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POETAS SOCIALES DE LA ARGENTINA (1810 – 1943)

PROLOGO “Hay arte que, como la débil y bella luz de la luna, ilumina y no calienta. Pero hay un gran arte, y éste, como la hermosa y fecunda luz del sol, calienta e ilumina: Este arte señala al hombre el camino que lo lleva a superarse”. Álvaro Yunque (La Literatura Social en la Argentina). Este libro panorámico no es una antología. Me apresuro a advertirlo. El gozoso y lento trabajo de “escoger flores” no cabe a un hombre de esta hora. Y que la vive. Falta luz, o sea tiempo. En tanto llega ese feliz antólogo, he aquí este libro documental, exposición o índice o mosaico o demostración de lo que ha hecho la poesía épica – “social” – en la Argentina desde los albores de mayo hasta hoy, hora también de albores. Otra advertencia: este no es un libro ecléctico. Es un libro militante. Un libro de su momento. El poema sin inquietud ideológica se ha excluido de él, deliberadamente, tan deliberadamente como de las “antologías” habituales se excluye el poema con inquietud ideológica. Pareciera que para los antólogos la única poesía es la lírica y, en el plano de las ideas, la patriótica o civil, la religiosa y, cuando mucho, la filosófica. La poesía social, de protesta contra la organización burguesa, para ellos no es poesía. “Política en verso”, dicen, ignorantemente desdeñosos. Aunque política en verso es toda la gran poesía del mundo, desde el Mahabarata y Fidurzi, Homero y Virgilio, Dante y Tasso, Hasta Whitman y Berrearen, hasta Maiakowsky, los que cantaron al heroísmo del pueblo español y los muchachos, recién nacidos al arte, que hoy cantan al heroísmo del pueblo ruso. Por qué en aquellos “florilegios” se destierra sistemáticamente toda la poesía social, lo expliqué en una nota de mi libro “La Literatura Social en la Argentina” . Se titula: “Imposición de una determinada cultura y de su arte”. Reproduciré LO esencial de ella, porque es imprescindible para este prólogo: La clase social directora económicamente, impone también la dirección mental que conviene a sus intereses. La clase burguesa, hoy detentadora del monopolio de la producción, detenta también la cultura. E impone un determinado arte, SU ARTE. Esta imposición, por supuesto, nunca puede ser total. Siempre hay artistas rebelados que critican la realidad porque esta realidad los oprime, y que anuncian la realidad del mañana. En la Francia del siglo XVIII, un Diderot un Rousseau; en la Rusia del siglo XIX, un Tolstoy un Gorki, en la Argentina del siglo XX, sus poetas socialistas, anarquistas, comunistas y aún los simplemente liberales, todos fermento de inquietud, cuando no sillares ideológicos de las construcciones proletarias. “La lucha entre la conservación política y económica y las fuerzas que quieren romper el viejo molde de las relaciones sociales – escribe Jean Freville, antólogo de Lafarque, Marx, Engels y Lenín – toma primero la forma de una lucha de ideas. La crítica por la pluma precede a la crítica por las armas.” Un ejemplo de esta imposición de SU CULTURA, DE SU ARTE, que hoy realiza la clase burguesa, como antes lo hiciera la feudal, y antes el patriciado de Roma, y las aristocracias de Grecia y de la India, o el sacerdocio de Egipto, lo tenemos en sus autores de textos escolares y en sus antologistas. Escalofría leer aquellos, constatar los juicios, piedras que se amontonan como verdades sobre la dicacidad de las nuevas generaciones. A jóvenes que pudieran ser nuestros hijos se les impone admiración por adefesios literarios que ya se les imponía a nuestros padres. Esta inmovilidad no es sólo el resultado de la caquexia profesoril, sino de la imposición estatal: Uno de los mil recursos con que la clase dominante se defiende contra los ideólogos del proletariado.

