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Revista de la Biblioteca Nacional nº 11 1975

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  • MINISTERIO DE EDUCACION y CULTURA

    Secretario de Estado:

    Dr. Daniel Darracq

    BIBLIOTECA NACIONAL

    Director General:

    Prof. Adolfo Silva Delgado

    Cartula: Marta RestucciaCuidado de la Edicin: Alicia Casas de Barrn

    Edicin financiada por la Direccin de Difusindel Ministerio de Educacin y cultura

  • Este Tomo se termin de

    imprimir en la Imprenta

    Nacional, Cuareim 2391

    en Agosto de 1975

  • R E V IS T A DEL A

    BIBLIOTECA NACIONAL

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    Nacional, Cuareim 2391

    en Agosto de 1975

  • REVISTA

    BIBLIOTECA

    DE LA

    NACIONAL

    NQ 11

    MONTEVIDEO

    OCTUBRE 1975

    Ao de la Orientalidad

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    Nacional, Cuareim 2391

    en Agosto de 1975

  • I. PERSPECTIVAS CRITICAS

    l. Roberto Ibez.

    Florencio Snchez. Aportes y enmiendas a subiografa.

    2. A. Rosell.

    El lenguaje en Snchez.

    3. Ins Lizaso de Fiermari.

    Las capas medias urbanas en el teatro deSnchez.

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    Nacional, Cuareim 2391

    en Agosto de 1975

  • FLORENCIO SANCHEZAPORTES y ENMIENDAS A SU BIOGRAFIA

    Perspectiva previa: el teatro de Snchez

    Producir varias obras maestras; crear o promover, por histricaaadidura, tI teatro de dos pueblos; y hacer posible, con una trage-dia de color y decir vernculos, que las letras hispanoamericanas in-corporasen un ttulo a la dramtica universal, fue la triple hazaa deFlorencia Snchez.

    Desde su revelacin, aunque haya habido un Herrerita o un Be-l1n, entre nosotros, y, allende el ro, un Pay{ o un Laferrre, nadieha podido igualarlo ni aproximrsele ~iquiera. Y no slo resulta enla escen::! platens~ la figura fundacional y fundamental, sino la ma-yor, en el gnero, dr, toda nuestra Amrica. Sostena Diez Canedoque, para encontrarle parangn c1entro del Nuevo j\Iundo, era preci-

    ~:':J llegar a O'NeiI!.Vivo, monopoliz el favor del pblico. Hoy, a muchos aos de su

    trnsito, el pblico sigue aplaudindolo ~in regatear fervores. Aunquesario teatro nuevo, reconocimientos y reservas.la crtica aparece, a propsito de l y con la expectativa de un nece-

    De cualquier modo -no es una paradoja- su nombrada sin pau-sa lo ha daado. Por eso, volver a l despus de un corto y salu-dable olvido, contribuye a verificar su enrgica vigencia; su asombrosotalento escnico, en que se abrazan una frtil inventiva y una prodigio-sa aptitud para dar el hueso de la realidad corriente; su intuicin im-par de las criaturas cotid5anas, rsticas o civiles; su incomparable potes-tad para el dilogo que ni en lo bablico se ap:lga; su vena humors-tica, legtimamente' popular; su solvente visin del mundo, trgica o som-bra; sus frescas reservas de verdad y sentimiento.

    Desde luego, tambin se verifican en l frush'aciones o lmites,que suelen manifestarse como reversos de aquellas virtudes o se acom-pailan inesperadamente de valores compensatorios. Snchez, que redujosu labor a una veintena de ttulos resueltos en unos cuarenta actos derestricta magnitud, zozobra en tres o cuatro piezas, y en algunos lapsosde otras, modales (como el segundo acto de M'hijo el Dotor). Pareciexpiar con la penuria de la fantasa el privilegio de insertarnos en lanaturaleza. Quiz por su formacin positivista, fue ajeno a todo escalo-fro metafsioJ o a las mgicas exigencias del trasmul1c1o: aunque una exu-berancia de alma o una latente angustia vital hagan en su teatro, alhombre comn, titular de un misterio que lleva y no percibe (pienso,

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  • por lo pronto, en D. Zoik) y en :tvloneda Falsa). Quiso fundir, con suprofunda vocacin de dramaturgo, superficiales aficiones de idelogo:dando paso a tesis menos seductoras que indigentes, si admisibles comoconatos especulativos, inadecuadas, gravosas o initantes en el orden es-cnico. Ambicion, en ocasiones, sobreponer a la lengua coloquial, enl de eficacia admirable, una lengua literaria -o seudoliteraIia- que leresult a menudo engolada y retrica. A veces, todava, ni en aquellalengua ni en sta logra evitar algunos lances declamatorios, con hitoso muletillas fatales: por ejemplo, ese yambo pega:'Dso, podre verbal y.materia cansina de frecuentes redobles: "Seor, Seor!". As, a los va-lores inamovibles se suman en Snchez claudicaciones de sbito equili-bradas y que no ocultan en el escorial 10 abundante del oro. Porque elsuyo, con esto y aquello, es teatro para siempre.

    Otra perspectiva de Snchez: su carcter

    Volver a lo que antecede en prxima nota sobre la obra mxima:Barranca abajo. En este momento juzgo hacedero exponer ciertas ausen-cias y excrecencias ya crnicas en las biografas de Snchez. Sobre tooohoy, cuando conmemoramos su estreno planetario, en un primer altosecular. .

    Si se piensa, entonces, en los cien aos de su nacimiento -DCU-rrido el 17 de enero de 1875-- sorprende o impresiona que puedan com-putarse ya sesenta y cinco de su muerte, acaecida, en ardua soledad ex-tranjera, el 7 de noviembre oe 1910. Y, de modo anlogo, impresiona osorprende la coincidencia cronolgica, cuanto al advenimiento y al ceseprecoz de cada uno, entre Florencia y otro mDntevideano genial: JulioHerrera y Reissig, su amigo, quien vio la luz hace un siglo igualmente.bajo el signo de Capricornio, si bien con ocho das de procedencia, el9 de enero; y expir el mismo ao de 1910, con una antelacin de ca-si ocho meses, en la bloqueada soledad del terruo, el 18 de marzo. Sn-chez muri de los pulmones. Julio del corazn. Ambos "nel mezzo delcammin" . Cabe insistir: en los mismos aos extremos.

    No pienso, COITO ya lo suger, encarar la biografa de Snchez ensus lneas matriCES. Ya lo hicieron, en general con cuidado, Roberto F.Giusti ("F. S. Su vida y su obra", Bs. As., Justicia, 1920). Fernando Gar-ca Esteban ("Vida de F. S.", Santiago, ErcilJa, 1939; 2(( ed.: Montevideo,Alfa, 1970); Julio Imbert ("F. S. Vida y creacin", Br. As., Schapire,1954); Jorge Cruz ("Genio y figura de F. S.", Bs. As., Eudeba, 1966) yJorge Lafforgue ("F. S.", Bs. As., Cedal, 1967). Podra citarse an aotros, autores de incontables escrituras, dispersas en hojas volantes casitodas, y casi todas perecederas. Dejo a un Jada, en este aparte mnimo,ensayos o trabajos que se destinaron exclusivamente a la obra de Snchez.

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  • Por lo qu~ me toca, repito, slo proceder ahora a los datos anun-ciados, tributo posible oe futuras biografas.

    Parece oportuno encabezarlos con referencias al propio Florencia.Fue calumniado en bronce po::>r Riganelli. No en balde Da. Jovita, Al-berto Sncbez y los amigos ntimos recusaron la estatua lacrimgena. Y,segn entiendo (vase "La Razn", Bs. As., agosto 21 de 1927), sin con-siderar desemejanzas fsicas, en arte siempre inanes, sino aludiendo atonos de alma desvirtuados radicalmente p::>r el escultor. En efecto:Snchez no fue un infeliz con hambre, fro y genio, un bohemio trasta-billante, un becqueriana husped de las nieblas, un hlberculoso elegaco.Slo en Europa descubri del todo su enfermedad que, en 1907, ya de-clarada, haban preferido enmascarrsela como cardiopata. 1 Y la pre-gon con trgico desconsuelo, pero sin pavor. Recurdese la impresio-nante carta a Julin Nogueira, fechada en Gnova el 20 de octubre de1909. Si diez das antes Florencia le haba escrito: "Las Palmas - Enviaje hacia la celebridad", ahora le comunica, sin perder el sentido delhumor: "La gran desgracia nacional; estoy enfermo (... ). Cada vez queesputo sangre, se me llenan los oas de lgrimas. Este viaje a la celebri-dad [reanuda la humorada y la dirime] que me puede resultar un viajea la tuherculosis! (... ). Releo estas lneas [termina] y las encuentro muyEspronceda". As hasta en la ms ardua instancia, fue fiel a su carc-ler. Lo posey siempre, a diferencia de su pobre Lisandro. Slo conun temple excepcional se pudieron escribir y firmar las "Cartas de unflojo", en inevitable impacto con una maciza comunin humana, queapretaba dientes y puos en los desb::>rdes de un patriotismo visceral.Consciente de su valor v su destino. Snchez era hombre afirmativo vseguro, dotado de caris~la; noble y absorbente, campechano y reid(l~:difcil y reservado. El grande y generoso Roberto Payr confesaba quenunca pudo ser "muy amigo" del oriental. "Mi amistad con l no fuetodo lo ntima que yo hubiera deseado. Era tan raro, tan extrao!",agrega (en "Crtica", Bs. As., 7/XI/925). y Rodolfo Gonzlez Pacheco,dramaturgo y publicista, ms que en un frecuentado libro ("Un prole-tario/ F. S.... ", Bs. As., Teatro del Pueblo, 1935), en un reportaje escla-recedor (tambin hecho por "Crtica", Bs. As., 17II 149), si bien COD-fimla su devocin y cario por Florencia, se sincera quebrando mitos:"Era un hombre altivo, a quien temamos por su agresividad". Y aunconfiesa, no sin intrepidez, preludiando la frase final con estupendo ad-verbio: "Nos despreciaba a todos. A su juicio no haba aqu ms au-tor que l. Naturalmente, tena razn".

    Las anunciadas puntualizacionesLas desenvolver aislando a cada una con.. un nmero y un ttulo

    previos.

    1 - Conforme a especie de Garca Velloso, novelesca pero verosmil. ya Flo-rencio habra verificado aqu su enfermedad.

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  • 1 - On hennano desconocido.

    Esta es la nica precisip. extLaa - por lo meDOS en apariencia- ala creacin viva.

    D. Olegario Snchez y Da. Jovita :Musante, su esposa, fueron unapareja prolfica. Ciusti y Carea Esteban les atribuyen once hijos, queno enumeran; Imbert, doce, que determina: F1:Jrencio -el primgeni-to-, Ubaldo, Alberto, Elvira, [lvlara] Jovita, Celia, Ricardo, Carlos Ma-ra, Ral, Mara Mercedes, Jos y Vito -ste "muerto ( ... ) pocos des-pus de nacer". Dos, Alberto -apodado Cur por su hennano mayor-,y Ricardo, fueron tambin autores. Ahora bien, si no hay yerros en lanmina precedente, debe registrarse en la misma una omisin y afinnar-se que D. Olegario y Da. Jovita llegaron a tener trece hijos, por lo me-nos: pues cabe documentar la existencia de otro vstago, Elbio, muertoa los quince meses, en Minas, el domingo 10 de enero de 1892, como 10informa dos das despus, el martes 12, un rgano de aquella ciudad."La Voz del Pueblo", en que Florencia, l punto de alcanzar entonceslos diecisiete aos, hizo las primeras armas y segua blandindolas desdeseis meses antes, cautelado saludablemente en un seudnimo.

    JI - El intergiversable protoseudnimo: Jack.

