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' i l2. Psicología institucional psicoanalítica Ricardo f¡folfé " .•. TOÜ AórovSEóvToS rWov9't.V 1íoA/..oi 1ó?O:v exoVTE( i.ppÓVf](JLV .. ," " ... Siendo el logos común (a todos), la mayoría de la gente vive como si tuviese entendimiento individual." Heráclito. F'ra¡(m. 2 de Diels, 92 de Burnet. 1. Denominación: La forma tradicional de designar 2n la Argentina esta práctica todavía "'al delimitada -la "psicología institu- cional" - ha tenido sns ventajas, derivadas precisamente de su am- bigüedad. ''Institucional'\ sa dice, y no "organizacional": con ello se abarca un territorio donde pueden quedar incluidos discursos, prácticas y objetos instituidos que atraviesan el límite -muchas veces arbitrario- de la organización. Ya se ha hecho habitual, por otra parte, que sean "psicólogos" quienes lleven a cabo intervenciones de esta índOle: el psicólogo es hoy en Occidente el rhetor sacro o el manipulador profesional llamado a intervenir allí donde se ha roto,. o falseado, la trama discursiva que da coherencia al mundo cotidiano de Ja gente. Una quiebra o trastorno semejantes, ¿qué los produce? Nadie discrepará con esta respuesta tan general como vaga: el polémico 1 movimiento de la historia; la disensión comienza cuando se intenta preósar alguna jerarquía entre las múltiples fuerzas que engendran dicho movimiento (ni digamos establecer leyes o prever). El punto de vista que al respecto se le impone a quien practica el psicoanálisis, aunque muchas veces él se.; resista a enunciarlo, ubica a la sexualidad, en un sentido lato, en el papel de motor de la(s) historia(s). Es dable percibir que ese punto de vista se ha convertido en pieza capital de una concepción novísima del mundo (cuya génesis no habremos de rastrear aquí), que ha terminado por impregnar la opinión colectiva, aunque de modo ciertamente difuso y contra· dicterio. En parte consecuencia de ello, quizás, es que se haya Uistituido, en caso de conflicto, el recurso a la Psicología;conside· * {N. del A.} Las notas al ¡:.ie de página serán de dos tipos: aquéllas qtÍe constituyen mero comentario, referencia o cita figuran en la tipografíll babi· tual; aquéllas que constituyen un complemento conceptual del texto van en bastardilla. · · 27. 1 rada ala vez ciencia más o menos estahlecida (con todo lo que esto puede significar) y disciplina o práctica oscuramente emparentada con el psicoanálisis'. Psicología que puede ser denominada, CO· mo aquí en ciertos casos que detallaremos, "institucional" y que, en verdad, corresponde que sea psicoanaJítíca si quiere ha· cer honor a la profundidad de la interrogación que se Je propo· ne. 2. Definición: La práctica de la psicología institucional psicoana· lítica consiste en una intervención esencialmente discursiva (ver- bal) en ámbitos psicosociales de la vida cotidiana. Procura instau· raí en dichos ámbitos una situación en la que se haga posible Ja escucha analítica y, a partir de ella, un trabajo interpretativo y-· · (re) constructivo que ayude a hacer consciente y elaborar aque- llo inconsciente (reprimido) cuyo retorno estuviere determinando las fallas y rupturas de la racionalidad (coherencia discursiva) allí instituida; en esa situación también se hace necesario señalar (o significar; ( ) aquello inconsciente (nodular, constituti· vo) que preside formalmente toda institución. 3. Modalidades de la práctica:· Los requerimientos típicos de tra· bajo en este campo provienen de: 1) organizaciones complejas; , . 2) organizaciones pequeñas, de estructura más o menos sim· 1 ple;' · 3) grupos en alguna etapa de un proceso de ínstitucionalí· zación o de disolución de una forma institucional; y ···• 4) individuos- o grupos que pertenecen a una organización o que intervienen en función directiva o profesionalmente a su vez -como psicólogos, sociólogos, etc.- sobre ella (o sobre Ja comu· nidad). . ,. . . En respuesta a dichos requerimientos, las modalidades más frecuentes de la práctica de la psicología institucional psicoana· lítica siguen los lineamientos de uno u otro de los siguientes rno· delos: a) el modelo tradicional de la consulta psicoanalítica, que tu· vo como prototipo, a su vez, el de la consulta médica. El cliente recurre a un profesional al que encuentra en su ¡(consultorio pri· vadoª (típica profesión "liberal" la suya, entonces), señalizado en general de modo poco ostensible. (El trabajo institucional puede llevarse a cabo en el mismo consultorio. al modo tradi· cional también en eso, o en los ámbitos cotidianos de donde p·rovienen las consultas). b).e1··modelo de Ja consultoría de servicios profesionales a empresas. El cliente recurre a Jo· que s.uele presentarse, a su vez, 28 __ :-..... ::/...;i..._

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l2. Psicología institucional psicoanalítica

Ricardo f¡folfé

" .•. TOÜ AórovSEóvToS ~vvoú, rWov9't.V

~? 1íoA/..oi ~r; 1ó?O:v exoVTE( i.ppÓVf](JLV .. ,"

" ... Siendo el logos común (a todos), la mayoría de la gente vive como si tuviese entendimiento individual." Heráclito. F'ra¡(m. 2 de Diels, 92 de Burnet.

1. Denominación: La forma tradicional de designar 2n la Argentina esta práctica todavía "'al delimitada -la "psicología institu­cional" - ha tenido sns ventajas, derivadas precisamente de su am­bigüedad.

''Institucional'\ sa dice, y no "organizacional": con ello se abarca un territorio donde pueden quedar incluidos discursos, prácticas y objetos instituidos que atraviesan el límite -muchas veces arbitrario- de la organización.

Ya se ha hecho habitual, por otra parte, que sean "psicólogos" quienes lleven a cabo intervenciones de esta índOle: el psicólogo es hoy en Occidente el rhetor sacro o el manipulador profesional llamado a intervenir allí donde se ha roto,. o falseado, la trama discursiva que da coherencia al mundo cotidiano de Ja gente.

Una quiebra o trastorno semejantes, ¿qué los produce? Nadie discrepará con esta respuesta tan general como vaga: el polémico 1

movimiento de la historia; la disensión comienza cuando se intenta preósar alguna jerarquía entre las múltiples fuerzas que engendran dicho movimiento (ni digamos establecer leyes o prever).

El punto de vista que al respecto se le impone a quien practica el psicoanálisis, aunque muchas veces él se.; resista a enunciarlo, ubica a la sexualidad, en un sentido lato, en el papel de motor de la(s) historia(s).

Es dable percibir que ese punto de vista se ha convertido en pieza capital de una concepción novísima del mundo (cuya génesis no habremos de rastrear aquí), que ha terminado por impregnar la opinión colectiva, aunque de modo ciertamente difuso y contra· dicterio. En parte consecuencia de ello, quizás, es que se haya Uistituido, en caso de conflicto, el recurso a la Psicología;conside·

* {N. del A.} Las notas al ¡:.ie de página serán de dos tipos: aquéllas qtÍe constituyen mero comentario, referencia o cita figuran en la tipografíll babi· tual; aquéllas que constituyen un complemento conceptual del texto van en bastardilla. · ·

27. 1

rada ala vez ciencia más o menos estahlecida (con todo lo que esto puede significar) y disciplina o práctica oscuramente emparentada con el psicoanálisis'. Psicología que puede ser denominada, CO·

mo aquí en ciertos casos que detallaremos, "institucional" y que, en verdad, corresponde que sea psicoanaJítíca si quiere ha· cer honor a la profundidad de la interrogación que se Je propo· ne.

2. Definición: La práctica de la psicología institucional psicoana· lítica consiste en una intervención esencialmente discursiva (ver­bal) en ámbitos psicosociales de la vida cotidiana. Procura instau· raí en dichos ámbitos una situación en la que se haga posible Ja escucha analítica y, a partir de ella, un trabajo interpretativo y-· · (re) constructivo que ayude a hacer consciente y elaborar aque­llo inconsciente (reprimido) cuyo retorno estuviere determinando las fallas y rupturas de la racionalidad (coherencia discursiva) allí instituida; en esa situación también se hace necesario señalar (o significar; ( a~µ<>ÍvEw ) aquello inconsciente (nodular, constituti· vo) que preside formalmente toda institución.

3. Modalidades de la práctica:· Los requerimientos típicos de tra· bajo en este campo provienen de:

1) organizaciones complejas; , . 2) organizaciones pequeñas, de estructura más o menos sim· 1 ple;' ·

3) grupos en alguna etapa de un proceso de ínstitucionalí· zación o de disolución de una forma institucional; y ~ ···•

4) individuos- o grupos que pertenecen a una organización o que intervienen en función directiva o profesionalmente a su vez -como psicólogos, sociólogos, etc.- sobre ella (o sobre Ja comu· nidad). . ,. .. ..

En respuesta a dichos requerimientos, las modalidades más frecuentes de la práctica de la psicología institucional psicoana· lítica siguen los lineamientos de uno u otro de los siguientes rno· delos:

a) el modelo tradicional de la consulta psicoanalítica, que tu· vo como prototipo, a su vez, el de la consulta médica. El cliente recurre a un profesional al que encuentra en su ¡(consultorio pri· vadoª (típica profesión "liberal" la suya, entonces), señalizado en general de modo poco ostensible. (El trabajo institucional puede llevarse a cabo en el mismo consultorio. al modo tradi· cional también en eso, o en los ámbitos cotidianos de donde p·rovienen las consultas).

b).e1··modelo de Ja consultoría de servicios profesionales a empresas. El cliente recurre a Jo· que s.uele presentarse, a su vez,

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como empresa o institución (mmque puede tratarse de un "con­sultor" individual) señalizadas en forma ostensible y pública. Allí el psicólogo institucional psicoanalítico puede ser uno entre va­rios especialistas en distintos aspectos del asesoramiento organi-

zacioilal. e) una organización-cliente puede illc!uir al psicólogo, en for­

ma permanente o provisoria,. como parte de su personal, para la realización de un trabajo institucional. Ésta modalidad de inclu­sión desemboca a menudo en el "gabinete", es decir, un sector u oficina segregado para la consulta en el interior de Ja organiza­ción, como réplica del consultorio privado de fuera (modelo a)). (Sin embargo, en este modelo, el comienzo de la relación psicó-

' lago-cliente puede plantearse en términos inversos a lo que es ! típico del modelo a), ya que aquí suele ocurrir que sea el psi­

cólogo quien acuda o se postule para el trabajo). , La realidad, como siempre, tiene lugar para complicaciones,

mezclas, excepciones y casos no previstos en los modelos. Entre estos últimos casos, citaré dos tipos de intervención cuyas posi­bilidades tuve ocasión de explorar en mi propia práctica:

d) la intervención del· psicólogo institucional se efectúa desde el contexto de una organización (que puede ser un organismo oficial., o una institución internacional; docente: científica, pro~ fesional, gremial, etc.) prestigiosa por algún motivo para el clien­te, para el que constituye una "organización de, _referencia'~, -a· -condición de que éste no se encuentre directamente subordinado

a ella. ··- é) el psicólogo institucional procede de una comunidad o na­ción distinta de aquélla en la que lleva a cabo una breve inter­vención. Este carácter de "visitante" implica·un fructífero efecto de ajenidad en relación con las cosas que se hace preciso contar, le3 • La desorientación del ~·extranjero", por otra parte, puede ser mitigada si se constituye un "equipo de intervención" del que participen psicólogos "locales". Esto sirve, además para dejar inaugurada una instancia que facilitará uria continuación eventual

del trabajo. (Queda así introducida, entonces, una referencia al equipo de

intervención psicológico-institucional. A través de él puede lo­grarse -mediante laboriosa regulación- una polifonía de estilos y elocuencias y

1 antes que nada, un enriquecimiento de la escu­

cha que, no ya la novedad, sí la complejidad de estos ámbitos

exige).

4. Discurrit '1libremente n: Hay una objeción que aparenta tener solidez contra la viabilidad de una práctica que pretenda exten-; der la escucha• analítica a un material discursivo (-y-práctico)'

29c -Z, .•

que sea producido en lllla .situación que no se aparte drástica­mente de la vida cotidiana: es la de que en tal situación no sería posible aspirar a que tenga vigencia Ja llamada regk fundamental del análisis, la que conduce a "asociar libremente» ..

Es innegable que no resulta fácil, en un grupo -por ejem­plo- de gente que trabaja junta, dejar de lado inicialmente las consideraciones exigidas por .esa' imagen, del otro y nuestra pro­pia, que custodia el mantenimiento de la represión.

Podría aducirse que tampoco resulta fácil hacerlo enla situa­ción en la que tiene lugar tradicionalmente el análisis, pero quizá sea más fructífero aprovechar la ocasión· para poner a examen ...... . ·-aunque se tenga por sabido-' qué Significa "asociar librec mente'.,. ,

Por supuesto que no quiere decir qne exista .contingencia ninguna en lo que hace a los puntos [representaciones-meta (Zielvorstellungen)J adonde se encamina el curso de las ocurren­ciás cuando se hace primar la consigna [llamada "regla fundamen­tal" ( Grundregel)J de desatender los reparps de la moral, ei deco<0,' el respeto, el sentido común; La teoiía analítica se enfrenta en este aspecto con el asociacionismo vigente en Psicología en la época .de.

! Freu.d y del que éste tomó, precisamente, la expresión que estamos discutiendq. Los únicos principios que detenJ?inaban pa­ra esta escuela el enlace entre representaciones eran.:.;contigüidad y semejanza". No había otra apertura conceptual hac.ia.la ver­tiente histórica subjetiva que la representada rudimentariamente

i por la simultaneidad o secuencia (siempre contigüidad) con que los elementos perceptuales o intelectivos llegan a integrar el acer­vo mnémico. En cierto sentido, pues, induce a confusión el tér­mino incorporado por Freud,- o sea, esta palabra: "-asociación'",.

' ya que el análisis insiSte en subrayar la incidencia de la historia, no del acaso, sobre los vínculos que ligan a las representaciones en el psiquismo, .vínculos que se extienden, claro está, a la se­cuencia de lo que se dice -o se podría decir, si no lo impidiesen los obstáculos ya mencionados. En contra del supuesto de una indiferenciación mecánica con la que se yuxtapondrían palabras

, (o recuerdos) cualesquiera descubre el análisis conexiones signifi ! cativas en el discurso menos ordenado, tributarias en último tér­' mino de la importancia libidinal que atesoran en el recuerdo

determinados acontecimientos o fantasías. Quedó dicho, casi' al pasar, una vez más: "discurso". Este

término, de tan larga tradición filosófica, aparece últimamente en los trabajos escritos por psicoanalistas con una fretuencia­comparable a aquélla con que la usan_ ahora tambiéll: los semiólo~ gos, preocupados unos y otros por este último avatar de la· "'"º'"' [noción que oudo vertirse al latín discursi:S (intellectus)].

.<; :·1t:-·>,; _ .. _ /::"-""" '"' 30_.

_ ¿Qué· nos impide, entonces, reconocer ya que lo que hacen quienes procuran atenerse a la regla analítica fundamental, más que "asociar libremente", es DISCURRIR' ... más o menos libres

' de ataduras convencionales? (De otras ataduras, las que provie­nen de las constricciones impuestas por un "paradigma" discursivo que podría identificarse con lo inconsciente primero 7 , no podrá ningÚn discurso evadirse).

Discurren "Iibrem'ente" quienes, a la deriva de una conversa­ción excepcionalmente distendida' , pueden hilar recuerdos y conjeturas, relatar lo sucedido o lo imaginado o argumentar sin un objetivo práctico preciso. (No siempre esto equivale a diva­gar). Muchas veces, quienes discurren de este modo dan en recla­mar algo -no exactamente de sus interlocutores- o procuran conmover o excitar: evocan con todo esto a otros no presentes.

He ahí una descripción del complejo material que· debe de­- sentrañar la escucha analítica.

·Pero, ¿a dónde se llega con este discurso más o menos libre de ataduras convencionales? En este punto se establece la dife­rencia más neta entre el psicoanálisis y las psicologías del siglo XIX, incluyendo las formas de introspección propuestas por

. Wílliam James y Brentano. En efecto, allí donde la psicología r pre-freudiana se abstenía, o dejaba preparado el salto metafísico, : el psicoanálisis, por haber nacido al hilo de una práctica no kespecuiatíva, pudo eludir el efecto de unidad de una con(s)cien­' cia producido por Ja superficie del discurso abierta a la percata-

ción (superficie que puede hacer las veces -inevitable compara­ción:_ de espejo)9

• Rota, como sucede en la neurosis, la tersa continuidad de Ja trama que el discurrir va urdiendo (trama tan ceñida -insistamos-- que puede hacer de espejo). descubrió el analista10 formas más consistentes que aquélla er la que ~B r~i~

; tera una apariencia humana.

1: ·Formas consistentes, de gran amplitud, soportanu, en efec·

to} el --discurso, eqt~iparables a diversas variantes de la forma 1 argumental narrativa, cuyo modelo es el relato, o de la forma

argumentativa, cuyo modelo es el "entímema '"'. Se trata de las formas de la fantasía."

Fonnas no menos complejas, pero desprovistas de la co-. nexión que da sentido, asoman a través de cualquier articulación

que pueden establecer con el despliegue del discurso oficial: tor­pezas, incoherencias, despropósitos1 equivocaciones~ ocurrencias inesperadas, aiusiones chistosas, interrupciones~ olvidos, intermi·

J tencias y reiteraciones, lo ttcasual" o no deliberadamente dicho, · xnostrado u omitido, en fin, y !o dlcho ex abrupto.

Esta última expresion, usual en nuestra lengua,- puede arrojar lui sobre 'nuestro objeto. El diccionario Ja define como un "mo-

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do adverbial que explica la viveza y calor con que uno prorrum­pe a hablar cuando o como no se esperaba; et¡;_" (R. Academia). En latín se constituyó como expresión cristalizada (cuyo signifi­cado es: "de improviso") por omisión de un nombre o sustanti­vo, del cualabrupto es atributo. ¿Cuál corresponde que sea ese nombre? ¿campus? ¿locus (lugar)?, _¿tractus (extensión, trecho, en el espacio o en el tiempo)? Cualquiera de ellos, sin duda, pero solo como metáforas del discurso.14 A lo dicho en forma inesperada,· aun para quien lo dice, puede convenirle la imagen de algo que cae desde lo alto de un terreno quebrado (como . podría traducirse abruptus)15 • Pero lo quebrado o roto (ab-rup, tus) por la aparición· de la in-solencia será siempre un discurso que iba siguiendo hasta allí la forma de una fantasía instituida: ex abrupto discursu aparece) entonces~ otra cosa.

A esa otra cosa se allega el arte propiamente (psico) analíti­co, consistente en lo fundamental en la aplicación de un método de des-coniposición y re·composición de discursos cualesquiera, con el fin de discernir en ellos, y seguir} las pistas de versiones de Ja sexualidad diferentes de aquélla que se pretende enunciar. Para ello, esas formas huidizas que brotan ex abrupto (discursu) [portadoras de mayor o menor valor poético (o de condensación Verdichtung), valor con cuyo máximo exponente nos encontra­mos en el sueño j deben ser sagazmente rastreadas hasta hallar los lugares -que tendrán también la forma argumentum,- de donde han sido alguna vez desencajadas (obra de la represión).

(El análisís, por último, llegara a desmontar en sus unidades o elementos --representantes pulsionales-- los esquemas argumen~ tales des-cubiertos).

Esta no puede ser tarea sencilla, ni mucho 1nenos cómoda,· porque la versión de la sexualidad que subtiende normalmente un discurso, aportándole siempre-renovada coherencia, para lo que cuenta con cautivantes puntos de apoyo en Ja intersubjeti· vidad16

, es heredera para la ocasión del mandato que provocó Ja represión en cada uno [común a todos la imagen imperiosa (lchi­deal) de lo que "debe ser" humano. Lo que en esa versión se cristaliza, pues, es Un designio de excesiva importancia para la especie 17 como para que se haga fácil la transacción que permi· tiría conciliar al cabo -fruto del trabajo analítico- los poderes relativos de cada una de las versiones (o argumentos) primero discordantes].

E! camino se ve un tanto allanado, sin embargo, por la admi~ sión (en la "formación colectivaq 1.~ i!lStaurada para producir eI análisis concreto, ya sea que incluya a dos o a miz personas) de·

. que un trayecto entero ~e .discurso y la figura prosopopoética19 en ºque éste· encuentra allí lliis1no ~como ya se· aPUntó- apoyo

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renovado son pasables, o provisorlas;enearnaci6n y cristalizaciór1 Contradictorio efecto tiene} en la práctica1 la inten~

de instaurar el dispositivo analítico sin dialogar con el ethos 1 vigente: el discurrir no fluye, resistirá (más en aquellos puntos,

precisamente, en los que 110 se pretende sino su!Hertir el apo· yo).

fu. de reconocerse que lo ya-instituido da la medida [como hernchende Zielbesetzung (investidura de meta dominante); cf. "Interpretación de los sueños", O.O. I, 569; G. W., Il/III, 600]

; .-en tanto rija como efecto de algo más que la amenaza, directa i y continua, de una fuerza exterior- de la comente principal de

los deseos compartidos en un ámbito dado, aunque, cuando se necesita de una intervención del tipo· de la que estamos discu· tiendo, sín duda habrá contradicción y lucha.

La vigencia de un deseo compartido, puede verificarse, en resumidas cuentas, de distinta manera:

a) en tanto es savia, insatisfecho (Zie/gehemmt), de una "es· tructura libidinosa''20 en una "formación colectiva";

b) como líder, excepcionalmente, de una masa o de una "form.ación colectiva" (deseo preciso, singular1 quiere decirse en este caso, como el de venganza, el de exhibírse, el de beber, etc.);21

e) en tanto -y esto es lo que nos interesa más ahora- ha quedado incoroorado a la estructura fantasmátiea que sustenta el discursÓ, claro que solidariamente -importa repetirlo- con la función que se señala en a). Aquí haría falta operar en la empre­sa de extensión y enriquecimiento de los conceptos del psicoaná· lisis un giro argumentativo que se apoye -salvando las distancias históricas y teóricas-- en el que tiene lugar ·hacia el final de la Traumdeutung (más precisamente) en Ja última sección, '~Lo in~ consciente y la conciencia. La realidad", del último capítulo, "Psicología de los procesos oníricos"), donde Freud, habiendo demostrado ya en forma exhaustiva el carácter mteligíble del fenómeno onírico, y postulada, consiguientemente, la necesidad de entender como sistema psíquico lo que el saber de la época consideraba apenas socavón, ni sistema ni (salvo excepciones) psique,"' puede pasar a esta atrevida pro-moción: si no el todo, lo principal de los procesos (regulados) de la vida animica es inconsciente. El postulado que se hace indispensable sustentar ahora es el de que las distintas formas de manifestación discursi· va concreta están montadas en su integridad sobre varia::tcs retó~ ricas y anecdóticas de los esquemas que Freud denorn.inó Phan~ tasiebildungen (formaciones fantasmáticas)", vástagos o retoños (Abkiimmlingen) del sistema Inc., que -"presentan un alto grado d_e organización, se hallan exentos de contradicciones, han utili·

•V 4

z.ado todas las adquisiciones del sistema Ce. y apenas se difere¿. eian de los productos de este sisteman2~ (&y· que wásta~ gos tales a la actividad productiva de las "escena' tes"" que -como lo reprimido propiamente dicha- habrán si· do a su vez objeto de la atracción moldeadora que ejercen requi· sitos argumentales desde el núcleo (Kem) del sistema Inc. -o sea, lo reprimido prímordial.26 ]

Y, por último para completar la descripción de la vertiente pulsional de la psicología colectiva" suelen ser compartidos también, en un ámbito y en un momento dados:

d) deseos no compatibles con la integridad de una forma fantasmática dominante, vale decir, deseos específicos reprlmi·· dos; de la índole de aquello que retoma· para manifestarse; como dijimos, ex abrupto, aunque también puede hacerlo por vía indi­recta, de manera continua o discontinua, sutil o no. Todo depen· de de la modalidad de transacción que se haya establecido entre los dos sistemas psíquicos que delimita la primera tópica psico· analíticaz8

; de eso depende que se constituya -en definitiva-­una u otra Ersatzbildung (fonnación sustitutiva)" , o alguna for· ma de sublimación) o una puesta~en-ese:ena ...

