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del Fondo de Cultura Económica    I    S    S    N   :    0    1    8    5   -    3    7    1    6 Septiembre, 2003 Número 393 Fernando Benítez: Imágenes de José Luis Cuevas Luisa Valenzuela: Incursiones antropológicas  José Luis Martínez • Un nuevo Cortés mestizo Luis Castillo Ledón y Christopher Domínguez Michael • De y sobre Miguel Hidalgo Gonzalo Celorio • Vocación y provocación de la escritura • Sarah Babb Nacionalismo y globalización económica • José Antonio Aguilar Rivera La república epidérmica • Poemas y textos Alí Chumacero, Paloma Bravo y Silvia Manjarrez Isaiah Berlin Nacionalismo y sociedad plural Homenaje a Alí Chumacero Elsa Cross,  Adolfo Castañón y Francisco Hernández B

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gaceta literaria

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del Fondo de Cultura Económica

   I   S   S   N  :   0   1   8   5  -   3   7   1   6

Septiembre, 2003 Número 393

Fernando Benítez:Imágenes de José Luis Cuevas

Luisa Valenzuela: Incursiones antropológicas

 José Luis Martínez •Un nuevo Cortés mestizo

Luis Castillo Ledóny Christopher

Domínguez Michael •De y sobre Miguel Hidalgo

Gonzalo Celorio •Vocación y provocación

de la escritura

• Sarah BabbNacionalismo

y globalización económica

• José AntonioAguilar RiveraLa república epidérmica

• Poemas y textosAlí Chumacero, PalomaBravo y Silvia Manjarrez

Isaiah BerlinNacionalismo y sociedad plural

Homenaje a Alí Chumacero

Elsa Cross, Adolfo Castañón y Francisco Hernández

B

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del Fondo de Cultura Económica

DIRECTORAConsuelo Sáizar Guerrero

EDITORDavid Medina Portillo

CONSEJODE REDACCIÓN

 Adolfo Castañón,Joaquín Díez-Canedo Flores,

María del Carmen Farías,Daniel Goldin,

Lorena E. Hernández,Francisco Hinojosa,Ricardo Nudelman

 ARGENTINA: Alejandro KatzBRASIL: Isaac Vinic

CHILE: Julián Sau AguayoCOLOMBIA: Juan Camilo SierraESPAÑA: Juan Guillermo López

ESTADOS UNIDOS: Benjamín MirelesGUATEMALA: Sagrario Castellanos

PERÚ: Carlos Maza

VENEZUELA: Pedro Tucat

REDACCIÓNMarco Antonio Pulido

PRODUCCIÓN

Vincula, S. A. de C. V.IMPRESIÓN

Impresora y EncuadernadoraProgreso, S. A. de C. V.

La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es una publicación

mensual editada por el Fondo de Cultura Económica, con domici-

lio en Carretera Picacho-Ajusco 227, Colonia Bosques del Pedre-

gal, Delegación Tlalpan, Distrito Federal, México. Editor responsable:

David Medina Portillo. Certificado de Licitud de Título número 8635 y

de Licitud de Contenido número 6080, expedidos por la Comisión Ca-

lificadora de Publicaciones y Revistas Ilustradas el 15 de junio de

1995. La Gaceta del Fondo de Cultura Económica es un nombre re-

gistrado en el Instituto Nacional del Derecho de Autor, con el número

04-2001-112210102100, de fecha 22 de noviembre de 2001. Registro

Postal, Publicación Periódica: PP09-0206. Distribuida por el propio Fon-

do de Cultura Económica.

Correo electrónico: [email protected]

LA GACETA2

SUMARIOSEPTIEMBRE, 2003

ALÍ CHUMACERO: A una flor inmersa • 3ISAIAH BERLIN: Nacionalismo: pasado olvidado 

y poder presente • 4ISAIAH BERLIN: La sociedad plural y sus enemigos • 7

JOSÉ ANTONIO AGUILAR RIVERA: La república epidérmica • 9ALÍ CHUMACERO: Concordia de vida y poesía • 12

ELSA CROSS: Alí Chumacero: una presencia tutelar • 13FRANCISCO HERNÁNDEZ: Homenaje a Alí Chumacero 

a la manera de Mardonio Sinta • 15JOSÉ LUIS MARTÍNEZ: Un nuevo Cortés mestizo • 16

CHRISTOPHER DOMÍNGUEZ MICHAEL: El Miguel Hidalgo

de Castillo Ledón • 17LUIS CASTILLO LEDÓN: Miguel Hidalgo, traductor de Molière • 18

PALOMA BRAVO: Cisne • 19LUISA VALENZUELA: Incursiones antropológicas • 20

ADOLFO CASTAÑÓN: Cuarteto sextante para Alí Chumaceroen sus 80 años • 20

GONZALO CELORIO: Vocación y provocación de la escritura • 23FERNANDO BENÍTEZ: Imágenes de José Luis Cuevas • 25

SILVIA MANJARREZ: El jaguar y el chapulín • 26SARAH BABB: El Trimestre Económico y la globalización

de la economía • 28

‹ ‹ Ilustraciones tomadas de Museo José Luis Cuevas,

FCE /SEP /DDF /Banca Serfín, 1992; y del libro de Alaíde Foppa:Confesiones de José Luis Cuevas, FCE, 1975 › ›

SEPTIEMBRE, 2003SUMARIO

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LA GACETA3

A una flor inmersa

 Alí Chumacero

• Poema tomado de Páramo de sueños, publicado por el FCE en 1997 en la colección Fondo 2000.

Cae la rosa, cae

atravesando el agua,

lenta por el cristal de sombra

en que su tallo ahoga;

desciende imperceptible,

clara, ingrávida, pura

y las olas la cubren, la desnudan,

la vuelven a su aroma,

hácenla navegante por la savia

que de la tierra nace

y asciende temblorosa,

desborda la ternura de su tacto

en verde prisionero

y al fin revienta en flor

como el esclavo que de noche sueña

en una luz que rompa

los orígenes de su sueño,

como el desnudo ciervo, cuando la fuente

brota,

que moja con su vaho la corriente

destrozando su imagen.

Cae más aún, cae

más allá de su savia,

sobre la losa del sepulcro,

en la mirada de un canario herido

que atreve el último aletazo

para internarse mudo entre las sombras.

Cae sobre mi mano

inclinándose más y más al tacto,

cede a su suavidad de sábana mortuoria

y como un pálido recuerdo

o ángel desalado,

pierde una estela de su aroma,

deja una huella: pie que no se posa

y yeso que se apaga en el silencio.

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Nuestra casa editorialpublicará próximamente la

versión castellana de The Proper 

Study of Mankind, antología deensayos preparada por HenryHardy y Roger Hausheer para

Random House en 1997.El siguiente fragmento pertenece

a dicho volumen. Del mismo autor hemos publicado: Pensadores rusos

(Breviarios, 1985), Impresiones

 personales (ColecciónPopular, 1992) y Contra

la corriente. Ensayos sobre

historia de las ideas

(Obras de Historia, 1992).

No hay necesidad de hacerhincapié en el hecho obviode que la gran mayoría delos estados soberanos re-

presentados en la Asamblea de las Na-ciones Unidas actualmente han actuadoen buena parte de su comportamientopor fuertes pasiones nacionalistas, aúnmás que sus predecesores de la Liga delas Naciones. Sin embargo, sospecho queesto hubiera sorprendido a los más delos profetas del siglo XIX, sin importar suinteligencia e intuición política. Esto esporque la mayor parte de los observa-dores políticos y sociales de ese tiempo,siendo o no nacionalistas, tendían en ge-neral a anticipar la declinación de estesentimiento. El nacionalismo era vistoen Europa, en general, como una fase pa-sajera. El deseo por parte de la mayorparte de los hombres de ser ciudadanosde un Estado limítrofe con la nación a laque veían como propia, era consideradocomo algo natural o en cualquier casodespertado por un desarrollo histórico-

político del que el crecimiento de la con-

ciencia nacional era a la vez causa yefecto, cuando menos en Occidente. Elnacionalismo, como un sentimiento y unaideología no era (y en mi opinión, co-rrectamente) equiparado con la concien-cia nacional.

La necesidad de pertenecer a un gru-po fácilmente identificable había sidovisto, cuando menos desde Aristóteles,como un requerimiento natural por par-te de los seres humanos: familias, clanes,tribus, estamentos, órdenes sociales, cla-ses, organizaciones religiosas, partidospolíticos, y finalmente naciones y estados,eran las formas históricas para la satis-facción de esta básica necesidad huma-na. Ninguna forma particular era, tal vez,tan necesaria a la existencia humana co-mo la necesidad de alimento o techo, se-guridad o procreación, pero alguna for-ma de esto era indispensable, y variasteorías se ofrecían para explicar la pro-gresión histórica de estas formas, desde

Platón y Polibio a Maquiavelo, Bossuet,Vico, Turgot, Herder, Saint-Simon, He-gel, Comte, Marx y sus modernos suce-sores. La ascendencia común, el lengua- je común, las tradiciones, recuerdos, laocupación continua del mismo territoriodurante un largo periodo de tiempo, semantuvieron para constituir una socie-dad. Esta clase de homogeneidad seña-laba las diferencias entre un grupo y susvecinos, la existencia de solidaridad tri- bal, cultural o nacional y con ello unsentido de diferencia, frecuentementeacompañado de una aversión activa odesprecio por grupos con diferentes cos-tumbres y orígenes diferentes, reales omíticos; y así fue aceptado, tanto paraexplicar como para justificar el Estadonacional. Los pueblos francés, español,portugués y escandinavo lograron estomucho antes del siglo XIX; los pueblos,alemán, italiano, polaco, balcánico y bál-tico, no. Los suizos habían logrado unasolución propia única. La coincidenciadel territorio del Estado y la nación ha-

 bía sido considerada, en lo general, de-

seable, salvo por los apoyantes de losimperios dinásticos, multinacionales, deRusia, Austria, Turquía, o por los impe-rialistas, los socialistas internacionalis-tas, los anarquistas y tal vez por algunoscatólicos ultramontanos. La mayoría delos pensadores políticos, ya lo aproba-ran o no, aceptaron esto como una faseinevitable de organización social. Algu-nos esperaban o temían que esto pudie-ra ser sucedido por otras formas de es-tructura política; algunos parecían verlocomo “natural” y permanente. El nacio-nalismo —la elevación de los interesesde la unidad y autodeterminación de lanación al nivel del valor supremo ante elcual todas las otras consideraciones debe-rían, si fuera necesario, ceder siempre,una ideología a la que los pensadoresalemanes e italianos parecían particular-mente inclinados— era visto por los ob-servadores de tipo más liberal como unafase pasajera debida a la exacerbación de

la conciencia nacional rebajada y repri-mida forzadamente por gobernantesdespóticos ayudados por iglesias subor-dinadas.

A mediados del siglo XIX las aspira-ciones de unidad política y autogobier-no de alemanes e italianos parecía en buen camino de realización. Pronto estatendencia dominante liberaría tambiéna los pueblos oprimidos de los imperiosmultinacionales. Después de esto elnacionalismo, que era una inflamaciónpatológica de una conciencia nacionalherida, se abatiría: era causado por laopresión y se desvanecería con ella. Estoparecía tomar más tiempo de lo que losoptimistas vaticinaban, pero por 1919 elprincipio básico del derecho al autogo- bierno nacional parecía universalmenteaceptado. El Tratado de Versalles al re-conocer el derecho a la independencianacional, aunque alguno fallara en al-canzarla, en cualquier caso resolvería lallamada cuestión nacional. Había, desdeluego, el problema de los derechos de

varias minorías nacionales en los nue-

LA GACETA4

Nacionalismo: pasado olvidado

y poder presente

  Isaiah Berlin

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vos estados nacionales, pero esto podríaser garantizado por la nueva Liga de lasNaciones —seguramente, si había algoque se pudiera esperar que estos estadoscomprendieran, aunque sólo fuera porsu propia experiencia histórica, era la ne-cesidad de satisfacer el ansia de autono-mía por parte de los grupos étnicos o cul-

turales dentro de sus fronteras. Otrosproblemas podrían aún preocupar a lahumanidad: la explotación colonial, la ini-quidad social y política, la ignorancia, lapobreza, la injusticia, la corrupción, losprivilegios; pero los más ilustrados libera-les y, ciertamente, los socialistas, asumíanque el nacionalismo declinaría, dado quelas más profundas heridas infligidas a lasnaciones estaban en vías de sanar.

Los marxistas y otros socialistas ra-dicales fueron más allá. Para ellos el sen-timiento nacional era una forma de falsaconciencia, una ideología generada, cons-cientemente o no, por la dominación eco-nómica de una clase particular, la bur-guesía, en alianza con lo que quedabade la antigua aristocracia, usada comoun arma en la retención y promoción delcontrol de clase de la sociedad que, a suvez, descansaba en la explotación de lafuerza de trabajo del proletariado. A sudebido tiempo los trabajadores, cuyoproceso de producción inevitablementese organizaría en una fuerza disciplina-

da de creciente tamaño, conciencia polí-tica y poder, derribaría a sus opresorescapitalistas, debilitados, como lo serían,por la criminal competencia entre ellosmismos que socavaría su capacidad pa-ra la resistencia organizada. Los expro-piadores serían expropiados, el doble delas campanas del capitalismo sonaría ycon él el de toda la ideología de la cualel sentimiento nacional, la religión y lademocracia parlamentaria son otros tan-tos aspectos particulares. Las diferen-cias nacionales podrían permanecer, pe-ro serían como características locales yétnicas, sin importancia en comparacióncon la solidaridad de los trabajadoresdel mundo, productores asociados coope-rando libremente en el dominio de lasfuerzas de la naturaleza para el interésde toda la humanidad.

Lo que estas opiniones tenían encomún era la creencia de que el naciona-lismo era el producto efímero de la frus-tración del anhelo humano por la auto-determinación, una etapa del progreso

humano debida al trabajo de fuerzas im-

personales y de las ideologías generadaspor ellas. Sobre la naturaleza de estas fuer-zas no están de acuerdo los teóricos, pe-ro la mayor parte supuso que el fenóme-no del nacionalismo desaparecería consus causas, que a su vez serían destrui-das por el irresistible avance de la ilus-tración, ya fuera concebida en términos

morales o tecnológicos —la victoria de larazón o del progreso material, o de am- bos— identificada con cambios en lasfuerzas y relaciones de producción, o conla lucha por la igualdad social, la demo-cracia económica y política y la justadistribución de los frutos de la tierra;con la destrucción de las barreras nacio-nales por el comercio mundial o por eltriunfo de la ciencia o la moralidad fun-dada sobre principios racionales, y así latotal realización de las potencialidadeshumanas que más pronto o más tardeserían universalmente logradas.

Ante todo esto las reclamaciones demeros grupos nacionales tenderían a per-der importancia, y se unirían a otras re-liquias de la inmadurez humana en losmuseos etnológicos. Por lo que toca alos nacionalistas de los pueblos quehabían logrado la independencia y elautogobierno fueron cancelados comoirracionales y, con los nietzscheanos, so-relianos, neorrománticos, descalificados.Era difícil ignorar el nacionalismo cre-

ciente después de que la unidad nacio-nal tenía mucho de haber sido adquirida—por ejemplo el chauvinismo alemándespués de 1871, o el integralismo fran-cés o el sacro egoísmo italiano o la presenciade teorías raciales y otras anticipacio-nes del fascismo—. Nada de esto, a pe-sar de que fue explicado, lo advirtieron,en tanto sé, los futurólogos de finalesdel siglo XIX o los primeros años del XX,como algo precursor de una nueva fasede la historia humana; y esto es igualmen-te verdad para conservadores, liberalesy marxistas. La edad de Kriege, Krisen,

Katastrophen que, por ejemplo, predijoKarl Kautsky, él la atribuyó a causas, yla describió en términos en los que el na-cionalismo, si es que aparece, figura só-lo como producto secundario, un elemen-to en la “superestructura”. Nadie, encuanto sé, sugirió siquiera que el nacio-nalismo podría dominar el último terciode nuestro propio siglo a tal grado quemuy pocos movimientos o revolucionespodrían haber tenido oportunidad de éxi-

to si no hubieran estado codo a codo con

LA GACETA5

• CALENDARIO •

El pasado 28 de julio, José EmilioPacheco, el amigo y autor de es-ta casa, recibió en el auditorioJaime Torres Bodet del MuseoNacional de Antropología e His-toria, el Premio Internacional dePoesía y Ensayo Octavio Paz.En la ceremonia de entrega delgalardón, el poeta enfatizó el pa-pel civilizatorio de la lectura y elefecto nocivo de su ausencia. Jo-sé Emilio Pacheco es el primer mexicano que recibe esta distin-ción y nos unimos a sus lectores

y amigos para felicitarlo por estemerecimiento a una de las obrasliterarias más sólidas de los últi-mos tiempos en la literatura his-panoamericana.

Una doble felicitación para nues-tro autor y compañero, el editor y

poeta Alí Chumacero, quien elpasado mes de agosto recibieraen el Palacio de Bellas Artes laMedalla de Oro que el INBA entre-ga desde 1993 en reconocimien-to a la trayectoria de creadoreseminentes. Asimismo, porque elartista recibirá, en el marco de laFIL Guadalajara, el galardón delPremio Internacional de PoesíaGatien Lapointe - Jaime Sabines,que entregan el Instituto Nacio-nal de Bellas Artes (INBA) y la edi-torial Ecrits des Forges de Que-

bec. Anunciamos, además, quenuestra colección “Entre Voces”,en la cual contamos con un discode Chumacero (En la orilla del si-

lencio y otros poemas), preparaya una edición bilingüe (españoly francés) de su obra.

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él, o en cualquier caso sin oponerse a él.Esta curiosa falla de visión por parte depensadores, fuera de eso penetrantes, meparece un hecho que necesita explica-ción o, digamos lo menos, discusión másamplia que la que hasta aquí han obteni-do. No soy ni un historiador ni un psicó-logo social y no ofrezco una explicación

de ello: solamente me gustaría presentaruna sugerencia que podría arrojar algu-na luz sobre este raro fenómeno.

III

Antes de hacerlo así sin embargo, megustaría decir algo sobre los orígenesdel nacionalismo europeo como un esta-do mental. No quiero decir con esto elsentimiento nacional como tal —que pro- bablemente puede ser hallado en los sen-timientos tribales de los primeros perio-dos de la historia registrada. Quiero decirsu elevación como doctrina consciente,a la vez producto, articulación y síntesisde estados de conciencia, que ha sidoreconocida por observadores como unafuerza y un arma. En este sentido el na-cionalismo no parece existir en el mundoantiguo o en las edades medias cristianas.Los romanos pueden haber despreciadoa los griegos, Cicerón dijo cosas infamesacerca de los judíos, y Juvenal acerca de

los orientales en general; pero esto esmera xenofobia. Hay un patriotismo apa-sionado en Maquiavelo o Shakespeare—y una larga tradición de esto antes deellos. No quiero decir por nacionalismoun mero orgullo de genealogía —todossomos hijos de Cadmo, todos venimos deTroya, descendemos de hombres que hi-cieron un convenio con el Señor, brota-mos de una raza de conquistadores, fran-cos o vikingos, y gobernamos sobre laprogenie de esclavos galoromanos, o cel-tas por derecho de conquista.

