02 el inmortal - aranzazu rodriguez

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1 A los dieciséis años, Dafne averiguo que la vida podía volverse patas arriba en menos de un segundo. Su hermana estaba enamorada de un vampiro, y una extraña organización la perseguía para que la unión no fuese nunca llevada a cabo. Arrastrada por las circunstancias, Dafne tuvo que ser testigo de la muerte de sus seres queridos, y se vio involucrada sin quererlo en la guerra milenaria entre vampiros y cazadores. En medio del caos que la rodeaba, encontró su roca angular: Gabriel, uno de los vampiros más ancianos, el inmortal. Y con su valor y dulzura, consigue que el antiguo sienta de nuevo cosas que creía ya olvidadas… Después de mantenerla a salvo y lejos de él, cuando pensaba que su vida estaba de nuevo bajo control, Gabriel tiene que volver a enfrentarse al amor que Dafne le inspira. La joven que recordaba se había convertido en una mujer espléndida y, con su vida en peligro, no puede dejarla desprotegida. El primer amor nunca se olvida, y el inmortal jamás desapareció del corazón de Dafne. Él, sin embargo, no es capaz de confiar tan fácilmente… ¿Tendrá Gabriel el valor para retener a su lado a su verdadera compañera?

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A los dieciséis años, Dafne averiguo que la vida podía volverse patas arriba enmenos de un segundo. Su hermana estaba enamorada de un vampiro, y una extrañaorganización la perseguía para que la unión no fuese nunca llevada a cabo. Arrastradapor las circunstancias, Dafne tuvo que ser testigo de la muerte de sus seres queridos, yse vio involucrada sin quererlo en la guerra milenaria entre vampiros y cazadores.

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  • 1

    A los diecisis aos, Dafne averiguo que la vida poda volverse patas arriba en

    menos de un segundo. Su hermana estaba enamorada de un vampiro, y una extraa organizacin la persegua para que la unin no fuese nunca llevada a cabo. Arrastrada por las circunstancias, Dafne tuvo que ser testigo de la muerte de sus seres queridos, y se vio involucrada sin quererlo en la guerra milenaria entre vampiros y cazadores.

    En medio del caos que la rodeaba, encontr su roca angular: Gabriel, uno de los

    vampiros ms ancianos, el inmortal. Y con su valor y dulzura, consigue que el antiguo sienta de nuevo cosas que crea ya olvidadas

    Despus de mantenerla a salvo y lejos de l, cuando pensaba que su vida estaba de

    nuevo bajo control, Gabriel tiene que volver a enfrentarse al amor que Dafne le inspira. La joven que recordaba se haba convertido en una mujer esplndida y, con su vida en peligro, no puede dejarla desprotegida.

    El primer amor nunca se olvida, y el inmortal jams desapareci del corazn de

    Dafne. l, sin embargo, no es capaz de confiar tan fcilmente Tendr Gabriel el valor para retener a su lado a su verdadera compaera?

  • 2

    A todas mis chicas del foro novelass. Por animarme y por compartir

    sus maravillosas historias, apoyndome Cuando me un al club de tus creaciones literarias.

    Porque todas os merecis cientos de clones

    Y porque esta vez me acord de dedicar XD.

    Un gran beso;

  • 3

    CAPTULO 1 Dafne se despert al amanecer, como casi todos los das. Las ligeras cortinas blancas

    que cubran la ventana no eran suficientes para contener la luz de la maana y los rayos llegaban hasta la cama cumpliendo perfectamente su funcin de despertador cada maana. En quince minutos tendra que dejar las sbanas y preparara el desayuno. Se vestira sin prisas e ira hasta la facultad en bicicleta, parando para comprarse un segundo caf y el peridico en la esquina. Bostez y se desperez.

    El tiempo sigui corriendo mientras ella intentaba aprovechar los ltimos minutos de

    descanso que tena, hasta que el bip del despertador empez a sonar. No servira de nada ignorarlo, ya que el trasto estaba programado para sonar cada cinco minutos si no se desconectaba. Sonri y se gir para apagarlo rpidamente, antes de que lo despertase, pero ya era tarde.

    - Rompe eso de una vez- susurr Marcos mientras la abrazaba.- Siempre te

    despiertas sin l. - No puedo romperlo, y si un da me quedo dormida?- se gir para devolverle el

    abrazo, acurrucndose contra l. - Entonces le dedicaremos un da a algo productivo- Sus labios rozaron el cuello

    de la joven, provocndole escalofros. - Ya le dedico los das a algo productivo- Dafne dio un respingo cuando le

    mordisque el lbulo de la oreja. - A algo ms productivo an que la universidad- susurr l contra sus labios.-

    Nos tomamos un da libre? - No puedo- se ri ella- Pasan lista en anatoma. - Ah, no?- pregunt antes de besarla lentamente. Como siempre, ella le devolvi

    el beso y se peg ms a l, entrelazando una pierna con las suyas. Marcos se separ y ella gimi, frustrada.- Y ahora?

    - Ahora ahora qu? pregunt confusa. - Si ahora podemos tomarnos el da libre.- le roz la cintura con la punta de los

    dedos en una caricia suave, justo como a ella le encantaba. Sonri al ver que se le puso la carne de gallina y que suspiraba suavemente.

    Dafne se gir de nuevo hacia l, pero en ese mismo momento el despertador

    empez a sonar de nuevo, trayndola a la realidad. Se libr de los brazos de Marcos y salt de la cama rpidamente. Ech a correr hacia el bao y cerr la puerta con pestillo justo en el momento en el que l llegaba a ella. Marcos oy su risotada desde el otro lado de la puerta cerrada y suspir. Luego volvi a tirarse encima de la cama, an sabiendo que el sueo no volvera.

    - Te toca hacer el desayuno- grit ella por encima del ruido de la ducha cuando l

    golpe el despertador por volver a empezar a sonar- por intentar convencerme de faltar a clase.

    - Si te hago el desayuno faltars a clase?- pregunt an jugando. - NO! - Pues entonces ni hablar de ello. Y voy a comerme todos los donuts!- se apoy

    contra la puerta del bao para orla mejor sobre el ruido del agua. - Si te atreves a hacer eso te prometo que - Con que quieres amenazarme ahora, cario? Ella se qued en silencio un rato y Marcos oy cerrarse el agua de la ducha. La

    puerta del bao se abri tan rpido que estuvo a punto de caer dentro, solo sus reflejos evitaron la humillante cada. Dafne estaba parada delante de l, envuelta en una toalla blanca.

  • 4

    Marcos no pudo evitar suspirar cuando la contempl de nuevo. La piel de la joven,

    normalmente de un blanco aterciopelado, estaba rosada por el calor del agua. El cabello ya se rizaba por su espalda, llegando ms all de su cintura en un montn de ondas desordenadas. Mojado como estaba pareca casi negro, pero l saba que tena un color profundo y oscuro, rojo sangre. Los ojos gris claro brillaban en su rostro con una alegra imposible de igualar. l nunca haba visto ojos como los de ella, ojos que llevaban el mundo en las pupilas, una promesa de felicidad infinita. Su mirada se desplaz por su figura delgada, de bailarina. Posea unas curvas leves, pero exquisitamente formadas. Sus pechos eran pequeos y daban paso a una cintura tan estrecha que l casi poda rodearla con las manos. Las caderas eran suaves, redondeadas, y lo que a l ms le gustaba de su cuerpo: unas piernas largusimas y torneadas que llenaban todas sus fantasas.

    l siempre le deca que estaba demasiado delgada, ella se rea y le contestaba que

    era completamente normal, que l quera que se convirtiese en una modelo de Rubens. Si insista, acababa rpidamente la discusin enumerando todas las enfermedades que conoca derivadas del sobrepeso. Eran muchas, incluso para una estudiante de medicina. Siempre ganaba todas las discusiones.

    Interrumpiendo sus ensoaciones Dafne sonri y le dijo: - Ya tengo tu amenaza. - Ah, s? Y cul es? - Si no me haces el desayuno dormirs en el sof- dijo con una sonrisa

    perversa.- Y no solo esta noche- aclar- si no hasta que hayas aprendido la leccin. - Y cundo sera eso? - No s- El maldito despertador volvi a empezar a sonar.- Oh! Voy a llegar

    tarde! Sali corriendo del bao y empez a vestirse apresuradamente. Marcos resisti la

    tentacin de mirarla mientras lo haca y fue a la cocina a hacer el caf mientras la oa tararear en el bao. Ahora se est peinando pens con una sonrisa. Siempre tarareaba mientras se arreglaba y maquillaba.

    En un par de minutos apareci en la puerta de la cocina. Marcos le sonri mientras le

    tenda una taza de caf. - Pareces una universitaria- la pic. - Soy una universitaria- dijo ella mientras giraba sobre s misma. Los vaqueros ajustados le sentaban como un guante, y la camisa blanca y floja le

    caa sobre las caderas con gracia. En sus pies las inseparables converse, iguales a las que tena l. Con una sonrisa tir por uno de los rizos de su cabello y lo enred en su mueca, acercndolo a su cara para aspirar su aroma a flores.

    - Hueles a cielo- le dijo. - Yo dira que a champ.- contest mientras se libraba de su agarre y le daba un

    beso suave en los labios. Dej la taza vaca en el fregadero y agarr la chaqueta y el foulard que tambin eran inseparables en ella.- Comemos juntos?

    - No creo. Mi clase termina a las dos, voy a estar muy ocupado.- ella buf de una forma muy poco femenina en respuesta al comentario.

    - Yo no termino hasta las tres, y luego empiezo con las otras a las cuatro. As que ya que me lo recuerdas llevo la bolsa y la dejo en el estudio de paso que subo al campus.

    - Te la llevo yo si quieres- se ofreci- No tengo la primera hasta las diez.

  • 5

    Ella volvi desde la entrada para darle un ltimo beso y le puso una bolsa de deportes en los brazos. El resopl ante el peso.

    - Aqu llevas unas zapatillas o un yunque? - Unas yunzapatillas - se ri ella.- La mejor forma de que te salgan callos en los

    pies, que dira mi abuela. Bueno, me voy. - Te quiero- ella se dio la vuelta y le mand un beso justo antes de salir del

    apartamento. Dafne sali a la calle y respir el aroma de la ciudad. Igual que cada maana, ola a

    la hierba del jardn que tenan enfrente, y a bollera calentita de la panadera de abajo. Como Marcos se encargaba de llevarle la bolsa con el equipo al estudio de ballet donde ella daba clases todas las tardes, no tena ninguna prisa y poda evitarse el rodeo, incluso ir a pie. Par en la cafetera de siempre y se compr el segundo caf del da. La conversacin con el signor Pascali fue rpida y fluda, como siempre. Ya haca aos que vivan en Roma y el idioma no representaba ningn problema ni para Marcos ni para ella, aunque cuando llegaron fue casi una pesadilla adaptarse. Les haba costado muchsimo, aunque con tesn y las clases particulares de una vieja signora que dominaba bien el espaol, lo haban conseguido. Se haban creado un mundo propio y dejado atrs el pasado, por mucho que doliese.

    Cuatro aos- pens- ya haban pasado casi cuatro aos desde aquel fatdico da en

    que perdi a la nica familia que le quedaba. Haba dejado de ser una nia de diecisis aos recin cumplidos para convertirse en una veinteaera. En todo ese perodo deba haber madurado - pens- Ya haca tiempo que tendra que haber olvidado. Con un gesto distrado acarici la cicatriz de su mueca izquierda, la prueba palpable de que todo haba ocurrido, que no haba sido un sueo.

    Intent apartar de su cabeza los motivos de la cicatriz, de su huida, pero como

    siempre, los recuerdos volvieron implacables en su intensidad. Y todos ellos alrededor de l, la nica pieza que no le permita alejarse del todo del pasado. Las manos de Dafne fueron por si solas al medalln que colgaba de su cuello, su regalo, lo nico que no se quitaba nunca. El colgante consista en una lgrima de plata con una gema roja engarzada, a primera vista un granate. Era preciosa, brillando y reflejando la luz en destellos blancos y escarlata. Dafne nunca haba visto una piedra as, y eso era porque no era ninguna gema, si no un cristal. Vidrio tallado que contena un poco del lquido vital de un vampiro, la nica forma de convocarlo inmediatamente. La sangre de Gabriel.

