w01 le corbusier - el viaje a oriente

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  • 8/9/2019 W01 Le Corbusier - El Viaje a Oriente

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    Charles-Edouard Jeanneret(Le Corbusier)

    EL VIAJE DE ORIENTE

    Coleccin de

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    Primera 1984

    Segunda Enero 1993

    Ttulooriginal:

    Ilustracinde la cubierta:Ch.-E.Jeanneret,

    dibujode laAcrpolisde Atenas.

    PRINTEDIN SPAIN

    IMPRESOEN

    ISBN:84-505-0396-5

    LEGAL: V. 3.978 1992

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    Pg..-

    Prlogo. porJ. M. Torres 9Nota 17

    EL VIAJE D E ORIENTEA mi hermano. el msico Albert Jeanneret 19Itinerario del Viaje de Oriente

    a los amigos de los Talleres de Arte de la

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21

    Algunas impresiones . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 23

    Chaux-de-Fonds 27Viena 37

    . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 43

    Bucarest 59Tirnovo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 67En tierra turca . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 73Constantinopla . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 81

    Las mezquitas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 91Las sepulturas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 99Ellas y ellos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 103

    109

    Ssamo 113Dos una realidad . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 119El desastre de Estambul . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 125Mezcolanza. retornos y . . . . . . . . . . . . . . . . 131El Athos . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 14.1

    169

    En Occidente . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 187

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    A de otra de viajes.

    DICEN, los que han tenido ocasin de conocerlo, que la claridad yla precisin en las razones que dan origen a un libro, proporcionana su autor una profunda sensacin "estante, firme, cercana a esaplacidez del demiurgo que conoce con precisin absoluta el mvilde su creacin".

    Si eso es cierto, como minimo oblicuas y tortuosas se mepresentaban las circunstancias que habian acompaado a la primeraedicin del V y a g e a de Le Corbusier. Sumergido en eseotro tipo de lecturas que realizadas con un inters muy precisosacan un brillo distinto del texto, aquel placer que en otra ocasinla lectura del V y a g e habia deparado, quedaba esta vez amorti-

    guado, empeado en responder aquello que ya desde el principio sehaba convertido en mi un repiqueteo de fechas,la de su escritura por un lado y la de su publicacin por otro, conun intervalo "inmenso" y bastante inquietante de cincuenta ycuatro aos entre ellas. *

    * Charles Edouard Jeanneret, Corbusier, naci el 6 de octubre de 1887, "a las21 horasn, en La-Chaux-de-Fonds, Suiza. Fue arquitecto pero le gustabatambin urbanista, poeta, pintor, filsofo y hombre de letras. En 1911 realiz unviaje al Oriente. Todas las notas, impresiones y comentarios del viaje quedaronrecogidas en a Este libro fue publicado por vez primera en 1965,de su muerte.

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    qu Le a haba permanecido esos largosaos encerrado, guardado, "intilmente" escrito, salvo las noticiasaparecidas en el peridico local L a deFonds? Si es cierto que en 1914 la guerra interrumpi el propsitode su publicacin, qu hacia 1929, fecha de la aparicin delprimer volumen de las obras completas, en el prlogo no se hacede mencin alguna, y los dibujos de Oriente aparecen de unamanera tan displicentemente amontonados con los de otros viajes?Y en julio de 1965, fue lo que motiv ese resurgir de aqueldiario? quiso entregarnos que fuesen "ms" que nicamente,y como en un principio fueron, unos recuerdos de viajes?

    1911. Detrs de queda ya esa malla espesa de recorridos yviajes europeos que tan cuidadosamente ha ido trazando, dejndoseconducir por los sealamientos que los unos hacen de los otros:detrs de cada movimiento, de cada viaje, una ciudad, un nuevolugar de trabajo, un hombre. Como si ya supiera que su historia

    puede tener forma y volumen incluyendo, clausurando, parapoder continuarla, la que antes ellos escribieron. En el prlogo asu primera edicin de las Obras Completas, all donde se ve obligadoa depurar y condensar el recuerdo de lo que fueron los comienzos,en clido homenaje, est su reconocimiento: que "futun pdagogue captivant"; Grasset, l'un des de l'espritde 1900; Auguste Perret, "le constructeur"; y W. Ritter, TonyGarnier y Ozenfant, y tambin Berlague, Tessenow, Van de Velde,Beherens...

    Y es en ese trajinar de su vida, entre los conocimientos de losunos y de los otros, donde construye ya en ese instante su

    propio andamiaje, esqueleto bablico, exponente oficial de launiversalidad secular del mundo. Y a en ese momento, el arquitecto ha

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    entrevisto todos los lmites de la amplitud generosa de su historia.Antes de que el trabajo cotidiano empiece a darle forma, la mismaintuicin que antes le impulsaba a conocer en cuerpo y alma a susmaestros, le conducir tambin a la de lo opuestoy que no le

    puede ser dado en Europa: la posibilidad de lo probable, la oportunidad del

    azar, los lmites de otro tipo de soledad. "Et lentement, petitpetit, je me suis affermi, j'ai dcouvert que l'on ne pouvait compterque sur ses propres forces"... Y lentamente, poco a poco, he idoconvencindome, he descubierto que puedo contar con mis

    propias fuerzas.

    l, y con l toda su historia, ser un constante recorrerse demanera cclica y entera, insistiendo en lo que de proyeccin tienenlos inicios para explicar los finales. Pocas veces volver a encon-trarse una mezcla tan intensa de pasado y de futuro en una mismapersona. Nada es fortuito, ni banal, ni extrao a esta determina-cin moral de la vida para quien se sabe visto y escuchado por lostiempos: cada acto, cada gesto tiene, entre pasado y futuro, unlugar preciso, una conjuncin repleta de armona. Ni el ocio, ni los

    tiempos aparentemente vacos, quedan excluidos de esta especie deinmortal poder, de este sistema de fuerzas. Son movimientos quearrastran sobre las espaldas todas las obsesiones, con la certeza deque el viaje, determinacin insoslayable, no es para ellas un olvidoo un abandono. A lo sumo, un pequeo aplazamiento.

    Oriente es todo lo contrario de Europa; su viaje hacia Constan -tinopla, lo opuesto de lo que fueron sus movimientos europeos.Aquella intencin tan precisa que le diriga a cada lugar, no

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    por mismo, sino por el conocimiento que le iba a depararaquel que lo habitaba, es ahora un relajado abandono por lasciudades que le conducirn hacia Oriente. El cuerpo las varecorriendo de una manera cmoda, distendida, pero la mirada,atenta y tensa, queda continuamente suspendida entre la vida tandistinta que diariamente va descubriendo y el deseo de medirla consu mundo de referencias. Nada queda excluido de esa atencinfascinada. Todo, desde lo ms fastuoso a lo ms trivial, desde losobjetos sublimes de culto hasta aquellos otros de uso cotidiano, es

    intensamente escrutado. Pero, por encima de todo ello, de lo quehabla Le Vgage a es del paisaje y de los hombres. Y nopoda ser de otro modo. La mano ha ido dibujando sobre el bloc

    todo lo que sus ojos han visto, intentando entender suconstruccin y su forma. Pero luego estn esos otros tiemposmuertos, esos momentos hacia la de la tarde, en los que elviajero sentado a la puerta de un caf o detrs de sus cristales,vuelve a deshacer el recorrido de aquel de viaje. Lejos ya dellugar donde surgi el dibujo, los espacios en blanco de las hojas sevan llenando de otros comentarios. El objeto que lo cautiv en elsol implacable de la maana, bajo la luz distinta del crepsculopierde la claridad de sus limites, la precisin de sus formas. Las

    notas se van llenando de matices que nacen ya con forma derecuerdo. Son otras palpitaciones que invocan a lo ms interior, a

    lo ms intimo de uno mismo. Exultante y apasionado en esa escritura,la reduce y ms slo a palabras sueltas entre interjecciones, conel propsito de condensar en la mnima expresin su afinidad con los

    descubrimientos. Lo que queda escrito acaba por incluirlo todo. Yesa pluralidad tan viva siempre acaba por recalar en el paisaje y elhombre. Con esta condicin nacieron las pginas del Vgage. Lareferencia a la arquitectura est en el origen pero el compromiso deun diario o del libro de viajes siempre acaba por con unomismo. Tal vez aprendi L. C. a cruzar, ya para todos susfuturos escritos, la vida con el otro argumento. Sus textos sern

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    siempre un ent re lo uno y lo ot ro. Y ese ser siempre doscosas es lo que proporciona a su escritura esa condicin tan

    intensa.

    Pero el encandilamiento y la fascinacin producen placer perono conocimiento que pueda ser inmediatamente traducido: veinteaos precis Sthendal para poder"expresar su pensamiento", para poder en las primeras pginas deLa Cartuja de enlugar de decir, o simplemente cantar, su amor por Italia. Conoce-mos ms, al volver y al movernos sobre los temas que nos sonfamiliares, insistiendo con nuestro mirar hasta el agotamientoaquello de lo que conocemos sus envolventes: la mirada, repitiendosiempre los mismos recorridos, acaba por descubrir los indiciosms ocultos, diminutos signos que estallan convirtindose enreveladores de todas las diferencias.

    Al final, ya en Occidente, despus del viaje, tendr que decirj7ai ans et je ne puis pas rpondre Aquel cmulo de

    pasiones no puede ser dicho en el instante de su reencuentro, en el .momento de situarse de nuevo en Centro-Europa. Aquella gris yfra Europa le devuelve al centro de todas aquellas obsesiones quele habian acompaado desde atrs en todo el viaje, y que aparecenahora con una fuerza renovada. La relectura de todo lo escrito nopodia asumir o tra condicin que la de un bellisimo diario de viaje.Slo su publicacin inmediata hubiera tenido sentido. No fueposible en aquel momento. Y el tiempo amonton sobre esosrecuerdos capas y capas de otros argumentos para acabar amorti -guando la potencia con la que nacieron.

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    No es difcil intuir, aunque slo sea por ley de vida, qu fuecapaz de motivar, en 1965, la publicacin definitiva de lo ms bonito que L. C. haba escrito. La historia de L. C. podraescribirse en clave de sucesivas recuperaciones: la de entero anest entre nosotros pendiente; la que realiz consigo mismo, yde manera sistemtica, es la ms impresionante de la historia de laarquitectura; la que realiz con la historia de su viaje a Oriente,de las ms hermosas. Porque no se trataba sin ms de rescatar unviejo escrito, convertir su publicacin en un trmite, una vez

    pasado aquel primer momento en que la edicin caa por su propio

    peso.Cincuenta y cuatro L. C. al encontraba

    en el Voyage una direccin y un sentido que su propia fascinacinle haba impedido descubrir. La nueva lectura, por esos efectos de perspectiva del recuerdo, los agrandaba al desprenderlos de suminucia cotidiana. El tiempo le proporcionaba una significacinms genrica que la de una pura narracin de un viaje. Le Voyage a

    ya no le perteneca. Esa experiencia de su vida adquira unacondicin ms simblica y entraba con derecho propio en ese otroterreno de la donde los fragmentos de la vida de unhombre acaban por ser parte de todos los hombres, o al menos, deunos cuantos entre ellos.

