yo, el hikikomori
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Yo, el hikikomori
Fernando Claudn
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La advertencia del gigante
Todo me da igual, pens Aito, dando la espalda a ese gigante que le hablaba con su
voz de vendaval, y se puso a caminar por Tokio.
La ciudad que vea no era real.
No tena sentido que los coches se hubiesen detenido en la calle.
Y las personas parecan estatuas.
Estoy solo y desnudo en una ciudad de piedra, se dijo, y sigui andando sobre el
asfalto, que no resultaba fro ni caliente. Ni siquiera lo senta bajo sus pies!
Como si flotase...
En los videojuegos era un hroe.
Se senta bien, importante.
Al final siempre ganaba. Tan slo deba repetir las pruebas para superarlas. Se
aprenda de memoria los atajos, los trucos, los peligros. Hasta que no haba ms sorpresas.
Esto no es un videojuego, decidi, mientras deambulaba por esa ciudad inmvil, que
no ola ni sonaba, como si se hubiese apagado su fuente de alimentacin, igual que una
imagen congelada.
-Tokio ha muerto dijo, y su propia voz le asust.
-T ests muerto! dijo el gigante, arrojndole el aliento al cogote.
Entonces Aito ech a correr. Necesitaba huir del gigante. No soportaba su presencia
ni el temor que le infundan sus acusadoras palabras!
Qu estaba pasando?
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Por qu no aparecagame overpara empezar de nuevo, evitando los errores que le
impedanpasar a otra pantalla?
Aquello era una pesadilla.
Estaba atrapado
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Un ejrcito de uniformes sin rostro
Mientras corra por las calles, esquivando a las personas y los coches petrificados,
Aito observ que Tokio se llenaba de nios...
Sus antiguos compaeros de colegio, a los que trataba todos los das en la vida
normal.
Lucan el impecable uniforme escolar que tambin llevaba l cuando se volva loco
por sacar las mejores calificaciones, ser buen deportista y tener muchos amigos.
Se detuvo, resoplando. Estaba empapado. Por qu no senta su propio sudor? No era
fro ni caliente, hmedo ni seco! Como si no fuese suyo, sino de un personaje de videojuego!
Aunque aquello era una pesadilla
Quiero despertarme!, exclam para sus adentros.
Necesitaba comprobar que estaba tumbado en la cama, delante de la pantalla, con los
mandos de la consola al alcance de la mano.
Saber que nada haba cambiado
Los escolares formaban filas perfectas. Componan un ejrcito invasor que iba a
aplastarle en cualquier momento!
Parecan soldaditos de plomo. Repar en cada uno de ellos, tratando de reconocer sus
caras, en vano. En lugar de rostro tenan un borrn oscuro. Una mancha de tinta.
Aito sinti miedo.
Qu sentido tena todo aquello?
Entonces volvi a experimentar la angustia que le asaltaba en el pasado.
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La viga de acero martillendole en la cabeza: Obedecer y ser responsable. Competir.
Correr, correr y correr. Ser aceptado. Llegar a tiempo a la meta.
La presin de vivir, qu horror!
Antes lo importante no eran los videojuegos, sino las malditas calificaciones del
colegio, destacar, cumplir, ser perfecto, ser genial, ser el mejor.
Por qu la pesadilla haba resucitado esa angustia?
Dnde estaban los videojuegos? Slo poda respirar al hallarse atrapado en sus
laberintos, sus paisajes, sus escaleras, sus saltos, sus disparos, sus golpes.
Slo all, en su realidad previsible
Las filas de escolares empezaron a rodearle, marcando el paso, con pisadas tan firmes
que hacan retumbar el asfalto de Tokio, pum-pum-pum, machaconamente, pum-pum-pum.
Avanzaban como una apisonadora.
Al verse cercado por los uniformes, Aito apret los puos, impotente.
Los nios levantaron el brazo y le apuntaron con el dedo, al tiempo que exclamaban,
en un tono de burla y desprecio:
-Hikikomori! Sucio hikikomori! Apestoso hikikomori! Maldito hikikomori!
Aito sinti que le flaqueaban las piernas.
Cuando estaba a punto de desmayarse, se puso a gritar, con rabia, sacudiendo las
manos y pataleando.
La clera tena un sabor amargo, le arda en la garganta y le abrasaba el vientre. Era
un fuego devastador!
Grit tan fuerte que el cielo de Tokio se resquebraj bruscamente, como si estuviese
fabricado con ladrillo y yeso, y hubo un diluvio de cascotes que se precipitaron sobre el
asfalto, sepultando al ejrcito de uniformes escolares.
Aito mir a su alrededor, expectante.
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Dnde estaban sus antiguos compaeros? Realmente el cielo se haba desplomado
sobre la ciudad?
Al comprender lo que haba sucedido, se sinti desengaado. El cielo de Tokio no era
de ladrillo y yeso. Su grito enloquecido no haba provocado que se resquebrajase. El diluvio
de cascotes era una inofensiva lluvia de pompas de jabn con forma de regla, escuadra y
cartabn, que no hizo el menor dao al ejrcito de uniformes escolares.
Los nios rompieron a rer ruidosamente, entre las inofensivas pompas de jabn, y le
sealaron con el dedo, exclamando al unsono, en un tono de burla y desprecio:
-Hikikomori! Sucio hikikomori! Apestoso hikikomori! Maldito hikikomori!
Aito se tap los ojos para no ver. Y se tap las orejas para no or. Pero sus manos eran
demasiado pequeas y segua viendo y oyendo a sus antiguos compaeros de colegio, que
eran normales y corrientes, cumplan las normas y hacan todo lo que se esperaba de ellos.
Haba que aceptar la realidad. El mundo era una carrera de obstculos. Estaba obligado
a sacar las mejores calificaciones, llevar el uniforme bien planchado, ser simptico, popular,
un deportista fenomenal y el ms aplicado en las actividades extraescolares, tener un hermano
guay, el padre ms rico, la madre ms cariosa, la casa ms grande y encima pasar las
vacaciones en el lugar ms extico y tener los zapatos y los juguetes ms caros y lo ltimo de
lo ltimo en accesorios tecnolgicos.
Como no poda aguantar tanta vergenza, Aito huy de los dedos acusadores, las
burlas y las carcajadas.
Ech a correr.
Algo haba salido mal
Su amigo Kato, que era dos aos mayor que l, le haba mostrado el camino.
-Si nos encerramos en nuestra habitacin y nos negamos a salir de all, creern que nos
hemos contagiado y somos hikikomori, Aito. Hay que gritar y patalear si a alguien se le
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ocurre entrar a molestarnos. As nos dejarn tranquilos y podremos pasarnos la vida jugando a
los videojuegos. La calle y la gente slo traen problemas!
Todos se burlaban de Kato en el colegio. Le llamabangordo tragn.
Por eso se hizo hikikomori.
Y l le haba imitado unos meses despus, al comprobar que funcionaba
Nadie le sacaba de su habitacin a patadas para que siguiese siendo un nio normal y
corriente!
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El pequeo Yoshiro
Aito se tropez con algo que haba entre los coches petrificados en la autopista 16,
que conectaba Tokio con Yokohama, la ciudad donde haban nacido sus padres.
Un atad pobre, de madera toscamente labrada y sin barnizar.
Dentro estaba su hermano, tal como le haba dejado la ltima vez que le vio, antes de
encerrarse en su habitacin.
El pequeo Yoshiro, que en esa poca tena cuatro aos.
Aito se presion las sienes con los pulgares, confundido.
Cuando se sobrepuso a la sorpresa, palp el cuerpo de Yoshiro.
La cabeza estaba fra.
Su hermano no respiraba
Qu raro! No haba cambiado nada. Incluso llevaba la misma ropa.
No me puedo creer que Yoshiro se haya muerto y yo me entere tres aos despus, se
dijo, y se puso a llorar, al tiempo que acariciaba su cabello negro y rizado y su carita redonda
y plida como una luna llena.
Por qu no se haba corrompido? Pareca estar perfectamente! Aparte de que no
respirase y su cabeza estuviese fra como una baldosa de mrmol.
-Ests muerto? pregunt, con el corazn encogido.
Yoshiro no dijo nada. Sin embargo sus expresivos ojos, de un bonito color cobrizo, le
miraban fijamente
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Aquello era absurdo. Los muertos no podan ver a las personas que haba a su
alrededor. Por qu no le quitaba la mirada de encima?
Rode el atad. Su hermano le segua con la mirada en todo momento, como si sus
ojos fuesen de hierro y l fuese un imn que los atraa irresistiblemente.
-Yoshiro, hblame! dijo, atemorizado.
Nada.
Se abraz al atad de ese hermano del que conoca su nombre y poco ms. Apenas
haban jugado juntos. Apenas haban hablado. No haban tenido la oportunidad de
conocerse
Intent evocar cmo era, pero no acuda a su memoria ningn recuerdo.
Haba sido un nio risueo y alegre? Travieso? Carioso? Obediente?
Imaginativo?
Se encogi de hombros, dndose por vencido.
No se acordaba de nada.
Yoshiro era un extrao para l, deba admitirlo.
Y ahora era demasiado tarde para conocerle.
Le hubiese gustado volver a empezar desde cero, como se poda hacer en los
videojuegos. Para aprender de sus errores y rectificarlos. Para jugar con Yoshiro y hablar con
l.
Se senta culpable y sucio.
Haba fallado como hermano mayor. Qu vergenza.
Maldita pesadilla
-Quiero despertarme! chill.
-Para drogarte? atron el gigante desde las alturas, pero Aito no le prest atencin.
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No poda apartar la mirada de esos ojos cobrizos que a pesar de todo le observaban
con ilusin, como si Yoshiro se alegrase de verle.
Agarr las manos de su hermano.
-Levntate, por favor! exclam.
Yoshiro sigui tumbado en su tosco atad de madera, inmvil, mirndole fijamente,
con adoracin, como si le considerase un ser poderoso capaz de devolverle la vida, hasta que
de pronto dijo, suplicante, igual que un mendigo pidiendo limosna a la puerta de la iglesia:
-Por qu no juegas conmigo?
Su pregunta fue como una bofetada.
Aito se apart del atad y ech a correr por la autopista 16, en direccin a Yokohama,
sintiendo que le faltaba el aire.
El sentimiento de culpa le estaba ahogando
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Padre
Al cabo de un rato volvi a tropezarse con algo que haba entre los coches
petrificados.
Otro atad pobre, de madera toscamente labrada.
Dentro se encontraba padre.
Aito se sinti pequeo y estpido.
Las piernas le flaqueaban. Ya no podan sostenerle en pie.
Le costaba mirar a padre. La vergenza abrasaba sus pensamientos.
