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JORGE REINALDO VANOSSI VICTORINO de LA PLAZA Tres momentos estelares de un hombre de Estado VIRTUDES

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VICTORINO DE LA PLAZA

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JORGE REINALDO VANOSSI

VICTORINO de LA PLAZA

Tres momentos estelares de un hombre de Estado

VIRTUDES

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JORGE REINALDO VANOSSI

VICTORINO de LA PLAZA

Tres momentos estelares de un hombre de Estado

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JORGE REINALDO VANOSSI

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Victorino de la Plaza. Tres momentos estelares de un hombre de Estado.

Salta, Jorge Reinaldo Vanossi. Editorial Virtudes - 2017 –

73 páginas. Medidas: 22 x 15

ISBN: 978-987-1237-56-2 - 1. Derecho. II Título CDD346

Todos los Derechos Reservados

VIRTUDES EDITORIAL UNIVERSITARIA

Juan Martín Leguizamón 410

Telefax: (54) 0387 - 422 1340

E-mail: [email protected]

Ciudad de Salta - Provincia de Salta

República Argentina

IMPRESO EN LA REPÚBLICA ARGENTINA

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11.723

Diseño de tapa: Manuel Rafael García-Mansilla

Diagramación: Clara García-Mansilla

DISTRIBUIDOR: Librería Ulpiano de Salta

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Librería Ulpiano Página web: www.libreriaulpiano.com.ar

Editorial Virtudes:

Página web: www.virtudeseditorial.com.ar

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FUNDAMENTACIÓN DEL PROYECTO

“BIOGRAFÍAS DE SALTEÑOS ILUSTRES”

Pbro. Dr. Federico G. Premoli

Salta, 8 de agosto de 2017

El Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de

Salta y la Editorial Virtudes proyectan editar una serie de

publicaciones de “Biografías de salteños ilustres”. Lo hacen en la

certeza de que Salta ha aportado a nuestra Nación hombres y

mujeres notables que han contribuido a formar nuestra

nacionalidad. Saben también que muchas de estas personalidades

han caído lamentablemente en el olvido.

Sin embargo, este trabajo ha de realizarse de acuerdo a un

eje temático que dé orden a las diversas biografías con un punto de

referencia que las aúne e ilumine. Para esto aparece como muy

apropiada la intuición del gran historiador salteño Bernardo Frías

según la cual Salta posee en los decretos de la Providencia Divina

una “vocación” particular: ser la “firme columna de la libertad” 1.

1 Este trabajo se basa y reproduce en parte al principio el trabajo realizado por el

Dr. Apolo Premoli López, mi padre, quien lo presentó en forma de conferencia

en el Congreso sobre Güemes organizado por el Instituto Güemesiano de Salta

en junio de 2005. Ha sido publicado en “Actas del Primer Congreso Argentino

General Martín Miguel de Güemes héroe nacional”, Salta 2006, 227-236. El

trabajo está titulado

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En efecto, así lo afirma en referencia al primer escudo que

se le dio a la ciudad de Salta al ser fundada2: “los cándidos

regidores, que así copiaban a la naturaleza misma que se

desplegaba ante sus ojos, fueron miopes por cierto para

vislumbrar el porvenir. ¡Quién les pudo decir a esos temerarios

castellanos que con tanta bizarría desafiaban al salvaje y al

desierto, que, andando los siglos aquella hija que apenas tenía un

campo verde y un manso río para inspirarle las armas de un

blasón, habría de transformar esos mansos y pastoriles atributos

en el teatro de la guerra; la campiña y las tranquilas corrientes de

su río, en una columna esbelta a cuyos pies se ostentaría rota,

hecha pedazos, la cadena de la servidumbre; y cuyo cuerpo

envolvería una cinta para decir en ella: ‘¡Salta, firme columna de

la libertad!’” 3.

Y, en referencia al Señor del Milagro, dice: “penetraron al

templo cual verdaderos invasores, en tropel y con bulla; pasaron a

la sacristía y, en un abrir y cerrar de ojos, quedó roto y abierto el

cajón español, levantada la efigie del Cristo sostenida en su cruz, y

sacando más que con los brazos, con los corazones de aquellos

afligidos, a la luz de las calles; recorriéndolas con él por guía, e

inauguraron así la clásica procesión de la ciudad de Salta, grande

y célebre entre todas las procesiones habidas y por haber en ella,

que dura todavía, aunque helada ya con el decaimiento con que la

presente edad va agostando todas estas cosas tan íntimas, tan

sonadas, tan queridas y brillantes en lo antiguo. La tierra cesó con

esto, o sea, en tales circunstancias, en sus estremecimientos,

volviendo el orden a sus quicios. Pero el resultado fue que a Esteco

“El ‘ponchazo’ de Chicoana. Hechos de la vida del Coronel Luis Burela y

Saavedra”. 2 Afirma Miguel Solá sobre el primitivo escudo de la ciudad de Salta tal como

aparece en la medalla que se mandó acuñar en 1789 y en la “Guía de forasteros”

de Don José Joaquín Araujo de 1803: “Pero ambos documentos coinciden en las

restantes figuras: un cerro (el San Bernardo), un río (el de los Sauces, hoy de

Arias), unos árboles (los de la comarca), armas parlantes del Escudo; un

hombre (símbolo del valor) y un perro (símbolo de la fidelidad)”. Solá, M.,

“Salta”, Salta 1982, 37. 3 Frías, B., Tradiciones históricas (República Argentina), Primera Tradición:

Historia del Señor del Milagro. Salta 2013, 45.

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se la llevó el diablo. ¿Por qué también no arreó con Salta, siquiera

para que la infeliz aquella no tuviera que llorar en los infiernos

sola? Aquí está la otra parte del milagro, o a decir mejor, la razón

que tuvo Dios en permitirlo; y es que, en buen romance, Esteco

solo hacía falta como un fuerte ante las avanzadas de las tribus

bárbaras del Chaco, más el tiempo descubriría que Salta estaba

reservada por la Providencia para que cumpliera con otros más

grandes y sonoros destinos. Así gobierna Dios el mundo”4.

Y, hablando del cerro San Bernardo, cuyo nombre se debe a

la aparición milagrosa del gran Doctor de la Iglesia en el mismo

cerro y que salvó a Salta de las furias bárbaras de los salvajes del

Chaco en 1710, afirma: “cerro glorioso y siempre fatal para

nuestros enemigos, así vio en aquella ocasión huir a los indios por

sus estrechos portezuelos, como cien años más tarde vería al Real

de Lima, posesionado de su falda en nombre de los derechos del

Rey de España, volver vencido a la ciudad, después de resistir

hasta ser el último en el Campo, en la jornada del 20 de febrero de

1813” 5.

La “vocación” providencial de Salta a ser la “firme

columna de la libertad” se evidenció aquel glorioso 20 de febrero

de 1813 con la victoria del Gral. Belgrano sobre el Ejército Español

al mando de Pío Tristán. En efecto, fue en Salta donde los realistas

retrocedieron y dejaron atrás su sueño de avanzar a Buenos Aires y

sofocar la Revolución. Y cuando a fines de 1813 y comienzos de

1814, los movimientos revolucionarios de América atravesaban

momentos de dolor e incertidumbre, temiéndose un total derrumbe

por los contrastes bélicos de las armas patricias en Vilcapugio (1 de

octubre de 1813) y Ayohuma (14 de noviembre de 1813), fue Salta

la que soportó el peso de la Guerra de la Independencia impidiendo

el avance español que nunca pudo concretarse. El pueblo salteño,

sin armas, sin defensa organizada, tenía sin embargo lo que en

4 Frías, B., op.cit., 60. 5 Frías, B., op. cit., Segunda Tradición: San Bernardo – Segundo Patrono de

Salta, 126.

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situaciones desesperadas como ésta ha salvado a muchas naciones:

“un heroico amor a la Patria”.

Y así Salta, aunque abandonada y sin recursos, e invadida

por un enemigo poderoso, no fue fácil de sojuzgar6.

En aquellos días terribles, el Gral. Juan Ramírez, militar

capaz y entendido de las tácticas militares, en persecución de los

derrotados en Ayohuma, ocupó la ciudad de Jujuy el 16 de enero de

1814. Éste confió la vanguardia de la división ocupadora al Cnel.

Juan Saturnino Castro –salteño, oficial de caballería, de distinguida

actuación en el ejército real– para que continuara y se posesionara

de la ciudad de Salta, hecho que se realizó el 21 de ese mismo mes

luego de combatir con las fuerzas patriotas al mando de Dorrego en

“las lomas de San Lorenzo”7. Ocupada la ciudad por la vanguardia

realista, allí se detuvo para surtirse de cabalgaduras y víveres, de

los que carecía, para poder continuar después la marcha. Con este

objetivo se destacaron partidas a diferentes puntos de la campaña.

Al pueblo de Chicoana (como a diez leguas al sur de la ciudad) fue

destinado el Tte. N. Ezenarro, natural del Cuzco y teniente de una

compañía de Caballería de Tinta, con treinta hombres de tercerola y

sable. Se situó en el pueblo y se ocupó de hacer recoger caballos y

mulas sin distinción de cuenta ni razón, sin pagarlos ni dejar

seguridad de resarcimiento. Desplegó una arbitrariedad exasperante

contra los habitantes del lugar.

En las citadas circunstancias aparece nuevamente la

“vocación” de Salta, presente en sus hijos. En Chicoana, en efecto,

comenzó la Guerra Gaucha que salvaría la Revolución americana.

Allí pasaron los primeros días de la ocupación hasta que la llegada

del domingo congregó en el pueblo a los afincados de la parroquia

para oír la Misa, como tenían costumbre. Conversaban sobre los

desafueros que estaban presenciando y uno dijo: “¡Levantémonos

contra esta canalla!”. Era Don Luis Burela, vecino y propietario de

6 López Aranda, P., “El Ejército Gaucho”, en Diario “La Prensa” – Buenos

Aires, marzo de 1938. 7 Frías, B., “Historia del General Martín Güemes y de la Provincia de Salta, o sea

de la independencia argentina” – La Segunda Invasión, T. III, c. XX, Ed.

Depalma, Buenos Aires 1972, 87 siguientes.

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la parroquia. “¿Y con qué armas?”, le preguntaron. “¡Con las que

les quitemos al enemigo!”, respondió. “Hagamos como Ud. dice,

haga Ud. de cabeza”, agregó otro de los reunidos. “Lo haremos”

repuso Burela encabezando la sublevación, y agregó para todos:

“¡A caballo salteños, por la Libertad y la Patria!”.

A las pocas horas, volviendo con sus gauchos y demás

paisanos que concurrieron, sus amigos, cayó sobre la guardia,

sorprendió a la partida del Tte. Ezenarro y tomó prisioneros a

todos, remitiéndolos como tales a Tucumán8.

Don Luis Burela, habiendo dado aquel paso, vio que era

imposible detenerse y, sin atender a familia ni a intereses

personales, ni a los peligros inminentes que tendría que afrontar en

tan temeraria empresa, siguiendo al patriotismo que fue su mayor

impulso, y sobreponiéndose a todos los cálculos de bienestar, se

colocó decididamente a la cabeza de sus gauchos.

Prontamente armó sesenta hombres con las mismas armas

quitadas a los soldados del Rey (treinta de sable y treinta de

tercerola) y salió Burela de campaña. Calculando el tiempo cuando

el Cuartel General tuviese noticias de los sucesos de Chicoana,

mandaría tropas para rescatar a los prisioneros. En vez de alejarse,

se aproximó a la ciudad hasta “Los Cerrillos” (a tres leguas de

Salta) para observar y reconocer el número de soldados que

destacaban. En efecto, los españoles impuestos de la novedad,

destacaron al Cap. Fajardo, natural del Cuzco, al mando de una

compañía. Burela la dejó pasar, cargándola por detrás y la tomó

prisionera, a toda ella, incluso al mismo Cap. Fajardo,

remitiéndolos a todos como prisioneros a Tucumán9.

En el Expediente Militar de Don Luis Burela se lee

textualmente:

8 Archivo General de la Nación (AGN) – Informe de Miguel Otero – Exp.

Militar Nº1543, fs. 14 a 33 – 1882. Este Informe está fechado en Santa Fe el 8 de

octubre de 1873. Ministerio de Hacienda de la Nación 1882. Comisión

Liquidadora Deudas de la Independencia – S. III – Cuerpo LX – Anaquel 4/2. 9 AGN – Informe de Miguel Otero – op.cit.

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“Al cerrar este informe, haré constar que he oído decir a personas idóneas que en el año 1811, el Señor Burela fue el primer Militar que en esta Provincia hizo aquella famosa guerra de recursos que tantos males había de causar al enemigo, tantos bienes a la Patria y tanto crédito a su autor: que he visto presentación de un Jefe de aquella época que dice: como una de sus glorias militares, el haber servido a las órdenes militares del Sr. Dn. Luis Burela“ 10.

Los sucesos de Chicoana fueron como la chispa que

encendió el fuego que alimentaría la homérica cruzada por la

Independencia de nuestra patria. Ese “Ponchazo de Chicoana”

admirablemente dirigido por Burela, fue ejemplo para que otros

patriotas armaran sus partidas. Así lo hizo Don Pedro Zavala,

hombre ya de edad, emparentado con las principales familias de

Salta, hermano del Deán de los canónigos de la Catedral, quien

organizó a la gente de su finca, en San Agustín, al sur de Cerrillos,

y así el 9 de marzo de 1814 dio con otra fuerza realista, la atacó, la

puso en derrota, tomando prisioneros y dejando herido a su

comandante.

Don Miguel Otero, político salteño, testigo y protagonista

de hechos y sucesos de la historia de la Independencia, en su

informe sobre los servicios del Cnel. Dn. Luis Burela, escribe:

“Estas dos partidas, de Burela y de

Zavala, fueron las primeras falanges que

salieron a principios de 1814 al frente del

ejército real, orgulloso con las victorias de

Vilcapugio y Ayohuma, a decirle:

“Paso atrás, no pasarás adelante sino por

encima de nuestros cadáveres’.

10 AGN – Expediente Militar Nº 1032- Cnel. Dn. Luis Burela, Certificado por

sus servicios a la causa de la Patria, Gob. De Salta/Com.Liq. Deudas de la

Independencia, fs. 57-58 – 1875. Este Informe está firmado por el Sr. Valentín

Delgadillo, Comisionado nacional en Salta de la Comisión Liquidadora Deudas

de la Independencia, con datos recogidos en los archivos provinciales, y fechado

16 de Abril de 1875.

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13

Y este reto propio tan solo del Caballero

de la Mancha, lo llevaron a cabo y lo

cumplieron a fuer de nobles y valientes

patriotas. Parece un sueño pero es una

realidad”11.

El General San Martín, designado por el gobierno central,

se hizo cargo del Ejército del Norte en enero de 1814,

reemplazando al Gral. Belgrano, y convocó al flamante Teniente

Coronel Graduado Dn. Martín Miguel de Güemes para confiarle la

línea de avanzadas12.

“El General San Martín, que tenía el raro

don de adivinar los hombres entre las

multitudes y aplicar sus cualidades

especiales, encontró el hombre que

necesitaba para la guerra de partidarios

en el Comandante Martín Güemes y le

confió el mando de la línea de avanzada.

Desde entonces, las hostilidades tomaron

un nuevo impulso y la guerra de

partidarios asumió un carácter

verdaderamente militar, tomando con

resolución la ofensiva”13.

