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165» María Elena Walsh. Semblanza y recuerdos Marta Hueter

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María Elena Walsh.Semblanza y recuerdos

Marta Hueter

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El cardo | Año XXI, N0 15, enero a diciembre de 2019MARTA HUETER | María Elena Walsh. Semblanza y recuerdos | (165-177)

María Elena WalshSemblanza y recuerdosMarta Hueter | [email protected]

María Elena Walsh es la argentina nacida en Buenos Aires en 1930, egresada de la Escuela Nacional de Bellas Artes, creadora desde la adolescencia de libros de poesía y un poco más tarde, de relatos y canciones dedicados al público infantil.

Se inició como intérprete de folklore integrando un dúo con Leda Valladares y realizando prolongada actividad sobre todo en países europeos. Irrumpió como cantautora en la década de 1960 y con comedias teatrales para niños que se siguen representando en los países de lengua castellana. Además de sus libros Hecho a mano, Novios de antaño y Fantasmas en el parque que llevan parte de su biografía.

María Elena Walsh dijo de sí;

María Elena Walsh. Semblanza y recuerdosPáginas 165 a 177 en: El cardo N0 15, 2019 | ISSN: 1514 -7347 / e-ISSN: 1851-1562

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Soy hija de Jeanette Mc Donald y Nelson Eddy, de Fred Astaire y Ginger Rogers. Ellos me llevaron de la mano —una manita de blanco enguanta-da— por valles, montes y praderas, por bosques de sonoros árboles de terciopelo y tiernos pajarillos de cartulina, no había escuela, ni soledad ni regaños: levitábamos cantando, bailando, recogiendo fresas o copos de nieve, siempre felices, con sonrisas de strass. Zapateábamos por es-calinatas de mármol jamás profanadas por la realidad. Recorríamos a caballo los peligrosos montes de cartón pintado del Canadá y fumába-mos la eterna pipa de las pieles rojas, que nos recibían en paz. Caíamos de rodillas harapientos esa sola vez, para agradecer a Dios cantando por haber sobrevivido al terremoto de San Francisco. Eddie cantor nos ofrecía helados recién cortados de la planta. Al Jonson bendecía con un pícaro blanco de ojo, y solo a Clark Gable se le podía perdonar que no cantara. Alguno me regalaba una muñeca envuelta en intemporal papel de seda: era la réplica de Shirley Temple, a quien las niñas debíamos imitar en risitas con hoyuelos y sacudidas de adorables rizos tirabuzo-nes…(fragmento autobiográfico textual, en una conversación con Alicia Dujovne Ortiz).

Siempre se sintió y se confesó deudora de las palabras. Deudora y discípula de ellas. De ahí su Vals de diccionario, un tributo al pequeño Larousse Ilustrado. Después que lo cantó por primera vez se enteró de que el diccionario es un símbolo materno y que ese texto estaba plagado de referencias a la madre.

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Es que fue sabiendo que las palabras se llaman unas a otras, se convocan, nos reúnen. El lenguaje es transitivo como la música, el viento o la caricia, es mo-vimiento, vincula pasando. Las palabras no agotan la realidad porque la realidad no está encerrada en la palabra realidad, ni el alba en la palabra alba, la dinámica del mundo va a la par con la dinámica del lenguaje que va siendo, conjugando su posibilidad de decirse de otra manera, creándose para ser trágico o dichoso, interpretándose, dando voces a sus vivencias. La heterogeneidad lo constituye, es temporal y siempre y otra vez comienza… se va diciendo una y otra vez, de otras maneras y de muchas otras más.

Con atención constante, mirada de ojos bien abiertos y escucha permanente, María Elena levantó su obra, palabra tras palabra y nos la dejó como legado impar.

