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60 BACANAL AGOSTO 2012

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Referente de la radio desde los años 80, autor de programas icónicos como 9 PM y Radio Bangkok, supo encontrar el tono adecuado para no quedar en off side, según pasaban los años. Hoy sigue en la radio y la televisión. El amor por las artes plásticas, sus hijas, los amigos, los viajes y el vino.

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60 BACANAL agosto 2012

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EntrEvista

referente de la radio desde los años 80, autor de programas iconicos como 9 PM y Radio Bangkok, supo encontrar el tono adecuado PaRa no quedaR en off side, segun pasaban los años. hoy, a los 60, sigue en la radio y en la television. el amor por las artes plasticas, sus hijas, los amigos, los viajes y el vino.

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texto Oscar Finkelstein fotos Juan carlOs casas

U n loft doble en un edificio estilo indus-trial de Núñez, un viernes a la tarde, sin

recitales ni fútbol en el Monumental, cuando el barrio es de quienes viven o trabajan allí y no hay que pelearse con los trapitos. De un lado, el estudio de grabación, donde Lalo Mir –un joven de 60 recién cumplidos, locutor, conductor, hombre de radio pero también de TV- encara sus trabajos complementarios al que hoy ocupa el centro de su vida profesio-nal de lunes a viernes de 9 a 13 por La 100, que comparte con Maju Lozano y que lleva por nombre Lalo por hecho. Del otro, un ate-lier en el que el dueño de casa despunta sus vocaciones plásticas. En el medio, una enor-me memorabilia de grabadores de larga data (un Geloso, un Transicorder); vinilos y com-pactos; un reproductor de magazines; obras de arte de amigos y propias (como el globo terráqueo que emula la cabeza de Geniol y que bautizó Uy cómo me duele el planeta, o la escalerita forrada en billetes, llamada Escalera al cielo); la radio con la que escuchó la guerra de Malvinas por la BBC de Londres; muchí-simos premios; el libro de Perón de 1950 para explicar la Argentina, y un etcétera volumino-so que ilustra sobre cierto hábito de atesorar objetos real o potencialmente útiles (“basura que levanto en la calle para hacer mis cosas artísticas”) que forman parte de los collages que crea, sin prisa pero sin pausa. La charla se da apenas unas horas después de la muerte de Juan Alberto Badía, un personaje mayor del medio radiofónico, que tuvo bastante que ver con los comienzos de la carrera de Mir. “Cuando me empiezo a relacionar seriamen-

te con la radio, Badía ya estaba empezando a sobresalir y cuando llegué de San Pedro, a fines de 1975, entré a trabajar en una pro-ductora donde Badía hacía Imagínate: Flecha Juventud. Fui productor de él en algunas cues-tiones, como unos microprogramas grabados que iban en otras radios”, recuerda.

-¿Creés que hay algo de irrepetible en esas generaciones de conductores radiales, la de Badía y la tuya, y que lo que se escucha ahora responde a formatos que se armaron hace ya más de 20 años?

- Sí, pero creo que siempre es así. La his-toria a veces demuestra que es circular, cosas que ocurrieron vuelven a ocurrir, hay algo de irrepetible y de repetible en todo. Badía es un cambio, es rock, aunque conserva cierta for-malidad. Es el eslabón entre la formalidad y la informalidad, porque ya no habla de usted, es uno de los primeros en tutear, pero todavía

"hoy lo que dicen los oyentes es superior a lo que decian los de radio bangkok. ¡y son amas de casa! es un discurso mas elaborado, mas fino, mas satirico, tiene humor. hubo una evolucion enorme. y no se trata exclusivamente de una tribu."

es formal. Nosotros somos la generación de los informales, los impresentables: puteamos, nos tiramos pedos, eructamos, pero eso tam-bién tiene que ver con la llegada de la demo-cracia.

