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173 C APÍTULO 6 Métodos y teorías en neuropsicología: Una perspectiva histórica y actual Ma. Guillermina Yáñez-Téllez Resumen El objetivo de este trabajo es plantear un panorama histórico y actual de las teorías y métodos que han buscado respuesta a uno de los pro- blemas fundamentales en neuropsicología: la relación entre el cerebro y el comportamiento. Para este propósito se parte de una revisión his- tórica con el fin de valorar cómo ha sido la evolución de las diferentes aproximaciones que han dado paso a las concepciones más recientes, con las cuales se ha podido avanzar en el conocimiento de esta com- pleja relación. En la primera parte se sigue un orden cronológico para estudiar los enfoques pioneros en la época antigua acerca de si las fun- ciones estaban localizadas en el cerebro o en el corazón, el dualismo, los primeros estudios de correlaciones clínico patológicas y el desarrollo de las ideas localizacionistas y antilocalizacionistas. En la segunda parte se tratan las concepciones teóricas actuales acerca de la organización de las funciones mentales en el cerebro, los conceptos de sistema funcional complejo y redes neurales, y los más recientes aportes teóricos y me- todológicos de la neuropsicología cognoscitiva. En el tercer apartado se resumen los principales métodos en neuropsicología, tales como: el método de estudiar la lesión cerebral, el método psicométrico y la neu- ropsicología experimental. Finalmente, se concluye la importancia de las teorías y métodos que aporta la neuropsicología a las neurociencias cognoscitivas, particularmente de lo insustituible que resulta el estudio de pacientes con lesión cerebral y el enfoque psicométrico para enten- der la relación cerebro-conducta.

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CAP ÍTULO 6

Métodos y teorías en neuropsicología: Una perspectiva histórica y actual

Ma. Guillermina Yáñez-Téllez

Resumen

El objetivo de este trabajo es plantear un panorama histórico y actual de las teorías y métodos que han buscado respuesta a uno de los pro-blemas fundamentales en neuropsicología: la relación entre el cerebro y el comportamiento. Para este propósito se parte de una revisión his-tórica con el fin de valorar cómo ha sido la evolución de las diferentes aproximaciones que han dado paso a las concepciones más recientes, con las cuales se ha podido avanzar en el conocimiento de esta com-pleja relación. En la primera parte se sigue un orden cronológico para estudiar los enfoques pioneros en la época antigua acerca de si las fun-ciones estaban localizadas en el cerebro o en el corazón, el dualismo, los primeros estudios de correlaciones clínico patológicas y el desarrollo de las ideas localizacionistas y antilocalizacionistas. En la segunda parte se tratan las concepciones teóricas actuales acerca de la organización de las funciones mentales en el cerebro, los conceptos de sistema funcional complejo y redes neurales, y los más recientes aportes teóricos y me-todológicos de la neuropsicología cognoscitiva. En el tercer apartado se resumen los principales métodos en neuropsicología, tales como: el método de estudiar la lesión cerebral, el método psicométrico y la neu-ropsicología experimental. Finalmente, se concluye la importancia de las teorías y métodos que aporta la neuropsicología a las neurociencias cognoscitivas, particularmente de lo insustituible que resulta el estudio de pacientes con lesión cerebral y el enfoque psicométrico para enten-der la relación cerebro-conducta.

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Definición y objeto de estudio

Benton (1988) define la neuropsicología humana como una disciplina que investiga, en un nivel empírico y científico, las interrelaciones del cerebro con la mente y la conducta. Considera que es una disciplina en la que confluyen diversos campos de estudio, tales como: neurología y psicología, neuroanatomía y neurofisiología, neuroquímica y neurofar-macología. Para Lezak, Howieson y Loring (2004) la neuropsicología clínica es una ciencia aplicada interesada en la expresión en la conduc-ta de la disfunción cerebral. En un sentido similar, Kolb y Whishaw (2003) consideran que la neuropsicología es el estudio de la relación entre la función cerebral humana y la conducta. Aunque obtiene infor-mación de muchas disciplinas, se enfoca básicamente en el desarrollo de una ciencia de la conducta humana basada en la función del cerebro humano. La diferencia fundamental entre la primera definición y las dos subsiguientes estriba, quizá, en la connotación dada al término conduc-ta, ya que los segundos autores se refieren a la conducta en un sentido muy amplio, para representar las funciones cognoscitivas, las emociones y el comportamiento. Lezak, Howieson y Loring (2004) estiman que la neuropsicología es una disciplina valiosa y reconocida que establece un puente entre las neurociencias y las ciencias de la conducta y se caracte-riza por una metodología distintiva y un amplio rango de aplicaciones.

Aspectos históricos

Los aspectos históricos en neuropsicología tienen que ver con el pro-blema de la localización de las funciones en la corteza cerebral, tema acerca del cual Luria en su libro Las funciones corticales superiores del hombre (1977, trabajo publicado originalmente en 1969), al iniciar el planteamiento de esta situación, menciona cómo la solución a dicho problema no sólo ha dependido de los medios técnicos disponibles en una determinada época histórica, sino también de los conceptos teóri-cos acerca de los procesos psíquicos que predominaban en cada período histórico. La vigencia de tal afirmación es incuestionable, dado que en neuropsicología son igualmente importantes tanto la teoría de que se disponga acerca de las funciones mentales, su organización y la forma en que se relacionan con el funcionamiento cerebral, como la disposición

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de los medios técnicos para su estudio. De aquí que una revisión de la forma en que estos dos aspectos clave han ido evolucionando históri-camente resulta relevante para ubicar el momento actual de desarrollo en esta disciplina. Aunque esta revisión no pretende ser exhaustiva, sí enfatiza aquellos hechos históricos que fueron moldeando los conceptos acerca de la relación mente-cerebro, hasta llegar a aquéllos que son de más amplia aceptación en los ámbitos clínico y de investigación de la neuropsicología actualmente.

Época antigua: hipótesis del cerebro e hipótesis del corazón

Para Kolb y Whishaw (2003) desde la Grecia antigua pueden delimitarse dos hipótesis en relación con la localización de las funciones mentales: la de su localización en el cerebro, a la cual le llaman hipótesis del cerebro, y la idea de que el corazón era el sustento de dichas funciones, a la cual le denominan hipótesis cardiaca.

En relación con la hipótesis del cerebro, a Alcamaeon de Crotón, un estudiante de Pitágoras, se le atribuye haber hecho la afirmación de que el cerebro era el asiento físico de la mente, en el siglo a.C., con base en sus observaciones de pacientes con daño cerebral. En esta misma categoría puede incluirse Hipócrates, a quien se le atribuyen diversas descripciones de alteraciones del lenguaje en casos de algunas enferme-dades fatales, y de quien García-Albea y García-Albea (2006) citan un párrafo de su tratado Sobre la enfermedad sagrada, poco difundido, y que por su actualidad parece sorprendente para el momento histórico en que vivió:

Conviene que la gente sepa que nuestros placeres, gozos, risas y jue-gos no proceden de otro lugar sino del cerebro y lo mismo las penas y las amarguras, sinsabores y llantos. Y por él precisamente razonamos e intuimos, y vemos y oímos, y distinguimos lo feo, lo bello, lo malo, lo agradable y lo desagradable […] también por su causa enloquecemos y deliramos, y se nos presentan espasmos y terrores, unos de noche y otros de día, e insomnios e inoportunos desvaríos, preocupaciones inmotiva-das y estados de ignorancia de las circunstancias reales, y extrañezas. Y todas estas cosas las padecemos a partir del cerebro, cuando éste no está sano, sino que se pone más caliente de lo natural, o bien más frío, o más seco, o sufre alguna otra afección contraria a su naturaleza.

