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MARÍA RESPLANDOR DE LA FE «Cristo es creído y concebido mediante la fé. Primero se realiza la venida de la fé al corazón de la Virgen, y a continuación viene la fecundidad al seno de la madre» (San Agustín). Un saludo mesiánico: "Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo". El " alégrate" del ángel no es un saludo corriente: evoca las promesas de la venida del Señor a su ciudad santa. El "llena de gracia", o colmada de favor y del amor divino, puede evocar a la esposa del Cantar de los Cantares, una de las figuras más tradicionales del pueblo elegido Sólo ella recibe, en nombre de Israel y de la humanidad, el anuncio de la salvación. Ella lo acepta y hace así posible su cumplimiento: "Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). La fe de María, su aceptación del mensaje divino, repercute en la salvación de toda la humanidad. En esta aceptación de María, realiza Dios el acto salvífico de la venida de Cristo al mundo. 1.-LA FE DE MARÍA EN CADA MOMENTO DE SU VIDA La primera bienaventuranza que menciona el Evangelio es la de la fe, y se refiere a María: « ¡Feliz la que ha creído!» (Lc 1, 45). Estas palabras, pronunciadas por Isabel, ponen de relieve el contraste entre la incredulidad de Zacarías y la fe de María. Al recibir el mensaje del futuro nacimiento de su hijo, Zacarías se había resistido a creer, juzgando que era algo imposible, porque tanto él como su mujer eran ancianos. En la Anunciación, María está ante un mensaje más desconcertante aún, como es la propuesta de ser la madre del Mesías. Frente a esta perspectiva, no reacciona con la duda; se limita a preguntar cómo puede conciliarse la virginidad, a la que se siente llamada, con la vocación materna. A la respuesta del ángel, que indica la omnipotencia divina que obra a través del Espíritu, María da su consentimiento humilde y generoso. No es fácil la fé a la que María está llamada. Meditando las palabras y los comportamientos de su Hijo, tuvo que mostrar una fé profunda. Es significativo el episodio de la pérdida de Jesús en el templo, a la edad de doce años, cuando ella y José, angustiados, escucharon su respuesta: «por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que me ocupe en las cosas de mi Padre?» (Lc 2, 49). En la intención del cuarto evangelio no se trata de la hora de la manifestación pública de Cristo, sino más bien de la anticipación del significado de la hora suprema de Jesús (cf. Jn 7, 30; 12, 23; 13, 1; 17, 1), cuyos frutos mesiánicos de la redención y del Espíritu están representados eficazmente por el vino, como símbolo de prosperidad y alegría. Pero el hecho de que esa hora no esté aún presente cronológicamente es un obstáculo que, viniendo de la voluntad soberana del Padre, parece insuperable.

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MARÍA RESPLANDOR DE LA FE

«Cristo es creído y concebido mediante la fé. Primero se realiza la venida de la fé al corazón de laVirgen, y a continuación viene la fecundidad al seno de la madre» (San Agustín).

Un saludo mesiánico: "Alégrate, llena de gracia, el Señores contigo". El "alégrate" del ángel no es un saludocorriente: evoca las promesas de la venida del Señor asu ciudad santa. El "llena de gracia", o colmada de favory del amor divino, puede evocar a la esposa del Cantarde los Cantares, una de las figuras más tradicionales delpueblo elegido

Sólo ella recibe, en nombre de Israel y de lahumanidad, el anuncio de la salvación. Ella lo acepta yhace así posible su cumplimiento: "Aquí está la esclavadel Señor, hágase en mí según tu palabra" (Lc 1, 38). Lafe de María, su aceptación del mensaje divino,repercute en la salvación de toda la humanidad. En estaaceptación de María, realiza Dios el acto salvífico de lavenida de Cristo al mundo.

1.-LA FE DE MARÍA EN CADA MOMENTO DE SU VIDA

• La primera bienaventuranza que menciona el Evangelio es la de la fe, y se refiere a María: «¡Feliz la que ha creído!» (Lc 1, 45). Estas palabras, pronunciadas por Isabel, ponen de relieveel contraste entre la incredulidad de Zacarías y la fe de María. Al recibir el mensaje delfuturo nacimiento de su hijo, Zacarías se había resistido a creer, juzgando que era algoimposible, porque tanto él como su mujer eran ancianos.