    Pero no haba sido slo el tiempo el mediador de estarecuperacin como si todo se tratase de un juego de casualidades.Lo que haba entremedio de un momento y otro de su vida erasu propia obra. Como ocurre cuando identificamos sbitamente untrozo de la realidad como parte de un reconoce que todoaquel material acumulado, escrito en el ya ha sido utilizadopor sus propias manos. Aquel viaje haba quedado transformado enuna memoria vaga, difusa, de la que extraa tan slo sus reflejos.A se haba constantemente remitido en ese momento de la vidaen que se atraviesa la lnea de sombra, cuando los ideales de

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    juventud son abandonados para dejar paso a otras ms serenas, y a

    veces ms amargas inquietudes. Al leer el manuscrito, los recuer-dos del viaje se cruzan insistentemente con el grueso de sus ltimostrabajos. Texto y obra acaban por entenderse y es el lugar dondese produce esa transferencia.

    Nada, sin embargo, podrfa explicar menos lo que insino queentender que Oriente est detrs de la Capilla de Ronchamp, elconvento de La Tourette, o los palacios de Chandigard. Estosproyectos tendremos que verlos siempre de otra manera. Si entre el

    viaje y estos proyectos existe un hilo delgado y sutil, es algo que n o puede ser cogido sin temor de que se nos rompa. Pero esaalternancia existe y es cierta: esos ltimos trabajos de su vida leconducan de nuevo a Oriente con la misma claridad con la quereconoca que sus ltimas obras eran la forma posible de aquellavida descubierta en el Vcyage. En su texto lefa ahora la Memoriade aquellos proyectos.

    Por el Vcyage habfa pasado la vida. Y el tono y la nota con quehaba sido escrita eran idnticos que los de su voz en 1965. Porqueen uno y otro momento tomaba de la vida su esencia y no losbienes que ella otorga. Aquel texto que nunca tuvo pblico y quenaci para no ser otra cosa que mismo, a fuerza de no querer ser

    haba trascendido el movimiento de los tiempos. Y con el mismo pulso y la misma letra, estaba Le Corbusier en ese momentoescribiendo su ltimo fragmento Rien n'est que laSlo es transmisible el pensamiento.

    Murcia. Barcelona, abril 1984

    TORRES NADAL

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    N O T A

    EN 1911 Jeanneret, dibujante en el taller dePeter Behrens, en Berln, decide, con su amigo Auguste Klipstein,emprender un viaje cuyo fin es Constantinopla. Con muy pocodinero, ambos amigos van a recorrer, de mayo a octubre, Bohemia,Serbia, Rumania, Bulgaria y Turqua.

    Charles-Edouard Jeanneret descubre entonces la arquitectura: juego magnfico de formas bajo la luz, sistema coherente delespritu.

    A lo largo de este viaje, de Dresde a Constantinopla, de Atenas

    a Pompeya, Charles-Edouard Jeanneret mantiene un carnet deruta. Anota sus impresiones y realiza un montn de dibujos que le

    parte de los cuales ser publicada por L aLa-Chaux-de-Fonds, Ms tarde reagrupar y completar esos textos

    ensean a mirar y a ver. De sus notas extrae algunos artculos, unade

    para hacer un libro. Libro que, bajo el ttulo Ledeba ser publicado por Valette en 1914 en el "Mercure deFrance". La guerra impidi la aparicin y el manuscrito seamonton ante los archivos de Le Corbusier. 54 aos despusde su viaje, decide publicar por fin l libro, testigo de susvacilaciones, de sus descubrimientos de joven. En julio de 1965

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    corrige el manuscrito recurrir a ningn documento, lo anota

    escrupulosamente.He pues este de Oriente, que Le Corbusier considera-

    ba como una importantey significativa sobre elao decisivo de su d e artista y de arquitecto.

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    A MI HERMANO,

    EL ALBERT JEANNERET

    lo sabes, cunto hubiera querido que lo que aqu te dedicofuese mejor! Pero no tengo nada ms. Sabes bien cunras de alegra han sido para m estas lneas -escritas para un

    pblico que por lo dems no ha querido saber nada de ellas-, ycun turbadoras de la serenidad a la que todo me invitaba all. Telas doy para dar algo hoy, pues me apetece darte algo hoy.

    Tu mscara ha viajado de una punta a otra -el Danubio,Estambul, Atenas- en medio de papelotes entre los que se extravi,

    no por culpa ma. Era tu mscara, pero no del todo exacta. La he bosquejado sin saberlo t, en la Wald-Schenke de Hellerau enNavidad de 1910: t ragabas unas de morcil la sobre el pan

    con mantequilla de esos mens a que nos constrea nuestrobolsillo en este pas!). Esa morcilla y esa mantequilla me repugna-ban, t te las tragabas glotonamente. Me parecas a ciertas horas, yen esa precisamente, increblemente glotn... Ese croquis fueentonces como una protesta. As te soaba y as te creo. noests encantado de ello?

    Me contaban el o tro da el absolutismo con que t defendas mifrancs -durante tu estancia aqu, este verano-, mi muy pobre,triste, incapaz francs: ste era para m -dibujante- el nico medio

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    de expresin en esas horas en las que me senta vibrar. Te habancitado una frase ininteligible, un monstruo tal como esos que saba

    suscitar el tipgrafo de la y tal como los que tambiny7

    tolera "nuestro amigo de la familia el impresor de ese peridico.T habas contestado que era perfecta, perfecta, y que no querasor nada ms sobre ello.

    As, querido hermano, hace aos que nos prestamos ayuda. No dejaremos de hacerlo, En medio de las fluctuacionesde estima que nos reservan incluso los ms queridos - pues no

    pueden sustraerse del todo a la influencia de la opinin-

    , quenuestro afecto permanezca rgido, inflexible, absoluto -como elhorizonte de all, entre Lemnos y Egeo.

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    ITINERARIO DEL VIAJE

    DE ORIENTE. 1911

    Dresde, Praga, Viena, Budapest, Baja, Giorgavo,

    Belgrado, Naitscha, Bucarest, T irnovo , Ga lvoro,Schipka, Kasanlic, Andrinopla, Rodosto, Constantinopla, Dafn,Brousse, el Athos, Salnica, Atenas, Itea, Delfos, Patrs, Brindisi,

    Npoles, Roma, Roma, Florencia, Lucerna.

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    ALGUNAS IMPRESIONES

    de este modo, largos meses, en pases siempre nuevos-preguntaban el otro da en Berln dos encantadorasno embotar usted sus facultades admirativas, no deslustrar lafrescura de sus emociones para no ver ya las cosas sino bajo unamirada un poco desengaada, un poco hastiada? A veces, durantenuestras ltimas entrevistas, sus juicios fueron tan imprevistos ynos sorprendieron tanto... Ahora parte usted hacia Oriente;

    adivinamos que su intencin es no perderse nada de lo que la rutaofrezca a izquierda y derecha...

    impresiones, pues, diversas y mltiples!...

    Nuestrapregunta tiene sentido. No nos guarde ningn rencor."En definitiva, era verdad: bajo las pesadas bvedas del

    ten, o a lo largo de los glaucos canales de la Spree, en nuestros paseos al atardecer, nos haba ocurrido que, al regreso de unamatadora excursin entre los ddalos pedregosos de ciudades viejaso nuevas de Germania, hablsemos mal de una catedral venerada,o cubrisemos con un punto de interrogacin esa ciudad famosatendida en la desembocadura de un en la llanura y dominada por un "burg" demasiado romntico; de echar pestes contracualquier o tra mueca medievalesca encuadrada en un chasis de

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    torreones, fosas y muros almenados, y contra ese rictus equivoco

    que, bajo un yelmo pico, aparece completamente acuchillado pornegras chimeneas de fbrica y acaparrosado por la lepra desrdidos y malolientes humos. A esa visin, convertida en teatral,yo le haba opuesto otra menos de moda por ser felizmente menosconocida: una serena sonrisa bajo un cielo azul dispuesto en tornoa piedras esculpidas y revoques cuidadosamente pintados sobreespigas de oro donde estallan las rojas flores, donde el azul celestese intensifica en estrellas profundas. Haba hablado con entusiasmo

    de ciertas realizaciones modernas y, en definitiva, haba criticado laAlemania medieval, en provecho de las tranquilas obras de hacecien o doscientos aos. El romanticismo indiscreto, verbo tanlejano a nuestro pensamiento, me exasperado. La admiracinhaba enmudecido varias veces, cuando el gusto infecto de loshacedores de remates y de torres haba echado, por ejemplo, sobreun rfo de cuerpo real que entre rudas rocas rojas erizadaso, ms lejos, tendido como un dios viviente sobre una llanura a laque bendice, un expolio d e Las grandes avenidas

    anegadas bajo el verdor, enlosadas con un asfalto tan pulido porlos automviles que el sol poniente se refleja en en una infinita

    de fuego jalonada por mil columnas negras de los rboles, se

    me habian aparecido, en ciertas horas, como grandiosas creaciones.Y las srdidas callejuelas alrededor de las catedrales insulsamenterestauradas, enterradas bajo los salientes excesivos de las descuida -das fachadas, las pestilencias que se estancan en ellas, las gentesturbias que en ellas se soterran y la pandilla hormigueante dechavales chillones, a menudo me habian hecho huir... mientrasBaedecker caia pasmado, y para manifestar su alegra descolgabaestrellas del cielo para hacer con ellas simples, dobles o triplesasteriscos laudatorios. Haba molestado, pues, a castellanas en o trotiempo altivas, ridiculizado a "viejos verdes" fatuos o maltratados,demasiado nuevos ricos siglo Algunos nombres

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    nombres- los habia marchitado. nombres, pobre magia de

    las palabras que yo hago desvanecer! Decepcionante hecatombe.Para que me absolvieran, habia sido preciso explicarse: En

    primer lugar, habia aventurado, existen famas sobreestimadas. Enel mundo del arte, tan codeado a menudo por el de la moda, hayacaparadores y "faroleros". Tambin se encuentran en modestosy tmidos. A los alborotadores "reclamistas" se oponen los serenosinconscientes.

    Por otra parte, ustedes dicen, seoritas, que un aficionado de

    arte tiene siempre, a pesar suyo, la cabeza un poco al revs, a losojos de los dems, y sepan que yo, por ejemplo, tengo un toirremediablemente persuadido de que juzgo a tontas y a locas conel nico fin de contrariar la opinin general.

    Y a fin de cuentas, si la belleza me parece ante todo hecha dearmona y no de grosor, de extensin, de altura o de sumasgastadas o de estallido teatral, aado, a esta manera de ver, estamanera de ser: soy joven - pecado joven y por consi-guiente dado a juicios temerarios. Venero el eclecticismo, peroespero a tener el pelo blanco para entregarme a a ciegas. Alcontrario, abro bien los ojos a mi alrededor, mis ojos de miopedetrs de las gafas -esas tristes que confieren un aire doctoral

    o de"

    clergyman"

    . Suelto muchas tonterias. Me ocurre-

    tantopeor- que cambio de chaqueta, entre la desaprobacin de misallegados, y me contradigo ms de lo que est permitido. asique en de enojo, resoplo, mientras que otras veces, seoritascuriosas, me siento profundamente conmovido, recorriendo un pais de ensueo al ritmo de subyugantes, conquistadoenteramente por la gran Armonia!