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Otro de esos mil recursos lo constituyen las antologías. Leyéndolas pareciera que, para los poetas, nos hallamos en el mejor de los mundos. No hay en casi todas ellas un grito de condenación para la injusticia de la realidad circundante. Los poetas revolucionarios en ellas incluidos – cuando su importancia ya es indiscutible – lo están por sus composiciones menos características. Aunque, por lo común, los poetas revolucionarios están excluidos, sencillamente. Con el andar de los años, cuando sea otra la clase social que impere y otra la cultura – y otro el arte – vendrán quienes, haciendo la lógica revisión de valores que habrá de hacerse, comenzarán asombrándose de que, ya alboreada la sociedad obrera, en el mundo américo-hispánico, por ejemplo, sus poetas no se sintieran VATES en lo más mínimo, que todos se hubieran evadido hacia la idealidad lírico-filosófica, cuando no francamente reaccionario-religiosa, ajenos a la poesía magníficamente épica de su momento. Y que no es así, en la Argentina, lo demuestra este índice o exposición de “poetas sociales”. Otros podrán demostrarlo con respecto a las demás naciones de América, en español, portugués, francés e inglés. Se me ocurren ahora, a vuelo de pluma, los nombres de los peruanos González Prada, Parra del Riego y Vallejo, del uruguayo Furgón, del chileno Neruda, del colombiano Luis C. López, de los cubanos Ballagas, Guillén y Pedroso, del haitiano Jacques Roumains, de los estadounidenses Langston Hughes y Mac Kay, de los brasileños Castro Alves y Tobías Barreto... A Langston Hughes, sea el caso, poeta negro de repercusión universal, el copilador de una antología – “Contemporary Poetry” -, refugio de muchas mediocridades, parece que lo ignora. Todos sabemos que no puede ser. ¿Cómo ignorar al formidable Langston Hughes quién esté sólo ligeramente informado del movimiento poético de la lengua inglesa? Se lo excluye por ser un poeta social revolucionario. Nada más. Es cerrar los ojos para no ver el sol. Pero es una manera de combatir – la más cobarde – de los ideólogos al servicio de la clase detentadora del poder. Al escritor social revolucionario se le admira en silencio, se le tributan loas en baja voz; pero se le cierra el acceso a las colaboraciones, se le desconoce en el movimiento bibliográfico, se le niegan las editoriales, se le excluye de los textos escolares, se le destierra de las antologías. A su alrededor, silencio. Para comer de la pluma, ¡doblar el lomo! “A la clase social dominante – escriben Marx y Engels – nunca le faltan sus ideólogos activos, creadores, que obtienen su principal medio de subsistencia mediante la fabricación de ilusiones de la clase sobre sí misma”. Y una de estas ilusiones finca en hacer que la clase rica crea que no existen escritores revolucionarios, que el descontento de la clase obrera explotada no es tan agudo que ya ha trascendido a plumas conscientes y valerosas, capaces de afrontar el silencio y desafiar el olvido. Viene a aventar el humo de incienso de tal ilusión la presencia de este libro que congrega un inesperado número de poetas, sin contar los anónimos. En nombre de la estética y del arte puro, no faltarán ideólogos burgueses que salgan a negar categoría poética a muchos de estos “rimadores de la política”. Sin saberlo ellos mismos, esos ideólogos niegan así la poesía épica. Lo épico hoy no está en los campos de batalla, como en tiempos de Homero o Virgilio, Tasso o Ercilla. Lo épico está en las luchas sociales. De éstas: los campos de batalla solo son el epílogo. Para el crítico burgués, la poesía épica ha desaparecido en el siglo XX. Y uno se pregunta: ¿Cómo un siglo tan estupendo, concurrido por hechos trascendentales, un siglo que ha visto triunfar en Rusia la primera revolución proletaria, no halla voces de poetas capaces de cantarlo? Para los antologistas burgueses, sólo los elegíacos, los angustiados por la duda, los quejumbrosos atentos nada más que a su dolor íntimo, son poetas. A los otros, los que traducen el abejeo urbano, los que afirman credos de redención o yerguen rotundas voces de condenación para la estructura social que sobrevive a la lógica, no se les admite en el Parnaso. Pero mientras exista lucha entre los hombres habrá poesía épica. Los ideólogos burgueses, comprobando el fracaso de su seudo

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democracia, perdida la fe en la construcción de patrias que a sus abuelos hicieron optimistas y creadores, se han tornado escépticos. Y niegan toda ideología. Cuando el arte de una civilización deja de ser vehículo de ideas, esa civilización está decadente. La humanidad, la dolorida y heroica humanidad que siempre renueva su sangre, con su sangre renueva también su entusiasmo y su esperanza. Se ve brotar de ideas jóvenes. Y juventud es poesía. Más aún: juventud es poesía épica. Esta poesía que hoy se llama social o ideológica o izquierdista o libertaria o tendenciosa o dirigida o polémica o socialista o revolucionaria, es la consagrada poesía épica que en otras edades fue guerrera o religiosa o patriótica o civil. Antes se exaltaba a los héroes (Homero), o a los cruzados que iban a libertar el santo sepulcro (Tasso), o a la obra de San Martín (Varela), o a la construcción de la unidad italiana (Carducci), o a la potencia marítima de Gran Bretaña (Kipling)... Hoy se canta al hombre laborioso que en talleres y campos, fábricas y bosques, laboratorios y bibliotecas, trabaja, pero a la vez protesta contra una organización social que le escamotea el mayor fruto de su trabajo. Este canto adquiere tonos diversos, presenta gradaciones, ya es sólo crítica amable o sátira luminea, ya es exaltación de la clase laboriosa o himno de sus aspiraciones. Lo guerrero, lo religioso – siempre que religión sea sinónimo de ideal y no concreción dogmática -, lo patriótico y lo civil de otros tiempos, caben en este canto social. Como ocurrió en otras literaturas, en la Argentina, sucesivamente, fueron apareciendo las distintas formas de lo épico: Fue guerrera en el amanecer de Mayo, y patriótica, muchas veces entintada de religiosa, civilista, en las bregas políticas de la organización nacional. Luego, ya en pie la clase obrera, y a raíz de la fundación de industrias, clase exigente y turbulenta, no estúpida y mansa como la mayoría del campesinado y el artesanado, aquel canto guerrero, patriótico y civil, se torna proletario. Lo que en coplas anónimas o en las sextinas del Martín Fierro o en los apóstrofes de los poetas idealistas fue vaga protesta, adquiere mayoría de voz, toma dirección y se hace heraldo exclusivo de la clase trabajadora. El proceso es natural y significativo. No podían Ricardo Gutiérrez, Almafuerte o los poetas anarquistas de 1910, poseer la convicción en el triunfo que estos poetas de ahora poseen, una vez que han visto entrar la organización burguesa en su última faz, la del imperialismo desesperado. Tampoco estos poetas de hoy cantan como lo harán los del proletariado de mañana. Y he aquí como este libro que aún no puede ser antológico, tiene la doble importancia de ser una realidad en lo que él tenga de arte y un documento demostrativo de que la poesía épica, como toda actividad humana, es un río de aguas, cambiantes según el medio que atraviesan, pero siempre fecundas. Se podría también objetar que, en contraposición a este libro, puede presentarse otro, no ideológico, el cual, en cuanto a lo logrado en poesía y en número de poetas, resultaría superior a éste. Cosa igual podría realizarse en todas las literaturas del mundo. Siempre ha habido más poetas líricos que épicos. Y hay literaturas de gran riqueza elegíaca y dramática que no podrían presentar un solo nombre, un solo poema épico valioso. Se puede ser un excelente elegíaco y, como quería Leconte de Lìsle, ser también un canalla. (Villon, bandolero; Verlaine, un andrajo; Darío, un cobarde; tantos más, plumas incomparables y vendibles.) Pero sólo hombres de talla entera, a lo Dante, a lo Camöens, a lo Whitman, a lo Hernández, a lo Maiakovsky pueden dejar obra inmarcesible en el campo de la poesía épica. La épica se halla en un plano superior a la lírica. Esta es lo emocional; la épica, sin perder lo emocional para no dejar de ser arte, asciende al plano del pensamiento. Y pensar es un trabajo más difícil que sentir. También más peligroso. Transformar el sentimiento en pensamiento, y que éste no deje de ser arte; es la obra de la poesía épica. Nada más difícil. Esto explica la mayor abundancia de poetas líricos, y la parquedad en número de los combatientes. En este libro – que no es una antología, insisto aún – se hallan los intentos sembrados por la Argentina en cerca de un siglo y medio de arte. Lo que de esa