Güemes, jefe de avanzada, desde que fue nombrado, puso

todo su anhelo en levantar, por la libertad, el entusiasmo de todos

los pobladores de la campaña, siendo el resultado rápido y efectivo:

11 AGN – Informe de Miguel Otero – op.cit. 12 Mitre, B., “Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana”, T. I,

C. IV, Sec. V, Buenos Aires 1887. 13 Mitre, B., op.cit.

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14

“Conmueve a todos los habitantes y

enciende en ellos el deseo de vencer y

arrojar los tiranos que extendían las

cadenas de sus crímenes… y los hombres

gustosos se presentan a sacrificios que son

dignos de admiración”14.

“Pocos pueblos en la historia que hayan

presentado una resistencia más sistemática,

más brava y más inteligente, con un

coronamiento más hermoso, que el ‘Pueblo

salteño’,cuyos soldados han pasado a la

posteridad con el nombre de ‘GAUCHOS’”15.

Esta reflexión del salteño historiador y profesor de Derecho

el Dr. David G. Orellana es sumamente acertada porque en ella se

condensa la heroica actitud del pueblo de Salta y de todo el norte

argentino en esa titánica lucha por la Libertad y la Independencia

de nuestra Patria.

La “Guerra Gaucha”, como se llamó al esfuerzo bélico

realizado durante la lucha por la Independencia en la región norte

de las Provincias Unidas del Río de la Plata, constituyó el

antimural donde se estrellarían las fuerzas realistas en su afán de

imponer los derechos del rey al movimiento insurreccional de las

colonias. El protagonista de esta Lid fue el gaucho, el gaucho

norteño que salió del mestizo, producto de la cruza del español con

14 Archivo y Biblioteca Históricos de Salta – Oficio al Director del Cabildo –

Actas Capitulares, 1814.

Frias, B., “Historia de Güemes”, op.cit, Reaparición de Güemes; La Segunda

Invasión, llamada de los Cuicos; Cap. XX, Sec. XII, 99. 15 Orellana, D.G., “Güemes y sus Gauchos”, Ed. Salta Heroica, Buenos Aires

1921, Cap. II, 45.

Homenaje del Centro de estudiantes de Derecho y Ciencias Sociales al Gral.

Martín Güemes en el Centenario de su muerte, Universidad de Buenos Aires,

Junio de 1921.

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15

la india, la mejor cruza, sin duda, para el resultado étnico que iba a

pasar a ser una celebridad histórica16.

El gaucho es la primera, la más antigua, la más eficaz

adaptación del europeo a la naturaleza indígena y, por eso, resulta

cronológicamente el “primer argentino”17. En su lenguaje no le

faltan voces indígenas y abundan los arcaísmos; su indumentaria y

su sedentarismo se oponen al natural errante de las tribus

inorgánicas; su familia se constituyó según el patrón cristiano por

la influencia de la evangelización; su amor y afición al caballo los

tomó de los españoles que en otros tiempos estaban habituados a

las andanzas ecuestres por Europa y América18. Su hombría, su

probidad y su respeto por las jerarquías, hicieron de ellos el alma y

el brazo en la gigantesca lucha entablada entre realistas y patriotas

en las fronteras de la república. Dieron en todo momento muestras

de dotes militares, de habilidad y constancia, acudiendo

espontáneamente a alistarse al primer atisbo de peligro. Han sido

ellos los que con su vida contribuyeron a crear esta Nación,

ocupando en los instantes decisivos los puestos de mayor peligro y

disputándose el honor de ser los primeros en medir sus lanzas, cada

vez que sus fronteras fueron invadidas.

Hasta Güemes, la palabra gaucho era, como recuerda Mitre,

“malsonante”, y tanto que “La Gaceta” del 10 de abril de 1814

corrigió a San Martín poniendo en su lugar “patriotas campesinos”.

Fue desde Güemes que la palabra gaucho se usó aplicada a

argentinos19.

16 González Arrili, B., “Güemes”, en “Nosotros”, Año XV, T. 38, Nº145, 206

sgtes., Buenos Aires 1921 (“Nosotros” - Revista Mensual de Letras, Artes,

Historia, Filosofía y Ciencias Sociales – Directores: A. Bianchi y J. Noé). 17 Dávalos, J.C., “Los Gauchos”, Ed. Ciordia y Rodríguez, Buenos Aires 1948.

Introducción publicada en “Antología y Cuentos Escogidos”, Buenos Aires

1953. Obras Completas publicadas por el H. Senado de la Nación, Secretaría

Parlamentaria, Dirección de Publicaciones, 1997, 393. 18 Dávalos, J.C., op.cit. 19 Coni, E.A., “El Gaucho”, Buenos Aires 1945. Citado en Diario “La Nación”

(10-02-1985): “Güemes a dos siglos de su nacimiento”, por Narciso Bidayán

Carmona.

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16

“La Patria no hará camino (decía San Martín en

una carta particular a Pueyrredón) por este lado

del Norte, que no sea una guerra defensiva y nada

más; para eso bastan los valientes ‘Gauchos de

Salta’, los escuadrones de esos buenos veteranos.

Pensar otra cosa es empeñarse en echar al pozo

de Airón, hombres y dinero”20.

El calificativo de gauchos, usado por San Martín en sus

oficios, llegó a hacerse en aquella época un “título de honor”

admitido por los patriotas, aún entre la gente culta o de ciudad21.

Con este elemento humano reclutado en todos los confines del

norte argentino, hubo de librarse esta guerra de recursos tan

especial por sus medios e irregular por su forma.

La “Guerra Gaucha” se basó esencialmente en la

inteligencia de un pueblo que puso en juego todos sus recursos para

combatir, con lo que tenía, a un enemigo que todo lo podía y todo

lo tenía22, y se abrió camino allí donde la Patria en peligro lo hacía

necesario. Respondía a una organización con medidas de previsión

determinadas, que respondían a un plan común, centralizado para

su conducción23. En ella no se dejaba nada librado al acaso, donde

se tenían en cuenta todos los factores de importancia. Primero, su

conducción, el Gral. Güemes fue el ejecutor perfectamente

compenetrado de los alcances operativos de la misión. Segundo,

los hombres al servicio de la causa, los oficiales, que dieron

sobradamente muestras de capacidad para dirigir a los grandes

actores de la lucha – los gauchos – con la asombrosa fuerza moral,

engendrada en el amor a la Patria, y el ansia de ser libres. Tercero,

los medios materiales, que fueron primitivos y escasos. El principal

fue el caballo: no se puede concebir al gaucho sin su caballo,

20 Peña, D.B., “Páginas de Historia Argentina: Martín Miguel de Güemes”, Ed.

Imprenta Argentina, Córdoba 1911, 14 siguientes. 21 Rossi, V., “El Gaucho”, Buenos Aires 1910, 38. Citado por David B. Peña. 22 Radulovic, B., “La guerrilla en la guerra”, Cap. I, Pub. Biblioteca del Oficial,

Círculo Militar, Buenos Aires 1949, 15 sgtes. 23 Gentiluomo, F.A., “Güemes, el guerrillero genial”, Cap. IV, Ed. Docme,

Buenos Aires 1954, 73 siguientes.

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VICTORINO DE LA PLAZA

17

ambos son un todo armónico. Este fue el secreto del éxito en las

cargas, su salvación en las retiradas, la velocidad en las sorpresas,

y, a veces, su centinela y hasta su trinchera.

Nuestro gran poeta Juan Carlos Dávalos hablando de los

gauchos dijo: “la selva y los cerros cubiertos de monte son su

elemento. El lazo, el cuchillo, el caballo y el perro, sus

instrumentos de trabajo. Son alegres y libres como las chuñas, que

en el lindero del bosque saludan al sol en las mañanas de

primavera. Su rusticidad les permite ser mansos, como niños;

altivos como leones; fuertes como quebrachos”. También afirmó:

“de nuestros gauchos dijo un jefe realista: ‘a este pueblo no lo

sojuzgaremos nunca’. De ellos, dice Frías, el historiador salteño:

‘aportaron un nuevo nombre a la historia; dieron al traste con la

disciplina y la táctica europeas… trazaron el límite norte de la

República’. De ellos podemos decir todos los argentinos:

“¡Todavía existen!”. Existen y conservan gallardías de antiguos

hidalgos y alientos de famosos malandrines, y la aptitud para el

ensueño y la aventura, el don faunesco de la alegría para encarar

la vida”24.

Acerca de los gauchos también afirma el Dr. Ernesto M.

Aráoz: “el gaucho legítimo tiene en realidad cualidades superiores

capaces de realzar la condición humana del hombre más

civilizado. La tranquilidad y el coraje con que se juega la vida en

aras de un ideal o en defensa de una causa que considera justa,

está documentada en muchas páginas de la historia argentina. La

lealtad y el amor propio constituyen una noble exaltación de su

espíritu” 25.

Todas estas reflexiones acerca de los gauchos nos muestran

a aquellos hombres que quizás merecen en mayor medida el

reconocimiento y la gratitud de toda la Patria. Sobre todo por su

carácter guerrero y por haber ofrendado su vida para que se

consiguiera la independencia argentina. Sin embargo, no son los

24 Dávalos, J.C., Conferencia leída el 6 de agosto de 1921 en la Biblioteca

Pellegrini del Jockey Club de la ciudad de Buenos Aires. 25 Aráoz, E.M., “El alma legendaria de Salta”, Buenos Aires 1936, 40.

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únicos miembros del pueblo salteño que han manifestado la “vocación” de la provincia. Junto a ellos hay que mencionar a otros

grupos humanos de entre los cuales han surgido personalidades

dignas de destacar. Según el Dr. Aráoz “en la provincia de Salta

tres son los tipos étnicos tradicionales que concurren a formar el

cuadro de su caracterología regional: el hombre culto de la

ciudad, el gaucho y el colla”26. De los primeros nos corresponde

hablar en particular ya que, habiendo hecho mención del gaucho,

es entre los hombres cultos de la ciudad de donde han surgido los

personajes que más se han destacado a nivel provincial y nacional.

El hombre culto salteño encarna la tradición

hispanoamericana con las características peculiares de la geografía

y la cultura de la ciudad de Salta. Antes de las guerras

independentistas, el salteño de ciudad fue hombre rico, educado,

refinado, laborioso y viajero, todo lo cual contribuyó a hacer de su

ciudad uno de los centros más importantes y prósperos del

Virreinato del Río de la Plata. En la Guerra de la Independencia

pusieron todo esto al servicio de la emancipación americana e

hicieron de Salta la “firme columna de la libertad” 27. Esta

peculiaridad del salteño, más propenso a una “reforma” que a una

“ruptura”, hizo que tanto durante la Guerra de la Independencia

como durante la Guerra por la Organización nacional, no se viera

26 Aráoz, E.M., op. cit., 36. 27 Acerca de Salta afirma Frías: ”Parécenos, así, su empresa superior, sin duda

alguna, a aquellas realizadas por Pelayo en España y por Juana de Arco en

Francia; pues al lado de la lucha militar se desenvuelve la lucha más difícil aún

de la organización del país, alzándose por nuevo enemigo el demonio de la

anarquía y de la barbarie, dividiendo y aniquilando en los momentos más

delicados de la prueba y al frente mismo del enemigo común, la unidad de los

esfuerzos, el centro del poder y del gobierno, la fuente de los recursos, soltando

los diques hasta entonces cerrados a las masas incultas y por donde se

derramaron las corrientes de la barbarie que sepultaron en ruinas, en sangre y

en vergüenza la república; destacándose Salta como solo luminar en medio de

noche tormentosa y oscura, por la gloria de sus armas, por la rara nobleza de

sus virtudes, por la virilidad inquebrantable de su temple cívico, por la firmeza,

sabiduría y oportunidad de sus principios políticos sostenidos por aquellos

varones ilustres cuyo talento poderoso, cuya elocuencia y saber llenaron, con

justicia, la admiración de su tiempo”. Frías, B., “Historia de Güemes”, op.cit.,

Tomo I, Discurso preliminar (presentación de toda la obra), 1-2.

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19

mezclado en aquellas miserias humanas que oscurecen y quitan

valor a los más grandes esfuerzos independentistas y nacionales28.

Lo cual apoya la tesis de la “vocación” de Salta a cumplir un

determinado papel en la historia argentina29.

El hombre de clase de Salta posee sus particularidades que

lo han hecho célebre en el país. Según Juan Carlos Dávalos “el

hogar patricio fue siempre en Salta un hogar rural. La

convivencia de los señores con el indio en el oeste o con el gaucho

en el este, hizo posible aquel prodigio de inteligente solidaridad

que se manifestó cuando, ante el peligro común, el caudillaje

salteño rechazó siete invasiones. Del hogar patricio quedan

todavía los viejos santos de madera pintada; los cuadros

arrumbados en los ruinosos oratorios; los edificios desmesurados,

hoy sin objeto, donde se daba trabajo, asilo y sustento a mucha

gente”30. De acuerdo a lo dicho por Dávalos, es claro que el

salteño heredó ese espíritu familiar de la sociedad de matriz

hispánica y que la cristiandad hizo brillar durante tantos siglos en

aquellas tierras que quisieron abrirse a su influjo. Un espíritu donde

las diferencias son atemperadas por la caridad y la jerarquía es

mantenida en la convivencia más cálida y cordial. Todo lo cual

hace desaparecer la petulancia pero imprime respeto mutuo y

fraterna colaboración.

Nada más oportuno para ilustrar este espíritu salteño que las

palabras del Dr. Robustiano Patrón Costas preparadas con ocasión

de su candidatura a la presidencia de la Nación. En ellas, además

de referirse a importantes cuestiones, aparece con claridad su

condición de salteño. Nos dice: “la mala política ha entronizado el

profesionalismo político, con sus caudillos y sus trenzas, ha traído

el desprestigio de la palabra y el alejamiento de la actuación de

nuestra vida pública de muchos valores intelectuales y morales. Se

28 Afirma Dávalos en la Conferencia dada en el Jockey Club de Buenos Aires

que en Salta “los enconos que la pasión política labra entre los hombres fueron

casi siempre atemperados por la cristiana prudencia y la juiciosa discreción de

las mujeres”. 29 Aráoz, E.M., op. cit., 36-39. 30 Dávalos, J.C., conferencia citada.

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JORGE REINALDO VANOSSI

20

siente especialmente desde hace muchos años el alejamiento de los

hombres de trabajo y de la juventud, por cuya causa los partidos

no ven renovados sus valores, lo que es más grave para su futuro.

Debo declarar que muchas veces me ha dominado a mí también el

desencanto; sin embargo no he abandonado la lucha, porque el

ciudadano que deserta del cumplimiento de sus deberes cívicos

traiciona a su país y es mayor su responsabilidad cuanto más

grande sea su capacidad y más alto el lugar que ocupa en la

vida”.

Y más adelante se presenta de esta manera: “se dice que los

hombres nacidos en la montaña son muy apegados al terruño, por

lo que yo siento, esa afirmación debe ser exacta. Le he dedicado

mis mayores esfuerzos y los mejores años de mi vida, he

demostrado que el trabajo de sus hijos puede hacer surgir de las

entrañas de las provincias que se dicen pobres, la riqueza y el

bienestar. Al dedicarle mis afanes no he hecho sino retribuir en

parte lo que mi provincia hizo por mí. Alguna vez dije que me

considero un genuino producto de su medio; mi hogar provinciano

formó mi carácter, con el ejemplo de sus virtudes, bajo la

abnegada dirección espiritual de mi madre, y el recuerdo de mi

padre muerto en mi niñez, inspirada por los preceptos de nuestra

fe, que contiene el código moral más admirable que haya conocido

y practicado la humanidad. Y mi hogar provinciano no era sino el

trasunto de la vieja, culta e ilustre sociedad de Salta”31. Estas

palabras notables hacen ver la peculiaridad del hombre salteño que

se presenta ante las realidades de la vida y de la historia con un

patrimonio digno de ser considerado: la inquietud social, el trabajo,

el desinterés, el amor a la tierra, la familia, y sobre todo la fe

católica.

