la acti­vidad sensible y racional cuando el acto del cuerpo físico y orgáni­co está un ido a la divinidad?. Pero mucho mayor aún aparece el es ­píritu humano , (es decir, el a lma en su actividad en cuanto se ocupa de las real idades espirituales y e t e r n a s 4 6 7 ) si se le considera un ido con Dios y movido y dirigido por El en todo.

275 . Entonces se m e concedió pedir in tensamente a Dios , por Jesucristo que resucitó de entre los muer tos , que , por su gracia, pueda ver algún día que mi cuerpo, mi a lma y mi espíritu sean g lo­rificados para alabanza de Dios de quien y por quien y en quien resi­de toda gracia y gloria y todo mi bien natural .

Deseé también que todos los cuerpos de los hombres y sus almas y espíritus, que por naturaleza son vasos muy capaces , pue­dan ser l lenados de las gracias que Dios les dé , gracias que rebosan de aquel sumo vaso que es la humanidad de Cristo que cont iene toda la plenitud de la d i v i n i d a d 4 6 8 .

Quiera Dios que también nosotros nos l lenemos de esta abun­dancia s u y a 4 6 9 .

276 . Teniendo en cuenta las cuatro cual idades del cuerpo de Cristo r e s u c i t a d o 4 7 0 , pedía yo ciertas dotes para mi espíritu: que se m e concediera la gracia de que para hacer el bien y soportar el mal , sea yo en adelante más ágil, más perspicaz y trasparente y menos sensible a los males , lo que significaría ser más impasible .

4 6 7 Anima quatenus abstráete circa aeterna et spiritualia versatur. El acto de abstracción, expresión técnica del lenguaje escolástico que se fija en lo esencial de un individuo, prescindiendo de lo que constituye su individualidad.

4 6 8 Cf. Jn 1,16. 4 6 9 La gracia, con su consolación, que «desciende» de Cristo es comparada a

la fuente (133) al árbol (280) y ahora al vaso rebosante. 4 7 0 Immortalitas, impassibilitas, agilitas, pulchritudo.

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2 6 de m a r z o de 1543

277 . El lunes de Pascua, después del rezo de mait ines, volví a caer en mi acos tumbrada cruz. M e dejaba invadir de la tristeza por tres causas :

L a primera, porque no siento, c o m o a m í m e gustaría, las muest ras del divino amor hacia mí .

L a segunda, porque exper imento en m í las señales del viejo Adán más de lo que yo desearía.

La tercera, por mi incapacidad de hacer, en los prój imos, el fru­to que yo quisiera.

A estas tres cosas pueden reducirse mis aflicciones de espíritu. Por eso creo que const i tuyen mi c r u z 4 7 1 .

2 7 8 . Este mismo día, mientras daba vueltas a estas tres distin­c iones , sentí que se m e daba una solución a mis angustias, al refle­xionar así: «Tú has quer ido bajar de la cruz antes de morir en ella, pero Cris to mur ió en la misma c r u z 4 7 2 . ¿Por qué no comienzas a querer mori r en tu mi sma cruz? Pero tu quisieras ser corregido para enmendar te y renovarte en la mi sma vida. Y la vida de tu espíritu, en cuanto a las consolaciones accidentales que son las únicas que sientes y percibes ahora, esa vida tuya la has puesto en la alegría que sientes al exper imentar tu devoción a Dios , y en no verte tan mal inclinado a lo que hay en ti del viejo Adán, y palpas algún fruto de tus m a n o s 4 7 3 del que te al imentas y se al imentan también los que ven tus buenas obras. Pero ahora ya t ienes que desear mori r a tu pro­pia vida, porque eres demasiado voluble e inconstante».

279. Pero no podrás morir a esa vida tuya sino por la muerte de cruz que le es contraria. Muerte de cruz que consiste en estas tres cosas:

Pr imera , que encuentres tu paz en la idea de no desear, de tu propia voluntad, sentir n inguna devoción accidental .

Segunda, que no te turbes lo más mín imo, aunque todo tu hom­bre viejo, por muy grande que haya sido en el pasado, resurja desde sus raíces y concupiscencia , puesto que no se trata de pecado mor­tal ni venial .

4 7 1 Estos son los tres brazos de la cruz que lleva Fabro. En otras ocasiones, ha puesto más de relieve estas cruces. Cf. (241).

4 7 2 Cada vez que se encuentra con sus tristezas y agonías, como en el núme­ro anterior, se le concede la gracia de volver con más fuerza a lo esencial: lo que importa es morir, como Cristo, en la cruz.

4 7 3 Cf. Sal 128,2.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 6 5

4 7 4 Son tres respuestas, desde la cruz, a cada una de las «aflicciones» descri­tas en el número anterior.

4 7 5 Cf. (191) y (328).

Tercera, que no te inmutes, si no recoges con tus manos el fruto de tus obras exteriores, ni tú ni los otros que te vigilan y miran para imitarte y gozar de lo bueno que haces, o aquellos que te vigilan pa­ra calumniar te y d e s p r e c i a r t e 4 7 4 .

C u a n d o hayas muer to en la cruz con esta clase de muer te y, en cuanto de ti depende, desees morir públ icamente; cuando estuvieres c o m o sepul tado con esta muerte y sepas prescindir de si te miran o te observan, o sospechan de ti, o te desprecian, o esperan algo de ti, entonces se te concederá por lo menos desear y quizás echar los fun­damentos de una nueva forma de consolación para tu e s p í r i t u 4 7 5 , por la que tendrás la experiencia de otra vida por la resurrección del cuerpo, del a lma y del espíritu. Una vida nueva cuya raíz y el m i s m o fruto, las hojas, las ramas y flores no serán de la m i s m a condición que las de la vida que ahora t ienes, sino que serán más duraderas , y cada una de estas cosas permanecerá en su condición inmutable .

280 . Hasta ahora, tú has puesto la consolación en la grandeza del árbol que procede de la gracia divina, más que en la raíz del mismo árbol, en la que reside su fuerza. Te preocupabas más de las ramas, de las flores, de las hojas y los frutos. La mayor parte de estas cosas, con las que se tiende a la perfección, son mudables . Por lo que no pueden proporcionamos una firme y constante consolación.

N o busques la raíz de este árbol por los frutos. Busca más bien los frutos y las otras cosas por la raíz. Aspira a permanecer cada día y arraigarte en las raíces de este árbol, y no ambiciones tanto la per­manenc ia de su fruto en ti. Porque no vas a llegar a la gloria de este árbol por los frutos sino por el camino de la raíz. Apl ícate a la raíz todo lo que puedas . Al fin esa raíz se hallará glorificada, c o m o apa­reció glorificada en el interior de la tierra, cuando descendió a los infiernos el a lma de Cristo, verdadera raíz creada, que llegó a ser el fruto glorioso más excelente de todas las criaturas racionales.

Así este árbol está al revés, la raíz en el lugar más alto con todos los frutos debajo, influyendo su virtud desde arriba hacia abajo.

2 8 1 . En los bienes futuros de la gloria de Dios , es decir, en los bienes celestiales, se verá que el m i smo fruto que es la raíz verda­dera glorificada, es mejor que el resto del árbol, porque es condic ión de aquella vida bienaventurada. Porque lo que es por esencia mejor,

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da mejores frutos y mejores perfecciones accidentales. Pero no es así en esta miserable vida, que exige que lo que es mejor, esté más cubier to de trabajos y más oculto c o m o sucede a la raíz, que , aun­que esencia lmente sea mejor, no t iene accidentes más perfectos, si­no los menos perfectos. As í que si buscas frutos, busca los de la otra vida, pero de tal manera que no pretendas sentir p r imero los acci­dentes de tales frutos sino los accidentes de las santas raíces que serán, por fin, glorificadas y convert idas en fruto.

1 de a b r i l de 1543

2 8 2 . Otro día, dentro de esta octava de Pascua, comencé a vivir en la casa que había a l q u i l a d o 4 7 6 . Mi mente y espíritu acariciaban el deseo de que mi vida, en la nueva casa, fuera muy feliz. Por eso recé de rodillas, en cada una de las habitaciones y aposentos de la vivien­da, aquel la oración: «Te rogamos , Señor, que visites esta habitación y alejes de ella todas las insidias del enemigo . Que tus santos ánge­les moren en ella para que nos guarden en paz. Y que tu bendición nos acompañe siempre. Por Jesucristo nuestro S e ñ o n > 4 7 7 . Todo esto lo recé con gran devoción y sentí que era bueno y conveniente hacerlo cuando, por pr imera vez, ent ramos a vivir en una casa.

283 . Invoqué también a los ángeles custodios de nuestros veci­nos . Sent í que era bueno y conveniente hacer esto m i s m o siempre que cambiamos de casa. Pedía en mi oración que los malos espíri­tus de nuestros vecinos no puedan hacerme daño ni a mí , ni a los que conmigo han de vivir. Pr incipalmente el espíritu de fornicación que sin duda existe entre las meretr ices y fornicadores y otras personas que he oído que viven cerca de n o s o t r o s 4 7 8 .

284 . Invoqué también a santa Otilia, a san Yodoco y a santa Lucía a quienes está dedicada la capilla próxima a la casa que he alquilado. Y sentí varios toques de dolor espiritual, al ver que esta capilla estaba tan derruida, tan sucia y profanada por los desenfrenos

4 7 6 Hasta ahora había vivido en casa de Conrado, encargado de la iglesia de san Cristóforo de Maguncia a donde seguirá yendo Fabro a decir misa. Conrado ha­bía tenido una concubina a la que había despedido después de hacer los ejercicios con Juan de Aragón (Cf. FM 189). Más tarde ingresó en la Cartuja de Colonia (Cf. FM 292). En esta casa dio Fabro los ejercicios a Pedro Canisio (Cf. FM485) . Ahora alquila una casa en una zona de no buena reputación: in quibus vicinia non satis pudice vivebatur, dice Canisio (Cf. FM485) .

4 7 7 Oración final de completas. 4 7 8 Muestra respeto por los personas vecinas pero pide verse libre de los malos

espíritus por los que, posiblemente, son movidas.

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de los transeúntes. Por eso sentí grandes deseos de que fuera recons­truida y se restituyese en ella el culto divino en los santos que he dicho. Ya no se celebra la fiesta de ninguno de ellos en esta capilla, ni se les recuerda con devoción, siendo así que en otros t iempos se les tuvo aquí gran veneración y se confiaba mucho en su patrocinio.

Celebré misa y la apliqué c o m o remedio de los pecados que se han comet ido al suprimir este culto, y al mismo t iempo para que sea renovado y restablecido.

Quiera Dios , por la intercesión de estos santos, y de todos los demás , concederme la gracia de que yo pueda contribuir a su repa­ración tanto en lo material y visible c o m o en lo espiri tual.

285 . Ese mi smo día por la noche, c o m o yo era el p r imero y único que iba a pernoctar en aquella casa, sentí cierto desasosiego y malestar corporal . Se apoderó de mí la tristeza y comencé a pedir al Señor que m e concediera un aire saludable en aquel la casa, o si otra fuera su voluntad, cualquier contagio que fuera más conveniente para mí. Mas para los prój imos, para el dueño de la casa y todos los vecinos, pedí con toda mi a lma un aire saludable y que se vieran libres de todos los males y enfermedades. Por fin pedí también que mi l legada pudiera ser, para todos los que vivían jun to a nosotros , un próspero y alegre acontecimiento.

Deseé igualmente que la casa fuera preservada del fuego u otras ca lamidades que , por jus ta causa, son enviadas o permit idas por D i o s 4 7 9 .

286 . Lo único que se me concedió con mot ivo de este hecho fue pensar en los muchos motivos que tengo para dar gracias a Dios . M e he hospedado y cambiado de casa muchas veces a lo largo de mi vida, tan andar iega e i n e s t a b l e 4 8 0 . Creo que he seguido en todo la voluntad de Dios , porque, desde que me conozco , por El solo he cambiado de casa muchas veces. N o es que yo fuera buscando ma­yor comodidad para mi cuerpo, o que por huir de otras incomodida­des, haya cambiado de hospedaje a cada momen to . Era t iempo de dar muchas gracias a Dios porque con tantos cambios ni me sobre­vino la muerte , ni enfermé ni me sentí indispuesto.

Y, sin embargo, no puedo menos de pensar que no pocas veces fui a parar a lugares infectos y peligrosos para el cuerpo. Porque con fre-

4 7 9 De la tristeza inicial pasa a una gran generosidad, al estar dispuesto a acep­tar personalmente cualquier contagio que pueda afectarle a él. Para los demás, en cambio, pide que se vean libres de todo tipo de desgracias.

4 8 0 Sobre su amor al continuo peregrinar Cf. (47).

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268 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

cuencia estuve en hospitales, donde la limpieza brillaba por su ausen­c i a 4 8 1 y muchas veces en pésimas posadas. He tenido que aguantar el frío en lugares en que, fuera del techo de la casa, un poco de heno o paja, no había otra cosa. He dormido, no pocas veces, a la intemperie.

Sea bendito por los siglos quien m e protegió a mí y a todos aquellos que estaban en la misma o diferente situación que yo. Por todo esto daba gracias a Dios, y esperaba que en esta nueva mansión Él no me había de faltar. Y cuando quisiera visitarme con la muerte, no por eso m e querrá menos el que es Señor de la vida y de la muer­te. Ni por eso seré yo menos agradecido por la salud de mi cuerpo y por los otros bienes que, hasta ahora, he recibido de su mano.

2 8 7 . También oré por todos aquellos que hasta ahora han vivi­do, o han de vivir en cualquiera de los lugares donde yo he vivido o morado o se m e ha dado alojamiento.

Q u e Dios que me dio a sentir y desear esta cosas, y otras seme­jan tes , quiera cumpl i r todas conforme a su Palabra santa y a la mente de su Santo Espíritu. N o según mis propios pensamientos , ni según el sentido de mi propio espíritu.

2 8 8 . Ese mi smo día, al escribir a la señora condesa de Mont -f o r t 4 8 2 y al señor Vicario general en lo e s p i r i t u a l 4 8 3 , del Reveren­dís imo Obispo de E s p i r a 4 8 4 , entendí, por pr imera vez a lgunas cosas , sobre la resurrección, en que no había reparado antes .

4 8 1 Sobre la estancia de Fabro, Javier y Laínez en el Hospital de Incurables de Venecia. Cf. SCHURHAMMER I, 398-404.

4 8 2 Carta no encontrada. La condesa de Monfort, esposa de Juan de Montfort, juez supremo de la Cámara Imperial en Espira. Estaba emparentada con Mons. Otto Truchsess, más tarde cardenal de Augusta, gran amigo de Claudio Jayo. El 16 de abril de 1542, escribía Fabro a Ignacio desde Espira: «Aquí en Espira llegamos ante­ayer a la noche y no hallando a monseñor de Módena, (Juan Morone), al cual yo era obligado presentarme, ni tampoco ninguno de nuestro compañeros (Bobadilla y Jayo), vinimos a desmontar en casa del Señor cantor Otto Truchsess, el cual nos recibió así como yo esperaba, id est, humanísimamente, ofreciéndose, ultra el po­nernos en posesión de toda su casa, para toda comunicación espiritual con deseo de aprovecharse en todo. También ut est mos germanicus, me ha dado entrada con algunos parientes suyos y amigos, para que yo comunique con ellos en cosas espi­rituales; asimismo me ha abierto la puerta de una condesa, mujer del supremo juez de la cámara imperial, la cual, juntamente con las principales damas de su casa, habla francés, y la cual hasta aquí ha tenido por principal oficio coger las reliquias, las cuales los luteranos desechaban de sí y de sus iglesias, así que aquí ostium magnum apertum est ad multam messem, para mi poco poder». FM, 160.

4 8 3 Vicario in spiritualibus, dice Fabro. Se trata de Jorge Mussbach, Vicario ge­neral del obispo de Espira. Antiguo ejercitante de Fabro. Cf. FM, 67 y 69.

4 8 4 Felipe de Flersheim, obispo de Espira. Piensa hacer los ejercicios con Fa­bro en Ratisbona. Cf. FM. 67.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 6 9

Fueron ciertas conclusiones que tenían c o m o fundamento que nuestras a lmas son bienaventuradas , pr imero fuera del cuerpo, c o ­m o el m i s m o Cristo que apareció pr imero bienaventurado en su espíritu antes que glorificado en su c u e r p o 4 8 5 .

Cuando consideramos que nuestra a lma puede ser y de hecho va a ser feliz sin su cuerpo, es decir, fuera de él, fáci lmente despre­c iamos nuestros cuerpos y sent imos mejor que no nos debemos a la carne para que v ivamos según su voluntad.

Comprendemos con más claridad que no hay que esforzarse tanto en atender a las necesidades del cuerpo c o m o solemos hacer, porque no nos es tan necesario c o m o creemos, dado el trabajo que por la carne pasamos , c o m o si sin él no pudiéramos ser d ichosos o desgraciados, s iendo así que puede darse lo uno y lo otro. Porque algunos pueden ser pr imero felices en el a lma y no por el cuerpo, ni en él ni con él. Otros pueden ser felices y desgraciados aun antes de volver a unirse a sus cuerpos.

Quiera, pues, Jesús que murió primero, y, antes de resucitar de entre los muertos, hizo bienaventurados a los santos y patriarcas, que aprendamos nosotros, ya desde ahora, a vivir a la vida del espíritu, separados del cuerpo, y no a aquella vida miserable que consiste en hacer mal uso de nuestro entendimiento, memoria y voluntad, sino la contraria que está en usar bien de estas tres potencias del alma.

2 3 d e a b r i l de 1543

289. El día de San Jorge, mártir diciendo la misa en la iglesia de san Cristóforo, al hacer memoria de cierta persona fallecida reciente­mente, pues se celebraba solemnemente el día primero después de su entierro, sentí gran consolación al caer en la cuenta de la gloria que Cristo iba a conceder a las almas. De manera especial sentía la libe­ralidad de Cristo manifiesta a los suyos por las obras que hicieron, premiando a cada uno por las obras hechas en la fe en Él .

Porque no podrá dejar de ser un gran premio el que se recibe por cualquier obra hecha en la gracia de Cristo. En cuanto a lo que ha sido hecho fuera de la gracia en Cristo, no lo tendrá Dios en cuenta en el lugar y t iempo del ju ic io . Porque Dios omnipotente ha

4 8 5 Descendió a los infiernos y manifestó su triunfo espiritual antes de resucitar y aparecer en su cuerpo glorioso. Cf. (270) y (271).

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270 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

de ponderar y valorar aquellas obras, según la caridad y liberalidad

de su humanidad , y premiarlas por el infinito poder de su divinidad.

Ya que s iendo Cristo infinitamente humilde , es imposible que

pueda olvidarse de las obras hechas en gracia, por mín imas que

sean. Y por ser infinitamente r ico no puede menos de premiar las

m u y g e n e r o s a m e n t e 4 8 6 .

2 9 0 . Sent í aquí un sano dolor por estar las buenas obras tan

desprest igiadas que apenas se habla de los premios que las acompa­

ñan. De donde se sigue que no se teme el cast igo por las malas

obras, y se pierde la esperanza de recoger lo que se s iembra con

l á g r i m a s 4 8 7 y desaparece el miedo de cometer los pecados porque se

piensa que no hay una pena correspondiente a dichos p e c a d o s 4 8 8 .

2 9 1 . En suma, que cuando se pierde el respeto a las acciones

corporales del hombre , bien o mal hechas, se pierde también el co­

nocimiento de la humanidad divina; porque precisamente apareció

en la Encamac ión para que humanamente se realizase nuestra sal­

vación por Cristo Dios y hombre , j uez de vivos y muer tos y que

examinará las acciones c o r p o r a l e s 4 8 9 que cada uno haya h e c h o 4 9 0 . Y

esto lo ha de hacer en aquella humanidad en la que fue visto subir a

los cielos según aquellas palabras: «Este mismo Jesús vendrá así tal

c o m o le habéis visto subir al c i e l o » 4 9 1 .

4 8 6 Lo que dice aquí Fabro tiene su fundamento en la teoría de la justificación de Gabriel Biel, uno de los autores más estudiados por Ignacio y sus compañeros en París. Sin la gracia ningún acto humano puede ser meritorio. Pero no se trata aquí de la gracia transformante del interior del hombre por la que se convierte de pecador en hijo de Dios. No es pues el hábito humano sobrenatural, sino el acto extrínseco al hombre que depende solamente de la voluntad divina. Esta teología voluntarista dio pie a la doctrina protestante sobre la justificación: es la fe sola, sin las obras la que justifica. Fabro llega a una conclusión muy distinta. Porque Cristo se ha hecho hombre, misericordioso y humilde, se ha abajado hasta el punto de aceptar como meritorias las mínimas obras del hombre hechas en «gracia», es decir con el favor divino. Cf. M. DE CERTAU 330, nota 1.

4 8 7 Cf. Sal 125,5. 4 8 8 La teología protestante admitía solamente dos clases de pecados: el peca­

do original común a todos y del que el hombre se ve libre por la muerte y el pecado contra la fe o rechazo de fiarse plenamente de la misericordia de Dios esperando la salvación futura. Aunque Lutero sostuvo que la fe debe conducir a las buenas obras, afirmó también que las obras, como tales, no tienen ningún valor y, por tanto, los pecados particulares no son merecedores ni de perdón ni de castigo especial.

4 8 9 «Corporal» hace referencia aquí a las obras humanas en oposición a la fe puramente espiritual de los protestantes.

4 9 0 Cf. 2 Cor 5,10. 4 9 1 Hch 1,11.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 271

Así pues, cuanta gratitud, gracia y liberalidad se puede conce­

bir en los hombres mortales para con sus criados y servidores, tanta

se debe suponer que existe eminentemente en Cristo.

292 . Es claro que un príncipe mortal puede c laramente co lmar de alegría a uno de sus más ínfimos servidores sólo con prestar aten­ción a lo que hace. De manera que el siervo, en su gran gozo , se llena de admiración porque el príncipe se ha fijado en sus obras, a las que el m i smo siervo no daba i m p o r t a n c i a 4 9 2 . ¿Por qué entonces , tan mal se nos trata al predicar que la condición h u m a n a de Cristo es divina pero sin resaltar que también es parecida a la nuestra?; ¿por qué se suprimen estas comparaciones entre Dios y el hombre si Él no deja la carne humana que ha asumido?

Él quiso tomar un cuerpo semejante al nuestro y se hizo siervo de aquel a quien era igual, para que nosotros, en nuestra baja con­dición, c reyésemos más fácilmente en la semejanza con Dios que nos había sido prometida, para que pres tásemos mayor atención a los s i g n o s 4 9 3 , teniendo un Dios y Señor hecho hombre , a quien ve­neramos c o m o nuestro Dios y a quien debemos servir no sólo espi-r i tualmente c o m o a e s p í r i t u 4 9 4 , sino también corpora lmente c o m o a Dios nuestro encarnado, y que se hizo semejante a nosotros en su naturaleza en la que padeció, y que reina ahora sentado a la derecha de Dios Padre omnipotente .

Conviene que a esta naturaleza humana nuestra, así e levada por Dios , la veneremos en santidad y j u s t i c i a 4 9 5 , v iendo en ella un perfecto instrumento de la divinidad para nuestra redención, nuestra vocación, justificación, santificación y g lo r i f i cac ión 4 9 6 y que es templo de toda la d i v i n i d a d 4 9 7 .

2 9 3 . El pr imer ángel no quiso ponerse por debajo de esta natu­raleza, bajándose con humildad, y no se sometió al Alt ís imo, sino que intentó, por su propio esfuerzo, entrar en el gozo y gloria del S e ñ o r 4 9 8 . Se le había comunicado el misterio decretado desde la

4 9 2 El valor del trabajo le viene únicamente de la importancia que le atribuye el señor.

4 9 3 «signos» son los sacramentos, sacramentales y todo lo que manifiesta la acción de Cristo. Cf. (190), (223).

4 9 4 Cf. (291). 4 9 5 Cf. Le 1,75. 4 9 6 Cf. Rom 8,30. 4 9 7 Cf. Col 2,9. 4 9 8 Alusión a Mt 25,21.

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272 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

e t e r n i d a d 4 9 9 : la humildad del Hijo de Dios que desde la eternidad

quiso y de terminó hacerse hombre , y, de este modo , humil larse ante

quien desde la eternidad lo engendró igual a sí.

Lucifer se e levó sobre sí mismo porque no quiso humil larse

ante el Dios hecho hombre que es Cristo, que bajó de lo más alto a

lo más bajo. As í que al no querer humillarse, por la gracia en la que

había sido creado, ante esta naturaleza que Dios iba a asumir, fue

despojado de la gracia de su fe y lleno de orgullo dijo: «Subiré y

seré semejante al A l t í s i m o » 5 0 0 . Esta subida fue para su ruina y hun­

dimiento .

25 de abril de 1543

294 . El día de San Marcos evangelista, por la mañana , antes de

decir misa, sentí un cierto espíritu de abat imiento. Luego m e entró

una tristeza y m e dio gran pena, hasta derramar lágrimas, porque mi

carne daba todavía lugar a tales agitaciones. Aún podía entrar en ella

aquel espíritu del que es propio mover nuestro espíritu hacia atrás y

nuestra carne hacia abajo.

L leno de compunción pedí al Señor lo que ya conocía , por

experiencia, ser un excelente remedio contra tales tentaciones. Q u e

me concediera la gracia de fijarme en aquellos bienes que están

delante de m í y enc ima de mí, y, si a lguna vez tengo que arrepentir-

m e , que sea, más bien por falta de las virtudes de que carezco, que

por causa de faltas comet idas en tales sentimientos. Quiero decir,

que los deseos de perfección de tal manera me ocupen en adquirir­

la o en buscarla, que no haya espacio en mi memor ia para aquellos

que me mueven hacia abajo o hacia a t r á s 5 0 1 .

499 La palabra «misterio» está tomada aquí en el sentido paulino del «plan de Dios» oculto en el Antiguo Testamento y revelado en Cristo.

500 | S 14,14. 501 Vuelve aquí y en el número siguiente sobre una idea que ya tuvo en (54).

Hay que mirar hacia arriba, hacia Dios para evitar otros pensamientos que tiran de nosotros hacia abajo. En el orden de los afectos y deseos he de afectarme a Cristo para desafectarme de las afecciones no ordenadas que me arrastran hacia abajo. San Juan de la Cruz dirá: «Porque para vencer todos los apetitos y negar los gus­tos de todas las cosas, con cuyo amor y afición se suele inflamar la voluntad para gozar de ellos, era menester otra inflamación mayor de otro amor mejor, que es el de su Esposo, para que teniendo su gusto y fuerza en éste, tuviese valor y cons­tancia para fácilmente negar todos los otros. Y no solamente era menester para ven­cer la fuerza de los apetitos sensitivos tener amor de su Esposo, sino estar inflama­da de amor y con ansias». Subida I, c. 14,2.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 273

295 . Aqu í vi c laramente , ya lo había visto en otras muchas oca­siones, que el deseo de conocer y exper imentar las cosas de Dios nos l levaba, por una especie de necesidad a distinguir diversos n ive­les de conocimiento y de voluntad que no habíamos a lcanzado ni exper imentado antes. La visión de todo esto nos pone en cont inuo movimien to para alcanzar estos bienes y poseerlos en paz; no pre­c isamente porque queramos descansar en ellos sino para procurar asegurar las etapas de nuestra ascensión.

Y tres son las maneras de progresar según tres clases de virtu­des : la pr imera se refiere al conocimiento de las cosas divinas y de las mociones que directamente conducen el espíritu hacia Dios ; la segunda tiene relación con todo lo que directamente atañe a nuestra perfección; la tercera se relaciona con lo que toca al prój imo.

Claro está que nosotros necesi tamos a diario nuevos conoci ­mientos y afectos renovados sobre el provecho de nuestros prój imos y sobre sus necesidades espirituales y aun corporales .

Y de todas estas cosas resulta nues t ra perfección, aunque no d e b a m o s pre tender en el las nues t ra propia perfección, s ino dese ­ar la y ordenar la al m i s m o Dios y, por Dios , al p r o v e c h o del prój i­m o 5 0 2 .

296. Y puesto que nuestra perfección exige necesariamente el despojarnos del hombre viejo y no sólo que nos vistamos del n u e v o 5 0 3 , por eso, querámoslo o no, es conveniente que tengamos tentaciones del espíritu y de la c a r n e 5 0 4 ; no sólo tentaciones y estímulos que nos excitan y empujan hacia la virtud y la paz, sino también aquellas ten­taciones que nos impulsan a la muerte y el pecado. De lo contrario no seríamos capaces de ver la arena sobre la que pretendemos edi f icar 5 0 5 , no habiéndose acabado de tallar ni de afirmar la piedra, que es Cristo, mientras no nos hayamos despojado del hombre viejo.

Todo esto hay que llevarlo con paciencia. Pero, c o m o ya diji­mos más arriba, debemos tender, con todas nuestras fuerzas, hacia lo que f a l t a 5 0 6 y tendremos que sufrir los aguijones del pecado , mientras el Señor lo permita.

5 0 2 Fabro vive una sana tensión entre la vida activa y contemplativa; entre la propia perfección, la caridad con el prójimo y el amor a Dios. En (126) y (127) puso de relieve la tensión entre oración y acción.

5 0 3 Cf. 2 Cor 5,4. 5 0 4 Cf. 2 Cor 12,7. Cf. (63) y (188). 5 0 5 Cf. Mt 7,24-27. 5 0 6 Cf. Flp 3,13.

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274 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

2 9 7 . 5 0 7 ( . . . ) Pero c o m o estas cosas no se observan así, t ampoco

hay que detenerse en semejantes dist inciones de vocabular io , por­

que son nuevas y no usadas por los doctores posit ivos y aun por los

e s c o l á s t i c o s 5 0 8 .