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siembra se cosechó podrá decirlo el antólogo que quizá ya ha nacido o ya está aprendiendo a cantar: ¡Libertad, libertad, libertad! En la escuela primaria... Por lo pronto, cabe esta observación, muy importante: Si ayer balbucientes e indecisos, en cuanto a ideología, y escasos en número, los poetas que cantan la protesta proletaria, ayer sólo idealistas confusos; cada vez que nos acercamos a nuestra hora, aumentan en número y en decisión, a la vez que su pensamiento se clarifica, su voz se torna más segura. Son más revolucionarios. Si ayer, por la voz de sus poetas, el proletariado sólo se atrevía a lamentarse o a sonreir o a murmurar, después de la Revolución Rusa, hito en la evolución de la humanidad, los poetas que se constituyen en voz del proletariado, hacen sardónica su burla y poderosa su protesta. Es el derecho de la humanidad nueva quien se yergue en su voz rítmica: la conciencia de su misión los hace fuertes. En cuanto al plan de este libro, las notas que van al comienzo de cada grupo lo irá explicando. Por diversos motivos – todos ajenos a la voluntad del copilador – no figuran en este panorama algunos nombres, imprescindibles para su totalidad. Así, el de Juan Pedro Calou, intelectual que tuvo una efectiva influencia sobre la juventud de su hora y que realizó labor militante, anarquista, en periódicos de sindicatos. Pero su libro – “Humanamente” – lírico-filosófico, no cabe en el rubro de poesía social. Hay otros nombres de anarquistas: Candelario Olivera, Pedro Maino, Felipe Torcuato Black... que dispersaron sus versos en periódicos efímeros e inencontrables o a cuya obra recogida en libros le ocurre lo propio que a lo de Calou. También faltan los nombres del socialista Rogelio Ameri, el de Nydia Lamarque, autora de “Los Cíclopes”, donde se canta al trabajo obrero, los de Miranda Klix – ya muerto, del que sólo hemos encontrado poemas líricos – y Rolando Martel – desaparecido en Francia, durante la guerra -, ambos de la generación de Boedo. El nombre muy apreciado para mí – poética y personalmente – de José Sebastián Tallon (autor de “La Garganta del Sapo” y “Las Torres de Nüremberg”), poseído hoy de una fecunda crisis autonegadora... Y otros aún, gente más joven y de obra menos importante por el momento. Nada más difícil que conciliar voluntades de contemporáneos, ¡y si éstos son poetas! Otra edición será otro esfuerzo. Por su naturaleza, este es un libro que nunca dejará de crecer y corregirse, de superarse. Buenos Aires – 1943. POETAS ANÓNIMOS Y GAUCHESCOS Hasta las invasiones inglesas (1806-7), hasta la Revolución de Mayo, en la Argentina no hubo poetas argentinos. Un Tejeda en la Córdoba teologal, gongorizante, un Lavardén que coloca su oda al río Paraná, rica de naturaleza americana, a los pies del trono un Maziel, cantor de hazañas virreinales; son españoles con respecto a la poesía, como son españoles Goyeneche o Tristán, nacidos en América y jefes de las fuerzas realistas que combaten a la idea de Mayo. La revolución americana, antiabsolutista, antiteocrática y antimonopolista, movimiento democrático, liberal y librecambista, constituyó un cambio de régimen, transformó las costumbres, dislocó las relaciones de clases. Los hombres que ella suscita – Moreno, Castelli, Artigas, Belgrano, San Martín, Monteagudo, Rivadavia... – nos están diciendo que no es una anécdota histórica sino el resultado de un hondo y lento proceso social. Y como es una verdadera revolución, produce también transformaciones literarias, poéticas sobre todo. “Y la lira está a la altura de la espada”. La lira y las guitarras, podría agregarse, que la poesía de fogones y vivaques, vidalas y cielitos, lleva más poesía que los himnos y las odas de los poetas cultos.