    S, Jack. El monoslabo sirvi a Snchcz para el cmodo ejerclclOde la stira en el invocado peridico minuano, "La Voz del Pueblo":desde julio de 1891 hasta enero -incIusive- de 1892. Durante ese es-trecho espacio estuvo tres meses -los ltimos, exactamente, de 1891-sin dar seales de vida, pues seguramente sus stiras, realzadas -=-pesea pifias o torpezas del aprendizaje -por una irona de notable sazn enun muchacho de su edad, tuvieron que escocer a los burlados e inci-tarlos a la bsqueda tenaz del burlador. Blancos predilectos del adoles-cente incgnito -no satnico, sino tabnico- eran figuras o figuronesde la Junta Econmico-Administrativa, en la que el propio Snchez tra-bajaba como escribiente desdc lE90, amn de otros individuos, ligados" la polica, a la poltica eh campanario y al periodismo lugareo.

    Las stiras, que no eran. txicas ni malignas, sino picantes y risueas-quien ms se diverta con ellas era sin duda el propio autor-, fue-ron en total diecinu-ve si se distribuY

  • a "La Fonda Nueva'']: "-,Qu se hacc por la tarde en lvIadrid? -Dor-mir la siesta. -Y el que no duerme, qu hace? -Estar despierto, nadams". Dichas palabras eran usadas como arranque de una breve glosasobre la aburrida soledad de Minas, entonces. Lo mismo dir Florencia,de Mercedes, siete aos despus: en 1898. Y lo mismo an, de la pro-pia Minas, Herrera y Reissig, en 190,1, cuando le cont a Julieta queall, ms de una vez, sinti ganas de sacar el colchn y llevarlo hastala desierta plaza pblica para dormir una sie'ta al pie del monumentoa Lavalleja).

    Ya se han dacl.;) en algunas biogl'.as -sin las anteriores especifi-caciones- las fechas de aquellos trabajos, pero con una omisin y dosyerros. Es hacedero reverlas con exactitud. Diecisis salieron en 1891,a saber: ocho en julio -el 4, el 7, el 9, el 11, El 16, el 18, el 25, el 30-,cino:::J en agosto -el 1, el 6, el 13, el 15, el 22.-; tres en setiembre -el:3, ellO, el 12-. Por fin, despus de un trimestre y pico sin nada, hubotres ltimas stiras en enero de 1892 -el 21, el 26, el 20-. Esos textosse alternaron con sueltos afines de la Redaccin. Unos, acerca de Jack,para mentar con encomio sus colaboraciones o mEntir con estratgio::Jefecto sobre incumplidos viajes -a la Capital e incluso a Chascoms,v. gr.-. Otros, acerca de Florencia, directamente, sin vincularlo -c1a-w- con el quemante seudnimo, para informar de su xito como ac-tor en una comedia de Bretn de los Herreros, y como intrprete de "ElDolor", grandlocuo poema juvenil de Juan Zorrilla (perteneciente a"Notas de un Himno"), que pudo significar una postrera profesin defe en quien lo recitaba: "Desp::Jjos del dolor, hijos del mundo; / Lloradcon la esperanza del cristiano!".

    Ahora, una palabra decisiva sobre el protoseudnimo. Es mondomonoslabo, Jack, en las trece stiras finales. En las cuatro primeras te-na cauda o aviso: "Jack (sin destripador)"; en la quinta: "El mismoJack"; y, l1 la sexta: "Jack (sin destripador)", de nuevo, pero con lapreposicin en negrita. Vaya ahora una advertencia: Florencia, al orearsu cuarta stira ("Crrik ... Crrik!", del 11/V11), aparentando remordi-miento por sus esh'agos periodsticos, crey oportuno mostrarse contri-to: "Yo, de Jack (sin destripac~m), me estoy convirtiendo en Jack theripper ... ". Eso (como se ve) no pasaba de broma. Sin embargo, la me-ra salida lzo perder la brjula a varios bigrafos. Desde FedericoMertens, que adelant un artculo vlido no obstante como fuente pri-maria -en "Fray Mocho", el 7/XI/913- hasta Giusti, V. Martnez Cui-tilia y, an con otros, Julio Imbert, el protoseudnimo sufri siniestrametamorfosis.

    III - Un seudnimo apcrifo: Jack the Rippu.

    S. Varios estudiosos creyeron o sentaron de hecho, y Julio Imbertcomo nadie, que Snchez, adems de prohijar tempranamente el scud-

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  • nimo del especializado asesino ingls -Jack the Ripper-, se aplic du-rante aos a la explotacin literaria del truculente lema. Poco hubieraimportado la pifia de k)s bigrafos si la misma no hubiese contaminadoal cabo la propia bibliografa del autor. Imbert, en efecto, incorpora su ya invocado libro, despus de insistentes e inconsistentes aseveracio-nes en el texto, un "Apndice" (pgs..307 a 320), seguido de un subt-tulo inexpiable, "Pginas de Florencio Snchez", suma de seis artculos,uno, de pocas. lneas, autntico (suscrito por el uruguayo como LucianoSteD pero cinco ajenos que llevan al calce, con la indicacin de lafuente usada, el seudnimo avieso: Jock the Ripper.

    Snchez -lo reitero- jams firm de esa manera. Y cuesta cr.eerque la tesis ripperista haya cundido sin otro fundamento que la bromade un muchacho (Florencia en 1891), difana y sin complejidades, poraadidura.

    Sin embargo (ay me), habr que documentar el yerro para concluiro::m el infundio. Entre 1899 y 1903, tuvieron boga en el Plata las cr-nicas de un Jack the Ripper. "La Alb::>rada", de Montevideo, importdurante aquellos aos pginas del ignorado periodista, reproducidas lue-go en "El Sol" y "Caras y Caretas" de Bs. As. Le, para desvanecerdudas, hasta cuarenta de las aludidas crnicas. S que el estilo no sinstrumento suficiente para distinguir a dos escritores. Pero el referidoJack the Rippl'a', periodista muy siglo XIX, pagado de purismo y con elhumor a la espaola de aquellos das cuanto a la burla calculada o pre-visible, con frecuencia cargante, gastaba una lengua lil:eraria celosamen-te castiza, mientras Snchez, como periodista, se vala de la lengua co-loquial -en que descollaba, segn 10 ilustra su mejor teatro-, a favorde la espontaneidad y la llaneza. Adems, no es difcil observar queJack the Ripper era hombre de otras latitudes y peculiaridades. Loacreditan sus giros, sus modismos, su vocabulario, la ausencia del vos,el abuso de latines, sus temas, sus alusiones, hasta su onomstica (Sim-plicio, Cosme, Cstula, Restituta ... ). Qu quin era el personaje? Puesun borrajeadar del Pacfico; un ecuatoriano, inequvocadamente; un cro-nista guayaquileo, en definitiva. Sus pginas, que circularon en variospases, fueron a veces aclimatadas por alguno de sus comedidos com-piladores -en Chile, por 10 pronto, si el hombre no residi all-o Perosu medio y su ciudad' natal son -es lgico- objeto de menciones cons-tantes. As (recurro a la coleccin de "La Alborada"), dice en "La ca-beza del negro" cmo "lleg a Guayaquil una barca danesa" (15/IV1900);en "Oros son triunfi::>s" ofrece el dilogo de un negro y una seora blan-ca en jerga oblicua: "-Adi, mi branca, jermosura de mi arma, nia demisojos .. ,", etc. (2(XII/900); en otro de sus "Rayos catdicos", habladel Dr. [Numa PompilioJ Llana", tambin guayaguileo (27 IIV1902);en "Abrazos fratemales", evoca el encuentro de los generales ecuatoria-nos, a su tumo presidente de la Nacin, "Alfara y Plaza" (11 IV1902);en "Mi pariente" apela a locuciones raras entre nosotros: "estar listo

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  • como un gallo con baba", "lo que se ha de comer el moro que se locoma el cristiano", "del lobo, un pelo", etc. (20/VII/8-02); en "Cence-rrada candilesca" (Snchez ni en sueos hubiera usufructuado ese ttulo),elogia la defensa que hizo su "buen amigo D. Jaime Puig Verdaguer delos Iiterab~s Ecuatorianos Llana, Borja, Cardoso, Pallares Arteta, etc.",agredidos por el cubano Bobadilla, y expresa que ste ha criticado deese modo groseramente a "nuestros u;.ejores poetas" [no los del Plata,por tanto] (8/1I/903). No sigo. Para qu? ,Puede pcmarse en un Sn-chez a horcajadas sobre el cono sur? En la biografa del uruguayo, pues,Jack the Ripper no pasa de un seudoseudnimo.

    IV - Un vaco hiogrfico: "El Telfono", de Mercfides (junio-setiembre-de 1848).

    Vaya distribuir este apartado, el ms significativo por 10 que conige yrevela, en apartados ms breves, distinguindolos con nmeros arbigos.

    1 - El hallazgo

    Sara y yo -era en los das de la juventud- habamos concertadola visita a tilla villa recluida en un sueo tenaz, ms que Brujas la Muer-ta: Santo Domingo de Soriano. El 14 de octubre de 1944, salimos enauto de Mercedes, por caminos rojos, entre 1m campos verdecidos. Iba-mas con nuestras niitas. Y nos acompaaba un amigo de mi adolescen-cia, jefe poltico del departamento por entonces, el Dr. Caspar Bianchi,quien me dijo, aadiend,~ inters al viaje, que en la pequea villa pr-cer yo podra interrogar a un testigo oe Florenc~~ Snchez durante ladesconocida residencia de ste en la ciudad de Mercedes: Lisandro Ibar-goyen, en esos momentos comisario del lugar. As, ya hace treinta aoslargos, descubr, en el acontecer perwnal de Florencia, una hora tras-cendente, pieza indispensable para armar el proceso de su vida duranteel aprendizaje.

    Antes de volver a la nuda e:-.-posrClon de los hechos, transcribir eltrozo de .una crnica extensa, que escrib en aquellos das. Omito inci-dencias del viaje. La villa, como indiferente a la prdiga primavera, seapretaba junto al ro Negro, cerca del Uruguay, frente a la isla del Viz-cano, con sus casas de celosas clausuras y sus calles sin nadie, con laplacita mnima, con la pattica iglesia desierta, que tena las campanasyacentes, un arbusto florecido en la cpula, un trgico Cristo de cabe-llos humanos, en la nave, algunas abejas muertas en la rida pila, y unrgano mudo, cuyo teclado Ulalume despert. Fuimos, bordeando uncerco de becquerianas campanillas, hasta el muelle desolado, de grisesmaderos entre juncos. All, junto al agua, habl con Ibargoyen, un hom-bre afable, a quien una sonrisa humilde multiplicaba en el rostro sur-cos sexagenarios.

    "-Ud. conoci a Florencio Snchez?

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  • -S, seor. En 1898, cuando vino a Mercedes para dirigir "El Tc-lfono", peridico nacionalista, con un sueldo de cincuenta pesos que lepagaba la Comisin Departamental. El administrador se llamaba JosR. Gorostizaga, a quien, por lo genioso, apodaban el Capitn Veneno.

    Le pregunto cmo era Snchez.

    -Muy alto, delgado, un poco 'bocudito', y con el pelo renegridoy rebelde.

    -Beba?

    -Mucho, pero por la noche, pues durante el da lo can:peaba elCapitn Veneno. Dorma en la imprenta. Hace aos, en un remate, fuevendida la cama. Alguien dijo: Si supieran que sa era la cama deFlorencia! ... '

    Le pregunto, en seguida, por la salud de S{mchez.-Era especfico.

    -Especfico? Eso puede explicar por qu ms tarde, casado, notuvo hijos. Se me ocurre.

    -Si acaso. .. Contrajo la enfermedad, como muchsimos otr.::>s, du-rante la guerra del 97 .....

    Me cuenta an: "Yo era apenas un muchachito cuando lo conoc".

    Nos despedimos.

    Pronto qued ah-s, aejando mem::>rias, Santo Domingo de Soria-no. Aguardando, como se lee en la vieja lpida de un prroco suyo, en-terrado en la iglesia, el da de la resurreccin.

    o

    Ya en Montevideo, recorr la coleccin de "El Telfono" y otmsrganos coetneos. Poco despus h'ansfer las cdulas correspondientesal Instituto de Investigaciones y Archivos Literarios -que me t.::>c fun-dar y dirigir-, amn de propalar la novedad en mis cursos y conferen-cias. Desde 1945 (1). Es indispensable que las biografas venideras sal-ven el vaco y los desajustes consiguientes, cronolgicos y fcticos. Fijoy resumo, a o::>ntinuacin, lo ms importante.