Pero hemos de tener muchís imo cuidado de no apartarnos de la

terminología ordinaria de los doctores católicos, ni t ampoco hay que

mult ipl icar los términos, pr incipalmente en las cosas sagradas, al

m i s m o r i tmo que los movimientos del espíritu, porque sabemos que

una m i s m a expresión puede valer para diferentes experiencias espi­

r i t u a l e s 5 0 9 . Y si cada uno se afanase en hacer escribir y publ icar li­

bros , usando una terminología adaptada a sus propias ideas, habría

y ya hay, infinitas sectas de doctrina, infinitas maneras de definir las

cosas , aun las sagradas, de dividirlas y d i s t i ngu i r l a s 5 1 0 .

Conviene, pues, que no traigamos las Escrituras, ya aprobadas,

a nuestros términos sino nuestros términos a ellas. Y todo sentimien­

to espiritual y todo espíritu que no pueda reducirse a los términos

aprobados en la doctrina de la Iglesia católica, debe ser rechazado.

2 6 de a b r i l de 1543

298 . El día de los santos mártires y pontífices Cleto y Marce ­

lino, después de rezar mait ines, tuve gran devoción al ponderar la

miser icordia de Cristo con el pontífice Marcel ino , quien, por t emor

a la muer te , volvió al culto de los ídolos, pero muy rápidamente se

le concedió un corazón de márt ir cristiano y así recibió el p remio y

corona del mart ir io.

507 f£ste párrafo es la conclusión de otro que precede y que no se encuentra en el manuscrito. Según lo que aquí dice Fabro, parece que ha examinado antes cier­tas teorías novedosas expresadas en términos no conformes con la tradición.

508 La teología «patrística» llamada también positiva se fundamenta en los escri­tos de los Santos Padres y la teología «escolástica» es la elaborada sistemáticamen­te a partir de la doctrina de la Iglesia, enseñada en las escuelas. Lo que Fabro quiere señalar aquí es que los escolásticos no abusan de una terminología novedosa.

5 0 9 Alude Fabro no sólo al significado de los términos sino también a las expe­riencias Interiores que ellos describen. Dichas experiencias interiores hay que expre­sarlas por medio de la terminología tradicional de la Iglesia. El nominalismo repre­sentaba la decadencia de la teología medieval. Era superficial. Se perdía en fútiles cuestiones y distinciones y conducía al escepticismo.

5 1 0 No sólo la doctrina teológica fundada en la Escritura y en la Tradición sino también las experiencias interiores hay que expresarlas en términos exentos de toda ambigüedad.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 7 5

299 . Exper imenté entonces una moción del buen espíritu para

llorar mis muchos retrocesos, mis miradas y vueltas atrás, las que

nunca lloraré bastante.

Comencé a admirarme de que, por just icia o miser icordia de Dios para conmigo , raras veces o nunca he sentido que el Espíritu Santo m e reprenda o amenace con los castigos merecidos o m e eche en cara mis pecados y defectos. Las reprensiones que ordinaria­mente he oído o sentido contra m í han nacido de mi propia concien­cia, o del espíritu que se m e ha dado para p r o b a r m e 5 1 1 .

De aquí surgió en mí el deseo de pedir insistentemente al Al­t ís imo que me conceda la gracia de poder sentir desde ahora sus pala­bras y el arrepentimiento de mis pecados que nace de su Espíritu Santo. Con este fin decía: «Señor, Dios mío, hasta ahora has guarda­do silencio sobre mis pecados pasados y aun sobre mis defectos e imperfecciones presentes. Parece que hasta ahora no has dicho ni una sola palabra por boca de tu Espíritu a mi a lma y a mi corazón en materia de pecados, siendo así que de muchas maneras me has ense­ñado a hacer el bien y seguir tus consejos. Comienza ya desde el principio, y de manera nueva, a sugerirme inmediatamente, por tu Es ­píritu, palabras y sentimientos de verdadera y perfecta contrición, mueve por tu Espíritu mi a lma a llorar mis pecados, c o m o hasta aho­ra le concediste llorarlos por medio de otros espíri tus».

Este deseo lo sentí no porque m e viese ab rumado por el peso de mis pecados o porque me remordiese la conciencia, c o m o si no estuviese pacífica y tranquila, sino porque sentía en m í aquel más e levado espíritu de Dios, por el que deseaba renovarme con un nuevo sent imiento de mis pecados y del conocimiento del m i s m o Dios al que había ofendido con ellos.

28 de abril de 1543

300 . Otro día, al visitar al Maes t ro Pedro G e l d r e n s e 5 1 2 que estaba haciendo los Ejercicios completos , entendí mejor que nunca ,

511 Reconoce la paciencia del Espíritu Santo con él que ni le ha reprendido ni castigado por sus pecados. Ha sido su conciencia o el buen espíritu. Pide ahora que sea el mismo Espíritu Santo quien le conceda la gracia de la verdadera contrición. Es señal de verdadero crecimiento espiritual.

5 1 2 Pedro Canisio de la región de Gelderland (Holanda). Había tenido conoci­miento de Fabro por Alvaro Alfonso, que estudiaba entonces en Colonia, y por el prior de la cartuja de aquella ciudad.

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276 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

por a lgunas evidentes reflexiones, la importancia que t iene para el d iscernimiento de espíritus, ver si pres tamos más atención a los pen­samientos o locuciones interiores que al m i s m o espíritu que suele manifestarse en deseos y afectos, en la fortaleza de án imo o en la debil idad, en la intranquilidad o inquietud, en la alegría o tristeza y semejantes afectos espirituales. Por estas cosas se puede juzga r más fáci lmente del a lma y de lo que hay en ella, que por los mi smos pen­s a m i e n t o s 5 1 3 .

3 0 1 . Porque hay personas que por más ejercicios de oración y contemplación que hagan en los diversos ejercicios espiri tuales, apenas son capaces de dist inguir la variedad de los diversos espír i­tus. Les parece que les mueve s iempre un m i s m o espíritu, aunque unas veces más y otras menos . Exis te un medio eficaz para distin­guir esta diversidad de espíri tus, y es el proponer la elección de esta­do de vida; y luego en cada estado, los diversos grados de tender a la perfección. Y genera lmente cuanto más e levada sea la meta que le p roponemos a una persona, en el terreno de la act ividad de la fe, para esperar o creer o amar de manera que se apl ique a ello efecti­va y afect ivamente, tanto más fácilmente le das ocasión para exci­tar en 61 y ver la diferencia entre el espíritu bueno y el malo .

302 . E n personas piadosas, dadas a la devoción y alejadas del pecado , es fácil distinguir el buen espíritu del malo . Porque no sue­len tener pensamientos fuera de los l ímites de la verdad y bondad , ni afectos manif iestamente desordenados . Pero cuando a estas mis ­mas personas , por muy santas que sean, les induces a que se exami­nen sobre algún grado de perfección de vida o conducta dentro de su es tado, si es inmutable, o en otro más perfecto, será fácil ver en­tonces a uno y otro espíritu. A saber el que d a fortaleza y el que debilita, el que i lumina y el que ofusca, el que justif ica y el que mancha . En una palabra, el bueno y el contrario del b u e n o 5 1 4 .

513 Llega el momento de hacer la elección y es entonces cuando, de ordinario, aparecen con mayor relieve las mociones de los distintos espíritus. Habrá que dis­cernirlos cuidadosamente de manera que se pueda hacer la elección por el segun­do tiempo: «El segundo cuando se toma asaz claridad y conocimiento por experien­cia de consolaciones y desolaciones y discreción de varios espíritus» [176]. Según Fabro es mejor guiarse por las mociones de sentimientos y afectos que por los pen­samientos que tienen su origen en tales mociones.

514 Ha aprendido de Ignacio que en situaciones que exigen especial atención espiritual el orante es agitado por espíritus «contrarios», por el bueno o el malo. Si el ejercitante dijera que no es movido ni por el bueno ni por el mal espíritu habría que preguntarle cómo hace su oración y si es fiel a las normas que se le han dado para proceder bien en ella Cf. [6].

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 277

29 de abril de 1543

303 . El domingo quinto después de Pascua, noté a lgunas cosas cuyo orden y significado había visto yo, con bastante claridad, el viernes anterior. Esto era a propósi to de lo que se pide o se puede pedir en cada uno de los coloquios de los Ejercicios a lo largo de las cuatro semanas y según la materia correspondiente . En la pr imera semana, jus tamente se piden, de acuerdo con la mater ia de los peca­dos , aquellas tres gracias: la primera, el verdadero conocimiento y contrición de los pecados de la vida pasada; la segunda, el conoc i ­miento del desorden de la misma vida; la tercera, el conoc imiento y propósi to de una vida ordenada para el f u t u r o 5 1 5 .

En la segunda semana, teniendo en cuenta el fin de las con­templaciones de la vida de Cristo que es conocer le a Él para imitar­l e 5 1 6 , se piden, con razón, estas tres gracias en los coloquios , hablo s iempre de aquellos tres coloquios principales, a la Virgen, a Cristo y al P a d r e 5 1 7 : la pr imera es la abnegación de sí m i s m o ; la segunda es el perfecto desprecio del mundo ; la tercera, es el perfecto amor de servicio a Cristo nuestro S e ñ o r 5 1 8 . Porque muchos parecen estar de acuerdo con lo pr imero, el amor a Cristo, pero no se dan al ser­vicio de Cristo. Estos , con frecuencia, piensan mucho en Cris to, en sus virtudes y perfecciones, no sin consolación. Pero piensan muy poco en aquellas obras en las que Cristo desea que se ocupen sus ministros y que le sigan a Él. Y que donde Él es tuvo, estén el los; y un día estarán donde Él está a h o r a 5 1 9 .

En la tercera semana, que versa sobre la pasión, me parece a m í que muy acer tadamente se piden estas tres gracias, según la ma­teria: la pr imera es la compasión con Cristo por sus penas tempora­les; la segunda es compasión con Cristo por su pobreza y despojo de

515 Fabro ha dicho: «lo que se pide o se puede pedir». La tercera petición que pone aquí es distinta de la de Ignacio: «la tercera pedir conocimiento del mundo para que aborreciendo aparte de mí las cosas mundanas y vanas» [63].

5 1 6 Cf. [104]. 5 1 7 Cf. [63], [109], [147], [148], [159], [199]. 5 1 8 Refleja muy bien todo el espíritu de la segunda semana, más que la letra. Las

palabras; perfectos amor servitii y la explicación que sigue, nos recuerda la nota de la «Contemplación para alcanzar amor»; «(...) el amor se debe poner más en las obras que en las palabras» [230] y en la petición de esa misma Contemplación: «conoci­miento interno de tanto bien recibido para que yo, enteramente reconociendo, pueda en todo amar y servir a su divina majestad» [233]. Las obras del amor a Dios y a todo lo que Dios quiere que amemos son obras de servicio a Dios y al prójimo.

5 1 9 Cf. Jn 12,26; 14,3.

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278 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

todas sus cosas; la tercera es compasión por sus vituperios e igno­minias . Porque hay muchos que no saben sentir en su espíritu y m u c h o menos están preparados a sufrir en su cuerpo, tanta diversi­dad de males , compadeciéndose de Cristo.

En la cuarta semana, cuya materia es la resurrección y cuyo fin es conocer a Cristo glorioso y glorificado, se piden aquellas tres gracias que generalmente abarcan los bienes más excelentes: la primera, el amor de Dios y de Cristo; la segunda, el gozo perfecto en Cristo solo, la tercera, paz verdadera que tampoco puede darse sino en C r i s t o 5 2 0 .

2 de mayo

3 0 4 . En la vigilia de la Ascensión del Señor, m e sentí turbado y desolado, c o m o de costumbre, al considerar a lgunos males uni­v e r s a l e s 5 2 1 en los que me parecía que se oscurecía el servicio de Cristo no sólo en general sino aun en las cosas part iculares que yo debía hacer. M e sentí confortado en el espíritu por consideraciones contrarias y comencé a exper imentar la consolación. Se m e conce­dió poder ver que no menos había que huir de las consolaciones que se fundan en sólo los sentimientos prósperos reales o posibles , que de las desolaciones contrarias. Digo esto por su tendencia a termi­nar frecuentemente en exceso y porque la estabilidad del c o r a z ó n 5 2 2

se puede perder por la tristeza vana o por la alegría ligera, y a lgunas veces más por la propia alegría. Aunque para obrar bien ayuda más la mi sma alegría aunque vaya acompañada de alguna vanidad espi­ritual, que la tristeza que va mezclada de turbación y frustración.

Esta perturbación suele tener su origen en el mal espíritu aun­que termine en el bueno. C o m o la alegría contraria que suele tener su origen en el buen espíritu y terminar con el malo . C o m o el buen espíritu suele tomar ocasión de las cosas tristes para a t raemos a lo que es sól idamente bueno y d a m o s verdadera consolación haciendo desaparecer la falsa o vana alegría, así el enemigo suele tomar oca-

5 2 0 Fabro se expresa con alguna libertad al señalar la gracia que de manera precisa manda pedir Ignacio en la cuarta semana: «(...) gracia para me alegrar y gozar intensamente de tanta gloria y gozo de Cristo nuestro Señor» [221].

5 2 1 Que no dependen de la voluntad del hombre y están sobre sus propias fuerzas. 5 2 2 Stabilitas cordis, un nivel más profundo que los estados de ánimo más super­

ficiales bien sean de alegría o de turbación. A ese nivel de profundidad trataba de llegar Ignacio al discernir sus mociones cuando había de tomar una decisión importante como la de oponerse a que Francisco de Borja fuese elegido cardenal: «(...) en el tercero día me hallé en la sólita oración y después acá siempre con un juicio tan claro y con una voluntad tan suave y tan libre para estorbar (...)». Ignat. Epist. 284.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 279

sión de las alegrías para llevarnos a un falso gozo seguido después d e la t r i s t e z a 5 2 3 . Evítense o, mejor d icho, obsérvense los ex t remos de estos excesos o el principio o el fin de los mismos para conocer los espíri tus que sugieren, promueven, y llevan a término tales m o ­vimientos del a l m a 5 2 4 .

3 de m a y o de 1543

305 . El día de la Ascensión se me concedió comprender bien lo que es buscar a Dios y a Cristo fuera y por enc ima de todas las criaturas, y querer conocer lo a El en sí mismo. También se m e dio a entender algunas diferencias y sentirlas espir i tualmente entre el ver a la criatura sin Dios , la criatura en el mismo Dios , y a Dios en la mi sma criatura, o a Dios abstracción hecha de la c r i a t u r a 5 2 5 . L a ver­dadera subida de la mente y del espíritu consiste en que por el cono­cimiento de las criaturas y los afectos que ellas provocan subamos al conocimiento y amor del Creador, sin apoyamos de n inguna ma­nera en las mismas criaturas.

306 . En segundo lugar se ha de llegar al Creador en cuanto existe, vive y obra en las criaturas. Pero t ampoco hay que quedarse ahí, sino que hay que buscar a Dios en sí mi smo , separado y por enc ima de todas las criaturas, fuera y abajo aunque no excluido de ninguna criatura. Después vendrá el conocer en el m i s m o grado las criaturas, mucho más perfectamente que si se conocieran en ellas mismas , y aun más perfectamente de lo que son en sí m i s m a s 5 2 6 .

5 2 3 Tiene en cuenta los movimientos portadores de optimismo y alegría. No los discierne solamente con relación a sus contrarios de tristeza y turbación. Busca lle­gar a lo que proporciona la serenidad y la paz del corazón.

5 2 4 Cf. [333] y [334]. 5 2 5 a) Conocimiento de las criaturas sin Dios, es el de quien ve a las criaturas

sin relación a Dios lo que para Ignacio es ver las criaturas y amarlas de manera desordenada, b) Verlas criaturas en Dios es la visión de quien no puede ver ni amar las cosas en sí mismas sino que las refiere al creador y dador de ellas, c) Vera Dios en las mismas criaturas es cuando prevalece la atención a Dios a quien se acude antes que a las criaturas. En las Constituciones de la Compañía los modos b) y c) los formula así Ignacio: «(...) apartando cuanto es posible el amor a todas las cria­turas, por ponerle en el Criador de ellas, a Él en todas amando y a todas en Él, con­forme a su santísima y divina voluntad» Const. 288. d) Ver a Dios sin las criaturas es no conocer nada sino a Dios mismo.

5 2 6 Este conocimiento es tal que sobrepasa no solamente lo que el hombre puede conocer de las cosas sino también lo que conocería si, por un imposible, su conocimiento se identificase con lo que son las cosas. Hay una evidente progresión en los puntos de la Contemplación para alcanzar amor. No basta ver a Dios que exis­te, vive, habita en las criaturas [235]; trabaja por mí en todas las cosas [236]. Hay que buscar a Dios in se ipso et seorsum, supra omnem creaturam (non exclusus

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280 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Ojalá llegue pronto el momento en que no vea yo ni ame a nin­guna criatura prescindiendo de Dios, sino que, más bien, vea a Dios en todas las cosas, o por lo menos le reverencie. De aquí podré subir al conocimiento del mismo Dios en sí mismo y, por fin, ver en El todas las cosas para que El mismo sea para m í todo en todas las cosas eternamente.

307 . Para subir por estos grados hay que esforzarse en encon­trar a Cristo que es camino, verdad y v i d a 5 2 7 , en el centro de mi co­razón, es decir dentro y debajo de m í 5 2 8 , después encontrar le sobre m í 5 2 9 por med io de mi pensamiento y fuera de m í por los sent idos. Para esto hay que pedir que el Padre que se dice estar arriba, dé el poder; que el Hijo que en cierta manera puede decirse que está fuera por su humanidad, me dé la sabiduría; y que el Espíri tu Santo que , hasta cierto punto , puede decirse que está abajo, dentro de nosotros , m e dé la b o n d a d 5 3 0 .

Po rque de otra manera, ni nuestro interior podrá abrirse para que el corazón l impio vea dentro a Dios ; ni la parte superior de no ­sotros podrá elevarse para contemplar lo invisible de Dios , que está sobre todas las cosas; ni nuestros miembros podrán ser mort if icados para sentir a Aquel que está fuera de todo y sobre todo.

4 de m a y o de 1543

308. El día después de la Ascensión, como se celebrase la fiesta de la Santa Cruz, dije la misa en la iglesia de la santa Cruz, extra muros

tamen ab ulla creatura). Desde Él tenemos un conocimiento más perfecto de las cria­turas al ver que todos los bienes y dones descienden de arriba [237]. Hay un movi­miento descendente desde Dios hasta las cosas. No se las ve solamente como cria­turas de Dios. Son comprendidas en el acto de amor que las crea y que sobrepasa lo que ellas son en sí mismas. Las cosas serían vistas así de manera totalmente nueva. Esta experiencia la tuvo Ignacio de manera excepcional en la visión del Cardoner: «(...) y no que viese alguna visión, sino entendiendo y conociendo muchas cosas, tanto de cosas de la fe y de letras; y esto con una ilustración tan grande que le parecían todas las cosas nuevas». Autobiografía, 30.

5 2 7 Jn 14, 6. 5 2 8 Cf. (16) y (313). Cristo actúa por medio del Espíritu Santo que es la fuente

de la vida que viene de arriba y que surgiendo de lo profundo del corazón da lugar a una atracción desde dentro (Cf. (188) y (135). Este impulso interior inicia la subi­da al Padre.

5 2 9 Encontrar a Cristo sobre mí es ser elevado hasta Él que está sentado a la derecha del Padre.

5 3 0 Reconoce que está tratando de un don especial de Dios. Por eso lo pide con insistencia por el poder del Padre, la sabiduría del Hijo y la bondad del Espíritu Santo.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 8 1

531 Precisamente ese día Pedro Canisio celebraba el aniversario de su naci­miento, cumplía 22 años, e hizo voto de entrar en la Compañía de Jesús. Había na­cido el 8 de mayo de 1521. Cf. BRAUNSBERGER, I, 75.

5 3 2 Cf. [47].

de la ciudad de Maguncia, donde se conserva el recuerdo de los insig­nes milagros que tuvieron lugar en tiempos pasados. Uno fue el del crucifijo que allí se guarda y que fue hallado en el Rin flotando y subiendo río arriba. Otro es el de otro crucifijo que se conserva tam­bién allí, que al ser golpeado por burla y cortada la cabeza, derramó sangre que corrió por toda la imagen, como puede verse aun hoy día.

Al celebrar la misa sentí una excepcional devoción y gran dolor, de que los hombres se hayan olvidado ya de tales mi lagros . Por eso pedía al Señor que m e diese espíritu con el que , en nombre de todos , pueda yo reconocer tales beneficios suyos y que reciba Él los sent imientos de mi espíritu c o m o si fuesen de todos los de nues­tra C o m p a ñ í a y de cuantas personas piadosas he conocido a lguna vez; c o m o si todos ofreciesen este sacrificio de a labanza y acción de gracias y propiciación por estos y todos los otros semejantes y gran­dís imos beneficios de Dios . Hice voto de volver a esta mi sma igle­sia a lguna otra vez, antes de marcharme de Alemania para poder celebrar en el altar del pr imer crucifijo, el que fue encont rado flo­tando contra corriente en aguas del Rin.

8 de m a y o de 1543

309 . En la fiesta de la aparición de san Migue l A r c á n g e l 5 3 1 se m e ocurrió dar abundantes gracias por los beneficios concedidos a los mismos ángeles . D e manera especial, reconocía c o m o un gran beneficio el que los ángeles no hayan tenido las l imitaciones de los cuerpos humanos . Nuestras a lmas inmersas y met idas en las cárce­les de sus c u e r p o s 5 3 2 . De ahí que sean víct imas de diversos senti­mientos y contrariedades porque con frecuencia se sienten solicita­das e inclinadas al mal que no pueden sentir aquellas s imples natu­ralezas angél icas. M u y importante es para el bien de los mi smos ángeles el verse libres de la duplicidad y complej idad en el obrar. De donde se sigue que en su interior no haya habido división, aun antes de ser confirmados en el bien, aunque fuesen combat idos de varios espíri tus. El que de alguna manera es bueno lo es del todo.

310 . Pero en nosotros hay tanta variedad, que aunque por una parte parezcamos buenos, por otras muchas tendemos hacia el mal .

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2 8 2 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Ni la voluntad sigue con prontitud al entendimiento, ni, por el con­trario, el m i smo entendimiento sigue a la voluntad. Los mismos sen­tidos t ienden con mucha frecuencia hacia otra parte, y no a donde los l lama la razón. De aquí se sigue que el hombre no es tota lmen­te bueno o recto, aunque alguna parte sea buena y recta. Reconoc í también que al hombre se le han concedido grandes beneficios al estar dividido y ser inconstante y mudable en el obrar. Porque aun­que a lguna parte de él haya sido tocada por el mal y aun infectada, no por eso todo el hombre está perdido. Dígase lo mi smo si por algún t iempo piensa que no tiene solución. C o m o es mudable y fle­xible, su mal no es irremediable definit ivamente. Con frecuencia parece que la sensualidad toda ella está viciada. Pero la mi sma razón y el espíritu que se oponen, no están inficionados por el mal .

3 1 1 . Estas cosas no tenían lugar en los ángeles aun antes de que fueran confirmados en gracia. Por eso era grande el pel igro que tenían de caer y apostatar. Porque en cuanto se abrazasen al mal , por razón de su simplicidad, toda la naturaleza habría quedado inficio­nada, sin que hubiera lugar para que una parte consint iese y otra se opusiese . Era necesario que al momento toda la naturaleza fuera inundada del bien o toda ella estuviera p lenamente invadida del mal .

Por lo que a mí toca, s int iéndome tan inclinado al mal y rodea­do de tantas maldades de la carne, mundo y malos espíritus m e gozo m u c h o de que mi naturaleza no sea tan simple. Porque si lo fuera, pronto toda mi a lma sería agitada de algún mal espíritu y quedaría toda inficionada. En cambio ahora, aunque algún mal espíritu pene­tre, por e jemplo, en mi carne, o en mi entendimiento o en mi apeti­to, no por eso soy malo totalmente, porque puedo no querer todos los males y resistir a ellos con mi voluntad.

Es cierto que desearía verme penetrado totalmente del bueno y del mejor espíritu y estar enteramente en sus manos, y ser simple en todo, constante e inmutable. Pero, ya que me asaltan malos espíritus, y m e veo rodeado de pecados, y tengo el peligro de dejarme tocar por ellos, entonces prefiero no tener aquella simplicidad firme e inmuta­ble. Porque correría demasiado peligro de contagiarme todo en un momento , y en caso de caer, de que mi caída fuera irreparable.

312 . Bendi to sea Jesucristo nuestro Señor, encarnado y muer­to. Por su medio se nos ha concedido la capacidad de cambiar ante tantos males que nos vienen. Por su gracia a lcanzaremos la total s implicidad e inmutabil idad; los buenos en los bienes celestiales, los condenados , en los males . As í es c o m o los santos serán invadidos del m i smo sumo Bien al que , por toda la eternidad, estarán unidos ,

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 283

y los malos serán penetrados de la misma iniquidad a la cual esta­rán también unidos eternamente.

13 de m a y o de 1543

313. El día de Pentecostés tuve grandes deseos de que Dios me concediera por su Espíritu entender y querer espiritualmente las cosas del espíritu. Pedía que todo mi ser fuera espiritual: mi vida, mis senti­mientos y pensamientos. Sobre estas palabras tuve un gran sentimien­to. Veía que existe una grandísima diferencia entre las mociones divi­nas que pueden darse en el hombre según se refieran al espíritu vital, animal o r ac iona l 5 3 3 . Consideraba la diferencia que existe entre el sen­tir según la carne, o según el espíritu; existir en la carne o existir en espíritu: vivir en la carne o vivir en e sp í r i tu 5 3 4 .

A q u í ped í también con m u c h a insis tencia la gracia del Es ­píritu Santo para que mi ser, vivir y sentir sean l levados por este Espíri tu para que la salvación de mi a lma res ida en las profundi­dades que pe rmanecen abiertas al Espíri tu Santo . D e mane ra que p u e d a ve rme libre de sentir corpora lmente las cosas corpora les . Quie ro decir, sentir las c o m o pensamien tos o moc iones carna les , y es to en la m i s m a carne o en el cuerpo . Porque las cosas ve rdade­ramen te se sienten cuando se a lcanzan con el espíritu rac ional ­men te , sobre todo si se trata de real idades espir i tuales y suger idas por el Espír i tu S a n t o 5 3 5 .

314 . Aqu í noté también la manera con que tantas veces he sen­tido las cosas carnales a nivel de la carne y en la carne. A veces lo carnal se siente a través de la carne y a nivel de la c a r n e 5 3 6 . Otras

533 según la antropología medieval el espíritu vital se difunde a través del cuer­po por medio de la sangre y organiza la vida del hombre; el espíritu animal actúa como lazo de unión entre la sensación y la percepción; el espíritu racionales el prin­cipio del conocimiento y de la voluntad.

534 Sentir según la carne es sentir la inclinación hacia el mal (no se hace alu­sión a si se consiente o no). Sentir según el espíritu es gozar de la consolación. Exis­tir en la carne o existir en el espíritu hace referencia a un estado objetivo que puede ser espiritualmente pernicioso o, por el contrario, beneficioso, Vivir en la carne o vivir en el espíritu significa la tendencia de todo el hombre hacia el mal o el bien, sin la gracia o con ella.

535 Fabro pide aquí la gracia de que el Espíritu Santo penetre no solamente su espíritu racional sino también su espíritu vital y animal. sana, Cf. (316).

536 «Carne» significa aquí la naturaleza humana débil e inclinada al mal. Realida­des camales son impulsos instintivos, sensaciones, apetitos, necesidades que tienen lugar cuando la actividad de los sentidos no está ordenada espiritualmente.

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veces las real idades carnales se sienten en la carne por obra del mal e s p í r i t u 5 3 7 . En ocasiones, por obra del mismo mal espíri tu, las cosas carnales se sienten en el mismo espíritu vital, a n i m a l 5 3 8 y racional del h o m b r e 5 3 9 . A veces las realidades espirituales pueden ser com­prendidas bastante carnalmente por medio de un espíritu también bastante c a r n a l 5 4 0 . Por otra parte las real idades corporales pueden entenderse y conocerse también e sp i r i t ua lmen te 5 4 1 .

Hay que pedir insistentemente al Espíritu Santo que se d igne moderar todo espíritu en nosotros, tanto el espíritu en el que se nos comunica la vida, c o m o el que nos da el sentir, o aquel otro por el que tenemos los pensamientos y afectos. Y que esto se nos conceda hasta que l legue el t i empo feliz cuando veremos a Dios s iendo todo en todas las c o s a s 5 4 2 .

315 . Otro día, dentro de la octava de Pentecostés, sentí gran devoción en algunas reflexiones que me ayudaron a pedir los dones del Espíritu Santo. Pensaba en lo que lleva consigo el don o espíritu de entendimiento, el espíritu de sabiduría, el espíritu de temor, de ciencia, de consejo, de piedad, de fortaleza. Así mismo me venía un cierto modo de orar al Espíritu Santo por cuanto él procede del Pa­dre y por cuanto procede del Hijo54^. Igualmente en cuanto que es guía y santificador del alma de Cristo. Más aún, por ser aquél de quien Cristo ha sido concebido. Por ser quien enriquece con sus dones a la Virgen María, a los ángeles, profetas, apóstoles, mártires, confesores, monjes, vírgenes, personas castas, viudas etc. Por ser el destructor de las malas influencias de los demonios. Y por fin, por ser quien todo lo llena, en quien están, viven, y se mueven todas las c o s a s 5 4 4 .

Sent í que era una gracia extraordinaria contar con el favor de quien es principio interior, medio y fin de todas las cosas .

5 3 7 En este caso la sensación se hace «concupiscencia» y fuerte atracción mal­sana. Cf. (316).