    Gabriel. Hubo un tiempo en que llor todas las noches por su ausencia, en que el

    hecho de ver una cabellera rubia haca que se le acelerase el pulso, aunque nunca fuese l. Recordaba cada detalle, y saba que no habra cambiado en absoluto. Sus ojos seguiran siendo imposiblemente azules, seguiran reflejando el mundo sin dejar entrar nada en ellos. Seguramente an destellaran de ese modo pcaro cuando le tomase el pelo, acompaado de la sonrisa ms encantadora del mundo. Se volveran ms oscuros cuando se enfureciese, ms claros cuando mirase a alguien como sola mirarla a veces, con ese punto de ternura que la derreta por dentro.

    Su voz tendra ese tono suave, como de miel o chocolate derretido que era capaz de

    aflojarle las rodillas a cualquiera, y que tan bien funcionaba con ella. Haca cuatro aos que no le vea, pero para ella habran podido ser cuatro das, tan

    fresco estaba en su mente el recuerdo del vampiro que la haba salvado, y al que haba salvado a cambio. Decan que el primer amor nunca se olvidaba, y se cumpla completamente en su caso. Sacudi la cabeza para librarse de los molestos pensamientos. Ella quera a Marcos, llevaban viviendo juntos dos aos y casi tres de

  • 6

    novios. Era feliz estando a su lado, se entendan en todo, los mejores amigos; los mejores novios slo un detalle que la molestaba: nunca haba sentido esas mariposas otra vez. Esa sensacin en la boca del estmago que slo apareca cuando recordaba, cuando volva a verse de nuevo con l, rememorando cada mirada, cada segundo robado. Con Marcos eso no haba pasado nunca. Seguramente porque haba madurado- se dijo- las personas adultas no se ruborizaban ni sonrean como tontos. Aunque decir eso sera denigrar lo que haba sentido. Con Gabriel haba ido mucho ms all de las mariposas, sintiendo su presencia cuando estaba cerca, capaz de percibir sus sentimientos, y l los de ella. Pero eso se haba terminado, incluso antes de empezar.

    Sus pasos la condujeron al campus mientras divagaba, sin siquiera proponrselo. El

    caf, fro y a medio beber, acab en la papelera de la entrada. Al entrar en la facultad fue inmediatamente absorbida por la inmensa cantidad de estudiantes que se dirigan a sus aulas, y sus pensamientos cambiaron el rumbo hacia la clase de anatoma, una de las ms complicadas del temario. Las siguientes horas las pas absorta entre apuntes y esquemas, y no hizo caso a la morena que la miraba con ira desde la entrada principal. Sali hablando con unas colegas de camino al apartamento, donde tena el tiempo justo para hacerse un sndwich antes de volver al estudio.

    ---

    Marcos esquiv una patada y contrarrest el golpe con uno propio, haciendo caer al chico de espaldas al suelo. El cuerpo hizo un giro extrao y cay con un puf muy poco elegante.

    - No debes atacar nunca de ese modo, deja siempre una opcin para retirarte. Si

    empleas toda tu fuerza en un movimiento y fallas te quedars indefenso ante el contragolpe. Entendido?

    El chico asinti con la cabeza y se levant rpidamente, preparado para un segundo asalto. Marcos le sonri y neg con la cabeza.

    - Es suficiente por hoy. Podis iros. Los dos combatientes se inclinaron en seal de respeto y la clase qued oficialmente

    finalizada. Los chicos saludaron y salieron hacia el vestuario bromeando entre ellos. No pudo evitar comparar ese ambiente distendido, de camaradera, con el que reinaba cada vez que l haba terminado uno de sus entrenamientos con la Orden. La ira y las ganas de venganza reinaban en su antigua vida. Las batallas de la sala de combate continuaban en los vestuarios, con consecuencias a menudo mucho ms sangrientas. Solo sobreviva el ms fuerte y siempre se aseguraban de hacer una buena inversin en cada futuro cazador. En quince aos no haba visto nunca que nadie entrase en el vestuario para separar a los combatientes, ni siquiera los alumnos ms mayores, que se conformaban con ducharse y salir antes de quedar ellos tambin atrapados dentro de la pelea. O en desquitarse con los pequeos, si haban tenido un mal da.

    Se estir para deshacer el nudo en sus msculos. En media hora llegara el ltimo

    grupo y luego podra ducharse e irse a casa. Realmente odiaba los martes. Tanto l como Dafne llegaban muy tarde y agotados, casi no tenan tiempo para hablar. Esa semana le tocaba a l cocinar, pero decidi que la llevara a algn lugar bonito a cenar, tal vez al ristorante de la zona vieja que tanto les gustaba, o pediran comida china y comeran en el parque. O tal vez podra montar algo bonito en casa, con velas y msica

    Le dio vueltas a todas las posibilidades mientras ordenaba un poco el gimnasio,

    recogiendo todo lo que haba usado la primera clase. Esta ltima era la de los adultos, y jugaban un poquito ms en serio. Extraamente, cada vez se apuntaban ms mujeres a

  • 7

    clases de defensa personal, y el martes era el da culminante de esa tendencia. Revis los vestuarios para asegurarse de que los chicos no haban olvidado nada y todo estaba mnimamente presentable para el ltimo grupo. Se mir al espejo, y los ojos negros de siempre le devolvieron la mirada. Le sonri a su reflejo.

    - Eres un bastardo con suerte- se seal a si mismo.- Un bastardo con mucha

    suerte, amigo. Volvi a girarse hacia su reflejo e intent peinarse un poco, pero las puntas seguan

    encrespndose. - Slo una hora y media- le dijo a su reflejo. Luego se lo qued mirando y se ri-

    qu demonios hago hablando con un espejo? Definitivamente, tengo poca vida social.

    --- ngela entr en su habitacin sin hacer ruido. Se haba descalzado ya en la puerta

    principal, as que sus pies cubiertos por medias no levantaban ms que un susurro cada vez que daba un paso.

    Camin hasta el espejo de cuerpo entero, y se alis la melena. Haca un viento

    infernal, y los mechones del largo pelo moreno estaban desordenados. Ella odiaba el desorden. Y el viento. No como la pequea mortal, que rea mientras ese pelo infernal que tena se encrespaba a su alrededor, sin que ella hiciese el menor gesto para impedirlo.

    Abri la puerta que comunicaba su dormitorio con el bao y abri el agua para llenar

    la baera. Las sales de jazmn eran sus favoritas, y pronto el vapor saturado de perfume inund el bao. Se desnud, tirando descuidadamente el vestido de diseo al suelo. La ropa interior sigui el mismo camino, y el espejo le devolvi la imagen de su desnudez.

    Era esplndida, ella lo saba. El cabello oscuro caa en capas desde los hombros

    hasta media espalda, completamente liso. Tena la piel aceitunada, parte de su herencia rabe. Sus ojos eran tan negros que no se diferenciaba la pupila del iris. Los labios gruesos, sensuales. La cara alargada y los pmulos altos. Poda pasar tranquilamente por una modelo, incluso serlo si quisiese. Con su metro ochenta y dos de estatura era una mujer excepcional en todos los sentidos.

    No saba por qu estaba inquieta, la joven mujer mortal no tena nada para competir

    con su belleza. No era tan alta como ella, no tena un cuerpo como el suyo. Su piel era demasiado blanca, y los ojos muy grandes para su rostro. El pelo era un caos de ondas pelirrojas e indomables cayndole sin orden por la espalda. Vesta vulgarmente, usaba zapatillas deportivas y apenas se maquillaba. Era justo el polo opuesto de ngela, y sin embargo l la adoraba. El porqu de esa adoracin se le escapaba an. Cmo poda seguir en su mente despus de tanto tiempo? Ni que fuese algo excepcional

    Con un grito de rabia, arroj el jarrn contra la pared. El agua manch el tapizado y

    se desliz hacia el suelo. Dej los trozos sin recoger y se meti en la baera. Record el da en que haba saltado las barreras de su mente y se la haba encontrado en sus pensamientos. La frialdad de l al responder a sus acusaciones.

    - No te amo, y no te amar nunca- le haba dicho cuando empez su relacin.- Si

    puedes aceptarlo, qudate. Si no, vete ahora, porque eso no va a cambiar. Se haba quedado, Cmo resistirse a l? Era imposible. Tan hermoso, tan

    poderoso, tan inalcanzable como muchas otras haba fantaseado con la idea de

  • 8

    romper su coraza, de ser la mujer que pudiera sentarse a su lado eternamente. Ninguna lo haba conseguido. Y la primera vez que consegua entrar en su mente se encontraba con la imagen de una nia mortal arraigada en ella. Qu hombre en su sano juicio la preferira en vez de a ella?

    Aunque quizs era el reclamo de la inocencia el hecho de poseer algo que nunca

    antes ha sido tocado por nadie ms, nunca manchado por otras manos. Pero si era eso lo que lo atraa, ya poda olvidarse. La nia tena un amante. Solt una carcajada.

    - Qu te hace tanta gracia? ngela se sobresalt. Gabriel estaba apoyado en el marco de la puerta, sonriendo

    siniestramente. Se lami los labios. l estaba vestido con unos pantalones negros y camisa a juego, los puos doblados dejando ver sus antebrazos. Los primeros botones tambin estaban desabrochados, enmarcando la piel plida del cuello y el pecho.

    No avanz hacia ella, tampoco hizo falta. ngela se levant de la baera, su cuerpo

    reluciente por el agua. Llevando las dos manos a la cabeza, en un movimiento que haca resaltar sus pechos, se solt el pelo. Cay como una cascada sobre sus hombros y espalda, en un movimiento tan perfecto que casi pareca ensayado.

    Camin contonendose hacia el vampiro que la esperaba en la puerta. Se puso de

    puntillas y lo bes, rodendole el cuello con los brazos. El agua peg la camisa de Gabriel a su cuerpo, definiendo cada uno de sus msculos a travs de la tela. Hizo una pausa en el beso para sacrsela, ambos retrocediendo desde el bao hasta el dormitorio. ngela cay encima de l en la enorme cama, besndolo con ansia. Nunca podra tener suficiente de Gabriel, nunca llegara a aburrirse de l.

    Los colmillos le crecieron en cuanto capt su esencia, ansiando probar una parte de

    l. Gabriel se percat y gir para quedar encima de ella, apartndole la cara de su cuello. Le cerr los labios con un dedo mientras la miraba a los ojos.

    - Chrie, si quieres alimentarte busca a un mortal gustoso que ocupe mi lugar. Yo

    no soy comida, tu comprends? Ella solt un gemido mientras sus colmillos volvan a la normalidad. Lami su cuello,

    probando el toque salado de su piel. - Nunca me dejas probarte.- le susurr al odo. Luego lo mordi suavemente, sin

    sacarle sangre.- No confas en m? Gabriel volvi a apartarse, la diversin brillando en sus ojos azules. Sin desviar la

    mirada de la de ella, se llev su mueca a la boca, dndole un suave mordisco. Lami lentamente la pequea herida, llevndose los restos de sangre.

    - No voy a ir con marcas de mordeduras por ah.- Observ la que l mismo

    acababa de dejar en su mueca.- Ni a compartir mi sangre, no podras manejarlo. - Y sobre todo no confas en m. - En absoluto- sonri.- Pero no pongas esa cara de ofendida, t tampoco confas

    en m lo ms mnimo. Somos iguales. Ella frunci el ceo e intent responderle, pero Gabriel estaba cansado de hablar.

    Sujet las muecas de la vampiresa con una de sus manos, al tiempo que beso a beso recorra su cuello.

    - Y ahora quieres seguir hablando? O mejor hacemos algo ms interesante?