    No, seoritas escpticas, viajando uno no se Uno sevuelve tan slo un poco aristcrata en sus amores, y a fe mia que

    ello tiene mrito, en estos tiempos en que todo se socializa, ysobre todo para un lector de La Este viaje de Oriente,

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    lejos de las enmaraadas arquitecturas del Norte -respuesta a unallamada persistente del sol, de las grandes lneas de mares azules yde las grandes paredes blancas de los templos-, Constantinopla,Asia Menor, Grecia, Italia meridional-, ser como una vasija deglibo ideal, del cual sabrn esparcirse los ms profundos senti-mientos del corazn...

    es como a las dos de la madrugada, en el barco blancodescendiendo por el inmenso entre Budapest y Belgrado, noacabo -olvidando ir al puente, a ver la luna ya llena subir a travs

    del ddalo de los astros!

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    CARTA A LOS AMIGOS

    DE LOS "TALLERES DE ARTE"

    DE LA CHAUX-DE -FONDS

    AMIGOsaludo! Si Octavio, en su calle de la Sorbona, en Pars,

    leyera este honorable diario, demasiado hospitalario, ya habrarecibido de en un idioma adornado con imgenes, sus condolen-c i a ~encuadradas en negro, ya que ese antes de nacer, est enmuy mal estado y a punto de morir. Me he comprometido aescribir una notas de viaje, icasi un diario!... Y soy el msdesdichado de los hombres: pues eso es, no lo niegues, el summumdel aburrimiento; y el sentimiento de aguar la siesta de tantos

    compatriotas me atormenta. Por eso acudo a ti. Amas las formas(plsticas, se entiende) casi tanto como Georges y conoces la belleza de una esfera. Vengo a hablarte de vasijas, de vasijascampesinas, de alfarera popular. Incidentalmente, me interesarpor algunos puertos de mi ruta, y mi redactor quedar satisfecho.Marius Perrenond, nuestro alfarero de los talleres, hubiera mereci-do, al parecer, esta epstola "ceramicolgica"; pero Marius todavano ama la esfera lo suficiente: para ti pues estas historias de glibosy mis xtasis.

    T conoces esas alegras: palpar la panza generosa de una vasijaacariciar su cuello grcil, y luego explorar las sutilezas de su

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    glibo. Las manos metidas de nuevo en lo ms profundo de losbolsillos y los ojos medio cerrados, dejarse embriagar dulcemente por el hechizo de los esmaltes, el estallido de amarillos, elaterciopelado de los azules; fijarse en la agitada lucha de brutalesmasas negras y de elementos blancos victoriosos...

    Eso se comprende mejor todava, si se imagina, despus de losagotadores meses de viaje, mi estudio quizs coquetn, azulado porel humo de los cigarrillos y, hundidos en sillones, t y los amigos,o , tendidos sobre divanes, a quienes ver de nuevo

    despus de tantos aos y a quienes har el favor de mis narracio-nes para adormecer despertares! Las vasijas de las que voy ahablarte estarn ahi redondendose poderosamente.

    Sepas que nos hemos asegurado desde Budapest un arsenal de panzas y golletes capaces de hacer reales esas horas evocadas.Sabiamos atravesar tierras donde el campesino artista armonizamagistralmente el color con la linea, y la linea con la forma; yestbamos enfermos de codicia. sin fin! Contrapasos inclusobajo la lluvia torrencial, que hacen gemir a Auguste, ese compae-ro de mis miserias, hasta que al fin descendimos hasta las grutas"alibabescas". Entonces, ya fuese en una oscura tienda o en unstano pobre de Budapest, o an en un desvn acolchado por un

    polvo envejecido, en la hora trrida del mediodia, en una aldea dela llanura hngara, eso fue la orga irrefrenada. algo que sesiente! Los tarros estaban ah, en su alegre estallido y su sanarobustez, y su belleza era consoladora. Para desentraarlos habia-mos pasado revista a toda la triste trasteria sin patria y sin familiaque inunda Europa entera; e incluso aqui, en Hungria, donde elcampesino sabe obrar como un gran artista, habamos encontradola oferta de los comerciantes ms humillante todava y la influenciade la moda sobre las almas an simples ms desastrosamenteefectiva. Habia demasiadas cristalerias multicolores, con ramajesdorados, demasiada vajilla maculada con una intolerable ornamen-

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    tacin de pechinas Luis XV o de florecillas aliadas al gusto de losltimos aos. Nos haba sido preciso rehuir "la europeizacin"invasora y embrutecedora hasta en los tranquilos refugios dondesobrevive -apagndose, pronto sumergida- la gran tradicin popu-lar.

    El arte campesino es una impresionante creacin demo esttico. Si el arte se eleva por encima de las ciencias, esprecisamente porque, al encuentro con stas, excita la sensualidad,despertando profundos ecos en el ser fsico. Le da al cuerpo -al

    animal- su parte justa, y despus, sobre esta base sana, propia de laexpansin de la alegria, sabe levantar las ms nobles columnas.Asf, este arte popular, como una inmutable caricia clida, envuelvea la tierra entera, cubrindola de las mismas flores que unen oconfunden a las razas, los climas y los lugares. La alegra de vivirde un bello animal se ha extendido sin coacciones. Las formas sonexpansivas e hinchadas de savia; la lnea sintetiza siempre losespectculos naturales u ofrece, justo al lado y sobre el mismoobjeto, los hechizos de la geometrfa: sorprendente conjuncin delos instintos rudimentarios y de aquellos susceptibles de las msabstractas especulaciones. Tambin el color no es de descripcinsino de evocacin; siempre simblico. Es fin y no medio. Est para

    la caricia y la embriaguez del ojo y paradjicamente, con unestallido de risa, zarandea a los grandes gigantes trabados, ilosmismos Giotto, los mismos los Czanne y los Van Gogh!Considerado desde un cierto punto de vista, el arte subsistea las civilizaciones ms altas. Permanece como norma, especiede medida cuyo patrn es el hombre de raza - el salvaje, si tquieres.

    Ya te estoy danto la lata, amigo Perrin y sin embargo esasalfarerfas de Hungrfa y de Serbia bastarfan para interminablescharlas, puesto que en ellas se podra circunscribir el estudio delarte annimo y tradicionalista.

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    Djame retener esas dos cosas que nos impresionaron cuandonuestra visita a los alfareros de la llanura hngara y de los Balcanesserbios, y para que descanses y sientas envidia te describir puesalguno de los pueblos danubianos.

    Hay en primer lugar, entre esos hombres que no razonan, lainstintiva apreciacin de la orgnica, nacida de la correlacin dela linea de mayor utilidad y de aquella que encierra el volumen msexpansivo-por tanto el ms bello-. "La belleza, me habia dicho unda M. Grasset en Pars, es la alegra. qu, aada, copiar

    alguna yema encogida? monstruoso!"

    alegra es el rbolextendido, con su grandioso follaje, con sus flores, con todos susfrutos! La belleza es ese esplndido despliegue de juventud. As

    pues, esas alfareras son jvenes, sonrientes - permteme esoscalificativos-, con sus glibos desplegados hasta el lmite delestallido, y qu contraste ofrecen -nacidas en el torno del alfarerode pueblo, cuyo espiritu simple no vagabundea ms lejos, crelo,que el de su vecino el tendero, pero cuyos dedos obedeceninconscientemente a las rdenes de la tradicin secular, quecontrasta con esas formas de una fantasa inquietante, de unaimbecilidad estupefacta, concebidas no se sabe por quin, en elanonimato de las grandes fbricas modernas; no se trata sino

    de los caprichos de un necio, de un dibujante de baja almunia, quetrata estas formas con el nico fin de diferenciarlas de las quedibuj la vspera. A lo largo del Danubio y ms adelante enAndrionopla, encontramos de nuevo exactamente esas formas quecubrieron de negros arabescos los pintores micnicos; persis-tencia en una ruta normal! Tampoco conozco nada ms lamentableque esa mania de hoy de renegar de las tradiciones con el solo finde crear lo "nuevo" ansiado. Esta desviacin de las fuerzascreadoras repercute en todos los dominios del arte, y no nosproporciona solamente teteras nada prcticas, tazas feas, pobresmacetas de glibos invertidos; tenemos tambin sillas que duelen y

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    mi

    bufetes mal concebidos; y casas de siluetas sorprendentes,

    terclitas, absurdas, que de ningn modo dispensan

    amigo escultor!- la suciedad de las esculturas intiles y su falta

    de tacto.

    Vivimos, es cierto?, en un medio inviable, desorganizado

    Ir hasta el final y te dir en dos palabras una cosa bastante

    chocante, inquietante tambin: esos alfareros "se burlan" d e su

    arte. Sus dedos trabajan; no su espritu, no su corazn. Y abren

    unas bocas atnitas cuando penetramos en sus tiendas y hacemosun saqueo. Y ten por seguro que entre sus productos, hoy

    heterognes, nos presentan precisamente los malos, ajados, de un

    gusto a veces indignante, copias deseadas de chapuzas entrevistas

    da de mercado en el puesto de un vendedor ambulante venido

    de la gran ciudad. Su arte ya n o es ms que una supervivencia, y

    en Knajivaze, en los Balcanes, por ejemplo, si pasas dentro de unos

    aos, ya no encontrars all ni una sola de las piezas que te

    mostrar cuando vuelva: tenan ya veinte aos de edad y las

    habamos desenterrado entre los desperdicios en que se llenaban de

    polvo esos " pecados de juventu Considerando esto, Auguste,

    que prepara su doctorado en historia del arte, se sinti de pronto

    trastornado por el alumbramiento de una teora reveladora. Tuvoel sentimiento de esa crisis ltima que atraviesan los jarros de

    Hungra y de Serbia y, examinando de un sola vez todas las artes

    y todos los tiempos, fund la teoria del "momento psicolgico de

    la alfarera popular en las artes del siglo En alemn eso queda

    mucho mejor: "der psychologische moment..., etc.". Auguste, te lo

    confo, nunca se sali con ello. Y no seria yo quien pudiera

    ayudarle; en cuanto a ese segundo hijo en mal estado, muerto sin

    haber visto la luz y que har llegar a Auguste las condolencias de

    Octave, encuadradas en negro y en una lengua vdica, te voy a

    decir a qu nidos exquisitos nos llev nuestra locura.