5 3 8 El mal espíritu actúa en las tendencias más fundamentales de la vida y de la sensibilidad.

539 «,r£| espíritu racional define el nivel de pensamiento y de las intenciones; hay entonces consentimiento o atención refleja a estas cosas de la carne y del cuerpo». Cf. M. DE CERTEAU 350, nota 2 .

5 4 0 Cuando las disposiciones iniciales son buenas, pero no duran o conducen a hábitos buenos o cómodos más que a las inspiraciones del Señor.

5 4 1 Esto se da en las personas profundamente espirituales que se mueven en un plano puramente espiritual. Cf. (305) y (306).

5 4 2 Fabro invoca al Espíritu Santo para que invada de manera permanente todo su ser, ante tantas posibilidades de ser conducido por el espíritu del mal.

5 4 3 La frase en cursiva viene escrita en castellano en el original. 5 4 4 Cf. Hch 1 7 , 2 8 .

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 285

316 . H ice también a lgunas fervorosas oraciones al Espíri tu Santo . Deseé gozar s iempre de su protección, más aún, ser c o m o él es, y vivir y sentir y pensar de un m o d o contrario a los malos es ­píri tus; es decir contra toda clase de malas influencias que pueden y quieren ejercer sobre nosotros, c o m o son malos pensamientos , ma­los afectos, fuerzas ocultas, mal ignidades y alientos con el fin de lle­varnos a actuar mal y a exper imentar más el m i smo mal . Porque son muchos las daños que los malos espíritus pueden hacer a los mis ­mos cuerpos. D e ellos nos libra el Espíritu Santo por sí m i s m o y por los buenos espíritus angél icos.

20 de m a y o de 1543

317 . El día de la excelentís ima y Sant ís ima Trinidad tuve un gran deseo de que esta fiesta se celebrase con mayor solemnidad, porque es la fiesta de las tres divinas P e r s o n a s 5 4 5 , que son lo más d igno que se puede pensar y creer.

Ped í en mi oración que todas mis fuerzas, todo mi ser y todo mi poder fueran reforzados por el Padre ; y que toda luz y claridad, orden, adaptación y entendimiento práct ico fueran dir igidos por el Hijo, una vez expulsados sus contrarios; y que todos los afectos, de­seos, apeti tos, inclinaciones y formas a c c i d e n t a l e s 5 4 6 fueran purifi­cadas por el Espíritu Santo, y expulsadas todas las malas influencias de la carne y del espíritu.

318 . Al pensar y comprender bien, por la fe, c ó m o Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, está fuera de todo y dentro de todo, y por todo, y en todos n o s o t r o s 5 4 7 , sentí gran devoción y le pedí que se dignase darme gracia para buscarle y hallarle de todas estas maneras .

Aqu í noté y sentí por qué dec imos que Dios es omnipotente . Queremos decir que es tan grande que puede dar el ser a todo lo que por sí, o de cualquier otra manera, es posible , sea corporal o espiri­tual; o más en general , todo lo que puede existir c o m o substancia o accidente, de forma simple o compuesta .

Es tuve discurr iendo acerca del orden en que hay que subir de las cosas imperfectas a las más perfectas. Y pr imero pensaba en los accidentes , cuya perfección se puede colegir y ordenar a partir de

5 4 5 El Papa Juan XXII aprobó la fiesta de la Santísima Trinidad para la Iglesia universal en 1334. Fue muy popular en Francia y Alemania.

5 4 6 Forma substantialis es lo que constituye el ser; forma accidentalis lo que completa y determina al ser.

5 4 7 Sobre las relaciones entre Dios y el hombre Cf. (161) y (307).

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286 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

los sujetos a los que , por su naturaleza, han de estar unidos . En se­gundo lugar pensaba en la materia de las cosas corporales . Tercero, en las formas sustanciales de los seres inanimados corrupt ibles . Cuar to en las formas celestes. Quinto , en las formas de los seres ani­mados corruptibles, c o m o las plantas y los animales . Sexto, en los compues tos inanimados y en los vegetales corruptibles. Sépt imo, en los compues tos celestes, es decir los cielos corpóreos . Octavo , en los seres an imados desprovistos de razón. Noveno , en el a lma racio­nal. Déc imo , en el hombre mismo. Undéc imo , en el ángel . Y sobre todo esto, en Dios s iempre bendito, Padre, Hijo y Espíri tu Santo , tres en cuanto a las personas y uno en la sustancia, perfectísima de todas las maneras .

22 de m a y o de 1543

319 . El martes después de la fiesta de la Santísima Trinidad, al rezar maitines, sentí una gracia que nunca antes había experimentado tan intensamente, aunque, con frecuencia, había sentido el deseo de tenerla. Consistió en que mi mente, con más firmeza y estabilidad que de costumbre, se elevó hacia la vista de Dios que está en los cielos.

Otras veces sentía más devoción al entender las palabras o sen­tir alguna moción del espíritu que ayudaba a la compunción de mi a lma y me hacía entrar en devoción. Pero ahora fue una elevación en lo más alto del a l m a 5 4 8 que me hizo percibir la presencia de Dios como está en su templo del cielo. Y así comencé a desear y a hacer un decidido propósito de querer y buscar, en adelante, que se aumente esta gracia para rezar vocal y mentalmente. M e parecía, con todo, algo difícil poder dirigir mi mente hacia el mismo Dios. Pero tenía gran esperanza de que la gracia había de confortar mi alma.

320. Más fácil me parecía fijar la mente en t iempo de oración o en el crucificado como si estuviera delante de m í 5 4 9 , o en la Virgen Madre, o en alguno de los santos. Comprendí que es muy necesario que quien ora vocal o mentalmente, tenga presente estas tres cosas: primera, traer a la memoria la persona a quien se dirige la oración; segunda, el significado de las palabras utilizadas en la oración; terce-

5 4 8 En una terminología excepcional Fabro, como los místicos, habla del «apex mentís». Los místicos renanos hablan de la «punta fina del alma». Es la culminación de la renovación interior que viene experimentando desde diciembre de 1542, gra­cia trinitaria y más simple.

5 4 9 «Imaginando a Cristo nuestro Señor delante y puesto en Cruz (...) cómo de Criador es venido a hacerse hombre etc.» [53].

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 8 7

550 Tactus et commotus son dos aspectos de la misma gracia; el uno pasivo y el otro activo.

ra, el espíritu para sentir las cosas afectivamente. Así que, para una perfecta oración, se ha de tener presente en la memoria el trono de majestad de Dios Padre, y hasta El se ha de elevar la memoria misma. En el entendimiento habrá que tener la ilustración de la sabiduría del Hijo, por quien todo se entiende. Y en la voluntad y corazón al Espíritu Santo, sin el cual nada se siente interiormente.

Que Dios Padre y Jesucristo nos concedan la gracia de poder llegar a esto creciendo de día en día. Mientras tanto, hemos de esfor­zarnos todo lo posible, comenzando por partes, por llegar a lo más alto. As í podremos progresar, con mayor facilidad, en otras aspira­ciones más modestas .

M e pareció que era muy conveniente tener todo esto en cuen­ta. Pude ver que, hasta ahora, yo no había ejercitado la parte supe­rior de mi alma, lo más elevado de mi entendimiento para tender hacia lo alto. M á s bien la había tenido hasta ahora vuelta e inclina­da hacia lo más bajo, es decir hacia la consideración de mis flaque­zas, de mi carne y de mi espíritu.

3 2 1 . L a inteligencia que tuve sobre esta mater ia el mar tes des ­pués de la fiesta de la Trinidad, debo reconocerla c o m o venida de la m i s m a Sant ís ima Trinidad. Son reliquias de aquel la fiesta que he de guardar en lo más profundo del alma.

Por esto, con todo derecho debes determinar te a atribuir todo el aprovechamien to de cada año al día de la Sant ís ima Trinidad. D e ella depende el fruto de todos los bienes recogidos en el año y el fin de todos los provechos de tu a lma y de la edificación de tu t e m ­plo que has de preparar c o m o morada santa y mans ión e te rna de esta Sant ís ima Trinidad, a la cual van dirigidas todas las so lemni­dades de los mister ios de Cristo y de todos los días festivos y d o ­mingos del año.

2 4 de m a y o de 1543

322 . En la fiesta del Sant ís imo Cuerpo de Cristo Jesús, Señor nuestro, tuve varias ilustraciones y conocimientos sobre la celebra­ción de esta fiesta, y sobre su adoración y sobre la comunión .

Durante la procesión del Corpus fui tocado de distintas m a n e ­ras y movido550 a devoción viendo todas las cosas que se empleaban para el ornato y celebración de esta procesión.

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288 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Gocé mucho con la concurrencia de tantos hombres que de tantas maneras contribuían a la a labanza de Cristo. En suma, m e sentía aficionado a aquel culto externo. En este cul to todos pueden poner algo: su trabajo, sus cosas, sus afectos o gestos del cuerpo. Y en este m i s m o culto todos nuestros sentidos pueden ejercitarse cor-poralmente , pueden ayudar los medios mecánicos , y los miembros del cuerpo pueden trabajar de manera digna.

Al l í puede haber cantos de voces humanas o diversidad de ins­t rumentos fabricados por los hombres . Los campesinos traen hier­bas y ramas y con ellas hacen guirnaldas. D e distintas formas cola­boran también los artesanos. De donde se sigue que todos los hom­bres pueden también corporalmente emplear sus miembros en honor de quien los han r e c i b i d o 5 5 1 .

323 . Ese mi smo día sentí gran devoción y buena disposición para ofrecerme totalmente al culto de Cristo. Ofrecía mi memor ia , entendimiento y voluntad y los cinco sentidos exteriores y todo lo demás que hay en m í para glorificarlo y prestarle culto. En segundo lugar, para servirle y obedecerle para mi propia santificación, Y en tercer lugar, para que por Él y por su amor, pueda ejerci tarme y emplea rme en provecho del p r ó j i m o 5 5 2 .

324 . Se m e concedió también desear, en cuerpo y alma, imitar a Cristo corporalmente en estas dos cosas: que m e pueda consumir y gastar en hacer buenas obras por El ; y que pueda yo ejerci tarme en padecer, en todo o en parte, c o m o Él padeció en todos sus miem­bros, por mí y por todos , hasta morir en c r u z 5 5 3 .

31 de m a y o de 1543

325. El día de la octava de la misma fiesta del Corpus, se m e con­cedió, al sentir grandísima devoción y angustia por mis defectos, pedir la gracia de que, en adelante, se me perdonen todas las penas mereci-

5 5 1 La devoción particular de Fabro al Santísimo Cuerpo de Cristo se ensancha y contribuye de manera especial a su gozo cuando ve que todavía es venerado este sacramento y de cuan diversas maneras se han movido las personas para contribuir al esplendor de la fiesta. Nadie ha quedado indiferente.

5 5 2 Del culto litúrgico pasa Fabro al culto y ofrecimiento espiritual de toda su per­sona: memoria, entendimiento, voluntad, sentidos exteriores. Todo a gloria de Dios y provecho del prójimo.

553 [_a comunión eucarística le lleva a la comunión en el sacrificio de Cristo en la cruz. Son sentimientos que le vienen con frecuencia en la misa al llegar a la comu­nión. Cf. (124) y (142).

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 289

das por mis pecados, debidos a los malos hábitos o a malas inclinacio­nes o a otras tentaciones que provienen de la propia concupiscencia.

326. Vi también de qué manera tan admirable quiere Cristo que la Iglesia, su esposa, se sienta impulsada, con ocasión de este venera­ble sacramento, a la veneración de su cuerpo y de su s a n g r e 5 5 4 . Porque, creyendo que bajo aquellas especies está el cuerpo del Señor y también su sangre, nos ejercitamos en la fe de lo inv i s ib le 5 5 5 . Creemos que el cuerpo está realmente presente bajo las especies de pan, y creemos que Cristo está presente con todo lo que Él es, y que ha tenido lugar la tran-substanciación del mismo pan. Creemos que, bajo las especies de vino, está la sangre de Cristo y que su cuerpo y su alma están presentes con­juntamente con toda la plenitud de la divinidad y que ha tenido lugar también la transubstanciación del vino.

Además nos ejercitamos de varias maneras en los actos de culto a este sacramento, no sólo en espíritu e interiormente, por la fe y la devoción, sino también por los actos cultuales externos, co­m o si el Señor estuviera visiblemente presente en aquel lugar.

Por ú l t imo, nos ejercitamos en nuestra santificación tomando tal a l imento para la sustentación de nuestras a lmas , para su fortale­c imiento , i luminación, consolidación y total percepción de los teso­ros celestiales.

327 . Bastante desgracia tienen los que no quieren tr ibutar a este sacramento el honor que harían a la mi sma persona h u m a n a de Cristo. Porque nos ha dejado a nosotros lo m i s m o que dejó a los apóstoles en la úl t ima cena. A ellos se les dio el cuerpo que , poco después , se iba a entregar para ser crucificado. N o muer to , porque el cuerpo de Cristo no se entregaba muer to , sino vivo.

10 de j u n i o de 1543

328. El domingo cuarto después de Pentecostés, al ir a decir misa, pedí la gracia de que mi alma y espíritu se viesen libres de los malos espíritus de los demonios y de los malos espíritus de los hombres.

5 5 4 «Toda la Iglesia se une a la ofrenda y a la intercesión de Cristo. Encargado del ministerio de Pedro en la Iglesia, el Papa es asociado a toda la celebración de la Eucaristía en la que es nombrado como signo y servidor de la unidad de la Iglesia uni­versal. El obispo del lugar es siempre responsable de la Eucaristía, incluso cuando es presidida por un presbítero; el nombre del obispo se pronuncia en ella para significar su presidencia la Iglesia particular en medio del presbiterio y con la asistencia de los diá­conos. La comunidad intercede también por todos los ministros que, por ella y con ella, ofrecen el sacrificio eucarístico». Catecismo de la Iglesia Católica 1992, n. s 1.369.

5 5 5 Cf. Heb 11,1.

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290 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Por ahí vine a entender que hasta ahora, con frecuencia, he tenido turbaciones y, sobre todo, desolaciones al pensar en los malos espíri tus de los hombres , quiero decir, en la mala disposición de los hombres que me salían al encuentro de manera sospechosa, pensan­d o yo que estos mismos hombres , movidos por el mal espíri tu, po­nían t rampas a mi a lma y espíritu al fijarse en mis carencias espiri­tuales y humanas .

M e sentía muy débil para luchar contra estas malas intenciones imaginadas . Porque m e parecía mucho más l levadero si todos los hombres empleasen todas sus fuerzas corporales en la persecución de mi cuerpo, que si uno solo, l levado de su mal espíritu, se esfor­zase en perseguir las debil idades de mi alma. As í que invocaba pro­tección para mi alma. Entonces pude entender muchas cosas sobre las persecuciones que sufrimos de parte de los malos espíri tus de los demonios y de los hombres .

329 . Noté y ponderé mi continuo tormento desde que conocí Alemania, pensando en la apostasía de esta nación. N o quiera Dios que tenga lugar realmente lo que tantas veces he ponderado en mi ánimo, no movido, es verdad, por el buen espíritu, sino por el espíri­tu de la desconfianza que me ha combatido tantas veces. Porque he llegado a pensar que tenía que desistir de hacer fruto, escapando pri­mero en espíritu, y abandonando después, la misión que m e ha sido confiada en esta región r e n a n a 5 5 6 . Ojalá que la tibieza de los hombres malos, verdaderos o imaginados, su frialdad, malicia y defectos dejen de invadir mi a lma y espíritu, de por sí ya pobres, fríos y deficientes. Ojalá termine ya esta inestabilidad mía que ha hecho que ahora m e parezca todo próspero y que prosperará todavía más, y después dé todo por perdido y que se perderá todavía mucho más.

3 3 0 . N o sucedería esto si yo no supiese tanto sobre las causas y ocasiones de las que nacen y crecen estos males . Pero yo he sido

5 5 6 No es Fabro persona de pocos arrestos o que se hunda con la carga de la mi­sión que la obediencia le ha confiado en Alemania. Sí puede pasar por fases, por otra parte normales, unas veces de exaltación y entusiasmo y otras de cierto cansanciocon tentaciones de desaliento. No desconocía Ignacio lo difícil que podía hacerse a los suyos la «misión»: «Y porque buenos y letrados se hallan pocos en comparación de otros, y de los pocos los más quieren ya reposar de sus trabajos pasados (...)». Const. 308. Fabro no es de los que quieren «reposar». Véase lo que escribe a los estudiantes jesuítas de Coimbra en diciembre de 1544: «De suerte que será menes­ter para quien está en obediencia, nunca asentarse para reposar en ninguna parte, ni en obras particulares sujetas a la obediencia (...) digo reposar de tal manera que se quitase la prontitud de cuanto impide la obediencia» FM 285.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 291

meticuloso en buscarlas y examinarlas y darles muchas vueltas. H e medi tado escrupulosamente en la fuerza del pecado y en las mane ­ras de equivocarme y c a e r 5 5 7 . .La experiencia de las debi l idades y defectos ajenos ha añadido también nuevas preocupaciones a estos conocimientos míos . D e donde se ha seguido que yo haya pasado por alto no pocas cosas de las que se refieren a la virtud y a los b ie­nes que Dios ha sembrado en los hombres . Si estos bienes se vieran con ojos sencillos y no malos , encontrar íamos mayor paz. Y si estos bienes así descubiertos se fomentasen, el fruto sería m a y o r 5 5 8 .

21 de jun io de 1543

331 . En la fiesta de san Albano que se celebra so lemnemente en Magunc ia el 21 de jun io , dije la misa en el altar mayor de la igle­sia de san Albano sobre el que están expuestas varias reliquias de cuerpos de santos, además del cofre que contiene el cuerpo de este bienaventurado mártir. Exper imenté gran devoción al considerar las largas peregrinaciones de este márt ir que, en t i empo de los arr íanos, vino a mori r aquí por los m a g u n t i n o s 5 5 9 .

557 f£ S u n gran conocedor y analista de las causas de tanta decadencia espiri­tual en Alemania. Está al tanto de las fluctuaciones de Carlos V, y de sus desave­nencias con el rey católico Francisco I. Ha tenido una información privilegiada sobre el procedimiento seguido en los coloquios con los protestantes, gracias a sus estre­chas relaciones con los responsables de los mismos, por parte católica. Carácter observador y reflexivo ha informado puntualmente a Ignacio y a los compañeros de Roma sobre lo que podía esperarse de tales discusiones, que, en su opinión, era muy poco. Siempre fue partidario, como hemos visto de comenzar por la reforma de las costumbres.

558 u n a señal de crecimiento espiritual es el no dejarse Influir por los defectos ajenos. Más aún, llegar a comprenderlos, excusarlos y perdonarlos y a fijarse más en lo mucho bueno que hay en las personas. Baltasar Alvarez, antes de ser lleva­do a un especial don de oración dice que se sentía muy afectado por los defectos de sus subditos: «Por la estrechura de mi corazón, dábanme pena las faltas de los otros que estaban a mi cargo y pensaba que era buen gobierno traerlos podridos para que se enmendasen (...)». Cambia de actitud y se le ensancha el alma cuan­do se le concede una oración más elevada: «Aquí recibí alivio en el gobierno, sin que me llevase tras sí; lo cual es obra de una voluntad libre y desembarazada, en­tre muchos cuidados pasar sin ningún cuidado. (...) Y las faltas ajenas me mueven a compasión y veo que era impaciencia mía traerlos podridos, y que es menester sufrirlos, mirando poco a ellos y mucho a Dios». Camilo M a ABAD y Faustino BOADO; El P. Baltasar Alvarez de la Compañía de Jesús. Escritos espirituales. Colección «Espirituales españoles», Universidad Pontificia de Salamanca. Ed. Juan Flors, Barcelona 1961, 208-210.

5 5 9 San Albano, sacerdote, fue martirizado en Maguncia durante el imperio de Teodosio. Había venido a Maguncia con san Teonesto y cooperó con el obispo Áureo en la lucha contra el arrianismo. Cf. M. DE CERTEAU 361, n. B 2.

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332 . Con esto m e an imaba y llegué a tener esperanza de hacer gran fruto en este t iempo de herejías luteranas que amenazan con hundir a toda Alemania . Estas herejías no son otra cosa sino un ale­j amien to de la Iglesia Catól ica para que cada uno , fuera de la ense­ñanza de la madre , haga impunemente , crea y hable lo que q u i e r a 5 6 0 , de manera que pueda decirse que los herejes de estos t iempos son los d o c t o r e s 5 6 1 de la separación y del retroceso.

Quiera Dios mover a los hombres en sentido contrario para que , con hechos y palabras, enseñen la verdadera unión, la vuelta a la dis­ciplina de la Iglesia y al progreso de todas las virtudes cristianas.

2 4 de j u n i o de 1543

3 3 3 . El día de San Juan Bautista, antes de la misa , sentí gran devoción y ped í la gracia de poner orden en m í mismo , en todos mis asuntos, ejercicios, y en las cosas de mi espíritu. Deseaba , sobre to­do , ser grato y aceptable a mi Dios por gracia de Jesucristo nuestro Señor. Segundo , que yo pueda hacer d ignamente lo que es propio de un sacerdote, orar, ofrecer el santo sacrificio, medi tar e tc . En tercer lugar que las ocupaciones que tengo con los prój imos, las pueda hacer de manera conforme a la divina voluntad, bien se trate de tra­bajos con mis compañeros o con cualesquiera otros. En cuarto lugar, pedía una gracia especial para la dirección de aquellos a los que , a lguna vez, tendré yo que instruir.

3 3 4 . Cons iderando que Juan Bautista fue un mode lo de peni­tencia y que señaló a Cristo con el dedo, sentí a lgunas cosas que ayudan m u c h o a entender la doctr ina de los Ejercicios sobre el peca­do . C ó m o es necesar io averiguar allí lo que es hacer peni tencia y no desear inmedia tamente las lágrimas de compunción . Hay que bus­car pr imero y probar los distintos modos de hacer peni tencia exter­na, aunque el fin sea la compunción del corazón hasta der ramar lágr imas de dolor. M u c h o s suelen quejarse de n o tener compunc ión

5 6 0 Semanas antes, el 18 de mayo, había escrito a su primo Claudio Perissin, que comenzaba a observar la vuelta de algunos luteranos a la doctrina católica que habían abandonado y añadía: «Comienzo a caer en la cuenta de que las herejías de estos tiempos no son otra cosa sino falta de devoción, de humildad, de paciencia, castidad y caridad» FM 202.

5 6 1 La palabra «doctores» va aquí cargada de cierta ironía. Para poder ense­ñar era necesario estar en posesión del título correspondiente expedido por una uni­versidad. Ahora estos herejes que se han apartado de la Iglesia Católica se consi­deran libres para creer y enseñar lo que se les antoja.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 293

de corazón y no han tenido paciencia para probar la compunc ión de la carne a la que no quieren a t o r m e n t a r 5 6 2 .

335 . Dios retrasa los dones más perfectos y los mi smos frutos finales, para que aprendamos a buscar pr imero dones menores y los medios para alcanzar los fines. Algunos no desean otra cosa sino sent imientos espiri tuales, es decir, del a lma, y quisieran exper imen­tarlos también en su corazón. D e ninguna cosa necesi tan más que de la p a c i e n c i a 5 6 3 u otra virtud cualquiera cuya falta no echan de m e ­nos y no la sienten. Dios quiere, sobre todo, que seamos dueños de nuestra a lma, pero solamente lo seremos a base de paciencia, según aquellas palabras: «Con vuestra paciencia poseeréis vuestras al­m a s » 5 6 4 . Quien no posee su propia a lma por la paciencia ¿cómo va a poseer a Dios por medio de la consolación sensible?

2 6 de j u n i o de 1543

336 . El día de los santos mártires san Juan y Pablo , después de levantarme por la mañana, exper imenté una gran gracia para d ispo­ner mi corazón para el rezo del oficio y sin admitir afectos ext raños c o m o tristezas o alegrías. Mientras me vestía y u l t imaba otras cosas necesarias que preceden al rezo del oficio, m e recogí por comple to para desear ún icamente rezar bien, a tentamente y con devoción. D e manera que pude advertir que de este deseo m e entraba en el cora­zón una buena moción: el temor de no poderme mantener en aque­lla disposición. Es to m e duró hasta después de la misa. Tuve deseos de seguir s iempre este mi smo c a m i n o 5 6 5 .

5 6 2 El mismo Ignacio se encargó de moderar, más tarde, los deseos de sus ejercitantes de hacer penitencias excesivas. En las reglas para «sentir y conocer las varias mociones que en el alma se causan», habla de algún modo conveniente de hacer penitencia cuando se está en desolación Cf. [319]. En la décima adición expo­ne así la tercera razón por la que se puede hacer penitencia: «tercero, para buscar y hallar alguna gracia o don que la persona quiere y desea; así como si desea haber Interna contrición de sus pecados, o llorar mucho sobre ellos etc. [87]

563 Hay que saber esperar. No se llega al «fruto final» sin paciencia. De pocas cosas necesita tanto el espiritual como de la paciencia. Ignacio dirá que «el que está en desolación trabaje de estaren paciencia» [321]. Y santa Teresa: «Tengo para mí que quiere el Señor dar muchas veces al principio, y otras a la postre, estos tor­mentos (...) que se ofrecen para probar a sus amadores (...) antes que ponga en ellos grandes tesoros. Y para bien nuestro creo que nos quiere su Majestad llevar por aquí, para que entendamos bien lo poco que somos; porque son de tan grande dignidad las cosas de después, que quiere por experiencia veamos antes nuestra miseria» Vida 11, 11-12.

5 6 4 Le 21,19. 565 Fabro cuida los detalles del rezo del oficio y de su misa. Son frecuentes las

gracias recibidas en las primeras horas de la mañana y cuidadosamente anotadas

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294 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

3 3 7 . Observé aquí que sería bueno que nuestro corazón estu­

viera s iempre con alguna tristeza, por verse pr ivado de la asistencia

d ivina y de la i l u s t r a c i ó n 5 6 6 especial que lleva consigo la consola­

ción, o de la f o r t a l e z a 5 6 7 inherente a la presencia de Dios . En esto

parece que hay un ejercicio permanente , en poder sentirse uno a

veces pr ivado de la visión y gozo divino, o en poseer los . L o pr ime­

ro es verdadera condenación; lo segundo, la plenitud de la gloria.

338. La misa de este día la ofrecí por el a lma de aquel devo­

tísimo y docto varón L a n s p e r g i o 5 6 8 , de la orden de los cartujos, cuyo

favor imploré con grandes deseos. En la misma misa, al hacer m e m o ­

ria de los difuntos, sentí que debe ser para mucha gloria de Dios y de

los santos que un alma se vea libre de las penas del purgatorio.

339 . Comprend í que librar así a un a lma es de gran ayuda tam­

bién para los vivos. En el purgatorio el a lma está, de a lguna mane ­

ra, b loqueada para poder contribuir a nuestra salvación y a la gloria

Hoy ha visto claro que en el rezo del oficio divino es preferible verse libre de alegrías o tristezas, lo que supone un profundo silencio interior como disposición necesaria para la escucha provechosa de la Palabra. La experiencia de hoy le ha durado hasta después de la celebración de la misa. Tiene por buena consolación el temor de per­der la p a z y el silencio interior que ahora experimenta.

566 E n | 0 S Ejercicios no menciona Ignacio las «ilustraciones divinas» al hablar de la consolación espiritual [316] aunque sí de su contrario la «oscuridad del alma» [317] como síntoma de la desolación. En carta a Francisco de Borja del 20 de sep­tiembre de 1548 hace alusión a otras nuevas manifestaciones de consolación espiri­tual: «(...) gozo y reposo espiritual, lágrimas, consolación intensa, elevación de men­te, impresiones y iluminaciones divinas». Ignat. Epist. II, 236.

=67 Ignacio ha puesto de relieve en carta a Teresa Rejadell, 18 de junio de 1536, la fortaleza que tiene su origen en la consolación divina: «(...) con esta divina conso­lación todos trabajos son placer, y todas fatigas descanso. El que camina con este fervor, calor y consolación interior, no hay tan grande carga que no le parezca ligera; ni penitencia ni otro trabajo tan grande, que no sea muy dulce». Ignat. Epist. I, 104.

5 6 8 Juan Justo Lansberg (1489-1539), nació en Baviera, ingresó en la Cartuja de Colonia en 1509; fue prior de la Cartuja de Vogelsang en 1530 y vuelve a Colonia en 1534. Allí muere cinco años más tarde. Fue autor de numerosas y célebres obras. Cuando escribe Fabro eran ya conocidas Vita servatoris nostri Jesu Christi, 1529; Pharetra divini amoris, Colonia 1532.; Enchiridion militiae Christianae, Colonia 1538, donde insiste sobre todo en la oración y «la vuelta al corazón». Ciertamente Fabro había leído el prefacio a Insinuationum divinae pietatis libri II de santa Gertrudis, Colonia 1536. (Cf. (22) y M. DE CERTEAU 364, nota. 4). Lanspergio es considerado como uno de los precursores de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús en el si­glo XVI. Contemporáneo de Lutero, escribió dos opúsculos apologéticos en alemán contra los reformadores. En ellos expone la verdadera espiritualidad evangélica y la excelencia de las órdenes religiosas. (Cf. AA. VV., Un itinerario de contemplazione. Antología di autore certosini. Edizione Pauline, Milano 1987,408-413. Pedro Canisio lo recordará con cariño en su Testamento espiritual: «Vivía entonces Juan Justo Lanspergio, gloria ilustre de la Orden de los cartujos, autor de numerosas obras espirituales, padre venerable (...) con el que habíamos vivido en el tiempo de nues­tra juventud». BRAUNSBERGER I, 37.

