1270638 tendencias y corrientes de la historiografia mexicana del siglo xx

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TEN DENCIAS Y CORRIENTES DE LA HISTORIOQR A A  MEXIC A NA DEL SIQLO XX Conrado Hernández Coordinador  E L COLEGI O DE MICHO AC ÁN UNI VERSIDAD NA CIONAL AU TÓN OMA DE MÉXI CO INSTITUTO

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    TEN DEN CIA S Y CORRIENTESDE L A H IST O R IO Q R A F A

    M E X IC A N A DEL SIQL O X X

    Conrado HernndezCoordinador

    EL C O L E G IO D E M I C H O A C NU N IV E R S ID A D N A C I O N A LA U T N O M A D E M X IC O

    INSTITUTODE INVEST IGACION ES HISTRICAS

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    T E N D E N C I A S Y C O R R I EN T E S

    D E L A H I S T O R IO G R A F A M E X I C A N A D E L S I G L O X X

    C o n r a d o H e r n n d ez

    Coordinador

    El Colegio de Michoacn Universidad Nacional Autnoma de MxicoInstituto de Investigaciones Histricas

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    297,272 Tendencias y corrientes de la historiografa mexicana del siglo XX /CoordinadorTEN Conrado Hernndez. Zamora, Mi ch. : El Colegio de Michoacn /Universidad Nacio-

    nal Autnoma de Mxico, Instituto de Investigaciones Histricas, 2003.278 p. ; 23 cm. - (Coleccin Debates)ISBN 970-679-095-0

    1.Historiografa - Mxico - Alocuciones, Ensayos, Conferencias2.Historiografia - Siglo XX - Alocuciones, Ensayos, ConferenciasI.Hemndez Lpez, Conrado, coord.II.t.

    Ilustracin de portada: Jos Chvez Morado,Ro revuelto, 1949 (fragmento), leo sobre tela, 106.5 x136 cm. Coleccin Pago en Especie de la SHCP, Recaudacin 1981.

    D. R. El Colegio de Michoacn, A. C., 2003Centro Pblico de InvestigacinCONACyTMartnez de Navarrete 505Fracc. Las Fuentes59699 Zamora, Michoacn

    publica@colm ich.edu.mx

    D. R. Universidad Nacional Autnoma de MxicoInstituto de Investigaciones HistricasCircuito Mario de la Cueva s/nZona Cultural, Ciudad Universitaria04510 Mxico, D.R

    Impreso y hecho en MxicoPrinted and made in Mxico

    ISBN 970-679-095-0

    INDICE

    IntroduccinConrado Hernndez Lpez

    La historiografa positivista y su herencialvaro Matute Aguirre

    La historiografa liberal mexicana en el siglo XX.Reflexiones en tomo a un casoEvelia Trejo

    La otra historia : la historiografa conservadoraJaime del Arenal Fenochio

    11

    33

    47

    63

    La historiografa mexicana de izquierdaAndrea Snchez Quintanar

    La historia de las ideas entre 1940 y 1960Abelardo Villegas

    De la teora de la dependencia a los nuevos gneros historiogrficosNorma de los Ris M.

    91

    121

    135

    La presencia de la corriente fi^ncesa de losAnnalesen Mxico.Primeros elementos para su interpretacinCarlos A. Aguirre Rojas

    De la historia de las mentalidades a la historia de la vida privadaBoris Berenzon Gorn

    151

    17 9

    mailto:[email protected]:[email protected]
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    Metodologa de la nueva historia polticaMara Fernanda Garca de los Arcos

    De la historia de las ideas a la historia conceptual:hacia una hermenutica historiogrfica posgaosiana

    Luis A. Torres Rojo

    ndice onomstico

    223

    265

    20 1

    In me mor iam Abelardo Villegas Maldonado (1934-2001)

    Filsofo , historiador de las ideas, analista del acontecer poltico, desde luego maestro. Abelardo Villegas Maldonado fue responsable de mantener en sus brazos una estafeta, la de lahistoria de las ideas. Cuando l inici sus estudios y trabajos, practicar esa lnea de investigacin era lo ms usual, lo correcto. Procedi a hacerlo y lo hizo bien. Sus libros dan testimonio de que no se trataba de estar en una mida, sino de contribuir al esclarecimiento de dudas, al planteamiento de problemas. Sus libros se leen hoy con el doble inters de serhistricos y actuales. Viven hoy porque lo que en ellos se trata atae a los lectores de hoy.Villegas no se apart de la noble prctica por el hecho de que llegaron al medio otros vientos metodolgicos, tericos, tanto filosficos como historiogrficos. Si bien en el mundo sigui habiendo historia de las ideas, en Mxico fueron unos pocos los que continuaronen ella. Uno de ellos, en su momento el ms destacado, fue Villegas. A poco ms de un ao de haber abandonado este mundo, los autores de este libro le rendimos homenaje y leexpresamos reconocimiento a su memoria.

    lvaro Matute

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    INTRODUCCIN: TEND ENCIAS Y CORRIENTESDE LA HISTORIOGRAFA MEXICANA DEL SIGLO XX

    Conrado Hernndez LpezEl Colegio de Michoacn

    Las cosas humanas, como histricas que son, no discurrende golpe y porrazo, sino por eslabn y cadena y sin hiatos nivacos: la ruina de una aventura del espritu es ya otra aventura, proceso nuevo constituido por problemas propios que

    responden a peculiares vivencias.OGorman,La idea del de scub rimie nto de Amrica (1951).

    El presente libro tuvo origen en el ciclo de conferencias Revisin de laHistoriografa Mex icana del Siglo XX, realizado en tre julio y septiembrede 2000 en El Colegio de Michoacn.' Los historiadores invitados no slomostraron buena disposicin para debatir temas que han formado parte de

    A su vez, el ciclo tuvo origen en la lectura deLa teora de la his tora en Mx ico,que lvaro Matute public

    en 1974 (inspirada enPolm icas y en sayos mexican os en tom o a la histo rade Juan A. Ortega y Medina)

    y cuya relectura llev a replantear la utilidad de estudiar la influencia de las tenden cias y corrientes identifi

    cadas con posturas tericas o con supuestos comunes sobre el sentido y la necesidad de escribir historias, Julio Arstegui (La investigacin histrica. Teora y mtodo,Barcelona, Crtica, 1995) distingue entre una

    teora constitutiva que versa sobre el objeto (por tanto, se formula como una teora de la historia)y una teora disciplinar, que se ocupa de la estructura interna de la historiografa, es decir, sobre su natu

    raleza especfica. Frente a los grandes sistemas especulativos, apunta lvaro Matute, la teora se dedic a problemas inherentes a la naturaleza de la disciplina histrica;por eso, prefiere llamarPensamiento his

    toriogr fico (ttulo de una obra reciente donde ampla la perspectiva iniciada en 1974) a las ideas y las reflexiones individuales sobre la historia que, en respuesta a las necesidades especficas de un contexto con

    creto, lograron un distinto grado de articulacin terica. Por eso cabe preguntar: clasificar por tendencias ycorrientes proporciona un marco adecuado para evaluar la produccin historiogrfica del siglo XX? Al uni

    ficar preferencias u orientaciones personales bajo un sentido de direccin o de proyeccin, esta clasificacin

    oscila entre las funciones terica (que da cuenta del movimiento de la sociedad) y social (organizar al

    pasado en funcin del presente) de la historia, lo que no excluye la reflexin sobre los problemas inherentes

    a su naturaleza como disciplina, ni la existencia de supue.stos comunes, o en ltima instancia, de principios

    comunes al plantear una interrogacin del pasado y subordinar la investigacin a la respuesta de dicha inte

    rrogante. Conviene aadir que, en los ltimos aos, la revisin y el debate sobre la produccin historiogrfica en nuestro pas ha encontrado un amplio espacio en p ublicaciones, simposios, congresos, coloquios,

    cursos y hasta posg rados en un nmero tan amplio de instituciones qu e resultara interminable enumerar.

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    C o n r a d o H e r n n d e z L p e z In t r o d u c c i n

    sus estudios personales sino que, adems, aceptaron el reto de plantear criterios para evaluar y analizar la influencia de algunas (no todas, desd e luego)de las principales tendencias y corrientes historiogrficas desarrolladas ennuestro pas a lo largo del siglo XX. El objetivo asuma la necesidad de pro

    po ne r m arc os con ceptuale s y c rono lg ico s p ara ord enar u na gran p ar te dela produccin historiogrfica a partir de sus afinidades temticas, tericaso metodolgicas, sin olvidar, desde luego, las circunstancias concretas delos historiadores, la situacin nacional y las preocupaciones intelectualesde cada poca.

    El resultado se presenta en diez ensayos, ocho sobre tende ncias ycorrientes planteadas segn el criterio de sus autores, y los dos ltimosabordan cuestiones tericas y metodolgicas que, si bien son objeto de

    pr ctica y debate comn en otro s pas es, apenas g anan terr eno en Mxico:po r un a parte, la invitac in a repla ntear los enfoq ues y m tod os pa ra lapr cti ca de un a nueva his toria po lt ica , que conciba lo po lti co comoel campo de gestin de la sociedad global; por la otra, la propuesta dereorientar la historia de las ideas difundida por Jos G aos en una historiaconcep tual fundada en el nexo reciente entre hermen utica e historia. Poreso, antes de p asar a los ensayos, conviene hacer algunas puntualizacionessobre el objetivo y el orden generales.