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    Aquel mircoles 7 de junio, por la maana. El gran barcoblanco haba dejado Budapest la vigilia, cada la noche. Ayudado por la violenta corriente, haba descendido por la inmensalquida que marcaban con un jaln negro a derecha e izquierda lasdos riberas lejanas, reunidas en el horizonte en su huida infinita.Todos, casi, dorman: los privilegiados sobre banquetas de tercio- pelo rojo en el saln para fumadores de clase; los campesinos,hombres y mujeres, amontonados, con innumerables paquetes amenudo decorados con bordados brutales y alegres. En el grancielo, la luna apagaba las estrellas. No conoca nada de los pasesque atravesbamos, porque nadie habla nunca de ellos. Y, sinembargo, me daba la impresin de que tena que ser muy bello,muy noble. reirs!, sabes, t que te acuerdas con emocin denuestras tardes de domingo en los Conciertos Colonne, loque me induca a penetrar en algn rincn de esa llanura de la queno saba ni nada? Los primeros compases de la Condenacinde Fausto, que nunca he sin ser trastornado por su lenta ymelanclica majestad... Durante esa noche no poda dormir. Soloen el puente superior, envuelto en mi abrigo, ante... un atadcubierto por un gran velo negro bordado con un ribete de plata ydos coronas de flores. Esta sinfona de negros y blancos bajo la

    luna y sobre este espejo centelleante, todo ese aparejo nutico pintado de un blanco deslumbrante, las bocas abiertas de losventiladores, las orillas negras, el sombro atad como una granmancha muda, la silueta movediza del capitn yendo y viniendoall arriba, en la pasarela, y tan el murmullo de los dos pilotosen la ropa y, brutalmente, de pronto, marcando lentamente la ruta,la campanada sombra del viga cada vez que en medio del agua

    brillaba una lucecita -lamparilla de uno de esos pequeos molinosadormecidos sobre el de los cuales te volver a hablar-, eseatad inquietante con su negro sudario y las dos coronas de noche,ante el cual siempre volver a ver sin cesar esta conspiracin del

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    silencio y de la horizontalidad de todas las lneas: henchan elcorazn de una gran serenidad, turbada a veces por un escalofriode exaltacin, de una aspiracin que las lgrimas habrian satisfe-cho.

    Preguntaba al capitn, y despus, en un descanso de los bostezos de quienes dorman indiferentes sobre el rico terciopelode las banquetas, explicaba mis deseos, diciendo que era pintor yque buscaba un pais que hubiese mantenido su carcter integro...Los informes concordaron lo bastante para incitarnos a bajar, al

    alba naciente, a una orilla a ras de agua, a una media hora de lapequea ciudad de Baja. A lo largo del camino, en pastos mediosumergidos, pacan grandes bueyes grises "a la egipcia". Cuandodesembocamos en la plaza, al lado de la iglesia de un barroco bastante hngaro, fuimos casi zarandeados por un grupo deperegrinos lamentablemente pobres, llevando estandartes marcadoscon cruces. La cabeza descubierta, hombres y mujeres salmodiabanpor el descanso de sus almas, con una gran lasitud, mendigandoalgn escaso y se iban harapientos hacia algn lugar desantidad. Nos encontrbamos ya en el mercado hormigueante, msatestado de campesinos que de mercaderas; pues, en este paiscomprobamos en seguida- son necesarias una o dos mujeres,

    agachadas todo el da detrs de un pequeo cesto de frutas o delegumbres, para vender el equivalente a una moneda de veintecntimos. As, de la misma manera, encontraremos a menudo a lolargo del camino dos o tres mujeres que apacentan una vaca, y, enlas ciudades, alguna vieja bruja que agarra una cabra con unacuerda y le hace comer las hierbas crecidas entre los adoquines.Pero ya, ms all de los canastos de cerezas, de las legumbres y del

    puesto de los carniceros, Auguste haba percibido resplandores deesmaltes, y gritado, como el viga de Coln:

    Haba all una cantidad innumerable de ellos, ordenados sobreel pavimento como manzanas en una bodega. No resultaba fcil

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    entenderse con los mercaderes; hacamos nuestros primeros pasosen el mundo de la pantomima: hasta aqu, habamos recurridosiempre a hablar alemn. Los gestos tomaron pues el lugar de laspalabras, y todo fue tan bien que al cabo de media hora, despusde haber atravesado buen nmero de calles bajo un sol ya trrido,llegamos a ese desvn de las Mil y Una Noches donde Ali-Bab,por fortuna, chapurreaba algunas palabras en la lengua de Guiller-mo de Hohenzollern, emperador y sacerdote del Buen Gusto; lasmanos hinchadas de trabajar el barro, nuestro hombre gesticulabalentamente y sin pasin por encima de la multitud muda y negrade sus vasijas, inmovilizadas desde el invierno en la penumbra deesas vetustas paredes de madera.

    Hecha nuestra eleccin, volvimos a descender la escalera; nospresentaron a la abuela, que nos estrech las manos durante largorato; despus visitamos las habitaciones, donde por todas

    partes ese mal gusto de baratilla de gran ciudad que ser, en lateora de Auguste, iuna piedra angular, piedra psicolgica! Por finnos encontramos en el taller, donde el hombre aquel no trabajabams que en invierno, ocupado en el verano en las labores delcampo; un taller simple, rudimentario, pero metido al fondo de unpatio exquisito invadido de rosas, y donde se levanta oblicuamente,formidable, el gran mstil negro arqueado que, al bajar, permitesacar el agua del pozo. El brocal, amigo escultor, en absoluto es depiedra cincelada sino que, rebozado de blanco, lo adornan verdade-ras flores rojas y azules en su exuberante crecimiento. Sonadmirables esos pueblos de la gran llanura, e imagnate su granestilo. Las calles a la llanura, rectas, muy anchas,uniformes, cortadas en ngulo recto, marcadas infinitamente porlas de las acacias enanas. El sol se aplasta dentro.

    Estn desiertas, la vida en ellas es de paso, al igual queen la inmensa llanura de la que son los vertederos, los centrosvitales. De alguna manera son como enormes hendiduras, ya que

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    las encierran altos muros por todas partes. Hazte una idea de laimpresionante unidad y de su amplio carcter arquitectnico: unsolo material: un revoque amarillo intenso; un solo estilo; un cielouniforme y nicamente las acacias de un verde tan extrao. Lascasas se alinean en ella, poco anchas pero muy profundas, cada unacon su remate bajo, sin cubierta en voladizo, as como un frontnsobre el interminable muro, del que desbordan las copas de losrboles, los racimos de las parras y los ramos de rosas trepadorasque llenan de encanto los patios escondidos detrs. Esos patios

    debes concebirlos como una habitacin, la habitacin de verano,puesto que las casas se apoyan todas a igual distancia de la tapia, ylas ventanas se abren en una sola fachada, tras una arcada. Cadacasa tiene de este modo su patio, y la intimidad es tan perfectacomo en esos jardines de los frailes de la Cartuja de Ema, dondenos sentamos, acurdate, invadidos por el belleza, laalegra, la serenidad se concentran aqu, y un ancho porche conarco de medio punto, cerrado por una puerta barnizada de rojo overde se abre sobre el vasto exterior! El emparrado construido conlistones proyecta una sombra verde, y las arcadas blancas delcontrafuerte y los tres grandes muros de cal blanca, repasados cada primavera, una pantalla tan decorativa como los fondos de las

    cermicas persas. Las mujeres son muy bellas; los hombres muylimpios. Visten con arte: sedas fulgurantes, cueros entallados ypolicromados, camisetas blancas ribeteadas con bordados negros;las piernas nerviosas y los pequeos pies desnudos son de una piel

    morena y fina; las mujeres se mueven con un balanceo de caderasque se despliega como la falda de una bailarina, los mil pliegues delos vestidos cortos en los que las flores de seda encienden bajo elsol fuegos de oro.

    Este traje nos encanta; la gente contrasta y armoniza con losgrandes muros blancos y con los cestos de flores de los patios, enlos cuales dan, a las calles tan distinguidas, por momentos una

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    complementariedad extraamente feliz. Al describirse todo es to,

    vuelvo a mi comparacin de antes, acordando que otra vez de ungran tablero de Ispahan copiado en el Louvre tiempo atrs, endonde pequeas mujeres vestidas de azul salpicado de amarillo, deamarillo estriado de azul viven felices en un El cielo esblanco; animando toda la superficie, un rbol despliega sus hojasamarillas; su tronco azul claro se ensancha, y sus ramas llevanflores blancas y granadas verdes. Las flores en la verdsima praderason negras y blancas, y sus hojas amarillas y azules. La alegra

    brota, sorprendente, en ese decorado nico. sabes cunto meentusiasm ese tablero...! Y era e ntre el alfarero de Baja y entresus vecinos, tras el alto y tranquilo muro horadado por una granpuerta redonda para los carros y otra muy pequea para la gente;sta da directamente a la arcada. Solos en la calle, salpicada todaella de pequeas acacias formando bolas verdes, entre la exuberan-cia de las parras y las rosas trepadoras, los tringulos amarillos delos remates bajos se asentaban en calma frente a frente de una punta a otra. Te digo, Perrin, que nosotros, los civilizados delcentro, somos unos salvajes, y te estrecho la mano.

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    V I E N A

    ricos, para socorrer a los pobres, se divierten. paraellos! Seria ridiculo que tambin ellos se aburriesen. De ese modolos pobres se verian privados del espectculo de sus diversiones yya no se lo pasaria bien ni la ms minima parte de la humanidad.Jean Rictus soliloquiaba a propsito de esta cuestin ya en lasegunda estrofa de su clebre lamentacin...

    Hoy es pues "Blumen fiesta de las flores, profusin decolores y ostentacin de lujo. Las calles que llevan al Prater estnabarrotadas de una muchedumbre inmunda. La interminable aveni-da que marca con una linea sin fin el parque donado por elemperador a la ciudad, tiene sus laterales, bajo los arcos de losrboles, atestados de una masa tan pobre, tan "sin trabajo", queencuentra el recurso de venir aqui a exacerbar sus rencores dedesdichada, o simplemente a saciar su curiosidad: ipueblo pobre deViena (que ya conoci hace cuatro aos), nada simptico, srdido,de rostro inexpresivo! Durante tres horas nos hemos codeado con

    sin llegar a amarlo, pues a Auguste, al igual que a mi, no nosgusta tener compasin... mis amigos de Lo meperdonen por estas impresiones rpidas y superficiales...!

    En la nave de la gran avenida se desbordan los carruajes y loscoches de lujo. Todo queda oculto bajo las flores; y bajo esos ramos

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    de efimeras, otras efmeras -otras flores, como dira el poeta-,muchachas, mujeres hermosas sonren, quiz algo depravadas, algoenardecidas de deseo. de negro hacen de segundos violinesen la orquestacin de los colores, y sirven inevitablemene de temade las intrigas que se traman en torno a rosas lanzadas -flores delis ofrecidas cnicamente-. Estas fiestas vienesas, envueltas en suatmsfera de egosmo y de aristocrtica depravacin, son contadas

    por M. William Ritter, perfumadas y mrbidas en la de sus Lys yde sus rosas".