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El pueblo que expulsa al conquistador y se rebela contra los gobiernos coloniales, tiene que producir poetas propios. Poetas de la clase que se va a apoderar del poder, pero que cumplirá la misión de su hora. Y son poetas sociales de esa hora. En sus versos se canta a la patria, idea desconocida para los coloniales. Lo que es aspiración en Luca o López se torna luego realidad en Chassaing o en Andrade; aquellos, voz de la espada y éstos de la Constitución, guerreros y civiles. Lo revolucionario de ayer no es la revolucionario de hoy, pero en lo revolucionario de ayer algo sobrevive al fenómeno de conseguir el ideal por lo que aquel revolucionario combatía. En el ideal de ayer, en parte logrado, había ya un fermento de clase, por así decirlo. Y algunos poetas, generalmente anónimos, o artesanos como Bartolomé Hidalgo, o aventureros como José Hernández, ya son voz de la insumisa pobreza. Esta voz se recoge en el grupo de anónimos y gauchescos. Van en él dos composiciones, al parecer transitorias: “El cielito a la venida de la expedición española al Río de la Plata” y la “Décima celebrando el triunfo de Maipú”. Pero obsérvese que el tono de ambas es popular, irreverente y bien distinto del tono “peninsular” que daban a sus odas – imitación de Herrera, Quintana o Gallegos – los poetas cultos, hijos de la burguesía criolla que había sustituido en el poder a la burguesía hispánica. El ímpetu de su ideología les ha hecho rebasar las formas. Su originalidad es orgánica. En cuanto a las poesías folclóricas y a lo que uno de los “aparceros” de Hidalgo dice acerca de la ley, o a las chacototas décimas de Del Campo o a las indignadas protestas de los Fierro, Cruz y Picardía de Hernández, podría repetirlos el pueblo de hoy. Las causas que las inspiraron subsisten.

Coplas Cielito a la venida de la expedición española al Río de la Plata Décimas El cura no sabe arar Canción de cuna calchaquí Bartolomé Hidalgo: Diálogo Estanislao del Campo: Gobierno gaucho José Hernández: Martín Fierro – Fragmentos

POETAS IDEALISTAS La nación se va construyendo, lenta y dolorosamente. Sus poetas, además de líricos, son civiles: cantan a la patria y sus símbolos. Andrade, Gervasio Méndez, Guido Spano, Lamarque, Obligado, Chassaing. Más adelante: Rivarola, Martinto, Oyueda, García Merou, Fernández Espiro... Después: Darío, Lugones, Banchs. Son poetas “legales”, por así llamarlos; exaltan lo constituido, el trabajo, las glorias guerreras, los héroes militares, los próceres civiles, el futuro provisor. Ninguno de ellos ve que hay pobres y ricos, explotados y expoliadores, dolor y felicidad. Todos, al parecer, viven en Jauja. En este concierto gárrulo dos voces se yerguen, estridulas: la de Ricardo Gutiérrez y la de Almafuerte. Ellos no son siempre civiles. Están descontentos y aspiran a mejorar la sociedad que los rodea. Son idealistas. Algo de ese descontento ideológico se vislumbra en Carlos Encina y también en Joaquín Castellanos; pero sin alcanzar el tono de lucha que, por momentos, logran Almafuerte y Gutiérrez. Encina es un poeta filosófico y Castellanos, político. Lo social, lo revolucionario, no aparece en el materialismo de aquel ni en la aspiración democrática de éste. Aunque contradictorios por su inspiración bíblico-cristiana, sólo Gutiérrez y Almafuerte son los cabales representantes del idealismo utópico que encendía los mejores intelectos americanos de su época.

Ricardo Gutiérrez

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Almafuerte Diego Fernández Espiro

POETAS ANARQUISTAS Del año 1880 datan los primeros establecimientos industriales en la Argentina. Con ellos aparece una nueva clase, la proletaria. Antes, sólo mansa artesanía, peones de estancia, de curtiembres y saladeros, agricultores con el ansia de la tierra que se les hurta a sus afanes, pobrerío de suburbio, masa electoral: Miseria e ignorancia. El proletariado trae conciencia de clase. Inquieto, se agita por la reivindicación de sus derechos. Inmigración europea a quien las luchas sociales arrojan de sus países, intelectualidad perseguida por rebelde; llegan al Plata. En 1888 se produce la primera huelga, la policía disuelve a tiros un mitin de ferroviarios. En 1890 se conmemora el 1º. de Mayo. Buenos Aires ve en sus calles una roja bandera extraña y oye afirmaciones que antes no oyera. El proletariado se escuda en dos ideologías: anarquismo y socialismo. Durante los primeros años, la prensa y la oratoria de uno y otro es violenta. Luego, los políticos aminoran el rojo. Los apolíticos lo mantienen, desafiante. En torno a “La Protesta Humana”, su principal vocero, se agrupan éstos. Hombres de la talla moral de Enrico Malatesta, Pietro Gori o Rafael Barret, estos dos también grandes artistas a más de apóstoles, llevan la semilla revolucionaria desde el límite de la Patagonia a las selvas del Paraguay. Por un momento, ser joven y escritor, era ser anarquista. Muchos son los que escribieron poemas incendiarios; pocos, en verdad, los que han trascendido la actitud de esa anécdota juvenil. Ahí están “La Protesta Humana” (después “La Protesta”), “El Sol”, “Germinal”, “Campana Nueva”, “Martín Fierro”, “Letras”, “Ideas y Figuras”, “La Antorcha”, periódicos anarquistas que lo atestiguan. Entre aquellos jóvenes, por la proyección de su labor literaria en otros sentidos, cabe citar a Leopoldo Lugones. Dirigió con José Ingenieros “La Montaña”, publicación anárquico-literaria, proyectó dos libros estridentes :”El Misal Rojo” y “El Riñón de Beocia”, algunos de cuyos poemas dio a luz en “La Vanguardia” entre 1895 y 96; publicó “La Montaña de Oro”, verbisonante imitación de Poe, Hugo y Almafuerte; pero cayó al fin en el más crudo reaccionarismo y en una poesía, ya de salón y alcoba (Samain), ya de extravagancias (Laforgue), ya bucólica (Pascoli), ya patriótico-agraria (Virgilio). Su talento retórico tradujo y se asimiló los más diversos estilos. Sólo a título de curiosidad, el anarquista literario que fue siempre Lugones, temperamento adolescentemente extremista, asomado siempre a la sima que lo devoró, podría figurar con poemas como “La voz contra la roca” o “La mona del coronel”, donde hay ímpetu negador y burla destructiva. Pero Lugones sería quien primero protestara de su inclusión en este libro. Prueba la medida de su “poesía social” esta parodia del Himno Argentino que publicara EL AÑO 1896: “Hoy comprendemos el grito sagrado: Es miseria, conchabo y patrón. Hoy comprendemos las rotas cadenas Poder y trono del hábil ladrón. Sin derecho, sin medio y sin tierra, Se nos explota en nuestra nación. Unidos, obreros conscientes del orbe, Proclamamos la emancipación. ............................................... Cuando Lugones, veintidós años melenudos, pronunció una vehemente arenga el 1º. De mayo de 1896, Rubén Darío, ya autor de “Azul” y próximo a publicar “Prosas Profanas”, la comentó, paternalmente amistoso: “¡Bien rugido, Lugones! Entre tanto, el tiempo pasa. El te enseñará muchas cosas. Entre ellas, que las ideas evolucionan y los colores cambian. Hoy he visto,