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de Dios . Todos los bienaventurados, en cambio , cuando están ya en el cielo, procuran intensamente que Dios y Cristo su Hijo, sean g lo­rificados por todos los habitantes del cielo. Procuran también que en la tierra aparezca la gracia de Dios por Jesucristo para la paz de las a lmas de los vivos. Las dos cosas vienen expresadas en el h imno angélico: «Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hom­bres en quien Dios se c o m p l a c e » 5 6 9 .

3 4 0 . O t ro día, den t ro de la oc tava de San Juan , al oír la c o n ­fesión genera l d e c ier ta persona , m e v ino una gran luz sobre lo q u e es tener miser icord ia con los pró j imos v ivos y d i funtos . D e m a n e r a que , p e n s a n d o en estas cosas , c o m e n c é a de r r amar lágr i ­m a s . Sin e m b a r g o , pod ía pres tar a tención a la confes ión d e mi pen i ten te . C o m p r e n d í t ambién , re f lex ionando sobre es to , qué m e ­d io m á s eficaz sería, para a lcanzar la mise r icord ia de D ios con noso t ros , que nosot ros m i s m o s fuésemos mise r i co rd iosos , y q u é fácil ser ía que Dios nos c o n c e d a g ra tu i t amente sus dones , si n o s o ­tros nos en t r egamos g ra tu i t amente a Él , con todas nues t ras cosa s . Si e je rc i tamos las obras de miser icord ia corpora les con los pró j i ­m o s 5 7 0 , D ios será miser icord ioso con noso t ros con obras c o r p o ­ra les y espi r i tua les .

3 4 1 . Pero más eficazmente merecemos de Dios la misericordia espiritual, si nos ejercitamos en obras de misericordia espirituales. As í sucede que algunos, demasiado ocupados en su oración, no encuen­tran a veces la consolación espiritual que quisieran porque no se muestran espiritualmente misericordiosos con los prójimos. Pero otros, de tal manera procuran, solamente por Dios, la salvación de los prójimos, que aunque poco buscan, encuentran a Dios sumamente propicio, no sólo para el perdón de los pecados, sino también para recibir varios beneficios de Dios. Por eso me vino un gran deseo de exhortar a todos a que pongan mayor cuidado en las obras de miseri­cordia. Y que si alguno quisiera tener a Dios muy propicio, y que no tenga en cuenta el rigor de la justicia, debe mostrarse bondadoso y propicio con todos y no demasiado exigente y s e v e r o 5 7 1 .

5 6 9 Le 2,14. 570 i _ a s obras de misericordia corporales, socorrer a los pobres, visitar y ayu­

dar a los enfermos etc. en un tiempo de grandes calamidades y escasez, contribuye­ron, aunque insuficientes, en no pequeña medida, a aliviar las necesidades de los más pobres.

571 Estos sentimientos de Fabro reflejan bien lo que todos alababan en su comportamiento habitual.

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296 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

29 de j u n i o de 1543

3 4 2 . El día de los apóstoles Pedro y Pablo dije la misa por un amigo . Se m e concedió el don de esperar de la miser icordia divina, por intercesión de la Virgen y de estos apóstoles, que pudiera reci­bir a lgunas gracias que pensaba yo que le iban a ser muy necesar ias . También , al medi tar en los misterios de la vida de Cris to , y consi­derar más a tentamente su derramamiento de sangre y la abundancia de sus tormentos y operaciones oré de esta manera : «Señor Dios omnipotente , te ruego, por los méri tos de aquella sangre de r ramada hasta la tierra, que le concedas a esta persona la gracia que pido para ella, de manera que no se pierda tanta abundancia que aún no está, por decirlo así, totalmente aprovechada».

M e imaginaba a lgunas gotas de la sangre de C r i s t o 5 7 2 , los sufrimientos particulares en a lguno de sus miembros , a lgunas de sus palabras , hechos , signos, tormentos o sudores, hambre , sed, y dese­os de su humanidad , y oraba a Dios Padre de esta manera: «Oh Dios mío , nadie te ha pedido que estas cosas se le apliquen a sí m i s m o c o m o medic ina y salvación. Que se apl iquen para lo que yo te p ido, de manera que no pueda decirse que no han sido aprovechadas , des­pués de haber real izado un bien tan grande».

343 . Muchas de las palabras de Cristo no llegaron a entrar en los oídos del a lma de nadie , y quizás ni aun en los del cuerpo . Aún son más las que fueron oídas, pero no entendidas; muchís imas fue­ron entendidas , pero no fueron captadas por el interior del cora­z ó n 5 7 3 ; f inalmente fueron más todavía las que , percibidas por intui­ción del corazón, nunca llegaron a ser puestas en práctica.

Pero es oficio de los apóstoles y de los discípulos de Cristo y de sus seguidores que cuanto Cristo es, y cuanto es de El, por Él y en Él,

5 7 2 La devoción a la sangre de Cristo, símbolo de su amor, estaba muy exten­dida gracias a la «mística afectiva» de san Bernardo, san Francisco, santa Gertrudis, san Buenaventura, beata Ángela de Foligno y santa Catalina de Siena, Aunque dio lugar a algunas exageraciones y leyendas, se mantuvo a un nivel de seria y piado­sa devoción.

5 7 3 El camino de la oración es un camino hacia el corazón. La palabra de Dios se escucha con el corazón: «Dame, señor un corazón que sepa escuchar» (1 Re 3, 9). El camino comienza por la lectura atenta de la Palabra. Sigue la meditación o re­flexión, lo que los antiguos llamaban triturar, rumiar la palabra, o también, pisarla como la uva en el lagar. Un corazón que escucha es un corazón «silencioso»: «El murmullo de tus palabras no puede ser oído sino en un profundo silencio» (Guigo II). Pero un corazón silencioso es «un corazón distante y libre de todo amor sensible a cualquiera criatura de manera que tú ames las criaturas sólo en Dios y por Dios» (Lanspergio). Cf. Un itinerario de contemplazione... 139, 142.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 9 7

5 7 4 El apóstol ha encontrado en el interior de su corazón a Cristo. Podrá ahora procurar con diligencia que otros lo encuentren para su salvación.

5 7 5 En el número siguiente profundiza Fabro, por medio de los sentidos espiri­tuales, en la fealdad de sus inmundicias corporales. Ignacio invita al ejercitante a ponderar su «corrupación y fealdad corpórea (...) mirarme como una llaga y poste­ma, de donde han salido tantos pecados y tantas maldades y ponzoña tan turpísi-ma» [58]. Es un gran don de Dios. Así se ven los místicos que en ocasiones acuden a otros símbolos y se «sienten» como cloaca hedionda. En el presente número pre­tende que experimentemos cómo Dios recorre sus «sentidos» por toda nuestra feal­dad y miseria.

y que cuanto le pertenece y fue ordenado para su gloria por el Padre, es oficio suyo, digo, que busquen todo esto con grandísima diligen­cia, lo piensen, lo sientan, lo imiten, alaben y difundan. Para que no se pierda nada de lo que ha sido hecho para nuestra s a lvac ión 5 7 4 .

30 de j u n i o de 1543

344 . E n la conmemorac ión de San Pablo tuve una gran luz para sentir de qué manera la fealdad de nuestra a lma ofende los ojos de nuestro Creador; su mal olor ofende el olfato; su amargor, el gusto; su excesiva frialdad o calor, el t a c t o 5 7 5 .

L a fealdad y deformidad se ven, sobre todo en los pecados de lujuria y carnales, es decir, los que se cometen por afecto a la p ro­pia carne o ajena. El mal olor proviene del mal nombre y mala fama. Del hombre de vida escandalosa, suele decirse que no sólo huele mal delante de los hombres , sino también delante de Dios . Y m u c h o más ante Dios que ve todo antes, mucho más y mejor que los hom­bres . El amargor e insipidez que disgustan a Dios , nacen de la ira, soberbia, envidia y odio. El tacto divino se ofende con la pereza con que los hombres enfrían sus buenas acciones y con la avaricia o con­cupiscencia de los bienes temporales .

345. Examine el hombre en sus sentidos internos y fácilmente verá que ofende los ojos de su a lma con la fealdad de sus inmundicias corporales, de su lujuria y gula. Sentirá también su mal olor si piensa que se tiene de él mala opinión. Si se fija además en la ira, cólera, envidia y en su soberbia, se amargará y sentirá que él mismo es amar­go e insípido. Insípido por la soberbia, amargo por las otras pasiones de la ira o envidia. Cuando sintiere su aspereza y avaricia notará ense­guida que le hiere al tacto de su espíritu la demasiada frialdad por no aficionarse a las cosas buenas o por el demasiado calor que le impide apartarse de las preocupaciones por las cosas temporales, o del amor

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298 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

hacia ellas. Tendrá otras dos sensaciones en el tacto, la demasiada co­modidad que le mantiene inactivo y la demasiada dureza que le impi­de el ser penetrado por las cosas divinas.

Pruébese a sí m i smo el hombre , sobre todo aquel que quiere comer el pan del cielo, que es el a l imento y vida de toda el a lma y del cuerpo y recreo y glorificación de todos los sentidos.

Por nuestra parte debemos esforzamos en l legar a ser manjar de Cristo y a l imento que Él pueda digerir, t ransformándolo en su cuerpo míst ico, haciéndonos varones perfectos y miembros úti les del m i smo cuerpo míst ico. Por eso hemos de procurar no causar re­pugnancia a n inguno de los sentidos de Cristo.

3 de j u l i o de 1543

3 4 6 . Después de la fiesta solemne de la Visitación, tuve una vez un gran deseo de la gracia de poder conocer c laramente en todas mis obras la voluntad de Dios, buena, agradable, p e r f e c t a 5 7 6 . Po r eso recibí una gran consolación cuando pude comprender , con cla­ridad, el m o d o de proceder para la solución de cierto asunto.

4 de j u l i o de 1543

3 4 7 . El día de la dedicación de la catedral de Magunc i a tuve gran devoción. Todo lo que oraba o sentía, o reconocía, lo hacía en nombre de aquellos a quienes part icularmente tenía en mi memor ia . Veneraba a Cristo en mí c o m o si yo representase a mis hermanos , amigos , parientes. Igualmente veneraba las reliquias de los santos expuestas en el altar y lo hacía también en nombre de otros, princi­pa lmente de aquellos que yo sé que desearían gus tosamente poder estar ante estas mismas reliquias. Deseaba también con toda mi a lma que los santos que están ya en el cielo, adorasen, honrasen y glorificasen a Dios y le diesen gracias en mi nombre y de todos los que es tamos en la tierra, con el espíritu que ya poseen.

5 de j u l i o de 1543

3 4 8 . L a víspera de la octava de los apóstoles Pedro y Pablo , al anochecer, sentí buenos deseos para mí, para mis compañeros , para

576 Cf. R o m 1 2 , 2 .

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 2 9 9

mis parientes, y, en general , para muchos otros de los que m e acor­daba entonces. Sent í también un vivo y gran deseo de pedir a Dios que se dignase aceptar todos aquellos deseos c o m o si los mismos , por quienes yo los sentía, los sintiesen ellos y pidieran lo m i s m o que yo pedía para ellos. Suplicaba además a Dios que m e hiciese vica­rio de Cristo, sobre todo en la misa que tenía intención de decir.

6 de j u l i o de 1543

349 . El d ía d e la octava, al entrar en la iglesia, tuve gran devo­ción al tomar el agua bendita. Pedía a Dios Padre que cuanto aque­lla agua contenía de bendición, santificación, y fuerza se m e aplica­se c o m o lavado del alma, aspersión de bendiciones y defensa con­tra mis enemigos i n v i s i b l e s 5 7 7 ,

350 . Al volverme hacia la imagen del crucifijo para orar a Cris to, sentí una viva ilustración que nunca antes había sentido, sobre la util idad de las imágenes que son representaciones de per­sonas que por ellas se nos hacen presentes . Por eso ped í con gran devoción a Dios Padre que se dignase apl icarme a m í la gracia de la presencia de Cristo y hacerlo presente en mi alma, según la virtud representativa que tienen las imágenes de los santos, para los pia­dosamente creyentes y fieles c a t ó l i c o s 5 7 8 . Es to se m e confirmaba al vo lverme hacia la imagen de la Virgen, y al verla, deseaba que la b ienaventurada Virgen estuviera muy presente en mi a lma.

3 5 1 . En la misma iglesia donde m e encontraba, deseé con gran devoción que se me concediera un don de oración mayor, porque es, precisamente en el templo donde Dios, según su promesa, escucha mejor la oración de sus f i e l e s 5 7 9 . Brevemente, sentí entonces que es grande la eficacia de todos estas c o s a s 5 8 0 no sólo por la devoción que

5 7 7 Del Padre procede toda purificación y santificación. Los sacramentales, en este caso el agua bendita son «signos sagrados, instituidos por la Santa Madre Iglesia, con los que imitando de alguna manera los sacramentos, se expresan efec­tos, sobre todo espirituales, obtenidos por la intercesión de la Iglesia. Por ellos los hombres se disponen a recibir el efecto principal de los sacramentos y se santifican las diversas circunstancias de la vida». Catecismo de la Iglesia Católica, n . s 1.667.

5 7 8 La devoción de Fabro a las sagradas imágenes viene reforzada como reac­ción a la iconoclasia protestante. Por eso hace alusión a «los piadosamente cre­yentes y fieles católicos». Ignacio señaló en los Ejercicios: «alabar (...) asimismo imágenes y venerarlas según que representan» [360].

5 7 9 Cf. 2 Cro 7,12-16. 5 8 0 Todas estas cosas son: las imágenes que representan a Cristo, a la Virgen, a

los santos; el agua bendita, la Iglesia Catedral de Maguncia, sus lámparas, sus reli­quias (347), (continúa escribiendo durante la octava de su dedicación); las palabras de

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300 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

m e inspiraba la fe, sino también, y principalmente, por los planes d e Dios , por sus palabras y por el sentido de la Santa Madre Iglesia.

352 . Puesto de rodillas humi ldemente ante el Sant ís imo Sa­cramento expuesto , sentí gran devoción al considerar que allí está rea lmente el cuerpo de Cristo y que, por consiguiente , es taba tam­bién toda la Trinidad de m o d o maravi l loso, distinto del q u e está en otras cosas y en otros lugares. Porque otras cosas c o m o las imáge­nes , el agua bendita, los templos , nos proporcionan una presencia espiritual de Cris to, y los santos y poderes espiri tuales. Pe ro este sacramento hace que bajo aquellas especies, esté rea lmente Cris to y todo el poder de Dios . Sea bendito el nombre del S e ñ o r 5 8 1 .

3 5 3 . Ese mi smo día de la octava de los apóstoles , al recordar las gracias y beneficios d e Dios , pude sentir en mi a lma una especie de queja que nunca había sentido. M e parecía que , por gracia de Dios , y de muchas maneras , se me concedía una gran abundancia de paz interior, pero que yo respondía mal a esta gracia de Dios exte-r iormente , quiero decir, en obras de caridad.

En t iempos y a l e j a n o s 5 8 2 no conocía mis defectos, ni interiores ni exteriores, y lo mismo m e sucedía con la gracia de Dios que en­tonces no la exper imentaba ni dentro de mí , ni fuera de mí , es decir, ni en mis obras interiores, ni en las exteriores.

Sucedió que , más tarde, se m e concedió la gracia y la paz que ella trae consigo. E n este t iempo me preocupaba solamente de mi interior que m e parecía sin sentimientos, mientras que sentía las

Dios y el sentido que da la Iglesia a todo lo que contribuye al culto divino. Recordemos la resonancia que tuvo en Fabro el esplendor de la fiesta del Corpus (322), (323): luces, cantos, música, retama y romero traídos del campo y esparcidos por las calles por donde iba a pasar la procesión con el Santísimo, la delicada mirada al interior de las personas que han puesto lo mejor de sí mismas para el mayor realce de la fiesta. Fabro es todo lo contrario de un orante hierático o superficial. Los detalles más peque­ños le ayudan a elevarse en su contemplación. Aquí nos dice que en esta manera de orar ha recibido una «oración de mayor calidad», maior virtus orandi.

581 Fabro que acaba de señalar algunos «signos» de la presencia espiritual de Dios: agua bendita, imágenes, templos, se pone en adoración ante el Santísimo Sa­cramento expuesto, donde Cristo está presente y la Santísima Trinidad, de «modo maravilloso». Bajo «aquellas especies está presente Cristo y todo el poder de Dios». Cf. Mysterium fidei 56: «La Iglesia ha dado y continúa dando este culto de adoración que debe al Sacramento de la Eucaristía también fuera de su celebración».

582 Describe aquí tres etapas de su vida espiritual. Hubo un tiempo sin ningún discernimiento. «No experimentaba la gracia de Dios ni dentro ni fuera de mí». Tampoco caía en la cuenta de mis defectos. Puede referirse a los años de su infan­cia. Si bien ya entonces tuvo sentimientos de gran devoción (Cf. (2)) no distinguía el paso de Dios por él con las distintas mociones divinas, ni caía en la cuenta de su posible resistencia a las mismas, por sus defectos.

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fatigas del cuerpo y de la m e n t e 5 8 3 . Más tarde, por una gran miseri­cordia de Dios se m e concedió ver que descanso demas iado en mi Dios y en la caridad del prój imo, pero que fallo m u c h o en la ejecu­ción y en el buen uso de tantos y tan buenos talentos.

Quiera Dios que yo no encuentre demas iado pronto tanta paz en m í mi smo , en lo que se refiere a las malas incl inaciones y a la frialdad espiri tual. Digo demasiado pronto, es decir, antes de haber­m e ejercitado de mil maneras en la victoria de m í m i s m o y en la lucha que t iene lugar en el propio cuerpo, contra los demonios y para ext inguir las malas i nc l i nac iones 5 8 4 .

3 5 4 . Otro día, dentro de la octava de la V i s i t a c i ó n 5 8 5 , recordé las distintas necesidades de los hombres : pobreza, angust ias , turba­ción, advers idades , opresiones. Sent í entonces que se apoderaba de m í un gran deseo de perseverar en la consideración de las miserias de los vivos y muertos y de poder orar s iempre por ellos, mante­niendo, c o m o M o i s é s 5 8 6 , las manos levantadas mientras ellos lu­chan y padecen o se esfuerzan por conseguir a lgo bueno , para lo que necesi tan la ayuda de otros.

Para obtener esta gracia ofrecí a Dios el santo sacrificio si­guiendo sus oraciones. Y cuando llegué a las palabras: «Orad her­manos» , sentí un deseo vehemente de que los presentes orasen por m í adver t idamente . Y porque muchos no suelen poner di l igencia en estas cosas , se m e concedió desear que los ángeles custodios de los allí presentes orasen por mí, supliendo las deficiencias de los hom­bres a ellos c o n f i a d o s 5 8 7 .

583 p U e d e referirse a sus tiempos de estudiante en París. Recordándolos, escri­be el 12 de mayo a los jesuítas que allí estudiaban ahora. Les habla de las ventajas que tienen ellos sobre él. «Vosotros tenéis ya determinado el fin al que dirigís vues­tros estudios (...) de manera que teniendo ya el principio, de donde dependen todas las sabidurías (...) teniendo etiam la verdad de los medios, sabéis dónde vais a parar después de vuestros estudios. Y por tanto no es posible sino que descansar podáis, no solamente cuando lleguéis al fin de vuestros estudios, pero también (...) en medio de los estudios, así como reposadamente llegasteis a ellos (...) Nosotros pensábamos que las letras nos habían suficientemente de enseñar su principio y su fin, y junta­mente qué medio son en sí. Así que no llevando la verdadera inteligencia de lo que es principio, para bien comenzar, ni lo que es verdadero fin, donde se debe firmar la áncora de nuestras intenciones, no era posible menos, sino en los medios andar sin orden y sin quietud no sabiendo por la verdad de las letras tomar lo bueno, que ense­ñan, antes tomar por fin lo que era medio y el fin por medio». FM 103-104.

5 8 4 Cf. Ef 6,12. 5 8 5 El 7 ó el 8 de julio. 5 8 8 Cf. Ex 17,11. 5 8 7 En la Eucaristía tiene presentes las angustias y sufrimientos de los hom­

bres. Como no es fácil que los asistentes a misa tengan sus mismo sentimientos, a pesar de invitarles con el «Orad, hermanos», acude a los ángeles custodios de los presentes y, como en otras ocasiones, se siente acompañado por ellos.

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302 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

3 5 5 . El m i s m o día sentí c laramente y reconocí que los que quieren dilatarse en Dios , elevarse, extenderse, ser consolados , ser enr iquecidos , deben pr imero ejercitarse bien y ser p robados en lo que rea lmente son; en su carne y en su espíritu, refrenarse, humi­llarse, angust iarse, llorar, empequeñecerse etc. Por la mortificación de la propia carne y abnegación del propio espíritu podrán l legar a la posesión de Dios . Hay que entrar por la puerta estrecha. Esta puerta, si la cons ideramos en cada uno , es el camino que conduce al corazón. Los que vuelven a él entran en la verdad y la vida. El cora­zón es lo pr imero que es an imado en el hombre y lo úl t imo que es abandonado . Conviene que , poco a poco, vo lvamos al corazón con toda nuestra a lma sensitiva y r a c i o n a l 5 8 8 , para que, recogidos y uni­dos en él, podamos pasar a la vida indivisible y espiritual que está escondida en Dios con Cristo.

9 de j u l i o de 1543

356 . El día de la octava de la Visitación de la bienaventurada Virgen Mar ía reconocí, de nuevo, la gracia que se me concedió en tal día, al profesar el modo de vivir según el Instituto de la Compañía de J e s u c r i s t o 5 8 9 y tuve mucha luz para pedir que se me conceda la gra­cia de ir creciendo en todo según los votos de este Instituto.

Q u e por el voto de castidad, tenga yo mi cuerpo lavado y l im­pio con agua p u r a 5 9 0 ; que por el voto de pobreza, pueda verme libre de todas las ambiciones humanas , pr incipalmente de la ambición de poseer r iquezas; que por el voto de obediencia me convier ta en un instrumento apto para emprender con dil igencia toda obra buena.

588 ,<E| corazón, en la antigua acepción de la palabra, no se identifica con la inteligencia discursiva con la que razonamos; ni tampoco con la sensibilidad con la que nos volvemos hacia el otro; ni con la afectividad superficial. (...) El corazón es algo mucho más profundo en nosotros, es el núcleo más profundo de nuestro ser, la raíz de nuestra existencia. (...) Encontrar el camino hacia el propio corazón es lata-rea más importante del hombre. (...). En busca de un espacio que todavía no cono­ce, el hombre es un peregrino en busca de su corazón, de su ser más profundo (...) Cada uno, según la feliz expresión de san Pedro en su primera carta (3, 4), lleva consigo el «hombre oculto en el fondo de su corazón». (...) Dios nos habla en el corazón. En él recibimos un nombre nuevo y misterioso que sólo Él conoce y que será nuestro nombre en la eternidad de su Amor. Pero todavía no hemos llegado. Nosotros solamente estamos en camino hacia nuestro corazón. El mundo maravi­lloso que nos espera bien merece un continuo esfuerzo». Cf. ANDRÉ LOUF, Seigneur, apprends-nous á prier. Bruxelles 1979, 24-25. El famoso abad clsterciense recoge una gran tradición espiritual-contemplativa que Fabro no desconoce.

589 Sobre la profesión de Fabro, cuyo aniversario ahora recuerda, Cf. (23 y (45). 5 9 0 Cf. Ez 36,25.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 303

Quiera Jesús que yo sea limpio, libre y fiel en cualquier oficio que se m e ha confiado o se me pueda confiar en adelante. Limpio en el cuerpo y fuera, libre en lo interior de mi espíritu, y fiel en las o b r a s 5 9 1 .

13 de j u l i o de 1543

357 . El día de san Anacleto, papa y mártir, cuando me d ispo­nía a salir para el monaster io de los Hermanos de San Agust ín a decir misa, pensé en algo que m e ayudó a ofrecer la misa por la in­tención del prior de aquel convento . Y es que pude comprender que hacer algo en nombre de aquel prior, es c o m o hacerlo por un discí­pulo de san Agust ín .

D e aquí m e vino a la mente y deseé que todo lo que yo pudie ­ra hacer por el prior de algún convento, lo tenía que hacer c o m o si se tratase de un discípulo del fundador de su orden, por e jemplo, de san Agustín, san Francisco, santo Domingo , san Beni to , san Ber­nardo y lo m i s m o de los fundadores de monjas .

Si esto lo hiciera por alguno de los demás religiosos, que yo lo haga, y sea aceptado, como hecho a un discípulo del discípulo. En cuanto a los Generales de aquellas órdenes, yo deseaba compor tarme con ellos como si fueran, en realidad lo son, vicarios de tales santos.

358 . M e sucedía lo mi smo con los obispos . Deseaba ver en el obispo de Roma, que es el S u m o Pontífice, al Vicario de Cris to, su sucesor y lugarteniente. Y a los demás obispos, c o m o vicarios de los otros apóstoles de Cristo, y c o m o si ellos fuesen los mi smos após­toles de Cristo. A los sacerdotes c o m o si fuesen discípulos del mis ­m o Cristo, porque ellos son vicarios de los d i s c í p u l o s 5 9 2 . A los diá­conos y d e m á s ministros c o m o discípulos de los apóstoles y de los discípulos de Cristo. Porque los diáconos de nuestros t iempos son c o m o sucesores y vicarios de los discípulos de los apóstoles .

As í el S u m o Pontífice debe ser respetado por m í y por todos los crist ianos c o m o si fuese la persona de Cristo encarnado, en cuanto el m i s m o Cristo es la Cabeza de la I g l e s i a 5 9 3 , Sacerdote y Principal P a s t o r 5 9 4 pr íncipe de los pastores, de cuya plenitud todos

5 9 1 Al día siguiente escribe al prior de la Cartuja de Colonia y le dice: «(...) mu­chos y aun casi todos nosotros mucho antes y con mayor anhelo apetecemos la per­fección de nuestro interior que la del exterior» VÉLEZ, Cartas... 1 8 3 .

5 9 2 Alusión a la teoría de que los sacerdotes son los sucesores de los setenta y dos discípulos.

5 9 3 Col 1 , 1 8 . 5 9 4 1 Pe 5 , 4 .

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304 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

hemos r e c i b i d o 5 9 5 y Adminis t rador de las gracias, dones y virtudes y de todos los bienes del Nuevo Testamento.

3 5 9 . El Emperador del imperio c r i s t i a n o 5 9 6 , debe ser honrado

y respetado c o m o ministro del Dios Alt ís imo cuanto a la j u s t i c i a 5 9 7 ;

y c o m o brazo del poder de Cristo, en cuanto Cristo es el Señor de

los s e ñ o r e s 5 9 8 . Y, puesto que todas las cosas han sido somet idas a

Cris to y puestas bajo sus p i e s 5 9 9 , aunque en estos t iempos haya to­

davía muchas que no lo están; y porque a Cristo le ha sido dado todo

poder en el cielo y en la t i e r r a 6 0 0 , s igúese de aquí que , sin la autori­

dad del Vicario de Cristo que es el S u m o Pontífice, no puede haber

ningún emperador cristiano.

Dos son ahora las personas que representan, en cierto modo , a Cris to: el S u m o Pontífice y el sumo rey, es decir, el Emperador ro­m a n o 6 0 1 . Aquel representa a Cristo sacerdote, profeta, pontífice, pastor y minis t ro de toda dispensación divina; éste a Cris to rey y dominador que t iene potestad de regir con m a n o d u r a 6 0 2 . Pero , pues ­to que esta autoridad que ya era suya, la reconquis tó Cristo con su pasión y obediencia, de aquí se sigue que debe estar somet ida al Pontif icado de Cristo. A esto hay que añadir, aunque no se compren­da fácilmente, que el Sumo Pontífice, en lugar de Cristo es el sumo adminis t rador de la misericordia y de la gracia y de los ocultos ju i ­cios sobre las c o n c i e n c i a s 6 0 3 . Mientras que el Emperador adminis ­tra la just ic ia de Dios . Aquel representa, de a lguna manera, a Cristo humi lde que vivió en carne mortal y mur ió etc. Este representa a Cris to omnipotente que resucitó y reina en los cielos y vendrá a j uz ­gar a vivos y muer tos y al mundo por el f u e g o 6 0 4 .

595 j n 1,16. 596 Ahora el Emperador Carlos V. 597 cf. Rom 13, 4. 598 cf Ap 19,16. 599 Cf. 1 Cor 15,27. 6 0 0 Cf. Mt 28,18. 601 Fabro ha ido a Colonia donde pasará los meses de agosto y septiembre. Del

17 al 20 de agosto estuvo en Bonn. A petición de la Universidad coloniense, se entre­vistó con Carlos V. y con el nuncio Poggio apremiándoles para que apoyasen a los cató­licos, desorientados porque el arzobispo von Wied había tomado partido por los protes­tantes. Es fácil que estas reflexiones sobre la potestad del Papa y del Emperador las haya escrito a raíz de su visita a Boon.

602 cf. Ap 19, 15; Sal 2, 9. 603 r£| fuero interno de la confesión. 604 Fabro sigue la opinión entonces común en los medios romanos. El Papa,

vicario de Cristo, tiene un poder universal que él delega en el Emperador en cuanto a lo temporal. Por una parte admite los derechos del Papa sobre el nombramiento del Emperador y, según parece también sobre el ejercicio de su poder. Por otra par-

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 3 0 5

360 . Otro día, al pensar que me distraía en la oración, m e vino a la mente pedir el auxil io de la gracia de Dios . Para alcanzar esto mejor, se m e ocurrió que Cristo Jesús nuestro Señor, mientras estu­vo en esta vida mortal , s iempre vivió apartado (distractus) de la glo­ria celestial en cuanto al cuerpo. Desde el instante de su concepción su cuerpo era capaz de la gloria, ni tuvo obstáculo n inguno en sí mi smo ni mancha ni indisposición por la que fuera necesar io que pr imero muriese . Sino que hubiera podido ser glorificado y recibir las dotes corporales de la gloria que después recibió, c o m o pudo verse en la Transfiguración.