Frente a la vastedad del tema, es necesario que nos detenga­mos momentáneamente aquí. Pero habrá que señalar antes en qué difiere el discurrir que puede producirse de modo típico en un grupo, durante un trabajo de psicología ínstitucional, del cur· so que suele transitar en el caso de la práctica psicoanalítica tradidonaL Ya se dijo, al principio de esta sección, que una objeción que puede hacerse contra la legitimidad o coherencia de este tipo de prácticas, pretendidamente psicoanalíticas, parece atendible. Corresponde ahora, pues, centrar la discusión en lo que ocurre cuando se instaura el dispositivo analítico en un gru-po (para decirlo con sencillez) de la vida real. ·

. 5. Los escenarios _colectivos para la puesta~e~-escena o. puesta-en-acción de la fantasía: Se ha escrito en abundancia, en años recientes, sobre la llamada uilusión grupaP'3º , subrayando quizás en demasía el elemento de fascinación a ella ligado. Pero no siempre se señala la pertinencia de un ámbito colectivo para que en él asome, se instaure y legitime el deseo de análisis (que i;iodrá luego seguir distintos cursos). Puede argumentarse que en el -como ámbito histórico-cultural concreto- adquirió forma y se hizo practicable primero ese deseo (aunque ligado a un con­texto de privacidad) y de él siempre depende. Ahora bien, la discutible novedad -relativa, ye:- consiste en instaurar efectiva­mente en ámbitos colectivos (organizaciones, grupos,. comunida~ des) un dispositivo analitico.. ··

! A pesar de que F'reud ya había nrevisfo esa. nosibilidad en ' . .

34 .\ ' .1,

El malestar en la cultura (1930)31 , sólo hacia 1945 se intentó

poner en práctica algo parecido, aunque bajo malos auspicios teóricos." En nuestro país, esta forma de aplicación del psico­análisis debió esperar una década más, habiendo sido. su iniciador Enrique Pichon-Riviere, y José Bleger" y Fernando Ulloa" sus más destacados propulsores en los años siguientes].

Es interesante observar que, para que un recurso semejante se hiciese productivo, han sido de ayuda los mismos fenómenos y cristalizaciones (fonnación colectiva, estructura libidinosa) que habitualmente obturan la posibilidad del análisis." El empleo de los conceptos psicoanalíticos apropiados a esos fenómenos nos eximirá de tener que recurrir a la indigente .noción de "facilita­ción social"" para dar cuenta de la fluencia, riqueza, pluralidad de registros y resonancias con que puede a veces llegar a discu­rrir para el análisis un grupo.37

F,s más adecuado conjeturar que en la formación colectiva sui generfa que se instituye a los fines del análisis, el psicólogo institucional ocupa un lugar que le permite operar el reemplazo provisorio del ideal que sujeta a los miembros del grupo, por otro, >"gerente de una concilíación mejor lograda entre las fuer­zas en pugna: los deseos no compatibles con la figura (fantasía) dominante tendrán mayores posibilidades de ser tomados . en cuenta.

Este aspecto de la "ilusión gnipal" favorece el análisis. Pue­den producirse así momentos privilegiados~ en los que las-ocurren­cias reverberan y provocan otras nuevas hasta cristalizar en un de:;cubrimiento colectivo. Pero ese discur_so upolifónicoª se enca­mina {con raras excepciones3ª) 1 hacia 10' que importa a todos los aBi reunidos, vale decir--por ejemplo- hacia la dilucidación de las fantasías (con su modulación individual) ligadas a ia elección de una profesión, a la ejecución de un trabajo, a un conflicto colecti­vo concreto, etc. No da más que las pistas (sin seguirlas de manera exhaustiva) de las determinaciones postuladas en la infancia de cada uno.

Pero para dar cuenta del trayecto que hay que recorrer a lo largo de un trabajo institucional 1 a partir del momento en que se ha podido montar el dispositivo para el análisis -y la esperanza que lo acon1paña y sostienE;"- ha::;ta la relativa des~ilusión que pre­ludía el final, tendremos que retomar el hilo princípal de nuestra argumentación teórica.

F'reud ha 'señalado en varios trabajos suyos que versan sobte la naturaleza de la fantasía" que las Phantasiebildungen (formas o formaciones· fantasmáticas), a las que antes aludirn.os, representan un estadio preliminar que es necesario postular en el proceso de for1nación de sin tomas. También ha destacado' su partícipaclón en

la creación artística, literaria o plástica. Igualmente:..;,,omo puede colegirse de la lectura de fa Psicopatologia de fo uida cotídiano:- las descubre detrás de fas incongruencias de conducta más habituales. En otro Jugar dice: .... Las fantasías de los perversos, claramente conscientes, y que, en circunstancias favorables, pueden transfor~ marse en actos (Veranstaltungen: comportamientos reglados); los temores obsesivos de los paranoicos, proyectados en sentido hostil sobre otras personas, y las fantasías inconscientes de los histéricos, descubiertas detrás de sus síntomas por el psicoanálisis, coinciden en su contenido hasta en los detalles aislados".'º (Estos esquemas se definen, pues, podemos concluir, por representar 1111 sustrato argumental, .explícito o elidido, para el síntoma, la conducta, el delirio y la realización ·sublimada).

. En los ámbitos colectivos hallamos otra forma de manifesta­cjón de la .fantasía, emparentada con la que ca...racte·riza a esos comportamientos reglados~ o Hpuesta....._en-escena~' típi~ cos de los perversos: en ambos casos se proces.a un material de acción.· Sobre el escenario que se abre en cuan.to un ámbito colecti~ va se constituye, sobre la "escena pública" de. una comunidad~ un: grupo o una organización cualquiera, se van articulando con minu~ ciosa (aunque sea ciega) precisión los pasos de alguna de aquella.~ mismas secuencias argumentales que descubrió el análisis en otros contextos. _.

La literatura dramática, a tra;és de su sistema tradicional de notación, nos muestra que para que una materia sem.ejante se de:;.. pliegue es necesario el discurrir1 pero el autor debe --a veces con detalle-~ formas de de conducirse. La relación entre ambas series sémicas es tan sería rozar tan solo el tema en el contexto de este No se pretender otra cosa acá más que reiterar -desde el ángulo de visión . ·que permite esta práctica psicológica- lo todo analista <Je'sc11·

hre en su trabajo: si bien el análisis tiene en un medio verbal [la psicología institucional psicoanalítica -recuérdese-- se define por ser una intervención discursiva (verbal)], sólo se lo puéde prac­ticar si lo está respaldando una continua aplicación del t~ntendi­micnto a la tarea de discernir córao se cualifican los discursos en el interior de los intrincados contrapuntos que establecen con lo no (plenamente) disc-ursivo4

' 1 y en primer térrnino con las acciones o conductas42 de los mismos sujetos que producen esos dlscu.rsos en análisis.

* * * El trayecto a tecorrer durante la ps!cológico-ins-

tituclo'nal queda car.a.eterizado por las b:ansforrnaciones que· sufren

"'-.".

'>'·.m:a u ~e t:i.::.n.cn e:n el

donde se lleva a cabo el tendremos que tnmsóta.r, en sentldo inverso al aue nara su cons-

las sendas que les estii; marcadas por leyes de funcio-namiento del psíquico" Hay que prever que primero se presentarán las formas de que controlan o "dominan ~a¡1nque sea de manera imperfecta-- a todas las otras; vale decir que en una organización determinada, ·ejemplo; se allegará primero -es lo normal-· a nuestra y a nuestra ecuanimiM dad aquella fantasía que oficial o legítimamente ha convocado y mantiene unidos, en tomo de cierto ideal, a los distintos miem· bros. A su tiempo; por los caminos que ya hemos indicado, ven· drii:n a ser oídas, e interpretadas -con toda la dificultad que ello puede implicar- también las que están condenadas allL Muchas veces, se trata de la contradicción puntual de la fantasía dominan· te" Puede set, para profundizar el ejemplo, que en dicha organiza.

rija el mito, o fantasía: (aquí) ''se salva a un niño')43 • Debe

facilitarse su rnanífestación para que pueda también poco a poco aparecer su antagonista: {aquí) i'se mata (destroza) a un niño".44

(La gravedad de ia cuestión que estaría en juego entonces explica de por sí la necesidad de instaurar -en un caso como éste- un estilo de intervención que permita que la contradicción "8 vaya presentando del modo descripto, el único compatible -por otra parte--, con las exigencias de un proceso que se desarrolla bajo el signo del análisis)"

El recorrido del análisis obliga por fin a .Jos argumentos fan­. tasrnáticos a una curiosa inflexión. El modelo de ese tránsito nos lo proporciona Freud con máximo detalle en su historial del "Wolfsmann" ("hombre del lobo")." A través de ese texto capi­tal podemos acceder a una concepción de la racionalidad del pio· ceso analítico. De él se desprende que el analista, en un momento crucial de su labor, debe llenar un requisito discursivo: debe hacer pasar todos los hilos argumentales que fue desentrañando por un hito fijado en el horizonte primordial ( Ur).

En ese pasaje, los argumentos de la fantasía terminan de desar· marse en sus elementos -representantes de pulsiones aislada;;-­para soldarse de otra manerai se Corrigen, refuerzan o atemperan y pueden ser señalados-en última instancia- como parte integrante de distintas "teorías" (sexuales) concretas del origen.46

En un 8xr1bito colectivo, hay que atender a la complicación de tale.s historias con las instituciones. Allí, el destejer la trama discur· siva hasta llegar a. esa ¡irofumlídad en la que pueden vislurn brarse la

37 '6

y _i'=.ol ~·n,o::o-i;r:d rte tozto r .. rzt:Jt: ... ·:i.%': tc;:tr :ix_·\e.:;'c. ;-;:.v~;,1..:3 L\ü s-ó ü a trn.H.sfcrtfrB!: 1oB ua¡;12'!Yi,'"'

!¡}, :ncnre:· un de lo .Ex1 de masas, interpretó como ~'ficció;n ·(o ilusión) , llidism pensable para que la "fomiación colectiva" subsista, la fnntasfa de que existe aigui.cn que tiene la capacidad de dar, a todos.los miem, bros de la masa por. igual, un amor inagotable. Esta es Ja que co-ínstiruye (conjuntamente con lo que imponen otras; dimen· siones de dete.>minación operantes "en el ámbito histórico concre­to) la "estructura libidinosa" y el modelo de organización sofülarío con ella. En el texto citado; Freud se ocupó también de construir (véase el capitulo 10, "La masa y la horda primitiva") !a relación entre la fantasía que así cristaliza y un esquema argumental pri, mordial perfectamente designado con una expresión que figura en el historial antes citado: Urgeschichte (historia primordial).

bo, importante, en la práctica, es que la organización (Iglesia, ejército, en el análisis de Freud) dura Jo que la fantasía en la cuai se sustenta, Si el colapso de ese soporte es brusco, sobreviene el pánico, interpretable como sobresalto de castración colectivo.47

Y a no forzados a limitarnos al examen -puramente teórico-de esas grE!f\des instituciones que toma Freud en su texto funda·

, mental sobre el tema, la práctica de la psicología institucional [psicoanalítica nos pe~íte acc. ".d':r ·~ la obse. rvación m.inucio':"" del ! proceso de ·mstauraCJon, mantenmnento;" cambio y disoluc1on de ;1 lo _instituido en un campo social. Una ·norma·,4ª un sisterna 1 una

, determinad.a convención o acuerdo,49 un método, un recurso, ·un ' producto aceptados, un estilo que se difunde, proyectos,'º jerar-

quías, cualquier objeto de consenso, en fin (y el contexto de su ' instauración): esto puede ser estudiado en su lugar de surgimiento, ' despliegue y extinción con la precisión que se deriva, además, del

poder de controlar algunas de las principales variables psicosociaies , implicadas.

6. La transferencia: Un aspecto esencial del dispositivo psicoanalí­tico lo constituye la regla que prescribe la dirección en Ja que ha de operarse con respecto a esa "Vjcaria "estructura libidinosa" que se produce como infaltable efecto del acto de instaurar la situación de análisis. Sobre cuál sea la dirección prescripta, tendría que ha· ber pocas dudas: se trata de avanzar hacia lo que más cerca esté de la disolución completa de esa.,uficcíón o ilusión"~ que sin embargo es tenaz.

Los medios para lograrlo se habrán de perfeccionar cuando se ton1e en cuenta con más rigor el carácter argumental qtl:e esa tic·

,, ción entr:lña. El drruna trailsferenciai no puede ser ceñido a través i de la lectura o de figuras aisladas. Su relación con

[ss ···"·

la Urgeschichte debe hacerse patente, con lo que surge allí una historia concreta. Por este lado, precisamente, queda abierto un camino hacia la disolución de la "estructw:a libidinosa", a condi· ción de que el analista (el psicólogo institucional) se vaya trasla­dando con pericia· hasta ubicarse Conde corresponde, en el papel que -aunque no le guste- le toca. No el del héroe, por cierto, en definitiva, no el de la víctima tampoco. Sólo el de quien conoce y puede dar testimonio de aquella forma general de las historias. Esa es, por otra parte, la única garantía de que se halla en condicjones de entender Jo que escucha" y de que no . .será múy propenlio lt caer en las celadas de la puesta·en·escena. ·

NOTAS

I En el sentido originario. Pólemos: guerra, conflicto, lucha. 2 En un trabajo reciente, el autor ha expuestó su propio purlto de vista

en relación eon este parentesco. Cf. R, Malfé, "Tres prop0siciones para cerrrir el objeto de La psicología (psicoanalítica) en horizontes del psicoanálisis apli· cado", Revista Argentina de Psicología, Nº 26, Buenos Aires, 1980. (Cf. también "fe de erratas" en el Nº 28, pág. 160, de la misma Revista).

3 Desde este punto de vista, precllrsores ínvohmtarios de esta modalidad d.e intervención serian los famosos "canibale.'>" de Mont:aigr.ie, que pusieron e1 dedo en las en las Hagas y absurdos de la Francia monárquica, con sus despre· ven.idos comentarios. Léa.se, en los Essais de Miguel d~ Mo-ntaigne, ei titulado Des cann íbalf:s.

4 Hay que recalcar: la escucha; Ja posibilidad de una lectura psicoanalíti· ::a fuera de un contexto el ínico, nadie la pone ya en duda, El material textual, literario y te&timonial, ha sido utilizado para el análisis, de Freud .en más, sin q'.'-~ subsista polémica im;portante al re!pecto.

5 En lo que sigue de este trabajo se aclarará el por qué de esta notación,· que podría desplegarse asi: un material fundamentalmente discursivo, pero articulado en forma íntima y esencial con determinadas prácticas, de las que no se deja, en consecuencia, autonomizar por entero.

6 Este verbo invalorable con el que cuentan las lenguas romances se originó en d latín dis~urrere, "correr de un lado a otro''.

• 7 "'SÍ en el hombre existe un acervo de formaciones ps(quicas heredadas, o sea algo an.álogo o.! instinto animal, ello será lo que corutituya el nódulo del sistema lnc." (.$, Freu.d, "Lo Inconsciente", Obras completas(O.C.), Madrid. Biblioteca Nueua, 1948, t. l, pág. 1056; Gesammelte Werke (G.W.), X, 293) " ... Los esquemas {ilogén.icos congénitos, , . cuidan, como "categorías" filo· sóficas, de la distribución de. las inlpresiones de la uida:· .. All{ donde las vivencias no se adaptan al esquema hereditario .<;e inicia una elaboración de las mismas por la fantasía .. . No podemos rPchazar la hipótesis de la actuación de una especie de conocimiento previo, dif{cilmente determinable, semeJante a una preparación c la comprensipp., Es totalrnente imposible imaginar en qué puede consistir· este factor, y lo único que podemos hacer eto compararlo al extenso cónocimiento instintivo· de los animales: Sl en el hornbre existiera

.. ,- -, .. _._ ~Q

i 1

1

también un tal patrimonio instintivo, no tendrianu» por qué asombrarnos de que Ge refiero especialmente a los proce$(JJS de la ukla sexual, aunque claro está que no habri.a de lin1it11J":Se a ellos. Este elemento insti.n.tiuo seria el nódulo .de lo incomcien:te.. ; . "' (S. Freud, "Historia de una neurosis infantil". O.C., JI, 749; G.W., Xll, 155). Véase más adelante, en conexión con e.'>to, lo asentado en la pág. 34 de este trabajo: "(Hay que asignarvást:µgos tales, etc.)".

8 Discurrían (o conversaban) de este modo, seguramente, Sigmund Freud y un abogado berlinés, Freyhau ..su apellido, que la causalidad quiso que fueran compaiiero.o; de viaje .en una excur.sión por los cercanfas de la costa adriática durante el verano de 1898, cuando al pn'mero le sobrevino un olvido después celebre: no pudo recordar el nombre de quien pintó los frescos de la catedral de Oroieto. (Cf. S .. J<'reud, "Psicop11.tologia de la vida cotidiana" O.C., 1, 627; G.W., JV, 9). De e'Sf! olvido, de las razones de ese olvido, extrajo Freud abundante enseñanza sobre si mismo ¿Qué mejor sonda, entonces,·- que esa que podemos imaginar distendida atención, cordial sin compromisos, del cas· ual compañero de viaje?~ ideal de analista (si además, por obro de alguna raro circunstancia, eJ fatal personaje, con su sola dUposición, ·.hiciera admisibles todas las referencias uerbale.s a la sexualidad -aun lai; mtU directas-). Hay que admitir que este ideal de interlocución. an.aliticapocC1$ ueces se da. Lo habitual es que la relación implique algo más de violencia. Hay ocasiones en que la "regla fundamental" debe ser enérgicamente recordada, defendida, impuesta, con uariable resultado.

9 .Esta c·apacidad del discurso es correlativa de la de aquellas funciones: blológicas·que contribuyen a producir el efecto de un.idsd e integridad del esquema corporal.

lO Definible su lugar como el de la: alteridad a. la que tia dirigido el discurio ~'libre'".

11 Siguiendo con la tmnsitada alegoría. he aquí el roporte del espejo. 12 Cf Afistóteles, Ef arte de la retórica, Buenos Aires, Eudeb.a, 1966.

t3 Este con.cepto fundamental del psicoanOtisis he tr;ido objeto de tanta aparente consideroci/;n cuanto efectiuoe descuido y deformación. Quien quie· ra. intentar su redescubrimiento debe por recorrer los siguientes tex· tos de Freud: "La eillboracibn , en La interpretación de los su.e· fios, o.e.,·!, 496 ~ G. H'-, !I/ill. 492; "Las fantasías histkric:as y su relación con la bisexualidad", 0.C., I, 947; G. J.V., V11, 31; '~Gener1didades sobre el ataque hist€rico~'. 0.C., I, 953; G. W., VII, 235; "Teorías sexuales de los niños" O.C., I, 116:1; G.W., VII, 171; .. Pegan a un niñoii,o.c., 1, 1173; G.W., 195;

,. .. "El poet_a y la fantasía". O.C., .'U, 965; G.W., VTI,211; "La novela familiar del neurótico'', O.C .. III, ·Madrid, Biblioteca Nueva, 19&8, pág. 465; Q.W., VII, 225; "Un tipo especial de elección de objeto en el hombre", en Aportaciones a la psicología de la vida er.ática, O.C., I, 955;G.W., VIII, 65; "E1 delirio y los sueñ.os en la 'Graclin' de W. Jensen ", O.C., I, 583 y esp. pags. 601-609; G.W., VII, 29 y (~Sp. págs. 71-85; d UltitrHJ de los ~ns.ayos ha:_ia una teoría metamorfosis de la pubertad", O.C., I, 801, esp. pag, 810, con una í.mporta ... '1.te nota aJ píe; G.W., V, lüB,esp. 127-28; § 6, "Relaciones entre ambos sfa:;temas'', de L-0 in{'.On.tcierttl?., l, 1054: G. U'., X, 289; Conferencia 23 de "Introducción 1'1.Psieoa.náiisis", O.C., J, 24:1, esp. págs.'248-254; G. W., Xl, 382-391; todo el hii,,ioritú del Wolfsrnan.n ("hon1bre­del loboº), publicado como .. liistoria de una neurosis infantil" O. C., n:, 693¡ G.W .. XII, 27; "Observaciones sobte un ca$(\- de neurosis , O.C., II, nota al ple de las págs .. 645-646; 427; para un li:b:ro de J. Varendonck", O.C .• III, 307; G;W., "Los de:i pslcoanáli· i· sis" 1 O. C., III, 630--882 (pas:s-im ); G, W., No ser éi-ta una

40

x;:,1.'t:1't:' :~;0 <?.:rl1na:;tlW:1 cl$ }oi;¡ h1gm"es ~n qu1S F;-eud :se cc1.::p2 ·del. ii::rn.:a de la '~>iH;~c ';:,., ''?, f:Jl:li':' >0! ~oncepte ~ Bi.e~dü :r--ro~::'>.cid'\'.i, i,;~")hf:."<:t2cln L't'.l:n otros ·v

·;-,'«\. ;v, j,(; ;;,;u·go rle tod;;;,_ ;;;u t>bYE .• Í''{ ., {· "~~X->l.ti.,J-· · t"\L{~ ;:;k,¡;,;,· f.,fü: ·tods i.ü ·)s:i_·a R'&!i;'Xe~sr..,.,¿ A la {':<:J1nprm::"<;¿11 á· ;_o c;i ~-)

[ fant.asfas ( d~ :r~~:seion) d-e ltshnis" El análisis de las fantasías en ámbitos colectivos, :resulta ix:uJiapensa~

bh: cl estudio de Psicologt'c; de las masa,~ y análisis del yo, Tótem )1 tabú, lirfoisés y la religión monoteísta, El porvenir de una ilusión, etc.

1 ' j 14 Por ejemplo, Plinio el joven usa la ex:pr·esión "'troctus orationis", que · podría tradueine -ya que oratio es: t:i...'lónimo de discursus- como "encade­

namiento del discurso".

lS Compárese ~on el modismo argentino actual "descolgarse con algo". 16 Estm puntos de apoyo, por otra parte, u refuerzan momentáneamente

corno efecto de la intervención misma, efecto -para ser.breves- "transferen~ cial", __ ,

17 Seria interesante, Sin. duda, reto-mar algunas de las argumentaciones de Darwin acerca de la "selección sexual" (Cf. Charles Da.."Win, The descent of man, and selection in relation to sex, 2 vol&.1 Lon.dr.es 1 Muna y, 1871) con ayuda del concepto de "narcisismo".

is Cf. S. Freud, "Psicología de las masas y análisis del yo ... O.C .. 1, 1119; G.Vl.,-XIII. 71.

!9 ' Prosopopeya" significa literalmente "creación de una personan ("imaginaria .. , habria que agregar}. Esto es lo que sucede en la "formación colectiva,., cuando se constituye lo que Freud denomina (véase la referencia en. la nota siguiente) "estructuro libidinosa".

?h CL S. Freud, "Psicología de las masas y análisis del yo'\ loe. cit. ::i.; "'Así investigaríamos si ... en las (masas que carecen de líder) no

puede hallarse sustítuido el director por una idea o- abstracción. , , , y también si una tendencia o un. deseo susceptibles de ser compartidos por un gran número de personas no podrían constituir asimismo tal sustitución ... El director o la idea directora podrían también revestir un carácter negativo; esto es, el odio hacia una persona o una institución determinadas podría actuar análogamente al afecto positivo y provocar lazos afectivos semejantes". S.

j Freud, "Psicología de las masas y análisis del yo", O. C., J., 1134·5; G. W., XIII, 109.