    A lo largo del siglo XX, la historiografa floreci en las seis acepcio nes registradas por Luis Gonzlez: como institucin, como vida, com o letraimpresa, como literatura, como cantera de datos y como pensamiento.^ Demodo particular, Jos Gaos d istingua la historiografa (como la historiaescrita) de la historia (que designaba la ingente realidad histrica); poreso, utiliz los vocablos lo histrico, una delimitacin temtica que lo

    mismo poda incluir a la realidad histrica tomada en su integridad que a

    2. Luis Gonzlez, La historia de la historia , en Veinticinco aos de historia en Mxico. Mxico, Ei Colegio de

    Mxico , 1966 , p. 52. En 193 8,0 Gorman (Sobre la obra de Luis Gonzlez Obregn, enLetras d e Mxico. vol, 1, nm. 1, 1938 ) afirm que la forma en que se ha realizado la investigacin de los hec hos del pasado

    es, en s misma, un he cho susceptible de historiarse, por lo que invit a emprender la revisin de la historia

    escrita como lo que es: una manera o forma del pensamiento. En 1940, Ramn Iglesia auguraba que la

    investigacin historiogrfica ocupara un puesto de preferencia y que la lectura de historiadores de antao

    no dar frutos menos valiosos que la rebusca de nuevos documentos, en Matute,La teora de la hi storia en

    Mxico .Mxico, Secretara de Educacin Pblica, 1974 (SepSetentas, 126), p. 47. En 1941 fue inaugurado un curso con el nombre de Historia de la historia en El Colegio de M xico, que sirvi de m odelo para otrasinstituciones, en la mayora de las cuales se llam historiografa.

    una parte cualquiera de esa realidad, y lo historiogrfico, conformadopo r un d ete rminado n m ero de obras y exp resivo de la s ituacin in tegradapo r el historiador y su pb lico y po r lo histrico designado p or aquel a s te .^As lo histrico designado por el historiador oscila entre lo irrepetible y lorepetitivo, lo novedoso y lo comn, lo general y lo singular, pero siemprede acuerdo con las preocupaciones de su tiempo, ya que no es posible separarlo de su mundo p articular de relaciones ni de la influencia intelectual querecibe y expre sa en un variable repertorio terico y metodolgico.'*

    Aunque es base para la filosofa de la historiografa (encaminadaa construir una filosofa de la historia), lo historiogrfico es objeto de lahistoriografa, que no puede limitarse a la crnica de obras historiogrficas

    (el objeto de la bibliografa historiogrfica) ni a las monografas. En todocaso, el volumen desbordante alcanzado por la acumulacin de obras noslo imposibilita ser abarcado en su totalidad por cualquier estudioso sinoque conlleva un riesgo ms grave: la prdida de visin de conjunto de lahistoria humana y de las enseanzas insustituibles derivadas de sta.Por eso, deca M. de C erteau, el historiador no hace la historia, lo nicoque puede hacer es una historia.^ Sin embargo, los distintos enfoques delo histrico refieren orientaciones y tendencias, a veces identificadas concorrientes y escuelas, que dan cuenta de una relacin estrecha entre lasideas originadas en corrientes de pensamiento de mayor magnitud, las preocupaciones especficas de una poca y las circunstancias concretas quedieron origen a un determinado relato histrico (statussocial y econmico,formacin profesional, exp eriencia personal de los historiadores). El conocimiento histrico no slo se enmarca en un m ovimiento global de la sociedad,sino que crea la inteligibilidad del pasado en funcin de requerimientos

    del presente. De ah que el historiador parta de supuestos que se expresan ensu manejo personal de lo histrico: eleccin de periodos, enfoques, p lanteamientos y estrategias metodolgicas.'

    3. Gaos, Notas sobre la historiografa. Matute,op. cit ..pp .66 y 72.4. La dependencia en que el pasado histrico est del presente del historiador es un caso particular de la

    dependencia en que el pasado histrico est del presente y del futuro histricos en general. Ihid.,p. 80.

    5. M. de Certeau,La escritu ra de la histo ria, Mxico, Universidad Iberoamericana, 1985, p. 9.

    6- Luis Gonzlez (El oficio de historiar, Zamora, El Colegio de Michoacn, 2000) cita a Raymond Aron: consciente o inconscien temente, cualquier actividad historiogrfica est ligada a una fi losofa de la historia,

    y es preferible elegirla a sabiendas de lo que se elige a correr el riesgo de tener que bailar con la ms fea.

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    C o n r a d o H e r n n d e z L p e z

    Apoyado en B. Croce, Carlos A. Aguirre Rojas propon e entender ala historiografa como el estudio crtico de la evolucin del pensamientohistrico, donde la valoracin y el anlisis de los aportes de los historiadores, as como de sus filiaciones, influencias, prstamos, redes de circulacin, etc., no se desligan de su contexto respectivo ni de la perspectivaglobal. El proceso historiogrfico, apunta Andrea Snchez Quintanar, estcondicionado (ya que no determinado) p or las caractersticas de la sociedady la cultura de cada poc a respectiva. Para Boris Berenzon, la tarea de ladisciplina es realizar la crtica de sus conceptos y teoras como p roductoshistricos; desde las condiciones de su produccin en un momento dadode la cultura. Po r constituir un cono cimiento cambiante y plegadizo a las

    circunstancias, la esencia del conocimiento historiogrfico es su continua ynecesaria renovacin.El desarrollo de la historiografa muestra los cambios globales en

    el conocimiento histrico a travs de las contribuciones de sus sucesivoscreadores; por eso, los ensayos de este libro buscan revisar aportacionesindividuales y de conjunto en tomo de problemticas que abarcan desde losdebates sobre el origen y el destino de la nacin hasta planteamientos alrededor de la estructura y la funcin del conocimiento histrico. En algunamedida se trata de respond er las preguntas de qu conocen los historiadorescuando hablan de historia, cmo conciben la prctica de su conocimiento ycmo explican los fenmenos que califican como histricos.

    Al referir la idea de movimien to con una direccin, algun as tendencias y corrientes planteadas en el presente libro se basan en teoras que,independientemente de su origen y su desarrollo en otros pases, tuvieron

    pro cesos de adaptacin pec ulia res en Mxico : con eta pas form ativas, de

    auge y descenso. Si el tiempo presente es el punto de partida de toda interrogacin del pasado con una proyeccin futura, los historiadores estudiados rescatan al pasado bajo una peculiar expectativa del futuro que temen oanhelan. Com o los ambientes d e conflicto o confrontacin d e las pocas decrisis generaron las ms variadas posturas, los autores de este libro recomiendan un manejo cuidadoso de los conceptos originados en el siglo XIX yutilizados en el XX con distintos fines (liberalismo, conservadurismo, positivismo), frente a la influencia acadmica recibida del exterior y aplicadabaj o los m s va riados cri ter ios (his toricism o. Escuela d e los Ann ales, h isto ria de las mentalidades, etctera).

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    iNTRODUCCtN

    Obviamente, los presentes ensayos no estn exentos de los riesgosinherentes a una disciplina en con stante renovacin. Si hay una industriahistoriogrfica (como afirmaba M. de Certeau), debemos rec onoc er quela mayora de los estudios son centralistas en el sentido de que sus valoraciones se basan en las obras de historiadores concentrados en la capital(lo que dice mucho d e la centralizacin del aparato cultural a lo largo delsiglo). El orden general tambin dej fuera otras corrientes historiogrficasque cobraron gran fuerza en otros pases (laNe w Econo mic His tor y, el marxismo britnico, la historia cultural, etc.) y la produccin de subdisciplinasrecientes como las historias demog rfica, social, del arte y de las instituciones. Otras dificultades surgen con la eleccin misma de los criterios paraadscribir a los historiadores me xicanos en tendencias y corrientes concretas.Adems de una delimitacin conceptual, esto requiere de la aplicacin deuna escala de valores que perm ita destacar los aportes de los autores principales f rente a las figuras sec undarias o los meros repe tido res . D entro de unamisma tendencia o corriente no slo puede haber historiadores ortodoxos yheterodoxo s sino que, con cierta frecuencia, las diferencias pueden a lcanzara sus respectivas ideas de la historia. Por eso es interesante o bservar los criterios elegidos para incluir, como se ve en algunos casos, a los historiadoresms diversos dentro de un m ismo rub ro propuesto.^

    En este sentido, conviene unificar las periodizaciones utilizadas porlos autores en sus estudios respectivos.

    P e r i o d i z a c i o n e s

    En general, qu elementos podem os utilizar para enmarcar las rupturas ylas permanencias en la historiografa del siglo XX? Si bien la ma yora delos autores de este libro coinciden en sus periodizaciones, el sentido com nrecomienda tener cuidado al seccionar procesos historiogrficos dentrode los 100 aos del siglo recin concluido y tambin al delimitar puntos de

    7. Por ejemplo, Jaime del Arenal y Andrea Snchez Quintanar pensaron incluir a Edmundo OGorman como

    conservador acadmico o como historiador de izquierda en sus exposiciones respectivas. Otro ca.so curioso

    es el de Ezequiel A. Chvez, considerado por Carlos Aguirre como el primer suscriptor mexicano&Anna

    les y por Jaime del Arenal como conservador catlico.

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    C o n r a d o H e r n n d e z L p e z

    inicio y fin a partir de los sucesos nacion ales y mun diales importantes o losgrandes cam bios culturales.^ En este sentido, Carlos Aguirre Rojas ubicanuestro breve siglo XX, en el mbito mundial, entre la guerra de 1914 yla cada del Muro de Berln, y en el mbito nacional, entre la revolucinmexicana de 1910 y el alzamiento neozapatista de 1994, pero Andrea Snchez Quintanar opina que el siglo XX se liga con la historia moderna del

    pas, o rig ina da en e l triunf o de la rep blica en 1867, que marca la insercinde Mxico en el sistema de capitalista de produccin (lo que coincide conAguirre, que en la perspectiva global ve en M arx al fundador del proyectomoderno de las ciencias sociales a mediad os del siglo XIX).

    Algunos h istoriadores propusieron hacer una genealoga culturalde la nacin con b ase en el estudio d e las generaciones. El siglo XX segnesta perspectiva, que es utilizada por Jaime del Arenal p ara ordenar a loshistoriadores conservadores, alberga un ciclo cultural completo desde 1910hasta 1968, como una familia cultural que inicia con la generacin de1915, o los padres fun dado res, continua la de 1929, los hijos diligentes,seguida de la generacin del medio siglo, los nietos crticos y cosmopolitas, para culm inar con la generacin de la ruptura en 1968, los bisnietos iconoclastas. En este esquema, las tres ltimas dcadas del siglodieron espacio a dos generaciones ms: la primera marcada por la crisiseconm ica de principios de los ochenta y la segunda por los cambios polticos de los noventa (Agu irre propone a 1994 como el lmite de nuestro

    breve sig lo XX).

    8. En El pudor de la historia, Borges sospech que la verdadera historia es ms pudorosa y que sus fechas

    esenciales pueden ser, asimismo, durante largo tiempo, secretas. [...] Los ojos ven lo que estn habituados aver. Tcito no percibi la crucifixin, aunque la registra en su libro. Vase Ficcionari o,Mxico, Fondo deCultura Econmica, 1985, p. 313.

    9. El pensamiento de Jos Ortega y Gasset fue decisivo para concebir esta forma del cambio desde las catego-

    n'as de perspectiva y circunstancia, la relacin dialctica de las ideas y las creencias y la convicci n de

    que poda buscarse un ritmo en la historia a travs de sus pr otagonistas concretos: la minora rectora que

    marca los ciclos vitales y culturales. Cuatro generaciones divididas en lapsos de quince aos completan un

    ciclo cultural de 60 aos en los que se suceden una generacin destructora del antiguo orden, la constructora del nuevo, la crtica y, otra vez, una generacin violenta. Aunque en sus quince aos de accin comparte

    el escenario con antecesores y sucesores, cada generacin mantiene una propia sensibilidad, basada en

    experiencias comunes. Vase L. Gonzlez,La ronda de la s generac iones, Mxico, Secretara de EducacinPblica, 1984; y E. Krauze, Cuatro estaciones de la cultura mexicana, en Caras de la historia,Mxico,Joaqun Mortiz, 1983, pp. 124-168.