    1 - Aos ms tarde, por su propia cuenta, hizo tambin el hallazgo Wshing-ton Lockhart: en un nmero de "Asir", que no he visto, y en "Cuader-nos de Mercedes". N9 3, Seto a Dic. de 1963.

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  • 2 - La ida ,de Snchez a Mercedes para dirigir "El Telfono" (28/V /98).En "La Razn" (Edicin de la tarde) -lvIontevideo, 25/V/98- lo-

    calic esta gacetilla: "Parte esta tarde para Mercedes a cargo de ladireccin y redaccin del importante peridico nacionalista 'El Telf1::>-no', nuestro distinguido amigo el joven Florencia Snchez. Conocedo-res de sus relevantes mritos personales y de sus no comunes facultadesintelectuales -por haber formado parte de nuestra redaccin durantealgn tiempo- no podemos menos que [sic] felicitar al colega merceda-rio por el valioso elemento que incorpora a su redaccin, uno de losjvenes mejor preparados entre los de su generacin para la tarea quese le encomienda. Al despedir a Floren::> A. Snchez de las filas del pe-riodismo montevideano, en el cual hizo tan brillante figura, le deseamoslas mayores felicidades en su nuevo puesto, al que dedicar, estamos se-guros, todos sus esfuerzos y la brillantez de su valiosa intelectualidad".

    El texto o::>piado permite o autoriza tres asertos. -Primero (es bsi-co): Florencio, a pesar de todos sus bigrafos, no haba roto con eltradicionalismo ElIl 1897, pues un a:'io ms tarde segua militando enel Partido Nacionalista y hasta se dispna a dirigir una tribuna polticade esa colectividad. -Segundo: despus de la patriada, lejos de esfu-marse o radicarse En la Argentina, como los mismos bigrafos aducen,continu viviendo aqu: era otra vez redactor de "La Razn", el diario deCarlos Mara Ramrez, siempre en calidad de Cl()l1ista policial, y se de-sempeaba acaso -como segundo de Blixen, "Suplente"- en la crnicade teatros, bajo el mote o seudnimo hasta hoy ignorado de "Mochi-to", segn lo patentiza una carta de "El Telfono". -Tercero: era, enaquel lapw de mocedad, narrador promisorio, al amparo, de otro seu-dnimo: Ovidio Paredes, que puso al pie, por ejemplo, de "El Ajeno",cuento desconocido sacado a luz en "La Razn", el 20/1/98, o de "LaSerenata", en "El Telfono", como se ver. (Narrador, no dramaturgo,se le consideraba todava en 1899, como lo establece este suelto de "LaRazn" -27/II/99-: "Los amigos de nuestro ex compaero de tareasFlorencia Snchez, recibirn con agrado la noticia de que acaba de sernombrado secretario general de redaccin del diario 'La Repblica' delRosario de Santa Fe, que dirige el doctor Lisandro de la Torre. Sn-chez se propone editar En breve un libro de cuentos criollos y los quehan ledo sus producciones en ese gnero de literatura, esperarn conansia la aparicin del nuevo libro").

    Antes de ~3a fecha, febrero de 1899, Florencio de seguro lIlO figUl'Oen el Centro Intehnp.cloI')a~l\ ,d!el ,.Estudios Sociales, rai se haba ;';(niciadocomo dramaturgo. Debi' de revelarse, ya avanzado el segundo semestrede ese ao, en Buenos Aires, con 'Los Curdas", y confirmarse, a fines .delmismo 1899, en Montevideo, con "Ladronesl, apunte nombrado por Pas-cual Guaglianone -anarquista y contertulio de Herrera y Reissig- co-mo antecedente de "Canillita", obra escrita en Rosario (1902) y rehechaan en Buenos Aires (1904). Pero de esto hablar ms adelante.

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  • 3. - Actividades en "El Telfono" (una ojeada)Florencia principi sus tareas en Mercedes el 2 de junio de 1898.

    Como resultaba entonces de prctica, el director de hojas periodsticasen el Interior era un inevitable facttum. Deba escribir lo propio y 10extrao, incluso fabricarse colaboradores o corresponsales. Y abrazar lopasado,' lo actual y lo eterno O resumir en s propio todas las especiali-dades.

    En "El Telfono", desde ese 2 de junio, hubo un escritor solvente.Como sera agobiadora hasta la simple enumeracin de lo publicado porel director basten algunas muestras. El primer editorial, "Propsitos", eraun modelo de cordura: all Snchez, sin perjuicio de pregonar su fe par-tidaria, predica la ecuanimidad y el equilibrio, atributos de signo infre-cuente en el belicoso periodismo de tierra adentro por aquel10s aos;HEl Telfono ft , insiste, se sumar a los colegas locales que hagan "pro-paganda levantada", y se alzar "contra los ltimos baluartes del guarangaje periodstico". En las fechas que siguien toca discretamente lapoltica: recomienda, por lo pronto, la inscripcin de los ciudadanos paraacrisolar "el respeto a los derechos cvicos" (4/VI). Oh'a vez, critica lasalarmas que el pl.:>pio gobierno esparce: pues siempre, arguye, "ms hasido el ruido que las nueces, si es que no son puras cscaras lo que sue-na" (U/VI). Dejo a un lado otros artculos, por ejemplo "La polticaen la escuela", en que rompe una lanza por los maestros. Y slo medetendr en un cuento, en alguna carta, en ciertas crnicas de teatro yen varias Notas Sociales.

    El cuento, ms arriba indicado, "La Serenata", sali con ese rtu-lo y el seudnimo de O. [vid~:>] Paredes, en tres entregas: el 7, el 9 yel 1l de junio. (Se reprodujeron hace unos aos -sin el cogol10-i laspartes primera y ltima). El texto de 1898 -es tiempo de aclararlo- resul-t la forma primitiva de una preciosa obra menor, "Clulas de San Juan(1904). Hay diferencias entre sta y su pauta lejana, desconocida hastahoy. As, en lo adjetivo de la trama, en ciertos nombres y en la comple-xin de algn carcter. Pues si Adela, en "Cdulas de San Juan", siguesiendo la misma de "La Serenata"; y si Fortunato en lo esencial tam-poco vara como personaje de la pieza (que lo sustrae al flaco eplogodel cuento), Hilado Serpa, en cambio, muda radicalmente de seas: sien ambas fbulas es presentado como pobre o pobrsimo, no es enel drama, como lo era en el relato, "ya vejancn", "muy feo" y dosveces viudo, aunque en uno y otro textos, galn desacordado o mozode amarga plenitud, sea el hombre secreto de la retrechersima Adela,quien hace pblica su pasin cuando sobreviene el sangriento desenlacey es rechazada entonces por el enamorado moribundo. Florencia, pues,al cabo de seis aos consum una renovadora transferencia genrica: yla narracin de 1898, sabrosa pero insegura, se convierte en una pu-jante maravilla dramtica. Tal, el ignorado antecedente o autoantece-

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  • dente desentraable en "Cdulas de San Juan". y tengo para m quesemejante pie~a an no ha sido va1::lrada del todo: en su perfecta eco-noma escnica, en su autntica gracia, en su intensidad de trgico soploltimo, en el eficiente aunque sumario tratamiento de los caracteres, enla densidad del ambiente, en la lozana del dibgo.).

    Hay una carta de "Mochito" a "Suplente", es decir, de Snchez aBlixen, efectiva por su inesperada significacin autobiogrfica (2l/VI).Comienza: "Egregio crtico ... ". y tiene referencias a las noches delSols y del Stella, en Montevideo, que certifican la temprana vocacinde Florencia por el teatro (ya enhiesta en los das de Minas).

    Podran repasarse las crnicas teatrales de "El Telfono". Giran entomo de un edificio: el Politeama Coln, ocupado esos das por unabuena Compaa Italiana; luego por una Compaa de Zarzuelas, con dosfamosas tiples, las Millanes (hermanas menores de Lola, aquella que ha-ba inspirado el sabido poema de Rod un ao antes: "De pie sobre laescena, desatada / en ondas la profusa cahellera ... ").

    En suma, esas pginas dejan traslucir el oficio y la experiencia deSnchez, para quien el mundo de las candilejas era, desde la niez, co-sa propia. Y an dan aqu y all, en breves trazos, algunos elementosde una potica viva, firme prenuncio de la obra dramtica, ya prxima:v. gr., el gusto de la naturalidad, O::lmo infalible virtud escnica, y elparalelo disgusto por todo tipo de amaneramientl::J (18/VI).4. - Identificacin de tres seudnimos: Mochito, Bruno Pajares y Miss

    Elliot.

    En "El Telfono" hall tres seudnimos de Snchez -sin hablar deotros, prescindibles o mnimos-o

    Uno es Mochito, nombre confeso que Florencio ya haba usado co-ma lema en "La Razn" (recllrdase la carta a Suplente en "El Tel-fono") o aceptado entonces como apodo afectuoso -tal vez, sugeridopor una rapadura de la mocedad, probablemente durante la guerra ci-vil, o al Y'Jlver-.

    Oh'o seudnimo es Bruno Pajares, a quien Snchez bautiz en talestrminos quiz para burlarse de s mismo (as por su tez aindiada comopor su casco greudo) y a quien hace aparecer como espectador quebaja una noche del paraso para convertirse por una vez, a instanciasdel cronista, en cronista circunstancial, de risuea compostura.

    y el tercero de los seudnin10s importantes es Miss Elliot [sic], pre-sunta inglesa de Soriano, divertida y ponderada, entusiasta lectora deBcquer y de "Los Ojos Verdes", l::lcurrente y fina (vase, por ejemplo,el dilogo-test de ella con el cronista). Es, conforme al designio de su

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  • creador, la ms asidua colaboradora en las Notas Sociales de "El Te-lfono". Y Florencio la anima en uu comienzo con regularidad para darcombustible a su hoja y satisfaccin a sus evidentes inclinaciones prees-cnicas. Ya podra hacerse el reconocimiento por el estilo y el humorde la dama -los de Florencia en sus pginas de entonces-o Pero elaserto se documenta, sin ambigedades, gracias a la concluyente rElJeti.cin de u:rua cita y de una idel~ con siete aos de ~ntervala. S.. ComoJack en "La Voz del Pueblo" (10/Xj91), Miss Elliot, en "El Telfono"(21/VIl/98), menciona tres' lneas de Larra [tomadas de "La Fonda Nue-va"]. Y si Jack se vali de tal cita para refelirse a la aburrida soledadde Minas en 1891, la supuesta dama anglochan la emplea para aludiral tedio V al vaco de lvlercedes en 1898. Con una variante: Miss ElIiotpropone: a modo de arbitrio, reuniones cotidianas de elegantes mucha-chas en calculados lugares de la ciudad.

    5. - "Una descomunal rechifla" a expensas de Florencia.

    La Compaa de Zarzuelas, encabezada por las Millanes, actuabaen el Politeama Coln. Y fue paciente, alguna vez, de vociferaciones ypateos a cargo de los espectadores instalados en el piso de arriba. Flo-rencia, entonces, en una crnica, elogi a los artistas, no sin enderezara los escandalosos annimos un exordio tajante: "Seores del paraso:o ms bien dicho, seores de la mayora de concurrentes a las ms altaregin de nuestro teatro: son Uds. unos guarangos" (13/VIlI). Los des-tinatarios se enardecieron: durante dos noches consecutivas propinarona Snchez en el teatro, y aun en la calle, "una descomunal rechifla", segn palabras del mismo Florencia, quien, ante la pasividad policial, res-pondi con risas, primero, y en seguida con golpes a los ms atrevidos,pues nada tena de "flojo", adems de asestar una contundente cartaabierta "Al jefe poltico y de polica", denunciando la actitud de sugente y mostrndose dispuesto, sin alharacas y con varonil firmeza, aponer "un jeroglfico" en el rostro de quienes volviesen a molestad3(18/VI). El incidente repercuti en Montevideo, "La Razn" vesper-tina sac un suelto, el 22: "Florencia Snchez, inteligentsimo mucha-cho que fuera compaero nuestro de redaccin, se las est viendo amargas en },lercedes. Figurnse Uds. que se ha echad3 encima al Paraso! ...Y todo por haber censurado en una crnica teatral, que algunos ha-bitantes de la celeste mansin faltaron [sic] a los respetos debidos a unpblico tan culto como el mercedalio, vociferando y pateando a cadamoment3".