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casualmente, que las serpentinas rojas que quedaron en las calles desde el último carnaval están completamente blancas...” Rubén Darío fue vate. También escribió versos anárquicos, bajo seudónimo, en “El Sol”, José Ingenieros y con él, otros escritores – Monteavaro, Goycochea Menéndez – de aquel instante bullicioso y confuso que precedió a la entrada del siglo.

Alberto Ghiraldo José de Maturana Edmundo Montagne Evaristo Coalova Arias Federico A. Gutiérrez Domingo Fontanarrosa Rodolfo González Pacheco Fernando del Intento Salvadora Medina Onrubia

POETAS SOCIALISTAS El año 1896 se presenta el socialismo a las elecciones, por primera vez. En Buenos Aires – ciudad entonces de 700 mil habitantes – obtiene 132 votos. En sus comienzos, pese al equilibrio de su líder, Juan B. Justo – publicista de fuerte prosa -, el socialismo aparece francamente revolucionario. “La Vanguardia”, su órgano oficial, fundado en 1894 como semanario y convertido en diario en 1905, es un documento de su trayectoria. El Socialismo, aunque electoralmente casi circunscrito a la capital, obtiene triunfos, aumenta su periodismo, atrae a su órbita intelectuales meritorios y masas, disputa con los partidos de derecha en Buenos Aires. Hasta los vence. Pero los poetas lo han abandonado.

Manuel Ugarte Mario Bravo Ernesto Mario Barreda Ernesto Castany

POETAS DE DIVERSA INQUIETUD En este grupo incluimos a poetas que, sin ser anarquistas ni socialistas y haber aparecido antes de 1925, han sentido el desequilibrio social, cantado la esperanza humana y levantado – a veces sólo en forma sentimental o irónica – su protesta.

Evaristo Carriego Ricardo Rojas Benjamín Taborga Fernández Moreno Pedro Herreros Antonio A. Gil

POETAS DE BOEDO El año 1924 aparecieron los primeros libros del grupo llamado de “Boedo”: “Tinieblas” de Elías Castelnuovo, “Cuentos de la Oficina”, de Roberto Mariani y “Versos de la calle” de Álvaro Yunque. Y una revista: “Los pensadores”, después “Claridad”, dirigida por Antonio Zamora, vocero de aquel arbitrario pero generoso y valiente impulso juvenil. Desde allí se proclamaba el arte social, frente al grupo de “Florida”, partidario del arte por el arte. ¿”Qué separaba a los jóvenes de estos bandos”? – Escribí en mi libro “La Literatura Social en la Argentina” – lo que ha

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separado siempre a todos los escritores: Los de Boedo querían transformar el mundo y los de Florida se conformaban con transformar la literatura. Aquellos eran “revolucionarios”. Estos, “vanguardistas”. Era la primera vez que Buenos Aires presenciaba un debate estético representado por grupos. Ya se había frustrado. Revolucionariamente, la guerra del 14 e impuesto la revolución de los soviet en Rusia El proletariado argentino, al igual de todos, se había llenado de fe en el porvenir, y la voz de “los muchachos de Boedo” se levantaba para llevar al verso, al cuento, a la novela, al ensayo, al teatro, a la crítica, esa visión de futuro que en las masas comenzaba a encenderse como una posibilidad inmediata. En “Boedo” había anarquistas, marxistas o, simplemente, sonrosados liberales. El grupo era inquieto, desordenado, arisco, vehemente; pero carecía de orientación ideológica. De sus componentes, algunos cabrían hoy entre los “poetas comunistas”, otros se mantienen alejados de toda militancia; pero es dable apuntar que los de nombres aquí recogidos, ya que al grupo inicial se fueron agregando el de jóvenes – hay dos muertos – visiblemente ninguno ha desertado de la izquierda.

Roberto Mariani Elías Castelnuovo Leónidas Barletta Gustavo Riccio Aristóbulo Echegaray Salas Subirat Juan Guijarro Delgado Fito Juan M. Prieto Margarita del Campo Pedro Godoy Álvaro Yunque

OTROS POETAS DE DIVERSAS INQUIETUDES A la manera de los poetas aparecidos antes de 1925, estos “otros poetas de diversas inquietudes”, nacidos posteriormente a la “generación de Boedo” – alguno se halló en este grupo y después lo abandonó por el de “Florida” -; los poetas aquí agrupados no pertenecen a una ideología militante. (Hay quien se dice “anarquista intelectual”, o “simpatizante comunista”). Su denominador común es el de la protesta individual y la acción literaria.