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    In t r o d u c c i n

    La influencia de los procesos econmicos y polticos es notable alprop on er cortes globales.' En el siglo XIX la historiografa fue esen cialmente poltica, si bien durante el porfiriato tom el lenguaje especulativode la ciencia. Para lvaro Matute las tres herencias del siglo XIX fueronel inmediatismo, la erudicin y el positivismo, que sufrieron una profundatransformacin co n la revolucin mexicana. En las tres siguientes dcadas laescena estuvo dominada p or un empirismo tradicionahsta de corte eruditoque coincidi con el modelo historiogrfico vigente desde 1940; y, adems,po r un prag ma tismo po lti co, alime nta do con la h isto riogra fa generad apo r test igos de la primera revolucin, que se mantu vo hasta los sesenta .

    La revolucin mexicana marca la m ptura o el inicio de procesos quetienen un fuerte impacto en la orientaciones de la produccin historiogrfica. Si bien cada tendencia se ubica en un contexto concreto, hay coin cidencias por la manera comn de vivir sucesos o de compartir preocupaciones.En este sentido, la generacin de 1929 toma su nombre del movimientoestudiantil por la autonoma universitaria de ese ao, cuando tambin concluye el conflicto cristero, inicia la recesin del m undo capitalista y, en fin,es fundada la revistaAn na les en la Universidad de Estrasburgo, Francia,dando origen a una historia legendaria. Aunque el periodo tiene como eje alas generaciones de 1915 y de 1929, abarca desde 1910 hasta 1940, cuandono slo ocurren cambios institucionales en el pas, sino que Europa y elmundo viven una conflagracin de la que saldra un nuevo orden m undialen 1945.

    El siguiente corte se establece desde 1940 hasta 1968, que marc a lainstitucionalizacin de la historia en Mxico e inicia un periodo favorable

    pa ra la i nfluencia de los homb res del m ed io siglo que se p rol onga hasta la

    generacin de la ruptura en 1968. Desde 1940 hasta 1970, segn CharlesHale, se consolidan los mitos fundadores del Estado mexicano, y Abelardo Villegas vio a la misma etapa como propicia para un nacionalismo

    10. Albert L. Michaels y Marvin Bernstein dividen el siglo XX mex icano en cuatro etapas marcadas por lagestacin (1876-1917), el ascenso (1917-1932), la consolidacin (1932-1946), el crecimiento espectacular

    (1946-1958) y la crisis (1958-1968) de la burguesa mexicana. Va.se The Modernization of the Old Order:

    Organization and Periodization of Twentieth-Century Mexican History, en Papers o f the/VInternatio nal

    Congress of Mexican History, Los ngeles, The University of Cahfomia Press, El Colegio de Mxico,

    1976, pp. 687-722.

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    C o n r a d o H e r n n d e z L p e z

    filosfico centrado en la temtica de lo mexicano. Por coincidencia, en1945 reapareci en Francia. Annales ,iniciando una etapa que Carlos Aguirre

    pro lon ga has ta 1968.La teora de la dependencia, dice No rma de los Ros, fue un anlisis

    de la realidad de Am rica Latina que surgi como consecuencia de la inestabil idad re gional y el f racaso de la pol tica desar rol lis ta im pulsada por Estados Unido s en los aos cincuenta, si bien cobr un aug e inusitado a fines dela dcada siguiente. Para Carlos Aguirre 1968 marca el inicio de una revolucin cultural y global de larga duracin. En Mxico, por lo pronto, marcael fin del mito de la estabilidad poltica que, aunad o a las crisis econmicassubsecuentes, supone un camb io en la orientacin de los estudios. Por esovarios autores identifican el periodo de 1968 a 1989 (que Carlos Aguirreextiende hasta 1994) como propicio para la difusin de nuevas formas dehacer la historia, pero tambin para la persistencia de prcticas calificadasde positivistas o ne opositivistas.

    El fin de siglo estuvo marcado por la derrota electoral del PRI y laconsolidacin mundial del liberalismo en sus vertientes poltica (democracia representativa) y econmica (libre mercado). En lo interno, el ltimo

    periodo par ece ma rca r el fin del ciclo inic iad o p or la revolucin m exicana;en lo externo, el fin de todo paradigma historiogrfico a nivel mundial. Latrayectoria de la historiografa a lo largo del siglo hace n ecesario abordaruna de las trans formacion es ms significativas para el oficio de historiador.

    L a t r a y e c t o r i a i n s t i t u c i o n a l

    Al evaluar la historiografa anterior a 1940, Robert A. Potash observ queera escasa la monografa desapasionada fundada en la exploracin exhaustiva de las fuentes y que, segn pareca, los eruditos carecan de tiempoy de recursos econm icos para dedicarse a investigaciones prolongadas.Qu efecto tuvo la institucionalizacin en la historiografa de la segundamitad del siglo XX? El proceso motiv un cam bio importante frente a las

    11. Potash, Historiografa del Mxic o independiente,Histo ria Me xicana, vol. 10, nm. 3 (39), enero-marzode 1961, p. 377.

    18

    In t r o d u c c i n

    formas tradicionales de escribir la historia, porque permiti dedicar tiempocompleto a la prctica profesional y al desarrollo de la disciplina especializada; estimul la renovacin de los enfoques y m todos; proporcion m edios para la difusin de los resultados; finalmente, contribuy a enriquecerlas perspectivas a travs de un contacto creciente, que en muchos casos seconvertira en una colaboracin estrecha, con los historiadores del extran

    je ro ocupad os en el estudio de tem as afines.En todo el pas, como se observ en casi todos los campos, la con

    solidacin de las instituciones coincidi con una evolucin c ada vez msescolarizada, encaminada a la produccin esp ecializada y protegida enlos grandes organismos. Por tradicin, dic^ lvaro Matute, el historiador

    escriba por libre voluntad, sin contratos ni compromisos, si bien la mayorade las veces careca de pan o de tiemp o (como ironiz Man uel Orozcoy Berra). En cambio, hacer una carrera institucional impone una tripledependencia al historiador: vivir exclusivamente de su especialidad, ejercerla en proyectos colectivos (de ms o men os larga duracin) y, como temaRamn Iglesia, tener como cliente final a un grupo reducido de acadmicos(que, a fin de cuentas, son qu ienes dec iden su futuro).'^ En forma paralela, laestructura institucional tambin proporcion un marco para negociar recursos y posiciones. En la ruta de la especializacin, el rigor documental pasa ser garanta de la calidad del producto generado por el historiador y,en consecuencia, observ OGorman en 1945, se favorecieron los enfoquescientficos o diplomticos muchas veces ligados a prcticas que en un

    prin cip io seran ca lific adas de e litis tas y, ms tarde, de gremia les. '^ P or o trapar te, la a dop cin d e ideas y enfo ques sup ues tam ente avan zados pasa raa constituir otro sntoma de conform ismo dentro del orden imp erante .'*

    Enrique Florescano seal que, a diferencia de los tiempos en quelas instituciones mantenan la iniciativa en la investigacin, la educacin yla difusin de la historia, en las ltimas dcadas se observ la prdida deesta direccin, el divorcio entre la investigacin y la enseanza, el desce nso

    12. Gabriel Zaid,De los libro s al pode r, Mxico, Grijalbo, 1988, p. 39.13. OGorman, Cinco aos de historia en Mxico ,Filosofa y Le tras,nm. 20, 1945, p. 183; Coso Villegas,

    Memo rias, Mxico. Joaqun Mortiz, 1976, pp. 202-204.14. La frivolidad tiene un sentido cultural profundo, y el hombre que la rechace o vitupere carece de una

    dimensin esencial. OGorman, Historia y vida, en Matute,La teo ra....o p. c it.,p. 146.

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    C o n r a d o H e r n n d e z L p e z

    en los niveles de rigor acadmico y su su stitucin por prcticas populistas,ideolgicas y gremiales.'^ Sin ocuparse de renovar los lineamientos de lainvestigacin y la enseanza, que muestran una brecha cada vez mayor enlos niveles bsicos, las nuevas generaciones de historiadores parecen interesarse ms en desmantelar los antiguos valores acadmicos, ahondando eldesfase entre el conocimiento histrico y los objetivos globales de la sociedad. En los ltimos aos, la excesiva valoracin del capital curricular y laevaluacin cuantitativa de la produccin provoc un auge nunca antes vistode investigaciones que, independientem ente de su carcter especializado,no tienen canales adecuados de difusin. No es posible cumplir aquella profeca de que las ediciones pasaban de las tumbas de los archivos a las tumbasde las bibliotecas porque gran nmero de ellas no salen de las bodegas (porlo dems, los medios de comunicacin tambin afectan la funcin global eindividual de la memoria histrica). No es sorprendente que, en un tiempoen que proliferan incontables ediciones y publicaciones, buena parte de lacrtica se base en lo que OGorman llam el terrorismo de la erudicin, ola obligacin de mantenerse al tanto de toda la produccin generada sobreun tema. Aunque en los ltimos aos se ha hecho com n la divulgacin delos grandes temas histricos , la publicacin de revistas caracterizadas por

    su calidad y su rigor puede ser un signo de esperanza, pero tambin unaseal de que la reflexin terica busca refug io en los cenculos de los iniciados, tal vez a la espera de tiempos mejores.

    Sin duda, replantear el papel de las instituciones es importante parael porvenir de la disciplina, pero tambin hay que confrontar los supuestosen que se basan los enfoques tradicionales con las perspectivas novedosas,

    pues de este p roc eso continuo d e reno vacin dep ende el futu ro de la h isto

    riografa en el siglo que inicia y que, como todos, encierra temores y esperanzas.

    15. Florescano , La nueva interpretacin del pasado mexican o, en Gisela Von Wobeser (ed.).El hist oria dor fren te a la histor ia,Mxico, UNA M, 1992, pp. 18-19.

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    In t r o d u c c i n

    El p a s a d o d e s d e c a d a p r e s e n t e

    Para Heidegger, la historia es una proyeccin en el pasado del futuro que elhombre m ismo se ha elegido. Desde su presente, el historiador expresa unatensin entre pasado y futuro, donde ste se proyecta hacia atrs y condiciona lo ocurrido en vista de lo que debe llegar a ocurrir. Si el conocimiento histrico cumple esta funcin de crear la inteligibilidad del pasadoen funcin de los requerimientos actuales, el estudio de la historiografape rm ite ob servar los pre sente s anter ior es en los que un tema ha sido ex aminado, acum ulando cargas subjetivas y juicios de valor no tanto para justificar lo que somos o lo que vamos a ser, sino lo que en cada contexto

    prete ndem os que somos y lo que preten demo s l legar a ser. En este s ent ido ,mantiene vigencia la idea de que el conocimiento histrico ayuda a com pren de r el cami no recorr ido po r las sociedades (el orig en de la realidad dehoy y sus perspectivas futuras) e incluso permite plantear las metas a lascuales dirigirse.