-Hoy, en general, la radio responde a esos dos modelos: el formal, que aún cuida cier-tos modos, y el que protagonizan los herede-ros o continuadores de Radio Bangkok.

-Es que cuando aparece Badía había sólo dos radios FM que, además, pasaban la misma programación que en AM. La primera que empieza a diferenciar la programación es Del Plata, de día, y después la FMR de Rivadavia. Pero cuando Badía hacía Flecha Juventud, era AM-FM, cada uno la escuchaba donde quería o más bien donde podía, porque no había todavía muchos aparatos de radio con frecuencia modulada. Acá estábamos todos fascinados por el audio, pero en el campo lo escuchaban en AM. Entre las 9 de la noche y las 9 de la mañana era la misma programa-ción para ambas frecuencias, porque no había estructura suficiente ni producción comercial para bancar dos radios. A las 9 de la mañana volvían a ser una radio AM más periodística y una FM más musical.

-¿Quiénes eran tus referentes radiales en ese momento?

- Yo soy de la generación que escuchó a Hugo Guerrero Marthineitz, a Edgardo Suárez, a Miguel Angel Merellano… Y los de la generación que se destaca ahora, los que tie-nen alrededor de 40, escucharon a Badía o me escucharon a mí. Ahora es mucho más difícil que se vuelva a dar lo del referente radial por-

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que hay 30, 40 FM, más las radios de Internet. -La frontera entre AM y FM es cada vez

más delgada. Bueno, vos hacés bastante AM en una radio FM.

-Yo hago simplemente radio, quizá porque empecé haciendo radio: 9 PM (un programa de culto de los 80 en Del Plata) iba al mismo tiempo en AM y en FM. La división es pos-terior, cuando se armaron la convención y el márketing, los dos mercados. Pero la tecnolo-gía avanza y no falta mucho para que desapa-rezcan del todo las diferencias. Quizá queden las AM para la gente que está en el campo o en la montaña y va con la radio portátil en el tractor.

-¿Y en términos de contenido?-Puedo pasar música en una AM y trans-

mitir un partido de fútbol en FM y a nadie le va a llamar la atención. La radio es música y palabras. El contenido son ideas, pero en el fondo los programas de radio se parecen todos: una cortina, una apertura, alguien que dice buenos días, o buenas tardes o buenas noches, una consigna, o no, pero básicamente consiste en uno que habla y otro que escu-cha. Y, como en el teatro, se habla siempre de lo mismo: el amor, el odio, la muerte, las pasiones humanas. Igual que con los pinto-res: pueden ser figurativos o abstractos, pero en cualquier caso es la pulsión por transmitir algo, para lo cual tenés que tener un motor que te lleve a la expresión.

-¿Cuál es el motor que te lleva a pintar?-Me ayuda a superar los momentos en los

que estoy con los cables pelados, es casi tera-péutico, es sedante, permite que mi cabeza vaya a lugares desconocidos o poco frecuen-tados. A diferencia de la radio, donde tengo que estar perfectamente organizado para que todo funcione. En televisión es peor, porque el control de gestión es más complicado: hay luces, cámaras, micrófonos. La pintura me mete en un vértigo que no tengo que con-sultar con nadie, voy hacia donde quiero y

"puedo pasar musica en una am y transmitir futbol en fm. la radio es musica y palabras. el contenido son ideas, pero en el fondo los programas de radio se parecen todos."

durante el tiempo que quiero. Es mío, no tengo que dar explicaciones.

metalero y gourmetMás allá de su costado sibarita, más allá de su excelente programa de entrevistas, Encuentro en el estudio, que se puede ver por Canal Encuentro y más allá de su “terapéutica” a tra-vés de las artes plásticas, Lalo Mir sigue sien-do, esencialmente, radio. Es lo que respira. Ahí, frente al micrófono, es donde se encuen-

tra pleno. Y, aunque ya pocos le piden explica-ciones, él siente que todavía tiene que darlas. A pesar de los cambios que fue introduciendo en su manera de comunicarse, a pesar de los años y los programas hitos que pesan sobre su espalda, a pesar del enorme espacio que en la historia de la radiofonía argentina supone el nombre Lalo Mir.