2:< La excepción principal la constituyen los exponentes del romanticismo literario y filosófico.

23 Ct. S. Freud, "Lo inconsciente", O.C .• 1, 1043; G·. W., X, 263; esp. §6, "Relaciones entre ambos sistemas". La oposición allí establecida entre Phantasiebildungen. y Ersatzbildungen (formaciones sustitutiua.s) es capital pa· ra la teoría metapsicológico. A mi juicio, guJJrda relación con la diferencía que señala Michef Tort ("La psycha.nalyse dam le matériali.'ime historique ", Nou· v6le Revue Franyaise de Psychanalyse, Nº 1, lncidences de la psychanalyse, 1970, págs. 146·166; hay traducción al castellano: Ed. Noé, Buenos Aires, 1972) entre "formaciones del lnc." representables como efectos puntuales Y algo así como un "zócalo general., (sic) al que habría que referir dichos efectos puntuales, el que también constituiría ºla base material de los pensa· mientos y de loo actos de los individuos (incluso en sus actividades teóricas}, base sobre la cual se apoyan las otras prácticas". En relación con todo esto 1

me permito remitir :nuevamente al lector al trabajo citado en la nota 2. 24 S, Fr:eud, lbid ..

25 "La prhnem parte del (proceso 011írico) se desarrolló progresivamente

41, g.

d~e .las ;t'-.E-Ce::.e: e: ·famtasi:as ir.conscientes hasta lo p:reconr.-eiente .•• •• {S. .Y''::r,~~':.ii .. "'L-7 f-Yi·.,':''.>t·.c:!:~'-'·''··f<;:, ,:,;:-i;'J.; ;y •• ,,~;f,.c>: ·~ ,,.,.C. X; f/ ,,... -:v '"' -~:., S?f:

;;;.f. Z)e iodf> lo dicho te que ei Yf'i.t;;do ide (O;n.pú:tición dii: la son.· lj el horizo¡¡_tc primordiál; 2) lo reprimido pr'()piamente dicho; 3) eueni'w:il~ rnente disponible (no $in dificultad muchas veces} Para la conciencia; y 4) lo prepm·ado ¡x."ro i:a comurúcoción

z1 Aunque e.ste atributo, "colectiva", ciertamente sobra, valga como indicación del punto de partida. de una práctica y de un proceso correlativo de apropi.ación de la teoría. ·

231 Hay que remitir nuevamente a la sección 6, ya citada, de "'Lo inconscientet•. (V. nota 23 ).

29 Cf. !bid.

3C Véase, por ejemplo: J. B. Pontalis;·••EJ pequeño grupo Como objeto~.~;'-·~ Después de Freud, Buenos Aires, Sudamericana, 1974; D. Anzieu, "L'illusion groupale .. , Effets et formes de l"illu.<:ion, NouveUe Revue de Psyc:hanalyse, Nº 4, Par.ís, Gallimard, 1971; René Kae&, .. L'a:rchigroupe'\ Pow.ioirs, Nouvelle Revue de Psychanalyse1 Nº 8, París, Gallimard, 1973. ·

31 " •• En modo alguno rne atrevería a sostener que semejante tentativa de transferir el psicoanálisis a la comunidad cultural sea insensata o esté condenada a la esterilidad. No obstante, habría. que proceder con gran pru· dencia, sin olvidru- que ... tanto para los hombres como para los conceptos es peligrosd·Ci_Ue sean arrancados del sue!o·en que se han originado y desarrolla~ do." {S. Freud, "El malestar en la cultura", O.C., III, 63; G. W., XIV, 505.}

l".l: Se trata de la intervención de EUiott Jaques en la fábrica Glacier. Cf. E. Jaques, The changing culture of a fcu:tory, Londres, Tavistock, 1951, .liiás adelante. -en la nota 44. se -a:po-nen .algunas de las razones que- motivan esta refetencia crítica.-

33 Véase: J. Bleger, Psicohigiene y psicología institucion.aL Buenos Aires, Paidós, l 96-6.

~ Vé~e; F, Ulloa, "Psicología de las instituciones. Una aproximación psicoanalítica.,, Revista Argentina de Psicoanálisis, t. XXVI, 1969.

35 Claro está que eso misma estrategia es la que el a.noll$ta ha uenido emplean.do en los ámbitos bi·personales en los que comenzó la práctica. Allí· dichos fenómenos y .estructuras han sido conceptualizodos en timiinos de "transferencia".

36 Floyd, H. Allport, "The influence of the group upan association and thought", J. Experimental Psychology, 3, 1920, 159-182.

3'1 V e ase al respecto la exposición de u11 caso de intervención psicológi· co--institucional donde algunas de esas cualidades del discurso grupal pudieron m:anif€3tarse en la etapa final del trabajo: R. Malfé, R. Mazzuca, G. Canessa, G, Autino, l. Reich y J. Rodríguez Marino, "Psicoa..'1álisis aplicado: un caso institucional", Revista Argentina de Psicologia, VII, Nº 21, Buenos Aires, A.P.B.A., 1976, 29-63, esp. § VI. "Los efectos del cambio de estructura líbidinal en la :relación con la tarea'', págs. 53 y sigs.

DE: be tenerse en cuenta, sin embargo, que el hecho de que un grupo pueda llegar a discurrir de manera productiua para el ·análisis no quiere decir que la interpretación tenga que tener lugar obligatoriamente en la misma situación grupal donde es producido el rna.terial. P,_or diversas razones, que hacen ü la (.<rt.:sania de esta práctícu y a una ética .. -hay que admitirlo- todo11ia impreci· so, puede ser necesario llevada a cabo en un contexto más privado. En reali· dad, a medida que un trabajo institucional se oproxima a su desenlace, se ua

42

haciendo cada uez más apropiado el abordaje individual de las fanWsias liga· das a In actividad o a la pertenencia institucionales.

38 Estas excepciones las constituyen aquellos ·Casos en los que la patolo­gía individual determina un apartamiento de lo que se oo configurando corno campó. común (en acorde con O 'A.ér¡ai::;. tvvói;.- del epígrafe de este trabajo), apartamiento que obligaría q explorar más exhaustivamente una historia indi· vidual, en busca de las causas de esa incompetencia discursiva.

~9 Véase la extensa bibliografí'a incluida en la nota 13. 40 S. Freud, u'I'res ensayos para UnÍI. teoría Sexual", Q.C., !, nota al piE

de la pág. 781; G. W., V, 65. 41 Quede para una segunda parte, o continuación, de eSte artículo la

cuestión retórica de cómo explorar la coherencia discursiva, exploración que en estos ámbitos debe extenderse con alguna minuciosidad hasta los puntos

- : de articulación de los discursos con las 'práctiCQ.S y'cOn los objetos instituidos.' ' 42 ¿Es discursivo el encadenamiento de laS conductas? ¿Puede hablarse

con propiedad de una .retórica de la acción? Después de todo es, saludable que se tenga que reabrir una cuesti6n que durante mucho tiempo se dio por sentada en el psicoanálisis; esto nos obliga, entre otras cosas, a volver a la Pskopatología de la vida cotidiana, a examinar Jos historiales (recuérdese, por ejemplo, el episodio del bolsito en el análisis de "Dora'', las miradas de terror que el "honibre del lobo" dirigía en secUencia a un reloj de pie y a Freud en sus primeras sesiones, etc.), en procura renovada de las bases freudianas de la interpretación del material de acción.

Puede conjeturarse que toda materia ·(fónica, comportamental, plás.tica, 1 etc.) que se organiza en el mundo humano recibe en parte su /.arma de las ! exigenc-ias de aquel 4 'paradigma.~'.argumentoJ del que antes habla.mos~-

Seria ésta una ·manera de ir¡. tentar resolver el siguiente diiema: para Freud, en 1901, era .legítilno postular que, así como en el habla:, en·el obra,r también podía producirse el equivalente de un lapsus, puesto que tanto hablar como obrar SQn rendimientos motores (véase la Psicopatología de la vida cotidiana, al comienzo del capítulo sobre "Actos de ténnino erróneo" (Fellhandlun­gen/. Para algunos semió!ogos actuales, inversamente, sólo puede concebirse un "sistema de las cor.duct0$" en tanto su organizaC.ión se acerque a la del discurso verbal.

4~ Véaie, en relación con la fantasía de "salvación 1' (Rettungsphant(JSie ), el ensayo de Freud: "Sobre un tipo especial de elección de objeto en el hombreu, de "Aportaciones a la psicología de la vida erótica", op. cit.

44 Esta fantasía, de un modo u otro puesta-en-acción, aparece con regularidad en el curso del análisis en un ámbito colectiuo, al reverso de los bellos propósitos.

Bajo formas de manifestación diversas, bajo distintos ropajes ideológicos, este antagonismo extremo magnetiza los campos psir:osociales.

De aquí no se deduce una postura que reduzca las instituciones, desde una pertpectiva J?sicológica, a construcciones de "defensa", como lo hace Elliott Jaques, Y mucho menos en los términos abstractos en que él lo hoce. (Baste señalar que Jaques ignora, al ocuparse de manera central de las instituciones como "'defensa contra las ansiedades", nada menos que la ansiedad de castra· ción). ~

45 S. Freud, "Historia de una neurosis infantil", op. cit. _ 4ti Una equiparación errónea y simplista con· .el análisis de un. sujeto

in:Cividú'a1 llevó a algunos a.pensar q'üe en un'trabajo institucional-erá preciso remitirse a la "infancia•• del gr-upo o de la organización.

;;:~¡-, 43 a 1

'4i Véase: R •. Malfé. ºSobresalto, pánico, •angustia .colectiva' n RevisD talmago, Nº 7, Buenos_./µre&, 1979 •.

48 En ·una etapa de un trabajo institucional realizado en un hospital pediátrico, se llevó a cabo una reelaboración grupal de las normas médicas y de enfermería que pautaban la atención de algunas enfermedades, con resultaD dos muy satisfactorios, medidos por la disminución de los índices de morta· lidad.

49 El prototipo de todo pacto, áC·üerdo o convención lo constituye lo que Freud denomina, en Tótem y tabú, "alianza fraterna ... Véase un ejemplo nítido de lo que puede ser una resurrección de ese pacto en el trabajo antes citado, de varios autores1 "Psicpanálísis aplicado. Un caso institucional", R. Arg. Ps. 21 pág. 49 y sjgs.

so_ El proyecto en Cuestión puede ser inclusÓ un proyectO"tir1j'uiteCf61i'iCO;--­como pudimos comprobarlo hace.años. los integrantes de un equipo de psic(r logia ,institucional que· ue~)amOS a .cabo un trabajo de colaboración con Un grupo de arquitectos a lós fines de discernir los nivel€$ de organización fantw-1nática de la vida de una comunidad implícitos en el 'pedido (complicado pedido) de un proyecto paro la nueva sede de un club social y deportivo de una ciudad provinciana. ·

51 A esta capacidad se la podría denominar compe.tencia 'discursiÜa. En el

1

analista debe estar muy bien asentada para permitirle un desempeño retóriCo de tanta .. eom.plejidad como es aquél al que se ve obligado, especialmente cuando trabaja desde una perspectiva institucional.

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1 1

RICARDO MAi.FE ROBERTO MAZZUCA GRACIELA CANESSA GLORIA AUTINO · ISABEL REICH JORGE RODRIGUEZ MARINO 1

Psicoanálisis aplicado: un caso institucional

l. LA INSTITUOION

El trabajo de ''psicología institucional" del que nos ocuparemos en esta publicación fue realizado en un Centro Médico ·Psicopedagó­gíco dependiente de un organismo oficial Pese a que, por sus fun· clones dentro de la estructura institucional de la que formaba parte, este Centro debía cumplir toda clase de tareas de reeducación, al comenzar nuestro trabajo se ocupaba fundamentalmente de un tipo especial de pacientes <.niños con retardo n1ental ·severo)_ cuyas posi- · bilidades de evolución son muy Jimítadas. . ¡ ! • :· •

El Centro estaba integrado· por alrededor cuarentá personas, entre profesionales y personal auxiliar. La jefatura estaba a cargo de un médico. Había, además de él, una media docena de otros médicos, la mayoría de ellos neurólogos. El resto de los especialistas eran psicopedagogos (que constituían el equipo profesional más nu­meroso), fonoaudiólogos, terapistas ocupacionales, psicólogos, kine­siólogos, asistentes sociales, enfermeras y un odontólogo. El personal administrativo y de maestranza sumaba una decena de personas.

Si bien la actividad fundamental· era la reeducación, el Centro desarrollaba tareas de investigación y cumplía también funciónes docentes con alunmos de la Universidad local que cursaban las carre­ras de las que provenían algunos de los profesionales. Cabe aclarar aquí que esta institución gozaba de m.ucho prestigiO en su medio, siendo su actividad conocida en todo el país y aun a nivel ínter· nacional

1 Colaboraron con los autores, en distintas etapas del trabajo de campo o .en la elabon;i.ción posterior, las siguientes personas.: Osvaldo Devries, Carlos Campelo. A. Maria García Coll, Luis Stuhlman; Jorge Alisio, Silvia A vid, Alicia M.arcoff, Osear-·.-. Card6s y M. Thérese Ekiel. La conceptualización que aquí presentamos se benefició ta.mbién con los aportes que realiz.aron a lo largo de enriquecedoras discusiones, los: demás' dóC.t."!li:es y también los .slUI!'.nos: de .la ·.ex C!tedra. de _Psirologh'.·Institucional,,::' {ex Depa.rta.mento de, Psicologüí, Fac11lt2d de Fi1o$ofía y LetrD3. Universidad Nacio-nal de Buenos: Aires). ___ ·

. ;'

-----~·-----~-··-----

Nuestro contacto eon este grupo .se produjo a pattir de la gestlón de una psicóloga áei Centro que, con el consentimiento del jefe, recurrió a nosotrOs, como miembros de lo que entonces era la Cáte­dra de Psicología Institucional (Departamento ·de Psicología de la Facultad de Filosoíin y Letras, Universidad de Buenos Aires), pues snbía que desde alli se prestaba asistencia a las instituciones pú.blicas que lo solicitaran.

Como motivo de consulta se adujeron dificultades surgidas en la relación de los miembros del grupo entre si y en el desempeño de la tarea cotidiana. Después de algunas entrevistas, se estableció un contrato de trabajo que se_ prolongó por dos años y· medio con la sol~. interrupción de dos· vacaciones de verano .

... Participaban de las.reuniones grupales que coordinábamos, las que se. realizaban con una· frecuencia' semanal, todos los 'miembros del Centro con excepción del persorial auxiliar, que rechazó la invi­tación a incluirse en el t~nbajo :institucional.' 2

Il. LA TEORIA . En la exposición que Sigue, nos referiremos a algunos de los as~

pectas más significativos del caso, partiremos del esquema propuesto por Freud en P~icoloqía de las masas y análisis del yo ( 1921). En esta obra Freud sostiene que lo decisivo para que un conjunto de indiYiduos constituya un grupo son los lazos libidinales que vinculan .a los miembros con la figura de- su líder. Formula asila "constitu~' ción libidinal" del grupo: _ ·tES :lmª, reuiúpn de individuos que han 'r~empla~do su_ideal dely0' pór~un mismOfobjeto1 a.consecuencla_de lo~ cual -se'·ha establecido entre ellos una\rnutua·- identificación en SU- )'O". 3 "'"' « :'.';<·~;-:-, ;_,__.,,,;,,,,.;;; , ,

2 Poco tiempo después· de con1en:z.::ido el trabo.jo,. lilS enfermeras y el personal administrativo y de maestranza dejaron de asistir a bs :reuniones, de las que habían participado inicit'llmente. Ji1.is adelante, culltldo los distintos equipos profesionales se reorganizan, el grupo decide volver a invitar a esas personn.s a incluirse'_· en_ el proceso.

Se suceden a.si algunas reuniones con ellas. las que, culminan Con -_Una negativa explícita que deja definitivamente fuem del , trabajo -psicológico a ese grupo. La razón principal quP opusier.on para' no ~participar. fue. h de· que, de hacerlo, temían -poner en,pellgro su trabajo, del que_dépen<lían pura .subsistir. No tratamos de convencerlos de cJo contrario. :i. pesar de: 'que el contmto :con-'"el' que habíamos iniciado nuestra intervención exduí:i. Ja posibilidad de que se lomaran "represalias".

Basándonos en nuestra experiencia, colegimos: que allí actuaban. además de esas razones: explícit::i.s, otros motívos vinculados con comple¡as y acen<lntdas actitudes frente .::i. la autoridad y frente al poder de la palabra que nún sustentan (por lo meOO!I entre nosotros) algunos sectores de las clases explotadas. Como un ejemplo caracte­rístico del tipo, <le obsen-·aciones en las que nos basamos para decirlo. podemos citar t1n episodio ocurrido ul comienzo de este tr.i.b:ijo, cu:indo los que luego se excluirian ~odavía asi<;tfo.n a las reuniones generales. Poco antes de empez.ar una de esas reuniones, unu enfenner.i, vencida por la ansiedad que aquélla le provocaba, sufrió un Jesmayo, negándose luego, al volver en sí, a entrar a la sala donde los demás comen-7.aban .)'3. a reunirse, uduciendo que lo que allí. se decía era "demasiado fuerte" para ella.. Ol,)inión que fue con1partida por los otros miembros del personal. :i.uxiliar. (Lo que allí. se decía implicaba un tímido esbozo de cuestionamiento dei "principio de autoridad .. ).

3 Freud, S., Obras Completes, h-1üdrid, Edit. Biblioteca. Nueva, 1948, VoL l, p:ig::'fl65._ ,{Todas las_ otros. citas de Freo.d_ que.hacemos en este orticulo se basan en la:- edición· mencion<ida. Pero l:t'."tmdncci&n h::t sido eorreg:idu por nosotros -en varios lugares, por h:iberb confrontado ~-on el origi:nd alerrún).

1,

!

En las "masas artificiaJes" (hoy diríamos organizaciones o "ins­tituciones") la estructura organizativa, que prevé por lo general la convergencia de la red jerárquica en un jefe, puede superponerse. a esa estructura libidinal (la expresión es de Freud} 1 con lo que el jefe­Jíder, representante de un orden institucional, mantendrá así Jígados a Jos sujetos, a la vez como participantes en una actividad conjunta, con lugares y funciones asignados de acuerdo con las regulaciones portaimágenes recíprocos de uria ficción (o ilusión) 4 compartida, "la de Ja presencia de un jefe 1 , .. ) , que ama con igual amor a todos Jos miembros de Ja colectividad. De esta ilusión depende todo y su desvanecimiento traería consigo la disgregación ( ... ) 1 en la medida en que Ja coerción exterior lo pennitiese".5

Ha de tenerse en cuenta que el término ºideal--Oel-yo" abarca una multiplicidad de aspectos que hacen muy complejo su análisis dentro de la obra de Freud. En Psicología de, la& masas y análisis del yo él rePertoriza como funciones de la initancia ideal-del~yo 11la auto­observación, la conciencia moral, la censura onírica y la influencia principal en la represión", también la de "heredera del narcisismo sistemáticas de una organización más o menos racional, y como primitivo", y .más adelante 11 el principio de la prueba de realidad". Es decir que, en 1921, engloba en esta instancia los aspectos narci­

, sistas, que ya figuraban en Introducción del narcisismo (1914) -in-cluidos con relevancia en Ja extensa noción del ' 1yo~idea1"- con otros que remiten decididamente al fm del complejo de Edipo, a Ja instalación del superyó. En El yo y el ello (192-'l) reubica al ideal­del-yo como sinónimo de superyó: "el ideal-del·yo o superyó", y rectifica la afirmación de que ejercita la prueba de realidad: "dicho e..x-amen es ejercido por el yoº.

Subsiste empero un problema fundamental: este ideal-del-yo de Psicología de las masas y análisis del yo aparece a la vez como "he­redero del complejo de Edipo" (El yo y el ello), vale decir en carác­ter de representante de la ley o, más descriptiva.mente, del padre como interdictor y modelo, y también como ~~heredero del narcisismo primitivo"

1 o sea del "narcisismo de los padres"'' (Introducción del

narcis,ismo), del que nace especularmente "His Majesty the Baby". En relación, entonces, con Ja dualidad de referencias que entraña

el concepto de uidea1-del-yo" (o sea, su vertiente narcisista, corres­pondiente al "yo-ideal", y la ligada a una función normativa), po~ driamos resumir el ambiguo status del líder como el de ocupante de un Jugar simbólico axial, desde el cual se constituye en restrictor del

4 En el original alem:án de Psicología de las masas y análisis del yo, Freud da ésn alternativa, que h:i. sido suprimida de la versión española. Dice Freud: "In der Kirche ... gilt wie im Heer . .. die Mmlíche Vors-,»egelung (lllusian}, das ein Oberhaupt 4as ist.~. das alle .Einzelnen der Masse mit der gl,eichen Liebe liebt." V&spiegelung puede traducirse por "ficción", pero el hecho de que derive de Spiegel {espejo) le da un::i connotación muy inte-resante, al relacionada directamente con el campo de lo imaglnario ·especular.

'5 Op. C1t.i pág. 1131.

31

narcisismo' de Jos miembros del grupo (y del suyo), y simultánea, paradójicamente, como el de captador imaginarlo del narcisismo de los miembros del grupo (y enaltecedor del suyo). Si resulta violento postular, en el plano teórico. que desde el mismo sitio se hayan de cumplir funciones así de contradictorias, suele no ser menos violento el conflicto que en Ja realidad de los grupos humanos se deriva de esta ambigüedad.

Nuestro trabajo en el Centro de Reeducación nos permitirá ilus­trar dicho conflicto, planteado allí con claridad en cada uno de los dos temas propuestos al gntpo para su discusión en sucesivos mo~ mentas:

a) ulas relaciones entre los mlembros del grupo,,; b) "la relación de los miembros del grupo con su tarea";" Ya hemos sugerido que las vicisitudes de las relaciones de los

miembros de un grupo entre si han de estar regidas latentemente por Ja coofiguración jantastica y la asignación de lugares que se derivan de la convergencia libidinal en el líder. Podemos agregar que el modo de encarar la ordenación y transfonnación de Ja realidad de que el grupo debe ocuparse, lo que ---en lo descriptivo- puede ser denominado su "tarea" o sus "actividades11

, recibe ta.111bién Jos efectos de la función simbólica-e-imaginaria que el líder representa. ' De aquí que, dentro de ciertos límites, sea siempre un jefe, un llder, quien signa la relación de los miembros del grupo con aquello que queda recortado de Jo real como tarea del grupo. •

En síntesis, este orden centrado en Jo que se acostumbra llamar una "figura' de identificación", orden que es sin duda una concreción politico~ídeo1ógica 91 regulara tanto la orientación del grupo hacia lo real, como el establecimiento de nonnas comunes y lugares diferen~ ciados para cada miembro del grupo o cada subgrupo. Todo lo cual nos permite decir, desde una perspectiva psicoanalítica, que el lider cabal de un grupo s:ocial instituye (al igual, justamente, que el ideal-

6 .. Mientras que la fonnac.!én colectiva se mantiene, y basta donde llega su influjo, los individuos se comporr.an como cortados por el mismo patrón; toleran todas las particularidades de los otros, se· coosidemn iguales a ellos y no experimentan el menor sentiÚUeoto de aversión. Se'{'.in nuestns teorías, tal restricción del narcisisxno no puede ser ·provocud:i sino por un solo factor: por el eclace libidinal a otras per~ ¡>o.nas. El egoisrtio no encuentra un límite m:is que en el amor a otros, el amor a objetos."' (Psicología de las mruas v análisis del yo, pág. 1136) .