    Pero nosotros, agobiados por el calor de la tarde, observamosslo superficialmente; sin enredarnos en el de distingui-dos, n o registramos ms que el elegante aligeramiento de loscoches, rosas, o azules, amarillos, verdes o tambin rojo cruel, onegros y blancos, grises y blancos, grises o blancos, completamenteblancos. En la explosin de los colores, resultan muy hbiles esasdos grandes damas que se hacen llevar de paseo bajo un dosel deadormideras blancas con semillas negras. Constatamos que lasflores naturales son eclipsadas por las flores de papel; muy bienhechas y desproporcionadas, stas, a lo lejos, en los centelleos de

    las idas y venidas, son como grandes extranjeras tropicales, a cuyoalrededor se pueden oler nuestras rosas de Europa, nuestros iris ynuestras grandes flores de lis envenenadas de perfumes.

    Resulta tambin que en esos frvolos cortejos donde se gastan,en un esfuerzo por la belleza, unas sumas de locura, la finalidad seescapa: pues, si el detalle interesante se manifiesta en ellos, elconjunto se resiente, no existe. Ello es comprensible, ya que nadiese ha preocupado por ello. Pero la unidad de bien es tan potente

    que salva la situacin: aparece, desde ese momento, a travs de lacolumnata negra de los troncos de rboles que soportan la inmensacuna que se aleja hasta perderse de vista, un desfile asombroso; elojo se turba, un poco enloquecido por ese cine caleidoscpico en elque danzan las combinaciones de colores ms vertiginosos. Se trata

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    simplemente de la Viena distinguida que se divierte, y de la Vienapobre que contempla el espectculo...

    Al caer el sol. En el arrabal lleno de rboles, se extiende un patio muy grande bordeado de pabellones bajos, horadados dearcadas. Lo introducen dos pilones, y enfrente una barra amarillalo cierra, manchada por la lnea regular del verde oscuro de los

    postigos: he ah un gran palacio, ostentado segn el gusto majes-tuoso de Luis XIV.

    Se atraviesa hasta el corazn mismo del palacio, esa gran

    superficie impasible y de repente, sin aviso, se despliega elde un a la francesa, pero un jardn pasmoso.hasta la pobreza! Pero no, colosal. Un parterre que parece

    cuadrado, inmensamente ancho y profundo, completamente planoy sobre el que se adivinan, en el breve escorzo de la perspectiva,los compartimentos geomtricos y los bordados de boj. Ningnrbol turba esta superficie donde todo se muestra. Entretanto, aizquierda y derecha, erguidas de pronto, se manifiestan dos formi-dables murallas de verdor, cortadas con hacha, inflexiblementelisas, inflexiblemente horizontales. Y de una altura enorme-desconcertante cuando, totalmente abigarrada de colores, sepercibe a sus pies, la muchedumbre que se pasea. Una colina al

    fondo, coronada por una triste columnata, detiene la vista. Pero, sise vuelve la cabeza, ahf est de nuevo la gran banda amarilla, lagran muralla con su tico tranquilo, noblemente levantada, ypuntuada de verde oscuro por la multitud de los postigos cerrados.

    Ensombrecida en medio de ese cuadro distinguido, sobrevive laViena del viejo "aristcrata". En las salas oscuras y quietas dondelos muebles recubiertos con fundas, los retratos de las paredesevocan con cuchicheos los recuerdos pomposos del Schoenbrunnde antao, cuando los carruajes piafaban en el patio y en medio delos compartimentos con bordados a la francesa, como mariposas deseda, los cortesanos se ocupaban de sus minuciosos asuntos...

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    ... Nos estrecha la mano, el hombrecito aficionado. Hemosllamado a la puerta, sin ms, para satisfacer nuestra pasin por la

    pintura impresionista. Los cuadros del pequeo sefior son a veceshermosos y se lo decimos abundantemente. padecercontratiempos el pequeo coleccionista que ha sumido en minscu-los cuadros cien mil fabulosos! Hay tantas de esasmamarrachadas anchas como una biblia de abuela que ha arrancadoaqui por diez mil coronas, all por cinco mil. La gente que

    pasea a lo largo de esas paredes atiborradas de celebridades gozamal y emite el elogio errneo. La iluminacin es horrible y elmedio infecto; los muebles son de mal gusto. el pequeocoleccionista tiene cuadros de Manet, Courbet, Delacroix! Susjoyas le llenan de un orgullo inquieto que solicita la aquiescencia,la admiracin, la comunin de los dems; y absorbe nuestrasexclamaciones con avidez. Considerando este hombrecito, esteambiente y estas obras de maestros, un malestar nos embarga.ser sino un snob, un apasionado patolgico, sin un amor sano orazonado por el Arte?

    Ya estamos en la calle conversando sobre los coleccionistas decuadros. Auguste tiene que sufrir el relato de una visita anlogaque hice recientemente a en Westfalia a un clebre mecenascuya alma es la de un precursor. En su villa, edificada por el granartista Van de Velde, viven las obras de los modernos En

    el gran vestbulo, se espera el dueo del lugar, en un coloquioemocionado con esas cinco mujeres que ofrecen flores aun extasiado: "El Elegido" de Hadler hace presentir, desde elumbral de esta morada, el alma del que la habita; en la sala demsica, un gran y unos Van Gogh atormentados y unosGauguins tranquilos; y los muros, de nuevo con los muebles, creanun estado de nimo. A travs de la gran ventana del estudio, las

    Estamos en 1910.

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    amplificadas formas de un Maillol blanquean bajo la luz del jardin...No hay un solo rincn de esta casa que no encierre el ensueo. Laimpresin es profunda, poco a poco uno se siente de unaadmiracin, de un afecto fraternal por este hombre joven quesonrie en ese ambiente y se esfuerza por expandir los rayos de suinteligencia superior y de su bondad.

    ... Pero veamos la pintura vienesa de hoy. Traspasemos eseumbral, que hizo poca, de la "Secesin". la sala de honor,caeremos (y desde muy alto) sobre el seor ... de Paris!

    seor de Pars, uno de los"

    grandes"

    de la"

    Nacional"

    , o de los"franceses", husped de la Secesin vienesa! insignia parala oficina! Asimismo, nuestros entusiasmos repliegan sus alas y,enloquecidos, buscan a lo largo de otras molduras el man delconsuelo. Intiles esfuerzos: la banalidad se exhibe, la mediocridadse pone en evidencia. Luego, pasemos rpidamente otra vez bajoesta cpula en otro tiempo simblica de los triunfos de Klint y deHodler, y, de nuevo sobre la Karlsplatz, contritos por esos veinte

    pavos echados a perder, en ruta hacia "Hagenbund"!Hagenbund, en un tono menos malo nos muestra los esfuerzos

    de otra asociacin de artistas -Pero no nos ensea nada. Sinvacilacin renunciamos de comn acuerdo-, Auguste muy irritado,

    y yo muy afligido. En el Knstlerhaus, la exposicin de los artistasreaccionarios de Viena.Dios mio, dnde hay materia para la emocin? Muy cansados,

    pasamos a la obra de Koloman Mosert, expuesta en Mietke...al diablo pues la pintura moderna de Viena! Ahora estamos yadesconcertados. el Luna Park, ni el Klein Venedig en el Prater,no nos restablecern de este desastre! moderna Galeria dondecuelgan algunos famosos franceses est cerrada! Ha venido delcielo esta inspiracin que nos conduce a travs de los vestibulos y alos corredores pomposamente repugnantes de la Galeria Imperial,hacia ese gran rstico, ese poderoso pintor, ese apasionado de la

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    vida, ese extravagante imaginativo, ese estilista grandioso, y eseimpresionista sorprendente, nacido trescientos antes queCoubet, hacia ese viejo Breughel que canta con toda su almaen las "Estaciones" y las la alegra de vivir, suadmiracin y su amor por esta buena Tierra donde se encuentrabien, que le da fuerza y alegra porque est llena de belleza, y desalud.

    Eso es lo que retendremos de la Viena de la pintura, ms quelas superficialidades de ms que las carnes

    de Rubens, tan pujantes en Munich, pero repulsivas.Viena vale por su msica (he disfrutado ampliamente de ella,

    cuando Mahler estaba en el plpito de la pera) y por suarquitectura barroca. Hoy desaparecen esas nobles iglesias, esascasas principescas del y del bajo la invasin de laconstruccin moderna, el medio es masacrado sin piedad y espreciso refugiarse en el retiro de los viejos parques a la francesa,Schoenbrunn y quiz an mejor, los jardines del Belvdere. Undescuido me ha hecho olvidar el Augarten. Uno puede tambinconsolarse del mal gusto que inunda las avenidas con una arquitec-tura advenediza y grandilocuente, esencialmente vienesa, partiendoen busca de las ltimas creaciones de arquitectos de la joven

    escuela: obras llenas de buen sentido, aunque al mismo tiempolocas. An este consuelo no es asequible para todo el mundo,

    porque en el bullicio insensato de esta ciudad demasiado densa,casi hace falta, para descubrir esas obras, un olfato profesional.

    De manera que en definitiva, de Viena la impresin permanecegris, una vez ms y a pesar de los esfuerzos sinceros de asimilacin;deslucidos por una atmsfera de grandeza financiera carente degusto, que pesa, apabulla y ofusca. Gris, permanece la Viena dehoy, para nosotros que no hemos hecho ms que pasar sin penetrarhasta su alma.

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    EL DANUBIO

    EL Orient Express no se retrasa. Atraviesa los paises, mugiendo,resoplando unos minutos apenas en la triste parada de las grandesestaciones -insensible a las bellezas naturales que pasan a su lado oa las que molesta. Hay que resignarse incluso, con a la ida comoa la vuelta, a no ver nunca en la llanura donde discurre la Maritza,elevarse sobre la colina de Andrinopla, el Gloria Deo de sus tresincomparables mezquitas. Renunciamos al Orient-Express.

    Sobre el mapa, un colosal discurre desde los Alpes hasta elMar Negro, circula durante a travs de llanuras que se nosdicen casi desiertas y que siempre inunda. Sobre el mapa, los trazos

    rojos de las frreas no se acercan a los azules meandros salvoo all donde los atraviesan. Para asegurar sobre el recorridodel Danubio el trfico de viajeros y de mercancias, se hanconstruido grandes barcos blancos, con ruedas; descienden yremontan el rio, durante el verano diariamente, ms raramente eninvierno. A bordo la instalacin resulta muy confortable. La partedelantera constituida por una cala, donde dormitorio y restaurantese juntan en uno, hace las veces de segunda clase, completado porun fumadero y un puente descubierto, barrido por los terriblesvientos. La maquinaria separa de la primera clase. En esasexhalaciones ftidas de aceites quemados se amontonan los

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    sinos con sus fardos inconcebibles: hombres vestidos a lamanera ancestral, disfrutan de esta manera las primicias de unacivilizacin europea ornada a sus ojos de tantos alicientes que lesfascina y les trastornar. Veremos cambiar su modo de

    con las fronteras-Austria, Hungra, Serbia, Bulgaria, Ruma-nia.