• En la Anunciación, María está ante un mensaje másdesconcertante aún, como es la propuesta de ser la madredel Mesías. Frente a esta perspectiva, no reacciona con laduda; se limita a preguntar cómo puede conciliarse lavirginidad, a la que se siente llamada, con la vocaciónmaterna. A la respuesta del ángel, que indica laomnipotencia divina que obra a través del Espíritu, María dasu consentimiento humilde y generoso.

• No es fácil la fé a la que María está llamada. Meditando laspalabras y los comportamientos de su Hijo, tuvo quemostrar una fé profunda. Es significativo el episodio de lapérdida de Jesús en el templo, a la edad de doce años,cuando ella y José, angustiados, escucharon su respuesta:«por qué me buscabais? ¿No sabíais que es preciso que meocupe en las cosas de mi Padre?» (Lc 2, 49). En la intencióndel cuarto evangelio no se trata de la hora de lamanifestación pública de Cristo, sino más bien de la anticipación del significado de la horasuprema de Jesús (cf. Jn 7, 30; 12, 23; 13, 1; 17, 1), cuyos frutos mesiánicos de la redención ydel Espíritu están representados eficazmente por el vino, como símbolo de prosperidad yalegría. Pero el hecho de que esa hora no esté aún presente cronológicamente es unobstáculo que, viniendo de la voluntad soberana del Padre, parece insuperable.

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• Si queremos contemplar la profundidad dela fé de María, nos presta una gran ayuda el relatoevangélico de las bodas de Canaá. Ante la falta devino, María podría buscar alguna solución humanapara el problema que se había planteado pero noduda en dirigirse inmediatamente a Jesús: «Notienen vino» (Jn 2, 3). Sabe que Jesús no tiene vinoa su disposición; por tanto, verosímilmente pide unmilagro. Y la petición es mucho más audaz porquehasta ese momento Jesús no había hecho ningúnmilagro. Al actuar de ese modo, obedece sin dudaalguna a una inspiración interior, ya que, según el

plan divino, la fé de María debe preceder a la primera manifestación del poder mesiánico deJesús, tal como precedió a su venida a la tierra. Encarna ya la actitud que Jesús alabará enlos verdaderos creyentes de todos los tiempos: «Dichosos los que no han visto y han creído»(Jn 20, 29). En la intención del cuarto evangelio no se trata de la hora de la manifestaciónpública de Cristo, sino más bien de la anticipación del significado de la hora suprema deJesús (cf. Jn 7, 30; 12, 23; 13, 1; 17, 1), cuyos frutos mesiánicos de la redención y del Espírituestán representados eficazmente por el vino, como símbolo de prosperidad y alegría.

• Sin embargo, María no renuncia a su petición, hasta el punto de implicar a los sirvientes enla realización del milagro esperado: «Haced lo que él os diga» (Jn 2, 5). Con la docilidad y laprofundidad de su fé, lee las palabras de Cristo más allá de su sentido inmediato. Intuye elabismo insondable y los recursos infinitos de la misericordia divina, y no duda de larespuesta de amor de su Hijo. El milagro responde a la perseverancia de su fé.

• María se presenta así como modelo de una fé en Jesús que supera todos los obstáculos.También la vida pública de Jesús reserva pruebas para la fé de María. Por una parte, le daalegría saber que la predicación y los milagros de Jesús suscitaban admiración y consenso enmuchas personas. Por otra, ve con amargura la oposición cada vez más enconada de losfariseos, de los doctores de la ley y de la jerarquía sacerdotal.

• Se puede imaginar cuánto sufrió María ante esa incredulidad, que constataba incluso entresus parientes: los llamados «hermanos de Jesús», es decir, sus parientes, no creían en él einterpretaban su comportamiento comoinspirado por una voluntad ambiciosa (cf. Jn 7,2-5).

• María, aun sintiendo dolorosamente ladesaprobación familiar, no rompe las relacionescon esos parientes, que encontramos con ella enla primera comunidad en espera de Pentecostés(cf. Hch 1, 14). Con su benevolencia y sucaridad, María ayuda a los demás a compartirsu fe.

• En el drama del Calvario, la fé de Maríapermanece intacta. Para la fé de los discípulos,ese drama fue desconcertante. Sólo gracias a laeficacia de la oración de Cristo, Pedro y losdemás, aunque probados, pudieron reanudar elcamino de la fé, para convertirse en testigos dela resurrección.

• Al decir que María estaba de pie junto a la cruz,el evangelista san Juan (cf. Jn 19, 25) nos da aentender que María se mantuvo llena de valentía en ese momento dramático. Ciertamente,fue la fase más dura de su «peregrinación de fe» (cf. Lumen Gentium, 58). Pero ella pudoestar de pie porque su fé se conservó firme. En la prueba, María siguió creyendo que Jesúsera el Hijo de Dios y que, con su sacrificio, transformaría el destino de la humanidad.