Oraba, pues, por los méritos de este alejamiento (distractio) de Cristo de su gloria, que se m e concediera remedio contra mi dis­tracción espiritual. Encontré en ello gran consuelo .

Se m e ocurrieron también varias consideraciones sobre las dis­tracciones de la bienaventurada Virgen María. N o la tuvieron sepa­rada de la gracia, de la cual s iempre es tuvo llena, sino de la gloria del cuerpo y del alma, no teniendo ningún impedimento por el peca­do original ni por pecado alguno actual. Es tuvo también distraída o apartada de la vista de aquel Salvador que después concibió el la misma, al que dio a luz y al imentó. Tuvo también otras distraccio­nes porque no son cosas que se tengan pr imero y después se pier­dan, sino que son obstáculos que impedían y retrasaban, a Cris to en cuanto al cuerpo, y a la Virgen en cuanto al cuerpo y al a lma, el al­canzar la gloria perfecta de Dios . Y a la mi sma Virgen y a la mayor parte de los santos se les retrasó el cumpl imiento de varios de sus deseos a los que se daban prisa por l l e g a r 6 0 5 . D e manera que no podían ser saciados hasta que apareciese la gloria de D i o s 6 0 6 .

3 6 1 . En otra ocasión, el día que rezaba el oficio de los santos márt ires Proceso y Mart iniano, comencé a reflexionar con algún provecho sobre las cinco llagas de Cristo. Esto m e sucedió al tener delante de mí una imagen del crucificado. Pensaba que las llagas de las manos y de los pies m e avisaban de que teníamos que poner mucho e m p e ñ o en progresar en buenas obras y en buenos deseos . De manera que trabajemos di l igentemente en obras y afectos, sin

te, la tarea de la Iglesia está circunscrita al fuero interno, a la administración de los sacramentos (administración de la misericordia y de la gracia). Teoría, la de Fabro, ecléctica: «antigua» y «moderna». Cf. M. DE CERTEAU 377, nota 7.

6 0 5 Cf. (335). 606 cf . Sal 16,15. Hablamos de distracciones cuando en la oración no podemos

o no queremos aplicarnos a la oración que estamos haciendo. Con lo cual se nos retrasa lo que vamos buscando. Por extensión se puede decir que Cristo hombre sufre también los retrasos que le alejan de su gloria.

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306 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

t emer los sufrimientos en nuestro caminar y peregrinar a p i e 6 0 7 . He ­mos de vivir de tal manera que en nuestras manos y pies se vean las huellas de los trabajos, como dice Pablo de todo su cuerpo: «Llevo sobre mi cuerpo las señales de J e s ú s » 6 0 8 .

362 . Con relación a la llaga del costado observé que había sido hecha después de la muer te de Cristo. Una vez que se había cum­plido t o d o 6 0 9 y que se habían acumulado todos los méri tos de Cris­to , su sangre, mezclada con agua, fue derramada por n o s o t r o s 6 1 0 , y l levó consigo el precio de los méritos de Cristo. Nos enseña también que si nosotros no mor imos , no podremos gustar aquellos dones interiores que conducen a la perfecta salvación de nuestros corazo­nes . Pr imero , antes de su muerte, se nos abrieron las fuentes de los tesoros de sus manos y pies, y después de su muerte , los tesoros de su cos tado derecho y de su corazón.

L O V A I N A . Octubre 1543 - Enero 1544

363 . Por este t iempo me mandó la obediencia salir de C o ­

l o n i a 6 1 1 para ir a P o r t u g a l 6 1 2 . M e preparé para este viaje en el mes

de sept iembre. L legué a A m b e r e s 6 1 3 y, al no poder embarcarme , fui

a Lovaina y ca í enfermo de t e r c i a n a s 6 1 4 . Por eso hube de quedarme

allí cerca de dos meses .

364 . U n o de aquellos días de mi enfermedad sentí gran seque­

dad. M e veía c o m o alejado de D i o s 6 1 5 . Entonces tuve una idea con­

soladora, pues comprendí aquellas palabras: «Estaré a su lado en la

d e s g r a c i a » 6 1 6 .

607 Cf. (47). eos Gal 6,17. 609 Cf. Jn 19,28. 610 Jn 19,34. 6 1 1 No ha hecho ninguna alusión en RR.EE. a su estancia en Colonia. Sobre su

trabajo apostólico allí, Cf. Introducción 71-73. 612 D e Colonia sale para Amberes con intención de embarcarse para Portugal.

El rey Juan III quiere que acompañe a España a su hija, la infanta María, que va a contraer matrimonio con el príncipe Felipe, futuro rey de España. Era también una buena manera de intentar la entrada de la Compañía de Jesús en España.

613 1 3 de octubre de 1543. 6 1 4 El 18 de octubre. Terciana: "Calentura intermitente que repite al tercer día.

Variedad de paludismo. Se usa, generalmente, en plural». DRAE. 6 1 5 El alma, en la desolación, se siente como «separada de su Criador y

Señor» [317]. 616 sa l 90,15.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 307

Al día siguiente, intentando dormirme, había dormido muy poco

durante siete días a causa de la enfermedad, comencé a pensar y a dar

vueltas a las palabras: «En paz, todo a una, yo me acuesto y me duer­

m o » 6 1 7 . El día siguiente sentí un gran dolor de cabeza y comencé a

pensar en la cabeza de Cristo coronada de espinas. Esto me hizo de­

rramar lágrimas de compunción y desear que mi cabeza estuviese junto

a la cabeza de Cristo coronada de espinas para poder sufrir con Él.

C O L O N I A . Enero-jul io 1544

1 de enero de 1544

365 .E1 día pr imero del año 1544, fiesta de la Circuncisión reconocí , con gran devoción, que Cristo había recibido por nosotros la señal de la circuncisión y, de esta manera , había sido tenido por uno cualquiera del pueblo jud ío . Entonces nació en m í un gran deseo de pedir a Dios estas dos cosas: primera, que en este día reci­biera yo en mi alma, c o m o gracia de Dios , a lguna señal de verda­dera circuncisión de manera que yo pudiera ser contado entre los hombres del pueblo de Dios ; segunda, que, desde este momen to , se pueda inscribir mi nombre en el libro de la vida.

366. Después de la fiesta de los Reyes de este año se desistió de mi viaje a Portugal y volví a Colonia. Para Portugal salieron Francisco de Estrada, el Maes t ro Andrés de O v i e d o 6 1 8 , Don Juan de Aragón, y otros nueve a los que habíamos g a n a d o 6 1 9 en Lovaina para el Señor por Jesucristo. Estos fueron: Maes t ro Pedro Fabro de H a l l 6 2 0 , Maes t ro H e r m e s 6 2 1 , Maes t ro J u a n 6 2 2 , Maes t ro Maximi l ia -

6 1 7 Sal 4,9. 6 1 8 Andrés de Oviedo, había entrado en la Compañía en junio de 1541. Cf. FN

I, 601 , nota 35. Los breves datos que siguen sobre los enviados a Portugal los he tomado de M. DE CERTEAU 383-384.

6 1 9 «Ganar» para la Compañía era el término comúnmente usado para signifi­car que se había obtenido una nueva vocación. «En este tiempo conversaba con M. e

Pedro Fabro y con M. 5 Francisco Javier, los cuales después ganó para el servicio de Dios por medio de los ejercicios». Autobiografía n. 82. «Otros dos, que son M. 9 Pas­casio y M° Juan Coduri, ganáronse por vía del M.Q Fabro, después de Iñigo partido» (de París a Azpeitia). FN I, 183.

6 2 0 Pedro de Smet (Fabro), nacido en Hall cerca de Bruselas, bachiller en Teología y que predicaba los domingos de Adviento, algo muy raro entonces. Cf. FM 223.

6 2 1 Hermes Poen, de Renaix, canónigo de la iglesia de San Pedro de Lovaina y profesor en el colegio Lys.

6 2 2 Juan Cuvillon, de Lille. Se había entrevistado con Fabro en Maguncia en junio de 1543 (Cf. FM 207). Fue recibido en la Compañía en enero del año siguiente.

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308 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

n o 6 2 3 , el padre L e o n a r d o 6 2 4 , Maes t ro D i e g o 6 2 5 , Maes t ro D a n i e l 6 2 6 ,

T o m á s 6 2 7 y el joven C o r n e l i o 6 2 8 .

367 . Al volver a C o l o n i a 6 2 9 llevé conmigo a Maes t ro Lamber­

t o 6 3 0 y a E m i l i a n o 6 3 1 . Alquilé una casa en Colonia y allí viví hasta el

mes de jul io . Prediqué en latín en la Escuela de Artes todos los domin­

gos y algunas fiestas. Sin contar las predicaciones ex t raord inar ias 6 3 2 .

Dejé allí a Don Alvaro y con él otros nueve escolares nuest ros .

Quiera Jesús que sean buen fundamento de nuestra C o m p a ñ í a 6 3 3 .

3 6 8 . Rec ib í entonces una nueva orden de salir para Portugal

conforme a la voluntad del Rey. Part í el 12 de ju l io , y llevé conmi­

go siete cabezas de los santos cuerpos de las once mil v í r g e n e s 6 3 4 ,

con otras muchas reliquias que me dieron en Colonia .

U n a de las cabezas me la dieron en el convento de los cartujos

de Colonia ; otra en el convento de monjas de San M á x i m o de la

m i s m a ciudad; otra, la más pequeña, en el convento de las Señoras

Blancas ; otras dos me las dieron en el convento de San Migue l . L a

sexta m e la dieron en la iglesia parroquial de santa Columba . L a

6 2 3 Maximiliano de la Capella (o de la Chapelle), de Lille, estudiante en Lo­vaina.

624 Leonardo Kessel, de Lovaina, estudiante. 625 Diego Fabro, de Douai, estudiante 626 Daniel Paeybroeck, de Termonde. De él escribe a Canisio desde Maguncia

el 21 de junio de 1543 Cf. FM 207-208 6 2 7 Tomás Poghius, de Tournai. 628 Cornelio Wischaven, sobrino del canónigo Cornelio Wischaven (Cf. Intro­

ducción nota 241). Tenía entonces 16 o 17 años. Suplicó a Fabro que le permitiera embarcarse para Portugal con los otros. No lo permitió Fabro por pensar que era pre-era preferible que siguiera madurando junto a su tío. Con todo, sin decir nada a nadie, se embarcó con los otros ocho compañeros. (Cf. FM 235). El 2 de febrero se encon­traban todos en Compostela (Cf. F/W260); el 17 llegan a Coimbra. Poco después de su llegada, cinco de ellos fueron reenviados a Colonia por Simón Rodríguez: Daniel Paeybrock, Diego Fabro, Tomás Poghius, Pedro Fabro y Leonardo Kessel. Se matri­cularon en la Universidad el 25 de junio y desde julio tuvieron como superior al joven Leonardo Kessel. Daniel Paeybroeck volvió pronto a Lovaina, donde se hizo cargo de la primera comunidad jesuítica después de partir Fabro para Colonia.

6 2 9 Sale para Colonia el 24 de enero. 630 Lamberto del Castillo nació en Lieja en 1520, bachiller en teología. Trató

con Fabro muy pronto. Murió en Colonia, poco después, a la edad de 24 años y fue enterrado en la Cartuja.

6 3 1 Emiliano de Loyola, sobrino de san Ignacio. Éste le recibió en la Compañía en 1541. Cf. FA/I, 190.

632 Apenas ha escrito nada sobre esta su segunda estancia en Colonia (enero-julio 1544).

633 Del interés que tiene Fabro por dejar bien asentada la comunidad jesuítica de Colonia Cf. Introducción 76.

634 Sobre la leyenda de santa Úrsula y las once mil vírgenes Cf. ALBERT CHRISTIAN SELLNER, Calendario perpetuo de los santos, Edhasa, Barcelona 1994, 375-376.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 309

sépt ima m e la dio Don Alvaro Alfonso para D o ñ a Leonor de M a s ­

c a r e n h a s 6 3 5 . Él la había recibido de una santa mujer de Colonia .

L legué a Lisboa el día de San Bar to lomé A p ó s t o l 6 3 6 .

P O R T U G A L . Agosto 1544-marzo 1545

6 de enero de 1 5 4 5 6 3 7

369 . El día de la fiesta de los tres Reyes de 1545 se m e ocurrió predicar sobre estas cosas: Jesucristo se quiso ocultar en su carne, entre otras razones , para que los mismos hombres pudieran descu­brir lo importantes que ellos eran para Él . Quiso también ocul tar bajo su carne todos los tesoros de la sabiduría y de la c iencia divi­n a 6 3 8 , para darnos ocasión de distribuir los tesoros que hemos reci­bido de su Majestad. As í quiso que los tres Magos y todos sus sier­vos , abriesen sus tesoros al ver la pobreza de su Señor. En suma, mientras oculta su poder, hace que los ángeles bajen a la tierra para poner lo de manifiesto. Mient ras oculta su inocencia, al querer ser baut izado por Juan, mueve al Padre a que la descubra dic iendo: «Este es mi Hijo amado e t c . » 6 3 9 Al no querer manifestar su caridad en las bodas , abre el tesoro de su Madre que dice: «No tienen vi­n o » 6 4 0 , y así se obliga a sí mismo a adelantar la hora de su gloria. Aqu í t ienes las tres manifestaciones que hoy celebra la Iglesia.

370 . Los M a g o s ofrecieron a Cristo Niño oro, c o m o si quis ie­ran sacarlo de su situación de pobreza y necesidad, confesando que de Él tienen todo el poder. Le ofrecen incienso en olor de suavi­d a d 6 4 1 , como si quisieran confortar su espíritu y su alma, estando con­vencidos , sin embargo , y dando test imonio de que de ningún otro

635 F a b r o participa de la común credulidad de los católicos de Colonia que admitía sin ningún género de crítica la leyenda de las once mil vírgenes y sus nume­rosas reliquias. Al señalar la procedencia de éstas, se ve que, además de su amis­tad con la Cartuja, por razón de sus ministerios, se había relacionado con importan­tes conventos de monjas de Colonia.

636 2 4 de agosto. 637 Desde que llegó a Lisboa el 24 de agosto de 1544 no hay ninguna entrada

en el diario de Fabro hasta el 6 de enero de 1545. De Lisboa se dirigió a Évora donde residía la corte de Juan III de Portugal. Desde mediados de diciembre (1544) al 20 de enero (1545) está en el colegio de Coimbra donde se forman unos 60 estu­diantes jesuítas venidos de todas partes.

638 Cf. Col 2,3 639 Mt 3,17. 640 j n 2,3. 641 Cf. Ex 29,18; Ef 5, 2.

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310 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

pueden alcanzar buenos deseos y verdadero conocimiento del bien. L e ofrecen, por úl t imo, mirra, deseando que el cuerpo de aquel N iño se vea libre de la c o r r u p c i ó n 6 4 2 , ya que por su pasión los cuerpos van a ser gloriosos e incorruptos.

Al pasar los Magos por Jerusalén, parece que ellos y Cristo se exponen a un gran peligro, lo que no se puede atribuir a la estrella que en esto no les g u i a b a 6 4 3 . Y aunque esta visita a Jerusalén resul­tó ser de grandís imo bien para ellos y para todo el mundo , con razón se les dice que vuelvan a su patria por otro camino .

3 7 1 . Sent í en mi a lma cierta dificultad e insensibilidad, que m e impedían el gozo y la devoción en tan santa y subl ime solemnidad. Encont ré en mí mi smo la respuesta: Es la fiesta de los tres Reyes y de la adoración al verdadero Rey. Sufre, por consiguiente , esta difi­cultad y molest ia, convencido de que así podrás ver mejor si eres rey de ti m i smo o no . Poco vale gobernarse uno y vencerse a sí mi smo , cuando por devoción nos sent imos puestos jun to a Cris to . L a verdadera victoria y poderoso gobierno de sí mismo, se consigue mejor cuando nos parece que nuestro Rey está ausente. Él suele hacer la guerra por n o s o t r o s 6 4 4 para que l leguemos a ser reyes.

372 . Cuando se dice: «Todos vendrán de Saba, y todos los re­yes le adorarán, y le servirán todas las n a c i o n e s » 6 4 3 , todo esto ha de entenderse c o m o sal iendo de la abundancia de esperanza de los pro­fetas y del Espíri tu que hablaba en ellos, que quiere que todos los hombres se salven y por eso les ha dado un Mediador y medios sufi­cientes. U n o puede deducir también de este texto que si se sometie­ron a Cristo reyes tan importantes, jus to es que hagan lo m i s m o sus iguales, y aun los mayores , y, con mayor razón, los inferiores.

10 de e n e r o de 1545

373 . El sábado infra octava de la Epifanía, es tando oyendo confesiones, pensé c ó m o el confesor no sólo debía tener cu idado del a lma que viene a él para ser instruida, amonestada, corregida y con­ducida a la perfección. Ha de procurar también que , por medio de

6 4 2 Cf. Sal 15,10. 6 4 3 Cf. Mt 2,9. 644 c f . 1 Sam 8,20. En Ex 14,13-14, vemos cómo los israelitas, conducidos por

Moisés, llegan a la orilla del mar después de la travesía del desierto. Les persiguen los soldados de Faraón en sus carros. Ante las murmuraciones del pueblo, Moisés les dice: «No temáis (...) estad firmes (tened fe)... Yahveh peleará por vosotros».

6 4 5 Is 60, 6; (Cf. Sal 71,11) Texto de la primera lectura del día de la Epifanía.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 3 1 1

los penitentes, l legue también alguna ayuda, por e jemplo, a los

difuntos, a los pecadores , y a los demás que puedan pasar por algu­

na necesidad corporal o espiritual. A éstos se les puede ayudar fácil­

mente por medio de oraciones, obras piadosas y l imosnas de los

penitentes.

H a de ser, por consiguiente, el confesor un adminis t rador bue­

no y f i e l 6 4 6 y un dispensador que est ima en m u c h o que le estén

sometidas tantas y tan ricas voluntades de sus penitentes, que son

c o m o tesoros suficientes para responder a muchas neces idades .

11 de enero de 1545

374. El domingo, dentro de la octava de la Epifanía, Cristo

desaparece de la presencia de sus padres . Estos lo buscan angustia­

dos «entre parientes y conocidos. Al no encontrar lo se volvieron a

Jerusalén donde había permanecido. Al tercer día lo encuentran en

el templo , sentado en medio de los doctores , escuchándoles y pre­

g u n t á n d o l e s » 6 4 7 . Por úl t imo, una vez que le encontraron, quedó

somet ido a ellos.

375. Cristo sigue este mismo orden en lo que, a sus doce años,

nos ha enseñado a n o s o t r o s 6 4 8 . Primero, quiere ausentarse de sus

padres camales , para cumplir la voluntad de su Padre celestial; segun­

do, quiere que sus padres lo busquen; tercero, quiere ser encontrado

en el templo, en medio de los doctores; cuarto, quiere retomar su vida

con ellos; quinto, volver con ellos aun siéndole inferiores; sexto, habi­

tar en Nazaret que significa « f l o r » 6 4 9 ; séptimo, estarles s u j e t o 6 5 0 .

376. Sus padres se vuelven, según la costumbre establecida, una vez que han terminado las fiestas. Cristo tiene mayores ocupaciones en el templo que las que se pueden hacer siguiendo la costumbre. Nosotros hemos de poner empeño en no seguir demasiado la costum­bre habitual de apartamos corporalmente de las cosas divinas. Si hemos quedado contentos del cumplimiento de nuestros deberes para con Dios, bien pudiera ser que Dios no haya quedado contento. Por eso no debemos retiramos sin haber examinado antes, si Cristo está

6 4 6 Cf. Mt 25,23; Le 12,42. 6 4 7 Le 2,44-46. 6 4 8 Parecen puntos para una meditación. 6 4 9 Interpretación de san Jerónimo. 6 5 0 Cf. Le 2,51.

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312 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

dispuesto a descender con nosotros o no. Debemos preferir que nos abandonen nuestros parientes, antes que abandonar nosotros a Cristo.

377 . Los sabios y prudentes , que se queden con este n iño de doce años que está sentado en medio de los maestros , oyéndoles y p r e g u n t á n d o l e s 6 5 1 ; que le tengan delante de los ojos para no saber más de lo que conviene s a b e r 6 5 2 . Que los herejes le vean así humi l ­de y a esta edad, para que escuchen y pregunten a los doctores de la Iglesia y que permanezcan sentados en medio de ellos y en paz.

3 7 8 . Cristo nuestro Señor habitó en el seno de la Virgen nueve meses , c o m o en la raíz del á r b o l 6 5 3 . Desde el nacimiento hasta los doce años habitó c o m o en el t ronco del árbol. De los doce hasta los treinta, habi tó en la flor, hecho Él mi smo flor. Se puede creer p iado­samente que después , habitó en el fruto, hecho Él m i s m o fruto maduro de nuestra salvación.

Si l levases cont igo al N iño Jesús al t emplo y al lugar de la visión de la paz, si lo buscases con dil igencia donde quiera que te hubiese dejado, o aun, sin tú saberlo, se hubiese quedado , si hicie­ras esto sería fácil que Él descendiera cont igo a ti mi smo , y que morase en las flores espirituales de la niñez de tu espíritu. Se some­tería a ti en todo, dispuesto a hacer tu v o l u n t a d 6 5 4 , la cual has pues­to , en ocasiones, al servicio del mal .

13 d e e n e r o de 1545

379 . En la octava de la Epifanía, tomando c o m o t ema de mi sermón aquellas palabras: «Al día siguiente vio Juan venir hacia él a J e s ú s » 6 5 5 , y es tando ya para decir misa, fui tocado de un gran deseo de poder ver y sentir en la misa que Jesús venía a mi corazón en el sacramento . Reconocía que ha venido a mí demasiadas veces, aunque yo no la haya visto venir. Rogué a Dios , a la Virgen y a algu­nos santos que me concediera a mí, a mis hermanos y a todos los que vayan a comulgar , verle venir a Él, y reverenciarle c o m o con­viene, y que nos preparemos para recibirlo con la debida atención.

651 Le 2,46.

652 Rom 12,3. 653 Alusión bíblica al árbol de Jesé (Cf. Is 11, 1-21; Mt 2, 23) aplicado tradicio-

nalmente a Cristo. También para Fabro, Cristo es el árbol. Cf. (279) y (280). 654 invitación a la perseverancia en la búsqueda de la presencia amorosa de

Cristo - s i es que lo dejaste en algún sitio o Él mismo se ha quedado- . Si sabes es­perar y no te cansas de buscarlo, lo encontrarás, «descenderá contigo». Entrarás en una relación más íntima de amistad con Él: «Se someterá a ti en todo, dispuesto a hacer tu voluntad».

6 5 5 Jn 1,29.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 3 1 3

Mientras m e revestía, consideré y me exhorté a m í m i s m o a mante ­ner la compos tura que debe tener quien ve a Jesús venir hacia é l 6 5 6 .

380 . Juan estuvo sobre aviso y, abiertos los ojos, vio a Jesús que venía hacia él. As í lo vio Pedro en otra ocasión cuando dijo «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecadon> 6 5 7 . Así santa Isabel volvió sus ojos al decir: «¿De dónde a m í que la madre de mi Señor venga a m í ? » 6 5 8 . Pero María, la Madre de Dios, vio, sobre todo, que Jesús venía hacia ella cuando dijo: «He aquí la esclava del SeñoD> 6 5 9 .

3 8 1 . Su M a d r e tuvo a Jesús somet ido a una larga obediencia hasta los treinta años. Y lo mi smo pueden hacer, en cierto m o d o , quienes lo veneran con mucha reverencia y temor. C o m o la esposa t iene sujeto al esposo con su gran amor, por lo que no puede sufrir que se aparte de su vista por largo t iempo.

382 . Cuando Jesús deja de estar sujeto a sus padres para reci­bir el baut i smo de Juan, nos enseña que es necesario que los que dejan un oficio no han de buscar la libertad de la carne, c o m o sue­len hacer los que cambian una obediencia estricta por otra más laxa, sino que deben subir a cosas más d u r a s 6 6 0 . Cris to, en este caso, dejó la obediencia a sus padres para pasar a la escuela de Juan, s iervo suyo. N o busca señores más honorables que sus padres , ni verse libre de toda servidumbre, quien desea hacerse siervo de todos.

383 . Porque sale a la luz para ponerse a disposición de quienes desean la salvación. Que todos los hombres estén atentos para reci­birlo cuando viene hacia ellos. Sálganle al e n c u e n t r o 6 6 1 para recibir la gracia del Cordero de Dios i n m a c u l a d o 6 6 2 , dado en rescate. Es la

656 E S t e sermón con el texto de Juan (1,29) lo recordará dentro de un año exac­tamente cuando el mismo día 13 de enero 1546 escriba a los jesuítas de Coimbra; Hoy me he acordado particularmente de las monjas de las Celas (monasterio muy antiguo, cercano a Coimbra, de monjas que siguen la regla de san Bernardo) por el evangelio donde está «vidit Joannes Jesum venientem ad se». RW385.

6 5 7 Le 5,8. 6 5 8 Le 1,43. 659 Le 1,38. 6 6 0 A f ines de diciembre de 1544, residiendo en el colegio Coimbra, habló a la

comunidad sobre la obediencia. Entre otras cosas dijo: «Y cuando acaeciese (...) que todavía se nos abra el camino del conocimiento y del sentimiento del fruto que hay en lo que nos está mandado, menester es procurar no perder aquel espíritu, con el cual nos inclinamos a la tal obediencia, aunque otra cosa contraria nos fuese mandada, revocándonos de la primera; de suerte que será menester para quien está en obediencia, nunca asentarse para reposar en ninguna parte, ni en obras particu­lares sujetas a la obediencia, aunque para ello se hallase muy santo y claro espíri­tu; digo reposar de tal manera, que se quitase la prontitud de cuanto importa la obe­diencia». FM285 .

6 6 1 Cf. Mt 25,6. 662 Cf. 1 Pe 1,19.

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gracia de Aquel que carga y borra los pecados del m u n d o 6 6 3 . C o ­miencen ya a abrir los ojos para ver a Jesús que viene, no a justifi­car, sino a juzgar. Ahora viene detrás de nosotros con gran pacien­cia quien aun antes de que exist iéramos nos buscaba ya y estaba a la puerta. Nuest ro salvador está l lamando a la p u e r t a 6 6 4 hace t iem­po . Sa lgamos a su encuentro, no sea que nos halle d o r m i d o s 6 6 5 , por­que ya ha pasado mucho t iempo sin que le hayamos conocido .

384 . M e sentí mov ido a desear intensamente que cuando se da la comunión a los fieles, y el sacerdote teniendo la hostia, se vuelve a los que van a comulgar , se dijesen de manera inteligible estas pala­bras: «Vio Juan a Jesús que venía hacia él y dice: He ahí el Cordero de Dios que quita el pecado del m u n d o » 6 6 6 .

14 de e n e r o de 1545

385 . El día después de la octava de la Epifanía, se m e ocurrían todavía algunas consideraciones sobre Jesús que viene a nosotros c o m o Juez. M e acordé de las señales que preceden al ju ic io univer­sal: guerras , revoluciones, terremotos, pestes y h a m b r e s 6 6 7 que tie­nen lugar todos los días en diversos sitios.

Recordé as imismo otras señales más universales que nunca se han visto, c o m o el pánico de las gentes por la confusión or iginada por el es t ruendo del mar y su oleaje, el oscurecerse el sol y la luna, la sacudida de los poderes del cielo, y la aparición de la señal terri­ble del Hijo del hombre . Todo esto tendrá lugar para que los hom­bres queden petrificados por el pánico ante lo que les viene encima. Al pensar en la violencia y t remendos efectos de las señales, no pude menos de desear, con lágrimas, para m í y para los demás hom­bres , lo m i s m o cristianos que habitantes de las otras partes del mun­do, presentes y futuros, no pude menos , digo, de desear para todos una actitud vigilante y temerosa de Dios Juez.

386 . Cuando el furor de la guerra se apodera de una ciudad, sacude violentamente los corazones . El hambre cruel, cuando l lega a asolar comple tamente a un gran pueblo, causa una gran c o n m o ­ción en los án imos de todos. Dígase lo m i s m o de los terremotos , y

6 6 3 Cf. Jn 1,29. 6 6 4 Cf. Ap 3,20. 6 6 5 Cf. Mt 25,6. 6 6 6 Jn 1,29. 667 Cf. Mt 24,7.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 3 1 5

6 6 8 Cf. Le 21,34. 6 6 9 Le 21,36. 670 Los miembros de la Compañía de Jesús. 671 En sus cartas hace mención, con frecuencia, de sus «hijos espirituales».

Otras veces son éstos los que le tienen por «padre». Hermes Poen, uno de los estu­diantes de Lovaina enviados a Portugal, le escribe en estos términos, desde Coim­bra, cuando Fabro acaba de llegar a Lisboa: «Tú eres mi padre en Cristo; tú me engendraste; tú me sacaste del mar tempestuoso del mundo (...) te suplico que sigas educando a tu hijo (...) manda, exige ordena. (...) Tienes en mí un hijo y la obedien­cia del hijo» (FM278-279). Citemos a Canisio que escribe a Fabro a Coimbra desde Colonia. La carta lleva la fecha del 9 de enero de 1545: «Perdona, padre, la locua­cidad de este hijo, aunque un hijo no debe mostrarse moderado cuando trata de con­tar todo para no pasar por alto ninguna de las obligaciones que tiene para con su padre». F M 2 9 7 .