-¿Qué explicaciones tenés que dar en la radio?

-Hay pautas, hay horarios… Igual, hoy

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estoy en un esquema mucho más simple. Siempre lo que dije de alguna manera es lo que me pasa y lo que nos pasa a través de mi prisma, que es un prisma de una gran defor-midad porque soy un irónico, no un humo-rista. Elijo una forma de decir las cosas que da risa, pero uno se ríe para no llorar. Antes, de una manera mucho más agresiva. Radio Bangkok era un programa agresivo. 9 PM era un programa poético pero también era agre-sivo, pasábamos heavy metal, hablábamos de

libertad pero todavía en sentido figurado, aun después de Alfonsín. Pero con Bangkok, en 1987, ya estaban el Parakultural, Cemento, Palladium, había una locura en la noche que nos contagió, por eso nos animábamos a la locura. Hoy, en La 100, hago el programa más escuchado de toda mi vida. Es masivo. No es rock; es latino, es pop…

-Y te criticaron por eso.-Mario (Pergolini) me criticó, dijo que

pasaba a Ricardo Montaner, pero yo no paso

Montaner, por ahí se cuela un tema o canta-mos un tema en broma, porque es popular. Y eso es lo que somos. Somos unos payasos levanta ánimos. Decimos lo que pasa, pero nos reímos de lo que pasa.

-¿Te sale naturalmente, te sirve a vos tam-bién?

-Claro que me sirve. Primero porque estoy más grande y por lo tanto más atenuado. Y también me resulta rico ver cómo otra gente que nunca me escuchó puede subirse a mi

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carro y conversar conmigo. Si escuchás los primeros programas de Lalo por hecho, cuan-do todavía ni tenía nombre, y el que hacemos ahora, lo más notorio es el cambio de la gente. Hoy lo que dicen los oyentes es superior a lo que decían los de Radio Bangkok. ¡Y son amas de casa! Es un discurso más elaborado, más fino, más crítico, más satírico, tiene humor. Hubo una evolución enorme, cómo no voy a estar contento si formo parte de otro colec-tivo, diferente, pero que empuja más ancho, no es la tribu.

-Habrá algo de tribu igual, ¿o no?-Sí que lo hay. Hay oyentes metaleros, cla-

ramente, y no porque pasemos metal, pero el concepto del programa tiene algo de metalero, porque hay algo de ese espíritu en mí. Pero no para ser clasificados o calificados o descalifi-cados por eso, que es ese estilo confrontativo argentino que viene desde la época de unita-rios y federales. No me gusta la confronta-ción y menos si es permanente. Tampoco los escándalos. No me interesa el quilombo, no me interesa tener razón, sí me interesa enten-der al otro, escucharlo. Eso es algo que apren-

dí a hacer con los años y es fundamental. Encuentro

en el estudio me ayudó mucho a escuchar con atención al otro.

-Con los años también llegó cier-

ta pasión por el vino.

-Soy aficiona-do al vino, no un

especialista, y tiene

que ver de alguna manera con que empecé a comer mejor. Yo, como todo argentino, era milanesas, ravioles y asado. Uno es cultural-mente lo que es hasta que se modifican los ambientes, los usos y las costumbres. Tiene que ver también con que cuando me empezó a ir bien comencé a viajar, me picó el bichito, me convertí en un viajero bastante curioso. No busco el asado, como la comida del lugar. Me gusta ir a los bares y escuchar las conver-saciones de las otras mesas, para ver de qué hablan, qué intereses tienen. Los viajes te abren. Aprendí mucho de cocina, y también de vinos.

-Lo de la comida más sana y sofisticada entonces tiene más relación con la curiosi-dad que con la salud.