Ya en los años 70 entre ideologías intransigentes y fanatizada militancia política interesaba su «mester de juglaría» y esa original adscripción criolla al «castigat ridendo mores» que recuperara Moliere del teatro ambulante italiano; actitud y método con que igualmente ella daba palo a los ejecutivos y seguía sus dispendio-sos itinerarios «del avión al salón, del harén al Edén». Y menos la iba en cambio con eso de «cuando “el que te dije” salía al balcón de su tango El 45». A algunos les sonó a gorilismo que supo luego exorcizar en su poema a Evita. En fin, anteceden-tes del «País Jardín de Infantes» custodiado por «celadores franquistas», elíptica manera de decir videlistas, según su denuncia en el diario Clarín el 16 de agosto de 1979 y mientras su sensibilidad desbrozaba la maleza de los ruidos molestos para captar con nitidez las notas agudas de «la flauta del afilador / que recorre la calle Laprida», recuperada en su Vals municipal.

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El dulce mestizaje de sangres que le dio vida, entre inglés y criollo, se evidenció en su escritura, donde junto a una estilística y una poética con claves europeas y parti-cularmente inglesas, surgió y fue creciendo la interioridad latinoamericana. Lenguaje, melodías, asuntos, personajes que no pudieron ser creados sino por una mujer talen-tosa capaz de amalgamar las dos orillas para crear de un modo límpido y original.

Hay que agregar que el componente folklórico que atraviesa buena parte de su trabajo no es resultado exclusivo de los sentimientos, sino de la perma-nente dedicación de una estudiosa puesta sobre la música y la lírica popular de nuestro país. Este mestizaje se hace notar por eje. En la decisión poética de unir métricas y rimas estrictas con un lenguaje improbable. Como si dijéramos ponerle corbata al caos o casi en sus propias palabras meter el viento en una cajita de fósforos. Cuando dentro de los límites de una estrofa perfecta, en sí-labas contadas y rima consonante encontramos una dicción del disparate más una argumentación patas arriba, los lectores entramos de lleno al espacio de la maravilla. Porque si el delirio tiene una lógica y caramba si la tiene, María Elena Walsh supo encontrarla.

Juego, humor, absurdo y música son conceptos que con distintos grados de profundidad aparecen cuando hablamos de su obra. Es que no pueden obviarse, tampoco separarse ya que se presentan muy articulados en su escritura. Así es como leyéndola y cantándola el absurdo juego del humor, la música absurda de los juegos y el juego musical de la risa nos hacen enseguida soñar.

El absurdo, el sinsentido y el disparate no son en su obra una pura pátina for-mal ni tampoco un embeleso carente de sustancia. Por el contrario, la poética del

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absurdo se sostiene cuanto menos sobre dos sólidas columnas. Una de ellas es la metaforización del mundo humano, del ser y del quehacer de nuestras socieda-des. Hablando absurdamente habla sobre el absurdo y pone en jaque la solidez de nuestra lógica, la mismísima lógica que da origen a la burocracia, las jerarquías, el consumismo, la guerra y la tristeza.

Pero el absurdo tiene también relación con una convicción estética; la de tra-bajar por fascinación, la de confiar en los argumentos de la melodía. O sea, la certeza de que el arte poético poco y nada tiene que ver con la secuencia de la demostración y sí, por el contrario, le adeuda sus mejores sentidos a la estética.

En cuanto al humor y a la sonrisa son en nuestra artista la más humana y efi-ciente herramienta para encarar el fracaso, los miedos (desde el miedo del niño a la vacuna hasta el miedo del adulto a la soledad). El humor en su poesía, es un modo de echarse la vida a las espaldas para seguir viaje.

¿Y la música?La música tantas veces reconocible en formatos tradicionales, parece relacio-

nada con la memoria. Lo que se canta, nos dice su obra, mejor se recuerda. La memoria, como cualquier otra virtud humana, debe ejercitarse. En sus poemas y canciones, tanto las que priorizan al lector niño como las que priorizan al lector adulto, se fragua la memoria de nuestra historia, se recuerdan las deudas pendien-tes con la justicia y hasta se potencia lo más jugoso de la nostalgia.