    Florencia no volvi a ser provocado.

    -Mercedes, me deca Mario Cassinoni -cuyo padre conoci di-rectamente el episodio-, fue el nico lugar en que silbaron a Floren-cia. Pero no por un drama sino por una crnica.

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  • 6. - La renuncia y el xodo (15/IX/898).La aventura de Mercedes -an no haba corrido un trimestre- se

    le hace cada vez ms onerosa. Tambin Snchez pugnaba con demonioshostiles, Esos que lo forzaban a beber. O que lo indujeron a un retozurdo, ya en el umbral de una ideologa nueva y, con la posible perspec-tiva de un cambio: vase el artculo del 23/VIII, "Los Conspiradores",suscripto por excepcin con' una sigla: BAS [segura errata de FAS -Flo-rencia Antonio Snchez-], probablemente impuesta por sus ms irrita-dos correligionarios. Estos debieron de soliviantarse con un texto de-presivo para personas de la causa, incluso para jefes clebres, conecta-dos en la frontera con Juan Francisco -esto es, Jo5.o Francisco, el pul-cro asesino riograndense a quien luego dedicar Florencia un admirableensayo: "El caudillaje criminal en Sud Amrica" (1903)-.

    Sea como fuere, las diferencias, en un principio limitada s a las ter-cas libaciones de Snchez y a los sordos berrinches del Capitn Veneno,se hacan cada vez ms agudas. No sorprende, entonces, que Florenciapresentase renuncia el 15 de setiembre, con un pretexto honorablemen-te trivial, ni que sus ya tibios correligionarios la admitiesen con premu-ra y un estrambote menos corts que maligno, dndole cabida el 20 en"El Telfono": "El seor Florencia Snchez, a cuyo cargo estuvo has-ta ahora la direccin y redaccin de esta hoja, ha elevado renuncia deese cargo en los trminos que son de verse por la comunicacin que acontinuacin publicamos. / Habiendo sido:) aceptada la renuncia, la Co-misin Nacionalista ha nombrado otra persona para que asuma la di-reccin de EL TELEFONO en lo sucesivo. / La comunicacin del se-or Snchez dice as: 'Mercedes, Setiembre 15 de 1898. / Seor Presi-dente de la Comisin D. Departamental del Partido Nacional. / Don An-tonio Borrs. Seor Presidente: El estado delicado dE; mi salud me poneen la obligacin de presentar renuncia del cargo de Director y Redac-tor del peridico EL TELEFONO. / Lamentando que esa circunstanciame prive el placer de compartir las tareas polticas con tan dignos co-rreligionarios como los miembros de la comisin que Ud. preside, mees grato saludarlo con mi mayor consideracin. Florencio Snchez'. /Despedimos al seor Snchez formulando votos por su mejora".

    El 25, "La Alborada" de Montevideo recogi la paginita preceden-te, es decir, las palabras de los destinatarios -con alguna mudanza-y el texto de Snchez. Pero, en vez de la aparente gentileza final, pusouna noticia aproximada y una cordial salutacin: "El joven Snchez par-tir brevemente para Entre Ros. / Lamentamos el alejamiento del ilus-h"ado colega y formulamos sinceros votos por su mejora y su retornoa la palestra del periodismo nacional".

    Florencia, en cuya vida se perfila un nuevo perodo, se dispona acumplir su segunda estada en la Argentina. Como se sabe, la primerase haba efectuado varios aos antes, cuando Snchez, a los diecisiete,

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  • en La Plata, logr un puesto de supernumerario en la Oficina de Esta-dstica y Antropometra, desde mediados de 1892 hasta el 1Q de enerode 1894, fecha en que ces la citada oficina y el muchacho debi tomaral pas sin tardanza. La revolucin de 1897 sirvi de eje a sus ulterio-res actividades periodsticas en esta Capital. Y el segundo viaje a laprxima orilla es el que hace despus de abandonar "El Telfono".

    Desde Montevideo, entonces, haba ido a Mercedes, donde residicasi cuatro meses -sin que el epi[odio se registrase hasta hoy en subiografa-o Y desde all, al apuntar la primavera de 1898, parti direc-tamente hacia Rosario de Santa Fe. Tal itinerario -Montevideo, Mer-cedes, Rosario (Argentina)- tampoco haba sido determinado hasta aho-ra Ms an. Al margen de los tres asertos previstos, el paso de Snchezpor Mercedes desquicia las corrientes especies cronolgicas y hasta elencadenamiento de varios suceSos personales. Ya se vio que an no sehaba hecho crata y continuaba militando como blanco, si bien conpaulatino desapego a las ideas recibidas. Tambin se vio, durante sunueva residencia en Montevideo, tras la rev,~lucin del 97 y hasta 1899,que era entonces estimado como narrador y desconocido como drama-turgo. Tngase en cuenta, an, que parti en seguida de Mercedes ha-cia Rosario de Santa Fe, y que esa primera etapa rosarina se iba a pro-longar durante un ao, hasta 1899. Por eso, cuando se sostiene queSnchez se afili al Centro Internacional de Estudios Sociales -de nues-tra ciudad- en 1897, se le hace madrugar un bienio como anarquista:pues por lo menos hasta setiembre de 1898 fue blanco y director de. unrgano blanco. Y slo a fines de 1899, como ha de verse, pudo volvera Montevideo e ingresar en el Centro referido.

    A fin de que se incorporase a "La Repblica", diario que dirigaLisandro de la Torre, Snchez fue llamado desde Rosario, o 1~gr ha-cerse llamar, por el uruguayo Alfredo Duhau, comedigrafo menor yperiodista de nota, que haba pertenecido aos antes a "La Razn" mOIl-tevideana, donde puc1~ conocer a Florencia.. Este, que debi de ser con-vocado o enterarse, de la invitacin ya en agosto de 1898 -lo que expli-cara el carcter de "Los Conspiradores"-, fue en el nuevo rgano, en-tre 1898 y 1899, de primavera a primavera, redactor, secretario y direc-tor sucesivamente. Pude averiguarlo por tres sueltos de "La Razn"vespertina, siempre plmtual: transcrib ya el primero, del 22/II/99, quepresenta a Florencia como secretario del rotativo rosarino; los otros dos,del 5 y 9/IX siguientes, prueban que Florencia ya era director de "LaRepblica" y que estuvo en Montevid0~ cuatro das para visitar a sumadre, momentneamente enferma.

    7. - Presunciones y realidades.

    Al promediar la primavera de 1899, aproximadamente, Snchez Seva de Rosario, despus de remitir una carta -perdida- a Lisandro

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  • de la Torre. Para instalarse, cuentan sus bigrafos, en Bs. As. All ten-dr novia, Catita, a quien no pudo o::mocer antes de aquel ao. All vivenuevos das de bohemia y, con una legin de amigos, se le ve surtojunto a una copa en diversas cantinas, sobre todo en "Los Inmortales"-nombre que l invent- o en el "Auers" (caf ya sin Dara). Allescribe la que consider su primera obra teatral, "Los Curdas", segnlo que l mismo declarar en Montevideo a un cronista de "El Da"aos ms tarde, el 17/IV1907, asercin que coincide -no obstante cier-tas disimilitudes- con lo expuesto en "Nosotros", Bs. As., 1/921, por elpoeta lvIiguel A. Camino, que sita aquella obra primigenia en el in-vocado 1899 y dice haberla puesto l mismo en limpio. A fines de 1899--stas son las primeras presunciones incontrastables- debi de volverpor un lapso corto a su tierra, a la casa de los suyos, a Montevideo.Entonces -al margen de varios retornos ulteriores- debi de afiliarse alCentro Internacional de Estudios Sociales (antes no pudo hacerlo) ypergear all un segundo conato, "Ladrones!", tambin de 1899, em-brin de "Canillita", como se sabe y consta ms arriba. (S1:> tiempodespus, hacia 1902, debi Florencia de componer asimismo en Mon-tevideo, "Puertas adentro" -con destino al Centro crata-, scherza con-tra la moral de los ricos y en favor del amor libre, dilogo entre doscriadas: una, Pepa, canta "Hijos del pueblo" y trama con la otra, Lui-sa, una jugada a expensas de los respectivos patrones y patronas, me-diante inescrupu10sa violacin de correspondencia). Pero, como dije ha-ce un instante, Snchez se haba radicado en Buenos Aires. En la ciu-dad portea, adems de colaborar en un diario, "El Pas", lo haceen el semanario de Ghiraldo, "El Sol", no slo con los "Dilogos deactualidad", que publica bajo el seudnimo de Luciano Stein, sino conlas tres estupendas "Cartas de un flojo", que firm directamente y quevieron la luz en 1900: una, el 24 de setiembre; las otras, el 8 y 16 deoctubre. Viaja a lvIontevideo en los ltimos das del mismo ao (noes posible fijar un nmero estricto de vueltas) y en el Centn::> Interna-cional lee entonces las clebres cartas con que procur corregir al bra-vonel emboscado en la psicologa de sus connacionales.

    Desde Bs. As. -y procuro coronar esta ojeada crtica a los aosde aprendizaje en su fase postrera- toma rumbo al norte, para vivirsu segunda y ltima etapa rosarina: entre julio de 1941 y octubrede 1902. All hara periodismo en "La Repblica" decada, subiendode cronista policial a director de nuevo hasta indisp:>nerse, por su pro-paganda, con el espeso propietario ltim:>, un alemn forrado, que sellamaba Schiffner. All, meses despus, sac un diario efmero, "La Epo-ca", con algunos amigos y sin fondos suficientes. All, amn de vis-tar la Casa del Pueblo, estudiaba desbordando simpata los textos hu-manos, yendo a los conventillos, hablando con la gente humilde, ascon los muchachos vendedores de diarios, que eran sus amigos y de lrecibiran, por el nombre de un personaje, bautizo comn. Alldespleg intensas y a veces riesgosas actividades gremiales. All,

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    /

  • a la vez, confirm su vocaClOn genuina: reftrndi: "Los Curdas",de atmsfera bonaerense, en "La Gente Honesta", de ambiente ro-sarino, con una inofensiva, marginal y prescindible caricatura de Scbif-fuer, llamado "chifle" en la ficcin, y si la pieza, que deba represen-tarse el 26/VI/902, firmada con el antevisto seudnimo de LucianoStein, fue a ltima hora prohibida sin razn por el intendente Lamas,ste no pudo impedir que se divulgase esa misma nocbe en un boletnde "La Epoca". All, asimismo y sobre todo, con la base del embrinprimario, F. c_ompuso y estren su primera pieza de valores cabales, re-presentada por la Compaa Lloret desde el 19 al 14 de octubre de1902: "Canillita", que sera luego, en Bs. As. (1904), el segundo estre-no y el segundo del autor. "La Gente Honesta", pieza frus-trada entonces, tampoco tuvo suerte despus. "Los Curdas", en cam~bio, de obvia flaqueza, fue obra que exhumara en 1907 con malicia,pero chasquendose p~es el pblico la aplaudi, "un tal Pepe Podest( ... ), muy conocido con el apodo de Pepino el 88 en los circos acro-bticos", segn desdeosas palabras (v. "El Da", 17/IV /907) con queel dramaturgo retribua la inquina solapada del cmico, quien lehaba malcomprado el sainete aos antes (por cincuenta pesos y conla facultad de darlo o botarlo).

    Florencio tena a su n::>via en Bs. As. Se carteaba con ella, hizoescapadas para verla y quera casarse en seguida, dispuesto a consti-tuir el hogar en Rosario. Hasta aseguraba -para corroborar sus pro-psitos nupciales- haberse regenerado por el amor de Catita. (Vaseel epistolario, compilado por Garca Esteban en su "Vida de F. S. ").Pero sali de Rosario como haba llegado: clibe. Y se volvi al sur,apenas desfloradas las representaciones de "Canillita": en octubre de1902. (Haba estado antes en Colonia Alclao -Santa Fe-, donde in-tuy "La Gringa" en un rostro de mujer y en la imagen de la tierraprdiga abierta a una nueva progenie).