672 Las palabras en cursiva están escritas en castellano.

pestes que infunden el pánico en todos. Pues mucho más , y de ma­nera más violenta, sacuden a los hombres calamidades más univer­sales, c o m o la angustia de los pueblos, el es t ruendo de las olas del mar tota lmente desatado, el pánico celeste, si todas estas cosas pu­dieran ser exper imentadas . Porque todo esto es terrible para quienes t ienen los corazones demasiado abiertos a las preocupaciones de esta vida, u opr imidos por la embriaguez y los vicios. Es conve ­niente que los hombres estén muy v i g i l a n t e s 6 6 8 y atentos para cuan­do l legue el día de la venida de Cristo nuestro Señor, al que prece­derán, abriéndole paso, muchas tr ibulaciones.

387 . M e acordé entonces de aquellas palabras que leemos en el capítulo 21 de Lucas . «Estad en vela orando en todo t iempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del h o m b r e » 6 6 9 .

Para esto m e pareció buena la siguiente oración que desear ía que rezasen todos los cristianos, tanto en público c o m o en pr ivado:

«Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo que nos mandaste vigilar y orar en todo momento , para que podamos vernos libres de todos los males que han de preceder a tu tremendo juicio y estar dignamente ante el Hijo del Hombre , te suplicamos que nos escuches cuando pe­dimos esto con reverencia y confianza, y haz que aquel día nos en­cuentre a todos preparados. Que vives y reinas con el Padre, en unión del Espíritu Santo, por los siglos de los siglos». Amén.

15 de enero de 1545

388. Una otra vez diciendo misa por mis hermanos610 e hijos espirituales611 vínome aquello del apóstol612: «Los padres deben ate-

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sorar para los h i j o s » 6 7 3 , y sentí gran deseo de poder acumular algún tesoro espiritual que haya de servir para consuelo de ellos más tarde. Y esto para seguir el ejemplo de quien ha reunido en sí mismo todos los tesoros de la sabiduría y de la ciencia de D i o s 6 7 4 . Concebí una gran esperanza al pensar que los santos p a d r e s 6 7 5 , de quienes somos verdaderos hijos, han ganado para nosotros grandes tesoros, no sola­mente en el cielo en dones de gloria, sino también en la tierra en do­nes de gracia. Esto ha de consolar a quienes siguen la regla de algu­nos de estos Padres y prestan rectamente y por obediencia cualquier servicio. Y aunque en este servicio no tengan mucha ocasión de ad­quirir tesoros espirituales, saben, sin embargo, que tienen reservado un gran tesoro en aquellos Padres cuyas veces hacen los que son supe­riores, y aun en los mismos superiores cuando son buenos.

389 . Los mismos superiores, cualquiera que sea la familia que dirigen, deben procurar, sobre todo, atesorar para sus hijos y para todos aquel los que Cristo ha puesto debajo de ellos, hac iéndose ellos mismos tesoros espirituales para los suyos.

Hablando de manera general , también conviene que los que cosechan bienes temporales que otros acumularon y reservaron para el los, les retribuyan con la s iembra de bienes espiri tuales. Porque se sentirían frustrados quienes atesoran bienes temporales para perso­nas espiri tuales, si al fin, estas personas espirituales no les reportan n ingún bien espiritual.

L o m i s m o diría de aquellos que sirven a Cristo en oficios pe­queños y de poco relieve, con relación a los que le sirven en oficios mayores y más honrosos . Porque conviene que los que copart ic ipan en trabajos y dolores, sean también copart ícipes en el descanso y en la consolación. A esto se refiere lo que Cristo va a decir a todos los santos: «Entra en el gozo de tu S e ñ o r » 6 7 6 , tú que part icipaste de sus trabajos y de su p a s i ó n 6 7 7 .

6 7 3 2 Cor 12 ,14 . 6 7 4 Cf. Col 2, 3. 6 7 5 Fundadores de las órdenes religiosas y los grandes santos que son consi­

derados por Fabro como modelos dignos de ser imitados. 6 7 6 Mt 25, 2 1 . 6 7 7 Este número hay que leerlo teniendo en cuenta que Fabro lo escribe en el

colegio de Coimbra. Así, el párrafo primero arroja luz sobre el superior del colegio, el P. Santa Cruz, hombre bueno a quien le pesa el cargo. «Desde Madrid, el 13 de enero de 1546, escribirá a Santa Cruz: «Nunca pidáis que se os quiten las cargas, sino que se os den mayores fuerzas» (FM 387).

El segundo párrafo puede mostrar el deseo de Fabro de devolver en bienes espirituales, la abundancia de bienes materiales que el colegio de Coimbra ha de

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 317

390. El día de los cinco santos mártires Berardo, Pedro, Acurcio, Adiuto y O t ó n 6 7 8 , participando yo en los divinos oficios en la iglesia de la Santa Cruz de Coimbra, donde están enterrados sus cuerpos, fui tocado de un gran sentimiento de compasión hacia quienes están, de manera general, en evidente peligro de condenación. M e venía a la mente Lutero, el rey de Inglaterra, el Turco y algunos o t r o s 6 7 9 .

3 9 1 . Pensaba en la piedad divina que hace que tales hombres tengan una larga vida c o m o otros muchos pecadores , de los cuales yo soy el p r i m e r o 6 8 0 . Comprend í que esto puede ser una opinión mía y de otros que piensan c o m o yo. Y que Dios no sólo dé a éstos t i empo para hacer penitencia esperando su conversión, la que po ­drían conseguir no sólo colaborando ellos mismos con la gracia de Dios , sino también ayudados por personas que oren por ellos y tra­bajen por su conversión. Fáci lmente da t i empo al turco S o l i m á n 6 8 1

esperando que algunos cristianos, c o m o nosotros , quieran ayudar le antes de que muera .

Quienes hemos recibido la facultad de predicar y enseñar, debemos esforzarnos, no sea que muchos perezcan por nuestra cul­p a y negligencia. Hay que pensar con cierto temor que Dios puede encomendarnos a muchos para instruirlos y orientarlos hacia su sal­vación. M u c h o s nos esperan. H e m o s de darnos prisa para crecer y estar preparados para todos.

392 . L a sangre de muchos mártires nos invita a tener cu idado especial de aquellas naciones en las cuales , y por cuya salvación, ellos murieron. Ojalá algún día algunos de nuestra Compañ ía tengan

bido de los reyes de Portugal. Después de visitar aquel colegio escribe Araoz: «(...) en una buena ciudad, que se dice Coimbra hallé el colegio (...) donde hay, sin los que sirven, más de sesenta estudiantes de los más nobles de este Reino, y muchos criados del Rey. Su Alteza tiene muy bien proveídos de lectores muy buenos y de toda provisión temporal, bien mostrando el amor que a la Compañía tiene» {Epist. Mixt. I, 167).

El párrafo tercero se refiere a aquellos que sirven a Cristo «en oficios pequeños y de poco relieve». En la misma carta a los del colegio de Coimbra, del 13 de enero de 1546, recorre uno por uno a los que en aquel colegio desempeñan tales oficios y les suplica que le alcancen una gracia relacionada con su ocupación: «al cocinero de casa pido que ruegue a Dios me haga manjar bien guisado (...) al portero (...) al despensero (...) al pastor (...) al refitolero (...) al comprador (...) al guardarropa (...) al sacristán (...) al barrendero me dejaba al que pido que quiera impetrar munditiam cordis, iuxta illud: beati mundo corde» (Mt 5, 8). Vienen después el ministro y el rec­tor y, por último los estudiantes a los que pide que le alcancen «la gracia de bien hablar, de bien juzgar, de bien filosofar». F M 385-386.

678 De la Congregación de Hermanos Menores. 679 Cf. (25). 680 Cf. 1 Tim 1,15. 681 Solimán el Magnífico (1497-1566). Cf. (25) y (33) donde Fabro recuerda

algunos personajes y ciudades por las que ora especialmente.

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318 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

ocasión y valor para visitar a los marroquíes por cuya salvación fue­ron sembrados c o m o semilla aquellos c inco márt i res . El los eran palabra viva de Dios y de Cristo, y no pudiendo encontrar tierra buena que recibiera las palabras del Evangel io , prefirieron morir, c o m o granos buenos de trigo, para que, si todavía no ha podido recogerse allí fruto, lo puedan recoger, a lguna vez, otros buenos ser­vidores de C r i s t o 6 8 2 .

20 de enero de 1545

393 . El día de los santos mártires Fabián y Sebastián, hubo una grandís ima inundación en Coimbra , muy perjudicial, no sólo para el campo , sino también para las viviendas y enseres domést icos . Ese día celebré la misa por un monje difunto, a quien Mar t ín de Santa Cruz m e había recomendado c o m o a un varón santo.

Entonces se me concedió una gran devoción para librar del pur­gatorio las almas de los difuntos. Tuve una ilustración y sentimiento nuevos, especialmente con relación a quienes son retenidos allí por penas pequeñas y les falta poco para ser completamente felices. Por­que m e imaginaba que las almas, progresivamente y por etapas de cre­cimiento, alcanzan la vida bienaventurada para participar de la felici­dad. Esto hay que entenderlo como bienaventuranza acc iden ta l 6 8 3 , porque la esencial es la posesión total y perfecta de la vida que no acaba y del estado perfecto por la acumulación de todos los b i e n e s 6 8 4 .

394. Concebí gran esperanza de que el t iempo se serenase. Esto ya lo había pedido y deseado intensamente los días anteriores. Este sentimiento m e vino al pedir a Dios que se dignase perdonar a los pobres que habían perdido su casa y otros bienes a causa de la inun­dación. Pedía que tuviese piedad de los pobres, como si todas aque­llas casas perteneciesen a personas tan devotas y piadosas como el monje por quien celebraba la misa, o a los santos que están en el cielo.

395 . M e acordé de los deseos de algunos santos, por donde vine a sentir que deber íamos poner gran empeño , no sólo en cum-

6 8 2 Él mismo, enterado del trabajo de Javier en la India y de los mártires de allí manifiesta más tarde estos deseos: «Nuestro Señor sabe cuan de buena gana enviara gente de mi parte para cooperar a tal obra, y de mejor gana iría yo en per­sona a ser uno de los que desean sus Altezas que vayan». FM 372.

683 Fabro, con los teólogos de la baja Edad Media cree que la bienaventuranza accidental es el reflejo de la gloria sobre el cuerpo resucitado. Según él, los bienaven­turados han alcanzado ya la gloria, pero ésta es susceptible todavía de crecimiento.

6 8 4 Es la definición de eternidad y felicidad de Boecio. De consolatione III, 2.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 3 1 9

6 8 5 Ha estado en Coimbra hasta ayer, 20 de enero. Es fácil que al despedirse, no pocos estudiantes se confesasen con él. Si bien al principio de su llegada a Coimbra pensó que iba a ser recibido con alguna frialdad, pronto se percató de la

plir nosotros la voluntad de Dios, sino también las voluntades que c laramente ha manifestado a sus santos. Pero , sobre todo, deseé que quienes todavía vivimos, hagamos lo posible por cumpl i r cada uno los santos deseos de los otros, en lo referente a la gloria de Dios , sal­vación de las a lmas y nuestro provecho espiritual.

396 . Tuve el a trevimiento de pedir a Dios que se cumpl ieran mis deseos que son también los suyos. Pedí por la convers ión de Alemania , y la vuelta de otras naciones a la fe y a la v ida de una per­fecta y cristiana disciplina. Que el Señor haga que se cumpla todo aquel lo que nos concede piadosamente desear, y que lleve a cabo, por med io de sus criaturas, lo que Él m i s m o desea.

2 1 de e n e r o de 1545

397. El día de la gloriosa virgen y mártir santa Inés celebré la misa por esta intención: que Dios se dignase conceder a nuestra Compañía que los pecados cometidos por los que han entrado ya en ella, o posteriormente vayan a entrar, no sean imputados a la C o m ­pañía. Hablo, en primer lugar, de los pecados cometidos antes de en­trar, y, después, de todos los demás. Y pedí esto porque sentí un cier­to piadoso temor de que, por los pecados de algunos de los que ya estamos dentro, o de los que vengan a la Compañía , ésta no vaya a prosperar tanto. Precisamente porque entran muchos que, de muchas maneras ofendieron a Dios gravemente. Mi oración era ésta:

«No quieras, buen Jesús, imputar a toda esta comunidad de la Compañía , los pecados particulares de cada uno de nosotros. Haz que fracase lo que emprendamos contra tu honor o contra la salvación de nuestras almas y las de los prójimos. Pero en lo bueno y edificante que hagamos, no te acuerdes de nuestras muchas iniquidades. Pero, si te parece bien que suframos el castigo de vituperios, de tribulaciones corporales y pobreza, por lo menos no permitas que suframos aque­llos castigos que sobrevienen a los pobres pecadores c o m o pena por los pecados y errores cometidos. Aparta, Dios y Señor nuestro, estas penas del pecado, de esta familia todavía tan tierna».

Esto se m e ocurrió ocasionalmente cuando me decidía a orar de manera especial por aquellos de los nuestros, que son muchos , que se habían c o n f e s a d o 6 8 5 generalmente conmigo .

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320 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

2 de febrero de 1 5 4 5 6 8 6

398. En la fiesta de la Purificación sentí un grande y vivo deseo de no morir, antes de que en m í esté ordenado y arreglado cuanto a Dios se refiere. Deseé antes la paz de mi a lma que su sepa­ración del cuerpo, y antes gustar la vida, que es el Salvador, que la muer te ; y conocer la verdadera luz antes que entrar en las t inieblas de la muer te ; y la gloria de la Iglesia de Cristo y de nuestra C o m ­pañía antes de mor i r* 8 7 .

Deseé también que se m e concediera la gracia de que no pasa­se ningún día sin conseguir algún fruto importante . Porque Dios concede la vida para que trabajemos por nuestra salvación y para que cada día añadamos alguna obra buena.

«Excita en mí, oh Dios, el deseo no sólo de lo que debo cumplir al fin de mi vida, sino también de lo que debo llevar a cabo cada día». Qué feliz sería quien pudiera saber lo que cada día le pide el Señor.

3 de febrero de 1545

399 . El día de san Blas fue llevada a Coimbra una cabeza de las once mil vírgenes que yo había dado a Maest ro Simón para el cole­gio de Coimbra . Quiera Dios que se guarde allí con gran veneración hasta su resurrección y la de todos los demás cuerpos h u m a n o s 6 8 8 .

20 de febrero de 1545

400 . El viernes después de Ceniza, tuve un gran deseo de que nuestra Compañ ía no pierda nada con rezar el nuevo oficio roma-

alegría que había despertado su venida: «He sido recibido no cierto como huésped sino como si yo fuera padre y señor y maestro de cada uno de cuantos aquí están. (...) No hay ni ha habido pensamientos o deseos buenos ni malos, propios o ajenos que no me los hayan comunicado». FM298 .

686 r£ Stá ya en Évora. Desde Sardoal, pequeño pueblo a mitad de camino entre Coimbra y Évora, había escrito a Martín de Santa Cruz el 24 de enero: «Llegamos a aquí a Sardoal anoche cerca de las once horas, cada uno con los pies bien ejer­citados (...) Ayer no he hallado bestias a nuestro posible propósito, venimos con la sola muía y cada uno (él y Araoz) su tercera parte del día y la partícula de cada noche a pie. Bendito sea el Señor, qui non est aceptor personarum para cuanto a dar fuerzas a cada uno cuando las ha menester». F/W305.

6 8 7 Pensamientos sugeridos por el día de la fiesta de la Purificación y el canto de Simeón que se lee en el evangelio de este día. Cf. Le 2,26.

688 Este mismo día escribía al rector Santa Cruz que le llegaría la reliquia por Estrada: «Notad así mismo el día en que llegare a ese colegio», y le ruega que se lea tres veces en el comedor la historia de las once mil vírgenes. FM 306.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 3 2 1

689 El breviario Sanctae crucis, obra del cardenal español Francisco de Quiñones y aprobado por Paulo III en 1536 para uso del clero secular, previa autorización de la Santa Sede. Los jesuítas lo tuvieron en gran estima. San Ignacio se lo recomendó a Kessel en 1546. Le gustó a Francisco Javier aunque no se servía de él. Canisio lo pro­pagó mucho en Alemania. No le gustaba demasiado a Fabro por los recortes que en él se habían hecho. Se habían reducido las horas, y cada una contenía solamente .res salmos. Además pudo no gustarle por la censura adversa de la Sorbona en 1536. Tuvo gran éxito. Fue suprimido por el Concilio de Trento en 1551.

n o 6 8 9 . Porque m e temía, c o m o suele suceder, que los nuestros abu­sasen por no estar obligados a rezar vocalmente muchos y largos oficios. Ofrecí la misa por esta intención con el deseo de que , aun­que no nos a larguemos en los oficios vocales rezando por los vivos o por los difuntos, suplamos todo esto con nuestros trabajos apos tó­licos y con oración de corazón.

Esto será fácil para quienes aman a Dios y al prój imo y con predicaciones, oyendo confesiones, con exhortaciones pr ivadas y con oración menta l pueden ayudar mucho a los vivos y difuntos pre­sentando las necesidades de éstos a muchos fíeles y recordándolos fervorosamente . Si no supiéramos hacer esto, sería preferible que se nos obl igase al rezo de un oficio divino más largo aunque no dis­pongamos de tanto t iempo para obras piadosas y oraciones .

Nad ie haga mal uso de su t iempo. Ayudemos a los vivos, pr i ­mero en toda clase de necesidades espirituales, y después también en las corporales . Ayudemos también a los difuntos l levando bien gravadas sus necesidades en nuestra memor ia . Exhor temos a todos nuestros penitentes y a quienes conversan con nosotros a que hagan lo mi smo . Procuremos también que muchos nos suplan en es to , que oren vocalmente , lo que nosotros no podemos hacer.

2 1 de f e b r e r o de 1545

4 0 1 . El sábado después de Ceniza, me recogí inmediatamente después de comer para hacer oración. Al terminar m e acordé de la prueba por la que estaba pasando una persona que m e había abierto su corazón. Y al discurrir por las muchas contrariedades y aflicciones que padece la mayor parte de los hombres, por cosas materiales, sentí en mi a lma cierta compunción con lágrimas, al ver que yo vivía sin problema ninguno. M e parecía a mí que los hombres que viven en el mundo, padecían diversas tribulaciones. Yo veía que no tenía a nadie que m e contrariase. Es cierto que se ve muy libre de tribulaciones camales y temporales quien ni tiene ni ansia las cosas visibles, sino sólo las eter­nas. Pero me dolía el no padecer yo más por las cosas invisibles.

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322 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Porque , así c o m o los hombres del mundo , por adquirir, con­servar y aumentar las cosas temporales , padecen m u c h o y t ienen muchos enemigos visibles, convenía que los que se dan a adquirir, conservar y multiplicar las cosas espiri tuales, fueran moles tados in tensamente y de diversas maneras , por los enemigos invisibles.

402. L a tarde de este mismo día, al salir del Palacio Real me en­contré con una manifestación de caballos y caballeros que se habían reunido para recibir a un gran personaje. Por esta razón había acudi­do mucha gente como si se tratase de asistir a un gran espectáculo. M e aparté del g e n t í o 6 9 0 y del ruido, y entré en una iglesia cercana. M e asaltó la curiosidad de salir y presenciar el espectáculo del que m e había alejado. Al poner los ojos en una imagen de Cristo crucificado, cesó inmediatamente el movimiento de curiosidad que había tenido. Di gracias a Dios, con lágrimas en los ojos, porque me había conce­dido ver su imagen. Y esto sí que me pareció un verdadero y conso­lador espectáculo, el recordar cómo Dios quiso asumir nuestra carne para entregarla ante el pueblo, crucificado entre dos l a d r o n e s 6 9 1 .

4 0 3 . Es to es lo que debían mirar quienes desean ver cuanto t ie­nen a su alrededor. Que curen aquí los insaciables apetitos de los ojos, oídos y demás sentidos. Y si no puedes llegar a descansar en tales cosas , s igue intentándolo, porque es mejor el desnudo deseo y laboriosa curiosidad por ver este espectáculo que ver y gozar de otras cosas visibles y temporales . Porque si a Mar ía no le ha sido permit ido entrar dentro del sepulcro, no deje, por eso, de esperar llo­rando fuera de é l 6 9 2 .

24 de f e b r e r o de 1545

404 . El d í a 6 9 3 de San Matías yo presenté al rey de Portugal y a la reina las dos cabezas de las once mil vírgenes. Al rey la que m e die­ron los cartujos de Colonia, y a la reina la que me regalaron las mon­jas del convento de san Maximino. Les entregué también sendos hue­sos grandes de los cuatro que me dieron los canónigos de san Gereón, los cuales huesos eran de los soldados de san Gereón. Al príncipe de Portugal di un hueso reliquia de las once mil vírgenes.

690 Cf. Jn 5,13. 691 Cf. Jn 19, 18. 692 Cf Jn 20, 11. 693 Todo este número, menos lo que está escrito en cursiva, está escrito en

castellano.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 323

Que el Redentor y Señor de todos los santos les dé su gracia para que sepan y quieran conservar y honrar tales reliquias y hacer que se conserven para que puedan gozar de la asistencia de los santos cuyas reliquias van a venerar (ut quorum corpora veneraturi sunt in terris, favorem spirituum eorum ubique consequantur). Les dije que yo no sabría honrarlas mejor que poniéndolas en manos de sus altezas; y m e mandaron meterlas en un cofre y colocarlo en el oratorio de la reina.

405 . El miércoles de la dominica Invocavit694, recé mis acos­tumbradas letanías para que fueran de especial p rovecho para mí y todos mis hermanos . Porque había nacido en m í un nuevo deseo de pedir gracia para hacer bien todo aquello d e lo que yo y los d e m á s hemos de dar especial cuenta. A saber; ordenar bien mis acciones de cada día, hacer bien mi examen de conciencia, rezar las horas canó­nicas , hacer bien una buena y consoladora confesión, celebrar la misa y comulgar , administrar los sacramentos , la recta proc lama­ción de la palabra tanto en público c o m o en pr ivado, una santa con­versación con hombres y m u j e r e s 6 9 5 .

Estas son las siete clases de actividades para las que tendría­mos que pedir la gracia de Dios y de los santos, con el fin de que podamos realizarlas perfectamente. As í resumí yo todas las gracias que suelo pedir en mis l e t a n í a s 6 9 6 . Por esta intención apl iqué la misa del día siguiente a dicho miércoles .

E S P A Ñ A . Val ladol id-Madrid. M a r z o 1545 - Junio 1546

4 de m a r z o de 1545

406. El día 4 de marzo el l icenciado Araoz y yo, obtenida por fin la autorización del rey de Portugal , sal imos de Evora . El día de San Gregorio l legamos a S a l a m a n c a 6 9 7 . El 18, festividad de San

6 9 4 Error de Fabro que citaría de memoria, o del copista. Debe leerse invoca-bit, Sal 9 1 , 1 5 : «Invocabit me, et ego exaudiam eum». Así comenzaba el «introito», antiguamente, del primer domingo de cuaresma.

6 9 5 A Juan de Aragón le escribirá desde Madrid el 1 3 de enero de 1 5 4 6 insis­tiendo en estas mismas consideraciones: «En ocho cosas principalmente deseo sentir novedad: en el rezar del oficio, en el confesarme, en el decir misa, en el admi­nistrar los sacramentos a otros, en el predicar, en el recogimiento, en el conversar fuera y dentro, el octavo (haciendo la cuenta que no he dicho nada) en toda el ánima y el cuerpo». FM382.

6 9 6 Cf. (225). 6 9 7 El día 1 2 . Se detuvieron en Salamanca algunos días, no tantos como hubieran

deseado los de la ciudad. Pudieron visitar a dos conocidos profesores de la Uni­versidad: Francisco de Vitoria O. P. y al franciscano Alonso de Castro que habían tra­tado a Fabro en París. Cf. A. ASTRÁIN, Historia de la Compañía... I, 2 4 2 ; Chron. I, 1 6 0 .

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324 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Gabriel , en t ramos en Valladolid. Y así pude cumplir , ayudado y con­ducido por Dios , la obediencia por la que se m e había mandado ir de Colonia a Portugal , de donde m e enviaría el rey a Valladolid. Sea Dios bendito que m e hizo feliz, s iempre y en todas partes, en un ca­mino de tan larga peregrinación.

19 de m a r z o de 1545

407. L a víspera de san Benito abad, por la noche , antes de acos tarme tuve gran devoción con lágrimas, de encomenda rme a Dios , a la Virgen, y a la compañía de los santos y les ped í que m e concedieran una noche feliz. Pedí también una noche tranquila para los difuntos que están en el purgatorio y para todos aquel los que en esta vida padecen dolores y trabajos. Rogué por todos los que viven en pecado o los están comet iendo actualmente , para que se les con­ceda el arrepent imiento, según aquellas palabras: «Baño mi lecho cada noche , inundo de lágrimas mi c a m a » 6 9 8 .

408. Al oír a algunos demasiado alegres y charlatanes que, en los aposentos vecinos, hablaban de su vida licenciosa, m e dolía que se pre­parasen tan mal para conciliar el sueño, y recé así: «Visita, Señor, esta habitación, y todas aquellas en que viven los hombres; aleja de ellas las insidias del enemigo; que tus santos ángeles habiten en ella y nos guarden en paz. Por Jesucristo, nuestro S e ñ o r » 6 9 9 .

4 0 9 . 7 0 0 A veces pensamos demasiado en los b ienes y favores que nos vienen o nos pueden venir. Otras, por el contrario, nos fija­m o s en los males que posiblemente pueden amenazarnos . En el pri­mer caso hemos de tener cuidado en no complacernos desmesura­damente . En el segundo en no desanimarnos más de lo convenien­te. Nues t ro buen espíritu sabe aplicar cada uno de estos t iempos en beneficio del otro. L a abundancia contra la escasez y la escasez con­tra la abundancia . El mal espíritu, en estas dos si tuaciones, hace todo lo posible en procurar nuestro mal . La exaltación y presunción en los momentos de abundancia y la pusi lanimidad y decaimiento en los momentos de p e n u r i a 7 0 1 .

6 9 8 Sal 6,7. 6 9 9 Oración de Completas en el Oficio divino. Cf. (282) y (407). 700 E S t e número se repite dos veces en el manuscrito R: en la segunda parte

del número (155) y ahora en el (309). Siguiendo la opinión más común, lo hemos suprimido anteriormente en (155) y lo situamos en este lugar (309).

7 0 1 Las ideas que aquí expone Fabro coinciden con algo muy importante para Ignacio: «Por donde es menester mirar quién combate: si es consolación, bajarnos y humillarnos, y pensar que luego viene la prueba de la tentación; si viene la tenta-

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 325

21 de m a r z o de 1545

410. El día de san Benito, apliqué la misa por nuestra Compañía, rogando al santo patriarca que se dignase, como padre en Cristo tan piadoso e influyente, protegerla y defenderla contra todos los espíritus de fornicación y contra todos los espíritus de este mundo, y contra todos los espíritus de maldad e in iqu idad 7 0 2 . Que se digne también librarla de todo error, de toda ignorancia y de toda clase de pecados.

4 U 703 Honra, reverencia y venera a los que t ienen algún as­cendiente sobre ti. Sobre todo, a tus superiores. También a todos aquel los que te aventajan en poder, autoridad, doctr ina, vir tudes, edad. Todavía hay muchos que aman afect ivamente a sus padres y superiores, les obedecen y les prestan ayuda en lo que necesi tan. Pero hay pocos que , además de hacer esto, los honren ín t imamente y los respeten. A m a a todos tus prójimos y, en cuanto te sea posible , haz el bien a todos. Especia lmente a m a a tus mayores y muést ra les afecto de respeto y de acatamiento y todos aquellos otros afectos que ordenan las relaciones de los inferiores con los superiores. A m a también fraternalmente a tus iguales. Muést ra te benévolo , bondado­so y condescendiente con los pequeños , amigo de los que son infe­riores, y part idario de los úl t imos y más pequeños . Así , al descender tú hasta el ú l t imo de los h o m b r e s 7 0 4 que es Cristo crucificado, arras­trarás a todos para que también se abajen.

412 . En otra ocasión viniendo a palacio quise oír la predica­ción en la capilla del p r í n c i p e 7 0 5 . N o m e permit ieron entrar porque el portero no m e conocía. Permanec í un rato a la puer ta y m e acor­dé de que , en repetidas ocasiones, había abierto yo la puer ta de mi a lma a malos pensamientos y a malos espíritus. Y permit í que Jesús , sus palabras , su Espíritu esperasen fuera l lamando a la p u e r t a 7 0 6 .

ción, oscuridad o tristeza, ir contra ella sin tomar resabio alguno, y esperar con pa­ciencia la consolación del Señor, la cual secará todas las turbaciones, tinieblas de fuera» (Cf. Ignat. Epist. I, 105) Y en las reglas de discernimiento: «El que está con­solado procure humillarse y bajarse cuanto puede, pensando cuan para poco es en el tiempo de la desolación sin la tal gracia o consolación. Por el contrario, piense el que está en desolación que puede mucho con la gracia suficiente para resistir a todos los enemigos, tomando fuerzas en su Criador y Señor» [324].

7 0 2 Cf. Ef 6, 12. 7 0 3 Este número que aparece aquí fuera de contexto y que se relaciona más

con (413), (416-418), recuerda algunas de las ideas sobre la obediencia que Fabro escribe por este tiempo. Cf. FM 284-287.

7 0 4 Cf. Is 53, 3. 7 0 5 El príncipe Felipe regente de España, más tarde Felipe II. 7 0 6 Cf. Ap 3, 12.

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326 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Pensé también c ó m o Cristo ha sido tan mal recibido en todas las partes del m u n d o 7 0 7 . Ped í por m í y por aquel portero para que no tengamos que esperar mucho t iempo a las puertas del paraíso pur­gando por nuestros pecados . Otras muchas cosas se m e ocurrieron en aquel lugar para mi compunción . Con lo que vine a amar más a aquel portero que fue la causa de esta devoción m í a 7 0 8 .