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Otro de los pensadores que pueden identificarse con la hipótesis ce-rebral es Platón, quien desarrolló el concepto de un alma tripartita, con su parte racional en el cerebro.

Entre todos estos pensadores en quienes prevalecía la hipótesis del ce-rebro, imperaba la idea de que éste era propiamente un empaque o en-voltura para la sustancia real del pensamiento, el fluido cerebroespinal, siendo por lo tanto los ventrículos cerebrales la parte más importante del cerebro. No obstante, para algunos de ellos como Galeno, el tejido cere-bral era importante (citado en Feinberg y Farah, 2000). Galeno observaba los cambios conductuales en los gladiadores romanos heridos y señalaba que no sólo el daño cerebral alteraba la conducta, sino también que los nervios de los órganos de los sentidos iban al cerebro y no al corazón.

Kolb y Whishaw (2003) mencionan a Empedocles de Acragas (427-347 a.C.) como el registro más antiguo de localización de los proce-sos mentales en el corazón. Dentro de esta misma hipótesis, Aristóteles (384-322 a.C.) supuso que dado que el corazón era caliente y activo, era la fuente de los procesos mentales, mientras que el cerebro, debido a que era frío e inerte, servía como un radiador para enfriar la sangre.

Edad media

En la edad media en Europa, los ventrículos continuaban siendo el foco de teorías que relacionaban la mente con el cerebro. Los ventrículos anteriores se asociaron con la percepción; los medios, con la razón, y los posteriores, con la memoria (Pagel, citado en Feinberg y Farah, 2000).

El dualismo de Descartes

Durante el Renacimiento, Descartes reemplazó el concepto platónico de un alma tripartita, por el de un alma única e indivisible, a la cual lla-mó mente. Descartes describe la mente como inmaterial y sin extensión espacial, diferente del cuerpo. El cuerpo operaba de acuerdo con los principios de una máquina, pero era la mente quien decidía qué movi-mientos debía hacer la máquina. La glándula pineal era el vehículo por el cual la mente influía en el cuerpo. Descartes negaba alguna forma de identidad entre la mente y el cerebro, por lo cual se le conoce como im-

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pulsor del dualismo. De acuerdo con esta postura, la mente y el cuerpo estaban separados, aunque podían interactuar. Kolb y Whishaw (2003) consideran que con el dualismo de Descartes se inicia lo que actualmen-te se conoce como el problema mente-cuerpo. Desde esta perspectiva, es de suponer que no representaba un problema la localización de funcio-nes, ya que la mente no era divisible y era inmaterial.

Localizacionismo y antilocalizacionismo

A finales del siglo y principios del , Franz Josef Gall y Johann Spurzheim formularon una teoría general de la localización cerebral, conocida actualmente como frenología. Gall identificó 27 facultades humanas básicas y las asoció con centros cerebrales particulares, que a su vez afectaban la forma del cráneo en el sentido de mayor prominencia o depresión de la zona en cuestión. Debido a esta postura Gall es cono-cido como el pionero del localizacionismo.

Por su parte, se considera a Jean-Pierre Flourens, uno de los detracto-res de la teoría de Gall, como pionero del antilocalizacionismo. Al pare-cer, la principal preocupación de Flourens era de índole religiosa, ya que la teoría de Gall dividía el alma y el cerebro en partes funcionalmente distintas, mientras que Flourens consideraba que el alma era unitaria. Flourens llevó a cabo una investigación en la cual provocaba extensas lesiones en diversas especies de aves para demostrar la equipotencialidad de la corteza. Observó que, pasado cierto tiempo, a partir de la lesión había una recuperación del comportamiento, independientemente de la parte destruida. Legó a la conclusión de que la corteza actúa como un todo homogéneo.

Según Feinberg y Farah (2000) fue el populismo de Gall y los ataques con pruebas empíricas de Flourens los que provocaron que el localiza-cionismo quedara fuera de los intereses de los científicos contempo-ráneos a principios del siglo . Así, cuando Jean-Baptiste Bouillaud en 1825 presentó una serie de casos clínicos de pérdida del habla pos-teriores a lesiones frontales, su trabajo fue ignorado. De acuerdo con Bouillaud (en Hécaen y Dubois, 1983) “investigaciones clínicas tienden a demostrar que la pérdida de la palabra corresponde a la lesión de los lóbulos anteriores del cerebro, y a confirmar la opinión de Gall relativa a la localización del lenguaje articulado”.

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No obstante sus detractores, el enorme interés en la localización de las funciones mentales ya se estaba gestando y fue en este tiempo que MarcDax notó la asociación entre daño al hemisferio izquierdo, hemi-plejia derecha y afasia, con base en su examen de cuarenta pacientes en un periodo de veinte años. Su artículo fue escrito en 1836, pero no se publicó en ese momento, aunque había distribuido copias entre sus amigos y colegas.

De acuerdo con Feinberg y Farah (2000) fue hasta 1861 que en este campo se reconoció al localizacionismo con una mente más abierta. En este año, en la Sociedad Antropológica de París se llevaron a cabo una serie de debates entre Pierre Gratiolet, que argumentaba a favor del ho-lismo o el equipotencialismo, y Ernest Aubertin (yerno de Bouillaud), que estaba a favor del localizacionismo. Aubertin describió el caso de su paciente, quien al ser tocado con una espátula en los lóbulos “anteriores” tuvo un cese del habla sin pérdida de conciencia. Dicho paciente había sido intervenido quirúrgicamente con una remoción del hueso frontal después de un intento de suicidio.

Aunque todos estos investigadores hicieron su contribución para la mejor comprensión de la localización de las funciones, muchos autores coinciden al señalar a Broca como el iniciador de la historia moderna de la neuropsicología. Broca en 1861 llevó a cabo los primeros inten-tos de correlaciones clínico- patológicas al presentar ante la Sociedad Antropológica de París el caso de un paciente con pérdida del lenguaje expresivo, a lo que llamó originalmente “afemia” (aunque posterior-mente se denominó afasia, término que ha prevalecido hasta nuestros días). En una autopsia Broca detectó una lesión en el tercio posterior de la circunvolución frontal inferior del hemisferio izquierdo (aunque también se ha documentado que la lesión era mucho más extensa). Este hecho, junto con otros hallazgos, le permitió manifestar que el lenguaje articulado se localizaba en un área del cerebro perfectamente demarcada, a la que se denominó en su momento “centro de las imá-genes motoras de las palabras”, y que actualmente se conoce con el epónimo de área de Broca. Según Luria (1977) esta propuesta de Broca se considera prototípica de una postura “localizacionista”, en el sentido que considera “la posibilidad de la localización directa de los procesos mentales complejos en áreas circunscritas de la corteza cerebral” y sus aportaciones son importantes por dos razones: la primera de ellas es que por primera vez había sido “localizada” una función mental compleja

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en una zona específica del córtex y esta localización descansaba sobre una base de hechos clínicos. La otra aportación es haber mostrado por primera vez la radical diferencia entre las funciones de los hemisferios cerebrales derecho e izquierdo e identificaba en el hemisferio izquier-do las más importantes funciones del lenguaje. Así, podemos resumir las contribuciones de Broca como: haber innovado con el método de análisis clínico patológico, al hacer una descripción minuciosa de los síntomas de su paciente y relacionarlos con los hallazgos patológicos; ser uno de los pioneros del localizacionismo, y haber planteado como un hecho la lateralización del lenguaje.