    En el Plata hizo de pndulo entre las dos capitales -segn le fueposible-o Luego recal en Bs. As. Public all su notable ensayo so-bre Joao Francisco, en la revista de Ingenieros -marzo de 1903-.Hasta que una noche, el 1.3 de agosto, palade las primicias de la glo-ria efectiva y algn destelb de la fortuna -fugaz- con el estreno de"M'Hijo el potor". Era ya una celebridad flamante cuando regrespor escaso tiempo a Montevideo y visit la mtica Torre de los Pano-ramas, inaugurada ese ao. All, en su emporio de nubes, frente almar de tenaz caracola, Julio Herrera y Reissig, el rubio husped, abra-z al huesudo y moreno triunfador de cabellos indciles, designndolocomo el "inclio genial".

    V - Nueva puntualizacin: Un Daro que no es Rubn ni Daro.. Fueron amigos Rubn Dara y Florencia Snchez? Giusti, cuan-

    do tropieza con el problema, decide refugiarse en un escueto signo de

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  • interrogacin. Imbert peregrina por los cerros de beda. Garca Es-teban, por su parte, lo afirma categricamente.

    Nada, sin embargo, permite mantenerlo. Si hubo entre el poeta yel dramaturgo un encuentro siquiera, no hay noticia, ni documento nitestimonio que lo acredite. Adems, la coincidencia nicamente hubie-ra podido operarse en un par de encogidas ocasiones.

    Sealar, ante todo, las tres estadas del nicaragense en la Argen-tina. G3mo "cnsul general" de Colombia, Dara lleg a Bs. As. se-gn 10 demostr hace tiempo (Edelberto Torres hacindolas suyas citamis conclusiones en la ltima edicin de su libro sobre el poeta), el 13de agosto de 1893. Y se fue, rumbo a Espaa, como corresponsal de"La Nacin", el 8 de diciembre -no el 3- de 1898. Slo volvi casiocho aos ms tarde, pero por cinco das: en 1906, del 19 al 24 deagosto. Y, transcurridos seis aos ms, hizo otra visita, la ltima, porunos dos meses: en 1912, del 7 de agosto al 5 de octubre. (Antes dellegar a Bs. As., haba entrado en el Uruguay, por Montevideo, el 28de junio, y salido, por Paysand', el citado 7 de agosto). Vanse lasdos primeras estadas (puesta a un lado la ltima, posterior casi en unbienio al deceso de Snchez). Durante la inicial, no hubo encuentropor lo menos verosmil: pues Florencia -que vivi en La Plata en-tre sus diecisiete y sus escasos diecinueve aos, como lo aduje ms arri-ba-, tom sin demoras a iVlontevideo cuando empezaba enero de 1894y no volvi a la Argentina hasta la primavera de 1898, para instalarseen Rosario, mientras Rubn habitada en Bs. As., de donde sali haciaEuropa el 8 de diciembre inmediato. Queda la segunda estada, consus estrechos, publicitados cinco das, y, siendo ya clebre el autor de"Barranca abajo", un encuentro suyo con Rubn no hubiera pasado inad-vertido.

    En Europa, segn despachos, artculos y cartas, Snchez vivi tre-ce meses escasos; entre dos otoos: del 13/X/909 al 7/XI/910. Desem-barc en Gnova y expir en Miln, conforme a esas fechas. Ademsde dichas ciudades, las ms visitadas por l, estuvo -har ahora lascitas por orden geogrfico- una vez en Roma y dos en San Remo, fue-ra de una escapada -feliz- ms all de las fronteras, a Montecarloy Niza. Dara, por aquel tiempo, con arreglo al calendario que exh-a-je de sus copiosas correspondencias, en octubre de 1909 sali de Pars,donde resida, y se traslad a Madrid, donde permaneci desde aque-lla fecha hasta marzo de 1910; en abril, ya estaba en Pars, de nuevo;y en setiembre de 1910, desde Saint-Nazaire, a bordo de La Cham-pagne, se embarc rumbo a Mxico, en visita accidentada -eran losaos del dictador Porfirio Daz-; y de Mxico, donde estuvo unos das,ignorado por el oficialismo y victoriado por la juventud, pas a Cuba,donde vivi de octubre de 1910 a enero de 1911, fecha en que regre-s a Francia. No es intil, creo, siquiera por ciertos datos nuevos, es-

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  • ta cronologa comparada. En suma: no hubo coincidencia tampoco en-tonces entre el uruguayo y el nicaragense.

    Este hubiera, sin duda, nombrado alguna vez a Florencia, de ha-berle conocido. Ya en sus artculos o en frecuentes poemas del instan-te, como "Versos de ao nuevo" (1910), donde mienta a unos cuaren-ta amigos de la Argentina, entre ellos el uruguayo Vasseur ("y huboun esotrico Amrio::> ... ") (1). Ya en los cuarenta y seis captulos dela autobiografilt (1912) o en la "Posdata" (1914), o en "Cabezas" y endiversas pginas de "Mundial" (1911-14), aunque en tales pginas y enotras dispersas evoque y enaltezca a uruguayos famosos -Rod, Zo-rrilla, Herrera, Acevedo Daz, Delmira, por lo pront::>-, junto a otrosde ms restricta notoriedad -como Roxlo o Jos Pedro Ramrez-.

    El nico fundamento de la pregunta a que se vincula este apar-tado estriba en dos insignificantes borradores truncos del propio Flo-rencia. Garca Esteban los recoge de "La Razn" (7/XI/921), ponien-do un encabezamiento acorde con lo dicho por l en captulos previos"De Florencia Snchez a Rubn DaTo" (Borrador [esJ inconcluso [sJ)[lJ Mi quelido Dara:

    Ahora s que... Gmez. Imagnate que vengo de Monte Carla,Niza, etc., donde mi pobre espritu provinciano, virgen de semejantesemociones, ha pagado el obligado hibuto.

    [2J Mi querido Dara:

    Ahora s que... Gmez. Imagnate que vengo de Niza, Monte-carla, etc., etc., donde mi simple espritu provinciano ha pagado su obli-gado tributo de exprimir el portamonedas hasta el ltimo cntimo acambio de que qu s yo?

    En el fondo del americano ms inteligente y reflexivo hay un sin'l-pIe provinciano".

    Los borradores -fechados en febrero de 1910, cuando Rubn sehallaba en Madrid- no sugieren la real identidad del destinatario, aquien Florencia tutea. El texto -muy distinto al de lLl1a gran cart!lpara Minelli sobre el mismo tema- informa de quebrantos qne nadiepuede explicarse por qu se enderezaran al lejano poeta nicaragensehablndole de un desconocido [LucasJ Gmez. No. Ese Dara no esRubn, sino un amigo tangible y ms seguro, as, Dara Nicodemi, quefue o::>mpaero de Snchez aurante el viaje y acababa de traducirle alfrancs "Los derechos de la salud" para Antaine. S, repito, ese Da-

    (1) Amrica Llanos fue el seudnimo juvenil de Vasseur.

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  • ro no es Rubn. Pero quizs tampoco ese Daro es Daro sino Devic, eladmirable rosarino que acompa al Snchez final en hoteles y trenesde equvoco destino, por ciudades extraas, entre desconocidos indife-rentes y de paso, mientras la tos y la sangre esputada consuman alenfermo en el curso de aquella horrible agona andante.

    Vuelvo a mi tesis. La grafa de Florencia aunque gratamente regu-lar, ms de una vez origin penosas o perversas confusiones. No erainlposible, en efecto, dada la relativa paridad de las cinco letras dis-puestas en cada nombre -ninguna, tras la mayscula comn, con ras-gos ascendentes o descendentes-, que Devic se transformase para al-guno en Dara por imperativo subterrneo. Abundan en otros textosde FJorencio lecturas igualmente desafinadas. Vase una, infligida porRoberto Giusti (op. cit., p. 70), Y cohonestada por Julio Imbert (op. cit.,p. 152), modelo de oppara tergiversacin. Consta en el autgrafo deuna carta inconclusa a un amigo no identificado, hecha por el drama-turgo a bordo del "Prncipe di Udini" y referente a 10 aburrido y de-sierto del ocano durante la travesa. Aqullos -los bigrafos- creenleer en cierto pasaje: "Y para peor ni tiburones, ni peces raros, ni ba-gres en la costa ... " (subrayo). Es innegable que Florencia no podahaber divisado desde altamar la costa ni visto en sta -con ojos m-gio::>s- menudos peces fluviales. Deduje la leccin verdadera y la con-firm luego con un facsmil casual, que descifr en un libro de Gon-zlez Pacheco (op. cit., p. 36): " ... ni buques en la ruta ... ". Hay cier-ta diferencia.

    Y ya que toco el tema de las erratas, incontables en las edicionesde Snchez, me referir slo a otra, cometida en el primer volumen deuna reciente edicin -an limitada a ese tomo-o El comentarista apun-ta all -con general acierto- varios de los yerros visibles en ciertaslecciones impresas. Pero, infOltunadamente, cree salvar una errata yla comete. Pues se equivoca al enmendar un pasaje en "Los derechosde la salud" (Acto III, ese. 5'.1-): aquel en que Roberto (con lengua de-masiado literm.ia) apela a una doble imagen, de simbolismo ez.."plcito:su fe era un roble, que perdi h::Jjas, brotes, retoos; y la fronda desus E;speranzas "qued convertida en msero montn de cosas inerts,de hn'as secas, de ramas sin savia ... ". El intrprete, despus de leer-mal- el manuscrito, corrige: "la fronda de mis esperanzas quedconvertida en m, mero montn ... ", etc. E I original dice lgicamente"msero": de lo contrario, en vez de la fe y la esperanza de Roberto,este mismo se habra mudado en cosas, hojas, ramas. Segn metamor-fosis que Ovidio no cant.

    Roberto Ibez

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  • EL LENGUAJE EN SANCHEZ

    El trabajo que sigue pretende ser sntesisde algunos captulos de un estudio de msenvergadura sobre el tema titular, an in-dito.

    Es el de su poca, el lenguaje lue emplean los personajes de Sn-chez? Se da en l una escala de tor:os que puede ser documental: desdeel gauchesco sustancial de "M'Hijo el dotar" y "Barranca abajo", hastalos atisbos de lxico cientfico de "Nuestros hijos" y las formas ret-ricas de "Los derechos de la salud". Entre eso". extremos resuena elcocolichesco hbrido y caduco, que de los campos donde trascurre laacci11 de "La Gringa" llega al suburbio ciudadano de "Moneda falsa",conviviendo con el lunfardesco, que ya haba salpicado la clase mediadecadente de "En familia".

    Planteada la cuestin de la propiedad de esas heterogneas hablas,para resolverla el estudioso puede utilizar dos testimonios: en primer tr-mino, elcle quienes eran testigos y potenciales creadores, de esas ha-blas, que reconocan su realidad y vigencia; y lUEgO el que resulte dedeterminar los lugares y oportunidades en que Snchez pudo observarlas.

    En el primer aspecto, la declaracin de los cronistas que asistan alos estrenos es categrica; as, Ricardo Rojas, a raz de "M'Hijo ... " no-ta sus "dilogos sencillos, sin afEctacin de trascendentalismo, sin fastidio-so. Hay palabras intmsas; hay frases que descubren todo un horizon-te mental". Cuando se estrena "La Gringa" el crtico de "La Nacin"seala que "all todo marcha con naturalidad completa, sin perodo de-clamatorio ni amplificaciones de ninguna especie. Todos van diciendosobriamente lo que quieren decir, con la mayor claridad, y sin otro l-mite que el impuesto por el decoro escnico"; y Juan Pablo Echage-cuya severidad para con Snchez acab negndolo- declara que esaobra es "verncula en su lenguaje" -y ciertamente no poda olvidar elcocolichesco, que por primera vez Snchez cultiva a manos llenas-o Esel propio Echage quien despus reconoce que en "Moneda Falsa" "LaSuburra portea [ ... J, con su lenguaje pintoresco y brbaro est ente-ra en el cuaaro"; y sobre la misma obra el crtico de "La Prensa" se-ala que sus personajes "hablan y se desenvuelven tal como son en larealidad, dejando una sensacin de verismo que cautiva".

    Cmo hablaban esos personajes, cul era el modo de comunicarse?