    Con frecuencia, el conocimiento histrico ha sido concebido comoun instrume nto para el logro de fines polticos. En estos casos, las preocup aciones tericas y m etodolgicas no son ajenas a los propsitos utilitarios,ideolgicos o polticos, manifiestos o encubiertos, lo cual se expres en unrescate parcial o eclctico de diversas teoras y corrientes, con la consecuente falta de coherencia al contener los hechos particulares en la marchaglobal. Sin embargo, esta dimensin poltica de la historiografa no renunciaba a difundir su idea sobre la m archa de la sociedad, ni al contacto conel pblico en general. En este sentido, la revolucin mexicana representun verdadero parteaguas en la vida espiritual del pas y, a la larga, logr

    imponerse en el campo de las representaciones [del imaginario] como elreferente esencial de la interpretacin de la totalidad histrica mex icana .'*Al principio, la historiografa reflej el paso del inters por las cuestionespolticas a la p reo cupacin p or los pro blema s de jus tic ia social en los ter renos educativo, social, econmico, agrario e ideolgico. Con el tiempo, elinters de los historiadores por la revolucin se transform conforme cam-

    16. Zermeo, Crtica y crisis de la historiografa contempornea en Mxico: retos y posibilidades,Acta s delII Cong reso E urope o de L atinoa meric anista s,Martin Luther, Universitt Hallen Wittemberg, octubre de

    1998.

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    C o n r a d o H e r n n d e z L p e z

    biaban las cir cunst anc ias del pas y, con ellas, las con dic ion es y n ecesidadesde la interpretacin.'"'

    En los primeros aos, una con secuencia importante fue la renovacin del conflicto liberal-conservador originado en el siglo XIX que, paraO Gorman, ya hab a perdido razn de ser. La historia oficial difundida

    po r los gob iem os de la rev olucin m otiv la reacc in de los hi sto riad orescatlicos. La polm ica enfrent a una versin liberal con la versin cristiana y heterodoxa , ambas apoyadas en una interpretacin distinta de losmismos hechos. Desde la izquierda, los historiadores tambin vieron alconocimiento histrico como instrumento para la construccin de una sociedad justa e igualitaria. En fin, la concepcin instrumental y la coincidencia

    de tendenc ias distintas y contradictorias dio lugar a mltiples polmicas conun notable trasfondo po ltico e ideolgico.En la dcada de 1940, la etapa institucional no slo propici la reno

    vacin de las formas de escribir la historia sino que reorient las preocupaciones hacia una exploracin exhaustiva y neutral del pasado del pas. ElColegio de M xico se impuso el propsito de sup erar la etapa pre-cientficade la historia, dominada por el anticuario, mulo de la polilla, el discur-sero, pulidor de hroes y el pedante filsofo de la historia.'* No es fcilsaber hasta qu punto la institucionalizacin pu so fin a la etapa del historiador constructor de la nacion alidad porque los fines polticos tambinhallaron cobijo en la historia objetiva e imparcial. No es extrao que entre1940 y 1968, segn Hale, se consolidaran los mitos polticos de la nacinmexicana: el liberalismo unificador y la revolucin permanente que parala representacin oficial forman una continuidad en el proceso histrico y

    pol tico .

    En los mismos aos, los enfoques filosficos del extranjero estimularon una forma de nacionalismo centrado en la temtica de lo mexicano.El arribo de los transterrados espaoles, desd e 1937 hasta 1945, fortaleci

    17.

    18.

    19.

    Vase J. Rico Moreno, Pasado y futuro de la h istoriogra fa de la revolucin mexicana, Mxico, UAM,

    INAH, 200 0; y J. Meyer, Periodizacin e ideologa, en Wilkie y Meyer,Pape rs o f the IV Internatio nalCongress ofMexican H istory, op. cit.,pp. 711-722.

    Hernndez Chvez y Mio Grijalva, Cincuenta aos de historia en Mxico,Mxico, El Colegio de Mxico, 1993, t. I,pp. 5-6.

    Hale, Los mitos p olticos de la nacin mexicana, enHisto ria Me xicana , vol. XLVl, nm. 184(4), abril- junio de 1997, pp. 821-83 7.

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    In t r o d u c c i n

    el dilogo entre filosofa e historia que se prolong las tres dcadas siguientes. El cultivo de la historia de las ideas, para Jos Gaos, facilitara la compre nsin de los pro ducto s universales d e la filo sof a y de paso ha ra que elpensamien to m exicano dejara su con dic in de imitador estril de doctrinasimportadas. Esta tendencia, observ L. Villoro, busc con forma r en el pensamiento una cultura en evolucin que sirva de polo espiritual a la integra

    cin de la sociedad e n una nac in. A fines de los sesenta la temtica de lo mexicano y lo americano

    (que preguntaba por la susceptibilidad, la soledad, el azar, el complejo deinferioridad) cedi la escena a temas como el colonialismo, la dependencia,la lucha de clases, el m aterialismo histrico, la estructura del capitalismo

    y el socialismo. Para N orma de los Ros, la influencia de sucesos como larevolucin cubana, aunada al fracaso de polticas desarrollistas y la inestabilidad en Amrica Latina, gener una corriente historiogrfica crtica:la teora de la dependencia, ocupada del anlisis de las estructuras econmicas, polticas y sociales en vista de su transformacin. Sin embargo, losfactores que favorecen este proceso tambin estimulan la ltima expresin

    beligera nte de la h isto riograf a cat lica conserva dora que p erd i razn deser, segn Jaime d el Arenal, con el Concilio Vaticano Segundo.

    Si la aplicacin de mtodos derivados de las ciencias sociales reforzla tendencia a la abstraccin al codificar las acciones de los protagonistasde carne y hueso (como si la historia participara de una lgica separada delos intereses individuales), la reaccin en los oche nta no fue men os radical ysupuso el abando no de los relatos totalizadores (el fin de la historia) motivando la prdida de los antiguos parmetros y la dispersin metodolgica ytemtica. A diferencia de las primeras dcadas, la reflexin sobre las funcio

    nes terica y social del conocimiento histrico se enfoca a la desconstruccin de los valores y prcticas, ampliando la brecha en tre el desarrollo dela historiografa y el aco ntecer general de la sociedad, que se mueve bajoreglas distintas.

    De la consolidac in de la nacin en el siglo XIX se pas a la gestadel estado de la revolucin en la mayo r parte del siglo XX. Y as como larevolucin integr al pasado liberal en el discurso oficial, en la ltima dcada

    20. Villoro, La historia de las ideas*, en Veinticinco aos de historia en Mxico, op. cit., p. 13.

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    C o n r a d o H e r n n d e z L p e z In t r o d u c c i n

    del siglo el presidente Carlos Salinas propuso al liberalismo como la basepa ra ren ovar la revolucin.^ ' El aparente triunfo del libera lism o polti co yeconmico mundial, emp ero, implica un descenso del inters por la revolucin, cuyo concepto es retirado del discurso del Estado, y se repliega antela llegada de nociones determinantes de apertura y globalizacin ante lascuales el nacionalismo revolucionario pas a ser un trmino enano, anticuado y vergonza nte.^ En la historiografa, la crisis de paradigm as que sevive desde los oche nta tambin ha permitido relativizar la consistencia delos aportes y las reflexiones que justifican el estud io del pasado como unelemento decisivo para la transformacin del presente.

    En el terreno terico, se pas de la discusin por la constitucin de la

    historia (qu es) al planteamiento de su funcin p ragm tica (para qu sirve)para nue vam ente volve r a debatir sob re su constitucin com o disc iplina.Para Boris Berenzon la influencia tarda de corrientes y mtodo s del exteriorhace que imitemos sin proponerlo o que propongamos sin conocer lo quese est haciendo afuera, situacin agravada al perderse el antiguo estatutode la universalidad histrica en la pluralidad de las razones. En este sentido,urge plantear una forma de universalidad (ya no en el orden tcnico-instrumental) que otorgue un sentido global a los mltiples relatos y, adems,que recupere el sentido comunitario. Mantener la doble fidelidad, a la disciplina y a los problem as actuales, se suped ita a la idea de una h istoria alservicio de la recomposicin de una concienc ia crtica ms all de las modasintelectuales.

    Y algunas propu estas encierran promesas. Por ejemplo, el marxismo, ya desligado de simplificaciones ideolgicas, aporta herramientastericas muy tiles para el anlisis de la realidad social e histrica, si bien no

    es el nico paradigma o modelo de interpretacin. En este libro, Mara Fernanda Garca de los Arcos propone una metodologa de la nueva historiapo lt ica que, en un a pers pectiva global e interd isc ipl ina ria , en foque c onceptos que, como los casos de la vida poltica y lo poltico, divulguenel anlisis a nuevos actores, relaciones y estructuras. Finalmente la herme

    nutica (o ciencia de la interpretacin) ha extendido su influencia al estatuto epistemolg ico de las ciencias de la sociedad y la cultura, abriendo unanueva forma de com prensin de la realidad histrica. Como muestra LuisA. Torres Rojo, en la perspectiva terica de H. G. G adam er y R. Kossellek,esta comprensin se enmarca en dos proyectos: uno propiamente hermenutico(segn el cual el entender humano es un interpretar o participar enel objeto de la cuestin) y otro lingstico(que considera al lenguaje comomedio de la experiencia interhumana del mundo). Aunque parcialmente, lahermenutica cumple una funcin mod eradora en el campo de las cienciasy las letras, habiendo conseguido unificar en un horizonte comn la pluralidad de posiciones ideolgicas divergentes que imposibilitaran sin su presencia todo p unto d e referencia y to da labo r sistemtica.^ Por eso, pa raG. Vattimo, la hermenutica es la nueva Coincultural de nuestra poca,as como en los decenios pasados se dio una hegemona del marxismo(durante los aos cincue nta y sesenta) y del estructuralismo (en los setenta)hoy, de algn modo y si hubiera un idiom a comn dentro de la filosofa y dela cultura sta habra de localizarse en la herm enu tica. ''

    Los ENSAYOS

    En La historiografa positivista y su herencia , lvaro Matute precisa elsignificado del positivismo filosfico e historiogrfico frente a la tendenciaempirista o diplomtica identificada como su legado sin considerar que elexamen crtico de doc umentos es bas e de la investigacin histrica y, comotal, anterior al positivismo. Los positivistas, adem s, no se interesaban slo

    en los hechos, sino en su exp licacin cientfica. El vnculo entre rigor documental (representado por la historia diplomtica de Ranke) y la concepcinevolutiva propia del positivismo se consum con el clebre manual de Langlois y Seignobos.

    21. Hale, Los mitos polticos de la nacin mexicana,op. cit. , p. 823.

    22. Palacios, El estado de las ciencias socia les y las humanidades en el fin de siglo mexic ano: el caso de la

    historia, en M. Hemndez y J. Lameiras (eds.). Las cie ncias soci ales y humana s en M xico, Zamora, ElColegio de Michoacn, 2000, p. 66.