Los trabajos de Broca dieron lugar a otra serie de estudios donde se descubrirían relaciones entre signos clínicos y áreas lesionadas. Así, se propuso la existencia de diversos “centros” que sustentaban diversas fun-ciones. En 1869 Bastian observó que había pacientes que tenían déficit no sólo en la articulación de las palabras, sino también en la memoria para las palabras. Bastian propuso además la existencia de un centro visual y uno auditivo para la palabra y uno cinestésico para la mano y la lengua. Propuso que estos centros estaban conectados y que el lenguaje era procesado por el cerebro en diferentes formas en cada uno de estos centros. Las lesiones en estos centros podían producir distintos síndro-mes, según el aspecto del procesamiento que estaba alterado.

Wernicke (1874) notó que las lesiones de la porción posterior de la región temporal superior producían un tipo de afasia en el cual la com-prensión era muy deficiente. Pensó que este centro auditivo contenía las imágenes de los sonidos de las palabras. También supuso que este centro estaba conectado con el área de Broca por medio de una comi-sura, y que el daño en esta comisura podría desconectar el área de las imágenes de los sonidos del área de las imágenes para los movimientos del habla. De acuerdo con este esquema de Wernicke se podían explicar la afasia motora, de conducción y la afasia sensorial. Lichtheim (1885), reelaborando las ideas de Wernicke, propuso un esquema complejo para explicar los mecanismos que subyacen a siete tipos de trastornos del habla y del lenguaje.

De acuerdo con Heilman y Valenstein (2003) Bastian, Wernicke y Lichtheim demostraron que las conductas complejas pueden ser frac-cionadas en componentes modulares y desarrollaron modelos de proce-samiento de la información por medio de los cuales estos componentes interactúan para producir conductas complejas tales como el habla.

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Por otra parte, a la postura antilocalizacionista, que ya había perfi-lado Flourens desde principios del siglo , vinieron a sumarse otra serie de estudios tanto anatómicos como fisiológicos, de acuerdo con los cuales se corroboraba la idea de que las alteraciones en la conducta no se podían atribuir a lesiones en determinadas áreas del cerebro, ya que “el grado de alteración estaba en proporción directa con la masa del cerebro eliminada y que, con respecto a las funciones complejas, las áreas dife-rentes de la corteza de los hemisferios cerebrales eran, de hecho, equiva-lentes”. Destacan, como representantes más influyentes en esta corriente John Hughlings Jackson, Henry Head, Kurt Goldstein y Karl Lashley.

John Hughlings Jackson (1878), contemporáneo de Broca, formuló varias hipótesis que impugnaban el localizacionismo estrecho de su épo-ca. A su entender, la función tiene una compleja organización “vertical”, representada primeramente en un nivel “inferior” (espinal o del tronco cerebral), aparece representada otra vez (re-representada) a un nivel “me-dio” de los sistemas motores o sensoriales de la corteza cerebral, y vuelve a aparecer por tercera vez (re-re-representada) en un nivel “superior” a nivel de los lóbulos frontales del cerebro. Así, cada función realizada por el sistema nervioso central, no era el resultado del trabajo de un grupo limitado de células, sino de un todo jerárquicamente organizado y alta-mente interactivo. De acuerdo con Jackson, la localización del síntoma, la pérdida de una u otra función, que acompaña la lesión sufrida en un área limitada del sistema nervioso central, de ninguna manera puede ser identificada con la localización de la función. Así, sólo las lesiones, pero no las funciones, son localizables en el cerebro.

Henry Head (1926) estudió las alteraciones complejas del habla me-diante la descripción de los trastornos en algunos aspectos del acto ver-bal y atribuyó estos fenómenos a lesiones en áreas extensas de la corteza cerebral. Como explicación de estos hechos se remitió a un factor gene-ral de la “vigilancia” como el principio de explicación definitiva (Luria, 1977). Kurt Goldstein formuló otros principios generales como la “ac-titud abstracta” o la “conducta categórica”, las cuales resultan alteradas en todos los casos de lesiones cerebrales. Goldstein distinguió entre la “periferia” de la corteza, la cual conserva el principio de localización en su estructura y “la parte central” de la corteza, la cual, a diferencia de la primera, es “equipotencial”. Las lesiones de la “corteza periférica” con-ducen a la alteración de los “medios” de la actividad psíquica, pero dejan intacta “la actitud abstracta”. La lesión en la “parte central” de la corteza

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determina cambios profundos en la “actitud abstracta” y la “conducta categorial”, subordinándose a la “acción de la masa”: cuanto mayor sea la parte de la sustancia cerebral afectada por la lesión, tanto más sufre la formación de las “estructuras dinámicas” complejas y tanto menos diferenciadas resultarán las relaciones de la “estructura” y “el fondo” que, a juicio de Goldstein, constituyen la base neurológica de esta compleja “conducta categorial”.

Lashley (1929, en Luria, 1977) extirpó diferentes áreas del cerebro en ratas y observó los cambios de su conducta en un laberinto. Llegó a la conclusión de que las alteraciones en su conducta no podían atribuirse a lesiones en distintas áreas del cerebro, que el grado de alteración de sus hábitos estaba en relación directa con la masa de cerebro eliminada y que, con respecto a las funciones complejas, las áreas corticales de los hemisferios cerebrales eran equivalentes.

De acuerdo con Luria (1977) las posturas opuestas en relación con la localización de las funciones psíquicas en la corteza cerebral –la locali-zacionista y la antilocalizacionista− hicieron su aportación al desarrollo de la teoría científica de la organización funcional de la corteza cerebral. Los localizacionistas descubrieron en la masa aparentemente homogénea del cerebro aquellas áreas que tienen un valor específico para desarrollar las diferentes formas de la actividad psíquica. Elaboraron los conceptos pioneros acerca del trabajo diferenciado del cerebro. Los antilocaliza-cionistas colocaron en primer plano la tesis de la elevada plasticidad de los tejidos cerebrales, la capacidad del substrato cerebral para el reesta-blecimiento de las funciones y promovieron la idea de la organización jerárquica de las funciones.

Posturas teóricas recientes acerca del problema de la

localización de las funciones mentales en el cerebro

El concepto de sistema funcional complejo

Las posturas extremas descritas en el apartado anterior, localizacionista y equipotencialista, fueron sustituídas con los nuevos avances del co-nocimiento por concepciones que proponían que la complejidad de los

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fenómenos psicológicos no podía explicarse de manera convincente con ninguna de éstas. Una alternativa teórica a estas dos visiones opuestas es la que postula Luria (1974, 1977) quien deriva sus planteamientos como resultado de las observaciones del estudio de pacientes con daño en las funciones mentales durante la segunda guerra mundial y en la posguerra.