Está también la empatía de su obra con la de los Beatles y en varios sentidos. Son muchos los que piensan que Yellow submarine podría haber sido escrita por la argen-tina. Y yendo un poco más allá, otros piensan que temas como Lucy in the sky with

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diamonds, Eleonor Rigby o esas canciones basadas en juegos de palabras como He-llo, goodbye hicieron trayectorias paralelas. Ella grabó 9 LP de su autoría, casi lo que grabaron Los Beatles en la misma época. Y así como Lennon y McCartney indagaron en músicas de su infancia como el vodevil (El viejo varieté!), los ritmos circenses y en las tradiciones británicas (así como María Elena se nutrió de las nursery rymes que le trasmitió su padre) una de las claves de su obra musical es el desparpajo genérico sin perder su anclaje nacional y popular partiendo de zambas, chamamés, chacareras, milongas y bagualas Walsh encontró su sonido adosando ritmos como el twist, el vals, el son, el madrigal, el samba y la bosa, el foxtrot y hasta la música japonesa en Canción de bañar la luna. Y siempre, siempre la chanson; sus adorados Trenet, Brel y Brassens.

Ese cruce de influencias bien Beatles destaca sobre todo en su obra adulta: un repertorio exquisito que más allá de las canciones emblemáticas, todavía no se ha valorado del todo.

Nos falta el juego. ¡Porque juega y muchísimo! la escritura de María Elena Walsh. Brinca, adivina, vuelca y revuelca, esconde, encuentra y vuelve a esconder. El que juega, lo sabemos, invita a jugar. Por eso abrimos sus libros y encontramos un sitio pendiente en la ronda. Pocas veces resulta tan cierto que la literatura requiere de un lector para completarse. En este caso, la poeta lo reclama y lo exige: «Ey, lector, esto es entre dos».

Hay una instigación evidente al juego y al cabo resulta muy difícil ser sus lecto-res sin jugar con ella. Todas esas marcas que atraviesan su larga y profusa obra la emparientan con la oralidad. Y nos permiten afirmar su condición de juglar.

Cantar para contar mejor y que no se olvide, que siga de boca en boca, que se meta por cualquier resquicio del alma y allí anide. Sus poesías andan de plaza en plaza y de

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pueblo en pueblo cantando acá sobre los de allí y contando allí sobre los de acá.Maravilloso carromato que llega para reunir a viejos y niños, enamorados y

académicos, peces y pájaros, gatos y perros, al pueblo entero, sin que nadie se quede al margen porque donde ella canta cabemos todos.

Nunca la moral de un poeta es independiente de sus versos. Quizás sea esa la única imposibilidad del arte: deshacerse de la índole profunda de quien lo hace. Moral sin disfraces. Moral de la libertad. Moral que es posición tomada y defendida. Cada línea de sus poesías y de su prosa remite artísticamente a su vigoroso compromiso con la justicia, con el humanismo. La educación y sus «campanas de palo», los crímenes contra la libertad, las hipocresías sociales, la imaginación como arma y herramienta son algunos de los temas que merecieron un tratamiento reiterado en su trabajo literario. Y lo hizo lejos, tan pero tan lejos de la diatriba, los sermones y las sentencias.

Y dentro de los temas que vamos nombrando y que de ningún modo agotan la lista hay uno en el que debemos detenernos: «las mujeres».

Cuando aún no eran tantas las manos que alzaban las banderas de la igualdad de géneros, cuando no eran tantas las voces, ella hablaba a voz en cuello como de-nuncia y como militancia acerca de la situación de las mujeres en nuestra sociedad.

¿Recuerdan a aquella pobre mujer que se murió de cansada? «Aleluya, me mudo a un hogar donde nada se vuelve a ensuciar» fueron sus últimas palabras.

Pero además hay unos versos suyos de fabulosa contundencia porque reúnen lo genérico y lo social: «Quien no fue mujer ni trabajador piensa que el de ayer fue un tiempo mejor».

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Justamente por 1980 viajó con Sara Facio, su compañera, para entrevistar a otra gran escritora apenas conocida, Doris Lessing, una africana nacida en Irán, expulsada de su Rodhesia natal (hoy Zimbabwe) por sus críticas al racismo, due-ña de una obra definida como una constante búsqueda de lucidez, autora de El cuaderno dorado, considerado durante décadas la biblia del feminismo y militante de principios inclaudicables. Años después de aquel encuentro, Lessing recibió el Nobel de Literatura.