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• La resurrección fue la confirmación definitiva de la fé de María. Más que en cualquier otro,la fé en Cristo resucitado transformó su corazón en el más auténtico y completo rostro de lafé, que es el rostro de la alegría.

2.- A EJEMPLO DE MARÍA NOS PREPARAMOSPARA RECIBIR A JESÚS.

• María es un camino seguro para encontrara Cristo. La piedad hacia la Madre delSeñor, cuando es auténtica, anima siemprea orientar la propia vida según el espíritu ylos valores del Evangelio.

• La Virgen María nace en un pequeñopueblo de Galilea, se llama Nazaret y ahívivió con José y Jesús. Nazaret era unpueblo de artesanos, carpinteros y tal vezalbañiles. Personas dedicadas a lamanufactura, pero que en ese entonces representaban la parte menos favorecida de Israel, lafamilia de Jesús era pobre, María no tenía empleada domestica, ella hacía todos los deberesdel hogar.

• En esa época, la mujer no contaba con una buena posición, se le negaba el derecho a hablaren público y no entraba en la Sinagoga, ni le era lícito estudiar la Palabra; pero los padres dela Virgen la consagraron al Señor y por ello la llevaron al Templo cuentan los apócrifos, yMaría vive desde los tres años hasta su desarrollo en el Templo, es ahí donde Maríaescuchando aprendería todo lo relacionado a las Sagradas Escrituras.

• Jesús debió haber recibido las enseñanza de las Sagradas escrituras de su madre, aunqueJesús era la Verdad y la Palabra viva, era un niño normal de su época y recibía lo que suspadres le daban, Jesús creció en medio de las explicaciones de los libros Sagrados de Israel yde las alabanzas que escuchaba de su Madre. La Virgen era una mujer criada en medio desacerdotes su vida era la alabanza y la oración a Dios. Por eso debemos manifestar:

• La alegría del Adviento. Alegría al recibir alSeñor en la Sagrada Comunión.

• La preparación del alma y del cuerpo pararecibir con fruto este sacramento. La Confesiónfrecuente, además de la alegría que experimentanuestro corazón cuando nos acercamos biendispuestos a la Sagrada Comunión.

• Prepararnos para recibir al Señor en laComunión significa en primer lugar recibirle en gracia.Cometería una gravísima ofensa, un sacrilegio, quienfuera a comulgar en pecado mortal. Nunca debemosacercarnos a recibir al Señor si hay una duda fundadade haber cometido un pecado grave de pensamiento,de palabra o de obra. “Quien come el pan y bebe elcáliz del Señor indignamente será reo del Cuerpo y de

la Sangre del Señor”. Por ello, continúa San Pablo: “Examínese el hombre a sí mismo yentonces coma el pan y beba el cáliz, pues el que sin discernir come y bebe el Cuerpo delSeñor, se come y se bebe su propia condenación”.

• «La participación en los beneficios de la Eucaristía depende además de la calidad de lasdisposiciones interiores, pues los Sacramentos de la nueva ley, al mismo tiempo que actúan,producen un efecto tanto mayor cuanto más perfectas son las condiciones en las que sereciben».

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• De ahí la conveniencia de una esmerada preparación del alma y del cuerpo: deseos depurificación, de tratar con delicadeza este santo sacramento, de recibirlo con la mayorpiedad posible. Es una excelente preparación la lucha por vivir en presencia de Dios duranteel día, y el hecho mismo de procurar cumplir lo mejor posible nuestros deberes cotidianos,sintiendo, cuando cometemos un error, la necesidad de desagraviar al Señor llenando lajornada de acciones de gracias y de comuniones espirituales Así se hará habitual, poco apoco, que en el trabajo, en la vida de familia, en las diversiones, en cualquier actividad

tengamos el corazón puesto en el Señor.• Pensemos al terminar nuestra oración cómo recibió

María a Jesús después del anuncio del Ángel. Pidámosle que nosenseñe a comulgar «con aquella pureza, humildad y devoción»con que Ella le recibió en su Seno bendito, «con el espíritu yfervor de los Santos», aunque nos sintamos indignos.