413 . Deseaba muchísimo que ninguno de los que han de ser de nuestra Compañía pueda sufrir ningún daño en su alma por tales recha­zos o por otros mayores. Esto suele suceder a los soberbios y a los impacientes. Quien desea luchar bajo obediencia de otro, debe some­ter totalmente todos sus actos y manera de ser a la voluntad de su supe­rior, para que le juzgue y enseñe. Poco le vale agradar a los demás hombres , si no agrada a Cristo nuestro Señor que es su juez y arbitro.

25 de m a r z o de 1545

4 1 4 . El día de la Anunciación de la Virgen Madre de Dios , se m e ocurrieron buenas «anunciaciones», es decir, buenas nuevas , sobre mi salvación. Deseaba que llegase el día en que yo pueda estar seguro de mi salvación eterna. Pensaba que sería muy feliz quien, con toda probabil idad, conozca que ha encontrado gracia ante el S e ñ o r 7 0 9 , que Dios está con él, que ha recibido a lguna bendición entre los hombres , que hace obras agradables a Dios . Desgrac iados son quienes t ienen, c o m o pr imer cuidado, el estar a bien con un hombre mortal , y andar indagando c ó m o esta persona se por ta con el los; los que quieren saber qué ventajas van a sacar, y, por fin, los que gozan demas iado cuando oyen que sus obras, su trabajo y sus servicios agradan a sus s e ñ o r e s 7 1 0 .

415. Al considerar que en este día se había encamado el Señor, y que, por consiguiente, había tenido lugar, de hecho y realmente, el comienzo de nuestra salvación, pedí al Señor que, de hecho y real-

7 0 7 Cf. Jn 1,10-11. 7 0 8 Fabro se vale del acontecimiento más sencillo para elevarse y sacar algún

provecho. Le sucede ahora cuando el portero le impide la entrada. Le sucedió tam­bién en (402) cuando no queriendo presenciar el espectáculo «de caballos y caba­lleros» preparados para un desfile entró a orar en una iglesia. Ante la idea de salir enseguida movido por la curiosidad, levantó los ojos ante la imagen de Cristo cruci­ficado, lloró y se humilló.

7 0 9 Cf. Le 1,28-30. 7 1 0 Fabro señala el contraste que existe entre servir a Cristo y el servicio en la

corte del príncipe en la que vive ahora.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 3 2 7

7 1 1 Cf. Rom 3,25. 7 1 2 Cf Jn 1,14.

mente , comience en mí lo que hasta ahora se reduce a meros deseos. Que sea éste, Dios mío, el comienzo de la conversión de mis deseos y afectos en obras y en hechos. Dios, desde la eternidad, destinó a Jesucristo a ser instrumento de prop ic iac ión 7 1 1 , pero hasta este día, el Verbo no se hizo carne. Hoy se ha hecho c a r n e 7 1 2 el Concebido del Padre. Que nuestras aspiraciones se conviertan en obras y hechos o frutos de bendición. Que Dios nos conceda un nuevo m o d o de apro­vechar en cada una de nuestras palabras y acciones, en las que nos ocupamos y ejercitamos. Ahora comenzamos.

416. Deseaba ser reprendido por cualquier persona, superior o inferior, o a mi derecha o a mi izquierda. También en cualquier tiem­po; en momentos de alegría o de tristeza, de calor o de frío. Que m e reprendiese de cualquier imperfección o defecto mío, verdadero o apa­rente, sin poner límites a quien te reprende, solamente deseando que emplee el modo que más te pueda doler. Al pensar en esto me fijaba en el fruto que recibe, para enmendarse, quien es corregido o reprendido.

417 . Alguien m e dijo que deseaba que yo tuviera el don de corregirle a él c o m o él me corregía a mí. A esto le respondí que, co­m o las reprensiones entre nosotros no se refieren a lo que directa­mente desagrada a Dios, sino solamente a maneras de hablar o con­versar o a otras cosas relacionadas en el trato con los hombres , m e era muy difícil a mí, extranjero en todos los aspectos, corregir y en­mendar a quienes no han hecho de mis ideas ni de mis puntos de vista, una regla de actuación. Yo puedo decir fácilmente esto m e gusta, m e disgusta o no me parece. Pero se m e dirá que mi ju ic io , m i voluntad n o es una regla buena; que prefieren seguir el uso común de las gentes y temerán disgustar a muchos , así les parece, antes que disgustarme a m í que soy uno solo. Así me veo impedido, sin poder atreverme a corregir a tales personas. Otra cosa sería si se tratase de mis inferiores que tienen por regla mi juic io en las cosas que son buenas o indiferentes y que están dispuestos a someterse a su supe­rior, aunque imperfecto, queriendo negarse a sí mismos en todo.

418 . As í procedí yo alguna vez en París cuando el Padre Ig­nacio me mandaba a lguna cosa. Le solía responder que el u s o co­mún de allí, no toleraba cosas que a él le parecían bien. D e este m o ­do se m e ocurría responder a aquel hermano , aunque no lo hice, pensando que era simple tentación, debil idad de espíritu y aun fal­sedad lo que se escondía debajo de tales palabras.

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328 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Se m e dio a entender entonces lo débil que soy y he sido, hasta ahora, para aguantar las reprensiones. Las reprensiones de mis supe­riores, demasiadas veces han sido ocasión de protestar contra el las, de jándome llevar de la soberbia, mos t rándome poco sumiso y hu­milde . Las reprensiones de los inferiores o de los iguales me han abat ido demas iado . Dios m e conceda la gracia de guardar en todo la moderac ión y la mesura que m e corresponde. Que no m e sienta aba­t ido por los inferiores, ni los superiores m e irriten. Que yo esté más atento a la enmienda que al m o d o y palabras de quien m e corrige.

419 . Quien no posee la consolación ni encuentra la manera de tenerla, fáci lmente se hunde bajo el peso de quien le r e p r e n d e 7 1 3 . D e aquí se s igue que debes reprender con cautela a quienes están des ­contentos de sí mismos , porque quedan muy abatidos si no se les avisa bien. Los que están contentos de sí mismos , llevan mejor las reprensiones . De manera distinta te has de mostrar con el melancó­lico y flemático y de otra con el colérico y sanguíneo. Pero tú pro­cura no mostrarte colérico ni sanguíneo, ni flemático o melancól ico , conforme a aquellas palabras: «El sabio dominará las e s t r e l l a s » 7 1 4 . Es to se consigue con la gracia de nuestro Señor que en sí m i smo , por sí m i s m o y de sí m i smo perfecciona nuestra naturaleza.

2 de abril de 1545

420 . El día de la Cena del Señor sentí mucho g o z o 7 1 5 , al pen­sar que Cristo ha quer ido dejar a los apóstoles, y a todos nosotros , no sólo el e jemplo de las buenas obras que en su humanidad había hecho, sino también su mi smo cuerpo, que le había servido, c o m o inst rumento, para hacer tales obras y en el que había de sufrir su muer te . Desgraciados nosotros los cristianos, si, teniendo por ali­men to y bebida lo que fue instrumento de la divinidad, no sal imos trabajadores a v e n t a j a d o s 7 1 6 .

7 1 3 Principio que tiene en cuenta Ignacio en los Ejercicios cuando el ejercitan­te está en desolación: «El que da los ejercicios, si ve al que los recibe que está deso­lado y tentado, no se haya con él duro ni desabrido, mas blando y suave, dándole ánimo y fuerzas para adelante» [7].

7 1 4 La influencia de los astros sobre el temperamento humano era tenida por muy importante. Fabro cita una frase estoica. Convierte un pensamiento pagano en un pensamiento cristiano. Cf. (134).

7 1 5 El verbo propiamente es saborear: «mihi valde sapuit». Traduciríamos «me supo muy bien», «me gustó mucho». Contraposición con el «mucho saber».

7 1 6 Cf. (326).

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 3 2 9

7 1 7 Cf. Mt 18,4-5. 7 1 8 Mt 25,40. 7 1 9 Cf. Sal 85,15.

4 2 1 . El día de Viernes Santo estuve oyendo las confesiones de

unos muchachos y niños pequeños , hijos de un señor, hijo mío espi­

ritual. M e asaltaron algunos pensamientos de soberbia y un espíritu

interior que m e decía: «Pero ¿tú has venido a trabajar con estos pe­

queños? ¿No hubiera sido mejor emplear tu t iempo en oír confesio­

nes de personas adultas e importantes?»

Cuando m e decidí a no querer hacer otra cosa durante toda mi

vida, si esa fuera la voluntad de Dios , sino dedicarme a estos traba­

jos , que en sí parecen pequeños y sin importancia, sentí muy refor­

zada mi humildad. Pude descubrir, mejor que nunca, el valor de las

obras que , con pureza de intención, se hacen a las personas que el

m u n d o t iene por pequeñas y simples.

422 . Debemos poner los cimientos viendo no sólo lo que Dios

ha escondido en los niños, sino lo que descubre quien trabaja con

los niños, que es el hacerse niño c o m o e l l o s 7 1 7 . Por esto deseaba,

por mi parte, que sería para m í algo muy valioso enseñar so lamen­

te y s iempre a los rudos, a los niños, a los incultos y a los más aban­

donados . Porque aunque muchas veces parece que hacemos m a y o r

fruto cuando enseñamos a los grandes según el mundo , Dios , sin

embargo , suele bendecir más el fruto que se recoge trabajando con

los más pequeños . Quien dice: «Cuanto hicisteis a uno de estos her­

manos míos más pequeños , a m í m e lo h i c i s t e i s » 7 1 8 t iene en más lo

que hicieres con el más abandonado, que si hicieres ese m i s m o tra­

bajo por el Emperador . As í que c o m o el pobre está bajo el cu idado

de Cristo, piensa que también está bajo tu cuidado para que le ayu­

des , pues no t iene a nadie.

423 . Otra vez sentí gran tristeza al pensar que no hago nada

que merezca la pena y m e tenía por el más desgraciado de todos mis

compañeros . N o es gran desgracia llegar a este convencimiento . Pe ­

ro Dios , muy compas ivo y m i s e r i c o r d i o s o 7 1 9 y su Espíritu Conso ­

lador suelen ayudarnos en tales miserias.

Sepa quien esto padece que Dios es admirable y que suele po ­ner algo de su parte en nuestras obras más pequeñas . Por eso si algu­no se une a Él muy ínt imamente recibirá muy abundantes bendic io­nes para sus trabajos, por haberlos hecho según su voluntad. N o te admires de cuan grande es la obra que ves, sino c ó m o y con cuánta

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330 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

perfección la has hecho. Prefiere llenarte de gracia y hacer a lo gran­de cosas pequeñas , antes que no crecer en ti mismo y hacer mala­mente las cosas grandes. Duran más y edifican más las obras peque­ñas acompañadas de abundancia de gracia que las obras más gran­des sin tanta g r a c i a 7 2 0 .

4 2 4 . Las palabras: «Pueblo mío, pueblo mío , ¿qué te he he­c h o ? » 7 2 1 , que dec imos al adorar la cruz, me tocaron el corazón y pe­netraron profundamente en él . Sentía más que nunca aquel las que ­jas del Señor sobre su viña que no ha dado más que uvas amargas ; que el pueblo lo haya preferido a Barrabás; que atase a una co lum­na y azotase a quien lo había i luminado con una co lumna de fuego a través del desier to: que diera a beber vinagre a quien había hecho brotar agua de la piedra en el desierto. Entendí que estas palabras se m e dirigían a mí muy claramente.

5 de a b r i l de 1545

4 2 5 . En la Resurrección del Señor me sentí mov ido a e levarme un poco hacia Cris to deseando y gozándome de poner en El la causa de todas mis consolaciones. Hasta ahora me había entristecido y ale­grado por lo malo o bueno que exper imentaba en m í mismo. Quiera Dios que , de ahora en adelante, m e vea a m í m i s m o y m e valore más por el precio de mi redención, que por mis obras y cambios acci­dentales en mi espíritu. Quiera Dios que yo m e eleve de tal manera que t ema más mi perdición por haber sido redimido por la sangre de Cris to, que por el peligro de que mi a lma sea cast igada con las penas del infierno, y apartada de la compañía de quienes cantan eterna­mente las a labanzas de Dios . Quiera Dios que , de ahora en adelan­te, es t ime c o m o ganancia el morir d i a r i a m e n t e 7 2 2 para que Cristo sea mi vida, mi salvación, mi paz y mi g o z o 7 2 3 .

426 . Pocas veces se pone el hombre a pensar en c ó m o se ha por tado Dios con él, creándolo, redimiéndolo, glorif icándolo. Casi nunca o rarísimas veces piensa el hombre en esto. Y sin embargo tratándose de las cosas humanas , apenas hay alguno que no se bus­que en las obras de los hombres o que se olvide del afecto que le tie-

7 2 0 Cf. (151-154). 7 2 1 Texto llamado de los «improperios» que se reza o canta durante la adora­

ción de la cruz el día de Viernes Santo. 7 2 2 Cf. 1 Cor 15,31. 7 2 3 «Porque siguiéndome en la pena también me siga en la gloria» [95].

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 3 3 1

7 2 4 Insiste en el injustificado desagradecimiento de los hombres ante los dones recibidos de Dios de creación, redención etc., y el gran cuidado que ponen en agra­decer lo que por ellos han hecho los demás.

7 2 5 C f . Mt 24,12. 7 2 6 1 Cor 13,4. 7 2 7 Es una llamada a proceder siempre por rectas motivaciones al hacer obras

de misericordia: «que no seamos movidos por la impaciencia de un celo amargo y resentido» sino por el amor desinteresado y el fervor de la caridad.

7 2 8 Puede referirse Fabro al celo de la Inquisición. Ignacio levantó algunas sos­pechas tanto en Alcalá como en Salamanca por sus conversaciones y encuentros, sin haber estudiado teología, y por su peculiar manera de vivir.

7 2 9 Fabro había sido testigo de las predicaciones despiadadas contra ellos en Roma en 1538, y que Ignacio atajó acudiendo al Papa. Falta ya poco para que en España surja una gran acometida contra los ejercicios. Casi por el mismo tiempo en que Fabro escribe ahora las notas de su diario, (1545), corre en Portugal el rumor de que algunos ejercitantes tenían visiones. Una discreta investigación encomenda

nen los demás . Pero tú mira a quien te ve en todas tus obras, y no pretendas que los hombres te vean en lo que h a c e s 7 2 4 .

427 . Una y otra vez vemos que se va enfriando la caridad de m u c h o s 7 2 5 porque hay muy pocos que trabajen gratuitamente en las obras de misericordia espirituales, o que se den a ellas con el espíritu que quería Pablo cuando dice: «La caridad es bondadosa, la caridad es paciente ( . . . )» 7 2 6 . Aun los que están al frente de las obras de cari­dad no son pacientes, difícilmente son bondadosos, creen poco y esperan poco, no pueden sobrellevar ninguna carga, y no son capaces de sufrir con alegría las imperfecciones del prójimo. De donde resul­ta que muchos quieren combatir los abusos de la Iglesia o de la socie­dad civil movidos más por la impaciencia de un celo amargo y resen­tido, que por el fervor de la c a r i d a d 7 2 7 . Que brille la caridad por las cualidades que enumera Pablo. De lo contrario se enfriará.

428 . En cierta ocasión, estando en una casa, m e acordé de lo que había oído decir a algunos en Portugal: que deber íamos ser pre­cavidos con algunas personas. N o lo hemos hecho hasta ahora ni lo vamos a hacer porque sabemos que se trata de personas que , ante todo, están dispuestas a defender la doctr ina de la Iglesia católica, pero que son enemigos de quienes en su enseñanza y pensamiento no van por el camino de la v e r d a d 7 2 8 .

Yo sentí en este lugar gran devoción al pedir a Dios que no per­mita que, contra su voluntad, ni esas personas ni otras levanten nin­guna tempestad contra la Compañía. Y deseaba haber hecho esto mismo en todos los sitios, casas, palacios, ciudades y regiones donde estuve: el haber orado para que en ninguno de estos sitios surgiera ninguna adversidad, contra la voluntad de Dios, en perjuicio nuestro o de aquellos que van rectamente por el camino del S e ñ o r 7 2 9 .

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332 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

429 . U n a vez estaba yo aguardando a un joven que m e había dicho que vendría a confesarse. En dos ocasiones me había engaña­do. Mient ras estaba así esperando sentí un gran disgusto, porque m e parecía que este joven m e había hecho perder ya unas seis horas . Pero sentí gran consolación de Dios , por cuya gloria yo hacía todo esto, al reflexionar de esta manera: Si tú sueles esperar muchas horas , por servicio del Señor, a la puerta de personas importantes y pr íncipes, y no te disgustas, porque esperas algún favor ¿por qué te pesa cuando cualquiera de los más pequeños de Cristo te hace espe­rar? ¿Es que crees que esto te va a reportar una recompensa menor? ¿Cuántas veces haces tú que Jesús espere a tu p u e r t a 7 3 0 y quieres que no se canse de esperar, que no le pese hacerlo, que no se irrite, que no se impaciente y que no se muest re duro cont igo?

Pórtate tú de la misma manera con los suyos más pequeños . Haz con ellos lo que sabes que haría Él , si estuviera aqu í en la t ie­rra visible en su humanidad. Aqu í m e venía aquella devoción fre­cuente que Dios m e dio hacia cada una de las a lmas y el deseo de padecer y trabajar por ellas de todas las maneras , no sólo de mane ­ra universal o general , lo que es menos trabajoso y más es t imado, sino en particular, imitándole a Él que es todo para todas las a lmas y para cada una en particular, ya que por cada una vivió toda su vida, padeció y m u r i ó 7 3 1 .

16 de a b r i l de 1545

4 3 0 . El 16 d e abril di una d e las cabezas de las re l iquias de las once mil v í rgenes al pr ínc ipe de España don Fel ipe , hijo del E m p e r a d o r y rey de España Car los V, y otra a la pr incesa , su e spo ­sa. L o que más m e dol ió en este ofrecimiento es que , confo rme a un an t iguo deseo mío , no pudiera dar las dos rel iquias al m i s m o t i empo y que se conservasen jun tas hasta la hora de la muer t e de u n o de el los , del pr ínc ipe o de la pr incesa . Quiera Dios que l legue el día en que yo pueda ver que estas dos rel iquias han s ido co lo­cadas en una m i s m a caja, y, lo que es más , que por la in terces ión de las once mil ví rgenes , el pr íncipe y la pr incesa , su esposa , pue ­

da al padre Jerónimo, Diego de Mencía, hizo que se vinieran abajo tales rumores. Cf. IGNACIO IPARRAGUIRRE, Práctica de los ejercicios de San Ignacio en vida de su autor (1522-1556) Bilbao-Roma 1946, 85.

7 3 0 Cf. Ap 3, 20. 7 3 1 Partiendo de una reconocida limitación suya, se eleva, como otras veces, a

consideraciones más altas que le ayudan a dilatar el corazón.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 333

dan vivir en perpe tua paz , y unidos por el v ínculo de la ve rdadera

car idad y a m o r 7 3 2 .

3 0 de a b r i l de 1545

4 3 1 . E l ú l t imo día de abril, festividad de santa Catal ina de Siena, ofrecí la misa por el éxito de este tan esperado Conci l io de T r e n t o 7 3 3 , para lo que encontré un oficio propio según el rito de esta iglesia de Valladolid. Ped í que el Señor se d ignase mirar por su Iglesia mediante este concil io.

Pensaba en las necesidades de los pecadores . Se convert ir ían más fácilmente si los ministros de la palabra de Dios y de los sacra­mentos estuvieran mejor formados; recordé también las neces idades de todos los atribulados que hallarán ayuda cuando la enfriada cari­dad adquiera su primit ivo vigor. M e acordaba de los enfermos que esperan que se les atienda mejor, y de los difuntos, cuyos deseos ahora no son tenidos en cuenta y sufren porque los ministros d e la Iglesia, a quienes dejaron sus bienes, no cumplen bien con sus obli­gaciones . Deseé que éstos y otros muchos bienes se siguiesen del c o n c i l i o 7 3 4 .

432 . Un día es tuve muy decaído y depr imido por ciertas in­quie tudes y amarguras que nacían de mi falta de car idad fraterna y poca humi ldad con quienes m e c o r r i g e n 7 3 5 . E levé mi corazón a Dios y vi pronto que todo esto carecía de importancia . P u d e c o m ­prender que lo mejor para mí , en tales ocasiones , es la e levación de la mente a cosas mayores . Porque cuando la mente se e leva hacia cosas más altas no le tocan ni le hacen daño los a taques del e n e m i ­go. D a d o que , estas cosas pequeñas , o palabras o disgustos , no su-

7 3 2 Cf. Col 3,14. 7 3 3 Se había fijado para la apertura del concilio el 15 de marzo. Se retrasó des­

pués al 3 de mayo. Se inició, por fin, el 13 de diciembre de 1545. 7 3 4 Enumera Fabro las que él piensa que son necesidades prioritarias a las que

el concilio debía poner remedio. A ellas ha aludido insistentemente, tanto en su co­rrespondencia como en su diario espiritual, en repetidas ocasiones.

7 3 5 Constata de nuevo lo que le cuesta ser corregido por sus defectos. En (418) decía «Se me dio a entender lo débil que soy y he sido hasta ahora, en aguantar las reprensiones». Antes en (416) se muestra dispuesto a ser corregido por cualquiera, superior o inferior, en todo momento y de cualquier defecto. Pero sale de su «inquie­tud y amargura» como otras veces: por elevación de la mente hacia cosas más altas. Vemos estos días a un Fabro que en medio de sus altibajos sabe «lanzar» las mociones malas y quedarse con las buenas. Cf. [313].

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334 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

ben hasta el espíritu que se e leva hacia Dios , a cuya m o r a d a no l le­

gan los m a l e s 7 3 6 .

Levanta , sin tardar, tu mente , cuando algo terreno, palabras o

hechos , tocan tu espíritu, bien sea con un gozo puramente humano ,

o con una tristeza sin fundamento. Comencé entonces a desear sacar

p rovecho de la contemplación del misterio de la Ascensión del

Señor. Subiendo con El, nos e levamos sobre todas las cosas terre­

nas , ahora cier tamente en espíritu, después también con el cuerpo y

con los sentidos exteriores.

8 de m a y o de 1545

433 . En el día de la Aparición de san Miguel Arcángel , l legué de Valladolid a Madr id a visitar a algunos señores y amigos en Cris­to. Aproveché el t iempo durante el camino para instruir a un ancia­no , de oficio r o m e r o 7 3 7 que dicen los españoles, y a una señora muy apenada que me abrió su espíritu. En las posadas procuraba edificar a las personas , instruyéndolas y e x h o r t á n d o l a s 7 3 8 . Y m e parece que es m u y bueno y grato a Cristo y a los santos dejar, en todas las posa­das y casas donde tenemos que de tenemos , muestras de buena y santa conversación, edificando en todas partes, p lantando algo y recogiendo. Porque somos deudores de todos los h o m b r e s 7 3 9 , cual­quiera que sea su estado, en cualquier lugar, porque en todas partes nos ve y conforta nuestro Señor, de quien todos nosotros somos c o l a b o r a d o r e s 7 4 0 .

434 . Aqu í reconocí las muchas negligencias que confieso ha­ber tenido hasta ahora, en mis múltiples y distintos viajes. Sobre todo aquellas que se refieren a instruir, corregir, avisar, consolar a tantas personas que han conversado conmigo, o con las que he teni­do que tratar.

N o deber íamos dejar pasar estas ocasiones que nos salen al encuentro . Jesucristo nuestro Señor no permitió nada que fuera

7 3 6 Cf. Sal 90,10. 7 3 7 «Fi0mero, se aplica al peregrino que va en romería a algún santuario con

bordón y esclavina». «Romería, el viaje o peregrinación que se hace por devoción a cualquier santuario. Díjose así porque las principales se hacen a Roma». Diccionario de Autoridades.

7 3 8 Cf. 1 T im4,13; 1 Cor 14,3. 7 3 9 Cf. Rom 1,14. 740 Cf. 1 Cor 3,9.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 3 3 5

ocioso, o en contemplar las cosas, o en escuchar una sola palabra. Ni dejó al acaso el ir a algún sitio, dirigirse a las personas , el estar en tierra o en el mar, en casa o fuera, entre los hombres o solo; estar de pie, sentado, caminar, comer, dormir. Así nosotros, no de jemos de dar sentido apostólico al dejar a uno , o detenernos con él. M u c h o menos si se nos invita a comer o convivir con algunas p e r s o n a s 7 4 1 .

435 . Ca í en la cuenta de un buen remedio contra las tentacio­nes carnales que , ocasionalmente, suelen tener quienes se ven obli­gados a detenerse en posadas o casas de seglares por donde pasan también toda clase de hombres y mujeres. Es muy importante que digan, al entrar en estas casas y encontrar en ellas a cualquier per­sona: «La paz sea en esta casa». Más aún presentarse c o m o maes ­tros de piedad y de verdad. Conseguirás esto, si, cuanto antes , co­mienzas a hablar palabras de edificación con quienes vienen a con­versar cont igo. De esta manera evitas el pecado de la murmurac ión . Algunos religiosos caen en la tentación diabólica de no manifestar inmedia tamente su profesión. De esta manera sus interlocutores se atreven a hacer gala de su l iviandad. Temen que, si dan claras seña­les de su doctr ina y de su piedad, los demás no van a poner de mani ­fiesto sus perversas inclinaciones. Tú procura que nadie en tu pre­sencia se atreva a hacer alarde de las inclinaciones al pecado a las que les induce su espíritu m a l o 7 4 2 .

14 de m a y o de 1545

4 3 6 . En la fiesta de la Ascens ión del Señor, med i t ando sobre las palabras del apóstol : «Cuando era n iño , hab laba c o m o n iño , pensaba como niño, razonaba como n i ñ o » 7 4 3 , se me ocurrieron mu­chas cosas para procurar mi ascensión espir i tual , de n iño a varón

7 4 1 Le preocupa el tiempo que puede haber perdido en el pasado. En marzo, desde Évora, escribía a los del colegio de Coimbra: «Igiturdico, orate Dominum para que su divina Majestad me dé gracia de no perder tiempo, sino que yo pueda y sepa y quiera ordenar todos los momentos de mi vida, conforme a su santa voluntad. Esto va en romance (la carta está escrita toda ella en latín) porque deseo que cada uno de vosotros y de cuantos después vinieren pidan esta gracia por mí a Cristo nues­tro Señor, a su Madre y a todos los santos, que otra mayor necesidad no siente mi ánima en sí». FM313-314.

7 4 2 Los párrafos 433-435 son citados en gran parte por Pedro Canisio en la larga carta que escribe a Claudio Aquaviva en enero de 1583, sobre el apostolado en la Compañía. Cf. BRAUNSBERGER VIII, 125-127.

7 4 3 1 Cor 13,11.

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336 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

perfec to , d e qu ien se de t iene en sen t imien tos y gus tos in­

t rascendentes a quien ha pues to todo su interés en las cosas ce les­

t i a l e s 7 4 4 . Ped ía no aspirar a nada de lo que es t ransi tor io , s ino cre­

ce r en la es t ima y valoración de las cosas e ternas . Sup l icaba t am­

bién que , de ahora en adelante , no m e dejase yo impres ionar po r

lo que m e entra por los ojos, sino que m e e leve con los sent idos

del a lma de tal manera , que las cosas espir i tuales sean las que

m u e v e n y es t imulan mi espíri tu.

23 de m a y o de 1545

437. Cierto día, volviendo de Ga lapaga r 7 4 5 a Valladolid, tuve de­voción de orar por cada uno de los pueblos que atravesaba. Rezaba un Padrenuestro y Ave María pensando en las necesidades que allí podía haber. Daba gracias y pedía por lo que cada uno necesitase. Extendí después esta devoción rogando por intenciones más universales. As í pedía por todos aquellos lugares por donde yo, o cualquiera de nuestra Compañía, habríamos de pasar. Por esta intención apliqué la misa del día siguiente, para que, por los méritos de la pasión del Señor, encon­trasen ayuda aquellos a quienes nos es más difícil ayudar.

4 3 8 . U n a vez, terminado el rezo de las horas canónicas m e en­contré con este texto del salmista: «Por eso mi pueblo va hacia ellos, aguas de abundancia les l l e g a n » 7 4 6 . Sent í gran dolor al leer estas palabras y pensar que hasta ahora yo no m e he convert ido verdade­ramente a las cosas de Dios, ni un día, si siquiera una hora, m e he l lenado de la abundancia de sus dones . Quiera Dios que a lguna vez mis días rebosen de buenas acciones y que desaparezcan de mi vida las obras vacías y sin contenido.

8-12 de j u l i o de 1545

4 3 9 . El día anterior a la octava de la visitación de la Biena­venturada Virgen María , a las doce y cuarto, dio a luz a un niño la pr incesa Dña . María , hija del rey de Portugal . Al día siguiente dije la misa de la Visitación, haciendo conmemorac ión del nacimiento

7 4 4 Cf. Flp 3,20. 7 4 5 El 8 de mayo ha salido para Madrid a visitar a unos amigos (433). De vuel­

ta a Valladolid se ha detenido en Galapagar. 7 4 6 Sal 73,18.

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RECUERDOS ESPIRITUALES DEL BEATO PEDRO FABRO 337

de Cris to, de la Virgen Mar ía y del nacimiento de San Juan Bautis ta . Había hecho ya estas conmemorac iones el día anterior, deseando que el recién nacido fuera bendecido con la ayuda de aquel los tres nacimientos . Tuve en todo esto gran devoción.

El día doce del m i smo mes de ju l io , hacia las cuatro de la tarde, falleció la princesa. Que su a lma descanse en p a z 7 4 7 .