Son oportunas, a su vez, las siguientes palabras de otro

salteño comprometido también en la política acerca del sistema democrático: “la democracia podrá ser imperfecta, pero ella es susceptible de perfeccionarse por medio de una cultura cívica

31 Patrón Costas, R., “Discurso que debió pronunciar en la convención del

partido Demócrata Nacional con motivo de la proclamación de su candidatura a

la presidencia de la Nación”. 1943.

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VICTORINO DE LA PLAZA

21

progresiva. La democracia de verdad debe mirar por sobre todas las cosas el bienestar general, la felicidad individual, la paz y la armonía social y propender siempre al gobierno de los más aptos, de los más honestos, de los más ilustrados, de los más responsables y de los más capaces para la tarea que le fuese conferida, cualquiera que sea el sector de la sociedad de que esos gobernantes provengan. La verdadera democracia no excluye las jerarquías, sino que por el contrario, las estimula y las fomenta dentro de la igualdad que la ley reconoce, y le da su verdadero contenido social. Gobernar honradamente con sujeción a la Constitución y a las leyes que estructuran el Estado democrático, es también condición esencial de la democracia pura y el único dique capaz de contener las dictaduras que suelen incubarse tanto en los gobiernos como en las masas”32.

He querido citar estas palabras porque en ellas aparece

nuevamente ese espíritu salteño que ve las cosas del presente pero

sin romper con las del pasado, y esto es esencial, no solo para la

política, sino para todas las realidades de la vida ya que, no es

renunciando al pasado como se camina hacia adelante pues todo

hombre sensato honra la historia y la considera maestra de vida,

más aún cuando se trata de una historia que nos trae las luces de la

civilización cristiana que tantos beneficios ha aportado a toda la

humanidad. La historia americana es heredera de la cultura que

España supo forjar desde su posición peculiar dentro de la

cristiandad y a esta cultura el salteño siempre le brindó su respeto.

Cuando hubo que cambiar de sistema de gobierno y de identidad

institucional, Salta optó por la “reforma” y no por la “ruptura”33.

Quiso conservar aquello que la definía como sociedad y como

patria, quiso cambiar aquello que era necesario pero sin recurrir a

la destrucción de lo que le había dado la vida y la había hecho

32 Aráoz, E.M., “El diablito del Cabildo”, segunda edición, Buenos Aires

1969,155. 33 Usamos esta interesante terminología utilizada por el Papa Benedicto XVI en

su Discurso a la Curia Romana en diciembre de 2005 en referencia a la vida de la

Iglesia (Cfr.L’Osservatore Romano Edición en español Nº 52, 30 de diciembre

de 2005, 721-724).

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JORGE REINALDO VANOSSI

22

crecer hasta su mayoría de edad. Como dice una digna historiadora

de nuestro medio “es innegable que la colonización española trajo

a América los bienes culturales acrisolados en Europa durante

siglos, valores universales que constituyen el sustrato común de

todos los pueblos americanos que hablan el mismo idioma

castellano y creen en Dios”34. No forma parte del espíritu del

salteño caer en la trampa de un discurso falso que propugna la

creación de algo nuevo que tiene como fundamento la novedad

misma, el hambre de novedad. El salteño se vincula a su tradición,

sabe que la verdad es siempre nueva y, desde ella se lanza a la

construcción de la patria. Así lo hicieron sus héroes y sus hombres

eminentes. Esta es la “vocación” de Salta.

Todo lo cual hace del salteño el portador de aquel lema ya

célebre y que hizo propio la Agrupación Tradicionalista de Salta

“Gauchos de Güemes” al ser fundada: Dios – Patria – Tradición.

Es decir, que la libertad nunca debe separarse de su fundamento,

que es Dios, y de su historia, que es la Tradición. Salta, al ser la

“firme columna de la libertad”, no ha querido establecerse como

centro de una libertad absoluta, sin referencias, sin objeto, con la

única finalidad de ser en todo independiente. Salta quiso la

independencia de España y de cualquier otra potencia que le

impidiera ser una nación. Pero eso no significaba romper con todo,

con el pasado, y menos con Dios. Esta es la razón por la que Salta

ofreció a todo el Río de la Plata su propia convicción sobre la

libertad, sobre la patria, sobre la tradición.

Una de las pruebas de la singularidad de Salta ha sido

siempre su fe religiosa, motivo por el cual es llamada “capital de la

fe”. El hecho de vincular la Guerra de la independencia con el

Señor del Milagro muestra que esa lucha era legítima y no era

condenada por Dios. A su vez, sus protagonistas lucharon contra

España y no contra Dios, razón por la cual, terminada la guerra,

terminó el dominio español pero no se extinguió la fe católica. Al

contrario, fue acrecentándose, y el Señor del Milagro continuó

salvándola como lo hizo en los terremotos de 1844 y los de 1946.

34 Miller Astrada, L., “Salta hispánica”, Buenos Aires 1997, 364.

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VICTORINO DE LA PLAZA

23

Nos dice Juan Carlos Dávalos en referencia a la

peculiaridad de Salta: “penetrad conmigo en el salón colonial

donde vela, junto a una estufa, una anciana octogenaria de

aspecto noble y severo. Sentada a sus pies, una criada deletrea la

cartilla. La anciana pasa entre sus dedos enflaquecidos las cuentas

de un rosario. Tiene los ojos entrecerrados, como en un ensueño, y

al borde de sus párpados tiembla una lágrima. Nosotros la

contemplamos en silencio antes de atrevernos a interrogarla.

Conocemos la causa de su pena y respetamos su ensimismamiento.

Ella simboliza en esa actitud, el encanto misterioso de la leyenda.

¡De esa leyenda en la que nosotros ya no creemos! Ella guarda en

su viejo corazón, como en un cofre delicado, la fe de su estirpe. La

fe que expulsó al moro de la península; que sometió a los indios en

la conquista; y que partiéndose después en dos fervores y en dos

espadas, legitimó en América el derecho de los pueblos a la

libertad, contra el derecho de los monarcas al despotismo”35. Este

es un texto notable donde se evidencia el vínculo existente entre la

libertad y su fundamento y se muestra cómo entendieron los

salteños su lucha por la libertad. Está muy lejos de ellos ese

espíritu de “ruptura” tan propio de las ideas revolucionarias

francesas del siglo XVIII.

Continúa el poeta hablándonos de la fe de Salta, testimonio

tanto más imparcial cuanto que procede de alguien que no

llamaríamos un católico ferviente. Nos dice: “muchas leyendas y

tradiciones de la villa de Lerma son de carácter esencialmente

religioso […] Pero los pueblos son tanto más dignos de respeto,

cuanto más se apegan al conocimiento de sus orígenes. Bien está

que desechemos del pasado cuanto nos queda de anacrónico o de

pueril, pero salvemos el preciado caudal de belleza y de bien que

nos legó. Y por humilde que nos parezca, retribuyamos

agradecidos sus largos desvelos, sus hondas inquietudes, y nos

aproximemos a él, no con el ánimo del crítico sagaz que

35 Dávalos, J.C., conferencia citada.

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JORGE REINALDO VANOSSI

24

desmenuza, sino con una actitud suplicante y demudados los

colores del rostro”36.

Consideramos oportuno citar los célebres poemas religiosos

de Dávalos pues la poesía es patrimonio de los salteños y ha hecho

posible expresar con sus versos lo que de otra manera hubiera sido

difícil de decir. Los dos sonetos que citamos se refieren al Señor

del Milagro:

Dulcísimo Jesús crucificado,

que al Padre en holocausto te ofreciste,

y de muerte afrentosa padeciste,

al Santo Leño de la Cruz clavado.

¡Rey de un reino de amor nunca alcanzado,

pálido Dios atribulado y triste,

manso cordero que tu sangre diste

para borrar la mancha del pecado!

Como la flor que el huracán arranca,

y ve esparcida su corola blanca,

caer en lodazal rota en pedazos

soplo de perdición quebró mi vida,

y con el alma para siempre herida,

¡tiendo a tu Cruz de redención mis brazos! 37

36 Ibidem. 37 Ibidem.

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VICTORINO DE LA PLAZA

25

Admirable poema por su arte y su sentido que se une al

otro también célebre sobre la procesión del Milagro:

Con la pompa ritual que la costumbre

piadosa de los siglos ha guardado

condúcete, Señor Crucificado,

por las calles inmensa muchedumbre.

Lleno mi corazón de pesadumbre

y de duda mortal y de pecado,

duélese del martirio penetrado

que tuviste del Gólgota en la cumbre.

Ante el hórrido grito de agonía

que el artista español heló en tu boca,

¡”no me abandones”! clama el alma mía.

Y permanecen a mi llamamiento,

como al tuyo, Señor, desde tu roca,

muda la tierra, mudo el firmamento 38.

Expresiones como éstas pueden encontrarse también en

otros poetas, incluso en aquellos que demostraron su poca religión,

fieles quizás a ese espíritu del tiempo que convencía a muchos a ser

agnósticos y escépticos, como signo de cultura y civilización. Al

mismo tiempo, les hacía ver en la religión de la Iglesia un signo de

38 Autores varios, “Antología del Milagro 1592-SALTA-1942”, 95.

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JORGE REINALDO VANOSSI

26

atraso, oscurantismo y falta de progreso. Sin embargo, la mirada

del poeta es tan alta y tan profunda, que sobrepasando prejuicios y

mezquindades, ante la inspiración interior, ve con claridad y

expresa esa visión, aunque contradiga ideas o pensamientos

expresados en un salón. Así podemos ver ese hermoso poema sobre

Jesucristo que Joaquín Castellanos escribió inspirado en la más

noble tradición de su familia, de su provincia y de su patria. El

poema se titula “Oración amistosa”:

Jesús, yo no comprendo, cómo pudo

vivir sin ti la humanidad, por tanto

tiempo en que su primario instinto rudo,

tardó en civilizarse con tu llanto.

Tu grandeza mayor no está en los nombres

con que pujante como Dios advienes;

tu sustancia divina está en que tienes

corazón maternal para los hombres.

Jesús vidente, médico divino,

todos, Señor, de ti necesitamos;

todos somos enfermos; todos vamos

en busca de salud a tu camino.

Todos somos posesos por ocultos

demonios; los que engañan con la gloria;

los que hacen del placer vaso de escoria;

los que trastruecan del amor los cultos.

Page 25: VIRTUDES - Ferozo

VICTORINO DE LA PLAZA

27

El poder de tu mágico exorcismo

a muchos cuerpos devolvió la calma;

hoy lo necesitamos en el alma;

líbrame del demonio de mí mismo.

Jesús, sin ti, yo soy un solitario

en lo infinito; sólo tú acompañas

con el tuyo, el dolor de mis entrañas;

yo vivo internamente tu calvario.

Tu herida del costado en mí se junta

a otra que sin ser tuya, es tuya y mía;

de los siete puñales de María

clavada está en mi corazón la punta 39.

Notable poema que evidencia, no solamente un sentimiento

piadoso intenso, sino también una consciente cultura doctrinal que

seguramente recibió el poeta en Salta. A lo cual puede agregarse

que difícilmente en Salta era posible encontrar ignorancia religiosa,

ya sea por los innumerables esfuerzos catequizadores, ya sea por la

acendrada tradición de rezar la Novena del Milagro, admirable

compendio de las verdades de nuestra fe católica. “Esta novena

rebasa los juicios académicos porque está impregnada de una

suerte de lírica pasión, colmada belleza y de intuiciones que llegan

de lo alto” 40.

39 Dr. Joaquín Castellanos, “Obra Literaria”, Edición del Honorable Senado de la

Nación, Buenos Aires 2000, poema titulado “Oración amistosa”, 749. 40 Figueroa Aráoz, J.H., “Noroeste Argentino”, Salta 1966, 23. Citado por el

Prof. Vicente Pérez Saez en su artículo “La Novena del Milagro” que forma

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JORGE REINALDO VANOSSI

28

De ella también nos habla Frías diciendo: “Milagro que no

se ha advertido hasta ahora es la Novena del Señor del Milagro.

Es de reírse la afirmación, ciertamente. Pero así como no debe

aceptarse ni rechazarse libro alguno sin averiguamiento de cómo

sea, y por solo el título, tampoco es bueno reírse de una afirmación

si va a probarse. Milagro hemos dicho, y milagro es de veras que

una novena llegue a ser o a semejarse por sus aproximaciones, a

una pieza literaria. La Novena del Milagro lo es. Hemos leído,

cuando niños por supuesto, muchas de esas producciones

clericales, pero confesamos que entonces como ahora, el sabor de

buena literatura solo en la del Milagro la encontramos. Sus trozos

son llenos de elocuencia; inflaman el alma y enternecen el

corazón” 41.

Como afirmó el entonces Arzobispo de Salta Mons. Carlos

Mariano Pérez “el alma del pueblo salteño está impregnada hasta

las intimidades más profundas del amor al Señor y a la Virgen del

Milagro”42. Lo cual no puede dejar de imprimir en los salteños el conocimiento y el amor a las verdades de la fe católica. La

impiedad muchas veces nace de la ignorancia y crece alimentada

con fantasías imaginarias hábilmente difundidas por algunos

medios masivos de comunicación. La propaganda ha sido muchas

veces el medio para alejar a los pueblos de la fe y de la religión y

ha sido quizás más eficiente que la predicación de la Iglesia.

Humanamente hablando, claro está. Pero esta ley de la

modernidad, porque fue establecida por la mentalidad

revolucionaria de Francia al inicio de esta edad histórica, no se

cumplió en Salta gracias al Milagro. Es una tradición religiosa de

tal magnitud la devoción al Señor y a la Virgen del Milagro que,

con ella, cada salteño descubre la verdad sobre su esencia y su ser

contenida en esas dos verdades o “dos extremos grandiosos: el

parte de la publicación “Cuatro siglos del Milagro de Salta”, de autores varios,

Salta 1992. 41 Frías, B., “Tradiciones históricas”, op.cit., 62. 42 Pérez, C.M., Artículo del Diario ‘El Tribuno’, 16 de septiembre de 1967, 17.

Citado por la Prof. Olga Chiericotti en su artículo “Los gobernantes de Salta

siempre honraron las imágenes del Milagro” que forma parte de la publicación

“Cuatro siglos del Milagro de Salta”, de autores varios, Salta 1992.

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VICTORINO DE LA PLAZA

29

primero, la miseria del pecador arrepentido que nada puede, que

nada vale para merecer la protección y el favor de los hombres, o

bien la impotencia de éstos; y por el otro, la esperanza, única en su

noche de dolor, que lo ilumina y lo alienta viendo en aquel Cristo

colgado en una cruz, el único que, con el amor del padre, para

quien no hay hijo completamente malo ni desechable, lo recibirá

abiertos los brazos y con el perdón en los labios, por más grande y

horrenda que su culpa lo sea” 43.