Su principal contribución al conocimiento de la organización de las funciones mentales es el concepto de sistema funcional complejo. Para Luria las funciones superiores no pueden ser vistas como el producto di-recto de un órgano o grupo de células, sino más bien las funciones men-tales, como el lenguaje, la memoria, la actividad práxica, etcétera, deben verse como sistemas funcionales complejos, los cuales, por lo tanto, no pueden localizarse en áreas limitadas del cerebro. El concepto de sistema funcional complejo aplicado a las funciones mentales, significa que fun-ciones tales como el lenguaje o la memoria, por mencionar algunas, no son el producto directo de un grupo de células, “no pueden localizarse en zonas restringidas del córtex, o en grupos celulares aislados, sino que deben de estar organizadas en sistemas de zonas que trabajan concertada-mente, cada una de las cuales ejerce su papel dentro del sistema funcional complejo, y que pueden estar situadas en áreas del cerebro completamen-te diferentes, y, a menudo muy distantes” (Luria, 1974). Estos sistemas funcionales complejos no son estáticos, en la medida en que cambian durante el desarrollo del niño y en períodos subsecuentes. Para ejempli-ficar el carácter dinámico de los sistemas funcionales complejos durante el desarrollo, Luria (1974) pone el ejemplo de la escritura de un niño, el cual, cuando está aprendiendo lo hace a través de la memorización de la forma gráfica de cada letra y una cadena de impulsos motores aislados, cada uno de los cuales es responsable de la ejecución de cada uno de los elementos de la estructura gráfica. Sin embargo, con la práctica, la escritura se convierte en una “melodía cinética”, la cual ya no necesita la memorización de la forma visual ni los impulsos motores individuales.

Contemplada la actividad mental como un sistema funcional com-plejo, la lesión de cada una de las zonas o áreas participantes puede con-ducir a la desintegración de todo el sistema funcional. Por lo lo tanto, la pérdida de una función particular o síntoma no es indicativo de su loca-lización. Dado el concepto de sistema funcional, Luria (1974) propone que el objetivo no es “localizar” los procesos psicológicos superiores del hombre en áreas limitadas del córtex, sino “averiguar, mediante un cui-

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dadoso análisis, qué grupos de zonas de trabajo concertado del cerebro son responsables de la ejecución de la actividad mental compleja; qué contribución aporta cada una de estas zonas al sistema funcional com-plejo; y cómo cambia la relación entre estas partes de trabajo concertado del cerebro en la realización de la actividad mental compleja, en las dis-tintas etapas de su desarrollo”.

El método que propone Luria para el estudio de las funciones supe-riores y su relación con el cerebro consiste en estudiar la estructura de los defectos observados y cualificar los síntomas, ya que sólo entonces, mediante averiguaciones que conduzcan a la identificación del factor básico que yace tras el síntoma observado, será posible extraer conclu-siones referentes a la localización del foco que yace en la base del defecto. Desde esta perspectiva, la “localización de un foco” no coincide con el de “localización de una función”, por lo que para extraer conclusiones acerca de la localización de un sistema funcional el síndrome debe ser sometido a un análisis estructural complejo. Luria propone que la me-todología para evaluar los trastornos neuropsicológicos debe basarse en el análisis de los errores, propone que no es tan importante saber si un paciente puede o no puede realizar una prueba, sino lo más importante es el análisis del tipo de error producido por el paciente y de qué forma repercute en otras habilidades cognoscitivas, a lo que se denomina la cualificación del síntoma.

La cualificación del síntoma es sólo el primer paso en el análisis de la organización cerebral de los procesos mentales. Para que los análisis sean fiables el siguiente paso es pasar a la descripción del complejo sintomá-tico completo o lo que Luria llama análisis sindromático de cambios de la conducta que aparecen en lesiones locales del cerebro. Este análisis se basa en el hecho de que cada área del cerebro implicada en un sistema funcional introduce su propio factor particular esencial para su realiza-ción, y la exclusión de este factor hace imposible la normal actuación de este sistema funcional.

Dado que la actividad de todo sistema funcional complejo se efectúa a través de la participación de diferentes estructuras cerebrales que trabajan concertadamente, cada una de las cuales aporta su contribución especí-fica al sistema, entonces, el sistema funcional como un todo puede ser alterado por la lesión de un gran número de zonas y también puede ser alterado por lesiones en diferente localización. Así, para Luria, cada área del cerebro implicada en un sistema funcional aporta su propio fac-

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tor particular esencial para su realización y la exclusión de este factor hace imposible la normal actuación de este sistema funcional. Así, el neu-ropsicólogo debe asegurarse de qué factores están involucrados en una actividad mental particular y qué estructuras cerebrales constituyen su base neuronal.

De acuerdo con Luria, en la investigación neuropsicológica se en-cuentra gran abundancia de hechos que demuestran que todo foco pa-tológico local que aparece en el córtex altera la correcta realización de algunos procesos psicológicos mientras deja a otros intactos o, en otras palabras, que todo foco local da lugar a lo que se ha llamado “princi-pio de la doble disociación de la función”. Un cuidadoso análisis del síndrome y las observaciones de la “doble disociación” que aparecen en lesiones locales del cerebro pueden aportar una gran contribución al análisis estructural de los procesos psicológicos en sí mismos. Para Luria el uso correcto de este método del análisis sindrómico sólo es posible si se resiste a la tentación de buscar la localización directa de los procesos mentales en el córtex, y se reemplaza por el análisis de cómo es alterada la actividad mental en diferentes lesiones del cerebro y qué factores son introducidos dentro de la estructura y formas complejas de actividad mental por cada sistema cerebral.

El concepto de redes neurales

Una visión actual que, desde nuestro punto de vista, mantiene algunas de las ideas básicas de Luria, es la conceptualización de Mesulam acerca de la organización de las funciones cognoscitivas (1981), quien postula una organización cerebral en redes, postura que él aplica al estudio de la atención. Mesulam resume su postura en los siguientes postulados:

Los componentes de una sola función compleja están represen-1. tados en lugares distintos, pero interconectados, que constituyen una red integrada para la función.Las áreas corticales individuales contienen el substrato nervioso 2. para componentes de diversas funciones complejas y pueden, sin embargo, pertenecer a varias redes parcialmente superpuestas.Las lesiones confinadas en una sola zona cortical tienen la proba-3. bilidad de dar lugar a déficit múltiples.

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Las alteraciones graves y duraderas de una función compleja in-4. dividual requieren, generalmente, la afectación de varios compo-nentes de la red funcional relevante.La misma función compleja puede alterarse como consecuencia 5. de una lesión en una o varias áreas corticales, cada una de las cua-les es un componente de la red integrada para tal función.

Esta postura de Mesulam está sumamente vigente, tal como puede verse en muchos trabajos de neurociencia cognitiva enfocados a estudiar los componentes de una red que originan un determinado proceso y a encontrar los correlatos neuroanatómicos de dichos componentes.

Principales aportaciones de la neuropsicología cognitiva

En las últimas dos décadas ha surgido una nueva aproximación teórica y metodológica al estudio de las funciones cognoscitivas en pacientes con daño cerebral: la neuropsicología cognitiva. Esta nueva aproximación es llamada neuropsicología cognitiva debido a que surge de la fusión de dos aproximaciones que hasta la década de 1970 permanecieron aisladas: la neuropsicología y la psicología cognitiva (Feinberg y Farah, 2000). Este enfoque novedoso ha tenido un impacto en la forma de conceptualizar las funciones cognoscitivas; en la forma de hacer neuropsicología clínica (el diagnóstico y rehabilitación); en los métodos de investigación, y en general en las neurociencias cognitivas. También a raíz de este enfoque han emergido nuevos tópicos de interés y ha habido un debate en los objetivos de la disciplina.