  • 9

    Termin de bajar y tom un pecho entre sus labios. ngela gimi y tir de su cabello, la conversacin completamente olvidada. Gabriel sonri contra su piel. Si todo fuese tan fcil

  • 10

    CAPTULO 2 Marcos lleg a casa para encontrarse a Dafne totalmente rendida en el sof. Debi

    de estar esperndolo, porque ni siquiera se haba quitado los zapatos. Sonriendo, pein sus rizos con la mano, apartndolos de su cara. Ella suspir y se dio la vuelta, aparentemente inconsciente de su presencia. Se hizo un ovillo, su mano fuertemente apretada en el colgante que siempre llevaba puesto.

    Marcos saba quin le haba regalado el colgante, igual que saba lo que contena.

    Cuando l estaba cerca tena mucho cuidado con l, sabiendo que la plata le haca dao. l odiaba ese colgante. Odiaba el hecho de que ella siempre lo llevase puesto, odiaba que incluso dormida se aferrase a l. Odiaba que ella nunca le haba dicho te quiero, ni una sola vez.

    Neg, arrepintindose al momento de sus pensamientos, y la cubri con una manta.

    Ella era ms de lo que nunca se imagin que tendra, y deba estar agradecido. Saba que Dafne le quera, y tambin debera dar gracias por ello.

    Todo el mundo deca que el primer amor nunca se olvida. Quizs lo que le pasaba a

    ella era totalmente normal, que recordase lo que nunca tuvo, que idealizase a su primer amor. Marcos no era imbcil, y admita que al lado del vampiro, su figura palideca. Gabriel podra ser perfectamente el hroe de una novela romntica, mientras que l no saldra nunca del papel de chico malo. Aunque en esta novela se hubiesen invertido los papeles y el chico malo se quedase con la herona. Sonriendo de nuevo, dio las gracias por el hecho de que la vida real no se ajustase a las novelas, y se meti en la cocina a hacer la cena. Su princesa tendra hambre al despertarse.

    El trajn de Marcos en la cocina la despert. Se puso de pie, todava medio confusa, y

    se encamin a la cocina, donde l estaba en medio de una batalla contra las enchiladas. Pareca que iba a ganar, pero con Marcos y la comida nunca se saba. Tena siempre a mano el telfono del restaurante, por si acaso.

    - No me mires as- le recrimin el chico.- Esto no puede explotar. Dafne mir hacia la comida y alz una ceja. - Ests completamente seguro?- se gan una mirada de odio. - Tampoco cocino tan mal, no? - No hemos sufrido ninguna intoxicacin an- agreg ella. Marcos mir hacia el plato que tena a medio preparar, debatindose entre

    terminarlo o arrojrselo a la cabeza. Opt por el trmino medio. Agarr los ingredientes y los arroj al cubo de basura. Luego, con una sonrisa maligna, levant a Dafne y la puso sobre sus hombros, dndole una palmada en el trasero.

    - Se puede saber que haces?- exclam ella tirndole de la camiseta. En la

    posicin en la que estaba, era todo lo que poda hacer- No soy un saco de patatas! Esas estn en la despensa!

    - Cario, todava puedo diferenciarte de las patatas, no te preocupes. - Entonces?- Dafne intent incorporarse sobre el hombro de l, pero lo nico que

    consigui fue otra palmada en el trasero.- Abusn! - De abusn nada, yo mismo te ense a defenderte. - Contra otros! No contra el hecho de que mi novio decida cargarme como un

    Cuidado con la puerta!- grit al ver que estaba demasiado alta. - Miedica- coment simplemente Marcos, doblando las rodillas para pasar por

    debajo de la puerta sin golpear a su novia. Ella pate un poco, pero se rindi

  • 11

    rpidamente. O al menos eso pens, hasta que sinti que le morda un hombro.- Me has mordido?- pregunt incrdulo.

    La sujet de la cintura y la sostuvo delante de si, enfurruada como una nia

    pequea. Ella cruz los brazos y se neg a mirarlo. - Oooh, ahora te has enfadado- ronrone Marcos, dejndola en el suelo de la

    habitacin.- Y que puedo hacer yo para que se te pase el enfado? Ella solo levant una ceja, retndole. - Qu tal si te llevo a cenar? no contest- A un sitio caro y despus vamos a

    dar un paseo, y a tomar algo- ella le mir de reojo- y el sbado te llevo al teatro- Dafne sonri- y el domingo al cine? E incluso ver una de las romnticas sin quejarme.

    - A ti van acabar gustndote las pelculas romnticas, al fin y al cabo. - Trato hecho, entonces?- Marcos le tendi la mano y sonri. - Trato. No s por qu, me parece que gano siempre- se ri ella- a ti que te

    parece? Marcos tir de ella contra su cuerpo y la bes dulcemente. - Me parece que yo he ganado ms de lo que puedas imaginar. - Ves? Con frases como esa me amargas la victoria. - Si? Es bueno saberlo. Ahora vete, ponte guapa y nos vamos. - Si mi capitn!- Ella le hizo un saludo militar y se meti en el bao. Sali quince minutos despus, arreglada y peinada. Llevaba un vestido negro en

    palabra de honor, sencillo pero elegante. La tela era vaporosa, y el corte muy bueno, cayendo hasta justo por debajo de las rodillas. Lo haban encontrado en una tiendecilla perdida entre las calles de la ciudad, y ella se haba enamorado de l inmediatamente, dejando plantado a Marcos en la acera sin que el pobre se diese de cuenta de lo que pasaba.

    Completaba el conjunto con zapatos y bolso a juego, el pelo recogido y unos

    pendientes largos. Fue hasta el saln, donde Marcos la esperaba. - No ests muy elegante?-pregunt l. - Mira quin va a hablar- replic ella- Llevas traje. - S, pero no voy subido en eso- seal los tacones de la chica. - Me has prometido un restaurante caro- le record ella. - Pero si vas tan guapa hoy no s cmo te vestirs el sbado- l le sonri,

    contemplndola de la cabeza a los pies. - Me pondr el vestido rojo- contest sencillamente. - Tentadora. - Por supuesto- sonri ella-. Vamos?- le tendi la mano. - Volando.

    --- Gabriel se levant, deshacindose del abrazo de la vampiresa que dorma

    plcidamente a su lado. Plcidamente? No, se corrigi, ngela no haca nada plcidamente.

    Sali de la cama, recogiendo la ropa que haba quedado esparcida por la habitacin.

    Extendi la mano y dio un respingo cuando sinti que algo le pinchaba. Retrocedi, llevndose el dedo a la boca, en un gesto muy humano. Una pequea esquirla blanca

  • 12

    era la culpable de la herida. Curioso, mir hacia el rincn, donde los restos de un jarrn estaban contra la pared. Seguramente uno de los tpicos arrebatos de furia de ngela, qu la habra provocado esa vez?

    Con ms cuidado, sorte los dems fragmentos de porcelana y entr al bao. El agua

    templada lo confort, pero el lugar ola tanto a jazmn que le fue imposible relajarse. Entr en la habitacin ya vestido. ngela segua dormida, inmune al todo el ruido de la ducha. Se acerc y la cubri con las mantas antes de marcharse.

    Lleg a la calle caminando. No le apeteca transportarse, as que pase quedamente

    por la ciudad, admirando el dibujo de luces y sombras de la metrpolis. Nunca haba vivido en un lugar tan grande, tan brillante como Nueva York. Cuando ngela lo haba llamado desde su nuevo apartamento se sorprendi bastante de que hubiese escogido justamente esa ciudad para vivir. La ltima vez que haba estado all era casi un pueblecito, y l no haba tenido tiempo para contemplar el paisaje, en plena guerra contra la Orden.

    Al pensar en la Orden, se acord de su lista de tareas pendientes. Sacando el

    telfono, hizo la ronda con los guardianes, los protectores de todos los vampiros. Con dos de ellos afianzados en cada pas, todo el mundo estaba controlado con unas cuantas llamadas de telfono. Era responsabilidad de Gabriel hacerlas una vez por semana, y se dispuso a ello. Todos contestaron al segundo toque, y confirmaron que no haba cazadores cerca, ni batallas internas entre los vampiros de sus pases. Perfecto. Dej a Tamara para el ltimo lugar. La guardiana de Italia ya estaba acostumbrada a que Gabriel la llamase ms a menudo que a los dems, y se lo tomaba con filosofa.

    - Aqu Tamara- contest la mujer rpidamente. No haba dado tiempo ni a dar dos

    toques. - Hola, Tamara.- dijo sencillamente. - Gabriel- suspir la mujer. - Tranquila. Estoy haciendo la ronda. - As que no llamas para acosarme. - No te acoso- Gabriel sonri desde el otro lado del telfono. Tamara siempre

    lograba faltarle al respeto.- Qu tal todo? - Bien. Aburrido. Mortalmente aburrido, la verdad. Hay accin por ah? - En Corea pillamos a dos cazadores, y en Rusia encontraron a los que haban

    matado a la compaera de Nikolai hace cuatro aos. - Bien- Tamara se regocij. Matar a la compaera de un vampiro era casi como

    matarle a l mismo, y cuando eso suceda, los guardianes queran sangre. Normalmente la conseguan.

    - Lo mismo digo. - Participaste?- la mujer lo pregunt casi con envidia, Italia era un pas

    demasiado tranquilo para el fogoso temperamento de la mujer. - No me lo notificaron, tenan miedo de que no aprobase lo que les hicieron.-

    confes. - Y no lo aprobaras? - No- respondi el vampiro- Fueron demasiado compasivos. Yo los baara en

    plata y observara como se retuercen. - As me gusta. Empezaba a pensar que te habas reblandecido. - Yo, reblandecido? No me faltes al respeto, beb. Yo luchaba contra la Orden

    cuando la abuela de la abuela de tu abuela an no haba nacido. - Vale. Capto la idea. Dnde ests ahora? - En New York. - Qu raro. Qu haces en Nueva York?

  • 13

    - Tena ganas de ir de compras, pasear por la gran manzana y llamar a mis amigas para ir de farra, tomarnos unos mojitos y comentar que los hombres son un asco.- dijo poniendo su mejor acento.

    - Has estado viendo mucha televisin.- Gabriel le respondi con una carcajada que le eriz la piel. Definitivamente, el inmortal tena una de las voces ms hermosas que haba odo. Tamara sacudi la cabeza.- No vas a preguntarme por ella?

    El vampiro se detuvo en seco en mitad de la calle. La gente pasaba a su alrededor,

    pero l la ignor. Le llev un tiempo recuperar la compostura, y agradeci que Tamara no estuviese con l para verlo. Cuando volvi a hablar, todo rastro de sonrisa haba desaparecido.

    - Est bien? - Si.- Tamara no intent bromear esa vez. - Pues ya est. - No quieres saber nada ms de ella? - Es feliz? - Lo parece. - Entonces no quiero saber ms. - De acuerdo.- La voz de la mujer son inusitadamente suave.- Necesitas algo? - Nada ms. Cudate, Tamara. - T tambin, jefe. Cudate mucho. Gabriel colg el telfono con un suspiro. Tamara era una de las mejores guardianas,

    y tenerla en activo mereca que se burlase un poco de l. Era una luchadora inmejorable, la haba entrenado l mismo antes de la ltima batalla en Nueva York, cuando crean que todo terminara de una vez por todas.

    Pero la Orden no era fcil de exterminar. Por ms de mil aos sus cazadores haban

    perseguido a los vampiros, exterminando a todos los que encontraban. Era una organizacin fuerte, bien establecida. Otra subespecie alimentndose de la humanidad; fuertes y rpidos, rozando el nivel vamprico, los cazadores eran escogidos con mucho cuidado. Grandes guerreros, casi haban acabado con l en dos ocasiones. En la segunda, Dafne lo haba salvado. En la primera no quera recordar ese primer enfrentamiento. Miles de vampiros cayeron a lo largo de los aos por el error que Gabriel haba cometido. Tendra que haber muerto l aquella tarde y el mundo se habra ahorrado mucho dolor.