    Eso variar de los bordados brillantes de la (llanurahngara) a los oscuros y speros de Serbia, de las pieles blancas alas pieles negras, de las lanas blancas guarnecidas de negro hasta

    esas otras de un moreno natural tal como las que proporcionan losmillares de manadas que pueblan los Balcanes. A veces se venhombres salvajes, cubiertos con pedazos de ropa mantenidos sobreel cuerpo por una red de bramantes; el cotidiano desnudarse lesresultara penoso; ellos son los que yacen con los corderos y loscaballos bajo las estrellas, en la gris Puszta o sobre el rido Balcan.La primera clase de nuestros grandes barcos est bastante bien.Terciopelos por todas partes, buen gusto, flores en las mesasdel fumador. Y sobre el muy amplio puente, agrupados, bancosconfortables, mecedoras, bajo una gran tienda protectora. Se come,se bebe a buenos precios. El precio del trayecto, insignificante; pordiez francos pagamos un billete de estudiante, de Viena a Belgrado

    en segunda clase. Pero, tan ricos como un mendigo de Espaa,difcilmente nos resignamos al inconfort de proa. Cada vez quesubiremos a un barco, contaremos esta sencilla historia al hombrecon galones que ejerce el mando: "Disculpe, capitn, la primeraclase es injuriosamente ms que la segunda; nos parece quecomo estudiantes Y les parecer tambin, a esos

    con galones, ya viens, ya magiar, ya es como des-cendemos el Danubio por unos pocos francos, en mecedora bajouna tienda protectora, y sobre los terciopelos del fumadero!

    Embarcamos a las 10 de la noche, en un lugar de losalrededores vieneses, con una muchedumbre de campesinos

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    dos de bolsas y cestos deseosos como nosotros de disfrutar de estanoche gratuita ofrecida por la puesto que la salida no tendrlugar hasta la maana. Esa gente tiene un billete de tercera clase;se hacinarn unos sobre otros, al lado, encima o bajo sus fardos,para mantenerse caldeados sobre ese puente abierto a los cuatrovientos. Nosotros no gozamos en esta primera noche de losmencionados terciopelos. Los bancos, que rpidamente son ocupa-dos, son de tela encerada. Llegan nuevos viajeros que quisierandesalojar: se duerme profundamente. Se vengan, durante casi toda

    la noche, golpearn el cartn, acompaando el ruido de los puossobre la mesa, interjecciones de uso en estos juegos. Los cigarrillosharn una neblina densa tan insoportable a los ojos como la luzdejada encendida. Y adems, habr un viejo infeliz resfriado quetoser sin freno y se obstinar cada cinco minutos en perseguir,renegando, un gusano imaginario. Hay gente con prejuicios;Europa crea con respecto a Oriente leyendas sobre este particular,y pretende que en este todo sea sucio cuando en definitivatodo est bastante limpio. El mismo Auguste delira a veces por lanoche, en guerra contra animalillos invisibles. Los viajeros respeta-

    bles subieron a bordo al salir el sol y el barco se march contra unviolento viento hacia Budapest. decir de esta travesia, yo que

    no s escribir? Como mucho sufri amasijo todavia bien pocosensible- huellas amplias pero imprecisas, como aquellas, que ensus formas infantiles, nos transmiten esas cermicas que pueblos jvenes hicieron hace miles de aos, en esas tierras desde dondeescribo. Para evocarlo, es preciso haber superado el tema. Yo fuisubyugado y aplastado. Las impresiones confieso- fueronenormes, inesperadas. Me agarraron lentamente. Esta carrera detres das hacia Budapest la hicimos en catorce. Permanecimos en el

    puente, para contemplar siempre un espectculo incesantementeunido pero poco a poco cambiante; nuestros libros quedaroncerrados sobre las rodillas. Fue una gran dicha, una serena alegria.

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    por estas pocas lneas, plidas, incapaces! La marea suciade la gran ciudad pronto se vuelve nacarada, despus azul:

    Valseamos deliciosamente sobre el Straussiano "Danubio Azul".Yo haba pensado en un azul de colada, fue un ncar lquidoaumentando hasta el palo, al anochecer. Descendamos sobre elcurso rpido de ese caudal inmenso. En mi imaginacin remontabaeste ms all de los Alpes y me acordaba de una tarde en que, partiendo hacia Berln - bastante tuve una visinpunzante: de un cementerio que me haba sonredo, colgado del

    monte de Donaustauf no lejos de Ratisbonne, era la inmovilidadabsoluta de una gran serpiente roja extendida en el suelo de lallanura morena invadida por la noche. Tanta calma me habia hechodao. De nuevo en mi imaginacin descenda por el ro en ladireccin indicada por la proa del barco. Belgrado yaca a su codo,puerta mgica del Oriente. A continuacin venan los ecos trgicosdel Desfile de Kasan, sangrante de combates seculares. Las"Puertas de Hierro", eran las cohortes cuadradas donde se habanerguido las "guilas" de Trajano. Y o la esa Sagrada, pasmarse en medio del oro de los trigos donde el cielodesaparece en la luz y donde el ruido se ha callado para siempre. Yms abajo, era la total entrega a Oriente de esas aguas. Y yo segua,

    turbado, esas peripecias que iban a ser las mas.Es una soledad D urante horas no se ve nada aderecha, ni a izquierda, ms que una horizontal de rboles

    en su alejamiento, y azules bajo la luz. La marea les alcanza yles anega. Unos parecen abrirse poniendo cielo en ese pocode tierra. Fantasma blanco, nuestro barco nada en un elementoinabarcable. diferenciar este cielo de la corriente que loabsorbe? Ya no hay vida sino en el cielo. Drama de las nubes quela corriente repite, que balbucea a travs del velo de sus olas. Niuna casa. Ni un barco hacia arriba. De vez en cuando, sinembargo, un imponente remolcador y sus satlites, en su negra

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    marcha solemne. Mientras, tocamos, aqu o ms all, un pequeo pontn, una cabaa para el viga. Una carretera se escapa,dirigindose hacia la gran "puszta". En el pontn esperan unosequipajes con ardientes corceles y cocheros que pertenecieron undia a las hordas de Atila, altivos y adornados. Retiran susenganches; la vida se pierde con ellos en un torbellino depolvareda. Ha vuelto el silencio.

    Todava soledad. En plena mitad del ro una fila de molinos,construidos sobre unos barcos amarrados, molinos pequeitos,

    encantadores, cerrados como una arca; estn flanqueados por unagran rueda ms espesa que alta construida con cercos ligerosprovistos de paletas grises, grises como el arca, adems, como elgris luminoso del paisaje. Nos reportan a la China, esos pequeosmolinos finos como delicadas cesteras.

    Por la maana habia aparecido una roca pica, esfinxica. Sobresu formidable cabeza, una larga columna sostena una virgen,mientras su espalda de rasos cspedes crudos se erizaba de speras

    placas morenas perforadas, restos de antiguas murallas y defuriosos torreones. Presburg habia levantado sobre un monte elbloque cbico de su fortaleza. Despus esta guerrera aparicin sehabia desvanecido en el azul y gris de la llanura. De nuevo la"

    puszta"

    se extendfa, indefinidamente.Me parece estar en algn amaznico, tan lejanas estn susorillas, y sus arboledas inexplorables. Las pequeas nubes redondasde la tarde abren unos ojos vagamente blancos. Ahora ya no se venada ms que una horizontal; meandros hacen que seacontinua de una orilla a otra!

    Si yo fuese pescador o mercader a lo largo de esas riberas,tallara religiosamente en madera, un poco a la manera china, undios que seria este ro y al que adorara. En la proa de mi barca,mirando vagamente ante sonriendo, lo levantara no menos queen tiempo de los normandos. Mi religin no sera, sin embargo, en

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    absoluto de terror: serena, pero sobre todo admirativa. Estergnapareci, extraa silueta: un cubo y una cpula llevada por muchascolumnas. De lejos, cada una adivina una maravilla. Cubo donde senueve un ritmo admirable y que los montes nacientes presentancomo una ofrenda sobre el altar que ellos le dedican.

    En fin, en la hora en que todo se abandona a la poesa, bajo uncielo verde, fue en el un inmenso abanico de lamas negras yde lamas de oro , en grandes ondas diluidas de rosa; y, surgiendo,nos rodearon unos montes, de perfiles voluntarios. Evocacin

    violeta de una Grecia que augurbamos hecha de este modo, perotodava ms Pues los montes sern de piedra y elabanico ser el mar.

    Bajamos a dormitando tan dulcemente en el follaje deacacias. No convena en absoluto que Budapest terminase este dainolvidable. Al da siguiente, a medioda, nos ahogamos en lallanura. Un tren de suburbio nos lleva lentamente hacia Budapest.La pueblan campesinos endomingados. Tipos bellos de hombre; jvenes, nerviosos, vestidos de tela negra luciente, de corteajustado. Llevan unas rosas en el ojal, tres, cuatro a la vez, o sobreel sombrero. Las mujeres son morenas, como de una materia dura,enrgicas. En una gama menor, sus vestidos. Tienen tambin rosas

    en la mano, de carne, de sangre, de mbar o alabastro. Ello pintasobre el negro de sus delantales, tableros decorativos tal como seven en los museos histricos, arte de campesinos ricos, en el siglo

    Por qu deberia hablar de Budapest si no la he comprendido,si no la he amado? Me pareci como una lepra en un cuerpo dediosa. Hay que subir a la ciudadela para ver lo irreparable de estaciudad malograda. A su alrededor, un vibrante organismo demontes palpitantes. Una efusin generosa de flujo nacrado ascien-de lentamente de la llanura. El Danubio cerca los montes, loscondensa en un poderoso cuerpo que mira de frente la extensin

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    sin limites. Pero, sobre esta llanura se extiende una lenta humaredanegra donde desaparece la trama de calles. Ochocientos milhabitantes se han precipitado en ella en cincuenta aos. Y eldesorden bajo formas pomposamente equivocas ha hecho sospe-chosa a esta ciudad. Yo no puedo, sorprendido de entrada por laostentacin de estilos diversos y contrapuestos. Bordean el perono se ponen de acuerdo para hacerle un cortejo armonioso. Sobrelo alto, un palacio monstruoso se apoya en una iglesia antiguarestaurada recientemente.