    23.

    24.

    Ortiz-Oss, Ensayo de interpretacin, en A. Ortiz-Oss y P. Lanceros (dirs.).Diccio nario de h eme nu -

    tica. Una ob ra inter discip linar ia pa ra las ci encia s hu manas, Bilbao, Universidad del Deusto, 1998, pp.

    11-13. Tambin Ortiz-Oss,Filosofa d e la vida (As no habl Zar atustr a),Barcelona, Antrophos, 1989,

    pp. 204-212.Vattimo,Etica d e la interpre tacin, Buenos Aires, Paids, 1992, pp. 118 y 55.

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    C o n r a d o H e r n n d e z L p e z In t r o d u c c i n

    Como efecto de la revolucin, las explicaciones positivistas dominantes en el porfiriato se desintegraron, por una parte, en un pragm atismo poltico, compuesto por las obras de los testigos directos de la etapaarmad a y que pierde crdito ante los historiadores profesionales desde 1940;y, por la otra, un tradicionalismo emprico, que conjugaba la metodologa empirista con un ideario de corte tradicibnalista y que coincidi conel nuevo mo delo historiogrfico al ocuparse de los documentos inditos ylas monogra fas eruditas. El proces o iniciado subordin a las ciencias sociales como ciencias auxiliares y mezcl elementos rankeanos y positivistas

    pa ra conclu ir que sin d ocum entos n o hay histo ria po sib le . Sobr e un a rigurosa base docum ental, los estudios institucionales y monogrficos a la larga

    pr ivilegiaro n la descr ipc in e n de trim ento de la interpretacin y limitaron laheurstica al examen de fuentes, generando obras reacias a la interpretacin y la narracin. Si el rigor docume ntal es base de la investigacin histrica, pregunta Matute, no son algunos rasgos positivistas consustancialesa la prctica histrica? Eso explicara la frecuencia con que, a pesar de serrefutado con viejos y nuevos argumentos, el positivismo an parece dar parainterminables discusiones.

    Para caracterizar la influencia del legado liberal en la historiografa,Evelia Trejo se ocup de uno de sus principales exponentes; Daniel CosoVillegas (liberal y estudioso del liberalismo, crtico de la revolucin mexicana y buen exp onente del rigor documental) y de las razones, recursos yefectos de su obra magna; laHisto ria m od ern a de Mxic o,donde no slo dioun orden poltico, social y econmico a la historia nacional desde el triunfode la repblica, sino que destac la obra de las grandes figuras para dar atodos los mexicanos una con ciencia comn de su pasado, de sus intereses

    de sus problem as. Despus de un anlisis previo del rumbo seguid , p or larevolucin mexicana , y desilusionado po r el carcter antiliberal y derechistadel panorama, Coso Villegas indag en la vida poltica e histrica del pasdesde su conviccin personal en el cambio progresivo de la historia y, almismo tiempo, en su estudio racional y cientfico. De ah su sugerencia de

    busca r gua en el pas ado libe ral pa ra ma nte ne r la fe en los destinos superiores de un pue blo. Pero al destacar la trascendenc ia de esta idea en la formacin de la conciencia histrica, Eve lia Trejo pregun ta si la interpretacinliberal o cualquier otra tienen el derecho de apropiarse la interpretacin delo que som os y lo que deberamo s ser.

    Esta pregunta fue bsica para la historiografa conservadora, o laotra historia para Jaime del Arenal. Como secuela de las guerras del sigloXIX y de la reactivacin del conflicto religioso en los aos posteriores ala revolucin, este conservadurismo se bas en una ideologa del poder

    poltico, de la religin y de la h isto ria, q ue es un o d e los denominadorescomunes de buena parte de su historiografa. En la vertiente ideolgica ypolticaexpresa da por el grupo beligera nte, la historiografa conservado rase apoy en una versin catlica y heterodoxa, con una diferente simbolo-ga poltica y dedicada a reivindicar a personajes y periodos negados por lahistoria oficial. Aunque sus resabios llegan a nuestros das, esta tendenciaconcluy en los sesenta, cuando la historia acadmica retoma sus temas, no

    su interpretacin. Curiosamente, rasgos como el nacionalismo y el rechazoa Estados Unidos acercaron a estos historiadores a posturas no slo cercanas a la historia oficial, sino a las asumidas en la postura diametralmen teopuesta; en la izquierda tambin se conce ba a la historia como una her ramienta para consum ar un proyecto social y poltico emancipatorio; por eso,su sentido no se diriga a los especialistas sino al pblico en general.

    Para Andrea Snchez, las condiciones econmicas, polticas, sociales y culturales vigentes desde fines del siglo XIX se sustentan en la validezdel modo de produccin capitalista que, en su fase imperialista y oligop-lica, ha colocado a la sociedad mexicana en una posicin de dependencia.Frente a este proceso, la izquierda (concepto originado en el lenguaje poltico de la revolucin francesa) se identifica con la actitud antimperialista,democrtica, enemiga de la desigualdad, la opresin y el totalitarismo, etc.En este sentido, la izquierda supone un concepto ms amp lio que socialista o marxista y se ap lica a los historiadores que acuden a la historia

    como fuente de su oposicin al gobierno. Alguno s se autoidentificaron comomarxistas (Teja Zabre y Ramos Pedrueza), pero no eran metdicos ni cientficos ni el contenido de sus anhelos se apoyaba en el verdadero marxismo(muy poco difundido por las editoriales). En una primera etapa, adems deapoyar la educacin socialista implantada po r el gobierno de Lzaro Crd enas, intentaron crear conciencia en las clases populares por medio de obrasgenerales y de sntesis, dond e englobaban los grand es procesos histricos dela sociedad. En la segun da etapa, desa rrollada a fines de los setenta, las pers

    pectivas de la his tor ia ci ent fica y las ciencia s sociales esti mulan un estudi ocuidadoso del p roceso histrico y la revisin de los viejos estereotipos. A

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    C o n r a d o H e r n n d e z L p e z

    pe sar de los cam bio s de 1989, el marxismo, dice l a auto ra, sigue rep resentando una opcin vlida en la concepcin de una historia en construccin.

    Por su parte, Abelardo Villegas describi la historia de las ideasdesde 1940 hasta 1960 que, bajo la direccin de Jos Gaos, se ocup delestudio de temas n acionales con base en enfoques filosficos del exteriorcomo el historicismo y el existencialismo, adoptados como filosofas de loconcreto. Esta corriente reorient el objetivo postulado por Samuel Ramosen 1934, de crear una filosofa original a partir del anlisis del modo deser del mexicano. Con excepciones como la de Edmundo OGorman, estahistoria fue obra de filsofos para quienes la filosofa no era slo una concepcin del mund o y la vida, sino un instmmen to para ubicar la vida en elmundo. Por otra parte, el propsito de actualizar el pensamiento mexicanocon la traduccin d e obras filosficas e historiogrficas gener, po r va editorial, una identificacin estrecha con Latinoamrica, la cual encontrara,empero, otro vnculo en las perspectivas marxistas.

    No rm a de los Ro s, s e ocupa d e la teo ra de la depend encia lat ino americana como un aporte a la reflexin historiogrfica occidental, una pro

    puesta cr tica de los para digm as t rad icionale s de la modern ida d, dentr o dela modernidad mism a, para despus analizar las nuevas propuestas historiogrficas, basadas en la crtica de la modem idad ilustrada desde una

    persp ectiva p os mod em a . Po r su c ondic in his tr ica , po stula la teo ra dela dependencia, Amrica Latina requiere de una transformacin profundade las estructuras sociales que posibilitan la reproduccin de las condiciones de dependencia; desde el paradigma de la modemidad, comparte elethosde progreso y emancipacin en la perspectiva crtica de una historiatotal para proponer una alternativa de universalizacin que, en su versin

    marxista, es un proyec to tributario de la revolucin socialista. Por otrapar te, la c rti ca po sm od em a tuvo un impacto neg ativ o e n la h isto rio grafa. Si el abuso de la historia abstracta supuso la desaparicin del sujeto(en enfoques que codificaban su accin), la recuperacin de ste empren dida en los setenta desemboc en la fragmentacin de gneros y mtodos(desplazando a la historia al reino de la contingencia absoluta; un sujetosin objeto), y en la renuncia a todo esfuerzo globalizador en la explicacinhistrica. La posicin nihilista fomentada por la crisis de la m odemidad nove a la historia como historia a realizar y cuestion a la cientificidad comola capacidad de penetrar en lo real . Por eso, frente a la orientacin posmo-

    In t r o d u c c i n

    derna que renuncia a la racionalidad, la autora opta po r la reelaboracinde un proyecto social de corte eman cipatorio que parta de los ideales de lailustracin y la modem idad poltica, en el que los historiadores deben participar a travs de una ciencia social crtica a las condiciones universales

    de la razn.Carlos A. Aguirre Rojas aborda la influencia de la corriente fran

    cesa de los Annales en un a perspectiva de larga duracin (el horizonte delproyecto moderno de la ciencia de la historia) y, en el caso de M xico yLatinoamrica, desde la presencia cultural francesa. Al poner fin al predominio mundial germano parlante (1870-1930), el proyecto crtico de los

    Annalesse constituy en el nuevo polo hegemnico desde 1930 hasta 1968

    como un intento radical de desconstmccin crtica de la historia positivista decimonnica. Para dar cuenta de esta c orriente en Mx ico, Aguirreutiliz los periodos de la publicacin en Europa. En la prim era etapa, desde1929 hasta 1938, tuvo un efecto nulo en la historiografa (pues la revolucin debilit la influencia francesa) y su presencia se limit a la coleccin

    partic ula r de Ezeq uie l A. Chve z. Desde 1945 ha sta 1968, se d ieron contactos institucionales (en el contexto del intento de Francia por recuperarsu hegemona cultural) que propici la visita de historiadores franceses y latraduccin y publicacin de importantes obras, pero las condiciones parael arraigo deAnn ales no fueron propicias por el predom inio de la historiapositiv ista. En cambio, la influencia fue int ensa de 1968 a 1989 en diversas escuelas e instituciones; entre los rasgos ms destacados, el marxismoinici un contacto estrecho con las perspectivas de los Annales. La ltimaetapa, que en Mxico empieza en 1994, da cuenta de una mptura mundialde larga duracin y supone un reto para todos los historiadores al poner

    fin a todo polo hegemnico e iniciar una situacin policntrica dondetodas las historiografas estn convocadas a propo ner las nuevas lneas,

    parad igm as y mod elos .A dcadas d e su nacimiento, la historia de las mentalidad es, como

    expone Boris Berenzon, tuvo un eco importante en Mxico y AmricaLatina. Partiendo de la produccin generada en nuestro pas entre 1970 y1980, Berenzon analiza sus fundamentos y esboza una propuesta de loque puede ser partiendo de la base de que los padres fundadores de estacorriente buscaban la globalida d. En tiempos de la especializacin, el estudio de la mentalidad proporcion un espacio fundamental para la sub

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    C o n r a d o H e r n n d e z L p e z In t r o d u c c i n

    jet ivi dad del his toriador, y osc il entre lo fan ts tico o lo arb itrario y lodesesperadamente vago: para algunos, equivale a actitudes mentales, perootros creen que son actores propiamente considerados como los portadoreso la encam acin m isma de una m entalidad global. Curiosamente, esta historia produjo m s en el orden terico-m etodolg ico que en la aplicacin desus principios a la realidad histrica .