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  • Descartadas las primera~ obras: "La Gente Honesta" (1902), que nolleg a representarse, y "Canillita", que en su segunda forma -no seolvide que en el Centro Internacional de Estudios Sociales de Monte-video (1897) haba sid.:) presentada y representada como "Ladronesl"-no fue vista ms que como obra rosarina, el nombre de Snchez se con-sagr con "M'hijo el dotar" (13 de agosto de 1903); y descartada "Lapobre gente" (1904), las obras que le siguen son; como el drama triunfal,tambin camperas: "Cdulas de San Juan", "Barranca abajo" y "LaGringa". Si prescindimos del segundo acto, montevideano, de "M'hijo ... "y dEl la insercin de cocoliches -en el directo y buen sentido del i;r-mino, es decir: de personajes que hablan una macarronea italo-caste-llana-, los dems personajes pertenecen al mundo campero o gauches-co. Ms lo primero que lo segundo,_ pues el gaucho y su mundo, quefotografa Snchez, ya estn en plena claudicacin: Snchez "extrajo elpaisano en su molde ya comn, que era el de la decadencia gaucha"-concreta J. A. Dibarboure-; en ese sentido la muerte de Zoilo -comola tesis de "La Gringa", en decir de Frugoni- es un verdadero smbolo.

    Las obras siguientes son ciudadanas, de diverso nivel, y en ellaslas hablas de los personajes se integran en un mJ(canismo de completay plena o:)municacin. Notemos desde ya que Snchez no gusta del re-trucano -aquel "scherzo" trocado en "escuerzo" de Cantalicio en "LaGringa"; o las ludoloquias de "La gente honesta", trasladadas ms o me-nos modificadas en la versin portea "Los Curdas"-; ya lo sealaron,por diverw motivo, Roxlo y Giusti; ste precisa: "Generalmente en elteatro de Snchez la gracia salta vivaz de~ hecho, de la situacin cmica,no de la frase".

    Segn los ambientes en que transcurre la accin de las obras ciuda-danas, el habla es popular -callejera o familiar, y en ellas se integrannaturalmente el cocolichesco y el lunfardesco-; familiar de clase media-"Los muertos" y "En familia", estrenadas con intervalo apenas dequince das, y en las cuales las notas de lunfardesco denotan imitacino condicin anmica-o Tambin pertenece al lenguaje de clase media"El pasado" (1906), aunque o su escritura para la compaa Serrador-Mari, o el propsito de Snchez de ampliar a todo el mundo de hablacastellana le hacen prescindir de localismos lxicos, y le aproximan a unlenguaje pulido, pro-academizante.

    Lenguaje y ambiente de bajos fondos stricto sensu no los hay en elteah'o de Snchez; equivocadamente se ha pretendido asimilarle ciertosniveles sociales; pero ni "Marta Gruni", ni "El desalojo", ni "La Tigra",ni aun "Moneda Falsa" dan siquiera para equipararlas -aunque no dejde hacerse- con los ambientes gm1danos. Es que Florencia tena unconcepto noble del hombre -estdiese bien la sicologa de Antonio Al-mada- que le impeda presentarlo en actitudes y palabras que desme-draran su dignidad. La negacin que Roxlo -sumndose a comentaris-

    so

  • tas interesados- quiso hacer de Snchez parta de un errneo wnceptodel arte, y desde luego era a todas luces injusta.

    En el otro extremo de la gradacin lingstica podra colocarse lasobras de su ltima forma: "Nuestros hijos", "Los derechos de la salud"y "Un buen negad::>" -reiteracin episdica de "La pobre gente". Enellas el lenguaje ms que academizante -que no lo era, en rigor; est im-postado en oh'o nivel cultural, simplemente- es doblado de formas pe-iiodsticas o literarias, o de enjundia cientfica -claro que de un cien-tifismo muy a flor de piel... Snchez pretende por su medio dar un"chachet" cultural a los motivos dramticos, ubicar en un mbito de-terminado el episodio que presentan; no utiliza la diferencia dicente co-mo opositivo, segn ocurre entre Julio y Olegario en "M'hijo ... ", o co-mo d'esubicacin ambiental y cultural aquella "teora fsica de los va-sos comunicantes" a que se remonta Horacio en "La Gringa".

    Slo exagerando ]a conceptuacin puede hablarse de lenguaje eru-dito' o acadmio::> en Snchez; que, en todo caso, aparece en las obras dela ltima poca, que no son precisamente ni lo mejor ni lo ms carac-terstico ...

    Dnde y cundo pudo captar Snchez el habla de sus personajes?En cl!anto sicologa y habla se compeneh"an profundamente, el habla delos fantoches responde a su espritu, y con l al ambiente; concebido elpersonaje y su drama, resulta condicionado su modo de hablar; y comolo que ocurre en la escena del teah"o de Snchez es fraguado con par-tculas de realidad, importa, pues, determinar dnde Florencia pudo ob-servar esa manifestacin de vida.

    Nacido en Montevideo en 1875, con su familia reside los primerosseis aos de vida en Treinta y Tres; en 1882 se radican en Minas, ciu-dad' serrana, entonces de unos pocos miles de pobladores. Ah perma-nece hasta 1892; en ese ambiente puede haber conocido la vida cam-pera, y naturalmente captado el lenguaje de sus habitantes; ello no obs-tante, sus prin1rOS ensayos literarios -un esbozo escnico, "Los sopla-dos", y algunos artculos- no recogen o::>n la plenitud formal y~sicolgica lo que luego caracterizar, en 10 que nos ocupa, el teatro san-chiano: la fotografa idiomtica.

    Peregrina Florencia por varias ciudades platenses. En Montevideointegra (1894) las redacciones de "El Siglo" y "La Razn", y se hacenotar por unas crnicas policiales dialogadas -al estilo del gnero quemantena, en boga Fray Mocho-. En 1897 se incorpora a las fuerzas deAparicio Saravia, y derrotados los revolucionarios pasa al Brasil -don-de visita los campamentos de Joao Francisco; escribe "El caudillaje cri-minal"-; al poco tiempo est por Buenos Aires y Montevideo.

    En 1898 se radica en el Rosario argentino. En 1902 pasa varias se-manas en la C01::>nia Aldao -de la propia provincia de Santa Fe-, y

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  • luego en la estancia del Dr. Alejandro Maz. Y prcticamente ya no vi-ve ms en el campo -su estada por unas semanas en la estancia de supariente Snchez Carballo en Florida (Uruguay), en 1907, no tiene in-fluencia alguna sobre el lenguaje de su teah'o, que ya, est Olientado ha-cia una escena universal-; de modo que aquella acotcin que antece-de a la primera "Velada (s) de la cocina" en. "El Gladiador" de Buen::JsAires -en ellas aparecen "reminicencias de voces anotadas [ ... ] a tra-vs de sus correras por la campaa uruguaya y argentina"---, es de pocovalor al efecto que nos ocupa.

    Esos fueron los ambientes y ocasiones en que Snchez pudo asimi-lar el l~nguaje campero. Y es interesante sealar, inclusive para valo-rar su aptitud retratista, que de sus "vacaciones" santafesinas menciona-das no solamente trajo la h'ama dramtica ajustada al real proceso eco-nmico-social y espiritual que vivan estos pueblos, el ttulo de la obray el lenguaje de los personajes nativos, sino una realizacin plena delcocolichesco -aunque no tan precisada como en "Moneda Falsa": noda la forma del habh de los personajes italianos, sino que la indica: tan-to esta pregunta como la respuesta deben ser dichas en dialecto pia-'monts, y dos escenas ms all reitera que el personaje debe conservarmarcado acento italiano; ello no obstante, ms que en. la morfologa, enla sintaxis de esos personajes puede notarse su condicin. italiana-, queas aparece integrado, aunque en realidad ya lo estaba en "La pobregente", estrenada un mes antes, por boca de Giovanna, al habla de lospueblos platenses.

    El teatro fosterior a "Barranca abajo" es ciudadano. Pudo obser-varlo y absorverlo a la saciedad en las cuatro o cinco ciudades riopla-tenses donde residi: Montevideo, Buenos Aires, La Plata, Rosario -has-ta podra singularizarse uno que oh'o localismo lxico-; y como la quemenos no dejaba de tener sus puntas de cosmopolitismo, y el nivel so-cial popular en que trascurre la mayor parte de sus obras era aquelen que estaba producindose la amalgama tnica de los pueblos que in-tegramos, los injertos cocolichesco y lunfardesco se producan con to-da naturalidad. Esta realidad lingstica fue observada y reproducida fiel-mente por Florencia, y as esas hablas, en todos los grados de la escalasocial, son documento de la integracin y formacin del dialecto riopla-tense ciudadano.

    El color y vivacidad del lmguaje de las obras de la ltima pocason muy opacos, correspondiendo a la disminucin de la fidelidad retra-tista de ambientes y sicologa. Es un habla cuidada, en que la veteranadel periodista procura lucirse a costa del sacrificio de la espontaneidad.No cuesta aceptar que Snchez, despus del 13 de agosto de 1903, y dela instalacin de su hogar en Banfield (1905) estuviera en mejores con-diciones para observar ciertos ambientes ("En familia", "El pasado","Nuestros hijos") y sus personajes y hablas, y cayera en cierta opacidad

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  • expresiva, abriendo su teatro a un lenguaje despojado de dialectalismosy localismos, extensivos al ecumeno castellano parlante. Es sintomticoque para confirmar el retratismo que Florencia declara en carta a su her-mama China: "Uno de los personajes [de "M'hijo ... "] se llama Olegario[nombre del padre de ambos], y una de las escenas ms pintorescas lesreo::Jrdar [ ... ] cosas vividas en [esa = nuestra; Florencia an no se ha-ba casado] casa, en la intimidad de ese hogar tan bueno", ningn ex-geta o bigrafo ha intentado determinar cules fuesen las escenas pin-torescas de "cosas- vividas en casa", ni, siquiera, si Julio pudiera ser elmismo Florencia; y en cambio s se ha sealado en ambientes de clasemedia: el Sr. Daz de "Nuestros hijos", movindose entre recortes de cr-nicas policiales, o la doliente Luisa de "Los derechos ... ", amontonandofrases que hacen "pendant" con las literarias de Roberto.

    La interpenetracin de las hablas es lo ms interesante del tea-tro de Snchez; es mem exponente, en el plano lingstico, de su na-turalismo quintesenciado. Siendo un fenmeno histrico-social. no dejade tener sus concomitancias sicolgicas, fruto verdadero de la aptitudobservadora del autor. Con diferencias graduales ya aparece marcadaen el diverso campero que hablan Gur, Mama Rita o Jesusa; en el co-colichesco de don Eloy -que pasa inadvertido porque es castellano 0::JDtono espaol-; en el ciudadano de clase media del segundo acto delmismo "M'hijo ... "; y aun en las parrafadas de Julio. Luego, en los ni-veles p::Jpulares, ese fenmeno de la interpenetracin de hablas -queen la situacin de discurso significa su natural empleo por el locutor,la consiguiente comprensin por el alocutario, que a su vez respondecon su habla, y recprocamente es comprendido por el otro al'::Jcutario-es corriente en el teatro sanchiano.

    Cmo observaba y absorba -permtaseme repetir esta expreSlOn,nacida, acaso, antes que en su valor semntico, en su homografa taqui-grfica- Snchez los datos de la vida real que trasportaba a la vida es-cnica?

    Joaqun de Vedia, a poco de muerto Snchez, recordaba: "Dos co-sas no le cansaban nunca: caminar, y no [ ... ] por lugares elegidos deantemano, sino al azar de las calles y callejuelas tortuosas y tumultua-rias del suburbio pobre [ ... ]; y leer diarios, en 1'::Js que no Se le esca-paba una sola noticia, un solo detalle insignificante, reteniendo, conmemoria que nos maravillaba, los pormenores de las cosas ms ajenasa sus actividades normales, o que debamos creer ms indiferentes a sunaturaleza y 0::Jstun1bres. [ ... ] Le acompa en algunos de esos paseos,que me resultaban estupendamente aburridos, y de los que l sacaba,

  • con su aire distrado y su mirada soolienta, un cmulo de observacio-nes que eran relieves o efectos de sus obras", "Cuando nos deca[agrega de Vedia]: 'Estoy haciendo un drama', o una comedia, y noscontaba su argumento, podamos afirmar que nada, ni aun el ttulo dela nueva obra, estaba listo; si acaso, elaboraba entonces una idea, elplan de una pieza", "Escriba en cualquier parte: en el caf, en la salade un diario, en el cuarto de un camarada; y a veces, tambin, en sucasa".