    Sin embargo sobre ese mismo monte, ms cerca de la ciudade-la, unas casuchas antiguas son como una floracin entre las acacias.Moradas simples. Estn unidas por unos muros de donde surgenlos rboles. Nacen de forma natural sobre ese terreno atormenta-do. Nos hemos quedado horas sobre este monte apacible oteandocmo se encendan sobre Taban invadido por la noche, laspequeas luces tranquilas de las veladas. La calma era grande. Depronto se levant una lenta e inefablemente triste melopea. Era unsaxofn o un cuerno ingls; escuchaba con ms emocin quecuando se oye al pastor flautear su viejo canto a la muerte deTristn. Extraa consonancia grandiosa en la naturaleza adorme-cida.

    ustedes, lectores, que mi hermoso gran Danubio fuemutilado por un "tipo" y unas tijeras? Sus molinillos grises mehaban inpresionado en gran manera, la noche en que bajamos deBudapest a Baja. Bajo la luna habia habido un complot grandiosode silencio, de negro y de blanco y de inmutabilidad. El vigahabia puntuado el silencio con un sonido de campana trgicamentesola, cada vez que apareca muy a lo lejos, la luz de una linternasuspendida sobre la corriente... todo eso, las tijeras delredactor en jefe de la de La-Chaux-de-Fonds os hanpermitido ver un imbcil embozado a la manera de Napolen enuna manta, de pie bajo la luna y el viento seco, a solas ante un

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    atad! Slo hubiera faltado el "ser o no ser" que en semejantescircunstancias se hubiera podido saltar. Adems -para acabar coneste "tipo7'- ilas clases de Baja os ofrecieron la desagradablesensacin de una descripcin incoherente, incomprensible!clases! a un hombre su cabeza, un pedazo de pecho, una pierna y un retrato! De las calles de Baja, grandes canalesabiertos a la llanura se han hecho "diversiones" de esta llanura,cuando lo que haca falta era que fuesen sus "vertederos". Lastijeras, lo s, actuaban de buena fe, aspirando a depurar un estilo

    incierto. He reconocido su intencin caritativa, pero les he dadolas gracias. Pues, permtanme una vez ms esto, lector a quienfatigo: yo no os ofrezco literatura, ya que nunca aprend a escribir.Habiendo educado mis ojos en el espectculo de las cosas, intento

    con palabras sinceras, lo bello que he encontrado. Y mi

    estilo es confuso, al igual que es confusa todava mi comprensinde las cosas. El "grafo", el primer da quiso evitar el enojo de unto! qu manera se habra ofendido uno de mis tos porconfesaros nuestros puntos de vista diferentes! El "grafo" quisopues, en este primer artculo, que un amigo se persuadiera de mideformacin de pensamiento y no as un to. Pero se trataba de unto y todo ello vena a ser ms divertido. hiciera falta pasarse

    toda la vida sin embrollar nunca ni un poquito de los parientes,significara su venganza a la hora precisa del testamento, acausa de tanta indiferencia!

    En fin, quisiera todava que se leyese en los prrafos consagra-dos a los objetos de barro populares, que el color es a menudosimblico pero no siempre. me tenis otra vez hablando dealfarera! inclinacin que me aleja de mi ruta! Para echar unvistazo a Caribdis caigo en Scylla! y continuaremos descendiendoel Danubio entre Baja y Belgrado: La corriente muerde las praderastendidas muy lejos, perforadas por charcas de agua y sembradas deenormes esferas grises -mimbres gigantes montados sobre troncos

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    de un tal dimetro, y tan atormentadas que parecen ms bienrocas-. Unos caballos pueblan esas extensiones que bandadas deocas cubren de nieve. Todo se encuentra en una lnea horizontalsobre la que se acumulan y se yuxtaponen, en la que ellas seconfunden. Es como en geometra, un plano visto en seccin. Este plano es la sin lmites con su hormigueo de vida. Algunasgarzas se elevan pesadamente y evolucionan, presentando las fasesdecorativas grabadas con tanto verismo en las maderas japonesas.Raramente, no muy alto, pasa un guila.

    Nos caldeamos bien, por un momento, a propsito de esttica:un estudiante de arquitecto de Praga, conocido la vigilia, multiplicasus anatemas contra algunos puentes de hierro lanzados audazmen-te sobre el agua. Son siempre del mismo tipo: una larga viga rgiday horadada, obra maestra de ligereza y de tcnica. Y como seimagina la atmsfera de la oficina donde han sido calculados esoshierros y tornillos, nuestro hombre no quiere concederle nada msque el desprecio. Nosotros defendemos la bella tcnica moderna ydecimos todo lo que le deben las artes, de expresiones plsticasnuevas y de realizacin atrevidas y el campo esplndido que ofreceal constructor liberado desde ese momento de los clsicosmos. La Halle aux Machines de Pars, la estacin del Norte

    como la de Hamburgo, los autos, los aeroplanos, los vapores y laslocomotoras nos parecen argumentos decisivos. Pero el amigo sequeda irritado; echa de menos la hoja de acanto y el Poseidn enhierro fundido, sobre esas vigas largas que corren como un expresoy no retienen el alma ni la estorban por ms tiempo.

    En la noche alguien seal Belgrado. Y durante dos dasenteros, nos desilusionamos cun fuertemente, cun definiti-vamente! cien veces ms incierta que Budapest! deOriente, la hormigueante de vida colorista

    Uno de esos puentes es obra de

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    . poblada de caballeros relumbrantes, cargados de condecoraciones,portando un penacho fino y calzados con botas lacadas!

    Capital irrisoria; peor: ciudad deshonesta, sucia, desorganiza-da. Una situacin admirable, para ms seas, como Budapest. Enun lugar retirado, un museo etnogrfico exquisito, con tapices,vestidos y... vasijas, hermosas vasijas serbias, de esas que iremos a buscar en lo alto del Balcn, hacia Knajewatz. Se llega por unpequeo ferrocarril belga, vertiginosamente inseguro, agarrado a lolargo de la frontera blgara. Al lado mismo de esta via, en el

    mismo barranco, se construye una nueva linea llamada "estratgi-ca". Est expuesta directamente al tiroteo de los fusiles blgaros, ysuprimir en un ao la explotacin de la linea belga. E l ingenierofrancs que nos lo cuenta, ocupado en la perforacin de un tnel,lloraria ante semejante sinsentido.

    Continuamos a pie y en carromato. la serbia!Las carreteras huelen a manzanilla. Los trigales remueven lallanura y adems, sobre los altiplanos, los cultivos infinitos de maizdibujan sobre el negro-violeta de las tierras, un arabesco expansivo,indolente y cargado de lasitud. El cementerio de Negotine es una

    muestra. Ya hablaremos tambin de cementerios, peroaguardemos Estanbul.

    Es una broma el desfile de -una balandronada de palabrassonoras. Un amigo me escribia en Berlin este invierno: "y eso novali ms, a pesar de que el cielo ennegreciera y se llenara derayos".

    de Hierro! os encontramos, o mejor, no supimosrevivir! dique moderno y enteramente fallido os

    supone el estigma f lagrante del filisteismo de un tcnico desalmado

    Esta impresin data de 1910. Yo tenla 23 La Serbia estaba entonces

    sojuzgada por los Habsburgo desde mucho. La rebelin estall en Sarajevo

    (junio 1914) y desencaden la Gran Guerra del 14-18.

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    tan

    y para siempre habis sido privados del privilegio de serras! Trajano ha escarbado un poquito vuestras rocas y tallado -esos- una inscripcin muy bella. Y saliendo de all el Danubio fueenteramente otro: violento, oscuro, agitado. Es Bulgaria. Cara acara con las dunas tambin; desnudas y pardas, o bien la llanurainundada: es Rumania. El silencio y la soledad se obstinan entorno a este alma trgica removida por la marejada. el codode Belgrado, era tan sereno, tan azul! Ahora grupasredondas y a veces derrumbadas, de tierra amarilla que un csped,

    lugar a lugar, intenta recubrir. Ni un rbol, ni un arbolillo: laaridez en toda su grandeza. Nada de casas. El nico signo de vidaes el reventarse atormentado del ro que retumba, esta maana,erizado de crestas de espuma, de las orillas austeras y mudas. Unmontecillo de repente, se mueve y se derrumba. Pensamos enalgn sbito alud, en algn deslizamiento de la arena tostada:-son- unas ovejas en grandes rebaos que un pastor-punto negrosobre el conduce delante de En algn oasis, en la faldade dos o tres dunas opuestas, se un pueblo. Tejadosviolceos y fachadas frescamente repintadas, desaparecen bajo lasacacias. Es el decimocuarto da desde Viena; por la tarde habremosllegado a Bucarest. Ya no veremos ms el gran nuestro nuevo

    amigo. Lo atravesaremos durante algunos minutos, dentro de ochodas, para pasar a Bulgaria y, apuntando sobre el paso del Schipka,resueltamente hacia el Oriente. Nos habamos detenido enne, Serbia, en el patio de un albergue, cercado por paredes blancasy cubierto por un emparrado. La sombra es verde sobre los mante -les. Por doquier el sol de mediodfa tuesta la llanura. Una treintenade invitados, burgueses de pequea ciudad perdida, celebran unaboda y observan una calma tediosa. Algunos habladores empeder-nidos intentan de vez en cuando un brindis sin inspiracin. Unhombre gordo y sanguneo arenga no obstante con virulencia yhace rodar unos ojos furibundos hasta que la aprobacin se expresa

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    con ruidos diversos y de circunstancias. Pero se encuentranunos zingaros, diez o quince hombres, agrupados en la cabecera dela mesa. Juegan y cantan casi sin cesar, una extraa msica. Nuestros odos se habitan a esas asonanciasy ritmosnuevos; la educacin musical occidental se restringe demasiado anuestras propias creaciones; y an as los conciertos no nos lasrevelan sino muy poco -un trmino medio adquirido, de buentono-, nada demasiado nuevo ni nada tampoco de la msica deantao.

    Sin embargo, el patio se va llenando de sonidos, y algunoscuartos de hora ms tarde, ya me encuentro cautivado por entero,

    y entusiasmado. Mis recuerdos de la "Capilla rusa", se reavivan.Ahi habia habido combinaciones nuevas, infinitamente ms deco-rativas - poderosas como las sopranos sobreagudas, coros demujeres y voces de solo, y corales de nios-. Hay tambin aqutimbres nuevos, no a causa de sus instrumentos parecidos a losnuestros, sino de sus combinaciones y armnicas. Yadems, es un simbolismo musical que ignoramos, imposible entrenosotros, en nuestro periodo de individualismo. Asi como graciasa los Slavianski de Agreneff sent ido los inmensos ylentos, cmo rodaban sobre las estepas ilimitadas, asimismo oigo

    en Negotine la voz del dios que hubiera venerado en mi barca: elgran Danubio y la "puszta" que lo besa, el dominador sereno. Omejor, son los himnos a ese dios, los suspiros, las languideces y lossobresaltos violentos de su pueblo acampado en estas tierrasinmensas, los que empujan a la movilidad, al vagabundeo sin fin, ala celosa libertad, extremosa, integral -y que despierta en cadaalma el sentimiento de una gran dignidad. Un pueblo canta,acurrucado cerca de las cenizas de un hogar en los rosadosatardeceres, verdes y azules y se entrega, al alma ardiente que laagita. Y esta llanura, estas estepas y estas flores, que despier-tan el sentimiento de las cosas sin permitir su percepcin, no

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    podan expresarse ms que con la msica, arte de subjetividad y deNuestro Bello Danubio se deifica en el canto y el juego de

    los La forma es la de una "csardaz" hngara -violines,cellos y contrabajos, pero ningn diablico cmbalo. El jefe, de pie, bardo popular, canta el canto de su pueblo. Inventa unosgrupos, siguiendo la emocin que le embarga; los elementos sonseculares. Nada fijado de antemano. Dice su credo, y los dems selamentan o quedan pasmados, o estallan en gritos, fieles a su

    pensamiento. La voz en solo cuenta un pensamiento dulce la

    cuerda de mi sola. De repente, el bloque se quebranta, y surge uncubo de msica; todas las voces salen al unsono y los instrumentosadornan el fondo, de o de arabescos en serpentina. El bardo recita un nuevo pensamiento que conmueve la "csardaz"; ytodos aplastan sus llantos en las cuerdas oscuras. El bardo cantasolo, un sueo de esperanza; y la alegra surge como una torreformidable rodeada de resplandores de acero, de tintineo de armasbajo el sol glorioso... Pero he que el gran se desborda; lavoz grave sacude con estremecimientos las gruesas cuerdas de loscontrabajos; mientras que una voz solista sube como una elega, lanoche cae del todo azul; la horizontal infranqueable separa altiempo que los une, a lo lejos, la tierra murmulleante y el cielo

    iluminado de estrellas...