• En las revelaciones privadas a María Valtorta, redactauna visión en la que el Señor le mostró una escena, era enNazaret, Jesús llegaba de hacer uno de sus recorridos por laregión predicando, cuando volvió a casa, La Virgen se le tiró enbrazos, estaba feliz de ver nuevamente a su hijo y seemocionaba, no sabía ni que decirle, le buscaba ropa limpia paraque se cambiara, le limpiaba los pies, se ponía a buscar losalimentos para prepararle lo que más le gustaba. Pero él noquería nada de eso, sólo quería sentarse y apoyar la cabezasobre sus piernas y descansar, para que ella suavemente le

acariciara la cabeza. Eso era lo que más le gustaba a Jesús.

2.1. MADRE DE LA ESPERANZA

• María nos enseña cómo debemos esperar y cuál ha de ser nuestra actitud para hacerpresente en nuestras vidas y en el mundo al Hijo. Una vez más el Hijo nos lleva a laMadre y la Madre nos muestra plenamente al Hijo presente en su vida. En su espera haypresencia y la presencia impulsa y sostiene la esperadel día definitivo.

• El Adviento es el tiempo mariano por excelencia dela espera, pues es durante el Adviento que se poneespecial acento en la espera y presencia dondeaparece Santa María, ligada una vez más a la vidadel Hijo. Ella es la Madre de la expectación, de laespera gozosa, pero es también la Madre donde laespera se convierte en presencia constante.

• Santa María, unida plenamente a Jesús en estetiempo de Adviento, nos lleva a seguir el mismocamino y a vivir este tiempo de fé, la esperanzacierta de una presencia del amor que ya está connosotros, pero que se realizara totalmente al finalde los tiempos con la venida gloriosa de su HijoJesucristo.

• Estamos especialmente invitados a vivir la atención vigilante y alegre, la esperanza y laconversión. La actitud de la esperanza es un rasgo que caracteriza al cristiano porquesabe que Dios es fiel y que en el Señor Jesús ha cumplido sus promesas (2Cor 1, 20).Ahora vemos como en un espejo, pero vendrá el día en que veremos "cara a cara" (1Cor13, 12). La Iglesia vive esta espera con actitud vigilante y El advenimiento del Hijo deSanta María, exige de parte nuestra, una actitud de continua conversión. El tiempo deAdviento es pues, un llamado a la conversión para preparar los caminos del Señor yacoger a ese Señor que viene a poner su morada entre nosotros.

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3.-MARIA EN LA FE DE LA IGLESIA

• María para contemplar en ella lo que es la Iglesiaen su Misterio, en su "peregrinación de la fe", y lo queserá al final de su marcha, donde le espera, "para la gloriade la Santísima e indivisible Trinidad", "en comunión contodos los santos" (LG 69), aquella a quien la Iglesia veneracomo la Madre de su Señor y como su propia Madre:

• Entre tanto, la Madre de Jesús, glorificada ya enlos cielos en cuerpo y alma, es la imagen y comienzo dela Iglesia que llegará a su plenitud en el siglo futuro.También en este mundo, hasta que llegue el día delSeñor, brilla ante el Pueblo de Dios en Marcha, comoseñal de esperanza cierta y de consuelo (LG 68)

• Al pronunciar el "Fiat" de la Anunciación y al darsu consentimiento al Misterio de la Encarnación, Maríacolabora ya en toda la obra que debe llevar a cabo suHijo. Ella es madre allí donde El es Salvador y Cabeza del

Cuerpo místico.• La Iglesia en la Santísima Virgen llegó ya a la perfección, sin mancha ni arruga. En cambio,

los creyentes se esfuerzan todavía en vencer el pecado para crecer en la santidad. Por esodirigen sus ojos a María" (LG 65): en ella, la Iglesia es ya enteramente santa.

• "La misión maternal de María para con los hombres de ninguna manera disminuye o hacesombra a la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia. En efecto, todo elinflujo de la Santísima Virgen en la salvación de los hombres... brota de lasobreabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmentede ella y de ella saca toda su eficacia" (LG 60)

3.1. El culto a la santísima virgen"Todas las generaciones me llamarán bienaventurada" (Lc 1, 48): "La piedad de laIglesia hacia la Santísima Virgen es un elemento intrínseco del culto cristiano" (MC56). La Santísima Virgen "es honrada con razón por la Iglesia con un culto especial.Y, en efecto, desde los tiempos más antiguos, se venera a la Santísima Virgen con eltítulo de `Madre de Dios', bajo cuya protección se acogen los fieles suplicantes entodos sus peligros y necesidades... Este culto... aunque del todo singular, esesencialmente diferente del culto de adoración que se da al Verbo encarnado, lomismo que al Padre y al Espíritu Santo, pero lo favorece muy poderosamente" (LG66); encuentra su expresión en las fiestas litúrgicas dedicadas a la Madre de Dios (cf.SC 103) y en la oración mariana, como el Santo Rosario, "síntesis de todo elEvangelio"