Desde el punto de vista teórico, uno de los conceptos fundamentales en neuropsicología cognitiva es el de la disociación de funciones. Es este concepto el que permite afirmar que dos funciones aparentemente em-parentadas pueden estar disociadas funcional y anatómicamente, tanto en un individuo sano como en un individuo enfermo, sólo que es en este último caso en donde se pueden probar algunas hipótesis al respec-to, aunque recientemente también se han puesto a prueba paradigmas experimentales para probar algunas hipótesis de disociación de funcio-nes en individuos sanos. Ellis y Young (1988) explican la disociación de funciones en términos de que si un paciente presenta una actuación deficiente en la realización de una tarea 1, pero ejecuta con normalidad

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una tarea 2, se podría afirmar que existe una disociación entre las dos tareas. Por ejemplo, no poder leer pseudopalabras1 (tarea 1), pero ser capaz de leer palabras reales (tarea 2). Sin embargo, de acuerdo con los autores, podría haber quien argumente que tal discrepancia en la ejecución pudiera deberse a que el nivel de dificultad es distinto entre la tarea 1 y la 2. De tal forma, una confirmación del supuesto de que la tarea 1 y 2 son independientes sería encontrar en otro paciente el patrón opuesto, es decir, un paciente que ejecute con normalidad la tarea 1 (leer pseudopalabras), pero tenga dificultad en la tarea 2 (leer palabras reales). En este último caso se habla de una doble disociación y el supues-to de la independencia de ambas funciones se ve fortalecido. En otras palabras, la disociación de funciones significa que hay módulos (ele-mentos encargados de cierta función) que están alterados mientras otros están conservados. De aquí que otro concepto clave en este enfoque es la modularidad de las funciones cognoscitivas, es decir, la suposición de que las funciones cognoscitivas están organizadas en módulos inde-pendientes. Según la hipótesis de la modularidad “nuestra vida mental es posible gracias a la actividad orquestada de múltiples procesadores cognitivos o módulos” (Ellis y Young, 1988). Cada módulo se ocupa de su propia forma de procesamiento, independientemente de la actividad de aquellos módulos con los que no se haya en comunicación directa. Estos módulos son también distintos dentro del cerebro, de tal forma, que las lesiones cerebrales pueden afectar el funcionamiento de algunos módulos, mientras dejan intactos otros.

De acuerdo con Fodor (1986) las propiedades de los módulos son: 1) El encapsulamiento informativo, que se refiere a que un módulo puede realizar su propia forma de procesamiento con total ignorancia o aisla-miento de los procesos que se producen en otros lugares del sistema cog-nitivo. 2) Especificidad de dominio, lo que significa que cada módulo acepta sólo un tipo particular de aferencia (visual, auditiva, etcétera).

Para Coltheart (2001) es necesario asumir que los módulos funcio-nales son también anatómicamente modulares (lo que les permite ser susceptibles a disociaciones después de daño cerebral). Otras propieda-des de los módulos, que postula Fodor, y que no han sido totalmente aceptadas, son el carácter obligatorio de los mismos y que son innatos.

1 Una pseudopalabra es una construcción que se parece a una palabra, que sigue las reglas fonotácticas del

idioma, pero que no es una palabra real y por tanto no tiene un significado.

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POSTURAS TEÓRICAS RECIENTES ACERCA DEL PROBLEMA DE LA LOCALIZACIÓN DE LAS FUNCIONES MENTALES EN EL CEREBRO ñ 187

El carácter obligatorio se refiere a que la actividad de los módulos no se puede detener, está fuera del control voluntario y, si se produce el input apropiado, el módulo llevará a cabo su propio tipo de procesamiento, lo desee o no el propietario de este módulo. El carácter innato se refiere a que los módulos están genéticamente determinados. También resulta controvertida la postura de Fodor de que mientras los procesos de en-trada relacionados con la percepción del mundo externo (y probable-mente los procesos de salida vinculados al control de la acción sobre el mundo) son modulares, pueden existir también componentes centrales de la mente, como la abstracción y la solución de problemas, cuya orga-nización no es modular.

Otros supuestos de la neuropsicología cognoscitiva señalados por Ellis y Young (1988) son el del isomorfismo o especificidad neurológica, la transparencia y la sustractividad, los cuales son indispensables para en-tender las alteraciones en las funciones cognoscitivas. Según la primera de estas hipótesis existe cierta correspondencia entre la organización de la mente y la organización del cerebro (Shallice, 1981). El supuesto de la transparencia indica que es posible deducir la naturaleza de la alteración subyacente de una función a partir del patrón de capacidades preserva-das y alteradas. Este proceso se apoya en el supuesto de sustractividad, según el cual el desempeño de un paciente con una lesión cerebral se ex-plica en términos de los componentes del sistema cognoscitivo normal intacto menos los componentes perdidos como resultado de la lesión.

La neuropsicología cognoscitiva, desde el punto de vista metodológi-co, también tiene diferencias con la neuropsicología tradicional. Mien-tras en la neuropsicología tradicional se tiende a estudiar la localización y organización funcional de habilidades como la lectura, el lenguaje, la memoria, etcétera, las cuales son funciones y habilidades que dependen de una serie de procesos cognitivos componentes, la neuropsicología cognoscitiva empezó a estudiar precisamente los procesos componentes de estas habilidades o procesos. En el caso de pacientes, la neuropsico-logía tradicional estudia la asociación de síntomas en síndromes, como por ejemplo, en la afasia de Broca, donde confluyen una gran diversidad de signos y síntomas como agramatismo, dificultades articulatorias, ano-mia, falta de fluidez verbal, etcétera, mientras que en la neuropsicología cognoscitiva se privilegia el análisis del síntoma, en términos de altera-ción de algún módulo o componente del procesamiento cognoscitivo normal. De acuerdo con esta aproximación es más probable que sean

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estos componentes, más que las habilidades o procesos, los que puedan ser localizables en el tejido cerebral.

Otra diferencia metodológica de la neuropsicología cognoscitiva con la neuropsicología tradicional es que, mientras la primera privilegia el estudio de grupos de pacientes con lesiones similares, la neuropsicología cognoscitiva se interesa en el estudio de casos particulares de importan-cia teórica (Caramazza, 1986), en el estudio de grupos pequeños selec-cionados posteriormente a la evaluación con base en perfiles de ejecu-ción muy similares (Denes, Semenza y Bisiacchi, 1988) y en el estudio de individuos normales en experimentos de laboratorio.

Con todo este contenido teórico y metodológico, la neuropsicología cognoscitiva tiene como objetivos de acuerdo con Ellis y Young (1988): 1) Explicar los patrones de las funciones cognoscitivas afectadas o in-tactas que se pueden observar en los pacientes con lesiones cerebrales, en términos de alteración de uno o más componentes de una teoría o modelo del funcionamiento cognoscitivo normal. 2) Extraer conclu-siones sobre los procesos cognoscitivos intactos y normales a partir de los patrones de habilidades afectadas e intactas observadas en pacientes con lesiones cerebrales. Para McCloskey (2001) los objetivos de los neuropsicólogos cognoscitivos son tres: 1) entender el funcionamiento y la estructura del sistema cognoscitivo normal, 2) explorar la locali-zación de funciones cognoscitivas en el cerebro y 3) tener una mejor comprensión del déficit per se, como una base para el diagnóstico y tratamiento.

Los objetivos de la neuropsicología cognoscitiva resultan aun ac-tualmente muy controvertidos. Por ejemplo, para Coltheart (2001) la neuropsicología cognoscitiva está más interesada en la mente que en el cerebro y no es un tipo de neuropsicología, sino es una rama de la psicología cognoscitiva. Como puede entenderse, esta aproximación no pretende únicamente explicar los casos en que el sistema ha resultado al-terado como consecuencia de una lesión cerebral, sino también conocer cómo está funcionando un sistema dado en un individuo normal. Estos objetivos también difieren radicalmente de los objetivos de la neuropsi-cología tradicional, en la cual se pretende el estudio de síndromes y su correlación con un sitio de lesión.