Grandeza y miseria de la condición humana son los dos

extremos que siempre deben estar juntos en la formación de un

verdadero humanismo. Cancelar una de estas dimensiones de la

condición humana lleva a peligrosas simplificaciones o

parcialidades que hacen del humanismo la acentuación de lo que se

afirma y a corromper la verdadera naturaleza humana

conduciéndola a amargas quimeras que tanto engañan y tanto mal

han hecho a la humanidad a lo largo de su historia, sobre todo en

estos últimos siglos. El hombre no es tan grande como Dios,

tampoco es tan bajo como un animal. Es imagen y semejanza de

Dios, pecador y miserable, aunque rescatado por Cristo crucificado

y resucitado que se le ofrece como Salvador y Redentor. Dice la

Novena del Milagro: “¿quién otro se compadecerá de mí?”. En

efecto, sólo Jesucristo y la Santísima Virgen quien coopera

admirablemente con su obra redentora. Todo esto el salteño lo

aprende en la Novena y al buscar la construcción y salvación de su

Patria no lo olvida y lo pone en práctica contribuyendo así de un

modo singular a evitar las rupturas culturales y sociales que tanto

daño hacen a los pueblos. El salteño es tradicionalista, quiere

transmitir las herencias del pasado, no por gusto obsesivo por lo

que “ya se fue” con la historia, sino porque ve en esos tesoros del

pasado las bases sobre las cuales se puede construir. Ve la “roca

firme”, de la que habló Jesucristo, y quiere aprovecharse de ella

porque ella misma vino a instalarse en medio de su ciudad: “con su

amor buscando el amor de un pueblo”. Hay cosas perennes que

no deben abandonarse aunque los años pasen. Entre esas cosas el

salteño ve a Dios, a la Tradición y a la Patria, tal como ésta se

43 Frías, B., “Tradiciones históricas”, op.cit., 63.

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JORGE REINALDO VANOSSI

30

presenta desde sus orígenes hasta hoy. Si Salta es la “firme

columna de la libertad”, el salteño sabe que la libertad tiene a Dios

como su fundamento y tiene a la Tradición inscrita en su historia,

que es su fuerza y su orgullo. Así lo ha demostrado la salteñidad en

su adhesión al Milagro, tanto el pueblo como sus gobernantes44.

El Instituto San Felipe y Santiago de Estudios Históricos de

Salta y le Editorial Virtudes al proyectar la publicación de

“Biografías de salteños ilustres” están convencidos de que Salta ha

aportado a nuestra Nación hombres y mujeres ilustres que han

contribuido de manera singular a formar nuestra nacionalidad. Son

personajes que han de ser sacados del olvido y propuestos como

ejemplo a seguir. Su peculiar modo de pensar y obrar puso de

manifiesto esa “vocación” propia de Salta a ser “firme columna de

la libertad”, de esa libertad verdadera y no solo declamada, de esa

libertad que se opone a la tiranía del más fuerte y del más popular,

de esa libertad que se funda en Dios y en la verdad. Al mismo

tiempo que recuerda sus héroes, nuestro Instituto desea incentivar

la aparición de nuevos personajes salidos de su provincia a fin de

que su historia ilustre no se detenga en estos tiempos de crisis,

decadencia y mediocridad.

¿Acaso habrá cumplido Salta ya totalmente esa “vocación”?

¿No seguirá vigente el llamado que la Providencia le hace?

Evidentemente que sí, y por eso también hoy muchos miran hacia

Salta. Es verdad que hoy nuestra Salta no es la misma de hace dos

siglos. Ya lo decía Frías: “a Salta no le queda más que el

nombre”45. Pero es “nuestro nombre”, el nombre de salteños, y

estamos hoy aquí, presentes, no despreciando nuestro pasado, y

tampoco nuestro futuro. El Instituto San Felipe y Santiago de

44 Chiericotti, O., “Los gobernantes de Salta siempre honraron las imágenes del

Milagro”, artículo que forma parte de la publicación “Cuatro siglos del Milagro

de Salta”, de autores varios, Salta 1992, 69-75. 45 “Por lo que a nosotros hace, la quisiéramos ver tan acabada y completa, a

estar a nuestro deseo, que el lector pudiera, al recorrer sus páginas, conocer en

todos sus detalles aquella época memorable y famosa, de quien, a pesar del

corto espacio que nos separa, no conservamos ya ni siquiera sus costumbres.

‘De Salta no queda más que el nombre’”. Frías, B., “Historia de Güemes”,

op.cit., Tomo I, Discurso preliminar (presentación de toda la obra), 15.

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VICTORINO DE LA PLAZA

31

Estudios Históricos de Salta hace con esta publicación, además del

justo homenaje a sus próceres, un llamado a todos a recobrar

nuestra “vocación” como Provincia y como Pueblo y a brindar a la

Patria el sostén de nuestra columna, “firme columna de la

libertad”, que nunca debe separarse de su fundamento, que es

Dios, y de su historia, que es la Tradición. Dios – Patria –

Tradición. Nuestros ancestros en horas dramáticas dieron todo por

la Patria. Quizás nosotros también hoy tengamos que hacer lo

mismo brindando a la Patria lo que quizás nadie más que nosotros

le puede dar, nadie más que Salta le puede dar, sin complejos, sin

temores, sin cálculos, con generosidad, con entrega, con amor46.

Que estos votos concluyan con un homenaje a nuestra

ciudad y provincia de Salta. Para ello nada mejor que las

inmortales palabras del poeta José María Mirau en su “Canto a

Salta”:

Este canto que te diga respondiendo a

incontenibles cabalgatas de fervor y de entusiasmo;

habrá de ser como los cantos a la amada.

Tierra linda y generosa del buen sol y de la vid y de la

zafra. Tierra, tierra sin remilgos, con dulzuras o rudezas

hortelanas.

En el tiempo en ti se hizo permanente la armonía de los

mundos en tu forja trabajaron fuego y agua, los eternos

demiurgos que con manos de viajeros premurosos

esculpieron los tumultos de tus valles y montañas, de tus ríos y tu cielo cual ninguno.

46 Son palabras que pronuncié en mi Discurso en el monolito de la Cañada de la

Horqueta el 7 de junio de 2014 ante los gauchos que cabalgaron hasta allí

rememorando los pasos de la histórica cabalgata con motivo del aniversario del

día en que fue herido el General Martín Miguel de Güemes.

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JORGE REINALDO VANOSSI

32

Al firmar las creaciones de Su Verbo y las obras de Su

mano dijo Dios de todas ellas que eran buenas, bueno el

lirio y bueno el rayo.

Pero al verte nada dijo. Promesante por los mares y

enclavado vino a ti y se quedó en la inmutable protección

de su Milagro.

Una frágil alborada temblorosa de recuerdos imprecisos,

en la alfombra de tus campos hizo el hombre sus caminos,

lo acogiste hospitalario y le quitaste su bordón de

peregrino,lo adormiste en tu regazo, descansó y vivió feliz

como los niños.

A ese hombre que fue el inca, hijo del Sol, el calchaquí o el

castellano lo nutriste con tus zumos esenciales genitores de

centauros.

A ese hombre, Tú lo has hecho para estatua sobre un plinto

sin reparos como están sobre tus punas los cardones o en

tus selvas los quebrachos.

Así fue que en ti se hizo nuestra historia como hachazos en

el grito vertical de libertad de las tacuaras de los gauchos y

el retumbo de los recios guardamontes, tempestad y

tromba y canto para aquellos que caían o vencían en

el campo ensangrentados.

Te admiré por vez primera desnudándote de sombras en el

alba y mis ojos con asombro se llenaron hasta el borde de

las lágrimas.

Nada había igual a ti en el concierto musical de la mañana

y una noche al plenilunio me brindaste tus terrones por

almohada.

Fue después el incansable perseguirte codicioso por las

pircas el buscar en la apacheta solitaria la memoria de tus

incas.

Page 31: VIRTUDES - Ferozo

VICTORINO DE LA PLAZA

33

El sentirme enamorado y el quererte con amor tan sin

medida que el vivir en ti se hiciera el renovado respirar mi

misma vida.

Y te canto así esencial para los fines esenciales de la vida.

Todo en ti se hace turbiones de pasión, o suavidades de

caricia; nutridora en la simpleza de tus valles florecidos en

espigas, nervio y músculo de fuerza mineral que en

apoteosis se prodiga.

Nada he dicho; pero ahora por los vientos mi secreto se

dilata descubierto quiero un eco que se amplíe en infinitas

resonancias; el amor todo temblores cuando implora, es

alarde cuando canta.

Y te canto por hermosa, por tu ayer y por tu hoy y tu

mañana, por tu sol y por tu nieve, por tus chacos y tus

punas y tus abras, por incaica y española y argentina, así te

canto ¡Salta! ¡Salta! 47

47 Agradezco a la Profesora Superior de Declamación Sra. M. Ofelia Zamora

(Beby) haberme brindado este poema que ella aprendió de su profesora la Sra.

Judith Graneros de Mirau, esposa del poeta, en su Academia de declamación.

José María Mirau nació en Buenos Aires en 1902 y murió en Salta en 1967.

Salteño por adopción, estudió filosofía y teología en el Seminario Conciliar de

Villa Devoto, especializándose después en Letras. Periodista, poeta, ensayista y

novelista, tradujo obras del francés y del italiano. Enamorado de Salta, le cantó

con profundidad e inspiración. Católico fervoroso, en sus obras se descubre una

innata propensión al misticismo. Publicó un tomo de poesías titulado

“Sinceridad”. Obtuvo diferentes premios literarios en 1929, 1942 y 1946. Ver:

José Fernández Molina, “Panorama de las letras salteñas”, Salta 1964, 63.

Autores varios, “Antología del Milagro 1592-SALTA-1942”, 209-211. Walter

Adet, “Cuatro siglos de literatura salteña (1582-1981)”, Salta 1981, 116.

Page 32: VIRTUDES - Ferozo

JORGE REINALDO VANOSSI

34

INCORPORACIÓN DEL DR JORGE VANOSSI COMO

MIEMBRO CORRESPONDIENTE DEL INSTITUTO DE

SAN FELIPE Y SANTIAGO DE ESTUDIOS HISTORICOS

DE SALTA

Palabras pronunciadas por el Sr Presidente del Instituto de San

Felipe y Santiago

Señoras y Señores:

Deseo agradecer vivamente la conceptuosa nota que se

acaba de leer de SE el Sr Arzobispo de Salta, Monseñor Mario

Antonio Cargnello, que expresa su apoyo a la iniciativa del

Instituto de San Felipe y Santiago, entidad que ha propuesto traer a

Salta los restos mortales del Doctor Victorino de la Plaza, para que

reposen en el Panteón de las Glorias de Norte.

Este propósito de remediación histórica y espiritual que

hemos encarado, se inscribe en una de las más inveteradas

tradiciones de la cultura occidental. En efecto, es frecuente

encontrar conmovedores pasajes en la literatura clásica sobre “los

honores fúnebres” y la digna sepultura que se deben tributar a los

muertos.

En una de las más bellas tragedias griegas, en “Antígona”

de Sofocles, escrita en el momento de mayor esplendor cultural de

Atenas, en el paradigmático Siglo V a.C., se exalta la conmovedora

piedad de esta heroína, quién afrontó una injusta pena de muerte,

dictada por Creonte, el implacable tirano de Tebas. Su crimen fue

sepultar a su hermano Polinices, cumpliendo los mandatos de la ley

divina y los deberes de la piedad filial.

Polinices había caído frente a los muros de Tebas en un

combate fratricida con su hermano Eteocles, a quién pretendió

despojar del poder.

La polis concedió las honras fúnebres a su defensor y

Creonte le impuso la pena de muerte para quién inhumara los restos

del in invasor Polinices.

Page 33: VIRTUDES - Ferozo

VICTORINO DE LA PLAZA

35

En la antigüedad clásica, los deberes éticos y rituales ante la

muerte, aluden a la comprensión originaria de la naturaleza del

hombre, quien posee la dignidad eminente de ser creado como

imagen viva del Dios presentido. El coro de Antígona señala el

carácter único y sagrado del hombre, que al morir culmina una

trayectoria irrepetible, un periplo pleno de realizaciones y

peripecias, libre tanto ante la gloria como en la adversidad,

configurando un destino que posee resonancias universales, tal vez

porque solo el hombre encarna la lúcida conciencia del cosmos.

El culto a los antepasados que se practicaba en la ciudad

antigua, era un virtual reconocimiento a la inmortalidad del alma,

que tras la muerte lograra el premio final de los Campos Elíseos o

permanecerá castigado en el Hades, como una sombra intemporal y

doliente

El Instituto de San Felipe y Santiago de Estudios Históricos

de Salta ha promovido una acción integral que no sólo se refiere al

retorno de sus restos a Salta, sino que intenta reparar el olvido

imperdonable y la exaltación de su presencia paradigmática en la

historia de nuestro país.

El caso de Victorino de la Plaza, ciudadano eminente y figura

ejemplar:

Con Victorino de la Plaza no se respetaron estos deberes

inveterados y que en su caso debieron extremarse. Un hecho

ominoso y reciente acredita lo afirmado: Sus restos fueron retirados

del lugar elegido por él para su descanso eterno y han sido

depositados en una ignota tumba privada ubicada en la provincia de

Buenos Aires.

Este caso “clama al cielo”, porque aquel hombre que en

vida fue un prócer, un verdadero arquitecto de la República y un

patriota, ha sido removido del sitio destinado a la veneración de sus

compatriotas. A esta pérdida física se suma otra más profunda que

es el olvido, una preterición de la memoria debida que termina

pareciéndose a la pena política que Roma aplicaba a los enemigos

de la República y que se denominaba precisamente la “damnatio

memoriae”.

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JORGE REINALDO VANOSSI

36

En nuestro caso esa inmerecida sanción no es intencional

sino que proviene de la desidia, de la ingratitud de sus

conciudadanos Estas actitudes forman parte de la liviandad de las

costumbres actuales que han creado un hombre “vacío de las

entrañas de pasado” –como lo expresa Ortega y Gasset en un

concepto que nació clásico. Esta frivolidad para encarar la vida no

se enraiza en lo esencial sino que se juega en los escenarios

transitorios donde cada persona desarrolla una actuación

impostada; escenarios en que se distingue a los actores por su

estatus aparente, por la riqueza material y la abundancia de bienes

efímeros que ostentan.

En una sociedad que no privilegia las hazañas del espíritu,

que desvaloriza las creaciones del intelecto humano y que no exalta

los valores permanentes de los próceres que los encarnaron, el

deslizamiento hacia el olvido de esas figuras señeras es un

movimiento casi inercial.

Nuestra patria desde su nacimiento se caracterizó por sus

generosos ideales, empeñándose en una gesta heroica por librar a

América del Sur. Nuestra nación defendió la paz, el respeto de los

derechos inalienables del hombre y por la dignidad y el decoro de

los pueblos.

Esta gloriosa trayectoria nos obliga a ser consecuentes con

quienes forjaron “El País de la Aurora”, como bien llamó Rubén

Darío a la magnífica Argentina del Centenario.

Uno de esos artífices fue Victorino de la Plaza, quién actuó

siempre con un patriotismo ejemplar desprovisto de todo interés

subalterno y con una clara vocación de servir eficazmente a su

tierra y su gente.

Sintético perfil de Victorino de la Plaza

El Doctor de la Plaza, fue un ciudadano ejemplar, al que le

tocó ocupar la más alta magistratura del país y en su accionar dejó

una indeleble huella histórica en relación a la pureza de las

prácticas políticas.

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VICTORINO DE LA PLAZA

37

En efecto, este año se conmemora el Centenario de la

primera elección Presidencial realizada bajo las claras

prescripciones de la Ley Sáenz Peña, proceso que el condujo con

firmeza e imparcialidad. Este acto implicó que la Argentina

alcanzara la plenitud de su institucionalidad democrática

suprimiendo la corrupta práctica del fraude. Este hecho histórico

pasó inadvertido, y es por esa razón que deseamos recordarlo hoy y

aquí, señalando la generalizada e imperdonable amnesia oficial.

Recordamos también que Victorino de la Plaza asumió la

Presidencia Provisional de la República en octubre de 1913 en los

prolegómenos de la Primera Guerra Mundial –que finalmente se

desató el 9° de agosto de 1914-, momento dramático e incierto

incluso para los países que no participaron en el conflicto.