3.2 La maternidad de María respecto de la IglesiaLa Bienaventurada Virgen avanzó en laperegrinación de la fe y mantuvo fielmente launión con su Hijo hasta la cruz. Allí, porvoluntad de Dios, estuvo de pie, sufrióintensamente con su Hijo y se unió a su sacrificiocon corazón de Madre que, llena de amor, dabasu consentimiento a la inmolación de su Hijocomo víctima. Finalmente, Jesucristo,agonizando en la cruz, la dio como madre aldiscípulo con estas palabras: 'Mujer, ahí tienes atu hijo' (Jn 19, 26-27)" (LG 58).Después de la Ascensión de su Hijo, María

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"estuvo presente en los comienzos de la Iglesia con sus oraciones" (LG 69). Reunidacon los apóstoles y algunas mujeres, "María pedía con sus oraciones el don delEspíritu, que en la Anunciación la había cubierto con su sombra"

3.3 María creyente: "De fé en fé"La fé de María es la misma del Pueblo de Dios: unafé humilde que se ahonda sin cesar a través de lasoscuridades y de las pruebas. Ella vive cada momentoen una situación de no comprender todavía (Cfr. Lc2, 19-51) con referencia a algo venidero que ha detraer solución y cumplimiento. Lo hace con féprofunda y confiada.Así como la santísima Virgen es madre del amor y dela esperanza, así también es madre de la fe. "Yo soyla madre del amor hermoso y del temor, delconocimiento y de la santa esperanza" (Ecclo 24,17).Y con razón, dice san Ireneo, porque el daño quehizo Eva con su incredulidad, María lo reparó con sufe. Eva, afirma Tertuliano, por creer a la serpiente contra lo que Dios le había dicho,trajo la muerte; pero nuestra reina, creyendo a la palabra del ángel al anunciarleque ella, permaneciendo virgen, se convertiría en madre del Señor, trajo al mundola salvación. Mientras que María, dice san Agustín, dando su consentimiento a laencarnación del Verbo, por medio de su fe abrió a los hombres el paraíso. Ricardo,acerca de las palabras de san Pablo: "El varón infiel es santificado por la mujer fiel"(1Co 7,14), escribe: Esta es la mujer fiel por cuya fe se ha salvado Adán, el varóninfiel, y toda su posteridad. Por esta fe, dijo Isabel a la Virgen: "Bienaventurada túporque has creído, pues se cumplirán todas las cosas que te ha dicho el Señor" (Lc1,45). Y añade san Agustín: Más bienaventurada es María recibiendo por la fe aCristo, que concibiendo la carne de Cristo.Por eso María mereció por su gran fe ser hecha la iluminadora de todos los fieles,como la llama san Metodio. Y san Cirilo Alejandrino la aclama la reina de laverdadera fe: "Cetro de la fe auténtica". La misma santa Iglesia, por el mérito de sufe atribuye a la Virgen el poder ser la destructora de todas las herejías: Alégrate,virgen María, porque tú sola destruiste todas las herejías en el universo mundo.Santo Tomás de Villanueva, explicando las palabras del Espíritu Santo: "Me robasteel corazón, hermana mía, novia; me robaste el corazón con una mirada tuya" (Ct4,9), dice que estos ojos fueron la fe de María por la que ella tanto agradó a Dios.San Ildefonso nos exhorta: imitad la señal de la fe de María. Pero ¿cómo hemos deimitar esta fe de María? La fe es a la vez don y virtud. Es don de Dios en cuanto esuna luz que Dios infunde en el alma, y es virtud en cuanto al ejercicio que de ellahace el alma. Por lo que la fe no sólo ha de servir como norma de lo que hay quecreer, sino también como norma de lo que hay que hacer. Por eso dice sanGregorio: Verdaderamente cree quien ejercita con las obras lo que cree. Y sanAgustín afirma: Dices creo. Haz lo que dices, y eso es la fe. Esto es, tener una fe viva,vivir como se cree. "Mi justo vive de la fe" (Hb 10,38). Así vivió la santísima Virgena diferencia de los que no viven conforme a lo que creen, cuya fe está muerta comodice Santiago: "La fe sin obras está muerta" (St 2,26)