Y si en enseñanzas pensamos nunca María Elena Walsh escribió para los niños con esa «piedad» odiosa que tan fácil se ve y tan poco enamora. Nunca escribió mirándolos desde lo alto ni mucho menos pensándolos como caricaturas. No tuvo temor a enfrentarlos con la parodia, el absurdo o la complejidad del disparate. Habló con los niños en frecuencia artística por eso se hizo inolvidable.

La literatura para niños es en su pluma literatura sin fronteras, que universaliza los sentimientos y los conflictos. Literatura que dice en Serenata para la tierra de uno: «Porque el idioma de infancia / es un secreto entre los dos / Porque le diste reparo / Al desarraigo de mi corazón».

María Elena inventora: estamos frente a la «plapla», la letra que se le aparece a Felipito en su cuaderno. Letra que no figura en ningún diccionario, letra gozosa, patinadora, letra inventada parecida a una arañita de tinta. ¡Que abre las puertas del lenguaje para ofrecerle una expansión, para agrandarlo, para que pasemos li-bremente, para desatarlo y desatarnos… la plapla, la nueva letra que no tienta, no invita, más bien alarma a la maestra de Felipito y decide finalmente guardarla

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encerrándola en una caja!!! María Elena, maestra libre, feroz, inventora de «le-tras» nuevas en las filas de la desobediencia. Hacedora de su marco de identidad, maestra que pensaba en modelos poéticos de vivir. Maestra grande. Parecida a las olas grandes del mar, las que te dan vuelta.

Su mundo no fue solamente lúdico. El espesor de su obra y de lo que proyecta-ba el personaje público, ofrece aún hoy grietas por donde descubrir una densidad fascinante, un arte enrevesado y único.

Definitivamente, nuestra Derramasoles! Que nos regaló esa estrofa:

«Yo canto lo que sucede / y lo que no puede ser / hazañas de por ahora / leyendas de por ayer. / Yo soy aprendiz de río, / voy de entonces a des-pués. A mi antigua primavera / ya me vuelvo, / ya me voy. He cantado para siempre / la esperanza me mandó / quien me busque por el tiempo / me hallará en el ruiseñor»

Nadie influyó tanto en las conciencias de tres generaciones. Nadie fue tan des-templada en sus juicios. Nadie construyó un cancionero tan bello y profundo que el día que dejemos en paz a Manuelita podremos empezar a redescubrir. Nadie retrató tan hermosamente las delicias de la vida cotidiana, nadie rogó tan dulce-mente que el amor no se fuera… mientras afuera llora la ciudad. Tanta soledad.

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BibliografíaBORDELOIS, Ivonne (2010). El lenguaje entre la poesía y el poder. En: Del silencio como porvenir. Libros del Zorzal, Bue-nos Aires.

GAMBARO, Griselda (1976). Conversaciones con chicos. Ti-merman Ediciones, Buenos Aires.

LARDONE, Lilia (2008). Sobre el canon en la literatura infan-til: elecciones, separaciones, diferenciaciones, clasificaciones. En: Argentino de Literatura II. Escritores, lecturas debates. Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe.

LYOTARD, J-F. (1997). Lecturas de infancia. EUDEBA, Buenos Aires.

MASSUH, Gabriela (2017). Nací para ser breve. María Elena Walsh. El arte, la pasión, la historia, el amor. Editorial. Suda-mericana, Buenos Aires.

PUJOL, Sergio (2011). Como la cigarra. Biografía. Emecé Edi-tores, Buenos Aires.

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Datos de autoraMarta HueterProfesora de Literatura. Este escrito es solamente un ejercicio de memoria sobre la vida y producción de María Elena Walsh incompleto. Ella resultaría, a mi entender, una «figura» de la cultura que creo se pue-de recordar entre los maestros..... sólo eso.