.. Así, pues, el sentimiento social reposa en la tr.tnsformación de un sentimiento primitivamente hostil en un enlace positivo de la naturaleza de una identificación. En cuanto podemos seguir el proceso de esta transformación creemos observar que se efectúa bajo la influencia de un enluce. común sobre la base de ternura, a Wl:l persona e:-..i:erior a la inasa." (lbid., pii.g. 1145).

7 Esto contmdice cierta ideología en boga entre nosotros según la cun.I e1 estado ideal de un grupo sería aquél en que el grupo es regido por la :taren. o, como se suele decir, cu.ando "el líder es la tarea". En cambio, no contrndice la posibilidad, ya .seña.la.da por Freud (Cf.: Op. cit., págs. 1134.5), de que en algún grupo pueda ser una idea la que termine por ocupar el lugar del llder. '

11 L:.:i.s implic.aciones de esta n.finnución se .desarrollan mas ndel:lnte y en. especial en las pá.gs. 53 y sigs. '"-'

! ! ~.,

del-yo en el escenario 10 del _mundo interno) las caracteristicas que habrá de tener la represión (~rerdrangung} allí vigente, al tener en sus manos1 co1no interlocutor privilegiado y denominador común del deseo de los miembros del grupo, la mitad de la llave que les permi­tiría a é.stos1 mientras están bajo su influjo, libre acceso al pensar.

Pero como ocurre que) a pesar de 1a represión, "la verdad siempre puede ... ser comunicada entre lineas, 11 los miembros de la institución de la que aqui nos ocupamos, al igual que lo har-ian los de cualquier otrO grupo en condiciones similares (condiciones, como se verá, de conflicto encubierto) , manifestaban a quien estuviera dispuesto a escucharlos una serie de dificultades que podian ser consideradas legítimamente como síntomas.

En ellos se traslucía Ja verdad del deseo del grupo y en ellos se detectaba también el estilo con que una persona concreta, el jefe del Centro1 se desempeñaba en las dos vertientes señaladas -la simbólica y la imaginaria- del liderazgo.

Jll. LOS SINTOMAS

Los miembros del Centro decían trabajar a disgusto y casi peno· samente. Realizaban sus tareas cotidianas con regularidad pero no se sentían productivos, e inclusive estaban comenzando a preguntarse si los progresos logrados no se deberían a factores espontáneos y no a la eficacia de su intervención técnica. Uno de ellos nos dice, por ejemplo: "Jl.1e pregunto hasta qué punto tiene sentido mi profesión". 12

Los desalentaba el trabajo continuo con pacientes tan deterio­rados. Estos pacientes, como hemos dicho, constituían la mayoria

9 Ideología es la forma (n·o sólo forma manifiesta sino también. estructura, forma latente) en que se organiza y se mantiene, en lo histórico concreto, un sistema de relaciones rociales. Allí, en la institución manifiesta y en sus requisitos estructurales, lo imaginario y-lo simbóüco se conjugan. (Véase, en relación con esto: Tort, Michel, El psicoanálisis en el materialo:mto hi.st.órico, Bs. As., Noé, 1972; Verón., E., "Condi. ciones de producción, modelos generativos y manifestación ideológica.". El proeeso ideológjco. Bs. As., Tiempo Contemporáneo, 1971; Verán, E., Linguistique et Socio~ gie. Vers une logique naturalelle du mondes sociau:r, Communications 20, París, Seuil, 1973.) .

10 F..n el Capítulo XI de Psicología de las masas .y análisis del yo. "Una fase del yo", donde Freud bosqueía ya su .. segun& tópica'", hay una breve frase, que fue omitida por el traductor español (Edít. Biblioteca Nueva), que nos permite medir la importancia de la extensión operada en la teoría a lo largo de los veinticinco años que separan La interpretación de los sueños de El yo ¡¡ el ello, Refiriéndose a la relación que mantiene el yo con el ideal·detyo, señala que "probablemente todos los

·efectos recíprocos desarrollados entre el objeto exterior y el yo-tot.ul ... se reproducen ahora sobre este nueco e.scendrio (auf diesem neuen SchaupltJt;:;) dentro del yo". La frase subrayada (y omitida, como decimos, en la traducción) ha de ser puesta en relación contrnpuntística t·on la c:uncterización que Freud hace en La interpretación de los sueiio.t del ··1ugar psíquico" del sueño como otro escenario (eine andere Schauplatz}.

11 J. L:ican, Ecritt;, pág. 372. · 12 Como consignamos más ad el.ante (ver pág. 59), esta era una duda expresada

también por el jefe del Centre, que daba así la pauta de esta manifestación sintom<iticn.

de Jos asistidos en el Centro y exigían una· atención muy prolongada con posibilidades de evolución muy reducid:1s.

"Debido a la lenta evolución del paciente pierdo el sentido de la norn1alidad". "Estoy tan acostumbrada a hablarle a un chico y que no n1e conteste, que cuando en otros lugares veo chicos hablando y jugando me asombro". "Otros. pacientes tienen e?:pectativas que no se cumplen. Ahí está Fulano. Hace cinco o seis años que viene ... La madre cree que va a aprender algo ... n 13 En una de las e.'ípre~ sienes más explícitas de lp que resumen el estado de ánimo predomi­nante en el grupo, un miembro del Centro nos dice: "Estoy intoxi­cado, recontraintoxicado de este tipo de trabajo}1

Por otra parte el jefe, que era muy respetado por el grupo en razón del prestigio científicó" de- que disfriltaba eri el· ·ámbito de su profesión, manifestaba ejercer un liderazgo de un modo que él mismo cálificaba como muy severo; decía ser estricto en el control del cum~ plimiento de horE.rios del personal y exigia que se atendiera a un determinado número de pacientes por día.

Dice el jefe de si-mismo: "Soy autoritario, exigente, absorbente". "Habrán observado que centralizo mucho las actividades de la insti~ tución". "La gente depende de mí humor; cuando llego de mal hu.'1'.lor todo el Centro anda mal. .. "

Esta modalidad del jefe encontraba en el resto del grupo una respuesta complementaria. Cada equipo profesional trabajaba .aisla~ damente, desconociendo lo que hacían los otros equipos y decían no poder reunirse si no estaba presente el jefe. Nos hablaban -de su dificultad para salir del estancamiento en el que estaban con expre-.- ,. siones de este tipo: "Estamos como aletargados,. nos cuesta empe:r.zr a movernos 1 necesitamos estimulación, hay abulia, necesitamos algo para movilizarnos''. Y, casi como una invocación1 uno de ellos agrega, dirigiéndose al jefe: "Doctor, yo no sé qué hacer, a qué recurrir ... "

Paralelamente, refiriéndose a· una profesional dedicada a la inM vestigación que había trabajado hasta hacia poco tiempo en el Cent.ro y que representaba claramente_ un alter ego del jefe, nos decían: "Está en una escala superior de valores. El modelo era ella. Todos los que estaban por debajo de ella dejan mucho que desear. Tiene una automotivación ·fabulosa.• Es una especie de Premio Nobel, un monstruo de la ciencia.-.. " . ·

En un intento por salir de la paralización y de lograr a Ja vez Ja integración del Centro1 el grupo se había propuesto realizar reunio· nes semanales de "ateneo", en las que pudieran discutir los casos atendidos y reactualizar los conocimientos teóricos. A· poco de iniM ciarse los ateneos, el grupo advierte, sin embargo~ que se repiten alií las dificultades ya descritas (dificultad para pensar, pasividad, imposibilidad de trabajar si el jefe no está presente) y en la última reunión de ateneo que realizan deciden consultar -a un equipo de psicólogos institucionales.

13 Esta pequeña muesb::l de cinismo, o de "humor negfo ... fue l::i primera mani* fesm.ción preuursorn., de !o que mú.s ~delante indiviJua.lizurí:i.mos como el tema de la broma sádica.

33 IZ ~4 '~,-.'

En las primeras etapas del trabajo, Jos miembros del Centro no percibían ninguna conexión entre los dos complejos de actitudes descritos: la desesperanza con· que encaraban su trabajo cotidiari.0, y los senti:niento.s que prevalecían en la relación jefe-subordinados.

Lo que nosotro.o:; pudimos observar era que el jefe no devolvía, ni comQ g!·atificación ni como reconocimiento, el capital narcisista que los miembros del grupo habían in-vertldo en él. :Frecuentemente expresaba con cierta displicencia socarrona opíniones negativas con respecto a :a capacidad o a la dedicación de los que de él dependían, dando a e::i:ender que no se podía esperar mucho de valioso de ellos, especialme:-ite en términos de productividad intelectual. Se limitaba así al conr.rol de los asnectos más exteriores de la conducta de los profesionales. Ese contfol había llegado a ser extremo y a mostrar caracteristicas bastante sádicas. ("Hay periodos en que parece que no nliro nada, pero cuando miro, no digo nada; tomo nota, después reúno a la. gente y leo ... jf '

1Yo desencadenaba inténcionalmente esa agresión ux1 poco generalizadaH). Vale decir que en lugar de cons~ tituirse éL como 1.ider, e...Yl representante de un principio de orden susceptible de simbolización, le era necesaria una vigilancia constante1

residuo degradado de una función simbólica. Al mis.:.-no tiempo! ot..ra.s 1nanifestaciones del jefe nos permitían

discernir tma ace,.v:tt1ac:ión especial del ingrediente narcisista que un Jider aporta siempre, de un modo u otroi al desempeño de su función. En este caso el llegaba aJ punto prácticamente de considerar al grupo como parte de si rn.ísmo, englobándolo en su propia subjetividad. Era como si hubiera abSfYtb·ido al grupo en él, con lo que -aplicando una expresión de 'Freud 14

- transformaba 1a psi~ cología colectiva en psicología individual. En este sentido, fue lícito que en un momento interpretáramos literalmente el uso insólito que el jefe hacia a menudo de Ja del plural para referirse exclusívamente a si mismo. (Por decia: "Habla una si-tuación conflictiva entre el Centro y nosotrosl'). 15 Pensaba que la gente que no cumplía con sus e.."{igencias Jo estaba engañando a él pe:rsonalrnente, pues "en el fondo sentía que la gente estaba obligada conmigon, Con todo esto, se configuraba colectiva1nente el equi­valente de una metáfora según Ja cual toda la institución quedaba "absorbida" en la persona o, según una fantasía ;nás. concreta, en el cuerpo del jefe. "

Para describir más cabalmente la imagen del estado (sintomli­tico) en que se encontraban los sujetos, imagen que ellos mismos fueron dibujando para nosotros en su relato, diriamos que "se sentían absorbidos (por algo) (que los dejaba) paralizados, estancados, ale­targados, (con la impresión de ser) inútiles e incapaces".

14 Freud, S., Op. Cit., Capítulo XI. 15 Saca¿a textualmente, como otros de los párrafos citados, de la autoobjetivación

intentada por los miembros del grupo con motivo de un trabajo para presentar en un congreso de su especialidad {ver pág. 43),

16 Por ejemplo, del personal auxiliar se dijo en un momento que eran ""los ojoS Y oídos del jefe", "apéndices" suyos (de su cuerpo fnntusmático).

35

f 3

Por otra parte, también en lo que hace a ''la tarea", la institución quedaba modelada sobre la subjetividad del jefe. El trabajo con chicos con retardo mental severo, que "absorbía" todas la.s otras actividades posibles para este grupo profesional, respondia a Jos in~ iereses particulares del jefe. No era el nombre de la institución, nom­bre: en el que Jas tareas de reeducación estaban mentadas con má..xima generalidad1 lo que delimitaba allí las actividades pertinentes de las· que no les eran propias, sino la historia personal del jefe, su especia­lidad y sus intereses y C:lpacidad profesionales. l!J contar la historia del Centro, el jefe identificaba clarainen.te el origen de éste con su ingreso a él. Las actividades previas a su inclusión no pertenecían ni a la historia ni a la prehistoria del Centro. J_,a pre..'1istoria estaba referida en cambio a un servicio hospitalario que é1 había dirigido con anteríoridad. "Este Centro comienza en el liospital X cuando·,. nosotros, que en esa época ... " Es decir, que es el jefe con su historia personal quíen anuda 'la historia de la institución y le da sentido, al incluirla, como un momento! en su propia historia.

Sólo más adelante, en etapas más avanzadas del trabajo de psi~ cología instituciona11 los otros miembros del Centro pueden hacer valer sus propios intereses e incluirlos legitirr1amente como activi~ dades del Centro, diversificando las tareas del mismo. por ejem~ plo. los psicopedagogos .inician un trabajo de diagnóstico y reeduc:a.­ción con alu..."'ilnos de instituciones educativas de la zona. por iniciativa propia (ver Sólo entonces los miembros del Centro perci~ birán la que e..xistia entre los fines explícitos de la institución y la tarea habitual. Cuando el equipo de psicólogos ins~ titucionales comenzó a trabajar con este grupo¡ esa discrepar1cia no era percibida por ellos:, a pesar de ºver" todos los ditt..s Ia placa de identificación del Centro colocada en la puerta de entrada. 17

Hemos visto hasta a.hora cómo en esta institución "el jefe lo era todo": la institución despliega las actividades que interesan al jefe, él es auien enseña a ejercer.las (l'la n1ayor de la gente que venía 3.1 Centro no estaba preparada, yo en fondo sentia que la gente estaba obligada conmigo, por mí que les habla dado cosas'') 1

él es el único que sabe, Premio Nobe1, monstruo de la ciencia, frente a quien {o fuera de quien} los otros no saben, son inútiles e incapa.-

17 En l~ págs. 44-45 de este mismo trabajo narramos un epi.'>Odio donde esta capacidad del grupo de mirar sin ver se pone de manifiesto en grado superlativo. Esto nos lleva a recordar nuevamente que en Psicología de las masas '!! a.nd.li:sis del yo, Freud ad}U(].ic:::. al ideal.-cl.el~yo (que es la inst'1!1CÍll "e:n.C<'.nrn.r1.,,.a·" el líder en una ma.52 o formación colectiva), entre otras funciones, ü1n1bién la ejercicio de la prueba de realidad, "interesante idea" (Lap!nnche y Pontalis), fuego el misrno Freu-d la ha}-rt modificado. Dice :llH: .. No e-s de ex!n:if:i;::r que yr; considere coui.o real una. percepción cuando la instanci::i. psíquica e11C:ltgn <le prueba de realidad se pronuncia por la re:ilicl::id de h misrnn.". {Tn.mbién podria deci.Pe entonces que Cl.4'!.ndo, en detenn.ina<las circunstnncias, eI Hder dict:nriin;;., o con su n.ctitud induce a creer, que algo· no existe, 1::i. percepcián correspondtente no es tenid::i. en cuenta con10 información pertinente a lo real por Ios miemb1os del grupo/.

Esa observación de Freud nos es presentada en un contexto en el' cual se com. paron tres formas de la fasciracíón: el en;imor.u1)iento, la hipnosis 'f los fenómenos de b. psicología colectiva. En relación con estas dos últimas fomi.:·~~. dice: "Po.r ctra.

~h

c2,s. .:~os rrüernbros dei Centro quedan así priv~dos de la:- posibilidad de- e:,cs.xnar v;:iJor alguno.

F:-::;te era. un contexto ap:cepiado para que en é-, g·pnetase inin~ te:rrun:1pióarnente gran monto de agrÉ:s).vidad, per1J é-SIZL, en todo caso, era sorda o sutil y sólo se manifestaba· abiertamente: a través de accesos esporádicos y e..xplosivos1 a guisa de ataques epil.épticos, en los que uno u otro miembro del Centro "se peleaba" con_ el jefe, mientras todos los demás eran e:Spectadores fascinadóS-.,--de esas pe~ leas. (A medida que avanzó la intervención --del equipo de psicologi.a ir1stitucional en el Centro1 la agresividad fue adquiriendo alll f'orrrias de manifestaciones más fecundas, a través de- las cuales el grupo ahora integro --con nuestro decisivo au..xiHo--~, y dispuesto a hacerse valer, se enfrentó con el jefe, como luego veremos).

Es preciso_ aclarar aqui que este relato constituye más una siste~ matización inte....""Pretativa que una descripción. Hay muchos: aspe(> tos significativos del caso que no son mencionados, por lo _ __.gtle tal vez se haga dificil entender, por ejemplo, cómo y porquér a pesar de todo lo dicho, la gente seguia trabajando- en el Centro1 alg-ünos­inclusive sin remuneración. En realidad, y aparte de todo efecto de fascinación (que es aquello de lo que nos ocuparemos en la si· guiente sección de- este trabajo), hay -que señalar que los miembros del Centro obte.nian. alg11nos beneficios concretos: además: del sueldo -no muy alto sin embargo-- que algunos. de ellos percibiant los favorecía el pertenecer a una institución además del he~ cho- de que aJ.li se relacionaban como u-ara obtener también pacientes para su práctica privada, y de que podían llevar a ca.bo a.sL"Tlismo un aprendizaje y una capacitación profesionales que llenaban sus nece­sidades durante cierto tiernpo. En el mom.ento del ingresoi en espe~

era intensa la ilusión de participar del prestigio del Centro y grande el deseo de aprender, particularmente lo que podía e_,_115eñarles el jefe. Pudimos. ser testigos de ello en una reunión en la que parti~ cipaba por primera vez una pers:ona que recién ingresaba: ºPiso el Centro y veo la alegría; en pocos segundos me siento como en mi propia casa ... "

Después de cierto tiempo ese entusiasmo, por lo general~ se_ iba desvaneciendo, por las razones que ya hemos señalado. La ilusión

parte, podemos también decir que la relación liipnótica es -si se nos permite la expresión- una funnación colectiva constituida por dos personas. La hipnosis se presta Inal a la comparación con la fcrm:lción coleetiva porque es más bien idéntica a ella. Nos presenta aislado un elemento de la complicada estructura de la masa, la actitud del individuo de la misma con respecto al caudillo". (Op. cit., pág. 1142).

Véase, en relarión con este problema, lo que ya dijimos en pig. 32-33 de este trabajo sobrn el modo en que Ull- líder signa la relación de los mie1nbros de un grupo con lo "real",, en el contexto de un orden institucional (como concreción político. ideológica). Re:s:u.lta. sugerente, a este respecte, unu nota que dedica André Creen en su tmbajo "'El objeto (a) de J- L:leün y h teoría freudiana" a h re1~1ci6n entre la ""función del i<le:tl"" y las "gnndes instituciones"' (del yo). una de ln.s c:..ml.es es parn F:reud p.recisa.--nente (Cfr.: "'Adición met::i.psicológica a 1a teoria de los suenos") la pruebn. de realid:id. ( Cf.: Notn 8, pág. 41, <lel trabajo de Green citado. induido en el libro: Obiet.o, castració'n y fantasia en el psicoanálisis, Buenos Aires, .Siglo XXI. .1972).

37 1'{

de estar en 1J:Jia la. que (por alguna ta2:ón algo rnisteria"' s:.l ~ "vaJ.;:.-, pena ¡)ertenecer" y --{:n algunos casos--~ eJ sueldo per·· c;bjóo pa_s0.b2n. a ser entonces los únicos, aunque heterogéneos, rno~

a los qu-e podía atribuirse en un primer análisis la perrnanencia de Ja gente allL /~_quellos para quienes, al parecer, tales motivos ya no se iban de un rnodo peculiar. Si era. gente que no recibía sueldo, era una partida sigilosa, 11comienzan por venir cada vez me:w nos y un dia nos damos cuenta de que no vienen más11

• Otros se iban después de alguna "pelea" más o menos escandalosa. Nadie, en fin, parecía poder irse de un modo público y decoroso a la vez, vale decir, legitímo.

IV. LA INTERVENC!ON

En este contexto hubo de insertarse: nuestra palabra, y nuestra acción. w Evidentemente, la producción de un efecto cualquiera de~ pendia de que pudiéra.711os modificar el equilibrio libidinal del . grupo~ lo que implicaba, de modo ineludible, vulnerar el narcisismo del jefe~

Antes de relatar cómo logramos ese objeti.vo, conviene introducir algunas breves consideraciones sobre la estrategia de la intervención y describir el equipo de trabajo que constituíamos. Este equipo -co­n10 ya se ha dicho-- estaba formado por docentes y alumnos de lo que entonces era la Cátedra de Psicologia Institucional (Facultad de Filosofía y Letras, UNBA) y se fue modificando a lo largo de los dos años y medio que insumió la tarea~, La etapa decisiva del trabajo comenzó con la inclusión en el ca1npo. después de una etapa inicial diagnóstica. del profesor titular de la catedra. A partir de ese mo­mento, nuestro grupo se equiparó con el grupo cliente en u..-, aspecto que creemos tan decisivo para el éxito de un trabajo psicológico que se hace preciso desarrollar el punto con mayor detalle, aunque tene­mos conciencia de que -no por azar1 ya que ese aspecto tiene que ver con la vertiente imaginaria del uphallus"- 19 nuestro discurso bordea aquí la zona del ridículo o la del escándalo.

18 Esta afinnaci:ón de que el psicólogo aci:t.Ía está especialmente dirigida a contrariar a aquellos que, con alguna hipocresía, ofician de vestales de una supuesta "ortodoxia" psicoanalltica.

Uno de nosotros ha dedicado un par de trab:ijos a este tema {véase por ejemplo: R. 1Ialfé, "Razones para desenrolarse", en El rol del psicólogo, Buenos Aires, Nueva Visión, 1973) por lo que sólo insiste acá en que, en lo que hace a una dimensión de acción, lo que diferencia el trabajo psicológico en el :i.mbito institucional o comur.ita~ 1io, del trabajo psicoannlif:ico en el contexto b:adícional, es quizá que en aquél se nota más que el psicólogo actúa. (De todos modos, hay que reconocer que este relato de nuestra intervención en el Centro de Reeducación puede dar una idea muy e:ra. gerada de la preponde1<lndn de esa dimensión de acción por sobre Ja interpretativa, pero eso se debe, por un 12do, a las características de la institución, y por otro

1 a

nuestra intención de presentar e1 análisis de un caso y no de exponer una técnica de intervencíón, por lo que sólo narramos aquellos episodios que son especialmente significativos en cuanto a caracterizar la estructu...-a llbidinal latente y algunos de los: jalones que marcaron el proceso de su ttansfonnacióo).

19- Cfr.: J. Lacan, "'La significación du phallus. Die Bedeutung des Phallus." tcrits, París, Seuil, 1966, págs. 685 y sigs.

En primer lur;:.ix, ha de tenerse en cuenta. el hecho de que un trabajo de psícolog:la institucional representa habitualinente la "in­tervención" de una institución en otra instirución .. Y es obvio que el trabajo se beneficia, o quizá habria que decir más: se hace posible, cuando la institución 14 Ínterventora" y las personas que la represen­tan son prestigiosas 2º a Jos ojos 21 de los sujetos que integran la ins­titución "intervenida)) (requisitO que en nuestro caso se cumplía, sobre todo --como señalamos- a partir del momento en que el tra­bajo co1nenzó a se!" coordinado por el jefe de la catedra).

Los coordinadores de trabajos psicológicos llevados a cabo en ámff bitas de la vida cotidiana (a nivel grupal, institucional, o comunitario) deben presentarse, sin duda, investidos con las insignias de una pre* valencia simbólíca n, pero además tienen que servir al mismo tiempo cerno captadores imaginarios del narcisismo de los sujetos sobre los que operan, Jo que -en casos como el aqui relatado.-- les permitirá convertirse moment@eamente en 11contrafigurasn de Jos lideres allí lnstittüdos, con quienes se hace necesario al menos equipararse en cuanto a la capacidad de ejercer fascinación. Se instaura así, en un nrimer mornento 1 una relación especular cuyos riesgos es innecesario subr.ay•ar, pe-ro que quizá constituya la alternativa más viable para iniciar un proceso de modificación estructural en los grupos huma­nos: al parecer, también aqui vale aquello de que "un clavo saca a otro clavo)t.23

Hablar de esto equivale a sefialar indirectamente la importancia que tiene para Ja eficacia de ia intervención la cuestión de cuál sea la estructr..1ra libidinai del instrumento que constituye el equipo de trabajo, ya que por supuesto se le plantean a ese grupo de personas, para su buen funcionainiento, los mismos requisitos que a cualquier otra "masa ardficiaJI'.