Por nacionalismo quiero decir algomás definitivo, ideológicamente impor-tante y peligroso: es decir, la convicción,en primer lugar, de que los hombrespertenecen a un grupo humano particu-lar, y que la forma de vida del grupo di-fiere de la de otros; que el carácter de losindividuos que componen el grupo esformado por el grupo mismo, y no pue-de ser comprendido sin él, es definidoen términos de territorio común, cos-tumbres, leyes, memorias, creencias, len-

guaje, expresión artística y religiosa, ins-

tituciones sociales, formas de vida, a locual algunos añaden herencia, parentes-co, características raciales; y que son estoslos factores que forman a los seres hu-manos, sus propósitos y sus valores.

En segundo término, que el patrónde vida de una sociedad es similar a la deun organismo biológico; que lo que este

organismo necesita para su desarrollopropio, que lo que aquéllos más sensi- bles a su naturaleza articulan en pala- bras o imágenes u otras formas de ex-presión humana, constituye sus metascomunes; que estas metas son supremas;que en casos de conflicto con otros valo-res, los cuales no se derivan de los finesespecíficos de un “organismo” especifi-co —intelectual o religioso o moral, per-sonal o universal—, estos valores supre-mos deben prevalecer, dado que sólo asíla decadencia y la ruina de la nación se-rá evitada. Más todavía, que citar talesvalores como vida orgánica es preten-der que no pueden ser artificialmenteformados por individuos o grupos, pesea lo dominante de sus posiciones, a me-nos que ellos mismos estén penetradospor estas formas de desarrollo históricode actuar y de pensar y de sentir, puesson estas formas de vida mentales yemocionales y físicas de enfrentar la rea-lidad, por encima de todas las formas enque los seres humanos tratan uno con

otro, lo que determina cualquier otra cosay constituye el organismo nacional —lanación— ya sea que tome la forma deEstado o no la tome. De lo cual se con-cluye que la unidad humana esencial enque la naturaleza del hombre se realizatotalmente no es lo individual o la aso-ciación voluntaria que puede ser disuel-ta o alterada o abandonada a voluntad,sino la nación; que es a la creación ymantenimiento de la nación que las vi-das de las unidades subordinadas, la fa-milia, la tribu, el clan, la provincia, de- ben estar obligadas, pues su naturalezay propósito, lo que es frecuentementellamado su sentido, se derivan de su na-turaleza y sus propósitos; y que éstasson reveladas no por el análisis racional,sino por una sensibilidad especial, queno necesita ser absolutamente conscien-te de la relación única que ata a los sereshumanos individuales dentro del todoorgánico, indisoluble e inanalizable,que Burke identificaba con la sociedad,Rousseau con el pueblo, Hegel con el

Estado, pero que para los nacionalistas

es y sólo puede ser, la nación, cualquie-ra que sea su estructura social o formade gobierno.

En tercer término, esta perspectivacomprende la noción de que las más for-zadas razones, tal vez la que más obliga,para sostener una creencia particular,perseguir una política regular, servir un

fin particular, vivir una vida particular,es que estos fines, creencias, políticas,vidas, sean nuestras. Esto equivale a de-cir que estas reglas o doctrinas o princi-pios deberían ser seguidos no porqueconduzcan a la virtud o a la felicidad o ala justicia o a la libertad, o sean ordena-dos por Dios o la Iglesia o el príncipe oel parlamento o alguna otra autoridaduniversalmente reconocida, o sean bue-nos o correctos en sí mismos, y por lotanto válidos por su propio derecho,universalmente, para todos los hombresen una situación dada; más bien debenser seguidos porque estos valores sonde mi grupo —para los nacionalistas demi nación; estos pensamientos, sentimien-tos, este curso de acción, son buenos ocorrectos—, y yo alcanzaré la plenitud yla felicidad identificándome con ellos,porque son demandas de la forma parti-cular de la vida social dentro de la quehe nacido, a la cual estoy conectado porla miríada de hilos de Burke, que alcan-zan al pasado y al futuro de mi nación,

y lejos de los cuales soy, para cambiar lametáfora, una hoja, una ramita rota delárbol, lo único que le puede dar la vida;de modo que si me separo de él por lacircunstancia o mi propia voluntad, que-daré sin norte, me marchitaré, quedaré,en el mejor de los casos, con recuerdosnostálgicos de lo que alguna vez fue es-tar verdaderamente vivo y activo, des-arrollando esa función dentro del patrónde la vida nacional, comprendiendo aque-llo único que le dio sentido y valor a to-do lo que fui y lo que hice.

Traducción de Hero Rodríguez Toro

 

LA GACETA6

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E n el siguiente texto, fragmento

de una entrevista realizada por

el filósofo Steven Lukes, Berlin

da cuenta de uno de los temas

que le dieron notoriedad mundial: el valor

del pluralismo. Según Berlin, el pluralismo

es constitutivo de nuestro universo moral

más que resultado de un error intelectual a

ser rectificado por una teoría o sistema de

 pensamiento mejor. Esta idea del pluralismo

distingue a Berlin de otros filósofos liberales

contemporáneos. A pesar de que él defiende

los principios liberales, siempre criticó los

ideales y métodos racionalistas e iluministas

que virtualmente han guiado a todo el pen-

samiento liberal. En este sentido, Berlin es

hoy particularmente importante porque su

defensa del liberalismo político está lejos de

ser abstracta o ahistórica o insensible a los

valores de la comunidad.

ISAIAH BERLIN: Cuando propuse por pri-

mera vez la idea del pluralismo de losvalores, hace mucho tiempo, no habíaleído una sola página de Weber. No te-nía idea de que él hubiera dicho estascosas. La gente me dice a menudo queha sido seguramente Weber el primeroen sostener el pluralismo de los valores.Yo respondo que no tengo dudas, peroque no tenía idea.

STEVEN LUKES: Con todo, la idea delpluralismo de los valores deriva deNietzsche, al menos en lo que respecta aWeber.

I. B.: Lo sé, pero yo he propuesto es-ta tesis de manera totalmente indepen-diente, sin referirme en algún modo aNietzsche o a Weber.

S. L.: Pero de la tesis del pluralismode los valores usted ha extraído conclu-siones liberales.

I. B.: Pero, ¿qué sostenía Weber conrespecto a estos conflictos entre las cul-turas?

S. L.: Ciertamente, Weber sosteníaque se debía tomar posición, pero de es-

ta opinión no derivaba aquel tipo de

conclusiones generosas, humanitarias yliberales que usted busca derivar.

I. B.: ¿Qué sostenía por el contrario?S. L.: Weber se vuelve un ardiente

nacionalista.I. B.: De acuerdo, pero, ¿cuál era su

posición?S. L.: Sostenía que en última instan-

cia es necesario tomar posición.I. B.: Como Carl Schmitt. Se trata de

expresar una preferencia. No estoy endesacuerdo ni siquiera sobre esto. Tam- bién yo lo creo.

S. L.: Pero usted sostiene que hay esteenfrentamiento, esta diversidad de finesúltimos, esta incompatibilidad entre va-lores últimos. Incluso sostiene que algu-nos valores son inconmensurables. Y apesar de todo, sostiene que estos valorespueden ser objeto de transacción.

I. B.: He sido criticado por haber sos-tenido esto; por ejemplo, por Perry An-derson y por los marxistas. Puedo expli-

car mi posición, pero quisiera primerodesarrollar algunas otras consideracio-nes. Creo que el número de los fines quelos seres humanos pueden buscar parasu realización no es ilimitado. En teoríapuede ser infinito, pero en la práctica losseres humanos no serían tales si así fue-ra. El número de los valores humanos esfinito.

RELATIVISMO

S. L.: Por lo tanto, el número de los valo-res humanos está limitado por el víncu-lo de la recíproca inteligibilidad.

I. B.: El número de fines que las perso-nas pueden realizar, permaneciendotodavía los seres humanos plenamentedesarrollados, así como nosotros losconcebimos es, digamos, 92 o 67, o 41;pero no es un número infinito. Ahora bien, si la gente busca realizar valoresdistintos a los míos, o incluso si una cul-tura se inspira en unos valores distintos

a los míos o a lo que los alemanes lla-

LA GACETA7

La sociedad plural y sus

enemigos

  Isaiah Berlin

El mes pasado murió en SãoPaulo, a los 73 años de edad,Haroldo de Campos, una de lasfiguras más notables de la litera-tura brasileña y latinoamericanadel siglo XX.

El ganador en 1999 del Pre-

mio Octavio Paz de Poesía y En-sayo, nació en 1929 en São Pau-lo, y encabezó en la década de losaños cincuenta, junto con su her-mano Augusto de Campos y DécioPignatari, a aquella vanguardiabrasileña de repercusión interna-cional: la poesía concreta, que con-tinuaba la línea de poetas comoOswald de Andrade y se procla-maba como antídoto contra la poe-sía de la generación anterior enel Brasil.

 Autor de libros como Ajedrez de estrellas, Galaxias y Crisan-

tempo, Haroldo de Campos fueun traductor incansable que llevóal portugués, desde su lengua ori-ginal, a Homero, Dante, MatsuoBasho, Goethe, Ezra Pound y Oc-tavio Paz, entre otros.

El próximo 29 de noviembre seentregará el Premio de LiteraturaLatinoamericana y del CaribeJuan Rulfo, que este año recibiráel escritor brasileño Rubem Fon-seca. El escritor, nacido en 1925,es uno de los autores más respe-tados en su país. De entre suobra destaca: Vastas emociones

y pensamientos imperfectos

(1988) y Agosto (1990).

De entre los festejos para loscentenarios que este año secumplen, destacan la lectura depoesía que, en honor de Xavier Villaurrutia, se llevó a cabo el 3de agosto pasado en la sala Ma-nuel M. Ponce del Museo Nacio-nal de Bellas Artes. Dicha sesióncorrió a cargo de Carlos Monsi-

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man mi Kulturkreis, mi cerca cultural,puedo igualmente comprenderlos, por-que son valores compatibles con la na-turaleza de un ser humano plenamentedesarrollado. Pero algunos valores noson compatibles, están fuera de mi hori-zonte. El hecho de que haya límites a lainteligibilidad de los valores significapara mí que puedo comunicarme conaquellos que buscan tales valores. Asi-mismo, significa que puedo imaginar có-mo hubiera podido buscar realizar esosvalores, como si hubiera vivido en el lu-gar, el tiempo y del modo en el que vi-vían aquellas personas. O bien, puedesuceder que me dé cuenta de que no hu-

 biera en absoluto buscado realizarlos,que ahora rechazo esos valores y quizálos hubiera rechazado también entonces,en favor de valores alternativos. Pero almenos puedo entender lo que hubierasignificado dedicar mi vida a la realiza-ción de aquellos otros valores: a la reali-zación de fines que me son, por así de-cirlo, extraños.

S. L.: En consecuencia, la gama de losvalores humanos está limitada por la re-cíproca inteligibilidad.

I. B.: Para mí es así. Es mejor queponga un ejemplo de no inteligibilidad,pues de otro modo el concepto de inteli-gibilidad se vuelve demasiado vago. Su-pongamos que un hombre se ponga apinchar a la gente con alfileres. Le pre-gunto: “¿por qué lo haces?” Me responde:“porque me divierte”. Le pregunto:“¿te divierte hacer sufrir a la gente?”“No, no de manera particular”. Esto se-ría un fin inteligible: puede comprenderel sadismo. Entonces le pregunto: “¿pe-ro, por qué lo haces?” Responde: “por-

que me gusta”. “¿Pero te das cuenta que

haciéndolo, provocas dolor?” “Sí, medoy cuenta”. “Pero ellos podrían hacertelo mismo a ti”. “No, porque soy másfuerte que ellos, y se los impediría”.Hasta aquí ningún problema. “Pero en-tonces —le pregunto—, ¿por qué lo ha-ces?” Me responde: “Me gusta hacerlo.Produce placer picar a los demás”. “¿Si

te diera una pelota de tenis sería lo mis-mo?” “Naturalmente”, me responde,“sería lo mismo si hay piel humana”. Eneste punto ya no alcanzo a comprender-lo. Hablar con un hombre para el cualinfringir dolor no tiene importancia, nohace alguna diferencia, es algo absoluta-mente incomprensible. Le repito: “in-fringir dolor”, y me responde: “¿qué haycon ello?, ¿por qué me lo dices?” Signi-fica que no vivimos en el mismo mundo:para mí es un loco. La gente que se en-cuentra en este género de estado mentaldebe recluirse en un manicomio, no enprisión.

S. L.: Llegados a este punto, ¿piensausted que los límites de la inteligibili-dad —de lo que puede considerarse inte-ligible— están predeterminados o, por elcontrario, considera que el estudio deotras culturas pueda expandir la gamade los valores que pueden ser inteligi- bles?

I. B.: Naturalmente, el estudio de lasotras culturas puede ampliar, y de he-

cho lo hace, esta gama.S. L.: No obstante, existen límites a la

inteligibilidad.I. B.: El valor del conocimiento del

pasado y del estudio de las otras cultu-ras se encuentra en el entender más, conlo que es posible entendernos mejor anosotros mismos.

S. L.: El estudio de las otras culturasno permite solamente entender más sinoque también amplía el ámbito de lo quepuede ser inteligible.

I. B.: Sí. Puedes entender algo queanteriormente no entendías. Un hombreinteligente puede explicarte algo, e ines-peradamente entiendes algo que anteste resultaba oscuro, o incluso sin sentido.

S. L.: Por lo tanto, ¿el número de losvalores potencialmente incompatiblespuede crecer con el tiempo?

I. B.: En principio sí, pero sostengoigualmente que el número de los valo-res es infinito, porque creo que al finalsiempre queda eso que llamamos “natu-raleza humana”. Es modificable, adopta

formas diversas en culturas diversas,

pero si no hubiera una naturaleza hu-mana, la propia noción de ser humanose volvería incomprensible.

S. L.: Estas consideraciones se refie-ren al número de valores potencialmen-te incompatibles. Pero volvamos a lacuestión de la incompatibilidad y de lasconclusiones que de ahí derivan. Los

problemas en realidad son dos. En pri-mer lugar, está el de cómo usted puedeafirmar que ciertos valores son incompa-tibles, en realidad inconmensurables, sos-teniendo al mismo tiempo que es posi- ble alcanzar un equilibrio entre ellos, oincluso una transacción. Quizá es mejordiscutir antes este problema. Sin embar-go, hay un segundo: ¿por qué de la po-sibilidad de alcanzar unas transaccionesentre valores incompatibles se derivanconclusiones efectivamente liberales? Pe-ro hablemos del primer problema.

I. B.: De acuerdo, el problema de latransacción. Es término comercial. Qui-zá debería usar el término “compromi-so”. Como quiera que sea el punto es elsiguiente. Frente a un conflicto de valo-res, pongamos un conflicto moralmentedoloroso, se puede llegar a la conclusiónde que no puede haber ninguna transac-ción. Tomemos el caso de un hombre enla Francia ocupada por los nazis, duran-te la segunda Guerra Mundial. Él puededecidir unirse a la Resistencia, pero si lo

hace es muy probable que su mujer, sushijos y sus padres sean torturados porlos nazis, en caso de que estos descu- bran su decisión. En este caso no es con-cebible una transacción: no se puede es-tablecer un equilibrio por más frágil quesea entre la probabilidad de la tortura yla obligación de resistir a un régimenabsolutamente malvado.

S. L.: Este es propiamente el tipo de si-tuación sobre el cual reflexionaba Sartre.

I. B.: Sí, naturalmente. Es una elec-ción trágica. Hay muchas posibilidadesde encontrarse ante una elección trágica.

S. L.: Son los dilemas morales. ¿No esconcebible alguna transacción en el casode un dilema moral?

I. B.: Si se trata de un dilema morallacerante no puede haber transacción al-guna...

Traducción y nota de presentación de

César Cansino

• Fragmento tomado de Metapolítica

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Fragmento de “Dos conceptosde república”, capítulo

de El republicanismo en

Hispanoamérica. Ensayos de

historia intelectual y política,

volumen colectivo coordinadopor José Antonio Aguilar Rivera

y Rafael Rojas, publicadorecientemente en la Sección de

Obras de Historia.

¿En cuál de las ramasdel árbol genealógicode la república pode-mos situar a las con-

trahechas repúblicas hispanoamericanas?Desde el punto de vista institucional,tomaron el entramado de la modernarepública liberal burguesa: gobiernoselectivos, separación de poderes, consti-tuciones escritas, derechos individuales

e igualdad jurídica para sus ciudadanos.Como en el caso estadunidense, el carác-ter externo de esas fundaciones no es di-fícil de determinar. Empero, es muchomenos claro el significado profundodel republicanismo hispanoamericano.A principios del siglo XIX “república” de-signó una forma de gobierno no monár-quica. Y no mucho más. La pregunta ob-via es: ¿por qué en esa parte del mundodominó el significado formal? Al día dehoy, cuando la mayoría de los historia-dores de la región utilizan los términos“república” y “republicanismo” se refie-ren a la forma de gobierno y a poco más.La república, como mera antinomia dela monarquía, se explica en parte por elambiente político de la época. La Restau-ración reafirmó los principios políticosdel absolutismo. Aunque las monarquíasconstitucionales eran posibles (Franciahabía hecho un intento), no eran repre-sentativas de la ola conservadora posna-poleónica.

Desde el punto de vista ideológico,

el republicanismo adoptó en los diferen-

tes países de Hispanoamérica diversossignificados sustantivos; son precisa-mente esos significados y lenguajes losque debemos rescatar y analizar.

Cuando los hispanoamericanos en-frentaron la tarea de diseñar las institu-ciones de sus nuevas naciones, el mode-lo de la república liberal ya existía. Estoes significativo, pues la mayoría de losfundadores de Colombia, Argentina yMéxico no tuvieron que enfrentar la ta-rea de revisar y recrear el republicanis-mo de la Antigüedad. Por el contrario,los federalistas y los revolucionarios fran-ceses tuvieron que examinar la expe-riencia republicana clásica —y a sus co-mentadores y críticos como Maquiaveloy Montesquieu— para determinar los ele-mentos de ese bagaje conceptual e insti-tucional que deseaban conservar. En elproceso reconstituyeron la tradición re-publicana. A pesar de que la repúblicaestadunidense —caracterizada por la

existencia de un gobierno representativoen un gran Estado territorial— era muydiferente de Roma o Florencia, sus forja-dores no dudaron por un instante deque ese régimen era una república.