Qu pensar de m ahora que no soy un escolar modlico, como l desea, sino un
sucio, apestoso y maldito hikikomori?, se pregunt, atemorizado.
No se poda creer que llevase tres aos sin ver el rostro severo de padre, que siempre
le haba infundido respeto y miedo.
Era asombroso que padre hubiese desaparecido de su vida.
Qu fcil haba sido librarse de sus exigencias!
Todos los das, a la hora de la cena, le haca las mismas preguntas. Slo le importaban
los estudios. Estaba obsesionado con la idea de verle convertido en el nmero uno para
conseguir una beca que en el futuro le permitiese graduarse en la mejor universidad de Japn,
o en el extranjero, como hacan los hijos de las familias ricas.
Cuando por fin reuni el valor para mirarle, repas su elegante traje, su corbata y sus
brillantes zapatos. Padre siempre se vesta as para irse a trabajar a las oficinas de Nissan, la
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famosa fbrica de coches. Tena algo de general. Se tomaba todo muy en serio. Era pulcro,
ordenado y puntual. Organizaba la vida de la familia como si fuese un ejrcito.
Por eso l senta la obligacin de sacar las mejores calificaciones en el colegio.
Y de hecho haba sido bueno y aplicado. Hasta que decidi plantarse y dijo NO.
Lo sorprendente fue que padre no haba entrado en su habitacin para sacarle de all a
la fuerza. Quiz el sentimiento de deshonra le haba paralizado y deseaba evitar un escndalo
pblico que le dejase mal frente a los vecinos? Se mantena alejado de l para no
contagiarse?
Claro, la enfermedad del hikikomori era la peor plaga que uno pudiese imaginarse
Ahora deba mirarle a la cara.
Necesitaba comprender los sentimientos que albergaba padre, el general que trabajaba
en las oficinas de Nissan y organizaba la vida de la familia como si fuese un ejrcito.
Al encontrarse con sus ojos negros, sinti vrtigo.
En la mirada de padre haba un desprecio ms violento que el de sus antiguos
compaeros de colegio.
Entonces padre exclam, en un tono duro, cortante:
-Aprtate de m! No te reconozco!
Aito ech a correr, despavorido, como si hubiese visto a un fantasma.
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Madre
Mientras esquivaba coches por la autopista 16 en direccin a Yokohama, se tropez
por tercera vez, en esta ocasin con el atad de madre, que llevaba uno de sus modestos
vestidos con bordados y sus sencillas zapatillas de andar por casa.
Madre tena el cabello recogido en un moo y haba entrelazado sobre el regazo sus
manos fuertes y callosas, que se encargaban de mantener a punto el hogar, porque padre traa
el dinero a casa y ella ejerca de criada.
Aito no tuvo que esforzarse para mirarla.
Ella era dulce y tranquilizadora. Aunque nunca haba sido cariosa, porque la vida era
demasiado dura para ella y no tena ocasin de mostrar sus sentimientos, Aito se senta bien a
su lado.
Ahora no le asaltaban la vergenza ni la culpa.
Ella no le presionaba. Simplemente le atenda para que no le faltase de nada.
Madre segua teniendo una expresin dulce y tranquilizadora, pero en sus ojos haba
una tristeza profunda que Aito no haba observado anteriormente.
Sabiendo bien a qu se deba esa tristeza, reclin la cabeza sobre el atad y se qued
pensativo. Necesitaba explicarse muchas cosas. Y se senta incapaz de hacerlo.
De pronto madre le agarr del brazo con fuerza y dijo, implorante:
-Aito, vuelve con nosotros, te lo ruego!
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Y si no existo?
Ya no le quedaban fuerzas para seguir corriendo.
Haba dejado atrs el ejrcito de uniformes escolares sin rostro y los tres atades de su
familia. No tena nada que temer, se dijo, tratando de calmarse.
La ciudad estaba cubierta por una niebla gris, de plomo y ceniza, en la que se hundan
los rascacielos, que eran brazos ortopdicos de metal de aspecto siniestro.
Aito mir pasmado a su alrededor.
Como si acabase de nacer y el mundo le resultase desconocido
Los trenes y los autobuses se haban detenido a medio camino, como las personas y los
coches. Y en el cielo se haba parado un avin, en pleno vuelo, entre gotas de lluvia que
estaban suspendidas en el aire.
De pronto repar en un accidente de trfico. Un camin enorme se haba chocado
contra un pequeo coche. El camionero se haba quedado petrificado mientras miraba hacia
abajo desde la cabina para ver qu haba sucedido. En el coche pequeo haba un hombre, una
mujer y un nio de su edad. El hombre y la mujer observaban inmviles al nio, que estaba enel asiento de atrs, para averiguar si se haba hecho dao. El nio no llevaba puesto el
cinturn de seguridad y en el impacto se haba golpeado con el cristal de la ventanilla, que se
haba roto, as que su imagen congelada le mostraba esbozando una expresin de dolor, pues
tena una herida en la cabeza.
Aito suspir. En Japn nadie se interesaba por los dems. Cada uno haca su vida y se
preocupaba tan slo por sus propios problemas. Quin poda permitirse el lujo de ser
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solidario? La vida era una carrera de obstculos y no haba tiempo ni ganas para pensar en el
prjimo!
En una situacin normal habra pasado de largo al presenciar ese accidente de trfico,
pero ahora l era la nica persona capaz de ayudar al nio, teniendo en cuenta que toda la
ciudad estaba paralizada.
Abri la portezuela del coche y le palp la cara.
-Eh, amigo! Ests bien? dijo, tratando de reanimarle.
El nio abri los ojos bruscamente.
-Cmo puedes ser mi amigo si no existes? replic, al tiempo que se transformaba en
l mismo
Acto seguido a Aito le doli en su propia cabeza la herida del nio.
Se apart, desconcertado.
Mientras se alejaba, advirti que el hombre y la mujer eran sus propios padres
Y el camin era de Nintendo. Cmo haba podido tener tanta suerte?
Con slo leer ese nombre escrito en el camin le crecieron alas.
Nintendo era el mejor invento de Japn!
Se carcaje. Se senta tan vivo y lleno de ilusin!
Abri el camin. En su interior haba cientos de consolas y videojuegos! Las ltimas
consolas porttiles y de sobremesa y los mejores videojuegos! Y todo ello a su entera
disposicin. Impresionante
Se tumb en medio de las cajas, con los brazos y las piernas extendidos, y rompi a
llorar de la emocin, invadido por una alegra explosiva. Luego escogi una consola porttil
de ltima generacin y un puado de videojuegos, se los puso debajo del brazo y sali
corriendo para buscar un enchufe.
Tena que conectar el cable de alimentacin!
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Sin embargo no tard en frenar su alocada carrera, al ver ante s al gigante
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La traicin de Nintendo
Le examin detenidamente por primera vez.
Estaba compuesto de barro de los pies a la cabeza.
-Qu haces, Aito? atron su voz de vendaval.
-Voy a jugar! replic l, muy seguro de s mismo.
El gigante ya no le provocaba temor ni le haca sentirse culpable!
-No comprendes que no existes? dijo el gigante.
Aito se ri.
-Cmo habra podido encontrarme un camin de Nintendo si no existiese? Mira,
tengo una consola porttil de ltima generacin y los mejores videojuegos! Y los he
conseguido gratis! Podra haberme quedado con el camin entero, pero soy generoso. Que
vengan otros nios a coger su consola y sus videojuegos!
Aito resopl. Era la primera vez en su vida que deca tantas palabras seguidas. En
Japn las personas no hablaban mucho, ni en casa ni en el colegio ni en el trabajo ni en
ningn sitio, porque los aparatos tecnolgicos absorban su atencin.
-Djame ensearte una cosa dijo el gigante.
Aito estaba impaciente por jugar, pero ese gigante de barro le inspiraba respeto, de
modo que accedi a su peticin.
-Te demostrar que no existes aadi el gigante, sealando la interminable fila de
coches petrificados en la autopista 16.
-Cmo quieres convencerme? dijo Aito, sintiendo una pizca de curiosidad.
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-Mrate en el espejo retrovisor de un coche y comprobars que no refleja tu imagen
Aito se encogi de hombros.
Vaya bobada!, pens, al tiempo que se asomaba al espejo retrovisor del coche que le
quedaba ms cerca.
Cmo poda ser?
El gigante tena razn, su imagen no se reflejaba en el espejo!
Soliviantado por la posibilidad de que, en efecto, hubiese dejado de existir, se asom
al espejo retrovisor de otros coches, pero en ninguno de ellos apareca su imagen.
Prob con la consola y los videojuegos.
Quiz los espejos retrovisores de los coches petrificados en la autopista 16 haban
dejado de funcionar, como todo lo dems en Tokio
La consola y los videojuegos no eran invisibles!
-Es imposible! exclam, negndose a aceptar lo que haba constatado con sus
propios ojos, y regres al lugar del accidente.
Nintendo no le traicionara!
Se puso delante del espejo retrovisor del camin de Nintendo.
nicamente se reflejaban la consola y los videojuegos
Aito se sinti aterrorizado.
Estoy muerto?, se pregunt, acercndose al coche pequeo que haba colisionado con
el camin de Nintendo.
No haba nadie en su interior. Ya no estaban sus padres, ni el nio herido que se
supona que era l.
Como si estuviese al borde de un precipicio, mir su propio cuerpo y no se encontr
Durante un instante angustioso no pudo recordar nada de s mismo, ni los rasgos
faciales, ni la forma del pelo, ni el color de los ojos.
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Entonces perdi el conocimiento y se qued tumbado en el asfalto de Tokio,
abrazando la consola porttil de ltima generacin y los videojuegos.
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El peregrino-samuri
-Levntate, muchacho! dijo una voz que le sacudi como un latigazo.
Cuando Aito abri los ojos, vio a un anciano pequeo y encogido, tan menudo como
l. Tena una larga melena blanca que le caa por la espalda y una barba poblada, tambin
blanca, que se le derramaba sobre el pecho. Su cara estaba surcada de arrugas. Sus ojos,
grandes y expresivos, eran de color azul marino.
Llevaba puesta una extraa tnica de una poca lejana, calzaba sandalias de piel muy
desgastadas y empuaba un bastn que a Aito le recordaba el bculo de un peregrino.
-Quin eres?
-Un viejo samuri.
Su voz era agradable, grave y profunda. Sonaba a tierra y a roca, como si brotase de
una caverna antigua, de las entraas del mundo
Aito haba conocido a muchos samuris en sus videojuegos y les admiraba. Lo
sorprendente era que ese viejo tuviese un pobre bastn. Un samuri no era nada sin su
espada, con la que haca maravillas!
-Dnde est tu espada?