En lo que hace a nuestro equipo, creemos (aun adinitiendo que no es fácil una autoevaluación correcta) aue su ft1ncionamiento fue aceptable.mente bueno, resultado en el que· tuvieron parte, a nuestro entender, las siguientes causas:

2n Recapadtese sobre este dato: la etimología de "prestigio" refiere a las tri­qui.ñuelas usa.das por, ilusionistas, embaucadores, ~prestidigitadores". Lo cual :uos remite a h nrdBa prob!eucitica vinculada a los- aspectos iL".J:aginarios de toda ínter. vención terapéutica o tra.nsfomi:idora... Para adentrarse en dicha problemática no pueden obvim::se ]0$ pk.nteos desarrollados por L&-.i·Strams en "'El bechciero y .su magia" y en "L:i ef:icaci;:; simbó!i.ca" {A.ntropolo¡;:ía E.tiroctural).

ZI lviny li!erit..!mente. innecesario subrayar la import:mcia de un vinculo esta. blet:"ido ::i través de la en el tr:ibajo psicol6~:co con grupos. Vé::isZo un análisis muy fino de esb:t cnes:t'...ón en: A. híissenard_. "'Identification et proces-sílS groupal"', .induido en; D. AnzietL et aL, Le tf'aca'il psychanalt¡tique dans les gttr.'.,¿pes, Paris, Dunod, 1973. pags_ 2.'.,l,S.;;J,

2:1 En este Sf'.ntido, es '.nteresante señalar que en la. primera .reunión con este grupo se les pidió a }¡;¡s: cnordinadores con todo detalle sus "'cartas de presentación": c:rnil era su titulo, qué tipo de dependencia los ligaba a la institución "interventora", etcétera:

2J Los mismos requisitos se aplic:in, sin embargo, cuando iio es necesario sac::ir ningún "clavo" y tarribién cuando hay que poner un "primer clavo" (vale decir, cuando el coordinlldor se encuentra ccn un grupo todavía no constituido, desde el pu.Dto de vista de la estructura übidinal latente).

IS

a) DecidiCos a romper con el esquema paralizante que supone roles fijos de "observadores", todos los miembros del equipo parti­cipa.ron en la coordinación efectiva, con lo que en algunos momentos llegamos a ejercer la coordinación conjunta de las reuniones no me­nos de diez psicólogos. Al comenzar el periodo decisirn del trabajo, que es el que vamos a relatar, la coordinación era ejercida por el jefe de cátedra y el profesor adjunto, con la colaboración de dos jefes de trabajos prácticos. Pero gradualmente se fueron incorpo­rando al equi;-o, auxiliares docentes y alumnos, que en tanto iban adquiriendo se~uridad y cornprensión de lo que allí es.raba en juego, comenzaban a participar activamente- en la coordinación, completan~ do lo enunciado por los coordinadores principales o sef1alando aspec-tos nuevos. L'1 algunos cJ.a.ro está, se pusieron de mani~ fiesto a.si dife:rencias de entre los coordinadores, sin que se hlclera :el :."'\ten.to de: ax1te los miembros de la instiª tu_c".ión.

1 y .-cosa que tenerse por notable-- a nuestro juicio

estas discrepa.:;¡cia.s no tuvieron efectos per}u.diciaJes sobre la marcha del sino todo lo contrario. Para evitar no obstante enfrentamientos habíam.os adoptado corno recurso téc~ nico Ja consig:Tia de que en tales casos podria hacer prevaltff.:er en último térmi:i."10 su palabra en la coordinación el. jefe de cátedra, al que el grupo reconocía la z.utoridad necesaria para conducirse: con autonornía

1 por lo que podía1 por ejemplo1 dar por terminada Ja dis~

cusión de un punto o tomar declslones ante s:tuaciones im-previstas, sir1 necesidad de consultar con otros coordJnadores. (Véase un ejemplo de ello en pág. 45). Esta a la denomina·mos instancia de "Ja última de utiltza•da muy pocas veces¡ pero consideramos que constituye un recurso téc~ nico indispenEable cuando partícipart varias per""°nas en una coordi­nación.

b} Cada p2.so de la coordinación era sometido a examen crítico y discusíón durt..nte u..11a reunión semanal del equ.ipo, que llegó a cons­tituir con el tiempo el momento rr1.ás creativo de nuestra. interven.N ción, al punto de que llegamos a legitímar1a ante los miembros de la institución, .a los que les comun.icamos algunas de las interpretacio~ nes y construcciones surgidas de esas reuniones con explícita mención de que las hablamos pensado en nuestra ºreunión de equipo

11

e) Una característica importante de nuestra intervención~ que nos ayudó a mediatizar en la práct.íca la reJ.ación con los miern.bros del grupo, lo constitriyó el hecho de que nuestro equipo tuviera su propio proyecto

1 corno parte de u.ria institución docente y de inves­

tigación. Nos fue más fácil así defendernos de la '1

seducciónl> del grJpO 24 y te..11er en vista también 25 1os intereses de. la eomW1idad,

24 La trampa narcisista' del g;ropo, que más .adelante dC<scribiremos, llamándola "p!.l:cto de encant:a:miento nn:ü-r10" (véase pág. 62) tarnbién acecha o tienta, en espejo, a los .. interventores", pudíe-:xdo dar origen ul deseo de incluirse en una relación ideti.­litzdtt con los -intervenidos"'.

·25 Además, claro está, de la debida consideración pcr el bienestar de esas pe•~ sona.s con las que tnbajábamos.

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'

aunque sólo fuese desde la perspectiva de un sentido común ilustrado, hun1anitario, "progresista", muy propio de nuestra profesión 1 que era lo que podíarnos aportar, cumo lugar común de nuestro grupo, en ese momento, y para ese ca.so.

~4..hora bien, ese tener en vista, y desde dicha perspectiva, un ho~ rizonte "objetivo" no de ningún modo, en este caso) 26 que pretendiéramos que la institución se pleg;~ra a la consecución de rnem tas de.finidas en primer término :;;or nosotros para enos, sino simple­mente que en algunas ocasiones nos vimos obligados a tomar en cuenta y a señaJar aspectos de <i]o real" eludidos o ignorados por el grupo, para que el diálogo 21 pudiera proseguir, enriquecido.

Iíay que señalar aquí que -como era previsible- a partir de cierto momento del trabajo surgieron perturbaciones derivadas de 1a emergencia de conflictos transferenciales. En el relato de nuestra intervención, de la que tomaremos sólo aquellos mornentos que con.;· · sideramos decisivos en cuanto al logro de la reestructuración libidinal del grupo, comenzaremos por analizar una situación en la que jus~ .tamente dichas perturbaciones ocupan un primer plano.

A) Una intervención que habrú;i de regultar decisiva

Después de un primer período en el cual se estableció tácitamente algo así como un "pacto de no agresión" con el jefe,ze se llegó -al cabo de algunos meses de trabajo-- a un punto crucial que corres~ pendió aJ. m.omento en que todos los indicios sugerían que el grupo es taba por tomar conciencia de 1as razones de su malestar. Podriav mos decir, jugando con los dos sentidos de la palabra, que estaban empezando a "avivarse". Se hacían cada vez más frecuentes las que­jas contra e1 modo en que el jefe los controlaba en su trabajo a 1a vez que los privaba de incentivos. Estas quejas, a diferencia de 1o que ocurría antes, empezaban a ser protestas compartidas. En ese momento, como era quizá de esperar, volvió a aparecer el estanca.Q miento del grupo ...

Fue así que, en -.un contexto que en seguida explicaremos, hubo de tener lugar una intervención del jefe de nuestro equipo (coordi~ nadar principal --como dijimos- de las reuniones s~_anales de las que participaba todo el personal de la institución), intervención. que habría de resultar decisiva en e-1 proceso del pasaje a una nueva es .. tructuración libidinal: en lo que podriamos considerar el ápice de

26 En este caso, volvemos a subrayar, porque bien podría ocurrir que los psicó~ 1ogos tengan una actitud menos neutrn cuando h institución en la que intervienen o la ideología compartida por los miembros del equipo, así lo requiriesen.

27 Diálogo éste. por supuesto, mucho más explicitamente inserto en un proceso de trantlonnación de lo real que el analítico tradicional.

:.!S En este primer momento típico de la estr.:itegia de la intervención, los coordinadores han de tener la habilidad de <lar a entender que reconocen y se acomo~ dan a un estado de cosas como a un '"hecho social .. , sin legitimarlo necesariamente.

41 16

la insistencia de la figura 2S del estancamiento, el coordinador literal· mente dijo: "Ustedes nos quieren hacer creer que son retardados rnentales, pero ustedes no son retardados mentales'''.

En esta intervención, que tan poco se ajusta al modelo tradicional de una interpretación, el coordinador se vio obligado a enunciar un juicio sobre la realidad, que se oponía al sugerido todo el tiempo por el jefe del Centro ("Ustedes son unos incapaces. No se puede esperar que produzcan nada valioso") .3º

La.s leyes del campo en el que se lleva a cabo un trabajo de psi~ cologja institucional fuerzan las más de las veces a desplegar en la coordinación "violencias" o transgresiones como ésta, que imolican sin duda -y así ocurrió acá- la producción de un cierto efeé°to de fascinación (y re-sujetamiento), si no se- quiere sucumbir ante la. continua y concreta violencia ejercida habitualmente desde los luga­res en los que se administra un poder muy real, tan a menudo refor~ za.do, como ocurría en este caso, por un prestigio imaginario. . . En ese momento, la forma de sucumbir habría consistido en reconol;'.er con resignación los aparentes u limites" del grupo y la esterilidad_ de nuestro trabajo: hacia varías semanas que el grupo, a pesar de sus progresos iniciales, intentaba en vano encontrar una nu<;;va forma de organización para las relaciones entre los distintos equipos profe~ sionales, particularmente en lo que hacía a las tareas de admisión y diagnóstico de nuevos pacientes. Los esfuerzos hechos en ese sen­tido no parecían llevar a ningún lado: una y otra vez se desbarataban debido a obstác11los fastidiosamente triviales, que ellos no acertaban a superar. Teníamos la impresión de vernos obligados a asistir a los torpes esfuerzos de un gru:po incapaz, convertidos nosotros también en incapaces . . . o en divertidos espectadores. V ale decir que alii estaba tendida para nosotros una doble trampa especular: identifi­cación con el grupo (quedar incapacitados nosotros también) o iden­tificación con el.líder (gozar sádicamente al presenciar, con la misma displicencia socarrona que caracterízaba al jefe~ las torpes balbuceos de un retardado).

29 Es sabido que, entre los recursos retóricos del inconsciente, el síntoma prefiere la metáfora: en este sentido, era notable observar cómo, particularmente en esta etapa del trabajo, una de las integrantes del grupo representaba en fonna plástica, con su cuerpo, el estado de parali7..aci6n y desesperan.za ya descrito, adoptando 1a postura, y aun las facies, típica de un oligohénico. {Nos parece interesante acota.r, aden1ás, que esta mujer, hacia el final del trabajo, nos sorprendió grat<.mente con su .. recuperación~, también manifestada en lo corporal, al punto de que al comenzar una de las últimas reuniones los coordinadores creiamos por un rato que se había incorporado al grupo una nueva integrante. de aspecto mucho más agradable, por cierto, que el que antes nos ofrecía la persona mencionada, aunque de ella se trataba, muy cambiach en su actitud y en su atuendo).

Otra rnetáfora: también en esta elapa del trabaj6 ocurrió que, como "acto casual", "'llrios de k.-s miembros del grupo empezaron a sentarse, dwante las reuniones, en unas sillas de ruedas que estaban allí depositadru. ~ •

30 Recuérdese 1o apuntado antes (ver págs. 32~ y nota 17 pág. 36) acerca de la función que ejerce un lider, como vicisitud histórica de ideales-del~yo, en cuanto a la definición de lo que habrá de ser real para los miembÍ-Os de una masa, grupo o formació~ colectiva.

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Al rechazar (gesto 31 enfatizado por la modalidad paranoide de la primera parte de la verbalización: "Ust.edes nos quieren hacer creer ... '') la demanda del grupo y del jefe de sellar una suerte de contrato perverso, el coordinador se sustrae abruptamente a Ia es~ pecularidad y propone, en cambio, junto con una nueva definición de la capacidad "real" de Jos miembros del grupo, un nuevo modelo de liderazgo, con lo que no hace 'más que mantenerse fiel al contrato iniclal terapéutico. De este modo, aunque todavía no se manifestara su forma explícita o '1dramática" el enfrentamiento con el jefe del Centro, quedaba planteado un antagonismo que seguiría su curso inexorablemente.

Podemos caracterizar a este momento del trabajo en el que los sujetos reiteran -ahora para nosotros- su incapacjdad1 como ese momento privilegiado en que la resistencia se articula a la dialéctica analítica, en el que se produce ºla emergencia, fuera del discurso del sujeto, del rasgo que con la mayor precisión puede dirigirse a uno en aquello que está por decir" y en el que el grupO nos muestra "quién habla a quién: lo que no constituye más que una sola y misma cues~ tión"-"' El acierto de la intervención relatada al despejar estas in­cógnitas (--quién habla: -un torpe retardado, -<1 quién: -a un divertido espectador) 1 al interpelar al sujeto precisamente en el lugar imaginario en el que se ubicaba, es lo que hubo de convertir en decim siva a esa intervención1 con independencia del hecho de que, e..'1 el momento de formularl~ no llegamos a valorar adecuadamente toda su importancia y sólo pudimos medir su trascendencia posteriormen­te, a partir de sus efectos en las siguientes etapas del trabajo._

B) Un momento productivo del grupo

Un segundo momento significativo Jo constituyó la puesta en marcha de un proyecto del grupo que tenía como meta la presenta~ ción de un trabajo en un congreso científico de su especialidad. Para ese trabajo se les ocurrió elegir como tema precisamente: "Las rela~ ciones interpersonales en un Centro de Reeducación 11

• Esta tarea les permitió objetivar la imagen que tenían de sí mismos, la que hasta ese momento permanecía preconsciente. (Cuando tuvimos que ca~ racterizar, en este mismo trabajo, los usíntomas11 del trastbrno que aquejaba a la institución, utilizamos algunos pasajes de la descrip­ción que ellos, incluyendo al jefe, hicieron entonces de sí mismos por escrito). El efecto que esto tuvo sobre los miembros del grupo,

31 Gesto, decimos, para ubicar la cuestión en el plano que corresponde, o sea, él que se delinea at- concebir la técnica de intervención como el despliegue, también (Cfr.: nota 30). de una retórica. Así, no importa si el enoio, por ejemplo, del psicólogo (o cualquier otro movimiento afectivo a.sumido por él, aunque sea excep· cionalxnente, ante su paciente o su cliente grupal) es "verdadero" o "falso' enojo. Lo que importa es que sea conv;nceote y que se refiera a una verosimilitud cuidado-. samente coostruida para comunicar esa supuesta actitud a la que abreviadamente llamaremos terapéutica.

32 Lac:an, J., "Intro<luction :i.u con1mentuire de Jean Hyppolite sur la VerneínU11g de Freud .. , en .tcrits, piígs. 373 y 375.

a] permitirles un cierto grado de distanciamiento con respecto a esa imagen, fue el de contribuir al debilitamiento de su vigencia, a la ruptura de una fascinación. En particular, le asignamos impor'"úlll­cia al hecho de que el jefe, al p2rticipar activamente en Ja prepara­ción del trabajo para el congre5o y sobre todo al exponer abierta­mente en las reuniones sus propios conflictos como médico y como funcionario, iba reafirmando su disposición a convertirse en sujeto de una experiencia de dilucidac:ón colectiva como la que nos.otros conduciamos, con lo que -dejaba de lado el aura de 11omnipotencia" que su investidura, dentro de u::3. particular constelación de varia­bles históricas, en cierto modo Je imponía. Dicho trabajo, en defini­tiva1 no fue presentado al _C?ngreso,_lo .. que indic~. que su sentido fue sobre todo interno al grupo. · · · .,

Comenzó entonces una etapa caracterizada por la coherencia de los intentos de organización -8.::tes ineficaces, como ya se ha seña· lado- de las relaciones entre Jo; subequipos profesionales y dentro de cada uno de ellos. Como un as0ecto decisivo de esa nueva organi­zación, comenzaron a perfilarse Üderazgos intermedios.

Varias situaciones de este moment~ ;;rupal presentan la part.icu1aridad de estar centradas alrededor de algún "'descubriU::ento".

Por ejemplo, al discutir, en el cun0 de una reuni6n, sobre la rnejor manera de emplear e1 espacio para las tareas de 2.::Wisión de nuevos pacientes (dado que 1a.s condiciones en que éstas se hadan hab::-:.:a.hnente los obligaban a aglomerarse en un cuarto reducido -a la vez ""Consultorio médico"·"Secretaria"-, donde se incluían: un miembro de cada equipo profesional. 1a , secretaria del Centro, la madre dcl. pa., ciente y este último), alguien recordó -~· los demás integrantes del grupo ""descu~ brieron" azorados- que, al. hdo mis:::' del mencionado .. Consultorio-Sec:retaria"', ,.. había un cuarto vacío al que se había t:::..:tilizado sin -que mediara pata ello ninguna , razón valedera. 33 El descubrimiento lts pareció tau asombroso que necesitaron cerciorarse de la existencia. del cuarto cr ::l sus propios ojos, de modo que, interrum­piendo la reunión, fuimos todos a ver1r.:: Allí mismo se decidió destinar el cuarto recién descubierto a Secretaria, y un mf.-'~:co del grupo tuvo de inmedi:lto la idea de pedir que se hiciera .. un agujero" en la ;1red que separaba los- dos cuartos, de modo que desde el Co¡:¡su.ltorio médico pudíer:= comunicarse fácilmente con la Secretaria para requerir los legajos de los paciente-5. . _

Otro descubi:itniento1

que coincidió coo el anterior en este momento grupal, consistió en -el hecho de que las psicólc;.:..s del Centro pudie:on pensar por primera vez en la hnportancia del trabaje psico: :>;ico que se podia llegar a hacer con las fa1nilias de lo:s pacientes. En efecto, hast;;. ese momento, todos los es{uerzo::: del equipo de psicdog-ia, al iguo.l que los de los :':'Stantes equipos profesionales, se volcaban exclusivamente sobre el paciente en reedi;:;1ci6n,.sin atender el contexto familiar. Para las psicólogas, esa actitud implicaba, en :.% casos de niños con daño cerebral severo (que eri'.lll la mayoría de los que ellas v-:ian) el contrasentido de ocuparse sólo del miembro menos recuperable de una fami.t:,._ en general perturbada (como consecuencia de la desgracia). Pero hasta este mom~::to, las psicólogas no habían podido "ver" a las familias de los pacientes, a pesar ¿~ que las tenían por delante y de que esas

· familias. en especial las madres de los nii'. ~s que ellas trataban, hacían todo lo posíbie para ser tomadas e~ cuenta con su prol:~m:itica.

33 Estas resquehrnjaduras de la ra::!onalidad en la vida práctica. en aquellos puntos donde asoma otra razón, son de la misma índole que. aquellas que dleron rema a la Psicopatología de la vida cotiif.tma. ¿Estnrernos ya en condiciones de tra· bajar la hipótesis de que los protttgonista~ ·le los actos fallidos, en especial de .aquellos que adquieren el sentido estricto de aci;:ooes f::r.liidas FelUumdlungen). pueden seir, tanto individuos como grupos humanos y hasta comunidades enteras?

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'.

Estas situnciones n..-irr.adas (el episodio del cuarto "escotomi:z:.1.do", fa idea. de ahrir·nn agu)'ero en b p:i.rl.'cl, b disposición u tr:.i.b:tíar con lus familias de los pacientes), en· ap:rriend:i inconc~ms, tienen connot!lciones que nos llev:u1 :i consídernrbs corno expresiones convergentes y signific;:¡tiva.s de un n1ornento grupal en e1 que comienzan a ap:irecer ks. diferencias {n100icos y otros profesionales/secretariu; -psic6logas/otros profesionales! JA y ius articulaciones de fas que depende una inte¡,tr.ldÜn orgánica.

.~l empezar a romperse b fo.sdnución (y Freud -y;i Jo hemos dicho- llega a comparar la bscinación ejercida por un líder con el estado hipn6tico) 3-S, los miembros del grupo pueden pensar con originalidad, pueden "ver" con ojos que no sean los del jefe: uh ora se les ocurren ideas que t-ste no les sugería.

,-\lgo escindido de la perc::i.tación efectiva de lo real (algo -además- signific:itivo, como lo hubiera sido, por ejf:n1p!o, la percepción del cmrto mencionado, justamente el primero de los que se abrían sobre la Sala de espera del Centro), sólo se re-íntegra en. el momento en que empie7~'t a hacerni público que al jefe algo le falti.. para ser perfecto. Es entonces también, cuando los miembros del grupo comienzan a ubicarse como sujetos individuales en l~ institución, en la que antes el jefe "lo ern todo".

, Ya no. suprimirán "ia entrad.a", porque podrán reconocer que cada uno de ellos, así como Jos pacientes, tienen un origen, pertenencias y referencias. especificas, posi. bilidades y limites diferentes. En síntesis, pueden conectarse mejor con un mWldo real en tanto se organiza lo simbólico.

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C) Ruptura final de la fascinación

La reacción del jefe del Centro fue entonces la de atacar de ma0

neras di.versas, sutiles algunas, otras más evidente-5-¡ esos intentos de organización y de diferenciación. (Téngase en cuenta que a los fines de nuestro trabajo

1 no resultó decisivo discernir si esos ataques

fueron deliberados o "inconscientes") . En una de las re-uniones del equipo "interdepartamenta111 --que tenía a su cargo las tareas de reorganización- reuniones a las que se nos babia pedido que- asis­tiéramos, se produjo un episodio que representó un nuevo jalón en el proceso que estamos describiendo:

Ese ~ a la hora en que debía iniciarse la reunión, estaban presentes solamente tres personas del Centro, tantas -casualmente- como éramos nosotros en esa ocasión. Ni el jefe ::ll los otros medie-os del Centro_ habí.an concurrido. Después de varios minutos de espera, los presentes procuraron explicarnos -con cierto embarazo- las razones de la ausencia general, sobreentendiéndose que responsabiliza.han fundamen.. talmente de ello ai jefe, que al precer se las había ingeniado para que nadie, por una raz6n u otra, pudiera asistir a la reuniOn a la hora fijada. En ese momento, en forma que debió de impresionar como un tanto abruptll, el jefe de nuestro equipo tomó la decisión de no seguir esperando y se retiró con los otros dos miembros de

su equipo.

La actitud descrita, algo teatral sin duda, tuvo efectos notables. En la subsiguiente reunión semanal de todo el Centro, en la que estaba presente el jefe, se nos informó que se había comentado mu~ cho durante la semana la situación creada, existiendo el temor de ,que se interrumpiera el trabajo institucional. A raíz de eso •. se ex­presaron criticas contra el jefe1 acusándolo de "sabotear'' el trabajo y, más en general, los esfuerzos del grupo por organizarse.

34 Por supuesto que este incipiente sistema 1e1r.it~ a la articulación de los r-.isgos distintivos en la diferencia pamdigmiüica varón/mujer, que e: lo que carga de (doble) sentido al invento del "agujero".