Julia García Games Juan Filloy Félix Molina Téllez Nicolás Olivari Rodolfo Tallon Ferrari Amores Santiago Ganduglia Simón Contreras Guillermo Etchebehere Alberto Natiello José Rodríguez Itoiz

POETAS DEL DESCONTENTO CAMPESINO En 1896, la Unión Industrial Argentina presentó un petitorio al gobierno para que “destierre a los perturbadores del orden social”. En 1902 se promulgó la “Ley de residencia” a fin de expulsar a los obreros exigentes. Los ideólogos burgueses no podían concebir a un argentino siendo anarquista o socialista. Tener ideas era ser

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extranjero. Algo semejante ocurrió después de la revolución soviética con los hombres de provincia: tener ideas para ellos, era ser comunista, o sea, porteño. Y sin embargo, la pauperización, el analfabetismo, la miseria orgánica; se asientan en el campo más terriblemente que en la capital abierta al Atlántico y a Europa. El descontento campesino tiene más poderosas razones de ser que el descontento obrero de las ciudades. Y la penetración ideológica, si más lenta por la mayor ignorancia, es efectiva también en los campos y colonias. Que ya ha comenzado a cobrar voz en el arte lo dicen fuertes narraciones, duros dramas y los claros poemas aquí recogidos. El campo corre ahora el riesgo de perder su “arcádica pureza”, su “candidez eglógica”, según la expresión de los ideólogos caros a los latifundistas. En realidad, lo que está perdiendo es su idiotismo – a estar con la definición del preciso Carlos Marx. Tal vez haya aquí quien eche de menos el nombre de Carlos Ortiz. Nacido en Chivilcoy, donde en 1910 fuera asesinado por las hordas del caudillismo local -. Pero en sus “Poemas de las mieses”, se limita a exaltar el campo y las labores campesinas, en un ambiente idealizado. No cabe, pues, en la categoría de poeta social. Es un romántico entintado de filosofía pránica.

Juan Draghi Lucero José Pedroni Bernardo Canal Feijóo Luis Gudiño Krámer Amaro Villanueva Gaspar Benavente Marcelino M. Román Horacio G. Rava Blanca Irurzun José Ramón Luna Ema Barrandeguy Gerardo Pisarello Carlos Carlino Domingo Zerpa Avalos Noguera Juan Enrique Acuña Manuel Castilla José Fernández Molina Cristóforo Juárez Antonio de la Torre Julio Díaz Villalba Julio Cesar Luzzatto Gaspar Medrano Rosso

POETAS JUDIOS El judaísmo poético – como el gauchismo, como el arrabalismo – tiene dos fases: la puramente pintoresca, exterior, fachada exótica, y la profunda, humana, dramática faz de la protesta contra el antisemitismo. Esta es una expresión de la sociedad clasista. Y hasta un derivado para sus momentos de crisis. Se vio en Rusia y Polonia antes de 1914, en la Argentina cuando la semana de enero, 1919, en la Alemania nazi. El poeta impugnador del antisemitismo - como lo sería el del antiindianismo del antinegrismo o del antigringuismo - es un poeta social. En él se recoge, para el historiador del futuro, una manera álgida de la lucha de clases que caracteriza este paso de la sociedad burguesa hacia una sociedad de superior estructura.

Carlos M. Grunberg

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César Tiempo Lázaro Liacho

POETAS COMUNISTAS El año 1918 el Partido Socialista se escinde. Quedan en el viejo partido los social-demócratas. En el nuevo que toma el nombre de Partido Socialista Internacional, se alistan los jóvenes revolucionarios. La social democracia se inclina por la ruptura de relaciones con las potencias centrales en guerra con el Imperio Británico, Francia y Estados Unidos, también se muestra recelosa de la revolución soviética – a la que pronto, siguiendo las huellas del reformismo europeo, enfrentará, francamente enemiga. El Partido Socialista Internacional, en cambio, se opone a la ruptura de relaciones y se hace el vocero sudamericano de la URSS. Más adelante, este partido toma el nombre de Comunista. Hacia él polarizan las fuerzas proletarias y los jóvenes intelectuales; a él se agregan escritores ya maduros que abandonan el anarquismo, la social-democracia o el liberalismo indeciso donde actuaron en sus años iniciales. Indudablemente, la poesía social de la Argentina, está representada hoy por los poetas del comunismo. Los demás: liberales civiles, social-demócratas o anarquistas, callan, escépticos y, sobreviviéndose al entusiasmo y la fe que los hizo épicos, se han refugiado en la elegía, dubitativos y lacrimosos.

Córdova Iturburu Raúl González Tuñón José Portogalo Lila Guerrero Horacio Raúl Klapenbach Juan Ortiz Eloísa Ferraría Costa Alfredo Varela Clara Rafael Félix Martos

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Boedo y Florida DE "LA LITERATURA SOCIAL EN LA ARGENTINA" ALVARO YUNQUE.

1941. EDITORIAL CLARIDAD. BUENOS AIRES

Integrantes de la Peña de Salta y Victoria, de izquierda a derecha: Pedro Juan

Vignale, D. Salguera De la Hanty, Luis Emilio Soto, Alberto Hidalgo, Jorge Luis Borges, Alvaro Yunque, C. Delgado Fito, E. Orozco Zárate, Alfredo Chiabra Acosta (Atalaya), Martín Perea, Conrado Eggers-Lecour, César Tiempo.

Alrededor del año 1925, la juventud literaria de Buenos Aires se halló dividida

en dos bandos inquietos, combativos, hostiles: Boedo y Florida.