Una de las diferencias fundamentales de la neuropsicología cog-noscitiva de la década de 1980 respecto de las aproximaciones más recientes, de la década 1990 y de los primeros años de este siglo, es

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que mientras en las primeras era más importante poner a prueba los modelos cognoscitivos mediante el estudio exhaustivo de casos par-ticulares, en la aproximación más reciente se enfatizan dos métodos fundamentales, tanto el estudio de pacientes como los estudios con neuroimagen funcional. Para Feinberg y Farah (2000) los primeros estudios de neuroimagen funcional puden ser considerados como es-tudios de “calibración”, ya que los investigadores buscaban confirmar principios bien establecidos de neuroanatomía funcional con el uso de nuevas técnicas. En la medida que la neuroimagen funcional ha madurado, los investigadores empiezan a formularse nuevas preguntas de investigación, para las cuales no hay respuestas previas disponibles. Es en esta última fase de desarrollo donde las teorías y métodos de la psicología cognoscitiva son tan importantes, debido a que especifican los componentes de procesos cognitivos involucrados en llevar a cabo una tarea compleja y proporcionan los medios para aislar éstos expe-rimentalmente.

Métodos actuales en neuropsicología

Método de lesión

Como puede verse en la revisión histórica de la neuropsicología, el mé-todo de la lesión cerebral en humanos como recurso para conocer la relación cerebro-conducta ha prevalecido en todas las etapas históricas y es quizá el que más identifica y diferencia la disciplina de otras aproxi-maciones. Lo que ha cambiado en particular son los conceptos y teorías a partir de los cuales se interpretan los hallazgos clínicos encontrados en un paciente en particular y los medios técnicos para el estudio de las funciones y de las lesiones. Es decir, desde una perspectiva localizacionis-ta a finales del siglo el objetivo era encontrar los “centros” para una función determinada, mientras que desde una postura equipotencialista se buscaría encontrar una función más genérica que pudiera explicar los cambios encontrados en un paciente con lesión cerebral como la “acti-tud abstracta” de Golstein. Desde la postura de Luria, con su concepto de sistema funcional complejo el objetivo consistiría en encontrar el fac-tor deficitario. Para los neuropsicólogos cognoscitivos la interpretación

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se hace con la suposición de módulos de un sistema cognoscitivo defici-tario o dañado. Con los modelos de redes, la región de daño cerebral se estudia como parte de una red a gran escala de sitios corticales y subcor-ticales que opera concertadamente para producir una función particular (Damasio y Damasio, 2000). Dada la estructura teórica de cómo están constituidas dichas redes y llevan a cabo una función particular, una le-sión es así una prueba para examinar una hipótesis específica. Una lesión prueba permite a los investigadores decidir si el daño a un componente de la red, responsable de una función determinada, altera la conducta de acuerdo con las predicciones hechas por la teoría acerca de cómo está constituída una red. Para Damasio y Damasio (2000), dada la teoría acerca del funcionamiento cerebral normal, las lesiones son un medio para apoyar o rechazar la teoría.

Aunque con sus diferencias teóricas, se puede afirmar que el método de lesión tiene como objetivo predecir el patrón de alteración en algún aspecto de una ejecución cognoscitiva o conductual dado el sitio de las lesiones, y a la inversa, predecir el sitio de lesión a partir de la sintomato-logía clínica. En relación con este último aspecto también se hace uso de métodos estadísticos como el análisis de clusters para analizar si es que pacientes agrupados con base en lesiones cerebrales bien delimitadas y caracterizadas pueden ser discriminados a partir de la sintomatología clínica. En el caso de los síndromes afásicos, Kertesz (1979) encuentra una gran coincidencia de los sitios de lesión con la taxonomía y localiza-ción de los síndromes afásicos ya conocidos.

Para Heilman y Valenstein (2003) es diferente hacer las correlacio-nes de cambio conductual y lesión cerebral de intentar deducir, a par-tir de los efectos conductuales de una lesión, los mecanismos normales de la función cerebral, dado que el tejido cerebral remanente puede reaccionar adversamente o compensar la pérdida de la función causada por la lesión y así añadir o minimizar el déficit conductual. Las lesio-nes pueden también producir cambios en la conducta por liberar otras áreas cerebrales de la facilitación o la inhibición. Así, puede ser difícil distinguir los efectos conductuales causados por una interrupción del procesamiento normal que ocurre en el área dañada, de los efectos debidos a alteraciones menos específicas de la función en otras áreas del cerebro.

Deben tenerse en cuenta diversos factores en los estudios de locali-zación de funciones. Uno de los factores a considerar es el efecto de la

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recuperación, ya que un déficit temprano puede estar relacionado con edema, reacción celular, isquemia transitoria, etcétera, por lo que puede haber una gran recuperación espontánea. Por su parte, el déficit cróni-co se relaciona no sólo con la pérdida de la función, sino con cambios compensatorios en todo el cerebro, o áreas homólogas o vecinas durante estadios subsecuentes de recuperación (Kertesz, 1979). El efecto de la etiología también debe tomarse en cuenta, ya que algunas lesiones pue-den producir más efectos a distancia que otras, a lo cual se le denomina diasquisis. Tales cambios metabólicos o fisiológicos pueden no ser de-tectables por métodos neuropatológicos y pueden así contribuir a una sobreestimación de la función del área lesionada (Heilman y Valenstein, 2003). Finalmente, variables del individuo como edad, sexo, escolari-dad, la preferencia manual y variaciones anatómicas también pueden influir en los resultados.

Estos efectos no específicos de una lesión, tales como la diasquisis o efectos de acción de masa, pueden excluirse como determinantes prin-cipales de conducta anormal por el uso de lesiones “control”. Si lesiones de tamaño comparable en otras áreas cerebrales no producen efectos conductuales similares, entonces los efectos no se pueden atribuir a cau-sas no específicas.

Así, el método de lesión es insustituible y ha generado una gran can-tidad de lo que se conoce acerca del cerebro y las funciones mentales. Kertesz (1983) propone algunos principios de aceptabilidad de eviden-cia de lesión en la localización de una función. Así, la función de un área puede relacionarse con la lesión sí:

El mismo déficit funcional siempre sigue a la lesión.1. El mismo déficit no es producido por otras lesiones independien-2. tes.El déficit es medido por métodos estandarizados y significativos.3. La localización de la lesión es determinada con objetividad y exac-4. titud.Variables biológicas, tales como el tiempo de inicio, la edad, 5. etiología y otras, son controladas.

El autor considera que estas situaciones idealizadas, aunque nunca satis-fechas, deben ser las metas.

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Estudios experimentales

Una limitación del método de lesión cerebral es que éticamente una lesión no puede ser provocada en humanos y es muy complicado encon-trar patrones de daño semejante en diferentes individuos. Tal limitación se supera con el estudio de lesión en animales, es decir, se crean modelos experimentales en los cuales se diseñan paradigmas que pretenden ser análogos a los aplicados a seres humanos y de manera propositiva se le-sionan áreas cerebrales circunscritas en algunos animales, con el objetivo de probar que una determinada función o elemento de una red funcio-nal, se correlaciona con una determinada estructura. Un ejemplo de ello son los experimentos resumidos por Squire (1992) para el estudio de la memoria. La limitación en este caso son las distancias filogenéticos entre las especies y, por lo tanto, la menor complejidad estructural y funcional del sistema nervioso de los mamíferos en los cuales se investiga.