    Com o el concepto refiere el problema de la naturaleza de las uniformidades y las bases de la diversidad del pensamiento humano, Berenzonpropon e abri r el abanico a una interpre tacin ms anal tica qu e destruya laidea de ind ividualidad para llega r a la del sujeto [...]; descifrar cada uno delos casos que se estudian desde su propia singu laridad para llegar al sentido

    de la globalidad. Es decir, encontrar un mundo en el que la realidad emprica y la realidad psquica tengan un mismo hilo conductor, donde el hechohistrico cobre valor al confrontarse con la teora. En el psicoanlisis, losaportes de Fre ud y Lacan, invalidan la ruptura entre la psicologa individualy la colectiva e incluyen a lo patolgico y lo anormal como regiones dondelos funcionamientos estructurales de la experiencia humana se exacerban yrevelan. El documento para psicoanalistas y para historiadores es relato,

    pro ducto de u n anal izan te, p rot agon ista o te stigo, cuya interp reta cin s iem pre dice una verdad.

    En un cam po propositivo y desde un a actitud crtica hacia los caucestradicionales, M ara Fernanda Ga rca de los Arcos invita a volver a la historia poltica desde una me todologa renovada, donde la biografa colectivasurge como opcin ante la biografa individual y, frente al acontecimientosingular, el estudio de la prctica cotidian a de la vida poltica a largo plazo,lo que extiende el anlisis a nuevos actores, relaciones, estructuras y otros

    caracteres g lobales de la sociedad. Por su naturaleza, el objeto de la historiapo lt ica e s int erd iscipl ina rio , po r el cual los concep tos de ca rcte r amp liocomo la vida poltica y lo poltico sup onen un contacto estrecho con otrasciencias sociales y humanas al reunir en su mbito de estudio a diversasfacetas de la realidad colectiva.

    Si lo poltico refiere el lugar de gestin de la sociedad global, suacercamiento crtico no slo se ocu pa de las fuentes de informacin, sinodel conjunto en el proceso del conocimiento: desde planteamientos, cauces de investigacin, pautas de explicacin hasta conclusiones parcialesy generales. Los m todos de larga duracin proporcionan enfoques sobre

    cambios y permanen cias; la prosopografa, aplicad a al estudio de las estructuras de poder, per mi te la explicac in del fen meno poltico desde losgrupos medios e inferiores en la escala social, as como de sus mecanismosde cohesin. En general, la evaporacin de los lmites fronterizos entre loscampos del saber histrico permitir una com prensin ms global y msajustada de los tiempos pasados y de los grandes procesos del pres ente.Este esfuerzo supone un a constante renovacin terica y metodolgica quedebe comenzar por la crtica de nuestras posiciones mentales y nuestroshbitos ms familiares.

    De ciencia auxihar en las operaciones crticas, la hermenuticaextendi su estudio al lenguaje mismo, considerado la estructura fundamen

    tal irreductible y correlativa de todo entendimiento o comprensin, lo queinfluy en la reflexin sobre los lmites tericos y metodol gicos de la ciencia histrica. A partir del encuentro entre hermenutica e historia (lengua

    je y tem porali dad ), L uis A. Torres Ro jo rep lan tea la pr egu nta sobre el o rdeny sentido de la cienc ia histrica dentro de un a racionalidad existencial oexistenciaria basado en aportes de la historiografa hermenutica alemana.Al analizar la funcin de la hermenutica en la historia de las ideas de JosGaos, el autor propone reorientar el mtodo en una hermenutica historiogrfica de ndole conceptual que restituya al concepto su dimensinterica como una forma autntica de significacin y en la que la formalizacin lgica del lenguaje ceda su luga r al lenguaje natural como sujetode toda significacin. La hermenutica filosfica de Gadamer permite unaampliacin semntica que restituye al concepto y lo inconceptual su pertinencia como modos de comprensin histricos (que estructuran su representacin y el sentido de su devenir), en tanto que el modelo terico de

    R. Koselleck plantea la determinacin lingstica de la experiencia histrica para reorientar la pretensin totalizante del logoshermenutico en lahistrica, doctrina de las condiciones de posibilidad de las historias, unarespuesta a la bipolaridad inmanente a la historia como acontecimiento yrepresentacin.

    Una historia de las ideas gaosiana configurada en la semntica delindigenismo de Luis Villoro es objeto de una lectura histrica: en el proceso de recepcin de la semntica de la modemidad, el concepto americano de movimiento indigenismo no se deriv de las fuentes histricas,sino del espritu de la poca y, desde su im posicin en M xico, gener sus

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    C o n r a d o H e r n n d e z L p e z

    pro pios r efe ren tes sociales y polticos. El trn sito des de la hi sto ria conceptual conlleva la pregunta por la posibilidad pasada y futura de las historias.Por eso, el conocimiento hermenutico es una invitacin a buscar en el lenguaje el fundamento ms cabalmente hum ano de la ciencia histrica.

    Por ltimo, no queda ms que , por una parte, agradecer a los autoresdel presente volumen y a las autoridades de El Colegio de Michoacn (enespecial al doctor Jos Antonio Serrano Ortega, coordinador del Centro deEstudios Histricos) el haber hecho posible la realizacin del ciclo; por laotra, dejar al lector la opinin sobre la contribucin de estos ensayos con laconviccin de que, como apunt OGorman, dada la ndole de la crisis quepo r todos lad os invade nuestr a c ultura , acert ar o no acertar e s secundario .

    Lo que importa es expresarse con valor; darle la cara a los verdaderos problemas, qu e siempre son los propios, los ms ntimo s.^

    LA HISTORIOG RAFA POSITIVISTA Y SU HERENCIA

    lvaro MatuteInstituto de Investigaciones Histricas, U N A M

    El p r o b l e m a c o n c e p t u a l

    No slo en e spa ol o en nue stro medio , sino en g eneral, es ma rcada la te nsin existente entre el uso conceptual y el que se impone a travs de la costumbre respecto a la asociacin de los trmin os historiografa positivista.Es por ello que me debo detener en este punto antes de abordar la secuelaque esa historiografa ha dejado en M xico en el siglo XX.

    Desde 1978 llam la atencin sobre dicha tensin, apoyado en laopinin del profesor Paul Kim, quien en su pequeo manual deInt rod ucc in a la ciencia de la historia, recuerda el verdadero significado del trmino

    positi vis ta, asociado al pensam iento de Augusto Com te y, en historiografa,a las obras de Henry T homas Bu ckle e Hiplito Taine. Kim prefiere utilizarla palabra empiristapara designar a la historiografa que slo da validez alos hechos y rehsa lo ms posible el vuelo d e altura en el reino de las ideasy que desconfa de toda frmula generalizadora.' Los verdaderos u origi

    nales positivistas nunca se quedaban en los hechos, sino que, como asientaPorfirio Parra, pensaban qu e la historia era una ciencia que deba pon er enrelieve la relacin de causa a efecto, que comprueba la ley de causalidad

    25. OGorman, Crisis y porvenir de la ciencia histrica,Mxico, Imprenta Universitaria, 1947, p. IX.

    1 En 1978 present en el I Coloquio de Anlisis Historiogrfico una ponencia titulada El positivismo, la revo

    lucin y la historiografa mexicana, en la que aprovechaba la idea planteada por Paul Kim, Introduccin a

    lacienc ia de la historia, trad. Orencio Muoz, Mxico. Uteha, 1961, pp. 87-88. Este mismo argumento lo retomo en una versin posterior de esa ponencia, que pennaneci indita, y que reelabor y publiqu con

    el ttulo de Notas sobre la historiografa positivista mexicana. Secuencia. Revista de Historia y CienciasSociales, nilm. 21, septiembre-diciembre de 1991, pp. 49-64.

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    A l v a r o M a t u t e L a h i s t o r io g r a f a po s it iv is t a y s u h e r e n c i a

    que asciende de los hech os a la ley, al mismo tiempo q ue ilustrada po r la leyinterpreta los hechos .- El verdad ero canon positivista era ste.

    Caracterstica de la historiografa positivista autntica fue su pretensin de ser cientfica, en el sentido de o frecer una explicacin de los hechos,sin quedarse slo en ellos. No slo deba permanecer en la fidelidad documental, sino que deba poseer un modo de argumentacin que descansaraen una racionalidad cientfica que condujera lo inmediato fenomnico a laetiologa. La explicacin en ltima instancia, tanto de los hechos como delos procesos histricos se deba a algo que los condicionara, c omo el clima,el suelo, la dieta, la raza, el nivel evolutivo, etc.^ Otro estudioso, en este casodel positivismo mexicano, William D. Raat propuso centrar el trmino para

    designar en exclusiva a los productos intelectuales del comtismo y con elvocablo ciencismo,denotar lo que con el mismo nombre de positivismo sesala de la esfera comtiana para abarcar lo asociado con Spencer, Mili, LeBon, Ratzel, y todo pensador tpico de la poca. Sin embargo, la palabra

    posit ivi sm osigue teniendo la connotacin amplia que seala Kim, haciendocaso omiso de la limitacin qu e implica.

    El problema de origen radica en que el mtodo cientfico estableceque se debe partir de los hechos positivos, de los objetos fenomnicos que

    pueden cap tar los sentidos, y an de obje tos me tafe nomnicos de los queexiste constancia. A partir de ellos se puede llegar a la elaboracin de leyes,las que, como dice Parra, serviran para interpretar adecuadamen te los hechospos itivo s. La positividad de la h isto ria rad ica en la c onstanc ia documenta l,asunto que es anterior al positivismo, tan anterior como el bolandismo. Deah deriva que, si bien no se le adjudica a Dom M abillon ser positivista, estos ocurre con Leopold von Ranke, lo cual si no es propiamente anacrnico, s

    resulta inexacto.El problema com n de ha cer positivista a Ranke radica en su con

    temporaneidad con el desarrollo en Francia del positivismo, que en Alemania no tuvo la inmediata repercusin que, por ejemplo, en Inglaterra. El casoes que, bien analizado, nada hay ms lejano al positivismo que el pensa-

    2. Porfirio Parra, Los historiadores. Su enseanza , en Juan A. Ortega y Medina,Polm icas y en sayo s mexi

    canos en to mo a la historia, Mxico, Instituto de Investigaciones Histricas-UNAM, 1970, pp. 306-308.