    De Vedia narra as la escritura de "Los muertos": "En un peque-o cuarto de hotel, lleno de humo, sembrado de cuartillas que se borro-neaban las unas sobre las otras, y que l arrojaba sin mirar, desde sureducida mesa, sobre la cual se inclinaba, todo encorvado, todo enco-gido, como procurando una concentracin de energa nerviosa, dio tr-minada 'Los muertos' ... ",

    Pero ya lo ha dicho de Vedia: Florencia tambin escriba en sucasa. Garda Esteban recogi de labios de la esposa el recuerdo de esosmomentos: "Se encerraba en su cuarto, y se sentaba a la mesa, conpapel, pluma, tinta y mate. Si haca fro, se arropaba 0:)11 una manta,y all trabajaba, convulso, hasta que no poda ms, o hasta que dabafin; entonces quedaba exhausto". La propia Catita "recuerda -roboraImbert- que se pasaba toda la noche despierto, lucubrando su pr-xima obra, en un estado febril de parturienta ... ". Cuando estaba ges-tando "Barranca abajo", "le dijo [ ... ] en la cama, graciosamente, conentusiasmo, pensando en la obra que iba a escribir, mientras golpeabalos dedos nerviosamente contra la madera durante toda la noche: 'Voya tener un muchacho as! ... "'.

    Otros datos interesantes sobre el modo de concepcin y trabajo deSnchez brinda su primo Joaqun, relatando la escritura de "Los dere-chos., ,":"[" ,] Le ped que escribiera algo [... ] que se desarrollaraen un ambiente de cultura ms refinada que sus producciones anterio-res, 'Por qu? -me dijo-; no me cres capaz? -S; precisamenteporque te creo capaz es que te lo pido .. , -Bueno'.

    "Aquella noche se acost preocupado y durmi poco, segn medijo su seora, probablemente dando forma a la obra, y (lrdenandoen su imaginacin los personajes que haban de actuar.

    "A la maana siguiente invit a la Nena a dar un paseo por elcampo, y la condujo en un cochecito de mano. Volvi al almuerz:),y me dijo: 'Ya tengo pensado el primer acto; ahora me ser ms f-cil seguir'.

    "De tarde tom la escopeta, y,- sali solo. Volvi al I:)scurecer, yme dijo: 'Ya tengo el segundo y tercer actos; maana me sentar a es-cribir'.

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  • "Efectivamente, [al otro da] se levant ms temprano que de cos-tumbre, y dio comienzo a la obra en esta frma: la nia a su lado leacariciaba la cabeza (con) [y le haca] preguntas e impertinencias quequedaban sin respuestas; la se'ora le cebaba mate, como de costumbrecuando el dramaturgo trabajaba; mi seora y yo conversbamos y rea-mos en alta voz, mientras aquel escriba de o::>rrido, sin cesar, ajeno atodo lo que pasaba a su alrededor, en un estado de excitacin nervio-sa que se revelaba en sus ojos, en sus ademanes con la mano libre, yen sus gestos.

    "Terminado el primer acto la misma maana, tom el telfuno pa-ra hacer una consulta profesional a su amigo mdico, el doctor JuanGuglielmetti, wbre ciertas dudas relativas, y apercibido este faculta-tivo del error en que incurra Florencia al hacer figurar a la protago-nista de su obra dominada por la desesperacin de su enfermedad, lehizo presente la caracterstica optimista de la mayor parte de los tu-berculosos, que se abrazan a cualquier esperanza antes de morir.

    "Volvi al escritorio, mmpi todas las carillas que contenan el pri-mer acto, y las tir al canasto.

    "Despus de un almuerzo ms frugal que de costumbre, volvi areconstru' lo que haba destrudo, cambiando el sentido del asunto conla misma facilidad con que haba hecho el trabajo anterior, y lo dejterminado en la tarde.

    "Al da siguiente concluy el segundo y tercer actos, de corrido ysin descanso, tirando solamente dos o tres carillas, y la obra qued ter-minada, como consta, p::>r su letra, en los originales".

    Un serio problema que Se presenta al estudioso de los textos san-chianos es el de su escritura. Florencia escriba, en la fiebre de la re-daccin, con errores de pluma, de ortografa y de puntuacin; estos se-ran peccata minuta, pues hay que reo::>nocer que los ms minuciosos deesos signos son insuficientes -desde Rod a Romildo Risso ha sido de-clarado- para precisar las sutilezas de los estados anmicos. Agrgue-se que para tres de las hablas empleadas por los personajes sanchianos-el gauchesco, el cocolichesco y el lunfardesco- no se dispona -no sedispone an hoy- de normas escriturales; de modo que aun el escritorms riguroso tal vez hoy no lograra aplicar formas regulares y coheren-tes. Desde luego, Florencia sera el menos indicado para ello ...

    Otras circunstancias agravantes son: el desapego con que se tratalos manuscritos durante los ensayos; la intervencin de directores y ac-tores en la deformacin -a veces por detalles nimios- de la verdadera

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  • leccin del dramaturgo (0); las abundantes erratas tipogrficas de las pri-meras ediciones, generalmente populares; el descuido sucesivo con quese van perpetrando -y aumentando- tales errores. En fin: para aho-rrar detalles, recordar la ardua tarea de los exgetas d'e Shakespeare.En el caso de Snchez, al estudiar, establecer y comentar los textos, he-mos procedido segn nuestro' leal saber y entender, a conciencia del ries-go constante de en:>::)r en que estbamos.

    No precisa hacer esfuerzos de dialctica para convencerse de queSnchez no inlpone su propia expresin a los personajes que presenta.Nmero insignificante constituyen los casos de expresiones propias regis-tradas en correspondencias, ancdotas o textos no teatrales, que' aparecenen su teatro, y aqu resuenan con tono falso; esto ocurre, en todo caso,en las obras de la ltima poca, cuando Snchez, en vez de or la vozdel pueblo, piensa para in1aginar cmo han de hablar las figuras que po-ne en escena. La tacha que Roxlo opuso a Snchez, diciendo que "eraun instinto enorme, con ojos y odos en abundancia", sobre ratificar latcnica naturalstica sanchiana, se convierte en la mejor exaltacin deuna de las grandes virtudes de su teatro.

    Veamos algunos datos sobre las hablas de los personajes sanchian::>s.Campero.

    De las tres grandes obras gauchescas -de cualquier modo, no ol-videmos que se trata de un gauchismo desprovisto ya de todo halo he-roico, lo cual, condicionando episodios, afecta tambin la expresin ver-bal, la sicologa y el vocabulario- slo en dos ("M'hijo ... " y "Barran-ca abajo") se presenta la vida tradicional ganadera, que ya en ese mo-mento implicaba la trasformacin del oficio y del realizador, el gauchoprimitivo; la tercera ("La Gringa") documenta ese proceso modificante,la trasformacin histrico-econmica-social del gaucho, que para subsis-tir va a convertirse en chacarero, con toda sus c:::mcomitancias sociales;proceso que Snchez personifica en seis figuras palpitantes de vida y ver-dad, y que, por esto, no slo eran preferidas por su creador, sino que,como seal Frugoni, adquiran o::>ndicin de smbolo.

    El lenguaje que utilizaban los pobladores de nuestros campos eraya, pues, el 'campero' que hoy subsiste. En su trascripcin por Snchez

    En este sentido, el Arqto. Garcia Esteban, minucioso bigrafo de Snchez,est acometiendo una sana tarea benemrita. tratando de establecer los textos san-chianos genuinos.

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  • no se da una sola expresin que disuene, impropia en cualquier sentido:semntico, morfolgio:J, sicolgico, idetico; no puede sealrsele ningu-no de esos exabruptos o extravagancias de forma o de concepto en quecaen los autores que, careciendo de un efectivo conocimient:J y sentidodel habla gauchesca, exageran la nota.

    Un punto interesante de esa habla han sealado eruditos estudiosos(un Martnez Vigil, con sus "Arcasmos espaoles usados en Amrica",1939; un Laguarda Tras, con sus "Observaciones y sugerencias sobre lalabor etimolgica", 1973): muchas voces que resuenan en boca de la gen-te de estos pueblos, y por eso diputadas como singulares nuestras, sonlegado de conquistadores y colonizadores, con que venan a compensarel apagamiento de las lenguas autctonas ...

    Hablas ciudadarias.

    En estos tiempos' de intercambios y de intemacionalizacin en tantosplanos y p:Jr tantos canales -extranjerismos, tecnicismos, neologismos;sin olvidar la posibilidad de llegar a una "lingstica del cosmos", deque habla Kondratov ("Sonidos y signos")- no ha de llamar la aten-cin la interpenetracin de hablas en el teatro sanchiano, como fen-meno testimonial de la D:Jrmacin del dialecto rioplatense, Slo cabe ano-tar que fueron ms abundantes y estables las penetraciones camperas enel reducto ciudadano, que viceversa,

    En la ciudad esa compenetracin se estratifica y circunscribe. Sn-chez recoge y reproduce el fenmeno articulndolo con lo que constitu-ye columna vertebral de su teatro: la veracidad. Pero este mecanismofalla en las obras de la ltin1a poca, que no se producen a nivel po-pular; el dialecto rioplatense se desvanece, y Snchez no es Snchez.Carlos M:.J. Princivalle resume su crtica al Snchez de este momento conesta observacin: "No se reCOl1l:Jce a Florencia Snchez, el gran artistade lo simple, diciendo avezar por acostumbrar".

    La ciudad era y es el recipiente donde se amalgaman el camperocon el lenguaje culto de conformacin europea -las excrecencias coco-lichesca y lunfardesca, si tuvieron (y es evidente) algn efecto:J, el pasodel tiempo va neuh'alizndolas-; pero el sush'ato popular era predomi-nante -dan fe de ello un Fray Mocho, un Snchez, un Aprile, entreotros-, y as los rasgos gauchescos persisten en la morfologa del hablaciudadana, sobrepujando muchas veces la accin de la escuela o el dog-matismo academista- al estilo de lo que ocurre con el vose'9 y su corre-lato verbal.

    El cocolichesco.

    Al su respecto parece curiosa la posicin de Snchez: en la conferen-cia que sobre teatro nacional dij9 en 1908 en el Ateneo de Montevideo

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  • declara: "Excluyo por repulsivo, inesttico y falso, al famoso Cacoliche,que an pasea su grotesca figura por los actuales escenarios nuestros",pues para esas fechas ya haca tres arKlS que en el escenario sanchianoaccionaban y hablaban unos ocho o diez individuos que chapurreabanel castellano con acento italiano ...

    Ocurre que en esas palabras Snchez discierne valores, calidades;distingue, y en cierto modo defiende los 'italianos' de sus obras; e impli-can rechazar para la doa Annunziata de "Mano santa" o el Gamberonide "Moneda Falsa", el calificativo de 'grotesco', aun en el mejor senti-do discepoliano. Como padre de las creaturas, tiene razn; y tambinla tiene por la condicin humana de esos personajes y de los que losrodean; pero es innegable que en funcin del naturalismo teatral de co-coliches' sanchianos brindan dat.:>s positivos del fenn1eno histrico-social,y consiguientemente lingstico que se produca en aquel momento porestas tierras.

    Hoy el fenmeno subsiste, sobretodo para quienes tenemos algunosabriles de ms; los trastornos sufridos por el mundo en estos tres cuar-tos de siglo, y la agilitacin de comunicaciones e informacin, haciendoimposible que en el ms apartado rincn del muna:> no llegue el rudocosmopolita, lo descaractarizun e invalidan, y hacen que no sorprenda anadie el "agringamiento' de las hablas -que subleva a Cantalicio-, seacual sea su signo idiomtico.