35 Ver nota 17, pág. 36.

La respuesta del jefe a estas criticas, consistió en adoptar una actitud socarrona y distante, como la de alguien que conte1npla un espectáculo muy conocido pero que todavía Je divierte, cuyo curso y desenlace puede predecir, o tal vez controlar. . . Y, en efecto, Jas protestas se iban acallando, las frases airadas se entorpecían y aca­baban transformé.ndose en balbuceantes disculPas. En cuanto a nues­tro papel, lo que estaba ocurriendo implicaba el vernos alcanzados por el menoscabo en que el jefe sumia al grupo. Tolerar esa situacíón habría equivalido a W1 sometimiento descalificante. Para preservar nuestra función, se hacía necesario entonces terminar de deshacer, ahora drásticamente, el espacio imaginario que tenía la figura del jefe como eje, y como centro de gravedad su narcisismo.

En este punto conviene detenerse para dar· cuenta· teóricamente de las razones de un hecho que todavía puede parecer inexplicable: ¿cómo era posible que se siguiera manteniendo -aun en ese moA mento- la ilusión 36 sobre la que estaba fundado el grupo, a pesar de que sus miembros tenian la evidencia incontestable de que ese jefe los despreciaba? El 11hecho escandaloso" representado por esa persistencia de la fascinación nos obliga a ampliar el esque1na teórico al que nos ateniamos en nuestra exposición y recurrir a la ulterior postulación freudiana de una escisión del yo (lchspaltung) y de una operación, la del repudio o la renegación (Verleugnung) que le da origen.37

Como resultado de esa escisión ocurriría que, al mismo tiempo que una parte del yo admite la posibilidad real de la castración1 la teme y se defiende de ella, otra parte la repudia (V erleugnet) en el sentido de que la sigue considerando imposible, con lo que permanece ligado a una imagen omnipotente y perfecta, matriz del yo-ideal, re­presentada en los grupos humanos organizados --como hemos apun­tado-- por aquellos aspectos de la figura del lider con los que se establece una identificación de índole narcisista, o -lo que es lo mismo- una relación "de objeto" cuya tónica es Ja fascinación y cuyo prototipo sería la fantasía de seducción.:ie Como una nueva

36 Ilusión a la que tendríamos que. describir ahora como nlgo más complejo que lo que habíamos postuln.do inicialmente, cuando la caracterizamos, citando Psicología de las masas y análisis del !fO, a partir del deseo compartido ·por los miembros de una "masa" de que haya alguien "que ama con igual amor a todos· los miembros de la colectividad". De esa complejidad Freucl nos da, en esa misma obra, sin embargo, una pauta cuando, por ejemplo, compara, en el Capitulo X, a la musa con la "'horda primitiv::i": "El cuclillo es aún temido padre primitivo. La mas:t quiere ser siempre dominada por wi poder ilimitndo. A vida de autoridad, tiene ... una inagotable sed de sometitniento" {pág. 1149). Discernimos sí un componente sadomasoquistu y perverso del vínculo con el líder. componente que en este grupo estnba bastlnte acentuado, como vamos viendo y como se terminaci de poner en claro cuando lmblemos, más adelante, de la relación con la tarea (pig. 54).

31 Cfr.: esp. "Fetichismo .. {1927) y "Escisión del yo en el proceso de defensa" ( 1938), trabajos incluidos en el Vol. lll de la edición citada de las Obras Completas de S. Freud. ~

3S Téngase en cuenta que el "modelo .. psicopatológico con el que Freud aborda el estudio de las masas es indudablemente el de la histeria, así como en 1913 había utilizndo para Tótem y tabú el "modelo" <le la neurosis obsesiva. ·

45 1~ 46

forma de caracterizar Ja ambigüedad ·ya señalada de Ja función del líder, postularemos entonces que, además de ser éste, como ya hemos dicho, el agente de la represión (V erdranpu:ng) en el grupo o Ja co­munidad, suele ser también eJ principal operador de la V erleugnung en el seno del mismo conjunto humano.39

Teníamos frente a nosotros, entonces, a un grupo atrapado por la fascinación generada y renovada en sus miembros por la reiterada \·isión de alguien que hacia gala de tanta au.tosufic-iencia como para permitirse despreciarlos "olímpicamente'', con lo que se ofrecía ante ellos como admirable "prueba" de que· la cast1ación no· existe. Sólo el concepto de escisión nos pe:rmite explicar cómo todo esto era po­sible a pesar de que eran ellos mismos el objeto de ese desprecio, circunstancia contra la que, al mismo tiempo. se rebelaban.

La intervención que, en este punto, nos perm.itió romper esa fas­cinación fue asimismo muestra de que nosotros no estábamos atra­pados en ella: co11sistió en denui:iciar lo que alli ocurría, señal.ando clara."Tiente también nuestra Intención de no tonva1idar101 como hu~ biera sido Íata.lmente el caso de seguir asistiendo a ese •iespectáculo'~ sin reaccionax. Fue necesario señalar lo escandaloso de la actitad com¡llacicia con que el "miraba" las protestas impotentes de los miembros del grupo_ necesario tarnbién evidenciar c:on gestos terminantesAO nuestra ide:a de que "eso no podia seguir así".41 Se ter~ mir.:.ó comparando toda la situación con una !:YrtrrrúJ. sádica hecha por el jefe a costa dcl grupo.

(Descubrimos con ello lo que aparecería a 1o largo del último trecho del trabajo como el "tema" elen1enta1 alrededor del cual esta­ba organizada a nivel fantasmático la institución. El tema de la broma sádica volvera a aparecer una y otra vez. teniendo c:orr10 auto­res, plenos de "humor negro", al jefe1 a los miembros del grupo, o a la Fatalidad misma)

Esta actitud de la coordinación forzó al jefe a iniciar una serie de adaptaciones que terminaron por permitirle ubicarse en su rol de

!19 De lo que volveremos a ocuparnos más adelante con mayor deta!Ie (ver pigs:. 56 r sigs.). Pero ya podemos. decir que la importancia de esti' mecan.ís!no en un campo social y su utilidad para el 1nantenimiento de un sistema L"lStftucioml, pueden ·cole­girse de esta observación de Freud, ubicada a1 comienzo de su trabato sobre Feti.chiSmo y que a J!Uestro juicio no pnecie tomarse por incidental: después de describir los efectos que para el niño tiene ln percepción de que la mujer (la madre J no tiene pene, acota que '"en épocas posteriore-$ de su vida el adulto qui7.á .erperi:rnt~nte una shnila.r sensación de pánico cuando cu..ryde el clnmor de que 'trono ;: :dtar están en peligro', y es probable que n.quél conduzca también entonces a C(msecuenc1as no inenos ilógicas".

• 40 Recuérdese lo que di§;mos en not:i 31 sobre la .. retórica" de l.a inte..-ve:ición. tt P:n.,., e:cplicm-s-e nuenra interven.ci612

ron, estructUinl dd grupo y con n.csotrosj :i. e.o;a aJlura trn:los podían tener

en dar o -crer:mos- que 1t0 ru:;:::¡ movb '"pa..s.i6n." :::.lguna, que no i:eniru:nos uingú.n que pudiera llevamos a querer pb.zz.r ,......,,_, reernpbvr~ al jefe. que no ten.iamos tJ.mpoi:x; ·~J.Xlr s.up.uestc-- ·~~;~rid;d admirústrativa o jecirquica ~ sancio:w.r, que nada., en fin, íuen de lo que eonsi· cli:ráb:imos pertinente n rnJ.est:m función nos hada reaccionar de ese modo.

47 ) ·,;¡

un modo menos narcisi~ta. Decimos "permitirle" porque no .debe111os olvidar {lo que equivaldría a simplificar erróneamente la coneeptua~ lización del caso) que las caracteristicas con que el jefe ejercía su liderazgo no eran óbice para que en él estuvieran presentes las con~ diciones estructurales (a las que podemos llamar "edípicas")

1

que van en favor de la asunción de un lugar en un sistema que recibe sus articulaciones a partir d.e su relación con eJ orden de lo simbólico. Dicha ubicación, que supone entonces (cierto gra~ do de) acatamíento de una "castración simbólíca", y que es a su vez condición para poder funcionar como líder más cerca de la modalidad correspondiente al ''idea.1-del-yo" normalizante c1ue· de la que e.s propia del "yo-idea.lit, se fue operando graduahnente ,hasta el fin de nuestro trabajo al1i, aunque con un 1irrlite infranqueable, ya que, como describi:remo:; más adelante (ver 52) 1 e1 jefe sie1npre continuó resistiéndose de un modo u otro que ahora se le imporJa. No obstax-n.e. que reconocer que ese acatamiento, aun-que hubiere de ser ya estaba preanu.11ciado por el hecho mismo de haber que se iniciara el trabajo L."1stitucional y se reafirmaba c. travÉs de sus actividades concretas al tolerar que éste y ccn como hemos dicho"42

A lo de todo el desarrollo de nuestra intervención persistirá en las del jefe una ambivalencia que no terminará de re-solverse, y que ya e-..staba también implicita en la arnbigüedad del pedido inicial de asistencia: la acepta.ción de la. nec0..sidad de un auxi~ lle externo una en su oue resulta decisiva porque le que el Centro no estiba funci.o-nando bien;44 pero es conjeturar también su autocom-placencia. haya. cedido ptmto de la de ps1cé,10,gos institucionales sólo a cambio de con la

de su ya que que la psícc)iogos rnás lustre para "su"

que esa implicar algún para el pres-tigio de su imagen en la institución.

I.)ara volver al discontinuo relato de nuestra intentención, irr1porta consignar que, pocos días después de la reunión que comentarrios, la mentada castraclón simbólica se "ilnaginarizó" -diriamos--, porque el jefe st.1.frió, mientras viajaba hacia e} Centro, un pequei"io accidente sinton1átícoi hiriéndose levemente en la cabeza." En su repercusión

4;2 Eri reuniones grupales posteriores u la que hemos reseiiado, .el jefe rn:.inifestó muchns veces su 8.RJ.""adecimiento a los coordinadores del trabajo institucional por lo que él mismo c:i;.Ji..fic::i.bo. de oportuno "llamado ul orden". En ocasíones. estas ma­n.ifestnciones impresí.on:::.ban con)O sincerri.s, en otras -sobre todo a la luz de :iconte· cimientos posteriores- resultaron sospechosas de constituir hlhik-s táctic-.1.S para hacer frente al hecho consum:;i.do y mantener o recuperar posiciones.

43 y en el del grupo (ver págs. 60 y siguientes).

44 Lo que vino n coincidir, ;.i~rentemente, con una eta.pi}. de crisis ert su vínculo con su profesión, crisis de la que él misrno dabu cuenta. en ias reuniones grupales, como dijimos.

48

fantvsn1ática, ese accidente pasó a represent¡1r, claro está1

un irna~ ginario parricidio, por lo que -éste siempre conlleva: la fantasía de dcsn:em.bramiento del cuel'po del "padre tiránico17

V. LA NUEl'A ESTRUCTURA

Se atravesó asI 1o 1nás. crucial del proceso de desujetamiento~ resujetamiento, en ei que íuncion<ibamos corrro reJevos provisorios. Este proceso te:ndria consecuencias inrnediatas e-n el plano de la or· ganizacíón: los diferentes equipos profesionales se abocaron a la tarea de elegir sus formas de organización interna, labor que cada grupo realizó separada1nente con la coordinación de miembros de nuestro equipo. Esta tarea culminó en cada caso con la elección de un jefe de eqe.ipo1 aunque llevó cierto tiempo y no pocos esfuerzos la "negociación" con respecto al nombre que habria de designar a quienes ocuparan ese lugar: ¿jefes? ¿subjefes? ¿coordinadores? ¿de~ legados? Esa dificultad era en parte e.x:presión del conflicto de poder y de prestigio que seguía desarrollándose entre el jefe del Centro y los demás miembros de la institución, ahora agrupados orgánica~ mente alrededor de sus propios lideres. Pero la dificultad para "nom~ brar'' a esos nuevos lideres denunciaba, sobre todo, la persistencia del tabú referido al jefe.45

La legitimc:.ción obtenida para estos coordinadores --que así re~ solvieron llruu.arlos- com_pJetó, aunque no sin residuos c-onfllctivos, el proce:So de reestructuración libidinal del grupo. El hecho de que el nombre elegido por ellos ~"coordinador-esn __ fuera precisamente el nombre con el que nosotros nos designábamos1 es indicativo de su identificación 4$ con nosotros en esa etapa.

I~os coordinadores de los diferentes equipos profesionales consti­tuyeron a su vt-z un gn!po c;u2 llegó a conocerse como "grt1po staff'. Esta instítueié;r representó ia encarnación de Jos nuevos poderes Ie~ gitilnos conquistados por el grupo después del "parricidio". Se encar~ gó de normatizar 1as actividades conjuntas, la forma de ingreso de nuevos miembros, ciertos aspectos de la relación con el exterior, etcétera.

Esa nueva institución consagró en lo or-ga~1izativo la modificación producida a nivel de la estructura libidinal del grupo que Freud, dentro de la secuencia mítica .que diseña en Tótem y tabú) denomina la "alianza fraterna". Desde la perspectiva de esta obra de Freud, res111ta interesante consignar algunos datos que quizá nos permitan completar la cor::1prensión hasta ahora lograda del material, la que se ha basado fundamentaJmente -como lo venimos repitiendo-- en las ideas expresadas en Pslcotoyía de las rnasas y análisis. del yo. En Tótem y tabú (y en Moisé.1 y el monoteísmo), Freud utiliza una

45 Es interesante ubicnr este episodio en relación con lo que dice · Freud del "tabit de los nombres" en Tótem y tubú (Obras Completas, Vol. Il, pág. 4..tS y sigs...).

46 Identificadón con componentes n:ircisist::i.s, tambiCn, sin du<la, pero fumb.. me:nt~lmente identifie!lciún ((.o huliria que decir mejor, par.:i. evitar equívocos, ubi­euciún?) edípicu.

perspectiva diacrónica para la conceptualización de los hechos de la psicología cclectiva.47 {Los propósitos de este trabajo, que pretende ceñirse al anali.sis de un caso, excluyen la posibilidad de que nos ocupernos a.qui del arduo problema teórico que plantea Ja conexión entre- la perspectiva sincrónica que prevale'ce en Psicología de l.a.s masas y análisis del yo; y esta otra) :ffi

Para ilustrar este- n1omento grupal 1 narraremos lo que aconteció en la reunión siguiente a la última de las que hemos comentado, que --corno se recordará~ implicó Ja imposición de un "principio legal" al En esta reunión (que era una de esas reuniones de "reorga­nización11 mencionadas, a las que nosotros asistiamos1 _pero_ de las que no éramos coordinadores), Se desarrollaron episodíos que revelan una secuencia significativa desde el punto de vista de ·la estructura latente:

De entrada se nos lnfonna del cc-cidente del íefe, quien había tenido una caída mientras viajaba en su auto hacfa el Centro, sufriendo una herid.a de poca impcrt:ancüí en la cabeza. La reun¡ón ya había comenzado cuando llegamos y presentaba car,;_c~ teristicas singulares. El rubjefe del Centro, uti. ¡_nédic--o joven que participaba poc-o en las reuniones, estaba sentado en un banquito frente a una mesa, detci.s de h cual se habían instalado tres per.;cnas {una fonooudióloga, urut psicópedagoga y urut psicóloga que -·justamente- más adelante serian elegidos corno jefas de sus respec­tivos equipos profesionales}. Lo que decía ese médico sonaba a discurso electnraL Al parecer, estaba exponiendo sobre b mejor ms.nem de conducir h institución de un modo eficaz y a la vez s::i.tisfactorio p:lr::l b.s aspiraciones de todos. Las otras habían constituido una especie de tribuna.i que p-.1recia querer disuadirlo --haciéndole obser­vaciones y preguntas incisivas- de cualquier ilusión que él pudiem tener de lleg-.J..r a ocupar el mi.Smo lugar que el jefe °"desaparecido" .ts, repitiendo su modalldad.

Acto seguido, pas.an a ocuparse de lf!:S e11fermems (teniendo que entenderse que éstas constituyen por una parte, una representación de ellos, mismos, tales romo eran en el tiempo en que estaban sometidos a la fascinación descrita., y también -por otra p.ane- algo así como un ·ootín de guerra", o sea: "hi.s mujeres del jefe derrocado". Pa.-a decirlo brevemente, ellus- son tratadas a la vez corno figuras de identificación rechaz::i.das y como objetos sexuales) : "Hay un problema grave en el sector de enfermería'', se:fi:tla una psicopedagoga. "No estoy de ncuerdo con la p;;;rte admütistratíva de la sección Enfermería •. _ Fulana, por ejemplo, hace ·pasar a los pacientes por su cuenta y les entrega el material de tests. . • "Lo que pasa es que se siente la jefa, y cuando se le dice por qué no hizo algo, se va y ret::t a cualquiera. Creo que es necesario que se la ponga en su lugar .•. "

Otra agrega: '"Lo que estoy pensando es que necesitamos a alguien para que nos anote- en la:!!< fichas cuándo un paciente inicia tratÍlmi-ento y cuándo lo termina. Si entrenamos a aiguien pura que esté de auxiliar ~uestro, necesitamos que siga.

47 También lo hace en el Capítulo X de Psicología de las masas y análisis del yo, tituludo "La masa y b horda primitiva", que es justamente aquél en el que retoma las tesis de Tótem y tabú: "Intenté por t<ntonces de1nostrar que Jos destinos de dicha horda han dejado huellas imborrables en la historia hereditaria de la humanidad y sobre todo, que el desarrollo del totemismo que engloba los comien20s de la religión., la moral y la diferenciacíón social, se halb. relaciomido con b muerte violenta del jefe y con la. transformación de la horda p-3tema. en unn. comunidad fraterna!. . . La m:.i.s:a se nos muestra, pues, como una resurreción de b horda primitiva .•• "

42: And:ré Green: ""El psicoanálisis :lnte la oposición de 1n historia y h estructura", y del misn;o autor "La diacronin en el. freudismo", :lmbcs en: Estnt.Cturalisrtw y psicoandlis-is. Buenos Aires, Nueva Visión, 1971. ' 49 R<:a fantasín, sobre b que se desa.rrolh toda esta reunlón, tenfa tales visos

que .!a sensadón que se im.ponio. era b. de q_ue efectivamente el jefe l:IJO iba 2 volver nunc2 m:is.

Uua pt'rsona fi~, qur dt·¡icnda dt.• nosotros, que no dependa de una .:;:t•nernlid.ul, que esté estable y 11ue St'pa detcnnin;1das (:osas." Pero mJs adebn!e Jiet"n: ''Necesitamos saber !JUé (¡twren1os del seetor de Enfermería. Inelnsive lfoma.r a b Directora de E11fcnnería (del or~anisnio o:;eiitra! del q11!! Jept~ndia el Ct:'!ltro). Ella se encierra t>n su silllin y ~1 tr.ivés dL· cuatro pare<li:s se cuttr:1 Je 10<.lo por chimentos .•. " "(}1ic d liet·m:iado --dice un lll!.~lk'O (rt•firién<l<Jst: al jefe del equipo de psicología iustitudonal)- tonlt' nota de esto que ha pasado, pon¡ue l.!S serio, n1uy gr-.J.ve .•. :\l':i hu~· u11a pi:rsona qne ni siquiera es eufemiera. t•s una i.:stuc.liante de enfenne!Íil, que J.,¡oi.:t th~ prerrogativas e:>peeiales. Tiene un rol mu~· poco daro y est:'t pni.c:tica· 1ncnte instalada en el Centro. El jefe le lia pronietido al pareeer que ctt.i.nclo termine de estn<liar \'1 a p;lsnr a re\'ist.ir efediYa aquí el! d Co;:11tro. Lo que pasó <.:on ella ha si<lu la pit'l!r:t <lt-l t>Scándalo ... " "Sí. el otro dí:1 yo ahri la puert:l de un consul. torio y ine encontré con que ahí esttiba ella con un hoinbre ... "50 "Cosas como tsa no es posible que sigtin pasnn<lo aquí. Y a partir de ahora nos tenemos que poner fimlt's e imponer una línc:l de conducta que h<'lga honor :tl nivel cient.ifico dd Centro",

Es casi sorprendente comprobar que este grupo reproduce en :la secuencia transcrita los momentos postulados teóricamente por Freud en Tóteni y tabú. Después del parricidio, Jos hijos tríu.nfantes se aseguran contra la repetición deI estado de cosas del que acaban de librarse. " ... Si los herrnanos querían vivir juntos no te-n.ían otra solución que instituir --después de haber dominado grandes dL~cordias- la prohibición del. incesto, con la cual renunciaban to-. dos a Ja posesión de .las mujeres deseadas, móvil principal del parri· cídio. De este modo salvaban in. Or'&anización que los habla hecho fuertes ... " 51

Podemos ver en el relato aue antecede cuales son las alternativas entre las cuales se debaten en relación con las enfermeras hasta la instauración del "tabú''. En un primer momento aparece el impulso de apoderarse de ellas, y ponerlas a su servicio, Inmedi.atamente, sin embargo, ese impulso es coartado en beneficí0 de un principio de orden (que es también en este caso orden jer8.rqu1co). se piensa en recurrir a -la directora de Enfermería deJ organismo centrali que re­presenta una instancia exterior al Centro. Obsérvese, de pa.::;o, que Ja ambivalencia hacia esa figura se desplaza de inm.ediato a la del Goordinador principc-J del trabajo, como se- barrunta c11andó alguien Je indica -casi le ordena- que tome nota de lo que se dice. Desde ya que ambas refieren también a la del jefe.52

so Aquí uno -de nosotros pregunta, p:im no defJ.r nada implícito: "¿Y qué est::ihan haciendo?"" Respuesta: "Nadn. •. _ Habfando ... "

51 Tótem y 'tabú, IV, 5, púgs. 49i~8.

52 Esta nmhlvalencia de b que se habla. tiene que ver también con la inslau· rsdón <le ur. tabú. El (.·oordinatlor, corno se ve a tro.vd- de Ja fomi;;¡_ indirecta. y formal t-(r que se k~ habla, es excluido tlel J:,YTUpo y put>sto en cierta form11 también a su s•.T\·ido, al imliL-J.rsele que ton)e nota, con lo que se intentu :isimistno desalentarlo <le toda posihle- nmbicibn de mando, equiparable en esto su posición ~-lo mi.mi.o que ht del subjefe- ;.1._ la <lel liem1ano mayor en la hortb, de quien hay que precaver.se un.'1. vez comdido el ··t:rimen". Pero este lugur impuesto es tan)bién un lug::lJ' honroso de t(·rc.-ero ir:tran:e de la ley, que est;i allí ~-al mo<lo de un escrilx1no.- sólo para testill'.nniar y· !e~~itiJnar (l·nnio "padre muerto"), Este lu¡:::ir, de todos modos -ya lo he1no~ di<:ho (ver nota 4· l )- le vení~t ,sf'ñalt1do por su función, que la ponía "f11era del ¡1.iego" en lit lw::lia par todo poder .. reul" dentro de la institución.

21

~4. partir de entonces, y a Jo largo del resto del trabajo, se hubo de desarrollar en la relación con los coordinadores, y particularmente con el coordinador principal, esa dimensión transferencíal de culpa que es característica de Ja relación con el "padre muerto".53

Corresponde seúnlar acá que, desde el momento en que el jefe se reincorporó al Centro, pocos ellas de~puC~s de su accidente, y hasta el final niismo de nuestro traba.jo alii (un aiio y medio después de los episodios narrados), siguieron reiterándose situaclones a través de Jas que se continuaba dirimiendo el conflicto del que nos hemos ocupado, aunque referido o.hora a aspectos más circunscritos. fE! jefe se enfrentaba ~1hora con los coordinadores que sucesivamente fueron eligiendo cada uno de los subequipos profesionales y también con el ;;r1J.po st::~fi c;:.12 ~os rcun!a y que --como ya lo- hemos señala~ do-- representaba Ja cor.:creción en lo organizativo del nuevo tsqui~ Jibrio libidinal;. \·icisitudes que responden no sólo al repudio del je!e del lugar que se Je imponíQ sino también a la intención de los miembros del grupo de afirmarse en sus nuevos lugares.