    Ahora, diez siglos despus, l era el presidente del consejo de vampiros. Qu irona,

    que el culpable de que la Orden matase a tantos de los suyos fuese el mismo que los diriga.

    Su mvil son de nuevo. Descolg. - Hola, viejo. Dnde ests? - En Nueva York. - Joder, si que te mueves bien rpido.- Gabriel sonri ante el lenguaje. - Qu quieres, Alex? - Informarte de que voy a entrar en Brasil. - Vas? Elisa se ha dado cuenta al fin de lo intil que eres y decidi dejarte? - Mi compaera-recalc Alex- sigue tan enamorada de m como yo de ella, y por

    descontado va a venirse conmigo a Ro. - De acuerdo, hermano. Puedes entrar al pas, avisar a los guardianes. - Por cierto, sabes que hemos estado en Italia el mes pasado, verdad? - Si. - Elisa quera ver a su hermana, y dimos una vuelta por all.

  • 14

    - Lo s. Tamara me avisa de todo lo que ocurre en el pas. - Una gran mujer, esa Tamara. Me cay genial, y a Elisa tambin. - Djate de rodeos, Alex. Te conozco desde que naciste, quizs porque yo mismo

    te cre. Y s que quieres decirme algo. - Vimos a Dafne. - Es normal, Elisa y su hermana se quieren mucho. - Est bellsima.- Gabriel cerr los ojos y se apoy contra la pared. No quera

    seguir hablando ni un segundo ms.- Ha crecido mucho, es una mujer hecha y derecha. - Y? Que quieres, Que le firme el pasaporte?- Gabriel fue ms rudo de lo que

    pretenda-. O le saque una foto para su lbum de beb? - No seas sarcstico conmigo, Gabriel. - Hermanito, no soy sarcstico, soy honesto. - Fuiste un imbcil dejndola irse. - No fui un imbcil. Ella es feliz, yo soy feliz ambos somos felices. Vivimos entre

    flores y mariposas, lalala- tarare Gabriel. - T eres feliz, y un cuerno. - Alex, tengo mucho por hacer. Necesitas algo ms? - No. - Pues entonces, hasta luego. - Elisa tambin te manda saludos. - Bien- Gabriel sonri, le caa muy bien la compaera de Alex.- Dale un beso de mi

    parte. - Lo har. Por segunda vez, Gabriel colg el telfono. Maldijo a su alumno por conocerlo

    demasiado bien, y luego se maldijo a s mismo por enfadarse. Alex y Elisa se preocupaban por l, nada ms. Debera estar agradecido. Pero bueno, ahora estaban en Brasil, Brasil! No se sorprendi, no haban dejado de viajar ni un minuto desde que se haban casado. Parecan dos adolescentes.

    De repente se sinti cansado de estar rodeado de tanta gente. Busc un callejn y se

    transport a Francia. Haba recuperado la vieja casa en la que haba estado a punto de morir. Como la Orden tena permiso para entrar, tuvo que venderla y luego volver a comprarla para librarse de l. Ahora su casa era de nuevo segura, impenetrable. Aunque estuviese demasiado llena de recuerdos para l. Recuerdos de una nia pelirroja, asustada tras el asesinato de su madre, pero fuerte como nada que hubiese conocido. Recuerdos recuerdos que tena grabados en lo ms profundo del alma, y que el tiempo no haba borrado.

    Subi escaleras arriba y se meti en la cama. Necesitaba dormir, y nunca lo hara al

    lado de ngela. No poda mostrarse vulnerable delante de la vampiresa. Cerr los ojos, recordando la escenita de la nica vez que ella atisb algo en su interior. La primera de sus muchas peleas, debido al carcter endemoniado de la mujer. Mir hacia el techo. Era hora ya de dejarla, estaba desarrollando una posesividad que no le convena en absoluto. Se pondra hecha una fiera al or la noticia, pero era la nica solucin. No podra amarla nunca, y no quera que se hiciese ms ilusiones. El tiempo solo lo empeorara todo.

    Una vez tomada la decisin, se dio media vuelta e intent dormir. Si tena algo de

    suerte, no soara con Dafne. No guardaba muchas esperanzas, sin embargo. Siempre lo haca.

  • 15

    CAPTULO 3 ngela se dio media vuelta antes de despertarse. Estaba sola, como todas las

    maanas. Es que Gabriel no se dignara a quedarse ni una sola vez? Con un suspiro, dio otra vuelta, sepultando la cabeza en la almohada que an conservaba el olor del vampiro. Podra pasarse una eternidad as, pero tena ms cosas que hacer. Las vigilancias no se emprendan solas, ni eran una tarea fcil.

    Mir el reloj apoyado en su mesilla de noche. La una de la madrugada, hora italiana.

    Haba sido una gran idea comprarse ese trasto, as siempre podra transportarse usndolo como vnculo al pas. Cuando adquiriese un poco ms de experiencia podra hacerlo solo con la mente, tcnica que los vampiros ms ancianos dominaban a la perfeccin. Por el momento, ella necesitaba algo que la vinculase al lugar elegido. Y sus transportes le exigan el doble de esfuerzo y energa, ya que tena que engaar a los guardianes para que no detectasen su presencia. Si solo Gabriel le permitiese beber de l una sola vez sera suficiente, compartir su inmenso poder ser su autntica consorte, tal y como debera ser. Pero el maldito inmortal no bajaba la guardia ni una sola vez, ni siquiera sumido en la pasin, donde la mayora perdan el control. No, l se mantena controlado, guardando todo su poder para s mismo. Era tan injusto- pens haciendo un mohn.

    Se levant de la cama despus de otros cinco minutos remoloneando, y abri las

    puertas del inmenso vestidor. Lo que all haba era lo mejor que el dinero poda comprar: las pieles ms suaves, la seda ms hermosa, las mejores firmas del mundo compitiendo entre ellas Su pequeo paraso particular. Escogi un traje de chaqueta y pantaln de seda azul oscuro. Los zapatos de tacn eran imprescindibles, por supuesto, y el maquillaje perfilando sus grandes ojos tambin. Se mir al espejo, lo pens mejor, y se deshizo de la camisa blanca, complacida con la sensualidad de la tela al caer sobre la piel desnuda. Ahora la chaqueta mostraba un amplio escote, e insinuaba ligeramente el plano estmago y la lnea de la espalda al moverse. Perfecto.

    Agarrando el reloj, se transport a Italia.

    ---

    Dafne y Marcos volvan a casa. Agotados, ahtos y en extremo contentos paseaban agarrados por las calles casi desiertas. Marcos rodeaba con su brazo los hombros de la joven, que llevaba puesta su chaqueta. El pulcro peinado de Dafne se haba deshecho casi del todo, y los rizos enmarcaban las elegantes lneas de su rostro, hacindola parecer ms hermosa an si caba. Con cuidado, apart un mechn de su cara y le sonri. Ella le mir fijamente.

    La luz de las farolas doraba la piel de Marcos y arrancaba destellos azabaches a su

    pelo y ojos. Cuando sonrea como en ese momento, a Dafne le costaba encontrar las palabras para describir su felicidad. Lo abraz ms fuerte y sonri a su vez. La vida estaba hecha para instantes como ese.

    Instante que fue roto cuando una profunda sensacin se arraig en su mente. Sin

    darse cuenta de lo que haca, sus manos volaron hacia el colgante, apretndolo fuerte, encontrando algn consuelo en el contacto de la plata, clida por el roce con su piel. El sentimiento de dja vu fue tan intenso que podra jurar que tena de nuevo diecisis aos, y estaba en casa de su madre antes de que la Orden acabase con ella. Trastabill, y habra cado al suelo si no fuese porque los brazos de Marcos lo impidieron. El joven estaba extremadamente serio, sabiendo que Dafne podra captar cosas que a l se le escaparan por completo.

  • 16

    - Nos observa- le susurr ella al odo. - Quin? - Alguien nos est mirando. - Cazador o vampiro?- Dafne cerr los ojos y se concentr en la sensacin. Era

    oscura, teida por un sentimiento que no sabra identificar, pero definitivamente no era la presencia de la Orden.

    - Vampiro- le respondi ella. - Puede que sea Tamara- Marcos se relaj un poco- Tu hermana y Alex nos dijeron

    que era la guardiana de por aqu, y que de vez en cuando nos echara un ojo. - No es Tamara- Dafne neg con la cabeza, el cabello soltndose ms an de su

    flojo agarre y flotando a su alrededor.- Marcos, es horrible lo puedo sentir sobre mi piel. Lo sientes t?

    - De mi se oculta- le respondi l. - Mierda.- Dafne maldijo entre dientes. - S, eso mismo estaba pensando yo- contest Marcos. Luego la agarr de nuevo

    por la cintura, como si solo hubiera dado un traspi sin importancia, y sigui andando con ella- Hagamos como que no te has dado cuenta- le sugiri.

    Dafne alz la cabeza y continu hablando con l como si nada hubiese pasado. Si no notara la fuerza con la que lo estaba agarrando, parecera que estaba totalmente tranquila. Pero su mirada no engaaba a nadie, giraba en todas las direcciones como solo lo hace quien est tratando de escuchar algo y no puede identificar su procedencia.

    ---

    ngela retrocedi cuando vio que la mortal tropezaba. Not como sondeaba en busca

    de su presencia, y no le gust. Lo ltimo que esperaba era que ese pequeo incordio tuviese percepcin psquica, vaya suerte la suya.

    Se retrajo ms en s misma. Ni siquiera uno de los suyos la captara ahora. Dio

    gracias porque fuese de noche, si estuviera ms cercano el amanecer no habra sido capaz. El hombre rode de nuevo los hombros de la joven con su brazo, y empezaron a caminar tranquilamente. Un par de metros ms y sera capaz de escucharlos si, ahora- pens mientras la voz de la chica llegaba claramente a sus odos.

    - Ya no siento nada- deca ella en ese mismo momento.- Puede que solo fuese un

    dja vu - No te preocupes, tesoro- le respondi el hombre en un ronco susurro. La voz le

    puso los pelos de punta, ah haba algo escondido algo algo que le sonaba sin poder precisar en qu.- Esas cosas pasan. Yo no sent nada.

    - Ya lo s- ella suspir- Pero sabes, fue tan real ngela frunci el ceo al escuchar la voz de la mujer. Cmo no, tena que tener una

    voz hermosa. Dulce, suave, amable. Con un ligersimo acento que no poda detectar, y que le daba una cadencia especial a cada palabra. Maldita zorra.

    Se hizo un silencio entre la pareja. Caminaban despacio, sumidos cada uno en sus

    propios pensamientos. Dafne rompi el silencio. - Podramos llamar a Alex y preguntarle- Marcos la mir ceudo. - Alex? Est con Elisa en Brasil, No? Qu demonios har por nosotros desde

    all? - Solo preguntarle si hay algn vampiro nuevo en la ciudad. - Y l que sabr? Ni siquiera es un guardin.- dijo despectivamente. - Porque no quiso serlo- le cort Dafne, enfadada.- Si no lo recuerdas, t mismo

    has podido comprobar perfectamente el alcance de su destreza.- Puede preguntar, sabes que l siempre puede bueno, eso, que puede saberlo.

    - Quieres decir que puede llamar a Gabriel y preguntrselo.

  • 17

    Dafne se par en seco y mir hacia Marcos. ngela aguz el odo, La mortal conoca a su Gabriel? Sera reciproco lo que l senta por ella?

    La joven se solt del agarre de su compaero y lo mir fijamente. Nunca se

    pronunciaba el nombre de Gabriel, nunca. Haca cuatro aos que ambos haban llegado a un acuerdo silencioso acerca de ello.

    Marcos se dio de patadas mentalmente al ver el dolor en los ojos de Dafne. Haba

    dejado que sus celos se apoderasen de l, solo un minuto, pero lo haba hecho. Y la hiri. Los ojos de la joven brillaban como plata fundida, tristes e incrdulos. Baj la mirada, neg y volvi a mirarlo a los ojos.