    Quedara' an, colocada la cuestin en la poca de Snchez, por ave-riguar si su o:>colichesco es ms genuino que otros; pero aun en nuestromedio el asunto no da ms que para estudios histricos, o, a lo sumo,correctivos -y consiguienterpente normadores- de los reflujos callejeros.

    El lunfardesco.

    Otm tanto dgase de esta jerga.Sin entrometernos en eruditas disquisiciones recogidas en copiosa li-

    teratura, insisto en algo sealado ms arriba: las voces de origen lun-fardo que se hallan en Snchez -aun en "Moneda Falsa" y en el se-gundo cuadro de "La Tigra", que son los episodios que podran tenerespecfica connotacin profesional- aparecen ya integradas al habla po-pular. De cualquier modo, a nuestro juicio, este fenmeno -es decir:el uso popular de expresiones lunfardescas, despl1:>vistas de significacinjergal, aunque su 'etimologa' sea esa- no da derecho a designar como'lunfardo' el habla del pueblo bonaerense, o de ciertos niveles y am-bientes ciudadanos en las tres capitales platenses: Buenos Aires, Monte-video, Rosario.

    La mayor cantidad de las voces lunfardescas subrayadas en Snchezdocumentan el camino que van haciendo hacia su decantacin en el quealgn da podr .designarse como dialecto rioplatense.

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  • Tambin Snchez, en su conferencia sobre el teatro nacional brindaalguna luz sobre el proceso del lunfardeso3: "Un empresario ingenioso[dice, al referirse a la influencia del gnero chico espaol en un mo-mento dado de la escena rioplatense] pens que nuestro lunfardo subur-bano poda remplazar..... Destaco ese concepto 'lunfardo suburbano,que ms, bien sera el habla orillera que suena en la boca del Compadrede "Los curdas", breve y riqusima figura en que se personifica ese pro-ceso lingstico en las ciudades platenses.

    Extranjerismos.Podra excusarse cualquier referencia a ellos; y no tanto por las com-

    plejidades explorativas que aparejan, sino porque en realidad en Sn-chez no tienen una funcin determinada; pocas veces responden a unamanifestacin propia del personaje, y aun los ms frecuentes y constan-tes -podramos ver como \'in representativa a 'whisky'- aparecen enmedios no comunes en el teatro de Snchez.

    Queda, an, la confusin resultante de su escritura, en la que laserratas involuntariamente perpetradas aparecen multiplicadas. Algunasgarrafales, sobretodo por su reiteracin, como "sh'uggle for life" o "fiardi lavio" -curiosamente, ambas en las "conferencias" de Snchez.

    Por las anteriores razones no creo que valga la pena, pues, de per-der tiempo en la consideracin de este fenmeno lxico, que en Snchezy en ese tiempo no tena la in1portancia y volumen que hoy adquierenen cualquier idioma de cultura.

    Elementos para.lingsticos.

    Hasta aqu hemos considerado la materia intrnsecamente idiomti-ca, lxica de que Se valen los personajes sanchianos; pem hay otros as-pectos conexos, de mayor o menor penetracin en la expresin verbal,y que complementan la manifestacin de los estados de espritu, volicio-nes y aun acciones de los fantoches. Sn, ciertamente, pilares sustenta-dores del gnero teatral, que en distinta medida -segn el gusto dela poca, la genialidad o escuela del autor, etc.- conforman el drama,los episodios que en el escenario se entretejen con la palabra; pero pue-den reducirse a ser meramente d3cumentales, comprobables histrica-mente; otros, materiales, y constituyen lo camal de la expresin; otros,squicos, y exteriorizan el alma de los seres y sus actos.

    Voces naturales.

    No se trata de las formaciones onomatopyicas -que algunas hay-sin de exclamaciones o interjecciones, "partes" de la oracin a las quedesde el P.!illto de vista serna-sintctico se atribuye poco valor, pero que

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  • como manifestacin de estados de nimo pasionales, como factores sico-lgicos, como:: "expresiones ms o menos involuntarias que preceden ala verdadera manifestacin del pensamiento" pueden tener mayor valorque las formas codificadas; se trata de "frases cortas en forma de ex-clamaciones [explicita, an, Beinhauer] que originariamente fueron res-puestas dadas con toda deliberacin, pero que con el uso han venid,:: acuajar en frmulas estereotipadas, dichas ya involuntariamente".

    Por esta condicin irreflexiva, aun en 1::s escritores ms meticulosossu grafa es insegura o imprecisa; en Snchez, por s o por mano deterceros, el fenmeno se agudiza; por esta razn la interpretacin delmorfema, desde su prosodia a su semntica, debe ser establecida por eldirector o actor, a fin de que llegue al espectador el verdadero sentidode la expresin; as, por ejemplo, la serie "pshc - phss .., phis - pst - psss- pchist - pchst - chist" puede ser distintas grafas de una misma signi-ficacin, o significaciones distintas expresadas con la misma grafa.

    Agrguese que en el gnero teah'al, sobretodo en la escuela natu-ralista que cultiv Snchez, y en el nivel popular de la mayora de susobras, la exclamacin interjectiva es un recurso revelador de procesosanmicos. Y es en este sentido que Snchez deviene maestro; 10 procla-m Joaqun de Vedia ante aquel sintagma que con tanto sabor saben usartambin nuestros vecinos gachos. "La escena final del primer acto [de"La Gringa"] contiene un hallazgo. Ante la revelacin de los amoresde la gringa y de Prspero, Cantalcio, el padre del segundo, slo diceuna cosa que no llega a ser una frase, y que lleva a ser un poema:.Oigall ... ' Esa p.1abra vale [por] un largo parlamento (... ); es unagran frmula sinttica que condensa los anhelos y las ansias que van aagitar en adelante [en el decurso del drama] a la mitad de los perso-najes". " i

    Poco hay que agregar, como juicio sobre la aptitud de Snchez parael exacto empleo de esas formas, al tusirtico concepto ,de de Vedia;mxime si se tiene en cuenta que el lector puede constatar su exactitudcon slo abrir cualquier pgina de Snchez.

    Prosodemas y fonetizaciones.

    Me refiero, ms que a formas lxicas, a escrituras. El intrprete de-be decidir, por ejemplo, si "ayudemn" contiene errores tipogrficos oes un idiotismo que el autor pone concientemente en boca del persona-je; o bien determinar si vale la pena, y cmo, marcar una distincin fo-ntica para dar entrada, en "La gente honesta - Los curdas", a la ludo-loquia 'cenadores I senadores', o bien si debe sealarla mimticamente.Tambin debe resolver la diccin de abreviaturas: "etc., etc.", o de for-mas siglares como "P. B. T.", contrasigla de 'pebete = nio', o de lassiglas "L. C." = 'ladrn conocido', o "V. M." En sta, qu dir el

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  • actor: 'usted', 'vuestra merced', 'vuestra seora'? No corresponde 'usa'?Era conciente, Snchez, de los titubeos que dejaba palpitantes en esas es-crituras?

    Cuanto a fonetizaciones, vaya y pasen -pese a sus inconsecuencias-las del lenguaje campero o callejero- "sarasa - pesua - corcobea -esistente - esagerar"-, que erradas o no en su escritura sern pronun-ciadas sin dudar, pero cuando el actor se enfrenta con voces lunfardes-cas o cocolicheschas, que pueden aparecer escritas de un modo u oh'oen el lugar menos pensado, cmo determinar su prosodia si no es porel conocimiento prctico, vivo que del habla verdadera tenga el intr-prete?

    Mimesis.

    Con esta voz indico los ademanes o movimientos que subrayan cier-tas expresiones orales; lindan y complementan, generalmente, interjec-ciones; por aquello y esto imposibles de nmmar, pero que actores y di-rectores deben precisar, so pena de desbaratar el efecto dramtico.

    Snchez gustaba del recurso, lo empleaba espontneamente en surealidad vital: cuando DoelIo Jurado le reprochaba que no se entregarade buenas a primeras a la intimidad afectiva, le replic, "alargando elbrazo, presionndome el hombro con la n:ano r... J: -No, no; siempre,no. Como ser: a usted k) quiero ... " En la carta con que enva (1893)a Masoni de Lis su primer "artculo de costumbres", ya le dice que "esas! ... ", ex-presin vaca de significado si no se acompaa de un ade-mn, el mismo con que quince aos despus hay que agregar a la mis-ma voz en la calta a Scarzolo (12 de agosto de 1907), cuando se refie-re a la calidad o cantidad de whisky de que poda disponer en la es-tancia de su primo Joaqun Snchez en Florida.

    Naturalmente, los personajes de Snchez no mezquinan tales gesti-culaciones; su registro es extenso y variad::>, y va desde las muecas querecprocamente se endilgan Genaro y la Encargada en "El desalojo"-;hastaun doble juego que se da en una misma lnea, por el mismo personajeen "El pasado" (III-1): Tit, la ta chismosa, se justifica: "Lo que es deaqu. .. [y acota Snchez:J (sealndose la boca) ... ni esto!"; es decir:el autor se ha credo obligado a precisar la referencia de 'aqu', perono en 'esto ... '

    Esas inconsecuencias de procedimiento en Snchez son frecuentes,estn desperdigadas en todas sus obras; pero con:o se trata de recursosespecficos, nadie dejar de percibir su condicin en cada caso. Cuandoesto no ocurre porque no es complemento obligado de la palabra, Sn-chez 11::> consigna: Vase el final del primer acto de "Nuestros hijos", cuyarealidad de verdad -Mecha arranca con violencia los broches del ves-tido-, disfrazada por una pudibundez bien mojigata, haca protestar a

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  • voz en cuello a Frugoni: "gesto cuya hermosa audacia no todas las actrices se atreven a trasmitimos ntegra".

    Roxkl reconoce habilidad dramtica en Snchez slo por la aCClOn,el movimiento. Dejando de lado el sentido del reparo, tiene razn: va-se la ltima escena de "Los derechos ... ", y pinsese si el teln no ocul-ta ms movimientos que acalla palabras; es decir: si el cierre de la obrano se produce ms por silencios y trascurso de tiempo, que por o::mc1u-siones coloquiales. (0)

    Ludoloquias.

    En esta voz -neolgica, si se quiere- involucro todos los casosdesignados como 'cuiprocus - retrucanos - calambures - juegos de pa-labras'; consisten en algo as como contorsiones lxicas sin agregado mi-mtico. Pocas hay en Snchez, y poco valor dramtico tienen; la mayorcantidad se da en las dos variantes de "La gente honesta - Los curdas"-desde el 'senadores / cenadores', hasta el "por un buen durazno tirola mejor pera"-, y aun en ciertas escenas de vida frvola de "Los muer-tos"; la que perpetra Cantalicio en "La Gringa", trocando el "scherzo"italiano en el 'escuerzo' criolkl, la asordina Snchez, hacindola decir enaparte.

    Pero el instinto lingstico del dramaturgo se manifiesta en algunosaciertos, como el de 'sanseacab' en "El pasado" (1-1), que Beinhauerrecoge y la Academia consagra con menos antecedentes etimolgicos quelos que ofrece Florencio.

    Insisto en que Snchez no explota el recurso; de esto surge tambinla injusticia de quienes pretendieron tildar de incorrecto (y aun soez)el lenguaje de sus personajes; pues sobre ser sabido que los juegos depalabras carecen de dignidad idiomtica (ver Beinhauer), si en Snchezel personaje y la situacin confluyen en un taco, ni una vez deja de re-currir al eufemismo desde 'pcha' a 'pucha' ("Barranca abajo", 1-8) enel caso de 'p (rostitu)a'.

    Por cierto que sobre esta escena Garca Esteban seala y documenta di-ferencias, acaso fundamentales, entre el texto que ofrece Cneo, y el que segnnuestro compatriota fgura en el manuscrito (v. nota de las pp. 206-207 de su"Vida de Florencio Snchez"); acepta que el episodio impreso es ms propio queel manuscrito, "redomadamente malo", pero reivindica un final que slo puederesolverse segn el procedimiento de "canten papeles, y mientan barbas": invier-te la atribucin de los dos ltimos parlamentos: "Roberto. Muerta? Renata. No;duerme", relacin dectica, squica y dramtica bien verismil; pero cierra la obracon una interjeccin: "Phss!.. ,,", que sobre requerir una gesticulacin, perturbala poesa del concepto -las 'voces natur