La Argentina tuvo la dicha de su liderazgo firme y sabio en

tiempos críticos, hecho que facilitó al país el trayecto sin tropiezos

por los complejos escenarios que planteaba un presente lleno de

asechanzas y un futuro que él avizoró con claridad constituyéndose

en el arquitecto de la neutralidad internacional a ultranza, y de la

democracia plena.

Su sucesor, el Presidente Hipólito Yrigoyen –siguiendo el

ideario pacifista de Victorino- pudo proclamar refiriéndose a la

posición de neutralidad del país: “Los hombres son sagrados para

los hombres y los pueblos son sagrados para los pueblos”. Se

consolidaba una posición que había sentado Victorino de la Plaza y

que afortunadamente el país adoptó como un axioma de su política

exterior.

La vida de Victorino de la Plaza es un canto al esfuerzo

personal, a la consagración y la disciplina del trabajo intelectual, a

la amistad que se fundó en una insobornable lealtad y al

patriotismo, que fue un sentimiento acendrado y un incentivo para

trabajar incansablemente al servicio del país.

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JORGE REINALDO VANOSSI

38

INCORPORACIÓN AL INSTITUTO SAN FELIPE Y

SANTIAGO DEL DOCTOR REINALDO VANOSSI.

El Doctor Jorge Reinaldo Vanossi, actual Presidente de la

Academia Nacional de Derecho, disertará hoy sobre Victorino de la

Plaza y nos ilustrará mucho más profundamente sobre la vida y las

virtudes que encarnó el prócer salteño.

El Instituto recibe hoy en su seno al Doctor Vanossi como

Miembro Correspondiente, hace honor a su tradición de incorporar

a las personalidades más distinguidas del mundo cultural argentino.

A título de recordatorio, entre los Miembros

Correspondientes históricos del Instituto de San Felipe y Santiago

se registran personalidades de la más alta jerarquía intelectual, de

una acrisolada ética y de una calidad humana ejemplar. Entre ellos

podemos citar a los Doctores Ricardo Levene, Ambrosio Romero

Carranza, Segundo V. Linares Quintana, Enrique de Gandía, Carlos

Ibarguren, Ricardo Zorraquin Becú, Victor Tau Anzoategui y Pedro

Luis Barcia, entre otros nombres ilustres.

El Doctor Jorge Reynaldo Vanossi presenta una trayectoria

que es conocida por esta calificada audiencia. Estas páginas son

nada más que el producto de una pasión –digámosle así-, que se

despertó a raíz de la lectura de algunos episodios de la vida de Don

Victorino De la Plaza.

Patricio Colombo Murúa

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VICTORINO DE LA PLAZA

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VICTORINO DE LA PLAZA

SALTA 1840- BUENOS AIRES 1919

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JORGE REINALDO VANOSSI

40

EXPOSICIÓN DEL DOCTOR REINALDO VANOSSI

Estas páginas son nada más que el producto de una pasión -

digámosle así-, que se despertó a raíz de la lectura de algunos

episodios de la vida de Don Victorino De la Plaza. Y, como

siempre, a veces por accidente, esas cuestiones incidentales

conducen a que uno tome una senda y trate de profundizarla porque

se enamora del sujeto en cuestión y quiere abrazarlo y devorar todo

lo que se pueda conocer a su respecto.

Lo he titulado “Victorino De la Plaza, tres momentos

estelares de un hombre de Estado”, pero no voy a referirme a la

hoja de vida de un eminente ciudadano. Fue mucho más que eso.

Estamos en presencia de uno de los grandes estadistas de la

República.

En 1940, al cumplirse el centenario de su nacimiento, el

prestigioso matutino La Nación, le dedicó más que una nota, un

estudio alrededor de su vida y de su obra, donde señalaba –entre

otras cosas- “orador de tranquila sugestión, pero segura

exactitud...” Todos le reconocen como mérito indiscutido su

tesonera actuación y que la prosperidad que el país gozó en la

década del ochenta se debió, en gran medida,a su acertada gestión

ministerial con Nicolás Avellaneda.

En otro párrafo, La Nación decía: “En su larga vida de

acción, la tolerancia, el consejo serio y meditado, la orientación

absolutamente recta, le señalaron siempre como un cerebro de

mérito irreemplazable en las tareas más nobles de la Nación, en la

solución de los problemas vitales para el desarrollo armonioso del

país. Con razón actuó desde su juventud junto a los organizadores

de la República, al lado de los más altos ejemplos de trabajo, de

decisión y de inteligencia creadora”. Y cerraba esta larga nota,

subrayando que, al hablar de Victorino se hablaba de “uno de los

obreros de la sociedad argentina en los aspectos más diversos de

su labor”.

Pese a todo ese reconocimiento que creo justo y acertado,

¡oh ironía!, mientras en el año 2003, discutimos otro tipo de

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VICTORINO DE LA PLAZA

41

situaciones, esta ciudad capital no cuenta ni con el tramo de una

avenida que lleve su nombre y nos recuerde a diario, los

valiosísimos servicios y contribuciones que brindó a la Argentina.

¡Tanto desvarío nos enceguece!

Complicado era el clima político del país al tiempo de su

nacimiento, que se produce en el mismo año de la decapitación de

Marco Avellaneda, el padre de Nicolás, que tanto lo prohijó en las

altas funciones del Estado.

Don Victorino nace en Salta el 2 de noviembre de 1840. Su

padre, Roque Mariano De la Plaza, murió muy tempranamente. Su

vida entera –la de este joven huérfano- será el testimonio del

triunfo del esfuerzo sobre las adversidades de una niñez pobre.

Su madre, Doña María Manuela de la Silva, con gran

esfuerzo trató de cuidarlo y de asegurarle una formación y una

orientación. Se formó en los tiempos escolares, inicialmente, en un

convento franciscano, previo paso por la “Escuela de la Patria”,

estatal y gratuita. Siempre lo reconocería como un gran mérito. Y

al momento de morir, poco antes de hacer su testamento, dejó un

legado que si bien estuvo destinado a la Universidad de Buenos

Aires, fue un reconocimiento a toda la gratuidad de la enseñanza

que había recibido a lo largo de la vida.

La madre escribió una carta al General Justo José de

Urquiza, enterada de la creación del Colegio Nacional del Uruguay,

pidiéndole una beca. Y en 1859, le es concedida. Urquiza en

persona le contesta a la madre de Victorino y así emprende el largo

camino desde Salta hasta la ciudad a orillas del río Uruguay. Allí,

entre sus compañeros se hizo gran amigo de Julio Argentino Roca

(fue uno de los pocos que lo tuteaban). Conservó siempre

admiración por el rector de ese colegio, Alberto Larroque, a quien

en 1902 rindió homenaje al inaugurar su monumento.

Trabajó desde muy joven en las más variadas tareas. A

veces fue preceptor de escuela, en otros momentos ejerció la

procuración, tuvo un reconocimiento de un Juzgado penal como

escribano; pero también hubo momentos en los que para poder

afrontar la dureza de la vida tuvo que vender los dulces que la

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JORGE REINALDO VANOSSI

42

mamá preparaba, y fue un precursor de lo que hoy llamamos el

“canillita”. En realidad se le rinde homenaje a Florencio Sánchez,

pero mucho antes que él lo hiciera, Don Victorino De la Plaza

voceaba los diarios en la ciudad de Salta.

Estando en Concepción del Uruguay obtuvo la habilitación

como escribano de juzgado. Y adquirió algo que le sería

importante: un gran conocimiento del latín; y luego abarcaría otros

idiomas, particularmente un dominio absoluto del inglés.

En 1862 concluyó sus estudios secundarios; en 1863 viajó a

Buenos Aires y comenzó allí cursos de filosofía. Se alojó en la casa

de Eduardo Lahitte, trabajó también en su estudio jurídico y enseñó

ese idioma que con tanto amor había aprendido, el latín, al nieto de

Lahitte que era nada menos que Roque Sáenz Peña. El destino los

unió luego claramente en una gran empresa compartida.

En 1864 Bartolomé Mitre lo designa escribiente en la

Contaduría General de la Nación, pero al año siguiente tiene que

emprender una tarea mucho más arriesgada: ir al frente de la guerra

con el Paraguay. Se alistó voluntariamente, y actuó como ayudante

del General Julio de Vedia. Mitre cita su bravura y su valentía en el

“parte” de Tuyutí. Y De la Riestra, que se ha ocupado de

académicos de derecho y hombres de Estado, recuerda que

Victorino en esa guerra conoció a gran frustración que fue su

muerte para mal de salud, por estar seriamente quebrantada, se

dispone su regreso Buenos Aires donde inicia sus estudios en el

Departamento de Jurisprudencia, recibiéndose de abogado junto

con compañeros del nivel de Pellegrini y Quirno Costa. Sobre todo

con Pellegrini tendrá luego una estrecha relación.

En julio de 1868 presenta su tesis doctoral. Lo obsesionaba

el tema de la formación del capital y quiso demostrar allí que el

crédito produce el aumento de los capitales: por eso la tesis se

llama “El Crédito como capital”. Su padrino de tesis fue Dalmacio

Vélez Sarsfield, otro hito fundamental en su vida. Y ¿a quién está

dedicada la tesis? Está dedicada a los sacrificios de su madre.

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VICTORINO DE LA PLAZA

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JORGE REINALDO VANOSSI

44

Con Vélez se habían conocido con anterioridad, por eso es

que colaboró en todo momento en la redacción del Código Civil,

con su letra inconfundible, con su conocimiento del latín y con su

fácil acceso a otras fuentes. Y más adelante atendió asuntos

profesionales del bufete de Vélez Sarsfield. De alguna manera fue

el continuador de esa tarea. Fue adquiriendo así una sólida

independencia económica y una gran formación profesional.

En 1867 emprendió otras tareas de perfeccionamiento que

hacen que en octubre del año siguiente, Vélez, sopesando todos sus

valores lo nombre secretario al desempeñarse como Comisionado

Federal en la provincia de Corrientes, iniciando entonces su carrera

política.

Pero el gran descubridor de Victorino fue otro provinciano,

fue Domingo Faustino Sarmiento. Es él el que lo nombra profesor

de Filosofía en el Colegio Nacional, donde dicta esa materia de

1860 a 1865, sucediendo en la cátedra nada menos que a Pedro

Goyena.

Recibe cinco nombramientos del gran presidente Sarmiento.

Esa cátedra, la revisión de la edición de New York del Código

Civil, el proyecto de juicio por jurados y ley de enjuiciamiento

penal (que tiene una exposición de motivos de 170 páginas que

redacta Victorino De la Plaza), lo nombra miembro de la Comisión

Nacional de Escuelas y por último Procurador del Tesoro de la

Nación.

Defiende la obra de Vélez y les sale al paso a las críticas

que al proyecto del Código se le formulan de parte de Vicente Fidel

López y de Alfredo Lahitte. Al mismo tiempo asume algunos casos

resonantes que lo transforman en uno de los grandes abogados del

foro porteño y el 21 de mayo de 1870 consolida su tradición

familiar y de respeto por las instituciones, contrayendo matrimonio

con Ercilia Belvis, pero desgraciadamente ella fallece

prematuramente cinco años después.

En diciembre de 1870, por decreto, se nombra la Comisión

Revisora del Código, dado que existían presunciones de defectos o

de errores al imprimírselo en Estados Unidos. Esto da lugar a un

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VICTORINO DE LA PLAZA

45

largo informe en 1871 que, a su vez, origina la sanción de la Ley

527 del 16 de agosto de 1872, llamada “Ley de fe de erratas”.

Cumple así con Don Dalmacio de quien aprendió, según palabras

de Silva Riestra: “a fijar la reflexión, el equilibrio y la serenidad...,

transformando fácilmente su modalidad un poco taciturna, en

carácter moderado y circunspecto”.

En la Procuración del Tesoro de la Nación se desempeñó

durante más de dos años sucediendo en el cargo a José Evaristo

Uriburu, que luego sería presidente de la República. Y en la

Comisión Nacional de Escuelas comparte esa tarea con Leopoldo

del Campo, con Delfín Gallo, con Onésimo Leguizamón y con

Eduardo Wilde.

Es otro provinciano, Don Nicolás Avellaneda, el que lo

nombra Ministro de Hacienda por primera vez a los treinta y seis

años de edad. Comparte el gabinete con Bernardo de Irigoyen, con

Onésimo Leguizamón y con Juan María Gutiérrez. Siendo ministro

desempeña una tarea de Comisionado Federal en Corrientes, pero

vuelve pronto a Buenos Aires para volcarse por entero a la tarea de

su difícil ministerio. La situación también era difícil y los

antecedentes con los que lo habían recibido también eran

complejos. Puede decirse, sin exagerar, que es el primero que pone

orden en el Ministerio de Hacienda. Inicia la práctica de las

estadísticas, la confección de resúmenes, de cuadros, y procura en

general un saneamiento total de la hacienda pública de nuestro

alicaído Tesoro Nacional. Pone una gran energía en la función y

llega al extremo de llamarle la atención al Congreso. Les dice:

“hay que reducir gastos y suprimir las leyes especiales”. En su

gestión, la primera, se creó la Dirección General de Rentas y la

Casa de la Moneda.

En mayo de 1878 renuncia a este primer ministerio y, en ese

mismo año, ocupa por breve tiempo el Ministerio de Justicia e

Instrucción Pública. Pero a fines del año siguiente, en 1879, es

convocado por segunda vez para el cargo de Ministro de Hacienda.

Allí alcanza una sustancial disminución del déficit presupuestario

del 35% al 14%. Defiende el respaldo en oro de los compromisos

del Estado y se enfrenta nada menos que con Carlos Tejedor,

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JORGE REINALDO VANOSSI

46

negándole la facultad de emitir billetes “porque no es posible –le

dice- convertir en moneda lo que no es moneda”. Cuestión de

enorme actualidad, sobre todo en los últimos años.

En 1880 renuncia a ese ministerio porque es elegido

diputado nacional por su provincia natal, Salta. Ya había sido

candidato en 1861, pero por Buenos Aires, sin resultado. Preside

inmediatamente –como era lógico, por su idoneidad- la Comisión

de Hacienda de la Honorable Cámara y apoya al presidente

Avellaneda en la grave crisis del 80. En las vísperas de aquella

crisis, y cuando se avizoraba la posible conversión en una lucha

armada, se reunían en su casa ciudadanos eminentes con la

finalidad de evitar la confrontación. Entre los que frecuentaban la

casa de Victorino De la Plaza estaba otro prócer de la nacionalidad,

recién llegado a Buenos Aires después de una larga estadía en el

exterior: se llamaba Juan Bautista Alberdi.

Victorino apoya a Avellaneda, lo acompaña en el traslado

del Poder Ejecutivo y del Congreso a Belgrano y vota por la

federalización de la ciudad de Buenos Aires. Por cierto que apoya

la elección presidencial de su compañero del colegio, el General

Julio Argentino Roca. Y alienta la sanción de la Ley 1130 –también

desde el Congreso- en noviembre de 1881, que unificó la moneda

en todo el país y es un gran antecedente en la estructuración de

nuestro sistema monetario.

Roca le encarga, con José María Rosa, el proyecto de Ley

Orgánica de Tribunales. Al amparo de una ley de esa época, de

1882, se convierte en hacendado, compra 48.000 hectáreas en el sur

de la provincia, en el partido de Guaminí, que pasará a llamarse

“La Grande del Sur” y que por mucho tiempo fue una especie de

sueño dorado en su vida.

En febrero de 1882, también el General Roca lo nombra

Ministro de Relaciones Exteriores y Culto. Es el tercer ministerio al

cual accede como titular, sucediéndolo a Bernardo de Irigoyen, con

gran acierto en la elección por parte del presidente Roca. Pero pasa

a ocupar casi todos los ministerios, porque interinamente tiene que

hacerse cargo de Justicia e Instrucción Pública y en ese momento le

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VICTORINO DE LA PLAZA

47

toca inaugurar el Congreso Pedagógico. También interinamente

ocupará Guerra y Marina, Interior y Relaciones Exteriores.