    Slo el bardo queda de pie. Todo terminasobre una geometra grandiosa. Bach y han alcanzado lasmismas alturas, y tambin los italianos del siglo Loshimnos han sido como grandes cuadrados dispuestos como torres.Y los han almenadas por donde corra un

    anterior, por la maana, habiamosveintisis torres cuadradas flanqueando un

    de los frascos que se vacan en el patiodel albergue es exquisito y proviene de las cepas bordelesastratadas sobre la colina por unos especialistas franceses. Tambinartistas, estos viticultores que permiten al hombre en el

    murallasarabesco. Precisamente elvisto a la orilla delgran muro recto. El

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    estmago esos rincones de paraso entero; cosa que hace, bien esverdad, divagar un poco y andar de travs. a fin de cuentas

    los animales caminan siempre derecho y no salen nunca delcamino! esos dos que se casan, no se toca msica del MoulinRouge. Bravo! Pero esos que los rodean (parientes, amigos)fastidiosos o indiscretos tienen ellos mismos, me parece, el senti-miento de su inutilidad en este lugar. Utilizan mucho del rub de

    los frascos para sacudir su malestar; quieren sentirse alegres en uncalificado "de fiesta" hundirse en un aturdimiento tranquili-

    zador. Yo he bebido tambin mi parte del vinito de Negotine. Y,perdido en alguna quimera, siento que un drama siquico une esosseis seres -un hombre, una mujer, dos madres, dos padres- en esepatio donde los zngaros dejan hablar a la raza, el gran pueblo delos muertos a travs de las canciones seculares. Los zngaros elevan

    para los esposos sus voces pesadas de pensamientos; y su msicacava una fosa ante los fastidiosos que han sentado a la mesaunas costumbres ridculas. que se fueran al diablo, esosinoportunos! Quisiera ver esas dos madres a quien se quita un hijoy una hija, y esos dos padres quienes, como en tiempos de los

    patriarcas, cierran una alianza y unen sus troncos, y esos espososque van a recibir la ltima ofrenda verlos sin que

    hablaran, comiendo unos platos ligeros, evitando las asechanzas delos vinos socarrones, sentados en un cuarto blanco con paredesdesnudas. se elevaria la melopea de la inmensa llanura proclamando la inmutabilidad, y la voz del diciendo el eternomovimiento. Las grandes estrofas llenaran la blanca y desnudahabitacin, y la sabia de la raza la sensibilidad de loscorazones. Cuando se hubiera resuelto el dibujo de las lneasmeldicas, quisiera ver a las dos madres marcharse uniendo susldgrimas de gozo y las ldgrimas de la aoranza, y a los dos padres,citando el pasado, hablar del porvenir. yo quisiera que sequedaran solos en la sala blanca y desnuda, esos dos seres que, a lo

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    largo de los pasados y futuros, no contarn en absoluto unsolo minuto equivalente a este!

    Auguste segua extrayendo el rub de los pequeos frascos.Pero, cosa rara, no pudo soportarlo, y por la tarde se sintienfermo.

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    BUCAREST

    (Carta a una dama que me cont un su admiracin por CarmenSylva, reina de Rumania.)

    recuerdo ni dnde era, ni cundo! Pero ciertamenteCarmen Sylva acababa de publicar un exquisito libro, y "losAnales" habfan dado el retrato de la reina-poetisa, y usted seconmovido por la simplicidad de sus por la fineza de suscabellos grises y de sus bondadosos ojos acogedores. Y "LosAnales" proclamado, alma de artista arda detrs de ese

    modesto cuadro!Pero aquf me tiene a punto de demoler su dolo, seora,

    iporque he visto el palacio donde ella fulgura! concederis,verdad, que los muros de una morada reflejan al alma que la habita,y, considerando que yo no juzgo ms que por lo que me muestranmis ojos, despus de haberme ledo, me perdonar!

    de hecho, usted conoce el Greco!Theokopoulos. Un resucitado de tres o cuatro aios. El

    milagro tuvo lugar en el Saln de Otoo de 1908. Y fue una granalegrfa para los enamorados del arte esa exposicin retrospectiva yrehabilitatoria. El Greco, era para los historiadores del arte,

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    obstinados en los Murillo, Zurbarn, y los Velzquez, un incidentecronolgico apenas sealado. Ante el maestro, los escuderosantedichos habian levantado la cabeza descaradamente durantetrescientos aos. no obstante, Czanne est ya muerto! yCzanne fue uno de los que ms am al y extrajo elmodernismo que este precursor inscrito en sus telas desdehace 300 aos. Era verdad que los grandes salones de pintura de lasegunda mitad del siglo cerraron resueltamente, y todos losaos, sus puertas al genial Czanne. Le falt a este "honrado"

    morir escarnecido por la muchedumbre... Pero gran sacerdote, enverdad, del santuario cuyos fieles nacido de Courbet y

    esta ocasin, la muchedumbre de Pars no hizootra cosa que la de cualquier otra parte! Fue, como a menudo, laexpresin de ese slido sentido comn que consagra la mediocri-dad y se rebela instintivamente contra los esfuerzos nuevos.gento de Paris! feliz seria al proscribir a esos poetas, pintoresy escultores, esos msicos que, en medio de la ingratitud,el gran hogar del arte! Romain Rolland ha escrito un libro enteropara revelar a Paris su fuerza, e introducir a la muchedumbre encasa. Sobre la parte delantera del lugar, sin embargo -en la

    avenida de los nuevos ricos, la multitud sobre el empavesado va aempacharse de literarismo pictrico en los dos salones oficiales.Ante sus ojos, cada ao, diez mil telas frescas excitan su curiosidadboba donde revolotean a placer las musas En el salnde O too, en los Independientes -campos de batalla en otrotiempo picos-, la multitud se va a hacer cabriolas y a desternillar-se: se cree en el circo. Se ... iporque constata la idiotezinsoportable de aquellos a quienes sus hijos admiran!...

    Y dicho todo eso, con una inmodestia descarada, comprender,seora, cunto crea en la excelencia de Carmen Sylva, puesto que,franqueando el umbral de su morada iba a encontrar ocho cuadros

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    y

    de El Greco colgados en las paredes de sus habitaciones y de susala de msica.

    No voy a fatigarla con la descripcin de esos cuadros perointentar, a fin de permanecer en el tema, hablarle.de sus cuadros.De aquellos de donde emergen esos colores nacidos como deCzanne, esa ordenacin agitada y ese dibujo extrao, esas formasy esas manchas desconcertantes aristocratismo espaol trascen-dente, filtrado a travs de una sangre helnica, sensualidad gran-diosa de misticismo catlico en carnes enfebrecidas. Por otra parte

    es en tiempos de Felipe el Catlico, y esos cuadros, sonson El Escorial. No se concibe el Greco sin esa epoca y sin esasarquitecturas. Los tiempos han pasado; queda Morena rojacuyas piedras son casas; derrumbamiento en cascada en los flancosde una roca erigida sobre un altiplano rojo bordeado de montesnegro-azul o gris-ceniza. Una garganta profunda, al pie de losmuros, forma una arruga sin luz. Un cielo pesado posa su placa deultramar en esa aridez. Es rugoso como una tierra cocida que unexceso de calor hubiese hecho estallar. Pero bajo esta dura corteza,las paredes que ofrecen su asilo al Greco en el misterio glacial delas capillas blancas, son uniformes y pintadas con cal. Blancas,crudas, impasibles, son para esta pintura rutilante el medio necesa-

    rio y majestuoso.Subamos por la escalera de honor del palacio de Carmen Sylva;nos costaba mucho creernos en la realidad. Era muy feo. Pasamos,Dios sabe cuntas salas en el barullo de las cuales encontramos losGreco que andbamos buscando.

    De los ocho que debimos ver, cuatro estaban desgraciadamen-te en la residencia de verano. Las habitaciones que atravesa-mos eran mezquinas y fallidas. Desde el piso hasta el techo, seacumulaban innumerables toda la quincallera de arte de losxtasis "homaisianos". No podamos dar crdito a nuestros ojos.Los lacayos nos sealaban, y all, siempre en algn rincn

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    perdido y negro, ese San Jorge, esa Natividad, esta Boda de laVirgen, para los que Auguste habia emprendido este viaje. Nume-rosos bodrios estaban en lugares de honor, infames; y encima delos muebles, retratos fotogrficos, como en casa de mi conserje, enParis. He tomado nota, para que usted me crea, seora, de la saladonde se encuentra la Boda de la Virgen. Las dimensiones son tresmetros de ancho, seis de profundidad. La mitad de la habitacinest sobrealzada a la altura de un peldao y aislada en medio deuna columnata de madera donde cuelgan unas cortinas. Detrs de

    esas cortinas est el cuadro, no sobre la pared iluminada, era mejorcolocar un cuadro del mismo tamao, un episodio de la guerrafranco-alemana, con humareda, caones, muertos y cascos con punta. franceses derrotados! Ambos cuadros distan un metro. Alo largo de una estanteria que rodea la habitacin, unos sesentasoldaditos de madera equipados de distinta manera. a cara delGreco, una chimenea muy grande... en madera, hecha " para la

    Enfrente del Greco y tapndolo un poco, un busto enmrmol blanco de la reina. Sobre algunas mesas, un calendario, yfotografias amontonadas, en marcos de cuero o de peluche. Encuanto un resalte de basamenta es suficientemente ancho, vasijas,toda una serie de cosas innobles en avalorios, o conchas Luis XV

    se renacimientean con tontos mascarones. Despus, justo al lado,algunas soberbias vasijas campesinas de Valaquia. Figrese ade-ms el techo sostenido por pesadas cnsolas de madera falsa,luego, cuente con nosotros, en este espacio de tres metros por diez, dividido en dos niveles: siete mesas y veladores,un enorme pupitre, tres bufetes, siete sillones. Reparamos enalgunos de estos cubiertos de peluche rojo, incluidos pies yrespaldo. Flecos y borlas dan a entender a cualquiera la posicindel propietario.

    Y en la sala de msica, a donde van a jugar como en untemplo, los jvenes protegidos que la reina-mecenas atrae desde

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    Europa, es peor, se lo juro: ipara no crerselo!... el cuarto

    que languidece ahi... es falso!eso, Madame, ya no creo en "Los Anales" ni en Carmen

    Sylva! Por lo dems esta seora es de una familia alemanademasiado buena y se me aparece sin gusto artistico, su marido ysu palacio forman