F..n cuanto al jefe, nunca terminó d-e aceptar, ya lo dijimos. ese Jugar: renovó maniobras y técnicas de- seducción romper la alianza de Jos mie-rr;.bros del proc'filando Estos, en cambio, S€ comportaban ahora un modo que implicaba una nota,,~ ble diferencia con respecto al momento anterior: al contar ahora con esa "organización Jos habia hecho fuertes" podían. defenderse de las rnnniobras del en especial evitando entrar en el que aquél les proponia: conoclan la trampa que se les '-er1m<•-

Este saber por el grupo se manifestaba claramente en la Lrr1agen en una de las últimas reuniones, por una pedagoga a quien ---como eD.a contaba-- el habia comenzado a interpelarla cordialmente en los últirnos dias llrurJ.8.ndola ''doctora", término inusual en su t:r<:.to con las y reservado habitualmente para el gn1po de los Se trata~ ba1 por parte del jefe, del intento de para obtener de ella que se volviera en contra de W1a coiega recientemente como coordinadora de ese ?quipo profesional. Esta de--cía en ·1a reunión a sus compaf1eros que las palabras sonaban "como alnllbar en sus oidos", pero inmediatamente agregó: u como pasa con esas plantas que atraen a los insectos con el olor o el gusto dulce para atraparlos".

Se hacia explícito o.sí no sólo oue el jefe, para recuperar el lugar perdido, segi_üria intentando dividirlos y atacar la .organizaciórt que los rnantenía unidos (contra él si era necesario), sino también que el peligro principal no estabn en el intento de seducción por parte del jefe- sino dentro de ellos Inismos, que e:;a seducción sólo podia 2er

S3 La culpa que no aparece direct:::miente en relución con el jefe {por el con~ tr:uio: pre<lon1ino.n -sobre todo en un prin1er n1oment0, al i}He corresponde la rem06n relut.:u:l~- los ;.ispec.:tos n1ani:1cos:} npttrt-:-el.'t'.! en c:unbio en rd:if'iÓn con el coorclü:w:íor en p:u'te porque. :il no haber sido ellos, Je manera <lireca, sino el Cúordi.n.1.dor. quien operó ese p:lrricidio simbólico, tenkul un•¿ deudu con él, pero fundrunentalrnente por· que fo. "C'.tstr:.ieión" di::! jrefe hnp!icti t;i111bi¿n fo. de t"Uos, identific-.¡ciéo nurcisi5ta ai.:<.li:.1ute. ·

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eficaz en tanto stn·.:;ín en cada uno ele ellos una atracción difícil de resistir hacia aquello que vc;nla a coln1ar aparentemente el anhelo de ser el preferido.

En la reunión mencionada, una de las pocas a las que el jefe no asistió, se mostraron claran1cntc los limites del cambio que allí podía producirse. E1, grupü' p~:Go rcnunc:ar a la "ilt~s¡ón" 54 de que el je:e algún día cambiarla, adrrütir que nunca llegaría a tolerar de buena gana la nueva organización del Centro y reconocer entonces qúe para mantenerla deberían seguir luchando y cstn.r continuamente alerta contra sus maniobras.

VI, LOS EFECTOS DEL c,iJJ:BIO DE ESTRUCTURA. LIBIDINAL EN LA RELACION CON LA TAREA

En lo que resta de este trabajo nos ocuparemos de bosquejar el curso seguido por el an6Jisis instltucional en su segunda etapa. No lo haremos con un mero fin narrativo sino para hacer resaltar los efectos que se derivaron del carribio de la estructura libidinal en la :relación con la tarea. Como se recordaré. "la relación de los miem­bros del grupo con 1a tarea" constituyó uno de los dos temas explí­citos alrededor de los cuales giró la discusión en las reuniones grt1-pales, habiendo sido el propuesto específicamente para esta última etapa. ·

Dijimos, aJ cemienzo de este articulo, que el lider es quien. dentro d? ciertos límites, signa la relación del gn1po con lo que queda recor­tado de Jo real como su "tarea". ~4.hora tendremos ocasión de desa­rrollar algunas de las implicaciones de esa afinnación. Podemos decir que el lider signa la relación con la tarea por lo menos. en los siguien­tes aspectos:

I. Al intervenir en la definición de la índole de la tarea .. II.

IIL Al marcar un estilo en Al proponer un modelo por lo tanto social.

su ejercicio. de desempeño del rol ocupacional y

L Al definir la índole ele la tarea -dentro de un margen cuya amp11tud varia según la ubicación de la institución en el conjunto de las ·instituciones en un momento histórico dado, y según el nivel je­rárquico en el que se ejerce la jefatura- y esto en tres sentidos: las tareas prescriptas u obligatorias. las permitidas o posibles, Y las· no permitidas. prohibidas o excluidas. Ya dijimos de qué mar1era se efectuaba en esta institución esa de1imitación de la ta.rea al quedar ésta prácticame;ite restringida u 18. especialidad del médico~jefe._ Tam­bién dijimos que a partir de cierto momento {una vez constituido el

S4 Recordemos (l\lt', e11 El porr.:cnir Je una ilus:ún, FreuJ señala "!a necesidad r.le un:.i. instanci;i, protectora -la nostalgia de 1,JP- pa<l•e- CQJ110 la r;l.Íz de fo necesidnd religiosa", cu}·as ideas "son ilusiones, rf:';l.lización de los deseos más antiguos, intensos y apremiantes de fa hum:midad". {Obras Com¡i/cta.~. Vol. 1, p;igs. l:!SG y 1290). ;\Iú.s adekmte {púg:. 129:?:), frC'ud ;;ugierc la posibilidad <le aplicar el rnismo ténnino <le "ilusión" a "fas pi·c:misas i.'rt que se funJaI'. nuestras i.nstitudones estatales".

53

grupo staff} se hizo pc.5ible para Jos tnicn1bros del Centro el hacer valer otros intereses e incluir corno actividades lcgitin1as otras tareas.

Fue el ;:nipo di' !os psii:op(·da!!o:!os el qnr prodoj¡1. la :t¡l('rtur.t m:is si!!nific·ati\,~.i:. En la pr?histon::i. del Centro estos profesionales att•udi;m :t pacientes p1oc1•dentes tic distintos estab!edn1ii:11tos ;tsisll·nóalcs de la zona qut• re(JW.·rían recd11cacic.Jn psi<."'-)~ pedagópc.1. De esta 1nanera h<Jbian quedado t'Cllll'ct::ulos coii d íefc tic 11!1 servicio cspeei;tlíz:.ido c11 p~litr.:iun:itismos en p:~dt•ntes infa11tíJ,., (!C un hospital de !a zon:i., el qne los i.:onsultó para asistir a !ns pacir-ntes ;1IH ink~n:1dos. Este tipo rlc cqns11it:.i.s quedaban siempre a! mar:;f:'n de la ;tt·tividad nficial d, i Centro y eran rPsneltas pnr cada psicopecla<,!o'!o en fonn:t pcrson;tl sin la intC'n·rnn.-m del médico-jefe. PC'ro este pedido lle:!Ó en ,_.¡ momento orortuno: crmio ~'Onsecul'llr.:fo del trahitio instihu::io1u! el grupo de psir.:opedag:o:.{o:; se hahia fortalecido y a¡ mn¡mro de la nueva or::;o.niz:.1ción convirtió b consulta y el pedido de colaborac:ón cld kfe del Scn,icio men.cion:lClo anteriormente en nna de h1s actividades c:entr.i.k·s del l'1¡uipo, lo qne modíficó sensi~ blemente su trabaio hahitual en el Centro. Se trataha de 11n trabajo de ret.""ducaciim oon pacientes infunti!es y juveniles que presentabrrn' -c .. uadros· de politr:iumatismos debidos :J. diferentes causas. L'1 tarea ofrecía posibiíidadcs de investigación intere~ santes para los psicopedagogos.

Es de hacer notar que esta tare:i prosigmé u pes,1r de qoc el jefe . del Centro intentó boicütearla, aduciendo por ejemplo que. por e.tusa de el1a se desatendra a los pacientes '"habituales", esto es. aquellos cuy:i as15tenc1a conshtu1a desde su punto de vista l.a tarea prescrita. u obligatoria.

TI. A.l marcar un estilo de- relación, una modalidad de vinculo que se manifiesta también en el ejercicio de la tarea. Ya hemos re1atado cómo, previamente al cambio de estructura libidinal, el jefe adonta­ba frente a Jos miembros del grupo una actitud, incluso corporal: de escarnio, asignándoles el papel de "bnbé-ciies y paralíticos". Adj11di­cación sustancial a la que los condenaba como irredimibles, mientras que él era sustancialmente íntegro, uno, es decir aquél a1 que nada le falta Pues bien, un eco de esa actitud aparecía en la conducta que los miembros del grupo tenían, en su actividad asistencial, frente a los pacientes, los que -precisamente por su invalidez-- encamaban con perfección el daño irredimible, la imposibilidad de "ser (como) uno". Ya citamos algunos indicios de ello, como aquella frase1 dicha con despectiva displicencia: '&Ahí está FuJanito, hace cinco o seis años que viene, la madre cree que va a aprender algo ... " Sólo hacia el final del trabajo, guiados por interpretaciones nuestras,55 ellos pu­dieron reconocer sus propios sentimientos de inferioridad y culpii ss (de los que fueron manifestación, entre otras cosas, el miedo expre-

22

55 Interpretaciones aquí ya entradas en el carril de la "normalidad" interpre­tativa, si así pt1ede decirse, y.i. que. al est:ir ahora Pn condiciones de apnnblr mis directamente :i.l cleseo inconsciente de los miembros del grupo. rota ya la fascinación por el "ideal" allí imperante {en otms palabras. al haberse modificado- las condiciones de la Verdriingang), nuestras intel"\'enciones se acercaron m{ts a lo habitual en el trabajo psicoanalítico {:nmque, con10 advertimos antes. la cuestión técnica :<qui sólo puede ser rozad:<).

56 :-;o ya como efecto de la fascinación en el grupo, sino en rehtción con una historia personal. la que (dicho sea de paso) &ria parcialmente· razón de la inclusión y pennanencin. de los indidduos en uña institución cqn tales carn.ct&risticas, en la que, precisamente, esa "inferioridad" y esa "culpa" quedaban ccnsagr.:¡.da.s y a la vez ex­piadas (en el vinculo con el jefe), mientr.ts que eran al nlismo tie1npo repu<liadns (al quedar proyectadas sobre los pacientes).

54

sado por las mujeres del grupo de 11egar a tener hijos oligofrénicos o con daños cerebrales irreparables1 como Jos paci.entes que trataban) así como admitir, no sin angustia entonces, definidos in1pulsos sádi­cos hacia los pacientes (como ganas de pegarles porque no atinaban a hacer lo que se les indicaba, necesidad de hacer esfuerzos para con­tener la risa al verlos torpes. etcétera). L.a angustia surgió también en relación con la expresión del temor a dañar a los nuevos pacientes politraumatizados, cuya rehabilitación exige una cuidadosa dosifica~ ción del monto de esfuerzo que se les \"a requiriendo a medida que avanza el tratam.iento.

Podemos obser,·ar que el componente sádico permanece después del cambio de estructura libidinal, pero aparece ahora en la nueva estructura --que podría ser calificada de <!neurótica" en oposición a la anterior, que caJifica.ríamos de "perversa"- con un valor dife­rente: n1ientras que antes Jos impulsos scidicos eran actuados, claro está que en forma mas o menos embozada, ahora --en cambio- la emergencia de angustia sirve de indice de la incidencia de una repre~ sión, cuyo fracaso, qt:e asumiría 1a forma de un acto fallido,57 se teme. Valga como otro ejemplo de esto, la ocurrer1cia producida por un miembro del grupo en este momentQ final del trabajo, Refiriéndose a sus tareas com.o maestra en un instítuto de rehabilitación donde están internados crónicos. dijo: "V'ivo con la permanente angustia de- tropezar con tm cable y desenchufar :1n puJmotor'1 • Po~ driamos agregar que éste representó uno de Jos últhnos avatares del tema de Ia "broma sádica".ss

En este periodo final de nuestro traba.jo con el grupo fueron muy frecuentes las alusiones al cruel destino que condenaba a seres pen­santes .a ser lúcidos testigos de su absoluta invalidez. como era el caso de esos pacientes del pulmotor y de otros cuyas historias sólo fueron apareciendo en esL'l etapa del trabajo: gente joven, algunos de e11o.s profesionales. gente que habia sido (como) uno y que por causa de un accidente, a veces tríviaL quedan inválidos para toda Ja vida. (Nos dhnos cuenta, entonces, de que, dada Ja índole de sus tareas, la gente del Centro estaba expuesta ~orno nosotros en ese rnoment~ al "riesgo" de que se les ocurriera la idea de la eutanasia -idea en la que puede deslizarse quizá tanto aporte de Eros como de Thánatos-·i . pero la represión social de esta idea nos de-be

. haber afectado también a nosotros, porque nos sucede ahora algo curioso: nuestros re-cuerdos acerca de si Uezamos o no a interpretar claramente este punto en Ja institución). -

s7 "Los que producel! los ·actos fallidos de las personas nonnales son. reguh.u:m<Cn.te, Por ello rnismo es de gran interes el investigar si otro~ errores de nnrr::;r in1p0rtancia (por ej_emplo, los de un mét:lico o un fa.ruw.céutico) pueden ser también interpret;:dos conforme d nuestro punto de \.ista. - ., si en errores susceptibles <le ocr;sionar graves duiios puede Sl.lponerse la existencia de una intención inconsciente ••• " (S. Freud, "'Psicop:ltología de la vida cotidiana", en Obras Completas, Vol. I, p.i.gs. 714_-715).

SS En · realida:l, fo. últirn:a de esas bromas consistió en el ohccimlento de ros servicios por .ptite del jefe, como fonnu humoristica de demostrarm.is su "agrlt¿.e<'l· .miento", ;;;l terr:nin;n la reur1ión con la que se cerró el trabajo inshtudonaL

55 23

Podemos pensar1 entonces 1 que uno de Jos motivos de la persisten~ cia con que quedaban ligados a esos pacientes consistia en la reacción contra el deseo de "librarse de cllos11

1 equiparado inconscientemente al deseo de rr,,atarlos. Pero esa ·persistencia reconoce otras fuentes (presididas sin embargo por el mismo signo que caracteriza a ese deseo) i cuya aclaración nos pe!:nitirá retomar lo ya apuntado antes (ver pág. 47) sobre la operación de la Verleugnung (renegación), sus condiciones y consecuencias en un campo Social. En efecto, pudo dilucidarse que1 a través de la "eternización'' de los tratamientos! los reeducadores llevaban a cabo algo así como una maniobra ritual por medio de la que convocaban y C'.Jntrolaban1 apoyados en la confianza créduJa del otro (fundamentalmente Jos familiares de los pacientes, sin que esto signifique de ningún modo que pretendieran engañarlos en forma deliberada, ya que eDos mismos en parte creían en lo que hadan) ,ss los "poderes mágicos" de la mentada imago de la madre arcaica, pregenital, dotada como dijimos de omnipotencia, la que -al mismo tiempo-, bajo la especie de Ja Fatalidad, era tenida por res­ponsable. en la fantasía1 de [a L""agedia que afectaba ,al niño in.capa~ citado.00 Los reeducadores sellaban de ese modo, entonces, una espe­cie de imaginaria colusión con dichos "poderesH: en tanto su¡¡erLm en los hechos (a pesar de las reservas explicitas que la y la étic..1. de sus profesiones Ies dictaban) que ~'todo es -in~ cluso la L"Uración del al "eternizar-1' el tratamiento se convertían, quisiéranlo o no, en ofjciantes de un ctrlto supersticioso st Cuyo prototipo patológico, bajo la forma de u.na. peY\!'ersión individual, ha sido estudiado por Freud con el nombre de fetichismo, Claro que en la trar.sposición de este concepto a un campo social. "rÍo es t'lnto la posición de un sujeto perverso lo que interesa, c11a.nto la -posición de todo un fragmento del campo ideológico" .52

59 Un examen del proble-::::.a de la "'creencia" se hace en el trabajo de O. 1\-1.annoni: sé muy bien, perc sin ernbargo ... " ("'Je sais bien,, rllB.is q_n.and me:m.e ••. "", incluido en su libro: La ctra escena. (Clavf'.s de lo tm.ag,inario)i Buenos Aires, A.morrortu, 1973.

&i Señalemos de paso que 'e:sa tragedia i:rnp-Hca, en la fantasía t:a."Ubién, la "burla"" (broma sádica) de la "prornes.a'' que liga a la mujer (la del rJño) con su padre, por J.¿ cual -corno forma de culn:iin.aci6n Edipo femenino- niful del nad.r~ vendri a sustituir al Pod.ríauios c-om· pletar dicho argt.cmento fantas.:n:itico seií.a.lando que la burla Ja prO'rtH?iiS es vivida como resultado de una· interferencia dtií.in:;., provocada precfaamen.te por .la in.fluencia maligna de la "'madre mala", uno de los aspeetos de dioha imago

fil E.se caricter ( ('{;WO lo que <.'.".aSO

de una creen.cía antigua, :xi::no le f'...S la materwas) era preci.'>2mente el que los miccnb,ro;

d'"''"'ti'n, por proyección, a otros colegas. que seguían ;;;¿,;;;¡;;M;0 ;",ili::;;;; antici.enüfi.co, '"05{..-:::r;;.ntista", una supuesta '~~:~!::J~'.:~n ese tipo pacientes, contnndo como aliada$ C:e't'.:fan- con la desesperación de las familias de l!.i'S pacientes. vLsto, la fronte:f2 mngci¡º ci,m,;a curandero/rni:"'.iieó, es problemátiCJ.l., dificil de también en el cm:npc esa especialidad).

62 Bonnafé, Pierre: "Qbjet magiqne, so:rcell~rie et fétich.i:sme"', en Ob1et.s du fétichfrrne~ N<luvelle Revue de ·Psych.an:alyse, Nro. 2. París, GallYm.ard, 1970, paf,.. !92.

56

:F;n este sentido, las actitudes que prevalecl.a.n en la inrtitución ~especto al niüo ticfic).e::U: (r,r" Inuy en ;,ues:tra

exnerí'"""·ª· de las que 0bse:r'varse en tH:I? .• .S' simi-lares, ni tampoco --cre·2rnos-- de la.s que predominan en el conjunto de la sociedad: especial preocupación, por un lado, que podría a hacer pensar a veces en una paradójica sobrevaloración; desprecio, por otro, y hasta maltrato) tendrían apoyo imap-,inario en un conjun~ to de características que acercan al niño en esas condiciones al fetiche.53

Señalemos que en lo que hace a ese ºculto supersticioso11 el papel del jefe volvía .a destacarse como el de un pontifice que alusivamente conectaba al grupo con la irrepresentable deidad materna. Irrepre­sentable en última instancia, porque la ínstitución tenia para esa. imagen un soporte. representacional también bastante _adecuado en la persona de una investigadora de la que ya algo hemos dicho (ver pág. 34), refiriéndonos a el!a entonces como a un lilter ego del jefe.

De ella se iba dibujando en el grupo vn mito, segi.Il;i eI cual; por ejemplo, "'oo don:nia", porque, "monstruo de la ciencia" (lo que hace pensar inevitablemente en la Esfinge) 64, "'había cubierto su cama con libros", de :modo que dormitaba en un sill6n apenas un par de horas por noche. Mí quedaba libre para estudiru::, y t<i.mbién

irrurrrplr telefónicamente a cualquier hora de la noc:he en la intimidad de los miembros del Centro para reque.."'ir datos o rerordar ta.reas.

Tambié11 parecida a la Esfinge en esto, solía merodear por los distintos consul­torios, paralizando a la gente roo sus inupciones, debido ai respeto i.ntimidatm::io

despertaba su presencia. (Ttn:Unos ocasión de corroborarlo, ya que en una etapa nuestro trabajo también rondaba nnestr:as reuniones, haciendo a veces sorpresivas

irrupciones que creaban en los miembros del grupo bastante desazón}.

La actitud del Jefe en relación con este personaje era otra vez ambigua. Lo común era- que se abstuviera de opinar y que sonriera socarronamente cuando se narraban episodios vinculados con ella. Inclusive se mantenía en la ambigtiedad en lo tocante a la situación forrn.al de ella en el Centro, que desde hacia un tiempo era indefini~

in Ademas de la ecuación pene-niño, intervienen aquf determinaciones más especificas. En el caso de niños CU)"ll minusvalía o inv:alidez son con.gt!nitas. y espe~ cialmente cuando ellas representan las consecuencias de tm parto traumático (como ocurría con algunos de los casos que se asistían en esta institución) hay motivos para pens2.r que ese niño albergri. contradictori:i.mente en sí mismo, pa.ra Ja. fantasía, como en Ios: casos de aquellos fetich-<Js que Freud caracteriza corno '"objetos del último minuto", tanto.la prueba de la castradóu materna como la promesa (magia mediante) de qtte ella se iY'fi 1vtundamente desmenti.'da. F:rend señala precisamente, en su tra­bajo ya citado sobre Fetichismo, que '"'el fetiche mismo aloja en su estructur.d la repudiación, tanto e-orno la afirmación. de la ~ción". Y poco rrás adelante agrega algo que puede ayu:da:r ti explicar U actitud contradictoria que seilzlamos como típica en la relación con estos niños: "la temtua y la hostilídad en e! trato del fetiche. equivalentes a 1a repudiación y a la aceprnción de la castración, se combin:m en prcpottiones variables· en los diferentes ca.sos, de modo que ora la una, ora la otra, puede expresarse con mayot evidencia ... Seria interesante confrontar estas ideas C'OD.

las postulaciones que incluye .Maud ~1annoni en su libro El niño re:trasad,o y w rruW:re, partícub.rmente cuando describe k :relación de la :i:nadre con el hijo deficiente como :ma '"'incubación perpetua".

64 Frmcis Bacon consideraba a la Esfinge como una alegoría de la ciencia. ("De la esfinge· o ciencia", Revista La Biblioteca, Tomo IX, 2"' época,, N9. 3, Buenos Aires. pág. 155), ·

57

da, puesto uuc había pedido l.icencia y a veces decía, o hacia que re:·;ur:c;: :-1:; ciC"finitJvs.n1ente, roientras (]ue otras veces avisaba que rc-:gres;:.i.tia.. Pero ya hcm.os dicho que1 a pesar de su licencia. a In.e~ nudo se hacia presente en el Centro. Todo -esto creaba desconcierto en los miembros del grupo, y n1is tarde enojo. A pesar de lo cual el jefe no hacia. nada para definir su situación. Era como sí jugara con la alusión amenazante: en cualouie:r momento "el monstruo (de Ja ciencia)" puede volver; vale decil· que el mensaje compieto era: "Si fastidian mucho va a volver ella, que es peor que yo".=5 En la última parte dei trabajo nuestra. labor les permitíó a los miembros del grupo ir librándose de la fascinación generada por este personaje. y asi pudieron con1ninarla a que tomara una decisión ivolver o irse}, que fue la de renunciar,

En suma, y dado que -con10 ya lo hemos n1ostrado- la. función paterna no estaba plenamente instaurada en este grupo, vemos ahora cómo solía pasar a primer plano una deixis metonímica al "falo n1a­terno11. La función del padre (instituida en el sujeto por la instancia del

11ideal-del-yo") supone -para usar los términos de Lacan-~ que

se haya realizado una operación decisiva para la estructuración del sujeto:

11

la metá.fora paterna" 61> por la cual un signifíC?...nte (paterno) sustituye a otro significante (materno). Esta sustitución es lo que garantiza la ocupación de lugares diferenciados y articulados en un sístema -el familiar- que por todo eso será un sistema simbólico. En J.a med.ida en que dicha operación no quede cerrada. el significante paterno, en vez de sustituir al materno, estará como adosado a él. Esta contigüidad Jo llevará a significar. por metonirr..ia, la ornnipo­tencia materna, el "todo es posible", la no castración" Vale decir que. extrema paradoja, el significante fálico, ligado a la función paterna como significante cabal de la castración (simbólica), se deslizará hacia el fetiche como "significante" de la no-castración.