    3. Ricardo Garca Granados, El concep to cientfico de la historia, en ibid.,pp. 321-370, traza un excelente

    cuadro en el que pasa revista a todos los determinismo s que caracterizaron a la histori ografa de pretensionescientfico-naturales de la segunda mitad del siglo XIX.

    miento de Ranke, por su fundamento teolgico. Toda proporcin guardada,sera el mismo caso que se observa cuando se le otorga a Joaqun GarcaIcazbalceta la mism a caracterstica. Don Joaqu n tampoc o fue positivista.

    Ahora bien, el caso es que debido a la falta de rigor conceptual seconfunde el acento documental, diplomtico, que preconiz Ranke y queen nuestro medio caracteriz a Garca Icazbalceta, con el de la necesidad deobtener datos positivos provenientes de la constancia do cumental, qu e es lanica segura -^esd e la perspectiva del siglo XIX- que pued e convalidar la

    autenticidad de los datos.Todo esto jams le preocup a Augusto Comte, en cuya filosofa

    la historiografa no desempea un papel determinante. Preciso: la historia,

    como desarrollo general de la humanidad, desde luego que s, pero en cambio, la dis cip lina cuyo objeto es estud iar la his tor ia no desem pe aba unpapel corresp ondiente . D e hecho, la fusin entr e posi tivism o e his tor iog rafa diplomtica vino ms tarde, y una de las muestras ms acabadas de elloes el manual elab orado po r Langlois y Seignobos, continu adores de la tradicin que arranca con Bemheim , quienes asimilan la obsesin documentalcon una concep cin evolutiva de la historia.*

    Son significativas, en ese sentido, las definiciones del vocablo historia que ofrece Em est Bemh eim en las dos ediciones de su tratado sobremetodologa: la primera dice historia es la ciencia de la evolucin delhombre considerado como ser social, y la segunda, ciencia histrica esaquella que investiga y expone en su conexin causal los hechos de la evolucin del hombre en sus manifestaciones (lo mismo las singulares que lastpicas y colectivas) como ser social.^ La raigam bre positivista de estas definiciones es inobjetable. El llamado a la evolucin las filia en el concepto

    amplio y original de positivismo. La p rctica historiogrfica fue la encargada de despojarlo de su vuelo de altura.

    4. C.V. Langlois y C. Seignobos, Introduccin a los estudios histricos,trad. Domingo Baca, Buenos Aires, La

    Pleiade, 1972. La primera edicin francesa data de 1898. Domingo Baca fue un traductor activo durante los

    20 primeros aos del sigloXX ,especializado en textos de esta lnea. Vase (folleto) lvaro Matute Heurs

    tica e h istoria,Mxico, Centro de Investigaciones Interdisciplinarias en Ciencias y Humanidades/UNAM,

    1999,p. 29.5. Ambas definiciones son citadas por J. Huizinga. El con cepto de h istoria y otr os ensa yos, trad. Wenceslao

    Roces, M xico, FCE, 1977. Vase especialmente las pp. 85-97 donde profundiza en la definicin del con

    cepto de historia.

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    A l v a r o M a t u t e

    De hecho no fue slo la fuerza de la costumbre la que desvirtuel trmino positivista para darle la connotacin corriente. A propsito conviene sealar que para el Dicc ion ar io de la Re al Ac adem ia, positivismoes: primero, calidad de atenerse a lo positivo, que a su vez es lo cierto,efectivo, verdadero y que no ofrece duda. Volviendo a positivismo, la tercera acepcin seala: sistema filosfico que admite nicamente el mtodoexperimental y rechaza toda nocin a priori y todo concepto universal yabsoluto. En fin, permanece la acepcin conceptual, pero se le da primerlugar al adjetivo causante de ha ber desvirtuado la idea original.

    Es un hecho que, tanto el profesor Kim, com o Raat, como yo mismo,fracasamos en nuestra llamada de atencin en tomo del trmino positivista.

    La fuerza de la costumbre impera y todo el mundo se refiere a positivistascomo aquellos que remiten sus esfuerzos de manera exclusiva al basamentodocumental. Sobre esto conviene sealar algunas cuestiones.

    El desarrollo de la diplomtica como ciencia auxihar de la historiaes, como ya seal, anterio r a la concepcin del positivismo y tend r derivados en corrientes ajenas al mismo. De ah que si se pretende hablar con rigorhistoriogrfico, resulte un disparate referirse a Ranke como p osivista. Perono slo eso. Para algunas mentes que se podran caracterizar por estar ausentes de cualquier cosa que parezca reflexin, toda historiografa hecha conuna seria base documental es positivista, cuando esto debe ser una caracterstica fundamental de cualquier ejercicio historiogrfico, con excepcin delas grandes sntesis.

    E l p r o c e s o d e d e s i n t e g r a c i n d e l p o s i t i v i s m o

    Desde 1974 trat de establecer dos categoras historiogrficas que comprend ieran la bifu rca cin que se p rod ujo con la d esagre gacin de ele mentos que sufri el positivismo una vez que emergieron nuevas tendencias de

    pensamien to y, de ntro de la ci rcu nst ancia m exican a, aco nte cim ien tos comola revolucin, que tuvo su inmediata repercusin en la historiografa.^ Loselementos que se desagregaron fueron los correspondientes al ya mencio-

    6. Alvaro Matute,La teora de la h istoria en Mxic o (194 0-197 3), Mxico, Secretara de Educacin Ptblica,

    1974 (SepSet entas, 126). En la introduccin desarroll por primera vez el tema.

    L a h i s t o r i o g r a f a p o s it iv is t a y su h e r e n c i a

    nado vue lo de altura, es decir, el pensamien to evolucionista, la estrategia dee x p l i c a c i n cientfica, el lenguaje concep tual proveniente de la biologa,de la qum ica y la fsica, para queda r solamente en la coleccin de datosprovenientes de los ace rvos docume nta les . Mi pla nte am ien to era corre ctoslo en parte. Parta del falso presupuesto de qu e toda la historiografa anterior a 1910 era positivista, cuando eso realmen te es una inexactitud. Si bienfue la ms significativa, no toda particip de los acuerdos tericos y metodolgicos del positivismo. Lo que su cedi fue que toda la historiografa eraaparente o falsamente positivista, por ejemplo, si se piensa en Garca Icaz

    balceta o Paso y Tronco so, hay en ellos ese falso pos itiv ismo, en la m edidaen que ninguno de los dos comulgaba en las capillas comtiano-spenceria-

    nas. Su caracterstica era el apego al dato, pero eso le vena a la historiografa desde antes del positivismo real y lo que hicieron ellos fue ajustarsea una prctica erudita de manera m agistral. Sin embargo, fueron ellos losmodelos del prototipo historiogrfico q ue apareci tras la cada de la filosofa posivista, en una prcfica consistente en la publicacin de documentosinditos o en la elaboracin de monografas emditas en las que la transcripcin documental era la caracterstica mayor. A esa historiografa la llamtradicionalista emprica, por conjugar la metodologa empirista con un ideario de corte tradicionalista que se fincaba principalmente en el rescate dela poca colonial. Insist en el rechazo de parte de sus practicantes de todareflexin terica. Ahora me perm ito deslindar lo que me parece ac ertado delo que fue una generalizaci n falta de matices.

    Respecto al rechazo terico, mi descubrimiento de Jess Galindoy Villa me lleva a matizar. Don Jes s fue un e pgono del n uevo positivismohistoriogrfico, es decir, de las corrientes metodolgicas que corran en

    Europa y que se fincaban en las permanencias de un p ositivismo de sagregado que fue permeando a la historiografa acadmica tradicional. Si bienson pocas las contribuciones tericas de Galindo, son lo suficientemente

    lvaro Matute, Pensamien to histor iogrfic o mexicano del siglo XX. La desinteg racin del posi tivism o

    (1911-1935), Mxico, FCErtJNAM, 1999. Desde la publicacin de la op. cit.de Ortega y Medina, se conoca el inters de Galindo y Villa por cuestiones de teora y mtodo. Al investigar para mi bro, encontr sus textos de 1916 en los que permite profundizar en dichos intereses. Se trata de Las nuevas directrices de los

    estudios histricos . Fragmentos de introduccin a unos Apuntes de metodolo ga y crtica histricas. TalesApuntes no fueron publicados. Preparo un artculo sobre la labor de Jesiis Galindo y Villa como profesor

    de metodologa en el Museo Nacional y la Escuela de Altos Estudios.

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    l v a r o M a t u t e L a h i s t o r io g r a f a p o s it iv is t a y s u h e r e n c i a

    indicativas como para evitar la generalizacin en que yo mismo haba incurrido. Por otra parte, no hay que so slayar las muestras de historiografa narrativa que desarrollaron Luis Gonz lez Obreg n, Artemio del Valle Arizpe y,la ms tarda de Luis Castillo Ledn, con su mag nfica biografa de Hidalgo.Otra generalizacin era la relativa al colonialismo. En la prctica de los aoscontemporneos e inmediatamente posteriores a la revolucin tambin huboatencin a otras etapas de la historia, como la prehispnica y la de la inde

    pendenc ia. Par a el res to del sig lo XIX se proceda con cautela, aunque donGenaro Garca haba rescatado muchos documentos de los archivos de lospro tagonista s de las luc has entre l a rep b lica y el imp erio. C on todo, y salvoel caso de la reflexin de Galindo y Villa, sostengo como vlido el caracte

    rizar como tradicionahsta emprica a la historiografa dominante, ya que lavaloracin de las ciencias auxiliares que surgi en ese mom ento, fue paraapoyar la prctica empirista. Los tradicionalistas, aunqu e no se ocuparanexclusivamen te de la poca colon ial, entre otras cosas el aliento que anima

    ban era el de r escata r un pasado qu e nutr iera al pr esente de tra dic iones.La otra categora era la que nom br pragm atismo poltico, a pesar de

    que siempre pens que estaba estableciendo un pleonasmo. Mi objeto era laobra historiogrfica que realizan o en algunos casos perp etran los veteranosde la revolucin. El volumen es grande, muy significativo, y se produce enuna duracin ms bien larga, desde recin iniciada la revolucin, digamosen 1912 con Roque Estrada, y su libro sobre Madero, y viene a morir enlos aos sesenta con obras com o la de Aarn Senz sobre la poltica internacional de la revolucin. Es la historia de los protagonistas, que se sentanlos nicos autorizados para hablar de lo ocurrido en su revolucin. De estacategora, salvo el pleonasmo, creo q ue no hay m ayor cosa que comentar,

    excepto el hecho de que, paralelame nte a la emprico tradicionahsta, estas se ocupaba del presente, tena una fuerte carga ideolgica, que tal vez

    pudie ra implicar resabios positiv ista s, y se ost ent aba como garan te de laverdad en la medida en que se basaba en una slida documentacin quereposab a en los archivos de quienes escriban los libros.^

    Estas categoras no tuvieron eco a pesar de las dos ediciones deLa teor a de la h istoria en Mxico y de que

    tanto quien esto escribe como Evelia Trejo hemos enseado la materia de historiografa contempornea de Mxico desde 1974, de manera sucesiva, no slo en la UNAM, sino adems en giras a Sinaloa y San Luis

    Potos.