El principal órgano de Boedo era la revista - que más tarde cambio su nombre

por el de "Claridad", definitivo - llamada "Los Pensadores". La dirigía Antonio

Zamora. ¡ Cuánta juventud tienen aquellos leves y agresivos números de "Los

Pensadores"! La vida generosa y fuerte está en ellos a pesar de toda su

injusticia, entrando a puñetazos con lo establecido, social y literariamente.

Elías Castelnuovo, Roberto Mariani, Leonidas Barletta, Nicolás Olivari, Gustavo

Riccio, Juan Guijarro, Alvaro Yunque...; constituyeron el primitivo grupo, al

que se agregaron otros más jóvenes. También se editó allá, en la "covacha" de

Boedo, "Dínamo" y "Extrema izquierda", y algunos muchachos de Boedo

colaboraron en Acción de Arte", "Campana de Palo", en el "Suplemento de La

Protesta" y en el "Suplemento de La Vanguardia". Como se ve, allí había

anarquistas, comunistas, socialistas y, a veces, sólo liberales sonrosados. El

grupo no tenía orientación ideológica, ni estética. Este grupo fue el que, con

Octavio Pallazolo de director artístico, y los pintores Fascio Hebecquer y

Abraham Vigo como decoradores, inició, bajo el rubro de "Teatro Libre", y por

primera vez en Buenos Aires, la constitución de un teatro independiente.

Los de Florida, animados por el poeta Evar Méndez, editaban "Martín Fierro";

también eran colaboradores de "La Nación" y "La Prensa" y fueron de ese grupo

los que publicaron "Inicial" y "Proa" y alborotaron los sótanos del viejo Royal

Keller con la tumultuosa Revista Oral.

Uno y otro grupo, constituidas "Claridad" y "Martín Fierro" en editoriales,

comenzaron a publicar libros.

Inteligentes, bulliciosos, audaces, ¿qué separaba a los jóvenes de esos

bandos? Lo que ha separado siempre a todos los escritores: Que los de Boedo

querían transformar el mundo y los de Florida se conformaban con transformar

la literatura. Aquellos eran "revolucionarios". Estos eran "vanguardistas".

Page 13: Yunque, Alvaro - Poetas Sociales de La Argentina

Se gastó buen humor y malas palabras desde ambas riberas. No se transformó

el mundo ni la literatura. Pero inquietaron, apedrearon de epítetos el cascaron

de muchas falsas reputaciones, y las hicieron sonar a hueco, pus ieron de

actualidad, otra vez, el debatido tema del "arte por el arte" contra el "arte

social", y los de Boedo, hijos de obreros o de la burguesía media, demostraron

con el éxito editorial de sus libros de rápida difusión que ya había en

Sudamérica un gran publico lector, ansioso de gustar un arte americano en

donde palpitase el problema social con sus angustias y sus esperanzas.

Los primeros libros que lanzó la editorial Claridad, y que fueron expresión del

movimiento artistico-social del grupo "Boedo", se vendieron por miles. Los

libros del grupo "Florida", en cambio, permanecieron inertes en las librerías y

su editorial se extinguió, en tanto "Claridad" ensanchaba sus limites hasta

adquirir volumen continental.

Artísticamente, ¿de donde provenían los jóvenes de Florida? De Francia, que es

de donde han llegado a América sus mayores inquietudes artísticas, desde el

romanticismo en adelante, y de los "vanguardismos" artísticos de la

postguerra, los que llevaron hasta el paroxismo la formula del "arte por el

arte".

Los de Boedo venían de Rusia, y no sólo de sus literatos: Tolstoy y Dostoievsky

en primer término, Gorky, Checov, Gogol, Andreiev, Kuprin, Korolenko...,sino

también de sus ideólogos: Bakunin y Kropotkine. Y de Marx y Engels. También

de Rafael Barrett y González Prada. Esto sin negar la influencia que los

franceses ejercían sobre todos.

Ya lo dije: el grupo no era homogéneo. Y así fue que, al correr de los años,

algunos aparecieron en Florida; otros de Florida, sintiendo complicarse su

inquietud artística con la de la justicia social, se aproximaron a Boedo. La

muerte, el silencio y la vida hicieron lo demás. El grupo de Boedo - como el de

Florida - se disgregó. Pero su existencia tuvo un significado: Por primera vez

en Buenos Aires - y no es difícil que en la América hispana - el arte ideológico,

con preocupaciones sociales, se había concretado en un grupo pleno de

tumultuosa inquietud y rebeldía ariscada. Nada nuevo traía, en verdad, ya que

el arte social se había cultivado desde siempre en el mundo, y aun en la

Argentina; pero su vehemencia lo actualizó.

Las dos calles que dieron nombre a uno y otro movimiento, no son meros

simbolismos. Florida era el centro de Buenos Aires, la vía de las grandes

tiendas, la del lujo exquisito, la calle donde está el Jockey Club y donde una

clase social - y sus acólitos - exhibía su cotidiano ocio. (Ya también esto ha

desaparecido en este perpetuo transformarse de Buenos Aires). Boedo era el

suburbio chato y gris, calles de boliches, de cafetines y teatrejos refugio del

dominical cansancio obrero, calle que nunca tuvo poeta suntuoso que le

cantara, calle cosmopolita, ruidosa, de futbaliers, guaranga, amenazante...

Florida tenía pasado, tradición porteña. Boedo era lo gringo, lo importado, lo

actual.

Florida alzó como demostración de arte el bello libro de Ricardo Güiraldes, un

escritor de generaciones pasadas: "Don Segundo Sombra", y que no era, en

rigor, una exhibición de arte por el arte, pese a sus sutilidades y primores de

estilo. También expuso las paradojas de Macedonio Fernández.