Los hispanoamericanos, en cambio,no tuvieron que revisar de primera ma-no el expediente de la república clásica.Si tenían acceso a la novísima física cuán-tica, entonces era una pérdida de tiempoestudiar la física newtoniana. Las repú- blicas de la América hispánica nacieronen un mundo liberal: la encrucijada en-tre la vieja y la nueva república habíaquedado atrás. Por supuesto, ésta es unageneralización. Como se documenta eneste libro, hubo quienes vieron en el pa-sado de las repúblicas un modelo rele-vante para sus naciones. El caso de Bo-lívar es paradigmático en este sentido.La historia de las fundaciones de los Es-tados hispanoamericanos se encuentrasalpicada de estos republicanos hetero-doxos. Veamos, de manera breve, el ca-so del peruano Manuel Lorenzo de Vi-

daurre (1773-1841).

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La república epidérmica

  José Antonio Aguilar Rivera

váis y José Luis Ibáñez. Nuestroreconocimiento a ambos por elamable recorrido a través del au-tor de Nostalgia de la muerte(1938), entre otros títulos memo-rables de Villaurrutia.

 A los 83 años de edad el escri-tor y periodista italiano CarloCoccioli falleció el mes pasadoen la ciudad de México, donderesidía desde 1953. Autor de 32libros traducidos a varios idio-mas, era autor del FCE (Dos ve-

ces México, 1998) además de co-laborador en varios periódicos y

semanarios.

Damos puntual acuse de recibode la revista Estudios del ITAM.En su edición reciente sus pági-nas se ocupan de la reflexión so-bre la educación desde variasperspectivas, que van de la ges-

tión municipal a los valores parael nuevo milenio. Dos artículosque comentan el fenómeno –vitalya para muchos– del internet.Otras notas hablan sobre cues-tiones humanísticas y sobre laobra de Dante, además de unaentrega especial de Julián Meza.

 A los 40 años de su aparición, ce-lebramos a una de las novelasmás representativas de la reno-vación estética de los años se-senta, Rayuela, de Julio Cortá-zar, obra merecedora de más deun homenaje y de una relectura—la nuestra y la de otros entu-siastas— que dan cuenta de suinusual juventud y actualidad.

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Vidaurre es singular porque en 1820citó a Maquiavelo como un autor repu- blicano y no como el pérfido maestro delengaño. Según Ávila, Vidaurre, antiguodiputado peruano y “uno de los liberalesmás comprometidos con la democraciarepresentativa”, hizo notar las anoma-lías en el proceso de selección de dipu-tados representantes de América a lasCortes, por lo que pidió su anulación.Exigió que la elección “se hiciera por lapoblación de las provincias que debíanestar representadas: jamás dañó a la re-pública —dice Maquiavelo— la autori-dad constituida por el sufragio de los

hombres libres”. Esta referencia es muynotable pues, como se ha dicho, en elmundo hispánico existía un claro anti-maquiavelismo. Vidaurre hacía alusióna los Discursos sobre la primera década de

Tito Livio, donde Maquiavelo afirma acer-ca del pueblo:

[...] sus elecciones de magistrados tam- bién son mejores que las de los prín-cipes, pues jamás se persuadirá a unpueblo de que es bueno elevar a es-tas dignidades a hombres infames yde corrompidas costumbres, y pormil vías fácilmente se persuade a unpríncipe. Nótase que un pueblo, cuan-do empieza a cobrar aversión a unacosa, conserva este sentimiento duran-te siglos, lo cual no sucede a los prín-cipes. De ambas cosas ofrece el pue- blo romano elocuentes ejemplos, puesen tantos siglos y en tantas eleccio-nes de cónsules y de tribunos no hi-zo más de cuatro de que tuviera quearrepentirse, y su aversión a la digni-

dad real fue tan grande, que ninguna

clase de servicios libró del merecidocastigo a cuantos ciudadanos aspira-ron a ella.

La referencia a Maquiavelo no es unacasualidad. En sus escritos Vidaurre re-curre a él en innumerables ocasiones.Sin embargo, aun este maquiavelismo

anómalo ocurre en un contexto hispá-nico. Los hispanoamericanos —afirmaSafford— utilizaban de manera frag-mentaria las ideas. No elaboraban di-sertaciones teóricas —como Harringtonen Inglaterra— sino tomaban argumen-tos, ejemplos, máximas de autores clá-sicos, para sustentar sus opiniones y ale-gatos. La coherencia ideológica era lode menos. En las obras clásicas veían unarsenal compuesto de ideas discretas yseparables unas de otras, no una ideolo-gía a la manera de Pocock. Por ello po-día recurrirse a una gran variedad de ar-mas de manera oportunista. En cambio,la república, en términos clásicos, era ununiverso de significados, conceptos, ins-tituciones y preocupaciones vinculadosentre sí. La apropiación de los hispanoa-mericanos de la tradición republicana,en el grado en que existió, fue parcial.

Lorenzo de Vidaurre recurría de ma-nera ecléctica a las ideas de Montes-quieu, Rousseau, el abate Saint-Pierre,Filangieri y muchos otros autores popu-

lares de la época. Sus Cartas americanaspertenecen al canon del ensayo occiden-tal. “Me distraigo como Montaigne”, es-cribió Vidaurre. Empero, es el uso deMaquiavelo lo que lo coloca en una ca-tegoría aparte entre los ideólogos hispa-noamericanos.

A diferencia de la mayoría de suscontemporáneos, Vidaurre conocía bienel legado republicano del florentino. Lacita del  Manifiesto sobre las eleccionesno es la única evidencia de ello. En susCartas afirmó: “Escribiendo Maquiaveloen la primera década de Tito Livio sobrelas alabanzas que se deben a los funda-dores de las repúblicas dice: ‘que losque se entregan a la tiranía no conocencuánto pierden de fama, gloria, seguri-dad y quietud, y en cuánta infamia, des-precio, vituperio, peligros y turbacionesinciden’”. En la misma vena: “decía Ma-quiavelo: ‘la calumnia infunde miedo; elmiedo hace proyectar la defensa; la de-fensa solicita partidarios’”.

Vidaurre comparte algunas de las

preocupaciones clásicas del republica-

nismo, como la corrupción y la virtud.Así, “un pueblo corrompido —dice Ma-quiavelo— nunca será libre aunque pe-rezca toda la dinastía bajo cuyo poderestuvo esclavizado. Un pueblo libre, sise corrompe, perderá su libertad, no te-niendo energía suficiente para defen-derla”. La corrupción es el egoísmo al

que tienden por naturaleza los hombres:

 Juan Jacobo Rousseau [...] conocíaperfectamente el corazón del hom- bre. Antes que él, lo había estudiadoNicolás Maquiavelo. Ambos estánpersuadidos de que el interés priva-do ocupa más la atención de los ciu-dadanos que los males públicos, losefectos morales y políticos de la tira-nía. Un usurpador se mantendrá enel trono si respeta las propiedades[...] yo he estudiado como ellos lahistoria, y he conocido que las pasio-nes son iguales en los pueblos segúnsu estado de virtud y corrupción.

Vidaurre hace también eco del repu- blicanismo cuando teme por la libertad,que es un bien precioso y en extremofrágil: “Aman todos la libertad, es cier-to, pero son muy pocos los que trabajanen establecerla, y son muchos, como ob-serva Maquiavelo, los que se ponen departe del gobierno establecido. En él ha-

llan una utilidad presente y segura, y enla variación y novaciones toda especiede riesgos”. La incompatibilidad entreuna sociedad de jerarquías rígidas y unacomunidad cívica tampoco pasó inad-vertida para el peruano: “Maquiavelome había enseñado que no habrá repú- blicas donde hay rangos que sostener”.

Esta lectura no ofrecía, es necesarioreconocerlo, muchas esperanzas para laAmérica española. Las colonias habíanvivido bajo el yugo de la metrópoli, yesta sujeción era un tema prominente enel discurso de los criollos independen-tistas. ¿Cómo podrían ser libres aquellasnaciones que en 500 años no conocieronel autogobierno? Las enseñanzas del se-cretario florentino, reconocía Vidaurre,no eran alentadoras:

Maquiavelo en un capítulo reúne lascausas que concurren para que ciertospueblos no sepan defender su liber-tad. La primera, y más grande, no ha- ber sido libres y no conocer el extensi-

vo mérito de la libertad: la segunda, la

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corrupción de costumbres que siem-pre procuran aumentar los tiranos, latercera, la mala aplicación del cristia-nismo, dándose por virtudes el con-sentimiento en la servidumbre, la pa-ciencia sin límites, la baja humildad.

El argumento adquiría una nueva

gravedad en las tierras del Nuevo Mun-do. Así, la teoría política republicana ex-plicaba el origen de los conflictos intes-tinos y guerras civiles que aquejaron aHispanoamérica desde su nacimiento.La libertad no se establecería de manerasosegada ahí. De esa lectura derivó unpeculiar realismo: “Para asegurar la li- bertad —dice un gran político— es ne-cesario que se sacrifique a los hijos deBruto. Un pueblo que la tuvo detenidapor largo tiempo, cuando violenta losobstáculos que la oprimían, no puedecorrer con el método suave y moderado,que una república establecida desde si-glos muy remotos”.

Como hemos visto, Rousseau y losrevolucionarios estadunidenses ya ha- bían enfrentado el problema de la obso-lescencia de la república. En ambas ori-llas del Atlántico había escépticos sobrela posibilidad de instaurar ese tipo derégimen. No es extraño, entonces, que alprincipio de la crisis política que final-mente conduciría a la independencia,

los criollos españoles mostraran unamarcada ambivalencia respecto de la re-pública. Vidaurre no fue la excepción.Cuando la autonomía relativa era unaposibilidad real, la independencia —y larepública— aparecían como entelequiaspeligrosas. Sobre Rousseau afirmó en-tonces:

Se atribuye al Contrato social deRousseau la causa de la insubordina-ción de los vasallos. Desearía que le-yesen las obras de este genio [...] co-nocerían [...] que no hay gobiernosmás despóticos, más inhumanos, quelas repúblicas. Cuando fue persegui-do en Francia se acogió a los suizos,y le fue preciso huir inmediatamen-te. Federico II, que fue un déspota, leconcedió asilo en sus estados. Tancierto es en mi concepto que el peorde los reyes es menos feroz que uncónclave formado por el pueblo.

Una parte de esta desconfianza debe

entenderse en el contexto del conserva-

durismo producido por la Restauraciónen Europa, que influyó en los hispanoa-mericanos. Sin embargo, también recu-rrían a la consabida teoría de Montes-quieu sobre la imposibilidad de establecerrepúblicas en grandes Estados. Así, elperuano afirmó: “Si la república helvéti-ca tenía en su simplicidad y pobreza, y

en la pequeña extensión de su terreno,todos los principios para una verdaderarepública, la América se halla en un es-tado enteramente distinto”.

El problema no era sólo la dimen-sión, sino el anacronismo conceptual. Vi-daurre escribía cuando Montesquieu yale había propinado un duro golpe a laañoranza de la república clásica. Las crí-ticas y objeciones del autor de Del espíri-

tu de las leyes habían sido internalizadaspor las élites criollas. Vidaurre repitió lacrítica de Montesquieu sobre la belicosi-dad de los romanos: “[...] nos hallamosen el caso de la corrupción de los prínci-pes monárquicos señalada por Montes-quieu [...] Muchos romanos fueron vícti-mas sin utilidad común de su fanáticopatriotismo. Consagrarse a los dioses in-fernales, arrojarse al medio de las hues-tes enemigas, son hechos animados porla superstición o la locura”. En el fondoconcibió la libertad en términos de nointerferencia y predecibilidad de la ley:“La libertad sólo consiste —como decía

Montesquieu— en la seguridad que selogra bajo el amparo de las leyes. Si laley no es más fuerte que el ciudadano,no hay libertad”.

En el caso de Vidaurre y de muchosotros ideólogos de la primera etapa dela independencia, la religión no estabaen principio reñida con la república:Rousseau y Maquiavelo erraban al ma-nifestar animadversión hacia la religióny la Iglesia: “El cristiano es buen soldadoporque no teme la muerte: es buen ciu-dadano, porque respeta los derechos delos demás, y no tiene un amor desorde-nado de sí mismo: es buen vasallo por-que se le previene la sujeción a las po-testades legítimas”.

La lectura de Vidaurre de Maquiave-lo no es unívoca: no ignoraba que el re-publicano de los Discursos era tambiénel autor de El príncipe. Sin embargo, nodescartó del todo al segundo. Era tam- bién una fuente de sabiduría política. Elperuano lo sabía muy bien: “¡Maquiave-lo, Maquiavelo, quien no te estudia no

puede acertar en la política!” Si no de

moralidad, las lecciones de El príncipe

eran de prudencia. Así, “bueno es —di-ce Maquiavelo— que el príncipe tengatodas las virtudes, pero si carece de ellaspor lo menos es necesario que las apa-rente”. De la misma manera, “[...] unpueblo que quiere ser independiente, omudar de dinastía, jamás cede por casti-

gos ni tormentos. Es un recurso, aunqueno seguro menos expuesto, guardar lamás rigurosa justicia. Maquiavelo tam- bién lo aconseja y lo enseña la razón”.No utilizar tropas mercenarias y defen-der sólo aquellas posiciones que lasfuerzas permitían eran consejos al prín-cipe que podían ser rescatados con pro-vecho.

Con todo, el Maquiavelo republicanono era completamente asimilable alconsejero del príncipe. Las argucias po-dían ser efectivas, pero eran reproba- bles. Cuando Simón Bolívar se proclamópresidente vitalicio de Perú, Vidaurre locriticó. Al hacer el recuento de sus accio-nes, afirmó:

En todo esto se sujetó a las reglas co-munes a los usurpadores, todas en-señadas por Maquiavelo. El capítulo20 de su libro El príncipe comienzapor estas palabras: Hay príncipes quepara mantenerse en sus Estados desar-man a sus vasallos. Entra explicando

que unas veces conviene demoler lasplazas, otras fortalecerlas; y sigue: sitrata de unir un Estado nuevo a unEstado antiguo y hereditario del prín-cipe deberá desarmar a los nuevosvasallos, a excepción de aquellos quese habían declarado por él antes de laconquista. Aquí tiene U. a la letra loque practicó Bolívar.

Vidaurre lamentaba que el Maquia-velo republicano hubiera quedado anu-lado por el autor de El príncipe: “¡Maquia-velo, Maquiavelo! Cuando no hubiesesenseñado otra doctrina que la de saberusar de las calidades de León, y la Zorracon oportunidad, deberías ser tenido porel primer político de los tiempos”. Al fi-nal, y a pesar de todo, el florentino erasencillamente indispensable. “Yo siem-pre con mi Maquiavelo”, reconoceríaVidaurre.

Fue este realismo inspirado en el Re-nacimiento el que lo llevó a temer a larepública por excelencia: los Estados

Unidos.

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El siguiente texto fue leído por suautor el 12 de agosto al recibir laMedalla de Oro Bellas Artes. La

ceremonia, que celebró en AlíChumacero 85 años de infatigable

labor como poeta y editor, se realizóen el Palacio de Bellas Artes, con

la participación de Elsa Cross,Marco Antonio Campos, EduardoHurtado y Francisco Hernández.

Del mismo autor nuestra casaeditorial ha publicado Palabras en

reposo (Tezontle, 1985), Los

momentos críticos (LetrasMexicanas, 1987), En la orilla del 

silencio y otros poemas (EntreVoces, 1997) y Páramo de sueños

(Fondo 2000, 1997).

Antes que nada, manifiestomi gratitud por este recono-cimiento que hoy se otorga,a través de mi humilde per-

sona, a un oficio al que he dedicado losmejores momentos de mi vida. Se reco-noce así una actitud nunca desvirtuaday una vocación cuyo entusiasmo intentadarse la mano con el acierto, en que lapasión por lo imprevisto procura trans-formase en formas bellas y donde elamor por la lengua castellana aspira aexpresarse en páginas que pretendenperdurar.

Aun aquellos que hemos dedicadonuestro ánimo a celebrar debidamente laclaridad de la vida y, a la vez, intentamosadiestrarnos en el misterio de la poesíapermanecemos asombrados, equidistan-tes de la razón y la imaginación, pero se-guros de haber elegido el quehacer quemejor se aviene con nuestra idea de con-cordia entre vida y poesía.

Desde la juventud, la magia de las sí-

labas contadas se insinúa, nos sigue, nos

acosa. Es la indefinible acompañante queempieza a estar a nuestro lado, cada vezmás cerca, poco a poco más íntima, has-

ta sumarse finalmente a lo que somos opor lo que ambicionamos llegar a ser.En esa estricta amistad, el poeta es sóloun hombre que aprovecha la multitudde experiencias compartidas con sus con-temporáneos y las apresa en sonidos quehabrán de convertirse —en la concienciade los demás— en una revelación grataal universo emocional del sentimiento.Hemos de considerar entonces que lapoesía es una proyección del espíritu yuna confrontación con la realidad. Resul-ta claro advertir que por encima de la pa-labra, o al menos dentro de su ámbito, seasienta nuestra condición humana.

Escribir poesía no es arar en el mar.Porque la poesía conforta, libera y enri-quece, en un recinto superior, nuestrasposibilidades de existencia. Y tambiénporque revela, descubre, colma de graciael vacío, es símbolo y al mismo tiempocrea un relación que establece vínculossingulares entre el hombre y el espacioque lo rodea. Traducir lo que presientenlos sentidos, mirar hacia adentro, más

allá de las superficies, conocer el tras-

fondo de los objetos, son cualidades dequien escribe poesía. Cuando el poeta, asolas, toma una pluma y dibuja en pala-

 bras su emoción, opone un dique al trans-currir del tiempo y lo torna en un ríoque regresa constantemente a su princi-pio. Como la estatua asentada en la quie-tud, la poesía desvanece la amenaza de loefímero, el riesgo de la desaparición, pueslo cotidiano —lo contiguo, lo que se ha-lla cerca de nosotros, a la mano— fluye asu través transformado en una nueva rea-lidad estable o al menos en una prolonga-ción de la realidad existente. El poemarefleja esos instantes, alegres o melancóli-cos, que conforman aspectos de nosotrosmismos, que son piedras de nuestro edi-ficio, que intensifican el caos de nuestrossentimientos y esclarecen nuestras mise-rias y nuestras cualidades.

Es todo lo que deseo expresar.

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Concordia de vida y poesía

 Alí Chumacero

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Palabras leídas en la entrega dela Medalla de Oro Bellas Artes

a Alí Chumacero.De la misma autora el FCE publicó

recientemente Ultramar (LetrasMexicanas).

Es para mí un honor y un gus-to poderme sumar a las vo-ces que hoy saludan en ho-menaje a Alí Chumacero.

Alí ha sido para nuestras letras, y pa-ra muchas generaciones de escritores,una presencia tutelar. Una presencia vo-luntariamente discreta, a veces callada,pero constante y generosa, como un ci-miento invisible o una piedra angular.