Por otra parte, los estudios experimentales en humanos también han contribuido al conocimiento en neuropsicología. A diferencia de los estu-dios con animales, los estudios con humanos tienen la ventaja de permitir valorar funciones que son específicamente humanas, como el lenguaje. Así se han diseñado diferentes paradigmas y manipulaciones experimen-tales para probar modelos de diversos aspectos del lenguaje; subtipos de memoria, como la memoria de trabajo (Baddeley, 1986), y la memoria implícita (Tulving, Schacter y Stara, 1982), por mencionar algunos.

Método psicométrico

Para Lezak, Howieson y Loring (2004) una importante aportación de la neuropsicología a las neurociencias cognitivas es la aplicación del en-foque psicométrico en el diagnóstico neuropsicológico y en la investiga-ción en el área. De acuerdo con estos mismos autores, aunque los tests psicológicos originalmente se usaron para evaluar la “inteligencia” en el área educativa y posteriormente en el reclutamiento de personal, en la actualidad ya son parte integrante de la disciplina y de la práctica clínica. Tales pruebas psicológicas se aplican en el ámbito de la neuropsicología clínica, tanto en su forma estandarizada para población normal, como con algunas modificaciones o adaptaciones, para tratar de discernir, de manera más específica, por qué un paciente puede tener dificultad en

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resolver alguna tarea, más que centrarse sólo en si la lleva a cabo o no lo hace. Aunque originalmente se utilizaron pruebas psicométricas di-señadas para otros fines, el crecimiento de pruebas neuropsicológicas diseñadas exprofeso para su aplicación en la neuropsicología clínica es abundante.

El uso de pruebas estandarizadas es de suma importancia para los estudios de grupo y los análisis estadísticos tienen un enorme impac-to sobre la neuropsicología, al permitir calcular de manera precisa la probabilidad de que el rendimiento en una tarea determinada, de un individuo con alguna lesión o condición particular, se de a un nivel inferior que el de un grupo control, lo cual contribuye a la comprensión de los procesos psicológicos. Esto, a su vez, proporciona una base para la evaluación neuropsicológica clínica y además proporciona un conjunto de procedimientos que pueden ser bastante útiles en el diagnóstico y la rehabilitación.

Las diferentes ediciones del libro Neuropsychological assessment de Le-zak (1976, 1983, 1995) y Lezak, Howieson y Loring (2004), y de A compendium of neuropsychological tests de Spreen y Strauss (1991, 1998) son un ejemplo del impactante desarrollo que ha tenido la evaluación neuropsicológica del adulto; asimismo, el libro de Baron (2004) es tam-bién un ejemplo del creciente interés en la evolución neuropsicológica del niño.

Tramontana y Hooper (1988) consideran que en la historia de la evaluación neuropsicológica en niños pueden distinguirse cuatro esta-dios de desarrollo, distintos, aunque sobrepuestos. No obstante estos planteamientos también son aplicables al caso de los adultos. El primer estadio es denominado aproximación del test singular, el cual dominó el campo de la neuropsicología infantil de mediados de la década de 1940 a mediados de la de 1960, y se caracterizó por el uso de mediciones generales para diagnosticar daño cerebral u “organicidad”. Un ejemplo es el test gestáltico visomotor de Bender (Koppitz, 1964). Esta aproxi-mación se orientó por la idea de que el daño cerebral se manifiesta en una forma unitaria, ya sea en forma de una pérdida de las habilidades de abstracción, habilidades perceptivo-motoras, o algunas otras. La meta era diferenciar niños con daño cerebral de normales y se pensó que una medida cerebral bien elegida podía desempeñar tal objetivo.

El segundo estadio, llamado batería de tests-especificación de la le-sión, se caracteriza por el uso de baterías de tests que cubren un amplio

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rango de funciones para clasificar niños con daño cerebral y normales. La batería neuropsicológica de Halstead-Reitan (Boll, 1986) es la más significativa de este período. En esta fase se pone énfasis en la detección y localización de las lesiones cerebrales. La aproximación, ya sea con tests singulares o baterías de tests, es empírica y ateórica, encaminada a obtener puntos de corte y reglas de inferencia para el propósito de maxi-mizar la tasa de diagnóstico categorial (con daño cerebral y normales).

La siguiente fase es la del estadio del perfil funcional de la evaluación neuropsicológica de Tramontana y Hooper (1988). El énfasis cambió hacia el papel de la evaluación neuropsicológica en especificar el defecto conductual de las lesiones cerebrales. La meta fue diferenciar entre habi-lidades conservadas y alteradas, y entre fortalezas y debilidades funcio-nales. La evaluación neuropsicológica tiene aquí el papel de determinar el efecto mental y conductual del daño cerebral, identificar deficiencias funcionales para los propósitos de planeación del tratamiento y eva-luación del cambio subsecuente. El cuarto estadio es el de la validez ecológica, y la meta es evaluar el funcionamiento actual del individuo con relación a su capacidad para llevar a cabo tareas importantes de la vida diaria. El énfasis se pone no sólo en la descripción, sino en hacer los señalamientos necesarios en cuanto a tratamiento y medio ambiente que pueden ser más favorables.

Quizá se pueda agregar a esta descripción de Tramontana una fase más, que se caracterizaría ya no sólo por el uso de tests estandarizados, sino por el diseño de pruebas más individualizadas y tareas de laborato-rio cada vez más específicas para poner a prueba los modelos cognitivos a través de la disociación de funciones.

Una innovación reciente también en la evaluación neuropsicológi-ca es el uso de versiones automatizadas de pruebas neuropsicológicas clásicas, tales como el test de tarjetas de Wisconsin, el test de Stroop, etcétera, tanto como el desarrollo de métodos de evaluación nuevos, que desde su origen se diseñan en versión automatizada, aunque incor-poran algunos de los principios teóricos que subyacen a algunas prue-bas neuropsicológicas. Las versiones automatizadas tienen la ventaja del ahorro de tiempo que implica el que sea una máquina la que vaya solicitando la información al paciente. Otra ventaja es que permiten la calificación exacta de los aciertos, errores y tiempos de reacción y de ejecución total de la prueba y, por otra parte, la comparación casi de manera automática de los resultados de un determinado individuo con

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una población de referencia. Esta forma también permite al evaluador centrarse más en la observación cualitativa del desempeño del paciente, al dejar que la máquina haga el registro de la ejecución. Tales métodos pueden ser, sobre todo, de utilidad con pacientes jóvenes, quienes pre-viamente han tenido una cierta familiarización con las computadoras, ya que los pacientes ancianos pueden tener mayor dificultad para fami-liarizarse con el método de respuesta, más que con la tarea en sí mis-ma. Una alternativa para esta dificultad ha sido la utilización de touch screens –las cuales, al menos ya no requieren del empleo de teclas–, cajas de respuesta o el mouse. Una desventaja de estos métodos es que pueden ser útiles para explorar algunas funciones (i.e., atención visual), pero no otras (i.e., praxias del vestir).