    - No tenemos por qu meter a Gabriel- el nombre sali casi como un susurro, se

    haba quedado atascado en su garganta, producto de la presin que senta en el pecho- en esto. Simplemente le preguntar. O podemos llamar a Tamara, Alex nos dio el nmero.

    - De cualquier forma, l se enterar. Por Dios, es que has olvidado su rango? Sabr todo lo que sucede.

    Su rango? ngela aguz ms el odo. Saban esos dos cul era el rango del vampiro? No poda esperar a averiguarlo, Gabriel haba sido mucho ms hermtico aun en lo que a eso se refera. Por su edad y sus poderes, ngela saba que tena que ser un gran guardin, quizs incluso estar dentro del consejo. Pero, por su propia seguridad, Gabriel no le dira nada. Ella no haba tenido ceremonia de admisin, no conoca a ninguno de los integrantes del consejo, por lo que daba palos de ciego con respecto a ese tema.

    - No intervendr- asegur Dafne. Marcos la mir entre enfadado y exasperado.-

    Me lo prometi- le dijo ella.- l siempre cumple sus promesas. Dafne se acariciaba la cicatriz de la mueca izquierda con gesto distrado. Ese

    pequeo movimiento provoc reacciones distintas; en Marcos enfado, en ngela curiosidad.

    - No puedes confiar tan ciegamente en ellos- replic Marcos.- Por el amor de Dios,

    son vampiros! T sabes lo que eso significa? - Son tan confiables como t y como yo- replic Dafne.- No empieces con tus

    prejuicios. Los hay buenos y malos, alegres y serios fueron humanos tambin. - No empecemos- Marcos neg y volvi a acercarse a ella.- Ya hemos tenido esta

    discusin demasiadas veces. Ella suspir y se abraz a su cintura. - Lo siento. Pero si vuelvo a sentir algo, lo llamar y punto. - No te preocupes. Hablar con Tamara maana. - Gracias. Marcos la rode de nuevo con los brazos. No hablara con Tamara, eso seguro. No

    volveran a meterse en su vida. Nunca ms.

    --- - Algo nuevo? - Gabriel, te odio- la voz de Tamara sonaba apagada, como si la hubiese

    despertado. - Ya ha amanecido? - Todava no- bostez- Pero hoy no tena guardia. - Lo siento.- respondi el vampiro rpidamente. - Mentiroso.

  • 18

    - No en realidad, pero bueno. - Todo sigue tranquilo por aqu- contest Tamara con la apata de quin ha

    repetido lo mismo miles de veces. No ha entrado un nuevo vampiro, no ha entrado ningn cazador y solo ha habido una pequea anomala hace tres das.

    - Anomala?- sonaba preocupado. - Fluctuacin de poder. Seguramente alguno de los jvenes est aprendiendo a

    transportarse. Ya sabes las barbaridades que cometemos cuando somos jvenes. - Si, lo s. Recuerda que tuve que ir a buscarte a la mitad del Sahara, cuando en

    realidad queras ir a Sevilla.- respondi Gabriel con una carcajada. - Lo dices como si t nunca te hubieses equivocado. Gabriel se haba aparecido en medio de una inmensa bandada de pinginos, en pleno

    polo norte, cuando apenas tena ciento cincuenta aos. Los malditos bichos se le haban tirado todos encima, y la imagen de s mismo corriendo delante de ellos an haca que se le pusieran rojas las orejas. Sobre todo porque no haba tenido idea de qu eran esos animales. Dos mil aos atrs haba visto muchas bestias extraas en el circo: leones, jirafas, rinocerontes pero pinginos- se estremeci.

    - Nunca. Soy absolutamente perfecto- brome. - Dentro de poco exigirs que te hagan reverencias all por donde pises. - No te quejes, hars deporte. - Gabriel, tu sentido del humor me provocar una hernia. - Eso ni lo suees. Tengo que soportar que te ras de m y me faltes al respeto

    cada vez que hablamos. Por descontado que no te sacar del servicio algo tan tonto como una hernia. Es ms, est cientficamente comprobado que los vampiros no podemos tener hernias.

    - Le sacas todo el sentido a intentar rerme de ti. - A ver si te aburres y me respetas un poco. - Ni en broma. An no me he recuperado del miedo que pas el da en que me

    convert en guardiana. Y la mayora fue culpa tuya. - Eras una miedica.- se ri l. - Sabelotodo. - Presumida. - Prepotente. - Eres tan infantil- dijo Gabriel con tono de lstima. - Infantil yo?- El grito hizo que el vampiro apartase el telfono del odo, molesto. - Tamara, no le grites a tus superiores. - Vale, superior- dijo con retintn.- Voy a dormir, as que vamos a acabar con esto.

    Ella est bien y no hay seales de nada peligroso cerca. - Perfecto. - Gabriel, Puedo hacerte una pregunta? - Acabas de hacrmela. - Otra pregunta. - Dispara. - Quin es ella? Qu significa esa nia? Por qu el presidente del consejo se

    preocupa tanto por una simple mortal?- Gabriel suspir. Llevaba mucho tiempo esperando esa pregunta, es ms, le sorprenda que hubiese esperado cuatro aos para hacerla.

    - Eso es ms que una pregunta. - Gabriel por favor- Tamara conoca bien su punto blando, maldita fuese. - Sabes que es la hermana pequea de Elisa.- concedi. - Si, lo s s que aprecias mucho a Elisa y que Alex es un hermano para ti. Pero

    eso no explica que te tomes tantas molestias para con ella. - Le debo ms de lo que puedas imaginar, Tamara. Nada de lo que haga podr

    compensrselo nunca. - Qu hizo, si se puede saber?- La curiosidad impregnaba la voz de Tamara.

  • 19

    - Tamara- Gabriel empezaba a incomodarse, como siempre que alguien intentaba meterse en su vida sin que lo llamasen antes.

    - Si lo s mi vida no te concierne pero jefe, he estado cuatro aos cuidando de una nia que ni siquiera conozco, me gustara saber por lo menos por qu debo hacerlo.- Tamara se qued callada, slo oyendo respirar a Gabriel a travs de la lnea. El inmortal suspir, luego tom una bocanada profunda de aire y empez a hablar.

    - Cuando Alex convirti a Elisa, la Orden se percat. Asesinaron a todos los que saban que l exista, a todos sus amigos. Atacaron a su familia tambin. Llegamos a tiempo para salvar a Dafne, pero la madre de las chicas ya estaba muerta.

    >> Las acog en mi casa, por ayudar a Alex. Una vez que estaban sobre su pista,

    necesitaban desaparecer por un tiempo. Pero algo fall, y nos atacaron. No te aburrir con la pelea, no vale la pena.

    >> Me hirieron. Bueno, para ser ms grfico, me ensartaron cual mariposa. Plata en

    pleno pecho, qu divertido. Ella me salv, se abri las venas y me trajo de vuelta con su sangre. Habra muerto de no ser por su sacrificio.

    >> Esa es, a grandes rasgos, la historia. Crees ahora que tiene sentido? - Si- respondi Tamara. El horror de la historia la tena sobrecogida, a pesar de

    haberse enfrentado antes a casos parecidos. Ahora no le extraaba que Gabriel quisiese protegerla, si estuviera enfrente de ella le habra dado un abrazo. El valor de la joven era extraordinario. Sigui hablando, enternecida.- Gabriel, no sabamos nada

    - No quise que se supiera. No es una gran hazaa para el lder del consejo, a qu no?

    - Todo el mundo comete errores- respondi Tamara. Saba que lo que el vampiro le haba contado no era toda la verdad; pero suficientemente sorprendida estaba de que le hubiese dicho algo de s mismo.

    - Pues yo no quiero hablar de los mos.- dijo l. - Bueno, mirar con ms atencin a partir de ahora. La chica en verdad se lo

    merece.- Gabriel sonri.- Ah, otra cosa. Me han llegado unos rumores raros - y qu?-a Gabriel los cotilleos lo traan al pairo. - Son sobre ti. - Ah, s? Se puede saber qu demonios habis inventado esta vez?- le pic la

    curiosidad, incluso estaba un poco divertido. Era entretenido averiguar las historias que los vampiros inventaban sobre l, aunque a veces pecasen de exceso de imaginacin.

    - A m no me hables de rumores se dice que tienes compaera. - Compaera!, yo?- el grito horrorizado de Gabriel perfor los tmpanos de

    Dafne. - Hay, Dios! Estoy sorda!- Tamara mir el mvil, ahora a un metro de su odo. - Quin se supone que es mi compaera, se puede saber?- oy el grito de Gabriel

    desde el otro lado del telfono. Sonri y se acerc al mvil, eso s, cautelosamente. - Una tal ngela. Zorra de cuidado.- respondi sin pensar. Se haba encontrado

    con la mujer en cuestin y le caa fatal. El sentimiento era ms que mutuo. - Tamara!- Gabriel la rega antes de pensar. - Si, lo s, mal lenguaje. Por cierto, tienes un gusto que sobrepasa lo psimo.-

    dud un segundo- No ests enamorado de ella, no? - En qu momento has decidido que hoy era el da de meterse en mi vida?-

    Gabriel estaba a punto de perder la paciencia. - En el que me has contestado a una pregunta personal por primera vez en

    trescientos aos. - Asstate, te voy a contestar a la segunda. Lo que harn un total de una

    pregunta personal por cada siglo y medio, as que ya puedes mantenerte con vida, si te dura la curiosidad. ngela no es mi compaera, ni lo va a ser nunca, Tu comprends?

  • 20

    - Gracias al cielo.- oy el suspiro al otro lado de la lnea.- En serio, si tuviera que verla sentada a tu lado no s lo que hara, pero probablemente sera algo revolucionario e irrespetuoso que no te gustara nada.

    - Dioses - Pero es mejor que si estuvieras enamorado, porque si lo hicieras tendramos que

    apoyarte, y claro, sera mucho peor para nosotros sobre todo si a ella se le subiese el poder a la cabeza, lo que seguro que hara bah, acabara muerta- termin Tamara.

    - Tamara, ests divagando- le reproch Gabriel. - Lo s. Mejor me voy. Pero creo que tena algo ms que decirte -dud- No,

    mejor me voy. Te llamar si lo recuerdo. No te enamores de ngela!- dijo antes de colgarle el telfono.

    - Que no me enamore esta mujer est loca. Gabriel tir el telfono encima de la mesa, y se estir. No tena nada que hacer, no

    le apeteca salir, ni leer, ni ver la televisin. Cerr los ojos y se dej caer en el silln, ganduleando un rato. Cuando volvi a abrirlos, la figura de la morena estaba en frente de l, mirndolo con ira.

    - Qu haces aqu?-frunci el ceo al tiempo que ella sonrea misteriosamente. - Quera verte- ronrone ngela sentndose a su lado en el sof. Alarg la mano y

    la enterr en el abundante cabello rubio del vampiro, acariciando las ondas que resbalaban entre sus dedos.

    - No saba que podas entrar en mi casa- l intent alejarse, pero ngela no solt su pelo, dndole un pequeo tirn e impidindole moverse.

    - En la de Francia no- sonri ella- Pero aqu ya estuvimos antes, Te acuerdas? - No, en realidad creo que no. - Tendr que refrescarte la memoria - Mejor aclrame otra cosa, Qu has estado haciendo? Hace tres o cuatro das

    que no me llamas. - Me has echado de menos?- Gabriel no contest.- He estado explorando,

    quieres saber a dnde he ido?- se encogi de hombros. - Si quieres decrmelo - He estado en Roma- ella sonri ampliamente cuando Gabriel se sobresalt. La

    mir fijamente y ella sinti el sondeo a su mente. Lo bloque. Pero a Gabriel no se lo bloqueaba fcilmente. Casi desde su renacimiento haba

    podido captar emociones y pensamientos de todos los que lo rodeaban, tanto mortales como inmortales. Vio claramente el resentimiento de ngela, su ira y sus celos. Y el objeto de ellos.

