xxiv domingo ordinario ciclo a

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Ciclo A

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Ciclo A

El amor, que es esencial en nuestra religión, lo podemos considerar desde varios puntos de vista. El domingo pasado la Iglesia se fijaba en la “corrección fraterna”. Hoy consideramos el perdón.

El perdón entre nosotros mismos; pero como una consecuencia del perdón de Dios.

La convivencia nos proporciona momentos de felicidad; pero también es causa de muchos conflictos y disgustos en la familia, en el trabajo y en la vida social en general.

No puede haber una verdadera convivencia fraternal y cristiana, si no hay PERDÓN continuo.

Perdonar significa “borrón y cuenta nueva”. Es cancelar una deuda. Y de esto les hablaba Jesús. A los apóstoles les costaba asimilar esta verdad, de la necesidad del perdón total, acostumbrados a oír lo del “ojo por ojo y diente por diente”. Muchos cristianos actuamos en esto como verdaderos paganos.

En la vida se hacen verdaderas brutalidades por lo del “ojo por ojo”.

Había hablado sobre la corrección fraterna, y ahora comenzaba a hablar sobre el perdón, normalmente necesario para que haya verdadero amor.

Estaba hablando Jesús sobre cómo deben ser tratados los pecadores dentro de la comunidad.

Entonces san Pedro, como más voluntarioso y como que-riendo ser muy generoso, le pregunta a Jesús:

-«Señor, si mi hermano me ofende, ¿cuántas veces le tengo que perdonar? ¿Hasta siete veces?»

Así comienza el evangelio de este día.

Mt 18, 21.35

Entonces Jesús le contestó:“No te digo hasta siete veces, sino hasta setenta veces siete.”

El número siete era una cifra simbólica que significaba perfección. Pero esta perfección era muy limitada. Jesús pone la cifra al máximo y le dice que en el perdón, como en el amor, no debe haber límites.

Eso es lo que

significaba la

expresión “setenta

veces siete”.

¿Cuántas veces, Señor, tengo que perdonar?

Automático

Dímelo Tu.

Tú que eres perdón.

Cuando en ti nacían promesas de olvidar,

pero en vano los tuyos escucharon de tu boca palabras de perdón.

Cada día setenta veces siete te perdonaba yo.

Hacer Clic

Si Jesús nos dice que debemos perdonar a los que nos ofenden es porque Dios nos ha perdonado inmensamente más de lo que una persona nos pueda ofender.

Y para expresarlo gráficamente, nos cuenta una parábola, donde hay cosas algo extrañas y como exageradas. Es para que se nos grabe mejor el mensaje sobre el perdón de Dios. Dice así el evangelio:

«Y a propósito de esto,

El reino de los cielos se parece a un rey que quiso ajustar las cuentas con sus empleados.

Al empezar a ajustarlas, le presentaron uno que debía diez mil talentos.

Como no tenía con qué pagar,

el señor mandó que lo vendieran a él

con su mujer y sus hijos

y todas sus posesiones, y que pagara así.

El empleado, arrojándose a sus pies,

le suplicaba diciendo: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré todo.”

El señor tuvo lástima de aquel empleado

y lo dejó marchar, perdonándole la deuda.

Pero, al salir, el empleado aquel

encontró a uno de sus compañeros que le debía cien denarios

y, agarrándolo, lo estrangulaba, diciendo: “Págame lo que me debes.”

El compañero, arrojándose a sus pies, le rogaba, diciendo: “Ten paciencia conmigo, y te lo pagaré.”

Pero él se negó y fue y lo metió en la cárcel

hasta que pagara lo que debía.

Sus compañeros, al ver lo ocurrido, quedaron consternados y fueron a contarle a su señor todo lo

sucedido.

Entonces el señor lo llamó y le dijo:

“¡Siervo malvado! Toda aquella deuda te la perdoné porque me lo pediste.

¿No debías tu también tener compasión de tu compañero, como yo tuve compasión de ti?”

Y el señor, indignado, lo entregó a los verdugos hasta que pagara toda la deuda.

Lo mismo hará con vosotros mi Padre del cielo, si cada cual no perdona de corazón a su hermano».

El mensaje principal de la parábola es que a veces nos cuesta perdonar de verdad pequeñas cosas y no reparamos en la inmensidad del perdón de Dios a nuestras injurias contra el Creador, pues contra él es lo que hacemos contra sus criaturas.

Hay personas que piden que se perdonen las millonarias deudas de algunas naciones y luego no son capaces de perdonar las pequeñas deudas y ofensas de cada día.

El amor sin medida de Dios es lo que debe suscitar nuestra misericordia respecto a nuestros hermanos. ¿Qué son las injurias que nos puede hacer un ser humano en comparación con lo que significan nuestras ofensas contra el Creador?

El perdón no tiene límites, porque debemos imitar el amor y el perdón de Dios.

Esto no es sólo algo que nos enseñó Jesucristo, aunque lo dio mayor realce. Ya estaba en el Antiguo Testamento y hoy se nos expone en la primera lectura, que suele estar unida con el evangelio, estas palabras del libro del Eclesiástico: (27,33-28,99).

El furor y la cólera son odiosos; el pecador los posee. Del vengativo se vengará el Señor y llevará estrecha cuenta de sus culpas. Perdona la ofensa a tu prójimo, y se te perdonarán los pecados cuando lo pidas. ¿Cómo puede un hombre guardar rencor a otro y pedir la salud al Señor? No tiene compasión de su semejante, ¿y pide perdón de sus pecados? Si él, que es carne, conserva la ira, ¿quién expiará por sus pecados? Piensa en tu fin, y cesa en tu enojo; en la muerte y corrupción, y guarda los mandamientos. Recuerda los mandamientos, y no te enojes con tu prójimo; la alianza del Señor, y perdona el error.