-Aqu dijo el anciano, blandiendo con orgullo el bculo de peregrino.
-Bah! Eso es un simple bastn dijo Aito, desdeoso.
-Se equivoca quien juzga las cosas de este mundo por su aspecto exterior. La
verdadera naturaleza de todo lo que existe se encuentra debajo de su envoltorio. Por eso es
fcil engaar a los crdulos que se dejan llevar por las apariencias.
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Aito suspir, impaciente. No le gustaba que le diesen sermones.
-No me pareces un samuri, sino un peregrino dijo, burln.
El anciano esboz un gesto benevolente.
-Qu tienen de malo los peregrinos?
Aito se encogi de hombros. Gracias a sus videojuegos conoca tanto a los samuris
como a los peregrinos, y saba qu se poda esperar de ellos.
-Los peregrinos son buenos y te dan consejos, pero no tienen los poderes de los
samuris.
El anciano solt una carcajada que agit su poblada barba.
-Me creeras si te digo que yo soy las dos cosas?
Aito se rasc la coronilla. En los videojuegos el samuri y el peregrino eran personajes
opuestos. Uno era guerrero, activo, y el otro era pasivo. Uno haca las cosas y el otro las
pensaba o las deca.
-No se puede ser las dos cosas a la vez dijo, muy seguro de s mismo.
El anciano pos la mano en su hombro, sonrindole con complicidad.
Entonces Aito hizo un descubrimiento asombroso.
Aunque hubiese olvidado cmo era su propia cara, ahora, al observar de cerca al
anciano, tuvo la certeza de que ambos eran idnticos.
Era como asomarse a un espejo y ver su propia imagen reflejada tras haber vivido una
vida larga y provechosa!
-Primera leccin: concete a ti mismo! No eres uno, sino dos. Llevas la dualidaden
tu interior.
En los videojuegos la dualidad no exista. Haba buenos buensimos y malos
malsimos. Slo blanco y negro. Sin matices.
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-No hay que ser inteligente para comprenderlo. Las personas que viven cerca de la
naturaleza no necesitan que se lo expliquen.
l no viva cerca de la naturaleza, sino en Tokio.
Los bosques maravillosos, llenos de rboles, donde ocurran sucesos mgicos, slo
aparecan en los videojuegos
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El bculo y la espada
-La vida est formada por polos opuestos que se complementan. Las personas somos
buenas y malas. Podemos construir y destruir. El secreto de la felicidad consiste en el
equilibrio.
Aito enarc las cejas con incredulidad.
-Yo no soy malo ni destruyo protest.
-El problema es que no te das cuenta. Como tampoco adviertes tu parte femenina. En
tu interior se asientan el da y la noche. En ocasiones te envuelve la oscuridad total. Y hay
momentos en que te rodea una luz cegadora.
Eso es verdad, convino Aito para sus adentros.
-En ti hay un peregrino y un samuri. Uno contempla y piensa. El otro realiza. Ambas
facetas de la personalidad son valiosas y necesarias. Quien desdea una de ellas se deja tareas
pendientes por el camino y acaba cometiendo un error fatal. Antes de actuar hay que observar
el mundo que nos rodea y pensar, como el peregrino. Luego hemos de poner en prctica
nuestro deber con firmeza y conviccin, como el samuri.
Aito intua que aquellas palabras eran sabias.
Aunque expresasen algo que se haban olvidado de ensearle los videojuegos
-Demustramelo dijo, desafiante.
Necesitaba ver para aceptar. En los videojuegos se aprenda visualmente, no con
discursos que se llevaba el viento.
-Como t quieras -dijo el anciano.
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Tras sacudirlo tres veces, el bastn se transform en una reluciente espada.
-Eureka! exclam, sonriente, esgrimindola.
A Aito le admir aquel prodigio en vivo y en directo. Esas transformaciones
fantsticas resultaban mucho menos impresionantes en la pantalla de sus videojuegos.
-Es un truco de magia?
-Nada de eso! Lo que acabas de presenciar es producto de la fe.
-La fe? replic Aito, incmodo.
El anciano puso la punta de la espada contra el suelo y se apoy en la empuadura.
-Segunda leccin. Una vez que te hayas conocido a ti mismo, aceptando tu propia
dualidad, y hayas conocido el mundo que te rodea, aceptando su dualidad, debes aferrarte a un
punto de apoyo para afrontar los desafos que te aguardan en la vida. Ese punto de apoyo, en
el que ha de hacer palanca tu voluntad, es la fe, que significa creer a ciegas en algo de lo que
estamos seguros, lo nico que no podemos cuestionar.
Eso le resultaba familiar. En los videojuegos el punto de apoyo era la lealtad a un
personaje o la fidelidad a una causa.
-Yo tengo fe en los videojuegos.
El anciano deneg con la cabeza.
-Slo se puede tener fe en una cosa. Lo dems son dolos paganos.
-Qu cosa?
-El amor. La sangre de la vida. Gracias a l alcanzamos la realizacin completa. Nos
queremos a nosotros mismos. Encontramos el complemento de la pareja para compensar
nuestra dualidad. Amamos a la familia, a los amigos y al prjimo. Y ponemos el corazn en
todo lo que hacemos.
Aito se senta pasmado.
Presenta que el anciano estaba en lo cierto.
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Le pedir una prueba de su valor para creer en l, como ocurre en los videojuegos,
decidi.
-Demustrame todo lo que me has explicado!
El anciano asinti con serenidad y volvi a levantar la espada.
-Destruir! -dijo, al tiempo que asestaba un violento espadazo al camin de Nintendo,
partindolo por la mitad.
Luego agit la espada tres veces y sta de nuevo adopt la apariencia de bculo de
peregrino.
-Construir! dijo, tocando con la punta del bculo el espejo retrovisor del pequeo
coche, donde cobraron vida sus padres y le miraron sonrientes
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El reloj de arena del alma
El anciano esboz una sonrisa bondadosa.
-Transforma el bastn en espada de samuri. Si crees en ti mismo, reconociendo tu
propia dualidad, podrs obrar el prodigio de la transformacin material.
Aito lo agit tres veces, tal como haca el anciano, en vano.
-No puedo!
-Prueba por segunda vez.
En esta ocasin Aito utiliz el corazn en lugar de la cabeza.
Sin resultado...
-No puedo! exclam, frustrado, y tuvo la tentacin de arrojar el bastn al suelo.
-Te equivocas. Puedes dijo el anciano, paciente-. Prueba por tercera vez, pero no
emplees la cabeza ni el corazn, sino el alma
-El alma?
El anciano puso la mano sobre la cabeza de Aito y le sostuvo la mirada.
-El alma nos permite hacer magia, conseguir lo que parece imposible para los ojos del
pensamiento y el corazn.
Aito lament que los videojuegos no le hubiesen enseado algo tan importante.
-El alma es un reloj de arena formado por dos vasos comunicantes. Uno contiene
nuestra propia conciencia. En el otro se hermanan todas las conciencias individuales con la
divinidad...
Aito frunci el ceo, contrariado. No entenda aquellos conceptos!
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-Me he perdido.
El anciano hizo que pusiese el bastn en posicin horizontal.
-La conciencia es esto...
Aito mir el bastn, que l aferraba con ambas manos, y se esforz en comprender.
Esto es simblico, se dijo.
Qu poda significar ese bculo de peregrino que al tiempo era espada de samuri y
estaba en posicin horizontal porque l lo sujetaba con las dos manos, la derecha y la
izquierda?
El anciano cabece afirmativamente, como si adivinase sus pensamientos.
-La conciencia es el conocimiento?
El anciano bati palmas, exultante de alegra.
-Bravo! La conciencia es el conocimiento que nos permite distinguir entre el bien y el
mal, reconocer nuestros propios errores y disculpar los errores ajenos.
Aito se ri.
En el colegio nunca se haba sentido tan satisfecho de aprender algo!
Ni cuando memorizaba los trucos y atajos de los videojuegos
-Qu es la divinidad?
El anciano le agarr la cabeza. A Aito le agrad sentir sus pensamientos rodeados por
esas manos nudosas, a la vez fuertes y suaves, que le daban seguridad y le hacan sentirse
especial
-Esto dijo, apretando sus sienes con las palmas de las manos, mientras l segua
sosteniendo en posicin horizontal ese bastn que era a la vez bculo de peregrino y espada
de samuri.
Entonces Aito sinti que todo se volva blanco
Haban desaparecido Tokio ysu maestro.
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Slo haba lugar para ese blanco resplandeciente que no se perciba con los sentidos.
All no haba contrastes ni dualidad.
No existan los dems colores.
Ahora estoy en la divinidad, se dijo, recostado en ese blanco que le pareca una nube
de algodn y plumas, sintiendo una paz interior increble.
-Ya lo s! dijo, regresando a su propio cuerpo, a la vez que el anciano apartaba las
manos de su cabeza-. La divinidad es el origen y el final!
-As es, muchacho, la divinidad es el origen de todo lo creado y el final que aguarda a
todo lo creado dijo el anciano, abrazndole paternalmente-. Conciencia, divinidad y alma son
las verdades ms sencillas y ms complicadas de asimilar, porque lo explican todo. Ahora
podrs obrar el prodigio de la transformacin material.
Aito cerr los ojos, concentrndose en su alma, el reloj de arena, y vio cmo pasaban
los granos de arena de un vaso a otro, uno a uno, lentamente, cayendo desde el superior, el de
su propia conciencia, para reunirse con las dems conciencias individuales y la divinidad.
El tiempo de su vida terminara cuando todos los granos de arena del vaso superior
hubiesen pasado al vaso inferior
Sacudi el bastn tres veces y el bculo de peregrino se transform en espada de
samuri.
-Ahora cumple con tu deber dijo el anciano.
Aito asinti, sabiendo qu deba hacer.
Tras arrojar al suelo la consola porttil de ltima generacin y los videojuegos, mir el
camin de Nintendo que el maestro haba partido por la mitad.
-Destruir! exclam, destrozando la consola y los videojuegos a espadazos.
Luego agit tres veces la espada, para que de nuevo fuese un bculo de peregrino, y
mir el pequeo coche desde el que le observaban sus padres.
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-Construir! exclam, tocando con la punta del bculo el espejo retrovisor.
Acto seguido apareci en el asiento de atrs el nio que era l mismo.
Ya no tena la herida mortal en la cabeza.
Y le miraba sonriente
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El cementerio de los nios olvidados
-Te mostrar algo dijo el anciano, mesndose la larga barba blanca que se le
derramaba sobre el pecho, al tiempo que sus vivaces ojos azules se ensombrecan.
Aito asinti, expectante.