El 25 de octubre de 1883 es designado otra vez Ministro de

Hacienda. Es el cuarto ministerio que ocupa como titular y desde

allí dicta el decreto de inconvertibilidad de los billetes del Banco

Nacional. Renuncia en marzo de 1885 por discrepancias de índole

financiera. Se dice por la prensa de la época y por algunos de sus

biógrafos que corrió su nombre entre los candidatos a suceder a

Roca: Dardo Rocha, Bernardo de Irigoyen, Benjamín Gorostiaga –

que había sido uno de los redactores principales de la Constitución-

y también él, Victorino De la Plaza; pero, como todos saben, Roca

optó por su familiar, Juárez Celman, quien le ofrece a Victorino un

ministerio que no acepta; luego le ofrece la Intendencia de la

Ciudad de Buenos Aires, que tampoco acepta. No le acepta nada a

Juárez Celman, viendo con desconfianza y con mucho temor el

desbarranque financiero que preanuncia la grave crisis del 90.

Se embarca a Francia y de allí pasa a Londres. Será el

primer abogado sudamericano inscripto en ese foro, según señala

Jorge Mayer en su obra biográfica sobre Don Victorino. Es un

largo período con cortas visitas a Buenos Aires. Una en un año

crucial, 1890 y otra en 1899. El regreso definitivo se producirá

recién en 1902.

La revolución de 1890, como saben todos, es vencida, pero

el gobierno cae. Asume la presidencia Carlos Pellegrini para

completar el período y le encomienda tareas muy delicadas a

Victorino De la Plaza, de cuya idoneidad ética y técnica no tiene la

menor duda. Victorino consigue un empréstito para salvar la

dificultad financiera de la Argentina y también tiene que intervenir

en la anulación de la concesión de las obras sanitarias que

apresuradamente se habían realizado a favor de una empresa

británica poco tiempo antes.

Pellegrini lo nombra con el curioso título de “Agente

Financiero de la República para el arreglo de la deuda externa” con

sede en Londres. Había enviudado y no tenía hijos. Se aleja por

más de quince años con fugaces regresos al país, como ya he

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JORGE REINALDO VANOSSI

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mencionado; pero no se desentiende en ningún momento de los

grandes problemas que interesan a la nación, y hace todo lo que sus

fuerzas y su talento le permiten para resolver esos problemas y

ayudar a sus amigos y gobernantes sucesivos. Todos estos

gobernantes lo consultaron en materia financiera y en materia de

empréstitos. Cuando accede a la presidencia Luis Sáenz Peña le

ofrece nuevamente el Ministerio de Hacienda, pero no acepta y

prefiere seguir en Londres.

Al regresar a Buenos Aires en 1899 es sorprendido con la

designación de Ministro de Justicia e Instrucción Pública. Quinto

ministerio titular de Victorino de las Plaza. Pero en 1903 emprende

un nuevo viaje a Londres en desacuerdo con la “Convención de

Notables” que debía elegir al sucesor de Roca, y entonces retorna

por tercera vez a Gran Bretaña.

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VICTORINO DE LA PLAZA

49

En 1905 compra su casa definitiva, en la calle Libertad

1225, que trae muchos recuerdos, porque a pocos metros está el

Colegio Nacional Nº2 que lleva el nombre de Domingo Faustino

Sarmiento, que como quedó dicho ya, fue el gran promotor de

Victorino De la Plaza.

Al regresar definitivamente al país, en el año 1907, informa

al Congreso sobre los riesgos de un proteccionismo excesivo en

materia arancelaria y económica. Y en 1908 Figueroa Alcorta, ya

presidente de la república, lo vuelve a nombrar canciller. Sexto

ministerio titular de Victorino De la Plaza, a veinticinco años de su

primer paso por esa misma cartera. Y caben destacar dos ironías del

destino: una, que él lo había criticado severamente a Figueroa

Alcorta por el cierre del Congreso –que no fue tal clausura, sino el

levantamiento de las sesiones extraordinarias con el retiro de los

temas y la convocatoria enviada; y la otra ironía, es que el

presidente estaba ya seriamente enfrentado con el General Julio

Argentino Roca, de quien había sido canciller la primera vez. O sea

que fue canciller de los dos. Como tal, le toca organizar el IVº

Congreso Panamericano y celebrar el convenio de arbitraje con los

Estados Unidos.

En 1910, al cumplir los setenta años de edad, es elegido

vicepresidente de la nación para acompañar a su ex alumno de

latín, Don Roque Sáenz Peña. Ese antiguo discípulo encabeza la

fórmula del agrupamiento de fuerzas políticas denominado Unión

Nacional, que prácticamente se presenta sin oposición dada la

disgregación de las demás fuerzas políticas y de la abstención que

en ese momento mantenían los radicales. En tal carácter, como

vicepresidente de la República, preside el Senado Nacional y

después de medio siglo visita Salta, su provincia natal.

Entre octubre de 1913 y agosto de 1914, en siete

oportunidades –recuerda Cárcano-, ejerce interinamente la

titularidad del Poder Ejecutivo Nacional por el agravamiento

paulatino de la enfermedad que aquejaba al presidente Roque

Sáenz Peña. Le toca inaugurar los monumentos a Avellaneda y a

Carlos Pellegrini, sus grandes amigos ya fallecidos. En 1914

anticipa su doctrina de la neutralidad y se niega a vender los

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JORGE REINALDO VANOSSI

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acorazados Moreno y Rivadavia a las potencias pre beligerantes

que codiciaban esas poderosas naves. Es en este mismo año que

asume la titularidad de la presidencia de la nación luego del

fallecimiento de Sáenz Peña, hasta el 12 de octubre de 1916 en que

entrega el poder.

Sufrió en esos años un atentado, en ocasión de actos en

celebración del centenario de la independencia, por parte de un

anarquista que le disparó, de lo cual tampoco fueron ajenos algunos

de sus antecesores en la presidencia de la república.

Tuvo un gabinete de lujo. Fueron sus ministros: Miguel S.

Ortiz; como canciller, José Luis Murature, que tendría mucho que

ver con la política internacional que luego expondremos; Enrique

Carbó; Tomás Cullen; Horacio Calderón; Manuel Moyano;

Francisco Oliver y, en una vacante que se produce en Justicia e

Instrucción Pública designaría oportunamente al yerno de Roque

Sáenz Peña, es decir, a Carlos Saavedra Lamas, que luego sería

nuestro primer Premio Nobel y Canciller de la república durante la

presidencia de Justo.

Le toca despedir los restos de Julio Argentino Roca y de

José Evaristo Uriburu. Demuestra una gran sensibilidad social

desde el ejercicio del Poder Ejecutivo, tanto cuando lo hace

interinamente, como cuando es titular. Acaso por el reflejo de su

pobreza infantil es que está motivado para propiciar todo tipo de

leyes en materia social. Entre otras, la del descanso dominical en la

administración.

Propuso crear la Flota Mercante, ante la evidencia de la

Gran Guerra y con una amplia visión respecto de la vulnerabilidad

que la Argentina tendría para exportar sus productos al no contar

con flota. Cabe recordar que él fue quien inauguró la Conferencia

Panamericana de Legislación Uniforme -el 3 de abril de 1916- con

hombres eminentes como Leopoldo Melo. Este es un antecedente

de los orígenes del Comité Jurídico Interamericano que luego

institucionalizó la carta de la OEA.

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VICTORINO DE LA PLAZA

51

Durante su presidencia se sancionaron leyes fundamentales: la de

inembargabilidad de los sueldos, la creación de la Caja Nacional de

Ahorro Postal, la Ley de warrants, la de creación de la Caja de

Jubilaciones ferroviarias, la Ley de casas baratas y la famosa Ley

9688 de accidentes de trabajo -en 1915- que él promulgó,

cambiando radicalmente el régimen vigente en dirección hacia la

responsabilidad del empleador en materia de accidentes.

Mayer dice en su biografía: “la presidencia de Victorino De

la Plaza fue el pivote entre una sociedad patriarcal y una nueva

sociedad de masas”. Efectivamente, así quedaría demostrado a

partir de 1916. Llegó pues el instante decisivo y decisorio de las

elecciones presidenciales, el 2 de abril, las primeras de ese tipo

bajo la vigencia de la nueva ley electoral. Y es conocida -y lo

mencionaremos más adelante en particular- la actitud firme de

prescindencia que mantuvo en esa oportunidad. En cantidad de

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JORGE REINALDO VANOSSI

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votos triunfó la fórmula Yrigoyen-Luna con 372.810 y 152

electores; luego con 154.549 votos, la fórmula conservadora

propiamente dicha Rojas-Serú; les siguió en cantidad de votantes la

fórmula del recién formado partido Demócrata Progresista, pero

con muchos elementos del conservadorismo: Lisandro De La

Torre-Alejandro Carbó ; y la fórmula Socialista Justo-Repeto con

56.107 votos. La clave estaba en los nueve electores de Santa Fe

elegidos por el radicalismo, pero disidentes de la conducción, que

podían inclinar la balanza en un sentido o en otro. Don Victorino

fue fuertemente presionado para que interviniera en ese pleito y se

negó rotundamente, manteniendo la más absoluta imparcialidad.

Los nueve electores votaron de acuerdo a su conciencia y, en

definitiva, fue elegido Yrigoyen.

Ante el avance paulatino y arrollador del radicalismo –a

partir de las elecciones de 1912 y ratificado en los comicios de

1914-, a las fuerzas conservadoras les fallaron los reflejos. Así se

infiere del análisis de Floria y García Belsunce:

“El líder virtual era Lisandro de la Torre, pero la

“derecha” argentina demostró carecer no sólo de una estructura

nacional coherente, sino de afinidades y de programas políticos y

económicos congruentes. Sólo aparecía unida por un

denominador común: resistir el avance radical.

Pero éste tomaba la forma de un incipiente movimiento

político cuyas expresiones locales –aunque significativas en

algunas provincias- se resumían en la conducción de un caudillo

de raro estilo y excepcional gravitación. Y la resistencia

conservadora, la forma de una “confederación” de fuerzas y de

hombres en las que persistían tendencias centrífugas.

Fueron esas diferencias, más bien que la hostilidad o

distingos sociales de las elites conservadoras hacia un líder que

parecía imponerse a la fragmentación como Lisandro de la Torre,

las que impidieron la estructuración de una fuerza orgánica

nacional de signo conservador. La esperanza de Roque Sáenz

Peña, en la que cifró la vigencia futura de la reforma electoral, fue

herida por la fragua fallida de estructuras partidistas competitivas

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VICTORINO DE LA PLAZA

53

y por la persistencia de intereses que temían las consecuencias de

la participación política amplia.

Manipulador político, Marcelino Ugarte, tendió los hilos

de una maniobra tendiente a neutralizar la jefatura de Lisandro

de la Torre, manteniendo el poderoso Partido Conservador de

Buenos Aires, independiente de las alianzas, pretendiendo erigirse

en opción frente a Irigoyen”48

La única e hipotética mácula la espetó el iracundo Lisandro

de la Torre, al acusar que

“...Victorino De la Plaza no habría sido totalmente

prescindente, pues favoreció las intrigas de Ugarte interviniendo

Corrientes, ocupando militarmente San Luis, y creando

condiciones para el debilitamiento del P.D.P.”49.

Pero eso hace a la pequeña historia, al inagotable inventario

de las minucias que se suscitan entre partidarios de una misma

alianza, coalición o aparcería, según los casos y los personajes.

Para la gran historia, De la Plaza será el presidente-estadista de la

prescindencia en la transición, el gran piloto inconmovible ante

presiones e influencias, el artífice de un cambio cuantitativo y

cualitativo de dos etapas del reinado de la Constitución, sin

sacudones ni violencias, sin rupturas ni desquites. Aquel presidente

fue el garante para los adversarios de una real competencia libre.

Al término de la gestión presidencial, se aleja

definitivamente de la vida política nacional. En su testamento,

como recordamos antes, en 1918, incluye un legado de 50.000$

para la Universidad de Buenos Aires por reconocimiento a la

enseñanza gratuita recibida.

48 Conf. FLORIA y GARCÍA BELSUNCE págs. 809 -810 49 Ob.cit . pág. 810

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JORGE REINALDO VANOSSI

54

En 1919 concurre a la Universidad Nacional de Córdoba,

invitado al homenaje a Dalmacio Vélez Sársfield con motivo del

cincuentenario del Código Civil. Fue el disertante de honor, nadie

más indicado que él. Al regresar, en el viaje, se enferma

gravemente de una neumonía gripal. El 2 de octubre, ya de regreso

en Buenos Aires, fallece. El presidente Yrigoyen asiste a la capilla

ardiente; y al sepelio, un ministro del poder ejecutivo,

representaciones de ambas cámaras del Congreso, y numerosas

entidades de gravitación que hacen escuchar su palabra a través de

diversos oradores.

Inauguración del Monumento al General José de San Martín en Salta.

Fue donado por el Vicepresidente de la Republica

Victorino de la Plaza en 1912 y es obra del escultor francés

Alberto E. Carrier Belleuse.

Page 53: VIRTUDES - Ferozo

VICTORINO DE LA PLAZA

55

Deja como legado su gran biblioteca al terruño, y Salta le

pone su nombre a la que hoy todavía se conserva como Biblioteca

Victorino De la Plaza.

En 1940 se cumplió su centenario y en la Facultad de

Derecho hablaron el rector, Vicente Gallo y el profesor Juan Silva

Riestra en un recordado homenaje.

Ocupó todos los peldaños de un gran cursus honorum, le

sobró “hoja de vida” y nunca tuvo prontuario. Señorío,

laboriosidad, empeño y perseverancia, sí tuvo y sin límite.

Sagacidad y conocimiento profundo de los problemas también lo

adornaron.

Desempeñó seis ministerios: tres veces el de Hacienda, en

dos oportunidades la Cancillería y en una ocasión Justicia e

Instrucción Pública. En otros dos momentos no aceptó sendos

ministerios. Su vida pública transcurrió fundamentalmente en el

Poder Legislativo y en el Poder Ejecutivo.

El país tiene una deuda de reconocimiento por su hábil

desempeño en las funciones de negociador financiero de la

Argentina en Europa.

Acaso una llave maestra de sus continuos y ascendentes

éxitos haya sido la posesión y ejercicio de la virtud que le atribuye

Silva Riestra, cuando destaca en De la Plaza “la energía reflexiva

que no reconoce declinaciones”.

Fue esa energía la que impulsó a su cerebro y a su voluntad

en la marcha ascendente hacia sus momentos “estelares”, acaso

porque estaba destinado a las alturas siderales (de síderes, relativo

a los astros), para bien de la Patria y honra de quienes confiaron a

él las más delicadas misiones.

Voy a referirme a tres momentos estelares en su vida.

Primero las finanzas públicas. Ya había demostrado

vocación por estos temas desde la Tesis doctoral y exhibió gran

pulcritud en la vicepresidencia del Banco Nacional a la que llegó

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JORGE REINALDO VANOSSI

56

con una vasta experiencia. Como bien señala Mayer “Las doctrinas

económicas de Victorino se basaban en tres claros principios:

1º) mantener una moneda sana;

2º) vigilar estrictamente los gastos oficiales y

3º) fomentar el ahorro y la capitalización de los

ciudadanos”.50

En su primer ministerio obtuvo la sanción de la Carta

Orgánica del Banco Nacional, las bases de empréstito con el Banco

Provincia, el ajuste del gasto público y honró la deuda pública en

los términos en que pretendía el presidente Avellaneda.