Como meditación de la 1ª lectura hoy está el salmo responsorial que nos dice que «El Señor es compasivo y misericordioso».

El Señor es

compasivo

Automático

y mi-seri-cor-dio-so.

y miseri-cordioso.

El Señor

es compa-

sivo

y misericor-

dioso.

Hacer CLIC

En la vida normal, constantemente tenemos que perdonarnos, porque constantemente nos ofendemos o nos molestamos unos a otros. La mayoría de las veces son injurias muy pequeñas; pero no hay que descuidarlas. Perdonar sería actuar luego como si no hubiera habido tal ofensa. La cuestión es si hay amor o no.

Hay acciones y palabras que no llegan ni a ofensas. Suele haber muchos malosentendidos. No pongamos enemigos donde no los hay.

Hay que perdonar cuando ha habido una injuria hecha a sabiendas. Tampoco hay que exagerar. No hay que perdonar cuando ha sido sin querer, como un pisotón (sin querer) o tropiezo o equivocación. A veces se molesta hasta queriendo hacer un bien..

Hay personas que piden perdón por estas cosillas y luego se tragan verdaderas injurias.

El perdón no es una imposición de Dios, sino que es una liberación. El perdonar nos debe llenar de paz, y por lo tanto de alegría. Es como quitarnos un peso de encima. Es cerrar un corazón roto.

Algunos, que se las daban, o dan, de intelectuales, decían que perdonar era rebajarse, que era un signo de debilidad y hasta falta de responsabilidad.

Podemos preguntarnos: ¿Cuál cuesta más: vengarse o perdonar? Vengarse es relativamente fácil; pero perdonar de verdad es bastante difícil.

Vengarse es ser feliz un momento. El perdonar da felicidad para toda la vida.

Perdonar no es lo mismo que justificar, excusar u olvidar.

No se trata de que olvidemos la ofensa, porque la mente lo recuerda; pero, si lo recordamos, debe ser para seguir perdonando y para seguir ofreciéndoselo al Señor.

Perdonar es pedir por los ofensores y socorrerles en sus necesidades, sabiendo que todos somos hermanos en el Señor.

No es verdadero perdón cuando al perdonar se humilla a la otra persona o se le hace sentir el ridículo o se hacen gestos teatrales o se le quiere hacer pasar factura, diciendo, por ejemplo, que sea la última vez. A la siguiente vez costará mucho más el perdonar. Y peor si se quieren sacar ventajas materiales del perdón.

El perdón debe tener una actitud positiva y optimista, para construir un futuro esperanzador.

En la Biblia tenemos un gran ejemplo en José, perdonando a sus hermanos, después de que había sido vendido por ellos a unos que iban a Egipto.

Perdonar de verdad es difícil. Jesús no dijo que el perdón fuese algo fácil. Más que de sentimientos, es cuestión de voluntad. Dios no quiere que no sintamos, sino que aprendamos a perdonar. Perdonar no es ignorar la falta o la ofensa. Es dar la vuelta a la realidad, y amar en vez de odiar, y corregir en vez de aniquilar.

El dar el perdón no suprime el sufrimiento. Habrá momentos que deberemos mirar a Jesús perdonando desde la cruz.

“Dios no quiere la muerte del pecador, sino que se convierta y viva.”

Para poder recibir la misericordia de Dios es necesario el arrepentimiento de las culpas.

Lo malo nuestro es que no le dejamos a Dios que nos perdone. Él no nos fuerza, sino que respeta nuestra libertad.

¿Con qué cara podemos pedir el perdón a Dios, si lo negamos a otros?

Jesús nos enseñó a pedir: “Perdónanos… como nosotros perdonamos”.

Quien no sea capaz de perdonar a su hermano, no merece el perdón de Dios. No es que Dios no quiera perdonarnos, sino que al tener sentimientos de odio o de venganza, cerramos el corazón, de modo que no puede penetrar la gracia perdonadora de Dios.

A veces el perdonar puede ser heroico: Cuando por maldad le han despojado de todo y debe estar prófugo, etc. Son casos que pueden llevar a una gran santidad.

San Esteban murió perdonando y disculpando a los que le estaban matando.

Esto no quita que no tengamos que trabajar por la justicia. Hay algunos que, para bien de la sociedad, deben ir a la cárcel. Lo que se trata en el perdón es no hacerlo por venganza o por rencor personal.

Siempre el perdón es fruto del amor. Donde no hay amor no puede haber verdadero perdón.

Si debemos pedir perdón y darlo es porque primero lo hizo Jesús. Sólo Dios es capaz de perdonar verdaderamente.

La misericordia de Dios es infinita y verdadera. Quizá el siervo perdonado, que no perdonó, pensó que el perdón de su señor no era total. El perdón de Dios sí es total.

Para que sintamos el perdón de Dios, Jesús lo puso muy fácil dando a la Iglesia el sacramento del perdón.

Pero la condición sigue siendo que perdonemos a los demás.

En la confesión se pone una pequeña penitencia, que no es proporcional a lo que debería pagar por mis culpas.

Quien pide y obtiene el perdón queda con la obligación de resarcir el daño causado.

Así que, si queremos ser perdonados por Dios,

Hoy Jesús nos dice que

Olvida, hermano, tus culpas, corriendo busca al Señor.

Automático

Pero no te olvides nunca de prodigar tu perdón.

Si a tu hermano no recibes,

no te acerques al altar.

Has de perdonar primero, y el Señor te aceptará.

Olvida, hermano tus culpas, corriendo busca al Señor.

Que María nos guíe

por el camino hacia

Jesús, camino de amor y de perdón.

AMÉN