    - ngela, Qu has hecho?- La voz del vampiro son dura, su ira era casi palpable. - Nada- ella puso su mejor cara de inocencia. - Te siento- le dijo l. - Entonces no me preguntes que es lo que hice, avergualo. - Me ests bloqueando.- Gabriel la mir con ira, no poda creer lo que estaba

    escuchando.- A qu demonios juegas? - No, Gabriel. El que juega aqu eres t. Con toda tu cantinela de chico bueno, con

    todas tus advertencias de que no me enamorase de ti. Me has estado utilizando, y ya estoy cansada.

    - Utilizando?- estaba atnito- T consentiste. Nuestra relacin no fue un engao para ti.

    - Fue, Gabriel? Acaso me ests dejando?- dijo melosa. - Me ests dando otra opcin? Conocas las reglas. Ni yo escarbaba en tu vida ni

    t en la ma. Sabas en lo que te metas. - No, yo crea que lo saba. T eras el que tena todas las cartas en la mano, ahora

    yo le he dado la vuelta a la partida. Y jugamos con otra baraja, otras normas.

  • 21

    - Qu es lo que quieres, ngela? - A ti. - Pues no ests siendo precisamente romntica.- no pudo contenerse, an

    sabiendo que no era lo mejor para decirle a una mujer celosa y furiosa. Tena razn. La bofetada cort el aire rpidamente, y Gabriel apenas tuvo tiempo para esquivarla.

    - Quiero que me conviertas en tu compaera.- exigi ella. - No- fue la rpida respuesta de Gabriel. - No est en tus manos decidirlo, Gabriel. Quiero tener parte en tu poder. - Ni siquiera sabes de lo que hablas- el vampiro neg con la cabeza. - S perfectamente de lo que hablo. Estoy cansada de ser una donnadie, de

    esperar a que te enamorases de m, de ser siempre el segundo plato. Ahora voy a ser yo la que mande. Y para eso te necesito.

    ngela meti la mano en el bolsillo derecho de su chaqueta, y por primera vez,

    Gabriel se percat de que llevaba guantes. Se levant rpidamente, pero por una vez ella fue ms rpida y lo presion contra la pared. La quemadura en su pecho fue demasiado familiar, un pequeo dolor al que ya estaba acostumbrado. Plata.

    El metal precioso lo paraliz momentneamente, el tiempo suficiente como para que

    ngela tirase de su cabello hacia atrs, exponiendo la lnea de su cuello. Los recuerdos embargaron a Gabriel, la humillacin, el sufrimiento todo se reuni en un momento, y el vampiro sinti algo que haca un milenio experimentara por ltima vez: pnico.

  • 22

    CAPTULO 4 997 D.C. La celda era pequea y estaba oscura; bendita, bendita oscuridad. Cada centmetro

    de piel que la ropa no alcanzaba a cubrir estaba quemado, y le escoca, producto de las horas expuesto al brillante sol que entraba por la ventana. Haba perdido la cuenta de los das que llevaba all encerrado, sin comer, sin beber sin alimentarse. Dej de contar el mismo da en que perdi la ltima esperanza de salir vivo.

    El sol volvera a salir y a abrasarle, pero en ese momento estaba seguro, perdido en

    el suave abrazo de la noche. Las muecas y los tobillos estaban ya en carne viva, producto de los intiles forcejeos del vampiro contra las cadenas de plata pura. El cuerpo del inmortal era apenas hueso y piel, delgado como estaba. Las fuerzas lo abandonaban cada da ms rpidamente, y l rezaba para que el fin llegase pronto.

    Gabriel dej caer la cabeza sobre su pecho y descans el peso del cuerpo en sus

    doloridas muecas. No poda aguantar despierto ni un segundo ms, tena que descansar

    Los ruidos en el exterior de la celda lo despertaron. Haban pasado unas cuantas

    horas, estaba seguro de que no tardara en amanecer. Con esfuerzo, levant la cabeza para mirar el ventanuco de la puerta, seguro de que su captor estara regocijndose con su sufrimiento, pero no encontr lo que esperaba ver. Los ojos del vampiro se encontraron con los de una desconocida que lo miraba con curiosidad. No la haba visto nunca, estaba seguro, pero ella lo miraba con una familiaridad desconcertante.

    La mujer se puso de puntillas para poder ver a travs de los barrotes, que estaban

    bastante altos. Gabriel pudo as ver el resto de su cara; era joven, no llegaba a la treintena. El pelo, oscuro y espeso, estaba recogido sencillamente en una gruesa trenza que bajaba por su hombro derecho. Pequeos mechones se haban desprendido y le enmarcaban el rostro. Su expresin de nia traviesa casi lo hace sonrer, a pesar de su estado. Ella abri la boca para decir algo, pero otra voz la interrumpi.

    - Bella, Qu haces aqu?- Los pasos del hombre se oyeron por el pasillo, cada vez

    ms cerca. Gabriel conoca esa voz, conoca el aspecto de su dueo, conoca el tacto de las

    manos que tantas veces lo haban golpeado. La parte superior de su rostro se asom entre los barrotes, los ojos negros mirndolo, evalundolo.

    - Pap- la joven habl por fin. Una voz oscura, ronca la versin femenina del

    hombre. Terciopelo, pens Gabriel. Su voz era como terciopelo negro. - Te dije que no te acerques a l. Es peligroso. - Pero parece que sufre. - Es necesario cario. Completamente necesario. Su sacrificio tiene un motivo de

    ser. Si libero a ste, es casi seguro no poder encontrar otro. - No quiero que mueras- la voz de ella sonaba quebrada, estaba conteniendo las

    lgrimas. - No te preocupes, mi nia. Saldr bien. Te aseguro que saldr bien. Ella se alej con una ltima mirada al vampiro, y sus pasos sonaron como un suave

    susurro en comparacin con los de su padre. El hombre entr en la celda, su cara completamente cambiada. Gabriel saba lo que

    le esperaba e intent prepararse, pero cuando el golpe lleg no pudo hacer nada para

  • 23

    contener un gemido. Se dobl sobre si mismo todo lo que los grilletes le permitieron, sintiendo cmo se le hundan en la carne. El hombre agarr el pelo de Gabriel y lo levant, hacindolo mirarlo a los ojos. En los suyos se poda apreciar el miedo, la desesperacin febril del que no tiene opciones en la vida. Gabriel poda sentir la enfermedad que lo coma por dentro, sacndole vida da a da.

    - No funciona. No mejoro- le escupi el hombre.- Qu demonios es lo que falla? - No lo s- consigui decir Gabriel. - Ests haciendo algo lo ests impidiendo a propsito!- Otro golpe cay sobre

    Gabriel, que no hizo nada por evitarlo. - Apenas tengo fuerzas para respirar mucho menos para sabotear tus planes. El otro hombre no lo escuch, no atenda a razones. El siguiente golpe cort su cara,

    lacerando su mejilla hasta el hueso. Gabriel oy un grito, y no supo si era suyo. La sangre corra por su cuello, y l senta como se le escapaba la vida. El hombre se fij en el detalle, y girndose impregn un trapo en un cuenco y lo puso sobre la herida.

    Gabriel volvi a gritar cuando el agua con sal toc su carne. La hemorragia ces casi

    de inmediato, pero el dolor era monstruoso. Su visin se nubl, y dio las gracias. Si tena suerte, no despertara nunca.

    Pero no la tuvo. El sol lo despert la maana siguiente. Sus ojos se llenaron de lgrimas por la

    claridad, pero Gabriel no tena fuerzas para cerrarlos. La piel ya empezaba a hormiguearle, no tardara mucho en quemarse. De nuevo. Lo poco que haba sanado durante la noche se esfumara casi momentneamente tan pronto los rayos del astro rey lo tocasen.

    Las horas fueron pasando, y Gabriel vea con aprensin como la luz iba llenando poco

    a poco el cuartucho, revelndolo en toda su fealdad. Se ech atrs en un intento desesperado de alejarse del sol, pero muy pronto empez a calentarle las piernas. Subira lentamente y, para medioda, todo l estara descubierto.

    Fue entonces cuando los oy: pasos suaves, se estaban acercando a la puerta de su

    celda. Quienquiera que fuese lo haca con cautela, intentando pasar desapercibido. Lo ignor, intentando mantener sus ya maltratados brazos alejados de la luz. Como

    todos los das, no lo consigui por mucho tiempo, y pronto toda la piel estuvo llena de pequeas ampollas. Se debati intilmente, solo consiguiendo hacerse ms dao con los grilletes. Al fin se rindi al dolor, dejando caer la cabeza para que el cabello le tapase la cara en la medida de lo posible.

    Gabriel dio un respingo cuando oy abrirse la puerta. Nadie lo visitaba nunca durante

    el da, estaba siempre a solas con su sufrimiento. Levant la cabeza, maldiciendo la intensa luz que no lo dejaba ver con claridad.

    Una figura pequea, indudablemente femenina, estaba en el marco de la puerta. Dio

    un paso hacia delante y luego se qued quieta, como si estuviese dudando de entrar en la celda. Gabriel no la culpaba en absoluto por ello. Finalmente se decidi y avanz hacia el vampiro. El olor de su sangre lo asalt de repente, llevaba ms de un mes sin alimentarse. Los colmillos crecieron hasta apoyarse en su labio inferior y una niebla roja nubl sus sentidos. Luch con todas sus fuerzas por el control, y lo consigui. Lentamente, los colmillos volvieron a su posicin natural, y el pudo volver a respirar.

  • 24

    La joven segua parada en medio de la habitacin, no se haba movido. El vampiro intent mirarla ms directamente, pero el sol le dio en la cara y lo hizo agacharse.

    - El sol te hace dao?- Otra vez esa voz. No poda recordar su nombre, pero

    saba que era la hija de su carcelero. Gabriel intent hablar, pero las palabras se le atrancaron y solo pudo asentir ligeramente.

    Ella se dio media vuelta y de un solo movimiento cerr las pesadas contraventanas.

    El cuarto qued totalmente oscuro por un momento y Gabriel solloz de alivio. La mujer sali y volvi a entrar portando una vela. Camin hasta estar a pocos pasos de l y lo inspeccion. Sus ojos se detuvieron en las maltrechas muecas, examinaron las quemaduras de sus manos por lo dems perfectas. Un tajo reciente atravesaba su mejilla izquierda, rompiendo la sobrenatural perfeccin de su rostro. Estaba horriblemente delgado, pero su cuerpo conservaba lo que fue una forma esplndida, de hombros anchos y caderas estrechas. Era muy alto, mucho ms que ella. Incluso encadenado como estaba le sacaba ms de una cabeza. Los ojos, aunque enrojecidos por la luz del sol y bordeados de sombras oscuras, eran del azul ms puro que ella haba visto en toda su vida. Pareca un ngel cado, y ella no comprenda por qu su padre tena que infringirle tanto sufrimiento.

    - Por qu no se lo dices?- le pregunt. - Qu tengo que decir?- l la mir a los ojos. Lo miraba con amabilidad, algo que

    haba echado de menos en el ltimo mes. Dira cualquier cosa, hara lo que fuese con tal de que ella se quedara un poco ms, en lugar de dejarlo sufrir solo. Gabriel no quera estar solo, no quera morir solo all, abandonado y lejos de todo cuanto conoca.

    - El secreto.- respondi ella en voz baja, mirando por encima del hombro. - No s ningn secreto- respondi el vampiro. - El secreto de la inmortalidad- le dijo ella.- Mi padre se muere. Los mdicos dicen

    que no durar mucho tiempo ms. Slo quiere que compartas tu secreto.- La pena engrandeca sus ojos castaos, expresivos. Ella solo quera que l comprendiese su punto de vista.

    - No hay ningn secreto para la inmortalidad. - Pero t no mueres! No puedes morir!- exclam ella. - Qu no puedo morir?- Gabriel sonri.- Vuelve dentro de una semana y vers

    cun vivo estoy. - Eres un hombre normal, entonces? - No. - Pero piensas como nosotros- ella pareca dudosa. - Fui humano, hace tiempo.- le aclar Gabriel. - Pap quiere ser como t. Si t no le ayudas, l te robar el secreto. - No puede robarme nada.- Se oyeron pasos y ella echo a correr hacia la puerta.