En su segundo ministerio elaboró un documento notable,

como la nota que ya he mencionado -dirigida a la Provincia de

Buenos Aires- sobre la moneda de curso legal: “...en finanzas la

realidad es todo, la probabilidad es algo fantástico y

condenable”51, recuerda Mayer en la conocida biografía.

Perfeccionó las relaciones financieras de la nación y las provincias,

según la letra de la Constitución Nacional y respetando la

distribución de incumbencias que ella traza en el artículo 4º y

normas afines. Terminó con la anarquía monetaria.

En la diputación se ocupó de las bases de creación del

sistema monetario argentino. Siempre fue defensor de la

valorización de la moneda, no creía en espejismos y cumplía en

denunciar que: “se crean medios de disipación y tendencias

aleatorias, si en vez de una libreta de depósito o una póliza de

seguro que hace nacer un capital, se ponen desde la infancia en

manos de las nuevas generaciones, billetes de lotería!”(sic).

En el tercer ministerio se ocupó de la defensa del Banco

Nacional y dictó el decreto de inconversión de billetes.

En la presidencia, ya mencioné la creación de la Caja

Nacional de Ahorro Postal, el plan de vivienda popular, la

organización de las Cajas de Previsión Social y la publicación

50 MAYER, pág.58 51 MAYER, pág.59

Page 55: VIRTUDES - Ferozo

VICTORINO DE LA PLAZA

57

oficial de un interesante informe titulado “La desocupación obrera

en la Argentina”, donde llamaba la atención sobre un problema

social que estaba surgiendo.

También se ocupó de los temas de Hacienda y Economía en

conferencias, como la titulada “Valoración de la Moneda de Curso

Legal” que pronunció por invitación de la Liga Agraria; o en la

obra “Situación económica, política y constitucional de la

República Argentina” que abarca toda una cosmovisión de los

problemas nacionales; y en numerosos artículos en diarios,

especialmente en La Prensa, donde se ocupó en particular de la

política comercial que teníamos que seguir con los Estados Unidos.

Segundo momento estelar: las Relaciones Exteriores.

En su primera cancillería, con Roca, en 1882 había abierto

paso a las convenciones telegráficas con Uruguay y Bolivia, al

Tratado de Extradición con España y a las negociaciones con Brasil

sobre el arduo problema de la federalización de Misiones.

En su segundo ministerio, con Figueroa Alcorta en 1909, se

ocupó de las controversias con Uruguay, sobre la navegación y uso

de las aguas del Río de la Plata.

Como ministro Canciller, afrontó siempre duras

interpelaciones parlamentarias con impasible flema británica,

adquirida probablemente en su larga estadía londinense.

En la presidencia de la República estableció el criterio de la

“no beligerancia”, llamada también –en su momento- la

“neutralidad argentina”, a la que hace respetar y exige

explicaciones cuando es ignorada con motivo del apresamiento de

barcos de bandera argentina, como en el caso del barco “Presidente

Mitre”.

La doctrina tradicional caracteriza a la neutralidad por la

nota de una absoluta imparcialidad respecto de los beligerantes (lo

que no implica indiferencia en cuanto a los acontecimientos);

comportando para los neutrales derechos y deberes, en particular el

“de abstenerse de todo acto que coloque a los beligerantes en

desigualdad de condiciones dentro o fuera del territorio neutral”;

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JORGE REINALDO VANOSSI

58

Page 57: VIRTUDES - Ferozo

VICTORINO DE LA PLAZA

59

como así también la prohibición “de cualquier forma de

ayuda”52. “O se es neutral o no se es: el derecho internacional

común no conoce una situación intermedia”53. Y los autores, en

general, rechazan la neutralidad llamada “incompleta” cuando el

neutral suministra algunos socorros54.

En los antecedentes de su política exterior de “no

intervención” es menester tomar en cuenta que un año antes del

estallido de la gran conflagración mundial, en 1913, se opone a la

intervención del Presidente Wilson de Estados Unidos, en el vecino

México, como también censura el desembarco yankee en el puerto

de Veracruz. Hechos –ambos- desprendidos de la situación por la

que atravesaba la nación azteca en la guerra civil desatada entre los

caudillos de la Revolución iniciada en 1910. En esa oportunidad, la

actitud de Victorino De la Plaza obtuvo el apoyo de Brasil y de

Chile.

La política de estricta neutralidad benefició al país en todos

los sentidos, aún desde el punto de vista económico. Como muy

bien señala Mayer “...las guerras de 1914 y de 1939 fueron para

sus gobernantes (se refiere a los de la Argentina) una fuente de

enormes riquezas”55.

En este tema -de recurrente y candente actualidad en la

política exterior argentina-, Victorino De la Plaza no improvisó.

Como tampoco había improvisado Luis María Drago con

anterioridad, cuando proclamó su famosa doctrina en 1902. En

efecto, por la casualidad –o el destino- es que en ese mismo año

1902 De la Plaza escribe un meduloso trabajo sobre “Política

Internacional Argentina: los últimos arreglos argentino-chilenos”; y

en ese ensayo se pronuncia por la no intervención en la lucha que

enfrentaba a Chile con Perú y Bolivia. La postura de Victorino es

en el sentido de que no debemos inmiscuirnos en cuestiones ajenas

52 MORENO QUINTANA, Lucio y BOLLINI SHAW, Carlos,

Confr. Derecho Internacional Público, Bs. As., 1950, pág. 633. 53 VERDROSS, Alfred. Conf., DIP, 4ª ed., Aguilar, pág. 399. 54 DÍAZ CISNEROS, DIP, Tomo II, pág. 445, Ed. TEA, Bs. As.,

1955. 55 Ob. Cit. Pág.16

Page 58: VIRTUDES - Ferozo

JORGE REINALDO VANOSSI

60

a nuestra propia órbita y que sólo corresponde la intervención

cuando de los hechos resulte afectada la seguridad o la dignidad

de nuestra República.

Asimismo, en ese escrito, se pronuncia por la postura de

“no comprar la tranquilidad por concesiones” (sic) y “no limitar

las facultades de gobierno por medio de tratados literarios”(conf.

Mayer, ob.cit., pág. 74).

En el trasfondo de la posición asumida por De la Plaza en

circunstancias análogas, se evidenciaba su convicción sobre la

inconveniencia de abandonar el principio de neutralidad o “no

intervención” en momentos y bajo circunstancias en que la Nación

debía afrontar, en el plano interno, una grave crisis; y con mayor

razón aún, cuando la emergencia de una guerra externa repercutía

tan fuertemente en la economía de nuestro país.

Jorge Mayer lo destaca con estas palabras: “Victorino tuvo

que enfrentar, desde la presidencia, dos graves problemas. El

primero fue planteado por la guerra que había estallado el 1º de

agosto de 1914 entre los Imperios centrales de Europa y la alianza

formada por Francia, Inglaterra y Rusia; y el segundo por la

necesidad de adaptar la ley Sáenz Peña a una sociedad todavía

levantisca, para llegar sin graves percances a las elecciones

presidenciales de 1916. (Ibarguren, 278).

La cosecha de 1913 había sido mala, y había descendido la

renta pública desde comienzos de 1914. El estallido de la guerra

causó la inevitable alarma. Se produjo una gran extracción de oro

de la Caja de Conversión y los particulares retiraron

precipitadamente sus depósitos de los bancos. El gobierno debió

suspender el canje de billetes contra oro en la Caja de Conversión

y se decretó un feriado para calmar las inquietudes.

Victorino, con el apoyo del Congreso, logró que se dictaran

las llamadas leyes de emergencia. Entre ellas la de moratoria, que

prorrogó el cumplimiento de las obligaciones comerciales y

bancarias, se autorizó al Banco de la Nación a convertir a moneda

nacional 30 millones de pesos oro del fondo de la Caja de

Conversión, se autorizó el redescuento de documentos comerciales,

Page 59: VIRTUDES - Ferozo

VICTORINO DE LA PLAZA

61

por la misma Caja, y se prohibió la extracción de oro del país,

mientras prosiguiera la guerra.(Ibarguren 294).

Otra ley facultó al gobierno para recibir en depósito en las

legaciones argentinas oro sellado, de parte del comercio y de la

banca; procediéndose a extender, en cada caso, un bono a favor de

la Caja de Conversión, la que a su vez entregaría al Banco el

equivalente en pesos papel para acreditarlos a quienes

correspondía.

El país sufrió un grave contraste, el total de intercambio con el

exterior cayó casi a la mitad”(conf., pág. 99).

Y más adelante el mismo autor citado remata: “La

dificultad de las comunicaciones, la inseguridad que frenaba la

transferencia de los valores y los peligros de la navegación,

colocaron al país en serias dificultades para colocar las cosechas.

Los efectos fueron sensibles. El movimiento comercial, que había

cerrado en 1913 con 905 millones de pesos oro, bajó a 621

millones.

La guerra europea, los bloqueos y las listas negras que

trababan a las empresas, afectaron seriamente el sistema rentístico

basado en los impuestos aduaneros. En estas circunstancias, el

gobierno impuso una severa economía en los gastos públicos, se

redujeron en un 10% en todos los rubros y se dejaron de cubrir,

por un año, los empleos vacantes.

El último mensaje que Victorino dirigió al Congreso, en el

mes de mayo de 1916, revela sus preocupaciones y el deseo de

difundir las medidas que podían aplicarse frente a esos

quebrantos”. (conf.pág.105).

Tan ciertas son las palabras de Mayer, que en plena

actualidad en los días que hoy corren, hay un reconocimiento por

parte de los autores de todas las vertientes acerca del acierto de

Victorino De la Plaza; así, por ejemplo, en una reciente publicación

de Mario Rapoport y Eduardo Madrid dicen:

“Recordemos que la Primera Guerra Mundial significó un

punto de inflexión en el desarrollo económico argentino. El modelo

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JORGE REINALDO VANOSSI

62

agroexportador implementado desde los años ´80 del siglo XIX fue

puesto a prueba y sufrió los embates de nuevos procesos. Se inició

una corta aunque intensa industrialización, amparada en la caída

del comercio exterior. Pero, afectada desde 1913 por la detención

del flujo de capitales extranjeros, la guerra encontró a la

Argentina poco acostumbrada a vivir con sus propios recursos y en

condiciones precarias para enfrentar sus consecuencias. Tuvo que

abandonarse la convertibilidad y se produjo una crisis financiera,

con disminución de la circulación monetaria, corridas bancarias y

quiebras (que obligaron al gobierno a decretar una moratoria

general). La balanza comercial resultó positiva, pero la escasez de

bienes importados obligó al país a depender de sus incipientes

recursos. Los argentinos comenzaron a darse cuenta que un

desarrollo basado exclusivamente en la economía agropecuaria y

el comercio exterior resultaba extremadamente vulnerable”56.

También lo reconocen Floria y César García Belsunce en su

conocida Historia Política Argentina:

“En poco más de un año, la economía comenzó a

recobrarse lentamente. Sólo en 1917 la guerra produciría

provechos extraordinarios a sectores conectados con la

exportación, mientras las importaciones decaían notablemente.

El gobierno aprovechó bien el incremento de las exportaciones y el

descenso de las importaciones para absorber beneficios y

balancear su presupuesto. Victorino De la Plaza se movió con

seguridad en medio de la confusión colectiva. Algunas de sus

medidas económicas y financieras movieron a la polémica, pero

pocos sabían qué hacer en cambio. El presidente no vaciló. En

agosto envió un proyecto de ley prohibiendo la exportación de

trigo y harina, para evitar que escasease en plaza y neutralizar la

especulación de los acaparadores. En junio de 1915 prohibió la

exportación de varios artículos –desde metales y productos

químicos, hasta medicinas- para asegurar la salud de la población

y de la economía. Siguieron “leyes de emergencia” para asegurar

56 RAPOPORT, Mario y MADRID, Eduardo. La invasión

de Irak y la Argentina , Vicios y nuevos dilemas , La

Gaceta de Económicas, 30/03/03

Page 61: VIRTUDES - Ferozo

VICTORINO DE LA PLAZA

63

la recepción de oro por parte de deudores extranjeros,

comprometidos a pagar con ese metal, autorizándose a las

legaciones argentinas en el exterior a recibirlo hasta que el

transporte sin peligro quedase asegurado. El mecanismo era

ingenioso y eficiente. De la Plaza demostró oficio y sentido del

Estado, así como ideas claras respecto a la evolución de los

asuntos económicos internacionales y aún de los riesgos que

sucederían a la finalización de la guerra, momento en que las

grandes potencias acudirían a grados diversos de proteccionismo

o a medidas que incrementaran rápidamente sus mercados para

salir del marasmo económico, sin demasiadas contemplaciones

hacia los demás”57.

Visto casi noventa años después, las cosas parecían fáciles o

sencillas. Pero la cruda realidad era otra y muy distinta. Bien señala

Juan Archibaldo Lanús en su erudita obra Aquél apogeo, con duros

trazos. Veamos sus palabras:

“Pero la guerra no se limitaría al Viejo Continente porque

ambos bandos se verían recíprocamente obligados a atacar vías de

aprovisionamiento, a controlar el comportamiento de los buques

neutrales, a auscultar con sus armadas el Océano Atlántico. Los

ocho decretos del presidente De la Plaza no fueron un obstáculo

para evitar que la guerra llegara a nuestras costas”. Ocho

decretos de neutralidad, porque sucesivamente se iban

incorporando otros países a la contienda. “Hasta que el triunfo de

las potencias aliadas puso fin a las hostilidades, la sociedad

argentina vivió conmocionada por numerosos incidentes que

exigieron del gobierno definiciones políticas y recurrentes

gestiones diplomáticas cuyos resultados nunca tuvieron la certeza

de convencer ni a unos ni a otros. La política de neutralidad

resultó compleja de aplicar en la práctica porque las palabras y

acciones del gobierno, durante todo el curso de la guerra, no

llegaban a constituirse en hechos convincentes, jaqueadas como

57 Ob cit . Pág 807

Page 62: VIRTUDES - Ferozo

JORGE REINALDO VANOSSI

64

lo estuvieron por la permanente sospecha de parcialidad o de

complicidad para con una u otra de las partes en conflicto”58.

Victorino De la Plaza tuvo que resistir toda clase de

presiones para sostener esta transparente y decidida política

internacional. No podía desconocerse la fuerza de sectores

gravitantes de la opinión pública, de personalidades de alto

prestigio en la política y en la cultura nacionales, de medios de

prensa con arraigada gravitación; y por qué no decirlo también, de

sectores del comercio exterior que pugnaban por una terminante

alineación con las potencias aliadas, lo que les procuraría ventajas

frente al creciente intercambio que la Argentina y Alemania habían

practicado desde fines del siglo XIX.

Pero el estadista no se dejó amedrentar y afrontó todo el

peso de los efectos de una guerra ajena a nuestros intereses. Esta

política fue ratificada, sucesivamente, por ocho decretos del Poder

Ejecutivo Nacional.

Tan dramática era la situación, que son elocuentes e

ilustrativas las palabras con las que describe Silva Riestra en su

conocida recordación de don Victorino:

“En cuatro días en la Caja de Conversión el encaje

disminuyó en 5 ½ millones de pesos oro.

El dinero –esa cosa medrosa por excelencia- era presa del

pánico.

En estas condiciones, el vicepresidente doctor Plaza

dispone el acuerdo del 2 de agosto declarando feriados desde el 3

al 8 inclusive de ese mes, tan sólo a los efectos de la conversión

monetaria y de las obligaciones bancarias y comerciales.

Una gran tranquilidad empieza a aliviar la zozobra pública.