Los de Boedo demostraron los sangrantes libros de Rafael Barrett, ¡ tan

corajudos y que bien escritos!: ¡eso era arte social! Y como Roberto Payró, el

que había escrito "Marcos Severi" y los "Cuentos de Pago Chico" y "Las

Divertidas Aventuras del Nieto de Juan Moreira", tan plenos de realidad cuanto

Page 14: Yunque, Alvaro - Poetas Sociales de La Argentina

condenatorios de la politiquería burguesa, acababa de regresar de Europa,

nimbado de heroísmo periodístico, los de Boedo se acercaron a Payró.

¿Otros maestros argentinos?: Para Boedo, tal vez algo de Almafuerte o de

Carriego o de Florencio Sánchez.

En Florida, con respecto a la literatura local precedente, quizás fueron más

iconoclastas: ellos estaban inventando el arte de escribir en la Argentina.

Quizás Leopoldo Lugones, ya para 1925 todo él ent regado al conservadurismo,

proclamando "La Hora de la Espada", que a los boedenses repelía por esto,

hallaban en los de Florida artífices sin escrúpulos de ideología, admiradores

aunque no devotos. Algunos, criollistas, veneraban al "Martín Fierro". Otros

lectores casi exclusivos de libros franceses, demasiado sumidos en ultraísmo y

dadaísmos, no lo habían hojeado... (O te sonreían desdeñosos, ¡ gran

Hernández!, como a un folletinero que compuso milongas).

En Boedo ocurría lo propio. Algunos con ascendencia criolla, lo admirábamos

por instinto poético y porque también sentíamos su protesta antimilitarista;

otros, puramente gringos, lo miraban con el gesto que los gringos agricultores,

sudorosamente épicos, habían tenido para con el gaucho de la vihuela y el

mate.

En cuanto a cultura: los de Florida, seguramente la poseían más extensa e

intensa, desde un ángulo exclusivamente literario. No habían perdido su tiempo

en mitines, ni en sindicatos, ni en comités, ni en la biblioteca del Partido

Socialista (México 2070), encendiéndose la sangre con los libros de la

biblioteca Blanca Sempere. (¡Oh, si te estoy agradecido, tu que pusiste, más o

menos mútilos, a la altura de mi bolsillo estudiantil, 40 centavos, "El Capital"

de Marx o "El Origen de las Especies" de Darwin o "La Ayuda Mutua"de

Kropotkine!...).

En suma: Boedo era la calle; Florida, la torre de marfil. Buenos Aires, cerebro

de la Argentina, entonces más que hoy, afortunadamente para ésta; vio así,

representados por dos grupos turbulentos, excesivos hasta la injusticia, las dos

ramas estéticas que, desde el renacimiento, o sea desde que nació al mundo

occidental la teoría del arte por la belleza, del arte-forma, se han disputado la

posesión del arte. En Florida: los neogrecolatinos, los estetas, los que

cultivaban un arte para minorías, hermético y vanguardista. En Boedo: los

antimitológicos, los socializantes, los que iban hacia el pueblo con sus

narraciones y sus poemas hoscos de palabras crudas, cargadas de sangre,

sudor y lagrimas. Los revolucionarios.

Un paréntesis: Los "vanguardismos" estéticos son aparentemente

revolucionarios; pero ante la realidad de la vida son reaccionarios: Los

gobiernos, los diarios grandes sostenedores de aquellos gobiernos, y la iglesia,

cómplice de todos, siempre han acogido con simpatía esos movimientos

puramente formales y por los que han escapado gran parte de los ímpetus

juveniles de muchas generaciones. En los conventos fue donde más se practicó

- sin el talento de Góngora - el gongorismo. En nuestra teocrática Córdoba

tuvimos a Luis de Tejeda.

Pero, ¿ por qué no antes de 1925 vio la metrópoli sudamericana un debate

"estético" representado por grupos? Simplemente por esto: Porque la lucha

social se enardecía porque el conflicto económico polarizaba fuerzas a tal punto

que hasta al campo de arte l iterario llegaba. Ya el mundo había sufrido dos

acontecimientos trascendentales: La primera Guerra Mundial y la Revolución

Rusa.

Page 15: Yunque, Alvaro - Poetas Sociales de La Argentina

La guerra mundial de 1914, con su torpe tratado de Versalles, fue una

desencantadora de bobos seudodemocratas. A raíz de ella, muchos rompieron

definitivamente las amarras que los ligaban al capitalismo, el pasado. La

revolución rusa afirmo a muchos vacilantes, dio la prueba sobre la posibilidad

de una revolución de la clase trabajadora y de su capacidad para sostenerse en

la dirección del Estado.

El proletariado argentino -como todos- se había llenado de fe en el porvenir. Y

la voz de los muchachos de Boedo se levantaba, unida y fuerte, para llevar al

verso, al cuento, a la novela, al ensayo, a la crítica y al drama, esa visión de

futuro que en las masas del suburbio comenzaba a encenderse. Los otros, los

de Florida, seguían excepticos o enemigos de la luz (groseramente roja - luz de

incendio) que se aproximaba.

Unos y otros, aunque se creyeran "colones o hernancorteses" de sus

respectivos modos artísticos, tenían antecedentes en la propia Argentina. Es lo

que me propuse historiar en este libro para recordar a los que, desde los

albores de la nacionalidad, desde antes de mayo, cultivaron el arte de la

palabra escrita considerándola como una útil, fuerte, eficaz, imprescindible

herramienta de perfeccionamiento humano.

En mi concepto, este es el gran arte. A él, por instinto, le entregué mis bríos

juveniles. En él persisto, aunque ahora por madura convicción reflexiva. El será

- afirmo - el arte de las sociedades del futuro, sin clases todoposeedoras y

parasitarias que puedan tener a su servicio artífices uniformados de retórica.