Su poesía es también así. Es una poe-sía enigmática, de gran densidad con-

ceptual, que en ocasiones oculta muchomás de lo que muestra y obliga al lectora leerla entre líneas o a reinventarla.Siempre me preguntaré cuál es el fondo,por ejemplo, del poema “Los ojos ver-des”, o de versos como éste, tan velar-deano: “Un cangrejo inútil quiere ser midisfraz”.

En un ensayo sobre Manuel JoséOthón, Alí Chumacero señalaba cómoeste gran romántico sintetizó en una do-cena de poemas lo que había queridodecir a lo largo de su obra. Y esa mismasíntesis, que es una virtud envidiable, laha ejercido Alí en la concisión de su pro-pia poesía.

Así, por ejemplo, un poema no reco-gido en ningún libro, que se titula“Ola”, con resonancias inequívocas deVillaurrutia y Gorostiza, contiene en suslimpios endecasílabos toda una poéticaque sustentaría parte importante de sutrabajo.

Si observáramos la adjetivación utili-zada en la primera estrofa de este poe-

ma, donde aparecen palabras como he-

rido, imperceptible, oscuro, sosegado,amargo, oculto, doliente, ávido, podría-

mos hallar la descripción directa de unagama de tonos y de tópicos de la poesíade Alí.

(Y entrando en consideraciones ex-traliterarias, todos estos adjetivos po-drían aplicarse también a la extraordi-naria fotografía de Alí joven, de 23 años, bello y engimático, a su vez, tal como locaptó Lola Álvarez Bravo en 1941.)

Pero tanto en el poeta como en elpoema, dentro de esa concentraciónsombría, casi lunar, hay sin embargo luzy calidez. Éstas se revelan en toda sufuerza en la segunda estrofa de ese mis-mo poema, que aparece casi como unnegativo de la primera. Aquí encontra-mos, a través de la adjetivación, esa otracara, en términos como: hermosa, desnu-da, iluminada, lujuriosa, ardiente, ena-morada, insaciable.

Parecería que en este poema, “Ola”,se desdoblara la estructura entera delprimer libro de Alí, Páramo de sueños, cu-ya primera parte, que tiene como cons-tantes, el sueño, la muerte, la navegación

de la noche, contrasta con los vibrantes

poemas amorosos y eróticos de la se-gunda, aun los de tono más trágico. Se

diría que son dos libros, pero se podríanver también como dos alas de mariposa,asimétricas, pero sosteniendo el mismovuelo.

Es quizá la veta de una de esas alas,la más oscura, la que me llama en espe-cial la atención, en toda esta poesía de juventud. Por muy bella y profunda quees la poesía amorosa de Alí, me intrigantambién las sombras y los reflejos quefulguran en muchos de los otros poe-mas. Hay uno que pertenece a la prime-ra parte, y conjunta todos los elementosdel viejo tema de Narciso, que aparece-rá tangencial o directamente en otrospoemas posteriores. Se llama “Espejo dezozobra” y dice:

Me miro frente a mí rendido,escuchando latir mi propia sangre,con la atención desnudadel que espera encontrarse en

un espejoo en el fondo del aguacuando, tendiendo el cuerpo, ve

acercarse

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Alí Chumacero: una presencia tutelar 

 Elsa Cross

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su sombra, lenta e inclinada,a la suprema conjunciónde dos pulsos perdidos en sí

mismos,como doble sueño o palabrainserta en eco hasta llegara la primera orilla del silencio.

Y prosigue el poema hasta los últi-mos versos, que dicen:

...ya mi sueño frente a mí menombra,

ya destroza el espejo en que se guarday reclina su voz sobre la mía:ya estoy frente a la muerte.

Aquí, el reflejo es la muerte; no la be-

lleza. Seguramente Alí era muy jovencuando escribió estos versos; y algo quenunca dejará de asombrar son los jóve-nes que hablan de la muerte. Esto lo re-fuerza otro poema de ese primer libro,“Muerte del hombre”, donde la muertetambién es “clara como espejo”. Celebroque no haya habido aquí ningún ele-mento premonitorio y que hoy festeje-mos los 85 años de Alí, si es que es cier-to lo que se pensaba en el mundo anti-guo acerca de que en el reflejo estabacontenida el alma de un hombre, y queal soñarlo se estaba frente a un auguriode la propia muerte.

Pero el tema de Narciso reaparece enuno de los poemas de Alí que me pare-cen más perfectos, “Narciso herido”, desu segundo libro, Imágenes desterradas.En él retoma Alí este tema —que en lopersonal me interesa— y que ha sidocrucial en la obra de poetas de todos lostiempos, incluido el nuestro: Paul Valéry,Rilke, Iannis Ritsos, Lezama Lima, lo hantratado, así como González Martínez y

González Rojo padre, entre otros.

Alí lo aborda desde una perspectivaextraña. Tal vez en pocos poemas es tanhermético como en éste, y uno puedepreguntarse muchas veces quién es elsujeto del poema, o el verdadero yo poé-tico en este poderoso arquetipo —tantopara la poesía como para el psicoanáli-sis—. ¿Quién dice en el primer verso delpoema “En mí condenas tu belleza”?¿Es el reflejo, el espejo de las aguas, eldoble irreal —un doble poético—, o esla muerte, la sombra, la amada?

“En mí condenas tu belleza”, y elsegundo verso dice: “y la inmóvil tersu-ra de tu espejo”. Entonces no es el espe- jo el que habla. ¿Es un reflejo vivo? En-tre el rostro de Narciso y su reflejo han brotado la impecable y decadente plasti-

cidad de Valéry, el “Narciso sin rostro”de González Martínez, o en Lezama, “lafirmeza mentida del espejo” que “supuerta al cambiante pontífice entreabre”.

En Alí, el tema evoluciona así: “Enmí condenas tu belleza / y la inmóviltersura de tu espejo”, que da paso al es-pléndido tercer verso, “como la rosaequidistante y fría”. ¿Es entonces unaamada, no quien habla sino a quien sedirige el poeta?

En el primer libro, Páramo de sueños,

el poema “Espejo y agua” dice:

y si al espejo miro y me reflejoallí encuentro tus ojos, tu silencio

de cera.

En “Retorno”, poema final de esemismo primer libro, encontramos tam- bién bordeando la misma orilla:

Pensar en ti no es pensarcon alguien o con algosino hundirme en mí mismo

y mi principio.

Y más adelante:

Y todo vive inútilmenteadonde miro allí me encuentroen vano espejo de mi soledadcon simulado rostro de Narciso.

Volviendo al segundo libro y al poe-

ma que mencionaba antes, “Narciso he-rido” parecería, en efecto, ser el yo poé-tico el que habla a una amada que es supropio reflejo, y que dice:

...si me mirarasun viaje de ternura cercenaday un viento de ceniza encontrarías

No es el reflejo feliz de los dos aman-tes, con caras de espejo reflejando unasola mirada extática y absorta, que pin-tó Remedios Varo, pues Alí dice al final:

Te siento fiel a mí, hundido en mialbedrío

tan semejante imagen de mi rostroque en mí te niegas, tú, pues yo no

existo.

¿Quién contempla a quién en el poe-ma de Alí? No importa, en realidad,pues la amada o él se devuelven la mis-ma imagen, pero sólo reflejan la propiasoledad. El tema de Narciso da aquí un

giro distinto, y Alí tal vez recurrió a es-ta imagen de Narciso para mostrar laimposibilidad de la unión. ¿Cuánto deesto persiste en su poesía posterior? ¿Có-mo se enlaza con otros motivos poéti-cos? ¿En qué se transforma ese amor?Hallar las respuestas daría el tema de unextenso ensayo.

Que unos cuantos poemas escogidoscasi al azar, como éstos, permitan descu- brir tantas resonancias, da una idea de lariqueza de la obra poética de Alí, y de lomucho que podemos recibir de ella concada nueva lectura, y también lo mu-cho que aguarda a las generaciones jóve-nes que se acerquen a ella. Por este regalo,de nuevo, nuestra gratitud y felicitacio-nes a Alí. También por el regalo de suamistad, de su presencia generosa y be-lla, de su sonrisa.

 LA GACETA

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LA GACETA15

Homenaje a Alí Chumacero

a la manera de Mardonio Sinta

 Francisco Hernández

• De Francisco Hernández el FCE ha publicado Antojo de trampa, antología poética incluida en la colecciónLetras Mexicanas, 2002. El texto transcrito aquí fue leído durante la ceremonia de entrega de la Medalla de OroBellas Artes a Alí Chumacero.

(De fondo, arpa veracruzana)

I Yo no sé escribir ensayoNi crítica de poesía.Por eso trepo a un caballoSin rienda ni altanería Y al ratito ya me callo,Pues me falta la energía.

IILlegando de lo argentinoAlgo entiendo del destierro.Hay responso, hay peregrino Y verso del Martín Fierro

Que me dieron el caminoDe la canción donde yerro.

IIIHabrá quien amor prometaPor la prisa consumido.Ley habrá en Acaponeta

Cuando se arraigue al sonidoDe alguna línea secretaQue insista en lo prometido.

IVEn cada pausa de AlíSe apuesta por el retorno.No por eso amanecí diciendo al mundo“buon giorno”:Mejor digan que entendíLa tempestad del trastorno.

V

A la sombra de su sombraSiempre me voy a inspirar.Quedarse ciego no asombraSi es costumbre adivinar  Y si la razón escombra,No la vuelvo a mencionar.

VICon tanto mar a la vista,Mar de fondos y de cielos,habrá que pasar revistaa quienes sufren de celoscuando el Chumacero artistacausa por amor desvelos.

VIILa ceniza, en un jardín,Luchaba por desnudarse.Su lujuria era el botínDe quien, al verla mostrarse,Se desató el corbatínQue ya empezaba a esponjarse.

VIIIHabrá larga permanenciaPara versos tan logrados.Alí sabe de la esenciaDe sus logros recitadosCon lujo de transparencia Y con los ojos cerrados.

IXVestido de grana y oroCruza la arena el torero.Hay una imagen de toroBravo, castaño, lucero,Que sin ser un meteoro Ya mató a un banderillero.

X

La plaza queda vacíaComo el sueño y la espesura.El poeta comienza el día,Poco a poco lo inaugura Y en fraguas de poesíaNos regala su escultura...

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Del mismo autor el FCE hapublicado, entre otros, los

siguientes títulos: Documentos

cortesianos (Obras deHistoria) y Hernán Cortés (Obras

de Historia).

E

ntre los nuevos mexicanistasfranceses sobresale Chris-tian Duverger. Comenzó ha-cia 1978 sus estudios con mo-

nografías sobre temas prehispánicos: elespíritu de juego, los sacrificios huma-nos, los orígenes y la conversión religio-sa de los indios. Y en 1999 saltó a un te-ma más amplio y ambicioso: el arte en

 Mesoamérica. Dos años más tarde nosofrece este Cortés (Fayard, París, 2001),un libro original y apasionante.

Dentro de la gran tradición de la pro-sa francesa, Duverger es un narradorcuya fluidez no se ve impedida por lasmarañas documentales. Cortés tiene una

 bibliografía impresionante: sus propiosescritos y los de sus compañeros y jefes;los testimonios indígenas, los historia-dores y cronistas de la conquista, desdeBernal Díaz hasta los contemporáneosde hoy; y anécdotas y alusiones, favora- bles, neutrales o feroces contra él. Nues-tro autor maneja lo esencial de este re-pertorio que rara vez cita en su textoprincipal pues prefiere ponerlo en las no-tas que a veces traduce al francés y repi-te en su original. Así logra esa fluidezantes aludida. La historia de Hernán Cor-tés se lee como una novela de aventuras.Pero con una novedad importante. Nohay buenos y malos; pues, según Duver-ger, Cortés se enamora de sus enemigosy se vuelve un Cortés mestizo. Los malos,en todo caso, serían el gobierno español,Carlos V y sus agentes, que impiden alhéroe Cortés llevar a cabo sus accionesde mestizaje. Tal es la idea principal deesta biografía.

En lugar de los taínos, mitificados porlos humanistas —dice Duverger— “exis-

ten los mexicanos: ellos encarnan otro

modelo cultural, otra forma de civiliza-ción. Librados de sus prácticas sacrificia-les, pueden testimoniar genio humano.Son una alternativa” (p. 242).

La idea del capitán general es realizarun injerto español en las estructuras delimperio azteca, a fin de engendrar unasociedad mestiza. Para Cortés, no se tra-ta, en ningún caso, de transplantar alaltiplano mexicano una microsociedadcastellana, una copia colonial, marchitade la madre patria. Lo cual ya se hizo enla Hispaniola y en Cuba, con el éxito co-nocido; en México, los españoles debe-rán fundirse en el molde autóctono.Pronto, por ejemplo, Cortés se empeñaen aprender el náhuatl, la lengua de re-lación en Mesoamérica, como lengua ofi-cial de Nueva España. Decide que en laescuela la enseñanza se dé en la lenguavernácula o en latín. En México no habráhispanización. Aprovechando los conse- jos ilustrados y las lecciones particulares

de Marina, Cortés parece dominar el ná-huatl, aunque, en los actos oficiales, con-serve a su intérprete indígena para res-petar las tradiciones autóctonas (p. 243).

En las páginas siguientes, Duverger,en su entusiasmo cortesiano, hace algu-nas afirmaciones que me parecen difícilesde aceptar: “Tenemos pruebas de queCortés —dice— logró la comprensión delsistema de escritura pictográfica [de losnahuas] y que hizo de él un uso realmen-te mestizo” (p. 244).

Toda empresa de mezcla cultural —es-cribe Duverger— pasa por el mestizajede las sangres. Cortés tiene al respectouna opinión perfectamente ajustada.Concibe la emergencia de su sociedadmestiza como una maternidad. Ya quela mujer, y sólo ella, representa la fasemás civilizada del mundo, puede ser in-vestida de esta misión de confianza: en-gendrar el nuevo mundo. Fascinado porla mujer amerindiana a la que profesaráun culto, va a imponer la mezcla de san-gres haciendo que las mujeres mexicanas

tengan el papel de madres de la nueva ci-

vilización. De allí su feroz oposición a lapresencia de mujeres españolas en suoperación de conquista (p. 249).

El retrato físico que Duverger hace deHernán Cortés —en la página 250— es almenos sorprendente. Como de 1.70 m dealtura [los antropólogos que examinaronsu huesos creen que medía 1.58], bien he-cho, esbelto y musculado, su rostro no esni bello ni feo, nariz aguilina, cabellos cas-taños, ojos negros, de humor parejo, deconversación placentera, erudito, cultiva-do, diestro en el retruécano, que gusta dela fiesta sin ser juerguista, que bebe vinosin embriagarse, que sabe apreciar la bue-na mesa sin poner mala cara por lo frugal,es elegante y siempre bien puesto aunquevista sin ostentación; vivaz y chispeante,sin caer nunca en la pretensión. No es al-tivo ni despreciativo pues tiene la aptitudde saber escuchar, comprender y ser com-pasivo. En el fondo, es un hombre simpá-tico y caluroso que posee gran dominio

de su comportamiento. “En este cuadrocaracterológico —dice Duverger— muy bien documentado, todo exceso de ordensexual no puede tener lugar. Cortés no esun libertino” (p. 250).

Respecto a este tema erótico, Duver-ger escribe más adelante: “En Coyoacándesde luego y después en México a par-tir de enero de 1524, Cortés no vive comoun depravado sino como un príncipe na-hua que trata con respeto y deferenciaa sus numerosas esposas” (p. 252). Tresde sus hijos, hacia estos años los tendrácon mujeres indígenas. Y Duverger co-menta: “Ahora, Cortés ha mezclado tresveces su sangre con las indígenas: se hacasado con el Mundo Nuevo” (p. 256).

Además de la lengua y la sangre, lacristianización de los indios es la terceraempresa del proceso del mestizaje. “Lejosde querer hacer tabla rasa del pasado pa-gano, el conquistador tiene muy pronto laintuición de que no habrá cristianizaciónde México si no se captura la sacralidad delos lugares de culto indígena. Al princi-

pio, no construye iglesias sino que trans-

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Un nuevo Cortés mestizo

 José Luis Martínez

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forma los antiguos santuarios paganosen templos cristianos [...] y cuando enCempoala ve la tristeza de los indios an-te los despojos de los ídolos de su santua-rio comprende que el mensaje cristianoserá rechazado si no se arraiga en el anti-guo paganismo [...] Para Cortés el catoli-cismo no es una religión de exclusión,

pues su valor reside en la universalidadde su mensaje y en su esencia altruista.En la antípoda del espíritu inquisitorial,Cortés no tiene ningún escrúpulo en im-poner su visión humanista del cristianis-mo, liberal y tolerante. En el fondo, laúnica verdadera condición que se exige alos indios para su conversión es queabandonen los sacrificios humanos [...] Elcristianismo es también una religión sa-crificial y la misa no es otra cosa que lareactualización del sacrificio de Cristo.Pero, precisamente, el paso de lo real alo simbólico se percibe como una con-quista cultural, una conquista de civiliza-ción [...] Cortés va a encontrar religiososintelectualmente preparados al desafíomexicano […] En su empresa lo ayuda-rán los franciscanos [...] En el ánimo delos evangelizadores de México existe laidea dominante de que es preciso apar-tarse de los españoles y de su lengua. Asípues, los Doce predicaron en la lenguavernácula. Y se acercarán a los indios ex-presándose en su idioma sin obligarlos

a perder su cultura y a abandonar supropia lengua [...] Aunque el choque delos primeros tiempos haya sido rudo, lahistoria dio la razón a Hernán. Los indiosadoptaron un cristianismo mestizo, sufi-cientemente indígena para ser aceptadopor los mexicanos, y suficientementecristiano para no llegar a ser declaradocismático por el Vaticano” (pp. 256-261).

Todas las demás acciones de Cortés,en México y en España, están expuestaspor Duverger con este mismo espírituapologético. Concluyo citando un juiciode las páginas finales de este libro entu-siasta: “De sicología compleja, ajena alespíritu de su tiempo, visionario, Her-nán no es un conquistador ordinario.Molesta porque pertenece a los dos cam-pos a la vez. Ajeno a todo oportunismo,es un mestizo de fe y de convicción” (p.408).

Espero que se traduzca y publique es-te libro. Es una de las biografías cortesia-nas mejor escritas. Su visión de Cortés,positiva a toda costa, sorprenderá o en-

cantará a sus lectores.

LA GACETA17

El siguiente texto es unfragmento del prólogo de Miguel 

Hidalgo, la vida del héroe, de LuisCastillo Ledón, recientemente

publicado por el FCE y la Cámarade Diputados (Obras

de Historia, 2003).

Libro de grata lectura y bio-grafía confiable en lo esen-cial,  Hidalgo, la vida del héroe

se caracteriza entre las gran-des obras históricas. En las encrucijadaspolémicas que rodean la vida de Hidal-go, Castillo Ledón prefiere dejar correrlas opiniones manidas, sin discutir lacompleja situación del Padre de la Pa-tria como jefe militar, líder político y sa-cerdote revolucionario. Así ocurre anteel saqueo de la Alhóndiga de Granaditasdel 28 de septiembre de 1810, con la ne-gativa del cura Hidalgo a tomar la ciu-dad de México a principios de noviem-

 bre de 1810 o en la polémica utilizaciónde la imagen de Nuestra Señora de Gua-dalupe al frente del ejército insurgente.En los tres casos Castillo Ledón cree enla palabra, a menudo contradictoria, delpadre Hidalgo.