Pocos días después, el Congreso dicta una de las leyes más

importantes en circunstancias tan delicadas para el país; es la ley

58 LANÚS, J.A. Aquél apogeo. Polít ica Internac ional

Argentina 1910-1939, Ed. Emecé, Bs. As., 2001 ,

pág.56.

Page 63: VIRTUDES - Ferozo

VICTORINO DE LA PLAZA

65

que no solamente autoriza al Banco de la Nación para que

mientras no pueda utilizar el fondo de conversión en las

operaciones de cambio lo convierta y movilice; sino que también

faculta a la Caja a redescontar documentos comerciales con aquel

Banco, emitiendo al efecto, los billetes necesarios de los tipos

circulantes siempre y cuando la garantía metálica de la moneda de

curso legal no bajara del 40 por ciento.

¡En el vicepresidente de 1914 comienza a reconocerse al

financista del 76! Muere ¡en esos momentos! el Presidente Sáenz

Peña y es tal la gravedad de las circunstancias que aún el 11 y el

12 de agosto, declarados de duelo nacional, es necesario permitir

expresamente al Banco de la Nación el cambio de los billetes de

emisión mayor por billetes de emisión menor y la conversión a

papel del oro que le fuera entregado por los bancos con el cambio

de ley.

Otra ley faculta al Ejecutivo para recibir en depósito en las

Legaciones argentinas oro sellado de parte del comercio y de la

banca, procediéndose en cada caso a extender un bono a favor de

la Caja de Conversión, la que, a su vez, entregaría al Banco el

equivalente en pesos papel a los efectos de acreditarlo a quien

correspondiera” (página. 162).

No puede malinterpretarse la triple actitud del presidente De

la Plaza al sostener a rajatabla la neutralidad, la no intervención y

la no beligerancia. Estaba todo ello referido a la misma cosa, es

decir, la Gran Guerra desatada en 1914.

¿Podía alguien poner en duda las convicciones democráticas

del presidente?

¿Acaso era desconocida su simpatía por las democracias,

cuya especie británica había vivido por espacio de tres lustros?

¿Alguien supondría que el estadista argentino tenía

inclinaciones prusianas; o que podía sentirse atraído por el

autoritario régimen del Imperio Otomano?

Que nadie se equivoque. De la Plaza se guió por la mejor

defensa del interés argentino. No involucrarnos en un conflicto del

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JORGE REINALDO VANOSSI

66

que éramos totalmente “res inter alios acta” (ajenos) y para el cual

tampoco estábamos preparados. Al respecto, es válida la

apreciación que formula Juan Archibaldo Lanús en torno al clima

reinante en esas delicadísimas circunstancias:

“La guerra separó a Europa en dos bandos de

combatientes, con su dialéctica de propagandas y opuestos

patriotismos, acumulando odios y resentimientos nacionales que

persistirán por muchas décadas. De pronto, aquel continente cuya

influencia cultural había sido tan dominante en el mundo, se

desgarraba en dos modelos antitéticos. La Argentina no pudo

quedar indiferente ante la tragedia. Cuando llegó el momento de

definir y sostener una posición diplomática ante el conflicto,

figuras prominentes de la Nación sostuvieron puntos de vista

divergentes. No hubo una opinión unida, quizá porque lo que

estuvo en juego no era la defensa de la patria sino la percepción

de lo que más convenía para un país que estaba geográficamente

lejos del conflicto. Según fueran sus ideales, la naturaleza de sus

intereses o sus filiaciones partidarias, los grupos dirigentes de la

Argentina manifestaron, a veces violentamente, sus preferencias.

Los dos gobiernos que se sucedieron durante el conflicto, el del

presidente Victorino De la Plaza al principio de la guerra y el del

presidente Hipólito Yrigoyen desde el 12 de octubre de 1916, y

sobre todo este último, fueron el blanco preferido de las críticas.

La división de la opinión fue aún más tajante, como lo veremos,

desde el momento en que Estados Unidos rompe relaciones

diplomáticas con Alemania en febrero de 1917” (Conf. “Aquél

apogeo”, pág. 53).

En síntesis, las cosas no eran fáciles para los gobernantes

argentinos de 1914 y 1916; y más difíciles aún a partir de 1917 con

la entrada en la guerra del coloso del norte. En tren de formular

juicios críticos, no se nos deberían escapar las falencias de la post

guerra, en especial en lo referente a las secuelas sobre nuestra

lejana insularidad y a la necesidad de adaptarnos con prontitud a las

nuevas relaciones de poder imperantes en las décadas del veinte y

del treinta.

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VICTORINO DE LA PLAZA

67

Aunque duras, me parecen ciertas las apreciaciones de

Floria y C. García Belsunce, que trasuntan la desubicación

argentina, de la que de ninguna manera fueron responsables por

acción ni por omisión los presidentes Victorino De la Plaza e

Hipólito Irigoyen. Dicen los autores citados:

“...podía concluirse en que la guerra no contribuyó a un

desarrollo significativo de la economía argentina, sino al provecho

de algunos sectores –especialmente los vinculados con la

exportación rural-, y que si se tienen en cuenta las alternativas de

la guerra, fue una oportunidad que la Argentina perdió para

lograr una mayor autonomía económica. La guerra produjo, en

cambio, una situación de mayor dependencia económica en

relación con las potencias beligerantes triunfadoras y con los

países protagonistas del “nuevo imperialismo”.

Pero ni los conservadores que rodeaban a Victorino De la

Plaza, ni los radicales que rodearon luego a Yrigoyen –dicen

Floria y García Belsunce- lograron modificar sustancialmente el

statu quo económico-social ni aprovechar la ocasión de los

cambios sobrevenidos por la guerra para llevar adelante un

programa de desarrollo con pautas diferentes de las

tradicionalmente aplicadas en la Argentina moderna. De ahí que

la situación de dependencia económica no cediera, pese a que

hubo quienes vieron la oportunidad de aumentar el grado de

autonomía relativa del país” (Conf. Págs. 808 y 809).

Tercer y último momento estelar, la transparencia

electoral.

-“Hay una gran deuda con Victorino”- le dijo el Dr.

Ricardo Balbín al embajador Guillermo De la Plaza, en la

embajada argentina en Montevideo, hace algunos años. Una gran

deuda de olvido respecto de la caballerosidad, el señorío y la

firmeza con que Victorino De la Plaza condujo el proceso electoral.

Ya en 1914, estando él en ejercicio de la presidencia, se

habían realizado comicios de renovación de la mitad de los

componentes de la Cámara de Diputados y muchas gobernaciones

provinciales. De la Plaza fue “albacea leal” de las creencias de

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JORGE REINALDO VANOSSI

68

Roque Sáenz Peña. No cedió a ninguna de las tentaciones que se le

presentaron en el camino. Con Victorino se consagró la recta

doctrina, es decir, que en las contiendas sucesorias el gobernante

de turno debía adoptar una estricta prescindencia, y habla de la

prescindencia en su mensaje al Honorable Congreso en el año de

1916 cuando promete y compromete una absoluta neutralidad. Y

hasta condenó un intento de consagrar la emancipación de los

electores –me refiero a los de Santa Fe- con respecto al

compromiso contraído ante el electorado de votar a los candidatos

anunciados por cada partido político.

No cedió, no transó, no claudicó.

¡No quería distorsiones! Así como Roque Sáenz Peña había

sido consecuente con sus ideas, Victorino fue –además de

consecuente- leal cabalmente a la orientación recibida de aquél.

Ya en 1903, en una conferencia pronunciada en el Teatro

Odeón, se había pronunciado condenando la desidia ciudadana y el

desinterés de los hombres capacitados hacia la atención de la cosa

pública. Reclamaba la formación de partidos políticos doctrinarios.

Exigía la modernización de los viejos partidos a los cuales

respetaba, pero que consideraba que debían transformarse. Y que el

presidente de la Nación –decía- no sea nunca, a la vez, el jefe

partidario.

En los mensajes de apertura de las sesiones ordinarias del

Honorable Congreso de la Nación de los años 1914, 1915 y 1916,

insistió en su preocupación por el saneamiento de los partidos,

acongojándose por el “eclipse” –lo llamó así- de las que fueron

grandes agrupaciones y lamentándose de la...”censurable

irresponsabilidad de los ciudadanos que votan por formaciones

políticas ocasionales” (Conf. Floria, pág. 805).

La conclusión que se extrae de todo esto es clara: Victorino

–como dice Floria- “era un conservador agotado o un sucesor

fiel”, y agrega: “el viejo conservador, no quería ser un

reaccionario” (Pág. 806). Hay un dejo de ironía en esta afirmación.

En mi modesta opinión, si algún despecho guardaban en su

ánimo los dirigentes del partido gobernante que quedarían

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VICTORINO DE LA PLAZA

69

desplazados, debieron enrostrarlo a los legisladores que aprobaron

la Ley 8871. O sea, a quienes consintieron su propio suicidio

político –dicho esto metafóricamente-, pero no a quien primero

como presidente y luego como vicepresidente, cumplió con su

deber. Es decir, el único deber posible, que era aplicar la ley.

¿Cuáles son las enseñanzas de la Historia a través de la vida

apasionante de Don Victorino? Quedan muchas cosas sin decir.

Sugerimos algunas. La búsqueda acuciante de las enseñanzas de los

grandes paradigmas, es un mandato perpetuo. La carencia desértica

de hombres de estado es una desgracia nacional. El predominio casi

absoluto de la política agonal, es decir la de la lucha, sobre la

política arquitectónica, es decir la de la edificación, es una

tentación que parece irresistible en todos los gobernantes.

Los partidos políticos se han reducido a producir oradores, a

veces de cafetín, otras veces de barricada y algunas pocas veces de

parlamento. Es imposible asegurar la gobernabilidad, si, además de

la representatividad, no se ofrece la eficiencia a través de la doble

idoneidad: la idoneidad moral y la idoneidad técnica.

Ser ineficiente por falta de capacitación o por desvío de los

esfuerzos en el ejercicio de la función ¡es también una forma de

corrupción! ¡Se corrompe el sistema!

Las carencias de los partidos políticos se deben en gran

medida a la abulia de la sociedad. La indiferencia, el conformismo

y la resignación, nos llevaron al régimen de los “chupópteros”, es

decir, el nombre académico de los que ya sabemos que se llaman

“ñoquis”, y al gobierno de los depredadores.

Los partidos políticos no invierten en capacitación de sus

dirigentes, como lo prescribe, expresamente, un artículo nuevo de

la Constitución reformada de 1994 -el 38-; del cual si se exigiera

una rendición de cuentas, resultaría que la mayor parte de los

dirigentes serían procesados por malversación de los caudales

públicos.

Para ganar elecciones no es suficiente contar con el caudal

de votos y con los recursos económicos que irrogan las costosas

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JORGE REINALDO VANOSSI

70

campañas electorales modernas. Bajo el régimen del sufragio

universal establecido por la Ley Sáenz Peña, se necesitan dos

ejércitos: el ejército de los fiscales para vigilar la elección (fiscales

bien adiestrados en las pillerías que puedan cometerse antes y

después del cuarto oscuro, y a veces dentro del cuarto oscuro); y el

ejército de los conocedores de cada función para los miles de

cargos que hay que ocupar de inmediato cuando se accede al poder.

La tarea no es imposible. Argentina tuvo grandes

gobernantes en los tres poderes del Estado y contó con grandes

ejecutores y administradores para la tarea de gestión.

¿Dónde está esa élite ahora?

El resultado de la práctica de la “delegación gerencial” o de

los “vicariatos” no ha dado saldo positivo para nuestra calidad de

vida. Gran responsabilidad tiene la clase dirigente, que prefirió

dedicarse a tareas más hedonísticas antes que sacrificar parte de su

tiempo al fin del servicio público en la intermediación política.

El vacío de los espacios –también los espacios de poder y

de gestión- es cubierto por pléyades en acecho: los mediocres y los

corruptos. Hay que reverdecer y rebrotar la práctica de la virtud del

servicio público y de la responsabilidad por la suerte y destino de

la cosa pública.

Los clásicos, a partir de los griegos, llamaron siempre la

atención en cuanto a los deberes ciudadanos de participación y de

vigilancia. La molicie cívica sólo depara decadencia y caída.

La derrota humillante de Francia en junio de 1940, obedeció

no tanto a los errores militares, cuanto a la frivolidad y necedad de

una sociedad aletargada por inclinaciones hedonísticas.

Y, por último, la ausencia del cumplimiento efectivo del

principio de responsabilidad, que es una de las notas esenciales de

la forma republicana de gobierno -como nos enseñaba Aristóbulo

del Valle en sus lecciones que dejó por escrito- conduce

ineluctablemente al descreimiento generalizado del pueblo que

clama en vano por un sistema social de premios y castigos, es decir,

responsabilidades asumidas.

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VICTORINO DE LA PLAZA

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El legado de Victorino De la Plaza, es un norte en el

camino. Una vida entera al servicio del bien común que hoy en día

es el menos común de los valores comunitarios.

Ascético en su vida, riguroso en sus principios, exigente en

las conductas, indeclinable en la disciplina y el trabajo. Todas estas

y otras virtudes que lo adornabanº se conjugaron con el señorío

exhibido a lo largo de una trayectoria que no conoció de

desfallecimientos o escapismos.

Supo asumir sus deberes en cuanta oportunidad el

requerimiento de su contribución no colisionaba con el marco

sagrado de su estado de conciencia. La Historia reconoce que su

sitio está en la antípoda de los ventajeros y oportunistas.

Page 70: VIRTUDES - Ferozo

JORGE REINALDO VANOSSI

72

BIBLIOGRAFÍA

ACADEMIA NACIONAL DE HISTORIA: “Nueva Historia de la

Nación Argentina”, Edit. Planeta, Tomo VIII.

BUCICH ESCOBAR: “Historia de los Presidentes Argentinos”,

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Renovación.

CUTOLO, Vicente Osvaldo: “Nuevo Diccionario Biográfico

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542 a 544.

FLORIA, Carlos y GARCÍA BELSUNCE, César: “Historia de los

Argentinos”, Ed. Larousse, Bs. As., 2001.

GELLY Y OBES, Carlos M.: “Victorino De la Plaza: el ciudadano,

el mandatario”. Conferencia pronunciada el 31 de octubre de 1990

en el Círculo Militar, auspiciada por la Asociación de

Descendientes Guerreros del Paraguay.

LA NACIÓN, edición del 2 de noviembre de 1940 (Centenario de

Victorino De la Plaza).

LANÚS, Juan Archibaldo: “Aquél Apogeo: Política Internacional

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LAPPAS, Alcibíades: “La Masonería Argentina a través de sus

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Argentinos”, 2ª parte, págs. 110 a 123.

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Edición de la Academia Nacional de Derecho y Cs. Sociales de

Buenos Aires, 1995 (obra Nº25).

PLAZA, Guillermo De La: “La Patria fue mi causa”, 1984, pág.

265 (las expresiones del Dr. Ricardo Balbín al Embajador

Guillermo De la Plaza tuvieron lugar en la Embajada en

Montevideo el 17/10/1979).

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VICTORINO DE LA PLAZA

73

SILVA DE LA RIESTRA, Juan: “Académicos de Derecho y

Hombres de Gobierno”, Obra Nº5, Academia Nacional de Derecho

y Ciencias Sociales de Buenos Aires, año 1969, págs. 151 a 164.

VANOSSI, Jorge Reynaldo: “Historia Electoral Argentina” (1853-

1989) Ed. Lumiere (actualizada por Pedro Fermín Ubertone) se

compone de dos posters.

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JORGE REINALDO VANOSSI

74

El Instituto de Estudios Históricos San Felipe y Santiago, agradece

la valiosa contribución de la empresa EDESA para la concreción de

nuestro propósito de dar a conocer a nuestros próceres salteños.