Ese viejo samuri-peregrino le inspiraba ms respeto del que senta por padre o los
profesores. Era su verdadero maestro!
En mitad de la niebla gris, de plomo y ceniza, que cubra Tokio, entre los brazos
ortopdicos de metal de aspecto siniestro, apareci un muro muy alto, coronado por afiladas
pas, en el que haba una puerta pequea y estrecha.
Una crcel, se dijo Aito, estremecindose.
Presenta que se encontraba ante un lugar horrible.
El anciano le puso la mano sobre el pecho, para infundirle aliento.
-Entremos dijo, y se encogi como un ovillo para pasar por la minscula puerta.
Aito le sigui, haciendo de tripas corazn.
Accedieron a una atmsfera lgubre, salpicada de tinieblas, donde todo era blanco y
negro, igual que las pelculas antiguas.
El aire, denso, irrespirable, estaba compuesto por un lodo pegajoso y pesado que
resultaba difcil desplazar con el cuerpo para poder moverse.
Cmo poda existir un sitio as?, se pregunt Aito mientras avanzaba trabajosamente
a travs de aquel lodo ftido que se le meta por la boca y la nariz.
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Por qu el maestro le haba llevado a ese escenario de pesadilla? Qu nueva leccin
pretenda darle?
-Ahora somos invisibles para las personas normales y corrientesdijo el anciano.
A Aito le calm su voz grave y profunda.
-Dnde ests?
Al perderle de vista crey durante unos instantes angustiosos que le haba
abandonado!
-Siempre a tu lado dijo el anciano, agarrndole de la mano.
-Qu lugar es ste?
-El cementerio de los nios olvidados.
-Por qu hemos venido aqu?
-Es el destino que te aguardaba
Aito se sinti culpable.
-Por ser hikikomori? pregunt, intentando apartar el lodo con el bastn.
-Todos los hikikomori acaban en este cementerio antes o despus, cuando pierden la
nocin de la realidad. Nadie puede vivir eternamente encerrado en su habitacin, acompaado
de los videojuegos.
-Dnde estn los hikikomori?
-Por qu no aprovechas los poderes de tu bastn, puesto que has aprendido a
utilizarlo?
En efecto, posea una verdadera varita mgica!
Aito levant el bastn y observ, sorprendido, que la punta proyectaba un potente foco
de luz.
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Entonces presenci un espectculo aterrador. Miles de hikikomori desnudos flotaban a
la deriva en el mar de lodo, agarrando con desesperacin su consola de videojuegos, que
miraban fijamente, como si les hubiese hipnotizado
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La aparicin de Kato
Haba nios, adolescentes, jvenes y no tan jvenes. Cada uno con sus rasgos
particulares, unos ms feos y otros ms guapos, unos ms gordos y otros ms delgados. Todos
estaban en posicin fetal, como criaturas en el vientre de la madre, y tenan, a modo de cordn
umbilical, una gruesa raz retorcida que les una al lodo.
-La raz les mantiene con vida a pesar de estar aqu enterrados.
-No estn muertos?
-Su apariencia fsica sigue jugando a los videojuegos, comindose diariamente el plato
de comida que la madre les deja delante de la puerta
Aito distingui algo que le provoc nausea. De las consolas de videojuegos no paraban
de brotar montones de gusanos, como hormigas saliendo del hormiguero, que envolvan a los
hikikomori, formando una membrana semejante a la placenta de los fetos.
-El mundo ignora esto dijo el anciano, pesaroso.
-Por qu?
-Los padres de los hikikomori se lavan las manos. Y las autoridades. Y los medios de
comunicacin. Japn es una nacin soberbia, que se siente muy orgullosa de sus logros, y
nadie quiere admitir la verdad.
El anciano mir con tristeza los cuerpos encogidos de los hikikomori.
-He aqu toda una generacin perdida. El eslabn roto, sin descendencia. En unas
dcadas Japn se precipitar en la ruina. La tierraculpableque los japoneses echan sobre los
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hikikomori, silenciando su realidad, se ha convertido en el lodo del cementerio de los nios
olvidados.
-Hay miles!
-Setecientos mil, estima el gobierno, que resta importancia al problema. Pero ya pasan
de los tres millones. Es una plaga que no se detiene.
No cesaban de surgir hikikomori en el lodo, cada uno provisto con su correspondiente
consola. La transformacin era impresionante. Perdan la ropa y los zapatos. Su cuerpo se
encoga hasta adoptar la posicin fetal. Les creca en el ombligo la raz gruesa y retorcida que
les una al lodo. Y por ltimo emergan los gusanos de la consola de videojuegos para
corretear por su cuerpo.
-Cundo vienen aqu?
-Depende de su resistencia. Los ms dbiles pierden la conciencia cuando llevan slo
un ao de hikikomori. En cambio otros aguantan hasta seis o siete aos, e incluso pasado ese
tiempo consiguen curarse milagrosamente.
Aito se qued paralizado.
En el lodo acababa de aparecer Kato, justo delante de l
Se miraron a los ojos durante un instante.
Aito se apiad de la suerte de su amigo, que esbozaba un gesto de desolacin.
-No podemos ayudarle? pregunt, espantado.
-Es demasiado tarde, muchacho replic el anciano con resignacin-. Cada hikikomori
tiene sus propios mensajeros tutelares. T nicamente puedes salvarte a ti mismo, gracias al
poder del bastn que te he conferido.
Aito sinti que la sangre se congelaba en sus venas.
Kato perdi la ropa y los zapatos. Luego creci en su ombligo la raz gruesa y
retorcida que le una al lodo, y empezaron a salir gusanos de la consola de videojuegos, al
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principio lentamente, uno a uno, hasta que cubrieron su cuerpo de los pies a la cabeza,
entrelazando una membrana que era a la vez placenta y sudario
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Natsuko!
No quera pensar en la terrible realidad de lodo y gusanos que haba dejado atrs, ni en
Kato, su amigo, que le haba animado a alejarse del mundo, demostrndole que los padres
japoneses se quedaban cruzados de brazos porque sentan vergenza y preferan enterrar vivo
a su hijo en lugar de admitir frente al mundo que haban criado a un maldito hikikomori.
El anciano le pas el brazo por los hombros.
Su cuerpo ola a tierra hmeda de roco, hojarasca y flores.
-Ha llegado la hora de que recibas tu premio, muchacho dijo, sonriente.
Me lo merezco?, se pregunt Aito, recostado contra el cuerpo clido del maestro, que
le envolva con su sedosa cabellera y su tupida barba que sugera un bosque mgico.
-Tu reconciliacin con el mundo -aadi el anciano, en un tono enigmtico.
Aito estaba desconcertado.
Intua que an quedaba mucho camino por recorrer.
Necesitaba valor para salir de su habitacin, despus de tres largos aos de encierro.
No era fcil mirar a la cara a padre y reconocer que se haba equivocado.
Se senta como un mueco de trapo!
Era impensable regresar a ese pasado que haba dejado de existir. La familia, el
colegio, la vida de antes Todo aquello no era ms que ceniza, perteneca a un tiempo
perdido.
-Ahora eres como un beb recin nacido y debes aprender de nuevo a relacionarte con
otras personas, a pensar y tomar decisiones.
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Aito asinti, llorando, al ser consciente de su propia debilidad, y abraz al anciano.
-No quiero separarme de ti dijo, con la voz entrecortada por el miedo.
-Tienes que ser independiente replic el anciano, apartndole con delicadeza.
Al palpar sus brazos, a Aito le asombr su fortaleza.
En verdad eran los brazos de un guerrero samuri!
-Concntrate en tu bastn y golpea tres veces el suelo. Si consigues que tu alma se
levante de la tumba donde la has enterrado, el objeto de tus deseos te permitir reconciliarte
con el mundo y recuperar la fuerza y la ilusin.
As lo hizo Aito.
Acto seguido apareci ante l una nia preciosa, que l conoca bien
Su linda cara semejante a un plato de porcelana era inconfundible. Y sus simpticas
trenzas. Y sus brillantes ojos de color canela
Llevaba uno de los vestidos alegres y floreados que se pona los domingos para
pasearse con sus amigas por las calles de Tokio e irse al cine y a los centros comerciales.
-Natsuko!
-Aito!
Aito conoca a Natsuko desde que haba empezado a ir al colegio. Siempre haban
estado en la misma clase, un curso detrs de otro, pero l no se atreva a dirigirle la palabra,
por timidez y porque ella le gustaba demasiado
El da en que la profesora decidi modificar las posiciones de los alumnos en el aula y
anunci, solemne: a partir de maana Aito y Natsuko se sentarn juntos, no pudo conciliar el
sueo, pensando que estarapegadoa Natsuko durante todo el tiempo que duraban las
clases
Al llegar al colegio sufri el primer gran desengao de su vida.
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La profesora haba cambiado de opinin y puso a su lado a don Perfecto, el nmero
uno, a quien l jams podra superar
Las mariposas de ilusin cedieron su lugar a la viga de acero que le aplastaba la
cabeza.
Padre aspiraba a que l fuese el nmero uno en el colegio. No se conformaba con el
nmero dos. Y l no poda complacerle, por ms que corriese y se esforzase.
Don Perfecto era ms guapo y adulador, y su padre era un tipo muy importante que
sala en televisin y haba ido al colegio para conocer personalmente a los profesores de su
hijo
Natsuko esboz una mueca de pasmo.
-No entiendo nada dijo, sonrojndose.
A Aito le sorprendi descubrir que era tan tmida como l.
-Llevo aos deseando que te acerques a m aadi ella con desconfianza, como si
temiese provocar un terremoto.
Aito se limit a mirarla sonriente.
Le resultaba tan graciosa!
Natsuko se frot el mentn, pensativa.
-Cuando me qued dormida, vi a un anciano con el pelo y la barba blancos. Tena
unos ojos azules preciosos! Me dijo: por qu no sueas con el objeto de tus deseos?
Aito se ri.
-se es mi maestro! Es genial. Me ha dado esto dijo, sopesando el bastn con aire
satisfecho.
A Natsuko no le pareci gran cosa. Cmo poda Aito sentirse orgulloso de poseer
algo que llevaban los viejos para apoyarse?
-Tu maestro?
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Aito se pregunt dnde se haba metido el anciano.
Entonces advirti su presencia.
Estaba dentro de l!
-Sigue caminando -dijo su voz grave y profunda-. Podrs encontrarme aqu, en la
morada de tu alma.
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Me llamo Aito y soy hikikomori
Se despert sobresaltado.
Ensuguarida, rodeado desus fetiches.
Se levant de la cama, lamentando haber abandonado el sueo, y deambulcomo un
sonmbulo.
Por primera vez en tres aos repar en detalles a los que no haba dado importancia.