De mayor interés es el examen que el biógrafo realiza de la naturaleza de las re-tractaciones de Hidalgo, antes de ser fusi-lado el 30 de julio de 1811. Castillo Ledónfue el primero en consultar minuciosa-mente la Colección de Documentos para la

 Historia de la Guerra de Independencia de

 México (INEHRM, 185) que Juan HernándezDávalos publicó en 1878. Con el auxiliode esa documentación, Castillo Ledónllega a un fallo salomónico y acaso justo:Hidalgo se arrepintió como católico, an-sioso de morir reconciliado con su Iglesia.Pero en su mensaje final no hay una re-nuncia política de fondo de los principiosmorales e intelectuales que lo habían lle-vado a la rebelión.

A Castillo Ledón debemos, a su vez,la primera reconstrucción legible de la

larga educación intelectual de Miguel

Hidalgo, de sus tesoneros esfuerzos deilustración, que durante la segunda mi-tad del siglo XVIII lo convirtieron en unapersonalidad que fatalmente habría deentrar en colisión con el decadente vi-rreino borbónico. En Hidalgo, la vida del

héroe encontramos a un párroco de Do-lores más cercano a la Compañía de Je-sús, cuya expulsión hubo de marcarle,que a un Voltaire que acaso ni siquieraleyó. Y muchas de las dudas de CastilloLedón siguen vigentes, lo cual honra al biógrafo y nos obliga a leerlo con grati-tud. Seguimos ignorando en qué medi-da Hidalgo se habría puesto “la másca-ra de Fernando VII” para finiquitar ladominación española de México o hastaqué punto su primer objetivo era defen-der en América al reino invadido en Eu-ropa por Napoleón.

 Hidalgo, la vida del héroe, de Luis Cas-tillo Ledón, fue una de las primeras bio-grafías históricas que, dignas de ese

nombre, se escribieron en el México delsiglo xx. Castillo Ledón nos presentó laestampa familiar de un cura docto yprovinciano que, acaso apenas superiora tantos de los criollos de su tiempo, seelevó sobre ellos para convertirse en unmito, hombre representativo y héroe ala vez. En esa construcción historiográ-fica Luis Castillo Ledón ocupa un lugarque nos complace devolverle.

Por lo demás, el Comité Conmemo-rativo del CCL Aniversario del Nataliciode Don Miguel Hidalgo y Costilla dela LVIII Legislatura del H. Congreso de laUnión, con el invaluable apoyo y presti-gio editorial del Fondo de Cultura Eco-nómica, presentan Hidalgo, la vida del hé-

roe en el marco del bicentésimo quin-cuagésimo aniversario del natalicio delprócer nacional en una coedición quetiene como finalidad difundir la vida yla obra de tan insigne héroe y de cum-plir con el objetivo que esta soberaníanos ha encomendado: rendir homenajea los hombres que nos dieron Patria y

Libertad.

El Miguel Hidalgo de

Castillo Ledón

 Christopher Domínguez Michael

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Fragmento de Miguel Hidalgo,

la vida del héroe, obra en dosvolúmenes que la Cámara deDiputados y el FCE (colección

Obras de Historia, 2003) ponen encirculación por estos díasen edición facsimilar que

conmemora el CCL aniversario delnatalicio del Padre de la Patria.

La vida en los pueblos es tristey abandonada. Acostumbra-do Miguel a un medio demayor acción, tal cual era Va-

lladolid, repara en que a pesar de su ac-tividad, no logra hacer más fecundossus días. Pero al correr de éstos, va ha-

llando el modo de llenar uno a uno susvagares.

Despiértanse en él, con fuerza, dosinclinaciones que siempre fueron suyas:el amor a la lectura y el gusto por el tra-to social. Para dar pasto a la primera,tiene allí su bien nutrida biblioteca; parasatisfacer la segunda, no hará sino abrirlas puertas de su casa.

Lee y relee los más variados libros,así los nuevos que recibe, como los queha tiempo guarda, sin faltarle las Gacetas

de México llegadas en cada correo se-manario. Excepto los seudoescolásticos,de los cuales es enemigo, posee en susrespectivos idiomas los autores más se-lectos en cada rama literaria o científica,al grado de que su colección viene a serúnica entre las de todos los clérigos deNueva España.

Son sus obras y escritores predilec-tos, el Tratado de auxilios de Agustín Le- blanc, la  Historia antigua de México (enitaliano) de Clavijero, verdadera y nofalsa como la de Solís o Torquemada; el

Predio rústico, poema virgiliano, del je-

suita Vanière; la Theología Suplex deSerry, su preferida a la de Gonet; la His-

toria eclesiástica del Antiguo y del Nuevo

Testamento de fray Natal Alejandro, per-seguido por la Inquisición; la  Historia

eclesiástica del abad Fleury (en francés),

desfavorable a muchos papas de la EdadMedia; la Historia antigua de Rollin, queenseña el fin que tienen los gobiernosdespóticos; diversas obras de AgustínCalmet, fuente de sabiduría en materiade ciencias eclesiásticas; el Origen, pro-

 greso y estado actual de toda la literatura

de Juan Andrés, en 10 volúmenes; lasLecciones de comercio y de economía políti-

ca del padre Antonio Genovesi, escritorde libertades impropias de un buen teó-logo; la  Historia natural de Buffon, queenseña la grandeza del mundo; las Cau-

sas célebres e interesantes (en francés),recopiladas por Gayot de Pitaval, en másde 20 tomos; las obras de Cicerón, prín-cipe de las letras latinas; las tragedias deRacine, plenas de todas las emocionesdel espíritu humano; el teatro de Molière,profundo y alegre, modelo de lo cómico;las arengas de Demóstenes y Esquines(en francés), maestros de la elocuenciagriega; las obras de Bossuet, el filósofodoctrinario; las Fábulas de La Fontaine,el “imitador inimitable”, que constituye

su moralista ordinario.

Como releer es estudiar, en sus obrasfavoritas abreva lo verdadero, lo bueno,lo bello; aprende ideas de libertad, de ape-go a la patria, de amor a la humanidad.

Son por lo regular los párrocos, en suépoca, soberbios y amantes de abusar desu poder; hacen a sus vicarios, mal pa-gados, desempeñar hasta papeles de cria-dos; dedícanse a dulce holganza, sacanel mayor provecho de sus cargos, inmis-cúyense en la vida íntima de sus feligre-ses y deciden de sus acciones.

Hidalgo se aparta, desde un princi-pio, del modo corriente de ser de los cu-ras. Su carácter franco, comunicativo,chancero, lo hace atraer a su casa a gen-te de todas clases, a quienes se trata porigual, lo que da ocasión a que algúnsoberbio, oliscando los aires de la Revo-lución francesa que cruzan el océano,murmure que aquello es una “Franciachiquita”.

Organiza reuniones, días de campo,

 bailes y toda suerte de entretenimientos.Sabe que el trato destruye severidades,lima asperezas y da cortesanía y urbani-dad a hombres y mujeres.

En las noches especialmente, hacetertulias en las que se pasan las horas jugando al tresillo, al mus, a la malilla;departiendo sobre literatura, ciencias, ar-tes, industrias; comentando asuntos po-líticos del día, ya del Virreino o bien deEuropa, pues las Gacetas traen resúme-nes de la Gran Revolución, la declaraciónde guerra hecha a Francia por Carlos IV,primero, el tratado de paz, después, yotras muchas sensacionales noticias. Secome, se toma bebidas inocentes y hastase baila al són de la orquesta dirigidapor José Santos Villa, sin que haya dis-tinción de españoles ni indios, ni de ri-cos ni pobres.

Pero las veladas toman mayor atrac-tivo cuando Miguel empieza a traducircomedias de Molière y tragedias de Ra-cine, haciéndolas representar en su casa,original ocurrencia que nadie había te-

nido ni volvería a tener en su patria.

LA GACETA18

Miguel Hidalgo, traductor de Molière

 Luis Castillo Ledón

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Entre varias piezas de Molière (sinfaltar acaso El avaro y El misántropo) tra-duce y hace interpretar la obra maestra,El Tartufo. Era curioso que en un pue- blo oscuro y en un país de ambiente as-fixiante, un cura humilde pero excep-cional, vertiera y llevara a escena estacomedia que ponía de realce la hipocre-

sía humana y exhibía a la aristocracia ya miembros del clero, por lo que hubode ser prohibida en la culta y espiritualcorte de Francia, antes de que se vinieseabajo. Las comedias de Molière habíansido la semilla de la Revolución france-sa. Desde sus primeras representacionesen el segundo y último tercio del sigloXVII alarmaron a los cortesanos del ReySol, viendo que el pueblo, entre las ca-denas de la esclavitud, hizo una muecay comenzó a reír; vueltas a representaren el siglo XVIII, el pueblo siguió riendo,y el poder de los Borbones y la aristocra-cia empezó a bambolearse y siguió bam- boleándose hasta su estruendosa caída.

En los sencillos contertulios de Hi-dalgo seguramente El Tartufo no produ-ce ningún escándalo, toda vez que estápor encima de sus intelectos. Mas el au-daz traductor, oyendo reír con candidezlos lances graciosos de la obra, valorizaríatodo el oculto alcance que en ella había yque el auditorio no llega a comprender;robustece sus ideas y sentimientos de li-

 bertad, y quién sabe si, absorto en hon-das meditaciones, trate de establecer unparalelo, al parecer extraño, entre susingenuos asistentes riendo con la come-dia de Molière, y los aristócratas que enlas salas de Versalles asistían a las repre-sentaciones de Las bodas de Fígaro deBeumarchais, riéndolas sin vislumbraren ellas un relámpago de la futura tem-pestad revolucionaria.

Alternan con esas comedias, las tra-gedias de Racine. ¿Cuáles fueron sus ele-gidas? ¿Andrómaca, Britanicus, Esther, Mi-

trídates, Fedra, Berenice, Bayaceto, Ifigenia,

 Athalía? Con seguridad prefiere esta úl-tima, en la que no sólo hablan las pasio-nes, como en ninguna otra, sino que pa-san por ella hálitos de tiranías y soplosde rebeliones. Inspirada en un pasaje dela Biblia, Libro IV de los Reyes, capítuloXI, es al par grandiosa y sencilla, plena dehermosas imágenes, de interés que vadesde la conmoción hasta el terror. Atha-

lía, como El Tartufo había sido tambiénun lejano trueno de la Revolución fran-

cesa.

Algunas obras de estos dos grandesautores fueron representadas varias ve-ces, especialmente El Tartufo, por el que

el cura tuvo predilección.Y no se limitaba simplemente a tra-

ducir las obras, lo que ya de por sí erauna labor que sólo un espíritu cultivadoy exquisito podía realizar, sino que se-leccionaba entre sus contertulios a losintérpretes, de preferencia jóvenes de unoy otro sexo; los aleccionaba; les indicabalas entonaciones debidas, infundiéndolesardor; dirigía la trama; recomendaba lostrajes apropiados; disponía el escenario,de manera digna, de acuerdo con la gran-diosidad de los personajes y de aquellosremotos tiempos.

Entre los concurrentes a estas reu-niones cada vez más espirituales y másanimadas, en que la música, la poesía yaun la danza les daban un sello de dis-tinción y amenidad, concurría una joven, Josefa Quintana, hermosa y de “dulcemover de ojos”, a quien parece que Hi-dalgo encomendaba los papeles de lasprincipales heroínas, haciéndola su pre-dilecta por su intuición artística. Ella hade haber encarnado, con singular acier-

to, la Andrómaca, la Esther, la Fedra, la

Ifigenia, recitando con brío los bellos ale- jandrinos pareados de Racine, traduci-dos al castellano por el excepcional cura.

Qué lejos estaba este párroco de losvulgares curas que hacían representaren sus curatos ñoñas pastorelas y colo-quios. ¡Su elevada inteligencia y su am-plia cultura no podían avenirse a losengendros infantiles de esa clase de com-posiciones, y prefería el trato de los hé-roes bíblicos y de los homéridas!

Las ideas y costumbres corrientes enFrancia, extendidas por Europa y hastaaceptadas y puestas en práctica por elalto clero, trascienden a América (el des-pertar del espíritu científico, el afán de in-vestigar, la tolerancia religiosa que em-pieza a abrirse paso haciendo proclamara Feijóo “la compatibilidad del ateísmocon la hombría de bien”, la aspiración alrepublicanismo) e Hidalgo, sacerdote cu-yo prestigio de hombre culto y de talentocunde por todas partes, es tal vez el prin-cipal introductor de ellas al país. Los pla-ceres sensitivos y los goces intelectualesse disfrutan en su casa, aunque no todoes sociabilidad para él, pues gusta de re-traerse con frecuencia para poder dedi-

carse al estudio que le da fama de sabio.

LA GACETA19

Cisne de origami, semitransparenteNavega sobre los liriosDe mi jardín imperfecto.Amablemente llévame,Toma y torna despacioMis pies, ponlosSobre sus ojos.Toma mis brazos,Atraviesa sus hombros.

Vuélvenos triangulares,Perfectos.

Cisne

 Paloma Bravo

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El siguiente texto formaparte del libro Escritura

y Secreto, publicado dentrode la colección Cuadernos

de la Cátedra Alfonso Reyes(FCE / ITESM, 2003).

Las mujeres, quienes según lacreencia popular y barrial so-mos incapaces de guardar unsecreto, atendiendo múltiples

mitologías mucho más arraigadas fui-mos dueñas de los objetos más secretosdel culto y por ende las custodias del Se-creto.

Se sabe que fueron las mujeres quie-nes fabricaron las primeras máscaras pa-

ra entretener y aleccionar a la tribu (JoséMosé, Máscaras animistas, entre otros). Ysi ellas inventaron las máscaras, en con-trapartida fueron los hombres quienes,según Marvin Harris (“Los enigmas de lacultura”, en Vacas, cerdos, guerras y bru-

 jas), inventaron la guerra yendo a saquearlos asentamientos cercanos. En los remo-tos tiempos tribales, cuando las madresprivilegiaban a sus infantes hembras poruna razón de lógica supervivencia gené-tica, los hombres encontraron la formade hacerse indispensables. Se requeríanmuchos vientres pero sólo unos pocoshombres sexualmente activos para ase-gurar la continuidad de la especie y pa-ra mantener vivo el fuego sagrado, perocon la nueva modalidad belicosa se in-virtieron los papeles y la defensa de latribu en manos de los hombres pasó aser prioritaria.

Es ésta una condensación simplista,no hay duda, de corrientes energéticas,espirituales y civilizadoras de nuestra es-pecie de bípedos implumes. Pero no de-

 ja de ser significativa, simbólica de algo

que aun hoy palpita en la retaguardia.Porque un día, en los diversos tiemposmíticos de diversas culturas mal llama-das primitivas (o mal entendido el tér-mino) el invento femenino y el masculi-no entraron en colisión, como era deesperar, y los hombres, ya guerreros yenvalentonados, se apropiaron de lasmáscaras, las llevaron al monte para vol-verlas feroces con dientes y garras y san-gre de animales y con ramas quemadas,y regresaron al claro a aterrorizar a mu- jeres y niños impidiéndoles alejarse poresos caminos ahora del diablo.

“Tales mitos no implican únicamen-te antagonismo religioso entre los sexos,sino que son una forma de reconocer lasuperioridad original de la sacralidadfemenina”, afirma Mircea Eliade en sulibro La búsqueda.

Tamaño reconocimiento duró pocoen la historia de la humanidad.

Las máscaras, ese gran invento feme-

nino, configuran un lenguaje que el hom- bre supo perfeccionar en beneficio pro-pio (y cuando digo hombre me refiero almacho de la especie, no suelo usar losllamados términos genéricos que privile-gian a un género en detrimento del otro).

Michael Taussig, en Defacement. Public

Secrecy and the Labor of the Negative, ana-liza el tema basándose en relatos de losselk’nam, los primitivos habitantes deTierra del Fuego que tanto sorprendie-ron a Darwin. Sabemos que creencias si-milares, probables remanentes de un illo

tempore matriarcal, abundan en Austra-lia, Nueva Guinea, ciertas zonas de Áfri-ca Ecuatorial y la Amazonia. Multiterri-torialidad que habla de un sentir comúnen el género humano.

En los tiempos que narra el mito, lasmujeres de la Isla Grande de Tierra delFuego eran quienes custodiaban el Se-creto y presidían las representaciones delllamado teatro de la verdad, reserván-dose para sí los poderes de chamanismoy de hechicería. Eran ellas quienes con-

trolaban la tribu porque todo lo sabían.

Conocimiento y poder siempre fueron dela mano, y por lo tanto ellas, dueñas delSecreto, esgrimían un poder absoluto eincuestionable. Los hombres no eran só-lo espectadores de las representacionesque escenificaban el misterio, tambiénse beneficiaban con ellas. La “realidadde la ilusión” del teatro de las másca-ras habitadas por los espíritus servíapara mantener el orden social. Hastaque cierta noche en los tiempos fuegui-nos —cuenta el mito— los hombres, an-siosos por adentrarse en el Secreto tancelosamente guardado, salieron a matara todas las mujeres adultas dejando sólocon vida a las prepúberes aún no inicia-das. Y como en los otros casos, se apro-piaron de las máscaras y de toda la pa-rafernalia del teatro de la verdad, y conellas de la hechicería. Del Secreto.

Fue en ese momento de masacre yapropiación cuando se banalizó la es-tructura. Y de alguna forma se universa-

lizó: los hombres se encargaron de man-tener a las mujeres en la ignorancia, lasmujeres fingieron no saber, los hombresfingieron creerles y así se fue generandoel llamado secreto público, oxímoron sóloen apariencia que define el hecho de sa- ber lo que no debe saberse, “aquello quese conoce pero no puede ser dicho”. Pa-ra mantenerlo vigente a cada paso, quie-nes detentan el Secreto, y por ende el po-der, deben apoyarse cada vez más en elmiedo y en la violencia.

Una trampa en la que pueblos ente-ros han caído. La implementan aún hoylas llamadas sociedades secretas en Áfri-ca Ecuatorial y también, como bien sa- bemos, los gobiernos autoritarios. “Elconocimiento en sí no significa poder, esel no saber activo que se lo confiere”,para seguir citando a Taussig. He aquíel corazón de la paradoja: para que el se-creto sea eficaz resulta imprescindibletener conciencia de que hay un secreto;lo que se ignora debe hacerse presenteen toda la vasta, inabarcable percepción

de su ausencia.

LA GACETA20

Incursiones antropológicas

 Luisa Valenzuela

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Agua toda ésta para el molino vorazde la literatura, que aprende a extraer lamáxima cantidad de jugo del Secreto y desus acólitos, los secretos tribales. Porqueexprimirlo no quiere decir agotarlo, todolo contrario. El Secreto es autogenerativo.