    En el ltimo momento, se dio la vuelta. - Me llamo Isabella, pero todos me llaman Bella. - Gabriel.- dijo l sencillamente. Bella asinti con la cabeza y sali apresurada de

    la celda, sin haber descorrido las cortinas. Ese fue el primero de muchos encuentros. Tan pronto amaneca, cuando su padre

    suba a acostarse, Bella bajaba rpidamente a la celda y cerraba las contraventanas. Hablaba con Gabriel, le llevaba comida y lo ayudaba con las heridas.

    Todos los das intentaba convencerle para que le entregase a su padre el secreto del

    vampirismo. El hombre estaba cada da peor, y Gabriel saba que no le quedaba mucho tiempo. Era cuestin de resistir, tal vez solo unas semanas ms. No se dejara morir, no ahora. Volva a albergar esperanzas.

    Estas se esfumaron tan repentinamente como llegaron.

  • 25

    Era ms de medianoche. El cuerpo de Gabriel colgaba inerte de las cadenas, apenas

    estaba consciente. El hombre senta como su enfermedad le ganaba terreno, y se ensaaba torturando a Gabriel.

    - No me sirves de nada!- le grit en la cara.- Dime! Hay ms como t? - No- Intent coger aire antes del siguiente golpe. Lo consigui. - Mentira! Cmo demonios eres as? Quin te cre?- Vocifer. - Nac as- le contest el vampiro con tranquilidad. - Crees que soy imbcil? Cul es el secreto? - No hay ningn secreto- balbuce Gabriel. - Bastardo!- El puo del hombre golpe la pared con frustracin. Los nudillos se

    le despellejaron, pero no lo not.- Dmelo ahora mismo y te dejar vivir. Gabriel tom aire y simplemente rio. Deba de creerlo muy tonto si pensaba que en

    verdad iba a caer en un juego tan antiguo como se. Pasase lo que pasase, lo matara. Al or la carcajada, el hombre avanz y agarr a Gabriel por las muecas, hacindolo

    gritar. La sangre manch sus manos y al momento sinti el escozor en la derecha. Ante sus propios ojos, las heridas de sus nudillos cicatrizaron.

    Gabriel jade, dndose cuenta de que todo su sacrificio haba sido en vano. El

    hombre obtendra lo que quera, si tena un poco de inteligencia. - Es la sangre - murmur- Claro, todas las leyendasel vampiro la sangre.-

    pareca fascinado. Sac una daga de su cinturn y se abri una herida en la palma. Lentamente, la

    acerc a la mueca izquierda de Gabriel. Tan pronto la sangre del vampiro toc su herida, esta empez a cicatrizar, sin dejar ni rastro.

    - Tu sangre es lo que me har inmortal. Dicho eso, atraves limpiamente la piel de Gabriel con la daga. Mir con satisfaccin

    como el lquido vital empezaba a fluir y, con una sonrisa de alegra, aplic los labios a la herida. Y sorbi.

    El trato se repiti cada noche. Cada veinticuatro horas, el hombre llegaba, lo hera y

    beba su sangre. Cada noche Gabriel le suplicaba que le matase, gritaba, intentaba defenderse pero sus deseos nunca se cumplan. Cuando el hombre se marchaba, lo nico que poda hacer era sollozar. Y rezar para que la muerte llegase pronto.

    Pasaron semanas enteras. Con cada da, con cada hora, Gabriel se iba haciendo ms

    irracional. Su cuerpo estaba marcado con cientos de cortes diferentes, formando un macabro mosaico. Murmuraba palabras sin sentido en su lengua, lloraba, le suplicaba a Bella que lo matase. Se lo suplicaba a su padre. Bella lloraba a su vez, y lo atenda como poda. El padre se rea, sintindose cada da ms fuerte, ms curado. No se haba convertido en lo mismo que Gabriel, pues poda andar perfectamente bajo la luz del sol, pero tampoco era completamente humano. Y aunque cada da se pareca ms a su vctima, pareca no entender la violacin que estaba cometiendo, el dao que le haca al cuerpo y a la mente del vampiro.

    Lleg un momento en el que ya no necesit la daga. Sus propios colmillos crecieron

    al fin, afilados y mortales. Y quiso probarlos. Pero Gabriel se defendi, hincando sus propios dientes en el cuello de su torturador. Al da siguiente, una nueva banda de

  • 26

    cuero sujetaba la cabeza del vampiro en su lugar, incmodamente inclinada hacia atrs, dejando el cuello expuesto.

    Y el proceso continu.

  • 27

    CAPTULO 5 Gabriel sali rpidamente de su sopor. Haba resbalado y cado al suelo, se

    encontraba sentado contra la pared. A su lado, ngela se convulsionaba. La vampiresa tambin haba cado e intentaba respirar con la vista fija en el techo. Los ojos muy abiertos, el aliento entrecortado y las convulsiones que sufra eran prueba suficiente: la fuerza de Gabriel haba sido demasiado para ella. Le llevara unos das acostumbrarse, y ms que un par de aos aprender a utilizar los poderes que tan astutamente le haba robado.

    Se puso de pie, no le cost ningn esfuerzo. Ella no poda beber mucho, su cuerpo

    no lo soportara. Haba sido creada por un vampiro joven y dbil, y su nica fuerza era la que el paso del tiempo le haba dado. No estaba preparada para procesar el poder de Gabriel.

    Se limpi con la manga los ltimos rastros de sangre del cuello, estremecindose

    cuando not la aguda marca de la mordedura. Tardara al menos un da en curarse. La misma toxina que aseguraba la cicatrizacin rpida con los humanos impeda la curacin entre los vampiros. Se agach y levant bruscamente el cuerpo de la mujer levantndola por debajo las axilas, sin contemplaciones.

    ngela gimi y se removi contra el frreo agarre del vampiro. Cuando volvi en s,

    su cuerpo pareca quemar, cada nervio, cada poro vivo y palpitando. Enfoc la mirada en el rostro de Gabriel quien, al ver que estaba consciente, la solt de inmediato. Se tambale y aterriz de nuevo sobre sus rodillas, pero l no la ayud.

    - Levntate- increp. La voz era dura, los rasgos del vampiro parecan ms

    afilados a media luz. Su mirada reflejaba todo el odio que senta. Cada gramo de resentimiento, y ella se estremeci al comprender que haba cometido un grandsimo error.

    - Gabriel lo siento perd el control- farfull torpemente mientras intentaba ponerse en pie. Las rodillas no la sostenan, y el cuerpo se senta como si perteneciese a otra persona.

    - Tienes tres minutos para salir de mi casa- le inform- De otro modo, te sacar a trozos.

    - No tienes derecho a matarme!- grit ngela. El pnico le gan la partida a la ambicin, e intent arrastrarse lejos de l.

    - Me agrediste. Me forzaste a compartir tu sangre. Eso es una condena inmediata.- Gabriel respondi clara y concisamente, sin que ninguna emocin perturbase su tono.

    - Llvame ante el consejo, entonces.- lo ret ella. - Pequea, es realmente tarde para eso. Ests ante el consejo. - Aunque seas miembro, solo el presidente puede dictar condenas a muerte. Gabriel sonri y alz los brazos, encogindose de hombros. - Eso es cierto. Y cabe la casualidad que sorpresa! Lo has agredido. Y est

    realmente cabreado, as que mejor hazme caso y mrchate. Te quedan - consult el reloj- dos minutos.

    - Gabriel- extendi la mano hacia l. No la tom. - ngela, no sabes lo que has hecho esta noche. Una parte de mi, y no alcanzas a

    imaginar cun grande es, pide a gritos tu sangre. Y estoy tentado, realmente tentado de hacerle caso, as que aljate de m y no vuelvas a cruzarte en mi camino o te matar. No vuelvas a pisar Italia o te matar. No vuelvas a agredir a nadie o te matar. Ha quedado lo suficientemente claro?

  • 28

    Ella asinti mientras sollozaba patticamente. Luego hizo un esfuerzo, esperando transportarse, pero no funcion. Gabriel suspir y abri uno de los cajones. Le arrojo un pequeo telfono mvil.

    - Va a pasar un tiempo antes de que puedas hacer eso- dijo l.- Llama a un taxi.

    Pero hazlo desde la escalera. ngela consigui levantarse y camin tambaleante hasta la puerta. Se gir para

    mirarlo por ltima vez, pero l le cerr la puerta en las narices. Tropezando, lleg hasta la calle. Todava tena el sabor de la sangre en los labios. Se apoy contra una columna y llam al taxi. EL equilibrio tard en volver, pero cuando baj del coche poda caminar sin parecer ebria.

    No era culpa suya, pens al rememorar el da en su mente, buscando exactamente

    en qu haba fallado, cuando haba perdido el control. Y lo supo, justo cuando l se conmovi tanto por el simple detalle de que ella estuviese en el mismo pas que su adorada. Ella tena la culpa de todo. Por ella Gabriel no la amaba, por ella no quiso compartir su poder. Estaba en su derecho de recibir lo que le corresponda, y lo haba tomado. Gabriel la haba utilizado. Si no fuera por la mortal, seguramente se habra enamorado y la habra hecho su compaera, pero exista ese pequeo y molesto obstculo. Siempre existira a menos que ella hiciese algo.

    Sonri tranquilamente. Ella saba lo que hacer. Si la mortal se interpona en su

    camino solo tena que asegurarse de que no llegase al de Gabriel, o quizs el inmortal se replanteara su decisin y la volvera su compaera.

    En realidad, pens sonriendo, no le quedaba otra opcin que matarla, era lgico.

    Haba demasiados humanos en el mundo, nadie tendra por qu enterarse. Y gracias a la sangre del vampiro, haba conservado algunos de sus recuerdos, la mayora de ellos muy tiles, sobre las lagunas del consejo y el alcance de la Orden. Incluso si se enteraban, podra salir indemne...

    Tendra que preparar un buen plan.

    --- Dafne se qued mirando al techo, pensativa. Haca ms de una hora que estaba

    despierta y no poda aguantar ms. Saba que Gabriel estaba sufriendo. No saba que le pasaba, ni porque sufra, pero lo saba. Lo senta muy dentro, y eso la haca querer llorar. Tema haber perdido ya esa conexin, y no debera maravillarla que no hubiese desaparecido. Sobre todo, no deba alegrarla.

    Con cuidado de no hacer ruido sali de la cama. Marcos todava dorma

    profundamente, y no quera despertarle. Abri la puerta que daba a la terraza y sali a la noche.

    La terraza era el lugar favorito de Dafne desde que alquilaron el apartamento. Mucho

    ms amplia que las dems, permita una vista preciosa y estaba totalmente abierta al exterior. Entre Dafne y el cielo no haba nada, solo un techo aterciopelado pona fin a su mundo. Le encantaba salir a fuera de noche, y contemplar ese cielo. La haca sentirse pequea, extremadamente pequea, pero relevante. Al igual que esos puntitos, millones de personas estaran mirando hacia arriba en esos momentos. Y entre todos esos puntitos, entre los millones de estrellas, tambin ella tena su lugar. Se senta bien formar parte de algo, incluso aunque fuese algo tan extrao y grande como el mismo universo.

  • 29

    Se tumb en la hamaca y dej que el vaivn la relajase lentamente. Un escalofro la

    recorri. Haba refrescado, y el pijama ligero no consegua mantenerla caliente. Se envolvi en una gruesa manta de lana y suspir al sentir como el fro abandonaba sus msculos.

    Mecindose suavemente, dej su mente vagar libre. Y vol a donde siempre lo haca,

    traicionando su resolucin de olvidar. Solamente en ese momento se permiti admitir que lo echaba de menos, que no quera olvidarlo. Dara cualquier cosa por saber qu es lo que hiri de ese modo al vampiro, y poder ayudar. Pero eso era incluso ms imposible que tener una estrella, y Dafne haba dejado de perseguirlas tiempo atrs.