Ahora bien, la constatación clínica, en el trabajo con gn1pos ins­titucionales y comunítarios, muestra que la psicología de lo.s grupos humanos refiere siempre a esos dos ejes, ya antagónicos, ya en colu~ sión, aunque por supue$Jo los diferentes grupos va.ríen en cuanto a la preponderancia de uno u otro.

Precisamente el líder de este grupo tenía ~-creemos haberlo mos­trado suficientemente-- gran habilidad para mantener una continua doble remisión, ambigua por excelencia., a los dos "sisterr:as". Así por ejemplo, para volver a la cuestión de "Jos limites de la c:iencian, ya al principio del trabajo él había· expresado: "Muchas veces pienso que lo que podemos hacer por los pacientes no es mucho, que lo poco ,que mejoran ¿hasta dónde se debe a evolución e-s'pontár1ea o a infiuen~ cia psicológica?~1 • Vale decir que ponía en tela de juicio la raciona~

55 I-lernos observado también en otras instituciones esta singular "dupla": el jefe tiene cerca de Cl a unz mujer n la que la faintasfa. de todos, y a veces él mismo, alusivo o explidt:lmente, señ;lbn como ril:í.s pOderru:i. más temible. o mis mpaz que el propio jefe le-gitimo. pero en un contexto 1::11 que el poder de éste, en lug:tr de verse disminuido, en cierto modo se refuerza a través de ese des'o;O.

60 Cfr.: ], L:ican, .. D'une q11estion preliminaire a to-ut traitenient possible de la psychose", Écrits, París, Seuil, esp. p~\g. __ 557 •.

58

lidnrl de la tarea qt'P l'l n1isn10 in1ponia al grupo, en apariencia reconociendo raznnD.blcn1C'ntc los linlifcs de Ja acción terapéutica, pero en un contcxtc tal. ~¡ propiciar c:~os tratnmícnlos "eternos'', que su indefinición cquiv2Jin a dejar abil'r!a una puerta a la "mugia11

• Para lomar la fórn1u)a de o. 1\lannoni :67 usé 11l1lJ/ l>icn que sólo soy un n1édlco, prro .•;.in mnbnrr¡o_. 11uil·n sabe ... " Podria considerarse que esta fórniuJa sintetiza adecuad:i.n1cr.tc !o. modalidad mágica del víncu· Jo con la tarea que impcr:-ib~ cri el Centro al comenzar nuestro trabajo.

Por otra parte (y este es t~n n::;9ccto muy 1ígndo ;¡J anterior, por lo que hay de sádico en la manipulación de Ja credulidad del otro 68 y por Ja intima relaci6n que existe entre Ja mag-ia y el deseo perver~ so.es el jefe encernaba a !a perfección, corno hemos visto, el sadismo r¡ue se puso al de~cubíerto como clave secreta del vínculo que todos tenían con Ja institución. El deseo ligado a esos impulsos sádicos estaba destinado a quedar in~atisfec.ho, y como tal, precisame;tte ca~ mo deseo insatisfecho, era apto para cons.tihürse en ingrediente es~ condido, pero muy eficaz. de la ficción (o ilusión) -famosa, asi como en otro gozne para las identificacíones reciprocas,70 redoblando así por el lado siniestro lo que hemos caracterizado al cornie-nzo de la función del señuelo del líder,"11 (Pero ;:;uardé:m.cnos de adscribir sólo un matiz peyorativo a "dlspositívosn institucionales como éste, por­que de todos modos ase~ra.n -en g8neral- un equilibrio más o menos tolerable al interjuego de pulsiones que recorren un campo scciaL En este caso, por eje:rnplo, el 3.specto "edipicon de la función de1 jefe, como representante de un "ideal" normallzacior. colectivo, garantizaba que los impulsos saComasoquistas vincuJ.ados a la des~ cubie;rt..a especificidad dt:l deseo aqui circulante no errcontrarian satisw facción directa; circunstancia de paxticuJar interés social porque,

de lo q_ue atañe a les míembros estables de Ja institución, venían a con·verger allí las dernandas (y eZ de,<;cc) de los paci€71tes y de S'll.S f(lrrr_ilias. 72

m. Al pro-poner 1M; rnodelo de desempefro del rol ocupar.:ional y por lo tanto social. Este aspecto toca a aquello o_ue en un trabajo de psicología institucional representa habitualmente algo aSí como

67 Cfr.: O. !\1nnnoni, 011. C.7. &3 Vé;l.Se en el tntbajo cilaclo de ~launoni, el ejeniplo de la superchería de

Casanova. 69 '.\lagia y deseo Perverso coindtlen uo por azar en esto: e.1 fetiche les sirve

de signo común. 70 Cfr.: esp. Cupitnlo VIL ''L·J. iclcntifil .. --adón" de Psicología de las masas y análisis

del yo. 71 lendríamos r;ne investi~:-ir ... si una tendencia o t.m deseo ('\Fu11sch) que

muchos pueden con1partir no podría. constíhtir llll tal sustituto (E.rsat::;) del líder". (S. Freud, Psicología de fos 111rtüH u tm.dlisis dei yo. Ctp. VI, púg:. ll~i.!).

72 Todo esto es lo que en últhno témlino explica porqué, _hast~ cierto momento, al no haberse empezado n dihrcidur sn propio d,c~eo, nadie, ni siq1.ücra 1:.cs psicólo~as del Centro, est•tba allí en <:ondicíones de escud;;ir lo que es:.ts f;:¡n)i)bs, esas '1nadres en particular, tení:.tn que <lecir. (Ver los episodios nanados en p-:tgs __ 44.-45~. Aunque no pudinios verifiCJ.'írlo, c:reenloS que p11ede conjeiumrse que -de h:1bérsefos escu· charlo-~ haría podido rei·ebí$e tan1hién la punta <le un deseo anii.logo ¡lf descubierto enn·e !os 111icn1bros <le fa institución, pero cu:into in.is difícil de soport:ir •..

59 zs

Ja meta o el objetivo prácticos: lo~rar que 0n ese grupo prevalezcan -en lu.~nr <le Ja fascinilció!l- lo r.rif.ir.n (?f la auto~rítit'a) dr: 7-ru:; re­laciones sncir!lc.<1. r¡ur: (f/!i sf'. r(•r1rnrlur,r:n. Es a través de identificacio­nes concrr:tas f!L:e los 1-;1icn1bro~ de un .~n~po como éstr optan en la práctica por un modelo u otro de los ap)icablcs para el ejercicio de su tarea 2sistc;1cinl, con mayor o menor grado de compromiso -se­r.-ún el modelo- en lo fJUe hace <:!. la relación con Ja comunidad, con los problef!las .~remiales ele su grupo profesional y en último término con el espacio poHtico en el r¡ue csf"án ineludib?emente lnn1ersos, aun­r¡ue a veces -¡)ar efecto precisamente de 1a fR.s:cinaclC}n "en e! gru-

lo C:c~conozc0n. ·Tcdo esto Gt~e acabamos de decit equivale, es a sef:aJa¿· ]os efectos ideológicos de la pertenencia a. un grupo.

La conYeP;;er:.cia en -la figura de un líder implica ~aun por st1 lado "normal"- la. su}eció'.1 no sólo a un orden sirnbólieo sino tam­bién a. un orden in~ti:uc.ional, ¡:olít.ico en últirr.a instancie .. imnlica ouedar sujetado al con;!unto de un ~¡ ·~te'.C":!a. Como dice }"'reud, hafi1an­do ya del "ideal-del-yo" al final de Introducción del narcisismo: !<Este ideal tiene además de su parle individua: su parte social: es tamhién el ideal común de una famHia. de una. clase o de una naclón".n Y en Psicología de Zas masas 2J aná?is}s del vo agrega-: "(~ad.a ü;di.viduo far~ ma parte de varias masas: se halla ligado., por en n1uy diversos sentidos, y ha construido su idea l-del~yo conforme a los más diferentes modelos. Particioa así de muchas almas colectivas: la de su raza. su clase social, su- comunidad confesional, su Estado. etc .. y además puede, por eso, elevarse hasta cierto grado de originalidad y autonomía. T·ales form2.clones colectivas, y dura.Ce-ras producen efectcs uniformes ;; no se irDponen tan lnte:ns:amente al observador como las de las ma-sas ... ".74 Estos efectos uniformes y disimu~ 1arlos a obser1ración, no 2on otra cos:a que lo que aJi.ora Eamariamos defectos ideológicos".

En este gni-po. especificarr,ente, la identificación eon el líder co­.i1e<ct2<IJa con trr1 "modelo" al. que podríamos CaJificar de "cientificis­

, que valoraba mas la investigación sofistícada que el compromiso con las necesids.des asistenciales de la comunidad.

Desde esta perspectiva, nuestra lntervención se ca:rP,cte:rJzó por la apertura de las posibilidades de dlferenci;:i.c1ón ideológicas que ya estaban delineadas virtt1aln1entc: en función de la pertenencia o la referencia implícitas de c?.da mfr:!nbro o sector del grupo a otros sis­temc,s c:oiectjvos. AsL por ejcrnpJo. s61o en la segunda rrli12d de nues­tro pudo hacerse e>:plicitR Ja prob1em3.tica grernial. que Ja asociación profesional a la oue pertenecía uno de los sectores de la institución --el de !os kinesióiot;os- planteaba .püblicame:-1te en e~os momentos (en la U11íversldD.d y C!l. otros lados) frente al "imperia­lismo" de !a profesión médica. Asimismo, el grupo de las psicólogas planteó enérgicamente la necc.sictad de que se legitimaran sus nom~

73 S. Freud, "Introducciún del ri'J.rtisisn10'', Obras Completax, ihJ. I, plgs. 1087·8.

14 P.~icología ele lus masas y cmdiJSf:s del yo, Capitulo XI, púg. 1149. ·,

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bramientos, pen<lientes desde liacia tiempo. En lo concreto de este y ele esta in.s~üución, e:;:as rch·indica.ciones qucdáron enlazadas

cuestionamicnto· del cientificisrno del médico jefe. En suma, al romperse la fascinación por el cientificismo, quedó abierto el camino parn que aparecieran las diíerencias y las contradicciones entre los diferentes ~ubgrupos socio·ccónón:ico~proú:sionales (en relación con el -Campo social más amplio).

Corresponde sin embargo que nos detengan1os un 1nomento para precisar la afirn1ación que ac:at:an:os de hacer. Hemos dicho para abreviar: "al romperse la fascinación por el cientificismo", pero es cur;cil que el cientificismo ]JC1' se ejerza alguna fascinación. Téngase en cuenta que lo característico de nuestro modo de intervención, ra~ dica en el hecho cie asumir en la práctica. concreta del trabajo con los grupos, las implicancias de los postulantes teóricos freudiano§ que nos sirven de punto de partida. Es por ello que pensamos que el ima· ginario grupal no puede ser atacado (transformado) directarnente ªdesde afuera)) \corno lo quertia una concepción intelectualista de .Ja ideología) sin conoce>' y respetar fillS leyes. En este caso, no se habría podido conseg1'iir que el grupo rompiera con el cientificismo (por grandes que hübie.sen sido los esfuerzos didácticos de esclareci­miento) si antes no se hubiera logrado romper la fascinación ejer­cida por ia figura 75 del jefe, que era quien encarnaba el ideal cientíN iicista.

Como Jo sugiere una parte del pán·afo de Freud antes citado -allí donde dice que los individuos, en razón de su pertenencia a "varias masas", pueden "elevarse hasta cierto grado de originalidad y autonomía" - Ja estrategia n1ás adecuada en un proceso de trans­formación como el que estamos reseñando consiste en deshacer las identificaciones cautir:antes (como se dice comúnmente: "enajenan~ tes") a fin de dai· lu~ar a crJe se manifierten abiertamente otras afiliaciones (tarnbién resultado de identificaciones), que pueden intro~ ducir en el grupo la dimensión de un conflicto social útil o produc­tivo.ro

Esta apertura supone también que (como efecto de Ja transfor­mación estn1ctural) el grupo haya podido zafarse de aquel'difundido

75 Uil!l figura, la humana, en b. r.i.íz de toda ficciún. B:tn proclividad del hombre a ser captado, c:::tpturn.do, por la ünagen que Je su propio cuerpo, w1ificado, le devuelve el "'semejante:· (proclivi<lud que tendci: tan vast:ls consecuencias, una vez puesta al servicio de la ideoiogiJ. i ha dado lxi.stante que pens:u hasb. ahom: Platón sostenía que a.si comienza Eros su obra robre nosotros; I....\c-.in infiere que sobre ese primer molde, en un "esw.<lio dd espejo", :i.d11ui~re íom1:.i <lura<ll!r::t l:i. ficción del yo.

75 Conflicto improductivo, en cambio, es el conflicto neurótico detenninado por t-1 retorno de lo rt=prin1iJo :::n e! grupo, como d que dtt:tab;i al coniicnxo de nuestro tnb..liO a .Jos nlicn·ihros <lt> e5Ü institudún, y (jUC hemos c;trai:teriZ;i<lc a través de sus o;íntomas.

Esta distindón <'5 import:inte, porque -<le no tenerla en cuent:.1- se caerb en fo. funesl:ll postura· de consi<lenu tcxlo c9nfli.c:to intcr o intr:i.g:n1p;1.I como materi:l de intervención interpn:tativ::t par~• psicólogos, que pasarfon así a servir a propósitos reaccionarios de control y ni:inlpulacitm social. Podemos ver un ejemplo de est;:i clistorsíón en: Elliott Jal'ques, Tlie du111ging 1.:uiture of a factury, Londres, Tavistoek, 195L-

61

aspecto de la trampa especular (iue consiste en creerse un grupo "muy especial": en este caso existía al conücnzo, con10 y";¡_ lo hernos dicho, la Uu:;ión compartida de que, por se1· unn in:;titución pr0stigiosa (in~ clush·e a nivel internacional), ya era suficiente honol' el pertenecer a elia co1no pnra que aden1ús se buscara otro tipo de ;:;ratificación. Tan1bién herncs dit!lO que aquello;; o. quienes esta ilusión ya no le.5 bastaba, se iban, pero -incnpac-~s de transgredir públicamente el pacto de encantanúcnto niutuv en el qL:e estaban todos comprometi~ dos- lo hacían sigiiosamente, como c:1nprend:endo un:i retirada ver~ gonzo::;a. La ··transgresión" hubiera consistido en legitimar otros intere5es (que habrian implicado otros compromisos narcisistas y otros "ideales"}, lo que hubíera sido entendido por el grupo como un ataque contra la ilusióq_ de su_ grandiosidad, _Esta cuestión de.la .. " ilusión grupal es tan llamativa que v~rios autores se han ocupado ya de ella. 77

Prisionero de esa ilusión, el grupo -como dice Deleuze- " ... se sueúa único 1 inmortal y significante, como un sindicato de defensa o de ;eguridad, como un ministerio de ex-combatientes ... ", mlen-, tras que "el criteri.o de un buen grupo es que (. .. ) se incline sobre un afuera que lo confronte con sus posibüidades de sinsentido, de muerte o de estallido".n

Es comprensible que en cualquier grupo, el recurso habitual para perpetuar la referida ilusión y para mantener al mismo tiempo afuera "el sinsentido y la muerte", sea el de dirigir ia agresividad 7!1 hacia afuera, hacia los otros grupos.w Para esto se busca pretexto (como lo señalara Freud en la obra que más citamos y en El malestar en la cultura, bautizando como "narcisismo de las peq_ueñ3.s diferencias") en cualquier detalle de diferenciación, por más- insignificante que sea.

Es por todo lo dicho que en el grupo con el que trabajamos sólo . muy cerca del final pudo operarse la apertura que pondera algo li~ terariamente Deleuze, y no sólo --como ya hemos señalado-- ,en relación con otros sistemas colectivos de pertenencia, como fue el caso de los kineslólogos que reivindicaron su profesión, sino también, muy significativamente, en relación ·con otra institución asistencial

77 Cfr.: Félix -,Guattari, Psuclwrwlyse et traTLn:ersalité. París. 1-Iaspero, 1972. esp. pá:;;s. 169-170; J. B. Pont::i.lis, "El pequefio grupo co1uo objeto", Después de F1'e11d, Buenos .\ires. Sutb.ineril:!l.nü, 19i'-!; Jai.:4ues Hodunann, }lucia una psiqufritria co11tu­nitaria, Buenos Aires, . .\morrortu, Hl72, esp. págs. 2.54 y sigs.; Didier Anzieu, "L'illusion group:ile", Effets et fonlles de l'ilí11sion, Nouvelle Revue de Ps:--chanalyse, N<t 4, ?:.ris. Gallimard, 191; René K::ii:s, "L\i.rchigroupe", Pouooirs, Nouvelle Revue de Psychanalyse NQ 8, Paris, CallimarJ, 1973, (4 mayoría <le estos autores se ocupan de una forma de rnanifestai.:ión privileg:ia<la <le la '"ilusión grupal", _que es la que surge en el "'pequeño grupo" constituido con fi11es terapO::uticos, diagnósticos fornia­tivos, e:c. En efecto, ;il comienm de nuestro tr:1bajo. t-i:lu\u pas:.\ h;1hitualmente en e.stos casos, ti. ilusión tnf"ndonada hubo de recni<lecer).

1a Cíl1es Deleuze. Prefacio, "Trois prob1'1nes de gTOupe" a.1 libro de Félix Cuattari y:i citudo.

TI! Agres1v1du<l que. por otrn parte, está s;endo ~enerada de modo continuo en el se:no misn10 de b rehici{m de fuscm.1c1on. Cfr.: J. l..:!c¡;r.., "L'a¡.rgn.·sivité en psychari:i.lrse", tcrits, pág.101. .

so Cfr.: Psicvlugiu. de las 11ws11~· y .,tmiíli~i.~ del y11, p.;.°tj.!:s •. 113-t-.l:ij,

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del Jugar, de fines parecidos a Jos de ésta, que a Jo largo de toda nuestra intervención fue apareciendo en el relato de Jos sujetos como un grupo que los duplicaba imaginariamente, en calidad de rivales menospreciados. Pasó mucho antes de que pudieran verlos como posibles colaboradores y valorarlos precisamente por lo que los dife­renciaba .de ellos. o sea una especialización dete1·minada1 antes -co­mo dijimos- tenida en menos. s1

Una evolución semejante experimentó el grupo con respecto a su actividad docente, la que sólo empezó a ser valorizada por ellos en Ja última etapa también de nuestro trabajo, ya que hasta entonces tomaban a los alumnos demostrando muy poco interés, casi podría decirse con resignación burocré.tica. {La tare-a docente les venía impuesta en razón de la dependencia instituci.onal del Centro).

Otra modificación importante, por fin, produjo el grupo cuando tomó a su cargo la regulación, tanto de la incorporación de nuevos miembros -Jos ingresos hasta ese momento eran decididos sólo por el jefe- cuanto de los alejamientos, que ahora podían ser legitima­dos a través de la explicitación en el grupo de los motivos para ir­se ... Y a esa: altura, ya se aceptaba como motivo valedero el que alguien considerase haber cumplido "su ciclo" en la institución.

at La primera vez que usa Freud ht expresión "narcisismo de bs pequefias diferenc:ias", es clllln<lo escribe (1917) sohre "El t..-i.bú de la virginidad" y lo hace en un contexto en el que el fenómeno se refiere explícit!lmente al cornplejo de t-astración: esa ''pl"<{ttein diferencia" se convierte en criterio de alguna imagina.ria. oposición peyorativa, tmducib!e siempre como: no·c:.tstr.tción (la de ••Jos nuestros") /castración (fa. di:: '\'Sos otros"). ·

21- 63

AP.ENDICE

CARACTERIZ.AClON::'sOMERA l)E LA [NTERVEN· CION PSICOA .. N/iTITlCA EN· CA.'i!POS ·PRACTlCOS

GRUPA:EES;:cORGANIZ.ACIONALES Y COMUNlTA:R-IOS

RlcARoo..Mál..FE y RoBERTo:'l'<ÍAZZUCA

\ '·· Nos..:.pareceo~oporruno~procedera-·esta.-:escueta- carac-· 1-te:dzación .. defüdoc-a-qu~en~el. curso-de !a.historia ya 1no_breve_de_las_relaciones~entre .psicoanálisis- y· orga· rni7 aciones-ha.habido·ocasión sobra~de •.. malentendi-¡&L . . . . .. ¡ Ercnuestro .. país (!a~Argentina) e:úste.u..".la. tradición considerable-en el.camno·de· !o·aue·se•ha dado en .lla­= ·cpsicología- institÜcionah, :Pero creemos.·Aue-la misma profusión de diferentes concepciones pretendí­damente psicoanalíticas en este quehacer, a lo largo de Jos· últimqs veinte años, hace recomendable. ahora in­itentar inclusive una··d¡effnición: · • A nuestro entender'"col:responde precisar como psi­i cologia institucional psicoanalítica a la que tiene corno iobjetivo instat1rar en un campo práctico de la vida l cotidia.'UL -grupal, organizacional o comunilario­una situación en la que se haga posible la escucha ana· lítica y a partir de ella un trabajo interpretativo y (re) constructivo, de manera que: 1) se haga consciente y

i se elabore aquello inconsciente (ligado a deseos repri-

'1l

'1n1dos; (.:uyo retorno e::1uv1"ere determinando Zas fallas ·. iupwras de !.a racionalidad alli vigente; 2) se advier­ta flS:'rnisrno el modo constitutivo en aue varticipa el ;istema psiquico inconsciente en el proceso· de produc­

, cion y reproducción de las prácticas, discursos y cris­: tafüaciones de diverso tipo instituidas en el campo : desde el cual, o para el cual, se pide la intervención del psicólogo.

i Para que el objetivo enunciado se cumpla es nece­::;z.tio operar-una- cierta- suspensión del-<discurso prác-. tico~ cotldiano, efecto caracter"....stico -i·a se sabe­de la aplicación del método psicoanalitico. Este depen­de, en efecto, de Ja vigencia de· una .serie de normas .. que en conju...11to nos .. -permiten armar eLdispositi_vo ana .... lítico ... Entre ella.s~ la decisiva_ es la.Jlzmad.a regla fur:.-

1

".damenta!, que se na-duce en la .consigna -.dada a los sujetos cie habiar sin ceñirse a ninguna de las restric-! ciones"""'oue .. -imnon·e-:-el::·-cseritido--común~::. También-, sin· ' .. . ! c-::nbargo,.-1--..ay~que- .. conside:ar· como""norma ccnstituti· fl"a .Del dispositivc"'analitico.Ja.que,,prescribe Ja direc-.. 1 ción er: que hecde=oper~e·~n relación.wn lo. que Freud 1 denom1na--~-.. I1b:.-dinal .. ; que~nende a reactua. ".li23.rse_ en .Ia:.-r..."'ansfer.enciar

1

1 . I?is :req1:'er:imientos típicos d~- trabajo--en •psicolo-. g1a. mslltuc1cnah.:.:puedencpr.ovemr-de:-i

L Organizacione~complejas. -2~-·~ Or_ganiz.aciones.:pequeñas· de'"·estr-t.lctura más o

•· menos simple·; -3 .... Lo·-. que• lla."Ilaríamos..., grupos·-con- as pi raciones-· · institucionales u organi.zacioooles.. . 4. Individuos o gruoos aue oertenecen a una orga.

nización o que iñtenfenen a su vez profesim:IB.J. mente (como psicólogos, sociólogos, etc.) sobre ella (o .. sobre la. comunidad).

Para los c1l.fl.tro casos, vale la definición· antes enun­ciada de. los objetivos generales de utza iritervcr.ción ca­racie'riz.ada como psicoanclttica. Claro está que en cada

1 caso la práctica impündrá estrategias diferentes: · .. ·

CJl