El filósofo y antropólogo Cesare Poppi,en un largo ensayo titulado Sigma! The

Pilgrim’s Progress and the Logic of Secrecy,ofrece una llave para entender lo que laliteratura ha sabido desde sus comien-zos: “Los iniciados no aprenden sobre laexistencia de un ‘mundo nuevo’, apren-den una forma distinta de mirar el viejomundo desde nuevos medios interpre-tativos. Más que el contenido real, esel marco en estos casos lo que configura elsecreto”.

Al igual que para el estudioso de lossistemas de creencias africanas, para poe-tas, novelistas y cuentistas la cuestión noradica tanto en tratar de ver lo que el Se-creto contiene (pretensión imposible), si-no en ver cómo se ha constituido y paraqué. Y cómo se lo simboliza por escrito.

Tomaremos entonces la máscara comolo que es, un lenguaje. Y como la hemosasociado al tema de la guerra, tomare-mos también la guerra como un lengua- je, teniendo en cuenta su aspecto másdigno, las llamadas artes marciales. Esfactible considerar la creación literariacomo un arte marcial en su capacidad

de generar y aplicar estrategias. Aunqueresulta más interesante cuando las estra-tegias surgen espontáneamente durantela escritura y no cuando forman parte deuna elaboración a priori.

El arte de la guerra del maestro Sun

Tzu, del maestro Sun Wu, que el recor-dado poeta colombiano Fernando Arbe-láez trajo a la atención del mundo de ha- bla hispánica, puede servir como manualdel futuro escritor. Este texto anterior ala era cristiana transcurre en “un perpe-tuo presente que contiene el flujo del pa-sado y va devorando futuro” y conservaplena actualidad, explica el poeta en laintroducción, debido a que el idioma chi-no carece de tiempos verbales. Puede de-cirse lo mismo de la gran literatura: másallá de los tiempos verbales, son los tiem-pos de lectura con sus sobreentendidoscambiantes los que van enriqueciendolas metáforas.

En El arte de la guerra podemos en-contrar la mención de una cierta cámara

del arcano. Sólo se habla de ella al pasar,

en escorzo, dejando apenas su sombra,

LA GACETA21

No habla la lunaVoz de mí DeseadaHoy celebro a AlíAl joven Chumacero

Ochenta sueños más—verano y sismo—de placeres traenconsonante ritmo

Dos voces cuarenta:monumento de vidaCuatro veces veinte:

versos más besos menos

¿Cómo tanto Alímisterio tan fresco?

¿Chumacero tanto jubiloso y sagaz?

Brindo por El Dandy¡Artista! ¡Salud!Háblanos del vinode su lección locuaz

Poeta galante:dama y escritura—tipógrafo elocuente—pones en cintura

Pule en la sombraversos de arrayán¡Dinos dónde ríesolar Omar Khayam!

• Tomado de La campana y el tiempo (Poemas 1973-2003), publicado enestas fechas por Hueso húmero ediciones (Lima, Perú).

Cuarteto sextante

para Alí Chumacero

en sus 80 años

 Adolfo Castañón

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quizá porque cualquier descripción o ex-plicación podría violentarla, y la cámaradel arcano —del Secreto— pasaría a seruna patética cámara saqueada.

Para retomar el tema de la escritura,hay sobre todo tres recomendaciones delmaestro Sun Tzu que me parecen las másapropiadas: La primera, “Quienes no es-

tán conscientes de las desventajas quetrae el uso de las armas tampoco lo esta-rán de las ventajas que éstas tienen”,nos permite pensar en las palabras co-mo armas de doble filo, poseedoras dela dudosa cualidad de asistirnos a la vezque se resisten a nosotros, sus emisores.Todo lo cual me trae a la memoria unaescena de una conocida historieta argen-tina: ese gaucho emblemático y absurdollamado Inodoro Pereyra, creatura de Ro- berto Fontanarrosa, rasgando la guitarraacaba de cantar una vidala y dice: “Lacompuse en un ataque de inspiración”,a lo cual su perro parlante, el Mendieta,la voz del sentido común, le contesta: “Ydiga, don Inodoro, ¿la próxima vez quelo ataque la inspiración, no podría de-fenderse mejor?”.

Defenderse mejor, en esta guerra dela escritura que solemos convertir en unarte marcial, significa, como en el yudoo en el aikido, aprender a ceder para quela fuerza y la furia (necesarias en todagestación literaria) del oponente se vuel-

va en su contra. En otras palabras, quelas palabras digan lo que tienen que de-cir (y lo que quieren), pero usemos esedecir en beneficio del texto que vamoselaborando.

La segunda recomendación milenariaviene al caso y no requiere comentarioalguno: “Las palabras humildes hacenpreparaciones de guerra para avanzar.Los que hablan en forma arrogante yagresiva van a retirarse”. “En maniobrascon el ejército”, se titula la sección. En lasección “El combate” leemos la terceraenseñanza que nos permite imaginar:“Deben cambiarse los colores del enemi-go o mezclarlos con los propios colores.Tratar bien a los soldados y preocupar-se por ellos”.

Considerando a las palabras comosoldados a los cuales trataremos bien apesar de sus filos y sus traiciones (loslapsus), ¿a quién tomaremos por enemi-go? Dado el tema que nos convoca, pro-pongo un imprescindible contrincante:lo inefable. Para que algo pueda ser di-

cho debe existir algo imposible de ser

dicho contra lo cual detenerse como an-te un invisible muro. Interesante resultaentonces la propuesta de tirarle encimaun bote de metafórica pintura, hecha depalabras, para denunciar al menos el lu-gar de su invisibilidad. Lo que me trae ala memoria cierto carnaval de Jamaicaen el que el público casi pretendió lin-

char a un carnavalesco porque, oh, afren-ta al trópico, largó a toda su comparsavestida de blanco de pies a cabeza. Lasorpresa frenó la ofensiva cuando esoscientos de figuras danzantes fueron co-loreándose en el transcurso del desfilehasta acabar totalmente rojas. Un carna-val de la transformación nunca visto,inesperado discurso de compleja lecturaen el cual la sangre parecería tener la úl-tima palabra.

Propongo aquí la escritura como unarte marcial, el texto como campo de ba-talla donde se entabla la lucha con loinefable. Es una propuesta de tantas. Des-pués vendrán las luchas intestinas den-tro de la elaboración misma de la obra,en las cuales conviene rendirse, desple-gar bandera blanca (que puede ir tiñén-dose de rojo) para que la historia del Otrosea narrada. Porque muchas veces apa-recen personajes inesperados, antago-nistas más que protagonistas, que esca-pan al control de quien está escribiendo—quien creyendo poseer el texto se en-

gaña— y mueven la trama hacia zonasinsospechadas. Resulta crucial y a la vezconflictivo (ésa es la palabra) dejarse lle-var por dicha fuerza, emplearla para en-contrar el verdadero rumbo de la cam- biante trama que no tiene por qué sercomplaciente con las intenciones expre-sas del autor/a.

Propongo también la escritura comomáscara. ¿Qué máscara ponerse paraempezar cada texto?, se preguntaba ItaloCalvino en el momento de encarar “esecampo de fuerzas que es el campo narra-tivo”, campo magnético en verdad queconvierte en antena a quien escribe yatrae para sí las más inusitadas reso-nancias.

La máscara también es una antena, almenos así fue considerada desde la no-che de los tiempos. No soy yo quien bai-la con la máscara puesta, bailan los espí-ritus que ésta representa o atrae o mejordicho me lleva a encarnar por el simplehecho de habérmela adosado al rostro.Por eso mismo, como mujer, como escri-

tora, me interesa la reapropiación de las

máscaras del Secreto que nos fueronarrebatadas en el illo tempore del mito.Aquí, allá, en Tierra del Fuego y en to-das partes. Al fin y al cabo no debemosolvidar que el vocablo persona tiene pororigen la máscara, el prosopon de las tra-gedias griegas, el per sonare del teatro ro-mano.

En un lejano viaje a Nueva Zelandaconocí en Auckland, una espléndida ca-sa ritual maorí o whare whakairo, casi unparlamento donde se dirimen los con-flictos de ese pueblo. Y donde aparecen,tallados en paneles de madera, los dio-ses de cada clan o “canoa”.

“¿Son todos dioses, todos masculi-nos?”, pregunté entonces. Por supuestoque no: allí al fondo —me señalaron, enla zona más oscura de la casa— está Hi-ne-nuite-Po, la diosa de la muerte. Lagran lagartija entre sus piernas es Maui,el héroe mítico, transformado en reptil afin de deslizarse dentro del cuerpo de ladiosa para arrancarle el corazón. Con elcorazón de la muerte, Maui esperaba po-der brindarle la inmortalidad a todos loshumanos. Pero Hine-nui-te-Po, con suvagina dentada decapitó al osado héroesumiéndonos a todos en la no menos la-mentable por inevitable “costumbre demorir”, madre del Secreto por antono-masia.

La de Maui es una leyenda bastante

previsible. Lo imprevisible fue lo otro, eldescubrir que a veces el tiempo míticoestá vivito y coleando, dispuesto a reela- borarse a cada paso. En medio de la ar-moniosa belleza del paisaje neozelandésalfombrado de verde, nada hacía preverque la pequeña ciudad de Hamilton co- bijara a la subversión y la poesía en lapersona de Hine Wirangi, alma máterdel Centro de mujeres maoríes. Cuandola conocí en toda su radiante corpulen-cia y grises bucles rastafari, esta Hinemortal estaba abocada a una tarea decartografía de un terreno ya olvidado: junto con otras mujeres de su grupo es-taba pintando máscaras. Máscaras mao-ríes con los tatuajes rituales de las diosasperdidas. Porque Maui, el héroe aquelque fracasó al final con la diosa de lamuerte, habiendo triunfado con las de-más diosas supo despojarlas una a unade su esencia hasta sumirlas a todas enel olvido. A Mahuika, la guardiana delfuego, le arrancó sus ardientes uñas, aMuriranga-whenua, el maxilar del co-

nocimiento, y así una tras otra.

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En su flamante libro, Luisa Va-lenzuela recoge las disquisi-ciones que formuló en el senode la Cátedra Alfonso Reyes

del Tecnológico de Monterrey a propó-sito de su quehacer literario. Escritura y

Secreto es un recorrido por los caminossinuosos de su vocación, es un inventa-rio de sus gustos literarios, es una gene-rosa provocación a la escritura, y es,sobre todo, una poética —su poética—,emanada de cada palabra escrita y de ca-da palabra borrada a lo largo de la vida.

No sólo es un libro inteligente; es unlibro sabio, que viene de regreso de laescritura; que recupera la excitación ylas tribulaciones sufridas en el caminode ida para ofrecérnoslas, de vuelta, co-mo experiencia literaria, como brechaabierta, como legado para que los quevienen detrás puedan emprender el ri-tual de iniciación al que la vocación porla literatura obliga. Por la última parte,

que deviene taller de escritura breve, re-cuerda las cartas que Rilke le escribió al joven poeta Franz Xavier Kappus, en lasque le advierte sin ambages que la vo-cación literaria es ardua; si se posee talgracia, que al mismo tiempo es una mal-dición, ha de asumirse como un destinoirrenunciable: “Basta con que se puedaprescindir de escribir —le dice—, paraque no se tenga el derecho de hacerlo ja-más”.

Cuánto lamento no haber sido unode los destinatarios directos de las expo-siciones de Luisa. Por fortuna mía y detantos otros, este libro las contiene y lasreproduce sin que pierdan su oralidad.Por lo menos a mí me parece que, al leer-lo, la escucho de viva voz, con su acentoporteño, claro, pero, más allá de las va-riaciones dialectológicas de nuestra len-gua, con su tono irónico, su inflexióntantas veces sarcástica y una modula-ción afilada y penetrante que suscita enel interlocutor una complicidad nosiempre cómoda. Es tan vivo el libro

que incluso recupera la práctica del ta-

ller de escritura que siguió a las postula-ciones teóricas; un ejercicio estimulante.Y útil, tanto por lo que recomienda ha-cer como por lo que recomienda evitar.Es una exaltación de la libertad creativay al mismo tiempo es un llamado al ri-gor y a la disciplina: la combinatoria ne-cesaria entre las potencias que GastonBachelard definía con los inveteradosnombres de alma y espíritu, correspon-dientes a la imaginación y el raciocinio,la inspiración y el talento, la ensoñacióny el trabajo; esto es, el equilibrio entreuna imaginación suelta, capaz de zafar-se de todas las ataduras que la razón leimpone, de librar todos los obstáculosque la censura le tiende, de reír y volary delirar sin cortapisa, y una disciplinasevera que le permita adquirir su formay con ello transitar al arte, porque, comodecía el teórico, no hay contenidos preartísticos. En “Otro poema de los do-nes”, donde da gracias al “... divino / la-

 berinto de los efectos y de las causas /por la diversidad de las criaturas / queforman este singular universo”, Borges,tan caro a Luisa, enuncia un binomio quese aviene, como imagen, a esta necesariaintegración de la libertad y la conten-ción: da gracias “por el firme diamantey el agua suelta”. Y José Gorostiza, trashablar del agua, de su esparcimiento, desu holgura, de su libérrimo transcursoen  Muerte sin fin, pondera, también, elprovidente vaso que la contiene: “Noobstante —oh paradoja— constreñida /por el rigor del vaso que la aclara, elagua toma forma”. Luisa concluye estetema diciendo que “un rigor casi cientí-fico no es el enemigo de la inspiración.Llegado el momento es su mejor amigo”.

La pasión exaltada, vívida, contagio-sa por la literatura permea de la prime-ra a la última página el libro de LuisaValenzuela. Es una tautología manifiesta,pues habla literariamente de la literatura.En el fondo, todo texto literario es tauto-lógico. Al escribir, el escritor, de alguna

manera, escribe que escribe. Es un gra-

fógrafo, diría Salvador Elizondo. En untexto de ficción, en un poema, en un en-sayo, se cifra la poética del escritor, unasveces de manera directa, como en elproverbial texto “Borges y yo”, citadopor Luisa, en el que se registra el desdo- blamiento entre el hombre que vive y elescritor que escribe, entre el hombre quese deja vivir para que la literatura, vam-pirescamente nutrida de la propia vidadel autor, tenga existencia; otras, de ma-nera indirecta: cuando Borges, para se-guir con el mismo ejemplo, habla de lasmanchas de la piel del tigre o del juegodel ajedrez, de una biblioteca o de un la- berinto, no habla de otra cosa que de laescritura, metáforas del lenguaje deluniverso que el hombre se empeña va-namente en descifrar: el Secreto, conmayúscula, al que Luisa le dedica estelibro grafográfico en el que articula supoética.

En efecto, el secreto en la literatura es

el tema del libro de Luisa Valenzuela y delcurso que le dio sustento. Como el deseo,que se extingue en cuanto tal apenasse consuma, el secreto no puede reve-larse porque pierde su condición esen-cial de “secrecía”. La literatura siempreguarda un secreto, que ha de quedar in-violado a pesar de nuestro esfuerzo delector curioso y ávido por descifrarlo.Aquí se hermanan la ciencia y la literatu-ra. “Los tiempos están cambiando —di-ce Luisa—, las ciencias ya no son lo queeran antes, tambalean nuestras certezas,hace ya varias décadas que los científi-cos hablan de la necesaria ‘bruma poéti-ca’ para acceder a los descubrimientoscada vez más desconcertantes y más apa-rentemente emparentados con el arte“.La ciencia avanza hacia la verdad peronunca la alcanza. En rigor, la ciencia nopuede captar la realidad; se limita a in-dicar la dirección y la organización inte-lectuales según las cuales se tiene la se-guridad de que nos aproximamos a loreal. La realidad no habla; hay que inte-

rrogarla. Y lo único que se puede saber

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Vocación y provocación de la escritura

 Gonzalo Celorio

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de ella son las reacciones que sufre antelos estímulos que se le aplican. En el co-nocimiento científico la verdad nunca seposee, acaso porque, como quería Ber-keley, el príncipe de los idealistas moder-nos, la realidad no existe al margen denuestra percepción. Para decirlo nueva-mente con palabras de Borges, hay que

dar gracias al divino laberinto de losefectos y de las causas “por la razón,que no cesará de soñar / con un planodel laberinto”. Qué importancia cobraen este contexto la palabra soñar, sobretodo porque el sujeto de tamaño verboes la razón. Y es que la ciencia, segúnBachelard, “suele formarse antes sobreun sueño que sobre una experiencia yson necesarias muchas experiencias pa-ra lograr borrar las brumas del sueño”.

La consideración del secreto comorasgo pertinente de la obra literaria, po-dría vincularse al concepto de “obraabierta” establecido por Umberto Eco, ytambién con la resistencia de la palabrapoética a la significación, o al menos a lasignificación unívoca, que la despojaríade su esencial condición poética. La ideaque rige esta obra de Luisa es la de que, bien como escritores, bien como lecto-res, nos acercamos al secreto inmanentede la literatura con la intención de des-cubrir su entraña, pero, para fortunanuestra, siempre nos quedamos en el

vestíbulo de la revelación: “...de eso setrata, de arrimarse lo más cerca posiblea lo inefable”. La revelación total equi-valdría a la muerte de la obra literaria:cuando se conoce el misterio, se acaba laliteratura y empieza el libro de autoayu-da: “El Secreto con mayúscula se en-cuentra del otro lado de la frontera dellenguaje, la poesía lo sabe y hacia allísuele avanzar a tientas, aproximándosecon enorme respeto, sabiéndolo inasibley queriéndolo así”. Quisiera recordar, amanera de ejemplo, un poema de XavierVillaurrutia, en el que habla del secretoal mismo tiempo que pone en prácticasu virginidad consustancial, el “Noctur-no mar”, que termina diciendo: “Lo llevoen mí como un remordimiento, / pecadoajeno y sueño misterioso, / y lo arrullo ylo duermo / y lo escondo y lo cuido y leguardo el secreto”.

A expensas del libro de Luisa, meparece que puede establecerse cierta re-lación entre el secreto jamás revelado y elsilencio o la ausencia. Juan Carlos Onetti,

a quien cita Luisa devotamente, con fre-

cuencia describe a sus personajes porsus carencias: “no usa lentes”, “fuma sinansiedad”, o contrarresta algunos sus-tantivos con adjetivos que los colocan al borde del oxímoron o la contradicción:“acariciaba a La Queca —dice de su per-sonaje Juan María Brausen— con unalujuria distraída”. Con tales recursos va

creando una suerte de semántica del si-lencio: lo que no se dice, lo que se esca-motea, lo que se contradice y que, al igualque el secreto no revelado, cobra unaprofunda significación, que estriba pre-cisa y paradójicamente, en no tenerla.

