02-capablanca cómo aprendí a jugar ajedrez

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  • 7/30/2019 02-Capablanca Cmo Aprend a Jugar Ajedrez

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    Capablanca: Cmo Aprend a Jugar Ajedrez

    Edward Winter

    Presentamos un artculo de Capablanca publicado en las pginas 94-96 de la MunseysMagazine, Octubre de 1916:

    Recuerdo claramente mi primera partida de ajedrez. Yo acababa de pasar los cuatro aoshace 23 aos atrs. Deprimido con un sentimiento de aburrimiento, los cuales soncausados frecuentemente por los das calurosos en La Habana, y habiendo fracasado en mibsqueda de algo interesante en las acciones o historias de los soldados del Castillo delMorro, donde era mi costumbre pasar la mayor parte del da. Dirig mis pasos hacia una delas torres de la fortaleza, para buscar con mi padre la manera de salir de este agobianteaburrimiento.

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    que no fue advertido por su rival. Mantuve un escrupuloso silencio hasta el final del juego,y entonces hice notar a mi padre su error.

    Al principio me trat con la caracterstica tolerancia del padre que escucha una tontera dela boca de su hijo pequeo; mis crecientes protestas, producto de la conviccin que tena

    de haber adquirido un nuevo e importante conocimiento, as como las dudas surgidas en suoponente, le llevaron muy pronto a preguntarse si, realmente, no haba cometido unaequivocacin. Saba, sin embargo, que yo no haba visto jams disputar antes una partidade ajedrez, y me dijo, con mucha discrecin, que dudaba mucho de que yo supierarealmente de qu estaba hablando.

    Mi respuesta fue desafiarlo a jugar una partida; no s si crey que yo me haba vuelto loco,o si quiso darme una leccin y evitar nuevos momentos incmodos delante de su amigo,pero lo cierto es que acept mi desafo, esperando sin duda una rpida capitulacin de mparte.

    Cuando se dio cuenta de que yo conoca el movimiento de las piezas, se sintievidentemente desconcertado.

    Cuando la partida se aproxim a su final, no puedo decir si estaba ms afectado por elasombro, la mortificacin o el placer, porque le gan mi primera partida de ajedrez.

    Despus de este incidente, los amigos de mi padre comentaban insistentemente que yo eraun nio con facultades especiales. Algunos de ellos llegaron incluso a llamarme unprodigio, y a predecir que indudablemente llegara a convertirme en uno de los msgrandes maestros de ajedrez del mundo. Cuando an recuerdo aquellos das, me sientobien de no haber sido considerado un nio maravilla. No recuerdo que fuese

    particularmente bendecido con los atributos que acompaan a un genio, comocomnmente se coloca en las biografasel reconocimiento precoz de la inmensidad de lanaturaleza, de la belleza y la complejidad del cosmos, y toda esa clase de cosas.

    Como particularidad de hecho, aprecio como uno de mis talentos especiales mi habilidadms que comn para el tan eminentemente mundano pero noble juego del bisbolamericano. Tal cosa, seguramente, debe ser ajena al genio!

    La persuasin de los amigos de mi padre finalmente hizo que me llevara hasta unespecialista del cerebro en La Habana. Mientras todos ellos sugeran que mi talento comojugador de ajedrez debera ser desarrollado mediante un curso de entrenamiento especial,mi padre prefera que me mantenga en el mismo ambiente donde se forma un niopromedio. Para las muchas sugerencias de mi posible explotacin en el campo del ajedrez,l persistentemente prestaba odos sordos. As es como finalmente acudimos al especialistadel cerebro -una tarea muy odiosa para m.

    Aquel individuo con gafas y bigote, despus de hacerme un examen, anuncio a la manerade un vidente que yo posea una capacidad cerebral extraordinaria para un nio de miedad, y aconsejo que deban de prohibirme jugar al ajedrez.

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    Yo estaba realmente decepcionado, ya que mi amor por el juego se haba convertido enuna pasin. No fue hasta que cumpl los ocho aos de edad que, a razn de la insistentesolicitud de los amigos de mi padre, que l consinti en llevarme al Club de Ajedrez de LaHabana, el cual en aquel tiempo contaba entre sus numerosos miembros con variosjugadores de marcada reputacin. Aqu reanude el juego, pero slo a una escala moderada;

    y pronto tuve el placer de enfrentarme con los mejores jugadores del club.La primera partida que jugu con un adversario de reputacin mundial fue cuandoTaubenhaus, el famoso experto parisino, visit La Habana. En aquella poca yo tenaapenas cinco aos de edad. Taubenhaus me ofreci la dama de ventaja, y cuandoterminamos la primera partida l jug otra en las mismas condiciones. Algunos aos atrs,cuando fui de visita a Pars, despus del torneo San Sebastin, encontr a Taubenhaus, y ennuestra conversacin l habl de esas dos partidas, diciendo que l haba tenido laimpresin de haber perdido ambas.

    La pregunta que ms frecuentemente me hacen es a qu atribuyo mi precoz inicio en el

    ajedrez? Apenas puedo decir que se debi en parte a un dominio de los principios deljuego, nacido de lo que a menudo sent que era una peculiar intuicin, y en parte por queposea una memoria especialmente desarrolladauna memoria mucho ms desarrolladaque la de un nio normal de cuatro aos.

    Recuerdo cmo los soldados de la fortaleza de La Habana encontraron diversin encolocarse delante del dependiente de la guarnicinel pobre hombre!y frente a m.Entonces comenzaban a leer grandes cantidades que nosotros debamos sumar, dividir, ymultiplicar. Yo siempre ofreca la respuesta correcta antes de que el dependiente pudieracomenzar. Adems, aunque no pretendo decir que mi memoria era en ese entonces la de unMacaulay o un John Stuart Mill, era un hecho que en la escuela, despus de una segunda

    lectura de siete pginas de historia, lo poda recitar literalmente todo de memoria.No es correcto asumir, sin embargo, que mi habilidad en ajedrez depende solamente deuna memoria superdesarrollada. En el ajedrez, la memoria puede ser una ayuda, pero no esindispensable. Actualmente mi memoria est muy lejos de lo que era en mi tempranajuventud, pero mi juego es indudablemente mucho ms fuerte que en ese entonces. Lamaestra en ajedrez y la brillantez del juego no dependen mucho de la memoria como sidel peculiar funcionamiento de las facultades del cerebro.