Cmo poda estar all con la ventana cerrada y la persiana bajada, sin luz natural ni
aire del exterior?
Qu peste!
Las madres japonesas no limpiaban la habitacin de los hikikomori porque ellos
gritaban, endemoniados, si apareca un intruso en su territorio.
He vivido en la mierda sin darme cuenta, pens.
Sin baarse, cortarse el pelo y las uas, lavarse los dientes
Era un nufrago-pordiosero! Su boca ola a podrido. El pelo pareca estropajo y le
llegaba a los hombros. Las uas sugeran garras de un ser prehistrico: largas, puntiagudas y
medio rotas, sobresalan tres o cuatro centmetros y estaban renegridas.
Se percat de su desnudez. En sus pies mugrientos asomaban una especie de garfios.
Costaba imaginarse que en el pasado hubiesen sido uas humanas.
Se palp con incredulidad su cuerpo raqutico.
Alucinante...
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Slo iba al cuarto de bao -por la noche, clandestinamente- para hacer sus
necesidades. Pero una vez, a los pocos meses de enclaustrarse, se duch, se lav los dientes,
se cort las uas y puso delante de la puerta las sbanas y las prendas que haba usado para
que madre las lavase, y ella lo dej todo a punto junto al plato de comida diario.
Luegose olvid.
En qu se haba convertido?
Un cerdo en su pocilga!
Haba perdido la capacidad de supervivencia, innata en todas las personas hasta que se
volvan locas...
-Te odio! farfull, sintiendo repugnancia de s mismo, y se golpe el pecho y el
vientre, maldicindose, hasta que se qued sin aliento, tendido en el suelo, en posicin fetal,
inconsciente.
Al despertarse mir atnito los montones de ropa, los restos de comida, los objetos
desperdigados
Durante un instante angustioso no reconoci nada de cuanto vea.
Se pregunt por qu estaba all.
Quin era l...?
Entonces su mente se aclar de golpe.
-Me llamo Aito y soy hikikomori dijo, como si hablase en una terapia colectiva de
enfermos mentales, alcohlicos o ludpatas, y su mirada se pos en la consola de sobremesa
Nintendo y los videojuegos.
Se precipit sobre aquel tesoroy lo puso en marcha.
Formas, colores, movimientos, afectos visuales, sonidos. Todo ello representaba un
maravilloso renacimiento!
Aferr con ansia los mandos de la consola, como si fuesen una tabla de salvacin.
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Pero se detuvo antes de apretar elplay.
No poda volver atrs.
Sigue caminando
-En mi interior se asientan el da y la noche. El amor es la sangre de la vida dijo, y su
voz, que sonaba grave y profunda, como la del maestro, le reconfort.
En lugar del videojuego, la pantalla proyectaba lo que haba visto en el cementerio de
los nios olvidados.
-Basta! exclam, tembloroso, tirando con rabia de la consola para desenchufar el
cable.
Se tumb en la cama, con la respiracin entrecortada, y cerr los ojos.
-Quiero seguir soando silabe, adormecido.
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La locura del reencuentro
Natsuko no paraba de rerse.
Sus bonitos ojos de color canela chispeaban y sus graciosas trenzas haban cobrado
vida.
-Recuerdas cuando la profesora dijo que nos sentara juntos al da siguiente? No pude
dormir en toda la noche. Estaba tan ilusionada!
Y l pensando que era un tipo insignificante al que no mereca la pena prestar
atencin!
-Cuando la profesora cambi de planes, sent que me golpeaba con un palo en el
corazn -le rode la cabeza con las manos y le bes-. Me mora de ganas de hacer esto! Por
qu te ruborizas como un nio?
Porque lo soy, se dijo l.
Los ltimos tres aos haban pasado de largo sin que pudiese aprovecharlos
Por fortuna estaban soando y no haba barreras que les impidiesen ser ellos mismos.
Adis a la timidez, las torpezas y la indecisin!, exclam para sus adentros, a la vez
que le estampaba un beso que reson por toda la ciudad.
-Te has vuelto loco?
-Desde luego! Y t! Estamos locos de remate!
Ya no tema equivocarse, ni que ella se burlase de sus sentimientos!
-Locos, locos, locos! core Natsuko, bailando como una india salvaje.
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-Me alegra que no seas una chica demasiado mona y frvola para interesarte por m
dijo Aito, mofndose de sus antiguas aprensiones.
Esa Natsuko mgicaera opuesta a la que mataba el tiempo en los centros comerciales,
mirando ropita y cotorreando con sus amigas!
-Qu bobo! Y a m me alegra que no seas un chico serio y peligroso en el que no
puedo confiar! dijo ella, y lanz una pedorreta, porque ahora no necesitaba ser engreda y
remilgada.
Aito estaba encantado.
Natsuko brincaba a su alrededor como una indmita apache.
-Si no hubieses estado siempre tan ocupado con tus pensamientos y tus videojuegos!
-Tiene usted razn, seorita. Le aseguro que no volver a ocurrir. Le doy mi palabra!
-Su palabra de caballero?
-Mi palabra de caballero andante!
Natsuko se carcaje.
-Qu rayos es un caballero andante?
-No lo s, pero suena bien.
-Anda, vamos a pasear!
Se agarraron de la mano y echaron a caminar por Tokio, entre los coches y las
personas petrificados.
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Nos mudamos?
-El caso es que no nos conocemos dijo l de pronto.
-Bah, eso es fcil arreglarlo! replic ella con desenfado, y le cont que era hurfana
y se haba criado con la abuela.
-Vaya
-Mi aficin es coleccionar bonsis. A la abuela tambin le gustan. Estamos rodeadas
de bonsis! Hasta en el bao hay unos cuantos para inspirarnos cuando nos duchamos o nos
lavamos los dientes. Y t, qu?
Aito le habl de su padre, el general que se vesta de punta en blanco.
-Va a desfiles militares?
-No, trabajaba en las oficinas de Nissan, pero gobierna la familia como si fuese un
ejrcito.
-Ah.
-Quiere que yo sea el nmero uno del colegio y consiga una beca para estudiar en el
extranjero.
-Y tu madre?
-Ella es la criada de la casa.
-Pobrecita.
-No le queda tiempo libre para ser cariosa.
-Mi abuela tampoco tiene tiempo para ser cariosa.
-Es criada?
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-No, los mdicos la entretienen mucho. Pero ha comprado un perro sper carioso!
Se llama Pop!
-Yo no tengo perro, slo un hermano pequeo. Se llama Yoshiro.
Luego Aito le habl de la presin como una viga de acero que le aplastaba la cabeza, y
de don Perfecto, los videojuegos, el maestro y el cementerio de los nios olvidados.
-Cuntas cosas!
-Cul te gusta ms?
-Ninguna.
-Por qu?
-No me has dicho lo que sientes por m!
Era verdad...
Deba preocuparse ms por ella y por los sentimientos que le inspiraba! Las dems
cuestiones resultaban secundarias!
-Por qu se ha detenido el mundo? pregunt Natsuko-. Todo est gris, como si fuese
de plomo. La ciudad parece cubierta de ceniza!
-No soporto esos brazos ortopdicos de metal de aspecto siniestro!
-Supongo que te refieres a los rascacielos
A Aito le maravill que ella compartiese su manera de ver la realidad.
Nunca ms volvera a sentirse solo y abandonado!
-Nos mudamos a un sitio ms inspirador? propuso.
Estaba harto de Tokio!
-S! chill ella, eufrica.
Aito se concentr en el reloj de arena de su alma y golpe el suelo tres veces con la
punta del bastn
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El guila de la Imaginacin
La majestuosa guila de la Imaginacin tena las plumas doradas y sus ojos rojos
refulgan.
-Os ensear a volar! dijo su voz aflautada y aguda, que no era masculina ni
femenina.
Aito y Natsuko se montaron en su lomo, ilusionados.
Al cabo de un rato divisaron un bosque poblado de rboles tan altos que tocaban el
cielo, de colores diferentes y hojas impresionantes, algunas diminutas y otras grandes como
sbanas. Los troncos, de formas fantsticas, sugeran personas, animales, objetos e incluso
ideas o estados de nimo.
-El Bosque Milenario de las Creencias! exclam el guila, aleteando con vigor para
frenar la marcha.
Natsuko observ que haban talado la mitad del bosque.
-Quin corta esos rboles? pregunt.
El guila ri amargamente.
-La ignorancia, el escepticismo y la indiferencia acaban con los mitos, las leyendas y
los cuentos de hadas.
-Los rboles se mueren cuando damos la espalda a las historias que nos cuentan dijo
Aito.
El maestro hablaba a travs de l
-Exacto!
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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Tomaron tierra y se apearon.
-He aqu el Ro de la Vida, que cruza el Bosque Milenario de las Creencias de norte a
sur y desemboca en el Mar Inmortal. Debis comer uno de sus peces, que son el alimento del
alma, de lo contrario no podris continuar vuestro viaje por la realidad invisible. Hasta
pronto! dijo el guila de la Imaginacin, y desapareci en el horizonte.
Natsuko mir con desagrado aquellas aguas turbias.
No se baara en ellas ni loca!
-Es imposible encontrar algo comestible aqu! dijo, enfurruada, y se sent en la
orilla.
Aito, pensando cmo poda atrapar un pez en el Ro de la Vida, se concentr en el
reloj de arena de su alma y golpe tres veces el suelo con el bastn, que al momento se
transform en una caa de pescar.
Qu maravillosopoderposea gracias a las enseanzas de peregrino-samuri que
haba recibido!
Se puso a pescar, confiado, y no tard en obtener su botn.
Un precioso pez deplata.
-Premio! profiri, alzndolo, victorioso.
Natsuko frunci el ceo.
Cmo haba podido salir algo tan bonito y limpio de un sitio tan apestoso?
-Eres increble!
Aito reuni unos troncos, les prendi fuego con la punta del bastn y cocin el
apetitoso pez.
Cuntas habilidades tiene!, se dijo ella, admirada.
Era de otro planeta comparado con los estpidos nios normalesque se pasaban el da
haciendo el ganso, compitiendo con sus juguetes tecnolgicos y farfullando bobadas!
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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Quin, de entre aquellos idiotizados, era capaz de soar lo que l realizaba con tanta
naturalidad? Ninguno! Habra que colocar el mundo del revs para que cambiasen!
-Anda, come dijo Aito, dndole su porcin.
Natsuko no se hizo de rogar. De repente tena un apetito voraz.
Mmm, lo ms delicioso que haba probado jams!, juzg, y se deslizaron sendas
lgrimas de dicha por sus mejillas.
A Aito le recorri un estremecimiento deplacerprofundo.