Creo que sería conveniente, con res-pecto a algunas consideraciones taxonó-micas de Luisa, pintar ciertos matices,por ejemplo en cuanto a la diferenciacióndicotómica entre las obras que podríanconsiderarse cerradas, como la novelapoliciaca, y las francamente abiertas, co-mo la literatura fantástica. Conozco no-velistas latinoamericanos que empiezana practicar un género policiaco abierto,“si el oxímoron es tolerable”, como elmexicano Élmer Mendoza en Un asesino

solitario o el cubano Leonardo Padura ensu más reciente publicación, La novela de

mi vida. En ellas, no se determina quiénes el culpable del crimen o de la delaciónque las novelas plantean, pero la aproxi-mación dubitativa a la verdad resplan-dece con la fuerza de una certidumbre.

La literatura fantástica, según Todorov,se basa en la duda; en el equilibrio per-fecto entre considerar el fenómeno insó-lito que se presenta, como maravilloso,es decir explicable a la luz de las reglasde otro sistema diferente al de nosotros,o como extraordinario, es decir en prin-cipio ajeno a nuestras reglas pero queacaba por encontrar explicación en ellas.La definición tiene sus bemoles, pero laponderación de la duda adquiere, parala literatura, una dimensión epistemoló-gica, digna de Descartes. La duda es laúnica certidumbre de la literatura. O, pormejor decir, su única posibilidad de con-vencernos, de darnos confianza. Vaya pa-radoja. Sólo creemos en lo que dudamos.Por lo contrario, la certidumbre nos dadesconfianza, la desconfianza atávicaante el discurso impositivo o convencio-nal o políticamente correcto o dicotómicoo excluyente o reductor o subordinanteal que nos enfrentamos día a día.

Flaubert dijo: “Madame Bovary soyyo.” Luisa se rebela ante semejante re-

apropiamiento del personaje por parte

de su autor y le opone la idea de Rim- baud de que “yo es otro”. Ya Freud sehabía encargado de demostrar, para agra-vio de la vanidad humana —el terceragravio, después de la teoría heliocén-trica de Galileo y de la teoría de la evo-lución de las especies de Darwin— queel ser humano posee otro yo, el incons-

ciente, que lo determina pero sobre elcual la conciencia no ejerce ningún do-minio. Ese otro nuestro es el que descu- brimos en el texto literario. Además depensar en el paradigmático texto de Bor-ges al que alude Luisa —“Borges yyo”—, recuerdo un espléndido poemadel colombiano Darío Jaramillo que dacuenta de la otredad propia, y que mepermito reproducir aquí:

Ese otro que también me habita,acaso propietario, invasor quizás

o exiliado en este cuerpoajeno o de ambos,ese otro a quien temo e ignoro, felino

o ángel,ese otro que está solo siempre que

estoy solo, ave o demonio,esa sombra de piedra que ha crecido

en mí adentro y en míafuera,

eco o palabra, esa voz que respondecuando me preguntan

algo,

el dueño de mi embrollo, elpesimista y el melancólico y el

inmotivadamente alegre,ese otro,también te ama.

De los cuatro escritores en que se en-tretiene Luisa para hablar de las diferen-tes ventanas por donde atisbar el secreto,me restrinjo a comentar el caso de JulioCortázar. Si el enorme Cronopio generócomplicidades con cada uno de sus lec-tores al grado tal de que cada uno deellos se siente el exclusivo recipiendariode sus textos, es maravilloso encontraruna afinidad tan grande entre uno yotro lector de Cortázar: ciertamente he-mos atravesado los mismos puentes quela obra de Cortázar tiende y somos miem- bros ex-oficio, por lectores amorosos, deese Club de la Serpiente de los persona- jes de Rayuela y, para utilizar una imagendel propio Julio, algo tenemos de hormi-gas que se frotan las antenas al pasar.Luisa habla de Alina Reyes, la protago-

nista —¿o debería decir las protagonis-

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tas?— del cuento “Lejana”, en el quedos personas atraviesan el mismopuente en sentido opuesto para fusio-narse en una sola identidad. Habría quemencionar tantos puentes más: el Pont

des Artes donde se encuentran la Magay Oliveira, el puente innecesario queconstruyen lúdicamente Traveler y Oli-

veira para unir sus departamentos sepa-rados por una calle; el puente entre loslados de acá y los lados de allá, entre elpiso de arriba y el piso de abajo, entrelos cronopios y los famas, entre el cuen-to y el poema, entre el autor y el lector,entre un lector y una lectora. El entre, loque decía Octavio Paz a propósito de lapoesía de Xavier Villaurrutia y quepudiera aplicarse a la fenomenologíade los puentes de Cortázar y a la obra deLuisa y a la potencia de lectura que sus-cita:

El entre no es un espacio sino lo queestá entre un espacio y otro; tampo-co es tiempo sino el momento queparpadea entre el antes y el después.El entre no está aquí ni es ahora. Elentre no tiene cuerpo ni substancia.Su reino es el pueblo fantasmal de lasantinomias y las paradojas. El entre

dura lo que dura el relámpago. A suluz el hombre puede verse como elarco instantáneo que une al esto y al

aquello sin unirlos realmente y sinser ni el uno ni el otro —o siendoambos al mismo tiempo sin ser nin-guno. El hombre: dormido despier-to, llama fría, copo de sombra, eter-nidad puntual...

Mi homenaje a Luisa Valenzuela porla publicación de este libro que nos co-loca en las orillas mismas del secretosin revelarlo nunca.

LA GACETA25

El siguiente texto es unfragmento del artículo de

Fernando Benítez incluido enMuseo José Luis Cuevas

(FCE / SEP / DDF / Banca Serfín,1992), que ahora

reproducimos con motivode la entrega —el pasado 20 de

agosto— de la Medalla de Oro BellasArtes a José Luis Cuevas.

Recuerdo que a principios delos años cincuenta se pre-sentó en la redacción de

 México en la Cultura un jo-ven de 18 años que me entregó una co-laboración, una más entre las muchasque llegaban al suplemento.

La leí junto con Vicente Rojo y mellamó tanto la atención que la publiqué,destacándola en primera plana. Al apa-recer se produjo un gran escándalo.

Era el tiempo en que prevalecía laconsigna de Siqueiros, “no hay más ru-ta que la nuestra”, y los tres grandesmuralistas eran vistos como santones.

El ensayo se titulaba “La cortina denopal” y, al desgarrarla, José Luis Cue-vas hizo que la nueva pintura, la conde-nada, se afirmara.

Diferencias aparte, José Luis no seaparta mucho de sus predecesores, co-mo Diego Rivera, rabelesiano, mujerie-go, provocador de escándalos, granconversador, bromista genial, inventorde leyendas, hombre de amores y des-precios y quien era muy torpe en losasuntos de la vida cotidiana.

Compartí con Rivera, a petición su-ya, la suite de un antiguo hotel vienés.No sabía siquiera bañarse, sobre todoen esas tinas atestadas de llaves y mássemejantes a una caja fuerte. Rivera ves-

tía a la diabla y comía en forma seme-

 jante, así la delegación obrera mexicanaque asistía a un congreso, al reconoceral gran maestro en un restaurante, leofreció una lata de chiles en vinagre, yel pintor la regresó vacía. Al acostarnosen camas gemelas le preguntaba, porejemplo, cómo había conocido a LupeMarín y principiaba a hacerme un rela-to muy divertido y, de pronto, se solta- ba a roncar con estrépito, cortando demodo abrupto su historia. Siempre esta- ba rodeado de mujeres y gente amiga ode turistas a quienes hablaba de sus banquetes antropofágicos sin dejar depintar.

Siqueiros sabía imitar voces y tam- bién fue un relator de sucesos fantásti-cos que fascinaban a sus auditores.

Es cierto que José Luis lleva una vidaascética. Come basura hervida y no esafecto al vino pero es un gran charlista,un inventor de historias eróticas, unamigo de bromas, un provocador de es-

cándalos, un autopublicista y un hom- bre siempre rodeado de la gente más ex-traña. Escritor y calígrafo que ilustraunos pocos libros escogidos, es uno delos más notables dibujantes del mundo.

Si Diego y Siqueiros legaron a Méxi-co todo su patrimonio, reunido a lo lar-go de sus vidas, José Luis no les va a lazaga.

Para que preparara su museo se leotorgó el viejo y casi ruinoso conventode las monjas isabelinas situado en lacontraesquina de la Academia de SanCarlos, llamada así en honor de CarlosIII, un monarca de la Ilustración.

Al dársele un edificio que alojara unmuseo de su obra, mucha gente protes-tó diciendo que se trata de un autopu- blicista que desea vender su obra. Estoes falso, pues las grandes ventas deCuevas se realizan en Estados Unidos yen Europa, de modo que, en vez de serun sacadólares es un metedólares infati-gable, y el mercado local, o la gente quevisite su museo, le interesan más como

timbre de orgullo.

Imágenes de

José Luis Cuevas

 Fernando Benítez

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En una comarca escabrosa, dequebradas serranías atajadaspor verdes vallecitos, al nor-te del estado de Oaxaca, vi-

ven todavía hoy en día los chinantecos,descendientes de fieros guerreros queeran temidos aun por los poderosos az-tecas. Estos antiguos hombres de la Chi-nantla, es decir el lugar adonde abun-dan los carrizos, eran hábiles lapidarios.Fabricaban puntas de pedernal muy fi-losas para armar sus lanzas, que teníanla increíble longitud de más de siete me-tros. Cuando salían a guerrear llevabancolgado a la cintura un espejo y camina- ban en fila siguiendo a su jefe, de modoque se iban mirando los que iban detrásen el espejo del de enfrente.

Por esta región corre el río Papaloa-pan, o río de la Mariposa, y muchos pe-queños riachuelos que bajan a los vallesadonde se cultivan ciruelas, higos, fres-cas naranjas, mamey, el aromático café y

tabaco.Ojitlán es un pueblecito encantador

de calles empinadas llenas de vericue-tos, con casas de adobe, casas humildesde piso de tierra, de las que se eleva li-gero el humo de sus techos de madera;madera de la que hay mucha porque

crecen en la sierra cedro, encino, pino,nogal y huizache. El huizache es un ar- busto espinoso que llega a medir hastatres metros de altura, y que los chinan-tecos aprovechan muy bien. Comen elfruto como verdura, con las hojas ali-mentan al ganado, de la corteza sacan eltanino para curtir las pieles de los ani-males; además, de las flores que son comocampanitas amarillas, se puede hacer elaceite de acacia para perfumar pomadas.

Por cierto que los chinantecos comenlo que pescan y cazan: truchas, carpas,codornices, chapulines, armadillos, ja- balíes y víboras, que en su idioma tienedos nombres, mang y mac, porque haymuchas por ahí. Usan trampas para cap-turar conejos y lagartos; este reptil, alque llaman goá, sale de los ríos a tomarel sol por las mañanas y es de temer elfuerte chasquido que producen sus man-díbulas poderosas, anunciando un ata-que seguro.

El sistema de pesas y medidas usadopor este pueblo es arcaico y resulta di-vertido; dicen, por ejemplo, que un cha-maquito pesa lo que tres conejos.

Sha Noi, un astuto cazador chinante-co vive ahí en Ojitlán, con su mujer ShaMué y su hijo Yiu. Además de salir a ca-

zar al monte, cultiva la tierra en las fal-das de los cerros y fabrica costales y rea-tas de fibra de maguey, que vende losdías de mercado. Es cordial y respetuo-so, aunque muy callado con los extra-ños, como todos los del pueblo.

Sha Mué tiene fama de hacer los más bonitos huipiles, que así llaman a susvestidos las mujeres. Los teje a mano ensu telar de cintura y después los bordapreciosamente con hilos de colores, imi-tando diseños de flores y animalitos quelas mujeres chinantecas han aprendido demadres a hijas por muchas generacio-nes. Sha Mué luce orgullosa estas pren-das en las fiestas y en las bodas del pue- blo. Las voces de plata de las campanasde la iglesita anuncian el jolgorio. Conmucho alboroto se llena la plaza de grancolorido con los alegres huipiles de to-das las mujeres, que contrastan con sushermosas y gruesas trenzas negro aza- bache. Has de saber que las chinantecas,

desde niñas, acicalan su pelo con aceite demamey y presumen de su hermosura.

Los músicos se adornan con guirnal-das de flores recién cortadas, hacen so-nar las agudas flautas de carrizo, mien-tras otros golpean con unos palitos lasdos lengüetas del ton leu, que así llamanal tambor en su idioma. Ya al caer la tar-de, se deja de escuchar la melodía mo-nótona de las vibraciones del tambor,que es un tronco ahuecado por dentro y bellamente tallado en forma de un ani-mal echado

El viejo Yooc es respetado por todos enel pueblo por su sabiduría y atinadosconsejos. Es el curandero y a todos atien-de curándolos con las hierbas medicina-les que su abuelo le enseñó a recolectar enel bosque; también conoce remedioscontra la picadura de las serpientes ve-nenosas y alacranes, que a veces sufrensus hermanos chinantecos.

Yiu es un chamaquito muy avispadoy vivaracho, con grandes ojos brillan-tes como dos capulines. Siempre busca

la compañía del viejo Yooc. Ya está apren-

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El jaguar y el chapulín

 Silvia Manjarrez

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diendo a reconocer y recolectar las hier- bas medicinales, pues su deseo es ser elcurandero del pueblo cuando sea grande.

Se han ido olvidando las costum- bres religiosas a lo largo de los muchosaños que han pasado, desde que los an-tiguos chinantecos vivían por estas tie-rras. Sin embargo, el viejo Yooc todavía

conoce algunos ritos secretos y tiene lacreencia de que las cuevas, los cerros, la-gos y arroyos, son sagrados. Los chinan-tecos son muy supersticiosos y creenque Tabayunkú es el espíritu de los ce-rros y que gobierna el agua y a todos losanimales. Y aquí comienza nuestra his-toria, historia que Yooc le ha contadoquién sabe cuantas veces a Yiu, que es-cucha curioso cada palabra como si fueraaprendiéndola de memoria.

—Ándele, no sea malito, cuénteme lahistoria del chapulín aquel —pidió Yiu,tumbándose en la hierba.

—Está bueno, pero mucho cuidaditocon ir a interrumpirme —así comenzóYooc.

—En una cueva rebonita, que comorecuerdas en nuestro idioma chinantecose dice tao shi, cobijada entre altísimospinos y cedros, tenía su casa una familiade jaguares, que es un animal muy temi- ble. Yalé, que así se llamaba el jefe de lafamilia, que medía dos y medio metros

de largo contando la cola, se estiró y bos-tezó abriendo su enorme hocico. Lamién-dose los bigotes, que se acuerda que erahora de salir a cazar algún animalito delmonte para compartirlo con sus cacho-rros. Se encaminó al río y se dio un buenchapuzón en las frescas aguas, jugue-teando a zarpazos con algunos inocentespescaditos y tortuguitas que atinaron apasar por ahí. Shae, la Señora Luna, ilu-minaba su camino.

—¿Qué antojito les he de llevar? —de-cía para sí Yalé.

Divisó a lo lejos un faisán. Y que sepone a mirar. Vio pasar a un sabroso ve-nado, pero reconociendo al viejo Ca Naulo dejó seguir su camino. Se movía des-paciosamente; bien sabía que no habíaanimal más feroz a lo ancho y largo deaquella serranía.

Entonces, después, sin querer trope-zó con una piedra que nomás te cuentoque era la casa de un chapulín. Debajode la piedrita estaba el túnel que le ser-vía de casa a este chiquitito animalito,

que medía nomás unos tres centímetros

de largo. Ei, el chapulín, estaba por salira almorzar algunos hongos y cochinillas.

Al tropezar, el jaguar por merito ledio un pisotón. Y luego el chapulín, elmuy terco, que le reclama:

—¡Poco faltó para que me aplastaras!¿No te fijas por dónde andas?

—¿Quién se atreve a chistar? ¿Tú,animalito? ¡Si estás diatiro chiquito!

—Estoy esperando que me compon-gas mi palacio —rezongó Ei, el chapulín.

—¡Ah, que tú! —gruñó el animalotedesde su inmensa altura.

Ei lo miró con sus ojotes saltones y

que de vuelta le dice:—Te estás buscando muchitos pro-

 blemas, te voy a dar tu merecido.—¿Y qué me has de hacer? —le dijo

el jaguar, el muy presumido.Pues verás, el chapulín, que tenía

mucha muina, lo retó a combate. Queda-ron de encontrarse en el arroyo, allá don-de crece el carrizo, en Mag Tá; cada unocon su gente para medir sus fuerzas.

—Órale pues, allí nos vemos las caras,para que se te quite lo malora. —dijo Ei.

Ni tantito así le daba miedo a Yalé,que estaba tan quitado de la pena. Avi-só a toda su gente: al puma Yaa Cué, al ve-nado Ca Nau, a la zorra, al coyote, al jabalí Ñi Naun y al armadillo Yuy; lla-mándolos con sus rugidos que retrona- ban por la cañada.

Entonces, lueguito, el animalito Eimandó por los aires su simpático cantorestregando un ala contra la otra. Oye-ron su mensaje el jicote, la avispa, la abejaMei, la pulga Míaa, la hormiga, el jejénYu y la mosquita Lu; también el cienpiés,

la tarántula Jia Ma Shao y el alacrán Na.

Así se fue la noche y que llega la ma-ñana. Tae Guec, la ranita, saludó al Se-ñor Sol, Iyu. Pasó a toda carrera una fa-milia de jabalíes, alborotando a las avesy a los monos, que con sus trinos, caca-reos, chillidos y silbidos, rompieron elsilencio del monte. Ya la voz se habíacorrido y que se van todos a Mag Tá, pa-

ra ser testigos del combate; todos, todi-tos los animales de por ahí, grandes ychicos.

Desde lo alto de los árboles divisabael búho, el lorito Goac, el clarín y el zen-zontle. La ardilla Guy se asomaba curiosa,sentada en sus patitas traseras. El faisáncharlaba con el pavo y la codorniz; lavíbora serrana y la cascabel esperabanpacientes junto a la iguana Kee Kao,mientras el águila Mun, desde muy alto,todito lo atisbaba con su aguda vista.

Al ratito, que comienza el combate.Eran cuantiosos, ligeros y ágiles, puesverás, los insectos volaban, zumbaban,silbaban, picoteaban, trepaban, mor-dían; ni tantito así les daba lástima, ata-caban a sus enemigos que, por ser másgrandotes y pesados, torpemente inten-taban defenderse. La zorra y el coyoteaullaban, el puma daba zarpazos a cie-gas, el venado trataba de pisotear a losanimalitos con sus afiladas pezuñas; el jaguar se quejaba a puros rugidos queretumbaban como el trueno.

No duró mucho la pelea, desde quecomenzó todos los animales que ahí seencontraban adivinaron que los menu-dos animalitos llevaban las de ganar. Ypor cierto que así fue.

Ya todo atarantado, hinchado y pico-teado, ni siquiera chistó el jaguar, acep-tó su castigo y compuso el palacio delchapulín. Ya luego le salió al paso y quele dice:

—Vamos a ponernos en paz, ya es-carmenté y aprendí mi lección: no hayenemigo chico.