    Aferr su colgante con las dos manos, y se lo llev a los labios. La reconfortaba

    tenerlo cerca, llevar una parte de Gabriel siempre con ella. Poder recordarlo cada vez que la plata le rozaba la piel, rememorar el momento en que el metal la toc por primera vez. La dulzura del vampiro al ponrselo. El beso que haba dejado en su nuca antes de volver a colocar el cabello en su lugar la emocin en aquellos ojos azules, normalmente fros como el hielo, cuando la haba abrazado por ltima vez.

    - Prometiste que volveras- le reproch al firmamento- T nunca incumples tus

    promesas, pero no ests aqu. Quisiera que lo estuvieras, que pudieses decirme que ests bien.

    Las lgrimas amenazaron con brotar, pero la joven las contuvo. Se hizo un ovillo y se

    abraz a s misma bajo la manta. Apret la cabeza contra la tela fuertemente. - Te echo de menos- susurr con la voz quebrada. A mil quinientos quilmetros de distancia, Gabriel par en seco. En el mismo lugar en

    el que una vez le robara un beso, oy la voz de Dafne tan claramente como si estuviese a su lado, hablndole. Te echo de menos

    - Yo tambin te extrao, corazn.- dio media vuelta y sali de la casa. No sabes

    cunto te extrao.

  • 30

    CAPTULO 6 ngela suspir y se apart el pelo de la cara. Haca un calor sofocante, y los

    mechones se le pegaban a las mejillas hmedas de sudor. Refunfu una maldicin mientras lo ataba rpidamente en una coleta, al tiempo que sus ojos buscaban por el horizonte.

    Nada. El sol saldra en unas pocas horas, y en pleno desierto no era algo que tomarse a

    risa. Los cazadores atacaban al amanecer, Qu demonios les pasaba? Es que no la haban detectado? Pues hizo su mejor intento para hacerse notar, soltando todos sus poderes de golpe tan pronto lleg. Por fin poda hacerlo bien, llevaba ms de dos semanas sin controlarse a s misma. El aumento en sus capacidades era alucinante, lo que antes le costaba toda su energa pareca ser algo completamente natural.

    Al fin, despus de tanto y tanto esperar, sinti la vibracin de alguien que se

    transportaba. Haba una figura al ocho o nueve metros de ella, vestida de negro. El cazador la mir cautelosamente, sacando su arma. Ella no se movi y le sonri mientras se acercaba.

    - Quiero ver a tu seor- le orden con voz imperiosa. El hombre la mir confuso.

    Deba ser muy joven, aunque como su envejecimiento era muy distinto al humano, ngela no tena forma de saberlo.

    El cazador dud en bajar su arma, sabiendo que no se poda confiar en ningn

    vampiro, aunque fuese tan hermosa como esa mujer, y pareciese indefensa. Segn su informacin, bien poda tener tres mil aos y matarlo sin molestarse ni en acercarse.

    Su antiguo maestro le envi una seal, ya estaba en camino. De inmediato se sinti

    ms seguro. Haba terminado su aprendizaje poco tiempo atrs, y realmente esa era su primera misin oficial. Hasta que llegase el da de partida de su viejo maestro, este estara a su lado, dndole confianza y apoyo.

    Un destello brill detrs de la mujer, y en el mismo lugar apareci un hombre. Por su

    aspecto, dira que rondaba la cincuentena, lo que significaba ms o menos medio milenio de experiencia. No tardara en llegar el da de su final, dentro de la Orden la vejez no era tolerada.

    La estrategia era sencilla y la haban llevado a cabo miles de veces: el alumno

    atacara de frente y tan pronto como la vampiresa se despistase, el maestro le dara el golpe final por la espalda, sin que ella se enterase. Pero ngela lo sinti sin problemas y se transport lejos de l, formando un triangulo con los dos hombres para poder vigilar a ambos al mismo tiempo.

    - Quiero ver a vuestro seor- repiti firmemente. - Con qu motivo, si puede saberse?- El maestro le dirigi una sonrisa torva-. No

    conservars tu vida. - Eso an est por ver. Quiero proponerle un trato, algo que realmente desea,

    estoy segura. - Qu tienes para ofrecernos? - La vida del presidente del Consejo. De Gabriel.- Ambos cazadores se quedaron

    petrificados durante un segundo, Gabriel era una leyenda entre la Orden. Corran tantas historias que ni siquiera saban si el inmortal exista realmente.

  • 31

    El lder del consejo de los vampiros era la figura ms buscada por toda la orden. Extraamente, los dems le tenan un respeto impresionante, y una lealtad a prueba de bombas. En mil aos, no haban encontrado a un solo vampiro que, ni bajo tortura, les confesase el ms mnimo detalle acerca de l. Y ahora una mujer, una vampiresa, llegaba casi a sus puertas y se ofreca a entregarlo. Era demasiado bueno para ser cierto.

    - Por qu traicionaras a tu lder?- le pregunt el joven. - Por un favor, por supuesto. Yo tambin quiero algo a cambio. - Y eso es - La vida de una mortal. Su protegida. Y la ma, proteccin frente a la Orden para

    el resto de mi existencia. - Ven con nosotros- el maestro le hizo una sea-. Puedes transportarte? - Djame una seal e ir a donde quieras.- contest la vampiresa. - Perfecto.- La sonrisa del maestro era contagiosa, y su felicidad, desbordante.

    Acabara su carrera nada ms y nada menos que con el inmortal, el ms antiguo de los enemigos de la Orden. Qu ms podra pedir?

    ---

    Gabriel camin lentamente, disfrutando de las vistas desde la via Celio Vibenna. A su

    izquierda, el grandsimo anfiteatro Flavio, ms conocido como el coliseo. Al igual que la mayora de los turistas, alz la cabeza para mirar la inmensa mole, aventurndose en la Piazza para apreciarlo ms de cerca. Los flashes de los turistas destellaban por todos lados y una confusin de diferentes idiomas y voces llenaba el aire. La vida nunca se acababa cerca del gigante de piedra.

    La vista de las ruinas le provoc una punzada en el pecho, el recuerdo de la

    esplndida grandeza de su ciudad cuando haba sido el centro del mundo, cuando todos los caminos conducan a ella. Ahora no era ms que otra gran ciudad del mundo, pero segua bullendo de vida. Gabriel tena la impresin de que Roma siempre estara ah, que el paso del tiempo no consegua nunca doblegar el espritu de la Ciudad Eterna. Incluso cuando l no estuviera en el mundo, ella seguira ah.

    Todo haba cambiado tanto... Gabriel podra decir con exactitud el da que lleg por

    primera vez al campo de Marte, donde haba visto entrenar a los soldados antes de emprender las campaas que los haban llevado a ser los dueos del mundo, antes de que todo se derrumbase.

    Cuando l cumpli los tres siglos de vida, el coliseo se inaugur. Record que haba

    seguido los trabajos con curiosidad, viendo la mole alzarse da tras da. En aquella poca no era ni tan grande ni tan esplndido, pero haba sido bellsimo y an lo era en su declive, de esa forma evocadora y romntica en que lo son todas las ruinas.

    Desde aquel primer da haba cambiado mucho, aumentado y crecido, se haba

    convertido en el smbolo de una ciudad, de una poca. La gran repblica romana. Panem et circenses; pan y circo.

    Se sinti ms viejo que nunca, el peso de los siglos cayendo sobre su espalda. Por

    eso haba tardado tanto en regresar. Era mucho ms fcil ver pasar el tiempo lejos de su antiguo hogar, donde el declive de todo lo que alguna vez conoci no era tan acusado.

    Y en algn lugar de la ciudad estaba ella. Senta su presencia tan claramente como si

    la tuviese al lado. Debera dejar de hacer el imbcil y volver a su casa, en Pars, lejos y seguro. Pero no pudo resistirse al encanto de la ciudad, y aunque ms de una vez lo

  • 32

    sobrepasaron los recuerdos, no eran amargos si no agridulces. Haba sido una poca hermosa, antes de que la Orden irrumpiese en su vida.

    Se distrajo completamente, algo poco habitual en l, cuando oy un buh a su

    espalda y sinti que lo abrazaban. Se dio la vuelta sonriendo. Tamara lo miraba alegre desde abajo.

    - Joder, jefe, siempre me olvido de lo alto que eres hasta que te veo. No se

    supone que los viejos tenis que ser bajitos?- ella lo mir inquisitivamente, incluso de puntillas no superaba el metro sesenta. Lo que no le impeda ser mortal cuando se lo propona, pero su estatura la traa de cabeza.

    - Tambin tengo sangre nrdica, y se supone que somos altos- le replic. - Solo te falta el caballo blanco- murmur Tamara entre dientes. - Y a ti quedarte en el marco de la ventana esperando por tu amor eterno

    mientras acicalas tu larga cabellera rubia- le contest. Las carcajadas de ambos resonaron en la calle, haciendo que las cabezas se giraran para mirarlos.

    - Ya ves, estamos dando el cante- seal Tamara. - Acaso no lo hacemos siempre? - Lo cierto es que si- admiti ella-. Por cierto, se puede saber que haces por

    aqu? No me digas que has venido a controlarme, eso s que no lo soporto. - No- Gabriel neg, sin querer explicar la razn de su tan repentina llegada-. Me

    aburra, y me entr la nostalgia. Tamara mir a su alrededor, vindolo todo en otra perspectiva. - Claro- seal todo lo que los rodeaba- T eras romano. Gabriel solo sonri. - Ests completamente seguro que no tiene nada que ver con cierta joven

    pelirroja que ambos conocemos? - Tamara- empez Gabriel. - Si, lo s- suspir la mujer-. No te metas en mi vida. - Exacto. - Aguafiestas. - Cotilla. - Bien- ella suspir-. Ahora que nos hemos declarado nuestro mutuo desprecio,

    te apetece tomar algo? - Me encantara- respondi Gabriel-. Por cierto, Dnde est el otro guardin?

    Mand un aviso al sur y no contest. - Estara durmiendo- respondi rpidamente Tamara-. La mayora de nosotros no

    somos tan viejos como para soportar el sol cmodamente, y los que pueden no suelen gustar de pasear durante el da.

    - Es normal- contest Gabriel-. Pero tengo que volver a llamarle. No me gusta tener uno de los guardianes incomunicado, me da mala espina.

    - No te preocupes tanto- sonri Tamara-. Ya vers como al final no pasa nada. Haca un rato que haba oscurecido, y la ciudad despertaba de nuevo a un largo fin

    de semana. La noche vibraba de emocin, era viernes, da de divertirse y dejar toda la semana atrs.

    Gabriel y Tamara estaban en una de las miles de terrazas de la ciudad Eterna cuando

    sintieron la vibracin en el aire. Se pusieron de pie inmediatamente, sus sentidos extendindose para comprobar el alcance del peligro.

    Ambos encontraron la fuente rpidamente, la Orden haba entrado en la ciudad,

    aunque todava no podan saber dnde con exactitud. El miedo revolote en su pecho, tena un muy mal presentimiento.

  • 33

    De repente lleg a sus sentidos: el olor de su sangre. Tamara lo mir dudosa, pensando que se haba equivocado, pero Gabriel no titube. Se centr en la sensacin y se transport. Dafne estaba en peligro.

    --- Apresur el paso. Se le haba hecho tarde en casa de una compaera y no se haba

    dado cuenta que haca rato que estaba oscuro. Pens en llamar a Marcos, pero era demasiado paranoico, incluso para ella.

    La sensacin que le estaba poniendo los pelos de punta era simplemente eso, pura

    paranoia. Cuanto ms nerviosa se pona, ms miedo le entraba, y cuanto ms miedo le entraba, ms nerviosa se pona. Solo tendra que llegar a casa, y luego podra rerse de s misma y estar tranquila, a salvo.

    Solo quedaba el ltimo tramo, dos calles. Trescientos metros y todo ira bien. Dej

    de hacerse la valiente y ech a correr, desea