Entonces apareci una vieja tortuga gigante, que les dijo:
-Yo, que nac al principio de los tiempos, es la primera vez que veo a alguien pescando
un pez en el Ro de la Vida desde hace trescientos aos, porque los hombres y mujeres de la
realidad visiblehan contaminado sus aguas. Os felicito por vuestra hazaa!
Aito y Natsuko se alegraron de conocer a una tortuga que hablaba, lo cual no les
sorprenda. Desde que haban echado a volar, alejndose de Tokio, esa ciudad gris de la que
nunca haban salido, sentan que la frontera entre la realidad y la fantasa se haba esfumado!
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El laberinto de piedra
En la otra orilla del ro, la Bruja del Aburrimiento -una vieja encogida y arrugada,
vestida de negro, que tena una nariz enorme con una verruga en la punta- lament que esos
nios japoneses hubiesen interrumpido su reposo para demostrar que los milagros de la fean
existan.
-Os maldigo! grit, espectral, agitando con rabia el puo.
Natsuko se encogi de hombros.
-Qu fea y desagradable eres! replic alegremente, y le sac la lengua.
-Ignrala! dijo Aito, agarrndola de la mano.
Se pasearon por el bosque. El sol brillaba con fuerza, proyectando en el cielo un
esplndido arco iris. Del Ro de la Vida brotaban montones de cangrejos que les seguan
como la cola de un vestido de novia.
Al sentirse atrados por un laberinto de piedra, accedieron a su fra atmsfera y durante
un tiempo deambularon desorientados por sus corredores.
Presintiendo que la maldicin de la bruja les haba perdido, Aito golpe tres veces el
suelo con el bastn y surgi ante ellos una hermosa codorniz de oro que les entreg un cesto
lleno de arndanos y fresas.
-Cualquiera puede entrar en el laberinto de piedra de la Bruja del Aburrimiento les
dijo-, pero nadie lo abandona a menos que conozca de antemano la salida, que se encuentra en
esta pared.
-Yo no veo nada dijo Natsuko.
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-Utiliza los ojos de tu alma! replic la codorniz de oro, rindose.
Natsuko deneg con la cabeza, contrariada.
No le gustaba que le dijesen cosas que no comprenda!
Aito le cedi el bastn, para compartirsu conocimiento. Cuando ella lo sostuvo con las
dos manos y volvi a mirar la pared, distingui un disco de jade, verde azulado, y le bast
empujarlo para encontrar la salida.
-Genial! dijo, entusiasmada, mientras pasaban por la abertura.
Se despidieron de la codorniz de oro y prosiguieron su camino, gozando de la hierba
mullida y hmeda de roco, los rboles de formas sugerentes y el aire puro.
Se sentan tan vivos y alegres!
Entre tanto se comieron los sabrosos arndanos y las jugosas fresas.
-Qu hacemos con esto? pregunt Natsuko.
No quera deshacerse de ese lindo cesto de mimbre, artsticamente trenzado, en el que
poda poner los bonsis de su habitacin!
Aito lo sopes, intuyendo que era mgico.
Al golpearlo tres veces con el bastn, emergi de l un hombre calvo, flaco como un
junco, con una pequea barriga cuyo ombligo sobresala por debajo de su chaleco. Tena la
cara pintada y una bola roja en la nariz. Llevaba tapado el ojo izquierdo con un parche de
pirata y su mano derecha era un garfio de metal.
-Encantado de conoceros, amigos! Yo soy el payaso zumbn, para serviros! dijo,
haciendo una reverencia.
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El payaso zumbn
El payaso solt una risotada, sacando la lengua -era tan larga que poda tocarse con
ella la barbilla-, y levant el garfio para sealar un recinto amplio, con una entrada circular
sobre la que haba un cartel que rezaba:Parque de Atracciones el Payaso Zumbn. Entrada
gratuita para menores.
-Estis listos para la experiencia ms fascinante?
Se sentan contagiados por el entusiasmo de aquel personaje!
-Ya es hora de ser nios, no os parece?
Haba simpticos seres de diferentes formas y colores que hacan cola para subirse a
las atracciones, en grupos, solos o acompaados por sus padres.
Aito le devolvi la sonrisa a un ratn amarillo de ojos saltones mientras su anfitrin
les pasaba el brazo por los hombros en un gesto de camaradera.
-Os han hurtado la inocencia!
El payaso golpe su cabeza calva con el garfio, sonriendo de oreja a oreja, y se puso a
brincar, como si tuviese muelles en los pies, entre un equipo de rugby de zanahorias moradas
que escuchaban las indicaciones de su entrenador, un pepino granate.
-Alegra, alegra! profiri, dando un salto mortal con dos tirabuzones por encima de
una guapa cerdita que llevaba una canasta repleta de caramelos, y aterriz en la montaa rusa-
. Que empiece la diversin!
Salieron disparados en uno de los coches, a velocidad de vrtigo.
-Agarraos bien, que viene una curva! Y otra! Y otra ms! Fabuloso, verdad?
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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Adelantaron a tres berenjenas que no paraban de chillar, con los pelos de punta.
-Descorchemos una botella de champn para nios de mi propia cosecha, sabor a
golosina!
Aito y Natsuko, rodeados por una nube de burbujas, estaban perplejos
-Esto es vida!
El payaso se haca cosquillas con el garfio en el ombligo hasta que estallaba en
carcajadas.
Natsuko apret por curiosidad un botn del salpicadero y surgieron varios pasatiempos
flotantes.
-Os apetece echar una partidita? Anda, no seis timoratos!
Incrdulo, Aito se vio lanzando dardos a una diana cuando el coche de la montaa rusa
caa en picado.
Y luego, vuelta a empezar.
Disfrutaron de todas las atracciones, bailaron y jugaron con los monstruitos y
comieron algodn dulce.
En unas horas haban vivido la niez que el asfalto, la niebla y los brazos ortopdicos
de Tokio les haban robado...
-Ha sido alucinante! exclam Natsuko, tras saludar al payaso, que se despeda de
ellos agitando un enorme pauelo naranja y les gritaba que podan regresar cuando quisiesen.
-Est loco de remate dijo Aito, suspirando.
Tena el cuerpo electrizado por la emocin!
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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El Castillo de los Relojes
Natsuko se haba colgado del brazo el bonito cesto de mimbre, que se llevara a casa, y
lo llenaba de margaritas,su talismn de la suerte, aprovechando que el bosque estaba
tapizado de aromticas flores.
A Aito le cautivaban aquellos rboles tan creativos.
Ansiaba conocer las historias que contenan!
Se detuvo ante uno que tena forma de reloj de arena. Al golpear tres veces el tronco
con el bastn, apareci una puerta con un letrero en el dintel que rezaba: Castillo de los
Relojes.
-Entremos! exclam, agarrando de la mano a Natsuko.
Al otro lado reinaba la atmsfera del amanecer.
Les recibieron cuatro mujeres jvenes y hermosas, vestidas con delicadas tnicas, cada
una de un color diferente: verde, blanco, rojo y azul, que les entregaron un ramo de tulipanes,
una corona elaborada con espigas de maz, un racimo de uvas envuelto en hojas de parra y
una antorcha.
A lo lejos sonaron doce campanadas, detrs de un desierto de plata salpicado de dunas,
donde haba un enano que exclam jovialmente:
-Bienvenidos a ninguna parte! Yo soy la manecilla del tiempo!
Acto seguido surgi a sus pies un campo de trigo.
-Cerrad los ojos y encomendaos a m! aadi el enano.
Aito y Natsuko le obedecieron.
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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Les pareca un ser incapaz de albergar malos sentimientos!
Entonces se transformaron en aves y echaron a volar por el mundo.
Los paisajes se sucedan como las estaciones.
Ros de miel. Montes de abejas. Valles de brillante luz habitados por lucirnagas
tocadas con sombrero de copa. Bosques de mirlos. Nubes de plumas y oro en polvo. Prados de
musgo y terciopelo. Campos de cometas donde haba casas de muecas. Lagos de espejos con
circos de acrbatas y domadores. Colinas de arco iris. Y mares de estrellas donde flotaban
barcos de silbidos tripulados por mariposas
Qu maravilla! -dijo Aito.
No quiero volver a Tokio!, pens Natsuko, abriendo los ojos involuntariamente,
porque tema despertarse del sueo.
Y se vieron de regreso en el bosque
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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La fuente de las hadas
-Djame elegir a m. Siempre he soado con hadas. Me sentira tan feliz si pudiese
conocer a alguna! Crees que tu varita mgicafuncionar conmigo?
-Pues claro! contest Aito, y le dio el bastn.
-Eres un tesoro.
Natsuko se acerc a un rbol de aspecto sinuoso y cautivador. Al golpearlo tres veces,
apareci una puerta con un letrero en el dintel que rezaba:Fuente de las hadas.
Cuando atravesaron el umbral, vieron un cao de plata del que no cesaban de brotar
hadas que les rodearon en crculo, danzando sobre ptalos de rosa, bajo un roco de polen.
Cargaban bomboneras depiel estelar, tarros de mermelada de pradera, neceseres
fabricados con caballitos de mar, decorativos corazones vegetales, manteles tejidos con
plumas de ave Fnix, bolsitas de encaje que contenansemillas del sueo...
El hada pelirroja estaba envuelta en tules, cintas deseda venusinay lazos de claveles.
El hada rubia sostena un farolillo de colores con incrustaciones de ncar. El hada morena
llevaba una guirnalda de azucenas y campanillas. La sirena luca pulseras de perlas, un collar
de estrellas de mar y un sombrero de coral, y su cola estaba cubierta de algas.
Los zapatos musicales del hada chistosa despedan un finsimo vapor iridiscente que al
tocarlo te provocaba unas cosquillas irresistibles y las carcajadas estaban garantizadas.
Aito y Natsuko se pusieron a bailar con todas las presentes, en el centro del corro.
Una a una las hadas acudan a su encuentro para que admirasen de cerca su increble
belleza.
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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-Qu elegante eres! exclam Natsuko cuando le toc el turno a un hada que exhiba
un deslumbrante vestido de noche, urdido con amapolas, y zapatillas de baile de diseo
oriental que le haba regalado Aladino.
-Gracias! replic el hada, ofrecindole la mano para que besase su anillo del candor
antes de iniciar el nuevo baile.
-Mirad qu guapa estoy! dijo el hada de las gemas, que era muy presumida y haba
engarzado en su flamenca falda de campana todo tipo de piedras preciosas.
El hada trotamundos, que le haba pedido prestadas las botas a Pulgarcito, hizo una
reverencia ante Natsuko.
-Te he trado algunos obsequios! -dijo, y abri su bolso de conchas con asas de crin
de centauro para sacar un ramo de violetas, una pulsera de dientes de unicornio, un frasco de
ungento enamorador, una bufanda de la alegray unas alpargatas de cristal Cenicienta.