    El h o r i z o n t e a c a d m i co

    pe ter Novick , en su muy bien logrado rec orr ido a travs d e la his torio grafa estadounidense,^ establece con claridad difana cmo los historiadorespro fes ion ale s o frecie ron a la sociedad la garan ta de que sus pro ducto s n ogstaban contaminados por la subjetividad interpretativa, sino que su c aracterstica central era la objetividad. La pro fesionalizac in de la historia trajoconsigo la amalgama de los elementos rankeanos con los positivistas paraconcluir, con Langlois y Seignobos, que sin documentos no hay historiapos ible . S i bien N ov ick n o se apo ya en lo s meto d log os fran ceses , l a co incidencia entre l y los acadmicos estadounidenses de principios del sigloXXes plena. Si la sociedad va a apoyar un a nueva profesin, la del historiador acadmico, ste tiene qu garan tizar que est diciendo la verdad, porencima de cu alquier bandera. N ovick m uestra cun difcil se presentaba elpanoram a p ara superar los pro blem as de las int erp retacion es de la guerr acivil, as como tambin de scribe el primer gran tropiezo de la nueva historia profesional, calidadpr oo f, impoluta de elementos subjetivos. Apoyados en ideas de Croce, los new historiansestadounidenses pusieron entela de juicio la decantada objetividad, que lleg a ser caracterizada comoun noble sueo, que no pudo pasar la barrera que le present la primeraguerra mundial, cuando los historiadores de Estados Unidos enfrentaron lanecesidad de h acer historia propagandstica contraria a Alemania.

    En el caso mexicano la historia que m archaba hacia la profesionalizacin corra en una pista paralela con la generada por los veteranos de larevolucin. De hecho se cre un muro entre uno s y otros. A los pragmticospolti cos les ten a sin cu idado lo que o curri en otra s e tapas de la his tor ia

    que no fuera la suya propia, como a los historiadores que estaban fincando lapro fes ionalidad historio gr fica en Mxico , les causab a hor ror la sola id ea deescribir sobre lo ocurrido del triunfo de la repblica en adelante. La coloniapoda ser un m omento pro pic io para p roced er con objetiv idad , de ta l maneraque podan convertirla en una poca inocua. Lo prehispnico, en cambio,era arqueolo ga y slo a travs de ella era posible confirmar los hechos. Erapreferi ble la co lon ia para el buen eje rcicio de la his tor ia docum ental.

    9. Peter Novick, That Noble Dream. The "Objec tivity Question and the American Historical Profession,Cambridge University Press, 1988 (existe una traduccin al espaol, Mxico, Instituto de Investigaciones

    Dr Jos Mara Luis Mora, 199 7,2 vols.).

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    A l v a r o M a t u t e L a h i s t o r i o g r a f a p o s i t iv i s ta y s u h e r e n c i a

    Cuan do lleg la mayor profesionalizacin historiogrfica se comenz a establecer la prctica de la historia de las instituciones, como la mejorgarante de la objetividad historiogrfica. Su mejor representante fue donSilvio Zavala, quien aprendi el oficio en la fragua de don Rafael Altamiray Crevea.' El rigor historiogrfico hizo acto de presencia en una historiaque, bien practicada poda ejemplificar con innumerables casos el funcionamiento real de las instituciones establecidas por el imperio espaol en Indias,ya que de no h acerlo, se po da incurrir en el trnsito por el mal cannino delDerecho , como sentenci Jos M iranda al resear la obra de J. M. Ots Cap-dequ ." Si hac er historia institucional era glosar las Leyes de Indias, no haba

    problema; lo imp ortante era ver el com portam ien to real de las ins tituciones,

    como lo hizo Zavala con la Encomienda y otras instituciones jurdicas, ocomo lo hizo el propio Miranda con el Tributo Indgena. La reconstruccinhistrica, si bien orientada por los aspectos jurdicos, gan mucho con lostrabajos minuciosos que llevaron a cabo, sobre todo, los mulos de Altamira.Algunos de ellos, como Zavala y Miranda, ensayaron los vnculos entre lasideas y las instituciones, en una historia que, respecto del factor relativo al

    pensa miento, pe rmaneca e n una fase enteram ente descrip tiva , pero en trminos generales, fiel a la letra de los escritos en los que se expresaban lasideas directrices que intentaron an imar instituciones.

    La historia colonial cambi de tono. Se perd i la ancdota propiciada por la pltora de datos que ofreca un Riva Palacio en su enormerecuento cronolgico, y desarrollada con sabor y con el apoyo en leyendas,de Gonzlez Obregn y Del Valle Arizpe. Era otra colonia recreada a

    partir de legajos y expediente s en la qu e desapa rec an los actores conc retos,los matices, los olores, las evocaciones, para dar lugar a la severidad impl

    cita en el funcionamiento institucional. Los archivos se presentaban comorepositorios prdigo s en temas susceptibles de ser tratados en innumerablesmonografas.

    10. Un buen intento de vinculacin reciente es la tesis de Roberto Fernndez Castro, Tres aproximaciones a la

    historiografa mexicana de 1940 a 1968, Mxico, Facultad de Filosofa y Letras/UNAM, 2000, p. 200. La

    primera parte est dedicada a la historia de la civilizacin, precisamente a lo s trabajos de Altamira y Zavala.11. As titul Miranda su resea aEspa a en Amrica . El rgi men de tierr as en la p oca colonia l,de J. M.

    Ots Capdequ, publicado en 1959. Con toda razn, Miranda objeta lo fcil que es resolver el problema con

    base exclusiva en laRecop ilaci n de L eyes de Indias,y no ir a las fuentes que muestran cmo funcionaron

    realmente las instituciones. Pone como ejemplo las obras de Chevalier, Simpson y Zavala. Cf. HistoriaMexican a,vol. X, nm. 3, enero-marzo de 1961, pp. 484-485.

    La historia institucional se prest tal vez mejor que ninguna otra adesarrollar la metodologa derivada de lo que se ha dado en llamar positivismo histrico, aunque no es el nico gnero susceptible de caracterizarsepor ese tipo de prctica. No se olvide que, de hech o, cualqu ier investigacinhistrica debe descansar en una buena base heurstica. El problem a radica

    en el origen y el fin de la investigacin.La palabra heurstica tiene la doble acepcin de significar, por una

    parte, el imaginar lo que se debe investigar, y por otra, la tarea consistente enexaminar las fuentes. El llamado positivismo ha pnvilegiado la segunda, endesdoro total de la primera.'^ La ortodoxia metodologizante proscribe cualq u i e rpar ticipacin del ele mento imaginativo en la h istoria. L leg a al absurdo

    depro pone r no slo el q ue sin documentacin no p uede haber historia , s inoel hecho de partir de qu d ocumentos estn disponibles para hacer historiacon ellos, sin importar lo que le preocupa e interesa a quien emprender lainv|estgacin. Es investigar por investigar.

    La confrontacin de 1945 entre el historicismo y lo que se puedellamar historia cientfica, naturalista, positivista, diplomtica, documen-tsta, etc., no es otra que la que en sus respectivos medios haban e nderezadoCroce, Ortega y Gasset, Collingwood y los new historians estadounidenses, especialmente Cari Becker.^'* Lo que ellos le imputaban a esa historiaera su concepcin del pasado como algo ajeno al presente, al sujeto investigante, as como su creencia ciega en una pseu dobjetividad apoyada en las

    12. En rigor, no toda historia de las instituciones puede caracterizarse como positivista, aunque sin duda se

    presta para ello. Este tipo de historia reclama un fuerte aval documental, pero dependiendo de la profundi

    dad heurstica del autor, puede trascender el quedar solamente en un trabajo de tijeras y engrudo. Sobre

    el uso de trminos con los que estudiantes de los aos cuarenta designaban a sus profesores, vase Luis

    Gonzlez, Sobre la invencin en la historia, enLa teora de la histor ia.... op. c it. pp. 109-205. Ah salta ala vista la designa cin de positivista, idealista y eclctic o para calificar a los historiadores creyentes ypracticantes de cada una de esas tendencias. Don Jos Miranda sola repetir en sus clases el clebre aforismo

    v e de Francis Bacon,Novum Or ganum, en el que refiere la actividad del hombre de ciencia semejante a laque desempean las hormigas, las araas y las abejas, inclinndose por las lmas que recogen el material

    de las flores del jardn o del campo y las transforman con su propia sustancia. 3. Cf. Heu rstica e historia. Es importante insistir en la doble acepcin de la palabra, lo cual tiene,sentido,

    porque de la primera, como arte de inventar, depender el buen desempeo de la segunda, es decir, de la

    consulta de las fuentes. En rigor, la regla de la investigacin parte de cmo se idea y no solamente de lo que

    se debe hacer en los archivos. Se trata de la preconcepcin, de los a prior ique contradinan una concepcin

    radicalmente positivista de la historia, que precisamente niega todo a priori.14- La mesa redonda de 1945, que es un hito en el pensamiento historiogrfico mexican o del siglo XX, ya que

    enfrento las diferentes concepciones de la tarea histrica, est recogida en La teora de la historia .. ,op. cit.

    Originalmente publicada enFilosofayLetras, nm. 20,1945.

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  • 5/22/2018 1270638 Tendencias y Corrientes de La Historiografia Mexicana Del Siglo XX - sli...

    http:///reader/full/1270638-tendencias-y-corrientes-de-la-historiografia-mexicana

    l v a r o M a t u t e L a h i s t o r i o g r a f a p o s it iv is t a y s u h e r e n c i a

    fuentes documentales. La defensa de los cientificistas fue epistemolgicamente dbil, para decir lo menos. La lgica siempre estuvo con los crticosidealistas, historicistas, relativistas, pero fuera de la lgica, los verdaderosganadores fueron los adversarios, en la medida en que la prctica historio-grfica que se imp uso fue la de ellos.

    N e o p o s i t i v i s mo ?

    Has ta dnde es legtimo referirse a estas prcticas com o historiografa neo-positi vis ta? Hast a dnde ser a v lido y h as ta d nde no? Neopositiv ista es

    un trmino filosfico y est dirigido a caracterizar a una filosofa que, deslindada de la positivista original, establece profundas diferencias con ella.Se trata de lo que tambin se identifica como empirismo lgico y que tienesu origen en la filosofa de Wittgenstein, tendiente a negar toda metafsicareducien do la actividad filosfica al anlisis del lenguaje, ya sea cientfico ocomn. En filosofa de la historia, asociacin de