Ei saltó sobre el suave lomo de Yaléy se fueron juntos, risueños y jugueto-nes, platicando quién sabe cuánto en suidioma chinanteco.

 LA GACETA

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Fragmento tomado del libroProyecto: México. Los economistas

del nacionalismo al neoliberalismo,

publicado este año dentrode nuestra colecciónObras de Sociología.

Han brotado mercados portodas partes. Desde las na-ciones de la ex Unión So-viética hasta Sudamérica,

los gobiernos han privatizado indus-trias estatales, eliminado regulacionesgubernamentales y liberalizado el co-mercio exterior. En el mundo en vías dedesarrollo, estas políticas han sido reali-zadas por tecnócratas formados en Esta-dos Unidos, el país al que se identificaampliamente como la fuente del modelode mercado que se está adoptando en

todo el mundo. Mientras tanto, las pro-fesiones de economía en los países desa-rrollados y en los que están en vías dedesarrollo han convergido por igual hacialas normas estadunidenses de experien-cia, y las escuelas regionales o naciona-les de pensamiento han sido eclipsadas.

Como un caso típico ideal de elabo-ración tecnocrática de políticas, refor-mas neoliberales y ciencia económicaamericanizada, México ofrece discerni-mientos teóricos en muchos frentes. Pri-mero, el caso mexicano muestra cómo elcambio de factores histórico-materialespuede reflejarse en los sistemas naciona-les de experiencia económica. Segundo,destaca cómo puede haber diferentesprocesos detrás de las reformas políticasneoliberales en los países desarrolladosversus los países en vías de desarrollo. Ytercero, ejemplifica cómo el tipo de con-vergencia institucional que asociamoscon el neoliberalismo y la globalizaciónpuede disfrazar realmente distintosapuntalamientos institucionales a través

de escenarios nacionales, así como dife-

rentes tipos de “aprendizaje social”. Estecapítulo lleva la historia de la cienciaeconómica mexicana a su conclusión ysugiere algunos aspectos que puedengeneralizarse a otros países latinoameri-canos.

LA AMERICANIZACIÓN DE LA CIENCIA

ECONÓMICA MEXICANA

Durante sus primeras décadas, la profe-sión económica en México se caracterizópor el uso selectivo de normas interna-cionales de experiencia, una especie deadaptación nacionalista de la técnica ex-tranjera. Los estudiantes de economíade la UNAM de los años cincuenta y se-senta pueden haber leído a Keynes, Smithy Marx; pueden incluso haber sido en-viados a estudiar economía en EstadosUnidos con becas de la universidad. Sinembargo, los principios fundamentales

de la corriente neoclásica que estaba sur-giendo en Estados Unidos durante esosaños, nunca penetraron los muros de laUNAM, inclusive cuando el programa deestudios se volvió más técnico en los añoscincuenta y principios de los sesenta.

Una mezcla de admiración y precau-ción hacia las ideas económicas extran- jeras fue un tema recurrente entre la pri-mera generación de egresados. Comoseñaló una economista mexicana de edadavanzada hace varios años: “es fácil en-viar gente a estudiar a Estados Unidos;el problema es que regresan pensandoque México es Estados Unidos. Yo estu-dié para ser una economista al serviciode mi país” (entrevista con Meyer L’E-pée, 15 de julio de 1996). En su libro deconsejos para “un joven economista mexi-cano”, Jesús Silva Herzog escribió en tér-minos aún más fuertes que “el econo-mista nativo de un país de la periferia...que sigue al pie de la letra... al autor ex-tranjero... se asemeja al lacayo que gozo-so y grotesco imita los finos modales de

su señor”.

Hoy día, por el contrario, la cienciaeconómica mexicana se ha convertidoen una profesión dominada por las nor-mas de experiencia fijadas por los Esta-dos Unidos. Las que, además, son me-nos relativistas de lo que eran en losdías del keynesianismo, cuando el “hie-lo” de la economía neoclásica se habíaroto y proliferaban las prescripcionesheterodoxas de las economías en vías dedesarrollo. La corriente neoclásica princi-pal se construye en la actualidad sobreun centro de suposiciones universalistas;como me señaló un economista del ITAM,“Una curva de demanda es la mismaaquí, en China, en Estados Unidos, enRusia y donde sea. Y cuando los preciosestán más altos, los productores produ-cen una cantidad mayor, independiente-mente de dónde sea” (entrevista confi-dencial, 27 de marzo de 1996).

Una manera de medir la americani-zación de la profesión económica en el

tiempo es trazar la trayectoria históricade El Trimestre Económico, la primera ymás importante revista de economía enMéxico. El Trimestre depende institucio-nalmente del Fondo de Cultura Econó-mica, una organización apoyada por elgobierno pero nominalmente autóno-ma. Durante los años cincuenta y sesen-ta, El Trimestre fue un bastión del tipo deciencia económica avalada por la Comi-sión Económica para América Latina deNaciones Unidas (CEPAL), con Raúl Pre- bisch y otros famosos desarrollistas ensu consejo editorial, junto con algunosimportantes funcionarios del gobierno.Y reflejaba una profesión desarrollistaen su ideología y burocrática por voca-ción.

Sin embargo, en 1987, hubo cambiossignificativos en El Trimestre. Su direc-ción fue asumida por Carlos Bazdresch,un graduado del Tecnológico de Monte-rrey que había seguido estudios supe-riores en Harvard y tenía vínculos con elgobierno de Carlos Salinas y con el Ban-

co de México. Junto con el cambio en la

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El Trimestre Económico 

y la globalización de la economía

 Sarah Babb

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dirección, hubo una revisión total delconsejo editorial, que desde entonces haestado dominado por economistas for-mados en Estados Unidos y, en una ex-traordinaria medida, por economistasasociados al ITAM. Desde 1987 hasta 1999,11 diferentes economistas que se habíangraduado o enseñaban en el ITAM perte-

necieron al consejo editorial de El Tri-mestre, en contraste con dos graduadosde la UNAM —los cuales habían estudia-do en el extranjero— y un puñado degente de otras instituciones —entre ellas.El Colegio de México y el CIDE —. Ade-más, con el tiempo, el consejo editorialincluyó una proporción creciente deeconomistas académicos de tiempo com-pleto en lugar de los funcionarios públi-cos de la primera fase de la ciencia eco-nómica mexicana.

Por supuesto, puede objetarse que El

Trimestre Económico no refleja el estadode la profesión económica en México, si-no más bien el estado del gobierno me-xicano, que promueve y apoya una ver-sión particular de ciencia económica.Sin embargo, el punto es precisamenteque la ciencia económica y el gobiernomexicano están inextricablemente entre-lazados. El perfil cambiante de El Tri-

mestre refleja el hecho de que los recur-sos del gobierno han sido canalizadoshacia la perpetuación y el fomento de

una disciplina neoclásica al estilo esta-dunidense, manteniendo así a la profe-sión mexicana en su forma americaniza-da actual. Aunque el contenido teóricode la ciencia económica mexicana puedehaber cambiado de manera impresio-nante con el tiempo, la clientela más ac-tiva e importante de la profesión siguesiendo la misma: el Estado mexicano.

Lejos de reducir la tendencia hacia laamericanización, el gobierno ha sido sumás entusiasta defensor. A lo largo dela historia los funcionarios del gobiernocontribuyeron a la americanización dela ciencia económica mexicana de va-rias maneras, desde contratar economis-tas formados en Estados Unidos dentrodel gobierno hasta participar en la fun-dación y remodelación de los progra-mas de estudios y promover el financia-miento de becas para el extranjero.

Quizás el ejemplo más dramático deese patronazgo del gobierno y la cienciaeconómica americanizada ocurrió cuan-do un pequeño grupo de banqueros cen-

trales reconstruyó una escuela nocturna

de segunda categoría en el mundial-mente famoso bastión de la economíaneoclásica conocido como el ITAM. Esteinusual proyecto —para la época— setransformó en una historia de éxito pro-fesional sumamente visible. Durante losaños ochenta, una negociación satisfac-toria con los mercados financieros inter-

nacionales se convirtió en una precondi-ción necesaria, si no es que suficiente,para una política económica satisfacto-ria; el contar con economistas formadosen Estados unidos a la cabeza de las se-cretarías de Estado encargadas de laspolíticas fue importante para tal nego-ciación. Como la escuela ideal de Méxicopara seguir estudios superiores en Esta-dos Unidos, el ITAM estaba bien posicio-nado para beneficiarse de esta tendencia.Aunque la mayoría de los graduados eneconomía del instituto hicieron carreraen el sector privado, los que siguieronestudios de posgrado en el extranjerotuvieron mucho más probabilidades detrabajar en el gobierno que en empresas.La promesa de empleos en el gobiernopara economistas formados en el extran- jero creó, a su vez, demanda para quetrabajaran como académicos en univer-sidades privadas. Los economistas aca-démicos forman el grupo más pequeñode los graduados en economía del ITAM,pero cuentan, en general, con una for-

mación de posgrado de economía en elextranjero. Bajo el gobierno de VicenteFox, los graduados del ITAM continua-rán, sin duda, proliferando en los pues-tos de gobierno, ya que el secretario deHacienda, Francisco Gil Díaz, es un gra-duado del instituto.

La lección que había que aprenderdel éxito del ITAM no se perdió en otrosprogramas privados de economía, quese pusieron a imitar el formato, e inclu-so a contratar profesores del ITAM. Hoydía, los economistas formados en EstadosUnidos dominan los cuerpos docentes devarios programas privados de economía,entre ellos, el Tecnológico de Monterrey,la Universidad Anáhuac, la Universi-dad Iberoamericana y la Universidad delas Américas. Los graduados de estosprogramas privados están disfrutandode cierto éxito dentro de la tecnocraciagubernamental mexicana, aunque elITAM sigue siendo la institución líder.Los datos del gobierno mexicano mues-tran que el número de estudiantes de

economía de las universidades privadas

creció a más del doble entre 1965 y 1977;en 1994, su número volvió a aumentarotra vez a aproximadamente el doble.En cambio, el número de estudiantes deeconomía de las universidades públicasdisminuyó cerca de un tercio de 1988 a1994, como reflejo supuestamente de laspercepciones que los probables estudian-

tes tienen de sus posibilidades de em-pleo.

El Estado mexicano también contri- buyó al dominio progresivo de la cienciaeconómica americanizada cuando los tec-nócratas formados en Estados Unidosasumieron el timón del Estado despuésde 1982 y adquirieron el poder políticopara perpetuar y nutrir su propia expe-riencia. Un ejemplo de cómo se ejercióeste poder puede encontrarse en la his-toria del Centro de Investigación y Do-cencia Económicas (CIDE). Bastión algu-na vez del pensamiento desarrollista deizquierda asociado con la Universidadde Cambridge, el CIDE, una institución definanciamiento público, tuvo, a principiosde los años noventa, un director vincula-do con el gobierno de Salinas —la mis-ma persona que reformó El Trimestre

Económico en los años ochenta—. Su pro-grama económico fue posteriormenteamericanizado en su totalidad y, hoy, lareputación de los graduados en econo-mía del CIDE rivaliza con la que tienen

los del ITAM.

Traducción de Ofelia Arruti

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LA GACETA30

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA• DIRECTORIO DE FILIALES •

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Estados UnidosTel.: (619) 4290455Fax: (619) [email protected]

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NOVEDADESY SUGERENCIAS DE NUESTRO CATÁLOGO •

         

         

• M ARY K AY V AUGHAN

La política cultural en la Revolución. Maestros,

campesinos y escuelas en México 1930-1940 

Biblioteca para la actualización del maestroFCE/SEP

Centrado en las circunstancias que rodearon al estable-cimiento de las escuelas rurales, este estudio ofrece unamplio panorama de lo que entonces sucedía en elcampo, la concepción y el manejo de la política cultural,los caudillos estatales y locales de ese tiempo, los con-flictos con los grupos étnicos, la participación y los re-chazos populares a las políticas educativas y muchosotros aspectos de la vida efervescente y el nacimientode instituciones y organizaciones populares en esosaños posrevolucionarios.

• BERNARD SICOT

Exilio, memoria e historia en la poesíade Luis Cernuda

Tierra Firme

Luis Cernuda aparece para muchos críticos e historia-dores de la literatura, y se impone para los lectores,como el paradigma del poeta exiliado. Al menos esopensaba José Ángel Valente, quien al inaugurar en ElColegio de México un coloquio sobre “Poesía y exilio”,declaró que veía en Cernuda el “símbolo [...] de la granausencia de 1939”, el poeta “que más hondamente en-carnó el exilio porque lo asumió como una misión o undestino”.

• FERNANDO CHARRY L ARA

Poesía reunida

Tierra Firme

"No es perfilar en unas líneas a Fernando Charry Laralo que aquí se pretende. Pero desde esta distancia es

 justo y alegre saludar el nacimiento completo de unpoeta que, con perspectiva, contra el cielo de nuestralengua se dibuja con su creciente, con su nítida per-sonalidad. Y es un gozo saludar en él a una generaciónque viene a continuar con nuevos brillos una tradición depoesía ininterrumpida sobre las claras, limpias, propa-gadoras tierras colombianas.”

Vicente Aleixandre

• ADOLFO PRIETO

Los viajeros ingleses y la emergencia

de la literatura argentina 1820-1850 

Tierra Firme

En este libro Adolfo Prieto examina, por un lado, losrelatos de los viajeros ingleses que arribaron a la Argenti-na entre 1820 y 1835 y, por otro, las obras de Juan B. Al-berdi, Esteban Echeverría, José Mármol y DomingoFaustino Sarmiento, buscando aquellas pautas que, enambos casos, contribuyeron a la fundación de la literaturanacional argentina.

• EUCLIDES DA CUNHA

Los sertones. Campaña de CanudosTierra Firme

En 1902 arribaba a las librerías cariocas un libro tituladoLos sertones. Su autor, Euclides da Cunha, un ingenie-ro militar que había sido enviado como corresponsal a laguerra de Canudos, se animaba a decir lo que nadie ha-bía dicho. Él fue el primero en revelar no sólo las atroci-dades cometidas por quienes se suponían grandes hé-roes de guerra, sino también la verdadera realidad delinterior brasileño, sumido en la miseria y el atraso. A 100años de su primera edición, un clásico de la literaturabrasileña, revisado y anotado, que renueva el debate in-concluso sobre la ciudadanía y el Estado.

• JUAN GOYTISOLO

Tradición y disidencia

Cuadernos de la Cátedra Alfonso ReyesFCE/ITESM

Tradición y disidencia parecería ser la divisa no sólo de laobra, sino de la actitud vital de un artista de primer orden ala vez amado y vilipendiado, provocador de multitudes quele siguen o de absurdas minorías que pueden vituperarlodeclarándole absurdamente persona non grata. Del Arci-preste de Hita a la ruptura de esquemas de Queer Ibe-ria, Juan Goytisolo nos conduce por los caminos de unavisión del mundo que privilegia, ante todo, el riesgo comopunto de partida y de llegada.

• LUIS C ASTILLO LEDÓN

Hidalgo, la vida del héroeEdición facsimilar. 2 vols. Obras de HistoriaFCE/Cámara de Diputados

El Comité Conmemorativo del CCL Aniversario del Nata-licio de Don Miguel Hidalgo y Costilla de la LVIII Legisla-tura del H. Congreso de la Unión, con el apoyo editorialdel Fondo de Cultura Económica, presenta Hidalgo, la

vida del héroe, dos volúmenes en edición facsimilar quetienen la finalidad de difundir la vida y obra del Padre dela Patria para el conocimiento de las nuevas generacio-nes de mexicanos y mexicanas.

• ANTONIO ANNINO Y FRANÇOIS-X AVIER GUERRA

(COORDS.)Inventando la nación. Iberoamérica. Siglo  XIX 

Obras de Historia

La figura de la nación domina toda la historia contem-poránea. Admirada o criticada, la nación es la referenciaimprescindible de todas las construcciones políticasmodernas: una nueva manera de concebir una colec-tividad, una forma ideal e inédita de organización so-cial, un nuevo modo de existir al cual pueden aspirar grupos humanos de naturaleza muy diferente. Consi-derada bajo este prisma, la nación moderna es unarealidad nueva que irrumpe en la historia a partir de fi-nales del siglo XVIII.

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• NUESTRA DELEGACIÓN EN GUADALAJARA: LibreríaJosé Luis Martínez, Avenida Chapultepec Sur 198, Colonia Americana, Guadalajara, Jalisco, Tels.: (013) 3615 1214, con10 líneas •

• NUESTRA DELEGACIÓN EN MONTERREY: Librería FrayServando Teresa de Mier,  Avenida San Pedro 222, ColoniaMiravalle, Monterrey, Nuevo León, Tels.: (018) 8335 0371 y8335 0319 •

La ética protestantey el espíritu del capitalismo

MAX WEBEREDIC IÓ N CRÍ TI CA DE FRANCISCO GIL VILLEGAS

L a presente edición crítica y ano-tada de La ética protestante y el 

espíritu del capitalismo se ade-lanta a la que actualmente se preparaen Alemania dentro del programa de laedición crítico-integral de las obrascompletas de Max Weber. En 2004 secumplirán 100 años de la publicacióndel primer ensayo de Weber sobre es-te tema y por eso han aparecido yanuevas traducciones y ediciones enFrancia, Inglaterra, España y los Esta-dos Unidos, mismas que han sido toma-das en cuenta para la presente edición.No obstante, la edición mexicana ofre-ce las siguientes aportaciones: 1) com-para las diferencias fundamentales en-tre la primera edición de 1904-1905 yla segunda edición de 1920, que fue laúnica traducida durante todo el siglo XX; 2) agrega variostextos de Max Weber, complementarios a los dos ensa-yos clásicos sobre el protestantismo; 3) contiene la pri-mera traducción al español del  Antikritisches Schluss-

wort (1910), donde Max Weber respondió por anticipadoa muchas de las críticas que se le harían a su tesis a lolargo del siglo XX.

La traducción de los textos centrales,de Luis Legaz Lacambra, ha sido profu-samente revisada a fin de hacerla acordecon la terminología actualmente usadapor los especialistas. Los estudios intro-ductorios del editor, tanto a la obra gene-ral como a la respuesta de Weber a suscríticos, resumen, aclaran y orientan loscriterios mediante los cuales debe leerseuno de los clásicos más importantes e in-fluyentes de la sociologìa occidental.

Francisco Gil Villegas M. (1953), doc-tor en estudios políticos por la Universi-dad de Oxford es, desde 1982, profesor e investigador de El Colegio de México.En el FCE ha publicado Los profetas y el 

mesías: Lukács y Ortega como precur-

sores de Heidegger (1996).

Max Weber, La ética protestante y el espíritu del capitalis-

mo. Introducción y edición crítica de Francisco Gil Villegas

M., FCE, 2003 (Sección de Obras de Sociología).Traducción de Luis Legaz Lacambra, revisada y corregidapor Francisco Gil Villegas M.

     

     

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