-Mil gracias! replic Natsuko, y meti en su cesto todos los presentes, junto a las
margaritas que haba recogido en el bosque.
-Viva el polvo de estrellas! vitore el hada pastelera, que sujetaba en una mano,
haciendo equilibrios, la tarta de siete pisos que haba preparado segn la receta de las hadas
madrinas, fermentada con levadura del amor, que se obtena machacando en un mortero
mgico granos de un cometa cado en luna nueva y un trbol de cuatro hojas.
-Viva! -corearon varias hadas pertrechadas con una tartera en la que haban guardado
natillas de cieloy zumo de zarzamora para organizar una merienda campestre.
-Gocemos, olvidadizas! saltaron las tres hadas parcas, sobre las que flotaba una
nube degorriones de los recuerdosque no cesaban de rescatarsoplos de felicidad, escarbando
en el aire con el pico.
-Ayer, hoy y maana! profiri un hada enana montada en un ciervo por la que
trepaban diminutas ardillas.
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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El hada de las selvas, que mostraba el cuerpo tatuado de animales salvajes e iba a
lomos de un len blanco, lanz su agudo aullido, lo nico que conservaba del idilio con
Tarzn.
-A bailar, a bailar! dijo el hada de los ros y los lagos, cuyo corpio de escamas
haca juego con su esplndida melena azul, en la que asomaban sonrientes peces de grandes
labios rojos que repartan besos volados a diestro y siniestro.
Entonces salt al centro del corro un hada de caperuza roja que calzaba zuecos de
cuero de lobo, y bes a Aito en la frente.
-Te invito a una infusin de gracia femenina! le dijo, esbozando un guio seductor.
-Oh, estupendo -replic l, encantado.
El hada de las pompas de jabn construy un arco iris encima de Natsuko y un hada
que posea alas de liblula puso a sus pies una olla rebosante de monedas de chocolate.
-Esto es para cuando ests tristes y quieras acordarte de nosotras dijo.
-Hay que vestirles como se merecen! dijeron al unsono las ninfas hogareas, que
acostumbraban a esconderse en los roperos o en cualquier otro rincn de las casas.
El hada bordadora, sin pensrselo dos veces, les cosi vistosas alas de mariposa,
salpicadas de lilas y bayas, con hilo fosforescente, para que se iluminasen por la noche.
-Han quedado de cine! aprob, satisfecha, contemplando su obra.
Aito y Natsuko echaron a volar, impulsndose con la parte superior de las alas y
utilizando la parte inferior de timn, pero eran un poco torpes, as que el hada modista sac de
su costurero agujas de pino, hilos de cabello de ngel y manostijeras, les hizo subirse a un
taburete giratorio para tomarles las medidas y les confeccion un distinguido traje de vuelo,
ajustado y elstico, entrelazando velos de odalisca, inspirado en las abejas, con rayas
horizontales carmeses y blancas.
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El hada perfumista puso el toque final rocindoles una fragancia elaborada con
bergamota, hierbabuena y mandarina.
-Guau! -exclam Natsuko, hechizada.
Jams se haba imaginado que un da iba a transformarse en hada!
-Yo se supone que soy un hado? pregunt Aito, divertido, y los dos amigos
rompieron a rer.
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Los trabajos de Hrcules
Aito llam a la puerta de un rbol recio que le atraapoderosamentey vio que su
letrero rezaba:Hazaas heroicas.
Una vez dentro, se transform en un personaje alto, fuerte y atractivo.
Impresionante!, se dijo, palpndose el cuerpo, admirado.
-Te gustara realizar proezas? dijo el guila de la Imaginacin.
-Por supuesto! replic l con entusiasmo.
-Qu hroe mitolgico prefieres?
Aito se frot el mentn, dubitativo.
Slo conoca a uno, y de odas, gracias al cine!
-Hrcules?
-Has elegido al ms grande! Adelante!
Se produjo un resplandor
Su primera tarea consista en matar al furibundo Len de Nemea, que haba provocado
el caos en la ciudad tranquila y hospitalaria que le daba nombre.
Aito-Hrcules viaj a Nemea en caballo, bajo un sol de justicia, se aloj en casa de un
afable tabernero llamado Moloco, donde cen un jabal asado, pues era legendario su voraz
apetito, y pernoct en una confortable alcoba en la que se haba establecido una familia de
ratones que no cesaban de corretear, aunque su sueo era tan reparador que ni siquiera los
terremotos podan despertarle.
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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A la maana siguiente parti en busca de la bestia, que no tard en comparecer,
enrabietada, y le dispar todas las flechas que cargaba en el carcaj, en vano. Se partan al
chocar contra su impenetrable piel!
-Maldito zoquete! exclam, contrariado, arrojando el arco al suelo, y us su
formidable espada de bronce, asestando tan violentos espadazos que habran partido el tronco
del rbol ms grueso, aunque al Len de Nemea no le hicieron el menor efecto.
-Eres un hueso duro de roer dijo, y prob con el garrote que haba fabricado l mismo
empleando la madera de un olivo que tronch a manotazos para demostrar el vigor de sus
bceps.
El monstruo, en lugar de caer abatido por los golpes, se rea a carcajadas.
Haba que actuar con cabeza y tenderle una trampa, resolvi, azuzndole a sopapo
limpio para acorralarlo en su cubil, y all lo estrangul sin contemplaciones.
Luego se dirigi a escabechar a la Hidra de Lerna, un letal engendro acutico con
forma de serpiente, de nueve cabezas y piel revestida de lminas de bronce.
Al llegar a la cinaga donde viva tuvo que taparse la nariz con un pauelo. La hidra
emanaba un aliento tan txico y nauseabundo que poda emponzoarle si lo inhalaba!
Ni corto ni perezoso, desenvain la espada y se dedic a cortar cabezas, pero
enseguida se percat de su error
Por cada cabeza que segaba brotaban automticamente otras dos! Adems la hidra
estaba protegida por un batalln de cangrejos que no paraban de morderle los pies y era
imposible acabar con ellos a pisotones.
Echara mano de su ingenio para superar esa prueba!
Se quit de encima a los cangrejos rociando sobre ellos la venenosa sangre de las
cabezas que tajaba, y cauteriz las heridas con una tela ardiendo, para evitar el fenmeno de
la reproduccin craneal, dejando los cuellos reducidos a humeantes muones.
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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La Hidra de Lerna dobl la rodilla y exhal su ltimo aliento ftido.
Ahora deba capturar a la Cierva de Cerinea, que tena las pezuas de bronce y la
cornamenta de oro, un animal tan veloz que ni siquiera las flechas podan alcanzarle.
En balde la persigui durante varias jornadas. Al cabo, hallndose ya al lmite de su
resistencia, aprovech que la cierva se haba detenido a beber agua de un arroyo para tirarle
un lazo e inmovilizarla.
Satisfecho con sus primeros logros, Aito-Hrcules entr en un mesn para comerse un
cochinillo a las finas hierbas y echarse una cabezadita antes de vencer al Jabal de Erimanto,
que era capaz de desencadenar sesmos y arrancaba rboles de cuajo con los colmillos.
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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La fama del hroe
Viaj al trote, bajo un sol pendenciero, a Erimanto, donde la antropfaga fiera
mantena aterrorizados a sus habitantes, ya que se papeaba a tres al da y las autoridades
estimaban que en poco ms de un ao exterminara a toda la poblacin.
Atosig al jabal sin descanso, para agotarlo, y le hizo trepar hasta la cumbre de una
montaa, donde qued atrapado en la nieve y l pudo saltar sobre su lomo y encadenarlo.
Cuando regres con su trofeo sobre los hombros, fue recibido entre vtores y aplausos
por los lugareos de Erimanto, que erigieron una estatua en su memoria.
La gente te adora cuando eres un hroe!, se dijo, orgulloso de s mismo, y se fue a
barrer los establos de Augas en un solo da, el encargo que le haban endosado a
continuacin.
Aito-Hrcules sinti repugnancia al ver las montaas de excrementos.
El hedor era insoportable!
Sin duda se trataba de una labor humillante, indigna de un personaje popular al que la
muchedumbre aclamaba, pero l era lo bastante maduro para comprender que hasta los hroes
ms clebres deban mostrarse humildes, as que se arremang para realizar esa faena que
nadie deseaba hacer.
Sin embargo solucion el apuro a su manera, con inteligencia, porque era
materialmente inviable sacar de all aquellas cordilleras de inmundicia de sol a sol.
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En vez de acarrear boigas, sali del pestfero muladar y utiliz la pala para desviar el
curso del ro. En un abrir y cerrar de ojos las caudalosas aguas pasaron por encima de los
establos de Augas y empujaron la mierda hasta el mar!
Si conjugas msculo y cabeza eres un fuera de serie, reflexion, felicitndose por su
ocurrencia, y se fue del tirn a derrotar a los Pjaros de Estnfalo, unas criaturas muy
destructivas, de pico, alas y garras de bronce, que malograban los cultivos con sus ptridas
deyecciones y atacaban a las personas y a los ganados en la comarca del lago Estnfalo.
Se apost en la orilla y comenz a tumbar presas a flechazos.
Tena una puntera infalible, pero comprob que las aves eran legin y no podra
acabar con ellas aunque se pasase diez vidas disparndoles.
Haba que rumiar una argucia...
Tras escucharlas pacientemente y asimilar el modo en que se comunicaban,
confeccion un cascabel que produca un sonido inaguantable para ellas y lo agit desde lo
alto de una colina hasta que huyeron despavoridas para no regresar nunca ms.
Cuando baj de la colina, fue ovacionado por todos los vecinos de la comarca, que
decidieron llamar al Estnfalo lago de Aito-Hrcules.
Cun grata es la vida del hroe!, pens, mientras iba a ultimar al Toro de Creta.
Acos a ese salvaje astado que echaba fuego por la nariz hasta que pudo montarlo.
Luego, yendo cmodamente instalado en su lomo, lo gui hasta la ribera del Mar Egeo e hizo
que se ahogase en sus embravecidas aguas.
Cada vez le resultaban ms fciles las embajadas que el destino le encomendaba!, se
dijo, y sabore su nueva conquista zampndose un venado a la pimienta y sesteando a pierna
suelta en una recoleta posada durante tres das.
A rengln seguido se fue a domesticar las yeguas de Diomedes, cuatro bestias
carnvoras a las que el titn haba encadenado para que devorasen a sus inocentes vctimas.
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Al llegar a la guarida del gigante, una cueva fra y siniestra, se ocult tras una roca y
observ cmo el malvado Diomedes arrastraba con aagazas hasta ese lugar inhspito a los
aldeanos de los alrededores para que las yeguas les engullesen.