-Yo soy saludable. Bebía mucho, ahora bebo mucho menos. Me gusta mucho el alco-hol, me gusta el ánimo en el que me pone. Lo que aprendí fue a no pasarme o a pasarme lo menos posible. Aprendí a no manejar si tomo mucho y a tomar mucha agua a la mañana siguiente. Ahora estoy con el tema de tomar mucha agua mientras estoy bebiendo alcohol, un consejo del amigo Miguel Brascó. Todo eso te lleva a un estado bastante saludable.

-¿Y con la comida?-Como poco, el peso me afecta las lum-

bares, por eso cuando subo dos o tres kilos los bajo, porque se pueden bajar fácilmente. Cuando estás diez kilos arriba es más com-plicado. Y lentamente empecé a comer más sano, rico pero sano, fresco, menos carnes rojas.

-¿Y el asado?-Empecé en San Pedro con los asados

boutique: si somos ocho, hay una tira del medio, una entrañita, un pechito de cerdo o costillas de cordero marinadas que te dan ganas de comer treinta, pero hay dos. La idea es que se come todo lo que hay en la parrilla y por ahí hay amigos que se quedan con ham-bre. Entonces tenés calabazas pintadas con

oliva y un picantito, cebollas de verdeo, cebollas con cáscara, berenjenas marina-

das en oliva y ajo y alguna hierba… Ya no más chinchulines ni tripa gorda.

Y mucha ensalada.-¿Cómo es la vida a tus fla-

mantes 60?-Llevo una vida normal.

Me levanto a las 6 y cuarto para estar bien despierto a las 9 y hago cuatro horas

Lalo Mir jura que no es un experto en vinos, aunque aprendió a degustarlo y a conocer algunos secretos que le ayudan a disfrutarlo aún más de lo que lo hacía. “Tuve muy buenas experiencias de degustación. La que más recuerdo es la que nos hizo Fabricio Portelli a Pichón Baldinu (uno de los creadores de la compañía teatral De la Guarda, actualmente director de Ojalá) y a mí. Nos dijo que nos iba a hacer un Up & Down. El asunto fue que empezamos por un vino normal y después fuimos subiendo hasta el tope y cuando estuvimos arriba, empezamos a bajar. La sensación al ir subiendo es muy agradable, todo se va poniendo más suave, la sensación en la boca es menos agresiva, todo fluye con elegancia… Hasta que llegamos a un vino que era como un licor de vino, era como otra bebida, algo sublime. Después empezamos a bajar de calidad y ahí te querés matar porque vuelve la astringencia, ese dejo amargo, sabores que no tienen nada que ver con el vino. Eso fue una lección, que sólo podés hacer con un experto y sin tener que pagar por las botellas, especialmente por las de más arriba. También soy amigo de los Zuccardi, me invitaron muchas veces. Una vez, en la casa de ellos, no en la bodega, empezaron a traer botellas y botellas de unos vinos increíbles y me explicaban las características de cada uno, de cómo era la cosecha ese año, y de detalles a los que de otro modo no hubiese accedido. En experiencias como éstas es donde se aprende mucho”.

de radio palo y palo. A la tarde siempre tengo cosas que hacer, me gusta mucho cocinar y los fines de semana voy seguido a San Pedro: tengo mi casa, mi lancha, mis amigos, tengo una vida allá. A veces voy con mis hijas o en pareja y a veces voy solo y también la paso muy bien. Para mi cumpleaños hice una reunión en casa. Vinieron muchos amigos, pero no me emborraché porque la quería disfrutar, me quería acordar. Y pronuncié unas palabras. Dije que no iba a festejar más mis cumplea-ños porque a partir de ese momento quería disfrutar de cada uno de los putos días de mi vida hasta que dé. Y también les dije que los había citado a las siete de la tarde para que a las dos de la mañana no quedara nadie. Ya no quiero perder tiempo porque el tiempo pasa muy rápido, cada vez más rápido. *