14 de s e p t i e m b r e de 1545

440 . El día de la Exal tación de la Santa Cruz, al ir a decir misa, m e detuvo en el camino una persona p id iéndome que la oyese en confesión porque quería quedar l impia de sus pecados . L e respondí que yo deseaba ser escoba de Cristo para l impiar su conciencia . C o m e n z ó entonces a crecer en m í el deseo de ser y de que m e lla­masen escoba de Cristo. Y aquí me vinieron a la mente varias con­sideraciones. Deseaba parecerme a la escoba con que se barre la casa, porque yo quedo s iempre miserable y sucio y con toda suerte de impurezas al l impiar a los otros, al m i smo t iempo que, con la gra­cia de Cris to, contr ibuyo con mi ministerio al progreso de los de ­más . Veía c ó m o m e deshago c o m o las escobas y sin embargo hal lé gran devoción al ofrecerme a Cristo c o m o escoba de su casa, d is­puesto a barrer y l impiar las a l m a s 7 4 8 .

4 4 1 . Deseaba también que Cristo, que cuenta con tan preclaros inst rumentos en su casa que es la Iglesia, comenzase desde ahora a l i m p i a r l a 7 4 9 y tuviera a bien valerse de nosotros y de todos los miembros futuros de la Compañía c o m o de instrumentos humi ldes hechos para esta tarea de ser escobas suyas. Por esta intención ofre­c í la misa el día de la Exaltación de la Santa Cruz con el deseo de que en el cielo merezca ser, y que m e l lamen, gloriosa escoba de Cris to, después de haber ejercido antes el oficio de humi ld ís ima es­coba, oficio del que no soy d i g n o 7 5 0 .

7 4 7 Escueta y lacónica entrada en RR.EE. que se reduce a hacer constar el naci­miento del príncipe Carlos y el fallecimiento de la princesa Dña. María. La carta que escribe a los reyes el día 13 abunda en detalles delicados en los que le manifiesta su condolencia, al mismo tiempo que los exhorta a sentirse consolados viviendo el dolo­roso acontecimiento desde las profundas raíces de su fe cristiana. FM 333-336.

7 4 8 Esta comparación muestra cómo Fabro se ve como un instrumento pobre en las manos de Dios.

7 4 9 Cf. (261-265). 7 5 0 A fines de septiembre Fabro marcha a Madrid siguiendo la corte del prínci­

pe Felipe. Cf. FM 365, 368.

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338 EN EL CORAZÓN DE LA REFORMA

20 de e n e r o de 1546

442 . El día de los santos Fabián y Sebastián, conversaba y o con una persona necesi tada de consolación. L o único que se m e ocurrió para tranquilizar su a lma fue lo siguiente. Todas las tr ibula­ciones espiri tuales de los hombres se reducen al miedo que t ienen de l legar a la situación por la que pasó Cristo, su Madre , el buen la­drón o su discípulo Juan. Se turban, sobre todo, porque temen pasar por lo que Cristo pasó en la Cruz. Había que hacer una dist inción en estas tr ibulaciones espirituales o temporales . Unos temen que les venga jus tamente la pena del buen ladrón; y otros temen sufrir injus­tamente la mi sma suerte de Cristo. Hay quienes sufren no por sí mi smos , sino por aquellos a quienes aman. Estos t ienen miedo de pasar por la m i s m a situación por la que hubo de pasar la Virgen Madre . Otros temen por aquellos de quienes son amados , c o m o el discípulo amado que estaba con la Madre al pie de la cruz de Cris to, de quien era amado .

Tengamos , pues , presentes ante nuestros ojos a estas cuatro personas: Cristo colgado en la cruz, el buen ladrón atado a la cruz, a la Bienaventurada Virgen, de pie jun to a la cruz y a san Juan Evangel is ta . Este día dije la misa de la fiesta y pedí que estos san­tos márt ires m e alcanzasen luz y conocimiento de las ca lamidades y advers idades de toda nuestra Compañía .

443 . En los primeros días de este mismo año sentí que se reno­vaban mis defectos. Comencé a conocerlos de una manera nueva para tratar de corregirlos también de manera nueva. Sentí especialmente que necesito un m o d o nuevo de recogimiento interior y que para esto debía procurar, en mi actividad exterior, estar más unido a Dios, si quiero encontrar y retener el espíritu que santifica, rectifica y unge . Vi, sobre todo, la necesidad que tengo de mayor silencio y soledad.

Estos días, al experimentar algunas tentaciones, comprend í la necesidad que tengo de mucha gracia para combat i r los sent imien­tos contra la pobreza, contra los vanos temores de indigencia y de p e n u r i a 7 5 1 .

7 5 1 LOS Recuerdos Espirituales de Fabro son interrumpidos bruscamente. Las dos últimas entradas del mes de enero de 1546 las ha redactado en Madrid. Allí cae enfermo en febrero durante dos semanas. El 20 de abril sale de Madrid llamado al Concilio de Trento. Cf. Introducción 92-94

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La bibliografía que sigue es reducida. El lector podrá ver una rela­ción abundante de lo escrito sobre Fabro en:

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ÍNDICES

Los números corresponden a los de Recuerdos Espirituales

I. P e r s o n a s

Abrahán 150. Acurcio mártir OFM 390. Adán 220. 277, 278. Adiuto mártir OFM 390 Agustín s. 357 Albano s. 331 Alberto de Brandeburgo,

c a r d e n a l de M a g u n c i a 145, 196, 209, 215.

Alejo s. 47. Alvaro Alfonso 32, 216, 367, 368 Ana s. 101 Anacleto s. 357 Andrés s. ap. 183, 188 Antonia señora 55. Anunciación de la Virgen 42, 48,

51 ,86 , 97, 414. Apolonia s. 243, 244. Aragón Juan de 32, 47, 49, 73, 76,

77, 366. Araoz Antonio 406. Arquelao, Herodes 176. Asunción de la Virgen 87, 95, 97,

98.

Bárbara s. 188. Bartolomé Monzón 177, 178. Bartolomé s. 99, 368. Beni tos 28, 357, 407, 410. Berardo mártir OFM 390. Bernardo s. 92, 93, 357.

Blas s. 399. Bobadilla Nicolás 15, 17. Brígida s. 256. Broet Pascasio 15, 17. Bruno s. 28, 261 .

Caifas 176. Canisio Pedro s. 300. Carlos V Emperador 20, 22, 25, 74,

359, 422, 430. Castro Dr. 10 Catalina de Alejandría s. 180. Catalina de Siena s. 431 . Cerbonio s. 137, Cesáreo s. 182. Ciríaco, Largo, Esmaragdo ss. 70. Clara s. 81 . Coduri Juan 15, 17. Colonna Victoria, marqesa de Pes­

cara 55. Cornibus, Dr. de 113 Cosme y Damián ss. 114. Crisanto s. 148. Couvillon Juan 366.

Dionisio s. 28, 136. Doménech Jerónimo 19. Domingo s. 68, 357. Dorotea s. 242.

Eligió s. 186, 188. Emerencíana s. 235. 236. Engracia s. 28.

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346 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Enrique VIII, rey de Inglaterra 390. Escolástica s. 246. Esteban papa y mártir 141. Esteban protomártir 60, 198, 209. Esteban candidato a la Compañía

252.

Estrada Francisco 366. Eulalia s. 28. Eva 220. Evaristo s. 151.

Fabro Pedro beato 15, 23. Fabro Diego 366 Fabro de Hall, Pedro, 366. Fabián y Sebastián ss. 393, 442. Felipe, príncipe de España 430. Francisco s. 113, 123, 125, 357. Francisco Javier s. 7, 15.

Gabriel arcángel 406. Genoveva s. 28, 259. Gereón s. 404. Gertrudis s. 22. Gil s. 112. Gilberto s. 257. Gregorio s. 267.

Guadalupe N. s Señora de, 28, 49.

Herodes Antipas 176. Higinio s. Hipólito s. 85. Hoces bachiller 17.

Ignacio de Loyola s. 6, 8, 13, 14, 15, 16, 17, 23, 418.

Ildefonso s. 28. Inés s. 232, 297. Inmaculada Concepción 191,192. Ireneo s. 85. Isabel de Hungría s. 25. Isabel s. madre de S. Juan B. 39,

188, 380. Isidoro s. 28

Jayo Claudio 15, 17. Jerónimo s.118. Jesucristo 20, 2 1 , 23, 33, 38, 40,

4 1 , 46, 47, 50, 5 1 , 54, 55, 62,

77, 80, 93, 109, 111, 132, 135, 137, 141, 149, 175, 184, 187, 190, 197, 204, 207, 2 1 1 , 212, 224, 225, 227, 229, 232, 234, 236, 237, 246, 255, 2 6 1 , 264, 267, 269, 270, 2 7 1 , 275, 282, 312, 320, 333, 339, 356, 366, 369, 387, 408, 415, 434.

Jorge s. 289.

Juan Bautista s.19, 36, 38, 43, 104, 333, 334, 439.

Juan ev. 199, 201,209, 442. Juan y Pablo mártires 16, 37, 336. Juan de la Peña 7, 8. Juan Parcu y Juan Borjoeis 28. Justo y Pastor mártires 28. Justino s. 85.

Kessel Leonardo 366

Laínez Diego 15, 17, 19. Lázaro s. 28. Longino 120, 122, 144. Lorenzo s. 72, 73, 74, 82. Lorenzo Dn. 19. Loyola Emiliano 367. Lucas ev. 387. Lucía s. 284. Lucifer 293. Luis s., obispo 94. Luis s. rey de Francia 102. Lutero 25, 390.

Magos Tres Reyes 28, 43, 47, 49, 62, 73, 213, 215, 216, 227, 366, 369, 370, 371 .

María Magdalena 14, 28, 62 ,101 . María Virgen, Nuestra Señora, 19,

20, 23, 27, 28, 31 , 39, 40, 45, 47, 48, 49, 56, 62, 73, 74, 80, 85, 86, 88, 89, 90, 9 1 , 95, 96, 97, 109, 110, 113, 123, 132, 135, 145, 147, 150, 164, 176, 182, 191 , 192, 208, 288, 225, 237, 238, 240, 315, 356, 360,439.

María princesa, hija de los reyes de Portugal 430, 439.

Marcos papa s. 138.

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ÍNDICES 347

Marcos ev. s. 294. Mar tas. 28, 55, 125. Mascarenhas Leonor 368. Maximiliano de la Capella 366. Maximino s. 28, 404. Maximino Dn. 19. Melanchton 25. Miguel Arcángel 116,178, 309, 433. Moisés 354.

Montserrat Ntra. Señora de, 28, 49.

Narciso s. 28.

Nurenberg San Sebaldo de 28. Ortiz Dr. 20, 24. Otilia s. 284. Otón mártir OFM 390. Oviedo Andrés de 366.

Paeybroeck Daniel 366. Pablo apost. 174, 202, 344, 3 6 1 ,

427. Pablo Sergio s. 28. Paulo III 16, 18, 150, 255. Pedro mártir OFM 390. Pedro y Pablo apost. 19, 342, 348. Pilato 176, 272. Pinosa s. 28, 73. Poen Hermes 366. Poghius Tomás 366. Práxedes s. 51 . Proceso y Martiniano ss. 361 .

Remigio s. 8. Rodrigues Simón 15, 17, 399. Roque s. 47, 90, 266.

Sabass . 188, 190. Sabinas. 106, 111. Saboya duque de 22, Salmerón 15, 17. Santa Cruz Martín 393. Saturninos. 182, 183. Sebaldo. 28, Serapia s. 106. Siete Hermanos de la O. de Meno­

res ss. 143. Simón y Judas apost. 159,160,162.

Solimán I, Gran Turco 25, 390, 391. Susana s. 75.

Tiburcio s. 75. Tulia señora 55. Tomás Poghius 366.

Úrsula s. y Compañeras 28, 49, 63, 145.

Valentín s. 252. Velliardo 3, 28. Visitación fiesta de 19, 23, 39, 40,

4 1 , 42 , 43 , 45, 5 1 , 86 , 346 , 354, 356, 439.

Wischaven Cornelio júnior 366.

Yodoco s. 284.

I I . L u g a r e s

África 28, 33. Alejandría 33. Alemania 16, 20,22, 28, 32, 36, 112,

114,254, 307, 329,332,396. Amberes 363. Antioquía 33. Aschaffenburg 204.

Barcelona 28. Basilea 16.

Coimbra 390, 393, 399. Colonia 49, 73, 216, 363, 366, 367,

368, 404, 406 Constantinopla 33. Constanza 16.

España 16, 20, 28, 32, 49,179,430. Espira 20, 33, 87, 130, 141, 147,

288. Évora 406.

Francia 16, 24, 25, 28, 32, 102.

Galapagar 437.

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348 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Gerona 28. Ginebra 3, 33. Grecia 33.

Inglaterra 25, 390. Italia 28.

Jerusalén 15, 16, 17, 18, 33, 122, 370, 374.

La Roche 3. Lisboa 368. Lorena 16.

Madrid 433. Maguncia 120, 159, 177, 307, 331

347. ver Alberto card. de

Marsella 28. Montmartre 15.

Ñapóles 18. Narbona 28. Nuremberg 28.

París 6, 10, 11 , 14, 15, 16, 28, 90, 113, 259, 418.

Parma 17, 18, 19. Portugal 363, 366, 368, 406, 428. Portugal Juan III rey de 404, 439.

Ratisbona 22, 23, 24.

Saboya 24, 28, 32, 33. Salamanca 406. Suiza 32.

Trento 145, 431 . Tróveris 28.

Valladolid 406, 431,433. 437. Venecia 16. Vicenza 17.

Wittenberg 33. Worms 20.

Zaragoza 28.

I I I . Materias

Afecciones 30, 54. Afectos 2, 14, 50, 54, 72, 103, 107

116, 160, 229, 295, 300, 302, 305, 314, 316, 317, 3 2 1 , 336, 361 ,411 ,415 .

Alabanza 86, 117, 152, 194, 2 1 1 , 226, 233, 2 4 1 , 275, 307, 3 2 1 , 425.

Alma (s) 1,2, 6, 10, 14, 19, 2 0 , 2 1 , 24, 28, 30, 35, 45, 50, 55, 56, 62, 69, 70, 7 1 , 72, 73, 74, 83, 89, 90, 92, 95, 103, 107, 108, 109, 111 , 113, 120, 122, 127, 131 , 132, 133, 136, 138, 142, 143, 147, 148, 151 , 152, 153, 159, 163, 165, 166,167, 169, 172, 175, 176, 179, 183, 188, 196, 200, 2 0 1 , 206, 2 1 1 , 228, 230, 235, 237, 243, 253, 256, 257, 259, 267, 268, 270, 2 7 1 , 274, 275, 279, 280, 285, 288, 289, 299, 300, 304, 309, 3 1 1 , 315, 318, 319, 3 2 1 , 324, 326, 328, 329, 335, 338, 339, 343, 344, 345, 347, 349, 350, 353, 360, 365, 3 7 1 , 373, 393, 395, 397, 398, 4 0 1 , 412, 413, 425, 429, 436. 439, 440, 442.

Ángeles 12, 2 1 , 28, 3 1 , 34, 35, 49, 83, 103, 114, 116, 117, 118, 119, 123, 132, 142, 147, 164, 175, 176, 178, 191 , 200, 225, 250, 2 5 1 , 253, 260, 282, 283, 309, 311 , 315, 354, 369, 408.

Caridad 28, 30„ 39, 4 1 , 58, 67, 7 1 , 72, 77, 86, 121, 127, 129, 130, 143, 149, 151, 152, 153, 154, 155, 170, 177, 203, 2 2 1 , 2 4 1 , 259, 263, 265, 266, 289, 353, 369 ,427 ,430 , 431.432.

Carne 5, 23, 30, 45, 55, 75, 103, 122, 136, 150, 176, 193, 207, 213, 227, 253, 266, 268, 270, 272, 288, 292, 294, 296, 3 1 1 , 313, 314, 317, 320, 334, 344,

Page 349: 21. en El Corazón de La Reforma. Beato Pedro Fabro SJ. Antonio Alburquerque SJ

ÍNDICES 349

355, 359, 369, 382, 402, 415. Cartujos 261 , 338, 368, 404. Castidad 4, 5, 23, 27, 30, 35, 45,

58, 90, 113, 167, 356. Compañía de Jesús 7, 8, 18, 20,

23, 28, 33, 74, 123, 164, 196, 229, 260, 2 6 1 , 265, 307, 356, 367, 392, 297, 398, 400, 410, 413 ,428 ,437 , 441,442.

Confesión 10, 340, 405,440. Contemplación 2 1 , 38, 62, 73, 128,

154, 175, 182, 301 , 433. Conversación 8, 10, 69, 73, 222,

405, 433. Corazón 5, 24, 35, 4 1 , 43, 45, 52,

62, 64, 65, 68, 72, 100, 104, 121 , 123, 132, 133, 136, 138, 143, 146, 152, 159, 182, 188, 191 , 193, 2 1 1 , 213, 229, 233, 239, 242, 253, 256, 265, 298, 299, 304, 307, 320, 334, 335, 336, 337, 343, 355, 362, 379, 400, 401,424, 432.

Cuerpo 14, 22, 28, 30, 35, 43, 45, 55, 56, 60, 6 1 , 74, 85, 89, 90, 9 1 , 103, 107, 108, 109, 1 1 1 , 117, 122, 127, 129, 130, 131 , 136, 144, 151, 152, 167, 169, 179, 182, 183, 185, 190, 203, 211 , 212, 213, 216, 223, 228,

230, 244, 245, 257, 265, 266, 268, 269, 270, 2 7 1 , 274, 275, 279, 286, 288, 292, 303, 309, 313, 316, 3 2 1 , 324, 326, 327, 328, 3 3 1 , 343, 245, 352, 353, 356, 360, 3 6 1 , 368, 370, 390, 398, 399, 420, 432

Culto 3 1 , 64, 67, 87, 114, 129, 204, 266, 284, 298, 321 , 323, 326.

Demonios 35, 130, 132, 152, 176, 250, 315, 328, 353.

Deseos, 3, 4, 8, 10, 34, 35, 37, 38, 40, 4 1 , 42, 43, 46, 49, 59, 60, 6 1 , 62, 70, 72, 75, 76, 9 1 , 96, 97 , 103, 107, 116, 125, 138, 141 , 143, 146, 151, 152, 155, 160, 167, 186, 188, 193, 196,

204, 232, 233, 243, 256, 2 6 1 , 263, 2 7 1 , 284, 294, 300, 313, 317, 336, 338, 342, 348, 3 6 1 , 370, 395,396, 415, 431 .

Devoción 2, 19, 20, 25, 28, 29, 3 1 , 34, 35, 37, 40, 45, 54, 55, 56, 62, 64, 65, 72, 73, 76, 80, 8 1 , 86, 87, 88, 90, 92, 93, 94, 95, 97, 98, 100, 101, 102, 103, 104, 113, 118, 120, 123, 129, 130, 131 , 132, 133, 135, 136, 142, 143, 147, 148, 151,164, 166, 167, 173, 175, 176, 178, 182, 186, 188, 191, 193, 197, 198, 199, 204, 209, 216, 229, 2 3 1 , 235, 237, 2 4 1 , 243, 250, 257, 260, 265, 267, 273, 278, 279, 282, 284, 298, 302, 307, 315,

318, 319, 3 2 1 , 323, 325, 326, 3 3 1 , 333, 336, 347, 349, 350, 3 5 1 , 352, 365, 3 7 1 , 393, 407, 412, 428, 429, 437, 439, 440.

Difuntos 20, 2 1 , 28, 55, 70, 80, 85, 113, 119, 123, 130, 147, 151 , 164, 165, 167, 182, 232, 257, 267, 338, 340, 373, 393, 400, 407 431 .

Dios Creador 6, 4 1 , 245, 305, 306, 344.

Dios Padre 40, 4 1 , 45, 7 1 , 115, 182, 207, 226, 292, 320, 342, 349, 350.

Dios Hijo 40. 4 1 , 45, 50, 73, 74, 85, 86 , 90 , 9 1 , 95, 96 , 97 , 103, 113, 136, 149, 160, 182, 183, 192, 198, 229, 232, 245, 293, 307, 315, 317, 318, 320, 339, 369, 385, 387.

Dios Espíritu Santo 4 ,12 , 20, 22, 30, 35, 40, 4 1 , 45, 52, 73, 74, 89, 103, 108, 109, 113, 135, 136, 149, 152, 160, 182, 183, 192, 198, 203, 207, 218, 245, 246, 249, 253, 266, 299, 307, 313, 314, 315, 316, 317, 318, 320, 387.

Discernimiento 300. Discernir 52, 88, 265.

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350 E N EL CORAZÓN DE LA REFORMA

Distracciones 37, 6 1 , 69, 72, 101, 116, 146, 188, 360.

Esperanza 20,24, 30, 33, 35, 47, 59, 86, 90, 101, 103, 118, 130, 141, 143, 152, 153, 155, 157, 158, 162, 166, 170, 178, 199, 218, 2 2 1 , 230, 244, 253, 259, 265, 290, 319, 332, 372, 388. 394.

Espíritu 5, 10, 2 1 , 23, 30, 3 1 , 32, 35, 36, 38, 45, 50, 52, 52, 62, 84 , 88 , 89 , 108, 113, 118. 125,128, 137,143, 146, 152, 155, 157, 158, 169, 172, 173, 179, 197, 199. 212, 213, 238, 244, 254, 263, 265, 268, 269, 270, 274, 275, 282, 283, 288, 294, 295, 297, 299, 3 0 1 , 303, 305, 307, 210, 3 1 1 , 313, 314, 319, 320, 329, 345, 347, 355, 370, 418, 432, 443.

Espíritu bueno 25, 52, 54, 59, 96, 100, 101 , 157, 158, 162, 254, 299, 302, 304, 329, 409.

Espíritu malo 12, 35, 88, 143, 156, 181, 191, 252, 254, 304, 311 , 314, 328,409, 412, 435.

Examen 10, 58, 405.

Fe 29, 30, 33, 44, 55, 58, 62, 74, 79, 80, 87, 90, 103, 116, 118, 130, 131, 132, 147, 152, 153, 154, 167, 190, 202, 204, 217, 218, 219, 220, 2 2 1 , 230, 244, 250, 289, 326, 396.

Gozar 38, 4 1 , 6 1 , 62, 66, 69, 119, 132, 187, 214, 225, 247, 279, 316, 403, 404.

Gozo 73, 178, 231 , 238, 293, 304, 311 , 337, 371 , 432.

Gracia de Dios 88, 89 141 , 153, 161 , 173, 174, 191, 208, 2 2 1 , 224, 233, 253, 265, 339, 353, 360, 365, 391 .

Herejes 32, 33, 151, 220, 332, 377. Hombre (s) 8, 9, 24, 37, 38, 48, 54,

64, 66, 67, 69, 8 1 , 85, 86, 88, 9 1 , 103, 107, 109, 113, 118, 128, 129, 132, 143, 146, 149, 151, 153, 161, 166, 170, 176, 182, 183, 188, 189, 193, 199, 200, 209, 2 1 1 , 215, 219, 224, 228, 230, 232, 235, 249, 253, 263, 265, 266, 275, 279, 2 9 1 , 292, 293, 296, 307, 310, 313, 314, 318, 3 2 1 , 328, 329, 330, 332, 339, 344, 345, 354, 355, 365, 369, 372, 380, 383, 385, 386, 387, 3 9 1 , 4 0 1 , 405, 408, 411 , 413, 414, 417, 426, 433, 434, 435, 442.

Imperfección 152, 187, 416.

Justicia 77, 83, 94, 113, 196, 243, 246, 272, 292, 299, 341 , 359.

Lágrimas 52, 92, 1 0 1 , 121 , 122, 147, 164, 173, 193, 197, 235, 257, 290, 294, 334, 340, 364, 385, 401 402, 407.

Medi tac ión 42 , 72 , 86 , 96, 110, 113, 147.

Misa 14, 22, 5 1 , 53, 6 1 , 70, 72, 8 1 , 82, 88, 92, 96, 99, 102, 113, 117, 123, 130, 172, 179, 186, 187, 196, 197, 209, 215, 216, 228, 229, 243, 246, 250, 255, 257, 258, 260, 2 6 1 , 270, 284, 307, 338, 342, 357, 379, 388, 393, 397, 400, 405, 410, 4 3 1 , 437, 439, 441 , 442.

Mujer (es) 42, 48, 67, 75, 89, 95, 182, 184, 200, 225, 229, 256, 268, 405, 435.

Obediencia 15, 18, 23, 39, 4 1 , 45, 113, 145, 207, 265, 356, 359, 363, 381 , 382, 388, 406, 413.

Oración 2 1 , 29, 37, 46, 62, 69, 73, 125, 128, 155, 175, 244, 255, 271 , 283, 301 , 317, 320, 400.

Paciencia 30, 39, 4 1 , 62, 77, 83,

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ÍNDICES 351

115, 121 , 127, 143, 225, 244, 253, 296, 334, 335, 383, 427.

Pecadores 14, 2 1 , 127, 163, 373, 391 , 397, 431 .

Pecados 5, 9, 54, 62, 64, 67, 70, 72 , 102, 107, 115, 123, 147, 151 , 167, 224, 226, 230, 2 3 1 , 235, 262, 272, 284, 290, 299, 303, 3 1 1 , 325, 3 4 1 , 344, 383, 397, 410, 412, 440.

Pensamiento (s) 37, 38, 43, 52, 54, 55, 59, 69, 72, 102, 107, 116, 143, 146, 174, 176, 188, 191 , 212, 2 4 1 , 287, 300, 302, 307, 313, 314, 316, 412, 4 2 1 , 428.

Peregrinación 47, 49, 73, 76, 406. Perfección 20, 45, 8 1 , 89, 9 1 , 113,

152, 187, 203, 228, 245, 246, 280 294, 295, 296, 3 0 1 , 302, 318, 373, 416, 423.

Pobres 117, 127, 159, 329, 394, 397

Pobreza 13, 18, 23, 26, 45, 113, 177, 186, 233, 234, 303, 354, 356, 369, 370, 397, 443.

Prójimo (s) 11, 12, 50, 64, 66, 8 1 , 83 , 85, 119 , 127 , 129 , 143, 148, 149, 151 , 152, 153, 156, 160, 167, 170, 194. 198, 199, 200, 210, 214, 228, 2 4 1 , 242, 255, 268, 273, 277, 285, 295, 323, 333, 240, 3 4 1 , 353, 397, 400, 411 , 427,

Purgatorio 29, 5 1 , 55, 70, 7 1 , 80, 92, 142, 147, 163, 165, 166, 167, 169, 175, 232, 243, 257, 267, 271 , 338, 339, 393, 407.

Redentor 4 1 , 42, 74, 80, 147, 151, 404.

Re l iqu ias 47 , 60 , 87 , 114, 130, 147, 182, 193, 209, 215, 3 2 1 , 331 , 347, 368, 404, 430.

Reposar 6 1 .

Rezo oficio 20, 29, 37, 6 1 , 116, 135, 141, 146, 181, 213, 235, 277, 336, 400, 438.

Seguir 2, 13, 28, 97, 110, 174, 211 , 299, 330, 336, 376, 388, 417.

Sentidos 22, 30, 37, 5 1 , 69, 103, 109, 127, 169, 187, 189, 307, 310, 3 2 1 , 323, 345, 403, 432, 436.

Sentimiento (s) 5, 12, 22, 23, 27, 28, 30, 33, 35, 39, 40, 50, 54, 82, 85, 87, 108, 111, 130, 134, 138, 143, 151, 165, 166, 167, 176, 182, 188, 190, 191, 197, 202, 213, 219, 235, 236, 2 4 1 , 242, 2 5 1 , 254, 256, 257, 258, 266, 268, 270, 272, 294, 297, 299, 304, 307, 309, 313, 335, 353, 390, 393, 394, 436, 443.

Sentir 52, 54, 68, 70, 74, 84, 97, 101, 122, 135, 136, 171, 189, 191, 197, 234, 268, 279, 2 8 1 , 287, 303, 307, 309, 313, 316, 319, 320, 325, 344, 379, 395.

Servicio 4, 14, 22, 32, 48, 85, 86, 90, 150, 165, 225, 237, 303, 304, 378, 388, 414, 429.

Servir 39, 150, 165, 179, 195, 225, 292, 388.

Tentación 8 1 , 418, 435. Trinidad 38, 45, 73, 82, 9 1 , 109,

145, 183, 225, 317, 319, 3 2 1 , 352.

Virtud (es),. 30, 35, 4 1 , 45, 5 1 , 67, 90 , 125, 127, 1 3 1 , 132, 133 135, 136, 148, 149, 221 , 225, 234, 244, 270, 2 7 1 , 280, 294, 295, 296, 303, 330, 332, 335, 350, 358, 411 .

Voluntad de Dios 131 , 158, 225, 286, 346, 395, 421,428.

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E l diario de Pedro Fabro, centrado principalmente en su mundo in­terior de emociones, deseos, sen­timientos, propósitos etc., no nos

descubre el modo de proceder que tuvo du­rante los sólo ocho años de intensa vida apostólica, ni los rasgos importantes de su carácter, ni el esfuerzo por crear comunida­des jesuitas, ni su contribución a la reforma católica y su clara visión sobre el compor­tamiento que debería seguirse en los deba­tes y trato con los protestantes, etc.

Por falta de esta perspectiva resultaba muy difícil percibir, en su auténtico valor, lo que iba escribiendo Fabro en su diario. Por eso antes de ofrecer la traducción del mismo, que en esta edición llamamos Re­cuerdos Espirituales, parece oportuna una introducción que consta de dos partes. En la primera, y más larga, se sigue el itinerario de Fabro. Lleva por título: ¿Quién es Pedro Fabro? En la segunda se señalan breve­mente algunas características de su diario: Observaciones sobre los «Recuerdos espi­rituales de Fabro». Creemos que así hemos facilitado el acceso a la intimidad de este hombre excepcional.

MANRESA