No haba que ser muy avispado para discernir que el comportamiento de aquellos
animales, contrario a su naturaleza pacfica, lo causaba su amo.
Lo mejor que poda hacer era ejecutar a esa alimaa y entregarla como alimento a los
cuadrpedos!, concluy.
Dicho y hecho. Cuando acab con la vida de Diomedes, propinndole un impetuoso
estacazo con el garrote de olivo, las yeguas se tragaron el cadver y perdieron su brutalidad.
Nunca ms intentaron comerse a nadie y sirvieron fielmente a los labradores en sus
actividades agrcolas, lo cual aument an ms la fama de Aito-Hrcules, cuyas gestas corran
de boca en boca por todas las naciones y las redes sociales.
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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La argucia del amor
Siguiente menester!, se dijo, tras deleitarse con los bailes y banquetes que se
organizaron en su honor.
Tena que convencer a la hermosa y altiva Hiplita para que renunciase a su cinturn
mgico, y todo el mundo saba que era la mujer ms testaruda del mundo y valoraba su
querido cinturn ms que cualquier otra cosa en la vida
Se present en el castillo de la reina y comparti con ella una agradable velada,
contndole sus aventuras.
Mientras le atenda con embeleso, Hiplita, cautivada por su imponente planta, alent
un sentimiento que desconoca, y a la maana siguiente le pidi que permaneciese en su
castillo durante tres das, invitacin que l acept encantado, porque all estaba de maravilla:
la comida era exquisita, la cama de su aposento era la ms cmoda en la que haban reposado
sus maltrechos huesos y tena a su disposicin los mejores caballos del mundo. Cada tarde
montara un purasangre para cabalgar hasta la playa y darse un chapuzn en el mar!
As que se dedic a gozar de las bondades que su anfitriona le brindaba.
La vspera de su partida, no le sorprendi que ella le dijese, mientras merendaban
chocolate caliente con galletas:
-Querido Aito-Hrcules, s que me honraste con tu presencia para aduearte de mi
fetiche, aspiracin que yo no habra consentido ni en sueos, pero ahora que he convivido
contigo y te he conocido como hombre y no como el hroe que todo el mundo ve en ti, he de
reconocer que me has enamorado.
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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Hiplita puso sobre la mesa su cinturn mgico, que le haba ayudado a conseguir
todo lo que deseaba en la vida, y aadi:
-Tuyo es mi bien ms precioso, pues ahora que me has usurpadoel corazn ya no me
sirve para nada
De tal suerte Aito-Hrcules llev a cabo su novena empresa sin mover un dedo, lo cual
le permiti afrontar con renovados bros la dcima: robar el ganado de Gerin, un cclope
formado por tres cuerpos con sus respectivas cabezas y extremidades.
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La pelusa de los dioses
Teniendo en cuenta que la potencia de sus brazos le haca navegar ms ligero que
cualquier barco de remo o vela, acudi a nado, tambin esta vez bajo un solpenitenciario, a la
isla de Eriteia, donde moraba el coloso con personalidad mltiple.
Al ver que el ganado estaba custodiado por un feroz perro de dos cabezas, desenvain
la espada, lamentando que hubiese tantos esperpentos que padecan desdoblamiento de
identidad, y lo decapit por partida doble de un solo tajo.
Cuando apareci Gerin, dispuesto a vengarse, seccion sus tres cuerpos como si
fuesen de mantequilla, y stos, una vez separados, se metamorfosearon en inofensivos
corderos.
Luego se llev consigo el ganado y se tendi a reposar en la falda del monte Aventino.
Como dorma tan profundamente, vino Caco, hermano de Gerin, para hurtarle la
mitad del ganado, que consideraba de su propiedad.
Caco era muy espabilado e hizo caminar a las reses marcha atrs, para no dejar
huellas, y Aito-Hrcules no supo hacia dnde se haba escabullido, as que se conform con la
parte del ganado que le quedaba y prosigui su camino, confiando en que su buena estrella le
favoreciese tambin en esta ocasin.
Al pasar delante de una gruta, las reses se alborotaron y l, sospechando que se
comunicaban con sus compaeras, entr en el escondrijo del mangante y le ajustici de una
certera estocada, recuperando las cabezas de ganado que le haba afanado.
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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Entonces embarc su botn en un ballenero e hizo escala en Sicilia, donde el rey de la
isla, que era tan presumido como buen boxeador, le ret a un duelo, pues se senta muy seguro
de sus formidables puetazos, que dejaban fuera de combate a los forzudos ms temibles,
empezando por Gerin y Caco, a quienes haba noqueado en sendas contiendas de exhibicin.
-Apuesto mi reino a que no aguantas de pie en el cuadriltero ni cinco minutos!
exclam, arrogante, el monarca.
-De acuerdo, infumable dictador. Yo me apuesto mi rebao replic l.
La fecha sealada del combate, Aito-Hrcules esquiv los derechazos de su oponente
durante cuatro minutos y antes de que se cumpliese el quinto le atiz tal mamporro en la
mandbula que le dej sin dientes, sin reino y sin dignidad.
Los habitantes de Sicilia, dispensados del yugo del tirano, estrenaron la condicin de
ciudadanos democrticamente independientescomponiendo muchas poesas y canciones que
inmortalizaban a su libertador, y le despidieron con honores nunca vistos.
El hroe haba cobrado tanta notoriedad que al atravesar las ciudades era ensalzado por
multitud de seguidores que haban creado clubs de fans, entre los que destacaban las mozas
que chillaban histricas al verle, y todo el mundo le ofreca los mejores alojamientos y los
manjares ms deliciosos.
Los dioses, sintindose ofendidos por su xito sin precedentes, pues consideraban que
ningn mortal mereca ser tratado con tanta devocin, enviaron una plaga de mosquitos para
que irritasen a las reses con sus picaduras y las hiciesen fugarse en estampida, mas Aito-
Hrcules tuvo la feliz idea de tejer una enorme mosquitera y el ejrcito de minsculos
aviadores se dio por vencido.
Luego intentaron impedir que Aito-Hrcules vadease un ro, originando un diluvio que
elev el nivel de las aguas por encima de las reses, y l respondi apilando piedras para
construir un camino que sostuvo a flote el ganado.
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
70/111
Por ltimo mandaron a la deslumbrante Equidna para que le birlase las reses mientras
dorma.
Bien se ve que a las deidades del Olimpo se les atragantan mis triunfos, pens el hroe
al levantarse.
En seguida los pastores le contaron lo sucedido, porque le tenan en mucha estima, y l
dio alcance a la bella y astuta ninfa, que se desnud para intentar seducirle, sabiendo que si
sucumba al deseo carnal perdera la fuerza y se truncara su victoriosa carrera.
Aito-Hrcules, sospechando el engao, no cedi a la tentacin de contemplar la
belleza de aquella desvergonzada jovencita, y condujo las reses hasta Micenas, la meta final
de su accidentado periplo.
Este trabajo me ha dado muchos quebraderos de cabeza por la pelusa de Zeus y su
prole!, se dijo, y se hosped en una fonda para meterse entre pecho y espalda un cordero a la
plancha y abandonarse a los brazos de Morfeo durante tres das.
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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El descenso al Hades
Has de sustraer los frutos de oro que producen los manzanos del jardn de las
Hesprides, le orden el vocero de su destino, de manera que se traslad marchando, bajo un
sol impenitente, a Egipto, y entr en el encantador jardn de esas zagalas prietas de carnes,
an ms hermosas y taimadas que Equidna, que eran doce, una por cada mes del ao, y por lo
tanto si ligaban con l por turno le mantendran ocupado todo el tiempo para evitar que se
apoderase de los preciados frutos.
Claro que Aito-Hrcules haba aprendido a desconfiar de las fminas demasiado
guapas y zalameras, as que no le cost resistirse a los encantos de aquellas beldades, les dio
la espalda y tom sin dificultad las ureas manzanas.
Qu bien te sientes cuando eres hroe y no te dejas embaucar por las trapaceras de
quienes intentan arruinar tu estrella para compensar su mediocridad!, filosof, al tiempo que
reparta el oro entre los pobres de Micenas, su tierra natal.
Como an se senta animoso, se encamin hacia Cerbero, un perro de tres cabezas y
cola de serpiente al que deba sacar de los infiernos, lo cual implicaba ingresar al Hades, el
pas de los muertos, y salir de all con vida, osada que hasta entonces no haba logrado
ningn mortal.
En primer lugar haba que camelar a Caronte, el encargado de portear fiambres a
travs del ro Aqueronte.
Para ser admitidos en el Hades y no transformarse en espritus errantes, los finados
tenan que pagar a Caronte una moneda especial llamada bolo, de modo que Aito-Hrcules
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
72/111
elabor una rplica exacta con pasta de mijo y el viejo barquero accedi a transportarle en su
destartalada chalupa, aunque l estaba vivito y coleando, era evidente
Cruzaron las fangosas aguas del ro Aqueronte hasta que divisaron al fiero Cerbero, el
guardin del Hades, que impeda salir a los fallecidos y entrar a los vivos.
Tras estrujarse la mollera para discurrir cmo poda escapar airoso de aquella
desagradable misin que le haba abocado ante la mismsima Parca, Aito-Hrcules cavil que
no mereca la pena enfrentarse a ese chucho que a fin de cuentas se limitaba a cumplir con su
obligacin, y opt por tratarlo amablemente, dedicndole muchos elogios.
Cerbero, que nunca haba hablado con nadie, porque tan slo se las vea con restos
mortales, se hizo amigo enseguida del hroe y le acompa dcilmente hasta el exterior del
Hades, cruzando una cueva subterrnea llamada Aquerusia, ya que el viejo Caronte no acoga
pasajeros en el camino de regreso al mundo de los vivos.
De tal guisa llev a trmino Aito-Hrcules el duodcimo y ltimo cometido que el
destino le haba impuesto para que se consagrase como el hroe ms grande de todos los
tiempos.
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7/24/2019 Yo, El Hikikomori
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La guinda del pastel
Como guinda del pastel, porque le gustaba hacer ms de lo que se le peda, viaj a
Olimpia y all instaur los Juegos Olmpicos, que deban celebrarse cada cuatro aos, en los
que la carrera de carros era la primera competicin a disputar.
-Quedan pendientes las dimensiones del estadio dijo el escribano que redactaba las
reglas.
Entonces Aito-Hrcules se puso a contar sus pasos mientras andaba, hasta que advirti
que haba perdido la cuenta.
-Cuntos pasos he dado? pregunt a su ayudante.
-Doscientos exactamente, Hroe de Hroes replic el es