Un ejemplo de un sistema de evaluación automatizado es el siste-ma automated neuropsychological assessment metrics (), el cual ori-ginalmente fue desarrollado para evaluar a individuos sanos (Reeves et al., 1992). Sin embargo, también se ha utilizado en el área clínica y su principal utilidad es que se trata de un instrumento de escrutinio para pacientes en riesgo de alteración neurocognoscitiva, ya que no es prácti-co ni económico evaluar a cada paciente en riesgo cognoscitivo con una batería neuropsicológica completa. Los hallazgos obtenidos al evaluar varias poblaciones de pacientes (lupus eritematoso, esclerosis múltiple, enfermedad de Parkinson, migraña, etcétera) indican que las medidas de la son sensibles a cambios cognitivos asociados con trastornos neurológicos.

Otro ejemplo de baterías automatizadas es la Cambridge neuropsy-chological automated battery () (De Luca, et al., 2003). Esta ba-tería de pruebas de evaluación neurocognoscitiva evalúa con eficiencia las funciones ejecutivas, memoria de trabajo, planeación, inhibición de respuestas, supervisión o monitorización de las mismas y flexibili-dad cognitiva, todas asociadas con el funcionamiento del lóbulo fron-tal. Dentro del campo de la neuropsicología hay una necesidad impe-rante de contar con baterías neuropsicológicas que se puedan aplicar en tiempos reducidos y que sean capaces de identificar con precisión pacientes con problemas neurocognoscitivos (Kane et al., 2006) para, en su caso, llevar a cabo una evaluación más completa. Ésta es la ven-taja que busca con la automatización de dichas pruebas de evaluación neuropsicológica.

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Estudios de grupo y estudios de caso

Aunque los estudios de grupo son un enorme avance en neuropsicolo-gía, los estudios de caso único han venido a ser revalorados por varias razones. En primer lugar, ciertos trastornos son tan raros, que formar un grupo considerable tomaría varios años. Además en trastornos severos como las afasias, los cuales pueden ser detectados sin métodos estadísti-cos, el sujeto aislado proporciona una vívida y detallada descripción del deterioro que con frecuencia se pierde con el análisis de los datos del grupo. Más aún, una serie de estudios de caso proporciona información que se pierde fácilmente en el curso de un análisis de grupo en torno a la variabilidad de los síntomas presentes entre los individuos que compar-ten cierta sintomatología o áreas comunes de anormalidad cerebral. La variabilidad se obscurece, o incluso se pierde, en los datos que expresan la función en términos de promedios grupales.

Nuevos tópicos de interés

Mientras por muchos años los neuropsicólogos estuvieron centrados en el diagnóstico clínico, recientemente ha crecido el interés por la inter-vención. Lezak (1995) considera que los campos de aplicación de la neuropsicología han variado a través del tiempo y en la actualidad se centran más en el campo clínico. Esto es, en el manejo y tratamiento del paciente, y la evaluación como una forma de diagnóstico inicial y de seguimiento de los cambios.

El interés en la rehabilitación actualmente se enfoca en conocer qué tanto un paciente, con secuelas cognoscitivas a consecuencia de un daño neurológico, puede beneficiarse o no de un programa de rehabilitación neuropsicológica, cuáles son los mejores enfoques teóricos y las más adecuadas estrategias terapéuticas, en qué momento de las fases de una enfermedad es más conveniente intervenir y cuánto debe de durar un determinado programa. Otro aspecto que resulta interesante es la inclu-sión de algunos avances tecnológicos para la compensación de funciones en pacientes. Un ejemplo de ello pueden ser las agendas electrónicas para pacientes con demencia o con amnesia.

Mientras hasta hace pocos años el neuropsicólogo estaba únicamente interesado por el estudio de las funciones mentales en individuos con

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CONCLUSIÓN ñ 197

lesiones cerebrales bien conocidas, desde hace ya dos décadas ha crecido el interés por el estudio de los trastornos del desarrollo, para los que se presume y se investiga una posible causa biológica, pero para quienes no ha sido totalmente determinada la posible anomalía estructural. Por otra parte, también están siendo objeto de muchos estudios neuropsico-lógicos algunas enfermedades neuropsiquiátricas como: esquizofrenia, depresión, trastornos bipolares, trastornos obsesivo-compulsivos, tras-tornos de la alimentación, etcétera.

Conclusión

Apreciar la historia de la neuropsicología, sus principales corrientes y enfoques, permite ubicarnos en la actualidad con la conciencia de quien sabe de donde parte y hacia donde se dirige. Ubicarnos en perspectiva en relación con los conceptos y enfoques más trascendentes en la disci-plina puede ser importante para no caer involuntariamente en posturas teóricas que ya han sido rebasadas y, en su lugar, retomar aquellas de ma-yor actualidad y más prometedoras para el avance de la neuropsicología y de la neurociencia cognoscitiva.

Las aportaciones de la neuropsicología a la neurociencia cognoscitiva son incuestionables, ya que mientras el avance de las técnicas de neuro-imagen y neurofisiológicas son elementos determinantes para estudiar la organización de las funciones mentales, el estudio de las mismas no tendría sentido sin los elementos teóricos y conceptuales que articulan y dan sentido a toda la investigación en este rubro. Los modelos teóricos y los conceptos de la neuropsicología permiten articular de manera co-herente los hallazgos, plantear hipótesis y desarrollar paradigmas para el avance de las neurociencias cognoscitivas.

El método del estudio de pacientes es insustituible. Son tanto los estudios de series de casos y la descripción de síndromes neuropsicológi-cos, como la descripción minuciosa de casos únicos los que han arrojado mucha luz acerca de los procesos cognoscitivos. De ahí que el estudio del paciente con lesión cerebral sigue siendo por el momento la esencia de la neuropsicología.

Es posible que con investigaciones futuras en neurociencias se lo-gre avanzar en el estudio de la compleja relación cerebro-conducta. No obstante, a la fecha, tal y como mencionan Feinberg y Farah (2000), la

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mayoría de los estudios de neuroimagen se han dedicado a comprobar las relaciones que ya se habían predicho por los estudios clínicos.

Otra de las aportaciones de la neuropsicología es el uso de los tests psicológicos, los cuales, aunque no son la única herramienta para el es-tudio de las funciones cognoscitivas, han venido siendo cada vez más específicos y mejor estandarizados para proporcionar resultados más confiables. Inicialmente se utilizaron varios instrumentos derivados di-rectamente de la psicología; no obstante dentro de la propia disciplina se han desarrollado una gran cantidad de pruebas que permiten estudiar las diversas funciones que pudieran estar afectadas en un paciente. Tam-bién el empleo de la computadora ha facilitado que algunas funciones se puedan evaluar de una manera más precisa a través del registro exacto de tiempos de reacción o tipos de error, aunque por supuesto en neuropsi-cología la observación del desempeño del paciente es insustituible.

Otra de las aportaciones de la neuropsicología es su interés en la re-habilitación de los pacientes y la reintegración de los mismos a su medio escolar, laboral, familiar y social.

Finalmente se puede concluir que en neurociencias cognoscitivas los métodos son complementarios y no contrapuestos. Los hallazgos obte-nidos por un método, como pudiera ser el de lesión, son complemen-tados por los derivados de estudios experimentales con humanos, con modelos animales, electrofisiológicos o de neuroimagen funcional. La comprobación acerca de una determinada relación cerebro-conducta con más de uno de estos métodos contribuye a hacer más sólido el cono-cimiento en neurociencias cognoscitivas. De esta forma, aunque todos los métodos, incluido el neuropsicológico, tienen ventajas y desventajas, es deseable que los trabajos en esta área sean multidisciplinarios para poder disminuir las desventajas de los mismos.